7 maneras creativas de orar en familia

7 maneras creativas de orar en familia ¿Qué puede hacer su familia para incorporar la oración en su vida diaria? Considere estas ingeniosas ideas de l

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7 maneras creativas de orar en familia ¿Qué puede hacer su familia para incorporar la oración en su vida diaria? Considere estas ingeniosas ideas de la madre y escritora Mary DeMuth.

Usen la tecnología. Vivimos en la era digital, y nuestra familia ha aprendido el valor de la tecnología para orar los unos por los otros, utilizando el correo electrónico, los mensajes de texto, e incluso los sitios de redes sociales. He enviado mis peticiones de oración por correo electrónico a mis hijos: ellos han enviado mensajes de texto con sus peticiones, y yo les he respondido con oraciones específicas. Cuando viajo, oramos juntos por teléfono. Y cuando me escriben en Facebook acerca de sus peticiones, intercedo por ellos en mi respuesta. Desconéctense. Muchas veces, a la oración se le da una importancia secundaria, por lo saturadas que están nuestras vidas. Cree una zona segura en su casa y un período de tiempo donde se desconecten por completo de la televisión, la música, la Internet y la computadora. En ese silencioso período, anime a sus hijos a escuchar a Dios, que es el otro lado de la oración que, con frecuencia, no practicamos. Pasen tiempo, como familia, compartiendo tranquilamente sus preocupaciones, alegrías y necesidades. Pongan las peticiones por escrito. Cuando mis hijos eran pequeños, utilizábamos una pizarra para mantener el control de

las peticiones, y para ver cómo las respondía Dios. Con tiza de colores, dividía la pizarra en tres secciones: fecha, petición y respuesta. Nos turnábamos para expresar nuestras peticiones; después, cada uno anotaba la fecha y la necesidad. Cuando Dios respondía específicamente nuestras oraciones, anotábamos la fecha y la forma como había respondido. Otras ideas son escribir las peticiones en un diario de la familia, o en una sencilla libreta. Llevar un control de la actividad de Dios, no importa la forma que se adopte, fortalecerá la fe de sus hijos y profundizará la determinación de ellos de comunicarse con Él. Tomen un nombre para orar. Cada semana (o mes), que todos tomen al azar el nombre de otro miembro de la familia. Durante el tiempo designado, ore cada uno por esa persona. Escuche, y luego actúe. En este mundo enloquecido algo que sus hijos necesitan es que usted los escuche con atención. Deténgase, escuche y esfuércese por escuchar lo que quieren decirle. Cuando compartan sus frustraciones o preocupaciones, ore por ellos en ese momento. No se limite a prometer que va a hacerlo después. Utilicen los altibajos como trampolín. Cada noche, durante la cena, mencionamos las cosas buenas y malas del día. ¿Por qué no dar un paso más allá en la conversación utilizando esos altibajos como un trampolín para orar después de comer? Oren por quien esté a su izquierda o a su derecha, o al otro lado de la mesa. Visiten lugares nuevos para orar. Piensen en la posibilidad de dar una caminata en el parque de su vecindario como otra forma de desconectarse del mundo y conectarse con el corazón de Dios en oración y estudio de su Palabra.

Guiando a tus hijos dirección correcta Como padre/madre,

a

la

¿fomentas o

reprimes los talentos de tu hijo? Durante una gran parte de su vida, se beneficiará de tu influencia… “Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (Proverbios 22:6). Pregúntate: ‘¿Qué es lo que caracteriza a este hijo mío?’. Sus tendencias durante la niñez predicen sus capacidades para cuando sea un adulto. Obsérvelas, distínguelas, afírmalas y anímalas. Mira a José. Cuando tenía 17 años, tuvo sueños y se vio siendo un líder (lee Génesis 37:2-10). Como adulto, interpretó los sueños del Faraón, y más tarde lideró la nación (lee Génesis 40-41). De niño, David mostró dos fuerzas: la lucha y la música; mató a un león y a un oso (lee 1 Samuel 17:34-37) y tocó el arpa hábilmente (lee 16:16-18). ¿Y cuáles son las dos actividades que dominaron sus años como adulto? La lucha y la música. ¡Piensa en ello…! “INSTRUYE AL NIÑO EN SU CAMINO…” (Proverbios 22:6) Educar a tu hijo con el fin de que sepa “…a dónde debe ir…” significa que tienes que descubrir cuatro cosas: (1) Sus puntos fuertes: Cuando tenía 2 años, Van Cliburn tocó una canción en el piano después de escuchar una clase de música en la habitación de al

lado. Su madre se dio cuenta del talento que tenía, le dio clases, y el chiquillo de Kilgore (Tejas) ganó la primera competición internacional de piano “Tchaikovsky” de Moscú. (2) Sus talentos: John Ruskin dijo: “Dime lo que te gusta y te diré lo que eres”. ¿Qué es lo que les encanta a tus hijos? ¿Los números? ¿Los colores? ¿Las actividades? ¡Obsérvalo! El regalo más grande que puedes darles no son tus riquezas sino ¡que les reveles a ellos las suyas propias!. (3) Sus condiciones óptimas: Un cactus prospera en condiciones distintas a las de un rosal. ¿En qué “suelo” se desenvuelve bien tu hijo? Algunos niños se ponen muy contentos cuando alguien se fije en ellos. Otros prefieren ocultarse entre la gente. Unos cuantos hacen los exámenes muy bien, y otros -aunque dominan perfectamente las asignaturas- tambalean a la hora de hacerlos. En la escuela, Winston Churchill falló los tests reiteradamente. Cada uno tenemos distintas condiciones óptimas. ¿Cuáles son las de tus hijos?. (4) Sus relaciones: ¿Qué frase describe mejor a tu hijo?: “Seguidme todo el mundo”…, “Te lo diré si necesito ayuda”…, “¿Podemos hacerlo juntos?”…, “Dime lo que debo hacer y lo haré”… No interpretes a los solitarios como distantes, o a los que buscan a la muchedumbre como arrogantes. Es posible que estén “escribiendo” su historial personal. ¿Qué es lo que satisface a tus hijos? ¿Y lo que les hace decir: “¡Sí!”? ¿Les gusta el “viaje”, o el “destino”? ¿Les place tener las cosas bajo control, o solucionarlas? Lo que emociona a uno, le incomoda a otro. Padre/madre, resiste el impulso de ponerles “etiquetas” antes de observarles detalladamente. ¡Aprecia la singularidad de tu hijo/a!

Asegúrate como padre de mirar siempre en la dirección correcta! Mensaje de Paz

¡Auxilio! Tengo Adolescente

un

Hijo

¿Cuál es el período de la adolescencia que es más difícil, y cuál es la causa del problema?

Comúnmente, las edades de los 13 y los 14 años son los veinticuatro meses más difíciles de la vida. Es durante este tiempo que la desconfianza en sí mismo y los sentimientos de inferioridad alcanzan su nivel máximo, en medio de las más grandes presiones sociales que ha experimentado hasta ese momento. El valor de un adolescente, como ser humano, depende de una manera insegura de la aceptación del grupo de sus compañeros, la cual puede ser difícil de lograr. Por eso, las menores evidencias de rechazo o de burla, son de extrema importancia para los que ya se ven a sí mismos como tontos fracasados. Es difícil exagerar a magnitud del impacto producido por no tener con quién sentarse en un viaje de micro de la escuela, o no ser invitado a un evento importante, o ser

objeto de burlas de los muchachos que son más populares en la escuela, o despertarse a la mañana para encontrar que tiene siete nuevos granos que brillan en la frente. Algunos chicos y chicas se enfrentan de manera persistente con esta clase de catástrofe social, durante todo el tiempo de la adolescencia. Estas son experiencias que no olvidarán jamás. El doctor Urie Bronfenbrenner, quien es un eminente experto en el desarrollo de los niños, dijo que los años de edad escolar intermedia son probablemente los más críticos para el desarrollo de la salud mental de un niño. Es durante este período de desconfianza en sí mismo que la personalidad es atacada con frecuencia y dañada de manera irreparable. Dijo el doctor que, por lo tanto, no es extraño que niños saludables y felices entren a la escuela intermedia, y dos años más tarde salan de ella como adolescentes desanimados. Estoy totalmente de acuerdo con la opinión del doctor Bronfenbrenner en este punto. Los adolescentes típicamente son brutales unos con otros, atacando y lastimando a una víctima débil de manera parecida a los lobos que matan y devoran a un animal deforme. Pocos acontecimientos me indignan más que ver a un niño vulnerable, recién creado por la mano de Dios, en el comienzo de su vida, siendo enseñado a odiarse a sí mismo, despreciar su cuerpo físico, y desear nunca haber nacido. No hay nada que me angustie más que ver a mi hijo sufrir por su baja autoestima. Tiene 13 años y sé que está pasando por momento muy difíciles. ¿Puede usted segurar que él va a salir de esta etapa difícil? ¿O acaso le arruinará su vida por muchos años? A pesar del sufrimiento producido por la baja autoestima, hay un aspecto positivo del asunto, que le animará. Recuerde que la personalidad se desarrolla por medio de las pequeñas adversidades, siempre y cuando no sea aplastada en el proceso. Contrario a lo que tal vez pudiéramos pensar, el ambiente ideal para nuestros hijos no es uno libre de pruebas y

problemas. Aun si pudiera hacerlo, yo no removería todos los obstáculos que se atraviesan en el camino de mis hijos, para que felizmente caminaran por él. Ellos tienen derecho a enfrentarse con los problemas y a sacar provecho de la confrontación. He podido comprobar el valor que tienen las pequeñas tensiones en nuestras vidas. Yo tuve una niñez extremadamente feliz y sin preocupaciones. Sin lugar a dudas, me amaron y mi rendimiento en la escuela siempre fue satisfactorio. En realidad, hasta el momento he disfrutado de felicidad y satisfacción durante toda mi vida, a excepción de dos años que fueron bastantes dolorosos. Viví esos días difíciles a los 13 y 14 años. Durante ese período de mi vida, experimentó algo así como que la sociedad me atacaba por todos lados, situación que provocó la misma clase de sentimientos intensos de inferioridad y de falta de confianza en mí mismo. Por raro que parezca, esos dos años contribuyeron más a la formación de los rasgos positivos de mi personalidad, que cualquier otro período de mi vida. Mi compenetración con los demás, mi deseo de triunfar en la vid, mi motivación cuando cursaba mis estudios superiores, mi entendimiento de los sentimientos de inferioridad, y mi destreza para comunicarme con los adolescentes son principalmente el producto de una adolescencia agitada. ¿Quién hubiera pensado que algo útil podía surgir de esos dos años? Sin embargo, en ese caso en particular, el dolor fue un valioso maestro. Aunque es difícil de aceptar, su hijo necesita los pequeños contratiempos que encontrará en su camino. ¿Cómo podrá aprender a salir adelante, a pesar de los problemas y las frustraciones, si en sus primeros años no experimenta aflicciones? Un árbol en una selva tropical, no se ve obligado a echar raíces profundas en busca de agua; por consiguiente, no está bien afianzado, y una pequeña tormenta puede derribarlo. Pero un árbol mezquite que se encuentra en el

desierto, está amenazado por un ambiente hostil, y solo puede sobrevivir al echar sus raíces a más de diez metros de profundidad, en busca de agua. Por medio de su adaptación a la tierra árida, este árbol está bien arraigado, y se ha vuelto resistente a todos sus agresores. Este ejemplo se aplica también a nuestros hijos: los que han aprendido a superar sus problemas están más firmes que los que nunca han tenido que enfrentarlos. Por lo tanto, nuestra tarea como padres no consiste en eliminar todos los obstáculos que nuestros hijos encuentren en su camino, sino actuar como aliados suyos, estimulándolos cuando estés deprimidos, interviniendo cuando las amenazas sean abrumadores y, sobre todo, proporcionándoles los instrumentos que les permitan superar las dificultades. Aunque mi hijo considera que no se le respeta, y es hostil, ¿tengo que imponerle algunos límites y disciplinarlo? Seguramente que sí; pero es posible guiar a los adolescentes sin insultarlos y provocarlos sin necesidad. Aprendí esta lección cuando era maestro. Desde muy temprano me di cuenta de que podía imponer toda clase de disciplina y requisitos estrictos de conducta a mis alumnos, siempre y cuando tratara a cada uno de ellos con dignidad y respeto auténticos. Me gané su amistad antes y después de las clases, durante el tiempo del almuerzo, y por medio de mi contacto con ellos en el aula. Yo era duro con ellos, especialmente cuando me desafiaban, pero nunca fui descortés, cruel u ofensivo. Defendí al más débil, y con tenacidad traté de ayudar a desarrollar la confianza y el buen concepto de sí mismo de cada niño. Sin embargo, nunca transigí en cuanto a mis normas de conducta. Cada día, los alumnos entraban en mi clase sin hablar. No mascaban chicle, no se comportaban irrespetuosamente, no decían palabrotas, no se herían unos a otros. Evidentemente, yo era el capitán del barco y lo dirigía con el esmero de un militar.

El resultado de esta combinación de bondad y disciplina firme es uno de los recuerdos más agradables de mi vida profesional. Mi hijo de 14 años está en un período de rebeldía y desafío como nunca ha estado antes. Quebranta reglas y parece odiar a toda la familia. Se enoja conmigo y con mi esposa cuando lo disciplinamos, pero aun durante los momentos tranquilos parece sentirse molesto solo con nuestra presencia. ¿Cómo debo enfrentarme a esta situación? Quisiera que se ponga en mi lugar y me dijera cómo confrontaría a mi hijo. Yo le aconsejaría que invitara dejando al resto de la familia. un tiempo de calma, no cuando pelea. Dígale que quiere hablar

a su hijo a desayunar afuera Sería mejor que lo invitara en se encuentre en medio de una algunas cosas, y que no puede

hacerlo adecuadamente en su casa, pero no le deje saber antes de tiempo de qué se trata. Luego, en el momento apropiado, comuníquele los siguientes mensajes. “He querido hablar contigo por los cambios que te suceden y que suceden en nuestro hogar. Los dos sabemos que las semanas pasadas no fueron muy agradables. Estás enojado la mayor parte del tiempo y te has vuelto desobediente y descortés. Con tu madre tampoco nos hemos comportado bien. Nos volvimos irritables y dijimos cosas lamentables. Esto no es lo que Dios desea para nosotros como padres ni para ti como hijo. Tiene que haber una manera mejor de solucionar nuestro problemas. Por eso estamos acá”. Quiero que comprendas lo que sucede. Has entrado en un nuevo período de la vida: la adolescencia. Esta es la etapa final de la niñez, y a menudo incluye años muy difíciles y tormentosos. Casi todo el mundo pasa por esa clase de años duros, y eso es

lo que te sucede a ti. Muchos de los problemas que hoy enfrentas eran fáciles de predecir desde el día en que naciste, simplemente porque el proceso de crecimiento es duro. Tus presiones son mayores a las que fuimos sometidos nosotros cuando éramos jóvenes. Quiero decirte que entendemos, y te amamos tanto como siempre. Lo que en realidad sucede es que has tenido una experiencia de lo que es la libertad. Estás cansado de ser un niñito al que se le diga todo lo que tiene que hacer. Esa es una actitud buena que te ayudará a crecer. Sin embargo, ahora quieres ser tu propio amo y tomar tus propias decisiones sin que nadie interfiera. Hijo, dentro de muy poco tiempo vas a tener lo que deseas. Ahora tiene 14, y pronto tendrás 15, 17 y 19. Habrás crecido en un abrir y cerrar de ojos, y ya no tendremos ninguna responsabilidad sobre ti. Llegará un día en el que te casarás con quien quieras, irás a la universidad que quieras, la profesión y el trabajo que te agrade. Tu madre y yo respetaremos que eres adulto. Además, mientras más te vayas acercando a ese momento, más libertad te daremos. Muy pronto te dejaremos en libertad, y tendrás que rendir cuentas solo a Dios y a ti mismo. Pero debes comprender que todavía no eres un adulto. Durante estas últimas semanas has querido que tu madre y yo te dejemos en paz; que te dejemos estar fuera la mitad de la noche, que no te hagamos hacer tus tareas, que no te pongamos ninguna responsabilidad sobre la casa. Incluso has “reventado de ira” cada vez que te hemos negado tus exigencias más extremas. La verdad del asunto es que quisiste que te concedamos la libertad de una persona de 20 años cuando solamente tienes 14 y todavía esperas que se te planche la ropa, se te prepare la comida y se te paguen tus gastos. Has querido disfrutar de lo mejor de los dos mundos sin asumir la responsabilidad de ninguno de ellos. Entonces, ¿qué podemos hacer? Lo más fácil sería hacer lo que tú quieres. No habrían más peleas ni frustraciones. Pero nosotros no debemos hacer eso. Tú no estás

preparado para ser totalmente independiente, y mostraríamos odio hacia ti (en ve de amor) si cediéramos a eso. Lamentaríamos el error por el resto de nuestra vida, y pronto tú nos echarás la culpa. Y, como sabes, tienes dos hermanas menores que te observan con mucha atención y debemos protegerlas de las cosas que les enseñas. Dios nos ha dado una responsabilidad, como padres, de hacer lo que es bueno para ti, y Él nos pedirá cuentas de la forma en que hayamos realizado esa labor. Quiero leerte un pasaje importante de La Biblia que habla de un padre llamado Elí, que no disciplinó ni corrigió a sus dos hijos cuando eran jóvenes (lea la historia en 1 Samuel 2). Queda bien claro que Dios se enojó con Elí por permitir que sus hijos fueran irrespetuosos y desobedientes. No solo Dios permitió que mataran a los muchachos en una batalla, sino que también castigó a su padre por no haber cumplido sus responsabilidades. La tarea de que los padres y las madres instruyan a sus hijos, y los disciplinen cuando sea necesario, es una obligación que podemos encontrar a través de toda La Biblia. Esto que te he dicho nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué vamos a hacer de ahora en adelante? Quiero hacerte una promesa, aquí y ahora. Tu madre y yo tenemos la intención de ser más sensibles a tus necesidades y sentimientos de lo que hemos sido en el pasado. No somos perfectos, como bien lo sabes, y es posible que en una u otra ocasión pensarás que hemos sido injustos contigo. Si eso llegara a suceder, podrás expresar tus opiniones, y nosotros te escucharemos. Queremos mantener ampliamente abierta la puerta de comunicación entre nosotros. Cuando pidas que se te conceda algo, me haré a mí mismo esta pregunta: ¿Puedo concederle lo que me pidió sin que sea perjudicial para él o para otros? Si puedo hacerlo y tener la conciencia tranquila, así lo haré. Pero habrá algunos asuntos en lo que no podré ceder para llegar a un acuerdo. Habrá ocasiones cuando tendré que decirte que no. Y cuando esos momentos lleguen, puedes estar seguro de

que me mantendré firme. Ninguna cantidad de violencia, ni de berrinches, ni de portazos hará que las cosas cambien. En realidad si eliges luchas conmigo acerca de las otras reglas, te prometo que sufrirás una derrota dramática. Es verdad que ya estás demasiado grande para nalgadas, pero todavía pueda utilizar otros medios para que te sientas incómodo. Tengo el valor y la firmeza para realizar mi labor como padre durante los últimos años que vas a estar en casa, y es mi intención utilizar todos los recursos que estén a mi disposición. Así que tú eres quien decide. Podemos disfrutar de un tiempo tranquilo de cooperación en el hogar o podemos pasarlo en pleno conflicto. De cualquiera de las dos formas, vas a llegar a casa a la hora indicada, vas a cumplir con tus responsabilidades y vas a respetarnos a tu madre y a mí. Por último quiero enfatizar lo que te dije al comienzo. Te amamos más de lo que te imaginas. Vamos a estar para lo que tú necesites. Nos necesitamos mutuamente. Nosotros a vos, y aunque no lo creas tú nos necesitas de vez en cuando. Esto es lo que quería comunicarte. Hagamos las cosas lo mejor que podamos de ahora en adelante. ¿Necesitas decirme algo? El contenido de este mensaje debiera ser modificado para adaptarlo a las circunstancias individuales y a las necesidades de cada adolescente en particular. Además, las reacciones de los jóvenes pueden varias. Pero incluso cuando su hijo permanezca hostil o indiferente, al menos las cartas han sido puestas sobre la mesa y las intenciones de los padres han sido explicadas.

Por el Dr. James Dobson Tomado del libro: Criando niños Unilit

¿Cuando Tengo Que Aguantar A Mi Cónyuge? La Aceptación es una necesidad fundamental para tener matrimonio saludable!

un

La Aceptación es una de esas necesidades y significa entender que tu cónyuge tiene una identidad propia que esta determinada por su temperamento, su cultura, su educación y el medio ambiente en el que se desarrolló, entre otras. Todos los seres humanos tenemos la necesidad de sentirnos aceptados.Lo contrario es el rechazo e implica una manifestación de no aceptación que genera juicio, crítica, malestar, enojo, resentimiento y baja autoestima. En el matrimonio ambos deben aceptarse tal como son con sus virtudes y defectos. A partir de la aceptación mutua, se puede y se debe trabajar para mejorar ayudándose mutuamente.
 
Muchos cónyuges no recibieron esta manifestación de amor en sus hogares y se sintieron rechazados por alguno de sus padres y muchas veces por los dos, aunque de manera generalmente inconsciente. No obstante esta falta de aceptación la arrastran al matrimonio. Al inicio de la vida conyugal no se manifiesta por cuanto en la etapa del enamoramiento si se sienten aceptados.

El problema sale a la luz cuando pasada esa etapa comienzan las quejas, las actitudes despectivas, la indiferencia y las ofensas. En el matrimonio es completamente normal que los cónyuges sean diferentes o muy diferentes. Lo contrario es poco común, ya que en las relaciones de pareja ocurre lo mismo que en las leyes de la física, polos opuestos se atraen y polos iguales se repelen. La idea es que sean complementarios.
 
Entonces los cónyuges deben entender que en la relación matrimonial cada uno tiene que aportar sus dones y virtudes que van a ayudar a su cónyuge y viceversa. Siempre hay un cónyuge más activo que el otro y siempre hay uno más pasivo que el otro. Entonces el más activo debe entender que ese será uno de sus aportes al matrimonio de por vida y a su cónyuge probablemente le tocará activar la paz. Colosenses 3: 12-15: Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos.
 Para disfrutar de un matrimonio saludable es imprescindible que nos aceptemos mutuamente y trabajemos cada uno por nuestra parte para que nuestra respuesta a las actitudes de nuestro cónyuge que nos molestan, sean bondadosas, humildes y pacientes. Y por otro lado entender que nuestras fortalezas son nuestro aporte al matrimonio y nuestras debilidades son las que necesitamos que nuestro cónyuge nos ayude a manejar. Tómese unos minutos para meditar en esta enseñanza y luego

siéntese a hablar con su cónyuge acerca de las fortalezas y debilidades de cada uno y como se pueden complementar para ayudarse mutuamente y lograr tener un matrimonio saludable y agradable. Tu matrimonio y tu familia es el tesoro mas valioso que Dios te ha dado. Cuídalo! Luis y Hannia Fernandez.

La crianza de los hijos Si usted es como la mayoría de los padres, confiar plenamente sus hijos a Dios es algo que usted sabe que puede y debe hacer, pero que no le resulta fácil.

Desde el momento en que vemos a nuestros bebés a través de la ventana de la sala de niños recién nacidos del hospital, nos preparamos para protegerlos, educarlos y crear para ellos un entorno en el que puedan florecer y convertirse en todo lo que Dios quiere que sean. En los primeros años, si cometen algún tipo de equivocación, nuestra obligación es perdonarlos. Y no importa la edad que tengan, cuando sufren por algo, queremos hacerles menos dolorosa la experiencia. Pero es fácil olvidar que no somos nosotros quienes más autoridad tenemos en esto. El Creador que formó a nuestros hijos en el vientre (Sal 139.13), y que ha contado todos los cabellos de sus cabezas (Mt 1.30), tiene un plan para sus

vidas. Eso, por supuesto, está bien en teoría, pero ¿cómo confiar plenamente en Dios cuando un hijo se enferma gravemente, o cuando toma una decisión con consecuencias dolorosas, o cuando pasa toda una noche fuera de casa? ¿Qué sucede cuando uno duda de la capacidad que se tiene de criarlos, o cuando la imaginación nos recuerda todo lo que podría salir mal? Dios nunca dijo que ser padres sería fácil (disculpe el cliché). Pero sí dijo que Él nunca nos dejará ni desamparará (He 13.5). Y nos recuerda que todo lo podemos en Él que nos fortalece (Fil 4.13). Sabemos también que el Señor no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Ti 1.7). Estas son las promesas a las que podemos aferrarnos, no importa qué luchas tengamos. Confianza en Dios para equiparlos Para mi amiga Esperanza, el confiar simplemente en que Dios la ayudaría a ser buena madre, era un gran desafío. Lloró la primera vez que supo que estaba embarazada. “Nunca me relacioné mucho con mi madre”, me dijo. “Entonces, ¿cómo podría criar a una niña sin tener ningún ejemplo a imitar?” Mientras Esperanza conducía su auto yendo al trabajo, le hablaba a su hija por nacer, prometiéndole que sería una madre mejor que la que ella había tenido, y que desarrollaría con ella la relación que nunca había experimentado —todo esto mientras se preguntaba si Dios se habría equivocado. “En algún punto, las cuestiones de mi pasado afectarían mi relación con mi hija”, dijo. “Pero había olvidado que Dios me había escogido de entre todas las personas del mundo para esta pequeña niña. Ahora veo que Él sabía lo que estaba haciendo, y me dio las herramientas que necesitaba, y cuando las necesitaba, para ser la madre apropiada para mis hijos. Ahora no puedo imaginar ninguna otra clase de vida”. Confianza en Dios para disciplinarlos Para mí, una de las cosas más difíciles en cuanto a la

crianza, fue no hacer más de la cuenta por mis hijos —no recoger las cosas que dejaban tiradas, no ir corriendo a la escuela porque mi hija había olvidado su ropa de educación física o su clarinete, no comprarles todo lo que pensaban que necesitaban. Puede ser difícil no acudir de inmediato al rescate de nuestros hijos cuando han hecho algo mal. Aun cuando sabemos que la disciplina es para su propio bien, todavía puede ser tentador hacer todo por ellos “solo esta vez”. Pero tenemos que preguntarnos: ¿Estamos realmente ayudándolos a convertirse en personas de carácter? La Biblia nos da este amplio panorama: Dios tiene un plan perfecto para la vida de sus hijos (Sal 37.23). Ese plan implica la disciplina misericordiosa necesaria para convertirlos en los hombres y las mujeres que Dios ha querido que sean (Pr 3.12). Aun las cosas más difíciles que soporten sus hijos, ya sea por culpa de ellos o de otras personas, pueden ser utilizadas maravillosamente por Dios para revelar su gloria y desarrollar el carácter de nuestros hijos (Ro 8.28). Carolina, otro amiga, se enfrentó con una pesadilla cuando su hijo fue arrestado por tráfico de drogas. “El saber que mi hijo iría a la cárcel, ha sido uno de los golpes de la vida que me ha hecho sentir más abatida”, recuerda. “Al comienzo, mi esposo y yo nos mantuvimos fuertes, sabiendo que habíamos dedicado nuestro hijo a Dios. Pero a medida que pasaba el tiempo y sus perspectivas se veían peor, sentí que mi fe no era suficiente”. Ella decidió que tenía que salvar a su hijo, pero cuando éste recibió una sentencia de diez años, se vino abajo. “Entonces Dios me abrió los ojos, y me di cuenta de que mi hijo estaba vivo. Fue entonces cuando se lo entregué realmente al Señor”. Carolina ve ahora la gracia de Dios en la situación de su

hijo. “Me doy cuenta ahora de que si hubiera podido encontrar la manera de lograr que lo pusieran en libertad, él probablemente no estaría vivo hoy. Al pensar en todo lo que estuvo metido, la cárcel le salvó la vida. A veces pensamos que somos nosotros los únicos que podemos hacer lo que se necesita. Dios tiene que recordarnos que Él tiene el control, y es mucho más capaz que nosotros para proteger a nuestros hijos”. Confianza en Dios para salvarlos y guardarlos Proverbios 22.6 nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Pero, ¿qué sucede cuando vemos a los hijos apartarse de ese “camino”? Tenemos entonces que recordar que nuestros hijos son obras maestras de Dios, creados en Cristo para la gran obra que Él ha dispuesto para ellos (Ef 2.10). Teresa tuvo siempre una lucha para dejar que Dios hiciera su voluntad cuando se trataba de sus hijos. Pero el Espíritu Santo le recordaba constantemente lo que había sido su historia personal. “Dios me salvó cuando yo tenía quince años y viví muchos momentos difíciles. Mis padres rechazaron mi recién descubierta ‘religión’, e incluso me prohibieron ir a la iglesia. Pero aquí estoy. Comprendí que si Dios podía guardarme de todo, podía sin duda confiar en que Él haría lo mismo con mi hija”. “Desde que nuestra hija era pequeña”, dice Teresa, “mi esposo y yo creímos que nuestra tarea era, en realidad, hacer hasta lo imposible para criarla. Cuando, en verdad, se trataba de enseñarle cómo quería Dios que viviera, ser ejemplo de devoción para ella con nuestras vidas, dejarle el paso libre, y confiar en que Él se encargaría de lo demás. Eso no significaba que sería fácil verla abandonar el nido. Pero nuestro consuelo era saber que su Padre perfecto nunca la abandonaría ni dejaría de darle lo que necesitara”. Filipenses 1.6 nos recuerda: “El que comenzó en vosotros la

buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Nuestro Padre celestial se ha comprometido a terminar todo lo que Él comienza, incluso después de que le devolvamos la batuta que nos entregó.

por Mimi Greenwood Knight

Educando a sabiamente

nuestros

hijos

Tristeza, amargura, odios, sentimientos de culpa, violencia intrafamiliar y otras sensaciones negativas, es lo que ha ocasionado la malacrianza de los hijos, una de las más grandes calamidades que ha azotado a las familias a través de los tiempos. Esto me recuerda las palabras del salmista quien dijo: “Si son destruidos los fundamentos, ¿qué puede hacer el justo?” (Sal 11:3) ¡Fundamentos! ¡Qué palabra! Quisiera, con brevedad, esbozar algunos fundamentos que al tenerlos en cuenta nos ayudarán a criar hijos en el temor de Dios. Tomando prestada la idea del salmista convendría preguntarnos: ¿Qué han de hacer los padres creyentes en Dios con respecto a la crianza

de sus hijos? ¿Cuál es la forma más apropiada? Brindarles amor incondicional Sólo esta relación amorosa puede garantizar el crecimiento de sus hijos hasta alcanzar un desarrollo integral pleno. Esto significa querer al niño sin importar su aspecto físico, sus debilidades, sus fortalezas, su manera de ser. Amor incondicional es aceptar a nuestros hijos tal cual son, aunque no encuadren dentro de nuestros estándares de inteligencia, emociones, belleza y fortaleza física. Como predicador que soy me gusta mirar a cada persona a los ojos no sólo para ganar su atención sino también para decirles con mi mirada que lo que estoy predicando es para ellos, para cada uno en particular. La mirada directa es decisiva para conseguir un buen contacto comunicativo. Igual hago cuando hablo con mis dos hijos, los miro fijamente a los ojos y les expreso con ellos, mi cariño, aprobación, enojo, tristeza. Ellos saben cuando los miro fijamente a los ojos que no estoy jugando, que el asunto es serio. El contacto físico es también algo de suprema importancia. Crecí en un hogar donde el único contacto físico que tenía, eran los puños violentos, los puntapiés, los garrotazos y demás, que mi padre me propinaba ante la más leve falta que yo cometiera, sin contar las obscenidades que me gritaba. Al ser cristiano y recibir de Dios el mandato de no exasperar a mis hijos, una de las cosas que más deleite me produce es abrazar a mis hijos, poderlos besar, acariciar, jugar con ellos. ¡Qué bendición poder hacer esto! Los padres no debieran albergar sentimientos de culpa al hacer esto por causa de los pedófilos, machistas, y prejuiciados. ¡NO! A través del contacto físico adecuado transmitimos a nuestros hijos amor, seguridad, amistad, confianza. En este punto conviene también decir que la disciplina con amor y con propósito es muy necesaria para el desarrollo

seguro de nuestros hijos y nunca debe pasarse por alto. Debe administrarse un castigo apropiado. Normalmente al castigar a mis hijos, primero les explico la razón por la cual los castigo y les dejo manifiesto que no es placentero para mí hacerlo, pero por el bien de ellos lo tengo que hacer. Proverbios 13:24 dice: El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige. Ayudándolos espiritualmente Es muy importante que los padres conozcan a Dios y mantengan una comunión íntima con Él. Su cristianismo debe ser práctico si quieren afectar a sus hijos para esta vida y para la eternidad. Debe ser un cristiano genuino. De otra forma, debo decirlo, sus esfuerzos por criar bien a sus hijos serán muy limitados, si no vanos. No es posible obligar a los hijos a que sean cristianos. En los asuntos espirituales es necesario tratar con su hijo con seriedad y razón, con calma, de igual manera que lo hace con otros asuntos. Tenga confianza en la Palabra de Dios. Lea la Biblia diariamente en su presencia. Tome tiempo para orar con cada hijo individualmente y también en el Altar Familiar (culto familiar cotidiano). Miguel Esteban, mi hijo de 13 años, ha leído la Biblia ya por seis ocasiones y a mediados de este año termina su séptima lectura. Marcos Miguel, el menor, de nueve años, ya la leyó una vez y va bien adelantado en la segunda lectura. Ellos siempre han visto a sus padres leyendo la Biblia. Y los hijos imitan todo lo que ven. – ¿Qué están viendo sus hijos en usted? Los padres cristianos deben ejercer toda la diplomacia y la sabiduría que Dios puede darles para animar a los hijos a acercarse a esta decisión importante. Permita que la convicción del pecado tenga su efecto completo. No hay que perder esta oportunidad. ¡Gánese a sus hijos para Cristo! (Dt 11:19-20)

No espere hasta que su hijo esté envuelto en un accidente y lo lleven al hospital. No espere hasta que por un crimen lo lleven a la cárcel. Acuérdese del lamento amargo que David hizo por Absalón. Es un lamento largo que le consumirá el corazón (2 S 18:33). El secreto es comenzar temprano Los niños en su tierna edad, pueden tener una experiencia espiritual. Los padres deben tratar de que su hijo acepte a Cristo, haga una confesión pública, se bautice en agua, participe de la Cena del Señor con regularidad, y se haga miembro de la iglesia. Esto debe ser nuestro blanco y no se debe postergar hasta que sea un joven. Esto debe ser la meta de todo padre tan pronto que el hijo llegue a la edad de responsabilidad. Lucas, un médico que conocía de ataques y posesión satánica nos cuenta en su evangelio de un padre desesperado que no podía seguir su trabajo viendo la manera en que el pecado estaba destrozando a su hijo. Él dijo al Hijo de Dios: “Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo” (Lc 9:37-43). Este hombre pudo llevar a su hijo a casa en su juicio cabal, y no sin aprender la lección de ayunar, orar y creer por la libertad de su retoño. ¿Qué está haciendo usted padre por sus hijos? ¿Qué está haciendo usted madre en su propia casa? Recuerde que si se pierden los fundamentos, no hay nada que hacer. ¡Dios los asista en su labor de padres! Miguel Benavides

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