Una revolución a fondo maestros, lectura y escritura. Felipe Garrido. Curso-taller multidisciplinario Formadores de Lectoescritores

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Una revolución a fondo. Las mayúsculas y las minúsculas. Felipe Garrido. Curso-taller multidisciplinario Formadores de Lectoescritores
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LECTURA Y ESCRITURA MUSICAL
ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR 2922/2007 Nº 37 – DICIEMBRE DE 2010 “LECTURA Y ESCRITURA MUSICAL” AUTORÍA ANA MARÍA PORCEL CARREÑO TEMÁTICA EDUCACIÓN

lectura y la escritura
Semana de la lectura y la escritura Leer para aprender, escribir para contar de la Semana lectura y la escritura Leer para aprender, escribir para co

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Una revolución a fondo maestros, lectura y escritura Felipe Garrido Curso-taller multidisciplinario Formadores de Lectoescritores

“Estamos determinados a que se haga visible el trabajo de miles de maestras y maestros, que desde las aulas ratifican cada día su compromiso con la educación pública, porque es como mejor sabemos servirle a México” Maestro Juan Díaz de la Torre.

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Una revolución a fondo Maestros, lectura y escritura Felipe Garrido

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Una Revolución a fondo. Maestros, lectura y escritura.

Autor: Felipe Garrido Coordinadora editorial: Silvia Luna Rodríguez Editorial del Magisterio “Benito Juárez” del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación Venezuela 44, Col. Centro Delegación Cuauhtémoc México, Distrito Federal Primera Edición, noviembre 2014 Colección, “Una Revolución a fondo” Folleto 3. Maestros, lectura y escritura. Derechos Reservados © SNTE 2014 ISBN: 978-607-8405-21-3 Queda prohibida, salvo excepción prevista en la Ley cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sin la autorización por escrito del titular del copyright.

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PRESENTACIÓN En el SNTE hemos profundizado nuestro compromiso con la educación pública y con el pueblo de México, para responder mejor a lo más importante: lo humano, en la desafiante y trascendental misión de la formación integral de los niños y jóvenes porque son ellos los portadores de la esperanza y de nuestros afanes por construir un México mejor, para nosotros ese es el corazón de la reforma educativa. La cercanía entre dirigentes y agremiados, fortalece la agenda sindical y la orienta dándole como contenido las respuestas que el desarrollo profesional exige a los maestros, porque la calidad de la educación y la certeza laboral, son dos ejes estratégicos que nuestros compañeros identifican no solo como líneas paralelas sino totalmente fundidas, a esa visión corresponde el taller multidisciplinario de lecto escritores. Porque para nosotros, la defensa de la escuela pública de calidad para todos y la defensa de nuestros derechos, son una misma lucha, que enfrentamos preparándonos cada día, para acompañar a nuestros alumnos en la construcción de un futuro cierto en un mundo de incertidumbres. La colección “Una Revolución a fondo”, se nutre de ese espacio académico que rescata el esfuerzo de los docentes por sistematizar y documentar sus experiencias exitosas en el aula, porque el primer reconocimiento a la profesión es el que se conquista entre pares, por ello, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, las editará y difundirá, para que sean aprovechadas por otros maestros y para que la sociedad aprecie el trabajo de nuestros compañeros.

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Una Revolución a fondo. Maestros, lectura y escritura.

Con esta colección, reafirmamos que estamos determinados a que se haga visible el trabajo de miles de maestras y maestros, que desde las aulas ratifican cada día su compromiso con la educación pública, porque es como mejor sabemos servirle a México. Maestro Juan Díaz de la Torre Presidente del Consejo General Sindical

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I. Maestros, lectura y escritura Muy queridos profesores, colegas, amigos: Comienzo con versos porque las fiestas de la palabra deberían siempre abrirse dando la voz a los poetas; el idioma culmina en la poesía. Suave Patria: en tu tórrido festín luces policromías de delfín, y con tu pelo rubio se desposa el alma, equilibrista chuparrosa, y a tus dos trenzas de tabaco sabe ofrendar aguamiel toda mi briosa raza de bailadores de jarabe. Tu barro suena a plata, y en tu puño su sonora miseria es alcancía; y por las madrugadas del terruño, en calles como espejos, se vacía el santo olor de la panadería. Cuando nacemos, nos regalas notas, después, un paraíso de compotas, y luego te regalas toda entera, suave Patria, alacena y pajarera. Al triste y al feliz dices que sí, que en tu lengua de amor prueben de ti la picadura del ajonjolí. ¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena de deleites frenéticos nos llena! Trueno de nuestras nubes, que nos baña 7

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de locura, enloquece a la montaña, requiebra a la mujer, sana al lunático, incorpora a los muertos, pide el Viático, y al fin derrumba las madererías de Dios sobre las tierras labrantías. Trueno del temporal: oigo en tus quejas crujir los esqueletos en parejas, oigo lo que se fue, lo que aún no toco y la hora actual con su vientre de coco, y oigo en el brinco de tu ida y venida, oh trueno, la ruleta de mi vida. Acabo de leer un segmento de “La suave patria”, un poema que ofrece una visión en principio personal y ahora ampliamente reconocida de lo que la Patria es; el lugar donde vivimos. Ramón López Velarde terminó de escribirlo el 24 de abril de 1921, un año crucial en nuestra historia. Y se publicó por primera vez en el tercer número de El Maestro, Revista de Cultura Nacional, el 1° de junio de ese año, dieciocho días antes de que su autor falleciera. Citar aquí los versos de López Velarde tiene un sentido profundo, pues los primeros, los más firmes, los indispensables constructores de la patria son los trabajadores de la educación. Pero hoy no hablaré de poesía. He titulado a estas páginas Maestros, lectura y escritura. Su propósito es fortalecer nuestra conciencia respecto a la necesidad de que los profesores sientan suya la convicción de que a ellos les corresponde formar a sus alumnos como lectores autónomos capaces de producir textos. Es su privilegio. Y esto implica que los propios maestros tienen la obligación de ser lectores capaces de escribir. 8

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Tenemos la fortuna de ser testigos de cómo los libros, una vez más -esto ya ha sucedido antes- están cambiando de forma. Por economía y tradición, la palabra libros engloba aquí todas las formas de recoger, preservar y reproducir la palabra, y todos los soportes en que se manifiesta; de la piedra al ciberespacio. Cada tipo textual, cada soporte y sus posibles combinaciones implican peculiaridades; hasta ahora, sin embargo, tales diferencias no han sido tan profundas como para que no podamos seguir llamando a lo que hacemos leer y escribir. * Con la palabra, que nos permite acumular y transmitir experiencias -más aún cuando está escrita; más ahora, potenciada por las nuevas tecnologías-; con la palabra que leemos y escribimos, la palabra completa, hemos alzado nuestra contradictoria civilización, plena de miserias y con algunos momentos de gloria. La palabra ha sido siempre, sigue siendo, privilegio de pocos, dueños del poder y la riqueza, del conocimiento y la información. En náhuatl tlatoani, ‘el que habla’, es el gobernante supremo. Hace no mucho tiempo, cuando la idea de que la educación es un derecho de todos empezaba a extenderse, con enormes trabajos, porque no todos estaban convencidos de que estudiar en verdad sirviera de algo y muchos preferían -aun hoy lo prefieren- que sus hijos siguieran trabajando en lugar de ir a la escuela; hace no mucho, digo, escribir y leer eran materias separadas: y mientras en el salón de leer podía haber cuarenta niños y tres o cuatro niñas, al de escribir acudían menos de la mitad. Había un estrato dueño de la palabra y el poder, que necesitaba escribir, y al resto no se le permitía ir más allá de la lectura, de modo que pudiera recibir órdenes y no tuviera la tentación de contestar. Parece ser que eso ha comenzado a cambiar. Pero aun donde hay cambios éstos no son tan profundos ni acelerados como quisiéramos. Nos falta mucho 9

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para tener todos los lectores capaces de escribir que nos hacen falta; “No para que todos sean escritores -Rodari-, sino para que nadie sea esclavo”. * Durante siglos México fue una nación de analfabetas. ¿Cómo podía educarse y progresar, si su gente era incapaz de leer y escribir? Su economía dependía del trabajo de hombres y mujeres que vivían como esclavos. ¿A quién le podía interesar que escribieran y leyeran? Un día el vapor fue domado, irrumpió la industria, surgió el proletariado, floreció el comercio, hizo falta quien llevara cuentas, pleitos y conocimientos en aquella nueva sociedad. El mundo comenzó a hacerse urbano y cada vez hizo falta más gente que supiera leer y escribir, aunque fuera de manera elemental. Los progresos fueron lentos. Los ajustes violentísimos. En 1910 estalló la Revolución. Diez años después, cuando aquel huracán de sangre y fuego se aquietó, el país estaba en ruinas; sin cultivos ni fábricas ni minas ni comercio... Lo más lamentable, porque si falta eso falta todo lo demás, sin escuelas ni maestros. Maestros, que van antes que las escuelas. Donde haya un maestro habrá siempre una escuela; un buen maestro lleva en él la escuela. Un buen maestro quiere decir un maestro lector capaz de producir textos; un maestro que lee y escribe, todos los días, porque debe hacerlo y por el gusto de hacerlo. Superada la Revolución, hacía falta remediar el desastre. En 1921 el presidente Álvaro Obregón creó la Secretaría de Educación Pública. Su titular fue José Vasconcelos: un hombre impaciente. Ya en 1920, antes de que fuera secretario de Educación, desde la Universidad Nacional, de la que era rector, cinco veces había convocado al pueblo para que quienes sabían leer y escribir lo enseñaran a los analfabetos. Hubo mucho ruido, pocas respuestas y resultados pobres. Los “maestros 10

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honorarios” eran voluntarios sin paga ni preparación ni organización. Vasconcelos, además, quiso ser presidente y en el intento se distrajo. Menos de tres años pasó al frente de la secretaría. Vasconcelos demostró que, si no coinciden con un trabajo de campo sólido, callado y tenaz, las campañas de alfabetización son una espectacular manera de tirar a la basura tiempo y recursos. Una vez que pasan, todo queda como estaba. La prioridad era que los mexicanos escribieran y leyeran, pero en el país faltaban libros que a Vasconcelos le parecían indispensables; así que decidió editarlos. Comenzó cuando era rector de la Universidad, y continuó con ellos en la SEP. Compró a diversos editores decenas de miles de libros de geografía, historia, matemáticas, español, botánica y otras asignaturas. Y encargó a colaboradores cercanos la producción de algunos de esos otros libros que son los que en verdad forman lectores y no tienen más propósito -aunque en el camino puedan enseñarnos esto y lo otro- que enamorarnos de la lectura: “el libro del cuento mágico, del verso de luz, de la pintura maravillosa, de la deleitable música; el libro de la fantasía, del milagro, de la hermosura; el libro bello, en suma, sin otra utilidad que su belleza” -dijo Juan Ramón Jiménez, hablando de esa clase de libros, cuando estaba ya transterrado en Puerto Rico. Vasconcelos encargó a Gabriela Mistral, que había llegado de Chile para sumarse a su obra, unas Lecturas para mujeres que ahora pueden parecernos machistas, pero que entonces eran avanzadas. Un grupo de talentosos poetas y ensayistas -Gabriela Mistral, Palma Guillén, Salvador Novo, José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Francisco Monterde, Xavier Villaurrutia, Bernardo Ortiz de Montellano, más los ilustradores Roberto Montenegro y Gabriel Fernández Ledesma-, en su mayoría casi adolescentes, se hicieron cargo de las Lecturas clásicas 11

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para niños, que buscaron recoger los más hermosos textos que había producido la humanidad. Editó la revista El Maestro, que llegaba a los hogares y se ocupaba lo mismo de higiene y cultivos caseros que de poesía -ya vimos que ahí apareció “La suave patria”-. Publicó, y esto fue lo que más llamó la atención, una colección de 17 autores clásicos, en tirajes enormes para la época y el lugar -algunos títulos llegaron a los diez mil ejemplares-. Sus enemigos lo acusaron de dilapidar el erario público para poner a autores como Tagore, Dante, Plotino y Platón en manos de gente que no sabía leer: 80 de cada cien mexicanos. Los fines de semana el secretario en persona salía en su automóvil a repartirlos. La influencia de esos clásicos se extendió por todo el continente y vale la pena recordar un posible eco literario: el viejo librero catalán que en Cien años de soledad regala libros de Séneca y Ovidio a Aureliano Segundo y sus amigos, y del cual dice García Márquez que “su fervor para la palabra escrita era una urdimbre de respeto solemne e irreverencia comadrera”. Pero -esto también quedó claro-, para formar lectores no basta con producir y repartir libros. Por supuesto tiene que haber libros en manos de la gente, pero lo que nos hace lectores es que alguien nos llene el corazón y la cabeza de datos, historias y versos, que nos cuente y nos lea, nos acerque a los libros y les permita seducirnos. Lo que forma lectores es la intervención de quienes se dedican a promover la lectura y la escritura -algunos, desde algún programa; otros naturalmente lo son o deberían serlo: los padres y abuelos; sobre todo los maestros-. Vasconcelos no alcanzó a organizarlos, pero algunos de sus allegados fueron extraordinarios promotores. Cuenta Daniel Cosío Villegas, quien muchas veces fue a repartir libros con Vasconcelos y años después creó el Fondo de Cultura Económica:

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...había que ver el espectáculo que domingo a domingo daba, por ejemplo, Carlos Pellicer [...] Carlitos llegaba a cualquier vecindad de barrio pobre, se plantaba en el centro del patio mayor, comenzaba por palmear ruidosamente, después hacía un llamamiento a voz en cuello, y cuando había sacado de sus escondrijos a todos [...] comenzaba su letanía: a la vista estaba ya la aurora del México nuevo, que todos debíamos construir, pero más que nadie ellos, los pobres, el verdadero sustento de toda sociedad. Él, simple poeta, era ave de paso, apenas podía servir para encarrilarlos en sus primeros pasos; por eso sólo pretendía ayudarles a leer, para que después se alimentaran espiritualmente por su propia cuenta.1 Ese mismo Pellicer que algún día le dijo a Vasconcelos: Sembrador silencioso: el sol ha crecido por tus mágicas manos. El campo ha escogido otro tono y el cielo ha volado más alto. Veinte años después de que Vasconcelos hubo dejado su austera y enorme oficina en la SEP, con dos murales de tema esotérico –Buda, derviches giradores, diademas estelares- de Roberto Montenegro en las cabeceras, llegó a ocuparla Jaime Torres Bodet. Ministro de Relaciones Exteriores (1946-1948), director general de la Unesco (1948-1952), embajador en 1

Daniel Cosío Villegas, Ensayos y notas. México, Hermes, 1966, vol. I, pp. 15-16.

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Francia (1954-1958), Torres Bodet es, sobre todo, el más importante de los secretarios de educación que hemos tenido. Fue un ensayista brillante y un altísimo poeta. “Civilización” parece escrito para el doloroso tiempo que vivimos. Leo parte del poema; hay que buscarlo para leerlo completo: Un hombre muere en mí siempre que en Asia, o en la margen de un río de África o de América, o en el jardín de una ciudad de Europa, una bala de hombre mata a un hombre. Y su muerte deshace todo lo que pensé haber levantado en mí sobre sillares permanentes: la confianza en mis héroes, mi afición a callar bajo los pinos, el orgullo que tuve de ser hombre al oír -en Platón- morir a Sócrates, y hasta el sabor del agua, y hasta el claro júbilo de saber que dos y dos son cuatro... Porque de nuevo todo es puesto en duda, todo se interroga de nuevo y deja mil preguntas sin respuesta en la hora en que el hombre penetra —a mano armada— en la vida indefensa de otros hombres.

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Torres Bodet, que había sido secretario de Vasconcelos en la SEP, encabezó dos veces el ministerio de Educación, de 1943 a 1946 y de 1958 a 1964. En su primera gestión impulsó la creación del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, de la Comisión Revisora de Planes y Programas, y del CAPFCE. Construyó la Escuela Normal para Maestros, la Escuela Normal Superior, el Conservatorio Nacional y, por todo el país, numerosos planteles que permitieron aumentar la cobertura escolar; con eso el índice de analfabetismo comenzó realmente a reducirse. En 1943 era de 48 por ciento; en 1964, era de poco menos de 30 por ciento. En su segundo periodo Torres Bodet puso en marcha el Plan de Once Años para la Extensión y el Mejoramiento de la Enseñanza Primaria, fundó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, propició la construcción de la unidad de Zacatenco del Instituto Politécnico Nacional, del Museo Nacional de Antropología, del Museo de Arte Moderno, y la modernización de los museos de Arte Virreinal y de Pintura Colonial. Lo más importante: siguió levantando escuelas y formando profesores. * Al llegar a 1970 México tenía 48 millones de habitantes, un índice de analfabetismo de casi 26 por ciento y un nivel de escolaridad de tres años y medio. Para 2010 el analfabetismo se había reducido a 7 por ciento, y la escolaridad había aumentado a ocho años y medio. Una hazaña; mayor aún si se piensa que en esos cuarenta años los mexicanos pasamos de ser 48 millones a 112. En el camino descubrimos, con alarma, que la alfabetización es una etapa indispensable, pero que no basta para formar lectores capaces de escribir y, en consecuencia, no alcanza a detonar los procesos de desarrollo que el país necesita. Porque, finalmente, de eso se trata; de 15

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que la educación y la cultura, la escritura y la lectura, los libros y las nuevas tecnologías nos lleven a vivir mejor. Escribió Vasconcelos en “Un llamado cordial”, al frente del primer número de la revista El Maestro: El único principio que servirá a los que aquí escriben y a los que seleccionan el material que ha de publicarse en nuestro periódico es la convicción de que no vale nada la cultura, de que no valen nada las ideas, de que no vale nada el arte, si todo ello no se inspira en el interés general de la humanidad, si todo ello no persigue el fin de conseguir el bienestar relativo de todos los hombres, si no asegura la libertad y la justicia, indispensables para que todos desarrollen sus capacidades y eleven su espíritu hasta la luz de los más altos conceptos. * No basta pues con que la población sepa leer y escribir. No es lo mismo estar alfabetizado que ser un lector capaz de producir textos. Una persona alfabetizada sabe leer y escribir: 93 de cada cien mexicanos pueden hacerlo, y en su mayoría lo hacen día con día por necesidad y por obligación, para estudiar, trabajar o buscar información. Esta lectura y esta escritura utilitarias tienen un uso práctico inmediato y, hasta ahora, son las que suelen transmitir nuestras escuelas. Pues en la escuela lo común es que no haya lugar para la lectura y la escritura que no son útiles, que no están encaminadas a cumplir con las obligaciones escolares. Para la lectura y la escritura utilitarias basta un nivel de comprensión tan bajo que puede hablarse de casi una simulación de la lectura donde se repiten palabras que se entienden a medias, o no se entienden. Y, ya se sabe, sin comprensión no hay lectura. Además de leer y escribir por necesidad y obligación todos los días –las lecturas utilitarias son parte de nuestra vida-, los lectores letrados 16

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y los autónomos2 leen y escriben también por el interés y el placer de hacerlo. Y eso es una gran diferencia. Pues para que una lectura sea gratificante, para que nos produzca emociones y sentimientos genuinos, para que nos permita formar redes de conocimiento, hace falta ir más allá de la superficie. El buen lector aprende a profundizar en la comprensión. Cuando alguien se forma como un buen lector, aprende a leer con todas sus potencias puestas en el proceso de entender más a fondo lo que está leyendo. Y de esa manera leerá cuando busque información, cuando siga un tema de actualidad, cuando estudie. * En 2010 había en México más alfabetos que en 1970. Era natural, pues la población se había más que duplicado. También el número de lectores había crecido, pero en proporción mucho menor. Al concluir la primera década del siglo, la población alfabetizada era de 34 millones y se dividía en dos grupos: cuatro millones de lectores; y treinta millones3 que habían aprendido a leer y a escribir, pero lo hacían sólo cuando no había más remedio; treinta millones de alfabetos no lectores. Cuatro millones de lectores frente a treinta millones de alfabetos no lectores son cifras alarmantes. Nos recuerdan aquello del salón de leer y el salón de escribir. Estar alfabetizado y no haber sido formado como lector autónomo capaz de producir textos es como saber únicamente leer y no escribir. Es haber sido educado a medias; haber sufrido un engaño. Cuatro millones de lectores frente a treinta millones de alfabetos no lectores implican enormes desperdicios de tiempo, dinero y 2 Defino los diversos niveles de lectores en mi libro Para leerte mejor. Paidós, México, 2014. 3 Expongo las cifras con detalle y cuento cómo llegué a ellas en mi libro Manual del buen promotor. México, Conaculta (Alas y Raíces), 2012.

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oportunidades, por parte de los gobiernos, las familias y las personas. Cuatro millones son muy pocos respecto al número de mexicanos alfabetizados y respecto a los que haría falta tener para alcanzar el nivel de desarrollo que el país necesita. ¿Para qué queremos más lectores? Quienes leen por el placer de leer y escriben a menudo, encuentran absurda esa pregunta. La lectura es una de las formas de la felicidad. Se lee para leer. Para quienes no son lectores, hacen falta argumentos más tangibles. Existe una relación directa, probada, entre el nivel de lectura de los estudiantes y su rendimiento escolar. Los mejores alumnos son mejores lectores que sus compañeros. Esa es una buena razón para que nos preocupe ir más allá de la alfabetización y formar lectores letrados, capaces de escribir. Existe también una relación directa, asimismo probada, entre el nivel de lectura de un país y su nivel de desarrollo. En las naciones donde se vive mejor se lee más. Esa es otra buena razón para formar lectores que se esfuercen por comprender mejor lo que leen, que lean y escriban todos los días; que incluyan en sus lecturas cuentos, novelas, ensayos, teatro, poemas, porque la literatura es un uso de la lengua que exige más de los lectores, los pone a prueba, los perfecciona. * Cuando se lee y se escribe por gusto no es posible conformarse con entender a medias. Esos lectores profundizan en la comprensión tanto como pueden. Ahondar en el sentido y en el significado de lo que se lee y se escribe es un intenso placer. Así que un lector capaz de producir textos está entrenado para entender, para construir la comprensión. Ha aprendido a muestrear, a anticipar, a inferir, a relacionar datos, a rectificar lo que va entendiendo mientras sigue leyendo -estos mecanismos 18

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se adquieren sólo con la lectura misma-4, a contener sus prejuicios, a reconocer las lagunas en su formación, a darse cuenta de lo que comprende -un lector incipiente o mal formado no se pregunta si está entendiendo lo que lee- y lo que no alcanza a comprender. Estar al tanto de lo que no se entiende es indispensable para construir la comprensión. Un lector capaz de escribir termina por contraer la manía de entender; llega el momento en que exige explicaciones y no las acepta cuando se las dan a medias. Y no sólo sobre lo que lee, sino sobre todo lo demás. La lectura por gusto ejercita el intelecto y desarrolla tres formas de pensamiento indispensables lo mismo para hacer política que para escribir poesía, llevar un negocio o jugar futbol. El pensamiento abstracto, que nos permite manejar ideas. El pensamiento utópico, que nos permite imaginar lo que no existe. Y el pensamiento crítico, que nos permite poner en tela de juicio lo que los demás y lo que nosotros mismos sabemos, decimos, creemos, pensamos y, por lo tanto abre la posibilidad de descubrir, rectificar, disentir, debatir, buscar acuerdos. A lo anterior hay que agregar que un lector capaz de escribir continúa aprendiendo, multiplicando experiencias, madurando, ampliando horizontes durante toda la vida. A final de cuentas, todos terminamos por ser autodidactos y cada quien sabe hasta donde cada quien lee. Ejercitarse en la escritura, por su parte, es una manera de adiestrarse en el arte de pensar. Tomando todo esto en cuenta, ¿qué tiene de extraño que los mejores lectores resulten ser mejores alumnos? Entienden mejor y, por lo tanto aprenden mejor, tardan más en olvidar, vinculan unos conocimientos con otros. Su rendimiento es consecuencia de su calidad de lectores capaces de escribir. Esos mejores alumnos serán mejores trabajadores, mejores profesionales, empresarios y políticos 4 Véase en mi Manual del buen promotor, ya citado, “Los mecanismos de la comprensión -o de la lectura-“, pp. 111-116.

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más capaces... y podrán armar sociedades más prósperas y justas, donde se disfrute de un nivel de vida más alto. * En el último tercio del siglo XX el mayor reto para los mexicanos era lograr que la mayoría supiera leer y escribir. Lo que sigue ahora es formar como lectores a esos treinta y tantos millones de alfabetos no lectores que hay en el país. ¿Quién podrá hacerlo? Creo que esa tarea corresponde a la multitud de salas, clubes, círculos, programas y proyectos para la formación de lectores que han surgido en los últimos tres decenios y que son lo mismo iniciativas de particulares que de autoridades federales, estatales, municipales... Muchos están integrados por voluntarios. Muchos trabajan con las escuelas, porque son espacios bien organizados. En mi opinión, quienes deben ocuparse de la población escolarizada son los maestros. * Hasta ahora la meta de la educación básica ha sido alfabetizar a los estudiantes -32 millones, dos más que los alfabetos no lectores-. En el pasado inmediato hubo autoridades y maestros que tuvieron la esperanza de delegar en manos de las organizaciones civiles la responsabilidad de formar a los alumnos como lectores letrados. Gracias a la reforma educativa que la SEP lanzó en 2013 se ha rectificado este camino. La responsabilidad de formar a los estudiantes como lectores corresponde en primerísimo lugar a los maestros y, en las familias en que esto es posible, a los padres. Para que los maestros puedan cumplir con esta responsabilidad hacen falta dos condiciones. Primero, que los propios maestros sean lectores letrados, y segundo, que la SEP cambie el propósito de los diez o doce años de estudio que abarca la educación básica. 20

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En adelante esa meta no debe ser ya alfabetizar a los alumnos, sino formarlos como lectores capaces de producir textos. Jamás conseguiremos una población mayoritariamente lectora mientras no logremos hacer lectores a los maestros de educación básica y convertirlos en los más importantes promotores de la lectura y la escritura. Una y otra condiciones son obligatorias. Como dice Pennac, cuando es leído con atención, también el verbo leer se conjuga en imperativo –lo que no debe hacerse es conjugarlo sin que los padres y los profesores vayan por delante, hayan leído antes. Un maestro, un bibliotecario, un padre de familia, un buen promotor de la lectura y la escritura tiene que ser un buen lector autónomo y ejercitarse en la escritura. Esto no es opcional. Tiene que ser. Es obligatorio. Lo subrayo porque la visión romántica –en el peor sentido de la palabra- de que la lectura autónoma tiene que estar libre de cualquier tipo de obligación y de presión se ha extendido más de la cuenta. Hay que volver a Pennac y leerlo a fondo. Cada vez que digo esto hay alguien en la audiencia que en ese momento, entre divertido e indignado, me recuerda el primero de los derechos que Pennac propone para los lectores: el derecho a no leer. En el mismo tono en que mi interlocutor lo haya expuesto, le recuerdo que esos derechos son de los lectores. Los no lectores no tienen derecho a no leer. Sencillamente, para ellos, la lectura no existe; no tienen que preocuparse por ella. Así que, primero hay que hacerse lector y, ya después, pero sólo después, tendremos derecho a no leer. Pennac no dice que alguien tenga derecho a no ser lector, sino que los lectores tienen derecho a no leer. Tampoco dice -hay que leerlo con atención- que jamás deba exigirse alguna lectura. Lo que no debería hacer nadie es mandar a alguien a leer lo que él no ha leído; mandarlo a leer mientras él se instala frente al televisor. A menudo, 21

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para formar a los lectores autónomos, y para iniciarlos en la escritura, será preciso aplicar cierta presión, imponer la lectura de algunos textos, hacer obligatorias ciertas tareas. Existe el derecho a no ser lector. No todos están obligados a ser lectores autónomos. De acuerdo. Pero si alguien decide ser un promotor de la lectura y de la escritura –un profesor, un padre de familia, un bibliotecario- entonces sí tiene la obligación de ser un buen lector y de escribir con frecuencia. No todos estamos obligados a saber de anatomía. Pero más nos vale que los médicos crean que ellos sí deben conocerla. * Espero que esté claro para qué queremos lectores letrados capaces de producir textos, de convertir su experiencia en expresión. Y cómo esto requiere que los profesores, ellos también y antes que nadie, sean lectores capaces de escribir. Los queremos para que México alcance el desarrollo que merece y sea una nación más respetada, más próspera, más democrática, más justa. Una patria donde se viva mejor. Es tiempo de emprender, con ímpetus nuevos, el camino de la grandeza de nuestra nación. Y ese camino, la dimensión de nuestro desarrollo comienza aquí donde yo estoy acabando, en la lectura y la escritura; en la voz escrita de los poetas. Porque será la poesía la que nos salve; es decir, la lectura y la escritura y la manía de entenderlo todo serán los cimientos de nuestro desarrollo. De manera que, si nos ponemos a leer y a escribir, si nos empeñamos en entenderlo todo, un día, más próximo de lo que pensamos, podremos ver cumplida la optimista promesa de una cosecha abundante con que López Velarde pone punto final a “La suave patria”: “...un trono/ a la intemperie, cual una sonaja:/ la carreta alegórica de paja”. 22

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II. Esquema de trabajo Propósito Este Esquema de trabajo es una propuesta puntual para que todos los miembros del taller puedan comenzar a escribir. Quienes ya han empezado y tienen un proyecto, sigan adelante; de cualquier forma, aquí encontrarán conceptos, avisos y sugerencias útiles. El objeto del taller es generar textos que transmitan a otros profesores las experiencias didácticas que hemos tenido. Es decir, acciones concretas que realizamos en el aula: 1) Para cubrir con nuestros alumnos un punto específico del programa. 2) Para resolver, alguna vez, alguna dificultad relacionada con el aprendizaje de los estudiantes. 3) Para hacer frente a problemas relativos a la convivencia en la escuela, como el bullying, por ejemplo. Por el momento, dejemos a un lado las generalidades y los aspectos teóricos del aprendizaje y la enseñanza. Acudamos a ellos con mucha cautela, cuando sea verdaderamente importante para apoyar alguna idea o alguna acción. Dediquémonos a recoger por escrito nuestras experiencias. Por separado cada una. Con eso estaremos acumulando el material para nuestro trabajo; estaremos realizando parte de la investigación. Ésa será una investigación de campo; es decir, una recopilación de casos reales en que hemos participado directamente nosotros. Éste es el material más valioso para nuestro trabajo. Es lo primero que tenemos que hacer. 23

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Existe otra especie de investigación, la documental, que puede ser de varias clases, según los materiales de que se ocupe: La investigación bibliográfica se hace en libros. La hemerográfica se hace en publicaciones periódicas, como diarios, revistas y anuarios. La digital se hace en publicaciones electrónicas. La que se hace en archivos. La que se hace entrevistando a maestros, conserjes, alumnos, bibliotecarios y otras personas. La investigación documental nos permite conocer y aprovechar lo que otros autores han encontrado en el campo que estamos investigando. Para el trabajo que estamos desarrollando en el taller, esta clase de investigación debe constituir un segundo paso, pues será la investigación de campo la que nos señale qué debemos buscar en la documental. La tarea primordial, la primera que debe ocuparnos, es el acopio de casos que procedan de nuestra propia experiencia. Buscamos transmitir a otros profesores nuestras experiencias didácticas. Lo que nosotros hemos probado en el aula con buenos resultados. Cuando hayamos reunido un grupo de casos concretos, podremos revisarlos, organizarlos y ver dónde nos hace falta apoyarnos en la investigación documental. Los expedientes Para cada uno de los casos que estemos registrando debemos abrir un expediente. Aquí propongo un modelo muy simple. Seguramente ustedes podrán ajustarlo para que cubra mejor la necesidad de reunir la información. El expediente debe constar de, por lo menos, las siguientes partes. 24

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1) Descripción del problema o del tema. Es importante anotar la fecha y el lugar en que se presentó el caso que vamos a tratar. Conviene omitir los nombres de los alumnos, o cambiarlos, ya que no se trata de exhibir a nadie, sino de aprovechar lo que sucedió en ese caso para tratar otros semejantes. Un ejemplo: Escuela República de Panamá, Coyoacán, Distrito Federal, mayo de 2013. María L., una alumna de nueve años, en tercero de primaria. La niña sufría de una enorme timidez, que le impedía leer en voz alta frente al grupo, pasar al pizarrón, participar en actividades grupales. 2) Estrategia que se siguió. Todos los detalles son importantes. Es preferible que haya un exceso de información. Me entrevisté con los padres para conocer la situación de la familia. Dos hermanos varones y una hermana. María es la segunda. Siempre ha sido vista como la más torpe de los cuatro y es blanco frecuente de bromas que la minimizan. Pedí la colaboración de los padres. Les expliqué que si no la ayudamos puede sufrir daños muy graves que la afectarán de por vida. María necesita tener mayor seguridad en ella misma. Los padres se comprometieron a acabar con las bromas y a irle dando ciertas responsabilidades que la reafirmen frente a sus hermanos. Le he dedicado tiempo en los recreos para preparar con ella lecturas muy cortas y le he pedido que me ayude a repartir circulares y otras tareas semejantes. 3) Resultados. Hay que tener cuidado para no engañarnos. Anotar los fracasos es tan importante como llevar cuenta de lo que se consigue. 25

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Trabajé con ella durante dos meses sin que pudiera apreciarse ninguna mejoría. Al comenzar el tercer mes, se atrevió por primera vez a pasar al frente para escribir las palabras que le fui dictando. María tiene muy buena ortografía, y cuando terminó de anotar las palabras del dictado le dimos un aplauso. Dos días después pudo ponerse de pie en su lugar y leer muy aceptablemente la lectura del día. 4) Comentarios. En esta sección podemos hacer observaciones más generales que nos lleven a obtener algunas conclusiones. A veces María tiene recaídas y vuelve a sufrir ataques de timidez, pero ha mejorado de manera notable. Tengo que seguir buscando oportunidades para que vaya aumentando la confianza en ella misma y un mayor aprecio en el grupo. Los expedientes no son el trabajo que estamos preparando. Son el resultado de nuestra investigación de campo, la materia prima para ese trabajo, nuestro producto final. Lo que encontremos en la investigación documental debe ir quedando anotado en una serie de fichas, que se describen adelante. Artículo, tríptico, folleto, libro, manual, tratado Cada uno de los expedientes que vayamos formando podrá convertirse en un artículo. El artículo es la unidad más breve que puede producir nuestro trabajo: se ocupa de un solo caso. El producto final puede tener varias formas. Una de ellas, cuando 26

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el material que tenemos es breve, es el tríptico: una hoja tamaño carta doblada en tres partes. Al frente quedará una portada que anuncia su contenido. Al desplegar la hoja, podrán leerse los artículos que contenga. Si reunimos una mayor cantidad de artículos, tendremos varios casos, que ocuparán un mayor número de páginas. Si son menos de 64 tendremos un folleto. Los folletos van engrapados por el centro. Pueden llevar forros, impresos en un papel más grueso o en una cartulina delgada. Si son 64 páginas o más tendremos un libro: deberá llevar forros, que irán en cartulina, y tendrá un lomo, esa parte de los libros que vemos cuando están en un librero y donde deben imprimirse el título, el nombre del autor y el sello, o insignia, de la institución o la editorial que los pública. Un manual es un libro que se ocupa de una materia y tiene un propósito didáctico. En un libro o en un manual nuestros artículos se convertirán en capítulos. Cuando el modo en que está organizado lo requiere, va dividido en partes que, a su vez, irán divididas en capítulos. Un libro que pretenda agotar un tema, tratarlo por completo, es un tratado. Textos informativos y textos literarios La intención del Taller de Lectoescritores del SNTE es ayudar a los profesores a transformar su experiencia docente en una serie de publicaciones que puedan servir a otros maestros. Está claro que los textos que los maestros deben escribir en este taller son material didáctico y tienen un carácter expositivo, informativo. Conviene distinguir entre esa forma de escritura, el texto informativo, y esa otra, el texto literario, que se emplea cuando se escriben cuentos, poemas, novelas o cartas de amor. 27

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La diferencia básica entre un texto informativo y uno literario es el manejo del lenguaje. En el texto informativo el lenguaje se cuida para que transmita la información tan claro como sea posible, sin adornos ni juegos de palabras, ni digresiones, sin que el autor se deje llevar por sus emociones. Un emisor elabora un mensaje para un receptor. El fin es que sea recibido con exactitud. No debe haber ambigüedades ni contradicciones ni nada que pueda interpretarse de más de una manera. La redacción debe ser impecable; eso la hace más clara. El párrafo anterior es un ejemplo de texto informativo. También lo es el que sigue: La televisión reduce el nivel intelectual y el rendimiento escolar de los niños. Una de las primeras señales de alarma la dio un pequeño grupo de educadores en los Estados Unidos, en 1964. Al examinar las pruebas de admisión escolar de ese año, hallaron que los alumnos de los grados finales de high-school, nacidos a finales de los años cuarenta, miembros de la primera generación que tuvo una dieta constante de televisión, mostraban deficiencias en comparación con los anteriores. Los resultados del Scholastic Aptitude Test fueron claramente inferiores, y en los años siguientes siguieron declinando51. En un texto literario, el autor juega con el lenguaje. También hay un mensaje, pero su intención, más que informarnos, es hacernos vivir 5

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Jim Trealease, The read aloud handbook, Harmondsworth, Penguin, 1982, p. 92.

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una experiencia y despertar nuestras emociones. Juega con imágenes y sonidos. Hay que leer esto en voz alta: ¡Ya viene el cortejo! ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines. La espada se anuncia con vivo reflejo; ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines. Es el poema “Marcha triunfal”, de Rubén Darío. No sólo se informa que ahí viene el cortejo, un desfile, sino que, además, el lector llega a sentir que lo está presenciando. Es que el poeta ha dispuesto los acentos de las palabras que forman sus oraciones de tal manera que produzcan un ritmo semejante al de una marcha verdadera que se estuviera aproximando. En un texto literario se ponen en juego todos los recursos del lenguaje para producir cierto efecto en el lector. El texto se compone como una partitura, estableciendo imágenes, repeticiones, simetrías, ambigüedades que enriquezcan el efecto buscado. Así, un texto literario siempre es ejecutado, interpretado, leído de maneras diferentes por los distintos lectores –y a veces pueden incluso surgir diferencias en la manera de entenderlo-. No sólo es un asunto de ritmos y sonoridades, sino también de la manera de decir las cosas. Muchas veces las palabras quieren decir cosas diferentes a lo que acostumbran significar. Sor Juana se dirige a un enamorado virtual, y en lugar de léeme le dice óyeme con los ojos (cuando leemos en silencio hay como una especie de voz que va resonando dentro de nosotros), ya que estamos tan lejos uno del otro, ya que están tan distantes los oídos

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Óyeme con los ojos, ya que están tan distantes los oídos, y de ausentes enojos en ecos, de mi pluma los gemidos; y ya que no llega mi voz ruda, óyeme sordo, pues me quejo muda. El lector va a oír, a escuchar sordo, porque no lo hará con los oídos, sino con los ojos. Y Sor Juana se habrá quejado muda, sin pronunciar palabra, pues lo habrá hecho no con la voz, sino con las palabras que ha escrito.

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III. La estructura IDC: introducción, desarrollo, conclusiones Al convertir el expediente de una experiencia didáctica en un artículo, considérense tres requisitos de una redacción eficaz: 1. La brevedad. Lo que se quiere decir debe estar completo, pero mientras menos palabras se usen, mejor. 2. La claridad. No debe haber lugar a dudas en lo que se comunique. 3. La sencillez. Conviene evitar los rebuscamientos, tanto del vocabulario como de la sintaxis; es decir, el orden que tengan las palabras en los enunciados. La mejor forma de organizar un artículo es darle una estructura IDC: introducción, desarrollo, conclusiones. Introducción. Una visión general del tema, una explicación de por qué se considera importante tratarlo, cuáles son sus límites y cómo está presentado. La introducción debe ser clara y directa. Desarrollo. Es el cuerpo del trabajo y generalmente está dividido en varias partes. Va llevando al lector al través del caso que se trata, mediante una exposición ordenada de los datos, ejemplos, conceptos y argumentos. Conclusión. En la introducción se anticipa el contenido del artículo; aquí se dan a conocer los resultados obtenidos. La presentación del artículo Las cuartillas Una página escrita en computadora o en máquina de escribir es una cuartilla. Las cuartillas de que conste el artículo deberán: • Ser hojas blancas, tamaño carta, escritas por un solo lado. 31

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• Estar a doble espacio e ir foliadas con números arábigos. • El primer párrafo y los que vayan después de una línea que se ha dejado en blanco, como las que siguen a un subtítulo o las que separan dos segmentos de un texto no llevan sangría. El resto de los párrafos va sangrado; es decir, con un espacio en blanco al principio de la primera línea. • La letra debe ser de 11 o 12 puntos y de una familia que sea legible: arial, courier new, times new roman, por ejemplo. • Los márgenes deben ser de dos y medio o tres centímetros por cada uno de los cuatro lados de la hoja. Título, créditos, resumen En la parte superior de la primera cuartilla debe ir anotado el título del artículo, el subtítulo -si lo hay- y los créditos; es decir, el nombre del o de los autores, a qué institución pertenecen, datos que permitan comunicarse con ellos -dirección electrónica, teléfonos- y la fecha en que el trabajo se entrega. A veces -en algunas publicaciones y en algunos congresos, por ejemplo- se pide que los artículos -en congresos, mesas redondas, simposios se llaman ponencias- lleven un resumen -ése es el nombre que debemos usar en español-. Se incluye en la primera página, después del título y los créditos, generalmente a bando: es decir, sangrando todas las líneas del texto. Un ejemplo: TIERRA CON MEMORIA Tras los pasos de Mariano Azuela y Demetrio Macías Felipe Garrido / Academia Mexicana de la Lengua / [email protected] / 17 de mayo de 2015 32

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Resumen El propósito de este trabajo es reconstruir la ruta que siguió Mariano Azuela durante la Revolución, como médico de tropa de Julián Medina; la que sigue Demetrio Macías en Los de abajo, como protagonista de esta novela, y la que siguió el autor al investigar las dos anteriores. Cuál es la visión de la tierra y la gente que tienen estos tres testigos. Cómo se relacionan los tres momentos en que se realizan sus recorridos. Hace casi cien años, el 15 de junio de 1915, tropas villistas bajo el mando de Julián Medina fracasaron en su intento de recuperar Guadalajara –perdida por los convencionistas dos meses atrás, después del asalto de doscientos carrancistas dirigidos por Manuel M. Diéguez, a quien dieron notoriedad sus soldados yaquis-. Durante la retirada, en una escaramuza en San Pedro Tlaquepaque, resultó herido un coronel de dieciocho años llamado Manuel Caloca. Caloca era uno de los hombres de confianza de Medina; su herida fue un grave revés para los villistas de Jalisco; uno más… Cuando lo que se está presentando ya no es un artículo, sino un folleto o un libro, los datos relativos al título y los créditos ocupan una página completa que se coloca al frente del trabajo. En esos casos no se acostumbra incluir un resumen en el interior de la publicación, pero sí un texto que, una vez impreso el producto, irá en una de las solapas, o en la contraportada. Ese texto, que tiene por objeto informar al posible lector sobre el contenido del libro, e interesarlo en su lectura, se llama solapa o contra. Un ejemplo tomado de Sociología del cine, SepSetentas número 110:

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Según ha dicho León Felipe, el cine es “una máquina de contar cuentos que se inventó porque el poeta dijo un día: un cuento bueno, un poema, hay que contárselos a todos los habitantes del planeta”. Pero además de la creación y la comunicación masiva, el cine tiene otras funciones. Francisco A. Gomezjara y Delia Selene de Dios se ocupan de estudiarlo como industria, como expresión del avance tecnológico, como medio para la educación, como reflejo de la realidad social, como obra colectiva, como forma de entretener el ocio, como creador de la cultura de masas, como arte, como evasión psicológica, como concientizador en la América Latina... Índice Al final –algunos lo ponen al principio- de un folleto o de un libro, se incluye un índice donde aparecen todas las partes del trabajo que llevan subtítulos y las páginas donde comienzan. Una manera usual de presentar esto es poner las partes mayores sin sangría, las subdivisiones con la misma sangría de los párrafos, y si hay más subdivisiones, con una sangría doble. Uso como ejemplo el índice de esto que estamos leyendo, en su última hoja. La investigación documental Para redactar el artículo pueden haberse consultado obras de otros autores. Si de ahí tomamos algunas ideas, esto puede decirse en el trabajo mismo. Si se toman textualmente sus palabras, se estarán haciendo algunas citas. En ese caso, se pondrán entre comillas y se indicará la fuente, el lugar de donde fueron tomadas, entre paréntesis (Monroy Huitrón, p. 27), o en una nota de pie de página. Los datos 34

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completos del libro citado aparecerán en la bibliografía: una lista de las obras consultadas –aunque no se hayan tomado de ellas citas textuales-, ordenadas alfabéticamente por los apellidos de sus autores: Monroy Huitrón, Guadalupe. Política educativa de la Revolución (1910-1940). México, Secretaría de Educación Pública (SepSetentas, 203, 1975. Cuando las obras se citan fuera de la bibliografía, el nombre de los autores aparece completo, comenzando por el nombre de pila y no por el apellido. Si las citas son mayores de cinco líneas, se separan del texto en un párrafo aparte que va a bando; es decir, se sangra en el margen izquierdo con la misma sangría que llevan los párrafos. La cita irá separada del párrafo anterior y del posterior por una línea en blanco en cada caso. Aquí son innecesarias las comillas, pues esta disposición indica que se trata de una cita: De cuando en cuando brotan en diversos lugares grupos de rebeldes que pretenden encender nuevamente los ánimos, principalmente en los estados donde la lucha cristera ha dejado aún rescoldos. Narciso Bassols (ministro de Educación en 1932) encenderá la mecha al insistir nuevamente en el cumplimiento estricto del artículo 3º constitucional y al declarar una abierta campaña en las escuelas contra todo principio religioso.61 A medida que avanza la investigación documental, sus resultados van quedando cuidadosamente anotados en fichas. Antes de que hubiera computadoras se usaban como fichas tarjetas de cartulina 6

Guadalupe Monroy Huitrón, p. 27.

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que se acomodaban en un fichero, en orden alfabético, por tema. Actualmente hay quienes siguen trabajando de ese modo; otros aprovechan las ventajas de los medios electrónicos y van anotando los resultados de su investigación en una computadora. Existen numerosas fuentes para la investigación documental: archivos, correspondencia, libros y otras publicaciones, videos, programas de radio y televisión, grabaciones, internet, películas, entrevistas y cualquier otro medio que registre información. Es muy importante que las fichas puedan identificarse por su tema –para ordenarlas- y que incluyan los datos necesarios para saber de dónde se obtuvo esa información: ¿de qué página de qué libro, publicado por quién, en qué año?; ¿de qué documento en qué archivo?; ¿de qué grabación?; ¿de qué programa de televisión, en qué fecha? Esos datos le dan solidez a la investigación; muestran de dónde fue tomada la información; permiten que si alguien lo desea vaya a esa fuente para examinarla por su cuenta; hacen posible que el propio investigador regrese a la fuente utilizada para ampliar o rectificar lo que haga falta. La serie de fuentes de donde se toma la información va quedando anotada en otras fichas, de papel o digitales, que al terminar nos dará la bibliografía, la hemerografía y la lista de otras fuentes. Al terminar la tarea el investigador tendrá un conjunto de fichas, cada una con cierta información y con una referencia a una fuente. Enseguida, hay que organizar los datos, para aprovecharlos al redactar el trabajo. Algunos ejemplos de fichas Arriba, a la derecha, aparece el tema. En medio está el texto de la ficha, Abajo está la fuente. Una vez ordenadas, las fichas sobre las fuentes formarán la bibliografía, la hemerografía y la lista de otras fuentes. 36

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Una ficha de un archivo Tomada de las tarjetas para El reino del algodón en México, de Manuel Plana, publicado en Torreón, en 1991. En este caso la información no es textual. Es una anotación de trabajo: Ventas por anticipado Martínez Ortiz se comprometió a venderle por anticipado a Andrés Fernández 800 q./4 de a 200 de la cosecha de ese año, entre septiembre y diciembre, por 9,600 pesos. Recibió cuatro mil a la firma. [El autor abrevia ciertos datos, como “800 quintales en cuatro entregas” para ahorrar tiempo. ¡Cuidado! Hay que ser lo suficientemente claros para entender después nuestras notas.] RPPSP, sección I, v. 18, inscripción núm. 34, 14 de mayo de 1893, f. 22r. [Estas anotaciones son la forma en que se presenta, en la lista de fuentes, la información sobre las obras consultadas: RPPSP significa Registro Público de la Propiedad de San Pedro, Coahuila, que fue el archivo consultado; v. es volumen; f. 22r. es folio 22, reverso; es decir, por la parte de atrás de la hoja.] Una ficha de una película Locaciones Fui a Puebla para ubicar todas las locaciones de la película. Falta hablar con los productores para averiguar cómo lograron que la ciudad se viera como estaba en el siglo pasado, al terminar la Revolución, que es el tiempo en que Ángeles Mastreta ubica la acción de su novela. 37

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Arráncame la vida, dirigida por Roberto Sneider, con Daniel Giménez Cacho, Ana Claudia Talancón y José María de Tavira. 20th Century Fox, 2008. Diseño de producción, Salvador Parra. Una ficha de un programa de televisión Segunda Guerra Mundial Durante casi toda la segunda Guerra Mundial el presidente de México fue Manuel Ávila Camacho (1940-1946), del PRM, quien venció, con trampas -se ven pleitos en las casillas-, a Almazán (¿nombre?). México aportó trabajadores y materias primas a los EU, lo que hizo crecer nuestra economía. En ese tiempo se creó el IMSS, la mortalidad infantil comenzó a bajar y la población comenzó a crecer de manera explosiva. “México. La historia de su democracia”, volumen 1. Serie (3 v.) conducida por José Woldenberg. Televisa, México, 2004. Una ficha de un museo Testimonios pictóricos En el retrato que Miguel Cabrera pintó de Sor Juana, en 1750 (ella murió en 1695), se ve un librero. Hay obras de escritores como Virgilio, Cicerón, Marcial, Séneca, fray Luis de Granada, San Juan de la Cruz y Góngora. De médicos como Galeno e Hipócrates. De un autor hermético, Kircher. De San Ambrosio, San Anselmo, San Gregorio, San Isidoro y, al centro, de San Jerónimo, su santo patrón. También hay obras de música y de matemáticas. Sor Juana tenía muchos intereses pero, ¿en verdad tuvo estos libros, o los puso el pintor? Museo Nacional de Arte, México, D.F. 38

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Una ficha de observación directa Ambulantes Subieron dos ciegos que vendían discos (tropical, rancheras); un vendedor de agujas; un predicador que no pedía nada y comenzó a hablar del pecado; dos jóvenes que tocaban música andina; una mujer sin piernas que se arrastraba entre los pasajeros. Se vendieron dos paquetes de agujas. Tres personas le dieron monedas a la mujer sin piernas. 18-XI-14/ Allende-General Anaya/ 7:15-7:35 p.m. Una ficha de un libro En esta ficha la información es textual, por eso va entre comillas; al final del primer párrafo no cierran, para indicar que la cita sigue. Las comillas cierran al terminar el segundo párrafo: Sirenas “¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las aguas. “¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí.” Julio Torri, “A Circe”. Tres libros, México, Fondo de Cultura Económica, 1969.

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Si se tomara solamente una parte de este texto, se indicaría en la ficha poniendo unos puntos suspensivos antes, o después, o antes y después, de las palabras anotadas: “... Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme...” Si se eliminaran algunas palabras de la cita, se señalaría con unos puntos suspensivos entre corchetes: “¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! [...] Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí.” Si en una cita textual hay un error, se señala que ha sido advertido pero no se ha querido alterar el texto poniendo a continuación de la palabra o de la cifra equivocada, entre paréntesis, la palabra (sic), que en latín significa así: “Las proporciones de la nueva acienda (sic) eran tan grandes que hacían falta tres días completos para ir de un lado a otro a caballo.” Lo importante es que las tarjetas sean claras y completas; que tengan la información pertinente. Si las fichas están bien hechas, organizar y redactar el trabajo es mucho más sencillo. Como estamos viendo, existe una enorme variedad de fuentes. Las más frecuentes son los libros, revistas y diarios. Los datos sobre las fuentes consultadas en la investigación aparecen, al final del trabajo, ordenadas en varios apartados: Bibliografía, para los libros; 40

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Hemerografía, para las publicaciones periódicas; Fuentes electrónicas para lo tomado de internet; Otras fuentes para las demás. La bibliografía y las notas de un trabajo revelan la calidad de su información. Para elaborarlas, hay una serie de normas. La bibliografía Los datos de los libros citados en la bibliografía deben ir en párrafos a la francesa –como éste-, para que destaque el apellido de los autores, que van ordenados alfabéticamente. Los datos que se incluyen son los siguientes: 1) Apellido y nombre del autor, separados por una coma, con coma al final. Si son varios autores, el orden de sus nombres se invierte sólo en el primero: López Austin, Alfredo, Edmundo O’Gorman, Josefina Vázquez de Knauth, Un recorrido por la historia de México [...] Si son más de tres autores y no interesa señalarlos a todos, se utiliza la abreviatura et al. (et alter, en latín), que significa y otros. Si un autor usa iniciales, deberán llevar punto y espacio entre ellas: Wells, H. G., La guerra de los mundos [...] Si un autor usa seudónimo, irá ordenado alfabéticamente según la primera palabra, sin invertirlas: Pablo Neruda y no Neruda, Pablo. Si el libro es obra de una institución, el nombre de la misma irá como el del autor: Clínica Mayo, Guía sobre el envejecimiento saludable [...] Si se menciona sólo el título de una obra –por ejemplo, cuando son 41

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anónimas-, la referencia comenzará con ese título. Si la obra, en lugar de autor tiene compilador, o coordinador, o editor, su nombre dará entrada a la ficha, y su calidad irá señalada entre paréntesis: Quirarte, Vicente (coord.) [...] Si se mencionan dos o más obras de un mismo autor, irán por separado, en orden cronológico. De la segunda en adelante, en lugar del nombre del autor se pondrá una raya de cinco caracteres: Fuentes, Carlos, Aura [...] ----- Terra nostra [...] ----- El espejo enterrado [...] 2) Título y subtítulo de la obra. Irán completos y subrayados, o en cursivas, con la excepción de los libros sagrados (El Corán, Biblia, Antiguo testamento, Reyes, y no El Corán, Biblia, Antiguo testamento, Reyes); enseguida punto. Los títulos de libros llevan en mayúsculas sólo la primera palabra y las que por ser nombres propios la necesitan (Historia general de las cosas de la Nueva España); los de publicaciones periódicas la llevan en todas las palabras, excepto preposiciones, conjunciones y artículos (La Palabra y el Hombre, La Jornada, Revista Mexicana de Literatura). Si se trata de una parte de un libro (un poema, un capítulo, un ensayo, etc.), o de un texto incluido en una publicación periódica, irá entre comillas y enseguida se anotará el título de la publicación de la que forma parte: Pellicer, Carlos, “Trópico”, Antología poética. [...]; Berisso, Luis, “Rubén Darío”, Revista Moderna. [...] 3) Número del tomo o volumen correspondiente. Este dato sigue al título cuando se trata de libros: Reyes, Alfonso, Obras completas, t. XXIV, Memorias [...]. 42

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4) Nombre y apellido del antologador, traductor, prologuista, editor, autor de las notas. Van después del nombre del autor y la obra: Rilke, Rainer Maria, Historias del Buen Dios. Traducción de Agustín Bartra. Notas y comentarios de Pablo Soler Frost. México, Jus, 2000. 5) Pie de imprenta: ciudad de la edición, editorial, año. En ese orden. A veces, sobre todo al referirse a obras de siglos pasados, se suele omitir el editor. El nombre de la ciudad donde se hizo la edición, en español cuando existe (Nueva York, París, Basilea, y no New York, Paris, Basel). Si puede prestarse a confusiones, se añade el nombre del país entre paréntesis, si aparece en la edición original, o entre corchetes si se está añadiendo: Guadalajara [España]. El nombre de la editorial se indica sin los datos de tipo comercial (S. A. de C. V. y demás) y muchas veces sin la palabra editorial: McGrawHill, Siglo XXI, Porrúa... Año. Antes del año, el número de la edición, cuando no es la primera, con el ordinal abreviado y la abreviatura ed.: Braudel, Fernand, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Traducción de Mario Monteforte Toledo, Wenceslao Roces y Vicente Simón. 2 vol., México, Fondo de Cultura Económica, 2ª ed., 1976. 6) Número de páginas. Primero las foliadas con números romanos, si las hay, y enseguida las foliadas con arábigos: xiv, 128 pp. Es un dato que puede omitirse. 43

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7) Nombre de la colección y número de ese título en la colección. A continuación del nombre de la editorial y entre paréntesis: nombre de la colección, coma, número de la obra. Fuentes, Carlos, La muerte de Artemio Cruz. México, Fondo de Cultura Económica (Colección Popular, 34), 1962. En el caso de publicaciones periódicas, los datos se ordenan así: Apellido, coma, nombre del autor, coma. Título de la colaboración en redondas y entre comillas, punto. Título de la publicación periódica en itálicas, coma. Números del tomo (o del año) y del número de la publicación. Entre paréntesis, el pie de imprenta: (editorial, ciudad y fecha de la edición). Páginas en que aparece la colaboración. Berisso, Luis, “Rubén Darío”, Revista Moderna, año II, núm. 5 (México, Revista Moderna, mayo de 1899), pp. 139-143. Brito, Luis, “Arraigan a ex zar antidroga”, Reforma, año 16, número 5,450. (Reforma, México, 21 de noviembre de 2008), p. 1, primera sección. Abreviaturas En las bibliografías y en las notas hay algunas abreviaturas que se usan con frecuencia, para ahorrar tiempo y espacio. Las que siguen son muy frecuentes: E. o e. significa editor. Ed. o ed. significa edición. Et al. o et. al. significa y otros. Va en cursivas, o subrayado si se está escribiendo a mano o en máquina de escribir, porque no está en 44

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español. En este caso, está en latín. p. o pág. Significa página. pp. o págs. significa páginas. t. significa tomo. T. significa traductor. Tr. Significa traducción. v. o vol. Significa volumen. Cuando se utilizan abreviaturas más especializadas suele incluirse al principio de la obra una lista que las explica. Por ejemplo, en El reino del algodón en México, de Manuel Plana: AGN Archivo General de la Nación AGNDDF Archivo General de Notarías del Departamento del Distrito Federal AHNDDF Archivo Histórico de Notarías del Departamento del Distrito Federal MOB Mapoteca Manuel Orozco y Berra, México AGEC Archivo General del Estado de Coahuila AMS Archivo Municipal de Saltillo, etcétera Notas Conviene que las notas vayan al pie de la página, para que se lean en el mismo lugar que el texto, pero a veces se colocan al final de cada capítulo y aun al final del trabajo, separadas por capítulos. Es incómodo interrumpir la lectura para ir a buscar una nota en otra página. Hay dos clases de notas: las bibliográficas y las explicativas. Las notas bibliográficas sirven para indicar una fuente. Deben 45

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empezar por el nombre del autor (no por su apellido, como en la bibliografía, porque no están ordenadas alfabéticamente): Alfonso Teja Zabre, Historia de México, p. 56. Los datos completos de esa obra podrán consultarse en la bibliografía: Teja Zabre, Alfonso, Historia de México, México, Botas, 4ª ed., 1961. En las notas, la segunda mención de una misma obra se anota así: Teja Zabre, op. cit., p. 114 (op. cit. significa obra citada). Si una nota se refiere a otra página de la misma obra que ha sido citada en la nota anterior, dirá: Ibidem, p. 102, o Ibid., p. 102. (Ibidem o su abreviatura ibid. significa en latín el mismo lugar.) Si una nota se refiere a exactamente los mismos datos de la nota anterior, dirá: Idem o Id. (Idem quiere decir lo mismo, también en latín). En las notas nunca se indica el número total de páginas. Se incluye solamente el de la página o las páginas donde se encuentra la información utilizada.

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Una cita indirecta se incorpora al texto sin comillas, pero se menciona el nombre del autor cuyas ideas se van a integrar, con la respectiva referencia sobre la obra consultada: Como dice Lourdes Palacios, la necesidad que tienen los educadores y los teóricos en el campo del arte de justificar la presencia de las disciplinas artísticas en la escuela, demuestra que para nuestra sociedad el arte, en realidad, no es tan importante.72 Utilizamos las notas explicativas cuando deseamos dar alguna información adicional relacionada con el tema trabajado, pero no queremos interrumpir la idea que estamos desarrollando, por lo que incorporamos esta información al pie de la página. Agregamos a esto que Palestrina acostumbraba obsequiar a Felipe II sus más recientes composiciones, correspondiendo en esta forma a la distinción que el monarca le dispensaba; estas obras, frescas aún, eran enviadas a México para enriquecer el archivo de la catedral.83 Las referencias o notas bibliográficas presentan sólo las obras citadas en el trabajo, a diferencia de las que aparecen en la bibliografía, que son todas las fuentes consultadas. Organización y redacción Una vez que se han concluido la investigación de campo y la 7 Lourdes Palacios, Arte: asignatura pendiente. Un acercamiento a la educación artística en primaria. México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2005, p. 17. 8 El dato anterior nos fue proporcionado por el monseñor Rafael Casimiri, maestro nuestro en el Pontificio Instituto de Música Sacra. Monseñor Casimiri fue profundo conocedor de los Archivos de San Juan de Letrán, en Roma, lugar donde se encuentran los escritos del insigne músico y las noticias que hemos anotado.987

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documental, es momento de organizar el material que se ha reunido y comenzar a escribir. Antes, conviene elaborar un esquema; un plan de trabajo que contenga los apartados, capítulos o secciones en las que se dividirá el artículo. Al redactar debe considerarse -ya lo dije- que la redacción debe ser clara (sin rebuscamientos), breve (decir lo necesario; evitar las redundancias y repeticiones) y sencilla (un léxico apropiado y comprensible para la mayoría). A cada idea principal debe corresponder un párrafo -de preferencia corto-, que se completará con las ideas secundarias o de apoyo. Conviene utilizar la forma impersonal, que es la propia de los trabajos académicos. Revisar las concordancias gramaticales, la ortografía y la puntuación. La primera versión de un texto es siempre un borrador. Hay que revisarlo, corregirlo, aumentarlo o recortarlo; regresar a las fichas para añadir o rectificar datos. Es posible que esta operación deba repetirse varias veces. Lo primero que se revisa es el desarrollo; siguen las conclusiones, que deben ser coherentes con el desarrollo. Aunque vaya al principio, la introducción se revisa al final, para ajustarla de manera que el artículo cumpla con los fines propuestos. Una vez revisado y corregido el borrador, hay que pasarlo en limpio e incorporar el material gráfico -mapas, dibujos, fotos, diagramas-, las listas de fuentes y los índices. _____________ 9

Jesús Estrada, Música y músicos de la época virreinal. Prólogo, revisión y notas de

Andrés Lira. México, Secretaría de Educación Pública (SepSetentas, 95), 1973, p. 53.

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IV. Escribir para informar Los textos científicos Un texto científico –una ponencia, un artículo, un libro- va dirigido a otros científicos de la misma especialidad que su autor. Su código está al alcance de pocos. Para leer un texto de neurología, de mecánica de suelos, de economía, de lingüística..., hace falta ser neurólogo, ingeniero, economista, lingüista... Cada una de estas especialidades tiene una jerga –un léxicopropia. Pero hay rasgos que son generales para los escritos científicos: a) Objetividad. Los textos científicos aspiran a ser objetivos; a que sean los hechos y los datos los que sostengan las opiniones, valoraciones y conclusiones. b) Claridad. Se busca que no haya lugar para interpretaciones diferentes a la que pretende transmitir el autor. Para lograrlo se acude a la jerga propia de la especialidad, a su vocabulario específico. La sintaxis es simple: sujeto, verbo, complementos. Los adjetivos pospuestos a los sustantivos. Se prefiere caer en repeticiones a correr el riesgo de que el texto no sea claro. c) Precisión. Se pretende eliminar la ambigüedad. Por lo mismo, se procura que las palabras sean unívocas: que tengan siempre el mismo significado. Usar con frecuencia elementos no lingüísticos: tablas, gráficas, diagramas, fórmulas, fotografías... Apoyarse en un aparato crítico: referencias a otros autores mediante un cuidadoso sistema de notas y citas textuales que se respaldan con una bibliografía rigurosamente preparada. d) Estructuración lógica. En estos textos es determinante que los razonamientos sigan una secuencia clara. Así que el texto se divide en secciones jerarquizadas mediante el uso de incisos. 49

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Los textos didácticos Son los que tienen como propósito formar a los estudiantes –en un campo del conocimiento. Corresponden a esta categoría todos los libros de texto. Los de la educación básica y el bachillerato suelen dirigirse a un público que se inicia en una materia, y están confeccionados de acuerdo con los planes y los programas de estudio. A partir de la licenciatura, estos libros comienzan a combinarse con los libros, artículos, videos y sitios de internet científicos desde un punto de vista profesional. Los textos de consulta Son los que presentan los conocimientos en forma ordenada, de manera que sea fácil encontrar la información que el lector necesita: diccionarios, enciclopedias, atlas, catálogos... Cuando una obra científica, de divulgación o didáctica incluye índices de nombres y de materias se convierte, al mismo tiempo, en una obra de consulta. La estructura de un texto científico La estructura de un escrito científico es en principio la misma de un trabajo académico: introducción, desarrollo y conclusión. Pero, en general, un trabajo científico incluye además otros apartados –los números 6 y 8 van en todos los casos- que veremos enseguida: 1) Introducción, prefacio, prólogo. 2) Desarrollo, dividido en capítulos. 3) Conclusiones. 4) Glosario. Una lista con el significado de palabras que el lector puede desconocer y cuya consulta conviene facilitarle. 50

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5) Apéndices y anexos. Incluyen materiales que el lector debe tener a la mano, pero que puestos en el cuerpo del trabajo estorbarían su fluidez: mapas, cuadros estadísticos, documentos... 6) Bibliografía y lista de fuentes. 7) Índices de nombres, materias, láminas, gráficas... 8) Índice general.

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V. El ensayo Los orígenes En 1612, en la dedicatoria de sus Ensayos al príncipe Enrique, Sir Francis Bacon le dice: “La palabra es reciente pero lo que nombra es antiguo”. Tiene razón. En textos de la Biblia, de Confucio, de LaoTse, de autores griegos y latinos hay fragmentos que son verdaderos ensayos, aunque en esos tiempos no se les diera ese nombre. La palabra ensayo empezó a usarse para designar un género literario en 1580, cuando Michel de Montaigne tituló Ensayos al primero de varios volúmenes en que se dedica a meditar sobre diversos temas, incluidas su vida y su tarea de escritor. Entre las demás cosas que quiere decir, la palabra ensayo sirve para designar un texto dedicado a la reflexión, a las ideas. Características De lo que Montaigne dice de sus escritos, pueden deducirse las tres características esenciales de un ensayo: 1. El autor trata su tema de modo intencionalmente superficial; no pretende agotarlo. 2. El método que sigue es divagante; pasa de un aspecto a otro de manera libre y caprichosa. 3. Procura examinar los asuntos tratados desde un punto de vista inusual, novedoso, sorprendente. A la vista de estas tres características del ensayo se entiende que Bacon haya dicho que se trataba de hacer meditaciones dispersas. Otros tres rasgos del ensayo son los siguientes: 52

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4. Raras veces está en verso; lo habitual es que se escriba en prosa. 5. Es de extensión muy diversa: desde una línea hasta varios cientos de páginas. 6. Es una expresión subjetiva, personal, individual. El autor procura ser persuasivo, sorprender y convencer al lector, hacerle ver sus puntos de vista, pero no pretende demostrar nada de manera concluyente. La estructura IDC y el ensayo Al igual que los trabajos académicos, periodísticos, científicos y humanísticos, los ensayos suelen tener la estructura IDC: introducción, desarrollo y conclusiones. En la introducción, los ensayos presentan una tesis, una propuesta inicial, una incógnita, un reto, una promesa que tiene como propósito anunciar el tema que se tratará y, más importante, despertar la curiosidad del lector y capturar su atención. En el desarrollo los ensayistas suelen divagar, pasar de un tema a otro, insistir en sus puntos de vista, con frecuencia provocativos. En lugar de cerrar los ensayos, la conclusión muchas veces los abre a nuevas interrogantes. No se ha llegado a una conclusión formal; se pone punto final a divagaciones enormemente personales y libres. Veamos en un ensayo breve cómo se encadenan las tres partes. La introducción aparece en cursivas, el desarrollo está en redondas, y la conclusión regresa a las cursivas: Hoy asistí al entierro de un amigo mío. Me divertí poco, pues el panegirista estuvo muy torpe. Hasta parecía emocionado. Es inquietante el rumbo que lleva la oratoria fúnebre. En nuestros días se 53

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adereza un panegírico con lugares comunes sobre la muerte y ¡cosa increíble y absurda! con alabanzas para el difunto. El orador es casi siempre el mejor amigo del muerto, es decir, un sujeto compungido y tembloroso que nos mueve a risa con sus expresiones sinceras y sus afectos incomprensibles. Lo menos importante en un funeral es el pobre hombre que va en el ataúd. Y mientras las gentes no acepten estas ideas, continuaremos yendo a los entierros con tan pocas probabilidades de divertirnos como a un teatro. Julio Torri, autor de este ensayo, es un maestro de la ironía, que aquí lleva hasta el absurdo, pues le sirve para tratar con sentido del humor una situación que, en principio, nada tiene de cómica. Su ensayo nos hace reflexionar sobre las emociones que nos acompañan –incluido el egoísmo- cuando asistimos a los funerales de alguien no demasiado cercano –aunque sí lo sea para su mejor amigo, ese “sujeto compungido y tembloroso” cuyo sincero afecto por el muerto resulta incomprensible para el autor. Un ensayo es un escrito 1) en prosa, 2) que puede ser lo mismo muy breve que muy extenso, 3) donde se divaga sobre algunas ideas, 4) haciendo a un lado toda pretensión de agotar el tema, 5) con enfoques subjetivos e inusuales 6) que asombren al lector o lo reten desde un punto de vista lógico. José Luis Martínez destaca una cualidad más del ensayo, su carácter híbrido: Por una parte es didáctico y lógico en la exposición de sus temas; pero, por su calidad subjetiva, suele tener también un relieve literario, una dimensión estética. Puede referirse a temas literarios pero, en la mayoría de los casos, se ocupa de asuntos propios de otras disciplinas: historia, ciencia, deportes, costumbres, 54

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etc. En los ensayos cualquier asunto se convierte en problema íntimo, individual; se anima a menudo con un toque humorístico o cierta coquetería intelectual y, renunciando cuando es posible a la falacia de la objetividad y de la seriedad didáctica y a la exposición exhaustiva se presenta como testimonio, como voto personal y provisional.104 Formas afines al ensayo Las muchas formas y los variados propósitos del ensayo provocaron que hayan surgido otras formas relacionadas con este género, que oscilan entre los textos literarios y los tratados didácticos. Las más importantes son las siguientes: 1. El artículo. Es una clase de texto más bien breve, que se ocupa de temas de actualidad y se redacta con un lenguaje que busca estar al alcance del público al que va dirigido. 2. La reseña. Es un texto que da noticia de la aparición de una novedad editorial, del estreno de un espectáculo, una nueva grabación, una exposición de artes plásticas, etcétera. 3. La crítica. Es más ambiciosa y más extensa que la reseña. Requiere un conocimiento profundo del tema, pero incluye lo que se llama la crítica impresionista, donde se escribe con menor rigor metodológico y se busca transmitir al lector las emociones que una obra de arte, un espectáculo, un acontecimiento han provocado en el autor. La crítica literaria, artística, histórica, sociológica, filosófica o científica procura explicar los fenómenos culturales. Puede tener, dice José Luis Martínez, “esas cualidades de flexibilidad y libertad formal e ideológica, el acento subjetivo y la naturaleza interpretativa que distinguen al ensayo”. 10 José Luis Martínez, El ensayo mexicano moderno, México, Fondo de Cultura Económica, 1958, t. I, pp. 10-11.

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4. La monografía. Es un escrito centrado en un tema, que busca tratarlo de manera completa. Su intención es didáctica, busca transmitir conocimientos. Muchas veces una monografía es un trabajo académico, y en esos casos se aparta del ensayo y tiene mayor rigor –requiere notas al pie y bibliografía-, pero cuando la actitud del autor incluye un intenso elemento subjetivo, puede encontrarse muy próxima al ensayo. 5. El tratado. Es un estudio riguroso, cuidadosamente organizado, completo, que pretende abarcar todo lo que se sabe sobre el tema que trata. Al igual que la monografía, el tratado requiere con frecuencia de un aparato crítico cuidadoso. Un trabajo académico informa sobre los avances obtenidos en una investigación acerca de un tema específico en algún campo del saber. Por lo general, se presenta en un congreso, o se publica en una revista especializada. Un trabajo académico es también el que presenta un estudiante porque algún maestro se lo solicita, o la tesis que en ciertas carreras forma parte de los requisitos para graduarse. Un trabajo académico es el fruto de una investigación; su propósito es avanzar en el conocimiento, y comunicar lo que se haya encontrado. Por lo tanto, toma en cuenta las investigaciones previas y las que se están llevando a cabo –para aprovecharlas, rechazarlas, ponerlas a prueba-; se apoya en lo que en ese momento se sabe sobre el tema a cuyo conocimiento contribuye. Un manual y, más aún, un tratado son obras mayores, por lo común libros, que buscan agotar un tema más amplio y aprovechan lo que se ha encontrado en una larga serie de trabajos académicos. Un ensayo no es un manual, un tratado ni un trabajo académico; no parte de una investigación, ni tiene el propósito de profundizar en el 56

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conocimiento de algo; su finalidad es mostrar un punto de vista y su materia prima es la suma de experiencias y conocimientos del autor. Los ensayos suelen ser subjetivos: presentan los sentimientos, las emociones y las creencias de una persona. Los trabajos académicos, los manuales, los tratados, en cambio, procuran –no siempre lo logran- ser objetivos. Un ensayo es un escrito, en general breve, en que se trata un tema sin la intención de agotarlo y que, por su naturaleza no académica, no necesita referencias bibliográficas, ni notas de pie de página. Como en una conversación, en un ensayo el autor divaga, imagina con libertad, pasa de un tema o de un campo de conocimiento a otro, saca conclusiones a veces desconcertantes. Navegaron setenta y un días antes de ver tierra de nuevo. Querían llegar a los reinos del Sol Naciente y habían ido siempre hacia donde muere el Sol. Creían estar en el Japón, pero todo era diferente: plantas, animales y ciudades; los hombres y las lenguas. Supieron que habían encontrado un Nuevo Mundo. Colón y sus hombres lo llamaron las Indias Occidentales. Nunca, ni antes ni después, ha habido en la historia un encuentro semejante. En el Viejo Mundo, Europa, África, la India y el Asia se conocían. Historiadores y filósofos griegos viajaron por la India y Egipto. El Imperio romano llegó a abarcar desde el Asia Menor hasta la península ibérica y desde las islas británicas hasta el norte de África, con la mayor parte del Mar Negro y todo el Mediterráneo. El comercio entre estas regiones era activo y hubo mercaderes que cruzaron aquel mundo, como el famoso Marco Polo, que a fines del siglo XIII, con su padre y un tío viajó de Venecia a Sri Lanka, China y Japón. Aislada por los dos mayores océanos de la Tierra, América era algo 57

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totalmente diferente, un mundo aparte, una dimensión desconocida. [Felipe Garrido, Asombro del Nuevo Mundo.] El día pasado, cuando el Almirante iba al río del Oro, dijo que vio tres sirenas que salieron bien alto de la mar. Pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo también que otras veces vio algunas en Guinea [África], en la costa de Manegueta. [Colón, citado por Durand, Ocaso de sirenas, esplendor de manatíes.] ¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las aguas. ¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí. [Julio Torri, “A Circe”. -A los cuervos no les tires, Layo. Nomás espántalos. Son cristianos como nosotros y no les hacen daño a las milpas. Nomás andan buscando y buscando entre los surcos. Buscan los granos de maíz. Como que se acuerdan de dónde los enterraron, pero luego se les olvida. Es la hora de comer y la cuadrilla está alrededor de las brasas, calentando el almuerzo. Quién echa a la lumbre un tasajo de cecina y quién un pedazo de pepena, para alegrar las tortillas. Comen despacio a la sombra de un tecamo, mientras los bueyes van al aguaje y sestean. 58

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-Nomás espántalos, pero no les tires. Los cuervos son como tú y como yo. Andan arrepentidos buscando y buscando lo que se comieron por el camino, cuando venían volando en la noche con su grano de maíz en el pico. Pobres, no tienen la culpa de haber caído en la tentación. Ustedes ya no se acuerdan, pero los cuervos trajeron otra vez el maíz a Zapotlán, cuando nos lo quitaron las gentes de Sayula, de Autlán, de Amula y de Tamazula. Todos vinieron y nos quitaron el maíz. De pura envidia de que aquí se daba mejor que allá. Aquí se da mejor que en todas partes y por eso nuestra tierra se llamaba Tlayolan, que quiere decir que el maíz nos da la vida. Pero los vecinos nos hicieron guerra entre todos. Nos quitaron primero la sal y luego se llevaron las mazorcas, todas, sin dejarnos ya ni un grano para la siembra. Y nos cercaron el llano, guardando todos los puertos para que nadie pudiera pasar. Y entonces Tlayolan se llamó Tzapotlan, porque ya no comíamos maíz, sino zapotes y chirimoyas, calabazas y mezquites. Andábamos descriados, ya sin fuerzas para la guerra. Pero tuvimos un rey y su nahual era cuervo. Se hacía cuervo cuando quería, con los poderes antiguos de Topiltzin y Ometecutli. Se hacía cuervo nuestro rey, y se iba a volar sobre los sembrados ajenos, entre los cuervos de Sayula, de Autlán, de Amula y de Tamazula. Y veía que todos tenían el maíz que nos quitaron. Y como su nahual era cuervo, supo que los cuervos buscan y esconden las cosas. Y con los poderes antiguos de Topiltzin y Ometecutli, nos enseñó a todos para que nos volviéramos cuervos. Y un año limpiamos las tierras, que todas estaban llenas de chayotillo, de garañona y capitaneja. Limpiamos y labramos las tierras, como si tuviéramos maíz para sembrarlo. Y cuando comenzaron las lluvias, ya para meterse el sol, nos hacíamos cuervos y nos íbamos volando para buscar el maíz que sembraban las gentes de Sayula, de Autlán, de Amula y de Tamazula. Volvíamos cada 59

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quien con su grano en el pico, a esconderlo en la tierra de Zapotlán. Pero como nos costaba mucho trabajo encontrar las semillas y todos teníamos ganas de comer maíz, nuestro Rey Cuervo dijo que los que se tragaran el grano por el camino, se quedarían ya de cuervos, volando y graznando entre los surcos, buscando para siempre el maíz enterrado. Y muchos de nosotros no se aguantaron las ganas y se tragaron el grano en vez de sembrarlo en nuestra tierra. Y ya no volvieron a ser hombres como nosotros. “No les tires a los cuervos, Layo, con tu escopeta. Ellos trajeron otra vez el maíz a Zapotlán. Y los que cayeron en la tentación no tienen la culpa. Querían comer otra cosa, y ya estaban hartos de zapotes, de chirimoyas, calabazas y mezquites. Por eso andan volando todavía por los campos. [Juan José Arreola, La feria.] ¿Qué cómo, en fin, tenía yo los brazos? Verá usted: yo vivía en una casa de dos piezas. En una me vestía y me desnudaba. Y siempre ha habido curiosos que se interesan en ver. Ahora me quieren ver los brazos. Entonces querían verme lo que usted ve. Y yo, en ese momento, trataba de cerrar la ventana. [Salvador Novo, “La Venus de Milo”. No tiene nombre la maldad de aquellos guías rurales que condujeron al retén de mi padre, en las serranías de Durango, hasta una nidada de alacranes. Esos alacranes pequeños y amarillos matan a un hombre de un piquete. Y no sólo inspiran el temor del peligro cierto, sino que, como a todas las alimañas, no podemos menos de considerarlos con un vago horror cosmogónico. Parece que adivináramos en los arácnidos y en todas las bestias menores, reducidos a la más simple expresión, a los sucesores irremediables del hombre, a los aniquiladores futuros... 60

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Comenzaban a montar las tiendas. Mi padre se había metido ya en el leve catre de campaña, angosto como un féretro, cuando se empezaron a oír los gritos de la gente, atacada por los alacranes. Salió como estaba y se puso precipitadamente el capote. Dentro de una manga lo esperaba ya el enemigo, que al instante le descargó dos piquetes en el brazo derecho. Sintió la lengua envuelta en hilos y a poco perdió el conocimiento. -El alacrancito ha de haber estado enfermo –me decía mi padre–. Después de picarme, se quedó muerto. -¿Y tú? -Yo aquí estoy todavía. [Alfonso Reyes, Obras completas, tomo XXIV.] Y no se entristezca al discípulo; no sea la escuela un lugar de suplicio, un pensamiento de enfado; hagamos amable la idea del trabajo, inculquemos en el niño la trascendencia de la vida, a modo de juego, poco a poco, para que él mismo vaya sintiendo seriedad y responsabilidad. Alegremos nuestras escuelas y nuestros procedimientos. Reprima el maestro su mal humor ante el discípulo, no se permita ninguna expresión brusca, ningún ademán violento; se dijo ya en una palabra: no entristezcamos a la niñez, sino al contrario, inyectémosle optimismo, salud, fuerza para entrar en la vida práctica. Aun en su aspecto moral y científico demos a la escuela un cierto sentido deportivo y festival. [Agustín Yáñez, Discursos al servicio de la educación pública.] A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo 61

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a la muchacha rubia por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz. La muchacha ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas. Tal vez la muchacha rubia vuelve a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro y sigue aplicando la cola a la madera terciada. Hace años, en un tiempo en que yo daba clases en preparatoria, para comenzar a discutir con los alumnos las diferencias entre los principales géneros literarios, solía pedirles que memorizaran un poema, un cuento –eso abarcaba la novela– y un ensayo. Para facilitar la tarea les ofrecía tres ejemplos mínimos: “Rubio pastor de barcas pescadoras” era el poema: “El faro”, de José Gorostiza. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” era el cuento: “El dinosaurio”, de Augusto Monterroso. “Los sueños nos crean un pasado” era el ensayo, sin título, de Julio Torri; una de sus Lucubraciones de medianoche. Un poema traduce el mundo en imágenes. Un cuento necesita al menos un personaje que afronte un conflicto. Un ensayo hace una propuesta al intelecto, presenta ideas, nos ofrece un motivo de reflexión. En ejemplos como los que he citado, donde la escritura se encuentra concentrada hasta sus límites más estrechos, es posible hallar poesías, cuentos y ensayos que lo son enteramente, en expresiones de absoluta pureza. Cuando los textos se hacen más amplios, sin embargo, los géneros comienzan a mezclarse. Un poema 62

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incluye entonces no solamente imágenes, sino relatos e ideas; un cuento se desborda en pasajes líricos y en meditaciones; un ensayo se enriquece con relatos y metáforas. Porque en la realidad, que es el punto de arranque de toda la literatura, no existen fronteras que separen esas tres maneras de explorarla. Así sucede con los ensayos de los cuatro escritores con quienes, gracias al espléndido programa del Fonca que cada año beca a Jóvenes Creadores, he tenido ahora la oportunidad de trabajar: Sergio Rodríguez Blanco, Montserrat Ocampo Miranda, Jorge Comensal e Iván Ruiz. “Retrato de Gabo con loro al fondo”, de Rodríguez Blanco; “Una maleta sobre la tierra”, de Ocampo Miranda; “Elegía por un reptil que ya no sueña”, de Comensal; y “Equidistancia. No ficción y fotografía en torno al narcotráfico”, de Ruiz, constituyen cuatro magníficos ensayos. Cuatro textos que indagan en nuestro tiempo, en nuestra manera de ocuparlo, con enorme libertad para ir de un género a otro –como ha sido siempre facultad del ensayo–, pero en los cuales predomina una intención reflexiva que permite clasificarlos claramente como ensayos. Los cuatro dan testimonio de la vitalidad y la diversidad, de la apertura al mundo con que este género se practica hoy en día entre nosotros, quienes nos expresamos y nos comunicamos, quienes vemos la realidad desde la perspectiva del español. [Felipe Garrido, “Cuatro maneras de nuestra expresión”.] Las salas, círculos y clubes de lectura, integrados en general por voluntarios, han proliferado en tiempos recientes y confirman el carácter social de la lectura. Son la respuesta de una sociedad cada día más consciente de la importancia de la lectura y la escritura a una situación donde la escuela hasta ahora no se ha ocupado de formar lectores. El apoyo de estos grupos para facilitar el acceso de los niños, 63

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adolescentes y adultos a los libros es invaluable. Es invaluable pero, en el caso de la población escolarizada, no puede reemplazar la obligación que tienen los maestros de formar a los estudiantes como lectores letrados. Es evidente que para cumplir con esa tarea los propios maestros tienen que ser, ellos también, lectores letrados. En ese sentido apunta la Reforma Educativa iniciada en 2013. Dice la subsecretaria de Educación Básica, Alba Martínez Olivé: “Se ha puesto en marcha un sistema básico que contempla tres prioridades para cada plantel: a) el establecimiento de la normalidad mínima escolar, b) la mejora del aprendizaje de la lectura, la escritura y las matemáticas, y c) el freno al abandono escolar”. 115 Más que la población concentrada en las escuelas, el universo de trabajo primordial para las salas, círculos, clubes de lectura y demás grupos semejantes son los treinta millones de alfabetos no lectores que existen en el país.

11 Alba Martínez Olivé, “Una reforma para que los niños hagan efectivo su derecho al aprendizaje”. Leído el jueves 13 de febrero de 2014, en una reunión de trabajo en la Academia Mexicana de la Lengua.

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ÍNDICE. I. Maestros, lectura y escritura . . . . . . . . . . . . . 7 II. Esquema de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 Propósito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 Los expedientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Artículo, tríptico, folleto, libro, manual, tratado . . 26 Textos informativos y textos literarios . . . . . . . . . 27 III. La estructura IDC: introducción, desarrollo, conclusiones .....31 La presentación del artículo . . . . . . . . . . . . . . 31 Las cuartillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 Título, créditos, resumen . . . . . . . . . . . . . 32 Índice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 La investigación documental . . . . . . . . . . . . . . . 34 Algunos ejemplos de fichas . . . . . . . . . . . . . . . 36 Una ficha de un archivo . . . . . . . . . . . . . . 37 Una ficha de una película . . . . . . . . . . . . . 37 Una ficha de un programa de televisión . . . . . . 38 Una ficha de un museo . . . . . . . . . . . . . . . 38 Una ficha de observación directa . . . . . . . . . 39 Una ficha de un libro . . . . . . . . . . . . . . . 39 La bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 Abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 Organización y redacción . . . . . . . . . . . . . . . . 47

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IV. Escribir para informar . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 Los textos científicos . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 Los textos didácticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 Los textos de consulta . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 La estructura de un texto científico . . . . . . . . . . . 50 V. El ensayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 Los orígenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 Características . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 La estructura IDC y el ensayo . . . . . . . . . . . . . . 53 Formas afines al ensayo . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

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Esta obra se terminó de imprimir en el mes de noviembre del año 2014 en los talleres gráficos de la Editorial del Magisterio “Benito Juárez” del SNTE Calle Héroes de Nacozari #23, Colonia Morelos C.P. 15270 Venustiano Carranza, Distrito Federal Tiraje: 10,000 ejemplares.

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