LOS FALLOS COMETIDOS POR DON QUIJOTE EN LA INTERPRETACIÓN SEMIOLÓGICA y EPISTEMOLÓGICA DEL COSMOS Y DE LA VIDA

LOS FALLOS COMETIDOS POR DON QUIJOTE EN LA INTERPRETACIÓN SEMIOLÓGICA y EPISTEMOLÓGICA DEL COSMOS Y DE LA VIDA ANTONIO BARBA GALLO Stonehill College

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VIAJE POR LOS ALREDEDORES DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Revista de estudios Cervantinos Nº 13 / Junio - Julio 2009 / www.estudioscervantinos.org VIAJE POR LOS ALREDEDORES DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA Ángel

La literatura de sentencias y los consejos de don Quijote
ISSN: 1579-735X Lemir 18 (2014): 287-328 La literatura de sentencias y los consejos de don Quijote Rafael Ernesto Costarelli Universidad Nacional de

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LOS FALLOS COMETIDOS POR DON QUIJOTE EN LA INTERPRETACIÓN SEMIOLÓGICA y EPISTEMOLÓGICA DEL COSMOS Y DE LA VIDA ANTONIO BARBA GALLO Stonehill College

En un estudio leído en Lisboa, y ya publicado en las Actas de aquel congreso, dije que «en el Quijote Cervantes interpreta el mundo y la vida por medio del uso de signos lingüísticos y de la descifración del código al que pertenecen» [Barbagallo, 2004: 1163]. En dicho estudio di varios ejemplos concretos, algunos de los cuales mencionaré más adelante, donde nuestro autor, por medio de la narración en tercera persona, en estilo libre, pero sobre todo por boca de don Quijote, de Sancho, de otros personajes e incluso de Cide Hamete Benengeli, muestra sus dotes de «intérprete» del cosmos. Como conocedor de una gran variedad de «idiomas» (en el sentido más amplio de la palabra), el creador de esta gran novela es capaz de leer e interpretar los signos artificiales, es decir, los creados por el hombre, y que pertenecen a códigos establecidos entre emisores y receptores humanos, pero también lee e interpreta o trata de interpretar los signos naturales, cuyo sistema o código ha sido establecido entre el emisor (la naturaleza) y el receptor (el ser humano). En la comunicación, una interpretación errónea -que sustancialmente se debe a la no-adecuación de lo emitido a las necesidades, deseos y estados anímicos del receptor- puede llevar a consecuencias desastrosas. Es decir que el receptor debe estar en perfecta sintonía, en perfecto acuerdo con el emisor, para que haya perfecta comunicación. 241

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Si el receptor está condicionado por cualquier circunstancia, de manera que ese condicionamiento le impide descifrar correctamente el código, la comunicación no se llevará a cabo o será imperfecta. Pero, una interpretación errónea o una falta de comunicación, a veces, se debe a que el emisor, consciente o inconscientemente, emite signos para despistar. [Barbagallo, 2004: 1163, 1164] Es más, a veces el emisor es imaginario o, mejor dicho, «imaginado», quizás un ente físicamente presente que, sin embargo, no emite ningún signo. Es el receptor quien equivocadamente ve e interpreta signos inexistentes, por el simple hecho de que su código, perteneciente a una realidad propia y subjetiva, necesita una serie de signos que le permitan una comunicación de conveniencia. En el Quijote, Cervantes muestra que la comprensión de las distintas formas comunicativas, se basa no solo en la interpretación de los signos lingüísticos formados por un léxico (el castellano), sino también en la recepción e interpretación de todos los signos que puedan existir, por medio de todos los sentidos (no exclusivamente el oído y la vista para oír y ver la palabra). Estos distintos signos son los que los semiólogos modernos llaman «codificados», «eventuales», «culturales», «naturales» y «artificiales». Pero el Quijote no es un análisis más o menos científico con explicaciones secas e insípidas, sino una novela semiológica representativa de la vida, la vida que es un continuo emitir e interpretar signos'. Tan verdad es esto, que hasta Rocinante, al encontrar las hacas gallegas, «sin pedir licencia a su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue a comunicar su necesidad con ellas» (1, XV, 140). Su autor «es un semiólogo, un científico del signo, en cuanto a que se percata de la existencia de todo tipo de signos y es consciente del uso que el ser humano hace del signo, sea como emisor que [como] receptoD> [Barbagallo, 2004: 1164]. Como ya se ha demostrado en el mencionado estudio leído en Lisboa, en esta gran historia el autor a veces emprende un análisis semiológico por sí mismo, pero, en la mayoria de los casos, hace que sean los propios personajes los que interpreten los signos que van encontrando, signos, que, como dijimos, muchas de las veces no son propiamente lingüísticos, y por tanto no emitidos por ninguna boca humana. Él sabe que en el vivir de cada día hay un proceso interactivo de constante emisión y/o recepción de signos, y que, en la mayoría de los casos, se trata de una ocurrencia «automática» e inconsciente en todo ser humano. «Aquí, el Cervantes semiólogo y a la vez creador, estudia y analiza los signos codificados y sistemáticos y los "libres" y eventuales, los naturales, los artificiales y los culturales en forma de creación literaria amena y entretenida» [Barbagallo, 2004: Véase mi ensayo [Barbagallo, 1995].

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1164]. Está más que claro, a través de los ejemplos que da, que «no es un mero emisor o receptor "inconsciente", sino un pensador crítico, un ser contemplativo que medita sobre el mundo de los signos» [Barbagallo, 2004: 1164] Y que se da cuenta de que el ser humano no siempre sabe interpretar dichos signos. En los varios ejemplos concretos que dimos en nuestro anterior estudio, vimos cómo hay correcta o incorrecta interpretación, comprensión o incomprensión, y el porqué de tal incomprensión, como en el caso de los ruidos de los batanes, pero, ahora nos centraremos en el episodio de don Quijote, la hija del ventero y Maritornes, sin dejar de hacer referencia a otros episodios. De hecho, es necesario volver a ver de forma somera algunos de ellos. Desde el comienzo de la gran aventura encontramos procesos semiológicos en los que los personajes tienen que descifrarse el uno al otro. Llega don Quijote a la venta y, si por un lado las [destraídas] mozas no saben interpretar los signos lingüísticos que emanan de don Quijote, por otro lado el caballero andante en un principio cree ver signos que pertenecen a su código de caballería. Estos signos, es decir la mera presencia de las mozas, son signos eventuales que llevan a don Quijote a una interpretación que se adecua a su realidad. Para él son signos codificados que a su vez dan origen a la emisión de los signos lingüísticos anacrónicos del mundo caballeresco que acabamos de mencionar. Pero la incomprensión o la supuesta comprensión existentes en todos estos episodios que ya hemos cuidadosamente analizado, ¿se debe a que los signos pertenecen, por un lado a un código caballeresco, y por otro a un código del mundo «real»? A veces sí, como en el caso de las mozas-damas de la venta, pero muchas veces no. Hay un magnífico análisis semiológico en el episodio del cautivo, llevado a cabo por Dorotea, Luscinda y las mujeres de la venta, y que no tiene nada que ver con el código de don Quijote, donde interpretan correctamente los signos visuales y auditivos (el silencio) que emanan de Zoraida. Pero existen magistrales análisis llevados a cabo por don Quijote o por Sancho o por los dos juntos, donde el mundo caballeresco de nuestro héroe no interfiere para nada con el mundo real. Piénsese en la estupenda descifración que don Quijote hace de los signos acústicos en el episodio de Andrés. Este intento de interpretar las voces no tiene nada que ver con que don Quijote se considere caballero andante. Los signos, es decir, las voces, existen, y don Quijote quiere saber «lo que son y lo que significam>. Es verdad que los quiere adecuar a su mundo caballeresco, pero aunque no se hubiese creído caballero andante, habría tenido la curiosidad de descifrar los signos igualmente. Roland Barthes dice que «El signo es un segmento (bi-faz) de sonoridad, de visualidad, etcétera. La significación puede concebirse como un proceso; es el acto que une el significante y el significado, acto cuyo producto es el signo» [Barthes, 1994: 46]. Pues bien, en el episodio de los encamisados nos llama la

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atención, como ocurre frecuentemente, la destreza lingüística del autor, aquí en forma de paradójico juego de palabras, cuando dice que «descubrieron hasta veinte encamisados, todos a caballo, con sus hachas encendidas en las manos; detrás de los cuales venía una litera cubierta de luto, a la cual seguían otros seis de a caballo, enlutados hasta los pies de las mulas; que bien vieron que no eran caballos en el sosiego con que caminaban» (1, 19, 176). «Vemos [así] que el signo que les indica a los personajes que los caballos no son caballos, sino mulas, es un proceso visual, «el sosiego con que caminaban». Si bien este inconsciente análisis semiológico por parte de don Quijote y Sancho no tiene importancia en el curso de la acción, es, sin embargo, significativo, puesto que el autor, por algún motivo, no evita este tipo de minucioso detalle» [Barbagallo, 2004: 1167]. No olvidemos la estupenda interpretación semiológica que hace Sancho de los signos de la naturaleza cuando deduce «que estas yerbas dan testimonio de que por aquí cerca debe de estar alguna fuente o arroyo que estas yerbas humedece» (1, 20, 182), y tampoco olvidemos el aprovechamiento que Sancho quiere hacer del conocimiento de un código natural, cuyos signos en este momento no son manifiestos. - y ya que del todo no quiera vuestra merced desistir de acometer este fecho, dilátelo, a lo menos, hasta la mañana; que, a lo que a mí me muestra la ciencia que aprendí cuando era pastor, no debe de haber desde aquí al alba tres horas, porque la boca de la bocina está encima de la cabeza, y hace la media noche en la línea del brazo izquierdo. -¿Cómo puedes tú, Sancho -dijo don Quijote-, ver dónde hace esa línea, ni dónde está esa boca o ese colodrillo que dices, si hace la noche tan escura que no parece en todo el cielo estrella alguna? -Así es -dijo Sancho-; pero tiene el miedo muchos ojos, y vee las cosas debajo de tierra, cuanto más encima en el cielo; puesto que, por buen discurso, bien se puede entender que hay poco de aquí al día. (1,20, 184, 185)

La ciencia que Sancho aprendió cuando era pastor, obviamente, no es otra que la de interpretar signos de la naturaleza. Tenemos, por tanto, al Sancho semiólogo. Pero donde el caballero y su escudero mejor demuestran sus dotes en esto de interpretar signos, en su mayoría culturales, es al tratar de averiguar a quién pueda pertenecer la maleta que encontraron en Sierra Morena. Aquí el proceso es «largo y razonado, nada inconsciente y automático, que va variando la interpretación, según se van presentando los signos semiológicos» [Barbagallo, 2004: 1171]. Habiendo hecho ya alusión a estos episodios, sin mencionar otros, y todos ellos detalladamente estudiados en el trabajo lisboeta, pasemos ahora 244

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a ver qué le pasó a don Quijote en la venta donde trabajaba Maritornes. Todos recordarán la que se armó aquella noche cuando don Quijote dio rienda suelta a su imaginación, y él, Sancho e incluso Maritornes quedaron molidos a palos y puñetazos. ¿Cómo y por qué habrá ocurrido este desastre? ¿Qué falló en la comunicación entre don Quijote y la doncella? Más arriba dije que a veces el emisor es imaginario o imaginado, un ente fisicamente presente, pero que no emite ningún signo. Pues bien, para don Quijote aquí el signo es la mera existencia de una joven, la hija del ventero. El buen caballero incorpora o traslada esta realidad a su mundo caballeresco, que existe solo en su cabeza, y la transforma en signo. El texto dice que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo -que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba-, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza. (1, 16, 151) No es una palabra, ni un gesto de la joven, ni la forma de llevar el pelo o la ropa lo que don Quijote mal interpreta, ya que estos posibles signos no existen, ni juntos ni aislados. Es la mera existencia de la joven lo que desencadena el proceso imaginativo en don Quijote, y lo que la convierte en signo dentro de su mundo. Sin embargo, la línea o raya entre el mundo caballeresco anacrónico de los libros de caballerías y el mundo caballeresco de hombres galantes y gentiles pero reales es muy sutil. En efecto, don Quijote, como ya señalé en otro estudio, se considera a sí mismo un ser gentil, un «elegido», por así decirl0 2 • Lo que él está viviendo dentro de su mente no le impide, sin embargo, percatarse de 10 que ocurre en el mundo exterior, y es que de repente hay un signo en el mundo real que él cómoda y convenientemente trae a su mundo interior. Maritornes había quedado en hacerle una visita a un arriero, que, como todo el mundo recuerda, compartía el aposento con don Quijote, sin que este lo supiera. Pues «apenas llegó a la puerta, cuando don Quijote la sintió, y, sentándose en la cama, a pesar de sus bizmas y con dolor de sus costillas, tendió los brazos para recebir a su fermosa doncella» (I, 16, 151). El ardiente caballero oyó algo, un signo acústico que instantáneamente se adecuó a su código, es decir, a su mundo caballeresco y a la vez a sus necesidades. A pesar de la gran paliza que cobró, el pobre don Quijote, sin embargo, ni se percató del error que había cometido. De hecho, no solo le cuenta a Sancho que le había ido a ver la hija del señor del castillo, sino que además acrecienta su propio engaño cuando, al salir de la venta, «mirábale también la hija del ventero, y él también no quitaba los hojos della» (1, 2 Véase Barbagallo [1998].

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17, 159). Tremendo desastre para todas las personas involucradas, solo debido a una interpretación (errónea) de signos «inexistentes». Si volvemos un momento al episodio de los encamisados, vemos cómo don Quijote sabe analizar y describir el equívoco en que incurrió: -No todas las cosas -respondió don Quijote- suceden de un mismo modo. El daño estuvo, señor bachiller Alonso López, en venir, como veníades, de noche, vestidos con aquellas sobrepellices, con las hachas encendidas, rezando, cubiertos de luto, que propiamente semejábades cosa mala y del otro mundo; y así, yo no pude dejar de cumplir con mi obligación acometiéndoos, y os acometiera aunque verdaderamente supiera que érades los mesmos satanases del infierno, que por tales os juzgué y tuve siempre. (1, 19, 178) La vestimenta, los rezos, las hachas encendidas, pues, fueron los signos que don Quijote interpretó de forma negativa, pero descifrándolos aplicando su código caballeresco. En resumen, hemos visto claramente que hay signos que pertenecen a más de un código, como hay signos lingüísticos, es decir léxico, comunes a varios idiomas, y que sin embargo no siempre significan lo mismo. Esto me lleva a recordar la agradable e inolvidable semana que mi mujer y yo pasamos en casa de nuestro querido y añorado presidente y amigo José María Casas ayas hace ya unos siete, ocho años. Después de comer, pasábamos ratos sentados escuchando música clásica y canciones italianas. En una de ellas, Lo spazzacamino, José María gesticulaba y comentaba la letra de Luciano Tajoli, creyendo que camino en italiano significa lo que significa en español. No quise decirle, no había motivo para hacerlo, que camino es «chimenea» y que «lo spazzacamino» es «el deshollinador». Su interpretación de aquel signo lingüístico, que, sin embargo, pertenece a dos códigos distintos, le proporcionaba mucho placer, como así a veces ocurría con don Quijote, aunque las más de las veces le metían en líos. Te echamos de menos, José María, pero a la vez siempre te recordaremos y siempre estarás con nosotros.

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Bibliografía

BARBAGALLO, Antonio [1995]:

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