2010. Daniel Ortega: desinstitucionalizar para gobernar

Salamanca University From the SelectedWorks of Salvador Marti i Puig January, 2010 2010. Daniel Ortega: desinstitucionalizar para gobernar. Salvador

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Salamanca University From the SelectedWorks of Salvador Marti i Puig

January, 2010

2010. Daniel Ortega: desinstitucionalizar para gobernar. Salvador Marti i Puig, Salamanca University

Available at: http://works.bepress.com/salvador_martiipuig/7/

DANIEL ORTEGA:

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Salvador Martí i Puig *

DESINSTITUCIONALIZAR PARA GOBERNAR

DANIEL O RTEGA : DESINSTITUCIONALIZAR PARA GOBERNAR Resumen

El presente artículo versa sobre la capacidad que ha tenido el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en adaptarse a un entorno cambiante durante las últimas tres décadas y el rol que ha ejercido su líder, Daniel Ortega. Para ello el texto se centra en analizar la transformación del FSLN desde la década de 1980 hasta su vuelta al poder y el tipo de lógica de representación (partidista, social o personalista) que se ha conjugado en el FSLN desde 1990 hasta la actualidad. En el análisis de esta transformación se utilizan las herramientas conceptuales que aportan los estudios sobre la transformación y adaptación de partidos en contextos adversos y sobre las lógicas de representación y los “estilos de liderazgo”. El trabajo, después de una introducción teórica, sigue un orden cronológico y se centra en las etapas clave de la transformación del FSLN a lo largo de su historia: (1) la década de los ochenta, (2) el primer sexenio desde la derrota electoral (1990–1995), (3) la década posterior en la oposición y la consolidación del “orteguismo” (1996–2006) y (4) la vuelta al gobierno. Finalmente el artículo termina con unas conclusiones sobre las claves de la adaptación del FSLN, fenómeno que nos da información sobre el tipo de partido que es el FSLN y la lógica de representación partidista que ha predominado, que es la personalista —en detrimento de la social y la partidista.

DANIEL ORTEGA: DISINSTITUTIONALIZING

TO

GOVERN

Abstract

This article deals with the Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)’s capacity to adapt itself in a changing context in the past three decades, and the role its leader, Daniel Ortega, has played in this adaptation, analyzing the transformation of the FSLN from the 1980s until Ortega’s return to power in 2001, and also the type of logic of representation (party, social, or personalist) that the FSLN as a party has drawn from or combined from 1990 to the present. The analysis of this transformation draws on conceptual tools that study political party transformation and adaptations in adverse contexts and on the logics of representation and “leadership styles.” After a theoretic introduction, the article presents the key stages of FSLN’s transformation in chronological order, namely: (1) the 1980s; the first six years following their electoral defeat (1990–1995); (3) the decade as the opposition party and consolidation of “Orteganism”

* Salvador Martí i Puig (español) es doctor en ciencia política por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente es profesor titular en la Universidad de Salamanca y realiza estudios sobre partidos políticos étnicos en Latinoamérica, la calidad (consolidación y problemas) de la democracia en Centroamérica y la política no convencional. Este artículo se presentó anteriormente como ponencia en el Encuentro sobre “La Izquierda en América Latina” organizado por el Colegio Veracruzano (Veracruz, México) en octubre del 2008. También es preciso anotar que algunas partes del texto que versan sobre la organización partidaria del FSLN han sido publicadas en el volumen 143 de la revista Estudios Políticos. Su dirección de correo electrónico es [email protected]. © MESOAMÉRICA 52 (ENERO–DICIEMBRE

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(1996–2006) and (4) the return to power. The article ends with conclusions about the keys to the FSLN’s adaptation, a phenomenon that offers us information on the type of party that the FSLN is, and the logic of personalist representation that has predominated and won out to the detriment of social —and party— organization.

PUNTO

DE PARTIDA:

ORGANIZACIÓN PARTIDARIA Y ANÁLISIS DEL LIDERAZGO

Este capítulo tiene dos propósitos. Por un lado, analizar la transformación orgánica del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde la década de 1980 hasta la vuelta al poder y, por otro, intentar teorizar sobre el tipo de liderazgo que ha instaurado Daniel Ortega en el seno del Frente y en su administración desde 1990 hasta 2007. Así, en el presente trabajo se abordan dos temas distintos aunque —como se verá— entrelazados. Con esta pretensión, en el primer epígrafe se expondrá cómo se pretende abordar analíticamente ambos temas, y posteriormente se desarrollará el tema partidario para, finalmente, teorizar sobre el liderazgo de Ortega tanto en el FSLN como en los primeros pasos en la Presidencia de la República.

C ÓMO

INTERPRETAR LAS MUTACIONES DEL

FSLN

Las elecciones de 2006 para la Presidencia de la República de Nicaragua dieron la máxima magistratura a Daniel Ortega1 después de haber pasado 16 años como líder del FSLN en la oposición. El FSLN vencedor2 de dichos comicios se parece muy poco a la organización guerrillera que tomó el poder por las armas en 1979 y a la formación “casi-estatal” y corporativa que lo cedió en 1990 a raíz de una derrota en las urnas frente a una coalición de 14 partidos llamada Unidad Nicaragüense Opositora (UNO). Es importante señalar que los resultados correspondientes a los diputados de la Asamblea Nacional (escogidos por lista nacional y por departamentos) dieron también una victoria simple al FSLN, aunque no el control del poder legislativo. 1

Estos resultados mostraron, sin embargo, la existencia de un país territorialmente dividido entre sandinistas y antisandinistas y, sobre todo, de un liberalismo escindido entre “modernizadores” urbanos y “populistas” rurales. Además, si se observa con detenimiento el resultado electoral, se constata que las formaciones de la derecha (el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN)) obtuvieron la mayoría de los sufragios (casi el 56%). Con todo, la victoria, según las reglas electorales vigentes en el país después de la última reforma en el 2000, fue del FSLN. Véase Salvador Martí i Puig, “El regreso del FSLN al poder: ¿Es posible hablar realineamiento electoral en Nicaragua?”, en Política y Gobierno 25: 1 (2007), págs. 75–112. 2

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Entre la campaña publicitaria “oficialista” destaca la descalificación de los opositores. En este cartel aparecen las imágenes de los máximos adversarios del FSLN y líderes liberales: Eduardo Montealegre (derecha) y Arnoldo Alemán (izquierda) Fotografía de S. Martí i Puig, marzo de 2009

Precisamente por ello cabe preguntarse cómo consiguió el FSLN pasar de ser una formación selectiva de cuadros que lideraba un proceso revolucionario a un partido electoral relevante a pesar de los múltiples conflictos internos, y cómo consiguió ganar la Presidencia de la República 16 años después de su derrota electoral de 1990. No es fácil dar una respuesta a dicha incógnita, pero seguramente ésta se puede trazar a partir de un análisis del cambio organizativo que enfrentaron los sandinistas y del liderazgo personalista que ejerció su líder Daniel Ortega. Para ello, en una parte del texto se interpretará la mutación del FSLN como formación política en los aspectos organizativos y en su desempeño estratégico del partido desde 1990 hasta su victoria electoral en 2006. La razón de abordar el análisis de la organización partidaria se debe a la relevancia que ha tenido en el FSLN la tarea de “adaptarse” a un entorno inesperado y adverso desde la pérdida electoral de 1990. Este proceso de adaptación supuso profundas mutaciones internas que tenían como fin conseguir “equilibrios” partidarios con los cuales poder enfrentar con éxito las tareas políticas que exigía el nuevo escenario. Fruto de estas decisiones organizativas, en poco más de dos décadas, el FSLN pasó de ser un gran aparato burocrático que se confundía a menudo con la administración del Estado a una organización relativamente escuálida, centralizada y totalmente fiel a su líder y con una gran capacidad de negociar en las múltiples arenas políticas de la Nicaragua postrevolucionaria. El proceso de “adaptación” que inició el FSLN en la década de 1990 transformó el formato organizativo, la militancia, la dirección, el discurso y la estrategia del FSLN. Precisamente por ello también cabe preguntarse hasta qué punto la formación que ha vuelto al poder en 2006 mantiene similitudes con el FSLN que durante la década de 1980 lideró un proceso revolucionario.

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Para realizar este estudio se expondrá, en primer lugar (y con el objetivo de señalar cuál era el punto del que partía el FSLN antes de sufrir dichos cambios), la estructura de la formación sandinista durante la década de 1980 cuando dirigía un “proyecto revolucionario”. Posteriormente se analizarán los nueve congresos partidarios (y sus desenlaces) celebrados por el FSLN desde la derrota electora de 1990 hasta el mismo año que reconquistó el poder, en 2006. Este análisis organizativo se dividirá en dos partes. El primero de ellos comprenderá el sexenio de 1990–1995, que se refiere al período en que en el seno del FSLN se dirimieron (a través de tres congresos y de un amplio debate social) intensas batallas partidarias que se saldaron con una clara victoria de la facción liderada por Daniel Ortega. El epígrafe siguiente estudiará la etapa que va de 1996 hasta 2006, mostrando un partido en el que las redes informales fueron ganado peso sobre la organización formal y donde la organización se plegó a las directrices que propugnó su líder, quien fue gozando progresivamente de mayores cuotas de autonomía para desarrollar una intensa actividad negociadora con sus adversarios políticos, actividad que a la postre llevó al FSLN a conquistar nuevamente el poder. Finalmente, se expondrán los primeros pasos de la administración de Ortega para, seguidamente, elaborar unas conclusiones tentativas sobre el liderazgo de Ortega y la lógica de representación de la nueva administración sandinista. En cuanto a la literatura empleada para desarrollar el trabajo que versa sobre la organización partidaria, se utilizará aquella que da cuenta del proceso de evolución, adaptación al entorno y equilibrios organizativos dentro de los partidos,3 tanto a nivel formal como informal.4 En este sentido, enfocaremos el aná-

Angelo Panebianco, Modelos de partido (Madrid: Editorial Alianza, 1990); Richard S. Katz y Peter Mair, “La supremacía del partido en las instituciones públicas: el cambio organizativo de los partidos en las democracias contemporáneas”, en José R. Montero, Richard Gunther y Juan J. Linz, editores, Partidos políticos: viejos conceptos y nuevos retos (Madrid: Trotta-Fundación Alfonso Martín Escudero, 2007), págs. 101–125; y José R. Montero y Richard Gunther, “Introducción: los estudios sobre los partidos políticos”, en Montero, Gunther y Linz, editores, Partidos políticos, págs. 15–47. 3

Durante la última década ha empezado a despuntar el análisis de la dimensión informal de partidos, sobre todo en las organizaciones partidarias de Latinoamérica. Esta literatura argumenta que es esencial observar lo que ocurre detrás de las estructuras organizativas formales de los partidos, entre ella destacan: Guillermo O’Donnell, “Another Institutionalization: Latin America and Elsewhere”, en Kellogg Institute Working Paper 222 (Notre Dame University, Kellogg Institute for International Studies, 1996); Susan C. Stokes, “Do Informal Rules Make Democracy Work? Accounting for Accountability in Argentina”, en Gretchen Helmke y Steven Levistky, editores, Informal Institutions and Democracy: Lessons from Latin America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2006), págs. 125–141; y Flavia Freidenberg y Steven Levitsky, “Organización informal de los partidos en América Latina”, en Revista Desarrollo Económico 46: 184 (2007), págs. 539–568. 4

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lisis en la dimensión organizativa del partido, siguiendo a Richard Katz y Peter Mair y Angelo Panebianco, priorizando el análisis en una de las tres caras que ofrecen los partidos, a saber, la que estudia la formación interna de su organización (the party in the central office). Esta opción no significa que desestimemos las otras dos caras, la que enfatiza la organización como base de afiliados (the party on the ground) o la que observa el partido en las instituciones públicas, simplemente creemos que para comprender la mutación del FSLN durante las últimas dos décadas es más conveniente focalizarse en el estudio del aparato organizativo.5 Para avanzar en el análisis de la mutación del FSLN, si bien partimos de la premisa que exponen Katz y Mair de que “en las últimas décadas la dinámica partidaria ha desembocado en una lógica de mayor personalización y profesionalización, de menor burocracia y democracia interna, y del decrecimiento del peso de los afiliados en la organización”,6 discrepamos que en el caso del FSLN este proceso se deba —tal como sugiere generalmente la literatura—7 a la posición privilegiada en los cargos públicos en el seno del partido. Contrariamente, la hipótesis que se desarrolla en este trabajo es que el proceso de “adaptación” realizado por el FSLN ha sido fruto, sobre todo, de la capacidad que ha tenido su líder (y su entorno) en impulsar procedimientos informales de decisión y concentrar el poder en su figura. Con el objetivo de contrastar dicha hipótesis, utilizaremos algunos indicadores de medición de la mayor o menor formalidad (o informalidad) de la organización partidaria que sugieren Flavia Freidenberg y Steven Levtski para los partidos en Latinoamérica.8 En esta dirección nos centraremos en el respeto de las reglas y procedimientos internos, el lugar donde reside la autoridad y donde se toman las decisiones, la mayor o menor centralidad de la burocracia partidaria, el grado de autonomía de las subunidades locales, la claridad de las

Richard S. Katz y Peter Mair, “The Evolution of Party Organization in Europe: The Three Faces of Party Organization”, en American Review of Politics 14 (1993), págs. 593–617; y Panebianco, Modelos de partido. 5

Katz y Mair, “La supremacía del partido en las instituciones públicas”, págs. 114–115. 6

Wolfgang C. Müller, “Political Parties in Parlamentary Democracies: Making Delegation and Accountability Work”, en European Journal of Political Research 37 (2000), págs. 317–319. Estos cambios en la dinámica partidaria se han debido a la financiación pública de los partidos y campañas (que son distribuidas fundamentalmente por las elites de los partidos, quienes también controlan el acceso a los cargos públicos), la personalización y centralización de las campañas y la creciente importancia de los profesionales expertos en la coordinación de campañas y medios de comunicación de masas. 7

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Freidenberg y Levitsky, “Organización informal”, págs. 545–549.

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fronteras organizacionales, los patrones de la carrera partidaria y, finalmente, en el carácter de la membresía. Finalmente, cabe señalar que los datos a partir de los cuales se ha realizado este trabajo se han obtenido a través de fuentes indirectas y directas. Entre las primeras destaca la recopilación de prensa periódica y de revistas de coyuntura política nicaragüenses y centroamericanas en las que se ha podido seguir el debate interno del FSLN y el discurso elaborado por los sandinistas a lo largo del período estudiado, y también artículos académicos que han tratado el acontecer político reciente de Nicaragua. Respecto a las fuentes directas, están los datos extraídos de material interno del propio FSLN y entrevistas que se han realizado, a veces de forma sistemática y otras de manera más dispersa, en diversas estancias en el país a lo largo del período que estamos analizando, en concreto durante los años 1991, 1992, 1994, 1996, 1997, 2003 y 2006.

C ÓMO

INTERPRETAR EL LIDERAZGO DE

O RTEGA

Tal como expone Francisco Panizza, es un lugar común dividir los gobiernos de izquierda en Latinoamérica en socialdemócratas y populistas,9 pero esta clasificación ofrece pocos criterios para entender las diferencias internas que existen entre los diferentes gobiernos de la región. Ciertamente, hablar de populismo supone señalar el rol del liderazgo personalista, pero nos da pocos elementos para diferenciar presidentes tan diferentes como Evo Morales, Hugo Chávez o los esposos Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner; lo mismo ocurre entre las administraciones que se han definido como socialdemócratas (Michelle Bachelet, Inacio “Lula” da Silva, Tabaré Vázquez), en las que sus vínculos con las organizaciones sindicales y organizaciones sociales son muy diferentes. Para superar este binomio estéril recurrimos a la propuesta desarrollada por Panizza que distingue tres “lógicas representativas” consustanciales de la política democrática de izquierdas en Latinoamérica: la partidista, la social y la personalista.10 Tal como lo expone el citado politólogo uruguayo: “lo que define y diferencia estas lógicas es quiénes son los actores claves en la relación de 9 Francisco Panizza, “Nuevas izquierdas y democracia en América Latina”, en Revista CIDOB d’Afers Internacionals 85–86 (mayo 2009), págs. 75–88. 10 La lógica partidista es característica de sistemas políticos con grados altos de institucionalización política, en los que los parlamentos y los partidos políticos son los agentes privilegiados de la representación política y, por ende, los mismos partidos terminan siendo los agentes privilegiados (constituyendo un cártel) y autónomos que colonizan los resortes institucionales. La lógica “social” pone su énfasis en la sociedad civil como el locus privilegiado de la democracia y considera que la voluntad general se crea a través de la movilización, la convocatoria y la deliberación del mundo asociativo. En este sentido, esta lógica da menos autonomía a los representantes, convirtiéndose, sobre todo, en portavoces

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representación y los márgenes de autonomía que los mismos tienen en relación a otros actores en la toma de decisiones políticas”.11 Ciertamente, las tres lógicas existen y se combinan en todos los casos, pero es obvio que el predominio de una de ellas puede definir mejor el carácter de la administración y su liderazgo. La clasificación de regímenes políticos desde el punto de vista de las tres lógicas expuestas supone una mejor caracterización de las administraciones de izquierdas de la región que con el simple binomio “populista versus socialdemócrata”, si bien —como señala su autor— es un intento provisional. En el cuadro que sigue se exponen los ochos países con una administración de izquierdas en la primera columna y en la siguientes la intensidad (alta, media o baja) en que desarrollan las tres lógicas citadas. En dicho cuadro, sin embargo, añadimos el caso de Nicaragua sin rellenar. Intentar averiguar cuál es la intensidad de cada una de las lógicas de representación política para el caso de la administración de Daniel Ortega será el segundo cometido de este trabajo y, con ello, se pretenderá aproximarse al tipo de liderazgo que ejerce en su partido y en la presidencia de su país. Cuadro 1 Lógicas de representación política País

Partidista

Social

Personalista

Argentina Bolivia Brasil Chile Ecuador Nicaragua Uruguay Venezuela

Media Baja Alta Alta Baja ¿? Alta Baja

Media Alta Media Baja Media ¿? Alta Baja

Alta Alta Media Baja Alta ¿? Baja Alta

Fuente: Panizza, “Nuevas izquierdas y democracia en América Latina”, pág. 83.

de un entorno que puede corporativizarse. Finalmente, está la lógica carismática, descrita en profundidad por los padres de las ciencias sociales y cuya reaparición ha supuesto notables temores. Sin embargo, este tipo de representación no es cosa del pasado, sino que se ha reforzado con los medios masivos de comunicación. Véase Panizza, “Nuevas izquierdas y democracia en América Latina”, págs. 82–83. 11

Panizza, “Nuevas izquierdas y democracia en América Latina”, pág. 82.

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PARTIDO-ESTADO

COMO PUNTO DE PARTIDA

(1980–1990)

El FSLN, organización guerrillera fundada en 1961, llegó al poder a raíz de haber impulsado una insurrección popular. El FSLN era, como toda guerrilla, una organización político-militar, altamente jerarquizada, clandestina y con una estructura de mando vertical. Sin embargo, con el triunfo de la convocatoria revolucionaria en julio de 1979, el FSLN se convirtió en el actor político hegemónico de la nueva etapa que se iniciaba y que los mismos sandinistas bautizarían como la Revolución Popular Sandinista. Al poco tiempo del triunfo insurreccional, los resortes institucionales del Estado fueron cayendo, progresivamente, bajo el control del FSLN. Desde 1979, sus líderes ocuparon los puestos clave de la administración estatal.12 Posteriormente, a partir de las primeras elecciones competitivas (presidenciales y legislativas) de noviembre de 1984, todavía figuraron en el gobierno cinco miembros de su dirección guerrillera, nueve de su órgano colegiado y cuatro militantes. A la vez, durante todo ese período el Frente Sandinista tuvo el control del 60% de los escaños del órgano legislativo (el Consejo de Estado hasta 1984 y, posteriormente, la Asamblea Nacional). De esta forma, a pesar de que el Estatuto Fundamental de Derechos y Garantías promulgado en julio de 1979 definía la naturaleza y la relación entre los diversos órganos e instituciones del Estado, en realidad, el sistema político se caracterizó progresivamente por una fusión en la práctica entre el Estado y el partido. Todo ello, a la vez, se reforzó por la auto-concepción del FSLN como “partido de vanguardia”, propio de las formaciones marxistas-leninistas que propugnaba el “centralismo democrático”. Esta concepción vanguardista se vertebró a partir de tres pilares: la presencia de una cúpula dirigente indiscutida llamada Dirección Nacional (DN), un aparato partidario con un número reducido de militantes, y la presencia de un entorno de organizaciones sectoriales —las llamadas Organizaciones de Masas (OM)— vinculadas orgánicamente al partido. Inevitablemente, todo ello empujó al FSLN hacia una conducción vertical y centralista de las decisiones partidarias. El cuadro organizativo del partido se articuló sobre la base de una regulación estatutaria simple, breve y con considerables vacíos.13 La organización parExiste una amplia literatura sobre el proceso de consolidación del FSLN en el poder durante la década de los años ochenta. En este texto compartimos las hipótesis que se desarrollan en las obras: David Close, Nicaragua: Politics, Economics and Society (London: Pinter, 1988); y Salvador Martí i Puig, Nicaragua 1977–1996: la revolución enredada (Madrid: Libros de la Catarata, 1997). 12

Existen pocos estudios sobre la organización formal del FSLN durante la revolución y después de la pérdida de las elecciones de 1990, entre ellas destacan una tesis de grado 13

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tidaria se estructuró en cuatro niveles: nacional, regional, zonal y de base. A nivel nacional, el vértice era la DN, que se componía de nueve comandantes de la Revolución,14 e impulsaba las directrices políticas en régimen de monopolio. La autoridad que llegó a concentrar este cuerpo colegiado fue tal que en la década de 1980 fue recurrente la frase de “¡Dirección Nacional ordene!”. También a nivel nacional existía la Asamblea Sandinista (AS), que ejercía de instancia representativa y deliberativa, y estaba compuesta por cuadros del partido (cuyo número osciló entre 77 y 110), la mayoría de los cuales ocupaba lugares de responsabilidad en la administración del Estado. En cuanto a los organismos partidarios intermedios, éstos respondían al nivel regional y municipal, reproduciendo la división territorial de la administración del Estado. El organismo partidario a nivel regional era el Comité de Dirección Regional (CDR), máximo órgano partidario en su zona geográfica, y sus miembros eran directamente nombrados por la DN. Los CDR contaban con el apoyo organizativo de diferentes departamentos auxiliares, reproduciendo la estructura de la DN. El mismo tipo de organización partidaria aparecía, de manera subordinada, a nivel local con los Comités de Dirección Zonal (CDZ) presididos por un secretario político. El último y cuarto nivel eran los Comités de Base (CdB), que se componían a partir de un número de miembros que oscilaba entre los cinco y los 20 y donde, como mínimo, tenía que figurar un militante del FSLN.15 Las funciones de los CdB eran, según los estatutos, las de asegurar la “presencia, acción y movilización política del FSLN”. Todo este entramado organizativo se articulaba a partir de la figura de “miembro” y estaba altamente jerarquizado; los mismos estatutos distinguían entre aspirantes y militantes y, de entre estos últimos, se diferenciaban los mino publicada: Salvador Martí i Puig, “El FSLN, del poder revolucionari a l’oposició parlamenàtaria” (Memoria de Licenciatura en Ciencias Políticas, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, 1992). 14 Los comandantes de la DN eran, en 1979, nueve jóvenes guerrilleros nacidos a finales de la década de 1940 —a excepción de Tomás Borge, quien tenía 40 años al triunfar la Revolución y era el único superviviente de los fundadores del FSLN. Éstos eran: Tomás Borge, Bayardo Arce, Henry Ruíz, Jaime Wheelock, Luís Carrión, Carlos Núñez, Daniel Ortega, Humberto Ortega y Víctor Tirado. Simbólicamente, la DN representaba la segunda generación de líderes sandinistas, pues con los años de lucha contra la dictadura de Somoza había caído la mayoría de dirigentes de la primera promoción. Para una mayor información sobre la DN y el perfil individual de los comandantes, véase Shirley Christian, Nicaragua: revolución en la familia (Barcelona: Planeta, 1986), págs. 194–199.

Para su constitución era necesaria la aprobación previa del CDZ. Los CdB se organizaban generalmente en el medio laboral y, si existía más de uno en un mismo centro, se podía crear un Comité de Centro. 15

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litantes históricos16 (a quienes se les confería mayor autoridad moral) y los ordinarios. Quienes querían ser miembros del FSLN tenían que formular su solicitud e integrarse en un CdB en calidad de aspirantes por un período que podía oscilar entre los seis y 15 meses. Lo indicado se vinculaba a la concepción jerárquica, reducida y selecta de la militancia que tenía el FSLN. Así, el Frente nunca fue un “partido de masas”, sino un partido reducido y selectivo de cuadros,17 comportando muchas veces una percepción sectaria del FSLN y su militancia. En ese período, la actividad partidaria de la militancia osciló entre la administración del Estado, los cuerpos armados, el partido y las OM. Y con el recrudecimiento de la situación bélica (con la guerra de la Contra) y la profundización de la crisis económica, el FSLN exigió una mayor disposición de sus cuadros en la tarea de movilizar y hacer proselitismo. En cuanto al número de miembros del FSLN, estimaciones realizadas antes de las elecciones de 1990 expusieron que eran alrededor de unos 50,000, cantidad que no es excesiva si se compara con formaciones de la misma naturaleza en otros países. Pero si se tiene en cuenta que en 1981 el Frente se componía de unos 1,500 miembros, la cifra de militantes de 1990 indica un crecimiento exponencial, hecho que significa un rápido proceso de “adaptación” a un medio social en el que ser miembro del partido significaba tener ciertos privilegios. En base a ello, podemos calificar al FSLN hasta un determinado período —utilizando la terminología de Maurice Duverger—18 de partido selectivo de fieles ya que éste nunca tuvo vocación de ser un partido de masas,19 si Los “militantes históricos” eran los de la Segunda Promoción, pues se consideró que la Primera Promoción la constituían los miembros caídos en la lucha contra Somoza. 16

Existen diversos trabajos sobre el FSLN como actor político, donde se examina la estructura organizativa, la militancia y el discurso, y se analiza a la luz de las diversas teorías sobre partidos políticos. En este sentido, véanse Dennis L. Gilbert, Sandinistas: The Party and the Revolution (Cambridge: Basic Blackwell, 1988); Martí i Puig, Nicaragua 1977–1996; y Gary Prevost, “The FSLN”, en Thomas W. Walker, editor, Nicaragua Without Illusions: Regime Transition and Structural Adjustment in the 1990s (Wilmington, Delaware: Scholarly Resources Books, 1997), págs. 165–184. 17

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Maurice Duverger, Partis politiques (Paris: Colin, 1951).

Ni la estructura formal derivada de sus estatutos respondía a ese modelo ni las “exigencias” y “tareas” que se reclamaban respondían a ello. La misma naturaleza restrictiva de la militancia facilitó la asimilación de miembros provenientes de estratos sociales medios y altos debido a la necesidad de personal capacitado para la dirección de los aparatos del Estado. Sobre ello, según un estudio realizado por Gilbert, (Sandinistas), después de 1981 más del 30% de los militantes sandinistas eran profesionales, a la vez que en las cúpulas partidarias nunca faltaron apellidos de rancio abolengo. 19

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bien el proceso de crecimiento gradual de la militancia iba en la dirección de convertirse en un partido parecido a las formaciones corporativas latinoamericanas, como el Partido Revolucionario Institucional mexicano. El tercer pilar del aparato sandinista reposó en la existencia de vínculos orgánicos con las OM, donde se incluían sindicatos y organizaciones sociales como las de vecinos, jóvenes, niños o mujeres. El FSLN siempre consideró que “las masas” tenían que integrarse en organizaciones gremiales que, sin formar parte de la estructura partidaria, tuvieran vinculación orgánica con ésta. Estas organizaciones tuvieron un rol muy importante en la vinculación de grandes colectivos en las tareas de la revolución, aunque las funciones que les asignó formalmente el FSLN nunca estuvieron claramente definidas, si bien los estatutos del partido decían que su tarea era la de “velar y trabajar por el fortalecimiento de la revolución y la de ser los verdaderos instrumentos de expresión y canalización de las demandas más apremiantes de las masas”. En dicho contexto, en la organización del FSLN resurgió buena parte de los “tics organizativos” de la antigua organización guerrillera.20 Con esa naturaleza de partido selectivo de fieles que iba corporativizándose y con un amplio entramado de OM sectoriales que gozaban de muy poca autonomía, el FSLN se enfrentó a unos comicios competitivos en 1990. Por primera vez en la historia del país, las autoridades nicaragüenses dieron espacios electorales a todos los contrincantes para que se desarrollara una campaña electoral abierta. El contexto, sin embargo, no podía calificarse de normal. La campaña se desarrolló dentro de la tremenda anormalidad de una nación enfrentada militarmente, de declaraciones de altos funcionarios de la administración estadounidense sobre el futuro de Nicaragua en caso de ganar los sandinistas, y de una profunda crisis económica acentuada por el bloqueo financiero y comercial de Estados Unidos. En ese contexto, la estrategia del FSLN de lanzar un discurso festivo que rezaba “todo será mejor” y que justificaba todo “lo malo” como consecuencia de la guerra, fue fatal para sus aspiraciones.21 Además, en esa dinámica se cerraron La guerra es un marco poco propicio a la democratización y, en este sentido Bayardo Arce declaró que “en la medida en que se fue tensionando la situación fueron cerrándose los espacios de libertad con que la revolución había querido manejarse y con que nació”; Arce en una entrevista realizada y editada en Gabriele Invernizzi et al. Sandinistas: Entrevistas a Humberto Ortega Saavedra, Jaime Weelock Román y Bayardo Arce Castaño (Managua: Vanguardia, 1986), pág. 196. 20

Existen muchos artículos sobre las razones de la derrota del FSLN en 1990; sin embargo, los trabajos de Georges R. Vickers, “A Spider’s Web”, en NACLA XXIV: 1 (1990), págs. 19–27 y Carlos M. Vilas, “Especulaciones sobre una sorpresa: las elecciones en Nicaragua”, en Desarrollo Económico: Revista de Ciencias Sociales 30: 118 (julio–septiembre de 21

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posibles canales de autocrítica hasta el punto de ignorar la posibilidad de una derrota electoral. Pero antes de cambiar de etapa, es necesario señalar las características organizativas que configuraban al FSLN durante la década que estuvo en el poder. El grado de formalidad que desarrolló el partido durante esta etapa fue muy intensa, dada la existencia de unas reglas bien definidas en unos estatutos breves y rígidos que se observaban de manera rigurosa; una autoridad omnímoda que residía en un cuerpo colegiado de nueve comandantes —la Dirección Nacional— que debatían a su interior las decisiones y que una vez adoptadas no podían cuestionarse; una burocracia partidaria que, si bien se solapaba con la burocracia del Estado, era consciente que su poder no estaba en su estatus de funcionario sino de militante sandinista; la total ausencia de autonomía de las unidades locales, cuyas autoridades eran elegidas por la cúpula nacional; la presencia de un entorno de organizaciones gremiales afines al partido —las OM— ; unos patrones de carrera política claramente definidos a través de la militancia histórica, es decir previa a 1979, y a la lealtad y la disciplina; y una membresía diferenciada entre diversas promociones y status —a saber, los de militantes heroicos, históricos, ordinarios y aspirantes— y públicamente registrada y reconocida. De todo ello puede concluirse que el FSLN en este período fue una organización sólida, rígida y con un nivel de formalidad tan consistente que sólo puede comprenderse por la práctica fusión que mantuvo con el mismo Estado que controlaba.

CONFLICTO

EL DESALOJO DEL PODER: INTERNO, ENFRENTAMIENTO Y SALIDA (1990–1995)

El resultado electoral de 1990 fue inesperado: desalojó al FSLN del poder. Ello produjo en el partido una fuerte sacudida, cuya inmediata reacción fue el desconcierto. Así empezó un proceso de discusiones internas, conocido posteriormente como el “debate interno sandinista”, que en un inicio tomó connotaciones violentas y personales. Así, los militantes no sólo se preguntaban por qué perdieron los comicios, sino además cuáles fueron los factores que desvincularon al FSLN de la sociedad y por qué la dirección sandinista se distanció de sus bases. Tampoco dejó de mencionarse la forma rápida, desordenada y algunas veces abusiva en que el gobierno sandinista adjudicó propiedades y recursos estatales en sus últimas semanas de gestión, período que popularmente se llamó 1990), págs. 255–276, son los que exponen de manera más clara las contradicciones e incoherencias de un discurso electoral festivo y frívolo, sobre todo para muchas personas que habían luchado en el proceso revolucionario.

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“la piñata”.22 Así, de la frustración por la derrota, los sandinistas pasaron a ventilar públicamente errores y abusos.23 Una expresión gráfica de lo ocurrido se manifestó en la transformación de la consigna “¡Dirección Nacional ordene!” en otra que rezaba “¡Dirección Nacional, escuche!”, acuñada por el popular cantante Luis Mejía Godoy. La primera expresión abierta y ordenada del debate acaeció en una Asamblea Nacional de Militantes del FSLN los días 17 y 18 de julio de 1990, realizada en la localidad de Crucero, como culminación de reuniones de base, locales y departamentales, espontáneamente convocadas frente a la pasividad de la antes omnipresente DN. En las conclusiones de esta Asamblea se mencionaron las causas de la derrota electoral,24 también se reprobó la poca receptividad que el aparato partidario del FSLN mostró a las críticas durante la década de 1980, los estilos burocráticos y verticalistas del funcionamiento partidario, la poca autonomía que tenían las OM y los estilos de vida de algunos dirigentes. Pero más allá de esta explosión expresiva, el FSLN tuvo que replantearse tres grandes cuestiones: su recomposición organizativa, su discurso y su nueva estrategia como partido de oposición. A nivel organizativo, la pérdida del gobierno para el FSLN supuso que la estructura de partido-Estado que se estableció durante una década se derrumbara. La derrota provocó que el FSLN pasara de ser un partido grande y burocrático a otro débil y con un escaso número de remunerados, así de 5,000 miembros profesionales pagados por el partido, en pocos meses sólo quedarían alrededor de 500.25 También desaparecieron las estructuras partidarias que empataLa “piñata” fue la apropiación particular de propiedades que durante la década revolucionaria pertenecieron al Estado. En este proceso hubo algunos actos justificables, como la distribución de tierras entre campesinos, pero también existieron abusos en base a los que antiguos dirigentes revolucionarios se convirtieron en latifundistas o ricos empresarios. 22

Sobre dicho “debate”, véase Vilas, “Especulaciones sobre una sorpresa”; y también la revista Envío números 103 (mayo de 1990) y 134 (1993), http://www.envio.org.ni, consultado el 28 de junio de 2010. 23

El documento fruto de dicha Asamblea está reproducido en su integridad en la revista Envío 105 (julio de 1990), http://www.envio.org.ni, consultado el 28 de junio de 2010. 24

Hay pocos análisis detallados de la mutación orgánica del FSLN después de su derrota. Además del trabajo de Martí (“El FSLN, del poder revolucionari a l’oposició parlamenàtaria”) también destaca el artículo de Salvador Santiuste Cué, “La incompleta transformación del FSLN”, en América Latina Hoy 27 (2001), págs. 75–98. Este último señala que la acelerada transformación del FSLN supuso una “normalización” del partido en el entorno centroamericano, convirtiéndose en “un partido más”. 25

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ban con la administración estatal, lo cual se tradujo en una fuerte crisis orgánica que afectó la capacidad de liderazgo de la DN y la búsqueda de consensos dentro de la misma organización. Para encauzar este proceso de derrota se convocó a un Congreso Nacional (llamado “Carlos Núñez Téllez”) los días 19, 20 y 21 de julio de 1991, el primero de su historia.26 El objetivo central del Congreso fue dotar al partido de nuevos estatutos y un programa político. Con todo, el Congreso no respondió a las enormes expectativas de renovación que se habían gestado en este período. La DN del FSLN tuvo el poder suficiente para controlar el Congreso y limitar los cambios, pero no pudo impedir que se reflejara una brecha entre aquellos que postulaban la continuidad y los que abogaban por una mayor renovación.27 En cuanto a la organización del FSLN, se formalizó la nueva estructura interna, intentando dejar atrás una articulación que se sobreponía al Estado y crear unas reglas del juego que canalizaran las divergencias entre las diferentes corrientes internas. De esta forma se crearon los primeros estatutos del FSLN como organización verdaderamente “partidaria”, donde se observarían cambios de gran calado. A nivel nacional, la DN dejó de ser el “máximo órgano de dirección” y pasó a ser el tercero a nivel jerárquico después del Congreso Nacional y la Asamblea Sandinista (AS), que anteriormente era un simple órgano de consulta. Al Congreso Nacional, anteriormente inexistente y desde entonces instancia soberana y suprema del partido, compuesta por 600 delegados, le correspondía la definición del programa y los principios del partido, la aprobación y reforma de los estatutos, la elección de la DN y la AS. La AS (compuesta por 120 miembros y que se reuniría como mínimo cuatro veces al año) sería la máxima instancia deliberativa y de decisión mientras no estuviera reunido el Congreso. En cuanto a la DN, hasta ese momento clave de bóveda del FSLN, se transformó en el órgano encargado de representar y dirigir el partido. A nivel intermedio, el FSLN se articuló a través de congresos departamentales y municipales, los cuales a su vez elegirían Asambleas Sandinistas en cada departamento y municipio, y a los Comités de Dirección Departamental y Municipal. Respecto a los organismos de base, se crearon, por primera vez, Asambleas de Base cuya demarcación territorial concordaba con los espacios en que se instalaban las mesas electorales. En cuanto a los miembros, los estatutos continuaban manteniendo dos categorías: militantes y afiliados. Los nuevos estatutos hacían ahora referencia al patrimonio del FSLN y a la autonomía orgánica de las organizaciones gremiales y de los movimientos afiPara mayor información sobre el evento véase la revista Envío 118 (agosto de 1991), http://www.envio.org.ni, consultado el 28 de junio de 2010. 26

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Santiuste Cué, “La incompleta transformación del FSLN”.

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nes al sandinismo y a la necesidad de respetar la Constitución de la República. Así, de este estatuto podía observarse una estructura perfectamente homologable a la de los partidos de tradición izquierdista que perviven y compiten en una democracia liberal. Con la redacción de los estatutos no se solucionaron los conflictos internos del FSLN. Durante más de una década, el consenso partidario se estableció a través de la DN, pero después de la derrota electoral de 1990 ésta nunca consiguió recuperar ni su cohesión ni su liderazgo. Fruto de lo expuesto fue que las discrepancias internas se agudizaron después de la celebración del Congreso de 1991 hasta tal punto que el FSLN se vio forzado a realizar otro de carácter extraordinario con el objetivo de zanjar las graves disputas que dividían a sus miembros y sus dirigentes, quienes rápidamente se posicionaron en dos facciones, conocidas como la “renovadora” y la “principista”. La primera estaba representada por miembros del FSLN que ocupaban cargos institucionales y de representación y que mantenía la tesis de que se debía dialogar con las demás fuerzas políticas para consolidar el incipiente y frágil Estado de Derecho. Sus líderes eran el anterior vicepresidente de la República, Sergio Ramírez, y la ex ministra de Salud, Dora María Téllez (entonces líderes del grupo parlamentario del FSLN), y contaban con el apoyo de un comandante de la Revolución, Henry Ruiz, que optaba por crear una formación política de naturaleza pluriclasista que buscara un amplio consenso social. La segunda, que se autodenominó Izquierda Democrática (ID), mantenía el control del aparato partidario y de las bases organizadas, y sus líderes eran los comandantes Tomás Borge y, sobre todo, Daniel Ortega. Ésta se inclinaba por desarrollar una oposición beligerante con las nuevas autoridades y pedía “una mayor combatividad del FSLN en la defensa de los pobres, su vocación revolucionaria y su naturaleza vanguardista”.28 Así se llegó al Congreso extraordinario que se celebró durante los días 20, 21, 22 y 23 de mayo de 1994 (llamado “Por la Unidad Sandinista”), donde se mostró públicamente un enfrentamiento abierto entre las dos facciones que competían por hacerse con el control del partido. En el Congreso extraordinario la ID se impuso y Daniel Ortega fue electo como secretario general del partido.29 Sin embargo, en la nueva DN permanecieron miembros del sector “renovador”. Por lo tanto, el desenlace no implicó el control omnímodo de la ID, aunque tampoco se consiguió la anhelada estabilidad organizativa. Al contrario, se agudizaron los conflictos internos hasta llegar a una escisión. 28

1993.

Extracto del periódico sandinista (ahora extinto) Barricada, del 18 de diciembre de

La votación para la elección de secretario general del FSLN fue de 287 a favor de Daniel Ortega contra 147 a favor de Henry Ruiz. 29

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La crisis organizativa estalló meses después debido a ciertas decisiones tomadas por Sergio Ramírez en la Asamblea Nacional; a raíz de ello, la Asamblea Sandinista destituyó a Ramírez como jefe de la fracción parlamentaria el 9 de septiembre de 1994 y su escaño fue ocupado por Daniel Ortega (ya que Ramírez era su suplente). Sin embargo, la división formal del sandinismo se consumó el 8 de enero de 1995 cuando Ramírez y otros cuadros renunciaron al FSLN. Meses más tarde, el 21 de mayo, se celebraría la constitución de un nuevo partido político llamado Movimiento Renovador Sandinista (MRS), sellándose la ruptura del sandinismo, si bien los magros resultados del MRS en las elecciones de 1996 volvieron a dar la casi totalidad del patrimonio simbólico del sandinismo al FSLN.30 La ruptura de 1995 inauguró una nueva etapa en el FSLN, pero no en el sentido de consolidar un partido a través de reglas conocidas (los estatutos arriba descritos) y unos procedimientos previsibles para dirimir enfrentamientos entre facciones (en los órganos colegiados de dirección y en los congresos), sino en el sentido contrario. A partir de la escisión de 1995 se revertiría el trabajo realizado durante un lustro por los diversos sectores del sandinismo para acotar el poder y las ambiciones personales de los líderes. Así, la “victoria total” del grupo encabezado por Ortega y la salida de los “renovadores” supuso el control total del partido en manos de un líder y de sus fieles. En síntesis, durante el período 1990–1995 el proceso de reglamentación del FSLN fue esencial para poder dirimir el conflicto interno y, en ese sentido, puede afirmarse que fue el único período del FSLN, posterior a su derrota, donde el partido tuvo visos de “formalización”. Pero esta formalización partidaria empezó a revertirse a partir de 1995 y se agudizó en la década posterior y no sólo por la conversión del FSLN como un partido político de corte “electoralista”,31 sino por el proceso deliberado de desinstitucionalización del partido una vez que la unidad partidaria se recompuso alrededor del líder, reforzando la cultura política nicaragüense vinculada a la idea del “hombre fuerte”.

En las elecciones de 1996, el MRS obtuvo un porcentaje del 0.44% en los comicios para presidente y de un 1.33% en las elecciones para la Asamblea Nacional. 30

31

Santiuste Cué, “La incompleta transformación del FSLN”.

DANIEL ORTEGA:

LA

EMERGENCIA DEL

“DANIELISMO”:

APROPIACIÓN PARTIDARIA Y AUTONOMÍA DEL LÍDER

LA

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(1996–2006)

CONCENTRACIÓN PERSONAL DEL PODER ORGANIZATIVO

La articulación personalista del FSLN en torno a Daniel Ortega impuso rápidamente unas características muy singulares a su organización. Desaparecieron los mecanismos existentes de control interno y se relajaron los procedimientos y los órganos colectivos de deliberación. Así, la DN dejó de reunirse periódicamente y cuando lo hizo sólo asistían tres de los nueve miembros “históricos”: Tomás Borge, Bayardo Arce y el mismo Daniel Ortega.32 Los demás miembros de la DN —los que quedaron y los que fueron elegidos en los Congreso de 1998 y de 2001—33 nunca más fueron (ni pretendieron ser) pares, sino que simplemente apoyaron las decisiones tomadas de antemano por el secretario general del parti- Cartel de Daniel Ortega con los nuevos símbolos del FSLN: do, Daniel Ortega. el color rosa “chicha”, el nuevo color de campaña, y los tres Así, la existencia de términos en que se presenta la segunda administración una instancia como la sandinista (cristianismo, socialismo y solidaridad) Fotografía de S. Martí i Puig, marzo de 2009 DN perdió su sentiDesde 1995 dejaron de asistir cinco de los nueve comandantes de la Revolución: Víctor Tirado, Luis Carrión, Henry Ruiz, Jaime Weelock, quienes lo hicieron por voluntad propia, y Humberto Ortega (hermano de Daniel), debido a que su puesto de máxima autoridad en las Fuerzas Armadas era incompatible con la militancia partidaria. 32

33 Estos miembros fueron —con la excepción de algunos militantes históricos (siempre fieles a Daniel) como Doris Tijerino, Gladis Báez, Miguel D’Escoto, Manuel Coronel, Edwin Castro y Gustavo Porras— dirigentes de bajo perfil, como Emilia Torres, Martha H. Valle, Bladimir Soto, María Ester Solís, Roberto Calderón, Benita Arbizú, Fidel Moreno, Roberto González, Mario Rivera y Meyling Calero.

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do. Por ello, es natural que en los estatutos elaborados después del IV Congreso Ordinario del FSLN (17 y 18 de marzo del 2002), se eliminara la DN. Después de la escisión, entre 1998 al 2006, se celebraron seis congresos nacionales. A diferencia de los anteriores, estos congresos se desarrollaron con extrema placidez, lo que indica el control y la docilidad del aparato partidario en manos de su secretario general. La excepción a esta dinámica fue el Congreso de 2005 en el que Herty Lewites, ex alcalde sandinista de Managua, quiso postularse a la Presidencia de la República para 2006 y competir con Daniel Ortega en unas elecciones primarias. El desenlace fue la defenestración de Lewites del FSLN. De lo expuesto se puede afirmar que el objetivo de la celebración casi anual de congresos (desde 1996 hasta 2006) fue legitimar las decisiones tomadas por el secretario general, ratificando su “aleatoria” política de pactos o ungiendo los candidatos que se postulaban a las diversas convocatorias electorales.34 En cuanto a la reforma de los estatutos del FSLN de 1991, realizada en 2002, no se contemplaron grandes cambios. Las características más relevantes de los nuevos estatutos fueron su notable extensión (138 artículos, con una amplia parte dogmática, diez títulos y algunas disposiciones transitorias), el énfasis que da a los temas de disciplina y la centralización del poder en manos de la figura del secretario general. De lo expuesto se constata que en el período 1996–2006 se dio un proceso creciente de concentración del poder en las manos de Daniel Ortega y su entorno informal (llamado también “anillo de hierro”), reduciendo drásticamente la influencia de los cuadros partidarios y de los demás miembros. Un hecho gráfico —y más que significativo— de este proceso fue el traslado de la sede del FSLN a la parte trasera de la casa del secretario general, Daniel Ortega, y la relevancia que adquirió progresivamente su esposa, Rosario Murillo, quien fue la directora y coordinadora de la campaña para las elecciones de 2006.35 Finalmente, en cuanto al registro y la evolución de la militancia, no hay datos oficiales o públicos.36 Los únicos datos relevantes sobre la organización Por otro lado, también cabe señalar que, desde las elecciones de 1996, los candidatos a las presidencias municipales (con la excepción del alcalde de Managua) salieron de procesos de elecciones primarias, aunque muchas veces esto supuso conflictos en las bases del partido. Este elemento denota una cierta autonomía local del partido siempre que sus dirigentes manifestaran una incondicional lealtad de Ortega y la cúpula del FSLN. 34

35 A partir de 2007, con Daniel Ortega en la Presidencia de la República, la figura de la Primera Dama fue adquiriendo mayores cuotas de poder, tanto informal (por la proximidad con el Presidente) como formal, ya que se convirtió en la Presidenta de los Consejos del Poder Ciudadano en 2007 y en Ministro de la Presidencia en enero de 2008.

El autor de este trabajo preguntó en 2007 a miembros del CNS y a dirigentes del partido y nunca recibió una respuesta clara. La cifra que dichos cuadros estimaban era la de 140,000 miembros, pero no pudo contrastarse este dato. 36

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del partido en este período fueron que el responsable de las finanzas fue Bayardo Arce, miembro de la DN durante la década de 1980, diputado y uno de los representantes del sector “de los negocios” del sandinismo; y que el responsable de la estructura partidaria fue Lenín Cerna, responsable durante la década de 1980 de la Dirección General de la Seguridad del Estado del Ministerio del Interior y con importantes vínculos con las autoridades de las Fuerzas Armadas y la Policía. A partir de la victoria electoral de 2006, sin embargo, fueron cesados de sus funciones sin ningún tipo de procedimiento formal.

LA

AUTONOMÍA

(Y

DERIVA ) NEGOCIADORA DEL LÍDER

Para comprender el éxito del FSLN es necesario también señalar la influencia que tuvo éste en la arena política nacional como formación opositora. Efectivamente, el FSLN desplegó un importante activismo opositor con la intención de conservar e incrementar sus cuotas de poder. Con todo, el patrón de conducta que desempeñó desde 1990 hasta 2006 fue muy diferente. En el período en que Violeta Barrios de Chamorro fue presidente de la República (1990–1996), el FSLN movilizó a sus bases contra las políticas que el gobierno implementaba a la vez que, posteriormente, negociaba informalmente acuerdos con el mismo Ejecutivo. Posteriormente, con la administración de Arnoldo Alemán (1997–2001), caracterizada por un desempeño clientelar, corrupto y caudillista,37 Ortega dejó de movilizar a sus bases y acordó garantías recíprocas con el fin de que tanto el Presidente de la República como él pudieran salir impunes de graves acusaciones que ambos tenían.38 En esta dinámica de “no agresión” y convergencia de intereses, los dos caudillos sellaron un acuerdo (conocido como El Pacto) en enero del 2000. Los elementos fundamentales de éste fueron el control bipartidista de las tres instituciones clave del Estado (la Contraloría General de la República, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Supremo Electoral), la restricción del espacio de representación política y una reforma de la Ley Electoral. En este último punto destacó el cambio de criterio respecto a las condiciones necesarias para ganar la Presidencia de la República, bajando de 45% a 40% los votos necesarios para hacerse con el triunfo sin la necesidad de segunda Existe poca literatura académica sobre la administración de Arnoldo Alemán; sin embargo, destacan los análisis de David Close y Kalowatie Deonandan, editores, Undoing Democracy: The Politics of Electoral Caudillismo (New York: Lexington Books, 2004); y David R. Dye, “Retazos de democracia: la política nicaragüense diez años después de la derrota” (2001), en http://lanic.utexas.edu/project/hemisphereinitiatives/hemsreports.htm, consultado el 28 de junio de 2010. 37

Cabe señalar que el líder sandinista también tenía diversos juicios en curso. De los diversos casos abiertos destacó —por su visibilidad internacional— el “caso Zoilamérica” que acusaba a Daniel Ortega de haber abusado sexualmente de su hijastra desde que ésta era adolescente. 38

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vuelta, y al 35% en caso de que la diferencia entre la primera candidatura y la segunda fuera superior a cinco puntos. Este cambio era una demanda explícita de Ortega, ya que suponía una condición necesaria para que éste pudiera ganar la Presidencia dado el techo electoral del FSLN.39 En cierta forma, se trataba de un pacto entre las dos formaciones mayoritarias de Nicaragua para “secuestrar” las instituciones, reforzar la posición de los insiders frente a las amenazas externas y constreñir el pluralismo con la excusa de generar estabilidad. Finalmente, en cuanto al período de la administración Enrique Bolaños (2002–2006), Ortega negoció con cada una de las dos facciones del liberalismo que se enfrentaron a raíz del contencioso entre Bolaños y su antecesor, Arnoldo Alemán.40 Con ello se rompió el bloque liberal entre “alemanistas” y “bolañistas”, división que se extendió entre los liberales que ocupaban la cúpula de todas las instituciones del Estado y, con ello, el FSLN pasó a ser la fuerza política con mayor representación en la Asamblea Nacional41 y a controlar el resto de instituciones públicas y agencias reguladoras, incluyendo el sistema judicial. A resultas de ello el FSLN pasó a ser el actor clave de la política nicaragüense.42 Así, gracias a esta dinámica de componendas políticas con ambos sectores del liberalismo, ya en 2003 un FSLN sumiso a Ortega tenía prácticamente el control de todos los resortes institucionales del país, a excepción de la Presidencia de la República. También fruto de esta dinámica aparecería un nuevo cleavage en la sociedad nicaragüense (el de “pactistas” versus “antipactistas”), que se sumó al tradicional de “sandinistas” versus “antisandinistas” que había dividido la sociedad nicaragüense desde la década de 1980.43 En todas las elecciones celebradas desde 1990, el FSLN nunca pudo superar el 45% de los votos, hecho que lo convertía en una fuerza perdedora cuando la oposición concurría unida (tal como sucedió hasta 2006). 39

40 Una vez suscrito El Pacto, apareció un elemento difícil de prever: la división del bloque político antisandinista a raíz del conflicto entre el presidente de la República electo en el año 2001, Enrique Bolaños, y el ex presidente Alemán, quien controlaba el aparato partidario del PLC. Bolaños denunció en 2002 a Arnoldo Alemán (y a varias de sus personas de confianza) de corrupción y malversación de fondos públicos. A partir de entonces, el enfrentamiento de quienes habían sido compañeros de fórmula en 2001 fue constante.

El Presidente necesitaba contar con los votos del FSLN en la ALN debido a que la escisión de los liberales le dejaron en minoría en el poder Legislativo. 41

Para el PLC era necesario tener relaciones “amistosas” con el FSLN debido a que la presidenta del juzgado de distrito de Managua encargada de los cargos de corrupción de Arnoldo Alemán, Juana Méndez, era de adscripción sandinista y, por lo tanto, cualquier decisión sobre el proceso pasaba por una “negociación” del “acusado” con el líder del FSLN. 42

A raíz del nuevo cleavage aparecería una dinámica partidaria que enfrentaría a los “pactistas” (FSLN y el PLC ) en contra de los “antipactistas” (MRS y los bolañistas). 43

DANIEL ORTEGA:

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DESINSTITUCIONALIZAR PARA GOBERNAR

Así las cosas, un FSLN disciplinado y organizado en torno a su líder obtuvo un doble triunfo; el primero de ellos fue que el “antisandinismo” se dividió por la mitad en dos opciones partidarias (el PLC y el ALN) y, el segundo, que consiguió una regla electoral para la elección del Presidente de la República que de facto actuaba como si fuera una fórmula de mayoría simple. Este desempeño estratégico del FSLN, a pesar de los costos que tuvo entre la opinión pública, terminó por darle magníficos réditos políticos. En esta tesitura, el FSLN se presentó a las elecciones presidenciales del 2006 con una campaña diseñada por la esposa de Ortega y con una importante dotación de recursos, con los cuales el FSLN desplegó vallas publicitarias centradas en la figura de Daniel Ortega con un fondo de color “rosa chicha”, evitando el rojo y el negro de la bandera sandinista. El FSLN también evitó mostrar sus siglas y se presentó a las elecciones con una fórmula llamada Gran Alianza Nicaragua Triunfa y con un discurso basado en un mensaje de “amor, reconciliación y perdón”, silenciando temas como el “conflicto social” o las “clases sociales” y alineándose con los sectores más conservadores de la Iglesia católica respecto a temas de carácter moral. El desenlace de la campaña fue la victoria del FSLN en las elecciones de noviembre de 2006.44

EL

REGRESO DEL

FSLN

AL PODER:

LOS PRIMEROS PASOS DE LA ADMINISTRACIÓN

ORTEGA

Las promesas realizadas por Daniel Ortega durante la larga campaña electoral de 2006 fueron muy diferentes a las que hizo en 1984 y en 1990. En 1984, en medio de una revolución y una guerra, el líder sandinista prometió “gallo pinto y dignidad”;45 sin embargo, en la campaña de 2006 Ortega cambió de discurso y en una estrategia expansiva ofreció “una política masiva de créditos y subsidios para todos los productores, la condonación de las deudas a todos los acreedores, la regulación de las agencias bancarias que canalizan las remesas de los emigrantes, y petróleo venezolano para abastecer a Nicaragua”. Una vez conquistado el poder, las expectativas de la clientela electoral se orientaron en

Para un análisis del proceso electoral de 2006 en Nicaragua, véanse Salvador Martí i Puig, “El regreso del FSLN al poder: ¿Es posible hablar de realineamiento electoral en Nicaragua?”, en Política y Gobierno XV: 1 (2008), págs. 75–107; y Manuel Ortega Hegg, “Los resultados electorales del 2006 en Nicaragua” (2006), en http://www.boell-latinoamerica.org, consultado el 28 de junio de 2010. 44

45 “Gallo pinto” es una comida popular que consta de frijoles y arroz refrito y que es base de la dieta de la mayoría de nicaragüenses. Sobre dicha promesa y las campañas de 1984 y 1990, véase Martí, Nicaragua 1977–1996.

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Una novedad de la nueva administración sandinista es su incorporación a la comunidad de países ALBA y la implementación de mecanismos de participación (llamados de “democracia directa”) en los barrios y en el ámbito local bajo el slogan de “poder popular” Fotografía de S. Martí i Puig, marzo de 2009

las políticas sociales, después de una década y media de un gasto social público prácticamente inexistente.46 Respecto al tipo de gobierno, Ortega diseñó un gabinete de bajo perfil y con el rol preeminente de su esposa que, desde enero de 2008 se convirtió en primer ministro. En dicho gabinete no aparecía ningún cuadro histórico (ni relevante) del sandinismo de la década de 1980, ni del período en que el partido estuvo en la oposición.47 La mayoría de los ministros designados fueron miembros sandinistas con una limitada proyección pública y, por lo tanto, con una débil posición frente al Presidente de la República. En este diseño gubernamental destacaron la amplia intermediación de la Primera Dama, la figura del secretario de la Presidencia y la de los “asesores directos” del Presidente en temas sectoriales (como desarrollo económico, políticas sociales o relaciones internaRose Spalding, “Las políticas contra la pobreza en Nicaragua”, en David Close y Salvador Martí i Puig, editores, Nicaragua y el FSLN: un análisis de la realidad política, 1979–2006 (Barcelona: Ediciones Bellaterra, 2009), pags, 351–381. 46

Los tres cuadros partidarios más importantes que aún pertenecían al FSLN (con excepción de Ortega) no tuvieron ninguna relevancia en el nuevo ejecutivo. Tomás Borge, fundador del FSLN y vicesecretario general del partido, fue “destinado” a Perú como embajador de Nicaragua; Bayardo Arce, también comandante de la Revolución y gestor del patrimonio del FSLN, tampoco tuvo ningún cargo ejecutivo; y Lenín Cerna, ex miembro de la inteligencia del Ministerio del Interior, cuadro del Ejército Nacional y responsable hasta 2006 de la organización interna del FSLN, fue desplazado por la Primera Dama. 47

DANIEL ORTEGA:

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cionales), los cuales tenían mayor poder que los mismos ministros, quienes se convirtieron en meros ejecutores de políticas sectoriales. Respecto a las políticas públicas, las primeras señales de Ortega al frente de la Presidencia fueron contradictorias: por un lado anunció un “giro social” en el ámbito de las políticas sociales pero, por el otro, mostró —a pesar de la retórica antiimperialista formulada en los foros internacionales— una total continuidad respecto a las políticas macroeconómicas y comerciales. El anunciado “giro social” se basó en dos ejes. El primero de ellos fue el despliegue de políticas sociales focalizadas para paliar la pobreza a través de programas sectoriales llamados Hambre Cero, Usura Cero y Desempleo Cero. El segundo fue decretar la gratuidad de la educación primaria y secundaria, y de la atención de centros de salud y hospitales. Sin embargo, las medidas de “gratuidad de servicios” se realizaron sin una dotación adecuada de fondos públicos que, junto con la prohibición a los profesionales de cobrar a los usuarios, generaron un amplio descontento entre los trabajadores de la educación y de la salud, quienes emprendieron huelgas que se extendieron durante todo el primer trimestre de la administración sandinista, creando el primer gran conflicto laboral de la administración Ortega. Por otro lado, hubo una continuidad respecto a la política macroeconómica y comercial. En esta dirección la administración Ortega48 no se diferenció de los tres anteriores gobiernos neoliberales. También el diseño de los presupuestos de 2008 fue muy semejante al de años anteriores, especialmente respecto al pago de la deuda interna y a la ausencia de una política fiscal progresiva. La combinación de las declaraciones beligerantes de Ortega en foros internacionales,49 junto con el cambio de interlocutores internacionales50 (sin dejar de pertenecer al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana) y la ausencia de una agenda política claramente definida, incrementó la incertidumbre sobre el futuro de la economía del país y, sobre todo, polarizó a los ciudadanos nicaragüenses entre “danielistas” y “antidanielistas”. Ortega expuso a la hora de defender los presupuestos de 2008 en la Asamblea Nacional que tenía “un corazón de izquierda justiciero, y una cabeza de derecha responsable”. Véase revista Envío 308 (noviembre de 2007), http://www.envio.org, consultado el 28 de junio de 2010. 48

49 En la Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de Iberoamérica, Daniel Ortega realizó un discurso contra el imperialismo estadounidense y acusó al gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero de representar los intereses del norte, a la par que propuso la creación de una organización de Estados Americanos ajena a la OEA liderada por Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

Los nuevos países “amigos” del gobierno son Venezuela, Libia (donde el embajador de Nicaragua es el hijo del Presidente), Cuba, Irán, Bolivia y Ecuador. 50

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SALVADOR MARTÍ I PUIG

A MODO

DE CONCLUSIÓN: ¿QUÉ TIPO DE PARTIDO ES EL Y QUÉ LIDERAZGO EJERCE

FRENTE

ORTEGA?

A modo de conclusión, en este apartado se retoma el esquema de análisis sobre la lógica de representación propuesto por Panizza51 con el fin de interpretar cuál es el tipo de liderazgo que se ha construido en el FSLN y en la administración Ortega. Para ello se desarrollará brevemente cómo se han elaborado en el sandinismo la lógica de representación partidista, la social y la personalista.

EL

TIPO DE PARTIDO

Y LA LÓGICA DE REPRESENTACIÓN PARTIDISTA

Para tratar la lógica de representación partidista que se ha articulado desde 1990 hasta 2007 en el FSLN es preciso señalar que, en dicha formación, el poder organizativo se concentró en la figura de Ortega. Este proceso de concentración se generó a través de exigir una lealtad incondicional al líder y de expulsar a todos los que intentaban retarlo, o incluso discrepar de la línea política que el Frente tomaba.52 Desde 1990, el FSLN tuvo que adaptarse a un entorno donde los recursos organizativos dependían cada vez más de la capacidad de obtener (y retener) cargos institucionales, mayoritariamente electos. Esta exigencia supuso un “adelgazamiento” organizativo y una mutación de la naturaleza de sus cuadros políticos, que pasaron de ser gestores públicos durante la revolución para convertirse en autoridades electas. Pero esta mutación del FSLN hacia la personalización y profesionalización del partido, así como la disminución del poder de la burocracia y el decrecimiento del peso de los afiliados, no sólo fue fruto de las exigencias del “entorno”, sino también de la capacidad que tuvo su líder en “desinstitucionalizar” el partido, es decir, de impulsar procedimientos informales de decisión y de concentrar el poder en su persona y sus allegados —más allá de cuál fuera su rango en el organigrama partidario. Pero este desenlace no fue aleatorio (ni inevitable), sino que fue el producto de múltiples batallas internas donde los grupos que preferían una organización formalizada, consistente y plural, perdieron. Así las cosas, es difícil clasificar el tipo de partido en que se convirtió el FSLN. En cierta forma, el Frente tiene elementos de un partido de electoral 51

Panizza, “Nuevas izquierdas y democracia en América Latina”.

En este sentido, según el dilema que expone Albert Hirschman, en el FSLN nuca se articuló la “voz”, ya que sus militantes tuvieron que optar entre la “lealtad” y la “salida” (Albert Hirschman, Shifting Involvement (Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 1982). 52

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profesional o catch-all 53 ya que basa su poder en una intermediación ampliada de intereses, obtiene recursos del Estado, reproduce una clase partitocrática, ha diluido sus orientaciones ideológicas y ha ensalzado al líder; pero a diferencia de éstos el FSLN se ha asentado sobre apoyos electorales fragmentados e informales, ha establecido alianzas ad hoc con giros tácticos y cortoplacistas y ha patrimonializado el aparato en un entorno personal y doméstico. Por todo ello, cabe concluir que la adaptación del FSLN, si bien ha sido “exitosa” (tal como lo mostró su vuelta al poder en el 2006 por la vía electoral), ha supuesto un cambio de tal envergadura que actualmente casi no queda nada del actor que impulsó una insurrección popular en 1979 o del partido que cedió el poder en las elecciones de 1990. De esta manera, a la hora de interpretar la lógica de representación partidista en el FSLN y en su administración es posible afirmar que ésta es débil, ya que se ha basado en la capacidad de Ortega para concentrar el poder en su figura a través de informalizar las estructuras, exigir lealtad y expulsar a los disidentes. Es decir, Ortega ganó, pero perdió el FSLN como organización.

MOVILIZACIÓN

CIUDADANA

Y LA LÓGICA DE REPRESENTACIÓN SOCIAL

Para hacer referencia a la lógica de representación social es preciso señalar que, durante las dos últimas décadas, la participación política de los ciudadanos en Nicaragua ha sido muy importante, y no sólo en las urnas, sino también en la calle. De hecho, la dinámica de la contienda política ha sido, muchas veces, disruptiva y no convencional. Eso sí, los procesos de movilización han ido cambiando de afinidad política a lo largo de este período. En 1990, inmediatamente después de la pérdida electoral del FSLN y de que el gobierno de Violeta Chamorro empezara a llevar a cabo su programa neoliberal, las centrales sindicales (de diversa adscripción política pero sobre todo las sandinistas) adquirieron un renovado protagonismo. Después de casi once años de relación paternalista con el Estado y el FSLN, los sindicatos modificaron su papel y se enfrentaron a las políticas del nuevo Ejecutivo, a la vez

Según Panebianco (Modelos de partido) y Hans-Jürgen Puhle (“Crisis y cambios de los partidos Catch-all”, en Montero, Gunther y Linz, editores, Partidos políticos, págs. 71–98), un partido electoral profesional o catch all, en oposición a un partido de vanguardia o burocrático de masas, es aquel que se caracteriza por el papel central que desempeñan los cargos públicos profesionalizados, por su vinculación con el electorado (y no con su militancia), que se financia con fondos públicos y a través de grupos de interés, y que centra sus campañas en temas (y no ideologías) y en su líder. 53

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que empezaron conquistar nuevos espacios de autonomía frente al aparato sandinista que hasta entonces las había tutelado.54 Respecto al proceso de adquisición de mayores espacios de autonomía, como muchas otras organizaciones vinculadas al FSLN, los sindicatos nunca pensaron que el Frente pudiera perder las elecciones y, por lo tanto, no se preocuparon de asegurarse su futuro legal ni financiero. Para sobrevivir a la derrota del sandinismo, todas las organizaciones sindicales afines se organizaron en el Frente Nacional de Trabajadores (FNT) con el objetivo de crear un bloque sindical sólido. A partir de entonces, las relaciones entre el FSLN y los sindicatos se hicieron más complejas y más tensas. Los estilos de dirección burocrática y la imposición de dirigentes por parte del FSLN fueron objeto de crítica: los sindicalistas movilizados querían incrementar las movilizaciones, mientras que los dirigentes del FSLN querían mantener el control social y negociar con el gobierno. Así, durante casi un lustro, el FSLN se convirtió en mediador entre el gobierno y los movilizados, sellando compromisos que muchas veces contradecían la opinión de las bases. En este contexto, las centrales sindicales, que años atrás habían estado divididas por sus relaciones con el régimen sandinista, se encontraron sentadas en el mismo lado de la mesa de negociación defendiendo intereses análogos; mientras que los ex administradores del Estado revolucionario (que eran sandinistas y se habían convertido en empresarios) se sentaban junto con el nuevo gobierno.55 A partir de ahí se manifestó una creciente autonomía de los sindicatos, poniendo de manifiesto diferencias de clase, más allá de las adscripciones partidarias. Pero la distancia que fue creándose entre el FSLN y los sindicatos también se manifestó con la sociedad civil organizada, que anteriormente había sido afín al FSLN. Y esta distancia se convirtió en oposición al FSLN al final de la década de 1990. Sobre todo a partir de la deriva negociadora de Daniel Ortega y a raíz de El Pacto suscrito el año 2000 entre Arnoldo Alemán y el líder sandinista. Desde entonces, la movilización ciudadana cambió de lógica y a partir del año 2000 las redes civiles de carácter ciudadano (muchas de ellas vinculadas o apoyadas por ONGs) protestaron en contra del recorte de libertades y la desSobre ello, un líder sindical expuso en una entrevista: “Durante la Revolución nunca necesitamos luchar por reivindicaciones sociales como comedores, transportes, ropa, medicina. Éstos eran regalos del Frente Sandinista. A cambio, nosotros apoyábamos la política del gobierno: organizábamos trabajadores en brigadas para ir a cortar café, para alfabetizar, para enrolarse en el Servicio Militar (…). Ahora todo ha cambiado. De ahora en adelante no conseguimos nada si no luchamos...” 54

Richard Stahler-Sholk, “El ajuste neoliberal y sus opciones: la respuesta del movimiento sindical nicaragüense”, en Revista Mexicana de Sociología 3 (1994), pág. 77. 55

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aparición de instancias de “rendición de cuentas” que significó el acuerdo entre Alemán y Ortega. En la misma dirección, en el último lustro, los movimientos feministas también pasaron a movilizarse contra el FSLN y Ortega por su apoyo a la penalización del aborto terapéutico.56 De lo expuesto en el presente epígrafe se observa cómo el FSLN, sobre todo a partir de 1996 (fecha que Ortega se hizo con el control absoluto en el partido e inició su estrategia negociadora con el líder del PLC) fue perdiendo ascendencia entre la sociedad civil organizada, hasta el punto que en el primer lustro del siglo XX las movilizaciones en la calle cambiaron mayoritariamente de signo: pasaron de apoyar al FSLN a denunciarlo.

LA

LÓGICA DE REPRESENTACIÓN PERSONALISTA :

EL TRIUNFO DE

O RTEGA

Finalmente queda por analizar cuál ha sido la lógica de representación personalista en el FSLN y su administración. Para entender el proceso de construcción del liderazgo personalista en el FSLN es importante exponer que, desde su fundación en 1961 hasta 1990, el Frente tuvo siempre una dirección colegiada (formada por nueve comandantes durante el proceso revolucionario) con la voluntad de escapar de un liderazgo caudillista. A pesar de ello, ya en el proceso electoral de 1984 destacó la figura de Daniel Ortega debido a que éste fue el comandante de la Dirección Nacional que se presentó como candidato a la Presidencia (en tándem con Sergio Ramírez). Posteriormente, después de ejercer seis años como presidente de la República y de volver a presentarse como candidato a las elecciones de 1990 —con una larga campaña centrada en su figura— Daniel Ortega emergió definitivamente como un primus inter pares en la dirección colegiada del FSLN. Sin embargo, Daniel Ortega fue reconocido como líder indiscutible del FSLN después de haber aceptado públicamente la derrota de los sandinistas en las urnas y de anunciar que la cesión pacífica del poder por parte del FSLN no supondría su desaparición, ya que éste “gobernaría desde abajo”. Con este discurso y con el mensaje de que el FSLN no se rendiría, Ortega personificó la figura del combatiente comprometido con los intereses populares y con la ortodoxia revolucionaria. Con ello, los sectores del FSLN que preferían desarrollar una actividad autocrítica, revisar los postulados ideológicos y replantear la relación del partido con la sociedad, fueron considerados traidores a la causa revolucionaria y al legado histórico del Frente. Para un análisis detallado del movimiento feminista, véase Karen Kampwirth, “Feminismos, anti-feminismo y la lucha del aborto terapéutico: la memoria y las consecuencias inesperadas de la revolución”, en Close y Martí i Puig, editores, Nicaragua y el FSLN. 56

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Así, desde 1990 hasta la salida de los renovadores del partido en 1995, Ortega se convirtió en el líder que defendería las esencias del sandinismo desde el control partidario, movilizando las bases cuando era necesario. Sin embargo, a partir de su segunda derrota en las elecciones de 1996, el FSLN, ya totalmente controlado por Ortega, cambió de estrategia y basó su gestión en conservar y ampliar las cuotas de poder que detentaba el sandinismo en las instituciones públicas y en consolidar a Ortega como líder indiscutido, a pesar de diversas acusaciones que pesaban en su contra.57 En base a dichos objetivos apareció El Pacto con Arnoldo Alemán, con el que se sellaría la hegemonía sandinista y liberal en las instituciones, y también se reforzaría la autoridad de ambos líderes en sus propios partidos. Después de la tercera derrota electoral del FSLN, en 2001, el desempeño de Ortega (consciente del techo electoral de su partido),58 se centró en negociar indistintamente con Alemán y con Bolaños, presidente de la República de 2002 hasta 2006, para incrementar el poder del FSLN y ahondar el enfrentamiento de los liberales. En el mismo período, Ortega pretendió neutralizar algunos enemigos tradicionales pactando con ellos59 y elaboró una campaña electoral basada en su figura y en un discurso que apelaba a la reconciliación nacional, la paz y el amor.60 Fue en ese contexto marcado por unas reglas electorales a “su medida”, la división de los liberales en dos formaciones distintas (ALN y PLC) y el control de la mayoría de resortes institucionales que Daniel Ortega se hizo con la Presidencia de la República en las elecciones de noviembre de 2006. Fruto de ello, se puede afirmar que la victoria del FSLN en 2006 fue producto, sobre todo, de la minuciosa labor desarrollada por Daniel Ortega para ir transformando un escenario inicialmente adverso en otro que le favorecía. Pero esta transformación se llevó a cabo a través de incrementar el control de todos los resortes del poder bajo su mando, creando así un liderazgo altamente personalista Entre los diversos procesos judiciales destacó el “caso Zoiloamérica” (al que ya hemos hecho referencia), que llegó incluso a los tribunales internacionales. 57

El FSLN concurrió en elecciones competitivas para la Presidencia de la República en tres ocasiones: 1990, 1996 y 2001, y el porcentaje de votos que obtuvo fue de 40.8, 37.8 y 42.3, respectivamente. 58

59 Tal fue el caso de la Iglesia católica con la alianza con el cardenal Obando y Bravo, o con determinados sectores de la antigua Resistencia Nicaragüense (conocida como la Contra). A través de dichas alianzas, Ortega intentó que estos potenciales enemigos no movilizaran el voto en su contra.

Para un análisis de las elecciones presidenciales de 2006 en Nicaragua véase el texto de Martí i Puig, “El regreso del FSLN al poder”. 60

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o, dicho de otra manera, a través de crear una lógica de representación basada en su figura. En definitiva, la conclusión es que el liderazgo de Ortega, desde 1990 hasta 2007, no se consolidó a través de su mayor aceptación pública por parte de la sociedad civil organizada o del electorado,61 ni de la construcción de un partido formalizado, consistente y sólido; sino a través de la desinstitucionalización y del control patrimonial sobre su partido.62 Así, la lógica de representación política de la administración Ortega es débilmente social y partidista e intensamente personalista. Esta realidad señala la libertad de movimientos que tiene el líder sandinista a la hora de establecer alianzas y pactos, pero también las importantes limitaciones para consolidar un proyecto político más allá de su figura.

Cabe señalar que los votos de los dos partidos liberales que compitieron entre sí (el PLC y el ALN) y contra el FSLN en 2006 obtuvieron un 26% y 29% de votos respectivamente, frente al 38% que votaron al Frente. 61

El hecho de que oficina central del FSLN esté situada en la parte trasera del domicilio del propio Daniel Ortega es un indicador significativo. 62

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