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UCLM. FACULTAD DE HUMANIDADES. Albacete Asignatura: HISTORIA DEL ARTE. Prof. Manuel Mujeriego.
1. EL ARTE PREHISTÓRICO: DEL PALEOLÍTICO A LAS SOCIEDADES HISTÓRICAS. 1.1. INTRODUCCIÓN. El arte de la Prehistoria es, curiosamente, el más desconocido y sujeto a revisión que existe, debido a la relativa modernidad de las ciencias y procedimientos que se dedican a su estudio. De hecho hay quien duda, incluso, que puedan ser considerados como obras de arte objetos sobre cuyo significado desconocemos prácticamente todo.
Si entendemos el arte como un vehículo de expresión, como un diálogo entre un creador y sus espectadores cuyo código es una actividad plástica, podremos interpretar como objetos artísticos aquellos que han sido realizados desde la aparición del género “homo”; de hecho gracias a estos objetos dichos creadores pueden ser reconocidos como tales hombres.
A pesar de ello, resulta evidente que el hombre prehistórico se manifiesta a través de una serie de útiles, que nos informan sobre su modo de vivir, su cultura o sus técnicas de trabajo. Y que dichos útiles exigen un esfuerzo intelectual y una destreza manual, y llegan a representar aspectos de su espiritualidad o de su realidad inmediata.
Así, podemos establecer una primera distinción entre las industrias líticas, instrumentos con carácter utilitario, y cuyo origen se remontaría a la transición homínido/homo (australopiteco/homo habilis) y el arte del Paleolítico Superior, momento en el cual, junto a dichas industrias, aparecen las primeras representaciones escultóricas y pictóricas en su sentido más convencional.
1.2. EL ARTE PALEOLÍTICO. 1.2.1. El ar te útil. Las primeras manifestaciones artísticas serían, por tanto, objetos utilitarios cuyo propósito es mejorar la actividad rutinaria de los seres del Paleolítico. Estos objetos están realizados en piedra de fractura fácil y de filo cortante (esencialmente sílex o cuarcita), mediante el golpeo o talla de una piedra de mayor dureza sobre otra llamada nódulo, de la que se extraen los distintos instrumentos. A lo largo del tiempo estas industrias líticas se hacen cada vez más complejas: aprovechando los restos del nódulo, lo que permite una mayor variedad de objetos, y reduciendo el tamaño de estos, indicando el mayor grado de especialización técnica en el género que las trabaja.
Así, por ejemplo, los trabajos en piedra más antiguos, llevados a cabo por el homo habilis, se reducen a simples cantos rodados tallados levemente para obtener un filo cortante (cultura de los guijarros o chopper ). Posteriormente, asociadas al homo erectus, aparecen nuevas industrias nodulares (como la Achelense) que llegan a fabricar instrumentos más complejos, caso de las hachas de mano de dos filos (bifaces). Al hombre de Neandertal se asocia la industria Musteriense, caracterizada por la diversificación de los útiles empleados (raederas, buriles, etc.) y al homo sapiens sapiens, las industrias microlíticas, que llegan a un enorme perfeccionamiento de la talla y que 1
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conviven con trabajos realizados en asta, en
hueso o en marfil (arpones, lanzadera, etc.).
1.2.2. El ar te simbólico. Se desarrolla muy tardíamente, coincidiendo con el establecimiento definitivo del Sapiens Sapiens en el Paleolítico Superior (35.000aprox.) y la recesión del glaciarismo, aunque quizás hubieran podido existir algunas manifestaciones anteriores –relacionadas con los neandertales que desconocemos. Por vez primera aparecen manifestaciones escultóricas y pictóricas que representan modelos figurativos del natural, preferentemente animales y más raramente figuras humanas con un sentido ritual. Sobre su origen y sentido existen diversas hipótesis. Así, la tradición decimonónica consideraba estos objetos surgidos para el simple goce estético de los individuos paleolíticos: “el arte por el arte”. A principios del siglo XX, el abate Henri Breuil –al hilo de los nuevos descubrimientos aporta un sentido más científico, hablando de una cierta empatía del arte que sería favorecedor del hombre que lo ejecuta: “magia simpática”. Desde
los años 50/60 André LeroiGourhan, tras el estudio de numerosos frisos pictóricos se inclina por un significado sexualsocial, definida a través de una dualidad binaria (masculinofemenino) reflejada en la distribución de los animales y sus asociación con simbolos abiertoscerrados. No todos los prehistoriadores admiten las teorías de Gourhan, pero lo cierto es que ellas despertaron un gran interés por el tema y obligaron a una revisión completa del arte prehistórico. El arte del Palelítico Superior es un fenómeno casi exclusivamente europeo y presenta un doble carácter en función del soporte sobre el que se trabaja: mobiliar, para todos aquellos objetos (esculturas de bulto redondo) de pequeño formato concebidos para ser transportados, y parietal, para aquellos otros (pinturas y relieves, generalmente) que se trabajan sobres las paredes de las cavernas y tienen, por tanto, un carácter inmueble.
1.2.2.1. El arte mobiliar. Está constituido por pequeños objetos realizados en piedra, hueso o marfil, elaborados con una hoja de sílex o un buril, que eran transportados por la tribu en sus desplazamientos constantes en busca de caza y recolección. El capítulo más notable del arte mueble es el que corresponde a las denominadas venus paleolíticas (figuras femeninas desnudas, de contornos muy voluminosos y caracteres sexuales muy acentuados) llamadas así por creerse ídolos favorecedores de la fertilidad. En la actualidad se amplía su significación hacia aspectos más globales, considerándolas como diosas protectoras del hogar e incluso representaciones de la “gran madre” en una sociedad matriarcal. Realizadas en piedra, marfil o hueso, son figuritas de
pequeño tamaño (entre 5 y 25cm.), elaboradas con gran naturalismo pero cargadas de convenciones estético religiosas: indefinición de rasgos faciales, esbozo de las extremidades inferiores, etc. La mayor parte de ellas fueron realizadas desde finales del Aurinaciense y especialmente durante el Gravetiense y el primer Solutrense (25.000/18.000). Los hallazgos de estas venus se han producido en toda Europa, desde Siberia hasta Francia, con la excepción de España. Entre las más significativas se encuentran la de Willendorf (Austria), perteneciente al tipo renanodanubiano; las de Lespugue o Grimaldi, pertenecientes al tipo occidental; o la de Kostienki, perteneciente al tipo ruso. Carácter excepcional presenta la venus de Laussel (o venus del cuerno) por tratarse de un relieve y tener un tamaño notable 2
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(42cm), que pudiera tratarse del primer santuario móvil de la historia. Al conjunto de venus hay que añadir un gran número de placas y objetos artísticos realizados a lo largo del Paleolítico Superior. Entre los más sobresalientes destacan los relieves animalísticos que decoran instrumentos realizados en hueso o asta, cuya finalidad no es del todo clara. Con carácter funcional se interpretan como lanzaderas o propulsores, que servirían para aumentar la distancia de lanzamiento de flechas o dardos, y que explicaría que muchos de ellos tengan un orificio en el extremo opuesto al de su decoración. Sin embargo, podrían tener una finalidad menos
clara y tratarse de bastones de mando que simbolizarían una jerarquía de poder tribal, lo que explicaría que los animales representados sean mayoritariamente caballos (expresión de fortaleza, dinamismo, etc.). En cualquiera de los casos se trata de imágenes muy naturalistas, que obedecen a una profunda observación de los comportamientos y actitudes de los animales escogidos, y en la que el artista paleolítico aprovecha las formas naturales del soporte para trabajar la figura generalmente con incisiones. Son bastante comunes en toda Europa , prolongándose desde el Gravetiense hasta el Magdaleniense (25.000/10.000).
1.2.2.2. El arte parietal. Denominado también arte rupestre, comprende las pinturas y relieves con los que el hombre paleolítico decoró las paredes de las cavernas que habitó. Su área de difusión es preferentemente la Europa atlántica, aunque hay también vestigios en la zona mediterránea y central. Las representaciones aparecen frecuentemente en el interior de grandes grutas, en salas alejadas de la entrada o lugar de habitación que se han identificado como una especie de santuario, cuyo significado nos es desconocido. El arte parietal es esencialmente pictórico. Los materiales utilizados como colorante son pigmentos naturales machacados y extendidos sobre piedra o agujeros óseos: el óxido de hierro para los colores rojos, el óxido de manganeso y carbón vegetal para los negros y violáceos. Como aglutinante se emplea el agua, la sangre o grasas animales. El dibujo se realiza en un primer momento con las manos y con el paso del tiempo se emplearán pinceles con pelos de animal, crines o cerdas, que permiten rellenar los contornos con color y hacer pinturas más complejas. Las primeras manifestaciones de la pintura paleolítica son signos de forma muy variada: puntos, bastoncillos, etc... Se conocen con el nombre de pintura táctil o figuras tectiformes, cuya interpretación nos
es desconocida, aunque algunos se asocian a los conceptos masculinofemenino, cuando aparecen complementando a una figura animal. Dentro de este grupo pictórico podemos incluir también las huellas de manos, realizadas por impresión (manos positivas) o silueteadas (manos negativas), que quizás podrían ser códigos para transmisión de mensajes. Sin embargo, el foco de atención prioritaria de la pintura rupestre es el mundo animal, base de la subsistencia y de la economía cazadora recolectora de este periodo. Las representaciones más frecuentes son las de caballos y bisontes; en menor medida aparecen ciervos, renos, cabras o jabalíes; y muy excepcionales son los mamuts, felinos, osos o peces. Todos ellos están tratados con un gran realismo y exactitud anatómica, fruto de la observación directa y del contacto con los animales en labores de desollado o despiece. Con carácter general son figuras aisladas, aunque aparezcan formando grupos e incluso, en ocasiones, se yuxtaponen unas sobre otras. Breuil distingue dos grandes ciclos pictóricos apelando a su evolución técnica y temática: el AuriñacoGravetiense, caracterizado por manifestaciones muy sencillas y tectiformes, y el Solutreo Magdaleniense, de mayor perfeccionamiento técnico, con dibujos lineales y policromos. Por su parte, Leroi 3
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Gourhan propone la evolución en 4 estilos a lo largo de todo el Paleolítico Superior, entre los que sobresalen los caracterizados como “naturalismo sintético” (figuras contorneadas en negro, de perfil absoluto, propias del Solutrense) y “naturalismo analítico” (figuras policromadas, con perfil de ¾ y mayor dinamismo, propias del Magdaleniense). Excepcionales son las representaciones humanas. Las más antiguas son las vulvas femeninas auriñacienses, relacionadas con el culto a la fecundidad como consecuencia directa de la observación reflexiva sobre el parto. En un estadio final de este tipo de pinturas aparecen los brujos, como el de la cueva de Trois Frères, figuras antropomorfas muy disimuladas asociadas a actos rituales.
Los primeros yacimientos rupestres, y aún los más importantes, pertenecen a un ámbito geográfico muy reducido centrado en Aquitania y el norte de España. Por eso, convencionalmente este tipo de manifestaciones pictóricas han sido incluidas en la denominada Escuela fr ancocantábr ica, cuyos ejemplos más significativos son los de las cuevas de Lascaux (Dordoña) y Altamira (Santander). Al arte parietal pertenecen también los relieves sobre roca realizados en cuevas, mucho menos numerosos que los frisos pictóricos. Se emplea tanto el relieve inciso como la talla de relieves bajos y medios, e incluso encontramos ejemplos de relieves modelados, como los de la gruta de Tuc D´Audoubert (Francia). Sus rasgos y significación discurren parejos a los de las pinturas rupestres, aunque su cronología suele ser algo más antigua que la de éstas.
1.3. EL ARTE DEL MESOLITICO. El Mesolítico o Epipaleolítico es el periodo posglacial que precede al Neolítico. La mejora climática permite un cambio de actitudes y comportamientos del hombre prehistórico que se observa en sus utensilios (más perfeccionados y abundantes que en el Paleolítico) y en su alimentación (mucho más diversificada). Asimismo asistimos a una tendencia a instalarse en las orillas de los ríos, donde la pesca es abundante, apareciendo los primeros campamentos de cabañas o tiendas de madera y piel. En este contexto se desarrolla la cultura Aziliense, considerada por algunos como evolución del Magdaleniense. Se asienta en el Cantábrico, Cataluña y Europa Occidental hasta los Alpes, y se caracteriza por la realización de arpones decorados. Sin embargo, la manifestación artística más importante del momento es la denominada Escuela levantina de pintura, que engloba una serie de manifestaciones pictóricas rupestres de características más o menos homogéneas en la franja mediterránea, desde el sur de Francia hasta el norte de África. Al contrario de lo que sucede en la
zona francocantábrica, las pinturas levantinas se encuentran en abrigos de poca profundidad y en farallones al aire libre. Son monocromas (rojas, negras y raramente blancas) y por primera vez aparece la figura humana plenamente definida y formando escenas narrativas: de caza, de recolección, rituales o cotidianas. Los animales que acompañan estas escenas son de tamaño más pequeño que los del Paleolítico y pertenecen a especies más conocidas: ciervos, toros, caballos o cabras. Los trazos pictóricos son fluidos y dinámicos, esencializando las formas figurativas, a pesar de lo cual se advierte un decidido interés por reflejar las indumentarias, los tocados y los adornos personales. Los conjuntos más notables de esta pintura son los de Cogull (Lérida), con representación de danzas rituales, tal vez propiciatorias de la fecundidad; los del barranco de la Valltorta (Castellón), donde se encuentra una animada cacería de ciervos al ojeo; los de la cueva de la Araña (Valencia), con escenas de recolección de miel; y los de Nerpio, Minateda y Alpera en Albacete, este último con interesantes escenas de guerra. 4
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En un primer momento este tipo de pinturas se interpretó como la evolución lógica de las pinturas francocantábricas. Posteriormente, Ripoll y Beltrán las sitúan en el Mesolítico Pleno, hacia el año –6500/ 6000. E incluso Mauro Hernández las considera como una manifestación incipiente del Neolítico, hacia el –5000. La
tendencia actual es considerarlas manifestaciones características del Mesolítico, sin perjuicio de que evolucionen durante el Neolítico e incluso durante la Edad de los Metales hacia formas cada vez más simples, denominadas esquemáticas o macroesquemáticas.
1.4. EL ARTE DEL NEOLÍTICO. El Neolítico es el periodo que sigue a las culturas mesolíticas. Sus términos cronológicos varían en función de las áreas territoriales donde se fueron estableciendo los primeros asentamientos de agricultores y ganaderos, ya que la sedentarización no se produjo de manera uniforme, sino al compás de la aplicación de los avances sociales y agropecuarios. El descubrimiento de la agricultura y la domesticación de los animales –condicionados por la mejora climática que varió los comportamientos tradicionales de animales y plantas fueron los factores impulsores de la transformación de los sistemas de vida del hombre y la aparición de una larga serie de innovaciones: la arquitectura y los primeros poblados sedentarios, la fabricación de cerámica, el pulimento, el perfeccionamiento de los aperos de labranza y los inicios de un comercio en forma de trueque. Los orígenes del Neolítico hay que buscarlos en Próximo Oriente, en el célebre arco del Creciente Fértil, que abarca las costas de Siria y Palestina, parte de Turquía y los valles del Tigris y el Eúfrates, hacia el año –8000. A partir de esta fecha, los nuevos sistemas de vida se difundieron hacia Europa por aculturación a través de dos vías: la mediterránea y la continental, alcanzando las costas españolas hacia el año –5000.
Con carácter general, al Neolítico se debe el nacimiento de los primeros poblados y de la arquitectura, mediante edificios que tendían a satisfacer las nuevas necesidades de la comunidad: viviendas para el establecimiento familiar, silos para el depósito y almacenaje de grano, y apriscos para resguardar el ganado de la intemperie. La escultura y la pintura continúan formas precedentes; la primera se vincula hacia el mundo funerario y el culto a la diosa madre, la segunda repite más esquemáticamente los modelos levantinos. Pero, con probabilidad, la manifestación artística que más caracteriza a las sociedades neolíticas es la cerámica (del griego céramos=arcilla) que el hombre aprendió a moldear y cocer con el cambio de alimentación y de hábitos culinarios que se asocian al sedentarismo. En la Península Ibérica, de hecho, se distinguen dos culturas en función de la tipología cerámica. Por una parte, la cerámica cardial o impresa, realizada con una concha de Cardium Edule; por otra, la cerámica incisa, realizada mediante buril o punzón de silex. Ambas tienen en común estar hechas a mano y su decoración a base de bandas y elementos geométricos conforme a un principio de horror vacui (terror al vacío). Pero, mientras la primera se extiende por el sureste español durante el V milenio a.C., la segunda se vincula a todo el ámbito mediterráneo durante el milenio siguiente.
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1.5. EL ARTE DURANTE LA EDAD DE LOS METALES. El uso de los metales supone un nuevo estadio en la evolución de las sociedades humanas. El primero de los metales utilizados será el cobre (3000 aprox.), muy dúctil y maleable, que se encuentra con facilidad en la naturaleza. El cobre se trabajó primero en frío y más tarde en caliente, usándose sobre todo para la fabricación de perforadores y adornos, de forma que su empleo inicial no supuso grandes cambios en los sistemas de vida neolíticos. Posteriormente se inició el laminado a martillo y más tarde se fueron perfeccionando los métodos de fusión con oro, plata, plomo y, especialmente, con estaño, surgiendo un nuevo metal, el bronce, mucho más resistente, que permitía la fabricación de armas y herramientas. La utilización del metal para estos nuevos usos supuso un gran avance de orden técnico y, al mismo tiempo, un cambio profundo respecto al funcionamiento de los poblados neolíticos. La aparición de los metalúrgicos –los primeros técnicos especializados de la Humanidad se vio complementada por los buscadores de materias primas y los comerciantes, capaces de vender los productos elaborados. Todo ello dio como resultado un nuevo tipo de sociedad que desbordó los límites de la aldea agraria o ganadera, surgiendo poblados organizados de acuerdo con unas determinadas exigencias funcionales y económicas. Las mejoras en las condiciones de vida continuaron su ritmo ascendente: se perfeccionan los textiles, se generaliza el cultivo de la vid y el olivo, se crean los primeros canales de regadío, aparece el arado para la roturación del campo, la tracción animal y el carro, el torno de alfarero y los navíos de vela. Paralelamente se desarrolla el culto animista (poderes de la naturaleza) y una creencia en el más allá que favorecen la aparición de una arquitectura singular realizada con grandes piedras conocidas con el nombre de megalitos (mega =grande, lithos=piedra), cuya significación y origen son todavía discutidos. Para algunos investigadores son monumentos religiosos, para otros simplemente manifestaciones del
culto a los muertos; para algunos son fruto de una cultura atlántica desarrollada desde Escandinavia a Portugal que influiría con posterioridad en zonas mediterráneas, para otros se trataría de una convergencia de corrientes culturales por toda Europa. Existe una gran variedad tipológica de estos monumentos, cuyos nombres son de origen bretón, aun cuando no sean exclusivos de Bretaña: El megalito más simple, el menhir, es un monolito de piedra de gran tamaño clavado en la tierra en sentido vertical. La agrupación de varios menhires se denomina alineamiento. Se interpreta como una especie de estela funeraria o quizás como hitos o lindes territoriales. Los trilitos son monumentos conformados por dos piedras verticales sobre la que monta otra horizontal. Suelen complementar estructuras más complejas como el cromlech (menhires o trilitos dispuestos en círculo o elipse), cuyo significado se nos escapa. La planta circular debía ser una imposición cultural, y el hecho de que generalmente presenten una entrada orientada hacia el sol naciente ha permitido suponer que fueran santuarios astrales relacionados con un culto funerario, o incluso observatorios astronómicos para la medición del tiempo y las estaciones. De forma más pragmática se han interpretado también como grandes centros de relación económica o social de las culturas megalíticas. Pero el monumento megalítico por excelencia es indudablemente el dolmen (literalmente “mesa de piedra”). Se compone de varias piedras informes dispuestas en vertical (ortostatos) sobre las que descansa otra de mayores dimensiones situada horizontalmente. En el caso del dolmen no existe la menor duda de que fueron construcciones destinadas a enterramientos colectivos y de inhumación, aunque hayan sido muy pocos los que llegasen hasta nosotros sin expoliar. Su origen se remonta, como toda la arquitectura megalítica, al periodo de transición Neolítico 6
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Calcolítico (Cobre), aunque evoluciona durante la Edad de los Metales hacia formas cada vez más complejas: a) Dolmen sencillo. Responde a la descripción anterior. Su planta puede ser cuadrangular o rectangular y tiene abierto uno de sus lados para permitir el acceso al interior de la cámara. b) Galerías cubier tas. La cámara sepulcral se hace de mayores dimensiones, definiendo una gran estancia que luego se recubre de tierras formando un enterramiento tumular, como en la Cueva de la Menga (Antequera). c) Los Dólmenes de Cor r edor , compuestos de una cámara sepulcral generalmente circular a la que se accede a través de un estrecho pasillo. Frecuentemente se utiliza sillarejo para su construcción y las cámaras sepulcrales se cubren por falsas cúpulas o cúpulas por aproximación de hiladas, como en la Cueva del Romeral (Antequera). Al igual que en el caso anterior, suelen recubrirse con tierras, dando la impresión de tratarse de una cueva artificial. El final del cobre y la Edad del Bronce ( 2500/800) coinciden con el desarrollo en la Península de importantes culturas como las de Los Millares y el Argar en el sureste o la de las Motillas en La Mancha. Especial significación merecen la denominada
cultura del vaso campaniforme, de origen discutido (hispano o centroeuropeo) caracterizada por un tipo cerámico muy particular o la arquitectura megalítica asociada a la cultura de las Baleares o talayótica, donde se desarrollan tres modelos constructivos de gran singularidad: Los talayots, torres circulares realizadas con muros ciclópeos y destinadas a la vigilancia, que presentan indudables paralelismos con las nuragas de Cerdeña. Algunas de ellas presentan camaras interiores quizás relacionadas con un recinto de depósito o tal vez como lugar de enterramiento. Las navetas, edificios con forma de casco de barco invertido con fines funerarios e inscritos dentro de un espacio sacralizado o témenos. Las taulas, formadas por una piedra vertical clavada en el suelo sobre la que monta otra horizontal. Su significación sigue siendo muy discutida, desde quien las considera unas construcciones rituales y religiosas, y quienes la interpretan como un simple elemento sustentador de techumbres. La introducción del hierro en la Península Ibérica coincide con la colonización de los pueblos mediterráneos: fenicios, griegos y cartagineses. El arte se vincula por tanto hacia influencias procedentes del Mediterráneo medio y oriental, coincidiendo con la protohistoria peninsular vinculada a las culturas ibéricas y de Tartessos.
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