Ansiedad y agresividad por miedo a otros perros

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Ansiedad y agresividad por miedo a otros perros

MIGUEL IBÁÑEZ TALEGÓN, BERNADETTE ANZOLA DELGADO Clínica del Comportamiento Animal de la Universidad Complutense de Madrid. [email protected]

INTRODUCCIÓN

Los problemas de comportamiento relacionados con el miedo son muy frecuentes en los perros. La agresividad por miedo puede aparecer en animales de ambos sexos y de cualquier edad. Las conductas miedosas son un motivo frecuente de consulta en la clínica veterinaria, y representan una importante causa de distanciamiento entre la mascota y su dueño debido a que producen trastornos en el comportamiento del animal que provocan una desarmonía con su entorno. Existen diversos factores que predisponen al miedo, como son: factores genéticos, experiencias negativas durante el desarrollo, el aprendizaje, la falta de control y de predicción del entorno y un ambiente social empobrecido. Los cachorros que no han tenido una correcta socialización y los que han sido castigados físicamente tienen tendencia a desarrollar agresividad por miedo. (Overall, 1997). Muchos de los perros agresivos por miedo no muerden, en cambio gruñen o ladran agresivamente durante la interacción social, principalmente en los acercamientos de otros perros, personas o niños, en aquellas situaciones que les perturban, en lugares específicos, o en las interacciones que incluyen un cierto tipo de ruido. Sin embargo a veces se manifiesta solo hacia un determinado tipo de animales como por

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ejemplo perros de un cierto tamaño o aspecto. Algunos animales con agresividad por miedo se comportan como si quisieran abalanzarse sobre el otro, en lugar de intentar evitar el contacto. En estos casos una observación detallada de la conducta del animal pone de manifiesto que la motivación de la agresividad es el miedo (Manteca, 2003). Especialistas en Psiquiatría Animal coinciden en la relación que existe entre el miedo, la ansiedad y la agresividad. Pageat (1998) señala que los pacientes con ansiedad se vuelven irritables y pueden desarrollar con facilidad agresividad. Reisner (2006), sostiene que los perros que muerden, incluidos los que están en un contexto social, su motivación puede estar basada casi enteramente en la ansiedad. Casey (2006) señala que tanto el miedo como la ansiedad son respuestas que tienen como causa común el estrés. Así mismo, algunos perros que son agresivos por miedo no han tenido nunca malas experiencias, simplemente son ansiosos y miedosos de forma natural, e igualmente responden bien al tratamiento (Overall, 1997). En situaciones de miedo sostenido, el animal sufre problemas de inhibición al no conseguir nada con la puesta en marcha de estrategias alternativas, lo que produce altos niveles de ansiedad. Se trata de una situación cerrada en la cual la inoperancia de las ac-

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tividades de los animales propicia la realización de actividades sustitutivas como la agresión. Como ya hemos mencionado en casos anteriores el tratamiento de la agresividad por miedo implica tratar el miedo y la agresividad. Debido a que estos animales son miedosos, es importante que durante el tratamiento nada empeore este miedo. Los perros que son agresivos por miedo son potencialmente peligrosos para las personas o los animales y deben tratarse con el respeto y la precaución apropiados. La resolución de estos casos requiere de una identificación precoz y una intervención médica efectiva dirigida a disminuir la ansiedad asociada.

HISTORIA CLÍNICA

Acude a la consulta un perro macho castrado, mestizo deYorkshire Terrier de 3 años de edad.Vive con una familia de dos adultos y un niño de 13 años, además desde que llegó a casa ha convivido con dos gatos, una gata adulta castrada y un macho adulto castrado. El paciente fue regalado a sus tutores por un amigo, quien fue su criador, cuando tenía 2 meses de edad.Vive en un piso de 75 m² y no tiene mucha actividad dentro ni fuera de casa, donde permanece solo durante 5 horas el día mientras las personas trabajan.Aunque dispone de varios juguetes, los tutores no suelen jugar con él. Siempre se le ha permitido el acceso por toda la casa, sin embargo duerme en la habitación de sus tutores, debajo de la cama. Le llevan de paseo con correa dos veces al día, por la mañana y por la noche, dedicando a esta actividad una hora y media en total. La alimentación se realiza dos veces al día mediante el uso de un pienso comercial de alta gama, mezclado con alimento húmedo de lata para animales.Tiene a su disposición el alimento durante 15 minutos, tiempo en el que usualmente se lo ha comido todo. De cachorro, durante los primeros tres

meses de edad, se mostró siempre tranquilo y obediente, su comportamiento fue bastante normal salvo algunos episodios aislados de coprofagia que desaparecieron con el tiempo. Recibió entrenamiento profesional y conoce y obedece adecuadamente a las órdenes básicas, como ven, sentado y quieto Además, aprendió a no tirar de la correa.A pesar de ello, sus tutores atienden frecuentemente sus demandas de atención, lo que provoca que su nivel de obediencia sea cada vez más bajo fuera de casa. Ha demostrado comportamiento dominante con el niño de 13 años, aunque nunca le ha mordido; igualmente es dominante con la gata, especialmente cuando se trata de los espacios que él tiene como propios. Ante la presencia de visitantes desconocidos se muestra curioso y excitable, pero no agresivo. En los paseos cuando se encuentra con otros perros, específicamente de tamaño grande, se comporta de forma muy reactiva demostrando agresividad y miedo. Además, el paciente ladra excesivamente en casa y fuera de casa, esta reacción se produce frente a ruidos en el exterior de la vivienda y ante la presencia de otros perros en la calle. El principal motivo de la consulta es la agresividad durante los paseos hacia otros perros, machos y hembras por igual, de talla grande, sobre todo cuando se le acercan a olerle. El problema se ha presentado desde que tenía 8 meses de edad y se está incrementando. Sus dueños han intentado corregir el problema mediante castigos, la utilización del clicker y el bozal, sin embargo no han logrado mejoría alguna.

EXPLORACIÓN FÍSICA

Se practicó una completa exploración clínica por el veterinario remitente y se le realizaron análisis de sangre, orina y heces. Toda la evaluación arrojó resultados normales por lo que se descartó cualquier alteración de índole orgánica y se concluyó que no era necesario realizar ningún otro tipo de pruebas médicas diagnósticas.

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Tabla I. Desórdenes de comportamiento y posibles causas PROBLEMA

Respuestas agresivas ante perros de talla grande durante los paseos

Excesivos ladridos frente a ruidos

CAUSAS

1.Agresividad redirigida 2.Agresividad competitiva o por conflicto 3.Agresividad intraespecífica 4.Agresividad por miedo 1. Fobia a ruidos 2.Ansiedad 3.Agresividad por miedo

PRUEBAS COMPLEMENTARIAS Partiendo de que no se trataba de una causa orgánica y debido a la naturaleza del problema lo más indicado sería obtener información adicional a través de vídeos donde se podrían analizar los diferentes comportamientos del perro en cada uno de los contextos en los que aparecen. Sin embargo, el propietario no pudo recoger las imágenes mencionadas, por lo cual se realizó un cuestionario específico para la recogida de datos de comportamiento, en el que pudieron analizarse las conductas social, exploratoria, alimenticia y eliminativa, entre otras.

DIAGNÓSTICO Y PRONÓSTICO

Fueron descartadas agresividades redirigidas, competitivas, por dolor, predatorias, posesivas y por irritación debido a que no se observaron síntomas que sugiriesen se trataba de los tipos indicados. La agresi-

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vidad intraespecífica fue descartada por cuanto el paciente se mostraba agresivo ante la presencia de perros de talla grande solamente. En cuanto a los excesivos ladridos ante ruidos se descartó fobia a los ruidos, debido a que la conducta se manifestaba en ciertos estados de sobreexcitación del animal y se producía inmediatamente después de los ruidos habituales en el exterior de la vivienda. Para el diagnóstico se tomó en consideración el comportamiento manifestado de ladridos excesivos ante ruidos fuera de casa y las reacciones descontroladas de agresividad ante el inminente acercamiento de perros de talla grande. Se diagnosticó un problema de ansiedad y agresividad por miedo hacia otros perros, con pronóstico leve. El pronóstico se hizo basándonos en la actitud de los propietarios ante el problema y tomando en cuenta el tamaño del paciente que no representa un peligro para el blanco de sus respuestas que eran siempre perros de gran tamaño.

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TRATAMIENTO El objetivo del tratamiento es reemplazar las respuestas agresivas por un comportamiento más aceptable. El plan de tratamiento tiene tres componentes: la intervención sobre el entorno, la modificación de conducta y la terapia farmacológica.

Intervención sobre el entorno Este aspecto incluye todos los factores relacionados con el ambiente físico y social del animal. En primer lugar, el tratamiento se enfocará hacia la relación entre el ser humano y el animal. Con el fin de mejorar el control sobre el paciente, se indicó un programa educativo consistente en afianzar las órdenes básicas. Se recomendó: ignorar cualquier conducta que se produjese por iniciativa del perro, y aplicar las órdenes de educación básica antes de satisfacer cualquier necesidad. Por otro lado, se aplicó un programa de enriquecimiento ambiental, que consistió en adicionar al ambiente físico y social elementos enriquecedores que satisfagan las necesidades básicas de índole físicas y afectivas del paciente, para lo cual se incrementó el tiempo de los paseos, variando tanto la rutina como los lugares, adicionalmente se prescribió el uso de un collar de cabezada para un mayor control sobre el perro. Igualmente, se incluyeron actividades dedicadas al juego. Una vez comprobado que los tutores del animal tenían un buen control, se comenzó con la modificación de conducta.

Modificación de conducta

Se utilizó la desensibilización y el contracondicionamiento como técnicas de modificación de conducta frente a las situaciones que causaban miedo. Este trabajo consistió en que durante los paseos los res-

ponsables del paciente evitasen el contacto con otros perros de forma no controlada y se acercasen a ellos solo a una distancia no reactiva. La técnica se aplica mediante una exposición gradual al estímulo que produce las respuestas de agresividad por miedo.Ante estos estímulos, debe darse la orden de sentado y premiar cada vez que no manifestara la conducta indeseada. Paulatinamente se le pidió que fuera reduciendo la distancia si no manifestaba signos de nerviosismo, miedo y agresividad. En el caso de que el paciente mostrase alguna reacción, se debía retirar de la escena inmediatamente sin decirle nada, hasta un próximo intento.

Terapia farmacológica En el caso clínico que nos ocupa, partiendo de los antecedentes, del pronóstico y de la disposición de los tutores del animal se decidió que no era necesario indicar farmacoterapia hasta el estudio de los de resultados con las terapias previas.

ANALISIS DE LA EVOLUCIÓN DEL CASO

Para determinar los progresos alcanzados con el tratamiento se analizó la conducta del paciente a partir de la información proporcionada por los responsables, siendo esta fundamental para analizar la respuesta a la terapia. Realizamos un seguimiento durante 18 semanas, haciendo una comparación del estado de ansiedad y las manifestaciones agresivas que presentaba el paciente, en cada uno de los momentos en relación al estado inicial, antes de comenzar la terapia. Los seguimientos se realizaron telefónicamente por el equipo de veterinarios colaboradores de la Clínica. El primero se hizo a los 14 días, observándose una evolución positiva con menor intensidad de al-

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CASO CLÍNICO Nº 11 gunos síntomas como excitación y ansiedad. Indicaron que había determinadas acciones que no les resultaba fácil realizar. El paciente se mostraba más tranquilo, no saliendo a recibir a sus tutores a la llegada a casa. A las 4 semanas los tutores informan que el paciente mantiene la mejoría alcanzada sobre los problemas de reactividad y agresividad, aunque ha mejorado notablemente los signos de ansiedad, mostrándose más seguro y tranquilo. Se le recomienda que siga con la terapia propuesta durante otras cuatro semanas dado que el resultado a la terapia es manifiestamente bueno. A los 2 meses y medio, permanecía el control de los tutores sobre el paciente mostrando una aceptable conducta frente a las órdenes básicas durante los paseos, con pérdida de atención a estímulos externos, principalmente a otros perros. En ocasiones era difícil controlar al paciente que aún tiraba de la correa por lo que se

le recomendó la adquisición de un collar de cabezada, tipo Gentle Leader, para evitar tener que tirar de la correa cuando apareciese esa conducta. En las 4 semanas posteriores nos nforman que cada vez es más fácil la convivencia con el paciente, no mostrando prácticamente ninguna conducta alterada frente a otros perros. “Casi está superada la situación”. Igualmente indicaron que acepta muy bien el collar de cabezada y que tienen un control muy bueno sobre su animal. Remitieron los síntomas en general y mejoró el estado del paciente y en las 4 semanas posteriores se procedió a dar el alta médica, al comprobar que el nivel de aceptación de las conductas que presentaba el paciente, era bueno y se había estabilizado, recomendando que siguiesen con la misma actitud hacia su perro de manera indefinida. Así mismo, debían mantener el enriquecimiento del ambiente del animal para evitar posibles recaídas.

BIBLIOGRAFÍA • Casey, R. 2006. Miedo y Estrés. En: Manual de comportamiento en pequeños animales. Barcelona. Ediciones S. 2006. 231-246. • Manteca, Xavier. 2003. Etología Clínica Veterinaria. 3ª edición. Ed. Multimédica. Barcelona.

• Pageat, P., 1998. Pathologie du Comportament du Chien. (Ed). Editions du Point Vetérinaire Maisons-Alfort France.

• Overall, K.L. 1997. Fears, anxieties and stereotypies. Clinical behavioural medicine for small animals. Mosby, St Louis. 209-250.

• Reisner, I. 2006.Visión general de la agresión. En: Manual de Comportamiento en Pequeños Animales. Debra Horwitz, Daniel Mills, Sarah Heath (Eds). Ediciones. España. pp. 299.

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