ANO VI - BUENOS AIRES, JULIO 15 DE No. 72

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R E V I S T A

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D E L A M U J E R

I N T E L I G E N T E

¿ Por qué la toma de la Bastilla es símbolo de liberación para todos los pueblos de la tierra ? Lea la pág. 4

ANO VI -

BUENOS AIRES, JULIO 15 DE 1939 -

No. 72

Cuando usted, lectora amiga, ha manifestado su repudio o indiferencia por la iglesia, voces airadas le habrán replicado: —Toda mujer debe creer, debe ir a la iglesia. Conteste con argumentos sólidos a esta tonta aseveración.

" LA ÍStQUISICION EN ESPAÑA

EN

E L S I G L O

X V I "

Colección de cuadros históricos del pintor flamenco FRANZ KASPER HUBERT V1NCK Y

"ANALES DE LA INQUISICIÓN EN LIMA" Por RICARDO PALMA Y sabrá que toda mujer debe despejar su mente, huyendo de las mentiras de una institución enemiga del pensamiento libre SON PUBLICACIONES DE LA BIBLIOTECA RACIONALISTA E j e m p l a r :

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Año VI

Buenos Aires, Julio 15 de 1939

N.° 72

JULIO, MES DE

LA LIBER1AD

No sabemos por qué feliz conjunción estelar debe el mes de Julio la circunstancia de contar entre sus días algunos de los más gloriosos de la humanidad. Está para nosotros el de la solemne declaración de independencia; celebran los americanos del norte su emancipación, y los franceses, con el resto del mundo, recuerdan la caída de la Bastilla. Nunca como ahora nos han parecido esas fechas dignas de perdurar, no sólo en la memoria sino en el co­ razón de los hombres. Arrastrados por el diario esfuerzo por vivir, nos es difícil volvernos hacia el pasado e identificarnos con él. Las conquistas que gozamos nos parecen eternas y reci­ bidas como la luz y el aire, sin esfuerzo y sin mérito. Mas no es así. Toda conquista ha sido pagada por los hombres con trabajos y dolores, y su conservación debe exigirnos también trabajos y, si es preciso, dolores. Esa independencia que celebramos, ahora nos apa­ rece como un bien supremo y no toleraríamos que al­ guien quisiera menoscabarla. Nos cabe preguntar: ¿Qué hacemos para conquistar nuestra independencia económica? ¿Alguien,—que no es el pueblo,— manda en nuestro país por la pesada gravitación de sus dólares o sus libras?

VIDA

FEMENINA

Por

Alicia Moreau de Juste Toma de la Bastilla

El extraordinario brillo de la celebración del 14 de Julio y la simpatía que en el mundo en­ tero acompañó a Francia en ese día no provie­ nen exclusivamente del hecho de tratarse del 150" aniversario de la toma de la Bastilla, sino ele la necesidad, por todos .•entida, re refirmar principios fundamentales cuyo valor hemos em­ pezado a reconocer desde el momento en que fueron negados.

enero de 1649. y destruido por la espada de Cromwell el derecho divino. Ya el 4 de julio de 1776 los americanos afir­ maron BU independencia, rechazando el dominio de la corona inglesa y conquistando bajo la di­ rección de Washington su puesto de nación libre, arraigada en su tierra propia y capaz de ser dueña d*e su destino.

Porque la Revolución Francesa, cuya, iniciación rt'ñalase en ese día, aun cuando en realidad co menzó antes, tiene un significado que la hace verdaderamente universal: ella es el advenimien­ to del pueblo.

Pero ninguno de estos dos grandes aconteci­ mientos históricos, que marcan jalones en la ru­ ta del progreso humano, tuvieron la resonancia universal de la Revolución Francesa, ni apare­ cen ante la conciencia del hombre moderno con igual significado.

La nación inglesa o mejor la clase do sus grandes comerciantes, banqueros, navegantes y ganaderos había ya decapitado un rey el 30 de

¿Por qué la toma de la Bastilla es un símbo­ lo í Porque su caída significa y significará siem­ pre la caída de un régimen milenario, ¿ Pué la

JULIO, 1939

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única prisión donde quedaran sepultados como cadáveres vivientes las desgraciadas víctimas del buen placer real, de las intrigas palaciegas? Se­ mejantes prisiones existían en toda Europa y existen aún. La autoridad irresponsable y ciega se ejercía y sigue ejerciéndose por muchos ins­ trumentos cuyo nombre y aspecto varían según los países y la época pero cuya función es la misma: privar al hombre que molesta o per­ turba a los amos de la hora en sus intereses y privilegios, de su libertad, de sus bienes o de la vida. La destrucción de los muros de la Bastilla no cambiaba la suerte del reino de Francia, sin embargo los franceses han señalado ese día co­ mo aniversario de su revolución y el nombre de la vieja prisión de estado —un tiempo for­ tín en la lueha contra los ingleses— simboliza desde entonces cualquier reducto del despotismo. Es la masa popular la que arrastrada por su instinto de justicia cercó la fortaleza y con ar­ mas arrebatadas a los soldados reales venció la resistencia de sus guardianes. ¿Por qué ataca­ ba la Bastilla que encerraba pocos presos, que había servido casi siempre de prisión a perso­ najes distinguidos —escritores, nobles, etc.— al­ gunas veces locos? Porque sus fosos sombríos, sus gruesas paredes habían adquirido celebridad a través de las quejas de prisioneros ilustres y en la imaginación popular esos fosos, esas altas torres mudas eran la expresión implacable de Ja injusticia y del dolor que pesaba sobre todos desde siglos. Y el odio que pasaba así de pa­ dres a hijos como herencia tremenda debía es­ tallar el 14 de Julio.

PAg. B

El pueblo solo, sin dirección, sin armas era el único capaz de lanzarse a esa aventura loca: asaltar una fortaleza. No tenía valor estraté­ gico en la lucha que se iniciaba entre el anti­ guo y el nuevo mundo, todo parecía después quedar en pie, el rey y las castas; todo, sin embargo, fue tocado porque la toma de la Bas­ tilla significó la entrada en la lucha de las gran­ des masas populares. Pequeñas gentes, habitan­ tes de los suburbios, artesanos y comerciantes al detalle, jóvenes y viejos, hombres y mujeres engrosaban las filas que se lanzaron al asalto, que cruzaron los fosos, bajaron los puentes per­ seguidos por las balas de los mercenarios suizos. El pueblo, el plebeyo, no fue mero especta­ dor en la lucha de la burguesía contra los no­ bles y el clero. Entró en ella con tal fe, con tal calor que le dio un carácter, un sello imbo­ rrables. La misma burguesía triunfante fue em­ pujada más allá de donde quería ir. El pue­ blo fue el torrente desbordante, arrollador. Los hombres que lo expresaron, a menudo se con­ virtieron en prisioneros suyos y después de enaltecidos, fueron vilipendiados. Esto es lo que da al 14 de Julio y a toda la Revolución un carácter universal y eterno: fue la obra del pueblo, en un esfuerzo terrible de propia liberación. No fue una sola clase, la burguesa, aseguran­ do sus fueron como en Inglaterra, pero enton­ ces incapaces de borrar las diferencias sociales y sacudir el peso de la religión. No futí como en la gesta de la independencia de toda Amé rica la emancipación del autóctono contra el poder colonizador, ya extranjero. Fue la libe­ ración interna contra los opresores internos: reyes, nobles, clero; fue un vuslco total de la masa de la nación que elevó el humillado y hu­ milló al poderoso. No fue la obra de un grupo, de una ciudad sino la de una masa popular en su totalidad; de un pueblo que tomó brusca­ mente conciencia de sí mismo, de su unidad, (Continúa en la pág. 44)

V I D A

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F E M E N I N A

SINCERIDAD INFANTIL

(iPara VIDA FEMENINA)™

La maestra leía "Las habi­ chuelas mágicas''. Los ojos de sus pequeños eran ascuas; se adivinaban sus nervios en tensión. La suerte de Jaime metido en la caldera, corriendo por la blanca carretera abrazado a la, gallinita de los huevos de oro, o descendiendo por el tronco prodigioso de la enredadera, los electrizaba. El estribillo del g i g a n t e , ¡ trálari, tralará! ¡ huelo a carne ! j quién será ?, descargaba sus nervios, poniendo risas en sus labios. Ya cuando Ja maes­ tra leyó por segunda vez el ¡tralarí, tralará!, muy despa­ cito comenzó . el coro ¡ tralarí, tralará!' y como el rostro de la señorita demostrara com­ placencia, 'treinta voces dije­ ron vigorosamente: . ¡ H u el o carne!, ¿quién será! Pero la emoción los g'anó otra vez: ¿ cómo terminaría sus aventuras ese atrevido Jaime! Cuando el arpa que sonaba deliciosamente en el castillo del gigante, comenzó a gritar ¡Socorro! ¡Socorro! en brazos del audaz Jaime, puesto otra vez sobre la carretera de la tentación, una voz gritó: ¡ Cá líate!... Terminó el cuento, con la intervención de la madre, que descubrió en el gigante muerto al ladrón y asesino de su marido, y las palabras: "Ahora hemos recuperado lo que era nuestro", fueron el agua bautismal que ridimió de todo pecado al audaz aventurerilk, poseedor de la gallina —rique­ za material— y del arpa —riqueza artística.

La maestra no hizo casi comentarios ; apenas reforzó la frase que dejaba bien a la moral. De pronto, en el recreo, llamó su atención un remolinear de chicos que reían y perse guían a un compañerito, inteligente y muy locuaz, qué pregonaba: ¡Habichuelas, h a b i chuelos mágicas! ¡Vendo habichuelas a cinco la semilla! Y mostraba en su palma morena varias semillas recogidas probablemente en el patio, debajo de la jaula de los mixtos y canarios. —¿Y a mí no me vendes habichuelas mágicas, Héctor?

TERESA

—¿ Tienes plata ? A estos patos no les hago caso porque son pedigüeños. ¡Ah!, p e r o usted tiene • ayer le pag'aron... —¿Te gustaría tener, en ver­ dad, habichuelas mágicas en tus manos? ¿Tú le sacarías a un gigante su gallinita y su arpa? —¡Claro que sí, señorita! Y me las guardaría para mí, aun­ que ese gigante no hubiera muerto a mi papá! Y en su cara brillaba una picardía tan contagiosa, que la maestra rió como una chiquilla, olvidándose de sus años y de su misión moralizadora.

IBARRA

. 7

J111.1().

LaM u)er y la Paz

Las Mujeres de América, La Democracia y el Peligro de Querrá Publicamos la ponencia presentada por la distinguida intelectual cubana María Luisa Blanco al III Congreso Na­ cional Femenino de Cuba. Ella ha lle­ gado a nuestra redacción con una tier­ na y conceptuosa carta de nuestra com­ pañera de ideales, que tuvo la satis­ facción de ver aclamadas y aceptadas por unanimidad sus nobilísimas y mu}' humanas conclusiones. El III Congreso Nacional Femenino ostentaba como lema: Por el mejora­ miento de la mujer y el niño. Por la Paz y el progreso de Cuba. Compañeras todas: Hablar en el seno de este Congreso, en nom­ bre y representación de la Casa de la Cultura, que ha dado los mejores arrestos, los más sinceros entusiasmos de su vigencia social para hacer que la libertad y el decoro humano pre­ valecieran íntegramente en España, sobre la rapacidad bárbara y el nacionalismo negativo, es tarea difícil, porque se unen en este mo­ mento trascendental en la historia de nuestro pueblo y también en la historia del mundo — que de él somos porción y entraña— la vibra­ ción sentimental —tan. muda como honda— de la madre, y el profundo anhelo pacifista de toda mujer... ¡Vibración de la madre que vio partir para la guerra al hijo joven, reventando de vida y ajeno a egoísmos, impelido por la maldad de otros hombres; y anhelo de mujer que vio, también, cómo del brazo del hijo mar­ chaba el marido, el hermano, cuando no el pa-

MARÍA LUISA BLANCO dre. . . Madre y mujer, fuente y almohadas de la vida, que inútilmente esperaron el regreso! Y esta dificultad, compañeras, se hace múl­ tiple cuando tenemos que debatir sobre este te­ ma que apasiona y estremece a la tierra: la guerra. Cuando tenemos que penetrar en el análisis de la Democracia, que actualmente pa­ rece agonizar entre las garras férreas de los sistemas políticos totalitarios. Cuando tenemos que glosar la actuación pasada, presente y fu­ tura de nuestras hermanas de América, las más jóvenes de todas las mujeres de vida civiliza­ da, a las cuales, a pesar de su existencia nueva, la humanidad no ha regateado angustias su­ premas y horas preñadas de agonías indecibles tan agobiantes y dolorosas como las que les to­ cara vivir, en antaño, a las mujeres de otros confines. Pero a la dificultad, en su más elemental pre­ (Sigue en la pág. 17)

P¡\ K

VIDA

8

FEMENINA

El magnífico e irrespetuoso que fue don Domingo Faustino Sarmiento, ya tendría tela en qué cortar, en estos días de los decretos chuscos e inesperados. Si tan donosamente

adjetivado fue el ilustre

don Juan María Gutiérrez,

por su ocurrencia de recomendar una encua­

demación elegante y fina para los libros desti- ¡_ . _ —

nados a las bibliotecas populares, allá por

1868, creo, ¿qué no diría conociendo el decreto del pantalón gris, la tricota azul, la medalla,

la libreta y la canción?

Tal vez diría algo; algo parecido a aquello que solía gritarles a los señorones que, frente al pueblo analfabeto, absolutamente ignorante, se entretenía en quisicosas que solían bautizar con nombres pomposos: cultura superior, universidades para el interior del país y mil nombres más, porque nunca pasaban de eso, nombres para el presupuesto. Don Domingo Faustino, quizá preguntara: ¿Y los cientos de miles de analfabetos que aun tienen ustedes? ¿Y los cientos y miles de niños con hambre y frío?

al cor los

2

Causa gracia contemplar el empeño hercúleo de los dirigentes de Francia e Ingla­ terra. En estos momentos luchan como leones, para convencer a Hitler que ahora no será como antes. Ya no sucederá como con España, Checoeslovaquia, Abisinia,

2

Albania

Pero el hombrecillo no se convence a las primeras de cambio. Y habla Chamberlain, habla Edén, habla Bonnet, hablan los ministros de Defensa Nacional, y todos a una: ¡Ahora no será como antes! ¡Respeten! Y, mientras tanto, yo tengo mucho miedo. Se me ocurre que puede suceder lo que ocurrió en un pueblo del sur, con un hombre que por cualquier motivo empuñaba un arma, pero nunca hacía más que gritar: ¡Miren esto, eh! ¡Y tengan cuidado!, Y retrocedía siempre. Hasta que un muchachón de 17 años le dio una vez un talerazo, mientras el pobre don Emilio tenía el arma en la mano. —¿Quién no se reía, en aquel pueblo, de don Emilio?

Un día surgió una querella alrededor de una mesa de truco. Todos amigos. Don

Emilio sacó el arma; carcajada general.

El hombre, sin hacer puntería, disparó, y quedó en el suelo el cuerpo de un esti­

mado vecino del lugar. Desde entonces, la gente supo que aquella arma estaba cargada. Se

lo respetó mucho, desde que hubo matado

Que ahora no se llega a la misma evidencia, con el testimonio de millones de

muertos.

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CHALETS

OLLEROS 3938

-

U. T. 54 - 4393

Z1NGUERIA

JULIO, 1939

Pág. 9

Llegó y se fue el presidente electo del Paraguay, don Félix Estigarribia. Parece que no venía sólo con la inten­ ción de lucir uniformes, contemplar damas primo­ rosamente ataviadas, pre­ senciar desfiles marciales y dar pretexto a veladas suntuosas. Tal vez quede de su viaje un saldo favorable de confraternidad entre ambos pue­ blos, si en verdad se han tomado buenas medidas aduaneras, se han borrado espinosas cues­ tiones limítrofes, se llega a la condonación de deudas en fin, deudas difíciles de pagar, y que es mejor no menedlo. Estas medidas, a simple vista parece que no encajaran en la confraternidad a estilo Southamericano, pero son las que deben tomarse urgentemente. Ellas acercan a los hombres. Y en estos momentos, mientras la bestia nazi vuelve sus ojos inyectados de codicia y furia, hacia estas regiones, por todos los medios, debe soldarse la unión.

rer días

3

Hay muchos descontentos con lo que le ha pasado al cacique visitante de Buenos Aires, Trifón Sanabria. El hombre vino a pedir tierras y le dieron agua, agua y sal: lo bautizaron. Sólo los eternos desconformes pueden encontrar mal el cambio. ^ U Con la tierra, el pobre indio no lo iba a pasar mejor que los •p blancos. Dueño de la tierra, tendría que trabajarla, sudar sobre ella, re­ *• negar contra las mil plagas de racionales e irracionales que se ceban con los zonzos que trabajan y después de unos años, quedarse sin tierra, con deudas y mal nombre. ¿Y quién no sabe que estando en gracia de Dios, irá al cielo por una eternidad, y allí se lo pasará sentadito, sin afanes, ni dolores de cabeza? ¿Sin impuestos, sin gobiernos que protegen al agricultor, sin juntas reguladoras y todo lo demás? Yo, ni pensaría, puesta en trance de elegir.

VIDA FEMENINA espera a sus amigas, el próximo 23 de setiembre, i las 21 horas, en Rivadavia 2150. En un alto a la tarea diaria, pasaremos unas horas de esparcimiento, de amena conversación, música y danza, En el Festival de la Danza se sorteará una regia radio ortofónica, marca "Fénix", cuyos números están ya en venta en esta redacción, siendo su precio 50 centavos.

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VIDA

F E M E N I N A

EMILIO

ZOLA

ante el

Tribunal

del Sena

Por CARLOS ROVETA Quizás se conserve en los archivos judiciales de Francia el caso curioso de una demanda con­ tra Emilio Zola que ya en 1865, provocaba, sin proponérselo, el escándalo, con una obra en la cual el tilde de inmoralidad no logró impresio­ nar siquiera al Procurador del Imperio. "La Confesión de Claudio", novela escrita en forma autobiográfica y dedicada por el joven escritor a sus dos grandes amigos, Pablo Cézan­ ne y Bautista Baille, mereció del funcionario en­ cargado de dictaminar acerca de su contenido, un juicio revelador de una serenidad que bien le hubiera quedado a los mismos críticos lite­ rarios que la juzgaron en su tiempo. La tarea que nos hemos dado, al emprender esta serie de ensayos sobre la obra y la vida del gran escritor, es tarea de amor y paciencia. Exige, pues, con el análisis cuidadoso, la do­ cumentación fiel que excluya las afirmaciojH's antojadizas. Transcribamos, pues el juicio del funcionario encargado de hacer un encuesta so­ bre "La Confesión de Claudio": "He examina­ do conforme a las instrucciones de Vuestra Ex­ celencia, la obra titulada "La Confesión de

Claudio", de Emilio Zola. Ella suscita reservas desde el punto de vista del buen gusto y de la castidad del lenguaje, a veces ofendidos por la crudeza de las imágenes y el cinismo del detalle. Obedeciendo a las tendencias de la Escuela Rea­ lista, el autor se ha complacido demasiado, en algunas páginas, en el análisis de vergonzosas pasiones, Aunque así sea, la tendencia de la obra no es inmoral. Lo que el autor se ha pro­ puesto es disgustar a la juventud de estas unio­ nes impuras, a las cuales se deja arrastrar guia­ da por su fe en los poetas que han idealizado los amores de la bohemia. Yo no pienso que la obra titulada "La Confesión de Claudio" deba ser perseguida como contraria a la moral pública." * -ü * La aparición de los "Cuentos a Niñón", había constituido un amable acontecimiento literario en Francia. Su estilo no podía ser más agrada­ ble. Eran cuentos aromatizados con un poquito de esa malicia que le da sabor a las cosas más inocentes. Apuntaba aquí un acento algo bron­ co ; allá un sarcasmo apenas disimulado. Pero se podían leer, esos cuentos, sin el peligro de ver

JUUO, 1939

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aparecer allí Jas odiosas realidades y los con­ liciales, a la busca de pobres mujeres, un joven ceptos ásperos que proscribía, todavía, el buen —quizá el mi.smo Zola— pasa sus horas, frío el gusto educado en las novelas de Jorge Sand y cuerpo en el interior helado, fría el alma de esas Teófilo Gautier. angustias que asaltan a los jóvenes cuando el ca­ •Su autor, Emilio Zola, obtenía con esos cuen­ mino largo se aparece sin un solo recodo. tos el visto bueno de la crítica y el beneplácito Este joven trabaja, sin embargo, y espera. de ese público que no quiere sobresaltos y gusta Sus días son felices cuando dispone de unos de la buena prosa, lisa, sin accidentes, como un pocos centavos para comprar dos velas y un buen camino llano. Porque esto se revelaba el poco de tabaco para su pipa bien culotada. joven escritor: un buen prosista. ¡Dos bujías significan una noche de trabajo! No carecía de importancia que Zola publicase Sueños castos rellenan los vacíos intercalados su primer obra literaria en prosa. Había cometi­ en esta existencia laboriosa y solitaria. do los inevitables pecados poéticos. Miles y miles A veces arde el -fuego en el braserillo y el de versos, casi todos ellos, cíclicqs, enormes y cuarto se halla caliente y bien alumbrado. Son enfocando grandes problemas filosóficos habían entonces días de trabajo, con la pluma en la ennegrecido las innumerables carillas que escri­ mano, en la mesita ante la cual suelen sen­ biera desde su llegada a París, en 1859. tarse con él inesperadas visitas, tal cual heroína El poeta derivaba, sin embargo, en escritor. de amores impalpables. Este joven vive un po­ Sentía demasiado esclavizadoras las reglas poé­ co en las nubes "cree ver ángeles y hermosos ticas. ¡ Esa bendita rima! Era una cárcel para árboles en flor" cuando escribe una frase feliz. su talento deseoso de remontar el vuelo. Posee la santa alegría del trabajo! Es fácil apreciar a través de los "Cuentos a Una inquietud, como la'sensación de un goce Niñón", cómo Zola dejaba de ser poeta, poco a esperado del que no tiene idea, lo posee a veces. poco, para convertirse en un maestro de la pro- Son apetencias juveniles con las cuales hace su sa. Los cuentos eran una transición del ingenuo aparición el sexo. Son sueños en correrías por lirismo de sus poemas cíclicos a la bella y vigo­ los trigales, que brindan la sorpresa de alguna rosa prosa de sus novelas cíclicas. joven morena de dieciséis años. Son sonrisas de visiones queridas, de jóvenes trilladoras. Va­ La prosa de los "Cuentos a Niñón" no había gos anhelos de varón dulcificados por veladas de de ser definitiva. "La Confesión de Claudio" trabajo. produjo el primer escándalo de su vida literaTodavía hay, en este joven, amor al trabajo ria ; decepcionó a los lectores y enconó a la críti­ y fe en el esfuerzo. Vive el único pasaje alegre ca, "dueña" de la moral. Esta novela, que fue bosquejada mucho antes y luminoso de la novela. ¡Claudio no ha caído de su publicación, por Lacroix en 1865, no es la todavía! Sus pupilas no se han familiarizado mejor obra literaria de Zola, como lo ha reco­ con el descolorido y sucio tabuco en el cual el nocido él mismo: "literatura de un poeta que vicio acecha al joven para acogotar su alegría ha bebido mucha leche y comido demasiado azú­ de vivir. En la misma casa, en una habitación aun más car", según la reflexión que le atribuye Bar­ busse. Pero tanto por el asunto que trata como fría que la suya, una infeliz, gastada por el más por su acento vibrante, esa novela merece i-:er vil de los oficios y corrida por la miseria, se sa­ leída. Hay allí el primer intento moralizador: cude en medio de dolorosos espasmos. "La Confesión de Claudio" es una lección de La ayuda de buen vecino se trueca en vulgar castidad para los jóvenes y un acia de acusación aventura de amor. El joven ha de pensar siem­ contra esa infame solución del problema sexual, pre con horror en aquella noche: "Cuando pien­ que erige a la prostituta en factor salvador de so en aquella noche fatal •—escribe a sus amigos — en aquel éxtasis lleno de susto que me hacia contener el aliento; cuando vuelvo a verme in­ •it -K a clinado sobre aquel lecho infame, me pregunto la moral burguesa. Abramos esta novela, que ha de dejarnos una con angustia quién me devolverá esa- primer impresión de aniquilamiento, algo así como el mirada para ir a avergonzarme i/ °< Cuando llega a nuestras manos una obra así, trasuntando honestidad y deseo de rendir jus­ ticia a la labor silenciosa pero eficiente reali­ zada por las mujeres, nos sentimos plenamente dichosas. Aquellas figuras de luchadoras sinceras, tie­ nen para nosotras un prestigio muy grande, y cuando ellas se nos acercan gracias a la pluma pulcra y concisa de un educador, que sabe ha­ cer resaltar lo más notable de cada espíritu, leemos las páginas que obran el milagro con ver­ dadero deleite. El colega Nicolás Cuello, comprende perfecta­ mente el problema tan debatido de los derechos y los deberes femeninos. Sabe que en cada mujer que lucha, pujan por superarse, siglos de esclavitud, y tiene para to­ das las luchadoras de nuestro ambiente mez­ quino, frases justamente admirativas y recono­ cimiento sincero. Pide a las nuevas generaciones que estudien y estimen la labor realizada por las precursoras. ¡ Pedido justísimo! Hay en verdad veleidades cómicas en algunos seres, que creen ser las pri­ meras en la lucha por ideales que si en verdad no han cuajado en bellas realidades, no es por falta de sacrificios.

"

Con un llamado muy lógico, hecho a unos y a otras, para conseguir en la lucha por el me­ joramiento social, una estrecha cooperación? en-

N ICO LAS CUELLO

PIDA a esta redacción el folleto "Acción Femenina", del profesor Nicolás Cuello. Acaba de aparecer

Precio $ 0.30

allí un drama que es el drama de todos los jóvenes. El dolor del misterio sexual violado por la infamante relación con una pobre mujer a la cual se utiliza para eso: para el goce y nada más. Y en este "nada más" está el amor. Este drama tiene algo más que un primer acto pues a medida que Claudio va penetrando a ese pequeño mundo poblado por Pascua Flo­ rida, la prostituta envejecida, por Santiago, ser egoísta que «abe extraer su provecho de una aventura con una pobre muchacha, ser inocente, en medio de la abyección, crece en él la sensación

tre ambos sexos, y una síntesis biográfica de varias figuras internacionales descollantes, fina­ liza "Acción Femenina", folleto instructivo y justiciero, obra de un luchador constante, que sabe de las dulzuras de algunas recompensas, y tal vez del amargor de muchas injusticias.

de un trágico aniquilamiento de su voluntad y de un cobarde adormecimiento de sus virtudes más elementales. Es un desfile de miserias y de cobardías. Son los celos desesperados después de la tentativa frustrada de regeneración de la prostituta ya definitivamente encanallada en la vida de crá­ pula. Derrota de una voluntad; caída de un Ber desde lo alto pues, como lo dice él mismo a sus amigos, ¡ Claudio ha vivido muy alto! (Continuará en el próximo número).

MAYO DE 1939

El Estómago

y el (CUENTO) POR

GABRIEL GREINER

Era un hombre alto, sanguíneo, fuerte, iras­ cible e intransigente. Estaba acostumbrado a mandar, a dar voces, a exigir. Tenía dinero, panza, el cuello de apoplético y unos enormes bigotes, duros y ásperos como su amo, que caían un poco por la comisura de los labios, dando al rostro colorado un aspecto un tanto chinesco. Era comerciante, o industrial, o financiero, o no sé qué... Pero tenía empleados, criados, dependientes, asalariados, que temblaban a su voz. Tenía siempre, o lo fingía, tasado el tiem­ po de su importante existencia. Su estómago se opuso, de repente, a sus exi­ gencias, a sus gritos, a sus irritabilidades, que eran su felicidad. Empezó un buen día, sin previo aviso, a dolerle, óallada, sorda y atroz­ mente. ¡Cosa rara y nueva! ¡Sin su permiso! ¡Ahora veríamos... ! A ver, por teléfono, por radio, en automóvil, en aeroplano, el mejor especialista, para que castig'ase a aquel estó­ mago audaz. Don Importante no podía perder el tiempo en consultas ni contestar detallada­ mente a las preguntas de los médicos: ¡ su tiem­ po era oro! Necesitaba, ¡ en seguida!, un mé­ dico que, sin molestarle, adivinase lo que había en el estómago rebelde y lo sometiese, sin que su poseedor se diera cuenta. Se pagaría bien. A los seis meses don Importante estaba fla­ co, amarillo, y su enorme bigote de mandarín caía, lacio y triste, como un paréntesis echado de bruces. Su irritabilidad, sus voces, sus exi­ gencias, habían llegado a extremos alarmantes.

Era el tiempo de don Importante ahora doble­ mente amarillo, por ser oro y por pasar a través de su estómago doliente y de su bilis abundante. Al pobre don Importante le se­ guía doliendo el estómago. El médico aquél, el famoso especialista, vino a su tiempo. Era un grande hombre, digno, por su fama, de con­ templar a su gusto un estómago tan importan­ te como el de don Importante. Lo vio, le sonrió, le palpó, le acarició. Luego mandó traer pildoras, comprimidos, frascos, cosas... Después mandó la factura, también digna del estómago examinado. Muchos miles de pesos. Don Importante pagó, y además se tragó las pildoras, los comprimidos, los frascos. El es­ tómago le siguió doliendo cada vez más. Vino otro especialista, luego otro, más tarde otro, y otro después. Todos eran grandes hombres, todos examinaron, recetaron, cobraron. El esto­

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mngo seguía doliendo. Don Importante perdía carnes a ojos vistas, y sus colores se apagaban con el Dolor, el gran apagaluces. ¡ Pobre don Importante! Su rabia terrible, su ira reconcentrada contra aquel estómago re­ belde que le hacía sufrir lo mismo que si fuera él uno de sus míseros empleadillos, le trastor­ naba. Llegó, ¡ él!, a perder el tiempo en con­ sultas, a solicitar consejos caseros, a respon­ der como un pobre hombre, paciente y resig­ nadamente, a todas las preguntas que le ha­ cían a todas las cuestiones que le formulaban. Empezaron las privaciones. Fuera el tabaco, del que sólo fumaba buenos puros de humo azul; fuera los licores, el alcohol, el café, las carnes rojas, los vinos dorados. Y el estómago le seguía doliendo a don Importante, sin nin­ guna consideración a su solemne importancia. —Yo le ruego a usted, doctor, que me diga si me puede curar o no. Ya le he contado mi horrible caso. No quería ver a más1 médicos. No saben nada. No, señor, no saben ustedes nada —y don Importante se exaltaba a medi­ da que hablaba con aquel nuevo médico, de quien se contaban curaciones extraordinarias por su ingenio y por su pericia—. Me han ha­ blado de usted. Por verle y consultarle he he­ cho expresamente el viaje desde Buenos Aires a esta ciudad, ya que usted no quiso venir a Buenos Aires, a pesar de lo que le ofrecía. Me ha hecho usted perder mi tiempo. Cúreme us­ ted. Seguramente no podrá hacerlo, no sabrá hacerlo. Pero, al menos, tenga el valor de de­ círmelo. Yo le pagaré lo mismo. Qué, ¿me puede usted curar o no? El médico le oía sin concederle gran aten­ ción, al parecer. Envuelto en un gran mandil blanco, era aquel médico una figura desme­ drada, con una cabeza completamente calva, unas grandes gafas, unos ojos muy inteligen­ tes y una sonrisüla triste e irónica vagando por los labios finos. Parecía un gnomo afei­ tado, y se paseaba por la habitación silencio­ samente, como un espíritu, mientras don Im­ portante se desgañitaba. —Qué, ¿me puede usted curar o no? —rugió de nuevo. El médico, que, como una sombra blanca, estaba al otro lado de la habitación, en las penumbras hasta donde le llevaron sus pasitos callados, se volvió de repente y dijo, sencilla­ mente .­

VIDA

FEMENINA

—Señor: Córtese usted el bigote. Don Importante saltó de su asiento, se di­ rigió al médico, vociferando su asombro y BU indignación. —Esto es una canallada. A mí nadie me toma el pelo, y menos un ignorante de médico como usted. Le voy a partir la cabeza, mise­ rable. Para esto vengo yo desde Buenos Aires, pierdo mi tiempo, que es oro... ¡ Sí, señor, oro... ! ¡ Para que un pobre loco me diga esa sandez! ¿No le gusta a usted mi bigote? ¡Qué lástima, hombre; no sabe usted lo que lo sien­ to! ¡Si es para reírse, hombre! Pero me voy, me voy, para no hacer una barbaridad, para no cometer un crimen... •Salió dando portazos, mascullando blasfe­ mias, insultos, maldiciones. Y ya en la esca­ lera, aun pudo ver la figurilla blanca y la sonrisilla triste, y aun pudo oír la vocecilla, levemente burlona: —Señor: Córtese usted el bigote. Ya en Buenos Aires, don Importante quiso asesinar al amigo que le había dirigido hacia el médico famoso. Y su ira creció al oír cómo el amigo le decía, con toda calma: —Pues te advierto que lo que no haga él, no lo hace nadie. Eso lo sabe todo el mundo. Si no te cura él, nadie te curará. Tres semanas más tarde, don Importante, llorando de dolor, rugiendo de desesperación, sin poder aguantar más el sufrimiento de su estómago, escribía de su puño y letra unas lí­ neas al médico celebre. Unas líneas que no dictó a ninguna de sus innumerables taqui­ mecas. "Voy a ir de nuevo a visitarle. Le perdono a usted su genialidad del otro día. Compren­ derá usted, también, que no puedo sacrificar mi bigote a su capricho de usted. Así, pues, olvidemos los dos el incidente y no se preocupe usted de mi bigote en la visita que le haré pasado mañana al llegar a ésa..." Subía don Importante las escaleras de la casa del médico con la esperanza cogida entre las manos. Oprimió el timbre largamente, an­ gustiosamente. Pero la puerta no se abrió. Só­ lo se entreabrió la mirilla de cristal, y, por en­ tre la rendija, apareció la cara pálida del mé­ dico, sus gafas, su cráneo pelado, su sonrisilla triste. Y dijo, sencillamente: —Señor: Córtese usted el bigote.

JULIO, 193ÍI

VÍ'ÍK.

Y cerró. Don Importante sacó un revólver. Apuntó. Pero, en aquel momento, una punzada ¿olorosísima de su estómago le obligó a en­ corvarse, a guardar el revólver, a bajar las es­ caleras, sin fuerza para más. Y, cuando ya lle­ gaba al portal, oyó una voz estentórea, que bajaba por el hueco de la escalera, como por un tobogán: —Señor: Córtese usted el bigote.

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que vea que soy bueno, le permito que me visite dentro de ocho días. Don Importante se fue, aunque no muy con­ vencido. Llevaba la idea fija de hacer un dis­ parate con el médico si a los ocho días no le decía algo razonable. No volvió a Buenos Ai­ res. Se encerró en su habitación a esperar que transcurrieran aquellos dichosos ocho días, y dispuesto a sufrir, pero ya sólo p¡or aquel pe­ queño plazo. Los tres primeros días siguieron los horri­ Dos semanas más tarde, don Importante volvía a franquear el portal del médico miste­ bles dolores, que hacían perder la esperanza a rioso y tozudo. Iba cuidadosamente rasurado. don Importante. Pero, ¡ caramba!, ¡ caramba!, Había creído morir en el hotel suntuoso donde el cuarto día yo no dolió tanto, y aquella noche se alojara, ya que ni fuerzas ni ánimos tuvo durmió bastante. El quinto día dolió menos, para volver a Buenos Aires. Daba tales ala­ menos aun el sexto, y cuando llegó el octavo, ridos encerrado en su principesca habitación, don Importante, después de hacer una buena que los criados primero, los jefes después y comida, se lanzó hacia el domicilio del médico, los mismos directores, más tarde, del estable­ satisfecho de la vida y fumando un espléndido cimiento, habían ido, asustados, a visitarle y habano. ¡ ¡ ¡ Milagro!!! Le recibió, como siempre, el galeno, en acti­ a recomendarle remedios y médicos. Y todos pronunciaban el mismo nombre. ¡ El tío/ aquel tud humilde y silenciosa. —Querido doctor: ¡Me ha salvado usted! chiflado, que la había tomado con su bigote! ^Y, entre el aplauso general, don Importante, i Estoy completamente curado! Le debo la vi­ sacrificó su bigote, con más pena y solemnidad da y el poder gozar de nuevo de ella. Pero, ¿cómo ha sido ello, sin tomar nada, sin ningún que un torero su coleta... Le abrió en seguida la doncellita, vestida tratamiento ? —Pero usted, señor, se cortó al fin el bigote. de enfermera, y pocos minutos después estaba —Pero, mi queridísimo amigo, ¿qué relación frente a su verdugo de la blusa blanca. puede tener una cosa y otra? Sonrió el médico levemente al verle afeita­ —Escuche usted, don Importante, y compren­ do. Dio unos paseítos silenciosos por la estan­ derá. Desde el primer momento que le vi a us­ cia, como para expresar su contento. Después ted supe la causa de su padecimiento. Usted, habló en voz baja: ilustre don Importante, es un pillín, que se —Bien, bien, señor. Ahora que no tiene us­ pintaba el bigote descaradamente, con no sé ted bigote, márchese a Buenos Aires, adonde qué horribles porquerías, para conservarlo bien quiera, a disfrutar de la vida. negro. Y como además tenía usted la fea, sucia —Bueno, doctor; por favor, no se burle. — y ordinaria costumbre de estar todo el día chu­ Don Importante jugaba al humilde—. Supon­ pándose y mascándose el big'ote, se estaba us­ go que ahora que he satisfecho su capricho y ted intoxicando miserablemente. Al cortarse el me he quedado sin bigote, me dará usted algo, bigote, quitó usted la causa y desapareció el me someterá usted a algún tratamiento, para efecto. Esto es todo, señor. quitarme estos dolores que... Y agregó, franciscanamente: —Le repito que, ahora, ya sin bigote, siga —Usted me dirá, don Importante, cuánto afeitándose siempre, y nada más. Pero para le debo por el tiempo que le he hecho perder...

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VIDA

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La ciudad rinde culto a la secular tradición. Altas lenguas de fuego rompieron l.i monotonía de sus calles suburbanas, vistiendo do un rojo diablesco a los muchachos, que constantemente alimentaban las hogueras... Las llamas se le­ vantan ufanas; detrás, las siluetas juveniles cobran un atractivo subyugante. Una fuerza superior me clava en la vereda. Mis recuerdos se atropellan; unos se superpo­ nen a los otros.

Vogaías de

En desordenado correr, contemplo las foga­ tas olorosas a eucaliptus de los días de la es­ quila ; fogatas que dibujan en sus llamas un noble rostro bien amado, y unas manos dili­ g'entes que mueven el largo asador, ya acer cando, ya alejando la carne de las enamoradas cintas de fuego. Se aleja ^fel recuerdo de las noches de se­ tiembre y octubre, y otras fogatas presentai? sus finas y cortas lenguas rojizas,1 desde el hundido lecho de tierra, profusamente enjoya­ do de brasas. La alegría del campo argentino se ha dado cita en estas jocundas mañanas de las yerras. Arrancan de las bravas entrañas encendidas el hierro enrojecido; brama de dolor el ternerc, mientras la marca, despojada de su túnica ro ja, es sólo una figura negra, sin el poder má­ gico •—que le da el fuego— de ir estampando en las reses un sello de propiedad. Inmensas y alocadas se arremolinan las lla­ mas de esas fogatas que brotan desordenada­ mente en febrero y marzo, consumiendo la pa­ ja del trigo y del lino. En los atardeceres quietos, esas enormes fogatas de mi llanura rompen la tranquilidad impresionante de sus campos, donde nunca pasa nada (así aseguran muchos que la escriben o la hablan, pero no la viven).

M A R Í A

L.

FEMENINA

Grandes flores, inquietas y caprichosas, sor el punto final de una jornada de vida vivida sobre el surco, con la amenaza del granizo, del frío, o del calor demasiado intenso. Se agitan, diciendo adiós a muchos días de vida silenciosa y útil. Adiós de rojas gasas caprichosas, que juegan a encaramarse en las nubes... En tan­ tos seres rudos e incultos, único ademán crea­ dor de belleza, éste de prender el fuego. Se confunden las fogatas del recuerdo, mien­ tras en la calleja tranquila, hasta los diablillos armados de ramas o trozos de vieja madera, ofrendan su silencio en el altar del fuego, siem­ pre atractivo, aneestralmente cautivante. De pronto, dos pequeños ejecutan bruscos ademanes de riña; vuelan por los aires sus ga­ rrotes.

Juan ¡Adiós hechizo! Las siluetas fuertemente co­ loreadas me arrancan del mundo de los recuer­ dos, ennoblecidos todos por la grandeza del amor y del trabajo. La imagen de la tragedia, del odio y la des­ trucción, pone en mis labios una mueca angus­ tiada. En estos años crueles, todos llevamos agaza­ pada en un rincón del alma la imagen odiosa, que nos amarga los días, apenas alza su curva­ da espalda. El espectro del hombre lobo ame­ naza siempre. ¡ Oh! imagen bárbara que tortura el alma, que nos invade avasalladora, adueñándose de nuestros pensamientos. Bárbaro fantasma de la guerra, que atisba cualquier rendija del cerebro, para meterse dentro, y aniquilarlo con visiones pavorosas, con sugestiones bestiales. De las alegres fogatas de San Juan, sólo ceniza y barro.

B E R R O N D O

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I'¡i);.

La Mujer y la Paz sencia o en la absoluta manera de toda xu com­ plicación, no hay que volverle las espaldas. Se­ renamente, como cuadra a un empeño que quie­ re mantener un ideario, hay que marchar en su contra, si os preciso poniéndola a cuestas de una misma, convencidas y llenas de l'c en nues­ tras propias fuerzas y resistencias, hasta hacer que ese ideario cristalice en realidad, sin repa­ rar jamás en los jirones de nuestra propia en­ tidad" humana que en los obstáculos del cami­ no fuéramos dejando.

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ili: lu p i n ) . 1 ) .

justicia, la integridad, el derecho y el decoro humanos. No hay que seguir, tampoco, la vida de Juan de Mena, las épicas hazañas de Iiolí­ v;ir, la heroica y abnegada existencia ríe lleni­ to Juárez, el amor indestructible a la libertad de los Maceos, la integridad y el respeto a la moral y a la civilidad de Lincoln, para confir­ mar la sensibilidad democrática en el alma de la mujer americana.

¿A qué hablar de las mujeres demócratas de nuestra América, como por ejemplo Mariana Demócrata por excelencia, por abolengo j'¡i­ Grajales, la madre de los Maceos, para nos­ cial si se quiere, ha sido, es y será siempre la otros el exponente más firme e inconfundible mujer americana. ¡ Por algo le cantaron nues­ de democracia femenina en todo el continente? tros poetas; por algo la glorificación nuestros ¿Para qué mencionar nombres de mujeres que novelistas; por algo tejieron en su loa los más supieron exponer vidas y bienes, amores y re­ bellos párrafos nuestros oradores... ! Por al- posos hogareños, en bien de los suyos, de toda go Juárez y Bolívar, Alfaro y Sarmiento, In­ la comunidad! ¿A qué hablar de esas mujeres genieros y nuestro Martí le llamaron: "COM- heroicas, precursoras de las virtudes democrá­ PAÑERA" ticas femeninas en la América, repetimos, cuan­ Democracia, la de la mujer americana, pura do en el presente histórico, como una refirma­ desde su raíz vernácula. Más pura todavía ción y una síntesis de las virtudes ciudadanas cuando, situándose al lado de los suyos, supo de todas aquellas ilustres matronas, la mujer marchar por entre montes y ríos, desafiando del Centro, del Norte, del Sur, de las Antillas, a los elementos y emulando a los hombres, has­ conserva ese sentido igualitario, ese afán de ta conseguir la expulsión de los esclavizantes confraternidad, ese propósito de mejoramiento colonizadores. Y, por último, democracia —la total, esa manera liberal de pensar y de sen­ de la mujer americana— que ha ganado el qui­ tir, ese empeño de justicia, que se llama De­ lataje mayor de su riqueza intrínseca al co­ mocracia?... ¡Democracia en la que no ca­ locarse en nuestra época al lado de los que ben tránsfugas, ni imperialistas, ni succionado­ sufren, de los que son víctimas, de los que lu­ res de pueblos, ni expoliadores de razas! chan, de los que se resisten a ser sometidos, de Nosotras, mujeres de América, que por si­ los que no quieren doblegarse, de los que se glos hemos venido siendo demócratas, pero de­ mantienen en el puesto de honor y de derecho mócratas en cuerpo y alma; que hemos nacido que la propia vida les ha señalado. y habremos de morir comulgando con ese cre­ do de suma concordia y de suprema solidari­ Una democracia así, que se ha mantenido in­ dad humana, en el presente tenemos que ser demne frente a todas las invasiones oligarcas; más firmes en nuestros propósitos democráti­ que ha sabido conservar su integridad con más cos, más capaces de llegar a todos los sacrifi­ virilidad y aplomo que las sustentadas por los cios para que nuestro tesoro espiritual no sea pueblos de occidente, que primero la encerra­ destrozado o empobrecido por las grandes con­ ran en el marco de los dogmatismos y los ajus­ mociones bélicas que se avecinan, o, por lo metes de las teorías, es, quiérase o no, una De­ nos, mixtificado por el influjo de las corrientes mocracia de perpetua renovación, incapaz de absolutistas que se baten y que despóticamente caer abatida frente a los grandes trastornos; y se quieren cernir sobre América, en un afán no hay que hurgar profundamente en las pági­ inaudito de sometimiento, de humillación, de nas de la historia para encontrar en la mujer pillaje y de relajamiento de todas las corrien­ de América, presencia siempre, elevada p com­ tes fraternales humanas. pleta, de su amor entrañable a la democracia, Frente al peligro de guerra estarnos las- mu­ de su filiación indiscutible a la igualdad, la

PáK.

V I D A

1S

F K M B N 1N A

Tenemos que laborar, profunda, persistente­ mente, sin desmayo, sin falsas posturas, para que desde la más encumbrada a la modesta, desde la más culta a la menos capaz intelec­ tualmente, desde la que tiene plena conciencia de su valor humano a la que deambula en me­ dio de un mar de irfcertidunibre espiritual, continúen manteniendo en alto el pabellón de ¡ Pero, frente a esta guerra que se avecina, nuestra Democracia. que avanza frenética y ciega, a lomo de los No es ocasión ésta de prolongadas medita­ regímenes totalitarios, la mujer de América no ciones. La mujer se debe imponer al efecto puede —ya debe decirse, no lo está, este Con­ greso viene a ser una afirmación de libertad una actividad como fin de servir a la Liber­ y un recuento de demócratas— permanecer con tad, a la Justicia y al Derecho. Como lo hicie­ ése su sentido histórico-político como cargado ra en los campos de España, como lo está ha­ de adornos para lucirlo en su pureza a la hora ciendo en los campos de China, tierras ambas de la tragedia, demostrando de aquesta mane­ sobre las cuales el imperialismo succionador ha ra su integridad! ¡No, ésta sería una labor extendido sus ambiciones. suicida, ésta sería una misión inútil, ésta sería No puede ser nuestra Democracia objeto de una forma de sustentación democrática buena lucimiento, cuestión más o menos de posturas para la fábula! de salones elegantes. Nuestra Democracia tiene que ser un algo orgánico y vivo, que tras­ La Democracia, compañeras que aquí estáis cienda en sacrificio, en afán, en esfuerzo, en presentes en representación de más de un pue­ ansia de superación, de acercamiento, de bonblo del continente; Democracia, que podemos dad, de comprensión, de integración de una hu­ decir que es tan nuestra como nuestro propio manidad positivamente feliz y más humana, ser, que puede reclamar un sitial categórica­ valga la frase. mente junto a la vieja Democracia europea que agoniza hoy, tiene que tomar una posición de Así, en nombre de todas las mujeres del con­ avance, de preparación, de encauzamiento co­ tinente, que saben cómo la guerra futura va lectivo, de propósitos universales, tendiendo acelerando sus pasos para caer sobre nuestras hacia las ulteriores proyecciones materiales tierras indefensas y someterlas al rapaz vence­ para que su prístina idiosincrasia, su natura­ dor, esta delegación de la Casa de la Cultura leza suficiente, no sea sólo un g'esto y una pos­ propone a la consideración del Congreso la si­ tura heroica, sino una realidad vivida y una guiente moción: confirmación pública. Primero: Apoyo absoluto y decidido a toda

jeres do América. De una guerra que sembrará el exterminio y la destrucción moral de la hu­ manidad. Guerra, la menos humanitaria de to­ dsa, la más terrible y desvastadora, a cuyo paso las legiones humanas quedarán sepultadas ba­ jo montañas de metrallas, de gases venenosos, de rencores y de odios.

Realidad y confirmación de nuestra Demo­ cracia, que tendrá que ser, no dudarlo, la van­ guardia que marche contra esa invasión pre­ tendida de los pueblos que han puesto en bar­ tolina a la libertad y al Derecho en cuarentena. Una marcha necesaria que tiene que iniciarse para detener la guerra que se avecina, que es­ tremecerá al planeta. Mas desde ahora mismo nos toca entregarnos a nuestra labor. Tenemos que, para no mal­ gastar el caudal heredado de nuestros antepa­ sados, lanzarnos por los anchos campos del con­ tinente con la bandera de la Democracia des­ plegada en toda su amplitud hacia la conquis­ ta total y plena de su aceptación y de su cum­ plimiento, de su compenetración y de su vigen­ cia presente.

entidad, cultural o social, que trate de plasmar en realidad los postulados que la Democracia exig'e; Segundo: Solidaridad y ayuda eficaz a las mujeres y niños de todos los países que sufran invasiones de regímenes absolutistas; Tercero: Sembrar en el alma de nuestros hi­ jos o de los niños que estuvieran a nuestro cuidado, el más acendrado amor a la Democra­ cia, y, Cuarto: Celebrar un Congreso Femenino de la Democracia, que tendrá como sede y se ve­ rificará en la fecha y lugar que el Congreso señale, y en el cual estarán representados todos los pueblos de América, así como España, Checoeslovaquia y China. La Habana, Cuba.

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La Humanidad se Dehate

en sus Propios Instintos

Por ISIDORO AYALA Alguien ha dicho que los seres humanos lie van en sí una mezcla de ser racional y de bes­ tia, y parece que no se ha equivocado mucho en su apreciación el que tal pensamiento expuso. En la actualidad la bestia se antepone al ser racional en algunos pueblos de la tierra; asi vemos en España, después de tres años de guerra cruel y despiada, el criminal general Franco, el instrumento de los países de gobierno totalita­ rio, seguir fríamente sacrificando seres humano3 por el solo hecho de haber defendido derechos adquiridos que representaban su libertad, y en­ señaron con el sacrificio a los pueblos del mundo cómo se defienden esa libertad y esos derechor. en los pueblos que quieren ser libres de verdad. Europa vive en lospmomentos actuales en um guerra cruel, porque lo que no hacen las balas todavía lo están haciendo las palabras cargadas de bestiales resquemores que confunden el pen­ samiento, colocando al cerebro humano pronto a estallar como si fuese una bomba para destruir brutalmente a toda la humanidad; ¡ la bestia do­ mina más que la razón! El atormentado cerebro de los hombres que están encumbrados por el temor de los pueblos quiere extenderse por todos los continentes de la tierra llevando consigo la mecha encendida que forzadamente ha de causar la explosión. i Dónde estallará? Esa es la incógnita i Será en Europa? ¿En Asia? Ese odio bes­ tial se viene extendiendo también hacia el con­ tinente americano; ya repercute entre nosotros el fraseado de la bestia que se aproxima, que por encima del razonamiento quiere implantar BU dominación. Pero hay algo todavía en los pueblos de la Tierra que puede imponer el razonamiento antes que la bestialidad; este algo es la mujer, ya que los hombres no son capaces de anteponerse unos por defender sus intereses creados, y otros por la cobardía al avance de la bestia; ellas pueden

ser un factor preponderante para que aparezca la razón destruyendo la bestialidad. Si en América se unieran todas las mujeres, teniendo en cuenta que en nuestro continente es donde se ha discutido con fervor el pacifismo, podrían influir mucho en el pensamiento varo­ nil, y extendiendo su fe en la paz y por la paz,

podrían fácilmente invadir todos los pueblos de la tierra haciéndoles conocer a todas las mujeres del mundo su deber del momento, y haciéndoles (Sigue en la p4g. 40)

VIDA

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FEMENINA

LA VOZ DEL CAMPO

GD

Orilleando Un Tema Que Preocupa El tema de la despoblación sigue siendo de gran actualidad. Claro está que este fenóme­ no no puede ser solucionado de un día para otro. Atendiendo lo .leído —y oído por diversos comentaristas de la radio—, la despoblación en la ciudad responde también a la grave situa­ ción económica por que atraviesa el trabaja­ dor de la misma. En épocas mejores eran ellos quienes contribuían con mayor porcentaje al acrecentamiento de la población. Así debe ser, no hay duda, pues no he podido dejar de son­ reír ante el entusiasmo, que ponen nuestros go­ bernantes en sus discursos para convencer al obrero que no se le desamparará, que el go­ bierno se ocupará de él y de su prole... Qui­ zá en la ciudad, como en el campo, haya mo­ tivos más que justificados para dudar de lo que prometen nuestros gobernantes y, atenién­ dose a que del dicho al hecho hay un gran trecho, todo siga igual. Mas, si tienen en cuenta lo que se observa eñ los hogares acomodados (siempre, amigas, juzgando por lo leído u oído...),, parece que en ellos se da preferencia a la cría de seres irracionales: perritos, gatitos, a tener y criar chiquillos. Dan menos trabajo e imponen me-

nos deberes que los niños. Allá ellos con sus teorías. En estos asuntos de la ciudad no me gusta inmiscuirme. A los hogares campesinos, en cambio, no se les,puede atacar por antipatriotas. Por lo menos, si se los va a juzgar por el abundante material humano que ofrecen a la República. Más que cumplidos quedan con su patria. Es­ tos hogares son formados por cinco, ocho, diez o doce chiquillos. Llegan a ser demasiado nu­ merosas estas familias para las defensas con que cuentan. No sólo es exigir aumento de población; esto acarrea serios compromisos a nuestros gobernantes. En nuestra campaña abundan los hogares numerosos, y ya en mi charla anterior manifesté la ayuda que reci­ ben cuando la necesitan, y el fin de muchísi­ mas' de estas 'familias. Debe mejorarse notablemente elnivel de vi­ da en la camparla argentina para pedir más población. Si los gobiernos se preocupan por que los cabañeros mejoren año tras año sus planteles y dan grandes facilidades eon ese fin, bueno sería que se preocuparan con igual

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solicitud por el mejoramiento del plantel hu­ mano que í'eside en la campaña. ¿Por qué no toman medidas para evitar el bochornoso es­ pectáculo de niños entregados a brutales la­ reas, en desacuerdo a su edad y por consiguien­ te nocivas a su salud? ¿Por qué no combatir la ignorancia? ¿Qué aliciente puede sentirse por el lugar donde tan bestialmente se trabaja desde niño, si no se les cultiva el espíritu y en­ trevén otros horizontes que dignifiquen sus vi­ das? Hoy por hoy, al contemplar el cuadro que ofrecen infinidad de hogares repletos de niños desnutridos e ignorantes, uno para sí no puede menos de pensar: ¡Cuánta, cuánta earne humana para los cuervos de la ciudad! Días pasados, el tema de la despoblación en la campaña tratado por un comentarista de la ciudad, hizo que nos reuniéramos varios cam­ pesinos a escucharlo, junto a la radio. Por qué negarlo: el tema interesa cuando es tratado por una persona que no habla "bajo el calor de la marca". Como comentario no estaba mal... Se expresó más o menos así: Es alar­ mante la despoblación es un país joven y lleno de riquezas como el nuestro. Debe proporcio­ narse vida más agradable en el campo a sus moradores y evitar por todos los medios que los ya radicados en él vengan'atraídos por ]a ciudad. La vida en el campo debe tener los suficientes atractivos como para arrancar a grupos de familias qi^e viven hacinadas en conventillos y asegurarles tierra, buena habi­ tación, herramientas, etc. (no dijo escuelas, pe­ ro yo al cúmulo de bellezas enumeradas por él me atrevo a cederles un lugarcito en el cam­ po). Así esas familias se arraigarían en for­ ma tal que se olvidarían de la ciudad... y las amarguras que en ellas pasaron. Confieso: no resistí hasta el fin. Fui a dar un vueltita por el jardín, iluminado en esos momentos por la luz de la luna. La suave brisa nocturna disipó en mi ánimo los efectos del comentario. Cuan­ do retorné a la reunión, ya había terminado la charla. Sentí comentar a los que quedaron. ¿Los de la ciudad podrán tomar en serio lo que este loco dice? ¿Cómo se te ocurre semejante cosa? Este distrae a los desocupados de la ciudad, pro­

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metiéndoles y haciéndoles entrever ri'na vida de ensueño en el campo. Nada más. Yo diría al comentarista: Busque otra so­ lución al problema que los tiene tan preocu­ pados en la ciudad (con mucha razón, no lo niego). Por el momento busquen el acomodo en la misma ciudad. Mejoren sus salarios. Evi­ ten la carestía de los alimentos de primera ne­ cesidad. ¿Esto es tan difícil en la ciudad, donde se permite invertir sumas ridiculas constru­ yendo monumentos inestables o de discutida estabilidad ? Arreglado eso, ¡ ocúpense' de la campaña! ¡ Egoísta!, dirán unas. ¡ Qué preten­ sión!, otras. Nada de eso, amigas. Imaginaos vosotras si no es desesperante pensar que sólo por darse el gusto de poblar la campaña, co­ miencen a llegar caravanas de puebleros con desconocimiento del ambiente y tareas a reali­ zar, sin antes solucionar debidamente los pro­ blemas que nos atañen a los auténticos traba­ jadores del campo: rebaja de aiorendamien­ tós, seguridad por varios años de la tierra que se trabaja, buena población. Así desaparece­ rán de los contratos las vergonzosas cláusulas que hunden al arrendatario con sólo finalizar el contrato, pues según reza en ellos las me­ joras introducidas por el arrendatario deben quedar para el dueño..., en la mayoría de los casos, la vivienda que tuvieron que hacer pa­ ra poder trabajar el mismo campo. ¿Por qué firman esos contratos?, me preguntarán. Para poder seguir trabajando honradamente. Bene­ ficiando a los dueños del campo y comprobán­ doles a nuestros gobernantes que aun la patria tiene hijos tan heroicos como hace siglos; sólo que nadie se ocupa de ellos y sus esfuerzos son estériles. De no firmar las contratas, dos caminos quedan al campesino: la ciudad o la calle. La primera, aunque atrae al campesino, pocos la desean cuando cuentan con numerosa familia... La segunda, tropieza con sus in­ convenientes : uno de ellos, es que es algo mo­ lesto acampar donde no se deja parar más que horas con relativa tranquilidad. Entonces el campesino opta por firmar su sentencia de es­ clavo. No se extrañen luego, amigas, si abun­ dan los comunistas teóricos... al ver las in­ justicias que se cometen con los campesinos.

B A R B E R E N A

VI DA FEMENINA

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Con las medidas anotadas mucho se mejora­ ría la vida campesina. Combatir, luego, por todos los medios, la ignorancia. Con estos problemas semisolucionados, veré sin espeluznarme el arribo de las mencionadas familias. El comentarista, para nada habla de la ignorancia campesina. ¿Delicadeza? Acaso no quiere herir nuestra susceptibilidad. Sin embargo, ¡ cuánto hay que luchar para que des­ aparezca esta gran vergüenza de nuestra pa­ tria! ¡No querrá desalentar a los futuros po­ bladores del campo! Hay un dicho criollo que replica muy bien la peregrina ocurrencia del comentarista: "No es para todos la bota de potro." No vayáis a creer, por esto, que dudo de la capacidad del ciudadano. ¡ No! Pero muy a pesar mío se me presenta un cuadro muy risueño con este trasplante... Puede ocurrir, también, que el comentarista no dé importancia a este triste aspecto de la campaña y quiera ganar el tirón a nuestros go­ bernantes, haciéndoles ver el camino más corto para solucionar el problema que los preocu-

pa: la despoblación. Sinceramente deseo que los gobernantes de mi país mediten mucho las medidas que tomen para combatir la despobla­ ción de la campaña. No les vaya a ocurrir lo que a don Benito en Italia. Con estupor me enteré, por un gran diario matutino, que en ese país donde todo marchaba sobre rieles, días atrás don Benito se vio en la urgente ne­ cesidad de convocar una reunión de gabinete. ¿Para qué? ¡Para tratar la despoblación de la campaña! ¿Causas? ¡La mala situación! Los campesinos atraviesan por momentos desespe­ rantes. Estos van en avalanchas a la ciudad, en doloroso peregrinaje, creyendo poder pasar mejor en la ciudad la mala racha! Después de tomar las medidas, no sea éste el saldo que nos dejen a beneficio nuestro... Si no, muy a pesar mío, tendré que conven­ cerme que en mi país actualmente hay dos clases de crisis: la económica y la de los bue­ nos gobernantes. Castelli, junio 25 de J$39.

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JULIO, 1939

Pág. 23

La Italia Fascista

Por FRANCISCO FROLA

LA EUINA DEL PEQUEÑO COMERCIO Y DEL ARTESANADO El fascismo desde hace ya algunos años lia impuesto al comercio precios que él mismo es­ tablece. En otras palabras, el pequeño comer­ ciante no puede vender sus mercancías sino al precio fijado por el gobierno fascista. Las nu­ merosas campañas demagógicas contra la "vi­ da cara" —que sirvieron de pretexto para re­ ducir el salario1 de los trabajadores—tuvieron como consecuencia pesar casi ^exclusivamente sobre los pequeños comerciantes. La situación se agravó en estos últimos años. Es fácil comprobarlo. Vamos a consultar los datos del Instituto Central de Estadística del Reino de Italia. Tomamos como índice para los precios al por mayor y al por menor para el año de 1934 e] número 100. ' El índice de los precios. al por mayor para los 20 principales productos alimenticios en los años de 1936-1937-1938 fue respectivamente de 117, 123 y 141. El índice de los precios al por menor fue de 108, 113 y 129. La diferencia en­ tre los índices al por mayor y al por menor se ha aumentado. De 9 paso a 10 y después a 12. Esto significa que el pequeño comerciante ga­ na menos por cada unidad de mercancía que rende. Pero no solo disminuyó el "lucro unita­ rio": ía política económica del fascismo deter­ minó también la baja de las ventas en su conjunto. Los trabajadores ganan menos y por ende consumen menos. Examinemos la situación de la ciudad de Mi­ lán, el centro industrial más importante de Ita­ lia. La Unión Fascista de los comerciantes de la provincia de Milán publicó un cuadro del mo­ vimiento de .las ventas al por menor con base en las ventas efectuadas en, 84 negocios: 6 pa­ naderías, 5 tiendas de abarrotes, 5 tocinerías, 8 carnicerías, 8 diversos y 52 llamadas cooperati­

vas de consumo que venden todos los artículos alimenticios. Pongamos como índice de las ventas al por menor para el año de 1934 el número 100: ve­ mos que en los años de 1936-1937-1938 el ín­ dice se transforma súbitamente en 76.23, 73.75 y 70.31. En pocos años (que coinciden con la preparación y creación del imperio fascista) los trabajadores de Milán 'han disminuido su consumo en un 30 o|o (ver "Boletín Mensual de Estadística", suplemento a la "Gaceta Oficial Italiana'' de 21 de diciembre de 1937, pág. 891; 21 de marzo de 1938, pág. 211; 21 de junio de 1938, pág. 507). Pero no sólo en el campo de la alimentación el consumo se ha restringido; en todos los te­ rrenos pasa lo mismo. Desde enero de* 1936 has­ ta enero de 1938 la venta de trajes disminuyó en la misma ciudad de Milán en un 18 o|o. En el campo las condiciones son todavía peo­ res ; se puede afirmar sin exagerar que el cam­ pesino de Italia es hoy el hombre más desnutri­ do de Europa. Los pequeños comerciantes cuantitativamen­ te venden menos y por cada unidad de mercan­ cías que venden realizan un lucro menor ¡ pero al mismo tiempo los impuestos han aumentado. Esta situación está documentada por las ci­ fras relativas a las quiebras y a los protestos. Las estadísticas fascistas relativas a las quie­ bras y a los protestos terminan prudentemente en 1935, pues después de ese año se hubieran hecho demasiado alarmantes. Pero también li­ mitándose a 1935 el cuadro de las quiebras y de los protestos ofrece una significación impresio­ nante. Las cifras que vamos a dar las hemos tomado del "Anuario Estadístico Italiano" e 1937, pág. 281. En 1919, tres años antes de que el fascismo tomara el poder, en el año en que. según los his­ toriadores de] fascismo existía en Italia la anar­ quía y los "rojos" dominaban absolutamente, determinando la ruina del país, los protestos fueron 43.317 y las quiebras f>!)3. En 1923. des­ (Sigue en la pág. 26)

Pág. 24

Poleas de estirados correajes; ruedas de complicados engranajes;

planchas que giran; golpes de martillos;

del humo, bajo el techo, los encajes;

roncas voces y\rostros amarillos..

Con sus hornos lucientes, como hogueras

de resplandor eterno,

y su trajín de hierros y calderas

la fábrica es la imagen del infierno.

Parece allí que se oye cómo grita

el mundo de los reprobos cautivo,

mientras la llama sin cesar se agita

en contorsiones de furor lascivo.

Y el que sale de aquella gran balumba

de sombras negras y de espectros rojos,

^.como si se escapara de Una tumba pasándose las manos por los 0J03, después ve el humo en. raudo movimiento abrazarse a los aítós campanarios, romper, sus olas en el mar del viento, volar hacia él azul del firmamento. y perderse en los cielos solitarios.

VIDA

FEMENINA

HIM £ señor de vidas y señor de haciendas, mande el coche a buscar a este borrico, bien está; pero yo no me lo explico! ¡ Con los pobres, los ricos Son muy buenos... cuando les hacen falta, por lo menos! Abrió y entró... La alcoba iluminada.

Al lado de la fábrica paraba

el clarens elegante, y un obrero,

—Es el coche del amo— murmuraba,

mientras al portalón se dirigía.

—i Qué vienes a buscar? —dijo al cochero.

Y éste repuso: —Busco a Juan García.

Cuando corrió la voz por los talleres,

se hicieron comentarios a porfía...

¡Fue tan grande el rumor, que parecía

una conversación de dos mujeres!

Y silencioso y sin mostrar sorpresa;

el martillo soltando de la mano,

Juan García se irguió con ceño adusto...

Lleva la blusa azul, la barba espesa

y más sucia la cara'que un pantano.

¡ Un andrajoso mocetón robusto,

con ademán de emperador romano!

Mientras todos le miran con recebo de un salto al coche pasa, entra en él como Pedro por su casa, cae sobre un almohadón, y exclama: ¡ Al vuelo! Se aleja el coche sin perder instante,

y aflojando las riendas

va el auriga pensando en el pescante:

—Que el dueño de una fábrica importante,

Todo rico, lujoso y pintoresco. Sobre tallado velador chinesco, pequeño embudo de cristal lucía; y en el lecho, postrada, a anémica mujer se distinguía, con los brazos en el pecho

Por RICARDO

Pág. 25

JULIO, 1939

MEO

más blancos que las sábanas del lecho

y más pálido el rostro todavía.

Al lado de la cama,

resuelto el ademán, la faz severa,

el doctor escuchaba de la dama

el débil suspirar. ¡Voz lastimera

—Gracias—le dijo, y silencioso luego, con febril impaciencia contemplaba cómo el postro de Juan transparentaba una sangre tan roja como el fuego. La lámpara, del techo suspendida, bañaba aquel rincón de la fortuna con luz no interrumpida; hermosa y triste como luz de luna... Después de meditar breves momentos el Galeno sacó de la cartera su terrible riqueza de instrumentos, capaces1 de poner miedo a cualquiera, desplegando ese trágico aparato que pregona «una gran carnicería y queda convertido al poco rato en leve operación de cirugía. Luego, con ademán resuelto y fiero, llevando el velador junto a la cama, puso el brazo de nieve de la dama sobre el brazo de hierro del obrero; ató el de Juan con fuerte, ligadura; saltó la sangre en las hinchadas venas y a otras venas siguió con derechura más pálidas que vetas de azucenas, uniéndose la fuerza y la hermosura con un tubo de gomas por cadena. La mujer, cada vez más desmayada, en silencio al obrero sonreía, y el obrero, triunfante la mirada, con llamas de sus ojos la envolvía. Ella, más suave y débil que las flores; él, venciendo a un león en valentía; flotar en el ambiente parecía inmarcesible claridad de amores, que en comunión1 suprema les unía; y entre ellos el doctor, la inteligencia, augusto sacerdote de. la ciencia, del lecho ante el altar, les bendecía...

la de aquella mujer, cuando gemía!

¿Qué le faltaba para ser hermosa?

¡En los ojos un rayo de alegría

y en las mejillas un matiz de rosa!

El padre de ella, sin querer, temblaba,

y los brazos tendiendo a Juan García,

J. CATARINEU

Al poderoso respondió el obrero: —¿Lo qué quiero, preguntas? ¡Nada quiero! ¡He hecho una buena obra, mas no me lo agradezcas; pues me sobra a mí la sangre como a ti el dinero! Y después, su mirada ardiente y viva añadir, parecía de esta suerte: —¡ Dejad que desfallezcan los de arriba, que abajo hay sangre generosa y fuerte!

Pág.

26

VIDA

LA ITALIA FASCISTA pues de un año de dominación fascista, los pro­ testos fueron 427, 224 y las quiebras 5.771. En 1935, después de 13 años de gobierno "restaurador" los protestos subieron a la cifra astronómica de 1.236.412 y las quiebras a 17.856. Por lo que se deduce que en 191!), cuando Italia estaba "en descomposición" el número de los protestos y de las quiebras era 30 veces inferior al número de ellos en 1935, en plena grandeza fascista. Y naturalmente, la situación se agravó bajo el imperio, después de la conquis­ ta de Etiopía. Vamos a ver lo que los pequeños comercian­ tes pagan a título de impuestos. Examinemos el caso del propietario de una cantina que, según la evaluación del fisco, da una renta de 8.000 liras anuales. Es éste un caso real y no 'hipotético. I 9 — Impuestos sobre riqueza mueble •. D,ebe pagar una cuota de 14.25 o[o, tendremos la ci­ fra de 1.150 liras. 29 — El impuesto complementario sobre la ri­ queza,' 110 liras. 39 — La renovación anual de la licencia, 838 liras. 49 — Derecho de ejercer, 780 liras. 59 — Impuesto suplementario provincial, 200 liras. 6' — Impuesto sobre el billar, 200 liras. 7? — Impuesto sobre las máquinas de café, 480 liras. 8' — Contribución sindical obligatoria, 51 liras. 9' -— Tarjeta sindical obligatoria, 100 liras. 10Q — Contribución para las obras de asisten­ cia fascista, 100 liras. Todos estos impuestos forman un total de 4.009 liras. De manera que un pequeño comer­ ciante con una renta de 8.000 liras anuales pa­ ga 4.009 liras a título de impuestos, o sea más del 50 o | o. Nótese que en nuestro cálculo no es­ tán comprendidos los derechos de registro, ei impuesto sobre la venta, los timbres que se de­ ben poner sobre las facturas, etc., etc. Es necesario que el resultado final de una situación de esta naturaleza no pueda ser sino la quiebra, la ruina. La gravedad del problema para la economía italiana resulta evidente cuando se piensa que s ó 1 o los vendedores al por menor, .según el último censo general de 19ÜB, lh^au a la cantidad de 1.000.000. Y a ellos se debe añadir

F E M E N I

(Viene de la pág. 23)

medio millón de asalariados que viven gracia* al pequeño comercio. El mismo Mussolini, con su cinismo acostum­ brado, ha admitido que los pequeños comercian­ tes están violentamente sacudidos por el fascis­ mo. El 26 de mayo de 1936 ha dicho: '' Los pe­ queños comerciantes italianos están bastante cargados y cada vez que se debe hacer algo para nuestras obras, nos dirigimos precisamente a estos camaradas". No sólo el pequeño comerciante ha sido per­ judicado por el fascismo, sino también el co mercio en general, con excepción de los comer­ ciantes poderosos. El comercio de importación, sobre todo, está en graves condiciones. Los industriales, los trusts, los consorcios, compran directamente en el extranjero. De los 13 billones de liras co­ rrespondientes a mercancías que se importaron en 1937, sólo el 20 % pasó por las manos de los comerciantes. La Asamblea de los Comerciantes Fascistas reunida en Genova en diciembre de 1937 lanzó un grito de protesta: "Que se devuelva el co­ mercio a los comerciantes". El artesanado, que, tuvo en Italia tradiciones e importancia particulares, corrió la misma suerte que las otras clases trabajadoras. Como el campesino y el pequeño comerciante se vio reducido a la ruina, como ellos ha sido aplastado por los trusts, los bancos, los usu­ reros. Aun con todo esto, en el extranjero, gracias a la propaganda colosal del régimen y a los informes de algunos turistas que contemplaron a Italia sólo por las ventanillas de los trenes directos o bien tras las vidrieras de los hoteles de lujo, se difundió una leyenda, que muchos acogen como expresión de la realidad; o sea la leyenda de que fascismo ha hecho mucho en favor de las clases trabajadoras y de la peque­ ña burguesía. Los viejos artesanos para vivr están obliga dos a pedir limosna, o bien, lo que parece ha­ cerse un fenómeno de masa, a robar. El número de robos efectuados en los prime ros nueve meses de 19:37 fue en Italia de 205.885, en comparación con 162.399 corres­ pondientes al mismo período en 1936. El aumento de la criminalidad. Esta es la prerrogativa del régimen que "salve a Italia"'

LA M U J E R EN

LA VIDA SOCIAL

Por Ernesto Requena Sierra

Para VIDA FEMENINA En los principios de la humanidad los hom­ bres y las mujeres vivían una existencia sal­ vaje, similar a la de los otros seres del reino animal; la moral y el rubor eran desconocidos. En cambio, se idolatraba la fuerza y se des­ preciaba la debilidad física; es por ello que a la mujer carente de destreza para el combate, se la consideró inferior y el varón pudo some­ terla a su voluntad. Así observamos que aun hoy se la mantiene relegada a segundo término, excepción de es­ casos países donde goza de los derechos inhe­ rentes a la vida digna y noblemente cultivada. A esa situación sin justificación alguna han contribuido desde el mediocre hasta el filósofo. Confucio expresaba que el hombre era muy su­ perior a todo lo creado y que la mujer debía vivir en obediencia continua y someterse al padre o al hermano mayor cuando era soltera al marido cuando casada y al hijo mayor al enviudar. Aristóteles no hacía sino confirmar tan repugnante criterio cuando decía: "La es­ posa debe someterse a su marido como (si hu­ biera sido comprada a un alto precio, y ha de convencerse de que lo más alto y lo más noble es el lazo que le une a su marido y el cuidado de sus hijos 1 '.. "Ordenar su propia existen­ cia a tenor de su marido." La Iglesia, institución que ha tenido podero­ sa influencia en el desenvolvimiento de los pue­ blos, también tomó parte en la sumisión de la mujer; hizo creer a ésta su inferioridad y su falta de personalidad, valiéndose de anrmnen­ tos que la sugestionaron. El Génesis (Sagradas escrituras), entre otros sofismas dice que Dios formó a la mujer de una costilla de Adán y que por este motivo se justifica su dependen­ cia del varón; y explica que Eva, al dejarse

Pág.

28

engañar por la serpiente, comió de la trufa prohibida y sedujo a su compañero para que hiciera lo propio. Luego, para subyugarla más al hombre, ma­ nifiesta que Dios, en casino de su pecado, le predijo los dolores del parto y su dependencia y sujeción al marido. Durante siglos y siglos los códigos de jus­ ticia han establecido diferentes derechos y de­ beres para cada sexo. Al masculino se le otor­ gó el patrimonio universal y se le hizo dueño absoluto de su familia, de sus propiedades y de las de su cónyuge; al femenino se le negó patrimonio alguno y se le exigió ser fiel a su esposo, obedecerle, asimilársele, perder su per­ sonalidad, cambiar su moral y sus ideas a pa­ ladar de su marido. No pudo disponer libremente de ningún bien mientras su marido exis­ tiera. Estas normas, aunque con ligeras varian­ tes, subsisten en la actualidad en la mayoría de los países y sólo puede decirse que los tíni­ cos que han cambiado dicha rutina de manera completa son: España, Rusia y los Estados1 Uni­ dos de Norte América. La moral reaccionaria imperante exige a la mujer que sea ella exclusivamente el sostén de la felicidad hogareña, que sacrifique sus más caras aspiraciones y que dedique el ^tiempo destinado al estudio o la investigación, al arre­ glo de su casa; que entregue toda su atención y pensamientos a su marido. Si él no quiere que obre o piense en tal forma, no debe hacer­ lo ; ha de obedecerle ciegamente. Sus atencio­ nes deben estar dentro de los límites de la fa­ milia y no ocuparse de los problemas que son "exclusivos" del hombre. La vieja educación también establecía 'las tareas qué han de realizar el hombre y la mu­ jer: a aquél lo consideraba apto para cualquier labor, mientras a ésta sólo para dedicarse a la limpieza de su hogar, a la cocina y a la cos­ tura ; y en cuanto a las profesiones, dedicarse a las que fueren "livianas", a aquellas que no cansen su "débil cerebro". Así aprisionada por esa milenaria rutina, iba enervando el más precioso de los dones del ser humano y el buen raciocinio. De aquí que en épocas pasadas sea raro hallar una mujer pro­ minente. Los prejuicios sociales le impidieron dedi­ carse a las cuestiones políticas, que son de un valor importaniísimo en la vida de los pueblos; a la mecánica, que patentiza el progreso y re-

V I D A

F E M E N I N A

voluciona la ciencia; a las exploraciones geo­ gráficas, a la colaboración con e| sexo opuesto, etcétera. Al no tener que pensar en los grandes pro­ blemas que atañen a la Humanidad, su cerebro no fue cultivado, permaneció estéril y sólo cre­ ció en él la maleza del atavismo, que impedía la fecundización de las ideas renovadoras. Pero, como la humanidad no se estanca sino que evoluciona, la mujer tuvo la oportunidad para rectificar sus errores y decepciones y marchar hacia nuevos ideales, buscar la perfección. La Historia divide esta marcha en edades y cada edad es una etapa y se caracteriza por una civilización y por una moral diferente a la que le precedía. La edad Contemporánea cae y las bases de su moral cambian. Prueba de ello son la gran guerra d el914-18 y la aguda y funesta crisis reciente. El mundo, al parecer, se debate en los ester­ tores de una civilización que no satisface las necesidades presentes; por eso, sin duda, es que vemos surgir una edad nueva, diríamos inspi­ rada en los intereses de la colectividad huma­ na y en la que ideas renovadas e impregnadas de altruismo vivifican todo en bien de los de­ beres y derechos sociales. Con ellos, una mo­ ral sin prejuicios sopla por casi todo el mundo y se posesiona de los corazones nobles, cual aurora de promisión perceptible^ Y, como es natural, la mujer trueca su conducta secular por la que le imponen las nuevas condiciones de vida y la orientacion.de vanguardia. Se ríe de sus predecesoras, lo mismo que el varón ríe de los candidos errores cometidos en la ni­ ñez ; ya no plagia la ética de sus antecesoras: mira hacia adelante. Durante la guerra europea los hombres mar­ charon por millones a los sangrientos campos de batalla y sólo quedaron las mujeres, los ni­ ños y los ancianos. Los campos de labradíos, las fábricas y las oficinas veíanse desiertos. Pero como era menester que el arado surcara la tierra, que las máquinas funcionaran y las oficinas no cerrasen sus puertas, fue impres­ cindible la producción, no solamente para aten­ der las necesidades de la población, sino tam­ bién la de los grandes ejércitos en combate. Entonces las mujeres cumplieron con enco­ miable acierto las tareas abandonadas. Hicie­ ron producir a la tierra y se posesionaron par­

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cialmente de la mecánica y de la vida co­ mercial. Luego la terrible situación financiera mun­ dial redujo los jornales y el trabajo e hizo la existencia imposible; y nuevamente las muje­ res se vieron obligadas a abandonar la casa en procura de sustento y buscar ocupación en fábricas y oficinas, abandonando así el aisla­ miento, y aprendieron a conocer la lueha por la vida, sus sinsabores y sus problemas. Arro­ jaren sus prejuicios y comprendieron que pue­ den vivir sin depender del hombre, que su mentalidad no es inferior y no pueden ser ob­ jeto de adorno ni de placer. Y se lanzaron a las conquistas sociales con entusiasmo y al po­ co tiempo ocuparon butacas en diversos parla­ mentos, puestos en las cancillerías y en las ins­ tituciones oficiales. Alejandra Kolontay fue embajadora del Soviet en Méjico y en los Paí-. ses Escandinavos; Victoria Kent directora ge­ neral de cárceles en España; Margaret Bou­ field, Susane Lawrence, Jennie Lee y otras, representaron con inteligencia los mandatos en la Cámara de los Comunes de Inglaterra. Y enseñaron con ello que debe permitirse al sexo femenino su libre expansión, que puede dedicarse a la mecánica y a colaborar con el hombre en la solución de los problemas cien­ tíficos y políticos. Ya con eso demuestra, por fin, haber roto con las ridiculeces de antaño, en que una' mujer para realizar tan meritoria labor tenía que armarse de una considerable fuerza de voluntad para vencer sus prejuicios y "hacer caso omiso del palabrerío de los ne­ cios, como Concepción Arenal, de quien se dice que para asistir a las clases de la Universidad de Madrid y no llamar la atención se disfrazó de hombre; Rosa Bonheur habría hecho lo mis­ mo pl,£0 color novedad: CYCL.AMHN.

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Pág.

VIDA

30

Rosa de Castaño e.s una de las más afortuna­ das escritoras mexicanas. Afortunada por el acierto de sus temas, la habilidad con que los desarrolla y el éxito relativamente rápidx) qus ha alcanzado. Su primera novela, "La Gaviota Verde", pasó casi inadvertida (se hizo en pro­ vincia, Monterrey, Nuevo León, año de 1935), pero sus dos últimos libros, "El Rancho Estra deño" y "Transición", la colocan ya en la pri­ mera fila. El medio rural, que conoce bien y que es el más rico en matices, episodios y sugerencias, le da la trama vivida de sus novelas. Sobre este punto hay que insistir especialmente. El drama de México está en el campo y por eso los libros que explotan el ambiente rural, que lo analizan y lo revelan, con sus la­ cras, sus conflictos y sus sublimidades, son1 los que despiertan más fuertemente el interés de los lectores y los que pasan las fronteras de nuestro país. México es para todo el inundo la novela no terminada nunca, el desangramiento constanta en buáca de la felicidad posible, la lucha enco­ nada y ciega a veces, por una abrumadora ne­ cesidad. Pero los temas definitivos no están en la ciudad abúlica. Están en la vida concen

LEONOR

LLAOH

F E M E N I N A

Escritoras Mexicanas

Ixosa de Para

V I D A

trada, aparentemente impenetrable de la pro­ vincia, en el campo apasionante. Amar el campo de México es casi compren­ der nuestros desorientados conflictos raciales y hallar el secreto de nuestra difícil unidad. Los lectores no se han equivocado al escoger. La ciudad ha dado a los autores, en medio del vicio burocratizado y la miseria opresora, te mas dolorosos, universales, pero sin el carácter de lo propio. El escritor necesita salir de lo que es copia de la vida cosmopolita para buscar lo que se define con trazos enérgicos; alejarse del conflicto individual para abarcar el anhelo colectivo, y nuestra tierra gris con los barbechos abiertos o las siembras crecidas, rizadas por el batir del viento, se adentra más en el alma y hace sentir la patria palpable y su espíritu cla­ ramente definido. La última novela de Rosa de Castaño abares tres épocas de nuestra vida nacional, sentida» a través de las vicisitudes de una familia nu­ merosa de la cual sale su propio enemigo. Den­ tro de ella están el apoyo, la felicidad y la traición. Los personajes de Rosa de Castaño se mué ven con soltura, los hechos se encadenan natu­ ralmente y el final optimista pone un punto luminoso en la oscura uniformidad de nuestras luchas intestinas, el punto luminoso de lo que debe ser y será algún día, a pesar de todos los

JUMO.

castaño

F E M E N I N A

incrédulos, de todos los farsantes y de todos los líderes. Pronto veremos en el cine las novelas de Ro­ sa de Castaño y eso acercará más a la escritora con el público, que podrá apreciar mejor su?. cualidades de observación y el cariño con que proyecta la psicología de los seres que crea, atormentados y empujados pov una evolución que por momentos1 camina desconsoladamente porque no tiene la dirección orientada hacia paulatinas rectificaciones. No hay pues que desearle nuevos triunfos, hay que esperarlos con toda seguridad.

ROSA DE CASTAÑO

Recargado en un corpulento mezquite y acom pañándose de su guitarra, cantaba un hombre las anteriores coplas mientras escrutaba los al­ rededores de la ranchería. Usaba amplio som­ brero negro y a modo de capa, llevaba un joron­ go atigrado de anchas puntas. Era uno de esos juglares que transitan por todos los caminos. Pierrots con quienes sueñan las mujeres y a los que respetan la vida los bandidos. Vino, amor y pan se les brinda en todas partes a cambio de su canción. Sin em­ bargo. ..

Leonor LLACH.

TRANSICIÓN

CAPITULO T De fino pulque te espera un jarro que de mi vida, blanco licor. Ven que te espera, tu amante charro

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