afirmando, tanto la existencia de una participación activa en su organización

Regadío, producción y poder en la Ribera del Xúquer. (La Acequia Real de Alzira, 1258-1847), Valencia, Generalitat Valenciana. Conselleria d'übres Púb

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Regadío, producción y poder en la Ribera del Xúquer. (La Acequia Real de Alzira, 1258-1847), Valencia, Generalitat Valenciana. Conselleria d'übres Públiques, Urbanisme i Transports-Confederación Hidrográfica del Júcar, 1992, 387 págs.

PERIS ALBENTOSA, TOMÁS:

El análisis de las relaciones sociales y de poder que se han ido estableciendo históricamente en torno al agua y su control ha sido una cuestión escasamente considerada, hasta hace muy poco tiempo, en la producción historiográfica dedicada a la historia agraria. Esta afirmación es cierta si partimos de la necesidad metodológica de interrelacionar agua y modo de producción, de plantear las interconexiones entre desarrollo del regadío, estructura de la propiedad y dinámica social, en lo que se ha denominado "estudio social de los espacios hidráulicos". Esta voluntad globalizadora es la que se ha planteado recientemente en algunos seminarios y coloquios dedicados específicamente a la problemática social del regadío, entre los que hay que hacer necesariamente referencia al Seminario que con el título de "Agua y modo de producción" se celebró en Murcia en 1987 y que fue publicado por la editorial Crítica con el mismo título, en una edición de María Teresa Pérez Picaza y Guy Lemeunier. E igualmente, el primer Coloquio Internacional sobre "La qüestió hidráulica. Problemes de gestió de l'aigua a l'area mediterránia'', celebrado en Callosa d'En Sarria

(Alicante) en junio de 1992, en el que se conjugan estudios históricos y geográficos en torno al agua. Y a esta nueva perspectiva y en la investigación histórica en torno al regadío y sus implicaciones sociales corresponde, a mi juicio, el trabajo publicado por Tomás Peris Albentosa. En efecto, una gran parte de los estudios tradicionales en torno a la problemática del agua y del regadío se sitúan en dos polos opuestos, que mantienen tesis absolutamente contradictorias, y al mismo tiempo típicas por razones diferentes: existe, por un lado, una tradición teoricista, vinculada al debate acerca de la caracterización de las sociedades "hidráulicas" o estructuradas en torno al control del agua; sociedades que tradicionalmente han sido consideradas como sociedades "despóticas", centralizadas , burocráticas o "asiáticas" -desde determinadas lecturas de Marx o los trabajos de Wittfogel-. Esta interpretación, referida a formaciones sociales precapitalistas, ha sido criticada y puesta en cuestión a partir de investigaciones históricas concretas sobre sociedades mediterráneas realizadas sobre todo por medievalistas -Guichard, Barceló, Glick-. Parten éstos 231

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del objetivo que hemos señalado inicialmente -intemelación entre control sobre el agua, sistemas de regadío y estructuras sociales-, pero defendiendo una tesis contraria a la wittfogeliana: las estructuras de regadío se vincularían, en estos casos concretos, a estructuras políticosociales descentralizadas, en las que tendrían una gran importancia las comunidades rurales. Sin embargo, esta revisión teórica se refiere, en la mayoría de los casos, a la época medieval. Por otro lado, existe otra tradición historiográfica en torno al tema del agua y del regadío fundamentalmente empírica, positivista, que no interrelaciona los datos proporcionados, ni entre sí, ni con las estructuras socioeconómicas de una determinada formación histórica, aunque la información proporcionada sea de gran utilidad. Y en el caso concreto de la sociedad valenciana, parte de estos estudios en torno al regadío han contribuido a desarrollar el mito y la imagen tópica y "folklorizante" -en expresión de T. Peris- en torno al supuesto carácter "democrático" de los regadíos tradicionales valencianos, afirmando, tanto la existencia de una participación activa en su organización por parte de los campesinos implicados en ellos, como la ausencia de conflictos sociales o intereses contradictorios. Diferenciándose de las interpretaciones defendidas por estas líneas historiográficas ya tradicionales, el trabajo de Tomás Peris pretende desarrollar, desde una perspectiva globalizadora, las conexiones existentes entre organización del control sobre el agua y relaciones de poder y de dominio -rnunicipales, oligárquicas, monárquicas-, así como las vinculaciones existentes entre estructuras de 232

propiedad, formas de producción agraria y desarrollo del regadío. Para ello, se centra en un espacio geográfico determinado -la Ribera del Xúquer, y en concreto, la huerta de Alzira-, y en el estudio de las repercusiones socioeconómicas que, sobre este escenario, ha tenido la construcción y extensión de un canal de riego clave en la sociedad rural valenciana, como es la Acequia Real del Xúquer: desde su construcción en época medieval, hasta su ampliación e intervención creciente en su gobierno de la administración estatal en época contemporánea, especialmente a partir de la transición al capitalismo, y los cambios consiguientes en la estructura social agraria y en el marco jurídico-político estatal. Así, efectúa una pequeña introducción en la que se refiere a la caracterización de la Acequia Real en época medieval, sin estudiarla en su especifidad, ya que el autor es modernista; en la segunda parte del trabajo se analiza específicamente la estructura de propiedad del regadío alzireño en los siglos XVII y XVIII, fundamentalmente, aunque el autor extienda sus implicaciones hasta la primera mitad del siglo XIX. Las partes tercera, cuarta y quinta están dedicadas a aspectos técnicos, toponímicos, y de organización, administración y marco jurídico de la Acequia Real; a mi juicio, hay un interesante estudio de toponimia del sistema de riego, y una detallada evolución del funcionamiento y formas de gobierno de la Acequia, pero en el que quizá no se analizan todas sus posibles implicaciones con la segunda parte del trabajo. Estas implicaciones sociales sí que están mucho más desarrolladas, por el contrario, en la sexta y última parte del libro y en las conclusiones: en ellas se ponen de manifies-

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to los diferentes intereses existentes en la ampliaciónde la Acequia Real, entre 1726 y 1815, así como las consecuencias en la estructura social de la propiedad, y en la diferente presencia de los poderes políticos en el control del agua, a medida que se consolida la transición al capitalismo y a la sociedad burguesa. El estudio intenta, por tanto, relacionar la organización del regadío y su evolución con la propia dinámica social y política existente en la sociedad valenciana, especialmente a lo largo de !~ Edad Moderna. Y lo hace a partir de un trabajo fundamentalmente de archivo -del Archivo Municipal de Alzira y del Archivo de la Acequia Real del Xúquer- que ofrece una información abundantísima en torno al origen, construcción y funcionamiento de la Acequia, desde la Edad Media hasta 1845, y en torno a la propiedad agraria alzireña y su evolución desde el siglo XV al siglo XVIII. A partir de estos elementos, son diversas las cuestiones planteadas. En primer lugar, la relación entre un sistema de riego abundante y asequible, y el desarrollo de una determinada especialización en el uso del suelo y una agricultura comercial y especulativa: los cereales fueron sustituidos progresivamente por la morera y el arroz a lo largo de la época moderna, y, ya en la contemporánea, por el naranjo. Desde un principio, la construcción de la Acequia Real de Alzira llevada a cabo por iniciativa de Jaume I entre 1258 y 1229- significó una considerable ampliación del regadío en la Ribera Alta, lo que unido a las características de la propiedad de la tierra en el realengo -propiedad alodial o "Iibre"-, fue un elemento de inicial atracción y fijación de la población; en siglos posterio-

res, en el transcurso de la Edad Moderna, será un elemento que potencie el interés inversor por parte de terratenientes forasteros. En segundo lugar, cabe señalar la evolución de las relaciones entre organización del regadío e intervención del poder político central -del aparato administrativo de la monarquía-; en este sentido, T. Peris concluye que el objetivo básico de la Corona entre el siglo XIII y el XIX -y aquí quizá habría que hacer más matizaciones cronológicas- fue básicamente fiscal, intentando aumentar sus ingresos -tercio diezmo básicamente- con el aumento de las tierras de regadío. Por ello, la administración directa de la Acequia Real fue cedida al municipio, con lo que la Corona se desentendía de los problemas derivados de una gestión directa. Será en la segunda mitad del siglo XVIII cuando esta política de "control municipal" comience a cambiar, y se desarrolle un creciente intervencionismo estatal, que no se debe tanto al fin de la legislación foral, como al desarrollo del reformismo ilustrado, unido a los cambios en la estructura social de la propiedad -aumento de los terratenientes forasteros desde el siglo XVIII y ampliación del regadío con la "acequia del Proyecto" del duque de Híjar -señor de Sollanaentre 1768 y 1815. Este creciente intervencionismo estatal culminará con los cambios sociopolíticos operados en el siglo XIX con la revolución burguesa. En efecto, son especialmente significativas las modificaciones sociales y de organización del regadío que coinciden en los años sesenta del siglo XVIII: el Duque de Híjar venció la tradicional resistencia a la ampliación del riego por parte de los regantes de la Acequia Real, 233

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logrando el permiso para llevar el agua hasta sus posesiones de Sollana -lo que implicaba aumento de ingresos tanto para él como para la Corona (diezmos novales y rentas de los enfiteutas establecidos en las tierras, hasta entonces incultas, de los límites de la Albufera, pertenecientes al Patrimonio Real). Así, el objetivo de la ambiciosa extensión del regadío que implicaba la Acequia del Proyecto contó con el apoyo político directo de la Corona, no sólo en función de la política de incremento de la producción impulsada por el reformismo ilustrado, sino por los beneficios económicos que obtenía en la operación, y como mecanismo de contención de las tensiones sociales, especialmente importantes a partir de los años sesenta del siglo XVIll. Sin embargo, lo que nos interesa destacar de esta importante transformación es, fundamentalmente, su relación con las modificaciones en la estructura de la propiedad: aunque a corto plazo resultase beneficiado un sector de pequeños propietarios locales, a medio plazo fueron los terratenientes forasteros los que vieron consolidada e incrementada su presencia, de forma paralela a la extensión del regadío, al desarrollo del arroz (que continuó su expansión durante el siglo XIX) y al aumento de los precios de los arrendamientos en las tierras regadas. Ello consolidó un sistema agrario muy intensivo, comercial, volcado hacia el mercado, y en el que la inversión agrícola, protagonizada fundamentalmente por los rentistas de la ciudad de Valencia, va a condicionar el paralelo aumento del grado de proletarización de la comunidad campesina, especialmente notable desde el último tercio del siglo XVIII. Y esta evolución es similar a la que se produce 234

en otras zonas de la Ribera, como Sueca -aumento de los propietarios urbanos, rentistas, y desarrollo de un sector de campesinos-jornaleros importante. Por tanto, nos encontramos ante un modelo común de desarrollo burgués, vinculado a la expansión del arroz como cultivo comercial. y es, precisamente, en función de estas transformaciones y en este contexto en el que se van a ir produciendo las modificaciones más importantes en la organización y funcionamiento del sistema del regadío: la tradicional "autonomía" o control municipal y oligárquico en la administración de la Acequia Real será reemplazada, de forma paralela a la actuación del duque de Híjar y a la presencia de terratenientes forasteros, por un gobierno "autoritario" o "despótico" de la Acequia Real, en la que la figura de Juan de Casamayor como juez comisionado iniciará una nueva etapa de mayor presencia de la autoridad del Estado en el control del sistema de riego, desde finales del siglo XVIll. Esta nueva etapa, que pasará por la elaboración de un proyecto de Ordenanzas en 1815, culminará en 1845 con unas nuevas Ordenanzas que supondrán, por un lado, la introducción de un sistema más homogéneo y centralizado, acorde con el nuevo marco político-jurídico liberal-burgués; por otro, significarán la adecuación a la nueva estructura socioeconómica que representaba la presencia de los propietarios forasteros, vinculados a la extensión de cultivos comerciales (arroz, después naranjo): así, en la nueva normativa de la Acequia Real, se eliminará la diferencia entre regantes tradicionales y nuevos regantes de la Acequia del Proyecto.

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En definitiva, el estudio de T. Peris concluye con la demostración de que el control sobre el agua, más allá de la pretendida participación y gestión colectiva de los labradores regantes, ha seguido un mecanismo patrimonial y monopolístico, aunque con variaciones en su titularidad, según el período histórico. Tradicionalmente en manos de la oligarquía alzireña y, posteriormente, con una importante presencia en su gestión de los propietarios forasteros y burguesía urbana valen-

ciana, a partir de las modificaciones en la estructura social de la propiedad ocurridas desde el último tercio del siglo XVIII y consolidadas con la revolución burguesa en el siglo XIX. Control de la propiedad de la tierra y control sobre el uso del agua son, en definitiva, dos caras de una misma moneda cuya relación se constata claramente en el presente trabajo. ANA AGUADO Universitat de Valencia

***** SAAVEDRA, PEGERTO: A vida cotidiá en Galicia de 1550 a 1850. Santiago de Compostela: Servicio de Publicaciones da Universidade de Santiago, 1992. 235 páginas. Este libro contiene una buena dosis de historia agraria al mismo tiempo que recoge los pequeños y grandes momentos de la vida diaria de una sociedad campesina. Se nos ofrecen en él las características fundamentales de la sociedad y la economía campesinas de la Galicia del Antiguo Régimen, así como la multitud de pequeñas cosas que de forma repetitiva o a sobresaltos constituyen lo cotidiano de la existencia humana. Su autor ha realizado un gran esfuerzo de concisión, de rigor histórico, y de capacidad de evocación de todo aquello que incidía en el día a día de hombres y mujeres, y consigue que el lector oiga y vea a los protagonistas de nuestra historia. Para ello ha utilizado de forma exhaustiva la bibliografía disponible, los escritos y descripciones de autores de la época, y la literatura popular, y ha hecho gala de paciencia y buen olfato a la hora de seleccionar aquellas fuentes que, recogidas por él mismo o por otros autores,

mejor se prestaban a sus objetivos. El uso de la documentación judicial se ha revelado especialmente interesante, porque además de tratar de los más diversos asuntos con gran nivel de detalle, es la que mejor refleja las actitudes y opiniones de aquellos que menos rastro documental han dejado. En la introducción nos presenta el escenario, el paisaje agrario y sus gentes, muy distinto al que ahora nos resulta familiar, y las principales villas y ciudades, y recurre a las opiniones de viajeros y observadores contemporáneos para informamos sobre la personalidad y forma de vida de los gallegos. El resto del libro lo divide en tres partes que tienen aproximadamente la misma extensión. En el primer capítulo analiza todo lo relacionado con el trabajo diario y con las relaciones entre los distintos grupos sociales, con un enfoque y unos contenidos próximos a la historia social y a la historia económica. El capítulo segundo se centra en 235

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las distintas formas de organización de los grupos familiares, y en cómo transcurrían para hombres y mujeres las distintas fases de la vida desde el nacimiento a la vejez. En él se pasa revista, entre otras, a cuestiones poco tratadas como las vivencias de la infancia y de la adolescencia, las formas de gobierno de la "casa" y del patrimonio familiar, o el estatus que dentro de la comunidad tenían las madres solteras y las viudas pobres. En el último capítulo el autor se interesa por estudiar la cultura, "las creencias más íntimas de las personas y sus expresiones externas de tipo religioso o festivo", algo que, insiste, hay que abordar con todo tipo de precauciones para situarlas en las coordenadas históricas que las generaron. Su punto de partida es que a pesar del esfuerzo de la Iglesia a lo largo de la Edad Moderna por "remediar la gran ignorancia y el gran olvido de las cosas de Dios", la cultura profana y el "cristianismo campesino" mantuvieron su vitalidad. La principal virtud de este libro es que consigue combinar lo general con lo particular. Basándose en las principales conclusiones que la investigación histórica ha obtenido sobre asuntos como la propiedad de la tierra, el funcionamiento de los señoríos y el sistema judicial, el comportamiento demográfico y los sistemas de herencia, la organización de la Iglesia, o el nivel de alfabetización, P. Saavedra acierta a insertar en este armazón los sucesos y los personajes que protagonizan lo cotidiano, muestra las actitudes de la gente y procura interpretar su comportamiento. Hidalgos poderosos e hidalgos de poca monta, campesinos miserables y campesinos con buenas haciendas, jueces letrados e iletrados, jor-

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naleros, pobres desamparados, viudas solitarias, hijos ilegítimos, curas virtuosos y curas incontinentes, criados, pastores y demás desfilan a lo largo del texto y nos dan la oportunidad de percibir con todo tipo de matices la complejidad del mundo agrario. Es por ello por lo que podemos decir que este libro pone caras y nombres a los que de forma simplificada clasificamos como "señores" y "campesinos", nos hace ver cómo actuaban en su quehacer diario y de paso nos introduce en Iv~ :ugares donde éste se desarrollaba: en las cocinas, los templos, las escuelas, los lugares de baile, las ferias y hasta en el lecho de muerte. y otra virtud no menos importante de este trabajo reside en que se concede la palabra a los testigos y observadores de la realidad del momento, acompañando con citas textuales algunas de las descripciones o explicaciones. De esta forma, y a pequeñas dosis, los giros y el vocabulario de la época hacen ganar en expresividad al relato y excitan la imaginación; algo a lo que además ha contribuido la habilidad del autor al ponernos ante situaciones y comportamientos que llegan a provocar la sonrisa, o por lo menos tal ha sucedido en el caso del que esto escribe. Todo, pues, y a no ser que se busque lo que los historiadores aún no han desvelado o lo que el autor ha dejado al margen (la vida urbana o de la gente de mar), hace aconsejable la lectura de un libro que Pegerto Saavedra ha sabido impregnar de rigor y de sentido del humor. 1. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ Universidad de Santiago

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SUAU I PUIG, JAUME: El mán rural mallorquí. Segles XVIII i XIX. Biblioteca d'historia dels Paises Catalans, 3, Barcelona, Ed. Curial, 1992. Estamos ante un texto cuya característica más relevante es la de proporcionar una síntesis crítica -y, por lo que se aprecia, una autocrítica- de un conjunto de trabajos que sobre la historia de la sociedad rural mallorquina publicó el autor entre 1979 y 1988. Como todo estudio de este tipo, incorpora un esfuerzo indudable, en especial al versar sobre una producción historiográfica dispersa y realizada, en su mayoría, en colaboración con otros investigadores -Isabel Moll, Antoni Segura- y con el concurso de un grupo de jóvenes historiadores -Antonia Albertí, Magdalena Martorell, Bartomeu Orell, Antonia Morey- los cuales, gracias a esta experiencia, se iniciaron en una línea de investigación que está dando fruto en sus respectivas tesis doctorales. El autor organiza su exposición en dos bloques. En el primero, efectúa una aproximación crítica a las propuestas historiográficas que han tratado sobre la propiedad, la explotación y la renta de la tierra en Mallorca de 1750 a 1860. En el segundo, lleva a cabo un análisis pormenorizado de dichos temas, fijándose especialmente en las formas de cesión del

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terrazgo, en la renta y en la actuación de los campesinos arrendatarios (capítulos 2 a 4), en las instituciones señoriales presentes en el campo mallorquín en los siglos XVIII y XIX (capítulo 5) y, por último, en la diversidad y complejidad de la sociedad rural isleña, haciendo hincapié en los aspectos demográficos y en las actividades no agrarias del campesinado (capítulo 6). Aunque el autor construye esta segunda parte a partir, básicamente, de un soporte historiográfico, incluye también nuevos datos que refuerzan diversos argumentos presentes en la mayoría de los trabajos glosados. Los problemas centrales que ya se apuntaban en "Senyors i pagesos... "*, -la hegemonía socio-económica de la nobleza, el elevado grado de explotación del campesinado, los progresos de la diferenciación social en el seno de dicho colectivo y la primacía del arrendamiento entre los distintos modos de cesión de la tierra presentes en el mundo rural mallorquín, al menos desde comienzos del siglo XVI- continúan vigentes, aunque con matizaciones de importancia, como señalaba Isabel Moll en 1989**. La postura de Suau, al respecto, se decanta por

1. MOLL y J. SUAlJ, "Senyors i pagesos a Mallorca (1716-1860/70), en Estudis d'historia agraria, 2, pp. 95-170. 1. MOLL, "Informe sobre agricultura (Mallorca, 1784)", en VV.AA. Estructuras agrarias y reformismo ilustrado en la España del s. XVIII, Madrid 1989, pp. 213-233: "Si en 1979 se afirmaba el predominio socioeconómico de la nobleza, ahora hay que matizar esta afirmación: C. Manera ha proporcionado mucha información sobre un patriciado urbano de carácter mercantil que se va consolidando a 10 largo del siglo XVIII, confirmando una faceta de este patriciado que ya apuntábamos en Senyors i Pagesos ...": su actuación como grandes arrendatarios de las principales explotaciones olivareras...; también P. de Montaner y A. Morey han estudiado un importante grupo social, la ma majar, y su identificación como señores terratenientes que vivían en los pueblos. Por otra parte conviene atenuar la afirmación de la grave 237

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la necesidad de incorporar a la Iglesia y a los grupos de grandes comerciantes al grupo hegemónico en la isla, así como por matizar el grado de explotación del campesinado y, sobre todo, por profundizar en la figura del arrendatario, que en el caso mallorquín, procede casi siempre del sector campesino. Una vez planteada esta crítica puntual, Suau pasa a construir una crítica global de los estudios sobre la sociedad rural isleña, enfatizando la necesidad de dinamizar el modelo estático presentado en "Senyors i pagesos... " mediante la reflexión sobre la historicidad de cada de los argumentos y propuestas. Una vez evidenciado lo caduco y lo vigente de "Senyors i pagesos ...". el autor apunta los aspectos del mundo rural mallorquín que considera claves, sintetizándolos en la importancia del arrendamiento como forma predominante de cesión del terrazgo y, en consecuencia, en la precisión de conocer el comportamiento de la renta y la figura del arrendatario. En Mallorca, la característica más sobresaliente del arrendamiento la constituye su corta duración, circunstancia que, según Suau, supuso un modo de maximizar la renta de la tierra por parte de los propietarios. La corta duración de tales contratos y la inclusión de ciertas condiciones aparentemente onerosas en su contenido no fue obstáculo para que una

misma familia de renteros lograse mantener la cesión en sus manos durante mucho tiempo. De ahí la necesidad de profundizar en la figura del arrendatario, verdadera pieza clave del agro mallorquín, tanto por su función en la organización de la producción agraria, como por su peso específico en las estructuras de poder locales. Suau subraya su gran relevancia, lamentando la escasa atención que le han dedicado otros autores -como F. Florit y C. Cela Conde- y advierte, asimismo, de la existencia de pequeños y medianos renteros en contraposición a los grandes arrendatarios de las "possessions" nobiliarias. En consecuencia, la importancia capital de la renta parece obvia; Suau dedica a dicha variable un capítulo entero, insertándola primero en el marco socioeconómico isleño y analizando después su evolución. Debe destacarse por su importancia -y por su claro acierto- el carácter articulador que el autor le atribuye, evidenciando que sus fluctuaciones, amén de su desigual repercusión sobre propietarios y arrendatarios, también concernían a todos aquellos que dependían de la "possesió", es decir, a todo el conjunto de jornaleros y pequeños propietarios que constituyó, hasta bien entrado el siglo XX, el componente esencial de las comunidades rurales isleñas. Tras el énfasis puesto en los elemen-

explotación que recaía sobre el campesinado: el peso del régimen señorial no era tan fuerte como en principio se pensaba, los campesinos tenían otras formas de subsistir que escapaban al control de los señores y, al parecer, de 1780 a 1860 se fue consolidando una sociedad campesina más vinculada a las oscilaciones del mercado internacional que a la explotación de los terratenientes. Por último, el proceso de diferenciación no era exclusivo del campesinado, se daba con frecuencia en el seno de los grupos hegemónimos y a menudo era consecuencia bien de prácticas hereditarias que no desaparecen hasta fines del siglo XIX, bien de estrategias matrimoniales que influían sobremanera sobre la movilidad social" (pp. 214-215). 238

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tos claves de la sociedad rural, Suau pasa a considerar el papel del régimen vigente en la isla, al que sitúa en un punto intermedio entre el régimen castellano y el catalana-valenciano. El caso mallorquín se caracterizaría por la extraordinaria importancia de las tierras de realengo, cuya propiedad se cedía en enfiteusis a la nobleza la cual, a su vez, la infeudaba al campesinado cuando no la entregaba en arrendamiento. Ello daba lugar a que recayesen sobre la tierra -del rey, de la Iglesia, de los nobles- una apreciable profusión de cargas que, en última instancia, asumían los campesinos. La nobleza y los más destacados poseedores de alodios acabarían controlando la plena propiedad del terrazgo, incluso antes del advenimiento de la reforma liberal, proceso que se acentuaría desde el periodo reformista. Junto a ello, Suau resalta certeramente uno de los extremos más interesantes del régimen señorial mallorquín: el poco peso que fueron adquiriendo las rentas feudales, marginal en contraste con la creciente importancia de la renta de la tierra. La última parte del libro -es de suponer que a modo de conclusión amplia y general, pues no se incluye, al efecto, ningún apartado específico- la destina el autor a detallar algunos comportamientos de la sociedad rural, integrando los contenidos más novedosos e interesantes del libro. Su análisis sobre la situación demográfica de la isla hacia 1787, con base en el Censo de Floridablanca, ampliado con el de la evolución de las densidades poblacionales hasta mediados del siglo XIX, le induce a considerar la función de las actividades no agrarias en el seno de la sociedad rural; se cuestiona, asimismo,

la de la pequeña propiedad campesina, tanto en lo relativo a las actividades industriales, como en cuanto al desarrollo de una agricultura más intensiva, documentada a partir de mediados del siglo XIX como muestran varios estudios de E. Grau, E. Tello y del propio Suau. La estructura de la propiedad afectaría directamente a los perfiles productivos de las comunidades rurales, así en lo concerniente al régimen de cultivos, como en lo que atañe a la relación establecida entre los pequeños propietarios y la gran explotación. En suma, nos encontramos ante un notable intento de síntesis de lo que se conoce, hasta el momento, sobre la sociedad mallorquina del Setecientos y del Ochocientos, estableciendo el autor cuales eran sus componentes claves a partir de un elenco de datos verdaderamente espectacular. No obstante, al finalizar la lectura del libro, uno se pregunta si el mundo rural de Mallorca, en dicho lapso, era idéntico al que nos presenta el autor, extraído exclusivamente de un conjunto de evidencias cuantitativas, tratadas estadísticamente, y referente sólo a los aspectos económico y demográficos. Creo, más bien, que el universo de lo rural -en Mallorca como en cualquier otro sitioes bastante más complejo y no puede reducirse, solamente, a tales elementos; la cultura, el sistema de normas y valores sociales, las mentalidades, la política, etc., son otros no menos importantes que no pueden ser obviados por el historiador. Quizá lo inadecuado sea el título, resultando más apropiado el de "Aspectos socio-económicos de la Mallorca rural". Por más que el mundo rural esté determinado por la economía agraria, es de lamentar -conociendo, precisamente, la 239

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maestría que en el arte de historiar posee J. Suau- que, en este caso, tienda a primar el estudio de las formas de producción sobre el del entramado de las formas de reproducción, faltando referencias a elementos esenciales que actuaban como legitimadores de estas últimas. Los antedichos abarcarían desde la política -a nivel general y a nivel local- hasta la religión -que no cabe reducir, obviamente, a un mero aparato de recaudación de censos y censales-, pasando por el papel de la familia y del parentesco en el seno de esta sociedad rural, el de la cultura oficial y el de la cultura popular. Dichos aspectos, lejos de poseer una importancia secundaria,

permiten integrar y dar sentido a todo el entramado de relaciones económicas. No cabe duda de que nos hallamos ante una excelente síntesis historiográfica, resultado de una relevante aportación de testimonios cuantitativos, pero se echa de menos, aunque fuese como unas simples reflexiones finales, el intento de estudiar en toda su complejidad una sociedad rural que, ni es totalmente campesina, ni absolutamente homogénea, y que constituye, hasta bien entrado el siglo XX, el componente principal de la sociedad mallorquina. PERE SALAS I VIVES

Universitat de les IIIes Balears

***** Y POSTEL-VINAY, GILLES: Ferme, enterprise, famille. Grande exploitation et Changement agricoles, XV/¡e·XIX e siécles. París, Editions de l'Ecole des Hautes Etudes en Sciencies Sociales, 1992; 397 págs.

MORICEAU, JEAN MARC

El objetivo de este sugestivo libro de Moriceau y Postel-Vinay es doble : primero, el estudio de una dinastía de grandes arrendatarios, los Chartier, desarrollado en la longue durée; después, el análisis económico de la empresa agrícola dirigida por distintos miembros de la misma a lo largo del período referido. Según confesión de los propios autores en la Introducción, no se trata de seguir la moda actual que está orientando las ciencias sociales hacia lo individual y la microhistoria, sino de matizar o confirmar a través del estudio de un caso concreto las tendencias generales de la producción agrícola, puestas de manifiesto por la historia rural francesa desde hace bastante tiempo. 240

La cuestión que subyace en los análisis de ambos historiadores es el viejo debate en torno a la existencia de la mal llamada "revolución agrícola del XVIII", cuyo principal indicador habría estado constituido por la subida de los rendimientos de los cereales y cuyo protagonista fundamental habría sido el gran arrendatario. Hoy, sin embargo, se considera más acertado describir el fenómeno como un largo proceso de trayectoria moderadamente ascendente y cuyo inicio debería retrotraerse, en el caso francés, a los siglos medievales. Dada la modestia de las mejoras conseguidas, tanto en términos de producción, como de productividad, numerosos especialistas prefieren hablar de un semiestancamiento, atribui-

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do a la rigidez de la economía agrícola durante el período considerado. Ahora bien, en lo referente a la cerealicultura del Norte de Francia, la porción más importante se obtenía en el marco de grandes unidades de explotación gestionadas de manera indirecta. Estas aparecen, pues, casi como un reducto de inmovilismo, por lo que tal vez habría llegado el momento de despojar a sus titulares de la inmerecida aureola de empresarios capitalistas precoces de la que hasta ahora han disfrutado. Centrándonos, pues, en el patrimonio de los Chartier, éste consiste en un conjunto de fincas ubicadas en la Cuenca de París, concentradas en la periferia de la capital y pertenecientes a una serie de instituciones eclesiásticas (conventos parisinos de las Ursulinas y los Blane Manteaux, Abadía de Maubuisson). De esta situación se derivan tres notas fundamentales que definen la fisonomía del patrimonio en cuestión. Desde el punto de vista de las estructuras agrarias, la integración del mismo en la Francia de los campos abiertos y el monocultivo cerealícola, desarrollada esencialmente en el cuadro de grandes unidades de explotación arrendadas a un solo labrador y trabajadas por asalariados. Desde el punto de vista de la mercantilización, la precoz y profunda imbricación de dichas explotaciones en los circuitos comerciales debido a la proximidad de París y a la amplitud de las necesidades de consumo de su población. Este hecho, unido a la fertilidad del suelo, bien conocida, explica que desde la Baja Edad Media las clases privilegiadas tendieran a arrendar sus dominios, despreocupándose así de las contingencias de la gestión directa y asegurando sus rentas en un nivel eleva-

do, tanto más cuanto que su adecuación al movimiento de precios se garantizaba mediante la renovación periódica de los contratos. Por último, desde el punto de vista de la producción, tanto en la región concernida como en las fincas objeto de estudio se alcanzaron muy pronto unos rendimientos elevados, que no serán superados hasta mediados del XIX: ello significa que la actividad agrícola conoció aquí, probablemente, una prolongada estabilidad aunque, por supuesto, a un nivel bastante alto. El estudio de los problemas planteados por la gestión del patrimonio así caracterizado se ha articulado en seis grandes capítulos cuya temática permite dividirlos en dos bloques de extensión parecida. El primero se centra en la dinastía Chartier, cuyo origen social es minuciosamente descrito, y en las estrategias familiares y económicas desplegadas por las sucesivas generaciones. En cuanto al segundo, se dedica a los aspectos económicos de la explotación: tendencias de la producción, el excedente y la renta, formas de gestión, recurso al crédito, direcciones de la inversión, introducción de cambios técnicos, etc. Un comentario algo más pormenorizado de estos dos bloques puede ayudar al futuro lector a hacerse cargo de la riqueza y complejidad de la información recogida. La parte relativa a la familia se apoya documentalmente en las fuentes notariales, especialmente en las actas relativas a contratos de matrimonio, particiones e inventarios "post-mortem". La elaboración de los datos procedentes de esta ingente documentación ha permitido a Moriceau reconstruir la dinastía en todas sus ramas y derivaciones y, asimismo, mostrar el paulatino proceso de enriquecimiento fa241

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miliar. En efecto, con las naturales excepciones y fracasos, la norma es que cada generación aparece mejor situada que la anterior pese a su lucha con una doble dificultad: la alta tasa de fecundidad, mantenida hasta el XIX, y el marco legal de esta región francesa en materia de herencias, caracterizado por el reparto igualitario entre los hijos. La superación de estos escollos fue posible gracias a la hábil estrategia desplegada en cada relevo generacional consistente, por un lado, en asegurar la sucesión de la empresa agrícola a un solo titular sean cuales fueren las condiciones demográficas; y por otro, en compensar a los excluidos por medio de elevadas dotes -las mujeres- o de colocaciones ventajosas al frente de otras explotaciones agrícolas o en el comercio -los varones-o Tanto en un caso como en el otro, los sacrificios pecuniarios consentidos eran importantes y, además, parte de ellos revertía en el nuevo beneficiario de las tierras; de ahí la importancia de un matrimonio "adecuado", ya que el dinero de la dote facilitaba los pagos de las compensaciones. La parte relativa a la explotación propiamente dicha presenta un cambio de enfoque desde lo socio-demográfico a lo económico; se trata de estudiar la misma como una forma concreta de empresa agrícola. Por consiguiente se empieza describiendo los caracteres físicos de las fincas para pasar después al análisis de los distintos elementos pertenecientes al ámbito de la producción y de la circulación. Dos aspectos merecen ser destacados al llegar a este punto: la preocupación de Postel-Vinay por mostrar los márgenes entre los que se mueve la gestión de las tierras y por explicar en función de su mayor o menor amplitud la 242

propensión al cambio y el cuidado exquisito al dar cuenta de los problemas que suscitó a lo largo del tiempo la inserción de las fincas en los circuitos comerciales, poniendo especial énfasis en el impacto sobre el subsector productivo. La consideración pormenorizada de este abanico de cuestiones ha permitido al historiador francés dilucidar una triple peculiaridad en la evolución histórica del universo de análisis elegido con respecto al proceso global: A. La capacidad para hacer cambiar los sistemas de producción, lo cual contrasta con el relativo inmovilismo de las grandes explotaciones, inicialmente aludido. Ello se detecta en la subida de las cifras relativas tanto a la producción strictu sensu como a los rendimientos. Da la sensación que los distintos Chartier vivieron un proceso de constante adaptación tras una prolongada etapa de estabilidad que llega hasta mediados del siglo XVII. Después de dicha fecha se registra, por ejemplo, una contracción numérica de los empleados, aunque siga aumentando la cifra global representada por las cosechas; además, se acentúa el tradicional predominio de los eventuales sobre los fijos, al que se añade ahora el de los forasteros sobre los vecinos. Obviamente, de lo que se trata es de conseguir mano de obra más dócil y peor pagada, pero hay algo más: una probable mejora de la productividad del trabajo. B. Los notables logros conseguidos en la comercialización de los excedentes. Los datos que se conservan permiten afirmar que la famosa "política de precios" de la época y las distintas formas de regulación no fueron obstáculos importantes para el crecimiento económico.

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La razón parece consistir en las rentas de situación de que disponían las fincas; su especialización en el abastecimiento del mercado de París donde la demanda era fuerte y los precios altos permitía a los Chartier escapar a las "tasas" salvo en las crisis de verdadera escasez. C. La necesidad de atender, para explicar la evolución de la empresa que estamos estudiando, no sólo a la coyuntura sino también a las cambiantes situaciones familiares. Por lo general, sólo recurriendo a estas últimas se puede dar cuenta de la fisonomía de ciertas magnitudes como en los casos del ahorro, la inversión y la formación de excedentes. Grosso modo existen dos modelos alternativos: el que se da en los momentos de relevo generacional o cuando los titulares de la explotación son jóvenes -endeudamiento, bajo nivel de inversión, escasa propensión hacia los cambios tecnológicos- y el característico de los momentos de madurez de los mismos, cuyos rasgos son rigurosamente inversos. Pese a ello, la reconstrucción contable de los resultados económicos hace aparecer

un alza rápida de los ingresos hasta mediados del XIX, más allá de las fuertes variaciones coyunturales. La prosperidad que resulta de tal evolución va a facilitar que, desde la segunda mitad del XVIII aproximadamente, se produzca cierta ruptura de la dependencia entre la inversión y los ciclos familiares, tanto más cuanto que el recurso al crédito está cada vez más extendido. Concluyendo, pienso que lo dicho sobre el contenido del libro objeto de reseña me autoriza a insistir sobre lo novedoso de sus aportaciones metodológicas. No se trata tanto del recurso al enfoque "micro", sino del uso que se hace de las conclusiones extraídas tras el análisis a esa escala. Uso centrado en el esfuerzo por confirmar, matizar o rechazar las ideas preconcebidas que nos han legado muchos de los estudiosos que nos han precedido y que han carecido en ocasiones de la suficiente base empírica. M" TERESA PÉREZ PICAZa Universidad de Murcia

***** Agricultura i industrialitzacio a la Catalunya del segle XIX. Formaciá i desestructuraciá d'un sistema economic. Crítica. Barcelona 1990, 328 págs.

PASCUAL I DOMENECH, P.:

El libro empieza con un breve capítulo introductorio en el que se analiza la coyuntura económica del primer tercio del siglo XIX: la pérdida de las colonias continentales americanas, el hundimiento de la Hacienda de la monarquía española y la crisis del Antiguo Régimen. Estas primeras páginas están destinadas al aná-

lisis de la desestructuración de la economía catalana, al mismo tiempo que se contempla la paulatina consolidación de un nuevo modelo de relaciones exteriores, basado en las importaciones de algodón en rama y las exportaciones de productos vínicos, compensando la balanza comercial. 243

CRlTICA y RESEÑA DE LIBROS

A partir de esta introducción, el libro queda claramente dividido en tres bloques. En una primera parte, titulada "L'agricultura de finals de l'Antic Regim (1833-1847). Una aproximació de tipus microeconornic'', el autor analiza las características de la agricultura catalana y su progresiva integración en un mercado capitalista. En la segunda parte, "Industrialització i desenvolupament agrari", Pascual relaciona la expansión del ferrocarril con la producción y comercialización de productos primarios, y, al mismo tiempo, caracteriza un nuevo modelo de relaciones comerciales basado en el desarrollo industrial y la superación de la crisis vinícola. Finalmente, en el tercer capítulo, "Ferrocarrils i col. l.l lapse financer", se centra en la consolidación, en Barcelona, de un mercado bursátil moderno, la crisis de 1857, la expansión bursátil y la crisis industrial (1860-1864), finalizando el libro con un apartado dedicado al crac de 1866 y el hundimiento del mercado bursátil y de parte del sistema financiero catalán. Centrándonos en la primera parte del libro, más vinculada a las cuestiones propias de la historia agraria. Pere Pascual se pregunta sobre la integración de la economía agraria en la estructura del mercado capitalista. A partir de esta cuestión central, desarrolla otros interrogantes, como el progresivo avance de una economía monetaria y mercantil en el agro catalán, el equilibrio entre la producción destinada al mercado y la destinada al autoconsumo, la ocupación de la fuerza de trabajo y de las formas que adopta el salario, la evolución de la renta de la tierra y su distribución entre las diferentes categorías contractuales, así como el impacto de las crecientes exi244

gencias del fisco con relación al equilibrio económico de estas explotaciones agrarias (p. 24). Como indica Josep Fontana en la presentación del libro, Pere Pascual tiene la virtud de saber estructurar hipótesis generales a partir de documentación fragmentaria y de cifras que, para la mayoría, resultan confusas. En este caso, realiza una "aproximación microeconómica" a la agricultura catalana de finales del Antiguo Régimen (aproximadamente 18201850), a partir del "Llibre diari" del Mas Gallardes, una explotación situada en la comarca del Anoia (provincia de Barcelona). También utiliza la "Llibreta de censos i drets", que contiene los recibos firmados por los arrendadores que se ocupaban de cobrar los derechos feudales y una "lIibreta de contribucions"', referida a los pagos catastrales. Paralelame~te utiliza un "Quadern sobre els ingressos obtinguts de les collites i per d'altres conceptes" y unas hojas de entradas y salidas pertenecientes a la explotación de Jaume Brugués, en la misma comarca. Este primer capítulo, centrado en cuestiones puramente agrarias, se halla dividido en dos apartados. En el primero, "La producció agraria i el policultiu característic del sistema de la masia", se ocupa de la estructura de la explotación agraria. En el caso del Mas Gallardes, como en el resto de Cataluña en este periodo, predomina el cultivo cerealícola, con barbecho pero con alternancia de cultivos en las tierras de mejor calidad, mientras que en las zonas marginales se había impuesto el sistema de "boiga" (bosque-cereal-bosque). La viña y el olivo completan los principales cultivos. La ganadería también jugaba un papel im-

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portante en la explotación, a pesar de que las propias limitaciones de la heredad que, frecuentemente, obligaban a los dueños a arrendar nuevas tierras de pasto, a fórmulas contractuales curiosas, como la de ceder en contrato de aparcería algunas cabezas de ganado o, en casos extremos, a vender parte del rebaño criado en la masía. En resumen, existía un claro predominio de la trilogía mediterránea, complementada por una explotación ganadera más o menos desarrollada. Pere Pascual insiste en que a pesar de la impresión autárquica que pueda ofrecer esta explotación, una parte considerable de la producción se destinaba al mercado, por lo que las condiciones de mercado jugaban un papel importante en la conservación del equilibrio económico o en la simple reproducción del proceso productivo de esta explotación (p. 43). En el segundo apartado que completa el capítulo, "El moviment d'ingressos i despeses: autoconsum, circulació i exaccions feudals i fiscals", Pascual destaca la pervivencia de un sistema donde se satisfacía en especie parte de los salarios de la fuerza de trabajo ocupada en la heredad, así como también algunos servicios (médico y herrero, por ejemplo) y las exacciones feudales. Consecuentemente, el producto comercializado era el remanente que quedaba una vez cubierto el coste de reproducción de parte del proceso productivo. Esta entrada de dinero, le permitía abonar parte del salario de los jornaleros, las contribuciones y la parte de la renta feudal que se hacía efectiva en metálico y, finalmente, le permitía adquirir aquellos bienes que no era posible producir en la hacienda. Como

subraya el autor, el sistema de la masía requería de una importante acumulación monetaria, esencial para asegurar la reproducción, a largo plazo, de las condiciones de producción (p. 44). En las páginas que siguen, se detiene en el estudio pormenorizado de la contabilidad de la hacienda de Jaume Brugués, para los años 1841-1842. En primer lugar, destaca la importancia de la producción vinícola como principal producto que permite al payés acceder al mercado, explicando de esta forma, la paulatina especialización vitícola. Los ingresos de dicha explotación se complementan con las rentas en especie obtenidas de las tierras cedidas a aparcería o a "rabassa marta", y de otros productos que permitían la entrada de numerario con menos regularidad (el ganado lanar y la explotación del bosque). Respecto a los gastos, distingue entre: el autoconsumo y la reproducción del proceso productivo, el pago de salarios de una fuerza de trabajo inestable, las inversiones reproductivas y, finalmente, las cargas feudales y fiscales. En resumen, Pere Pascual muestra a lo largo de estas páginas como, entre 1830 y 1850, el "mas" se hallaba lejos del punto de partida (una explotación agraria donde predominaba la producción destinada al autoconsumo), pero aún no se había convertido en una empresa completamente integrada en el sistema capitalista que tendía a vertebrar la economía catalana en su conjunto y a caracterizar el sistema de relaciones de producción. Para finalizar, debemos destacar que, aparte de estos capítulos iniciales, centrados específicamente en cuestiones agrarias, las aportaciones del libro al conocimiento de la agricultura catalana 245

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del siglo XIX se extienden a lo largo de toda la obra. Así, por ejemplo, resultan de gran interés las páginas que dedica a los ferrocarriles y a la desestructuración del mercado interior (pp. 124-170), donde se analiza la crisis cerealícola de finales del siglo XIX y la estrategia de las compañías ferroviarias y el coste de transporte de los cereales. Un último ejemplo, lo encontramos en las páginas

170-209, dedicadas a la consolidación de un nuevo modelo de relaciones comerciales en la primera mitad del siglo XIX, en el cual las exportaciones vinícolas al continente americano juegan un papel destacado a la hora de articular el modelo de crecimiento industrial catalán. JOSEP COLOMÉ FERRER

Universidad de Barcelona

***** Sociedad riojana y crisis del caciquismo liberal: Logroño, 1903-1923. Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1992.

LÓPEZ RODRÍGUEZ, PEDRO:

La reciente recuperación de la historia política ha vuelto a situar en el centro de interés del trabajo del historiador la problemática acerca del poder, no sólo desde el punto de vista teórico, aspecto el de la reflexión teórica en general- que, como viene siendo denunciado, la Historia parece que se resiste a cultivar, sino también desde el punto de vista empírico, de sus formas, etiología, socialización, etc... Buena prueba de ello es el encuentro programado por los responsables de esta misma publicación para el presente año, en el que se dedica una ponencia al tema del poder local en relación a las sociedades agrarias. El libro que nos ocupa, resultado del trabajo de Tesis de Licenciatura de su autor, se halla en esa línea. En él se aborda la evolución socio-económica y política de Logroño en una secuencia cronológica, el reinado de Alfonso XIII, definida por la crisis del sistema político de la Restauración. El objetivo es demostrar el surgimiento, consolidación y modos de actuación de nuevos grupos dominantes 246

que se implantan en el marco municipal como consecuencia del proceso de modernización económica de la ciudad, evidente desde las últimas décadas del siglo XIX. Nos hallamos, en este sentido, ante un nuevo estudio sobre estructuras de poder, en este caso de poder local. El esquema escogido por el autor para el desarrollo del tema es clásico entre los estudios de Sociología Política y Electoral, a pesar de la escasa homogeneidad metodológica y analítica que los caracteriza. Se consideran, en primer lugar, las realidades materiales derivadas de la revolución económica, y los cambios sociales resultantes. Finalmente se aborda la articulación política de la zona, en este caso de la capital riojana, a partir del análisis de los comicios municipales. La estructura metodológica del trabajo es coherente con el objetivo: explicar los reajustes en la estructura de poder local de la capital riojana operados a consecuencia de una serie de transformaciones estructurales. Podemos distinguir, atendiendo al

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planteamiento expresado, dos bloques temáticos. El primero dedicado al análisis de las transformaciones estructurales de La Rioja desde tres ópticas fundamentales: la demográfica, la económica y la social. En estos capítulos iniciales, el autor acierta en su tratamiento del elenco de factores gracias al ajustado material gráfico y estadístico ofrecido; a las secuencias cronológicas tratadas lo suficientemente amplias como para permitir la inteligibilidad de las variaciones estructurales; al constante recurso a la comparación de las diferentes variables con los niveles provinciales y nacionales, hecho que favorece el grado de comprensión del microespacio abordado; y a la voluntad de incidir y resaltar los elementos de cambio que fundamentan y explican los contenidos del segundo bloque. Esta segunda parte es claramente política y en ella se traducen a lenguaje de ejercicio y lucha por el poder municipal las realidades sociales derivadas del proceso modernizador logroñés. En el plano económico, la situación se define desde las últimas décadas del siglo XIX por la consolidación de un modelo productivo que, sin desplazar al sector agrícola del eje económico como actividad predominante, observa el desarrollo de sectores como el vitivinícola, verdadero motor de la economía riojana, o el conservero, muy vinculados ambos al sector primario. Esta tendencia progresiva en cuanto a niveles de producción se cortocircuita con la coyuntura crítica finisecular. Logroño, que reafirma a finales de siglo su papel como eje administrativo y de servicios provincial, soporta las consecuencias de un éxodo rural masivo que es incapaz de absorber en su totalidad, produciéndose movimientos

migratorios extraprovinciales. La capital vive un proceso desordenado de urbanización y modernización del tejido productivo, marcado por el crecimiento de los sectores secundario y, sobre todo, terciario y un progresivo descenso de los niveles de ocupación en el sector agrícola. Es éste, sin embargo, un proceso tardío, cuyo punto de inflexión sitúa el autor a mediados de la segunda década del XX. No será hasta ese momento cuando se verifique un reajuste en el bloque de poder local que, si a principios de siglo sigue asociado a la propiedad nobiliaria de la tierra, en los primeros años 20, aparece vinculado a un grupo dominante en el que no faltan elementos burgueses procedentes de la industria y el comercio. El segundo bloque temático se abre, a modo de presentación del escenario de la lucha política, con un capítulo sinóptico dedicado a la legislación municipal vigente. En él se resume la evolución de la legislación restauradora reguladora de la institución municipal. Hay que reconocer el esfuerzo del autor por no perder la referencia histórica de la tradición política antagónica, moderada y progresista, que marca todo el desarrollo del régimen local liberal, cuando podía haber optado por un tratamiento mucho más descriptivo. Presentada la estructura administrativa, el autor define las reglas de la confrontación, repasando las leyes electorales vigentes entre 1903 y 1923, en lo que se refiere, como es lógico, a la elección de concejales. El análisis sociológico del cuerpo electoral logroñés y del bloque de poder, y el estudio y caracterización de los sucesivos comicios municipales, ocupan la postrera entrega del volumen. Para su autor, el proceso de diversificación eco247

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nómica y social se traduce, a nivel político, en la decadencia de la tradicional hegemonía del partido liberal a principios de siglo, en la alternativa del republicanismo, y en la tensión entre ambos grupos, que va a marcar la lucha política por el poder en el Ayuntamiento riojano hasta que en 1914 los liberales recuperen las riendas. Según el esquema trazado, el liberalismo representaría al grupo de poder tradicional de base agraria, mientras que el republicanismo sería la fórmula política utilizada por la clase pequeño burguesa industrial y comercial emergente. La caracterización socioprofesional del grupo dirigente confirma esta disección del bloque de poder riojano. En resumen, el presente trabajo reivindica el análisis del espacio municipal, el nivel local, como fórmula más eficaz para el conocimiento de la evolución socio-política y para la comprensión de los procesos de modernización política. Es a nivel municipal donde primero, y más claramente, se manifiestan los fenómenos políticos que definen el resquebrajamiento y crisis del sistema político de la Restauración. La óptica municipal, en este caso la óptica electoral municipal, se convierte en indicador privilegiado de los fenómenos de competencia y participación en el poder de nuevos grupos sociales, surgidos al socaire de intereses económicos diversos y diversificados, asociados al crecimiento económico; de la formación y organización de fuerzas políticas no dinásticas que, además, privilegian el municipio como espacio primario e inmediato de actuación; y del agotamiento y ruptura en suma de las opciones dinásticas. La pulsión de estos procesos se manifiesta, antes y más claramente, a escala municipal que a escala 248

nacional. También es combatida por López Rodríguez la imagen, infundada y apriorísticamente aceptada a su juicio, del municipio como feudo inexpugnable, como patrimonio absoluto del cacique. De hecho, esto no sólo no es así, sino que, además, las elecciones concejiles dan la exacta medida de la composición interna del bloque de poder, ilustran la lucha entre los diferentes grupos por el control, y ofrecen una instantánea de la estructura socio-económica. Y todo ello es posible gracias, precisamente, a la localidad, al localismo. El ámbito múltiple y reducido del poder que se está disputando ahuyenta el interés del poder central, que sí se hace patente en las elecciones a Cortes, donde la necesidad de crear parlamentos adictos activa los mecanismos de fraude y caciquiles, sesgando y distorsionando las posibilidades de inferir conclusiones fiables. La debilidad del Estado central y la consiguiente necesidad de crear centros de poder delegados a través de instituciones intermedias, como la Diputación y el Ayuntamiento, refuerza la importancia del Ayuntamiento como espacio político significativo. En definitiva, la vida política de la Restauración reside para López Rodríguez en el municipio, por lo menos con más autenticidad. El material conceptual y el aparato analítico subyacente en la obra que nos ocupa se hallan en la línea de la revalorizada teoría de la modemización. El autor relaciona, no se puede hablar de determinismo, los procesos de modernización política -entendiendo por tal, en trazos apresurados, la paulatina consecución de cuotas mayores de pluralidad, movilización y garantías en la vida política, en definitiva avances en sentido democrática- con el desarrollo y la expansión del

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modelo econormco capitalista y de los procesos a él asociados -urbanización, secundarización y terciarización de los sectores productivos, etc... No es éste el lugar para una crítica exhaustiva de la teoría modernizadora. De hecho su pretensión globalizadora es dudosa, y así ha quedado de manifiesto, a la luz de la pluralidad de modelos de desarrol1o, contradictorios, e incluso regresivos en el plano político, derivados de las especificidades históricas de cada país. Su operatividad como instrumento de análisis histórico de cada país ha quedado reducida a los modelos occidentales de desarrollo, y, aun así, de modo matizado y peculiar en cada país y momento. A pesar de ello, el énfasis en los procesos de cambio progresivo, el privilegio de la esfera de poder como escenario histórico, el protagonismo de las élites como responsables del proceso modernizador, y la revalorización de lo político como espacio de confluencia de las fuerzas sociales, convierten a la teoría de la modernización en un modelo de análisis alter-

nativo cuyos resultados prácticos, y operatividad como instrumento histórico, están todavía esbozándose. También se sugieren otras cuestiones interesantes en el decurso de la exposición, como la diferenciación en el plano teórico entre "élites", a las que se identifica con clase política gobernante, y "bloque de poder", grupo social y económicamente dominante. La naturaleza de estos conceptos y la relación histórica entre las realidades que representan, nos sitúan en otra de las polémicas que han alumbrado el desarrollo de la moderna historia política en nuestro país: la de la dependencia o independencia, la de la diversidad o identificación entre poder político y poder económico. López Rodríguez afirma, atendiendo al plano microespacial de su investigación, y sin pretensión de extrapolación a niveles de análisis superiores, la identidad entre élites políticas y bloque de poder económico social. FRANCISCO ACOSTA

Universidad de Córdoba

***** Labradores, campesinos y jornaleros. Protesta social y diferenciación interna del campesinado en los orígenes de la guerra civil (1931-1936). Córdoba. Ayuntamiento de Córdoba. 1992, 537 págs., bibliografía.

FRANCISCO COBa ROMERO:

De entrada, antes de nada, el trabajo de Cobo Romero debe ser calificado de extraordinario, así por la cantidad de fuentes de primera mano utilizadas, como por los ambiciosos planteamientos epistemológicos y metodológicos explicitados por el autor, que asume los riesgos de descubrir sus cartas -algo muy poco fre-

cuente en el panorama profesional de la historiografía española-; así, evidentemente, pone de relieve las posibles debilidades de la obra, al permitir que se aprecie mejor la distancia que pueda existir entre el rigor de las hipótesis de trabajo inicialmente planteadas -e incluso las intenciones, más o menos volunta249

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ristas, expresadas- y los resultados obtenidos con la conclusión de la investigación. El trabajo se aborda desde una perspectiva dialéctica conflictual, que atiende a los conflictos y luchas de clases que provocaron los cambios en las relaciones de producción capitalistas que afectan a la provincia de Jaén dentro de un contexto más amplio donde correctamente se ubica: el de los casos español y europeo occidental. Lejos de la opinión popular del secular aislamiento de la sociedad jienense, impermeable a las corrientes ideológicas modernizadoras, es de agradecer ese esfuerzo de estudio comparativo, sin el cual muchos de los procesos conflictivos estudiados no serían comprensibles. De esta forma, la conflictividad campesina en la II República se explica por la "resistencia de los jornaleros y los campesinos pobres a los comportamientos económicos de las clases propietarias rurales, intentando así paralizar la solidificación de un entramado de relaciones económicas y sociales que obstaculizaban de manera contundente sus formas específicas de relación con el medio natural en el aprovechamiento de los recursos". Sin embargo, parece el resultado de una excesiva simplificación reduccionista el que Coba dé por supuesto un constante carácter revolucionario de los jornaleros y campesinos pobres, que sería intrínseco a esos grupos sociales como venido del cielo -un tipo de razonamiento determinista muy peligroso que, salvando las distancias, es semejante a la argumentación de que una raza es superior a otras-, y que bajo ningún concepto debe ser admitido científicamente. Tam250

poco resulta convincente su aplicación mecanicista y literal, del concepto del historiador marxista E. P. Thompson de "economía moral" -que yo prefiero traducir del inglés como "economía solidaria"-, que, si bien puede ser válida para el siglo XIX, creo se desvirtúa completamente en los años treinta del siglo XX, el periodo objeto de estudio para el que se utiliza. Resulta mucho más interesante, en cambio, la discusión que plantea sobre cómo ~2:; pequeños propietarios y arrendatarios se integraron en el bloque de poder económico formado por los grandes propietarios, identificando con ellos sus intereses económicos, sociales y políticos. Desde este punto de vista, la guerra civil se explica como el resultado violento de la lucha de clases planteada desde los años de la Il República. Si bien, resulta cuando menos discutible que el "campesinado en su conjunto" tuviese tal claridad de ideas en su oposición a la agricultura capitalista que iba contra su "orden moral". No creo que haya ni un solo texto y/o documento, entre las abundantes fuentes de primera mano utilizadas, que justifique la anterior afirmación. En realidad, lo que ocurre es que Coba extrapola argumentos válidos para otras épocas que no se pueden aplicar, en mi opinión, al Jaén de 1931-1936. A mi modo de ver, y al margen de las conclusiones más "revolucionarias" que Coba Romero parece tener más interés en extraer los datos por él mismo aportados, como ocurre en el Cuadro IV.6, lo que se demuestra es el carácter reformista del campesinado jienense, al representar las huelgas por reivindicaciones laborales el 67% del total de las mismas, frente a sólo el 33% aportado por las

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huelgas por cuestiones políticas o revolucionarias. Así pues, en su libro queda perfectamente confirmado que el campesinado jienense mantuvo posiciones claramente reformistas hasta el primer cuatrimestre de 1934, y que su objetivo era conseguir trabajo la mayor parte del año, así como unos salarios dignos con los que mantener a sus familias. No era un campesinado revolucionario, ni tenía como objetivo principal, en sí mismo, el hacer la revolución. Incluso los movimientos alternativos a la economía de mercaoo en la II República, a través de los "arrendamientos colectivos" y la "reforma agraria", aparecen como procesos graduales de modificación lenta, ejemplificante para otros trabajadores, de las formas de producción capitalistas, más que como procesos de sustitución radical y completa del propio sistema capitalista. Otra cuestión es que, para las clases dominantes, cualquier mínima modificación de las relaciones de producción en favor de los trabajadores resultase a sus ojos como una medida revolucionaria. De hecho, los trabajadores campesinos, tras la derrota de la huelga de junio de 1934, no participaron en la huelga revolucionaria de octubre y sólo asumieron la iniciativa revolucionaria a partir de febrero de 1936, tras el triunfo del Frente Popular, con las ocupaciones e incautaciones de fincas, mientras que a partir de julio se limitaron a responder a lo que era una verdadera agresión de las fuerzas de la derecha en la guerra civil. El proceso revolucionario que representan las colectivizaciones se opera como consecuencia del golpe de Estado contra el gobierno legítimo republicano, y ante la necesidad de seguir manteniendo la producción industrial y

agraria, al tiempo que sirve para poner en práctica lo que, hasta ese momento, habían sido meras ilusiones teóricas o elucubraciones utópicas. Sin embargo, la guerra civil no es el objeto del libro de Coba. Durante toda la II República, pero sobre todo en 1934-35, resulta innegable que se había llegado a una situación insostenible, así por las tremendas desigualdades sociales, como por el grado de estratificación que separaba a los ricos de los pobres, por el mal reparto de la propiedad de la tierra -otra cosa es si era justo o injusto de acuerdo con los criterios legales e institucionales que utilicemos-, y por "el dominio político y social a escala local de los grandes y medianos propietarios y arrendatarios y el recurso constante a la violencia institucional e individual de cara a la perpetuación de lo existente". Todo lo anterior queda perfectamente demostrado con la aportación más novedosa, a mi entender, que atañe a las páginas dedicadas a todos los procesos electorales de la época republicana en la provincia de Jaén. Al igual que ocurre con las destinadas al análisis de la conflictividad durante la II República, donde se describen pormenorizadamente, de 1931 a 1936, y se reconstruyen, prácticamente huelga por huelga, las que se produjeron en el periodo objeto de estudio. No obstante, el resultado final hubiese sido mucho más brillante si se hubiera dado un pequeño paso más, aportando la caracterización general por tipos de conflictos y relacionando la conflictividad social general con la conflictividad exclusivamente huelguística laboral y/o revolucionaria. De hecho, en el Cuadro IV.6, anteriormente citado, aunque se 251

CRITICA

Y

RESEÑA DE LIBROS

incluyen datos sobre los conflictos campesinos, en realidad las cifras conciernen exclusivamente a huelgas; de otro tipo de conflictos y/o enfrentamientos en los que no se llegaba a la declaración de huelga nada se indica. Estamos, en definitiva, ante un estupendo trabajo de investigación, cuyo rigor y calidad, precisamente, incitan a plantear una serie de matizaciones y discusiones que en nada desmerecen la laborde Cobo Romero sino al contrario, resaltan la importancia de una obra casi definitiva sobre la 11 República en la provincia de Jaén, que tardará muchos años en ser superada. Las conclusiones de la misma, no obstante, hubiesen quedado más redondas si el autor hubiera obviado algunas generalizaciones y expresiones poco

afortunadas -como la referente a la ubicación del estudio en el marco de una formación social altoandaluza cuya delimitación geográfica, provincial y/o comarcal, no se explicita-, así como ciertas afirmaciones muy dependientes de una metodología excesivamente rígida, acentuando, en compensación -como hace en otras partes dellibro-, la comparación con otras provincias andaluzas, cuya trayectoria durante el lapso 1931-36 nos es conocida gracias a varios trabajos recientemca.; publicados. Con todo, los jienenses debemos felicitarnos por el trabajo de Cobo Romero, cuya aportación al conocimiento del periodo de la 11 República en nuestra provincia resulta decisiva. LUIS GARRIDO GONZÁLEZ Universidad de Jaén

***** FURTADO, CELso: La fantasía organizada. Eudeba, Buenos Aires, 1991, 205 páginas. Latinoamérica se había especializado, en el contexto económico internacional como suministradora de bienes primarios. Hasta el siglo XIX como exportadora de bienes metales, desde la apertura a los circuitos externos a fines del mismo siglo, como oferente de bienes rurales con preferencia. Hubo casos de extraordinaria fortuna utilizando sus ventajas comparativas, como los de Argentina, Brasil y Colombia y los sistemas de plantación caribeños y centroamericanos. En otros países donde la fortuna agro-exportadora había sido menor, como Perú y México, el rotundo peso del universo rural había hecho que los intereses del agro siguieran siendo considerados "como intereses 252

de prioridad" en la orientación de las políticas económicas. El disloque internacional ocasionado por la crisis de los años 30 fue, como se sabe, especialmente intenso en Latinoamérica. El fin de la bonanza agroexportadora acarreó el debilitamiento de las élites tradicionales y de los sistemas políticos excluyentes que habían ido construyéndose desde las llamadas reformas liberales. Se abrieron las compuertas a la participación popular, creando sistemas políticos híbridos en los que convivían democracia electiva con estilos personalistas y formas autoritarias de gobierno (Argentina y Brasil, en parte Chile y México).

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Estos nuevos regímenes impulsaron, con mayor o menor vigor, un proyecto industrializador que situaba la rueda maestra de la economía en los escenarios urbanos. La pérdida de peso específico del sector agrario se podría ejemplificar en el caso argentino con la catástrofe productiva de la agricultura y de la ganadería durante la etapa peronista. En Brasil sería representativo la pérdida de peso de Río de Janeiro, ciudad ligada a los excedentes de la bonanza agrícola (representados por el café, la caña y la ganadería), en beneficio de Sao Paulo, la nueva metrópoli cuyo crecimiento se derivaba de la inversión industrial. La construcción de Brasilia, empeño de J. Kubitschek en los años 50, fue la expresión simbólica de un Brasil ya poderoso industrialmente y capaz de abordar vastos proyectos. El caso mexicano exigiría un tratamiento propio; aquí el período de intensidad nacional-populista (sexenio presidencial de L. Cárdenas, 1934-1940) reviviría una rica "vertiente de aspiraciones comunales" campesinas que habían sido estimuladas por la reciente revolución, de modo que la orientación de la economía cardenista no fue tanto desencadenar un proceso de industrialización como asegurar el acceso a la tierra de millones de campesinos. Paradójicamente, sería en el conservador y derechista periodo de Aleman (1946-1952) cuando se abrieran las compuertas a las inversiones industriales norteamericanas. Es precisamente en el período de cambio de paradigma donde se sitúa el libro que comentamos. El conjunto de la obra del brasileño Celso Furtado es politemático y demasiado conocido como para hacer aquí un balance; baste recor-

dar sus ya clásicas aportaciones a la historia económica de América Latina (La economía latinoamericana desde la conquista ibérica hasta la Revolución Cubana), al diagnóstico y análisis de economías concretas (Formación económica del Brasil) y al diseño de estrategias de crecimiento económico (Técnica de Planificación). La fantasía organizada, es un libro de recuerdos (más que de memorias) centrado en el período de postguerra y situado en esa intensa coyuntura en la que en América Latina se pretendió organizar el futuro en torno al paradigma industrial. Las expectativas de ese momento vislumbraban un porvenir de bienestar para el continente en el que se habría superado, por fin, el secular atraso. Era una época de optimismo, de expectativas generosas de crecimiento con rasgos que nos recuerdan al "New Deal" norteamericano de la década anterior. Pero sobre todo el libro nos habla del equipo humano que organizado en torno a CEPAL y pertrechado con las ideas del argentino R. Prebisch pretendía orquestar el crecimiento industrial. Se trata de un material de primera mano escrito por uno de los estrategas de la industrialización y, por tanto, indispensable para ampliar nuestra mirada sobre una época, unos hombres y un proyecto. Como se sabe la Comisión Económica para América Latina (sección de la ONU) creada en 1948, se propuso tres metas: sistematizar la información económica referida al continente, fundamentar una nueva perspectiva teórica de las relaciones Norte/Sur y elaborar proyectos de desarrollo concreto ejerciendo presión sobre el ejecutivo (auténtico "lobby") para enfatizar políticas industria253

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les. Sobre el primer aspecto, el libro de Furtado habla de la dificultad de toda empresa pionera, en este caso la de poner en marcha una arquitectura sólida de la información; CEP AL impulsó la primera organización de sistemas de datos macroeconómicos referidos a cada país, venciendo las dificultades en el recabo de la información estadística y dando soporte a una miríada de datos dispersos y no seriados. Fue un trabajo a caballo entre la ingeniería y la artesanía desempeñado fervorosamente por una primera hornada de jóvenes economistas recién salidos de las universidades locales (Furtado, Noyola, Jaguaribe, B. Echeverria, Sunkel, etc.). En adelante los informes anuales de CEPAL así como la publicación, incluidos en sus fondos, de análisis parciales y globales serán una fuente de información primordial sobre las economías latinoamericanas. Lo que marcaba el tono teórico de los primeros informes de CEP AL era una reconsideración de las relaciones entre las economías centrales y las latinoamericanas. Aquí entra en escena el economista que ha ejercido la influencia más duradera en la región y al que, en parte, La fantasía organizada está dedicado: el argentino Raul Prebisch. Heterodoxo en relación con la tradición neoclásica y nacionalista panamericano, Prebisch formuló un concepto de gran fortuna: el de las relaciones desiguales entre Centro y Periferia. (De la inicial propuesta de Prebisch acabarían por formalizarse dos planteamientos, el de A. Gunder Frank, centrado en la actualidad de la revolución socialista y el de la ortodoxia "cepalina'', que insistía en la necesidad del desarrollo industrial capitalista previo). El concepto centro/periferia sería a partir de 254

entonces un supuesto básico sobre el que organizar las estrategias de progreso. Situados en el nacionalismo panamericanista la puesta en marcha de políticas industrializadoras fue visto como requisito de un futuro de independencia y prosperidad. De la lectura del libro de Furtado, auténtica arqueología sobre proyecciones industrialistas en países rurales, se concluye que el sentido que impulsaba a los pioneros latinoamericanos fundadores de CEPAL no sobrepasaba los límites del sentimiento nacionalista y de una mayor filantropía en la distribución de las rentas. Bajo el prisma de hoy se trataría de un proyecto vagamente socialdemocrático en el que el estado jugaría un papel impulsor esencial y en que la clase obrera sería recompensada con mejoras en sus condiciones económicas y sociales. Pero lo que impregnaba de peligrosa heterodoxia al proyecto CEPAL era la introducción de políticas planificadoras; esto es, prescindir de ese nervio regulador que serían los mercados (en su sentido más liberal manchesteriano) introduciendo una práctica que más correspondía al vilipendiado estilo soviético de planificación. De ahí que el oportuno título de La fantasía organizada se refiera, en este caso, a la siempre incierta combinación de planeación/ejecución. El libro de Furtado presta una destacada atención al caso de Brasil, concretamente a la segunda presidencia del populista Getulio Vargas (1950-1954). Y ello es acertado porque Brasil fue sin duda el país donde más influencia tuvieron las propuestas de CEPAL y donde se ejecutaron los más vastos proyectos económicos con participación directa del estado. Desde luego, sin entrar a evaluar la

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influencia de los proyectos de CEPAL, a comienzos de los años 50 se inicia en América Latina un homogéneo período de 20 años de duración orientado hacia la industrialización a toda costa. Ya no se trataba de la industrialización ligera para la sustitución de importaciones sino que se abordaron inversiones dirigidas a sectores industriales estratégicos. La conclusión final de este período de crecimiento nos sugiere que las cosas no ocurrieron como los cepalinos proponían, la industrialización no fue operada por fuerzas nacionales. sino por inversiones EEUU que repetían los esquemas clásicos de drenar riqueza doméstica, transferirla al exterior, y cerrar las plantas una vez agotado el ciclo (posiblemente el caso de Brasil requiera un tratamiento propio). En la agricultura el ciclo puede ser considerado como desastroso, puesto que ni se abordaron serias reformas agrarias orientadas a una mayor capacidad productiva, ni en general se transfirieron recursos financieros hacia la capitalización del campo. Consecuencia de ello habría sido el fracaso en poner en marcha una agricultura racionalizada, excedentaria y exportadora; el resultado hoyes una agricultura limitada al autoconsumo y con graves problemas para cubrir, incluso, la demanda de los mercados internos. Hoy la disparidad de costes entre las agriculturas latinoamericanas y las del mundo industrial se puede ejemplificar en el caso de México, donde la producción de 1 Kg. de maíz cuesta 5 veces más que en EEUU. En otro orden de cosas, La fantasía organizada nos aporta informaciones y juicios valiosos sobre un amplio espectro temático pero que todos se refieren a una generación y a una época, la de la juventud y madurez del autor. Pinta cuadros muy precisos, a veces ajenos a lo econó-

mico, como el retrato de la poderosa "intelligentsia" mexicana de la posguerra y su vacío del "análisis de si"; o frases de una gran enjundia que resumen períodos históricos complejos, como las referidas a la Argentina de Perón y al derrumbe de su sector agrario a la "maldición" de la economía venezolana vinculada al petróleo mal utilizado. Hay en pocas páginas admirables síntesis de la historia económica de ciertos países y especialmente del Brasil. Además, por el libro desfila el más significativo repertorio de economistas que dejaron huella en América Latina. Desde luego Furtado se exhibe a sí mismo como un nacionalista socialdemócrata e industrialista; industrialista a toda costa. Y esto último, como sabemos, ha derivado en el caso de Brasil en el conocido dilema de "o crecimiento de industrias duras o crecimiento ecológicamente armónico". Claro está que situados en la escena actual "sobrepasada" por un proceso de crecimiento altamente entrópico sería obvio considerar el pensamiento de Furtado y el de los "cepalinos" como antiecológico y poco previsor. Efectivamente, la filosofía industrialista de Furtado sería impulsada vigorosamente por la dictadura militar brasileña que en su política de huida hacia adelante hizo de la Amazonia el problema de todos conocido. Pero, claro, se podría replicar con una frase recitada con frecuencia por los estrategas del hemisferio subdesarrollado: "el respeto ecológico y el crecimiento industrial moderado son cosa de ustedes los ricos, en nuestros atrasados países por salir de la pobreza estamos dispuestos a hacer lo que sea". ALEJANDRO GARCÍA

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