APARTADO PARA EL EVANGELIO DE DIOS

APARTADO PARA EL EVANGELIO DE DIOS El evangelio de la vida Semana 8 Reinar en vida (Ro 5:17-18) Alimento Diario www.dailyfood.ca 1 Lunes Leer con o

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APARTADO PARA EL EVANGELIO DE DIOS El evangelio de la vida Semana 8 Reinar en vida (Ro 5:17-18)

Alimento Diario www.dailyfood.ca 1

Lunes Leer con oración: Gn 8:20-21; Lv 1:1-5, 9; 4:12; Ro 5:11; 12:1 “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Ro 5:11)

LAS ETAPAS DEL EVANGELIO DE LA GRACIA Gracias al Señor, porque a través de la epístola a los Romanos fuimos más iluminados con respecto a la predicación del evangelio de Dios. En ella vimos los dos aspectos del evangelio: el evangelio de la gracia y el evangelio de la vida, es decir, el evangelio del reino. Vamos a revisar las principales etapas del evangelio de la gracia. El primer paso para que el hombre reciba el evangelio de la gracia es ser iluminado. Después, bajo la luz divina, es llevado a la confesión de los pecados. El tercer y cuarto paso son el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Por la sangre de Jesús, el pecador es lavado de todos los pecados y el Espíritu Santo remueve completamente el registro. El Señor Jesús, al justificar al hombre, lo hizo justo para Dios, llevándolo a una nueva posición delante de Él. A esto la Biblia llama la santificación. Como vimos, la justificación es por la fe, conforme a lo que leemos en Romanos 5:1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Una vez que somos justificados, también 2

somos santificados. Veamos una ilustración bíblica de la justificación y de la santificación. En el Antiguo Testamento, si alguien pecaba, tenía que ofrecer un animal como su sustituto, debía llevarlo al atrio del tabernáculo, identificarse con él y sacrificarlo (Lv 1:1-5). La identificación sucedía por la imposición de la mano del oferente en el animal ofrecido, pues la imposición de manos significa unión. Una vez que la sangre era derramada, el problema de los pecados del oferente era solucionado; por tanto, ya no era más considerado un pecador, sino un justo. Sin embargo, la persona justificada permanecía en la misma posición, es decir, el animal había muerto, pero aún estaba entero y en el mismo lugar. Entonces, el animal necesitaba ser desollado, cortado en pedazos y puesto sobre el altar para ser quemado hasta convertirse en cenizas (4:12). La ceniza es la etapa más santa del animal ofrecido, prefigura al oferente que fue totalmente santificado por el sacrificio de Cristo. No sólo fue justificado, sino también santificado en el altar. En esta nueva posición tiene paz y se reconcilia con Dios (1:9; Ro 5:11). El animal muerto y quemado hasta convertirse en cenizas, representa al hombre que es justificado y santificado delante de Dios (12:1). La muerte del animal 3

era para justificar al oferente, mientras que el sacrificio quemado sobre el altar tenía como fin su santificación. Cuando la ofrenda era quemada sobre el altar, una columna de humo subía. El libro de Génesis relata que cuando Noé salió del arca y ofreció holocaustos sobre el altar, el Señor aspiró el suave aroma. Esto indica que su ofrenda fue acepta (Gn 8:21). Los requisitos de la justicia, la santidad y la gloria de Dios fueron cumplidos. El hombre ya estaba reconciliado con Dios y podía recibir Su vida. Esto es una figura de lo que sucede con nosotros como resultado de recibir el evangelio de la gracia y es el comienzo del evangelio de la vida. Punto clave:

El evangelio de la gracia es la base para recibir la vida divina. Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuáles son las etapas del evangelio de la gracia vistas en este día?

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Martes Mt 26:38-39; 1 Co 3:16; 6:17; Ef 5:18; Ap 5:5; Sal 22:14; Is 53:10-11 “Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Ap 5:5) Leer con oración:

LA MUERTE DEL REY JESÚS Y LA TRANSMISIÓN DE LA VIDA Como vimos la semana pasada, Romanos nos muestra que el evangelio es con respecto al Hijo en sus dos aspectos, y el primero es el Señor Jesús como descendiente de David. En este contexto, Apocalipsis 5 revela que el Señor Jesús es el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, que venció para abrir los siete sellos (v. 5). Como el descendiente de David, la sangre derramada para redimirnos es noble, elevada y real. El Señor Jesús es el Rey de reyes (19:16). Además, la sangre derramada en la cruz, es la sangre de Aquel que negó totalmente la voluntad de Su alma (Mt 26: 38-39; Jn 10:17-18). El Señor Jesús es nuestro modelo para negar nuestra vida del alma. Como ya lo mencionamos, el León de Judá representa al Señor en Su realeza. Vimos que el pollino de Judá, por estar atado a la vid, pasó por un proceso de transformación. Vimos también que este pollino simboliza a nuestro hombre natural y para que haya transformación en nuestro ser es necesario que suframos en nuestra alma. Antes de ser Rey, el Señor Jesús no sólo sufrió derramando Su sangre en la cruz, también derramó Su alma por nosotros (Sal 22:14; Is 53:10-11). Por tanto, Él es nuestro modelo a seguir con respecto a negar la vida del alma para hacer la voluntad de Dios 5

(Mt 26:39). Como aquel pollino necesitamos estar atados a la vid verdadera, para que nuestra alma sea subyugada por el Espíritu y hagamos la voluntad de Dios. El libro de Génesis nos indica que Adán fue creado como un alma viviente (Gn 2:7b). Aún no había comido del árbol de la vida cuando comió del árbol del conocimiento. En aquel momento, Adán no cayó inmediatamente en un pecado grosero, la primera cosa que le sucedió fue que sus ojos se abrieron, es decir, su alma se abrió (3:7). Adán era un alma viviente, e incluso antes de cometer pecados permitió que Satanás entrara en su alma e inyectara en él la naturaleza pecaminosa. A partir de su alma, ya corrompida por la artimaña de la serpiente, comió del fruto del árbol que no debía haber comido y se convirtió en un hombre pecador. Por tanto, la mejor manera de tratar con nuestro ser no es tratar sólo con el asunto de los pecados, sino principalmente con el origen de éstos, llenando nuestra alma con el Espíritu (Ef 5:18). Gracias al León de Judá no sólo el problema de nuestros pecados fue solucionado, sino también el asunto de nuestra vida del alma. Si queremos obtener la realidad de ser como un león, como un rey, necesitamos tratar con nuestra vida del alma, nutriéndonos con los frutos del árbol de la vida. Hoy, en la iglesia, estamos como aquel pollino, atados a la vid recibiendo únicamente su fruto, la uva, que representa la vida de Dios. Conforme a lo que leímos en Génesis 49:11, del fruto de la vid son obtenidos dos productos: uno es la sangre o el jugo de uvas y el otro es el vino. Esto nos muestra que hay abundancia de uvas en la vid, a la cual el asno está atado. No se trata sólo de uno o dos racimos de uvas, sino que las uvas son tan abundantes que hay para 6

tener mucho vino y jugo de uvas para lavar los vestidos y el manto. Cuando fuimos salvos, recibimos al Señor Jesús dentro de nuestro espíritu. Él, como el Espíritu vivificante, ahora mora en nuestro espíritu (1 Co 3:16). Así, nuestro espíritu llegó a ser uno con el Espíritu de Dios (6:17). Sabemos que el hombre tiene tres partes: el cuerpo, el alma y el espíritu. El Señor quiere, desde nuestro espíritu mezclado, expandirse y saturar todo nuestro ser (1 Ts 5:23; Ro 8:11). El Espíritu que recibimos es muy rico, es representado por el vino de las uvas. La sangre y el vino de las uvas también representan la sangre noble y elevada del Señor, que es el Rey. Su sangre es eficaz para saturarnos completamente. En otras palabras, recibimos la vida divina a fin de que un día ésta sature toda nuestra alma. ¡Alabado sea el Señor! La Biblia nos revela que la sangre es la vida (Dt 12:23). Por tanto, la sangre de uvas representa la vida divina que puede saturarnos interiormente. ¡Alabado sea el Señor! Esta es la solución para nuestra vida del alma: por medio de recibir vida, vida y más vida, el Espíritu saturará las tres partes de nuestra alma: mente, voluntad y emoción. Punto clave:

Sólo la vida divina puede tratar con nuestra vida del alma. Su punto clave es: Pregunta:

¿Cómo recibimos la vida de Dios y cómo es su proceso de expansión en nosotros los cristianos? 7

Miércoles Leer con oración: Ro 5:12-17;1 Co 15: 45b, 47b “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Ro 5:17)

EL LEGADO DEL PRIMER Y ÚLTIMO ADÁN Dios en Su propósito quiere llenar al hombre con Su vida, para que éste reine en vida. No obstante, sucede que el pecado hizo que la muerte entrara en el hombre. Romanos 5:12-14 dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”. Como vimos, Adán era un alma viviente y por haber recibido la naturaleza de Satanás, poco a poco fue muriendo. Pero mediante el Señor Jesús, el cual es el último Adán, recibimos la gracia de Dios, conforme a lo que leemos: “Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo” (v. 15). Ahora leamos los versículos 16 y 17: “Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para 8

condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. La muerte es el fin de todo, pero la gracia de Dios llegó a nosotros. El don de Dios vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, y fue abundante sobre muchos. Por la transgresión de uno solo, todos pecaron y murieron, pero ahora vino la salvación de Dios. ¡El evangelio de la gracia llegó a los hombres! Adán, el hombre creado, es el primer Adán, era una figura de Aquel que vendría después (1 Co 15:45a). El segundo hombre, el último Adán, es el Señor Jesús (v. 47b). El primer Adán pecó y trajo la muerte, pero el último Adán nos trajo la vida. Él nos dio primeramente Su gracia, y además, nos dio la gracia de Dios, la gracia abundante. Este es el evangelio de la gracia que recibimos. ¡Gracias al Señor! La muerte reinaba antes de recibir la gracia. Sin embargo, ahora hemos pasado por el evangelio de la gracia y obtuvimos la gracia abundante que solucionó el problema del pecado y de la muerte que recibimos de Adán. Cuando recibimos esta gracia abundante, la muerte no reina más en nosotros. ¡Ahora reina la vida! ¡Aleluya! Sin embargo, no basta que sólo prediquemos el evangelio de la gracia. Debemos también continuar predicando el evangelio de la vida. El Señor Jesús como el Hijo de Dios es quien nos da el evangelio de la vida, que se refiere a recibir la 9

vida divina cada día. Por medio del evangelio de la gracia fuimos justificados, santificados y recibimos la gloria de Dios. Fuimos reconciliados con Él y podemos tener acceso al huerto del Edén para comer del árbol de la vida. Ahora, por medio del evangelio de la vida, podemos disfrutar de la vida de Dios, y permitir que ésta crezca en nosotros. Lamentablemente, algunos no quieren alimentarse del fruto del árbol de la vida, prefieren comer del fruto del conocimiento. Debemos tener cuidado porque si comemos del fruto del conocimiento, viviremos bajo la influencia del alma. Necesitamos recordar que el evangelio de la gracia tiene como finalidad llevarnos al evangelio de la vida, a fin de que obtengamos más de la vida divina. ¡Aleluya! Punto clave:

La transgresión de Adán fue solucionada por la abundancia de la gracia de Dios. Su punto clave es: Pregunta:

¿Qué es lo que debemos enfatizar cuando predicamos el evangelio de la gracia y el del reino?

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Jueves Leer con oración: Mt 13:3, 19; Jn 1:1, 4; 1 P 1:3, 23; Gá 4:19 “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P 1:23)

COMER CONTINUAMENTE DEL ÁRBOL DE LA VIDA PARA QUE LA VIDA DE DIOS REINE EN NOSOTROS El fruto del árbol de la vida no es para que lo comamos una sola vez. La primera vez cuando lo comimos recibimos la vida eterna, es decir, obtuvimos la vida de Dios. Pero eso no es todo, necesitamos continuar alimentándonos porque la vida de Dios es como una simiente. La primera epístola de Pedro dice que fuimos regenerados para una esperanza viva (1:3). Ser regenerado significa recibir una nueva vida. Cuando recibimos la vida de Dios, como una simiente incorruptible, fue plantada en nosotros: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (v. 23). La simiente divina debe desarrollarse en nosotros, pero para eso necesita ser regada con vida y más vida. Mientras más vida hay, más la simiente puede crecer, por tanto debemos comer continuamente del fruto del árbol de la vida. Este es el segundo aspecto del evangelio de Dios: el evangelio de la vida, el cual nos fue predicado pues ya 11

fuimos regenerados y recibimos la simiente divina. Conforme al evangelio de la vida, el Señor Jesús fue declarado Hijo de Dios, según el Espíritu de santidad (Ro 1:4). El Hijo de Dios, como la simiente, fue sembrado en nosotros (Mt 13:3, 19). Podemos comparar este hecho con la gestación de un bebé. Durante aproximadamente nueve meses y diez días, el bebé crece y se desarrolla en el vientre de la madre. Esto sucede porque su vida es nutrida por el alimento que recibe de la madre. De la misma manera debemos nutrir la vida de Dios que fue sembrada en nosotros, hasta que un día Cristo sea completamente formado en nosotros. Un bebé de cinco meses aún no puede nacer. Si esto sucede es un aborto, pues ya posee manos y pies pero todavía necesita de un tiempo más para que su cuerpo se desarrolle de manera proporcional. Así también se necesita de “un tiempo” para que Cristo sea totalmente formado en nosotros (Gá 4:19). Por tanto, el evangelio de la vida es para que Cristo, el Hijo de Dios, sea formado en nosotros. Cuando la simiente de vida se desarrolle totalmente, Cristo será plenamente engendrado en nuestro interior; en otras palabras, seremos como Cristo es, pero sin la Deidad. Cristo necesita crecer en nosotros. ¡Alabado sea el Señor! Por eso necesitamos del evangelio de la vida. Ya fuimos recobrados a la gloria de Dios y el camino al huerto del Edén nos fue abierto para que 12

nos reconciliemos con Dios y comamos del fruto del árbol de la vida. Este es el evangelio de la vida. El evangelio de la vida nos habla con respecto al Señor Jesús como el Hijo de Dios. El Hijo de Dios es la Palabra, el Verbo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1:1). Además, en Él estaba la vida, pues Él es la vida (v. 4). Esta vida, es la vida de Dios. Después de recibir la salvación de nuestro espíritu por el evangelio de la gracia, aún necesitamos obtener la salvación de nuestra alma por el evangelio de la vida. Por esta razón, el libro de Romanos nos presenta el evangelio en dos aspectos: el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios. Después de recibir al Señor como vida no podemos dejar de alimentarnos de ella, hasta que Cristo sea completamente formado en nosotros. Punto clave:

No podemos dejar de alimentarnos de Cristo. Su punto clave es: Pregunta:

¿Qué significa la frase: “hasta que Cristo sea formado en nosotros”?

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Viernes Leer con oración: Gn 4:26; Mt 16:16-19, 24; 1 Co 12:3 “Y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Co 12:3b)

INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR Y NEGAR LA VIDA DEL ALMA El Señor nos ha guiado a obtener el crecimiento de vida, en este continente, desde 1975. Esto es algo que proviene del evangelio de la vida, por la práctica del evangelio del reino. Siempre somos llevados a tocar la vida de Dios, y puesto que estamos en el espíritu, podemos obtener vida. Antes, las personas necesitaban orar mucho para entrar en el espíritu, pero no todos lograban alcanzar ese objetivo. Sin embargo, el Señor nos dio un camino muy práctico que, en realidad, ya existía desde la generación de Adán: invocar el nombre del Señor (Gn 4:26). Cuando invocamos Su nombre estamos en el espíritu y fácilmente absorbemos la palabra de Dios (1 Co 12:3). Esta es nuestra experiencia, cuando nos volvemos al espíritu: recibimos vida, vida y más vida. ¡Gracias al Señor! La iglesia fue revelada por el Señor Jesús mismo, y en ella son introducidas las personas salvas, redimidas y regeneradas por Él. Dios tiene un misterio, que Él mismo reveló: Jesucristo (Mt 16:16-17). Cristo también tiene un misterio: la iglesia (v. 18). Por tanto, Cristo y la iglesia son este gran misterio. Lo más importante en la iglesia es seguir al Señor (v. 24). De hecho, el Señor mismo, incluso antes de engendrar la 14

iglesia, mostró que lo más importante no es seguir a un hombre, sino seguirlo a Él, negándonos a nosotros mismos. Esto significa que donde el Señor va, nosotros también vamos. El Señor Jesús no abrió una escuela para dar muchas enseñanzas a los discípulos ni para entrenarlos doctrinalmente. Por el contrario, Él anduvo con ellos por varios lugares durante tres años y medio, y los entrenó en cada situación que se les presentaba en la vida diaria (Lc 8:1). El Señor, personalmente, nos viene a decir que lo más importante en la vida de la iglesia es que nos neguemos a nosotros mismos. La vida de la iglesia es para que negar nuestra vida del alma. El Señor nos puso en la iglesia porque Él sabe que todavía tenemos mucho de nuestro ser natural. Necesitamos el evangelio de la vida para permitir que la vida reine en nosotros y nuestro ser natural disminuya. Al vivir la vida normal de la iglesia permitimos que la vida divina reine y crezca gradualmente en nosotros. Así, la iglesia es edificada mediante nuestro crecimiento de vida. Negar la vida del alma es una manera de dejar que la vida de Dios reine en nosotros. Si todavía estamos bajo el control del alma, es la vida del alma la que reina. Esta es una responsabilidad de cada uno, por eso el Señor Jesús nos dijo que nos neguemos a nosotros mismos. Si no negamos nuestra vida del alma, ésta no dará el espacio para que la vida de Dios crezca en nosotros. Por tanto, para que la vida reine, necesitamos permanecer en el espíritu. En la segunda venida de Cristo, Él juzgará según cuánto hayamos permitido que la vida divina reine en nosotros. Si somos encontrados deficientes en 15

esto, no podremos entrar en el reino milenario y nos quedaremos en las tinieblas de afuera. Por eso necesitamos del evangelio de la vida, que es el evangelio del reino de los cielos. La iglesia tiene las llaves del reino de los cielos (Mt 16:19), y el vivir de la iglesia es el lugar donde estamos siendo preparados para disfrutar del reino venidero. Entonces, podemos ver que el evangelio de la gracia es para solucionar el problema de los pecados. Así, podremos entrar en el reino de Dios, en la realidad del reino de los cielos, que es la iglesia. En la era venidera, sucederá la manifestación del reino de los cielos, pero para que podamos participar en ella la vida de Dios necesita crecer en nosotros. Punto clave:

Debemos ser perfeccionados en cuanto a invocar el nombre del Señor y negarnos a nosotros mismos. Su punto clave es: Pregunta:

Basados en el título del mensaje, ¿Qué significa la expresión “la iglesia es el reino de los cielos”?

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Sábado Leer con oración: Mt 16:24; 1 Ts 5:23; 1 Co 15:52-54; 1 P 1:7 “Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 P 1:7)

QUEMAR LOS ESPINOS Y VACIARSE PARA SER LLENADOS DE LA VIDA DE DIOS Negar la vida del alma tiene como fin obtener la plena salvación. Si negamos nuestra vida del alma, nuestra alma, ésta será salva y consecuentemente obtendremos la plena salvación. La plena salvación tiene tres aspectos, porque el hombre tiene tres partes: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23). La salvación nos alcanza en estas tres partes. El Señor Jesús en Su primera venida, realizó la redención que proporciona la salvación para nuestro espíritu mediante Su muerte y resurrección. Cuando Lo recibimos nuestro espíritu fue salvo (Jn 3:6). En Su segunda venida, vendrá para redimir nuestro cuerpo físico (1 Co 15:52-54), que se transfigurará en un cuerpo de resurrección. La redención de nuestro cuerpo sucederá una sola vez. Sin embargo, la salvación de nuestra alma sucede diariamente mientras vivimos la vida normal de la iglesia. El Señor Jesús nos dijo: “Toma tu cruz” (Mt 16:24). Él no dijo: “Sé crucificado”, porque Él ya fue crucificado y murió por nosotros. Ahora nos corresponde a nosotros tomar nuestra cruz para acabar con la vida del alma. En los últimos años, el Señor nos ha iluminado con respecto a negar nuestra vida del alma. En el pasado nos 17

basábamos en las experiencias del apóstol Pablo, que se negó a sí mismo por medio de los muchos sufrimientos (2 Co 11:23-27). En nuestra experiencia, sabemos que cuando pasamos por sufrimientos, indudablemente tenemos que negar la vida del alma, pero cuando el sufrimiento cesa, ésta puede aparecer nuevamente. A la luz de la parábola del sembrador en el evangelio de Mateo, percibimos que negar la vida del alma es un asunto de ceder espacio para que el Señor trate con nuestro corazón y sus tres tipos de problemas (Mt 13:1-23). En esta parábola, la primera tierra que recibió la semilla fue la tierra dura. En ella la semilla no podía penetrar, por eso vinieron las aves del cielo y se la comieron. Así que, debemos ablandar la tierra, pues una vez que es ablandada, la semilla puede entrar y Satanás no podrá robarla (vs. 4, 19). Existe un segundo tipo de problema: cuando hay poca tierra y muchas piedras (vs. 5-6, 20-21). En este caso, la humedad es poca, a diferencia de la buena tierra que es capaz de retener la humedad del agua. La tierra con pedregales no es capaz de retener la humedad, por lo tanto es improductiva. La única solución es sacar las piedras, así lo que quede será una tierra buena que tiene las condiciones para que la semilla pueda brotar. Además, hay un tercer tipo de problema: los espinos (vs. 7, 22). Después que la semilla brota y crece, la nueva planta necesita de la luz del sol para florecer y fructificar, pero los espinos la ahogan. Los espinos representan las preocupaciones de nuestra alma por el afán de este siglo y el engaño de las 18

riquezas. Antes decíamos que sacar los espinos era la solución para que la semilla germinara, pero después vimos que esto es insuficiente porque los espinos sacados aún pueden brotar nuevamente. Recientemente, cuando estudiamos las epístolas de Pedro, vimos que nuestro espíritu es como un crisol para purificar el oro, el cual siempre está “quemando” nuestra alma, con el propósito de purificarla para obtener el fin de nuestra fe: la salvación de nuestras almas (1 P 1:7). Al darnos cuenta de que nuestra vida del alma está apareciendo, no basta con intentar eliminarla, porque ésta puede volver. Lo mejor es que la quememos. Cuando nuestro viejo hombre, nuestro hombre natural y su carácter, quieran aparecer, debemos estar dispuestos a quemarlos diariamente. La vida de la iglesia es un ejercicio diario de negar la vida del alma. Cuando ésta surge, la ponemos en el fuego santificador del Espíritu, que elimina todas sus impurezas. De esta manera podremos producir frutos en la proporción de cien, sesenta y treinta por uno (Mt 13:8, 23). ¡Alabado sea el Señor! Si hacemos esto diariamente creceremos y reinaremos en vida. Reconocemos que en el pasado no percibíamos cuán peligrosa era nuestra vida del alma. Pero, a los ojos del Señor, este asunto es extremadamente importante, por eso Él dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame (Mt 16:24). Necesitamos reinar en vida, necesitamos que la vida divina reine en nosotros. Si no permitimos que nuestra vida del alma sea quemada por el Espíritu, no es posible que la vida de Dios sea añadida a 19

nosotros. Veamos el siguiente ejemplo: un vaso lleno de agua representa a nuestra alma, la cual está llena de deseos y opiniones. ¿Cómo es posible que la vida de Dios pueda ser añadida en ella? Sabemos que la única manera es vaciarla. Si la vaciamos un poco, la vida de Dios en nosotros tendrá un poco de espacio para crecer. Si nos derramamos un poco más, podremos recibir algo más de la vida divina. Esta es la vida de la iglesia. Es imposible que nos vaciemos totalmente en un solo intento. Necesitamos vaciarnos cada día y en cada circunstancia, en la cual somos expuestos en nuestro diario vivir. Así, poco a poco nos llenaremos de la vida divina y creceremos en Él. ¡Aleluya! Punto clave:

El reinar en vida y los frutos de la vida son una consecuencia del quemar la vida del alma y de vaciarse día tras día. Su punto clave es: Pregunta:

¿Qué es necesario para que la vida de Dios crezca en nosotros?

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Domingo Leer con oración: 2 P 1:3-7; Sal 82:6; He 4:11; Mt 24:14 “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn 3:2)

REINAR EN VIDA Y PREDICAR EL EVANGELIO Si queremos que la vida de Dios crezca más en nosotros es necesario que nuestra vida del alma disminuya. Por eso, después de predicar el evangelio de la gracia, necesitamos continuar predicando el evangelio de la vida. El evangelio de la vida es el evangelio del reino de los cielos, que es totalmente un asunto de vida. El reino de los cielos implica el crecimiento de vida. Mientras más crecimiento de vida tengamos, más la realidad del reino de los cielos tendremos. Pero para crecer en vida debemos renunciar a la vida del alma y permitir que la vida de Dios aumente. Cuando anhelamos el reinar del Señor en nuestra vida negamos nuestra vida del alma. La segunda epístola de Pedro nos muestra que Dios quiere que seamos llenos de Su vida y naturaleza. La vida de Dios necesita crecer en nosotros a tal punto que seamos como Él es, pero sin la Deidad (1:3-7; cfr. Sal 82:6). Todos hemos experimentado de alguna manera el “fuego de prueba que nos ha sobrevenido”, que quema nuestra vida del alma. Así, la vida de Dios que existe en nosotros, espontáneamente quiere fluir por medio de la predicación del evangelio. Después que las personas reciben el evangelio de la gracia, todos tenemos que ayudarlas a recibir también el evangelio de la vida. Este es el objetivo del proyecto “Vida para todos”: transmitir el evangelio de la gracia a aquellos que no tienen la vida de Dios y el evangelio de la vida, que es el evangelio del reino de los cielos, a ellos y a todos nuestros amados hermanos, con el fin de que podamos reinar juntos en la era venidera. Para predicar el evangelio es necesario que estemos calificados. Por 21

eso necesitamos ser perfeccionados. Efesios 4 nos presenta cuatro tipos de personas cuyos dones se convirtieron en ministerios. Los tres primeros son los apóstoles, los profetas y los evangelistas, además de otros dos que en realidad son dos aspectos de uno solo: los pastores y maestros (v. 11). Los pastores y maestros funcionan en la iglesia. Los apóstoles, los profetas y los evangelistas funcionan en las iglesias. Si tenemos la carga de predicar el evangelio necesitamos ser evangelistas. Para esto necesitamos ser perfeccionados en evangelizar y hablar por Dios como profetas. Después seremos más perfeccionados aun, llegando a ser apóstoles. Por medio de los evangelistas, las personas reciben el evangelio de la gracia. Si ya son salvas, nosotros las ayudamos para que reciban el evangelio del reino. Gracias al Señor, la iglesia tiene la carga de producir más evangelistas. El Señor espera que prediquemos el evangelio en toda la tierra. Seis mil años ya han pasado desde que Él vino. Así como en la creación de Dios, el séptimo día es de reposo, por tanto nos estamos acercando al reposo de Dios (He 4:11). Sin embargo, antes debemos predicar el evangelio. Ya estamos en el año 2009 y el Señor aún no ha vuelto, pero como Pedro dijo: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P 3:9). No sabemos hasta cuándo el Señor nos esperará, por eso debemos apresurar Su venida predicando el evangelio en toda la tierra (Mt 24:14). Conforme a nuestra experiencia, podemos ser perfeccionados practicando el proyecto “Vida para todos”. Al hablar de la salvación del Señor y de Su reino, al dejar en las manos de las personas el alimento saludable que les proporcionará el crecimiento, la palabra escrita, estamos apresurando la manifestación del reino de Dios. Esta es la función del colportor. Ser colportor no es ser un vendedor de libros, sino un dispensador de la vida y del reino de Dios. Su objetivo es dejar la palabra escrita en las casas de las personas para que por medio de ésta, Dios 22

encuentre más camino en sus corazones, preparándolos para ser una buena tierra en donde Él germine y reine. Según la Biblia, el colportor tiene la función de un sumo sacerdote. En el Nuevo Testamento, el colportor también es un apóstol. En el continente sudamericano el evangelio ha sido predicado rápidamente, pues a través de la distribución de la literatura la predicación del evangelio ha sido más eficaz. No nos hemos limitado sólo a las maneras tradicionales que el evangelio puede ser predicado; aún procediendo así, no sabemos cuánto tiempo nos resta antes de la venida del Señor. Hay iglesias que cuidan a tres ciudades vecinas, predican el evangelio y apacientan a las personas. ¿Cuánto tiempo ocupamos para cuidarlas? Ahora el Señor quiere apresurar Sus pasos. Es hora de predicar el evangelio de la gracia y el evangelio del reino de los cielos, para eso necesitamos ser perfeccionados. ¡Aleluya! Porque muchos ya han sido perfeccionados, se han convertido en personas eficaces en la predicación del evangelio y viven por la fe. También hay hermanos cuyos dones han llegado a ser ministerios y pueden perfeccionar a otros. Si todos recibimos la carga de ser perfeccionados y de salir para predicar el evangelio del reino a otras ciudades, para cuidar a las personas como mayordomos fieles, apresuraremos la venida del Señor. ¡Aleluya! Punto clave:

Reinar en vida nos lleva a predicar el evangelio. Su punto clave es: Pregunta:

¿Usted sale a visitar a las personas para predicarles el evangelio de la gracia y el de la vida?

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Lectura de apoyo La lectura de su Alimento Diario será enriquecida con el acompañamiento simultáneo de los libros que a continuación sugerimos:

Gracia sobre gracia – cap. 05 – Dong Yu Lan Lecciones para el vivir cristiano – cap. 15 – Watchman Nee La venida del Señor está cerca – cap. 08 – Dong Yu Lan

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