ALBERTO RUY SÁNCHEZ. EL LENGUAJE ÁRABE DE LA PASIÓN PARA LEER EL MUNDO AMOROSO DE CADA DÍA 27 notas aljamiadas

1 ALBERTO RUY SÁNCHEZ EL LENGUAJE ÁRABE DE LA PASIÓN PARA LEER EL MUNDO AMOROSO DE CADA DÍA 27 notas aljamiadas Lo andalusí y magrebino informa los c

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ALBERTO RUY SÁNCHEZ EL LENGUAJE ÁRABE DE LA PASIÓN PARA LEER EL MUNDO AMOROSO DE CADA DÍA 27 notas aljamiadas Lo andalusí y magrebino informa los cinco libros de mi Quinteto de Mogador de tres maneras: primero como experiencia, es decir como realidad vivida. Después como lenguaje para nombrar y ver y comprender esa realidad. Y tercero, como forma literaria: como instrumento artesanal cuyas técnicas antiguas de la composición cerámica se convierten en metáforas de formas narrativas nuevas apropiadas para lo que en cada libro se va contando. 1. Los nombres del aire fue escrito y reescrito en un estado alterado. Con un anhelo amoroso en el cuerpo. Con la respiración y el ritmo de las palabras cantando juntos una especie de invocación poética de la persona amada. Es una historia de deseo, escrita desde el deseo 2. Pero mi respiración, al escribir y reescribir, se fue dejando habitar por historias de mujeres que me contaron con detalle el fuego de deseo que llevaban dentro y así me permitieron sumarlo al mío para ponerlo en palabras. O más bien sumar mi impulso al de ellas. Fatma, la protagonista de Los nombres del aire, es una habitante de Mogador, la ciudad del deseo, pero está hecha de la voz y los anhelos de muchas mujeres. La locura que me poseía me hacía pensar en el amor extremo del hombre que perdió la razón por Laila, la protagonista de Majun loco por Laila. Ese clásico que funda el amor cortés muchos siglos antes de que fuera formulado en el sur de la Francia medieval. 3. Cada imagen y cada fragmento de mis cinco libros sobre el deseo en Mogador y especialmente el primero fue escrito pensando en la música de las palabras como parte fundamental de su significado. Buscaba la fuerza de la poesía pero al mismo tiempo quería contar una historia simple y significativa por el placer de compartirla. Me sentía como esos artesanos de México y de Marruceos que obsesivamente trabajan sus materiales hasta lograr lo mejor que pueden con una idea en la mente. Sumado a un músico ritual buscando el éxtasis de la posesión. Me pensaba como un artesano ritual de las palabras. 4. La intensidad del deseo que contaba página a página me hacía pensar en una estructura musical más que en un clásico argumento

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narrativo. En vez de que la línea dramática de la historia tuviera un climax, un anticlimax y un desenlace busqué que avanzara en espiral, regresando sobre sí misma. Busqué un climax en cada fragmento que se profundizara en cada vuelta del círculo. Y que no tuviera como desenlace sino el final físico del libro. Es decir, una historia que no terminara. Una composición poético musical que llamé "prosa de intensidades". No es poesía en prosa hecha de varios poemas ni es narrativa tradicional, es una composición distinta. Pensaba tanto en la música de transe, que comienza sin cesar, tal y como se practica por los grupos gnawa de Mogador Essaouira actualmente, y en la forma literaria del adab, que es capaz de combinar todos los géneros. 5. La historia comienza donde termina pero no lo parece. Fatma avanza, desea y es deseada, no siempre por quien ella quisiera. La protagonista emprende una búsqueda física que se vuelve también búsqueda espiritual, donde sexo y alma nunca son indisolubles. Su búsqueda se emparenta con la de los místicos de varias religiones, pero Fatma es una mística sin iglesia. Mística del amor y el sexo, mística del deseo. Y el relato se fue nutriendo también de clásicos árabes sobre el amor, como el sutil y profundo tratado andalusí de la pasión amorosa El collar de la paloma, del cordobés Ibn Hazmm citado en mi libro como lectura de uno de los personajes. Y como productor de una herejía. Pero también del bello relato sufi de Attar, La conferencia de los pájaros. No por azar la búsqueda del Simurg, el pájaro místico, que llevan a cabo esos pájaros en conferencia y viaje, ha sido comparada desde el principio por algunos críticos con la búsqueda amorosa de Fatma. Pero fue precisamente en el libro andalusí donde encontré mayor sutileza que en otros tratados, como el muy burdo Jardín perfumado, que elegí con ironía como título de la revista erótica que dirige el protagonista de La mano del fuego. 6. Antes de nutrirse de los clásicos árabes mi pasión que desembocaría en novela se nutrió del descubrimiento del mundo amoroso árabe en un primer viaje fundador y de iniciación en 1975 y 1976. Viaje que sólo podría ser contado al final de la serie, en La mano del fuego, el último velo que desgarraría la ilusión narrativa iniciada por Los nombres del aire. Conocer de pronto los ámbitos propios y muy característicos de la mujer árabe, desde los rituales de su cuerpo hasta los de los espacios sociales, como el hammam, comenzó a dar respuestas a muchas de las inquietudes sobre el deseo que ya iba teniendo y que iban convirtiéndose en el tema central del libro y muy pronto de todo el Quinteto de Mogador. Epifanía tras epifanía, aquel viaje fundador se convertiría en la clave de un impulso narrativo y de investigación vital y literaria y filosófica que duraría más de veinte años. Y la cultura arabigoandalusí me fue dando lenguaje, términos e imágenes para nombrar y decir lo que estaba viviendo apasionadamente cada día

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7. En ese afán artesanal de composición literaria tuve el deseo de que el lector entrara al libro como si se entrara a un edificio, a un ámbito, a un espacio, a una arquitectura. Que el lector sintiera y deseara avanzar en ese espacio o irse o quedarse en una esquina tan sólo, atraído tal vez por una luz al final o al fondo. Llevado más por un conjunto de sensaciones atractivas que por la pregunta recurrente del suspenso tradicional del tipo ¿quién fue el asesino? Y encontré que el baño público árabe, el hammam, con sus cuartos sucesivos de temperaturas diversas y su composición de luces y sonidos y cuerpos desnudos era un edificio narrativo ideal. Quería que mi libro fuera un espacio de ese tipo y así comencé a construirlo. Introduje un hammam en el centro del libro como ámbito de encuentro de los personajes y metáfora del libro mismo. Una especie de animismo arquitectónico que poco a poco se fue extendiendo a toda la ciudad donde la historia sucedía, Essaouira o Mogador, ciudad marina, amurallada y laberíntica, ciudad de deslumbrante belleza, deseable, deseante y nunca de verdad poseída, metáfora de la búsqueda amorosa y a la vez de la mujer amada. 8. Reuní tantas historias que mostraban figuras de un lenguaje del deseo que Mogador se fue convirtiendo también en un microcosmos. Espejo diminuto del cosmos. Una visión sintética de un mundo o de una dimensión humana. El microcosmos del deseo. Y como en las concepciones antiguas del cosmos formado por cinco esencias o elementos: agua, aire, fuego, tierra y la quintaesencia, pensé que debería emprender un ciclo de libros que llevaran como emblema cada uno de los elementos. Y así el primero, que arranca con una escena donde se muestra, entre otras muchas cosas, que cuando uno está enamorado hasta el aire que entra por la ventana lleva el nombre de la persona que anhelamos se llamó Los nombres del aire. Primera puerta a un ya deseado quinteto de Mogador. 9. Casi diez años antes de ser publicado comenzó este libro a tener vida. El primer esbozo, de 1977, llevaba ya imágenes y escenas anotadas en aquel primer viaje mencionado que hice con Margarita de Orellana (a quien está dedicado el libro). Me di cuenta palpablemente de que las huellas de la cultura arábigoandalusí en la cultura mexicana son mucho más grandes de lo que se supone, comenzando por las que hay en nuestra lengua. Y Los nombres del aire nació también como una reivindicación implícita de esa presencia cultural profunda, tantas veces invisible e inasible pero definitiva. 10. Forjada en gran parte mientras vivía en Europa en un gran aislamiento de mi generación de escritores, mi naciente voz narrativa y su primera expresión, este libro, estaban destinados a ser vistos como una extrañeza. Y no tenía porque gustarle necesariamente a quienes desean y viven otras maneras literarias. Y acumuló más de diez rechazos editoriales antes de que Joaquín Diez Canedo decidiera publicarlo en su

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editorial Joaquín Mortiz en 1987. "Sé que no voy a vender más de cien, pero me gusta", me dijo con certeza y una sonrisa. Paradójicamente, Los nombres del aire no ha dejado de ser reeditado desde entonces. Traducido varias veces por sus lectores apasionados y premiado, adaptado a diferentes medios y artes, incluyendo la música y la danza, su mayor recompensa está en esos lectores que cada año lo encuentran, lo recorren y lo recomiendan de boca a oído. Y que de vez en cuando me dicen que lo descubren con asombro, se identifican con la búsqueda y las pasiones que leen en él y encuentran ahí las palabras para nombrar lo que sienten y lo que quieren decirle a las personas que aman o desean. Son tantas ya las historias sobre la recepción entre sus lectores que podría escribirse un libro sobre ellas y un par de tesis se han intentado. En todo caso, de la vitalidad de esas voces deseantes se alimentarían sin duda los libros siguientes de El quinteto de Mogador: En los labios del agua; Los jardines secretos de Mogador, voces de tierra; La mano del fuego y la quintaesencia: Nueve veces el asombro. 11. El siguiente libro de la serie, En los labios del agua fue escrito por una voz poseída, en el mismo estado de excitación deseante con el que escribí el libro anterior. Pero el tiempo no pasa en vano si se vive con la tenacidad obsesiva de escribir un libro. La vida va dejando sus huellas y en ocho años esa voz narradora se fue llenando de presencias y de distancia, de otras voces, de escenas, de ideas, de espacios, de preguntas y obsesiones. Pero también de muchos placeres de escritura. La investigación sobre el deseo fue tomando una dimensión peculiar que desembocó en la forma y la historia precisas de este libro. 12. En los labios del agua es contado principalmente por un personaje que es un incipiente contador tradicional de historias, un halaiquí que busca y cuenta la historia de un ancestro, pensador y calígrafo tradicional de Marruecos, y busca también a su amada a través de varios lugares en el mundo, del desierto de Sonora al Sahara. Busca huellas de su ancestro, pero no lo es de sangre sino de un linaje de sensibilidad alterada conocido por unos cuantos como La casta de los Sonámbulos. Dos búsquedas que se entrelazan con una tercera: el narrador busca comprender su deseo. El libro cuenta la historia de ese triple itinerario, viéndolo como una Búsqueda mayúscula: erótica y mística, con la persona amada como una diosa anhelada que muestra sus signos ocasionalmente y de manera equívoca. 13. Si el libro anterior era una pregunta sobre el deseo femenino, éste lo es sobre el deseo masculino. El narrador entonces se cuestiona a sí mismo, ironiza, reconoce sus debilidades y su ascendencia deseante. Se entrega a sus pasiones y las disecciona con el bisturí de la poesía. Se pregunta en qué consiste exactamente el tipo de anhelos eróticos que él tiene. Observa y vive situaciones extremas de deseo.

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14. Cuando fue publicado Los nombres del aire, primer volumen de lo que con los años se iba a convertir en el Quinteto de Mogador, recibió una acogida tan entusiasta que para mí fue asombrosa y para mi editor también. Comenzó a crecer entre ese público el deseo específico de que el segundo volumen anunciado, En los labios del agua, fuera un relato muy similar al primero. Y especialmente después de que el libro obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. "Queremos más de lo mismo", me dijo una periodista entonces. Pero mis planes para este libro ya se encaminaban en una dirección distinta. "Más de mí, más de lo que yo pueda poner ante tus ojos, pero no podría hacer exactamente más de lo mismo", le respondí entonces mientras veía como iba desapareciendo su sonrisa y un leve gesto de decepción se fijó en su cara. 15. Los artistas con frecuencia tenemos la urgencia de contravenir a nuestro público si lo que necesitamos crear es diferente. Tenemos que correr el riesgo de decepcionar para ser fieles a nosotros mismos, a nuestra manera de estar en el mundo y de enfrentar nuestro oficio. Fieles a la necesidad de crear una obra que sea lo mejor que podemos hacer en ese momento. El narrador de En los labios del agua es una voz poseída de deseo y obsesionada con comprender y ser estéticamente fiel a sí misma. La misma pulsión que reaparecerá en el cuarto libro del Quinteto, La mano del fuego. 16. Esa necesidad de escucharse atentamente se complementa con una necesidad inversa, de estar atentos a la vida, al mundo. Parecen necesidades contradictorias pero no lo son. Sabe más de sí quien más escucha a los otros. Así, otro ingrediente findamental de En los labios del agua y de toda la serie será la investigación sobre el deseo revisando testimonios muy diversos. Los lectores y sobre todo las lectoras que durante los años que duró su redacción me escribieron o me contaron sus historias de deseo alimentaron esta dimensión de los libros. De cierta manera esto los hace novelas documentales sobre el deseo contadas en clave poética y narrativa. Pero poco a poco y más cada vez, también en una clave reflexiva. El personaje narrador en cada ocasión trata de comprender la hipersensibilidad de ciertos deseantes. Y su propia experiencia excepcional es el detonador de esa búsqueda. 17. El narrador de En los labios del agua descubre que un escritor antiguo, Aziz, escribió un libro sobre esos deseantes con los que se identifica. Ese manuscrito perdido aparece fragmentariamente dentro de éste. Ahí llamó a ese grupo sin grupo La Casta de los Sonámbulos. A cada capítulo hay alguna reflexión experimental sobre esa condición de hiperdeseantes que además se reconocen entre sí y forman un linaje de parentesco sensible, de afinidades involuntarias e imperiosas. La Casta de los Sonámbulos es una de las invenciones de este libro que más han llamado la atención de lectores que se reconocen en esa categoría sensible.

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18. Mi punto de partida para escribir cada uno de los volúmenes era, por supuesto el libro anterior, Los nombres del aire. Pero busqué que no fuera necesario leer los anteriores sino que cada libro funciionara de manera independiente. Así, más que una continuación en el mismo plano del relato y del espacio, me propuse ampliarlo. Justo como se hace en el cine cuando la cámara retrocede y aparecen nuevos espacios, situaciones y personajes: vemos todo lo que estaba antes fuera de cuadro, fuera de la pantalla. Pensé además que en ese movimiento hacia atrás mi cámara podría moverse también hacia arriba, no en un círculo que se amplía sino en espiral. Y apareció a cuadro un autor de Los nombres del aire, Aziz Al-Gazali. Inspirado libremente en un antiguo filósofo árabe muy anterior. El primer libro se convertía entonces en personaje dentro del segundo. Y la historia iba a ser narrada por uno de sus lectores. Quien además quiere saber todo sobre el primer Aziz y su descubrimiento: La Casta de los Sonámbulos. 19. Así habría en cada libro de la serie una inclusión del libro anterior dentro del relato, como unja serie de muñecas rusas una dentro de la otra. Y por lo tanto habría un cuestionamiento de la figura del narrador que todo lo ve desde arriba sabiéndolo de antemano. Y estaríamos mostrándolo cada vez más fuera de sus poderes de ilusión. En el tercer libro, La piel de la tierra o los jardines secretos de Mogador, también se incluye a los libros anteriores como parte de la ficción. Y descubrimos que muy probablemente el narrador de En los labios del agua fue en realidad una mujer, la abuela de la protagonista de Los jardines secretos y esposa del personaje que ella misma presenta con cierta distancia crítica como narrador de En los labios del agua. Cada vez sucede como si una cámara de cine se alejara ampliando la perspectiva e incluyendo lo que antes estaba fuera de cuadro. Cada vez, el autor fuera de cuadro va quedando dentro. En el cuarto envío de esta espiral de muñecas rusas, La mano del fuego, vemos al narrador de todo el Quinteto hacer y fallar sus trucos, como un mago de circo itinerante descubierto por su público. En el quinto, Nueve veces el asombro, la voz vuelve a la mujer mogadoriana, es Mogador hecho mujer quien habla. La espiral narrativa se renueva y comienza a girar de nuevo. 20. La escena central de Los nombres del aire, donde se relata el encuentro amoroso fundamental del libro, transcurría en un tradicional baño público de vapor, un hammam. El ámbito de encuentro en el nuevo libro será una pista de baile. Los enamorados se conocen moviéndose al ritmo de la música y ascendiendo juntos por una escalera de luz que da un sentido de trascendencia al nuevo nudo de sus deseos. Juntos experimentan uno a uno, lentamente, "los nueve placeres del baile". Así, la novela escenifica una reflexión sobre la danza en pareja concebida como ritual deseante. Para la descripción de cada uno de esos placeres uso, lúdicamente y con ironía, el método de Mircea Eliade para analizar

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los rituales de la luz en diferentes civilizaciones. Es una dimensión más de la investigación sobre el deseo presente En los labios del agua. 21. El ámbito central de La piel dela tierra o Los jardines secretos de Mogador será el jardín concebido como metáfora del paraíso. Desde el jardín real de la protagonista hasta el jardín metáfórico que es su cuerpo convertido en paraíso para su amante. En el camino, el jardín paradisiaco es cada deseo del mundo. Y el discurso del narrador es un esfuerzo por traducir al mundo en una plegaria y poema de amor hacia su amada. Es evidente que la concepción árabe clásica del jardín paradisíaco nutre este libro y a todo el Quinteto de Mogador. El ámbito central y significativo de La mano del fuego será necesariamente la mano, espacio de escritura del destino, espacio simbólico y útil a la vez. La mano equívoca del amante voluntarioso que escribe sobre el amor y experimenta la duda o la mano certera del artesano del barro. Un ceramista marroquí que convierte cada paso de su oficio en involuntaria forma amorosa. En el quinto, Nueve veces el asombro, el ámbito central es el de la recámara de los amantes y la mesa. Comen y se comen. El ritual final de contarse y amarse se completa y la espiral que se abría tiene a la vez su barandal y su eje. El círculo más amplio del conjunto espiral y simultáneamente el más cerrado. La paradoja algebraica formulada por los matemáticos árabes de la espiral que tiene como centro y a la vez como meta su círculo más extendido, es decir como último el primer paso del recorrido, se ilustra en ese volumen sobre el asombro, final y primero a la vez. 22. El antiguo género literario árabe del adab es la forma elegida de esta novela que es a la vez una teoría narrativa del deseo. Así este libro hace también, a su manera, reivindicación de un aspecto útil para mí ahora de la cultura literaria arábigoandalusí. El adab permite mostrar, reflexionar y asombrarse: y con esas tres acciones construir un ámbito poético más amplio para que crezca el deseo. Una danza total donde el cuerpo de quien lee baila con las imágenes y las diferentes situaciones del libro. 23. Aún dando giros y trazando espirales con el cuerpo, la danza de estos libros se extiende por el mundo, forma una línea horizontal. Yo quería que a diferencia del primer libro, que sucede en un espacio delimitado, un círculo, el segundo tuviera como dibujo de su trama una doble perspectiva: desde un punto de vista se reduce a una línea recta hacia un horizonte lejano donde la intensa luz anhelada es apenas visible. Desde otro punto de vista simultáneo pero más elevado, esta historia forma una espiral muy amplia. Con el tercero, los jardines secretos, la espiral se amplía y se llena de puntos brillantes, una explosión como una estrella que explota lanzando sus luces fugaces poor todas partes del mundo. En el cuarto, La mano del fuego, las luces se van apagando y vemos la mano que escribe, la mente que trata de comprender, la historia que se dibuja en la mano. Las estrellas fugaces se van perdiendo en la

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obscuridad. En el quinto libro, Nueve veces el asombro, la noche se ilumina de nuevo en la boca de los amantes que acaban de atravesar la noche haciendo el amor y hablan, describen a Mogador, su Mogador. Las palabras que iluminan su noche personal vienen del ámbito de palabras árabes en nuestra lengua. Su resplandor ilumina al Quinteto como ilumina a los amantes. 24. Podría parecer que este libro tiene un aspecto exótico por suceder en gran arte en Marruecos. Pero no es así. por una parte, los mexicanos que de verdad conocemos ese país norafricano nos sentimos más cómodos en él que en España o en el sur de los Estados Unidos. Y a los marroquíes les sucede lo mismo. Entre Marruecos y México hay enormes vidas paralelas que poco a poco van siendo exploradas por escritores, artistas y estudiosos de ambos países. La relación entre Marruecos y México es una relación sur-sur. Y eso no puede perderse de vista. Es interesante que en Marruecos me preguntaron los periodistas: ¿por qué mezcla un lugar real como Mogador con uno imaginario como Sonora? Y en el norte de México me preguntaron exactamente lo contrario. Describir Marruecos para un mexicano es hablar de situaciones culturales cercanas a pesar de la distancia geográfica. En el Quinteto de Mogador no hay ningún exotismo. Por eso he hablado de un orientalismo horizontal, una mutua fascinación sin metrópolis nórdicas de por medio. 25. Aziz el viejo, en la segunda novela, es un calígrafo. Un meticuloso artesano de la escritura árabe que dibuja letras con maestría inigualable. Su actividad creativa, lo que dibuja y escribe de manera tan singular, se vuelve metáfora de lo que quiere ser la escritura de este libro: una forma nueva, recreada en la adversidad, artesanalmente bella y muy significativa. Forma que es contenido. El calígrafo también ve en sus cartas a la amada, perfectamente dibujadas, la forma de su deseo por ella: sus letras son como él: voluptuoso y controlado. La caligrafía en el mundo árabe es vista como una red de significados secretos que necesariamente se manifiestan como escritura de dios. Y aparecen con frecuencia a través de los sueños. Una caligrafía soñada puede ser considerada una premonición que debe ser descifrada meticulosamente. labor de visionarios y sonámbulos. Una pieza de caligrafía árabe es a la vez un sonido, un valor numérico, un texto y una forma plástica. Cuatro caminos certeros para que avance la caligrafía en nosotros, su significado múltiple y su fuerza. La caligrafía hace evidente la relación entre la escritura y el cuerpo, tanto de quien escribe como de quien lee. Todo el Quinteto de Mogador está concebido como una inmensa caligrafía. Y así lo han comprendido muchas de sus lectoras que han decidido tomar los tatuajes de Hassan Massoudy que ilustran los libros y convertirlas en tatuajes, haciendo que su lectura se extienda a sus cuerpos y a sus vidas.

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26. Si el narrador de En los labios del agua va reconociendo sus sonámbulos por donde pasa y vive situaciones extremas muy distintas, cada una exigía ser contada de diferente manera. De ahí el reto de dar una unidad a la diversidad. El reto se toma de diferente manera en los ámbitos que recorre el protagonista de En los labios del agua, en los jardines que describe el narrador sin nombre ni sicología de Los jardines secretos o las situaciones límite equívocas en las que se ensaya el narrador de La mano del fuego. Unidad y diversidad como reto narrativo constante. Y pensé que para ello era ideal el método seguido por los artesanos marroquíes que sobre los muros, en las fuentes, arman asombrosas composiciones de azulejos fragmentarios formando conjuntos geométricos sorprendentes y perfectamente calculados a la vez. Esos tableros de azulejos, zelijes, implican siempre la utilización de una retícula común, llamada "cuadrado védico", para poder combinar nueve formas de azulejos diferentes, que añadiendo colores y tamaños llegan a ser noventa y nueve. 27. Es una técnica geométrica que hace de las líneas narrativas de azulejos círculos concéntricos, espirales: verdaderos mandalas. Un tablero de azulejos para la composición peculiar de este libro pero que también serviría para el conjunto de libros sobre el deseo, el Quinteto de Mogador. Lo que me llevó a pensar en la forma de mi libro de libros como un mandala narrativo de azulejos sobre el deseo. Como me decía una lectora en la India, «los mandalas son objetos estéticos que nos revelan sensorialmente su belleza y a través de la contemplación nos ayudan a pensar y sentir, por lo tanto a vivir ». Esa es, creo yo, una de las condiciones privilegiadas de la poesía.

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