Acción antrópica en los bosques de la Sierra de Albarracín

Acción antrópica en los bosques de la Sierra de Albarracín José Colás Estudiante de Ciencias Ambientales. Universidad de Valencia [email protected]

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Acción antrópica en los bosques de la Sierra de Albarracín José Colás Estudiante de Ciencias Ambientales. Universidad de Valencia [email protected]

RESUMEN En este trabajo se intenta dar una explicación a las comunidades vegetales presentes en la actualidad en la Sierra de Albarracín (Teruel), centrándome principalmente en los bosques. Se informa de las condiciones climáticas, geológicas e históricas de la sierra, que han sido los principales condicionantes de la distribución de la vegetación. Se detallan las acciones antrópicas que han tenido y tienen lugar en estos montes, causantes de variaciones en las comunidades vegetales, como por ejemplo las talas de bosques, incendios, causados por el hombre o naturales, así como las reforestaciones o actuaciones de aclareo del bosque. Se analizan las consecuencias de estas actividades antrópicas en el medio natural, así como el estado actual de los bosques y lo que supone este estado para el futuro de la sierra. Y finalmente se apunta lo que parece ser la futura mayor fuente de riqueza, el turismo. Palabras clave: diversidad, degradación, conservación, turismo.

INTRODUCCIÓN La sierra de Albarracín es un territorio de contrastes, tanto geológicos como climáticos. Esto hace que en ella existan multitud de ecosistemas diferentes y vulnerables, debido a la escasa extensión de cada uno de ellos. Para comprender la distribución de las comunidades vegetales en la actualidad, primero se debe hacer un resumen de las características del medio físico, de la climatología de la zona y de los hechos históricos que hayan influido en esta distribución. La Sierra de Albarracín, también llamada Montes Universales se encuentra en el sector meridional de la Cordillera Ibérica. Está limitada al Noreste y Este por las fosas del Jiloca y de Alfambra-Teruel, al Sur y Suroeste por la Serranía de Cuenca, prolongándose al noroeste en las sierras ibéricas de Guadalajara (Gutierrez y Peña, 2000). Esta sierra es un nudo hidrográfico de primer orden, que vierte tanto al Mediterráneo (ríos Guadalaviar, Blanco, Cabriel y Ebrón) como al Océano Atlántico (ríos Tajo y Gallo). El rango de altitudes en este territorio está comprendido entre los poco más de 1000 m de altitud del valle del Río Ebrón, al Sur de la sierra y los 1935 m del pico Caimodorro en la parte Noroccidental, teniendo una altitud media de 1400 m, y el segundo y tercer pueblo más altos de España, Griegos a 1601 m y Bronchales a 1569 m. En cuanto a la geología, se encuentran tanto zonas silíceas (materiales ácidos) como calcáreas (materiales básicos). Entre las zonas ácidas encontramos las sierras cuarcíticas del Tremedal, Carbonera y Collado de la Plata, que forman el eje central de la sierra y siguen la misma dirección Noroeste-Sureste que el Sistema Ibérico, y las zonas de afloramientos de areniscas del Buntsandstein, conocidas como rodeno, que forman el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno en la parte Sureste de la sierra. El resto de la sierra corresponde a terrenos calcáreos, calizas y dolomías mesozoicas, especialmente del Jurásico que ocupan la mayor parte del territorio. Los aplanamientos que han sufrido estos relieves durante la Edad Terciaria han dado lugar a la llamada superficie de erosión fundamental de la Cordillera Ibérica (Gutierrez y Peña, 2000). Esto, unido a la ausencia de glaciarismo durante el cuaternario en la sierra, explica el aspecto compacto y monótono de esta zona, en la cual no hay relieves muy destacados y en la que la acción erosiva fluvial ha creado profundos cañones y hoces que son los espacios más característicos de esta región. La Sierra de Albarracín tiene un clima influenciado por su cercanía al Mar Mediterráneo, la continentalidad peninsular, sus características orográficas y el

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alejamiento oceánico. El régimen de temperaturas medias varía entre los 11ºC en la parte baja de la sierra (Albarracín, Gea) y los 7ºC de las zonas altas (Macizo del Tremedal). Uno de los rasgos más significativos del régimen térmico anual es la gran variación estacional con inviernos muy fríos en los que se llega a bajar de -20ºC en muchos puntos. Otra nota característica de la zona es la fuerte amplitud térmica, del orden de 17 a 20ºC en las medias y de 50 a 65ºC en sus extremas absolutas, lo cual es significativo del alto grado de continentalidad de este clima (Peña et al., 2002) En cuanto a las precipitaciones, hay un claro gradiente Suroeste-Noreste, con precipitaciones medias anuales superiores a 1000 mm en Guadalaviar e inferiores a 500 mm en Albarracín, distando ambas poblaciones tan sólo 24 Km en línea recta. Esta gran heterogeneidad climática entre las distintas zonas de la sierra ayuda a la alta biodiversidad de esta región.

Figura1. Muestras de los efectos de las bajas temperaturas invernales. Fotografías realizadas en Las Tajadas de Bezas y en la cascada de Calomarde respectivamente.

Los mayores impactos que han sufrido los bosques de la Sierra de Albarracín por parte del hombre han ocurrido principalmente en los últimos 4 siglos. Ya en el siglo XVII se inició una importante industria de fundición de hierro con la creación de cinco ferrerías: -Val de San Pedro -Orihuela del Tremedal -Tormón -Gea de Albarracín y -Torres de Albarracín Estas ferrerías tuvieron un gran impacto ambiental por su gran demanda de madera. Los ganaderos, en general, se oponían a la instalación de estas industrias, ya que eran conscientes del deterioro forestal que ocasionaban y las consecuencias negativas que implicaban en los pastos. Doscientos años más tarde, estas industrias desaparecieron por la falta de combustible (De Jaime y Pérez, 2006).

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Figura 2, Antiguas zonas forestales taladas para el abastecimiento de antiguas industrias o roturadas para la obtención de terrenos de cultivo.(foto de la izquierda tomada en las parameras de Pozondón y foto de la derecha tomada en Los Llanos de Bezas)

La Guerra de Sucesión en el siglo XVIII provocó una decadencia en la economía y población de la sierra. Para recuperarlas se llevó a cabo una política agrícola en la que se fomentaba el aumento de la superficie de cultivo mediante lo que fue una roturación incontrolada de tierras, que fue un completo fracaso económico, social y ambiental. Esto provocó una decadencia ganadera, al reducir la extensión y calidad de los pastos. En esta época desaparecieron los últimos vestigios de bosque primario. La Guerra de la Independencia en el siglo XIX tuvo en la sierra efectos desastrosos, la población se redujo en casi un 40 % y se perdieron dos tercios de la cabaña ganadera. Durante este siglo, el aprovechamiento forestal fue escaso y los bosques se fueron recuperando al tener una menor presión por parte del hombre. En los primeros años del siglo XX comenzaron a hacerse, por parte del cuerpo forestal, las primeras ordenaciones de montes que tuvieron muy poco éxito ya que no aplicaron los criterios que mejor se adaptaban a las condiciones ecológicas de la zona. Las consecuencias de estas ordenaciones de montes fueron unas talas abusivas. Durante el régimen franquista, el creciente valor de la madera ayudó a que la sierra se especializara en la producción forestal. El volumen de corta no paraba de crecer, talándose todos los árboles de más de 100 años y eliminando todas las especies acompañantes de los pinos en las zonas mixtas. El resultado de estas actuaciones fue una homogeneidad de las masas forestales, ausencia de bosques maduros y simplificación ecológica (De Jaime y Pérez, 2006) Además, en la últimas décadas se realizaron intentos de reforestación en algunas zonas concretas con especies alóctonas como el ciprés o el cedro que se están aclimatando perfectamente y ocupando el lugar que les correspondería a las especies de pinos. La Sierra de Albarracín, geográficamente se encuentra en la zona de transición del interior peninsular. Por un lado, la parte oriental de la sierra tiene una clara influencia mediterránea, lo que se refleja en comunidades vegetales como el pinar de rodeno (pinus pinaster) y el carrascal (Quercus ilex sp. rotundifolia). Por otro lado, en la parte occidental, sobre todo en las zonas más elevadas se muestra una clara influencia oceánica, que se traduce en la aparición de especies de óptimo eurosiberiano como acebo (Ilex aquifolium), tejo (Taxus baccata), tilo (Tilia platyphyllos), roble albar (Quercus petraea) o abedul (Betula alba), especies que se encuentran sobre todo en los lugares con mayor humedad edáfica, como pueden ser las zonas contiguas a roquedos o riberas de los ríos. Entre ambas zonas, la elevada humedad, debida sobre todo a las bajas temperaturas propicia la existencia de amplios bosques de pinar albar (Pinus sylvestris) y laricio (Pinus nigra), y de robledales marcescentes de quejigo (Quercus faginea) y melojo (Quercus pyrenaica). Pero uno de los rasgos que dan más identidad a esta sierra es la acusada continentalidad, que unida a condiciones edáficas desfavorables en terrenos calizos muy permeables y a los fenómenos de inversión térmica en los fondos de valle limita la extensión de los bosques de quercíneas, favoreciendo el desarrollo de sabinares y pinares junto con enebro y sabina rastrera. Estas formaciones de coníferas hacen de esta zona la de mayor riqueza en especies de los géneros Juníperus y Pinus de toda Europa (De Jaime y Perez, 2006), apareciendo las siguientes especies: -Sabina albar (Juníperus thurífera) -Sabina negral (Juníperus phoenicea) -Sabina rastrera (Juníperus sabina) -Enebro común (Juníperus communis) -Enebro de la Miera (Juníperus oxycedrus) -Pino albar (Pinus sylvestris) -Pino laricio (Pinus nigra)

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-Pino rodeno (Pinus pinaster) y -Pino carrasco (Pinus halepensis) La presencia de todas estas especies le da un interés biogeográfico a la sierra de Albarracín, ya que constituye un refugio de algunas de las comunidades más originales en el contexto europeo. Así, el interés de la Sierra de Albarracín radica en que para próximas glaciaciones esta sierra actuaría como núcleo de expansión de los bosques de coníferas (De Jaime y Pérez, 2006).

Figura 3. Bosques de sabina albar y pino silvestre, principales formaciones vegetales. Fotografías realizadas en los sabinares Saldón y el Puerto de Orihuela del Tremedal respectivamente.

EXPERIMENTAL El estudio se ha realizado a partir de fuentes bibliográficas y de observaciones de campo, analizando la estructura de los diferentes bosques y la edad media aproximada de las distintas especies de árboles. Los datos del clima de la zona han sido recopilados de las estaciones meteorológicas del INM.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN En el estudio se ha podido constatar la práctica ausencia de bosques primarios, la actual recuperación de las comunidades vegetales potenciales en amplias zonas por la disminución de la presión humana, el escaso interés de la administración por recuperar los bosques después de los incendios y la evolución de los distintos tipos de bosques en relación al aumento de la temperatura y la sequedad de los últimos años. Los bosques de la Sierra de Albarracín han sufrido cambios a lo largo de la historia, y en ellos se ve reflejado el tipo de vida y economía en cada momento. Pero algo a lo que está ayudando esta anterior degradación de los bosques es a constatar las consecuencias que está teniendo el cambio climático en las comunidades vegetales. Especies como la carrasca o la sabina negral están ganando terreno a otras comunidades como los sabinares albares, más resistentes al clima más extremo que reinaba en siglos anteriores. Un ejemplo de esto se puede ver en el monte del Patio de Don Jaime, entre los términos municipales de Bezas y Albarracín. En esta zona, la vegetación actual se restringe a sabinares negrales de Juníperus phoenicea y enebro de la miera Juníperus oxycedrus , mientras que esta misma zona, hace apenas 100 años, sería un gran bosque de sabina albar Juníperus thurifera, como muestran las grandes sabinas centenarias que todavía quedan en pie. Esta sustitución de una especie adaptada a vivir en climas extremadamente fríos por otra más termófila apoya la teoría del cambio climático. Como ya hemos visto en apartados anteriores, la biodiversidad de esta sierra es algo a conservar y mejorar. Si bien el impacto del hombre sobre las comunidades vegetales no ha sido tan fuerte como en otras sierras de la provincia de Teruel, la cubierta vegetal ha ido sufriendo daños por cambios y degradaciones que deben ser reparados.

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Los incendios no son muy frecuentes en la zona, y sobre todo en los últimos años se está llevando a cabo un gran trabajo de vigilancia y extinción de los mismos, pero otra cosa es la forma de gestionar los terrenos ya quemados. Un ejemplo del poco interés en regenerar las zonas quemadas lo encontramos entre los términos de Rubiales, Albarracín y Tramacastiel, donde se produjo un gran incendio en 1994 quemándose bosques de sabina albar, y pinos rodeno y laricio. Poco tiempo después del incendio se subastó la madera de sabina que quedaba aprovechable, con lo que en vez de intentarse proteger el suelo contra la erosión, éste fue más atacado si cabe por el paso de maquinaria, no haciéndose posteriormente ninguna actuación de protección del suelo y quedando éste bastante dañado. Unos años después se llevaron a cabo pequeños intentos de reforestación con pino rodeno por parte de grupos de escolares, pero sólo en las partes más llanas, con lo que las laderas de las montañas seguían desprotegidas. Durante estos últimos años, el Servicio Provincial de Medio Ambiente de Teruel ha estado informando de labores de repoblación en la zona con pino laricio y carrasca, pero visitando el lugar se pueden observar pequeñas zonas en las que se ha comenzado con la repoblación, sin mucho éxito, y cientos de macetas con pinos prácticamente muertos que nunca serán plantados. Además, estas repoblaciones sólo se han efectuado en las partes de menos pendiente, quedando las partes con más pendiente totalmente desprotegidas contra la erosión todavía, 13 años después del incendio.

Figura 4. Zona del incendio de 1994 en los términos municipales de Albarracín, Rubiales y Tramacastiel, todavía sin regenerar.

Se debe reflexionar sobre el modelo de gestión de los recursos naturales que podría aplicarse en la sierra, con una perspectiva histórica y dentro de los marcos económicos presentes y futuros (De Jaime y Pérez, 2006). Cada vez más, los sectores ganadero y forestal van en decadencia, y carecen de rentabilidad económica. Es por ello, por lo que el sector turístico está empezando a ser el motor económico de la zona. Pero el turismo de hoy en día es cada vez más exigente en cuanto al tipo de paisaje natural, por lo que los esfuerzos deben ir encaminados a este turismo “de calidad”. Se debe aplicar un modelo de gestión de los montes que mantenga la biodiversidad, productividad y capacidad de regeneración, es decir, un modelo sostenible. Para ello se debería seguir un selvicultura de tipo mediterráneo en la que se integrara el aprovechamiento ganadero, por razones científicas, culturales y paisajísticas, por el mantenimiento de procesos ecológicos como la protección del suelo o la regulación hídrica, y de recursos aprovechables de forma sostenible. Recuperar la biodiversidad biológica es una de las principales ideas que se deberían tener en cuenta. Para ello, las instituciones tendrían que reorientar su vocación productiva hacia la consecución de paisajes de la máxima calidad (De Jaime y Pérez,2006), es decir, bosques maduros y montes ganaderos tradicionales que

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puedan ofrecer la máxima biodiversidad. Es necesario una selvicultura que asegure la defensa de los bosques ante la erosión, incendios, plagas y presión recreativa. Lo primero que se debería hacer es establecer una red de bosques maduros, es decir, bosques con una variada composición vegetal y con grandes árboles viejos. Tendrían una superficie mínima para garantizar su viabilidad y estarían repartidos por toda la sierra para poder actuar como áreas fuente y para representar todo tipo de comunidades vegetales. En la sierra hay pequeños bosques de difícil acceso, así como otros bosques cercanos al turno de corta que serían los protegidos para su evolución hacia bosques maduros. Otro objetivo debería ser la recuperación de los bosques mixtos. Este tipo de especies que crecían dentro de los pinares, tales como robles o carrascas se consideraban competidoras de los pinos y eran taladas sistemáticamente. Se sabe que la mezcla de frondosas en bosques de coníferas, así como la presencia de un estrato arbustivo en el sotobosque protege el suelo y ofrece hábitat para la fauna. Además hay zonas en las que estos planifolios son la especie potencial, aunque estas zonas suelen estar en un estado de conservación muy deficiente debido a su uso histórico para producción de carbón y leña. Estas zonas también deberían ser protegidas para favorecer su evolución hacia bosques, ya que son eficaces agentes formadores y protectores del suelo, aportan alimento al ganado y contribuyen a la riqueza paisajística. Emilio García Navarro, en su reciente estudio “Las comunidades vegetales de la Sierra de Albarracín”, ya valora como muy importantes de conservar este tipo de bosques por su composición y especies asociadas. Hay que tener en cuenta que estos bosques tienen escasa representación en el concierto peninsular, por lo que su presencia en la sierra hace de ellos una de las masas forestales de mayor importancia ecológica, mereciendo un alto grado de consideración en las futuras acciones de conservación a favor de la flora (Martínez Utrillas,2005). Otras comunidades a proteger son las pequeñas islas de especies eurosiberianas como el abedul, roble albar, serbal, tejo o acebo, ya que tienen gran interés científico y conservacionista. Para ello, debería impedirse las cortas en su entorno, para mantener la cubierta forestal y garantizar la nemoralidad (de Jaime y Pérez)

Figura 5. Álamo cano y tejo, dos de las especies de óptimo eurosiberiano presentes en la Sierra de Albarracín

Pero si hay una comunidad vegetal en la sierra que debería ser protegida son los sabinares albares, por su gran interés ambiental y ecológico, por ser la comunidad vegetal más genuina de la zona y porque la Sierra de Albarracín alberga las mejores masas de Europa. Para su conservación se debería fomentar su aprovechamiento ganadero y crearse alguna figura protectora, o aumentar la superficie del cercano paisaje protegido de los pinares de rodeno para que abarcara estos sabinares.

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Figura 6. Sabina albar. Fotografías realizadas en la Masía de Dornaque (Bezas) y la Laguna de Bezas respectivamente

CONCLUSIONES Los bosques de la Sierra de Albarracín son un recurso turístico y económico para la zona que se deberían tener más en cuenta por las instituciones, ya que de ellos, de su conservación y potenciación depende el futuro de los 23 pueblos que componen esta comarca tan castigada por la despoblación. Para ello se deben seguir políticas que permitan una explotación forestal sostenible, integrada en programas que potencien el turismo natural de calidad.

REFERENCIAS De Jaime Lorén, Ch. y Perez Grijalbo, R. 2006. Guía de la naturaleza de la sierra de Albarracín Editorial Prames. Zaragoza, 69-105 Gutierrez Elorza, M. y Peña Monné J.L. 2000. Las formas del relieve de la provincia de Teruel Cartillas turolenses- Insituto de Estudios Turolenses, Teruel, 33 pp. Peña Monné, J.L., Cuadrat Prats, J.M. y Sanchez Fabre, M. 2002. El clima de la provincia de Teruel Cartillas turolenses- Instituto de Estudios Turolenses. Teruel, 23 pp. Latorre Ciria, J.M. .2006 La Comunidad de Albarracín Cartillas turolenses- Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 53-58 Martinez Utrillas, L. Bosques de la sierra de Albarracín: los melojares Rehalda (Revista del centro de estudios de la comunidad de Albarracín) Teruel Peña Monné, J.L., Longares Aladrén, L.A. y Espinalt Brillas, M. 2004. Paisajes naturales de la provincia de Teruel Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 18-36

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