Ana Karenina; Leon Tolstoi

Literatura universal contemporánea. Narrativa rusa siglo XIX. Novela realista. Personajes. Amor

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El amor es un elemento subversivo y desata en ana razonamientos que antes no hizo, su fastidio contra su esposo, también es contra el medio social que la rodea. La pasión la hace ver cosas que antes no veía. Tolstoi a través de Ana, o sea del amor en combustión, aprovecha para criticar a la sociedad insensible, desvirtuando sus prácticas superficiales, que prefieren un resultado y vocación desinteresada. Es interesante ver el proceso de Ana. De todas maneras, siempre ha vivido en ese ambiente que ahora considera hostil, y zafarse de él, de un momento para otro, es algo complicado. Su liberación es de pensamiento y no de hecho. Ana está en su habitación frente el espejo, agregando un último lazo a su vestido, cuando oye un rumor de ruedas en el pavimento. Se asoma y ve en el coche a su marido: ¡Que fastidio! ¿no podría venir de noche?; y las consecuencias que esta visita pudiera tener la espantaron: sin reflexionar un momento, y bajo el imperio de aquel espíritu de mentira con el que estaba familiarizada hasta dominarla, bajó, radiante de alegría, para recibir a su marido, y empezó a hablar sin saber lo que decía. − Espero que esta noche te quedarás aquí (el demonio de la mentira le inspiró estas palabras). Ana se encuentra en la casa de campo y no quiere ver a su marido. Pero su reacción es automática; quien no supiera sus verdaderos sentimientos que es natural y no lo es. Ella tiene que tragarse lo que realmente piensa y calla; esto la hace sufrir y es un castigo inconsciente que le impone la moral social. Cada vez que pasa el tiempo y el amor se acentúa, Ana sufre su drama en silencio, guardando las apariencias; pero esa bomba de tiempo tendrá que explotar. Los diálogos con su esposo con cada vez más espinosos. Alexis Karenina, intuyendo la fatalidad, el desprecio inminente de su mujer, con una franqueza a medias comienza a atacarla indirectamente. A decirle que no desconfía de ella pero que su amistad con Wronsky ha levantado comentarios que pueden alterar o dañar la imagen de los dos. Karenina piensa en él y en su posición. En un momento mentalmente una estrategia para alejarla de Wronsky, en un sermón que le expone las desventajas de esta relacion:

• El significado y la importancia de la opinión pública; 2. El sentido religioso del matrimonio; 3. Las desgracias que pueden recaer sobre su hijo; y 4. Las desdichas que pueden alcanzarla a ella misma. Toda la carga recae sobre Ana, pero éste sólo piensa en mantener su imagen. Cuando Wronsky tiene lamentable accidente en la carrera de caballos, y su yegua tiene que ser sacrificada, Alexis ve en Ana el inmenso dolor que la domina; lo distingue nítidamente en sus ojos, que sólo reflejan los movimientos de su corazón. Los celos lo consumen, pero sin atreverse a preguntarle la verdad, da rodeos que enfurecen a Ana:

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Ya he tenido ocasión de rogarle que se condujera en sociedad, de manera que las malas lenguas no pudieran atacarla. Hubo un tiempo del que le hablé de sentimientos íntimos; ya no hablo de ellos; ahora, sólo es cuestión de hechos exteriores; usted se ha comportado inconvenientemente y deseo que esto no se repita. El tono retórico molesta a Ana, quien parece que no lo oyera. Sus palabras carecen de valor, son superfluas, no dicen nada, porque aluden a una supuesta falta, de la que no existen pruebas. El miedo de escuchar la verdad lo vuelve diplomático e insulso. La sonrisa de Ana le dio susto; le dijo que si estaba equivocado lo perdonara. Ésta fue la mecha de la tan anhelada explosión. Ana no resistió la hipócrita celada y emocionada y con firmeza, le gritó la verdad a la cara: No; usted no está equivocado −dijo lentamente, mirando desesperada el rostro impasible de su marido−. Usted no se ha equivocado: he estado desolada y no puede evitar que siga estándolo. No pienso más que en él. Lo amo, soy su amante; no puedo sufrirlo a usted, le temo, le odio. Haga de mi lo que quiera. El golpe fue durísimo para Alexis; no se movió, ni cambio la dirección de su mirada. La expresión solemne de su semblante tomó una rigidez de muerto, que conservó sin pestañear hasta llegar hasta la casa de campo. Antes de bajar del coche con voz temblorosa exclamó: Entendámonos; exijo que hasta el momento que haya tomado las medidas necesarias para salvaguardar mi honor, medidas que le serán comunicadas, exijo que conserve la apariencias.

Es cierto que cuando uno se entera de la verdadera causa que mortifica el espíritu y por ende a todas las facultades, se libera el dolor. La duda es un cáncer que nos invade malignamente. Pero lo más sorprendente es la sencilla y sabia comparación que hace Tolstoi, para explicar el momento en que la carga insoportable de una pena, comienza a desboronarse y una levedad infinita vuelve a levantarlos entre la ruina y el sufrimiento. La anécdota es sencilla, pero graciosa. A partir de un hecho cotidiano y físico, ¿quién no ha conocido un terrible dolor de muela?, el escritor profundiza y expresa lo más hondo del alma humana. Su tono sublime no lo engrandece, lo empequeñece. Él no se dejaría arrastrar por nada; es un ser pusilánime, a la deriva de las circunstancias. En su conformismo se encuentran todas las launas y penurias sociales. Él quiere ser lo que quieren ver los demás, parásito. Su falso orgullo, su miedo social, no son capaces por sí solos de enfrentar a Ana. Acude a amenazas como la religión y la justicia para intimidarla. En lugar de llegar a un acuerdo, persigue obsesivamente el modo de lastimarla y tenerla a su lado, sin importarle que no lo ame. Sabe que no puede romper los sentimientos de Ana, sabe que es imposible entrar en el umbral de su conciencia, entonces le recuerda sus deberes: Nuestras vidas están unidas, no por los hombres, sino por Dios. Sólo un crimen puede romper esta unión y un crimen lleva tras de sí, un castigo. En lo más profundo de su ser, late el ánimo de la venganza y el masoquismo. Prefiere herir a sufrir, y a entender que ya no los une nada. En su actitud lo único que cultiva son las semillas despreciables del odio. Ana le ha perdido el respeto, y más que un ser atormentado ve en él, a un cobarde. Las tenazas son enormes, y Wronsky experimenta una incomodidad infinita ante la situación que lo lleva a soñar en huir alegremente con su amor. A cualquier rincón, pero lejos de ese mundo mezquino al cual pertenece y del cuál es muy difícil desprenderse. Sólo el deseo logra calmar su espíritu y alentarlo a 2

emprender una lucha, una odisea incierta. Nicolás es un personaje raro, pero dentro de su pobreza es un hombre sincero y de ideas políticas definidas y con la fortaleza de la convicción. Su situación

material no impide que abrigue ideales sociales justos para el pueblo, al que ha llegado por desgracia y voluntad. Es un activista, un comunista en potencia, y lucha por cristalizar la utopía que le ha llegado de Marx y Engels. Nicolás, sin querer Tolstoi, porque lo ignora, será el profeta de los cambios políticos que tendrá Rusia medio siglo después. La dictadura del proletariado dará la razón a Nicolás, ¿quien sabe la historia?. Este miedo incipiente lo encontramos en una conversación entre Wronsky y el general Serpouhowsky. El general fue compañero suyo en la escuela y su ambición lo ha llevado a la cúspide militar. Wronsky está enamorado y ese sentimiento abarca todo su horizonte. Serpouhwosky le dice de la necesidad de que el país tenga gente como él y en las riendas del poder, como miembro de un nuevo partido, o todo se irá al diablo. Lo que no sabe el general es que el comunismo arrasará y tomará el mando de su país. Se demorará algún tiempo, pero éste llegará. Volvamos al hecho político de Ana Karenina. Para Serpouhowsky la independencia no es filosófica, es de clase, de los que siempre han estado amamantados bajo las alas minoritarias del poder. Al mismo tiempo, desecha a la burguesía ascendente y al pobre que se hace rico, o aspira a ello; habla el hijo de la aristocracia decadente, habla el hijo perdido del futuro. Levine habla con su hermano Nicolás quien se encuentra enfermo en la finca, sobre sus reformas; y éste, para provocarlo, le dice que las está confundiendo con el comunismo. Es más, agrega que ha tomado ideas de otros para desfigurarlas y aplicarlas donde no son aplicables. Levine le responde que no intenta copiar el comunismo que niega el derecho de propiedad, el capital y la herencia. Está muy lejos de erradicar esos estímulos tan necesarios, y lo único que busca es organizarlos, dinamizarlos.

La conversación es interesantísima, porque aunque los dos provienen del mismo origen social, ahora se encuentran en polos opuestos. Nicolás es un marginal, un rebelde y su hermano es un soñador, un reformista, pero no un revolucionario. Levine se pone furioso, porque teme que su hermano tenga razón descubriendo un método intermedio de las formas de trabajo existente y el comunismo. Al final animándose dice: Yo busco una forma de trabajo que beneficie a todos, a mi y a mis obreros. 3

La muerte recuerda la fugacidad de la vida y que todos llegaremos tarde o temprano a ella. El estado lamentable y moribundo de su hermano despierta un sentimiento tormentoso en Levine que hasta ese momento, comprende que no está exento de tal fatalidad. La imagen lúgubre de su hermano, primero lo hace compadecerse de Nicolás, y luego del él mismo: ¡Sí, se muere!, ¡morirá en primavera!, ¿qué puedo yo hacer para ayudarle?, ¿qué le puedo decir?, ¡qué se yo!, ¡hasta olvidé que algún día hay que morir!. Wronsky por miedo o prudencia no le comenta que él ha tenido un sueño similar, es decir, con el hombrecillo sucio de barba enmarañada y que habla un francés extraño. Aquí la muerte aparece como un producto del sueño, y tal vez como un presentimiento o una visión.

ENSAYO DEL LIBRO ANA KARENINA LEV TOLSTOI LITERATURA RUSA PUBLICIDAD Y MERCADEO IV SANTAFE DE BOGOTA D.C., septiembre 23 de 2003. Lev Tolstoi, Ana Karenina , Capitulo II. Alexis Wronsky, joven militar, apuesto y mujeriego. Ha conocido la vida licenciosa y gusta de los placeres mundanos. Jamás había vislumbrado la posibilidad de casarse. No comprendía la vida de familia y los maridos le parecían una raza extraña, odiosa y sobre todo ridícula. Lev Tolstoi, 1828−1877 Pensadores que reflexionaron acerca del desenvolvimiento social. Este comentario es de un lector apasionado, que saliéndose de los márgenes de la narración, sabe el desenlace de la historia.

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