Felipe Trigo. Vida arcaica, feliz e independiente de un español representativo. Club de Lectura y Cine Leer en Imágenes

Jarrapellejos Vida arcaica, feliz e independiente de un español representativo Felipe Trigo V Club de Lectura y Cine “Leer en Imágenes” Biblioteca J
Author:  Alfredo Paz Castro

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Jarrapellejos Vida arcaica, feliz e independiente de un español representativo

Felipe Trigo

V Club de Lectura y Cine “Leer en Imágenes” Biblioteca Jesús Delgado Valhondo. Mérida Diciembre Diciembre 2013 http://www.bibliotecaspublicas.es/merida

JARRAPELLEJOS. La novela Jarrapellejos se considera la novela cumbre de Felipe Trigo. Está inspirada en los crímenes de la joven de 18 años Inés Mª Calderón Barragán y de su madre Dª. Catalina Barragán, ocurridos en la noche del 18 al 19 de junio de 1902 en Don Benito. La narración es una acerada denuncia del caciquismo, simbolizado en el personaje de Pedro Luis Jarrapellejos.

La crítica social de Felipe Trigo en JARRAPELLEJOS Felipe Trigo ofreció una visión panorámica de la burguesía de principios del siglo XX en su novela Jarrapellejos (1914). Su atención recayó de manera especial en el tratamiento que se daba a la mujer en una sociedad marcada por el caciquismo, los abusos y la inmoralidad de los poderosos. Trigo nos muestra la vida de una colectividad rural, presentando varias historias entretejidas y enlazadas todas ellas por la omnipotencia de Pedro Luis Jarrapellejos, dueño y señor de La Joya, elemento obstaculizador de todo progreso nacional y hasta privado. El cacique maneja todos los hilos de la política local y compra, por las buenas o por las malas, a las mujeres que desea. La novela refleja la vida vana y superficial del pueblo, con una juventud carente de ideales, que se aburre, donde reinan los prejuicios más ancestrales. La imagen de la mujer en Jarrapellejos Jarrapellejos se moldea, o bien como símbolo de la hipócrita moral imperante en la época, o Publicación de Jarrapellejos en 1914 bien como víctima de la violencia, la prostitución, la ignominia, etc. Por lo tanto, los personajes femeninos en esta novela se pueden dividir en dos grupos: las «señoras» (Orencia, Purita Salvador, Ernesta, etc.), que llevan una doble vida para satisfacer sus apasionados impulsos sexuales; y las «humildes», que solo sirven para que los señoritos se diviertan con ellas. Un caso aparte es el de Isabel, que rechaza a todos los ricos deseosos de comprar sus favores y que representa el «amor verdadero». En Jarrapellejos encontramos englobadas tanto la aristocracia como la alta burguesía en el mismo nivel acomodado dentro de la sociedad de principios del XX. Ya desde los primeros capítulos captamos que Felipe Trigo personifica en la mujer burguesa la imagen de una clase social superior. Vicios y virtudes entran en la retina del cuerpo social a través de sus comportamientos y actitudes.

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Con respecto al matrimonio, Trigo pinta una visión triste de este. En la mayor parte de los casos resulta ser un medio para consolidar un falso prestigio social. Así, por ejemplo, Ernesta accede a casarse con un viejo conde para disponer de un título nobiliario, rechazando el amor de Octavio, un joven burgués con pretensiones revolucionarias. En otras ocasiones sirve para encubrir la pérdida de la virginidad, como se pone de manifiesto con Purita Salvador, que se queda embarazada de un pastor; en los últimos meses de gestación mantiene relaciones sexuales con su novio de siempre y, al final, acaba casándose con Saturnino, jugador, borracho y calavera, que se enamora perdidamente de la herencia de la joven. La corrupción, presente en todos los órdenes de la vida social, también forma parte de la vida familiar. En ocasiones la pareja llega a un acuerdo tácito por el que, sin romper la apariencia de la institución familiar, permite la disolución total de esta. El matrimonio, en el caso de Orencia y Eusebio, supone para ella la liberación de una serie de convenciones, ya que su marido legal es el que da el primer apellido a sus hijos, mientras que el padre biológico de estos es don Pedro Luis Jarrapellejos, su amante. En efecto, la muchacha soltera debe guardar unas estrictas normas morales, ya que de lo contrario sobreviene su marginación social. Por el contrario, la casada disfruta de una gran libertad con tal de que, eso sí, sepa mantener las apariencias. Para Trigo el matrimonio no es cuna, sino la tumba del amor. En Jarrapellejos resulta casto y moralmente aceptado resignarse a ser carne de placer, un mueble de lujo, una materia explotable, descendiendo de este modo a la categoría de prostituta. Sin voluntad y sin conciencia, Ernesta, Orencia y Purita miman al hombre con quien cohabitan, solo porque haciéndolo así creen cumplir con su obligación. Les han dicho que sus deberes de casadas les imponen que satisfagan los caprichos del esposo. Sus caricias adquieren con mucha frecuencia el carácter de las que se prodigan en los lupanares. Felipe Trigo critica duramente el talante religioso de un grupo social alto que utiliza la religión como cobertura de su hipócrita moral. También arremete contra la vida vacía, licenciosa y lujuriosa de sus personajes femeninos, vida presidida a menudo por la trampa y la frivolidad. Frivolidad en sus planteamientos, en sus objetivos, en su comportamiento, que en el súmmum del fariseísmo les permite convertirse en guardianas de los principios trascendentes de la sociedad. Con respecto a la clase social más baja, representada en Jarrapellejos por el campesinado, en este nivel nos encontramos a una mujer semianalfabeta, con un sentimiento religioso espontáneo muy arraigado, con gran apego a la tradición, con un sentido muy claro de las relaciones patriarcales que rigen la vida rural, con un vivo respeto a la autoridad paterna de la que a veces resulta víctima, como es el caso de Petra, joven que fue violada por su propio padre. La mentalidad de la mujer campesina es conservadora y se muestra reacia a todo lo que suponga una alteración en las formas de vida tradicional. Por ello, Felipe Trigo hace una dura crítica al servilismo sexual al que es sometida la mujer por medio de la llamada ius primae noctis (derecho de pernada), plenamente vigente a comienzos del siglo XX en España y, de manera especial, en las zonas rurales del suroeste. El poder económico, político y personal del cacique, don Pedro Luis, es el aval que le garantiza hacerse con la joven virgen que él desee a cambio de una limosna.

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Por norma general, la mujer campesina no padece hambre, pero se ve sometida a una dura vida de trabajo. En el campo, la jornada laboral afecta tanto al hombre como a la mujer. Como contrapartida, la mujer tiene que llevar a cabo además las tareas domésticas, y es habitual que se incorpore a la labor en hora más tardía, cuando ya ha dejado ultimados los quehaceres de la casa. Por lo demás, el ritmo de trabajo de las mujeres en toda empresa de carácter familiar tiende al máximo rendimiento, tal es el caso de Isabel y su madre, que trabajan de sol a sol para abastecer a La Joya de pan. Sin embargo, la vida en el campo no solo se reduce a duro trabajo y disfrute de fiestas. En periodos de sequía o de plagas, el pan escasea y la mujer se lanza a vender su cuerpo para poder alimentar a sus propios hijos. Es entonces cuando se hace fehaciente que «la miseria sirve para prostituir a las mujeres y para volver a maridos borrachos y gandules. Régimen de servilismo, en fin, que envejece los cuerpos y las almas de pura hambre y porquería, mal disimuladas por las cloróticas muchachas con caretas de albayalde». La Joya es el típico reflejo de una sociedad enquistada en una serie de vicios, opresiones, servilismos, explotaciones y abusos, que animalizan a las clases más pobres, subyugándolas a una tradición perniciosa que no fue creada por ellas y que se les ha impuesto hasta dominarlas. Todo ello da origen a una comunidad hermética que ahoga todo brote de rebeldía o cambio. Felipe Trigo, mediante ellas, quiere poner de manifiesto la impotencia en la que se sume España ante cualquier intento de regeneración. Una sociedad anclada en un pasado obsoleto y anacrónico, degradada ya en esencia, sin principios ni valores humanos, cuando descubre entre algunos de sus miembros la pureza de un amor verdadero, reacciona con una extrema violencia para extirpar dicho «quiste» de raíz y evitar así posibles rebrotes del mismo. Por María Jesús Zamora Calvo, profesora titular de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid.

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JARRAPELLEJOS. La película DIRECTOR: Antonio Giménez Rico. AÑO: AÑO: 1988. DURACIÓN: 90 min. GUIÓN: GUIÓN: Antonio Giménez Rico, Manuel Gutiérrez Aragón (basado en la novela Jarrapellejos de Felipe Trigo). MÚSICA: Carmelo A. Bernaola. FOTOGRAFÍA: José Luis Alcaine. PREMIOS: Goya al Mejor Guión Adaptado1989. REPARTO: Antonio Ferrandis (Pedro Luis Jarrapellejos), Juan Diego (Saturnino), Lydia Bosch (Ernesta), Amparo Larrañaga (Purita), Joaquín Hinojosa (Juan Cidoncha), Aitana Sánchez-Gijón (Isabel), Carlos Tristancho (Mariano), Florinda Chico (Mª del Carmen), Miguel Rellán (Gato), José Coronado (Octavio Trillo) y José Mª Caffarel (juez). SINOPSIS: Extremadura, 1912. Don Pedro Luis Jarrapellejos es el cacique de La Joya, el dueño y señor de vidas y haciendas. Nombra o destituye alcaldes y gobernadores. Hace y deshace matrimonios. No hay nada que no pueda conseguir, excepto a Isabel, bella y humilde adolescente que lo rechaza. Un día, Isabel y su madre aparecen violadas y asesinadas en su propia casa.

ANTONIO JIMÉNEZ RICO Director de cine y guionista español nacido el 20 de noviembre de 1938 en Burgos. Se licenció en Derecho por la Universidad de Valladolid y también cursó estudios de Periodismo y piano. Fue ayudante de dirección de Vittorio Cottafavi y de Eugenio Martín, entre otros, antes de debutar como director. Es autor de varios documentales y en 1971 comenzó su colaboración para televisión donde dirigió las series Plinio y Página de sucesos, sucesos así como el mediometraje titulado La balada del pequeño soñador y algunos episodios de Los libros, libros Cuentos y leyendas leyendas, as Crónicas de un pueblo, pueblo La máscara negra y Rasgos. Rasgos En 1965, un año antes de realizar su primer largometraje, dirigió el corto Crónica. Crónica Entre 1988 y 1992 fue presidente de la Academia Española de cine. 5

El cine de Antonio Giménez Rico se caracteriza por aunar títulos cargados de personajes profundos con tramas basadas en hechos reales. Ha adaptado para el cine novelas españolas, así como tramas extraídas de situaciones reales con una tremenda fuerza descriptiva y visual. Algunas de sus películas son: El hueso hueso (1967), El cronicón (1970), Retrato de familia (1976), Vestida de azul (1983), El disputado voto del Sr. Cayo (1986), Jarrapellejos (1988), Soldadito español (1988), Las ratas (1997), Primer y último amor (2002), Hotel Danubio (2003) y El libro de las aguas (2008).

ANTONIO FERRANDIS MONRABAL Nació el 28 de febrero de 1921 en Paterna (Valencia). Se graduó en Magisterio y entrada la década de 1940 se inició en el mundo de la interpretación, primero en pequeñas compañías y, desde 1950, en la de Antonio Vico. En 1952 fue reclamado por José Tamayo para intervenir en el estreno en España de Muerte de un viajante, viajante de Arthur Miller, junto a Francisco Rabal. Más tarde, se labró una reputada carrera teatral con obras como El rinoceronte de Eugène Ionescu o Los verdes campos del Edén de Antonio Gala. En 1972 llegó a crear su propia compañía con la que puso en escena la obra Niebla de Miguel de Unamuno, entre otras. Debutó en el cine en 1953 con Ha desaparecido un pasajero, pasajero de Alejandro Perla. En los siguientes 40 años intervino en más de un centenar de películas, algunas de ellas obras cumbre en la historia del séptimo arte en España. Estuvo bajo las órdenes de cineastas como: Ladislao Vajda (Carne Carne de horca, horca 1953 y Marcelino pan y vino, Plácido, vino 1955), Luis García Berlanga (Plácido Plácido 1961; El verdugo, verdugo 1963 y La escopeta nacional, Historias de la televisión, nacional, 1978), José Luis Sáenz de Heredia (Historias televisión 1965), Mario Camus (Con Con el viento solano, Sor Citroen, solano 1966), Pedro Lazaga (Sor Citroen 1967; Vente a Alemania, Pepe, Pepe 1971), Luis Buñuel (Tristan Tristana Varietés, Mi querida Tristana, 1970), Juan Antonio Bardem (Varietés Varietés 1971), Jaime de Armiñán (Mi señorita, Volver a empezar, señorita 1972 y El amor del capitán Brando, Brando 1974), José Luis Garci (Volver empezar 1982, Óscar a la mejor película de habla no inglesa), Antonio Giménez-Rico (Retrato Retrato de familia familia, ia 1976 y Jarrapellejos, Jarrapellejos 1988, nominación al Premio Goya como mejor actor protagonista), Francesc Betriu (Requiem Requiem por un campesino español, Extramuros, español 1985) o Miguel Picazo (Extramuros Extramuros 1985). Tuvo una larga trayectoria profesional no sólo en cine y teatro sino también en televisión. El papel de “Chanquete” en la serie Verano azul (1981) le catapultó como fenómeno social. Falleció el 16 de octubre de 2000 en Valencia a los 79 años de edad.

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FELIPE TRIGO SÁNCHEZ-MORA Nació el 13 de febrero de 1864 en Villanueva de la Serena, en el seno de una familia relativamente acomodada, cuyo padre era ingeniero. Tras la temprana muerte de éste siendo él niño, Felipe y sus hermanas malvivieron de una herencia que administraba su madre. Felipe Trigo cursó el bachillerato en Badajoz y la carrera de medicina en el Hospital de San Carlos de Madrid. Tras licenciarse, casado ya con su compañera de facultad Consuelo Seco de Herrera, ejerció como médico titular en los pueblos pacenses de Trujillanos y Valverde de Mérida. Hastiado de la vida rural, entró por oposición en el Cuerpo de Sanidad Militar. Su primer destino fue Sevilla, donde comenzó con la actividad periodística que ya había intentado en Madrid. De Sevilla pasó a Trubia (Asturias) como médico de la fábrica de armas. Años después marchó voluntario a unas Filipinas en plena Felipe Trigo pintado por Rafael de Penagos rebelión. Siendo capitán médico, fue destinado a Fuerte Victoria, un destacamento de prisioneros tagalos, donde estuvo a punto de perder la vida durante una escaramuza. Los sublevados le asestaron no menos de siete machetazos, dejándolo por muerto. Trigo, sin embargo, consiguió huir a campo través en espantosas condiciones. Con una mano inutilizada, fue repatriado con el grado de teniente coronel mutilado de guerra. La prensa le recibió como "el héroe de Fuerte Victoria" y llegó a ser propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando. Para explotar su éxito, escribió La campaña filipina: Impresiones de un soldado (1897), colección de artículos sobre la situación en Filipinas. Rechazando la posibilidad de capitalizar políticamente su celebridad, en 1900 se retiró del Ejército y fijó su residencia en Mérida, concretamente en el nº 18 de la calle Holguín junto a su mujer y sus cuatro hijos, para dedicarse en exclusiva a la literatura. En la ciudad extremeña tuvo amistades literarias como el escritor y poeta Luis Moreno Torrado, director del semanario La República; República Eugenio Macías, empresario y primer presidente del Liceo de Mérida y Francisco Corchero, en cuya imprenta se imprimieron los dos volúmenes de Las Ingenuas (1901), primera novela de Felipe Trigo con la que obtuvo un éxito arrollador tanto en España como en América, la cual, con el paso del tiempo, le convertirá en el novelista más vendido de su tiempo. Quiso que apareciera en la portada la fotografía de una de las amigas de su hija mayor Luisa, pero como la joven pertenecía a una familia respetable y la temática de la novela era de alto contenido erótico, su deseo no pudo ser cumplido.

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No faltaba a la tertulia Pablo Díez Fernández, gran articulista y hombre muy apreciado en Mérida que escribía con el seudónimo de “Sansón Carrasco” en el bisemanario El Noticiero Extremeño. Extremeño Otros asiduos eran: Juan Sáez López y Enrique Crespo (director y profesor de Historia del colegio Santa Ana respectivamente, ambos de Zafra) Francisco Ramas (primer crítico de su primera novela) y Tomás Lancho Sánchez (propietario del comercio “La Verdad” en la calle san Francisco de Mérida). Felipe Trigo asistía a las tertulias médicas formadas por: Pedro Romero, cuya fama como cirujano traspasó las fronteras emeritenses; los hermanos Félix y Andrés Valverde Lillo, una saga de médicos que aún perdura; Antonio Fadón, director médico del hospital psiquiátrico; Antonio Ossorio, Julián Lergo y Antonio Sancho. Dicho éxito le permitió llevar una vida de lujo, a caballo entre su Extremadura natal y las dos casas que poseía en Madrid: una en la calle Ferraz y un hotelito llamado “Villa Luisiana” en la Ciudad Lineal. También le dio acceso a los círculos sociales más selectos, ganándose fama de gran señor, dandy y donjuán. En menos de quince años, publicó diecisiete novelas, varias novelas cortas (en las célebres y popularísimas colecciones El Cuento Semanal, Semanal primero, y La Novela Corta, Corta ya al final de su vida) y varios relatos, todos ellos con gran acogida del público. En pleno apogeo de su popularidad, el 2 de septiembre de 1916, a las 10:30 h., Felipe Trigo, como si quisiera despedirse, entró en “Villa Luisiana”, traspasó el amplio vestíbulo y fue, una por una, entrando en todas las estancias. Cuando llegó al cuarto de su hijo Félix se apoderó de un revolver que éste guardaba en la mesita de noche, bajó, cruzó el comedor, entró en su despacho y acabó de un tiro con su vida, siendo enterrado en el cementerio de Canillejas. Sobre la misma mesa en la que habían nacido maravillosas obras escribió: “Perdonarme todos, yo estoy seguro de que nada os serviría más para prolongar algunos meses vuestra angustia viéndome morir. Pensar que en esta catástrofe fue motivo el ansia loca de crearos alguna posición más firme. ¡Perdonarme, perdonarme, Consuelo mártir mía, hijos de mi alma! Si mi vida fue una equivocación fue generosa. Con la única preocupación vuestra por encima de todos mis errores. Que sirva esta de mi voluntad de testador para declararos herederos míos de todos mis derechos.” Perdón. Felipe Trigo Las razones de su suicidio no están por completo claras. Lo más probable es, que la enfermedad que en realidad temiese fuera la locura, que venía acechándole de antiguo en forma de una aguda neurastenia. El propio escritor narra en su novela póstuma Si sé por qué (1916) un intento anterior de suicidio que, supuestamente, habría llevado a cabo en 1911 durante una estancia en Buenos Aires.

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“EL EL TRASTORNO BIPOLAR QUE PADECÍA FELIPE TRIGO LE LLEVÓ AL SUICIDIO” SUICIDIO El médico y escritor Víctor Guerrero Cabanillas, natural de Esparragosa de Lares y vecino de Villanueva de la Serena, tras una profunda investigación realizada sobre la vida y obra del autor para la creación de su libro Felipe Trigo, desorden mental y creatividad creatividad literaria, afirma que, en este trabajo hace hincapié en algunos rasgos de la personalidad de Felipe Trigo muy poco conocidos y en sus enfermedades, centrándose, sobre todo, en el trastorno afectivo-bipolar que ejerció sobre el autor una gran influencia favoreciéndole su creación y producción literaria; pero incapacitándole para poder seguir escribiendo, cosa que le aterrorizaba, lo que llevó al suicidio. Guerrero sostiene que, el trastorno bipolar se manifiesta con periodos de normalidad y una conducta razonable, para entrar, sin que se sepa porqué, en periodos de una profunda depresión u otros donde se produce una imagen especular opuesta, que, en cierto modo, aunque realmente no sea así, se manifiesta con una alegría tumultuosa, optimista, conductas arriesgadas, irritabilidad, suspensión de la conciencia crítica, y desinhibición sexual e, incluso, con comportamientos promiscuos. “Esto no quiere decir que yo quiera catalogarle aquí desde el punto de vista moral, sino en el hecho de que, efectivamente, era un enfermo y esa enfermedad, entre otras sintomatologías, tenía la de producirle estas alteraciones de su conducta sexual. A estos enfermos les afecta muchísimo el sufrimiento de los demás, sobre todo si es debido a afrentas sociales o a algo que tenga que ver con las injusticias sociales. Y, precisamente, esta disposición suya para darse cuenta del sufrimiento de los demás, es lo que va a colorear su producción literaria. Evidentemente, este trastorno bipolar que padecía Trigo le llevó al suicidio. En aquella época no existían tratamientos farmacológicos, y estos enfermos eran un poco abandonados a su suerte. Contaban únicamente con el apoyo afectivo familiar, y él recurría mucho, además, a sus huidas al campo o fuera de Madrid. Creo que Felipe Trigo fue un hombre en permanente búsqueda del hogar perdido en su niñez de Villanueva de la Serena. Se explican así esos viajes tan extravagantes que hizo a París o a Buenos Aires.”

Declaraciones de Víctor Guerrero Cabanillas al diario Hoy. Hoy. 14 de diciembre de 2006.

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SU OBRA En su juventud, Felipe Trigo profesó un socialismo marxista ortodoxo remitiéndo a El Socialista una serie de nueve artículos con el nombre genérico de «Las plagas sociales» que se publicaron desde el 17 de agosto de 1888 al 8 de febrero de 1889. Uno de ellos titulado La prostituta (1888) ocasionó la primera denuncia sufrida por el semanario socialista y por el cual respondió su director Pablo Iglesias. Más adelante evolucionó a un reformismo radical pequeño-burgués, en la línea de Melquíades Álvarez (fundador en 1912 del partido Reformista y presidente del Congreso de los Diputados entre 1922 y 1923), al que dedicó el prólogo de Jarrapellejos, Jarrapellejos su principal obra. Su experiencia como estudiante forastero en la capital española la plasmó en la novela En la carrera (1906). En la mayor parte de sus novelas y relatos cortos, al mismo tiempo que describía la burguesía provinciana y la hipocresía de su comportamiento, defendía con ingenuidad la tesis de la liberación erótica y sexual como vía de salvación colectiva. Con Las ingenuas (1901), Alma en los labios (1902), La sed de amar (1902), Del frío al fuego (1906), La altísima (1907), La bruta (1908), Sor demonio (1909), Las Evas del Paraíso (1909), El cínico (1909), Mi prima me odia (1909), Mi media naranja (1910), Además del frac (1910), El papá de las bellezas (1913) y A prueba (1910) provocó un gran escándalo. En plena dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) circulaban con perfecta normalidad colecciones de novelas eróticas mucho más osadas que las suyas; Rafael de Penagos exponía sus dibujos y se vertían opiniones políticas de Dibujo de Rafael de Penagos mucha dureza, pero la causa del escándalo producido por Felipe Trigo fue, en parte, por el hecho de ser el primero en romper los tabúes, y, sobre todo, porque lo hizo desde una perspectiva de literatura totalmente seria. Otras obras fueron: El semental, semental Los invencibles y El domador de demonios, demonios todas ellas se cree que fueron escritas en 1914. También escribió los ensayos Socialismo individualista (1904), El amor en la vida y en los libros (1907) y Crisis de civilización (1915). Sus novelas póstumas fueron: En camisa rosa (1917), En mi castillo de luz (1916) y la incompleta Murió de un beso (1925). El autor es, sin embargo, más recordado por dos obras en las que, aunque lo erótico está también presente, priman sus inquietudes regeneracionistas, cercanas a las ideas de los miembros de la generación del 98. Son éstas El médico rural (1912), en la que, con abundantes elementos autobiográficos, critica enérgicamente la miseria y la ignorancia en la que viven los campesinos extremeños; y, sobre todo, Jarrapellejos (1914), que denuncia los males del caciquismo en la sociedad española de la Restauración. Ésta novela la escribió en poco menos que un mes, fue varias veces reeditada y llevada al cine por Antonio Giménez-Rico en 1988. Durante la dictadura franquista, sobre Felipe Trigo, como sobre tantos otros escritores de su época y características, cayó el silencio editorial y crítico. Sólo a partir de la Transición se reeditaron sus novelas más importantes. El Premio Felipe Trigo de Novela se creó en 1981 en homenaje al escritor nacido en Villanueva de la Serena (Badajoz) en 1864 y lo concede el Ayuntamiento de dicha localidad cada mes de diciembre. 10

RAFAEL DE PENAGOS ZALABARDO Rafael de Penagos (1889-1954) fue un dibujante y pintor español, creador en España de la ilustración Art Déco, el estilo que marcó la incorporación de los lenguajes de la modernidad en la vida cotidiana. Influyó sobre el estereotipo de moda de la mujer de su época: delgada, fumadora, deportista, amante de los bailes y de lo exótico. Recibió la medalla de oro de la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París en 1925. Su hijo Rafael de Penagos fue poeta y actor, además de actor de doblaje y en 1964 recibió el Premio Nacional de Literatura por su obra Como pasa el viento. viento.

Autorretrato del pintor.

Este cartel se reprodujo en azulejo para la fachada de los desaparecidos “Ultramarinos Ultramarinos ZANCADA” ANCADA situados en la calle Santa Eulalia de Mérida y que se puede seguir contemplando ya que la fachada ha sido respetada por la tienda de regalos que actualmente ocupa el local.

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Rafael de Penagos pintó carteles publicitarios para renombradas marcas comerciales y colaboró con diversas publicaciones como La esfera, esfera ABC o Nuevo Mundo. Mundo

Dibujo para un anuncio de la colonia “Álvarez Gómez”

Documento realizado por Vicenta Hernández. Club de lectura y cine “Leer en Imágenes” de Mérida.

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