Bárbaros y escitas. Los bárbaros

Bárbaros y escitas Los términos (en singular) pertenecen a Colosenses 3.11: “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni

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Bárbaros y escitas Los términos (en singular) pertenecen a Colosenses 3.11: “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo y en todos”. Tan sólo leerlo vemos que se trata de un pasaje de real importancia. Pero como el título del artículo lo indica, mi tema no es sobre el versículo, sino sobre los bárbaros y los escitas mencionados allí por única vez en la Biblia. O puedo decirlo de otra manera: Quiero contestar, hasta donde me sea posible, la pregunta ¿quiénes eran estas gentes? Al fin y al cabo “bárbaro” y “escita” son, para muchos de nosotros, las palabras desconocidas del versículo. Los bárbaros Los bárbaros no constituían un pueblo o una nación. Como veremos enseguida el origen y el uso de esa palabra es muy interesante. Los griegos estaban muy orgullosos de su lengua. Y tenían razón para estarlo. El griego fue un idioma que rayaba en la perfección. Hombres de todas las épocas acostumbran decir que “los griegos tenían una palabra para eso”. No había en el mundo otra nación que pudiera jactarse de las excelencias de su lengua como los griegos. En tiempo de Pablo el uso del griego se había extendido a todo el mundo grecorromano. Si alguien además del idioma de su nación no hablaba el griego, estaba en gran desventaja. El griego no era solamente propio de la gente educada. El común de la gente de aquel mundo se es-

forzaba por hablar y escribir ese idioma. De modo que casi en cualquier lugar del imperio romano si alguien no sabía leer griego encontraría a la vuelta de la esquina a alguien que sí. Cuando el Dios del Cielo quiso que el mundo conociera la historia y la voluntad de Su Hijo, Jesucristo el Salvador, determinó que los documentos del Nuevo Testamento fueran escritos en griego, griego koiné, es decir, el griego del común de las gentes. Los griegos sentían que en cuanto a lenguaje, las gentes del mundo podían dividirse en dos grupos: los que hablaban el griego y los que no. Los orgullosos griegos decían burlones que quienes hablaban en cualquier otro idioma parecían estar repitiendo lo mismo: “Bar-bar-bar-bar…”. De manera que originalmente a los habitantes de naciones que no acostumbraban hablar griego les llamaban “barbaroi”, (bárbaros) significando algo así como “los que hablan en forma rara”. Con el paso del tiempo la palabra perdió su sentido peyorativo y vino a significar simplemente “uno que no habla el griego”, aunque se tratara de alguien de otra manera considerado educado e importante. Si la palabra “bárbaro” significara hoy lo mismo, la inmensa mayoría de los hombres modernos, incluidos presidentes, hombres de negocios y de ciencia, seríamos “bárbaros”, pues aunque los idiomas modernos poseen muchas etimologías griegas, el idioma griego hoy sólo lo hablan los menos de once millones de habitantes de la pequeña Grecia y una parte de los poco más de un millón de habitantes de la pequeñísima Chipre. Unos cuantos siglos después de la época apostólica el griego entró en desuso cediéndole su lugar de “idioma universal” al latín. Hoy casi los únicos terrícolas que aprenden griego son los eruditos bíblicos por causa de su interés en los códices y

textos griegos del Nuevo Testamento. Es interesante que la palabra “bárbaro” ha adquirido un sentido totalmente diferente que nada tiene que ver con no hablar griego. Ahora “bárbaro” según el diccionario de la Real Academia Española se le llama a alguien “inculto, grosero, tosco” y de allí se deriva una palabra muy común: “barbaridad”, que el Dicc RAE define como “Dicho necio o temerario”. Ya volviendo a nuestro asunto, cuando Pablo escribió que “…no hay bárbaro ni…”, los colosenses entendieron sencillamente que en la renovación en Cristo no tiene importancia si el cristiano no conoce el idioma griego, como no la tiene ser judío o griego, o ser esclavo, o ser libre. Los escitas Los escitas eran los habitantes de Escitia. Aunque Pablo pudo hablar hipotéticamente al decir “escita”, el pasaje nos permite pensar que el evangelio había llegado a Escitia, Si así hubiera sido, la llegada del evangelio a Escitia fue el resultado indirecto del trabajo de Pablo, quien en su segundo viaje llevó el evangelio a Galacia (sobre todo si llegó hasta la Galacia norteña) que no estaba lejos de Escitia, Un mapa bíblico nos indicará que Escitia estaba al norte o noreste de Galacia con su frontera sureña entre el Mar Negro y el Mar Caspio, en el Cáucaso. Pero situar la frontera sur de Escitia no basta. ¿Era un país pequeño o grande? ¿Cómo eran sus habitantes para que Pablo los utilice así? El problema es que lo que se ha escrito sobre Escitia y los escitas es contradictorio, y abunda en mitos. Dependiendo de quién lo diga, Escitia pudo ser un país al norte y este del Mar Negro llegando hasta las montañas del

Cáucaso, o al norte de los mares Negro y Caspio incluyendo la región entre ellos. O pudo abarcar todo lo que hoy es Siberia extendiéndose al este hasta la frontera occidental de China. Siguiendo un poco al historiador griego Heródoto (484-425 a. C.) los escitas pudieron constituir una pluralidad de pueblos, incluido el de los escitas nómadas que habitaron una región muy extensa y lejana hacia el oriente y al norte. Muchos estudiosos piensan que los escitas de que habla Pablo son los que habitaron al norte del Cáucaso y del Mar Negro. Los escitas eran famosos como criadores de caballos y por su destreza con el arco o la ballesta a caballo. Hay quienes piensan que escita significa “ballestero”. De acuerdo a Horódoto, quien visitó Escitia, los escitas tenían costumbres que los romanos y griegos deben haber considerado cercanas a la barbarie como la ordeña de yeguas cuya leche les era muy apetecible. O la de cegar a sus esclavos. O la de beberse la sangre del primer enemigo muerto en una batalla, o la de escalpar a sus enemigos y usar como vasijas sus cráneos, etc. No obstante esas costumbres, los hallazgos arqueológicos de los últimos tiempos en Escitia de piezas hermosas y artísticas de orfebrería de oro y otros materiales distan mucho de ser la obra de un pueblo primitivo y salvaje. En cuanto a su presencia física siguen las descripciones contradictorias. El gran médico griego Hipócrates describió físicamente a los escitas como “muy diferentes de los otros humanos”, con sus cuerpos gruesos y carnosos, sus extremidades flojas y sin tono muscular, muy parecidos los hombres entre sí, y las mujeres entre ellas. La descripción de Hipócrates es contradicha totalmente por la de los científicos y arqueólogos rusos modernos quienes

nos dicen que las estatuillas, las figuras en los vasos y las tumbas encontradas en el sudoeste de Rusia (región de la antigua Escitia) muestran que los escitas eran muy altos y delgados, de piel clara, cabello rubio y ojos hundidos azules o verdes. ¿A quién le creemos? Parece que dentro del contexto de Colosenses 3.11, uno puede pensar en un país un tanto salvaje y atrasado, como lo concebían los habitantes de Asia Menor occidental a la que pertenecía Colosas, aunque también podría Pablo haberse referido simplemente a los habitantes de un país extraño y desconocido. Por Jorge Rodríguez Guerrero Guadalajara, México, febrero 2015

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