ESTRUCTURACION DEL ACTO SUICIDA EN LA TEORIA DE FREUD Y LACAN

1 ESTRUCTURACION DEL ACTO SUICIDA EN LA TEORIA DE FREUD Y LACAN LUZ ADRIANA BEDOYA GIRALDO UNIVERSIDAD CATOLICA POPULAR DEL RISARALDA PROGRAMA DE P

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CAPITULO 2 ESTRUCTURACION Y PREDIMENSIONAMIENTO
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ESTRUCTURACION DEL ACTO SUICIDA EN LA TEORIA DE FREUD Y LACAN

LUZ ADRIANA BEDOYA GIRALDO

UNIVERSIDAD CATOLICA POPULAR DEL RISARALDA PROGRAMA DE PSICOLOGIA PEREIRA 2008

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INFORME FINAL DE PROYECTO DE GRADO

Luz Adriana Bedoya Giraldo Estudiante Ricardo Rojas Asesor

Universidad Católica Popular Del Risaralda Facultad de las Ciencias Sociales, Humanas y de la Educación Programa de Psicología Pereira- Risaralda.

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Dedicatoria

Al ideal de mis Padres A Diana Villa por ser un soporte donde no hay presencia A mi deseo subversivo

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Agradecimientos

A Dios por la existencia A mis hermanos por los momentos de alegría y por sus grandes enseñanzas A mis maestras Ana Lucia Arango y Ana Lucia Sanín por haber dejado en mi una pregunta que dejó una marca A Mi asesor por acompañarme en este camino A Adriana y Yisela por esperar algo de mí, por su presencia, por su confianza A Marcela Jorge y Luisa por su apoyo y compañía.

A todos los que me acompañaron en el comienzo del que espero sea un Largo y bello camino de formación.

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TABLA DE CONTENIDO

1. Formulación del problema 1.1 Antecedentes

6

6

1.2 Planteamiento de la pregunta 1.3 Justificación

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1.4 Objetivos

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2. Marco teórico

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2.1 Elementos Estructurales del Suicidio

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2.1.1

Las relaciones entre Pulsión de Muerte y Suicidio

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2.1.2

Relaciones entre identificación y suicidio

2.1.3

Relaciones entre suicidio y Angustia

2.1.4

Las Relaciones del Suicidio Con la Verdad: No querer saber nada

52 57

de…Verdad y desconocimiento

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2.2 Suicidio y Sus Relaciones Con el Acto

80

2.2.1

El Suicidio y su Relación al Pasaje al Acto

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2.2.2

La Relación del Suicidio con el Acting Out

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3. Metodología

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4. Presentación y análisis de Resultados 5. Discusión

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6. Conclusiones

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7. Recomendaciones 8. Referencias

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106

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1. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA

1.1

Antecedentes

El suicidio es un acto que hace enigma, al que se intenta dar una explicación, ya sea desde el ámbito de lo patológico, social o subjetivo, por esto es importante conocer, lo que se ha dicho del acto suicida, las posibles explicaciones que han dado sobre su ejecución y el lugar que tiene el sujeto en cada una de ellas. Para este fin se han revisado varios artículos que se preguntan por este acto y que intentan dar cuenta de él desde sus diferentes posturas.

Freud (1910) en su artículo “Contribuciones Para un Debate Sobre el Suicidio”, se refiere a este como un acto por el cual la escuela es responsable, en la medida en que “ella es para sus educandos, el sustituto de los traumas que los adolescentes encuentran en las otras condiciones de su vida” (Freud, 1910. Pág. 231), de esta forma Freud consideraba importante que las instituciones educativas más que prevenir el suicidio, procuraran inspirar en sus estudiantes el deseo de vivir, siendo un soporte para estos, en una edad en que sus lazos con el núcleo familiar se debilita. Así en este momento Freud considera que la escuela trata con individuos aún inmaduros a quienes se les debe dejar permanecer en las fases del desarrollo en la que se encuentren, y no forzarlos a afrontar las responsabilidades de la vida para las cuales no están preparados. Por último Freud deja abierta la pregunta por la causa del acto suicida, si este es provocado por el desengaño de la libido por la poca satisfacción que ofrece el yo, o porque hay una renuncia del yo a su propia afirmación.

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Freud (1901) en “Psicopatología de la Vida Cotidiana”, postula que en el sujeto hay una tendencia de carácter inconsciente a la auto aniquilación, que explica las lesiones que el sujeto se ocasiona por medio de torpezas o accidentes que se deben a un aparente y desafortunado azar, sin embargo pese a su apariencia de accidente, estos sucesos son ocasionados por una pulsión de auto aniquilación y su compromiso con las fuerzas defensivas, lo que hace que el sujeto no cometa un acto suida sino que en vez de eso camufle su tendencia inconsciente con un accidente, viéndose de esta forma el suicidio como una formación del inconsciente.

Esta pulsión mortífera se hace evidente cuando se descubre que la persona que sufre el accidente y muere, ya había tenido una inclinación o una intención de suicidio que fue sofocada. Freud diferencia esto de un suicidio consciente en la medida en que en este, el sujeto elige los medios, el tiempo y la oportunidad para ejecutar el acto, elección que está conforme con la tendencia inconsciente, lo que hace que en el momento del acto suicida la tensión mortífera actúe paralizando la fuerza defensiva de la persona. Ambas formas de suicidio, ya sea como una formación del inconsciente o como un acto deliberado dan cuenta de una implicación del sujeto en su propia muerte.

Freud (1915), En el artículo “De Guerra y de muerte” en el apartado dos sobre “Nuestra Actitud Frente a la Muerte”, muestra dos vertientes sobre la muerte propia, en la primera vertiente afirma que “la angustia de muerte, que nos domina más a menudo de lo que pensamos, es en cambio algo secundario y la mayoría de las veces proviene de una

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conciencia de culpa”(Fred, 1915. Pág 298), es decir que sitúa al suicidio del lado del sacrificio, en la media en que el sujeto ofrenda su vida para pagar una culpa, una deuda por un crimen, un asesinato cometido contra el Padre primordial. De esta manera “si el hijo de Dios debió ofrendar su vida para limpiar a la humanidad del pecado original, entonces, según la ley del Talión, ese pecado ha sido una muerte, un asesinato, solo esto pudo exigir como expiación el sacrificio de la vida”( Freud, 1915,. Pág 294). Así es el sentimiento de culpa el que lleva al sujeto a pagar con su vida la deuda contra dios.

La segunda vertiente se expresa en el hecho de que la angustia de muerte es secundaria, esto en la medida en que la muerte propia no está representada en el inconsciente, pues la muerte propia según Freud tiene un contenido negativo, y el inconciente no conoce nada negativo, porque los opuestos coinciden en este.

A pesar de la afirmación que la muerte propia no se encuentra en lo inconciente Freud señala un elemento contradictorio en la medida en que dice que se admite la muerte de los extraños, es decir que hay un deseo de muerte pero para el otro. Un deseo de muerte que también se estructura en el lazo con el objeto amado, y que se devela en la medida en que estos seres queridos tienen una doble connotación, pues en primer lugar el sujeto los toma como un objeto propio, con el cual se tiene un lazo tierno, sin embargo este mismo objeto también es tomado como extraño y hostil, lo que evidencia la ambivalencia de sentimientos frente a la persona amada, y el hecho de que en el sentimiento de amor se encuentre también una moción hostil, un deseo de muerte. Así según Freud “nuestro inconciente es tan inaccesible a la representación de la muerte propia, tan ganoso de

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muerte contra el extraño, tan dividido hacia la persona amada como el hombre de los hombres primordiales”(Freud,1915. Pág 300), sentimientos inconcientes que con la situación de guerra afloran y hacen que el hombre actúe como un héroe indestructible al que la muerte no llega, además que hace del extranjero un enemigo al que hay que dar muerte y posibilita que el sujeto pase por alto la muerte de sus amados, lo que le lleva a la afirmación de que finalmente la guerra no termina, no se elimina, hasta que la situación económica, política, etc. tenga una distribución igual, y por lo tanto se acaben sus malquerencias, esto le hace plantear tres preguntas “¿no hemos de ser nosotros los que cedamos y nos adecuemos a ella (la guerra)?”, “¿no debemos admitir que con nuestra actitud cultural hacia la muerte hemos vivido de nuevo en lo psicológico por encima de nuestros recursos?” “¿no daremos marcha atrás y reconoceremos la fatal verdad?” “¿no sería mejor dejar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que por derecho le corresponde, y sacar a relucir un poco más nuestra actitud inconciente hacia ella, que hasta el presente hemos sofocado con tanto cuidado?”, lo que implicaría según Freud una regresión, regresión que sin embargo posibilitaría que se diera más espacio a la realidad permitiendo que la vida sea más soportable, siendo esto último el primer deber de todo ser vivo, deber que si se pierde, hace que toda ilusión se pierda. Freud (1920) en “Sobre la psicogénesis de un caso de Homosexualidad Femenina” dice que solo tiene la energía psíquica para matarse aquel, quien mata a la vez un objeto con el que se ha identificado y quien vuelve hacia sí un deseo de muerte que iba dirigido a otra persona. Esclarecimiento que hace a la luz del caso de intento de suicidio de la joven homosexual, pues en este se evidencia que hay un cumplimiento de castigo que está

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enlazado a los deseos de muerte que la joven tiene contra su madre, y que tienen como contenido que esta ultima debió morir en el parto del hijo, que la joven homosexual deseaba dar a su padre. Lo que demuestra a su vez una identificación con su madre, de este modo en el intento de suicidio no solo muere ella, sino el objeto con quien se identifica que es la madre, la que tuvo el hijo y la que por esto debió morir. Este intento de auto punición encubre el deseo de dar un hijo al padre, pues el intento de suicidio alcanzaba ese deseo en la medida en que al tirarse por el puente, esta cae por culpa del padre, caída que se enlaza con el significante parir. Es decir que con la caída da a luz, pero a su vez ella misma es el hijo que desea darle al padre.

Freud (1909), en el “Caso del Hombre de las Ratas” en el apartado “Algunas representaciones obsesivas y su traducción”, refiere que los intentos de suicidio que se muestran en este caso, se dan porque en el suicidio hay un deseo de muerte hacia una persona que puede ser una amenaza para el amor, y, a su vez, hay un mandamiento de auto punición por estos deseos de muerte que se dirigen al otro, lo que evidencia la ambivalencia del obsesivo y el sadismo que en un primer momento es dirigido hacia otro pero que se devuelve hacia la persona propia, por un imperativo superyoico en una identificación con el rival que amenaza con quitarle el amor, y que en el caso del hombre de las ratas, más allá del primo y de la abuela de la dama, podría remitir al padre de Paul (hombre de las ratas) en la medida en que éste fue perturbador de la relación de su hijo con la dama debido a la posición social de ésta, y además perturbador de su propia relación con una muchacha que tenía un bajo status en la posición social, y a quien renunció para casarse con la madre de Paul.

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Freud (1940) en el articulo el “Esquema del Psicoanálisis” se refiere a dos tipos de resistencia que hay en el yo del neurótico en la situación de la cura, y que hacen parte de la necesidad de estar enfermo o de padecer, postula que algunos neuróticos parecieran tener un trastorno en las pulsiones de auto conservación, pues tienen una tendencia a hacerse año y a buscar su propia autodestrucción, y en esta medida quizás pertenecen al grupo de personas que se suicidan, esta tendencia ocurre según Freud por una des mezcla en las pulsiones que ha tenido como consecuencia la liberación excedida de pulsiones de destrucción que se vuelven contra el yo.

Lacan (1938) en su artículo sobre “la Familia” habla de la identificación que tiene el niño con el otro, identificación que le posibilita estructurar su propia imagen, su yo, una identificación que va mas allá de la imitación de los comportamientos sociales del niño, pues la imago del otro se encuentra íntimamente ligada a la estructura del cuerpo, lo que posibilita un sentimiento del otro, sin embargo de esta identificación con el otro se deriva no solo el amor, sino el odio, la agresividad que se siente frente al rival, el cual se toma como objeto, una agresividad que devela un deseo de muerte en el sujeto, pero un deseo de muerte que no solo se muda en sadismo, sino que se refiere a un masoquismo primordial y que tiene que ver con el encuentro del sujeto con su propia imagen en espejo, con la identificación narcisista, de esta forma al matar al otro, el sujeto se mata a sí mismo pues en la identificación con el otro “yo es otro”. De esta manera se ilustra el mito de narciso quien enamorado de su propia imagen se lanza en el poso para tratar de alcanzarla. De igual forma Lacan ubica en un primer momento este deseo de muerte con el destete en la medida en que

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Si se desea seguir la idea que hemos indicado anteriormente y designar, como lo hemos hecho, en el malestar del destete humano la fuente del deseo de muerte, se reconocerá en el masoquismo primario el momento dialéctico en el que el sujeto asume a través de sus primeros actos de juego la reproducción de ese malestar mismo y, de ese modo, lo sublima y lo supera (Lacan, 1957).

En la medida en que no es el otro el que desteta al sujeto, sino que es el mismo quien se desteta, empezando a hacer un juego en el que busca al objeto pecho, y a su vez lo rechaza. Juego que permite subjetivar el malestar de la ausencia de este objeto. Lacan en sus artículos “Estadio del Espejo” (1949) y en el de “La Familia” (1938) habla sobre la identificación narcisista del sujeto, donde estructura su yo por medio de la imagen del otro. En la explicación de esta estructuración del yo, y del reconocimiento por parte del niño de su propia imagen en el espejo, Lacan habla también sobre el suicidio originario que ubica en la pre maturación fisiológica en la que se encuentra el sujeto, pre maturación que da cuenta de “una doble ruptura vital: ruptura en relación con la inmediata adaptación al medio que define el mundo del animal por su connaturalidad; ruptura de la unidad de funcionamiento de lo viviente que en el animal somete la percepción a la pulsión”(Lacan, 1949). Es decir que en el momento de su nacimiento, el niño pasa de un ambiente que le es familiar a otro extraño a sí mismo, evidenciándose esto en la asfixia que tiene el niño, y por la cual tiene que utilizar un órgano que también se hace extraño. Lo anterior designa una pre maturación fisiológica que deja al niño a merced del otro.

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Lacan (1956-1957) en el Seminario IV: “el Objeto del Psicoanálisis”, se remite al caso de la joven homosexual y a su intento de suicidio, sobre este refiere que la joven se encuentra en un primer momento frustrada del falo, sin embargo por medio de la relación imaginaria con la dama había encontrado un medio de sostener su deseo, además de una forma de demostrarle al padre como se ama, es decir que ella le dice, que se ama no solo por lo que se tiene, sino por lo que no se tiene, en este caso el falo que se encuentra no en la dama sino en el padre. De esta manera la joven logra sostener su deseo, pues se fija en una mujer mayor, pero que aun es deseada por los hombres y puede ser madre, una mujer que escoge por la vía de identificación con la madre. No obstante cuando la dama le exige no volverle a hablar más por la mirada colérica que les dirige el padre, la joven se enfrenta ante la privación del objeto, “el objeto se ha perdido definitivamente, y ni siquiera esa nada en la que se ha basado para demostrar a su padre como puede amar tiene ya razón de ser, en ese momento se suicida” (Lacan, 1956 Pág. 149).

En este intento de suicidio, hay un significante niederkommt, caer, pero también parir, de esta forma la caída tiene dos significaciones por un lado la privación del objeto y por el otro la pantomima de un parto simbólico, así ella se identifica no solo a la madre que da a luz a un hijo, sino al hijo que no ha tenido. De esta forma en el intento suicida, el acto de morir, se identifica al objeto fálico en el acto de parir, es decir ella cae en identificación con el objeto que cae. Si el acto de precipitarse desde un puente del ferrocarril en el momento crítico y terminal de sus relaciones con la dama y con el padre, Freud puede interpretarlo como una forma demostrativa de convertirse ella mima en ese niño

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que no ha tenido, destruyéndose al mismo tiempo en un último acto significativo del objeto, es únicamente basándose en la existencia de la palabra niederkomm. (Lacan, 1957. Pág. 149)

Así en este caso se evidencia no solo el suicidio por la vertiente de la identificación imaginaria con el otro, sino por la privación definitiva del objeto fálico, y en identificación con este objeto.

Lacan (1946) en el artículo “Acerca de la Causalidad Psíquica” en el apartado “Los Efectos Psíquicos del Modo Imaginario” plantea que en el ser humano hay una tendencia suicida, pues este constituye su yo a partir de identificaciones con el otro, lo cual le permite constituir el nudo imaginario que Freud designó con el nombre de narcisismo, este nombre evoca la tendencia suicida que el ser humano tiene con relación a su imagen que se manifiesta en el mito de Narciso y que designa la tendencia mortífera que hay en el sujeto, una tendencia que

Depende, para nosotros, del hecho de que la muerte del hombre, mucho antes de reflejarse de una manera por lo demás tan ambigua, en su pensamiento, se halla para el hombre experimentada en la fase de miseria original que el hombre vive, desde el traumatismo del nacimiento hasta el fin de los primeros meses de prematuración fisiológica, y que va a repercutir luego en el traumatismo del destete (Lacan, 1946. Pág. 176-177.)

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Sin embargo aunque Lacan articula en un primer momento esta tendencia mortífera con la indefensión originaria en la que se encuentra el sujeto en sus primeros meses de vida, mas adelante va a postular que esta tendencia mortífera se da también en la relación imaginaria que tiene con el otro, puesto que en esta relación “yo es otro” en la medida en que el sujeto esta capturado por la imagen de este y constituyéndose de esta forma, evidenciándose en esta identificación no solo sentimientos de amor, sino de odio, lo que Lacan citando a Freud muestra en el revés del mandamiento “amaras a tu prójimo como a ti mismo”, “odiaras a tu prójimo como a ti mismo” , lo que denota la tendencia mortífera que se evidencia en esa relación alienante del yo con el otro primordial. Lo que da pie a Lacan para hablar de la discordancia primitiva que hay entre el yo y el ser, discordancia que el sujeto intentará resolver; sin embargo toda resolución de esta discordancia a partir de una coincidencia ilusoria de la realidad con el ideal “debe resonar hasta en las profundidades del nudo imaginario de la agresión suicida narcisista” (Lacan, 1946. Pág.177) Es decir que el encuentro del sujeto con la imagen alienante del espejo, solo se logra con el suicidio.

Lacan, (1964) En el Seminario 11: “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”. Aunque no habla directamente de suicidio, ni de acto, habla de dos posiciones que se relacionan con una elección que tiene que hacer el sujeto “¿La bolsa o la vida?”, “¿vida o libertad?” una elección que encubre para el sujeto una posición particular a partir de su escogencia, es decir que definirá el lugar del sujeto como amo o esclavo. La elección del esclavo va a estar determinada por el argumento de que no hay libertad sin vida, escogiendo la vida para obtener la libertad, sin embargo este argumento se tornará engañoso en la medida en que en esta elección su vida permanecerá escindida de la libertad.

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En tanto que el amo hace una elección diferente pues este se enfrenta en una lucha a muerte por el propio prestigio y en el momento de su elección escoge la muerte para obtener su libertad “La imagen suprema del amo es ese personaje de la tragedia de Claudel, Sygne de Coufontaine (…) Sygne de Coufontaine no quiere renunciar a nada que pertenezca a su registro, el del amo, y los valores por los que se sacrifica solo conllevan además de su sacrificio, la necesidad de renunciar a lo más recóndito de su propio ser. Porque el sacrificio de estos valores le lleva a renunciar a su esencia, a su propio ser, a lo más intimo de su ser: este personaje ilustra, finalmente, la alienación radical de la libertad que existe en el propio amo” (Lacan, 1964. Pág. 228)

Esta renuncia a la vida que el amo hace en búsqueda de la libertad le lleva a la elección de una posición particular en donde el sacrificio que hace le conduce a ser libre. Esta elección del amo me lleva a la pregunta acerca de ¿si esa esencia de su propio ser a la que el sujeto renuncia es el discurso significante que le preexiste? Lacan (1958), en el Seminario V: “Las Formaciones de Inconciente”, refiere que hay una tendencia irresistible al suicidio, que se manifiesta en las últimas resistencias en sujetos que se caracterizan por haber sido niños no deseados, los cuales por esta razón rechazan su entrada en el discurso significante, el análisis reconoce en estos la existencia de un deseo que se articula como deseo de reconocimiento y como reconocimiento de un deseo. De esta manera al estar del lado del significante y al querer al mismo tiempo salir de

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esa cadena, más se introduce convirtiéndose en un signo de esta, por ello cuando el sujeto consuma el acto suicida se convierte en un signo eterno para el Otro. De esta forma se hace evidente una dimensión ambivalente del acto suicida en tanto mortífero y a su vez significante, y de su horrorosa belleza que lleva a la condena más severa del acto por el Otro, y a su vez al contagio que da lugar a epidemias de suicidios.

Lacan (1963) en el Seminario X: “la Angustia”, en el capítulo del (a) a los Nombres del Padre, habla del suicidio en la melancolía, el cual ocurre porque el melancólico tiene que vérselas con el objeto pequeño a,el cual se encuentra enmascarado por el mecanismo de la identificación en el i(a)del narcisismo,como si fuera su propia imagen. Imagen frente a la cual el melancólico se enfrenta para intentar alcanzar ese objeto (a) que se encuentra enmascarado en el i (a), pero que lo trasciende; por esto la caída de este objeto precipita al melancólico en el suicidio.

Lacan en el Seminario XXII: R.S.I, (1974-1975), se refiere a la muerte como algo inaprehensible, pero sobre la cual, el sujeto obsesivo se construye un síntoma, de aquello que no anda en lo real, que es la duda generada por la inaprehension de la muerte, y es que la muerte solo puede ser aprehensible, produciéndose por un acto un acto fallido, pues para que sea un acto logrado el sujeto que se suicida debe hacerlo sabiendo que es un acto.

Alberti, Sonia(1995), en el libro “Ese sujeito adolescente” en el capítulo O ato na psicanalise, se refiere a dos tentativas de suicidio en donde en un primer momento señala que el acto suicida puede ser un efecto tanto de una alienación al Otro, como de una

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separación, así una misma tentativa de suicidio puede tener distintas determinaciones. De un lado, como efecto de un pensamiento-acción, que implica una total alienación al Otro durante el cual, el sujeto se apaga, pues es identificado al discurso del Otro. De otro lado como efecto de una separación implica la caída del sujeto de la cadena significante, dejando de lado todo pensamiento inconsciente. (Alberti, 1995, pág. 51).

Otro artículo es el de Daysi Justus (2003) “El Suicidio Nuestro de Cada Día” en el que se hace una aproximación al acto suicida conceptualizándolo como una respuesta al vacío estructural, a partir del cual se es sujeto; según esta autora en el encuentro con el par presencia – ausencia, vida - muerte, el sujeto intenta reconocerse, teniendo en cuenta que solo puede encontrarse en el lugar de la palabra, en lo simbólico. De esta manera el suicida en ese intento de reconocimiento se eyecta, se hace ausencia con el fin de generar un nuevo nacimiento, una nueva presencia, un símbolo que dé cuenta de su ser. Así mismo Justus siguiendo a Lacan plantea que el suicidio es un acto que no tiene falla, porque a partir de éste el sujeto empieza a recontar su historia, entregándose en manos de la muerte. De este modo el suicidio es un acto que ocupa el lugar de toda palabra plena ya que posibilita la ruptura con la historia precedente y permite la reproducción de una historia que resignifica al sujeto. Esta autora muestra el lazo entre la pulsión de muerte y el silencio, dado que la primera actúa de forma de silenciosa, no se la escucha, no se la recuerda, solo se la repite, repite el suceso del encuentro con la sexualidad, hecho traumático, porque hay un encuentro con la perdida, lo que determina la relación del sujeto con el objeto que se encuentra perdido para siempre, de esta manera se evidencian dos caras de la pulsión:

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muerte y sexualidad. Esta repetición es enmascarada por nuevas formas de actuar el suceso de la perdida en el encuentro con lo sexual.

De esta forma la pulsión de muerte se caracteriza por su silencio, pero es importante señalar un suceso pulsional diferente al anterior, un silencio que en este caso no rememora, un silencio autónomo fuera de la cadena significante, que viene adherido a palabras cargadas de goce. Un silencio que está del lado de lo que Freud postula, como lo que pretende la cultura en función del Eros, que es llegar al Uno, lo que hace que se evidencie en el Eros una tendencia de eliminar el deseo para que no haya diferencia, de este modo el silencio deviene discurso, en la media en que da cuenta del asesinato del deseo y por ende de la muerte del propio sujeto, ya que no acepta la muerte del Otro, del lugar del deseo, en tanto diferencia, esto se articula con el final del artículo en donde dice que el joven se suicida para dar cabida a un símbolo que lo subjetive, como protesta, a una sociedad de consumo y del goce en donde ser diferente queda anulado, sin dejar cabida a los secretos que dan cuenta de un sujeto, una sociedad donde todo es exhibido, donde no hay grietas que permitan ver algo mas allá, pues al estar todo permitido la falta es taponada. No hay lugar para el interrogante, la pregunta, la diferencia, por el contrario se intenta una unidad en donde el sujeto permanece anónimo, desconociendo la verdad de su ser y en donde lo simbólico si bien no se encuentra ausente se vela para no dar cabida a la divergencia.

Otra referencia se encuentra en el libro Martha Gerez Ambertin (1999): “Imperativos del Súper yo”: testimonios clínicos. En el cual plantea la cuestión del suicidio desde una reflexión fundamentada en la clínica, así el suicidio es estudiado en relación con

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el superyó, el sentimiento de culpa y la autodestrucción como sacrificio, lo que se explica por una transgresión, un crimen, un pecado fundamental que se torna imperdonable, que es el asesinato del padre, el cual solo se paga con la vida del individuo, deuda que se salda con un acto aparentemente involuntario. Desde Lacan el pecado, estaría del lado de una herencia dejada por el padre, siendo esta su falta, su pecado. Así lo que se pretendería es hallar la falta del Otro y taponarla por medio de un sacrificio, un pecado que hay que pagar por haber visto la falta.

La originalidad de este suicidio es que no es un acto que resignifique, que no tenga fallas, tampoco se refiere a un mensaje para el Otro en un acting out sino que es un suicidio encubierto, enmascarado, en donde la muerte no es atribuida al sujeto sino a una aparente torpeza, un descuido, el azar, o el destino, sin embargo el sujeto es responsable de esto ya que el suicidio es ejecutado por un imperativo superyoico, que se manifiesta en una conciencia de culpa que le lleva a la auto aniquilación.

De igual forma en el libro de Mario Elkin Ramírez Ortiz (2000) “Aporías de la Cultura Contemporánea”. El autor hace inicialmente un recorrido histórico de la actitud ante la muerte y el suicidio que ha tenido la sociedad en diferentes épocas, así aunque ahora se acepta la muerte como un hecho natural, se evidencia una aceptación que más que integrada al discurso del sujeto es una concepción intelectualizada, es decir que el sujeto acepta como natural la muerte del otro, sin embargo no acepta la suya propia, en la medida en que actúa como si no fuera a morir, dado que pospone sus proyectos, y solo a disgusto

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la acepta como posible con la muerte de un otro cercano. De esta forma se hace evidente una desmentida de la muerte, un sí pero no ante su posibilidad.

Si se equipara esta concepción de la muerte con la concepción que de esta se tenía en la edad media, se evidencia un cambio en la medida en que la muerte era algo que se integraba al destino de la humanidad, destino que era prohibido quebrantar ya que el único que tenía el designio sobre él era Dios, razón por la cual el suicidio era un acto rechazado.

Es después del siglo XIX que la sociedad no vuelve a ocuparse de la muerte natural, ni voluntaria, pasando del dominio público al dominio subjetivo, al núcleo familiar, la ciencia y la medicina, estas últimas tienen la función de acabar con la muerte o de retardarla. De esta forma cuando se habla de muerte voluntaria, de acto suicida, aun hoy se evidencia una actitud de rechazo. Sin embargo este acto implica una preocupación, ya que según este autor el acto suicida es un acto de angustia.

Acto de angustia pues el sujeto confunde su ser con el significante que aspira una función en el Otro en tanto lugar del deseo, lo que hace que se vuelva un signo eterno para el Otro y que devela que en el núcleo del narcisismo hay una tendencia mortífera, que evidencia una aspiración a la muerte propia.

Por último el autor afirma que la muerte se aborda por la vía del acto, sin embargo para él este acto no es logrado, pues un acto logrado es realizado cuando alguien se suicida sabiendo que es un acto, sin embargo al causar dolor y problemas de conciencia moral en el

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doliente, hace que se devele el suicidio como un acto fallido, en la medida en que solo este se convierte en la única alternativa de alcanzar en el lugar de la derrota un semblante de triunfo frente al Otro. Sin embargo este semblante cae en la media en que el suicida deviene signo para el Otro, pues aquí el acto deja de ser puro, para devenir puro significante.

Otro artículo que habla del suicidio desde el psicoanálisis es el del autor Waldo García (2002) “La Antesala del Suicidio”. Este artículo en primer lugar alerta acerca de la importancia que tiene la vida psíquica de los sujetos y de lo poco que influyen en esta los factores externos. Posteriormente toma algunos conceptos del libro “el mito de Sísifo” de Albert Camus para establecer algunos puntos de encuentro con la teoría psicoanalítica en primer lugar Camus dice que el suicidio debería ser el único problema de la filosofía por que éste pone en juego si la vida vale la pena o no vivirla. De igual forma García, W toma algunos problemas que Camus plantea, explicándolos desde el psicoanálisis, “Un acto como éste se prepara en el silencio del corazón, lo mismo que una gran obra. El propio suicida lo ignora. Una noche dispara o se sumerge”; La sociedad no tiene mucho que ver con este comienzo.

“El gusano se halla en el corazón del hombre”, a partir de esta cita tomada de Camus, García, W., refiere que el gusano se encuentra en el aparato psíquico del hombre. De igual forma afirma que “En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo”, refiriéndose a que los pensadores que negaban un sentido a la vida no habían terminado con ésta voluntariamente. García se pregunta al respecto si este

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algo más fuerte, que refiere Camus no es la pulsión de vida; y agrega que la pulsión de muerte es lo que se pone en juego en el suicidio, siendo este el acto que responde a la tendencia más extrema de la autodestrucción.

Más adelante enlaza al autocastigo y al autorreproche que se ligan al sentimiento de culpabilidad que proviene del superyó, de esta forma citando a Freud refiere que el “yo solo puede darse muerte cuando puede tratarse a sí mismo como al objeto”, y además que la crítica del superyó lleva al yo al sentimiento de culpabilidad, lo que en el caso de la melancolía lleva a que el superyó tome al yo como objeto, lo que da cuenta de un predominio de la pulsión de muerte que empuja a la autodestrucción del yo y del objeto introyectado por medio de la identificación narcisista. Lo que se explica a partir de la premisa de Freud acerca de que “quizás nadie encuentra la energía psíquica necesaria para matarse si no mata simultáneamente a un objeto con el cual se ha identificado”.

A partir de esto García, W., citando a Lacan afirma que el súper yo que se encarniza con el yo es el imperativo superyoico: ¡goza!, ligado al masoquismo moral, agregando además otra cita de Lacan en la cual afirma que la única cosa de la cual podemos ser culpables es de haber cedido en el deseo, refiriendo que ceder en el deseo acaba en goce. De esta forma cuando el sujeto queda sometido al imperativo superyoico, lo que actúa como barrera contra esto es el deseo; en el sujeto suicida no aparece el deseo poniendo esta barrera, lo que permite que la pulsión de muerte encuentre el campo propicio para satisfacerse en la auto aniquilación. Además García, W. afirma que a nivel fenomenológico suelen haber fantasías suicidas en las que ese acto se ve como liberador del sufrimiento o

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como mensaje a los objetos perseguidores amados u odiados, de esta forma en la antesala del acto suicida hay una base de crisis, conflictos y ambivalencias en donde las esperanzas se van perdiendo y las ideas suicidas se van construyendo en el silencio. Por último vuelve a citar a Camus quien establece el nexo del suicidio con la incomprensión y el desconocimiento del carácter absurdo de la vida. Contrario al hombre absurdo que tiene conciencia del carácter absurdo de la vida, quien agota todo, es rebelión solitaria y su única verdad es el desafío, por tanto la experiencia absurda se aleja del suicidio.

Otro artículo es el de Devorah Fleischer (s.f), “El Suicidio en la Obra de Lacan”, refiriéndose al suicidio melancólico. En donde citando a Lacan afirma que es “en el punto de la carencia del Otro, donde el sujeto ofrece al deseo parental su desaparición como respuesta”. Posteriormente relaciona la melancolía con la neurosis obsesiva en tanto que en la melancolía hay una introyección del objeto con el que el sujeto se ha identificado narcisisticamente, lo que hace que recaiga sobre el yo el odio, la calumnia y el sufrimiento, encontrando en este una satisfacción sádica, este tormento que se infringe el melancólico es similar a lo fenómenos de la neurosis obsesiva, en la cual el odio y satisfacción sádica van dirigidos a un objeto exterior, pero que son regresadas al yo por el propio sujeto. En la melancolía no es el objeto de amor el que cae sobre el propio sujeto, sino su sombra lo que designa un (a) sin maquillaje, es decir que lo que cae sobre el sujeto es el objeto pulsional.

De esta forma, la melancolía se encuentra con la neurosis obsesiva en que ambas comparten la pérdida del objeto y la ambivalencia frente a éste. Pero se diferencia de la melancolía por el tipo de objeto y por la regresión que vuelve a la identificación narcisistica

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y al sadismo. Por último Fleischer, Devorah, cita las referencias de Lacan sobre el suicidio melancólico, en “Televisión”, Lacan refiere que las depresiones son una forma de ceder ante el deseo, mientras que atribuye el suicidio a la manía, “Y lo que resulta por poco que esa cobardía de ser deshecho del inconsciente vaya a la psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado, del lenguaje, es por la excitación maníaca que ese retorno se hace mortal”. Posteriormente en el seminario 6 Lacan refiere que si el i (a) se corre deja al a al descubierto siendo este desvelamiento una falla en el fantasma, en su función reguladora, pues el a es el deseo puro, ahí donde el sujeto no encuentra con que identificarse. En el neurótico obsesivo en cambio en la demanda de muerte, hace de la muerte un acto fallido, de esta forma el fantasma exige la destrucción del Otro como lugar del deseo. Mientras que en la melancolía falta el deseo del Otro lo que hace que no haya llamado a diferencia de la neurosis obsesiva.

Por último cita la referencia de la conferencia de Lacan en Ginebra, en donde se refiere al suicidio de los hijos no deseados. Afirma que al Otro no le falta el agujero, lo que hace que el sujeto caiga de la cadena significante, no se inscriba en ella, de esta forma el significante pierde la batalla. Por esto en la melancolía hay un deseo que no se inscribe en la cadena significante. No hay una distinción entre sujeto dividido y el a, (S ~ a), así el deseo melancólico es un deseo inmortal que resiste más allá de toda vida. En última instancia dice que el suicidio melancólico no es un acto. Es una certidumbre de goce cuando el significante ha perdido la batalla ante el duelo imposible.

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Rattin, Enrique (2002), en el artículo “inconsciente y suicidios”, hace un recorrido por la teoría Freudiana y Lacaniana, refiere en primer lugar que el suicidio debe ser pensado desde el complejo de Edipo, pues en el centro del acto suicida está tanto la agresividad como la identificación, lo que se comprende porque en la lógica interna del Edipo la castración es una representación intolerable de la propia muerte, así como los sentimientos ambivalentes de amor y odio hacia el otro. Dice además citando a Freud que el suicidio se esclarece porque “no halla energía psíquica para matarse quien, en primer lugar, no mata a la vez un objeto con el que se ha identificado, ni quien en segundo lugar no vuelve hacia si un deseo de muerte que iba dirigido hacia otra persona”. (Freud, S. 1920. Pag.155 citado por Rattin, 2002).

Más adelante habla de la diferencia entre el objeto de la identificación y del objeto del deseo, pues aunque la identificación en el Edipo es propiciatoria, el objeto se pierde. El sujeto en la imagen especular, evidencia la identificación narcisística, la relación alienante en la que hay amor al objeto pero también hay odio, lo que se representa en los imagos del cuerpo fragmentado. Citando a Freud refiere que la rivalidad entre los hermanos hace necesaria la identificación al tótem, al padre muerto, de igual forma la identificación del complejo Edípico permite la trascendencia de la primera individuación subjetiva.

Además afirma citando a Lacan que la repetición nos permite poner en correlación dos modos bajo los cuales el sujeto aparece de un modo diferente. Puede manifestarse en su condicionamiento temporal de corresponder a los estatutos del yo de la alienación y de la posición frente al saber inconciente en el psicoanálisis. Lacan articula en el esquema

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temporal el pasaje al acto como lo que está permitido en la operación de la alienación, lo que hace posible la pregunta acerca de la interpretación del suicidio. Aun más si Lacan considera que el otro término imposible de elegir en la perspectiva alienante es el Acting out. Más adelante afirma que los grandes historiales clínicos de Freud con excepción del caso el pequeño Hans, tienen una referencia al suicidio, sin embargo aunque encuentra elementos singulares Freud no universaliza un sentido para los casos. Aunque si pone al suicidio dentro de los actos fallidos en “Psicopatología de la Vida Cotidiana”, sin organizar ninguna teoría sobre el suicidio. De esta forma los conceptos encontrados como pulsión de muerte, parricidio, sadismo, agresividad, identificación histérica, identificación melancólica, vuelta contra sí mismo, castigo por culpabilidad inconciente, o fracaso de las pulsiones de vida, solo pueden ser significadas de un modo particular en el análisis.

Además el acto suicida puede ser calificado como pasaje al acto o Acting out. Rattin referencia a Freud en duelo y melancolía donde habla acerca de que la sombra del objeto ha caído sobre el yo y que denota un pasaje de una relación del yo y del objeto a la relación del yo transformado en objeto, así mismo Lacan en 1963 afirma que el objeto supera su dirección y triunfa, en la medida en que este objeto oculto es lo que el melancólico necesita que pase a través de su propia imagen y le ataque, para poder alcanzar por medio del objeto aquello que se le escapa, sin embargo con la caída del objeto, el sujeto también cae, lo que le precipita al suicidio.

Por último afirma que la estructura del sujeto es suicidaria en la medida en que hay un efecto del significante sobre el sujeto, en la medida en que la palabra es el asesinato de

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la cosa así como la separación por efecto del deseo del Otro, lo que remite al juego del fort da de donde surge el objeto en la alternancia presencia ausencia, y lo que se enlaza con el acto de Narciso en la medida en que si bien su acto nos quita la vida, en el primer momento de simbolización nos permite la existencia como sujetos, pues ante la pregunta ¿Qué me quiere el Otro?, el sujeto ofrece su desaparición como respuesta, posición que lo sumerge en el deseo. Por último referencia a Lacan cuando habla de los sujetos no deseados que no aceptan una inscripción en la cadena significante en la que no fueron admitidos, y en donde al querer salirse de la cadena más se introducen en ella, lo que hacen que aun muertos permanezcan como un signo eterno para el Otro. Otro artículo que se estudió fue: Tentativas de suicidio en la estrategia del amor. Introducción: El prestigio del suicidio de Silvia López (s.f.). En este artículo la autora plantea la relación entre suicidio y transferencia, la relación del sujeto suicida con el semblante de amo. En un primer momento referencia a Freud en el artículo “Contribuciones para un Debate Sobre el Suicidio”, en el cual le otorga la responsabilidad a los educadores de la prevención del suicidio y de sembrar el deseo de vivir de los educandos, responsabilidad que devela la relación entre la institución como amo y las respuestas suicidas del sujeto. Así mismo, cita una novela de Goethe sobre Werther, en la cual hay tres elementos que configuran la obra, “el discurso del amo, (representado por la nobleza adueñada del saber), el subjetivismo extremo (marcado por Goethe en las vicisitudes de la vida amorosa) y el suicidio.”, de igual forma trae a colación los suicidios de Bobary y de Karenina para ilustrar la relación del acto suicida y la opresión del amo. Además cita un caso de tentativa

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de suicidio y al relacionarlo con la relación anterior evidencia en primer lugar que cuando el padre ocupa el lugar del amo en la estructura, se trata en el suicidio de faltarle al amo, en el caso de las tentativas de suicidio, jugarlo todo en su forma mas radical, poniendo en juego la propia existencia. Pues faltarle al amo encarna una verdad, la de la castración del amo. Lo anterior la lleva a dar cuenta del señalamiento dado por Freud acerca del lugar dado al padre en la tentativa de suicidio en la joven homosexual. Lo que lleva a la autora a plantearse una pregunta: “cómo pensar la orientación al padre cuando en el fino borde del coqueteo con la muerte la histérica encuentra su final, y en este acto es ella misma el objeto perdido de la castración paterna”, lo que devela en primer lugar el suicidio como una denuncia acerca de lo que hace ser al padre, bajo la forma del Acting out, pero en segundo lugar pretende la separación radical del Otro, dejarlo en el afuera más radical en el pasaje al acto, lo que deja al sujeto suicida en un borde filoso en donde se pasa del Acting out al pasaje al acto. A partir de esto la autora plantea que entre Acting out y pasaje al acto hay un nexo aun inexplorado con el que debe trabajar el analista. Otro artículo revisado es la investigación realizada por Eduardo C. Rodríguez G, Andrea P Kleinman, Marisú Scokin: Suicidios Consumados por Pacientes Psiquiátricos, la cual se llevo a cabo en la ciudad de Buenos Aires Argentina en el Hospital de Emergencias Psiquiátricas de Torcuato de Alvear, los estudios realizados comprenden los suicidios ocurridos entre 1986 y 1995. Este estudio fue realizado por medio de la revisión de Historias Clínicas, en donde se tuvo en cuenta la dimensión de la enfermedad, la colaboración del paciente en el tratamiento, la heteroagresividad, ideación suicida, colaboración o no colaboración de la familia, abandono de la familia, periodo en que el

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paciente llevó a cabo el acto suicida, evolución del paciente, tipo de suicidio, antecedentes familiares de suicidio y trastorno mental, psicosis o enfermedades psicóticas, comorbilidad, edad y sexo, etc. La hipótesis de esta investigación es: “El suicidio es una acción multideterminada por diversos factores intervinientes que al conjugarse se potencian”.

Los resultados de esta investigación apuntan a que en efecto el suicidio este multideterminado, es decir que no es la consecuencia de un único factor aislado sino que se acompaña de diversos factores: a nivel familiar, el rechazo, poca colaboración por parte de la familia, abandono familiar, lo que al parecer resignifica pérdidas anteriores que no tuvieron una adecuada elaboración del duelo. A partir de esto se encontraron diferentes modalidades de familia: familias integradas (el paciente vive con sus padres o con su esposa), familias desintegradas (el paciente no vive con sus padres, sus padres son separados) y las abandónicas (abandono del enfermo antes, durante o después de su tratamiento). Con relación a la enfermedad: trastornos psiquiátricos (tres pacientes con esquizofrenia, y uno paranoide), ideación suicida, delirios.

A partir de lo anterior se encontró que es posible que se haya presentado una comorbilidad encubierta de depresión en los pacientes con trastornos psicóticos, ya que el acto suicida se llevó a cabo cuando hubo una disminución de los síntomas positivos. Con respecto a la diferencia de edades en los hombres hay una mayor concentración en las edades de 18 a 25 años y en los 45 años; en las mujeres el mayor índice de suicidio se

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encuentra en la tercera década de la vida. A nivel educativo no se presentan diferencias significativas, y a nivel religioso no se encontraron mayores datos.

Con relación al tiempo en que se comete el acto: entre los periodos más frecuentes se encuentran: remisiones a otro centro psiquiátrico, en el periodo de vacaciones del médico, en periodos de licencia del paciente, etc., Los motivos más frecuentes fueron, abandono de la novia y/o familia, desesperanza frente a la cura, delirio de voces o de otro que los manejaba y en donde se ve al suicidio como única alternativa para encontrar un equilibrio. También es importante resaltar que el reingreso a la institución psiquiátrica aparece como significativo en el suicidio pues este se presenta de tres a cuatro veces.

Estos resultados afirmaron la hipótesis planteada al comienzo de que el suicidio es multicausado, sin embargo es importante tener en cuenta que si bien estos factores son determinantes, uno solo no es suficiente para provocar el suicidio: a partir de esto se recomienda una terapia multidisciplinaria que le permita al paciente un modelo distinto al de una familia desintegrada, y que posibilite distintas formas de relación y de expectativas en el enfermo y su familia, no obstante esto no garantiza que el suicidio no se lleve a cabo. En esta investigación se puede evidenciar como el suicidio es un fenómeno que tiene múltiples causas, ya sea a nivel familiar, patológico, o por un aparente sentimiento de abandono, cuando se registran cambios de terapeuta o de institución, o por licencia del médico, o salida de la institución mental por parte del paciente. Aunque estos son factores que tienen una influencia en el individuo, y que le conciernen, no tienen una pregunta por la implicación del sujeto en su acto.

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Asimismo en el DSM IV plantea que en la ideación suicida hay una ausencia de la finitud de la vida y presencia de fantasías en las que la muerte se manifiesta como una posibilidad de venganza, de unión con un objeto perdido, de expiación o de sacrificio. El intento de suicidio podría expresar un recurso a partir del cual el sujeto podría cambiar de situación. De igual forma se evidencia en estos sujetos una necesidad de utilizar el suicidio para expresar el miedo, la rabia, culpa en correspondencia con una dificultad para recurrir otros mecanismos que no impliquen la destrucción de la vida para expresar sus sentimientos.

Otro artículo es el de Frederic Gonthier “Algunas Reflexiones Epistemológicas Sobre la Idea de Suicidio en Sociología”: en este artículo se plantean dos problemáticas: ¿Cómo se llega a cuestionar la idea de suicidio en sociología? ¿En qué sentido es posible fundamentar no ya una sociología del suicidio o una ciencia del suicidio, sino un discurso sobre la sociología del suicidio que permita ilustrar el proceso epistemológico de la cuestión del suicidio?

Cuestiones que permiten abordar la reflexión epistemológica del suicidio en Sociología. De esta manera es importante tener en cuenta en primera instancia que el suicidio fue reconocido como hecho social en la sociedad del siglo XIX, la cual se preocupó por hacer las primeras estadísticas en lo que al suicidio se refiere, así Paris censa los suicidios ocurridos en 1817, y a partir del 1826 la justicia penal comienza a registrar y cuantificar la muerte voluntaria a nivel nacional por medio de estudios estadísticos.

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Sin embargo, no es la cuantificación la que permita hablar de suicidio como un hecho social, sino la concepción moralizante y la teoría holística de la sociedad, lo que da cabida al suicidio como un síntoma que demuestra la desestructuración y /o patología de las estructuras sociales, de esta forma lo que se obtiene con los índices de suicidio, es el nivel de desestructuración de la sociedad y el estado de degradación en la que se encuentra la moral colectiva. De esta forma en esta concepción el suicidio es visto como un hecho patológico que la sociedad debe eliminar.

De igual forma en el artículo el autor plantea el suicidio como una aporía de la teoría sociológica, teniendo en cuenta que al ser esta el estudio del sentido, el acto suicida plantea un sin sentido, en la medida en que plantea un límite oscuro, en tanto que es un hecho que las razones de su ejecución son individuales. Aporía individuo-sociedad, que es solucionada por medio de la explicación del vínculo individuo-sociedad, en donde esta última determina al individuo, de tal forma que a partir de su vínculo se deduce una predisposición al suicidio, en la medida en que éste es un hecho social que media en la relación individuo-sociedad, en la que la sociedad dependiendo de su estructura determina al individuo y lo aliena a tal punto que determina no sólo su historia individual sino también su muerte voluntaria.

Otro artículo revisado sobre este tema es el realizado en el Centro de Referencia Nacional sobre Violencia - INML y CF, de Medicina Legal, en el cual el suicidio es un acto influenciado por la liberación de las ideas religiosas, la diversificación de los roles sociales

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y económicos, la diferenciación de espacios que lleva a la exclusión, y marginalización de adultos mayores en al medida en que la sociedad no hay medios ni metas institucionales que permitan un vínculos de los adultos con las instituciones sociales. De igual forma se plantea como factor la diversidad de roles y de escenarios de acuerdo con estos, así como las relaciones de pares y de pareja entre jóvenes que contrastan con la debilitación de los lazos familiares que son ocasionados por el ausentismo de los padres. Así teniendo en cuenta la diversidad de roles que llevan a que el lugar de trabajo se encuentre aparte del lugar de la residencia, y la mayor participación que tiene la mujer en la economía, una ruptura de los vínculos antes mencionados según la investigación implica una “dislocación en la motivación que tiene el individuo atado a una sociedad”(medicina legal, 1999. Pág. 11), así mismo otra causa de suicidios encontrada en esta investigación es la insuficiencia de los medios para el cumplimiento de diversas metas que tienen los individuos, a partir de lo cual el suicidio seria una manifestación de la imposibilidad de transformar dicha realidad.

Otra causa de depresión y el suicidio según la Corporación Avre (2008) es la situación social que se vive actualmente en donde hay condiciones de exclusión social, carencias afectivas y pocas posibilidades para asumir el papel esperado en la sociedad lo que dificultaría el sentido de pertenencia y la identidad. De igual forma en este mismo artículo se plantea que el suicidio es un indicador del padecimiento subjetivo y malestar social en la población colombiana.

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Los anteriores antecedentes muestran de forma diversa las posibles causas del acto suicida, así por un lado desde el psicoanálisis hay una posición con respecto al suicidio, y es la implicación del sujeto en el acto suicida sea de cualquier naturaleza, desde un acto no premeditado en donde el sujeto hace una separación radical con el discurso que le preexiste o desde los supuestos accidentes que suelen causar la muerte del sujeto y que paradójicamente, suelen ser un acto de torpeza cometido por el mismo, un acto fallido en el cual el sujeto muere; el suicidio en identificación con el otro a quien se odia, y a su vez en identificación con el objeto fálico; además del suicidio que se comete por un imperativo superyoico.

Lacan (1946) plantea en un primer momento que el sujeto tiene una tendencia al suicidio por la vía de la identificación imaginaria, en la medida en que al estructurar su yo a partir de la imagen del otro, el sujeto se encuentra en una relación alienante en donde “yo es otro” y en donde tiene sentimientos ambivalentes de amor y odio, y una tendencia mortífera en donde la agresividad dirigida al otro, es dirigida también a sí mismo. Según Lacan el suicidio es un acto en el que el sujeto tiene un rechazo radical a la cadena que lo preexiste, en la medida en que ejerce un acto que está del lado del significante y que lo introduce aún más en el discurso, a pesar de su rechazo, pero que a su vez tiene una dimensión mortífera, lo que hace que se convierta en un signo eterno, que contiene una belleza horrorosa que se juzga, pero que en sí misma es contagiosa.

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Lacan plantea también que la muerte es inaprehensible para el sujeto obsesivo lo que la hace posible solo por medio de un acto fallido, puesto que el sujeto cuando se suicida, no sabe que está cometiendo un acto.

Y por último plantea el asunto en las psicosis en donde la caída del objeto a, empuja al sujeto melancólico a la muerte, pues este tiene una identificación con este objeto que le lleva a atacarlo, y al mismo tiempo a alcanzarlo, razón por la cual cuando el objeto cae el sujeto también cae.

Así se evidencia una tendencia agresiva en el sujeto mismo que está del lado de la destrucción, y que ratifica la hipótesis Freudiana acerca de que la finalidad de toda vida es la muerte, la vuelta hacia lo inanimado. Tendencia que se manifiesta en el problema económico del masoquismo, en el cual si bien una parte de la agresividad es descargada hacia los objetos, hay un núcleo de esa tendencia destructiva que se queda dentro del sujeto y que le lleva a una vuelta siempre al mismo lugar, a la repetición de un trauma, que se evidencia en esa compulsión a la repetición insaciable, en esa búsqueda de satisfacción en el fracaso, en el estancamiento del sujeto en un malestar que le hace daño y del cual no sale, formas de repetición que no dan vía a un avance, a un cambio de posición del sujeto con relación a ese goce mortífero que se satisface por medio de su malestar. Un goce mortífero que vía identificación con el otro, o identificación con el objeto, o por medio del imperativo superyoico, o de un acto de rechazo a entrar en la cadena significante, culmina en un acto suicida.

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En los artículos de Justus Daisy (2003) y de Ramírez Mario Elkin,(2000) se evidencia una contradicción entre sus posturas, en la medida en que la primera postula el suicidio como un acto logrado en tanto resignifica toda la historia del sujeto, mientras que el segundo lo conceptualiza como un acto fallido, puesto que el sujeto no sabe en el momento de cometer un suicidio que se trata de un acto, además deja ver su falla en la media en que deja secuelas en la conciencia del doliente.

Del lado de la psiquiatría hay un discurso opuesto en donde el suicidio es multicausal, de esta forma, no hay una pregunta por la responsabilidad del sujeto, sino que este acto es causado por el abandono de su familia, el terapeuta, la institución. La psiquiatría no implica al sujeto en una determinada posición con relación a ese abandono o la enfermedad, sino que relaciona variables como la edad, el sexo, la permanencia en la institución, la evolución y la empatía o no con el personal, de manera que si bien son factores importantes y que posiblemente son determinantes para el suicidio, no implican al sujeto que padece, sino a la comunidad médica que se hace cargo de él, de ahí las prevenciones del suicidio, la recomendación de un tratamiento interdisciplinario, objetivos que si bien son adecuados en lo que se refiere a pacientes con alto riesgo, no posibilitan una pregunta por la responsabilidad subjetiva en el acto cometido.

Del lado de la sociología hay una relación estrecha entre el individuo y la sociedad, que es explicada por medio del suicidio, pues este acto como todos los ejecutados por el individuo están sometidos a las reglas sociales, pertenecen a una estructura social estable, donde cada uno está determinado, donde ninguno de los hechos está por fuera de las

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prescripciones sociales y en donde la diferencia, el conflicto, es algo anormal y extranjero que se tiene que eliminar. Por lo tanto es ajeno al sujeto quien no se implica en el conflicto, sino que es víctima de este, sea ocasionado a partir de él o del otro.

1.2 Planteamiento de la pregunta

De acuerdo a los anteriores antecedentes, se evidencia que en el estudio sobre el suicidio en psicoanálisis aun no se ha investigado por la estructuración del acto suicida pues en un primer momento se abordan cuestiones que tienen que ver más con las causas del suicidio, en donde se arrojan elementos bastante importantes como la identificación, el superyó, el acto logrado o fallido, la relación entre el semblante de amo y el suicidio, las relaciones entre suicidio melancólico y el suicidio en la neurosis obsesiva, etc, sin embargo, falta una articulación teórica que dé cuenta de la estructura del acto suicida. De esta forma la pregunta de investigación será: ¿Cómo se estructura el acto suicida en la teoría freudiana y lacaniana?

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1.3 Justificación

Según Freud el “fin de toda vida es la muerte”, sin embargo la muerte es un fenómeno problemático en la sociedad pues no se la ve como el fin al que llega la vida sino como su opuesto, causando aun enigmas a las personas que tienen que vérselas con la muerte de otro cercano,pero aun así sin interiorizar la muerte propia, así, si la muerte natural se hace enigmática y horrorosa a los ojos de las personas, la muerte voluntaria crea más inquietudes, pues el suicidio, citando a Lacan, tiene una belleza horrorosa que suscita aún en estos tiempos la condena de este acto. Pero que a su vez, hecho paradójico, tiene una belleza que lleva a epidemias de suicidios. De esta manera el suicida se muda en un signo eterno para el Otro, signo que deja abierta una permanente pregunta acerca de las causas, y los motivos que llevaron a que el acto se consumara.

Cuestionamientos que se intentan responder desde varias disciplinas, psiquiatría, sociología, psicología, psicoanálisis, y que abordan aspectos como el ambiente, la familia, la patología; el tipo de sociedad y el grado de alienación o no que el sujeto tiene para con esta; o desde la consideración de elementos que son estructurales para el sujeto y que llevan un acercamiento de la posición que tienen las personas que eligen quitarse la vida.

El presente proyecto es una monografía que intenta responder a la cuestión sobre la estructuración del acto suicida en el sujeto, pregunta que es novedosa en tanto interroga la estructuración de un acto mortífero, abordando conceptos como identificación, Angustia, acto, acting out, pasaje al acto, pulsión de muerte, goce.

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El sujeto se encuentra como veíamos anteriormente determinado por un discurso que le preexiste, que es resinificado por la inscripción de la ley que hace ruptura o reafirma el significante primordial, el sujeto asume una posición particular frente a este discurso que repite de forma insaciable, lo cual genera malestar, sufrimiento, porque sin saberlo repite su verdad, una verdad inconsciente que en el caso de algunos sujetos está del lado de ser un niño no deseado. De esta forma la pregunta por el acto suicida en el sujeto tiene interés en la medida en que busca esclarecer y profundizar en la dimensión significante que está del lado del deseo del propio sujeto y a la vez en la dimensión mortífera que tiene que ver con el goce de éste en este acto.

Es una investigación novedosa para la teoría porque se plantea la cuestión de cómo se estructura ese rechazo que acaba con la ligazón al discurso y por ende a la vida misma. Cambio de posición radical frente al deseo, la ley y el goce que implica a un sujeto responsable de sus actos, aunque estos conlleven a la misma muerte.

El presente proyecto tiene importancia a nivel teórico, en primer lugar porque permitirá en un primer momento establecer las relaciones entre los conceptos fundamentales que tienen que ver con el acto suicida, pues si bien en los antecedentes se abordan algunos de los conceptos que tienen que ver con este acto, en algunos artículos se trabajan estos elementos conceptuales de forma aislada, o se establecen relaciones entre algunos de ellos, sin embargo en los antecedentes revisados no hay una pregunta por las relaciones estructurales entre los elementos conceptuales que permiten dar cuenta del acto

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suicida en el neurótico, lo que establece la novedad de la investigación. El interés que tiene esta investigación es académico en la medida en que se busca a partir de las relaciones conceptuales mencionadas, encontrar un elemento nuevo que aporte a la investigación y al saber psicoanalítico en el tema de un fenómeno como el suicidio.

Tiene una utilidad a nivel social porque permitirá un saber teórico acerca de las relaciones estructurales de los elementos del acto suicida, además de aclarar la implicación del sujeto en su propia muerte y de la actitud de la sociedad frente a este suceso que queda marcado como un signo eterno, un cuestionamiento permanente para una sociedad que como se manifestaba anteriormente tiene una actitud ambigua hacia la muerte. Aunque hay que aclarar que las relaciones encontradas no son universalizables, pues solo puede darse cuenta de ellas a partir de un trabajo analítico.

1.4 Objetivos

1.4.1 General Indagar la estructuración del acto suicida desde los planteamientos de Freud con el concepto de pulsión de muerte, identificación, angustia y desde Lacan con la teoría del goce, la angustia, la verdad y el acto.

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1.4.2 Específicos •

Estudiar los planteamientos freudianos de la pulsión de muerte,

identificación, angustia, y su relación con el suicidio.



Estudiar los planteamientos Lacanianos de la pulsión de muerte,

goce, identificación, angustia, acto y su relación con el suicidio.



Diferenciar acto, pasaje al acto, acting out, en la relación de cada uno

de3 ellos con el suicidio.



Relacionar los postulados freudianos y lacanianos planteando por

medio de esta relación el estatuto del acto suicida en el sujeto.

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2. MARCO TEORICO

2.1 ELEMENTOS ESTRUCTURALES DEL SUICIDIO

2.1.1 Relaciones entre pulsión de muerte y suicidio

Para abordar las relaciones entre pulsión de muerte y suicidio se hace necesario retomar el recorrido que hizo Freud de las pulsiones con el fin de esclarecer que se entiende por pulsión y establecer de forma adecuada la división entre pulsiones sexuales y pulsiones yoicas para finalmente conceptualizar de forma adecuada la división entre pulsión de vida y pulsión de muerte.

Freud (1915) en “Pulsiones y destinos de Pulsión” refiere que la pulsión es un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, un representante psíquico de los estímulos internos del organismo de donde proviene su fuente. Desde la fisiología la pulsión es un estimulo que se encuentra en el interior del organismo, Freud lo diferencia del estímulo exterior en la medida en que este último actúa como una fuerza de choque de la cual el sujeto se puede sustraer mediante una acción acorde a fines como la huida, mientras que la pulsión proviene del interior del cuerpo y actúa como una fuerza constante de la cual el individuo no puede sustraerse mediante la huida “Puesto que no ataca desde afuera, sino desde el interior del cuerpo, una huida de nada pueda valer contra ella” (Freud, 1915. Pág. 114), estas pulsiones actúan de acuerdo al principio del placer que rige al aparato psíquico de ahí que un incremento de estímulo conlleve sensaciones de displacer y una

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disminución de estímulo, placer. La pulsión tiene como meta la satisfacción que se alcanza disminuyendo la estimulación de su fuente. El objeto es lo que permite a la pulsión alcanzar la satisfacción aunque es lo más variable de ésta, pues sólo se encuentra enlazado a la pulsión por su capacidad para facilitar la satisfacción.

Freud distingue dos clases de pulsiones: las pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas o de auto conservación, estas pulsiones Freud las colige a partir del estudio de las psiconeurosis en el cual discierne un conflicto entre los intereses del yo y de la sexualidad. En la biología hay dos concepciones sobre el vinculo entre el individuo y la sexualidad, en la primera concepción el individuo es lo principal, siendo la sexualidad una de sus funciones, para la otra concepción el individuo es un apéndice temporario, razón por la cual su tendencia más allá de él, es la creación de nuevos individuos por medio del plasma germinal. De esta forma se evidencia una diferenciación entre pulsiones yoicas y sexuales; sin embargo en su origen las pulsiones sexuales se apuntalan en las pulsiones de autoconservación y posteriormente una parte de las pulsiones sexuales sigue asociada con las pulsiones de autoconservación mientras que la otra parte se separa.

Posteriormente Freud a partir de las observaciones en el análisis discernió una tendencia que tenían sus pacientes a repetir por medio del sueño, del juego y en sus actos, situaciones dolorosas, traumáticas, una compulsión a la repetición que lejos de cumplir con el principio del placer tendía a un displacer continuo. Freud afirma que dicha tendencia se refiere a un más allá del principio del placer a partir del cual se revela un carácter universal de las pulsiones: “una pulsión será entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de

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reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas” (Freud, 1920. Pág. 36) de esta forma la pulsión tiene una naturaleza conservadora del viviente siendo la meta a la que aspiran el regreso a un estado inicial del que partió la vida y al que ésta aspira a regresar, dicho estado no puede ser otro que la muerte, lo inanimado. Esta conceptualización de las pulsiones entra en contradicción con las pulsiones de autoconservación que tenderían a la conservación de la vida, por esta razón la teoría de las pulsiones de autoconservación cae por tierra debido a que son pulsiones parciales que tienden a la destrucción de la vida y por tanto al regreso a la inorgánico.

Sin embargo aparte de estas pulsiones de muerte se encuentran las pulsiones sexuales que cuidan y posibilitan el encuentro entre las células germinales que permiten la génesis y prolongación de la vida. En este sentido las pulsiones sexuales:

Son conservadoras en el mismo sentido que las otras, en cuanto espejan estados anteriores de la sustancia viva; pero lo son en medida mayor pues resultan particularmente resistentes a injerencias externas, y lo son además en otro sentido pues conservan la vida por periodos más largos (…) llegado a cierto lugar de este camino, se lanza hacia atrás para volver a retomarlo desde cierto punto y así prolongar la duración del trayecto (Freud, Sigmund. 1920, Pág. 40)

Así las pulsiones de vida tienden a establecer la fusión de dos células germinales, unión que permite prolongar la vida. Es importante aclarar que la pulsión de vida, retorna a situaciones que fueron placenteras. En tanto que las pulsiones de muerte pugnan por

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retornar a un estado anterior de la vida, lo inanimado, la muerte, un estado fuera de toda tensión. Estas pulsiones si bien por la represión no pueden satisfacerse, empujan al sujeto a la repetición de situaciones dolorosas, intolerables, de esta forma repiten de manera insaciable algo que fue traumático para el sujeto, (como la perdida de objeto, o la guerra o los accidentes mortales), hechos que se manifiestan en las neurosis traumáticas, en los sueños de angustia, en los juegos. Compulsión a la repetición que estanca al sujeto, que le destruye y que le marca su vida en un aparente destino de fatalidad, en donde todo vuelve al mismo lugar.

Sin embargo ambas pulsiones no se encuentran separadas, sino que se conjugan explicando de este modo el proceso de la vida, pues las pulsiones sexuales tenderán a preservarla mientras que las de muerte pugnaran por un retorno de lo reprimido. La conjugación de ambas pulsiones se evidencia en la medida en que el sujeto dirige su destrucción hacia el exterior lo que hace que busque la aniquilación de otro organismo y no la propia, mientras que si no dirige su pulsión hacia el exterior hay una tendencia a la autoaniquilación.

De esta manera las pulsiones sexuales desvían de su meta a la pulsión de muerte, la vuelven inofensiva para el individuo dirigiéndola hacia los objetos externos, lo que hace que reciba el nombre de pulsión de destrucción, como esta pulsión se encuentra mezclada con la pulsión de vida, esta la pone al servicio de la función sexual en la cual la pulsión de destrucción se manifiesta como sadismo. Sin embargo una parte de esta pulsión queda en el organismo ligándose también a la pulsión sexual, constituyendo el masoquismo erógeno

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originario. Lo anterior da cuenta de que ambas pulsiones se encuentran entre mezcladas de tal forma que “no debemos contar con una pulsión de muerte y una pulsión de vida puras” (Freud, 1923. Pág. 170), lo que posibilita la inferencia de que posiblemente hay una sola pulsión que es la de muerte en la medida en que esta manifiesta su tendencia tanto en la búsqueda de autoaniquilacion como en la descarga de su destructividad en otros objetos. Y es finalmente esta tendencia a la autoaniquilacion la que se revela en los suicidios que se cometen en forma de accidentes o actos erróneos, en la medida en que el la tendencia a la destrucción retorna de los objetos exteriores hacia el yo.

Ahora bien, ¿qué dice Lacan de la pulsión?, Lacan en primer lugar comienza por diferenciarla de la fuerza (Drang) y la define como una ficción, un montaje que permite la participación de la sexualidad en la vida psíquica, sin embargo en las pulsiones sexuales no hay al principio una finalidad biológica, ya que la sexualidad se encuentra atravesada por el significante y en esta medida por la hiancia que hay en el inconsciente, de esta forma retomando a Freud, Lacan (1964) afirma que no se puede hablar de homeostasis porque las pulsiones que permiten a la sexualidad entrar en juego son parciales y en estas no hay una satisfacción total, no hay una rebaja de tensión a un grado cero.

Otro aspecto importante que indica Lacan es que la pulsión es una fuerza constante, en la cual no hay alza ni baja, razón por la cual, se deduce que en la pulsión no hay un correlato biológico, puesto que en este siempre hay un ritmo, lo que hablaría de una tensión que se rebaja, que se puede extinguir por medio de la satisfacción. Lo que es opuesto a la pulsión pues esta implica un esfuerzo constante que nunca termina.

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En lo relacionado con la satisfacción Lacan menciona la antinomia que hay entre la insatisfacción y por ende el sufrimiento que tienen los pacientes en lo que atañe a su ser y esa satisfacción subversiva de algo que va en contra de su deseo, satisfacción que se cumple en la medida en que ellos hacen lo que no quieren hacer pero que ese algo les exige, satisfacción paradójica de la pulsión de muerte que Lacan denominó goce. De ahí que Lacan (1964 ) diga que el camino del sujeto se encuentra entre dos murallas de lo imposible, imposible que Freud ya había tenido en cuenta cuando hablaba del síntoma como una formación en la que se conjugaban el éxito y el fracaso de la represión, y el éxito y el fracaso del contenido reprimido.

Eso imposible se refiere a lo real en la medida en que es aquello que hace obstáculo al principio del placer, en la medida en que es desexualizado lo que a su vez implica lo imposible: la relación sexual. Este real es justamente el que hace que se vuelva siempre al mismo lugar en tanto repetición de vivencia displacentera en la medida en que implica un hecho traumático para el sujeto que es la repetición de su posición frente a la castración, la pérdida del objeto y la pérdida de goce que esta falta trae consigo.

De este modo se distingue que en la pulsión de muerte hay una naturaleza conservadora, en la medida en que repite vivencias de las que el sujeto pretende salir, sin embargo aunque esta sea su pretensión, se queda estancado en una repetición incesante de la vivencia traumática. Sin embargo la pulsión de vida intenta neutralizar la pulsión de muerte, desviándola hacia el exterior, hacia los otros, no obstante la pulsión de muerte actúa como una fuerza constante, muda, posibilitando en el sujeto un sufrimiento

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sintomático que no reconoce como suyo, un sufrimiento que actúa por medio de la representación del síntoma, que se evidencia en la reacción terapéutica negativa, en los juegos, en los sueños traumáticos, en los síntomas, en los actos, en la medida en que en análisis en vez de haber una mejoría del malestar, lo que se produce es un empeoramiento del síntoma, en tanto el sujeto no recuerda nada de eso que esta reprimido y que es traumático para él, sino que lo repite en un acto sintomático, repetición que un análisis tiene el objetivo de mudar en recuerdo con el fin de que el sujeto no actúe lo vivenciado sino que lo reelabore dando un sentido a su síntoma y obtenga así un mejor estar.

El goce se presenta como la satisfacción de una pulsión, esta pulsión contiene tanto una dimensión energética, como una dimensión histórica en la cual se encuentra la insistencia propia de la pulsión, insistencia que se relaciona con “algo memorable, por haber sido memorizado. La rememoración, la historización, es coextensiva al funcionamiento de la pulsión en lo que se llama lo psíquico humano. Allí también se registra, entra en el registro de la experiencia, la destrucción” (Lacan, 1960, pág. 256,257). Lacan evoca la teoría del Marqués de Sade en la cual éste formula que la destrucción es alimento de la tierra en tanto es creadora pues la naturaleza se recompone a partir de lo destruido, de esta forma dice que el crimen es necesario en el mundo y que los crímenes más útiles para la tierra son el rechazo a la propagación y la destrucción. Sin embargo afirma que para servir a la naturaleza hacen falta crímenes más completos, pues es la destrucción y la extensión lo que la naturaleza exige, y en esta medida si bien se le sirve matando a una vida, sería necesario oponerse a la regeneración del cadáver para servirla de una mejor forma, de esta manera la naturaleza busca la aniquilación.

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En esta enunciación de Sade se articula la escisión que hay en la pulsión, en la energética con el principio de nirvana y la pulsión de muerte, pues esta última se sitúa en el dominio histórico, debido a que se encuentra articulada por el significante. De esta manera la pulsión se sitúa más allá del retorno de lo inanimado en una voluntad de destrucción, ya que hay una voluntad de Otra cosa, voluntad de recomienzo, en la medida en que se articula con el significante.

Esta destrucción evocada a partir de la pulsión de muerte se articula con la función de la compulsión a la repetición debido a que lo que interesa, en tanto repetición, inscribiéndose en una dialéctica de goce, es la destrucción de la vida. Aspecto paradójico en tanto la repetición si bien tiene que ver con la función de ciclos de vida, conlleva también la aniquilación de la misma y el retorno de lo inanimado “lo inanimado. Punto de fuga, punto ideal, punto fuera del plano, pero cuyo sentido capta el análisis estructural. Queda perfectamente indicado en lo que constituye el goce” (Lacan, 1970. Pág. 48)

El goce se encuentra en el cuerpo, en la medida en que el goce para el cuerpo marca el descenso hacia la muerte, de esta manera cuando Freud articula el más allá del principio del placer, se refiere al mismo tiempo al principio del displacer, puesto que si bien el placer consiste en bajar la tensión, el displacer, el goce, se produce en un aumento de tensión. Es en este mismo sentido que el ser parlante se distingue del animal, pues el primero se encuentra atravesado por una hiancia que le permite operar sobre el cuerpo propio y el del otro en busca de una ganancia de goce. Es a partir de esto que Freud articula

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el instinto de muerte y lo cual lleva a decir a Lacan que “el único acto que en definitiva-si hay uno-(…) sería entonces, si pudiese serlo el suicidio”(Lacan, 1971, Pág.9)

Así en la medida en que la pulsión de muerte tiene la dimensión histórica al estar atravesada por el significante, el suicidio aunque sea un punto final, no borra lo que se es, es decir que el ser es eterno. Esto se relaciona con lo que dice en el seminario cinco “Las Formaciones del Inconciente”, (1958), acerca de que el suicida quiere salir de esa cadena significante en la que solo a disgusto fue aceptado por su madre, pero al intentar salir de esa cadena, al suicidarse no sale sino que se introduce más en esa cadena quedando como un signo eterno para el Otro. Es por esto que Lacan el seminario VI El Deseo y su Interpretación (1958), dice que la pregunta de Hamlet acerca “de ser o no ser” no es crucial, que no hay “ser o no ser”, pues con el suicidio no se deja de ser, el sujeto a pesar de que quiera salir de la cadena sintomática, no cae en el no ser, nunca deja de ser.

De esta forma la pulsión de muerte abre una pregunta acerca de la relación del sujeto con la muerte, pregunta que remite al significante en la medida en que sólo a partir del significante el sujeto puede acceder a un saber sobre la muerte pues, en tanto que el sujeto articula una cadena significante, puede llegar a saber que “puede faltar en la cadena de lo que es” (Lacan, 1960, pág. 352)

En este sentido se podría decir que el suicidio del sujeto tiene una relación estructural con la pulsión de muerte en la medida en que el suicidio realizaría su meta que

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es la de retornar a lo inorgánico, es por esto que el goce en el cuerpo marca el descenso hacia la muerte, pues el gozar del cuerpo propio remite a la parte de la pulsión mortífera que se queda en el interior del cuerpo y que tiende a la aniquilación de la propia vida. En este sentido el suicidio es un acto que se deriva de la pulsión en tanto no se articula con palabras, sino que se actúa para obtener un goce haciendo efectiva su falta en la cadena significante.

2.1.2. Relaciones entre Identificación y Suicidio

Para abordar la estructuración del acto suicida se hace importante tener en cuenta la relación entre suicidio e identificación, pues ésta se hace evidente en un primer momento en lo que Freud dice acerca de que “el psicoanálisis nos ha descubierto, en efecto, que quizá nadie encuentra la energía psíquica necesaria para matarse si no mata simultáneamente a un objeto con el cual se ha identificado, volviendo así contra sí mismo un deseo de muerte orientado hacia distinta persona” (Freud, 1920 pág. 155), refiriéndose en este caso a la joven homosexual, quien pasa al acto suicida, en una identificación con la madre, en la medida en que ésta le da al padre, en la realidad, el hijo, que la Joven esperaba del padre como promesa.

De esta manera con el suicidio la joven pone en juego un significante: niederkommt, caer, que a su vez remite al significante parir, de esta forma la joven se identifica a la madre, que debió morir durante el parto, sin embargo, más allá de esto en la

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caída también se encuentra la identificación con ese hijo que ella deseaba tener, así pues en esta tentativa de suicidio hay varias dimensiones, en primer lugar hay una realización de deseo pues en la caída está representando el parto, y a la vez se está identificando con el hijo que no pudo darle a su padre, pero también se infringe un auto castigo en la medida en que devuelve hacia sí el deseo de muerte que iba dirigido hacia la madre. De igual forma la tendencia de autodestrucción se evidencia en el hombre de las ratas quien al desear la muerte al perturbador del amor, se infringe un auto castigo a partir de tentativas de suicidio que realiza en una identificación con dichos objetos.

El hecho de que en el neurótico solo halle fuerzas para matarse aquel que mata de forma simultánea un objeto con el que esté identificado, se esclarece en “duelo y melancolía”(1917) donde Freud afirma que el estudio de la melancolía, enseña que el yo solo puede darse muerte cuando a partir de una regresión de la libido, de los objetos hacia el yo, este se trata a sí mismo como a un objeto, en este sentido toda la agresividad que en principio tiende a descargarse en los objetos se vuelve sobre el yo.

Más adelante en el esquema del psicoanálisis (1940) Freud postula que en algunas personas neuróticas el suicidio sobreviene a partir de la des mezcla de las pulsiones a partir de las cuales la pulsión de muerte es vuelta hacia el propio sujeto de una forma excesiva, lo que hace que las pulsiones de auto conservación sufran un trastorno pues la persona solo busca su autodestrucción.

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Posteriormente, Lacan postula en el estadio del espejo que el sujeto cuando llega al mundo se encuentra en un estado de pre maturación fisiológica, de incompletud que da cuenta de un suicidio originario en la medida en que hay una doble ruptura vital, en primer lugar una ruptura con la adaptación al medio en que se encontraba, y una ruptura con el funcionamiento vital, es decir que en su nacimiento el niño pasa a un lugar extraño, en el cual tiene que utilizar un órgano extraño también para subsistir.

Pre maturación fisiológica, que lo deja en una relación en la que se encuentra a merced del otro, y en la cual el sujeto formará su yo a partir de la imagen del otro, “el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica en su totalidad”(Lacan, 1949. Pág. 90).

Así en el estadio del espejo el sujeto percibe en el otro una imagen ideal, una imagen virtual, pero sin embargo más acá del espejo, está la imagen real que representa, la imagen del deseo fragmentado, una imagen que da cuenta del desmembramiento del cuerpo, pero que se camufla a partir de la imagen especular. Ahora bien esto es lo que hay más acá del espejo, el deseo del sujeto fundado en el deseo del Otro, sin embargo lo que se evidencia más allá del espejo es la relación imaginaria que el sujeto tiene con este Otro. Relación en la cual se introduce la pulsión de muerte, en primer lugar por medio de la libido pues el sujeto adquiere por medio de ésta un valor mortal en la medida en que se

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halla sometido a la x de la vida eterna y en segundo lugar a partir de la pulsión de muerte en la medida en que en el hombre adquiere una significación diferente puesto que la libido atraviesa por una fase imaginaria. Pues la imagen ideal que reconoce en el otro, la imagen del amo, el sujeto la confunde con la imagen de la muerte, en tanto está sometido a esta imagen, es por esto que el amor es una forma de suicidio, pues el sujeto en la identificación con este otro absoluto, se identifica a la imagen de la muerte, que sería correlativa al deseo fragmentado que hay más acá del espejo, así cuando el sujeto se identifica a esta imagen de la muerte, reduce la discordancia entre el yo y el ser, por ello esto resuena en el nudo imaginario en la agresión suicida narcisista. De ahí que Lacan plantee que el hombre cuando hace el amor sabe que está sometido a la muerte y lo experimenta, pues quiere por el otro su propia muerte.

A partir de esto el otro formará parte de su ser, en la medida en que su deseo se funda en el deseo del Otro, y en esta medida el sujeto tendrá sentimientos de amor, pero también de odio, de rivalidad, con este Otro y que hace evidente la relación entre la libido narcisista y la función enajenadora del yo, lo que denota la tendencia alienante y mortífera de yo con el Otro primordial, relación en la que el sujeto evidenciará una discordancia entre el yo y el ser, que el sujeto intenta resolver; sin embargo, la resolución a partir de una coincidencia ilusoria de la realidad con el ideal “debe resonar hasta en las profundidades del nudo imaginario de la agresión suicida narcisista” (Lacan, 1946. Pág.177)”En la medida en que el intento de alcanzar la imagen ideal solo se logra con el suicidio.

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Esto se relaciona con el análisis que hace de la Joven Homosexual, en el seminario IV “La Relación de Objeto”(1956-1957), en capítulo VIII, pues afirma que en un primer momento la joven se encuentra frustrada del falo, en la medida en que la promesa paterna de trasmitírselo por la vía de un hijo falla cuando el padre engendra un hijo con la esposa y madre de la joven; sin embargo, la joven por la vía de la homosexualidad logra sostener un deseo, en la medida en que escoge su objeto de amor, por una vía de identificación con la madre, una mujer mayor pero aun deseada por los hombres y que aun puede ser madre, aun puede recibir el objeto. Además se constituye el objeto por el cual la joven le demuestra al padre que no solo se ama por lo que se tiene, sino más allá de esto por lo que no se tiene.

De esta manera, cuando la joven es enfrentada por su padre a partir de una mirada colérica, y por su objeto de amor, con la prohibición de volver a verse, se enfrenta a la privación del objeto, en este momento siente que el objeto queda perdido para siempre, careciendo de sentido también la nada en la que se había apoyado para demostrar a su padre como se puede amar, pues esta nada se sostenía por un grado, por pequeño que fuese, de aceptación de esta mujer que aún podía recibir el falo. En ese momento en que se enfrenta a la privación ejecuta la tentativa de suicidio.

Pero también este suicidio, es la pantomima del objeto simbólico, pues ella se identifica no solo a la madre que da a luz un hijo, sino al hijo que no ha tenido. Así en el suicidio, el acto de morir, se identifica al objeto fálico en el acto de parir, es decir ella cae en identificación con el objeto que cae. Así en este caso se evidencia no solo el suicidio por la vertiente de la identificación imaginaria con el otro, sino por la privación definitiva

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del objeto fálico, y en identificación con este objeto, una identificación que como se decía anteriormente reduce la distancia entre el yo y el objeto ideal solo a partir de la caída, del suicidio. En este sentido la joven en esta tentativa, se hace ser el don que no tiene y que quiere entregar a su ideal, “Ella elige como objeto ¿por qué?, para darle lo que es el objeto del amor, darle lo que ella no tiene, llevar al máximo la idealización, darle este falo objeto de su adoración al cual se identifica el amor homosexual por esta persona singular que es el objeto de sus amores.”(Lacan, 1959 Pg. 152)

De esta manera se evidencia una relación estructural entre identificación y suicidio en la medida en que hay una tendencia agresiva del sujeto desde el comienzo mismo de la relación con el otro a partir del cual forma su yo, tendencia agresiva en la medida en que el otro se muda en su propia imagen, una imagen que se ama y se odia, imagen siempre evanescente, y que solo es posible alcanzar como lo demuestra narciso en la caída, en la muerte.

2.1.3 Las Relaciones del Suicidio con la Angustia

En la teoría de Freud se evidencian tres momentos de conceptualización de la angustia, un primer momento se encuentra más del lado de lo fisiológico, en el cual la angustia es producida, por una tensión acumulada como la respiración. De esta forma la angustia es originada por acumulación de un estímulo endógeno, y sus ataques se manifiestan en cuadros fisiológicos fragmentados como disnea, palpitaciones, etc.

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En el Manuscrito E (1984), Freud proporciona una descripción acerca del proceso a partir del cual la angustia es generada. Así es importante tener en cuenta que en situaciones normales, cuando el sujeto tiene una tensión física acrecentada alcanza un umbral a partir del cual el efecto psíquico se anuda a dicha tensión, formándose un afecto sexual. La angustia se produce precisamente a falta de ese anudamiento de la tensión física con el afecto psíquico, lo que hace imposible la formación del afecto sexual. Así la tensión sexual que queda sin ligar se muda en angustia generándose un obstáculo para su descarga.

Posteriormente Freud designa que la angustia es un afecto displacentero que se acompaña de sensaciones fisiológicas, como la falta de respiración, aumento del ritmo cardiaco e innervaciones motrices (procesos de descarga), lo anterior conlleva a la premisa acerca de que la angustia es producida por un aumento de tensión que causa el displacer, el cual es aligerado mediante las inervaciones motrices o acciones de descarga. Aparte de esta dimensión fisiológica de la angustia, esta tiene un factor histórico, en la medida en que la angustia es la repetición de una vivencia anterior que reunió las condiciones del incremento de estímulo displacentero. El estado de angustia es la reproducción de una vivencia que reunió las condiciones para un incremento del estímulo como el señalado y para la descarga por determinadas vías, a raíz de cual, también, el displacer de la angustia recibió su carácter específico. En el caso de los seres humanos, el nacimiento nos ofrece una vivencia arquetípica de tal índole, y por eso nos

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inclinamos a ver en el estado de angustia una reproducción del trauma del nacimiento (Freud, 126. Pág. 126)

De esta forma la angustia, en un primer momento, es un afecto que se presenta como acorde al fin, en tanto se manifiesta cuando se presenta un peligro vital en el cual el yo se siente impotente. A partir de esto la reacción de angustia se revelará cuando el yo perciba de nuevo un peligro semejante. Sin embargo cuando se exterioriza un peligro nuevo la angustia en tanto se manifiesta como la reproducción de un estado anterior no es acorde al fin, pues el yo al reproducir este afecto no reproduce una acción que le permita salir de la situación de peligro, aunque esta reacción se exterioriza de nuevo como acorde a fines cuando el peligro es percibido como inminente. De esta forma para abordar el problema de la angustia es importante la referencia a la definición del peligro que genera la angustia. El peligro al cual reacciona el sujeto con el afecto de angustia es el de la insatisfacción en la cual hay un aumento de la tensión de necesidad que alcanza un carácter displacentero, frente al cual el yo se siente impotente. Así en un comienzo la situación del nacimiento es percibida como una situación de peligro En el acto de nacimiento amenaza un peligro objetivo de conservación de la vida (…) el feto no puede notar más que una enorme perturbación en la economía de su libido narcisista. Grandes sumas de excitación irrumpen hasta él, producen novedosas sensaciones de displacer: muchos órganos se conquistan elevadas investiduras, lo cual es una suerte de preludio de la investidura de objeto que pronto se iniciará (Freud, 1926. Pág. 128)

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Tensión que más tarde se siente en las fobias de los niños a la soledad, a la oscuridad y a las personas extrañas, pero que no reconduce necesariamente a la situación del nacimiento, sin embargo estos tres casos tienen una condición y es la de una añoranza de la persona amada, no obstante no es cualquier persona la que puede ocupar este lugar, sino la madre que colma sus necesidades. De esta forma el infante inviste intensamente, de forma alucinatoria, a la imagen de este objeto de amor; sin embargo, ante la ausencia de este objeto, esta investidura no es suficiente, pues la añoranza se muda en angustia en la medida en que éste no está para colmar sus necesidades, lo que hace que haya un aumento de tensión de necesidad y displacer, presentándose en este caso angustia frente a la pérdida de objeto.

De esta forma lo común a la angustia del nacimiento y a la perdida de objeto es la insatisfacción, el displacer ocasionado por el aumento de las magnitudes de tensión frente a las cuales el yo se siente impotente. En ambos casos sobreviene la reacción de angustia, que en el lactante resulta ser todavía acorde al fin, pues la descarga orientada a la musculatura respiratoria y vocal clama ahora por la madre, así como antes la actividad pulmonar movió a la remoción de estímulos internos. El niño no necesita guardar de su nacimiento nada más que esta caracterización del peligro (Freud, 1926. Pág130) Así la condición del peligro es la perturbación económica sobrevenida a raíz del incremento de las magnitudes de estímulo en espera de tramitación que no pueden hallar una descarga por vía psíquica ni motriz. Sin embargo con la vivencia de que un objeto

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exterior pone término al estado de angustia que reproduce el nacimiento, el peligro es desplazado de su dimensión económica a su condición que es la pérdida de objeto. Así cuando la ausencia del objeto se produce, el infante da la señal de angustia para evitar la situación de displacer. De esta forma la función de la angustia es la de ser una señal para la evitación de la situación de peligro.

Posteriormente en la fase fálica sobreviene una situación de peligro análoga a ésta en tanto se refiere a la separación de un objeto, sin embargo ese objeto se encuentra en el propio cuerpo del infante, son sus genitales. Por tanto la angustia que siente el infante es angustia de castración. Esta situación se relaciona con las anteriores situaciones de peligro en la medida en que el pene se encuentra investido narcisísticamente debido a que garantiza la reunión con el objeto de amor en el acto del coito. De este modo la separación de ese miembro deviene también una separación de la madre lo que implica que la tensión de necesidad no va a quedar satisfecha y que el yo va a quedar nuevamente indefenso contra esta tensión que en este caso proviene de la libido genital.

Posteriormente cuando el sujeto introyecta las figuras parentales del complejo de Edipo, estas forman una instancia de crítica, el superyó, de este modo es el castigo del superyó, la pérdida de amor de parte de éste, lo que es considerado como peligro por parte del yo y frente a lo cual emite la señal de angustia. Así la angustia es registrada por el yo, quien a partir de los procesos sobrevenidos del ello, de la insistencia pulsional, emite la señal de angustia y desarrolla la represión del contenido displacentero. Así “que en el ello suceda algo que active una de las situaciones de peligro para el yo y lo mueva dar la señal

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de angustia a fin de inhibirlo, o que en el ello se produzca la situación análoga al trauma del nacimiento, en que la reacción de angustia sobreviene automática” (Freud, 1926. Pág. 133). Dicha tensión entre el yo y el ello lleva al vínculo entre angustia y síntoma, pues el peligro que es sentido por el yo no es exterior sino interior, parte de las exigencias pulsionales del ello, de tal manera que aquello que sería considerado como peligro en la angustia es la propia libido.

De este modo cuando el yo experimenta una exigencia pulsional sobrevenida en el ello, emite la señal de angustia frente al contenido displacentero e inicia el proceso de defensa que es análogo al intento de huida frente al peligro exterior, pues busca sustraerse de la exigencia pulsional por medio de la represión, de este modo la libido que intentaba satisfacerse es desterrada de los dominios del yo permaneciendo latente en el ello. Sin embargo, esta libido que queda insatisfecha busca aferrarse a contenidos del ello, fuentes internas de excitación que le permitan reforzarse, lo cual sería sentido como displacentero para el yo quien emitiría de nuevo la señal de angustia, sin embargo como la libido está desterrada del yo, ya no pertenece a sus dominios; de esta forma el yo tiene que hacer una formación de compromiso que le permita sustraerse de la amenaza que atañe el peligro pulsional. La formación de síntoma tiene por lo tanto el efectivo resultado de cancelar la situación de peligro. Posee dos caras; una que permanece oculta para nosotros, produce en el ello aquella modificación por medio de la cual el yo se sustrae del peligro; la otra cara, vuelta hacia nosotros, nos muestra lo que ella ha creado en

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reemplazo del proceso pulsional modificado: la formación sustitutiva (Freud, 1926. Pág. 137) El vínculo entre angustia y síntoma permite discernir la naturaleza del peligro frente al que el yo huye, puesto que es un peligro no externo sino interno, pulsional, peligro que no cesa con la evitación o el enfrentamiento del yo frente a la moción displacentera, pues aun reprimida sigue latente en el inconsciente. La angustia siempre tiene como factor común la separación con la madre, ya sea desde lo biológico en el nacimiento hasta en lo anímico con la pérdida del objeto. Sin embargo este peligro pulsional es tanto interno como externo. Es decir que el sujeto inviste al objeto con su libido y siente angustia ante la desaparición de este; sin embargo, no es esta la única causa de la angustia; en el complejo de Edipo el peligro proviene de las mociones pulsionales del ello que pugnan por una unión con la madre en el coito, pues estas mociones pulsionales son condición para un peligro que sería exterior que es la castración por parte del padre que es el rival amado y odiado del infante, de este modo el peligro interno es una condición para el peligro exterior. Es cierto que el varoncito siente angustia ante una exigencia de la libido, en este caso ante el amor a su madre; por tanto es efectivamente un caso de angustia neurótica. Pero ese enamoramiento le aparece como un peligro interno, del que debe sustraerse mediante la renuncia a ese objeto, solo porque convoca una situación de peligro externo (…) el peligro pulsional interno resulta ser una condición y preparación del peligro objetivo externo (Freud, 1926 pág. 80)

Aunque dicho peligro no llegue nunca a efectuarse en la realidad, en sí mismo no es esto lo que interesa si no el hecho de que la amenaza de castración se haya hecho efectiva

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aunque nunca se la lleve al acto. De esta forma la angustia es una señal frente al peligro que permite al yo preparase frente a una posible ocurrencia de este, aunque este peligro sea desconocido, o nuca llegue a efectuarse. Es decir que la angustia para Freud es señal de un peligro que se desconoce, un peligro que se encuentra en lo pulsional.

Posteriormente Freud en el trabajo sobre lo “Ominoso” (1943) se refiere a un cuento de Hoffmann “El Hombre de Arena” , Freud partir de lo que se narra en este cuento Freud reconduce el sentimiento de lo ominoso a la angustia de castración, para esclarecer la angustia que tenía el protagonista de la historia, Nathaniel, a perder los ojos, dicha angustia estaba relacionada con el temor hacia el hombre de Arena, debido a una leyenda, acerca de que este le arrancaba los ojos a los niños que no querían irse a dormir.

“El estudiante Nathaniel, de cuyos recuerdos infantiles parte el cuento, no puede desterrar, a pesar de su dicha presente, los recuerdos que se le anudan a la enigmática y terrorífica muerte de su amado padre. Ciertas veladas la madre solía mandar a los niños temprano a la cama con esta advertencia: « iViene el Hombre de la Arena! »; y en efecto, en cada ocasión el niño escucha los pasos sonoros de un visitante que requiere a su padre para esa velada. Es cierto que la madre, preguntada acerca del Hombre de la Arena, niega que exista: es sólo una manera de decir; pero un aya sabe dar noticias más positivas: «Es un hombre malo que busca a los niños cuando no quieren irse a la cama y les arroja puñados de arena a los ojos hasta que estos, bañados en sangre, se les saltan de la cabeza; después mete los ojos en una bolsa, y las noches de cuarto creciente se los lleva para dárselos a comer a sus hijitos, que están allá, en el nido, y tienen unos

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piquitos curvos como las lechuzas; con ellos picotean los ojos de las criaturas que se portan mal».

Aunque el pequeño Nathaniel ya era demasiado crecido e inteligente para dar crédito a esos espeluznantes atributos agregados a la figura del Hombre de la Arena, la angustia ante él lo dominó. Resolvió averiguar el aspecto que tenía, y un atardecer en que otra vez lo esperaban se escondió en el gabinete de trabajo de su padre. Al llegar el visitante, lo reconoce como el abogado Coppelius, una personalidad repelente de quien los niños solían recelar en aquellas ocasiones en que se presentaba como convidado a almorzar; identifica, entonces, a ese Coppelius con el temido Hombre de la Arena. Ya en lo que sigue a esta escena el autor nos hace dudar: ¿estamos frente a un primer delirium del niño poseído por la angustia o a un informe que hubiera de concebirse como real en el universo figurativo del relato? Su padre y el huésped hacen algo con un brasero de llameantes carbones. El pequeño espía escucha exclamar a Coppelius: «¡Ojo, ven aquí! ¡Ojo, ven aquí!»; el niño se delata con sus gritos y es capturado por Coppelius, quien se propone echarle a los ojos unos puñados de carboncillos ardientes tomados de las llamas, para después arrojar aquellos al brasero. El padre intercede y salva los ojos del niño. Un profundo desmayo y una larga enfermedad son el desenlace de la vivencia. (…)Un año después, tras otra visita del Hombre de la Arena, el padre muere a raíz de una explosión en su gabinete de trabajo; el abogado Coppelius desaparece del lugar sin dejar rastros.

Luego, el estudiante Nathaniel cree reconocer esta figura terrorífica de su infancia en un óptico ambulante, un italiano llamado Giuseppe Coppola que en la ciudad universitaria donde aquel se encuentra le ofrece en venta unos barómetros y, cuando declina comprarlos, agrega: «¡Eh, barómetros no, barómetros no! ¡Vendo también bellos ojos, bellos

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ojos! ». El espanto del estudiante se calma al advertir que los ojos ofrecidos resultan ser unas inocentes gafas; le compra a Coppola un prismático de bolsillo con el que espía la casa lindera del profesor Spalanzani, donde divisa a su hija Olimpia, bella pero enigmaticamente silenciosa e inmóvil. Se enamora perdidamente de ella, hasta el punto de olvidar a su inteligente y serena novia. Pero Olimpia es un autómata al que Spalanzani le ha puesto el mecanismo de relojería y Coppola -el Hombre de la Arena- los ojos. El estudiante sorprende a los dos maestros disputando por su obra; el óptico se lleva a la muñeca de madera, sin ojos, y el mecánico Spalanzani arroja al pecho de Nathaniel los ojos de Olimpia, que permanecían en el suelo 'bañados en sangre; dice que Coppola se los ha hurtado a Nathaniel. Este cae presa de un nuevo ataque de locura en cuyo delirium se aúnan la reminiscencia de la muerte del padre con la impresión fresca: «¡Uy, uy, uy! ¡Círculo de fuego, círculo de fuego! ¡Gira, círculo de fuego, lindo, lindo! ¡Muñequita de madera, uy, bella muñequita de madera, gira!». Se arroja entonces sobre el profesor, el presunto padre de Olimpia, con ánimo de estrangularlo.

Recobrado de una prolongada y grave enfermedad, Nathaniel parece al fin sano. Ha recuperado a su novia y se propone desposarla. Un día, ella y él pasean por la ciudad, sobre cuya plaza mayor la alta torre del Ayuntamiento proyecta su sombra gigantesca. La muchacha propone a su novio subir a la torre, en tanto el hermano de ella, que acompañaba a la pareja, permanece abajo. Ya en lo alto, la curiosa aparición de algo que se agita allá, en la calle, atrae la atención de Clara. Nathaniel observa la misma cosa mediante el prismático de Coppola, que encuentra en su bolsillo; de nuevo cae presa de la locura y a la voz de «¡Muñequita de madera, gira!» pretende arrojar desde lo alto a la muchacha. El hermano, que acude a sus gritos de auxilio, la salva y desciende rápidamente con ella. Arriba, el loco furioso corre en torno exclamando «¡Círculo de fuego,

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gira!», cuyo origen nosotros comprendemos. Entre las personas reunidas en la calle sobresale el abogado Coppelius, quien ha reaparecido .de pronto. Tenemos derecho a suponer que la locura estalló en Nathaniel cuando vio que se acercaba. Alguien quiere subir para capturar al furioso, pero Coppelius dice sonriendo: «Esperen, que ya bajará él por sus propios medios». De pronto Nathaniel se queda quieto, mira a Coppelius y se arroja por encima de la baranda dando el estridente grito de « ¡Sí, bellos ojos, bellos ojos! ». Al quedar sobre el pavimento con la cabeza destrozada, ya el Hombre de la Arena se ha perdido entre la multitud.”(Freud, S. 1919. Pág 228-230)

Freud firma que el terror a perder los ojos de Nataniel tiene que ver con la angustia de castración en la medida en que el padre y el abogado Coppelius encarnaban la figura del padre, el primero era el padre bueno, el salvador y el último era el padre castrador, de esta forma el deseo inconsciente de que muera el padre malo, perturbador del amor halla su encarnación en la muerte del padre bueno. Así mismo sucede con el profesor Espalanzanni y con el óptico Coppola el primero es un sustituto del padre bueno y el último es el castrador, en este mismo sentido llama la atención sobre ambas encarnaciones del hombre de arena como perturbador del amor haciendo que el estudiante terminara con su novia, aniquilando a su segundo objeto de amor, la muñeca Olimpia y lo empuja al suicidio cuando se encuentra a punto de casarse con su novia.

Este suicidio tiene relación con lo que Freud se encontraba articulando en el texto de “Lo Ominoso” sobre “la verdad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo,

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a lo familiar desde hace tiempo” (Freud, 1924. Pág. 220), en la medida en que el joven cada que esa verdad se le hacía manifiesta en la figuras adoptadas por el abogado Coppelius (el hombre de arena, el padre castrador, el perturbador del amor) caía presa de la locura, manifestada en el horror que le causaba la impresión de sus ojos arrancados, hasta que finalmente dicha presentificación de la verdad sobre la castración y la pérdida de objeto lo llevan al suicidio.

Esta narración acerca del suicidio a partir del horror de una verdad que se hace manifiesta se encuentra en lo que Lacan manifiesta acerca del objeto a, en la medida en que cuando el sujeto franquea el fantasma y se encuentra con este objeto se encuentra con lo horroroso de la castración y se enfrenta con un vacio, en la medida en que se enfrenta precisamente con la falta de objeto, porque este es un objeto cesible, de ahí que el sujeto caiga al vacío en identificación con el objeto que cae.

Lacan inicia su conceptualización de la angustia diciendo que ésta emerge en el momento en el que el sujeto se encuentra entrampado en la imagen del Otro, en el momento en el se confronta con la discordancia entre la imagen de lo que se busca ser para satisfacer al Otro, y lo que el sujeto tiene para ofrecer, en una hiancia que le deja a merced de las significaciones del Otro, así la angustia “es correlativa del momento de suspensión del sujeto, en un tiempo en que va a ser algo en el que ya no sabe dónde está, hacia un tiempo en el que ya nunca podrá reconocerse”(Lacan, 1957. Pág. 228), siendo esta la angustia de castración. Es decir que el sujeto deja de ser para ser lo que la madre quiere, pero cuando interviene la pulsión se da cuenta de la discordancia entre la imagen que él le ofrece a la

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madre y lo que en realidad tiene para ofrecer, algo que para él es muy poco. En este momento de suspensión el sujeto queda a merced de la significación del Otro, dejando de ser lo que es para ser algo en lo que nunca podrá reconocerse, es esta la angustia.

Posteriormente Lacan postula que la angustia no es sin objeto, este objeto es la causa del deseo, en la medida en que no se encuentra en el mismo lugar del fin de la pulsión que será la satisfacción de la tendencia, satisfacción que no se encuentra sino en el interior del cuerpo, sin embargo como el objeto no se encuentra en el interior sino en el exterior no puede ser alcanzado por la tendencia y siempre queda ese resto como irreductible a la satisfacción, pues nunca será alcanzado en la medida en que por estar en el exterior cumple la función de algo que se escurre.

Este exterior en el que se encuentra el objeto es anterior a la interiorización “de un exterior que se sitúa aquí, a, antes de que el sujeto en el lugar del Otro se capte en x en la forma especular que introduce para él la distinción entre yo y no-yo. La noción de causa pertenece a ese exterior, a ese lugar del objeto antes de toda interiorización” (Lacan 1962. Pág. 115.), interiorización que permite articular la relación entre la ley y el deseo, en tanto tienen un objeto en común. Así el deseo y la ley son una y la misma cosa en tanto la ley traza el camino del deseo emergiendo como efecto el complejo de castración que Lacan designa como –φ, en la medida en que la falta le es estructural al objeto a, de este modo en la conjugación del objeto con la falta que le es inherente, el sujeto se constituye en el lugar del Otro. Así cuando hay apertura de esta falta, se muestra el límite de la imagen especular, y emerge la angustia. “el fenómeno del borde, en lo que se abre como esta ventana y en

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ocasiones privilegiadas, marca el límite ilusorio de ese mundo de reconocimiento que llamo la escena” (Lacan, 1962, pág.121). De este modo es importante tener en cuenta la correlación entre el deseo y angustia que lacan denomina turbación y que es el objeto a, turbación que se encuentra determinada por la angustia en la medida en que la angustia designa al objeto.

Turbación que aparece ante el descubrimiento traumático, en el momento en que el sujeto se confronta con la falta que hay en el campo del Otro, y en el cual cede al objeto. Cesión que determina el carácter del objeto, en la medida en que es un objeto que se abandona, sin embargo es dicho carácter de cesión lo que implica la angustia, y en el cual se evidencia que los puntos de fijación de la libido que hay en la historia del sujeto se encuentran en los momentos de cesión subjetiva.

Objeto a, que representa al sujeto, en tanto objeto cesible, “yo soy este objeto cesible”. Objeto que al estar articulado con la falta hace que el sujeto sea deseante de una falta, pero no de una falta del sujeto, si no una falta en el goce del Otro. En esta medida el objeto aunque irreductible a toda simbolización depende del Otro porque es a partir de este que se articula. De ahí que la angustia esté vinculada con el hecho de no saber que objeto a soy yo para el Otro. Angustia de la que el sujeto está protegido, por medio de la captación de la imagen especular i(a).

El objeto a tiene como función entonces la hiancia que instaura la separación entre el deseo y el goce “y nos condena a que necesariamente para nosotros el goce no le este,

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por su naturaleza destinado al deseo. El deseo no puede ir mas que a su encuentro” (Lacan, 1962. Pág. 358). Al encuentro del objeto causa, que solo se encuentra franqueando al fantasma que lo sostiene, y que Lacan presentifica como un cuadro que se encuentra en el marco de una ventana, cuadro que indica un deseo de no ver que hay más allá, porque mas allá se encuentra lo que Freud designaba como verdad terrorífica consabida desde hace tiempo, y que en Lacan toma la forma del objeto que se es para el Otro, verdad que se manifiesta a partir del franqueamiento del cuadro y que deja al sujeto en un vacío y que enfrenta al sujeto con la angustia de castración, y que lo hace encontrarse con un momento de cesión subjetiva. Así la angustia se encuentra en la separación del objeto real, irreductible a toda significación, es señal de la caída del objeto, señal frente a la cual el sujeto reacciona o bien para defenderse o bien para precipitarse en la caída en identificación con este objeto como sucede en el cuento del hombre de arena con el estudiante Nathaniel quien al ver a la encarnación del hombre de arena, aquel que cree que le ha arrebatado sus ojos, se precipita en el suicidio.

De esta forma el nexo entre suicidio y angustia se encuentra en el momento en que el sujeto se enfrenta en un momento de cesión subjetiva en el cual se manifiesta lo que él es para el Otro como objeto a como un objeto cesible, un objeto faltante. De esta forma cuando el sujeto franquea el i (a) se encuentra con lo horroroso de la castración, del fenómeno de borde a partir del cual el sujeto atraviesa la ventana y se lanza al vacío en un intento de alcanzar al objeto que en la medida en que la falta le es estructural, no es más que falta del Otro.

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2.1.4 Las Relaciones del Suicidio Con la Verdad: No querer saber nada de…Verdad y desconocimiento

Para abordar la estructuración del acto suicida es importante tener en cuenta la relación entre verdad y muerte, pues la verdad es la que hace surgir la muerte, de ahí que el sujeto no quiera enfrentarse con una verdad de la que nada sabe, pero que le concierne íntimamente, sin embargo cuando el sujeto se encuentra con esta verdad, se encuentra con el vacío, con la cesión del objeto, y con la muerte. Para emprender la relación entre la verdad y la muerte, se hace necesario retomar el concepto de castración de Freud, la angustia de castración, y el saber.

El complejo de castración en Freud se encuentra estrechamente relacionado con el concepto de primacía fálica, en la medida en que el pene es una fuente de excitación y de sensaciones placenteras en la que hay una alta estima por este miembro. Esta primacía fálica hace que el infante presuponga que todos los seres animados tienen falo, lo que hace la diferencia con los seres inanimados, sin embargo cuando observa que las personas del sexo contrario no tienen pene, el desconoce esta realidad argumentando que lo tiene pequeño y después le crecerá; sin embargo mas adelante con el complejo de Edipo el pequeño que toma a su madre como objeto de amor y siente a su padre como un rival en época tempranísima desarrolla una investidura objeto hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno (…); del padre el varoncito se apodera por identificación. Ambos vínculos marchan un tiempo uno junto al otro, hasta que por el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción

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de que el padre es el obstáculo para estos deseos, nace el complejo de Edipo (Freud, 1923. Pág. 33).

Sin embargo el niño no solo tiene sentimientos hostiles hacia el padre sino que también por medio de la identificación lo toma como objeto de amor, es decir también tiene un complejo de Edipo invertido, ambas formas del complejo de Edipo ofrecían al niño gratificación, es decir el complejo de Edipo positivo le ofrecía una gratificación activa en la cual tomaba el lugar del padre para tener comercio sexual con la madre, y el complejo de Edipo negativo una gratificación pasiva en la cual se sustituye a la madre para hacerse amar por el padre.

A partir de esto el niño tiene sentimientos hostiles hacia su padre, deseo de muerte hacia él para que no perturbe la relación con su madre, sin embargo además de este sentimiento hostil se encuentra la identificación que tiene con su padre, y el amor que siente por él. Esta ambivalencia de sentimientos lleva a que él proyecte los deseos de muerte que tiene hacia su padre, en la amenaza de castración que teme de este.

Amenaza que el niño acentuará en la medida en que asume la creencia de que el pene faltante en las niñas, no va a crecer sino que ya estaba y fue castrado, por las posibles mociones hostiles que las personas del sexo opuesto tendrían hacia su rival. Es por esto que el complejo de Edipo finaliza, pues el sujeto decide renunciar al objeto de amor con el fin de que su pene no sea castrado renunciando de esta manera a la satisfacción que el complejo de Edipo ofrecía.

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si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes, el niño se extraña del complejo Edipo (Freud, 1924, pág. 184)

La renuncia al complejo de Edipo si bien preserva el miembro apreciado por el niño, también tiene como consecuencia la pérdida del objeto de amor. Así a partir del complejo de castración el sujeto reprime las mociones hostiles e incestuosas hacia ambos progenitores. Mociones que el sujeto desconocerá pero que seguirán latentes en el inconsciente haciendo parte de su vida psíquica.

En el complejo de castración como se dijo anteriormente el infante siente angustia ante mociones libidinosas que parten del ello y que tienden a satisfacerse en una unión con la madre, sin embargo a pesar de que la aceptación de la exigencia de estas pulsiones conllevaran satisfacción, el sujeto siente estas mociones pulsionales como un peligro interno del que debe sustraerse pues son condición para un peligro exterior que es el de la castración.

A partir de este peligro interno como se decía anteriormente el sujeto emite la señal de angustia con el fin de que el yo proporcione las defesas que le permitirán sustraerse al peligro interno y por ende al peligro externo. El sujeto a partir de esta señal de angustia reprime la moción pulsional.

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En Freud la castración y la pérdida de objeto hacen parte de una vivencia traumática de la que el infante no quiere saber, entonces recurre a tres mecanismos que marcarán también la elección de estructura que son la represión, forclusión, la desmentida. Así la represión, será el mecanismo fundamental de la neurosis, en la cual el sujeto reprime las mociones pulsionales que le son traumáticas, así como todo aquello que entre en conexión asociativa con los retoños pulsionales. En la psicosis hay una forclusión de la realidad en donde no la acepta y se construye una nueva realidad. En la perversión el sujeto desmiente la castración de modo que cuando el sujeto se encuentra con que su madre no tiene pene, desmiente esta representación, y allí donde el miembro no se encuentra pone un fetiche “si en lo psíquico la mujer sigue teniendo pene, pero este pene ya no es el mismo que antes era. Algo lo ha reemplazado; fue designado sustituto por así decir y hereda el interés que tenía el primero”(Freud, 1928. Pág. 149), por medio de este sustituto el sujeto también se erige un monumento que a la vez que desmiente la castración también la recuerda.

Lacan retoma estos tres mecanismos, para hablar de la elección de estructura que hace el sujeto, en cuanto a su aceptación o no de la ley simbólica. Pues el niño se encuentra en una relación alienante con la madre, y es necesario que el Otro simbólico intervenga en esta relación y permita una separación en esta relación, que le permita al niño salir del lugar de objeto respecto del deseo de la madre e ingrese en lo simbólico como sujeto deseante.

Cuando el sujeto reprime la ley simbólica del padre, da cuenta de un sometimiento a dicha ley, de la castración, sumisión siempre dolorosa dado que implica una pérdida de

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goce y de objeto, para devenir sujeto deseante, de ahí en adelante el sujeto se creará un síntoma que tiene que ver con una forma de respuesta particular frente a la verdad velada de su falta.

Cuando el significante del Nombre del Padre es forcluido, es decir, cuando no sustituye al significante del Deseo de la madre, la metáfora paterna no opera quedando el sujeto fuera del discurso, en una estructura psicótica. En este orden de ideas, el sujeto rechaza no solo una ley simbólica, sino al Otro en tanto lugar del discurso, del inconsciente. Así la psicosis es un rechazo radical del inconsciente y por tanto se encuentra fuera de discurso, debido a que éste impone límites que tienen un efecto castrador, es por esto que cuando el sujeto psicótico se encuentra con un límite que toque con su falta, al no tener un significante un S2 que lo represente frente al S1, se desencadena.

En la perversión cuando el sujeto se encuentra con la ley simbólica que lo enfrenta con la castración materna y también con la suya propia, no la reprime -sometiéndose a ella como en el caso de las neurosis- sino que desmiente esa ley, para no encontrarse con lo horroroso de la castración, velando la falta que hay en la madre por medio de un fetiche que erige en el lugar del objeto que falta, objeto que da cuenta a su vez del saber que tiene el perverso de la castración.

De esta forma en Lacan el desconocimiento tiene que ver con la castración en la medida en que el sujeto no quiere saber nada de esta, ni del objeto a que queda como resto

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a partir de ella. Objeto que develaría la verdad del sujeto, la verdad de su división, de su falta, y por ende del objeto que él es para el Otro.

El desconocimiento se manifiesta en un no saber que objeto a soy yo para el Otro, no saber que conlleva angustia, pero que sin embargo es un no saber que le permite no enfrentarse con lo angustiante de la castración, el objeto a queda velado por medio del I(a), lo que hace que a nivel de la inhibición el desconocimiento sea estructural en el no ver. Lacan habla de Turbación en la cual se refiere a lo más cómodo de introyectar en el Otro que es el i(a), introyección que tiene que ver con el fantasma de omnipotencia en el obsesivo, el cual se relaciona con la impotencia primordial del sujeto en el sostenimiento del deseo de no ver.

Deseo de no ver, de no saber refiriéndose al fantasma del sujeto, del cual Lacan hace una metáfora en la cual hay un cuadro situado en el marco de una ventana, siendo el fantasma la ventana. Así el cuadro situado en el marco de la ventana indica que de lo que se trata es de no ver que hay más allá de esta, de esta forma el sujeto por medio del fantasma se protege de lo que hay más allá. Sin embargo cuando el sujeto quiere saber y quita el cuadro se enfrenta con algo del orden de lo horroroso, que Freud designaba como lo ominoso

Lo ominoso no es efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, solo enajenado de ella por el proceso de la represión. Ese nexo con la represión nos ilumina ahora también la definición de Schelling,

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según la cual lo ominoso es algo que, destinado a permanecer en lo oculto ha salido a la luz (Freud, 1919. Pág. 241),

Lo que concierne al objeto perdido, y a la castración, como se evidencia en el cuento de “El hombre de Arena” en donde Nathaniel se suicida cuando se encuentra con el personaje que le generaba angustia en tanto le enfrentaba con sus ojos como objeto cesible, con lo horroroso de la castración, lo que se manifiesta en lo que dice mientras mirando a Coppelius se arroja al abismo “¡Sí, bellos ojos, bellos ojos!”.

Lacan, va a situar en una misma línea desconocimiento, Omnipotencia y suicidio, en la medida en que si retomamos el suicidio del lado del pasaje al acto, es importante tener en cuenta que en este el sujeto se encuentra tachado en su forma radical, es decir que él se anula. En este sentido cuando el sujeto se identifica con el objeto a, se identifica al objeto de angustia pues este objeto es el objeto resto de la castración, y al enfrentarse directamente con este, el sujeto se queda expuesto al objeto que cede tras la castración, de esta forma cuando el objeto a cae de la escena, el sujeto que se encuentra identificado también cae. Se deja caer porque no quiere enfrentarse con esa verdad que le es impuesta y que le llena de angustia.

De esta manera la verdad del sujeto le es extraña, se encuentra velada, “en efecto, parece que la verdad es para nosotros una extraña, me refiero a nuestra propia verdad. Está con nosotros, no hay duda, pero sin que nos concierna tanto como suelen decir” (Lacan, 1970 pág. 61), es decir que se encuentra en un objeto que se encuentra velado para el

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sujeto, sin embargo cuando la verdad emerge, surge la muerte, lo que Freud denominó como pulsión de muerte en tanto repetición insaciable que caracteriza la realidad psíquica del sujeto, sin embargo el sujeto se empeña todo el tiempo en no saberla, pero cuando franquea el límite y quita el cuadro de la ventana se enfrenta con ésta, el sujeto no vuelve a ser el mismo porque sabe. Esto se ejemplifica con Edipo, en tanto éste en un comienzo no sabía pero quería saber y cuando supo su crimen se arrancó los ojos para no ver, pero ya era demasiado tarde pues en el momento en que supo se volvió vidente. De igual forma Hamlet sabe, aunque intente negarlo fingiendo una locura, sabe, y debe cumplir la hora de la cita aun a costa de su propia vida.

Esto se evidencia también en la articulación que Lacan hace sobre la tendencia al suicidio que tienen las personas caracterizadas por el hecho de haber sido niños no deseados, pues a medida que avanza el análisis y que se acercan a su verdad, “rehúsan cada vez más entrar en el juego. Quieren literalmente salir de él. No aceptan lo que son, no quieren saber nada de esa cadena significante en la que solo a disgusto fueron aceptados por su madre” (Lacan, 1958. Pag253). Sin embargo cuando el sujeto mas asevera querer salir de la cadena significante en la que se encuentra, mas se articula en ella, convirtiéndose en un signo eterno para el Otro, puesto que en el suicidio el sujeto no deja de ser, es decir que si bien el suicidio pone término a algo, el sujeto no deja de ser pues este ser sigue existiendo en el lenguaje en la medida en que el sujeto sigue siendo idéntico a la cadena significante que articulaba en vida.

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Así la relación entre suicidio y verdad se encuentra en que esta última señala la muerte, que se manifiesta en la compulsión a la repetición, en la pulsión mortífera que tiende al retorno de la muerte. En la repetición el sujeto se encuentra contorneando al objeto que se caracteriza por ser eternamente perdido, cuando el sujeto franquea el límite, quita el cuadro del marco de la ventana, lo horroroso de su verdad le retorna pues el sujeto se enfrenta con un vacío, un hueco no con el objeto si no con su eterna falta, con un vacío, en este momento la verdad señala la muerte en la medida en que el sujeto se enfrenta con su castración, y se precipita en el vacío autoaniquilándose.

2.2. Suicidio y Sus Relaciones Con el Acto

Para abordar el suicidio como acto, es importante retomar el concepto de acto como repetición en Freud, en la medida en que el sujeto repite por medio del acto, las vivencias que no pude recordar. “el analizado no recuerda, en general nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción: lo repite sin saber desde luego que lo hace.”(Freud, 1914 pág. 152). De esta forma la repetición en acto es la forma de recordar del sujeto, repetición que se extiende también a sus sueños, sus juegos infantiles, en los cuales repite sus vivencias traumáticas, sus síntomas, sus actitudes inviables, sus inhibiciones. El sujeto repite en sus actos lo reprimido, y es por eso que Freud dice que sufre de reminiscencias. Reminiscencias que no contienen placer sino que son harto dolorosas para el sujeto como su vida sexual infantil, del complejo de Edipo y de la castración.

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Esta compulsión a la repetición Freud en un inicio la articula en relación a la experiencia clínica pues el sujeto repite la vivencia traumática en la persona del médico, sin embargo esta compulsión se extiende más allá del analizante a las personas consideradas normales en una compulsión de destino, que se torna dolorosa para el sujeto, un retorno de lo que anteriormente se articuló como lo ominoso como “aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo”(Freud, 1919. Pág. 220) y que da cuenta de una vivencia dolorosa para el sujeto. Esta forma de recordar del sujeto devela que este no actúa en función del principio del placer, que su búsqueda no es la de un bien, sino por el contrario demuestra su vínculo con la pulsión de muerte, que tiene por meta el retorno del organismo a una meta anterior que es la inanimada, la muerte.

De esto se siguen dos cosas, en primer lugar, como se decía anteriormente, esta reminiscencia no pasa por el pensamiento, no se articula con palabras, sino que pasa por el acto, lo que da cuenta de la antinomia que hay entre acto y pensamiento en la medida en que el acto no se encuentra antecedido por el pensamiento, pues esto supondría un acto que se encuentra calculado de antemano, y que por tanto no daría lugar al error. De igual forma si el pensamiento gobernara al acto, este último estaría en función del bien propio. Sin embargo lo que se devela en el acto es lo contrario a estos ideales por que el sujeto no busca un bien propio sino que con la repetición en acto lo que se pone en juego es su propia autodestrucción.

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Lacan retoma el concepto de repetición de Freud que designa una rememoración, una repetición en acto, un acto que es eminentemente humano en tanto al estar en las relaciones de la repetición con lo real se haya articulado con la cadena significante, de este modo un acto está vinculado en una red de significantes, y es esto lo que lo diferencia de un comportamiento en tanto que el acto es algo que retorna.

Acto que se produce cuando por medio de la palabra se toca el efecto de sujeto, y es en la medida en que es tocado este efecto que se da un retorno. Lacan pone como ejemplo un acto particular el que es llamado harakiri, o como él lo llama seppuku que es el acto de abrirse el vientre con una daga, el cual refiere que no es un acto que se hace para fastidiar a los demás, sino que es un acto en la estructura, es un acto que hace para conservar el honor, y la casta a la que se pertenece.

De esta forma el acto como significante implica también al acto psicoanalítico pues tiene como particularidad la bifurcación entre el “o yo no pienso o yo no soy”, en la cual el yo no pienso es el eje en el que se produce el acto psicoanalítico, en el que hay una eyección del a, que es soportado por el analista. De esta amanera el analizante cuando se enfrenta con la eyección del a, con la castración, en un retorno hacía el punto original, “aquel de la elección forzada, de la elección alienante entre el o yo no soy o yo no pienso” (Lacan, 1968), en este encuentro con eso original realiza un acto en el cual sabe finalmente porque no realizará ese acto en tanto sujeto. De esta manera en el acto psicoanalítico el analista al situarse en la posición de objeto causa permite al analizante enfrentarse con la eyección del objeto y saber por qué no realizará ese acto como sujeto.

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No obstante Lacan al comparar el acto psicoanalítico con el acto que realiza el héroe en la tragedia, afirma que el héroe o cualquiera que se embarque solo en el acto está destinado a no ser más que el desecho con el cual se pone punto final a la tragedia. Es decir que aquel que se encuentra con ese momento original sin mediación alguna, se enfrenta al hecho de no ser más que un resto y eyectarse con el objeto poniendo esta vez al igual que el héroe de la tragedia punto final hasta a su propia vida.

En este sentido el acto suicida sería el modelo del acto, en la medida en que piensa el acto a partir del suicidio haciendo de éste el paradigma de lo que sería un acto en apariencia no fallido, sino un acto verdadero “habríamos podido leer quizás esto, en el instinto de muerte de Freud, que lleva tal vez a decir que el único acto, que en definitiva sería un acto acabado (…) sería entonces, si pudiese serlo, el suicidio” (Lacan, 1971. Pág. 8); de esta forma y al ser el suicidio el paradigma del acto, todo acto verdadero es un suicidio del sujeto, en la medida en que hay retorno es decir se toca el efecto de sujeto lo que posibilitaría que el sujeto volviera al punto original pero diferente. Es decir que después del acto el sujeto no vuelve a ser el mismo porque franquea un límite y se encuentra con algo de su verdad, después de esto ya no vuelve a ser el mismo porque sabe, se vuelve vidente del momento original que le marca su historia de sujeto.

De este modo todo acto implica un franqueamiento de una ley, de un código, franqueamiento que permite cambiar algo de lo ya escrito, en este caso pasar del no saber al saber, aunque este último sea del lado de lo ominoso y el sujeto se esfuerce por no saberlo. Es demasiado tarde para quien franquea el límite así en un intento de no aceptar lo que sabe

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ponga fin a su existencia pues este punto final no implica que se borre la cadena significante que lo precede, es decir que el sujeto nunca deja de ser porque su ser está inscrito en el lenguaje y como tal es eterno. Es por esto que el acto suicida aunque tenga apariencia de acto no es más que un acto fallido, pues como en el lapsus hay un éxito y un fracaso, éxito en la medida en que el yo logra ocultarse o deformar algo de lo inconsciente que pugna por salir a la conciencia y fracaso en la medida en que a pesar del intento de ocultamiento o en la misma deformación, algo de la verdad emerge a pesar del sujeto. Así en el acto suicida aunque el sujeto intente rechazar su historia de sujeto y salir de la cadena significante, con el suicidio más se inserta en ella quedando como un signo eterno que devela algo de su verdad, a pesar de su no querer saber. De esta forma “no hay acto más que fracasado y es inclusive la única condición para una apariencia de éxito. Es sin duda por lo que el suicidio merece objeción. Porque no es necesario que permanezca como tentativa para ser igualmente fracasado desde el punto de vista del goce” (Lacan, 1971. Pág. 9)

2.2.1 El Suicidio y su Relación al Pasaje al Acto

En el pasaje al acto hay una identificación del sujeto con el objeto a, como el objeto que se deyecta. Este objeto que queda como resto de la castración se encuentra encubierto en el i(a), es por esto que en la escena el sujeto no se encuentra directamente con él, sin embargo cuando el sujeto se encuentra con este objeto a sin la envoltura, se encuentra con la verdad de la castración, y en identificación con el objeto que cae como resto el también

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cae, rechazando de esta forma la verdad a la que se enfrenta. El pasaje al acto tiene relación con lo que Lacan postulaba en “acerca de la causalidad psíquica” donde afirmaba que había una discordancia entre el ser y el ideal, discordancia que sólo se logra solucionar cuando el sujeto alcanza a la imagen especular, lo cual sólo se logra por medio del suicidio. (Lacan, 1946. Pág. 1)

Además se corresponde con lo que plantea Lacan (1956- 1957) en seminario V “Las Formaciones del Inconciente” Y es que el suicidio es un rechazo radical a entrar en la cadena significante, pues el suicida no quiere saber nada de lo que es, ni de lo que hay en la cadena, así el sujeto busca la forma de dejarse caer de la cadena, “este dejar caer es el correlato esencial del pasaje al acto. Aun es necesario precisar desde que lado es visto este dejar caer. Es visto precisamente, de lado del sujeto” (Lacan, 1962. Pág. 128). En la medida en que en el pasaje al acto el sujeto se encuentra borrado de forma radical por la barra. De este modo en el pasaje al acto el sujeto se encuentra en el lugar de la escena en donde él se mantiene en su estatuto de sujeto, en la medida en que el sujeto se precipita fuera de la escena.

Sin embargo aun cuando el sujeto consuma su acto suicida y se afirma como queriendo salir de ella, mas se inserta en la cadena simbólica en la medida en que deviene un signo eterno para el Otro. Pues el pasaje al acto implica lo definitivo en la medida en que es un no radical al Otro, es un acto que se hace fuera de la articulación significante.

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De esta forma el pasaje al acto sería un acto que se hace en la angustia pues en éste el sujeto se enfrenta a lo real de la castración, en la medida en que se encuentra con lo que él es como objeto a para el Otro, como un objeto cesible, un resto. Así el pasaje al acto designa la separación radical del Otro, y la caída de la cadena significante con identificación al objeto que cae. A partir de esto se podría inferir que teniendo en cuenta que en la psicosis es estructural el rechazo en lo simbólico podría inferirse que el pasaje al acto suicida podría darse en la psicosis en la medida en que cuando el psicótico tiene un llamado a lo simbólico se enfrenta con una falta de significante del nombre del padre, razón por la cual se enfrenta a lo real y es en este encuentro que el sujeto podría pasar al acto, lo que se evidencia en el suicidio de la melancolía en donde el sujeto franquea la imagen narcisista del i (a) para alcanzar el objeto que se escapa y cuya cesión lo precipita en el suicidio El melancólico necesita que pase, por así decir a través de su propia imagen, y atacándola primero para poder alcanzar en ese objeto a que lo trasciende aquello cuyo mando se le escapa y cuya caída lo arrastrará en la precipitación, en el suicidio; ello con ese automatismo, con ese mecanismo, con ese carácter necesario y fundamentalmente alienado con el cual saben ustedes que se realizan los suicidios de los melancólicos, y no en cualquier marco; porque si tan a menudo tiene lugar por la ventana, si no a través de la ventana, esto no es casual: se trata del recurso a una estructura que no es otra que la que yo acentúo como la del fantasma (Lacan 1962. Pág. 363)

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Es decir que cuando el sujeto intenta eliminar la discordancia entre el ser y el ideal franqueando la imagen especular para alcanzar el objeto, se encuentra con su propia precipitación al vacío, pues el objeto que encubre la imagen no es más que vacío. Sin embargo el pasaje al acto suicida no es propio de las psicosis en la medida en que en la neurosis puede presentarse también que el sujeto intentando saber algo de su historia franquee el fantasma y se enfrente también con lo horroroso de la falta.

2.2.2 La Relación del Suicidio con el Acting Out

A diferencia del pasaje al acto el acting out es un acto que se encuentra en la escena, pues es un acto que busca la interpretación del Otro. Es un acto inmotivado, en el cual el sujeto trata de hacerse reconocer por el Otro, de mostrarle a éste algo que ha faltado por esclarecer. El acting out es esencialmente la demostración, la mostración, sin duda velada para nosotros, como sujetos del acting out, en la medida en que eso habla, en la medida en que eso podría hacer verdad. Sino, por el contrario, es visible al máximo, y por este motivo, en un determinado registro es invisible, al mostrar su causa. Lo esencial de lo que es mostrado es aquel resto, su caída, lo que cae en este asunto (Lacan, 1962. pág. 138)

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Es decir que el acting out es un acto que el sujeto actúa para mostrarle algo al Otro, decirle algo, demostración que espera por una interpretación, en este sentido el acting out siempre va dirigido a Otro, y va dirigido como mensaje en el cual se muestra de forma velada algo que está siendo dejando de lado por la interpretación del Otro, evidenciándose de este modo la relación entre el acting out y el objeto a, en la medida en que es síntoma de algo que se ignora, el resto que cae, y que se hace para que el Otro lo reconozca, en este sentido cuando el sujeto comete una tentativa de suicidio desde el acting out, lo que buscaría es un reconocimiento por parte del Otro, de eso que se ignora y en el cual se buscaría un intento de significación por parte del Otro a quien va dirigido.

Sin embargo, el hecho de que el acting out sea un mensaje para el Otro, indica que el sujeto que se suicida probablemente no tuviese la intención de morir en la medida en que no es una caída de la escena lo que se busca, ni un rechazo del Otro, sino por el contrario su reconocimiento, lo que hace que cuando el sujeto muere a causa de un acting out esto tenga el carácter de un acto fallido en el cual se hace evidente la tendencia inconsciente a la autoaniquilacion que da cuenta de los accidentes o torpezas que se deben en apariencia a un infortunado azar. Y lo que remite a lo que Lacan decía en el seminario XXII: RSI pág. 62 en el cual hace alusión a que en la neurosis obsesiva la muerte es abordable por un acto fallido.

De igual forma, Silvia López (s.f.) plantea en el artículo: Tentativas de suicidio en la estrategia del amor, que tanto el acting out como el pasaje al acto estarían conjugados en

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los intentos de suicidio, pues en el intento suicidio se puede denunciar una verdad al Otro, a la par que se buscaría también la afánisis radical de ese Otro. Pues Lacan plantea en el seminario V “Las Formaciones del Inconciente” (1956), que el sujeto aun cuando busca separase de la cadena significante, en el suicidio, se inserta más en la cadena deviniendo un signo eterno para el Otro.

De esta forma se evidencia una relación estructural entre el suicidio y el acto en la medida en que el suicidio es el paradigma del acto pues implica una transgresión, un franqueamiento sin mediación que enfrenta al sujeto con algo de su verdad, algo que hace que retorne al momento original, que marca su historia subjetiva y que le hace encontrarse con lo que él es como objeto para el Otro, con un vacío. El suicidio a pesar de que tiene apariencia de un acto logrado en la medida en que lleva hasta el límite la realización de la satisfacción pulsión de muerte como retorno a lo inanimado, no lo es en la medida en que si bien es un acto que pone punto final a algo, ese punto no significa que el sujeto deja de ser lo que ha sido, al contrario, como se decía anteriormente aunque el sujeto con el suicidio quiera salir de la cadena y rehusar a lo que es en el discurso que le precede con el acto suicida se interna más en la cadena, y se queda como un signo eterno para el Otro.

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3. METODOLOGÍA

El presente proyecto de grado es una investigación teórica, por esto la metodología que se utilizó para su desarrollo fue cualitativa de carácter descriptiva, en este caso la monografía, ya que lo que se buscaba es un análisis argumentativo sobre un tema específico. De esta forma la monografía se distingue por tener una delimitación del área problemática de la investigación. Así el tema que se escogió para la investigación fue el acto suicida, por un interés teórico desde la teoría de la pulsión de muerte en Freud y del goce en Lacan pues este acto representa la tendencia a la destrucción vuelta hacia al propio sujeto. Por este motivo el enfoque escogido para esta investigación monográfica fue la teoría psicoanalítica freudiana y lacaniana. La pregunta de la investigación fue ¿Cómo se estructura el acto suicida en la teoría freudiana y lacaniana?

De esta forma el análisis que se hizo en la monografía acerca de esta pregunta se hizo con el fin de responder en este caso al estatuto del sujeto en el acto suicida. En este sentido fue indispensable una selección de los datos de forma rigurosa y coherente. Así en la monografía la lectura y la escritura hacen parte de un proceso de construcción a nivel argumentativo por medio del análisis de las fuentes de información seleccionadas. En este sentido la monografía es un proceso de escritura que es modificable y perfectible.

El procedimiento realizado para este, fue la recolección de información pertinente que se hizo a través de la lectura analítica en primer lugar de los antecedentes investigativos lo que permitió dar cuenta de las diferentes teorías que explicaban el suicidio, desde la

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teoría freudiana y lacaniana, así como desde otras disciplinas como la psiquiatría y la sociología. Lo que permitió adquirir información acerca del problema en cuestión que es el suicidio. Esta información permitió delimitar el tema de una forma adecuada y posibilitó enfocar el tema y las posibles fuentes de información. Así “La recogida de información puede definirse como el proceso organizado que se efectúa para obtener información a partir de fuentes múltiples, con el propósito de pasar de un nivel de conocimientos o de representación de una situación dada a otro nivel de conocimientos o representación de la misma situación en el marco de la acción deliberada, cuyos objetivos han sido claramente definidos y proporciona garantía suficiente de validez”(Valle, Egg, 1997. Pág 27)

Formulación y planteamiento del problema La formulación y el planteamiento del problema como se expresó anteriormente se realizó en un primer momento por un interés teórico, y posteriormente fue organizada y delimitada a partir de la búsqueda de los antecedentes investigativos sobre el tema. Este trabajo de recolección de información se hizo aproximadamente de julio del 2007 a noviembre ese mismo año. Posteriormente y a partir de la información encontrada tanto en las fuentes primarias como secundarias, la pregunta fue replanteada.

Recolección y análisis de información

El desarrollo del trabajo estuvo enfocado principalmente en las fuentes primarias Freud y Lacan, a partir de las cuales se buscó la relación entre los diferentes conceptos por

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ellos aportados y también se recolectó información a partir de las fuentes secundarias como artículos de autores lacanianos, investigaciones de psiquiatría, y de sociología. Esta revisión se hizo con el fin de establecer la particularidad de lo que cada discurso tenía que decir acerca del suicidio y sus diferenciaciones en este caso con el psicoanálisis, así como la pertinencia e importancia que tiene el presente trabajo para la disciplina desde la cual se trabaja.

De esta forma a partir de la formulación de la pregunta se procedió a la elaboración de los objetivos y de las categorías de análisis lo que fue realizado entre agosto del 2007 y octubre del 2008. Esta Pregunta se respondió por medio del análisis y la lectura crítica de los autores Freud y Lacan en lo que se refiere a sus conceptualizaciones sobre el suicidio, la pulsión de muerte, la identificación, Angustia, verdad, pasaje al acto y acting out estableciendo no solo la relación de cada uno de estos con el suicidio, sino la articulación entre estos conceptos para dar cuenta del suicidio.

Elaboración de la discusión y conclusiones.

En el apartado de conclusiones se realizó la síntesis de los resultados, y la discusión acerca de los diferentes estudios no solo de las fuentes primarias sino también las secundarias, en donde además se recurrió a artículos de periódicos, de instituciones legales y médicas, que se han hecho entorno al suicidio en los cuales se evidenció una marcada diferencia para abordar la pregunta, así como el lugar del sujeto en cada uno de ellos, además de que se notó una gran preocupación en algunos de los artículos por la

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manifestación creciente del fenómeno lo cual da cuenta de que el suicida aunque rechace la cadena significante que le precede, con su acto no hace más que insertarse más en esta cadena quedando como un signo eterno para el Otro. Este último periodo del trabajo se realizó entre septiembre del 2008 y noviembre del mismo año.

Instrumentos Los instrumentos utilizados fueron documentos escritos y bases de datos de las obras de las fuentes primarias, artículos de internet de diferentes fuentes secundarias tanto psicoanalítica lacaniana como desde la sociología y la psiquiatría. La realización de una bitácora que permitió la organización de la información encontrada de las diferentes categorías de análisis.

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4 Presentación y análisis de Resultados

Las categorías de análisis abordadas permitieron dilucidar que el acto suicida es un acto pulsional, pues en éste se actúa lo que no se puede elaborar con palabras, un acto que satisface la meta de la pulsión de muerte que es la de la autoaniquilacion, la vuelta de lo vivo a lo inorgánico, es por esto que Lacan afirma que es una acto que tiene apariencia de ser logrado, en al medida en que implica un franqueamiento, pues apunta al “corazón del ser: el goce”(Miller, 1993. pág. 5), lo que devela a su vez sus relaciones con la angustia y con la verdad, pues el sujeto siente angustia cuando no sabe que objeto a, es él para el Otro, no quiere saber sobre esto, lo que se revela en el deseo de no ver, no ver que hay más allá de lo que se esconde tras la imagen ideal, no ver relacionado con el fantasma, y que le protege de aquella verdad ominosa para el sujeto que tiene que ver con la castración del Otro y la propia, y no saber del objeto que queda como resto, que es ese objeto que el sujeto es para el otro: a. Sin embargo, cuando el sujeto quiere saber franquea el límite y pasa al acto, este franqueamiento implica en los términos metafóricos que utiliza Lacan quitar el cuadro que se encuentra en el marco de la ventana y que protege al sujeto de ver lo que hay más allá de ésta.

En este acto el sujeto se enfrenta con la castración, con el objeto como falta, quedando a merced del vacío, de ahí que se pueda inferir que en la angustia la verdad retorne, pues si bien la angustia designa el objeto en su carácter de cesible, la verdad señala la muerte, y es con esto con lo que se enfrenta el sujeto cuando se encuentra con el vacío del objeto, con la muerte, pues cuando sabe, rechaza lo que sabe, ya no quiere saber, sin

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embargo a pesar del rechazo de esta verdad ya no vuelve a ser el mismo porque sabe, hay una trasgresión, un ver más allá lo que finalmente se es, y es esto lo que él rechaza de su historia por eso el suicida al no querer saber después de haber visto, se deja caer, en el vacío del objeto, en un acto que es de goce pues pone punto final a su vida en la satisfacción paradójica que implica el acabamiento del organismo.

Este dejarse caer en el vacío del objeto remite al concepto de identificación de Freud (1920) y la relación de ésta con el suicidio, pues sólo halla la energía psíquica para matarse aquel que mata al objeto con quien se han identificado y quien vuelve hacia sí un deseo de muerte dirigido hacia otra persona. Lacan retomando esta articulación de Freud refiere que el sujeto se identifica con el Otro primordial en el cual percibe una imagen ideal, una imagen que lo hace ver como una totalidad encubriendo el desmembramiento del cuerpo, desmembramiento que se manifiesta más acá del espejo y que es la imagen real del deseo fragmentado. Esta imagen real es la del deseo del sujeto fundado en el deseo del Otro, en tanto que mas allá del espejo se encuentra la imagen virtual, la relación imaginaria con el otro. De esta manera la imagen que reconoce en el otro, el sujeto la identifica a la imagen de la muerte, pues el sujeto se encuentra sometido a este otro, y en la identificación con este, se identifica a la imagen de la muerte que es la imagen real del deseo fragmentado, lo que explica que el amor sea una forma de suicidio, pues cuando el sujeto en el franqueamiento de la ventana se encuentra con la imagen fragmentada, se enfrenta con el objeto como falta, reduciendo la discordancia entre el yo y el ser que resuena en el nudo imaginario de la agresión suicida narcisista. Pues finalmente se encuentra con lo que él es como objeto para el Otro.

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Lo que evidencia que el intento de alcanzar la imagen real encubierta por el ideal solo se logra con el suicidio, pues detrás de esta imagen está lo real de la castración del vacío hacia el cual se precipita el sujeto. Retomando lo anterior se puede inferir que el suicida en la angustia se identifica a esa imagen de la muerte, al objeto como eterna ausencia.

Como se decía anteriormente el acto suicida implica un franqueamiento que lleva al sujeto a enfrentarse con el objeto como ausencia. Un franqueamiento de la ley que lleva al sujeto al corazón del ser que es el goce, y que por tanto, marca el descenso hacia la muerte. Descenso que satisface a la pulsión de muerte en su meta a la destrucción de la vida, a la vuelta hacia lo inorgánico. Es por eso que el acto suicida es el paradigma del acto. De ahí que Lacan establezca una relación con el acto analítico, pues en este acto hay una eyección del a que es soportado por el analista, es decir que el sujeto en su búsqueda de saber en el análisis, en un retorno hacia el punto original se enfrenta con la eyección del a, con la castración, lo que hace que el sujeto sepa algo de su verdad y retorne pero diferente, hay un cambio en el sujeto, porque sabe. Este acto se diferencia del suicidio en la medida en que en este último el sujeto se enfrenta con la eyección del objeto sin mediación, lo que hace que al embarcase solo en ese acto se enfrente a no ser más que un objeto cesible que cae de la cadena significante poniendo punto final a la vida.

Es por el franqueamiento que implica, que el acto suicida tiene apariencia de logrado; sin embargo no hay acto más que fracasado lo que se evidencia en la medida en

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que si bien el sujeto con este acto hace un rechazo del Otro, y se deja caer de la cadena significante poniendo punto final a su vida, esto no implica que por su autoaniquilación deje de ser, pues el ser es eterno en la medida en que se encuentra inscrito en el lenguaje.

En la relación del suicidio con el pasaje al acto, el sujeto emite un no radical al Otro, un rechazo al inconsciente y una identificación con el objeto cesible, razón por la cual hay una caída de la escena, es decir que el sujeto cae en identificación del objeto cesible, fuera de toda dimensión de reconocimiento, de toda enunciación. Este dejar caer es visto del lado del sujeto, pues en este momento el sujeto se anula con su barra de forma radical. Es por esto que el pasaje al acto es el paradigma del acto.

A diferencia del pasaje al acto suicida se encuentra el suicidio como acting out, en este hay una búsqueda de reconocimiento por parte del Otro es decir que es un acto que se encuentra en el nivel de la enunciación, y se hace en la escena, es decir que el suicidio por medio de una acting Out es un mensaje para el Otro, para obtener una interpretación, sin embargo, es por esto que se infiere que el sujeto en el acting out suicida no buscará morir realmente, sino hacer un llamado al Otro, llamado que en ocasiones hace las veces de un acto fallido en el cual el sujeto consuma el suicidio por accidente.

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5 DISCUSIÓN

Los resultados de esta investigación monográfica analizados previamente dan cuenta de que el suicidio es un acto que se realiza en medio de la angustia del sujeto por no saber que objeto a es para el Otro, el sujeto tiene un deseo de no ver, sin embargo en ocasiones franquea el velo que le impide ver, encontrándose con el objeto como cesible, como un objeto resto, es decir que se encuentra con un vacío al cual se precipita, en un rechazo, en un intento de no saber nada de esa verdad. Rechazo al saber del inconsciente, que se manifiesta en un dejar caer, en una precipitación por fuera de la escena en identificación con el objeto como falta.

Es decir que el sujeto se suicida al identificarse como un resto, un desecho que se deyecta y que le hace saber de la castración del Otro y de sí mismo. Es importante poner en correlación aquí el hecho de que Lacan designe al suicidio como un acto con apariencia de verdadero, de logrado, a la angustia como un afecto que no engaña, y a la verdad como aquello que señala a la muerte. En este sentido se pude decir que el sujeto tiene una pulsión mortífera que tiende a la autoaniquilacion, y que se manifiesta a partir de la compulsión a la repetición de una verdad de la que el nada sabe. En la angustia el sujeto franquea el velo que no le deja ver y se encuentra con la cesión del objeto, con el vacio, y se precipita en este. De ahí que la definición que Lacan da de la angustia como el momento de suspensión del sujeto, en un tiempo en que va a ser algo en el que ya no sabe dónde está, hacia un tiempo en el que ya nunca podrá reconocerse”(Lacan, 1957. Pág. 228), remite al acto suicida como un franqueamiento que el sujeto hace de la ley simbólica, ese no al Otro como

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rechazo a su historia subjetiva. Pues cuando el sujeto sabe, como se decía anteriormente hay un cambio, es distinto porque sabe, y el suicida no quiere saber nada, no quiere reconocerse en ese saber, a partir de lo cual recurre a la autoaniquilacion.

Estos resultados arrojados por la teoría psicoanalítica en esta investigación monográfica difieren en alto grado de las investigaciones sobre suicidio que se desarrollan desde la psiquiatría y la sociología en la medida en que para empezar no se formulan una pregunta acerca de lo que pasa en el sujeto que se suicida, sino que lo plantean en términos de las posibles fallas que se manifiestan en la sociedad y en la familia. Lo anterior se evidencia en dos de los antecedentes. El primero de los cuales era una investigación de psiquiatría Suicidios Consumados por Pacientes Psiquiátricos en la cual se planteaban la hipótesis de que el suicidio es multicausado, los resultados arrojados en esta investigación dan cuenta de que en efecto el suicidio no es consecuencia de un factor aislado, sino que es multidetrminado por factores como la familia, enfermedad psiquiátrica, comorbilidad encubierta, cambios de institución, o salida de ésta, y abandono. A partir de esto se hacía la propuesta de una de una intervención interdisciplinar que abordara cada uno de los factores mencionados. En el segundo artículo de referencia, se plantea que el suicidio es un síntoma de la desestructuración o patología de una sociedad, así lo que se obtiene con los índices de suicidio es el grado de desestructuración de la sociedad. De igual forma plantea que el suicidio es un hecho social que media en la relación individuo-sociedad, en la que la

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sociedad dependiendo de su estructura determina al individuo y lo aliena, a tal punto que determina no solo su historia individual sino también su muerte voluntaria.

Otro artículo revisado sobre este tema es el realizado en el Centro de Referencia Nacional sobre Violencia - INML y CF, de Medicina Legal, en el cual el suicidio es un acto influenciado por la liberación de las ideas religiosas, la diversificación de los roles sociales y económicos, la diferenciación de espacios que lleva a la exclusión, y marginalización de adultos mayores en al medida en que la sociedad no hay medios ni metas institucionales que permitan un vínculos de los adultos con las instituciones sociales. De igual forma se plantea como factor la diversidad de roles y de escenarios de acuerdo con estos, así como las relaciones de pares y de pareja entre jóvenes que contrastan con la debilitación de los lazos familiares que son ocasionados por el ausentismo de los padres. Así teniendo en cuenta la diversidad de roles que llevan a que el lugar de trabajo se encuentre aparte del lugar de la residencia, y la mayor participación que tiene la mujer en la economía, una ruptura de los vínculos antes mencionados según la investigación implica una “dislocación en la motivación que tiene el individuo atado a una sociedad”(medicina legal, 1999. Pág. 11), así mismo otra causa de suicidios encontrada en esta investigación es la insuficiencia de los medios para el cumplimiento de diversas metas que tienen los individuos, a partir de lo cual el suicidio seria una manifestación de la imposibilidad de transformar dicha realidad.

Otra causa de depresión y el suicidio según la Corporación Avre (2008) es la situación social que se vive actualmente en donde hay condiciones de exclusión social,

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carencias afectivas y pocas posibilidades para asumir el papel esperado en la sociedad lo que dificultaría el sentido de pertenencia y la identidad. De igual forma en este mismo artículo se plantea que el suicidio es un indicador del padecimiento subjetivo y malestar social en la población colombiana.

Asimismo en el DSM IV plantea que en la ideación suicida hay una ausencia de la finitud de la vida y presencia de fantasías en las que la muerte se manifiesta como una posibilidad de venganza, de unión con un objeto perdido, de expiación o de sacrificio. El intento de suicidio podría expresar un recurso a partir del cual el sujeto podría cambiar de situación. De igual forma se evidencia en estos sujetos una necesidad de utilizar el suicidio para expresar el miedo, la rabia, culpa en correspondencia con una dificultad para recurrir otros mecanismos que no impliquen la destrucción de la vida para expresar sus sentimientos.

Estas investigaciones se plantean una preocupación en al medida en que el aumento en los índices de suicidio a nivel mundial pues constituye la decimo tercera causa de muerte en el mundo, pues se considera que cada hora 90 personas se suicidan en el mundo, cada 24 horas más de 2000 personas, y cada año 800000 personas aproximadamente ponen fin a su vida. En Colombia entre 5 y 6 colombianos de cada 100000 se quitan la vida. Y las cifras de suicidio en el 2006 fueron de 1751 y en lo corrido de los últimos años ha ido en aumento. De esta forma el suicidio actualmente está siendo considerado un problema de salud pública. En el que numerosas investigaciones y artículos tratan de esclarecer los

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posibles factores que llevan al suicidio, para tratar de establecer que se debe hacer para apaciguar dicho fenómeno.

Lo anterior da cuenta de lo que Lacan planteaba acerca de que el suicida se inserta mas en la cadena quedando como un signo eterno para el Otro, un signo que tiene una horrorosa belleza que conlleva a la formulación de múltiples preguntas que tropiezan con la imposibilidad de abordarlo todo, en la medida en que él mismo da cuenta de algo que no se puede elaborar por medio de la palabras y que siempre va a quedar como un resto irreductible a la significación.

De igual forma el suicida como signo da cuenta una vez más de la diferenciación que hay entre psiquiatría, sociología y psicoanálisis, pues en psiquiatría es un signo de una patología, de los diversos factores que hay en la vida cotidiana del sujeto, de la familia, y de los cambios. En la sociología es signo del vínculo individuo sociedad, así como de las patología de las estructuras de esa sociedad. En tanto que en psicoanálisis es un acto que satisface la pulsión de muerte, y da cuenta de un franqueamiento del velo que separaba al sujeto de saber que objeto a se es para el Otro, saber que le es insoportable y a partir del cual se deja caer en identificación con el objeto deyecto. Objeto que es irreductible a toda significación. .

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6 Conclusiones

El suicidio del sujeto tiene una relación estructural con la pulsión de muerte en la medida en que el suicidio realizaría su meta que es la de retornar a lo inorgánico, es por esto que el goce en el cuerpo marca el descenso hacia la muerte, pues el gozar del cuerpo propio remite a la parte de la pulsión mortífera que se queda en el interior del cuerpo y que tiende a la aniquilación de la propia vida. En este sentido el suicidio es un acto que se deriva de la pulsión en tanto no se articula con palabras, sino que se actúa para obtener un goce haciendo efectiva su falta en la cadena significante.

Hay una relación estructural entre identificación y suicidio en la medida en que hay una tendencia agresiva del sujeto desde el comienzo mismo de la relación con el otro a partir del cual forma su yo, tendencia agresiva en la medida en que el otro se muda en su propia imagen, una imagen que se ama y se odia, imagen siempre evanescente, y que sólo es posible alcanzar como lo demuestra narciso en la caída, en la muerte.

El nexo entre suicidio y angustia se encuentra en el momento en que el sujeto se enfrenta en un momento de cesión subjetiva en el cual se manifiesta lo que él es para el Otro como objeto a como un objeto cesible, un objeto faltante. De esta forma cuando el sujeto franquea el i (a) se encuentra con lo horroroso de la castración, del fenómeno de borde a partir del cual el sujeto atraviesa la ventana y se lanza al vacío en un intento de alcanzar al objeto que en la medida en que la falta le es estructural, no es más que falta del Otro.

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La relación entre suicidio y verdad se encuentra en que esta última señala la muerte, que se manifiesta en la compulsión a la repetición en la pulsión mortífera que tiende al retorno de la muerte. En la repetición el sujeto se encuentra contorneando al objeto que se caracteriza por ser eternamente perdido, cuando el sujeto franquea el límite, quita el cuadro del marco de la ventana y lo horroroso de su verdad le retorna, pues el sujeto se enfrenta con un vacío, un hueco, no con el objeto si no con su eterna falta. En este momento la verdad señala a la muerte en la medida en que el sujeto se enfrenta con su castración, y se precipita en el vacío autoaniquilándose.

Hay una relación estructural entre el suicidio y el acto en la medida en que el suicidio es el paradigma del acto pues implica una transgresión, un franqueamiento sin mediación que enfrenta al sujeto con algo de su verdad, algo que hace que retorne al momento original, que marca su historia subjetiva y que le hace encontrarse con lo que él es como objeto para el Otro, con un vacío. El suicidio a pesar de que tiene apariencia de un acto logrado en la medida en que lleva hasta el límite la realización de la satisfacción pulsión de muerte como retorno a lo inanimado, no lo es en la medida en que si bien es un acto que pone punto final a algo, ese punto no significa que el sujeto deja de ser lo que ha sido, al contrario, como se decía anteriormente aunque el sujeto con el suicidio quiera salir de la cadena y rehusar a lo que es en el discurso que le precede con el acto suicida se interna más en la cadena, y se queda como un signo eterno para el Otro.

En el pasaje al acto suicida el sujeto se barra de forma radical y rechaza al inconsciente, de esta forma es un acto que se hace por fuera de toda enunciación, y

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reconocimiento, es un no al Otro, así el sujeto se deja caer de las escena en identificación con el objeto que cae.

En el acting Out suicida el sujeto se encuentra en la escena, necesita del Otro como espectador, en la medida en que su acto es un mensaje para el Otro, un mensaje que busca una interpretación de algo que ese Otro no ha tenido en cuenta. Al desarrollarse en la escena es una tentativa que no tendría por finalidad consumar el suicidio sin embargo, en el caso de consumarlo remitirá a las operaciones fallidas en las cuales el sujeto por accidente acaba con su vida.

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7 Recomendaciones Dado que la presente monografía se centro en las relaciones del acto a la pulsión, identificación, angustia, verdad, y acto. Y no se indagó las relaciones del suicidio al superyó y a la estructura del deseo, sería importante que en próximas investigaciones sobre este acto se tomaran en cuenta dichas relaciones.

Asimismo como el presente trabajo solo se centró en el acto suicida consumado, y no se centró en la ideación suicida, ni en la tentativa suicida que no termina en muerte, sería importante que en próximos trabajos se retomen estos conceptos.

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