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M a d r id ; Im prenta de D . E . A . 1827,

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V ic in a m u t r a d i d a h itu r lib i cernere harham , T u n c propera Ijm p h is Ungere y a m ice , iuam . EL PROFANO, .

Que es u n gran desatino El no mojar su ba rba , Viendo pelar la barba del vecino.

A p e n a s salieron á luz los prim eros tomos del D iccionario geográfico de don Sebastian M i­ n a n o , cuando cátale á los críticos declam ando contra los m ultiplicados defectos y crasísimos errores de tan decantada o b ra : helelos esgri­ m iendo el azote del ridiculo en sus Observacio­ nes y Fraternas contra los borroiícs que han m anchado la fam a literaria del señor Doctor» y que desacredilarian la lileratura espaíiola, si los estrangeros y patricios no se persuadieran de que el autor de tan gigantesca em presa es acaso el menos á propósito para llevarla á cabo, si bien el único que ha osado tcm orariam en— le acom elerla. E l público m uestra curiosidad en la contienda y se interesa en la disputa geo­ gráfica de un modo que bace dem ostiable, que si no es general el gusto á Ja geografía , no fallan en £ sp an a apasionados á esta herm osa

ciencia. K í D lcclon arisla se am ohína al ver probada su falla de conocim ientos en la m alc­ r í a , y el lector desconfía de en contrar la ver­ dad cn ire tantas inexactitudes. Se presenta la cuestión bajo diferentes aspectos, y siem pre el señor D octor se dá por vencido. Sus m as apasioiiítdos y afectos se ven precisados á confe­ sar que la obra es in m a tu ra , p recipitad a, y fuera de ios alcan-ces de un solo hom bre ; y este es el m ayor favor que pueden dispensar á su amigo. E n tal estado se hallaban las cosas el día 7 de agosto tíllím o , y los críticos se señoreaban á su placer corno dueños del cam po ; cuando en este día aciago (q u e m artes habia de s e r ) se anun ció con la gaceta de M ad rid la des­ cubierta de un refuerzo que venia al vencido. D o n M arian o T o rre n te se presentó eí segun­ do en la arena enarbolando el estandarte de su Geografía universal fid c a , puiitica é histó­ rica. E ra de creer que el nuevo com batiente viniese arm ado á la rom an a, en térm inos que .no le alcanzasen los fuegos de los críticos. A sí lo exigían las circu n stan cias; pero el Prospec­ to y el Proem io hicieron recelar al público. A q u ello de Prospecto de suscripción á una ebra^ les recordó á irmchos otro papel titulado Pros­ pecto de suscripción ú un diccionario. ¿ S i ten­ drá algún p aren tesco, d e c ía n , don D iccion a­ rio con doiía O b r a ? A q u el era hijo de un tal Universal, y esta se llam a Vnii>ersal de apelli­ d o , ó por m ote. A q u e l se decía original ^ y

esta es lan original como aquel. E l B ic c io n a rio era único en su clase., y Ja obra es tam ­ bién úuica en la suya ( i ) . ¿ Y los elogios que se prodigan al celo lilera rio del diccioiiarisia ? M alo con M grande. Q uien form a buen jui­ cio del diccionario del sefior M in a n o , no es capaz de hacer m ucho roas. S in em bargo, es­ peremos que salga la obra , decian los mas m oderados, que bajo de una m ala capa sue­ le haljcr un buen escritor. ¿Q u é se puede es­ p e ra r? replicaban oíros menos sufridos. E s m u y com ún que anun cios pomposos y bien engalanados sean los precursores de una obra pésima ; pero un prospecto mal hilvanado y a n d rajoso, pocas veces es seguido de un li­ bro regu lar. E n estas reflexiones fueron y v i­ nieron d ia s , hasta que llegó el deseado de re­ cibir la prim era entrega. M il gracias doy á D ios y á la Justicia que nos han perm itido ver este fru lo de los viages del señor T o r ­ rente, Puesta on paralelo la Geografi"a universal con la obra del presbítero M in a n o , se ñola que en la prim era son las faltas de dim en­ siones colosales respecto de la pequenez del p la n , qtie llega á ser m ezquino é ignoble. E n la segunda h a y m a yo r n um ero de e r ro re s , mas contrariedad es; pero m as gallardía en el p ro y e c to , mas atrevim iento. E l D iccionarista

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P r o e m i o , p á g . 3 , l í o . 1 7 y I8.

se arrojó á una em presa que hiciera tem blar al mas osado : desciende á porm enores pu ra­ m ente topográficos. E l G eó grafo universal ha lim ilado su plan á un ligero com pendio de geografía g e n e ra l, donde no se tocan sino principios com unes; y ha podido consultar in ­ finitos modelos de este g é n e ro , y aun copiar­ los. E n una palabra, el señor M in an o ha queri­ do hacer lo que no era posible ; y el señor T o r ­ rente no ha hecho lo que era facilísim o, ¿ Y quién se persuadirá que escribiendo don M a ­ rian o en la ocasion referid a , y escribiendo r a ­ da m as que unos compendiados apuntes , no habia de tener bien sentada su baza ? ¿Q u ién sería capaz de salir á la palestra crítica incidien­ do en los errores contra que se declam a? Pues Tú lo quisiste j Tú te lo ten. L a ortografía es una de las cosas que á prim era vista llam an la atención en la obra de don M arian o T o rre n te . P arece que su autor ha sido discípulo del cojo de V iila o r n a te , se­ gú n la aversión que tiene a la Y g r ie g a , pues no la usa sino para las cosas mas necesarias. L o s nom bres estrangeros los españoliza tan graciosam en te, que no los conoceria la m adre que los parió: v. gr. Vosgas por V o sg e s, Chcih n s sobre el M am a por Chaíons su r M arne, A i x la Chapela por A ix -la -C h a p e lle , & c. M as estas faltas son peccata minuta para las que te­ nem os que e x a m in a r, aunque ligeram enle.

L a descripción de la tierra jam as se hu­ biera acercado á la exactilud sin los auxilios que el astrónom o ha prestado al geógrafo. L as investigaciones del célebre G osselin ( i ) ha­ cen v e r la causa de los pocos progresos de la geografía entre los griegos; p o rq u e, si se esceptda á P ilh e a s, n in gun o vem os que se de­ dicase á la parte astronóm ica como lo hicieron sus maestros los egipcios. Eratósthenes, que ha­ cia pasar su quinto paralelo por el cabo a cmm ( h o y de san V ice n te en A lg a r v e ) y por Issus (cerca de A le já n d r e la ) se equivocó 1° 22' 5 2 " en la distancia de eslos dos pun­ tos; y desde el mismo cabo Sacnim á la em ­ bocadura dcl G an ges llegó su error á 26° ^^ E l mapa itinerario d eP en lIn ger, construi­ do en tiempo de Teodosio el G ran d e, dem uestra que entre los rom anos tam bién estuvo descui­ dada la geografía astronóm ica. Y en nuestros dias ¿no vemos inutilizados infinitos trabajos por igual causa? E l atlas de España que de­ bemos al laborioso don T om ás L ópez habría inm ortalizado su n o m b re , y enriquecido á la nación, si á su celo geográfico hubiera reuni­ do el conocim iento de la sublim e astronom ía. N o h a y que d u d a r lo , los principios astronó­ micos y matemáticos aplicados á la geografía

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G eographie des Grecs analisée.

son los que la constituyen im a verdadera cien­ cia. L a parte política y la histórica form an una narración á rid a , variable y p u e ril, en que la m em oria tiene mas parle que el en— tendiniiento. ¿ X qué aprecio hará el señor Tórnenle de Ja astronom ía, cuando titula su obra G eografía universal f ü ic a , politica é his^ tórica? Se d irá que aunque no cita en el tí­ tulo la parte astronóm ica, trata de ella en la introducción; pero veamos lo que dice en las cuatro hojas que com prende. E m p ieza declam ando contra los m uchos errores de los antiguos sobre la figura de la tje r ra , y resutílve que los descubrim ientos m o­ dernos la han fijado de un modo indudable de form a esférica. ¿SI sabrá el señor G e ó g r a ­ fo que no es lo m ism o esfera que esferoide, y que el ege de los polos difiere en osponga en los d c sti- ^ EOS; y que el bello seso y las gentes de r a n go dt-n egem plo á los d em a s, no adoptando trag es, adornos , ni efectos que no sean n a - , cionales. S i el señor T o rre n te supiera econo— t niia p ú b lira , se hubiera m irado m as en sen— * lar tales g en era lid a d es, sin discutir anies estas v im portantes cuestion es: S i todas las naciones se negasen á ad m itir m ercaderías estrangeras ¿qué sena de la sociedad ? S i á las clases acomoda­ das’ se las privase de los goces que proporcio­ nan artículos estrangeros que no posee su país, ¿ se creerían mas felices que las que no los com ­ pran por falta de m edios ? L a s m ercancías del

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estrangero ¿se pueden ad qu irir sino por m e­ dio de productos in d ígen as? ¿ S e r ía ventajoso á una nación recib ir solo n u m erario de los e strnngeros que le com prasen sus productos n a­ turales é industriales? ¿P erju d ica el lujo á los consum os? ¿ S e perfeccionarían los productos de la industria sin los modelos y com petencia de los estrangeros ? M e contento con apuntar estos principios, por no ser de m i objeto des­ envolverlos. L o s economistas decidirán si las declam aciones del geógrafo T o rren te son de aquellas preocupaciones vulgares que han con­ trariado mas el fom ento de la industria que toda introducción estrangcra. L a riqueza de una nación se aum enta ó dism inuye indepen­ dientem ente de toda com unicación esterior. Si en vía valores al estrangero aum enta sus con­ sumos ; si recibe v a lo r e s , se aum entan sus prod ucciones, del m ism o modo que si consu­ m iera ó produgera en el interior. E n los rei­ nados de don H etirlque , y don J u a n II se tom aron medidas para que los estrangeros que ven ían á com erciar em pleasen el valor de sus m ercancías en géneros españoles. L a misma m edida tom aron los reyes Católicos en i *y años posteriores ; pero el tiem po y la esperíencía han hecho v e r los inconvenientes de estas disposiciones coactivas, y su ineficacia cuando se oponen al ínteres de los particula­ res , de cuyo conjunto procede el interés de los estados. L a nación m as com erciante e in­ dustriosa dei m undo m oderno ; no carece de

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cuantos arlíciilos útiles se conocen en los de­ más países. E n L ondres se encuentran los v i­ nos de E spaña , las modas de F ra n c ia , la e s pecerza y telas de L evan te , el tabaco y azú­ car de la A.mérica , y cuanto puede serv ir pa­ ra las necesidades , comodidades y caprichos del hom bre. ¡ D esgraciado el país que no vea en sus m ercados á los estrangeros , y que no concurra á los de e slo s! A la casa del pobre nadie va á ven d er perlas. E n tre los usos y costum bres de los espa­ ñoles ha escilado la curiosidad de don M a ria ­ no la ülla ó cocido , plato el m as estimado y de uso general. D ic e que se com pone de gallina, carnero , tocino^ chorizo, relleno, garbanzos, ve/‘dura Y yerbas odoríferas. N o tenian mas las ollas de las bodas dei rico C am acho , ni la olla podrida que negó al gobernador P an za su m é­ dico Pedro R ecio. E l cocido de uso com ún en ­ tre ios españoles lo constituyen la carne ( que asi es de carnero como de v a c a , de oveja ó de cabra ) , el to cin o , los garbanzos y la v e r­ dura ; los demas in g re d ien tes, aunque bue­ nos , allá para los canónigos y cónsules. Siendo tan com pendiados los apuntes del seííor T o r r e n te , poco lu gar le ha podido ca­ ber á la topografía. P or esta razón ha escogi­ do solo aquellas poblaciones mas principales, como F ile r o , R u e d a , S ilje s , Soto de R o m a, Santi P e t r i , A e zco a, ócc. dejando aquellas que H ale han parecido tan esenciales, aunque sean capitales de p rovin cia ,• como A v ila . F ig u ré ­

m onos que nn espantoso to rren te ha inundado n uestro su cio , y que todo lo Jia trastornado. A ili vemos á Jaén y C ordoba que han perd i­ do sus reinos y se han hecho tributarias de G ran ad a . M as allá encontram os la tintilla de R o ta conftindida y encubada con el fondelló de A lican te, V a len c ia que se habia m ostrado n eu ­ tral en la contienda de J á tiv a y la T o r re de C an als sobre el nacim iento de C a listo III, acaba de adoptarlo por h ijo , haciendo de ter­ cero en discíjrdia. A M u rcia le ha cabido una temperatura constante, po r lo que se ha pro— hibídó en ella el uso de los baróm etros , ter­ m óm etros , y todo lo que huela á cosa m étri­ ca. E l castillo de L érid a se h.i hecho intoma­ b le, para falsificar aquel adagio m ilitar d e q u e plaza sitia d a , plaza tomada; y y a lo m iran con en vid ia san J u a n de U l d a , C e u ta , G i b ra ltar , & c. L a desgraciada A lm e ría ha sido la peor lib r a d a , pues le ha caído una plaga de cip/rt/rn/as , capaz de d a r en ojos á qualquíera . O lo t y C aspe se han ganado un título de ciudad sin costarles una blanca. Y la g u ip u zcoana Irun , que era la ültim a poblacíon del r e i n o , ha cruzado el V idasóa para colocarse á derechas^ y po r consiguiente en territorio fran cés. j O y cuántas calam idades han traído al m undo los te rre m o to s, los incen dios y ios torrentes! E n m edio de tantas a ltera cio n e s, B a r b a s t r o , la sin par B a rb a stro levan ta erg u id a su cabeza com o p a ra decirnos que ella es la es­

cogida del G eó grafo universal. P orq u e ¿qu ién sino ella se podrá gloriar de producir cuanto se necesita para el sustento y regalo d ú hombre? Si esta ciudad ha sido la cuna de nuestro au­ tor , como m e Ío hace sospechar este desmedi­ do elogio ( s i es que hay dem asía en elogiar la patria ) , bien la ha prestado el hom enage de hijo 7 publicando que nada la falta de lo ú til, ni de lo deleitable. ¡Qué reflexiones místicas m e ocurrían sobre este in c id en te, si vin ieran a l caso! V e d a q u i, m ortales, ia instabilidad y saciedad de las cosas m undanas. D . M arian o T o rre n te , n atural de B arb astro según parece, despues de h aber recorrido la P enín su la ibé­ rica , el jardin de la E u r o p a , F ra n cia , In ­ glaterra , & c. despues de haber residido q u in ­ ce anos en E slra n g is y haber visto tantas y tan buenas cosas , ha vuelto á su país con la idea de que no h a y en el m undo otra B a r ­ bastro; bien asi com o el peregrino de la e r va , que habiendo corrido de albergue en a l­ bergue toda la I t a li a , y preguntado por sus paisanos acerca de ias tierras que había visto, respondió: G ra n d es cosas h a y en R o m a, w L io r n a , G en o v a y otras ciu d a d es; pero pia~ » cico de cielo como el de la Cieri>a no lo he » encontrado.

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Q u ien haga aplicaciones C on su pan se lo coma. L o s m apas de E u ro p a y E spaña con que

ha principiado el A tla s elemental de don M a ­ r ia n o , aunque lic n tn la fecha de o g a ñ o , m e tem o que son de los muchos que rejuvenecen los franceses , renovándoies el rótulo , el au­ tor y la fecha. A si lo hace creer la division de E urop a y A sia por m edio del m ar N eg ro á la em bocadura del D on , la situación y i i g u ra de lo que se llam a O lan d a , y sobre lodo que cuando se hizo el mapa pcrienecia la F in ­ lan d ia á la Suecia , por mas que con los co­ lores se h ayan querido en m en dar los límites del grabado. Su exactitud se verá en el curso de los l ios , la union de C ád iz al continente, la inclusion de V ig o en P ortu gal , y otras lin­ dezas que no perm ite ver lo cansado de las lám inas. 'Jales son las faltas y errores que al p ri­ m er repaso he encontrado en la G eo grafía uni­ versal. E l puntualizarlos lo d o s, ni era de m i objeto , n i casi posible ; P orq ue ¿ quién ha de tener P acien cia para im pu gnar A l que se em peña en erra r T od o lo que ha de saber ? L o indicado basta y sobra para que el púLlico form e un juicio cabal. Confieso que me es sensible hacer tan triste pintura de la obra del señor T o rre n te ; pero no es m ia la culpa. K1 desacierto con que se escribe de geografía; la facilidad con que se publican obras qi^e en

lugar de m ejorar profanan esta c ien cia , n o todos pueden ve rlo con indiferencia : y si los eslranseros han de cen surar estos lunares de la literatura esp a ñ o la , bueno sera que sepan el juicio que aqui form am os de tan mons­ truosas producciones.

Se vende en las librerías de TES

, calle de Preciados ;

CirUEN-

SANCHEZ ,

ca­

lle de la Concepcion Geronima, y RAKZ; calle de la Cruz^

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