1 EL ESPIRITU SANTO EN LA HISTORIA ANABAUTISTA por Pedro Stucky Ponencia para el Congreso Menonita del Cono Sur, Campinas, Brasil Enero 28, 1993

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“EL ESPIRITU SANTO EN LA HISTORIA ANABAUTISTA por Pedro Stucky Ponencia para el Congreso Menonita del Cono Sur, Campinas, Brasil Enero 28, 1993

INTRODUCCION Este estudio no pretende ser original en el sentido de descubrir cosas nuevas de la historia anabautista hasta ahora enterradas. Más bien se propone recoger de varias fuentes, que si han hecho las investigaciones originales, algunas lecciones sobre el tema que nos ocupa. Historiadores recientes del movimiento anabautista han demostrado que es demasiado simplista reducir lo que ocurrió en la Reforma Radical a una sola corriente, a saber la que perduró en la Iglesia Menonita, pues lo que ocurrió en el siglo 16 fue un movimiento religioso, social, político, intelectual de un vigor sorprendente y una asombrosa y rica variedad que alimentó y abonó lo que llegaron a ser las Iglesias Anabautistas. Pero este movimiento tenía muchos matices, diferencias entre si, discusiones, corrientes, que han llegado a conocerse por el nombre de la Reforma Radical, a diferencia de la Reforma Magistral u Oficial (Lutero, Calvino, Zwinglio, Bucer, los Anglicanos. No obstante, lo otro que también reconocen los historiadores es que si bien habla diferencias y matices en la Reforma Radical, los radicales estaban unidos por unos énfasis y prácticas que permite hablar de ellos como un movimiento identificable y distinto, una corriente importante en el desarrollo histórico de Europa y el mundo occidental. 1 Es así que nuestras reflexiones no se limitarán al movimiento anabautista eclesiástico sino en alguna medida al movimiento mayor de la Reforma Radical. 1.

COMENTARIOS GENERALES SOBRE LOS ANABAUTISTAS Y EL ESPIRITU SANTO

1.1

LA EXPECTATIVA

Los Anabautistas, y en general los radicales, hablaban más del Espíritu Santo que sus contemporáneos, dice Walter Klaassen. Tenían la convicción de que estaban viviendo en la época del Espíritu, cuando cada hijo de Dios poseerla el Espíritu. Muchas veces hablaron, inocentemente, de ser dirigidos por el Espíritu y de haber recibido iluminación divina.2 Ellos estaban persuadidos que cada creyente tenía el Espíritu y rechazaban la impresión que dejaban las iglesias oficiales, tanto la Católica como las protestantes, que sólo el clero y los maestros tenían el Espíritu Santo. Esta seguridad no sólo los impulsaba y animaba a acciones temerarias, confrontaciones con las autoridades, disputas públicas y martirio, sino que a veces bordeaba en la pretensión.3 Para Jacob Hutter, el dirigente de los Huterianos o Hutteritas, no habla ninguna duda sobre su llamado de apóstol que le imprimía a él y a su grupo el fuerte sentido de misión que los llevaba a concebirse como “el resto de los justos.” Citamos un fragmento de su estilo epistolar. [Dios el Señor y Rey de reyes] a través de mi, ha revivificado y activado su divina y eterna Palabra y su voluntad permitiéndome proclamarla, dando testimonio de ella mediante la participación y cooperación del Espíritu Santo, manifestada en poderosos milagros y señales [en mi]... 4 La convicción sobre el Espíritu Santo fue acentuada por un fuerte sentir que vivían los últimos tiempos, que el final era inminente, que vivían en el umbral de la tercera Era del Espíritu o de Cristo, además de muchos nombres más. 5 Esta fuerte corriente escatológica tuvo diferentes implicaciones desde el impulso misionero y celo evangelístico hasta la de participar en la inauguración del reino Milenario y el castigo a los malvados. Pero indudablemente también tenía que ver con la expectativa de un derramamiento abundante del Espíritu y de su actuación real en los creyentes y en el mundo.

Tomás Muntzer no sólo se consideraba poseído por el Espíritu además de ser conocedor de la Palabra sino que creía que la efusión del Espíritu en él y en otros era la confirmación de la profecía de Joel.6 En agosto de l527 Hans Hut y Hans Denck convergieron en la ciudad de Augsburgo para lo que llegó a llamarse el Sínodo de los Mártires (porque poco tiempo después fueron muertos varios de los participantes). Los hermanos tenían el presentimiento de que una de las señales de los últimos tiempos era la celebración de un concilio. Observa el historiador George Williams: Así como una vez, en la sala alta de aquella casa de Jerusalén, se había reunido el primer concilio apostólico y las lenguas de fuego del Espíritu habían descendido sobre los participantes, así también en la plenitud de los tiempos el Espíritu volvería de nuevo en todo su poder y ungiría a los nuevos apóstoles para los últimas días, los pocos que faltaban para el milenio. 7 Lo que se advierte en no sólo los representantes del ala espiritualista de los radicales sino también en los más escrituristas, en los comunitarios y los no eclesiales, es que hablaban, escribían, y enseñaban acerca del Espíritu Santo. Vivían con la certidumbre que en diferentes maneras el Espíritu actuaba en sus vidas y en su contexto; que eran hombres y mujeres inspirados y poseídos por el Espíritu de Dios y bajo ese impulso emprendían aventuras y experimentos en discipulado y vida eclesial novedosos e insospechados para su época. Dieron testimonio de su fe por toda Europa, sufriendo la persecución y hostigamiento con un valor y atrojo, con una determinación difícil de comprender. Sobre este énfasis y dependencia del Espíritu Santo dice Arnoldo Snyder: Anotamos que estas tres corrientes interpretativas, (las que Snyder llama ética, mística y profética], si compartían una característica: todos esperaban que el Espíritu de Dios estuviera activo en todos los creyentes, y activo en la interpretación apropiada de la Escritura. En este sentido, incluso los Anabautistas más biblicistas nos parecerían a la mayoría de nosotros hoy personas radicalmente entusiastas “llenas del espíritu” (sic]. Y por otra parte, nosotros indudablemente les pareceríamos extremadamente domesticados a ellos. Uno se queda con la impresión que, a pesar de sus diferencias, todos los Anabautistas tenían más en común entre ellos que alguno de ellos con nosotros. 8 --

1.2

--

LA ORTODOXIA

Dice Walter Klaassen que las declaraciones anabautistas sobre el Espíritu Santo eran, sin excepción, ortodoxas, es decir lo que siempre la iglesia habla dicho: que es la tercera persona de la Trinidad. 9 No se podría decir lo mismo, sin embargo, de todos los radicales. Es la doctrina correcta u ortodoxa que encontramos en las selecciones que incluye Klaassen en la sección sobre el Espíritu Santo (cap. 3) de Selecciones Teológicas Anabautistas. En estos escritos de los primeros Anabautistas encontramos que el Espíritu Santo es el que lleva a la persona a la fe y al nuevo nacimiento

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