Arquitectura Religiosa Neoclásica en la Provincia de Albacete

1 Arquitectura Religiosa Neoclásica en la Provincia de Albacete Introducción El objetivo de esta charla es hacer una aproximación a “La arquitectura

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Arquitectura Religiosa Neoclásica en la Provincia de Albacete Introducción El objetivo de esta charla es hacer una aproximación a “La arquitectura religiosa neoclásica en la provincia de Albacete”, pues para el conocimiento profundo del tema es preciso recurrir a la bibliografía consultada, mientras no haya nuevas investigaciones que completen el panorama de este momento artístico. Forma parte del curso organizado por el Obispado para dar a conocer el patrimonio de la Iglesia en esta demarcación eclesiástica, que ahora coincide con la división provincial. El término neoclásico designa a la corriente cultural y artística surgida en el XVIII, y que se corresponde con las transformaciones sociales, económicas y políticas que se vivieron en la Europa de la Ilustración. Parte de una elaboración teórica gestada por una minoría de población, que pretende un “saneamiento” de todos los ámbitos de la sociedad y que, desde la perspectiva del arte, se manifiesta en la búsqueda del ideal de belleza de la antigüedad clásica grecorromana. En nuestro país, tendrán un papel decisivo en la consecución de este logro las Academias de Bellas Artes. Determinante fue la función de la Academia de San Fernando, nacida bajo la forma de Junta Preparatoria en 1744, durante el reinado de Fernando VI, y oficialmente constituida en 1752. Pero su impulso definitivo se produce a partir de 1761, ya bajo el reinado de Carlos III, con la figura del pintor-tratadista y arqueólogo Mengs -amigo y propagador de las ideas de Winckelmann-, contrario a los artistas barroquizantes e impulsor de la nueva corriente artística. Los ataques contra lo barroco continuarán, tras él, en figuras claves de la época como Jovellanos, Ceán Bermúdez o Diego de Villanueva (hermano mayor de Juan de Villanueva).

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Cronológicamente, por tanto, es la segunda mitad del siglo XVIII cuando se inicia y consolida esta corriente o estilo artístico, pero ¿hasta cuándo? En la bibliografía consultada existen diversidad de posicionamientos a la hora de establecer el final del periodo, para algunos concluye en la década de 1820, otros lo llevan hasta la muerte de Fernando VII, 1833, como deja entrever Alberto Darias: “…a grandes rasgos el periodo fernandino es una etapa bastante continuista, (…) produciéndose la ruptura con la apertura política que supone su fallecimiento”. Superado este momento artístico, uno de los acontecimientos claves en la evolución de la arquitectura será la creación de la Escuela Especial de Arquitectura de Madrid -dentro de la reforma de las bellas artes que separan los estudios de arquitectura, escultura, y pintura y grabado-, en 1844, justo un siglo después de que comenzara la andadura de la Academia de San Fernando. En la historiografía española hay disparidad en la utilización del concepto neoclásico, para algunos incluye toda la producción, en nuestro caso arquitectónica, realizada durante las últimas décadas del XVIII y primeras del XIX; otros, sin embargo, distinguen entre neoclasicismo y clasicismo académico, en el que predomina lo ornamental sobre lo estructural y perviven recuerdos barrocos. Así, Chueca Goitia considera que “…el barroco tardío clasicista,

es

muy

importante

y

su

vigencia

hace

que

se

retrase

considerablemente la aparición del neoclásico propiamente dicho…”. Sin entrar en estas diferencias, que pueden incluso ampliarse y dividir más este momento artístico, voy a utilizar el término en su sentido amplio.

La arquitectura neoclásica en la provincia de Albacete aparece en la década de 1780. Ya que nuestro interés se centra únicamente en la religiosa, para sistematizar esta aproximación la dividiremos en tres apartados:  Iglesia de Santa Quiteria de Elche de la Sierra  Arquitectura de Lorenzo Alonso Franco  Iglesia de la Asunción de Almansa

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Iglesia de Santa Quiteria de Elche de la Sierra La construcción de este majestuoso templo está unida al maestro arquitecto Francisco Pérez Rodríguez, que inspecciona el terreno en que se ubica, realiza los planos y tasa la obra. Se erige en el mismo lugar que ocupaba la anterior iglesia, según documenta el propio arquitecto en noviembre de 1781, pero ante las considerables proporciones del mismo, 45 x 30 metros, fue necesario expropiar varias casas de vecinos. Las obras se inician a principios de 1783 y finalizan en 1788, periodo muy breve de tiempo que hace del edificio un conjunto homogéneo, en el que también se acoplan perfectamente los bienes muebles: retablos, canceles y órgano. Curiosamente, el momento en el que se levanta el nuevo templo coincide con una personalidad clave en la archidiócesis de Toledo -a cuyo obispado ha pertenecido Elche de la Sierra hasta 1966-, la figura del cardenal Lorenzana, prototipo de hombre ilustrado que hizo de Toledo uno de los puntos emblemáticos del neoclasicismo español. Los materiales utilizados en la construcción de la iglesia son: la piedra de sillería, que domina en fachada y zonas clave -puerta lateral, esquinas, vanos, etc.-, la mampostería en el resto del muro, y el ladrillo en cimborrio y algunas superficies del muro de la nave. Presenta los rasgos característicos de las iglesias jesuíticas, prototipo de la iglesia del barroco, al mostrar: planta de cruz latina inscrita en un rectángulo,

crucero

y

cabecera

plana,

nave

única,

capillas

laterales

intercomunicadas, bóveda de cañón en nave y nave crucero con fajones y lunetos, y cúpula sobre pechinas en el crucero. En Santa Quiteria, las capillas laterales tres en lado de la epístola y dos en la del evangelio-, cubiertas por cúpulas de bajo resalte, presentan una conexión tal, entre ellas, que llegan a comportarse como naves laterales. Los elementos de soporte son los muros, pilares y pilastras -tanto las que arrancan de los arcos de medio punto que configuran las arcadas laterales, como las que se elevan hasta el entablamento de la nave-, pilastras cajeadas toscanas de gran austeridad. El entablamento desde el que se inicia la bóveda es continuo, aunque éste resalta sobre los pilares del crucero. Los pilares del crucero sostienen la singular cúpula, sobre pechinas y entablamento clásico, con linterna pero sin tambor que, al cubrirse con el cimborrio Aproximación a la Arquitectura Religiosa Neoclásica en la Provincia de Albacete. Rafael Piqueras García (IEA)

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exterior y limitar en número de óculos diáfanos por intercalarlos con ciegos, no tiene la luminosidad que debiera. La sensación final que produce el interior del templo es de un marcado clasicismo, por la mesura de los elementos ornamentales y por el propio revoque blanco utilizado, a lo que contribuye la homogeneidad de los bienes muebles del mismo carácter: el magnífico retablo-cuadro de Santa Quiteria, los canceles, los retablos y, por último, el órgano. Contratado éste en 1792 a Joseph Llopis, último representante del taller de órganos que la dinastía Meseguer había mantenido en Almansa desde el siglo XVII, fue, según Enrique Máximo, su “obra más importante y espectacular”. Situado en el coro alto, tras la restauración que finaliza en 2005 ha vuelto a ser elemento clave del esplendor del templo, como en el pasado. Si nos centramos en el exterior de Santa Quiteria, muy rica en la disposición de volúmenes, vemos que destacan el cimborrio y, especialmente, la fachada de piedra de sillería, que vuelve a mostrar el mismo perfil clasicista del interior. El espacio central y las dos torres gemelas de ambos lados conforman la perfecta simetría de la sólida fachada. El cuerpo central se configura como un rectángulo delimitado lateralmente por grandes pilastras toscanas que soportan el entablamento, a su vez soporte del frontón superior. En el eje de simetría se abre la portada de rasgos clásicos, y la ventana del coro entre pilastras y cubierta por frontón, la cual se apoya, a su vez, en una placa recortada de tradición barroca. Entre las pilastras y el eje de simetría hay dos bandas rehundidas en sentido vertical, detalle que tanto prodigará Lorenzo Alonso en su arquitectura religiosa. Las torres de tres cuerpos, delimitados por impostas planas cada uno de ellos, presentan en sus paramentos superficies rehundidas. El cuerpo de campanas se inicia en un basamento desde el que se abren vanos de medio punto entre dobles pilastras toscanas, sobre las que se sostiene el entablamento. Toda esta estructura arquitectónica se corona con sendos chapiteles de perfil curvo. No es muy arriesgado apuntar que en la inspiración neoclásica de Santa Quiteria se pueden hallar reminiscencias herrerianas, formas que había retomado Ventura Rodríguez y que continúan otros arquitectos, entre ellos Juan de Villanueva, que encuentran en El Escorial una de sus fuentes de inspiración. Concluyendo, es la iglesia de Santa Quiteria una muestra de serena sobriedad.

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Arquitectura de Lorenzo Alonso Franco Nacido en 1750, su formación está unida a la Real Academia de San Fernando, de la que recibe los ideales neoclásicos. En 1788 es nombrado Académico de mérito de la Academia, con la que mantiene a lo largo de su vida profesional unas relaciones excelentes; somete sus proyectos a los dictámenes de la misma, que le son aprobados en su mayoría. Se convierte en un referente en la arquitectura que se levanta en el obispado de Cartagena, luchando contra el intrusismo de maestros de obras formados en las tradiciones barrocas. Sus obras presentan rasgos singulares que las hacen fácilmente identificables, incluso pueden vincularse a él algunas de autoría desconocida, por mostrar las características de su estilo:

empleo de la piedra de sillería en puntos

fundamentales (bandas, esquinas, frontones, entablamentos, puertas, etc. ), y mampostería para el resto de muros, que interiormente se revocan; plantas rectangulares de nave única, con capillas hornacinas entre contrafuertes que no se resaltan al exterior; composición del muro interior mediante arcadas, sucesión de arcos de medio punto entre pilastras cajeadas de órdenes clásicos, especialmente jónicas; sobre las pilastras entablamentos austeros bien definidos, del que arrancan bóvedas de cañón con fajones y lunetos; portadas adinteladas a las que sobrepone cornisas; predominio de ventanas semicirculares -denominadas de termas-, muy características de la arquitectura neoclásica; utilización de bandas o lesenas verticales en piedra de sillería en fachadas, acompañadas a veces de bandas horizontales, que delimitan espacios rectangulares rehundidos -en ocasiones en mampostería-, que imprimen verticalidad al conjunto; los remates de las fachadas presentan molduras bien marcadas o entablamentos, en ocasiones, cubiertos con frontones rectos.

Cronológicamente, la enumeración de sus intervenciones en la provincia de Albacete, es la siguiente:

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Pórtico y torre de la parroquia de San Andrés, de Alcalá del Júcar. Fue el primer proyecto importante de Alonso. Lo aprobó la Comisión de Arquitectura de la Academia de San Fernando en 1787, y se inició en 1788. Se trata de un cuerpo en piedra de sillería, antepuesto a la ya existente iglesia barroca. El conjunto es de una gran verticalidad por la propia altura de la nave a la que se adapta, por la utilización de bandas y recuadros rehundidos en el pórtico que acentúan esta dirección- y por la superposición de la torre sobre el propio pórtico; también ofrece cierta asimetría, al adosar en el lado de la epístola el baptisterio, con cubierta a un agua.



Santa María del Salvador, de Chinchilla En 1787 da plano y condiciones para una serie de intervenciones en la iglesia de Chinchilla, de las que únicamente se completarán la renovación del tejado y una parte del claustro. Las obras para la fachada, comenzadas en 1790, se paralizan en 1791, lo que ha permitido conservar la portada gótica del templo.



San Bernabé, de Pétrola. Es la primera obra enteramente de Alonso, levantada entre 1793 y 1796, y en la que se dan los rasgos generales del autor, tanto en materiales, planta o alzados interiores o exteriores-, todo lo cual la convierten en prototipo de las erigidas más tarde. En la cabecera del templo se conserva un edículo con frontón y columnas que pueden ser originales. La torre se dispone adosada a la cabecera.



Crucero de la iglesia parroquial, de Peñas de San Pedro El proyecto lo manda a la Academia en 1792, realizándose la obra, probablemente, entre 1794 y 1797. Los brazos del crucero, con testeros planos, presentan una estructura similar a San Bernabé de Pétrola. Conserva restos de los retablos originales.



Capilla de la Comunión de Santa María del Salvador, de Chinchilla Diseñada en 1795 y construida en 1798, con planta rectangular, conserva la bóveda de cañón con fajones de yeso, pero las pilastras de fuste liso y capitel corintio se han convertido en lesenas y se han transformado, asimismo, las molduras del entablamento.

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San Dionisio Areopagita, de Fuente Álamo Terminada en 1798, presenta, tras los tres tramos del cuerpo, iguales a los de Pétrola, la singularidad de su cabecera circular inscrita en un cuadrado, que se cubre mediante cúpula. La fachada, típica de Alonso, presenta una puerta adintelada con cornisa sobre ménsulas laterales, sobre ella un medallón de piedra con los símbolos del santo titular, sostenido por dos ángeles de clara composición barroca. Siguiendo el eje de la puerta y tras la cornisa, se levanta la torrecampanario rectangular.



Santa Quiteria, de Higueruela Probablemente, su periodo constructivo abarca desde 1799 a 1803. Es una edificación de nave de cuatro tramos y un crucero cubierto por cúpula rebajada sobre pechinas. Los laterales del crucero, poco profundos, presentan bajo el entablamento dos pilastras que dividen el muro en tres espacios -el central con dos hornacinas superpuestas y los laterales con puertas adinteladas-. La torre se adosa en mitad del muro del lado del evangelio. Tanto interior como exterior, muestra semejanzas con la iglesia de Pétrola.



San Andrés, de Carcelén La intervención de Alonso en este caso es la de concluir una obra inacabada, para lo que envía planos a la Real Academia de San Fernando en 1799, que le son aprobados. Su participación podría circunscribirse a la nave central, próxima al estilo del arquitecto, así como a la neoclásica capilla de la comunión, en el lado del evangelio de la cabecera del templo, que recuerda a la de Santa María del Salvador, de Chinchilla, aunque aquí las pilastras tienen capiteles compuestos.



Nave y fachada del Santuario del Cristo del Sahúco, en Peñas de San Pedro Aunque no documentada la autoría de Alonso, ambas presentan los rasgos característicos del arquitecto, a lo que hay que sumar el hecho de la intervención del mismo en la iglesia de Peñas de San Pedro. Su construcción se desarrollaría entre la década de 1790 y los primeros años del siglo XIX. Elemento singular de la fachada es la colocación de la portada rehundida bajo un arco, sobre el que, en un segundo piso, se abre un balcón entre los cuerpos de las torres.

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Iglesia de la Asunción de Almansa Frente a la homogeneidad de las anteriores iglesias, la Asunción de Almansa es el resultado de continuas transformaciones y añadidos a la obra originaria, lo que determina su gran variedad de estilos. Comenzada en el segundo cuarto del siglo XVI, ante el crecimiento de población que hace insuficiente la vieja iglesia junto al castillo, la traza se debe al vizcaíno Maestre Pedro, que la configura con planta de nave única de dos tramos, a la que se abren capillas laterales entre contrafuertes que se incrementarán con el paso del tiempo. Construida todavía en estilo gótico final, podemos imaginar sus características por iglesias próximas, como la de Santa María de Villena, pues las profundas modificaciones con el paso del tiempo hacen que sólo se conserven de ese momento: el muro de mampostería reforzado por estribos, que en su frente exterior se revisten de aparejo de sillería, y las capillas laterales con bóvedas góticas de terceletes, más una recargada, además, con combados y ligaduras. La traza de Maestre Pedro la continúan otros artífices, que no solamente prosiguen el proyecto inicial sino que, en ocasiones, son llamados para solucionar los problemas estructurales que desde el primer momento se detectan en muros y cubiertas, para lo que, entre otras cosas, plantean reforzar los estribos intermedios. Problemas que parten, entre otros motivos, del emplazamiento en zona de rambla, de la gran anchura de la nave, del sistema de descarga del tejado sobre las bóvedas, etc. El estilo renacentista, tras tímidas apariciones en lo ya construido, se consolida en la ampliación de un nuevo tramo a la nave, hacia los pies del templo, y en la fachada principal, en la que se elevan la portada y las bases de las dos torres. El primer cuerpo de la portada, que se levanta a lo largo de las dos últimas décadas del XVI, puede deberse a Juan Anglés, autor de la puerta norte de la catedral de Orihuela, o a Pedro Ladrón de Arce, que mantiene relaciones profesionales con el primero. El segundo cuerpo de la portada, cuya traza realiza en 1619 Francisco de Figuerola, se finaliza en 1624. El barroco da comienzo en la Asunción con la construcción, durante el segundo cuarto del siglo XVII, de la nueva sacristía, adosada al muro del evangelio, y en cuyo piso superior albergará la sala capitular. Pero la obra decisiva de la centuria Aproximación a la Arquitectura Religiosa Neoclásica en la Provincia de Albacete. Rafael Piqueras García (IEA)

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es la renovación de la cubierta. Entre 1666 y 1670 se levantan las bóvedas trazadas por el arquitecto e ingeniero aragonés Melchor Luzán, que sustituyen a las góticas, y que son las que siguen cubriendo el templo. Hablamos de bóvedas porque, bajo la apariencia de una bóveda de cañón, se levantan bóvedas baídas compartimentadas por los arcos torales. Sin embargo, siguen sin solucionarse los males que afectan al edificio desde sus inicios: inconsistencia del suelo, abundancia de agua en su entorno, deficiencias en los soportes y el sistema de tabiquillos que descansan el tejado sobre las bóvedas. Del siglo XVIII, dentro de un barroco que oscila entre elementos recargados y otros de una cierta orientación clasicista es la capilla de la Comunión, en cuya fachada se lee el año 1763. Junto al cuerpo superior de la portada, de rica decoración barroca que incluye resaltables rocallas, hay un primer cuerpo de decoración más contenida, que enlaza con el interior de iguales características. La única torre que se alza fue trazada por el ingeniero y arquitecto valenciano Antonio Cabrera. La obra neoclásica -centro de interés de mi exposición- surgirá como consecuencia del hundimiento de la capilla mayor en 1784, desenlace tras el largo historial de problemas que arrastra el edificio desde sus inicios. La ruina de la cabecera del templo hará precisa la elaboración de informes de distintos arquitectos. Antonio Cabrera apunta los problemas del terreno sobre el que se asienta la iglesia, propone demoler la parte afectada, elevar un muro en el primer arco toral sano – que le permita seguir abierta al culto- y, a partir de él, reedificar la capilla mayor ampliando su longitud. Francisco Gilabert presenta en su informe un estado tan desolador que el Ayuntamiento piensa en la construcción de una nueva iglesia en terrenos más sólidos. Desde el obispado se manda a Manuel José Cantero y Francisco Bolarín para que realicen nuevos informes, pero todavía en 1787, en que se solicitan planos a Felipe Motilla, lo único que se ha hecho es levantar el muro bajo el arco toral para hacer utilizable un edificio sobre el que todavía no se han tomado decisiones claves. Curiosamente, Motilla hace una referencia interesante en el contexto en el que nos movemos, la de que la realización de su proyecto esté supeditado a la aprobación previa de la Real Academia de San Fernando; su informe plantea la necesidad de reforzar cimientos, macizar los huecos de las capillas laterales y ampliar, al igual que sugiere Cabrera, la extensión de la capilla mayor.

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No obstante, el proyecto que se lleva a cabo es el de de Bartolomé Ribelles, que es aceptado en 1789. Ingeniero y arquitecto valenciano que trabaja en algunas obras civiles en la provincia -entre ellas en el pantano de Almansa-, logra en la Asunción, sin lugar a dudas, su mejor intervención en arquitectura religiosa. La figura de este arquitecto está también muy vinculada a las Academias: a la de San Carlos de Valencia por ser uno de sus primeros discípulos en arquitectura, y en la que alcanza destacados puestos y distinciones; y a la de San Fernando, porque desde 1781 se convierte en académico de mérito. Con el proyecto de Ribelles, que prolonga la longitud de la nave, se edifica un gran ábside semicircular, en mampostería y ladrillo, donde se ubican ocho grandes columnas corintias de 8,5 metros de altura, que se corresponden con el mismo número de pilastras sobre el muro, dejando entre unas y otras un pequeño pasillo. Tras el entablamento, la cubierta de la cabecera es, lógicamente, la de cuarto de esfera. Se ha hablado insistentemente del carácter francés de este espacio, como hizo Alfonso E. Pérez Sánchez, a quien le recuerda el piso superior de la capilla de Versalles, del siglo XVII. Aunque un ejemplo más cercano es el de la iglesia de Saint Philippe du Roule, de París, construida entre 1772 y 1784. En España podemos encontrar otros paralelismos, como el Oratorio del Caballero de Gracia, iniciado en 1784 por Juan de Villanueva; y también, como apunta Joaquín Bérchez, con la cabecera de la catedral de Segorbe, concluida en 1795 con planos de Vicente Gascó, maestro de Ribelles. La unión de la columnata con el resto de la nave se soluciona con un motivo típico de los tratados clásicos de arquitectura del Renacimiento: dobles columnas adosadas, entre cuyos intercolumnios se abre una hornacina en el primer cuerpo y espacio rectangular en el segundo. Tras el entablamento se desarrolla un gran arco fajón. Muerto Ribelles en 1795, sin haberse terminado las obras, se hace cargo de ellas su sobrino Manuel Blasco -que llegará a ser director de Arquitectura de la Academia de San Carlos-, pero que se verán paralizadas en 1802 por problemas estructurales en un arco fajón. Por todo ello, el proyecto neoclásico de Ribelles quedará incompleto hasta mediados del siglo XIX, en que, en un momento artístico distinto al del que generó el proyecto, se finalizará.

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De principios del XIX son los interesantes bienes muebles, también de estilo neoclásico, que complementan la intervención arquitectónica: el retablo, que podría deberse a Manuel Blasco, y un órgano de Joseph Llopis, sobre 1805, sito junto al presbiterio en el lado de la epístola. La instalación de éste seguía las directrices académicas de llevar el coro al presbiterio, al igual que para potenciar el efecto de simetría, tan propio del neoclasicismo, se instalaba un falso órgano en el lado del evangelio. El proyecto neoclásico, fraguado en 1789, no se completará hasta 1863-1864. Tras la visita de Isabel II a la ciudad, se hace constar la necesidad de intervenir en la fachada principal y la de terminar el proyecto de Ribelles, lo que se hará principalmente con fondos del Estado por el compromiso adquirido por éste tras las desamortizaciones,

que

dejaron

mermados

los

ingresos

eclesiásticos

y

municipales. El arquitecto que finaliza las obras es Juan Nepomuceno Ávila Bermúdez, primer “arquitecto de provincia” -cargo creado en 1858-, aunque no sabemos si introduciendo modificaciones a los planos de Ribelles. Las obras las lleva a cabo el arquitecto José Moreno. La iglesia, desde entonces, queda básicamente en su estructura tal y como hoy podemos contemplarla. Las arcadas laterales preexistentes se revisten en ese momento con arcos de medio punto de factura clasicista, separados por pilastras corintias cajeadas; pilastras que soportan el amplio entablamento que, continuando el de la cabecera, circunda todo el templo. En la cornisa de dicho entablamento se desarrollan, como motivos ornamentales, un primer nivel de dentículos y un segundo de ménsulas. La relación de la reforma hecha hasta ahora está perfectamente documentada: todos los elementos ornamentales clásicos -capiteles, ménsulas, dentículos, etc.los realiza el tallista Feliciano Coderque; se labran los sillares de las ventanas; se enluce el interior del templo de yeso y alabastro; se traslada y se vuelve a componer el órgano por Juan de Amezúa;

se abre la puerta sur del templo,

aunque con materiales más modestos, siguiendo las directrices clasicistas del resto de la intervención. Para completar la instalación del coro en el presbiterio se compra la sillería de la cartuja del Ara Christi del Puig (Valencia), de la que se hace eco Roa Erostarbe.

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Unos años después se levanta el cancel de la puerta principal y probablemente, sobre él, se instala el coro alto. A partir de ahora, los cambios producidos son especialmente del patrimonio mueble, pero sin modificar, en esencia, el templo. Las principales transformaciones tienen lugar en 1925, con motivo de los preparativos de la coronación de la Virgen de Belén, el más significativo el cambio del retablo neoclásico por uno nuevo en estilo ecléctico. La guerra civil trajo la pérdida de retablos, imágenes, sillería de coro, órgano y falso órgano, etc. Desde entonces, los principales hitos en la obra neoclásica serán la adecuación del edificio tras finalizar la guerra y, en 1975, para la nueva coronación de la patrona, la intervención en el presbiterio para levantar el trasaltar que hoy conocemos. Posteriormente, durante los años 1986 y 1987, se desmontó el tejado, a fin de cambiar el sistema de tabiquillos sobre las bóvedas -en los que se apoyaba- por el de cerchas. De esta forma se transmite el peso del tejado directamente sobre los muros, y, por tanto, deberán quedar definitivamente cerrados los problemas de estructura del edificio. En 1993 se procedió a la decoración del presbiterio, pintando las columnas y el entablamento, e igualmente el resto del templo. Si como plantea Chueca Goitia los arquitectos verdaderamente neoclásicos son “estylophilos”, es decir amantes de la columna exenta, no de la adosada ni de la pilastra, la iglesia de la Asunción sería un buen ejemplo del neoclasicismo más purista. Sin embargo, la belleza de la cabecera del templo, con su gran columnata, queda desdibujada por el trasaltar de 1975, por lo que sería interesante que la Delegación Diocesana de Patrimonio no descartase una intervención que plantease desmontar dicho espacio.

Rafael Piqueras García

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