ALTERIDAD Y DIVERSIDAD EN LA IGLESIA A CINCUENTA AÑOS DEL CONCILIO VATICANO II. Una mirada desde la mujer

ALTERIDAD Y DIVERSIDAD EN LA IGLESIA A CINCUENTA AÑOS DEL CONCILIO VATICANO II Una mirada desde la mujer Rosa Margarita Mayoral B. csc Introducción N

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ALTERIDAD Y DIVERSIDAD EN LA IGLESIA A CINCUENTA AÑOS DEL CONCILIO VATICANO II Una mirada desde la mujer Rosa Margarita Mayoral B. csc

Introducción No cabe duda que el Concilio Vaticano II ha sido un acontecimiento muy importante, porque coincide con la pregunta sobre el ser y la misión de la Iglesia en el mudo contemporáneo, desde un aggiornamento pastoral y la apertura misionera de la Iglesia al mundo, un querer ir a las fuentes, a los orígenes para renovar la Iglesia. La Iglesia católica hace una reflexión colectiva en voz alta, revisa en profundidad y críticamente su pasado a la luz del Evangelio, entra en diálogo con la cultura moderna y con otras confesiones religiosas y pone en marcha una renovación más acorde a los signos de los tiempos. Ha sido uno de los acontecimientos más relevantes; y no sólo en la esfera religiosa, sino también en el ámbito sociopolítico y cultural. El Vaticano II a juicio de Sobrino, hizo posible Medellín, y éste a su vez, potenció a aquél, lo enriqueció e incluso lo transformó, caracterizándose por su fidelidad creadorai, madurez y originalidad. No dudo tampoco que las Conferencias Episcopales que se han dado posteriormente han sido sumamente importantes para el caminar de la Iglesia Latinoamericana. Sin embargo, en muchos momentos en la Iglesia hay una incongruencia ante lo que ahí acordó, que más bien pareciera que se dio una especie de “vacuna” para vivir esos planteamientos y en el campo de la alteridad y diversidad pareciera que la iglesia sigue siendo pre-conciliar. Ante la llamada a ser una Iglesia más laical, más asamblea pueblo de Dios, el resultado es una jerarquía de tipo imperial. Quiero enfocarme en dos cuestiones que para mí son fundamentales y que vivo de cerca, por mi ser de mujer y por el acercamiento a los pueblos indígenas a los cuáles he dedicado la mayor parte de mi vida pastoral. 1. La participación de las mujeres en la Iglesia 2. La experiencia indígena en la Iglesia

1. La participación de las mujeres en la Iglesia Hace cincuenta años, por primera vez en la historia, las mujeres ingresaron a una asamblea de obispos, aquí hubo la posibilidad de conjugar la fe eclesial con la conciencia de la mujeres. «Si hoy las 1

mujeres católicas y protestantes estudian y enseñan teología en todo el mundo, con lo que eso supone, es consecuencia de la profunda renovación eclesial que el concilio supo interpretar y promover», declara la presidenta del Coordinamento di teologhe italiane, Marinella Perroni: «Parecía imposible que por primera vez en la historia, a una asamblea de obispos reunidos en la basílica vaticana, se sumaran algunas mujeres, tiene un gran valor histórico y una gran carga simbólica»ii. Uno de los hechos del último siglo del pasado mileno, es haber presenciado el surgimiento del feminismo como uno de los acontecimientos más significativos para mujeres y hombres porque propone un reordenamiento del mundo por el desplazamiento del poder dominante y central de la masculinidad, para dar por terminada la ancestral escisión de la humanidad. A pesar de los avances que ha habido en la historia a nivel socio-político, económico. En la Iglesia las mujeres seguimos siendo menores de edad. Dada la actual situación de la mujer en la Iglesia, es difícil pensar en un cambio a corto e incluso a un largo plazo. Pero quiero ser positiva en la manera de plantear como uno de los asuntos pendientes del Concilio Vat. II la participación de la mujer en la iglesia, los enumero a manera de sueños, ya que soñar es el primer paso para cambiar la realidad y retomo los sueños de muchas mujeres. Las mujeres soñamos:iii 







Con una comunidad Iglesia verdaderamente inclusiva, donde mujeres y hombres concentremos nuestras fuerzas en hacer creíble la Buena Noticia del Reino. Luchando por expulsar los “demonios” de la pobreza, la injusticia, la violencia, el sexismo, el patriarcalismo, la violación de los derechos humanos, la explotación y el tráfico sexual de mujeres y niñas, la explotación laboral. Soñamos una Iglesia toda ella ministerial, en la que los ministerios puedan ser ejercidos, desde la llamada de Dios, el reconocimiento de la comunidad que elije y designa a las personas que están capacitadas para ello. Entonces podrá ser de verdad una Iglesia servicial, apasionada por todas las personas que sufren exclusión por razón de su clase, raza, sexo, orientación sexual. Una Iglesia donde las mujeres dejamos de ocupar los bancos como escuchadoras semi-mudas y pasantes de los cestillos, para tomar la palabra y constituirnos en sujetas activas de las celebraciones litúrgicas y sacramentales, en un servicio rotativo, igualitario cuyo requisito no sea ser varón y clérigo, sino ser personas preparadas y dispuestas a servir así a la comunidad. Soñamos una comunidad eclesial fiel a Jesús de Nazaret. Él hizo verdad una comunidad de iguales, sin exclusión alguna, no estructuró su grupo de seguidores y seguidoras desde el orden patriarcal dominante, sino como una familia de iguales, sin relaciones de poder jerarquizado. Lo expresó muy claro: llamándolos amigos y no siervos (Jn 15,15), pidiéndonos que no llamásemos padre, ni maestro a nadie más que a Dios, porque todos los demás somos hermanos y hermanas. Hizo visible la comunidad que quería, lavando los pies a los suyos y diciéndole a Pedro que si no entiende ese gesto suyo no puede formar parte de la nueva familia (Jn 13,6-8).

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2. La experiencia indígena en la Iglesia En cuanto a los indígenas, aunque hubo al inicio de la primera evangelización del continente propuestas de una evangelización inculturada, la experiencia dominante de la Iglesia ha sido la exclusión de la diversidad cultural y religiosa como único modo de posibilitar y mantener la unidad eclesial. Las estructuras eclesiásticas, surgidas de la implantación de la Iglesia en este continente, hasta ahora no dan cabida digna al pobre y al diferente. Esta no aceptación de la diversidad ha dificultado a la Iglesia la comprensión, valoración e inclusión del indígena y de su mundo cultural y religioso dentro de ella. Por eso aún no tenemos Iglesias verdaderamente autóctonas, porque la diversidad humana ha sido considerada más un obstáculo que un aliciente en la implantación de modelos concretos de vivencia de la fe y de la eclesialidad. La obra evangelizadora no destruye, sino que se encarna en vuestros valores, los consolida y fortalece. Hace crecer las semillas esparcidas por el 'Verbo de Dios, que antes de hacerse carne para salvarlo todo y recapitularlo todo en El, estaba en el mundo como luz verdadera que ilumina a todo hombre' como enseñó el último Concilio, el Vaticano II (Gaudium et Spes, 57). Si bien el Concilio centraba más la atención en las grandes culturas y religiones del mundo, en la etapa postconciliar la mirada pastoral se fue poniendo también en la realidad plural de los pobres y sencillos. Y fue el Papa Pablo VI, quien incorporó esta perspectiva en el magisterio pontificio. En Evangelii Nuntiandi (1975), después de definir que «evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad», el Papa reconoce que «la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo». Por eso sostiene que hace falta reafirmar que «lo que importa es evangelizar -no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces- la cultura y las culturas del hombre»; ya que «Evangelio y evangelización no son necesariamente incompatibles con ellas, sino capaces de impregnarlas a todas sin someterse a ninguna»iv. 3. La experiencia de Jesús ante la diversidad La acción evangelizadora, en su sentido más auténticamente cristiano, no tiene que ver con la imposición de ningún proyecto político o religioso de tipo colonizador o proselitista (que fue severamente condenado por Cristo, cfr. Mateo 23,15)v; ni siquiera con la implantación de un modelo específico de vida eclesial. El Evangelio de Jesús tiene que ver con ir al encuentro del otro para salvarlo, para incluirlo en la familia, para hacerlo próximo o prójimo (cf. Lc. 10, 30-35), tiene que ver con hurgar nuestras propias arcas para sacar lo nuevo y lo viejo (Mateo 13, 52) o hallar en nosotros el tesoro escondido o la perla más fina y decidirnos a invertir todo lo que somos y tenemos para adquirirlavi (Mateo 13, 44-46).

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Los milagros de Jesús son respuesta a una pregunta que él plantea a quien lo sigue: ¿Qué quieres que te haga? (cf. Marcos 10,51). Evangelizar no significa hacer al otro lo que yo quiero que sea; sino responder desde el Evangelio a lo que él quiere o necesita que se le haga según el proyecto de Dios.

Conclusión La diversidad humana es tan amplia como la diversidad de la misma vida; es de género, de color de piel, de culturas, de religiones, etc. La diversidad, que es legítima y válida, no se origina en la desigualdad, ni lleva a la discriminación o a la injusticia. Pero cuando esta diversidad legítima está en riesgo, como ahora, surgen movimientos sociales para defenderla. Estos movimientos plantean la necesidad de un mundo nuevo donde quepan muchos mundosvii. Hace falta una nueva manera de ver la misión desde la periferia del mundo, desde los otros, desde aquellos que son diferentes a mí y me interpelan. El "OTRO" tiene una iniciativa que Levinas va a llamar "ALTERIDAD" que también es exterioridad inagotable e infinita. En el recibimiento del "otro" se hace presente el reino de Dios en nuestro mundo, y será la mejor iniciación al misterio de Dios, Padre y Madre, bondad y ternura, hacia el que caminamos humildemente, pues caminamos "en la historia". Pero caminamos también con gozo, por caminar con el "Otro" "compartiendo la mesa", la única mesa para todos, sin epulones ni lázaros, sino de hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre. Hemos de seguir soñando con la "otra Iglesia posible" al servicio del "otro Mundo posible". Y el cardenal Martini es un buen testigo y un buen guía en ese camino alternativo. Casaldáliga recoge sus sueños sobre la Iglesia en estas palabras: "Como Iglesia queremos vivir, a la luz del Evangelio, la pasión obsesiva de Jesús, el Reino”. Queremos ser Iglesia de la opción por los pobres, comunidad ecuménica y macroecuménica también. El Dios en quien creemos, el Abba de Jesús, no puede ser de ningún modo causa de fundamentalismos, de exclusiones, de inclusiones absorbentes, de orgullo proselitista. Exigiremos, corrigiendo siglos de discriminación, la plena igualdad de la mujer en la vida y en los ministerios de la Iglesia. Estimularemos la libertad y el servicio reconocido de nuestros teólogos y teólogas. La Iglesia será una red de comunidades orantes, servidoras, proféticas, testigos de la Buena Noticia: una Buena Nueva de vida, de libertad, de comunión feliz. Una Buena Nueva de misericordia, de acogida, de perdón, de ternura, samaritana a la vera de todos los caminos de la Humanidadviii. Seguiremos haciendo que se viva en la práctica eclesial la advertencia de Jesús: `No será así entre vosotros' (Mt 21, 26). Será la autoridad servicio. «El Vaticano dejará de ser Estado y el Papa no será más Jefe de Estado. La curia habrá de ser profundamente reformada y las Iglesias locales cultivarán la inculturación del Evangelio y la ministerialidad compartida». La Iglesia se comprometerá, sin miedo, en las grandes causas de la justicia y de la paz, de los derechos humanos y de la igualdad reconocida de todos los pueblos. Será profecía de anuncio, de denuncia, de consolación.

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Cuando hablamos de «volver a Jesús», no estamos hablando de un aggiornamento, una puesta al día, una adaptación a los tiempos de hoy. Algo, por otra parte, absolutamente necesario si la Iglesia quiere cumplir su misión hoy. Estamos hablando de «conversión a Jesucristo». Volver al que es la fuente y el origen de la Iglesia. El único que justifica su presencia en medio del mundo y de la historia. Dejarle a Jesús ser él en la Iglesia. Dejarle al Dios encarnado en Jesús ser el Dios amigo de la vida y del ser humano. Sólo desde esa conversión será posible el verdadero aggiornamento, el servicio evangelizador al mundo de hoy. Termino con el Códice de Azcatítlan Chicomóstoc lugar de las siete cuevas, de donde todos los pueblos procedemos Queremos un mundo en donde quepamos todas y todos en dignidad y justicia o Chicomóstoc, lugar de las Siete Cuevas, donde la diversidad no divide ni enfrenta, sino que une a los que son de maíz amarillo, maíz blanco, maíz rojo y maíz negro. Los cuatro rincones del universo se amarran uno al otro en la cruz universal, cuyo centro u ombligo es la síntesis de todo lo humano, lo divino y lo cósmicoix. A vivir la experiencia de una teología y espiritualidad comunitaria y relacional, comunitaria y concreta. Hasta hacer posible aquí y ahora «los cielos nuevos y la tierra nueva», donde las fronteras del Espíritu se ensanchan hasta los horizontes inclusivos del Reino de Dios.

Preguntas para la reflexión: ¿Qué tienes que decir a cincuenta años del Concilio Vaticano II? (retos, desafíos) ¿Cómo has visto el caminar de la Iglesia en estos 50 años? ¿Cuáles han sido sus avances y retrocesos en estos campos? ¿Cómo ha sido la participación de las mujeres a lo largo de estos años? ¿Por qué? ¿Cómo ha sido la participación de los indígenas a lo largo de estos años? ¿Por qué? i

J. SOBRINO, «El Vaticano II y la Iglesia latinoamericana», en C. Floristán y J.J. Tamayo (eds.), El Vaticano II, veinte años después. Cristiandad, Madrid 1985, pp. 105-139. ii www.teologhe.org iii Retomo algunos sueños del escrito de Emma Martínez Ocaña, Soñando un futuro nuevo para la mujer en la Iglesia. iv EN 48 v López Hdez. Eleazar, en su escrito «Alteridad y diversidad en la Misión», Simposio misionológico en la Tarahumara. Oct. 2009. vi Idem vii Es la propuesta expresada y recogida de los Zapatistas en Chiapas. viii José Antonio PAGOLA, «Conversión de la Iglesia a Jesús, el Cristo», en Frontera nº 51 "volver a Jesús, el Cristo" 2009. ix Es uno de los mitos fundantes de la macro cultura mesoamericana. La gran diversidad de pueblos que habitan desde el sur de lo que ahora es Estados Unidos hasta el norte de Panamá. «Mito de las Siete Cuevas o Chicomóstoc», tomado de Encuentro de Riobamba, p.85.

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