Story Transcript
Por N. Arana. Fotos: A. Epelde. Fichas de puertos y altigraf ías: Juanto Uribarri/Ander Guaza/APM
La mayoría de los cicloturistas a la hora de planificar nuestros viajes, ponemos en el punto de mira destinos como Alpes, Dolomitas, Pirineos… con la intención de asegurarnos buenos puertos de gran renombre y paisajes espectaculares. Está claro que eligiendo estas opciones, pasaremos unos inolvidables días en bicicleta, pero a veces, es bueno “arriesgar” un poco en la elección del objetivo a conquistar y aventurarse por carreteras más vírgenes (si de ciclismo hablamos), y muchas veces, la agradable sorpresa que nos podemos llevar superará por mucho nuestras expectativas. Un ejemplo claro de esto, lo podemos encontrar en el sur de Aragón, en la provincia de Teruel. ¿Cuántos de nosotros hemos pensado en Teruel a la hora de planificar unas vacaciones cicloturistas? Imagino que pocos. Tengo que reconocer que tampoco tenía a esta provincia en mi carpeta de “destinos preferentes”, pero sin pensarlo demasiado, el pasado septiembre decidí visitar a un buen amigo de la zona para que me enseñase los encantos de esta tierra, su patrimonio histórico artístico, su naturaleza y su gastronomía y qué mejor forma de hacerlo que a lomos de nuestras bicicletas, pedaleando por las comarcas de esta provincia aragonesa. Conociendo al anfitrión, ya imaginaba que iban a ser días intensos. Además, tenía varios lugares que no quería dejar pendientes para otra ocasión, aunque tenía serias dudas de que en tan corto espacio de tiempo, nos diese tiempo a visitarlos todos.
Castillo Peracense
40 pedalier
pedalier 41
Molino en la zona de Ojos Negros
Así es Teruel La provincia de Teruel abarca una parte importante de la Cordillera Ibérica oriental y un pequeño sector de la depresión del Ebro. Se sitúa en el sur del territorio aragonés, limitada al norte por la provincia de Zaragoza, al sur y oeste por las provincias de Cuenca y Guadalajara, y queda, al este, separada del mar por las provincias de Tarragona, Castellón y Valencia, siendo su capital la ciudad de Teruel. Posee una superficie de 14.809 km², en la que es posible encontrar una gran variedad de paisajes al combinarse formaciones geológicas particulares con ámbitos forestales de extraordinaria belleza y ríos que han excavado profundos valles en las sierras y mesetas elevadas que componen la provincia. Son ríos de poco caudal debido al ámbito climático mediterráneo en el que se encuentran, como es el caso del Cabriel (afluente del Júcar), del Turia o del Mijares, que desde las sierras meridionales fluyen hacia la costa mediterránea. Otros ríos forman parte de la amplia red del Ebro, drenando la zona central y norte de la provincia: los ríos Jiloca, Huerva, Aguasvivas, Martín, Guadalope y Matarraña. Sólo el extremo suroeste de la Sierra de Albarracín pertenece a la cuenca del Tajo y de su afluente, el río Gallo. También hay zonas lacustres que dan lugar a notables ecosistemas, como los de Gallocanta o las Saladas de Alcañiz. Frente a la gran extensión e importancia de este territorio en cuanto a recursos naturales, se trata de una provincia escasamente poblada, con una población inferior a 150.000 habitantes, viviendo una cuarta parte en la capital. Por ello, el espacio natural, escasamente afectado por las transformaciones humanas, se hace muy patente en numerosas zonas de la provincia. Comprende 10 comarcas y 236 municipios, de los cuales la mitad son pueblos de menos de 200 habitantes. Teruel es verde. Algo más de la mitad de su superficie puede considerarse terreno forestal y en él, los bosques claros junto al matorral, sabinares y enebrales llegan al 43 por ciento de la superficie total de la provincia. 14.809 kilómetros cuadrados dibujados por una gran variedad de paisajes, entornos forestales, ríos, valles, sierras y mesetas que dan forma a un territorio perfecto para practicar el cicloturismo con tranquilidad, sin aglomeraciones ni agobios y sentirse integrado en el paisaje. Así es Teruel, afortunadamente, todo un potencial por descubrir.
42 pedalier
En el embalse de Santolea
Carpeta de amigos El verano fue nefasto para mis sueños e ilusiones. Simple casualidad, el dia 22 de julio (mi cumple) un incendio devastaba mi tierra: la zona de los Majalinos, o sea “mi jardin”, como me gusta llamarla. Me encontraba de viaje en el sur de Francia, y al enterarme decidí regresar de inmediato. Desde tierras de Lérida se divisaba el humo. El corazón se me encogía, tal desastre me dejó en términos pugilísticos, KO. Llegué a pensar: “Roki, éste es el fin de tu carrera cicloturista. Ve pensando en la petanca y en sur, costa y mar y olvida la bici, Los Degollaos, Quebrantahuesos, Lagos, Alpes… Nada más llegar y mientras recorría en coche el entorno de la marcha Los Degollaos, me iba encontrando con las cuadrillas que luchaban por apagar los últimos focos del fuego, alcaldes, vecinos de los pueblos, forestales, grupos de protección civil, muchos voluntarios de nuestra marcha Los Degollaos… Estaba traumatizado, no encontraba la manera de asumirlo, mis paisanos no se rendían, luchaban, sufrían como yo y luchaban y luchaban. Pasaron varias semanas y nos reunimos para hablar sobre la marcha 2010. La decisión de la suspensión fue unánime. Lo importante era trabajar para reconstruir ese paisaje y volver a poder mostrarlo a los cicloturistas. Todos tenemos una carpeta imaginaria donde guardamos los nombres de nuestros amigos y cuando notificamos la suspensión de Los Degollaos, la carpeta creció más y más. El móvil y el correo electrónico, no paraban. ¡Cuántos amigos! Muchos sin rostro (pues f ísicamente no los sitúo), de todos los lugares, dando ánimos. Recuerdo uno que me decía: “si el paisaje ha desaparecido, cuando pasemos, nosotros le daremos color con nuestros maillots, aunque sólo sea unos segundos”. Todos eran mensajes de ánimo y solidaridad. Mi capacidad de agradecimiento aún a día de hoy, está colapsada. Quiero llegar a todos y poneros rostro para daros un abrazo en nombre del equipo de Los Degollaos y de las personas de estas tierras. ¡Gracias amigos!
Pasó el verano y septiembre se portó “guay”: Tuvimos visitas muy especiales. Para empezar, una semana de bici con un grupo de franceses de la zona de Tarascon Sur Ariege (los que organizan l´Ariégeoise), ¡qué majos son! ¡Qué buen ambiente! Tienen otra filosof ía de cicloturismo. Recorrimos buena parte de Teruel y en Majalinos soltamos unas lágrimas. Otra visita muy agradable fue la de los amigos de APM (Juanto, Iñigo, Jose Luis y Rogelio). Buenos recorridos calibrando puertos, sacando altimetrías… unos días muy positivos. ¡Cómo disfrutamos! ¡Qué manera de sufrir con estos locos de las cumbres! Para terminar, la guinda, Antxon y Nestor, ese familiar de los Degollaos, que vive por el País Vasco. Teníamos que hacerles de guías y fue Antxon quien nos enseñó Teruel. A través de su cámara nos descubrió preciosos paisajes en zonas por las que nosotros pasamos cientos de veces sin apreciarlos. Trabajamos duro desde el Matarraña hasta el Castillo de Peracense. Recorrimos todas las sierras, Maestrazgo, Gúdar, Javalambre, Albarracin, Altos del Jiloca, etc. Tenía que ser un reportaje especial, sobre todo para nosotros, los de Teruel. Fueron cuatro días muy especiales donde muchos compañeros cicloturistas se nos unían por las zonas donde pasábamos para participar en el reportaje, saludarnos y ofrecernos comida, bebida o repuestos. Cuatro días que me sirvieron para convencerme definitivamente de que la bici no es sólo un instrumento para ayudarnos a mantener nuestra forma f ísica. Es mucho más que eso. Es el nudo que poco a poco nos va atando con más y más gente y que nos sirve para desbordar nuestra carpeta de amigos. Un fuerte abrazo para todos los amigos de la bici En nombre de Los Degollaos. Jose Mª Roqueta Gines (ROKI) pedalier 43
Izquierda arriba: Castillo de Huesa. Los castillos son otro de los grandes atractivos turolenses. Izquierda abajo: Tanto las carreteras como los paisajes nos van a ofrecer muchas alternativas interesantes a los cicloturistas. Derecha arriba: En la zona de Rafales, el verde intenso de las coníferas contrasta con el agreste tono rocoso de la montaña.
Se está haciendo de noche y aún me queda casi una hora para llegar a Andorra. Llamo a Roki. Me tranquiliza diciendo que el recibimiento ya está preparado y que vaya tranquilo. Nada más entrar en el pueblo y casi sin aparcar el coche, la “comitiva” me introduce en la casa de Antonio y me sienta a la mesa. Se respira la denominación de origen en los entrantes, que ya están servidos. Longaniza, chorizo y lomo acompañan, cómo no, al apetitoso plato de jamón de Teruel que preside la mesa. Mientras, el asador se prepara para recibir las parrillas repletas de chuletillas del apreciado ternasco de Aragón. Las botellas con caldos de los valles del Jiloca circulan por la mesa alegrando el ambiente. Empiezo a intuir que lo voy a pasar muy bien en este viaje. A los postres (los famosos melocotones de Calanda) empezamos a planificar la ruta del día siguiente. Ya estoy inmerso en el fascinante mundo del Teruel culinario, pero también quiero ver su cara cicloturista así que hay que ponerse serio.
Matarraña. Si bien el menú de la cena había sido bastante potente, con la bici queremos empezar de forma más suave así que decidimos empezar por la comarca de Matarraña, “La Toscana Turolense”. Nos desviamos un poquito de la ruta para entrar en Alcañiz a recoger a Guillermo y Carlos, de la tienda UnionBike, y a Pascual y Feliciano del C.C Híjar, que nos acompañarán haciendo más amena la jornada. Comenzamos la ruta en su capital, Valderrobres, una preciosa localidad de estilo medieval en la que antes de subirnos a las bicis, damos un paseo por sus empedradas calles y plazas, descubriendo su riqueza artística como el Castillo o la Iglesia Santa María La Mayor. Nuestro propósito del día es pedalear uniendo algunas poblaciones por carreteras estrechas y reviradas entre bosques de pinos y grandes matorrales de tomillo y romero que aromatizan la ruta. Visitamos Beceite, un apartado municipio conocido por su Reserva Natural de los Puertos de Beceite con sus abundantes manantiales y riachuelos. Hacemos una parada técnica en La Fresneda, otro pueblo con encanto con empinadas calles y preciosos arcos y edificios. Regalamos a nuestros paladares unos carquiñols para acompañar el café matutino en la plaza Mayor. Es hora de acometer el puerto de la jornada: Ráfales. El acercamiento hasta pie de puerto entre 44 pedalier
olivares nos indica la importancia que tiene el aceite en esta zona. En la localidad de Ráfales pasamos por el Museo del Aceite, pero dejaremos su visita para otra ocasión y metemos el plato pequeño para ascender tranquilamente este bonito puerto de 7 kilómetros y apenas trescientos metros de desnivel. De regreso, damos un rodeo por Fórnoles para ver los restos del castillo y un arco de medio punto, testigo de la muralla que cercaba el pueblo en el pasado. Vamos bien de tiempo por lo que decidimos acercarnos hasta Torre de Compte desde donde conseguimos unas preciosas vistas al río que da nombre a la comarca, el Matarraña. Terminamos la ruta de nuevo en Valderrobres después de 90 kilómetros de agradables pedaladas. De nuevo, mesa y mantel en una fonda del pueblo donde el camarero nos recibe en “chapurreao” un dialecto entre castellano, aragonés y catalán que aún se conserva en la comarca.
Calanda - Gúdar. Empezamos el segundo día en la comarca del Bajo Aragón. Calanda, cuna del cineasta Luis Buñuel, nos sirve de punto de inicio de nuestra ruta. Volvemos la cabeza mientras dejamos atrás la población y su relieve capitaneado por la iglesia del Milagro que se yergue orgullosa en lo alto del cerro. Serpenteamos por el embalse que forma el río Guadalope a su paso por esta localidad, mientras atravesamos la huerta calandina, con sus “melocotones tardíos” cultivados mediante un cuidadoso y artesanal proceso de elaboración, embolsando con papel traslúcido, uno a uno, los frutos en el árbol de forma manual. Es época de recolección y la estampa es espectacular. Vamos remontando el río y sus pueblos. Más de las Matas, consu espectacular Molino Harinero, nos despide de la comarca del bajo Aragón.
Castellote, con su castillo templario, nos abre la puerta de la comarca del Maestrazgo. En el embalse de Santolea nos despedimos del Guadalope para dirigirnos hacia Bordón y Mirambel, con sus cuidados muros medievales. Aquí se nos une al grupo Felipe, de Castellón, aprovechando el tramo de carretera que se mete en la vecina provincia. Nos acercamos a la primera ascensión seria del día: la Tarayuela. Frente a nosotros se alza Cantavieja, pueblo amurallado que tendremos que atravesar si queremos conquistar nuestro objetivo. En su plaza Mayor porticada, nos esperan algunos amigos del C.C. Maestrazgo (Lino, Paco, Tomás y Carlos) para unirse también a la ruta. Desde el pueblo, aún quedan 6 kilómetros de ascensión escalonada, que se hace muy amena con la nueva compañía. El alto, a más de 1600 metros de altitud, es un balcón privilegiado de toda la comarca, y aprovechamos para recuperar las fuerzas mientras disfrutamos de la panorámica. Descendemos de nuevo a Cantavieja donde nos regalamos un buen almuerzo a base de embutidos y de queso de Tronchón, nombrado en el mismísimo Don Quijote de la Mancha donde ya se cantaban las exquisiteces de este manjar del vecino pueblo. Nos desperezamos y reanudamos la marcha ascendiendo el puerto de Cuarto Pelao, camino hacia “la joya oculta del Maestrazgo”, Fortanete, donde afrontamos nuestra siguiente dificultad: Tarrascón de Peñacerrada. En el nº 23 de Pedalier, ya publicamos un reportaje de los colosos Javalambre y Valdelinares, de la comarca de GúdarJavalambre, pero no conocíamos esta vertiente que nos lleva hasta Valdelinares, sin duda bastante más exigente que las otras, más habituales. Un puerto de tan sólo seis kilómetros pero que, tras la buena kilometrada que llevamos acumulada, nos hace retorcernos en sus rampas superiores al 15%. Visitamos la desértica estación de Valpedalier 45
46 pedalier
delinares por estas fechas y descendemos hacia Alcalá de la Selva para llegar hasta nuestra meta del día, Gúdar superando los casi tres kilómetros de ascensión que desde el cruce nos llevan hasta este pintoresco pueblo dominado por la Peña, un espolón rocoso que emerge sobre el casco urbano. La etapa ha sido larga, casi 160 kilómetros y el descanso es bien merecido.
Arriba de izquierda a derecha: Aliaga. Organos de Montoro, monumento natural. Larguísimas rectas en Pozondón. Gudar, uno de loss muchos pueblos pintorescos que merece la pena conocer. Roki tuvo que pelear contra la carretera y con el rico jamón, por supuesto de Teruel, con el que nos damos un pequeño homenaje en las paradas. En Teruel dejamos un buen grupo de amigos. Gracias a todos. Abajo: La sierra de Albarracin es un paraíso tanto para la vista como para rodar agusto.
Gúdar – Albarracín. Salimos temprano de Gúdar por la puerta de atrás, una terrible pendiente que nos deja en la carretera dirección Allepuz. Las casas de este pueblo se aferran a la ladera del cinglo, que se levanta al norte del pueblo. A la vez que abandonamos la localidad, dejamos también la comarca de Gúdar-Javalambre para entrar en la de comarca de Teruel. De nuevo nos llaman la atención los restos de un imponente castillo medieval, a nuestro paso por Cedrillas. Ascendemos el puerto de Cabigordo, un puerto que se engancha bastante pese al perfecto estado de su asfalto. Es una carretera bastante expuesta con poca vegetación y facilita el trabajo del viento que nos está soplando de cara con fuerza. Nos lanzamos en el descenso camino de la capital, Teruel. Nos tomamos un buen tiempo para callejear tranquilamente, empapándonos del arte mudéjar que le ha servido para ser reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Visitamos, cómo no, la plaza del Torico, el Mausoleo de los Amantes de Teruel, las torres mudéjares de San Martín, el Salvador y San Pedro, la catedral de Santa María… Volvemos a rendir homenaje a la denominación de origen con un buen bocadillo de jamón que nos sabe a gloria y decidimos con mucha pena, proseguir nuestro recorrido, dejando atrás la capital menos poblada de toda España con poco más de 35000 habitantes. Por el pueblo de Bezas, nos adentramos en la impresionante comarca de la Sierra de Albarracín. Desde esta localidad parte una carretera en dirección a Albarracín atravesando los Pinares de Rodeno, declarado Espacio Protegido desde 1995, tanto por el espectacular entorno natural, con rocas de arenisca rojiza que emergen de los espesos bosques de pinos, encinas y sabinas, como por las numerosas pinturas rupestres de arte levantino con más de 5000 años encontradas en la zona. Llegamos al núcleo más importante de la zona: Albarracín. Su primer aspecto amurallado culminado en el Castillo del Andador la hace parecer inexpugnable desde la carretera por la que nos vamos acercando. Es el momento de un nuevo descanso para dejarnos absorber por los valores artísticos y monumentales de este turístico emplazamiento como la Iglesia de Santa Maria, la Catedral, el Palacio Episcopal y sus mansiones señoriales. Sus empinadas y estrechas calles, pasadizos y escalinatas, sus casas de yeso rojizo llenas de detalles de forja y madera tallada y sus pegados aleros forman el monumento principal de Albarracín que no es otro que la ciudad misma. Tampoco dejamos pasar esta vez la ocasión de mover las mandíbulas al son de un buen estofado de ciervo y por supuesto rematado con las famosas Almojábanas de Ben Razín. La ruta matutina de escasos 100 kilómetros nos ha sabido a poco, por lo que al atardecer y después de digerir la panzada, nos acercamos en bici hasta el nacimiento del río Tajo y su monumento con los símbolos de las tres provin-
cias que acogen este río en sus primeros kilómetros: Teruel (el torico), Cuenca (el cáliz) y Guadalajara (el caballero). Curioso. Decidimos dar un rodeo para ascender el puerto del Portillo camino de Guadalaviar que nos ofrece unas vistas excelentes al valle del Tajo al igual que a la torre de incendios que jalona la cima. Ya cansados, regresamos a Albarracín para buscar la horizontalidad en una buena cama.
Albarracín – Montalbán. Torres de Albarracín, Tramacastilla, Noguera de Albarracín, poco a poco vamos atravesando bonitos pueblos en esta cuarta etapa, en la que las piernas comienzan a acumular el cansancio típico de días seguidos sobre la bici, pero con las fuerzas psíquicas intactas. Llegando a Orihuela del Tremedal vemos enseguida la poderosa mole de la iglesia de San Millán en lo alto de la población. Mientras tomamos un café, nos recomiendan ascender a Nuestra Señora del Tremedal, lugar de peregrinación de los lugareños. El consejo merece la pena ya que nos encontramos con un puerto de cifras considerables además de las magníficas vistas que se nos abren desde el alto. En el descenso hacia Bronchales disfrutamos de las sombras de la gran masa de densos pinares, pero enseguida volvemos a sentir el sol en el cogote cuando afrontamos las largas rectas entre plantaciones agrícolas entre Pozondón y Ródenas. Ya comenzamos a respirar el azafrán tan típico de la comarca del Jiloca. Entramos en esta comarca por la puerta grande, por el Castillo de Peracense. Su magnitud y su ubicación vigilando el desfiladero sobre el que se asienta, junto a su construcción en piedra rodena, típica de la zona por la que hemos pedaleado, sitúan a este castillo entre uno de los más espectaculares de todo Aragón y de toda España. Pasamos por Ojos Negros, localidad minera, de donde sale una importante vía verde, habilitando el recorrido que hacía el tren que transportaba el hierro hasta el puerto de Sagunto en Valencia. La dejaremos para otra ocasión y tiramos dirección Monreal del Campo mientras un precioso molino de viento, restaurado por el ayuntamiento, y que se puede ver aún en funcionamiento, nos despide de este curioso pueblo. En Monreal del Campo reponemos fuerzas y aprovechamos para visitar el Museo del Azafrán, único museo monográfico de este apreciado condimento en el mundo. Aprendemos de su cultivo, recolección, desbrizne de la rosa y su tostado. Todavía nos queda un largo camino hasta nuestro objetivo diario así que nos apresuramos y subimos más pulsos de la cuenta en el puerto de Bañón por donde abandonamos esta comarca, aunque un par de días después la volveremos a visitar por su zona sur. La comarca de las Cuencas Mineras nos aguarda. Seguimos el curso del río Martín que nos llevará hacia Montalbán entre campos de cereales. Tomamos el desvío a Utrillas para ascender el puerto de Sant Just. ¿Quién nos mandaría? Llevamos una buena sobrecarga de kilómetros y lo que sobre el papel no parecía un puerto duro, se nos hace interminable. Pero el esfuerzo merece la pena y disfrutamos del contraste de los enormes aerogeneradores eólicos presidiendo todo el entorno natural de la sierra. Casi sin dar pedales nos dejamos caer de nuevo hasta Montalbán y ya sin fuerzas, exhaustos, reptamos hasta Gargallo después de casi doscientos kilómetros de dura ruta. Andrés, de la Venta La Pintada, pedalier 47
Pedaleando por la zona de Bronchales “vigilados” por una de las torres para controlar incendios. conocida en el mundo cicloturista por ser salida y llegada de la Marcha Los Degollaos, nos cuida bien y al día siguiente estamos como nuevos para emprender la marcha.
Gargallo – Ariño. Hoy queremos conocer el nuevo descubrimiento aragonés, el puerto de San Cristóbal, un coloso en toda regla. Es sábado y en el parking del hotel nos espera un buen pelotón para pedalear con nosotros. Toñín, Joaquín y Jose Mª (C.C. UnionBike), Andrés, Antonio, Miguel Angel y Jesús Julián (C.C. Somontano Turolense) y el grupo más numeroso y bulloso, Carlos y Juan (los “Zipi y Zape”), Luis, Pakiko y Jose A. (C.C. Ariño –Sierra de Arcos) pondrán las notas de humor de un viaje del que estoy disfrutando a tope. Hemos entrado en la comarca de Andorra – Sierra de Arcos pero la abandonamos pronto, después de pasar Ejulve y sus secaderos de jamón, para entrar de nuevo en el Maestrazgo. El panorama que se nos presenta es desolador después del terrible incendio que abrasó la gran riqueza natural de este entorno a mediados de julio. Negros pinos y tierra calcinada a ambos lados de la carretera nos acompañan durante todo el entorno de Los Degollaos y la espectacular formación caliza del órgano de Montoro que entona un réquiem por la naturaleza muerta. Un desvío siguiendo el río Pitarque y atravesando varios túneles excavados en la roca, nos conduce al pueblo del mismo nombre en continuo pero suave ascenso. A partir de aquí, la cosa cambia y los casi 6 kilómetros que restan hasta el alto de San Cristóbal exprimen al máximo nuestras fuerzas para coronar con éxito uno de los puertos, sin duda, más exigentes y bonitos de todo Aragón. Si bien, durante la subida el silencio, entrecortado por gemidos y alientos de sufrimiento, ha sido el protagonista, enseguida vuelve el buen humor y el cachondeo al grupo cuando el desnivel se torna negativo dirección a Aliaga. Su embalse y la central térmica abandonada nos conducen hacia el puerto de Majalinos, en el que volvemos a comprobar la devastación causada por el fuego. El bucle nos lleva de nuevo hacia el aroma de Ejulve entrando de nuevo en la comarca de Andorra. Dirección sur esta vez, atravesamos los pueblos de Crivillén y Alloza con su poblado ibérico “El Castelillo” para terminar nuestra ruta, después de 120 kilómetros, en Ariño, centro minero de gran importancia por ser una de los mayores reservas de carbón lignito de toda Europa. Allí nos espera la hermana de Antonio y su restaurante Los Arcos, para volver a catar las generosas viandas que nos ofrece esta tierra. Aprovechamos la cercanía de la única comarca que nos queda por visitar, la comarca del bajo Martín, para dar un agradable paseo vespertino en bici, siguiendo el curso del Parque Cultural del Río Mar48 pedalier
tín con su alta concentración de arte rupestre prehistórica. Pasamos junto al Santuario de la Virgen de Los Arcos, muy venerada en esta zona y llegamos hasta Albalate del Arzobispo, bonito pueblo coronado por su castillo gótico perfectamente conservado. De vuelta en Ariño, los responsables del centro de Interpretación de Arte Rupestre “Antonio Beltrán” nos invitan a pasar la noche en sus instalaciones y disfrutamos de una buena charla sobre el rico patrimonio natural y cultural del entorno.
Ariño – Calamocha. Último día del viaje. Domingo. Hoy también nos acompañarán algunos amigos, Roki y yo junto a Pakiko, Antonio y Jaime vamos al encuentro de la representación calamochina. Cortamos de nuevo la comarca de Las Cuencas Mineras, esta vez por el sur. Dejamos atrás Muniesa y Huesa del Común, impresionados por su imponente castillo de Peñaflor con sus dos torreones cayendo a plomo sobre el abismo. Antes del inicio del puerto de Rudilla nos esperan Armando, Alberto y Angel del C.C. Calamocha para aumentar la grupeta. La carretera es exageradamente tranquila y nos expone ante el precioso valle que se abre a nuestra derecha según ganamos altura. Pasamos a la comarca del Jiloca por Fonfría y ascendemos su puerto, remontando la Sierra Pelarda dejándonos también bonitas vistas al valle que forma el río Huerva. Ya sólo nos queda superar las pequeñas cotas de Cutanda y Navarrete a su paso por esas localidades y entrar triunfantes en Calamocha, después de seis intensos días de auténtico cicloturismo, alimentando nuestros sentidos con la cultura, naturaleza y gastronomía turolenses que nos han dejado un magnífico sabor de boca. Un sabor con Denominación de Origen. AGRADECIMIENTOS: A todos los amigos de los clubs ciclistas que nos han acompañado durante las rutas haciéndonos mucho más agradable el viaje, a La venta la Pintada (Gargallo) y al restaurante Los Arcos (Ariño), al Centro de Interpretación de Arte Rupestre “Antonio Beltrán” del Parque Cultural Río Martín, al Patronato de Turismo de Teruel y a la Caja Inmaculada por vuestra inestimable colaboración en este reportaje. ¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!
SAN CRISTÓBAL
De risa
Hay puertos que provocan la hilaridad del personal. A veces, la sola propuesta de que alguien nos acompañe a subirlo, hace que a nuestro interlocutor le entre un ataque de risa. En otras ocasiones, ya metidos en harina, el ver el trazado de la carretera que nos aguarda allí arriba también nos hace reír… por no llorar. Pues este recién asfaltado alto de San Cristóbal puede ser catalogado como el nuevo “graciosillo” turolense. Esta carretera, entre las localidades de Pitarque y Aliaga, va a permitir a los cicloturistas que hasta allí se acerquen enlazar varios de los puertos más interesantes de la geograf ía de esa provincia aragonesa. Los dos primeros kilómetros discurren en paralelo al río Pitarque y nos adentran, a través de un túnel excavado en la montaña, en un valle interior hermosísimo y alejado del mundanal ruido. Ese sosiego inicial se va a ver alterado seriamente al pasar sobre un puente en zig-zag, y la
pendiente de los tres kilómetros siguientes rondará ahora el 6%. Ya estamos inmersos en una de las ascensiones más duras (si no la que más) de todo Aragón y la pendiente media supera enseguida el 8%, con rampas continuas de doble dígito. La visión frontal de una enorme Z en la pared montañosa asusta a cualquier ciclista, por muy avezado que se crea. Y no es en vano: los tres kilómetros finales son verdaderamente escalofriantes y uno de sus tramos kilométricos se sitúa en un terrorífico 13,8%, con rampa máxima del 19%. Más nos valdrá ir provistos de un buen desarrollo si no queremos convertirnos en el hazmerreír de los colegas. Y llegados arriba, la contemplación de los escalones zigzagueantes en la carretera es un espectáculo inolvidable...si lo hemos vencido. Si alguno ha debido echar pie a tierra, quizás preferirá no contárselo a nadie, no vaya a ser que le saquen cantares. ¿Será tu caso?
pedalier 49
TARAYUELA
Como el Tigre del Maestrazgo
Imponente y majestuosa sobre un escarpado risco se asienta la estructura amurallada del casco urbano de Cantavieja, un enclave primordial en la historia medieval y contemporánea del Maestrazgo turolense. Debido a su posición estratégica y su complicada orograf ía fue frecuente escenario de cruentas batallas desde la Edad Media. Sin embargo, su momento de mayor gloria le vino en el siglo XIX cuando, durante la I Guerra Carlista, el general Ramón Cabrera la convirtió en su cuartel general con el que pretendió durante años aferrarse desesperadamente al Antiguo Régimen frente al incipiente, y a la postre vencedor, liberalismo. Su fiereza en la lid otorgó al citado militar el título de “El Tigre del Maestrazgo”, con el que pasó a la Historia. Quizás también nosotros podamos ocupar un pequeño lugar en la historia del cicloturismo hispano si nos atrevemos con esta ascensión cargada de hechos de armas y de hermosos paisajes. Desde su inicio en un puente sobre el río homónimo, la carretera discurre al
50 pedalier
pie de Cantavieja para remontar la ladera del peñasco, bajo las murallas, a la par que el panorama, hacia abajo y también hacia lo alto, nos va cautivando cada vez más. En varios momentos las rampas alcanzan el 10% hasta que, al trazar una herradura izquierda, la perspectiva cambia por completo. Estamos a la altura de los lienzos de la muralla y nos adentramos en las calles de la villa. Ya hemos vencido la mitad de la subida y, al llegar a una rotonda a la salida, abandonaremos la ruta que llevamos para tomar a mano izquierda la carretera que se levanta de inmediato sobre la urbe en dirección al Pico Tarayuela. La pendiente continúa cercana al 6% hasta que, con magníficas vistas sobre el valle plagado de masadas, nos acercamos a un kilómetro mucho más exigente cuando estamos a punto de coronar. El mirador, frente a la pista hacia Mas de Altaba (nombre con el que también se conoce esta ascensión), nos brinda un espléndido panorama sobre las tierras del Maestrazgo.
TARRASCÓN DE PEÑACERRADA
La joya oculta del Maestrazgo
El llegar a lo más alto ha constituido siempre el gran reto de los montañeros y si logran hacer cumbre por la vertiente más escarpada, la satisfacción es aún mayor, si cabe. En la provincia de Teruel la cota más alta a la que podremos acceder en nuestras bicis de carretera se aproxima a los 2000 m en la Estación de esquí de Valdelinares. La subida que aquí os ofrecemos ha sido también reparada recientemente del deterioro que el frío y la nieve causan en estos desolados parajes y nos brinda así la posibilidad de vencer al coloso turolense por la que sin duda es la más exigente de sus laderas. Si el bello pueblo de Fortanete ha sido denominado como “la joya oculta del Maestrazgo”, nosotros nos atrevemos, en honor a la amistad que nos une con uno de sus naturales, a trasladar tal apelativo a la ascensión que se inicia en el mismo casco urbano, al pasar sobre las aguas del que va a convertirse en el río Pitarque. Desde ese punto hasta el primer alto deberemos afrontar, transitando por el paraje de Peñacerrada, una de las más duras pruebas que abordarse puedan a lomos de la flaca. Serán poco más de seis los kilómetros hasta alcanzar el cartel de puerto de Fortanete, al que los naturales conocen
más bien como Tarrascón de Peñacerrada. ¡Pero qué 6 km! A medida que nos alejamos del pueblo, la pendiente media va en progresivo aumento hasta que, al aparecer el asfalto reciente (así no tendremos disculpa), la visión de las rampas que nos esperan helará nuestra sangre más que el frío que acostumbra a hacer en este entorno. Entre continuas herraduras, el clinómetro supera en varias ocasiones el 15% y no será extraño que veamos sobrevolar sobre nuestras cabezas algún majestuoso buitre acechando a una llamativa presa que se retuerce entre ímprobos esfuerzos para no sucumbir. Superado el kilómetro fatal, daremos vista a una zona de numerosos masicos (así llaman a las construcciones que sirven a los pastores de vivienda temporal), todos ellos de curiosos nombres: Loras, Raimundo, Chirulitas,…hasta dejar a la izquierda una pista hacia unas antenas y pedalear, ya más relajados, entre monolitos pétreos, pinares y algún enebro. Y si alguien se queda con ganas de proseguir, no tiene más que continuar un buen porrón de kilómetros hasta llegar al punto más alto de esta Sierra de Gúdar, el Peñarroya (2024 m). Aunque eso deberá ser a pie, claro.
pedalier 51
VIRGEN DEL TREMEDAL
Milagro en la montaña
En plena Sierra de Albarracín, Orihuela del Tremedal es una hermosa localidad de apenas 600 habitantes que se configura como un núcleo urbano de los de mayor altitud de la provincia, por encima de los 1400 m, en la cabecera del río Gallo que nace en esta sierra del Tremedal, cuya cima más alta es el Caimodorro de 1936 m. Es tierra de agricultores y pastores, aunque el turismo se ha convertido en los últimos tiempos en su principal fuente de ingresos, turismo que también acude al reclamo de la caza que por aquí abunda. Antes de que la plaga humana se hiciera notar, tuvo lugar el episodio que dio origen al Santuario de Nª Sª del Tremedal, cuya subida os presentamos. Su protagonista fue precisamente un pastor, de nombre Pedro y manco por más señas, quien cuidaba sus ovejas por estas cumbres que dominan la extensa llanura de Orihuela. La leyenda cuenta que una dama se le apareció diciéndole que tenía hambre. Cuando el zagal cogió, con su única mano, la torta que llevaba en su zurrón, la señora
52 pedalier
le dijo que se la diera con la otra. Tal fue la insistencia de la mujer que el pastor metió su muñón en la bolsa y se sorprendió al ver la mano que aparecía con la torta. En pleno acto de gratitud se postra a los pies de la Virgen (¡por fin se había dado cuenta de que era ella!), diciendo que haría lo que le pidiera. Nuestra Señora le dijo: “Baja a Orihuela y diles el favor que te he hecho. Hazles saber de mi parte que he tomado asiento en esta sierra, y que gusto de ser en ella venerada para consuelo y beneficio de sus vecinos”. Y allí le construyeron en el siglo XVIII su santuario, asomado a un espléndido mirador sobre toda la comarca. Para llegar a él, hay que vencer un interesante y sombreado puerto de casi 5 km con una pendiente media de cierta entidad, cercana al 7% y varias rampas de doble dígito, entre ellas la rampa final adoquinada que da acceso a la explanada del templo. Nadie puede privarse de admirar el magnífico panorama que desde esos 1760 m abarca una enorme y hermosa extensión en lontananza.
LOS DEGOLLAOS
Sonoro silencio de soledad derramada
No es ése el nombre que corresponde al alto (en realidad se llama Collado Frío) por el que transitaremos en dirección a Ejulve, pero se ha popularizado esa denominación desde que la Marcha que luce orgullosa tal título lo tomó del hasta hace bien poco hermosísimo paraje por el que discurre nuestra ruta. Previamente habremos experimentado el mayor éxtasis en la escucha atenta del concierto de Maese Pérez en los Órganos de Montoro. “Impresionantes, majestuosos, imponentes, sublimes”, el vocabulario no acierta a describir las sensaciones que suscita el ver por vez primera esta maravillosa obra de la naturaleza. Para unos asemeja a un gigantesco órgano musical cuyos enormes tubos pétreos parecen reverberar con brillos metálicos. Incluso hay quienes creen ver al pie del prodigioso farallón rocoso al organista becqueriano que, según cuentan, cuando el cierzo sopla con fuerza, logra arrancarle quejumbrosas notas musicales que se perciben a gran distancia. Con pena dejaremos atrás los armoniosos acordes que parten de esta inmensa ca-
tedral calcárea, para llegar a orillas del río Guadalope, flanqueado por frondosa vegetación, donde iniciaremos la subida. A medida que avanzamos en nuestra ruta, es como si el sonido del órgano legendario mantuviera sus tristes ecos y nuestra visión, embriagada hasta hace poco, nos invitara ahora a cerrar los párpados para no ver semejante espectáculo. El terrible incendio que asoló estos parajes el pasado año nos sumerge en un escalofriante panorama que provoca exclamaciones angustiadas de denuncia de la insensatez humana. Los poco más de 8 km del puerto que nos llevan a la comarca de Andorra-Sierra de Arcos transcurren en un silencio que se hace oír entre las cenizas que acompañan nuestra propia soledad, más desbordante que nunca, derramada, en la que únicamente la explanada de la Majada de las Monjas, entre montañas, pone un melancólico toque de vida ante tanta desolación. No podemos sino rogar al cielo que los viejos acordes de Maese Pérez vuelvan a envolver en sonora y visual armonía este entorno inigualable.
pedalier 53