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LAS GRANDES CORRIENTES DE LA LITERATURA EN EL S. XX I. INTRODUCCIÓN La aceleración de la historia da al s. XX un ritmo vertiginoso: guerras, cambios sociales, políticos, geopolíticos, religiosos, ideológicos, avances científicos, crean un marco absolutamente diferente con respecto a los siglos anteriores. I.1. Cambios socio-políticos Se trata de un siglo marcado por: I Guerra Mundial, periodo de entreguerras (Felices años 20, totalitarismos: Comunismo de Stalin, Fascismos, Hitler), II Guerra Mundial, Guerra Fría (Comunismo/Capitalismo), sociedad de consumo, movimientos revolucionarios y contraculturales, consumismo, problema energético, nuclear, comunicación de masas. “El siglo XX ha sido con frecuencia la historia de utopías que han acabado en campos de concentración” (Octavio Paz) I.2. Pensamiento científico Las ideas firmes sobre las que se asentaba el conocimiento quedan radicalmente transformadas por los nuevos hallazgos (Física, Matemáticas, Genética…) Se acumulan los avances de la física atómica (energía nuclear), la teoría de la relatividad, el progreso técnico, la televisión, los medios de transporte, la informática, la robótica, los transplantes, la ingeniería genética… El hombre ha ensanchado su dominio sobre la materia pero está sujeto a graves amenazas: guerras nucleares, contaminación, cambio climático… I.3. Pensamiento filosófico Marcado por la crisis del Positivismo y el Racionalismo decimonónicos, el siglo, desde sus comienzos, está marcado por las corrientes irracionalistas y vitalistas. Schopenhauer, Kierkegaard, Nietszhe (“Dios ha muerto”), Bergson, Heidegger, Albert Camus y Jean Paul Sartre son los filósofos más influyentes. Según la nueva visión, la esencia del hombre se reduce a su existencia; el hombre está en el mundo arrojado ahí, sin razón de ser y abocado a la muerte. El hombre es un ser para la muerte. Asumir esta condición con autenticidad lleva a la angustia existencial (Existencialismo). Por otra parte, el psicoanálisis de Freud contempla al hombre regido por impulsos elementales orientados al placer. La sociedad los reprime y los sepulta en el subconsciente. Así, en lo más hondo de la personalidad humana se acumulan los deseos frustrados y los impulsos reprimidos que determinan la conducta. La frustración y la angustia quiere ser liberada a través del Arte: Surrealismo. El Marxismo, por su parte, considera al Arte en general y a la Literatura en particular como un arma para transformar el mundo y liberar al hombre al menos como ser social.

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De este modo, puede concluirse que el ser humano, desde el punto de vista del Arte, puede contemplar el mundo de dos formas: - A través de la razón: literatura comprometida. - A través de la irracionalidad: evasión, Vanguardias, Arte por el Arte. En torno a estas dos concepciones se articulan los movimientos literarios del s. XX

II. MODERNISMO El término Modernismo se aplicó en el campo de las artes a una serie de tendencias europeas y americanas surgidas a finales del s. XIX. Anticonformismo y renovación son sus notas esenciales. Hacia 1890, RUBÉN DARÍO y otros asumen con orgullo una designación que tuvo en sus comienzos matices despectivos. Es un movimiento de ruptura total, una época y un ambiente que refleja la crisis de valores de fin de siglo. Existe un profundo desacuerdo con la moral burguesa: “Yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer” (Rubén Darío). Esta disconformidad se plasma en un aislamiento aristocrático y un refinamiento estético. Rubén Darío define el Modernismo como “la expresión de la libertad y el anarquismo en el arte”. II.1. Las influencias literarias que recibe nacen en Francia: a) Parnasianismo: “El Arte por el Arte”. Perfección formal en poemas llenos de referencias a los mitos griegos, el exotismo, Oriente o la Edad Media. b) Simbolismo: (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine). Se reemplazan los procesos de la razón por la pura intuición. Se utiliza el símbolo, imagen que sugiere algo subjetivo, no perceptible físicamente, dentro de una musicalidad y una forma bella. Aparte, de Norteamérica llega la influencia de Edgar Allan Poe y Walt Whitman, de Inglaterra la de Oscar Wilde y de Italia la de Gabrielle d’Annunzio. Y no debemos olvidar que en España, ya Gustavo Adolfo Bécquer había cultivado el simbolismo en sus poemas, convirtiéndose así en un precursor de la poesía contemporánea. II.2. Temas Se vertebran en torno a dos ejes fundamentales: - Exterioridad sensible (lo exótico y lo cosmopolita). - Intimidad del poeta (el vitalismo, la sensualidad, la melancolía y la angustia). En torno a ellos pueden señalarse matices diversos:

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- El malestar, el rechazo de una sociedad vulgar, la soledad, la melancolía, la tristeza, presencia de lo crepuscular, de la noche, de lo otoñal (influencia del Romanticismo). “El poeta en todo hallará motivo para sentirse o mostrarse melancólico: frente a la mujer, frente a la vida, analizándose interiormente…” (J.R.J.) - La huida del mundo a través de la ensoñación elegante y exquisita (escapismo), tanto en el espacio como en el tiempo: búsqueda de mundos de belleza poblados de ninfas, dioses, jardines, salones, cisnes, lagos, princesas… Esa misma huida los hace cosmopolitas y devotos de París. - Hay un contraste entre la idealización (amor imposible) y el erotismo, a veces asociado con evocaciones mitológicas o exóticas. - Los temas americanos suponen una evasión al pasado y sus mitos, una búsqueda de raíces de la personalidad colectiva. Luego, pasado el rechazo de lo español se produce un nuevo acercamiento, una solidaridad entre los pueblos hispánicos frente al poder de EEUU (ej. “Cantos de Vida y Esperanza” de Rubén Darío). II.3. Estética La belleza, la armonía y la perfección son las raíces de la estética modernista. Se busca una literatura de los sentidos, con un marcado esteticismo, un prodigioso manejo del idioma, que va desde los efectos más brillantes a los más delicados, colores, efectos sonoros rotundos o melancólicos, logrados con el poder sugeridor de recursos fónicos (aliteraciones, armonía imitativa) o léxicos (adjetivación ornamental, sustantivos exóticos, sinestesias, imágenes). Todo ello dentro de una métrica enriquecida (alejandrinos, dodecasílabos, eneasílabos), innovaciones de estrofas, presencia de pies acentuales, rimas internas, paralelismos y un largo etcétera, al servicio del ansia de armonía y musicalidad. II.4. El Modernismo en España A finales del XIX y principios del XX, el Modernismo ejerce su influencia en España. Rubén Darío publica “Azul” en 1888. En este libro aparecen la exquisitez, el arte por el arte, el rechazo de la sociedad burguesa, la sensualidad, la riqueza formal y el manejo de ciertos símbolos (color azul, cisne, jardín…) Evoluciona en “Prosas Profanas”, y en “Cantos de Vida y Esperanza” aborda dos temas fundamentales: los problemas del mundo hispánico y la reflexión existencial. Aunque la obra de Darío renueva la lírica española, el Modernismo español tiene notas peculiares: menos brillantez externa, predominio del intimismo, una profunda huella de Bécquer y una diferente utilización de los símbolos. El Modernismo español en su faceta más preciosista, colorista y retórica, tuvo escasa duración (destacan en este aspecto las figuras de Salvador Rueda, Francisco Villaespesa y Manuel Machado). En la órbita de este movimiento están también tres autores de primera línea, aunque de manera personalísima, desbordando sus cauces: -

Valle-Inclán: en su primera época, cultiva la prosa modernista en las “Sonatas”

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Antonio Machado: Modernismo intimista y simbolista en “Soledades” Juan Ramón Jiménez: antes de su giro radical en 1916 TEXTOS

1. En primer lugar, ofrecemos un poema de Rubén Darío, ejemplo del modernismo que busca la exterioridad sensible. El tema es intrascendente: es un puro juego de estilo, un soñar un mundo irreal, pero lleno de belleza, que sirve para huir del mundo mediocre que rodea al poeta. Obsérvese el gusto por el verso largo (alejandrinos), la adjetivación brillante, el marcado ritmo, conseguido con recursos de todo tipo, la sensualidad, el exotismo. En fin, una literatura de los sentidos, refinada y exquisita.

Sonatina La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz, o en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir la sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo, o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur.

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Y están tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan cien guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste. La princesa está pálida) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe (la princesa está pálida; la princesa está triste) más brillante que el alba, más hermoso que abril! -“Calla, calla, princesa –dice el hada madrina-; en caballo con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor.” 2. Tras Azul y Prosas Profanas, publica Rubén Darío sus Cantos de vida y esperanza (1905), que significa un notable cambio en su trayectoria. Dominan ahora los temas graves, las inquietudes espirituales, la amargura vital. Es la línea intimista, melancólica y angustiada que también ofrece el Modernismo. El impresionante poema que sigue es buena prueba de ello:

Lo fatal Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque ésa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido, y un futuro terror… Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida, y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos,

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y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adónde vamos ni de dónde venimos…!

III. LA GENERACIÓN DEL 98 En un principio, se llamó modernistas a todos los jóvenes escritores partidarios de una nueva literatura. Más tarde, tal denominación se reservaría para aquellos autores –sobre todo poetas- que encauzan su descontento más bien hacia la búsqueda de la belleza, de lo exquisito; es decir, que se proponen ante todo una

renovación estética. En cambio, aparecerá la etiqueta generación del 98 para otros escritores que –aunque animados de análogo afán renovador-, conceden especial atención a los problemas del momento histórico: decadencia, miseria social, atonía espiritual… Fue Azorín quien propuso tal denominación en 1913. Según él, integraban la “generación del 98” autores como Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán, Benavente, Rubén Darío… Para Azorín, tal generación no es algo deslindado del Modernismo ni opuesto a él y de esta manera piensan muchos críticos. Es el caso de Ricardo Gullón, para quien hay un solo y amplio movimiento, producto del cambio de sensibilidad, caracterizado tanto por su rebeldía como por sus propósitos de renovación artística. Y el nombre que cuadra a tal movimiento es el de Modernismo. Por el contrario, hay quienes opinan que algunos de estos escritores presentan rasgos lo suficientemente diferenciados como para incluirlos, sin más, en el Modernismo. Según esta teoría, los escritores pertenecientes a la Generación del 98 se caracterizan por el lugar destacado que en su obra ocupa el tema de España, sus preocupaciones filosóficas (existencialismo) y, en lo estético, su sentido de la sobriedad. III.1. Circunstancias políticas y sociales. El “Desastre” La vida política a finales del XIX y principios del XX sigue presidida por el turno de conservadores y progresistas en el gobierno. Al margen, quedan otros grupos que van de los carlistas a los republicanos, y más a la izquierda, los socialistas y anarquistas. La sociedad presenta, en su base, una gran masa rural –dominada por el “caciquismo”- y un proletariado industrial aún poco desarrollado (en Cataluña y País Vasco); en estos sectores prenden con facilidad doctrinas revolucionarias. Su pobreza contrasta con el poder y el lujo de la aristocracia y la alta burguesía de las ciudades, encastilladas en posturas conservadoras. Entremedias, hay una pequeña burguesía o “clase media”, a menudo descontenta y propicia al reformismo, aunque temerosa de revoluciones. La tensión social y los problemas económicos son graves, pero muchos españoles viven inconscientes y optimistas. En 1898, tras varios años de guerra,

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Cuba, Puerto Rico y Filipinas –nuestras últimas colonias de ultramar- van a conseguir su independencia con la ayuda decisiva de los EEUU: la escuadra española quedará destrozada en Santiago de Cuba y en Cavite. Las pérdidas humanas y económicas son cuantiosísimas. Es el llamado “Desastre del 98”. Estos hechos constituyen un fuerte aldabonazo para muchos espíritus. La liquidación de lo que fue un Imperio hace que se cobre conciencia de la debilidad del país, se analicen sus causas y se busquen soluciones. III.2. El Concepto de “Generación” aplicado al 98 Para poder hablar de una generación literaria no basta con que un grupo de escritores tengan una edad cercana: son necesarios ciertos requisitos más. Entre otros, se han señalado los siguientes: - Formación intelectual semejante. - Relaciones personales entre ellos. - Presencia de un “guía” o jefe. - Un “acontecimiento generacional” que aúne sus voluntades. - Rasgos comunes de estilo, por los que se oponen a la estética de la generación anterior. ¿A cuántos escritores de principios de siglo pueden aplicarse los requisitos enumerados? A no pocos afectó el Desastre: ese sería, pues, el “acontecimiento generacional”, y de ahí el marchamo de generación del 98. Pero no resulta fácil encontrar muchos autores que compartan los demás requisitos en bloque. Por eso algunos críticos rechazan tal denominación. Otros la aceptan, pero restringiéndola a un grupo más o menos reducido, en virtud de ciertos rasgos comunes. Integrarían ese grupo, sin duda Unamuno, Azorín, Baroja y Maeztu. Aparte, habría que discutir los casos de Antonio Machado y Valle-Inclán. En cualquier caso, no estamos ante un bloque monolítico, y siempre sería preciso acudir a la evolución de cada uno de ellos. III.3. La juventud del 98 Las ideas iniciales de los cuatro noventayochistas citados se encuadran en movimientos claramente revolucionarios. Así, en su juventud, Unamuno militó en el Partido Socialista. Anhelos socialistas compartía también, por entonces, Ramiro de Maeztu. El joven Martínez Ruiz, antes de firmar “Azorín”, se declaraba anarquista, e igualmente vecino al anarquismo se halló Baroja. Antes de 1900, pues, estos cuatro escritores, aunque procedentes de la pequeña burguesía, adoptan un izquierdismo radical.

III.4. La madurez de los noventayochistas. Su evolución En 1910, Azorín señala que cada uno de estos autores ha adoptado unas posiciones fuertemente personales, lejos del común radicalismo juvenil. La evolución

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ideológica de los diversos autores es curiosa. Unamuno se debatiría toda su vida entre contradicciones y luchas íntimas. Baroja se recluye en un radical escepticismo en lo divino y en lo humano. Azorín derivó desde el escepticismo hacia posturas conservadoras, tradicionalistas. Más profundo fue el giro de Maeztu, quien se convirtió en adalid de unas derechas lindantes con el fascismo. Por su parte, Antonio Machado, en su libro de 1912 Campos de Castilla, incorpora, al fin, preocupaciones noventayochistas; pero pronto las desbordó, hacia posiciones cada vez más izquierdistas (lo inverso, pues, de los autores citados) Valle-Inclán pasa de su tradicionalismo inicial a un progresismo que alcanzará expresiones muy radicales. Su dura actitud crítica hizo que Pedro Salinas lo llamara “hijo pródigo del 98”; pero, en realidad, está en un plano muy distinto del que, por entonces, ocupaban los noventayochistas propiamente dichos. III.5. Temas y estilo del 98 Los autores de la generación del 98 cultivaron sobre todo la novela y el ensayo. Dos son los grandes temas sobre los que gira su producción: - el tema de España - las preocupaciones existenciales Subordinan la forma al contenido. Huyen de la retórica e intentan escribir con la máxima claridad, sencillez y precisión. (Ver tema de la novela). IV. EL NOVECENTISMO o GENERACIÓN DEL 14 IV,1. Introducción Eugenio d’Ors asignó el término “Novecentismo” para englobar a ensayistas como Ortega y Gasset, o novelistas como Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala. Este movimiento no supone una radical innovación con respecto a la generación anterior. Es tan sólo un desarrollo o despliegue natural de formas noventayochistas. La literatura se hace más intelectual y se carga de cientifismo. El apasionamiento del “98” da paso a un tono más sereno, frío, y hasta irónico. En cuanto a la poesía, tras la desaparición del Modernismo, se da paso a una lírica nueva, bajo el calificativo de “pura”. La personalidad literaria de Juan Ramón Jiménez es la síntesis de la creación poética del momento. IV.2. Ideología del Novecentismo La razón por la que se habla de una generación española del 14 o radica en el hecho de que, en esta fecha, sus componentes (Jacinto Grau, Gabriel Miró, Manuel Azaña, Ramón Pérez de Ayala, Eugenio D’Ors, José Ortega y Gasset, Américo Castro, Salvador de Madariaga y Gregorio Marañón) empiezan a realizar actividades políticas que les llevarán a una participación activa en el gobierno español. Sin embargo, las diferencias políticas frente al “98” son de método, no de principios, ni de propósitos. Así, por ejemplo, el tema de España sigue estando muy presente, aunque ellos se definan –frente al casticismo precedente- por su europeísmo. Desde sus raíces

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reformistas y burguesas, proponen un nuevo tipo de intelectual, disciplinado, con pretensiones de objetividad, tendente a la formación de minorías. IV. 3. El Novecentismo y la estética La nueva generación novecentista tiene en la revista España (1915) el medio de comunicar y divulgar su pensamiento. En lo estético, presentan, dentro de su variedad, una serie de orientaciones comunes. El punto de partida es la reacción contra lo decimonónico: contra el Romanticismo y contra el Realismo. Entran, sin embargo, en conexión con las corrientes en vigor de la cultura europea. Los constituyentes de esta generación tienden a cultivar el ensayo. Se habla, además, de distanciamiento, de pulcritud, dando lugar a una nueva literatura. IV. 4. Características del Novecentismo A partir del ideal de un nuevo tipo de intelectual preconizado por los escritores de esta generación, y de su posición antirromántica, se consolida una forma de actuar, cuyas notas más significativas son: • Huida del sentimentalismo a favor del intelectualismo: se impone el predominio de la razón sobre el sentimiento. Adoptan una visión teórica y razonadora de la vida. • Pulcritud en el proceso creativo. Ello implica la sustitución del autodidactismo y la “inspiración” por métodos rigurosos y sistemáticos. • Se crea, en consecuencia, una literatura intelectual, para minorías. • Se retoma la idea del “arte puro”, y de la obra bien hecha, cuyo máximo exponente será Juan Ramón Jiménez. IV. 5. Algunos Autores ◊ Ramón Gómez de la Serna. Vivió entregado casi por entero a su trabajo de escritor. El mundo le resultaba un “circo grotesco”. Tanto su vida como su obra son una ruptura perpetua de las convenciones. Ramón (así se le conocía), es una auténtica encarnación del espíritu y de las actitudes de la vanguardia. Cultivó todos los géneros, siempre de forma original y libre. Como novelista, rompe los moldes del género: se desinteresa del argumento y lo sustituye por cuadros, divagaciones, definiciones, imágenes…Es lo que él llama novela libre. Su novela más famosa es El torero Caracho (1927). Quizás lo más conocido de su producción son sus greguerías, originales aforismos, definidos por el propio autor con la fórmula de metáfora + humorismo. Sobre esta especie de neoconceptismo originalísimo y personal decía su autor: “La greguería es para mí la flor de todo, lo que queda, lo que vive, lo que surge entre el

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descreimiento, la acidez y la corrosión, lo que lo resiste todo”. Escribió muchísima, con tonos muy variados. Algunos ejemplos: - “El beso es hambre de inmortalidad”. - “El alba riega las calles con el polvo de los siglos”. - “Nos desconocemos a nosotros mismos porque nosotros mismos estamos detrás de nosotros mismos”. - “En el río pasan ahogados todos los espejos del mundo”. - “De la nieve caída en el lago nacen los cisnes”. - “La ü con diéresis es como la letra malabarista del abecedario”. - “Los niños, al tocar las armónicas, chupan un caramelo de acordeón”. - “El otro lado del río siempre estará triste de no estar de este lado…Esa pena es de lo más insubsanable del mundo y no se arregla ni con un puente”. - “El reloj es una bomba de tiempo, de más o menos tiempo”. - “El sueño es un depósito de sueños extraviados”. - “Un papel en el viento es como un pájaro herido de muerte” - “El libro es un pájaro con más de cien alas para volar”. - “Al calvo le sirve el peine para hacerse cosquillas paralelas”. - “Un cementerio es una gran botica fracasada”. ◊ Ortega y Gasset Es, a la vez, la máxima figura de la filosofía española del s. XX y un espectador agudo de la vida, las artes y la cultura. Literariamente, nos interesa por su estilo claro, elegante, en el que las metáforas y los símiles son manejados magistralmente para hacer plástica la idea. Por ello ocupa un lugar eminente entre los prosistas españoles. Su pensamiento se sitúa en una encrucijada entre el racionalismo y el vitalismo: se opone al irracionalismo imperante, pero se centra en la vida humana. Y sus meditaciones sobre el hombre y su entorno (“YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS”, decía) le conducen a un interés creciente por la Historia. Escribió numerosos ensayos sobre los más variados temas: Meditaciones del

Quijote; La rebelión de las masas; Estudios sobre el amor; Ideas sobre la novela…. En el titulado La deshumanización del arte analiza Ortega las características del nuevo arte, en el que comienza señalando el carácter “minoritario” y “antipopular” del arte nuevo, que “divide al público en estas dos clases de hombres: los que lo entienden y los que no lo entienden”. Se trata de un arte “puro” (se valoran en él las puras calidades formales), que tiende a la “deshumanización”, es decir a relegar las emociones humanas en pro de la pura emoción estética. Es, por ello, un “arte intelectual”, ya que no se funda en el contagio emocional: “El placer estético tiene que ser un placer inteligente”; “el poeta empieza donde el hombre acaba”; “La poesía es hoy el álgebra superior de las metáforas”. Su concepción de la “aristocracia” cultural queda bien clara en estas palabras tomadas de su obra La Rebelión de las Masas:

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“Cuanto vale algo sobre la tierra ha sido hecho por unos pocos hombres selectos, a pesar del gran público, en brava lucha contra la estulticia y el rencor de las muchedumbres” ◊ Dos novelistas: Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala Miró destaca, ante todo, por su temperamento voluptuoso, por su sensibilidad exacerbada y por su excepcional capacidad para captar sensaciones: luz y color, aromas, sonidos, sabores, llenan sus páginas con una riqueza pocas veces igualada. Y ello es posible por su dominio del lenguaje, cuajado de imágenes vivísimas, de emoción y belleza. Esta “prosa de arte” presenta algunas vinculaciones con la modernista, a la vez que su búsqueda de perfección o ciertas peculiaridades de su narrativa llevan un signo “novecentista”. Pero, en último término, su peculiaridad es difícil de encasillar. De entre sus primeras novelas, destaca Las cerezas del cementerio (1910), sobre un amor apasionado en un sensual ambiente levantino. Pero sus dos obras maestras son Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926), que forman un bloque. En ellas, junto con sus habituales cualidades, aparece una mirada crítica. Pérez de Ayala, como novelista (cultivó también la poesía y el ensayo), evoluciona de un relato autobiográfico de filiación noventayochista a una “novela intelectual”. Entre 1907 y1913 publica varias novelas protagonizadas por el mismo personaje: Alberto Díaz de Guzmán. Destaquemos dos títulos: La pata de la raposa (1912), sobre una torturante ansia de perfección, y Troteras y danzaderas (1913), visión de la bohemia literaria de la época con alusiones a personajes reales. En 1916 publica un volumen de tres relatos que llama “novelas poemáticas de la vida española. Son: Prometeo, Luz de domingo y La caída de los limones. Desaparece lo autobiográfico y ganan terreno las ideas. En 1921 se inicia su última etapa. La acción se hace más leve. Los personajes encarnan ideas o actitudes vitales. Y abundan las disquisiciones sobre política, moral, estética… La novela se aproxima, por tanto, al ensayo. Así, entre otras, en Belarmino y Apolonio (1921), Tigre Juan y El curandero de su honra (1926). V. LAS VANGUARDIAS El término vanguardismo hace referencia a las tendencias artísticas que suponen un rechazo de los esquemas precedentes y plantean nuevas posibilidades creativas. Los antecedentes inmediatos están en el Romanticismo, el Simbolismo y el Impresionismo. La manifestación de estas inquietudes se concreta en los movimientos de principios de siglo y después de la I Guerra Mundial. Se siente el deseo de olvidar los horrores pasados y se practica una literatura de evasión. Estos son los –ismos más importantes: Cubismo, Futurismo, Dadaísmo, Ultraísmo, Creacionamismo, Surrealismo, etc. V.1. Características generales

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Estos movimientos innovadores, aunque bien diferenciados unos de otros, poseen, sin embargo, aspectos comunes. Ortega y Gasset, autor de la influyente obra “La deshumanización del arte” (1925), para caracterizar el nuevo arte, señala, desde el punto de vista social, la irritación como la actitud que ante éste tomaron sus destinatarios (público principalmente burgués). Ningún movimiento había pretendido nunca llevar tan lejos su afán de ruptura con lo anterior, si bien es cierto que, en la práctica, no se logró cumplir completamente el programa. En síntesis, el programa del arte de vanguardia se define por los siguientes aspectos: -

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Afán de originalidad: la innovación alcanza a todo: lenguaje, métrica, temas, etc. Esta característica, en sí misma, no es nueva, ya que viene del Romanticismo. Lo nuevo es lo radical del empeño. Hermetismo, que se convierte en un gesto de desprecio por la masa de ingenuos lectores, por los “buenos burgueses”, a los que desprecian. Autosuficiencia del Arte: el arte aspira a convertirse en entidad dotada de vida independiente y autónoma, no tiene por qué responder a la idea aristotélica de MÍMESIS. El poema no “dice”: “es”. Antirrealismo y antirromanticismo: el artista quiere evadirse del mundo real, en una doble tarea de deformación y abstracción. La exhibición del sentimiento se considera como una muestra de mal gusto. Se combate el subjetivismo. Irracionalismo: abolición de la lógica en el arte. Se exterioriza en la supresión de los signos de puntuación, en la no distinción entre mayúsculas y minúsculas, etc… Intrascendencia: el arte es una actividad inmanente, no tiene por qué ocuparse de “grandes cuestiones”. Arte por el arte. Predominio de la metáfora: la poesía –según Ortega- es el álgebra superior de las metáforas. Escritura onírica: siguiendo las enseñanzas de Freud, se hace hincapié en el mundo del subconsciente, donde se supone que está la “verdadera vida”. Atomización: reflejo del carácter fragmentario del mundo y de las visiones oníricas que lo expresan. Escasa perdurabilidad: Se produjo un verdadero frenesí experimental. Se redactaron muchos manifiestos y teorías, pero pocas obras perdurables. No obstante, alumbraron un espíritu que aún sigue hoy siendo fértil. V.2. Algunos movimientos de vanguardia

De entre los movimientos de vanguardia, veamos los más significativos desde el punto de vista histórico y que han tenido más influencia en la literatura española:

Futurismo Nace en 1909, cuando el escritor italiano Marinetti publica su primer manifiesto. Resueltamente antirromántico (“¡Matemos el claro de luna!”), exalta la

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civilización mecánica y la técnica: “Un automóvil de carreras, un automóvil rugiente

que parece correr tras una estela de metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia”. Así, se tratarán temas como la máquina, el avión, la energía eléctrica, el deporte… En este manifiesto hay un punto que dice: “Queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo, el militarismo, el patriotismo y el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas que matan y el desprecio a la mujer.” El estilo busca el dinamismo, la rapidez verbal, rompiendo en ocasiones con la sintaxis para dejar las “palabras en libertad”. El Futurismo no dio frutos notables en la Literatura (a excepción, tal vez, del ruso Mayakovski), pero abrió las puertas a temas inéditos hasta entonces y a nuevas posibilidades del lenguaje. He aquí el comienzo de la Canción del automóvil de Marinetti: ¡Dios vehemente de una raza de acero, automóvil ebrio de espacio, que piafas de angustia, con el freno en los dientes estridentes! ¡Oh formidable monstruo japonés de ojos de fragua, nutrido de llamas y aceites minerales, hambriento de horizontes y presas siderales tu corazón se expande en su taf-taf diabólico y tus recios neumáticos se hinchen para las danzas que bailen por las blancas carreteras del mundo. Suelto, por fin, tus bridas metálicas.., ¡Te lanzas con embriaguez el Infinito liberador! (…) Cubismo Nace como escuela pictórica hacia 1907 (su máximo exponente será Picasso), pero el llamado Cubismo literario arranca en 1913 gracias a Guillaume Apollinaire y a otros poetas franceses. Como en la pintura, el Cubismo literario se propone descomponer la realidad para proceder a composiciones libres de conceptos, imágenes o frases. A ello se añaden (sobre todo tras los famosos Caligramas de Apollinaire) especiales disposiciones tipográficas de los versos, formando “imágenes visuales”. Éste y otros artificios como el collage, serán aprovechados por posteriores movimientos de vanguardia.

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Caligrama de Apollinare Dadaísmo Encabezado por Tristan Tzara, surge en suiza durante la guerra europea, en 1916. Su nombre fue elegido al azar, abriendo un diccionario con un cuchillo (es el de un balbuceo infantil: da-da). El movimiento Dadá o Dadaísmo es la rebeldía pura: contra la lógica, contra las convenciones estéticas o sociales, contra el sentido común. Persiguen el reino de lo infantil, de la incoherencia, de la falta de lógica. El lenguaje del niño es imaginativo, su mente está virgen de cultura, funciona de modo primitivo y elemental. En el fondo, surge de un violento rechazo de una “racionalidad” que condujo al absurdo de la guerra. Dice en su manifiesto de 1918: “Libertad. DADÁ, DADÁ, DADÁ.

Aullido de los colores crispados, enlace de los contrarios y de todas las contradicciones, de lo grotesco, de lo incoherente: LA VIDA”. El Dadaísmo representa el inicio del Surrealismo. Para entender qué es la estética dadá en el mundo de la poesía nada mejor que recoger los consejos que Tzara propone para hacer un poema dadaísta: Tomad un periódico. Tomad unas tijeras. Elegid en el periódico un artículo que tenga la longitud que queráis dar a vuestro poema. Recortad el artículo. Recortad con todo cuidado cada palabra de las que forma tal artículo y ponedlas todas en un saquito. Agitad dulcemente. Sacad las palabras una detrás de otra, colocándolas en el orden en que salgan.

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Copiadlas concienzudamente. El poema está hecho.

Creacionismo Fue iniciado en París por el poeta chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy. En 1918, Huidobro lo da a conocer en España. “Los creacionistas-decíaqueremos hacer un arte que no imite ni traduzca la realidad”. A este respecto, resulta significativa la siguiente proclama:

¿Por qué cantáis la rosa, ¡oh!, poetas? ¡Hacedla florecer en el poema! Nos hallamos, pues, en ese camino de alejamiento de la realidad que conducirá a la abstracción. El poema será un objeto autónomo, “creación” absoluta (no “imitación”). “Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol”. El grupo tuvo una vida efímera, y en él participaron poetas como Juan Larrea y Gerardo Diego. A este último pertenece el siguiente poema:

COLUMPIO A caballo en el quicio del mundo un soñador jugaba al sí y al no Las lluvias de colores emigraban al país de los amores Bandadas de flores Flores de sí Flores de no Cuchillos en el aire que le rasguen las carnes forman un puente. Sí

Cabalga el soñador Pájaros arlequines cantan el sí

No cantan el no

Ultraísmo Es un efímero movimiento español, que recoge elementos futuristas, junto a facetas cubistas, y cuyo primer manifiesto, llamado Ultra, aparece en 1919. Firmado, entre otros por Guillermo de Torre, en él se proclama la necesidad de “un arte nuevo que supla la última evolución literaria: el novecentismo”. En un artículo publicado en la revista Nosotros, de Buenos Aires, en 1921, Borges sintetizó así los objetivos del ultraísmo:

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1. Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora. 2. Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles. 3. Abolición de los trabajos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada. 4. Síntesis de dos o más imágenes en una, que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia. 5. Imágenes y metáforas chocantes, ilógicas, donde destacan el mundo del cine, del deporte, del adelanto técnico: "Los motores suenan mejor que endecasílabos" (Guillermo de Torre). 6. Tendencia a establecer una disposición tipográfica nueva de las palabras del poema, pretendiendo de ese modo hacer ver una fusión de la plástica y la poesía. 7. Neologismos, tecnicismos y palabras esdrújulas. 8. Eliminación de la rima El nuevo movimiento encontró una gran acogida entre los intelectuales jóvenes. Además de su difusión en España, tuvo gran repercusión en Argentina, México y Chile. En 1923, el propio Guillermo de Torre, declara muerto el Ultraísmo, si bien este breve espacio de tiempo ha sido tan importante para la literatura española que Dámaso Alonso ha escrito que “del Ultraísmo hay que partir cuando se quiera hacer la historia de la poesía actual”.

Guillermo de Torre

V.3. El vanguardismo en España

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Hacia 1914, se percibe en España, en conexión con las vanguardias europeas, una “exploración estética”, en busca de nuevas formas, de un nuevo lenguaje. En literatura, el pionero es Ramón Gómez de la Serna. A través de la revista Prometeo, difundirá entre nosotros cuantas novedades se produzcan. También hay que destacar el papel que desempeñan las tertulias y revistas. Son famosas las tertulias del Café Pombo. Entre las revistas (1916-1922) que ejercieron un papel relevante destacan Cervantes, Grecia, Ultra, así como Revista de Occidente (1923) y La Gaceta Literaria (1927). Desde el punto de vista cronológico, se distinguen cuatro etapas: 1ª) De 1908 a 1918. Este corto periodo de tiempo corresponde a los primeros momentos de gestación de las ideas que se estaban desarrollando en Europa. La personalidad literaria más influyente es la de Ramón Gómez de la Serna, considerado el pionero del vanguardismo español. En 1909, “Ramón” publica El concepto de la nueva literatura, que es ya un ensayo-manifiesto. 2ª) De 1918 a 1925. La llegada de Huidobro a España supone un gran acontecimiento literario; el chileno encuentra aquí numerosos seguidores, cono Juan Larrea y Gerardo Diego. Es la época del Ultraísmo y del Creacionismo, y los comienzos del Surrealismo. Según Ortega, es el tiempo de la modernidad y la deshumanización. 3ª) De 1925 a 1930. Se produce un cambio radical en la concepción del papel del arte y del trabajo del artista. Influye de forma dominante el Surrealismo, con lo que se inicia una “rehumanización”, acompañada de cierta angustia o rebeldía ante los efectos “deshumanizantes” de la sociedad moderna 4ª) De 1930 a 1936. A partir de 1930, se constata ya la disolución del Vanguardismo español. La estética está superada por movimientos ideológicos de otro orden. Las inquietudes del momento llevan hacia “un nuevo Romanticismo”. Tras ciertos intentos de conciliar vanguardia estética y vanguardia política, las “urgencias” de este último tipo llevan a un ocaso del Vanguardismo español. V.4. El SURREALISMO Dedicamos capítulo aparte a este movimiento porque estamos, sin duda, ante la revolución más profunda surgida en la literatura y el arte del siglo XX. Nace en Francia, hacia 1920, presidido por André Breton, quien publica el primer Manifiesto del Surrealismo en 1924. Ante todo, debe advertirse que el Surrealismo no se presenta sólo como una renovación estética, sino que pretende ser una revolución integral. Su gran lema sería la frase de Rimbaud (“poeta maldito” francés del XIX): Changer la vie, transformar la vida. Y en este sentido, se produce el primer “encuentro” entre las doctrinas de Freud y Marx. Así, propugna una liberación total del hombre: liberación de los impulsos reprimidos en el subconsciente (según Freud) por una razón sumisa a las convenciones morales y sociales; o liberación de la represión que (según Marx) ejerce sobre el hombre la sociedad burguesa. Para los surrealistas, lo que llamados “vida” no es sino la cara más gris de la realidad; hay que conquistar una verdadera vida (vraie vie), acceder a una realidad más alta, una superrealidad (sur-

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réalité, de ahí su nombre) que se halla como amordazada en lo más hondo de las conciencias. Dos notas lo distinguen: la magia y la rebeldía. Ello conduce a la liberación del poder creador. Se defiende la libertad de imaginación contra el reinado de la lógica. Se deberá escribir “al dictado de un pensamiento libre de toda vigilancia ejercida por la razón”. Para ello se utilizarán diversas técnicas (la “escritura automática”, el collage, la transcripción de los sueños…), pero basta con una disposición abierta que propicie la asociación libre de palabras. Por ello, en un texto surrealista se entremezclan objetos, conceptos o sentimientos que la razón mantendría separados; aparecen metáforas insólitas, imágenes oníricas, uniones inesperadas de palabras…Aún así, no se trata de un lenguaje “gratuito” como en la expresión dadaísta o creacionista; para los surrealistas, su lenguaje acarrea una densa carga humana, e incluso subversiva, en la medida en que libera aquel poso informe de pasiones reprimidas en el subconsciente. En este sentido, afirma Cernuda: “El surrealismo envolvía una protesta contra la

sociedad y contra las bases en que ésta se halla sustentada: contra su religión, contra su moral, contra su política” Por supuesto, este lenguaje no se dirige a nuestra razón, sino que –por debajo de ella- quiere despertar en nosotros reacciones también inconscientes. Ante un poema de este tipo, el lector no “comprende” racionalmente, pero puede recibir fuertes impactos que modifican su estado de ánimo y suscitan en él oscuras emociones. Hacia 1930, el grupo surrealista francés parece desintegrarse. Pero el Surrealismo no muere: se ha extendido por todo el mundo. El lenguaje poético (y artístico, en general) se ha enriquecido decisivamente. Tras algunos altibajos, el Surrealismo está hoy presente incluso en ciertas formas de expresión cercanas al gran público, como los comics, las portadas de discos, los vídeo-clips, la decoración de escaparates, etc… V.4.1. El Surrealismo en España La difusión del Surrealismo en España debe mucho al poeta Juan Larrea, quien influyó en los jóvenes poetas del la Generación del 27. También es fundamental la influencia que sobre ellos ejercieron el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí. Así, casi todos los componentes del grupo, en cierto momento de su evolución, quedaron fuertemente marcados por el Surrealismo. A su influjo se deben dos libros tan fundamentales como Sobre los Ángeles de Rafael Alberti o Poeta en Nueva York de Lorca, así como buena parte de la obra de Vicente Aleixandre. Debe señalarse, sin embargo, que al Surrealismo español no es “ortodoxo”: nuestros poetas no llegaron a los extremos de la pura creación inconsciente, ni practicaron la “escritura automática”. En sus poemas puede percibirse siempre –por difícil que sea- una intencionada idea creadora como hilo conductor de las mayores audacias. Lo que sí hubo es una liberación de la imagen, desatada de bases lógicas; y con ello, un enriquecimiento prodigioso del lenguaje poético. La irrupción del Surrealismo significó la crisis del ideal de “pureza” u “deshumanización” que había prevalecido durante unos años. Lo humano, e incluso lo

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social y lo político penetrarán de nuevo en la literatura, precisamente por los cauces de la expresión surrealista.

Asesinado por el cielo, entre las formas que van hacia la sierpe y las formas que buscan el cristal, dejaré crecer mis cabellos. Con el árbol de muñones que no canta y el niño con el blanco rostro de huevo. Con los animalitos de cabeza rota y el agua harapienta de los pies secos. Con todo lo que tiene cansancio sordomudo y mariposa ahogada en el tintero. Tropezando con mi rostro distinto de cada día. ¡Asesinado por el cielo! F. García Lorca: Poeta en Nueva York Ángeles malos o buenos, que no sé, te arrojaron en mi alma. Sola, sin muebles y sin alcobas, deshabitada. De rondón, el viento hiere las paredes, las más finas, vítreas láminas. Humedad. Cadenas. Gritos. Ráfagas. Te pregunto: ¿cuándo abandonas la casa, dime, qué ángeles malos, crueles, quieren de nuevo alquilarla? Dímelo.

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Rafael Alberti: Sobre los ángeles. VI. EL EXISTENCIALISMO LITERARIO Con el nombre de existencialismo se suele designar una corriente filosófica del s. XX que alcanzó su máxima difusión, tanto en el ámbito de la literatura como en el del arte, en los años posteriores a la II Guerra Mundial y que con distintas modalidades y signos (unos ateos; otros, creyentes y, los más, agnósticos) trató de fundar el conocimiento de toda realidad sobre la experiencia inmediata de la existencia propia. Las repercusiones sociales, ideológicas y artísticas de la guerra son evidentes en este contexto histórico. Por ello, se debe hablar más bien de expresión literaria de las inquietudes existenciales. Así por ejemplo, hallaremos el desarraigo existencial de Pirandello, Rilke, y, sobre todo, Kafka, a los que se sumará, entre otros, el de Unamuno. VI.1. Características generales Se considera a Kierkegaard como el verdadero antecedente de los autores que han cultivado esta forma de filosofía. Sin embargo, el existencialismo, más que una corriente homogénea y continuada, representa un haz de direcciones, algunos de cuyos supuestos son comunes. He aquí los más significativos: ◊ Atención a la existencia concreta, individual y única del hombre. ◊ Rechazo de la mera especulación abstracta y universal. ◊ Los temas típicos son: la autenticidad y la inautenticidad, la angustia, la nada, la fe, el temor, la libertad, etc. VI.2. Etapas del Existencialismo filosófico En el desarrollo del Existencialismo, se diferencian dos etapas: 1ª) En su primera fase (desde el final de la I Guerra Mundial hasta los años 30), predomina Heidegger. Su pensamiento tiene una tendencia metafísica y pretende ir de la existencia al ser y llegar a comprender el “sentido del ser”. Ésta es la llamada fase “alemana” del Existencialismo 2ª) Desde los últimos años de la II Guerra Mundial hasta mediados de la década de los 50 se extiende la denominada fase “francesa”. Es lo que se conoce como auténtico Existencialismo. La figura clave de esta corriente, con importantes conexiones literarias y artísticas, así como políticas y sociales, es Jean-Paul Sartre. Este filósofo francés considera que, en el hombre, la existencia precede a la esencia y, por tanto, sólo su libertad es la que determina la esencia y los valores del existir. Al ser libre por necesidad, el hombre tiene que buscar su propio camino, completamente desamparado. (“Estoy condenado a ser libre” “No somos libres de dejar de ser libres”) VI.3. Etapas del Existencialismo literario europeo

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Este “callejón sin salida” en los esquemas intelectuales europeos que conlleva el Existencialismo adopta, durante los años 20 y 30, tres líneas de actuación muy desiguales: • En primer lugar, están los escritores como Jünger y Herman Hesse; Malraux, Montherlant y Saint-Exupéry, que, tras la desoladora angustia vital, encuentran un resquicio de optimismo. • Al segundo grupo pertenecen autores como Aldous Huxley y Thomas Man, que contemplan con marcado escepticismo el panorama del mundo. • La tercera línea está constituida por Mauriac, Bernanos, entre otros, como representantes del llamado “cristianismo trágico”. A partir de la II Guerra Mundial, se desarrolla el Existencialismo por antonomasia, es decir el existencialismo ateo. Como Nietzsche, estos filósofos gritan: “¡DIOS HA MUERTO!”. Sin embargo, la crisis de la razón ayudó también a un resurgimiento religioso. Así, las conversiones de escritores como Hopkins, Claudel, Peguy, Chesterton, Papini, etc., supusieron un cambio radical. VI.4. El Existencialismo literario en España En España, al igual que en el resto de Europa, se desarrollan estas corrientes irracionalistas. Desde el nacimiento del Modernismo, se ha constatado la angustia vital de final de siglo en escritores como Rubén Darío (Cantos de vida y esperanza, 1905) o Antonio Machado (Soledades, 1903), siendo en los escritores del 98 en los que está más presente el problema existencial. Ejemplo de ello es Baroja (Camino de perfección, 1902), Azorín (La voluntad, 1902) y Unamuno (Amor y pedagogía, 1902). J.C. Mainer considera que en ellos se da “una introspección angustiada: angustia vital o angustia metafísica”. Muy relacionadas con este contexto se hallan sus actitudes ante lo religioso, representado, en su juventud, por el agnosticismo y el anticlericalismo. Algunos de ellos cambiaron a lo largo de su vida. No así Baroja, que permaneció siempre fiel a su radical escepticismo; ejemplo de ello lo tenemos en su obra El árbol de la ciencia (1911). De la nómina de escritores del 98 es Unamuno en quien los problemas existenciales y religiosos encuentran su mejor expresión. Filosóficamente, se le presenta como afín al Existencialismo: hay en él motivos existencialistas, así como una proclamada afinidad con Kierkegaard. Paradójico, contradictorio, agónico, Unamuno es el escritor más culto de su generación. Su constante lucha “contra esto y aquello” hizo de él un hombre escéptico y racionalista, idealista y positivista, religioso y pesimista, a la vez. Cultivó todos los géneros literarios y a través de su obra manifestó siempre sus profundas inquietudes existenciales. He aquí un breve fragmento de La agonía del Cristianismo, con su lucha por la fe, con el conflicto entre su razón y sus anhelos: El modo de vivir, de luchar, de luchar por la vida y de vivir de la lucha, de la fe, es dudar. Ya los hemos dicho en nuestra obra en aquel pasaje evangélico

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que dice: “¡Creo, socorre mi incredulidad!” (Marco, IX.23). Fe que no duda es fe muerta. ¿Y qué es dudar? Dubitare contiene la misma raíz, la del numeral duo, dos, que duellum, lucha. La duda, más la pascalina, la duda agónica o polémica, que no la cartesiana o duda metódica, la duda de vida –vida es lucha-, y no de camino –método es camino-, supone la dualidad del combate. Creer lo que no vimos se nos enseñó en el catecismo, que es la fe; creer lo que vemos –y lo que no vemos- es la razón, la ciencia, y creer lo que veremos –o no veremos- es la esperanza. Y todo, creencia. Afirmo, creo, como poeta, como creador, mirando al pasado, al recuerdo; niego, descreo, como razonador, como ciudadano, mirando al presente; y dudo, lucho, agonizo como hombre, como cristiano, mirando al porvenir irrealizable, a la eternidad.

Tras la generación del 98, la huella del existencialismo en nuestra literatura va y viene. Así, en la llamada generación de Ortega (Novecentismo) no se dan, en literatura, los conflictos existenciales y sólo en contadas ocasiones se desarrolla la temática religiosa: Gabriel miró (Figuras de la pasión, 1916). Sin embargo, en la generación del 27, que comienza en una línea esteticista, alejada de este tipo de preocupaciones, pronto se percibirán tonos angustiados en poetas como Lorca, Alberti, Cernuda o Dámaso Alonso, quien con la publicación de Hijos de la ira (1944), abrió las puertas a la llamada “poesía desarraigada”, donde el influjo existencialista es patente. Con este proceso de rehumanización de la literatura, se recuperan los tonos dramáticos. El rayo que no cesa (1936) de Miguel Hernández es un ejemplo de este vitalismo trágico. Y es en la primera etapa de la posguerra cuando este acento angustiado tendrá más vigencia (Rosales, Panero, Vivanco…) En esta misma línea se sitúan los primeros libros de Blas de Otero, de Victoriano Crémer, de Eugenio de Nora, etc. Además, por estas fechas, el concepto de “literatura existencialista” se hace extensivo a las novelas iniciales de Cela (La familia de Pascual Duarte, 1942), Carmen Laforet (Nada, 1942), y, dentro del teatro, a la producción dramática de Buero Vallejo y de Alfonso Sastre.

VII. DE LA GUERRA CIVIL A NUESTROS DÍAS • Tras la guerra, la literatura vive unos años de búsqueda. Se ha hablado de una “generación escindida”. Doblemente escindida: por una parte, entre el exilio y el interior; por otra, en el mismo interior del país, entre una literatura arraigada y una literatura desarraigada. Compondrían la primera quienes parecen sentirse serenamente instalados en el mundo. La segunda es una literatura angustiada, transida de malestar (Cela, Blas de Otero, Buero Vallejo…) • En torno a 1955, un buen número de escritores parece haber encontrado un camino claro : el del realismo social, una “literatura de urgencia”, que intenta denunciar, o al menos dar testimonio de miserias e injusticias. Poetas como Blas de Otero o Celaya quieren contribuir a “transformar el mundo en que vivimos”. Por el

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mismo camino van novelistas como Delibes, Aldecoa, Fernández Santos, Sánchez Ferlosio, Goytisolo…, y dramaturgos como Buero Vallejo o Alfonso Sastre. • Pero el realismo social acabará por anquilosarse. Ya ciertos poetas notables (de José Hierro a Claudio Rodríguez, pasando por Gil de Biedma, Valente, etc.) se resisten a encerrarse en los cauces de la “poesía social”. Y la novela busca pronto nuevas formas; y en esa renovación de las técnicas narrativas hay una fecha clave: 1962, en que se publica Tiempo se silencio de Luis Martín Santos. Por ese camino seguirán otros novelistas (Benet, Marsé…). E idénticas inquietudes innovadoras mostrarán ciertos autores de teatro (Antonio Gala, Carlos Muñiz…) • Hacia 1968 el realismo social queda definitivamente atrás. Ya no se piensa que la literatura pueda transformar el mundo: se intentará transformar la literatura misma. De ahí las nuevas corrientes de experimentación. Asistimos a un nuevo vanguardismo. En poesía, surgen los llamados “novísimos” (Gimferrer, Carnero…) y otros. En novela, junto a los innovadores ya citados, aparecen autores nuevos y audaces (Guelbenzu, Eduardo Mendoza). En teatro, se asiste a las propuestas de grupos independientes o de autores como Rubial, Nieva, Martínez Mediero… La búsqueda de nuevas formas no supone necesariamente el abandono de los propósitos de denuncia –que a veces es muy ácida-, pero tales propósitos van por cauces muy distintos del realismo. • A partir de 1975, y sobre todo en los años 80, el experimentalismo se modera. Las tendencias se diversifican. Hay nuevos tanteos, nuevas búsquedas, pero también un retorno a líneas más tradicionales (por ejemplo, el lirismo intimista, la narración pura, la comedia costumbrista…). Aún es difícil señalar notas comunes o líneas dominantes en la literatura más reciente.

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