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Rose Corral EL COLEGIO DE MÉXICO

Hoy se sabe que Roberto Arlt escribió cuentos, de manera ininterrumpida, desde 1926 hasta su muerte, en julio de 1942. Han aparecido varias compilaciones en los últimos años. La primera, de Ornar Borré, publicada en 1984 con el título, Estoy cargada de muerte y otros borradores, señalaba ya la existencia de una abundante producción cuentística desperdigada en revistas de la época, principalmente en Mundo Argentino y El Hogar. Esta compilación recoge catorce cuentos desconocidos aunque algunos como «El silencio», «Ruptura de compromiso» y «En la orilla» son refundiciones o versiones de cuentos incluidos después por Arlt en El jorobadito. Esta reelaboración de textos, en particular de cuentos, fue una práctica recurrente en Arlt.1 En 1994 aparece otro volumen, esta vez de cuentos policiales, El crimen casi perfecto, recogidos por el mismo Borré. Como testimonio del gran interés por el género policial en ambas orillas del Río de la Plata, el uruguayo Pablo Rocca publica a su vez este volumen en Montevideo con el título de otro de los cuentos policiales de Arlt, Un argentino entre gangsters. Finalmente, en 1996 aparece la edición de Ricardo Piglia y Ornar Borré de los Cuentos completos de Arlt:2 un total de setenta y dos relatos. Para Piglia y Borré «la producción cuentística de Roberto Arlt es [junto a las Aguafuertes porteñas] la más fecunda [...] en toda su trayectoria literaria». Estos hallazgos dan otro giro a la recepción acostumbrada de Arlt que suele dividir su obra en dos períodos, el primero, desde 1926 hasta 1933, fecha de publicación de los cuentos de El jorobadito, período dedicado básicamente a la narrativa, y el segundo, del 33 a su muerte, dedicado sobre todo al teatro, aunque en este lapso aparecen sus cuentos africanos, El criador de gorilas y Viaje terrible, noVid. Ornar Borré, «Cuentos de Roberto Arlt: una poética de la reescritura», Hispamérica, 68 (1994), págs. 79-86. Estoy cargada de muerte y otros borradores, Buenos Aires: Torres Agüero, 1984; Un crimen casi perfecto, Buenos Aires: Clarín-Aguilar, 1994 (Col. La muerte y la brújula); Un argentino entre gangsters, Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1994; Cuentos completos, Buenos Aires: Seix Barral, 1996. Existe al parecer otra edición en dos tomos de la Narrativa corta completa de Arlt que no hemos podido consultar: ed. Domingo-Luis Hernández, Islas Canarias: Universidad de La Laguna, 1995.

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vela corta emparentada con lo fantástico, exhumada en los años sesenta por Adolfo Prieto.3 El conjunto de los cuentos de Arlt permite apreciar la gran diversidad de temas y recursos que empleó el escritor porteño en la narración corta, narración en la que se advierte, al igual finalmente que en el resto de su obra, el interés del escritor por «los usos populares de la cultura (los libros de divulgación científica, los manuales de sexología, las interpretaciones esotéricas de la Biblia, los relatos de viajes a países exóticos, las viejas tradiciones narrativas orientales, los casos de la crónica policial)».4 La atención puesta en particular en el corpus de cuentos policiales de Arlt se explica sin duda por el entusiasmo y el enorme interés que el género despierta en Argentina desde los años cuarenta por lo menos, y en el caso de Borges, todavía antes, como puede comprobarse en las páginas de Sur y en el suplemento del diario Crítica, La Revista Multicolor de los Sábados.5 Para Jorge Rivera, estudioso del género policial, estos descubrimientos revelan en la obra de Arlt «otras líneas narrativas más afines con típicos géneros de revista [de consumo masivo]» y están, según él, «a contrapelo de [la] corriente de canonización restringida a ciertos textos estratégicos de Arlt».6 Habría que precisar, sin embargo, que varias de las «líneas» destacadas por Rivera en estos nuevos cuentos están ya presentes en la obra conocida de Arlt. El relato de aventuras nutre la imaginación adolescente de los personajes de El juguete rabioso, lo fantástico aparece en algunos relatos de El jorobadito y también hay huellas de la crónica policial en las novelas mayores de Arlt, Los siete locos y Los lanzallamas, en algunas aguafuertes y en muchos de los cuentos de El criador de gorilas.1 En sus obras predomina el mundo «duro» del delito: robos, estafas, prostitución, asesinatos o ajustes de cuentas como el de Haffner, el Rufián Melancólico. El cuento «Las fieras» puede leerse en ese sentido como una excelente muestra de la vertiente «negra» de la narrativa policial de Arlt.8 Lo que tal vez sí sorprende en estos relatos «criminales» de Arlt es que adoptan las con3

La editorial Zig Zag publicó en Santiago de Chile en 1941 El criador de gorilas. Viaje terrible aparece también en 1941 en Buenos Aires, Nuestra Novela, n.° 6, 11 de julio de 1941. Ricardo Piglia, «Prólogo» a Arlt, Cuentos completos, pág. 7. 5 Como es bien sabido, en 1953 aparece la primera antología del género en Argentina. Rodolfo Walsh (ed.), Diez cuentos policiales argentinos, Buenos Aires: Librería Hachette, 1953. En el suplemento del diario Crítica en 1933, Borges junto con Ulyses Petit de Murat, directores del suplemento, publican varios relatos de tipo policial. En Sur aparece el ensayo de Borges, «Los laberintos policiales y Chesterton», Sur, 10 (1935), págs. 92-94. 6 «Arlt y el género policial», en Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera, Asesinos de papel. Ensayos sobre narrativa policial, Buenos Aires: Colihue, 1996, pág. 137. 7 Arlt fue cronista policial en el periódico Crítica en 1927 y pudo conocer de cerca varios casos, como por ejemplo el que le inspira su primera obra dramática, Trescientos millones. 8 Es el cuento que escogió Ricardo Piglia para su colección heterodoxa de relatos policiales, tal vez precisamente por su vinculación con la serie negra que se mueve en un terreno social más denso que los clásicos relatos de enigma. Las fieras, sel. y pról. de Ricardo PigHa, Buenos Aires: Clarín - Aguilar, 1993.

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venciones o reglas del género en su vertiente clásica de relato «enigma» o «problema»: hay un crimen o delito, hay una investigación y finalmente un desciframiento o resolución del enigma que pone en juego la ingeniosidad y las aptitudes intelectuales o de reflexión del investigador. Otro hallazgo, que deberá sin duda tomarse en cuenta para el estudio de la recepción de su obra, es la publicación de algunos de sus cuentos y varias decenas de crónicas (sus famosas «aguafuertes») en México en el periódico El Nacional 9 en la década del treinta y a principios de los cuarenta.10 Las crónicas de Arlt aparecen entre 1937 y 1941 en un espacio privilegiado del periódico, su página editorial, que también publicaba artículos de otras latitudes. Lo más probable es que estas «apropiaciones» se hacían sin ninguna autorización y que por lo tanto el propio Arlt no se enteró nunca de que sus notas se publicaban en México. Sólo en algunas ocasiones, muy pocas, se menciona la procedencia de las crónicas, o sea el periódico El Mundo de Buenos Aires en donde Arlt trabajaba desde 1928. «Final de cena»,11 uno de los cuentos de Arlt publicado en el suplemento dominical de El Nacional en 1934, merece destacarse no sólo por el interés que presenta en sí mismo sino también porque es un cuento que curiosamente no ha sido recogido en Los cuentos completos del autor. Resulta al fin y al cabo bastante asombroso que un texto desconocido de Roberto Arlt se descubra en la prensa mexicana de los años treinta. Junto con este cuento, en el mismo suplemento, aparecen también otros dos relatos de escritores argentinos, Mario Augusto Delfino y Luisa Sofovich.12 Aunque no se señala la procedencia de ninguno de los textos publicados, el origen está sin duda en la prensa argentina de la época. A lo largo de la década el periódico mexicano seguirá publicando relatos de otros escritores argentinos, Samuel Eichelbaum, Enrique Larreta, Alvaro Yunque, Manuel ligarte, Eduardo González Lanuza y ya en los cuarenta, de Macedonio Fernández y Borges. «Final de cena» es precisamente un cuento emparentado con la veta hoy más celebrada de Arlt, la policial. El texto es varios años anterior a los relatos policiales compilados en El crimen casi perfecto (publicados por Arlt a su regreso de España y Marruecos, entre 1937 y 1940), y es asimismo notoria la cercanía con algunas temáticas presentes en los cuentos de El jorobadito y en las novelas, 9

El Nacional, órgano del Partido Nacional Revolucionario, antecesor del actual PRI, se creó en 1929. Este «Diario popular», subtítulo del periódico en los primeros años, fue sustituido a mediados de la década del treinta por el de «Al servicio de la colectividad». Se trata de una etapa combativa del periódico en la que se buscaba la consolidación del partido oficial. 10 A partir de este hallazgo en México no resulta descabellada la hipótesis de que las crónicas de Arlt y tal vez algunos de sus relatos hayan sido publicado en otros países de Hispanoamérica. " Roberto Arlt, «Final de cena», El Nacional (México, D. F.), 8 de abril de 1934, págs. 4 y 5 del «Suplemento dominical», n.° 155. 12 Se trata de los cuentos «Ladrones», de Mario Augusto Delfino y «La carpeta» de Luisa Sofovich. El Nacional, ibid.

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como son entre otras, las relaciones de dominio entre mujer y hombre, la crítica a la institución del matrimonio, la necesidad y la dificultad a la vez de la confesión. El relato, totalmente dialogado, se construye como un interrogatorio judicial en el que sólo intervienen el juez de instrucción y un ingeniero, único testigo del crimen. El homicida se conoce desde el principio, aunque no la víctima. Por otra parte, la relación ambigua, doble, del homicida con el testigo complica y retrasa la narración de los hechos e incluso desvía la indagación de los posibles móviles del crimen, motivo del interrogatorio. El relato de los meses y días que preceden al crimen se demora en la extraña relación que empiezan a entablar el testigo y el homicida. Como en otros casos de desdoblamiento en la narrativa de Arlt (por ejemplo, Erdosain y Barsut o el narrador y el jorobado en el cuento «El jorobadito»), el testigo se siente simultáneamente atraído y rechazado por la personalidad del homicida. Esta curiosidad, juzgada «anormal» por el juez que lleva a cabo el interrogatorio, desplaza el enigma del plano puramente policial o criminal hacia otro enigma, de signo distinto, en torno a la personalidad de Thorwaldssen, el homicida: «Trasuntaba algo de ese hombre que no me era desconocido, un enigma que me atraía con fuerza singularísima». Descartada entre ambos personajes la posibilidad de la confesión («esperaba una confesión, dice el testigo, y la confesión estaba más y más distante»), la «verdad» del homicida, su desajuste íntimo, sólo estalla en este anodino, en apariencia, «final de cena» que enfrenta al homicida con su amiga. La violencia verbal inusitada entre los personajes culmina en una doble muerte ya que el criminal se suicida inmediatamente después de disparar sobre la mujer. Asesinato seguido del suicidio, como sucede en el caso de Erdosain en Los siete locos y, en la misma novela, con el extraño suicida del café. Hay que decir que el homicida es un personaje insólito en el mundo de Arlt en que los delitos pertenecen al mundo del bajo, como en «Las fieras», o a los seres marginados, sin trabajo, o trastornados como la protagonista de su pieza teatral, Saverio, el cruel. En el relato se subraya en varias oportunidades el origen de clase del ingeniero, su moral convencional, en definitiva el mundo normal, familiar, legal al que pertenece y la súbita presencia del delito. Parece inevitable pensar en la escena final de El juguete rabioso, escena en que también el mundo normal que encarna en la persona del arquitecto se halla confrontado con el delito de Astier, con su traición. A pesar de la proximidad de la temática de este cuento con «Noche terrible», «Ruptura de compromiso» o «El jorobadito», o sea la conquista del hombre para el matrimonio, un vínculo material que excluye el amor, hay también diferencias notables con «Final de cena»: en aquellos textos la mujer suele encubrir su juego o sus estratagemas para conquistar el hombre. Cuestionada y acosada por el homicida, aquí la mujer, en el momento final, acaba descubriendo del modo más cínico y violento los intereses que persigue con la relación amorosa. En varias «aguafuertes porteñas», contemporáneas de este cuento y de los anteriores, Arlt denunció la naturaleza de las relaciones entre los dos sexos y llegó in-

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cluso a dialogar con varias mujeres que le escribían a la redacción del periódico. En una crónica de junio del 31, «La comedia femenina», Arlt escribía: Actualmente, como se encuentra organizada nuestra sociedad, se puede decir que las relaciones entre hombres y mujeres son semejantes a una batalla.13 Una batalla sorda, donde el más astuto, el más hipócrita, aquel que más domina sus nervios, su voluntad y sus sentidos, triunfa y engaña al más débil e instintivo. Y una batalla no se efectúa a base de sinceridad, sino con ardides, mentiras, farsas y palabras engañadoras.14 La mecánica policial es aquí un elemento dinamizador del relato y no tal vez el centro del relato como en otros de sus cuentos policiales. El género le permite también intensificar las relaciones de dominio y odio entre el hombre y la mujer y volver verosímil el crimen final. El resultado, nos parece, es un texto mucho más denso y cargado de connotaciones sociales y morales que los relatos de enigma compilados en El crimen casi perfecto. El, o mejor, los enigmas son de diverso orden y no van simplemente encaminados a la elucidación de la intriga criminal. Aunque es comprensible la acelerada incorporación de Arlt entre los cultores del género policial en Argentina, tal vez, como lo plantea Piglia en su heterodoxa antología de cuentos policiales argentinos, lo que interesa «no es la repetición deliberada de las reglas de un género sino [la búsqueda de] sus rastros parciales y fracturados» y «la forma en que la narración policial actúo en la literatura argentina».15 El cuento de Arlt recuperado en México es un buen ejemplo del uso del género para construir un relato original que no se contenta con mimetizar los procedimientos del género y que merece conocerse e incluirse en la nutrida producción cuentística de Arlt.

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Así se intitula por cierto un cuento de Arlt de 1931 cuyo tema es la hostilidad sorda y a distancia en este caso entre un hombre y una mujer. Cfr. Cuentos completos, págs. 139-43. Citado en Roberto Arlt, Aguafuertes porteños. Buenos Aires, vida cotidiana, ed. Silvia Saítta, Buenos Aires-Madrid: Alianza Bolsillo, 1993, pág. 121. Vid. Las fieras, pág. 9.

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