1. EL REALISMO COMO TÉCNICA

La novela realista 1. [1] EL REALISMO COMO TÉCNICA El realismo es una arte mimético, alude a la semejanza que existe entre la creación artística y

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Arte. Historia. Pinturores realistas. Antecedentes

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Arte realista. Positivismo. Pintura, Literatura (narrativa). Retrato realidad y cotidianidad

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La novela realista

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EL REALISMO COMO TÉCNICA

El realismo es una arte mimético, alude a la semejanza que existe entre la creación artística y el entorno. Desde Aristóteles surge una corriente interpretativa que entiende el arte como imitación (mímesis) de las acciones humanas y de los fenómenos de la naturaleza. Desde esta perspectiva, el arte realista necesita de dos pasos esenciales en la labor representativa de la realidad: a) Observación: conocimiento y análisis de la realidad como materia literaturizable b) Ficcionalización: elección de medios lingüísticos, estilísticos y literarios idóneos para plasmar la realidad, de manera que el receptor asocie la representación literaria con la realidad que es reflejada. El objetivo del arte realista –plasmar la realidad con verosimilitud– necesita de un proceso de observación de los detalles. Para analizar los detalles se necesita de una observación directa de la realidad. De ahí que las obras realistas giren en torno a la sociedad contemporánea del autor, única que puede ser objeto de indagación directa. A continuación se presenta una síntesis de algunas características definitorias del arte realista: a) Stendhal, en su novela Rojo y negro (1831) proporciona la que quizá sea la más proverbial 1 definición de este tipo de arte: “La novela es un espejo que se pasea a lo largo de un camino” . b) Benito Pérez Galdós tituló su discurso de ingreso en la Academia La sociedad presente como materia novelable 2 c) Wellek define el realismo como “la representación objetiva de la sociedad contemporánea” 3 d) Auerbach apunta que el realismo es por esencia historicista: ha de reproducir no sólo los hechos externos, sino la realidad total, social, política, económica y cultural. Por otra parte, hay que tener en cuenta que el auténtico realismo nace cuando se rompe con la teoría de los niveles que sustentaba la tradición clásica, según la cual a las clases bajas y medias les correspondía el tono cómico y ridículo, mientras el trágico quedaba reservado a las elevadas”. El paso decisivo consiste, afirma Auerbach, en convertir “a personas cualesquiera de la vida diaria, en su condicionalidad por las circunstancias históricas de su tiempo, en objetos de representación seria, problemática y hasta trágica” 4 e) Forster relativiza el alcance del realismo recordando que la obra de arte tiene sus propias leyes. Los elementos que la constituyen han de ser relevantes (ejercer una función dentro del sistema), lo cual justifica la inclusión de materiales pertinentes y la omisión de otros (los no pertinentes, como detalles innecesarios de la vida cotidiana de los personajes, aunque la novela moderna se encarga de focalizar la atención en algunos de estos aspectos aparentemente no aptos para ser novelizados). Forster recuerda que los personajes de la novela realista “son reales no porque sean como nosotros mismos (…), sino porque son convincentes”. No en vano la literatura aspira a ser verosímil, no verdadera. Verdadera es la realidad. 5 f) Villanueva efectúa una distinción entre dos tipos de perspectivas en el realismo: (i) Realismo genético: pretende reproducir con puntualidad y exactitud el mundo exterior. Un teórico del realismo genético es Zola, que busca que la observación, la trascripción de la realidad se sobreponga y predomine sobre la imaginación. Pero pronto, los mismos seguidores de Zola fueron evolucionando del realismo genético al realismo formal-inmanente. (ii) Realismo formal o inmanente: no aspira a transcribir la realidad, sino a construir una obra de arte, internamente coherente, que utiliza como material, como ‘trampolín’, lo que rodea al creador. Un representante esencial de esta última tendencia es Flaubert. Apunta Villanueva: el realismo formal-inmanente “concibe para

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Y continúa así la cita: “Ora refleja ante nuestros ojos el azul de los cielos, ora el fango de los charcos del camino. ¿Por qué acusar de inmoral al hombre que lleva el espejo en su mochila? ¡Su espejo muestra el fango, y acusáis al espejo! Acusad más bien al largo camino donde se encuentra el charco, o mejor aún al inspector de caminos que deja que se encharque y se forme el fango” (Stendhal, Rojo y negro, Madrid, Alianza, 1983, pág. 410). La frase parece ser que la toma de Saint-Real, un novelista francés del siglo XVII. 2 WELLEK, René: “El concepto de realismo en la investigación literaria”, en Conceptos de crítica literaria, Caracas, Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1968. 3 AUERBACH, Erich: Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental, México, FCE, 1950 4 FORSTER, E. M., Aspectos de la novela, Xalapa-México, Universidad Veracruzana, 1961 5 VILLANUEVA, Darío: Teorías del realismo literario, Madrid, Instituto de España-Espasa-Calpe, 1992

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la obra literaria no un mundo externo, previo a ella, sino una realidad creada, simultánea al propio texto, pues nace y se constituye al unísono con él”. 2.

EL REALISMO COMO ETAPA: EL REALISMO DECIMONÓNICO

El realismo como técnica basada en el reflejo de la realidad está presente en todas las épocas literarias. No “realismo” (técnica; reflejo del entorno) obstante, es usual hablar de Realismo (con mayúsculas) para referirse a la “Realismo” (etapa literaria) etapa literaria conocida como Realismo decimonónico o del siglo XIX. A juicio de todos los críticos el Realismo es la Realismo decimonónico realización más perfecta de la tendencia artística que busca el reflejo de su entorno (técnica realista). Con Realismo burgués todo, se pueden rastrear a lo largo de la historia de la literatura otras manifestaciones del realismo como técnica que son claros precedentes del Realismo como etapa: la picaresca es el género más característico.

El Realismo decimonónico se desarrolla en el momento en que la burguesía se atrinchera en el poder tras la Revolución Francesa y se hace conservadora. Desde la Baja Edad Media, la Edad Moderna ha sido testigo del constante esfuerzo de esta clase social emergente, que pronto adquirió el poder económico (enriquecida con el comercio), por obtener el poder político. En la sociedad del Antiguo Régimen, en una sociedad estamental, la burguesía tenía vedado el ascenso social, pertenecía al estamento de los noprivilegiados. Su máxima aspiración consistía en asumir el poder e instaurar un nuevo sistema económico y social que le fuera ventajoso y en el que pudiera desarrollar sin cortapisas sus transacciones económicas. Este sistema no es el “liberalismo político exaltado y grandilocuente que predicaban los románticos, sino una economía de mercado que se encamina hacia el capitalismo 6 monopolista” . El papel del artista en este nuevo contexto socio-económico es reflejar los puntos de vista de la burguesía, sin excluir la crítica, recurrentemente centrada en el conservadurismo, el puritanismo moral (especialmente en la Inglaterra victoriana) y la hipocresía. 7 El sustento teórico del Realismo decimonónico es el positivismo , rastreable en el carácter fundamentalmente descriptivo y no interpretativo de este arte, en cierto empirismo y utilitarismo. Por otra parte, la relación entre Realismo y romanticismo es compleja. A priori parecen actitudes antitéticas. No obstante, se puede afirmar con Hauser que el Realismo “es a un tiempo la continuación y 8 la disolución del Romanticismo” . En efecto, en el costumbrismo romántico está el germen de la novela realista. En resumen, como afirman Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres: “El Realismo decimonónico debe ser considerado, por tanto, como un concepto de época, ya que es el fruto de una etapa (…) caracterizada por el deseo artístico de objetividad y condicionada por la realidad social que forja la burguesía conservadora en el poder, auténtica protagonista de las nuevas creaciones literarias” (op. cit., pág. 225).

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PEDRAZA JIMÉNEZ, Felipe y RODRÍGUEZ CÁCERES, Milagros: Las épocas de la literatura española, Barcelona, Ariel, 1997, pág. 225 “El ‘positivismo’ designa la doctrina y la escuela fundadas por Augusto Comte *1798-1857]. Esta doctrina comprende no sólo una teoría de la ciencia sino también y muy especialmente una reforma de la sociedad y una religión. Como teoría del saber el positivismo se niega a admitir otra realidad que no sean los hechos y a investigar otra cosa que no sean las relaciones entre los hechos (…) subraya decididamente el cómo y elude responder al qué, al por qué y al para qué. Se une a ello naturalmente una decidida aversión a la metafísica (…) El positivismo pretende atenerse a lo dado y no salir jamás de lo dado. De esto se derivan varias características: hostilidad a toda construcción y deducción; hostilidad a la sistematización; reducción de la filosofía a los resultados de la ciencia y, finalmente, naturalismo” (cf. José Ferrater Mora: Diccionario de filosofía abreviado, Barcelona, EDHASA, 1994 *1962+, s.v. ‘Positivismo’). “En metodología histórica, el positivismo prima fundamentalmente las pruebas documentales, minusvalorando las interpretaciones generales, por lo que los trabajos de esta naturaleza suelen adolecer de excesiva acumulación documental y escasa síntesis interpretativa” (cf. Wikipedia, s.v. ‘Positivismo’: *http://es.wikipedia.org/wiki/Positivismo+ 8 HAUSER, Arnold: Historia social de la literatura y el arte, Madrid, Guadarrama, 1980, t. III 7

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EL OBJETIVISMO

La principal aspiración del Realismo es la objetividad y la impersonalidad. La objetividad es la capacidad de existencia de un objeto desligado del sujeto pensante. La impersonalidad es la carencia de personalidad en la materia de estudio, la desvinculación del objeto con la persona que lo percibe, cuya personalidad (categorías cognoscitivas) no influyen en la configuración del objeto, sólo en su aprehensión. Esta aspiración surge en oposición a la presencia abusiva de la subjetividad y la “exaltación romántica del yo” (Welek, op. cit., pág. 190). En efecto, el Romanticismo ponía el énfasis en la emotividad del artista, en la expresión de las emociones del héroe provocadas por las circunstancias y los elementos de la naturaleza. La realidad, de hecho, estaba distorsionada por las emociones, eran una plasmación simbólica de estados de ánimo exaltados. No es de extrañar que a situaciones anímicas extremas se asocien paisajes nocturnos o tormentosos. El Realismo, en cambio, niega la existencia de una realidad de esencias o formas que no sea accesible a la percepción ordinaria de los sentidos. Son herederos, como se comentó anteriormente, de los postulados Positivistas. El Realismo es una arte empírico y fisicalista. Esta terminología no ha de juzgarse inadecuada si tenemos en cuenta que una de las aspiraciones fundamentales del Realismo es convertir la literatura en una ciencia exacta. La realidad es observada y descrita, es algo ajeno al hombre; el hombre es un mero observador, no crea la realidad. Su arte no debe distorsionar la realidad para adecuarla a su estado de ánimo, sino simplemente describirla. En el plano individual (en el análisis de los personajes, tanto prosopográfico como etopéyico), el artista debe tratar de describir las formas o los caracteres siendo fiel a su materia de estudio, detallando sus componentes, utilizando un lenguaje preciso y exacto. El romántico no aspira a detallar con exactitud su objeto de análisis, ya que no lo llega a comprender. Prefiere seleccionar aquellos rasgos físicos y de personalidad que desencadenan los sentimientos. Sólo pueden ser descritos simbólicamente, magnificando sus características, relacionándolas analógicamente con otros fenómenos naturales que, a veces, escapan a la razón. El Realista es un médico que hace un diagnóstico; el Romántico es un vidente que esboza una interpretación de algo que escapa a la razón.

4. CARACTERÍSTICAS DE LA NOVELA REALISTA 1. Reproducción de la vida real y contemporánea o del pasado inmediato, de acuerdo con el principio de verosimilitud. En oposición al Romanticismo –que huía en el espacio y el tiempo de una realidad que despreciaba y/o no entendía– las historias realistas se ubican en la contemporaneidad del autor y el lector (la burguesía, vid. infra 2) 2. La burguesía es la protagonista de este tipo de novelas. En ellas no se excluye la crítica a esta clase social. El público al que iban dirigidas las novelas realistas pertenecía a la burguesía; esta clase social gustaba de leer estas novelas porque se sentían reconocidos, incluso en los defectos o vicios recurrentes de esta clase social: aburrimiento, superficialidad, materialismo, hipocresía, ambición, envidia, superstición y fanatismo (especialmente en algunas novelas de Galdós), etc. 3. Se pretende realizar un cuadro de costumbres de los ambientes característicos de la clase burguesa de la época, en especial los urbanos (tertulias, taller, paseo, casino, etc.) propios de las grandes ciudades, pero en ocasiones los autores optan por reflejar el ambiente aburrido, endémico y claustrofóbico de las ciudades de provincias, como sucede en las obras maestras Madame Bovary de Flaubert y La Regenta de Clarín. En general, se observa una preponderancia de la vida urbana (la ciudad representa el progreso y el campo la reacción), pero puede haber excepciones, como en las novelas de los españoles Pereda y Palacio Valdés. 4. Profundización en el análisis psicológico de los personajes, atendiendo a sus conflictos, a su conducta, a su interioridad. Se muestra la evolución de los personajes a lo largo de la novela. Son personajes redondos. No se llega al grado de profundidad psicológica de las novelas del siglo XX, pero el camino iniciado por Cervantes en la complejidad de los personajes florece en la novela decimonónica: pensemos, por ejemplo, en la introspección en las almas atormentadas de Raskólnikov en Crimen y Castigo o Ivan Karamazov en Los hermanos Karamazov, ambas de F. Dostoievski.

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5. Predomina el narrador externo en tercera persona. Suele ser normalmente un narrador omnisciente que conoce los recovecos íntimos de sus criaturas. En ocasiones el narrador interviene en primera persona para enjuiciar o para hacer anticipaciones o retrospecciones. No obstante, algunos autores como Flaubert o Clarín reconocieron la contradicción entre la omnisciencia de la voz narrativa y el proyecto realista de reflejar la realidad con verosimilitud; pretendieron, por ello, esforzarse por introducir en sus novelas cierta impersonalidad u objetividad narrativa. 6. El uso del estilo indirecto libre, por ejemplo, cuya paternidad se otorga a Gustave Flaubert, es una manifestación de la impersonalidad narrativa, ya que permite a la voz en 3ª persona manifestar el estado de conciencia del personaje sin intromisión de la omnisciencia. Se trata de una fusión de la voz del narrador y la voz (o pensamientos) del personaje; es una perspectiva híbrida entre el estilo directo (habla el personaje) y el indirecto (habla el narrador). El narrador se introduce tan profundamente en la subjetividad del personaje que expresa los pensamientos de éste sin diferenciarlos de la propia voz del narrador. Los pensamientos más secretos del personaje, el flujo íntimo de su conciencia, se manifiestan ante el lector de modo objetivo, sin intermediación omnisciente. El estilo indirecto libre es, en definitiva, un tipo (un precedente) del monólogo interior. La novela del siglo XX avanzará un paso más en la introspección mediante el monólogo interior y el flujo de conciencia, experimentados hasta límites audaces por James Joyce, Virginia Woolf o William Faulkner. 7. Estilísticamente estas novelas se caracterizan por descripciones abundantes de personas, objetos y ambientes. Muchas de ellas tienen comienzos morosos, ya que en las primeras páginas o capítulos hay poca acción y mucha descripción. Es habitual comenzar las novelas con la ubicación de la acción en un espacio, focalizado, en ocasiones, progresivamente desde la ciudad a un hogar (o incluso una habitación) y con la presentación de los personajes. En ocasiones se hace un interesante uso del diálogo (como el contrapunto de Madame Bovary o los intentos de reproducir el habla coloquial de Galdós) 4. 4.1.

EL NATURALISMO ORIGEN. ÉMILE ZOLA

El Naturalismo es la aplicación a la literatura de las Ciencias Experimentales y el Positivismo (vid nota 7). Son evidentes también las influencias tanto del Determinismo (Laplace) como del Evolucionismo de Darwin (Origen de las especies, 1859) y el evolucionismo social de Herbert Spencer. Por otra parte, también se hace notar el influjo del materialismo histórico de Marx y Engels y el utilitarismo de John Stuart Mill. Utilizando la terminología aportada por Villanueva (vid. Supra 1) es la manifestación más característica del “realismo genético”, es decir, aquel que aspira a transcribir puntualmente la realidad. Se debe al francés Émile Zola la formulación de esta nueva doctrina, cuyos principios teóricos quedan expuestos en La novela experimental (1880) y Les romanciers naturalistes (1881). 4.2.

METODOLOGÍA NATURALISTA

5.2.1. Fases de la metodología naturalista Lo que pretende Zola es aplicar a la literatura el método experimental desarrollado por las ciencias. Para ello, al igual que el científico, el novelista ha de basar su experiencia literaria en varias fases: a) Observación. Esta fase es común a la metodología realista (vid. Supra 1). No obstante, mientras el realismo llevaba a cabo el proceso de ficcionalización y verbalización de la realidad después del proceso de observación, los naturalistas aportan una fase intermedia: b) Experimentación. Emulando la metodología científica, el Naturalismo no se conforma con hacer una transcripción (más o menos) detallada de la cara externa de la realidad, sino que su principal objetivo es estudiarla en profundidad para formular las leyes que la rigen. Recuérdese, a este respecto, que la metodología de la ciencia se compone de las fases observación-experimentación-predicción. Es decir, si se llegan a comprender las leyes que rigen la realidad se pueden establecer predicciones acerca de cómo se comportará la misma en el futuro. c) Ficcionalización y verbalización (vid supra 1). 5.2.2. Focalización de los aspectos sórdidos Los naturalistas, en su afán por transcribir fielmente la realidad (con el objetivo de comprenderla), no eluden verbalizar los aspectos más sórdidos y oscuros de la sociedad. De

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hecho, se puede observar una delectación en la recreación pormenorizada de estos aspectos, que puede calificarse de morbosa, tremendista o feísta. En este tipo de novelas se muestran al desnudo las lacras humanas (tarados, psicópatas, viciosos…) y sociales (alcoholismo, delincuencia, prostitución…). 5.2.3. Componentes de la novela naturalista Como se ha apuntado, el Determinismo es una de las influencias más notables de este tipo de arte. Zola cree que el hombre no puede escapar del influjo que ejercen sobre él dos grandes fuerzas: el aire y la sangre. a) Determinismo ambiental (aire) . El influjo del medio social sobre el individuo es inevitable. El pesimismo derivado de este factor es evidente: la imposibilidad de sustraerse de un entorno nocivo . b) Herencia biológica (sangre). El poderoso agente socializador representado por la familia y los genes es la otra gran fuerza que rige el destino de los hombres. En muchas novelas zolescas los protagonistas están marcados por los vicios familiares (locura, alcoholismo, etc.), que tarde o temprano acaban reproduciendo. 4.3.

CAMBIO IDEOLÓGICO

El giro estético está relacionado con un cambio ideológico. Anteriormente se ha comentado que el Realismo Realismo Burgués Decimonónico está asociado a la clase social protagonista del siglo XIX : la burguesía. Se denomina, por tanto, Realismo Crítico-Proletario Realismo burgués. Esta clase social, (Naturalismo) como se apuntó más arriba (vid supra 2), ya establecida en el poder, se hace Realismo Socialista conservadora. Los escritores realistas, muchos burgueses ellos mismos, sienten la necesidad de focalizar su atención en su clase social. Escriben novelas burguesas dirigidas a burgueses. No obstante, si quieren ser fieles a la realidad, no pueden eludir mostrar los vicios o aspectos criticables. La burguesía gustaba de estas novelas porque se veía reflejada en ellas, también en (o especialmente por) sus vicios más recurrentes: hipocresía, envidia, materialismo, arribismo, intolerancia, etc. Con la evolución del sistema capitalista y el surgimiento del proletariado surgen los movimientos obreros (Sindicalismo, Socialismo, Marxismo, Anarquismo), destinados a defender la nueva clase social, antagonista de la burguesía, y encaminados a establecer un nuevo sistema económicopolítico. El Realismo burgués se convierte en Realismo-crítico-proletario (y en Rusia en Realismosocialista). En este contexto surge el Naturalismo, que recoge en sus novelas las posturas críticas con la burguesía y el sistema capitalista propias de los movimientos obreros, así como un marcado anticlericalismo. Por primera vez el proletariado se convierte en el protagonista de este tipo de novelas: en Germinal de Zola, La espuma de Armando Palacio Valdés y en La Horda de Vicente Blasco Ibáñez. De todas formas, es paradójico que el naturalismo crea en el Determinismo en la esfera de lo individual (que conduce al pesimismo y el fatalismo) a la vez que se muestre optimista en la capacidad colectiva para el cambio social (las masas sociales son el verdadero protagonista del cambio). Realismo Decimonónico

6. CRONOLOGÍA DEL REALISMO-NATURALISMO DECIMONÓNICO a) Entre el romanticismo y el realismo (1830-1850) b) Realismo: desde 1850 c) Naturalismo: 1870-1893

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7. EL REALISMO EN LA LITERATURA EUROPEA Y NORTEAMERICANA

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7.1. NOVELA REALISTA FRANCESA Es en la década de 1850 cuando se configura definitivamente el Realismo, término que es acuñado por primera vez en la revista Réalisme (1856-1857) de Edmond Duranty y en el volumen de crítica titulado Le Réalisme publicado por Champfleury. La eclosión del Realismo se produce definitivamente tras la revolución de 1848. El desencanto tras el fracaso revolucionario empujó a los intelectuales a repudiar el idealismo y las utopías y a abrazar un arte objetivo y crítico. Stendhal y Balzac se consideran los iniciadores del Realismo francés, pero todavía están muy influidos por el Romanticismo. Las novelas más famosas de Stendhal, seudónimo de Henry Beyle (1783-1842), son Rojo y Negro (1830) y La Cartuja de Parma. En la primera se narra la historia de Julian Sorel, un ambicioso plebeyo que fracasa en su intento por medrar y triunfar en la sociedad. Aunque el protagonista es un auténtico héroe romántico, Stendhal traza una radiografía de la hipócrita sociedad burguesa francesa. Recordemos que en esta novela el autor ofrece una de las definiciones más célebres de la novela realista: "un espejo que se pasea a lo largo de un camino". A Honoré de Balzac (1799-1850) debemos el ambicioso proyecto literario de La comedia humana, un conjunto de novelas interconectadas muy variopinto, con el que pretende reflejar la realidad de su 10 época (aproximadamente la primera mitad del siglo XIX) . El título de su proyecto remite a la Divina Comedia de Dante, pero, significativamente, Balzac prescinde de lo "divino" para centrarse en lo "humano". Es destacable también que algunos personajes aparecen en diferentes novelas: unas veces como protagonistas y otras como secundarios. Balzac inició el proyecto hacia 1830, pero lo dejó inconcluso a su muerte en 1850. Conocidos son sus constantes problemas económicos asociados a una vida disoluta y derrochadora. Las acuciantes deudas obligaban al autor a componer sin cesar: logró finalizar 85 novelas, pero dejó inconclusas muchas otras. Las novelas agrupadas en este proyecto son muy variadas: las hay históricas, simbólicas (La piel de zapa) e incluso la que se considera una de las primeras novelas policiacas: Un asunto tenebroso. Las más famosas son Eugenia Grandet (1833) –una novela que influyó en Flaubert a la hora de escribir Madame Bovary–, centrada en un avaro que impide la felicidad de su hija y Papá Goriot (1834), que, por el contrario, narra los sacrificios de un padre por satisfacer los enredos y caprichos de sus hijas. Se puede considerar a Gustave Flaubert (1821-1880) como el primer gran novelista realista francés. Flaubert destaca por su ahondamiento en la psicología de los personajes y por su estilo depurado. En la vida de este escritor apenas hay nada reseñable, pues la pasó prácticamente recluido en una finca de su propiedad, consagrado a alcanzar con sus obras un ideal de perfección literaria basado en la objetividad y la impersonalidad. Sus dos grandes novelas son:  Madame Bovary (1857), su obra maestra, le costó un proceso judicial por inmoralidad. En esta novela, que es una especie de homenaje a Don Quijote y, a la vez, una crítica al Romanticismo, traza un despiadado retrato de un caso de intoxicación idealista en un ambiente de asfixiante vulgaridad provinciana. La protagonista, Emma, aburrida mujer de un médico rural, alimenta su fantasía con lecturas de novelas sentimentales que le llevan una serie de aventuras eróticas. Al final, abrumada por sus deudas, acaba suicidándose.  En La educación sentimental (1869) narra la historia de un joven burgués y de sus frustrados amores con una mujer casada. La triste constatación final de cómo el tiempo arruina toda ilusión constituye una profunda crítica de los ideales burgueses. El naturalismo de Zola. Émile Zola (1840-1902), influido por el positivismo de su época, intentó dotar al realismo de mayor valor científico, analizando la conducta humana y social mediante las leyes de la herencia, el influjo del medio ambiente y el método experimental. Él mismo caracterizó sus novelas como naturalistas. Siguiendo el ejemplo de Balzac, escribió entre 1871 y 1893 una serie de veinte novelas, Los RougonMacquart, centrada en las distintas ramas de una familia. En ella se presentan los aspectos más crudos 9

El apartado 7 está extraido parcialmente de la web Hiru.com [http://www.hiru.com/literatura/literatura-europea-de-los-siglosxviii-y-xix] 10 Otras series novelescas importantes del Realismo son las novelas naturalistas de Zola y los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós.

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de la sociedad francesa de final de siglo (taras, alcoholismo, enfermedades, miseria). Obras como La taberna (1877), Nana (1880) o Germinal (1885) se caracterizan por la fuerza de sus descripciones y por tener como protagonista a la emergente clase proletaria. 7.2. LA NOVELA REALISTA EN INGLATERRA Y OTROS PAÍSES Toda Europa vive, durante la segunda mitad del XIX, una compleja situación económica, social y espiritual motivada por la Revolución Industrial y el acceso al poder de la burguesía. La narrativa realista se encargará de ser testigo de todo ello y, lógicamente, su desarrollo será mayor en aquellos países con sociedades burguesas más consolidadas, como Inglaterra. Allí brilla con luz propia la figura de Charles Dickens. Inglaterra era ya un país de arraigada tradición lectora. La consolidación de la novela por entregas o folletín, vendida por capítulos a poco precio o con el periódico, provoca una auténtica pasión que hace a los escritores ídolos de su público. Condicionadas por este sistema, las novelas de la época suelen ser extensas, de estructura itinerante y llena de suspense, y con final feliz. Charles Dickens es un perfecto ejemplo de este nuevo tipo de escritor de éxito, cuyas entregas mensuales esperaban ávidamente los lectores. En su infancia, sin embargo, se vio obligado a trabajar duramente cuando su padre fue encarcelado por deudas. Sus primeras obras fueron Los papeles póstumos del Club Pickwick, de tono humorístico, y Oliver Twist, sombría historia de un pobre huérfano. Este filón melodramático y sentimental se prolonga en La pequeña Dorrit o el famoso cuento Canción de Navidad. Más adelante escribió sus mejores novelas, como la autobiográfica David Copperfield (1849-1850), Tiempos difíciles (1854) sobre la vida de los obreros, y Grandes esperanzas (1860-1861). William Thackeray (1811-1863) publicó por entregas La feria de las vanidades (1848), visión crítica, tierna e irónica de la sociedad de su tiempo a través de una trama sentimental. Wilkie Collins (1824-1889) se hizo famoso por sus novelas de intriga La piedra lunar y La dama de blanco. Un caso especial es el de las hermanas Brönte, desconocidas en su época por su vida aislada y el tono misterioso y romántico de sus novelas, en las que la pasión amorosa desempeña un papel fundamental. Emily (1818-1848) sólo escribió Cumbres borrascosas (1847); Charlotte (1816-1855), Jane Eyre (1847), entre otras; y Anne (1820-1849), Agnes Grey. George Eliot es el seudónimo de Mary Ann Evans (1819-1880), cuyas novelas (Silas Marner, 1861; Middlemarch, 1871) destacan por su descripción de ambientes provincianos y conflictos morales. En Alemania, la debilidad de la burguesía no estimula la novela realista. El único auténtico realista es Theodor Fontane (1819-1898), cuya novela Effi Briest (1893), una de las mejores del siglo, narra una relación adúltera en un ambiente aristocrático. En Italia el verismo o realismo tiene su máxima realización en la obra del siciliano Giovanni Verga (18401922). Su obra maestra es Los Malasangre (1881), que narra el hundimiento de una mísera familia marinera siciliana. Portugal ya había dado un gran novelista romántico, Camilo Castelo Branco (1826-1877), autor de Amor de perdición. Mayor será la fama de José María Eça de Queirós (1845-1900), en cuyas novelas se analiza fría y críticamente la aristocracia (La ilustre casa de Ramires, 1897) y la burguesía (Los Mayas, 1888, y su obra maestra El primo Basilio, 1878, historia de un adulterio).

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7.3. LA NARRATIVA REALISTA RUSA Nikolai Gogol (1809-1852) es el iniciador del realismo ruso en sus primeros relatos (Diario de un loco, El retrato), en los que no falta lo romántico (Taras Bulba), lo grotesco (La nariz) y lo fantástico (El abrigo). Su obra teatral El inspector (1836), en la que denuncia la corrupta burocracia zarista, provocó un escándalo. Su novela más famosa es Almas muertas (1842), que describe la miseria del campo ruso a través de un estafador que obtiene tierras y subsidios alegando tener siervos que en realidad han muerto. Iván Goncharov (1812-1891) trazó, con el simpático protagonista de su novela Oblómov (1851), un retrato de la pereza y la pasividad, consideradas defectos prototípicos del espíritu ruso. Iván Turgeniev (1818-1883), rico y noble, viajó por Europa y trabó amistad con varios escritores franceses. Fue dramaturgo (Un mes en el campo), escribió relatos breves (Un rey Lear de la estepa) y novelas (Nido de hidalgos, 1859; Padres e hijos, 1862) de ambientación rural y temática común: frustración vital, amores fallidos, crítica a la vida rusa en boca de un recién llegado, etc. Fiodor Dostoievski (1821-1881) es uno de los mayores escritores de la historia por la hondura de los problemas existenciales que plantea y por la complejidad psicológica de sus personajes. Sus primeras novelas (Pobres gentes, 1846; Las noches blancas, 1848) muestran la preocupación del autor por el sufrimiento humano. Su experiencia en la prisión siberiana se refleja en Apuntes de la casa de los muertos (1862). Apuntes del subsuelo (1866) anuncia ya la complejidad psicológica y argumental de sus obras maestras:   

Crimen y castigo (1866): el joven Raskolnikov comete un crimen, creyéndose superior a la moral común, pero no puede soportar sus terribles remordimientos y se entrega. El idiota (1869): historia de un bondadoso personaje que fracasa en su intento de redimir a una mujer por amor. Los hermanos Karamazov (1880): análisis de la ambigua complejidad del alma humana a través de una familia dominada por un brutal padre que acaba siendo asesinado.

Liev Tolstoi (1828-1910) La amplia obra de Liev Tolstoi forma un gigantesco cuadro descriptivo del carácter y las costumbres rusas. En su juventud escribió una autobiografía en tres partes y reflejó su experiencia bélica en los Apuntes de Sebastopol (1855-1856), cuyo crudo realismo le causó problemas con la censura. Su primera obra maestra es la monumental Guerra y paz (1863-1869), crónica de las campañas de Napoleón en Rusia a través de los avatares de dos familias nobles. Otro gran éxito fue Ana Karenina (1877), historia de una pasión amorosa que lleva a la protagonista al adulterio y al suicidio. Junto al fino análisis psicológico destaca la crítica al puritanismo de las convenciones sociales. Convertido en un patriarca de la cultura rusa, escribe las novelas cortas La muerte de Ivan Ilich (1886) y La sonata a Kreutzer (1889). Su última novela, Resurrección (1899), refleja las preocupaciones religiosas y caritativas de su vejez. Hacia fin de siglo sobresale el cuentista y dramaturgo Antón Chéjov, frecuentemente relacionado con el naturalismo (La dama del perrito, El pabellón número 6). 7.4. LA NOVELA DE LA SEGUNDA MITAD DE SIGLO XIX EN EEUU La eclosión literaria de mediados de siglo tiene su centro en Boston, alrededor del trascendentalismo de R.W. Emerson, quien, influido por el romanticismo europeo y las doctrinas orientales, animaba al individuo a alcanzar la divinidad a través de la naturaleza. Su discípulo H.D.Thoreau relata en Walden (1854) su experiencia de vida eremítica en los bosques, que le hace precursor del moderno ecologismo.

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Nathaniel Hawthorne (1804-1864) explora en sus novelas el tema del pecado y el mal, tan obsesivo para la religión puritana. Sus principales obras son La letra escarlata (1850), ambientada en la vida de los primeros colonos, o La casa de las siete torres (1851), de tono fantástico. Lo sobrenatural también caracteriza sus cuentos. Herman Melville (1819-1891), la otra gran figura de la época, es el autor de Moby Dick (1851), una de las grandes novelas de todos los tiempos. Fue marinero en su juventud, experiencia que refleja en sus primeras novelas: Taipi (1846), idealizada visión de los mares del Sur, y Blusón blanco (1850), sobre la dureza de la vida de a bordo. Melville destaca también en la narrativa corta, con tres grandes títulos: Bartelby, el escribiente, relato prekafkiano sobre un oficinista, Benito Cereno, de angustiosa intriga, y Billy Bud, su obra póstuma, sobre la injusta muerte de un joven marinero. El más importante de los narradores de fin de siglo es Samuel L. Clemens (1835-1910), que adoptó el seudónimo Mark Twain. Fue piloto de río en su Missouri natal y buscador de oro antes de convertirse en periodista y conferenciante. Su espíritu satírico y su visión pesimista del ser humano se aplican tanto al pasado (Un yanki en la corte del rey Arturo, 1889) como a la actualidad (El hombre que corrompió a Hadleyburg, 1900). Sus mejores novelas son Las aventuras de Tom Sawyer (1876) y su continuación, aún mejor, Las aventuras de Huckleberry Finn (1884). Las andanzas picarescas de sus juveniles protagonistas reflejan los problemas sociales y raciales de la sociedad americana. Otros autores y obras destacables son H. Beecher-Stowe, y su alegato antiesclavista La cabaña del tío Tom, Stephen Crane, autor de La roja insignia del valor, la mejor novela sobre la crueldad de la guerra civil americana, Bret Harte, autor de cuentos sobre el lejano Oeste y, sobre todo, Jack London, cantor de la vida salvaje de Alaska en La llamada de la selva. 8. EL REALISMO-NATURALISMO EN LA NOVELA ESPAÑOLA Grosso modo podemos asociar la época del Realismo con la segunda mitad del siglo XIX. En el apartado anterior hemos comprobado que en algunos países europeos ya venían ensayando este tipo de arte desde la década de los treinta. En España, sin embargo, triunfa casi tres décadas más tarde (a partir de 1868). Una posible explicación del retraso es que los resabios románticos –el romanticismo eclosionó tardíamente a partir de mitad de la década de 1830– se extendieron hasta la década de los 70. Desde 1850 hasta 1875 en España conviven el Romanticismo tardío (llamado Eclecticismo, por combinar elementos clasicistas con un romanticismo menos exaltado y más intimista) y las primeras tentativas realistas (representadas por el costumbrismo y las novelas de sucesos contemporáneos). La Revolución de 1868 es el acontecimiento político que condiciona el triunfo de este nuevo tipo de arte, que tendrá su máximo esplendor durante la Restauración –que supone el verdadero afianzamiento de los postulados burgueses–, especialmente entre 1880 y 1890. Como se ve, el triunfo del Realismo en España coincide con la moda naturalista, que también llega a nuestro país. Finalmente, se suele asociar la última etapa del realismo con el llamado Realismo Espiritualista (18901920), que muestra una pérdida de la fe en el positivismo y una preocupación mayor por la interioridad de los personajes. En resumen, son cuatro las etapas del Realismo en España: 1ª )1850-1875. Transición. Eclecticismo 2ª )1875-1880. Iniciación de Realismo 3ª )1880-1890. Plenitud del Realismo-Naturalismo 4ª )1890-1920. Realismo espiritualista Se suele considerar la novela La gaviota (1849) de Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber) la obra iniciadora del realismo en España, pero esta novela no deja de ser un cuadro de costumbres (en el que abundan las descripciones de la realidad) asociado al romanticismo, con alta carga moralizadora conservadora y reaccionaria. Antes de 1880 destaca José María de Pereda, que empezó su andadura escribiendo cuadros de costumbres en los que se idealiza la vida rural (Escenas montañesas, 1864, Tipos y paisajes, 1871) y

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floreció con novelas realistas en las que se evoca idílicamente la región montañesa de Cantabria (Sotileza, 1885, Peñas arriba, 1895). Otro reconocido novelista asociado al realismo (pero que presenta una realidad idealizada, depurada de los aspectos más "feos") es Juan Valera, autor de la estimable novela Pepita Jiménez (1874). La novela de tesis (en la que el autor pone al servicio de sus ideas morales la trama argumental) es un nuevo eslabón hacia la eclosión realista posterior a 1880. En la década de los 70, un joven Galdós publica una serie de novelas primerizas con propósito crítico y moralizante (Doña Perfecta, 1876). Otro autor destacable de este tipo de novelas es Pedro Antonio de Alarcón (El sombrero de tres picos, 1874). La plenitud del realismo se produce desde la publicación de La desheredada (1881) de Benito Pérez Galdós. Al novelista canario debemos la modernización y desarrollo de las novelas realistas, que en pocas décadas consigue poner a la altura de las mejores novelas europeas del siglo XIX. Por una lado escribe su larga serie de novelas de sucesos contemporáneos (novelas basadas en la historia reciente): Los episodios nacionales (toda una crónica de la España de la Restauración). Por otro, compone en la década de los 80 y los 90 sus mejores "novelas contemporáneas": Fortunata y Jacinta (1886-1887). Además, es uno de los primeros introductores del naturalismo zolesco con la mencionada La desheredada. El naturalismo en la novela española no es tan radical como en la francesa (basada en los postulados de E. Zola), ya que aquélla repudia el determinismo de ésta. Una autora asociada al naturalismo es la gallega Emilia Pardo Bazán (Los pazos de Ulloa, 1886). Una de las obras más cercanas al naturalismo es La espuma (1890) de Armando Palacio Valdés. Asociado a este movimiento también se encuentra el valenciano Vicente Blasco Ibáñez, famoso por sus novelas regionalistas de temática valenciana (Cañas y barro, 1898, La barraca, 1902), pero que intenta imitar a Zola en obras como La horda (1905), compuesta durante la época en la que era diputado republicano, en la que hace una brutal radiografía de los desposeídos de los bajos fondos madrileños de principios del siglo XX. Se trata de una obra emparentada con la trilogía de Pío Baroja La lucha por la vida. En la última década el realismo deriva en una preocupación por la psicología y la moralidad de los personajes: estamos ante el llamado "realismo espiritualista" (Misericordia, 1896, de Galdós). Quizá la obra maestra del realismo-naturalismo español sea La Regenta (1884-1885) de Leopoldo Alas "Clarín". Esta extensa novela debe mucho a Madame Bovary de Flaubert. Además, "Clarín" introduce en la novelística española la técnica flaubertiana del estilo indirecto libre. Detengámonos un momento en la obra maestra de Clarín. La Regenta se desarrolla en Vetusta (trasunto simbólico de Oviedo). La protagonista, Ana Ozores, se ha comparado con Emma Bovary, la protagonista de la obra de Flaubert. Está infelizmente casada con Víctor Quintanar y es cortejada por el galán don Álvaro Mesía y su guía espiritual, el enigmático magistral de la catedral, don Fermín de Pas. Cede al adulterio con don Álvaro; don Fermín, al enterarse, reacciona airado contándoselo al marido de Ana. Después de un duelo, Mesía mata a Quintanar y huye. Ana Ozores, viuda y enferma, decide volver a sus prácticas religiosas y pedir perdón al magistral. Éste reacciona de forma violenta, ella se desmaya y la obra termina con un enfermizo beso. El tratamiento del personaje de Ana Ozores es uno de los grandes aciertos de la novela. Su psicología es compleja y llena de matices. El otro gran personaje es don Fermín de Pas, hombre culto, elegante, inteligente, elocuente, astuto, orgulloso y ambicioso. Su máxima pretensión es dominar (espía simbólicamente la ciudad desde el campanario) y conquistar. Se puede hacer una doble lectura de la obra: a) Psicológica: historia de una frustración, exaltación de lo vital, voluptuosidad, liberación erótica… b) Sociológica: crítica de las mezquindades, hipocresía, ociosidad y rutina de una ciudad provinciana – Oviedo– o de toda la sociedad española de la Restauración. También se critica las lacras morales de todos los estamentos sociales, en especial el clero. La otra novela de Clarín es Su único hijo (1891), eclipsada por la obra maestra La Regenta. Finalmente, hay que destacar la importante labor como cuentista del autor. La crítica suele distinguir novelas cortas y cuentos. Los más importantes son los siguientes: Pipá (1886), Doña Berta, Cuervo, Superchería (1892, tres novelas cortas), El señor y lo demás son cuentos (1893, en él se incluye el célebre “¡Adiós, Cordera!”), Cuentos morales (1896), etc.

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