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Todos los años durante nuestra temporada más fría, llegan las ballenas jorobadas a pasar su estación más caliente. Aunque parezca contradictorio esto es lo que se da en Samaná, contradicción que le sirve a la ciudad de la más hermosa bahía dominicana para dinamizar una especie de turismo que ha devenido en ser único: todo el mundo quiere ver las ballenas aunque sea una vez en la vida. Entre enero y marzo las excursiones a Samaná se multiplican en pos de la contemplación de los enormes cetáceos que montan su circo acuático efectuando mil saltos, aleteos, coleteos y otras cabriolas acuáticas que nos maravillan en nuestro asombro al ver volar 45 toneladas de carne, hueso y grasa en un gracioso esfuerzo que nada tiene que ver con la nuestra diversión, sino con un tradicional y natural cortejo en busca de apareamiento. Aunque nuestras costas son visitadas por otras ballenas, con la ballena orca, la ballena piloto, el cachalote pigmeo, la ballena picuda de Antilla, la ballena de Cuvier, la ballena de Sei, la ballena de Bryde y la ballena Minke, ninguna de ellas resultan tan notorias como la ballena, que en realidad no tiene joroba alguna. Se le conoce como jorobada por la visión que representa al arquear el lomo cuando asoma a la superficie del agua y emprende una inmersión profunda. Animales sociales por naturaleza, las ballenas jorobadas tienen todos los mares por hábitat, utilizando los nuestros como sitio de reproducción. Aunque la mayor parte de su vida mantienen en poblaciones separadas coinciden en nuestros bancos de la Plata y Navidad, convirtiendo estos lugares en áreas críticas para su supervivencia. Las ballenas que vienen hasta nuestras costas proceden de Labrador, New Foundland, Groenlandia, Islandia y ell Golfo Maine, desarrollando un recorrido de unos 64, 751 kilómetros durante los cuales no se alimentan, como tampoco lo hacen durante su estadía reproductiva en nuestras aguas. Al volver a los mares de estadía permanente se alimentan de arenques y capelin. Además de la aparente joroba, entre las características más notorias de la ballenas jorobadas están sus largas aletas pectorales, las que pueden llegar a medir hasta cinco metros. Poseen, además, unas protuberancias sobre y debajo de la cabeza creciéndoles un pelo en cada una de ellas. "Sus colas, son tan absolutamente distintas como las huellas digitales de los humanos", escribe la profesora Idelissa Bonelly de Calventi, no existen dos ballenas con el mismo patrón de manchas, lo que ha permitido a los científicos a través de las fotografías de las colas identificar el individuo, seguir sus migraciones, documentar sus actividades y notar la aparición de nuevos ballenatos de manera continua. Los ballenatos nacen regularmente en el Banco de la Plata, cerca de los arrecifes de coral. El nacimiento de los ballenatos, según observaciones realizadas, aumenta aproximadamente en 30% la presencia de las ballenas, lo que indica que estas hembras vienen a parir a esta zona los hijos que habrá de amamantar durante unos dos años. Mientras tanto los machos, moviéndose por los fondos llanos con una profundidad de 20 a 40 metros, compiten por las hembras en un cortejo acrobático y musical cuyos sonidos han cautivado a los estudiosos del 1
comportamiento de estos mamíferos marinos. Las canciones utilizadas por los machos parecen también diferenciarse según las poblaciones a que pertenezcan. Esta "música" es el sonido que estimula a las hembras a escoger pareja para su apareamiento. ECOLOGIA NOVIEMBRE 2001
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