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ASAMBLEA DIOCESANA DE CARITAS 18 de junio de 2011, Calatayud
Muy queridos hermanos y amigos: Con cuanta alegría participo con vosotros en esta Asamblea, para deciros con sencillez, pero de todo corazón mil gracias por todo lo que hacéis por los pobres. Como dije el día de mi ordenación, una de las preocupaciones de mi ministerio episcopal, una actividad a la que reservaré siempre un lugar preferente será la atención a las personas más débiles y vulnerables de la sociedad, a los niños, jóvenes, los pobres, los enfermos, los ancianos, los emigrantes, los que se encuentran solos, los que han perdido el sentido de la vida, los marginados por la colectividad, los desempleados, los que sienten la soledad, los que sufren especiales dificultades en el cuerpo o en el espíritu. Espero que juntos podamos encontrar caminos y respuestas para aliviar y afrontar esos problemas y situaciones de dolor y sufrimiento El lema de mi servicio apostólico lo he señalado con las palabras de S. Pablo: “caritas in veritate” (1 Cor. 13,6). El desarrollo, el bienestar social, la solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan de la verdad en la caridad. Sin verdad, sin amor a lo verdadero, no hay conciencia ni responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y dela lógica del poder. Seamos generosos con Cáritas. No sé si habéis pensado alguna vez que la caridad, el amor, es el único valor que cuanto más se da más se tiene. No olvidemos que la caridad es el único valor en alza, sus beneficios quedan siempre en manos de nuestro Padre Dios que multiplica nuestros desvelos, generosidades e intereses. El compartir los bienes y recursos, de donde proviene el auténtico desarrollo, no se asegura solo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence el mal con el bien.
“La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda ley (cf. Mt 22,36-40). “Dios es caridad”: todo proviene de la caridad de Dios, todo
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adquiere forma por ella y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y es nuestra esperanza”1. Cáritas es el organismo oficial de la Iglesia a través del cual hacemos presente el mandamiento del amor y lo plasmamos en los rostros de los más necesitados. Cáritas no es una ONG, sino que es la acción pastoral de la Iglesia que continúa la acción evangelizadora de Cristo y que debe impregnar a toda la comunidad y visibilizar el amor de Dios a los hombres, como Cristo, que “no vino a ser servido sino a servir”2 Cáritas diocesana es el organismo destinado a promover y coordinar los esfuerzos de solidaridad de toda la comunidad diocesana. Es necesario que existan equipos de Cáritas en todas las parroquias y arciprestazgos, coordinados entre ellos, para que los rasgos característicos de Jesús, su amor hacia los últimos, brille en nuestra Iglesia. Desde que Dios en Jesús se hizo carne de nuestra carne3, todo ser humano, como dijo el Concilio vaticano II en Gaudium et spes y repitió Juan pablo II en Redemptor Hominis, es, en alguna medida, encarnación de Dios, pues “mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre”4 Y si esto se puede decir de todo ser humano, de manera especial se puede decir del pobre, del hambriento, del inmigrante, del preso. Por eso el pobre es sacramento de Cristo. Como dicen los obispos españoles en el documento “La Iglesia y los pobres, «podríamos decir que Jesús nos dejó
como dos sacramentos de su presencia: uno, sacramental, al interior de la comunidad: la Eucaristía; y el otro existencial, en el barrio y en el pueblo, en la chabola del suburbio, en los marginados, en los enfermos de Sida, en los ancianos abandonados, en los hambrientos, en los drogadictos... Allí está Jesús con una presencia dramática y urgente, llamándonos desde lejos para que nos aproximemos, nos hagamos prójimos del Señor”5 Cáritas mira al pobre con los ojos de Dios y lo ama con el corazón de Dios. Es más, mira a Dios en el ser humano y lo ama en el misterio hondo de todo ser humano, especialmente en el pobre.
CIV, 2 Mc, 10,45 3 Cfr. Jn. 1,14 4 RH, 13 5 IP, 22 1 2
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1. LA FRATERNIDAD, PARÁBOLA DE UN MUNDO HUMANO La construcción de una civilización del amor, de un mundo más humano, ha sido empeño de los más nobles y generosos espíritus. Uno de los programas más notables e incisivos ha sido proclamado por la Revolución francesa, concretado o sintetizado en las célebres palabras: “Libertad,
fraternidad, igualdad”. De esta agudeza programática han nacido dos sistemas políticos y culturales: el primero el Occidental, basado en la libertad y el segundo el comunista, basado en la igualdad. El primero, (que se define mundo libre), persigue el respeto de los derechos de la persona, pero degenera fácilmente en el individualismo. El segundo, (que se define como socialismo real), persigue la construcción de una sociedad de iguales, pero degenera inevitablemente en un sistema totalitario. Si queremos hombres libres, es necesario renunciar a ser iguales. Si queremos hombres iguales, es necesario renunciar a ser libres. La fraternidad es considerada, a veces, como el pariente pobre de las tres por el simple hecho de que no puede ser impuesta por la ley o por la fuerza, siendo, como es, una actitud interior que viene o de un vínculo de sangre o de la aceptación de algunos principios, fuertemente motivados, que modifican el comportamiento o la relación interpersonal en el sentido más humano. La fraternidad no puede ser propuesta como una tercera vía entre libertad e igualdad, pero sí puede ser un puente entre las dos: una libertad animada por la fraternidad se aproxima a la igualdad, mientras que una la igualdad animada por la fraternidad deja largos espacios a la libertad. La solidaridad, versión laica de la fraternidad, donde ha sido llevada a cabo, ha contribuido a la construcción del capitalismo de rostro humano, como es presentado en la economía social de mercado, promovido a ejemplo del capitalismo renano, con la contribución predominante de la Doctrina Social de la iglesia. Al inicio de los años 90, con la caída de los bloqueo y con la irrupción de la era informática, se ha acelerado la globalización y la mundialización de la economía y de las informaciones destinadas a hacer del mundo un gran mercado con la libre circulación de los bienes y de las personas
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Al principio se entonaron cantos de alabanza a la inevitable unificación del planeta en torno al mercado único. El mercado único debería haber creado una sociedad más unida, dada la independencia. Poco después se empezaron a ver las grietas o fisuras, las abismales diferencias que se estaban creando en esta gigantesca construcción, porque como ha afirmado el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate: “La sociedad
siempre más globalizada nos hace próximos, cercanos, pero no hermanos”6 El Papa lanza una llamada porque estas crisis nos obligan a reconsiderar nuestro camino, ya que mientras la riqueza mundial crece, las diferencias aumentan. La llamada a realizar la fraternidad ha sorprendido a aquellos economistas que actúan prevalentemente mediante fórmulas matemáticas, pero no a aquellos analistas económicos y sociales que consideran la construcción de una sociedad humana no sólo en términos cuantitativos sino cualitativos. La encíclica también nos habla de la necesidad de tomar conciencia la “economía del don”. La educación en la fraternidad es fundamental en esa toma de conciencia, fraternidad que llega mucho más allá de un simple sentimiento humanitario, sino que está basado en la paternidad de Dios, en la vida de Jesucristo, sostenida por la fuerza del Espíritu, superando la naturaleza humana que tiende a encerrarse en sí mismo sin pensar en el otro. Para servir constante y desinteresadamente al otro, a pesar de todas las desilusiones y desagradecimientos, es necesario ver en el otro un Otro. También es importante crecer en la capacidad de relación para una comprensión recíproca tanto en las relaciones personales como en las interculturales. El nuevo modelo de desarrollo que deseamos es el del humanismo integral, abierto a los valores cristianos y humanos de la solidaridad, de la igualdad, de la justicia social y de la fraternidad. Los valores que sostienen nuestras obras y servicios, sobre todo las obras de caridad y servicio a los pobres son “Palabra de Dios”, siempre actuales y siempre eficaces. El testimonio de las obras es “el abc” del amor cristiano, es el Evangelio accesible a todos, encarnado en la vida, del que tiene tanta necesidad nuestro mundo. 6
CIV, 9
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Cáritas presta a la providencia divina las manos y el corazón, a fin de que la narración del Evangelio de la vida llegue y caldee el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Tenemos que lograr una movilización de todos los verdaderos cristianos en esta transformación de la vida por la fuerza del amor y de la solidaridad. 2. EL HACER DE CARITAS 2.1.
Situación socio-económica actual
El “hacer” de Cáritas lleva en sí la tarea de releer cada día el rostro de los pobres a la luz de los signos de los tiempos. Sabemos perfectamente que hoy un sinnúmero de personas han sido empobrecidas aún más por la crisis económica mundial y la creciente brecha entre ricos y pobres. Este grito de los pobres -escribía Pablo VI— nos obliga "a despertar la conciencia frente al drama de la miseria y a las exigencias sociales del Evangelio y de la Iglesia"7. “La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas
reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar un nuevo mundo”8. Para saber hacia dónde tenemos que caminar, es necesario adentrarnos en esta realidad en continuo cambio, en el mundo y en la sociedad del s. XXI. Los creyentes, la Iglesia, formamos parte de esta sociedad con sus virtudes y defectos y de nada nos servirá lamentarnos y pensar que “nadamos contra corriente” si no nos esforzamos por superar las dificultades y revitalizar nuestra esperanza, llevándola también a tantas personas que se acercan a nosotros, desde los pueblos y comunidades de nuestra Diócesis. La crisis económica, a parte de sus causas técnicas, económicas y políticas tiene también sus raíces éticas y morales. Tenemos que recuperar el valor de la solidaridad como camino de realización personal, de fidelidad al plan de salvación. Necesitamos encontrar sitio en nuestra vida para ocuparnos positivamente de las necesidades de los demás. 2.2.
Atención a nuevas pobrezas
Hoy son muy complejas las acogidas y problemas que nos llegan con petición de ayuda. Cambia el perfil de la pobreza, pero con frecuencia tienen un elemento común: el vacío interior, la soledad, el dolor, la carencia, a veces 7 8
Evangelica testificatio, 17s. CIV, 21
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total, de recuerdos. Ante esta realidad intentamos dar respuestas, aportar soluciones. A veces los recursos son pocos y los medios escasos y sentimos una enorme impotencia. Sin embargo, la atención a la persona en la situación que vive, el ponernos en la piel del hermano necesitado, el escuchar y hacernos eco del dolor del otro para estar, acompañar y transmitir esperanza, será un estímulo en la lucha de la persona que sufre. A veces es más fácil “”dar cosas” que “ser presencia”, “estar con ellos”, aunque experimentemos la inutilidad al no poder responder a todos sus problemas. Por eso yo os quiero animar y dar aliento en esta misión, difícil hoy más que nunca, y repetiros la palabra de Jesús: “Ni un vaso de agua que deis en mi nombre, quedará sin recompensa”9. Cualquier gesto que sea liberador para la persona que llega a nosotros, es evangelizador. Todo el trabajo que a lo largo de los años vais realizando no se acaba aquí ni caduca; sirve de marco de concienciación a la comunidad cristiana y a la sociedad en general, sobre la verdadera acción caritativosocial y su necesaria adaptación a las diferentes realidades de pobreza en cada momento y tiene para cada uno de vosotros una repercusión eterna. Quiero hacer memoria aquí de las palabras del Papa Benedicto XVI en Caritas in veritate, "Ubi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un
sistema propio de justicia. La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos. No basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es «inseparable de la caridad», intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad10”. La última encuesta de CIS ha preguntado por los temores personales de los españoles y los encuestados vuelven sobre el tema de la crisis. El 78,6% de la población ve muy o bastante probable quedarse sin empleo él o algún familiar suyo. Como segundo riesgo aparece el de quedarse sin dinero para atender sus necesidades básicas o las de su familia. Casi la mitad de
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Mt 10, 42 CIV, 6
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los españoles (47,1%) teme no poder afrontar estos gastos, y cuatro de cada diez considera muy o bastante probable perder todos sus bienes o ahorros11. Tenemos en nuestra diócesis grandes necesidades: paro, ancianos en soledad, inmigrantes necesitados, familias desestructuradas, minorías étnicas, minusválidos, transeúntes, drogadictos… Nuestra sociedad cruje por falta de amor verdadero, universal, profundo, sincero, eficaz. La sociedad del bienestar es imposible si no la fundamentamos en una previa sociedad de la solidaridad. La Iglesia se siente apremiada por la caridad social. Los cristianos estamos llamados a ser los “buenos samaritanos” de nuestro tiempo; no podemos pasar de largo o dando rodeos ante la necesidad que tantas personas alrededor nuestro padecen.
2.3.
Comunión eclesial
Una de las características esenciales de Cáritas es el trabajo en Comunidad. Los creyentes necesitamos de la Comunidad, porque necesitamos sanar y liberar juntos a nuestros hermanos, recordando el mensaje de Jesús: “lo que a uno de estos le hicisteis, a Mi me lo hicisteis…” Solo la fraternidad de los seguidores de Jesús podrá liberar a los hombres de nuestro tiempo y edificar la sociedad, el mundo del amor. Y también hemos de impulsar un trabajo en red con todas las organizaciones y personas que trabajan igualmente con los que más lo necesitan. Las condiciones de nuestra época hacen más urgente este deber de la Iglesia, el de que todos los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales técnicos y culturales, consigan también la unidad completa en Cristo (LG 1) y nosotros como Cáritas, como Iglesia, debemos ser instrumento de unidad de toda la familia humana en el mundo. Con frecuencia las diferencias ideológicas han distanciado y rivalizado a las personas y los pueblos, también a los creyentes. Os invito, en esta realidad del siglo XXI, en la era de la globalización, a hacer de la diversidad, riqueza, don del Espíritu. Realmente no existe un modelo único de Caritas, pero si, como Iglesia, como seguidores de Jesús, debemos ser respuesta a la llamada a que todas 11
Cfr. Europa Press, 9 de junio de 2011
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nuestras organizaciones y comunidades que seamos Caritas in Veritate, caridad en la verdad. Nuestra Asamblea Diocesana es también una auténtica expresión de nuestra misión común en la Iglesia: servir a los pobres. Nuestra común voluntad de servir a los pobres como exigencia del Evangelio, es la fuente de nuestra unidad. Independientemente del estatus jurídico que tenga una Caritas local, no existen dudas sobre su carácter eclesial, ni de sus vínculos con la Iglesia y el Obispo. Juntos debemos hacer realidad lo que el Papa Benedicto XVI exhortaba en su encíclica Deus caritas est: “Además, es propio de la
estructura episcopal de la Iglesia que los obispos, como sucesores de los Apóstoles, tengan en las Iglesias particulares la primera responsabilidad de cumplir, también hoy, el programa expuesto en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2, 42-44): la Iglesia, como familia de Dios, debe ser, hoy como ayer, un lugar de ayuda recíproca12”
2.4.
Sensibilización
Es también tarea nuestra sensibilizar a toda la comunidad creyente y a toda la sociedad para trabajar por un mundo mejor y más justo, buscando vías de denuncia e implicación, aprovechando las nuevas tecnologías, intentando sensibilizar más a la gente y a las instituciones de una manera comprometida, caritativa y constructiva; caminando juntos en la sensibilización interna y externa de Cáritas, desde nuestro ser cristiano. Cáritas tiene que estar siempre con los últimos. Pero estar con todo el corazón supone a veces denunciar públicamente la pobreza y la exclusión, para que la sociedad en su conjunto sea consciente de nuestra responsabilidad en las desigualdades del mundo y juntos nos comprometamos a transformar la sociedad.
2.5.
Formación
Debemos potenciar el crecimiento personal de los trabajadores y voluntarios, con formación adecuada, fijándonos más en su talante que en su 12
Cfr. DCE, 8
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categoría social, dando pasos para acercarnos a los jóvenes y ofrecerles a las nuevas generaciones este compromiso que les ayudará a vivir su fe y su sentido cristiano de la vida. Nuestra formación debe ir encaminada, no tanto a responder a las expectativas de la sociedad cuanto a la misión que nos encomienda la Iglesia, desde nuestro ser cristiano. No es suficiente hacer el bien, sino que hay que hacerlo bien; hay que proponerse objetivos reales y después preguntarse si se han realizado y el modo en el que se han realizado. A la persona hay que tratarle como única e irrepetible. La intervención debe ser personalizada; no existen enfermedades, sino enfermos. No existe “la asistencia” a la persona, sino la persona con sus necesidades familiares, personales, con sus preocupaciones y sus posibilidades. La atención personalizada es tanto más necesario cuanto más frágil es la persona. La inspiración evangélica del amor encuentra en estas actitudes su traducción más significativa. Es necesario romper la idea de Cáritas como organismo sólo asistencial, “dador” de dinero y recursos a las personas que piden apoyo, pasando al acompañamiento y la dignificación de los usuarios, es decir, acompañar en el crecimiento de las personas corresponsables y no dependientes. Para esto habrá que potenciar también el crecimiento interno: promoviendo encuentros, momentos de formación, oración, celebraciones, la coordinación de equipos y más tiempo para estar juntos y crear comunidad interna.
3. EL SER DE CÁRITAS 3.1.
Ser cauce
El amor gratuito a los pobres, el servicio samaritano a los necesitados en el nombre del Señor, la curación de tantas heridas, es un elemento esencial de la evangelización y siempre ha acompañado en la historia la obra evangelizadora de la Iglesia. Trabajar en Cáritas es trabajar en el Reino Dios, en el Reino del Amor, siendo testimonio claro con nuestra vida y nuestras obras, de nuestra pertenencia a la Iglesia de Jesús, aspecto que a veces queda oculto para algunos como solidaridad, y que sin embargo para nosotros es también manifestación del amor misericordioso del Padre, especialmente con los más pobres y necesitados.
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Nuestra misión principal es ser órgano y cauce de la Caridad de la Iglesia, en lo concreto y cotidiano, en la unidad global de Cáritas parroquial, interparroquial y diocesana, para un mejor servicio en favor de los excluidos. Sólo en comunión fraterna, en corresponsabilidad y solidaridad se puede vivir la Caridad y la Verdad y testimoniar a todos el Amor de Dios en favor de los hombres y mujeres de hoy. Para trabajar así es importante tener en cuenta qué es ser “pobre” hoy; cuando en nuestra sociedad se ha dado un cambio importante, sobre todo ante las causas y consecuencias de la crisis. Nuestro mundo está herido y clama una liberación, y tenemos que luchar desde Cáritas por esta liberación. Tomemos conciencia de que somos cauce de la misión de Jesús que quiso liberar a la persona de toda opresión. Cáritas tiene una gran responsabilidad en hacer más creíble el mensaje de Jesús, que se encarnó para tocar la miseria humana y transformarla. Para ello hay que salir al encuentro de aquellos que ni siquiera saben pedir. Como Jesús, debemos descubrir quién ha tocado nuestro manto, saber detectar a los últimos y transmitirles la fuerza que sale de nosotros en el encuentro con él. Si queremos ser fieles al mensaje y a la vida de Jesús, debemos eliminar la solemnidad y la distancia. La caridad no se concibe con privilegios, ni del que la brinda ni del que la recibe. La sencillez y la humildad han de ser las características del discípulo de Jesús. Él lo dijo: “yo ”haced vosotros lo estoy entre vosotros como el que sirve13”… 14 mismo ”… Esa sencillez nos ha de llevar en nuestro trabajo a respetar a todos, en su dignidad de ser personas y en su condición de hijos de Dios. Para nosotros los creyentes el único modelo en nuestros sentimientos y actuaciones, es Jesús de Nazaret y sólo actuando en el mundo como El actuó lograremos nuestros objetivos y viviremos, a pesar de las dificultades, en la paz y la certeza de encontrar en Él, el Camino, la Verdad y la Vida, para construir la utopía del Reino. Dios mira entrañablemente a los que son compasivos, hagámonos más conscientes de ello y luchemos por conseguir cada día una entrega más humana y cercana a los hombres y las necesidades de hoy.
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Lc 22, 27 Jn 13, 14
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3.2.
Ser punta de lanza
Sabéis que se ha realizado en Roma, del 22 al 27 de Mayo la ASAMBLEA GENERAL DE CARITAS INTERNACIONAL con el lema de "Una Familia Humana, Pobreza Cero". Quiero compartir con vosotros, en nuestra Asamblea, alguna de las cosas que ahí se han dicho y que también pueden ayudarnos en estos momentos que eclesialmente compartimos. En ella se recoge el contenido del Marco Estratégico 2011-2015 dinámico, cuyos objetivos son: ¾ Mejorar la "Compasión en acción" reduciendo el riesgo y el impacto de las crisis humanitarias; ¾ Promover el desarrollo humano integral para que mujeres y hombres en las comunidades más pobres y marginadas tengan igualdad de acceso a servicios esenciales; ¾ Transformar sistemas y estructuras injustas para acompañar a mujeres y hombres desfavorecidos para que puedan influir en los sistemas y decisiones que les afectan; y ¾ Desarrollar la capacidad organizativa y las relaciones con otras organizaciones de inspiración religiosa y de la sociedad civil que comparten valores similares.
No podemos dormir tranquilos mientras existan personas que no tienen dónde hacerlo, como se recoge en las conclusiones de la Asamblea, “la
pobreza no puede ser aceptada en nuestro mundo, en el que ser pobre no es una elección, ya que es impuesto por estructuras y decisiones injustas, que hacen daño a la dignidad de nuestros hermanos y hermanas, porque ellos son, todos y cada uno, verdaderas imágenes de Dios, a quien nos atrevemos a llamar “Nuestro Padre". “La pobreza es inaceptable porque afecta a la dignidad e igualdad de la persona humana y con ello a toda la familia humana.” Como dijo el cardenal Oscar Rodríguez de Maradiaga en el discurso de la Asamblea “Recordad las palabras de Jesús:"Vosotros sois la luz del mundo. No
puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte" (Mateo 5,14). Caritas hace brillar esa luz entre los olvidados, los pobres y los
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despreciados. Y así Caritas comparte el apostolado de la Iglesia, haciendo brillar la luz de Cristo en nuestros hermanos y hermanas, que a veces se han visto ocultados por la pobreza e incluso mirados con desprecio.”
Y tarea de Cáritas es ser esa voz de los pobres, gritos desgarradores clamando justicia, que debería partirnos el corazón y ensordecer nuestros oídos pero que con tanta frecuencia acallamos porque nos resultan molestos y ponen en riesgo nuestra tranquilidad personal. No dejéis de ser para nosotros, los cristianos, los obispos incluso, esa punta de lanza, esa voz de conciencia que nos recuerda cual es la misión de Jesús que a todos nos compromete.
3.3.
Ser testigos
Recojo aquí de nuevo las palabras del Cardenal Óscar Rodríguez de Maradiaga, en el discurso inaugural de la Asamblea General de Cáritas Internationalis:
“Queridos amigos, nuestra misión es servir a los pobres e incluso
servir antes a los más pobres de entre los necesitados. Esta es nuestra razón de ser y, por eso está en el corazón de la misión de la diaconía de la Iglesia. Para muchos necesitados, Caritas es el amado rostro de Cristo que trae ayuda y conforto, respeto y reconocimiento. Como Caritas, somos llamados a ser testigos de Su amor y lo hacemos con entusiasmo. Sabemos que Dios es amor y sabemos y creemos que Él ha creado a cada persona a su imagen y semejanza. Por ese motivo, no podemos permitirnos perder a una sola persona de nuestra única familia humana, sin perder por ello nuestro propio destino. Perderíamos a un hermano o hermana en Cristo, que se hizo Él mismo igual a nosotros. ".
No podemos traicionar la vocación recibida de ser rostro de Jesús entre los hombres. “Gratis lo recibisteis, dadlo gratis”. El ser y hacer de
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Caritas parte de la experiencia profunda de todo lo que, sin merecerlo, hemos recibido, El don nos impulsa a dar. Tanto amor recibido sólo tiene sentido si se transforma en amor entregado. “Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos
a otros”15. “Caritas es el organismo de la Iglesia universal con la misión de ejercer oficialmente una de las grandes tareas de la Iglesia: la de ser testigo ante el mundo y dar testimonio con sus obras de la Palabra que proclama la fe y celebra la Liturgia. En sí misma y por sí misma Caritas es en el mundo, un signo sensible de una realidad de fe: la Caridad de Cristo que urge a su Iglesia a vivir su amor. Caritas, sin palabras, evangeliza”16.
4. PROPUESTAS Quiero concluir con algunas propuestas: 4.1. Tened siempre “la caridad y la verdad”, como fundamento de vuestra entrega y de vuestra evangelización a todos los hombres. No perdáis nunca el norte de vuestra acción: ser testigos del amor preferencial de Jesús por los más necesitados. 4.2. La sociedad y la Iglesia necesita de vosotros la reflexión serena y profunda desde vuestra identidad cristiana, desde donde se establezcan siempre los objetivos de la acción en todos los equipos. Que la oración y la celebración ocupen también un lugar destacado en todos los espacios de Cáritas. 4.3. Vivid siempre la formación continua como una tarea permanente, necesaria, responsable, de cara a vuestro compromiso cristiano. Nuestra sociedad sigue necesitando hacerse preguntas y dar respuestas evangélicas. 4.4. Salid siempre al encuentro del otro y ved en él el rostro privilegiado de Cristo, que viene a mendigar amor. 4.5. Fomentad siempre un diálogo fluido entre todos los espacios de Cáritas, así como con otras instituciones sociales y Diocesanas, sabiendo que eso es crear, de verdad, la comunidad de Jesús. 15 1 Juan 4, 11 16 «Deus caritas est» y la identidad de Caritas. Roma, 31 de enero de 2006. Mons. Nelson Viola, asistente eclesiástico de CI
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4.6 No tengáis miedo de arriesgar la vida por el Reino, aunque tantas veces tengamos que nadar contracorriente. Que, como a Pablo, “la caridad de
Cristo os apremie” 17 “Vuestra caridad sea sin fingimiento [...]; amándoos los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros"18 Para esto necesitamos: caminar juntos, rezar juntos, reflexionar juntos, tomar decisiones juntas y saber que todas nuestras actuaciones individuales y colectivas, son signos del amor de Dios, para quienes solicitan nuestra ayuda.
Que nuestro encuentro pueda ser una expresión de esta nueva economía, en la que el compartir no se mida, ni se evalúe, sino que sea recibido como un don. Sabemos que la comunión entre los pueblos y dentro de la Iglesia se construye sobre esta gratuidad.
Termino con palabras de San Pablo que son una llamada a vivir desde lo esencial
“Si cedo todos mis bienes para dar de comer a los pobres, pero no tengo amor, eso no me haría ningún bien a mí" I Cor 13
Estamos realizando este encuentro en plena celebración de Pentecostés. Que El Espíritu Santo ilumine nuestros caminos, encienda nuestros corazones y nos dé confianza y esperanza, sabiendo que nuestro amor, es su amor en el mundo, y nuestra acción es su obra en el mundo.
Nos unimos también a María en su canto del Magníficat: “El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” +Eusebio Hernández Sola, OAR Obispo de Tarazona 17 2Cor 5,14 18 Romanos 12, 9-10
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