MINISTERIO DE EDUCACIÓN

Ángel Gabilondo Conferencia internacional “La educación inclusiva: vía para favorecer la cohesión social” Madrid, 12 de marzo de 2010

Autoridades Asistentes y amigos…

Permítanme dirigirme a todos y cada uno de los expertos y ciudadanos presentes en esta conferencia internacional que se enmarca dentro de los actos de Presidencia Española de la Unión Europea. Les agradezco su asistencia y sobre todo su participación crítica, que es la que logrará que la educación inclusiva por la que trabajamos sea mejor y más real cada día. Deseo también agradecer la actividad desplegada por todas las entidades que han co-organizado el evento junto al Ministerio de Educación: el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), la Fundación ONCE y la Agencia Europea para el Desarrollo de la Educación del Alumnado con Necesidades Educativas Especiales. Sólo la colaboración y el compromiso de todos lo han hecho posible. El Gobierno español considera que la educación encarna los grandes valores europeos de la libertad, la equidad y la cohesión. Por tanto, a lo largo de este semestre de Presidencia de la Unión Europea mantendrá la ambición de lograr más educación, de más calidad, y para todos. Como parte de esa apuesta, la educación inclusiva tiene una enorme trascendencia. Persigue la excelencia sin renunciar a la integración, ofrece a todos los alumnos igualdad de oportunidades independientemente de las dificultades que plantee su origen, busca lo mejor de cada estudiante, el desarrollo máximo de sus posibilidades, aunque presente necesidades especiales. La educación inclusiva supone la conversión de los centros escolares en verdaderas comunidades educativas donde se desarrolle un sentido de inclusión y apoyo mutuo. En ellas, han de reconocerse todos los talentos (ya sea de alumnos con discapacidad o con altas capacidades), y todas las

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condiciones (raza o etnia, como la gitana representada también aquí, religión, entorno familiar, nivel económico, social o cultural). Cada persona es un miembro valioso de la comunidad, con un papel que desempeñar para lograr el éxito de todos sus componentes. Y no nos referimos sólo a los alumnos, sino también a profesores, padres, personal del centro y miembros de la sociedad civil en la que se desenvuelven. La educación inclusiva es una educación con un fuerte componente de personalización, porque el alumnado con necesidades especiales es muy diverso. Para que todos los niños y niñas tengan las mismas oportunidades debemos aceptar que cada uno de ellos es diferente, único y especial, irremplazable, con unas necesidades singulares. Pero la inclusión educativa también supone una firme atención al conjunto, al colectivo, que garantice la convivencia y evite segregaciones en las aulas. Las escuelas inclusivas integran, se enriquecen con la diversidad y celebran la diferencia y la interculturalidad. La calidad sin equidad, sin inclusión educativa, es elitismo y discriminación. Imbricada como está en tantos ámbitos de acción, la educación inclusiva ha de desarrollarse en estrecha colaboración con todas las administraciones, instituciones, asociaciones y con la sociedad civil. Hace imprescindible la participación de todos, como felizmente ha ocurrido aquí. Es una cuestión de derechos. Pero también es una cuestión de necesidad, algo imprescindible para nuestro progreso. Al corregir el modelo económico, al comenzar a transitar hacia pautas de crecimiento más sostenibles, hemos aprendido que el mejor desarrollo es el que se basa en el conocimiento. Y la mejor estrategia para la reactivación económica y la recuperación del mercado laboral es la formación que está en la base de ese conocimiento que se debe generar. Es preciso que la educación llegue a todo el capital humano de un país y que no rechace ningún talento por difícil que sea incentivarlo, por muy periférico

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que parezca. Un acceso desigual al sistema educativo supone una pérdida incalculable de potencial humano, genera enormes costes y amenaza la cohesión social. La educación universal, de calidad y equitativa, es ahora mismo la mejor política social posible, además del mejor seguro contra el desempleo. Es el factor determinante de equidad y de ascenso personal y social. Lancemos hoy aquí un mensaje claro: que la dimensión social de la educación, y dentro de ella la dimensión inclusiva, es crucial para garantizar el proceso de

recuperación

económica

europea,

para

legitimar

el

proceso

de

construcción comunitaria y, muy particularmente, para consolidar lo que es el rasgo esencial de Europa, su carácter de espacio de Derecho y de derechos. España tomó su decisión hace mucho tiempo, la de apostar por la extensión de derechos en todos los campos, así como por la equidad y la inclusión en el educativo. Nuestra Constitución especifica que TODOS los ciudadanos (y todos es todos, no unos pocos, ni siquiera la mayoría) tienen derecho a la educación. “Todos” significa que ninguno puede quedar fuera del sistema, ni segregado, y que la educación que reciban ha de ser de calidad. Debemos poner los medios necesarios para ello. La concepción de la educación como un instrumento de mejora de la condición humana y de la vida colectiva ha orientado todo nuestro sistema educativo, al igual que lo ha hecho el principio de inclusión. También este país ha conseguido generalizar en muy poco tiempo una nueva concepción de la discapacidad vinculada a los derechos humanos y tiene una de las legislaciones más avanzadas en este ámbito. Esta aproximación sitúa su autodeterminación, su dignidad y su integración en el centro de todos los debates que les conciernen. Es necesario insistir continuamente en ello. En el valor de las personas con discapacidad y de todas las personas excluidas en general, en su participación plena, en su derecho a contribuir.

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En 1994 la UNESCO y el Ministerio de Educación español celebraron en la ciudad de Salamanca una Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales. Su declaración final se convirtió rápidamente en referencia en esta materia y reflejó un evidente consenso mundial sobre la necesidad de actuar con miras a conseguir escuelas que incluyeran a todo el mundo, celebrasen las diferencias, respaldasen el aprendizaje y respondieran a las necesidades de cada cual. Recientemente, Salamanca volvió a acoger una Conferencia Mundial sobre Educación Inclusiva que reiteró la importancia de la perspectiva de la inclusión. En España La Ley Orgánica de Educación ya integraba la inclusión y la atención a la diversidad como pautas generales de actuación educativa en 2006, dedicando todo un título a la Equidad en Educación. El Consejo de Ministros aprobó recientemente un informe sobre “La dimensión social de la educación en Europa” que refleja la necesidad de tomar medidas eficaces para fomentar la inclusión a través de la formación. Hay numerosas líneas de acción abiertas en este sentido, pero permítanme centrarme en la que canaliza buena parte de las energías del Ministerio de Educación en estos momentos: el Pacto Social y Político por la Educación. Con este Pacto, un pacto de responsabilidad para con la ciudadanía, buscamos reunir a todos los agentes involucrados en el sector educativo en torno a un plan de futuro que garantice la excelencia del sistema. La educación que dibuja ese Pacto es una educación que cohesiona; que da oportunidades a todos; que apuesta por que las personas con discapacidad alcancen metas lo más similares posibles a las del resto de alumnos. Es una formación pensada para sumar y no restar, que consiga mejorar la calidad de vida, y no sólo la formación académica, de sus alumnos. El documento de propuesta de Pacto que ha presentado el Ministerio de Educación habla de la educación como bien público y derecho público de toda la sociedad. Recoge un apartado específico de educación inclusiva, diversidad e interculturalidad, mencionando el derecho a la diferencia pero sin

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diferencia de derechos. Especifica que habrá que procurar los medios y recursos adecuados para que los centros educativos puedan garantizar la plena incorporación de los estudiantes con necesidades específicas de apoyo educativo, entre ellas las debidas a la discapacidad. Para conseguirlo, apunta tres caminos principales: -

Primero, detectar precozmente las necesidades de apoyo educativo, en particular las asociadas a la discapacidad, para poder iniciar cuanto antes la atención integral al alumno.

-

Segundo, asegurar los recursos necesarios para que los alumnos con discapacidad tengan el apoyo que precisan a lo largo de todas las etapas educativas.

-

Y tercero, formar permanentemente al profesorado y a los responsables de la orientación educativa para que ofrezcan la mejor atención posible al alumnado con necesidades especiales.

Actualmente, más del 78% de los estudiantes españoles con discapacidad están escolarizados en centros ordinarios. Según las estadísticas disponibles, su integración es un éxito en la Educación Primaria, pero desciende en la Educación Secundaria Obligatoria y especialmente en las enseñanzas no obligatorias: Formación Profesional y Universidad. Los retos, por lo tanto, son principalmente dos: en primer lugar, pasar de la integración a la inclusión, de modo que no sólo los alumnos con necesidades especiales se adapten a sus centros formativos sino que estos centros apuesten por ellos al mismo nivel que por sus compañeros; en segundo lugar, elevar el nivel de integración, de tasas de escolarización y titulación, en las enseñanzas postobligatorias. Tienen que poder acceder, permanecer y promocionarse dentro del sistema formativo. Es necesaria una escuela que considere a cada alumno como capaz de aprender, que honre todos los tipos de diversidad, que genere círculos amplios y que detecte las necesidades individuales. Y todo ello no debe

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detenerse al finalizar la etapa escolar, porque la inclusión ha de estar presente en todos los niveles formativos. Hay que educar a las personas con necesidades especiales para su inserción laboral y su transición a la vida adulta. En definitiva, la inclusión no debe significar asimilación, sino incorporación a la comunidad e incorporación para siempre. El objetivo es claro: que ningún ciudadano, por ningún motivo o circunstancia, se quede sin recibir la educación y la formación necesaria para su desarrollo personal y su integración social y laboral. Inclusión educativa e inclusión social están estrechamente relacionadas. España no podía dejar pasar su semestre de Presidencia Europea sin llevar los principios de excelencia educativa en equidad hasta Europa. Al emitir este mensaje ante nuestros socios comunitarios nos sentimos muy cómodos, porque Europa es por excelencia la cuna de los derechos y las libertades, y sabemos que son muchos, la mayoría, quienes comparten las prioridades inclusivas en la Unión. Uno de los principales objetivos de este Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social es precisamente lograr sistemas educativos de calidad en igualdad de condiciones. En los últimos años se ha registrado en Europa un estancamiento en índices importantes de desigualdad e incluso han empeorado algunos referidos a ingresos y a pobreza infantil. La educación va siempre ligada a estas cifras, porque los estudios muestran que los alumnos procedentes

de

entornos

socioeconómicos

desfavorables

tienen

más

posibilidades de abandonar la escuela o de fracasar en sus estudios. Hay que acabar con las condenas generacionales, evitar que el origen de una persona determine su destino educativo. España ha sido señalada como uno de los países con un sistema formativo más equitativo, donde más se favorece a los alumnos que parten con desventaja. Pero sería poco útil que nos dedicásemos a comparar unos países con los otros si no es con el ánimo de avanzar. Lo que hemos de hacer todos los Estados miembros es procurar mejoras conjuntas en la Unión.

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Hay consenso: las reformas educativas pueden reducir las desigualdades, la atención infantil temprana de calidad ayuda a evitar la exclusión, los incentivos para la participación de familias desfavorecidas tienden a reducir el impacto del origen social en los resultados escolares, la combinación de políticas preventivas y estructurales centradas en el estudiante disminuye el abandono escolar. Por tanto, pongámonos a ello, insistamos en ello. En esta conferencia se ha trabajado sobre tres líneas que enlazan con las necesidades detectadas. Hay que reforzar la idea de que la educación inclusiva es esencial para la cohesión, el progreso social y la vertebración de la ciudadanía; hay que reafirmar que en un sistema educativo inclusivo un principio tan irrenunciable como el de la equidad es el de la calidad; y hay que fijar los mejores métodos para atender al alumno que presenta necesidades educativas especiales. Caminemos hacia vías flexibles que eviten al estudiante la sensación de callejón sin salida y le ofrezcan rutas alternativas para mejorar su cualificación. Ofrezcamos orientación permanente, patrones de admisión diversificados. Potenciemos la Formación Profesional, el reconocimiento de los aprendizajes previos, el aprendizaje a tiempo parcial o a distancia. Reestructuremos la cultura y la organización de los centros, impulsemos la formación del profesorado. Todos tienen un papel que jugar en la escuela y en la sociedad y han de hacerlo en igualdad de condiciones. Inclusión es equidad, cohesión social y ciudadanía activa. Es futuro. Por eso nos hemos esforzado en reunir aquí a todos los agentes que pueden coadyuvar al éxito de este proyecto europeo inclusivo. Se han manifestado en esta conferencia, o han escuchado, autoridades políticas de la Unión Europea, representantes de todos sus Estados miembros, cargos de la Administración Central y las Comunidades Autónomas, expertos, miembros de la sociedad civil y del tercer sector. Y la conferencia ha estado precedida por un encuentro de la Red Intergubernamental Iberoamericana de Cooperación

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Técnica para la Educación de Personas con Necesidades Educativas Especiales (R.I.I.N.E.E.). No podría ser de otra manera. Este proyecto requiere de la opinión y del trabajo de todos, y especialmente de las propias personas con necesidades educativas

especiales,

para

progresar.

Favorecer

el

intercambio

de

experiencias entre los países europeos e iberoamericanos sólo puede ser positivo para mejorar la idea de inclusión que tenemos, para llevar nuestros principios a la realidad, que es donde están quienes necesitan la inclusión. Esto no puede ser un acto puntual ni aislado. En las conclusiones que se han aprobado en esta conferencia late el corazón de la educación y se dibuja un camino continuo, un compromiso que debe ser contagioso y sostenido. No sólo vamos a sensibilizar, sino también a coordinarnos y a plantear, a actuar, a proponer recursos y medidas. Estas conclusiones reflejan la necesidad de asegurar en Europa una educación inclusiva que responde a los principios de normalización, igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad. Observan la necesidad de la identificar las necesidades educativas especiales con carácter temprano y reconocen que para todo ello es necesario disponer de los recursos humanos, didácticos y tecnológicos necesarios, así como actualizar permanentemente la formación del profesorado en estas competencias e impulsar la participación de las familias en este proceso. Hemos entendido que el conocimiento es un bien público. Confío en que esta conferencia haga entender que todo talento lo es también, y que ningún estudiante puede ser considerado talento marginal, por particular que sea. Sus conclusiones serán entregadas al Consejo de Ministros de Educación de la Unión Europea que se celebra el próximo mes de mayo. Nuestra intención es que la educación, con toda su dimensión social e inclusiva, esté en el corazón

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de la futura Estrategia “EU 2020”, así como en el corazón de la ciudadanía. Estoy seguro de que en el corazón de todos los aquí presentes ya lo está. Muchas gracias.

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