ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL Claves y elementos en el discernimiento vocacional

ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL Claves y elementos en el discernimiento vocacional Juan Carlos Martos cmf Encuentro de Responsables de PJ y PV de ECLA Oport

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ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL Claves y elementos en el discernimiento vocacional Juan Carlos Martos cmf Encuentro de Responsables de PJ y PV de ECLA Oporto, mayo de 2014 "Quien genera a un hijo aún no es un padre. Un padre es quien genera un hijo y se vuelve digno de tal" (Fëdor Michajlovič Dostoevskij)

1. INTRODUCCIÓN: ¿DÓNDE NOS SITUAMOS?

 UN ACERCAMIENTO A NUESTRA REALIDAD a. El tema del acompañamiento, tras una larga crisis por la que pasó, está siendo recuperado y valorado de nuevo. Hoy se habla y escribe mucho sobre el tema. Personalmente me alegro pues comparto plenamente la convicción de muchos de que es en el acompañamiento humano, espiritual y vocacional donde nos jugamos la calidad de nuestra pastoral, el adecuado discernimiento vocacional, y la fidelidad y perseverancia de nuestros candidatos y de los mismos claretianos, particularmente de los más jóvenes. b. Hoy nadie discute la urgencia y necesidad de abrir espacios pastorales para el acompañamiento pastoral de los destinatarios de nuestra acción pastoral. Este principio es tan fundamental y evidente que constituye un verdadero axioma pastoral que no merece la pena discutir porque todos lo aceptan sin discusión. c. Pero en la práctica, es una actividad pastoral que está lejos de realizarse, al menos por estas tres razones: 1) Algunos no quieren. Por distintas razones, oponen muchas resistencias a esta praxis pastoral. Entre estas resistencias algunas son manifiestas y otras son latentes, pero con mucha fuerza persuasiva. Sin pretensiones de ser exhautivos, exponemos algunas de ellas:  El acompañamiento exige una madurez personal de la que a veces se carece (saber dialogar, empatizar, tener paciencia, ser auténticos...).  El acompañamiento exige una formación espiritual y pastoral que está a veces ausente (el discernimiento, el consejo espiritual, la orientación...).  El acompañamiento hace vulnerable al acompañante. Es una relación pastoral de relación de ida y vuelta. El acompañado somete al acompañante a una “prueba de verdad” acerca de su capacidad y cualificación.

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 El acompañamiento somete al mismo acompañante a un trabajo de purificación y de crecimiento costoso, porque supone una confrontacion activa o pasiva con la otra persona. 2) Otros no pueden. Un grupo no pequeño, se resiste al ejercicio pastoral de acompañar a otros por imposibilidades mayores:  A veces por falta de tiempo material. Tienen una dedicación exclusiva a otras actividades tan absorventes e ineludibles que no les permite asumir el compromiso de dedicar un tiempo de calidad para el cuidado personalizado que supone el acompañamiento.  En algunos lugares no existe lo que podemos llamar la «cultura del acompañamiento». Alguna vez se ha llegado a hacer una tímida oferta de acompañamiento a otros, pero los resultados han sido tan exiguos que han aconsejado el dejarlo, al menos de manera momentánea.  Otros no encuentran ni apoyo ni motivación personal o en el centro para iniciar o continuar esta actividad. Ni los superiores, ni los hermanos de comunidad, ni los colaboradores pastorales entienden que sea un trabajo necesario. Sin ningún tipo de apoyos y de suplencias en otras actividades, una tarea de este tipo lleva al nacer la fecha de pronta caducidad. 3) Y están los que no saben. Apostemos porque este sea el grupo mayor de pastoralistas. Se trata de aquellos que ven la evidencia de este trabajo pastoral, quieren llevarlo adelante... pero no saben ni cómo empezar, ni cómo continuar, ni cómo salir al paso de las dificultades que puedan encontrar en el camino.  Este es el grupo al que hemos de promover, formar, favorecer y apoyar desde nuestro servicio pastoral dedicado a la pastoral juvenil y a la pastoral vocacional.  Este grupo debe estar comprendido no sólo por claretianos, sino por aquellos que trabajan en nuestros ámbitos pastorales y presentan un perfil adecuado para este tipo de trabajo pastoral.

Trabajo 1:  Según tu opinión y experiencia... añade algunos indicadores más sobre el “no querer”, el “no poder” y el “no saber” acompañar a otros que observas en tu ámbito pastoral (posición, provincia, diócesis....)  ¿En qué posición de las tres te encuentras tú? ¿A qué estás dispuesto?

 LO QUE NOS PROPONEMOS EN ESTAS SESIONES Nuestro trabajo en esta jornada va a consistir en lo siguiente: 1) Presentar el acompañamiento dentro de la perspectiva de la Pastoral general que realizamos particularmente con niños, adolescentes y jóvenes. En este momento, trataré de 2

 Justificar la necesidad de este trabajo pastoral  Evidenciar su viabilidad  Proponer unas indicaciones pastorales de intervención y metodología 2) Presentar el acompañamiento en la tarea específica de la Pastoral Vocacional en su triple momento de: Sembrar, hacer la propuesta vocacional y discernir.  Me centraré fundamentalmente en las tareas de sembrar y de hacer la propuesta, que son las más necesarias.  El acompañamiento para el discernimiento de la vocación específica lo he desarrollado más en otros momentos. Hay un material que es accesible. Y entiendo que no debo de comenzar por aquí, porque este es un punto de llegada al que muchos de nosotros podemos no tener acceso en nuestra vida. 2. ACOMPAÑAMIENTO DESDE LA PASTORAL GENERAL

 DEFINICIÓN: ¿QUÉ ES EL ACOMPAÑAMIENTO PASTORAL, EXACTAMENTE? Trabajo 2: Antes de proseguir (suponiendo que se cuenta con tiempo para ello) se puede proponer de forma activa a los participantes que respondan a las siguientes cuestiones:  Cada participante escribe una definición de acompañamiento pastoral, o bien hacer una «lluvia de ideas» que intente responder a la pregunta: «¿En qué consiste acompañar a otra persona?». Indicar alguno de sus ingredientes particulares.  ¿Qué diferencia podemos advertir –ahora de entrada- entre “acompañamiento pastoral” y “trato pastoral”. Dos o tres rasgos que los distingan sin confusion.  ¿Qué suelen entender, a bote pronto, nuestros interlocutores o los destinatarios inmediatos de nuestra pastoral por “acompañamiento”? ¿Cuál es la idea subyacente en su imaginario colectivo?

El acompañamiento pastoral es una relación continuada entre dos personas en la que una de ellas, mediante frecuentes conversaciones, ayuda a la otra a buscar y realizar la voluntad de Dios según su vocación particular, buscada mediante el discernimiento espiritual, con el empleo de distintos recursos verbales y de otros instrumentos pastorales. Se trata de una acción pastoral establecida sobre una relación interpersonal entre dos personas;

 MEDIANTE CONVERSACIONES. Se apoya en una serie de conversaciones, más o menos frecuentes y periódicas, en las que el acompañado habla y el acompañante (un hermano o hermano mayores) escucha; en esas conversaciones se comunica lo que inquieta, alegra o desorienta de cara a la vida cristiana del acompañado.

 PARA EMPATIZAR. En el acompañamiento, se pretende que el acompañado sea comprendido y ayudado. Ello permite al acompañado exponer su vida cotidiana desde 3

la fe y ser confrontado y confirmado en sus opciones de vida acertadas o equivocadas. Es un instrumento que posibilita orientar, pero si dar soluciones hechas al interlocutor.

 DESDE LA SINCERIDAD. La sinceridad mutua es exigida desde el principio. El acompañado debe decir lo que quiera en la relación, pero lo que diga debe ser sincero, por su parte. El acompañante no se compromete necesariamente a corresponder con sus propias confidencias ni a hablar de sus preocupaciones.

 RELACIÓN ASIMÉTRICA. Por lo tanto, la relación que se produce en el acompañamiento no es una conversación común entre iguales o entre amigos; la confianza que se genera es grande, aunque no es propiamente de ida y vuelta. Se trata, por tanto, de una relación cercana, pero asimétrica. Los roles y las acciones son distintas.

 PARA BUSCAR Y HALLAR LA VOLUNTAD DE DIOS. Este rasgo del acompañamiento es esencial y lo identifica como relación específicamente pastoral. Lo que se pretende es que el acompañado busque y encuentre la voluntad de Dios, para luego llevarla a la práctica. No es, pues, una catequesis de contenidos teológicos o morales; ni un consultorio personal; y mucho menos es un encuentro terapéutico. El acompañamiento pastoral no es una profesión, no es un conjunto de técnicas o métodos que se deben aplicar, no es un rol a través del cual se imparten instrucciones, sino que es un compartir con el otro la propia vida en Dios con pasión y profecía, en escucha humilde de lo que el Espíritu dice en la vida cotidiana para poder, juntos, siguiendo a Cristo y su mensaje, construir evangélicamente la propia vida.

 MOTIVACIÓN: ¿POR QUÉ ES URGENTE ACOMPAÑAR EN PASTORAL? Los creyentes tenemos la convicción profunda de que Dios nos conoce, nos mira, nos escucha, nos atiende, está cerca de nosotros, nos espera tras nuestros titubeos1. Esta seguridad es fruto de nuestra fe y, a la vez, alimenta la confianza que sentimos al sabernos profundamente acompañados. Este sentimiento nos hace mejores y nos mueve a mirar a los demás como hermanos, a orar con confianza y a ponernos con libertad delante de ese Dios que conoce nuestros más íntimos pensamientos y los sentimientos de nuestro corazón: «Tú me sondeas y me conoces»2. Pero el Dios con el que nos relacionamos con esta confianza es mucho más que un interlocutor importante en nuestra vida, pues, como dice san Pablo, «en Él vivimos y nos movemos y existimos»3. Somos creados por Dios como fruto de su amor, y por ese mismo amor estamos llamados a retornar a Él a través de un camino espiritual que implica toda nuestra vida y nuestra persona. Un camino que recorremos, por así decirlo, en nuestra vida cristiana, pero no entendida como vida inmaterial, sino como existencia histórica, concretamente relacionada con personas y objetos, con circunstancias y sentimientos, hecha de realidades y fantasías, de expectativas y logros, de frustraciones y fracasos. Y así, teniendo en cuenta que la relación con Dios se establece necesariamente en medio de esas manifestaciones de la vida, y con todas sus ambivalencias, ¿por qué es necesario el 1

Tal es la experiencia de santa Teresa: «Sea bendito por siempre, pues tanto me esperó»: TERESA DE JESÚS, Libro de la 5 Vida, Prólogo 2; en Obras completas. Monte Carmelo. Burgos 2000 . (En algunas citas de esta obra actualizamos ligeramente la ortografía original, para facilidad del lector). 2 Salmo 139,1 3 Hechos de los Apóstoles 17,28

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acompañamiento pastoral? ¿Qué razones lo justifican, evidencian o promueven? Indicamos tres, aunque pueden habaer muchas más. 1) PORQUE LA VIDA CRISTIANA ES UNA RELACIÓN TRIANGULAR. El acompañamiento pastoral tan solo pretende ayudar en el camino de retorno al Padre. Por eso se puede entender esa relación pastoral como una relación triangular en la que no están presentes solo dos interlocutores (el acompañante y el acompañado), sino que siempre hay un tercero, que es Dios en la fuerza de su Espíritu, el cual siempre ilumina y mueve al acompañante, que discierne lo que debe decir de parte de Dios; y, por supuesto, también mueve siempre a la persona acompañada a buscar y poner en práctica las mociones espirituales que siente dentro de sí. La relación es triangular, porque Dios inspira por igual a ambos interlocutores y porque el Espíritu está siempre presente en el proceso espiritual que se acompaña4. 2) PORQUE LA VIDA CRISTIANA ES CAMINO QUE SE RECORRE EN COMPAÑÍA. Desde esta perspectiva, la relación con Dios se vive a lo largo de un camino que se recorre, como un itinerario espiritual con otros y para otros. Aunque existen otras muchas figuras posibles para expresar esta relación5, acudimos reiteradamente a la metáfora del camino, porque es una imagen que facilita la llamada a la propia iniciativa, a la búsqueda personal mediante el discernimiento, a la responsabilidad, a la necesidad de tomar decisiones cada día para elegir la dirección de la propia existencia. Pues el acompañamiento pastoral no exime del ejercicio adulto de la propia libertad. 3) PORQUE LA VIDA CRISTIANA SE SITÚA ENTRE EL DESEO Y EL LÍMITE. El acompañamiento pastoral se sitúa en la intersección de un sentimiento y una evidencia: por un lado, el deseo sincero de buscar personalmente el camino que Dios quiere que cada persona recorra; y, por otro, la convicción comprobada de la propia pobreza, ya que es mucho más difícil acertar en el camino cuando se va solo, de modo que la ayuda respetuosa de un guía facilita la búsqueda y la orientación.

Trabajo 3:  Durante unos momentos al menos, se puede dialogar sobre estas tres razones y comprobar su validez y alcance.  También se deja un espacio para que los componentes del grupo de reflexión añadan algunas razones más que justifiquen la necesidad de este servicio pastoral.

 LOS POSIBLES ACOMPAÑADOS: ¿A QUIÉNES ACOMPAÑAR? La acción pastoral que proponemos aquí obviamente va dirigida de una manera más directa a los jóvenes de hoy y al centro de sus vidas. Obviamente no quedan excluidos otros interlocuores de nuestra acción pastoral. Lo que aquí digamos sobre 4

También el acompañante debe atender a esa presencia de Dios, porque es Él quien se comunica directamente a cada persona: IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales (edición de Cándido de Dalmases), Sal Terrae, Santander 2004, n. 15. 5 Imágenes de fondo bíblico que iluminan la relación con Dios son, entre otras muchas, las de llamada, escucha, alianza, conversión, servicio, sabiduría, seguimiento, imitación, ascenso, crecimiento, maduración, amistad, etc.

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los jóvenes, podemos decirlo igualmente con respecto a adultos. Pero, refiriéndonos en concreto a los más jóvenes, hemos de tener muy presente lo que ya decía Martini: “Nadie en la Iglesia es un objeto, un caso o un paciente al que debemos tratar, y menos aún lo es la juventud... los jóvenes son sujetos que están frente a nosotros, con los que buscamos una relación entre iguales y un intercambio. Los jóvenes tienen algo que decirnos. Son Iglesia, con independecia de que coincidan o no con nuestros pensamientos o nuestras representaciones o con las prescripciones eclesiásticas. Este diálogo de igual a igual, y no desde una postura de superioridad o de respectiva inferioridad, garantiza el dinamismo de la Iglesia”6

Todo esto presupone un conocimiento mínimo por parte del acompañante de los jóvenes a los que quiere ayudar. Está claro que es difícil catalogar a los jóvenes, pues cada uno tiene su propia historia y cada uno ha recorrido su propio camino. En cualquier caso hay algunas características que pueden servirnos a la hora de describir, aunque solo sea aproximativamente, a los jóvenes de hoy7, que en el fondo son los jóvenes de siempre. Esta clasificación la efectuamos por su relación “al centro”, es decir por aquello que es lo más valioso y constitutivo de la vida de la persona, en el sentido en el que lo desarrolla A. Cencini en la obra que más abajo se cita. 1. Egocéntricos o narcisistas Son aquellos jóvenes que permanecen niños, jóvenes adolescentes, eternos buscadores de una autorrealización imposible de alcanzar, desconocen el altruismo. Todo lo piensan y viven desde el “ego”. A menudo suelen presentar problemas de autoaceptación. A estos jóvenes hay que ayudarles a pasar del "yoyismo" o “egocentrismo” a la donación. Ellos tienen que llegar a entender y luego a vivir aquello de que "es dando como se recibe" y que "hay más alegría en dar que en recibir". A estos jóvenes no le hará daño alguno saludables baños de realismo y el provocar la crisis de autoestima y de realismo. 2. Excéntricos Son jóvenes que ponen el acento y en el centro de su vida pseudo valores que no pueden dar sentido a la propia existencia: sexo, drogas, dinero... Normalmente son jóvenes con comportamientos extraños, necesitados de salir de la norma. Son imprevisibles en sus reacciones. En estos casos es necesario partir de los vacíos en que se encuentran, las ánforas vacías que trasportan, como la autosuficiencia. Al mismo tiempo, el acompañante ha de estar en situación de identificar los pozos de agua viva. Es lo que hace Jesús con la samaritana (cf. Jn 4, 1ss). 3. Descentrados

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C.M. MARTINI – G. SPORSCHILL , Coloquios nocturnos en Jerusalén. San Pablo, 2008. 76-77. AMADEO CENCINI, Il cuore del mondo. Accompagnare il giovane al centro de la vita. Paulinas, Milano 2006, 19-23.

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Son jóvenes indiferentes, vacíos, que viven relaciones meramente virtuales. Generalmente no llevan ninguna obra a término. Son jóvenes superficiales que nada sienten, nada gozan, nada sufren, nada deciden. Esta es una tipología de jóvenes muy difíciles de acompañar. Se requiere mucha paciencia y mucho tacto para interesarlos por algo que merezca la pena. 4. Hiperconcentrados Son jóvenes "obesos" sicológicamente. Enarbolan su centro como una bandera y se protegen detrás de ella, escondiendo complejos de inferioridad, inseguridad, de relación. A este tipo de jóvenes hay que desenmascararlos, haciéndoles ver que detrás de la "bandera" se ocultan muchas debilidades. Hay que ayudarles a descubrir la verdad de sí mismo. Aquí la crisis de realismo puede jugar un papel importante. 5. Jóvenes en búsqueda de su centro Suelen ser jóvenes inquietos, sanamente insatisfechos consigo mismo, en búsqueda de algo que dé sentido a su vida. Son jóvenes con grandes ideales y muy generosos. A estos hay que ayudarles a vivir la tensión constante hacia la verdad, y desde ahí estimularles a una decisión libre y responsable que les lleve a la donación total de sí mismos, dentro del proyecto de Dios para ellos. Hay que ayudarles y educarles en el sentido de lo objetivo, que existe independientemente del sujeto, más allá de sus sentimientos. Hay que ayudarles a colocar el misterio pascual como el centro de su vida. Ello le dará la certeza definitiva de sentirse amado desde siempre y la fuerza para amar siempre, en todo momento y sin límite alguno.

Trabajo 4:  Con relación a la clasificación de jóvenes presentada a continuación, mantenemos un diálogo. Es una clasificación entre muchísimas otras,... pero ¿qué aporta para nuestra comprensión de los jóvenes?  ¿Añadirías algún grupo-tipo más? ¿suprimirías alguno de ellos?

 ACOMPAÑANTES: ¿QUIÉN PUEDE SER ACOMPAÑANTE? La evangelización de esos jóvenes es empeñativa. Más aún: “No podemos enseñar nada a los jóvenes: podemos, sí, ayudarles a escuchar al maestro interior”8. Y hemos de suscitar y capacitar a nuevos acompañantes. Existe una gran variedad de perfiles entre los acompañantes pastorales (edad, formación, enfoque, trayectoria,...), de manera que muy distintas personas pueden acompañar muy bien y de diversos modos a muy diferentes acompañados.

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C.M. MARTINI – G. SPORSCHILL , Coloquios nocturnos en Jerusalén. San Pablo, 2008. 91.

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Sin embargo, una persona que acompaña a otra debería tener algunos rasgos básicos, como ser adulta en la fe, humanamente madura y capaz de establecer una relación pedagógica de ayuda espiritual; cualidades que pueden darse ciertamente en personas con un perfil personal muy distinto. Es cierto que los datos que confirmen estos rasgos no siempre los puede conocer la persona que busca acompañamiento; pero generalmente podemos saberlos por otras personas, o podemos deducirlos por el puesto o misión que le hayan confiado sus superiores o su comunidad de fe. a) ADULTA EN LA FE. Que sea una persona adulta en la fe significa que ha recorrido unos cuantos tramos del camino cristiano con cierto provecho; lo cual no depende solo de la edad, pues hay personas jóvenes que en poco tiempo llegan muy lejos. También se ha de suponer que ha tenido, a su vez, algún acompañamiento espiritual, ha seguido la guía de otra persona y ha caminado al mismo tiempo con docilidad y libertad espiritual dentro de la Iglesia. Ser adulto en la fe significa también que en su recorrido cristiano seguramente ha tenido y superado cristianamente alguna crisis, alguna contradicción, alguna frustración de sus expectativas. Y que cree en la oración y lleva a ella todo cuanto escucha en sus diálogos, pues no siempre sabe qué es lo mejor para su acompañado, qué es lo que Dios quiere de él. b) HUMANAMENTE MADURA. Una persona humanamente madura significa que ha tenido un desarrollo psicológico normal, que ha integrado de modo suficiente sus distintas cualidades y potencialidades y que es ecuánime en sus relaciones interpersonales. Se muestra, por ejemplo, en que sabe mantener el equilibrio adecuado entre la distancia y la cercanía, que no se asusta por las cosas que escucha ni se desalienta fácilmente por las deficiencias de la persona acompañada; que mantiene sus convicciones con cierta estabilidad y explica el fundamento de las cosas que dice. c) CAPAZ DE AYUDAR. Una persona capaz de establecer una relación pedagógica de ayuda espiritual muestra habilidad para escuchar y acoger, para preguntar y explicar, para animar y contrastar; esa persona escucha todas las explicaciones, pero dice francamente su opinión y no chantajea afectivamente ni se deja manipular. Una persona fiel a los compromisos y siempre respetuosa, que no busca tener razón, sino solo y siempre ayudar a la persona acompañada. Carl Rogers señala la tres actitudes básicas del orientador que son aplicables al acompañante:

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 CONGRUENCIA: El adulto que acompaña al joven en su camino vocacional debe ser una persona coherente, auténtica, transparente, es decir, alguien que está de acuerdo consigo mismo, que sea capaz de captar los sentimientos y vivencias que le están afectando en la relación, que no esté en desacuerdo entre lo que está viviendo a nivel profundo y lo que está diciendo.  COMPRENSIÓN EMPÁTICA: Le ayudará a discernir los sentimientos que experimenta el joven y a captar su mundo experiencial. Y si se quiere hacer viable el acceso al encuentro con el joven inseguro y vulnerable de nuestros días, el acompañante debe adoptar una actitud de acogida incondicional.  ACEPTACIÓN INCONDICIONAL. Se trata de crear el clima de confianza imprescindible para el acompañante, que requiere conocimiento de la historia del acompañado, de sus inquietudes, sus expectativas. Es un reconocimiento de su persona, frente a los principios e instituciones. d) PREPARADA. El acompañante, finalmente, debería tener alguna preparación para el tramo de camino espiritual que la persona acompañada debe recorrer, y debería ser prudente y discreto para asesorarse en algún punto particular, o estudiarlo más despacio, antes de afirmar rotundamente o encaminar a nadie por un camino incierto. Pues a veces el acompañante debe consultar con otra persona, manteniendo siempre el secreto sobre la identidad del acompañado, sobre situaciones especiales que quizá no entiende bien, como puede ser el caso de diversas cuestiones vocacionales complejas, problemas matrimoniales, situaciones morales serias y dudosas (por ejemplo, del ámbito laboral, económico o biomédico) o de experiencias espirituales extraordinarias. e) LO QUE NO PUEDE DAR UN ACOMPAÑANTE Conocer mejor el papel del acompañante nos ayudará a realizar adecuadamente este ministerio.  No se espera del acompañante que sea un clarividente que diga con autoridad incuestionable al acompañado lo que debe hacer en cada circunstancia; ni debe erigirse en un apoyo en cada sobresalto que tenga su ayudado, ni ser un taumaturgo de sus dolencias y patología; ni un psicólogo que alivia o mejora las neurosis o ansiedades del acompañado.  Tampoco hay que considerarlo como un amigo al que se busca para tener un momento de desahogo, para mantener con él una entrevista entretenida y culta o para sostener sesudos debates teóricos sobre temas de fe, de política, de cultura, etc. f) LO QUE SÍ DEBE OFRECER  Lo que, por el contrario, se puede esperar del acompañante es que acoja con respeto y afecto al acompañado y escuche todo cuanto este tenga que decirle; que le ayude a discernir juntamente, buscando la voluntad de Dios sin tener siempre todas las seguridades en la mano. 9

 También se debe esperar que proporcione la instrucción necesaria o las orientaciones convenientes de tipo espiritual, teológico o moral, ya sea por sí mismo, ya sea indicando algunas lecturas convenientes; y dentro de esta formación puede tener un lugar importante la iniciación a la oración personal y a su discernimiento.  El acompañante hará bien en confirmar de vez en cuando el camino que el acompañado va recorriendo con acierto, así como confrontarle alguna vez si considera que no está haciendo lo que debe.  También, finalmente, el acompañante podrá indicar algunas actividades o tareas que conviene que el acompañado ponga en práctica para llevar a la vida lo que advierte en la entrevista.

Trabajo 5:  Se pide a los participantes que, desde su experiencia activa como acompañantes o pasica como acompañados, añadan algunas cualidades importantes más que crean que el acompañante ineludiblemente debe tener.  Tratar de comentar entre los participantes las tres características que cada uno considere más importantes.

 ENFOQUES: ¿CÓMO ENFOCAR EL ACOMPAÑAMIENTO? Podemos hablar de tres tipos principales de acompañamiento pastoral por el enfoque global que adoptan tanto el acompañante como el acompañado. Simplificando estas perspectivas, derivadas de las ciencias humanas, podemos ver, estos tres tipo. 1.

CENTRADO EN TEMAS. En primer lugar, que hay un enfoque más centrado en los asuntos y problemas. El asunto o problema planteado por el acompañado se analiza de modo más o menos racional y espiritual, buscando las soluciones posibles. Se trata de un acompañamiento orientado a facilitar la resolución de un problema más o menos duradero o de una situación compleja, como puede ser cómo afrontar un episodio familiar difícil, o clarificar una duda seria de fe, o tomar una decisión con criterios cristianos sobre aspectos de la vida cotidiana; ver la mejor solución a una crisis de pareja,...etc. La misma vida es un lugar de dificultades y problemas. Hay otras personas que buscan en el acompañamiento una ayuda para afrontar aspectos muy antropológicos, como puede ser una baja autoestima, una dificultad grande para las relaciones, una etapa de tono un tanto depresivo, algún problema persistente de raíz afectiva o sexual... Todos estos ejemplos parecen mostrar un enfoque centrado en el problema, de modo que el acompañamiento termina cuando el problema queda solucionado o, al menos, un tanto encauzado. 10

Otras veces, el acompañamiento no está orientado propiamente a solucionar un problema, sino a iniciar o a consolidar una vida espiritual, por lo que el acompañante se propone una pedagogía de la interioridad, inicia a métodos distintos de oración o enseña a practicar la lectio divina. También aquí existe un tema (iniciarse en la experiencia espiritual) que centra el trabajo de los interlocutores y sus encuentros. 2.

CENTRADO EN LA PERSONA DEL ACOMPAÑADO. Pero existe un segundo tipo de acompañamiento que está más bien centrado en la persona, por cuanto los temas planteados en la entrevista pierden pronto su protagonismo, y el interés se va centrando paulatinamente en la persona misma que plantea las cuestiones, y ya no en sus problemas. El acompañante, en este caso, procura fortalecer la capacidad de hacer frente a los conflictos desde las potencialidades que tiene en sí misma la persona, recursos quizá dormidos. La fuerza de este tipo de acompañamiento consiste en responsabilizar a la persona de la solución de sus problemas, y crear las condiciones favorables para que esa persona confíe adecuadamente en sí misma. El acompañado, generalmente, adquiere esa confianza poco a poco al sentirse escuchado, acogido, respetado y dejado a su libre iniciativa. Este tipo de acompañamiento puede terminar cuando la persona se sienta suficientemente fuerte, comprenda que puede hacer frente a la vida por sí misma y quizá ya no necesite continuar con los encuentros.

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CENTRADO EN EL PROCESO ESPIRITUAL. En tercer lugar, podríamos hablar de un acompañamiento más bien centrado en el proceso espiritual que recorre el acompañado. En este enfoque, no son propiamente los temas los que centran el trabajo del acompañamiento, ni siquiera la seguridad personal y las capacidades de la persona en cuanto tal, sino que, teniendo en cuenta los problemas y a la persona concreta, el acompañante se fija más en la meta hacia la que tal persona concreta es llamada, atiende a la vocación a que debe responder, mira al crecimiento continuo en Cristo... Y, mirando a aquella meta, entiende y señala con más seguridad el trecho de camino que en ese momento el acompañado debe recorrer. Por lo tanto, se entienden los distintos problemas que surjan como piezas de ese proceso, y el sujeto puede hacerles frente con más o menos facilidad, pero siempre buscando seguir en el camino comenzado del servicio divino. Lo importante es recorrer bien esta parte del camino, que apunta a una meta determinada. Esta perspectiva puede apoyarse en itinerarios espirituales conocidos que el sujeto incorpora en su espiritualidad, como puede ser el camino evangélico del discípulo, un recorrido espiritual inspirado en el ciclo litúrgico o un itinerario espiritual de alguna tradición espiritual formulada en clave de ciclos, semanas, moradas o subidas. 11

Aunque estos tres modelos de acompañamiento son visiones un tanto simplificadas, y cada uno de los modelos puede integrar elementos de los otros dos, lo cierto es que esta mirada puede ayudarnos, como personas acompañadas, a entender algo mejor cómo queremos situarnos en el acompañamiento: si planteando diversas cuestiones, fortaleciendo nuestras personas o afrontando los retos de nuestro largo camino cristiano. Aunque todo es beneficioso, el acento de nuestro interés condicionará el tipo de acompañamiento que llevemos y sus efectos.

Trabajo 6:  A la vista de los enfoques presentados, presentar algunos desenfoques reales que se den en nuestra pastoral ordinaria, relacionados con el trato pastoral con otros.  Según tu experiencia, ¿cuál de los tres enfoques de acompañamiento sería el más adecuado en la relación pastoral atendiendo a las necesidades de los interlocutores?

 HERRAMIENTAS: ¿CÓN QUÉ INSTRUMENTOS SE ACOMPAÑA? 1. CON LA PRESENCIA Y CERCANÍA PASTORAL ACTIVA Y PERMANENTE El acompañamiento es una relación de ayuda que se ofrece a quien realiza un camino espiritual de fe. El origen latino de la palabra “acompañamiento” viene de cum-panio, “el que comparte el pan” en el camino. Un icono elocuente de esta relación de ayuda es el relato del camino de Emaús (Cf. Lc 24, 13-16). Según ese icono, “acompañar” implica:  Tomar la iniciativa de ponerse al lado. Es lo primero. Se trata de colocarse en una cercanía permanente que le permita compartir real y físicamente la vida. Solamente esa proximidad garantiza el necesario conocimiento personal, imprescindible en el cultivo espiritual. Debe dar precedencia a este servicio, porque es el camino normal del crecimiento cristiano.  Presencia física o psicológica. El acompañamiento no se reduce a la entrevista personal. Debe permitir otros espacios de comunicación y condivisión: trabajos, oraciones, convivencia, conocimiento del medio en que se desenvuelve... Hay unos “espacios psicológicos” que son importantes: Un acompañante no puede estar físicamente en todos los momentos de la vida del acompañado. Pero ciertamente puede compartir sus experiencias más significativas (familiares, afectivas, relacionales, académicas,...)  Recorrer juntos un camino. Su punto de partida es la situación actual del otro, sus propias preguntas, cualesquiera que sean, y su meta es alcanzar la madurez de su fe, que pasa por la búsqueda y acogida del misterioso proyecto pensado por Dios para él. Es como una peregrinación hacia el 12

estado adulto de la persona, llamada a decidir por sí, en libertad y responsabilidad, según la verdad del misterioso proyecto pensado por Dios para ella9. Tal peregrinación se realiza por etapas -se trata de un proceso-, en compañía de un hermano/a mayor en la fe y el discipulado, que conoce el camino, la voz y los pasos del Señor, que ayuda, desde su experiencia, a reconocer al Señor que llama y discierne el camino para llegar a Él y responderle10.

 Señalar la presencia del Otro. Es una importante tarea del acompañante y, al mismo tiempo, admitir la naturaleza relativa del propio acompañamiento, que es mediación de tal presencia. Su tarea es ayudar a reconocer la procedencia de la voz misteriosa: no habla de sí mismo, sino que anuncia a Otro, ya presente. Él es la verdadera fuente de la vida. No se trata por tanto solamente de ofrecerles ayuda para resolver eventuales problemas o superar posibles crisis, sino también estar atentos al crecimiento normal de cada uno en todas y cada una de las fases y estaciones de la existencia, de manera que quede garantizada esa juventud de espíritu que permanece en el tiempo y que hace al creyente cada vez más conforme a los sentimientos de Cristo (cf. Fil 2, 5)11.  Mostrar el pozo. Los pozos son aquellos lugares y momentos, situaciones y eventos que se convierten en fuente de vida y de felicidad para los jóvenes, donde acuden tarde o temprano con sus ánforas vacías. Ello implica, entre otras cosas, que nuestros ambientes pastorales se conviertan en “pozos”, fuentes de vida, lugares de sentido y de experiencia de una felicidad nueva e impensada.  Compartir. Acompañar es, además, compartir la propia experiencia de fe, esperanza en Dios junto con la fatiga en la búsqueda: no para imponer, evidentemente, sino para atestiguar la grandeza de una vida que se realiza según el designio de Dios. El registro comunicativo del acompañamiento no es tanto el didáctico o exhortativo, ni tampoco el de amistad, sino el de la confessio fidei12. En este sentido, lo que se pide de un acompañante es fundamentalmente el que sea un testigo, capaz de narrar su propia opción de vida y su propio camino vocacional. No se le pide que sea un dechado de perfección, sino que cuente su vida con lo que ello comporta: dificultades, riesgos, sorpresas, belleza13. 2. CON LA ENTREVISTA DE AYUDA ESPIRITUAL

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Hay un proyecto objetivo de la voluntad de Dios que es válido para todos (los mandamientos, el Magisterio de la Iglesia...) y un proyecto subjetivo, que es válido para cada persona. El conocimiento del proyecto objetivo es necesario para todos. Será responsabilidad del acompañante hacer conocer este proyecto y pasar del proyecto objetivo al personal. El acompañamiento está llamado a hacer un diálogo entre el proyecto objetivo y el subjetivo. 5 Cf NVNE, 34c. 11 Cf. CIVCSVA, El servicio de la autoridad y la obediencia, Vaticano 2008, 22, 13. 12 Cf. NVNE, 34c 13 Cf. Idem

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La entrevista personal es parte integrante y esencial en el acompañamiento. Es un momento importante para ayudar a otro a realizarse plenamente como persona y como cristiano.  No es un monólogo ni un "sermón" destinado a lograr unas actuaciones o convicciones en el acompañado.  No es un interrogatorio para enjuiciar al otro y que produce el nocivo efecto de la oposición o la defensa.  No es una discusión, cosa absolutamente ficticia además de innecesaria, por la gran desigualdad entre el acompañante y el acompañado.  No es un coloquio o tertulia amistosa y afectuosa, creadora de dependencias y que confunde su naturaleza. La entrevista personal es una comunicación interpersonal a través de una conversación estructurada que configura una relación dinámica y comprensiva desarrollada en clima de aceptación, con diversas finalidades como puede ser la de informar, orientar, cultivar unos procesos de maduración cristiana. Bruno Giordani en su libro "Encuentro y ayuda espiritual" habla de la entrevista llamándola "encuentro de ayuda". Con el término "encuentro de ayuda" se quiere indicar la situación creada cuando una persona solicita entrar en contacto con otra persona capaz y dispuesta a ofrecerle una ayuda a nivel en nuestro caso específicamente espiritual. Un coloquio de esta naturaleza fomenta el necesario clima de empatía, confianza y seguridad entre los dos interlocutores, de modo tal que quien solicita esa ayuda experimenta ser acogido y escuchado hasta el fondo. Esta comunicación solo es posible si de da la actitud de ESCUCHA ACTIVA. Esta es una exigencia fundamental para el acompañante. Por escucha activa entendemos la capacidad situarse en el otro, en el acompañado. El centro de la relación está en el acompañado. Una relación que no es simplemente formal e impersonal, sino una relación auténticamente interpersonal, pues solo así llama a la interacción. Para que haya un escucha activa, una escucha que crea relación, que transforma, se requieren seis cualidades14:  Empatia, que no es lo mismo que simpatía. La empatía supone percibir y comunicar con el otro, no solo ni principalmente a nivel objetivo de análisis, de conocimiento de temas, de ideas, sino de percibir al otro en la relación misma. Empatía es capacidad para salir de uno mismo y estar en el otro, recordando que la empatía no quita distanciamiento. Atención a que el acompañante no pierda su propia autonomía. El no poder tomar distancia imposibilita la ayuda, porque imposibilita la objetividad. La empatía es una relación en la que se está en el otro, sin perder la propia autonomía, lo que supone una afectividad y una razón bien estructuradas. La empatía posibilita, además, el percibir el nivel latente, más allá de lo que el otro

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CF. Javier Garrido, Discernimiento y acompañamiento, Instituto Teológico de Vida religiosa en Victoria, 23-26.

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expresa manifiesta explícitamente. Y, ¡atención!, no basta entender al otro, sino que el otro se sienta entendido.  Respeto, que significa aceptar a la persona sin juicio ni valor, más allá del bien y del mal. Esto supone, por parte del acompañante, el no emitir inmediatamente juicios. Los juicios bloquean la relación de ayuda. Supone aceptar al otro como tal como es. Supone fe en el otro, de creer que el otro es capaz de tomar la vida en sus propias manos y de tomar decisiones. Supone, también, el que el acompañante tenga una experiencia básica de aceptación propia. Solo una relación basada en el respeto permitirá al acompañado desplegarse desde u profundidad más profunda.  Calor, o lo que es lo mismo: interés vital, cuidado y preocupación por el otro. Todo ello nada tiene con la espontaneidad afectiva que muchas veces responde no a las necesidades del acompañado, sino del acompañante.  Honradez, autenticidad. El acompañante debe ser auténtico, mostrarse como es, humano, sin refugiarse en mecanismos de defensa. Honradez es dar información de uno mismo, pero siempre desde una relación asimétrica y no simétrica, al menos al inicio.  Inmediatez que es la capacidad de jugar con el presente, lo que se está viviendo en el momento presente, como instrumento básico del proceso mismo.  Concreción que es la capacidad para clarificar lo confuso que pueda haber en la comunicación o centrarse en el núcleo de la cuestión. La DINÁMICA INTERNA de la entrevista la podemos visualizar en el esquema que se ofrece, distinguiendo sus momentos estructurales, cada uno de los cuales tiene una finalidad operativa complementaria con el resto. No contamos aquí con tiempo para desarrollar la metodología práctica de cada uno de esos momentos. Pero encontramos suficientes materiales sobre los mismos al alcance. Y, seguramente en este foro, serán conocidos por todos.

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MOMENTO 1: ACOGER 

ACCIÓN: ESCUCHAR  No es lo mismo que oir, esto es, percibir materialmente un mensaje.  Se trata de escuchar los mensajes verbales y los no-verbales.  Esto no suele ser fácil. Supone previamente la acogida con el saludo, la delicadez, la calidez, ofreciéndole toda la atención.



REACCIÓN: AUTOEXPLORACIÓN 

Una persona que se siente escuchada dice más de lo que tenía pensado decir. Y por el contrario, para que una persona no hable, lo mejor es no escuchar.

MOMENTO 2: RESPONDER 



ACCIÓN: REFLEJAR (Contenido-sentimiento-relación entre ambos) 

Se trata de ser un espejo que devuelva la imagen que se recibe, de forma breve, ordenada y precisa. Sin añadir nada a lo que se ha dicho. No se aporta nada, sino que simplemente se devuelve lo que la otra persona ha dicho.



Se trata de unir con nexo el contenido y el sentimiento expresado. Hacer esto es una de las cosas más difíciles de hacer.

REACCIÓN: COMPRENSIÓN 

La person alcanza a comprender lo sustancial de su persona y esto es algo que parece casi milagroso.



De esta manera va comprendiendo lo que va diciendo y va avanzando.

MOMENTO 3: CONFRONTAR 



ACCIÓN: PERSONALIZAR 

Se trata de ayudar a la otra persona a que ponga su firma al final de la declaración. Esto suele resultar un poco difícil el hacerlo.



Es humano culpar a otro cuando algo va mal. Existe una tendencia a poner fuera las causas de nuestros problemas colocándolas en otros.



La forma más sencilla de resolver el problema es reconocer qué parte desempeña en el problema y buscar el medio de disminuirla o suprimirla.

REACCIÓN: RESPONSABILIDAD 

No es culpabilidad. Si se hace mal, se puede herir a la persona pero hay que asumir algún tipo y alguna cota de responsabilidad.



Se trata de que el acompañante facilite que el acompañado deje de ver las causas fuera donde nada puede hacer, sino dentro, donde puede controlarlo y cambiar.



Deben haber suficientes indicadores anteriores para llegar a esa conclusión.



Esta es la parte más importante, delicada y difícil del proceso. Si se supera con éxito, el otro comienza a ver claro su objetivo y a preguntarse cómo 16

puede conseguirlo.

MOMENTO 4: INICIAR 



ACCIÓN: INICIAR 

Consiste en sugerir caminos de respuesta para avanzar. Se trata, por tanto de proponer al otro claramente su objetivo y ayudarle a diseñar los pasos adecuados para conseguirlo.



Además se debe motivar a otro. Esto se consigue mostrándole un objetivo que satisface sus necesidades y unos pasos fáciles y concretos que están a su alcance, creándole la sensación de “siento que sí puedo hacerlo”.

REACCIÓN: COMPROMISO 

Es la reacción de la persona que se compromete a dar un paso hacia delante.



Ese compromiso debe ser lo más específico posible en cuanto a tiempo, lugar y periodicidad. Todo ello siempre en diálogo con él.

 PROCEDIMIENTO: ¿CUÁLES SON SUS PASOS FUNDAMENTALES? 1. LA OFERTA DEL ACOMPAÑAMIENTO A veces plantea dificultades el comienzo del acompañamiento, dado que muchos aún no han oído hablar de qué es esto del acompañamiento y desconocen en qué consiste. Para otros, las referencias recibidas pueden ser negativas y crear resistencias. Los términos dirección espiritual o acompañamiento pueden resultar ininteligibles o incómodos. Es necesario tenerlo en cuenta y hacer una oferta concreta que les invite a probar y a experimentar qué es eso del acompañamiento. Para hacerlo, conviene que la oferta atienda a la persona en sus circunstancias normales y en ese ámbito cuando surja el tema vocacional sea tratado adecuadamente. Pueden ayudar las encuestas por escrito o los cuestionarios... ofrecidos en diversas circunstancias. La oferta del acompañamiento tiene que tener algunas cualidades insoslayables: 

Que sea clara tanto en la presentación de su DESARROLLO y CONTENIDO como en las MOTIVACIONES DEL ACOMPAÑANTE. A veces es útil utilizar la comparación del entrenador con el atleta: este puede correr un rato al lado de su pupilo, pero no se trata de eso. Su papel es acompañarlo en los entrenamientos, observar cómo los hace, cronometrar sus marcas, ayudarle a mejorarlas, alentarle en la competición. Esta comparación no es exacta sino aproximativa, pero no se trata de darle al candidato una lección sobre lo que es el acompañamiento personal, sino de una determinada indicación para lo que sirve o no. Y debe situarse en una posición intermedia entre la FRÍA NEUTRALIDAD Y EL APASIONADO INTERÉS. La propuesta no debe ser tan impersonal que no despierte interés, ni el acompañante debe mostrar tanto empeño que dé la impresión de que está suplicando que acuda a hablar con él para colmar así una 17

necesidad suya. La propuesta ha de respetar siempre la libertad del otro, y en este segundo caso no estaría garantizada. 

Que sea atractiva. Sin pretender ninguna manipulación creemos que una buena presentación de lo que es el diálogo pastoral o vocacional en su caso, añadiendo, según las edades, unas gotas de aventura, de idealismo, o de romanticismo, puede permitir que un mayor número de candidatos se beneficien del mismo. O con otras palabras, hay que saber ofrecer el producto con una buena envoltura, para que tenga un cierto gancho o tirón.



Que ya directa o implícita, tal oferta alcance al otro. Que sea directa hace referencia a la presentación del acompañamiento como actividad valiosa desde y por sí misma, que puede ser ofrecida desconectada de otras actividades. Pero puede ser implícita como parte integrante de otras actividades (como actividad para superar un determinado nivel de catequesis; pertenecer a un determinado grupo; asistir a ejercicios espirituales personalizados; comenzar un grupo; comenzar a clarificar la propia vocación, solucionar un problema, evaluar la propia marcha en el grupo cristiano...)

2. ¿QUIÉN DEBE LLEVAR LA INICIATIVA EN LA PRIMERA TOMA DE CONTACTO? El inicio del acompañamiento puede estar promovido por el pastoralista, o también por quien busca una ayuda y acude en busca de quien pueda dársela. Nos detenemos en este momento en ambas posibilidades pastorales. 

Cuando la iniciativa parte de la persona que busca ayuda Una vez realizada la oferta de manera pública y abierta –o incluso al margen de esa oferta- alguien puede venir a pedir una entrevista de ayuda. No podemos decir si este caso normalmente es raro. Depende de tantos factores (necesidades, presentación de la oferta, nivel del grupo...). Pero se da. En la mayoría de los casos, hay tres causas frecuentes que mueven a alguien a acercarse a la experiencia del acompañamiento por primera vez: 1) La existencia de un problema determinado que lo angustia Por problema no queremos decir que se trate siempre de un conflicto que deba resolver el joven, sino que puede tratarse de cualquier situación no asumida y que por lo tanto resulte angustiosa. No es raro que después de unas primeras frases más o menos intranscendentes, suelte repentinamente el gran paquete. Y tampoco es raro que, a continuación, vengan las lágrimas. Y sabemos lo que hay que hacer: No comenzar enseguida dando consejos o quitándole importancia al problema, que es la mejor manera de cortar la comunicación, en sus comienzos. Más bien, empatizar: escuchar, espetar, compartir sufrimientos... Ya habrá momento para profundizar... 2) La simpatía hacia el acompañante El acompañado se acerca a un hermano mayor al que de alguna manera admira; ello de forma totalmente desinteresada o buscando el prestigio que 18

le pueda dar esa relación: prestigio a sus propios ojos, ante los de los compañeros o adultos... Este deseo de revalorización, de ganar estima, en cuanto le da confianza y seguridad, no es malo en sí mismo. Pero si el acompañante no ve una verdadera comunicación y confrontación, debe irlo llevando suavemente a una relación más profunda y, si no lo consigue, plantearle claramente su función. 3) La curiosidad Curiosidad por ver de qué se trata en realidad esa relación que se le ha propuesto; o bien para saciar una primera curiosidad que, a su vez, puede suscitar otra segunda cuestión, preguntando al acompañante (por ejemplo, sobre el tema de la afectividad, sobre informaciones varias, etc.). En ambos casos la habilidad está en aprovechar el primer contacto conseguido para hacer progresar la relación por caminos de mayor verdad.  Cuando la iniciativa parte del acompañante La propuesta del acompañante puede realizarse en la forma de invitación personal también. Hay que perder los miedos a evitar esta situación, que para muchos supone una auténtica bendición, porque se les hace fácil lo que ellos mismos deseaban hacer pero por timidez no se atrevían. En este sentido: 

Se sondea en el primer contacto si la persona quiere mantenerse en ese contacto singular de diálogo, si es que no había venido antes por timidez, por ignorancia,..etc.



A partir de ahí, pueden ocurrir dos cosas: O bien que esa persona pida volver a tener alguna entrevista más, por lo satisfactorio del encuentro. O todo queda en esa entrevista, no pastoral, lo más distendida y agradable posible. Incluso en este último caso, ello no supone un fracaso, porque si la persona en cuestión ha percibido buena acogida y respeto, no es imposible que, más tarde, en una situación distinta acuda a consultar sus cosas con el mismo u otro acompañante.



El hecho de llamar a alguien para mantener un encuentro personal no plantea -no debe plantear- problemas para la colectividad.... con tal de que todos los compañeros o conocidos del acompañado sientan que tienen la misma posibilidad y son acogidos de la misma manera.

3. ÁMBITOS APTOS PARA DAR INICIO AL PROCESO DE ACOMPAÑAMIENTO a) COMIENZA POR UNA CONVERSACIÓN. El acompañamiento suele surgir a partir de alguna conversación con adolescentes y jóvenes que entienden su vida desde una óptica semejante a la nuestra; pues ayuda mucho a un creyente tratar con otros creyentes para ayudarse mutuamente a vivir cada uno su fe 15. Y esas conversaciones pueden surgir en muy distintos contextos. 15

«Porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros lo que le sirven para ir adelante»: TERESA DE JESÚS, Libro de la Vida, 7,22.

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b) EN UN ÁMBITO ECLESIAL. Después de la familia, para algunos jóvenes la parroquia o su centro pastoral es el ámbito natural de crecimiento de su fe y donde encuentran a un hermano o hermana mayor con la que tener un diálogo orientador en algún momento de su vida. Puede ser el sacerdote, el catequista de confirmación, el monitor del grupo juvenil, la religiosa que dirige algunas actividades... A veces, ese diálogo pastoral surge a partir de un encuentro casual, de la preparación de una actividad, de una reunión de grupo especialmente significativa o de la celebración sacramental de la reconciliación, en la que nos hemos sentido especialmente acogidos o perdonados. c) EN EL ÁMBITO EDUCATIVO. Para otros, el lugar donde puede surgir el acompañamiento espiritual es el colegio, público o privado, confesional o laico. El encuentro con algún profesor o profesora, quizá cristiano comprometido, que invita a una convivencia o a una excursión; la entrevista de tutoría escolar que en algún momento explora terrenos más personales; la persona que desarrolla una función pastoral en el centro educativo... d) EN OTROS ÁMBITOS. Hay casos en que el encuentro con la experiencia de acompañamiento surge en otros ámbitos más extraordinarios, como una residencia universitaria, el servicio en las fuerzas armadas (por ejemplo, en misiones difíciles o fuera de las fronteras del país), o una estancia en el hospital con motivo de una enfermedad, propia o de algún familiar. e) EN GRUPOS O MOVIMIENTOS. Para otros el acompañamiento espiritual puede surgir en el seno de grupos o movimientos cristianos, como grupos de oración, movimientos de acción apostólica, grupos de trabajo social cristiano, equipos matrimoniales, comunidades de vida, catecumenados, voluntariados y otros modos de vivencia consciente de la fe en el medio en que cada uno vive. Forma parte de su formación y es un instrumento de crecimiento. f) EN UNA ACTIVIDAD ESPIRITUAL. Muchos se han visto motivadas al acompañamiento por la experiencia espiritual en algún retiro o convivencia cristiana o en algún cursillo, por su participación en una Pascua o en unos Ejercicios Espirituales. En estas circunstancias experimentan la cercanía de Dios y, en adelante, se proponen tomar en serio el seguimiento de Jesús. Y sucede también que alguna persona (quizá quien dirige el retiro, el cursillo o la experiencia en cuestión) les ha orientado con alguna de sus sugerencias, y esa misma persona u otra parecida podría ayudar en ese propósito. Y es que una experiencia espiritual intensa suele suscitar el deseo de comunicarla, de confirmarla y de ser orientado para hacer algo a partir de ella; y así puede surgir el acompañamiento espiritual. g) EN LA INICIACIÓN CRISTIANA Y DIVERSOS SACRAMENTOS. Si el acompañamiento puede ayudar mucho en procesos de iniciación o de crisis de vocaciones especiales, otros muchos momentos de la vida cristiana pueden beneficiarse de él, como, por ejemplo, todo el camino de la iniciación cristiana a través de la catequesis de los adolescentes, jóvenes y adultos. También la práctica de los sacramentos puede enriquecerse con un acompañamiento temporal; por ejemplo, para profundizar la preparación al sacramento de la 20

confirmación, o para revisar un poco la vida y las disposiciones creyentes ante el sacramento de la reconcilicación (sin que se pueda confundir con ella). También es un encuentro con Dios muy importante para la vida de un cristiano el sacramento de la reconciliación. En él los creyentes actualizamos la llamada de Jesús a la conversión, completamos nuestro proceso de arrepentimiento y reparación del mal hecho, declaramos nuestras faltas y pecados ante la Iglesia, recibimos el perdón y la paz de Dios y, en definitiva, nos dejamos reconciliar por Dios16. A lo largo de la historia, muchas personas hablaron, en el ámbito de este sacramento, de las cosas buenas que hacían por amor de Dios y de sus experiencias espirituales, pidiendo confirmación de su camino cristiano y realizando dentro del sacramento una verdadera dirección espiritual17. A su vez, algunos santos ejercieron gran influencia sobre muchas personas a través de la dirección espiritual que surgía en el ámbito de la confesión. h) ENCUENTROS INFORMALES. Con lo anterior queda señalada la diversidad de ámbitos y estilos de encuentros pastorales válidos que pueden derivar hacia un acompañamiento pastoral o pueden incorporar plenamente esta forma de ayuda. Pues bien, en cualquiera de los espacios anteriormente indicados pueden producirse encuentros informales y esporádicos que pueden ser aprovechados para hablar sobre alguna situación particular que agita o preocupa, o sobre una decisión que se deba tomar. Lo cual puede suceder, por ejemplo, cuando un muchacho habla con su tutor en el colegio acerca de una dificultad académica que tiene su explicación en una tensión familiar o en su difícil relación con los compañeros de aula. O cuando una muchacha trata con la religiosa que lleva su grupo de confirmación en la parroquia para confiarle su primer y doloroso desengaño amoroso. 4. LAS FASES DEL ACOMPAÑAMIENTO De este modo, en muy distintos ámbitos se manifiesta alguna preocupación que agobia y encontrar la escucha, comprensión y, seguramente, la respuesta orientadora. A través de los encuentros informales a los que hemos aludido se afronta un problema puntual, se ilumina a la luz de la experiencia humana y del evangelio, se revisa el modo de afrontarlo y se aporta una cierta reflexión para un nuevo enfoque de la situación. Hacer una consulta, verbalizar o escuchar a otro no hace a los jóvenes más infantiles o dependientes, sino más sociables y adultos. Y a partir de estos encuentros informales se plantea la posibilidad de mantener en adelante otras conversaciones con esa misma persona. Quizá hablar dos o tres veces al año permite encauzar mejor alguna situación o etapa de la vida del acompañado. Y de este modo puede empezar un acompañamiento más continuado, si se ve su utilidad.

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2 Corintios 5.20. Así hicieron Ignacio de Loyola o Teresa de Jesús. San Juan Bosco acudió durante muchos años al consejo de su santo confesor, José Cafasso, un magnífico director espiritual. 17

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Si esto ocurre, el acompañamiento que se inicia sobre la anterior base puede establecer varias fases. Señalamos cuatro que nos puedan servir como referencia inmediata y práctica: 1. Exploración. Es la primera intervención de acompañamiento. En las primeras entrevistas aparecerán, sobre todo, los datos externos: ambiente familiar, historia personal, motivaciones vocacionales... Lo ideal sería ayudar al acompañado, a través de preguntas abiertas, a la autoexploración. Pero en este caso el acompañamiento se va a prolongar muchísimo. Lo importante es que el acompañante no se precipite aún en hacer diagnósticos. Su tarea es escuchar y recordar, para tener un cuadro completo de referencias sobre el acompañado. 2. Relación que transforma. Aquí ya es indispensable generar un clima de confianza entre acompañante y acompañado que lleve a una verdadera intercomunicación. Entre ambos se desencadena una relación que interroga, cuestiona, hace crecer. La confianza no está dada desde el principio. Se desarrolla en la medida en que el acompañante muestra las tres actitudes “reinas”: empatía en la diferencia; coherencia o congruencia y acogida incondicional del acompañado. 3. Las crisis. Las crisis son normales en la medida en que se va avanzando en el autoconocimiento. "Pensaba que me conocía, pero no es así. ¿Quién soy yo realmente?". En momentos de crisis el acompañante debe estar más cercano, pero sin ahorrarle las crisis al acompañado. Éste tiene que vivir las crisis, que llegan cargadas de energía de cambio. El acompañante puede ofrecer pistas para caminar, pero nunca dar soluciones prefabricadas. Las crisis que no son vividas en su momento aparecerán después, con todo lo que ello significa. El acompañante deberá aprender a acompañar las situaciones críticas del acompañado. 4. La confrontación. Es una intervención muy importante. En ella se vive la tensión dinámica entre autonomía, autodirección por una parte; y ayuda, cercanía del acompañante por otra. La relación debe seguir siendo asimétrica. Es imprescindible, además, llegar a integrar los objetivos de la personalización, con los objetivos de la asimilación, de tal modo que cada uno vaya incorporando y apropiando progresivamente su proyecto de vida. Durante todas estas fases es fundamental tener en cuenta la tipología de cada joven y desencadenar un proceso gradual que toque estos tres núcleos:  La imagen de Dios  Las experiencias afectivas familiares  Confrontación con las motivaciones 3. ACOMPAÑAMIENTO DESDE LA PASTORAL VOCACIONAL A partir de aquí nos situamos ya específicamente en el ámbito de la pastoral vocacional, en la que trabajamos sobre el sentido vocacional de la vida y las decisiones que comporta. Muchas de las indicaciones sugeridas anteriormente tienen también cabida aquí, pero no 22

las podemos repetir. Estas páginas sólo pueden entenderse desde una perspectiva acumulativa, que integra las indicaciones anterioremente expuestas. En el proceso de pastoral vocacional podemos contemplar tres etapas de intervención pastoral: La siembra vocacional, la propuesta vocacional y el discernimiento de la vocación específica18.

 EN LA SIEMBRA VOCACIONAL

PARA DESPERTAR

1) SU ESPECIFICIDAD La siembra vocacional es la acción de depositar el evangelio de la vocación, que es la buena semilla, en la tierra buena que existe en el corazón de todos. En Pastoral Vocacional solamente se recogerá lo que se haya sembrado con anterioridad. Lo que se siembra es el evangelio, no otra cosa distinta. La vocación nunca puede ser una alternativa al evangelio. No se olvide esto jamás. Hay a lo largo del evangelio una fuerza provocativa y performativa que lo tiñe por entero, suscitando escucha, acogida y respuesta a una llamada. No hay nada en el evangelio que no sea llamada. La animación vocacional debe ser muy sensible a que esa dimensión provocativa del evangelio no quede silencia ni desvirtuada. A ella se la denomina “Kerigma” vocacional. El kerigma vocacional es el anuncio de una presencia (la del Señor que en la fuerza del Espíritu llama). Contiene la síntesis esencial del mensaje cristiano en el cual está concetrado el sentido vocacional de la vida, de la vida de todos. En esta etapa se cubren algunas cuestiones que tienen que estar presentes en lo posible y que aquí recuerdo:  La iniciación a la vida cristiana (catequesis regular en clave catecumental, introducción a la liturgia y oración, a la accion caritativa, a adquirir el sentido de identidad y pertenencia eclesial,...)  Las acciones del “despertar vocacional” insertas a los largo de todo el proceso de iniciación, como pueden ser:  Una catequesis de la vocación en general (presentación del significado de la vocación universal a la santidad, de la diferenciación y complementariedad de las diversas vocaciones (laical, ministerial y consagrada)  La presentación de la espiritualidad claretiana, de la Familia claretiana, de la Congregación y de la vocación claretiana en su triple modalidad presbiteral, diaconal y laical.  La creación de un ambiente de simpatía hacia la Congregación, sus comunidades y su misión apostólica. 2) ¿CÓMO HACER EL ACOMPAÑAMIENTO ES ESTA ETAPA?

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Cf. Lo desarrollado en los últimos capítulos de mi libro: Abrid el corazón. Pastoral vocacional en tiempos diíficiles y formidables. Publicaciones Claretianas, 2007; pp.159-223.

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a. Esta etapa de siembra está vinculada a la evangelización. Se incuye ordinariamente en las acciones de pastoral ordinarias, como un ingrediente que siempre debe estar presente. No es una etapa en la que el acompañamiento personalizado tenga un relieve destacado o requiera un trabajo de especial cualificación y dedicación. b. Conviene iniciar la “cultura del acompañamiento”. Aunque efectivamente es una etapa de acción pastoral, conviene ir creando una praxis de encuentro personal entre los responsables de la acción pastoral (APJs, animadores, catequistas, monitores,...) y sus destinatarios. Esto requiere entre otras cosas:  Facilitar espacios y momentos para las entrevistas personales que vengan incorporados en las mismas acciones pastorales que se realizan. Esto obviamente debe estar incluido en la programación y proyecto. Nunca puede ser una acción que se improvise.  Las entrevistas tienen que tener un sentido pastoral conocido por los responsables de la acción pastoral. Ese sentido está marcado por un objetivo y por un estilo de hacer las entrevistas.  Ofrecer una formación y un seguimiento a los mismos animadores para que sepan exactamente cómo se tienen que conducir en las entrevistas personales con los adolescentes y jóvenes. c. Buscar la integralidad. Las entrevistas deben marcar una amplitud suficiente: Abarcan toda la vida de la persona, pero se concentran en sus centros de interés y en la dimensión de fe, de manera que esta pueda incidir en aquella. No puede faltar en este carácter integral e integrador el tratamiento del presente y del futuro de la persona entrevistada; tomado desde el punto de vista de la fe.

 EN LA PROPUESTA VOCACIONAL

PARA INTERPELAR

1) SU ESPECIFICIDAD La propuesta vocacional es el final del trabajo de siembra. Supone su objetivo y culmen. Consiste en aquella acción pastoral por la que se incita o alienta a otra persona y de una forma directa y explícita a escuchar y acoger con disponibilidad la llamada que el Señor le hace para una vocación específica. La propuesta vocacional presenta las siguientes caraterísticas:  Es una acción pastoral de tiempo breve  Se realiza cara a cara  Utiliza una fórmula que contiene el núcleo vocacional: “¿Señor, qué quieres de mí?”, “Ven y verás”, “Sal de tu tierra...”, etc.  Es un mensaje más afectivo que racional  Admite la reiteración (en circunstancias que así lo aconsejen) Normalmente, la propuesta vocacional se enmarca dentro de un contexto pastoral de conocimiento, confianza, libertad y fe. Desde ahí, se tienen en cuenta, entre 24

otros, estos dos criterios prácticos:  Ser claros en la fórmula de la propuesta. Debe ser clara y punzante, nunca violenta. Y debe cuidar el carácter de mediación y la apelación a la libertad personal.  Dar tiempo suficiente a la reacción de candidato. La propuesta se debe hacer de manera propositiva, no impositiva. Y precisa de la paciencia y con la confianza, del acompañamiento y de la espera, de la ayuda y del respeto, de la libertad y de la docilidad discipular. Ello exige acompañar siempre. No dejar solos a los llamados. Colocarse a su lado.  Motivar la adhesión a la llamada. Invita a secundar la llamada. Ello supone despertar la disponibilidad y la aceptación, la adhesión y la correspondencia. No se confunde con otra llamada entre tantas que puede recibir el sujeto. 2) ¿CÓMO HACER EL ACOMPAÑAMIENTO EN ESTA ETAPA? En este momento conviene tener en cuenta algunas indicaciones específicas para orientar esta acción pastoral de propuesta: a. Aprovechar los momentos oportunos. Esos momentos son significativos para lanzar abiertamente la propuesta, pueden ser:  La entrevista personal que se ha iniciado ya en la etapa anterior  Una situación personal “especial” (ocasiones que den pie para hacer la propuestas y que tal vez no estuvieran programados o previsto...)  Un momento fuerte en la vida del sujeto (una intensa experiencia misionera, una experiencia fuerte de oración, encuentro con una persona significativa, campo de trabajo, pascuas...)  Con ocasión de actividades específicamente vocacionales ( Jornadas especiales, catequesis, testimonios...)  Con motivo de la asistencia a una ordenación sacerdotal, a una profesión, una visita a un centro formativo,... que haya podido causar impacto. b. Saber reconocer los signos vocacionales. La propuesta debe ser dirigida a aquellos que presente algunos signos que puedan ser entendidos como predisposiciones a plantearse a fondo el tema vocacional. La propuesta vocacional es, normalmente, algo puntual y directo.  Con frecuencia viene preparada de un proceso de trato y conocimiento de la otra persona.  Se puede hacer también de forma fortuita, con el cuidado requerido. El “olfato pastoral” del interlocutor también funciona.  Atender a ciertos rasgos característicos que se repiten habitualmente:  MOSTRAR IDONEIDAD PARA EL TIPO DE VOCACIÓN  SENTIRSE LLAMADO E INTERPELADO  HABER TENIDO UNA EXPERIENCIA PERSONAL DE DIOS  SENTIRSE IDENTIFICADO CON UN CARISMA 25

 



ESTAR ABIERTO AL MISTERIO SENTIR ATRACCIÓN POR PERSONAS-MODELO con un deseo de imitar sus comportamientos y actitudes semejantes, y la convicción de que vivir así hará vivir plenamente. MOSTRAR “DOCIBILITAS” PARA DEJARSE AYUDAR

c. Se trata de una intervención pastoral puntual. Es el momento culminante del proceso anteriormente realizado en la siembra vocacional, pero una vez lanzada la propuesta vocacional se deben tener en cuenta algunas acciones subsiguientes:  ATENDER LA REACCIÓN DEL CANDIDATO. Tras la propuesta vocacional se debe atender a la reacción del candidato. Dios ha hecho a las personas seres únicos y originales. Cada ser humano le dice “sí” a Dios con su peculiaridad propia. No se pueden homogeneizar las reacciones. Pueden darse, en principio, tres reacciones:

1º. Que el candidato acepte hacerse el planteamiento. Se inicia así un proceso de acompañamiento que durará hasta que tome una decisión concreta, en el sentido que sea. 2º. Que el candidato rechace hacerse el planteamiento vocacional, por las razones que sean, manifiestas o no. El agente pastoral habrá de ser respetuoso y comprensivo; evitará presiones innecesarias, a la vez que mantendrá abierta la posibilidad de un replanteamiento en un futuro. Si se mantiene la relación pastoral, posteriormente deberá abordar las causas de la negativa. 3º. Que el candidato retrase –por los motivos que sea- el planteamiento. Convendrá fijar un plazo aproximado, según las circunstancias, para retomar el tema.

 PROPONERLE UN ITINERARIO DE CLARIFICACIÓN VOCACIONAL. La propuesta vocacional es solo el comienzo. Si procede, la continuación del servicio, debe mostrar un itinerario concreto de clarificación personal. Por ello, se deben concretar estos puntos:

 

Fijar fecha de la nueva entrevista personal.



Acordar algunos criterios que deben estar siempre presentes:

Indicar sumariamente cómo se procederá para discernir la presunta llamada (basta con una indicación del itinerario de una forma global).  La libertad en el comienzo y desarrollo del discernimiento  La sinceridad y claridad para abordar los temas  Unos ciertos compromisos que se irán derivando de los encuentros (referentes a la oración y reflexión personal, al estilo de vida, a la organización del tiempo...)  Detalles concretos para el contacto (dirección, teléfono o correo electrónico...) 26

 EN EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL

PARA CLARIFICAR LA OPCIÓN

1) SU ESPECIFICIDAD Varias son las exigencias mínimas para el acompañamiento en esta etapa concreto. Inicio haciendo dos anotaciones. He aquí algunas: 

El acompañamiento mira al discernimiento. Entendemos por discernimiento la capacidad de comprender lo que viene de Dios y lo que le es contrario (cf. VC 73), lo que corresponde al proyecto de Dios sobre uno y lo que no corresponde. Puesto que la meta del acompañamiento es el discernimiento, sin una estrecha relación entre acompañamiento y discernimiento no se puede hablar de acompañamiento. Si el acompañamiento mira al crecimiento integral de la persona acompañada, dentro de los elementos esenciales para dicho crecimiento está el discernimiento. El acompañamiento es una mediación que pertenece a la tradición de la Iglesia que tiene como finalidad el discernimiento. Acompañamiento y discernimiento van de la mano. En una situación sociocultural y socioeclesial marcada por trasformaciones que no solo tocan a la vida social, sino que están modificando y reestructurando totalmente el modo de vivir, de pensar y de relacionarse, el discernimiento está llamado a convertirse en el camino obligatorio para atravesar la historia, y el acompañamiento la modalidad más adecuada para hacer crecer a las nuevas generaciones.



Relación entre acompañamiento y otras instancias de mediación. Por experiencia hemos de decir que el acompañamiento solo es eficaz cuando el acompañante y el acompañado colocan el acompañamiento en el seno de otras mediaciones, particularmente: una comunidad cristiana, el compromiso en favor de la misión y la relación asidua con Dios. Una de las exigencias básicas del acompañamiento de la formación es la pedagogía simultánea. El acompañamiento que no pone en evidencia la correlación entre todas las mediaciones educativas y evnagelizadoras puede ser un engaño, creando una dicotomía entre el acompañamiento y la vida real, cristiana y vocacional.

2) ¿CÓMO HACER? La vocación de cada persona es singular, peculiar e irrepetible. Y por ello es irreductible a un patrón único de tratamiento. Cada persona responde a Dios desde su propia y singular historia. Los criterios pedagógicos de ayuda necesariamente deben adaptarse a la peculiaridad de cada persona y dejarse sorprender por su novedad impredecible. Además, el esclarecimiento de la vocación suele ser, en la inmensa mayoría de los casos, progresivo y gradual. Necesita tiempo y ayudas para su certificación o confirmación. La secular experiencia de la Iglesia ha acuñado criterios objetivos válidos que sirven de criterios indicadores y probatorios. Así se evita sentirse perdidos en la maraña caótica del despertar de una vocación y proporciona el mapa mental por el que dirigir adecuadamente los pasos. Se resumen en hacer tres preguntas: ¿Sabes si tienes vocación? ¿Quieres responder libremente a la misma? ¿Puedes hacerlo? Indicamos estos pasos concretos. 27

1) ¿SABES? Constatar personalmente la llamada de Dios Iniciado el camino, lo primero de todo es ayudar al candidato a explicitar su percepción de la llamada que el Señor le hace19. La vocación no es algo inadvertido a la propia conciencia. Al contrario, polariza tanto, que tiene una fuerte resonancia en la persona. El llamado adquiere conciencia vocacional cuando expresa la certeza de sentirse llamado por Dios. Ello es lo que desencadena una dinámica de respuesta, que hace posible la entrega, el servicio, la ilusión por la misión y la motivación para asumir las renuncias. Sin conciencia vocacional no puede haber garantía, estabilidad ni seguridad vocacionales. No es verdadera vocación lo que se reduce a apetencia personal, a mera búsqueda de autorrealización, a resultado de una inercia educativa o a presión externa o interna. Se experimenta como seducción20, ya que solo se explica por el amor que Él tiene a la persona llamada. Este amor es absolutamente gratuito, personal y único21. Según eso, la conciencia se va clarificando paulatinamente en un proceso ininterrumpido que le reporta lucidez y fuerza motivante. Hay signos vocacionales que en un comienzo son insignificantes y, con el tiempo, van adquiriendo progresivamente valor determinante y configurador de la vocación. A esos acontecimientos existenciales los llamamos señales de llamada22. Por la densidad que entrañan, a quien los experimenta le resulta fácil localizarlos y diferenciarlos en su historia personal. Proporcionan al sujeto conciencia vocacional. 2) ¿QUIERES? Querer positivamente responder a la llamada de Dios Representa el criterio subjetivo de la vocación. Antes se hablaba de recta intención vocacional, entendida como la voluntad firme y pronta de aceptar consagrarse para siempre al Señor23. Hoy hablamos de motivaciones24, entendiéndolas como aquel conjunto de fuerzas psíquicas que impulsan a actuar en coherencia con la llamada25.. Las motivaciones vocacionales, junto a la conciencia de la llamada, impulsan al candidato a abrazar la vocación de una manera responsable, dinámica y en constante superación. ¿Cuál sería la motivación específicamente vocacional? El seguimiento de Jesús se basa en una sentida atracción por la persona de Jesús y su proyecto del Reino. Esa es la motivación auténticamente válida. Pero ésta nunca aparece sola ni con 19

Cf. “Renovationis Causam” n. 4 del año 1969. Este criterio se ha venido manteniendo como criterio fundamental de clarificación vocacional en la praxis pastoral. 20 Cf. C.R. CABARRUS, Seducidos por el Dios de los pobres: los votos religiosos desde la justicia que brota de la fe, Nancea, Madrid, 1995. Junto a él otros autores interpretan muy acertadamente el conjunto total de la vocación desde esta clave de “seducción” 21

CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Orientaciones sobre la formación en los Institutos Religiosos, n. 8 22

Toda esta temática la desarrollé ampliamente en MISIONEROS CLARETIANOS, Iniciación en la vida misionera. Manual del Novicio Claretiano, Prefectura General de Formación, Roma, 2002, pp. 65-86. 23 Cf. Pablo VI, Summi Dei Verbum (4 noviembre 1963). 24 Son muchos los autores que han tratado este tema fundamental en el discernimiento. Por su claridad pedagógica y su buena fundamentación sugiero la lectura de JESUS M. ALDAY, La vida consagrada. Aspectos antropológicos, psicológicos y formativos, Publicaciones Claretianas, Madrid, 2004, 137-157. 25 Cf. A. CENCINI-A. MANENTI, Psicología y formación. Estructuras y dinamismos. Paulinas, México, 1988, p.348

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evidente nitidez, sino envuelta en muchas otras motivaciones que pueden incluso ser contradictorias. Es particularmente laboriosa y compleja la clarificación de las motivaciones vocacionales inconscientes que suelen poner a prueba la pericia de los animadores vocacionales. A ellas sólo se puede acceder por vía indirecta, mediante indicios que desvelan su existencia. Tales motivaciones inconscientes, tan difíciles de identificar a veces, suelen ser muy activas y dinámicas. La Iglesia pide que, al abrazar la vocación de especial consagración26, el candidato actúe con rectitud de intención y con libertad27 – con motivaciones conscientes, auténticas y válidas-. El discernimiento de las motivaciones vocacionales es decisorio para dar un juicio adecuado sobre la idoneidad del candidato. 3) ¿PUEDES? Poder responder a la llamada de Dios La idoneidad representa el criterio objetivo de discernimiento vocacional. No basta la recta intención. Es indispensable que el llamado demuestre disponer en su vida ordinaria de las cualidades requeridas que traduzcan aquella intención en comportamientos y actitudes de vida. A todo ese conjunto de cualidades denominamos con el concepto genérico de idoneidad. Tal concepto agrupa aquellos requisitos de orden físico, intelectual, espiritual, moral y pastoral que permitan al sujeto el desempeño de las exigencias objetivas de su vocación. El juicio del discernimiento sobre la idoneidad tiene por objeto determinar si se dan, de modo fundado sobre razones objetivas, las cualidades que le hacen apto para vivir su vocación con la suficiente calidad. La existencia de la llamada se expresa y confirma en los dones de naturaleza y gracia recibidos (cf. Rm 12, 3). Estos dones, otorgados por Dios en orden a la vivencia de las exigencias de la vocación, constituyen otro argumento que garantiza la autenticidad de la llamada28. A ese conjunto de dones la Iglesia los llama requisitos. Por ser comprobables, permiten deducir la idoneidad del candidato. Se han de examinar y cultivar de manera global. Diversas declaraciones29 recogen los criterios de idoneidad requerida, referidos a la edad mínima30, a la salud física, al equilibrio psicológico, a la índole del candidato, a su capacidad intelectual y a su idoneidad moral y religiosa31. Es preciso además no contar con contraindicaciones, circunstancias personales negativas que impugnan la idoneidad del candidato. Entre ellas se encuentran los

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Cf. J. DE SAHAGÚN LUCAS HERNÁNDEZ, La vida sacerdotal y religiosa, Atenas, Madrid, 1986, p. 85. Cf. CIC c.c. 642-643. 28 Cf. J. R. ALEGRE, Bases humanas de maduración vocacional: Todos Uno 121 (1995) pp. 11-63. 29 Cf. A. APARICIO (ed.), La vida religiosa. Documentos conciliares y posconciliares, Publicaciones Claretianas, Madrid, 2ª 1990 . Aparte del valor que tuvo Renovationis Causam mientras estuvo vigente, hacemos aquí mención de Orientaciones para la formación en los institutos religiosos n. 34, que a su vez, se hace eco de criterios ya presentados en el n. 11 de Optatam Totius. Pero no son los únicos referentes, aunque sí relevantes. 30 Cf. CIC c. 643.1. 31 Cf. E. MARTÍNEZ, ¿Sabéis si son aptos? Criterios para la observación de la madurez psicológica: Studium 35 (1995) pp. 389-399. 27

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impedimentos canónicos establecidos por el Derecho de la Iglesia32 y por el del propio Instituto33. 4) Ser consistente Hoy, en particular, se atiende a la dimensión más dinámica de la idoneidad, centrada en la consistencia vocacional34. Una persona es vocacionalmente consistente cuando en su actuación, a nivel consciente o inconsciente, está motivada por necesidades que están de acuerdo con los valores vocacionales; en cambio, es inconsistente cuando está motivada por necesidades (normalmente inconscientes) disonantes con aquellos valores. Elemento central es la relación entre necesidades y valores. La persona vocacionalmente consistente sería, pues, aquella que está armónicamente integrada, porque todos los componentes de su yo son puestos en movimiento por la misma fuerza motivante y están orientados hacia un mismo objetivo vocacional, interactuando constructivamente entre sí. Esa persona vive en una situación de transparencia interna y externa: actúa impulsada por la fuerza del objetivo que persigue, capta su validez intrínseca, se siente cautivada por él, lo quiere y se empeña concretamente por realizarlo de forma estable. Es una persona «auténtica» y, precisamente por esto, puede conseguir los fines que se propone. Por el contrario, la persona inconsistente vive en un estado de desacuerdo interno. No es dueña de su propia vida, porque una desconocida motivación desmiente y contradice los valores que proclama. De esa manera se provoca un conflicto del que la misma persona sufrirá sus consecuencias sin advertir su origen.

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Cf. CIC c. 643.1. Cf. CIC c. 643.2. 34 Cf. A. CENCINI-A. MANENTI, Psicología y formación. Estructuras y dinamismos, Paulinas, México, 1994. En pp. 149 y siguientes desarrolla ampliamente este tema. 33

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