Argumento. ** Alguien dijo "el travieso de Santa al que le gusta azotar"? Ja! Ahí voy! **

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Agradecimientos Al Staff Excomulgado: a Alie, Excopic, Ssl y Taeva por la Traducción, a Excopic la Corrección de la Traducción, a AnaE por la Corrección y Diagramación, y De Nuevo a Excopic por la Lectura Final de este Libro para el Club de Las Excomulgadas… A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan siempre. A Todas…. Gracias!!!

Argumento Zach Colvin nunca creyó en Santa Claus, por lo que ocupar el lugar de Santa en el centro comercial de uno de sus amigos es no hacer que su fiesta brille. Se supone que debería estar de vacaciones, no trabajando. Cuando su hermano le promete enviar un paquete para llenar de alegría sus fiestas, nunca esperó que fuera una mujer casi desnuda. Kate Morgan ha cometido un error. Después de muchos e-mails, va a conocer a un hombre por un enganche casi anónimo, pero se sorprende al ver a un hombre diferente abrir la puerta principal - un hombre con una sonrisa determinada, ojos fascinantes, y una inclinación traviesa a los azotes. ** ¿Alguien dijo "el travieso de Santa al que le gusta azotar"? ¡Ja! ¡Ahí voy! **

Capítulo Uno Zach Colvin no creía en Santa. No desde que tenía cinco años y había pillado a su padre poniendo los regalos bajo el árbol. Su padre era un mentiroso abismal, y Zach había sido un niño astuto y precoz. Le había recordado a "Santa" que había limpiado su cuarto todos los sábados durante los últimos tres meses; y realmente le gustaría mucho que le trajese la bici prometida. Había recibido un pagaré. Estaba seguro, en algún lugar al sur, de vacaciones, que su padre se partía el culo. Este año, Zach había conseguido una oportunidad para jugar a Santa en el centro comercial local mientras estaba en el descanso entre semestres escolares. Felices Malditas Navidades, Zach. La ironía no le pasó desapercibida. No tenía ningún espíritu navideño, y aun si lo tuviera, habría estado probablemente en el medio de la lista negra durante años. Sospechó que Santa no se iba a doblegar — no tras las traviesas perversiones de las que Zach disfrutaba. No es que él hubiera tenido la oportunidad en los últimos tiempos. Si pudiera pedir una cosa para Navidad, sería una sumisa propia. Alguien que estaría a su alrededor a largo plazo. Alguien con quien podría construir una relación. No probablemente. Ho ho ho. Sintiéndose gruñón, Zach se sentó en el sillón de sala de estar y miró fijamente a la chimenea vacía. La discreción requerida de un director de escuela secundaria no dejaba mucho espacio para explorar lo que quería. No tenía necesidad de un millar de estudiantes fisgoneando en su vida privada. Eso sería una pesadilla disciplinaria, por no hablar de la muerte de su credibilidad. En más de una ocasión, el consejo escolar había dejado claro que esperaban que el personal estuviera absolutamente limpio. ¿Qué pensarían de su pluriempleo como Santa en el Centro Comercial este año?

Él frunció el ceño ante la idea. No debería haber contestado al teléfono la semana pasada. Su amigo Dave, el director del centro comercial, le había cogido con la guardia baja. Sabía que Zach estaba de vacaciones para el receso escolar, así que cuando el “Santa” habitual tuvo apendicitis, Dave supo a quien llamar - Zach, el imbécil para un amigo necesitado. Maldita sea. Golpeando el brazo de su silla, Zach saltó sobre sus pies y caminó agitadamente a través de la sala de estar. Debería cambiarse antes de hundirse en un miedo aún más grande. Su padre y hermanos, ¿no se partirían el culo si vieran a Zach en este terciopelo rojo? Y eso era otra cosa. Dave le había asegurado a Zach que el traje le cabría. No lo hacía. Sí, se suponía que Santa era alegre y redondo, pero Zach no lo era. El ancho cinturón negro que se incluía con el equipo apretaba los pantalones tanto como podía. Se suponía que debía ir sobre el abrigo, pero se encaja en las presillas, y él necesitaba algo para sostener los pantalones. El abrigo era enorme. Había buscado la correa en el relleno, pero no había sido incluida con el traje que Dave le había entregado. En este momento, la ropa colgaba abierta, mostrando los pectorales y los abdominales de tabla-de-lavar de Zach. Brioso, pensó cuando vislumbró su imagen ridícula en el espejo. ¿Pero no era Brioso uno de aquellos renos? No lo sabía — sabía terriblemente poco sobre Santa y su equipo — pero le sonaba correcto. Y él parecía absurdo, no brioso. Gracias a Dios, llevaba una peluca blanca y barba para esta actuación y así ninguno de sus compañeros de trabajo le reconocería - y lo que era más importante ninguno de los estudiantes le conocería. ¿No disminuiría esto su credibilidad a bajo cero? Su teléfono sonó sorprendiéndole en su canguelo. Su hermano Rob. Zach contestó, pero Rob se reía tan fuerte que Zach no estuvo seguro que oír el saludo. “Oye” Finalmente dijo Rob. “Acabo de escuchar...” Otro estallido de risa ahogó el resto de sus palabras.

“Sí. Ja ja ja” contestó Zach. “Tú. Santa. No tiene precio” "¿Quieres algo? ¿Quiero decir, además de reírte de mí?” Rob se calmó con una sonrisita. "¿Estarás asustando a los niños en el centro comercial? El anti-Claus. Secuestrador de incautos” “Tú lo sabes todo sobre eso” contestó Zach, ya que su hermano había secuestrado a su futura esposa hacía unos meses, todo en nombre del amor. “Muy bien, Sr. Snide. No voy a decirte por qué estoy llamando” Zach suspiró. "¿No llamas sólo para reírte de mí?” “Nop. Quería avisarte de que te he enviado algo para aliviar tu dolor. Feliz Navidad, Zach” Como era costumbre en Rob, colgó antes de que Zach pudiese contestar. Negando con la cabeza, se dirigió hacia la escalera. Tenía otra aparición como “Santa del Centro Comercial” por la mañana. Sonrió abiertamente. Uno de los elfos había dimitido. Aunque mañana era el último día de este horror, tal vez, habría un elfo ayudante travieso allí que tuviese ganas de marcha después del horario. Sonrió imaginando la escena. Su pie calzado con botas negras acababa de golpear el primer escalón cuando el timbre sonó. ****

Kate Morgan jugueteaba nerviosamente con los bordes de su abrigo mientras esperaba que su hombre misterioso abriese la puerta. Le había conocido en uno de esos sitios de contactos sexuales y había estado enviándole correos electrónicos durante dos semanas. Hoy, se encontrarían finalmente por primera vez.

Sus dientes se hundieron en su labio inferior. Ella había sido abierta sobre su figura curvilínea. No estaba muy delgada lo que le daba un estómago ligeramente convexo y caderas y muslos más grandes que el ideal, tipo modelo. Pero Bill, el tipo con quien había estado intercambiando correos electrónicos, lo sabía. Habían intercambiado fotos. Había sido todo relativamente soso, considerando que ambos querían una conexión caliente y erótica. No querían ataduras; ambos querían una noche o tres de jodienda y luego ir por caminos separados. En sí mismo era una salida rara para ella, pero entonces su vida como escritora la había dejado un poco aislada del resto del mundo, la escritura era la actividad solitaria que era. Y los autores de libros adultos jóvenes no eran exactamente los tipos de citas secretas casi anónimas. Sin embargo, parecía la cosa a hacer para distraerla de la soledad de la temporada de vacaciones y la picadura persistente después de que la hubiese dejado plantada su ex-novio la Navidad pasada. Después de dos años, había esperado un anillo1 en su dedo no que el ring del teléfono le dijera que había otra mujer. Oh ella se fue encima de él, pero aun así se había quedado abandonada y sola. Sus únicos parientes, la amplia familia, vivían al otro lado del país. Así que allí estaba Bill y su cita a ciegas. Él le había dado la dirección, le dijo que estaría en casa solo y llevase algo sexy. Y allí estaba. Este encuentro era sólo por sexo, y ella se había vestido apropiadamente. De pie sobre un estilete con el otro pie curvado detrás de él, dejó caer su largo abrigo de lana abierto, mostrando el sujetador rojo de seda y bragas debajo. Negras medias altas por el muslo acariciaban sus piernas y estaban sostenidas por cintas negras de encaje atadas a un liguero de seda rojo. A pesar de los problemas habituales con su cuerpo, sabía que se veía bien. Tal vez incluso cerca de un sueño húmedo. Casi. Un dedo con la uña pintada de rojo se quedó en el timbre y ella dio a su cabeza una pequeña sacudida para estar segura de su pelo castaño rojizo flotaba alrededor de

1 Juego de palabras: she’d expected a ring on her finger not the ring of the phone to tell her there was another woman. (Ring= anillo; onomatopeya del sonido de un teléfono)

sus hombros. Esperaba que Bill se diera prisa y abriera la puerta. El clima de diciembre tardío la estaba pellizcando un poco en toda su piel desnuda. Su estómago dio un aleteo cuando oyó pasos pesados dentro de la casa. En momentos, se encontraría al desconocido que esperaba le diese suficientes recuerdos para durar la temporada. Ambos se congelaron cuando la puerta se abrió de golpe. Su primer pensamiento cuando miró fijamente a los ojos azules del hombre con el pelo negro fue que este no era Bill. Su segundo pensamiento fue, “¿Santa?” Santa nunca se había visto tan bien. Su chaqueta colgaba abierta mostrando un estómago de lavadero perfecto con un pequeño ombligo mono que la hacía querer lamerlo. Sus pantalones de pana rojos eran demasiado grandes y colgaban bajos en sus caderas, mostrando lo que ella siempre se había referido como “la curva” a ambos lados y era digna de su baba. Un fino rastro de pelo conducía de su ombligo a su cinturón y tiraba la respiración de su pecho - oh y su pecho. Impresionante. Tragando, tomó nota de su buen afeitado, mandíbula y pómulos angulosos. Sus labios se curvaron mientras ella salía del trance, y lo reconocía – Zach Colvin, el director de la escuela de secundaria local. Habían coincidido más de una vez en varios eventos de caridad con los años, y Kate había tenido a menudo sueños eróticos con él. No creía que supiese su nombre, pero vio un destello de reconocimiento en sus ojos. “Te ves como si estuvieras en la lista negra” Dijo. La agarró por la muñeca y tiró de ella dentro de la casa. La puerta se cerró detrás de ella, y él la miró con la misma sonrisa diabólica. Le empujó la capa de los hombros, y ella tomó la decisión en una fracción de segundo. Este no era el hombre con el que había pensado originalmente reunirse, pero él la ponía más caliente que cualquier imagen que hubiese tenido. Además, le deseaba y había tenido demasiado miedo para hacer algún movimiento en el pasado. Él le parecía tan grande como la vida y demasiado dominante. Todavía lo hacía. Podía ver por qué los niños respetaban su autoridad. Podía. Sus dedos callosos le rozaron desde los hombros hasta los codos mientras ella lo miraba, fascinada. Su cuerpo había pasado de congelarse al infierno en cuestión de

segundos bajo su mirada. Su crema fluía en sus pliegues, rogándole que le permitiera montarlo. "¿Has sido mala?" Preguntó. Ella asintió lentamente. "Muy mala" "¿Sabes lo que pasa con las chicas malas?" Le preguntó, su voz baja, un sensual estruendo. Ella negó con la cabeza. “Es travieso mentir” Contestó él. Ella se mordió el labio, con miedo de contestar. Sabía lo que quería, pero no sabía cómo pedírselo a este hombre. ¿Qué pensaría de ella si le dijera lo que realmente quería? Él liberó su labio con el pulgar y recorrió la almohadilla sobre la piel mordida. “Las chicas malas son castigadas” "¿Cómo?” Susurró. ¡Wow! Nunca hubiese esperado esto de él. Su respiración se estremeció cuando un temblor recorrió su columna, y su cuerpo se calentaba con las connotaciones sexuales de sus bromas. Había fantaseado con situaciones como esta, pero nunca había soñado que pudiera suceder. Sus manos se asentaron en sus costillas, justo debajo de sus pechos. Poco a poco, las deslizó hacia abajo, sus pulgares rozando su vientre, luego en torno a su culo. Él ahuecó los globos y los apretó, la acción la atrajo más cerca de su cuerpo y de la erección que se tensaba contra los pantalones rojos. Ella gimió. Había algo especialmente perverso en un Santa con una erección. “Hay varias maneras” Contestó él. Rodeando su muñeca con su gran mano, él tiró de ella hacia la sala de estar y hacia un par de sillones que estaban frente un fuego alegre. Él la puso ante una silla y a continuación tomó asiento.

“Las manos detrás de la espalda, las muñecas cruzadas” Dijo en voz baja pero firme. Inmediatamente, ella obedeció. Al mismo tiempo, se preguntaba qué se le había metido dentro, pero aprovechó la onda de entusiasmo que la mantenía plantada en aquel lugar. “Pies distanciados” Instruyó él. "Más" Mordiéndose el labio otra vez, ella movió sus pies un poco más allá de la anchura de los hombros. Su posición tensó su ropa interior más apretada y empujó sus pechos. Sus pezones estaban duros y palpitaron contra la seda de unión de su sujetador. Ella desesperadamente quería que él la tocara, pero se no atrevió a preguntar. Él estaba en el control, y su placer vendría cuando él lo quisiera - y esperaba que lo quisiera finalmente. Por ahora, ella esperaría. Si fuese necesario, se iría a casa y usaría su vibrador con su cara en mente. Más tarde. Nervios, incertidumbre y entusiasmo a un lado, la asombraba lo cómoda que estaba cumpliendo sus órdenes. Ella siempre había sospechado que podría ser una sumisa de ser puesta en una situación D/S, pero nunca había sido lo bastante valiente para buscarlo. Ninguno de sus novios estuvo cerca de ser dominante, y no era algo que pudiera pedirle a alguien como Bill que le proporcionase. Sin embargo, allí estaba, obedeciendo a Zach Colvin, un simple conocido, y poniéndose en una situación que ella había escrito en los libros de los niños sobre cómo evitar. No hablar con extraños. No ir a ninguna parte a solas con alguien que no conoces. Al menos, ella había dicho a un amigo a donde iba y había prometido comprobarlo. Él no se había movido mientras la observaba, sus ojos azul intenso viéndolo todo. ¿Pensaría que estaba demasiado gorda? ¿Demasiadas curvas? ¿Demasiadas pecas? Preocupada, ella trajo sus brazos hacia delante y los cruzó sobre su cintura, mirando a otro lado. Él suspiró. "Traviesa" Murmuró. “Brazos atrás donde te dije” Despacio, ella hizo lo que le ordenó queriendo cubrirse, no exponiendo sus defectos. Una vez que ella había hecho lo que le había pedido, él cruzó sus brazos.

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