Appleyard, B. Por qué Microsoft e Intel intentaron matar a la computadora portátil XO de 100 dólares

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Author:  Luz Murillo Pinto

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Appleyard, B. “Por qué Microsoft e Intel intentaron matar a la computadora portátil XO de 100 dólares”

POR QUÉ MICROSOFT E INTEL INTENTARON MATAR LA * COMPUTADORA PORTÁTIL XO DE 100 DÓLARES NICHOLAS NEGROPONTE TUVO UNA VISIÓN: FABRICAR UNA COMPUTADORA PORTÁTIL DE 100 DÓLARES Y REGALARLA DE A MILLONES PARA EDUCAR A LOS NIÑOS MÁS POBRES DEL MUNDO. Y ENTONCES LAS GRANDES MULTINACIONALES SE ASUSTARON Y SALIERON A MATARLA… En el Foro Económico Mundial de Davos celebrado en enero de 2005, Nicholas Negroponte, gurú supremo de la conectividad digital, mostró un extraño objeto con forma de carpa. Estaba pensado para cambiar el mundo y debía costar 100 U$D. Era una computadora portátil que funcionaba con energía solar. Se la repartiría por millones entre los niños del mundo en desarrollo, acercándoles conectividad, educación, ilustración y libertad de información. Los grandes, los buenos, los ricos y los tecnócratas asintieron con solemnidad en señal de aprobación. Y luego algunos de ellos trataron de eliminarla. Microsoft, responsable de la mayoría de los programas informáticos del mundo, trató de eliminarla con palabras, e Intel, fabricante de chips para computadoras, trató de matarla con tretas sucias. Obviamente, ninguna de las empresas admite su intento de asesinato. Y cuando el lector conozca a la encantadora portavoz de Intel, Agnes Kwan, se dará cuenta de hasta dónde llega su poder de negación. Pero la verdad es que las dos empresas de alta tecnología más poderosas del mundo consideraron el esquema filantrópico de Negroponte y decidieron que debía morir. Sin embargo, tres años y medio más tarde, la portátil se aferra a la vida. Cuesta alrededor de 190 U$D en vez de 100 y se llama XO. Ya no tiene aspecto de carpa, pero todavía puede alimentarse a energía solar. Es un triunfo tecnológico. Sin embargo, sólo hay en uso 370.000, y otras 250.000 encargadas. One Laptop Per Child (OLPC), la compañía formada para llevar a cabo el proyecto, todavía se impulsa en el mismo antiguo idealismo, locura por las computadoras y brillantez técnica. Pero Negroponte y su joven equipo son más viejos y más sabios. Se vieron sorprendidos por la ferocidad de la competencia que enfrentaron –destinada claramente a destruir una idea filantrópica–. “Yo había subestimado enormemente”, dice Negroponte, “el nivel al que las empresas pueden llegar para desbaratar un proyecto humanitario”.

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Traducción publicada en 2011 por educ.ar. Texto original: Appleyard, B. (2008) “Why Microsoft and Intel tried to kill the XO $100 laptop”. The Sunday Times, 10 de Agosto de 2008. Disponible en: http://technology.timesonline.co.uk/tol/news/tech_and_web/article4472654.ece

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Hay tres razones por las que la XO resultó una seria provocación para los grandes actores de la industria informática. En primer lugar, siempre iba a ser barata, superando por miles a la competencia. Los equipos cuestan lo que cuestan sólo porque los fabricantes de software – principalmente Microsoft– hacen complicados esfuerzos para que sus productos sean necesarios y caros, y porque los fabricantes de hardware los están dotando constantemente de nuevos mecanismos que probablemente la gente no necesita. De hecho, los precios de los productos electrónicos se han desplomado y no hay ninguna razón real para que no se pueda conseguir una portátil decente por, como mucho, 400 dólares estadounidenses. En segundo lugar, el XO usa un chip marca AMD. El fabricante monopólico de chips en el mundo es Intel. Cuenta con tres cuartas partes del mercado, mientras AMD va segundo. AMD e Intel se odian con un odio tan fuerte como el que separa a Hamas de los israelíes. Para Intel, la idea de que se lanzaran por ahí cientos de millones de computadoras portátiles AMD resultaba intolerable. Podía implicar que Intel perdiera su liderazgo en el mercado – aunque no si Agnes tenía alguna intervención–. En tercer lugar, estas laptops no usan el software de Apple o Microsoft, sino Sugar, un sistema operativo de código abierto (libre) creado por geeks (locos de la computación) por amor al arte. Para Microsoft, esto en particular resultó intolerable. Su sistema operativo Windows es el estándar de la industria. El aunque el sistema de Apple es mucho mejor, Microsoft ha conseguido a pura fuerza de músculo que Windows parezca indispensable. La nueva base de usuarios de computadoras no-usuarios-de-Windows con que amenaza la XO es el tipo de cosas que interfiere seriamente en la empresa de Bill Gates. “Fue un proyecto que podía operar por fuera del mundo habitual de las empresas”, dice Ethan Beard, ex directivo de OLPC que representa a Google, uno de sus patrocinadores. “Y no hay motivos para que esto no sea una expectativa razonable”, agrega. “Pero en cierto modo es una amenaza para las empresas, y cuando se amenaza a las empresas, especialmente a las de gran tamaño, van a reaccionar haciendo daño”. Así es que los grandotes pusieron sus manazas en la XO. Intel la calificó de “chiche rudimentario” para después correr a fabricar su propia computadora portátil barata, la Classmate, y salir a venderla agresivamente en contra de la XO. Gates, de Microsoft, dijo, “Por Dios, a ver si se consiguen una computadora decente”, y continuó despedazando con toda seriedad la bienintencionada máquina de Negroponte. “Le dijo ese tipo de cosas en privado a gente que yo conocía”, cuenta Negroponte. “Hubo muchísimo de eso. Me molestó lo suficiente como para decírselo; él después se disculpó, pero, para lo que sirvió…”. La reacción de Gates fue de especial mal gusto. Además de ser (como al parecer todo aquel que sea rico, poderoso o famoso) un viejo amigo de Negroponte, es el mayor filántropo del mundo. Pero aunque ya dejó de ser la cabeza de Microsoft, sigue defendiendo Windows de un modo casi paranoico. Biblioteca pedagógica de educ.ar



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Sin embargo, milagrosamente, no obstante todo esto, la XO todavía está viva, prendida del borde del acantilado. Pero ¿por cuánto tiempo? El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) es la central mundial de los geeks, los locos de la informática, la mayor escuela de su tipo. Junto con la Universidad de Harvard domina Cambridge, en la orilla opuesta a Boston. El MIT es una ciudad dentro de la ciudad, y está formado por el campus pero también por la penumbra de edificios gigantescos de excéntrica arquitectura donde viven las empresas de alta tecnología que se nutren del talento del instituto. Alrededor de Kendall Square la gente deambula por las calles perdida en sus pensamientos. En los cafés leen y toman notas en sus cuadernillos amarillos. Aquí es donde el dinero se encuentra con el coeficiente intelectual. No es como cualquier otro lugar de la Tierra. Fue aquí donde, en 1985, Negroponte fundó el Media Lab del MIT con la idea de “inventar un futuro mejor”. Fue un intento idealista de demostrar que las revoluciones informáticas y comunicacionales podían efectivamente hacer del mundo un lugar mejor. La XO (alta tecnología para pobres y no conectados) era la encarnación perfecta del idealismo del Media Lab. En la sala de juntas de OLPC, en una oficina de Cambridge, me encuentro con Negroponte. Es un sorprendentemente griego-americano de familia rica y excelentes conexiones. Sus antecedentes y contactos le dan un aire vagamente distante, un poco lánguido, pero no pomposo ni grandilocuente. Su personal de OLPC lo ve con afecto y con cierta perplejidad. Un tecno-utópico por naturaleza, para quien el MIT es el hogar natural. Y fue allí donde en 1968 conoció a Seymour Papert. Papert trabajó con el gran teórico de la educación Jean Piaget. A partir de la obra de Piaget, Papert desarrolló la teoría constructivista del aprendizaje. En pocas palabras, el constructivismo sostiene que los niños aprenden más y mejor si hacen que si se limitan a sentarse y escuchar. Negroponte se convirtió en un entusiasta constructivista, perspectiva coincidente con su visión transformadora del mundo de la tecnología. Las computadoras estaban destinadas a ser la herramienta constructivista perfecta, que permitiría a los niños hacer descubrimientos y accionar por su cuenta. Si Negroponte es el padre de la XO, Papert es su abuelo. “La pregunta que nos estábamos haciendo”, dice Walter Bender, colaborador histórico de Negroponte, “no era el cómo de la computación, sino el por qué. Y la respuesta principal fue el aprendizaje”. Los constructivistas tienden a ser criaturas sensibles, en primer lugar porque se los ha atacado tan duramente. A los niños hay que decirles algunas cosas, dicen sus críticos, pero no se les puede dar la libertad de que hagan lo que quieran. Los constructivistas con sentido común lo aceptan, pero en honor a la verdad tengo la sospecha de que son más geeks que educadores. Quieren que haya computadoras en las escuelas porque les gustan las máquinas.

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En el curso de varios experimentos, Negroponte y sus colegas se centraron en la idea de la computadora como la llave que abriría la difícil situación de los pobres del mundo. En 1999, Negroponte construyó una escuela en Camboya. Luego, en 2001, le indicó a su hijo que fuera hasta allí y, mediante un enlace vía satélite y algunas computadoras portátiles, la conectara a Internet. “Era un pueblo muy remoto –sin electricidad, ni teléfono, ni televisión–, pero la conexión inalámbrica estaba excelentemente hecha, y me pregunté si sus componentes eran todos igualmente reproducibles, y sí, lo eran, en la mayoría de los casos podía suponerse incluso que su precio disminuiría. La excepción era la computadora portátil. Que se convirtió en el eje...”. Las computadoras portátiles eran caras y no parecía que fueran a bajar de precio, sino sólo a volverse cada vez más complicadas. Están recargadas de bloatware –exceso de funciones, software excesivamente complejo–. “Todo se vuelve como una 4x4”, señala Negroponte. “Es agobiante, e igual que en una 4x4, la mayoría de la fuerza se usa para accionar la máquina pero no para mover a quien va en ella”. El precio de las portátiles significaba que el esquema de Camboya no era ampliable a gran escala. Las conexiones wi-fi baratas podían replicarse, pero en ese caso cada niño necesitaría su computadora portátil y no habría forma barata de proporcionársela. Ésta fue una enorme frustración para Negroponte, quien cree firmemente en el aprendizaje constructivista mediante computadoras y que un mundo conectado sería un mundo mejor y más armonioso. Sin embargo, hay que señalarlo, la idea no parece haber funcionado hasta ahora. Nuestra nueva conectividad no nos hizo claramente menos malos. “No está funcionando tan bien como debería porque no hay suficientes personas conectadas en este momento”, admite él. Así, Lo que mediaba entre este mundo y uno mejor era el precio de las computadoras portátiles. Para 2004, Negroponte estaba dispuesto a hacer algo al respecto. Pidió a Intel que le proporcionara un chip de bajo costo y bajo consumo de energía. “Siempre y cuando no llame a su producto computadora portátil”, contestó Intel, con la falta de tacto que parece propia de la política empresarial. Con eso quería decir que no le gustaba cómo sonaba esta nueva máquina. “¿Efectivamente dijeron esto?”, le pregunté a Agnes con toda seriedad. No hubo comentarios. Pero Intel se limitó a pensar en el tema durante meses. AMD, por el contrario, dijo que sí en un par de horas. Y para el momento de Davos, Negroponte estaba listo para anunciar la nueva máquina con un chip de AMD. “¿Por qué no nos dieron una oportunidad?”, se quejó Intel un mes después. Recordando esto, Negroponte se ríe con ironía: “Es como si uno se casa y al día siguiente aparece la ex novia”. Por las razones que sea, Intel no lo hizo y AMD sí. “No estoy seguro de que Intel”, dice Dan Shine, gerente de AMD, eligiendo sus palabras con el cuidado de un portavoz de Hamas ante Naciones Unidas, “haya visto el tema de modo tan integral como nosotros”. Biblioteca pedagógica de educ.ar



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Para entonces, Negroponte había subido a su carro un espectacular espectro de patrocinadores: Red Hat, Google, AMD, Brightstar y News Corporation (la compañía matriz de The Sunday Times). Cada uno de ellos contribuyó por adelantado con dos millones de dólares estadounidenses y otros 500.000 dólares en una segunda etapa. Todas las empresas pusieron dinero como patrocinio y no como inversión. Ésta fue, hasta la médula, una empresa en la que no obtendrían ganancias, filantrópica. OLPC, por insistencia de Negroponte, se había constituido en una operación sin fines de lucro. “Probablemente fue la mejor decisión que hemos tomado”, recuerda, “aunque estuvimos a punto de no hacerlo. Absolutamente todo el mundo me aconsejó tener fines de lucro para poder ganar montañas de dinero y después donarlo […] Pero la renuncia al lucro fue importante porque dio claridad a nuestros propósitos: en primer lugar, un jefe de Estado te recibe porque lo que está en juego son los niños y el aprendizaje y no el lucro, y en segundo lugar, uno consigue a la mejor gente, trabaja para el proyecto por salario cero”. Negroponte entonces salió a vender la máquina. Dados los contactos que tiene, optó por un enfoque de arriba hacia abajo. Fue a venderles directamente a gobiernos y jefes de Estado. Todo parecía funcionar a las mil maravillas. Como por arte de magia, conjuró promesas de compra de millones de computadoras portátiles de Argentina, Brasil, Nigeria, Tailandia, Pakistán y Libia. En términos de publicidad, un golpe brillante. De la nada, la máquina aún inexistente parecía estar conquistando el mundo. La prensa lo adoraba. Negroponte estaba en la cresta de la ola. Desafortunadamente, ninguna de las órdenes de compra se concretó. “Iba de la reunión con el primer ministro a la reunión con el presidente del país, éste era el modelo de ventas de Negroponte”, cuenta Rebecca Gonzales, de AMD, quien ahora asesora a OLPC. “Y no funcionó, en absoluto. Como hemos aprendido en el mundo de los negocios, un apretón de manos del presidente o del primer ministro no significa que haya una orden de compra”. Para ser justos con Negroponte, su estrategia sirvió al menos para que OLPC lograra un alto perfil publicitario, y la no concreción de algunas de las órdenes de compra se debió a acontecimientos imprevisibles (por ejemplo, en Tailandia hubo un golpe militar). “No hay nada que lamentar en relación con esta estrategia”, dice él hoy. “Hubo ruido suficiente y aparecieron fotos de Nicholas dándole la mano a jefes de Estado, lo que, de regreso en Taiwan, donde había 250 ingenieros trabajando, hizo que la gente se sintiera parte de algo”. Mientras tanto, nuevas tecnologías industriales se empezaron a aplicar al diseño de la computadora portátil. En su forma final hay tres cosas que tiene este equipo y todos los demás portátiles deberían tener, aunque no es así. La primera es la pantalla. Fue creada por la directora de tecnología de OLPC, Mary Lou Jepsen. Es, ante todo, barata. Jepsen me indica que la pantalla es el elemento más caro de cualquier ordenador portátil y, sin embargo, por alguna razón, no se suele incluir entre los Biblioteca pedagógica de educ.ar



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costos de hardware, así que no se la tiene en cuenta. Además es perfectamente legible con cualquier nivel de luz. No es brillante ni reflectante. Probablemente sea la mejor pantalla para ordenadores portátiles del mundo. La segunda cosa son las redes de malla (mesh networking). Esto significa que si hay 10 XO en una misma habitación, todas pueden hablar entre sí directamente sin tener que pasar por Internet. Así que incluso en un pueblo africano sin wi-fi, la gente puede tener su propia intranet. La red de malla también significa que cuando hay una conexión wi-fi, su rango puede extenderse de forma generalizada, porque la malla recoge la señal y la vuelve a emitir. Las XO tienen probablemente mejor conectividad que cualquier otro ordenador portátil en el mundo. Y en tercer lugar, es probable que consuman menos energía que el resto de las computadoras portátiles, algo esencial en los entornos donde la electricidad es un bien escaso. El hardware, en fin, es excelente. El software, sin embargo, tiene algunos problemas. Sugar es un desarrollo de Linux, un sistema operativo de “código abierto”, libre –más al respecto en breve–. Está específicamente adaptado a las necesidades de los niños, quienes según me han dicho lo entienden rápidamente. A los adultos que tienen alguna experiencia con computadoras, sin embargo, le resulta más difícil. Además, tuvo muchos errores de programación. Y la interfaz de usuario (IU, es decir, la forma de interactuar con la máquina) implica un trabajo bastante arduo en comparación con Windows o Apple. “Puede llevar años obtener los derechos de una interfaz de usuario, por lo que para mí se volvió necesario empezar de cero”, dice Ethan Beard. Todo lo cual fue una mala noticia para la computadora cuando se la presentó por primera vez (entró en producción en noviembre de 2007). Un estudio de The Economist afirmó el siguiente enero que “las tecnologías se implementaron de modo pésimo” y que los sistemas operativos Sugar eran “complicados”. Como The Economist tiene entre sus lectores precisamente el tipo de gente que podría comprar esta máquina en grandes cantidades, el artículo resultó catastrófico. Y lo publicado no era completamente justo, dada la calidad del hardware. La verdad es que el diseño tenía que hacerse de esta manera para que el precio bajara. El hardware y el software debían concebirse desde cero. Con el tiempo disponible, esto resultaba más difícil en el caso del software, porque las buenas interfaces de usuario tardan muchos años en desarrollarse. La IU de Apple, líder de la industria en este campo, es tan buena como es porque tiene detrás tres décadas de desarrollo. Pero Sugar era libre, y comprar Windows –Apple no licencia su sistema– habría prácticamente duplicado el precio de las máquinas. Hay un elemento adicional en todo esto, que resulta clave para entender el fervor idealista, visionario, de los geeks que trabajaron en la máquina. Desde que empezó en la década de 1970, la revolución de la computación personal está impregnada de idealismo contracultural. Biblioteca pedagógica de educ.ar



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Apple nació de la convicción de que la “gente común” debía tener acceso al poder informático y de que IBM, el entonces gigante, era la bestia corporativa que se iba a resistir a ello. Incluso ahora, que también es una bestia corporativa, Apple sigue vendiéndose como la alternativa contracultural a las máquinas abastecidas por Microsoft. Pero el gesto contracultural definitivo es el software de “código abierto”. Siendo Apple una marca minoritaria, el código abierto es la mayor amenaza para el predominio de Microsoft. Quien en la tienda PC World compre Windows Vista Ultimate, último sistema operativo de Microsoft, tendrá que pagar 360 U$D. Vista no goza del aprecio de la gente, pero cientos de millones están obligados a tenerlo. Linux, el sistema operativo de código abierto, es, si uno es lo suficientemente geek, gratis. No sorprende que Microsoft haya dicho desde el principio que no podía respaldar una máquina con software de código abierto como la XO (equivaldría a promover su mayor debilidad). Linux no es sólo software, es además un movimiento contracultural cuyos más fervientes seguidores creen en derrocar el monopolio de Microsoft. Sugar está basado en Linux y el mayor amante de Sugar es Walter Bender. Me encuentro con Bender en el Media Lab. Hay algo tímido en él. Siendo una figura importante en el Media Lab, dejó OLPC, y representa para la compañía la partida de más alto perfil. Las razones de su defección son objeto de debate. Algunos dicen que era difícil trabajar con él. Pero la razón que él da es muy clara. OLPC decidió producir una nueva versión de “arranque dual” de la máquina XO, es decir capaz de ejecutar Sugar o Windows. Para Bender, esto era una traición a la fe del código abierto. El código abierto permite a sus usuarios cambiar en parte o por completo el software, “introduciéndose” en las profundidades de la máquina. Para Bender, esto lo hace más fiel a la fe constructivista que cualquier otro software de propietario. Los niños pueden rehacer la XO de abajo arriba, algo imposible con una máquina que opere con Windows. “Me fui porque Sugar debía tener un futuro más grande y más audaz que estar confinado a la computadora portátil de OLPC”, dijo Bender. La cuestión planteada por la salida de Bender fue: ¿OLPC es una cruzada en pro del código abierto o un proyecto para difundir la informática entre los pobres por todos los medios disponibles? En la práctica, OLPC respondió “no” a la primera pregunta y “sí” a la segunda. Pero, si se trata sólo de difundir la informática entre los pobres, ¿la XO en sí es importante? ¿No sería igualmente buena cualquier computadora portátil barata? Ésta es la pregunta que está en el corazón de la crisis más espectacular que rodea el proyecto: la guerra con Intel. Y aquí volvemos a encontrar a mi nueva mejor amiga, Agnes. Microsoft puede haberse servido de las palabras y la negativa a cooperar para combatir la XO, Intel en cambio usa la fuerza bruta. La empresa domina el hardware global de las computadoras en la misma forma en que Microsoft domina el software. Y, al igual que Microsoft, proteje ferozmente su predominio. Tan ferozmente, que la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos tuvo que abrir una investigación sobre sus presuntas prácticas contrarias a la competencia, diseñadas para dejar fuera de carrera a AMD. El ala académica Biblioteca pedagógica de educ.ar



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del proyecto OLPC manifestó sorpresa por la ferocidad con que Intel trató de matar al proyecto. El lado empresarial se encogió de hombros y todos sus integrantes dijeron lo mismo: “Está en su ADN”. La respuesta de Intel a la XO fue la Classmate. No hay nada demasiado radical en el tipo de máquina que es, básicamente una portátil sencilla con Windows. Intel va a enredarse en respuestas hasta enmudecer antes de admitir que su computadora portátil fue una respuesta a OLPC. Mi portavoz personal de Intel, Agnes Kwan, parece existir para evadir el tema. Jugué con ella un ping–pong de correos electrónicos durante varios días. Ella intentaba evitar darme fechas que demostraran que la Classmate se hizo después que la XO. Esto incluyó el envío de un extravagante y más bien rústico estudio “etnográfico” sobre la computación en el mundo desarrollado. Al final, todo lo que dijo sobre la cronología de la Classmate fue: “es difícil determinar una fecha de inicio dada la naturaleza de la investigación etnográfica en la que los etnógrafos recogen datos durante un largo período”. ¿Eh? En la industria la opinión generalizada es que la Classmate estaba destinada a ser un asesino de la XO, y que Intel se comportó en consecuencia. Su formidable aparato global de ventas se plantó en todos los mercados donde OLPC podía llegar a poner pie, destrozando la XO y dando impulso a la Classmate. Nigeria, donde Negroponte hizo uno de sus tratos-apretón de manos con el Presidente Obasanjo, es el ejemplo característico. En agosto de 2006, Craig Barrett, presidente de Intel, escribió a Obasanjo una carta muy agresiva en términos de márketing, solicitándole una reunión en la que le explicaría su programa World Ahead, “creado para extender a los próximos mil millones de usuarios el acceso a la PC”. Este programa se inició en mayo de 2006, 15 meses después del anuncio de OLPC en Davos (hay un “tiempito muerto” ahí, Craig). La carta de Barrett se respaldaba en documentos que incluyen un la lista de “deficiencias del enfoque de OLPC”. Estos documentos se filtraron, lo que se convirtió en fuente considerable de vergüenza para Intel. Lo que apareció fue una compañía poderosa que intentaba aplastar un proyecto filantrópico. En mayo del año pasado pareció que Intel estaba dispuesta a una tregua y se hizo un acuerdo. Intel se sumaría al directorio de OLPC, invertiría seis millones de dólares en la empresa, se procuraría poner chips de Intel en las XO, y no habría más intentos de sacar la XO del mercado. El acuerdo fracasó con velocidad de Oriente Medio. Intel sólo asistió a una reunión de la junta directiva, mientras sus vendedores (“está en su adn”) continuaban tratando de liquidar la XO. Además intentó dividir el mundo en mercados fáciles (para Intel) y mercado difíciles (para OLPC). “¿Lo que tú quieres decir es que Etiopía es mía pero Mongolia no?”, recuerda Negroponte esta fase. Al mismo tiempo, Negroponte exigió que Intel dejara de comercializar la Classmate. Intel se negó, alegando que la “brecha digital” dejaba espacio para una pluralidad de soluciones. Fue por este tema –dice Agnes– que el acuerdo se derrumbó, e Intel dejó el directorio en enero. Incluso su salida fue contenciosa. Negroponte señaló que se había acordado no hacer Biblioteca pedagógica de educ.ar



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declaraciones por separado hasta poder hacer un anuncio conjunto. Pero por supuesto Intel se adelantó y habló con la prensa. “Fue bastante obvio”, dice un portavoz de OLPC, “esperaron hasta última hora del día, de modo que fuera casi imposible que los representantes de OLPC en la Costa Este de Estados Unidos pudieran llegar con su versión de los hechos al panorama informativo del día”. Bruce Sewell, de Intel, envió un e–mail a Negroponte con un pedido de disculpas, diciendo que “las instrucciones se interpretaron mal internamente”. Le escribo todo esto a mi querida Agnes. No hay comentarios. Por destructivo que suene todo esto, para OLPC representó una especie de éxito. En primer lugar, por mucho que Intel se esfuerza por no referirse al tema, es prácticamente un hecho que OLPC inspiró la Classmate y la fabricación de computadoras baratas de otros productores. Además, como señalaron muchos gerentes comerciales de OLPC, el mero hecho de que gigantes como Microsoft e Intel se estén tomando el trabajo de mandar al muere a la XO indica la fuerza con que esta idea se les metió bajo la piel. “Si Nicholas no hubiera dicho lo que dijo en enero de 2005”, dice Dan Shine en la sede de AMD en Austin, Texas, “no estarían aquí ni esta máquina ni un montón de otras tecnologías y discusiones. Aceleró el acceso de muchas personas probablemente en años”. Y, por último, sin importar lo “impura” que puede ser para los sistemas de código abierto, la colocación de Windows en la XO es un gran avance en la industria de la computación, porque Microsoft permitió el uso de Windows XP por tres dólares por equipo. Una de las certezas previas en la industria era que Microsoft jamás vendería nada barato. Así que, pase lo que pase con la XO, OLPC ya cambió la industria. La pregunta ahora es qué pasará con la XO. Una nueva máquina de OLPC, que se configura más bien como un libro electrónico, se pondrá en venta en 2010 y, mientras tanto, la XO se va abriendo paso en América Latina y pronto llegará a estar en en las manos un millón de niños de 16 países. La dulce Agnes sólo puede decir que la Classmate ha vendido “decenas de miles”. Si la guerra con Intel se pelea en el área de las ventas, OLPC gana por lejos. Palo Alto es el equivalente californiano de Kendall Square en Cambridge. Esta vez, el gran almacén de materia gris es la Universidad de Stanford. Las calles de la ciudad son, como ocurre en California, menos intensas que las que rodean el MIT. Sin embargo, aquí están las grandes corporaciones. Facebook, la vasta red social, no es la menor de ellas. En uno de sus muchos edificios me encuentro con Ethan Beard, una hombre alarmantemente joven y alarmantemente vigoroso. Cuando estaba en Google, se lo envió al directorio de OLPC a encargase del patrocinio del motor de búsqueda. Ahora, retroactivamente, tiene sobre el futuro de la informática educativa para el mundo en desarrollo un pensamiento de lo más radical. “[Negroponte y su equipo] podrían seguir presentado innovaciones y patentar la nueva tecnología, tomar el dinero y ponerlo en OLPC. O podrían llevar al código abierto el diseño completo de la computadora”. Biblioteca pedagógica de educ.ar



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O, dice también, el sistema entero podría ser puesto en “una nube”. La computación en nube implica que una máquina hace muy poco por sí sola, excepto cuando está conectada a Internet –y entonces opera mediante las aplicaciones almacenadas en el ciberespacio–. Beard cree que todo el proyecto OLPC podría vivir en nube, liberándose de las ataduras de la pesada tierra del hardware que hace tan dificultoso su avance. Pero cualquiera sea el futuro que surja de la cabeza de Nicholas, Dan, Mary Lou, Ethan, Rebecca, Walter o incluso Craig, Bill y la divina Agnes, el hecho desnudo es que OLPC ha sido un intento noble de hacer algo que la industria nunca habría hecho sin provocación. Las computadoras son como las drogas, literalmente. Si las compañías farmacéuticas quisieran hacer bien al mundo, reorientarían sus inversiones de los medicamentos para las enfermedades de los ricos –enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes– hacia los fármacos para las enfermedades, mucho más catastróficas, de los pobres: malaria principalmente, pero también sida. Pero no, se sientan cómodamente sobre sus drogas con altos márgenes de ganancias. De manera equivalente, si los tecnócratas realmente creyeran en el valor humano de la conectividad universal –y todos dicen que lo hacen– encontrarían la manera de subir a Internet el sudeste de Asia y África. Pero no, se sientan cómodamente sobre sus computadoras portátiles con altos márgenes de ganancias. O al menos lo hacían hasta que Nick Negroponte, gurú de la conectividad digital, presentó en enero de 2005 un extraña objeto con forma de carpa en el Foro Económico Mundial de Davos y, de golpe, le dio a Agnes su descripción de trabajo.

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