Benjamín Rojas: El maestro equivocado

Benjamín Rojas: El maestro equivocado Cuentos, sueños y narraciones del Profesor Benjamín Rojas Luz Alfonsina Pazos ¿Quién quiere ser maestro? —Papá,

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Benjamín Rojas: El maestro equivocado Cuentos, sueños y narraciones del Profesor Benjamín Rojas Luz Alfonsina Pazos

¿Quién quiere ser maestro? —Papá, cuando crezca, yo no quiero ser maestro. Durante todo el viaje, no habían casi intercambiado palabra, por eso a Benjamín le tomó por sorpresa el que David levantara los ojos de su PSP, esa maquinita portátil que cargaba a todos lados desde que aprendió a apretar los botoncitos, para soltar aquella información. Para colmo, la declaración coincidió con el momento en que las puertas se cerraron en la estación de Constituyentes en la que, como milagro guadalupano, se vació el vagón y todo quedó en silencio, de tal manera que el medio murmullo que soltó su hijo agarró a Benjamín en bajada, con la contundencia de un balonazo. Sobreponiéndose con gran esfuerzo y recuperando su acostumbrada elocuencia, Benjamín atinó a responder: —¿Eh? —Que yo no voy a ser maestro—respondió David, con la mirada vuelta a la pantallita del juego, en el que un soldado surrealista destripaba zombies. Increíble. El chamaco todavía no sabía leer, pero ya manejaba ese aparatito con la destreza de un neurocirujano. Llegando casi a la estación del metro Polanco, mientras se ponían de pie para bajar de tren, Benjamín pudo por fin articular la pregunta: —Y, ¿por qué? —¿Por qué qué? —¿Por qué no quieres ser profesor? —Mi mamá dice que todos se mueren de hambre, y que los que no son explotados como chinos, son huevones como gringos. También dice que en el siglo XXI, los maestros hacen una labor vacua… ¿qué es una labor vacua, papá? Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 25. (Octubre 2012) Acceso abierto (open access): ¿Emancipación del conocimiento y de la educación?

Benjamín, sopesando aún las implicaciones de lo que le estaba diciendo su hijo, se limitó a responder con otra pregunta: —¿A qué te suena? —Me suena como a vaca… —Más bien un buey—musitó Benjamín, pensando en voz alta. Esta vez fue David quien respondió con un “¿Eh?” —Nada —No, ¡pero si dijiste buey! —¿Me vas a acusar con tu mamá? —No. Mi mamá siempre dice que lo que hagas y con quién lo hagas es tu bronca, mientras a ella le cumplas…—aquí, los ojos pardos del niño, idénticos a los de Benjamín, tomaron una expresión ceñuda e intrigada—Dice siempre que ahora le cumples más seguido que cuando te salía gratis… ¿de qué habla? —¿Tú qué crees? —No sé. Mi mamá también dice que los que contestan a una pregunta con otra son groseros o idiotas… pero también dice que para ser maestro hay que estar mal del cerebro… y cuando habla de ti con sus amigas, te dice “el idiota de Benjamín’. —¿Y tú, qué opinas? ¿Estás de acuerdo? —La maestra dice que cuando los papás se divorcian pueden decir cosas feas el uno del otro y que, cuando eso pase, no le haga caso a ninguno. —Entonces, ¿le haces caso a la maestra aunque esté mal del cerebro? —Miss Vero me cae bien—aclaró David, usando el término familiar para las profesoras que las trataba de ‘señoritas’ aún cuando fueran señoras cuarentonas con tres hijos y celulitis hasta en los cachetes (como era el caso de la ‘miss’ de David)—pero a veces la odio cuando deja mucha tarea o me pasa al pizarrón a resolver un ejercicio o cuando hace examen. Pero cuando jugamos o nos pone a dibujar, me cae bien. Benjamín asintió. David, a los 6 años de edad, pensaba igual que sus alumnos; quién sabe si eso implicaba que su hijo era muy adulto o sus alumnos muy niños. Probablemente lo segundo. Para los “universitarios”, Benjamín era “chido” cuando les ponía películas o los mandaba al cine o contaba chistes, pero era un “pinche viejo” (en el mejor de los casos) cuando les encargaba investigaciones o les dejaba ensayos o aplicaba examen. Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 25. (Octubre 2012) Acceso abierto (open access): ¿Emancipación del conocimiento y de la educación?

Mientras tanto, ya habían salido del metro justo por las escaleras que quedan frente a la Mercería del Refugio en la calle de Horacio. Por pura inercia, Benjamín volteó al escaparate. Detrás del cristal, la rubia muñeca Barbie sonreía parada junto al mítico pizarrón verde que ya ni en la sierra de Guerrero se usa, sobre todo desde que Fox comenzó con la Enciclomedia en los rincones apartados del país en los que no hay ni luz eléctrica. Barbie llevaba un vestido corto con números y el siempre presente ‘ABC’, además de cuello de camisa y corbatita de moño que le daba un aspecto más de colegiala que de profesora… además, tenía en la mano un lápiz de plástico, pero entre sus accesorios venía una regla que simulaba madera… buenísima para darle un par de nalgadas a algún niño que haya sido ‘muy, muy malo’, pensó Benjamín, dejando aflorar su lado perverso. “¿Por qué no están así las de la Unimet?” pensó Benjamín con amargura, dándose el gusto de vestir imaginariamente a Adriana con el traje de Barbie. De lujo. En su mente apareció también Estela, con el mismo vestido, llevando en las manos la regla de madera y acercándose con un sensual bamboleo de sus largas y blancas piernas. No sin amargura, Benjamín reprimió la sonrisa que pugnaba por dibujarse en sus labios mientras mandaba a Estela y Adriana al fondo de su subconsciente con un post-it imaginario: ‘Revisar en la noche’. “Lo siento, chicas, pero hay niños presentes” se disculpó Benjamín, tomando la manita de David que ya no había vuelto a levantar el rostro de su videojuego. En la esquina con Newton, en el café de El Globo, esperaba la mamá del niño que, como buena clasemediera mexicana, gustaba de presumir un estatus que no tenía, invitar amigas a una comida que no podía pagar y, al final, manipular a las amigas y comer de gorra. Toda una joya. Al principio, a Benjamín le había gustado porque se veía segura, decidida y, al mismo tiempo, ingenua e impulsiva. Con un aire medio edípico, Benjamín se había casado con una versión ‘light’ de su madre, salvo por un detalle: a su ex-esposa le encantaba sentirse princesa y que los demás le sirvieran, en lugar de esa energía casi hiperactiva que había caracterizado a la madre de Benjamín, combinada con un carácter reservado y dulce. Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 25. (Octubre 2012) Acceso abierto (open access): ¿Emancipación del conocimiento y de la educación?

Pero, con el tiempo, su mujer fue dejando de lado la ingenuidad y se había vuelto insegura, tanto que cualquier falta de atención por parte de Benjamín era considerado un síntoma de infidelidad y provocaba conatos de divorcio. Hacia el final de su matrimonio, cuando Benjamín entró a la primera de sus muchas crisis existenciales y empezó a pasar (más bien perder) más tiempo en la escuela haciéndose wey, su mujer lo acusó hasta de maricón y de tener una aventura con el Dr. Pérez. En aquél entonces le había producido risa, ahora le provocaba una descarada carcajada. Mientras Benjamín y su hijo se acercaban a la mesa, ella hablaba sin notar su presencia, diciéndole a la amiga con cara de mártir que estaba a su lado: —O sea, manis, cuando así pasan las cosas cuando van a pasar y se dan así a la de ya y ya vas pero ni vale la pena ir porque si sí, pues sí, pero si no, pues para qué te esforzastes, si no, ¿no? O sea, cero chido. “¡Qué pena!” pensó Benjamín “Ojalá no se le ocurra decir que estuvo casada con un maestro. Qué perjuicio para mi de por sí vapuleada reputación… cualquiera le creería su versión de que estuvo casada con un idiota.” Acercándose a la mesa, Benjamín entregó de vuelta el niño a su elocuente madre, que lo recibió con una sonrisa de liga idéntica a la de Madrazo en 2006. Regresando al metro, Benjamín no dejaba de pensar en la declaración antipedagógica de su retoño. Bueno, el chamaco no tenía la culpa, viviendo con la neurótica ex-mujer de un docente no había escuchado más que largos enlistados de los incontables defectos del wey que se para junto al pizarrón. Así, ¿a quién le dan ganas de ser maestro? El mismo, ¿por qué había elegido esa ocupación? Por su padre, claro. Pero, ¿qué hubiera sido de él si su padre hubiera sido albañil o mariachi? ¿Cómo saberlo? Desde que tenía memoria, el sueño de Benja había sido continuar con aquello que su papá amaba. La enseñanza era algo sagrado en la familia del joven Benja, y jamás se le habría ocurrido dedicarse a nada fuera del ministerio… A lo mejor debiera haberse hecho encargado de Starbucks; ganaría más o menos lo mismo pero al menos no tendría que aguantar las críticas malintencionadas de los niños fresa… Bueno, a lo mejor sí. A veces la gente confunde ‘empleado’ y ‘servicio’ con ‘esclavo’. A esto, había llegado de nuevo frente a la Mercería del Refugio. Volvió Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 25. (Octubre 2012) Acceso abierto (open access): ¿Emancipación del conocimiento y de la educación?

la vista al escaparate para encontrarse de nuevo con la Barbie Maestra, esa cincuentona que desde siempre tiene cuerpo de treintañera cuando mucho. En el pizarrón de Barbie estaba la eterna fórmula matemática “2 + 2” con un signo de interrogación. La pobre Barbie, rodeada como en redada de Tepito, apenas de veía entre cajas y más cajas de las adolescentes ‘apasionadas por la moda’ de Bratz. Toda una profesora de la Unimet. Pobre Barbie. Nomás por no dejar, el profe Rojas leyó los brillantes letreros del escaparate: “Barbie Maestra. ¡Liquidación! $120” “Bratz. Moda Bling Bling. $250” “Ya ni la muelan”, pensó Benjamín “ahora resulta que la maestra vale menos de la mitad de una niña fashion. No hablar. Estamos jodidos.” Mientras estaba ahí parado, emergió de la juguetería una niña como de 7 años con la barbie maestra en la mano, cantando el atemporal sonsonete con el que todos nos aprendemos las tablas: “Uno por uno, uuuno. Uno por dos, dooos. Uno por tres, treees…”. Bueno, pensó el profe, a lo mejor no estemos tan jodidos. Voleteándose para entrar al metro, Benjamín chocó de manos a boca con Ana. Ambos se rieron del abrupto encuentro con esa risa incómoda de los ex–amantes. —Profe, ¿nos tomamos un café?—dijo Ana, aliviando un poco la tensión—. Fíjate que me ofrecen un trabajo de medio tiempo como profesora en una Universidad particular medio patito… ¿cómo ves? ¿Me lanzo? —Lánzate—dijo Benjamín, riendo para sus adentros, olvidándose de si estamos o no jodidos, mientras se encaminaba al Starbucks, acompañado de la futura Barbie Maestra.

Luz Alfonsina Pazos Es estudiante de Comunicación de la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán.

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