Autobiografía parcial (con ilustraciones)

N´ aufrago Autobiograf´ıa parcial (con ilustraciones) Esta obra est´a bajo una licencia de Creative Commons. N´aufrago 1 Autobiograf´ıa parcial (
Author:  Mario Soler Medina

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N´ aufrago Autobiograf´ıa parcial (con ilustraciones)

Esta obra est´a bajo una licencia de Creative Commons.

N´aufrago

1

Autobiograf´ıa parcial (con ilustraciones) Autor an´ onimo Editado y comentado por Nicasio G´ omez Paredes

1

El presente texto lo recuper´e de un disco duro averiado, que por casualidad lleg´ o a mis manos. Me dedico al armado y reparaci´ on de ordenadores. Desconozco la procedencia de este relato. (Nota del Editor.)

A Roger Pla, in memoriam A La Pichicha Retozona

Despu´es del naufragio s´ olo quedan palabras rotas flotando en el silencio.2

2

¿Ser´ a esto una tosca tentativa de ars poetica? Si as´ı fuese, cu´ an distantes estar´ıamos del Estagirita. Desde que el maestro peripat´etico enunciara sus reglas, han corrido r´ıos de tinta por las plumas de los hombres discretos. ¿Todo este esfuerzo milenario ha sido en vano como suicidio homeop´ atico? Me niego a creerlo. En fin, alberguemos la esperanza, humilde aunque tenaz, de que la literatura remonte su decadencia. Los balbuceos son ininteligibles para quienes hacen un recto uso de su raz´ on. ¿No hay, acaso, un n´ umero importante de personas razonables? (Nota del Editor.)

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Botella al mar I Ser´ıa el culmen de mi bienestar si encontrase en este sitio algunos huevos de gallina, pues entonces me preparar´ıa una tortilla de papas como las que sol´ıa cocinar mi madre. yo3

A

quien leyere: Buenos d´ıas. Mi nombre no importa. Soy simplemente una persona

que ha encallado con su barco en unas costas inh´ ospitas. A duras penas logr´e llegar desde la playa a la morada en donde ahora estoy. Despu´es de un tiempo dedicado a curarme las heridas que me produjo el naufragio, me puse a caminar por esta tierra extra˜ na, de la cual ignoro casi todo, incluso si es isla o continente. Hasta el momento no he hallado ning´ un habitante humano. S´ olo encontr´e una conexi´on a Internet, de baja velocidad, que me posibilitar´a comunicarme, supongo, con otros cong´eneres allende las monta˜ nas que por el Poniente limitan esta regi´ on. ¿Pero qui´en genera la electricidad que hace funcionar los artefactos electr´ onicos que me mantienen conectado a Internet? ¿Qui´en estableci´ o la conexi´on? ¿Qui´en instal´ o, con sobrada idoneidad, este sistema Unix que nunca se cuelga? ¿Qui´en o qui´enes? De fijo que una o m´ as personas viven en la finca. ¿Andar´an de viaje? He decidido hacer ma˜ nana una excursi´ on en busca de estos hipot´eticos seres. Pienso internarme en el territorio y dirigirme hacia el Oeste, procurando localizar al hombre o la mujer que dejaron este computador encendido. Si doy con uno de ellos, quiz´as me ayude a reparar la nave para retornar a mi patria. La visi´on de una columna de humo que d´ıa y noche asciende hacia el cielo acrecienta mi deseo de llevar a cabo este plan. A efectos de facilitarles la identificaci´ on del lugar en el que naufragu´e a los que me busquen, paso a continuaci´ on a describir la casa en la que me alojo. Espero no pecar de prolijo. Edificada sobre un altozano, a corta distancia de la orilla del mar, la vivienda consta de dos plantas. Ha sido construida con ladrillos cocidos, aun cuando en la regi´ on abunda la madera, y est´ a pintada de azul p´ alido, ya un 3 ¿Desde cu´ ando los mensajes de n´ aufrago llevan ep´ıgrafe? ¡Qu´e desatino estil´ıstico! En puridad, yo a este escrito lo denominar´ıa narraci´ on desquiciada. Remembranzas de Paradiso tal vez. (Nota del Editor.)

5

´ nimo ano tanto descolorido por soles y lluvias. Los marcos de sus puertas y ventanas son de cipr´es, de color casta˜ no oscuro. Tiene techo a cuatro aguas, de tejas arabes, del que se elevan casi siempre humeantes tres chimeneas plateadas. ´ Las ventanas rectangulares son de guillotina con postigos de color verde aceituna. Se ingresa a la casa por una escalera breve de cinco pelda˜ nos. A la izquierda de ´esta, pegado al muro, un poyo de granito ofrece su descanso austero y fugaz. Por debajo del alero de la pared norte, como guarecida por ´el, hay instalada una antena parab´olica.4 En los alrededores se encuentran algunas construcciones secundarias, de tablas traslapadas y techos de chapa, cada una de ellas destinada a un fin espec´ıfico: taller de mantenimiento, invernadero, garaje y le˜ nera. Algo que a mi entender vale la pena destacar con especial ´enfasis en esta descripci´ on que les estoy haciendo, es que en el centro de un patio de baldosas blancas y negras dispuestas en cuadr´ıcula, se alza un tendedero, del cual a menudo cuelga ropa de ni˜ no y de mujer. El esqueleto de varillas y alambres, peculiar tanto por su exagerado tama˜ no como por su aspecto extempor´ aneo, se halla ubicado hacia el Noreste, cerca del recinto en el que guardan la le˜ na. Aparte del hecho ins´ olito en s´ı, pienso que tal vez esto constituya un medio muy u ´ til para distinguir desde el aire el sitio en donde estoy varado. Saliendo por la puerta de servicio, en direcci´ on al Sur, se ve un huerto de dimensiones modestas, pero bien cuidado a pesar de lo riguroso del clima. En su parte delantera el edificio muestra un jard´ın escueto, con dos araucarias, cinco rosales y un arriate de lirios. Al fondo, lindando con un riachuelo que se desliza entre pe˜ nas, sobreviven penosamente tres pinos moteados de l´ıquenes y un sinn´ umero de arbustos achaparrados, de los que penden unas bayas rojas de sabor agradable.5 Hacia el costado derecho, seg´ un se entra, se yergue solitaria una bomba de mano para extraer agua. A pocos metros de all´ı sus moradores han dejado una motosierra colgando de una viga, un hacha encima de un tronco y un par de est´ereos de le˜ na apilada contra la pared de un cobertizo. 4

Barrunto que servir´ıa para efectuar la conexi´ on a Internet. Es una l´ astima que el autor no haya sido m´ as expl´ıcito al respecto. (Nota del Editor.) 5 ¿Alusi´ on a la murtilla? Con datos tan exiguos resulta arduo saberlo. La murtilla es un arbusto chileno, de clima fr´ıo, que justamente produce unos frutos rojos, de buen sabor. Empero no es tan achaparrado. Alcanza a medir un metro de alto y sus ramas son opuestas. (Nota del Editor.)

6

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Por u ´ ltimo, una alambrada de cinco hilos circunvala con gracia geom´etrica el per´ımetro del inmueble. Se accede a ´el desde el Este, a trav´es de un sendero de losas que en su tramo final est´ a flanqueado por una valla de estacas r´ usticas. No dudo de que les ser´ a sencillo reconocer semejante construcci´on a quienes hayan salido en mi b´ usqueda y se encuentren pr´ oximos a este paraje. Si bien no soy ducho en estos menesteres cuasi literarios de confeccionar botellas de n´ aufrago, conf´ıo en haber sido capaz de comunicarles mi presente situaci´ on. Hasta ahora yo s´ olo hab´ıa escrito informes internos, ponencias, art´ıculos de divulgaci´ on y listas de compra del supermercardo. La desgracia me ha compelido a incursionar en un terreno que desconozco por completo. Admito que en mis a˜ nos mozos fui lector asiduo de novelas, h´ abito que perd´ı paulatinamente, a medida que profundizaba en el conocimiento de lo real. Casi podr´ıa decir que fue un pecado de juventud que ya expi´e con creces. Como se comprueba por mi prosa balbuceante, mi acci´on textual niega la literatura. Pese a que no me es extra˜ na la adversidad, ruego al que leyere este manuscrito me ayude a marchar de aqu´ı. Debo confesarle al lector que mis artes marineras son insuficientes para determinar mi posici´ on geogr´ afica actual. Extravi´e el cuaderno de bit´ acora, antes de zozobrar estuve semiinconsciente durante un tiempo impreciso —aunque de seguro fueron m´ as de tres d´ıas—, y desde que arrib´e no ha habido en este yermo una noche despejada. S´e con certeza que al momento de enfermarme estaba navegando a la altura de Isla Desolaci´ on,6 de regreso de buscar meteoritos en la Ant´artida. Por causas que ignoro, de todos los integrantes de la misi´ on cient´ıfica que transportaba el barco s´ olo yo qued´e a bordo. En s´ıntesis y expuesto de distinto modo, que hay problemas que son como la funci´ on de Ackermann: comienzan siendo —o pareciendo— insignificantes, pero a poco andar se tornan enormes. 6

Hablando con un amigo acerca de este escrito, me coment´ o que el lugar podr´ıa ser una ensenada, conocida modernamente por el nombre de Caleta Mataura. No obstante, de acuerdo a lo que he le´ıdo al respecto, la caracterizaci´ on edafoclim´ atica que hace el narrador no se ajusta a la verdadera geograf´ıa de esa isla. Por otra parte, ¿c´ omo es posible que estuviera solo navegando en los confines del mundo? Ni que fuera Vito Dumas con su Lehg II. ¿Y sus colegas expedicionarios? ¿Qu´e ocurri´ o con ellos, si es que alguna vez existieron? En fin, esta historia nos plantea numerosos interrogantes. (Nota del Editor.)

7

´ nimo ano Ahora me cocinar´e un guiso de legumbres con carne de conejo silvestre. Est´a haciendo fr´ıo y tengo hambre. No es cosa de descuidar la alimentaci´on en una circunstancia tan peliaguda como ´esta. P.S.: Mi direcci´ on de correo electr´ onico es [email protected]. La pongo por si alguien quisiera contactarse conmigo m´ as r´ apidamente.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Botella al mar II A veces la pedanter´ıa representa el gesto airado de la raz´ on ante la prepotencia de la chabacaner´ıa. yo7

A

quien leyere, y en particular a quien respondi´ o mi solicitud de auxilio: Por ac´ a proliferan los conejos silvestres, casi tanto como en Australia.

Basta con adentrarse en alguno de los bosquecillos que hay en estos parajes para toparse con ellos. Al principio me fue dificultoso cazarlos; mas pronto, con la destreza que adquir´ı, logr´e capturar a muchos sin mayores inconvenientes. La carne de estos animales es magra y dura. Despu´es de varios intentos frustrados he conseguido guisarla adecuadamente, como para que no me resulte desagradable al paladar. Estofada, asada o empanada, ella constituye en la actualidad mi principal sustento. En esta regi´ on del planeta llueve a raudales d´ıa tras d´ıa. El viento sopla

con constancia de enamorado o de loco —a toda hora oigo su ulular taladr´ andome los o´ıdos— y suele traer un penetrante olor acre producido por la quema de carb´ on mineral. La temperatura atmosf´erica siempre es baj´ısima. A veces nieva, otras veces hiela; rara vez graniza. A menudo la tierra se remece entretanto se oye un ruido sordo que brota de sus profundidades. Por lo que he observado hasta hoy, les aseguro que ver brillar el Sol es para m´ı un fen´omeno infrecuente. En el transcurso de un mes de estar varado aqu´ı ha habido tres d´ıas por entero despejados y cinco en los que nuestra lumbrera celeste8 estuvo visible apenas un par de horas. Me he mojado cientos de veces hasta lo m´ as profundo de m´ı. Evidentemente no es ´este el pa´ıs de los feacios. Quiz´ as esta somera descripci´ on del ambiente en el que me encuentro contribuya a agilizar la tarea de quienes anden por este finis terræ procurando rescatarme. Siempre he opinado que cualquier indicio, por m´ as balad´ı que sea, es u ´ til para un investigador avezado. Anteayer comenc´e a reparar mi barco. Bueno, es m´ as una expresi´ on de deseos que un hecho efectivo, puesto que todav´ıa no dispongo de todas 7

Este apotegma me recuerda vagamente la prosa de Jos´e Ingenieros. Es probable que haya sido inspirado por la lectura de su famoso ensayo El hombre mediocre. (Nota del Editor.) 8 Me parece o´ır en esta met´ afora un eco lejano de Homero y Virgilio. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano las herramientas necesarias para hacerlo. Encontr´e unas tablas que podr´ıan servirme para reemplazar a las que se rompieron al estrellarme contra las rocas. Tambi´en hall´e asfalto en un lago cercano y una bala de trapos en un desv´ an. Por tanto cuento con la mayor´ıa de los elementos requeridos para calafatear y embrear la nave. Sin embargo, la bomba de achique se calienta en exceso al trabajar por m´ as de dos horas seguidas. Estoy pensando en desarmarla. S´ olo despu´es de hacer esto arreglar´e el casco y lo calafatear´e. Adem´ as, sospecho que al reventarse el pa˜ nol el u ´ nico serrucho que llevaba a bordo y una media docena de aviadores fueron a parar a la sentina. En tal caso tendr´e que bajar hasta all´ı para recuperarlos. Anoche, deambulando por cuartos y pasillos, tropec´e con una min´ uscula biblioteca. Conten´ıa una veintena de t´ıtulos, todos perfectamente distribuidos en un mueble de madera de notro. «¡Libros!», exclam´e, sobresalt´andome al o´ır mi propia voz. Si bien lo m´ as que hab´ıa all´ı era morralla literaria —o filos´ ofica, conforme se mire—, dos obras conspicuas concitaron mi atenci´ on: The Art of Computer Programming y Principia Mathematica.9 En el margen derecho de la p´ agina tres de los Principia alguien hab´ıa manuscrito una frase de implicancias insospechadas: «La fuente principal de nuestras desdichas radica en anhelar lo que no existe».10 Hoy, mientras almorzaba, me lleg´o el mensaje11 de una mujer que seg´ un parece tambi´en naufrag´ o en una costa lejana. Me pide que la auxilie. Dice estar paralizada por el accidente. ¿Deber´e, acaso, ense˜ narle el arte de la navegaci´ on mar´ıtima? ¿Sabr´ a ella que singlar supone saber naufragar? ¿Asumir´ a sin espantarse que siempre, absolutamente siempre, hay un u ´ ltimo naufragio, irrevocable y feroz? Tal vez obtenga las respuestas a estos interrogantes de perfiles nietzscheanos si consigo recomponer mi nave. 9

Nombre completo: Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. (Nota del Editor.) A rengl´ on seguido, en el original, viene una oraci´ on que el autor —presumo— no deseaba que se publicase, ya que est´ a comentada mediante el car´ acter %. (Tenga presente el lector que el texto fue escrito en LATEX.) Es ´esta: 10

% La firma era ilegible, la data consist´ıa en una fecha borrosa y en un top´ onimo ´ % que no me sonaba indiferente: Ultima Esperanza.

No yerran los que infieren de estos p´ arrafos que el protagonista sigui´ o, aunque parcialmente, el itinerario de Julius Popper en sus andanzas meridionales. Si bien el pintoresco rumano falleci´ o en Buenos Aires a causa de un infarto card´ıaco, a˜ nade mi amigo con una pizca de sorna. (Nota del Editor.) 11 Colegimos que se est´ a refiriendo a una comunicaci´ on por correo electr´ onico. (Nota de Editor.)

10

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Observo que el suministro de energ´ıa el´ectrica no se ha interrumpido. Tampoco la conexi´on a Internet ha dejado de estar operativa. Hasta ahora no he visto ser viviente alguno, excepto aves costeras sobrevolando las marismas y conejos agazapados en sus madrigueras. El misterio permanece sin resolver. Al final postergu´e por unos d´ıas mi decisi´ on de salir en busca de otros seres humanos. Cre´ı conveniente refaccionar el barco antes de iniciar cualquier otra labor, en particular su bomba de agua. Si el tiempo inclemente lo permite, ma˜ nana caminar´e siguiendo el tendido de la red el´ectrica. Alg´ un otro lugar poblado debe de haber, me figuro yo. Tiene que existir otro sitio habitado, aunque sea por un afligido n´ aufrago en una situaci´ on similar a la m´ıa. Ya es hora de echar mi mensaje al mar. Por fortuna descubr´ı en estos andurriales arcilla suficiente como para elaborar centenares de vasijas deformes, que pueden hacer las veces de botellas. (A pasos de la cerca hay un horno de barro —de ´esos en forma de igl´ u o domo—. En ´el cuezo estos cacharros que moldeo s´ olo con las manos, ya que hasta donde s´e no hay por ac´a un torno de alfarero.)12 Con todo, vi´endolo objetivamente, no creo que requiera de tantos envases para despachar mis cartas. Conf´ıo en que antes de agotar la provisi´on de botellas habr´e arreglado mi embarcaci´ on y me habr´e marchado para siempre de este p´ aramo. En fin, si lees mi ep´ıstola, n´ aufraga ignota, al´egrate, pues es se˜ nal de que hay otro ser, distante y a la vez cercano, que tambi´en encall´ o su nave y est´ a luchando por subsistir al igual que t´ u. Somos dos en orillas opuestas de Pangea; frente a nosotros se extiende Panthalassa, el vasto y u ´ nico oc´eano que a la vez nos une y nos separa. (Espero que sepas disculpar mi imprevista met´ afora.) P.S.: Aviso para navegantes noveles: Les regalo esta brev´ısima gu´ıa de marear, producto de mis introspecciones. 1. En caso de haberse extraviado o roto la br´ ujula, se puede improvisar una con un trocito de alambre acerado (aguja de coser o 12

Ingente trabajo tendr´ıa el n´ aufrago, opina mi amigo. Sin duda que ocupar´ıa una parte considerable de su jornada en hacer de la arcilla en bruto una materia prima apta para modelar y cocer. Entre extraer el barro arcilloso, secarlo, lavarlo repetidas veces y amasarlo, pasar´ıan d´ıas. ¿Y qu´e materia emplear´ıa como desengrasante? ¿Huesos? ¿Conchas? ¿Hierbas? ¿Arena? Sobre este punto el relato de nuestro hombre no nos informa nada. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano alfiler, por ejemplo). Se frota r´ apidamente la aguja con un pa˜ no; despu´es se la coloca en una poza de agua, de modo que flote en ella. Al estar imantada se orientar´ a en direcci´ on Norte-Sur.13 Si sois ingeniosos y perseverantes alcanzar´eis vuestras metas. 2. El idealismo es una forma de negar la realidad que suele terminar en tragedia. La realidad es tan fascinante y asombrosa como la m´ as grande de las fantas´ıas, pero con la sustancial diferencia de que aqu´ella es real y ´esta es imaginaria. Conocer es mucho m´ as enriquecedor que so˜ nar. La ciencia os har´ a libres y la tecnolog´ıa burgueses satisfechos. Por ende, jovencitos,14 si aspir´ais a ser felices estudiad ciencias o ingenier´ıa. 3. Si no quer´eis veros comprometidos en situaciones absurdas o si no dese´ ais acabar atrapados en antiguas apor´ıas, nunca pregunt´eis por qu´e sino c´ omo. Ateneros a esta sencilla regla epistemol´ogica y os garantizo que llegar´eis a tener certezas razonables con respecto a la realidad y su funcionamiento. 4. Ser neutral —o indiferente, que para el caso es lo mismo— importa forzosamente estar a favor del que embauca o del que es m´ as fuerte. La neutralidad es una complicidad vergonzante. Siempre tomad partido. 5. No pretend´ais recuperar el pasado. El gran problema que plantea la idea de viajar en el tiempo es que ´este —el tiempo— no existe. Exprimid con fruici´on el escurridizo hoy, que es el u ´ nico bien real que ten´eis. As´ı la entrop´ıa os ser´ a menos grave. 13

Todo muy did´ actico, ¿pero c´ omo se hace para discernir el sentido? Reconozco, sin embargo, que es m´ as fiable este m´etodo que otros de mayor popularidad. Verbi gratia: el que consiste en usar un arco de circunferencia trazado por la sombra de un gnomon en diferentes momentos del d´ıa, es inaplicable en zonas donde predomina el mal tiempo. No obstante, vali´endonos de la polarizaci´ on de la luz reflejada por las nubes bien podemos determinar la ubicaci´ on del Sol mediante un cristal de espato de Islandia. Recurso simple y eficaz, a prueba de contratiempos naturales. Al menos as´ı me lo explica mi amigo. (Nota del Editor.) 14 ¿Acaso u ´ nicamente los varones pueden cursar una carrera cient´ıfica o ingenieril? ¿Estamos frente a un error de estilo o ante un vestigio de machismo literario? (Nota del Editor.)

12

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Hice estas disquisiciones teniendo en mente que hay muchas personas que por haber naufragado o perdido el rumbo son infelices. Erigir faros es una tarea positiva.

13

´ nimo ano

Botella al mar III Aunque en la casa hay una cama matrimonial y dos literas, duermo en el entarimado. Al principio me incomod´ o la dureza de sus tablas de raul´ı, mas con el paso de las semanas me habitu´e a ella. En cuanto retorne a mi hogar yacer´e sobre mi lecho, pl´acidamente, durante todo el tiempo que me apetezca. Es mejor cumplir con una obligaci´on que ejercer un derecho, pues con esto demostramos —de manera indubitable— ser ´eticamente solventes. yo

A

quien leyere este mensaje, y en especial a una mujer que naufrag´ o en una costa lejana:

Ha transcurrido una semana desde que me resolv´ı a buscar la fuente

del fluido el´ectrico que hace funcionar los artefactos que hay por aqu´ı. (Me atra´ıa la esperanza de hallar alg´ un ser humano mediante la localizaci´on de ese generador.) Si bien me esforc´e mucho, el mal tiempo me oblig´ o a regresar poco antes de alcanzar mi objetivo. Encima, debido a lo maltrecho que ten´ıa mi cuerpo por la ca´ıda que sufr´ı cuando volv´ıa de mi fallida expedici´ on, hasta hoy me ha sido imposible hacer algo de provecho, salvo convalecer a la fuerza. Tal como lo hab´ıa planeado inicialmente, camin´e siguiendo el tendido de la red el´ectrica. A pesar de la g´elida cellisca y de lo abrupto que result´o ser el camino, hacia el mediod´ıa llevaba recorridos unos cinco kil´ometros. Bastante trecho si se tiene en cuenta que, adem´ as de ser terreno escabroso, apenas empezada la marcha se desat´ o una tormenta de aguanieve. A duras penas pude sortear el vendaval con mi capote marinero. Para colmo de males, no hall´e ni una m´ısera gruta en todo ese trayecto. A diferencia del lado sur, en donde abundan los bosquecillos, en este sector tan s´ olo encontr´e cascajales interminables y cerros empinados, en cuyas laderas crecen unos arbustos espinosos llamados calafates. A media tarde, cuando ya me hab´ıa resuelto a retornar a la playa, di con un salto de agua de unos siete metros de altura. Estaba ubicado en una zona boscosa, en la que predominaban los cipreses y los alerces.15 M´as all´a de un 15

Creo entender que en su af´ an por contribuir en alg´ un grado a la preservaci´ on de la flora nativa, el n´ aufrago no se vali´ o de la estopa de alerce para calafatear su embarcaci´ on. Las m´ as de las veces el influjo que ejerce el medio cultural sobre el individuo es poderos´ısimo. En el caso que nos ocupa esto se manifiesta de forma paladina. Ya no me caben dudas de que la geotermia es una creencia pol´ıticamente correcta que cunde por el orbe contempor´ aneo cual pandemia apocal´ıptica. (Nota del Editor.)

14

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na campo de zarzaparrillas se ve´ıa un puente colgante, hecho de tablas y cables de acero. El r´ıo que originaba la ca´ıda de agua corr´ıa en direcci´ on transversal al sendero por el que yo iba. Una niebla viscosa ascend´ıa desde el peque˜ no precipicio y semiocultaba los troncos de los ´arboles. Por un instante me sobrecogi´o el estruendo de la corriente al chocar contra el fondo del cauce.16 Puesto de pie sobre un mont´ıculo al borde de la cascada, alcanc´e a divisar un edificio de gran porte, que por sus caracter´ısticas parec´ıa ser una planta generadora de electricidad. Era una construcci´on de apariencia antigua —con un aire fabril y levemente s´ ordido—, como las que se estilaron en las primeras d´ecadas del siglo pasado. Ten´ıa tres chimeneas cil´ındricas, de ladrillos bermejos, que lanzaban un humo prieto y juguet´ on. Sent´ı deseos de arrimarme a ellas para calentarme. Pero, pese a mis ganas, deb´ı volverme: estaba anocheciendo y un viento proveniente del Norte, cada vez m´ as intenso, presagiaba tempestad para esa noche. En el camino de regreso resbal´e por una pendiente. Marchaba absorto, sin prestar atenci´ on a los accidentes del terreno, cavilando acerca de mi reciente hallazgo. Me preocupaba la contaminaci´ on ambiental que quiz´as estuviese ocasionando la central t´ermica. Sin embargo, m´ as me asombraba que los ecologistas, esos seres abrumados por la humanidad y el progreso, todav´ıa no hubiesen sido alertados respecto al foco de poluci´ on que acababa de descubrir. A lo mejor de esta manera indirecta hallar´ıa yo alg´ un cong´enere que me socorriese, pensaba. Entretenido como iba, con mis razonamientos y con mis ilusiones, no vi frente a m´ı una gruesa ra´ız de alerce que sobresal´ıa del suelo ostensiblemente. El traspi´e s´ olo me caus´ o algunos rasgu˜ nos en las piernas y la rotura del capote. (Al menos eso fue lo que supuse en aquellos minutos de nerviosismo. Ya de vuelta en la casa me percat´e de que las consecuencias de mi ca´ıda eran m´ as graves de lo que hab´ıa calculado.) «Deber´e 16

Seg´ un un amigo, este pasaje presenta reminiscencias de Livingstone. No es descabellado sospechar, insin´ ua, que el n´ aufrago haya le´ıdo las obras del explorador escoc´es. Yo, ´ en cambio, creo distinguir en ´el algunas huellas claras de los Comentarios de Alvar N´ un ˜ ez Cabeza de Vaca. Me parece que basta con cotejar el texto precedente con ´este otro del Adelantado y Gobernador para zanjar la controversia sin mayores esfuerzos. «Y yendo por el dicho r´ıo de Iguaz´ u abajo era la corriente de ´el tan grande, que corr´ıan las canoas por ´el con mucha furia; y esto caus´ olo que muy cerca de donde se embarc´ o da el r´ıo un salto por unas pe˜ nas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe, que muy lejos se oye.» Es altamente probable que nuestro escritor haya le´ıdo en su temprana juventud esta relaci´ on, bastante popular en determinados ´ ambitos escolares hispanoamericanos. (Nota del Editor.)

15

´ nimo ano ingeni´ armelas para coserlo, est´ a muy ra´ıdo», me dije a m´ı mismo mientras retomaba la ruta jadeando. A eso de las once de la noche arrib´e a mi puesto de n´ aufrago en la playa. Todo se encontraba en orden, tal como yo lo hab´ıa dejado en la ma˜ nana. Solamente la techumbre de un recinto que usan para guardar le˜ na se hab´ıa desclavado y amenazaba volarse en cualquier momento. La afianc´e con unas piedras. Despu´es me guarec´ı en mi hogar provisional, no sin antes haber comprobado que los postigos de las ventanas17 estuviesen bien cerrados. Me dol´ıa sobremanera la pierna lastimada, ten´ıa hambre, me sent´ıa exhausto y alentaba la esperanza de que mi colega en naufragios se hubiera comunicado conmigo. (Tal vez esta expectativa m´ıa fuese como el rodrig´ on que a´ un me manten´ıa erguido sobre una tierra arrasada.) Prestamente me quit´e mis ropas mojadas. Estaba transido de fr´ıo y principiaba a tiritar como si padeciese cuartanas. En la c´omoda de un dormitorio hall´e una muda limpia, planchada con esmero. Hice fuego y me cur´e la herida. Acto seguido, con m´ as calma, calent´e en una cazuela algunas tajadas de conejo que hab´ıan quedado guisadas del d´ıa anterior. Puse encima de la cocina econ´ omica dos gordas hogazas de pan viejo y me prepar´e un mate amargo. Afuera el temporal arreciaba. Al rato advert´ı que el computador segu´ıa encendido, como si alguien reci´en hubiese acabado de usarlo. Pens´e entonces: «si estuviera mi hijo, se pondr´ıa a jugar al Quake; si estuviera mi esposa, se pondr´ıa a chatear; si estuviera mi otro yo, se pondr´ıa a programar o a leer alg´ un art´ıculo sobre inform´ atica o astrof´ısica». Con un brusco gesto de fastidio desestim´e mis nostalgias. En verdad, estaba yo solo, el n´ aufrago de la vida —o el otro, como dir´ıa Borges—, y ´ese, para sentirse cabalmente ´el mismo, no necesitaba m´ as que partir de ese pa´ıs desolado. En cierto modo, su identidad depend´ıa de la geograf´ıa. La desconocida que naufrag´ o en una costa lejana me hab´ıa enviado un mensaje. Su contenido parec´ıa ser una paradoja o una burla impersonal tejida por las circunstancias: me confesaba que quer´ıa pasear conmigo por estos andurriales y comer conejo, que el sitio en donde naufrag´ o estaba degradado por la actividad industrial, que no viv´ıa la vida sino que pasaba por ella como un turista transita por lugares que convidan a quedarse para siempre. Y a la vez esta mujer me invitaba a gozar de d´ıas soleados y de 17

Se sobrentiende que se refiere a las ventanas de la planta baja. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na una comida sabrosa, la que tomar´ıamos bajo un ´arbol extravagante, al que ella hab´ıa bautizado con el nombre de calamar.18 Todo ello a cambio de que fuera a rescatarla de su naufragio. Una aut´entica ganga, si cabe la expresi´ on. Sobreponi´endome a las molestias de mi pierna malherida, esa misma noche decid´ı que finalizar´ıa la reparaci´on de mi barco a la mayor brevedad posible. Por ning´ un motivo consideraba dilatar m´ as mi partida, ni siquiera por satisfacer mi terca curiosidad. No cab´ıa poner reparos a una propuesta tan tentadora. Alguien me instaba a socorrerlo. . . y me ofrec´ıa una cena apetitosa. Asimismo, en esa noche de impresiones variopintas me forj´e la convicci´on de que no existen para´ısos, como as´ı tampoco infiernos. Ah´ı estaban, como para se˜ nalarlo sin ambages, la mujer que naufrag´ o en una metr´ opolis, la casa del p´ aramo —habitable pero pertinazmente deshabitada— y yo, un n´ aufrago con su vida puesta entre par´entesis. Era obvio que tama˜ no c´ umulo de incongruencias imped´ıa la materializaci´ on de cualquier sue˜ no manique´ısta.19 En otras palabras, tom´e conciencia de que los caminos hamiltonianos terminan por extenuar al viajero. En fin, en el mundo real prevalecen los matices y las tonalidades. Los aplazamientos existenciales inspirados por el temor o la indolencia s´ olo retrasan tal constataci´ on. Con estas certezas elementales yo abandonar´ıa el lugar en el que hab´ıa naufragado mucho m´ as ligero de equipaje. P.S.: En una madrugada tormentosa de hace once d´ıas, si la memoria no me juega una mala pasada, un virus inform´ atico dej´o esta frase parpadeando en la pantalla del monitor: ¿Claudicar? ¡Jam´ as! S´ olo se claudica ante la verdad. Desde aquel fr´ıo amanecer ella constituye mi consigna vital.

18 ´

Arbol ex´ otico, de belleza singular, que crece exclusivamente en una selva portentosa, cuyo nombre por el momento no estoy autorizado a revelar. (Nota del Editor.) 19 Pereza y desidia se llaman las madres putativas de incontables clasificaciones dicot´ omicas. Empero la madre carnal de estos engendros mentales es la necedad. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano

Botella al mar IV Por naturaleza propendemos a ser dualistas, teleologistas y causalistas a rajatabla. Si no refrenamos esta tendencia at´avica, nuestra raz´ on pronto comienza a flaquear. Entonces la realidad se nos desvanece, se nos vuelve «m´agica». Con todo, m´as all´a del ´ambito de las creencias —es decir, m´as20 all´a de una defensa numantina de la irracionalidad— las estrellas no lloran, brillan. (En rigor, ni siquiera ocurre esto u ´ltimo, si para escrutarlas se usa un telescopio con sistema de ´optica adaptativa.) yo

A

quien leyere este mensaje, y en particular a esa mujer que naufrag´ o en

una playa lejana: Termin´e de refaccionar mi barco; no obstante, a´ un no he partido. Diluvia

desde hace cinco d´ıas. A poco de concluir mi trabajo se desencaden´o una recia tormenta. Desde entonces no ha cesado de llover. La ventisca, que a ratos sopla con violencia inusitada, arranc´o de cuajo varios ´arboles de los alrededores. Tambi´en el techo del cobertizo que yo asegur´e con piedras se descabal´ o por completo. Empieza a faltar la le˜ na seca y la carne de conejo ya es s´ olo un grato recuerdo para m´ı. (Deber´e recurrir a la provisi´on de pescado ahumado que encontr´e ayer si quiero mantener una dieta equilibrada.) La herida de mi pierna est´ a cicatrizando bien. Ya no hay riesgo de infecci´on. Yo mismo me la sutur´e vali´endome de mis limitados conocimientos de enfermer´ıa. Doli´o bastante, mas con esta aflicci´ on pasajera logr´e evitar males mayores. Experimento una honda satisfacci´on al verificar ahora que lo hice correctamente. Azuzado por la escasez en ciernes, estuve haciendo inventario de los suministros con que cuento. Si la vivienda en donde estoy refugiado no tiene alguna despensa rec´ ondita, cuya secreta ubicaci´ on todav´ıa me quede por develar, de seguro que comer´e lentejas y papas durante siete meses por lo menos. Ello gracias a que adosado a la pared sur de esta construcci´on hall´e un recinto en donde sus invisibles moradores hab´ıan almacenado tres sacos de 20

Aqu´ı el autor cometi´ o un lapsus calami. Del contexto se desprende que corresponde emplear titilan en vez de brillan. Estos telescopios eliminan —entre otras aberraciones opticas— el parpadeo de los astros, fen´ ´ omeno que tiene su g´enesis en la turbulencia atmosf´erica. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na papas y medio quintal de lentejas. Adem´as, hab´ıa colgando de una viga dos ristras de cebollas y diecisiete pescados ahumados; y en una alacena algo apartada de la puerta, se ve´ıa una canasta rebosante de huevos frescos de gallina. Sea cual fuere la gravedad de la crisis por la que se atraviese, siempre reconforta saber que se dispondr´a de prote´ınas de origen animal para enfrentar una cat´ astrofe. Con tal cantidad de v´ıveres y la galleta marinera que traje del barco tengo comida suficiente hasta cuando me encuentre con la dama que naufrag´ o. A m´ as de esto, como tambi´en salv´e del naufragio un barril de yerba mate, podr´e tomarme de vez en cuando unos regios cimarrones 21 para calentar el cuerpo. Por otra parte, sigue habiendo electricidad y el computador a prueba de cuelgues contin´ ua funcionando sin contratiempos. Sin embargo, no he recibido ning´ un mensaje de la mujer que naufrag´ o en una costa lejana. Le remit´ı un manuscrito hace once d´ıas. Parece que se extravi´o en alta mar. A prop´osito de esto, prosigo interrog´ andome acerca del edificio de aspecto vetusto, en todo similar a una usina el´ectrica, que hace unas semanas descubr´ı en mi viaje de exploraci´ on. ¿Qui´enes lo levantaron? ¿C´omo alimentan sus calderas? ¿De d´ onde traen el combustible? ¿Generan all´ı la electricidad que abastece a la casa? ¿Viven en estos parajes sus operarios? A´ un no poseo el volumen de informaci´ on requerida como para arriesgar una hip´ otesis que explique esto. Tantas preguntas y tan pocas respuestas me ofuscan el entendimiento. No obstante debo plantearme tales cuestiones, ya que entretanto me ocupo de hallar las respuestas evito precipitarme en la locura. Paso los d´ıas acodado sobre una mesa de abeto, planeando el modo de abandonar este mundo inhospitalario; y con indefectible ocurrencia, una y otra vez, arribo a la misma conclusi´on: necesito un par de coordenadas. Desde la ventana que da a la ribera alcanzo a ver confusamente mi embarcaci´ on. Ni las borrascas ni el oleaje la han movido, menos escorado: ah´ı est´ a, como estancada en el tiempo, a la espera de un capit´ an experto. Si escampase por unas horas podr´ıa salir a cazar unos conejos y recoger del barco algunos objetos de primera necesidad. ¡Cu´ anto a˜ noro el sabor de 21 El individuo este debi´ o de haber sido uruguayo o argentino. En la zona del R´ıo de la Plata al mate amargo se le llama cimarr´ on. Uso un tiempo del pret´erito porque es pr´ acticamente imposible que haya sobrevivido a tanto infortunio. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano la carne! Aun cuando ´esta fuere de conejo silvestre. (La carne de pescado no es para m´ı un sustituto id´ oneo.) Tambi´en echo en falta otras cosas, pero me conviene no pensar en ellas, pues s´ olo contribuir´ıa a hacer m´ as vehemente mi anhelo de poseerlas. En estos d´ıas de temporal he tenido la oportunidad de reflexionar con respecto a lo ins´ olito, por decir lo menos, de mi situaci´ on. A causa de una mala maniobra vine a dar con mi nave a este sitio, que no s´e si es isla o continente, y en donde siempre llueve.22 Encontr´e esta casa, con energ´ıa el´ectrica, conexi´on a Internet y alimentos, tal como si sus habitantes la hubiesen dejado hace unas pocas horas, quiz´as con la intenci´ on de ir a hacer un tr´ amite a un poblado cercano y regresar a ella antes del crep´ usculo. No obstante, las semanas transcurren sin que aparezcan por aqu´ı sus presuntos moradores. Hasta la playa donde encall´e llega una corriente marina fr´ıa que arrastra cuanto elemento se le arroje, con preferencia mis cartas embotelladas. La conexi´on a Internet me permite recibir mensajes, mas no enviarlos. Por u ´ ltimo, est´ a la mujer que naufrag´ o en una costa lejana. ¿C´omo logr´ o contactarse conmigo? ¿Qui´en es ella en realidad? Se llama como una compa˜ nera de estudios, que alguna vez —ya ni me acuerdo cu´ ando— am´e con locura. Mera coincidencia, conjeturo: mis antiguas condisc´ıpulas jam´as habr´ıan naufragado. En verdad que todo esto a veces me asusta. Tama˜ na acumulaci´ on de fen´omenos inconexos me hace temer que est´e enloqueciendo. (En alg´ un momento supuse que estaba inmerso en una invenci´ on de Morel, pero pronto descart´e de plano tal posibilidad, pues ´esta encarnaba una hip´ otesis infalsable.) Pero aparte de estas suspicacias referidas a mi cordura existe otro tema particularmente delicado, que me despierta un vivo inter´es, tal vez igual o superior al que me provocan mis aprensiones primeras. (Al fin de cuentas, mientras la conducta de un individuo sea funcional a su medio, su demencia constituye un hecho anecd´ otico o un rasgo de originalidad.) Ocurre que una corresponsal inesperada solicita mi ayuda. Seg´ un las noticias que recib´ı de esa persona, se trata de alguien que naufrag´ o en forma traum´atica, quiz´as 22

Posteriores indagaciones que hice en torno a esta cuesti´ on geogr´ afica me predisponen ´ a sostener la tesis de que tal vez el lugar fuera la Isla del Angel. Un oficial espa˜ nol de la armada de Francis Drake relata en sus Memorias australes el descubrimiento de una ´ınsula —«ed´en pluvioso y helado, sempiternamente regido por Eolo»—, que se situar´ıa por esas latitudes y a la que bautizaron as´ı por razones en la actualidad desconocidas. El islote de marras desapareci´ o de las cartas n´ auticas a mediados del siglo XVIII. Adelant´ andome a eventuales aristarcos, aclaro que no me estoy refiriendo al Banco Pactolus. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na un viejo amor o la dama de la otra orilla, si es que ambas no son la misma mujer. Navegaba en aguas turbulentas, entre Escila y Caribdis, cuando su vida se hizo a˜ nicos. Acaso est´e muy lesionada, aunque no de muerte. Su situaci´ on es preocupante; con todo, si consigue resistir a los primeros d´ıas de naufragio, de fijo que estar´ a a salvo. En estos casos es requisito sine qua non —valga el pleonasmo— atenerse a un procedimiento b´ asico de supervivencia, ya que los fuertes sentimientos de inseguridad que embargan a la v´ıctima del desastre pueden conducirla a su perdici´ on. Alguien inseguro resulta ser f´acil presa de las sirenas. S´ olo la raz´ on es capaz de impedir que se rinda a los cantos embelesantes de estos entes numinosos. El n´ aufrago debe consolidar su refugio durante los momentos iniciales —armar el campamento base— y debe animarse a s´ı mismo pensando que despu´es del naufragio viene el salvamento o la vuelta al terru˜ no. Incluso mediando un tiempo largo entre uno y otro evento no debe olvidar esta idea optimista. El naufragio es como un extremo de la vida, el otro extremo —tal como si fuese un cordel que mengua con el vivir— es el rescate. Entretanto es preciso cobijarse, ponerse a resguardo de la intemperie. . . encontrar la ribera en donde Naus´ıcaa23 y sus doncellas lavan la ropa. La intemperie suele ser el supremo enemigo de los n´ aufragos. Frente a ella, los lestrigones de apetito promiscuo parecen inofensivos. (El mejor ant´ıdoto contra la intemperie es construirse una casa por cuya puerta se pueda entrar de pie.) Pero atenci´ on: aqu´ı se esconde una a˜ nagaza m´ as sugestiva que la mism´ısima Circe. Me refiero a la asechanza formidable que unos llaman romanticismo y otros humanismo, denominaci´on esta u ´ ltima m´ as abarcadora y 23 Confieso que no pude sustraerme al prurito de estampar aqu´ı algunos de los hex´ ametros en los que el incierto Homero canta el encuentro del n´ aufrago Ulises con la princesa Naus´ıcaa.

Σμερδαλέος δ᾿v αὐτῇσι φάνη, κεκακωμένος ἅλμῃ · τρέσσαν δ᾿v ἄλλυδις ἄλλη ἐπ᾿v ἠϊόνας προεχούσας · οἴη δ᾿v ᾿Αλκινόου θυγάτηρ μένε · τῇ γὰρ Αθήνη θάρσος ἐνὶ φρεσὶ θῆκε, καὶ ἐκ δέος εἵλετο γυίων Στῆ δ᾿v ἄντα σχομένη · ὁ δὲ μερμήριξεν ᾿Οδυσσεύς, ἢ γούνων λίσσοιτο λαβὼν εὐώπιδα κούρην, ἢ αὔτως ἐπέεσσιν ἀποσταδὰ μειλιχίοισιν. Para los poco avisados: Odisea, VI, vv. 137-143. No sea que alg´ un tunante reclame derechos de autor u otra zarandaja del mismo jaez. (Si esta fauna de usufructuarios del intelecto hubiese vivido en ´epoca del bardo de siete ciudades, posiblemente hoy no disfrutar´ıamos de poes´ıa ´epica. ¡Ni siquiera habr´ıan florecido los rapsodas!) (Nota del Editor.)

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´ nimo ano enga˜ nosa si cabe. En cualquier caso, la probabilidad de sucumbir al ardid es extremadamente alta, puesto que se bastardea, mediante notas de singularidad especie´ısta, nuestra naturaleza y, en consecuencia, se nos adjudican necesidades espurias. As´ı es como se nos encubre nuestro car´ acter de criaturas aisladas, nacidas hu´erfanas y expuestas a una intemperie intransferible, y se nos arropa en un gregarismo ovejuno, que nos convierte en eunucos existenciales a perpetuidad. El que desee sobrevivir al naufragio deber´ a saber —y no ignorar jam´as— un concepto primordial: somos solitarios intermitentes. En otras palabras, nos juntamos para aparearnos o buscar alimentos, y cuando nos sentimos satisfechos jugamos a trascender nuestra condici´ on biol´ ogica. Con que no perdamos de vista la ´ındole exclusivamente l´ udica que conlleva esta plenitud ser´ a suficiente para garantizarnos una aurea mediocritas en el p´ aramo, m´ as all´a de espor´ adicos ramalazos de inseguridad que a la postre nos tonifican. En fin, prec´ avete de los refugios demasiado seguros. No sea que por haber naufragado tu vida se quede en agua de borrajas. ¡Ah! Y no olvides la presencia inevitable de los pretendientes, quienes codiciar´ an lo m´ as preciado que poseas, sin escr´ upulos y con tes´ on desmedido. No seas tan necia como para no darte cuenta de que ellos luchan por arrebatarte lo que ya no tienes. Porque estando lejos de ´Itaca nada te pertenece, ni siquiera tu pasado. Yo, como sobreviviente de numerosos naufragios, puedo aseverar enf´aticamente que es as´ı en la mayor´ıa de los casos. Espero que estos consejos m´ıos, avalados por mi propia experiencia, te sean provechosos, n´ aufraga de la otra orilla. ¿Cu´ ando cesar´ a de llover? Tengo hambre.

Coda La vejez, combinada con la soledad, induce en ciertos individuos un estado psicol´ ogico que se asemeja mucho al que se experimenta durante el lento consumirse de las ciudades sitiadas. Por lo que se sabe al respecto, los habitantes de estas poblaciones —condenados a una muerte segura en un lapso impreciso— perciben que el tiempo obra sobre ellos como un agente material que los va desgastando paulatina e inexorablemente, y que a la vez se desgasta a s´ı mismo en virtud de su naturaleza fungible. En tal coyuntura estas personas son como estatuas dotadas de vida, Pigmaliones conscientes, 22

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na tanto del deterioro que les produce el paso de los a˜ nos como de su aislamiento fatal. Compelidos a ser espectadores de su propia ruina, el persistente asedio les permite sentir que el tiempo los carcome, los reviene de manera gradual, a la par que les convence de que continuar´ an separados del resto de sus cong´eneres hasta el fin de sus vidas; o sea, el entorno los vuelve sistemas conscientes de su entrop´ıa. Algo as´ı les sucede a algunos ancianos que viven solos. Doloroso privilegio el de estos seres. ¡El sitio de Leningrado24 sentido por un viejo decr´epito!25

24 En la actualidad, la heroica ciudad a orillas del r´ıo Neva se llama San Petersburgo, como otrora, antes de la Gran Guerra. (Nota del Editor.) 25 Me parece pertinente destacar aqu´ı un hecho a todas luces rar´ısimo: este p´ arrafo pertenece a mi libro Disquisiciones acerca de la entalp´ıa de los sistemas abiertos. Es un ensayo de juventud, que casi ten´ıa arrumbado. ¡Hace lustros que lo escrib´ı! Adem´ as, esta Coda constituye una interpolaci´ on flagrante. S´ olo hilando muy fino ser´ıa dable detectar un remoto nexo con el texto que la antecede. Me temo que un tercero la ha introducido subrepticiamente a fin de perjudicarme. (Las hienas y los buitres est´ an atentos a cualquier signo de debilidad.) Recordemos que:

E = tei + (v.pe); siendo E = entalp´ıa; tei = total de energ´ıa interna; v = volumen; y pe = presi´ on exterior. Disculpad que en vez de la notaci´ on est´ andar haya empleado una ad hoc. En el decurso de la u ´ ltima d´ecada mucho de lo aprendido se me ha borrado de la memoria. (Nota del Editor.)

23

´ nimo ano

Botella al mar V Ya nadie vive en el 221B de Baker Street. de Volviendo a Sherlock, an´onimo

A

quien descifrare esta misiva, y —si ello fuere posible— a la dama de la otra orilla:

Sentado a una mesa, con un taz´on de mate cocido entre las manos, obser-

vo caer la lluvia tras los cristales. Delante de m´ı est´ an las cuartillas v´ırgenes, las que pronto contendr´an el pr´ oximo mensaje que remitir´e a alg´ un desconocido que habite en la costa opuesta de Pangea. De vez en cuando una repentina r´ afaga de aire hace crujir la ventana. Me cuesta concentrarme. El viento gime lastimeramente en las chimeneas de las estufas. A veces, en especial cuando me distraigo de mis quehaceres cotidianos evocando acontecimientos de anta˜ no, me atemoriza su ulular. Pese al luengo26 tiempo que llevo anclado aqu´ı, todav´ıa no me acostumbro a este sonido. Hay h´ abitos que son dif´ıciles de adquirir. Paso a contaros de forma sucinta mis principales vivencias desde que os envi´e mi anterior ep´ıstola mar´ıtima. Mas antes corresponde que os haga una concisa aclaraci´ on. Soy un n´ aufrago, como bien sab´eis. Pero no por esto debo comportarme como si fuese un pat´ an. ¡Soy un n´ aufrago ilustrado! ¡Y cosmopolita tambi´en! Claro. Asimismo, tal condici´ on n´ aufica no obsta para que cuide del idioma. En consecuencia encontrar´eis en mi relato de hoy ciertos vocablos y giros desusados hoga˜ no, empero correct´ısimos desde una perspectiva estrictamente ling¨ u´ıstica. Si la resucitaci´ on verbal que se est´ a promoviendo desde algunos distinguidos c´ırculos intelectuales representa un esfuerzo sincero por salvar del olvido un pu˜ nado de voces, entonces no os escandalic´eis por mi actitud. El modo m´ as eficaz de apadrinar una palabra es us´ andola, aun corriendo el albur de ser condenado al ostracismo literario por ello.27 26

Arca´ısmo de uso frecuente en diversas regiones de la Am´erica castellanohablante. (Nota del Editor.) 27 Empresa que hasta la fecha se ha demostrado inviable. Ya lo manifest´ o Horacio en su Ep´ıstola a los Pisones (vv. 60-62): «As´ı como los ´ arboles mudan la hoja al morir el a˜ no. . . as´ı tambi´en perecen con el tiempo las palabras antiguas. . . ». El fragmento original, en la lengua del Lacio, reza de esta forma:

24

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Conf´ıo, lectores inc´ ognitos, en que no os enfad´eis por esta digresi´on filol´ ogica. Sin duda fue motivada por una causa noble. Siempre he sido partidario de ense˜ nar con el ejemplo. Se me hab´ıa terminado la carne de conejo, y la le˜ na seca —combustible b´ asico para cocinar y calefaccionarse— estaba por agotarse tambi´en. El vigor de la tempestad aminoraba de a ratos. Adem´as, como para reforzar esta se˜ nal de apaciguamiento del meteoro, unas aves dentirrostras hab´ıan aparecido de improviso en el curso de las u ´ ltimas horas. Fen´ omeno que, seg´ un le´ı en un ajado volumen que hall´e en la librer´ıa, auguraba buen tiempo. En verdad que semejante aserci´ on pose´ıa m´ as visos de conseja que de conocimiento emp´ırico. Pero era ingenua, y probablemente tuviera un saludable efecto placebo sobre los lugare˜ nos ignaros. La creencia m´ as difundida, y tal vez la m´ as peligrosa, es la de aquellos que creen que tienen que creer en algo. Mas ´este no era el caso. Aprovechando un momento en que la intensidad del temporal parec´ıa decrecer, sal´ı de mi morada con rumbo al monte m´ as cercano. Ten´ıa la intenci´ on de capturar unos conejos y, de regreso, darme una vuelta por mi barco con el prop´osito de recoger unas vituallas. Con paso firme y veloz anduve las cinco cuadras que mediaban entre mi residencia y el oquedal. Una llovizna tenue, que de s´ ubito se precipitaba en forma de diminutos copos de nieve, comenz´ o a golpearme insistentemente el rostro cuando apenas hab´ıa alcanzado el primer calvero. La vista de una c´ afila de conejos atravesando a toda carrera un claro del bosque aviv´ o mis expectativas de caza. Me intern´e en la espesura sin dilaci´ on, recorr´ı un trecho largo, en zigzag, eludiendo numerosos obst´ aculos, hasta dar con un sitio apropiado para mis fines. Tend´ı entonces mis trampas con diligencia y me sent´e detr´ as de un matorral a aguardar pacientemente los resultados. Al cabo de unas horas, que para m´ı pasaron casi sin percatarme, pues me hab´ıa concentrado en la lectura de un libro, part´ı a examinar el terreno en donde ten´ıa puestos mis lazos. De hecho, fui un hombre venturoso ese d´ıa. Hab´ıa capturado veintitr´es piezas, entre conejos y gazapos. Ut silvae foliis pronos mutantur in annos, Prima cadunt, ita verborum vetus interit aetas Et iuvenum ritu florent modo nata vigentque. Lo cual evidencia que el Venusino era, aparte de poeta eminente, una persona sensata. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano De repente o´ı un ruido sordo, que proced´ıa de las entra˜ nas de la Tierra, e instantes despu´es el suelo empez´o a moverse debajo de mis pies. Corr´ı a toda prisa hacia un lugar libre de vegetaci´on. Estuve a punto de sufrir un esguince de tobillo cuando en mi fuga pis´e accidentalmente un vivar oculto por la maleza. Al fin, recostado sobre un pe˜ nasco musgoso, a cielo descubierto y con el morral colg´andome del cuello, descans´e un rato. A poco ya me hab´ıa repuesto medianamente del susto. Hab´ıa dejado de jadear y ya no experimentaba esa alarmante impresi´on de ahogo. (A prop´osito de este suceso pens´e en que deb´ıa hacer gimnasia para mantenerme en forma y evitar as´ı otro incidente similar.) Estimando estos percances en su justa medida, opt´e por retornar a mi albergue, previo paso por la nave. La caza hab´ıa sido copiosa y el aspecto del cielo denotaba que el mal tiempo se acentuar´ıa en las horas siguientes. No val´ıa la pena aventurarme a soportar males innecesarios. Tanto la tect´onica de placas como la atm´ osfera terrestre eran realidades que por ninguna circunstancia me conven´ıa soslayar. En la playa, hacia el septentri´ on, se divisaba el pecio de lo que fuera una barcaza de factura artesanal. Olas impetuosas, de magnitud considerable, forcejeaban con su casco desbaratado. Algunas tablas alabeadas sobrenadaban torpemente entre las rocas del arrecife. Su color amarillo resaltaba de manera peculiar de entre la espuma y los cochayuyos verdosos. Restos de aparejos de pesca y barriles desportillados flotaban por doquier. Un caj´on de tasajo se hab´ıa volcado sobre la arena; algunos trozos de carne cochambrosa yac´ıan desparramados en derredor de un perro muerto. Las continuas rachas de aire esparc´ıan vahos salobres y f´etidos. Unos cormoranes revoloteaban a baja altura, otros se balanceaban sobre los pedazos del bastimento. Mir´e en direcci´ on a donde estaba mi nave, temiendo que la marejada la hubiese hecho encallar. Sin embargo, la vi intacta, bambole´andose a impulsos del viento y del fuerte oleaje. Dej´e amarrada a una pe˜ na mi ristra de conejos reci´en cazados. (El zurr´on en el que los transportaba se me hab´ıa desfondado con el peso de los a˜ nos en un recodo del camino.) No fuera que por una imprudencia malograse el fruto de mis desvelos cineg´eticos. Me desvest´ı, guard´e mi hato en una cueva alejada del mar ensoberbecido y acomet´ı con resoluci´on la tarea, temeraria sin duda, de abordar mi bajel. Carec´ıa de un bote para la ocasi´ on, ni siquiera contaba con una escala de cuerdas. Despu´es de nadar afanosamente y de padecer los 26

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na embates de las olas, ya medio congelado, logr´e trepar hasta la cubierta a trav´es de la cadena del ancla de popa. El fr´ıo que sent´ı en aquel entonces, estando desnudo y de pie sobre el buque, no lo he vuelto a sentir jam´as. Dando tumbos reun´ı en una bolsa marinera cuanta comida enlatada hall´e en la despensa. Met´ı tambi´en en ella un rollo de alambre conejo, dos carretes de sedal y algunas herramientas. Me desentend´ı del instrumental cient´ıfico, pues gran parte hab´ıa desaparecido y el resto estaba inservible a causa de la humedad. El miedo a morir de hipotermia me apremiaba a finiquitar de forma perentoria mi estancia en aquel barco constantemente zangoloteado por la borrasca. Me estremec´ıa con la sola idea de acabar mis d´ıas en su bodega maloliente, yerto antes de haber conseguido huir de ese mundo l´ ugubre. Al fin, habiendo salido a cubierta por la escotilla de popa, me coloqu´e un chaleco salvavidas, me at´e a la cintura el saco y me lanc´e al agua. En breves minutos las olas me hab´ıan arrojado a la playa. Regres´e a mi alojamiento siendo ya noche cerrada. Estaba aterido. Tiritando me cambi´e las prendas h´ umedas por otras secas. Con premura ech´e unas astillas sobre el rescoldo de la cocina y avent´e las brasas con un fuelle de fragua. A poco comenc´e a percibir en el cuarto un agradable olor a humo. Me apliqu´e entonces a carnear las presas, gratamente acompa˜ nado por el crepitar de la le˜ na ardiendo. El ajetreo de la jornada me hab´ıa abierto el apetito. Afuera, la ventisca vapuleaba los postigos de las ventanas. El estofado de conejo con papas me supo a manjar de reyes. Tan as´ı que incluso reba˜ n´e la olla con obsesiva meticulosidad. Com´ı hasta quedar ah´ıto. De verdad que estaba como para chuparse los garfios, si se me permite el exabrupto culterano que conlleva esta frase. Repuesto un tanto de las faenas del d´ıa, prolongu´e mi sobremesa reflexionando en torno a los aparentes misterios que rondan este paraje singular. La energ´ıa el´ectrica, el computador conectado a Internet y la casa deshabitada pero siempre habitable conformaban una inc´ ognita casi portentosa. Somnoliento, a mitad de camino entre el sue˜ no y la vigilia, discurr´ı —o fantase´e— que quiz´as el p´ aramo me plantease un problema cuya soluci´ on era tan improbable de conocer como la condici´ on de parada de una m´ aquina de Turing. Al otro d´ıa, entretanto desayunaba, especul´e con la posibilidad de hallar el n´ umero de G¨ odel del lugar en donde me encontraba. Pens´e: las matem´ aticas, no la lengua natural (basti´ on postrero del antropocentrismo), son el 27

´ nimo ano lenguaje en el que es factible expresar la realidad. Enseguida ca´ı en la cuenta de que tama˜ na aseveraci´ on encerraba, en mi presente situaci´ on, una falacia insuperable. ¡Primeramente hab´ıa que tener una realidad! Engull´ı la u ´ ltima loncha de jurel ahumado que hab´ıa en el plato. Me puse de pie mientras sorb´ıa un mate amargo. Algo vago, tan incierto como el origen y las consecuencias del cambio clim´ atico, me desazonaba sobremanera. En el transcurso de la noche el temporal hab´ıa recrudecido. A la distancia, m´ as all´ a de los ´ arboles derribados por el vendaval, un grupo de gaviotas maniobraba en plena tormenta. Permanec´ı largo rato mirando los complicados movimientos que efectuaban estos p´ ajaros a fin de contrarrestar la fuerza e´ olica. La pericia que mostraban en la ejecuci´on de tal labor me emocion´ o. Por un instante hab´ıa logrado empatizar con estos peque˜ nos dinosaurios. Al fin di con el motivo de mi inquietud: la mujer que naufrag´ o en una costa lejana no me hab´ıa escrito. Mi soporte vital se resent´ıa de esta carencia y, a decir verdad, mi estado de ´animo acusaba ya la presencia de los primeros fantasmas de la intemperie n´ aufica. Un sismo leve remeci´ o ligeramente la habitaci´ on. La espetera se agit´o por unos segundos y tintine´ o. A lo lejos, brotando de una regi´ on ignorada hasta ese momento, un perro aull´ o sin entusiasmo. Me detuve delante de un espejo y emit´ı una risa sard´onica. Estaba irresoluto. Al fijar la vista en la imagen azogada me pareci´ o atisbar un mundo distante. Mi rostro erosionado por los a˜ nos me rememoraba la existencia de otro hombre, m´ as joven y menos solo. Adrede deslic´e un dedo por sobre la superficie v´ıtrea, como si quisiese cerciorarme de la veracidad de aquel reflejo mortecino. Disgustado por la visi´on de ese mustio resplandor, retroced´ı cansinamente, recitando en voz baja unos versos egregios: ¿Qu´e me reserva el devenir ahora

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y este hoy, en flor apenas entreabierta? «Mi playa de Marienbad. . . mi Ulrike. . . Fueron dos n´ umeros primos los que vencieron al amor»,29 pens´e mientras me abocaba a rematar la misiva. Sent´ı que chocaba con algo. El torbellino de sentimientos encontrados me hab´ıa conmovido al extremo de hacerme trastabillar hasta dar de sopet´on 28 Eleg´ıa de Marienbad, Johann Wolfgang von Goethe, en traducci´ on de Guillermo Valencia, vv. 1-2. (Nota del Editor.) 29 En efecto, como muchos sabr´ an, el n´ aufrago alude aqu´ı a los cardinales 19 y 73. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na con la silla. ¡La puta que lo pari´ o! Me arremangu´e el pul´ over y me enjugu´e una l´agrima (o como se diga ahora). «Los recuerdos son la carcoma del tiempo», farfull´e acomod´ andome en mi asiento. Al concluir mi involuntaria lecci´on se me pas´ o por la cabeza que resucitar palabras induce a crear textos de una pedanter´ıa insufrible. Aunque deb´ı reconocer que incluso as´ı dispuestos estos conjuntos de s´ımbolos cumplir´ıan con su cometido de comunicarme con otro ser humano. En virtud de la famosa redundancia algo m´ as de ruido no obstaculizar´ıa la transmisi´on del mensaje. Dej´e en ese punto mi reflexi´on, pues ya me adentraba en el brumoso territorio de la est´etica. Calent´e la pava, cambi´e la yerba del mate y me concentr´e en mis asuntos, sin duda mucho m´ as mundanos que mis divagaciones sobre vocablos redivivos y cuestiones concomitantes. Como pude termin´e de perge˜ nar mi carta de n´ aufrago. La tierra continuaba temblando. Introduje con desgano un le˜ no de tep´ u en la estufa de hierro. Humeaba. Ajust´e el tiro de la chimenea. Una andanada de lluvia azot´o rudamente la puerta. Restregu´e los pies en un felpudo desflecado que hab´ıa por ah´ı. Mero automatismo de ´epocas m´ as civilizadas. Entretanto me enfundaba en mi gab´ an de piel de conejo tarare´e un aire popular. El escalofr´ıo de una enso˜ naci´ on inesperada recorri´o mi espalda. Que el ocaso te sea leve, dijo alguien desde el pasado. Despu´es de remolonear un poco me calc´e los guantes y abandon´e el albergue con destino a la orilla del mar. All´ı una corriente marina se encargar´ıa de llevarle a mi ignota corresponsal mi botella de barro cocido conteniendo unas cuartillas con estas mismas palabras que en este preciso instante escribo. P.S.: Definici´ on de literatura, seg´ un mi hijo: Cmnkt cn t gnrcn qndo kras, d frma indval e ntima, si lgras ntender el msj. El resto de obras, que se subsumen oficialmente en la categor´ıa literatura, ser´ıa material de investigaci´ on para m´ ultiples ciencias o, en el peor de los casos, pienso para saciar la voracidad de los bibli´ olatras.30 M´as a´ un: la siguiente cadena de caracteres aparentemente arbitrarios tambi´en constituye una expresi´ on literaria cabal, siempre y cuando 30 La sola evocaci´ on de estas sandeces idiom´ aticas repugna al menos melindroso y subleva al m´ as pac´ıfico. Los necios no se arredran ante nada. ¡Cu´ an duro es ser padre en los tiempos que corren! (Algunos sostienen que los hijos son una hipoteca de por vida.) (Nota del Editor.)

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´ nimo ano sea interpretada en el contexto de una situaci´ on de intemperie. (Los enigmas dejan de ser tales si entendemos el c´odigo que los rige.) vnnjkqeeqgpvveetedir31 En fin, a veces los grandes cambios tecnol´ ogicos generan revoluciones literarias. Que se sepa, el proceso inverso jam´as ha ocurrido.

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Cifrado de Vigen`ere. ¿No os recuerda esto a ciertos juegos criptomatem´ atico-literarios que el bueno de Lewis Carroll desarroll´ o en su magnum opus? (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Botella al mar VI32 Cuando tenga ´animo me suicidar´e. yo

A

quien leyere este mensaje: Buenos d´ıas. Mi nombre no interesa. Soy sencillamente un individuo

que ha sido testigo de algunos eventos extraordinarios. Paso a contaros los hechos sin m´ as introitos. Despu´es de haber permanecido poco m´ as de tres meses en un paraje

asolado por el viento y la lluvia, a cuyas costas inhospitalarias arrib´e debido a que la nave en que viaj´abamos zozobr´ o frente a ellas, part´ı con rumbo a una tierra muy distinta. O as´ı lo cre´ıa yo en ese entonces. A˜ nado a lo dicho que ignoro por completo la suerte que corrieron mis compa˜ neros de la expedici´ on ant´ artica. Aunque es bastante probable que todos ellos hayan perecido en el naufragio. Poco despu´es de establecerme en aquel lugar desangelado, se contact´o conmigo una mujer que aseguraba haber naufragado en un litoral remoto. Las botellas de barro cocido, conteniendo notas manuscritas, que yo echaba al mar, le llegaban con cierta regularidad. Una corriente oce´anica las transportaba hasta la orilla en donde ella hab´ıa encallado. De tiempo en tiempo yo recib´ıa alg´ un mensaje suyo a trav´es del computador que hab´ıa en aquel sitio. (La nuestra era una comunicaci´ on as´ıncrona.) Por ella supe de otro pa´ıs y de otras riberas, en todo diferentes a ´esas en las que me encontraba. Un d´ıa me invit´o a ir hasta all´ı para rescatarla y a la vez resarcirme, seg´ un columbr´e, de mis congojas. No obstante, numerosas tempestades demoraron mi partida. Mientras me esforzaba por alejarme de ese p´ aramo atrajeron mi atenci´ on diversas cosas. . . incoherentes, que no absurdas. . . 33 Me propuse entonces 32

Esta relaci´ on que efect´ ua el protagonista, como a guisa de compendio de su experiencia vital en el lugar donde naufrag´ o, es lo que con mayor fuerza me persuade de que sus mensajes son fidedignos m´ as all´ a de cualquier duda razonable. Suponiendo que se tratase de una obra literaria, —es decir: un texto concebido como un sistema sem´ anticamente aut´ onomo—, esta Botella al mar VI ser´ıa redundante, e inclusive impensable hasta por el propio autor; su acentuado car´ acter pleon´ astico la volver´ıa contraproducente respecto a la finalidad literaria con que se habr´ıa escrito la hipot´etica obra. Cabe, por ende, desechar semejante conjetura y afirmar, respaldado en los argumentos precedentes, que la narraci´ on en cuesti´ on es ver´ıdica. (Nota del Editor.) 33 El sintagma qued´ o trunco porque estaba en un sector muy da˜ nado del disco duro. No obstante, luego de cotejar concienzudamente varias cadenas de caracteres —tal como si

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´ nimo ano explicarme los fen´omenos en apariencia incomprensibles con los que a menudo me topaba. Me obsesion´e por hallar una raz´ on a tanto sinsentido y acab´e desesper´ andome ante mi impotencia para concretar este prop´osito. Aprend´ı as´ı que a la larga el voluntarismo s´ olo crea culpables y fracasados.34 A poco trecho de la playa hab´ıa una casa espaciosa, de dos plantas, bien conservada por donde se la mirase. Todo en ella estaba ordenado de tal suerte que quien la observara, por fuera o por dentro, no titubear´ıa en opinar que sus habitantes eran en extremo hacendosos. Ubicada a escasos cien metros35 del farall´on del Norte, sobre una ligera elevaci´on del terreno, nadie cuerdo hubiese imaginado que permanec´ıa desierta desde ´epoca inmemorial. Apenas transcurridos tres d´ıas desde mi llegada, comenc´e a trajinar por las inmediaciones de esta vivienda, intentando descubrir la fuente de la electricidad que la manten´ıa iluminada. Mi empe˜ no result´o in´ util, puesto que jam´as logr´e saber con certeza el origen de la misma, aunque quiz´as estuve cerca de averiguarlo. Tampoco aclar´e el enigma de la ausencia de seres humanos en aquel paraje agreste. Hab´ıa alimentos en una despensa y le˜ na seca en un tinglado. Hab´ıa un horno de barro, que acab´e usando para cocer mis botellas de arcilla, y un huerto bien cuidado. Hab´ıa asimismo una veintena de libros en una estanter´ıa de notro y un computador encima de un escritorio. En mi prolija rebusca tambi´en encontr´e algunas herramientas de labranza, un f´arrago de enseres dom´esticos y una motosierra de espada reluciente. Mas no hab´ıa nadie a quien adjudicarle la propiedad o el usufructo de estos objetos dis´ımiles. Pasados los primeros d´ıas, que emple´e en reponerme de mi naufragio y en investigar por los alrededores, me dediqu´e a reparar mi barco. (No deb´ıa dejarme paralizar por la sinraz´on.) Los mensajes de la mujer que manipulase un palimpsesto de nov´ısima factura— me inclino a creer que nuestro desdichado relator pretendi´ o expresar algo as´ı: absurdo es todo aquello que no es como nuestro capricho quiere que sea. (Nota del Editor.) 34 La lectura de este pasaje me trae a la memoria —por contraste, supongo— aquella reposada contestaci´ on que dio la diosa serpiente al n´ aufrago del cuento egipcio. «Si eres fuerte, domina tu coraz´ on: estrechar´ as en tus brazos a tus hijos y a tu mujer, ver´ as tu casa, y eso vale m´ as que todo. Regresar´ as al pa´ıs donde viv´ıas con tus hermanos». Extra´ıdo de El relato del n´ aufrago, en Revista El Correo de la Unesco, agosto-septiembre 1991, pp. 40-42. (Nota del Editor.) 35 Esbozando una sonrisa de triunfo, mi amigo exclam´ o: «¡Te apuesto un pendrive a que son exactamente noventa y siete metros!». En ese instante no supe qu´e replicarle. Su imprevisto desaf´ıo l´ udico me hab´ıa desconcertado. Yo no ve´ıa que hubiera elementos suficientes como para inferir de ello tal valor. Por otra parte, a´ un hoy pienso que los misterios pitag´ oricos son pasatiempos pueriles. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na naufrag´ o en una costa lejana me incitaban a partir lo m´ as pronto posible. Seg´ un sus palabras, un mundo c´ alido y sin chubascos me aguardaba m´ as all´a de ese oc´eano siempre proceloso. ¡Hasta promet´ıa prepararme una deliciosa cena! (Reconozco que todo esto era muy confuso. ¡Un naufragio en plena metr´ opolis!) Cierta noche recib´ı una carta suya. En ella me pon´ıa las coordenadas del lugar en el que supon´ıamos que hab´ıa naufragado. Los datos eran escuetos, quien los escribi´o no los hab´ıa acompa˜ nado de indicaci´ on alguna, ni siquiera de una frase de salutaci´ on o de su firma al pie. Al d´ıa siguiente, despuntando el alba y despu´es de interminables semanas de tormentas, zarp´e. El cielo se mostraba despejado y el mar estaba calmo. Corr´ıa una suave brisa del Sur. Sin duda tendr´ıa buen tiempo para navegar. Un Sol anaranjado, grande como una palangana, sub´ıa perezosamente a trav´es de la l´ınea de horizonte trazada por sobre las aguas oce´ anicas. Record´e, demasiado tarde, que me hab´ıa olvidado de apagar el computador. Al cabo de veintitr´es d´ıas de singladura arrib´e sin contratiempos a las costas indicadas por mi amiga. Desembarqu´e al caer el crep´ usculo. El viento arremet´ıa impetuosamente y hac´ıa mucho fr´ıo. Una densa bruma cubr´ıa la caleta.36 Rode´e la rompiente a fin de evitar que los rociones me calaran hasta los huesos. Aun as´ı el ruido del batir de las olas contra el arrecife era ensordecedor. De fijo que esa noche habr´ıa temporal. A casi cien metros de la ribera se divisaba una casa con uno de sus cuartos alumbrado por una bombilla el´ectrica. Detr´as de m´ı, en alta mar, un Sol envuelto en oscuras nubes se ocultaba presuroso. No hall´e ning´ un rastro de la mujer que naufrag´ o en una costa lejana. Pens´e, con resignaci´on, que tal vez hubiese un mensaje suyo en el computador.37 Despu´es de pasar un par de d´ıas postrado en la habitaci´ on de las papas, me repuse lo suficiente como para retomar mi rutina diaria y reflexionar sobre lo que me hab´ıa ocurrido. Pero aun cuando emple´e en ello toda mi 36

Comprob´e, por simple curiosidad, que si bien el uso de esta acepci´ on del vocablo caleta est´ a extendid´ısimo, la Real Academia Espa˜ nola no lo recoge en la u ´ ltima edici´ on (22.a ) de su Diccionario. Con el significado de ensenada peque˜ na, que es el que corresponde a esta acepci´ on del t´ermino caleta, aparece el lema cala. (Nota del Editor.) 37 Es bastante probable que el pobre haya estado navegando sin derrota hasta que atrac´ o en la presunta isla en cuya costas hab´ıa naufragado. Con la diferencia que esta vez pis´ o tierra en su lado occidental. Y nada raro que hubiese una casa parecida en esa otra costa. O quiz´ as lleg´ o a Venus sin darse cuenta, me susurra mi amigo componiendo un chascarrillo deliberadamente cr´ıptico. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano capacidad intelectual no logr´e sacar algo en limpio. El hecho, aunque ins´ olito en grado superlativo, no era m´ as que la continuaci´ on de otros muchos que yo ven´ıa presenciando, y sufriendo, desde que por casualidad hab´ıa arribado a ese p´ aramo at´ıpico. Convencido de la inutilidad de mis esfuerzos, desist´ı de cualquier pretensi´on de comprender lo que suced´ıa. Mi raz´ on comenzaba a flaquear y no era cosa de andar corriendo riesgos innecesarios en una situaci´ on tan cr´ıtica. Transcurridas unas semanas, me aboqu´e a recabar informaci´ on acerca de experiencias similares a la m´ıa. M´as que nada para distraerme. En Internet supe de casos supuestamente documentados que se asemejaban bastante al m´ıo. Se trataba de personas que hab´ıan quedado atrapadas en un bucle espaciotemporal. Al menos eso aseguraban en las p´ aginas web que consult´e. V´ıctimas y testigos sedicentes del singular fen´omeno afirmaban que s´ olo un especialista en Teor´ıa de Cuerdas o una mujer Wolf-Rayet pod´ıan ayudar a estos prisioneros a solventar su dif´ıcil trance. En verdad que tales elucidaciones me parecieron un reverendo disparate. No obstante, al carecer de respuestas sobre las causas de mis extraordinarias vivencias, acept´e esta explicaci´on sin m´ as, como quien compra un detergente porque vio su aviso publicitario en el televisor. Un acto de irracionalidad pura destinado a darnos unas migajas de seguridad entretanto el cataclismo final se avecina silencioso. —¡Estoy preso en un bucle espaciotemporal! —grit´e a voz en cuello y me ech´e a re´ır a carcajadas.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Botella al mar VII38 Si la verdad consiste en la conformidad de la cosa con el concepto que la denota, entonces la informaci´on, en tanto representaci´on simb´ olica de la realidad, es la conformidad del mundo con los datos que lo describen. De lo que deducimos que la informaci´on es la verdad del mundo. Por consiguiente, si tenemos informaci´on podemos estar seguros de que existe un mundo exterior a nosotros. de Refutaci´ on del solipsismo, an´onimo

A

quien fuere yo y leyere este mensaje: Buenos d´ıas. Mi nombre no importa. Soy yo. (Siempre digo buenos d´ıas

con la esperanza de que alguien me responda. Es como un programa SETI de dimensiones modestas.) Despu´es de mi conato de abandonar la isla me dediqu´e a holgazanear

sin remordimientos. Los d´ıas y los meses transcurrieron sin sucesos de importancia. Com´ı papas y potajes de legumbres hasta hastiarme, consum´ı la provisi´on de pescado e incluso acab´e con las olorosas ristras de cebollas. Cuando el alimento almacenado empez´o a escasear, cultiv´e con ah´ınco el huerto que est´ a junto a la finca y perfeccion´e mi t´ecnica para cazar conejos silvestres. Tambi´en pesqu´e peces en abundancia, que luego ahum´e. Pero jam´ as, ni por un segundo siquiera, en todo ese lapso se me ocurri´o intentar nuevamente salir del yermo en donde estaba. No iba a quemar mis naves sabiendo que no exist´ıa un reino que conquistar. Entretanto le´ıa los Principia, como si los c´ alculos de fluxiones pudieran atemperar la desolaci´ on que a menudo sent´ıa.39 Han pasado los meses sigilosamente, como alguien que anda de puntillas por las habitaciones. El tiempo ha mejorado bastante. Los d´ıas se alargan, el fr´ıo disminuye y ya casi no llueve. En los aleda˜ nos del inmueble nacieron algunas plantitas y los ´ arboles raqu´ıticos, pr´ oximos al arroyuelo, reto˜ naron espl´endidos. Todav´ıa perviven algunos dihue˜ nes en los troncos de los coihues. De vez en cuando un picaflor solitario cruza el jard´ın. En el firmamento observo, todas las noches, a Sirio rutilante. 38

Este mensaje jam´ as fue remitido. El n´ aufrago no pudo continuar fabricando sus vasijas. Los torrentes barrieron toda la arcilla del p´ aramo. El ep´ıgrafe ser´ıa una interpolaci´ on de un estudiante de Hume. (Nota an´ onima.) 39 «Por lo general, los grandes naufragios se sobrellevan mejor en soledad», acota mi amigo y colaborador. Est´ an verdes, dijo la zorra, declaro yo en tono discrepante. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano Cierta tarde, al volver de una excursi´ on a los humedales en busca de le˜ na de tep´ u para cocinar, encontr´e uno de esos tradicionales pinos de Navidad sobre la mesa del comedor, cerca del mueble con libros. «Ya estamos a fin de a˜ no», me dije a m´ı mismo; «es el perihelio», agregu´e lac´onicamente, mientras procuraba concretar un recuerdo difuso. Al rato me sorprend´ı por el hecho de que semejante objeto ceremonial hubiese surgido all´ı como por arte de birlibirloque. Sin embargo, ello no me apesadumbr´ o como cuando, reci´en llegado a la isla, me topaba a diario con esta clase de cosas. Al fin me hab´ıa habituado a vivir en ese ambiente caliginoso, plet´ orico de extravagancias, que era el lugar en donde yo hab´ıa zozobrado.40 Me consolaba recordando que m´ as tuvo que entregar Kepler por ocho minutos de arco. He desistido de buscar seres humanos en este paraje fuera de camino. Despu´es de innumerables intentos frustrados, arrib´e a la conclusi´on de que es una empresa insensata el ambicionar comunicarme con mis cong´eneres. En este mundo extra˜ namente deshabitado todo es escurridizo y pegajoso a la vez, tal como la miel derretida. Resulta imposible hacer pie en semejante realidad, si es que as´ı puede llamarse este fen´omeno amorfo que me rodea. Mi barco, ya casi dormido, sigue fondeado en la misma cala en donde atraqu´e la u ´ ltima vez. Apenas si lo distingo desde la cocina de la casa como una probabilidad impertinente. Cansado de partidas y de puertos fugitivos, se columpia sobre las aguas como si fuese parte de este paisaje extraviado. Lo sobrevuelan cormoranes y gaviotas afanosas, entretanto los cochayuyos van tejiendo una mortaja gelatinosa en rededor de ´el. Se me hace cuento que con este barquito de madera hallamos estado en la Ant´artida. Pese a los fieros temporales que se abatieron sobre la regi´ on, el suministro de electricidad no se ha interrumpido. Para mayor estupor, en todos estos a˜ nos que llevo aqu´ı ni siquiera he recibido una boleta de cobro por el servicio prestado. En cierta manera debo considerarme un hombre afortunado. A toda hora, tanto de d´ıa como de noche, por el Poniente se encumbra una serpenteante columna de humo gris, que proviene, de acuerdo con mis estimaciones, del edificio con aspecto de central el´ectrica, aqu´el que una vez yo entrev´ı desde la cima de un cerro, a la vera de un salto de agua. 40 Estamos demasiado acostumbrados a echar mano de explicaciones religiosas o filos´ oficas cuando no entendemos algo. En estos casos de ignorancia ser´ıa mejor callar —llamarse a silencio como el protagonista—, pues de no hacerlo desalentar´ıamos investigar el fen´ omeno en cuesti´ on y, en consecuencia, nos condenar´ıamos a no comprenderlo nunca. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Cuando el viento sopla desde esa direcci´ on, el aire se impregna de un olor acre, distintivo de la combusti´on del carb´ on de piedra. El computador permanece encendido sobre el escritorio, con su conexi´on a Internet plenamente operativa. La mujer que naufrag´ o en una costa lejana prosigue envi´andome mensajes por correo electr´ onico, aun cuando yo no le responda ninguno. En ellos me refiere an´ecdotas de su vida privada: se divorci´ o, su m´edico le diagnostic´o una afecci´on card´ıaca, est´ a atravesando una crisis vital profunda e intenta —seg´ un ella— llegar hasta donde m´ı a fin de consolarse de tanta desgracia. Yo soy su ´ angel.41 En verdad que este asunto me parece falto de coherencia, a no ser que ella est´e expres´ andose en sentido metaf´orico. ¿Es cierto que ha naufragado en una playa remota al igual que yo? ¿Miente como una bellaca o su relato es una sutil par´ abola? Yo no lo s´e, ni tengo un aut´entico inter´es en averiguarlo. El c´alculo de fluxiones y el cultivo del huerto requieren de todas mis fuerzas. M´as a´ un, practicando un escepticismo cr´ıtico cabr´ıa interrogarse acerca de su condici´ on ontol´ ogica: ¿Existe esta mujer? Bien podr´ıa ser un bot o un troyano destinados a obtener informaci´ on confidencial de usuarios de Internet poco precavidos.42 Pero desde que se sabe que los juicios negativos de existencia son indemostrables,43 es tarea vana cualquier intento de probar una hip´ otesis como la m´ıa. Por momentos malicio que estoy inmerso en un bucle espaciotemporal; pero, por favor, no me pregunten qu´e significa tal cosa, pues yo lo ignoro y no creo que haya alguien en el universo que lo sepa.44 41 Ser m´ıtico, h´ıbrido de humano y ave, de sexo opinable y oriundo de Mesopotamia. Desempe˜ naba roles heterog´eneos, tales como mensajero, protector de personas y ejecutor de mandatos divinos especiales. Algunos pueblos del Medio Oriente agrupaban a estas quimeras en ´ ordenes jer´ arquicos, otros no. Sin embargo, casi todos les atribu´ıan la inmortalidad y cualidades morales excelsas. Actualmente se los representa en estampas charras. (Nota del Editor.) 42 Tambi´en debiera contemplarse en este abanico de posibilidades la hip´ otesis de un caso de suplantaci´ on de identidad o phishing. As´ı se explicar´ıan muchas de las incoherencias y contradicciones que percibimos en la conducta de la mujer de la otra orilla. De confirmarse esta hip´ otesis de trabajo, habr´ıan sido dos o m´ as las personas que le escribieron a nuestro sufrido n´ aufrago. (Nota del Editor.) 43 Alusi´ on indirecta al consabido onus probandi. (Nota del Editor.) 44 Este pasaje de la narraci´ on nos parece desconcertante, tanto como para inducirnos a sospechar que es ap´ ocrifo. Obs´ervese c´ omo el autor define ahora el lugar donde est´ a fondeado. Isla lo denomina (!). Repare tambi´en el lector en la notable omisi´ on del bajel. Por u ´ ltimo, la apostilla an´ onima con que se inicia esta Botella al mar VII delata la presencia de un escoliasta anterior a nosotros, el que —casi con toda certeza— tuvo acceso a material de primera mano, y hasta es veros´ımil que haya visitado el mism´ısimo lugar que habit´ o el individuo perge˜ nador de estas p´ aginas. Supuesto que, claro est´ a, quedar´ıa invalidado si

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´ nimo ano

Fragmentos de bit´ acora El test de Rorschach es a la psiquiatr´ıa lo que las Caras de B´elmez son al arte rupestre. yo45

Redactados a vuelapluma, en momentos de ocio o cuando el ´ımpetu de la tormenta me acorralaba en el cuarto de las papas, estos fragmentos —salvados del u ´ ltimo aluvi´on, el que devast´ o la esquina nordeste de la finca— plasman algunos de mis m´ as acendrados desprop´ositos intelectuales. No busqu´eis en ellos otra cosa que no sea solaz para un cerebro estresado. Tampoco os and´eis con remilgos: disfrutadlos sin tomar precauciones, puesto que est´ an exentos de la toxicidad inherente a un programa de televisi´on. Son las huellas borrosas de un gran dolor. Como una vez me dijo un arque´ologo especializado en naufragios antiguos: En el fragmento se encuentra la totalidad.

Diario ´ıntimo Sine die. En una ´epoca imprecisa, de caracter´ısticas geol´ogicas prec´ ambricas, naufragu´e estrepitosamente. Aprovechando la cat´astrofe, un idiota con tridente llamado Poseid´ on devor´ o a mis compa˜ neros buscadores de meteoritos. Fue para entonces que di con esta vivienda singular, que si bien no est´ a habitada pareciera como que lo hubiese estado hasta hace poco. Hace seis d´ıas inspeccion´e la casa del p´ aramo, tropec´e con una peque˜ na biblioteca, descubr´ı un pu˜ nado de libros —algunos de ellos valiosos—, aprend´ı a cazar conejos, comenc´e a reparar mi embarcaci´ on, domin´e la t´ecnica de la alfarer´ıa, horne´e siete botellas de arcilla, saci´e mi apetito engullendo galleta marinera con mate cocido, recib´ı el pedido de auxilio de una desconocida, le respond´ı su mensaje y ejerc´ı la docencia a distancia. se corroborase que este trozo del relato es falso. Con todo, la huella de este comentador desconocido reafirma nuestra presunci´ on de que fue un tercero quien transcribi´ o al computador las cartas manuscritas del n´ aufrago. Si bien no lo ratifica categ´ oricamente, aporta un dato que respalda esta alternativa en detrimento de su contraria, la de que hubiese sido ´el mismo quien copi´ o sus propios escritos, tal vez con la intenci´ on de resguardarlos de una eventual cat´ astrofe clim´ atica. (Nota del Editor.) 45 ¿Una infamia? Este peregrino dictamen lo vi impreso, hace cosa de un lustro, en el margen izquierdo de un ep´ıtome de oniromancia. ¿Casualidad o premeditaci´ on? Probablemente nunca lo sepamos. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Hace cinco d´ıas realic´e una excursi´ on a fin de hallar la fuente de la energ´ıa el´ectrica que mantiene a este computador funcionando, me lastim´e una pierna mientras regresaba, me sutur´e la herida, com´ı chicharrones de conejo que calent´e en una paila de aluminio, resolv´ı dormir en el piso de este cuarto —preferentemente por motivos ´eticos—, me invit´o a su hogar la mujer de la otra orilla y adopt´e una postura cercana al monismo materialista.

Figura 1: Malla de cebollas que hall´o el n´aufrago en un cuarto rec´ondito. Atr´as, hacia el extremo izquierdo de la foto, se observa el serrucho con el que repar´ o su barco.

Hace cuatro d´ıas termin´e de arreglar mi nave, medit´e acerca de los l´ımites de la realidad, vi llover torrencialmente, o´ı al viento forcejear con los postigos de las ventanas, encontr´e lentejas, papas, cebollas y cecina de pescado en una habitaci´ on rec´ ondita; almorc´e pur´e de papas con cebollas sofritas, me repuse de mi accidente, asesor´e a una amiga, esquematic´e una estrategia para afrontar los efectos delet´ereos de la intemperie en los n´ aufragos, cavil´e sobre las consecuencias de la entrop´ıa y hoje´e mi diario antes de dormirme en mi lecho improvisado. Hace tres d´ıas reflexion´e con ´ animo erudito en torno al valor de las palabras, cac´e muchos conejos, decid´ı hacer ejercicio f´ısico, pues deseaba mantenerme saludable y estar atractivo para mi amor; visit´e mi barco —en donde casi mor´ı congelado—, sent´ı trepidar la tierra bajo mis pies, guis´e estofado 39

´ nimo ano de conejo con papas al natural, busqu´e infructuosamente el n´ umero de G¨odel de este lugar inh´ ospito, empatic´e con unos min´ usculos dinosaurios, sufr´ı el s´ındrome de Marienbad y remit´ı una carta. Anteayer compuse una sinopsis de mi naufragio, part´ı de estas costas extraviadas, navegu´e durante veintitr´es d´ıas, no localic´e a la mujer de la otra orilla, volv´ı a estos andurriales y, despu´es de zamparme unas lonchas de jurel con ajos y or´egano, llegu´e a la conclusi´on de que la derivada de la lluvia es la humedad. Aunque la dama de la otra orilla afirma que bien puede ser a la inversa. Ambos esperamos la confirmaci´on emp´ırica de esta hip´ otesis o, como m´ınimo, que los c´alculos matem´ aticos que se efect´ uen nos ofrezcan un modelo que posea verosimilitud l´ogica. Entretanto, ella y yo navegaremos por Internet. Ayer captur´e tres conejos, pesqu´e cinco peces, troc´e un a´rbol con la motosierra, hach´e medio metro c´ ubico de le˜ na, labr´e mi huerto, me cercior´e del paso de nuestro planeta por su perihelio, program´e en lenguaje C un buscador de n´ umeros primos —sugiero, para una mayor intelecci´on al respecto, repasar el teorema de dichos n´ umeros—, cocin´e un guiso de lentejas con extracto de tomates, me afeit´e la barba, me atus´e el bigote, me cort´e las u˜ nas de las manos, le´ı parte del libro tercero de los Principia, contempl´e arrobado las estrellas, dud´e filos´ oficamente de mi existencia y me masturb´e dos veces bajo el resplandor de la Luna. Hoy escribo una carta para la dama de la otra orilla, pero no la env´ıo por ausencia de corriente oce´anica; deshollino las chimeneas, desbrozo los desag¨ ues del tejado, afilo un cuchillo mellado en la piedra de amolar, cambio una canilla, barro los pisos, lavo ropa, zurzo mis calcetines, ah´ umo cinco jureles, rebano un pan lactal —el que, todo hay que decirlo, principiaba a enmohecerse—, preparo una tortilla de dihue˜ nes, me ducho, borroneo hojas y ´ logo y pienso largamente hojas de papel, tomo apuntes, ideo el triscaideca respecto a mis circunstancias. No consigo concentrarme en la lectura de mi libro, pues me parece escuchar su voz en el viento. Divago, se me arremolinan las hojas del oto˜ no y al alcanzar Sirio el cenit alucino a causa de que su declinaci´ on es baj´ısima. Ma˜ nana, despu´es de haber desayunado como es mi costumbre, recorrer´e de nuevo los terrenos contiguos a la casa del p´ aramo en busca de seres humanos; posteriormente, recoger´e le˜ na muerta, desmalezar´e el antejard´ın, podar´e los rosales, sustituir´e el termostato del invernadero —en su interior 40

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na germinan unos pimientos morrones que por nada del mundo tolerar´ıa que se me marchitasen—, regar´e mi plantita de albahaca, clavar´e el techo de la le˜ nera, limpiar´e el retrete, planchar´e mis pilchas, machacar´e unos dientes de ajo en el mortero de piedra, escabechar´e varios conejos, pulir´e este relato, intuir´e que alguien perge˜ na una cr´ onica de mi vida, estudiar´e el teorema ´ xiii de la proposicion xiii del libro tercero de los Principia, actualizar´e el sistema operativo de la computadora, me cebar´e unos mates amargos mientras ceno conejo fiambre acompa˜ nado de cebollas con cilantro, y me masturbar´e una vez por razones higi´enicas (aliviar la tensi´ on nerviosa y reducir los s´ıntomas erotoman´ıacos). Pasado ma˜ nana, inmediatamente despu´es de comerme una rica tortilla de papas con cebollas, redactar´e mis memorias para la dama de la otra orilla, plegar´e en forma de avioncito las hojas manuscritas y las lanzar´e al viento del mar.

Figura 2: Paila primitiva conteniendo jurel adobado con ajo y or´egano. Fue el plato habitual del n´ aufrago durante su estad´ıa en el p´ aramo. Reconstrucci´on art´ıstica.

El d´ıa despu´es de pasado ma˜ nana me suicidar´e. Si es que tengo ´animo, claro est´ a.

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´ nimo ano Concluyendo, cuando era joven y entusiasta ten´ıa una novia. Ahora que soy un viejo valetudinario y estoy desanimado tengo recuerdos amenos. Al fin comprendo que he vivido. Creo que ya es hora de modificar mi estado.

Miscel´ anea textual o picadillo de sintagmas [. . . ] Os digo esto porque soy un hombre rico en contradicciones, un hombre profundamente realista. Prestadme atenci´ on, por favor. Cuando me aburro: La literatura es una diversi´ on candorosa, consistente en reunir palabras que me gustan. Es equivalente a resolver crucigramas, pero menos emocionante y m´ as literal. Cuando estoy solo: Un relato debiera ser como un caj´on de sastre de las comunicaciones, acopio desordenado de retazos de discursos que no hemos pronunciado por carencia de auditores. Ser´ıa como el espectro de absorci´on de nuestra soledad. Cuando delibero: El objetivo de la literatura no es entretener ni ense˜ nar, sino crear universos regidos por su propio tiempo y espacio. Ni bellos ni inteligibles, tampoco expresivos o educativos, y menos sujetos a reglas heter´ onomas o placenteros al uso: solamente mundos alumbrados en las entra˜ nas de cada uno de nosotros, desde nuestra propia mismidad. En todo caso, sea cual fuere vuestra concepci´on de la literatura, me atrevo a sugeriros lo siguiente. Excusadme si os resulto impertinente. Yo soy as´ı. ¡Qu´e se le va a hacer! Gozad de las palabras como del sexo, por m´ as rebuscadas, cursis o anticuadas que les suenen a los popes de la cultura. El amor es ciego, pero enriquecedor. Disfrutad del sexo verbal sin aprensiones. Con cada vocablo olvidado o cada giro sint´actico que no utilizamos nuestra realidad humana se empobrece un poco m´ as. No se´ ais pr´ odigos, pues os arriesg´ais a malvivir entre balbuceos y gesticulaciones. Como n´ aufrago cient´ıfico que soy os aseguro, aun incurriendo con ello en una falacia de autoridad, que la pauperizaci´ on de la palabra conduce a la barbarie. Ahora sacar´e a colaci´on un asunto que a lo mejor se vincula m´ as con la antropolog´ıa que con la literatura propiamente dicha, aunque se lo suele tratar como si fuese un tema de exclusiva incumbencia literaria. Me refiero al fen´omeno del clasicismo. ¿Qu´e carajo es «un cl´asico»? 42

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Intentemos atisbar algo entre tanto chamullo acad´emico. Bas´ andonos en los juicios que emiten los expertos literarios (sic), barruntamos que una obra cl´ asica es aquella que por consenso mayoritario de los miembros de uno o m´ as sectores de una sociedad se constituye en un modelo digno de ser imitado. Queda patente que adem´ as de su valor intr´ınseco —consista ´este en lo que fuere— la susodicha obra posee una funci´on preceptiva capital que rebasa otros aspectos suyos. Ahora bien, yo me pregunto: ¿los grafitis de los ba˜ nos p´ ublicos son dignos de imitaci´ on? A juzgar por la proliferaci´ on de copias y variantes de los mismos pareciera como que s´ı. Son cl´ asicos en su g´enero. El que sea un grupo minoritario el que aliente su producci´ on no le quita a estos escritos su «clasicidad». Al fin de cuentas, buena parte de la denominada literatura cl´asica es le´ıda, estudiada y promocionada por ´elites min´ usculas, quiz´as m´ as peque˜ nas que la de los grafiteros o los porn´ ografos. Lo mismo cabe afirmar respecto de los relatos er´ oticos, de la poes´ıa de adolescentes, de la novela rosa, de la historieta, del follet´ın decimon´onico, de los libros de aeropuerto y de la narrativa infantil. Todas estas manifestaciones literarias son, en rigor l´ogico, cl´asicas. Pero es bastante probable que esa cualidad que le confiere el car´ acter de cl´asico a un texto no radique en su capacidad de erigirse en paradigma universal por las caracter´ısticas est´eticas que presenta. M´as bien tal cualidad ser´ıa el resultado de haber convertido un determinado tipo de literatura en un objeto extra˜ no y oscuro, de dif´ıcil comprensi´on y dador de prestigio social para quienes participen de ciertos ceremoniales relacionados con ´el. Un fetiche que los hierofantes exhiben con circunspecci´on sagrada a ne´ ofitos y legos en la materia. ¡Bah! Como un escrito lacaniano, pero de mayores alcances. ¿Se capta lo que intento decir? En ello residir´ıa toda su fascinaci´on pedag´ ogica. Razonando desde esta perspectiva, se concluye que un cl´asico literario «oficial» es una obra que pocos leen pero que muchos recuerdan; y que un bestseller, por el contrario, es una obra que muchos leen pero que casi nadie recuerda. De lo expuesto hasta el momento saco en limpio que el cacareado clasicismo es puro cuento o, lo que viene a ser lo mismo pero dicho de modo distinto, todo texto es cl´ asico. ¿Entonces d´ onde se encuentra la literatura sin m´ as? En donde haya dos palabras que se hagan contrapunto. Es lo que opino yo, si se me permite 43

´ nimo ano la osad´ıa. Fuera de esta tensi´ on verbal no hay literatura, sino un as´eptico producto para consumo masivo, una cosa que por su neutralidad sem´ antica y gastron´omica se asemeja a un combo de McDonalds. Quiz´ as haya otra literatura (soy un hombre optimista), una literatura confeccionada con materiales genuinos, que florece lozana lejos de los mercados burs´atiles y los burgueses pagados de s´ı mismos; tal vez exista una literatura que no haya sido dise˜ nada en una oficina de mercadotecnia. O tal vez en las grandes ciudades inficionadas de conformismo borreguil se est´e gestando ahora mismo esa escritura aut´entica. Uno nunca sabe. Fin de los consejos del viejo Conejo. Interrumpo aqu´ı mi monserga porque tengo que guisar mi tradicional estofado de los jueves, aunque hoy es s´ abado. Ocurre que el plato arrastra consigo el nombre a trav´es del tiempo. Sepan disculparme. [. . . ] ¿Cu´ ando amainar´a la tormenta? La cerraz´ on temporal me impide ver el rostro de Batichica, y para colmo de males se me est´ a agotando la carne de conejo. Ya ni siquiera dispongo de salaz´ on de jurel como para mantener una ingesta adecuada de prote´ınas de origen animal. Sin embargo, a´ un conservo la esperanza de que la dama de la otra orilla haya recibido mi avioncito de papel. [. . . ] Llueve a c´ antaros. Un hilillo de agua serpentea por el ca˜ no´n de la estufa, chirr´ıa y se disipa de pronto en una diminuta nube de vapor. El viento huracanado zarandea las ventanas. Estoy desnudo, arrinconado al lado de un saco de papas, procurando no enloquecer. En la penumbra del cuarto me desdoblo y me oigo jadear. Mi sombra acuclillada junto al resplandor de las llamas semeja un trapo que friega el piso de madera. Gimo y tiemblo. Por m´ as que me esfuerzo no acierto a ver la luz del Sol de medianoche. Quiz´ as porque mi latitud no es lo bastante alta, balbuceo con un dejo de resignaci´ on. Las im´ agenes se suceden en mi cabeza afiebrada sin ilaci´on alguna. Fragmentos de recuerdos me asaltan brutalmente. Casi sin darme cuenta la realidad se me adelgaza, se torna m´ as y m´ as difusa. Me desespero y siento p´ anico. Lloro a los gritos. Una gotera me cae sobre la espalda. Ella no ha venido y temo que jam´as vendr´a, puesto que su nave carece del combustible suficiente para escapar de la ´orbita baja. Como efectos colaterales de su ausencia definitiva s´ olo queda el p´ aramo en m´ı y este montoncito de semen 44

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na reluciendo en el cuenco de mi mano fatigada. ¿Qui´en solventar´ a mi u ´ ltimo fracaso? Yo ya no puedo hacerlo. No hay consuelo para quien se ha perdido a s´ı mismo. ¿C´omo podr´ıa ser consolado alguien que no existe? [. . . ] El pudor es un prejuicio mal entendido. No tem´ ais reconocer en p´ ublico que sois humanos y que os mor´ıs de miedo y de deseos inconfesables. [. . . ] Proseguiremos con nuestra perorata literaria. Lo lamento. Al fin y al cabo, poco es lo que se puede hacer en las tardes invernales del p´ aramo que no sean vanos ejercicios de solipsismo. Un buen texto debe ser algo dada´ısta y asimismo un poquit´ın oul´ıpico. Por ejemplo: Cuerpeando los cerros gelatinosos del p´ aramo atraqu´e en las costas de m´ı mismo. Pero all´ı no hab´ıa nadie. S´ olo encontr´e una casa deshabitada y un computador con un relato a medio escribir. Afuera siempre llov´ıa, adentro a veces; en todo caso, el Sol se hab´ıa enmohecido entretanto yo vomitaba bajo los embates del carb´ on de piedra. No me fue posible dar testimonio de estos sucesos contingentes porque se me perdi´ o la memoria en alta mar. Vayamos de inmediato a la implementaci´on pedag´ ogica de este postulado est´etico. Os dejo una tarea para la casa. Con los siguientes treinta y siete mensajes de tuiteros at´ıpicos (@11502) cocinad un salpic´ on literario conforme al uso. Semana Santa en Sevilla: Jolgorio sadomasoquista. La inhibici´on sexual como motor del turismo. ¡Celebremos el D´ıa del Zombi entonces! Disyuntiva sociobiol´ ogica: ¿Si se desata una pandemia de gripe aviar usted se va al countrie o al gallinero? La reificaci´ on de los conceptos en las religiones del Libro gener´ o la cristalizaci´ on del aire. La palabra no hace al objeto. Se˜ nor pelmazo, ¿qu´e opina acerca de los huevos escalfados? Los agujeros negros pueden tener pelos. ¿Un problema bifronte para f´ıgaros concupiscentes o un cuerpo ex´otico para astrof´ısicos cachondos?

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´ nimo ano Los conformistas y los pl´ acidos en la genuflexi´on dominguera no se atreven a socializar el sexo, pues ello afectar´ıa su estabilidad hormonal. Si no te veo es porque hay eclipse de Sol. En el Gran Circo del Mundo, el funambulismo es el n´ umero principal. Somos cincuenta condones o cincuenta p´ıldoras anticonceptivas; el resto de nosotros es tedio disimulado. S´ıntesis vital: de la cama venimos, a la cama vamos. El amor es el catalizador del proceso productivo. Los dos momentos m´ as felices del matrimonio son la luna de miel y el divorcio. El primero no siempre. La corbata es el puto ronzal de los hombres domesticados. Atenti, pebeta, a las relaciones peligrosas entre C´ andido y Justine. ¿Si Odiseo hubiese conocido a Mandelbrot habr´ıa demorado m´ as en ´ llegar a Itaca? Pen´elope, tu voz es para m´ı como un vestido de entrecasa que s´ olo te pones para estar conmigo. Un libro sin notas a pie de p´ agina es como una concha sin lubricar. No te defraudan si te confiesan que te aman. Mam´a, pap´ a y el (p)nene. Todos los caminos trillados llevan al hoyo. ¿Los muertos de hambre son capaces de matar el hambre? Llegada cierta edad, cumplir a˜ nos constituye una peque˜ na tragedia, anticipo cruel de la otra, que ser´ a enorme y definitiva. El martillo y el clavo, una relaci´ on conflictiva. Gat´ ubela y Batichica, un dilema moral. S´ıntesis subjetiva: un matrimonio burgu´es. Quitadme esa mujer de encima y resucitar´e. Dicho por un imitador de Woody Allen. Facebook es la versi´ on anglosajona del Conventillo de Don Nicola. 46

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na La Navidad encarna la mala conciencia de Occidente. Pero la diosa Gaia y el ecologismo la est´ an destronando. ¿La expresi´ on beso negro es racista? ¿Ser´a pol´ıticamente correcto sustituirla por anilingus? Los derechos humanos en la filosof´ıa de Hegel. COMIC de Clementina cuando era desguazada. Oh my darling! Quien s´ olo busca novedades se condena a vivir en un mundo aburrido. De los grandes naufragios no queda ni la espuma de una sin´ecdoque. La intensidad del priapismo benigno es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia psicof´ısica entre ambos atractores biol´ ogicos. Los sorprendieron jugando al culo sucio con naipes marcados. Mejor dar de nuevo que romper la baraja. De aquellos polvos estos lodos: ruptura de la supersimetr´ıa. La ilusi´ on medi´ atica de que somos algo m´ as que agentes econ´ omicos nos induce a sentirnos individuos poseedores de alguna originalidad. Yo. C´ alculo er´ otico efectuado por el profesor Paja Brava: un cunnilingus m´ as una felaci´on suman sesenta y nueve. El estado de bienestar es el enemigo mortal de la superstici´on. Cualquiera cambia a su dios por una sociedad desarrollada. ¡Bendito Keynes! Hay casos en que no es lo mismo perder la br´ ujula que perder el Norte. Mensaje de aliento: En Twitter se escriben tantas pavadas que una m´ as no se notar´ a. Una vez realizado el ejercicio que os encargu´e, leed y comentad este poema:

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´ nimo ano Los gatos tienen cinco patitas. A veces cuatro, a veces cuatro. ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! Los gatos tienen cinco patitas. M´ınima tiene cuatro. ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! Ella es una gata coherente. Ella es una gata decente. ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! Por u ´ ltimo, preparad un breve trabajo de paremiolog´ıa para ma˜ nana a primera hora. Explicad cr´ıticamente el refr´an La paja no es como el trigo y confeccionad un estudio sobre su incidencia en la producci´on de hortalizas de ra´ız fusiforme. Los c´ alculos estad´ısticos deber´ an estar hechos con software libre. Hasta aqu´ı la ejemplificaci´ on docente. Haced con ella lo que m´ as os venga en gana. (El culo tambaleante, en forma de m´edano pardusco, se dirige resuelto hacia la puerta del aula. Vacila por un momento. Al fin se detiene, rota y desaparece detr´ as de un abdomen adiposo. Una cara apedreada por los a˜ nos y la escasa actividad sexual emite sonidos a trav´es de un agujero insondable. Por debajo de esta cueva parlante, cubriendo buena parte del t´ orax, dos pedazos de carne se menean con patetismo de telenovela de Alberto Migr´e. Quien observe tales dunas gelatinosas por m´ as de un minuto de seguro perder´ a el apetito por el resto del d´ıa. De cada flanco del adefesio semoviente cuelga un largo ap´endice, rama sarmentosa que parece sacudirse a impulsos de un viento interior. El conjunto carnal se agita como estafermo que acaba de ser sometido a una dura paliza.) Os reitero lo dicho el jueves pasado: para aprobar el semestre ten´eis que hacer una tesina sobre inseguridad ciudadana y fuentes de alimentaci´on de los vampiros literarios. Para ello pod´eis emplear los siguientes siete microrrelatos hallados en la cuenta de Twitter @radiaciondecuerponegro, hashtag #unanoche. #unanoche de carnaval Nadja esperaba a Andr´e acodada en la ventana que da a la Rue Morgue, pero lleg´o s´ olo Edgar disfrazado de orangut´an. 48

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na #unanoche en la ducha a ´el se le cay´o el jab´on. Ella, comedida, intent´ o recogerlo. Fue un feliz suceso para ambos. ¡Usaban la misma marca! #unanoche me asust´e. So˜ naba con vos. Estabas tan linda. Despert´e sobresaltado. Encend´ı la luz. Era el viento en mi ventana. Impertinente. #unanoche sal´ı a comer. Las calles estaban vac´ıas. No encontr´e personas. Regres´e a casa al amanecer. Me acost´e cansado y con mucha hambre. #unanoche de s´ abado, mientras miraba televisi´on, pens´e: familia, asado, f´ utbol. . . El domingo es el d´ıa ideal para suicidarse. Hoy es lunes. on, hast´ıo, En #unanoche lo fuiste todo: descubrimiento, pasi´ adi´ os y este tuit que te recuerda. #unanoche te busqu´e afanosamente entre Mizar y Alcor, pero s´ olo te encontr´e en una sinapsis de mi recalentado cerebro. ¡Bendita serotonina! Os har´e una puntualizaci´ on que juzgo muy oportuna vistos los fuertes sentimientos est´etico-nacionalistas que a´ un imperan en la cabeza de muchos. Utilizo con bastante frecuencia el «t´ u» y las formas verbales de la segunda persona del plural porque ´ este es mi delirio. ¿Les qued´o claro? Arrivederci bambini. (Nuevamente el culo tambaleante, en forma de m´edano pardusco, marcha decidido hacia la puerta del aula. Esta vez lo hace a mayor velocidad. Murmullos in crescendo. Moby Dick, susurra alguien. Risas. Chacota desenfrenada.) [. . . ] En fin. . . Est´a refrescando. ¿No? Ser´ a por el fen´omeno de La Ni˜ na. Digo yo. Bueno, abordemos ipso facto el punto que nos concierne directamente. La correcci´ on pol´ıtica conduce al totalitarismo, o como m´ınimo abona el terreno para su advenimiento. Cagaos en todo o en parte de lo establecido sin miramiento alguno. Incluso cagaos sobre vosotros mismos. La Historia os absolver´ a. O, al menos, cuando os condene estar´eis muertos. Pero jam´as olvid´eis que la cultura es

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´ nimo ano vuestro m´ as seguro refugio contra la intemperie. No os conviene suicidaros. Continuar´ıais vivos, pero en condiciones infrahumanas. [. . . ] El sue˜ no es el gran privilegio de los insomnes. [. . . ] —Nauf,46 anoche tuve un sue˜ no. . . [. . . ] Todav´ıa con jirones de noche pendiendo de los ojos atin´ o a evocar las palabras finales de un sue˜ no que hab´ıa sido malogrado por el reloj despertador: . . . con una promesa norteamericana, de no ceder amando. . .

Garrapate´o los t´erminos apresuradamente sobre una servilleta manchada de rouge y de aceite, como intentando con ello fijar para la eternidad una idea escurridiza. Vacil´o por un instante: la impresi´on del labio inferior ocultaba parte de lo que hab´ıa escrito. Se encogi´ o de hombros y remarc´o con vigor los trazos. En un chispazo de lucidez diurna se vio a s´ı misma, somnolienta y desgre˜ nada, guardando en un papel la resaca que la marea de la noche hab´ıa arrojado a las orillas del d´ıa. Se le antoj´o que era una ceremonia sagrada y rid´ıcula la que acababa de protagonizar. Sonri´o. De seguro que la hermen´eutica no era su especialidad, pens´ o entretanto rele´ıa la frase reci´en recobrada del r´ıo de su conciencia. No obstante, intu´ıa algo promisorio en esa sucesi´on de palabras nocturnas, algo como un paladi´ on para adentrarse sin recelos en el futuro de su relaci´ on amorosa. ¡Era «una promesa norteamericana»!47 [. . . ] Hay disfunci´ on matrimonial cuando uno de los c´onyuges mira por la ventana.48 46

Hipocor´ıstico de N´ aufrago. (Nota del Editor.) Este p´ arrafo en particular me causa cierta perplejidad. Est´ a patente que es una burda injerencia. Pero su estilo, que me atrevo a calificar como de novela rosa para burgueses cultivados, me intriga poderosamente. ¿De d´ onde proviene este texto? ¿Qui´en lo intercal´ o? ¿Existi´ o la mujer so˜ nadora que se bosqueja en el cuadro? ¿Mantuvo, acaso, nuestro malhadado protagonista un romance del cual nada sabemos? En tal presupuesto, ¿qui´en tuvo el designio de divulgarlo? En fin, por ahora todo es una retah´ıla de preguntas sin respuestas convincentes. Conf´ıo en que ulteriores inquisiciones arrojen un poco de luz respecto a este interesante asunto. (Nota del Editor.) 48 Disiento parcialmente en cuanto a la exclusividad de esta afirmaci´ on. Tambi´en es posible que haya tal disfunci´ on cuando los dos miran hacia el interior del cuarto. Como cierta vez dijo don Eudoro de Las Casas, el poeta de la realidad aut´ onoma: 47

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na [. . . ] De mi despelote cerebral extraje estas reflexiones exactas. Es una l´astima que no tenga con quien compartirlas. All´a vamos. (Os aclaro que este p´ arrafo, aqu´ı inicial, viene a continuaci´ on de otro que no logro encontrar. ¡Maldita cerraz´ on! Tal vez cuando escampe d´e con ´el.) En otro orden de cosas, hay expresiones matem´ aticas que son representaciones simb´ olicas de dramas humanos. La siguiente ecuaci´ on, apol´ınea como un templo d´ orico, me hace derramar l´agrimas de alegr´ıa, aun cuando su trasfondo esconde una verdad terrible para muchos de mis cong´eneres: E = mc2 . Contemplando sin apasionamiento mi entorno natural, la sapiencia que ella atesora me estimula a proferir una frase: ¡Cu´ an arduo es recuperar la masa!49 He aqu´ı la manifestaci´ on m´ as di´ afana de ese significado pat´etico, soterrado pero no inalcanzable, al que me refer´ıa. En la naturaleza existen procesos cuya reversibilidad, si bien factible, es muy costosa en t´erminos energ´eticos. Por ende, algunos de ellos, que no todos, s´ olo se pueden percibir en el seno de las estrellas o en las sinuosidades de un acelerador de part´ıculas. Otros procesos, lamentablemente m´ as publicitados —como la muerte, por ejemplo—, son irreversibles, mal que les pese a numerosos creyentes en mitos, aunque s´ı son verificables con bastante facilidad. Ora crispados, ora distendidos, ambos se re´ unen en torno al lecho conyugal a observar la escoria y las cenizas de lo que alguna vez fuera un gran amor. Se hablan, pero no se oyen; se tocan, pero no se sienten; se revuelcan, pero no levantan polvareda. Parecen perros de la calle rebuscando en una carnicer´ıa vac´ıa. En semejantes casos, que son m´ as frecuentes de lo que uno podr´ıa suponer, lo que ha ocurrido es una ruptura sin´ aptica, o algo por el estilo. Ahora, a causa de este rompimiento encef´ alico, los est´ımulos generados por la otra persona son procesados por el receptor de manera objetiva. Una variaci´ on en la cantidad de uno o m´ as neurotransmisores ha hecho que los miembros de la pareja cesen de interrelacionarse entre s´ı como atractores er´ oticos. Han vuelto as´ı a su estado natural de islas biol´ ogicas. (Nota del Editor.) 49 La c´elebre f´ ormula matem´ atica del genio de Ulm se refiere a una masa en reposo. En el caso de una masa en movimiento se emplea esta otra: p E = p2 c2 + m2 c4 = γmc2 . Indudablemente es una ecuaci´ on much´ısimo menos conocida por el com´ un de la gente. Pero en lo que respecta a belleza pura, carente de connotaciones existencialistas, sin hesitaci´ on alguna me decanto por las ecuaciones de Maxwell. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano Es posible que dichos procesos no tengan lugar tal como acabo de exponerlos, puesto que mis circuitos neuronales fallan a menudo debido a su desgaste natural; con todo, es seguro que ocurren, a grandes rasgos, de la forma consignada. (Como se sabe, uno de los mayores problemas que presentan los sistemas anal´ ogicos es que cambian de estado muy lentamente.)50 [. . . ] ¿C´omo se llamaba el jugador de Quake? [. . . ] Al cabo de una gozosa sesi´ on de sexo manual, mientras me ba˜ naba en el riacho de aqu´ı cerca, medit´e sobre las implicancias del gregarismo en nuestra especie. —¿Es viable una comunidad de solitarios? —me interrogu´e sumergido en el agua y sintiendo en mis nalgas la fr´ıa caricia de los guijarros del lecho fluvial. —Si ya es dif´ıcil convivir con uno mismo, cu´ anto m´ as lo ser´ a con extra˜ nos —me respond´ı a m´ı mismo. —Siempre quieren algo de ti. Si eres dadivoso te fagocitar´ an completamente. Tenlo por cierto —me reafirm´e con disimulada inseguridad y prosegu´ı con mi soliloquio. Es ´esta una conducta recurrente del Homo sapiens, propiciada en buena medida por imperativos de ´ındole cultural. (Conviene tener presente que la cultura constituye un mecanismo biol´ ogico de adaptaci´ on al medio; m´ as espec´ıficamente, es una parte del genotipo humano.) Insisto. Siempre quieren algo de ti. Quieren que seas amable o repulsivo, que los elogies o los vituperes, que los ames o los odies, que los absuelvas o los condenes, que los entretengas o los aburras, que los ilustres o los ofusques, que los acompa˜ nes o los abandones, que los recuerdes o los olvides. . . En fin, quieren que les des o les quites lo que en ese momento su capricho o su miedo les inspire. Nunca desear´an estar contigo si no es por una raz´ on instrumental. Las relaciones humanas son inhumanas.51 50 Sucede con demasiada frecuencia que llegado a cierta edad de la vida uno comienza a trabajar de enfermo. En virtud de ello posterga indefinidamente sus compromisos previos y desatiende los asuntos m´ as importantes. Es el principio del fin, lapso las m´ as de las veces prolongado, suerte de despedida interminable que transcurre entre el bullicio de los hospitales y el silencio del dormitorio. (Nota del Editor.) 51 Rep´ arese en la similitud de este pensamiento con la trillada idea de Kafka acerca de la soledad: Se est´ a solo como un total extra˜ no y s´ olo se es motivo de curiosidad. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na ¿Pero es pensable otra manera de relacionarnos? ¿Existe una forma neutral de estar con los otros? ¿Podemos hartarnos sin dar ni recibir? En resumen: ¿somos capaces de experimentar la intemperie en sociedad sin dejar por esto de ser aut´ onomos? ¿En qu´e consiste esta cuesti´ on batallona? ¿Es dilema, apor´ıa, paralogismo o descarnado sofisma?52 ¿Tal vez un planteamiento pataf´ısico encubierto? O lo que se me figura m´ as probable, ¿es un disparate propuesto como tema de sobremesa por burgueses atosigados de coaching empresarial? Henos aqu´ı, en nuestra encrucijada para peatones escrupulosos: No deseamos estar solos, mas nos asusta la idea del otro como pesadilla recurrente. Veamos. Nos acicatea el anhelo de convivir preservando nuestra mismidad. O, como manifest´ o un emergentista bungeano hace ya tiempo y con fino donaire, amo a la humanidad, pero odio a los seres humanos. ¿No es as´ı? Pues bien, dejando a un lado la garruler´ıa de algunos progresistas retrasados, que pregonan explicaciones basadas en fantasmagor´ıas psicologistas, tanto esta pregunta como su respuesta son atinentes a la biolog´ıa de nuestra especie. Si bien no es lo mismo una colonia de madr´eporas que una tribu de humanos, los organismos integrantes de ambas colectividades responden a instintos b´ asicos comunes (reproducirse y alimentarse), lo que orienta nuestra b´ usqueda hacia el ´ ambito de la etolog´ıa.53 Cualquier abordaje humanista de este problema resultar´ıa improcedente. En nuestra ´epoca abundan los amantes y los comensales, pero escasean los linyeras de pura cepa. [. . . ] En una pel´ıcula porno se cuenta una sencilla historia de amor con final feliz, una fantas´ıa irrealizable por estar despojada de la parafernalia rom´ antica al uso. 52 En su novela El beso de la mujer ara˜ na, Manuel Puig se formula justamente esta disyuntiva y concluye que es posible la cohabitaci´ on, incluso en casos de extrema disparidad. (Nota del Editor.) 53 Este intr´ıngulis biopsicosocial m´ as bien debiera ser tratado por la neuroetolog´ıa, rama de la neurolog´ıa que se ocupa de investigar los fundamentos neuronales del comportamiento animal. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano Seg´ un la cartilla del buen amor, se debe ser lujurioso y rom´ antico, y a la vez ser capaz de mantener una relaci´ on duradera. Parece que a algunos el cine de Hollywood les sorbi´o el seso. Cuando la realidad empieza a volverse f´abula, es hora de echarse al monte o bien es momento de embarcar en L’Atalante tomando ciertos recaudos. Porque, ojo al piojo, las traves´ıas largas provocan escorbuto. [. . . ] En cruda s´ıntesis: la paja no es como el trigo, pero al menos no engorda. [. . . ] La otra tarde, entretanto se coc´ıa mi guiso de conejo y nevaba con locura silenciosa, me entretuve pintando un letrero, de esos que se acostumbraba poner en las pulper´ıas de anta˜ no. Si logro salir de este paraje naufragado os prometo donarlo al primer burdel que encuentre en mi camino de regreso a ´ casa. Este es su texto: La prostituci´on es un derecho humano inalienable. Hombres y mujeres mayores de edad podr´an ejercer este derecho d´ onde y cu´ando quieran. Tanto las personas como las instituciones que lo conculquen cometer´an en virtud de esta acci´ on un delito de lesa humanidad, que ser´a imprescriptible. ¿Qu´e os parece? ¿Un tanto leguleyo tal vez? Probablemente. Pero no me negar´eis que es contundente como un puntapi´e en los test´ıculos. ¿O no? Hasta le hice unos bonitos filetes. Me qued´o la rehostia. L´ astima que no me sea posible fotografiarlo para que lo ve´ais. ¡No obstante hay pa´ıses en donde ya se proh´ıbe ir de putas! ¿Lo sab´ıan? Duele decirlo, y m´ as constatarlo; pero es la pura verdad. La b´ usqueda de prestigio mueve a algunos gobernantes a practicar la jardiner´ıa ornamental. Y es as´ı como joden al personal. Dej´emonos de tanta pavada. El amor m´ as acendrado que un hombre pueda conocer es el de una prostituta. Cuando llev´eis varios a˜ nos de casado lo comprender´eis. [. . . ] Cavilaciones parentales efectuadas mientras com´ıa jurel adobado con ajo y or´egano y acompa˜ nado de papas hervidas. Sospecho que el pescado estaba algo manido. ¡Qu´e se le va a hacer! No siempre las cosas resultan como uno lo desea. 54

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na No existen padres responsables. El solo hecho de haber engendrado un hijo los convierte en individuos profundamente irresponsables. El amor es como una borrachera y los hijos suelen ser su resaca. As´ı pues, no pueden eximirse de haber procedido con semejante desatino. Los u ´ nicos progenitores que mi intelecto acepta sin cuestionamiento son las supernovas. (A la luz de los conocimientos actuales ser´ıa est´ upidamente deshonesto de mi parte negar que todos mis elementos constitutivos han sido producidos en un reactor de fusi´ on nuclear.) [. . . ] ¡Oh, Saturno, ancestral devorador de asteroides y cometas extraviados! [. . . ]

Figura 3: Maceta con la planta de albahaca que el n´aufrago cultiv´o durante su estad´ıa en el p´ aramo. De la casi nula menci´ on que hace de ella en su autobiograf´ıa se deduce con bastante probabilidad que la emple´ o de adorno o, lo que tampoco es descabellado suponer, para aromar el ambiente de su improvisado refugio. Seg´ un los an´alisis espectrogr´ aficos que se le practicaron, el recipiente fue fabricado con el mismo material que se us´o para producir las famosas botellas de arcilla. En la actualidad, el esp´ecimen vegetal se conserva en el Jard´ın Bot´anico Carlos Thays de la Ciudad Aut´ onoma de Buenos Aires. Reniego de las rutinas familiares, pues en ellas caduca la libertad humana. Abomino de los lazos que no hayan sido enfurtidos en el bat´ an de una vida a la intemperie. Y si bien me inquieta la persistencia pluvial, no por ello 55

´ nimo ano uso paraguas. S´ olo una vez tuve un capote marinero, que en mis andanzas por el p´ aramo se me deshilach´ o completamente. Hoy ando en bolas por la vida y aspiro a la ingravidez. [. . . ] ´Itaca bien puede hallarse entre Mizar y Alcor, o en los aleda˜ nos del cr´ ater Shackleton, o en la fosa de las Marianas, o en los suburbios de alguna ciudad del Tercer Mundo. . . o tal vez en tu c´ortex parietal izquierdo. Porque ´Itaca es esa porci´ on del espacio-tiempo que dedicas a pensar en ella.54 [. . . ] F´ormula de despedida para cuando sean usuales los vuelos tripulados a otros cuerpos celestes:55 Ha sido un honor para m´ı compartir con usted el ox´ıgeno de este planeta. [. . . ] Para ser rescatado es menester saber naufragar. Cuanto m´ as apartado de las rutas frecuentadas navegues, menos probable ser´ a que te rescaten. Por tanto, te recomiendo navegar por derroteros conocidos, no muy alejado de alguna costa hospitalaria. Siempre y cuando, claro est´ a, no ambiciones descubrir nuevos accidentes geogr´ aficos. [. . . ] En tono desafiante y con fruici´on masoquista, alguien hab´ıa escrito sobre un rect´ angulo de hojalata: Este pueblito se llama Derrota. El cartel pend´ıa del tronco de un ´arbol medio podrido, que por casualidad a´ un se manten´ıa de pie. Las nieves y las lluvias, y en menor grado el Sol, lo hab´ıan deste˜ nido hasta el extremo de hacerlo pr´ acticamente ilegible. A escasos metros de all´ı unos hombres se mov´ıan en torno a una mastaba de ladrillos humeantes. El humo de la paja les escoc´ıa las gargantas. Inmersos en la nube gris´ acea, unos tos´ıan, otros escup´ıan, componiendo entre todos una escena grotescamente realista. En la lejan´ıa polvorienta se perfilaba el esqueleto de un barco, y a un costado del camino hab´ıa algunas casas de adobe, desperdigadas como un 54 Seg´ un el archiconocido poema de Konstantino Kavafis, ´Itaca es m´ as el viaje que el lugar. Idea que no se contradice con esta otra de nuestro personaje, sino que m´ as bien la complementa, ya que el espacio-tiempo subyace en la acci´ on de viajar. (Nota del Editor.) 55 Quiz´ as al sistema planetario Gliese 581. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na v´omito pantagru´elico. En la pared de una de ellas alg´ un optimista hab´ıa dibujado con pintura roja el siguiente grafiti: La vida es un accidente en el Universo, un fen´omeno fortuito que no vale la pena prolongarlo m´as all´a de ciertos l´ımites impuestos por el sufrimiento. Sin duda que su autor hab´ıa extraviado el rumbo, y quiz´as algo m´ as. (Se hallaba m´ as perdido que espermatozoide en el culo, si se me permite la licencia po´etica.) Junto al aljibe, una mujer joven, con los brazos arremangados, tend´ıa ropa de beb´e; y poco m´ as all´ a, sobre un mont´on de aserr´ın, una perra llamada Argos guitarreaba su sarna. [. . . ] Al fin, despu´es de siete interminables a˜ nos terrestres, lleg´o la primavera a las latitudes medias. Llueve a torrentes. Nubes inmensas, de cientos de kil´ometros de longitud, se desplazan lentamente hacia el Este. Pero no por ello se interrumpe el trabajo encomendado. —La espesa niebla de Tit´ an en mi espectr´ ometro —dice Cassini mientras esquiva con gracia un anillo. —El g´elido metano en mis circuitos —tartajea Huygens, asentada a la vera de un r´ıo de etano y rodeada de rocas de hielo. —¿Cu´ ando cesar´ a de llover? —se preguntan ambas al un´ısono. —¡No puedo ver! —exclama Cassini. —¡Y yo no puedo calentar mis circuitos! —retruca Huygens. Entretanto la lluvia de hidrocarburos se precipita impasible m´ as all´a de Xanadu. Una bruma anaranjada y maloliente lo empapa todo a su alrededor, incluso las saltarinas ondas del radar de Cassini, que su hermana menor ya no es capaz de escuchar. Las burbujas de metano estallan suavemente debajo de ella. De vez en cuando un rel´ ampago viborea entre las nubes como un ictus de epilepsia. Por entre las dunas de tol´ın corre arremolinado un viento de nitr´ ogeno. En su infinito desamparo, Huygens sue˜ na con los descendientes de sus creadores arribando a ese p´ aramo c´osmico, que no sabe a ciencia cierta si es isla o continente. [. . . ] Batichica, arropame con tu capita de hero´ına. Por favor. . . [. . . ] 57

´ nimo ano Por fin comenzaba a clarear. Despu´es de la tormenta que me trastorn´o, observaba c´ omo en lontananza la luz del Sol abat´ıa las u ´ ltimas tinieblas del caos. Me afeit´e cuidadosamente y tom´e una ducha de agua tibia, me puse ropa interior nueva y me atavi´e con mi mejor traje, me perfum´e y sal´ı cantando de aquella morada derruida por las calamidades. Iba dispuesto a celebrar mi triunfo; aunque no olvidaba que cuando intentase regresar a la Tierra, ella y su nave se volatilizar´ıan en la atm´ osfera. La suerte estaba echada y ahora s´ olo deb´ıamos asumir el costo de estar vivos. Avanti! (Poy´ejali! )56 [. . . ] Barco aparejado, la mar calma, vituallas a bordo. Batichica en el p´ aramo. Arribo sorpresivo, reencuentro de dos potencias formidables: Uno nunca sabe lo que puede encontrar cuando abre los ojos. ¡Achalay! Hab´ıa logrado atravesar la atm´ osfera terrestre sin abrasarse. Quiz´ as la descubr´ı durmiendo en la playa, al socaire del pe˜ nasco musgoso, o me top´e con ella en alguna vereda del bosque; tal vez yo despert´e de s´ ubito, a lo mejor la so˜ n´e sobre mis tablas de raul´ı, refulgente, bru˜ nida en su traje de vinilo, de hero´ına sin m´ acula, su anillo hechicero tornasolando en el dedito cordial, su m´ ascara de soldar atada a la cintura. Como siempre retozando juntos por arcaicas geograf´ıas, urdiendo relaciones sexuales sin cortapisas. El tren del amor hasta el u ´ tero no se detiene, o hasta los d´ıdimos; todo es cuesti´ on de longitudes er´ oticas. Inocentes animalitos triscando por el p´ aramo. Unidos hasta la exaltaci´on final. Sinergia amorosa de los amalgamadores de palabras. Con nuestras acciones elaborar la materia prima para el texto que alguien perge˜ nar´ a, ladrillos f´acticos para los arquitectos del verbo. Unos viven y otros escriben. Pero nosotros somos diferentes sin autorizaci´ on. Sin lisonjas de tartufos, a pelo nom´ as y por vocaci´on subversiva, realizamos ambas tareas a la vez. Practicamos el texto sin protecci´ on. Somos los raros de la vida multidireccional. Tenemos la originalidad de no ser mediocres: todo en nosotros es desmesurado. Nos juzgan negativamente porque repudiamos su factor´ıa de centones y traemos en las alpargatas las inmundicias de su vida-ficci´ on. Nos cagamos en la simetr´ıa, somos los Quasimodos del arte. 56

Esto ocurri´ o un 12 de abril. No debo ni quiero dejar de recordarlo: Tarea completada. Aterrizaje en la regi´ on planeada. Me siento bien.

Fue en un tiempo henchido de promesas. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Por ende, segregaci´ on mediante cabriolas lombrosianas. ¡Qu´e duda cabe! El ostracismo como ineluctable corolario de una incomprensi´ on supina. Tambi´en en la bioliteratura ocurre. Las intangibles reglas del g´enero, respetar con celo dogm´ atico todas las leyes periclitadas porque s´ı. Sin dubitar ni recular un tranco de pollo. ¡Que lo repari´o! A˜ nejo marasmo sacrosanto de la vida bald´ıa. Dignidad rom´ antica del tab´ u. El sargento Cruz tambi´en rompi´ o las reglas. En consecuencia son vilipendiados, execrados, exonerados, de modo absoluto y en su totalidad: nosotros y ´el, milico an´ omalo. Borges reprob´o a Ant´ıgona, por per´ıfrasis. Hipocres´ıa burguesa sin rebozos. Siempre en las sombras, diestros en nocturnidades y alevos´ıas varias. Burgueses de Rimbaud, lacra de la vida buena, f´erreos guardianes de prerrogativas apolilladas. . . Cualquier calificaci´ on que se haga de ellos resulta insuficiente. Apestan por los cuatro costados. Nuestras primicias existenciales amenazan su herrumbrosa cosmovisi´on e inducen el ucase de una clase social nefasta. Defendiendo valores anclados en una zah´ urda, los pelafustanes del intelecto legislan sin ruborizarse. Lastre pl´ umbeo para individuos con autonom´ıa creativa. Es un abroquelamiento de conformistas enceguecidos y ofuscados. ¡Amalaya! El canto sibilino de los cr´ıticos literarios nos destierra de su rep´ ublica. Nos propinan una as´eptica patada en el orto. Aristarcos fungiendo de heraldos de los biempensantes profieren bostezos de razones devaluadas. Con trozos de preceptos pringosos se llenan el vac´ıo de sus bocas. Tilingos con bigotes postizos se pasean ufanos bajo el Sol. Son tipos que van por la vida con un pedestal debajo del brazo. Pontifican desde su analfabetismo oral. Voces como pedos. Esgrimen la falacia de la casticidad y la pu˜ nalada trapera del lalelo´ısmo. ¡Infelices! Ya s´ olo les queda la paja del mu˜ neco. Brete ideol´ ogico para los dadores de sentido y condena severa por violar las fosilizadas normativas. ¡Maulas! Con denuedo resistiremos el brutal embate. ¿Claudicar? ¡Jam´as! S´ olo se claudica ante la verdad. Panorama tenebroso. Yo cauto pero optimista. Me pongo el taparrabos de terciopelo negro y me responsabilizo de mi circunstancia. Mi hacha de palabras afiladas har´ a el resto. Avanzamos a contracorriente. Personajes atrabiliarios se interponen en nuestra senda hacia el nuevo significado; indignados, los soplapollas nos hacen zancadillas con los signos de puntuaci´ on. Los muy guachos. Batichica erige el ´ arbol calamar a orillas del mar de Tethys, presente arqueol´ogico fundante de una est´etica lib´errima. Bajo su amparo comemos menestra y mateamos. Nubes atezadas se congregan con mansedumbre de algod´ on; el 59

´ nimo ano Sol se descolora a ritmo paulatino, como la cabeza fugitiva de un pulpo en su tinta. Debemos partir con celeridad, pero antes Batichica combate fieramente contra el c´ıclope de la central el´ectrica. Centellea la hoja de acero toledano de su Victorinox imbatible, cae a tierra con estruendo acojonante el Polifemo que no supo interpretarla. Un fauno que dormitaba sobre un div´an rojo pone pies en polvorosa. Fatigados y vencedores zarpamos. Fornicar en alta mar hasta que las mucosas humeen y los libros se vuelvan antorchas; coitos acunados por las olas, orgasmos estrepitosos como aludes. (Coger en Sudam´erica y follar en Espa˜ na: el espacio-tiempo permuta la palabras que designan el deleitoso comercio.) Durante nuestra traves´ıa nos cruzamos con mi avioncito de papel, que marcha airoso hacia su destino comunicacional. D´ıas como flechas (con su permiso, maestro). La otra orilla de Pangea llega hasta nosotros, seres imp´ avidos de intemperies. Atracamos con gozo de pioneros y en el litoral del nuevo reino desplegamos nuestros cuerpos textuales. Revienta el bucle espaciotemporal expulsando al cosmos el ripio de la vida sedentaria. Cuadernos de bit´ acora, espectrogramas y listas de compra del supermercado brotan de nuestros poros como la transpiraci´ on despu´es de haber hecho el amor. Metamorfosis ovidiana de Nauf y Batichica en Dioses Consortes, sempiternos moradores de la Casa Para´ıso. Nuestra pujanza po´etica arrolla a los macaneadores milenarios. Arden los velos de Maya en la sala del trono y cuanto de ficticio hay all´ı se consume con la rapidez de una eyaculaci´ on adolescente. La resistencia de los gur´ ues literarios concluye con una apelaci´ on al buen gusto. Entonces defeco defecamos en todos ellos, ralea de inodoros vivientes; excreto excretamos, minuciosa, pormenorizada, meticulosa, puntillosa, concienzudamente, sobre vuestros miedos m´ as amados: dios, patria y hogar. Nada personal. . . Nosotros tambi´en exigimos un lugar bajo las palabras. ¡La puta que lalelo pari´ o!57 [. . . ] Despu´es de un parto laborioso, hab´ıa soltado las amarras del pasado; y aunque por el momento el futuro se me presentase tan incierto como el 57

La libertad creativa provoca, seg´ un sea el caso, incomprensi´ on, indiferencia o intolerancia; rara vez adhesi´ on. Ello porque los c´ anones est´eticos, que siempre son puramente subjetivos (conviene recalcarlo), concitan lealtades de grupo y modos de recrear la realidad que niegan u olvidan su origen cultural, su calidad de v´ astagos de una convenci´ on social, tan arbitraria ´esta como puede serlo cualquier otra. En apretada s´ıntesis, endogamia y objetivaci´ on naturalista son los gendarmes de la imaginaci´ on creadora. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na decaimiento de un n´ ucleo de hidr´ogeno, estaba seguro de que al cabo de un tiempo los asuntos de mi vida se organizar´ıan tal como yo lo hab´ıa planeado. ¿C´omo, entonces, no sentirme alborozado? Me puse de pie incontinenti, descorch´e mi u ´ ltima botella de vino, enseguida vert´ı un poco en mi jarrito enlozado y alz´andolo hasta mi rostro exclam´e con voz exultante: —¡Brindo por los dioses muertos y la ciencia viva! [. . . ] Civilizaci´on o barbarie: disyuntiva falaz entre gozar de la vida o sufrirla. Porque, seamos sinceros, s´ olo un cerebro disfuncional es capaz de encontrar placer en el dolor. ¡Tanto esc´ andalo por nada! De verdad que da pena. [. . . ] El poder, ese ente proteico y med´ useo, nace cuando se re´ unen dos o m´ as personas, y se institucionaliza cuando ellas deciden cohabitar. A fin de administrarlo se inventa la pol´ıtica, suerte de heur´ıstica orientada a gestionar racionalmente los recursos de un grupo humano. Expresado de otra forma, el amor engendra la pol´ıtica. De aqu´ı que los solitarios sean sospechosos de sedici´ on. ¡Cu´ antos renunciamientos hacemos por una mesa y una cama! ¡Cu´ antos caminos v´ırgenes no transitamos! [. . . ] Me repon´ıa de una extenuante jornada de trabajo. En el fog´on de la cocina econ´ omica se guisaba un puchero de conejo. Detr´as de los cristales empa˜ nados la lluvia inclemente se cern´ıa como fuera del tiempo. Me repantigu´e en la silla y emit´ı un bufido de cansancio. Mientras masticaba unos higos pasos, hallados por azar en un caj´on del aparador, me sumerg´ı en ociosas meditaciones acerca del hecho de que algunos poderosos son defenestrados por su estolidez m´ as que por sus cr´ımenes. Esto implicaba, seg´ un mi ver, una gran injusticia, a la par que cuestionaba la solidez de los principios morales sobre los que descansa nuestra sociedad. No exclu´ı de mi reflexi´ on ni al Alcib´ıades ni al Hipias Menor —y a fuer de puntilloso ni siquiera soslay´e la incidental Pol´ıtica del afamado macedonio—,58 58 Nos parece sorprendente que no haya mencionado la Rep´ ublica en sus cogitaciones de entrecasa. Por el contexto barruntamos que esta notoria ausencia se debe a un mero descuido. En cambio, no queda nada claro por qu´e se pasaron por alto los fil´ osofos pol´ıticos posteriores, tales como Maquiavelo y Hobbes, entre otros de gran predicamento. Quiz´ as el texto en cuesti´ on est´e incompleto. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano aunque fuese u ´ nicamente para ratificar con ello la necesidad de una ´etica de base cient´ıfica y, por tanto, materialista. —Cuanto m´ as solo estoy mejor me siento. Especie terrible la nuestra, una monstruosidad evolutiva quiz´as —dije en tono displicente mientras me tiraba un sonoro pedo. En fin, yo he ideado la rep´ ublica cuasi perfecta, toda ella exenta de contrariedades: la Rep´ ublica de Uno. (Admito que carezco de vocaci´on para el drama.) [. . . ] Afuera tenemos una muchedumbre de hombres y mujeres, sedicentemente civilizados, pugnando por retornar a las cavernas. ¿Sab´eis por qu´e? Porque ya olvidaron c´ omo se viv´ıa en las cavernas. Inteligencia y racionalidad no necesariamente marchan juntas. Para muchos, la m´ aquina de Antiquitera a´ un yace en el lecho del mar; para otros es un artilugio excepcional, p´ abulo predilecto de parabolanos y cr´edulos de diversos pelajes. [. . . ] Cuidemos nuestra casa manteniendo a raya la irracionalidad y haciendo buena ciencia. Sint´ amonos orgullosos de nuestra trayectoria como especie. La falsa humildad es soberbia vergonzante. Y no nos distraigamos con lloriqueos de ni˜ nos malcriados: el ecologismo es el ludismo de nuestra ´epoca. No olvidemos que tanto para disfrutar de la soledad como para despotricar contra lo que no nos gusta debemos vivir en sociedades confortables. [. . . ] La distinci´on entre sustancias naturales y artificiales es tan relativa y suele ser hecha con tanta arbitrariedad que a menudo se la utiliza como apoyatura para cualquier argumento fuertemente ideologizado. Opera a modo de un lecho de Procusto de las significaciones, bajo su f´erula ´estas se alargan o se acortan seg´ un la conveniencia ideol´ ogica de quien las esgrima. Asimismo, las pretendidas propiedades sanas o nocivas de estos entes nacidos de tal clasificaci´ on ortop´edica se fundan en las mismas razones especiosas antedichas. Semejante creaci´ on antit´etica es cultural y en su gestaci´ on se ha prescindido del m´etodo cient´ıfico o se lo ha usado con intenci´ on aviesa, a los efectos de cohonestar una concepci´on irracional previa. Es as´ı como, de manera subrepticia pero eficiente, los objetos naturales llegan a ser saludables; es decir, devienen en buenos. Y los objetos artificiales 62

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na llegan a ser malsanos; o lo que es lo mismo, devienen en malos. En consecuencia, habiendo sido introducidos de contrabando, los conceptos religiosos de bien y mal circulan otra vez a sus anchas por el mundo de los hombres del siglo veintiuno, mas ahora investidos de una respetabilidad intelectual aparentemente conferida por la ciencia. As´ı pues, mediante afirmaciones dogm´ aticas disfrazadas de conocimiento objetivo se va labrando el intrincado curso de un conflicto que desemboca, las m´ as de las veces, en una reca´ıda en la barbarie.59 [. . . ] Algunos, arrebatados por su pasi´ on ideol´ ogica, se beben un litro de glifosato y mueren felices al ver confirmadas sus hip´ otesis. Esto si antes, obviamente, el universo no colapsa por culpa de un microagujero negro generado en el Gran Colisionador de Hadrones. A veces los sue˜ nos de adolescentes devienen en pesadillas de adultos. [. . . ] El romanticismo es la ideolog´ıa reaccionaria de los sentimientos.60 [. . . ] Hegel el Razonable, Heidegger el Transparente y Sartre el Esencial horadan la nebulosidad de nuestros cerebros para hacernos m´ as expedito el camino hacia el matadero. El espanto de las v´ıctimas se amortigua al estar el verdugo maquillado con un pomposo y fatuo sistema de ideas. Entretanto, Nietzsche el Minotauro Borracho nos escudri˜ na impert´errito cual capataz de esclavos. Hier´atico, musitando sus oraciones, Foucault erige el pat´ıbulo junto a una escuela; y Barthes se masturba al ritmo de una saloma que ´el mismo canta con su boca amordazada. La trama se desarrolla en un museo de cera londinense. Los espectadores, casi todos ellos de procedencia sudamericana, est´ an muertos o agonizantes. En un rinc´ on de la vasta sala, Jacques Lacan, de pie y en ´extasis topol´ogico, juega maquinalmente con una apergaminada cinta de Moebius. El crucifijo 59

Hoy por hoy, la creencia rom´ antica de que lo natural es bueno inficiona las vidas de millones de personas. A causa de su adhesi´ on a este nuevo credo tales hombres y mujeres llevan una vida devaluada, que languidece entre prohibiciones supersticiosas y mandatos absurdos. Ya nada en ellos es espont´ aneo, puesto que obran a empujones de decretos irracionales. Ahora, la grey que los contiene les dicta su itinerario vital. (Nota del Editor.) 60 Han hecho mucho m´ as por los amantes y el amor los cient´ıficos creadores del Viagra que todos los poetas, fil´ osofos y psic´ ologos que se han ocupado del asunto hasta ahora. Lo siento. Aunque ello incomode a algunos, es forzoso reconocer que ha sido as´ı. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano negro que pende de su cuello tiene reverberaciones siniestras. A su lado, dando zancadas aparatosas en derredor de una bacinica, un fauno con corbata de mo˜ no consulta su reloj de bolsillo. Desde lo alto, un retrato en sepia de Karl Marx preside la escena. [. . . ] La denuncia del car´ acter mal´evolo del poder debe ir acompa˜ nada, por fuerza l´ ogica, de una apolog´ıa encendida del mismo. De lo contrario se lo cosificar´a definitivamente, con lo que se tornar´a invulnerable a toda cr´ıtica que intente impugnarlo. El poder se vuelve omn´ımodo cuando se lo mira a los ojos. [. . . ] Los burgueses suelen ser buenas personas devoradas por sus circunstancias. Casi siempre asustados o temerosos de algo, buscan seguridades como un toxic´omano su droga. Pero siendo la necesidad de ellos ilusoria, su satisfacci´on tambi´en lo es. Por esto la tragicomedia que protagonizan jam´as tiene fin. A los padecimientos burgueses yo opongo los placeres de la mesa, del lecho y del intelecto. La trilog´ıa hedonista de comer, amar y pensar. Todo lo dem´ as es puro cuento o sendero tortuoso abierto por el miedo. [. . . ] Lo que hace del Holocausto un suceso horripilante, frente al cual la raz´ on se tambalea herida, es el hecho de ser un producto cultural, tanto como lo es una cantata de Bach o un poema de Whitman; un engendro dantesco elaborado con meticulosidad neur´otica por un sinn´ umero de individuos bastante parecidos a usted o a m´ı. Sin embargo esto no constituye toda la cuesti´ on. Cuando observo a mis vecinos del barrio no me asombra el Holocausto, m´ as bien lo que me llama poderosamente la atenci´ on es que ´este no haya sido a´ un peor. Antes de naufragar viv´ı en muchos lugares y conoc´ı a numerosos vecinos de ciudad, y en casi todos ellos —hombres y mujeres, j´ovenes y viejos, pobres y ricos— vi que alentaba esa misma irracionalidad destructiva e ingenua, capaz de inspirar a las personas los cr´ımenes m´ as aborrecibles. Insisto: me llama la atenci´ on que no haya sido peor. [. . . ] Y bueno, de aquellos polvos estos lodos. ¿Qu´e le vachach´e? No lo s´e con certeza. Tal vez evitar que el aire acondicionado nos produzca modorra. Ase64

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na guran algunos que abrir ventanas es saludable. Pero eso s´ı: jam´as olvidar. ¿Por qu´e? Pues porque toda la humanidad, ya como v´ıctima, ya como verdugo, estuvo en Auschwitz y puede volver a estarlo en cualquier momento.61 Tampoco vendr´ıa mal recordar de vez en cuando el experimento de la c´arcel de Stanford. [. . . ] Sobre la mesa de abeto tortilla de papas, mate amargo, resma de papel y bol´ıgrafo Parker. Lluvia musical en la ventana y crepitar alegre de la le˜ na en la cocina econ´ omica. En la silla, yo, que ignora que soy yo. En estos tiempos de rotunda hegemon´ıa audiovisual, la palabra escrita carece de valor alguno, salvo en documentos contractuales; y el libro, quintaesencia de la comunicaci´ on verbal con fines recreativos o pedag´ ogicos, es poco menos que una antigualla que ni siquiera suscita algo de nostalgia. Pese a ello, persisten los cultores de esta artesan´ıa de ensue˜ nos. Son Quijotes que escriben para s´ı. Escritores, si quer´eis tener buena literatura no les hag´ ais concesiones a los lectores. Os recomiendo esto aun conociendo vuestra ´ındole peculiar. Ya s´e que sois vanidosos y narcisistas a ultranza, que cre´eis que lo que hac´eis es lo m´ as sublime del mundo, y que por ello el g´enero humano os estar´ a por siempre agradecido y en deuda. (Quiz´ as os sint´ ais demasiado solos o est´eis insatisfechos con vuestras vidas de pacotilla.) Pero lamento deciros que no es as´ı. Sois unos par´ asitos que medr´ais a costa del miedo, la ignorancia y los prejuicios de una sociedad cient´ıficamente analfabeta. Ni m´ as ni menos que como lo hacen los sacerdotes de cualquier religi´ on al uso. S´ olo la inercia de la tradici´ on os mantiene vivos. En comparaci´on con una lista de compras perge˜ nada por un ama de casa, cuanto escrib´ais parecer´a siempre morralla. ¡Tan lejos os encontr´ ais de los genuinos intereses de la gente! Reconoced que vuestros extrav´ıos intelectuales os han situado en los ant´ıpodas de la vida macanuda. ¿Acaso no sab´eis que la ciencia es la m´ axima expresi´ on cultural de nuestra ´epoca? Tal vez ya sea hora de que dej´eis de so˜ nar, que abr´ ais los ojos y os dediqu´eis a habitar entre vuestros cong´eneres. ¡Convert´ıos en divulgadores cient´ıficos! O al menos aprended a 61 Respecto a este tema, sugiero leer la Trilog´ıa de Auschwitz, de Primo Levi, compuesta por Si esto es un hombre, La tregua y Los salvados y los hundidos. En estos trabajos, de una lucidez dolorosa por cierto, quedan testimoniadas de forma concluyente las atrocidades del poligenocidio y las intrincadas complicidades que lo hicieron posible. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano redactar vuestro pedido del supermercado. Y recordad las palabras del sabio: Yo escribo como cago: sentado. ¿Juzg´ ais que esto es una feroz fil´ıpica? Os aseguro que peor ser´ıa que os desconociera. Meditadlo sin apasionamientos. ¿Me estar´e contradiciendo o ser´ a ´este un mensaje subliminal? (No es ´esta una pregunta ret´ orica. Creedme.) Sea como fuere, os advierto que el ´arbol calamar se encuentra muy distante de las rutas comerciales. Si dese´ ais disfrutar de su belleza singular deber´eis soltar mucho lastre. Si aspir´ais a que ´el os cobije en su seno maternal, tendr´eis sin duda que acostumbraros a posar las sentaderas en los bancos de la plaza y a avanzar por caminos de herradura. Bueno, habi´endome desahogado a cabalidad, me voy a cocinar un sabroso guiso de conejo con papas, bien condimentado con laurel y pimienta blanca. ¡De rechupete! Tengo hambre che. [. . . ] De esperanzas tambi´en se muere. [. . . ] Querido diario, la pizpireta Batichica, en su avatar de Pichicha, estaba constre˜ nida por sus obligaciones dom´esticas hasta el punto de serle casi imposible moverse de su hogar en la otra orilla. Por ello debimos posponer nuestras aventuras en el p´ aramo. Pero volveremos en un futuro pr´ oximo. Disc´ ulpame, diario compa˜ nero, por la asonancia del reciente inciso. No pude evitarla, bien que lo procur´e. [. . . ] . . . si la pichicha restauradora (del proceso dial´ectico, se sobrentiende) consigue sustraerse a los discretos encantos de la normalidad burguesa, si los cautivadores no la cautivan, si los atractivos no la atraen, si los cuerdos no la enloquecen, si los contaminadores no la contaminan, si los tristes no la entristecen, si los biempensantes no la desilusionan, si los pudorosos no la escandalizan, si los embelecos no la embelecan, si los ansiol´ıticos no la domestican, si los miedos no la amedrentan, si la inseguridad medi´ atica no la desestabiliza, si las pandemias no la aniquilan, si la crisis econ´ omica no la pauperiza, si los movimientos tel´ uricos no la derriban, si las cenizas volc´ anicas no la sepultan, si el calentamiento global no la sofoca, si el invierno nuclear no la congela; en fin, si un asteroide no impacta la Tierra, pues entonces, muy se˜ nores m´ıos, os garantizo que las sirenas del supermercado 66

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na no se quedar´ an con su vuelto, que los n´ umenes de la cocina la acompa˜ nar´ an a picar cebollas sin l´ agrimas, que los lares le cuidar´ an celosamente su acogedor hogar, que el caballero del P´ aramo Florido le enriquecer´ a su dieta con variados lagomorfos, que los lun´ aticos no la acosar´ an en los ´omnibus atiborrados de humanidad, que la existencia desolada se trocar´ a en amorosa comuni´ on, que el tedio de los d´ıas sin margen derecho no la anonadar´a, que el misticismo pecuniario se metamorfosear´a en solaz, que los dioses del fin de semana le ser´ an propicios al di´ alogo y que las estrellas curiosas gui˜ nar´ an en su cuartito azul. Cumpli´endose estas sencillas premisas, frugal y bella ser´ a su vida, magn´ıficos y memorables ser´ an sus trabajos, Pichicha Universal ser´ a. . . 62 [. . . ] En fin, si el humor es la representaci´on de hechos reales que ocurren con escas´ısima frecuencia, o bien la manifestaci´ on de sucesos cotidianos con su marco de referencia cambiado, entonces yo debiera estar cagado de la risa. [. . . ] Un deprimido es alguien que abandon´o la vida antes de tiempo. Para resucitarlo habr´ıa que aumentarle la dopamina y disminuirle el cortisol. O algo as´ı. No estoy seguro. Esto de las hormonas y los neurotransmisores no es moco de pavo. [. . . ] Todo es fragmento. [. . . ] Si por lo menos tuviera ´ animo. . . [. . . ]63 62

Fragmento de un ditirambo en prosa de autor desconocido, que no por tener una configuraci´ on at´ıpica deja de ser fascinante. Me refiero a Asimetr´ıa de la lectoescritura est´etica: Todos los escritores son buenos, casi todos los lectores son malos; de aqu´ı que haya pocas obras maestras de la literatura reconocidas como tales. Ejemplificaci´ on laudatoria. Algunos cr´ıticos literarios del barrio de Constituci´ on (Ciudad de Buenos Aires, Argentina) aseveran que es una pieza de juventud del admirable Macedonio Fern´ andez. Cimentan semejante hip´ otesis en los anacronismos y anfibolog´ıas que presenta el texto. Otros, por el contrario, conjeturan que estamos ante un fragmento ap´ ocrifo del Ferdydurke de Gombrowicz. Presunci´ on esta u ´ ltima que parece bastante m´ as probable de ser verdadera cuando se compara el escrito de marras con el Prefacio al Filifor forrado de ni˜ no. En cuanto a la concepci´ on est´etica que subyace en esta postura, creo que puede resumirse en la idea de que todos los escritores son grandes maestros de la literatura y s´ olo necesitan de los lectores apropiados para demostrarlo. Afirmaci´ on fundada en s´ olidas razones seg´ un mi entender, ya que no disponemos de criterios objetivos para evaluar una obra literaria. (Nota del Editor.) 63 Del marem´ agnum de caracteres con que lidi´e pude extraer estos trozos inteligibles. Parvo resultado para una labor cicl´ opea. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano

Terceto extempor´ aneo o penas de bandone´ on Cierta madrugada, cuando dorm´ıa sobre el entarimado de raul´ı, me despert´ o un ruido extra˜ no, que proven´ıa de la ventana que da al huerto. En un primer momento supuse que se trataba de alg´ un roedor que pugnaba por ingresar a mi cuarto. Mas pronto comprend´ı que era el viento, que con una rama de araucaria golpeaba los cristales reiteradamente. Desvelado y entumecido por el fr´ıo, encend´ı el monitor de la computadora que est´ a instalada en otra habitaci´ on de la casa. Cu´ al no ser´ıa mi sorpresa al hallar en su pantalla este texto, que como un exabrupto informativo se presentaba ante m´ı en la alta noche. Claro est´ a que ignoro qui´en es su autor y que desconozco la raz´ on por la cual fue puesto all´ı. En cualquier caso, juzgu´e conveniente incorporarlo a las memorias del naufragio, ya que se relaciona con mi experiencia en el p´ aramo. Le anticipo al lector que los tres ac´apites que vienen a continuaci´ on contienen im´ agenes literarias de especial crudeza. Disfr´ utelos o s´ ufralos el inteligente o el curioso que a ellos se acerque, pero no me enrostre culpa alguna por las consecuencias que le ocasionare su lectura. Diatriba contra los usuarios de un nov´ısimo medio de comunicaci´ on He visto el cuadro pat´etico de los que se re´ unen en torno a un chat a fin de paliar la soledad que los embarga. Son criaturas nocturnas, galvanizadas por una fantas´ıa literaria, que jam´as podr´ an tocarse ni olerse entre s´ı, pues sus acciones est´ an tamizadas por el temor a vivir. Son hombres y mujeres fantasmales, alentando pasiones estramb´ oticas, avivando emociones infantiles. Los he observado en sus devaneos, los he padecido en su sentimentalismo de adolescentes frustrados. Todas sus aspiraciones se cifran en cumplir con los pasos cabal´ısticos de alg´ un ceremonial huero, que un d´ıa ellos mismos crearon. La rotundidad de sus sentimientos tiene aires de follet´ın decimon´onico. Si existe un atributo capaz de describirlos con justeza, ´ese es su gesto desesperado y escindido de la realidad. ¡La horrible mueca del chatero! Un amor imposible entre puerco espines, un miedo cerval y rec´ıproco a apostar fuerte por el otro, un deseo entre algodones. . . He aqu´ı algunos de los s´ımiles con que es l´ıcito caracterizar aproximativamente los v´ınculos afectivos

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na de estos individuos estragados por la enfermedad. Sus fervorosos desvar´ıos ameritan la atenci´ on tanto del antrop´ ologo como del psiquiatra.64 Cuadro costumbrista existencial o discurso del regreso a casa Pasaron las fiestas tradicionales, los cumplea˜ nos, las vacaciones en la playa y los aniversarios variopintos. Todo ello acaeci´o en apenas tres meses, apretados y nerviosos, no exentos de cierto dramatismo esperp´entico. Ahora la vor´ agine urbana nos atrae hacia s´ı nuevamente. Con las fauces abiertas nos espera el taller, la f´abrica, la oficina o la calle crepuscular; o nos aguarda el jard´ın de infantes, la escuela, la universidad o la perversa casa con sus quehaceres dom´esticos. Vuelven a nuestras vidas, con renovada fuerza, los orgasmos mudos y las boletas de servicios, la comida diet´etica y el amor con mesura, las frases eufem´ısticas y la brutalidad polic´ıaca, el pensamiento cremat´ıstico y los pedos con sordina, el asadito ritual y la conciencia culpable, mas no tanto como para promover una crisis interior. Nuestros proyectos de reformas vitales quedaron varados en alg´ un punto impreciso del calendario y las promesas de enmienda que nos hicimos para este nuevo a˜ no ya se concretaron mediante el cambio de marca de nuestro champ´ u favorito. En cualquier caso, prevaleci´ o la sensatez.65 Es que todo esto sucede, aproximadamente, tal como hace un a˜ no. Debemos reconocer que el encarecido par´entesis vacacional no es otra cosa que un acto rutinario m´ as. Como que no pod´ıa ser de distinta manera. Quiero vomitar, pero no encuentro un lugar limpio en donde hacerlo.66 64 Este extenso y basto p´ arrafo suena a perorata de moralista gazmo˜ no. Muy probablemente se trate de una interpolaci´ on grosera, pero autocomplaciente, de alg´ un fan´ atico religioso. En todo caso, hay quienes sustentan —sin prejuicios y con argumentos racionales— la opini´ on de que chat es el hipocor´ıstico de chatura. Internet equivale a la Biblioteca de Alejandr´ıa y al ´ agora ateniense juntos, y —como todo fen´ omeno ecum´enico y popular— posee un ligero toque kitsch. Es aconsejable recordar estas cualidades excepcionales a la hora de verter alg´ un juicio sobre este potente sistema comunicacional. (Nota del Editor.) 65 Siguiendo los dictados de la sensatez es factible creer a pies juntillas que el Sol orbita la Tierra. De hecho as´ı ocurri´ o durante siglos. Con frecuencia nuestros sentidos nos enga˜ nan. Por ello vale la pena desconfiar de los epiciclos ptolemaicos, o al menos dudar prudentemente de su certidumbre explicativa entretanto no haya pruebas emp´ıricas que los refrenden. (Nota del Editor.) 66 Sospecho que estas l´ıneas fueron escritas por alg´ un burgu´es aquejado de dispepsia, imitando —por otra parte— el estilo vehemente y admonitorio de Ezequiel Mart´ınez Estrada, me comenta mi amigo y colaborador. Sea como fuere, es efectivo que nos encontramos ante otra flagrante injerencia —agrego yo—, cuya fuente real posiblemente jam´ as lleguemos a conocer. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano Las huellas del ideario burgu´ es en el cambio sem´ antico La ´epica en una sociedad posmoderna se reduce a la acci´on de resolver, cada tanto y con ´exito variable, alg´ un percance hogare˜ no o laboral que surja de imprevisto. A menudo los valores torales de esta sociedad pusil´anime se traslucen en el habla coloquial con bastante nitidez. As´ı, por ejemplo, una persona bizarra —es decir, alguien que es valiente o esforzado— termina siendo un ser extravagante, que despierta curiosidad morbosa, cuando no un risue˜ no asombro. Y por el mismo criterio, un suceso pat´etico —o sea, un hecho doloroso, de peculiaridad tal que impresiona hondamente nuestra sensibilidad— acaba constituyendo un espect´aculo rid´ıculo, m´ as condigno de risa que de congoja. ¿Qu´e nos est´ a pasando? ¿Acaso ahora, en estos tiempos lampi˜ nos que corren, la valent´ıa es extravagante y el sufrimiento es rid´ıculo? No, se˜ nores. Lo que ocurre es que una visi´on ultraburguesa de la realidad est´ a resignificando las palabras a fin de expresarse a s´ı misma. Por tanto, de este nuevo mundo moral se pretende desterrar, con resultados ilusorios sin duda, el hero´ısmo y la tragedia inherentes a la vida humana. Sin embargo, m´ as all´ a de malabarismos inconducentes, extravagante y rid´ıculo es andar quit´andole el culo a la jeringa. Vivir, para bien y para mal, sigue siendo bizarro y pat´etico. Que cada cual use estos t´erminos como m´ as le convenga, o que a quien le quepa el sayo que se lo ponga. Pero, eso s´ı, no intenten confundirnos, pues la enfermedad, la vejez y la muerte no desaparecen por decreto filos´ ofico alguno.67 Hasta aqu´ı la misteriosa interpolaci´on. A decir verdad, me importa un pito la procedencia de los p´ arrafos anteriores. Me da lo mismo que los haya escrito un ignoto morador de esta casa o un hacker chino que penetr´ o en la computadora. Lo que claramente y sin rodeos me interesa es su contenido, veraz e iluminador como el espectrograma de una estrella. Seg´ un mi entender, estos textos intrusos explicitan de forma meridiana la renuencia al cambio que algunas personas manifiestan, aun cuando se hallen en un trance abrumador. Paralizadas por el miedo, casi aterradas por los sentimientos de inseguridad que les inspira el solo planteamiento de una posible alteraci´ on en sus vidas, se aferran con ferocidad a sus rutinas familia67

Esta parrafada pareciera ser el lamento de un emprendedor fallido. Tal vez su hipot´etico autor no logr´ o ganar suficiente dinero y se siente por esto una persona cuyos adjetivos calificativos mudaron de significado. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na res. Todo en estos seres se rige por el guion anodino de los convencionalismos m´ as rancios, incluso cuando alardean de ser transgresores o modernos. Hace ya un buen rato que el pavor a vivir los ha momificado definitivamente. Hoy sus existencias escler´ oticas son como restos arqueol´ogicos que quiz´as susciten reflexiones cient´ıficas en el visitante ilustrado o provoquen un estremecimiento rom´ antico en el turista desaprensivo. En cualquier caso, son los muertos que deja la intemperie. Para ellos no hay esperanza: se han convertido en procrastinadores cr´ onicos. De lo que deduzco que algunos refugios terminan por sofocar a quienes los habitan. ¡Que lo pari´ o con las contradicciones! ¡Bendita rama de araucaria que me concediste la fortuna del insomnio!

Corolario o desenlace l´ ogico La tibieza de los d´ıas vernales se ha desvanecido. Con rigor astron´omico estamos entrando en la estaci´ on de las lluvias. Los sat´elites meteorol´ ogicos de la NOAA68 pronostican que las condiciones clim´ aticas en el Cono Sur ser´ an particularmente severas en esta temporada. A pesar de tan ominosos anuncios no me desaliento. Bien saben aquellos que me han tratado con cierta asiduidad que no me amilano delante de los reveses ni revoco mis planes en virtud de perturbaciones atmosf´ericas. Por el contrario, me agiganto en presencia del fracaso y me vuelvo magn´ animo ante la trapacer´ıa del ser querido. S´e arrostrar las desventuras con bizarr´ıa. ¿Claudicar? ¡Jam´as! S´ olo se claudica ante la verdad. No obstante, en vista de una situaci´ on presumiblemente irreversible como lo es ´esta, la de mi naufragio descomunal, considero pertinente dar a conocer un conjunto de ideas, genuino parto de mi ingenio, que sin duda ser´ a provechoso para muchos que hoy sufren por motivos ideol´ ogicos. Lo hago tanto para retribuir a mis cong´eneres como para perdurar a trav´es de mis obras. Sin m´ as pre´ ambulos aqu´ı os expongo mi axiom´atica sui generis. Disimulad su car´ acter enrevesado. Al fin de cuentas, hasta el texto m´ as enjundioso 68 Siglas correspondientes a National Oceanic and Atmospheric Administration, renombrada agencia dependiente del Departamento de Comercio de los Estados Unidos de Am´erica, dedicada a la investigaci´ on cient´ıfica de la atm´ osfera y del oc´eano. Emite partes meteorol´ ogicos, los que pueden consultarse en su sitio web. Respecto a estas predicciones en concreto, parece bastante razonable que debido al calentamiento global se incremente la virulencia de los fen´ omenos atmosf´ericos. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano se agosta frente a la elocuencia avasallante de una cadena de ADN. Somos como tartamudos declamando un poema sublime. Seamos pacientes y estemos predispuestos a escuchar, no s´ olo a o´ır. Propongo a mis eventuales lectores esta desiderata para los hombres y mujeres del siglo XXI. Si alguna vez ella fuese aprobada como lo que es —una pauta humanista para conquistar la felicidad—, me placer´ıa hondamente que ´ logo del na ´ ufrago. se titulase, excusando el neologismo, triscaideca 1. La filosof´ıa tradicional funciona como burladero de la historia.69 2. La literatura sirve de atrezo para puestas en escena de comediantes horrorizados de la intemperie. 3. Mientras la pr´ actica de escribir est´e supeditada a los g´eneros literarios cl´ asicos no tendremos m´ as que un remedo de literatura. 4. El gozo est´etico eclosiona en nuestro sistema l´ımbico cuando cerramos el libro o apagamos el computador porque se nos agotaron los v´ıveres. 5. La carne de conejo y las legumbres son, vistas desde una perspectiva contempor´ anea, cantares de gesta todav´ıa sin leer. 6. La finalidad de vivir es continuar viviendo. 7. Imaginar es f´acil; pensar es dif´ıcil, ya que demanda mayor cantidad de energ´ıa. 8. La cuadratura del c´ırculo es imposible debido a que π es irracional.70 9. Quien hoy ignora la estructura del universo mal podr´ a aprehender la estructura de un poema. 10. Si no careci´eramos de sind´eresis compondr´ıamos poemas de amor con f´ormulas matem´ aticas. 11. La formulaci´ on de hip´ otesis cient´ıficas constituye el m´ aximo acto creativo de un ser humano. 69

La aut´entica filosof´ıa —que no el chamullo precient´ıfico, pretencioso de explicarlo todo sin tener en cuenta los hechos— es hoy d´ıa parte de la ciencia, probablemente su parte m´ as especulativa, pero no por ello la menos cient´ıfica. Definida en estos t´erminos, la filosof´ıa viene a ser la reflexi´ on de la ciencia sobre s´ı misma. (Nota del Editor.) 70 Craso error, puesto que tal imposibilidad estriba en que la constante π es un n´ umero trascendental. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na 12. La fantas´ıa es un subproducto de la realidad. ´ 13. Lo que se oculta prospera en la sombra. Unicamente tienen pesadillas aquellos que cierran sus ojos. Conf´ıo que en caso de no poder despachar mi mensaje se lleve a cabo en breve una expedici´ on arqueol´ ogica a este desastrado rinc´ on del planeta. Importa sobremanera que mi manuscrito se haga p´ ublico antes de terminar la centuria que comienza. El conocimiento de las vicisitudes de un n´ aufrago vitalicio puede resultar ben´efico para las nuevas generaciones. (Dicho entre par´entesis y con los pies sobre la tierra: Todo esto que acabo de escribir es una futilidad. El desarrollo pleno de la inteligencia artificial y el surgimiento de la computaci´ on cu´ antica se encuentran a la vuelta de la esquina. Una vez que ello ocurra, se tornar´an obsoletas numerosas cuestiones que hasta ahora se pensaban fundamentales e insolubles. M´as a´ un: el avance arrollador de nuestro conocimiento acerca del universo ya ha respondido muchos de los interrogantes que nos desvelaron por milenios. Merced a este flamante saber se han resuelto problemas de enorme complejidad, problemas que hasta hace cosa de un siglo constitu´ıan escollos insalvables en nuestro camino hacia una mejor calidad de vida. Y no hay ninguna raz´ on de peso para suponer que este proceso cognitivo no vaya a seguir desenvolvi´endose as´ı. Todo esto que acabo de escribir, boludez triscaidecal´ogica del principio al fin, es el producto de un deseo de trascender mi propia naturaleza finita y mortal. Pero, en verdad, el instrumento m´ as id´ oneo para satisfacer esta aspiraci´on es la inteligencia artificial. Echando mano a recursos de tan baja estofa como ´este del humanismo sensiblero s´ olo se consigue prolongar la tragedia de ser humanos. Robots y ciborgs heredar´ an la Tierra. Y aunque soy felizmente consciente de este futuro bastante probable, prosigo labrando el Triscaidec´alogo mientras aguardo el final de mi historia. Por puro aburrimiento nom´ as. Expresado de otra manera y con mayor concisi´ on: hoy d´ıa cualquier alumno de ense˜ nanza media sabe m´ as que Arist´oteles.)

Final inapelable Ya no quedan suelos arcillosos en el p´ aramo, pues las escorrent´ıas los han erosionado hasta poner al descubierto la roca madre.

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´ nimo ano La tormenta destruy´ o la antena parab´olica. El u ´ ltimo servidor de chat cay´o al amanecer: [Jul 20 06:41:37 moorland ircd[6670]: no servers reachable].71 Soy como un Odiseo sin ´Itaca y sin Pen´elope, prisionero por siempre en la isla de los C´ıclopes. Solamente me resta una esperanza arqueol´ogica.72

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Esto tambi´en aconteci´ o un 20 de julio. No puedo evitar rememorarlo: 109:25:08 Armstrong: Yes, the surface is fine and powdery. I can kick it up loosely with my toe. It does adhere in fine layers, like powdered charcoal, to the sole and sides of my boots. I only go in a small fraction of an inch, maybe an eighth of an inch, but I can see the footprints of my boots and the treads in the fine, sandy particles.

Fue en el Mar de la Tranquilidad. (Nota del Editor.) Pareciera, por momentos, como que el n´ aufrago no fuera tal —por lo menos ad litteram—, sino alguien enajenado de la realidad. (Si bien la oraci´ on gramatical con que remata su escrito refuta palmariamente esta suposici´ on, son muchos m´ as los indicios que abogan en pro de una ex´egesis fundada en la demencia de nuestro atribulado prosista. Para convencernos de esto ah´ı tenemos ese texto plagado de contradicciones que es la u ´ ltima Botella.) Mi amigo, que entiende de tales temas m´ as que yo, aventura la hip´ otesis de que el n´ aufrago era —o es— un anciano ermita˜ no que enloqueci´ o de soledad. Con todo, debo admitir que a veces la robusta mente de mi amigo sucumbe ante los cantos de sirena del irracionalismo. (Nota del Editor.) 72

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Breve reposo y u ´ ltima llamada (parerga) batichica.— ¡Lindo! nauf.— Usted me hace lindo, Batichica. batichica.— No, Nauf. Usted es lindo por naturaleza. Tal como lo soy yo. nauf.— Es que usted y yo estamos intercambiando belleza. de Di´ alogo sobre la belleza rec´ıproca, Los protagonistas

H

e recobrado la lucidez, y con ello la tortuosa realidad. Aunque no cabe descartar la posibilidad de que s´ olo se trate de un cambio de pesadilla.

El cuarto de las papas es muy traicionero. Me asom´e por la ventana a ver un mundo diferente, cuyo acceso me estaba vedado. Al rato regres´e a mis quehaceres dom´esticos. Desde entonces acostumbro a obrar con cautela. No vaya a ser que por un desperfecto de mi br´ ujula est´e volviendo a m´ı mismo una y otra vez. El pa´ıs de los feacios es un refugio confortable, pero no es mi puerto de destino. Una cuarteta de autor an´ onimo y fecha insegura explicita mi posici´ on al respecto de manera bastante m´ as apropiada. Leedla con detenimiento: Vuelvo al lugar donde nunca estuve a buscar en la trama de todos mis a˜ nos

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la luz que ilumine lo que nunca tuve, la Heli´ opolis de todos mis desenga˜ nos. ¿Qu´e os parece? En realidad, es mucho mejor que mi prosa adusta, incapaz de reflejar el traje de Batichica siquiera. Y menos a´ un la mirada aterciopelada de la Diosa Consorte cuando sorprende al Nauf peludito despertando de su siesta faunesca. En resumen, necesito regresar a la civilizaci´on. En ´Itaca el amor sabe m´ as dulce y mis acciones se revisten de una dignidad desconocida aqu´ı. En este ´ambito agreste, donde el vivir se reduce a vegetar disimuladamente, agonizo en medio de dolores indecibles. Procurad comprenderme: yo s´ olo aspiro a tomar mate a la sombra del arbol calamar. Bajo su ramaje voluptuoso hallar´e el sosiego que tanto ans´ıo. ´ 73 Estos versos de p´esima factura, escanciados torpemente, podr´ıan deberse a la pluma de alg´ un ep´ıgono de J. L. Borges. Aparecieron publicados en el No 3 de la revista literaria El jag¨ uel de los poetas. Se sabe que iban acompa˜ nados por un comentario introductorio de don Artemisio Molinares, el cual por desgracia se extravi´ o. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano (A veces todo est´ a tan mal que s´ olo cabe ser optimista.) Entretanto, asisto at´ onito a mi propia decadencia. Ya nada queda por hacer. Todo parece abocado al desastre. Formulado con m´ as desapasionamiento, pero no por ello con menor ´enfasis: /* Funci´ on de Ackermann escrita en C. */ int fa(int m, int n) { if (m == 0) return n + 1; else if (n == 0) return fa(m - 1, 1); else return fa(m - 1, fa(m, n - 1)); return 0; } /* Fin de funci´ on de Ackermann escrita en C. */

Estoy seguro de que Stephen Wolfram me entender´ıa cabalmente.

Adenda de u ´ ltimo momento Cuando est´ abamos concluyendo la edici´ on anotada de la autobiograf´ıa del N´aufrago, nos lleg´ o un material in´edito, esta vez rescatado del disco duro gracias a la extraordinaria pericia de uno de nuestros ingenieros inform´ aticos. Del f´arrago de caracteres que nos trajo nuestro colaborador pudimos sacar en limpio un poema y dos l´ıneas de una carta secreta. Existen indicios suficientes como para asegurar con un alto grado de fiabilidad que la pieza en cuesti´ on es obra del poeta costumbrista Eudoro de Las Casas, o bien —coloc´andonos en el peor de los escenarios— que es un plagio didasc´alico de alguno de sus disc´ıpulos m´ as aventajados. Hemos considerado pertinente publicarla en este lugar del relato, pues creemos que el contexto se aviene con su contenido. No caben dudas de que se trata, nuevamente, de una flagrante interpolaci´on. Pero qu´e importa, si al fin y al cabo todo es interpolaci´on. ¡La vida es una gran interpolaci´on en el devenir del Universo!

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na En cualquier caso —salvo en las teor´ıas cient´ıficas—, la coherencia es sospechosa de enga˜ no y la locura es la lucidez del genio. Entonces disfrutad y sufrid estos versos, como ocurre siempre con las buenas cosas de la vida. ¡Ah! Y no olvid´eis que toda creaci´ on es colectiva, incluso cuando el artista o el cient´ıfico se hallen aislados del resto de sus cong´eneres. El conocimiento circula en derredor del planeta como los gases atmosf´ericos y lo impregna completamente todo. Las torres de marfil son una Fata Morgana de extremistas carcamales. Bueno, no os doy m´ as la lata con esta intromisi´on m´ıa. ¡A por el poema! El sue˜ no del amo de casa Me morir´e en domingo, empachado de mediocridad con salsa bolo˜ nesa. Me morir´e en domingo, reh´en de la familia y esclavo del asado de tira. Me morir´e en domingo, viendo el partido de f´ utbol y pensando en el trabajo de ma˜ nana. Me morir´e en domingo, de un paro card´ıaco, despu´es de haber deshecho el amor. Me morir´e en domingo y me sepultar´an un lunes. Ser´ a mi u ´ nica protesta laboral.

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´ nimo ano

Figura 4: Este u´ltimo texto manuscrito del n´aufrago reviste un car´acter especial, pues —como se sabe— los escritos que nos quedan de su pu˜ no y letra son exiguos y en su mayor´ıa se encuentran mal conservados, en algunos casos hasta el extremo de resultar ilegibles. La mayor parte de su autobiograf´ıa la escribi´ o en el famoso computador de la casa del p´ aramo, y casi todo lo que redact´ o a mano, que no es mucho, se perdi´o irremediablemente en las inundaciones o lo destruyeron los roedores. Por ello este breve trozo aut´ografo, preservado por casualidad en el interior de un zapato, constituye una verdadera reliquia para los estudiosos de su vida y obra. En la actualidad el preciado fragmento pertenece a un coleccionista privado, identificado s´olo por las iniciales D.C., quien con gran amabilidad nos ha autorizado a escanearlo y exponerlo aqu´ı.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Mon´ ologo interior de un n´ aufrago (paralip´ omena)74

H

oy tengo ´ animo, el ´ animo necesario como para cambiar mi vida, al fin todo est´ a en orden, ya no siento esa angustia insoportable, en serio, el

naufragio, la soledad del p´ aramo y la humillaci´ on de la vejez se esfumaron, todo esto pas´ o definitivamente, ahora mi vida est´ a en orden, sin duda. . . reconforta saber que uno va a morir. . . Houston, Tranquility Base here. The Eagle has landed. . . ¡qu´e bien se est´ a as´ı!, las piernas flojitas, las manos apoyadas en la panza, los ojos cerrados, hoy no har´e gimnasia, el cuarto en penumbras, el escritorio con el servidor metiendo ruido, un techo precario pero real, mi cielo raso tiene un chicle pegado, ¡jiji!, parece blando el piso, madera de raul´ı, as´ı se llama, creo, se ve diferente desde abajo, otra perspectiva, claro, la vida es como te la tomas, esa filosof´ıa de baratillo, relativismo absoluto, ¡jua!, ox´ımoron imp´ udico, ¡c´omo prende!, resulta f´acil de comprender, es un salvoconducto para mediocres, que son legi´on, todo va mejor con vaselina, la publicidad no es m´ as que chantaje emocional, y as´ı, sin que te des cuenta, te la mandan a guardar, dobladita y con un nudo en la punta, pero la mujer de la otra orilla era p´ udica, tambi´en acogedora como un refugio de alta monta˜ na, reconozco que me es imposible salir de aqu´ı, condenado, eso. . . estoy con-de-na-do, entre ambas costas media una distancia breve aunque infinita, un espacio fractal tal vez, o un bucle espaciotemporal, ¡vaya uno a saber!, es tan confusa la realidad de estos b´ıpedos implumes, monos desnudos afirm´o alguien que sab´ıa mucho de esta cuesti´on, pero es innegable que estoy en una encerrona fatal, ¡joder!, ni siquiera sabr´an que mor´ı, ¡qu´e iron´ıa!. . . pudrirme entre las ruinas de este rancho mugriento. . . ¡qu´e barbaridad!, estos pueblos pelafustanes carecen de Dignitas, elegir c´ omo y cu´ ando estirar la pata est´ a prohibido, ¡es ilegal!, hasta para di˜ narla necesit´ as autorizaci´ on, ¡si ser´ an hijos de puta!, cada d´ıa m´ as se parece nuestro mundo a una gigantesca distop´ıa, ¡hay que joderse!. . . todo 74 Desde Joyce —me dice mi amigo socarronamente—, cualquier narraci´ on que se precie debe incluir un mon´ ologo interior. Por otra parte, a˜ nade con audacia, hacemos lo que hacemos porque la necesidad nos impele a hacerlo. No hay m´eritos ni culpas en nuestro comportamiento. Agrego yo, con designio informativo, que hay noticia de al menos un antecedente lejano de esta t´ecnica que populariz´ o el dublin´es. Me refiero a A Pickle for the Knowing Ones or Plain Truth in a Homespun Dress, del exc´entrico comerciante Timothy Dexter. En una pr´ oxima edici´ on nos explayaremos en abundancia respecto de este inusitado mon´ ologo. (Es una mera frase ret´ orica, puesto que los actuales sintetizadores de voz no pueden escribir por s´ı solos.) (Nota del Editor.)

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´ nimo ano es vano, salvo la muerte. . . vi´endolo bien, procrear es un acto de crueldad, demandar´ıa a mis padres por haberme engendrado, ahora que lo pienso. . . y s´ı: suicida es el que se suicid´o, Perogrullo dixit pero pocos escuchan, capisce? . . .

yo s´ olo soy un aspirante, aplicado, claro que s´ı. . . no tengo la

desidia del viejo Molloy, estoy segur´ısimo de ello. . . ¡achalay!, ¡el viento!, lo oigo silbar en los alambres del tendedero, viene tormenta, se oye distante todav´ıa, espero no haber olvidado entrar la ropa. . . las chimeneas resuenan, cantan, retumban, rimbomban desaforadas. . . recital improvisado de m´ usica concreta, puro barullo atmosf´erico, ¡lindazo!. . . ¿estar´a lejos o ser´e yo el que est´ a lejos del viento?, relativismo posmo, conformismo total por inversi´ on de los extremos, me fascina el viento, c´omo me gustaba sentirlo en la cara montado en la Harley Davidson voy a tomar la ruta tres, no abandonar Carhu´e al huinca. . . mayonesa de ajo en M´edanos, sincretismo cultural del cordero patag´ onico, ¡en qu´e pelotudez estoy pensando!, si ser´ as viejo pajero, ¡hasta Ushuaia no paroooooo!. . . ejem. . . me pica un huevo. . . un poco de compostura che. . . hablando sola la gente se entiende mejor, ¿viste?, ¡qu´e linda la mujer de la otra orilla!, dormida me recordaba a la Venus de Giorgione, tanta belleza y sensualidad reunidas en un solo cuerpo. . . ¡cu´ anto nos am´ abamos!, ella era la inefable Diosa Consorte. . . que es como decir extracto de mujer. . . ¿vio?. . . qu´e pena que lo bello sea fugaz, tan transitorio y vol´ atil como un orgasmo. . .

as´ı as´ı suavecito ¡aaah!, por m´ as que me la

sobo no se me para, todo hay que decirlo, hoster´ıa El cipr´es. . . o alguna otra con´ıfera. . . al nombre me refiero, dos potencias humanas se abrazaron all´ı principi´o nuestra amorosa andadura, epifan´ıa de la pareja primordial. . . como islas en un pi´elago inmenso unidas por la deriva continental. . . quiz´as escore, la embarcaci´ on digo, se avecina una tempestad, cosa frecuente en estos parajes, dir´ an que muri´ o en alta mar a causa de una sobredosis de ´oxido de dihidr´ogeno, hay boludos para todas las bocas, mensaje conjetural de un tuitero en busca de sus cinco minutos de fama, ¡jo, jo!. . . veamos. . . ¿en d´ onde se habr´an guarecido los dinosaurios?, est´ a cayendo el primer aguacero, ¡pucha que hace fr´ıo!, tengo los pies helados, siento tanto fr´ıo como aquella vez que me tragu´e varias pepas juntas, de un saque me las tom´e en la esquina de Independencia y Urquiza, ¡qu´e mambo!, las patitas fr´ıas de S´ ocrates. . . en el Fed´ on si no me equivoco. . . ¡arr´ımese al fog´on, aparcero!, t´ omese un matienzo, no se ande con cumplidos, eran otros tiempos, ni mejores ni peores, otros. . . bueno bueno, ahora s´ı, como dec´ıamos ayer, 80

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na ya no queda arcilla ni servidor de chat ni corriente marina, se pudri´o todo, estoy aislado, como en una caja de Petri, pero sin alguien que la observe, es evidente, si estoy en una isla o en un continente que es como una isla, ya se sabe, mi presente ubicaci´ on es relativa, en fin, nuevamente preso pero esta vez en un bucle espaciotemporal, ´ontico dir´ıa un nazi idealizado, ¡joder!, toda filosof´ıa acad´emica deviene en teolog´ıa laica, ¡ja, ja!, no podr´ıa ser de otro modo, la creencia en la raz´ on filos´ ofica es un acto de fe, hoy d´ıa filosofar es un trabajo tan vano como el de limpiarse el culo y seguir cagando, paparruchas de burgueses a salvo de la intemperie, ya no saben qu´e inventar, a prop´osito de intemperies, Pla, buen sujeto el rosarino, excelente escritor, de lo mejorcito que dio el siglo, olvidado, o apenas recordado por un pu˜ nado de disc´ıpulos nostalgiosos, ¡bah!, eso no cambia nada, olvidado como yo aqu´ı, en este puto andurrial, y ya que surgi´o el tema: debo dise˜ nar una p´ agina web sobre ´el, ¡obvio!, soy un forofo del caballero Roger, Perque’n temor mes que’n amor se funden. . . las circunstancias as´ı lo ameritan, ¿o no, viejo?, es preciso pensarlo con calma, se trata de un asunto complejo, primeramente necesit´ as que alguien te ayude, solo no pod´es hacerlo, no obstante las ideas languidecen en los libros, al pedo como fil´ osofos, escribir resulta ser una labor bald´ıa, el silencio es el carozo de las palabras, cuando no tenemos nada que decir hacemos literatura. . . flatus voci . . . la literatura como parip´e cultural, arte ramplona de escabechar palabras, se requiere de mucho m´ as para exornar el silencio, ¡co˜ no!. . . y del casticismo mejor ni hablar, a sus defensores m´ as les convendr´ıa cerrar el orto, imperialismo cultural que le dicen, si ser´ an caretas, el lalelo´ısmo es un instrumento de dominaci´on al servicio de la xenofobia y el racismo, me lo bati´ o un chab´ on de la Academia que prefiri´o el anonimato, en el fondo es un problema pol´ıtico, como los gallegos son los due˜ nos de Telef´ onica est´ an convencidos de que ellos son los u ´ nicos que saben comunicarse correctamente. . . parole, parole. . . ¿existe alguien que todav´ıa se tome en serio esta pavada de arracimar palabras?, eso s´ı, ping¨ ue negocio al menos, los bestsellers, claro, u ´ nicamente los cuadernos de bit´ acora merecen ser le´ıdos, a˜ neja aspiraci´on de Fenimore Cooper, am´en, asimismo las listas de compra del supermercado y los decidores espectrogramas, modelos perfectos de escritura recreativa y utilitaria a la vez. . . eso. . . est´ a jugosa la cabecita, ¡agarrame el pingo que se me escapa!. . . lo otro paraguas para burgueses, es, son, consuelo de r´ usticos acicalados, acidez, tengo acidez, ¡puaj!, ¡a la mierda con los g´eneros literarios!. . . ¡sofrenate maula!. . . odio la literatura, por eso 81

´ nimo ano escribo, ¿contradictorio?, no tanto, m´ as lo es un cat´olico vegetariano y nadie dice nada, insisto, no tanto. . . es cuesti´ on de entender que. . . bueno, admito que lo m´ıo es una obsesi´on compulsiva, pero, ¡maldita literatura!, par´ a el carro che, no te sulfur´es por tan poco, ¡bah!. . . acidez y soledad. . . no existe criatura m´ as incomprendida que el suicida, ¿estaban enterados de tama˜ na verdad monda y lironda?, sospecho que no. . . una p´ agina web acerca de. . . sobre. . . es jodida la intemperie, ella lo sabe mejor que yo, no se puede huir del p´ aramo, mi barco navegaba en c´ırculos, reci´en hoy me percato de ello, naufragu´e hace tiempo, no recuerdo cu´ ando, ¡esta memoria m´ıa!, nos vamos poniendo viejos. . . ayer nom´ as. . . Cialis necesito Cialis. . . ¡qu´e bolonqui tengo en la sabiola!. . .

prrrrrrrr ¡ahhhhh!, qu´e pedo de ´ordago che, y de

organo tambi´en, por lo melodioso digo, parec´ıa un suspiro de amor de la ´ Diosa Consorte, como globitos fluyendo suavemente hacia fuera y estallando de s´ ubito como pompas de jab´on, gorgoritos de un culo cantor, gor gor gorgo ito ito cantor, aire y silencio rotundos entre tanta voz de falsete, el culo no miente, su sinceridad demuele farsas y denuncia rancias estafas, y a la vez ofrece placeres delicados a quien sabe amarlo, dadme el culo y os mover´e el esp´ıritu, escribir es una forma rebuscada de llamar la atenci´ on, es volver con la frente marchita, es, cuando no podemos hacer ciencia filosofamos, voluble oficio el de levantar castillos conceptuales a espaldas de la realidad, pura hinchaz´ on. . . la dureza es real. . . lo que te sea insoportable convi´ertelo en arte, chicana con solera, alguna vez tuve la descabellada pretensi´on de ser un hombre normal, pero no di la talla. . . o la vida me coloc´o muy alto el list´ on. . . me-cas´e-emigramos-tuvimos-hijos-uno-autista-me-meti´ o-loscuernos-le met´ı-los-cuernos-acab´e-en-la-bancarrota-el-otro-muri´ o-de-c´ ancer, la pasi´ on decrece hasta extinguirse por completo, ineluctable, peaje que cobra el tiempo, y a los tumbos arrib´e a este lugar calamitoso, que no s´e si es isla o continente, que ni siquiera figura en las cartas de navegaci´on, un aut´entico enigma para quienes sufran de pereza intelectual, ¡ah!, Dem´ocrito y Epicuro dieron en el clavo, y Lucrecio ¡claro!, ´ıdem Ch´ arvaka, ¡grande el indio!. . . por casualidad, es indudable, si estaban solari en aquellos siglos oscuros. . . de chiripa nom´ as descubrieron el entresijo esencial. . . ¡qu´e placentero!, el piso se siente mullido y el viento gimotea en las chimeneas, ¿qu´e m´ as puedo pedir?, confort proletario, escribir´e un ensayo acerca de la intemperie y el car´ acter burgu´es, o de c´omo andar en cueros por la vida habiendo tantas tiendas abiertas, barrunto que no incurrir´e en tal desatino, no tendr´e 82

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na tiempo suficiente para ello, ¡da lo mismo!, ¡ummm!, ¡qu´e delicia!, albahaca en el viento y sobre un anaquel de la biblioteca, albahaca. . . tambi´en gas lacrim´ ogeno, ese olor intruso que apesta, hendiondez que me abrasa la nariz y la garganta, ¡m´etanse en el upite su puto carb´ on de piedra!. . . el tiempo pasa, nos vamos haciendo viejos, Ame, Amelia marxista, radicalizada al mango, militante fogueada en vastas ilusiones, cantaba canciones de Dylan, la muy guacha le tir´ o dos sillas al cana, ¡qu´e ´epocas aquellas!, el pensamiento judeocristiano en acci´ on, la praxis como se estilaba decir, y llevado hasta algunas de sus u ´ ltimas consecuencias, hoy no regar´e mi plantita, los sue˜ nos ut´ opicos devienen en pesadillas mortales, lo experimentamos en carne propia, ¡oh, s´ı, se˜ nor!, tanta crispaci´on on´ırica nos desjarret´ o el porvenir, ingres´abamos al Partido como a un convento, las religiones abrah´amicas son como la Hidra de Lerna, ¡cu´ anta ingenuidad de nuestra parte!, el bot´on est´ a debajo de la ventana, intentan desalojarnos, ¡c´omo le estropearon la cara!, le dan le˜ na hasta cansarse, pobre mina. . . sus anteojos destrozados. . . el vestido desgarrado. . . los brazos le cuelgan de los hombros como si fuese un mu˜ neco de trapo, ¡qu´e biaba le dieron!, Ame. . . estudiaba mucho, era santiague˜ na, viv´ıa en una pensi´ on del Once, nunca dese´e encamarme con ella, ins´ olito. . . nunca se maquillaba, el maquillaje es el sutil gineceo de la mujer domesticada, me ha llevado mucho tiempo llegar a ser ignorante. . . ¿te acord´ as, Ame?, La Perla. . . Tanguito. . . Pato trabaja en una carnicer´ıa. . . ¡la reput´ısima madre que lo pari´ o!, nada queda, la «Historia» entre comillas y con may´ uscula nos tritur´o a todos, nos hizo papilla, nos hizo. . . fantasmas asustados de nosotros mismos, eso, no encontraba la palabra justa, fantasmas de una p´ agina web sobre un novelista olvidado, hacer, ¿motivos?, justicia po´etica porque de la otra nones, ¿alguno se apunta al proyecto?, intemperie de Amelia o de Claudia o de Diego que cursaba Inform´atica y recitaba a Shelley, Claudia cat´olica y convencida de que ir´ıa al cielo, Gagarin fue al cielo, Armstrong tambi´en, y tantos otros, los astronautas van al cielo, los cristianos van a la tumba, como todos al fin y al cabo, y los psicoanalistas a Punta del Este, curioso fen´omeno este, s´ olo en Argentina y en Francia, tambi´en en Manhattan, pseudociencia o religi´ on sui generis, en cualquier caso creencia sin base racional alguna, eso ni se discute, tal vez una rama oculta de la pataf´ısica, ¿aportes?, quiz´as el surrealismo y una redefinici´on de la sexualidad puritana, que no liberaci´ on sexual, ¡qu´e va!, pero por sobre todo boyante negocio en estos pagos, ¡oh, s´ı, se˜ nor!. . . algunos ser´ an locos pero no comen vidrio, je 83

´ nimo ano je je, sucede que hay que hacer guita, es un imperativo biol´ ogico, ¿viste?, ergo. . . pensemos: existen problemas que tienen soluci´ on y problemas que son insolubles, los que tienen soluci´ on se arreglan con plata, los otros no se solucionan, ¿no te parece?, ¡a esto llamo yo mens sana in corpore sano!, m´ as claro echale agua. . . o inventate otro dualismo, jo jo, ¡vaya timo!, pura filfa, bueno, considerado desde el lado del paciente-cliente es un impuesto voluntario a la ignorancia cient´ıfica, nada grave, si el enfermo no enloquece o mata a alguien, claro est´ a, ¡je, je, je!. . . ¡amalaya, cu´ anto embuste!, mi vida no tiene sentido, ni tiene por qu´e tenerlo, yo le doy sentido a mi vida, el que a m´ı se me antoja, ¿es esto tan dif´ıcil de entender?, ¡basta ya de teleolog´ıa!, ¡d´ejense de romper los huevos con sus falacias de confesionario!, ¡cu´ anto matute sof´ıstico con el marchamo de sabidur´ıa!. . . somos creadores de sentido. . . sencillito, ¿no?, en fin, la teolog´ıa y la filosof´ıa acient´ıfica son dos g´eneros literarios con demasiadas pretenciones. . . ¡cu´ anto pesa la sangrienta carga del idealismo alem´ an!, ¡la reput´ısima dial´ectica!, y otros pedos conexos, claro. . . ¡ay, Witold!, volv´e, te lo suplicamos, al fin te hemos comprendido, perd´ onanos nuestra obsecuencia frente a los magnates de la forma. . . por lo dem´ as, eras un reaccionario asustado del ´exito de tus cong´eneres, todo hay que decirlo, ¡s´ı, se˜ nor!. . . je je je. . . ¿y qu´e cojones tiene que ver el polaco este con la locura alemana aquella?, nothing, ¿de verdad nada?, tarea para el hogar entonces. . . a ver a ver. . . nada queda, Ame, ni las torturas ni las violaciones ni los muertos en el altar de la Historia, ni. . . perd´ on, queda la plantita de albahaca, s´ı, as´ı es, ¡je, je!, la plantita. . . no se estaba mal en la habitaci´ on de las papas, refugio menos civilizado que ´este pero tambi´en acogedor, l´ astima que el temporal lo hiciese pelota, una p´erdida irreparable por donde se la mire, bolsas y sacos de papas y patatas arramblados por la avalancha de lodo, ¡estoy hablando en jerigonzas!, ¡jajajaja!. . . la verdad que un purecito de papas con cebollas fritas me sentar´ıa bien ahora. . . el computador contin´ ua marchando, otro fen´omeno extra˜ no sin duda, el ventilador hace ruido, fe´ıto, que lo arregle el primero que llegue, si es que alguien arriba alguna vez a estas costas desoladas, culo del mundo, con diarrea encima, andamos escatol´ ogicos hoy, en todo caso deben hacer una expedici´ on arqueol´ ogica a la u ´ ltima esperanza en busca del Triscaidec´alogo, supongo que resultar´ıa beneficiosa en un amplio sentido, quedan invitados entonces, no me defrauden, espero que mis restos no corran la misma suerte que los de Iru˜ na-Veleia, pero antes de estirar la pata voy a crear la novela cu´ antica 84

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na y se las voy a meter por ese ojete mental sin fondo que tienen sin vaselina ni paliativos psicol´ ogicos ni ocho cuartos peque˜ noburgueses abolir´e el tiempo tradicional y enviar´e a tomar por culo el argumento si al fin de cuentas lo que se persigue es recrear lo real objetivar lo existente y ¡ah! y no olviden. . . calma, viejo, sosegate un poco, si no pasa nada, los milicos ya se fueron, est´ as en el piso de una casa vac´ıa de gente. . . ejem. . . ya llegar´ an los ciborgs y con ellos el fin de los conflictos. . . Aracn´e fue vencida por Batichica en la batalla de los caireles, crispados creo, en esa ocasi´ on se hizo justicia, como dijo don Hilario: a cada Aracn´e le llega su Batichica. . . ¿te acord´ as?. . . y no olviden: la frivolidad, la ligereza y la superficialidad con que se vive en esta ´epoca nos impiden gozar de nuestras vidas, peroraba el personaje ese de la tele, el curita de medianoche, hemos renunciado a cazar conejos agregar´ıa yo, en s´ıntesis un programa sensacionalista m´ as, soflama amarillista siendo indulgentes, si no vivi´eramos en la superficie nos ahogar´ıamos, ¡de caj´on!, ¡bah!, no s´e por qu´e se hacen tanto problema, los defectos morales no son otra cosa que virtudes fuera de contexto, algo semejante a orinar fuera del mingitorio, como dir´ıa un fruncido. . . en fin m´ as ciencia y menos literatura, cuando oigo decir que alguien es escritor me arrepiento de haber aprendido a leer y escribir, en serio che. . . ¡cu´ anta incultura!. . . pero para m´ı lo alarmante es que si el ventilador deja de funcionar en verano tal vez se queme la fuente de poder, la imaginaci´ on al poder, asociaci´on il´ıcita, lo admito, pero grata a mis o´ıdos, asimismo el cuarto poder, je je, von Neumann y Shannon, padres de la inform´ atica, tambi´en Dijkstra y Turing, Turing muri´ o por una raz´ on anal, debemos recordarlo constantemente, eso es relevante, ¿alg´ un hom´ ofobo aprobar´ıa su test?, tarea para la casa, ¡je, je!, mi vida ha sido como la funci´ on de Ackermann, en efecto. . . equiparable a una bola de nieve. . . ¡ufa!, me olvid´e de guardar la le˜ na se va a humedecer, y lo mismo el huerto, las semillas se pudrir´an o las arrastrar´a la corriente, no alcanc´e a terminar el canal de drenaje. . . me dol´ıa la cintura. . . debiera haberme especializado en dom´ otica, ¡ja, ja, ja!, visto el exiguo desarrollo de estas sociedades s´ olo me habr´ıa servido para laburar de mayordomo. . . a estos pueblos australes les falt´o su Gettysburg. . . la verdad es que no estar´ıa mal. . . ser el Alfred de Batichica digo, posibilidad tentadora. . . la paga no importa, servidumbre de amor. . . si el fracaso de una persona se pudiese medir por una suma de dinero, entonces la muerte no existir´ıa. . . usted lo sabe mejor que nadie, restauradora del proceso dial´ectico. . . gar´ ua, pichicha. . . 85

´ nimo ano insisto en ello, son gentes y naciones que llegaron con retraso al and´en de la Historia. . . me gust´ as mucho. . . a´ un no saben que de la derrota no se regresa si no es como limosnero o lacayo de patrones extranjeros. . . somos los escombros del desarrollo. . . sos linda piba. . . sos linda, piba. . . sos. . . retru´ecano pueril, gansada, ¡la puta que los pari´ o!. . .

all´a ellos, hoy per-

dedores consuetudinarios nom´ as. . . ¿se nota che que estoy embroncado con estos tipos?, nativos del orto, y del ocaso tambi´en, ¡jijij´ı!. . . entre par´entesis, la risa de las hero´ınas es contagiosa, ¿lo sab´ıan!. . . llueve a c´antaros, ninguna novedad, obvio. . . ¿o s´ı?. . . lloviznaba torrencialmente en la estancia El Moj´on Descuajeringado. . . estaba tuit. . . pero ya no est´ a. . . lo reitero por en´esima vez, hay que cuidar la fuente de poder, el servidor web debe continuar funcionando, por ´el se guiar´ an quienes me busquen, tambi´en ella, ella quer´ıa que camin´ aramos por el p´ aramo tomados de las manos, se oye el silbido del viento y el repicar de la lluvia en los cristales, llover´ an meteoritos ricos en mol´eculas org´ anicas, te apuesto una buseca a que s´ı, ella busequeaba un cobijo contra la intemperie, buscaba, pero Panthalassa es enorme, resulta imposible pasar a la otra orilla disponiendo de tan escasos recursos, fuimos incapaces de so˜ nar atajos o de construir una balsa velera, «estoy muy solo y triste en este mundo abandonado», la dama de la otra orilla nunca supo que mi tiempo era geol´ogico, la nuestra era una comunicaci´ on as´ıncrona, l´ astima, jam´as conoci´ o los estratos m´ as ricos de este suelo m´ıo, paleontolog´ıa existencial lo denominar´ıa yo, a este m´etodo de conocimiento personal quiero decir, no fue por su culpa ni por la m´ıa, eso queda claro, por lo menos para m´ı, meridianamente claro, tal vez se nos agot´o la oxitocina. . . qui´en sabe, ¡es tan ca´ otico este mundo!, un poco como el de Blade Runner, s´ı, as´ı es, Rachel. . . tampoco fue el s´ındrome de Marienbad nuestro impedimento, ocurre que este mar es infranqueable, si bien no de forma apod´ıctica, ¡por supuesto!, algunos lo han cruzado airosos, Pizarro y Almagro, conquistadores del Tahuantinsuyo, nombres atroces que atravesando los siglos se dulcifican y me conciernen. . . en todo caso siempre tendremos Par´ıs. . . bueno, no precisamente Par´ıs, pero se entiende, ¿no?, s´ olo los verdaderos amantes comprenden todos los anacolutos. . . y no reconocen hip´erbole alguna, ¡je je!. . . los amantes son sistemas autorreferenciales, por antonomasia, ¿sab´ıan?. . . I am known you hear me. . . era linda total. . . s´ı. . . ¡caray!, tengo mucho fr´ıo, un perro ladra a lo lejos, ejerce soberan´ıa territorial, ¡la pucha!, me acojona su aullido, ¡c´ omo golpea el viento en los postigos!, es bagual el viento pata86

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na g´onico, es como si pujase por entrar, ¡uuuuuuuuuuuuuy!, lindazo el sapuc´ai e´olico. . . ¡´ au!, ¡´ auuu!, ¡´ au ´ au ´ au!, ¡´ auuuuuuuuuuuuu!, ¡´au ´au!, ¡´au!, es un pichicho cantor. . . de la vieja escuela de gozques ultramarinos, no cabe duda, al escucharlo con atenci´ on se hace patente su prosapia musical. . . de seguro que sus ancestros llegaron con Mendoza. . . y Luc´ıa Miranda con el pueblo. . . y la intemperie en Parque Lezama con Pla y los antrop´ ofagos de Ulriko con Manucho pavone´ andose por Florida con su bast´ on aristocr´ atico. . . y al final y en resumidas cuentas llegaron todos con otros naufragios en otras costas, migrantes de horizontes arrumados, en fin, nadie est´ a solo si tiene perro que le ladre. . . cantemos, no todos los perros son iguales, no todos los pe. . . m´ usica para o´ıdos curtidos en el p´ aramo inarm´onico, la sonata n´ umero ocho es pat´etica, aprendan sem´ antica cabrones. . . pichichos de toda laya entonad el himno al. . . ¡uy!, nuestra minisupercomputadora Belka pronostica lluvia de meteoritos para las pr´ oximas horas, encendamos la nave espaciotemporal y partamos de inmediato. . . en estos tiempos de pesimismo satisfecho la felicidad debe ser clandestina, ¿no es as´ı, mi estimada Batichica?, ¿estar´e delirando?, ¡bah!. . . delirar es ser realista, admiro a quienes abandonan el barco, se puede vivir sin escribir pero no sin cagar, ¡la puta que lo repari´o!, ¡terremoto!. . . los cerros parecen perturbados, ¡juas!, ¿se me est´ a moviendo el piso o yo estoy temblando?. . . quilos´a. . . ¡qu´e bochinche!, las olas baten la caleta, cadenciosamente, caden. . . ciosa. . . mente, sortear´ as la furia de Poseid´ on. . . ¡bah!, la mayor parte de lo que acontece a nuestro alrededor es ruido de fondo, ce-eme-be. . . eso, mi barco, se va a hundir mi barco, casi con certeza mi barco, aunque pens´ andolo bien qu´e carajo me importa si sea como fuere no podr´e abandonar la casa, «de esta casa salgo vivo o muerto» le grit´e a alguien cierta vez, probablemente fuese a m´ı mismo, no lo s´e ni me interesa averiguarlo, ¿o era de la c´arcel?, ¡bah!, de tanto vivir he llegado a ser un recuerdo de m´ı mismo. . . ¡amalaya!, ¡no me llevar´ an preso por haber matado algunos conejos para comer!. . . quedan algunas vituallas, tasajo de conejo, unas lonjas de jurel ahumado y una caja con papas, tambi´en cebollas y varios kilos de lentejas, las cosech´e yo mismo, prueba irrefutable de que a´ un no soy un imb´ecil integral, s´ olida argumentaci´on, s´ı se˜ nor, ni me faltan un par de jugadores, ¿vieron?, je je je. . . ¡bah!, infundios de mis adversarios intelectuales, chambones envidiosos. . . no en Berm´ udez y Nogoy´a. . . estoy seguro, bueno, al menos me parece que no. . . albahaca y fuente de poder, tenerlas siempre presentes, tengo hambre, incre´ıble pero cierto, cr´ease o no, 87

´ nimo ano digno de Ripley, ¡tengo hambre!, ¿no o´ıs los borborigmos?, la mujer de la otra orilla. . . la mujer-faro, ¿c´omo se llamaba?, de fijo que no era Molly. . . y mucho menos Caddy. . . esos calzones embarrados. . . me olvid´e o quiz´as nunca me dijese su nombre, en cambio me acuerdo con nitidez de la facu, qu´e raro ¿no?, Amelia con su cara cubierta de sangre, Diego desaparecido, Claudia divorciada, intratable vieja hist´erica adicta a cualquier superstici´ on de la New Age, yo encanado en Devoto, a mitad de camino entre la psicosis y la muerte, noche y niebla para los j´ovenes revolucionarios, mont´on de recuerdos sin emociones a esta altura del partido, como si fuesen las ruinas del Coliseo, pasado objetivado o t´ umulo de quimeras, all´a lejos y hace tiempo. . . no se me para. . . borrachos de ideolog´ıa como est´ abamos, no acert´ abamos a ver que lo genuinamente revolucionario era esa sociedad capitalista, a la que nos opon´ıamos con encarnizamiento casi demencial. . . me sali´ o redondo. . . ¡hurra!. . . de pedo nom´ as. . . he pronunciado pronunci´e unas palabras antes de mi paso a la inmortalidad, auditorio que me. . . ejem. . . ¡al carajo con los formalismos!, ¡basta de ch´ achara!. . . me suenan las tripas, estoy fam´elico. . . nos hicimos viejos de tanto preconizar el hombre nuevo. . .

un espejismo

mort´ıfero. . . la negaci´ on de la realidad engendra fantasmas que s´ olo la raz´ on puede exorcizar, ¡guau!, con todas estas frases podr´ıa componer un libro de autoayuda como los de Bucay, ¡ji, ji, ji!, o uno como el de de La Rochefoucauld. . . ¡bah!, se igual, pura sanata che, quiero morfar algo, me cocinar´e un guiso con carne de fauno, ¡conejo che!, co-ne-jo, ¡epa!, no me puedo mover, debo hacer m´ as ejercicio f´ısico, ¡me crujen las cuadernas!, todo gira, Fito, gira gira. . . mariposa tecnicolor. . . ¡bip biiip, biiip bip, bip biiip! ¡bip biiip bip bip, bip bip, bip biiip!, tengo una falla en el sistema. . . ¡caramba!, me olvid´e de calafatear mi vida. . . ¡que lo pari´ o!. . . en fin. . . nada mejora, todo empeora, inconfesable corolario de las leyes de la termodin´ amica. . . la mujer de la otra orilla me escrib´ıa a menudo, cartas escritas a mano sobre arboles muertos, el devastador romanticismo del papel, ¿o eso era antes?, ´ quiz´as cuando Ame val´ıa un poema, me confundo, la velocidad del cambio tecnol´ ogico es mayor que la del agua bajo los puentes. . . en todo caso me escrib´ıa, no importa el soporte que emplease, que la realidad no toque nuestro amor me aconsejaba, y me insinuaba con su vocesita de f´emina enamorada, y me exhortaba con su voz de hembra primordial, y me reclamaba con sus contoneos sical´ıpticos, y me. . . y me. . . y me pon´ıa cachondo. . . joj´o. . . su trasero era un v´ortice de entrop´ıa. . . miraculum naturae. . . por tu cacerola 88

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na yo me hice cocinero, ¡jajaja!, un poco m´ as de seriedad che, practicaba la antropofagia er´ otica, se comi´ o mi coraz´ on. . . sorbi´o mi cerebro. . . derriti´o mis circuitos neuronales y borr´ o as´ı mi mala memoria. . . mi calipigia del valle profundo. . . dolor tant´ alico de los amantes que pugnan por fundirse en un solo ser sin conseguirlo jam´as, maldita dopamina que siempre nos dej´as con las ganas. . . canta y se torna en luz . . . ¡flaca linda!, con su guitarrita de caricias, cenote de dulzuras, era elegante su estilo, ten´ıa garbo sin duda, una luz en mis tinieblas de n´ aufrago vital. . . su cuerpo estelar. . . mi taparrabos de terciopelo negro para las fiestas de gala en el Zigurat, amores eran los de antes. . . amores y cojones. . . desmadre de las p´erfidas rutinas dom´esticas. . . que la realidad no te malogre un buen sue˜ no. . .

¡qu´e sarcasmo!,

todo pasa, inclusive el horror pueril de las pesadillas, un encuentro es una forma ingenua de comenzar a despedirse, ¿vit´e?, el flaco Spinetta lo sabe. . . pod´es ser el sol y tambi´en pod´es ser la luna. . . no te dej´es vencer, lucero del alba, no olvid´es que el confort mata y que la rutina apaga las estrellas. . . me dio sue˜ no. . . ¡qu´e suavecito!, como la siesta de un fauno, ¿no?, ¿no ser´ a mucho bienestar para un pobre?, el piso parece un colch´ on, entarimado blandengue, suelo de molicie, a lo mejor llegu´e a mi casa sin darme cuenta, teletransportado como en Viaje a las estrellas, boludeces, se est´ a tan bien as´ı, la vida ya no me incomoda, me tapar´e con la frazada, creo que va a nevar, el espectro de Fraunhofer es lo m´ as cerca de una estrella que podemos estar, traves´ıa impracticable hasta tanto no se fragmente Pangea, ¡grande Wegener!, y tambi´en la l´ınea Lyman-alfa para detectar las m´ as antiguas. . . la m´ as lejana. . . lej. . . a. . . si volviera una ma˜ nana. . . ¡chan chan!. . . en fin. . . las ondas electromagn´eticas constituyen la lengua franca del universo, si se me consiente la desagradable antropomorfizaci´on. . . ¡ejem. . . !, por las calles del. . . ¿habr´ a sorteado la tormenta mi avioncito de papel?, transportaba una copia del Triscaidec´alogo dedicada a la pichicha retozona. . . en los peque˜ nos detalles residen las grandes diferencias. . . ¡mierda!, no encuentro la frazada, ya no me duele la pierna, en verdad ya no me duele nada, por fin estoy contento, posta, ¿cu´antas me tom´e?, hagamos memoria, cien. . . ciento. . . cientoveinti. . . siete. . . s´ı, ¡eso justamente!, ¡cientoveintisiete!, que es un n´ umero primo, por supuesto, son bellos los n´ umeros primos, Amelia quer´ıa cambiar el mundo, ella era hermosa, yo s´ olo buscaba un lugar donde guarecerme de la intemperie, provisorio desde luego, si somos n´ omadas, ¡me sali´ o pareado!, ¡lindo!, tambi´en la dama de la otra orilla, porte˜ na de ensue˜ no, 89

´ nimo ano ¡qu´e frase cursi che!, anhelaba poco, lo fundamental para no palmarla a la intemperie como un perrito de la calle, s´ olo en su chochito rubio hab´ıa m´ as belleza que en un cuadro de Rubens, la albahaca, la fuente de poder y el viejo impotente, buen tema para un cuento, ¿d´onde hab´ıamos quedado?, ¡ah, s´ı!, en que ambicion´ abamos amarnos indefinidamente, y ya puestos a so˜ nar, tambi´en alberg´ abamos la ilusi´ on de derrotar a la intemperie, ¡jo!, ¡casi nada!, la chancha y los veinte y. . . pero nuestro conato de rebeli´on fue sofocado por las fuerzas de la burgues´ıa. . . un c´ıclope debe de haber devorado a mis compa˜ neros de la misi´ on ant´artica. . . por suerte que ya falta menos. . . hoy d´ıa un robot puede hacer un avioncito con una hoja de papel y lanzarlo al aire, ¡y ´esta es una de las tareas m´ as sencillas que es capaz de realizar!, ¡grande che!. . . ya falta poco para que dejemos de sufrir al cohete. . . descendi´ o la temperatura. . . ¿d´onde puse la frazada?, ¡devu´elvanme mi cobija carajo!, ¿de d´ onde proviene la electricidad?, si bien Batichica estuvo en un tris de saberlo es un misterio todav´ıa, de seguro que otros lo resolver´ an, as´ı trabaja la ciencia, sobre hombros de gigantes, ¿claudicar?, ¡jam´as!, s´ olo se claudica ante la verdad. . . como dije aquella vez a bordo del Argos, la ciencia es el humanismo de nuestro tiempo, quien no comprenda esto ser´ a un b´ arbaro, ¡sois todos unos indoctos!, exclam´o airado el capit´ an y se retir´ o a su camarote, ¡jo, jo, jo!. . . batallitas de mis a˜ nos mozos. . . ya no quedan tiktaaliks en las aguas someras del p´ aramo, no somos nada, pero ya estaba olvidando la cuesti´ on principal, ¡ea!, vayamos al punto entonces, al c´octel feliz m´ as bien, amitriptilina. . . clonazepam. . . grifoclobam. . . bupropion. . . carbamazepina. . . olanzapina. . . paroxetina. . . ina ina ina. . . tambi´en tom´e otro, no recuerdo c´ omo se llama, empieza con ele, el nombre, estoy cachuzo, el alem´ an me est´ a venciendo de a poco, como en el sitio de Leningrado, mas con esta p´ ocima maravillosa saldr´e del p´ aramo, ¡ya ver´eis, hombres de poca fe!. . . ¡dentro de algunos minutos no ser´e m´ as un desterrado!. . . este b´ alsamo de Fierabr´ as mitigar´ a todos mis pesares. . . que desde la Casa Para´ıso la mujer una y trina reivindique mi memoria, fui un gran hombre que tuvo un naufragio dur´ısimo, un pichinauta que nunca arrug´o, que todos lo sepan, no todo lo que huele mal es mierda. . . cantemos, lindo gato y lindo perro salieron a pasear juntos, lindo gato y lindo. . . ¿qui´en me afan´o la frazada?, ¡devu´elvanmela!, se aprovechan porque soy un viejo choto, ¿d´onde puse el bufoso?. . . oso. . . exijo que me devuelvan el fac´on de Pastor Luna, el lo mismo, para el caso que me van a hacer, la vida es dura, m´ as cuando no 90

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na se te para, ¡ahijuna!, la mujer de la otra orilla me escribi´o hace unos d´ıas, cuando todav´ıa no venteaba tan fuerte, quer´ıa verme para mostrarme unas geod´esicas o algo parecido, veamos. . . en efecto, la precesi´on del perihelio de Mercurio debido a la proximidad del Sol constituye una demostraci´on cabal de. . . de. . . ¿de qu´e?, ¡ah!, necesitaba un par de coordenadas pero se me rompi´o la br´ ujula a porrazos, la mec´ anica newtoniana no pod´ıa dar raz´ on de ello, evidente ahora, imposible fabricar m´ as botellas de arcilla, sin palabras a la deriva el mar carece de sentido, Houston, tenemos un problema, servidor de chat ca´ıdo, las aventuras de Nauf y Batichica, ella las escribi´o y es bastante probable que tambi´en ella las haya protagonizado, asimismo la curvatura de la luz, la mujer de la otra orilla transformaba la masa en energ´ıa, como las estrellas, es que la ciencia es lo m´ as humano que hay, luminosa como el fuego de San Telmo en la cumbre de mis m´ astiles y penoles despu´es de la borrasca. . . ella era la realidad. . . ¡ella era el mism´ısimo fuego de San Telmo!. . . una mujer Wolf-Rayet. . . nacida de una fluctuaci´on cu´ antica. . . categ´ oricamente, no te quepa la menor duda. . . cosas veredes. . . en mi oficina-barco navego yo por los oc´eanos de la memoria y el sue˜ no. . . arrecia el temporal a ra´ız del cambio clim´ atico se mojar´a la le˜ na pero si salgo de este cuarto ver´e el fracaso de la mitad de mi vida y si me miro al espejo ver´e la otra mitad. . . y la motosierra gime como el viento. . . rechina en el coraz´ on del tronco. . . el aserr´ın en las botas. . . el olor a nafta. . . el perfume de la madera. . . Argos guitarreando afanosa. . . todo lindo, ¿viste?. . . nostalgia es cuando vos no est´ as. . . mi candela, ¿est´andar?, ummm. . . portaba una m´ ascara de soldar, toda taraceada, u ´ nicamente otro dios pod´ıa mirarla a los ojos sin acabar fulminado, empavonada y damasquinada, ada ada ada, tan refulgente era su mirada. . . ¡par´ a loco!. . . ¡par´ a!. . . ¡no te vuelvas un farragoso Quentin!. . . as´ı est´ a mejor, prosigamos. . . cebollas fritas en el aire cocinado, alucinaci´ on olfativa nom´ as. . . ¿d´onde se escondi´o la corriente oce´anica?, me estoy meando encima, ¡aaaah!, calorcito clim´ atico, ¡el cambio es antropog´enico!, ha sido ratificado, as´ı es, mi estimado colega. . . ante la evidencia que los refuta s´ olo los necios se mantienen en sus trece. . . cr´edulos esc´epticos. . . peligrosos, fan´aticos infatuados, ¡qu´e quilombo!, el pr´ oximo invierno tendr´an dificultades para calefaccionarse, ¡qu´e pena!, si pudiera llegarme hasta la le˜ nera. . . por mi culpa tendr´an fr´ıo, aunque yo no perdono. . . porque no condeno. . . s´ olo estas cuatro paredes me contienen, ¡cu´ anta indigencia afectiva!. . . est´ abamos menos solos en Laetoli. . . quiero cambiarme 91

´ nimo ano de especie, vivir con los bonobos no es mala idea. . . la condici´ on humana no es algo deseable a priori, si supi´eramos de antemano cu´ antos padecimientos nos aguardan, de seguro que no querr´ıamos ser humanos ni por un instante siquiera, ¡uy!, ¡me estoy volviendo ecologista!. . . y para colmo con visos de intelectual de tres al cuarto. . . da grima asistir a tanta decadencia. . . yo te a˜ noro Pan promiscuous. . . ni hablar con Watson puedo. . . una l´astima haber nacido antes de la aparici´ on de los grandes ciborgs. . . ¡qu´e mala leche tengo!. . . ¿qui´en habit´ o esta casa?, ¿el anciano Einstein o el joven manos de tijeras?, ¡pamplinas nom´ as!, para lo que me sirve saberlo, he sido un n´ aufrago sin Viernes, eso s´ı es seguro, pero ahora es demasiado tarde para todo, los androides llegar´ an despu´es de m´ı, transhumanos eximidos de nuestra tr´ agica trilog´ıa de enfermedad, vejez y muerte, pero hoy, en este momento, dichosos los que tienen a un Tel´emaco para arrostrar las consecuencias de su naufragio. . . ya vendr´an tiempos mejores. . . un consuelo. . . obvio. . . ¡cu´ anto batifondo, Diosa Consorte!, se revent´o el pa˜ nol, el serrucho qued´o en la sentina, a veces la intemperie son los otros, los que nos rodean con su estulticia y ego´ısmo, ayudame, Cassini, a hacer la p´ agina web, aunque s´ olo los robots la visiten, mientras hay visitas no hay soledad, conforta ver sus huellas en los logs, es como la confirmaci´on de que uno existe, que no es un bug que pronto corregir´an. . . es gratificante. . . no me den m´ as le˜ na, por favor, ¡vade retro, ec´ olatras geot´ermicos!, gorilas reverdecidos, cuanto m´ as iluminados hay m´ as se oscurece el mundo, ¡s´ı, se˜ nores!, ´este es mi legado p´ ostumo. . . cuanto m´ as. . . y tambi´en mi letrero fileteado, en el primer lupanar poner lo como gust´eis le. . . no vomitar´e, no lo har´e nunca m´ as, se lo prometo, se˜ norita, me tom´e un antihistam´ınico, le aseguro que se me para, m´ amela un poquito y ver´ a que es cierto. . . sin duda. . . ca˜ na seca y un membrillo. . . negrita. . . si en vez de le˜ na hubiese tenido madera de n´ aufrago como para construir una balsa. . . hoy otro Asclepio me cantar´ıa, este gran amor fue como el canto del cisne de mi vida, muero contento, hemos batido a la soledad. . . ¡jajajajaaaaa!. . . ¡bah!. . . che Crit´ on, le debemos una puteada a Nietzsche. . . ¡ji ji ji ji!. . . y otra a Jantipa, turra de mierda. . . nos casamos para tener amantes, el matrimonio es la sal del amor. . . en cuanto a lo dem´ as es una instituci´on retr´ ograda. . . y obsoleta. . . ¡s´ı, caballerito!. . . ¡tal cual se lo estoy diciendo!. . . y m´ as todav´ıa, matrimonio es la forma femenina de patrimonio. . . cr´eame, es as´ı, tengo pruebas que lo corroboran. . . a no ser que tapie la ventana o viva a la intemperie. . . y as´ı todo resultar´ıa ser la 92

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na misma coyunda de porquer´ıa pero con un look progre. . . retroprogre para ser m´ as exactos. . . fans del vintage ideol´ ogico, je, je, je. . . inviable entonces. . . s´ı. . . efectivamente. . . eso. . . nuestras vidas son una reverend´ısima cagada sin atenuantes, en serio che. . . peor a´ un si es en el antro de una familia burguesa, Dios Patria Hogar, Estudio Trabajo Casamiento, la Trinidad con lubricante y sin preservativo, siempre termina mal, ¡horror sobre horrorizado!, por si te sirve de alivio te digo que se halla en plena descomposici´ on, por eso su fetidez, ¡jijiji!. . . prrrrrrrrr ¡ah qu´e alivio!. . . morir´e en domingo. . . tal como cant´ o Eudoro de Las Casas, ¡magn´ıfico bardo!. . . en domingo las cosas hay que hacerlas bien, viejo bichoco, que al menos esta vez no fracas´es, fall´e en todo, al menos esta vez que no. . . en todo sin excepciones. . . ni hijos ni matrimonio ni carrera cient´ıfica ni dinero ni el amor de la u ´ nica mujer que me lleg´ o a los tu´etanos, ¡bah!, lo que cualquier burgu´es sue˜ na. . . menos la Diosa Consorte, claro, ella fue como ganarse el Gordo de Navidad o los trescientos millones de Artl. . . en todo. . .

a ver si me

pajeo un poco, por ella, por. . . en su memoria as´ı as´ı, aaaas´ı. . . pero existe cierta grandeza tr´ agica en un naufragio tan descomunal. . . como un premio consuelo. . . ¡en todo la reput´ısima madre que lo pari´ o!. . . calma calma. . . as´ıiii. . . al menos esta vez no. . . una pajita de despedida. . . ¡ah ah ah!. . . como dijo el sabio: en el polvo alienta la vida, ¡uyyy!, la mano viene dura. . . el matrimonio es un dispositivo psicosocial de envilecimiento mutuo. . . pura crueldad compartida. . . no m´ as que eso. . . sordidez al palo, nunca mejor dicho, je je je. . . quiz´as el poliamor podr´ıa sacarnos de este atolladero, pero todav´ıa somos tan brutos que elegimos jodernos la vida a d´ uo, me parece que por el momento no nos salva ni Magoya, pat´eticos t´ıteres de la dopamina. . . est´ a mojadita. . . s´ı y el culito glot´on est´ a muy abierto, necesita un quitapenas con arn´es, e come un fiore d’inverno, ¡jijiji!. . . ummm. . . ¡que rico!. . . l´ astima que. . . ¡ahijuna, canejo!, ¡cu´ anto duele la lucidez al final de la vida!. . . fuera del sexo s´ olo hay dolor. . . vos Henry lo entendiste a la perfecci´on. . . bienaventurados los amantes ardientes, cogedores de la victoria final. . . porque de ellos ser´ an los polvos. . . la tibia lechita me corre entre las piernas. . . del amor debieran ocuparse los endocrin´ ologos, so˜ nar no cuesta nada. . . perdedor acendrado, rama ca´ıda, al menos espichar´ as con elegancia ling¨ u´ıstica. . . el dedo hasta el fondo. . . ¡ay!, tu u ´ ltima dignidad. . . y junto con vos morir´an todos tus personajes y todos tus alias y. . . quedar´ an tus m´ ascaras, vac´ıas, huecas como el caparaz´ on de un gliptodonte. . . ser´ as 93

´ nimo ano persona. . . eso. . . libre ya de heter´ onimos. . . si los seres humanos no son importantes la literatura no vale nada, ¡vuelta la burra al trigo!. . . la muerte no duele, pero la agon´ıa s´ı. . . ¡la reputa que lo pari´ o!. . . ni el tiro del final. . . salir. . . te va. . . no. . . no no err´es el blanco otra vez, no, otra vez no viejo enclenque disl´ alico y ahora tambi´en disl´exico y la madre en coche. . . todo es en vano menos morir. . . estoy cagado en gerundio. . . cagado sobre mojado m´ as precisamente. . . s´ı as´ı es. . . el munto apesta, algo huele a podrido en Dinamarca. . . y tambi´en en mis huevos. . . bater´ıa baja, ¡la puta!, que aguante espero. . . sintetizador de voz, minutos m´ as. . . debo dejar testimonio. . . mi vida de mi cagada. . . no. . . ¡no!. . . no me gust´ o el vodka, ¡puaj!. . . prefiero ginebra sin intemperie y con frazada y con una nueva fuente de poder. . . ¿me escuchan?. . . ser´ a mi u ´ nica protesta en feliz domingo. . . yo s´ olo quer´ıa tomar mate a la sombra del ´ arbol calamar en compa˜ n´ıa de la mujer que amo y comer un plato de lentejas al fin en mi casa de regreso de la intemperie, ligeramente dulce y con c´ascara de naranja, como me lo cebaba mi mam´ a. . . mi vieja muri´ o, tambi´en el jugador de Quake, todos se murieron, ya nadie vive en Baker Street, ni el capit´ an Kirk, sobreviviente de la gran masacre de Tarsus IV, ¡el mism´ısimo capit´ an de la nave estelar Enterprise NCC-1701!. . . ni el sabiondo Watson. . . ni Vito Dumas. . . ni el Lehg II . . . ni el novelista robinsoniano. . . ni amigos mete´ oricos. . .

ni. . . nigatoperro. . . niguales. . .

ni. . . nihil. . . ni un carajo. . . ni se me hace. . . cuesta arriba. . . aceptar. . . ni lo. . . ¡uffffff!. . . todos convertidos en sistemas cerrados no somos nada. . . en domingo. . . ni. . . el u ´ ltimo que apague la luz. . . y el computador. . . y. . . y. . . ingo. . . De Rerum Natura. . . me. . . voy. . . a. . . a. . . po. . . y. . . y. . . i-ingo. . . ∆S ≥ EOF

94

Q T

lillar. . .

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Figura 5: Canto rodado utilizado por el n´aufrago para afianzar el techo del cobertizo. Roca sedimentaria de tipo detr´ıtico (conglomerado). Era Cenozoica, Per´ıodo Terciario, Geosinclinal Andino, ≈ 65 Ma.

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Ap´ endice

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´ ltimos documentos sobre el n´aufrago y la U dama de la otra orilla (Il vero finale)

´ nimo ano

Figura 6: Retrato del Nauf peludito hecho por Batichica mientras jugaban a la batalla naval (versi´ on erot´omana) en la Casa Para´ıso. En el segundo avatar del personaje: Perfil del Dios Consorte, Se˜ nor del P´ aramo Florido. Se trata de una incisi´ on sobre paletilla de cordero coloreada con bi´oxido de manganeso. La pieza en cuesti´on fue hallada en el taller palaciego, a escasos cincuenta metros del horno de barro. Seg´ un dataci´ on mediante Carbono 14, pertenece al per´ıodo Holoceno.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

A modo de pr´ ologo Un pr´ ologo in media res no es cosa que se lea todos los d´ıas. Pero tampoco el texto que prologo es usual o est´ a concebido conforme a los c´anones estil´ısticos vigentes. Valga esta conjunci´ on de rarezas para eximirme de alguna cr´ıtica poco meditada por parte del censor de turno. Los cuatro documentos que leer´ an a continuaci´ on fueron hallados por mi amigo, que es como yo mismo pero en versi´ on m´ as atormentada, en un pendrive adjunto al disco duro que conten´ıa el grueso de la informaci´ on que compone la presente autobiograf´ıa. En t´erminos generales, estos escritos ofrecen una visi´on diferente y m´ as optimista del ingenioso n´ aufrago. Invenci´ on de dioses cachondos —antigua y rentable labor donde las haya—, chimentos de un periodista del espect´aculo, evocaci´on arqueoling¨ u´ıstica del pasado a trav´es de una lista de compras hogare˜ nas, disparatadas peripecias en un mundo pr´ıstino y erotismo dom´estico impregnado de salsa bolo˜ nesa son sus caracter´ısticas m´ as sobresalientes. Se echa de menos, a mi entender, una explicaci´on acerca de c´ omo nuestro h´eroe logr´ o llegar a la otra orilla de Pangea e instalarse en la casa de la mujer n´ aufraga. Adem´as, por supuesto, de no quedar nada claro si resucit´o de su colosal chute, quiz´as mediante alg´ un procedimiento casero de reversi´ on de la entrop´ıa, o si el suicidio fue fingido, tal como acostumbraban a hacer algunos entes novelescos de ´epocas remotas. Cabe tambi´en la posibilidad de que la muerte de este semidi´os haya constituido un cl´ asico descenso espeleol´ogico al inframundo, similar a los ejecutados por Gilgamesh, Orfeo y Eneas, entre tantos otros c´elebres personajes que impulsados por un deseo insensato se adentraron en esos territorios de f´abula. En cualquier caso y pese a estas lagunas de incongruencia, nos alegra el feliz desenlace de sus aventuras. Hay en el asunto que tratamos un aspecto que a mi juicio merece especial atenci´ on. Me refiero a las ilustraciones que acompa˜ nan estas p´ aginas ya de por s´ı coloridas. Son fotos de objetos dis´ımiles, unas deterioradas por el tiempo, otras mal enfocadas, pero todas sumamente esclarecedoras de la vida y obra de nuestra pareja. Algunas de ellas las tomaron los propios protagonistas; otras, en cambio, son el fruto de las numerosas expediciones arqueol´ ogicas que se han efectuado hasta la fecha. Su importancia reside, dejando a un lado su incuestionable valor cient´ıfico, en ser el testimonio m´ as convincente del paso por el p´ aramo de este hombre singular y de su 99

´ nimo ano compa˜ nera, una f´emina que tampoco le va a la zaga en lo que concierne a originalidad y prestancia en intemperies. En esto, opino yo, consiste el gran m´erito de tales im´ agenes. No quisiera concluir mi breve pr´ ologo sin antes mencionar el hecho, s´ olo en apariencia ins´ olito, de que tanto Batichica como el paisano que cuenta una conseja son seres reales. Al menos m´ as reales que el monstruo del lago Ness o el poder curativo de la homeopat´ıa. Doy fe de ello. ´ Miguel Angel Rodr´ıguez, el amigo del Editor

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Copia de un mensaje electr´ onico enviado a la dama de la otra orilla ´ P´ aramo (Ultima Esperanza), a˜ no 3,141592 de la Era Cenozoica.

Soy uno de aquellos hombres a la antigua, que ven todav´ıa en las cartas un medio de trato; uno de los m´as bellos y fruct´ıferos. Cartas a una joven mujer, Rainer Maria Rilke

Mi apreciada musa: Para evitar el aburrimiento mientras agonizo, le escribo esta carta. Sepa usted disculpar sus muchos defectos, tanto de forma como de contenido. En todo caso, la invito a so˜ nar hasta que nuestros sue˜ nos alteren la realidad. Prosigamos entonces con el tema que estamos discutiendo en nuestro intercambio epistolar de los u ´ ltimos d´ıas. Anoche estuve cogitando (entienda correctamente el t´ermino, por favor) acerca de los atributos y dem´ as zarandajas divinas que tendr´ıa la diosa consorte, al uso de las divinidades mesopot´amicas de anta˜ no. (No quiero decir correntinas o algo an´ alogo. De seguro usted comprende la diferencia.) Siempre y cuando, claro est´ a, ambos deseemos de coraz´ on alcanzar tan elevado sitial. Primeramente, la susodicha debiera ataviarse con un brillante traje de vinilo negro con adornos o fileteados de colores rojo y verde. Tambi´en supongo conveniente el uso de un s´ımbolo distintivo, que en este caso debe poseer connotaciones f´alico-tecnol´ ogicas. Para tal prop´osito me parece de lo m´ as adecuado el icono de un taladro el´ectrico marca Black and Decker. Finalmente, su cabello estar´ıa peinado a la usanza griega cl´asica, tal como se ejemplifica en numerosas estatuas que nos han quedado de esta ´epoca. La nuestra ser´ a una religi´ on sincr´etica y benevolente, con una marcada orientaci´on tecnoer´ otica. Con respecto a otros detalles, juzgo pertinente mantener una conversaci´ on entre los futuros dioses del P´ aramo para llegar a un acuerdo. [. . . ]

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´ nimo ano (El encuentro entre ambos aspirantes a dioses se concret´ o en la clandestinidad. Es por ello que se han borrado de este documento los pasajes referidos al mismo.) Lo siguiente, mi estimada amiga, es un bosquejo de la religi´ on que renovar´ a la libido de los hombres y mujeres de nuestro planeta. Huelga se˜ nalar que resta much´ısimo por hacer. Toda religi´ on es una gran obra fant´astica, cuya factura suele ser ardua. No obstante lo dicho, y aun a riesgo de caer en contradicci´ on, cabe tener presente que en el terreno religioso cualquier nueva creencia es vieja. El secreto del ´exito estriba en saber remozar las a˜ nejas supersticiones, que al fin de cuentas son siempre las mismas: Un pu˜ nado de delirios psic´ oticos.

Figura 7: M´ascara de soldar que usaba la Diosa Consorte cuando paseaba por el P´ aramo. De acuerdo a los datos obtenidos por medio del espectr´ografo de masas, esta estupenda labor de atauj´ıa ha sido realizada sobre un admin´ıculo de hierro de procedencia meteor´ıtica.

Los colores del ropaje de nuestra moderna Ishtar tienen profundas significaciones simb´ olicas. As´ı, el negro representa la noche, estado primordial del Universo antes de la volici´on divina. (Ya lo manifest´ o la Diosa en uno de sus avatares: «en la noche todo es absoluto».) El rojo y el verde aluden a la sangre y savia del mundo regenerado por la intervenci´ on de la Diosa Consorte. Asimismo, tanto el material como el dise˜ no del atuendo evocan el aspecto de los seres de la mitolog´ıa ufol´ogica. Por otro lado, el taladro el´ectrico —figura f´alico-tecnol´ ogica por excelencia— ilustra la actitud vital de las divinidades del P´ aramo, la que se proclama sin ambig¨ uedades en la divisa: «lo que no hacemos con nuestros genitales lo hacemos con nuestro 102

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na cerebro». Posiblemente sea ´este el s´ımbolo fundante de la nueva religi´ on, y el de m´ as dif´ıcil comprensi´ on para los ne´ ofitos. El peinado griego encarna el recato maternal, la belleza serena de quien est´ a m´ as all´ a de la influencia de las pasiones sublunares. Este tocado obrar´a a modo de contraste efectista en las diversas ceremonias que tendr´a el naciente culto. En las hierogamias —que las habr´a, y con profusi´ on— la Diosa se soltar´ a el pelo ante los feligreses y agitar´ a su rubia cabellera como si de una pichicha se tratase, provocando con esto una intensa catarsis en la multitud extasiada. Como deidades mesopot´ amicas y humanas que somos, tambi´en poseeremos nuestra coqueta pir´ amide truncada, pero con algunas peculiaridades. A nuestro zigurat lo denominaremos Cuartito Azul. Ser´ a a un tiempo palacio, templo y santuario. Consistir´ a en un amplio sal´ on coronado por un domo, en cuya cara interior estar´ a pintada la b´ oveda celeste correspondiente al hemisferio austral. S´ olo los Dioses Consortes podr´ an ingresar a ´el. El vestuario de la Diosa Consorte estar´ a integrado por dos vestidos, uno ceremonial y otro de viajera inc´ ognita. El primero ser´ a el ya conocido traje de vinilo con cierre rel´ ampago o cremallera en su parte trasera, desde la nuca hasta donde la espalda se torna m´ as interesante. El mismo se completar´a con un sombrero aludo —estilo capelina— y unas botitas plateadas, de taco alto y con hebillas doradas. El otro atuendo estar´ a compuesto por un enterito, tambi´en de vinilo y con los colores sacros, unas zapatillas de b´ asquet y un abrigo talar confeccionado con pieles de conejos silvestres (animal tot´emico de la nueva religi´ on). Para sus andanzas por el P´ aramo la Diosa Consorte usar´a una vulgar m´ ascara de soldar exquisitamente damasquinada, puesto que desde Homero se sabe que ning´ un mortal puede mirar a un dios a los ojos sin morir por ello. ¡Tan radiantes son sus celestiales rostros! El Dios Consorte, llamado por sus adeptos «Nauf, Se˜ nor del P´ aramo Florido», vestir´ a un taparrabos de piel de conejo, fabricado por la Diosa Consorte en sus ratos libres, cuando su compa˜ nero sagrado recorre el P´ aramo en busca de alimentos y combustible para las estufas del templo. Cubrir´a su velludo torso con un sac´ on del mismo material y calzar´ a unas botas de ca˜ na alta. Con una capucha resguardar´ a del fr´ıo su augusta cabeza y de sus recios hombros colgar´ an sendos zurrones. Uno de ellos estar´ a destinado a transportar las piezas cobradas. El otro contendr´a las cartas de amor de la Diosa Consorte, las que, como si fuesen un amuleto infalible o un grimorio 103

´ nimo ano de virtudes tonificantes, lo proteger´an de la intemperie. En d´ıas de fuertes lluvias se cubrir´a con un capote marinero que ´el mismo teji´o cuando el mundo a´ un no hab´ıa sido inventado por los Dioses Consortes y hab´ıa barcos a la deriva en el Oc´eano Primordial. Debido a su tendencia al priapismo, m´ as que nada motivado por la cercan´ıa de su pareja divina, usar´ a una faltriquera ad hoc. Mediante ella guardar´a las apariencias. . . Creo conveniente explayarme aqu´ı acerca de algunos pormenores de nuestra religi´ on, que al fin de cuentas es la que otrora instituyeron los dioses tutelares del P´ aramo. De fijo que con esto no agotar´e, ni por asomo, el riqu´ısimo venero de tradiciones que entretejen el ca˜ namazo de un credo tan antiguo y hoy tan enmara˜ nado como es ´este. (¡Epa! Parece que ya me estoy creyendo el cuento. ¿Me estar´e volviendo loco?)

Figura 8: Dihue˜nes fosilizados (Cyttaria harioti) hallados en el zurr´on del Dios Consorte. Seg´ un dataci´ on estratigr´ afica, el origen de estos hongos en particular se remonta a comienzos del Mioceno Superior (≈ 11 Ma). El paleobot´anico Johann Gustav von Brahe, autor del hallazgo, concluye que debieron de ser empleados como proyectiles para la honda del Dios Consorte, ya que en la ´epoca en que vivi´o el divino personaje estos hongos se encontraban fosilizados desde hac´ıa algunos millones de a˜ nos. Sin embargo, otros estudiosos, entre ellos el reputado paleont´ ologo Michael Madison IV, defienden la hip´otesis de que fungieron como abalorios de la Diosa Consorte, conservados en su lozan´ıa primigenia mediante un magistral trabajo de restauraci´on, oficio en el que ella era maestra consumada.

La arquitectura casi siempre ha constituido un ingrediente fundamental en la existencia de los seres divinos. Gracias a ella los mortales pueden conocer algo de su esquiva magnificencia.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Se llega a la mansi´on de los dioses a trav´es de un dromos flanqueado de pinos. El caminito sublime se ubica en el lado norte del zigurat, paralelo a un arroyo que corre entre pe˜ nas. All´ı las con´ıferas sagradas exhalan su aroma de trementina y el viento susurra entre el follaje. La magia de este sitio deslumbra al transe´ unte desprevenido, convid´andolo a reposar bajo los ´arboles rumorosos, incit´ andolo a ser feliz sin remordimientos ni precauciones mundanas. Al emprender el ascenso por la rampa el peregrino divisa, en ´ violento escorzo, la puerta batiente del templo. Esta es de alerce centenario y emite un brillo cobrizo, que en los atardeceres del P´ aramo se confunde con los fulgores del crep´ usculo. De m´ as cerca el visitante advierte que toda ella ha sido labrada primorosamente por h´ abiles ebanistas. En cada losange se ha esculpido un bajorrelieve que representa alguna escena de la rom´ antica vida de los Dioses Consortes. Aqu´ı el encuentro en el apeadero, all´ı el descubrimento de la usina el´ectrica; en este rombo el viaje inici´ atico allende las Monta˜ nas del Oeste, en este otro el destello obnubilante de los dos cuerpos sagrados que se funden en la penumbra de la alcoba; y en el centro del magn´ıfico tablero el Abrazo N´aufico, considerado por los iniciados como el alfa y omega del culto divino. El edificio est´ a dispuesto de manera tal que sus dos ventanales, uno orientado hacia el Este y otro hacia el Oeste, posibilitan a sus moradores deleitarse con las salidas y puestas del Sol. En su dise˜ no los dioses quisieron plasmar una met´ afora arquitect´ onica que perdurase hasta el t´ermino de los siglos. Orto y ocaso del d´ıa, principio y fin de la vida, big bang y big crunch del universo; en fin, la evoluci´ on sideral impl´ıcita en la direcci´ on de las dos aberturas. Un memento mori contundente que atraviesa las eras sin menoscabo de su elocuencia emp´ırica. Al caer la noche, en un rito ancestral cada uno de los Dioses Consortes desenrolla una de las esteras que cubrir´an, a guisa de cortinas, las ventanas c´osmicas del templo. Entonces la noche primigenia retorna al orbe y todo es absoluto en ´el. Los Dioses duermen apaciblemente. En un rinc´ on de la habitaci´ on se levanta el ´ arbol calamar, que la Diosa Consorte cre´ o con sus propias manos en un rapto de inspiraci´on er´ otica. Su tallo suculento, de ramaje intrincado, recuerda al Grupo de Laocoonte en su exasperaci´ on por desprenderse de las ataduras terrenales. Cuentan las consejas que al llegar la primavera su creadora hace aflorar pajaritos multicolores de las ramas del fabuloso ´arbol. 105

´ nimo ano Frente a ´el, cercana a la pared sur, se yergue la estufa de le˜ na que guarda el fuego sagrado de los Dioses Consortes. Es de hierro fundido y los propios Dioses la forjaron en su taller palatino. En las noches g´elidas del invierno austral se ve humear su chimenea desde varios kil´ometros de distancia. Los lugare˜ nos afirman que su presencia les infunde sentimientos de seguridad y que la intemperie se aten´ ua ante semejante visi´on. Nada malo puede ocurrir, aseguran, si est´ a encendido el fuego del hogar divino.

Figura 9: Petroglifo de la Cueva del Hato. Representaci´on de trilobites estilizados, sobre los que, en fecha algo posterior, se grabaron amonites. Para determinar la antig¨ uedad del material de soporte se utiliz´o el m´etodo de dataci´ on por RubidioEstroncio. La inscripci´ on que aparece sobre esta pizarra sil´ urica es de pu˜ no y letra de la Diosa Consorte en su advocaci´on de Pichicha Universal. Para su ejecuci´ on la autora se sirvi´ o de una mezcla de almagre con aceite de pescado. La pieza, denominada Turbulencia de la cotidianidad, es de factura contempor´anea (≈ 12 a˜ nos).

Ellos duermen desnudos sobre el entarimado del sanctasanct´orum, arropados en c´ alidos cobertores hechos de piel de conejo silvestre. A veces, en la alta noche, la Diosa sacude sus piernas andariegas como si estuviese so˜ nando que corretea por sus dominios en pos del Nauf peludito. [. . . ] (Aqu´ı hay un extenso fragmento ilegible. Aceite de cocina, sangre menstrual, yerba mate y esperma han dejado su huella indeleble sobre esta hoja

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na de la carta. Es una verdadera pena que por una guarrada del azar se haya perdido tanta informaci´ on valiosa.) La liturgia constar´a de diversas partes, aunque procuraremos que no alcance complejidades bizantinas. Se ir´ a elaborando con el discurrir del tiempo, conforme surjan los elementos para ello. La imaginaci´ on popular, siempre tan feraz y original, har´ a el resto. Eso s´ı, desde un comienzo y por siempre carecer´ a de casta sacerdotal. As´ı nos ahorramos gastos de representaci´on, ya que, como es de p´ ublico conocimiento, los intermediarios encarecen el producto. Adem´ as, entendemos que existen mejores formas de ganarse la vida, y como dioses que somos no permitimos ni toleramos que ninguno de nuestros fieles se envilezca. Yendo al punto, habr´a d´ıas sacros a porrillo, frecuentes hierogamias, sacrificios variopintos, procesiones a lugares paradis´ıacos y dem´ as parafernalia ritual. Pero m´ as all´ a de las peculiaridades que revista cada una de estas ceremonias, en todas sin excepci´ on alguna se podr´ a comer, beber y fornicar a discreci´on, si bien la castidad —usualmente practicada por individuos sibaritas— no estar´ a prohibida. La teolog´ıa de nuestra religi´ on se fundar´ a en una entrevista que alg´ un periodista ducho en fen´omenos paranormales les har´ a a los Dioses Consortes a fin de conocer de primera mano cu´ ales son sus opiniones respecto a la problem´ atica humana. Esta nota period´ıstica configurar´a el texto fundacional y definitivo del nuevo culto. Sobre tal escritura sagrada se desarrollar´a la cosmovisi´on que aspira a inflamar de amor hedonista los corazones. Sin duda alguna las fuentes fidedignas son la condici´ on primera para evitar cismas y herej´ıas, guerras de religi´ on y cruzadas evangelizadoras. La nueva creencia posee un n´ umero indefinido de d´ıas consagrados, ya que su cualidad de sacros depende del estado de ´animo de la Pareja Celestial. Sin embargo, ´estos son los m´ as habituales debido a que evocan sucesos de gran trascendencia para la comunidad espiritual del P´ aramo. Epifan´ıa del Amor Sublime. Se celebra en viernes. En este d´ıa conmemoramos el encuentro de los Dioses Consortes en el Apeadero del P´ aramo. Algunos aprovechan la festividad para comer papas fritas untadas en salsa de mostaza. Exaltaci´ on de los Cuerpos Divinos. Se celebra en s´ abado y es fiesta de guardar. En este d´ıa recordamos el momento en que los Dioses Consor107

´ nimo ano tes accedieron al conocimiento ´ıntimo del otro. La iluminaci´on interior acaeci´ o en el Pinar de un solo pino, a dos y media jornadas de las Monta˜ nas del Oeste, sobre el camino que une el Oc´eano Primordial con el Pa´ıs de las Vastas Llanuras. Cerca de este paraje se halla la Cascada del P´ aramo. Hoy d´ıa el lugar constituye el destino predilecto de j´ovenes romeros que acuden hasta all´ı en busca de sosiego para sus penas de amor. De este hecho crucial nace la religi´ on del P´ aramo. D´ıa de los Viandantes Enamorados. Se celebra en domingo. En este d´ıa rememoramos el viaje tramontano que hicieron los Dioses Consortes con el prop´osito de ahondar en el conocimiento ´ıntimo de sus cuerpos sagrados. Descubrimiento de las Fuentes. Se celebra en lunes. En este d´ıa conmemoramos la expedici´ on que realiz´ o la Pareja Divina a la central el´ectrica y el segundo avatar de la Diosa Consorte. Es una festividad riqu´ısima en contenidos aleg´oricos. Entre otras muchas cosas, este acontecimiento motiv´o la incorporaci´ on del taladro el´ectrico a la liturgia e introdujo la costumbre de emplear la navaja Victorinox en la resoluci´on de los conflictos sociales. Manifestaci´ on de la Soberan´ıa Psicol´ ogica. Se celebra en martes. En este d´ıa recordamos la Batalla de los Caireles Crispados. El b´elico enfrentamiento se produjo a causa de que Aracn´e, un ser maligno tra´ıdo por El Amolador desde la ciudad de los Malos Vientos, intent´ o torturar a la Diosa Consorte y robarle su chocolate. Para ello utiliz´ o las funestas electroboleadoras. Pero la Diosa, en su avatar de Batichica, la venci´ o ol´ımpicamente con su Victorinox. En la fecha se acostumbra a visitar los silos que hay cerca de la estaci´ on del ferrocarril y brindar con leche chocolatada mientras que en el pueblito del p´ aramo se encienden decenas de ara˜ nas de cristal. Es un festejo arcano, que simboliza el develamiento psicosocial de la Diosa Consorte. Viaje espeleol´ ogico y retorno mar´ıtimo del Dios Consorte. Se celebra en mi´ercoles. En este d´ıa rememoramos el renacimiento o regreso al hogar del Dios Consorte. Cierta vez, cuando el invierno golpeaba duro los corazones, el divino Nauf se intern´ o en la Cueva del Hato y despu´es de tres horas de estar desaparecido emergi´ o desnudo del 108

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na oc´eano primordial. As´ı, tal como hab´ıa surgido de la entra˜ nas marinas, se dirigi´ o corriendo a la Casa Para´ıso. Cuentan que estaba radiante en la exuberancia de sus atributos divinos y que al verlo algunas aldeanas se prendaron fuertemente del Dios Resucitado. Por esto la Diosa se enfad´ o con ellas, m´ as de mimosa que por otra raz´ on, y las bautiz´ o de manera despectiva eme te efe (MTF, Malas, Tontas y Feas), aunque estaba muy consciente de que esta admiraci´on por el Dios Consorte era justa y casi ineludible. En la jornada se suelen hacer peregrinaciones a la c´elebre gruta y tambi´en largas caminatas a orillas del mar. Hombres y mujeres, fieles devotos de las divinidades del p´ aramo, se ba˜ nan y retozan desnudos en las fr´ıas aguas entretanto los Dioses Consortes toman mate con tortas fritas a la sombra del ´ arbol calamar. Comuni´ on de los Cuerpos Originarios. Se celebra en jueves. En este d´ıa conmemoramos la fusi´ on de los Dioses Singulares, quienes hasta ese entonces habitaban en costas opuestas de Pangea. El magno evento ocurri´o en la Casa Para´ıso, en donde los dos esp´ıritus c´osmicos crearon a partir de s´ı mismos el Abrazo N´aufico, que es la quintaesencia del Amor Inclaudicable y genitor de la nueva religi´ on.

Figura 10: Soy como un equilibrista que cruza la interminable soga de asfalto sin la red que lo resguarde y sin poder volver atr´ as. Reflexi´on que la Diosa Consorte escribi´ o en su famoso diario ´ıntimo al momento de atravesar Pangea, pr´oxima ya al encuentro sideral con el Dios Consorte. En el D´ıa de los Viandantes Enamorados se recuerda este divino episodio caminando sin rumbo por los senderos del p´ aramo. Imagino, ¡oh Diosa en ciernes!, c´omo ha de ser todo este revoltijo religioso. . . La Divina Cena, el Pante´on, la Intimidad de la Pareja Celestial, el Huerto de las Lechugas Capuchinas. . . Sin duda ser´ a un portento de erotismo y comida que nos resarcir´a de tanto ayuno al pedo. 109

´ nimo ano En la festividad de la Exaltaci´on de los Cuerpos Divinos los pros´elitos, llamados pichinautas, se re´ unen en derredor del enhiesto zigurat a fin de reverenciar a los Dioses Consortes. Las carnes humean en las kilom´etricas parrillas y las profundas ollas rebosan de guiso de lentejas con salsa de tomates. Los barriles de cerveza se vac´ıan con premura y el mate amargo corre de mano en mano llevando consigo su mensaje de amor ecum´enico. Tambi´en hay fuentes inn´ umeras, en donde la r´ ucula se mezcla con el ajo y la cebolla, y espetones agobiados de tiernos conejos. Para la ocasi´ on la celestial pareja viste sus paramentos sacerdotales (camis´ on rosado de franela y piyama verde deste˜ nido). Al caer la noche, la muchedumbre extasiada observa desde la lejan´ıa a los dioses vivientes salir del Cuartito Azul. Llevan sus cabezas adornadas con ramitas de pino y mientras sonr´ıen embelesados mastican ´ una tableta de chocolate Aguila. Entonces saludan con la manito derecha a la vez que pronuncian a coro estas palabras sibilinas: «Los meteoritos son los aut´enticos mensajeros celestes. Que descansen, queridos amigos. Hasta ma˜ nana». Con este gesto protocolar termina la mayor ceremonia p´ ublica de la religi´ on del P´ aramo, suerte de comuni´ on apol´ınea, no exenta de sutil poes´ıa. El pante´ on de la nueva fe se compone —hasta la fecha— de la Pareja Original y del Dios de las Marismas L´ ugubres, apodado cari˜ nosamente El ´ Amolador. Este tala los pinos sagrados del Parque de los Suspiros —algunos chuscos dicen que con una motosierra Stihl MS 880 —, remueve las techumbres, remece las casas y pulveriza las monta˜ nas m´ as soberbias. Acostumbra a deslizarse furtivamente y a irrumpir en los sitios m´ as dispares silbando bajito. Es un merodeador redomado. Todo en ´el se muestra fugaz y permanente. Divinidad parad´ojica, desgasta cuanto halla a su paso. El Amolador erosiona con sus dedos evanescentes tanto los cerros como los llanos del P´ aramo. Las m´ as duras piedras, el granito y la obsidiana, el cuarzo y la lidita, han sucumbido a sus embates. Los Dioses Consortes le temen. Chocolate y mate constituyen la ambros´ıa y el n´ectar de los Dioses Consortes. En las tardes caniculares beben hidromiel de a sorbitos, t´ımidos ante los colmados tazones, prolongando aposta el placer. Pues ellos saben, guiados por el principio de templanza gozosa, que cuanto menos se tiene m´ as se disfruta de los detalles.75 75

De lo que se desprende que el que nada tiene es infinitamente feliz. Conclusi´ on obtenida mediante el procedimiento de reductio ad absurdum. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Figura 11: Hallullas amasadas por el Dios Consorte y cocidas al rescoldo en el horno de barro que se encontraba en el Patio de Tierra Apisonada, a un costado del Zigurat. Se sabe que eran un alimento sagrado que se com´ıa durante la festividad de la Exaltaci´ on de los Cuerpos Divinos, generalmente acompa˜ nando las carnes rojas. Descubiertos en la u ´ltima campa˜ na de excavaci´ on, en el tercer nivel de la Sima de los Detritos, estos panes subcinericios representan la prueba conclusiva de la domesticaci´ on del trigo a comienzos del Per´ıodo Holoceno.

Empero, ni las criaturas m´ as excelsas se libran de los chismes de vecindad. Se dir´ıa que contra el chimento los mismos dioses luchan en vano. Entre los aldeanos se rumorea que en las tardes de oto˜ no los Dioses Consortes toman mate en la veranda del zigurat, sentados en unos banquitos de ca˜ na y mimbre que con gracia encantadora ellos llaman sus sillas curules. Mientras conversan acerca de lo divino y lo humano, chupan de la bombilla la amarga infusi´ on y mordisquean galletitas untadas con pat´e de cerdo. A veces, seg´ un comentan los m´ as curiosos del lugar, la Divina Consorte abraza al Nauf peludito y ´este, en un arrebato de ternura, la besa en la boca largamente. En verdad, nadie ha ratificado estas historias que circulan por el p´ aramo, ya que la existencia de estos entes divinos transcurre en una dimensi´on en extremo alejada del mundo cotidiano. Pero es de creer que algo de ver´ıdico hay en tales conjeturas, aun cuando presenten, al menos para el oyente lego, un car´ acter extraordinario.

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´ nimo ano Asimismo, algunos ancianos cuentan que en los atardeceres bochornosos, cuando la pedag´ ogica cigarra canta con persistencia irritante, han visto de lejos a la Diosa Consorte sacarse el pa˜ nuelito que acostumbra llevar atado a su cuello y empaparlo en el agua lustral del riachuelo. Barruntan que es un rito arcaico, de cuando Pangea a´ un no se hab´ıa dividido, y que tiene por finalidad atenuar los rigores del est´ıo. Algunos esc´epticos aseveran que es un acto de magia simpat´etica para ahuyentar a los faunos. Durante los inviernos, que en el P´ aramo suelen ser lluviosos adem´ as de algidos, comen en abundancia pizza de chorizo colorado y guiso de lentejas ´ con salsa de tomates, manjares que cuecen amorosamente en una cocina econ´ omica o en un horno de barro, seg´ un sea la festividad de ese d´ıa. En esta ´epoca del a˜ no la Diosa lleva puesto un collar de alj´ofar y el Dios luce un anillo de plata y lapisl´ azuli. En el D´ıa de los Viandantes Enamorados la Diosa Consorte adereza con sus propias manos una ensalada de r´ ucula con ajo y cebolla entretanto Nauf, Se˜ nor del P´ aramo Florido, asa carne de vacas consagradas a los n´ umenes agr´ıcolas. Una vez concluida la preparaci´on de los alimentos, los Dioses Consortes se sientan a una mesa de abeto, casi toda cubierta de verduras lozanas y carnes ping¨ ues. Comen mir´ andose a los ojos mientras desde lejos —tal vez desde el pasado geol´ogico m´ as remoto— les llega una canci´ on que les produce escalofr´ıos y copiosa nostalgia. I am calling you, canta una voz de mujer. I am calling you, insiste. . . I know you hear me. . . Cuchichean por ah´ı que a fin de contribuir a su econom´ıa dom´estica los Dioses Consortes cultivan hortalizas diversas en el Huerto Sagrado. Para ello construyeron un invernadero espl´endido que semeja una tienda medieval, en cuyos palos ondean gallardos unos pendones verdes y rojos. En su interior crecen saludables los pimientos morrones y los tomates, las lechugas capuchinas y las acelgas. No es raro ver en las tardes al Dios Consorte ensimismado en sus labores hortelanas, ajeno tanto al fr´ıo como a la nieve. S´ olo El Amolador, que a veces derriba el empavesado habit´ aculo, puede distraerlo de su regia tarea. [. . . ] (Breve p´ arrafo borroneado y con salpicaduras de alg´ un l´ıquido incoloro.) Los Dioses Consortes han estatuido Trece Sugerimientos, pues el autoritarismo les inspira una repugnancia visceral. Estos sugerimientos pueden ser cambiados conforme muden las necesidades de los ac´olitos. El dogmatismo 112

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na religioso s´ olo genera sufrimiento y aleja a los mortales del Cuartito Azul, culmen de la felicidad epic´ urea. Saben que detr´ as de los dogmas se agazapa El Amolador en su forma m´ as destructiva: la Intolerancia.

Figura 12: Este amigo entra˜nable, como lo llama la Diosa Consorte en su epistolario ´ıntimo, es un elegante bijoux de religieuse petrificado que guarda, sin duda alguna, una semejanza pasmosa con la conocida representaci´on f´alica en piedra hallada en el yacimiento franc´es del Abri Castanet (Sergeac). Seg´ un los u ´ltimos an´alisis efectuados, el bienfaiteur tambi´en sol´ıa ser usado por el Dios Consorte en uno de los muchos rituales de desfogamiento de la libido sagrada. Refieren los m´ as reputados hagi´ ografos que con un par de chinchetas los Divinos Moradores del P´ aramo clavaron en el lado externo de la puerta de su casa una hoja de cuaderno en la que hab´ıan escrito estos trece sugerimientos, que no tesis, porque —como acabo de expresar— ellos detestan el fanatismo y las controversias est´eriles. Tiempo despu´es sus seguidores perge˜ naron distintas listas de sugerimientos con arreglo a sus requerimientos personales. He aqu´ı una de las tantas versiones de los Trece Sugerimientos —siempre provisorios, por cierto—, ya que sus autores emplearon el documento hol´ ografo para encender las estufas del templo: 1. Hacer el amor a lo bestia (incluidos sexo griego y lluvia dorada). 2. Dejarse crecer el bigote o el vello p´ ubico. 3. Darse abrazos complementarios. 4. Cocinar desnudos (a veces con delantal de cocina). 5. Masturbarse en pareja y con juguetitos er´ oticos. 6. Corretear por el P´ aramo en pos de cualquier bagatela. 7. Huir de los seres engolados (siempre y cuando no sean sexis). 113

´ nimo ano 8. Pelearse por frusler´ıas. 9. Cazar conejos silvestres para luego liberarlos. 10. Jugar al penis fencing. 11. Dialogar, monologar y alucinar de a ratos. 12. Comer chocolate y pizza con anchoas y queso roquefort. 13. Cebar mate (usar bombilla met´ alica o de cuero, seg´ un la ocasi´ on). Si bien todav´ıa nos quedan diversos temas que desarrollar, considero conveniente dejar su tratamiento para una circunstancia m´ as propicia. Hay mar gruesa y tanto la carne de conejo como el jurel ahumado se me agotaron hace unos d´ıas. En estos momentos un fuerte temporal se abate sobre el p´ aramo. Estoy d´ebil y cansado. Ya casi no tengo fuerzas para fabricar mis botellas de arcilla. No obstante, antes de concluir le manifestar´e algo, mi agraciada compa˜ nera, acerca de un aspecto capital de nuestra religi´ on. Me refiero a las cosas que pueden honrar nuestros fieles; adem´ as de nosotros, claro est´ a, que aun cuando seamos personas ellos nos tienen por entidades sobrehumanas. (M´as all´ a de la humanidad s´ olo hay meras cosas, pero u ´ nicamente usted y yo lo sabemos.) [. . . ] (Hoja cochinamente garabateada. En el antepen´ ultimo rengl´ on comienza el texto legible.) En cuanto a las reliquias, que son objetos de gran poder evocativo, imprescindibles a la hora de fundar una religi´ on que se precie de tal, ser´ an de origen dis´ımil, aunque todas ellas estar´ an relacionadas ´ıntimamente con la trayectoria vital de la Pareja Divina. Habr´a as´ı billetes de viaje, boletas de pago procedentes de hoteles, restaurantes, supermercados, farmacias y jugueter´ıas, esquelas amorosas a tutipl´en y flores marchitas que conservan su sentido; habr´a asimismo sobrecitos de az´ ucar, cabellos del cepillo de tocador de la Diosa, bl´ıster usados, cenizas de la cocina econ´ omica y servilletas manchadas de rouge; habr´a migas de pan, c´ascaras de queso, piyamas ra´ıdos, pa˜ nuelos perfumados y montoncitos de yerba mate lavada; habr´a envases de pat´e, trozos de papel escrito por los Dioses, bocetos varios que la Diosa Consorte hizo cuando planeaba redecorar el Zigurat del P´ aramo; y, en resumen, habr´a cuanta cosita hermosa hayan empleado los Divinos Moradores 114

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na en su diario vivir. A efectos de validar la autenticidad de estas piezas que pretendemos sean veneradas contrataremos los servicios de un arque´ologo especializado en teofan´ıas, o algo por el estilo. Baste con lo dicho hasta aqu´ı, mi adorada Diosa Consorte, para dar una idea aproximada de las caracter´ısticas nucleares de nuestra religi´ on en ciernes. Si me demoro m´ as en pormenores teol´ogicos me ser´ a imposible arrojar esta botella al mar. ¡Tan violenta es la tempestad! En fin, alabados sean los Dioses Consortes. Am´en. –– Dios Consorte [email protected] The effort to understand the universe is one of the very few things that lifts human life a little above the level of farce, and gives it some of the grace of tragedy. (Steven Weinberg, The First Three Minutes.) P.S.: Mientras no dejemos de so˜ nar tendremos esperanzas.

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´ nimo ano

Di´ alogo gauchi-period´ıstico entre dos lugare˜ nos sentados alrededor de un fog´ on (recogido por un paparazzi del p´ aramo) —Visto que la tormenta no amaina y el agua para el mate est´ a m´ as fr´ıa que el trasero de mi china, le voy a contar una historia, don Aniceto. Si me lo permite. Por supuesto. —¡Cuente nom´ as! Ust´e sabe que yo soy medio aficionado a los sucedidos. —Vamos para all´ a entonces, amigazo. —Lo acompanio. —Era una ara˜ na con veleidades de actriz que andaba de inc´ ognito por entre la gente. Para evitarle el oprobio que esto implicaba, Batichica la apod´ o Aracn´e. Aunque a nuestra hero´ına ganas no le faltaron de hacer p´ ublico su aut´entico nombre. Se hab´ıan conocido por casualidad en un recodo del camino que conduce al pa´ıs de los Dioses Consortes. Batichica confi´ o en ella, pese a que sab´ıa que era maligna y bastante capaz de traicionarla por cualquier motivo sin importancia. —¡Ah! ¡Qu´e bueno! Es una historia de cuando los pedos se tiraban con gomera. —Usted lo ha dicho, aparcero. Contin´ uo. —Soy tuito orejas. —Cierto d´ıa en que la lluvia repicaba sobre el techo de la Casa Para´ıso, Aracn´e intent´ o tomar por sorpresa a Batichica. ¿Por qu´e lo hizo? ¡Vaya uno a saber! A lo mejor porque le envidiaba el chocolate que com´ıa. El caso es que para ello se sirvi´o de unos cables rematados con caireles de cristal, que dispuestos a modo de arma arrojadiza, golpeaban y produc´ıan fuertes descargas el´ectricas en el cuerpo de la v´ıctima. Electroboleadoras las llam´ o la muy sabandija, quiz´as inspirada en su ideolog´ıa fascistoide. Revoleando este artilugio logr´ o agredir un par de veces a la ind´ omita Batichica. Pero no consigui´o abatirla; m´ as a´ un: ni siquiera alcanz´ o a rasgu˜ nar su traje de vinilo. S´ olo la aturdi´o un poquito. —¡La pucha! Hay que ser muy sotreta para hacer mesejante mald´ a. ¿Y c´ omo reacion´ o la siniora? —La Diosa se repuso enseguida de la pu˜ nalada trapera que le hab´ıa asestado su enemiga y contraatac´ o a lo bestia. La verdad es que le propin´o una

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na paliza memorable. Entonces, viendo que no pod´ıa vencerla en un combate limpio, la malvada Aracn´e simul´ o retroceder unos pasos, como quien se bate en retirada, y la atac´ o de lejos con una red de palabras embelecadoras, que Batichica deshizo r´ apidamente con su aliento c´alido. Despu´es de este fracaso, ya desesperado, el p´erfido bicho comenz´ o a disparar bolazos el´ectricos, los que Batichica paraba en el aire con su Victorinox. Si usted la hubiese visto, paisano. Parec´ıa Martina Fierro peleando en la tolder´ıa contra el indio infanticida. Al final, aburrida de lidiar con una adversaria tan mediocre, nuestra hero´ına le hizo una zancadilla y sobre el pucho le cort´ o sus ocho patitas, luego puso los repulsivos restos en una caja de cart´ on y le encomend´o a una amiga que dejase el paquete a la entrada del l´ ugubre silo en donde viv´ıa Aracn´e. Tal vez alg´ un familiar se apiadase de ella y le diese una sepultura decente. —¡Ahijuna! Era una grand´ısima arp´ıa la fulana esa. ¡Que la pari´ o! Pero ans´ı le jue tambi´en. Con la Madre de la Patria no se juega. —As´ı es, don Aniceto. No le quepa ninguna duda. Y con esto espero que les haya quedado claro a los villanos de este mundo que Batichica no se anda con vueltas. —Tambi´en yo ans´ı lo espero, don Hilario. Pero es dif´ıcil que un mandinga se emiende. Y menos si es de la ciud´ a. De siguro que ust´e que es gaucho letrao lo compriende mejor que yo. —Aj´ a. No se lo niego, paisano. Pero ´este es un triunfo de Batichica.

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´ nimo ano

La lista del supermercado (compras para dos semanas aproximadamente) He aqu´ı la piedra de Rosetta del p´ aramo. Se trata de una hoja de cuaderno Rivadavia con algunas manchas de aceite y varias rasgaduras en su borde inferior. Los moradores del zigurat se valieron de ella para confeccionar un pedido de compra de comestibles, art´ıculos de limpieza y medicamentos surtidos. El invaluable documento se halla depositado en el Museo de La Plata (Provincia de Buenos Aires, Rep´ ublica Argentina), en donde los investigadores que lo deseen pueden consultarlo previa autorizaci´ on por parte de la direcci´ on del organismo de marras. A diferencia de Chadwick y Ventris, que debieron empe˜ narse a fondo en el desciframiento del Lineal B, los paleoling¨ uistas de la Casa Para´ıso no tuvieron muchas dificultades para dilucidar la escritura par´ amica. Algunos textos, incluida esta famosa lista, fueron redactados originalmente en ingl´es —la lengua vehicular de aquella ´epoca— y en el idioma vern´ aculo. Por tanto, su transliteraci´on y posterior traducci´on resultaron bastante f´aciles. En esto se observa, adem´ as de una feliz casualidad, la superior organizaci´ on que hab´ıa en nuestro edificio con respecto a la existente en el palacio del rey de Pilo al momento de su destrucci´on. Por estas razones y otras m´ as ligadas a los recursos estil´ısticos utilizados en la obra, me arriesgo a vaticinar que este relato autobiogr´afico no correr´a la suerte del manuscrito Voynich.

Nicasio G´ omez Paredes, el Editor

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Almac´ en y panader´ıa

Carnicer´ıa y rosticer´ıa

1 kg pan

1 sob or´egano

2 kg asado de tira

3 tarros jurel o caballa

2 l aceite Lira

1 kg vac´ıo

1 pan manteca Sancor

1 vinagre Omega

1 kg milanesas de lomo

1 pote dulce de leche 1 b chocolate p/taza

1 vino tinto (tetrabrik) 3 cervezas Quilmes

1 kg costillitas de cerdo 1 kg carne picada

2 r papel higi´enico

1 Coca Cola

1 kg ossobuco

3 servilletas de papel

jab´ on en polvo Ala

1 kg mondongo

1 Quaker

1 Mr. M´ usculo

1 kg chinchulines

1 kg arroz Gallo

1 detergente Magistral

1 kg chorizos

2 tallarines

1 b lavandina Ayudin

1 pollo

2 fideos para sopa

2 virulana

1/2 kg chicharrones

1 kg polenta

1 kg yerba Rosamonte

1 kg morcillas chilenas

1 kg lentejas

1 kg az´ ucar

1/2 kg salame en fetas

1 doc huevos

2 l leche descremada

2 pat´es ternera

1 kg harina 2 extractos de tomate

1 caf´e instant´ aneo levadura de cerveza

Varios

1 sob laurel

2 paq Criollitas

1 birome Silvap´en

1 sob pimienta blanca

1/2 queso roquefort

encendedor Magiclick

1 sob piment´ on

mayonesa

visor p/m´ ascara soldar

1 sob curry

mostaza

2 m terciopelo negro

1 ketchup

anchoas

1 dildo mediano

sal fina

2 latas at´ un

Mascar´ o

1 cabeza ajo

1 bl´ıster aspirinas

3 morrones

1 kg batatas

toallitas higi´enicas

4 kg papas

2 pepinos

gel ´ıntimo

3 plantas lechuga

3 choclos

2 fasos Pulenta

4 kg tomates

3 cebollas

caldos de gallina

Verduler´ıa y fruter´ıa 2 atados acelga

Farmacia y perfumer´ıa

2 jab´ on de tocador

3 remolachas

5 Prestobarba

zanahorias

1 colonia

1/2 kg zapallo

1 desodorante Old Space

1 kg chauchas 1 kg duraznos

preservativos sal de frutas

1 kg manzanas

p´ıldoras

1 kg uvas

Cialis

1 kg bananas

1 Rivotril (c/receta)

perejil

pastillas de carb´ on

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´ nimo ano

Figura 13: Un beso a la intemperie, daguerrotipo hecho por el fot´ografo ingl´es ´ Robert Bridges en su caba˜ na a orillas del seno de Ultima Esperanza, circa 1859. Los sujetos retratados podr´ıan ser su hija Anne y su yerno, el destacado ge´ologo Michael Madison. En el primer avatar de nuestros protagonistas, esta imagen deteriorada por las injurias del tiempo representa a Nauf y Batichica viajando en la sonda Dawn con destino a Vesta.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Los trabajos de Nauf y Batichica76 nauf.— Siempre queda algo de m´ı en los lugares que frecuento. Pero tengo mucho de m´ı. As´ı que no me preocupo. batichica.— Yo soy ingenua tambi´en despierta. de Di´ alogo sobre la persistencia del ser y la bondad, Los protagonistas

Primum

D

urante la noche un fuerte temporal azot´o el p´ aramo. Al despuntar la aurora dej´e mi morada con la intenci´ on de buscarte para emprender

juntos una expedici´ on de reconocimiento a la central el´ectrica. En el trayecto encontr´e ´ arboles abatidos y calles inundadas, tambi´en un perro muerto en una esquina y un hombre con poncho que cargaba un saco de le˜ na sobre sus hombros. Pens´e que tal vez te incomodases por mi visita temprana y el d´ıa tormentoso. Pero mis temores eran infundados. Al acercarme a la fonda en donde te hospedabas not´e que sal´ıas de ella por su puerta principal, con tu mochila en una mano y una taza de caf´e en la otra. Llevabas puesto un tapado de cuero, negro y largo. Un sombrero aludo te cubr´ıa la mayor parte del rostro. Despu´es de intercambiar unas palabras te convid´e un s´ andwich de conejo y un trago de aguardiente. Comiste el s´ andwich en silencio y echaste el licor en la taza de caf´e. Una carreta vacilante, tirada por dos bueyes macizos, pas´ o frente a nosotros. Sonre´ıste mientras te limpiabas la boca con una servilleta de papel. Una vez concluido el abreviado desayuno enfilamos hacia el Oeste, rumbo a las monta˜ nas reci´en nacidas. T´ u sab´ıas, al igual que yo, que antes de llegar a ellas hab´ıa un bosque y que m´ as all´a de ´este, atravesando un puente desvencijado, al pie de un cerro estaba la planta generadora de electricidad. Cuando las u ´ ltimas casas del pueblo eran poco m´ as que manchas borrosas en lontananza, me dijiste: «¡Jijij´ı!», y te pusiste a canturrear una tonada desconocida para m´ı. Lindo gato y lindo perro salieron a pasear juntos. 76 No creo errar si digo que esta inusitada adenda emula burlescamente el follet´ın decimon´ onico. Mas con ello no alcanzo a dilucidar su origen. Tal vez se trate de un c´ andido ejercicio literario. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano Yo marchaba a tu vera, taciturno, dando grandes zancadas, entretanto t´ u desgranabas con magistral parsimonia los sonidos de la estrafalaria canci´ on. Lindo gato le dijo a lindo perro: Todos los perros son iguales. Era como un canto a la paz entre las especies, compuesto por un delirante y entonado por una ninfa de las selvas v´ırgenes. Lindo perro le contest´ o a lindo gato: No todos los perros son iguales. La candidez de su letra me hizo m´ as llevadero el viaje. La voz melodiosa de su int´erprete pose´ıa virtudes bals´ amicas para m´ı. Ahora todo a mi alrededor se deslizaba armoniosamente, sin importar el sendero escabroso ni la destemplanza del d´ıa. No todos los perros son iguales. . .

77

Con su proverbial bonhom´ıa Batichica estaba consiguiendo, una vez m´ as, dulcificar nuestros trabajos. Habr´ıamos recorrido cinco kil´ometros cuando comenz´ o a nevar copiosamente. Te pregunt´e si prefer´ıas regresar al poblado. Me respondiste que nunca una nevaz´ on hab´ıa detenido a una hero´ına. ¿Claudicar? ¡Jam´as! S´ olo se claudica ante la verdad, exclamaste con brusco fervor. Entonces continuamos caminando, pese al fr´ıo intenso y a la nieve que ca´ıa como en las pel´ıculas. Pero, por fortuna, esto no era una pel´ıcula. Al hallarnos a escasos cien metros del puente avistamos las chimeneas de la usina el´ectrica. Te mir´e a los ojos. En ese momento volteaste tu cabeza hacia el lado del r´ıo. De entre las copas de los ´arboles alz´o el vuelo una bandada de aves chillonas. A la distancia se ve´ıa un gigantesco alud que se precipitaba ruidosamente hacia el lugar en donde est´ abamos. Creo que me comentaste algo relacionado con la energ´ıa cin´etica y la fragilidad humana. De inmediato nos alejamos de all´ı al trote. Recuerdo que cargabas tu mochila 77

En nuestra ya agotada edici´ on en papel de la presente autobiograf´ıa afirm´ abamos textualmente: Sin duda esta exc´entrica sextina parodia las composiciones de Leo Masl´ıah. Hoy, transcurrida una d´ecada de aquella publicaci´ on, vemos que quiz´ as tal juicio no era por completo veraz. Seg´ un revela un estudio de la music´ ologa israel´ı Ana Bathia Shajak, tambi´en hay abundantes trazas de influencia cruzada entre este poema del n´ aufrago y algunas canciones de los cantautores sudamericanos Kevin Johansen y Jorge Drexler.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na de lona verde, por cuya amplia boca asomaba un jarrito de aluminio. La nieve no cesaba de caer, lenta e indiferente a nuestro drama. Luego de numerosas peripecias logramos retornar a nuestra base de operaciones en el p´ aramo. Anochec´ıa. Bajo un cielo de color a˜ nil transitamos a duras penas las u ´ ltimas cuadras que nos restaban para llegar hasta el centro de esa aldea con ´ınfulas de ciudad. Algunos perros ladraban animosamente al amparo de una tapia encalada. Est´abamos exhaustos, hambrientos y helados, aunque indemnes. En el camino hab´ıamos perdido tu sombrero aludo y mi abrigo de piel de conejo. Prometimos resarcirnos de ello con creces. Al cabo de una breve charla, en la que delineamos el plan que seguir´ıamos al d´ıa siguiente, optaste por volver a la fonda. Desde su entrada me dijiste: —Venceremos, Nauf. Detr´ as de ti, en el calefaccionado recibidor, un empleado cambiaba el aserr´ın del piso. Tu mano derecha describi´o un arabesco en el vac´ıo. Me qued´e mir´ andote hasta que fuiste una mancha chiquita en la cumbre de la escalera. En la acera se respiraba un aire saturado de humo. Lloviznaba.

Secundum Suena el tel´efono. Miro el reloj a trav´es de las telara˜ nas del sue˜ no. Son las 5.13 de la ma˜ nana. El term´ ometro de mi oficina marca −7o C. ¿Qui´en puede llamarme a hora tan intempestiva? S´ı —me contesto—, existe alguien en este planeta que puede perpetrar semejante acto y yo s´e qui´en es. Asiento a cuanto me dice con un lac´ onico adverbio. Recojo las mantas del entarimado en donde suelo dormir y me doy una ducha de agua fr´ıa. No conozco nada mejor que esto para iniciar un d´ıa productivo. Ni m´ as saludable tampoco. Me visto con rapidez, pues el tiempo apremia. A veces, especialmente en d´ıas de helada, me duele un poco mi pierna contusa. Hoy no es la excepci´on. Transpongo el umbral medio cojeando, pero de buen ´ animo. Al cerrar la puerta de la Casa del P´ aramo me coloco mi flamante gab´ an de piel de conejo. A´ un tiene olor a grasa. Estoy de estreno, mascullo entretanto me lo abrocho con la torpeza de mis dedos entumecidos por el fr´ıo. Me siento feliz con mi prenda nueva. Qu´e raro, ya no me duele mi herida m´ as reciente. Mi compa˜ nera de andanzas me espera en el Bar del Turco, tal como acordamos por tel´efono. Son las 5.37 de una madrugada helad´ısima. Algunas chimeneas comienzan a exhalar un humito remol´ on, se˜ nal de que el pueblo 123

´ nimo ano ilustre se est´ a despertando. El pavimento reluce alfombrado por una r´ıgida costra de hielo. Las veredas se tornan resbaladizas. Hay que pisar con tiento a fin de evitar una costalada. Seguramente hoy brillar´a el Sol. Doblando la esquina, a pasos de la taberna, un afiche pegado a un muro sin revoque reclama mi atenci´ on imperiosamente: Proyecto N´ aufana, un plan de vivienda existencial para los m´as desamparados. Sonr´ıo, me aliso el bigote con un dejo de complacencia y apuro el tranco. Pienso en que es un aviso halag¨ ue˜ no: Fortaleza y generosidad, tal como razonaba el cristalino Spinoza. Son ´estos los elementos que se requieren para cimentar nuestro modesto y ef´ımero Jard´ın de las Hesp´erides. Eso es todo. . . Al entrar veo a mi amiga sentada a una mesa, al fondo del local, con un vaso de whisky delante de su cara roja de fr´ıo. Ha depositado su mochila en el piso. Apoyada contra una pata de la mesa vecina, el bulto viajero me evoca la imagen de un equeco vegetal, verdoso y un tanto grotesco. Dos parroquianos conversan animadamente. Un mozo asienta con delicadeza una campana de vidrio sobre un rimero de escalopes. La atm´ osfera de la cantina huele a caf´e y frituras. —Hace mucho fr´ıo, Nauf —me informa, como disculp´andose—. Es muy temprano para desayunar —agrega la ingeniosa Batichica, exhibiendo una sonrisa c´ omplice que apenas entreveo. Yo la comprendo, aun cuando nunca nos hayamos mirado a los ojos. Eso es m´ as propio de las telenovelas. Son sus acciones las que nos dan una mediana comprensi´ on de las personas. Tomamos nuestro refrigerio en recatado silencio, como alelados por tanta maravilla. Abandonamos el restaurante con andar cansino. De golpe la calle se nos aparece solitaria y escarchada. Un perro se despereza pausadamente junto a un atado de diarios. Nuestro taconeo suena desolado en la oscuridad. Un transe´ unte pasa a nuestro lado fumando y tosiendo. Nos encaminamos en direcci´ on al Oeste, hacia donde hace ya m´ as de un a˜ no descubr´ı el vetusto edificio con fisonom´ıa de usina el´ectrica. Mi pareja se levanta las anchas solapas de su abrigo de piel de conejo, bastante parecido al m´ıo, que yo mismo le confeccion´e cuando Pangea se escindi´o por primera vez. Se pone a cantar una canci´ on. El vapor surge de su boca al ritmo de un blues pastoso.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Al adentrarnos en el bosque le echamos un u ´ ltimo vistazo al poblado que dejamos a nuestras espaldas. Las luces del m´ısero villorrio titilan como si tuvieran fr´ıo. Mi amiga me sugiere que mire el cielo antes de continuar avanzando. —En los bosques no hay estrellas, mi querido Nauf —me explica sin mirarme, como es su costumbre. Al cabo de una tranquila caminata que dur´o m´ as o menos una hora, divisamos a lo lejos el salto de agua. Desde el costado izquierdo un estr´epito apabullante aflu´ıa hacia nosotros en oleadas cada vez m´ as vigorosas. Ambos nos estremecimos involuntariamente. —¿Es la cascada, Nauf? —S´ı. . . F´ıjate en esos conejos que cruzan a toda prisa la senda. Parece como que alg´ un otro animal los persigue.

Tertium De repente o´ımos un tronar prolongado, que ascend´ıa de las profundidades de la Tierra, e instantes despu´es el suelo empez´o a vibrar debajo de nuestras plantas. Mi amiga se abraz´ o a un joven alerce, que era lo que a la saz´ on ten´ıa m´ as a su alcance. Yo le grit´e estent´oreamente «¡corramos hacia ese claro!». Al fin, tambale´ andonos, cay´endonos y poni´endonos de pie a cada paso, atinamos a encontrar un espacio libre de ´arboles, cubierto por un pasto corto y ralo. Algunos coihues a˜ nosos, casi podridos por tanta humedad, yac´ıan en el terreno. Se ve´ıan tambi´en varias piedras pulidas, de color cobrizo y tama˜ no dispar, que tal vez fuesen meteoritos de tipo met´ alico. Desde una lejan´ıa vertiginosa nos lleg´o el canto desapacible de un p´ ajaro. El sismo hab´ıa pasado, pero tem´ıamos que se produjera un maremoto en breve tiempo m´ as. No descart´abamos la posibilidad de que el cimbronazo tel´ urico hubiese tocado el lecho marino con las consecuencias que ello suele acarrear. No obstante, pese a estar fatigados y temerosos, decidimos seguir andando rumbo a la vieja f´abrica que parec´ıa ser una central el´ectrica. Sab´ıamos que aunque no di´eramos con ella siempre estar´ıamos m´ as protegidos si nos intern´ abamos en el continente. Cuanto m´ as apartados del mar estuvi´esemos menos riesgos correr´ıamos de ser arrastrados por una ola de puerto. Mi amiga se encasquet´ o a´ un m´ as su gorro de piel —si ello fuera posible— y se dispuso a comer una barra de chocolate blanco. Parpadeaba el Sol entre el alto follaje de las con´ıferas. Las u˜ nas negras de sus manos andariegas re125

´ nimo ano cordaban grandes hormigas movi´endose acompasadamente por encima de la tableta. Le pregunt´e si se sent´ıa bien. Entre un mordisco y otro me respondi´ o que s´ı y que el chocolate estaba sabroso. Proseguimos nuestro camino ya m´ as relajados, si bien todav´ıa algo recelosos de que se produjese un tsunami. De sobra conoc´ıamos la ´ındole imprevisible de la naturaleza del p´ aramo. Despu´es de varias horas de marcha extenuante pisamos casi con regocijo las tablas del puente. Las enredaderas colgaban fl´ acidamente sobre nuestras cabezas y el entablado cruj´ıa bajo nuestros pies cautelosos. De vez en cuando la estructura oscilaba, se bamboleaba con pesadez a impulsos de una ventisca incipiente. Mi acompa˜ nante se dirigi´ o hacia la baranda, reclin´ o su torso contra la malla de alambres herrumbrados y suspir´o. Permaneci´o unos segundos en esa posici´ on, como hipnotizada por las aguas del r´ıo que corr´ıa por debajo de nosotros. De pronto se quit´o el gorro y fij´o su vista en alg´ un punto distante. Ahora un horizonte invisible extend´ıa su t´acita presencia frente a nuestros ojos. M´as a menudo de lo que yo cre´ıa, los actos de mi camarada ten´ıan un fuerte poder de sugesti´on. —Nauf, todo fluye. Ya hab´ıamos franqueado el puente cuando a la vuelta de una curva del camino se nos present´ o de improviso, majestuoso e intimidante, el edificio de lo que sospech´ abamos que era una planta generadora de electricidad. Como tent´ aculos disparados desde una tronera sal´ıan de ´el unos gruesos cables de alta tensi´ on. El ruido mon´ otono de unos motores junto con el picante olor a carb´ on de piedra nos reafirm´o en la idea de que se trataba de una antigua usina el´ectrica. Detr´as de su imponente silueta se ergu´ıa un cerro levemente c´ onico, salpicado de arbustos vencidos por los vientos del p´ aramo. Densas nubes de holl´ın entorpec´ıan la luz del Sol, confiri´endole a la escena un car´ acter cuasi ´epico. —Nauf, es m´ as misterioso usted que esta mole rocambolesca. En ese momento un individuo rechoncho irrumpi´o desde el interior de la enorme construcci´on. Batichica ya bland´ıa en su mano derecha la reverberante Victorinox 78 que la hab´ıa hecho tan famosa. Las gemas de su m´ agico anillo refulg´ıan pese a estar el d´ıa nublado. —¡Ahijuna!. . . 78

Denominaci´ on coloquial de la navaja suiza o SAK (Swiss Army Knife). (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Figura 14: He aqu´ı una foto de la afamada Victorinox empu˜nada por Batichica. En ella vemos, adem´as de la enguantada mano de la hero´ına sosteniendo su admin´ıculo justiciero, un tirabuz´on y un destapador. El primero se utilizaba para descorchar las botellas de vino a˜ nejo que beb´ıan nuestros h´eroes despu´es de cada correr´ıa, y el segundo sol´ıa emplearse para abrir las botellas de cerveza que en los sofocantes veranos aliviaban la sed del d´ uo divino. La hoja de la mortal arma es de acero toledano. El anillo es de oro con engarces de amatista y ´agata. Puesto sobre este guante de factura renacentista veneciana, otorga algunas facultades extraordinarias a quien lo usa: b´elicas si se lo porta en el dedo anular y er´oticas en caso de ser colocado en el cordial. Se desconocen por el momento los efectos que pod´ıa producir el prodigiosa anillo en los restantes tres dedos de la mujer una y trina.

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´ nimo ano

Zapeo dialog´ıstico de los pr´ oximos cap´ıtulos de nuestro efollet´ın 1 ´ La acci´ on se desarrolla en un restaurante de la Terminal de Omnibus de Retiro. Es un mediod´ıa de verano. Los personajes se encuentran sentados a una mesita de caf´e, uno frente al otro y tomados de la mano izquierda, de manera que con sus brazos trazan una diagonal que atraviesa el tablero de la mesa. Se miran entre s´ı en constante ´extasis de amor. Hablan en voz baja. Ambos frisan los cuarenta y cinco a˜ nos de edad y sus caras muestran rasgos de ser extranjeros universales. Mientras conversan beben gaseosa y comen chorip´ an. Decenas de botellas vac´ıas y de servilletas usadas se acumulan sobre la mesa y el piso circundante. Ella viste una blusa amplia y vaporosa, muy escotada, de color violeta, que deja traslucir sus pezones. Usa anteojos de armaz´ on italiano y su pelo rubio lo lleva largo y suelto. Est´ a ligeramente maquillada. Tiene las u˜ nas de las manos pintadas de negro. Porta un anillo de bisuter´ıa y un reloj pulsera. El hombre viste remera azul, es alto y corpulento, y se parece a G´erard Depardieu. De vez en cuando se alisa el bigote entrecano. En derredor de la mesita circulan parroquianos ataviados de forma abigarrada. Componen un conjunto caleidosc´ opico de peque˜ nos elementos que hablan, gritan, r´ıen, cantan, lloran y gesticulan conforme la perspectiva espaciotemporal desde la que se los contemple. Algunos arrastran maletas, otros acarrean pesados bultos; la mayor´ıa carga una mochila o un bolso de mano. Embargados de frenes´ı viajero, deambulan desesperados por el vasto edificio en busca de un ´ omnibus que les mitigue su tormento de adictos al movimiento perpetuo. Tambi´en hay ni˜ nos desharrapados pidiendo limosna y polic´ıas de mirada torva que transitan entre la muchedumbre. No es raro ver a alg´ un carterista ejerciendo su delicado oficio. El bullicio estremece las paredes y el olor del lugar resulta indescriptible, aun para el m´ as diestro escritor naturalista. La luz que ilumina la escena es artificial; filtrada por abundante material en suspensi´ on, se cierne mortecina sobre nuestros t´ ortolos. —¿D´onde pongo al Nauf? —Ampl´ıe su casa. Yo la ayudo. —Pero temo quedar a la intemperie. . .

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na —Entonces es que nunca tuvo casa. En estas materias son frecuentes los espejismos. —¿Insin´ ua acaso que mi hogar es una fantas´ıa creada por mi imaginaci´on? —¡No! ¡L´ıbreme de ello el Gran Pitufo Constructor! Ocurre que a veces nos habituamos a percibir el universo a trav´es de una lupa. —De ser as´ı, cosa que dudo porque yo siempre he tenido buena vista, ¿c´omo se podr´ıa prevenir esta distorsi´on cognitiva? —Cuando amanece en la llanura cu´ıdese de la Fata Morgana, mi estimada Batichica. —¡Ah! Le prometo pensarlo. 2 La escena transcurre en Plaza Almagro. Atardece con melancol´ıa de bandone´ on. La mujer lleva puesta una solera de bambula estampada y calza ojotas pl´ asticas. Su pareja viste bermudas verdes y una camisa playera de color impreciso. Nuestros protagonistas est´ an tomando mate sentados en un banco a la sombra de una tipa a˜ nosa. Conversan ´ıntimamente y comen bizcochitos de grasa. A menudo, a intervalos irregulares, se abrazan y se besan con pasi´ on de amantes noveles. Tambi´en se acarician con los pies descalzos. A veces prorrumpen en sonoras carcajadas. A cada rato, interrumpiendo el animado di´ alogo, ella saluda a la gente que transita por all´ı. Corre un viento suave que tonifica el ´ animo. De fondo se oye el ruido del tr´ ansito vehicular.

—No lo ven, Nauf. ¿Ser´ a porque usted est´ a muy lejos? —No, mi estimada Batichica. Es porque soy muy grande. —¡Ah! ¿Micromegas, acaso? —Usted lo ha dicho. 3 Paisaje con monta˜ nas reci´en paridas por el Geosinclinal Andino. Amanece en rojo. Una niebla ambarina impregna seres y cosas. A la distancia, sobre una meseta, se insin´ ua el morro brillante de una c´ apsula espaciotemporal de cuatro dimensiones extras. (A veces, quiz´ as debido a una fluctuaci´ on

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´ nimo ano cu´ antica del vac´ıo, los objetos se adelantan a los conceptos.)79 Nuestros h´eroes visten pantalones vaqueros y camperas de poli´ester. Cada uno carga una mochila voluminosa. Ambos llevan puestos guantes y pasamonta˜ nas. Caminan y matean mientras charlan. Cada tanto ella le susurra algo al o´ıdo y se echa a re´ır. La brisa ma˜ nanera hiede a azufre, o a huevos podridos, seg´ un se prefiera. Hay gran batifondo tel´ urico. El suelo se zarandea como cuando ellos experimentan sus orgasmos sincr´ onicos. Un b´ olido incandescente surca el cielo. Dada la r´ apida velocidad del cambio clim´ atico, la temperatura ambiente es ambigua. —Batichica, apuremos el paso. La placa de Nazca est´ a siendo subducida por la placa sudamericana. Si nos demoramos m´ as tiempo nunca regresaremos a casa. No quiero morir sin antes haber comido un guiso de ternera a la sombra de su ´ arbol calamar. —Entiendo, Nauf. El d´ıa es largo y la vida es corta. 4 El cuadro se sit´ ua a la vera de un cantar´ın r´ıo de monta˜ na. Anochece con frigidez austral. Ella est´ a desnuda junto a una carpa roja. Apoya un pie sobre la mesita atestada de papeles, libros varios, un n´ umero de Nature, empanadas criollas y botellas de vino. Inexplicablemente, la nieve se derrite ´ luce (es un decir) un traje de andinista peque˜ a su alrededor. El noburgu´es. En cuclillas, dedicado a examinar la flora de la zona, el hombre presta escasa atenci´ on a lo que acontece en su entorno. La mujer habla con voz afectada por la emoci´ on y tiene la mirada extraviada (por ciertas hormonas tal vez). Cada tanto resuella. Al cabo de unos minutos se acerca a su compa˜ nero y con un pez´ on le hace cosquillas en la barbilla. Hay mucha nieve en derredor de la pareja, pero no se siente fr´ıo. —¿Se hizo medir sus niveles de dopamina, serotonina y noradrenalina? Noto ciertas alteraciones en su conducta, mi estimada amiga. —Todav´ıa no. Exam´ınemelos usted, Nauf del P´ aramo Florido. Si gusta, claro est´ a. ¡Ah! Y no olvide la oxitocina. 79

Tal vez aprovechando algunas propiedades que presenta la materia a escala cu´ antica, tales como entrelazamiento, teletransporte y post-selecci´ on, se logre construir en un futuro lejano un dispositivo que haga realidad el sue˜ no de viajar en el tiempo. Aun cuando en la actualidad esta aspiraci´ on resulte poco menos que imposible. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na —Lamento decirle que no podr´e hacerlo. Nos encontramos muy lejos de mi laboratorio. —¡Ufa! ¡Siempre tan idealista usted! 5 La escena tiene lugar en el p´ aramo n´ aufico, a orillas de un inmenso oc´eano planetario. Es una hora pr´ oxima al mediod´ıa de aquellos tiempos. A pocos metros del agua hay una carpa amarilla y frente a ella dos banquitos y una mesa de trabajo. Sobre ´esta se encuentran algunos martillos de ge´ ologo, dos platos con sendas milanesas a la napolitana y un par de botellas de cerveza Quilmes. La mujer, vestida de expedicionaria a la antigua usanza inglesa, tironea del brazo de su acompa˜ nante con insistencia pertinaz. Mientras estudia una peque˜ na roca con su lupa, el hombre le responde sin emoci´ on. Carraspea. De uno de los bolsillos de su bata blanca asoma un ejemplar de El Tony. Al fondo, el cataclismo que se avecina sacude los helechos gigantes, y algunas con´ıferas caen abatidas con gran estr´epito. De tanto en tanto un pterod´ actilo cruza el espacio en franca fuga. El aire se recalienta y se vuelve irrespirable. Un temblor s´ısmico hace tambalear a la mujer, quien se aferra a su compa˜ nero con elegancia victoriana. Se oyen explosiones subterr´ aneas y en la lejan´ıa se ve ascender hacia el cielo encapotado un penacho gris. Comienza a llover ceniza volc´ anica. —Nauf, volvamos a casa. La deriva continental es implacable. Adem´as, observo que han comenzado a extinguirse los trilobites. Mala se˜ nal. . . Usted sabe: no somos nada. —Pertinente solicitud la suya, mi estimada Batichica. Cruzaremos el Mar de Tethys a la altura del farall´on del Norte. ¿Le parece bien? —Chi. —Aunque, a juzgar por el bicharraco que acabo de ver pasar por sobre nuestras cabezas, temo que sea demasiado tarde. Sospecho que nuestros trilobulados artr´ opodos se murieron todos. —¡Ay! No sea malo, Nauf. No me diga eso. Mire lo que ocurri´o en Ediacara. —Nuestros viajes en el tiempo no son la causa de las extinciones masivas. De ning´ un modo. Ya se lo he explicado. —Bueno. . . Pero tampoco hacemos algo para evitarlas. 131

´ nimo ano —Le concedo toda la raz´ on en este punto, mi estimada Batichica. 6 Pareja situada en un escenario invernal, a finales de la u ´ltima glaciaci´ on. Amanece mientras cae una fuerte nevada. Ambos caminan a trav´es de una planicie flanqueada por bosquecillos de abetos. Van ataviados con pieles de mamut toscamente cosidas. Conversan y beben chocolate caliente. A veces se toquetean entre s´ı alguna zona er´ ogena. Unos treinta hombres de rasgos mongoloides transportan la nave espaciotemporal sobre un convoy de trineos. Entre el ulular del viento se oyen gritos y cantos ceremoniales. En la lejan´ıa, un mastodonte hembra y su cr´ıa avanzan con extrema dificultad. El actual continente americano est´ a siendo poblado por oleadas de asi´ aticos que franquean el congelado estrecho de Bering en pos de un futuro m´ as promisorio. Nuestros viajeros acompa˜ nan a un grupo de estos migrantes con el prop´ osito de confirmar su hip´ otesis paleoantropol´ ogica acerca de la fecha de poblamiento de estas tierras. Conjeturan que la idea ampliamente aceptada de que la cultura Clovis es la m´ as antigua de Am´erica constituye una patran ˜a urdida por el imperialismo yanqui. El aire huele a trementina y a algo as´ı como grasa de foca. —¿Quiere que le cuente un chiste, mi estimada Batichica? —¡S´ı! Soy toda o´ıdos. —Al tipo lo llamaban acoplamiento de marea porque siempre mostraba la misma cara. ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja! ¡Ja!. . . —No entiendo. . . ¿Ser´ıa tan amable de explic´armelo, mi querido Nauf? —Por supuesto. En astrof´ısica se denomina acoplamiento de marea al fen´omeno de un cuerpo que gira sobre s´ı mismo y que a la vez lo hace alrededor de otro, empleando el mismo tiempo en completar ambos movimientos de rotaci´ on. Este es el caso, por ejemplo, del sistema Tierra-Luna. —¡Ah! Como nosotros cuando estamos juntitos, abrazados y acoplados, y rodamos por el suelo. ¡Ya comprend´ı! —¡Exacto! Y puestos en la circunstancia de su comparaci´on, usted ser´ıa la Luna, mi apreciada amiga. —Pero hoy deseo ser su Tierra, Naufi. . .

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na 7 Los personajes se hallan estacionados en el recodo de una carretera. Es el mediod´ıa. Est´ an sentados en sendas sillitas de lona, en torno a una mesa de camping, sobre la banquina derecha de una ancha cinta de asfalto. Visten prendas de turistas, aunque con ciertos toques estrafalarios que les confieren un aire kitsch encantador. La mujer mordisquea una barra de chocolate mientras dibuja, con escuadra, l´ apiz y comp´ as, diversas estructuras de vivero sobre una hoja de papel diamante. El hombre condimenta suculentos trozos de carne y ya se apresta a encender el carb´ on para hacer una parrillada. Al final del parlamento, ambos lucen atuendos de monta˜ na y empieza a caer la noche. A lo lejos se destacan algunos picos de gran porte con sus cumbres nevadas. Sopla una brisa glacial que proviene del m´ıtico Sur. —Estoy pensando seriamente en instalarme con un vivero en alg´ un paraje de Gondwana. ¿Me acompa˜ nar´ıa usted, mi estimado Nauf? —Perm´ıtame que medite su propuesta entretanto alcanzamos las costas del Mar de Tethys. (Me dejaste un sue˜ no, Batichica.) 8 Interior de un caparaz´ on de gliptodonte. Hora cercana al mediod´ıa. Iluminaci´ on amortiguada por vapor de agua y humo de le˜ na. Un hombre y una mujer dialogan sin apuro mientras se cuecen los alimentos en la cocina econ´ omica. Planean salir de caza esa noche. Visten ropas de paisanos sureros. Para aplacar el hambre comen trocitos de charqui y queso de oveja. En la semipenumbra de la habitaci´ on brillan a veces los jarros de aluminio. Sobre el piso de ladrillo hay algunas pieles curtidas de oso, tra´ıdas del Norte por pueblos ancestrales. Una pava ahumada y un mate barrig´ on reposan en una mesita de tacuaras junto a un ejemplar en r´ ustica del Libro de Do˜ na Petrona. En la olla de barro borbotea un guiso de lentejas con carne de cordero, chorizo colorado y tiras de panceta. El aullido de un perro cimarr´ on rompe la tranquilidad dom´estica. Se oye el cacareo de las gallinas en el patio de la vivienda. Principia a soplar un viento de tormenta que en su discurrir arrastra consigo tierra y cardos rusos. Cruje el megacascar´ on. Una damajuana de vino se bambolea torpemente. El aire huele a comida hecha con pasi´ on y sencillez.

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´ nimo ano —¡Ahijuna! —¡Que lo pari´ o, Nauf! —Fierazo el temporal. . . —¡Hagamos el amor! 9 Escena ambientada en la costa de un lago patag´ onico. Anochece sobre la llanura. Dos Homo sapiens se encuentran acuclillados alrededor de un fuego chisporroteante. Hay pedernales dispersos y gran acopio de ramas secas. R´ afagas de un viento g´elido procedente del Oeste barren las llamas del fog´ on. El fr´ıo cala hasta los huesos. Ambos van vestidos de gauchos y se protegen de la intemperie con ponchos pampa. El hombre prepara tres pejerreyes para asar. Los descama con un fac´ on de cabo plateado a la par que conversa con su compa˜ nera acerca de las condiciones de vida de la mujer griega en el Siglo de Pericles. Ella ceba mate y pica ajos para el chimichurri. De vez en cuando echa un chorrito de ginebra en la calabaza. La oscuridad aumenta a medida que la pareja se enzarza en disquisiciones sobre aquellos remotos tiempos. El viento hiere las orejas y aturde sin piedad. Sus folcl´ oricos chambergos tironean de los barbijos. El olor evocador del pescado junto con la tem´ atica de la charla crea un clima perturbador. La mujer habla pausadamente y mira hacia el espejo de agua. Preludia una noche estrellada, ideal para la observaci´ on astron´ omica. —Nauf. . . ¿Le gustar´ıa un d´ıa jugar al pancracio conmigo? Pero no vale lastimar. Y si de casualidad uno lastima al otro un poquito, hay que curarlo con besitos. —Su proposici´ on me suena tentadora, mi querida Batichica. Acepto con la condici´ on de que usted corra con el gasto de los analg´esicos. Yo ya estoy un poco bichoco para esas lides ol´ımpicas. —¿Sho? No olvide que invert´ı toda mi fortuna en el proyecto de la nave espaciotemporal. 10 Segundo patio de una casona colonial en las afueras de Buenos Aires. Es el amanecer. Un hombre y una mujer desnudos se hallan de pie, uno frente al otro, en actitud reconcentrada. Ella lleva puesto sobre su pubis peludito un 134

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na largo pene sujeto por un arn´es; ´el porta el suyo, carnal y erecto, casi a punto de estallarle entre las manos. Los contrincantes se mueven en c´ırculos, los ojos atentos a las placenteras armas, las piernas prestas a saltar sobre el oponente al menor descuido. Se miden como expertos esgrimistas que son. No se dan ni se permiten tregua alguna. El duelo es a primera sangre; la ´ causa, ¡cu´ ando no!, el amor. Arboles y p´ ajaros hacen de padrinos. Se suceden las fintas, pero no se comen ning´ un amague. Transcurren los minutos. La respiraci´ on jadeante y el fuerte olor de los cuerpos apasionados sugieren un final inminente. —¿Jugamos al penis fencing, Batichica? —¡Touch´e, Nauf! 11 Amplio ca˜ nad´ on de piso calc´ areo. En su vaguada, una nave espaciotemporal descansa despu´es de un trajinado viaje a trav´es de las eras geol´ ogicas. El motor expele los u ´ltimos gases de la combusti´ on del propergol l´ıquido. Luego de una revisi´ on t´ecnica, la computadora de a bordo cierra las escotillas laterales. Se genera entonces un brev´ısimo silencio tecnol´ ogico. El Sol viene asomando. Un solitario mangrullo se yergue muy pr´ oximo al aler´ on de cola. En lontananza, hacia el Oeste, la exuberante vegetaci´ on del Cret´ acico le pone un toque rom´ antico al paisaje cercano, que es ´ arido y rocoso. Contra el cielo di´ afano se recorta el esqueleto de un Argentinosaurus huinculensis en buen estado de conservaci´ on. El viento zumba l´ ugubremente al atravesar sus costillas descarnadas. Nuestros protagonistas, hombre y mujer de edad mediana, visten overoles azules, que conforme pasa el tiempo se van transformando en uniformes de la Campa˜ na del Desierto. En la cumbre de la atalaya, la pareja matea y come s´ andwichs de mortadela. Ambos miran embobados la proyecci´ on hologr´ afica de un cachorro de n´ aufana que corretea por la meseta patag´ onica. Un Puertasaurus reuili se desplaza frente a ellos con su pachorra habitual, indiferente a la presencia humana. Ella juega con el f´emur de un antiguo Heterodontosaurus ornithischia, que a poco de manipularlo se le deshace entre los dedos. Est´ a ovulando. En el aire flota un tenue aroma a hembra primordial. —Nauf, ¿le gustar´ıa contribuir al crecimiento demogr´afico? —No tengo pensado dejar de usar cond´ on, mi estimada Batichica. 135

´ nimo ano —Pero. . . podr´ıa hacer una excepci´on. Mire que ya queda muy poco de Gondwana. El pobrecito se hizo trizas. —Los continentes pasan, mi querida amiga. No soy tan ego´ısta. —Entiendo. . . Y encima est´ a al caer Chicxulub. . . 12 La acci´ on se desarrolla en el interior de una sonda espacial, la primera en poseer gravedad asistida. Los ciclos circadianos han sido suspendidos hasta retornar al planeta madre. Una luz blanca, cuasi perfecta, emitida por ledes org´ anicos, ba˜ na el ambiente. Los protagonistas viajan sentados en butacas anat´ omicas. Van ataviados con monos de color naranja intenso.80 Sobre una mesita ratona reposa un equipo de mate junto a un rimero de s´ andwichs de miga. Ella est´ a descalza. Lee una novela de Ponson du Terrail y bebe de a ´ sostiene un e-reader con la mano izquierda sorbitos su whisky Ballantine. El y tararea una canci´ on de Los Redondos. En este momento escribe su autobiograf´ıa parcial. Hay botellas de cerveza, condones usados y trocitos de pan con fiambre esparcidos por doquier. Dos trajes Orl´ an y uno EMU cuelgan de un perchero met´ alico. Se escucha una apacible m´ usica de fondo, de Var`ese tal vez. El aire huele a jazm´ın y a peperina cordobesa. —¿Falta mucho para que lleguemos a Vesta?81 —. . . Unos cuantos meses. Recuerde que el motor de propulsi´on i´onica es fiable pero lento. —Claro. . . Entonces, Nauf, prosigamos tomando mate con peperina. —. . . Y con un buen s´ andwich de salame y queso. Nos lo merecemos. —¡Uy, qu´e rico! 80 Por el color suponemos que estos «monos» son trajes espaciales tipo IVA (quiz´ as ACES o Sokol-KV2). Ser´ıa innecesario que los pasajeros los llevasen puestos si la sonda se encontrase en etapa de crucero, como parece ser este el caso. En fin, un ligero error que en nada afecta al meollo del asunto. 81 Se trata de la sonda Dawn, que orbitar´ a el susodicho asteroide a partir de octubre de 2011. La pregunta resulta intrigante, pues la nave no es tripulada, sino rob´ otica. Por otro lado, este duod´ecimo fragmento —en conjunto con varios m´ as que le anteceden— viola ol´ımpicamente las tres unidades aristot´elicas. En un mismo cap´ıtulo del follet´ın los protagonistas realizan un viaje entre protocontinentes a la vez que surcan el espacio de nuestro sistema solar con rumbo al cintur´ on de asteroides. Toda una manifestaci´ on de heterodoxia por lo que toca a los c´ anones instituidos por el Estagirita en su Po´etica. (Nota del Editor.)

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na 13 La pareja se halla en la habitaci´ on n´ umero 26 de un hotel de la Patagonia argentina. Tanto el hombre como la mujer est´ an desnudos, recostados boca arriba en una cama matrimonial, todav´ıa jadeantes y sudorosos. Es el atardecer. En el piso alfombrado hay prendas diversas, bolsos de viaje y una mochila roja que provoca copiosa nostalgia. Todo desparramado por la urgencia amatoria de sus propietarios. Sobre una mesita de noche han dejado una m´ ascara de soldar y un taparrabos de terciopelo. En el caj´ on entreabierto se pispea un test de embarazo y unas toallitas higi´enicas. Sobre el lecho, entre ambos cuerpos enamorados, un termo, un mate de madera y una bandeja con restos de pizza se mantienen en equilibrio inestable. La iluminaci´ on del cuarto es dubitativa. —. . . —Nauf. . . estoy segura: es usted. . . —. . . —. . . Quiero hacerlo todo con usted, Batichica. . . —Naufi. . . —S´ı. . . —Sos el hombre m´ as lindo del mundo. . . —Seremos como dioses, Batichica. . . ¡Seremos Dioses Consortes! To Be Continued. . . 82

Figura 15: Garabatos que hizo Batichica mientras se transfiguraba en Diosa Consorte a bordo de la sonda Dawn.

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Supongo que esta conclusi´ on inopinada obedece a una finalidad par´ odica. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano

Figura 16: No siempre es cuesti´on de masa. Historieta aleg´orica de la salida del p´aramo creada por Batichica mientras amasaba pizza para la cena en la Casa Para´ıso. La acci´on transcurre en un universo sin bos´on de Higgs, o algo parecido.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Ultimus Muchas y pintorescas fueron las peripecias protagonizadas por nuestros queridos h´eroes. Entre el d´ıa en que descubrieron la central el´ectrica y la noche de la mateada confidencial a bordo de la sonda Dawn, ellos desarrollaron una actividad febril, la que concluy´o felizmente con la metamorfosis de estos rocambolescos personajes en Dioses Consortes, moradores sempiternos del Zigurat del P´aramo. Acicateados como estamos ahora por el deseo de conocer el desenlace de esta historia, nos salteamos las p´aginas intermedias de la cr´ onica y corremos prestos hacia su culminaci´ on. He aqu´ı la u ´ltima aventura registrada de Nauf y Batichica. (La diferencia de estilo con respecto a los cap´ıtulos precedentes nace del cambio de guionista. Impelidos por nuestra curiosidad de lectores no pudimos esperar a que nuestro amanuense oficial retornara de sus merecidas vacaciones. La coherencia estil´ıstica en literatura es una antigualla que debiera ser abolida por el bien del arte. En la variedad est´a el gusto y en la expresi´ on de ´este el aut´entico mensaje. Disfrutadlo sin aprensiones escol´asticas ni nostalgias de los tiempos idos.)

Domingo en la tarde. La vida tal como la conocemos se ha detenido. Todav´ıa se respira el olor de los espaguetis a la bolo˜ nesa en el breve comedor de la casa. Afuera llovizna sin apuro. Un mate de calabaza permanece quieto junto a una pava de acero inoxidable. La pareja sentada a la mesa lee abstra´ıda. De vez en cuando ella da vuelta la p´ agina del suplemento dominical. ´ El toma apuntes del libro que tiene frente a s´ı. Al terminar de escribir levanta la cabeza y repara en su compa˜ nera lectora. Extiende el brazo izquierdo hacia la mujer, como procurando asirla al borde de un barranco. —Ya acabo, amor. . . Es en las tardes dominicales cuando la intemperie golpea con m´ as fuerza. Pareciera como que en esas circunstancias no existiese m´ ascara ni t´actica lo suficientemente eficaces como para burlar el sentimiento abismal que cala hasta los huesos. Algo hay que hacer para mitigarlo. —¿Jugamos a la batalla naval? —le pregunta ella mientras dobla el diario. Su tono denota despreocupaci´ on, o quiz´as todo lo contrario. En estas situaciones nunca se sabe con certeza lo que el otro piensa o siente. 139

´ nimo ano El hombre aprueba con la cabeza y acto seguido arranca del cuaderno de notas dos hojas cuadriculadas. Le extiende una a la mujer. El inocente juego concita la atenci´ on de ambos. ¿Qu´e se puede hacer un domingo por la tarde que no sea una actividad l´ udica? Concluidos los preparativos, principia la partida, aunque en su versi´ on m´ as simple; es decir, especial para novatos. Con todo, ellos modificaron un poco las reglas, de manera tal que resulta ser un juego apasionante y m´ as apto para participantes avezados en ciertas lides. Con monoton´ıa de lluvia se suceden los t´erminos propios del juego: agua. . . tocado. . . agua. . . agua. . . tocado. . . Y otros, m´ as inherentes a la idiosincracia de cada jugador, retumban acalorados en la escueta habitaci´ on: ¡pucha! . . . herido pero no muerto. . . ¡mierda! . . . no me hiciste nada. . . ¡te jod´ı! . . . ¡carajo! . . . Hasta que por fin el hombre dice, con gesto compungido y voz firme, hundido. Se quita entonces el pantal´on, ya que el u ´ nico submarino que pose´ıa fue puesto fuera de combate. Coloca la prenda en la mesa y regresa a su asiento. Por momentos el bulto bermell´ on de la entrepierna pareciera agigantarse. Ella lo pispea de reojo, como con temor a ser descubierta en un actitud inconveniente. La fugaz visi´on le produce un leve cosquilleo en los p´etalos del chochito. ´ —Esta es una guerra en la que ambos contendientes siempre ganan —musita sin exteriorizar demasiado inter´es en el asunto. Su amorosa herramienta se hab´ıa tropezado con el respaldo de la silla y a´ un le dol´ıa un poco el glande. —No crea. . . —retruca ella despu´es de unos segundos de vacilaci´on. No hab´ıa respondido con mayor celeridad debido a que su respiraci´on entrecortada se lo imped´ıa. Al rato la mujer confirma entre risitas nerviosas el hundimiento de un destructor. Se despoja entonces de sus medias y las abandona sobre la mesa sin poder evitar sentir una pena pasajera por este contratiempo. Son unos soquetitos primorosos, de color fucsia con una franja azul cobalto. Hac´ıa apenas un par de horas que se los hab´ıa puesto. A pesar del da˜ no ocasionado a su armada, canturrea una canci´ on alegre, de esas que invitan a solazarse en fantas´ıas rom´ anticas. Como de costumbre, su car´ acter afable le inclina a tomar con serenidad los reveses de la fortuna.

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´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na Una racha de viento hace crujir la puerta que da al pasillo. El fuego del hogar chisporrotea feliz. Ella se sobresalta un poquit´ın, pero pronto se recupera. No ha transcurrido mucho tiempo cuando le hace saber al contrincante que acaba de perder en batalla un flamante crucero, aquel con el que ella tanto se regodeaba. El percance b´elico la obliga a entregar su blusa, que al igual que en el caso anterior, deposita en la mesa, pero esta vez con aire displicente. De regreso, al tomar asiento, le saca la lengua al art´ıfice de su traspi´e l´ udico. —¡Malvado! —le espeta con fingido enojo. Ahora sus pechos turgentes oscilan con suavidad de palomas, acunados muellemente por un corpi˜ no burdeos que ´el le regal´ o hace tan s´ olo unos meses. Los pezones gordos, como aceitunitas rosadas, se insin´ uan sin pudor. Se acomoda un bretel y entretanto, con disimulo, aprieta los muslos. Siente unas ganas superlativas de frotarse el cl´ıtoris. Entorna los ojos y respira profundo. La lluvia repica cada vez m´ as fuerte en el techo de policarbonato. A ella le inspira algo de miedo la fragilidad, no sabe bien si real o imaginaria, de ese techo corredizo, que tan pr´ actico ha llegado a ser. A lo mejor es por esto que arrima la silla a la de su compa˜ nero, lo bastante como para sentirse segura y a la vez no despertar sospechas. Como presidiendo la escena desde un rinc´ on del sal´ on, en el seno de un diedro rojo y verde se destaca el ´arbol calamar, cuya belleza exuberante deslumbra a quien lo mira. Al menos eso es lo que comentan los vecinos del barrio. Dicen que lo cre´ o la Diosa Consorte en un rapto de lujuria escult´ orica, cuando la primavera se demoraba en llegar al P´ aramo. Los amantes divinos lo veneran con particular afecto. Su manito desciende por el monte de Venus. Los dedos exploran, rozan, tocan con delicadeza los labios h´ umedos y calientes. Al fin hallan lo que buscan. Se detienen en el botoncito de carne. Lo friccionan y lo miman. Soban con avidez el cogollito resbaloso. Su due˜ na sofoca como puede un gemido de placer. A veces duda de si todo lo que ve y siente es verdadero o bien es puro ensue˜ no de mujer fogosa. La pasi´ on suele borrar los l´ımites entre la realidad y la ficci´ on. Pero qu´e importa si con esto se goza a´ un m´ as. De una de las paredes del diedro bicolor pende una copia enmarcada de Las tres edades de la mujer. En el otro muro, una panoplia exhibe la 141

´ nimo ano elegante y mort´ıfera navaja Victorinox usada por Batichica. Junto a ella hay un trajecito de vinilo y un taladro el´ectrico marca Black and Decker. Algo m´ as all´ a, casi en el borde derecho del tablero, cuelga una m´ ascara de soldar taraceada con profusi´ on y un taparrabos hecho de piel de conejo. Sobre la repisa de la estufa se ve una papa mustia en una urna de cristal, quiz´as puesta all´ı como un recordatorio de tiempos complicados. A poco el hombre avisa que los certeros disparos del rival han dado de lleno en su crucero, el que ahora descansa en el lecho de un mar de papel. As´ı pues, ateni´endose a las normas estipuladas, comienza a desabrocharse la camisa. Entre ademanes de aparente resignaci´on la deja encima de la mesa. Un mech´ on de vello entrecano le asoma por el escote de la camiseta. Durante los momentos muertos de la partida ´el aprovecha para llevarse una mano a los genitales. Al palparse corrobora que el tronco a˜ noso se est´ a cubriendo de roc´ıo. Se acaricia imperceptiblemente, intentando no ser visto por su compa˜ nera de juego. Con el pulgar y el ´ındice desliza el prepucio de a poquito, a hurtadillas, no sea que lo pesquen in fraganti. Como en sue˜ nos le llegan noticias de que ella le ha enviado a pique el destructor y, casi de inmediato, tambi´en el acorazado. Vuelve entonces de su arrobamiento l´ ubrico. Comprende que en raz´ on de semejante cat´astrofe naval esta vez deber´ a quitarse las medias y la camiseta. El desastre es inminente. No es menester ser un estratega experimentado para reconocer la dif´ıcil coyuntura. Sin embargo, no se alarma por ello. Le reconforta aquel antiguo proverbio, de cuya veracidad jam´as ha dudado: «desafortunado en el juego, afortunado en amores». Va marcando con cruces los impactos propios y con circulitos los de su adversaria. El torso desnudo se balancea a impulsos de sus brazos musculosos, los que apoyados en la mesa o vaya uno a saber d´ onde, se ocupan en la realizaci´ on de diversas tareas. Ella le mira de soslayo el pecho peludito, las tetillas, los b´ıceps. . . Siente que un l´ıquido tibio corre por el canal de su vagina y se le escurre por el perin´e. Le gustar´ıa reclinar la cabeza sobre ese t´ orax palpitante y mantenerse as´ı por un largo rato, cobijada en los brazos de su amado. Minutos despu´es de ocurrido el infausto suceso la camarada le informa, no sin dejar entrever alguna satisfacci´on voluptuosa, que tambi´en ella acaba de perder un acorazado a manos del enemigo. El pobre se encontraba muy averiado. Tal hecho, aciago sin duda, compele a la mujer a desprenderse de 142

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na su sost´en. Lo revolea durante unos segundos, cual hondera balear, y al cabo lo arroja sobre el mont´ on de ropa que se ha ido formando en la mesa. —¡Ay. . . ! —exclama entretanto hace como que se tapa con las manitos. De s´ ubito se ruboriza, aunque ignora si ello es por verg¨ uenza o a causa de un motivo m´ as placentero. Las tetitas se agitan impacientes entre el pelo rubio que se le derrama por el pecho. Finalmente, al ser hundido su portaaviones, nave postrera de la aguerrida flota, el hombre se rinde a discreci´on. Aceptando como buen caballero que es las consecuencias de esta derrota, se despoja del solitario slip y lo lanza encima de la mesa. Queda as´ı por entero desnudo. La u ´ ltima prenda, algo manchada, descuella en la cima del mont´ıculo como corona de sus belicosas haza˜ nas. De un salto se pone de pie. Su pene r´ıgido, de sombrero lustroso, se bambolea seg´ un va hablando. A veces cae de ´el una l´agrima de amor. El vaiv´en de los grandes test´ıculos recuerda al badajo de una campana o a una pi˜ nata de cumplea˜ nos. Al menos as´ı le parece a ella, que se esfuerza en vano por apartar la mirada de tan inquieto objeto. (. . . y con ese palote extraer´e lo que hay dentro de ella. . . ¡Jijiji! )83 —¿Qu´e me vas a hacer, bomboncito? —interroga ansioso sopesando el noble instrumento con la palma de la mano. La mujer lo contempla sin parpadear mientras una sonrisa p´ıcara se le va dibujando en el rostro. Un pensamiento c´alido le rueda cabeza abajo, estrell´ andose contra los pliegues de su conchita jugosa. En el aire flota un olor primordial. Procura reprimir la pasi´ on que le embarga, o tal vez hacerla a´ un m´ as intensa. Sobreponi´endose a las solicitudes de sus instintos, con voz aguda y melosa atina a decir: —Sos mi prisionero. Te venc´ı en justa lid. . . —y r´ıe simulando que disfruta de las mieles del ´exito. Sin la menor dilaci´ on se acerca al hombre y le refriega el pecho con sus pezones. El miembro h´ umedo le roza el vientre al pasar. Todo el cuerpo se le estremece al contacto con esa carne mojada de deseo. Pero se contiene. Lo 83

S´ olo aquellos con serios trastornos de personalidad pueden tener una visi´ on obscena de la c´ opula. M´ as todav´ıa: lo que llamamos perversi´ on suele coincidir con alguna pr´ actica sexual que no nos gusta. En lo concerniente a nuestro asunto literario, creo pertinente se˜ nalar aqu´ı que la distinci´ on entre erotismo y pornograf´ıa constituye un prejuicio burgu´es. Tal calificaci´ on es antojadiza y propia de timoratos que pasan por liberales. (Nota del Editor.)

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´ nimo ano mira a la cara con ojos vidriosos, suspira profundamente y le da la espalda. Por un instante menea el trasero delante de ´el, en un remedo del popular Baile de la Pichicha; luego, con estudiada parsimonia, se pone el corpi˜ no y a continuaci´ on la blusa. Algo que provoca tanto placer no puede ser tomado tan a la ligera, piensa terminando de abrocharse. —Te doy la revancha, lindo. . .

THE END

144

´ ufrago - autobiograf´ıa parcial na

Figura 17: Certificado de viaje onom´astico de Nauf y Batichica a la Luna. El documento corresponde a una ´epoca posterior a la de la transfiguraci´on de la prodigiosa pareja en Dioses Consortes. Este aparente procronismo surge a ra´ız de que ellos viajaron de inc´ ognito.

145

´Indice de figuras 1.

Cebollas colgando de una viga . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

39

2.

Paila con jurel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

41

3.

55

4.

Maceta con planta de albahaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ´ Ultimo texto manuscrito del n´ aufrago . . . . . . . . . . . . . . .

5.

Canto rodado utilizado por el n´ aufrago para afianzar el techo del

78

cobertizo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

95

6.

Retrato del Nauf peludito hecho por Batichica . . . . . . . . . . .

98

7.

M´ ascara de soldar que usa la Diosa Consorte

8.

Dihue˜ nes fosilizados hallados en el zurr´on del Dios Consorte . . . . 104

9.

Petroglifo de la Cueva del Hato. Representaci´on de trilobites

10.

Texto hol´ ografo de la Diosa Consorte

11.

Hallullas amasadas por el Dios Consorte y cocidas al rescoldo . . . 111

12.

Consuelo divino

13.

Un beso a la intemperie, daguerrotipo hecho por el fot´ografo ingl´es

. . . . . . . . . . . 102 . . . 106

. . . . . . . . . . . . . . . 109

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

Robert Bridge . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120

14.

La afamada Victorinox empu˜ nada por Batichica . . . . . . . . . . 127

15.

Garabatos de la transfiguraci´on . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137

16.

Escape del p´ aramo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138

17.

Certificado de viaje onom´astico de Nauf y Batichica a la Luna . . . 145

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