ANTROPOLOGIA, ETNOLOGIA Y FOLCLORE. Antropología, Etnología Y Folclore

ANTROPOLOGIA, ETNOLOGIA Y FOLCLORE Antropología, Etnología Y Folclore Fiestas De México Instituto Cultural "Raices Mexicanas" La Fiesta Mexicana Una

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ANTROPOLOGIA, ETNOLOGIA Y FOLCLORE Antropología, Etnología Y Folclore

Fiestas De México Instituto Cultural "Raices Mexicanas" La Fiesta Mexicana Una de las costumbres que con mayor facilidad nos retratan y que más facetas muestran, son las fiestas mexicanas. Poliedros son nuestras celebraciones populares con caras alegres y con caras trascendentes o espirituales, con pragmáticas caras comerciales y con otras más, incluso de exceso y de drama. Fenómeno eminentemente social de antiquísimas raíces, las fiestas mexicanas reflejan y representan el mestizaje, pues los indígenas y los españoles no sólo mezclaron sus genes, sus comidas y sus lenguas, sino sus religiones, y de la mano de ellas están las fiestas. El dios de la lluvia Tláloc o el santo patrono de los viajeros San Cristóbal, la diosa de la tierra Coatlicue o el santo especialista en casos difíciles San Judas Tadeo, el dios de los ancianos Huehuetéotl y todo el panteón prehispánico e hispano encontró equivalencias, y a veces hasta similitudes, en el otro mundo confrontado a partir del Encuentro. De esa forma, casi todas nuestras fiestas agregan a su advocación católica, una reminiscencia precolombina. Así como los manjares mexicanos se enriquecen con los lácteos y las reses con el jitomate, el aguacate, el epazote y el chile; del mismo modo como en el castellano de este país abundan los petates, los escuincles, los metates y los zapotes; así nuestras fiestas de cronología y dogma católicos, tienen una liturgia impregnada de ingenuo "paganismo" proveniente de tiempos anteriores al siglo XVI.

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Caso ejemplar son los Días de Muertos. Como a los mexicanos (al igual que a cualquier otro pueblo) no nos sorprenden nuestras propias costumbres, conviene recapacitar cómo nos observan ojos forasteros que no están habituados a celebraciones de este género. Imagínese el lector la estupefacción, digamos de un inglés no prevenido, ante nuestros niños jugando el 2 de noviembre con un pequeño e ingenioso ataúd que, al abrirlo, se levanta de su lecho un esqueleto; o frente a una orquesta de "muertes" con instrumentos y sombreros; o cuando no sólo infantes, sino mexicanos adultos, obsequiamos con cariño (y con cierta cursilería) un cráneo de azúcar a una amiga con su nombre escrito en la frente. Unido al homenaje fúnebre, el extranjero no latino que presencia tales expresiones, se quiere morir.

Mas los días de difuntos, prototipo de fiesta mexicana, no terminan allí. A los muertos hay que alimentarlos y esmerarse en la cocina preparando los guisos que más les gustaban cuando todavía andaban por aquí. Y los muertos vienen y comen, pero la abundancia aunque sólo sea de tamales permite que los vivos participen del banquete, que no excluye líquidos, inocuos y no. Como todas las fiestas mexicanas, el Día de Muertos es profundamente vital. No es triste, ni celebra a la muerte. Es alegre y festeja a la vida, por eso las ofrendas son comestibles, fuente de regeneración, materia de sobrevivencia, alimentos para florecer. Con razón y con poesía escribía de nuestros indios Sahagún: "Los mantenimientos corporales son la esperanza de todos los que viven para vivir". Esas mismas ofrendas ya se hacían aquí mucho antes de que llegaran los españoles. Y se hacían igual, de flores y de comida para el placer de los muertos. Por ello el surrealista Andre Bretón

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reflexionaba: "Este poder de conciliación de la vida y la muerte es sin lugar a dudas el principal atractivo de que dispone México (…) mantiene abierto un registro inagotable de sensaciones". Lo cierto es que a la fiesta india se sumaron los santos, a los tamales, los panes, a los jaguares los moros y cristianos, al palo volador los santiagos. Nuestras fiestas son como nosotros: indígenas y españoles. Dos sangres ya hermanadas, aunque antagónicas en su origen, cuando se derramaban de manera literal. Pero más sangre ha nacido de este venturoso mestizaje, que aquella pérdida para lograr la asimilación. Lo "mexicano" de nuestras fiestas es precisamente lo que las distingue de las celebradas en otros países, valga la obviedad digna de orgrullo. Por eso, lo que las caracteriza salta a la vista azorada de los visitantes extranjeros, en tanto que para nosotros es algo casi cotidiano, sin que por ello pierda sus atractivos. José N. Iturriaga

Las Fiestas Más Importantes La fiesta en México es equiparable a una gran orquesta polifónica en la que se suceden simultáneamente muchos sonidos, antes inconexos pero armoniosos en su conjunto: un acontecimiento que involucra a toda una comunidad y a su región circundante, una forma expresiva que cohesiona lazos culturales, históricos y sociales con gran amplitud.

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¿Cuántas Fiestas Se Realizan Anualmente En México? En realidad, este hecho no ha sido determinado con precisión. En el curso de 20 años, la Dirección General de Culturas Populares detectó alrededor de 10,000, y en el Calendario de Fiestas Populares que publicó en 1988 dicha institución, fueron registradas 5,083 fiestas que Imelda de León, su compiladora, consideró han conservado mejor su carácter festivo - religioso. Entre las más celebradas de todo el santoral y ciclo festivo destacan 24 fiestas que, en orden de importancia, son: Virgen de Guadalupe (350 comunidades) Semana Santa (300) Carnavales (225) Santa Cruz (160) San Miguel (150) Natividad de la Virgen y Santiago Apóstol (145) Navidad (140) La Candelaria y Asunción de María (135) Todos los Santos, San Juan Bautista y Concepción de María (130) San Francisco de Asís (120) San José (110) Cuaresma (100) San Isidro Labrador (90) San Pedro (80) Reyes Magos (70) Corpus Christi y San Antonio (60) Virgen del Rosario y San Sebastián (50) Virgen del Carmen (40). Mención aparte merecen los más de 250 santuarios procesionales registrados por la Iglesia católica, a donde acuden los peregrinos para pedir y agradecer favores a santos y vírgenes que han resultado ser milagrosos. El nombre de fiesta proviene del latín festa y significa alegría, regocijo y diversión pero lleva también implícita la solemnidad religiosa o civil o de conmemoración. Varios autores afirman que la fiesta existe siempre que hay religión y describen las fiestas del mundo lo que equivale a escribir la historia de la civilización.

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Fiestas De Raíces Prehispánicas

Para encontrar la clave de la estructura de las fiestas debemos preguntarnos: ¿qué es lo que celebra el pueblo mexicano? ¿Cuál es el origen y significado de sus festividades? ¿Quiénes realizan y participan en las fiestas? Podemos distinguir cuatro tipos de fiestas que se clasifican según su origen y su función, aunque hayan llegado a compartir muchas características de otros tipos: las primeras son las que se ligan al antiguo calendario ritual agrícola y que se tradujeron en determinados ciclos festivos y santorales católicos; las segundas son las patronales, cuyo santo o virgen protege a un pueblo, barrio, gremio u oficio; después están las fiestas ligadas a los santuarios procesionales, producto también de las dos tradiciones religiosas, y por último se encuentran las familiares, abocadas a ciertos rituales del ciclo de vida: bautismo, comunión, matrimonio y muerte.

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El primer grupo de festividades debe verse como parte de un ciclo religioso con fuertes raíces prehispánicas. Para las comunidades que participan en estas fiestas, su origen y significado apunta a un eje cultural central: el cultivo del maíz. A diferencia de los otros cereales del mundo, el maíz tuvo que ser procurado y domesticado por el hombre a partir del primitivo teozintli y ablandado a través de la cal que se le agrega al nixtamal. Estos hechos, donde la mano del hombre transformó a la naturaleza a través de miles de años de vínculos con el medio ambiente, quedaron consignados en los mitos cosmogónicos, del origen del universo y de la vida de todos los grupos mesoamericanos, quienes de una u otra manera otorgaron al maíz un carácter sagrado, al grado de considerarlo la materia con la que se hizo la carne de los hombres.

Ya Lo Dice El Popol Vuh: “…de maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Unicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados” Por tanto, si el cultivo del maíz fue el fundamento de la cultura mesoamericana, y lo sigue siendo, es previsible que tanto en el pasado como en el presente, los aspectos mitológicos estén interrelacionados con los rituales, y ambos con el calendario de fiestas, para el cual existen básicamente dos ciclos: el primero que corresponde a otoño-invierno (época de secas), en el que predomina el final de la cosecha, la propiciación agrícola y el culto solar, y el segundo de primavera- verano (época de lluviosa) cuando tiene lugar precisamente la petición y procuración del agua y la reproducción vegetal.

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Muchos pueblos, como los huicholes, incorporan a la fiesta una suerte de danza que complementa el ritual. En la fiesta de este grupo se llama sencillamente “La Danza del Maíz”.

Fiestas Patronales

El segundo grupo de fiestas, las patronales, son un ejemplo de la forma en la que se consumó la conquista militar y espiritual - ya que el santo patrón o patrona están íntimamente ligados a la pacificación y fundación de los pueblos y los barrios así como con la organización de los gremios y los oficios. En la historia oral indígena es frecuente que se hable de cómo decidió un santo (o una virgen) "llegar" a esa localidad y de que, antes de asentarse definitivamente allí, lo había intentado en otras localidades cercanas, las que abandonó por una razón u otra. Adicionalmente, en muchos pueblos y ciudades existen varios barrios vinculados a las reducciones forzadas que hicieron los españoles con el fin de tener mejor control. Así cada barrio adoptó a un santo patrono, secundario en importancia al de todo el pueblo, pero al cual se festeja. En tales celebraciones se nombran encargados, reforzando los lazos dentro de la comunidad. Estas fiestas son muy importantes socialmente ya que cada barrio, pueblo, colonia y oficio refuerzan su identidad a través de esta celebración. Es muy usual, por ejemplo, que todos mariachis, trovadores, soneros y cantantes del país organicen una gran fiesta el 22 de noviembre, Día de Santa Cecilia,

patrona de la música.

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En ciertas regiones del país sucede otro fenómeno con los santos y vírgenes patronales: salen de su comunidad en peregrinación a fin de visitar a otra comunidad durante los ciclos de fiestas, fortaleciendo los vínculos sociales y económicos regionales. La religiosidad popular se convierte también en festejo a través del culto a las imágenes de Jesús y de la Virgen María, quienes asumen nuevas y múltiples identidades, y para los cuales se erigen formidables santuarios a los que acuden miles de peregrinos: el Santo Niño de Atocha, el Niñopa, Preciosa Sangre, Niño Cieguecito, Cristo Negro, Sagrado Corazón de Jesús, Santo Entierro, San Ramos, Corpus Christi, Jesús Nazareno, Señor de las Maravillas; y María en tanto Guadalupe, Asunción, Remedios, Purísima Concepción, Dolores, Soledad, Natividad de la Virgen, Presentación de la Virgen.

Fiestas Procesionales Y Familiares

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Este tipo de fiesta presenta otro rostro del proceso de evangelización y sincretismo religioso, identificable a partir de varios elementos, y se da en lugares de peregrinación a donde se acude a pedir y agradecer favores más personales a través de los santos. La gran mayoría de éstos y de las vírgenes aparecieron mediante un milagro, y han refrendado esta cualidad a través de los siglos. La Virgen de Guadalupe (1531) y el Cristo Moreno de Chalma simbolizan claramente la sustitución de una deidad prehispánica por otra cristiana en el lugar mismo del antiguo culto. Santuarios como Chalma (1573), Otatitlán (1596), Esquipulas en Guatemala (1597), Ocotlán (1536) y San Juan de los Lagos (1623), no sólo guardan un vínculo directo con sitios prehispánicos, sino que son localidades donde brotan manantiales o confluyen ríos o, incluso, se combinan con la existencia de cuevas. Otro grupo de santuarios surge en torno de los lugares de la actividad minera que esclaviza a miles de indios y que, desde la perspectiva mitológico aborigen implica herir las entrañas de la tierra, la cual si no recibe plegarias y rezos para pedirle "permiso", se cobra con sangre humana. La Virgen de Talpa en Jalisco y el Santo Niño de Atocha en Plateros, Zacatecas responden a tales características. Por su parte, la Virgen de Zapopan, también conocida como "Generala de las armas del ejército de la Nueva Galicia" juega un papel importante en cuanto a la pacificación de la resistencia armada por parte de los conquistados, ya que su aparición prodigiosa en los campos de batalla refrendó la victoria por la vía espiritual.

El fervor, las "mandas" las

peregrinaciones y las convierten a los

santuarios en romerías que

conjugan la venta de comida con la de un

sinfín objetos religiosos, y así feria y fiesta se funden en el ambiente procesional.

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Por último, en referencia a las fiestas ciclo de vida, lo importante es que las ceremonias que las sustentan son expresiones culturales con un profundo significado social, pues refuerzan sucesivamente el papel del individuo en el seno de su familia, en la unión con otras, y en el comportamiento que se espera de ella frente a la comunidad. En las regiones indígenas es común que en el bautizo a los varones les pongan en la mano un pequeño azadón, y a las mujeres, un malacate (huso) para hilar lana o algodón, o el xoxopaztle o tira de madera para apretar el tejido de telar de cintura, simbolizando con ello las actividades que habrán de realizar a lo largo de su vida; las fiestas de 15 años, marcan la transición de niñez a juventud y presentan a la joven en edad para el matrimonio. El compadrazgo indica que los padres comparten la crianza con figuras paternales simbólicas, ampliando los vínculos familiares. Quizás esto nos ayude a comprender porqué las fiesta de los Fieles Difuntos combina tanto el culto en el altar familiar, como el colectivo en el camposanto o panteón. La fiesta mexicana es el espacio donde se muestra en todo su esplendor y con todas sus contradicciones, el proceso de las múltiples conquistas y el de la resistencia.

Las Mayordomías

La fiesta, en tanto suma de voluntades, requiere de amplios preparativos y de múltiples participantes que entran en escena desde por lo menos un año antes. Uno de los principales, el que patrocina y encabeza la fiesta, es el mayordomo, carguero o cófrade (nombre que recibe según la región), quien ha recibido su encomienda y asumido su responsabilidad públicamente, con el pueblo como testigo y que usualmente un año después y al

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término de la fiesta, hará entrega de esta responsabilidad a su sucesor. Esta tradición existe desde antes de la Colonia. Sus funciones varían según la comunidad y la fastuosidad de la celebración. En términos generales, se puede decir que le corresponde realizar ciertos rezos y cambiar las flores del santo todo el año; en lo que toca a la fiesta, debe cubrir los gastos en que incurran sus auxiliares, pagar a los músicos, alimentar a los danzantes, a los compañeros “cargueros" de otros santos y autoridades, en fin, a los participantes; obsequiar el adorno del interior de la iglesia, atrio y en su caso también de las calles y debe proporcionar las velas, el incienso y los juegos pirotécnicos. El hecho es que anualmente uno o varios individuos de una comunidad -miles de personas en México- cubren los gastos de una costosa fiesta colectiva, llena de interrogantes para muchos investigadores quienes siguen polemizando sobre las causas y efectos de esta tradición. Para la mayoría se trata de un mecanismo de redistribución de la riqueza dentro de las comunidades, ya que de acuerdo con esta concepción, vuelve a empobrecer al que logró acumular dinero después de años de trabajo y que si quiere asumir otro cargo dentro de la estructura político religiosa debe iniciar el proceso, ahora, un escalón más arriba.

En la comunidad campesina e indígena o en un barrio o cofradía gremial todo varón anhela la mayordomía ya que con ello se ganará el respeto de sus congéneres lo cual le permitirá en el futiro participar en las grandes decisiones del pueblo. Desde la perspectiva religiosa ese prestigio se traduce en la activa participación del individuo en un auténtico servicio de la comunidad, y así evitar la destrucción de la misma por causa de la ira de algún santo.

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Para que alguna persona ocupe el cargo de mayordomo del santo patrón o patrona es necesario que a través de muchos años vaya asumiendo una serie de cargos que van de menor a mayor importancia y que se combinan en una estructura político- religiosa.

Esta estructura se creó durante la Colonia y si bien tomó algunos elementos de las esferas teocráticas prehispánicas como el de aportar trabajo gratuito para emular a las deidades que “cargan” el peso del tiempo (el año) o las que cuidan “el atado o el bulto de años” sirvió para que los españoles obtuvieran mejores rendimientos en el sistema tributación que hábilmente tomaron de los aztecas, para disimular la virtual esclavitud a la que habían sometido a los indios. Tanto las autoridades coloniales civiles como las religiosas se valieron de la tributación para sostenerse, sólo que en cada esfera adoptaron un nombre diferente. Para el caso que nos ocupa, en el siglo XVI los frailes crearon las hermandades, congregaciones o cofradías, a través de las cuales recibían las limosnas y el diezmo que debía cubrir sus visitas y servicios. De igual manera, multiplicaron los cultos y las fiestas para poder así aumentar sus ingresos. En Chiapas, donde de 1561 a 1799 predominaron los dominicos, las cofradías de las zonas indígenas tzotzil y zoque honraron a Nuestra Señora del Rosario, a la de la Asunción, al Santísimo Sacramento, a la Santa Cruz, a las Animas, a Santo Domingo, San Pedro y San Sebastián. En Zinacatán, una de las comunidades indígenas que sobresale por su sentido ritual complejo sólo para la jerarquía religiosa, existen 61 cargos, divididos en cuatro niveles y cuatro categorías de auxiliares; los 34 mayordomos, mayores y sacristanes, seguidos en importancia por 14 alféceres y 2 músicos, luego en el tercer escalón los 4 regidores y finalmente los 2 alcaldes viejos acompañados de un cargo honorífico, el del alcalde shuves. La lección más importante que nos dejan las mayordomías en los albores del siglo XXI es que han sobrevivido a la iglesia institucionalizada, a la Independencia, a las Leyes de Reforma y a la

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Revolución misma, pues las comunidades se apropiaron de ellas, dejaron de pagar tributo a "otros" y las enarbolaron como un símbolo de resistencia cultural y un espacio para el alimento espiritual.

La Fiesta Se Viste

El pueblo es una explosión de formas y colores que cambia con cada fiesta. El arte ritual tradicional es en sí una ofrenda que impone su tono a todos los espacios donde se realiza la ceremonia y el rito; una parte es efímero, de gran laboriosidad y se destruye para honrar; la otra es artesanía ceremonial, objetos benditos de elaboración especial. En la mayor parte del centro y el sur del país, sobre la reja del atrio y el gran arco de entrada a la iglesia, se colocan enormes "suchiles" de madera cubierta de diferentes materiales. Destacan las arcadas de flores naturales (de allí el nombre de suchil, del náhuatl Xochitl), que ahora pueden ser de papel o de plástico y las de semillas de colores. De pronto las arcadas se extienden hasta el piso para convertirse en las más elaboradas alfombras de flores, aserrín y semillas (los xochipetatl) que arrasa la Virgen en su última procesión por el atrio y la calle. El maíz mismo es convertido en adorno y ofrenda de múltiples maneras. Para la bendición de las semillas, las ceremonias de petición de lluvias y las celebraciones de agradecimiento de las cosechas, se hacen manojos con las mazorcas en los cuatro colores sagrados: amarillo, blanco, rojo y negro; tostado, en " palomitas ", se monta sobre estandartes combinados con papel en forma de resplandores, lo que nos recuerda las referencias de Sahagún a los sartales y guirnaldas llamadas momochtll, que se ofrendaban en el segundo mes Tlacaxipehualiztli, y que aún hoy en día se hacen en San Felipe del Progreso, Estado de México, el tercer miércoles de enero.

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Aplicando una técnica prehispánica de elaboración, en Pátzcuaro todavía es posible conseguir Cristos de pasta de caña de maíz, material con el que están hechas las imágenes de la Virgen de Talpa y de Nuestra Señora de los Lagos, en Jalisco, y que, como se ha visto, tienen casi 400 años de antigüedad.

Velas y cirios, desde las más sencillas de cebo o de parafina, pasando por las que se adornan en espiral con tiras de papel metálico, hasta las llamadas "escamadas" que son una verdadera filigrana, son llevadas en la mano o colocadas dentro de unos candeleros de barro de hechura especial; también los sahumerios del mismo material, para quemar el copal, son objetos rituales que cobran mayor importancia durante la fiesta de Todos los Santos y Fieles Difuntos. En la época prehispánica, el copal y el papel se consideraron sagrados y alimento de los dioses entre los mexicas, los mayas y mixtecos. No había fiesta en la que no se hiciera uso ritual de ellos. Los papeles más conocidos fueron el que se fabrica de la corteza del árbol de amate y el de fibra de maguey al cual hace amplias referencias Sahagún en los atavíos de los dioses, los sacerdotes, los sacrificados y en las ofrendas. Una fiesta sin cohetes, castillos pirotécnicos o toritos de petates que lanzan luces sería incompleta. Si bien la pólvora llegó con los españoles, fue inmediatamente incorporada como un elemento ritual de las fiestas, pues se considera que el sonido llama la atención de los santos protectores. Solamente ciertos pueblos o una sola familia eran entrenados en su uso, dada su alta peligrosidad. Destacan Tultepec en el Estado de México y Xaltocan, en Hidalgo.

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Adornar es ofrendar, no importa que varios meses de trabajo culminen en la destrucción o consumo de un arte ritual efímero. La belleza y la estética del México antiguo y del actual pervive en el gran respeto que se guarda por la naturaleza y por el convencimiento de que el hombre ha de solicitar y agradecer los frutos de la tierra mediante su trabajo. Fiestas De Purificación Y Penitencia

Toda fiesta es cíclica y todo ciclo

proviene del orden de la naturaleza

donde algunas veces sale el sol,

otras se mete; y donde todo se alterna

entre lluvia y sequía, luz y

oscuridad, fiesta y resguardo. Así, las

fiestas pueden ser de celebración, pero también de contricción y castigo Desde la perspectiva europea este ciclo, el orden de las celebraciones es como sigue: inicia con la Candelaria, sigue con el Carnaval, Cuaresma y Semana Santa. Sin embargo, nuestro propósito es ubicar a las fiestas desde la cosmovisión indígena y campesina, ya que por el sincretismo estas dos festividades quedaron invertidas. La Candelaria es una fiesta de purificación que concuerda con las celebraciones a Tláloc y su hermana Chalchihutlicue (dioses del agua) que se realizaban en el primer mes azteca, Atlacauallo y en el que se sacrificaba a muchos niños; incluso es interesante su probable vínculo con la tradición de los "compadres de rosca de reyes", compromiso que adquirieron el seis de enero cuando les tocó el "niño" al partir el pan, y en la cual se ofrecen tamales y atole. Resulta que a la mitad del decimoctavo y último mes del año, lzcalli, se realizaba la fiesta Huauhquiltamalqualitzi en que preparaban y comían "tamales por todos los pueblos, en todas las casas, y toda la gente, convidándose unos a otros con ellos”.

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Como reflejo de lo anterior en Coatetelco, Morelos, sobre el altar del templo se pone una ofrenda de diferentes alimentos como pipian y tamales de ceniza ", llamados tlaconextamalli. Una vez bendecidos, se reparten entre los asistentes, y una parte de esta ofrenda es llevada a un cerro cercano, donde la depositan en una cueva para pedir las lluvias. El mismo día llevan a la imagen de la Virgen de la Candelaria en procesión al poblado de Tetecala, donde es esperada con música, cohetes y danzas. El Carnaval tiene dos rostros muy diferentes, aunque un fondo común, ya que permite el "juego", el desenfreno y la burla antes de iniciar la penitencia de la Cuaresma. Y decimos dos rostros porque, por un lado, el Carnaval viene de Carne vale (adiós a la carne), originado en Europa, y por el otro, corresponde a los nemontemi y chaik'in o cinco "días perdidos" de los calendarios maya y azteca.

El de origen europeo y tiene gran auge en puertos como el de Veracruz, Mazatlán, Manzanillo, Campeche y Tampico; se “quema el mal humor" el sábado anterior, se escoge a una reina y un rey feo, que encabezan los desfiles de carros alegóricos, combates de flores, confeti y cascarones de huevos, durante tres días en tanto la gente danza con disfraces durante tres días en las calles, hasta que se descubren. En el mundo campesino de Tlaxcala, Morelos y el Estado de México, salen las comparsas de las danzas correspondientes a variantes de la Conquista, como los Chinelos, y también las de parodias de la Intervención Francesa como los indios zacapoaxtlas y los suavos franceses, los zapadores y la danza-drama de Agustín Lorenzo de Huejotzingo, Puebla.

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El Carnaval en Chamula, el K'in Taiimoltic, o Nuestro Juego, es "una calca de los episodios míticos del libro sagrado del Popol Vuh en su liturgia, sus danzas, el vestuario de los actores, etc. Participan 13 grupos de personajes actores, de los cuales los más vistosos son los "Max", hombres-mono cuya indumentaria es una levita militar que usaron los franceses durante la Intervención, un gorro cónico hecho de piel de mono y un calzón de manta a la rodilla, y hoy en día es frecuente verlos con lentes oscuros, símbolo de burla a los numerosos turistas. La ceremonia es un complejo ritual con cierto tipo de alimentos al inicio y al final, pero ante todo los rituales refuerzan el código de conducta social y personal del grupo y del individuo. La parte más conocida es el rito de purificación cuando corren sobre el zacate prendido.

Con la Cuaresma se inician las abstinencias de carne durante seis viernes después del Miércoles de Ceniza. Coincide con los meses de Tlacaxipehualiztli, dedicado a Tótec, el dios desollado del Maíz joven, y Tozoztontli, mes para Tláloc y Coatlicue, y que consistían en desarrollar y traer puestas las pieles de los sacrificados, para después depositarlas en una cueva, con el fin de reforzar las peticiones de lluvia. Una de las características que ha adquirido la Cuaresma en varios lugares de México es la de celebrar cada uno de los cinco viernes con una feria en diferentes pueblos circunvecinos, festejando a las imágenes de Cristo consideradas más milagrosas. La Semana Santa llega y con ella uno de los teatros rituales populares más impresionantes que, fue prohibido a finales del siglo XVIII por herejía. Inicia el Domingo de Ramos, se celebran Jueves y Viernes Santo, Sábado de Gloria finalizando con el Domingo de Resurrección. Después de la Virgen de Guadalupe, ésta es la fiesta más celebrada en México, y nuevamente debemos decir

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que no es lo mismo en una comunidad urbana que entre campesinos, por la carga de elementos ligados al equinoccio de primavera y las veintenas preparatorias de las siembras. Coincide, en el antiguo calendario, con el mes de Hueytozoztli, cuando honraban a Cinteotl y Chicomecóatl, a quien presentaban mazorcas de maíz del año interior, para convertir en semilla. En términos generales, en esta celebración se escenifica el drama de la Pasión y la Muerte de Cristo siguiendo un guión "general" cuyos personajes incluyen a Cristo, en vivo o en imagen, centuriones romanos, judíos y fariseos, doce apóstoles representados por niños o jovenes y se pueden agregar Pilatos, Magdalena, la Virgen María y otros. En varias ciudades coloniales como Taxco, Guerrero, Querétaro, San Luis Potosí y San Cristóbal de las Casas, las celebraciones son muy solemnes, se realiza la Procesión del Silencio y los penitentes se someten todavía a rudas cargas. Con el término de la Semana Santa finaliza la cuarta veintena preparatoria del maíz y comienzan las ocho trecenas del ciclo de siembra y desarrollo de esta planta. Fiestas Del Tzolk'in: Petición De Lluvias Y Siembras

Este ciclo de fiestas abarca la Santa Cruz, San Isidro, Corpus Christi, San Juan Bautista, San Pedro, Santiago Apóstol, La Asunción, San Miguel Arcángel y San Francisco. La Santa Cruz, el 3 de mayo, es una celebración trascendental entre numerosos grupos indígenas. En códices como el Borgia, el Vaticano y el Feiervary, aparece un árbol y un ave designando cada zona del universo y al centro de él hacia el oriente un sauce y un quetzal; al norte un nopal y un águila; al poniente un árbol amarillo que puede ser una palma y un colibrí; y al sur un árbol rojo (mezquite) y una guacamaya. El árbol del centro tiene características de una planta de maíz gigantesca. En otros códices es común ver que la ceiba o la planta del universo crece del corazón de una persona o deidad sacrificadas.

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Los Tigres de Acatlán y Zitlala, Guerrero, recuerdan a los ritos agrícolas prehispánicos, donde los sacerdotes se disfrazaban de jaguares y águilas y se hacían "escaramuzas" pegándose fuerte con fuetes o mecates en un acto de purificación, pero también para llamar al agua; como bien se ha dicho, todo indica que la Santa Cruz tomó el lugar de Tláloc y, según el antiguo calendario, en estas fechas se traslapan Centeotl, Diosa del Maíz, Tezcatlipoca y los Tlaloques. Una festividad íntimamente relacionada es San Isidro, el 15 de mayo, y la encontramos más en comunidades campesinas que recibieron la tecnología española de las yuntas para el trabajo de las siembras, ya que las carretas se adornan profusamente, se realizan procesiones y se presentan ofrendas de semillas. Corpus Christi, es otra fiesta que significa cosas muy distintas para la gente de la ciudad y para las comunidades indígenas. Por una parte, cae justo a la del ciclo del Tzolk'in (entre el 10 y de junio), y por la otra marca una de las trecenas de siembra. Para los totonacos de Papantla, Veracruz, es la fiesta nacional y se juntan todas las danzas rituales cosmogónicas que ellos realiza peregrinaciones a la ciudad de México, realizadas desde el Virreinato para pagar el diezmo a la Iglesia, crearon la tradición de las "mulitas de Corpus" y la de vestir a los niños como " inditos " con todo y huacal. San Juan Bautista cae también en una fecha vital dentro del ciclo agrícola, y se le hermana con San Miguel Arcángel, aduciendo que San Juan tomó el papel de uno de los dioses del agua y su fecha está cercana al solsticio de verano, mientras que San Miguel es el Rayo y su fiesta cae cerca del equinoccio de otoño. En la mitología prehispánica, Tláloc, el de la máscara de serpientes, distribuye la lluvia bienhechora a voluntad, se relacionaba con Tezcatlipoca, hechicero multiforme vinculado a la Osa Mayor del cielo nocturno que fue hundido en el mar con un rayo en la mano, y a quien se le atribuyen ciclones, truenos y tempestades (este ciclo inicia en septiembre). El ciclo de la Virgen María tiene tres fechas importantes: la Asunción, el 15 de agosto; la Natividad o Rosario, o Remedios, el 8 de septiembre; y la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. En la religión católica, la Asunción es el acto de la elevación terrenal a los cielos. Esta fiesta cae muy cerca del 12 de agosto que en términos solares y agrícolas marca el final de las ocho trecenas de desarrollo del maíz y también la posición cenital del paso del sol. El 27 de octubre termina el Tzolk'in, el ciclo de renovación y germinación vegetal, se reinicia el ciclo del Yaxk'in, de agradecer los frutos de la tierra, de celebrar a los muertos para que pueda volver a haber vida.

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Fiestas Del Culto Solar (Días De Muertos Y Navidad)

Todos los Santos y Fieles Difuntos son, sin duda, de las fiestas más espectaculares en nuestro país. En algunos sitios se distingue a los que murieron "matados" (28 de octubre), a los "muertos chiquitos" (1 de noviembre), a los "muertos grandes" (2 de noviembre) e incluso a las almas "en el limbo" de los niños que murieron sin ser bautizados (30 de octubre). Los cronistas nos explican que Miccailhuitontli, o "fiesta de los muertecitos", se conmemoraba en el noveno mes de Tlaxochimaco (agosto) mientras que al mes siguiente, en Xocolohuetzin (septiembre), se realizaba la fiesta para los grandes. Ante la firme convicción de que los muertos regresan cada año, con cariño y amor se les ponen las flores, la comida, el incienso, el agua y las velas, los juguetes de los niños, una marca de cigarros y de bebida, una foto. Todo es hecho especial para esta época: loza vidriada negra, mole, tamales, calabaza en tacha, pan en figuras humanoides con cabecitas y manos de migajón, dulces de alfeñique de animales, ataúdes y un sinfín de calaveras de dulce y barro. El ciclo de Navidad comienza cuatro domingos antes del Nacimiento de Jesucristo, conocido como el Adviento, en el que las doncellas presentan arcos de flores en el templo, y del 16 al 23 de diciembre se realizan las posadas, donde se cantan letanías alusivas a los problemas que tuvieron María y José para encontrar morada para descansar y dara luz. Esta celebración se ha vinculado con Panquetzaliztli dedicada al nacimiento de Huitzilopochtli.

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Las pastorelas, creadas a partir de la evangelización, representan pasajes del nacimiento de Jesús y la forma más acabada de teatro popular que quedó como herencia. El fervor que inspiraron y la originalidad dan a la Navidad mexicana muchos elementos propios. Los nacimientos, representaciones dramáticas con figuras de muchos materiales, incluso algunas en vivo, dan cuerpo a esta singular fiesta con su fastuosidad, lo mismo que las piñatas y villancicos. Del lejano Oriente llegan los Reyes Magos con su ofrenda de mirra, incienso y oro, que se transforman en juguetes para los niños que se han portado bien, y que les han puesto una carta o en la forma moderna, se la han enviado dentro de un globo. En la ciudad de México, en la Alameda Central, uno puede escoger el Santa Claus o los Reyes Magos que más le gusten para la foto del recuerdo. Por la tarde, se parte la Rosca de Reyes, que dentro lleva uno o varios “niños” y quien tenga la suerte de sacar uno, adquiere la obligación de ofrecer los tamales y atole el día de la Candelaria. Termina esta mitad del Yaxk'in con las fiestas en Esquipulas, el Cristo Negro y San Sebastián, el Apóstol Martirizado, dentro del mes azteca de lzcalli dedicado al dios del fuego, a Xiuhtecutli, Así, mes con mes ha sido posible ligar calendarios, rituales y sueños compartidos que se sintetizan en las fiestas mexicanas.

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