1 TRANSFORMACIONES AGRARIAS Y DESARROLLO INDUSTRIAL

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina TEMA 5. LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX: LOS ORÍGENES

4 downloads 138 Views 160KB Size

Recommend Stories


DESARROLLO INDUSTRIAL DE SARGADELOS
Revista Antropológicas n.º 11, 2009 EL PROYECTO ILUSTRADO Y LA INFLUENCIA INGLESA EN EL DESARROLLO INDUSTRIAL DE SARGADELOS Purificación Martul Vázqu

Programa Iberoamericano sobre Propiedad Industrial y Desarrollo
1 Programa Iberoamericano sobre Propiedad Industrial y Desarrollo Resumen Ejecutivo del Programa 1. Marco Global Las Cumbres Iberoamericanas de L

Política industrial y desarrollo en el Perú
Política industrial y desarrollo en el Perú José I. Távara1 1. Introducción La economía peruana ha tenido un crecimiento destacado durante los último

TRANSFORMACIONES Y REACCIONES QUÍMICAS
PCPI – Ámbito Científico-Tecnológico Efa Moratalaz TRANSFORMACIONES Y REACCIONES QUÍMICAS 1. TRANSFORMACIONES FÍSICAS Y QUÍMICAS a. Transformaciones

Story Transcript

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

TEMA 5. LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX: LOS ORÍGENES Y EL DESARROLLO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN. SU INCIDENCIA EN ANDALUCÍA. 1. Transformaciones Agrarias y desarrollo industrial. 1.1. Los factores de producción. 1.1.1. La agricultura. 1.1.2. Los recursos mineros. 1.1.3. Las fuentes de energía. 1.1.4. Los capitales. 1.2. Los factores de consumo 1.2.1. El mercado exterior. 1.2.2. La formación de un mercado interno. 1.2.3. La revolución de las comunicaciones. 1.3. La industria: impulso y limitaciones. 1.3.1. Industria textil. 1.3.2. La siderurgia. 1.3.3. Industria química. 1.3.4. Industrias de consumo. 2. Valoración del alcance de las transformaciones económicas y sociales. 2.1. Las nuevas clases dirigentes. 2.1.1. La pervivencia de la nobleza. 2.1.2. La gran burguesía. 2.1.3. Las clases medias. 2.1.4. El papel de la mujer. 2.2. Las clases populares. 2.2.1. Artesanos y grupos urbanos. 2.2.2. La situación del campesinado. 2.2.3. Los jornaleros sin tierra. 2.2.4. La aparición del proletariado. 2.2.5. Las revueltas populares. 3. Incidencia del proceso de industrialización en Andalucía. 3.1. El primer impulso modernizador (finales de los años 20 del siglo XIX). 3.2. Alcance y limitaciones de la industrialización.

1

TRANSFORMACIONES AGRARIAS Y DESARROLLO INDUSTRIAL

Todos los historiadores coinciden en hablar de fracaso a la hora de valorar el desarrollo industrial español pero discrepan a la hora de evaluar por qué se produjo. Entre los factores endógenos y exógenos que se pueden apuntar para explicar esta situación se señalan las pérdidas coloniales, la llegada masiva de capitales extranjeros, la inestabilidad política que no favorecía un optimismo inversor, la falta de materias primas, además de la estructura social, que no era la más adecuada.

47

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

1.1. LOS FACTORES DE PRODUCCIÓN 1.1.1. La agricultura La transformación de la agricultura española en capitalista no produjo los resultados dinamizadores que tuvieron lugar en otros países, principalmente debido a: •

la lentitud a la hora de liberar mano de obra, ya que el campo español se tecnifica muy poco.



la carestía excesiva de los productos agrícolas españoles. El pan español era el más caro de Europa.



la agricultura no liberó capitales sino que los absorbió. La propiedad de la tierra seguía siendo la principal fuente de riqueza de la España del siglo XIX.



el bajo nivel adquisitivo del campesinado, que provoca que no haya demanda de productos industriales.

Por todo ello la agricultura fue un lastre para el desarrollo de la industria. 1.1.2. Los recursos mineros Durante la mayor parte del siglo XIX la minería española estuvo infraexplotada y contribuyó muy poco al desarrollo del país. Las razones de este estancamiento son: •

la falta de capital.



el escaso desarrollo técnico.



el subdesarrollo del país.



la legislación: establecía el dominio de la Corona sobre las minas hasta 1849, a partir de esta fecha se autoriza la explotación a particulares.

La demanda de los minerales españoles requería una industria metalúrgica que por entones no existía en el país, por eso la solución era tajante: o se explotaban las minas con capital extranjero y con vistas a la exportación, o se dejaban inactivas por mucho tiempo. De hecho, la demanda internacional fue la gran impulsora de la explotación de las minas, convirtiéndose nuestro país en suministrador en materias primas mineras a las naciones capitalistas de Europa occidental. Entre las características favorables con las que cuenta España hay que destacar que tiene buenos recursos mineros tanto por sus grandes reservas (mercurio, hierro, cobre, plomo, zinc) como por la cercanía de los yacimientos a los puertos, lo que facilita el transporte y la exportación. Pero el principal factor de auge de la minería del hierro en España fue el desarrollo del acero inglés y, en menor medida, el alemán. Se convirtió a fines del siglo XIX en el país de Europa que más mineral de hierro exportaba, lo que no quiere decir que fuera el primer productor, entre los minerales exportado por España debemos destacar: •

Plomo: Es abundante en Andalucía (Granada, Almería, Jaén y Córdoba) y se explotó con métodos relativamente modernos desde 1830. En las décadas centrales del siglo, la explotación estuvo en manos españolas pero después empezó a integrarse el capital extranjero (inglés, francés y belga sobre todo).



Cobre: Los yacimientos más importantes están entre los ríos Tinto y Odiel (minas de Riotinto y Tarsis) que durante años estuvieron abandonados o infraprovechados hasta que el capital francés y, sobre todo, inglés, realizó importantes reformas de infraestructuras.



Piritas de Huelva: ofrecían materia prima para la obtención de sosa caústica y ácido sulfúrico. 48

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina



Mercurio de Almadén: Durante el siglo XIX el mercurio español estuvo en manos de los Rothschild, quienes controlaron la mayor parte de la oferta mundial.



Zinc: el mayor yacimiento se encuentra en Santander y fue explotado por la Real Compañía Asturiana de Minas, de capital belga.

En suma, la minería contribuyó a equilibrar la balanza de pagos, pero lo hizo a cambio de beneficiar la economía de países extranjeros y con muy poca repercusión en el desarrollo español. 1.1.3. Las fuentes de energía En el siglo XIX tiene lugar el paso de la energía animal a la mecánica. Durante la primera mitad del siglo las fuentes de energía utilizadas en España seguían siendo las tradicionales: la humana, la animal, la hidráulica y la eólica en menor medida. Como combustible doméstico se utilizaba el carbón vegetal. El consumo de carbón mineral creció durante la segunda mitad del siglo XIX, siendo los factores determinantes la extensión de la red ferroviaria, la navegación a vapor y el desarrollo industrial, pero los yacimientos españoles son escasos, de costosa extracción y de poco valor energético. La industria energética que más se desarrolló durante el siglo XIX fue la del gas (destilado de la hulla), empleado en el alumbrado público y en el consumo doméstico, comenzando por Barcelona, donde se instaló la primera central eléctrica de España en 1875. 1.1.4. Los capitales Capital exterior Las inversiones extranjeras van dirigidas, en un principio, a los ferrocarriles, a partir de la “desamortización del suelo” con la Ley General de Minas de 1869 a la minería y, cuando la economía estaba más modernizada, ya a partir de finales de siglo, al sector servicios. Se acude al exterior porque faltan capitales interiores. Hubiera sido importante el papel que debió jugar el Banco de España para articular un sistema económico moderno pero su prioridad fue el control de la Deuda Pública, por lo que dejó de lado las inversiones. Capital privado No existe prácticamente. El único intento de Banca privada es el experimento de Banca Catalana pero no pudo aguantar la competencia extranjera. 1.2. LOS FACTORES DE CONSUMO 1.2.1. El mercado exterior Encontramos valoraciones diferentes. En un principio, la pérdida de las colonias se ha supuesto un hecho negativo porque suponía un mercado reservado, en cambio, actualmente no se hace una valoración tan negativa porque significaría sólo un 6% del P.I.B. y, además, cuando se pierde Cuba, el efecto es positivo por la repatriación de capitales. 1.2.2. La formación de un mercado interno La traba fundamental para la formación de un mercado interior articulado se debía a la pervivencia del régimen señorial que impedía superar la fase de agricultura de subsistencia y, por tanto, la falta de intercambios. De este modo, las desamortizaciones y desvinculaciones serían positivas porque se moviliza la agricultura, empiezan los intercambios entre las diferentes regiones españolas y se crea una demanda modesta de productos manufacturados. 49

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

1.2.3. La revolución de las comunicaciones Uno de los cambios revolucionarios experimentados en el siglo XIX de mayores repercusiones económicas y sociales fue la transformación de los sistemas de comunicación que cambiaron no sólo las condiciones de los viajes y el transporte de las mercancías sino también la transmisión de noticias. Transporte terrestre Dificultades: El transporte terrestre se vio siempre dificultado por los condicionamientos físicos del relieve peninsular, como la disposición de las montañas, la pendiente de los ríos, etc. que han contribuido al fraccionamiento del territorio y al aislamiento de unas áreas respecto a otras. Carreteras: A lo largo de los siglos XVIII y XIX hubo varios intentos de mejorar la red de carreteras, pero los esfuerzos de los Borbones se vieron interrumpidos por la guerra de Independencia y por las guerras carlistas. En 1836 se reorganizó la Compañía Real de Diligencias y, a partir, de 1840, se lleva a cabo un sólido programa de construcción de carreteras que habría de beneficiar el transporte al hacerlo más rápido y más barato, aunque no dejaba de ser una mejora limitada debido a la falta de vehículos adecuados. Ferrocarriles: El hecho más transcendente en el transporte terrestre fue la creación de la red ferroviaria, ante la necesidad de crear un mercado interior. Al principio sólo se trazaron unos cuantos tramos cortos, como el de Barcelona-Mataró (primera línea férrea de España), Madrid-Aranjuez, Langreo-Gijón y Jerez-Puerto de Santa María; pero el gran impulso vendría después de promulgada la Ley General de Ferrocarriles de 1855. La llegada de los progresistas al poder imprimió una mayor rapidez a su realización debido a tres factores: el apoyo estatal, la entrada de capitales extranjeros y la participación de capitales nacionales. Sin embargo, a mediados de los años ‘60 se comprobó que los beneficios nos bastaban para cubrir los gastos; esto, unido a la repercusión en España de la depresión europea de aquellos años, se convertiría en un factor más del descontento subyacente en la revolución de 1868, pero, pasada la crisis, se reanuda la construcción de ferrocarriles nuevamente. Una de las críticas que se han hecho al proceso de creación de ferrocarriles en España es la de la falta de homogeneidad en el ritmo de trabajo. Por otra parte, el ancho de la vía, mayor que el europeo (1,67 m frente a 1,44 m) ha sido siempre un factor negativo que ha contribuido a aislar la economía española. A ello hay que sumar la estructura radial de la red, inadecuada en un país cuya población e industria han tendido desde la Edad Moderna a localizarse en la periferia que dejaba mal comunicadas. Sin embargo, el ferrocarril atrajo a España capitales extranjeros, aceleró los transportes y abarató su precio al mismo tiempo que facilitaba la movilidad de la población. Transporte marítimo El transporte marítimo experimentó igualmente un profundo proceso de modernización en el siglo XIX, sobre todo a partir de su segunda mitad. Su desarrollo se basó en la introducción del vapor y en la actualización de la infraestructura portuaria.

50

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

A partir de 1860, el buque de vapor sería el gran competidor de la navegación a vela. En 1863, Cádiz, Pontevedra y Valencia contaban con el mayor número de consignatarios de buques de vapor o de larga travesía. Circulación de noticias En cuanto a la circulación de noticias, hasta el siglo XIX hubo una total dependencia de los sistemas de transporte, pero ya dentro de este siglo se introdujeron importantes cambios. En 1840 se implantó en Inglaterra el franqueo previo de la correspondencia utilizando sellos de papel engomado, procedimiento que en 1849 sería adoptado en España. Por otra parte, el servicio oficial de telégrafos se inauguró en España en 1852, quedando, tres años después, abierto al público. 1.3. LA INDUSTRIA: IMPULSO Y LIMITACIONES Con respecto a Europa septentrional, España daba imagen de un país aislado y atrasado. A la lentitud de su crecimiento económico respecto al europeo, unía los desequilibrios internos propios de una economía que carecía de homogeneidad. Industria textil En Cataluña, y más concretamente en Barcelona, se desarrolló una notable industria textil motivada en gran parte por la demanda colonial, de ahí que cuando éstas se perdieron la mayor parte de dicha industria se orientara hacia el abastecimiento del mercado doméstico. En la década de 1830 comienza en Barcelona la aplicación del vapor al proceso de hilado, siendo el período comprendido entre este año y 1855 el de mayor crecimiento de la textil algodonera, sin embargo, siempre por debajo del nivel de la inglesa. El crecimiento de esta industria se interrumpió hacia 1855, cuando la política progresista del bienio abre nuevos campos a la inversión extranjera (bancos, ferrocarriles). Una vez superada la crisis, esta industria vuelve a experimentar un crecimiento a partir de 1868, si bien con niveles de producción inferiores. La siderurgia La siderurgia española se desarrolló dificultosamente en el siglo XIX, pues uno de los problemas de esta industria es la cantidad de carbón que consume. En España, al problema de la carestía del carbón se añade el de su lejanía, de ahí que muchas siderurgias que se extendieron por la geografía peninsular fuesen eliminadas por falta de competitividad. Curiosamente, la primera etapa de la moderna siderurgia española fue andaluza, aproximadamente hasta 1860. Andalucía fue, desde mediados del siglo XIX hasta la “Gran Guerra” europea el paraíso de los metales no ferrosos, que generaron una riqueza ingente, pero transferida casi en su totalidad al extranjero. Los primeros Altos Hornos se situaron en Málaga y Sevilla pero el problema de la siderurgia andaluza radicaba en el coste del carbón mineral, motivo por lo que se empleó mayoritariamente el vegetal. La siderurgia asturiana se situó junto a las cuencas carboníferas ya que empleaban como combustible el carbón asturiano, lo que le daba una gran ventaja con respecto a las empresas andaluzas, que utilizaban carbón vegetal o hulla asturiana, inglesa cordobesa, con el consiguiente encarecimiento del transporte. Sólo triunfó la de Vizcaya, pues as exportaciones de mineral de hierro a Inglaterra abarataban el transporte de coque británico que se hacía en los mismos buques que realizaban la travesía para embarcar el mineral vasco.

51

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

Industria química Fue durante casi todo el siglo XIX una industria derivada, que abastecía a otras como la textil, la de perfumería, etc., que se localizó especialmente en Barcelona. A su vez, el auge de la minería propició el desarrollo de une nueva rama de la química: la de explosivos. Industrias de consumo Las que tuvieron más importancia fueron la aceitera, la del vino, la de la cerámica y vidrio, ubicadas en su mayoría, al menos las dos primeras, en Andalucía y que fueron las que vinieron a amortiguar, en parte, el fracaso de la industria pesada andaluza. Las dos grandes áreas exportadoras de vinos eran Andalucía y Cataluña, ésta última especializada en la exportación de licores y aguardientes a América y vino a Francia. Los vinos andaluces, sobre todo los de Jerez y Málaga, se exportaban a Inglaterra, atrayendo el capital extranjero para organizar as exportaciones (Terry, Garvey, Sandeman, Byass ingleses- o Domecq -francés2

VALORACIÓN DEL ALCANCE DE LAS TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES

2.1. LAS NUEVAS CLASES DIRIGENTES 2.1.1. La pervivencia de la nobleza La nobleza española, en cuanto élite terrateniente, salió relativamente bien parada de la revolución liberal si la comparamos con la de otros países. Es cierto que la pequeña nobleza, los hidalgos, muy numerosos en la zona central de España al norte del Duero sufrió un proceso de deterioro económico y social. Perdido su principal privilegio, el derecho a la exención de impuestos, y dado que sus tierras les proporcionaban rentas escasas, la mayoría pasó a ejercer las actividades más diversas y se fue diluyendo entre el grupo de la clase media de propietarios agrarios. En cambio, la gran nobleza, constituida por un pequeño grupo de familias, no sólo no redujo su poder económico sino que lo incrementó. Perdió los ingresos derivados de sus derechos jurisdiccionales, pero continuó conservando la mayoría de sus tierras e incluso se hizo con nuevas propiedades provenientes de la desamortización. A medida que avanzaba el siglo, los patrimonios nobiliarios fueron decreciendo. El carácter rentista de la nobleza, el desinterés de la mayoría por los negocios, su afán de lujo y sus enormes gastos, hicieron que se fueran endeudando y que consumieran parte de sus propiedades para hacer frente a los pagos. Sus rentas se mantuvieron estables, mientras los precios aumentaban, lo que dio lugar a una pérdida de su capacidad adquisitiva. Una parte emprendió negocios o emparentó con burgueses adinerados, pero lo cierto es que hacia finales de siglo las fortunas de los industriales y los comerciantes eran ya muy superiores a las nobiliarias. El poder y la influencia de la nobleza no provenían sólo de su riqueza. Durante la etapa moderada del reinado isabelino, los nobles constituían el grupo de influencia en la Corte, formaban parte de las “camarillas” que rodeaban a Isabel II y conseguían privilegios, participación en negocios y relaciones sociales. Aceptaron el liberalismo como un mal necesario y el pacto con los grupos burgueses como una necesidad, pero mantuvieron su preeminencia social e incluso consiguieron que una parte de la burguesía tratara de imitarlos y deseara integrarse, mediante la compra la concesión real de títulos de nobleza, en el estamento nobiliario.

52

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

2.1.2. La gran burguesía Junto a los grandes propietarios agrarios, procedentes de las filas de la vieja nobleza terrateniente, el proceso revolución liberal fue conformando una burguesía vinculada a los negocios que resultó ser la otra gran beneficiaria de las transformaciones sociales, económicas y políticas del período. Desde la época de Mendizábal, una serie de activos negociantes, ligados al liberalismo, engrandecieron sus fortunas con concesiones estatales o con operaciones de crédito. Además eran los inversores en Deuda Pública del Estado, en las actividades especulativas en la Bolsa, especialmente con el ferrocarril. Pero, rápidamente, una gran parte de esta incipiente burguesía española se sintió más atraída por la inversión en tierras que por la aventura industrial. Así, consiguieron propiedades a costa de los bienes de la Iglesia y de municipios y pasaron a engrosar las filas de los propietarios agrícolas, convirtiéndose en rentistas. Esta burguesía contaba con orígenes regionales diversos, pero su centro de operaciones y su residencia habitual era Madrid, aunque existían otras burguesías en el resto de las regiones. Ya que el proceso industrializador quedó limitado a unas determinadas zonas del país, la burguesía industrial, básicamente catalana, ocupó un lugar secundario en la organización del aparato estatal. Lejos de las esferas del poder, esta burguesía se preocupó esencialmente por conseguir del Estado la necesaria política proteccionista para su débil industria. 2.1.3. Las clases medias Las clases medias constituían una franja intermedia entre los poderosos y los asalariados. Su escaso número, no más del 5% de la población, evidencia la polarización de la sociedad. Este grupo formaba un conglomerado que agrupaba a propietarios de tierras, hombres de negocios, pequeños fabricantes, profesionales liberales (los relacionados con las leyes -abogados, escribanos, notarios, registradores de la propiedad-, los relacionados con la construcción y la propiedad inmobiliaria -arquitectos, agentes de la propiedad- y los relacionados con la salud -médicos, boticarios-) o empleados públicos. Eran propietarios, poseían rentas o empleos, pero su riqueza era mucho menor que la de las clases dirigentes. Su expansión va unida al desarrollo urbano -la mayoría residen en la ciudad- y al crecimiento de la Administración y de los servicios. Las clases medias compartían con los grupos poderosos el estilo de vida, las formas de ocio y el nivel de instrucción. Aunque su menor capacidad económica las llevó a una forma de vida más privada y doméstica, pretendían imitar las relaciones sociales de los salones nobiliarios y burgueses. Ideológicamente eran conservadoras, defendían el orden y la propiedad, siempre temerosas de que cualquier cambio las sumiera en la pobreza y las igualara con las clases populares. 2.1.4.- El papel de la mujer El papel de la mujer en la sociedad española del XIX venía determinado por el predominio de los burgueses, unido a la tradicional concepción católica conservadora. Se esperaba de ellas que se casaran, que fueran madres y esposas, y que limitasen sus actividades al hogar y a las relaciones sociales familiares. Su educación era con esas expectativas: un pequeño barniz cultural, conocimientos de las tareas domésticas y una estricta moralidad. A partir de 1868, aumentaron las demandas de mayor acceso a la educación para las mujeres, pero, en general, continuaron alejadas de universidades y empleos. Por supuesto, todo ello afectaba sólo a las jóvenes de clase alta o media. 53

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

2.2. LAS CLASES POPULARES Frente al grupo formado por las nuevas clases dirigentes, se encontraba la inmensa mayoría de la población española. Con el término de clases populares agrupamos a todos aquellos que, en el proceso de la revolución liberal, pasaron a constituir el grupo social desfavorecido: antiguos artesanos, campesinos pobres y jornaleros sin tierras y el nuevo proletariado surgido con la industrialización. 2.2.1. Artesanos y grupos urbanos En una considerable proporción, las clases bajas urbanas se dedicaban a los servicios. Casi la mitad de sus componentes, entre los que abundaban las mujeres, trabajaban en el servicio doméstico, seguidos de los mozos de comercio o pequeños tenderos autónomos. Aproximadamente, una cuarta parte de la población activa eran muchachas de servicio inmigrantes de los pueblos, con horarios interminables y bajos salarios. Además, muchas mujeres trabajaban de lavanderas, planchadoras, costureras o amas de cría, fijas o por horas. Las mujeres de las clases urbanas populares trabajaban hasta proporciones del 90%. Aunque los privilegios gremiales desaparecieron década de 1830, la pervivencia del mundo artesano gremial continuó siendo muy importante en la España siglo XIX. Tanto las zonas rurales como las ciudades mantenían un importante sector de artesanos, que en gran parte de España realizaban la mayoría de los productos manufacturados, puesto que la producción fabril continuaba siendo minoritaria. Por último, el crecimiento urbano y la nueva estructura del Estado liberal concentraron en las ciudades una serie de trabajadores de servicios relacionados con la infraestructura urbana: empleados de limpieza, de alumbrado, funcionarios de la Administración, etc. Y el volumen creciente de los negocios dio trabajo a empleados de bancos, de sociedades financieras y dependientes de comercio. 2.2.2. La situación del campesinado La situación del campesinado en el período isabelino es variada y compleja. La disolución del régimen señorial y las desamortizaciones no alteraron sustancialmente la estructura de la propiedad de la tierra. En la actual Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura, los antiguos señores no sólo continuaron conservando en forma de propiedad plena sus posesiones, sino que salieron reforzados con el reconocimiento de propiedades sobre las que sólo gozaban de derechos. En cambio, en Cataluña y Valencia, muchos arrendatarios enfitéuticos accedieron a la propiedad, estructurándose un grupo de pequeños y medianos propietarios. En todo caso, aunque las desamortizaciones o la desvinculación permitieron la compra de propiedades por parte de agricultores acomodados o de burgueses urbanos, el hecho es que la tierra se volvió a concentrar en pocas manos y, sobre todo, en las de quienes no la trabajaban. Fuera cual fuera su situación, desaparecida la servidumbre jurídica propia del Antiguo Régimen, los campesinos en su conjunto siguieron sujetos a relaciones de tipo clientelar. Las creencias religiosas, la red de relaciones personales y los modos de vida continuaron vigentes, aunque influidos por el peso de la nueva cultura urbana e industrial. Se mantuvo, pues, una estructura clientelar, ampliada ahora a los nuevos ricos, los burgueses agrarios formados con el proceso de las desamortizaciones. Los campesinos continuaron sometidos a un sistema en el que el peso, el poder, la influencia del rico, del “notable”, del cacique, eran enormes, a cambio de una mínima protección en forma de trabajo asalariado, de arriendo de tierras o de gestiones administrativas. 2.2.3. Los jornaleros sin tierra El proceso de reforma agraria liberal dio lugar en gran parte de la España agraria a la formación de un amplio grupo de campesinos sin tierra o con tierras muy escasas que, al no 54

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

tener la salida de la industria, permanecieron en el campo como jornaleros en unas condiciones de vida muy duras y con unos salarios muy bajos. El “hambre de tierras” continuó y la mayoría de los campesinos vio frustradas sus aspiraciones de que el proceso de reforma liberal les permitiese acceder a la propiedad de la tierra. Privados además de las tierras concejiles, lo que les había permitido en otro tiempo aprovechar recursos como la leña o los pastos o arrendar parte de ellas para su explotación, se encontraron sometidos a condiciones de vida todavía más duras. Su presencia era predominante en la España al sur del Tajo, la zona del latifundio, pero existía, en mayor o menor medida, en el resto del país. Una gran parte de estos jornaleros sufría paro estacional, dado que las labores del campo sólo requerían la contratación de mano de obra asalariada una parte de los días del año (siega, siembra, etc.). La pobreza obligaba a que también mujeres y niños tuvieran que contratarse, por salarios aún más bajos, como jornaleros, a fin de aumentar un poco los ingresos familiares. 2.2.4. La aparición del proletariado Los orígenes de la clase obrera van ligados al proceso de industrialización que se produjo en nuestro país a lo largo del siglo XIX. La aparición de la industria moderna supuso una organización del trabajo claramente diferente de la del antiguo sistema gremial. Las nuevas fábricas utilizaban una mano de obra asalariada conocida primero con el nombre de “operarios” y más tarde con el de proletarios. Su número era todavía muy reducido: en la primera mitad del siglo XIX, unos 150.000, de los que cerca de 100.000 trabajaban en la industria textil catalana. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo, fue siendo habitual ver en las grandes ciudades a hombres, mujeres y niños que al sol salían de sus casas, conminados en muchos casos por el sonido de las sirenas que anunciaban el inicio de la jornada en la fábrica. Las reglas que regirían este nuevo tipo de trabajo eran muy diferentes a las conocidas hasta entonces. El patrón, propietario de un establecimiento industrial, compraba la fuerza de trabajo de un obrero —hombre, mujer o niño- durante muchas horas al día a cambio de un dinero, de un salario. Ninguna otra ley, reglamentación o limitación existía en esta primera fase de la industrialización. Si se trabajaba se cobraba; si no, no había salario. Además, el trabajo en la fábrica ocupaba todas las horas del día y todos los días del año, por lo que no se podía compatibilizar con otras ocupaciones. El sueldo tenía que bastar para la comida, vestido y vivienda. Las jornadas laborales eran de 12 a 14 horas en establecimientos oscuros, húmedos y mal ventilados; los ritmos de trabajo, desconocidos hasta entonces y en los que el movimiento de las máquinas marcaba la cadencia del trabajo. Mujeres y niños, a partir de los siete años, eran a menudo empleados en las fábricas, y cobraban salarios muy inferiores a los de los hombres. Una férrea disciplina laboral impedía cualquier contestación. La más mínima protesta significaba ser despedido de la fábrica. También las condiciones de vida eran muy deficientes. Los salarios eran muy reducidos y daban para poca cosa más que comer. Las casas, muchas veces verdaderas chabolas o barracas, eran pequeñas y estaban ubicadas en barrios hacinados y degradados, en los que se acumulaban miles de trabajadores. Además carecían de servicios de alumbrado y de limpieza, de cloacas, hasta de empedrado. Las enfermedades infecciosas como la tuberculosis y el cólera se propagaban rápidamente en esos barrios, afectando a una población proclive a la enfermedad por la mala alimentación y lo agotador del trabajo. No es de extrañar que a mediados de siglo la vida media de un trabajador de Barcelona estuviera en los 19 años. 2.2.5. Las revueltas populares El aumento de la población asalariada en el campo provocó un grave problema social. No es extraño que los conflictos y las revueltas fueran una constante en la historia 55

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

española del siglo XIX, sobre todo en Andalucía, donde el campesinado pobre era mayoritario. Desde principios de siglo, el campesinado sin tierras inició diversas formas de respuesta social que irían cuajando en la formación de una conciencia de clase. Al comienzo se produjeron una serie de manifestaciones espontáneas de rebeldía, como destrucción de cosechas, asalto a casas de los ricos o robos. A partir de la década de 1830, los campesinos de los pueblos de antiguos señoríos presentaron demandas y pleitos, y se negaban a pagar rentas por tierras que venían cultivando desde antiguo. La actitud de los tribunales, que sistemáticamente fallaban a favor de los terratenientes, favoreció todavía más una actitud radical y de revuelta entre el campesinado. En la década de 1840, una ola de manifestaciones y ocupaciones de tierra agitó los campos de Andalucía, en los que la miseria, en los años de malas cosechas, provocaba situaciones de hambre crónica. Se produjeron quemas de cosechas y matanzas de ganado que podrían asimilarse a movimientos de carácter ludita (el ludismo era la destrucción de máquinas). Las primeras manifestaciones de protesta obrera se produjeron a partir de la década de 1830 y tuvieron un carácter de reacción contra la mecanización. El ludismo fue la primera expresión de rebeldía obrera contra la introducción de nuevas máquinas a las que se responsabilizaba de la pérdida de puestos de trabajo y del descenso de los jornales. En 1821, los trabajadores de la industria artesana rural de las localidades vecinas a Alcoy asaltaron la ciudad y quemaron los telares mecánicos, aunque el incidente más relevante fue el incendio del Vapor Bonaplata, la primera fábrica española en la que funcionó un vapor, en Barcelona en agosto de 1835. Los trabajadores comprendieron muy pronto que el problema no radicaba en las máquinas, sino en el reparto desigual de beneficios y salarios. Por tanto, había que cambiar las relaciones laborales utilizando el único recurso que tenían: la unidad de acción y la paralización de la producción mediante la huelga. Surgió así un primer embrión de asociacionismo de tipo defensivo y protector. En 1834, un grupo de tejedores de Barcelona ya se organizó para defender sus derechos. En la década siguiente aparecieron los primeros sindicatos obreros como una forma de organización del trabajador frente al capital. 3

LA INCIDENCIA DEL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN EN ANDALUCÍA

La crisis del Antiguo Régimen consumó la pérdida irreversible del comercio colonial con América y de los beneficios generados por dicho tráfico, provocando la ruina de las ya de por sí escasas manufacturas para la exportación radicadas en Andalucía. Sin embargo, durante el siglo XIX Andalucía acarició el sueño de la industrialización, protagonizando algunas de las iniciativas que tuvieron lugar en el conjunto del Estado. 3.1. EL PRIMER IMPULSO MODERNIZADOR (fines años ’20 del s. XIX) Los orígenes de la industria siderúrgica andaluza se sitúan a finales de los años veinte del siglo XIX en Málaga, cuando el empresario Manuel Agustín Heredia inició la construcción en Marbella de los hornos de fundición La Concepción, alimentados por carbón vegetal. Un año más tarde estas instalaciones verían complementada su labor por la inauguración en Málaga de los altos hornos de afino La Constancia, que trabajaban con hulla. Ambas iniciativas respondían a la necesidad de los exportadores de vinos y aceite de la zona de producir flejes de hierro para los toneles en los que transportaban sus productos, aunque la envergadura de las primeras instalaciones hace pensar en unas miras iniciales menos limitadas. 56

Historia de España Curso 2010/2011 Prof.: Juan A. Molina

Aprovechando la coyuntura de las guerras carlistas, que paralizaron la producción de las ferrerías del norte de España, las siderurgias de Heredia y los hornos emplazados por otro empresario malagueño, Juan Giró, vivieron una etapa de expansión. A ella se sumaron los altos hornos de El Pedroso, la fundición de los hermanos Bonaplata (1840) y los talleres metalúrgicos de Portilla y White (1857), todos ellos radicados en la provincia de Sevilla. Asimismo, con objeto de satisfacer la demanda del mercado regional, la industria textil, mecanizada y modernizada, se desarrolló en Málaga con dos centros de producción principales: Antequera, especializado en la lana, y la propia capital, donde se instalaron varios complejos fabriles dedicados al algodón (Industria Malagueña S.A. y La Aurora). Al calor de la siderurgia y el textil se desarrolló en Málaga la industria química, de carácter auxiliar. Este impulso industrializador, alentado por la protección arancelaria a los mercados locales, se extendió también por Sevilla, donde en 1841 Pickman fundó la fábrica de loza de La Cartuja, inaugurándose algunos efímeros establecimientos textiles. Por Cádiz, sede desde 1846 de la Empresa Gaditana de Hilados y Tejidos de Algodón al Vapor, de pequeñas fundiciones especializadas en trabajos para la Marina y de una industria vitivinícola jerezana cada vez más modernizada, volcada a la exportación y capitalizada. Y por Almería, donde la explotación de los ricos yacimientos mineros de plomo de las sierras de Gádor y Almagrera propició el auge de las industrias de fundición y la actividad de numerosos establecimientos metalúrgicos, aunque la mayoría de carácter casi artesanal. En contraposición, el resto de los yacimientos y distritos mineros andaluces, como Linares y la cuenca de Huelva, mantuvieron una actividad muy reducida hasta las últimas décadas del siglo XIX. En cambio, la construcción de ferrocarriles, que permitió que en 1869 existiera ya una red de casi 1.000 kilómetros de vías férreas, no contribuyó en la medida de lo esperado a vertebrar la sociedad y la economía andaluzas. La red, que primó la conexión de las capitales con Madrid, carecía de conexiones transversales que unieran las distintas comarcas entre sí, con la consiguiente desarticulación del espacio andaluz. 3.2. ALCANCE Y LIMITACIONES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN Pese a los logros y las buenas posiciones que parecía ocupar la industria andaluza en el conjunto del Estado, lo cierto es que tuvo que enfrentarse desde sus inicios a un conjunto de problemas que lastraron sus posibilidades de desarrollo. La falta de combustible barato y la recuperación de las ferrerías del Norte están detrás de la decadencia de la siderurgia. El textil decayó por la debilidad del mercado y la escasa capacidad de consumo de la población andaluza, unido a la competencia del contrabando gibraltareño y de la producción catalana. Tampoco logró establecerse una estructura comercial, una red de transportes y un sistema bancario sólidos que facilitaran la actividad económica.

57

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.