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AZNAR FERNANDEZ-MONTESINOS. Federico. Entender la guerra en el siglo XXI. Capítulo I. CAPÍTULO I FILOSOFÍA DE LA GUERRA1
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Átrida, rey de hombres, y el divino Aquiles. ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? (La Ilíada, Canto I) Decía Dilthey que “a la naturaleza se la explica, al hombre se le comprende.” Por eso, un buen referente para el estudio de las pasiones del alma humana son los clásicos de la literatura de la Grecia Antigua; en ellos comparten escenario dioses y hombres, tan sólo diferenciados por una cuestión de capacidades.
La guerra, el conflicto supremo, como no podía ser de otra manera, es un lugar recurrente en las trayectorias vitales de muchos héroes clásicos. La Ilíada, por ejemplo, es un canto a la cólera de Aquiles, en la que dioses y hombres tienen su papel, pese a que la religión no tenga ninguno.
Y es que el mundo griego atendió, en su momento, las esencias de los problemas que se le plantean al hombre de hoy. Así, uno de los mitos más conocidos es el de los dientes del dragón, con el que se puede explicar la naturaleza violenta que subyace en el alma humana.
Jasón, por indicación del rey Eetes, aró un campo y sembró los dientes de dragón que aquél le había entregado; al poco, éstos se transformaron en hoplitas (llamados spartoi, literalmente “los hombres sembrados”). Pero siguiendo los consejos de Medea, la hija de aquél, les lanzó piedras entre medias haciendo que se mataran mutuamente. Este mito plasma la visión belígena de una parte de la sociedad griega, pero también sirve de plataforma para exponer la superioridad de la inteligencia sobre las pasiones.
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Este capítulo es desarrollo de otro titulada “La violencia organizada: Guerra y conflicto como espacio de geometría variable” publicado en el número 31/2008 de la Revista Sociedad y Utopía.
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Haciéndose eco de visiones como ésta, Robert Kagan utiliza a los dioses Marte y Venus para escenificar los modelos de abordaje de los conflictos seguidos por norteamericanos y europeos, con roles claros y perfectamente diferenciados. Aunque el futuro parece ser de Atenea, protectora de la democracia ateniense, diosa de la inteligencia, el lenguaje, el diálogo y, también, de la guerra; ella está llamada a despuntar por su carácter de diosa integral.
La religión históricamente se ha utilizado para vehicular luchas por el poder y conflictos de naturaleza profana realmente ligados, entre otros factores, a la asimetría y a bajos estándares de desarrollo; hasta los descreídos griegos tuvieron “guerras religiosas”. Con todo, son los hombres y no los dioses los que crean los conflictos y también los que los resuelven; la manzana de Eride, diosa de la Discordia, siempre la recogen los seres humanos.
La Casa de Atreo, el trono de los átridas, se encuentra transversalmente unida a muchas de las tragedias y obras épicas de ese periodo, a las que aporta personajes como Agamenón, Clitemnestra, Menelao, Orestes, Ifigenia, Helena, Electra, Pélope….. héroes arrebatados, abandonados a la pasión a la vez que víctimas de un destino tejido en lo más alto y que no son capaces de controlar.
Es la hybris (en griego ὕϐρις húbris), la desmesura, el arrebato, la pasión tantas veces ligada a la enfermedad. El proceder desmedido de muchos héroes clásicos los convierte en estereotipos, en patrones que encarnan distintos factores polemológicos, además de casos paradigmáticos del psicoanálisis, como recogería Freud en sus trabajos. Griega es la contraposición entre violencia (bios) y justicia (diké) y también la asociación entre paz (eirene) y justicia (diké).
Los personajes de la Ilíada no son ajenos a los deseos de rapiña y expolio; Agamenón encarna la pasión por el poder, Ifigenia el triunfo de la razón de Estado, Aquiles la pugna por la gloria, Ayax es la fuerza; Ulises hace de la guerra “el arte del engaño”. En la Orestiada se encuentra un primer planteamiento de los conflictos de género, saldado entonces en beneficio del varón. Muchas otras historias, como los Argonautas, encarnan una visión de la guerra como aventura.
La guerra, como apuntaba Nietzsche combina una suerte de elementos apolíneos y dionisíacos; lo dionisíaco aporta exhuberancia, fusión y embriaguez, siendo éste el
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elemento predominante, mientras lo apolíneo, como la estrategia,2 representa, serenidad, individualización y forma. Porque debe quedar claro que los griegos3 presentan la guerra en toda su extensión y crueldad, no tratan de justificarla – sus dioses no siempre son justos, para algo son diosessimplemente la exponen; sus héroes no encarnan la parte positiva de una visión maniquea, sino que aúnan gallardía y vileza. Hoy, y de la mano de autores griegos, resuena todavía el lamento de las mujeres de Troya4 por la destrucción, el derramamiento de sangre, la angustia y el sufrimiento traídos por la guerra.
1.- LA POLEMOLOGÍA COMO CIENCIA.
Polemos, en griego, significa lucha, guerra. Si antes la historia se entendía como una sucesión se monarcas, guerras y batallas, hoy esta palabra está demonizada. Su uso ha quedado proscrito y su nombre incómodo para los que lo utilizan, por las connotaciones e implicaciones de todo tipo que la acompañan. No obstante, paradójicamente, es un término de referencia, porque la guerra no ha quedado “fuera del espacio euclidiano” como pronosticaba Umberto Eco.
Y es que con el silencio se trata de conjurar la guerra, pero sin embargo, se la convoca cada vez que se habla de paz. Ello sucede por la alteridad dialéctica de los conceptos que trae consigo la armonización de los opuestos; de este modo, cuando se invoca a un término implícitamente también se llama a su contrario, por la simple razón de que se conjugan simultáneamente. Una estabilidad prolongada provoca deseos de ruptura integrando guerra y paz en un mismo espacio.
Es capital, consecuentemente, tener en consideración que tanto la guerra como la paz tienen la misma finalidad y, por tanto, no son ni pueden ser conceptos antinómicos. De hecho, si lo fueran sería válido el dictum de Clemenceau, “la paz no era más que la continuación de la guerra.”
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La definición de Estrategia para Beaufre es “el arte de la dialéctica de las voluntades empleando la fuerza para resolver su conflicto. Su objetivo es alcanzar la decisión creando y explotando una situación que provoca una desintegración moral del adversario para obligarlo a aceptar las condiciones que se le quieren imponer” 3 Ciudadanía y libertad eran términos, muchas veces, asociados al servicio de las armas en el mundo clásico. Así filósofos como Sócrates o Platón fueron soldados orgullosos de su condición. 4 Eurípides escribió ”Las Troyanas” un alegato antibélico en el que se describe los padecimiento de las mujeres de Troya tras la toma de la ciudad. También merece reseñarse la obra de Aristófanes “ Lisístrata” heroína que convence a las mujeres de Atenas de que nieguen sus favores a sus maridos para que desistan de ir a la guerra.
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El voluntarismo, el ánimo de trabajar en positivo, no puede ignorar la realidad por más que pretenda transformarla ya que, al ser autónoma, subsiste por sí misma, y lo que se está propiciando es que acabe por imponerse de un modo abrupto y hasta descontrolado; es más, a veces, la paz sirve como excusa para justificar otros propósitos más espurios y menos idealistas. El camino, pues, pasa por la máxima husserliana de “ir a las cosas mismas sin supuestos.”
La paz es la piedra de toque de múltiples convocatorias. Estudios, conciertos, saludos, deseos, canciones… cuando, en términos generales, la paz se instaló en Europa occidental en 1945; los 252 conflictos que, según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), se han producido en el mundo entre 1946 y 2006, han transcurrido en su periferia.
Y llama la atención este hecho, por lo demás, común a toda la sociedad occidental, cuanto que el permanente deseo de mejora y perfeccionamiento que habitualmente acompaña a todos los anhelos humanos, de común, debiera hacer deseable aquello que no se tiene; en esta línea, un deseo más sublime aun que el de “paz” sería el de “felicidad”, aplicable a la sociedad globalmente o como conjunto de agregados. Abundando aún más, la paz, históricamente, se ha situado en la escala de valores por debajo, y aún subordinada, a valores como la libertad.
Gandhi, por ejemplo, considera que es imposible que en el mundo no exista un cierto grado de violencia. De hecho, considera que la violencia es mala porque “sus aparentes ventajas, a veces impresionantes, no son más que temporales mientras que el mal que ocasiona deja sus huellas para siempre.” Lo que trata es de reconducir esa violencia a otras formas de enfrentamiento que encarnan “una movilización de los espíritus tan fuerte como en el caso de guerra” y que, dicho sea de paso, no tienen nada de pasivo; de hecho rechaza la denominación de resistencia pasiva para su movimiento.5
Pero el debate no es nuevo; algunos autores opinan que el siglo XX, en las postrimerías del llamado Derecho Internacional Clásico, ha originado un
“pacifismo jurídico”; se han
desarrollado notables esfuerzos para obligar el recurso obligatorio a los medios jurisdiccionales en la solución de los contenciosos interestados. El problema es que la guerra pertenece al plano político.
Comte y Spencer ya habían anunciado la muerte de la guerra durante el siglo XIX; el 27 de agosto de 1928 quince Estados, entre los que se encontraban Alemania, Estados Unidos o Francia y al que se adheriría España, suscribieron el acuerdo Briand-Kellog, por el que 5
Gandhi. Opus citada, p. 139.
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condenaban la guerra, renunciando a ella como instrumento político, prohibición ésta más tarde recogida por la Constitución española de 1931.6 No obstante, el siglo XX será el más catastrófico de todos en términos de violencia.
Desde el punto de vista técnico jurídico, a los desacuerdos entre Estados sobre aspectos de hecho o de Derecho que tienen existencia objetiva, con independencia de su reconocimiento formal por las partes, se les denomina controversias internacionales; tienen aspectos jurídicos y políticos lo suficientemente circunscritos como para prestarse a pretensiones claras, esto es, susceptibles de un análisis racional.7
El Derecho Internacional, no impone una obligación de resultado, o lo que es lo mismo, los Estados no se encuentran obligados a encontrar solución a sus problemas mutuos; lo que sí pesa sobre ellos es una obligación de comportamiento, a llegar de buena fe y con espíritu de cooperación a una solución rápida y justa de la controversia.
Y si en el Derecho Internacional Clásico existía una libertad de medio, en el Contemporáneo el límite infranqueable es el principio que prohíbe el uso o amenaza de la fuerza, aunque de esa forma se le libera de tener que someterse a la jurisdicción obligatoria de un tribunal, lo que no siempre interesa a la parte políticamente más poderosa. Como dijera Cicerón “inter arma silent leges.” No obstante, los modelos post-modernos, e incluso post –heroicos, que se han instalado en buena parte de las sociedades de Occidente rechazan el sacrificio de una vida humana en cualquier caso.8 Desde la perspectiva de Ulrike Meinhof, una terrorista,”lo único que desean (los alemanes) es un poco de laca, unas vacaciones en España y un cuarto de baño alicatado.”9 Luttwak sostenía al respecto “como han demostrado numerosos estudios históricos, la muerte en el pasado era una parte mucho más normal de la experiencia humana y no se limitaba a la desaparición de los más viejos.” Aunque tal vez estas apreciaciones sean de nuevo reedición del célebre dictum de Cicerón “O tempora, o mores ¡”10
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Título preliminar, Artículo 6. “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”. http://www.ateneo.unam.mx/textoconstitucion.htm 7 Pastor Ridruejo, José A. Curso de Derecho Internacional público y organizaciones Internacionales. Editorial Técnos, Madrid 1994, pp. 601 y ss. 8 Luttwak, Edward N. Parabellum. Siglo XXI de España Editores, Torrejón de Ardoz 2005, p. 106. 9 Hoffman, Bruce. Historia del terrorismo. Espasa Calpe 1999, p. 116. 10 Cicerón. Primera catilinaria “¡Oh tiempos, Oh costumbres¡” año 63 A.D.
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Occidente prácticamente ya no hace guerras, y presenta muchas veces sus conflictos como crisis, cuando no como operaciones de imposición de la paz – una singular aporía efectuadas con todos los medios necesarios, por más que tal denominación carezca de cartas de naturaleza que la avalen. El gran metarrelato justificativo (en otros tiempos) de los “Ejércitos conquistadores” ha desaparecido y el metarrelato emergente es el de los “Ejércitos para la paz.”11
Contra lo que pueda pensarse, un mayor nivel de civilización no tiene por que estar asociado a un menor nivel de violencia (es más, los hechos apuntan en otra dirección) tanto como a un mayor nivel de sofisticación. Y es que, glosando y desarrollándolo hasta sus dimensiones extremas el célebre aforismo de Clausewitz, “descartar la guerra a priori también es recortar las posibilidades de la política.”12 Semejante renuncia tiene sus costos y es peligrosa, además de no ser realista; una suerte de wishful thinking. La agresividad,13 a juicio, de R.G. Green14 puede ser colérica o instrumental. La primera tiene por objetivo hacer daño, mientras la segunda es un medio que sirve a otro objetivo. El antropólogo Marvin Harris sostiene que la guerra no se hace por divertimento ni es resultado de la agresividad, sino de la necesidad.15 Michael Walzer va más allá y considera que, si la guerra es continuación de la política, la cultura militar es continuación de la cultura política.
Podría entonces concluirse que estudiando la paz se puede evitar la guerra. Pero también es una afirmación errónea, y lo es tanto porque los límites de uno y otro concepto no coinciden exactamente, como porque ésta cuenta con una lógica propia, diferente y no opuesta a la lógica de la paz. Por consiguiente, para conocer la guerra hay que estudiar la guerra. Liddell Hart y Bouthoul ya lo señalaron, parafraseando el célebre aforismo romano de Vegecio16 llegan a vaticinar, “si quieres la paz, conoce la guerra.”17
Lo concluido parece una verdad de perogrullo pero, pese a su naturaleza real y sustancial, prejuicios atávicos y el temor a tener que incurrir en afirmaciones no políticamente correctas 11
García Caneiro, José y Vidarte Francisco Javier. Guerra y filosofía. Tirant Lo Blanch, Valencia 2002, p. 203. Barcenas Medina, Luís Andrés. Dialogo intercultural y religión. Fundación Internacional Oloff Palme III Encuentro de la Murtra. 22 de septiembre de 2007. 13 Citando a K. Lorenz, “la agresividad es una disposición natural más o menos desarrollada según el carácter de los seres, mientras la hostilidad es emocional y de carácter transitorio, que no tiene que ser compartido por los dos antagonistas.” (VV. AA. Apuntes de Polemología. Escuela Superior del Ejército, Escuela de Estado Mayor, Documento de Trabajo del Departamento de Estado Mayor 1999, Capítulo II) 14 Green, R.G. La Agresividad Humana. citado en VV. AA. Apuntes de Polemología. Opus citada, Capítulo VIII 15 Harris, Marvin. Introducción a la antropología general. Editorial Alianza, Arganda del Rey 1999, p. 468. 16 “Si vis pacem, para bellum”. Vegecio Renato, Flavio. Instituciones Militares. Ministerio de Defensa 1988. 17 Citado así por Michael Howard en Las causa de los conflictos y otros ensayos. Ediciones Ejército, Madrid 1987, p. 51. También Gaston Bouthoul, hace uso de ella. Tratado de Polemología. Ediciones Ejército, 1984 p. 58. 12
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disuadieron durante años al mundo académico, al menos en España, de sumergirse decididamente en su estudio, aunque las cosas parece que han comenzado a cambiar. Recordando a León Trotsky: “tal vez no te interese la guerra, pero a la guerra le interesas”, ya que “la guerra no es una aberración de la vida humana…sino una parte integral de la historia de la civilización.”
Del estudio de la guerra se ocupará la Polemología, término acuñado en una fecha tan tardía como 1945, por un pacifista, el sociólogo francés Gastón Bouthoul; su cometido consistiría, según sus palabras, en “el estudio objetivo y científico de las guerras como fenómeno social susceptible de observación.” Frente a ella se encuentra la Irenología que etimológicamente significa el estudio de la paz y se ocupa del otro lado.
Lo cierto es que hasta la Segunda Guerra Mundial (SGM) los numerosos pensadores que se habían aproximado a la guerra lo habían hecho desde la filosofía, la ética o la estrategia, pero no mediante el estudio sistemático y científico del conflicto desde un punto de vista holístico, de modo que puedan abordarse sus causas, su desarrollo y la gestión del postconflicto, sin ignorar el marco en que se produce.
En cualquier caso, y aunque no todo lo que debiera en nuestro país, la Polemología está singularmente vigente si se considera la cantidad de instituciones y organizaciones dedicadas al estudio y prevención de los conflictos existentes en la actualidad.
Para alcanzar este fin, la Polemología se presenta como una ciencia social de naturaleza interdisciplinar, con todos los rigores asociados a la palabra “ciencia” y con todos los complejos del apellido “social”. Merece reseñarse que Clausewitz sostenía que la guerra “no pertenece al ámbito de las artes ni de las ciencias, sino que forma parte de la existencia social humana”, aunque opina que “la expresión “arte de la guerra” es más adecuada que “ciencia de la guerra.” Villamartín, por su parte, sostenía que “la guerra es un fenómeno natural, a la vez que social; aparece con el hombre germina en la familia, crece con la tribu y llega a su apogeo con la nación, continuando así la marcha misma de la sociedad, sometida a la indeclinable ley de progreso.”
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La tradición japonesa del ikebana19 recuerda que quien arregla
bellamente ramos de flores, también sabe desplegar Ejércitos.
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Arte de componer de ramos florales.
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Para ello, estudiará el pasado haciendo uso de la historia, la arqueología, la antropología…. Al mismo tiempo utilizará las herramientas de la Etiología, Sociología, la Ciencia Política, las Bellas Artes o la Psicología Social para comprender el presente en tanto que acto social - y explorar las dimensiones de lo humano – con el fin de tratar de hacer prospectiva.
Llegados a este punto conviene preguntarse acerca de qué es la guerra. El problema es que definir significa etimológicamente dar límites, pretendiendo acotar lo que no quiere ni se deja. Categorizar en estos casos es siempre una tarea compleja, cuando no sencillamente imposible.
2.- HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA GUERRA.
La guerra no es un concepto estático; sus límites, además, son imprecisos en la medida en que no los marca necesariamente la violencia. Definir la guerra supone navegar por la Escila de la vaguedad y el Caribdis de un purismo que permanentemente exige de definiciones, cuando además el concepto ha sufrido un proceso de evolución. Así, Sir Michael Howard señalaba que “para Luís XIV y su corte la guerra era, al menos en sus primeros años, poco más que una variación estacional de la caza. Pero en el siglo XVIII dejó de ser ese el talante. Para Federico el Grande, la guerra tenía que ser, ante todo, función de Staatspolitik y desde entonces no ha cambiado esa idea.”20 Desde un punto de vista lingüístico el término guerra tiene acepciones que van desde el campo político-social hasta el individual y moral. En el diccionario de la Real Academia Española (RAE), la definición de guerra incluye un amplio abanico de actividades, desde cualquier combate moral hasta la lucha armada.
La guerra es, en sí misma, mutación, cambio, superación. Con la guerra se abren los caminos que se encuentran bloqueados; no pocos de los avances acaecidos en la historia de la humanidad (no sólo tecnológico sino de todo tipo) se han producido estimulados por este estado de necesidad. Es la violencia partera de la que hablara Marx “la violencia es la comadrona de la nueva sociedad. Los disturbios sangrientos son la necesidad frecuentemente ineludible del desarrollo” y Sorel lo remata al decir que “la violencia es un fenómeno originario de la vida y no necesita el beneplácito del derecho y el ideal. La violencia cumple la única función creadora de la historia…es la gran pasión, la íntima fuerza mística y el poder reconstructor, esencialmente irracional y precisamente por ello puro y auténtico.”
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Howard, Michael. Las causa de los conflictos y otros ensayos. Opus citada, p. 36.
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Desde un punto de vista organicista, es asimilada a la tipología de fenómenos animales de acumulación lenta de energía a la que después sigue su descarga brusca. En otros términos, la guerra supone el rápido consumo de un capital humano acumulado. Clausewitz, por su parte, define la guerra, como un “duelo,”
un combate singular
amplificado, en esencia un “acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad,” tesis con la que aúna medio (la fuerza) y también el fin; a ello añade “que la guerra es un pulso de energía de fuerza variable y por tanto variable también en cuanto a la rapidez con que estalla y descarga su energía.” En el siglo XIX, el desarrollo de las teorías darvinistas21 de evolución de las especies y su aplicación al ámbito de las relaciones humanas, trajo una visión deseable de la guerra como ley de vida, una suerte de mecanismo para subyugar a las naciones inferiores o rematar a los imperios moribundos introduciendo así a sus pueblos en un nuevo ciclo. Esto es, una crisis de la que se deriva una reordenación de las Relaciones Internacionales con una nueva puesta en valor de unos y de otros. Como asegura Cousin: “cuando la idea de un pueblo ha caducado, este pueblo desaparece y está bien así; pero no cede el lugar sin resistencia: de ahí la guerra. Hay que aplaudirla y glorificarla. El vencido siempre se merece serlo; acusar al vencedor y tomar partido en su contra es tomar partido contra la Humanidad y quejarse del progreso de las civilizaciones.”22 Se trata, pues, de una nueva formulación de la white man burden, la carga del hombre blanco, que de modo contradictorio asocia poder y derecho en su discurso interior y lo sustentan en la moralidad para su formulación exterior.
Compartían, de este modo, la visión positiva de la guerra que la señala como uno de los principales motores de evolución. Mahan, por ejemplo, veía en la guerra una “ley de progreso” como también lo hacia Renan. Cyril Fall llegaría a afirmar:”surgen de la guerra grandes y nobles ideas. Las más altas aspiraciones que el hombre siente por el hombre, arraigan y florecen en su fango, del mismo modo que las rosas pueden crecer en sus estercoleros.” 23
Nietzsche, que veía en el siglo XX el siglo de la guerra, diría que la guerra embrutece al vencedor y envilece al vencido, aunque considera como aspectos positivos que “barbariza en los dos sentidos citados y la hace por tanto más natural; para la cultura es sueño o invernada, de ella sale el hombre más fuerte para el bien o el mal.” Los horrores de la Primera Guerra Mundial pondrían coto a este tipo de percepciones. 21
La frase “la supervivencia de los más aptos” formulada en estrictos términos biológicos fue trasladada a la esfera política dando cuerpo doctrinal a formulaciones preexistentes. Darwin, Charles. “El Origen de las especies” en www.librosenred.com/libros/elorigen de las especies. 22 Verstrynge, Jorge. Una sociedad para la guerra. CIS, Madrid 1979, p. 25. 23 Fraga Iribarne, Manuel. Guerra y conflicto social. Opus citada, p. 43.
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Después, otros24 insistirán en su naturaleza total y violenta; pero no hay pleno acuerdo entre ellos (en sus definiciones) respecto así, por ejemplo, el terrorismo o la llamada guerra asimétrica son, o no, formas de guerra, porque en su momento no se habían desarrollado plenamente.
Clausewitz hablaba de “guerra absoluta”, concepto este completado y superado por la “guerra total” de Ludendorff. Si el primero consideraba la guerra como una prolongación de la política y lo militar como su instrumento. La siguiente fase, encabezada por Luddendorf, fue la subordinación de lo político a lo militar.
Como características comunes a estas definiciones cabe señalar su carácter sangriento, su naturaleza colectiva y total y su desarrollo en el ámbito de sociedades: requiere de un encuentro activo entre fuerzas enfrentadas y de un importante de grado de organización, porque la organización guerrera no puede deslindarse fácilmente de la social, al igual que la tecnología de las armas no puede hacerlo de los utensilios. Por ello, sólo a partir del Neolítico resulta apropiado hablar de guerras; es más, las primeras huellas indiscutibles de este fenómeno son de la edad del bronce.
En cualquier caso, la guerra también es expresión de la existencia de una relación. Entre los imperios romano y chino no había guerra, porque tampoco existía relación directa alguna. Paneblanco, califica la guerra como “la principal institución del sistema político internacional”. Sería así un reajuste de las relaciones entre dos grupos sociales organizados, que no las interrumpe sino que les añade una dimensión suplementaria la cual se materializa a través de la violencia.
Es más la guerra, en cuanto que forma de relación precisa de todos los elementos que caracterizan el diálogo al que se añade violencia: reconocimiento, alteridad, empatía, interacción… 3. GUERRA Y POLÍTICA. 24
Von Bogulawaski define la guerra como “un combate sostenido por una agrupación de hombres, tribus, naciones, pueblos, o estados contra una agrupación similar”, Quincy Wright la define como “un conflicto simultaneo de Fuerzas Armadas, de sentimientos populares, de dogmas jurídicos y de culturas nacionales” y Marvin Harris como “un combate armado entre grupos de personas que constituyen agrupamientos territoriales o comunidades políticas diferentes” o “ guerra es una lucha armada entre agrupaciones políticas organizadas”. Citas correspondientes a la conferencia impartida en el CESEDEN Introducción a la Polemología, septiembre de 2008, Bouthoul, Gaston. Tratado de Polemología. Opus citada, p. 103, Harris, Marvin. Introducción a la antropología. Opus citada, p.392 y Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Opus citada, p. 62.
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De lo dicho hasta ahora se puede deducir que la naturaleza de la guerra es instrumental, ya que, como apuntaba Clausewitz, sirve a un objetivo político: “el objetivo de la acción guerrera es un equivalente del fin político” tesis en la que se subrogarán explícitamente Lenin (que llegaría a sostener que la guerra es el principal instrumento de la política) y Mao que insisten en la naturaleza determinante y vertebral del objetivo político. Para el mundo soviético guerra, revolución, política y sociedad son inseparables.
La guerra no tiene sentido en sí misma; tiene una finalidad y un sentido político, es la política quien marca el “para que” de la guerra. Y en este sentido la naturaleza de los fines está afectada por la naturaleza de los medios. El medio es la guerra; si la guerra es brutal, desmedida, sin límites, probablemente los fines políticos se verán afectados por la brutalidad y la falta de medida. Una guerra total da paso a una victoria total, pero también a una derrota total.25
La guerra es por encima de todo un acto político, un instrumento de la política; se encuentra al servicio de otros fines. La finalidad de la guerra es la paz entendiendo esta como la nueva situación política generada tras el conflicto. La guerra supone un enfrentamiento de poderes y no es un acto ético, ni justo, ni legal…. ni siquiera militar; y cualquier análisis que se emprenda desde estos planos sin resultar falso es incompleto: la guerra es ciertamente una Institución de Derecho Internacional Público, pero es algo más que eso. Es un acto político que atendiendo a su dimensión integral, supera y desborda cualquiera de de los planos considerados. Entre los primeros actos realizados por los británicos durante la guerra de las Malvinas fue la incautación de los bienes británicos argentinos en las islas.
Por consiguiente, en todo conflicto debe existir una clara subordinación de la acción militar a la acción política, porque sin control político se puede llegar a la desmesura de una guerra absoluta y sin sentido. Como Clausewitz decía “el acto primordial, el principal y más decisivo del juicio que ejercen el estadista y el general, es comprender rectamente la guerra que emprenden, no tomándola por algo o desear convertirla en algo totalmente imposible por su propia naturaleza.” 26 No obstante Ludendorff, tras la PGM, aduciendo que no se le habían facilitado todos los recursos posibles para la guerra, llegó a propugnar que la política debía subordinarse a las necesidades de la guerra, invirtiendo con ello la célebre ecuación de Clausewitz y subordinando la sociedad a la herramienta. 25 26
González Martín, Andrés et al. Evolución del pensamiento estratégico. Opus citada. Clausewitz, Carl Von. De la guerra T I. Opus citada, p. 183.
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Pero la absoluta militarización de la guerra conduce a la transformación del combate en un fin en sí mismo; la guerra no se entiende así como una situación excepcional o extraordinaria sino como el estado natural y el final; no es entonces la excepción sino que es la ausencia de guerra, la paz, la que se presenta como un estado excepcional. En las nuevas guerras la política impregna todos los niveles, hasta el extremo de que fenómenos como el terrorismo se desarrolla en base a acciones tácticas diseñadas para influir polticamente. En palabras de Kissinger: “El requisito previo de una política de guerra limitada es volver a introducir el elemento político en nuestro concepto de la guerra y descartar la idea de que la política termina al iniciarse el conflicto o que la contienda puede contener otros objetivos que los normales de la política nacional.”27 En el extremo opuesto, la guerra total tiende simultáneamente tanto a la autonomía de lo militar (a la separación entre el poder civil y el mando directo de los Ejércitos - la unidad de mando tan propia, como se verá, de las
guerras de Primera Generación -, ante la
complejidad de la situación y su carácter técnico, lo que ha generado graves problemas de coordinación) como a integrar aspectos económicos y sociales.
Con términos como bonapartismo, pretorianismo, militarismo se alude a la preponderancia de lo militar sobre la sociedad civil. El militarismo sería así, utilizando la definición de Radway ”la doctrina o sistema que valora positivamente la guerra y atribuye a las Fuerzas Armadas primacía en el Estado y sociedad. Exalta una función – la aplicación de la violencia – y una estructura institucional: la organización militar. Implica, a la vez, una orientación política y una relación de poder”. 28 Es decir supone simultáneamente, una valoración positiva de la guerra, sentimiento éste que acaba por racionalizarse a sí mismo y expresar tan sólo la preponderancia de lo militar aun sin guerra; como apunta García Caneiro al comentar el trabajo de Schmitt ”el suplemento de la guerra que se añade a lo político acaba desbancando aquello mismo que ha venido a suplementar.”
Es la política la que en última instancia fija los límites, las restricciones, las condiciones. Sin la política no puede entenderse la guerra. Es más, los límites no los imponen los medios, es decir las operaciones militares, los imponen los fines, es decir los objetivos políticos, aunque ciertamente los objetivos están condicionados por las opciones que hacen posibles
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Fuller, J.F.C. La dirección de la guerra. Opus citada, p. 290. Pastor Verdú, Jaime. La evolución del marxismo ante la guerra y la paz. Opus citada, p. 15.
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los medios. Los límites del campo de batalla los debe fijar la política. Si la política no fija los límites de la guerra, la guerra además de total, se tornará absurda.29 Todo es cálculo, aunque como Churchill afirmaba “el estadista que se abandona a la fiebre bélica debe saber que una vez dada la señal, el ya no es el amo de la política, sino el esclavo de acontecimientos incontrolables e imprevisibles,”30 Maquiavelo discrepa al considerar que aunque la fortuna sea impredecible, la virtu del príncipe puede domeñarla así es mejor “ser impetuoso que circunspecto.”31
De ello se deriva otra cuestión que está la referida a la naturaleza técnica de la guerra; y es que, para pensadores como Sun Tsu compete al nivel político decidir sobre su pertinencia y al militar, en su caso y en exclusiva, sobre su conducción.
Un pensamiento más elaborado y que cuenta actualmente con una mayor aceptación es debido al almirante Castex, que establece en sus términos básicos la distribución espectral (no estamental) y progresiva de los ámbitos de decisión político, estratégico, operacional y táctico que, si idealmente se configuran en una pirámide de importancia decreciente, realmente se distribuyen transversalmente por los niveles inferiores y van perdiendo paulatinamente capacidad, como el espectro solar, sin que de ello se deduzcan interferencias o intromisiones.32 Fuller coincide en esta aproximación cuando habla del “error churchiliano” consistente en confundir medios militares y metas políticas, pues la guerra del hombre de Estado es diferente de la del hombre de guerra, para uno es la continuación del comercio político, mientras para el otro es la destrucción de las fuerzas enemigas.
La dirección de la guerra tiene por objeto no ya los combates ni otros asuntos específicamente militares, sino el crear las condiciones favorables para arreglar la paz, con los menores daños, en el menor tiempo y con el mínimo trastorno social y político.33
En esta línea, Peter Paret considera que el hecho de que Napoleón ostentara el mando político y militar condujo a la adopción de decisiones políticas desastrosas que podrían haberse evitado con una mayor división de responsabilidades. Tuvo ventaja hasta que sus
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González Martín, Andrés et al. Evolución del pensamiento estratégico Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia X Curso de Estado Mayor, septiembre 2009. 30 Barber, Benjamín R. El imperio del miedo. Ediciones Paidós Ibérica S.A., Barcelona, 2004 p. 8. 31 Maquiavelo. El Príncipe. Unidad Editorial, Madrid 1999, p. 119. 32 Castex, Roul. Teorías estratégicas. Escuela de Guerra Naval, Buenos Aires 1942. 33 De la Lama Cereceda, Juan A. “Prólogo a la edición española” en Fuller, J.F.C. La dirección de la guerra. Opus citada, p. 9.
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enemigos – principio de acción recíproca – aprendieron de sus errores. Su principal equivocación fue confundir los niveles político y estratégico al condicionar la política a la estrategia militar, con lo que provocó una interminable sucesión de coaliciones en su contra que al final acabaron por superarle.
En consecuencia, fue incapaz de relacionar los éxitos tácticos con el conjunto de la guerra y ésta con su contexto económico, político y geopolítico. 34 A sensu contrario y en palabras de Clausewitz “podemos decir, por tanto, que los veinte años de victorias que señala la Revolución, se deben, principalmente, a la errónea política de los gobiernos que se oponían a ella.”
La estrategia militar sería la manera militar de conseguir los objetivos fijados a nivel político, moviéndose inteligentemente para crear situaciones favorables y reducir el azar.
Pero, eso no quita que política y estrategia tengan un espacio común. En palabras de Kissinger “si los objetivos militares y los políticos no están sincronizados desde el principio, siempre habrá el peligro de hacer demasiado, o excesivamente poco.”35 El imperio japonés, por ejemplo, se equivocó en cuanto al tipo de guerra que le iba a enfrentar a los norteamericanos. Poseyendo una estrategia indudablemente continental al ocupar militarmente China, los japoneses se embarcaron en una guerra marítima al atacar a los EE.UU.36
Hay, pues, que diferenciar entre objetivos políticos y militares y es preciso que no existan disonancias entre ambos pues, como dijera Mao, “aunque los objetivos militares y políticos no son idénticos, es imposible separar los unos de los otros.”37
Por ello, Von Manstein considera que Hitler, aunando mando político y militar, cometió graves errores en su campaña de Rusia al actuar en el terreno político de modo diametralmente opuesto a como convenía a su estrategia militar, esto es, sin tratar de promover el derrumbe del régimen desde el interior, como ya había propuesto el propio Clausewitz, al propugnar estrategias represivas acordes con su concepto racial del Estado y no contar con la población no rusa que rechazaba el régimen estalinista y veía en los alemanes a unos libertadores, a los que rendían sin pelear y en masa; así “Hitler no debió jamás desviar sus Ejércitos de Moscú para asegurarse Ucrania pues los propios ucranianos 34
VV.AA. Napoleón y sus interpretes: Jomini y Clausewitz. Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia. 35 Kissinger, Henry. Diplomacy. Simon & Schuster Paperbacks, Nueva York 1994, p. 510. 36 James, D Clayton “Las Estrategias Americana y japonesa en la guerra del Pacífico” en Paret, Peter (coord). Creadores de la Estrategia Moderna. Opus citada, p. 736. 37 Mao Tse Tung. La Guerra de Guerrillas. Opus citada, p. 135.
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se la hubieran ofrecido.”38 Esta falta de congruencia entre los objetivos políticos y militares fue determinante en este fracaso
Además de esta dimensión vertical, Luttwak habla de una dimensión horizontal que se compondría de las relaciones entre Estados. De ello se deducen lógicas distintas, y no del todo compatibles, en los cuatro niveles (político, estratégico, operacional y táctico) y las dos dimensiones de la estrategia. Así en el nivel horizontal, durante la II Guerra Mundial, no existió una estrategia aliada global por más que las estrategias anglo norteamericana y soviética fueran compatibles, pero no eran complementarias ya que sus intereses nacionales y sus objetivos políticos no coincidían; bajo el paraguas de la rendición incondicional se escondían intereses muy diferentes.39
Existen interferencias entre los niveles de decisión; el derribo del Almirante Yamamoto durante la Segunda Guerra Mundial es una acción táctica con importantes repercusiones en todos los niveles. En el plano vertical, a nivel de decisión político sería el posicionamiento con vistas a las posteriores negociaciones, a nivel estratégico forzar a un caótico reordenamiento de las fuerzas enemigas, a nivel operacional el control del teatro de operaciones y a nivel táctico el derribo de un avión. También pueden generarse respuestas en niveles distintos; una operación táctica puede generar una respuesta operacional.
La línea Maginot, un éxito a nivel táctico y operacional, fue un fracaso a nivel estratégico (era tan fuerte que no fue enfrentada);40 aunque las guerras de Vietnam y Argelia se saldaron con la victoria militar de unos, fueron los otros los que obtuvieron la definitiva victoria política. Por el contrario, la renuncia del almirante Jellicoe - que nunca olvidó que podía perder la guerra en unas horas- a perseguir la flota alemana durante la batalla de Jutlandia, pudo suponer una derrota táctica pero resultó un éxito estratégico.
No es sencillo conseguir una sincronía entre los tiempos político y militar, es más, resulta muchas veces extremadamente dificultoso su establecimiento, lo que obliga a su permanente reseteo.41 Y es fundamental la sincronización de ambos; caso de no lograrse, la guerra corre el riesgo de perder su sentido y tornarse absurda; así, por ejemplo, puede
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Fuller, J.F.C. La dirección de la guerra. Opus citada, p. 243. Maltof, Maurice “La estrategia aliada en Europa 1939-1945” en Paret, Peter (coord.). Creadores de la Estrategia Moderna. Opus citada, p. 719. 40 Luttwak, Edwad N. Parabellum. Opus citada, p. 203. No obstante, los alemanes efectuaron un ataque limitado con vistas a evaluar la validez del concepto propuesto y su valoración fue sensiblemente inferior a la que le habían otorgado sus constructores 41 Qiao y Wang consideran como principios básicos de la guerra moderna, el permanente reajuste y control de los procesos, la coordinación multidimensional y una sincronización basada en la gestión de la información, por la cantidad de planos que se ven simultáneamente (no secuencialmente como antaño) implicados. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Opus citada, pp. 207 y ss. Algo que es capital también en el concepto de EBAO. 39
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producirse el desmontaje de la narración que sirve para la articulación de la violencia en las nuevas guerras, unos conflictos como se verá, con un componente más discursivoexpositivo que dialéctico (en su sentido clausewitzano).
El criterio de que la victoria estratégica esté determinada por éxitos tácticos es falaz, pues depende de que se tome adecuadamente la situación en su conjunto – la guerra es un hecho integral, político - a través del estudio de los factores que la determinan y no mediante su mero análisis por partes,42 hecho éste muy importante desde la perspectiva de la guerra asimétrica.
Además la lógica paradójica hace que, muchas veces quienes, en un primer estadio forman parte del problema, pasan después a integrase en la solución; así no deja pues de resultar llamativo que daños que se derivan de la violencia (como las centrales eléctricas en Irak o las infraestructuras de Kosovo) pasan luego a convertirse en un problema de quienes los infringen. Como dijera Aron: “La historia del siglo XX basta para recordarnos que hay muchas maneras de ganar una guerra, que éstas no son equivalentes y que la victoria final no pertenece necesariamente al bando que dicta las condiciones de paz.”43 4.- CARACTERÍSTICAS DE LA GUERRA.
La guerra en sus términos más básicos puede reducirse, se ha visto, a un enfrentamiento de poderes lo que convierte la comprensión del poder en un elemento capital para entender su desarrollo. 4.1. Guerra y poder.
Por lo dicho, para definir qué es la guerra conviene considerar previamente qué es el poder. Señalar en primer lugar, que el poder es amorfo y, como apuntaba Max Weber, de naturaleza relacional pues implica la probabilidad de tomar decisiones que afecten la vida de otro pese a su resistencia. Un individuo tiene poder sobre otro, si éste influido de cualquier manera (presencia, ausencia, violencia….) por aquél adopta decisiones que por sí mismo no adoptaría. Flint y Taylor hablan, incluso, de una forma de poder resultado de eludir la adopción de decisiones. George Orwell sostenía que “el poder radica en infligir daño y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas,”44
42 43
Mao Tse Tung. Escritos Militares. Opus citada, pp. 86 y ss. Citado por Brodie, Bernard. Guerra y política. Opus citada, p. 16.
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Mao que “el poder político brota del tubo de un cañón” mientras Voltaire afirmaba “el primer rey fue un soldado afortunado.”
Pero Hannah Arendt se opondría a esta concepción, “la violencia puede destruir siempre el poder; del cañón de un arma brotan las órdenes más eficaces que determinan la más instantánea y perfecta obediencia. Lo que nunca podrá brotar de ahí es el poder” 45 porque “no se le puede hacer frente con una lucha de la que resulte la derrota o la victoria, sino únicamente con una matanza masiva en la que incluso el vencedor sale derrotado, ya que nadie puede gobernar sobre los muertos”46 y “la violencia aparece donde el poder está en peligro pero, confiada a su propio impulso, acaba por hacer desaparecer al poder. Esto implica que no es correcto pensar que lo opuesto de la violencia es la no violencia, hablar de un poder no violento constituye en realidad una redundancia.”47 Para Foucault el poder no se mide según el patrón de riqueza y el intercambio de bienes, no se da, no se intercambia, sino que se ejercita; no existe más que en acto y es “productor” de saber y de verdad.
Wallerstein, insistirá en su naturaleza referencial, esto es, circunscrita a un concreto ámbito. Así, por ejemplo, el patio de un colegio puede servir para el enfrentamiento entre dos adolescentes; no obstante, el más débil de ellos, consciente de su condición, podría tratar de ampliar el marco de enfrentamiento incluyendo a sus amigos, el otro al variar las tornas podría recurrir a la dirección del colegio; y así con un razonamiento similar podría extenderse sucesivamente a la alcaldía, al gobernador…. buscando un marco de superioridad.
Federico II de Prusia a través de la Línea de Operación Interior, y Napoleón, después de aquél, serán maestros en la utilización de la naturaleza referencial del poder, esto es, actuando para ser el más fuerte en el momento y en el lugar escogido: la superioridad local.48 En la guerra asimétrica se buscará esta superioridad, no horizontalmente, en el plano de lo militar, sino verticalmente interplanos mediante la selección del más apropiado. 4.2. Iniciación de las guerras.
La pasión es útil aunque irracional, y por consiguiente, puede ser también un obstáculo. La guerra es un método y se aplica en función de razones teleológicas, de un interés superior, de una finalidad. Es, en esencia, una opción racional fundamentada en la previsión y el 44
Orwell, George. 1984. Editorial Destino, Barcelona 1999, p. 261. Arendt, Hannah. De la crisis de la República. Editorial Taurus Madrid 1973, p. 155. 46 Arendt, Hannah. La condición humana. Opus citada, p. 224. 47 Arendt, Hannah. De la crisis de la República. Opus citada, p. 158. 48 Escribía Se Ma “En todo lo posible hay que hacer que el mayor número ataque al menor; hay que hacer que el fuerte ataque al débil; hay que oponer las tropas frescas a las que ya están fatigadas y han sufrido” 45
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cálculo, a disposición de un líder político que persiga objetivos nacionales, porque “el empleo máximo de la fuerza no es en ningún modo compatible con el empleo simultáneo del intelecto.”49
Este cálculo está dificultado por las múltiples fuentes de indeterminación (a las que se unen múltiples factores no tomados en consideración por simplificación) que lo hacen imposible una aproximación lineal o geométrica (muy propia del siglo XVIII).50 Como Sir Michael Howard constata “los hombres no han luchado en los doscientos últimos años por ser agresivos ni animales codiciosos, sino por su facultad de raciocinio, porque disciernen, o creen discernir, peligros antes de evidenciarse y posibilidades de amenazas antes de su realización.”51 De lo expuesto se deduce que al ser las guerras causales, para acabar con ellas hay que hacerlo de modo indirecto y atacar las causas que las provocan. Por esta razón, la utopía de acabar con las guerras implica simultáneamente una tautología, hacerle la guerra a la guerra y una contraditio in terminis pues, dada su naturaleza instrumental, se precisa de una fuerza coercitiva que debe ser, como mínimo, de un nivel equivalente al propio de las guerras en sí. Otro tanto cabe afirmarse de la guerra contra el terrorismo. En palabras de Schmitt “En la actualidad ésta se ha convertido en una de las más prometedoras maneras de justificar la guerra. Cada guerra adopta así la forma de la “guerra última de la humanidad“. Y esta clase de guerras son necesariamente de intensidad e inhumanidad insólitas, ya que van más allá de lo político.” 52 Además, el formalismo implícito a toda declaración de guerra, que definía el estado de las relaciones entre países, desapareció de facto, como consecuencia mayormente de sus implicaciones jurídicas – la guerra es antijurídica -, creándose un espacio de indefinición.
Los contornos de la guerra son, de por sí, imprecisos; como apuntará Lenin, las guerras no se declaran, simplemente comienzan. EE.UU hasta 2005, ha utilizado la fuerza en doscientas veinte ocasiones y sólo ha declarado la guerra en cinco.53 La última vez que el Reino Unido declaró la guerra fue a Siam en 1942.
Aunque siempre sucede de la misma manera. Por muy centralizada que esté actualmente la guerra, ésta realmente sólo comienza con una delegación de poderes a los comandantes de escena. 49
Clausewitz, Carl Von. De la guerra T I. Opus citada, p. 180. García Caneiro, José. La racionalidad de la guerra. Opus citada, p. 71. 51 Howard, Michael. Las causa de los conflictos y otros ensayos. Opus citada, p. 38. 52 Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Opus citada, p. 33. 53 Jordán, Javier y Calvo, José Luís. El nuevo rostro de la guerra. Ediciones Universidad de Navarra, Barañaín 2005, p 17. 50
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4.3. Desarrollo y evolución. Tucídides señalaba cómo la guerra hace que “en el hombre sea semejante su furor al de las circunstancias.” Desde este prisma, pensadores como Clausewitz consideran inútil, en primera instancia, todo intento de moderación en la guerra “ya que siempre conduce al absurdo lógico.” Como resultado, hasta la violación se ha convertido en un eficaz método de guerra.
Aplicando lo que denomina principios de acción recíproca, considera que la interacción de las partes generará una dinámica de acción-reacción con unos niveles de violencia crecientes que conducirán necesariamente al empleo de una fuerza sin límites; y desde el siglo XX los extremos son nucleares. La guerra tiende a lo anormativo. Todo lo posible tiende naturalmente a materializarse; durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, no se discutió sobre la utilización del arma nuclear.
La fuerza se ha de incrementar tanto como resulte posible hasta que se venza la resistencia del enemigo; la solución al conflicto se dirimirá cuando uno quede indefenso y el otro le imponga su ley. Ello posibilita que la guerra sea “una zona de coerción radical, en la que la justicia está siempre ensombrecida;”54 se sabe cuándo y cómo comienzan los conflictos pero no, ni cuándo ni cómo finalizan.55
Pero también el pensador prusiano considera muy difícil que se den las condiciones objetivas para esta guerra absoluta y reconoce la existencia de principios moderadores prácticos, fundamentalmente, por el hecho de que la guerra sea un hecho aislado sino, por el contrario, incardinado como una más de las actividades del Estado. Y es precisamente aplicando esta lógica desde la que puede moderarse la guerra, aunque, eso sí, actuando sobre otras dinámicas y no directamente sobre aquella. En palabras de Clausewitz: “La guerra no puede separarse de la vida política; y siempre que esto ocurre en nuestro análisis de la guerra, se destruyen los numerosos vínculos que conectan los dos elementos y sólo nos queda algo inútil y carente de sentido.”56 Esa es la razón de la importancia de la posición que frente a la guerra adopte la comunidad internacional, que puede limitar el nivel de violencia de un conflicto incidiendo sobre las actividades no bélicas en que se encuentren implicados los contendientes. Además, no son capaces de emplear toda la fuerza durante todo el tiempo, sino que ésta se debe encontrar
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Walzer, Michael. Reflexiones sobre la guerra. Opus citada, p. 16. Michavila Núñez, Narciso. “Opinión pública y conflictos armados” en Revista Utopía y Sociedad núm. 19/2002, p 161. 56 Clausewitz, Carl Von. De la guerra T. II. Opus citada, p. 854. 55
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distribuida a lo largo de un período a modo de trenes de pulsos de energía variable (las campañas) y precisa de una serie de herramientas.
De ello se deduce que las guerras admiten muchos estadios de violencia que son fijados implícitamente por las partes en función de su relación con el entorno; la forma en que se materializa ese proceso de fijación es no recurriendo a otros más elevados, o recurriendo y generando una escalada; pero, no se olvide, la ley natural de la guerra es llegar hasta los extremos. La guerra es así, interactiva, al decir del General Foch “una dialéctica de voluntades hostiles que emplean la fuerza para resolver el conflicto”.
Paradójicamente, la lucha armada produce acercamiento: después de Jena, Prusia imita las instituciones francesas, tras la Primera Guerra Mundial se produce la revolución de Ataturk y tras la Segunda, Japón y Alemania a las norteamericanas.57 Los uniformes militares son muy parecidos entre todos los países y culturas del mundo; como ya se apercibió Ibn Jaldún,58 siempre se asemejan a los más poderosos, a los del vencedor.
Los límites de este enfrentamiento vendrían establecidos racionalmente por el objetivo político al que sirven y los costes, directos o indirectos y de todo tipo, que la fuerza precisa. En cualquier caso, las relaciones entre Estados, ligadas formalmente al Derecho Internacional, pasan a regirse por una normativa específica y excepcional, el Derecho de los Conflictos Armados, por más que conceptualmente se presente la guerra como un ilícito, además de cómo la negación del Derecho.
En la guerra, existe una convulsa relación entre individuo y comunidad; es convulsa porque, como apunta la concepción hegeliana de la guerra, lo particular no mantiene ninguna realidad afirmativa, sino que se anula en beneficio de lo universal generando así una dialéctica en el interior del Estado entre universalidad e individualidad que acaba con la afirmación de lo primero y la negación absoluta de lo segundo; es el “momento ético de la guerra.” Con la guerra exterior se consigue la paz interior y la propia definición del Estado con exclusión de otro al que, de paso, también se reconoce. En palabras de Tilly, “la guerra hace al Estado y el Estado hace la guerra”.
De la misma manera que Aristóteles hablaba de tres almas (sensitiva, volitiva y racional) que se superponen conforme al nivel de evolución en plantas, animales y el hombre, Clausewitz habla de una trinidad formada por el pueblo, el Ejército y el Gobierno cuya compenetración es esencial en los conflictos. 57
Fraga Iribarne, Manuel. Guerra y conflicto social. Opus citada, p. 59. Ibn Jaldun. (Charles Issawi, selección, prólogo e introducción). Teoría de la sociedad y de la historia. Unidad Central de Venezuela, Caracas 1963, p. 173. 58
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Los revolucionarios buscan su unión sustancial para favorecer su actuación política con la ideología – de ahí la importancia del adoctrinamiento - que se constituye en el espacio de integración que posibilita su desarrollo y permite al revolucionario moverse por el pueblo como “pez en el agua.” Y es que, “la política es guerra sin derramamiento de sangre, en tanto que la guerra es política con derramamiento de sangre” diría Mao.
La guerra cuenta con una lógica propia, a la que Luttwak llama lógica paradójica, diferente de la lógica lineal aplicada a las situaciones ordinarias en la medida en que aquella induce a la unión e inversión de los opuestos.59
Así, por la naturaleza dialéctica de la guerra, se escogen cursos de acción ineficientes, caminos difíciles simplemente por serlo, buscando la “línea de lo menos previsible”, lo no convencional, el elemento sorpresa. Es más, muchas veces se conoce el coste de la acción, pero se ignoran no pocos de sus beneficios y parte de las consecuencias; como dice Se Ma “hay que considerar en todo la contrapartida del enemigo.”
Pero prever las complejas dinámicas de acción-reacción con todas las variaciones posibles es tarea de grandes estadistas, porque “todas las cosas están siempre desplazándose simultáneamente” y son “adversarios de pareja fuerza.”60 Siendo realidades con combinaciones múltiples, matemáticamente inalcanzables; sólo resulta posible su comprensión intuitiva:61 por eso se habla de arte de la guerra.
Los cálculos desarrollados según una lógica lineal son menos eficientes que los desarrollados desde la aprehensión intuitiva de la lógica paradójica. Los bombardeos sobre Alemania en la SGM, por ejemplo, tuvieron el efecto de favorecer la producción industrial de aquel país, al destruir el marco social de los días de paz e inducir a la población alemana a sumergirse definitivamente en una guerra total.62
Mauricio de Sajonia lo constata: “la guerra es una ciencia cubierta de tinieblas en medio de las cuales no se puede avanzar con paso seguro: la rutina y los prejuicios son la base, consecuencia natural de la ignorancia. Todas las ciencias tienen unos principios, sólo la guerra no tiene ninguno; los grandes capitanes que han escrito sobre ella no nos han legado ninguno; es necesario ser perfecto para entenderlos.”63 59
Luttwak, Edward N. Parabellum. Opus citada, p. 5. Luttwak, Edward N. Parabellum. Opus citada, pp. 65 y ss. La cita procede de Churchill. 61 Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Opus citada, p. 215. 62 Luttwak, Edward N. Parabellum. Opus citada, p 145. 63 Villalba Fernández. Aníbal. “Evolución del pensamiento estratégico” en VV.AA. Monografía del CESEDEN núm 99/2003, p. 93. 60
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Por eso, el planteamiento lineal y estático según el cual, las armas lo deciden todo, es mecanicista y constituye una aproximación unilateral al problema de la guerra que ignora que el factor decisivo es el hombre. Una adecuada correlación de fuerzas debe tener en consideración no sólo el potencial militar y el económico sino también otros aspectos como los recursos humanos o la moral. Clausewitz considera que “todo en la guerra es muy sencillo, pero lo más sencillo es difícil. Estas dificultades se amontonan y determinan una fricción que nadie que no haya visto la guerra puede representarse felizmente.” Fricción que viene producida por la acción del enemigo pero también por el azar, el miedo, las imprevisiones más simples…
El prusiano considera que la guerra cuenta con una naturaleza subjetiva e impredecible por la ingente cantidad de factores que tiene asociados; la guerra es la comarca del peligro, del azar y de la incertidumbre. Arendt sostendría: “la violencia alberga dentro de sí un elemento adicional de arbitrariedad; en ningún lugar desempeña la Fortuna…un papel tan fatal en los asuntos humanos como en el campo de batalla.” En atención a todos los imponderables entre los que se desarrolla y las lagunas de información existentes durante la toma de decisiones, Clausewitz hablará de la “niebla de la guerra”. Por esto Lenin denunciará los peligros intrínsecos al “aventurerismo militar”. De hecho, Clausewitz la comparará con el juego de naipes: “no hay actividad humana alguna que esté en tan constante y general contacto con el azar como la guerra.” Napoleón, para el que “en la guerra no hay nada absoluto,” apostillaría que “toda operación debe hacerse mediante un sistema, ya que el azar nunca significa el triunfo”; Ou Tse ya había dicho mucho antes “las circunstancias no deben estar libradas al azar; un general hábil debe crearlas en un momento dado.” Predecir el comportamiento de la contraparte, conocerla, es esencial.
Debe tomarse en consideración que, históricamente, las guerras hasta el Renacimiento se llevaban a cabo mayoritariamente entre grupos armados no estatales. No en vano, el concepto de Estado no se define como tal hasta esa época; a partir del Tratado de Westfalia en 1648, la guerra pasó definitivamente a ser una contienda interestados, terminada la cual el Estado vencedor, en cierto modo, se desentendía de los asuntos internos del rival.
Actualmente, el Estado no sólo se enfrenta con otros Estados o con bandas armadas, sino que es el propio Estado es el que contrata a grupos irregulares, denominados compañías privadas de seguridad, para reforzar la acción de sus Ejércitos en las áreas que le pueden
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plantear dificultades legales o funcionales, y aunque, la contratación de mercenarios ha sido una constante histórica, como apunta Fred Rosen,64 han tenido que pasar 2187 años de la muerte de Aníbal para superar las fuerzas mandadas por aquel y ha sucedido en 2004 en Irak a cargo de un teniente coronel actuando como civil.
Aron comentando a Schmitt sostiene que la política no trae consigo una distinción entre amigo y enemigo; constituye el orden determinado por el mando, legitimado por la costumbre o las creencias, máxime si se considera que las colectividades a menudo se disocian en partidos que pretenden exportar a la sociedad su propuesta. Y es una realidad que la crueldad es mayor entre adversarios de la misma sociedad que frente a extranjeros. Por eso no es extraño que la mayoría de los conflictos sean intracivilizatorios.
4.4. Recurrencia y tipología.
En la batalla de Bermule entre Enrique I de Inglaterra y Luis VI de Francia hubo 3 muertos y 140 prisioneros. Como dijera Bouthoul “las guerras del Renacimiento, la de aquella batalla de Anagni… en la que hubo una víctima, un muerto por caída de caballo, eran guerras, mientras que la matanza de millones de civiles polacos a manos de alemanes, sólo fue un simple crimen.”65 Si en todo el siglo XIX murieron quince millones de personas, en la Primera Guerra Mundial murieron en torno a veinticinco millones, en la Segunda Guerra Mundial se habla de ciento diez millones.66 En todo el siglo XX perecieron 187 millones de personas, el 10% de la población mundial en 1913.67 Pero las cifras son siempre relativas; cuando Caín mató a Abel destruyó al 25% de la humanidad utilizando la quijada de un asno. En esta línea Mary Kaldor sostiene que “a principios del siglo XX la proporción entre bajas militares y civiles era de 8:1… en las guerras de los años noventa, la proporción… es de 1:8.”; el número de civiles muertos en todo el siglo XX se cifra en 50 millones, el 60% del total. Stepanova,68 investigadora del SIPRI, mantiene que los conflictos sin la participación de los Estados producen de 2 a 5 menos veces muertos en combate, lo que no significa que sean menos violentos, sino que la violencia es unilateralmente dirigida contra la población civil y apunta a que, con los datos del SIPRI, en 2001 un 22% de la violencia dirigida contra la 64
Rosen, Fred. Contract warriors. Editorial Alpha, Nueva York 2005, p. 62. Bouthoul, Gaston. Tratado de Polemología. Opus citada, p. 98. 66 Verstrynge, Jorge. Una sociedad para la guerra. Opus citada, p. 153. 67 Hobsbawm, Eric. Guerra y paz en el siglo XXI. Editorial crítica, Barcelona 2007, p. 1. 68 Stepanova, Ekaterina. “Un patrón para el estudio de los conflictos armados” en VV.AA. Una mirada al mundo del siglo XXI. Ministerio de Defensa 2008, p. 42 65
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población es responsabilidad de los gobiernos y un 77% de los rebeldes, mientras en 2003 el 32% era de los gobiernos y el 68% de los grupos no estatales. Así, puede hablarse de la “urbanización de los conflictos” ya que llama la atención que todas las batallas importantes del siglo XX tengan nombres de ciudades; es más David sostiene que las ciudades serán el campo de batalla del siglo XXI.69 En cualquier caso este autor considera que el número de guerras “mayores” ha ido en disminución; 27 en el siglo XVI, 17 en el XVII, 10 en el XVIII, 5 en el XIX y 5 en el XX. Pero también afirma que su poder destructivo ha ido in crescendo.70 De hecho Tilly cifraba la mortandad por mil habitantes en 5 en el siglo XVIII, 6 en el XIX y 46 en el XX.71
Figura 1. Guerras entre 1946 y 2002 Además Stepanova señala, utilizando el informe Human Security Society (2005), que la espiral de violencia sería descendente; de acuerdo con este estudio el número de guerras, genocidios y violaciones de derechos humanos muestra una reducción en los últimos 15 años de 50 en 1991 se ha pasado a 30 en 2004; el número de guerras con más de 1.000 muertos, las guerras civiles y los genocidios, bajaron un 80%; los ataques terroristas un 50%, apuntando que si en 1950 murieron en combate 700.000 personas, en 2003 fueron 20.000. El riesgo medio de que un habitante tomara parte en una guerra se situaba en 0,4 en 2004, mientras entre 1945 y 1990 era próximo a un 1%.72
En 2006 sólo hubo 3 conflictos armados que alcanzaron la intensidad necesaria. Los países más concernidos tras la Segunda Guerra Mundial son el Reino Unido (21), Francia (19 69
David, Charles-Philippe. La guerra y la paz. Opus citada, pp. 171 y 172. Ibidem, pp. 169 y 170 71 Tilly, Charles. Coerción, capital y los Estados europeos 990-1990. Opus citada, p. 109. 72 David, Charles-Philippe. La guerra y la paz. Opus citada, p 159. 70
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conflictos), EE.UU (16 conflictos).73 Y es que sólo una pequeña parte de los conflictos en el mundo se produce entre Estados. La revolución tecnológica y la globalización han multiplicado el poder de los actores no estatales favoreciendo el desafío al Estado y el conflicto asimétrico.
Una mirada atenta confirma que, en este campo, asistimos a la aceleración de una tendencia iniciada en el siglo XIX: esa centuria mostró un promedio de 18 conflictos armados por década, 65 % de los cuales eran intraestatales. En el siglo XX, ese promedio de conflictos ascendería a 27 casos por decenio, aunque variaría sustancialmente su composición cualitativa: los conflictos intraestatales representarían el 80 % por ciento. Ya en los años 70, llegarían al 90 % y a partir de los años 80 ese porcentaje se aproxima al 100 %.74 En 2008 hay más de 25 conflictos armados activos en el mundo, la mayoría con estrategias asimétricas. IMPORTANCIA DE LOS CONFLICTOS ASIMÉ ASIMÉTRICOS
Tipo de Conflicto 1989 INTRAESTATAL S/PE INTRAESTATAL C/PE INTERESTATAL TOTAL
1990
1991
43
44
49
52
42
42
1
2
1
2
4
0
3
3
1
1
0
49
51
55
46
47
1992
1993
1994
0
42
1995
1996
1997
1998
Total
34
33
30
32
92
1
3
2
9
7
0
1
2
1
2
35
36
34
37
108
S/PE: sin participación extranjera; C/PE: con participación extranjera Fuente: Dto. De Investigaciones sobre la Paz y Conflicto (Univ. Uppsala) y PRIO de Oslo (Dirección investigación: Peter Wallensteen)
Figura 2. Importancia de los conflictos asimétricos.
Y es que con la llegada del siglo XX, y fruto precisamente del incremento de la intensidad en las Relaciones Internacionales, se instrumentaron también muchos métodos de presión entre Estados, de las que la violencia armada – no siempre directa - era sólo uno; piénsese en las causas de la implosión de la URSS.
4.5. Terminación de las guerras. Luís XI rey de Francia ya sostenía que “el triunfo de las armas empalidece poco a poco y pierde trascendencia cuando hablan los embajadores.” Idea ésta apuntalada por Raymond Aron “la victoria militar no es fin último, sólo un medio con vistas al verdadero fin, la paz en el que las voluntades adversas se unen.” 73
Stepanova, Ekaterina. “Un patrón para el estudio de los conflictos armados” en Opus citada, p. 37. Paschall, Rod. LIC 2010. Special Operations & Unconventional Warfare in the Next Century, Brassey`s, New York 1990, p. 17. 74
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La sustitución de la victoria por la paz, se convierte en prueba de la pérdida de autonomía de la guerra. La guerra en cuanto deja de ser independiente, y en su nivel de abstracción más alto, hace que sea complementaria y no opuesta a la paz en la que se aúnan medio y fin.75 La guerra pues, posee su propia gramática pero la política es su cerebro, por lo que no cuenta con una lógica propia y genera una conducta específicamente política.76
No deja de ser indicativo que tras acuerdos como el de Versalles, prácticamente no hayan existido tratados de paz. La razón podría ser la consecuencia de implicar a las sociedades en los conflictos, en las guerras de Segunda Generación; con ello se dota a la guerra de un componente inercial que hace que las condiciones de paz o no sean equilibradas y garanticen la paz futura, o no puedan ser aceptadas por las sociedades en cuyo nombre se suscriben.
De hecho, la derrota en guerra no sólo traía consigo un recambio en las élites dirigentes del derrotado, sino también de su forma política, cosa que antes no sucedía “no en vano desde 1815 ningún régimen que haya perdido una guerra ha sobrevivido, (cuanto menos el partido causante ha sido sancionado).”77
5. EL LENGUAJE COMO PLANO PARA EL ENFRENTAMIENTO.
La palabra táctica, el nivel de decisión más bajo, recuerda al general Alonso Baquer, proviene de un sentido, el tacto; es el nivel de la interacción entre fuerzas, del contacto. La estrategia situada por encima en el ámbito de la decisión, está ligada a otro sentido, la vista, con él puede apreciarse el teatro de operaciones en su conjunto, como visión global. El nivel político está relacionado con el debate, y éste ligado al oído y al lenguaje.
La guerra como dialéctica de voluntades hostiles queda consignada como un debate sangriento y netamente político; de hecho, al decir Clausewitz y como todo acto político, incorpora su propio lenguaje y es siempre un ámbito de elección78 por muy condicionada que pueda estar.
Palabras, ideas e imágenes generan los discursos sobre los que se vertebran los nuevos conflictos. Con el lenguaje se apela simultáneamente tanto a lo racional como a lo irracional, mediante el lenguaje se construyen cadenas de ideas, narraciones sobre las que 75
García Caneiro, José. La racionalidad de la guerra. Opus citada, p. 49. Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Opus citada, p. 64. 77 Verstrynge, Jorge. La guerra periférica y el Islam revolucionario. Editorial Viejo Topo 2005 p 50 78 Brodie, Bernard. Guerra y política. Opus citada, p. 13. 76
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se va a articular la violencia, que encuentra así vehiculación y justificación. El relato de las partes es bien diferente, “quienes hablan en abstracto del prestigio y el honor nacionales y de otros intereses que inevitablemente diferencian al estado de su pueblo, se encuentran comparando sus discursos con quienes hablan de cuerpos muertos, casas incendiadas… el lenguaje del último grupo no es más sentimental o menos real que el primeros sino todo lo contrario.”79 La guerra es, además y por definición, un espacio que tiende hacia lo anormativo80 Bouthoul llega a hablar de un “ilusionismo jurídico”81- hacia la alegalidad,82 ya que se encuentra en la frontera entre territorios de vida y muerte, de modo que resulta muy difícil que elementos formales puedan limitar los anhelos de supervivencia de las personas. Por eso tiende a escapar a cuantas limitaciones y constreñimientos se impongan artificialmente a su desarrollo, como se ha visto al hablar del principio de acción recíproca de Clausewitz. Es legibus soluta.83
Cuando se la trata de acotar, de limitar la guerra, ésta se desplaza hacia limbos jurídicos, hacia zonas grises muchas veces generadas ficticiamente a partir de debates pseudonominalistas. Son características “flexibilidad y polimorfia, duplicidad y equívoco, inversión y volteo.”84 Shakespeare85 decía de la rosa que por más que resulte posible cambiar su nombre, no puede cambiarse su olor.
Éste no es debate estéril porque, si los relatos son trascendentales en un conflicto, se construyen mediante un lenguaje y, como aseverará George Lakoff, el lenguaje no es inocente; y es porque “tiende ahora a identificar el contenido del concepto con la palabra que lo designa de manera generalizada y estandarizada: “la palabra no remite a otra cosa, sino al comportamiento dibujado por la publicidad y estandarizado. La palabra se convierte en cliché. Como cliché impera sobre el lenguajes hablado o escrito; la comunicación impide, desde ese momento, un auténtico desarrollo de los sentidos” (H.Marcuse, el hombre unidimensional).”86 En este marco el lenguaje se emplea para deshumanizar a las víctimas, movilizar a las masas para destruirlas y negar la masacre; el descarrío de las palabras, ligado al desarrollo 79
Ibidem, p. 19. La guerra no tiene reglas pero tiene principios, es un espacio de incertidumbre y creatividad. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Opus citada, pp. 215 y ss. 81 Bouthoul, Gaston. Tratado de Polemología. Opus citada, p. 70. 82 Freund (p. 175) dirá que “deroga las reglas habitualmente en vigor” y hablar de un excepcionalismo que hace la trasgresión tan común como la regla y Schmitt (p.45) que la guerra “no tiene ningún sentido normativo…no puede fundarse en normas éticas y jurídicas.” 83 Liberada de leyes. 84 Ternon, Yves. El Estado criminal. Opus citada, p. 102. 85 “What´s in a name? That which we call a rose By any other name would smell as sweet” 86 Bernoux, Phlippe y Alain Brou. Violencia y sociedad. Editorial Zero, Algorta 1972, p. 22. 80
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burocrático y tecnocrático, permite entonces neutralizar los sentimientos de culpabilidad de los ejecutores.87
En los días de la creación, y con el consentimiento divino, uno de los primeros actos del hombre fue poner nombre a las cosas. Nombrar tiene siempre una dimensión trascendente. Por ello, el lenguaje es uno de los primeros y principales terrenos de enfrentamiento, y no viene mal recordar como prueba de su relativismo, lo que pusiera Lewis Carroll en boca de Humpty Dumpty: “las cosas significan lo que yo quiero que signifiquen, ni más ni menos.”88
Y es que con el nombre que se de al conflicto (o guerra) no se actúa tanto contra los medios – que también - como contra la legitimidad de una de las partes, la cual pasa así a ser objeto de discusión. “Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas. Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mí nuevamente” Llamar a una actividad violenta guerra, conflicto, crisis o terrorismo, es esencial por las consecuencias jurídicas y políticas que plantea: un detenido puede ser un prisionero, un terrorista o un criminal89 en función del nombre que se de al conflicto o, mejor aun, de aquel que la comunidad acepte. Como resultado, conceptos geopolíticos fundamentales han adquirido significados nuevos.
Palabras e ideas juegan un papel trascendente en todos los conflictos, particularmente en los procesos revolucionarios. El lenguaje se utiliza para confundir a los enemigos, reunir y motivar a los amigos y ganar el apoyo de los espectadores vacilantes. Pero el lenguaje dirige o mal dirige los esfuerzos militares; su retórica afecta a la estrategia en la medida en que enmascara el tipo de conflicto y dificulta la aplicación de las medidas más convenientes. Huir de un conflicto no sólo puede no solucionarlo (a veces sí) sino que (a veces) puede implicar su sobredimensionamiento.
El marco interpretativo presta siempre un buen servicio a quienes controlan o quieren controlar las cosas, la polisemia es un instrumento muy útil para ello. El unilatelaralismo hace coincidir la definición académica con la definición operativa, de modo que, por ejemplo, es terrorismo lo que yo defino como tal y son terroristas los que yo coloco en una lista ad hoc.
87
Ternon, Yves. El Estado criminal. Opus citada, p. 93. Lewis, Carrol. “Alicia a través del espejo”. Capítulo 6. www. elaleph.com/libros 89 “One man´s terrorist is another man´s freedom fighter” 88
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Terrorista puede ser un adjetivo o un sustantivo, una persona, una situación, un proceso, un hecho o una estructura. Con la palabra terrorista se incluyen realidades muy heterogéneas de modo que su definición condiciona el resultado, cuando el resultado deseado no condiciona la definición. Así, existe fuerza cuando la acción es conforme a una legalidad y violencia cuando es exterior a ella y como resultado del fracaso de la fuerza. El dilema es que “todos los movimientos de liberación son descritos como terroristas por aquellos que los han reducido a la esclavitud.”90
Por ejemplo, y como expresión de un deslizamiento terminológico que se incardina en el terreno de los hechos, tras la guerra de Kosovo, un movimiento considerado terrorista, el UCK (ELK, en siglas españolas), ha sido la base sobre la que se han estructurado las nuevas fuerzas policiales.
Otro tanto puede decirse de los grupos terroristas israelíes durante la dominación inglesa o del FLN argelino. Mención aparte merece el caso de la Francia de la posguerra en la que funcionarios y militares que habían servido durante la guerra de un modo bien intencionado al gobierno legal –hubieron de escoger enemigo -el gobierno de Vichy, fueron objeto de depuración, sanción física o moral.
Los presupuestos pluralista de la violencia que enfrenta a colectivos y estructuras, enlazando con el derecho de rebelión y las concepciones tomistas sobre la guerra justa, justifica el terrorismo como una forma de reacción a la violencia de imponer un orden que se imputa de ilegítimo; en palabras que ya en 1792 escribiera Gracchus Babeuf “todos los medios son legítimos para luchar contra los tiranos”. En cuanto a la actitud frente a éste fenómeno es que “la inestabilidad política está relacionada de manera curvilínea con el nivel de coactividad del régimen político; la probabilidad de un nivel elevado de inestabilidad política aumenta con niveles medios de coactividad, que no bastan para frenar la agresión,91 pero si son suficientes para aumentar el nivel de frustración sistemática.”92 Es la estrategia de la provocación con la que se pretende simultáneamente la denuncia y el cambio de roles que provoca una respuesta desmesurada.
90
Moulaye el-Hassen citado en Hoffman, Bruce. Historia del terrorismo. Opus citada, p 45 El diccionario de la RAE define agresión como el acto de acometer a uno para provocar daño “especialmente sin justificación” 92 Laqueur, Walter. Terrorismo. Opus citada, p. 197. 91
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El problema de las democracias93 en su lucha contra el terrorismo es que la tradición democrática no condena la violencia en todos los casos, pues sino se estaría privilegiando al fuerte sobre el débil, a la entidad establecida sobre la no establecida y defendiendo, per se, el mantenimiento del statu quo, aunque sea injusto. Es el espinoso tema del derecho de rebelión, de carácter restrictivo y residual, y al que sólo la victoria acaba por concederle carta de naturaleza.
La paradoja es que para rechazar una violencia se desarrolla otra, convirtiendo el combate en un enfrentamiento de legitimidades en el que, además, se promueve la confusión entre fines y medios, entre esencia e instrumentos. El uso de la violencia, su admisión como discurso, si se acepta la dinámica de Clausewitz, tiende a igualar peligrosa e inaceptablemente a las partes. Por eso su regulación ética y jurídica es trascendental.
Las diferencias de capacidades entre los contendientes sitúa en primer término la definición de la violencia; así, en el plano interno, quienes sostienen la legitimidad del régimen hacen una definición estricta del concepto, mientras quienes se oponen le dan un sentido más amplio.
La palabra terrorista tiene así problemas de definición, discrecionalidad, comprensión, extensión y manipulación. No cabe más solución que el análisis empírico y puntual de los casos, aunque la victoria sea garantía de legitimidad. Y eso, entre el caos y la maraña, que trae la guerra no es tarea fácil ni neutral. Su uso, además reduce la forma principal para el abordaje del problema al ámbito de lo policial o militar.
Consecuencia de estos debates, merece reseñarse, que los miembros de la Organización de las Naciones Unidas no han alcanzado hasta ahora una postura común para la definición de terrorismo, entre otras razones por las consecuencias políticas y jurídicas que de ello se derivarían y las obligaciones que adquirirían los Estados parte, algunos de los cuales están implicados en conflictos vivos. Y es que, cuando se califica a una organización como terrorista se les niega toda legitimidad y se la declara ilícita. 6. CONFLICTO Y OPINIÓN PÚBLICA.
Uno de los desarrollos conceptuales más importantes de Clausewitz es lo que se conoce como la trinidad. Para el pensador germano, la naturaleza de la guerra, en su acepción
93
Ignatieff, Michael. El mal menor. Editorial Taurus, Madrid 2005, p. 129.
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total, reside sobre una trilogía formada por el pueblo, que es su parte pasional, 94 la libre actividad de las FAS, que son su parte volitiva, y el campo racional que queda reservado para los gobiernos.
Merece resaltarse que, si la comunidad internacional puede legalizar una intervención armada, es la opinión pública a fin de cuentas la que la dota de legitimidad. La posición de muchos países del continente durante la Segunda Guerra de Irak o el conflicto de Vietnam son un buen ejemplo a escala global.
El parecer del pueblo puede atribuirse a la opinión pública (lo cual es discutible por ser anónima), si bien conviene distinguir opinión pública de opinión publicada. “La opinión pública difícilmente tomaba pare alguna en las guerras del XVIII; los soldados profesionales, reclutados en las clases más bajas de la sociedad no sentían necesidad de saber porque luchaban. En el siglo XX, el soldado y el ciudadano han llegado a ser intercambiables, y, el público en general sintiéndose pacíficamente dispuesto, exige cuentas a sus dirigentes.”95 Pero la relación entre opinión pública, decidores y medios es bidireccional, pues no se trata sólo de dar noticias, sino también de venderlas; los Medios pueden expresar una opinión diferente de la del pueblo (dentro de todo el espectro de noticias), pero no completamente diferente, pues sino no satisfarían los intereses comerciales. Como sostiene el general John Galvin “responden al pulso del público, a su orientación, por ejemplo Vietnam. No fueron tanto los medios los que cambiaron la opinión pública, como el público el que cambió los medios. Pienso que los medios reflejan muy bien los pensamientos del público, la presión del público, sus cambios… creo que el mensaje viene del público”. 96 Los medios socializan a través de gestos, de climas afectivos, de tonalidades de voz, y promueve creencias, emociones y adhesiones totales,97 en un mundo en que los Ejércitos democráticos no pueden ganar guerras sin apoyo popular, sin un consenso real.
Por ello, están llamados a ser uno de los aspectos más significativos de los conflictos al influir en la conciencia emocional de millones de personas. Y de hecho pueden hasta otorgar la victoria a una de las partes porque la victoria es también muchas veces – sobre
94
Escribía Mark Twain en su obra “El forastero misterioso” refiriéndose a los albores de la guerra:”una minoría muy ruidosa gritará a favor de la guerra. El público protestará al principio con cautela y prevención….entonces la minoría gritará aun más fuerte…los portavoces de la oposición a la guerra serán expulsados a pedradas del estrado.. a continuación los estadistas inventarán mentiras baratas…las estudiarán con atención porque les tranquilizan la conciencia y de este modo terminarán de convencerse de que la guerra es justa.” (Alí, Tariq. El choque de fundamentalismos. Opus citada, p. 39) Por ejemplo, Cuando Hitler intervino en los Sudetes, dio cumplimiento a buena parte de lo preconizado por Twain. 95 Aron, Raymond. Un siglo de guerra total. Opus citada, p. 7. 96 Michavila, Narciso. “Opinión pública y conflictos armados” Opus citada, p. 163. 97 Tedesco, Juan Carlos. El nuevo pacto educativo. Editorial Anaya, Madrid 1995, p.83.
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todo en las guerras limitadas - una cuestión de percepción. Así Laqueur98 cifra el éxito frente al terrorismo en una cuestión de imagen que haga que se les ignore, en no dar publicidad a sus actuaciones y desposeerles del arquetipo de luchadores por la libertad.
La imagen de un conflicto, sus motivos, su gestión y su desarrollo es la generada por los medios y que resulta más trascendente que la propia realidad. Un buen ejemplo, puede ser el relevante papel de la televisión serbia o de la radio ruandesas a la hora de instigar a la limpieza étnica.99 En palabras de Michael Foucault “estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad,”
100
o como Aron señala “los odios abstractos que asolan nuestro siglo son la obra de las masas urbanas, no de los soldados en el frente. Lo que Ely Havely llamó el “entusiasmo organizado” forma un capítulo en la historia de la movilización”. 101 A lo largo de la historia, y singularmente desde que se inventó la imprenta, los medios escritos de transmisión de ideas han influido sobre las elites de las naciones, pero fue a partir del siglo XIX, con la Revolución Industrial y el aumento de la tasa de escolarización cuando se generalizaron los medios escritos (prensa y libros) tanto como forma de negocio (con unos intereses específicos) y también como mecanismo de transmisión de noticias y de ideas. De hecho, se han convertido en objeto de interés de empresarios para poder influir a nivel político.
Aunque las intervenciones coloniales británicas del XIX se vieron apoyadas desde los medios de comunicación social, fue en la guerra hispano-norteamericana cuando tuvieron un carácter capital para movilizar a la opinión pública convirtiéndose en un factor polemológico de primer orden al contribuir a la legitimación del conflicto. La frase de Hearst a su dibujante Remigton “por favor, permanezca allí. Usted suministre los dibujos que yo pondré la guerra” 102 marca un hito en este sentido.
Ángel Ballesteros recuerda que los usos diplomáticos evolucionaron desde una diplomacia secreta resultado del “limitado entendimiento de los súbditos,” cuyo último gran paradigma será Metternich, hasta una opinión pública elevada actualmente a la categoría de dogma, 98
Laqueur, Walter. Terrorismo. Opus citada, p. 305. Sáez Ortega, Pedro. Guerra y paz en el comienzo del siglo XXI. Fundación del hogar del empleado, Madrid 2002, p. 67. 100 Foucault, Michael. ”Curso del 14 de enero de 1976” en VV.AA. Microfísica del poder, La Piqueta, Madrid , 1979 p. 140. 101 Aron, Raymond. Un siglo de guerra total. Opus citada, p. 23. 102 Compayns Monclús, Julián. España en 1898: entre la diplomacia y la guerra. Biblioteca Diplomática española, Madrid 1991, p. 188. 99
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en combinación con unas políticas públicas por debajo de las cuales corren, y no siempre en la misma dirección, las políticas ordinarias;103 con ello se vuelve a corroborar el dictum del austríaco, "la única verdad es la realidad y la única realidad son las apariencias".
Esta entrada de la opinión pública en los conflictos ha tenido una notable incidencia política y doctrinal. Y es que “la cámara (fotográfica o cinematográfica) tiene un campo de visión todavía más limitado que el hombre que la maneja y la cámara siempre utiliza lo particular para expresar lo general;”104 la cámara se convierte en un elemento detector de la realidad, pero también en un selector de la misma.
Con la cámara, desde una posición de partida, se escoge la porción de la realidad que se quiere transmitir y se deshecha el resto, lo cual es artificial pues la imagen es un fragmento del todo, el contexto, sin el cual no puede comprenderse: la cámara pasa a ser por su capacidad de creación de la realidad un instrumento de la política. Así la imagen se torna en discurso y guerras como la de Vietnam se transforman en una sucesión de imágenes de una plástica exuberante a la vez que irrebatible pero no del todo veraz.
Las primeras fotografías de guerra se tomaron en la década de 1850 durante la guerra de Crimea.105 La idea primigenia se basaba en que, si el pueblo sostenía un conflicto con recursos humanos y materiales, no debía de mantener una opinión muy diferente de la propia de los Estados Mayores. Los medios de comunicación serían utilizados para sostener precisamente la opinión de una de las partes. La guerra será presentada como una sucesión de victorias. Por eso no pocos alemanes en la víspera de la capitulación de la Primera Guerra Mundial estaban convencidos de estar a las puertas de Paris. En esta línea, y coincidiendo con Clausewitz, Lord Palmerston afirmaba “las opiniones son más poderosas que los Ejércitos”. Por eso, tanto Cavour como Bülow eran expertos en crear incidentes al objeto de conseguir la “exaltación nacional,”106 con lo que la opinión pública pasa a formar parte del frente bélico. Ya durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Wilson107 consiguió mediante la propaganda activar el país para hacerlo participar en la guerra. Hitler atribuyó la victoria aliada en esa guerra a su superioridad en el frente propagandístico. De hecho, la palabra
103
Ballesteros, Ángel. Diplomacia y Relaciones Internacionales. Opus citada, p. 180. Nixon, Richard M. La verdadera guerra. Opus citada, p. 121. 105 Ramonet, Ignacio en “Los Conflictos Armados.”Opus citada, p. 197. 106 Ibidem, p. 181. 107 Chomsky, Noam. El nuevo orden mundial (y el viejo). Opus citada, p. 112. 104
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propaganda no era inicialmente peyorativa; uno de los Ministerios de Hitler era el Ministerio de la Propaganda dirigido por el doctor Joseph Goebbels.
Un caso particular fue el abuso de la propaganda por parte de los japoneses a partir de las batalla de las Marianas (junio de 1944); la distorsión fue tal que se generó una atmósfera de irrealidad con importantes consecuencias logísticas y estrategias, ya que afecto a la evaluación de la situación por parte de los mandos subordinados que desconocían por completo su estadio real.108
Pero la auténtica eclosión de los medios de comunicación en la guerra se encuentra en Vietnam. Hay un antes y un después de esa guerra. A partir de entonces, los conflictos incorporarán ya abiertamente una estrategia mediática a la estrategia militar109 que sirva, en primer término, para la construcción del relato acorde con su visión: lo que se dice, lo que no se dice (por ejemplo, en la Segunda Guerra del Golfo, el régimen kuwaití no fue presentado al público), lo que se hace y lo que no se hace, con todos sus matices.
Simultáneamente se desarrolla un plano ofensivo siguiendo los dictados de la propaganda política mediante fórmulas de creación tanto de héroes propios como de diablos enemigos; esta plástica reduccionista se ha demostrado históricamente muy eficaz, y se consigue concentrando todos los argumentos en personas o recurriendo a los mitos de la guerra, lo que prueba que el papel de los líderes en el surgimiento de los conflictos pueda ser menor del que se les atribuye.110
Narciso Michavila al respecto relata como el mito de Hitler sirvió para dar una nueva identidad a Alemania al transferirle a aquel líder la responsabilidad completa de la SGM y de sus atrocidades, lo cual a su vez, permitió la reconstrucción del pasado del pueblo alemán.111
Los medios de comunicación tienen una notable capacidad para determinar la agenda de los asuntos públicos, fijar la forma de abordarlos y establecer los criterios de valoración por la clase dirigente.112
Como ejemplos están las imágenes del ahorcamiento de dos sargentos británicos en Palestina a cargo de terroristas judíos, o de la muerte de prisioneros norteamericanos en
108
James, D Clayton “Las Estrategias Americana y japonesa en la guerra del Pacífico.” Opus citada, p. 740. Ramonet, Ignacio en “Los Conflictos Armados.” Opus citada, p. 206. 110 Michavila Núñez, Narciso. “Opinión pública y conflictos armados” en Opus citada, p. 161. 111 Michavila, Narciso. “Opinión pública y conflictos armados” Opus citada, p. 162. 112 Ibidem, p. 157. 109
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Somalia cuyo impacto en la opinión pública está detrás de las retiradas de las tropas de aquellos países.113 Un caso paradigmático es el de los secuestros aéreos114 en los que el diálogo se sitúa a nivel internacional y permite una exposición pedagógica que va más allá del simple atentado, proporcionando a los medios de comunicación un tema del gusto de los terroristas. Por si fuera poco, el agresor traslada toda la responsabilidad al tiempo que, nolens volens,115 conmina a la acción al agredido.
La progresiva descentralización de los canales de comunicación y la masificación que se produjo por su transmisión a través de las ondas, también afecta a los conflictos armados, sobre los que se elaboran distintos discursos que concurren en un mismo segmento de la población local.
El mundo se ha vuelto complicado, el incremento de la información disponible es tan intangible, que el periodista tiene que ser alguien que cribe y no sólo transmita, un organizador no sólo un intérprete, alguien que haga accesible los hechos.116
Todo ello da un amplio juego al que se añaden la combinación de lo cierto y lo manifiestamente falso y todas las aproximaciones que caben, por tangenciales que resulten, a la realidad. Además y como se ha visto, junto a intereses informativos, en un universo trasnacional existen intereses empresariales e intereses nacionales, lo que hace que existan intereses cruzados que pueden afectar al enfoque a nivel nacional e internacional y entre ambos.
Es por eso que la idea norteamericana de que la guerra debe ser tan transparente como la democracia y los medios de masas deben ilustrarla, sólo pudo aguantar hasta el conflicto de Vietnam, cuando las ideas más nobles pudieron verse salpicadas ante las cámaras por la sangre derramada para sostenerlas. 117
La actividad terrorista está hecha a la medida de los medios de comunicación y genera situaciones paradójicas. Los medios están en permanente demanda de audiencia, fin al que sirven los actos terroristas, lo que genera una peligrosa concurrencia de intereses favorecida por noticias que aúnan inmediatez, exclusividad y dramatismo: 113
Hoffman, Bruce. Historia del terrorismo. Opus citada. Le Borgne, Claude. La guerra ha muerto. Opus citada, p. 253. 115 Queriendo o no queriendo (hacer algo a la fuerza) 116 Citado por García Ferreras, Antonio en VV.AA. Terrorismo, victimas y medios de comunicación. Opus citada, p. 99. 117 Ramonet, Ignacio. “Los Conflictos Armados.” Opus citada, p. 199. 114
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“los terroristas explotaron la codicia normal de los medios de comunicación…..para dar informaciones de impacto internacional, por lo dramático y la dimensión humana de la noticia... en esta atmosfera la competitividad de los medios, siempre brutal, se convierte en algo especialmente feroz”. 118 El terrorismo incorpora una estrategia de comunicación pues se fundamenta en la “propaganda por los hechos”, y pretende un impacto psicológico, trayendo el debate sobre la causa que promueve y generando un discurso. Es un fenómeno antiguo, pero cuyo desarrollo actual sólo se explica con los medios de comunicación de masas; no obstante, es algo más que un lenguaje violento, que un acto de comunicación.
Las posiciones que se adopten podrán ser cambiadas en el futuro, lo importante es formular una pregunta, generar un debate, comunicar un mensaje a un público objetivo mediante un acto de terror. “La elección de los Juegos Olímpicos…ha sido como pintar el nombre de Palestina sobre una montaña que se ve desde las cuatro esquinas de la Tierra.”119
De partida, los medios, en su búsqueda de la neutralidad, de la equidistancia, asumen sus temas y debates -lo que resulta trascendental -, parte de su lenguaje y explican sus razones, lo que les permite ya ab initio obtener un rédito formal y de legitimación. Es el criterio de equidistancia, de objetividad, de ecuanimidad, que siempre subyace en la mente del que informa y motiva que pueda perderse la referencia y acaben equiparadas víctimas y verdugos. El resultado es una difícil ecuación que, de partida acepta el lenguaje de impugnación, y admite varias soluciones según se les considere luchadores por la libertad o criminales.
Pero la foto que se proporciona al telespectador no es completa, esta empaquetada para hacerla inteligible al público general. Así, resulta particularmente significativa la retroalimentación de los sectores de población que alientan las aspiraciones de las organizaciones terroristas, en el sentido de que sólo consumen noticias e informaciones que ellos mismos generan y que contribuyen a su movilización ideológica.120
Además está la cuestión de la capacidad y calidad de esos medios. Entre la censura (lo que no se quiere dejar ver o explicar) y la propaganda (lo que se quiere hacer pensar o sentir) hay un espectro de posibilidades.121 Así, en la guerra de las Malvinas, habida cuenta de que la censura por amputación era insuficiente, se impuso el control de la información mediante
118
Ibidem, pp. 207.y ss. Hoffman, Bruce. Historia del terrorismo. Opus citada, p. 107. 120 Manuel Gabriel, José en VV.AA. Terrorismo, victimas y medios de comunicación. Opus citada, pp. 31 y ss. 121 Sáez Ortega, Pedro. Guerra y paz en el comienzo del siglo XXI. Opus citada, p. 123. 119
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un proceso de selección (el pool), el control del acceso a la información (trato exclusivo con Oficiales británicos) y los canales de transmisión (Ejército británico).122
Ejemplo de la influencia de los medios en la conducción de los conflictos es la evolución de la doctrina militar de EE.UU que, durante la década de los noventa y comienzos del nuevo siglo, evolucionó hacia el establecimiento de criterios claros y restrictivos sobre el papel que sus fuerzas militares deben desempeñar en un conflicto (criterios Weinberger) y en la manera de hacerlo (doctrina Powell sobre “la fuerza decisiva desde el primer momento”) señalando unos medios tendentes a garantizar el “efecto cero”, la guerra sin bajas propias, al tiempo que se esforzaba en reducir el número de las enemigas. Desde la guerra de Kosovo el principio de “bajas cero” que se ha incorporado a los conflictos bélicos.123
La proliferación de medios tecnológicos hace que los periodistas puedan emitir en tiempo real sus crónicas desde el mismo lugar de los hechos, algo que hace poco era impensable y que incide en los resultados de las acciones a nivel operativo y hasta estratégico. El flujo de la información es tan rápido y dispone de tales tecnologías que la institución militar no puede controlarlo;124 si, como se ha visto, en la guerra de las Malvinas el material empleado seguía un camino controlable ahora ya no es así.125
Es el efecto CNN, sus albores se encuentran en la transmisión de imágenes de los sucesos de la plaza de Tian An Men en 1989 y de la caída del Muro de Berlín ese mismo año, desaparece la figura del mediador y la información llega cruda y en tiempo real; desde el punto de vista técnico son consecuencia de la portabilidad de los sistemas y del desarrollo de la tecnología satélite, lo que hace que la televisión sea autónoma para trabajar en tiempo real y desde cualquier lugar del mundo,126 convirtiéndose en una “factoría de la historia”.
Las noticias distorsionan la guerra señalando objetivos que escapan a la lógica militar convencional y obedecen a estrategias de prensa, simultáneamente limita y condiciona la forma en que se llevan a cabo las operaciones obligando a establecer márgenes de seguridad y a proteger la información.127 Merece reseñarse que el número total de bajas en Vietnam, no llegó con mucho al nivel de las guerras anteriores, cuando no había un desarrollo tan independiente de los medios de comunicación.
122
Ramonet, Ignacio. “Los Conflictos Armados.” Opus citada. Ramonet, Ignacio. Guerras del siglo XXI. Opus citada, pp. 132-133. 124 Internet es el desarrollo de un concepto militar ideado precisamente para no ser completamente controlado. 125 Wood, Paul “Las guerras del siglo XXI” en VV.AA. Una mirada al mundo del siglo XXI. Opus citada, p. 64. 126 Ramonet, Ignacio. “Los Conflictos Armados” en VV.AA. Seminario de Investigación para la Paz. Opus citada, p. 203. 127 Jordán, Javier y Calvo, José Luís. El nuevo rostro de la guerra. Opus citada, p 210 123
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Según Paul Wood, los medios marcan los tiempos y fijan el calendario político. Hoy el ciclo de la información es de 24 horas, máximo 48, de modo que la noticia puede viajar desde la misma línea de frente a los servicios de emisión y estar disponible en el día, obligando así a una respuesta política que como mucho puede dilatarse hasta el día siguiente. 128
Por ello, una mala gestión comunicativa puede provocar la prolongación de una crisis, puesto que las crisis conllevan adicionalmente una crisis de la información; si se falla en el control de esta crisis, se falla en el control de la crisis general.
Los servicios informativos desde los que se le hace partícipe, en primer término se exponen, sin solución de continuidad, las noticias nacionales, después las internacionales, el deporte y la meteorología. De esta manera se banaliza la información al equiparar las noticias de una guerra (ajena) con el deporte, con un partido de fútbol129 y se las convierte en entretenimiento;130 a ello se le puede añadir, por ejemplo, un tipo de manipulación dotada de bastante realismo que juega con el tempo (p.e. las supuestas matanzas de Rumania en las Navidades de 1989).131
Las noticias hacen que el espectador se traslade momentáneamente al conflicto de modo seguro, y se le hace partícipe temporal de momentos álgidos, de una realidad mucho más compleja y que no penetra en él psicológicamente.
Además, ver no es comprender. Es esa una ecuación preracional y muy peligrosa, en la delgada línea roja que separa lo cierto de lo falso. El observador se siente en el otro lado de la pecera y, sin moverse en la viscosidad de las aguas, cree entender el proceder de los peces, simplemente por verlos (único sentido implicado) un corto período de tiempo desde un ángulo y sólo en la parte seleccionada.
En estas circunstancias, y sin mayor preparación, emite un juicio condicionado exclusivamente por la fotografía que se le ha presentado. Las implicaciones para la conducción de la guerra son evidentes. Sucede así que el problema, como apunta Ignatieff, es que muchas veces, “las imágenes televisivas son más eficaces expresando consecuencias que analizando intenciones, más
128
Wood, Paul “Las guerras del siglo XXI” Opus citada, p.64. Verdú, Vicente. El planeta americano. Editorial Anagrama, Barcelona 2006, p. 80. 130 Postman, Neil. Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del show-bussines. Ediciones Tempestad, Barcelona 1991, p. 112. 131 Ramonet, Ignacio. “Los Conflictos Armados” Opus citada, p. 205. 129
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adecuadas para señalar los cadáveres que para explicar porque resulta provechosa en ciertos lugares.” 132
La diferencia entre fuerza y violencia se encuentra en una evanescente cuestión de legitimidad que hace que la guerra se desinstitucionalice y retorne a los viejos modos prewestfalianos, cuando se hacía entre grupos armados.
El monopolio de la violencia ha dejado también de pertenecer a los Estados y aparecen grupos y agentes trasnacionales que la desarrollan; la distinción entre la guerra y el crimen se difumina entonces para hacerse depender de la fuerza y de la consolidación de una situación de victoria. Y sucede que la guerra se hace también hacia el interior y la función policial se extiende hacia el exterior.
La creciente complejidad que presentan los escenarios contemporáneos hace que la guerra sea un concepto que no recoja todos los casos categorizables de procesos violentos que implican a grupos, y se quede pequeño para resultar útil como instrumento de estudio. De hecho, no pocos autores opinan que el concepto de guerra como tal ha quedado desfasado en el siglo XXI ya que no cubre todos los fenómenos de violencia organizada posibles, y ni siquiera alcanza a definir la naturaleza de la rivalidad.
La guerra se queda así en un término excesivamente militar para aproximarse a los enfrentamientos armados atendiendo a la pluralidad de planos en que viene a dirimirse el choque de poder. 7. UN ESPACIO PARA LA AMBIGUEDAD: EL TÉRMINO CONFLICTO.
El concepto que viene a sustituir a la guerra es, para no pocos autores, el término conflicto, por más que existan también otros equivalentes como disputa,133 crisis o enfrentamiento. En su sentido etimológico, esto es, utilizando el diccionario de la RAE, abarca desde lo que es la guerra en sí hasta lo que sería simplemente una materia de discusión. Y es que la RAE lo define como “combate, pelea, lucha” pero también como “enfrentamiento armado”, acepciones restrictivas que parecen confundir el conflicto con la guerra. Más adelante habla de “apuro, situación, materia de discusión”, lo que introduce
132
Ignatieff, Michael. El honor del guerrero. Opus citada, p. 29. Según Ross el conflicto puede ser considerado como las diferencias más básicas y difusas entre dos o más bandos, mientras que la disputa es una experiencia específica en la que toman acción las distintas partes contendientes. 133
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una gran ambigüedad. Una disputa es una incidencia específica en la que toman acción las diversas partes contendientes.
Un conflicto armado sería para Ekaterina Stepanova que hace una definición operativa, una disputa entre dos bandos con al menos 25 muertos y lo considera guerra si su número supera los 1.000. Desde esa percepción ha habido 231 conflictos armados en 151 países del mundo.
Integración y conflicto son indisociables de la vida de las sociedades; el hombre es, como decía Aristóteles, un animal social. La compleja interacción entre la evolución biológica y la cultura que además se desarrolla en entornos particulares, las sociedades humanas muestran un amplio espectro de conductas de cooperación y de conflicto.134
La coerción es una aproximación a la guerra que ocupa un lugar importante en la definición de estrategias; la diplomacia (“gestión de las Relaciones Internacionales mediante la negociación”) coercitiva es una prueba de voluntad que otorga los beneficios diplomáticos sin la prueba de la guerra, lo que las hace ideales para las democracias posheroicas135.
De hecho, Weber distingue entre el ejercicio del poder, sustanciado por medio de la fuerza y la coerción, y las relaciones de dominación entendidas como la posibilidad de que un mandato sea obedecido. Friederich establece una ecuación que hace al poder la suma de coerción y consentimiento.
Hannah Arendt considera que la política no se encuentra unida a la violencia, sino que se instaura cuando ésta es superada, así sostiene que “donde las órdenes no se obedecen, los medios de violencia son inútiles. Y lo que determina esta obediencia no es su relación con el mando, sino la opinión y cuanta gente la comparte. Todo depende del poder que respalda la violencia.” Por tanto cuando desaparece la política, reaparece la violencia. En palabras de Schmitt “el protego ergo obligo es el cogito ergo sum de los Estados”.
Para Arendt el apoyo que el pueblo presta a las instituciones es una prolongación de su asentimiento, de modo que las instituciones se petrifican en el momento que el pueblo deja de apoyarlas. Separa así poder, relaciones de dominación y violencia, ya que el poder se distingue de la violencia en que busca la concertación más que la imposición; además la violencia requiere de herramientas, “¿a caso no tenía razón Hobbes cuando dijo:”acuerdos sin espada son sólo palabras?” “
134 135
Ross, Marc Howard. La cultura del conflicto. Opus citada, p. 44. David, Charles-Philippe. La guerra y la paz. Opus citada, p. 251.
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Es más Arendt, como se ha visto, sostiene que el poder es superior a la violencia, ya que por muchos instrumentos de que se disponga si la población no da su asentimiento, no hay dominación posible. Cuando se habla de la eficacia de los terroristas, se olvida que esa eficacia tiene mucho de falta de poder de los demás. El factor decisivo es la pérdida de poder del Estado, no la violencia.
Otro tanto señala Mary Kaldor quien, coincidiendo con Arendt, subraya que el poder se apoya en la legitimidad y no en la violencia; además, señalará el hecho de que se haya producido una descentralización de la violencia al erosionarse el poder del Estado ha permitido que se hayan adueñado de ella agentes particulares. Kissinger, un realista, sostiene que “el poder sin legitimidad provoca las pruebas de fuerza; la legitimidad sin poder sólo provoca actitudes inútiles”.
Las teorías behavioristas del conflicto atienden a su naturaleza pluricausal; para ello se cruzan las distintas variables identificadas como generadoras buscando determinar las posibilidades de conflicto. La violencia se presenta como la espada que corta el nudo gordiano formado a partir de la confluencia de la pluralidad de causas que conforman un conflicto; se llega incluso a hablar de “metaconflicto” entendido como la controversia que surge al discutir sobre la naturaleza del conflicto, es decir la base de sus causas.
Ross considera que la cultura del conflicto, entendiendo por tal, al conjunto de normas, prácticas e instituciones de una sociedad, influye en aquello por lo que luchan los individuos y los grupos, en las formas culturalmente aprobadas para ello y en los recursos institucionales. Además, señala que se produce un conflicto cuando las partes se hallan en desacuerdo con respecto a la distribución de recursos materiales o simbólicos y actúan movidos por una incompatibilidad de metas, por profundas divergencias de intereses, siendo tan importantes tanto los elementos conductuales como los preceptúales.
Grundy clasifica las justificaciones de la violencia en cuatro grupos; legitimista (encaminado a proteger un orden considerado legítimo), expansionista (utilizado para imponer un orden normativo considerado superior), pluralista (sustentado en el derecho de un grupo a tener su propio orden normativo) e intrínseca (contribuye al desarrollo personal, expresa un compromiso con la causa y depende de la naturaleza de la estructura social).
Lo irracional es resultado de que los medios que no coincidan con los fines que se persiguen. Por eso Bernard sostiene que “el conflicto surge cuando los seres humanos
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defienden metas, propósitos o valores que son incompatibles entre sí” y Albert Einstein apuntaba en 1940 “se que es tarea difícil discutir sobre juicios fundamentales de valor. Si, por ejemplo, alguien aprueba, como fin la erradicación del género humano de la tierra, es imposible refutar este punto de vista desde bases racionales. Si, en cambio, hay acuerdos sobre determinados fines y valores se puede argüir con razón en cuanto a los medios pueden alcanzarse estos propósitos”. 136 Utilizando la definición del General Beaufre, que concilia conflicto y estrategia, la estrategia sería el arte de emplear el conflicto para alcanzar los objetivos fijados por la política, mediante el mejor uso posible los medios de que ésta dispone.
La violencia es sólo una parte del conflicto, lo que implica la existencia de fases y tiempos de actuación. Las diferentes teorías del conflicto, al estudiar su causa, hacen un énfasis en cierta medida complementario entre los aspectos de conducta y en los de percepción (por ejemplo, la conducta de Israel está inexorablemente ligada a la shoá,137 prisma bajo el que se realiza el análisis de la situación). Así concebida, la representación del conflicto sería un triángulo138 en cuyos vértices se encuentran la situación (intereses percibidos como contrapuestos),
las
actitudes
conflictivas
y
el
tercer
vértice
lo
compondría
el
comportamiento conflictivo, dirigido a que el otro modifique su actitud.
Fisas, con la triada Espacio-Tiempo-Tecnología utiliza también la forma de triángulo para analizar la diferente tipología de los conflictos (y también de la propia paz) conforme a los referidos parámetros, dejando a la ideología el espacio central. Así el terrorismo de Al Qaeda, por ejemplo, el espacio es el mundo entero, la tecnología es el atentado suicida y el tiempo es la sorpresa, mientras el espacio de la ideología lo ocuparía la cosmovisión integrista.
En el terreno de sociología, resulta muy interesante la definición de Freund: “el conflicto consiste en un enfrentamiento por choque intencionado, entre dos seres o grupos de la misma especie que manifiestan los unos de los otros, una intención hostil, en general a propósito de un derecho, y que, para mantener, afirmar o restablecer ese derecho, tratan de romper la resistencia del otro mediante el recurso a la violencia, la cual puede, llegado el caso, tender al aniquilamiento físico del otro.”139 Partiendo de esta definición e integrando todas las que se han aportado hasta ahora, un conflicto sería un choque de grupos humanos caracterizado por la hostilidad, que tiene por
136
Tortosa Blasco, José María. “La palabra terrorista” Opus citada, p. 54. Holocausto en hebreo. 138 Orús, Ruth en Seminario de Investigación para la Paz. Los Conflictos Armados. Diputación General de Aragón 1997, p. 91. 139 Freund, p. 58. 137
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objeto la reivindicación de un derecho que otros también consideran suyo y además es susceptible de escalar.
Pero Freund, en la línea de Galtung, va más allá y habla de una violencia directa o de actuación y de una violencia indirecta o de situación, más larvada y difusa. Es más, considera que la violencia directa corresponde a los conflictos simétricos y la estructural a los asimétricos.
En base también a estas consideraciones, y mediante el término conflicto, se pretende abarcar la pluralidad de factores que forman parte de las cuestiones litigiosas que afectan a una sociedad; así, se incluyen aspectos propiamente militares junto a otros políticos, económicos, propios de la “dimensión humana”….de este modo se realiza una aproximación global a los problemas con la que se encara su verdadera naturaleza que es multifactorial y poliédrica. Por eso, entre otras razones, la clasificación de los conflictos en baja, media o alta intensidad en función del número de bajas resulta también insuficiente.
Pero lo cierto es que, en la línea de lo apuntado por Kuhn o Schumpeter, el mundo se ha hecho más líquido, y los flujos de poder han desplazado a los Estados y sus estructuras estáticas a los efectos de su distribución y canalización de fuerzas. La apertura de las sociedades ha convertido al conflicto en un hecho estructural. El progreso es imposible sin cambio y detrás de todo cambio subsiste un conflicto.140
En este mundo globalizado, líquido, y dominado por flujos, los conflictos suponen una perturbación local de los esquemas de equilibrios vigente, pero las ondas que genera se propagan hasta alcanzar al sistema en su conjunto; cuando éstas tocan otros polos, se generan nuevas ondas, normalmente de menor amplitud, que se comportan de un modo similar a las anteriores con las que interactúan. Así, se puede producir el denominado “efecto mariposa”, la interrelación de variables, que puede generar conmociones en paraísos lejanos y ajenos al devenir de los conflictos de los que son causa. Ello es consecuencia directa tanto de la concatenación de circunstancias como de la inexistencia de universos estancos. Las cinco tradicionales esferas de poder (política, económica, militar, tecnológica y cultural) se encuentran entremezcladas.
Oscuras hipotecas subprime vendidas en EE.UU hacen tambalearse a los mercados bursátiles de medio mundo al conmocionar los pilares de sus economías, atacadas en algunas empresas de notable relevancia que se han visto comprometidas en tales 140
Munduate Jaca, Lourdes et al. Gestión del conflicto, negociación y mediación. Madrid 2005, p. 17.
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prácticas. Hecho este, además, relevante desde la perspectiva de la Seguridad. Una guerra puede materializarse con ataques financieros, informáticos… no precisa ser sangrienta o siquiera ser militar.141 Como sostiene Hobsbawm de la mano de Steinbrunner “ni siquiera los estamentos militares más avanzados podrían enfrentarse a una crisis total del sistema jurídico”, cosa que tiene bien presente la ahimsa gandhiana. La guerra, al decir de Clausewitz, es similar a un camaleón que cambia de apariencia según su entorno adoptando las más caprichosas formas para el logro de sus objetivos.
El resultado práctico de éste desarrollo es que el concepto de Defensa, que supone la aproximación militar a los problemas, ha sido sustituido por otro concepto más genérico y amplio, la Seguridad, en el que queda subsumida a la vez que se integra un amplio elenco de factores de todo tipo. Así, la Estrategia de Seguridad Europea deja constancia de que “ninguna de las nuevas amenazas es puramente militar; ni pueden ser abordados con medios puramente militares. Cada una requiere una combinación de instrumentos.”142
Pensadores como Ulrich Beck han calificado a la sociedad de este siglo como una sociedad del riesgo global, una sociedad cuyos viejos frentes de conflicto han perdido importancia ante unas amenazas novedosas que suponen una ruptura de continuidad con el pasado. No en vano, la mayoría de los conflictos son intraestalales.
El 77% de los conflictos habidos entre 1945 y 1996 (esto es, antes de la Guerra Fría), han estado dirigidos contra las autoridades estatales o han ocurrido entre comunidades; la mitad de ellas tenían origen ideológicos y en la otra mitad los objetivos eran secesionistas o étnicos.143.
De hecho, organizaciones internacionales como la OTAN utilizan formulaciones como el Comprehensive Political Guidance
con la que se pretende dar respuesta a la aludida
naturaleza integral de los conflictos y a su vertiente multicausal y supramilitar. De este modo toma en consideración a efectos de planeamiento aquellos aspectos específicos de la sociedad civil que puedan incidir en los conflictos.
141
Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Opus citada, p. 52 y ss. Piénsese en los ataques del financiero George Soros a algunas monedas o los embargos de fondos argentinos practicado por el Reino Unido durante la guerra de las Malvinas. 142 Khol, Radek. “Coordinación civil militar en la gestión de crisis de la UE” en VV. AA. VI Seminario de Seguridad y Defensa en el Mediterráneo. Fundación CIDOB, Ediciones Bellaterra 2008, p. 112. 143 David, Charles-Philippe. La guerra y la paz. Opus citada, p. 170.
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Conforme a este principio, con las llamadas Operaciones Basadas en Efectos (EBAOS en su denominación inglesa), una doctrina OTAN de 2007 ahora cuestionada, se pretende la integración de todos los instrumentos al servicio de la Alianza, ya sean militares o no, para crear campañas de efectos con las que alcanzar la situación final deseada de un modo más eficiente, como resultado de su efecto acumulativo y sinérgico.
Es decir, ya no se persiguen blancos u objetivos, sino conseguir, haciendo trabajar a todos los agentes (incluidas organizaciones civiles) en la misma dirección, una serie de efectos cuyo resultado sea el deseado en el nivel escogido. Esto requiere de un notable esfuerzo de sincronización y de dirección.
Un buen ejemplo de esta aproximación holística a los conflictos se está produciendo en Afganistán con el empleo de los PRT (Province Reconstruction Team), que integrando medios civiles y militares tratan de conseguir reactivar la vida del país vertebrándolo; así no sólo se combate a los enemigos del régimen sino que se les aísla de la población al tiempo que se favorece la gobernabilidad del territorio; son, pues, estrategias de estabilización de largo plazo.
9. REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA COMO ESPACIO DE GEOMETRÍA VARIABLE.
Violencia puede significar querer y violar. La etimología confirma la ambivalencia de la violencia: bia, violencia (vis) y bios, vida (vita). No se vive sin la fuerza de la violencia.144 Por eso Wrigth Mills diría que “el poder es, en esencia, violencia”.
En la sociedad posmoderna que ha superado la Guerra Fría, las fronteras de muchos conceptos están desdibujadas o se desplazan contribuyendo con ello a la incertidumbre o a la indefinición. 145 Pero éste es un fenómeno general, hasta un concepto capital como es la ciudadanía ha sufrido todo un proceso de erosión (ciudadanos, residentes permanentes, inmigrantes…).146
La diferenciación entre conflicto y guerra no se fundamenta en lo causal o conceptual sino en lo práctico; de modo que, a pesar de las connotaciones jurídicas que pueda poseer la
144
A. Dumas el al. Teología de la violencia. Ediciones Sígueme, Salamanca 1971, p. 11. Aunque ya Schmitt señalara que ésta se burla de “todas las distinciones clásicas entre guerra y paz, entre economía y política, entre militar y civil, entre combatiente y no combatiente, y conserva sólo la distinción entre amigo y enemigo, sobre cuya validez se funda su propio origen y esencia.” ( Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Opus citada, p. 13.) 146 Diamint, Rut. “Misiones militares” en S. Tulchin, Joseph et al. La seguridad desde las dos orillas. Ediciones Bellaterra, Barcelona 2006, p. 67. 145
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terminología empleada y de que sea la expresión de la situación de las relaciones interestado, el conflicto es el término más amplio y menos formalista de los dos e incluye a la guerra como una formulación más, dando de este modo más opciones a la política.
Por tal razón el análisis de estas formas contenciosas se hará desde la perspectiva del conflicto, y cuando se hable de guerra habrá de entenderse, la mayor parte de las veces y sino se indica lo contrario, en el sentido lato y antiformalista de los conflictos.
Por nuevas guerras se entienden aquellos fenómenos de violencia surgidos en el mundo no desarrollado a partir de este período y mayormente resultado de la pérdida de poder de unos Estados cuyo armazón se encontraba sujeto por la contradicción entre los bloques, la cual, a su vez, les permitía reforzar sus estructuras hasta ser capaces de ostentar el monopolio de la violencia legítima.
La desaparición de uno de los bloques liberó estas estructuras y debilitó a un Estado cuya capacidad quedó en entredicho, por debajo de otras subunidades presentes en su territorio, y aun de agentes individuales. La entrada del mundo desarrollado en estos conflictos dará pie a las Guerras de Cuarta Generación.
Una característica de los conflictos del siglo XXI es una creciente fragmentación y diversificación de una violencia que multiplica sus formas y sus actores, al tiempo que desaparecen las fronteras entre sus diferentes tipologías. Esta multiplicidad refleja una variedad de identidades, motivaciones, intereses y niveles de actividad de los actores armados en áreas de conflicto. En un sólo conflicto puede haber violencia de la insurgencia, violencia étnico-confesional, violencia entre comunidades, violencia tribal o violencia criminal transfronteriza o transnacional.147
Por ello, hay un área gris entre la paz y la guerra, lo interno y lo externo, los negocios y la política, lo civil y lo militar o lo nacional y lo multinacional. Y las fronteras se desplazan a conveniencia entre lo público y lo privado, la privacidad y la vigilancia, la libertad y el control, lo nacional y lo transnacional… con toda la inestabilidad e inseguridad que ello trae consigo. Una cuestión similar es lo que sucede con el conflicto y la guerra.148 Como Carl Schmitt sostiene “lo clásico es la posibilidad de llevar a cabo distinciones claras entre lo interior y lo exterior, entre la guerra y la paz y, durante la guerra entre lo militar y lo civil, entre neutralidad y no neutralidad. Cada término puede reconocerse por separado y no desdibujarse de forma intencionada. Incluso en la guerra todos tienen su estatus en cada lado… la regulación y la clara delimitación de la guerra suponen una revitalización 147 148
Stepanova, Ekaterina. “Un patrón para el estudio de los conflictos armados.” Opus citada, p. 42 y ss. Kaldor, Mary. Las nuevas guerras. Opus citada, p. 48.
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de la hostilidad. Toda relativización de este género representa un gran progreso en el sentido de la humanidad…lo que no constituye en modo alguno un progreso para la humanidad es proscribir la guerra…y desencadenar en su lugar, en nombre de la guerra justa hostilidades revolucionarias de clase o raza que no están ya en condiciones de distinguir entre enemigo y criminal y que tampoco lo desean”.149 En esta línea, legitimidad, legalidad y moralidad configuran un espacio difuso de contornos inciertos, aunque con un núcleo común, que se convierte en un plano de enfrentamiento, cuando no en un instrumento de combate, un punto decisivo en el camino hacia la victoria. Por eso Kissinger señala que “un país que se exige a sí mismo la perfección moral como prueba para su política exterior no alcanzará la perfección ni la seguridad.”150
No es de extrañar que en el Manual de Contrainsurgencia utilizado por los Estados Unidos en Irak, insista en aspectos como la plena subordinación de la acción guerrera a los fines políticos perseguidos, la búsqueda de fuentes de legitimidad, el establecimiento de condiciones objetivas de seguridad para la población iraquí en el marco del imperio de la ley, la unidad de esfuerzo entre los organismos militares y civiles implicados en el conflicto, la necesidad de comprender el ambiente, la inteligencia como guía de las operaciones o la necesidad de aislar a los insurgentes de sus fuentes de apoyo. Consecuencia de planteamientos similares, a Irak se han desplazado no pocos antropólogos. El hombre es faber historiae. Como agudamente señala Raymond Aron ”probar la responsabilidad del enemigo en una guerra se ha convertido en el deber de todo gobierno,” 151
tratando de hacer del conflicto una suerte de ordalía; pero Hegel ya apuntaba antes que
no es tanto el juicio de Dios como el juicio de la política: “el espíritu universal, el espíritu del mundo, que es al mismo tiempo quien ejerce sobre ellos su derecho – y su derecho es el derecho supremo – en la historia universal, erigida en tribunal de la historia”.152 Mas lejos va Bardeche en su juicio sobre la Segunda Guerra Mundial cuando afirma que el verdadero motivo del juicio de Nuremberg fue el horror de los vencedores al comprobar la magnitud del daño inferido, lo que obligaba, además, a condenar a los vencidos como una forma de excusar sus excesos. En esta línea, Fuller se cuestiona como “se ha adoptado el postulado de que sólo el enemigo podía haber tenido una conducta criminal”.
Como se ha visto y en otro orden de cosas, la terminología utilizada en los conflictos es relevante pero dista mucho de ser clara y la razón de esta imprecisión se encuentra
149
Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Opus citada, p. 41. Kissinger, Henry. Diplomacia. Opus citada, p. 502. 151 Aron, Raymond. Un siglo de guerra total. Opus citada, p. 1. 152 Hegel, G.W.F. Principios de filosofía del derecho. Opus citada, p. 420. 150
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precisamente en su relevancia, en las implicaciones políticas que de su uso y aceptación se derivan.
Guerra y paz son dos palabras demasiado precisas para un mundo en el que la imprecisión, la polisemia, otorga mayores márgenes a la política; el riesgo está en que acaben por convertirse en términos con un significado realmente muerto lo que no impide que sigan deambulando como el espectro del padre del príncipe Hamlet en el pensamiento y en el discurso.153
Como resultado de esta naturaleza evanescente que impide a las partes saber con certeza en que situación se encuentran (es una relación entre dos bandos entre los que no existe un diálogo convencional y cada uno elige el estadio de su relación), surgen las denominadas reglas de enfrentamiento (ROE´S en su acepción en lengua inglesa) con ellas no se pretende limitar la violencia, sino controlarla políticamente como corresponde al modelo limitado de guerra que se ha impuesto, establecer sus niveles de modo proporcional a la percepción de las partes sobre la evolución del conflicto y servir a su estabilización, lo que constituye una manifestación clara de que la guerra no es sino una más de las actividades, trascendente por supuesto, que realiza el Estado, junto con otras. Debe considerarse, como apunta Mitscherlich,154 que si bien un animal lucha de modo diferente con sus presas a como lo hace con sus semejantes, no hay ninguna ritualización en el hombre – y las ROE´S no lo son – que encauce con seguridad la agresión. Entre otras razones por eso Albert Einstein decía que “caracteriza, en mi opinión, a nuestra época la perfección de los medios y la confusión de los fines” idea esta desarrollada por Liddell Hart: “cuanta más fuerza se invierte, más aumenta el riesgo de que el equilibrio de la guerra se vuelva en contra….cuanto mas brutales los medios, más resentidos estarán los enemigos, con lo que endurecerán la resistencia que se trata de vencer…cuanto más se intenta tratar de imponer una paz totalmente propia…mayores son los obstáculos que surgirán en el camino….la fuerza es un círculo vicioso – o mejor, una espiral – salvo que su aplicación esté controlada por el cálculo más razonado. Así, la guerra, que comienza por negar la razón, viene a reivindicarla a lo largo de todas las fases de la lucha”. 155 Su propuesta muestra su preferencia por la dislocación psicológica del enemigo mediante acciones económicas de fuerza. Desde su época la estrategia ha ido dejando de ser la ciencia militar de la victoria y se está transformando en una especie de diplomacia de la violencia que evita soluciones extremas y en la que antagonismo y cooperación aparecen íntimamente ligadas.
153
Jordán, Javier y Calvo, José Luís. El nuevo rostro de la guerra. Opus citada, p. 20. Mitscherlich, Alexander. La idea de la paz y la agresividad humana. Editorial Taurus, p. 143. 155 Liddell Hart, B.H. Estrategia de la aproximación indirecta. Opus citada, pp. 339 y 340. 154
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El conflicto es un concepto de gran complejidad en que resulta posible subsumir la guerra, pero también otros fenómenos como la lucha por el poder, los procesos revolucionarios, los antagonismos ideológicos y de todo tipo, y hasta la delincuencia o las fricciones familiares.
En este océano de confusión, surgen conceptos nuevos que pretenden dar solución a los problemas a los retos operativos y que, sin solución de continuidad, se suceden unos a otros, pues no terminan de ser implementados en la doctrina cuando devienen en obsoletos, preparando tal vez el retorno de lo mismo.
Cuando, a través de complejas redes de mando, control y comunicaciones, los Jefes de Estado pueden volver a situarse a la cabeza de sus Ejércitos – como en España hiciera por última vez Carlos V en la batalla de Mülberg, momento inmortalizado en el célebre cuadro de Tiziano - el carácter cíclico y recurrente de la historia parece haberse completado de nuevo al devolver la guerra del siglo XXI a las formas propias del siglo XVI.
Pero la guerra es difícilmente abarcable en la medida en que es un hecho político y social; la forma de aproximarse, la referencia cultural que de partida se adopte y el plano en que se lleve a cabo, condiciona indefectiblemente el resultado.
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