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ARBOLADO URBANO VIARIO Manuel José Díaz B. Ingeniero Forestal (U. de Ch.) Concepto Aún cuando el concepto de arbolado viario es de uso corriente en España, en la literatura especializada chilena, no abunda explícitamente el término “arbolado urbano viario”, no obstante, algunos autores se refieren a los efectos de protección viaria del arbolado e incluso, hacen mención directa al arbolado existente en los distintos tipos de vías urbanas, haciendo alusión a dichas arterias, como un espacio arbolado característico de las urbes y que se diferencia funcional y morfológicamente del resto de los espacios urbanos arbolados.
Arbolado viario en el Ayuntamiento de Leganés Madrid, España. En todo caso, especialistas de la región de Cataluña, en España, definen “arbolado viario” como aquel existente en las calles, ramblas, avenidas, paseos y medianas de las rotondas de intersecciones (Instituto de Parques y Jardines de Barcelona, 1997). Los espacios arbolados se pueden diferenciar según sus características dimensionales, morfológicas y funcionales, distinguiendo de esta forma: parques, jardines, alamedas, campos de feria, plazas, plazuelas, espacios abiertos en polígonos de bloques aislados, espacios libres de parcelas edificadas, calles, avenidas, paseos, carreteras, autovías, autopistas, bordes urbanos, bordes fluviales y bordes marítimos (Martínez et al., 1996).
En Chile, se considera que los espacios urbanos y periurbanos susceptibles de arborizar o forestar son principalmente: (1) áreas verdes públicas (parques, jardines, plazas, bandejones centrales, colinas); áreas verdes privadas (clubes, estadios, campos de golf, cementerios, hipódromos, etc.); (2) espacios verdes periurbanos; (3) vertederos; y finalmente lo que conformaría el llamado arbolado viario: (4) vías de circulación (calles, pasajes, avenidas con bandejón central); (5) tramas verdes, paseos peatonales, interconexiones, conexión con carreteras, empalmes (Gutiérrez, 2004).
Calle importante en el sector de la Estación Atocha en Madrid, Epaña. A diferencia de otros espacios arbolados, las calles, avenidas, paseos, pasajes, carreteras y autopistas, constituyen un conjunto de espacios longitudinales destinados fundamentalmente a la circulación y estancia de personas y a la circulación y estacionamiento de vehículos; las calles, avenidas y pasajes se destinan a uso mixto de viandantes y vehículos, los paseos se destinan primordialmente a uso peatonal, las carreteras a la circulación primordial de vehículos, y las autopistas a la circulación exclusiva de vehículos (Martínez et al., 1996). Carlos Martner, refiriéndose al arbolado viario, para describir lo que denominan la “ruta de la sombra” en la capital, menciona que existen muy pocas arterias, solo algunas avenidas importantes y unas cuantas arterias menores con arboledas potentes que favorecen una sombra adecuada para la época estival (El Mercurio, 2001). Un caso particular de la ciudad de Santiago, es el de la comuna de La Reina, donde existen 50.577 árboles en sus espacios urbanos públicos, de los cuales 37.298 ejemplares (73,74%) pertenecen a vías de circulación (arbolado viario) y 13.281 se sitúan en áreas verdes (26,26%), lo que determina la relevancia ambiental del arbolado viario en una comuna correspondiente a un sector medio alto de la ciudad de Santiago (Gutiérrez, 2004).
Efectos ambientales del arbolado viario El uso dominante de una calle tiene gran importancia en su calidad ambiental; sin embargo, esta calidad está determinada fundamentalmente por la presencia en ella de árboles de sombra que la cubren (Martínez et al., 1996).
Calle céntrica en Villa Mercedes, Provincia de San Luis, Argentina. La calidad ambiental que proporcionan los árboles es menor cuando están muy distanciados entre sí o son pequeños y las copas no forman una cubierta continua (Martínez et al., 1996). Un ejemplo de ciudad agradable y sombreada es, según Silva y Viveros, la vecina Mendoza, con sus calles verdes atuneladas por el follaje de los árboles y variadas pérgolas y pasajes (El Mercurio, 2001).
El aporte ambiental del arbolado llega a ser tremendamente significativo. Se ha logrado determinar que en Santiago, el arbolado urbano es responsable de la captura de 37.713 toneladas de Carbono, donde el 70% de ello lo realizan árboles con DAP entre 10 y 50 cm, lo que en definitiva es equivalente a un ahorro de US$40 millones por los beneficios que de ello derivan, principalmente por reducción de ausencias laborales, por menores gastos médicos y mayor productividad económica (Escobedo et al., 2004). Aspectos generales en la conservación del arbolado viario Para Martner, tener una ciudad amable y arbolada no es un lujo, no es prohibitivo, aún cuando tiene sus costos, especialmente para una ciudad de clima mediterráneo como Santiago, donde los casi siete meses sin lluvia, dificultan y encarecen la mantención de especies vegetales. De ahí, la importancia de planificar y regular la conservación de este recurso (El Mercurio, 2001). Es destacable que autores chilenos, refiriéndose a la realidad santiaguina del arbolado, detecten y planteen como problemática real, las dificultades existentes en la conservación del arbolado, versus los muchos esfuerzos de plantación. Carlos Martner, se pregunta: “¿Por qué Santiago, especialmente las comunas más pobres del sur y el surponiente no tienen la sombra suficiente y, por ende, los árboles suficientes?” Más allá de los programas de arborización en marcha, pareciera que al árbol no se le da aún importancia como elemento urbano (El Mercurio, 2001).
Es característica la falta de sombra en los sectores de viviendas sociales en Chile. No podemos quedar indiferentes a barrios donde la arborización viaria no sobrevivió, por diversos factores, entre ellos la carencia de financiamiento público en riego y el factor antrópico circundante adverso. Deben procurarse planes financiados por la autoridad central, para una ejecución descentralizada, a partir de los gobiernos locales. Uno de los grandes problemas que los árboles enfrentan en la calle, según Marta Viveros, es la pugna con las empresas de servicios que cuelgan sus cables (El Mercurio, 2001). Coincidentemente con ello, se determinó que el 52% de los municipios de la Región Metropolitana, no presentan coordinación con empresas públicas y privadas que prestan servicios públicos, como distribución eléctrica, servicios de comunicaciones (telefónicos, televisión, internet, etc.) y agua potable, entre otras (González y Rodríguez, 2005). Las restricciones presupuestarias sería una de las principales limitantes en el manejo y conservación del arbolado en la ciudad de Santiago (Hernández et al., 2004). Esas restricciones, pasan también por la falta de cercanía a la realidad que han tenido las autoridades centrales de nuestro país, desde hace muchas décadas atrás. No es fácil que esas mismas autoridades modifiquen sus criterios, si la comunidad no lo hace primero y toma conciencia de la importancia de vivir en ciudades ambientalmente sustentables, para luego establecer mecanismos de hacerlo ver a las autoridades, que han sido elegidas por ellos mismos y que eso se traduzca en prioridades en los criterios de inversión de los gobiernos regionales y provinciales de nuestro país. Claramente la falta de una ley marco relacionada al manejo y conservación del arbolado urbano (especialmente viario), es determinante en la configuración de la realidad actual de este recurso, al igual que favorece la gran divergencia interpretativa de los gobiernos locales en relación con su responsabilidad y tenor de la gestión que deben asumir en relación a ello (Díaz, 2009).
Arborización viaria en un pasaje de la comuna de San Bernardo. El manejo y la gestión del arbolado urbano viario El objetivo del manejo en el arbolado urbano, debe orientarse fundamentalmente a maximizar los beneficios que entrega este recurso, minimizando el gasto de intervención, lo que debe incluir tres actividades principales: plantación, mantención y reemplazo. No obstante ello, es necesario considerar que “cada comunidad es diferente y posee diferentes necesidades con respecto al arbolado urbano” (Hernández et al., 2004). Según una encuesta aplicada, entre enero y marzo del 2002, por la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Chile, a nueve municipios, de los tres principales estratos socioeconómicos (alto, medio y bajo) en la ciudad de Santiago, se determinó que la asignación de recursos para el manejo del arbolado urbano público y las áreas verdes no supera el 7% del presupuesto total. En el caso de la comuna de San Bernardo, se destinaba un 2,5% del presupuesto total y solo la comuna de Renca destinaba una proporción menor correspondiente al 2,0%, de lo cual se desprendía que una de las principales restricciones en el manejo de este recurso es de tipo presupuestario, sin dejar de considerar restricciones de tipo socioculturales (Hernández et al., 2004). En el mismo ámbito del efecto de los factores socioculturales, Martner plantea que la falta de calidad y cantidad de árboles en la ciudad de Santiago, se relaciona con una falta de conciencia ciudadana al respecto (El Mercurio, 2001).
El mercado de la producción de viveros, debe mejorar y perfeccionarse, para generar la variedad de especies requeridas por la ciudad, con portes, calidad radicular y grosores fustales adecuados a las condiciones de terreno, pero por sobre todo, con perfiles de calles urbanas compatibles con la implementación de este recurso ambiental. Dentro del manejo y gestión del arbolado urbano y en relación con las labores de plantación y repoblación del recurso, es importante considerar y analizar que la selección de una especie para formar parte del arbolado urbano, requiere de la consideración de diversos factores ambientales y socio-urbanos, que se indican a continuación: (1) Objetivo asignado a la especie (ambiental o estético); (2) Características del espacio urbano donde plantar (dimensiones y forma, presencia de infraestructura subterránea, tendidos aéreos, etc.); (3) Nivel socioeconómico de la población del sector; (4) Características de la especie (altura que alcanza en su desarrollo, diámetro de copa, hábito de crecimiento, etc.); (5) Requerimientos ambientales de la especie (clima, suelo, condiciones hídricas, etc.) (Vita et al., 2009). La Universidad de Chile determinó que el criterio de mayor prioridad entre los municipios es el crecimiento y desarrollo del ejemplar, seguido por los criterios de altura del árbol, la ubicación que el individuo tendrá en la ciudad y la necesidad de riego de la especie, encontrando que el criterio de alergenicidad y especies nativas
presentan baja prioridad. En cuanto a las especies más usadas, éstas corresponden a Arce Negundo, Ligustro, Tulípero y Ciruelo de Flor, determinando a su vez, que en el estrato socioeconómico alto las especies priorizadas son Plátano, Arce Negundo, Tulípero, Manzano y Sophora; en el estrato medio corresponden a los géneros Crespón, Ligustro y Ciruelo; y en el estrato bajo la especie más usada corresponde a Ciruelo de Flor (Hernández et al., 2004). En cuanto a las estructuras orgánicas de los municipios encargadas de la gestión del arbolado, uno de estos estudios concluye que se requiere mayor independencia y jerarquía en relación con la posición relativa de dicha estructura en la cadena de toma de decisiones (Hernández et al., 2004). El caso de la comuna de la Reina, considera una composición florística de 203 especies arbóreas, concentradas en un 71,1% en solo tres especies: 33,6% Arce Negundo, 21,9% Ciruelo Rojo y 15,6% Falso Acacio, lo que para el autor del artículo implica una condición de monocultivo (Gutiérrez, 2004). El caso de la comuna de La Reina, tiende a repetirse en otras ciudades del país y con mayor razón en aquellas donde imperan especiales restricciones climáticas, como es la ciudad de Calama (clima de desierto de altura), donde se cuantificaron 10.695 árboles, con 91 especies diferentes, donde el mayor número de éstos se distribuye solo en cinco especies (Rodríguez et al., 2004). San Bernardo, es una de las antiguas comunas de la ciudad de Santiago que conservan una buena cobertura arbórea, tanto en terreno privados, como en la cantidad de arbolado viario, en algunos casos árboles centenarios con significativo aporte en sombra, regulación térmica y aporte estético urbanístico, lo que hace a esta comuna del sur de la capital destacarse ambientalmente de otras con menor cobertura arbórea. Si consideramos la superficie de cobertura del arbolado viario, podemos ver que en muchas localidades supera la cobertura de todas las áreas verdes públicas, por lo cual su implicancia ambiental, es proporcionalmente significativa para las zonas urbanas y en contraste a ello, generalmente es el arbolado que recibe menor atención e inversión para su manejo. Bibliografía DIAZ, M. 2009. Gestión Municipal del Arbolado Urbano. En: Silvicultura Urbana: Planificación y Manejo del Arbolado Urbano. Corporación Nacional Forestal, Facultad de Ciencias Forestales Universidad de Chile, SUNY College of Environmental & Forestry. Santiago de Chile. pp. 221-229. ESCOBEDO, F.; HERNÁNDEZ, J.; DE LA MAZA, C. L.; RODRÍGUEZ, M.; NOWAK, D.; CRANE, D. Determinando los Efectos del Arbolado Urbano sobre la Calidad del Aire. Caso Santiago de Chile. En: Seminario Internacional: Funciones y Valores del Arbolado Urbano. Proyecto FONDEF D00I 1078. Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Forestales, Departamento de Manejo de Recursos Forestales. Publicaciones Misceláneas Nº5. Santiago de Chile, Junio 2004. pp. 19-25. ESCOBEDO, F.; HERNÁNDEZ, J.; DE LA MAZA, C. L.; CRANE, D.; NOWAK, D.; RODRÍGUEZ, M. El Árbol Urbano de Santiago de Chile. En: Seminario Internacional: Funciones y Valores del Arbolado Urbano. Proyecto FONDEF D00I 1078. Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Forestales, Departamento de Manejo de Recursos Forestales. Publicaciones Misceláneas Nº5. Santiago de Chile, Junio 2004. pp. 50-54.
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