Acomodada a la capacidad de los negros bozales

Acomodada a la capacidad de los negros bozales Acomodada a la capacidad de los negros bozales Edición: Jorge Fernández Era Diseño de cubierta y co

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Acomodada a la capacidad de los negros bozales

Acomodada a la capacidad de los negros bozales

Edición: Jorge Fernández Era Diseño de cubierta y composición electrónica: Tania Julia Olivera Batista Digitalización de originales: Silvana Pérez Sappino

Primera edición , 2006 ISBN 959-7137-17-8

© Sobre la presente edición Biblioteca Nacional José Martí

BIBLIOTECA NACIONAL JOSÉ MARTÍ Ave. de Independencia y 20 de Mayo, Plaza de la Revolución, Apartado Postal 6882. Ciudad de La Habana, Cuba.

PRÓLOGO La religión, la forma que, al parecer, está más desvinculada de los intereses materiales, fue defensora eficaz del régimen esclavista, escribió Raúl Cepero Bonilla.1 Ciertamente, las teologías, tanto la de la Iglesia católica, apostólica y romana, como la del cristianismo protestante, sirvieron de soporte ético e ideológico a la propiedad esclavista, columna vertebral económica de las sociedades coloniales en América. En las colonias francesas los esclavistas llegaron a proclamar que “Dios hace esclavos” y, naturalmente, tales esclavos tenían que ser negros. En los Estados Unidos, los propietarios de esclavos sostuvieron que, por la maldición de Noé, toda la estirpe de Ham, o sea, los negros africanos, llevaban por castigo la servidumbre. En Cuba, mediante una Real cédula promulgada en 1817, el monarca español Fernando VII declaró que la esclavitud les proporcionaba a los negros africanos por la fuerza transplantados a la Isla, “el incomparable beneficio de ser instruidos en el conocimiento del Dios verdadero y en la única religión en que este Ser Supremo quiere ser adorado por sus criaturas”.2 Para la Iglesia católica, pues, la esclavitud del negro fue una institución normal, permitida y hasta bendecida por Dios, por lo que no ha de extrañarnos que las comunidades y órdenes religiosas mantuvieran

esclavos a su servicio, y poseyeran fincas donde explotaban nutridas dotaciones.3 Pero, además, la religión católica desempeñó un aún más importante papel en la conservación de la esclavitud, más a tono con su especial naturaleza ideológica: los frailes y los sacerdotes pretendieron ahogar las protestas de los africanos y sus descendientes esclavizados predicándoles la resignación con su suerte y enseñándoles que el régimen de la libertad sólo sería posible para ellos en el cielo. Aquella religión nada más que ofrecía una vía de redención a los esclavos: la muerte; de ahí que Cepero Bonilla sentenciara, parafraseando a Marx, que la religión católica fue el “opio de los esclavos”.4 Un bando de buen gobierno hecho público en La Habana el 14 de noviembre de 1842, decretaba en su apartado número uno que “todo dueño de esclavos deberá instruirlos en los principios de la religión católica apostólica y romana, para que puedan ser bautizados los que aún no lo estuvieren”. El apartado número dos establecía que “las instrucciones a que se refiere el artículo anterior, deberán darse por las noches, después de concluido el trabajo, y acto continuo se les hará rezar el rosario o algunas otras oraciones devotas”.5 Como solía ocurrir en Cuba con las reales órdenes o disposiciones gubernativas referidas al tratamiento a los esclavos –o a cualquier otro asunto–, los propietarios de negros y los sacarócratas avecindados en la Isla las acataban, pero en la realidad hacían lo que conside-

raban mejor para sus intereses. De manera que la catequización de los africanos aquí no pasó, en la mayoría de los casos, de un pueril sincretismo de panteones y ritos. Don Fernando Ortiz, que en más de uno de sus textos se ocupó del asunto, patentizó que “el negro en Cuba rara vez fue cristianizado. En la plantación, el catecismo, cuando lo hubo, fue superficialísimo: no pasó de unas rociadas de agua bendita, generalmente colectivas; la inscripción parroquial de un bautismo identificador de la personalidad jurídica, a manera de un ‘registro de la propiedad inmueble’; y unos rezos de memoria recitados como fórmulas mágicas para conjurar las potencias invisibles”.6 Por supuesto que hubo excepciones, y Explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los negros bozales7 –publicada en 1823 por la legendaria imprenta habanera de Boloña– que ahora tengo ocasión de presentar al lector, constituye una notable. Su autor lo fue el presbítero de la Congregación del Oratorio de La Habana Nicolás Duque de Estrada, quien lo dedicó “a los venerables Sacerdotes encargados de la instrucción de los negros esclavos, de los respectivos ingenios que se han puesto a nuestro cuidado”. En su aprobación dada al texto, Felipe José, entonces Obispo de La Habana, refiere que “...atendido el mérito de la obra en su materia, en su objeto, y en las circunstancias del tiempo; por lo que a nos toca, no sólo concedemos licencia al Autor de ella para la impresión

que pretende, sino también le damos gracia por su buen zelo y justamente le impartimos nuestra bendición pastoral para que continúe tan útil y laudable exercicio”. El texto, efectivamente, de manera simple, elemental, pueril, podría decirse, pretende llevar a las mentes “simples” y “elementales” de los negros “bárbaros” e “iletrados” los rudimentos de la “civilizada” y “civilizadora” doctrina cristiano-católica, sin tomar para nada en cuenta que aquellos africanos, por la fuerza arrancados de sus patrias para ser aquí utilizados como bestias de trabajo, eran de hecho –como la vida se encargó de demostrarlo– portadores de culturas resistentes y resistidoras, sólidamente asentadas en valores filosóficos y ontológicos y en formas de vida sustentadas en conceptos y visiones cosmogónicas del mundo también muy sólidos. Por supuesto que la explicación de la doctrina cristiana del presbítero Duque de Estrada no se limita a la enseñanza de los principios de la fe. Advertirá el lector cómo la sumisión, la obediencia servil al poder esclavista y a sus mecanismos de dominación constituyen piedras angulares de los propósitos del opúsculo, que se sirve para ello, en más de una ocasión, de un español onomatopéyico y macarrónico, que imita la forma de hablar el castellano del africano recién llegado. Tienen ante sí, pues, el curioso lector y el erudito historiador, un texto creo que útil para la reconstrucción de nuestro pasado, que mejor nos permitirá conocer y

comprender nuestro presente y, lo que no es menos importante, avizorar el entrevisto futuro del pensamiento y la espiritualidad cubanos en el siglo que acaba de comenzar. Tato Quiñones La Habana, abril de 2006 1 Azúcar y abolición, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1971, p. 29. 2 Citado por Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba. Madrid, 1863. p. 291. 3 El obispo Avelino Hurtado de Compostela, que tanto se distinguió por su piedad en la diócesis cubana, admitió como donativo, para sus obras de misericordia, los esclavos de un testador; el rector de la Iglesia mayor de La Habana, padre Casas, que tanta fama ganara por su insigne caridad, no emancipó a los esclavos de su familia; las monjas del monasterio de Santa Clara tenían siervas a su servicio. (Para más información sobre el asunto ver: Martín, Juan Luis. La esclavitud y la iglesia en Cuba, manuscrito en el Archivo Nacional, Fondo Donativos y Remisiones Legajo 363, No. 8). 4 Cepero Bonilla, Raúl. Ob. cit. p. 30. 5 Citado por D. José Ferrer de Couto en Los negros en sus diversos estados y condiciones, tales como son, como se supone que son y como deben ser. New York, imprenta de Hallet, 1864. 6 Citado por Diana Iznaga en Transculturación en Fernando Ortiz. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1989, pp 32-33. 7 Bozal: decíase del negro nacido en África, cualquiera que fuera el tiempo de su inmigración. “Si se trata de oriundez: cuando se habla de su mayor o menor progreso en civilización, se tacha de mui (sic) Bozal o Bozalón, o se pondera de Ladino. También se dice de Nación por Bozal”. (Pichardo, Esteban. Diccionario provincial y casi razonado de vozes y frases cubanas. Imprenta El Trabajo, La Habana, 1875.

Nota a la Explicación de la doctrina cristiana La Biblioteca Nacional José Martí resguarda en su Colección de Manuscritos la Explicacion de la doctrina christiana acomodada a la capacidad de los negros bozales. Contiene todo lo q[ue] debe saberse asi con necesidad de medio, como con necesidad de precepto. Por un sacerdote de la Congregación del Orat[orio] de la Hav[an]a, manuscrito original del que ahora se presenta una edición facsímil. El autor de este texto es Antonio Nicolás Duque de Estrada, según lo acepta la bibliografía que documenta esta obra, por ejemplo el Diccionario Biográfico Cubano de Francisco Calcagno y la obra de Antonio Bachiller y Morales. Recientemente, la doctora Ana Cairo así lo hace patente en su Bembé para cimarrones (La Habana. Publicaciones Acuario/Centro Félix Varela, 2005), donde afirma: “Nicolás Duque de Estrada firmaba el manuscrito y no lo fechaba. Se publicó como folleto en La Habana (...) No se han encontrado otros datos biográficos de Duque. Por el documento, se evidenció que había laborado como capellán de ingenios y que –por dichos saberes– le fue encomendada esta labor” (pp. 40-41).

Que el manuscrito es el original lo prueba la nota en la primera página firmada por Duque, que reza: “Si muriere intestado entréguese este cuadernito al ilustrísimo señor obispo que fuere de este Obispado”. En 1861 Antonio Bachiller y Morales afirmaba de la primera edición de 1797: En el original, que está de letra del autor, y se conserva en la imprenta de D. Pedro Martínez, yerno de Boloña, se lee la siguiente nota: Si me muriese intestado, entréguese este cuadernito al il[ustrísi]mo Sr. Obispo que fuere de este Obispado. Antonio Nicolás Duque de Estrada. Tuvo el consuelo de que se publicara antes de su fallecimiento: en sus explicaciones imita el lenguaje incorrecto de los negros para darse á entender: bien se revela en la obra y en la nota el celo evangélico de tan digno sacerdote. (Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en la Isla de Cuba, T. 3 pág. 132) Las numerosas enmiendas, tachaduras y adiciones al margen fueron hechas con sumo cuidado, como solían presentarse los documentos de la época que se preparaban para la imprenta, sin mencionar que todas

esas correciones y adiciones aparecen incorporadas al texto en la edición impresa. La de 1823, con la que pudo cotejarse, tiene además algunas erratas mínimas, que el manuscrito no tiene, lo que confirma aún más su autenticidad. Por tanto, es a partir de este original que se imprimieron las tres ediciones conocidas. Tenemos referencia, aunque físicamente no hayan podido localizarse, de una primera edición realizada en 1797 y de una segunda en 1818. Conocemos finalmente la reedición de 1823, de la cual dan testimonio todos los autores aquí citados, y de la que los fondos del Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana guardan un ejemplar. De la primera edición da referencia Bachiller y Morales, en la ya mencionada cita, y Carlos M. Trelles en la Bibliografía Cubana del Siglo XIX. De la segunda edición, de 1818, el mismo Trelles escribió: Este librito es uno de los más notables por su objeto, que se han escrito y publicado en la Isla de Cuba. La licencia que le impartió el Obispo Trespalacios con previa aprobación del Dr. D. Juan García Barreras, Catedrático de teología en la Universidad, Calificador del Santo Oficio y Director del Seminario de San Carlos, tiene fecha de 1796. El propósito del autor, su acertado desem-

peño y el espíritu de sencilla y ardiente caridad cristiana que respira honran en extremo el carácter de aquella época remota en que todavía se estilaba capellanes en los ingenios de fabricar azúcar, y capellanes capaces de escribir tales libros, y amos que los llamasen y pagasen, y catedráticos de teología y obispos que los aplaudiesen y alentasen para perseverar en tan santo propósito. Cita de Delmonte. -Otra edición. Reimpreso en la Habana. Oficina de Boloña. Año 1823. En 12º, (11)-143 ps. Esta edición se hizo por orden del Obispo Fleix. La primera es de 1797. (T. I, pág. 145) Al no encontrar ejemplares de las dos primeras ediciones, para la presente publicación el manuscrito se ha cotejado con la edición de 1823 que conserva el Instituto de Literatura y Lingüística, y se hallaron, como ya mencionamos, mínimas erratas y omisiones, además, por supuesto, de que la edición contiene las correspondientes licencias o aprobaciones, eclesiástica y civil, y una introducción a manera de dedicatoria de seis páginas en la cual el autor se dirige a los sacerdotes encargados de evangelizar a los esclavos, incitándolos a “salvar sus almas”, y en la que se solicitaba la publicación de la

obra. También se agrega a manera de colofón una “advertencia” a la tercera edición. Finalmente, tomando como base el manuscrito original, en el año 1989 la editorial Sendai-Carto Tec, de Hospitalet de Llobregat, Barcelona, hizo una edición con transcripción e introducción de Javier Laviña, con el título de Doctrina para negros [de] Nicolás Duque de Estrada: explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los negros bozales. Alicia Flores Ramos, especialista del área de Manuscritos de la BNJM.

(N. del E.) Incluimos, por su valor, la reproducción de la dedicatoria y aprobaciones incluidas en la edición de 1823, a la que pudimos acceder gracias a la gentileza del Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo Valdor.

(N. del E.) Se ha respetado la numeración manuscrita de las páginas hecha por el autor, la cual comienza, curiosamente, cuando ya tiene escritas 29 cuartillas.

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