Mujeres, reconciliación y construcción de paz en Colombia

PLIEGO Vida Nueva 146. 29 MAYO 11 JUNIO DE 2016 Mujeres, reconciliación y construcción de paz en Colombia ana merCedes pereira Socióloga MUJERES,

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PLIEGO Vida Nueva

146. 29 MAYO 11 JUNIO DE 2016

Mujeres, reconciliación y construcción de paz en Colombia ana merCedes pereira Socióloga

MUJERES, RECONCILIACIÓN Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ EN COLOMBIA

¿Qué formas de espiritualidad necesitamos para aportar como mujeres cristianas o de otras religiones en procesos de construcción de paz? ¿Cómo realizamos procesos de perdón hacia nosotras mismas y cómo acompañamos procesos de reconciliación y perdón hacia otras personas? Estas y otras preguntas formula la autora al distinguir relatos y experiencias de mujeres que tejen la paz en Colombia. “Cantan las mujeres en medio de la noche y en su canto expresan la rabia y el dolor, por tanto silencio, tanto olvido, por todo lo perdido en esta guerra atroz” Ana Mercedes Pereira, canta-autorai Colombia es un país que ha vivido un conflicto prolongado por más de 60 años. Dado que la mayoría de las víctimas son mujeres, nos preguntamos: ¿Cómo, en medio de sus tragedias, reconstruyen sus proyectos de vida y luchan por sus derechos?, ¿cómo reconstruyen sus esperanzas animadas por deseos de justicia y paz desde perspectivas políticas y desde la fe?, ¿qué las anima, qué las motiva, qué las mueve para salir del silencio?, ¿se articulan, aunque emerjan de diferentes campos (políticos, religiosos, artísticos, etc.)? A través de testimonios, de entrevistas y de recuperación de la memoria histórica, nos acercamos a los imaginarios allí expresados para comprender el papel de las mujeres en procesos de reconciliación y construcción de paz en nuestra sociedad. Estas son lecturas iniciales de una investigación más amplia. Presentamos algunos aspectos del trabajo en curso. Existen investigaciones anteriores que dan cuenta de acercamientos a este tema. Carmiña Navia ha incursionado en los análisis literarios de discursos y relatos de mujeres sobre la guerra y la paz y comenta que “el discurso femenino en torno a la paz se ha ido definiendo y construyendo, como en otros casos, a partir de la experiencia misma de las mujeres en medio de los avatares de la guerra que atraviesa el país. Es una palabra que surge en medio del sentir, del 24 VIDA NUEVA

sufrir, del trabajar y construir; es, por tanto, una palabra que nace en medio de la guerra y que mira con insistencia hacia la paz, que sueña la paz”ii. Esto es lo que observamos y escuchamos desde hace algunos años: las mujeres en regiones marcadas por el conflicto armado, incluso con amenazas, posicionan sus voces y desde el silencio, el dolor y el olvido abren paso a denuncias, memorias, reflexiones y apuestas de paz.

1. Conciencia de Género y Derechos Humanos A comienzos de los 90 el conflicto armado sembró los campos de terror, de muerte, de dolor y angustia, con asesinatos, masacres, desapariciones forzadas realizadas por actores armados de derecha y de izquierda y por el narcotráfico organizado. En el contexto de estos crímenes de lesa humanidad aumentó la presencia de agencias de cooperación internacional con programas relacionados con el Derecho Internacional Humanitario, Derechos Humanos, Género, derechos de las mujeres, proyectos económicos, entre otros. Si bien la perspectiva de género, especialmente desde mujeres académicas, se trabaja desde los años 60 y 70, surgen en este nuevo momento cientos de ONG, algunas coordinadas por mujeres, para acompañar a mujeres víctimas del conflicto armado, apoyarles psicológicamente, empoderarlas respecto a sus derechos y buscar conjuntamente soluciones a la crisis humanitaria en condiciones de desplazamiento forzado y desarraigo. Sin desconocer que a nivel local, urbano y rural, existen cientos de organizaciones de mujeres de base, nos referimos a

la Organización Femenina por la Paz, a la Ruta Pacifica de Mujeres, a Redes Ecuménicas de Mujeres por la Paz, Alianza Iniciativa de Mujeres por la Paz, Madres de La Candelaria, Tejiendo Sororidades, Narrar para Vivir, Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño, Somos Pazificas, Tejedoras de la Memoria, entre otras. Gran parte de estas organizaciones fueron creadas y acompañadas por mujeres profesionales, otras por comunidades religiosas femeninas y otro sector por mujeres laicas que iniciaron su liderazgo y crecimiento personal a través de su formación y compromisos en la Pastoral Social de sus municipios y posteriormente en la perspectiva de la Teología de la liberación y Comunidades Eclesiales de Base (TL-CEB). De ahí se realizó una transición a perspectivas feministas ecuménicas desde donde se impulsaron alianzas y creación de diversas redes de mujeres, entre otras, redes ecuménicas de mujeres para la paziii. Los orígenes de estos espacios, de ONG y organizaciones de base de mujeres muestra la diversidad de opciones y estrategias construidas para desempeñar sus acciones respecto

a la paz. Con diferentes visiones y matices, las organizaciones de mujeres estamos de acuerdo con los diálogos para la reconciliación y la construcción de paz; no queremos más violencias y, conscientes de la presencia de múltiples conflictos que azotan a nuestra sociedad, consideramos que la paz no es solamente el silenciamiento de armas y le apostamos a una paz integral, a una paz que se construye colectivamente, con justicia social, democracia, equidad, solidaridad, respeto y reconocimiento de las diferencias político-ideológicas, religiosas, respeto a la pluralidad

Hannah Arendt, filósofa alemana

étnico-cultural, respeto a la diversidad sexual, desde el nivel micro y macro social.

2. Mujeres, memoria histórica y paz Para las mujeres víctimas del conflicto armado, para las organizaciones que las acompañan, la construcción de la memoria histórica de los acontecimientos mencionados es un paso previo a la construcción de procesos de reconciliación y de paz. No habrá reconciliación ni paz sin memoria histórica, sin la verdad desde las víctimas, porque se trata de su dignificación y, a decir de Hannah Arendt, se trata de hacer públicas estas historias de sufrimiento, dolor, de muerte. Al hacerlas públicas, dichas historias se convierten en un acto político: “La circulación en el espacio público de los relatos de los vencidos en la guerra han permitido un establecimiento de la verdad factual que había permanecido oculta (…) La verdad factual tiene que ser plural, compuesta por múltiples relatos de los hechos; lo que implica que no podemos hablar de una memoria única o de un relato sino de la presencia de varias memorias

que necesitan de ese espacio de aparición que es la esfera política”iv. Y es fundamental tener en cuenta la importancia de esa multiplicidad de memorias de manera diferenciada tanto a nivel de géneros como en el ámbito pluri-cultural, porque las mujeres hablan y expresan sus relatos desde sus culturas y subjetividades y también porque “las mujeres tienden a rememorar con más detalles que los hombres experiencias personales y vinculadas a sus emociones (…) de esa manera la memoria se puede leer no solo en sus palabras sino también en las expresiones de sus cuerpos, sus rostros, en sus gestos y sus miradas, en el tono de sus voces (…) Sabemos que el acto de recordar permite la elaboración de la memoria dolorosa, traumática, es un acto de sanación cuando hay otro que escucha y acoge, que contiene. La elaboración de esas memorias dolorosas es necesaria para continuar la vida como personas y como nación”v. Sobresalen experiencias en que mujeres apoyaron o apoyan a mujeres para iniciar caminos de resistencia y de construcción de su memoria. Por ejemplo, a la Organización Femenina Popular (OFP), de Barrancabermeja, que nació de la Pastoral Social de esta ciudad en los años 70, los paramilitares le asesinaron varias de sus líderes, violaron a decenas de sus compañeras, atentaron contra sus coordinadoras, su sede. Sin embargo, ellas continuaron con las denuncias y con prácticas de resistencia en las regiones donde trabajaban: “Asumimos este reto porque en el momento más difícil los hombres se escondieron, se desplazaron, se murieron, se exilaron. La mayoría de las organizaciones referentes en la defensa de derechos humanos quedaron minimizadas, golpeadas o silenciadas, les bajaron el perfil. Era recoger los muertos todos los días, en las calles, en los ríos, en las cañadas… Pero nadie podía sacarlos porque (quienes) los sacaban se morían. Las únicas que sacábamos los muertos del río éramos nosotras, las mujeres de la OFP. Era la hora de unir esfuerzos y fue así como la OFP asumió el reto de ser vocera de los vivos y de los muertos, en una postura clara por la vida y en contra de la guerra, como siempre la habíamos tenido”vi. Hoy contamos con testimonios escritos, VIDA NUEVA 25

MUJERES, RECONCILIACIÓN Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ EN COLOMBIA públicos, de mujeres que vivieron los horrores del conflicto, las masacres, asesinatos y violaciones en El Salado (Bolívar), en Mampujan (Bolívar), en El Rincón del Mar (Córdoba), en la Organización de Mujeres del Oriente Antioqueño, en las Mujeres del Chocó, en Narrar para Vivir, en las voces de mujeres en Tumaco, Putumayo y Cartagena, entre otras. Sin duda alguna, las mujeres asumieron estos retos sabiendo que en algunos casos estaban expuestas a la muerte, a la desaparición y/o al exiliovii.

3. La paz desde el feminismo Nos encontramos aquí con voces que se complementan con otras voces y perspectivas de construcción de paz. “El feminismo siempre ha reivindicado las formas no violentas para resolver los conflictos y para resolver y dirimir las contradicciones que se dan en las sociedades en la búsqueda de mejores condiciones de vida para todas y todos (...) La paz desde el feminismo será no la ausencia de conflicto social o político sino lograr mecanismos de resolverlos en instancias muy participativas; lograr un estado social de derecho que se base en definiciones claras del respeto a la igualdad y a los derechos y, en esa concepción, espacios donde se pueda tener en cuenta la voz de las mujeres, la voz de las diversidades, de los indígenas, para poner en una mesa esos intereses y llegar a las reglas del juego, a las definiciones que nos permitan una convivencia

pacífica”viii. En estos colectivos las apuestas se entrelazan desde diversas visiones, como lo expresa otra compañera: “Primero tenemos que sanar las relaciones que cada una de nosotras tenemos, las personales, las familiares. Yo empiezo desde el interior de cada persona, voy haciendo convivencias con grupos, construimos espacios comunitarios de participación y se van construyendo zonas de paz, comenzando a remendar el tejido social con los pequeños grupos”ix. Otra participante observa que “para construir la paz en el país es indispensable que las mujeres actúen como agentes políticos en las mesas de diálogo y negociación. Al estar en estos espacios tenemos la oportunidad de poder debatir en el interior de procesos de negociación aquellas demandas que son trascendentales para las mujeres (…) Es fundamental

para la sociedad colombiana que el derecho a la verdad, a la justicia, a la reparación sea mirado de manera diferencial, así como los tipos de crímenes cometidos contra las mujeres”. Observamos también una lectura relacionada con los imaginarios sociales: “Los imaginarios colombianos son muy guerreristas y en los años de la era de Uribe ese imaginario se ha multiplicado; entonces hay que intentar transformar esos imaginarios desde lo religioso, político, social e ideológico”x. De igual manera se aboga también en estos espacios por la continuidad y el seguimiento a la Resolución 1325, y a la 1820: “Los procesos de paz desde las mujeres tienen que pasar por algo que sostiene hoy las resoluciones 1325 y 1820 y todas aquellas que han dado un fundamento muy preciso hacia la construcción de paz desde las mujeres (…) Es importante potenciar los escenarios para que se conozcan estas resoluciones, en este sentido es necesario plantearnos el papel que juegan las mujeres en los procesos de construcción de paz y su sostenibilidad”xi. Es importante subrayar que cientos de mujeres formadas en ONG en la perspectiva de género y Derechos Humanos que no se identifican “conscientemente” como feministas trabajan también en estas perspectivas y gracias a estas voces y movilizaciones de mujeres articuladas con otras de espacios diversos y sus consignas (“Las mujeres no parimos hijos para la guerra”, “La paz sin las mujeres no va”) lograron que en las mesas de negociación entre el gobierno colombiano y las FARC, en La Habana (Cuba), se incluyese a las mujeres víctimas del conflicto, se las escuchase y, con su presencia, se crease la Sub-comisión de género en estos escenarios.

4. Mujeres y mediación para la construcción de paz Por lo general, las mujeres en todos los países donde existieron y existen conflictos son las que rompen el silencio e inician procesos de resistencia contra la guerra y a favor de la paz. La paz, nos dice Cándida Martínez, “ha sido representada a lo largo de nuestra historia occidental como mujer. “La paz nació con cuerpo y atributos femeninos en la 26 VIDA NUEVA

antigua Grecia, encarnada por la diosa Eirene y su figura, relacionada siempre con la prosperidad y el bienestar, ha perdurado bajo formas y abstracciones diversas a lo largo de los siglos”xii. Desde este acercamiento proponemos a nivel de hipótesis que son las mujeres quienes irrumpimos en la historia como reconciliadoras, mediadoras y gestoras de paz, porque la guerra y los conflictos armados internos nos afectan directamente, generan muerte, destrucción y acaban con la prosperidad y el bienestar de los pueblos y las mujeres somos generadoras de vida en sentido integral. Esta es la experiencia colombiana en la que mujeres sencillas que han vivido en carne propia los dramas y traumas del conflicto armado dicen “no más” y deciden hablar, posicionar sus denuncias y reconocerse como mujeres sujetas de derechos. Como lo explica Navia, “las mujeres se han ido apropiando lentamente de su propia palabra, en torno a estos acontecimientos y realidades de la guerra que vivimos en el país. De ceder la voz a otros, pasaron a escuchar sus propias voces, a sistematizar críticamente sus experiencias para, finalmente, decir su palabra y evaluar desde ella el conjunto social y a los actores y dinámicas de la guerra. Igualmente, a las posibilidades de paz”xiii. Lo expresado por Navia es lo que experimentaron las mujeres de la Red Narrar para Vivir. Según narran, la entidad “nace en el año 2000 por una circunstancia de violencia que hubo en los municipios de Montes de María en Sucre y Bolívar. Empezó con

Cándida Martínez

10 mujeres que fueron maltratadas sexualmente, fueron amenazadas, les hicieron atentados; entonces ese grupito de 10 mujeres dijeron ‘vamos a hacernos sentir, vamos a hacer que seamos escuchadas’. Hoy en día somos 850 mujeres, nuestra directora es Mayerlys Angarita. Ella tuvo atentado en el 2002 (…) Nosotras como mujeres de nodo, como responsables también, sabiendo cuales son nuestros derechos, dijimos: ‘¡Basta ya, no somos 850 mujeres, somos una sola!’. La sede que teníamos en el año 2003 fue destruida, en el año 2005 le hicieron otro atentado a Mayerlys y empezamos a tocar puertas en los entes territoriales, empezamos a invitar ONG, acudimos a oficinas de Derechos Humanos. Hoy día somos reconocidas nacionalmente en Colombia como mujeres tejedoras de Narrar Para Vivir, como mujeres capaces, como mujeres emprendedoras (…) logramos como reparación colectiva una nueva sede en San Juan”xiv. Ellas son mujeres campesinas que salieron del olvido recuperando con resistencia y coraje sus voces de justicia, de esperanza y de paz, aun con la presencia de actores armados que las amenazaban continuamente. Otra experiencia importante es la Mujeres Mediadoras de Paz, proyecto iniciado en el 2012, convocado, financiado y acompañado por el Instituto de Paz, USIP, Estados Unidos. Virginia Bouvier, norteamericana colombianistaxv y Esperanza Hernándezxvi, han participado en todos los talleres, articulando a organizaciones de mujeres de diferentes regiones del país, creando espacios para compartir experiencias y aprendizajes de mediación, capacitarse y fortalecerse en el arte de

mediación y la construcción de paz. En estos espacios hemos escuchado voces y testimonios de mediación de mujeres de diferentes regiones del país, quienes han logrado incidir políticamente en espacios locales, regionales e internacionales y han realizado diálogos y negociaciones con diferentes actores generadores de violencias en sus territorios con logros de vital importancia para sus comunidades.

5. Mujeres, reconciliación y construcción de paz Asumir una reflexión sobre la reconciliación y la paz es un gran desafío para las mujeres. Sin desconocer que hay algunas mujeres en la guerra, el conflicto armado ha sido cuestión de hombres; es patriarcal, es inhumano. En Colombia, con 60 años de violencias vividas de diferentes maneras por cinco generaciones, sabemos más de conflictos que de paz. Por lo tanto, más que respuestas, afloran preguntas sobre cómo, como mujeres, le apostamos a construir y posicionar nuestros sueños de paz en escenarios políticos, sociales, culturales y religiosos: ¿Cómo construir una sociedad justa, solidaria, incluyente desde la feminidad? Siendo las mujeres la mayor parte de las víctimas del conflicto armado, ¿estamos preparadas para trabajar los temas de reconciliación, de perdón? En nuestra sociedad patriarcal y machista, ¿cómo lograr que se reconozcan, se visibilicen y se escuchen estas voces? Podríamos esbozar una tipología respecto a las posiciones de las mujeres sobre sus actitudes y opciones frente al perdón y a la reconciliación. Para algunas mujeres simplemente no hay perdón; VIDA NUEVA 27

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ellas asumen su posición como un derecho, como una expresión de la indignación que les produce recordar estos crímenes atroces. Lo expresan claramente en sus consignas: “Ni perdón ni olvido”. Para otras hay criterios y exigen que sus victimarios reconozcan los daños causados, pidan perdón a sus víctimas, expliquen el porqué de sus atrocidades; exigen el dar a conocer los nombres de los autores intelectuales y, respecto a la desaparición forzada, indicar el lugar donde están los cuerpos de sus víctimas y garantizar la no repetición de estos crímenes de lesa humanidad. Para este sector mayoritario, el perdón no significa olvido ni impunidad. Hacen suya la Ley de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no repetición y la Ley de Victimas emanadas constitucionalmente por el gobierno colombiano. Otras personas optan por el perdón y castigo divino: lo que pasó “fue la voluntad de Dios y solo Dios perdona lo imperdonable”. Según ellas, “Dios no castiga ni con rejo ni con palo, pero su justicia divina llega. No sabemos cuándo pero llegara”. La mayoría de las víctimas del conflicto armado son mujeres y gran parte de ellas cristianas. ¿Es posible la reconciliación sin abordar el tema del perdón generalmente relacionado con la moral cristiana? ¿Están preparadas las iglesias para asumir los desafíos de la reconciliación y el perdón en una perspectiva de Derechos Humanos y dignificación de las víctimas? Teniendo en cuenta estas posiciones sobre el perdón, es importante establecer las relaciones y diferencias entre perdón y reconciliación. En una conversación con una compañera de los Montes de María, ella me decía: “a mí me hicieron mucho daño. Yo podría perdonar pero no 28 VIDA NUEVA

acepto procesos de reconciliación”. Otras expresan que podrían realizar procesos de reconciliación pero no de perdón. ¿Cuál es la frontera entre estos dos conceptos? Existen, según las disciplinas desde donde se enfoque, muchas visiones sobre el tema. Para algunos, “todo proceso de reconciliación que aspira a la verdad, la justicia y la reparación parece no prescindir de la necesidad del perdón. Sin perdón, se dice, no puede haber paz, pues solo mediante el perdón es posible superar la asimetría entre las partes en conflicto”xvii. Para otros autores, “no es posible perdonarlo todo. Quizá no sea posible perdonar nada porque no hay nada que pueda ser reparado, al menos absolutamente”xviii. Desde otra mirada, el perdón es un don, un regalo que viene de adentro, de las entrañas, de la misericordia. Y es una decisión personal: “Entiendo por perdón una decisión personal de quien ha sido vulnerado, de renunciar a someter al victimario a actos violentos que le causen un sufrimiento igual o semejante al que él sometió a la víctima; una decisión personal de trabajar por transformar los propios sentimientos de odio y de venganza contra el victimario por sentimientos de comprensión;

una decisión de la víctima de tomar la iniciativa y el riesgo de abrirse al victimario para acogerlo…”xix. La reconciliación, a su vez, es propiciar diálogos de escucha activa, de respeto a las diferencias y de reconocimiento de la pluralidad político-ideológica, ya que su no reconocimiento y la polarización son factores de tensión y conflicto en la coyuntura actual. Como su nombre lo indica, reconciliar significa volver a conciliar con propósitos de cambio, rehacer acuerdos, comenzar de nuevo, no de cero, sino con todos los aprendizajes que han dejado el conflicto armado y los daños ocasionados a las personas, comunidades y territorios. Como lo expresa Lederach, es importante desarrollar la creatividad y encontrar la “llave maestra” que “da vida a la imaginación moral: la capacidad de personas y comunidades de imaginarse a sí mismas en una red de relaciones, incluso con sus enemigos”, porque “la imaginación moral surge con la capacidad de imaginarnos a nosotros mismos en la disposición de aceptar la complejidad sin depender de una polaridad dualista, en la creencia en el acto creativo y en la aceptación del riesgo inherente necesario para romper la violencia y aventurarse por caminos desconocidos que conduzcan a un cambio constructivo”xx.

6. Mujeres y espiritualidades para la paz La espiritualidad es la forma en que vivimos según el Espíritu que nos anima. Desde esta experiencia damos vida a los imaginarios sobre lo sagrado, lo divino, que nos mueve para realizar acciones, en este caso, relacionadas con la resistencia -o la pasividad- frente a los hechos

violentos. En diferentes espacios nos encontramos con múltiples formas de vivir estas espiritualidades; en algunos casos, desde el reconocimiento de Dios con rostro de mujer; en otros, Dios como Energía, Sabiduría Divina; en otros con énfasis en la relación Dios/Diosa-NaturalezaMadre Tierra. Y encontramos también formas tradicionales propias de la religiosidad popular católica y pentecostal. A veces estas espiritualidades se transforman en resistencia frente a la impunidad, a la injusticia, en otros, en resignación. Otras experiencias de fe marcadas igualmente por el dolor, la injusticia, la impunidad, claman al Dios de la vida, de la solidaridad, de la justicia; al Dios que acompaña y da respuestas a las víctimas. El pueblo de Trujillo (Valle) vivió entre 1989 y 1994 una serie de asesinatos, en que se les arrebató la vida a más de 300 personas. El párroco de este municipio, el padre Tiberio Fernández, fue asesinado brutalmente; su cuerpo fue arrojado al río Cauca. Los familiares de las víctimas, campesinos y campesinas, familias sencillas arraigadas en una religiosidad tradicional, lograron un proceso de transición hacia imaginarios religiosos y políticos de resistencia, realizando sus duelos y caminos de recuperación de la memoria histórica de estos acontecimientos: “… es una memoria de resistencia colectiva, desde la subjetividad y la creatividad de las víctimas, contada y escrita a partir de sus vivencias y testimonios, convirtiéndose en el tronco del árbol, sostenido por las raíces profundas de fe y resistencia, lucha y esperanza. Relatar esta memoria dolorosa ha contribuido para que las víctimas hagan duelos y se conviertan en sujetos políticos de derechos, fortalezcan su fe y se apropien de su proceso. Esta memoria exige asumir riesgos (…) AFAVIT (la asociación de familiares) y sus acompañantes han sido amenazados, criticados y estigmatizados”xxi. También algunas teólogas y biblistas colombianas reconocen los cambios de imaginarios y prácticas religiosas, a partir de sus opciones de acompañamiento a mujeres víctimas de la pobreza y del conflicto armado: “En nuestras vidas pudimos

comprobar itinerarios parecidos. Para algunas la relación había sido con una misma imagen de Dios, como creador, omnipotente, más o menos misterio. Para otras la relación se había desarrollado a partir de la figura y la experiencia de Jesús. Para otras, la llamada al absoluto venia por dolor del mundo. Hubo un paso casi unánime en la evolución: de la vivencia de un Dios vigilante, castigador, a la de un Dios amoroso, cercano, compasivo. Para el conjunto, la Teología de la liberación jugó un papel definitivo en nuestras vidas y, por consiguiente, Dios se nos reveló como un protector/defensor de los débiles y pobres”xxii. Nos encontramos, igualmente, con un sector minoritario de mujeres que optaron por el sacerdocio, ritual realizado en lugares reservados en Estados Unidos, algo desafiante para la institución católica en la medida en que intenta recuperar el poder y la capacidad mediadora de lo sagrado y de lo espiritual desde las mujeres. Como bien lo explica Navia, “una de las grandes derrotas históricas que hemos sufrido las mujeres fue el haber sido privadas de nuestro poder mediador ante lo sagrado y ante lo espiritual (…) Descubrir esto, reconocerlo en nuestra propia carne y hacernos conscientes de que las mujeres solo podemos recuperar la capacidad mediadora si nosotras mismas nos la reconocemos y se la reconocemos y otorgamos a los demás fue una verdadera revolución en nuestro espacio y en

nuestra vida. Esto nos llevaría más adelante a abordar el problema de la autoridad femenina, en la Iglesia, en la familia en nuestras comunidades y en la sociedad en general”xxiii. Estas sacerdotisas, ordenadas por obispas, conscientemente asumen la recuperación de la mediación de lo sagrado pero desde una actitud de servicio y humildad: “Las mujeres que somos ordenadas somos muy mayores, ya pensionadas, habrá dos o tres jóvenes de 43 a 50 años; las demás tenemos hasta 80 y 90 (…) Hay 280 mujeres en el mundo trabajando donde las acepten. Nuestras obispas no nos tienen como empleadas. Servimos en donde podemos, la mayoría somos pensionadas. No tenemos templos, no nos interesa tener templos porque no cuidamos ladrillos, queremos cuidar personas. Es un ministerio renovado diferente, no queremos salir de la Iglesia, no lo hemos hecho porque tenemos apoyo de la Iglesia Pueblo de Dios”xxiv. En aras de continuar nuestros trabajos de Derechos Humanos desde una perspectiva de fe, nos preguntamos, ¿qué formas de espiritualidades necesitamos para aportar como mujeres cristianas o de otras religiones en procesos de construcción de paz? ¿Cómo, desde estas experiencias de vida interior, de energías divinas, de sentir la presencia del Dios/Diosa del amor, de la vida, de la justicia, de la solidaridad, realizamos procesos

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MUJERES, RECONCILIACIÓN Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ EN COLOMBIA de perdón hacia nosotras mismas y cómo acompañamos procesos de reconciliación y perdón hacia otras personas? Sería interesante convocar, encontrarnos para reflexionar sobre este tema.

paz que democratice las estructuras de poder, que sea incluyente, participativa, que deconstruya las culturas patriarcales que han jalonado la muerte en nuestra sociedad y construya estructuras dignas para la vida en donde mujeres y hombres vivamos sin temor, sin miedo a ser descalificados, sacrificados por tener posiciones distintas frente a cómo debe reconstruirse nuestra sociedad. Es en el núcleo de estas aspiraciones y sueños donde las acciones con énfasis político y las espiritualidades políticas para la paz se encuentran, se abrazan amorosamente para decir y exigir un “Nunca más” para Colombia, un “Nunca más” para cualquier país del mundo atravesado por guerras y muerte.

Conclusiones abiertas Como lo hemos visto a través de los relatos aquí presentados, las mujeres colombianas hemos sido afectadas por el conflicto de diferentes maneras. Avanzamos considerablemente en estas dos últimas décadas en relación con nuestros derechos y en prácticas de resistencia, de construcción de nuestras memorias, respecto a la experiencia de las mujeres –nuestras abuelas y madres– de la “Época de la Violencia” de los años 40 y 50 del siglo pasado, donde todo quedó en la impunidad. Si bien hemos interiorizado una ética del respeto, una ética para la vida con dignidad y la vivimos en y desde nuestras opciones, en algunos procesos encontramos divisiones y formas no adecuadas de relacionarnos que nos afectan. Somos como un rompecabezas plural, diverso en términos culturales, político-ideológicos, sociales, económicos, medioambientales y religiosos, desde donde construimos nuestras identidades y subjetividades y realizamos nuestras acciones de paz. Si una parte de este “rompecabezas” no se reconoce o se excluye quedamos incompletas. Estamos aprendiendo a escucharnos, a respetarnos, a mediar frente a nuestros conflictos, a construir colectivamente horizontes de democracia participativa, de inclusión y de construcción de paz; estamos “coloreando la esperanza” y saboreando “nuevos amaneceres” desde nuestras diversidades y múltiples formas de pensar, de sentir, de amar, de organizarnos, de actuar. Constatamos que desde los espacios en los que interactuamos, sean políticos, religiosos, culturales, medio-ambientales, y desde las mediaciones y énfasis de cada organización, en cada espacio, en cada proceso, estamos resignificando imaginarios de sumisión, de violencia, y le estamos apostando a la construcción de imaginarios de mediación para la reconciliación, para la paz con justicia social, una 30 VIDA NUEVA

Bibliografia i T rabajadora Social. Socióloga. Directora de la Red Ecuménica Nacional de Mujeres Por la Paz ii NAVIA VELAZCO, Carmiña. Guerras y paz en Colombia. Las mujeres escriben. Premio Casa de las Américas 2004. La Habana: Casa de las Américas. 2004. Pág. 143 iii Nos referimos a nuestra organización, Red Ecuménica Nacional de Mujeres por la Paz, 2000; Red de Mujeres constructoras de Paz, 2003; Red de Mujeres Ecuménicas, 2005; Mesa Ecuménica Por la Paz, 2006; Red de Mujeres Mediadoras de Paz, 2013 iv SANCHEZ, Cristina. Memorias en conflicto en sociedades post totalitarias. En Hannah Aredt: Política, violencia, memoria. Bogotá: Universidad de Los Andes. 2012. Pág. 96 v NICHOLLS, Nancy. Memoria, emociones, valores en cuerpo de mujer. En Pastoral Popular. Centro Ecuménico Diego Medellín. Julio-septiembre. 2013. Año 62. No. 331. Págs. 8-9 vi BECERRA VEGA, Yolanda; YAÑEZ MORENO, Silvia. Re-parar para la paz. Caminos y reflexiones en el proceso de reparación colectiva de la Organización Femenina Popular. Barrancabermeja: Óscar Daniel Campos Becerra. 2014. Pág. 28 vii Casos de Yolanda Izquierdo en Córdoba, de Yolanda Cerón en Tumaco, de Teresita Ramírez en Antioquia y de muchas más asesinadas por los paramilitares por oponerse a sus proyectos de muerte viii FEMINISTAS Y PAZ EN COLOMBIA, Entrevista a Patricia Buritica, Bogotá, 2010 ix Ibid. Entrevista a Alba Estela Barreto x Ibid. Entrevista a Roció Pineda xi Ibid. Entrevista a Ángela Cerón xii MARTINEZ LOPEZ, Cándida. Las mujeres y la paz en la historia. Aportaciones desde el mundo antiguo. Instituto de la Paz y los conflictos. Universidad de Granada xiii N  AVIA VELAZCO, Carmiña. Guerras y paz… Op. Cit. Pág.67 xiv Memorias Taller de Reconciliación y Paz. REMPAZ, Tolú, noviembre 10-12, 2015. Testimonio de Dina Luz Peña, co-fundadora de la organización Narrar para Vivir xv Dra. Virginia M. Bouvier, Senior Advisor for Peace Processes U.S Institute of Peace xvi Politóloga, especialista en mediación y construcción de paz, docente e investigadora xvii MUÑOZ FONNEGRA, Sergio. La dimensión ético-existencial del perdón como correctivo de las políticas del perdón. En Astrolabio. Año 2012. No.13. Págs. 316-324 xviii MELICH SANGRA, Joan-Carles. Paradojas. Una nota sobre el perdón y la finitud. Universidad Autónoma de Barcelona. ARS BREVIS. 2012. Pág. 122 xix DE ROUX, Francisco. El perdón en la construcción de paz. Citado por Édgar Antonio López en Perdón, Memoria y Justicia, Proyección teológica de la reconciliación en Colombia. Bogotá: Javeriana. 2014. Pág. 158 xx LEDERACH, Paul. El arte y el alma de construir la paz. Norma. Pág. 64 xxi TRIGOS, Maritze, promotora de la Asociación de Familiares victimas de Trujillo, AFAVIT, Espiritualidad y Memoria. Entrevista de la revista Vida Nueva Colombia, edición No. 113. Pág. 17 xxii NAVIA VELAZCO, Carmiña, Circulo Espiritual Mará Magdala, Cali. Memorias. Cali: Merin SE SAS. 2011. Pág. 34 xxiii O  p. Cit., pág.38 xxiv Testimonio de Olga Lucia Álvarez, Memorias Encuentro de Lectura Popular de la Biblia, Medellín, diciembre, 2015. Documento Fotocopiado

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