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Aventuras de HERACLES
Aventuras de Heracles
Introducción Cuando el tebano Anfitrión marchó a la guerra, su esposa Alcmena quedó sola. Zeus la amaba y tomó la apariencia de Anfitrión para pasar la noche con ella. El fruto de esa relación fue Heracles. Al día siguiente regresó el verdadero Anfitrión, que engendró otro varón en Alcmena; de modo que ésta tuvo dos hijos gemelos: Ificles y Heracles, a quien, pese a ser hijo de una mortal, le estaba reservada la inmortalidad. Para aspirar a la eternidad, Heracles debía ser amamantado por Hera, algo imposible porque la diosa, conocedora de su origen odiaba al niño. Hermes puso a Heracles en el seno de la diosa cuando ésta dormía y, aunque se despertó y lo arrojó lejos de sí, no pudo evitar que probara unas gotas de su leche, el resto se difundió por el cielo: así nació la Vía Láctea.
Estando en su cuna, Hera envió a Ificles y a Heracles dos serpientes para que lo devorasen, pero el héroe las aferró con sus manos y las estranguló. La primera de sus innumerables hazañas la realizó a los dieciocho años, cuando mató a un terrible león que atemorizaba la región de Nemea. Desde entonces su vida se convirtió en un cúmulo de peripecias, de las que siempre lograba salir airoso, unas veces 3
con su astucia y otras con su fuerza sobrehumana. Heracles superó con éxito las doce pruebas que le impuso su primo Euristeo; acabó, además, con diversos seres monstruosos como el ladrón Caco o el gigante Anteo; abrió el estrecho de Gibraltar y participó en la expedición de los Argonautas.
Se casó varias veces, y tuvo cerca de setenta hijos. Estuvo particularmente enamorado de Deyanira, que iba a ser desposada con Aqueloo, el dios río, pero Heracles se la arrebató. Todavía tuvo que luchar por ella contra el centauro Neso, quien pretendió raptarla. Heracles lo derribó con una flecha envenenada. Antes de morir, el centauro Neso impregnó en su propia sangre la túnica que llevaba, entregándosela a Deyanira con el embuste de que dicha túnica tenía la virtud de avivar el amor perdido.
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Deyanira utilizó años después la túnica, creyéndose traicionada por Heracles. Cuando el héroe se la puso sufrió el efecto de la sangre envenenada del centauro; unos dolores espantosos se apoderaron de todo su cuerpo, que se abrasaba sin que se pudiera hacer nada para retirarse la vestidura funesta Al presentir su muerte, Heracles decidió inmolarse en una pira levantada en la cima del monte Eta. Sin embargo, Zeus no pudo consentir que su hijo muriera, y antes del desenlace fatal lo hizo subir hasta el Olimpo en una nube. Ya inmortal, Heracles se caso con la diosa Hebe. Heracles se casó con Mégara, hija del rey de Tebas, y tuvo con ella varios hijos. La diosa Hera, que odiaba a Heracles por ser hijo de Zeus, le envió un acceso de locura. Fuera de sí, Heracles mató a sus hijos arrojándolos al fuego o, según otros, abatiéndolos a flechazos. Atenea, finalmente lo dejó dormido. Al despertar, Heracles se horrorizó por su acción y quiso suicidarse. Aunque Teseo se lo impidió y se lo llevó a Atenas. Heracles debía expiar este crimen, por involuntario que hubiese sido. El oráculo de Delfos le ordenó que se pusiese a servir a su primo Euristeo, rey de Argos, durante doce años.
Euristeo era un personaje apocado que envidiaba a Heracles y lo temía hasta el punto de hacerse un caldero de bronce para refugiarse en caso de necesitad. Le impuso doce trabajos y le exigió que le trajese pruebas de haberlos realizado.
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Los doce trabajos de Heracles I El León de Nemea
La región de Nemea estaba siendo asolada por un monstruoso león, hijo del gigante Tifón y hermano de la esfinge de Tebas. Heracles fue a su encuentro y le lanzó todas sus flechas hasta darse cuenta de que su piel era invulnerable. Después lo acometió con su maza, haciéndolo retroceder hasta su cubil. Allí lo agarró con sus manos y lo estranguló. Con las propias garras del león, Heracles lo despellejó y con su piel se hizo una capa. II La hidra de Lerna
La ciudad de Lerna era devastada sin tregua por otro vástago de Tifón, la hidra. Era una especie de serpiente con muchas cabezas, que algunos afirmaban que eran humanas; exhalaba un aliento pestífero por sus fauces, capaz de matar al que se acercase. Heracles fue cortando una por una las cabezas de la hidra, al tiempo que su amigo Yolao, iba cauterizando las heridas de la hidra para impedir que de ellas brotaran nuevas cabezas. Muerto el monstruo, Heracles impregnó con su sangre las flechas que llevaba para hacerlas venenosas. 6
III El jabalí de Erimanto
En la región de Erimanto, en Arcadia, un terrible jabalí atemorizaba a las gentes. Heracles lo fue hostigando con sus gritos obligándolo a huir; cuando lo tuvo fatigado, en el bosque de Erimanto, lo apresó y se lo llevó vivo a Euristeo, quien al verlo corrió a esconderse en su caldero de bronce.
IV La cierva de Cerinia
Una de las ciervas de Ártemis se había refugiado en el monte Cerinia. Era una cierva sagrada de la que se decía que tenía cuernos de oro y pezuñas de bronce; su velocidad era, además, extraordinaria. Euristeo le mandó a Heracles que la cazara. El héroe corrió tras ella, infructuosamente durante un año, hasta que logró herirla levemente con una de sus flechas; entonces le dio alcance y la capturó. De camino a Micenas, Ártemis y Apolo le reprocharon a Heracles el sacrilegio cometido, pero él se excusó contándoles el encargo de Euristeo, y le dejaron proseguir. 7
V Las aves del lago Estínfalo
En un bosque situado a orillas del lago Estínfalo, en la Arcadia, vivían en gran número ciertas aves con fama de antropófagas; sus garras eran terribles y tenían alas, cabeza y pico de hierro; se decía que eran capaces de arrojar sus plumas aceradas como si fueran flechas. Haciendo sonar un címbalo, proporcionado según unos por Atenea y, según otros, por Hefesto, Heracles produjo un gran estruendo, que las asustó y las hizo salir del bosque; una vez fuera de la espesura, las abatió a flechazos.
VI Los establos del rey Augias
El rey de Elis, Augias, tenía un rebaño de miles de vacas, heredado de su padre, Helios, pero no se ocupaba de cuidarlas, y en los establos se acumulaba el estiércol desde hacía
muchos años, infectando la región.
Heracles recibió el encargo de limpiar toda la inmundicia; para ello se le ocurrió desviar el curso de los ríos Alfeo y Peneo, haciendo que sus aguas pasaran por los establos de Augias, que de este modo quedaron limpios en una sola jornada.
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VII El toro de Creta
Posidón envió a la isla de Creta un toro que, recién salido del mar, fue capturado por el rey Minos (éste sería el toro del que se enamoraría Pasifae, concibiendo de él al Minotauro). El toro debía ser un sacrificio para Posidón, pero Minos lo sustituyó por otro, provocando el enfado del dios, que hizo que su toro se volviese furioso e indomable. Entretanto, Euristeo le impuso a Heracles que viajase a Creta y le trajese dicho toro. Ya en Creta, Minos le dio permiso a Heracles para que se lo llevase, siempre y cuando lo hiciera él solo. Heracles ató al toro furioso y se lo llevó consigo a Euristeo.
VIII Las yeguas de Diomedes
Diomedes era un rey de Tracia, que luchó en la guerra de Troya. Poseía en sus establos cuatro yeguas salvajes a las que había acostumbrado a comer carne humana, avivando su ferocidad con el hambre. Para domarlas, Heracles no dudó en arrojarles a su propio dueño; una vez saciada su hambre no tuvo mayor problema para guiarlas. 9
IX El cinturón de la reina Hipólita
Por orden también de Euristeo, y para contentar a su hija Admete, Heracles debía someter a las amazonas, temibles mujeres guerreras, y llevarle en prueba el cinturón de su reina, Hipólita. Dicho cinturón simbolizaba el poder de la reina sobre su pueblo y había sido un regalo de Ares. Hipólita se avino a entregar a Heracles su cinturón, pero temiendo un engaño el héroe dio muerte a la reina.
X Los bueyes de Geriones
Geriones era un gigante de tres cabezas que vivía en la lejana isla de Eritia, en Iberia. Poseía inmensos rebaños de bueyes, guardados por el boyero Euritión y por el perro Orto. Para cumplir la orden de Euristeo de robarle a Geriones sus bueyes, Heracles se dirigió a Eritia y mató primero al boyero y al perro, y luego se enfrentó a Geriones, que acudía en ayuda de sus servidores. Heracles lo derrotó, y se llevó sus bueyes a Grecia. 10
XI El can Cerbero
Heracles bajó a los Infiernos para cumplir otra de las pruebas que le impuso el rey Euristeo. Debía encadenar a Cerbero, el perro de tres cabezas que guardaba los Infiernos, y traérselo al rey. Heracles se presentó ante Hades y éste le autorizó que se llevara a Cerbero, pero sin utilizar armas. Heracles agarró al perro por el cuello y, aunque se defendió tenazmente, lo redujo y se lo llevó a Euristeo. El rey corrió a esconderse, y Heracles devolvió a Cerbero a los Infiernos.
XII Las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides
Las Hespérides eran tres hermanas; se las tenía por hijas de la Noche. Vivían en un lejano lugar de Occidente, donde vigilaban un Jardín maravilloso con la ayuda de un dragón. En el Jardín crecían unas manzanas de oro que Heracles debía conseguir para Euristeo. En su viaje, Heracles liberó al Titán Prometeo, que se hallaba encadenado por orden de Zeus. Agradecido, Prometeo le aconsejó no tocar las manzanas con sus manos, sino que lo hiciera el gigante Atlas por él. Atlas ayudó a Heracles cogiendo las manzanas, mientras éste lo sustituía sujetando la bóveda celeste con sus espaldas. 11