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1. Antecedentes Desde el inicio de los tiempos, la felicidad fue fuente de preocupación para el hombre, derivado de tal interés, la filosofía fue de las primeras ramas científicas que tomó éste término como parte de su repertorio de estudio. Tal es el caso del pensador presocrático Demócrito, quien definió la felicidad como “la medida del placer y la proporción de la vida”, es decir, ésta consistía en mantenerse alejado de todo defecto y de todo exceso; en contraparte, algunos centraron la naturaleza del término en el placer, como Aristipo, quien señaló que la felicidad es el sistema de los placeres particulares, en los cuales se suman también los pasados y los futuros. Posteriormente, Platón deja de lado la relación entre felicidad y placer y la relaciona con la virtud, es decir, la capacidad del alma para cumplir su propio deberes (Abbagnano, 1974). Aristóteles por su parte, brinda un concepto más amplio en relación al tema, dedicando gran parte de su obra a lo que nombró “bien supremo”, el cual relaciona con felicidad. Éste filósofo dirige su investigación en varias etapas, donde, inicialmente establece que todos los individuos se proponen alcanzar la felicidad; posteriormente, dedica su trabajo a investigar en qué consiste, partiendo de la idea de que el bien y la felicidad se conciben por el hombre a partir del estilo de vida al cual pertenece y concluye su obra declarando que es el bien final o más elevado que pueda existir, el cual, consiste en el desarrollo de las facultades intelectuales según la virtud que le es propia y una conducta recta (Echegoyen, 2004). Con el transcurso del tiempo, las connotaciones relativas al término fueron modificándose y ajustándose a las necesidades de las épocas, sin embargo, la

búsqueda de respuestas a preguntas como ¿qué es la felicidad?, ¿puede ser medida? y ¿qué causa felicidad? se mantuvieron vigentes y gran parte de los esfuerzos por encontrar tales respuestas tuvieron bases en las teorías antes mencionadas, sin llegar a establecimientos claros con éstos esfuerzos. En el ámbito de la psicología, la felicidad se considera motivo de estudio desde hace aproximadamente 40 años, ya que según Seligman (1998), anteriormente, por lo general, ésta había centrado sus intereses en los aspectos patológicos de la vida del individuo, y prestaba poca atención en aspectos positivos, lo cual, también es parte de la misión del área; del mismo modo, Myers y Diener (1995) corroboran tal afirmación mostrando que el número de artículos psicológicos publicados en estados negativos excedía los publicados en estados positivos por un cociente de 17 a 1. De tal modo que hace poco menos de cuarenta años, Wilson (1967) presentó una amplia investigación sobre el estudio de la felicidad, basado en los datos de su tiempo, concluyendo que la persona feliz se caracterizaba por ser joven, saludable, con buena educación, bien remunerada, extravertida, optimista, libre de preocupaciones, religiosa, casada, con alta autoestima, una gran moral del trabajo, aspiraciones modestas, pertenecientes a cualquier sexo y con una inteligencia de alto alcance. En el año 1974, la psicología adopta oficialmente el término de bienestar subjetivo (subjective well-being) como parte de su estudio, esto en la revista Social Indicators Research (Diener y Griffin, 1984); a partir de éste año, se han realizado un gran número de investigaciones relativas al término, las cuales han mostrado una significativa evolución a lo largo del tiempo, ya que en las primeras etapas se centraron en correlacionar al bienestar y características de atribución

tales como edad, sexo, situación económica, salud, entre otros, mientras que en la actualidad, éstos trabajos se enfocan principalmente en entender los procesos que subyacen al bienestar. Las investigaciones realizadas, actualmente, permiten también proponer revisiones y mejoras a los modelos ya establecidos y aceptados en torno al bienestar subjetivo, tal es el caso de Diener, Lucas y Napa (2006), quienes señalan basados en su investigación, que es necesario proponer cinco revisiones al modelo hedonista del bienestar subjetivo, referidos a los puntos de felicidad de los individuos, los cuales permitirían brindar mayores esperanzas sociales para decrementar la miseria y aumentar la felicidad colectiva. Una línea de investigación en cuanto al estudio del bienestar subjetivo que ha venido desarrollándose desde el año 2000, es la que conforman Vera y colaboradores, quienes han realizado diversos estudios donde correlacionan el término con diversas características de la personalidad, como locus de control (Laborín y Vera, 2000; Batista, Vera, Ribeiro y Souza, en prensa), que de acuerdo con Castillo y Ramírez (2000, citado en Batista y Cols., 2006) es la creencia que una persona posee de poder o no controlar los eventos de su vida, mostrando así, una expectativa generalizada de control acerca de una situación o acción y de sus resultados; así como de enfrentamiento (Laborín y Vera, 2000; Vera y Montaño, 2002), el cual, según Lazarus y Folkman (1991) refiere a aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para mejorar las demandas especificas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Como parte de su labor, han realizado investigaciones transculturales, con el fin de establecer comparaciones entre poblaciones o bien determinar semejanzas y diferencias entre las percepciones y niveles de bienestar subjetivo

de las mismas (Vera, Figuereido, Batista, Montaño y Sotelo, 2002; Vera, Laborín, Córdova y Parra, en prensa) y han buscado realizar análisis en torno a las propiedades psicométricas, de los instrumentos que se han venido empleando en la investigación del tema (Tánori, 2000; Vera y Tánori, 2002). Otros estudios, tienen el objetivo de establecer correlaciones entre algún componente del bienestar subjetivo y las características del individuo, como el sexo y las diversas etapas de su vida (Laborín y Vera, 2000; Vera y Tánori, 2002), centrando su interés en el estudio de la geriatría (Vera y Montaño, 2002; Vera, Figuereido, Batista, Montaño y Sotelo, 2002). Todas estas investigaciones han colaborado en el enriquecimiento del tema, sin embargo, poco se ha estudiado a la población más joven, aquella que se encuentra en etapa de conformación y maduración en los valores, actitudes, expectativas y experiencias, la población que tiene entre 18 y 30 años de edad, quienes, según De Garay (2001) sufren modificaciones determinantes en éste periodo, que es donde se encuentran la gran mayoría de lo estudiantes universitarios a nivel mundial. En la línea de investigación de Vera, se realizaron varios estudios en ésta población, uno de ellos (Vera, 2001), tuvo el interés describir las características del bienestar subjetivo en un grupo de universitarios mexicanos, los cuales, pertenecían a la clase media baja y asistían a la universidad pública; buscaron también, comparar los datos con los obtenidos en una población heterogénea determinada por edad y escolaridad (Vera y Tánori, 2002), los principales resultados fueron que en contraste con la población heterogénea, los universitarios tienen una visión más positiva del bienestar, ellos parecen establecer su percepción de bienestar desde una perspectiva donde las

oportunidades brindadas por la familia, el gobierno y la satisfacción con la vida son más determinantes en su evaluación que las que tienen relación con la forma de interacción con los amigos, grupos y familia. Por otro lado, se encontró que las personas con puntuaciones altas en bienestar subjetivo utilizan más frecuentemente estilos de enfrentamiento directorevalorativo social en las situaciones evaluadas, es decir, escuela, amigos, trabajo, familia, pareja, salud y estuvieron reportando consistentemente locus de control interno; por último, las puntuaciones altas en satisfacción con la vida se relacionaron con una visión mas objetiva para explicar las consecuencias del comportamiento. Otro estudio, donde se refleja el trabajo realizado en universitarios dentro de ésta línea de investigación, es el de Vera, Laborín, Sosa y Ochoa (2006) quienes investigan en una población representativa del primero al cuarto semestre de cada licenciatura de una institución pública, con el objetivo de observar en cada uno de estos grupos en formación diferencias en autoconcepto y bienestar subjetivo, donde se combinan los efectos del curso con los efectos de la edad y aquellos relacionados con el paso por la licenciatura, esto, con el objetivo de comprobar la hipótesis de que de que el programa educativo de la institución podría modificar significativamente algunos aspectos de autoconcepto y de bienestar subjetivo. Los resultados principales arrojan que en lo referente a autoconcepto, las mujeres perciben más intensamente emociones y afectos positivos que negativos como definición del “yo”. Se encontraron también relaciones importantes entre la división estudiada y la percepción de los estudiantes, por ejemplo, los pertenecientes a las ciencias sociales se perciben a sí mismos con mayor

contenido de emociones y afectos positivos, pero en los negativos las diferencias significativas entre las dimensiones académicas indican que los estudiantes de ciencias sociales tienen la percepción negativa de sí mismos más baja y significativa, considerando que la percepción más negativa corresponde a los estudiantes de ingeniería. Para los estudiantes pertenecientes a la división de ciencias administrativas se observó la frecuencia e intensidad más alta de emociones, positiva, negativas y de satisfacción, mientras que para los alumnos de ingenierías se encontró que perciben menor frecuencia e intensidad de emociones negativas y sin diferencias con las otras áreas académicas en cuanto a los indicadores de satisfacción. Otro estudio realizado en universitarios es el que presentan Laborín y Páez (2004), en éste caso, utilizando una metodología similar a la de Vera (2001), hacen una comparación en jóvenes universitarios con bajo y alto nivel en bienestar subjetivo y su grado de autoconcepto, esto con una población perteneciente al estrato social medio, que asisten a la institución privada. Los resultados encontrados indican que los jóvenes pertenecientes a la clase media e institución privada, responden emocionalmente a la situación, divididos en dos grupos diferentes, donde unos experimentan con mucha frecuencia emociones y una baja descripción de sí mismos y otros con intensidad emocional y autoconcepto altos. En cuanto a satisfacción con la vida se encontró que éstos jóvenes parecen no tener claro que aspectos de la vida los hacen más felices, ya que perciben tanto características positivas como negativas de si mismos, por otro lado, aquellos menos satisfechos con la vida parecen mantener una concepción negativa de si mismos; además, debido al estrato social, se observó que los

jóvenes perciben niveles de bienestar maximizados por las oportunidades y expectativas de logro, los cuales, dirigen sus evaluaciones personales en términos de necesidades satisfechas en el contexto propio de la comparación entre individuos y grupo. Como se puede observar, actualmente, los estudios en torno al bienestar subjetivo son amplios, sin embargo, se ha tomado poco en cuenta los aspectos correlativos de la personalidad y la cultura, tales como, individualismocolectivismo, expresión social de emociones positivas y negativas, percepción de la felicidad, socialización de las emociones, atención a sentimientos, percepción social de la felicidad y búsqueda de la felicidad y valores. Se considera también de gran importancia el estudio en jóvenes universitarios, ya que la mayor parte del trabajo realizado en torno al tema se centra en población heterogénea, existiendo un vacío en la información en cuanto a ésta población, siendo necesario el reconocimiento de las necesidades y motivaciones de la población estudiantil, a fin de obtener indicadores que permitan mejores desempeños tanto académicos como personales y culturales, y disminuir de ésta manera, la deserción escolar.

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