BIBLIOFILIA Y NACIONALISMO

BIBLIOFILIA Y NACIONALISMO PUBLICACIONES DEL SEMYR inventario 3 Director Pedro M. Cátedra Coordinación de publicaciones Eva Belén Carro Carbajal B

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BIBLIOFILIA Y NACIONALISMO

PUBLICACIONES DEL SEMYR inventario 3 Director Pedro M. Cátedra Coordinación de publicaciones Eva Belén Carro Carbajal

BIBLIOFILIA Y NACIONALISMO NUEVE ENSAYOS SOBRE COLECCIONISMO Y ARTES CONTEMPORÁNEAS DEL LIBRO

dirigido por

MARÍA LUISA LÓPEZ-VIDRIERO edición al cuidado de

PABLO ANDRÉS ESCAPA

SALAMANCA Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas Sociedad de Estudios Medievales y Renacentistas

MMXI

Los trabajos de este libro son resultados del proyecto «Nacionalismo y bibliofilia: artes del libro en la España contemporánea», del que es investigadora principal María Luisa Eugenia López-Vidriero Abelló, y que, subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (código HAR2008-01472/ARTE), se ha desarrollado en el ámbito del Centro Internacional de Investigación de la Lengua Española (CiLengua, Fundación San Millán de la Cogolla)

© Mª. Luisa López-Vidriero & SEMYR ISBN 978-84-937765-1-0 Depósito Legal: S. 640-2011 Composición, impresión y encuadernación: Gráficas Cervantes S.A. (Salamanca)

TABLA

NOTA

PRELIMINAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

9-12

I. Xesús ALONSO MONTERO, Dos grandes bibliófilos gallegos del siglo XX: Antonio Rey Soto (1879-1966) y Fermín Penzol (1901-1981) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

13-43

II. Fernando B OUZA , Por una escritura nacional en tipos de imprenta. «La colección de Trozos selectos» en bastarda española de C. Gorchs (1888) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

45-67

III. Francesc FONTBONA, Els gravats de la «Historia de Cataluña y de la Corona de Aragón» de Víctor Balaguer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

69-84

IV. María Luisa LÓPEZ-VIDRIERO, Naturalismo bibliófilo: el portentoso hurto de la Real Biblioteca particular de Su Majestad . . . . . . . . . . 85-146 V. Germán MASID VALIÑAS, La mística castellana en la bibliofilia francesa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147-224 VI. Maria Cristina MISITI, L’amore per le antiche memorie e il collezionismo di libri a fine Ottocento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225-241 VII. John O’NEILL, Archer M. Huntington y las primeras publicaciones de la Hispanic Society of America . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243-271

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TA B L A

VIII. Rafael RAMOS, Las impresiones lopescas atribuidas al conde de Saceda: ¿imposturas bibliográficas o pasión literaria? . . . . . . . . . . 273-301 IX. Barry TAYLOR, Thomas Grenville (1755-1846) y la bibliofilia hispánica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303-319

ÍNDICE

ONOMÁSTICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

321-337

COLOFÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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E

L objetivo de la investigación que ha sustentado estos nueve ensayos reunidos en Bibliofilia y nacionalismo fue el de hacer un estudio cultural de la bibliofilia contemporánea planteado como una indagación sobre los comportamientos colectivos e individuales que conducen a editar, publicar y reunir bajo una estética precisa un conjunto bibliográfico. Dentro de determinados movimientos políticos ese elenco se considera sustantivo, como un referente cultural identitario de convenidos supuestos nacionales. La miscelánea presta una especial atención a la bibliofilia española, que se estudia como parte de un fenómeno social y económico, imbricado en el regionalismo y en el nacionalismo tardodecimonónicos en los que destaca la función de las sociedades bibliófilas como comunidad de interpretación y de difusión de los valores literarios y estéticos de esos movimientos, y su capacidad para desarrollar una producción bibliográfica singular que trasciende estos límites y se convierte, en el ámbito internacional, en un elemento valorado dentro de las categorías del libro de arte» y del «libro de artista». Desde el punto de vista de la bibliografía y materialidad del impreso, en estos estudios se analiza la complejidad tipológica de la producción bibliográfica, que responde a los diversos objetivos de la corporación bibliófila: libro facsimilar –recuperación de las fuentes literarias, históricas y tipográficas, directamente vinculada a la vitalidad del movimiento bibliográfico y a la efervescencia del hispanismo–, libro de arte y plaquettes celebratorias –espacio de conformación de escritores y artistas contemporáneos

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afines a particulares tradiciones culturales–. En estos análisis se parte del desarrollo de las técnicas de reproducción, aplicación de nuevos procedimientos fotográficos y la recuperación de la tradición artesanal de la imprenta manual, la xilografía y la encuadernación así como de su rendimiento para estas dos categorías del impreso bibliófilo. Algunos de estos trabajos recuperan documentalmente y de forma representativa el espectro bibliófilo español y sus conexiones con el hispanismo: el archivo y biblioteca de la Real Biblioteca y de la Hispanic Society of America relativos al conde de las Navas y a Huntington, han permitido reconstruir, a través de un robo acaecido en 1905, la complejidad social y el entramado humano en que se movía la bibliofilia y el comercio librero en España y en Europa a principios del siglo XX, además de los problemas que desde el Estado se tuvieron que afrontar para poner coto a la dispersión y el expolio del patrimonio. Parte de las investigaciones que se incluyen van dirigidas hacia las prácticas y la circulación de «objetos» bibliófilos impresos con el propósito de individualizar ambientes y comunidades que comparten una misma relación con el escrito bibliófilo, una aproximación alejada de la tradicional formulación basada en la historia social que ordena las condiciones culturales a través de un patrón preestablecido de reparto social. Generalmente, la bibliofilia española se ha entendido como una actividad erudita y de culto material al libro. En consecuencia, ha producido sobre todo artículos y, en menor medida, estudios históricos de carácter diacrónico y monografías dedicadas a un personaje, centradas en la descripción de sus bibliotecas o de sus colecciones. Esta tradición metodológica, valiosa en su condición de estudios positivistas aportadores de datos precisos, ni plantea ni se plantea el establecer los principios teóricos en los que se sustenta un determinado coleccionismo ni se pregunta cuáles son los objetivos que ese coleccionismo quiere alcanzar. En los últimos años, sin embargo, la bibliofilia regia y la nobiliaria se han convertido en un campo de investigación preferente, abordado desde la perspectiva de los estudios de la cultura escrita y de la sociología del libro y de la lectura. Estas nuevas aproximaciones han dado como resultado trabajos de referencia en los que la imprescindible reconstrucción de los catálogos de las colecciones pasa de ser la finalidad del trabajo para convertirse en expresión del entendimiento de un proceso intelectual de aculturación. Sin embargo, en lo que respecta a la bibliofilia contemporánea estos cambios en los estudios se han operado solo de forma puntual y aislada. Basta comparar el diferente desarrollo de dos estudios pioneros,

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eruditos y llenos de datos –en el ámbito de la bibliofilia real y nobiliaria, el del conde de las Navas en el catálogo de Autores-Historia, y en el de la decimonónica, Bibliofilia romántica española de Sergio Sobolevsky– con esos últimos estudios para constatar la superación de una línea de investigación, valiosa pero sin ningún efecto para la compresión de fenómenos globales. La laguna bibliográfica es elocuente a la hora de reflejar la estrecha relación que guarda con la falta de estudios y de atención prestada al libro, a la edición y a la lectura de la Edad Contemporánea frente a los dedicados a la Edad Media y la Moderna, y, en concreto, al Siglo de Oro. En España, y no es una excepción, el interés por la historia de la cultura escrita contemporánea es aún secundario frente al que suscitan los periodos áulicos. Catálogos, bibliografías y tipobibliografías –desde los incentivados por los premios de la Biblioteca Nacional hasta las líneas de trabajo e investigaciones académicas y universitarias nacionales e internacionales del ámbito hispanista– se han concentrado en el periodo de la imprenta artesanal y, paralelamente, las investigaciones sobre el libro, la lectura y el coleccionismo se han circunscrito, mayoritariamente, a esta cronología. Hay, sin embargo, un evidente y reconocible esfuerzo por superar el desfase. Las historias del libro, de la edición y de la lectura en España de los siglos XIX y XX, han empezado a contar en los últimos diez años con grupos de estudio bien identificados y con monografías que abren otras perspectivas para reconstruir históricamente un periodo de bibliofilia sin apenas archivos editoriales pero con archivos particulares y correspondencias privadas que ahora están bien inventariados y reunidos en los depósitos públicos nacionales, si bien dispersos y faltos de un acceso único y normalizado los que están en fundaciones y manos privadas. También la mirada de los investigadores se centra en este periodo porque desde el punto de vista de la imprenta y de la puesta en página es este uno de los más interesantes, excepcional en la concepción y producción de impresos de bibliofilia y en el desarrollo de la imprenta privada. Este hecho es tan minoritario en España que las publicaciones fueron objeto de coleccionismo bibliófilo ya en su momento de producción y hoy son cotizadas piezas en el mercado anticuario. El interés sobre cultura escrita en la Edad de Plata se ha alentado a través tanto de exposiciones bien planteadas en las que el libro ocupaba un lugar protagonista, como de obras generalistas que han contribuido a difundir su importancia, además de edición o reedición de memorias y de artículos suscitados por coyunturas de otro tipo de efemérides.

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Menos conocida es la actividad de editores e impresores bibliófilos españoles en el extranjero. Esa «España peregrina» que produjo en el exilio –forzado o voluntario– colecciones y revistas de una excepcional factura material sobre una selección de contenidos que buscaban sostener el vínculo cultural arrebatado y establecer uno propio. Excepcionales también son los estudios sobre propuestas tipográficas establecidas desde principios nacionales para fundamentar una materialidad identitaria del impreso. Estas nueve reflexiones sobre bibliofilia y nacionalismo se han formado al hilo de un proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia e Investigación aprobado en 2008 –«Bibliofilia y nacionalismo: artes del libro en la España contemporánea», presentado a través del CiLengua (Fundación San Millán de la Cogolla)–, y que tenía como núcleo de partida las publicaciones de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona: [en línea] . Progresivamente se irá incorporando a la descripción bibliográfica el acceso a los materiales digitalizados en formato PDF con reconocimiento de caracteres. Asimismo está previsto dotar a las descripciones de un mayor nivel de detalle, especialmente en aspectos materiales y estéticos que definen este tipo de publicaciones. En El Escorial, un curso de verano de la Universidad Complutense nos permitió ampliar, debatir, identificar nuevos puntos de interés para el estudio. Nos reunimos allí gran parte de los autores e investigadores del proyecto. Cuando empezamos a formar este volumen nos pareció imprescindible contar con colaboraciones que contextualizasen el fenómeno fuera de España. Barry Taylor y Cristina Misiti abrieron para este volumen una perspectiva internacional del fenómeno. He tenido el privilegio de promover esta investigación, de aprender con las conversaciones de los autores y de contar con un editor amante de la escritura y de los libros. MARÍA LUISA LÓPEZ-VIDRIERO

DOS GRANDES BIBLIÓFILOS GALLEGOS DEL SIGLO XX: ANTONIO REY SOTO (1879-1966) Y FERMÍN PENZOL (1901-1981) XESÚS ALONSO MONTERO (Universidad de Santiago de Compostela Real Academia Galega)

Para María Dolores Cabrera, por su libro Xosé María Álvarez Blázquez, ourive de libros y por el catálogo en honor a Fermín Penzol.

NOTA

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En El Escorial, en un curso de verano organizado por la Universidad Complutense, participé en las jornadas tituladas «Hacedores de bibliofilia: edición y encuadernación para amantes de los libros». El 6 de agosto ofrecí la conferencia «Para aproximarnos a la bibliofilia gallega contemporánea», centrada, básicamente, en los dos bibliófilos que reclaman, de nuevo, mi atención. El presente trabajo se beneficia, en cuanto a Rey Soto, de un importantísimo documento no consultado entonces, y, en cuanto a Fermín Penzol, de un reciente volumen colectivo de homenaje a su vida, una biografía en la que su condición de bibliófilo está siempre muy presente.

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XESÚS ALONSO MONTERO

Caricatura de Castelao por Antonio Rey Soto (1914)

DOS GRANDES BIBLIÓFILOS GALLEGOS DEL SIGLO XX

1. ANTONIO REY SOTO (SANTA CRUZ 1879 / MADRID, 20-II-1966)

DE

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ARRABALDO, OURENSE, 18-II-

1.1. Perfil literario Sacerdote, ordenado en el Seminario de Ourense en 1901, desde muy joven se entrega a la actividad poética, que ejercerá durante tres décadas, desde Falenas, su primer libro (1905), hasta El crisol del alquimista (1932). En sus años madrileños lo sedujo el teatro, en el que tuvo éxitos pasajeros aunque su principal obra, Amor que vence al amor, fuese estrenada por la gran actriz María Guerrero (1917). «Poema dramático» en verso, su siguiente obra, Cuento de lar, de un valleinclanismo menor, fue escrita en verso y prosa (1918). Como poeta episódico en lengua gallega es autor de doce composiciones, dos de ellas bastante citadas: un homenaje a Rosalía de Castro, «Nome-Numen» (1917), y la traducción de una sátira de Horacio con el título «Escola de lapeiros» (1949). Buen latinista, los entendidos han elogiado esta versión gallega (Sermonum, II, 4)1. Su obra literaria no ha suscitado, que yo sepa, ningún estudio académico aunque sus principales títulos han sido reeditados en los cuatro volúmenes de las Obras completas (1965-1967). Al poeta y al dramaturgo –y al novelista (La loba)– apenas se le cita en manuales y monografías. Su nombre, que no figura en el Diccionario de la literatura española de la Revista de Occidente (4ª ed., 1972), aparece en el de Alianza Editorial (dirigido por Ricardo Gullón) con esta caracterización: Sacerdote y profesor de literatura española en Guatemala. Su teatro, en la línea del teatro en verso de Marquina, pretende conjugar los logros de Valle-Inclán en la interpretación de la tierra gallega (Cuento de lar, 1918) con los valores del teatro clásico español (Amor que vence al amor, 1917). Es, además, autor de libros intrascendentes de versos (Falenas, 1905, y Nido de áspides, 1911) y de una novela (La loba, 1918), cuyo argumento también está en deuda con el teatro clásico. En 1965 se editaron sus Obras completas.

Estas líneas, bastante desdeñosas, son de la autoría de J[avier] B[lasco], quien ni siquiera menciona la abundante obra periodística, un libro de viajes (Remansos de paz. Campos de Guerra, 1915) y un extenso ensayo 1. Dispersos en distintas revistas, se recogieron en el volumen Poemas en galego, Publicaciones del Monasterio de Poyo / Revista de Estudios, 1979.

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(La copa de Cuasia, 1918), páginas todas ellas recogidas en las Completas citadas por él. Hace tiempo que al escritor Antonio Rey Soto le ha pasado su hora, si es que alguna vez la tuvo. En realidad, el Rey Soto que verdaderamente importa no es este sino el hombre de letras que, desde 1932, se convierte en un doctísimo y sagaz bibliógrafo y en un erudito literario de fina inteligencia. Las Completas aún no han recogido Galicia venera y venero de España (1949), título máximo de su madurez. Está claro que las musas de la creación fueron con él mucho menos pródigas que las musas de la erudición. 1.2. Los años previos a la Guerra Civil: del bibliófilo y del bibliógrafo Cuando Rey Soto retorna de Guatemala en 1930, donde residió cinco años de intensa vida literaria y docente, se instala en Madrid, en el barrio de Argüelles, en un cómodo y amplio piso de la Casa de las Flores. En él aloja su biblioteca personal, que pronto asombrará a los expertos por la cantidad y la calidad de libros impresos en los siglos XVI y XVII, algunos adquiridos mucho antes, por ejemplo, el Nobiliario de don Pedro de Barcelos (Roma, 1646). De esta fecha es el «retrato» que de Rey Soto como bibliófilo hace el gran anticuario madrileño Pedro Vindel: Me dicen que es entusiasta por los buenos libros y que paga muy bien. Me escribió diciendo que deseaba todas las obras acerca de Galicia que no tiene, y que quiere el periódico La Ilustración gallega y asturiana. En 2-VII-18 se le envió Nobiliario, del conde don Pedro de Barcelos (Roma, año 1646), por el que remitió adelantadas 200 pts. que se le pidieron2.

Pero es en este período (1930-1936) cuando el bibliófilo Rey Soto se entrega con ahínco a la visita de librerías de viejo y a la consulta de catálogos bibliográficos, tareas que, con frecuencia, enriquecen la biblioteca que cuida y mima en su amplio piso madrileño. Es también el período en que se compromete a fondo con sus estudios bibliográficos, hoy, con mucho, lo más elogiado de su polifacética obra. En 1935 publica Galicia en el tricentenario de Lope de Vega. Una apostilla al «Laurel de Apolo» (Fray Jerónimo Bermúdez y Antonio Ferreira), Madrid, Estanislao Maestre, Editor. Un año antes, en 1934, había publicado, también en Madrid, La imprenta en Galicia. El libro gótico, volumen en el que amplía notablemente 2. Texto de Pedro Vindel recogido por su hijo Francisco Vindel Angulo 1945, 159.

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su discurso de ingreso en la Real Academia Gallega, pronunciado en Mondariz el 30 de agosto de 19203. En esa sesión académica habló de sus «libros más queridos: los gallegos» (pág. 4) y definió su relación con ellos aduciendo la confesión hecha por Cicerón a un amigo: «Desde que Tyrannión arregló mi biblioteca, me parece que la casa tiene ya alma» (pág. 11). No omitió, para corroborar esta definición, la anécdota de Maquiavelo, quien, «según su propia confesión, llegada la noche, en el retiro de su casa, se despojase de su traje diario, y se revistiese con el más suntuoso de la corte, para poder entrar de una manera decente en el santuario de sus libros…» (págs. 14-15). Al comienzo del discurso académico, Rey Soto revela que su pasión de bibliófilo se centra, fundamentalmente, «en aquellas, no numerosas, pero sí magníficas ediciones de los siglos XV y XVI estampadas entre nosotros, y que igualan, si no sobrepujan a las más celebradas, de la misma época, salidas de las prensas de Maguncia o de Venecia, de Valencia o de Amberes, de Sevilla o de Roma» (pág. 5). Una de estas ediciones arranca de Rey Soto estas palabras fervorosas: Nuestro orgullo, sin embargo, el monumento imponderable, la joya preciosa de nuestra tipografía, honra no sólo de los tórculos gallegos, sino de los españoles, es el famoso Misal editado en Monterrey en 1494 por Gonzalo Rodríguez de la Pasera y Juan de Porres o Porras (págs. 23-24).

Hay un impresor al que Rey Soto dedica casi veinte entusiastas páginas, Vasco Díaz Tanco de Fregenal, al que los eruditos gallegos de entonces consideraban orensano. Era extremeño, de Fregenal de la Sierra, tal como el propio Tanco consigna en uno de sus romances, oportunamente aducido por Rey Soto. En Ourense residirá, desde 1542, y allí realizará una ingente labor de impresor y también de librero y escritor. Ya antes había ejercido esos menesteres en otros lugares de Europa, él, que protagonizó una vida de aventurero, cautivo, enamorado y sacerdote. Nadie, antes de Rey Soto, había publicado una semblanza tan documentada y tan viva de Tanco4, 3. Era la primera vez que la Academia Gallega realizaba una sesión de esta índole –el ingreso de un miembro numerario– fuera de su sede (A Coruña). Se impone recordar que el Balneario de Mondariz (Pontevedra), regentado por un empresario ilustrado, Enrique Peinador Lines, desarrollaba interesantes actividades culturales. Al día siguiente (31-VIII-1920) leyó su discurso de ingreso en la Academia el poeta Ramón Cabanillas. Redactado en lengua gallega, se titulaba A saudade nos poetas galegos. 4. Desde hace muchos años existe en Ourense la librería Tanco, en homenaje al célebre impresor y escritor avecindado en la ciudad entre 1542 y 1550. La bautizó con

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autor e impresor en 1547, entre otras obras, de la Palinodia de la fiera y nefanda nación de los turcos, «del que tengo la fortuna de poseer un ejemplar magnífico» (pág. 55)5. Debemos advertir que la segunda versión del discurso, la de 1934, contiene cinco apéndices, tres de los cuales reproducen textos de Vasco Díaz Tanco, nombre al que, años después, homenajeará como bibliófilo. En el discurso de 1920 no escasean las referencias a aspectos del libro que deben tener muy presentes quienes lo amen, uno de ellos, la encuadernación, de la que se ocupa la «bibliopegística…, más descuidada entre nosotros que la tipografía» (pág. 73). En la sesión académica del 30 de agosto de 1920, el responsable de la contestación al discurso del recipiendario fue don Marcelo Macías (18431941), «ejemplar sacerdote, orador sin posibles émulos, investigador sabio, alto poeta y maestro en todo»6. En su oración, don Marcelo saluda al nuevo académico como «poeta excelso, escritor insigne» (pág. 163) y lo despide subrayando «el caudal de su erudición». Era, en efecto, aquel discurso sobre el libro gótico en Galicia la primera incursión de Rey Soto en el campo de la bibliografía en una época en la que aún se afanaba por la poesía, el teatro y la novela, afanes que remiten cuando, a partir de 1930, anota y amplía las páginas académicas de 1920 y emprende otros trabajos de erudición literaria que culminarán, en 1949, con Galicia venera y venero de España, obra magna de sus saberes bibliográficos. 1.3. La gran biblioteca de Rey Soto y el fragor de la Guerra Civil En el verano de 1936, período vacacional, el sacerdote Antonio Rey Soto residía, en Ourense, en el pazo de «la noble y caritativa señora doña Ángela Santamarina Alducín de Termes, marquesa de Atalaya Bermeja y condesa del Valle de Oselle», que así la denomina, en 1934, en una página de El libro gótico (149). Omite en este texto otro de sus títulos, «Señora de Villaseco», referido por él mismo en otras ocasiones. En el Ourense de la época era un secreto a voces que Rey Soto adquirió una gran parte de los este nombre el dueño de la misma, el profesor Carlos Vázquez Rodríguez. Bien es cierto que casi nadie sabe por qué la librería se denomina así. 5. Hay una edición facsímil de 1947 con un riguroso estudio bibliográfico de Antonio Rodríguez Moñino (Diputación Provincial de Badajoz). 6. Así lo califica Rey Soto en la dedicatoria de uno de sus libros, Galicia venera y venero de España (1949).

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libros raros, curiosos y valiosos de su biblioteca merced a la generosidad de doña Angelita, como se la denominaba en los cenáculos de entonces. En esos cenáculos se decía o se insinuaba algo más: que la relación de Rey Soto con la mansión de la Marquesa fue algo más allá de la de su condición de huésped y capellán. Quienes conocen los primeros años de Rey Soto saben que nuestro poeta, ya sacerdote, no estuvo ajeno a la alegre bohemia de aquellos tiempos. Así aparece en algunas páginas memorialísticas de su amigo Rafael Cansinos Assens. En 1904 ya le dedicaba «A la señora doña Ángela Santamarina de Termes» el poema «Los suspiros», con versos susceptibles de varias interpretaciones: ¿Por qué suspiro? ¡Quién sabe, quién sabe por qué será!7

En el mismo año –aclaremos– dedica al esposo de doña Angelita, «Al señor don Isidoro de Termes y Sáenz», el poema «Villaseco»8. En el trágico verano de 1936, la biblioteca de nuestro gran bibliófilo era elogiada por cuantos estaban familiarizados con los incunables y con los libros del XVI y del XVII. Desde esas fechas, y durante casi tres años, los libros de todos los bibliófilos madrileños, fuesen republicanos o monárquicos sus dueños, quedaron expuestos a la acción de los bombardeos y de otros peligros. Hoy sabemos que el Gobierno de la República hizo grandes esfuerzos, pese a las circunstancias bélicas, para salvar o proteger el Patrimonio bibliográfico y documental, del que era responsable el saber y la probidad cívica de don Tomás Navarro Tomás, el ilustre fonetista español. Fue, desde los inicios de la Guerra, el director de la Biblioteca Nacional. Conocemos hoy muy bien la indignación que le produjo a don Tomás el artículo de Miguel Artigas «Clamor de infortunio: A los hispanistas del mundo», artículo en que su autor, director de la Biblioteca Nacional hasta los inicios de la contienda, acusa «a los partidarios del Gobierno ‘rojo’ de haber exterminado todas las fuentes históricas y de haber convertido los monumentos artísticos en montones de ruinas». Así se refiere Navarro Tomás el 27 de junio de 1937 en El Socialista («A los hispanistas del mundo»)9 a las «injurias» vertidas por Artigas unos días antes en el Heraldo de Aragón (5-6-1936).

7. Obras completas, I, 255. 8. Ibidem. 9. Se reproduce este artículo en el volumen coordinado por Ramón Salaberría 2007, 75-83.

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Pero el alegato extenso, razonado y documentado contra el insidioso artículo de Artigas se publicó algo después en el opúsculo titulado Protección del Tesoro Bibliográfico Nacional / Réplica a Miguel Artigas (Valencia: Junta Central del Tesoro Artístico, 1937). Hoy nos consta que lo redactó Antonio Rodríguez Moñino, ya entonces una autoridad en cuestiones bibliográficas, sin embargo no es difícil suponer que el inspirador y, a su modo, colaborador, fue don Tomás Navarro. En el informe republicano hay un párrafo enteramente dedicado a la biblioteca madrileña de Rey Soto, que debemos reproducir en toda su extensión: Pero no siempre se ha incautado o recogido una colección bibliográfica. No. Cuando por cualquier circunstancia se ha visto que amenazaba algún peligro a la biblioteca de un particular, el Estado ha puesto, a su disposición, personal para protegerla. Ahí están las de Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Dr. Hernando, Américo Castro, Vicente Castañeda, Antonio Graíño y algunas docenas más. Personas incluso de derechas algunas, pero que no han ayudado a la falange fascista sublevada. ¿Un caso más? Ahí va uno y bien típico. Antonio Rey Soto, sacerdote, fuera de España desde antes de estallar la guerra. Poseedor de una de las mejores colecciones de libros gallegos del mundo, vivía en la llamada Casa de las Flores. El Ministerio de Instrucción Pública la puso bajo su custodia. Vinieron los días trágicos de noviembre: se hundió a cañonazos la mayor parte de la Casa de las Flores; la barbarie bélica, desencadenada, hizo víctima de su rabiosa saña esa magnífica obra arquitectónica y destruyó una gran parte de ella. Allá, en un tercer piso, se hallaban los libros de Rey Soto, sacerdote, fuera de España. El Ministerio de Instrucción Pública destacó a los bibliotecarios de la Junta de Protección del Tesoro, y a costa de enormes esfuerzos y de exposición personal –no se olvide que estaba en zona constantemente batida por la artillería– recogieron, sin dejar ni uno, los libros, que su dueño podrá retirar tan pronto vuelva a nuestro país y justifique no haber tomado parte en la rebelión. Como éste, muchos casos10.

Acierta el redactor de la réplica republicana al poner de ejemplo la biblioteca de Rey Soto, que no solo es la biblioteca de un sacerdote –condición que se menciona dos veces– sino la de un ciudadano partidario fervoroso de «la rebelión», circunstancia que tal vez no ignoraba el bibliógrafo Rodríguez Moñino. Acierta también el informe cuando afirma que estamos ante «una de las mejores colecciones de libros gallegos del mundo». Yerra el redactor en un dato biográfico: en 1936 Rey Soto no estaba «fuera 10. Esta réplica se reprodujo en el volumen coordinado por Blanca Calvo y Ramón Salaberría 2005, 217-218.

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de España», aunque es mayor el error de su principal biógrafo el P. Lois Vázquez Fernández, capaz de afirmar: Sobreviene la guerra civil y la casa de Rey Soto es saqueada, estando a punto de peligrar su valiosa biblioteca, que se salva gracias a la precaución de sus amigos. Con todo, pierde cantidad de apuntes, borradores, cartas, poemas, libros y esa serie de cosas personales que los poetas tanto aprecian y lloran cuando les faltan. Pasa estos años de la contienda entre Madrid y Orense y al final se decide a volver a Galicia, junto a su abandonada marquesa, residiendo en Orense, rodeado de libros y de viejos amigos11.

Asombra que una persona inteligente y que nació en 1938 sea capaz de decir que el sacerdote don Antonio Rey Soto se pasó los tres años de la «contienda» viajando de Madrid a Ourense y de Ourense a Madrid, caso único, ciertamente, en este bélico trienio, salvo que insinúe el P. Lois Vázquez –lo que me resisto a creer– que el erudito bibliógrafo desempeñó, en ese tiempo, sin sotana, tareas de espía. Es lástima, por otra parte, que el P. Lois Vázquez no mencione el nombre de los «amigos» que salvaron su biblioteca, mención, por cierto, que no los deshonraría. Más lastimoso es que el propio Rey Soto nunca haya mencionado a quienes, en realidad, salvaron su biblioteca, al menos lo esencial de ella. En realidad, quien salvó la biblioteca de nuestro bibliógrafo fue el Gobierno o, dicho de otra manera, unas personas concretas, los bibliotecarios que se jugaron la vida –«a costa de enormes esfuerzos y exposición personal»–. Previo a todo esto, tiene que haber una persona, una voz, que alerte al Gobierno –muy probablemente al propio Navarro Tomás– de la extraordinaria importancia de aquel fondo bibliográfico y del inminente peligro que corría. Esa persona fue un diputado gallego por el Frente Popular, residente en Madrid en los primeros meses de la contienda –y luego en Valencia y Barcelona–. Se llamaba Alfonso Rodríguez Castelao y hay que suponer que, en algún tiempo, fue muy amigo de Rey Soto. Recuérdese que fue él, escogido por el propio Castelao, el sacerdote que ofició su boda con doña Virginia Pereira el 19 de octubre de 1912, y que un año antes apareció el libro del poeta Nido de áspides con un retrato del autor por Castelao. No sé si en 1936 la amistad entre el poeta y el artista se había roto o era muy pequeña, pero todos sabemos que Castelao conocía el valor, el altísimo valor, de la biblioteca gallega de Rey Soto, razón suficiente para que Castelao, 11. Aunque parezca raro, la biografía menos incompleta es la redactada por el padre Lois Vázquez para la Gran Enciclopedia Gallega, XXVI, 177-178.

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lletraferit y diputado del Partido Galleguista, utilizase, aun en la convulsión de la guerra, su auctoritas y su influencia política para mover a las autoridades que podían salvar aquel tesoro bibliográfico, tan importante para «Galicia y su cultura», como el mismo Rey Soto solía decir. Hoy podemos afirmar que fue la voz y la mano de Castelao la que movió los hilos para que la guerra no destruyera o menguara notablemente esta gran colección de libros gallegos. El 5 de abril de 1966 un periódico de la colectividad gallega de Buenos Aires publicó una extensa nota anónima con el título «De cómo salvó Castelao la biblioteca de Rey Soto»12, noticia en la que leemos: El 18 de julio de 1936, fatídica fecha de la sublevación militar-falangista contra la República, Rey Soto se hallaba veraneando en Galicia. El traidor ataque de los reaccionarios contra el régimen legal que el pueblo se había dado, enardeció a los habitantes de Madrid. Ante ello, Castelao temió que la casa del sacerdote Rey Soto fuera objeto del ataque sorpresivo de algún grupo incontrolado y que la biblioteca gallega corriese peligro. Castelao, diputado, requirió de las autoridades, concretamente del Ministerio de Educación, las medidas necesarias para salvar el tesoro bibliográfico de Rey Soto. Gracias a ello se tomaron acertados recaudos. Funcionarios del Ministerio de Educación13 dirigieron el ordenado encajonamiento de todos los libros, bajo riguroso inventario, y su traslado a uno de los depósitos de la Biblioteca Nacional. Terminada la guerra, regresó Rey Soto a Madrid y, tras angustiosas indagaciones, dio con los cajones depositados en la Biblioteca Nacional que contenían su amada colección de libros. Todos en buen estado y sin faltar uno. Poco tiempo después, volvió Rey Soto a radicarse en Orense y allá trasladó su magnífica biblioteca. Y para él constituía un verdadero misterio la providencial salvación de sus libros, hasta que un día del año 1946 recibió en Orense la visita de Rodolfo Prada, quien llevaba el encargo de Castelao de saludarlo y referirle lo que dejamos relatado.

Sin duda, esta nota está inspirada por Rodolfo Prada, amigo íntimo, protector de Castelao y su máximo confidente en el exilio porteño, o en noticias de él procedentes. Hoy por hoy, ni los más minuciosos conocedores del epistolario y otras páginas más o menos íntimas de Castelao –y son 12. He consultado el recorte, que no consigna el nombre del periódico, en el archivo Luis Soto, obrante en el Archivo Provincial de Ourense. Documento valiosísimo para el tema que nos ocupa. 13. Aunque el redactor de la nota es antifranquista, comete el error de utilizar la terminología del Régimen al referirse al Departamento que, en la República –y antes– se denominaba Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.

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muchas las exhumadas– saben si Rey Soto, el viejo amigo, agradeció la gestión, la oportuna y eficaz gestión, a Castelao. Todo hace suponer que Rey Soto veía en Castelao no a su viejo amigo, no al católico de entonces y de siempre, sino al diputado republicano. Porque conviene conocer con precisión lo que quizá Antonio Rodríguez Moñino, cuando redactó su documentadísima réplica, tal vez solo sospechaba o intuía: que el eruditísimo bibliógrafo gallego recibió el Alzamiento con fervor. Hay poemas muy significativos de esta actitud, especialmente el soneto de 1944 «A Franco, Caudillo de España», cuyos tercetos, en su afán de glorificar al Generalísimo, rozan la blasfemia: Por eso cuando llegues a la GLORIA –tras largos años de dictar Historia– rigiendo tu alfaraz, gallego y blanco como el suyo, Santiago ha de esperarte en cabeza, gritando al abrazarte: ¡Arriba España!... ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!

Para conocer el ideario político de Rey Soto bastaría con consultar las anotaciones manuscritas en no pocas páginas de su ejemplar de Mi lucha, de Adolf Hitler. El anotador, siempre admirado, es capaz de redactar este escolio: «…el Fürer, poseedor de tan extraordinario corazón y tan enorme entendimiento –un verdadero místico en el fondo–…» (pág. 149)14. 1.4. El bibliógrafo y el bibliófilo en los primeros años de la Posguerra Rey Soto, ya en Ourense, siguió acrecentando su biblioteca. Como hombre de letras, tal como hemos dicho, dedicó casi todos sus afanes a la bibliografía y a la erudición literaria, fruto de las cuales es ese libro misceláneo de 1949: Galicia / venera y venero / de España / Escritores gallegos desconocidos y olvidados.- Los poetas coruñeses a principios del siglo XVII.Las escuelas poéticas de Orense y Pontevedra en el siglo XVI, etc., etc. Lo anuncia como volumen I pero no llegó a publicar ningún otro, lo que prueba que, hacia 1950, con setenta años, ya no se siente con fuerzas para investigar o elaborar trabajos que requieren viajes, muchas consultas de libros y buena memoria. Cuando en esas fechas los responsables de la 14. Se trata de una traducción «autorizada por la Editora Central del Partido Nacionalista», que no consigna año ni lugar aunque aclara «Distribución para España / Ávila, San Roque, 13».

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editorial Bibliófilos Gallegos (Santiago de Compostela) solicitan de él un estudio introductorio para la edición facsimilar de la Relación de las exequias que hiço la Real Audiencia del Reyno de Galiçia, a la Magestad de la Reyna D. Margarita de Austria… Descriptas y puestas en stilo por Joan Gómez Tonel… (Santiago, 1612), el halagado erudito, máxima autoridad en la materia, les envía un prólogo breve e incompleto, muy inferior en datos y consideraciones a lo expuesto por él en Galicia venera y venero de España, volumen misceláneo en el que dedica muchas páginas al singular impreso compostelano. Los editores de Bibliófilos Gallegos aceptan el breve e incompleto estudio preliminar y aclaran que Rey Soto, cuando la salud se lo permita, volverá a ese estudio. La edición facsimilar se publicó en 1951. Sobre la Relación de las exequias las páginas de Rey Soto constituyen el primer trabajo digno de tal nombre, un estudio en el que dedica especial atención al editor Juan Gómez Tonel, que también era poeta, y a otro de los poetas convocados en esta corona fúnebre. De éste reproduce y comenta el «Soneto gallego», título que precede a una calavera cuyo pie acoge la advertencia latina Respice finem. Finaliza el soneto de este modo: Terrible en fin é teu poder, oh Morte, pois diante de ti Reis e Señores son néboa, sombra, poo, son vento e fume.

Y ante el último endecasílabo, Rey Soto olvida por un momento la erudición para hacer una incursión estilística que no disgustaría al Dámaso Alonso de entonces: ¿Conoce alguien, en alguna literatura antigua o moderna, una catarata de cinco sustantivos, orquestados en gris, despeñándose con tan hueco y pavorecedor sonido en la sima de la eternidad, como ésta que hace fluir nuestro magnífico paisano? Yo no; yo sólo sé decir que, en Toledo, el epitafio universalmente famoso del cardenal Portocarrero, escrito cien años después y a la vista quizá de estos mismos versos, no tiene tampoco la desolada sugestión de este final sublime (pág. 66).

De Gómez Tonel, autor de un soneto en gallego15 y de varias composiciones en castellano, «sus poemas latinos, singularmente aquellos en que, 15. Es el «Soneto con falda», que comienza: «Turbas corran as ágoas; poño luto». Este y el citado de Pedro Vázquez de Neira son los dos primeros sonetos en gallego de que se tiene noticia. Constituyen estos dos textos, de 1612, dos piezas importantes de la escasa y poco valiosa poesía en lengua gallega existente en lo que los historiadores de la literatura gallega denominan «séculos escuros» (XV-XVIII).

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después de hacer añicos los sacros moldes clásicos, tenidos por intangibles, construye sus propias ánforas, en el alfar casero, adoptando las mismas formas campantes en la literatura romanística». A continuación reproduce su «Epitaphium cujus carminum dispositio ad Soneti mensuram reducitur», que es –creo– uno de los primeros sonetos «al itálico modo» formulados en latín. Lo traduce Rey Soto en su prosa muy literaria y un poco arcaizante, lo que hace con otras composiciones latinas de esta trilingüe corona poética (castellano, latín, gallego). Rey Soto, al comentar in extenso la Relación de exequias protagonizada por un número no escaso de poetas gallegos, también se propone refutar el «impremeditado verso» de Lope de Vega –«Galicia nunca fértil de poetas»– estampado en El Laurel de Apolo. Aunque defensor a ultranza de las glorias matrias, su «galleguismo» no compromete su erudición y su rigor al leer ciertos textos, incluso los de Cervantes. El gran escritor, en su Viaje del Parnaso (1614), en los versos 175 y 176 del capítulo II afirma: Este, por quien de Lugo están ufanas las musas, es Silveira, aquel famoso,

Rey Soto, que conoce la existencia de Miguel Silveyra, poeta portugués (luso), llevado de su probidad académica aclara: Y la errata provino, infaliblemente también, de que el cajista a quien la palabra «Luso» no debía de sonar, pero a quien, sin duda, era familiar «Lugo» –¿si será él también de por allí?– tomó por “g” la “s”, que en la cursiva de la época solía escribirse casi lo mismo que aquella; es a saber, como un 8 ligeramente estirado (pág. 208).

En realidad, esta observación ecdótica ya la había formulado en 1935 en Galicia en el tricentenario de Lope de Vega (pág. 44) y, desde entonces, todos los editores responsables de El viaje del Parnaso admiten la restauración textual de Rey Soto. De los trece apéndices de que consta Galicia venera…, los dedicados a Alonso Ordóñez das Seixas y Tobar, los poetas orensanos del XVI y Juan de Guzmán son muy ricos en noticias. Ordóñez das Seixas fue el primer traductor al castellano de la Poética de Aristóteles (1625); de los poetas latinos de Ourense nos traduce Rey Soto textos de Diego de Arrojo, Simón Rojo y del «adolescente» Cuquejo, y de Juan de Guzmán, catedrático de Retórica en la villa de Pontevedra y traductor al castellano de las Geórgicas de Virgilio (1586) nos ofrece un soneto –en latín y romance a la vez– «una

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de las más antiguas muestras –si acaso no es la primera– que se conserva de composiciones poéticas ‘latino-romanceadas’» (pág. 290). Aún hoy, muchas décadas después, los especialistas en el acontecer literario gallego de los siglos XVI y XVII consultan con aprovechamiento las páginas de Galicia venera y venero de España. Elaboradas desde el final de la Guerra Civil y publicadas en 1949, son el canto de cisne de aquel inteligente y sabio bibliógrafo. En ese volumen también hay páginas de tema genealógico, una de las aficiones de Rey Soto, que no carecía de ínfulas nobiliarias. Uno de sus biógrafos y amigo, el P. José Mª. Delgado Varela, inicia su relato biográfico con estas palabras: Por su ascendencia paterna y materna –don Santiago Rey y doña Petronila Soto– recibe sangre de hidalgos. Le distinguirá siempre el señorío, la caballerosidad, la nobleza. Su obra literaria refleja estas mismas cualidades16.

1.5. El ejemplar «testamento» de un bibliógrafo Del P. Lois Vázquez son estas observaciones: A raíz de la muerte, en 1955, de la marquesa de Atalaya Bermeja, Rey Soto se siente muy afectado y casi desamparado en su ancianidad. Al año siguiente abandona Orense y se traslada a Santiago, donde es atendido por las Hermanas de Nuestra Señora de la Esperanza [...] es entonces cuando entra en contacto con los frailes mercedarios, a través del P. Elías Gómez […] y que le sugiere Poio como lugar de acogida. Allí fue tratado con el mayor esmero y delicadeza, cumpliendo los deseos, por mínimos que fuesen, del poeta, ya lleno de rarezas y manías. En agradecimiento, más tarde, hace donación incondicional de su biblioteca –con gran sentimiento de su ciudad de Orense– al monasterio de Poio [en el que ingresó –añadimos nosotros– como religioso terciario el 14 de diciembre de 1957].

Debemos aclarar que hubo una institución que se interesó muy en serio por esta biblioteca: la Real Academia Gallega, de la que el bibliógrafo era miembro numerario desde 1920. Existen documentos en los archivos de la institución que prueban este interés, tan grande que, en una ocasión, una comisión de académicos, encabezada por don Manuel Casás Fernández, presidente de la Academia, visitó a Rey Soto en el monasterio. Por esas 16. «Rey Soto. Su personalidad y su obra», Estudios, Madrid, julio-septiembre (1962), 4.

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fechas –¿1957?, ¿1958?–, la editorial Galaxia, el grupo editorial que protagonizaba desde 1950 la «reinvención de la cultura gallega», emitió gestos hacia Rey Soto para que éste sumase su fondo bibliográfico al de Fermín Penzol y con ambos constituir en Vigo una gran biblioteca gallega. Existe desde 1963 pero solo con la aportación, importantísima, del señor Penzol. En el monasterio mercedario de Poio –a cinco kilómetros de Pontevedra– residirá Rey Soto desde finales de 1957 a 1962, año en el que se traslada a la residencia mercedaria de Madrid –calle Silva, nº 25–. Tanto aquí como en Poio lo cuida el P. José María Delgado Varela, que fue su enfermero, su secretario y su confesor. Ya instalado en Poio, hace donación a los mercedarios de su ingente biblioteca –que contiene, además, documentos, periódicos, grabados…–, y lo hace en estos términos:

COPIA

LITERAL DE LA ESCRITURA DE DONACIÓN

DE LA BIBLIOTECA DE

D. ANTONIO REY SOTO17

Hoy, a siete de marzo de mil novecientos cincuenta y ocho, en el Monasterio de San Juan de Poyo (Pontevedra), en el nombre Sacratísimo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ————— Declaro yo, Antonio Rey Soto, presbítero, mayor, de setenta y nueve años, que deseo poner definitivamente en orden los escasos bienes temporales que, en la actualidad, poseo, con toda razón que ya no pueden ser muchos los días que Nuestro Señor tendrá la misericordia de otorgarme para que me prepare para rendirle estrecha cuenta de todas y cada una de las acciones, pensamientos y deseos con que tantas veces, repetidamente, a su Divina Majestad he desafiado y ofendido. Acuérdese, para acorrerme, pronto y eficazmente, no de la maliciosa concupiscencia, en que fui engendrado y he vivido, sino de su Caridad infinita, que le hizo descender del Cielo a la tierra para revestirse de nuestra naturaleza, y morir, entre espantosos dolores, befas y sarcasmos, abandonado de sus discípulos, y en medio de dos forajidos. Así sea. Los bienes, a que arriba me refiero, se reducen, actualmente, a mi biblioteca de asuntos gallegos, o relacionados con la historia de Galicia, que es de la que arranca fundamentalmente la formidable Historia de España. Desde hace muchos, muchísimos años, he venido, con grandes sacrificios, reuniendo, infatigablemente, estas preciosas colecciones a las que pocos 17. Me proporcionó la correspondiente fotocopia el P. Jerónimo, actual bibliotecario del monasterio.

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prestaban la atención que merecen. Hoy son miles de libros, folletos, discursos, monografías, colecciones de antiguas revistas y periódicos, papeles volantes, grabados, fotografías, etc., etc. A ellos ha de sumarse buena cantidad de los que me fueron hurtados de mi residencia madrileña, en la llamada «Casa de las Flores», de la Calle Rodríguez San Pedro, donde habité, desde su inauguración –año de 1932– hasta la Pascua de Resurrección, de 1936. De todos ellos, singularmente de los ejemplares únicos, y sobre todo de los manuscritos, se dará relación singular, al final del «Catálogo» que de mis libros ha de imprimirse, a fin de rescatar cuando vayan apareciendo, después de mi fallecimiento, en el mercado, algunos de los que más quise y recuerdo. Finalmente, de cuanto constituye mi biblioteca –libros, folletos, manuscritos, retratos, grabados, cuadros, mapas, etc. etc. – que aquí he traído, personalmente, en ciento cuarenta y nueve grandes cajones, hago donación, desde ahora y para siempre jamás, al Seminario Mayor Religioso de Padres Mercedarios del Monasterio de San Juan de Poyo (Pontevedra) a fin de que aquí se instale un «Centro de Alta Formación Cultural y Religiosa». Los libros que constituyen mis colecciones son, en su mayor parte, ejemplares preciosos de primeras ediciones, o de ediciones rarísimas, entre ellos varios incunables. Existen las Crónicas de los reyes españoles, singularmente todas las góticas; los libros de América –de Méjico, Perú, Venezuela, Santo Domingo, Cuba, Argentina, Brasil, Guatemala, El Salvador etc. etc. –. De libros genealógicos, la colección más completa que conocemos en poder de particular alguno. Místicos: Primeras ediciones de Fray Luis de León, Osuna, San Juan de la Cruz, Sta. Teresa, Fray Jesús de Jesús María, Juan de Ávila, etc. Monografías y estudios acerca de asuntos y pueblos gallegos. La Colección íntegra de Martínez Salazar. Periódicos regionales y autógrafos reales desde Don Juan II hasta nuestros días, etc. etc. De todos estos libros y papeles, yo agradeceré a los bondadosísimos Padres de Poyo, de quienes tantísimas atenciones y afecto estoy recibiendo, tengan la suprema caridad de confeccionar el Catálogo, tan aludido arriba, y que me dará un gran placer ver terminado antes de tenderme en el lecho de tierra que me aguarda en su Santa Iglesia. Se prohíbe, en absoluto, la venta, trueque o donación de ninguno de los libros únicos de los existentes en las colecciones; podrá cambiarse alguno de los duplicados, cuando estos existan, reservándose el mejor para la biblioteca del Monasterio. Si, lo que Dios nuestro Señor no permita, algún día desapareciesen los Padres Mercedarios del Monasterio de Poyo y de todos los conventos Mercedarios de Galicia, por azares políticos, o por otra causa cualquiera, serán

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llamados los parientes de la Excema Señora Doña Ángela Santamarina Alducín de Temes, Marquesa de Atalaya Bermeja, que la sucedan en la línea vincular de sus títulos o de sus rentas, para que se apoderen de mi biblioteca, ya que a los Padres Mercedarios les sería imposible custodiarla dentro de Galicia, al no tener ninguna casa conventual en la región gallega. Prohíbo también, al extender esta donación, sacar, bajo ningún pretexto, ni por autoridad alguna, cualquier libro, folleto, cuadro, grabado, etc. de mi biblioteca. Los libros preciosos no deben ser trasteados. En todo caso obténganse facsímiles de los mismos que podrán ser manejados por todas las manos, aún las menos pulidas y cuidadosas. Monasterio de Poyo, a día 7 de marzo de 1958 Antonio Rey Soto (Firma y rúbrica) Yo Padre José María Vallejo Álvarez, en calidad de Comendador y Rector del Seminario Mayor de Religiosos Mercedarios de este Monasterio de San Juan del Poyo, en Pontevedra, DECLARO que he leído el escrito de donación que antecede que de su propia mano escribió y firmó el presbítero Monseñor D. Antonio Rey Soto, donando su biblioteca a favor de este Monasterio de San Juan del Poyo, para formación cultural y religiosa de este Seminario Mayor de nuestros religiosos Mercedarios; y acepto gustoso la mencionada donación con todas las obligaciones y ruegos que se contienen en el anterior escrito del donante. Y en virtud de mi cargo y Rector de este Monasterio, representando a todos los Padres, Profesores y Religiosos profesos de esta Comunidad de Padres Mercedarios de Poyo, me complazco en manifestar en este escrito, el profundo y perpetuo agradecimiento mío y de todos los religiosos de la Comunidad y de la Orden, a Don Antonio Rey Soto, por esta donación de todos sus libros a favor de este Monasterio. Y en prueba humilde de este agradecimiento, ofrecemos a nuestro benemérito y distinguido bienhechor, Don Antonio Rey Soto, la sinceridad y la lealtad de todo nuestro afecto y la pobreza y mucho cariño de nuestras oraciones, pidiendo insistentemente a Nuestro Señor y a Nuestra Santísima Madre, bendiciones especialísimas para su persona, que desde hoy figura como insigne bienhechor y Hermano Mayor de nuestra celeste, real y militar Orden de la Merced, entrando a gozar, en vida, de todas las gracias, privilegios e indulgencias que disfrutan los religiosos de nuestra Orden, y a su muerte, participando de todos los sufragios, oraciones y sacrificios, que tiene el tesoro espiritual de nuestra Orden para sus frailes.

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La Biblioteca donada e instalada en este Monasterio, por el Muy Itre RVDO D. Antonio Rey Soto, llevará la denominación y ofrenda siguiente, que el mismo Don Antonio dictó personalmente: —-«Biblioteca Vasco Díaz Tanco del Fregonal». —-«En el nombre de Cristo y de su Madre Santísima, el Presbítero Antonio Rey Soto instaura esta Biblioteca en memoria de profunda veneración y recuerdo imperecedero, a la gloriosa memoria de la Excma. Sra. Dña. Ángela Santamarina Alducín de Temes, Marquesa de Atalaya Bemeja, y Condesa del Valle de Oselle, quien con su maternal providencia hizo posible este arsenal de la historia y de la cultura de Galicia». «11-IIMCMLVII» .– «Día Centenario de las Apariciones de Lourdes». Firmo esta escritura de aceptación de la dicha donación de Don Antonio Rey Soto, en nombre propio y debidamente autorizado por los Superiores Mayores de la Orden, en este Monasterio de San Juan del Poyo, a día siete de marzo de mil novecientos cincuenta y ocho, en la fiesta del gloriosísimo Santo Tomás de Aquino, estando presentes el donante D. Antonio Rey Soto, y los testigos D. Cesáreo Otero Batalla, de este Municipio, y D. Manuel Alfredo Paz Fernández, de Pontevedra, quienes firman también conmigo esta escritura de donación y aceptación. Fr. José Mª Vallejo, Comendador y Rector; Antonio Rey Soto; Cesáreo Otero Batalla; Manuel Alfredo Paz Fernández (Firman y rubrican)

Esta «escritura de donación» es, como testamento de un bibliófilo, una página ejemplar. En ella está toda la pasión que los libros suscitaron en él, en este caso su «biblioteca de asuntos gallegos o relacionados con la historia de Galicia, que es desde la que arranca fundamentalmente la formidable historia de España». No son las palabras de un galleguista político, que nunca lo fue, y, sí, las de quien se siente un devoto estudioso «de la historia y de la cultura de Galicia», como afirma el bibliófilo en un singular texto epigramático. Cuando en este «testamento» se refiere a los libros «que me fueron hurtados» en su residencia madrileña en los años de la Guerra Civil, ignoramos cuántos, cuáles y cuándo desaparecieron. Ello no cuestiona la veracidad del informe gubernamental de 1937. Es lástima que Rey Soto, tan amante de su tesoro bibliográfico, no hiciese en 1936, en su retiro orensano, el catálogo de lo que había dejado en Madrid. Tampoco hay hoy un catálogo de lo donado en marzo de 1958 pese a que en la escritura hace esta elocuente petición:

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De todos estos libros y papeles, yo agradeceré a los bondadosísimos Padres de Poyo, de quienes tantísimas atenciones y afecto estoy recibiendo, tengan la suprema caridad de confeccionar el Catálogo, tan aludido arriba, y que me dará un gran placer ver terminado antes de tenderme en el lecho de tierra que me aguarda en su Santa Iglesia.

Los Mercedarios no cumplieron con esta fervorosa petición ni en vida del bibliófilo ni después. Ha sido una equivocación. Es cierto que publicaron muy poco antes de su muerte dos de los cuatro volúmenes de sus Obras Completas, pero esta edición no le hizo olvidar, sin duda, el deseo formulado en 1958 con tanta vehemencia. Yo soy de los que creo que en su biografía intelectual su principal capítulo fue la biblioteca reunida durante años y años con tanto saber como amor. Es cierto que a fines del siglo pasado, el P. Ricardo Santés Martínez (1916-1989) publicó dos gruesos catálogos, Incunables e impresos del siglo XVI (1983) e Impresos de los siglos XVI y XVII (1990), pero en ellos no se consigna cuándo un título procede de la donación de Rey Soto –la inmensa mayoría, pienso– y cuándo de otras donaciones. Por el P. José María Vallejo sabemos que la biblioteca constaba, en 1958, de unos 45.000 libros18. Es lástima también que en el frontispicio de las instalaciones dedicadas a la biblioteca de nuestro gran bibliófilo no figure la leyenda dictada por el propio Rey Soto: «Biblioteca Vasco Díaz Tanco del Fregenal […] en memoria de profunda veneración […] a la gloriosa memoria de la Excma. Sra. Doña Ángela Santamarina […] quien con su maternal providencia hizo posible este arsenal de la historia y de la cultura de Galicia». En esas instalaciones figuran dos retratos, uno de doña Angelita y otro de su madre, cuyos autores no conocemos; también un plano de grandes dimensiones con el árbol genealógico de la familia de su protectora. El mismo Rey Soto lo elaboró. Antonio Rey Soto falleció en Madrid el 20 de febrero de 1966, y sus restos fueron inhumados, días después, en el monasterio de Poio, en el claustro de las camelias junto a la entrada de la iglesia conventual. En el sobrio texto de la lápida se consigna que era «terciario mercedario».

18. Vallejo 1991, 86. El autor no hace referencia a otras parcelas del legado: grabados, fotografías, manuscritos, periódicos, mapas, revistas...

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Retrato de Fermín Penzol, c. 1975

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2. F ERMÍN PENZÓL (SAHAGÚN DE CAMPOS, LEÓN, 19-VIII-1901 / SANTIAGO DE COMPOSTELA, 5-III-1981) 2.1. Algunos datos biográficos Se llamaba Fermín Luis Fernández Penzol-Labandera, hijo de Indalecio Fernández López, de Ponferrada, y de María de la Asunción Penzol-Labandera, de Castropol. Aunque nació fuera de Galicia, donde su padre, juez, estaba destinado, su vida estuvo muy vinculada a Castropol, villa de la Asturias occidental de habla gallega. Por si fuese poco, en 1948 se casa con María Blanca Jiménez Alonso, de Ribadeo, villa en la otra orilla del Eo, muy próxima a Castropol. Poco después de nacer Fermín Penzol, la familia se traslada a Mondoñedo, donde, niño aún, lo atiende el médico poeta Manuel Leiras Pulpeiro (1856-1912). Penzol recordaba la imagen del venerable doctor con frecuencia y con gratitud, tanta que, en 1970, subvencionó la edición de su Obra completa19. Cursa el bachillerato en el Instituto de Pontevedra (1911-1916) y la carrera de Derecho en la Universidad Central (Madrid), ciudad en la que, también, preparará las oposiciones a Registrador de la propiedad, que aprueba en julio de 1930. Su primer destino fue Ordes (A Coruña), y luego ejerció en Pastrana, Alburquerque, Ávila, Sariñena, Castuera, Castropol, Ferrol, Manresa, Avilés, Santa Cruz de Tenerife y Barcelona, donde se jubila en 1971. Estudiante en Madrid, constituye, con algunos otros, la «Xuventude Céltiga» (1920), muy pronto denominada «Mocedade Céltiga», de la que Penzol será «Conselleiro primeiro», muy en la línea del nacionalismo gallego de las Irmandades da Fala, especialmente del de A Coruña –la de Antón Vilar Ponte y Xoán Vicente Viqueira–. Algo antes Penzol ya se había convertido en un entusiasta buscador y comprador de publicaciones gallegas. En él, ya en esas fechas, la bibliografía era una dimensión más de su militancia política galleguista. 2.2. Un bibliófilo singular El propio Penzol nos cuenta que a los quince años, en Madrid, adquirió los primeros libros gallegos: Galicia antigua (Pontevedra, 1904), de Celso García de la Riega; Breve compendio de los varones ilustres de Galicia

19. Franco Grande ed., 1970.

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(La Coruña, 1887), de José Pardiñas y Villalobos20, y dos o tres volúmenes de los seis de que constaba la Galeria de gallegos ilustres, de Teodosio Vesteiro Torres –Madrid, 1875, los cinco primeros, y Lugo, 1879, póstumo, el último–. En la misma entrevista, concedida a los cincuenta y seis años, se lamenta de no haber conseguido aún A gaita gallega (Pontevedra, 1853), de Xoán Manuel Pintos. Me consta que nunca se hizo con un ejemplar21. En la entrevista menciona, con orgullo de bibliófilo gallego, entre otros, estos títulos: un tomo de documentos en gallego del monasterio de San Martiño de Santiago –«O libro máis caro que merquei»–; el Aerarium conmune utriusque iuris –editado en Mondoñedo por Agustín de Paz, en 1550, «o libro máis raro da miña biblioteca»–; El clarín de la Fama y cítara de Apolo (Santiago, 1708), del P. Baltasar Rubio; Viaggio in ponente a San Giacomo di Galizia e Finisterrae (Bolonia, 1861), de Domenico Laffi, y Letters from Portugal and Spain (Londres, 1809), de Adam Neale. En la misma ocasión habla con fervor de los libros gallegos mejor editados y cita, entre otros, el volumen Poemas. Rosalía de Castro, Eduardo Pondal, Curros Enríquez (París: Ediciones Monte Medulio, 1954); el álbum Nós (Pontevedra, 1931), de Castelao, y varios de los volúmenes publicados en Buenos Aires por Luis Seoane desde 1944. Me detengo en esta entrevista porque las respuestas constituyen el único texto que publicó Penzol. Se publicó, con el título «Conversa con Fermín Penzol, o gran bibliófilo galego», en la revista Galicia Emigrante (Buenos Aires, nº 26, enero-febrero, 1957, págs. 2-4). Lo entrevistó quien conocía muy bien las inquietudes políticas y bibliográficas de Penzol, Salvador de Lorenzana –seudónimo del escritor Francisco Fernández del Riego–. Tal entrevista, especialmente importante para aproximarnos a Penzol como bibliófilo, ha sido reproducida recientemente en el volumen colectivo Fermín Penzol. Unha obra para un país (2010, págs. 18-21), obra que, a partir de ahora, citaremos con la sigla FP. Si volvemos al adolescente y joven Penzol de sus primeros años madrileños, no es difícil imaginarlo visitando libreros y anticuarios, especialmente 20. En el texto hay un lapsus: Villardefrancos por Villalobos. En efecto, José Pardiñas Villalobos escribió el Breve compendio de los varones de Galicia... entre 1772 y 1782, pero no se publicó hasta 1887, en edición de Andrés Martínez de Salazar, que es la adquirida por el joven Penzol. 21. Añade que, en 1957, no se había hecho con el Diccionario de escritores gallegos, de Manuel Murguía. Aclaro, por mi parte, que fueron «libros» de difícil hallazgo por tratarse de títulos publicados por entregas, incluso A gaita gallega por foliadas.

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en la Cuesta de Moyano. Existe un poema de Fermín Bouza-Brey (19011973), excelente poeta y eruditísimo bibliógrafo, que nos evoca esa etapa y esa actividad: Foi en Madrid, nos días da nosa mocedá. Libros antigos nos fixeron amigos da Costa de Moyano nas profías, que os libros son baraza que inda hoxe nos confunde e nos abraza. Despois, o amor á terra nos fermenta, eu no canto das Rías, ti na banda irredenta: Castropol, Vegadeo e Ponferrada, ¡anacos da Galiza posfazada! (FP, 22)

En el poema «Discanto para Fermín Penzol», de 1972, Bouza-Brey retrata al bibliófilo y al galleguista, un galleguista extramurado, de la Galicia «irredenta», como decían los nacionalistas gallegos antes de la Guerra Civil. No es este el único poema que suscitó Penzol. Es de justicia señalar el de Salvador García-Bodaño, también de 1972. Quien más lo trató y admiró, su gran amigo y también su mejor biógrafo, Ramón Piñeiro, precisó estos dos vectores de la personalidad de Penzol en estos términos: Naturalmente, sobra dicir que a bibliofilia de Fermín non respondía á paixón do coleccionismo de goce cobizoso da posesión. Naceu e forma parte do seu ideal galeguista […] Dende que descubriu a personalidade de Galicia como pobo, o Fermín fíxose galeguista para sempre, e o seu galeguismo seguiu dous camiños paralelos: no plano individual, a formación dunha gran biblioteca para entregala algún día ao país; no plano colectivo, a militancia ideolóxica e mesmo colectiva nas distintas etapas evolutivas do galeguismo. Nunca interrompeu o arrequecemento da biblioteca –aínda despois de entregada– nin interrompeu nunca a colaboración plena, decidida, da angueira do galeguismo colectivo. (FP, 24-25).

Durante los sesenta y cinco años que dedicó a la búsqueda y adquisición de libros, folletos y periódicos gallegos –y documentos y otros papeles–, Penzol, que nunca fue un multimillonario, se encontró más de una vez con piezas en el mercado a las que tuvo que renunciar o que adquirió con máximo esfuerzo. No pasaba Penzol de ser un hombre de familia un tanto acomodada y con los ingresos –ni escasos ni mayúsculos– de un

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registrador de la propiedad. Como no tuvo hijos, una gran parte de sus bienes fueron destinados a la constitución de su gran biblioteca, una biblioteca que, al fallecer Penzol (1981), fue acrecentando su esposa, Blanca Jiménez Alonso, que era, en 1949, una joven ribadense ajena a las principales inquietudes sociales de su marido, del que pronto fue camarada sincera en la causa bibliofílica. El 7 de abril de 1963 se constituye en Vigo la Fundación Penzol, fecha en la que se formaliza la donación del ingente fondo bibliográfico y documental. La biblioteca se inaugura pocos días después, el cinco de mayo, en el número 24 –primer piso– de la calle Policarpo Sanz, en unos locales de la Caja de Ahorros de Vigo. La colección inicial la componían «7.751 libros y 6.012 folletos revistas, periódicos, manuscritos e documentos diversos» (FP, 14). Desde 1985 tan ingente fondo está al servicio del público en la Casa da Cultura (Praza da Princesa) en unas instalaciones más amplias y más concordes con la magnitud y la función de esta extraordinaria biblioteca gallega. La dirigió, desde 1963 hasta el día de su muerte, el escritor – y gran amigo– Francisco Fernández del Riego, que falleció el 26 de noviembre de 2010. Si el compromiso con la causa galleguista fue la razón esencial de la biografía de Penzol como bibliófilo, no hay que desdeñar, cualquiera que sea su importancia secundaria, su vinculación a Castropol, villa donde en 1921 –tenía Penzol veinte años– se publicó la proclama «Por nuestra cultura» que algunos historiadores denominan «Manifiesto de Castropol». En él, los autores, después de señalar la ignorancia de la gente y, lo que es peor, «la carencia absoluta de curiosidad entre los que no lo son», convencidos de que no todo suele hacerlo el Estado, declaran: En vista de esto, surge en nosotros la iniciativa de crear una Biblioteca Popular Circulante –lo único realizable por hoy, en nuestro pueblo– con el fin de fomentar la propagación de la cultura. Esta Biblioteca pondrá al alcance de todos, aquellos libros que encerrando un concepto elevado del pensamiento, ayuden a conocer mejor la vida y depuren algo la sensibilidad, (pág. 97).

Este manifiesto, de contenido más o menos institucionista, fue suscrito por ocho estudiantes de la localidad y publicado en la revista Castropol, 22. Lo reproducen Calvo & Salaberría eds. 2005, 96-98. Incluye una semblanza de Vicente Loriente, principal impulsor de esta actividad (pág. 99).

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el 20 de octubre de 1921, en su número 59522. Redactado muy probablemente por Vicente Loriente Cancio (1900-1979), uno de los firmantes fue Román Penzol, pariente próximo de nuestro Fermín Penzol, quien, sin duda, no estuvo ajeno, en las vacaciones en Castropol, a estas inquietudes merced a las cuales se crea una Biblioteca Popular Circulante «con 158 volúmenes» y que pronto llegó a tener «15 filiales en las aldeas del concejo de Castropol» (pág. 99). Don Manuel Bartolomé Cossío, el hombre de las Misiones Pedagógicas, solía decir: «Quisiera mil castropoles en España». La empresa fue decapitada en el verano de 1936 por quienes eran más partidarios de las proclamas del general Millán Astray que del «Manifiesto de Castropol». Mientras esto acontecía en la villa asturiana, Penzol residía en Ponferrada, en el domicilio familiar, tras dejar, en julio de 1936, en su piso de Madrid (Pez, nº 38, 1º), el grueso de su ya ingente biblioteca. 2.3. Con la causa del libro un ciudadano que no los escribía Porque Penzol no escribió libros, ni ensayos, ni siquiera trabajos de tema bibliográfico, él que tanto sabía de bibliografía y de hemerografía gallegas. Bibliófilo peculiar, pues. Es lástima, por lo menos, que no haya escrito sus memorias de bibliófilo. Todo lo que sabemos sobre esta cuestión se reduce a la entrevista de 1957, arrancada por Fernández del Riego –suponemos– más que concedida. Rey Soto, en una época de madurez, dedica casi todos sus afanes de escritor a explicar y valorar algunos de los libros valiosos que fue consiguiendo a lo largo de tantos años y desvelos. Penzol nunca quiso ser un hombre público. Lo importante era conseguir una gran biblioteca gallega para el país y situarla en Vigo, la ciudad que, en 1963, no podía competir, en cuanto a fondo bibliográfico gallego con otras ciudades de Galicia: ni con Santiago (Universidad), ni con A Coruña (Real Academia Gallega), ni con Lugo (Seminario)… Vigo, ciudad tan populosa y de tanta pujanza industrial, exigía un legado cultural como el conseguido, paso a paso, siempre con inteligencia y, en ocasiones, con medios no muy abundantes, por Fermín Penzol. Vigo, como destino de su biblioteca, era idea que compartía, totalmente, con Ramón Piñeiro, su amigo y mentor y el gran estratega cultural de Galicia desde 1950. A Piñeiro lo conoció en Madrid, en 1943, cuando este dirigía, en la clandestinidad, las actividades del Partido Galleguista, actividades a las

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que se sumaron muy pronto otros gallegusitas veteranos residentes en la capital: Álvaro Gil, Xosé Ramón Fernández-Oxea –Ben-Cho-Shey–, Evaristo Mosquera y los hermanos Saco –Cesáreo y Camilo–, detenidos ambos por la policía política, con Ramón Piñeiro, en 1946. Durante los tres años de prisión quien sustituyó a Piñeiro como secretario político del Partido, fue Penzol, y de ese trienio (1946-1949) existen cartas, entonces clandestinas, enviadas a Castelao y a los galleguistas de Buenos Aires, firmadas con el seudónimo de Santiago Pol, el mismo que utilizaba Ramón Piñeiro23. Ambos estaban de acuerdo en los postulados y en las tácticas políticas pero Penzol no poseía la pluma precisa y prudente de Ramón Piñeiro. El mismo Penzol –Santiago Pol– reconoce a Castelao, en enero de 1947 «A torpeza do seu modo de expresarse e deixa claro que non tiña intención de ofendelo»24. Fuera de la prosa epistolar –muy escasa–, solo conozco un breve texto en gallego, inédito, manuscrito por Penzol el 27 de mayo de 1967 y conservado entre dos páginas de uno de sus libros, por mí consultado en su biblioteca hace años. En él se refiere al «encontronazo» en Madrid entre el general Primo de Rivera y don Ramón del Valle-Inclán, «encontronazo» que suscitó en el Dictador, en la nota de prensa del día siguiente, la celebérrima definición: «Valle-Inclán, eximio escritor y extravagante ciudadano». El hecho sucedió en el café Lyon d’Or –al lado del metro de Sevilla–, café de tertulias que, ya entonces, frecuentaba Penzol. En él, 25 años después, conocí yo y traté a Fermín Penzol. Fue en el curso 1952-1953 en las tertulias de los sábados a las que asistían personas muy doctas en bibliografía gallega como Ramón Cabanillas, Dionisio Gamallo Fierros, Evaristo Correa Calderón y Carlos Martínez Barbeito. A veces, la tertulia era un cenáculo de eruditos y bibliógrafos en el cual Penzol, sabio y nunca fachendoso, daba noticias de libros, folletos y revistas que nunca ninguno de aquellos «sabios» habían tenido en sus manos. Yo, que finalizaba Filología Románica en ese curso, tampoco, pero aprendía de todos, especialmente de don Fermín25. Mi fortuna fue mayor. En ocasiones visité su casa en la calle Pez, comprobé la magnitud de su biblioteca y tuve la suerte de que me prestase algunos volúmenes muy valiosos. Así pues, diez años antes de que se constituyese en Vigo la biblioteca Penzol, yo ya me beneficiaba de ella y del saber bibliográfico del ilustre mecenas. ¿Escribió algunas otras páginas este ciudadano tan entregado a la causa de conseguir libros y documentos que versaban sobre su país? Algunos dicen 23. Sobre este epistolario véase la edición de Castro 2000. 24. Ibidem, 69. 25. Véase Alonso Montero 2004, 11-30.

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que en el año 1922 colaboró con Ramón Cabanillas en As Roladas (Madrid), primer intento de revista infantil en gallego (FP, 36). Recientemente, María Dolores Cabrera ha descubierto, entre los papeles aún no clasificados de Penzol, unas cuantas cantigas en gallego que él mismo firma –Fermín Fernández-Penzol–. Hombre tan poco publicitario, nunca las publicó. 2.4. El bibliófilo Fermín Penzol, ciudadano gallego muy respetado y admirado No fue Penzol autor de libros, pero una parte no desdeñable de las Letras gallegas contemporáneas están en deuda con él, con su biblioteca, sin la cual no se pueden explicar páginas y páginas de eruditos, historiadores, críticos literarios y otros investigadores. Incluso poetas y otros lectores exquisitos buscaron o encontraron en «la Penzol» –así la denominamos– los textos necesarios para modular o matizar sus páginas de creación. La gratitud a Fermín Penzol constituye, por parte de tantos y tantos investigadores y escritores gallegos, uno de los capítulos más nobles y limpios de la sensibilidad gallega. Por eso, instituciones y personas lo homenajearon devotamente años antes de su fallecimiento. El 23 de mayo de 1971 recibió en Padrón, en la Casa de Rosalía de Castro, el Pedrón de Ouro, y el 4 de noviembre de 1973 fue nombrado académico de honor de la Real Academia Gallega. Al tratar del bibliófilo Fermín Penzol debemos destacar tres volúmenes de homenaje en los que colaboraron más de un centenar de amigos y admiradores, no pocos ilustres investigadores o escritores. Merecen noticia un poco circunstanciada. 2.4.1. Homenaxe a Fermín Penzol, Vigo: Galaxia, 1972. Publicado con motivo de la jubilación profesional de Penzol (1971), se abre con una carta –fragmento– de Ramón Piñeiro, de hecho quien diseñó y coordinó intelectualmente el volumen: Dentro de poucas semanas virá, xa xubilado, para Galicia, o Fermín Penzol. Como ben se sabe, o Fermín adicou a súa vida a arrecadar libros e papeis, non para se compracer na súa posesión, senón para llos entregar ao seu país. Aí están en Vigo, e todos nós dispomos deles […] O Fermín, como sabes, é un home xeneroso, calado, discreto… (pág. 22).

Sebastián Martínez Risco, a la sazón presidente de la Real Academia Gallega, titula su colaboración en clásico y noble latín: «Vir generosae ac clarae indolis». La definición hizo fortuna en la bibliografía posterior.

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Hay, también, artículos de especialistas, como el de Olga Gallego: «Unha xoia bibliográfica da biblioteca Penzol». Se trata de un folleto «que coidamos exemplar único» titulado Carta y relación cierta y verdadera embiada desde Galizia a la corte de su magestad… (Mondoñedo, 1550 o 1551). Es este volumen el que incluye el excelente poema de Fermín BouzaBrey, ya citado, y un artículo en prosa, de Ricardo Carballo Calero, que, en ocasiones, se realiza en versículos como estos: Fermín Penzol, o Grande Bibliófilo galego, o Grande Bibliotecario de Galicia, o Grande Rexidor do tesouro bibliográfico de Galicia. Fermín Penzol, dono fastuoso de libros galegos, doador velaiño de libros galegos; Fermín Penzol, fillo devoto de Galicia, que ofrenda libros na ara de Galicia. […] Fermín Penzol entra nunha librería de novo, nunha librería de vello; Fermín Penzol entra na librería de Galicia; Fermín Penzol entra na historia de Galicia; Fermín Penzol entra na entraña mesma de Galicia.

Son treinta y nueve las colaboraciones literarias, algunas ilustradas por textos plásticos inéditos de importantes artistas: Isaac Díaz Pardo, Virxilio, Xohán Ledo, Siro… 2.4.2. Fermín Penzol, in memoriam. Es el número 73 (xulio-setembro, 1981) de la revista Grial (de la editorial Galaxia), publicado pocos meses después de su fallecimiento. Casi la totalidad de las colaboraciones se refieren a Penzol: Ánxel Fole, Ramón Piñeiro, Basilio Losada, Isaac Díaz Pardo, Xesús Alonso Montero, Emilio González López, Marino Dónega, Xosé M. R. Pampín y Olga Gallego, que, con Pedro Pérez, publica «Protagonistas do galeguismo no arquivo da Fundación Penzol». Ellos dos, del Cuerpo de Archivos y Bibliotecas, habían publicado un año antes Guía das coleccións bibliográficas e documentais da Fundación Penzol (Vigo, Artes Gráficas Galicia), también reproducido en castellano en el Boletín de Archivos, Madrid, nº 7, enero-marzo, 1980. El volumen contiene, además de ilustraciones plásticas –Manuel Colmeiro, Díaz Pardo, Siro…–, un número considerable de cartas (1921-1926), casi

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todas a Penzol (págs. 309-335). El trabajo de Ramón Piñeiro, «A personalidade política de Fermín Penzol», se publicó en pequeño volumen de edición no venal en 2001 (Galaxia). 2.4.3. Fermín Penzol, unha obra para un país (Vigo: Fundación Penzol, Galaxia, 2010). Figuran como editores María Dolores Cabrera y Henrique Monteagudo, quienes fueron también los comisarios de la exposición homónima exhibida en la planta baja de la Casa da Cultura (Vigo), donde tiene su sede la Fundación. Consta el volumen de cincuenta y nueve textos, inéditos en gran parte, que examinan las principales facetas de Penzol, especialmente su condición de bibliófilo. Algunos de los trabajos, en general breves, se centran en la Biblioteca, una vez más abordada por Olga Gallego y Pedro López, que nos proporcionan estos datos: En xaneiro de 2008 estimábase a contía dos seus fondos en 38.000 títulos de monografías, 1.900 de publicacións periódicas, 7.350 de publicacións especiais, 150 de libros manuscritos e, ademais, de carácter arquivístico, 589 unidades de instalación que ocupan 93,78 metros lineais (pág. 63).

Enriquecen este volumen, erudito a veces, devoto en ocasiones y fervoroso siempre, muchas fotografías, algunas ilustraciones artísticas –Luis Seoane, Xosé Díaz, Xaime Isla…– y un extenso apéndice con el facsímil de portadas y páginas especiales de libros muy valiosos: Palinodia de la nephanda y fiera nación de los turcos, de Vasco Díaz Tanco, 1547; Descripción del Reyno de Galicia, del Licenciado Molina, 1550; Fiestas minervales, Santiago, 1697; Álbum de la Caridad, Coruña, 1862... Desde hace varios años los investigadores que acuden a la biblioteca Penzol, en la Casa da Cultura (Vigo), saben que en la misma sala de lectura pueden solicitar los libros de la Fundación de Francisco Fernández del Riego, quien, a lo largo de su laboriosa vida (1913-2010) –otro bibliófilo– constituyó una gran biblioteca, superior a la de Penzol en ciertas parcelas de la bibliografía gallega de los siglos XIX y XX. Por si fuese poco, la biblioteca Penzol acoge desde hace poco dos archivos epistolares de extraordinaria valía para entender la historia pública y la intrahistoria del acontecer cultural gallego desde 1920: el de Ramón Otero Pedrayo (1888-1976) y el de Ramón Piñeiro (1915-1990).

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DE

RE BIBLIOGRAPHICA

Antonio Rey Soto 1. La imprenta en Galicia. El libro gótico, Discurso de ingreso en la Real Academia Gallega, 30-8-1920. (Contestación de Marcelo Macías). Se publica, ampliado y con cinco importantes apéndices, en Madrid, Estanislao Maestre.- Editor, 1934. Se reedita en el vol. III de las Obras Completas, 1967. Hay edición facsimilar de la de 1934: Xunta de Galicia, 1988.

2. Galicia en el tricentenario de Lope de Vega. Una apostilla al «Laurel de Apolo» (Fray Jerónimo Bermúdez y Antonio Ferreira), Madrid: Estanislao Maestre.- Editor, 1935. Solo se imprimieron ciento cincuenta ejemplares.

3. Galicia venera y venero de España / Escritores gallegos desconocidos y olvidados.- Los poetas coruñeses a principios del siglo XVII.- Las escuelas poéticas de Orense y Pontevedra en el siglo XVI, etc., etc., I, La Coruña: Moret, 1949. I.

Obras completas, Publicaciones del Monasterio de Poyo, Revista Estudios, Madrid, 1965-1967. Los responsables, como editores literarios, son los frailes del monasterio. Hay que suponer que coordinados por el rector, el Padre José María Vallejo. I. Obras poéticas, 1965 II. Obras dramáticas, 1965 III. Obras en prosa, 1967 Reproduce, como ya se ha indicado, La imprenta en Galicia. El libro gótico. IV. Período hispanoamericano. Obras en prosa, 1966 (sic).

Fermín Penzol Los tres volúmenes de homenaje (1972, 1981, 2010) se citan, con profusión de datos bibliográficos, en el apartado 4 (vide supra). 1. Homenaxe a Fermín Penzol, Vigo: Galaxia, 1972.

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2. Fermín Penzol, in memoriam, Grial, 73 (xulio-setembro, 1981). 3. Fermín Penzol, unha obra para un país, Vigo: Fundación Penzol, Galaxia, 2010.

BIBLIOGRAFÍA Alonso Montero, Xesús, «Escritores galegos, Letras galegas en Madrid: a tertulia do café Lyon d’Or (1952-1954)», Madrygal, 7 (2004), págs. 11-30. Calvo, Blanca & Ramón Salaberría, eds., Biblioteca en guerra, Madrid: Biblioteca Nacional, 2005. Castro, Xavier, ed., Castelao e os galeguistas do interior. Cartas e documentos, 1943-1954, Vigo: Galaxia, 2000. Franco Grande, Xosé Lois, ed., Manuel Leiras Pulpeiro, Obra completa, Vigo: Galaxia, 1970. Salaberría, Ramón, Tomás Navarro Tomás: Ciudadano TNT, Toledo: Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha, 2007. Vallejo, José María, El monasterio de Poyo y su Biblioteca, Publicaciones del Monasterio de Poyo, Revista Estudio, 1991. Vindel Angulo, Francisco, Pedro Vindel. Historia de una librería (1865-1921), Madrid, [s. n.]: (Tall. Tip. de Góngora), 1945.

POR UNA ESCRITURA NACIONAL EN TIPOS DE IMPRENTA. LA COLECCIÓN DE TROZOS SELECTOS EN BASTARDA ESPAÑOLA DE C. GORCHS (1888) FERNANDO BOUZA (Universidad Complutense de Madrid)

La bastarda española. Parece el título de un drama o una novela, y sin embargo trata de otra cosa El país. Diario republicano progresista Madrid, 3 de mayo de 1888

C

UANDO Ceferí Gorchs i Esteve murió en el otoño de 1920, «asaz obscuro», Eugenio d’Ors le dedicó una glosa celebrando su honestidad en el oficio tipográfico1. Conocida la importancia que el escritor barcelonés daba a las obras bien hechas, la evocación de un Gorchs excelente en su oficio constituye, sin duda, un elogio superlativo2. Para Xènius, con la desaparición de aquel fundidor, entre calígrafo y tipógrafo, llegaba a su fin un tiempo dorado en el que la confección de los libros todavía estaba dominada por la más pulcra sencillez.

Después ¡ay! vino –escribe– la renovación de las artes gráficas. Después vinieron la letra gótica, y la bibliofilia, y la tricomía, y los ex libris, y colofones, 1. «Ceferino Gorchs» [1920]. Cito por su edición en D’Ors 1922, 181. Xènius recordó de nuevo a Gorchs en «Rosas» [1946, 581]. Esta investigación se inscribe en el proyecto «Propaganda y representación. Lucha política, cultura de corte y aristocracia en el Siglo de Oro ibérico», MICINN HAR2008-03678/HIST. 2. Sobre el noucentista y la imprenta, Trapiello 2006, 178.

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y justificaciones de tiraje, y aquello de: Acabado de imprimir el día de Nuestra Señora del Carmen, en el obrador de..., y toda la mandanga estética. Y vinieron con ella las erratas innúmeras en el texto y las letras torcidas en la encuadernación3.

La oscuridad que lo habría rodeado en la hora de su muerte contrastaba con el brillo que Ceferino Gorchs alcanzó en la exultante Barcelona de 1888. Entonces, su fundición tipográfica participó con una «instalación» en el Palacio de la Industria de la Exposición Universal que fue visitada por José María Serrate, quien alaba la actividad de la firma barcelonesa que, por entonces, ocupaba a cuarenta obreros y dependientes4. Este periodista del Diario mercantil traza una breve semblanza de Gorchs, señalando que había fundado –«por los años de 1878»– una casa de comisión de artículos para imprenta y tipografía. Tras hacerse con la representación exclusiva de grandes firmas, como Hippolyte Marinoni o Charles Lorilleux & Cie., había pasado a «desarrollar su [propia] industria de fundición de caracteres o tipos para la imprenta»5. Convertido, así, de mera importadora en activa productora, en la barcelonesa casa Gorchs se fundían toda clase de tipos corrientes, pero, además, su propietario había empezado a desarrollar nuevos caracteres tipográficos. Uno, que en 1888 todavía estaba en proceso de «matritaje», iba a ser bautizado como tipo gorchsiano; el otro, cuya producción ya estaba concluida, era el que Serrate siempre denomina «carácter bastardo español», es decir, la bastarda española de Gorchs. De estos últimos caracteres, según el periodista, se producían ya «término medio 200 kilogramos diarios de tipos, perfectamente acabados y de escepcionales condiciones de dureza y resistencia»6 y eran «aplicables a toda clase de impresiones; periódicos, libros, estados, folletos, cuadros, etc.»7. La calidad de la nueva letrería podía comprobarse con solo echar un vistazo a «un libro de trovas y poesías de nuestros clásicos [que] ha impreso

3. D’Ors 1922, 183. Cursivas en el texto. 4. Serrate 1888, 11-15. Forma parte del facticio Estudios sobre la exposición universal de Barcelona inaugurada en 20 de mayo y cerrada en 9 de diciembre de 1888, Barcelona, Establecimiento tipográfico del Diario Mercantil, 1888. Algunas de las noticias de Serrate sobre Gorchs han sido utilizadas en Nadal 1987, 23. 5. Serrate 1888, 12-13. Para su relación con casas alemanas y la trayectoria de su firma, véase Pujol 2008, 55-56. 6. Serrate 1888, 14. 7. Serrate 1888, 13.

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y publicado el señor Gorchs con su carácter bastardo, que es verdadera maravilla de limpieza y claridad»8. Se trataba de la Colección de trozos selectos en los idiomas y dialectos usados en la Península Ibérica impresa con los nuevos tipos de la bastarda española, aparecido aquel año de 1888 en la barcelonesa Imprenta del Correo Tipográfico que dirigía el mismo Gorchs9. Según sus propias palabras, el objetivo último de su invención tipográfica había sido restaurar la letra cursiva española, o bastarda española, por medio de la fundición de nuevos tipos móviles de imprenta que la reprodujeran y diesen difusión. Sin duda, el mayor logro editorial de esta empresa fue un Don Quijote de 189210, pero, en efecto, cuatro años antes la, así declarada, restauración de la escritura nacional daba sus primeros pasos con la citada Colección de trozos selectos.11 Al frente del volumen, Gorchs incluía una carta dedicatoria a la Real Academia Española en la que solicitaba su amparo para un empeño que calificaba «de interés nacional, y mejor todavía, de interés ibérico»12. Según el fundidor barcelonés, la docta corporación «al vigilar por el mantenimiento de la pureza y esplendor de la rica lengua castellana, ha de cuidar y cuida asimismo de que los arreos con que se presenta vestida en lo material correspondan a su gallardía y majestuosa apostura»13. 8. Serrate 1888, 14-15. 9. Barcelona: Imprenta del Correo Tipográfico, 1888. La obra obtuvo una medalla de oro del jurado de la Exposición Universal. Sobre Gorchs y El correo tipográfico, véase Barjau 2008, 257. En su edición de 2 de agosto de 1888, La vanguardia animaba a visitar la instalación de Gorchs en la Exposición diciendo que estaba «engalanada con un busto de Guttenberg y un tomo de trozos selectos de los mejores autores nacionales, impreso con la hermosa letra bastarda española, producido por la fundición de dicho señor». La vanguardia (Barcelona) VIII-310 (2 de agosto de 1888), pág. [2]. 10. Barcelona, Imprenta particular de C. Gorchs, 1892. Véase la voz que le dedicó Cotarelo: «Célebre fundidor de letra de imprenta; el primero que fundió tipos de bastarda española, con los que hizo imprimir algunas obras, entre ellas una preciosa edición del Quijote, en dos (sic) tomos» (Cotarelo 1913, I, 317). 11. El proceso de producción de los nuevos tipos ya había concluido en el otoño de 1887, dándose a conocer distintas pruebas de las nuevas impresiones. El 30 de noviembre de este año, el diario La vanguardia daba noticia de ello y el 1 de diciembre les dedicaba el artículo «Algo sobre caracteres tipográficos» en el que se pasaba sucinta revista a la empresa, mencionándose que el fundidor había viajado al extranjero para perfeccionar sus conocimientos en la materia. La vanguardia (Barcelona) VII-562, pág. 7500; y VII-562, págs. 7526-7527. 12. Gorchs 1888, sin paginar. El ejemplar dedicado por Gorchs a Manuel Tamayo y Baus, se encuentra en la biblioteca de la Real Academia Española, Madrid, 39-X-39. 13. Ibidem.

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En otros pasajes de su carta a la Academia, Ceferino Gorchs insistía en que sus tipos reflejaban «la severa y correcta escritura nacional», de la misma forma que la bastarda manuscrita, que José Francisco de Iturzaeta había llevado a su mayor perfección y que él venía a restaurar por medios mecánicos, poseía una «severidad y nobleza» de la que carecían los «caracteres exóticos, desprovistos de la belleza caligráfica que ofrece el carácter cursivo español». Para horror suyo, estos caracteres foráneos habían desterrado a la escritura española «antes empleada en los títulos, credenciales y documentos todos de las Secretarías de Estado y de sus dependencias», pasando a usurpar «su puesto, con mengua de la autoridad que deben revestir los aludidos escritos y documentos»14. La restauración propuesta por Gorchs se fundamentaba en la recuperación de los caracteres caligráficos de una cursiva que, de hecho, se había generalizado en la instrucción primaria decimonónica gracias al Arte de escribir la letra bastarda española de Iturzaeta. Además, Gorchs proclamaba con orgullo de emprendedor que todo el proceso había sido realizado en su casa, incluso el modelado de los punzones15, aunque de inmediato surgieron rumores que ponían en duda la veracidad de este extremo16. Su apuesta, en la que no puede dejar de verse interés mercantil caso de que se generalizase el empleo de sus nuevos tipos en detrimento de la letra inglesa17, pasaba también por una más que interesante consideración de la materialidad de lo escrito. Así, el recurso a letras «exóticas» había 14. Ibidem. 15. «[...] cuyos punzones han sido modelados en el establecimiento del infraescrito», Gorchs 1888, sin paginar. 16. Pujol [2008, 55] recoge el testimonio de Federico Guimerá Álvarez a propósito de que «no falta quien dice que los punzones de Ceferino Gorchs no se han abierto en Barcelona, ni que tampoco las matrices» (La tipografía en la exposición universal de Barcelona celebrada en 1888, Memoria, Madrid: Escuela tipográfica del Hospicio, 1889, pág. 13). Guimerá apunta una posible colaboración del calígrafo Vicente Fernández Valliciergo en el desarrollo de los punzones (ibi). 17. Dada la naturaleza de su negocio, Gorchs parece haber estado especialmente interesado en el mercado de la papelería de carácter oficial y administrativo. Así, en 1883 había organizado «un concurso para establecer una póliza oficial española de caracteres comunes, titulares, etc.», La vanguardia (Barcelona) III-335 (21-VII-1883, pág. 4762). Y aún antes de que apareciese su Colección, en diciembre de 1887, consiguió que el rectorado de la Universidad de Barcelona ordenase que «en adelante se impriman en los tipos de la bastarda española fundidos por don Ceferino Gorchs los títulos de profesores de enseñanza primaria, las credenciales y demás documentos análogos», La vanguardia (Barcelona) VII-585 (15-XII-1887, pág. 7940).

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redundado en la pérdida de «autoridad» de los documentos oficiales de la burocracia española. Del mismo modo, si el castellano era lengua majestuosa y gallarda, «los arreos con que se presenta vestida en lo material» también debían serlo y, para lograrlo, ahí estaban sus nuevos y cuidados tipos. En su carta a la Real Academia, Ceferino Gorchs no llegaba a asegurar que su bastarda española, que lo es en primer lugar por tradición, lo fuera también porque incorporase en su materialidad las supuestas virtudes de un carácter nacional español. Él no lo hizo expresamente, pero, sin embargo, no tardaron mucho en aparecer quienes sí lo hicieron. Una parte no pequeña del interés de la propuesta tipográfica lanzada en 1888 por el empresario barcelonés radica en que su recepción sirvió para generar algunas lecturas que adquirieron un cierto tinte de nacionalismo identitario. El antes citado José María Serrate, por ejemplo, afirmaba que los caracteres de Gorchs, calificados expresamente como «tipos nacionales»18, eran nada menos que «de pura raza española»19. A propósito de la nueva letra de imprenta, el redactor del Diario mercantil escribía que: En los tipos y caracteres sanscrito, griego, árabe, alemán, francés, etc., etc. se observa cierta tendencia a conservar rasgos e indicios de origen que patentizan cómo de la caligrafía especial de cada pueblo se ha pasado a la moderna tipografía, conservando algo que denuncia aquel origen20.

Para añadir cómo: El señor Gorchs entiende que la tipografía española no ha menester recursos extraños para ofrecerse gallarda como es, y eminentemente nacional y característica, y sin reparar en sacrificios [...] acometió la empresa de construir y fabricar tipos y caracteres de imprenta, de irreprochable pureza española21.

Igualmente, en el artículo «La bastarda española» aparecido en El país en mayo de 1888, coincidiendo con el suculento banquete que Gorchs ofreció a los periodistas madrileños en el Hotel de la Paz, se puede encontrar el eco de la política tipográfica alemana: Bismarck piensa imponer la letra gótica a todos los Estados alemanes. ¿Por qué aquí el Estado, por lo menos, no ha de imponer para todos los documentos

18. 19. 20. 21.

Serrate 1888, 15. Serrate 1888, 13. Ibidem. Ibidem.

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oficiales nuestra letra clásica, la de bellos y correctos caracteres Iturzaeta, que vienen a ser nuestra tradición tipográfica? Para titulares de los periódicos, para documentos privados de alguna solemnidad, los caracteres resucitados por el señor Gorchs deberían ser estimados y preferidos22.

En la prensa periódica de 1888, acaso animada por las virtudes propagandísticas del empresario barcelonés, no es difícil encontrar referencias al éxito que estarían alcanzando los nuevos tipos de la bastarda española. Serrate, del Diario mercantil, aseguraba que «el Ministerio de la Guerra ha pedido grandes cantidades de fundición a la casa, siendo unas 160 las imprentas españolas que han adquirido el citado tipo bastardo español», sin olvidar que «el gobierno ha decidido imprimir con los tipos nacionales de Gorchs los billetes de la lotería de la próxima Navidad»23. En efecto, dando muestras de unas indudables dotes mercantiles24, la difusión inicial 22. El país. Diario republicano progresita (Madrid) II-320 (3-V-1888). 23. Serrate 1888, 15. Véase supra nota 17. 24. Es sorprendente que buena parte de los ejemplares de la Colección de trozos selectos se nos han conservado, bien con dedicatoria personal de Gorchs a autoridades de todo tipo, bien con indicación de que habían sido ofrecidos por el industrial tipógrafo en 1888 (véase infra en esta nota). Así, aparte del entregado a Tamayo y Baus (supra nota 12), el ejemplar regalado a Joaquín López Puigcerver, ministro de Hacienda, se encuentra hoy en la biblioteca de la Universidad Pontificia de Comillas, en Cantoblanco (Madrid), 4128; el que fue de Manuel Remón Zarco del Valle en la Real Biblioteca [I/J/209]; y el dedicado a Víctor Balaguer, ministro de Ultramar, en la Biblioteca-Museo Víctor Balaguer, Vilanova i la Geltrú, 12423. Sin duda, el más espléndido es el que, con una dedicatoria impresa especial, registro en tela con los colores de la bandera y encuadernación de Miralles en marroquín rojo con superlibros real, remitió al niño Alfonso XIII y que hoy se conserva en la Real Biblioteca [IX/6950]. Gorchs viajó a la corte para entregar «a las reales personas los primeros ejemplares» de su Colección, pidiendo ser recibido por la Reina Regente. La vanguardia (Barcelona) VIII-203 (1-V1888, pág. [2]). La audiencia real no se produjo, pero, con todo, Gorchs sí consiguió entrevistarse con la infanta Isabel de Borbón, aprovechando su estancia en Madrid para dar un banquete a la prensa de la corte y presentarles sus nuevos tipos en el Hotel de la Paz. Al comenzar el año 1889, Gorchs remitió una carta a la prensa en la que explicaba la condición no venal de su Colección, cuyos ejemplares había ido regalando a distintos amigos y personalidades en 1888, pero que no había podido ni podía entonces satisfacer a los muchos particulares que le reclamaban una copia al no encontrarse el libro a la venta. En ese «remitido», el fundidor intenta despejar como una patraña que con el reparto de ejemplares solo había buscado influir en el jurado de la Exposición Universal para conseguir alguno de sus premios, aunque, temeroso, había decidido suspender el reparto de ejemplares por esa causa. La vanguardia (Barcelona) IX-629 (1-I-1889, pág. [3]).

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de los caracteres de Ceferino Gorchs fue rápida y el mismo año de su aparición hasta alcanzó las Antillas, donde pudo ser recibida con un indiscutible tono nacionalista.

Dedicatoria autógrafa de Ceferino Gorchs a Manuel Remón Zarco del Valle. Colección de Trozos Selectos en los idiomas y dialectos usados en la Península Ibérica impresa con los nuevos tipos de la Bastarda Española [recopilado por Ceferino Gorchs]. Barcelona: Imprenta del Correo Tipográfico, 1888. Real Biblioteca, I/J/209.

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Colección de Trozos Selectos en los idiomas y dialectos usados en la Península Ibérica impresa con los nuevos tipos de la Bastarda Española [recopilado por Ceferino Gorchs]. Barcelona: Imprenta del Correo Tipográfico, 1888. Real Biblioteca, IX/6950.

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«A mi juicio nada caracteriza mejor a un pueblo que la forma de letra en la que se escribe su idioma». En el verano habanero de 1888, Enrique Novo García defendía que para comprobar lo acertado de su juicio bastaba con considerar «la semejanza que existe entre la escritura inglesa, determinada por una serie de rodeos, innecesarios al parecer, pero precisos al enlace de las letras, y la política pérfida y utilitaria de la soberbia Albión». El por entonces director propietario de Galicia moderna. Semanario de intereses generales se expresaba así en una carta abierta a Joaquín Ruiz felicitándose por la reciente llegada desde España de los nuevos tipos de Ceferino Gorchs que la casa Ruiz y Hermano había hecho posible. Para Novo, constituía todo un honor que su semanario fuera el primero en publicar en Cuba y, aún más, en América un texto compuesto con los caracteres de aquella letrería. Ese texto decía así: Orgullo legítimo, porque la verdad es que contemplando estos trazos, se adivina mucho de nuestras virtudes, y hasta de nuestros defectos. Y si no dígame V. la claridad de estas letras ¿no está denunciando nuestro carácter franco, abierto a todos los sentimientos nobles y generosos?; la carencia absoluta de rasgos inútiles ¿no retrata exactamente al campesino español tan sobrio como laborioso?; y la belleza y la gracia y la esbelteza, digámoslo así, de estos signos ¿no parece hablarnos al alma de la hermosura, y el garvo y la sal de nuestras hechiceras mujeres?25.

Si la engañosa, pero inflexible, escritura inglesa era la expresión del utilitarismo político británico, los nuevos tipos denunciaban por sí mismos el carácter español: su claridad hablaba de franqueza, su sencillez de sobria laboriosidad y, en suma, su esbelta belleza de gracia y femenina hermosura. Para Enrique Novo poder componer con aquellos nuevos caracteres tipográficos –francos, sobrios, bellos... españoles– parecía ser una forma de estrechar los lazos que unían a Cuba con la patria España, de cuyo reforzamiento se mostraba acérrimo defensor a una década escasa del noventayocho26. El agradecimiento hacia la casa Ruiz y Hermano por haber empezado a distribuir, en exclusiva comercial, los nuevos tipos en las Antillas se hacía extensivo a la figura de Ceferino Gorchs, «quien –continúa Novo– ha prestado un eminente servicio a la tipografía y a la escritura nacionales con su bastarda española y por ello merece gratitud y plácemes ese inteligente y laborioso catalán»27. 25. Novo García 1888. 26. Véase Novo García 1894. 27. Novo García 1888. Cursiva en el texto.

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No era, por supuesto, la primera vez que se hablaba de una letra de molde española. Justamente dos siglos antes de que Gorchs empezase a imprimir con sus nuevos punzones, se publicaban en Madrid las Burlas de la fortuna en afectos retóricos de Giovanni Francesco Loredano en traducción de Eugenio de Miranda y Gamboa28, obra compuesta con los tipos de la nueva fábrica tipográfica que Pedro de Disses había propuesto en 1685 a la protección del Consejo Real de Castilla29. En uno de los paratextos del volumen, Miguel de Guevara se felicitaba porque, a partir de entonces, «nuestra Lengua y Nación» podían contar con «Caracteres y Moldes propios», lo que redundaría en beneficio de la «Academia de los Doctos» que «tiene nativa en su País Imprenta, Caracteres, y Moldes propios, sin mendigarlos de los estraños: cultivo que necessitava para ópima tarea de su fertilidad». Guevara, concluye, que el traductor y el fundidor habían conseguido tener «Español a Loredano, Español el Idioma, Español el Molde, Española la Letra y Española también la Eloqüencia»30. Sin embargo, tras la letrería de Disses no se veía, ni parece que a la altura de 1688 se pudiese ver, una expresión de lo español, pese a la exuberancia en el recurso al término, sino que su nueva fábrica tipográfica suponía poder contar con impresiones propias, sin necesidad de recurrir a la importación de tipos foráneos31. Eso es lo que ayudaría a que la particular república de las letras hispana pudiera brillar frente a sus émulos extranjeros, algo que resulta más coherente tanto con la política económica de la segunda mitad del reinado de Carlos II como con las actitudes de la generación de los novatores. Bien conocidas son, por su parte, las distintas iniciativas que a lo largo del siglo XVIII intentaron dotar a la España ilustrada de una imprenta con recursos propios y en las que, como se sabe, las razones de índole económica 28. Giovanni Francesco Loredano, Burlas de la fortuna en afectos retóricos de el Loredano, tradución del toscano a nuestro vulgar por D. Eugenio de Miranda y Gamboa [...] Se da a la estampa en las pruebas de nuevos caracteres fabricados en esta corte a fin de establecer impressiones propias en estos Reynos, Madrid, s. i., 1688. 29. Bouza 2005; y Cruickshank 1976 y 1982-1983. 30. Miguel de Guevara, «Al Traductor» [18 de abril de 1688], en Burlas de fortuna..., sin foliar. Merece la pena comparar esta cita con el comentario que el lanzamiento del Don Quijote por suscripción de Gorchs en 1892 le mereció a la redacción de La vanguardia: «[...] todo será español en esta edición, la obra, la letra, el papel, las láminas, las viñetas y hasta la tinta», La vanguardia (Barcelona) XII-3136 (4-II-1892, pág. [2]). 31. D.W. Cruickshank demostró que Disses copiaba los caracteres de la tipografía vaticana de 1628 y los tipos quinientistas de Hendrik van den Keere, Cruickshank 19821983, 83.

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se mezclaron con un voluntad de rivalizar con los logros de otras naciones, en una época en la que el grado de civilización relativa se medía –y comparaba– según criterios que, como el desarrollo de la imprenta o el mercado literario, eran de naturaleza cultural. Aunque los elementos de independencia económica frente a las producciones exteriores no dejan de estar presentes en su génesis, la bastarda española de Ceferino Gorchs se fundió en tiempos de un nacionalismo mucho más pleno y consciente de sí mismo como era el decimonónico. A la altura de 1888, carácter por carácter, la materialidad tipográfica podía ser entendida como encarnación de una supuesta españolidad que cabía considerar una verdadera categoría en lo político. No obstante, el nacionalismo español con el que se aureolaba a los tipos de Gorchs era fruto del tiempo en el que fueron concebidos. Nacidos en la Barcelona de 1888, descansan sobre un nacionalismo que poco tiene que ver con el que se revistió a la letra gótica en la Alemania hitleriana32 o el que permitirá decir a Ángel María Pascual, en su orsiana Tipografía y virtud de los oficios de 1937, que «una hueste de buenas ediciones da a un Estado imperial, estilo como un gran ejército y ambos no son incompatibles»33. En esto, merece la pena recordar los comentarios que a Manuel Payno le mereció la Colección de trozos selectos, que conoció de primera mano durante su visita a Barcelona con motivo de la Exposición Universal. El diplomático mejicano se hace eco del primor de la obra, en la que «ninguna palabra será exagerada para ponderar la perfección y delicadeza de los caracteres y la limpieza de la edición. Es un verdadero libro de bibliófilo»34. Lo hace en el capítulo que titula «Los idiomas» y la obra de Gorchs le sirve, precisamente, para apuntar que es «error muy grande el creer que en España se habla uniformemente el castellano»35. Tal afirmación era posible porque Ceferino Gorchs había compuesto con su bastarda española fragmentos en castellano, pero también en gallego, bable, catalán, valenciano, mallorquín, vasco y portugués, es decir, «en los idiomas y dialectos usados en la Península Ibérica» como rezaba su título completo36. 32. Willberg 2001. 33. Pascual 1937, 177. Recuérdese que la cuidada edición de esta publicación corría por cuenta de Pascual. Cf. Trapiello 2006, 178-181. 34. Payno 1889, 88. 35. Ibidem. 36. A su vez, Payno copia algunos de los fragmentos (gallego, vasco, etc.) en su Barcelona y México, Payno 1889, 89-92.

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De ahí nacía el interés ibérico que, como señalábamos anteriormente, había esgrimido en su carta dedicatoria a la Real Academia. La recopilación de Gorchs se convierte, así, en una antología de fragmentos selectos de autores que van de Cervantes a Iparraguirre y de fray Luis o Calderón de la Barca a Verdaguer y Núñez de Arce, pasando por Rosalía, Víctor Balaguer, Camões, Herculano, Serafí Pitarra o Campion, logrando reunir en un solo volumen la Noche serena y ¡Terra a nosa!, el Passatge d’Hanníbal y el Gernikako arbola, la Oda a la Verge de Montserrat y más de una veintena de estrofas del canto primero de Os Lusíadas37. Dejando a un lado los clásicos, entre todos los escritores elegidos, Gaspar Núñez de Arce y, ante todo, Víctor Balaguer merecen una atención especial, dada su vinculación con el partido liberal de Práxedes Mateo Sagasta, por entonces en la presidencia del Consejo de Ministros. De hecho, la Colección de trozos selectos, que Ceferino Gorchs había querido entregar personalmente a la Reina Regente durante su estancia en Madrid38, llegó a manos de María Cristina a través de Víctor Balaguer, que ocupaba entonces la cartera de Ultramar en el gobierno de Sagasta. La crónica de la audiencia no recoge que la reina reparase en la Oda montserratina de su ministro incluida en el volumen, sino que lo abrió y «leyó el Gernikako arbola» de Iparraguirre39. La huella del iberismo, tan palpable en las más variadas vertientes del liberalismo político español del siglo XIX40, aparece de forma evidente en 37. Las lenguas, los autores y las composiciones reunidos son los siguientes: Castellano: Miguel de Cervantes, Don Quijote (I, 6); Luis de León, «Reflexiones sobre la lengua castellana» [De los nombres de Cristo] y Noche serena; Pedro Calderón de la Barca, La penitencia de San Ignacio, Hombre pobre todo es trazas (I, 6) y La exaltación de la cruz (II, 3); Gaspar Núñez de Arce, En el Monasterio de Piedra (Aragón) e Idilio (xlii-lii).- Gallego: Rosalía de Castro, ¡Terra a nosa! [Follas Novas]; Alberto Camino, O desconsolo.- Bable: José Caveda, El niño enfermo.- Portugués: Luís de Camões, Os Lusíadas (I, xliii-lxix); Alexandre Herculano, O mendigo.- Catalán: Cayetano Vidal de Valenciano, Rosada d’estiu («En lo cim del Ordal»); Víctor Balaguer, Oda a la Verge de Montserrat [Amor a la patria]; Jacint Verdaguer, Passatge d’Hanníbal [Canigó]. Frederic Soler-Serafí Pitarra, Los companys de Sertori.- Valenciano: Teodor Llorente, La barraca.Mallorquín: Marià Aguiló i Fuster, L’esperança.- Vasco [euskaro]: José María de Iparraguirre, Gernikako arbola; Arturo Campion, Orreaga. 38. Es el ejemplar que hoy se conserva en la Real Biblioteca, IX/6950. Sobre este y el que fue de Víctor Balaguer, véase supra notas 12 y 24. 39. El liberal (Madrid) X-3290 (6-V-1888, pág. 3). 40. Véanse López Cordón 1975; y Rocamora 1989. Sobre Sagasta y el iberismo, Ollero 2006.

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Rosalía de Castro, «¡Terra a nosa!». Colección de Trozos Selectos en los idiomas y dialectos usados en la Península Ibérica impresa con los nuevos tipos de la Bastarda Española [recopilado por Ceferino Gorchs]. Barcelona: Imprenta del Correo Tipográfico, 1888. Real Biblioteca, IX/6950.

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la Colección de 1888, donde se incluían sendos fragmentos de Camões y de Herculano, y que siempre juega con la referencia a las lenguas y dialectos usados en la Península Ibérica. En esto, resulta curioso que Sinibaldo de Mas, cuya memoria La Iberia de 1852 es una referencia inexcusable del sentimiento iberista41, fuera el promotor de una escritura universal pasigráfica, la ideografía, que superara la incomunicación entre los pueblos provocada por las distintas lenguas y los diversos alfabetos42. En su L’idéographie, aparecida en París en 186343, el cónsul general y ministro plenipotenciario español en China propone «former une écriture générale au moyen de laquelle tous les peuples puissent s’entendre mutuellement sans que les uns connaissent la langue des autres»44. Fascinado por el lenguaje musical, hacia el que siempre mostró devoción, y admirado, sin duda, porque había visto cómo millones de habitantes del imperio chino «s’entendent au moyen d’une même écriture», Mas inventa, con la ayuda de Jacobo Zóbel de Zangróniz, un complejo sistema de signos ideográficos que supondrían una lengua general escrita, llegando a publicar un Vocabulaire idéographique, de nada menos que dos mil seiscientas entradas, y un Extrait du vocabulaire français-idéographique et idéographique-français45. Aún más que la Colección de trozos selectos de Ceferino Gorchs, la publicación de los ideogramas supuso todo un reto editorial. Para la mayor parte de sus «morceaux idéographiques» se recurrió a la paniconografía recientemente desarrollada por el litógrafo Firmin Gillot46. No obstante, Sinibaldo de Mas consiguió que se fundiesen en París una serie de tipos móviles ideográficos que fueron destinados a componer la traducción a la nueva escritura artificial que Zóbel de Zangróniz había realizado de Le soldat pauvre et estropié et l’aubergiste 47. Con las paniconografías litográficas

41. Mas 1852. 42. Cerdà y Martínez-Gil 1996. 43. Mas publicó en Macao, en 1844, una versión muy reducida de la obra, de la que se hizo eco su amigo Bonaventura Carles Aribau en un artículo de El corresponsal (Madrid) VI (5-V-1844). Véase Cerdà y Martínez-Gil 1996. 44. Mas 1863. 45. Estas dos partes cuentan con portadilla especial, imprimiéndose los extraordinarios ideogramas del Vocabulaire idéographique en la imprenta Houiste de la parisina rue Mignon. 46. Sobre la técnica panicográfica o paniconográfica de Gillot, que se considera antecedente del fotograbado, véase Moureau 2006, 210. 47. Jacobo Zóbel de Zangróniz, «[Traducción a escritura ideográfica de] Le soldat pauvre et estropié et l’aubergiste», en Mas 1863, 109-112. Mas insiste en que su sistema

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de Gillot y los nuevos tipos móviles ideográficos, L’idéographie de Sinibaldo de Mas se convierte en uno de los más singulares, de belleza rara, libros impresos por iniciativa de un español en el siglo XIX. Es obvio que las diferencias entre las propuestas de Mas y Gorchs son muchas, empezando por su calado intelectual, que es sustancialmente mayor en la primera. No obstante, conviene hacer hincapié en que, aunque sea por intereses muy distintos, el diplomático orientalista y el empresario fundidor otorgan protagonismo a las virtudes de naturaleza universalistas atribuidas a la escritura en su modalidad tipográfica. Mas recurre a los tipos móviles –ideográficos– para reunir en esa sola escritura que ha creado ex novo todas las escrituras y, con ella, todas las lenguas, que, por supuesto, seguirán hablándose en sus respectivos dominios. Por su parte, acomodado a su escala, Gorchs mantiene distintas las lenguas ibéricas, pero, al tiempo, las viene a unificar en su escritura impresa por medio de la bastarda española48. Ni que decir tiene, tanto la propuesta de Sinibaldo de Mas como la de Ceferino Gorchs fracasaron. La bastarda española en tipos de imprenta no logró desbancar a la letra inglesa en los usos documentales o de representación y, además, se vio perjudicada por las crecientes y devastadoras críticas al empleo del método de Iturzaeta en la instrucción primaria, sin olvidar que Víctor Balaguer, que había sido mentor principal del fundidor catalán en la corte, no tardó en abandonar el consejo de ministros. La posibilidad de poner al amparo de una tipografía común las distintas lenguas habladas en la España peninsular no llegó a cuajar y, como ideográfico podía ser impreso mediante el recurso a nuevos tipos móviles ideográficos y en que había tenido que recurrir a las técnicas de grabado de Gillot «à cause du retard apporté par le graveur et le fondeur, lesquels n’ont terminé leur travail», (Mas 1863, 108). Como es obvio, las posibilidades de difusión de su escritura universal se verían acrecentadas si demostraba que esta era viable tipográficamente, sin tener que depender de grabadores o litógrafos. El recurso a tipos móviles distinguiría, de esta manera, la propuesta de Sinibaldo de Mas de anteriores intentos de reproducir mecánicamente ideogramas por parte de occidentales, como es, por excelencia, el caso de las estampaciones chinas de Matteo Ricci. 48. Conviene recordar ahora que el desarrollo de la escritura taquigráfica también interesó enormemente a Gorchs, que publicó La taquigrafía aplicada a la prensa. Conferencia dada en el Instituto catalán de las artes del libro, Barcelona, Tip. Luis Tassó, Barcelona, 1905. En este año contribuyó a la gran exposición realizada en la Biblioteca Nacional con «un ejemplar del Quijote escrito en ‘taquigrafía pura martiniana’» dentro de los fastos del tercer centenario de la princeps cervantina. «Exposición conmemorativa de la publicación del Quijote», en Revista de archivos, bibliotecas y museos (Madrid), 12 (1905), 400.

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se sabe, alguna terminaría por recorrer su propio camino hacia la construcción de su particular letrería identitaria. No quiere decir esto que no siguiesen apareciendo iniciativas que juzgasen posible armonizar la diversidad lingüística en el marco de un nacionalismo español que era capaz de reconocer todas las «falas da patria, anacos da nosa ialma nazional»49. Quien así escribía era el reusense Michel (Miquel) Ventura i Balanyà en ¡Fala armoñosa, non morreràs!..., un opúsculo aparecido en el Madrid de 1916 en el que se seguían las reglas creadas para la reforma ortográfica del gallego en 1910 por Aurelio Ribalta –antiguo colaborador, por cierto, de aquella Galicia moderna que tan buena acogida había prestado a la bastarda española de Gorchs50–. El occitanista «Migel Ventura»51 era un filólogo romanista que, después de haber realizado sus estudios en Madrid52, haberse interesado por el chino en París53 y defender una tesis doctoral en Cornell titulada Historical Catalan phonetics, había acabado por ejercer la docencia como catedrático de lengua inglesa en la por entonces de reciente creación Escuela Superior de Magisterio de Madrid54. No habiendo puesto nunca un pie en Galicia, compuso varias poesías en gallego, dos de ellas reunidas, al abrigo de unos versos de Aires da miña terra de Curros, en este raro ejemplo de tipografía galaica madrileña55. 49. Michel Ventura i Balanyà, «Duas parolas do autor aos gallegos», en Ventura i Balanyà 1916, 8. Para otros títulos en gallego de este autor que en 1916 se encontraban «en preparazión», véase infra nota 55. Sobre el filólogo reusense, Anguera 1974; y Fornés 1999, aquí en relación con Euphemia Llorente de Domingo, uno de los heterónimos de Ventura. 50. Publicó algunos versos justamente en el mismo número en el que Enrique Novo empleaba los tipos de Gorchs. Galicia moderna. Semanario de intereses generales (Habana), IV-172 (12-VIII-1888, pág. 2). 51. El opúsculo se abre con una nota que adelanta: «Niste libriño tense adoutada con peqenas bariaziós a ortografia da rebista Estudios Gallegos» y, en efecto, el propio nombre del autor se compone como «Migel Ventura» y «Madri» flamea en el pie de imprenta. Se ha respetado esta grafía en todas las citas en el texto y notas. Sobre Ribalta, véase Agrelo 2000; y sobre su ortografía Cerdà y Nogués 1995. 52. Su expediente, de 1893 a 1900, pero con certificaciones solicitadas en 1917, se conserva en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Universidades, 6876-6. 53. Fornés 1999, 24, recoge la noticia de que había compuesto en 1897 unas «Lliçons de llengua xinesa» y un «Cours de chinois». 54. Ginebra 1998. 55. Los dos poemas se titulan «Fala armoñosa!» y «Non morrerás!», págs. 19-21 y 2228 respectivamente de Ventura i Balanyà 1916. El librito se encuadra en las publicaciones de la «Bibrioteca do Pobo Gallego. Follas d’oxe e d’onte. Rebista das letras gallegas»,

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Su punto de vista sobre que «na nosa terra ispánica aibos catro idiomas españoles que biben... e bibirán»56 se desarrolla en una nota introductoria en la que despliega argumentos como los siguientes: Maos españoles aqeles qe desprezan as lingoas faladas nas rexiós d’España e maos liberales aqeles q aconsellan persecuziós contra elas, cometen ao noso ver, non solamente un crime de lesa patria mais ainda un crime de lesa Umanidade, e craro e, a nosa dinidade d’españoles e d’omes subrébase contra tanta malbadeza e tiranía tanta57.

Aunque la ortografía de Ribalta no dejaba de ser, a su manera, una forma de remarcar aún más la diferencia de la lengua gallega frente a la castellana, el Ventura i Balanyà de 191658 insiste en que los cuatro idiomas que venía a inaugurarse con él. Le seguiría una reedición de Os meus botos de Aurelio Ribalta, que no parece que llegara a publicarse, y una larga serie de títulos «en preparazión», entre los que se encontraban Cantigas en louor da Birxe, de Alfonso X, A birxe de cristal, de Curros, una antología de Follas novas de Rosalía, Poesías escollidas de Pondal, Bida e feitos dos omes ilustres de Galizia y, entre otros, Mulleres ilustres de Galizia o la colección de artículos e impresiones Anacos d’estoria, aparte de la tragedia A morte qe pasa y Folliñas, gromos e sermolos de Miquel Ventura y distintos títulos de Ribalta (Do feixe y Ferruxe). Nacida a la sombra de Estudios gallegos, que tanta importancia tuvo en el surgimiento de las Irmandades da fala, la Bibrioteca do Pobo Gallego estaba dirigida por Ventura y tenía su sede en el número 2 de la madrileña calle de Granada, por entonces domicilio madrileño del reusense (ut supra, nota 52). Sobre la decisión del catalán de componer poesía en gallego, Aurelio Ribalta escribía que «Non e o pirmeiro caso abofellas, de poetas dalen que trobaren no noso, si lhes cadrou; e ai tendes os nomes do sebillano Rodríguez Marín, do astorgano Martínez Salazar, do portugés Leite de Vasconcellos, ou do basco Bermúdez Jambrina, por non falar doutros», «Prólogo» en Ventura i Balanyà 1916, 13. Sobre la literatura gallega alofónica, con mención a Michel Ventura, cf. Alonso Montero 1974. Por su parte, en los primeros versos de «Non morrerás!», el poeta expone cómo había leído a Curros (Aires da miña terra), Valentín Lamas Carvajal (A musa das aldeas), Rosalía (Follas novas) y Pondal (Queixumes dos pinos), Ventura i Balanyà 1916, 23, al tiempo en que en su «Duas parolas do autor aos galegos» cita entre los autores recientes a Francisca Herrera Garrido, Ramón Cabanillas, Lisardo Barreiro, Alejandro Pérez Lugín, Aurelio Ribalta y Manuel Rodríguez López, Ventura i Balanyà 1916, 10. 56. M. Ventura, «Duas parolas...», en Ventura i Balanyà 1916, 9. 57. Ibidem. 58. Para hacerse una idea de la evolución del pensamiento de Michel Ventura basta con leer algunas frases de su artículo «De llettres galaiques» –publicado en la Revista del centre de lectura (Reus) 3ª época 58 (junio 1922), 137-140– en el que afirmaba que «[...] ens appar que al jorn que Galícia s’aixequi contra els seus tirans, els cacics y demés

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entran en su concepción de lo español. De hecho, a imitación de lo que se habría empezado a hacer en el extranjero59, propone incrementar su conocimiento «nas Universidades españolas [donde] non ai qen ainda teña fundado senllas cátredas pro seu ensino. O Estado español qe tería qe fomentar e protexere todas estas lingoas, se non peocupa moito deso, mais non importa! as augas móbense e corren furentes e ningén e capaz de deter o seu curso»60. El estudio científico de las lenguas peninsulares en las universidades españolas se convertía así en una reivindicación para el filólogo catalán, al tiempo que la introducción del gallego en la instrucción primaria en las escuelas de Galicia era uno de los objetivos que habían concedido protagonismo a Aurelio Ribalta61. La polémica no estaba ya en reunir bajo una tipografía común las distintas lenguas, sino en apoyarlas de forma mucho más decidida en el nuevo campo de discusión que era su presencia, ante todo, en la administración y en la escuela. Llevadas a la imprenta en la particular ortografía de Ribalta, las palabras de Ventura i Balanyà eran inequívocas: las cuatro lenguas «teñen êgoal direito aa bida, êgoal direito aa cultura: todas sombos êgoalmente españolas [...] Mais endemal aibos qen despreza as nosas lingoas rexionás e qen seica mobido por odios ou embexas aconsella asoballalas, escrabizalas... “sin contemprazêón nin disculpa de ningún xénero...!” matalas, si poidera ser!.... ¡e son falas españolas todas elas!»62. El entrecomillado del lingüista citaba expresamente unas palabras del acuerdo que, bajo la presidencia de Antonio Maura, la Real Academia Española había adoptado el 5 de enero de 1916 por el que señalaba que la Academia respetaba las lenguas y dialectos pero que «el verbo» de la «patria española» como «nación una e intangible es el castellano»63. Atendiendo a feramayla del ramat centralista que l’endogalen, ferà una revolutió formidable. El poble gal.laic és soffert, resignat, humil, prò precisament els pobles d’aquest tarannà són els que van mes lluny al jorn de la revolta. En tenim un palés i ben recent exemple en la revolutió russa» (Fornés 1999, 12-13). 59. Sobre la experiencia docente de Ventura i Balanyà como profesor de catalán en Cornell, Ginebra 1998. 60. M. Ventura, «Duas parolas...», en Ventura i Balanyà 1916, 10. 61. Véase Costa 1989. 62. M. Ventura, «Duas parolas...», en Ventura i Balanyà 1916, 8. Cursiva en el original. 63. «Acuerdos y noticias», en Boletín de la Real Academia Española (Madrid) [BRAE], 3 (1916), 133. La cita completa es: «Idiomas y dialectos que se hablan en la intimidad del hogar o en las relaciones individuales, y que toman forma artística en literaturas

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la necesidad de corregir un supuesto y creciente abandono de su uso en algunos centros educativos y oficiales, urgía al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes del gobierno Romanones que ordenase a «todos los encargados de la dirección y enseñanza del idioma»64 que «sin contemplación ni disculpa de ningún género, que no puede haberlas, vigilen y hagan que se cumplan los referidos preceptos legales, único medio de fomentar y unificar el provechoso cultivo de nuestro idioma castellano»65. El acuerdo de la Real Academia Española provocó, de inmediato, una amplia respuesta66 y la publicación del ¡Fala armoñosa, non morreràs!... de Michel Ventura se enmarca de lleno en ella. Ante las reacciones, la propia Academia creyó conveniente publicar en su Boletín el escrito que le había sido dirigido por Josep María Roca, como presidente del Ateneo de Barcelona, en el que se criticaba la decisión adoptada por la corporación, así como la respuesta remitida por Maura en nombre de la Academia en la que intentaba explicar que no se trataba de proscribir las lenguas y dialectos que no fuesen el castellano, sino de preservar el uso y conocimiento de este67. Como pruebas de que su voluntad no había sido la de proscribir ni lenguas ni dialectos, la Academia Española pasaba revista a su historia más reciente y recordaba que, entre otros, se había honrado contando con Víctor Balaguer entre sus individuos. Del mismo modo, destacaba que había publicado las Cantigas de Alfonso X o El dialecto vulgar salmantino de José de Lamano y que había otorgado el premio Fastenrath a títulos como La esfinge maragata de Concha Espina, lleno de vocablos leoneses, o a La casa de la Troya de Alejandro Pérez Lugín «saturada de frases y términos gallegos»68. En 1916, no encontró lugar para recordar que en 1888 había sido puesta a su amparo la propuesta tipográfica de Ceferino Gorchs para restaurar la bastarda española con fragmentos selectos tomados de todos los idiomas regionales son respetables, y la Academia los respeta y estima, porque el conjunto de las manifestaciones de la vida española forma la grandeza de la Patria: pero el verbo de ésta , como nación una e intangible, es el castellano». 64. «[...] como rectores, decanos de Universidades, directores de Institutos, directores de Escuelas Superiores, de Escuelas Normales y Colegios, inspectores de enseñanza y maestros de escuelas públicas», «Acuerdos y noticias», en BRAE, 3 (1916), 134. 65. Ibidem. El acuerdo se adoptó en la sesión de 5 de enero de 1916, aunque el escrito de Maura en nombre de la corporación se fechó al día siguiente. 66. Sobre la polémica y sus antecedentes, Grau 2006; y Ginebra 2006. 67. «Acuerdos y noticias», en BRAE, 3 (1916), 134-136. 68. «Acuerdos y noticias», en BRAE, 3 (1916), 136.

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y dialectos usados en la Península. En ese cuarto de siglo, que va de Sagasta a Romanones o de Tamayo y Baus a Maura, la definitiva construcción del nacionalismo español había llevado a que la «nación una e intangible» se encarnase en el «verbo» castellano, estuviese escrito en no importa qué caracteres de imprenta69. Por más que fuesen tipos de pura raza española, los caracteres de Gorchs no consiguieron desplazar la pujanza de la letra inglesa y su estrecha vinculación con los modelos caligráficos de Iturzaeta tampoco debió despertar el entusiasmo entre los educadores70, al tiempo que la regeneración por la que tantos clamaban parecía exigir medidas más productivas71. De su empresa queda la imagen, acaso el mayor triunfo del fundidor catalán, de María Cristina de Habsburgo leyendo el Gernikako arbola estampado en bastarda española que le acaba de entregar el ministro y poeta Víctor Balaguer. También queda, ante todo, el esmerado primor tipográfico de su Colección de trozos selectos. Un volumen tan «seductor» que un cronista de la Exposición Universal barcelonesa de 1888 confesaba que comprendía a quien había robado un ejemplar de los que se exponían en el Palacio de la Industria, «porque nadie negará que vale más nuestra bastardilla, por lo clara, gallarda y española, que todos los desgarbados perfiles de la letra inglesa»72.

69. Coincidiendo con su ascenso a la presidencia del Consejo, Maura había recibido un ejemplar de lujo de la Colección de trozos selectos en 1904, que llevaba al frente una afectuosa dedicatoria de Gorchs, incansable propagandista de su proyecto. Se encuentra hoy en la Biblioteca de la Fundación Antonio Maura, Madrid, bajo la signatura 1/3/62. La Fundación también conserva un segundo ejemplar, que fue propiedad de Gabriel Maura, con signatura 821 COL. 70. Véanse algunas de las críticas a su método caligráfico aplicado a la instrucción primaria en Cotarelo y Mori 1913, 399. 71. Merece considerarse esta cita de Luis Royo Villanova en su sección A ocho días vista: «Todos van a la lucha con el mismo loable deseo de regenerar al país por medio de la letra inglesa, redondilla o bastarda española; letras ¡ay! que ni se descuentan en la plaza ni se cotizan en el mercado a ningún precio», Blanco y negro (Madrid) 389 (15-XI-1898, pág. 12). 72. Carlos Mendoza: «Comprendo que en la Exposición Universal le robaran a D. Ceferino Gorchs un libro de ésos, porque realmente es un volumen seductor, una verdadera joya tipográfica, valioso monumento elevado a la letra cursiva española, que Dios quiera podamos ya ver desde ahora reemplazando al feísimo carácter inglés en los documentos en que se emplea, desde los títulos y ejecutorias hasta las circulares comerciales y esquelas de defunción. Porque nadie negará que vale más nuestra bastardilla, por lo clara, gallarda y española, que todos los desgarbados perfiles de la letra inglesa», La ilustración ibérica (Barcelona) VII-318 (2-II-1889, pág. 78).

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ELS GRAVATS DE LA HISTORIA DE CATALUÑA Y DE LA CORONA DE ARAGÓN DE VICTOR BALAGUER FRANCESC FONTBONA (Biblioteca de Catalunya)

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ICTOR Balaguer i Cirera (Barcelona 1824-Madrid 1901), home del Romanticisme, escriptor, historiador i ministre, i un dels principals puntals de la Renaixença catalana, abordà una ambiciosa Historia de Cataluña y de la corona de Aragón, que es publicà entre el 1860 i el 1863, i que tindria cinc volums impresos d’unes vuit-centes pàgines, més o menys, cada un1. Per la personalitat del seu autor i l’envergadura de l’obra, aquesta esdevingué un element emblemàtic en el context de l’aparició del catalanisme cultural i polític, bé que l’obra es publicà en llengua castellana ja que en aquells anys del segle XIX l’idioma català encara no havia recuperat la presència normal en l’àmbit culte i oficial, que havia anat perdent al llarg del segle XVIII, amb la fortíssima centralització espanyola introduïda per la dinastia borbònica. Aquesta marginació de la llengua catalana no sols perdurava el segle XIX sinó que encara s’intensificava més, amb mesures públiques com la imposició del castellà com a única llengua de l’Estat en l’ensenyament primari, amb la Llei Moyano el 1857 (articles 2, 14, 15, 68), o en els documents notarials, amb la llei del Notariat el 1862 (article 25), per esmentar-ne només dues de ben significatives. Amb anterioritat a aquestes

1. Hi ha una referència a aquesta obra a la monografia de Palomas i Moncholí 2004, 257-261. Recentment ha abordat l’anàlisi parcial de l’obra i la seva il·lustració Bragulat 2010, 234-237.

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lleis els nens a les escoles eren escolaritzats lògicament en l’idioma del país, el català, i els testaments –per exemple– eren redactats també en aquest idioma, com era natural a Catalunya; a partir d’aleshores això quedà dràsticament estroncat i el català va anar essent paulatinament arraconat a l’àmbit purament privat, domèstic, d‘on no començà a sortir-ne fins les acaballes el segle XIX. Per això no és gens rar que un llibre d’història tan directament vinculat a la personalitat catalana no aparegués en català en aquella època. Anys després un llibre d’aquelles característiques hauria estat de nou habitual que es publiqués en català, però a començament del decenni dels seixanta encara no era així. Precisament la Renaixença, de la que Balaguer fou representant destacat, era un moviment que pretenia entre altres objectius retornar el català –que tanmateix no havia deixat mai de ser el vehicle principal de comunicació oral a Catalunya i altres territoris de parla catalana– a la posició central en la societat que li corresponia. No era el positivisme encara la virtut més valorada en aquell tipus d’historiografia, sinó una mitificació idealitzada dels fets i actituds històrics, que sovint eren directament llegendes més que fets testimoniats pels documents, i per això els gravats es basaven majoritàriament en pintures d’història realitzades per pintors contemporanis de l’autor, o bé amb dibuixos fets expressament per altres artistes. La il·lustració d’aquesta obra magna de Victor Balaguer, paradigma de la historiografia romàntica, fou editada per Salvador Manero a Barcelona, i va ser exclusivament calcogràfica, gravada a l’acer. La realització de les seves làmines s’encomanà bàsicament al principal gravador en metall actiu aleshores a Barcelona, que era Antoni Roca, però amb la participació menor també d’altres calcògrafs catalans destacats de l’època com Joaquim Furnó, Josep Nicolau o Àngel Fatjó, com es detallarà més endavant. Des dels anys quaranta del segle XIX s’exposaven a Barcelona amb certa freqüència composicions de tema històric –seguint la moda romàntica internacional–, i entre aquestes pintures destacaven aquelles que se centraven en la història de Catalunya, especialment la medieval, sens dubte objecte de culte per part del nou nacionalisme romàntic català que s’estava generant aleshores, i que donà cos a l’esmentat moviment de la Renaixença, que es proposava retrobar les arrels històriques i culturals de Catalunya, després d’una llarga etapa de uniformització il·lustrada, i que no va ser doncs només literari, com sovint es creu, sinó global, i per tant també artístic. Diverses d’aquestes pintures d’història creades i difoses aquells anys varen ser «reciclades» per Víctor Balaguer en forma de gravats per a il·lustrar

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la seva obra magna, i altres varen ser fabricades expressament per il·lustradors especialitzats que feren composicions del mateix estil, que també s’enviaven als gravadors per a que les transformessin en matrius per estampar. En aquella època les diferents tècniques de gravat encara estratificaven els productes editorials per categories: els llibres de cost més assequible quan s’il·lustraven era utilitzant la xilografia, i els que pretenien un nivell més selecte empraven la calcografia, tècnica més refinada i més complexa d’elaboració i també d’estampació. Això no vol dir que aquests darrers de vegades no complementessin les seves estampes en metall amb vinyetes en fusta, que sovint s’intercalaven a la caixa tipogràfica combinades amb el mateix text. En el cas d’aquesta obra de Victor Balaguer, però, totes les il·lustracions foren realitzades a l’acer, tècnica que pròpiament era al coure acerat, típica pels bitllets de banc, i que ben entrat el segle xix anà desplaçant el suport típic de coure sol en les estampes calcogràfiques, sobretot en les vinculades al món editorial. Si repassem la nòmina d’autors d’aquelles composicions ens sortiran uns quants noms de la plana major de la pintura romàntica catalana, començant per aquells que, pensionats –o visitants pel seu compte– a la Roma que encara aleshores era la meca de tot l’art mundial, passat i present, importaren al país un ressò directe del Purisme o Natzarenisme germanoitalià que aleshores dominava el panorama artístic romà. Al marge del frontis de l’obra, realitzat expressament pel dibuixant Vicente Urrabieta i el gravador Roca, que contenia una al·legoria del temps i la història, en primer pla, i que deixen al fons una munió de personatges d’èpoques diverses, representatius de les diferents etapes de la història de Catalunya, nombrosos episodis concrets foren seleccionats per generar il·lustracions al·lusives.

1. CLAUDI LORENZALE Dels il·lustradors d’aquella obra de Victor Balaguer el més destacat va ser Claudi Lorenzale Sugrañes (Barcelona, 1815-1889), segurament el més representatiu d’aquells pintors puristes catalans, no per ser el millor sinó pel fet d’esdevenir després de la seva estada a Roma, professor de colorit i composició de l’escola oficial de Belles Arts –la Llotja– de Barcelona, i haver-hi imposat, juntament amb Pau Milà i Fontanals, el purisme natzarenista com estil pictòric «oficial» a la Catalunya del seu temps.

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Ell és l’autor de diverses composicions originals del llibre. Al retrat imaginari d’Otger Cathaló, heroi llegendari dels orígens de Catalunya2, el gravat, de Furnó, es basa en un dibuix d’Urrabieta que tradueix l’original de Lorenzale. Aquest era un oli, aleshores propietat de l’escriptor i periodista Joan Mañé i Flaquer, i que ara és a la col·lecció de l’Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona. L’estendard que Lorenzale posa en mans de l’heroi – que de ser un personatge real hauria viscut al segle VIII–, amb la creu de Sant Jordi i les quatre barres, és un anacronisme flagrant, ja que a l’època que es pretén representar aquests elements heràldics encara no tenien res a veure amb Catalunya, que no existia com a tal, ni tan sols amb el comtat de Barcelona.

Joaquim Furnó: Otger Cathaló, estampa calcogràfica sobre un dibuix de Vicente Urrabieta, basat en una pintura a l’oli de Claudi Lorenzale (Balaguer 1860, I, 184-185).

2. Balaguer 1860, I, 184-185.

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Claudi Lorenzale: Otger Cathaló, pintura a l’oli. Barcelona, Arxiu Històric de la Ciutat. (L’estampa aparegué a Balaguer 1860, I, 184-185).

També Lorenzale és l’autor d’una composició molt més complexa sobre el casament de Ramon Berenguer IV amb Peronella d’Aragó, l’enllaç que uní el comtat de Barcelona amb el regne aragonès3. Roca gravà aquella pintura partint d’un dibuix de Rigalt4 que reproduïa l’oli original, aleshores en propietat d’Ignasi Fontrodona, i que havent passat per altres col·leccions, com la de Policarp Pascual, actualment es una peça emblemàtica de la societat aragonesa Aguas de Barbastro. L’altra obra de Lorenzale estampada aquí, la que representa Pere el Gran ratificant el privilegi Recognoverunt proceres als barcelonins, fou gravada per Furnó i inclosa al volum II de l’obra5. La pintura original, a diferència de les altres dues, no està actualment localitzada. 3. Balaguer 1860, I, 698-699. 4. El Rigalt que en aquesta obra apareix sempre sense nom de fonts ha de referirse a Agustí Rigalt Cortiella, ja que el seu pare, Lluís Rigalt Farriols, era pràcticament només paisatgista, i a més l’oli signat Rigalt que fou gravat per al llibre, que més endavant s’esmentarà, és segur que era d’Agustí. 5. Balaguer 1861, II, 580-581.

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2. JOSEP MIRABENT El pintor Josep Mirabent i Gatell (Barcelona, 1831-1899), sitgetà de família i més conegut per les seves magnífiques pintures de flors i de fruites, als seus inicis conreà també la pintura d’història medieval en la línia purista. Uns almogàvers seus –dels que ara no es coneix la localització de l’obra original– foren inclosos en el llibre estudiat de Victor Balaguer, gravats per Roca sobre dibuix d’Eusebi Planas6, el mateix dibuixant que anys després seria un dels grans representants de la il·lustració literària catalana. En un altre volum també trobarem reproduïda calcogràficament una altra pintura de Mirabent –igualment en parador desconegut a dia d’avui– sobre un sometén a Barcelona en època de Joan II, gravat per Roca a través d’un dibuix d’Urrabieta7. Es tracta en certa manera d’un altre anacronisme romàntic, ja que el sometén és una institució especialment d’època moderna, que a l’Edat Mitjana tenia encara una vida molt menys rellevant que en segles successius.

3. MARIÀ FORTUNY El que havia de ser anys a venir el pintor català més internacional del segle XIX, Marià Fortuny i Marsal (Reus, 1838-Roma, 1874), es formà a Llotja en l’estela dels natzarenistes, i en la seva joventut pintà alguns quadres d’història d’un estil suau i apagat de tons ben diferents dels que anys després el farien triomfar arreu. Fortuny només tindria aquells primers anys assimilables al Romanticisme pictòric preponderant a Catalunya, ja que després s’orientaria cap a una pintura intensament lluminosa i colorista, més basada en la lliçó del natural. El seu oli Ramon Berenguer III en l’assalt al castell de Fòs (1856-57), gràcies al qual guanyà l’oposició per obtenir la pensió a Roma donada per la Diputació –ara al Palau de la Generalitat de Catalunya per dipòsit de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi–, fou utilitzat com il·lustració del llibre que ens ocupa mitjançant un dibuix de Rigalt, gravat per Roca8, 6. Balaguer 1860, I, 732-733. 7. Balaguer 1862, III, 588-589. 8. Balaguer 1860, I, 642-643.

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dibuix que és a la Unitat Gràfica de la Biblioteca de Catalunya9, on arribà amb el fons del gravador Furnó, hereu de Roca.

Antoni Roca: Ramon Berenguer III en l’assalt al Castell de Fòs, estampa calcogràfica sobre un dibuix d’Agustí Rigalt, basat en una pintura a l’oli de Marià Fortuny (Balaguer 1860, I, 642-643).

Hi ha diversos altres dibuixos originals per a l’obra de Victor Balaguer que es conserven a la Biblioteca de Catalunya, i com es veurà són uns quants. Tots ells procedeixen d’aquest fons Furnó, que hi entrà el 1918, després de la mort del gravador10. Fortuny, en aquesta etapa seva juvenil romàntica, va representar també els almogàvers incendiant les naus de Carles d’Anjou. És una pintura sobre 9. RE.: 7735 vi. 10. Vegeu M[asso] T[orrents] 1920, 259-260.

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paper que pertanyia al seu mestre Claudi Lorenzale i que va estar a la família dels hereus d’aquest, els Rogent, fins que fou venuda a un particular a les acaballes del segle XX. Finalment fou adquirida per l’estat espanyol, que l’assignà al Museo del Prado, on es conserva. Gravada per Antoni Roca, sobre dibuix de Padró, la composició fou triada també per a esdevenir una il·lustració del segon volum de la magna història de Victor Balaguer11.

4. ALTRES

PINTORS D’AQUESTA OBRA

La generació romàntica catalana acull altres pintors menys visibles al seu moment però també de vàlua notable. Josep Puiggarí Llobet (Barcelona, 1821-1903), un dels grans erudits d’art del segle XIX que alhora era artista plàstic, pintà un Sant Ramon de Penyafort amonestant el rei Jaume I i Teresa Vidaure pels seus amors adulterins, obra que el mateix Puiggarí passà a dibuix per a que el gravés l’esmentat Joaquim Furnó12. La pintura ara no se sap on és, però el dibuix original que se’n va fer és també a la Unitat Gràfica de la Biblioteca de Catalunya13. Eduard Grenzner (Barcelona, 1830-1908), un altre deixeble de Lorenzale a Llotja, més conegut ara com a retratista i com a viatger per terres exòtiques, representà el jurament de Guifré el Pilós sobre el cadàver del seu pare14, pintura que Furnó convertí en gravat a través d’un dibuix d’Eusebi Planas. El quadre original, rematat de mig punt, com era freqüent aleshores, no es coneix on para. Un altre pintor notable, d’estil sovint medievalitzant, deixeble del teòric i pintor purista Pau Milà i Fontanals, que tanta influència va tenir en el món de les arts plàstiques del Romanticisme català, era Bartomeu Ribó Terriz (Madrid, 1835-1902). Aquí representà l’episodi de Pere el Gran al coll de Panissars, que gravà Antoni Roca sobre dibuix d’Antoni Caba15. L’oli original tampoc estava localitzat, fins que molt recentment ha aparegut al catàleg de la subhasta d’Ansorena, a Madrid, del Febrer del 201116 i adquirit per la 11. Balaguer 1861, II, 544-545. (Segons la pauta de col·locació de les làmines, on s’informa de la pertinença de l’obra a Lorenzale, l’estampa hauria d’anar a la pàg. 553). 12. Balaguer 1861, II, 398. 13. RE.: 7733-I (xxvi). 14. Balaguer 1860, I, 278-279. 15. Balaguer 1861, II, 652-653. 16. Es el lot 96 del catàleg 319 d’Ansorena, on l’escena apareix ubicada amb la denominació errònia però freqüent del collado de las Panizas, en lloc de Panissars.

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Josep Puiggarí: Sant Ramon de Penyafort reprenent Jaume I i Teresa Vidaure pels seus amors, dibuix a la mina de plom i aiguada. Barcelona, Unitat Gràfica de la Biblioteca de Catalunya. (L’estampa aparegué a Balaguer 1861, II, 398).

Generalitat ha passat a incorporar-se al Museu d’Història de Catalunya. El dibuix en el que es basà Roca per gravar aquesta composició és dels que ingressaren a la Biblioteca de Catalunya amb el llegat Furnó17. Agustí Rigalt Cortiella (Barcelona, 1840-1899), fill del gran paisatgista Lluís Rigalt Farriols, recreà l’escena d’Ausiàs Marc llegint els seus poemes al príncep de Viana18, que gravà també Antoni Roca. L’oli original pertanyia precisament a la col·lecció del mateix Victor Balaguer, i es conserva encara al museu que aquest va promoure a Vilanova i la Geltrú, i que porta el seu nom. Tot i ser obra d’un artista més jove que els romàntics catalans més característics, la factura de la seva pintura esmentada és encara molt propera a la dels pintors puristes anteriors. 17. RE.: 7892 xxiv. 18. Balaguer 1862, III, 576-577.

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5. IL·LUSTRADORS Molts temes històrics, quan la vasta obra de Balaguer es va plantejar, no tenien cap pintura dedicada, i en alguns casos que si que hi havia pintures sobre temes que valien per il·lustrar el llibre, no sabem per què, no varen ser-hi convertits en il·lustracions. El cas és que diverses il·lustracions de l’àmplia obra de Victor Balaguer que ens ocupa foren encarregades directament a il·lustradors, una especialitat artística aleshores molt activa al món editorial. Vicente Urrabieta Ortiz (Bilbao, 1813-París, 1879), un clàssic de la il·lustració romàntica a l’estat espanyol i molt actiu també a Catalunya, va ser el més present a la Història de Catalunya... de Balaguer19. Hi imaginà una gran quantitat d’escenes: una batalla de Muret20, l’enterrament dels Montcades21, l’infant Frederic i Roger de Llúria davant del Papa22, la presó de Berenguer de Rocafort23, Jaume el Just lliurant l’estendard al seu fill24, Pere el Cerimoniós estripant amb un punyal els privilegis de la Unió25 – dibuix a la Biblioteca de Catalunya26–, la mort del conseller Desvalls a la batalla de Sant Luri27, Alfons el Magnànim i Lucrezia d’Alangno28, Cristòfor Colom presentant-se als Reis Catòlics29, el cap de Vicent Peris presentat al poble30, el combat naval de Lepant31, la mort de l’agutzil Montredon32, una sessió de la vintiquatrena de guerra durant el setge de Barcelona33, i la destrucció i incendi de Montserrat pels francesos34, tots gravats per Roca. 19. Hi ha qui atribueix els dibuixos d’Urrabieta d’aquesta obra de Victor Balaguer a un dels fills de Vicente, Samuel Urrabieta Vierge, cosa impossible ja que aquest va néixer el 1854, segons Casado Cimiano 2006, 207, que precisament és un dels que atribueix els dibuixos en qüestió a Samuel, potser fent cas del Diccionari Ràfols. 20. Balaguer 1861, II, 168-169. 21. Balaguer 1861, II, 244-245. 22. Balaguer 1862, III, 14-15. 23. Balaguer 1862, III, 82-83. 24. Balaguer 1862, III, 108-109. 25. Balaguer 1862, III, 204-205. 26. RE.: 7735 ix. 27. Balaguer 1862, III, 324-325. 28. Balaguer 1862, III, 552-553. Aquí al rei l’anomenen Alfons el Savi. 29. Balaguer 1862, III, 662-663. 30. Balaguer 1863, IV, 60-61. 31. Balaguer 1863, IV, 128-129. 32. Balaguer 1863, IV, 342-343. 33. Balaguer 1863, V, 216-217. 34. Balaguer 1863, V, 510-511.

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Vicente Urrabieta: Execucions en temps de Carlos de España, dibuix a la mina de plom i aiguada. Barcelona, Unitat Gràfica de la Biblioteca de Catalunya. (L’estampa aparegué a Balaguer 1863, V, 574-575).

També d’Urrabieta, però gravats per Furnó, són Jaume el Conqueridor lliurant l’espasa al seu fill35, l’episodi del guant de Corradino36 i l’emperatriu Isabel Cristina embarcant-se a Barcelona cap Alemanya37. Altres il·lustracions de Vicente Urrabieta, sobre el bei de Tunis davant Carles V a Barcelona38, la que representa Pau Claris39, Rocaguinarda i els seus bandolers40, el jurament dels capitans barcelonins el 171341, el general Bellver i Balaguer42, o 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42.

Balaguer Balaguer Balaguer Balaguer Balaguer Balaguer Balaguer Balaguer

1861, 1861, 1863, 1863, 1863, 1863, 1863, 1863,

II, 480-481. II, 522-523. V, 180-181. IV, 14-15. IV, 444-445. IV, 255. V, 192-193. V, 259.

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les execucions en temps de Carlos de España43, les va gravar Josep Nicolau; el dibuix d’aquesta darrera és a la Biblioteca de Catalunya44. I Àngel Fatjó va gravar la de Prim als Castillejos del mateix Urrabieta45. L’esmentat Josep Puiggarí i Llobet creà un combat naval del segle XIV que gravà Furnó46, i copià una pintura antiga sobre Sant Vicent Ferrer reconciliant bàndols enfrontats47, que gravà Roca. El dibuixant que signa només amb el cognom Rigalt, que crec que ha de ser el també esmentat Agustí Rigalt Cortiella, a més de passar de pintura a dibuix diverses composicions coetànies per a que fossin gravades, també va dibuixar el quadre d’Antoni Viladomat sobre el bateig de Sant Francesc d’Assís, un de la sèrie de vint procedents del convent de Framenors de Barcelona, incorporats a les col·leccions de l’Acadèmia de Belles Arts. El quadre en qüestió el gravaria Roca48. Antoni Caba i Casamitjana (Barcelona, 1838-1907), futur gran retratista i director de Llotja, de jove, que signava Cava, va imaginar personatges i alguna escena per aquesta obra: Bernat comte de Barcelona assassinat per Carles el Calb49, Jaume el Conqueridor, Roger de Lloria i Ramon Llull50, Joan Fiveller51, així com el jurament de Jaume I al Puig de Santa Maria52 i la recepció del conseller Pau d’Altarriba a la cort de Felip IV53, tots gravats per Roca. Els dibuixos sobre Carles el Calb54, Jaume I al Puig55, Altarriba56 i els «retrats» del rei en Jaume57, Lloria58 i Llull59 són a la Biblioteca de Catalunya, sempre procedents del llegat Furnó. 43. Balaguer 1863, V, 574-575. 44. RE.: 7735 xi. 45. Balaguer 1863, V, 778-779. 46. Balaguer 1862, III, 228-229. 47. Balaguer 1862, III, 348-349. 48. Balaguer 1861, II, 758-759. 49. Balaguer 1860, I, 270. Aquest dibuix es basava en una vinyeta antiga, segons el peu de l’estampa. 50. Balaguer 1861, II, 320-321, 644-645 i 704-705. 51. Balaguer, 1862, III, 460-461. 52. Balaguer 1861, II, 350-351. 53. Balaguer 1863, IV, 276-277. 54. RE.: 7892 xxiv. 55. RE.: 7735 iv. 56. RE.: 7735 viii. 57. RE.: 7735 ii. D’aquest dibuix, lavat, n’hi ha una altra versió, a la mateixa Biblioteca, només en ploma (RE.: 7735 iii). 58. RE.: 7735 x. 59. RE.: 7735 i.

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Caba dibuixà també una pintura d’un dels Tramulles sobre la festa de Sant Pau a Barcelona a les acaballes del segle XVIII60, gravada per Roca; una altra de Joseph Flaugier representant la Boqueria el 180261, que gravà Furnó; i una escena de costums populars pintada per Salvador Mayol62, que també gravà Furnó. El dibuix d’aquesta és també a la Biblioteca de Catalunya63. El que havia de ser un dels grans dibuixants satírics catalans de la segona meitat del segle, el malaguanyat Tomàs Padró i Pedret (Barcelona, 1840-1877), de jove va fer il·lustracions de caràcter seriós, com la que aquí dibuixà sobre la sortida de la bandera de Santa Eulàlia de l’Ajuntament de Barcelona64, que gravà Roca. Tomàs Padró, Antoni Caba i Agustí Rigalt compartien taller, a la Casa de l’Ardiaca, davant de la catedral de Barcelona. El fet que tots tres col·laboressin com a dibuixants d’aquesta obra fa pensar que l’encàrrec arribà a algun d’ells i que aquest va derivar-ne part als altres dos. A la Historia... de Victor Balaguer hi ha també algunes il·lustracions anònimes, com la que representa Guillem Sorolla davant el Consell65, la de l’assassinat del conseller Nicolas de San Juan66, la batalla del Bruc67, Barcelona lliura una corona cívica a Espartero el 184568 –curiosa recompensa de la ciutat al general que l’havia bombardejat durament des de Montjuïc només tres anys abans–, i l’embarcament dels voluntaris catalans a la guerra d’Àfrica69, cap de les quals tampoc porta nom de gravador, així com les que representen Carles V i Francesc I70, el sepulcre de Ramon de Cardona a Bellpuig71, i la ciutadella de Perpinyà72, gravades per Roca. 60. Balaguer 1863, V, 400-401. 61. Balaguer 1863, V, 434-435. 62. Balaguer 1863, V, 424-425. 63. RE.: 7735 v. 64. Balaguer 1863, IV, 152-153. 65. Balaguer 1863, IV, 28-29. 66. Balaguer 1863, V, 96-97. 67. Balaguer 1863, V, 454-455. 68. Balaguer 1863, V, 682-683. 69. Balaguer 1863, V, 788-789. 70. Balaguer 1863, IV, 100-101. 71. Balaguer 1863, IV, 204-205. Molt semblant a la litografia publicada per Francesc Xavier Parcerisa a Recuerdos y bellezas de España, tanmateix hi ha algunes diferències substancials entre una i altra estampa que indiquen que el dibuix en que es basà Roca era fet de nou. 72. Balaguer 1863, IV, 206-207.

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6. GRAVADORS Els gravadors d’aquella època –em refereixo als gravadors en metall i n’excloc alguns, molt pocs, com Francesc Torras Armengol o el mateix Marià Fortuny– eren encara en la tradició acadèmica de segles anteriors: havien arribat a un grau de perfeccionament tècnic altíssim però no el posaven al servei de la seva possible capacitat d’invenció sinó d’un objectiu purament d’ofici, pràctic. No pretenien doncs ser creadors d’imatges i composicions sinó traduir el millor possible les que els hi encomanaven els editors i que havien traçat prèviament altres artistes. I ho feien correntment, com s’ha vist, a partir d’un intermediari: el dibuixant, que era qui convertia la pintura original en un model del mateix format que havia de tenir el gravat. És aquest dibuix i no la composició de grans dimensions el que tenien al davant els gravadors quan preparaven les seves làmines de coure o acer i les treballaven a l’aiguafort i al burí. Els que participaren en la il·lustració d’aquesta obra de Balaguer són els grans calcògrafs catalans del seu moment. Antoni Roca i Sallent (Barcelona, 1800-1864), format a l’escola de Llotja, esdevingué el patriarca dels gravadors en metall catalans de mitjan segle XIX. Exposà els seus gravats sovint a Barcelona, almenys des del 1844. Amb la seva extraordinària precisió, que excloïa tanmateix cap vel·leïtat creativa per tendir a la traducció més fidel del dibuix sobre el que es basava per fer el gravat, col·laborà en diferents obres editorials catalanes de gran envergadura. En la Història... de Victor Balaguer, Roca gravà al menys trenta-quatre làmines; potser més perquè algunes que no estan signades mostren un estil molt semblant al seu. El gran successor de Roca va ser un cunyat seu i més o menys hereu, Joaquim Furnó Abat (Barcelona, 1832-1918), també format a Llotja i que amplià estudis a París, si bé al principi, essent actiu a Madrid, havia centrat la seva activitat en la realització de medalles i timbres secs. A partir dels anys seixanta s’anà decantant cap a l’estampa calcogràfica i heretà el tipus d’encàrrecs que feia el seu cunyat, mort prematurament, l’estil del qual pràcticament reviu fidelment en l’obra de Furnó. En aquesta obra de Victor Balaguer, d’ell són no menys de deu estampes. Uns anys més gran que Roca era Àngel Fatjó Bartra (Reus, 1817-Barcelona, 1889), que aquí només col·laborà amb un sol gravat signat. Format també a Llotja, d’on seria professor, es dedicà molt a la il·lustració d’altres obres editorials molt acurades, com aquesta. Josep Nicolau Bartomeu (c. 1845-1903), de qui en aquesta obra hi ha cinc estampes signades, es formà també a Llotja (1862-1868), d’on seria

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catedràtic de talla dolça des del 1883 –i per tant acadèmic de Belles Arts de Barcelona–, i entre mig treballà a París. Té el mateix estil precís i detallista del seus col·legues esmentats, i com ells tingué el seu camp professional principal en el món editorial. Tots ells formen una generació brillant però molt poc coneguda del gravat calcogràfic català, amb les limitacions pròpies del seu temps, consistents en una voluntat màxima de professionalitat, que incloïa una automarginació del món purament artístic, creatiu, al que en aquella època volien pertànyer decididament, en canvi, els pintors i els escultors.

* * *

El repertori de pintures d’història gravades en la il·lustració d’aquesta obra és notable, però sorprèn que altres pintures d’aquest tipus, ja existents aleshores, i ben conegudes en els ambients artístics de l’època, no hi fossin utilitzades. Semblaria que aprofitar composicions que ja eren poc o molt en la memòria col·lectiva, i que algunes fins i tot, ja havien esdevingut força populars, hauria estat apropiat en abordar una història de Catalunya tan ambiciosa com aquesta. La més destacada de les peces que no apareix a l’obra de Victor Balaguer és una especialment emblemàtica, segurament la que més significació tenia, i que encara ara conserva una mena d’aura especial: Origen de l’escut del comtat de Barcelona, de Claudi Lorenzale, obra del 1843-44. La seva elaboració al seu moment va ser com un veritable manifest plàstic –i cívic– col·lectiu de tota una generació, pel fet que varen intervenir directament o indirectament en la seva gestació diverses personalitats del Romanticisme cultural català i fins i tot internacional, conscients que estaven volent representar l’acta de naixement –si no històrica com a mínim mítica– de la nació catalana. El fet que aquesta obra fos de Lorenzale, autor d’altres composicions originals que sí que estan recollides al llibre, i que estigués en una col·lecció pública, com era –i és– l’Acadèmia de Belles de Arts de Barcelona, fa creure que hauria estat lògic que l’haguessin triat per a ser inclosa a aquesta monumental història, especialment si tenim en compte que l’episodi, llegendari, que la pintura reflecteix és dels més típics de la historiografia romàntica catalana, i que la referència gràfica a Guifre el Pilós que s’acabà incorporant al llibre era en canvi un episodi menys famós que el mític de la creació dels quatre pals de sang.

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Tampoc es varen aprofitar altres pintures existents, com la de Joan Fiveller davant Ferran d’Antequera, que Josep Puiggarí –d’altra banda autor present també en la il·lustració de l’obra de Balaguer– havia exhibit a l’edició de 1849 de l’exposició de la Associació d’Amics de les Belles Arts de Barcelona, i que actualment no està localitzada. Es tracta d’un episodi que es va incloure a l’obra de Balaguer, però que es va encarregar, com il·lustració nova, a un altre artista: Antoni Caba. De l’episodi del lliurament del guant de Corradino de Sicília a Pere el Gran, fet històric molt cèlebre aleshores, en varen encarregar un dibuix a Urrabieta quan Pau Milà i Fontanals ja n’havia exposat una pintura a l’edició del 1850 de la mateixa sèrie, obra ara no localitzada però de la que l’Acadèmia de Sant Jordi en conserva un dibuix de ma del mateix Milà. D’aquest tema històric, pertanyent al cicle de les Vespres Sicilianes, Agustí Rigalt també n’havia fet una aiguada el 1857, que pertanyia precisament a Pau Milà, i que ara és a la Biblioteca de Catalunya73. A les esmentades exposicions dels Amics de les Belles Arts, de Barcelona, s’hi exhibiren altres pintures d’història de Catalunya que tampoc foren gravades al llibre de Balaguer. Alguna, però, sembla que sí que hi fou inclosa: els almogàvers que exposà Fortuny el 1856 és molt possible que sigui l’obra que gravà Roca per l’obra que ens ocupa, encara que la brevetat del títol amb que fou exposada no permet afirmar que sigui la mateixa obra després publicada amb un títol més explícit.

BIBLIOGRAFÍA Balaguer, Victor, Historia de Cataluña y de la corona de Aragón, Barcelona: Libreria Salvador Manero, 1860, vol. I; 1861, vol. II; 1862, vol. III; 1863, vol. IV-V. Bragulat, Joan-Maria, El gravat a Girona. Les terres gironines en 300 imatges antigues (1610-1915), Girona: Diputació de Girona, 2010. Casado Cimiano, Pedro, Diccionario biográfico de ilustradores, Madrid: Ollero & Ramos, 2006. M[assó] T[orrents], J[aume], «La col. lecció Furnó», Butlletí de la Biblioteca de Catalunya, 5 (1920), págs. 259-260. Palomas i Moncholí, Joan, Victor Balaguer: Renaixença, revolució i progrés, Vilanova i la Geltrú: El Cep i la Nansa, 2004.

73. XXIII Milà i Fontanals M 6.

NATURALISMO BIBLIÓFILO: EL PORTENTOSO HURTO DE LA REAL BIBLIOTECA PARTICULAR DE SU MAJESTAD

MARÍA LUISA LÓPEZ-VIDRIERO (Real Biblioteca)

1. PREÁMBULO:

COLECCIONISMO E HISTORIA CULTURAL

E

L disponer de una historia diacrónica de las colecciones reales –la del conde de las Navas– es lo que permite abordar el estudio del coleccionismo que condujo a la formación de la librería real particular, sin las ataduras de una aproximación histórica. Discurrir por esa cronología constructiva, fundamental, utilísima, da la libertad de considerar su estudio desde la historia cultural de la lectura y de sus prácticas, reflexionar sobre el hecho sociológico que supone la formación de bibliotecas y librerías, y centrarse en tratar de identificar las prácticas culturales que diferencian los grupos, no por los libros que contienen sus colecciones sino por los usos y las representaciones que les confiaron quienes los coleccionaron. Desde ese punto de vista, la biblioteca real es, por antonomasia, la biblioteca bibliófila y, como todo ecosistema coleccionista, puede definirse como el producto de la asimilación de selectos acopios previos. La presencia, integral o parcial, de estos grupos bibliográficos que se juntan en ella autoriza a admitir que, en última instancia, la destrucción que implica sumarse a esta nueva unidad, es un término que no debe aplicarse a las

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colecciones, ya que pasan a formar parte de ella, sino a las conductas bibliófilas que en su día llevaron a construir esos conjuntos personales y que son las que se han modificado o han desaparecido. La bibliofilia real, basada mayoritariamente en la absorción de colecciones nobiliarias y patricias, implica el fin de un determinado tipo de bibliófilo en pro de un nuevo perfil de bibliofilia que se sirve de lo anterior para obtener un significado diferente. A partir de ahí, es posible considerar la bibliofilia o el coleccionismo desde un análisis de las conductas que identifican tipologías tomando como base campos de estudio concretos. Es evidente que, por su capacidad de confluencia, el de los libros del rey se ofrece como un espacio privilegiado para este tipo de investigación. Si se llegase a redactar una historia natural de los bibliófilos, en la que se examinasen las conductas naturales de una clase entregada a atesorar un recurso concreto, los libros, podría comprobarse cómo el acumularlos modifica un comportamiento animal común a la especie y hace que sus individuos formen una comunidad con códigos propios y hasta con un lenguaje común.

2. NATURALEZAS

BIBLIÓFILAS

Solo los opulentos, entre los que se encuentran los bibliófilos, pueden permitirse el exceso en el almacenamiento de recursos suntuarios. Los grandes coleccionistas de libros siempre han pertenecido a esa clase social en la que, como colectivo, se reconocen individuos más y menos dominantes –los naturalistas se refieren a ellos como los alfa y los beta–. Sobre ese básico condicionante, la siguiente diferenciación que se establece en la comunidad bibliófila y que marca de manera ineludible su conducta, es el abolengo de sus recursos, es decir, formar parte de la vieja o de la nueva riqueza. Es incuestionable a qué categoría pertenece el bibliófilo real; sin embargo, el resto de los grupos –nobiliarios, patricios, simplemente multimillonarios y ricos en general– pueden haberse constituido en bibliófilos a través de viejo o de nuevo dinero. Cuestión nada superflua por la modificación de conductas que este hecho confiere al sentido de la formación de las colecciones y a la forma de administración de cada una de ellas.

NATURALISMO BIBLIÓFILO

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Esa tendencia a valorarse a uno mismo no con criterios objetivos sino en comparación con un selecto grupo de iguales, muy propia del bibliófilo es, como punto de partida, una emoción que cada tipo de bibliófilo suele experimentar de manera diferente. Temer que el de al lado siempre tiene mejores libros, no está considerado en el caso de la persona real con la intensidad que, como animal cazador, se reconoce en los otros bibliófilos, al acecho de que la colección ajena es siempre el mejor cazadero donde cobrar piezas más codiciadas aún por ser de otro. Solo los pares rivalizan y buscan un foro común para padecer o disfrutar de ese sentimiento de privación o de compensación que se mitiga y permite mejorar el status con la apropiación de los libros ajenos. La práctica del dominio bondadoso o del dominio violento es otra forma de diferenciar a los tipos de bibliófilos. También permite diferenciar a los bibliófilos el tipo de placer que obtienen de la aglutinación de libros de otros: anular competencias numéricas o cualitativas que inciden en el aumento del rango dentro del grupo, o subrayar la proyección de la imagen dentro de él. La bibliofilia de elite está exenta de pulsiones propias de las conductas de subordinación, reconocibles, sin embargo, en individuos de otros grupos: la envidia, el engaño y la emulación que con frecuencia subyacen en la formación de colecciones bibliófilas, estimulan con menor frecuencia el acrecentamiento de sus colecciones. Es la conducta de atesoramiento la que crea las diferencias dentro de la tendencia común y frecuente de acumular. La biblioteca, la colección, será un símbolo externo de rango destinado a testimoniar el ascenso de una elite dedicada al autoengrandecimiento1.

3. LIDERAZGO

Y GESTIÓN DEL SUEÑO DE

ESPAÑA

El expediente del robo detectado en la Real Biblioteca en 1905 sirve de laboratorio autorizado para estudiar el abigarramiento de tipos y conductas que formaban la sociedad bibliófila finisecular en una España galdosiana que trataba de asimilar la pérdida colonial y construía su discurso con los términos del desastre para explicarse, como un naufragio patrio más, la disolución de las colecciones bibliográficas. 1. Connif 2002.

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Un hurto, entre otros que se producen durante esos años, dirigido a alimentar un coleccionismo interno de carácter nacional y otro extranjero, el hispanista. El tardo romanticismo, el desastre y el regeneracionismo, impulsan el ensimismamiento de España consigo misma a escala local, regional o nacional; en el extranjero, vigente aún un entendimiento romántico spengleriano, el interés por lo español supone la mirada sobre lo decadente exótico, el atavismo, el primitivismo de un pueblo diferente, alejado del desarrollo europeo o americano. Sobre ese trasfondo sociocultural se mueve una clientela que se alimenta de ruinas nobiliarias y de quiebras de fortunas tan frecuentes en España desde el fin de siglo hasta el repunte económico y social de la Gran Guerra. El conde de las Navas, Bibliotecario Mayor de la colección de Su Majestad, confiesa en 1910 que lleva más de diecisiete años a su frente y sigue preguntándose a diario: «¿qué hemos hecho para merecer esta confianza de SS. MM. y disponer a nuestro antojo de tamaña riqueza?». La medida de ese caudal, que valora en tres millones de pesetas, se la da el catálogo que prepara y que ha tenido que interrumpir por culpa de dos robos «perpetrados por dependientes inferiores»2. El robo trasciende lo anecdótico y elemental. Su gran interés es que el proceso pone de manifiesto los diferentes y nuevos comportamientos y prácticas que configuran la sociedad que se mueve en ese momento en torno al libro antiguo, y que comienza por algo insólito como es esta confesión impresa del bibliotecario mayor. Es esto lo que posibilita establecer algunos modelos bibliófilos y considerar que las razones sobre las que ese conjunto de individuos fundamentó su necesidad de poseer unos libros determinados fueron inseparables de un entendimiento cultural hispano concreto, el del movimiento nacionalista. La quiebra económica puso en el mercado nacional e internacional colecciones privadas; la precariedad de recursos, la incuria, facilitaron la salida clandestina de fondos públicos y la pobreza proporcionó a la sociedad chivos expiatorios de la codicia ajena. La reconstrucción de los cinco años largos que duró ese proceso iniciado oficialmente en 1905, aporta los perfiles sociales del amplio espectro de sectores implicados en un acontecimiento sustentado en el coleccionismo y en el lucro que el comercio librero pudo obtener del hispanismo y del nacionalismo. La riqueza del léxico jurídico, de la prosa periodística, de los informes diplomáticos proporcionan datos sociolingüísticos preciosos 2. Navas 1910, I, ccxlvi.

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para trazar el retrato de las diversas clases implicadas: los tratamientos que diferencian las clases sociales, los apodos, la indiferencia ante la reproducción correcta de nombres no ilustres o de autores y obras con los que no estar familiarizados no conlleva el prurito de comprobar. Un grupo social en el que las distancias eran infranqueables pero que tienen un punto de encuentro –los libros valiosos de interés hispano– al que cada uno de los individuos había acudido y llegado desde posiciones distintas.

4. INTRAHISTORIA

DE UN ROBO

Una diligencia del Juzgado de Instrucción del distrito de Palacio del 20 octubre 1905 recoge la confesión del Auxiliar de la Real Biblioteca, José Múgica, ante el señor conde de las Navas, Bibliotecario Mayor, y el Segundo Jefe de Vigilancia del Distrito de Palacio, Ramón Sánchez Machero. Un hecho lamentable, en apariencia simple y no infrecuente en los establecimientos bibliográficos públicos: hacía unos días, ocurría el último robo de una larga cadena de sustracciones en la biblioteca particular del palacio real de Madrid; ejemplares valiosos, entre ellos algunos Libros de Horas3. La narración de los hechos que terminan llevando hasta el juzgado a este grupo social es tan abigarrada como los propios acontecimientos. Ante las sospechas de un robo, el conde de las Navas y Ramón Menéndez Pidal, encargado de los manuscritos palatinos, habían hecho oficiosamente una comprobación y se habían dirigido a la librería de Vindel –en la calle del Prado, 9– para que les mostrase algunos libros que faltaban. El librero, sin embargo, había negado los hechos. El Segundo Jefe de la Comisaría de Palacio se había dirigido entonces con «el Múgica» a casa de «la Joaquina» y los tres habían regresado a la librería. Segunda negación del librero que solicitaba ahora entrevistarse directamente con el conde de las Navas. Volvieron los cuatro al domicilio de Vindel sin encontrarlo ahí. El librero pedía luego una entrevista con Menéndez Pidal. Acuden de nuevo a su casa y Vindel ofrece dar toda clase de facilidades para obtener los libros a cambio de que se suspenda el procedimiento oficial hasta obtener resultados. A las cuatro de la tarde del día 19 de octubre se habían personado en la librería: el conde, don Ramón Menéndez Pidal, don Aquilino de Celis y el Segundo Jefe, narrador de los hechos. Vindel había mostrado dieciséis 3. Archivo General de la Administración (AGA) 66/27409. Sº 440/1905.

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libros robados por Múgica y vendidos por Joaquina, entre ellos dos Libros de Horas diciendo que eran los únicos que tenía y había adquirido. Se habían ocupado los libros, se habían entregado al conde y habían quedado depositados en la Real Biblioteca a disposición del juzgado. Ante los hechos relatados, las confesiones del autor y de la cómplice o encubridora y de la maliciosa conducta del librero Vindel, se había dado cuenta al Juez de Instrucción de Guardia y se les había detenido a los tres; a Múgica por robo y a Vindel por ocultación de los tres libros robados que le delatan como cliente de «la Joaquina». La relación de libros intervenidos comprende trece impresos y tres manuscritos. Una nota al pie especifica que faltan por entregar tres Libros de Horas con miniaturas, análogos a los entregados. [Véase APÉNDICES. LISTADO 1]. Las declaraciones del 20 de octubre de 1905 comienzan a perfilar –también a enrarecer– el relato del Segundo Jefe.

5. NOMBRES PARA UN PROCESO: HECHOS LIBRARIO, MADRID, 1905-1906

Y TESTIMONIOS DE UN ROBO

5.1. Ramón Menéndez Pidal (AGA, c. 4.047,880) Como responsable de la sección de manuscritos, Menéndez Pidal declara que tenía las llaves de las estanterías que entregaba al escribiente cuando era necesario para el servicio, pero eso ocurría raras veces. Había empezado a sospechar cuando, sin necesidad, veía al auxiliar andar con los manuscritos; decidió preguntar a los limpia cristales, quienes admitieron que Múgica había sacado un libro de pasta encarnada. En una revisión, Pidal detectó la falta de cinco manuscritos miniados, uno de ellos de pasta encarnada y otro con cifra de Carlos IV. Al día siguiente, supo que Múgica había confesado haber vendido cuatro Libros de Horas en quinientas pesetas, otro de igual clase en trescientas, el Rodríguez de Almeida en cincuenta, el «Bustarroz» –i. e. Ustarroz– incompleto en veinticinco y ocho o diez duplicados en cien pesetas. Todos los había comprado Vindel. En la consiguiente visita al librero que Menéndez Pidal hizo con el conde de las Navas, éste les presentó el Almeida –i.e. Almela– y el Ustarroz pero negó que tuviera en su poder los Libros de Horas, aunque no respondía de si alguno de sus dependientes, en quienes no tenía la confianza

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necesaria, los hubiese podido comprar. Al despedirse en la calle, el librero propuso que se olvidase todo el asunto y se dieran los libros por perdidos. Pero esa misma noche, Vindel se presentó en casa de Menéndez Pidal para decirle que seguramente le devolvería el Libro «encarnado» de Horas y algún otro que tuviera, haciendo alusión al de la cifra real. Al día siguiente en la librería, con el conde y el inspector, Vindel entregó trece libros impresos y tres manuscritos. Leída la relación de Múgica de los libros sustraídos confirmó que, efectivamente, coincidía con los que faltan. Menéndez Pidal hace notar un hecho relevante: cuando él dudó de si el manuscrito de Diego Valera era o no de Palacio, Vindel le aseguró que pertenecía a la palatina porque la pasta arrancada y otros indicios lo confirmaban. El librero guardó sepulcral silencio cuando don Ramón, entonces, le objetó el hecho de que lo hubiera adquirido sabiendo su procedencia. Reconoce también que algunos de los libros, no todos, tienen en la primera o última hoja un sello que indica la procedencia, que todos los sustraídos tienen cubiertas de pasta, que se habían arrancando las dos pastas de los manuscritos y los exlibris de todos los impresos que indicaban la pertenencia a la biblioteca real. Vindel les había presentado libros que no le habían reclamado que también eran de la biblioteca real, ante lo cual cabía deducir que el librero conocía la legítima procedencia de lo que había comprado. Diez días después, Menéndez Pidal asegura que los libros identificados y hurtados de la biblioteca real son el Arias Dávila, con sellos de los infantes don Sebastián y don Antonio, el Modo de Pelear a la gineta, de Villalobos (1605), el Tratado de los rieptos de Valera, que conoce perfectamente, y que está en la lista que van formando de los que faltan en la revisión que han empezado a hacer, una lista en la que ya se ha incluido el Registro de representantes de Timoneda. 5.2. Conde de las Navas (AGA, c. 3.819,700) No era la primera vez que Menéndez Pidal y el conde de las Navas comparecían en el Juzgado para prestar declaración por sustracciones. Años antes, la prensa había dado noticia de lo sucedido el trece de noviembre de 1900: siempre en pareja, don Ramón y don Juan Gualberto pedían a un empleado de la biblioteca de palacio que les entregase un grabado «magnífico» –se especifica en La Época, mientras que en El Liberal se considera «cromo de gran valor»– de Felipe V. «Lo tiene el litógrafo para hacer tarjetas postales», había respondido. Se envió recado al artífice, contestó que lo

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había devuelto hacía tiempo, ordenó el conde de las Navas al empleado que rebuscase por cajones y vitrinas y no solo no encontró el grabado, sino que en la requisa se dio cuenta de que faltaban cincuenta y siete monedas visigóticas, almorávides, hispano-cristianas y extranjeras; dieciséis cantoneras de plata y doscientas pesetas en metálico para gasto de material. Se procesó al Portero Mayor y al Ordenanza Primero que ocuparon el banquillo de acusados de la sección cuarta ese veinte de enero de 1903, pero el bibliotecario Mayor y el responsable de manuscritos declararon que no sospechaban de los procesados y que creían que los objetos faltaban desde hacía mucho tiempo. Su interés por «el cromo de Felipe V» había descubierto la ausencia. El fiscal, que lo consideraba delito de hurto con grave abuso de confianza, tuvo que retirar la acusación porque no había cargos en contra de los procesados4. 5.3. José Múgica (AGA, c. 3.819,698) En la declaración del conde de las Navas empieza a definirse el autor material del robo: José Múgica. Desde 1901 es escribiente en la institución. No tenía acceso a los fondos porque, solo alguna vez, él, como director de la Real Biblioteca, le daba el llavero general de la estantería, no para que sacase libros sino para que los entregara a otros encargados del servicio. Tras negar el testimonio inculpatorio del limpiador de cristales, Múgica acabó confesando en una carta dirigida al conde de las Navas que había sustraído libros y los había vendido a Vindel: cuatro Libros de Horas, en quinientas pesetas, otro más en trescientas. «Las batallas campales», en cincuenta y un ejemplar incompleto de los Anales de Aragón en veinticinco; por unos ocho o diez duplicados, el librero le había dado cien pesetas. La noticia salta en los periódicos de inmediato. «Robo en la Biblioteca de Palacio» proclama El Día aunque la información es aún imprecisa. Una denuncia –anónima o firmada por su autor– ha puesto en conocimiento del juez que en la biblioteca dirigida por «el distinguido escritor señor conde de las Navas» se venían verificando desde hacía dos años frecuentes robos de libros de gran valor. La identificación de los autores –ignorados hasta ese momento– había permitido su aprehensión. La imagen de un matrimonio delincuente –erróneamente identificado por El Adelanto como 4. «Hurto en la biblioteca de palacio» en: Gaceta de los Tribunales. La Época (20I-1903); «Hurto en la biblioteca del Palacio real», en «Tribunales», El Liberal (21-I-1903).

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el formado por Múgica y Joaquina González–, también resulta atractiva para La voz de Alicante. Más escueto, El Castellano se limitaba a dar cuenta de que se había descubierto un robo de gran valor y que dos hombres y una mujer habían sido detenidos5. En la declaración del autor del robo, José Múgica, un soltero de 29 años, desde el 14 de junio de 1901 escribiente de la biblioteca real, las contradicciones surgen de inmediato: Múgica afirma que en horario de la una a las seis de la tarde sirve los libros que se le piden. Las estanterías, cerradas con llave, exigen que el conde de las Navas se la facilite para acceder. Hace un año cayó en la tentación: sustrajo un libro, ni sabe ya cuál, y por medio de su vecina Joaquina González se lo ofreció a Vindel, que pagó no recuerda cuánto. Una gratificación contentó a Joaquina y el camino quedó abierto para nuevas desapariciones. Sucesivamente, en días distintos, a intervalos diversos, fueron saliendo los libros de uno en uno, excepto un día que el Guzmán de Alfarache marchó acompañado del Gómez de Sandoval. La memoria de Múgica es aleatoria y caprichosa: le permite hacer la lista de los vendidos con sus precios pero contiene, de otra mano, alguna anotación interesante: Gutiérrez de los Ríos y Jiménez de Urrea «no recuerda en cuánto los vendió» e, incluso, sorprendente como la del Fizerbertus, o la del manuscrito de Diego Valera «que no tiene seguridad de si lo vendió o no»; un Libro de Horas encuadernado en pasta y que ahora aparece en papel y que vendió encuadernado «no recuerda en cuánto». Todos los libros han sido recuperados porque Vindel los ha presentado delante del conde de las Navas, de Menéndez Pidal y del inspector Merchero –véase APÉNDICES, LISTADO 1– pero que faltan otros tres Libros de Horas que también vendió al propio Vindel. Antes de venderlos les quitó los exlibris para ocultar su procedencia. Ratifica también que Vindel –«el Binder», según transcribe recurrentemente el amanuense–, la segunda vez que fueron a su casa, tenía en la mesa presentados los libros que no se le pedían y que él tenía por de la Real Biblioteca. La firma de José Múgica es cuidada, caligráfica. Dos vecinos pueden identificarle. Terminaba la carrera de bibliotecario, tenía práctica, sabía, pues, lo que estaba robando. 5. «Robo en la Biblioteca de Palacio», El Día (21-X-1905); «Robo en palacio», en «Telegramas», El Castellano: diario de la mañana, Año III, núm. 971 (21-X-1905); «Biblioteca robada», en «Telegráfica. Abono telegráfico diario El Adelanto. Segunda serie (8:15m.)», El Adelanto: diario político de Salamanca, Época 2ª, año XXI, núm. 6597 (21-X-1905); «Robo de libros en Palacio», en «Información telegráfica de La Voz de Alicante», La voz de Alicante, Año II, núm. 509 (21-X-1905).

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Las mil pesetas que había conseguido las había empleado en gastos de su casa. Ingresa en prisión el 21 de octubre de 1905 por hurto, pendiente de causa. La Notificación del procesamiento da los datos físicos de Múgica: regular estatura, pelo negro, ojos pardos, nariz regular, rostro de color claro, viste decentemente y no tiene señas visibles. La ficha del gabinete antropométrico de la prisión de Madrid va mucho más allá: medidas de la cabeza, del pie, del codo, del busto. Se asignan lunares y cicatrices. La antropometría signalética de Bertillon triunfaba en Europa y no había policía o institución penitenciaria que renunciase al uso de la fotografía para mantener un archivo de memoria de la imagen del criminal. La marcha paralela de la fotografía psiquiátrica y de la fotografía judicial dejaba publicaciones sorprendentes que cartografiaban un mundo del hampa en el que los oficios del libro –encuadernadores y escribientes, por ejemplo– conformaban el álbum criminológico en el que se recluía a los delincuentes habituales contra la propiedad. Con prosa del desastre, Rafael Salillas, fundador de la Escuela de Criminología y director de la prisión celular de Madrid, afirmaba que la pobreza económica y la riqueza del subsuelo hace de los españoles unos miserables adormilados sobre un tesoro y que solo el afán por recoger el documento humano revela el anhelo de penetrar en el ambiente que se vive. Sin duda, un retablo de esa España es la que componen los actores del robo de la Real Biblioteca6. 5.4. Joaquina González Ramírez (AGA, c. 3.819,602) Viuda de treinta y ocho años con cuatro hijos, de estatura regular, pelo negro, ojos pardos y rostro moreno que viste de artesana y no tiene marcas visibles. Un testigo tiene que firmar por ella. Cuando aparece su registro bautismal, resulta tener una decena de años más7. Vive en el patio número 5, en la calle de la Esperanza. Identifican su persona un tabernero de la calle de San Juan y Carmina Merlo, que vive en un estanco próximo al anterior. Por su condición de recadera conoció a Múgica; sabía que era un empleado pero ignoraba dónde trabajaba. En varias ocasiones, desde hacía un año, Múgica le entregó varios libros que ella suponía comprados para que se los vendiera a Vindel dándole previamente el precio de cada 6. Cabellud Cornel 1908. 7. En el libro bautismal núm. 43 de la parroquia de la Asunción de Valdepeñas consta nacida el 2 de junio de 1842.

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uno. Su analfabetismo la protegía: ¿qué sabía ella de qué libros se trataba? Solo cuatro de los que llevó tenían pinturas y el último de ellos lo vendió en setenta duros «o sean en trescientas cincuenta pesetas». Advierte que «siempre Binder rebajaba algo del precio». No daba nota ni catálogo, le entregaba las cantidades y ella, sin verlas, se las llevaba a Múgica. Como propina recibía cinco pesetas, otras veces diez y la última, siete duros. En la visita a la librería con el Segundo Jefe de Vigilancia del Distrito de Palacio, Ramón Sánchez Machero, reconoció sin ninguna duda a Vindel, a quien señaló como el comprador de todos los libros, a pesar de que todo lo negó el librero. Joaquina González Ramírez ingresó en prisión de mujeres el 25 de octubre de 1905. 5.5. Pedro Vindel (I) [Declaración del 21-X-1905] (AGA, c. 3.819,612) Industrial de libros, casado, de cuarenta años; hijo de campesinos, él ha salido del rus y ha llegado a tener su tienda, en la capital, en la calle del Prado, número 9. Promete que compra y vende libros antiguos. Admite haber comprado libros sueltos a Joaquina González en diferentes momentos a lo largo de los últimos cuatro años; a veces delega en sus empleados para hacer la compra. El Libro de Horas con miniaturas, en piel roja con dorados, que compró por trescientas pesetas, procedía, en palabras de Joaquina, de una casa en la que ella servía. No preguntó más, acostumbrado como estaba a que personas ignorantes como ella fuesen a su tienda en lugar de los dueños de los libros, venidos a menos. La pobreza vergonzante de la clase alta arruinada daba verosimilitud a su historia. Los otros Libros de Horas llegaron sin pasta; la cifra de Carlos IV se habría perdido con el lomo arrancado. Ignoraba que fuesen de la Biblioteca Real y le pasaron desapercibidas otras posibles marcas de propiedad. No tiene costumbre de registrar los libros que compra. Nada sabía de las faltas de Palacio hasta que se presentaron en su casa el conde de las Navas y Menéndez Pidal reclamando el Ustarroz –que sigue siendo «Bustarroz»– y el «Almeda», que tampoco logra recuperar su apellido. Tras ardua búsqueda halló en su casa dos de los cinco Libros de Horas que se le reclamaban, los cuales presentó junto con trece impresos de la misma procedencia, que él –insiste– ignoraba. De los tres Libros de Horas ausentes nada sabía. No era él quien arrancaba pastas ni exlibris, ni quien reencuadernaba. A «la Joaquina» le enseñaba algún libro cuando iba a su tienda con sus ventas; no elegía uno de los que ella ya le hubiese vendido sino otro de cualquier procedencia.

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Estrategias de comerciante: su costumbre, cuando se presentaba un vendedor, era mostrarle libros análogos para desmerecer los que le llevaban; por mayor razón, al presentarle Joaquina un Libro de Horas, le enseño otros del mismo género para rebajar el interés por la nueva pieza. Haber adquirido conscientemente los libros de dudosa procedencia a un precio inferior al real, ya era un motivo de desconfianza y una predisposición a la culpa, pero Vindel, un prodigio de retórica, afirmaba que era justo al revés: más bien había pecado de generosidad pagando un precio superior al que estimaba figurándose que la persona que los vendía tenía necesidad de dinero. Ingresa en prisión el 28 de octubre por delito de hurto, pendiente de causa. Pedro Vindel es alto, de pelo negro, ojos pardos y nariz regular, tiene un buen color de rostro y viste con decencia. Su ficha del Gabinete antropométrico de la prisión de Madrid, confirma su porte y añade cicatrices, lunares y una verruga encima de la ceja izquierda. Procede de Olmeda de la Cuesta, partido de Priego en la provincia de Cuenca. En el libro de bautismo consta que el nueve de junio de 1865 se le puso el óleo y se le hicieron las demás ceremonias previstas por el ritual romano, que es hijo legítimo de labradores. Está casado con Magdalena Angulo, no ha sido procesado. Los informes adquiridos por la alcaldía de Madrid manifiestan que es un sujeto de buena vida y costumbres8. El 28 de octubre de 1905, le identifican Tomás Cuesta, un jardinero de su pueblo que vive en una portería de la calle Lagasca 42, y Marcos Angulo Nebreda, dependiente y cuñado suyo y «el más formidable restaurador de libros que ha habido en España»9. Angulo, que sirve como dependiente en la tienda de Vindel, declara el 28 de octubre de 1905 que se conocen desde hace dieciséis años. Admite haber comprado a Joaquina González alguno de los libros que se le mencionan y que la única información que obtuvo de su procedencia es que eran «de un señor que se dedicaba a comprar y vender». Sin marcas que los identificasen y autorizado por Vindel para este tipo de transacciones, no tuvo inconveniente en adquirirlos. Declara que no tiene idea de dónde pueden estar los Libros de Horas desaparecidos.

8. Informe al Juez de Primera Instancia e Instrucción del Distrito de Palacio. Madrid, 30 de octubre de 1905. 9. Vindel 1945, 44.

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5.6. Tomás Cuesta y Torrijos (AGA, f. 2.878,328) El jardinero conquense, vuelve al juzgado el 30 de octubre. Ignoraba de qué se acusaba a Vindel pero ahora que conoce la causa, aclara que, por paisanaje y confianza, el librero solía dejar en su casa libros que decía haber comprado. Las prisas, las visitas antes de volver a casa, hacían que el librero prefiriese dejárselos a él. A los pocos días regresaba a recogerlos. Unos quince o veinte días atrás le había dejado los últimos. El encarcelamiento de Vindel explica que los libros hayan seguido en su casa. Aunque duda que sean robados, Cuesta prefiere dejarlos en manos de la justicia en previsión de que alguno de ellos pertenezca a la Biblioteca Real. [Véase APÉNDICES. LISTADO 2]. Ese mismo día Menéndez Pidal y el conde de las Navas reconocen en sus declaraciones que de los libros presentados por el jardinero, son inequívocamente de la Real Biblioteca, y por lo tanto se han sustraído, el Arias Dávila, Discurso de la gineta, con sellos de los infantes don Sebastián y don Antonio, común en los fondos palatinos; tampoco dudan de la procedencia de Villalobos de 1605, Modo de pelear a la gineta y del Diego Valera, Tratado de rieptos y desafíos, libros que conocen a fondo y que, además, figuran en la lista que van formando ya de los que faltan al hacer una revisión que descubre la desaparición del Registro de representantes de Juan de Timoneda que denunciarán inmediatamente en el Juzgado. Entre tanto, continúan las declaraciones en el juzgado nuevos personajes que van ampliando datos y revelando la debilidad de la frontera legal en las prácticas de este comercio librero en el que están involucrados otros oficios del libro. 5.7. Victorio Arias Alonso (AGA, d. 9.385,420) Soltero, de veintiséis años, encuadernador. Vive en un bajo de Echegaray 20 y es citado el 21 de octubre. En su casa encuaderna de ordinario Vindel, generalmente libros antiguos o agotados. Arias ni se fija en lo títulos –algo inverosímil porque el tejuelo en el lomo, un elemento común, exige su rotulación y la del nombre del autor–. Tampoco su libro de entradas es muy ortodoxo: el único registro que lleva es el del número de libros que se le entregan y el del precio total que cobra por ellos. Aunque la presencia de piezas excepcionales en un taller de encuadernación no puede borrarse de la memoria, Arias afirma que no sabe si Vindel le llevó algún Libro de Horas o manuscritos miniados.

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5.8. Personal de la Real Biblioteca (AGA, f. 2.883,629) Dos días después, el 23 de octubre de 1905, es el turno de quienes trabajan en la Biblioteca Real. Sus declaraciones ahondan la culpabilidad de José Múgica; en el establecimiento bibliográfico el equipo es pequeño y se percata de las irregularidades: Tomás Álvarez Oliva, representante de comercio cesante, soltero de veinte años, vive en la portería de la calle de la Unión 8. Un día –el 16 o el 17– del presente mes de octubre, mientras limpiaba el encerado del piso de la Biblioteca Real, vio a Múgica coger del estante «D» de la sección de manuscritos un libro que él no sabría reconocer. Se lo dijo al ordenanza Manuel Rodríguez Solís cuando se iniciaron las averiguaciones. En declaraciones fechadas el dos de noviembre de 1905, el ordenanza afina aún más y traza la secuencia temporal de aquella tarde infausta del 16 de octubre: a eso de las seis de la tarde, unos minutos antes de la salida y estando en la portería de la Real Biblioteca, vio entrar a Múgica en la sala de manuscritos con las llaves de las estanterías. Una conducta sospechosa e irregular a los ojos de quien, como portero, conocía todas las rutinas. El escribiente ya había entrado por la mañana en la sala pero sin las llaves y por eso decidió preguntar a los mozos que limpiaban el piso qué había estado haciendo Múgica. Le contestaron que había sacado un libro y se lo había llevado. Suficiente información: reunido con su homónimo, Fernández Montaña, y con Ramón Fuertes, determinaron dar cuenta a su jefe, el conde de las Navas. Unas nuevas declaraciones del conde de las Navas y de Menéndez Pidal, el 24 de noviembre, precisan los límites del robo. Tras las comprobaciones necesarias, viendo los libros que obraban en poder del Juzgado y que el Bibliotecario Mayor devuelve, identifican los que inequívocamente se han sustraído de la Real Biblioteca porque constan en el índice y faltan en sus estantes. El Registro de representantes es único en el mundo: todos los bibliófilos lo saben por haberlo reproducido en facsímil el marqués de la Fuensanta del Valle; la Doctrina de indios es un ejemplar rarísimo. Exlibris o sus restos delatan la procedencia de la Gramática de Nebrija; el «ex biblioteca mayansiana» denota la procedencia de Escuela de principiantes, lo mismo que el exlibris manuscrito del Colegio Mayor de Cuenca en el Deorum dearumque que el intento de raspado no logró eliminar. La encuadernación de la casa real española de la Crónica de Sancho el Deseado, la de la casa de Borbón del Exemplario contra los engaños, con su escudo de lises como el de las Medailles del Collège de Louis Le Grand, también

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delatan su procedencia. Otras tapas se arrancaron, como las del Fernando Mejía, que aún conserva restos. Los facticios se han separado y por eso aparecen sin encuadernación tres que formaban un volumen: Bonfinis, Pomponio Mela y Beccaria; es el mismo caso del Gerson, que formaba volumen con otro y ahora aparece encuadernado de nuevo. El procedimiento era una triquiñuela más del librero en favor de la ganancia y del camuflaje: Vindel reencuadernaba utilizando tapas de otros antiguos que, a veces, él mismo había desencuadernado: el Registro de Representantes, desgajado del Deleitoso, es un ejemplo de esta práctica. Este dato hace sospechar al conde de las Navas que los cinco folletos que encabezan la relación procedan también de la Real porque aparecen con unas tapas postizas con sello o superlibros del marqués de Frómista. Otro tanto ocurre con un inequívoco ejemplar de la Biblioteca Real, el Diego de Valera reconocido e identificado ya desde la segunda declaración. Los dos ejemplares del Palmerín, La relación verdadera sobre las paces, El nuevo descubrimiento del Amazonas, Carta escrita a don Fernando de Silva, copia de la carta escrita a la corte del Emperador, Salomonis y Marcolpi Diálogos, Matraca en romance y el Traslado de la sentencia contra…, «no los reconoce como procedentes del fondo palatino». Una providencia del 25 de noviembre designa a los tasadores: Marcelino Menéndez Pelayo, Director de la Biblioteca Nacional y Jefe Superior del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, y a Juan Catalina García, Jefe del mismo Cuerpo y catedrático de la Universidad Central. Ese mismo día, la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio había entregado un cuidado folleto de diez hojas manuscritas, cosidas con cordón de seda roja, con «La Relación de obras impresas y manuscritas cuya falta ha sido notada en la Real Biblioteca, en virtud del recuento parcial efectuado en la primera quincena del mes de la fecha» [noviembre de 1905], firmada «Navas». En la misma cursiva inglesa en que van descritos los libros –con transcripción paleográfica de la portada y réplica compositiva exacta de las papeletas que figuran en el catálogo de la biblioteca–, una cifra subrayada en rojo, redactada el 11 de noviembre de 1905 por el director de la Real Biblioteca, valora cada item. [Véase APÉNDICES. LISTADO 3]. Junto con la lista, el conde de las Navas comunicaba oficialmente los trabajos que habían precedido: la labor del recuento había sido compleja y delicada. Ciento cincuenta mil impresos y más de seis mil manuscritos «en muy diversas letras e idiomas», repartidos en las estanterías de dieciséis salones muy capaces, había sido un obstáculo considerable en una tarea

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que se inició nada más recibirse el mandamiento judicial del 28 de octubre. El Bibliotecario Mayor de la Particular de S. M. aseguraba en el oficio de remisión de esa lista, que ofrecía lo que había podido lograr hasta la fecha: un recuento parcial, hecho a través del Catálogo especial de incunables, raros y curiosos, del «General de manuscritos» y del ejemplar de la Desiderata impresa del librero. También se había cotejado el catálogo de libros de esgrima que en forma de Desiderata publicó Vindel en 1898 y que se le había intervenido a Múgica, una prueba que evidenciaba que se había tratado de una sustracción a la carta. La falta de un índice de duplicados, ejemplares que se conservaban en la Real Biblioteca en un depósito aparte, hacía imposible saber los que Múgica admitía haber sustraído. El conde de las Navas ahondaba retrospectivamente en lo ocurrido cuando, el 19 de octubre de 1905, Menéndez Pidal y él, acompañados del Jefe de Negociado de la Presidencia del Consejo de Ministros, Aquilino de Celis, y del Delegado Sánchez Machero, se personaron en la librería de Vindel. Sus alarmas saltaron cuando el librero no vaciló en entregarles trece impresos y dos manuscritos cuando ellos solo le habían especificado dos. Al dudar de la procedencia del códice de Valera, al que se le habían arrancado las tapas, el librero había porfiado que venía de la colección palaciega porque lo había reconocido por unas pastas que, en el momento de enseñárselo a ellos, ya habían volado. Vindel y su cuñado cavaron su propia tumba al asegurar que «la pasta de los libros de Palacio no podía equivocarse con ninguna otra de las españolas por los colores de la piel y por los dorados». Para más inri les mostraron otros ejemplares palaciegos adquiridos, estos sí, de forma legítima a cambio de duplicados. Aquilino de Celis y Nicolás, ratificará estos hechos10. Otro paso más en la perdición de Vindel derivaba de la vanagloria que le había llevado a hablar más de la cuenta con otros libreros en un espacio en el que todos se conocían y las noticias volaban. El conde de las Navas aportó en su oficio los comentarios que corrían por la villa. Si la ostentación le había impelido a exhibir ante los expertos y responsables de la Real Biblioteca su conocimiento de las encuadernaciones palaciegas, a sacar lo que no se le había pedido y a obstinarse en que el Diego de Valera, al que ya le había despojado de su vestidura, procedía de ese fondo por la encuadernación, la jactancia, propia de una conducta de exhibicionismo para afirmación en el grupo, le hacía subir otro peldaño del cadalso. López 10. Declaración de Aquilino de Celis y Nicolás, empleado, soltero. 22 enero 1906. La prestaba después de un segundo requerimiento del Juzgado.

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de Valdemoro afirma haber oído decir a Henri Traumann que Vindel había vendido antes del verano diversos libros, entre los que había algunos de Horas, a la Libraire Damascene Morgand del passage des Panoramas en París y al «opulento bibliófilo americano del Norte», Archer Huntington, ejemplares de los rarísimos libros El Deleytoso y el Cancionero de Juan del Encina.

El Deleytoso: robado, vendido y devuelto a la Real Biblioteca. [RB I/B/159].

A esas alturas la lista de desaparecidos e identificados alcanzaba cincuenta y dos impresos y seis manuscritos. Un suma y sigue que continuará días después cuando el 19 de diciembre se añaden nuevas confirmaciones y un control de las tasaciones: Huntington había remitido el 30 de noviembre una relación de libros que Vindel le había vendido: el Cancionero de Burgos, El Deleytoso, el Cárdeno lirio, el Cancionero de Urrea, la Gramática de Nebrija, el Coro febeo de Juan de la Cueva y la Doctrina e instrucción del arte de caballería de Cartagena (1497), justipreciado por el conde de las Navas en cuatrocientas pesetas y valorado ahora en tres

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Portada del ejemplar que perteneció a don Francisco Fausto de Dueñas Estrada y Manrique. [RB VIII/2856].

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mil marcos en el catálogo de incunables de Rosenthal. El recuento en curso hace añadir la Summula confessionis de Antonino de Florencia (1477), valorado en mil marcos en Rosentahl, y la Sevillana medicina de Juan de Aviñón (1545), en ochenta pesetas en el Boletín de la Librería Murillo. 5.9. Pedro Vindel (II) [Declaración del 28-XI-1905] (AGA, d. 8.941,562) Vindel añade nuevos datos en una declaración. Entre el 12 y el 16 de octubre fue a llevarle unos libros a un cliente, don Pedro Sánchez de Toca, marqués de Somió, a la oficina-biblioteca que había montado para sus «idolatrías bibliófilas» en un bajo de Serrano. Al no encontrarle, los dejó en casa de su paisano, en la portería de Lagasca. No recordaba cuáles eran ni de dónde procedían, solo que se trataba de libros interesantes. Reconoce que son los presentados por Tomás Cuesta y que los mostrados por el conde de las Navas son los que él entregó cuando le pidieron los libros que decían proceder de Palacio. Menéndez Pidal y López Valdemoro solo le mencionaron tres Libros de Horas, el Valerio de las historias y los Progresos de la Historia de Aragón manuscritos cuando le dijeron que faltaban libros de la Real Biblioteca; les dio los dos últimos y al día siguiente entregó los restantes no porque se lo pidieran sino por pensar que pudieran ser del mismo fondo. Su buena voluntad no podía ser más clara: el códice de Valera tenía arrancada la encuadernación y los expertos no lo reconocieron, fue él quien tuvo que insistirles en detalles como el autor, el tema, las iluminaciones. Lo compró sin esa pasta característica de la Real Biblioteca que fue lo que le hizo sospechar en los otros que podrían proceder de allí. Bien la conocía él porque había comprado y cambiado con el conde libros duplicados. Declaró que no había vendido a Damascène de París ningún Libro de Horas y precisó que hacia el veinte de abril de 1905, sin poder determinar precio porque iban junto a otros, le había vendido a «Huntinto», en París, El Deleytoso de Lope de Rueda, que compró en su librería a un desconocido en precio que no puede precisar, y el Cancionero de Juan del Encina. No recuerda a quién le compró el Registro de representantes –ignoraba además que fuese ejemplar único– pero, quizá, lo hubiese adquirido a Joaquina González procedente de los de Múgica; en cuanto a los Libros de Horas, hace mucho tiempo que no los vende y desconoce quién lo hace; tampoco admite haber arrancado tapas ni haber reencuadernado. Sin embargo, José Múgica ratifica ese mismo día que él los dio a vender con tapas y Joaquina González que se los entregó a Vindel

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con la encuadernación original. Sostener el desconocimiento de la procedencia de los libros se le hace cada vez más difícil a Vindel. Leído el contenido del oficio de la Real Casa y Patrimonio, a Vindel no le queda más remedio que hacer memoria y ampliar su declaración ese mismo 28 de noviembre. Admite haber vendido a Huntington en París todos esos libros menos el Summula confessionis y la Sevillana Medicina, por catorce mil francos. El de Encina y El Deleytoso los había comprado a un desconocido y, tal vez, pudieran ser de Palacio, aunque él lo ignoraba. La Sevillana medicina la había comprado a Francisco de Uhagón –«miembro de la caterva de gorrones e impertinentes y culpable junto con Leguina y Fuensanta del Valle de producir tal nostalgia en el librero Gabriel Sánchez que le ocasionó la muerte»11–, junto con otros libros en cuatro mil pesetas12; el Nebrija a los herederos de Rico y Sinobas; el Cueva a Quaritch, según factura que conserva; el Cartagena en Elche a un don Pedro, facultativo de Archivos, del que no recuerda el apellido; el de Urrea lo compró a Jaime Andreu, de Barcelona, fallecido hace unos dos años, que comerciaba con libros y cuyos vendedores le aseguraron que eran de su exclusiva pertenencia. Estas seis obras se las vendió a Huntington por unos seiscientos o setecientos francos. 5.10. Francisco Rafael de Uhagón, Marqués de Laurencín (AGA, f. 2.882,337) Comparece en la Sala de la Audiencia del Juzgado de Palacio el dos de enero de 1906. Senador y reconocido bibliófilo, es otro entusiasta permutador de piezas: a Vindel le entregó el Cárdeno lirio, alma sin crepúsculo y Madrid llorando de Franciso Santos, pero es incapaz de aportar datos sobre lo que se le pregunta. Es un bibliófilo coleccionista y erudito al uso. Llega a formar una biblioteca de tres mil volúmenes de «inestimable valor» de la que se sirve el círculo de selectos –él el primero– para sus investigaciones históricas y sus recuperaciones bibliófilas de textos preciosos. La pluma del erudito bilbaíno y académico de la Historia, elegante y sobria al decir de la prensa, realza las ediciones que publica de sus rescates históricos de manuscritos e impresos antiguos. Sus publicaciones –varias en la Sociedad de Bibliófilos Españoles y Sociedad de los Amigos del Arte– se saludan desde las revistas especializadas y los periódicos como pruebas 11. Vindel 1945, 66. 12. Declara el 2 de enero de 1906 que los permutó con Vindel, junto con otros libros, hacía tres o cuatro años.

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de su fecundidad literaria y talento reconocido por los amantes de las patrias letras. Su labor como erudito y bibliófilo recibe las felicitaciones de las mejores firmas de la erudición de Europa. Triunfa en la buena sociedad; su presencia en todo evento que cuente se puede seguir día a día a través de las crónicas de La correspondencia de España. A la vuelta de unos años, algún escándalo ensombrecerá tanto encomio: su nombramiento como Director de la Real Academia de la Historia, incompatible con el cargo de senador con el que ya la representaba, los hurtos de extraordinaria importancia en los fondos de esa institución, la salida rumbo a Santander de los muebles y libros que Marcelino Menéndez Pelayo tuvo en su «appartement de fonction» como Director de la misma, y la venta de su propia biblioteca a Pedro Vindel en 1927. Cien libros selectos y raros de la soberbia colección de Laurencín formarán un catálogo de venta especial del librero después de su muerte13. 5.11. Pedro Vindel (III) [Declaración del 1-I-1906] (AGA, a. 5.637,235) A Vindel el nuevo año le hace recobrar la memoria. Recuerda a grandes velocidades y precisa más nombres: la Gramática de Nebrija la compró el 5 de febrero de 1902, junto con otros dos libros, a Esteban Mínguez Moreno, yerno de Rico y Sinobas, que le vendió, justo en ese año, la biblioteca de su suegro: unos ocho mil volúmenes que cargó en seis carros que él le pagó con cinco mil pesetas14; sin embargo, Mínguez –declara el cinco de enero– no puede ratificar que el Nebrija formase parte de esta venta. El Doctrinal de Caballeros lo compró al archivero del que ya recuerda el apellido, Ibarra [Ruiz], en febrero de 1904 y lo reencuadernó. La operación se realizó en Elche, en el domicilio de Ibarra. Fue tan fructífero el negocio para ambos que, además del Doctrinal, la Suma de Confesión, Los Furs de Valencia (1482) y Lo llibre de les dones (1497), Vindel había regresado a Madrid con unas hermosas cestas de dátiles que le obsequió el vendedor, muy satisfecho con los siete u ocho mil reales que recibió a cambio15. 13. «Relación de los festines que se celebraron…», [Reseña crítica], Boletín de la comisión de monumentos históricos y artísticos de Navarra, Época segunda, t. 7, núm. 26 (abril 1916). «La Academia de la Historia. El marqués de Laurencín, Director», ABC (19-XII-1918). Catálogo de una colección de cien obras raras procedentes de la Biblioteca del Marqués de Laurencín, Madrid: Librería de Pedro Vindel, 1927. 14. Vindel 1945, 199. 15. Ibarra Ruiz lo declara el ocho de enero de 1906. Véase también Vindel 1945, 153-154.

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El Coro Febeo, sigue recordando Vindel, lo había comprado a Bernard Quaritch con factura de 31 de noviembre de 1902. 5.12. Pedro Ibarra Ruiz (AGA, e. 3.611,261) Propietario, de cuarenta y siete años. No es archivero en ejercicio –ha cursado la Escuela de Diplomática en Madrid y posee un certificado de aptitud para ingresar en el Cuerpo– sino un erudito local, dueño de un regular archivo y una bonita colección de antigüedades. Presta declaración en Elche, a primeros de 1906, y confirma que el catorce de septiembre de 1904 vendió a Pedro Vindel, en su casa, varios libros: dos «Antoninos» (1492 y 1495), un Llibre de les dones (1495), una Doctrina e instrucción del arte de cavallería (1497), unos Furs (1492) y que, a petición del librero, extendió una justificación de la venta por el importe aproximado de siete u ocho mil reales. Los libros vendidos a Vindel los había adquirido en algún establecimiento público en donde los compran los comerciantes a los particulares para envolver especies y otros géneros. En Elche, afirma, cualquier aficionado o coleccionador puede comprar a diario papeles, libros antiguos y otras antigüedades16. El 4 de diciembre de 1905 la Intendencia General de la Real Casa manifiesta que no se muestra parte en la causa por el hurto de libros a la Real Biblioteca particular de S. M. pero que no renuncia a la indemnización que le pueda corresponder al Real Patrimonio por los perjuicios que le ha causado el robo. Se insta, ese mismo 4 de diciembre, a Menéndez Pelayo y a Juan Catalina García para que con toda brevedad comparezcan en el Juzgado para tasar los libros del sumario. Cuatro días después, el médico de la Beneficencia Municipal certifica que un reumatismo poliarticular subagudo obliga 16. Declara el ocho de enero de 1906. Pedro Ibarra Ruiz, arqueólogo, investigador, escritor, y pintor español. Nació el 10 de abril de 1858, en Elche, y murió en la misma ciudad el 8 de enero de 1934. Junto con Aureliano Ibarra Manzoni, su hermano por parte de padre, fueron dos personas de gran importancia para la ciudad de Elche. En su época impulsaron notablemente la cultura local. Gracias su trabajo, el archivo municipal es uno de los más importantes de la Comunidad Valenciana. Se formó en la Escuela Diplomática de Madrid. A principios de siglo XIX, el Ayuntamiento de Elche vendió –a peso de papel– una parte muy importante de su archivo municipal para pagar unas obras. Pedro Ibarra sacrificó su dinero y consiguió recuperar los papeles que pudo. Cuando murió, su viuda donó estos documentos al consistorio, que ahora dispone de un gran archivo gracias a su esfuerzo.

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a don Marcelino a tomar las aguas minero-medicinales y hacer baños termales en Caldas de Besaya o Puente-Viesgo. Gabriel Sánchez, abogado y librero establecido en la calle de Carretas de Madrid le sustituye como perito17. Juan Catalina y Gabriel Sánchez entregan la tasación de los libros del sumario el 10 de enero de 1906. Es un listado caligráfico en cuatro columnas –orden, nombre de autor, título de la obra y precio en pesetas– diferenciado en tres apartados: «Libros que obran en poder de este Juzgado reconocidos como de la propiedad de la Biblioteca Real» –treinta y seis impresos y tres manuscritos tasados en diez mil quinientas veintisiete pesetas–. «Relación de los libros que no han sido hallados pertenecientes a la Biblioteca Real» –veinticuatro impresos, tasados en cinco mil setecientas noventa pesetas y tres manuscritos (los Libros de Horas) sin tasación porque la horquilla del valor en razón de su miniado, antigüedad y estado oscilaría entre quinientas y veinticinco mil pesetas–, y «Relación de los libros que obran en poder del Juzgado y que no han sido reconocidos» –ocho impresos, tasados en setecientas cincuenta y cinco pesetas, a los que se añaden dos más, tasados en setenta y cinco–. Los expertos evalúan el total general del hurto en diecisiete mil ciento cuarenta y siete pesetas. [Véase APÉNDICES. LISTADO 4]. En enero de 1906, el Juez de Instrucción del distrito de Palacio dirige una carta a las autoridades judiciales de Nueva York comunicando que en la instrucción del sumario por hurto se ha acordado que Huntington preste declaración y confirme si compró a Vindel, en París, en abril de 1905, siete libros18, en cuánto le fueron vendidos y si al adquirirlos le comunicaron que procedían de la Real Biblioteca. El 17 de marzo, el cónsul de España en Nueva York, da por recibido el exhorto; averiguar a quién se refería el Juez ha llevado su tiempo pero, finalmente, han deducido que el apellido Huntington se refería a Archer. Para ahorrar gastos al Tesoro y dilaciones en la tramitación, Arturo Baldasano y Topete, el cónsul, le cita el día 9 17. Providencia al Juez Alós, 11 diciembre 1905. 18. «Libros devueltos directamente a S.M. el Rey por el Sr. Huntington, en 30 de abril de 1906, adquiridos del librero Vindel y procedentes del robo averiguado en la Real Biblioteca en 17 de octubre de 1905». El listado incluye el Cancionero de Pedro Manuel de Urrea (Logroño, 1573); el Cancionero de Juan del Enzina (Burgos, 1505); El Deleytoso de Lope de Rueda (Valencia, 1567), el Cárdeno lirio de Francisco Santos (Madrid, 1690); la Doctrina e instrucción del arte de caballería de Alonso de Cartagena (Burgos, 1497); el Coro febeo de romances historiales de Juan de la Cueva (Sevilla, 1587-1588) y la Gramática de Nebrija (Salamanca, 1492).

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para que declare. El propietario y publicista –como se define en el escrito– confirma la adquisición, dice no recordar el valor de cada uno y sostiene que ignoraba su procedencia. Afirma, ratifica y firma una declaración que ha hecho en español «por poseer a la perfección el idioma castellano». Entre tanto, seguían comprobándose más faltas en la Real Biblioteca. En marzo de 1906, el conde de las Navas comunicaba al Intendente General de la Real Casa y Patrimonio que el Romancero general añadido por Pedro Flores, un impreso madrileño de Juan de la Cuesta de 1614, encuadernado en pasta española y valorado en cuatrocientas cincuenta pesetas en el catálogo del librero Murillo, también había desaparecido. José Múgica declara que ni siquiera lo ha visto. Tampoco Vindel tiene nada que decir sobre este libro, al margen de que no lo tiene. Joaquina González, por su parte, volvía a esgrimir su analfabetismo para declararse incapaz de asegurar si el Romancero pasó por sus manos alguna vez. El 4 de abril de ese año, se requiere a Juan Catalina García y a Gabriel Sánchez Alonso para que comparezcan en el Juzgado a fin de tasar prudencialmente el Romancero General de Pedro Flores. Lo estiman en seiscientas pesetas19. El 20 de junio, el Procurador de Pedro Vindel dirige un escrito al Juzgado. El sumario se prolonga y a su representado le conviene instar la práctica de diligencias para demostrar su inocencia cuanto antes. La ley le amparaba para solicitar al juez instructor la vista de lo actuado en el sumario con el fin de instar a una pronta solución; pero el juez lo había denegado considerando su carácter reservado. En febrero había vuelto a la carga y había interpuesto un recurso de reforma contra la providencia del juez. Aunque la nueva decisión judicial ordenaba tramitar el recurso un mes después aún no se había resuelto. Por lo visto, el escrito se había perdido y no había llegado a la fiscalía: no quedaba más remedio que presentar otra copia simple20. La defensa de Vindel se basa en el desconocimiento de la procedencia de los libros robados y en la irrelevancia de encontrar marcas de propiedad 19. Oficio de la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio al Juez de 1ª Instancia e instrucción del Distrito de Palacio (18-III-1906). Ampliación de la indagatoria de José Múgica Fernández (19-III-1906). Ampliación de la declaración de Pedro Vindel Álvarez (21-III-1906). Declaración de Joaquina González Ramírez (22-III-1906). 20. Instancia de Luis Montiel y Bonache (29-I-1906). Providencia del juez Alós (31I-1906). Instancia de Luis Montiel y Bonache (3-II-1906; 6-III-1906). Providencia del juez Alós (8-III-1906).

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de la Real Biblioteca, donde la venta y el intercambio oficializados, al menos desde 1890, no permiten deducir que los libros hayan salido de forma fraudulenta. Victoriano Suárez, Gabriel Sánchez y el propio Vindel habían adquirido libros de la Real en otras ocasiones sin que, previamente, se les hubiesen quitado los exlibris. Los tres afirman que los duplicados se ponían a la venta con sello. El librero pide que la Intendencia de Palacio aporte las relaciones de libros cambiados desde 1890, archivadas con los expedientes de quienes solicitaron los cambios, junto con el informe del bibliotecario y la conformidad del cambio, y que se haga constar explícitamente que no era condición para el trueque que se quitase el exlibris real. Solicita al respecto la testificación de López Valdemoro, Menéndez Pidal y Antonio Graíño, encargado de la librería de Victoriano Suárez y de Gabriel Sánchez. El 30 de junio de 1906, Gabriel Sánchez declara haber cambiado libros con la Real Biblioteca en 1897 sin reparar en aquel momento que tuvieran alguna marca especial. La operación se hacía con autorización del Intendente. Antonio Graíño especifica que el sello «Duplicado» o «Cambiado» aparecía en los que él intercambió y que conocía los exlibris de la Real Biblioteca, por lo que rechazaría comprar los que se le presentasen sin tener los sellos indicados. El conde de las Navas admite haber permutado libros con Vindel, con otros libreros y con particulares que llevaban exlibris pero que en todos los permutados un sello en tinta roja o azul indicaba «duplicado» o «vendido» o «cambio por duplicado». Pedro Vindel conocía esta práctica; la ausencia de tales sellos era un indicio claro de procedencia ilegítima de los libros21. Menéndez Pidal confirma lo declarado por el Bibliotecario Mayor y especifica que en libros verdaderamente raros como el Registro de Representantes y otros de tan escasa presencia, no cabe suponer una salida legítima ni que se haya podido plantear un cambio. En la copia de las listas de intercambio, señalado además con una cruz, figura que el Nobiliario de Mexía (Sevilla, 1492) se le cambió a Vindel el 15 de abril de 1905 junto con otros veintiocho libros. El cotejo de las relaciones de intercambio de 21. Las copias de las relaciones de cambios de duplicados se remiten al Juzgado el 28 de julio de 1906 y enumeran los libros cambiados con: Manuel Montes (27-VII1898), Agustinos de El Escorial (17-X-1898), Victoriano Suárez (24-II-1899, 21-VIII-900 y 18-VII-1903), Uhagón y marqués de Jérez de los Caballeros (16-III-1899), marqués de Jérez de los Caballeros (12-II-1900 y 22-IV-1902), Gabriel Sánchez (6-IV-1900), Luis Carmena (22-V-1901), Pedro Vindel (14-I-1902, 11-XII-1903 y 15-IV-1905), Miguel Parera (18-VI-1902, 13-I-1903), Félix Boix (1-VI-1903 y 18-III-1904).

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duplicados con Vindel con los libros que le fueron ocupados, se hace el primero de agosto: el incunable sevillano es la única coincidencia. Sin fecha, pero a 25 de septiembre de 1906, Juan Catalina García comunica al Juez Alós y Mon que el librero Antonio Sánchez, del Pasadizo de San Ginés, ha presentado a la venta un Libro de Horas miniado, en vitela, encuadernado en piel y con superlibros «S.D.S.Y.D.A» [Soy del Señor Infante don Antonio], indudablemente uno de los robados. Se pide ese mismo día permiso para que el vigilante del Juzgado se incaute del libro y se disponga la comparecencia de los mencionados en esa carta. Por las declaraciones del librero Sánchez y del suministrador del Libro de Horas, Rafael García Palencia, se comprueba que había pertenecido a la librería de Juan José Escanciano. El anticuario Rafael García Palencia aporta una prueba de compra: el recibo de haber adquirido el Libro de Horas por dos mil quinientas pesetas al oculista Sanz Blanco el 28 de octubre de 1905. En el vuelto del recibo, una nota, «a más de las 2.500 pesetas, di 50 de parte de lotería para el sorteo de Navidad», mostraba que la bibliofilia era compatible con los hábitos castizos de tentar la suerte del gordo navideño. Ese mismo día [25-IX-1906], el conde de las Navas declara que el Libro de Horas es, por su superlibros, de la Real Biblioteca, del infante don Antonio. No puede asegurar en qué momento faltó de la Biblioteca. Por otra parte, comunica la llegada de los libros adquiridos por Huntington que presenta en el Juzgado el día 12 de octubre. Aunque algunas encuadernaciones han variado, son todos de la Real Biblioteca y asegura que El Deleytoso, a pesar de que le han puesto una encuadernación más antigua con las armas de la Casa Real de Inglaterra, es el ejemplar de la palatina, único conocido en el mundo. Menéndez Pidal, por su parte, declara lo mismo y asegura que no recuerda que sean estas Horas unas de las sustraídas últimamente. El 17 de octubre Pedro Vindel afirma y ratifica las declaraciones prestadas en el sumario. Ante los siete libros presentados por el conde de las Navas admite que se los vendió, con otros más, a Huntington en París. El Deleytoso, el Nebrija, Urrea y Encina, conservaban la misma encuadernación con que él los había adquirido; los otros tres se los mandó reencuadernar a Arias: el Coro febeo para sustituir el pergamino, el Cárdeno lirio porque la pasta estaba gastada y el Doctrinal de Caballeros porque estaba en dos trozos, uno hasta la página treinta y dos y el otro con la paginación restante; los compró por separado, sin poder precisar en ese momento su origen, y decidió encuadernarlos juntos. Como prueba de que pertenecían a distin-

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tos ejemplares presenta suelta la hoja 33 del primero y la 32 del segundo en las que se puede observar que cada una presenta las picaduras y manchas que corresponden a cada trozo. Respecto al origen de los libros se atiene a lo ya manifestado y con relación al Urrea aclara que además de este ejemplar, que es el que compró a Jaime Andreu, el otro ejemplar –también en poder del Juzgado–, lo compró a Carlos Camerino, de Puerto Real, encuadernado en pasta de becerro oscuro. No cree que ninguno de ellos proceda de la Casa Real ni, por consiguiente, de los que le vendió Múgica por conducto de Joaquina González. Del Libro de Horas afirmó no haberlo visto ni haberlo tenido en su poder. Aunque por el exlibris del Infante don Antonio procedía de la Casa Real, él ignoraba dónde hubiese podido estar; los márgenes cortados de dos hojas indicaban que se habían hecho desaparecer los sellos de la Casa Real. Múgica declara en la prisión celular y confirma que el Libro de Horas, con exlibris del infante Don Antonio, procede de la Real biblioteca pero que no es uno de los que él sustrajo para venderlo a Vindel. Reconoce los dos Cancioneros, El Deleytoso y el Doctrinal pero duda que el Doctrinal sea el mismo ejemplar que él sustrajo. Los otros tres libros devueltos por Huntington no los robó e ignora cuándo pudieron salir de la Real Biblioteca. Joaquina González Ramírez se ratifica en lo declarado: su analfabetismo le impide siempre reconocer las piezas. El encuadernador Victorio Arias, a la vista de los libros, confirma que encuadernó el Coro febeo y el Cárdeno lirio pero no puede precisar cuándo. No recuerda quién se los llevo; el Doctrinal, sin embargo, se lo entregó Vindel. Reconoce como suya la encuadernación de El Deleytoso. Los libros, como todos los que Vindel le entregaba para encuadernar, los recibió en hojas sueltas, sin pastas ni cubiertas, porque el librero se los daba preparados y restaurados, según se podía observar en el Doctrinal de caballeros. Con esta acción el librero cubre dos objetivos: simplifica el trabajo del encuadernador y borra todas las pistas sobre procedencias de los ejemplares. La Real Biblioteca y otros parroquianos le daban a encuadernar libros antiguos y raros con pastas. Examina el Libro de Horas y le atribuye una encuadernación posterior, quizá del siglo XVI. Sus conocimientos profesionales le permiten afirmar que la encuadernación actual es la primera que ha tenido por llevar los mismos cordeles que el libro. El 29 de octubre se entregan en depósito al conde de Las Navas los libros ocupados con obligación de conservarlos a disposición del Juzgado o del Tribunal. [Véase APÉNDICES. LISTADO 5].

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El ocho de noviembre de 1906, el notario Frederick J. Naylor da fe de que Bernard Quaritch ha comunicado en la forma debida, con traducción al inglés certificada, la carta de requerimiento del Juzgado y que su declaración –incluida como anexo A– fue escrita y leída por el propio Quaricht y firmada en su presencia. Declara que todas las cosas mencionadas en ella son ciertas: vendió a Vindel un ejemplar de la edición sevillana de 1588 del Coro Febeo de Juan de la Cueva, según atesta una orden original de 14 de noviembre de 1902 firmada por Vindel, y que se le envió por correo certificado a Madrid el 21 de noviembre o hacia ese día. Le cobró tres libras menos, el descuento habitual del diez por ciento. Quaricht no sabe cómo obtuvo el Coro Febeo pero ya figuraba en su catálogo de venta de 1 de noviembre de 1900. El cónsul general legaliza la declaración el 12 de noviembre. Antes de dictarse sentencia, la prensa nacional se hace eco de la noticia. «Hurto en la Biblioteca de Palacio» es la cabecera con la que La época y El Liberal publican la comparecencia en la Sección cuarta del Juzgado de Múgica, acusado de autor del hurto de libros tasados en dieciséis mil trescientas noventa y dos pesetas, y de Vindel y de Joaquina González procesados como encubridores. Se citan solo los testigos destacados –el conde de las Navas, Menéndez Pidal y Leopoldo Ayllón–, los defensores y las penas solicitadas por el fiscal. Las noticias siguen siendo tan imprecisas y confusas como las que se dieron en 1905: «algunos libros», dice La Correspondencia de España, «se han encontrado en casa de un librero, implicados él, su mujer y un empleado de la Biblioteca en el robo; sin embargo otros, valorados en cinco mil setecientas pesetas, siguen en paradero desconocido»22.

6. LA

SENTENCIA

El siete de diciembre de 1907 se dicta sentencia en la Audiencia Provincial. Múgica es el único que ha permanecido en prisión preventiva desde el 25 de octubre de 1906; Vindel lo estuvo desde el 25 de octubre al 16 de noviembre. Diecinueve libros sustraídos con abuso de confianza, todos ellos titulados «De Horas», vendidos por la mandadera a Pedro Vindel, que 22. «Hurto en la biblioteca de Palacio», Gaceta de los Tribunales. La Época (3-XII1907). «Hurto en la biblioteca de Palacio», El Liberal (4-XII-1907). «En la Sala cuarta...», en Tribunales. Pleitos y causas. La Correspondencia de España: diario universal de noticias, año LVIII, núm. 18191 (2-XII-1907).

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conocía la procedencia y tenía tratos con el sustractor; experto que sabiendo el valor de las piezas las adquirió a bajo precio, mil quinientas pesetas cuando se habían tasado prudencialmente los trece impresos y los tres manuscritos recuperados en tres mil setecientas veinticinco y otros tres manuscritos aparecidos después en mil quinientas. Con la causa abierta, se presentaron en el Juzgado Tomás de la Cuesta, con treinta y dos libros que Vindel había depositado en su casa, y Huntington, con siete que Vindel le había vendido pero no se había justificado que los hubiese sustraído Múgica. La duda de si procedían de robos anteriores, de intercambios o de ventas queda formalizada. El Fiscal considera delito de hurto en cantidad superior a dos mil quinientas pesetas y pide siete años, cuatro meses y un día de presidio mayor para Múgica como autor con circunstancias de grave abuso de confianza. A Joaquina González, encubridora, y a Vindel, tres meses de arresto mayor; a los tres les condena a pagar las correspondientes indemnizaciones y costas. La defensa pide que se condene a Múgica como autor de un delito de hurto no cualificado y pide la absolución para Vindel y Joaquina González. El fallo es la condena de José Múgica a cuatro años de presidio correccional con la suspensión de todo cargo público, profesión, oficio o derecho de sufragio. A Pedro Vindel se le condena a dos meses y un día de arresto mayor con suspensión de todo cargo y derecho de sufragio; ambos deben indemnizar mancomunada y solidariamente a la Casa Real mil quinientas pesetas sufriendo por insolvencia de sus respectivas en otras, el apremio personal correspondiente y, a cada uno, se le impone el pago de la tercera parte de costas, sirviéndoles de abono la prisión sufrida. Se absuelve a Marcelina Joaquina González, se devuelve la fianza de cincuenta pesetas a Juan Antonio González Ramírez que prestó como garantía de su libertad, se devuelven a la Real Biblioteca los libros sustraídos por Múgica y los restantes a sus respectivos proveedores. El 17 de julio de 1908, la Audiencia de Madrid remite al Juez Instructor de Palacio las tres piezas del sumario de la causa contra Múgica por hurto. El 21 de julio se procede a las devoluciones. El 26 se entregan a Vindel los libros que Tomás de la Cuesta había presentado en el Juzgado. A Múgica se le destina al penal de Ocaña en septiembre de 1908 y en esas fechas, el Bibliotecario Mayor designa al oficial Ricardo Gallego y Granados para que se haga cargo de los libros de la Real Casa y de las mil quinientas pesetas.

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7. NUEVOS

LANCES DE PERFILES BIBLIÓFILOS

7.1. Manifestación discreta y exhibición indecorosa: el viejo Vindel «versus» el caballero Huntington La gran subasta de 1913 consagra a Vindel [3456 piezas, descripciones completas, facsímiles, índice de láminas; una homologación con los catálogos extranjeros]. El catálogo bilingüe no deja equívocos sobre la proyección de la venta. El francés de Conditions de la vente es macarrónico, eso si «en le local de la vente on pourront examiner les lots du jour». La lista de precios y nombres de los compradores también la publica: un espacio de propaganda en el que sus estrategias de conducta se hacen evidentes: prestigiarse mediante la vanagloria de la clientela, practicar la rapiña reservándose las mejores piezas para él, utilizando hombres de paja a los que, su instinto de territorialidad, le inclina a nombrar con topónimos conquenses, que señalan sus orígenes, y de la sede de su reino, Madrid. Para levantar el mapa de la bibliofilia española e hispanista de principios del siglo XX, la lectura de este listado es imprescindible. Traficantes de libros, todos comercian con todos. Una academia invisible y estratificada en la que conviven historiadores, bibliógrafos, bibliotecarios, bibliófilos, libreros y un inframundo social vinculado con el tráfago de impresos y manuscritos. La correspondencia acoge confesiones, perplejidades, soplos bibliográficos que anuncian maravillas, gangas, victorias y derrotas bibliográficas. Las conductas de subordinación son fundamentales para el mantenimiento de esta sociedad jerárquica. Los movimientos del gran cazador los alargan los secundarios, atentos siempre al rango: sin moverse de Santander, Menéndez Pelayo, se hace con los libros que Fonger de Haan compró a Vindel; Bonilla San Martín, intermediario de don Marcelino en esta operación y ejemplo acabado de encantada sumisión, se apresura a calificarla como una adquisición preciosa y baratísima de unos ejemplares tan raros, que no acierta a comprender ni cómo el librero se los vendió al estudioso holandés ni cómo este se ha desprendido de ellas por mil doscientas pesetas23. Conseguirle al jefe la pieza al más bajo coste –arrancar un doce por ciento a las hijas del librero Federico Real y Prado– es una forma de halago que, como en este caso concreto de Juan Estelrich, 23. Bonilla San Martín, Adolfo, «Carta a Marcelino Menéndez Pelayo», (Madrid, 6IX-1905), Epistolario, vol. 18, núm. 495.

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es una manifestación del trabajo de asistencia personal que se hace cargo de fastidiosos detalles como es el regateo y que, a menudo, se vive como una vocación cuasi sacerdotal24. Por delegación propia, en estos casos, el subordinado de corazón servicial se aleja del individuo alfa al que ha servido con la sensación de importancia. Temas y libros definen a los bibliófilos; el conde de las Navas se aparta del perfil habitual y su interés por las gallinas, alimentado por Vindel, sirve para identificarle entre bibliófilos, bibliógrafos y eruditos: Bonilla San Martín amenaza con publicar en el periódico De gallinas y sus concomitancias, una serie de artículos donde denunciará, a propósito de sus consultas sobre los cancioneros y los libros de caballerías, la hostilidad facultativa que le profesa el conde25. Sociedad cerrada donde circulan por los mismos canales la erudición, la bibliofilia y las veleidades creadoras de sus miembros. La primera edición de Chavala, una historia disfrazada de novela se edita en Sevilla en 1893. Los cuatrocientos ejemplares numerados, costeados por el marqués de Jerez de los Caballeros y su hermano, el duque de T’Serclaes, los distribuye rápidamente el conde de las Navas «¡Vaya si hablaremos cuando Vd. termine la lectura de Chavala!», comenta a Menéndez Pelayo, informándole de que también Clarín lo recibirá en Oviedo26. Cambalaches y amistad definían para Vindel su relación con el conde de las Navas. Mucha salud, abundancia y alegría deseaba López de Valdemoro al librero durante todo el 1905. Sin embargo, en ese año iba a terminar la devota amistad que el bibliotecario mayor le manifestaba al felicitarle las Pascuas en diciembre de 1904. Un «desagradable incidente» ocurrido el 15 de octubre es el eufemismo empleado por el librero para referirse al robo de libros de la Real Biblioteca que puso fin a un nexo en el que el servicio bibliográfico mutuo se cubría de afecto. La pasión bibliográfica del conde por las gallinas no se satisfacía con los 114 impresos y 19 manuscritos del catálogo presentado en la Exposición Internacional de Avicultura de 1902; una segunda parte, De gallinas y sus concomitancias, iba a contar con dos joyas avícolas: un impreso limeño de 1762 relativo a peleas de gallos y un exlibris de Coquereau, aguinaldos de Vindel en las navidades del 1904. 24. Estelrich, Juan Luis, «Carta a Marcelino Menéndez Pelayo», (Cádiz, 20-XI-1908), Epistolario, vol. 19, núm. 879. 25. Bonilla San Martín, Adolfo, «Carta a Marcelino Menéndez Pelayo», (Madrid, I1903), Epistolario, vol. 16, núm. 104. 26. Navas, Juan Gualberto López Valdemoro y de Quesada, conde de las, «Carta a Marcelino Menéndez Pelayo», (Madrid, 29-XI-1893), Epistolario, vol. 12, núm. 464.

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Las aficiones avícolas y bibliográficas del Conde de las Navas inspiran esta caricatura de José María Florit. Recuerdo de la tertulia dominguera del Conde de Valencia de Don Juan, Madrid: Hauser y Menet fototipia, 1904.

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El Registrum pecatorum es el cuaderno de bitácora del librero: por orden alfabético registra a sus clientes. Su escribiente anota al dictado los comentarios de Vindel. Percepción de quien se considera la persona que ha elevado el valor del libro español porque fija el valor de los libros sin importarle el «qué dirán» colegas y bibliófilos. Sus colegas convenían que este ex faquín del Rastro había enfocado el comercio sujetándose a las corrientes y aspiraciones de su tiempo, husmeaba las buenas piezas y las adineraba mas que nadie. Rey y más que el rey, el emperador, el kaiser, el zar, el non plus ultra de los libreros de viejo le reconoce El Día de Madrid en el artículo «Madrid Pintoresco». El rey de los viejos volúmenes27. Las fichas del Registrum son las del gran cazador sobre piezas y rivales, fronteras no siempre bien establecidas. Considera a Huntington inteligente, sagaz, astuto, de miras muy altas. Todo lo español, manuscrito e impreso que sea de alta importancia, es su objetivo. Escurridizo, ante el trance supremo –pagar– puede uno terminar siendo cazado por él. El mundo de la bibliofilia se vive en términos cinegéticos: la localización, el paciente acecho a la pieza, el salto preciso al más bajo esfuerzo o con el menor gasto de energía –léase dinero–, el máximo alimento. La tristeza de no haberlo acaparado todo, impide disfrutar a gusto su presa: eso le pasó a Sancho Rayón cuando creyó llevarse lo mejor de la casa de Frías28. Edouard Rahir, el dueño de la Librarie Damascene, pagará 25.000 francos por un libro de Horas encuadernado por Padeloup que Vindel pagó con 4.000 pesetas a la viuda de Colón: la diferencia saldaba ocho años de espera. Alimentar el fuego sacro del bibliófilo, engatusar a la víctima haciéndole saborear las piezas poco a poco. El bibliófilo accede al paraíso a través de estos menudos placeres. El argot librero que maneja Vindel es barojiano: «ratoneros» y «gangueros» identifica a la ínfima categoría de compradores de libros. Sin embargo, Pepe «el Chanela», que viene con un saco al hombro lleno de manuscritos, hombre de escasísima cultura y mucha gramática parda, y que pelea con los libros en el Rastro, es un «traficante». «Corredor de libros raros», es quien se ofrece para colocarlos a clientes imaginarios, a precios fabulosos y que termina pidiendo un préstamo muy pequeño que nunca devuelve. En la trastienda de Vindel se amontonan los libros; en una estantería un cestillo con huevos y unas botellas: mientras él enseña impresos del XVI, su contertulio da fin a diecinueve huevos crudos ayudándose con vasitos de Málaga. 27. Palau y Dulcet, Antonio, Memorias de un librero catalán. 1897-1935, Barcelona: Librería Catalonia, 1935, 243, pág. 369. 28. Ibidem, 89.

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No es de extrañar que con un perfil así, la devolución de los libros a Vindel fuese un insulto a la Real Biblioteca. El sentimiento nacional acerca del patrimonio real es tan claro, que en el recurso a la sentencia la Casa Real afirma en 1908 que no se resigna a quedarse sin obras inestimables que son una pérdida para España. En ese año, cuando se celebra el primer centenario de la Guerra de la Independencia y se hace frente ideológicamente a la pérdida de las colonias, la bibliofilia del rey es el referente de esa nación que se busca. El listado de obras aún no devueltas que se adjunta en el recurso, en el que piezas relevantes alternan con otras de inferior categoría, confirma el perfil de un robo dirigido a un mercado netamente nacionalista, en sintonía con la bibliofilia y el coleccionismo del momento: primera imprenta española y o autores españoles: Diego de Valera, Tratado de rieptos e desafíos; Pedro Ciruelo, Dexameron; Palemerín de Oliva; el Exemplario de Juan de Capua; la Gramática de Nebrija de 1492; el Cancionero de Urrea, la Tercera carta de relación de Cortés29. Un error de interpretación de la ejecutoría no permitía un dislate como era el haber devuelto a Vindel obras así. El Intendente de la Real Casa y Patrimonio no renuncia a perder el número total de libros de Su Majestad que se presentaron a la Audiencia como piezas de convicción y recurre la sentencia30. Pregunta por qué, si todos los libros pertenecen a la Real Biblioteca, no se le devuelven cuando entre lo recuperado hay piezas de la importancia del Registro de Representantes de Juan de Timoneda, un ejemplar considerado único en ese momento que, como se especifica es «propio de la Casa Real» por su rareza31. Pregunta retórica porque la respuesta estaba en la sentencia. 29. La diferencia de calidad de las piezas se evidencia en los precios de la tasación del conde de las Navas que suma 16.040 pesetas y varía entre 6.000 pesetas del Registro de representantes y las 10 pesetas del Tratado de la sentencia… Coincide con las once piezas tasadas por los peritos en el Juzgado por carecer la Real Biblioteca de elementos para justipreciarlas dada su escasa importancia. Aún así, Gabriel Sánchez, uno de los libreros tasadores, consideró que se tasaron muy alto. Cf. Real Biblioteca II/4594. 30. Estuvieron depositados en la Real Biblioteca desde el 29 de octubre de 1906 hasta el 17 de septiembre de 1907. 31. Rueda, Lope de, Registro de representantes a do van registrados por Ioan de Timoneda muchos y graciosos passos de Lope de Rueda y otros diuersos autores, assi de lacayos como de simples, y otras diuersas figuras, [S.l.], Véndense en casa de Ioan Timoneda, 1570. Real Biblioteca I/B/158. Emblema heráldico en cubiertas de Mathieu, en dorado. Exlibris de Juan Manuel Sánchez.

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Según el Juzgado, lo único que la Real Biblioteca podía probar de su propiedad eran las diecinueve piezas que Múgica confesaba haber robado y las siete que «míster Arquero Huntington» –como se le llama oficialmente– había comprado a Vindel y que, como manifestaban todos los implicados –vendedor, comprador y víctima–, pertenecían a la Real Biblioteca. En cuanto a los treinta y dos restantes, el Juzgado consideraba que el barullo en la procedencia de los libros era tal que ni siquiera el conde de las Navas, Bibliotecario Mayor, a quien en opinión del Juzgado, le bailaban los datos entre canjes, ventas y hurtos, había podido justificar la propiedad. Tirar del hilo y seguir recuperando libros de Su Majestad no despejaría nunca la duda sobre la legitimidad de su salida de la biblioteca particular del rey. De esos treinta y dos libros no se podía afirmar si los había robado Múgica, si eran producto de sustracciones anteriores o, si simplemente, habían salido de la Real Biblioteca por transacciones del propio centro. En la Biblioteca de Palacio Real, alegaba el Juzgado en la sentencia, existía confusión bastante para no poder asegurar nada de modo indiscutible32. Desde el punto de vista de la conducta natural, el sistema de intercambio practicado por el Bibliotecario Mayor, una tradicional práctica biblioteconómica, era una forma de resolver un obstáculo frecuente en la de administración de bienes, la acumulación, transformándolo en ganancia. Una conducta sensata de rentabilización de capital muerto. En 1898 la Real Biblioteca había emprendido una política de intercambio y financiación que permitía solucionar un problema bibliográfico típico de una biblioteca real privada, el acopio de múltiples de calidad. La atención que el rey prestaba a la conservación de su patrimonio y a su transmisión por la herencia favorecía el que se hubiesen fundado en él los patrimonios individuales de los otros miembros de la familia real: bibliotecas de los infantes, de los Príncipes de Asturias, de reyes y reinas anteriores. El efecto acumulativo tenía entonces fatales consecuencias: depreciación por pérdida de exclusividad. Para resolver las repeticiones se imponía una selección darwiniana: sacrificar lo menos importante para que lo principal pudiese desarrollarse, exhibirse y mantener su efecto exclusivo. Y precisamente esto es lo que había hecho el administrador de los libros del rey. En este caso, el conde de las Navas había puesto en marcha este proceso de revalorización que el Juzgado le reprochaba. Mientras el cambio de piezas se había llevado a cabo con instituciones, la práctica de 32. Sentencia en Real Biblioteca II/4594.

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acumulación y ganancia no había sobrepasado los límites pero al haberse trascendido ese ámbito, buscando ampliar la ganancia, se había originado el problema. En las manos privadas –bibliófilos como el marqués de Jerez de los Caballeros o Félix Boix y Merino– y libreros de Barcelona y de Madrid –Miguel Parera, Victoriano Suárez, M. Montes, Gabriel Sánchez y Pedro Vindel–, el crecimiento exponencial de los beneficios quedaba fuera del dominio patrimonial. Control de recursos, dominio social y una eficaz conducta de exhibición subyacían también en la política de edición de catálogos que se intensificaba en esos años en la Real Biblioteca. En sintonía con la idea de España como problema y los orígenes del nacionalismo, los libros del rey representan ahora ese valor que encarna la Monarquía restaurada, el ser de España. Al catálogo de las Crónicas manuscritas de Menéndez Pidal, seguían los catálogos del conde de las Navas, empezando por uno vertebral, AutoresHistoria, verdadera columna de la bibliofilia real. Las vinculaciones de la Real Biblioteca con Marcelino Menéndez Pelayo son durante este periodo más que estrechas y el trabajo de recuperación y difusión de fuentes históricas patrias es febril. La institución en su recurso al Juzgado explica la magnificación del supuesto caos de la biblioteca, alegando que, como en cualquier otra, si se están formando los catálogos es lógico que los libros no estén en su sitio, que anden dispersos por las mesas de quienes los catalogan. Sin embargo, admitir, como se hace en el prólogo del catálogo, que no se puede asegurar cuándo ni cómo se robó un incunable como La historia de los siete sabios de Roma y del rey Apolonio, Sevilla 1495, autorizaba a reconsiderar el grado de control de los fondos. Y, en este momento, nuevos datos para seguir completando el cuadro acaban de aparecer. El 19 de diciembre de 1908 se requiere a Vindel para que devuelva en el acto, sin excusa ni pretexto y bajo apercibimiento de que no hacerlo implicaría que la Audiencia Provincial procedería criminalmente contra él, treinta y dos libros que el Juzgado le ha entregado por error. Si no estuviesen ya en su poder, se le exige que manifieste las personas que los tengan para que se las requiera. Gestiones infructuosas: los libros que se entregaron a Vindel el 23 de julio de 1907 estaban en paradero desconocido: Vindel alegaba que el Juzgado que le había incapacitado para vender y que había sido su dependiente, Marcos Angulo quien los había enajenado y vendido en agosto, espaciadamente y en días imprecisos, a varias personas cuyos nombres no se podían precisar amparándose en

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que no era costumbre en los comercios andar con averiguaciones sobre los compradores máxime cuando el cierre inminente de la tienda había forzado una venta masiva. La comisaría de vigilancia del distrito de Palacio se rinde por escrito ante el Juez de Instrucción el 11 de enero de 1909. El 28 de enero se publican edictos en la Gaceta y Boletín Oficial para que en el plazo de cinco días comparezcan en el Juzgado quienes compraron los libros bajo multa de cinco a veinticinco pesetas33. El caso sigue abierto cuatro años después de haberse dictado sentencia. El 24 de junio de 1909, el Bibliotecario Mayor comisiona a Ricardo Gallego para que se le entreguen los tres libros de horas. En julio de 1909 el escribano del Distrito de Palacio, designado por la Real Intendencia de Palacio entrega dos libros de horas, uno encuadernado en piel roja, miniado, otro en pasta con el Salterio y el Nobiliario de Diego Valera. Pero de entre todos los errores de la ejecutoria, haber entregado a Pedro Vindel el Registro de Representantes era el que más dolía en el alma de la Real Biblioteca y, por eso, calificaba como una enormidad el acto judicial y exigía al Juzgado de Palacio que requiriese al librero la inmediata devolución so pena de proceder contra él criminalmente. 33. Gaceta de Madrid (1-III-1909), anexo 2, 605. Los libros citados son: «Modo de pelear a la gineta de Villalobos, 1605.-Discurso de la gineta de Arias Dávila, 1590.Tratado de rieptos de Diego Valera.- Registro de Representantes de Juan Timoneda, 1570.- Anotaciones latinas de Antonio Nebrija.- Doctrina cristiana en lengua castellana, quechua y aspuara, 1584.- Gerson confesional, 1525.- Cartas escritas a don Fernando Silva por Jerónimo Ruiz, 1537.- Traslado de la sentencia dada contra las de la villa de Gante.- Escuela de principiantes... Pedro Texedo, 1678.- Ciruelo Medicinal contra pestilencia, 1519.- Copia de una carta enviada a la corte del Emperador, 1536.- Cosmografía de Pomponio Mela, 1478.- Nebrija, gramática castellana, 1492.-Deorum dearum ex museo de Abraham Ortelio, 1573.- Relación de las paces entre sus majestades y el rey de Francia, 1538.- Diálogo de Salomón y Marcoefa.- Descubrimiento del gran río de las amazonas por Cristóbal de Acuña, 1642.- Anotaciones sobre las Odas de Horacio.Matraca en romance.- Demostración de los comerciantes de la Habana al rey Carlos III, 1760.- Antonio de Beccaria, traducción en latín del lugar del orbe habitable.- Palmerín de Oliva 1580.- Otro idem.- Ejemplario contra los engaños y peligros del mundo de Juan de Capua, 1515.- Leyes y ordenanzas para la gobernación de las Indias, 1543.Historia de tres reyes de Castilla, don Sancho el Deseado, Alfonso VIII y Enrique I, por Alonso Núñez de Castro, 1665.- Nobiliario de Megía, 1492.- Cancionero de las obras de Pedro Manuel de Urrea, 1513.- Ciruelo, Supersticiones y hechicerías, 1538.Cervantes, viaje del Parnaso, 1614.- Bovistau, Historias prodigiosas, 1586.

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La forma en que esta obra de Lope de Rueda se había sustraído y regresado a la Real Biblioteca ilustra de manera excepcional rasgos de conductas bibliófilas como son la manifestación discreta y la exhibición indecorosa. El Registro de Representantes había formado parte de un volumen ficticio; hasta que se le robó a la Real Biblioteca era junto con otra obra de Juan de la Cueva, El deleytoso, un único libro34. Nada más haberse hecho con el libro, Pedro Vindel los había separado para doblar ganancias. Archer Huntington le había comprado el Deleytoso en París durante el verano de 1904, junto con otras obras más de la misma importancia y procedencia, pertenecientes a la Real Biblioteca. El Deleytoso lo había camuflado Vindel en una encuadernación dieciochesca con exlibris del duc de la Force, Henri Jacques Monpar de Caumont. Mataba con su trampa varios pájaros de un tiro. Vindel había aplazado la venta del otro libro del facticio, el Registro de Representantes, para lograr mayor ganancia: dosificar para cebar la pieza que se va a cobrar. Pero la conducta de exhibición –el pavo real la solventa desplegando su cola– lleva a Pedro Vindel a optar por una actuación de riesgo, anunciar su indecorosa hazaña para satisfacer el deseo de impresionar en su entorno. El resultado no sirvió para mejorar su status, sino para que en el foro común donde se jactó de sus tretas se supiese de inmediato lo que había pasado. El librero ya había alardeado de su hazaña: en el verano del 1904 le había vendido varios libros a Huntington, entre ellos el Cancionero de Juan del Encina, Burgos 1505 y El Deleytoso, Valencia 1567, una rareza bibliográfica. El Registro de representantes, destinado también al Presidente de la Hispanic Society of America, lo había reservado para una segunda ocasión, con la esperanza de hacerle pagar más. Gracias a haberse difundido la noticia, Vindel se había visto forzado a deshacerse de la prueba y el Registro de representantes se había recobrado metido en un saco, abandonado en un portal madrileño; después quedó depositado en la Real Biblioteca para entregarlo al Juzgado. «I received this morning an extraordinary offer of books from V[indel]. But unfortunately I cannot trust V. and I cannot get to his place without changing my plans. His list is indeed unbelievable, and something possibly 34. El Deleytoso. Compendio llamado El deleytoso, en el qval se contienen muchos passos graciosos del excellente poeta y gracioso representante Lope de Rueda, para poner en principios y entre medias de colloquios y comedias. Recopilados por Ioan de Timoneda, Valencia, Juan Mey, 1567. Real Biblioteca I/B/159.

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may result», había apuntado Archer Huntington el 21 de marzo de 1904. En la carta que recibiese del conde de las Navas el primero de diciembre de 1904, reiterada trece días después y aún sin contestar el 5 de noviembre de 1905, vería la confirmación de sus sospechas: «Vindel has declared that some of the stolen volumes were sold by him to you last summer». Declarado cómplice, el Bibliotecario Mayor le comunicaba que el librero estaba en prisión, a disposición de los tribunales. Entre los libros que había confesado haber vendido al Presidente de la Hispanic Society of América estaban el Cancionero de Juan del Encina y El Deleytoso. Era innecesario que a un bibliófilo de la talla de Huntington tuviese el conde de las Navas que mencionarle la rareza de la edición de Lope de Rueda que, además, formaba un volumen con el Registro de representantes como atestiguaba el Marqués de la Fuensanta en el volumen dedicado a obras de este autor publicado en una colección de cabecera para todos los entendidos, Colección de libro raros y curiosos. Vindel había separado las obras; el Registro de representantes lo había recuperado el juzgado. Apelaba el conde de las Navas a las reconocidas cualidades del bibliófilo para que entregase a Su Majestad, en los términos que quisiese fijar, los libros que le habían sustraído. Incluía, además, la lista de los que aún no se habían encontrado por si acaso hubiese adquirido alguno más aparte de los dos mencionados por Vindel35. Un telegrama del 29 de noviembre aseguraba que ponía a disposición del Real Patrimonio los libros sustraídos a la Real biblioteca y que Vindel le había vendido en París. El Cancionero de Encina, El Deleytoso, el Cárdeno lirio, Cancionero de Urrea, Coro febeo, Doctrina e instrucción del arte de caballería de Cartagena, justipreciado en cuatrocientas pesetas en la relación que la biblioteca había entregado al Juzgado y que el Catálogo de Incunables n. 116 de la Rosenthal (Múnich) valoraba en tres mil marcos ahora se tasaba en tres mil marcos. Todo lo ratificaba el Presidente de la Hispanic Society en su carta de 30 de noviembre. Al tiempo que la Intendencia General de la Real Casa aportaba estas nuevas pruebas en el Juzgado, añadía nuevas desapariciones de los estantes de la biblioteca de palacio: la Summula confessionis –valorada en mil marcos 35. Navas, Juan Gualberto López Valdemoro y de Quesada, Conde de las, «Carta a Archer Huntington», (Madrid, 5-V-1905), HSA, 316. Rueda, Lope de, Obras, Prólogo del Marqués de la Fuensanta. Colección de libros raros y curiosos, Madrid, 1895-1896, vol. 23, viii.

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entre los incunables de Rosenthal– y la Sevillana medicina, justipreciado en ochenta en el Boletín de la Librería de Murillo hacía ya cuatro años36. «Nada me proporcionaría mayor placer que devolverlos a la Biblioteca de Su Majestad», es la inmediata respuesta de Huntington cuando de la lista enviada por el conde de las Navas entrega siete libros entre los que están la Gramática de Nebrija, de 1492, el Cancionero de Urrea y uno tan apreciado en el Catálogo de Incunables Españoles que acaba de publicar la casa Rosenthal de Múnich como el Alonso de Cartagena impreso en Burgos en 1497. El comportamiento de Huntington en este lance muestra otro rasgo de la naturaleza bibliófila. Presumir mediante una callada extravagancia es otra alternativa de una conducta de exhibición. Huntington opta por la discreción, una forma clave de mostrar fuerza, conservar un buen nombre y reforzar status social: dar al rey sin contrapartidas. «Me alegro de que los libros hayan llegado a mis manos, lo que hará posible su restitución» es una afirmación inequívoca de un perfil bibliófilo determinado. Archer Huntington, fundador de la Hispanic Society, reputadísimo bibliófilo y con una fortuna de dimensiones americanas, había comprado de buena fe siete libros a Pedro Vindel en París en el verano de 1904. En cuanto supo su procedencia los devolvió a la biblioteca del rey y se sintió gratificado solo con saber que Alfonso XIII estaba encantado al haber recuperado los libros. En la historia natural de la bibliofilia, un rasgo de conducta que él mismo califica «the very simple and natural action which I have taken in this matter» es, sin duda, un ejemplo acabado de práctica de domino elegante37. La superioridad sobre el grupo que proporciona esta conducta es un recurso de poder que quien la practica administra con sabiduría, contraponiendo sus acciones a las de prácticas de dominio vergonzosas en las que él o sus pares han sido víctimas. La pena que le causa el robo, Huntington la alivia con la alegría de confirmar que individuos como él garantizan una solución justa. «In regard to Vindel, I am surprised that he should have acted in this manner» afectaba Huntington ante el conde de las Navas en 36. Traslado del Oficio del Bibliotecario Mayor del 19 de diciembre que la Intendencia de la Real Casa y Patrimonio traslada al Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción del distrito de Palacio el 21 de diciembre de 1905. 37. Huntington, Archer, «Letter to the count of Las Navas», (New York, 22-I-1906), HSA, 316.

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noviembre de 1905 cuando hacía unos meses en su diario había anotado que el librero no le parecía trigo limpio. En efecto, entre los libros que figuraban en la lista y que no estaban en las manos del Presidente de la Hispanic Society, siguieron sin localizarse la Summula Confesionis de Valencia, 1477, valorado en mil marcos y el Libro de las propiedades de las cosas, en la edición toledana de 1529. Otros libros que faltaban, a gran distancia de estos importantes impresos, como la Sevillana Medicina de Juan de Aviñon, Sevilla, 1545 terminará apareciendo años más tarde en Barcelona en poder de otro bibliófilo, quien, sin embargo, no dudo en revendérselo a la Real Biblioteca, habiendo pasado antes por libreros sevillanos. 7.2. Juan Manuel Sánchez, el consumista ostentoso: un bibliófilo en el microscopio Juan Manuel Sánchez se inició en el coleccionismo por un principio de emulación. En opinión de Pedro Vindel, pretendía ser Miranda o T’Serclaes cuando empezó a comprar historias locales. Revela, también, que fue él quien le mostró que el camino de la verdadera bibliofilia está empedrado, únicamente, de libros buenos y raros. A su adquisición se entregó sin reparar en gastos –trescientas mil de las antiguas pesetas empleadas entre 1902 y 1916– ni detenerse en consideraciones morales sobre la propiedad privada hasta conseguir una colección que Pedro Vindel enumera con solo plurales: celestinas, romanceros, crónicas, papeles góticos. De su manía bibliófila hay anécdotas pueriles, ejemplos perfectos que ilustran lo que, con razón, los philosophes consideraron una pasión ridícula si no estaba gobernada por la razón. Salir del cazadero contoneándose y aporreándose el pecho para mostrar una gran captura ante un rival, no debió servirle de mucho cuando, al final, la ruina brindó a los otros la oportunidad de quedarse a bajo precio con lo que Sánchez había atesorado. Santiaguillo, «Santiago López. Tienda de Antigüedades, Compra, venta y cambio, Carrera de San Jerónimo, 44», ayudado por El Albañil, remataron su biblioteca en 1920 a lo largo de varios meses, en un local de la calle de Leganitos. Un desastre bibliográfico en palabras de Vindel, que consideró imposible volver a reunir tan magnífica selección38. 38. Vindel 1945, 106-109. Barbazán Beneit 1970, 199-200.

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Previo al biblioclasmo, la envergadura de su colección le había permitido publicar la Bibliografía Zaragozana del siglo XV, en 1908 y la Bibliografía Aragonesa del siglo XVI, entre 1913-1914. Su consolidación en ese espacio de regionalismo es tal que Joaquín Costa, cuando en Aragón se proponen fastos glorificantes de la Guerra de la Independencia, afirma que no puede concebir una Exposición Intelectual Aragonesa que exaltase la gesta de los sitios sin la intervención de la colección gráfica reunida por Sánchez39. Bibliófilo de primera generación, exceso de testosterona e identificación con toda una escala de valores nacionales, regionales y locales, en su más alto porcentaje forjados en el imaginario común, caracterizan la conducta bibliófila representada por Sánchez y que cierra el panorama del coleccionismo de libros en el entorno real de la España alfonsina. La Real Biblioteca tardó años en recuperar el Registro de Representantes, testigo excepcional de tantas perversiones bibliófilas. El 23 de octubre de 1920, La intendencia general de la Real Casa y Patrimonio, libró setecientas cincuenta pesetas a Santiago López Maroto suponiendo que «habrá pagado por la misma esa cantidad, ya que no habría de lucrarse con ella al enterarse que es producto de un robo»40. El exlibris de Sánchez, en el vuelto de la portada, añade la mentira a una naturaleza bibliófila basada en el consumismo ostentoso. 7.3. Traficantes de bibliotecas El tráfico de bibliotecas en este periodo es tan escandaloso –la venta de Heredia-Salvá en París 1893, la de Frías, la de Jerez de los Caballeros (1898)– que el estado se ve en la obligación de intervenir y en 1906 se presenta en las Cortes un proyecto de ley que impida la venta del patrimonio bibliográfico español en el extranjero. La desestimación de la propuesta de ley se es un muestrario acabado de los intereses de la bibliopiratería hispana: los argumentos aducidos para oponerse a las ideas del gobierno podían encontrarse en el folleto de Pedro Vindel, Obras Artísticas. Observaciones contra un proyecto de ley que afectaba, según los argumentos del librero, a todos los que no eran diplomáticos y consideraban que la historia literaria o histórica españolas ganarían en prestigio al cono39. Moralejo Álvarez y Romero Tovar 1991, i-xv. 40. Papeleta en el fichero manual de la Real Biblioteca. Véase además la documentación en «Ingresos de libros, medallas, etc.», ARB_1920.

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cerse sus fuentes en el extranjero, sobre todo porque fuera de España se pagaba por ellas precios fabulosos. El 15 de noviembre de 1905, Emilio Alcalá Galiano, conde de Casa Valencia, lee por segunda vez un proyecto de ley para impedir la salida de obras de arte; aprobado por ambas cámaras, la hostilidad de los senadores, que lo consideraron una merma de la propiedad privada, lo sepultó en el archivo y paralizó su votación. El proyecto lo había presentado en 1904 un ministro conservador, Lorenzo Domínguez Pascual, queriendo responder a una necesidad sentida aún en el extranjero, «por más que allí de este sentimiento solo se aprovecha lo que a nosotros podía dolernos». El dictamen de la Comisión de Conservación de obras de arte, formada por Arias Miranda, Alcalá Galiano, Avilés y el marqués de Laurencín, entre otros, suscita la misma reacción de quienes consideran la ley una merma de la propiedad privada. La respuesta del portavoz de la Comisión, Ángel Avilés y Merino, senador por la Real Academia de Bellas Artes, es el eco de quienes viven este expolio como parte del desastre porque los objetos de arte, cuya salida lamenta la prensa y los entendidos, representan «nuestra historia, nuestro genio, el entendimiento, el carácter y la gloria de España». El objeto suntuario medieval español, las coronas de Guarrazar, no son más que un objeto de mera curiosidad en el Musée de Cluny, que se cambió por un pedazo de pan. Duele el engaño y el medio ilícito de enajenación que impera para este expolio; enorgullece ver que en el extranjero la fama de la nación ha llegado a una altura colosal. Quienes tienen muchísimo dinero suplen la falta de talento haciendo suyas a peso de oro obras que no han podido producir. Italia acaba de votar una ley en 1902; en Francia, en 1905, se han transferido al Estado y a las colectividades locales los edificios de la Iglesia anteriores a esa fecha, acordándoles la definición de su uso cultural; a nivel europeo la inquietud sobre la salida masiva de obras de arte mueve a formar una Liga41. Los términos vandalismo y depredación se oyen en los foros preocupados 41. «Dopo l’unità d’Italia e la Presa di Roma nel 1870, si susseguirono diverse iniziative che miravano alla emanazione di una legislazione organica per la tutela dei beni artistici. In questa impresa si cimentarono diversi Ministri e soltanto agli inizi del ‘900 si ebbe l’approvazione della cosiddetta Legge del Ministro Gallo (Legge 12/6/1902, n. 185), che può considerarsi il primo atto di legislazione organica sulla materia. Le lacune di quella Legge, soprattutto in punto di controllo e di disciplina della esportazione delle opere d’arte, imposero una nuova iniziativa legislativa, che portò alla emanazione della Legge 364 del 20/6/1909, con la quale si fissavano principi ancora oggi applicati. In particolare la delimitazione dell’ambito della tutela pubblicistica; la

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por una defensa nacionalista del patrimonio. Se apela a esta defensa como una cuestión española, esencialmente patriótica: Itálica y Numancia se está excavando y el gobierno tiene derecho a intervenir porque la Historia y la honra de España se cifran en ellas. Un deber patriótico que la reacción considera un ataque a un derecho sacratísimo, el de la propiedad privada. El 28 de noviembre de 1905 se reúne la comisión de Conservación de obras de arte. La discusión de su dictamen, casi un año después –30 de octubre de 1906–, intenta cambiar la mala estrella de ese proyecto: se consignan 250.000 pesetas para la adquisición de obras de interés nacional, excavaciones o instalaciones de museos. El triple destino de esa asignación hace sospechar al senador Pardo-Belmonte que el derecho de tanteo que se concede al estado sea más bien ilusorio. Reclama un Comité para la adquisición de obras de arte como el inglés, que bien conoce Alcalá Galiano, ex embajador en Londres, que ha permitido adquirir La Venus del Espejo. Una ley que nace muerta y que amalgama cosas tan heterogéneas como establecimientos y adquisición. Este sentimiento de fuga del patrimonio y de necesidad de una acción oficial de defensa es el que pone de manifiesto La Vanguardia, al dar la noticia de la adquisición de la colección bibliófila de José López Lameyer creazione del concetto di cose immobili e mobili aventi interesse storico archeologico o artistico per la Nazione; il principio della inalienabilità di tali oggetti; il principio della necessità di denuncia per le ipotesi di trasmissione della proprietà o del possesso da un soggetto ad un altro; ed infine il principio della prelazione a favore dello Stato. La Legge del 1909 venne poi corredata da un regolamento composto di 188 articoli, da ritenersi tuttora in vigore, visto che non è mai stato emanato un nuovo regolamento al posto di quello». Alberto Belli, «La tutela dei beni culturali in Italia», [el línea]: [consulta 16/06/2011]. Une loi de 1906 interdisant l’exportation d’objets culturels classés montre une certaine dérive nationaliste du terme. La multiplication des sociétés privées et des associations locales dont l’objectif est de protéger un patrimoine local peut-être méconnu des autorités parisiennes et témoignent de la sensibilisation des esprits sur l’ensemble du territoire aux menaces qui pèsent sur les monuments du passé. «9 décembre 1905 - La loi de séparation de l’Église et de l’État transfère à ce dernier et aux collectivités locales la propriété des édifices de culte construits avant cette date, et définit les modalités de l’utilisation cultuelle de ces bâtiments. C’est à ce titre que le service des monuments historiques est aujourd’hui gestionnaire des cathédrales, à l’exception de celles qui ont été construites ultérieurement. 1906 - Loi préfigurant la loi de 1930 sur la protection des sites. Le dispositif de protection mis en place par cette loi inspirera la loi de 1913». [En línea]: http://www.arvha.org/ euromed/sp2/france, [consulta 16/06/2011].

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González. El ingreso de este fondo especializado en encuadernación se considera un acto personal de Alfonso XIII, expresión de su responsabilidad patriótica y de un entendimiento comprometido de la función de los bienes nacionales «al evitar que salga fuera de España la colección Lameyen (sic), don Alfonso se propone que los obreros del arte de encuadernar encuentren en la Real Biblioteca un excelente medio de estudio»42. «El director de la Academia de la Historia vende su biblioteca en bloque a un librero en 90.000 pesetas» salta a los titulares de los periódicos en 1927. Se trataba de la colección del marqués de Laurencín. Un escándalo destapado en el mes de julio por El Heraldo de Madrid, del que El Liberal y El Imparcial también se había hecho eco y ante el que Uhagón había guardado un culpable silencio cuando los periódicos le preguntaban meses antes de efectuar la operación si pensaba enajenar una biblioteca que contenía series de Cojuelos, de Guzmanes –en especial la rara edición de 1599–, comedias del XVI y, entre los cancioneros, el manuscrito de Castañeda que había pertenecido a la casa de Oñate. La opinión pública lo señalaba como el primer caso no solo de un director de Academia oficial sino de intelectual de importancia que se desprendía en vida de sus libros de estudio. Se denunciaba, además, que gran parte de ellos los había recibido como donación institucional. Una vergüenza a la que se sumaba el que el Director de la Real Academia de la Historia había pedido a Pedro Vindel que le devolviese los libros con dedicatoria que no tuviesen interés para la venta. El marqués alegaba que la edad y los achaques le alejaban de la investigación y que los libros habían dejado de ser la fuente de sus investigaciones eruditas. Excusas, según algunos periódicos porque a esta última venta a Vindel le habían precedido otras: la colección de Genealogía y Heráldica se la había comprado el Consejo de Órdenes militares por treinta mil pesetas y la de libros de caza y deportes, la había adquirido el difunto marqués de Viana43. La noticia cruza el océano. La alarma de los periódicos españoles la recogen los hispanoamericanos. Una información desoladora para quienes estiman las letras hispanas no puede quedar reducida al suelo patrio. Desde Montevideo se preguntan si las especulaciones literarias españolas no están en consonancia con las americanas y, aunque la cantidad pagada por el hijo del creador de la dinastía de libreros anticuarios españoles pierde un cero en los mares, se comenta un dato interesante que ya 42. «Adquisición», La Vanguardia (23-II-1917). 43. El Heraldo de Madrid (1-X-1927). «Sobre un rumor. La biblioteca del marqués de Laurencín», El Imparcial (29-VII-1927).

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había saltado en las primeras noticias españolas: un anticuario de Londres –¿Quaricht? ¿Mass Bros?– le ha hecho a Vindel una interesante oferta y el librero madrileño estaría interviniendo cerca del Director de la Academia de la Historia para realizar la operación en su nombre. El rumor de que una fuerte casa inglesa se hubiese hecho con «verdaderos tesoros literarios e históricos» revive los ecos de la salida de la colección del Marqués de Jérez de los Caballeros: el alejamiento de la capital española supondría una nueva pérdida irreparable. Dos meses después de la venta, el 22 de diciembre, muere ciego el marqués de Laurencín. No sobrevivió a la delicada operación quirúrgica que le habían practicado en el verano y que mantuvo su salud entre altibajos. La selección de las mejores obras fue un lote vendido por Vindel. El catálogo, prologado por Félix Boix y tirado en la imprenta de Ciudad Lineal, no cedía en mérito a la renombrada y buscada colección de los que publicaba el viejo Vindel y, como la propia colección de Laurencín, había entrado en la categoría de obra rara por lo reducido de la tirada, que no sobrepasaba el centenar de ejemplares. La alarma ante el hecho de que la colección de Laurencín hubiera salido de España estaba tan justificada como si se hubiese anunciado la marcha del Poema del Cid o de la Biblia de la capitular de Toledo. Una riqueza bibliográfica en peligro de desaparición para los celosos del patrimonio cultural de la nación. Haebler había tenido que recurrir al ejemplar del incunable burgalés de la Historia del glorioso mártir san Vitores (Fadrique de Basilea, 1487) de Laurencín para su estudio en la Bibliografía Ibérica, y otros primores de la imprenta nacional temprana formaban también parte de esta colección. La prensa detallaba señaladas piezas impresas y manuscritas de esta colección y aportaba datos concretos como el del ejemplar de la edición príncipe de la Glosa famosísima de Alonso Cervantes tan raro que, hasta ese momento, se había considerado único el adquirido por el British Museum en 1824 en una venta londinense procedente de la biblioteca de Conde. Su inclusión en el Catalogue of a Collection of early Portuguese Books in the Library of H.M. King Manoel de Portugal permitía suponer que el último rey portugués, que aspiraba a sustituir la perdida corona real por la diadema de bibliófilo, hubiese maniobrado para incluirla, al menos en imagen fotográfica, en su fastuosa biblioteca particular. En este mismo momento, la prensa consideraba que la venta en Lisboa de la biblioteca de la última mujer de Fernando VII, María Cristina de Borbón, aunque no era equiparable a la del marqués porque la reina gobernadora no guardaba precisamente joyas, podía privar al país de cartas y documentos que arrojaban mucha luz sobre un interesante periodo de la

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Caricatura del marqués de Laurencín hecho por José María Florit. Recuerdo de la tertulia dominguera del Conde de Valencia de Don Juan, Madrid: Hauser y Menet fototipia, 1904.

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historia de España, un hecho que socavaba aún más el acervo de fuentes patrias en suelo hispano. La salida de España estaba rodeada de misterio. En la capital portuguesa, donde había ido a parar «de tumbo en tumbo», la había adquirido, según Baylly-Ballière, un coleccionista y comerciante español. Se trataba de uno de los más conocidos marchantes madrileños en papeles y grabados antiguos que viajaba hacia Lisboa para recogerla pero su nombre se lo reservaban celosamente las noticias. Por la mano había ganado a otro comprador inglés que tenía casi concertada la operación. Se mencionaba un pago de noventa mil pesetas y entre los interrogantes, se adelantaba una certeza que confirmaba la razón de la reiterativa fuga bibliográfica de las colecciones públicas y privadas españolas: «los libros cristinos tienen fuera de España mercado seguro y remunerador»44. La revista de Giménez Caballero analiza en profundidad el significado de la venta de Laurencín y cuestiona la responsabilidad gubernamental, la debilidad de la política cultural y, evidentemente, la dejadez, la miseria y el abandono económico que envuelve al patrimonio histórico artístico y que convierte al particular extranjero en el mejor postor para toda venta. Exento de patriotería, señala el problema fundamental de estas operaciones al vincular la pérdida patrimonial bibliográfica a la tipología del comprador: lo lamentable no es que los libros salgan de España sino que no se queden en depósitos públicos –nacionales o extranjeros– accesibles a todos. «No estará la biblioteca, hoy por hoy, más lejos de los estudiosos que en el British Museum por ejemplo o en la Biblioteca de la Hispanic Society de Nueva York?»45. Cinco años antes de su muerte, el marqués de Laurencín, asaeteado ahora por esta venta en entredicho, había sufrido en su propia piel como director de la Real Academia de la Historia un robo de libros. Treinta y cinco volúmenes que el celoso funcionario de Vigilancia, Eulogio Consuegra, afecto a la brigada móvil de Maqueda había descubierto que faltaban. Como había sucedido en la Biblioteca Real Particular, paso a paso sus sospechas 44. «De Historia», La pluma, de Montevideo, (1-VIII-1927). «Libros van y libros vienen. ¿Se ha vendido la biblioteca del director de la Academia de la Historia?», La Voz (28VII-1927). Caras y caretas, de Buenos Aires, (1-X-1927). «Fallecimiento del marqués de Laurencín», ABC (22-XII-1927). «Los últimos años de la reina gobernadora», La Libertad (14-VIII-1927). «La biblioteca de la reina gobernadora. Un librero español la ha comprado en Lisboa», El Heraldo de Madrid (14-VII-1927). «Año artístico y literario, 1927, Julio», Almanaque Bailly-Baillière, 1929. «Año artístico y literario, 1927», Estudios, núm. 65 (enero, 1929), 47. 45. Artiles Rodríguez, Jenaro, «La biblioteca Laurencín», La Gaceta literaria (15-XII1927).

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habían ido creciendo en torno a ciertos movimientos en el depósito librario académico. Su actuación brillante había merecido las felicitaciones inmediatas del marqués de Laurencín, quien se apresuró a agradecérselo en nombre de la corporación en una visita personal. La prensa realzaba la importancia del servicio excelente policíaco prestado por Consuegra. No era para menos: la Academia estaba ajena al robo y no había interpuesto denuncia. Detección y recuperación, todo había sido producto de la sagacidad del funcionario. Esta vez, las obras se habían vendido en la librería de viejo de Francisco Jiménez en la calle de Tudescos. El autor material del robo era el hijo del portero de la Real Academia; Eduardo Cardenal Desa vivía con sus padres en la misma institución, en León 21. Un calco del hurto palaciego: las obras se sustraían poco a poco en un goteo que hacía imposible saber ni siquiera cuántas habían desaparecido. Gracias a Consuegra se habían recuperado veintiséis en treinta y cinco volúmenes que Eduardo había vendido al librero Jiménez por una cantidad ridícula, cuatrocientas cuarenta pesetas. Una venta de segundo orden acorde al perfil del librero a quien ni las guías del ramo ni las memorias de los grandes –Vindel, Barbazán, Palau– prestaban atención46. El autor del robo, el dueño de la librería y los libros estaban a primeros de mayo de 1922 en el Juzgado de Guardia. La lista de libros facilitada por La Acción el día 6 no tenía la importancia de la biblioteca particular de Alfonso XIII ni contenía ejemplares impresos de valor histórico y literario47. Sin embargo, tres meses más tarde, los perfiles del robo se habían ensanchado y las declaraciones oficiales del Director de la Real Academia mostraban una realidad diferente. La nota oficial se producía al hilo de otro sobresalto, las «venerandas reliquias» de la existencia material de Menéndez Pelayo abandonaban la Real Academia. Las habitaciones del llorado director se habían tenido que destinar para que el bibliotecario y el secretario, recientemente elegidos, las ocupasen y pudieran ejercer con mayor eficacia la vigilancia indispensable. Contrariamente a lo que había dicho la prensa, el Director aseguraba que sucesivas denuncias habían puesto al descubierto hurtos de extraordinaria importancia. El número de obras desaparecidas aumentaba hasta setenta; por primera vez se hablaba de la desaparición 46. En la guía de Molina Navarro 1924, no se cita más que el nombre, la dirección y las fechas de actividad: 1923-1924, [págs. 28, 31]. 47. «Un robo importante en la Academia de la Historia. Treinta y cinco volúmenes robados de la Biblioteca», La Acción, Diario de la noche (5-V-1922).

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de códices. Los Tribunales habían considerado indispensable que la Academia tomase medidas de todo género para evitar la repetición de hechos tan lamentables y la primera de todas las adoptadas por la corporación había sido la de procurar a esos dos altos cargos un lugar vigía en ese espacio que había sido sagrado monumento del insigne polígrafo48. La invasión agresiva, la destrucción de los bienes ajenos, la apropiación dolosa son hechos deplorables y enormemente didácticos si, como en este caso de biblioclasmo, se analizan desde el comportamiento de los protagonistas. Un robo, igual a tantos otros, se singulariza y, a través de la tipificación de los individuos participantes, se convierte en serial. La España del desastre es el humus donde crecen estos prototipos relacionados con el libro antiguo que tiempo después habrán cambiado. Sus pautas de conducta en lo concerniente a la apropiación, a lo que dio validez a las acciones y estrategias que aplicaron para conseguir lo que estimaron como bienes, incluso la propia consideración de valor que depositaron en ese tipo de libros, será diferente cincuenta años después por más que en la exhibición discreta u ostentosa acompañe siempre a todo coleccionista.

APÉNDICES LISTADO 1 RELACIÓN

DE LIBROS IMPRESOS Y MANUSCRITOS SUSTRAÍDOS DE ESTA

TECA POR EL ESCRIBIENTE INTERINO DE LA MISMA, DON JOSÉ

MÚGICA

REAL BIBLIOY FERNÁNDEZ

[29-X-1905] AGA, f.0.254,476 Impresos 1. Andrés de Ustarroz. Progresos de la historia en el reyno de Aragón. Zaragoza, 1680. 2. Valerio Máximo. Valerio mázimo nobrle philoso..., Alcalá de Henares, 1529. 3. Rodríguez de Almeda. Valerio de las hystorias scolasticas..., Sevilla, 1536. 48. «Los muebles y libros de Menéndez Pelayo. Nota de la Academia», La Correspondencia de España (6-VII-1922). El Sol (6-VII-1922).

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4. Gutiérrez de los Ríos, Gaspar. Noticia general para la estimación de las artes..., Madrid, 1600. 5. Crónica de don Álvaro de Luna. Milán, 1546. 6. Primaleón. Libro que trata de los valerosos y esforzados hechos..., Lisboa, 1598. 7. Yepes, Diego de. Historia particular de la persecución de Inglaterra, Madrid, 1599. 8. Geminiano. Sermones fúnebres..., Lugduni, 1499. 9. Alemán, Mateo. Primera y segunda parte de la vida y hechos..., Madrid, 1750. 10. Fernández de Medrano, Juan. Republica mista..., Madrid, 1602. 11. Pons de Castelví, Fabricio. Gustavo Adolfo, rey de Suecia..., Madrid, 1648. 12. Santiesteban y Osorio, Diego. Guerras de Malta y toma de Rodas..., Madrid, 1596. 13. Fizerbertus, N. De Antiquitate & continuatione catolicae religionis in Anglia…, Roma, 1608. Manuscritos 1. Diego de Valera. Tratado de la nobleza, manuscrito en vitela. 2. Libro de Horas con miniaturas encuadernado en piel encarnada. 3. Otro Libro de Horas con miniaturas, arrancada la pasta y forrado de nuevo en papel. LISTADO 2 TOMÁS CUESTA ENTREGA VERIFIQUE SI PERTENECEN A LA REAL BIBLIOTECA]. [30-X-1905] AGA, f.0. 202,598.

[RELACIÓN PARA QUE SE

DE LIBROS QUE

1. Villalobos. Modo de pelear a la gineta, 1605. 2. Arias Dávila Portocarrero, Juan. Discurso para estar a la gineta con gracia y hermosura, Madrid, Pedro de Madrigal, 1590. 8º, 200ptas. 3. Valera, Diego. Tratado de los rieptos y desafíos. Tratado de las armas. [Real Biblioteca II/1341]. 4. Timoneda, Juan. Registro de representantes, 1570. 5. Nebrija, Antonio de. Introductiones latinas, (s.l., s.n., s.a.). Gótico. 500 ptas. latinas 6. Doctrina cristiana en lengua castellana, quichua y aymara, 1534

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7. Gerson, Johannes. Triartito, si quiere Conffesional de doctrina a cualquier fiel christiano necessaria…, Zaragoza, Jorge Coci, 1525. Encuadernado con Synodalium, Sinodales, Instrucciones. 800 ptas. 8. Ruiz, Jerónimo. Cartas escritas a don Fernando de Silva, 1537 9. Tratado de la sentencia dada contra los de la villa de Gante. 10. Texedo, Pedro. Escuela de principiantes en la filosofía de la verdadera destreza de armas, 1678. 11. Ciruelo, Pedro. Medicinal contra la pestilencia, 1519. 12. Copia de una Carta de una carta enviada a la corte del Emperador, año 1536. 13. Mela, Pomponi. Cosmografia, 1478. 14. Nebrija. Gramática de la lengua castellana, Salamanca,1492. Muy raro. 500 ptas. Vendido a Huntington, verano 1905. 15. Ortelius, Abraham. Deorum dearum, 1575. 16. Relación de las paces entre su Magestad y el Rey de Francia, 1538. 17. Diálogo entre Salomón y Marco. 18. Acuña, Cristóbal de. Descubrimiento del gran rio de las Amazonas, 1641. 19. Anotaciones sobre las odas de Horacio. 20. Matraca en romance. 21. Habana. Demostración de los comerciantes de la Habana al rey Carlos III, 1760. 22. Antonio de Becaria. Traducción en latín del lugar del orbe habitable. 23. Palmerín de Oliva, 1580. 24. Otro id. 25. Capua, Juan de. Ejemplarios contra los engaños y peligros del mundo, 1515. 26. Leyes y ordenanzas nuevamente hechas… para la gobernación de las Indias, Alcalá de Henares, Juan de Brocar,1543. Fol., 80 ptas. 27. Núñez de Castro, Alonso. Crónica de los reyes de Castilla don Sancho el Deseado, don Alfonso VIII y don Enrique I, Madrid, Pablo de Val, 1665, Fol. Falto de tres hojas del apéndice. 40 ptas. 28. Mejia, Fernando. Nobiliario, 1492. [Libro in títulado nobiliario perfectamente copylado y ordenado por el onrrado cauallero Feranto Mexia veynte quatro de Jahen [et]c, Sevilla, inpressa por... Pedro brun. Jua[n] gentil, 1492. Real Biblioteca I/123]. [Enc. pasta española; lomo con hierros dorados y tejuelo en tafilete rojo: «Nobili de Mexia»; cortes rojos; guardas de aguas. Marcas de lectura en f. [23v]-29 y apostillas marginales mss. en f. [28]r. Exlibris real de la época de

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29. 30. 31. 32.

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Carlos IV-Fernando VII. Sello: «Inventariado por las Cortes. 1874». Procede de la biblioteca de Bruna. Olim: XIII-B-4.- Olim ms.: «8-ll10».- Olim ms.: «Sala I. A. 210». Afectado por anobios. Manchas de humedad. (Incunable)]. No se puede precisarmas sobre este ejemplar por haber desaparecido con el libro su papeleta principal. 75 ptas. Urrea, Pedro. Cancionero, 1513. Logroño, Arnao Guillen de Brocar, 1513. Gótico. Raro. 400 ptas. Vendido a Huntington, verano 1905. Ciruelo, Pedro. Supersticiones y hechicerías, 1538. Cervantes. Viaje del Parnaso, Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1614. Raro. 400 ptas. Bovistan. Historias prodigiosas, 1586. LISTADO 3

RELACIÓN DE OBRAS IMPRESAS EN LA REAL BIBLIOTECA, EN

Y MANUSCRITAS CUYA FALTA HA SIDO NOTADA VIRTUD DEL RECUENTO PARCIAL EFECTUADO

EN LA PRIMERA QUINCENA DEL MES DE LA FECHA»

[25-XI-1905] AGA, sin referencia, inserto entre f.0.091,904 y f.0.202,942 Impresos 1. Arias Dávila Portocarrero, Juan. Discurso de don Iuan Arias David la Puertocarrero…, Madrid, Pedro de Madrigal, 1590, 8º. Vale 200 pesetas. 2. Isle, François de l’. La legende de Charles cardinal de Lorraine…, Reims, Jacques Martin, 1576. Vale 150 pesetas. 3. Rueda, Lope de. El Deleytoso…, Valencia, Juan Mey, 1558, 8º. Vale 300 pesetas. 4. Rueda, Lope de. Registro de representantes. 1570. ejemplar único conocido. Vale 6.000 pesetas. 5. Santos, Francisco. Cardeno lirio…, Madrid, 1690. Vale 5 pesetas. 6. Villalobos, Simón de. Modo de pelear a la gineta. Valladolid, Andrés de Merchán, 1605. Ejemplar raro. Vale 200 pesetas. 7. Valera, Diego de. Tratado de los rieptos y desafios…, s.l., s.a., 4º. Vale 140 pesetas. 8. Vives, Joannes Lodovicus. De institutione faeminae christianae… Antuerpiae, apud Michaelem Hillerium Hooch, 1523, 4º. Rarísimo. Vale 300 pesetas.

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9. Vives, Joannes Ludovicus. Veritas fucata sive de licencia poetica…, Lovanii, apud theodoricum Martinum Alostesen, 1523, 41. Muy raro. Vale 300 pesetas. 10. Encina, Juan del. Cancionero de todas las obras. Burgos, Andrés de Burgos, 1505, fol., let gót. Vale 4.000 pesetas. 11. Milán, Luis. Libro de música de vihuela de mano intitulado El Maestro. Valencia, Francisco Díaz Romano, 1535-1536, fol., muy raro. Vale 2.000 pesetas. 12. Mandeville, Juan. Selva deleytosa…. 1517, let. Gót. Muy raro. Vale 200 pesetas. 13. Cervantes Saavedra, Miguel de. Viaje del Parnaso. Madrid, viuda de Alonso Martín, 1614. Raro. Vale 300 pesetas. 14. Demostración plausible con que el cuerpo de comerciantes de la… Habana celebró la exaltación al trono de Carlos III. Vale 20 pesetas. 15. Nebrija. Gramática de la lengua castellana. Salamanca, 1492. Muy raro. Vale 500 pesetas. 16. Nebrija. Introducciones latinas. S.l., s.a., gótico. Vale 500 pesetas. 17. Urrea, Pedro Manuel de. Cancionero. Logroño, Arnao Guillén de Brocar, 1513. gótico, raro. Vale 4.000 pesetas. 18. Becharias, Antonius. Promium in Dyonysii Alexandrini traductionem de situ Orbis habitabilies… Venetiis, Franciscum Ramer de Hailbum, 1478. Raro. Vale 100 pesetas. 19. Cortés, Fernando. Carta tercera de relación…, Sevilla, Jacobo Cromberger, 1523. Gót. Raro. Vale 100 pesetas. 20. Cartagena, Aldonso de. Doctrina e instrucción de la arte de caballería. Burgos, Juan de Burgos, 1497. Fol. Vale 400 pesetas. 21. Cueva, Juan de la. Coro Febero…, Sevilla, Juan de León, 1588, 8º. Vale 300 pesetas. 22. Medina, Pedro de. Arte de navegar…, Valladolid, Fernández de Córdoba, 1545, got. Vale 400 pesetas. 23. Pacheco Narvaez. Compendio de filosofía y destreza de las armas. Madrid, Luis Sánchez, 1611, 4º. Vale 100 pesetas. 24. Pacheco Narvaez, Luis. Engaño y desengaño de los errores que se han querido introducir en la destreza de las armas. Madrid, Imprenta del reino, 1605, 4º. Vale 100 pesetas. 25. Paracuellos, Miguel de. Libro de albeytería. Zaragoza, Juan de Ibar, 1605. Vale 50 pesetas. 26. Poza, Andrés de. Hydrographia la mas curiosa…, Bilbao, Mathias Mares, 1585, 8º.

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27. Ramírez, Baltasar Francisco. Discurso de albeyteria. Madrid, Julian de Paredes, 1655, 4º. Vale 50 pesetas. 28. Seraphin, Pedro. Dos libros de Pedro Seraphin de poesia vulgar en lengua catalana. Barcelona, Claudes Bornat, 1565, 8º. Vale 1.000 pesetas. 29. Goya, Francisco. Los desastres de la guerra…, Madrid, 1863, fol., apais. Raro. Vale 100 pesetas. 30. Synodalium constitutionum Caesaragustani…, Caesaraugusta, apud Georgium Coci, 1500, 4º. Vale 100 pesetas. 31. Sinodales de los años 1517-1525 y 1532, encuadernados con el anterior. El precio está englobado en el anterior. 32. Instructiones curatorum breves… Caesaugusta, Geoge Coci, 1521 (encuadernado con los anteriores) El precio está englobado con el Synodalium. 33. Gerson, Joan. Tripartito… Zaragoza de Aragón, Gorge Coci, 1525, gót. Encuadernado con los anteriores. Vale 80 pesetas. 34. Exemplario con los engaños y peligros del mundo. Zaragoza, Coci, 1515, fol., gót. Vale 200 pesetas. 35. Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por su Magestad para la gobernación de las Indias. Alcalá de Henares, Joan de Brocar, 1543, fol. Vale 80 pesetas. 36. Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de los indios. Ciudad de los Reyes, Antonio Ricardo, 1584, 4º. 1er libro impreso en América del Sur según D. t. Medina. Vale 200 pesetas. 37. Alemán, Matheo. Primera y segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache. Brusella, 1604, 8º. Vale 40 pesetas. 38. Alemán, Matheo. Primera y segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache. Madrid, Lorenzo Francisco Mojados, 1750, 4º. Vale 5 pesetas. 39. Núñez de Castro, Alonso. Crónica de los Reyes de Castilla…, Madrid, Pablo de Val, 1665, fol. (Falto de tres hojas del apéndice). Vale 40 pesetas. 40. Crónica de d. Álvaro de Luna…, Milán, Castellano, 1545. fol, got. Vale 225 pesetas. 41. Dormer. Progresos de la historia en el Reino de Aragón. Zaragoza, Herederos de Diego Dormer, 1680, fol. Vale 40 pesetas. 42. Fernández Medrano, Juan. República Missta. Madrid, Imprenta Real, 1602, 4º. Vale 20 pesetas.

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43. Gutiérrez de los Rios, Gaspar. Noticia general para la estimación de las artes…, Madrid, Pedro Madrigal, 1600, 4º. Raro. Vale 25 pesetas. 44. Primaleón…, Lisboa, López, 1598. Vale 200 pesetas. 45. Rodríguez de Almella, Diego. Valerio de las hystorias scolasticas…, Sevilla, Juan Cromberger, 1506, fol. Vale 100 pesetas. 46. Valerio Máximo…, Alcalá de Henares, Miguel de Eguía, 1529, fol. Vale 50 pesetas. 47. Santistevan y Osorio, Diego de. Las guerras de Malta y toma de Rodas…, Madrid, Várez de Castro ¿1596? Vale 20 pesetas. 48. Yepes, Diego de. Historia particular de la persecución de Inglaterra…, Madrid, Luis Sánchez, 1599, 4º. Vale 75 pesetas. 49. Pons de Castelvi, Fabricio. Gustavo Adolfo rey de suecia…, Madrid, Domingo García y Morrás, 1648, 4º. Vale 125 pesetas. 50. Germiniano, Johannes de Sancto. Sermones funebres…, Lugduni, Johannis Dein Alemano, 1499, 4º. Vale 20 pesetas. 51. Fizerbertus, Nicolaus. De antiquetate S. Constitutione Catholicae Religionis…, Roma, apud Guillielmum Facciotum, 1608, 8º. Vale 20 pesetas. Manuscritos 1º. Libro de horas encuadernado en piel roja, ms en vitela con trece miniaturas de toda la página e iniciales también: la 1ª en el folio 7 representa a Jesús Crucificado con María y San Juan al pie. Tamaño 190x130mm. Vale 400 pesetas. 2º. Libro de horas con la encuadernación arrancada, ms en vitela con miniaturas, la 1ª en el folio 13 es una B inicial donde se representa a David en oración. La 2ª en el folio 4º es una D. La última una M donde se representa a San Jerónimo escribiendo. Tamaño 182x130mm. Vale 500 pesetas. 3º. Diego de Valera. Tratado de la Nobleza dividido en 11 capítulos, primera página orlada y con el escudo de Castilla y León en la parte inferior. Tamaño 248x195mm. Vale 500 pesetas. 4º. Otros tres libros de horas manuscritos con miniaturas que no se describen por haber desaparecido las papeletas del índice con los libros. Solo se puede decir que eran mejores que el nº 2 por el tamaño y abundancia de miniaturas. Valen 1.500 pesetas.

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Adenda: Ciruelo, Pedro. Reprobación de las supersticiones y hechicerías. 1548, gót. Vale 40 pesetas. Mejía, Fernan. Libro intitulado Nobiliario (Incunable). No se puede precisar más sobre este ejemplar por haber desaparecido con el libro su papeleta principal. Vale 75 pesetas.

LISTADO 4 RELACIÓN

DE LIBROS QUE OBRAN EN PODER DE ESTE JUZGADO

REAL BIBLIOTECA [10-I-1906]. AGA, f. 0.166,406

RECONOCIDOS COMO PROPIEDAD DE LA

1. Andrés de Ustarroz. Progresos de la historia en el reyno de Aragón. Zaragoza, 1680, 10 pesetas. 2. Valerio Máximo. Hechos de Romanos y griegos. Alcalá de Henares, 1529, 50 pesetas. 3. Rodriguez de Almeda. Valerio de las hystorias escolares y de España. Sevilla, 1536, 100 pesetas. 4. Gutiérrez de los Ríos, Gaspar. Noticia general para la estimación de las artes. Madrid, 1600, 6 pesetas. 5. Crónica de don Álvaro de Luna. Milán, 1546, 80 pesetas. 6. Primaleón. Libro que trata de los valerosos y esforzados hechos. Lisboa, 1548, 500 pesetas. 7. Yepes, Diego de. Historia particular de la persecución de Inglaterra. Madrid, 1599, 6 pesetas. 8. Geminiano. Sermones fúnebres..., Lugduni, 1499, 30 pesetas. 9. Alemán, Mateo. Primera y segunda parte de la vida y hechos..., Madrid, 1750, 10 pesetas. 10. Fernández de Medrano, Juan. Republica mista..., Madrid, 1602, 30 pesetas. 11. Pons de Castelví, Fabricio. Gustavo Adolfo, rey de Suecia..., Madrid, 1648, 10 pesetas. 12. Santiesteban y Osorio, Diego. Guerras de Malta y toma de Rodas..., Madrid, 1596 (ejemplar falto), 20 pesetas. 13. Fizerbertus, N. De Antiquitate & continuatione catolicae religionis in Anglia…, Roma, 1608, 25 pesetas. 14. Villalobos, Modo de pelear a la gineta. Valladolid, 1605, 800 pesetas.

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15. Arias Dávila, Modo de estar a la gineta con gracia. Madrid, 1590, 700 pesetas. 16. Valera, Diego. Tratado de rieptos y desafíos. 1512, 500 pesetas. 17. Timoneda, Juan. Registro de representantes, 1570, mil pesetas. 18. Nebrija, Antonio. Introducciones latinas, 1584, 200 pesetas. 19. Doctrina cristiana del Concilio de los Reyes, 1584, 400 pesetas. 20. Juan Gerson. Tripartito de la Docº. Zaragoza, 1545, 500 pesetas. 21. Texedo, Pedro. Destreza de las armas. Nápoles, 1676, 125 pesetas. 22. Ciruelo, Pedro. Medicina contra pestilencia. Alcalá, 1519, 100 pesetas. 23. Pomponio Mela. Cosmografía. Venecia, 1498, 80 pesetas. 24. Nebrija, Antonio. Gramática castellana. Salamanca, 1492 (falto), cien pesetas. 25. Abraham Ortelius. Derumque capita. Amberes, 1582, 25 pesetas. 26. Porfirio. Anotaciones a las odas de Horacio. Bolonia, 10 pesetas. 27. Demostraciones de los comerciantes de La Habana, 1760, 10 pesetas. 28. De situ orbis. Venecia, 1478, 150 pesetas. 29. J. de Capua. Exemplario contra engaños. Zaragoza, 1515, 300 pesetas. 30. Leyes y observaciones de Indias. Alcalá, 1543, 200 pesetas. 31. Historia de los Reyes de Castilla. 1665, 20 pesetas. 32. Mexía. Nobiliario. Sevilla, 1492, 500 pesetas. 33. Urrea, Cancionero. Logroño, 1513, 1.000 pesetas. 34. Ciruelo. Supersticiones y hechicerías. Salamanca, 1539, 30 pesetas. 35. Cervantes. Viaje del Parnaso. 1614, 100 pesetas. 36. Bovistau. Historia prodigiosa del mundo. Medina del Campo, 1586, 50 pesetas. 37. Valera, Diego. Tratado de nobreza. Manuscrito siglo xv, manchado, 500 pesetas. 38. Libro de horas en vitela ms. Con las letras iniciales miniadas, siglo 16, 75 pesetas. 39. Libro de horas en vitela, siglo 16, orlas y letras iniciales miniadas en el texto, mal colorido y mal dibujo en algunos corrido, 1500 pesetas. Relación de los libros que no han sido hallados pertenecientes a la Real Biblioteca: 1. Lope de Rueda. El Deleitoso. 1567, 1.500 pesetas. 2. Santos, Francisco. Cárdeno lirio, Madrid, 1690, 5 pesetas.

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3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.

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Isle, La legende de Charles cardinal de Loraine. 1576, 80 pesetas. Vives. Institutione familiae christianae. 1523, 50 pesetas. De licentia poetica. 1523, 25 pesetas. Juan de la Encina. Cancionero. 1505, 750 pesetas. Milán, Luis. Libro de vihuela de mano. 1535, 700 pesetas. Mendeville. Viaje a tierra Santa. 1517, 500 pesetas. Berehanas. Prominum indionisi. 1478, 80 pesetas. Cortés, Hernando. 3ª relación. 1523, 200 pesetas. Cartagena, Alonso. Doctrina de caballeros. 1497, 600 pesetas. Cueva, Juan. Coro febeo. 1588, 300 pesetas. Medina, Pedro. Arte de navegar, 1545, 400 pesetas. Pacheco Narvaez. Filosofía de la armas. 1611, 50 pesetas. Pacheco Narvaez. Engaños y desengaños de la destreza de las armas. 1635, 50 pesetas. Paracuellos. Libro de albeitería. 1635, 30 pesetas. Roca, Andrés. Tratado de hidrografía. Bilbao, 1635, 100 pesetas. Ramírez, Baltasar. Discurso de albeitería. 1655, 30 pesetas. Pedro Serafín. Poesía vulgar de la lengua castellana. 1565, 100 pesetas. Goya, Francisco. Desastres de la guerra. 1863, 30 pesetas. Sinodales et constituciones. 1500. Sinodales et constituciones. 1507, 1525-1532. Instructiones curatorum. 1525. Los tres libros (n.21-23) en un tomo, 150 pesetas. Alemán, Mateo. Guzmán de Alfarache. 1604, 60 pesetas. Tres libros de horas, manuscritos en vitela con miniaturas, no sabiendo ni fechas ni estado ni mérito de las miniaturas no es posible tasación.

Relación de los libros que obran en poder del Juzgado y que no han sido reconocidos: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Palmerín de Oliva. Los cuatro libros. 1580. 2 ejemplares, 500 pesetas. Relación sobre las paces de España y Francia, 25 pesetas. Acuña. Descubrimiento de las Amazonas. 1641, 100 pesetas. Cartas a don Fernando de Silva. 1536, 25 pesetas. Copia de una carta de la parte del Emperador. 1536, 50 pesetas. Marcolphi. Dialogus Salomonis, 8 hojas, 20 pesetas. Matraca en romance siglo 17, 10 pesetas. Tratado de un sentencia de la Villa de Gante.

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9. Antonino. Summula confessionis. 1477, Valencia, 25 pesetas. 10. Juan de Aviñon. Sevillana Medicina, 50 pesetas.

LISTADO 5 DEPÓSITO

DE TODOS LOS LIBROS QUE OBRAN OCUPADOS CON OBLIGACIÓN DE CONSERVARLOS A DISPOSICIÓN DE ESTE JUZGADO

[29-X-1906]. AGA, H.9.778.466 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30.

Ustarroz, Progresos de la Historia de Aragón. Valerio Máximo. Hechos de romanos y griegos. Rodríguez Almella. Valerio de las Historias. Gutiérrez de los Rios. Noticia para la... de las artes. Crónica de don Álvaro de Luna. Primaleón. Libro de los hechos. Yepes, Diego. Historia de la persecución de Inglaterra. Germiniano. Sermones fúnebres. Mateo Alemán. Vida de Guzmán de Alfarache. Fernández Medrano. República mixta. Pons de Caseliz. Gustavo Reyes. Santisteban... Guerra de Malta. Fitzerbertus De antiquitati. Villalobos. Modo de pelear a la gineta. Arias Dávila. Modo de estar a la gineta. Valera, Diego. Tratado de rieptos. Timoneda, Juan. Registro de representantes. Nebrija, Antonio. Introducciones latinas. Doctrinas cristianas. Juan Gerson. Tripartito. Teixido, Pedro. Destreza de las armas. Ciruelo, Pedro. Medicina contra la pestilencia. Pomponio Mela. Cosmografía. Nebrija, Antonio. Gramática castellana. Abraham Estrella. Dearumque. Paravicino. Anotaciones a las Odas. Demostraciones de los comercs [sic] Dionisu De situ Orbis. G. De la Plana. Exemplario contra engaños. Leyes y observanciones de Indias.

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Núñez de Castro. Historia de los Reyes de Castilla. Mexia. Nobiliario. Urrea. Cancionero. Ciruelo. Supersticiones. Cervantes. Viaje del Parnaso. Bovistau. Historia prodigiosa del mundo. Valera, Diego. Tratado de nobleza. Libro de horas en vitela, siglo XVI. Libro de horas en vitela. Palmerín de Oliva. Los cuatro libros del caballero. 2 ejemplares. Relación sobre las paces de España y Francia. Acuña. Descubrimiento de las amazonas. Cartas a don Fernando de Silva. Copia de una carta de la parte del emperador. Marcolipi... dialogos salomonicos. Matraca en romance. Tratado de una sentencia. Sumula confesionis. Juan de Aviñón. Sevillana Medicina. Cartagena, Alonso de. Doctrina o arte de la caballería. Juan de la Cueva. C... Juan de la Encina. Cancionero. Antonio de Nebrija. Gramática. Lope de Rueda. El deleitoso. Francisco Santos. Cárdeno lirio. Urrea, Cancionero. Libro de horas canónicas.

BIBLIOGRAFÍA Artiles Rodríguez, Jenaro, «La biblioteca Laurencín», La Gaceta literaria (15-XII1927). Barbazán Beneit, Julián, Recuerdos de un librero anticuario madrileño (18971969), Madrid: Sucesores de J. Sánchez Ocaña, 1970. Cabellud Cornel, José, Delincuentes habituales contra la propiedad: Álbum criminológico Recopilado y escrito por D. José Cabellud Cornel, Barcelona: Thomas, 1908, 7 vols. Connif, Richard, Historia Natural de los ricos, Madrid: Taurus, 2002.

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MARÍA LUISA LÓPEZ-VIDRIERO

Molina Navarro, Gabriel, Libreros y editores de Madrid durante cincuenta años, Madrid: Estanislao Maestre Herrera, 1924. Moralejo Álvarez, Remedios & L. Romero Tovar, «Un bibliófilo aragonés», en Juan M. Sánchez, Bibliografía Aragonesa, Madrid: Arco Libros, 1991, i-xv. Navas, Juan Gualberto López Valdemoro de Quesada, conde de las, Catálogo de la Real Biblioteca: Autores-Historia, Madrid: Ducazcal, 1910. Palau y Dulcet, Antonio, Memorias de un librero catalán, 1897-1935, Barcelona: Librería Catalonia, 1935. Vindel, Francisco [con seud. Paul Cid Noé], Pedro Vindel. Historia de una librería (1865-1921), Madrid: Talleres tipográficos Góngora, 1945.

LA MÍSTICA CASTELLANA EN LA BIBLIOFILIA FRANCESA GERMÁN MASID VALIÑAS (Asociación de Bibliófilos de Barcelona)

L

A mística castellana forma parte de los mitos literarios y culturales españoles que hicieron fortuna en la tradición editorial francesa. Al estilo de lo que había sucedido con otras figuras de la cultura española –Cristóbal Colón, los conquistadores, el Romancero, el Abencerraje, Don Juan, La Celestina o Federico García Lorca, en los últimos decenios–, hubo un importante grupo de editores, autores e ilustradores franceses que tomaron como centro de interés, en el siglo XX, a las figuras de la mística castellana. Si a la obras de santa Teresa prestaron atención algunos editores, intelectuales e hispanistas franceses –Catulle Mendès, Edmond Cazal, Paul Claudel, Paul Valéry, Marcelle Auclaire o Florence Delay–, en la de san Juan de la Cruz pusieron su mirada los ilustradores, los editores de arte y las sociedades de bibliofilia. De todas las ediciones que aparecen en estas páginas, solo encontramos tres libros ilustrados de santa Teresa. El resto, son interpretaciones plásticas de la poesía de Juan de Yepes, y entres sus ilustradores tenemos a Malo-Renault, Raymond Gid, Alain de La Bourdonnaye, Jean Ségalat, François Chapuis, François Fiedler, al catalán Carles Fontserè y, sobre todo, a uno de los artistas de mayor reconocimiento en Francia en los últimos tiempos, Alfred Manessier. El interés por Teresa de Ávila y por san Juan de la Cruz cuenta con una tradición muy arraigada en Francia, ya sea en el ámbito popular, ya en el ámbito de la cultura, desde las primeras publicaciones en el siglo XVII

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hasta las más recientes. Las manifestaciones populares –pese a lo alejada que está esta cuestión del tema que se trata en este artículo– también fueron relativamente abundantes en Francia, sobre todo las que se refieren a santa Teresa: postales, estampas caladas, tallas de madera, vasos de cristal con la imagen de la santa grabada, láminas litográficas de gusto popular –a veces con doble título en francés y español–, papeles pintados… Todo este conjunto decorativo también pone de manifiesto la importancia del mito de esta figura. En la difusión de los místicos castellanos en Francia intervinieron una serie de escritores eminentes, traductores, editores, ilustradores, impresores, libreros, críticos literarios y críticos de arte, hispanistas y gentes de letras. Es extraordinariamente amplia la serie de intelectuales que contribuyeron a la notoriedad que alcanzan en Francia las obras de los dos místicos: Paul Verlaine, Paul Valéry, Paul Claudel, Maurice Barrès, Maurice Legendre, Edmond Cazal, Catulle Mendès, Louis Bertrand, Jacques Maritain, Pierre Jean Jouve, Rolland-Simon, Pierre Darmangeat, Marius André, Michel Florisoone, Fidèle de Ros, Gaston Etchegoyen, Alfred Morel-Fatio, Louis Oechslin, Maurice Brillant, Louis Le Cardonnel, Pierre Jobit, Jean Baruzi, Marcel Lépée, René Huyghe, Marcel Bataillon, Marcelle Auclair, Florence Delay y, en las últimas fechas, Julia Kristeva. La mística castellana, a través de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, concita a todos estos protagonistas porque la cultura francesa, además de los valores religiosos y los valores de carácter histórico, pone en primer término las vertientes literaria y artística de estas dos figuras de la mística. La edición comercial, y en particular la edición de bolsillo, de las obras de estos dos místicos gozan en Francia de una dilatada tradición que se extiende hasta los años más recientes. Y es este el contexto que explica también la existencia de importantes ediciones en el ámbito de la bibliofilia. En la edición comercial, el eco de las obras de los dos místicos es, cuando menos, tan importante en Francia como en España. Por lo demás, en lo que respecta a la bibliofilia, Francia ocupa un indudable primer puesto en la creación de ediciones artísticas. En España, la primera y única edición de bibliófilo de san Juan de la Cruz por esos años fue la de Montaner y Simón, de 1943, año de la celebración del cuarto centenario del nacimiento, que estaba ilustrada con aguafuertes de Ramón de Capmany, uno de los ilustradores oficiales de la bibliofilia barcelonesa de posguerra. Por otra parte, de santa Teresa tampoco se ocupó la edición de bibliófilo en España. En cambio, las ediciones de estas dos figuras de la mística castellana adoptaron en la vertiente editorial francesa todas las variantes propias de la

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bibliofilia: ediciones de amigos, ediciones especiales, plaquetas, ediciones tipográficas, libros de artista o grandes ediciones ilustradas. La importancia de las ediciones que aquí se analizan no viene dada por el volumen de títulos publicados –que en esta modalidad editorial nunca es elevado–, sino porque en Francia se forjó un conjunto verdaderamente representativo de ediciones cuya correspondencia no se dio en el mundo editorial español. Las ediciones de los místicos castellanos se desarrollan en la bibliofilia francesa principalmente en tres dimensiones: Ediciones especiales, un género altamente representativo de la edición en este país, cuyos editores solían hacer, para muchos de sus títulos, este tipo de tiradas, algunas, extremadamente restringidas. Otro tipo de ediciones son las conocidas «plaquetas», esas pequeñas publicaciones, forjadas por editores de escasos recursos y firme tenacidad, en los talleres de algunos impresores de las vanguardias o en las casas de algún francotirador de la edición, como es el caso de René-Louis Doyon; libros, con o sin ilustraciones, que pueden ser de tono popular o de gusto refinado, que están a medio camino entre la edición comercial, la edición suscrita o las ediciones de amigos. Y por último, las grandes ediciones ilustradas, salidas de los talleres de artista o de algunas célebres sociedades de bibliofilia. El interés por la mística castellana ha perdurado en Francia hasta nuestros días. De todo lo dicho hasta aquí, y de la actualidad de estas dos figuras, pueden dar testimonio dos hechos editoriales de reciente aparición: el libro de una estrella del mundo intelectual en Francia, Julia Kristeva, con su Thérèse, mon amour, una prueba de que pocas mujeres siguen despertando tanto interés como Teresa de Ávila. El libro es un conjunto armonioso de géneros literarios: ensayo, estudio psicológico, historia novelada, relato epistolar, teatro…, y todo, con algunos pasajes bellamente poéticos. El libro, en el que no falta el diálogo entre la protagonista y san Juan de la Cruz, es una glosa a santa Teresa, una de las figuras femeninas de la historia que está más próxima a la actualidad1. Y de lo que ha significado san Juan de la Cruz en la cultura literaria francesa, puede conocerse con ocasión de la última edición de un libro clásico en Francia, cuya primera edición es de 1951, Poésie et vie mystique chez saint Jean de la Croix, de Max Milner2, profesor, crítico literario y ensayista de ascendencia española. En la solapa de la última edición, que salió a la calle el 28 de octubre de 2010, puede leerse acerca de san Juan de la 1. Kristeva 2008. 2. Milner 2010.

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Cruz: «es la cumbre de la poesía española y una de las mayores referencias de la mística occidental […] Se sabe hasta qué punto, desde Paul Valéry hasta Jean Genet, su poesía inspiró la literatura francesa del siglo XX».

1. TEATRO, LITERATURA POPULAR Y POESÍA: NUEVA PERSPECTIVA DE SANTA TERESA Durante unos veinte años, entre 1906 y 1927, se dieron cita en el panorama editorial francés una serie de libros que proyectaban a una santa Teresa distinta a la que conocía la cultura española. Generalmente no traducidos al español, eran libros hechos por gentes procedentes del teatro, del periodismo, de la edición popular y de la poesía. No eran las grandes ediciones ilustradas que saldrían a mediados de siglo. Se trataba de libros cuyo valor estaba en la originalidad de un enfoque diferente, en una traducción novedosa, en la adopción de un nuevo género a través de la poesía o en la proyección de Teresa de Ávila en la edición popular. Todos estos libros compartían el pequeño formato; por lo demás, existía cierta heterogeneidad. Los había con ilustraciones o sin ellas, y mientras algunos salían de los despachos de grandes editores de París, otros nacían en el seno de alguna editorial católica o de pequeñas casas locales de bibliofilia. Sin embargo, a todos les unía el hecho de estar más próximos a la estética de las ediciones populares que a las ediciones artísticas propias de la bibliofilia, aunque de todos se hicieron tiradas especiales de bibliófilo. 1.1. Catulle Mendès: «Sainte Thérèse, drame», Librairie Charpentier et Fasquelle, 1906 El primero de estos libros fue Sainte Thérèse, drame, de Catulle Mendès (1841-1909), obra que, llevada a la escena, fue estrenada el 10 de noviembre de 1906 con Sarah Bernhardt de protagonista, en el teatro de su mismo nombre, con música de Reynaldo Hahn y decorados de M. Paquereau. El drama llevaba por título La Vierge d’Avila y fue recibido con cierto escándalo por la sociedad de esos años. Algunas escenas de la obra, con la célebre actriz, se popularizaron a través de postales que fueron muy difundidas en la época. Aunque no hay noticias de que el teatro de Catulle Mendès haya sido muy representado en España, fue en 1910, cuatro años después de la publi-

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cación del libro, cuando se estrenó en el teatro Novedades de Barcelona su obra Scarron, que había conocido el éxito en los teatros del extranjero. Pero Catulle Mendès, escritor caído hoy en el olvido por su estilo esteticista y decadente, era conocido entonces en España, además de por sus obras, por los variados episodios mundanos que circulaban en la prensa, así como por su primer matrimonio con la escritora Judith Gauthier, hija del insigne escritor, de cuya visita a la casa de María Guerrero y Fernando Díaz Mendoza dieron cuenta los periódicos de esos días. Incluso llegó a la prensa española algún episodio en el que se insinuaba el supuesto plagio que el autor francés había hecho sobre un argumento teatral de Manuel Tamayo. La cultura literaria española no era extraña para este escritor nacido en Burdeos y criado en Toulouse, como tampoco lo era el teatro que se hacía en España. En 1898 asistió a las representaciones que hizo en París, en el Théâtre de la Renaissance, la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz Mendoza [La Vanguardia, 22-X-1898, 4]. Esta circunstancia, el éxito de sus obras teatrales en Francia –que por entonces se representaban junto a las de Racine y Víctor Hugo– y la estrecha relación que tenía con la célebre actriz Sarah Bernhardt, propiciaron la escritura del drama Sainte Thérèse. No conocemos el alcance de la afirmación, pero ya en 1892, en un artículo para La vie Littéraire, Anatole France había visto ciertos rasgos místicos en la escritura de Catulle Mendès. Frente al éxito alcanzado por La Vierge d’Avila en la escena francesa, la obra teatral, y muy especialmente el libro, tuvieron escaso eco en España. Sobre el drama no abundaron las críticas favorables. Comparándola con la obra de Eduardo Marquina, La Alcaidesa de Pastrana, el crítico Caramanchel celebraba en 1911, en La Vanguardia, la interpretación de la santa que hacía Marquina, «devolviéndole aquel su carácter austero, sereno y llanamente castellano, tergiversado y desnaturalizado por algunos escritores extranjeros, especialmente por Catulle Mendès en su Vierge d’Avila» [La Vanguardia, 31-V-1911, 8]. Y años más tarde, fue Alfredo Opisso quien en el mismo periódico [La Vanguardia, 24-XI-1922, 14] se hacía eco de los errores históricos y geográficos patentes en la obra del escritor francés. Con independencia de los valores literarios y teatrales de la creación de Catulle Mendès, la sensibilidad de la crítica y la cultura española estaba muy alejada de la interpretación que se hacía en Francia del mito religioso y literario español. Sainte Thérèse, drame fue publicado en 1906 por la Librairie Charpentier et Fasquelle, editora de varias de las obras de Catulle Mendès. Del libro,

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bastante menos conocido que la representación teatral que le dio origen, se hizo una tirada especial en papel de Holanda, a grandes márgenes, algunos de los cuales llevaban el nombre del destinatario impreso. Uno de esos ejemplares iba destinado a Jules Claretie, novelista, dramaturgo y cronista de la vida parisina, libro que iba acompañado de la dedicatoria del autor. Catulle Mendès era muy dado a enviar sus libros dedicados a los colegas de profesión. Era bastante normal que las editoriales en las que publicaba este autor le obsequiaran con estas tiradas especiales. 1.2. Edmond Cazal: «Sainte Thérèse», Librairie Paul Ollendorf, 1921 Con la novela histórica escrita por Edmond Cazal entró santa Teresa en la literatura popular francesa. Aunque su autor, Adolphe d’Espie de la Hire (1878-1956), que era su verdadero nombre, lo divulgara bajo el seudónimo de Edmond Cazal –el que solía utilizar en sus escritos supuestamente más serios–, el libro no dejó de ser considerado una versión un tanto estrafalaria de la biografía de la santa. Las reacciones a este libro no se hicieron esperar. El mismo año de su publicación, 1921, el hispanista Gaston Etchegoyen publicó una reseña cuestionando la tesis del autor, que reconstruía el éxtasis mediante un delirio místico de clara connotación sexual. El libro produjo un rechazo frontal en la sociedad católica de la época y fue incluido en el Index librorum prohibitorum. En España, una de las primeras reacciones se llevó a cabo a través del periódico ABC en el mismo año de la publicación del libro. El periódico recoge, bajo el título de «Un nuevo libro sobre Santa Teresa», una reseña de Azorín en la que se critica la importancia que el autor concede al paisaje y a otros factores externos para explicar el carácter y la vida de santa Teresa. Da a conocer la versión del autor sobre la muerte de Teresa de Ávila y cuestiona su afirmación acerca de la falta de vocación religiosa de la santa [ABC, 20-II-1921, 3-4]. Pero el texto de Azorín, en el fondo, era bastante condescendiente y de escaso componente crítico. Recientemente, el hispanista Joseph Pérez ha vuelto su mirada crítica hacia este libro, considerándolo una interpretación rocambolesca3. Edmond Cazal, nacido en la Cataluña francesa, en el pueblo de Banyulssur-Mer, próximo a la frontera, tampoco era un autor desconocido en España. Bajo el seudónimo de Jean de La Hire, con el que firmaba sus 3. Pérez 2007.

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innumerables novelas de aventuras, se conoce alguna publicación salida en 1918 en las ediciones de La Esfera, pero aquí la notoriedad de Edmond Cazal vino por la publicación de sus tres obras de temática española: Histoire anecdotique de l’inquisition d’Espagne, Les nuits de l’Alhambra y Sainte Thérèse. Parece que Sainte Thérèse, mezcla de ensayo, biografía y novela histórica, estaba entre los libros preferidos del autor, por considerarlo una de sus mejores obras. Para documentarse, Edmond Cazal hizo una serie de rutas por los parajes que frecuentó la santa y buscó el asesoramiento de Silverio de Santa Teresa, un carmelita burgalés que era la máxima autoridad por entonces sobre la vida y obra de Teresa de Ávila. En el libro está presente, desde las primeras páginas, el paisaje castellano, el que describieron algunos autores franceses de las primeras décadas del siglo XX, el paisaje que está en el trasfondo de los libros de Maurice Barrès y de Enrique Larreta. Edmond Cazal dice en las primeras páginas del libro que no es posible escribir la vida de santa Teresa si no se ha soñado sobre las orillas del Tajo, en Toledo, si no se ha contemplado cómo cae la tarde desde el puente de Alcántara, y si no se ha sido testigo, durante las cuatro estaciones, de la rudeza y el encanto de Ávila. Para Edmond Cazal es ineludible «probar el ardor del sol de agosto y la brutalidad glacial de los vientos de diciembre en las planicies graníticas de Castilla la Vieja». En cuanto al contenido del libro acerca de la vida de Teresa de Ávila, la simple enumeración de algunos capítulos puede darnos una idea de la tesis del autor: «Misticismo, histeria, auto-erotismo», «El problema de la catalepsia», «La imitadoras de santa Teresa, un plagio desafortunado: santa Teresa del Niño Jesús». Por lo demás, el libro recrea los mitos de santa Teresa con el lenguaje, la técnica y los resortes de las novelas populares. Con respecto a la propia edición, dice el autor que estaba en su intención hacer una edición crítica, abundantemente documentada e ilustrada, pero se hubiera hecho un libro para nababs, es decir, para nuevos ricos; y «santa Teresa merece ser conocida en Francia por otros lectores que no sean los bibliófilos ricos 4. Finalmente, Sainte Thérèse fue editado por la Librarie de Paul Ollendorf en 1921. Salió de la prensas de Maurice Darantière y se hizo una tirada especial de 550 ejemplares, quinientos en papel alfa y cincuenta en papel velín Lafuma.

4. Cazal 1921, 2.

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1.3. Santa Teresa en la poesía de Louis Le Cardonnel y Paul Claudel La poesía inspirada en la figura de santa Teresa vino en Francia de la mano de dos poetas que coinciden en su adscripción al catolicismo en sus años de juventud: Louis Le Cardonnel y Paul Claudel. A Sainte Thérèse de Jésus. Poème, de Louis Le Cardonnel (1862-1936), fue publicado en 1921 por la editorial Au Pigeonnier. Esta casa, en la que tuvo un protagonismo especial el poeta Charles Forot, publicó, entre otros autores franceses, a Stéphane Mallarmé, Paul Valéry, Charles Maurras, Gabriel Fauré, Pierre Benoit, Paul Bourget, François-Paul Alibert o Pierre de Nolhac. Junto con L’Illustre servante, de Cervantes, el poema a santa Teresa fue el único referente español salido de estas ediciones. Como ilustrador del libro, la editorial eligió a un grabador venido del otro lado de los Pirineos, el catalán establecido en Francia, Louis Jou. El autor del poema, Louis Le Cardonnel, un poeta de los epígonos del simbolismo, que abrazó el sacerdocio en 1896, a los treinta y cuatro años, era casi un desconocido en España. Su notoriedad, en cambio, estaba más asentada en Cataluña, donde era apreciado entre algunos autores de los años veinte y treinta. Joan Pons i Marquès lo tradujo al catalán. La Vanguardia y la revista Mirador lo sacaron en sus páginas, y, en 1919, el polígrafo Marià Manent dio una conferencia en la Academia de la Juventud Católica sobre la lírica de cuatro poetas franceses –Paul Claudel, Jammes, Péguy y Louis Le Cardonnel–, que venían a significar el renacimiento católico en la poesía francesa de esos años. En la crítica que el conferenciante hizo de la obra de Louis Le Cardonnel decía que «enlaza armoniosamente una concepción religiosa y una concepción estética de la vida, incorporando a su creación poética las bellezas del clasicismo y la intensidad del misticismo puro y de la liturgia cristiana» [La Vanguardia, 12-I-1919, 6]. Efectivamente, clasicismo y misticismo son dos coordenadas presentes en el poema de veintitrés estrofas estructuradas en tres partes. El libro, impreso en gótico francés en la imprenta de Paul Hérissey, en Evreux, es una de las numerosas plaquetas salidas de esta editorial local de bibliofilia, y es la quinta publicación de la «Colección Au Pigeonnier». La tirada es muy similar a la de otros libros de esta editorial: seiscientos veinticinco ejemplares en varias series, cuyo precio de cubierta era de ocho francos en la época. El frontispicio de Louis Jou representa a la santa, escritora, en una imagen de tinte piadoso, y al más puro estilo de las imágenes que se popularizaron en España. En el resto de las ilustraciones, cabeceras y remates de capítulo, el ilustrador juega con el mito del corazón y la muerte.

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Frontispicio y portada de Sainte Thérèse, poème, de Paul Claudel. La xilografía en camafeo del frontispicio de Maurice Denis, con la santa en actitud de éxtasis, reproduce algunos de los elementos de la universal escultura de Bernini, el ángel y la flecha, que se reiteraron en numerosas estampas populares.

En cuanto a su notoriedad en España, el caso de Paul Claudel (18681955) es bien distinto. Amigo del pintor José María Sert, quien ilustró dos de sus obras importantes, Paul Claudel también tuvo una intensa relación con la cultura española. Al poeta y escritor francés se le llegó a conocer, además de por su fama, que traspasaba fronteras, por dos de sus obras de tema español: el drama lírico Le Livre de Christophe Colomb, y, sobre todo, por la representación de su obra teatral, Le soulier de Satin (El zapato de raso). Su teatro de tema español, su paso por la Residencia de Estudiantes

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y el conocido éxito en su visita a Barcelona de 1952 son prueba de la difusión que experimentó la obra general de este autor, hecho que contrasta con el escaso conocimiento que se tuvo de su Sainte Thérèse. Poème, inspirado en santa Teresa de Ávila5. El poema, que lleva la métrica tan característica del poeta francés, está imbuido del misticismo de santa Teresa. En el centro del poema está el amor, el deseo, la muerte, y se encuentran abundantes elementos del misticismo de la santa: la luz eterna, la llama, el fuego inextinguible… En el poema está latente –y en algunos versos, de manera expresa– la idea del «muero porque no muero». En la última parte del poema introduce, además, algunos elementos de referencia autobiográfica: el interés por el Extremo Oriente y cierta evocación de su vida de viajes, con la alusión a Robinson Crusoe. Aunque no se cita expresamente en el pie editorial, el libro fue publicado por la Librairie de l’Art Catholique, editorial fundada y dirigida por Louis Rouart, donde habían aparecido algunos de los libros más importantes de Paul Claudel. Con una tirada de cuatrocientos ejemplares, e impreso a dos tintas –ese negro y azul que tanto reiteró el ilustrador en muchas de sus obras–, el libro tiene la impronta tipográfica de las ediciones de Louis Rouart. Lleva xilografías (camafeo) de Maurice Denis, también ilustrador de esta casa editorial, pintor simbolista y fundador del grupo de los Nabis. Por los días en que puso imágenes al libro, ya había dejado atrás lo esencial de estos movimientos estéticos y estaba adscrito al clasicismo religioso como fundador de los Ateliers d’Art Sacré (1919-1947). Las acuarelas de Maurice Denis fueron grabadas en madera por Jacques Beltrand, xilógrafo habitual de todas las ilustraciones del artista. Maurice Denis estuvo muy vinculado a L’Occident (1901-1914), revista dirigida por A. Mithouard y Albert Chapon, en la que también participaba Louis Rouart. En el primer número, diciembre de 1901, Louis Rouart publicó el artículo «Maurice Denis et la renaissance de l’art chrétien». El pintor e ilustrador siempre había encontrado en su amigo Louis Rouart un decidido apoyo a su arte.

5. Ángel Zúñiga recordó la existencia del poema en la nota biográfica publicada, con motivo de su fallecimiento, en La Vanguardia (24-II-1955).

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1.4. Santa Teresa y sus comentarios al «Cantar de los Cantares» traducidos por el Conde de Premio Real En 1920 la editorial Georges Crès et Cie. se sumó a la difusión de la obra de santa Teresa a través de Commentaires sur le Cantique des Cantiques et treize poèmes. El libro, que ya había sido traducido al francés por Arnauld d’Andilly y por el R. P. Bouix, lleva en este caso la versión francesa del conde de Premio Real, así como un admirable prefacio de Maurice Barrès. En la portada se cita como traductor al «comte de Prémio-Réal», quien también firma el prólogo bajo las iniciales E. P., y aparece citado como E. de Prémio-Réal en el índice. Pues bien, es esta última la referencia que aclara la autoría del traductor, porque la simple denominación de la portada puede inducir a error. E. P. o E. de Prémio-Réal no es sino Eduardo Dreyfus y González (1876-1941), conde de Premio Real, que en el mundo literario es bastante menos conocido que su antecesor en el mismo título, José Antonio Lavalle y Romero-Montezuma, con quien suele confundirse. Este último, un políglota español del siglo XIX que escribía en inglés y francés, fue un diplomático que ejerció de cónsul general de España en Canadá y que gozó de un estimable prestigio como escritor en Québec. Sus escritos conocieron el éxito a través del seudónimo «Fieldat», bajo el que fue muy celebrado su libro Popular sayings from old Iberia (1877), escrito en colaboración con Aitiaiche, seudónimo de Annie T. Howells, hija del cónsul de los Estados Unidos en Québec. Este diplomático, que perteneció y presidió el llamado «Club de los 21», un círculo erudito integrado por escritores y artistas, no es, por tanto, el traductor del libro que comentamos6. El autor de la traducción había nacido en Francia en 1876 y era hijo del francés Augusto Dreyfus y Marx y de su segunda esposa, la peruana Luisa González y Orbegozo, marquesa de Villahermosa. Eduardo Dreyfus y González7, que terminó casándose con Anne-Hélène Talleyrand Périgord y Gontaut, ejerció también la diplomacia y fue ministro plenipotenciario de Francia en Chile. De este conde de Premio Real solo se conoce la publicación de un libro, 6. Los catálogos de la biblioteca Nacional de Francia recogen varios títulos bajo la autoría del comte de Prémio-Réal, sin distinguir a cuál de los dos pertenecen. 7. No se ha comprobado si Eduardo Dreyfus y González adquirió la nacionalidad española, circunstancia que sí se dio con su hermano: el 22 de julio de 1909 aparece en ABC una nota breve informando de la concesión de dicha nacionalidad a Luis D[reyfus] y González.

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Étude sur la condition juridique des artistes peintres en droit romain, una tesis doctoral editada en 1903, en París, por A. Rousseau. En el prólogo no da datos acerca de las circunstancias y del propósito de la traducción, pero sí sabemos que fue el propio Eduardo Dreyfus quien encargó el texto del prefacio a Maurice Barrès. A través de una prosa poética, Maurice Barrès crea un bello y entusiasta ensayo sobre santa Teresa. Nos habla de sus lecturas, de cómo y para quién escribía, de por qué publicaba y en qué se inspiraba. Barrès sostiene que apenas estuvo influenciada por sus lecturas, porque en su tiempo la mayoría de las obras estaban escritas en latín, lengua que desconocía. Interpreta que los pocos libros que leyera no pudieron enseñarle gran cosa, con lo que supone que su inspiración la encontró en quienes la rodeaban, el padre Domingo Báñez, Pedro de Alcántara, Francisco de Borja, Juan de Ávila y Baltasar Álvarez. «La heroica Teresa no es una intelectual. Dice ingenuamente ideas bellas y transparentes […] Ama apasionadamente la sencillez», sostiene Maurice Barrès. Recuerda que Teresa no tiene ninguna intención literaria y que escribe tal como habla, escribe con gracia y con un estilo permanente de humor. El libro se cierra con una nota de Edmond Thiriet, canónigo de Verdun y autor de libros religiosos editados por la Librairie Saint-Paul. Este antiguo superior de los capellanes de Montmartre, hablaba de «la gracia del estilo, de su nitidez y su precisión, […] que hacen de santa Teresa una de las glorias literarias de España». El libro, cuya edición estuvo a cargo de Paul Morisse, un traductor de Goethe, Novalis y Stefan Zweig para Mercure de France, hace el número siete de la colección «Le Livre Catholique»8, fundada en 1914 por el editor Georges Crès. Tiene como frontispicio la reproducción en fototipia9 del cuadro de santa Teresa pintado por Fray Juan de la Miseria, religioso napolitano que estudió pintura en el taller de Alonso Sánchez Coello. Este retrato es uno de los más conocidos en el ámbito religioso y todavía se vende actualmente en láminas enmarcadas. La ornamentación tipográfica del libro fue dibujada y grabada en madera por Dagoucia Mouat [Dagoussia-Mouat]. Se imprimió en Chartres, en la Imprimerie Durand, y, como era habitual 8. Este libro de santa Teresa se encuentra muy alejado de la tendencia religiosa manifestada en el primer título con que dio inicio la colección «Le Livre Catholique», Les odeurs de Paris, cuyo autor fue el periodista Louis Veuillot, defensor del catolicismo ultramontano francés. 9. En el colofón se cita erróneamente como heliograbado.

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en esta colección, tuvo una tirada bastante amplia, mil ochocientos sesenta ejemplares en dos series, algunos de los cuales llevaban impreso el nombre del suscriptor. El número 1761 lleva impresa la mención «Tiré spécialement pour Monsieur Corpus Barga», edición a la que debió de suscribirse el periodista en sus años de corresponsal en París. Sobre el libro, se publicó una crítica el 3 abril de 1921 en la revista Eve. 1.5. Louis Bertrand: «Sainte Thérèse», Arthème Fayard, 1927 Louis Bertrand (1866-1941) fue un autor de libros de gran éxito, con numerosas reediciones, casi siempre en ediciones populares. Publicó con Grasset, Crés, Plon, Flammarion, Alfred Mame, Hachette, Albin Michel, pero sobre todo con Ollendorff y con Fayard, su editor principal durante más de cuatro décadas. Fue un apasionado de la cultura y la historia del Mediterráneo y del Norte de África, de Francia y de España, temas en los que se centran todos sus escritos. Entre sus obras importantes hay que destacar las dedicadas a personajes históricos: Lamartine, Napoleón, Luis XIV, y especialmente, las dedicadas a la historia de España, libros que tuvieron bastante eco entre los lectores españoles: Philippe II: une ténébreuse affaire (1929), Philippe II á l’Escorial (1929), Les quatre femmes de Philippe II (1933), Espagne (1934), Histoire d’Espagne (1932), L’Infante –con numerosas reediciones–, Jardins d’Espagne (1940). A diferencia de lo sucedido con las obras de los restantes autores, las de Louis Bertrand eran traducidas de inmediato en España. Incluso algunas de sus títulos de tema francés tuvieron también su versión española, como La vida amorosa de Luis XIV (Madrid, Editorial Ibero-Africano-Americana, 1926). Pero las obras más difundidas entre nosotros fueron las de tema español: Felipe II: Un asunto tenebroso (Madrid, Ediciones Literarias, 1931), Historia de España (Madrid, 1933) y El enemigo de Felipe II: Antonio Pérez, secretario del rey (Madrid, 1943). Con el título de La Infantessa, el primer volumen de su libro L’Infante –que contenía algunos temas catalanes– fue traducido a este idioma por Joaquim Pellicena i Camacho en 1921. Prologó algunas obras francesas sobre temas españoles y fue colaborador de varias revistas: Revue des Deux Mondes, Le Pais Lorrain, L’Illustration y La Revue de France. En algunas escribió artículos sobre España, país que visitaba con frecuencia. En París pasó algunas veladas con Eugenio d’Ors, con quien el académico francés comentó alguno de sus libros de historia.

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Novelista, ensayista, historiador, Louis Bertrand tiene en común con Paul Claudel y con Louis Le Cardonnel su conversión al catolicismo. Desde esta perspectiva escribió dos de sus obras, sobre san Agustín y sobre santa Teresa de Jesús. Su Sainte Thérèse salió publicado en 1927 por la editorial y librería de Arthème Fayard y cosechó un grandísimo éxito en Francia, alcanzando en 1947 más de medio centenar de ediciones. De las razones que le llevaron a escribir el libro sobre santa Teresa nos dejó constancia a través de una conferencia dada el 14 de noviembre de 1926. Recordaba que después de la publicación de su Saint Agustin, había recibido numerosas cartas de sus lectores proponiéndole que escribiera algo parecido sobre san Luis, san Bernardo, santo Domingo o sobre san Ignacio de Loyola. Pero al final, parece que fueron algunos amigos, colegas y directores de revistas los que le dieron la idea de dirigir su atención hacia santa Teresa de Ávila. Por otra parte, él consideraba que este libro podría ser una especie de culminación de sus obras dedicadas a España. En definitiva, Louis Bertrand, que confesaba que, con independencia de la vertiente religiosa, cualquier escritor podía encontrar un poderoso atractivo en santa Teresa, reconocía que terminó por ceder a estas propuestas, quedando pronto seducido por la personalidad y la obra de Teresa de Ávila10. La edición original de Sainte Thérèse salió el 8 de abril de 1927 de los despachos de la rue de Saint-Gothard, del editor Arthème Fayard, en París. Tuvo una tirada especial de quinientos setenta y cinco ejemplares en varias series y fue impreso por Michels Fils. El libro, traducido de inmediato al español por Emilio Dugi, fue publicado en una de esas ediciones populares que se estilaban en los años veinte y treinta, en Ediciones Mercurio, con una xilografía en la cubierta bajo la firma «M B». Sainte Thérèse, de Louis Bertrand, no pasa de ser una biografía claramente convencional y nada tiene que ver con el polémico libro de Edmond Cazal. El carácter popular de este libro lo puso de manifiesto el propio autor en las primeras páginas: «Los eruditos, los historiadores, los teólogos no tienen nada que aprender en estas páginas […] escribo para aquellos que no conocen a santa Teresa: para quienes no quieren saber de discusiones de textos ni de datos, de fechas ni de aparatos críticos». Louis Bertrand, que comenzó dedicándose al mundo de la enseñanza en varios liceos de Francia para abandonar pronto la docencia y dedicarse a la literatura, fue elegido miembro de la Academia francesa en 1925, 10. Bertrand 1927.

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ocupando el sillón de Maurice Barrès. Sus libros siguen reeditándose actualmente y sus ediciones originales están a la venta en algunas librerías anticuarias de Francia.

2. RENÉ-LOUIS DOYON, UNA VISIÓN CRÍTICA DE LA TRADUCCIÓN R. P. CYPRIEN DE LA NATIVITÉ ENSALZADA POR PAUL VALÉRY

DEL

Librero de viejo, editor, traductor, prolífico y polémico escritor que cultivó la novela, la poesía, el ensayo, la crítica literaria, la biografía y la bibliografía, y que consagró su vida al mundo de la edición, René-Louis Doyon (1855-1966) tuvo una arrolladora actividad editorial durante toda su vida. Comenzó trabajando en la casa Figuière, editor con el que publicó al menos dos títulos de su autoría, para fundar su propia librería en 1917, que pronto se convertiría en casa editora cuyo éxito se extendería de 1920 a 1933. Desde este último año y hasta 1937 trabajó como secretario general con el editor Robert Denoël, a quien vendería los derechos de distribución de sus publicaciones. La década de 1920 y los primeros años treinta fueron la época de mayor esplendor de este editor, y a este periodo corresponden los libros de tema español, una excepción en su producción editorial que estuvo dedicada enteramente a autores franceses. En 1928 publica A.M.D.G. Scènes de la vie dans un collège de jésuites, de Ramón Pérez de Ayala, con un estudio del propio editor sobre san Ignacio de Loyola, y en 1931 saca una magnífica edición del libro de Mathieu Varille, L’Histoire de Riquilda et de l’ermite Juan Garin, obra con ilustraciones de Hermann Paul e impresa por Charles Nipels, con quien haría sus mejores ediciones de bibliófilo. En 1931, en el número uno de la nueva serie de su revista Les livrets du Mandarin, publica un artículo sobre la poesía y música populares andaluzas, y, en sus últimos años de actividad, en 1952, escribe el prólogo para La Celestina editada por Le club français du livre. El constante interés por la cultura española le lleva a publicar en 1920 Canciones, de san Juan de la Cruz, uno de los primeros títulos de su actividad editorial, iniciada en 1919. A la decisión de editar y traducir a san Juan de la Cruz, no es ajena ni su veneración por la cultura española ni sus relaciones con el catolicismo. En Argelia, su lugar de nacimiento, adquiere René-Louis Doyon en su juventud un profundo interés por la religión católica, pero parece que fue en 1908, al final de su estancia en un colegio de jesuitas de Salussola, en

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el Piedemonte italiano, cuando tomó interés por las lenguas latinas y por la mística. No es casualidad que dos de los títulos publicados en 1920, segundo año de su actividad editorial, tuvieran como centro este tema: Proses mystiques, del que es autor, y Canciones, de san Juan de la Cruz. En la figura de René-Louis Doyon coincide la doble condición de editor y traductor de san Juan de la Cruz. Una de las novedades de este libro es el carácter de su traducción. René-Louis Doyon, anticonformista y subversivo, como en tantos otros aspectos de la vida, se mostró muy crítico con la traducción llevada a cabo en 1640 por el P. Cyprien, versión-estrella que se mantuvo en casi todas las grandes ediciones ilustradas de san Juan de la Cruz en Francia durante el siglo XX. Recordemos que fue por esos años cuando Paul Valéry descubrió realmente a san Juan de la Cruz a través de este traductor, a quien llegó a considerar como uno de los grandes poetas de Francia. René-Louis Doyon publicó el texto tres años después de la edición de Louis Rouart, que llevaba la versión del P. Cyprien, y ya había leído, por tanto, dicha versión, tan ensalzada por Paul Valéry. Sin embargo, hay dos rasgos de san Juan de la Cruz que ponen de acuerdo a René-Louis Doyon y a Paul Valéry: la musicalidad y el carácter sencillo y natural de su poesía. Pero además, en el pensamiento de Paul Valéry encaja a la perfección la siguiente afirmación de René-Louis Doyon con respecto a la poesía mística: «Despojada de sus inútiles revestimientos, la poesía mística se convierte en un poema sencillo». En realidad, René-Louis Doyon trata de presentarnos una traducción alternativa a la del padre Cyprien de la Nativité y a la del padre Guillaume François Berthier: Allí donde el padre Cyprien tradujo «‘À l’ombre d’une obscure nuit’[…], nosotros hemos creído más correcto decir con el poeta, de una manera más sencilla ‘Par une nuit obscure’. Y cuando traduce el padre Berthier ‘O cautère délicieux’, no creemos haber traicionado a san Juan de la Cruz escribiendo ‘O brûlure suave’». En cualquier caso, la versión de René-Louis Doyon parece estar inspirada en la del jesuita Jean Maillard, a quien no cita, que fue publicada en 1795. Realmente, mantiene la misma estructura de los versos, y sus modificaciones más sustanciales se refieren al cambio más o menos intenso de términos. Ambas traducciones mantienen bastantes afinidades. René-Louis Doyon, en el estudio que acompaña a la edición, se muestra muy crítico con la traducción del padre Cyprien de la Nativité, que tacha de «mirlitonesca». El fundador de La Connaissance parodiaba así, bajo una crítica mordaz, la traducción clásica francesa, asociándola al sonido del mirlitón, ese silbato formado por una caña y una membrana que produce un timbre sordo y nasal, que contrasta con la «sonoridad tan metálica del

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texto español». Al traductor le preocupaba que su traducción destacara el ritmo y «la bella sonoridad del idioma ibérico». Seguramente no es ajena a esta preocupación la decisión de mantener el título español de Canciones, en vez de traducirlo al francés. En el comentario que acompaña a la edición, el traductor y editor advierte que en la poesía de san Juan de la Cruz «el lector profano encontrará […] una verdadera joya de ritmo, de imágenes, de música verbal […] Su lenguaje es puro, rítmico; sus palabras, floridas; su lirismo, sostenido». Y da explicaciones acerca de la «economía de su traducción»: «Nos hemos propuesto seguir el texto, mantener los símbolos, dar a los términos su valor exacto sin retroceder ante ninguna audacia en las palabras y sin recurrir a interpretaciones falaces». La maqueta del libro fue encomendada a Malo-Renault (1870-1938) –seudónimo de Auguste Emile Renault, nacido en Saint-Malo–, artista que ilustró algunos de los primeros libros editados por La Connaissance, la librería y editorial fundada por René-Louis Doyon. Malo-Renault fue también el autor de las ilustraciones, cabeceras y capitulares. La edición lleva veintidós xilografías, de las cuales, tres van a toda página; el resto son pequeñas viñetas decorativas. En ellas se percibe la grácil elegancia femenina, tan característica en sus figuras de mujeres parisinas, así como el estilo decorativo que explica la influencia japonesa en la obra de este artista bretón. El texto va compuesto en Cheltenham, tipografía diseñada en 1896 por el arquitecto americano Bertram Grosvenor Goodhue para la Cheltenham Press, una letra que no estaba en la tradición tipográfica de la bibliofilia ni se veía por entonces en los libros franceses. Una originalidad más, que estaba en consonancia con la audacia con que el editor manifestó acometer la traducción. El libro fue impreso por Jules Céas & Fils, en las prensas de Champollion. En esta imprenta, especializada principalmente en publicaciones de carácter local de Valence-sur-Rhône, encargó también René Louis Doyon para su editorial de La Conaissance la impresión de otra edición de Canciones, ilustrada con dibujos del artista rosellonés Gustave Fayet; edición sin fecha, de treinta y dos páginas, que llevaba en la portada: «Traducción rítmica de René-Louis Doyon», en lugar de: «Nuevamente traducidas por René-Louis Doyon con un Estudio de la Poesía del amor Místico», que es lo que figura en la edición que hemos comentado. En la concepción tipográfica del libro se adivina la dirección técnica y artística de René-Louis Doyon. El editor tomaba parte activa en la confección gráfica de sus ediciones, elaborando las maquetas y proponiendo tipografías. En su entusiasmo por la calidad de la tipografía y

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La imagen de la Esposa, con sus volutas, nos lleva al modernismo. Como en otras tantas ilustraciones de Malo-Renault, el protagonismo está en la figura femenina. Por los detalles que da Carles Fontseré en sus memorias, esta debe de ser la edición que consultó en la Biblioteca Nacional de Francia cuando el cartelista barcelonés trataba de documentarse para ilustrar su libro.

por las ediciones bien hechas, tenía bastante en común con otras dos figuras que también editaron a los místicos españoles en Francia: Guy Lévis Mano y Pierre André Benoit. Pese a los cuatrocientos ejemplares de la tirada, Canciones tenía muchas de las características de las «ediciones de amigo», porque René-Louis Doyon no era un editor comercial al uso. Las mismas características de sus ediciones, difundidas bajo la modalidad de plaquetas, alejadas de las grandes ediciones ilustradas francesas, no favorecían el éxito comercial. Además, un importante número de ejemplares los distribuía gratuitamente entre sus amigos. Son extremadamente abundantes las dedicatorias, muy numerosas en los ejemplares de este libro, siempre en la página de colofón, que iban dirigidas a impresores, editores, libreros y críticos literarios: René Kieffer,

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Robert Coulouma, Léon Pichon, Henry Barthélémy, Fernand Divoire, Henri Jonquières, Jean Paulhan, Robert Kemp –periodista y crítico literario–, Raymond Clavreuil –librero-editor–, Armand Rassenfosse o Alfred Valette, fundador del Mercure de France. Este primer editor de san Juan de la Cruz en el siglo XX, entre cuyos incondicionales se encontraba André Gide, terminó sus días en el desamparo, en 1966. Nunca había tenido un gran sentido comercial hacia el libro, era un miembro más de la saga de editores franceses preocupados por la tipografía, la bibliofilia y por la elección, muy personal, de los títulos que publicaba.

3. EDICIONES TIPOGRÁFICAS PROMOVIDAS POR LOUIS ROUART Y MAURICE DARANTIÈRE Las ediciones tipográficas son un modelo editorial característico de la primera mitad del siglo XX en Francia. Son una variante de las ediciones de bibliófilo, que no tienen a la ilustración como elemento fundamental. Son aquellas ediciones en las que la tipografía y la composición del texto cobra especial protagonismo frente a la ilustración. Bastante utilizado entre los libreros y bibliógrafos franceses, el concepto de «edición tipográfica» no se encuentra en la tradición bibliográfica ni editorial española. Muchos de los libros editados e impresos por Maurice Darantière están considerados como ediciones tipográficas, pero hubo algunos otros ejemplos en las ediciones que estamos comentando. Louis Rouart Jacob-Desmalter (1875-1964), crítico de arte, coleccionista y mecenas, librero y editor, provenía de una familia de artistas célebres. Era hijo del ingeniero y pintor Henri Rouart y yerno del pintor Henry Lerolle, por el matrimonio con su hija Christine. La estrecha relación de Henri Rouart y Henry Lerolle con Edgard Degas propició que los jóvenes pasaran su juventud en contacto con los pintores impresionistas más notables. La amistad entre los dos pintores quedó definitivamente sellada por el matrimonio de Christine e Yvonne Lerolle con los hermanos Louis y Eugène Rouart. La familia Rouart Lerolle fue una decidida protectora de los pintores impresionistas11. En 1897 Pierre Auguste 11. Las relaciones de la familia Rouart con los pintores impresionistas está documentada por Jean-Marie Rouart 2001. Jean-Marie Rouart, nieto de Louis Rouart, es un periodista y escritor, miembro de la Academia francesa.

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Renoir retrata a las hermanas Yvonne y Christine Lerolle. De ese mismo año es el retrato, también de Renoir, de Christine Lerolle, la futura esposa de Louis Rouart. En 1904 es Edgard Degas quien pinta al matrimonio Louis Rouart-Christine Lerolle. En este ambiente artístico fue donde nació la pasión de Louis Rouart por el mundo del arte, pasión que se extendió también al ámbito de las letras a través de su amistad con André Gide y Maurice Barrès y, sobre todo, con Paul Valéry, muy relacionado con la familia Rouart, con la que también emparentaría por el matrimonio de su hija Agathe Valéry con Paul, otro de los hermanos de Louis. Además, bastantes otros escritores, tales como Francis Jammes o Pierre Louÿs, se encontraban en la esfera de los Rouart. En definitiva, en el mundo del arte y la cultura francesa de esos días estaba muy presente el apellido de esta familia. En medio de todo este ambiente, y por su veneración hacia el arte y la literatura, entra Louis Rouart en el mundo de la edición. Su interés por renovar el arte sacro le llevó a crear y dirigir en 1912 la librería y editorial L’Art Catholique. Cuando funda dicha librería, la familia estaba ya introducida en el mundo de la edición a través de Rouart, Lerolle & Cie, firma especializada en la edición musical. Con esta iniciativa editorial estaba en el ánimo de Louis Rouart el propósito de superar el «style saint-sulpicien», estilo un tanto naïf y de escaso genio, con que se creaba por entonces toda la imaginería religiosa. La librería y editorial estaba en una zona comercial privilegiada, en el número 6 de la Place Saint Sulpice, próxima a la iglesia del mismo nombre, donde en esa época abundaban los establecimientos de libros, imágenes y objetos religiosos de tono popular. Fue en esta librería y editorial donde salieron dos ediciones de san Juan de la Cruz y una de santa Teresa12. Esta casa publicaba libros de tema religioso, pero no eran libros de carácter piadoso, como la mayoría de los que se veían en las librerías del género, sino que sus ediciones estaban orientadas hacia un lector interesado, en general, por la cultura y el arte católicos. En esta editorial, en la que publicaron Paul Claudel, Blaise Pascal, Jacques Maritain y otros muchos, el diseño y concepción de sus publicaciones estaban en línea con esta tendencia. Sus libros se caracterizaban 12. El libro de santa Teresa, cuya autoría se debe a Paul Claudel, se comenta en otro apartado de este artículo, en el dedicado a la poesía inspirada en la santa de Ávila.

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por un esmerado tratamiento tipográfico, con unas cubiertas de tipografía clásica, pero de concepción moderna. Todo este estilo editorial se encuentra en las características de Cantiques spirituels, salido en 1917 bajo el pie editorial de L’Art Catholique. Detrás de esta iniciativa, aunque no aparezca su firma, estaba Paul Valéry: el poeta mantenía una estrecha relación con la familia Rouart; además del parentesco familiar ya comentado, Valéry había pertenecido al círculo del pintor Henri Rouart. Fue por esos años cuando Paul Valéry había conocido la traducción llevada a cabo en el siglo XVII por el carmelita descalzo Cyprien de la Nativité. El libro, una plaqueta de veintisiete páginas tirada en las prensas de l’Art Catholique, se agotó rápidamente, según cuenta el poeta en su estudio para la edición de 1941. La segunda edición de Cantiques spirituels lleva, por tanto, fecha de 1941 y apareció bajo el pie editorial de Louis Rouart et Fils, el fundador y director de L’Art Catholique. Conserva el mismo título que la edición de 1917 y mantiene la misma tipografía y composición del texto, pero posee algunas variantes: su formato es ligeramente mayor y su cubierta y portada, también en la más clara tradición de las ediciones tipográficas, son totalmente distintas a las de la edición de 1917. El libro salió de las prensas de Louis Kaldor, otro de los grandes artífices de la edición tipográfica, suponemos que a propuesta del propio Paul Valéry, estrechamente relacionado con este impresor por haberse tirado en su taller la primera edición de su célebre obra Le cimetière marin, así como algunos otros títulos importantes del poeta. La principal novedad de esta edición es el prefacio de Paul Valèry, en cuyas treinta y seis páginas relata el descubrimiento de un gran poeta en el propio traductor de san Juan de la Cruz, el R. P. Cyprien de la Nativité de la Vierge. Por lo que dice, debió de hacer tal descubrimiento en torno a 1910. Cuenta que vio por primera vez la traducción «en un viejo in-quarto, con los cortes pintados de rojo pálido, encuadernado en un pergamino de aspecto grisáceo, en uno de esos libros que no contienen más que palabras muertas». En ese estudio, lleno de admiración hacia la traducción y hacia la poesía de san Juan de la Cruz, Paul Valéry ve en este traductor a «uno de los más perfectos poetas de Francia». Después de detenerse en el análisis de los valores de la poesía de Juan de Yepes, valores que la crítica también ha visto en su poesía, Paul Valéry sostiene que san Juan de la Cruz se inspiró claramente en el Cantar de los cantares, pero que todas las metáforas y tantas otras joyas que contiene la obra bíblica,

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indisponen su alma occidental y hacen que prefiera «el estilo puro de la obra de san Juan de la Cruz». De este modo, Paul Valéry13 y Louis Rouart están en el origen de este libro, un título clave del que se nutrieron gran parte de las ediciones de san Juan de la Cruz en el siglo XX en Francia. Otra edición que puede ser considerada como tipográfica es Les Exclamations, de santa Teresa, libro editado en 1922 por la Société Littéraire de France, en la colección «Cent-Cinquante». Esta sociedad, que en 1916, primer año de su actividad, publicó Le Jaloux Carrizales d’Estremadure, de Cervantes, ilustrado por Louis Jou, sacó a la luz en 1922 el libro de santa Teresa. Son los dos únicos títulos de tema español salidos de esta editorial. El libro –que fue impreso por Maurice Darantière el mismo año que el Ulises de James Joyce– estaba traducido por el hispanista Marius André (1868-1927), escritor provenzal próximo a Frederic Mistral, cuya mirada estuvo puesta siempre en la América española y en el otro lado de los Pirineos, con traducciones al francés y al provenzal de autores catalanes como Ramon Llull, Santiago Rusiñol o Víctor Balaguer. De la literatura castellana tradujo a Góngora y a santa Teresa, por cuya obra se apasionó durante su estancia de varios años en Madrid como miembro del cuerpo consular de su país. El libro llevaba un frontispicio al aguafuerte de Guy Dollian, que ilustró en la colección «Le Livre de Demain», de Arthème Fayard, a Duhamel y a Georges Simenon, pero sus mejores trabajos en la edición de bibliófilo fueron los realizados para la Société Littéraire de France. El libro tuvo una tirada de ciento sesenta ejemplares ejemplares y, estéticamente, es una interpretación historicista de las ediciones del XVIII, en la más pura línea de los trabajos salidos del taller de Maurice Darantière. Sin embargo, las ediciones tipográficas más representativas son las debidas a Maurice Darantière: Avis de Sainte Therese a ses religieuses y Cantique d’amour divin entre Jésus-Christ et l’âme dévote. De todos los impresores franceses del siglo XX, Maurice Darantière fue quien representó de forma más genuina la ortodoxia tipográfica francesa. Frente a otros muchos impresores, que se especializaron en la edición de arte, cultivando la vertiente de la ilustración, Darantière se especializó en el ámbito de las ediciones tipográficas. 13. De Paul Valéry se publicó póstumamente Vues (París: La Table Ronde, 1947), uno de cuyos capítulos es «Essai sur saint Jean de la Croix, suivi de deux entretiens». La edición consta de ochenta y ocho ejemplares en papel Montgolfier, ciento doce en Johannot, trescientos doce en papel Marais y mil novecientos en papel Alfa.

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Fue Adrienne Monnier, de la Maison des Amis des Livres, quien introdujo a este impresor borgoñés, de Dijon, en los círculos de editores y, muy especialmente, de escritores de lengua inglesa establecidos en el París de los años veinte: la británica Mina Loy, Edgar Allan Poe, Hemingway, Rudyard Kipling, Robert McAlmon –fundador de Contact Editions–, Gertrude Stein, Tessie Jones, Hilda Doolittle, Gertrude Beasley –todos estadounidenses–; de sus prensas salieron importantes obras de todos estos autores, pero la proyección mundial de Maurice Darantière le viene por haber sido en 1922 el artífice de la impresión del Ulises de James Joyce, editado por Sylvia Beach, librera y editora norteamericana que dirigía en París la librería Shakespeare and company. Los años veinte fueron la época dorada de este impresor cuya casa había sido fundada en 1870 por su padre Victor Darantière. Amante de las antiguedades y del mundo clásico, Maurice Darantière era un claro defensor de la tipografía convencional14. Avis de Sainte Therese a ses religieuses, impreso en 1930, es una edición no comercial, de muy pocos ejemplares, con los que el editor-impresor obsequiaba a sus amigos. Tiene la particularidad de que cada ejemplar lleva variantes con respecto a los del resto de la edición, convirtiéndola de esta forma en un conjunto de ejemplares únicos. En el colofón de algunos de estos libros deja constancia de este dato: «Chaque exemplaire est un exemplaire unique». Cantique d’amour divin entre Jésus-Christ et l’âme dévote, publicado en 1944 bajo la enseña de «Les Éditions du Raisin», sello creado por Maurice Darantière en 1926, es la más representativa de todas las ediciones tipográficas. Es, de principio a fin, un libro marcado por mejor técnica tipográfica clásica. La elección del tipo de papel, Richard de Bas, que imita el aspecto de los papeles del siglo XVIII, la composición, las cabeceras y viñetas, la profunda huella en la impresión le dan un inconfundible aire de ese siglo. Nadie como Maurice Darantière representó en Francia la ortodoxia del arte tipográfico. Del impresor de Dijon dijo Lucien François que trabajaba como los Didot del siglo XVIII. Sus libros son un catálogo de abundantes elementos que nos transportan a esta centuria: las proporciones y el equilibrio tipográficos, el uso de fuentes en la más pura tradición francesa –en este libro, Roman du Roy, diseñada y grabada en 1692 por Philippe Grandjean–, la alternancia de las tintas roja y negra, los papeles volumen donde se nota la profunda huella del texto. Los signos del siglo XVIII 14. Su obra tuvo eco a través de varias revistas del libro y sus trabajos tipográficos fueron objeto de importantes exposiciones.

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están presentes, de una manera especial, en la ornamentación de cabeceras y remates de capítulo con cariátides y floreros. El lomo y el colofón del libro son un calco del estilo que seguían los textos de siglos pasados, a través de la composición en sistema antiguo, con la hoja de hiedra indicando la separación de párrafos. El libro está compuesto en Romain du Roi, una especie de tipografía nacional francesa creada por Philippe Grandjean a finales del siglo XVII para la Imprimerie Nationale. Editado por Maurice Darantière, el libro ya no salió de sus prensas, sino que fue la Imprimerie Nationale la encargada de tirar los doscientos cincuenta ejemplares de que consta la edición, cuya concepción tipográfica fue dirigida por Maurice Darantière. Se imprimieron, además, un número no especificado de ejemplares que llevaban el nombre del destinatario impreso. El que se conserva en la Biblioteca Nacional de España, con el número IV, lleva su propia nominación. El libro, que hacía el número 54 de las Éditions du Raisin, se puso a la venta en París el quince de junio de 1944, dos meses antes de la liberación de la ciudad, con el número 20.415 de autorización del Comité d’Organisation du Livre.

4. SANTA TERESA Y SAN JUAN DE LA CRUZ EN LOS EDITORES VANGUARDIAS: EDMOND CHARLOT, PIERRE ANDRÉ BENOIT LÉVIS MANO

DE LAS Y

GUY

Edmond Charlot, Pierre André Benoit y Guy Lévis Mano son tres editores que, con diferente intensidad, centraron también su interés en santa Teresa y san Juan de la Cruz. La relación de autores franceses publicados entre estas tres figuras de la edición recorre todo el universo literario vanguardista de mediados del siglo XX. Los tres compartieron unos cuantos nombres importantes de la literatura francesa. Pierre Jean Jouve publicó con los tres; Rolland-Simon tradujo para Edmond Charlot y Guy Lévis Mano; René Char se dio cita en las casas editoriales del último y de Pierre André Benoit. Los tres eran editores para públicos minoritarios y los tres sentían una clara predilección por las ediciones de bibliófilo y por los libros bien editados. A los tres les unió también su pasión por la poesía de García Lorca.

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4.1. Edmond Charlot Edmond Charlot (1915-2004) es el caso que más se aparta de los otros dos. En 1936 funda en Argel, bajo el nombre tomado de una obra de Jean Giono, «Les vraies richesses», una pequeña librería que pronto iba a convertirse en casa de edición y galería de arte. Editor de Albert Camus y muy vinculado al escritor de origen español, Emmanuel Roblès, Edmond Charlot se sintió atraído en sus primeros años de actividad por algunos autores y acontecimientos de España. En 1936 saca a la luz Révolte dans les Asturies y en 1943 publica 33 coplas sentencieuses du folklore andalou. Pero es en 1942, el mismo año en que edita a García Lorca, cuando publica Cantique Spirituel: Chansons entre l’âme et l’époux, de san Juan de la Cruz, en la colección «Fontaine», que desde su creación en 1941, dirigía Max-Pol Fouchet. El poema de san Juan de la Cruz, sexto volumen de la colección, estaba traducido por Rolland-Simon. En 1945 sacó otra edición, comercial en este caso. Es también en 1945 cuando publica, como noveno volumen de la colección «Fontaine», Glose de sainte Thérèse d’Avila, con traducción de Pierre Jean Jouve y Rolland-Simon. Era la misma traducción que estos dos autores habían hecho para la edición de 1939 promovida por Guy Lévis Mano, que debió de cederle los derechos; por eso la de Edmond Charlot lleva la mención de «segunda edición», la primera había sido la de Guy Lévis Mano. Tanto el libro de san Juan de la Cruz como el de santa Teresa, no llevaban paginación, técnica que el editor Edmond Charlot puso en práctica a imitación de lo que solían hacer en sus ediciones Pierre André Benoit y Guy Lévis Mano. Los otros dos editores, Pierre André Benoit y Guy Lévis Mano, guardan enormes semejanzas entre sí. Los dos son conocidos en el mundo de la edición por tres iniciales: PAB y GLM. Los dos eran algo más que editores: PAB destacó como poeta, pintor, ilustrador, editor, impresor y coleccionista de libros y de arte; GLM era poeta, traductor, editor e impresor. El estilo de las publicaciones de estos dos editores tiene su antecedente formal en un editor español, que trabajó ocasionalmente en Francia a comienzos de los años treinta: PAB y GLM coinciden con Manuel Altolaguirre en su gusto por la tipografía, el formato original de sus plaquetas y las tonalidades de los papeles sobre los que imprimían. Los libros de estas dos figuras de la edición recuerdan las características de las Ediciones de Poesía, el pie editorial bajo el que publicó en París el autor y editor malagueño de la Generación del 27.

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4.2. Santa Teresa y san Juan de la Cruz traducidos por Florence Delay y Pierre André Benoit PAB publicó importantes ediciones ilustradas por Picasso y Miró, pero los únicos textos españoles que le conocemos están dedicados a santa Teresa, a san Juan de la Cruz y a Federico García Lorca. El de santa Teresa, en la célebre edición «minuscule»; los de san Juan de la Cruz y García Lorca, en su revista La Carotide. De los dos autores místicos, en total, veintiséis versos: veinte del poema de santa Teresa, traducido por Florence Delay, y seis del de san Juan de la Cruz, en La Carotide, con traducción de Pierre André Benoit. En esta última publicación, de la que Florence Delay dice que «el título mismo de la revista –una gran palabra para este pequeño cuaderno, de 11 x 12 cm, y de ocho páginas– quiere decir, sin duda, que la poesía es tan vital como la arteria que lleva la sangre a la cabeza». En el primer volumen apareció, en 1956, un poema de san Juan de la Cruz. Se trata de la octava y última estrofa de Noche oscura, cuya traducción no lleva firma, pero casi con total seguridad debe atribuirse al propio editor, a Pierre André Benoit, que en algún otro caso también publicó uno de sus dibujos de forma anónima. Además, hay una razón poderosa que revela su autoría: convierte en seis los cinco versos del original español, con lo que reduce el número de sílabas de los versos tercero y cuarto. Toda una prueba del estilo que solía poner en práctica este artista y editor, que reducía al máximo el número de palabras, condensando todos los elementos. Si se compara con la traducción francesa que se recoge en Poemes majeurs, el libro editado por Les Beaux Livres-Grands Amis, la de Pierre André Benoit, es mucho más breve, desprovista de todo artificio y notablemente bella. Je me tins là et m’oubliai la face appuye sur l’Aimé tout cessa et je me laisse laissant mon poids entre les lis anéanti Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme,

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dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. El protagonismo de santa Teresa en las ediciones de PAB le vino a través de Un poème de Sainte Thérèse d’Avila, traducido por Florence Delay, actual miembro de la Academia francesa. Es este, tal vez, el libro menos conocido y más raro de cuantos se dedicaron a los místicos. Además de otras peculiaridades, la edición posee una doble singularidad: la juventud de la traductora, hoy reconocida escritora, y el hecho de ser la única publicación de la célebre colección «minuscule» que el editor Pierre André Benoit dedicó a la cultura literaria española. Santa Teresa y Federico García Lorca fueron los primeros autores traducidos por Florence Delay, y el de santa Teresa, su primer libro publicado, libro con el que dio comienzo su carrera de hispanista y de escritora de prestigio. Luego vendrían sus novelas y ensayos, y sus traducciones de Lope de Vega, de Miguel Hernández, de José Bergamín y, sobre todo, de Federico García Lorca. Florence Delay provenía de una familia de Bayona, en el País Vasco francés, y solía pasar algunas temporadas en la casa familiar de las Landas, desde cuyas colinas divisaba los Pirineos. Es probable que esta proximidad a España fuese uno de los motivos por los que eligió el español como segunda lengua en sus estudios. En 1956 viaja desde Irún hasta Barcelona para pasar el verano en una casa en pleno campo de la comarca del Panadés, cerca de Lavern15. Con el español aprendido ese verano y en dos cursos del liceo, afrontó la joven estudiante la traducción del poema de santa Teresa. Aunque la traductora no debió de experimentar la misma pasión que por la obra de García Lorca, la poesía de Teresa de Ávila suscitó, sin duda, una profunda admiración en la joven estudiante, ya que recuerda que fue únicamente suya la idea de traducir su poesía. Con respecto a los motivos que le llevaron a elegir este poema, cuenta: «je l’ai choisi pour sa beauté, moins par sentiment religieux que par sentiment amoureux»16, afirmación que viene a reforzar algo que se manifiesta con claridad en la historia de 15. Algunas de estas referencias biográficas pueden consultarse en sus libros Mon Espagne y Nuit sur les yeux. 16. Manifestaciones de Florence Delay en la entrevista concedida al autor de este artículo.

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las ediciones francesas de santa Teresa, cuyo significado superó ampliamente la dimensión religiosa de la mística castellana. Florence Delay recuerda perfectamente la edición de Manuel Aguilar en la que leyó por primera vez a García Lorca, por orientación de René Char; en el caso de santa Teresa, no sabe con precisión dónde ni cómo leyó sus poemas, pero sí vienen a su memoria las lecturas escolares de algunas poesías de Teresa de Ávila que sus profesores le hacen comentar en clase. El testimonio de la traductora es prueba de que en Francia la lectura de santa Teresa no obedecía a modas pasajeras, sino que era una tendencia que persistía a través de los tiempos. Un poème de Sainte Thérèse d’Avila (Sur ces mots: dilectus meus miel [sic]) se gestó, por tanto, en los años escolares de la autora, cuya edad no superaba los quince, y vio la luz en las Navidades de 1956. La historia de este singular libro nace del primer encuentro entre Florence Delay y el poeta René Char, a quien la traductora había conocido en la primavera de 1956, presentado por su madre, muy vinculada al poeta, con quien mantenía una importante correspondencia literaria. A través de René Char, amigo de Pierre André Benoit, Florence Delay vio publicadas sus primeras traducciones de García Lorca en los números II y VI de la revista La Carotide y vió también su primer libro publicado, junto a los de ilustres nombres de la literatura y el arte franceses. En la traducción de las tres estrofas, en veinte versos –como también eran veinte los que tradujo de García Lorca en el volumen II de La Carotide–, del poema Mi amado para mí (Sur ces mots: dilectus meus miel [sic]), Florence Delay nos ofrece la traducción fresca y moderna, fresca y duradera de unos versos que por esos años se leían también en las escuelas españolas. Una traducción con luz propia, que resuelve con gracia y elegancia, musicalidad y ligereza la poesía de Teresa de Ávila. Uno de los encantos de este libro es que nos deja una santa Teresa popular y de todas las épocas. Su traducción está impregnada de aquella espontaneidad y sencillez de que hablaba Maurice Barrès en el prefacio de Commentaires sur le Cantique des Cantiques et treize poèmes. El libro, «minúsculo» por el formato, por el número de páginas, por el número de versos y por el corto número de ejemplares, guarda la esencia de las ediciones que cautivaron a Picasso –se cuenta que el pintor, acostumbrado a las magnas ediciones que le dedicaban los grandes editores de arte, sentía preferencia por estos pequeños y originales libros–. Los divertimentos tipográficos, tan característicos de este editor, están presentes en el libro a través de la composición del texto

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y el colofón. Para mantener la caja de texto, rompe los versos largos y los sangra a párrafo francés, técnica con la que consigue una composición muy armoniosa. En el colofón se nos ofrece a modo de divertimento tipográfico, un juego de cifras: «Imprimé par PAB pour Noël 1956. 56 fois». Este y otros recursos similares eran muy frecuentes en los libros del editor de Alès. El formato cuadrado, el color de la cubierta, la publicación de un solo poema y el carácter de divertimento tipográfico son los rasgos más peculiares de estos libros minúsculos del editor PAB. No nos encontramos ante un libro objeto ni ante un libro de arte. La edición guarda algunas claves populares, sobre todo, por el color de la cubierta, en clara afinidad entre la estética de la edición y la naturalidad y sencillez con que fueron traducidos los versos de Teresa de Ávila. El libro, como otros muchos de los publicados por PAB, no fue distribuido comercialmente. Los cincuenta y seis ejemplares se quedaron en el entorno de René Char, del editor PAB y de la traductora, quienes lo distribuyeron entre sus amistades. En uno de estos ejemplares, enviado por la joven Florence Delay al célebre escritor francés, puede leerse la siguiente dedicatoria: «A Monsieur et à Madame André Maurois –le premier tout petit livre de leur jeune admiratrice–, vendredi 25 janvier 1957». La traductora no conserva actualmente en su poder más que un ejemplar. Con Un poème de Sainte Thérèse d’Avila –libro inencontrable actualmente en las librerías anticuarias de Francia–, Florence Delay dio comienzo a una brillante carrera como traductora de algunas de las más importantes figuras de la historia de la literatura española17. Los textos de Juan de Yepes y Teresa de Ávila están impregnados, en lo conceptual y en lo tipográfico, de la expresión sin ornamentos, de purismo y concentración, y de economía y austeridad en las palabras. En la edición de estos poemas aflora un estilo que contrasta con las exageraciones que se estilaban en muchas de las ediciones de bibliofilia. En definitiva, en todos estos fragmentos de vida literaria, de pocas páginas y sin numerar, de pocos versos y con palabras contadas, asoman algunas de las tendencias que en los años que siguieron a estas ediciones iba a implantar la estética minimalista. 17. En los últimos años ha regresado ocasionalmente al mundo de la bibliofilia con la traducción de Seis poemas galegos. Six poèmes galiciens (1998), de García Lorca, para Ediciones Raíña Lupa, de París. Para la editorial La Delirante hizo también la traducción de Beauténébreux, de José Bergamín.

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4.3. Guy Lévis Mano Entre el grupo de editores de santa Teresa y san Juan de la Cruz, hay que destacar de manera especial a Guy Lévis Mano (1923-1974)18, el mayor promotor de la literatura vanguardista española en Francia. Desde el primer momento, GLM se convirtió en un editor clave para la literatura española en la esfera editorial francesa. Testimonio de ello son los numerosos autores españoles de todas las épocas que salieron de sus prensas. Su pasión por la cultura literaria de nuestro país le llevó a lanzar varias ediciones sobre coplas, romances y cantes flamencos; publicó a clásicos como Ramon Llull, Luis de Góngora o Lope de Vega y, entre los poetas y autores del siglo XX, dio a conocer a Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández, Rafael Alberti y José Herrera Petere. Pero, sobre todo, Guy Lévis Mano veneraba a Federico García Lorca, de quien editó alrededor de una docena de textos. También fue grande su estima por los artistas españoles, muchos de los cuales colaboraron en sus ediciones: Pablo Picasso, Joan Miró, Salvador Dalí, Óscar Domínguez, Gregorio Prieto, Luis Fernández, Javier Vilató. Pese a todo, en España su nombre permanecía casi en el anonimato hasta que Juan Manuel Bonet lo dio a conocer en su Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936). Guy Levis Mano formó parte de ese círculo de figuras del libro que realizaban íntegramente sus ediciones. Al estilo de François Bernouard o Louis Jou, Guy Levis Mano editaba, componía e imprimía el texto de sus libros. Pero este editor, emigrado de Salónica a París en 1918, que tenía mucho en común con su coetáneo Pierre André Benoit, además de impresor, era el traductor de gran parte de las obras españolas que editaba. En su pequeño taller del número 6 de la Rue Huyghens, en un patio interior en pleno barrio de Montparnasse, este judío sefardita, nacido en Salónica en 1904, publicó tres libros de los místicos, cuyo lenguaje le recordaba al castellano arcaico de su niñez en Turquía: uno de santa Teresa y dos de san Juan de la Cruz: Glose de Sainte Thérèse d’Avila (1939), Cantique Spirituel (1947) y Poèmes mystiques (1951). Poèmes mystiques, editado en 1951, que hacía el número XIX de la serie «Voix de la Terre», una colección dedicada a la antología de la poesía universal, es una edición bilingüe en la que GLM hizo de traductor, editor 18. El significado de su obra y la catalogación de sus ediciones fue recogida por Antoine Coron 1981. Su perfil biográfico está publicado por la Asociación GLM, fundada en 1980 por su amiga Madeleine Pissarro, y puede verse en la siguiente página web: [en línea] .

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e impresor. Impresa en caracteres Fournier, tan usados en su taller desde 1948 hasta mediados de los cincuenta, tiene una tirada, de mil trescientos ejemplares, una de las más amplias que llevó a cabo el editor. Pero los dos libros más destacados entre las ediciones de los místicos castellanos son Glose de Sainte Thérèse d’Avila y Cantique Spirituel, de san Juan de la Cruz. Glose de Sainte Thérèse d’Avila fue publicado en 1939, periodo en el que GLM se encontraba dedicado de lleno a la edición surrealista. Aunque el libro no fue concebido en la estética de este movimiento, lleva la inequívoca impronta de la tipografía y mise en page del impresor de Montparnasse. Como en todas sus ediciones, la tipografía juega un papel importante. Aquí utiliza el recurso de viñetas tipográficas, tan características de algunas de sus ediciones; viñetas combinadas, entre sí y con el texto, de tal forma que insinúan o dibujan una cruz. Está compuesto en caracteres Plantin, una de sus letras preferidas en la década de 1930, letra en que compuso las obras de los más destacados poetas surrealistas: André Breton, Benjamin Péret, Max Jacob, René Char, Henri Michaux o Tristan Tzara. Frente a todos estos libros, siempre en caracteres romanos, el impresor emplea en este caso la cursiva –probablemente, en clara asociación con el carácter femenino–, recurso utilizado también en algunas otras obras. El libro es una de las pocas ediciones españolas no bilingües del editor parisino, cuya traducción francesa se debe a Rolland-Simon y a Pierre Jean Jouve; el primero, tradujo también a García Lorca para el mismo editor; el segundo, también traductor, fue un autor muy publicado por Guy Lévis Mano. En 1947 GLM publicó su mejor libro dedicado a la obra de san Juan de la Cruz, Cantique spirituel, ilustrado por Raymond Gid. No hay nada en la concepción de este libro que haya sido dejado al azar. Todo aquí se encuentra perfectamente estudiado; cada elemento, la interrelación entre texto e imagen y cada combinación de caracteres. En las páginas de este libro aflora una interpretación tipográfica verdaderamente armoniosa. Sobrio, pero con unas acertadas originalidades tipográficas, el libro lleva el texto en Elzevir Caslon, la tipografía que GLM comenzó a utilizar en 1946, después de su regreso como prisionero de guerra en Alemania. Se trata de una edición bilingüe cuyo texto, en español y francés, no va encarado. El poema en español, en Elzevir Caslon del cuerpo 12, ocupa las cuatro primeras páginas. La traducción francesa, en cuerpo 20 de los mismos caracteres, va situada en páginas impares, enfrentada a las ilustraciones. Solo en un caso, y al final del libro, se altera esta combinación. El equilibrio romana-cursiva vuelve a verse en este poema: en cursiva, las palabras de la esposa; en romana, las del esposo. El libro no va paginado pero el tipógrafo llevó la numeracion a las estrofas,

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cada una con un número correlativo, a imitación de la signatura de los pliegos de imprenta, o al estilo de los versículos de la biblia. Parte fundamental del libro son las nueve imágenes de Raymond Gid, un ilustrador, tipógrafo y cartelista de cine muy vinculado a las ediciones de GLM. Las ilustraciones capturan tres elementos: ramas, manos y rostros. Los dos primeros, siempre combinados, evocan rasgos del surrealismo; y los rostros, distorsionados, esbozando máscaras primitivas, irradian cierto tono expresionista. Como la mayoría de las ilustraciones en los libros de GLM, van reproducidas al trazo –fotograbado de línea– que se imprimen conjuntamente con el texto.

El Esposo y la Esposa, en el estilo característico de las ediciones de bibliófilo que por esos años ilustró Raymond Gid. El crítico de arte René Huyghe destacó en sus ilustraciones el trazo concentrado y depurado, que condensaba y definía las formas. Bajo la estética de tinte expresionista, en estas figuras subyace la espiritualidad de la poesía de san Juan de la Cruz.

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5. ARTISTAS Y SOCIEDADES DE BIBLIOFILIA EN LAS EDICIONES DE LA MÍSTICA CASTELLANA

El periodo que va desde la década de 1940 hasta los primeros años sesenta fue generoso en ediciones de san Juan de la Cruz en Francia. El panorama se abrió en 1943, en París, mediante una exposición en la Biblioteca Nacional con ocasión de la celebración del cuarto centenario del nacimiento de san Juan de la Cruz. Dicha conmemoración fue en España el punto de partida para un significativo conjunto de artículos publicados en revistas especializadas, y escritos por prestigiosos nombres de la literatura crítica de esos días: Gerardo Diego, El Marqués de Lozoya, Dámaso Alonso, José María de Cossío, Luis Rosales, Francisco Yndurain, José Manuel Blecua y, algunos años más tarde, Jorge Guillén. Pero mientras en España se investigaba la literatura del místico de Ávila, Francia, sin abandonar tampoco este campo, ponía su mirada en la edición de arte. Si en las primeras cuatro décadas del siglo el centro de atención estuvo en santa Teresa, a partir de mediados de los años cuarenta la bibliofilia francesa, a través de los artistas, experimentó una clara seducción por san Juan de la Cruz. Entre algunas de las razones que explican la revalorización de este poeta universal, están las de carácter plástico y literario. Hubo un hecho que aglutinó a un sector de artistas alrededor de esta figura de la mística. El antecedente se sitúa en 1939, cuando se publica un artículo en un discreto boletín de la Universidad de Granada19. Su contenido no tendría especial importancia si no fuera por la semblanza bibliográfica de las ediciones en las que aparece el dibujo de Cristo en la Cruz, cuyo autor fue el propio Juan de Yepes. En el artículo se recuerda el episodio que dio lugar al conocido dibujo «a pluma y con solo unas líneas» realizado por san Juan de la Cruz. El comentario tuvo su equivalente en Francia, y fue en 1946, en un bello artículo, cuando René Huyghe, conservador jefe del Museo del Louvre, vuelve sobre el célebre cuadro20. En el estudio del dibujo, el crítico e historiador del arte dice que san Juan de la Cruz escapa a los hábitos visuales de los artistas de su tiempo. Que ignora las reglas y los límites de la visión de sus coetáneos y se pregunta cómo pudo haber tenido el místico una visión tan fulgurante. Algún tiempo después de este artículo, en 1951, 19. Orozco Díaz 1939, 273-295. 20. L’Espagne mystique 1946.

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Salvador Dalí firmaba su célebre Cristo de san Juan de la Cruz, cuadro que se conserva en el Museo Kelvingrove, en Glasgow. Como quiera que sea, coincidencia deliberada o no, lo cierto es que entre algunos artistas franceses hubo una clara confluencia en sus intereses por ilustrar la obra de san Juan de la Cruz. En lo que concierne al ámbito literario, las relaciones de Paul Valéry con España y el descubrimiento de la traducción que el padre Cyprien de la Nativité hizo de la obra de san Juan de la Cruz, están en el origen del redescubrimiento del místico español. Las intensas relaciones de Paul Valéry con España fueron reveladas hace unos años por Monique Allain-Castrillo21. Entre el sinfín de episodios pueden recogerse algunos, solo en lo que atañe al aspecto literario: al investigar las lecturas que había hecho en su época de estudiante en el instituto de Montpellier, esta autora comprueba que se había acercado a santa Teresa, san Juan de la Cruz, Cervantes, Lope de Vega, Góngora o Calderón… Entre los mitos españoles de Paul Valéry cita a Don Quijote, Don Juan, el Cid, Colón o el emperador Carlos V, y entre sus maestros, a Ignacio de Loyola, Ramon Llull, Góngora y san Juan de la Cruz. Fueron muchas las relaciones que mantuvo con gentes de letras que, de una u otra manera, tenían algún tipo de vinculación con España. Su trato con el hispanista Marius André –traductor de Les Exclamations, de santa Teresa, ya comentado en este artículo– también le puso en la senda de España. Pero en lo que toca a su admiración por san Juan de la Cruz, parece que fueron Huysmans y Maurice Barrès quienes le introdujeron en la poesía de místico de Ávila. La vinculación con lo español continuó a través de alguno de los miembros de su familia, cuando su nieta Agathe Rouart-Valéry tradujó al francés, bajo el título Du baroque, la obra de Eugenio d’Ors, que desde 1936 conoció varias ediciones en Gallimard. Pero, al margen de estas y otras muchas razones documentadas, hay alguna otra que no circula por las bibliografías y que demuestra la proximidad de nuestro personaje con la vida de España. Se trata de la impresión que transmitía a José María Junoy22 a propósito de una reseña sobre La jeune parque que el crítico barcelonés había publicado en la revista La Publicitat. La carta de Paul Valéry lleva fecha del 26 de febrero de 1918: 21. Allain-Castrillo 1995. 22. Correspondencia de Paul Valéry que fue subastada el 13 de diciembre de 2007 en la sala Delvaux, de París.

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J’ai le bonheur d’être né dans un port qui n’est pas loin de Barcelone, et mon enfance s’est passée à regarder venir ce qui venait d’Espagne. Cette ancienne familiarité m’a permis de lire, sans grande peine, le petit article très aimable que vous avez bien voulu consacrer à la Jeune Parque dans La Publicitat.

Y por último, el entusiasmo y la admiración de Paul Valéry por la traducción del padre Cyprien de la Nativité y por la propia poesía de san Juan de la Cruz estuvo en el origen renovador de la mirada sobre el místico castellano. Hay dos ediciones en las que esta influencia es concluyente: la edición ilustrada por Carles Fontserè y el libro editado e ilustrado por Alain de La Bourdonnaye. El prólogo de Rafael Tasis para la edición de Carles Fontserè recoge directamente bastantes de las ideas expuestas por Paul Valéry en el comentario de la edición de 1941, de Louis Rouart, y en lo que respecta a Alain de La Bourdonnaye, es el propio artista quien admite la relación directa entre su libro y el citado estudio de Paul Valéry. En toda esta atmósfera, literaria y plástica, fue donde nació este conjunto de ediciones artísticas de san Juan de la Cruz. 5.1. Carles Fontserè, san Juan de la Cruz visto por un cartelista de la Guerra Civil Las vertientes artísticas más conocidas de Carles Fontserè (1916-2007) son la de cartelista y la de fotógrafo, facetas especialmente difundidas por la prensa barcelonesa a partir del año 2000 en una serie de artículos sobre el artista, que había regresado del exilio en 1973. Aunque fue objeto de algunas otras exposiciones en Barcelona –en 1977 la galería Syra celebró una muestra con el título de Un fons d’obra grafica de Carles Fontserè recuperat del periode de Paris 1944-1948–, su obra de ilustrador y grabador no adquirió tanta notoriedad, pese a que en sus memorias dedica bastantes referencias a esta actividad de la que nunca renegó y de la parecía sentirse bastante satisfecho. Entre los artistas exiliados o establecidos en París, Carles Fontserè es el único que dejó documentada en unas memorias su actividad de ilustrador y editor. En el París ocupado se ganaba la vida como ilustrador de comics para dos editores, Ettore Carozzo y George Tedeschi, y mediante colaboraciones para la revista La Gerbe, pero sus intensas relaciones con gentes del arte y de la edición pronto le pusieron en la pista de las posibilidades

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de negocio que tenían las ediciones de bibliófilo, con una tradición tan asentada en Francia. Cuando después de haber pasado un tiempo en Perpiñán, en un campo de refugiados, Carles Fontseré llega a París, queda deslumbrado por la importancia de las ediciones de bibliófilo francesas y ve en ellas la posibilidad de conseguir un medio de vida, vendiendo sus libros a los coleccionistas, que abundaban entre las clases acomodadas y burguesas, según cuenta en sus memorias. A esto se sumaba el interés de Rafael Tasis por el mundo de la edición y la atracción que sin duda sentía por las ediciones bien hechas, fruto del gusto y los conocimientos adquiridos al contacto con la bibliofilia barcelonesa, que ya por entonces contaba con una tradición importante. También es conocido el interés de Fontserè por el mundo de los libros, sobre los que da algunos datos en sus memorias, al manifestar que llegó a hacerse suscriptor de algunas sociedades de bibliofilia. Sus amigos Martí Bas y, sobre todo, Antoni Clavé ilustraban por esas fechas para casas editoriales y grandes sociedades de biliofilia, pero no asumieron por sí mismos iniciativas editoriales de importancia. El primero hizo por su cuenta alguna edición, limitadísima, pero era de las destinadas a sus amistades y no al mercado de la bibliofilia, como hizo Fontserè. Grau Sala sí había editado a través de Le Cheval de Bois y de algún otro sello, ediciones que quedaron un tanto diluidas entre el enjambre de libros que ilustró para innumerables casas de edición y sociedades de bibliofilia. En cambio, todos los libros ilustrados por Fontserè fueron lanzados bajo su iniciativa editorial. Los seis libros que ilustró –tres en catalán y tres en castellano– difunden la obra de otras tantas figuras de la historia de la literatura castellana de todos los tiempos: García Lorca, Lope de Vega y san Juan de la Cruz. Artista prolífico y polifacético, Carles Fontserè fue dibujante, grafista, publicitario, decorador, cartelista, dibujante de cómics, fotógrafo, escenógrafo, pintor, litógrafo, grabador, ilustrador y editor de bibliofilia. Con todo este bagaje gráfico, el ilustrador se relacionó en París con un grupo de españoles vinculados al mundo de la bibliofilia. Fueron muy estrechos sus contactos con artistas, ya conocidos de Barcelona, que por esos años desplegaron una intensa actividad como ilustradores de libros de bibliófilo editados en París: Antoni Clavé, Martí Bas, Grau Sala, Pedro Flores; aunque con mucho menos trato, conoció también a artistas como Creixams, Óscar Domínguez, Andrés Segovia o Apel.les Fenosa, todos con una reconocida dedicación a la ilustración de bibliofilia. Entre los franceses, destaca su relación con Jean Cassou, Jean Camp y el conde Tony de Vibraye, presidente

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de La Compagnie Typographique y de la sociedad de bibliófilos Les Ordres de Chevalerie, para la que Carles Fontserè ilustró Font- aux-cabres, de Lope de Vega. Pero la relación más fructífera fue la establecida con Rafael Tasis i Marca, a quien conoció en una visita a su despacho de los Campos Elíseos, como secretario general de la Sección Catalana de la Association des amis de la République Française. Sin Rafael Tasis, que ya por entonces era un escritor de reconocido prestigio, probablemente Carles Fontserè no se hubiera dedicado con la misma intensidad a la ilustración y edición de libros de arte. Desde ese momento, Rafael Tasis, que llevaba el mundo de los libros y la edición en la sangre –en los años cincuenta iba a montar una imprenta y una librería en el 42 de la Rambla Capuchinos– ejerció de colaborador, asesor y editor de las obras promovidas por el cartelista barcelonés. La idea de editar Cantiques spirituels, de san Juan de la Cruz, le fue sugerida personalmente por el librero de la Rue Faubourg Saint Honoré, Henri Lefebvre, editor de arte que en esa época publicaba obras de Henry de Montherlant ilustradas por dos artistas españoles, Mariano Andreu y Martí Bas. A este librero y editor lo conoció Carles Fontserè a través de las sociedades de bibliofilia de las que ambos eran socios. La relación de las obras ilustradas y editadas por Carles Fontserè, persona dinámica y extraordinariamente inconformista, nos lleva a la convicción de que su intención era siempre la de publicar títulos que no hubieran sido ilustrados anteriormente. Cuenta este ilustrador en sus memorias que fue a la Biblioteca Nacional para cotejar las ediciones de san Juan de la Cruz y comprobó que no existía ninguna que pudiera considerarse edición ilustrada. Por algunos detalles que revela, creemos que debió de consultar la única edición existente por entonces, la de Canciones, traducida y editada en 1922 por René-Louis Doyon en La Connaissance. Pero, ciertamente, no era ese el modelo que Fontserè tenía de las ediciones ilustradas por atistas. Desconocemos si el artista tuvo noticia y si visitó la exposición que la Biblioteca Nacional de Francia dedicó a san Juan de la Cruz en 1943, pero con total seguridad la contemplaron Just Cabot, Nicolau d’Olwer, Rubió i Tudurí y, sobre todo, Rafael Tasis. Los tres primeros pasaban sus días leyendo y escribiendo en las salas de esta institución. Henri Lefebvre, el librero-editor que dio la idea de la edición a Fontserè, a buen seguro que también la visitó. La propuesta de Henri Lefebvre debió de ser bien vista por Rafael Tasis, que por entonces se había convertido en el mentor literario del ilustrador. De este modo, todo este contexto era favorable para que el artista emprendiera la edición de la obra universal de san Juan de la Cruz.

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El ilustrador, de ideas radicales en lo social y lo político, vio en el místico castellano, no tanto aquellos valores de religiosidad, cuanto la dimensión literaria de un poeta que le recordaba a Federico García Lorca. Fontserè, que conoció la obra del poeta universal andaluz a través de su compañero de sindicato, Helios Gómez, hace esta afirmación en sus memorias: «me interesé por el proyecto de edición de los Cánticos espirituales de san Juan de la Cruz, en tanto que poeta perseguido y encarcelado y, a mi entender, intensamente lorquiano, si se me permite la herejía»23. Años más tarde, también reafirmaría esta idea Florence Delay, con una breve cita en su libro Mon Espagne. La interpretación que el artista hizo de la poesía del místico castellano es verdaderamente audaz. Decidió representar al Amado y a la Esposa en una atmósfera sensual, y fue el único ilustrador que se atrevió a poner en escena a la figura femenina desnuda para representar a la Esposa. El carácter de las ilustraciones del artista barcelonés nada tiene que ver con el del resto de las ediciones ilustradas de san Juan de la Cruz en Francia. Son imágenes que resaltan el tono erótico que muchos críticos ven en la obra del poeta y místico. Se reconoce su poesía en cada color, en cada expresión de los personajes y en los cielos siempre presentes. Ilustraciones atrevidas, en las que aflora una marcada atmósfera sensual, imágenes eróticas y espirituales a la vez. En su estilo se percibe también con claridad la estética del cartelismo de la Guerra Civil, pero lo que realmente aparece en primer plano es la visión cimematográfica de las imágenes, un presagio de la dedicación que el artista iba a desarrollar, en los años inmediatos, en la fotografía y en los decorados de cine durante su estancia en Estados Unidos y México. Fontserè nos dejó, de esta manera, un san Juan de la Cruz erótico y cinematográfico. No es casual que haya tomado como modelos del Amado y de la Esposa a dos actores de moda en los años cuarenta, Hélène Sauvaneix y Michel Marsay, en una inspiración inusual entre los ilustradores de la época para las ediciones de bibliofilia. A Michel Marsay, que frecuentaba las veladas del estudio de Fontseré, lo conoció el ilustrador con motivo de haber actuado de protagonista en la obra teatral de Alejandro Casona, Notre Natacha, cuya escenografía había sido creada por el cartelista barcelonés. En esos parties, que reunían a jóvenes del mundo del arte, conoció también el ilustrador a Hélène Sauvaneix, que iba a servir de musa y 23. Fontserè 2004, 590. Eutimio Martín 1983, 54-59 vuelve a hacer idéntica comparación.

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modelo para dos de sus libros: Ode a l’Espage y Cantiques spirituels. Era Hélène Sauvaneix una actriz de cine y de teatro, con protagonismo en la escena desde los años cuarenta hasta la década de los sesenta. Dos actores que había conocido en las veladas que el artista celebraba en su piso de París, en ese París ocupado en el que el ilustrador frecuentaba con sus amigos los cines de los Campos Elíseos.

Litografía de Carles Fontserè. Por el tema y el estilo de las ilustraciones, es audaz este libro, que resalta la vertiente erótica de la poesía de san Juan de la Cruz. Hay ecos en la atmósfera de estas imágenes que nos dejan a las puertas del cine. En algunas, la composición evoca los carteles cinematográficos que por esos años poblaban las aceras de las grandes avenidas urbanas. Una amplia gama de colores intensos, luminosos o apagados, colores de gran originalidad que llevó a Francia la paleta de este ilustrador, apasionante ilustrador formado en los años de la república.

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Aunque en el colofón aparece la fecha de 1946, Fontserè dice en sus memorias que el libro salió en octubre de 1945, después de que el ilustrador hubiese de superar una serie de dificultades derivadas de la escasez de papel y de la imposibilidad de entintar las piedras a causa del frío invierno de 1944. Estas circunstancias y la devaluación del franco le obligaron a aumentar varias veces el precio de la suscripción. La portada del libro lleva como pie editorial «Chez l’artiste», la fórmula usual para este tipo de ediciones en Francia, con el logotipo «CF» enmarcado en la silueta de un barco sobre las aguas, rodeado por la leyenda «Il faut cultiver notre jardin». La cita «Hay que cultivar el huerto», tomada de Cándido, de Voltaire, es una manifestación de la personalidad de este artista cuya trayectoria vital, siempre a contracorriente, parece proyectarse en el espíritu combativo y el exilio del gran escritor francés. Cantiques spirituels lleva una interesante y original presentación de Rafael Tasis, en la que hace referencias a santa Teresa y al Libro de la amada y del amado, de Raimon Llull; lleva a cabo una comparación con los otros místicos españoles, poniendo a Juan de Yepes en la cúspide de la poesía española: Los grandes nombres de la mística española, que son casi todos también nombres ilustres de la literatura española […] se sitúan todos por debajo de Juan de la Cruz. Luis de Granada y Luis de León son más artistas que él, tal vez, más impregnados de la serenidad greco-latina […] Juan de la Cruz es más genial: no debe nada a nadie, si no es al real poeta del Cantar de los Cantares.

Rafael Tasis hace un recorrido erudito por las traducciones francesas de san Juan de la Cruz para hacer una convincente defensa de la realizada en 1641 por el R. P Cyprien de la Nativité de la Vierge –tan denostada por René Louis Doyon–, traducción mayoritariamente utilizada en Francia en las ediciones de san Juan de la Cruz desde su descubrimiento por el poeta Paul Valéry, que la ensalzó en un ensayo excelente. Rafael Tasis dice de ella: «la sabia versión que hizo cantar en versos octosílabos franceses de una suavidad armoniosa y totalmente inflamadas de imágenes las estrofas encendidas de los Cánticos de san Juan de la Cruz». La impresión del libro fue encomendada al maestro impresor Gaston Hallépée, taller en el que imprimía Rafael Tasis las obras en las que tenía algún tipo de intervención. De esta imprenta salieron varios de los libros ilustrados por Fontserè: La Fi del món a Girona, A Barcelona, Romancero gitano, así como Converses filològiques, de Pompeu Fabra, editado por

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Eduard Ragasol, todos con textos de Rafael Tasis. Se trataba de una imprenta tradicional, de la que no conocemos más impresiones de bibliófilo que las encargadas por esta colonia de catalanes establecidos en París. El texto está compuesto en Firmin-Didot de cuerpo 18, que eran los caracteres que utilizaba preferentemente este impresor. Las nueve litografías fueron estampadas en el taller que Carles Fontseré había montado con dos prensas litográficas y un tórculo en el barrio de Marais, en la calle Franc Bourgeois, con la ayuda de dos maestros litógrafos, uno de los cuales había sido contratado en el taller de Edmond Desjobert, el taller más demandado por esos días para la estampación de ilustraciones de libros de bibliófilo, y de cuyas prensas habían salido las litografías de Fontserè para el Romancero. Todo indica que el despliegue publicitario para la venta de la obra en ningún caso alcanzó al que se había puesto en marcha para el lanzamiento de Romancero gitano, de Federico García Lorca. Creemos que Cantiques spirituels se distribuyó principalmente en cuatro centros: una parte, entre el público francés que ya había suscrito la edición de Romancero gitano; otra se destinó a los exiliados españoles de París y de América, y otra entre los bibliófilos barceloneses. Entre estos, se sabe que el librero José Bosch encargó el ejemplar con el número 99 –como hizo con el resto de las ediciones del artista–, que era el número que el librero barcelonés tenía en propiedad en la Asociación de Bibliófilos de Barcelona. Con este libro, Rafael Tasis y Carles Fontserè fueron los pioneros de la serie de ediciones ilustradas que salieron a la luz en Francia, en las décadas de los cincuenta y los sesenta. 5.2. Alain de La Bourdonnaye, introductor de san Juan de la Cruz en el arte abstracto: el «Cántico espiritual» en un libro de artista Cuando en 1957 Alain de La Bourdonnaye (1930) saca su segundo libro, Les Cantiques spirituels, aún no se habían puesto de moda los libros de artista. Es más, según algunos estudiosos, aún no habían nacido, porque estos sitúan su origen en torno a 1960. De esta forma, la obra de san Juan de la Cruz puede ser considerada como una de las pioneras del género. El libro de Alain de La Bourdonnaye es la segunda gran contribución a las ediciones de arte de san Juan de la Cruz en Francia. En su Cantiques spirituels se dan cita algunas singularidades: es el primer libro de san Juan de la Cruz ilustrado por un pintor abstracto, y es el

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primer y único libro de artista24 dedicado al místico universal. Cantiques spirituels lleva fecha de 1957 y es el segundo libro de Alain de La Bourdonnaye, el que siguió a Paumes pénitentiels de David, tornez en prose mesurée (1956), traducido en el siglo XVI por el diplomático francés Blaise de Vigenère –el primero en hablar de «versos libres»–. Dice el editor e ilustrador que este libro está dedicado al ámbito protestante y Cantiques spirituels, al católico. Los dos libros tienen características técnicas muy similares, por cuanto que son los dos únicos que llevan el texto grabado al aguafuerte. Alain de La Bourdonnaye había asistido durante un tiempo a cursos de decoración antes de pasar a formarse en el célebre Atelier 17, con Stanley William Hayter; allí coincidió con el húngaro Arpad Szenes, pintor abstracto de la Escuela de París, con quien le uniría una amistad de por vida. Alain de la Bourdonalle y su esposa Chantal mantuvieron una relación muy estrecha con el matrimonio de artistas Arpad Szenes-Maria Helena Vieira da Silva. Su formación en el taller de Hayter, donde coincidió algunas veces con Joan Miró, guió sus pasos hacia el mundo del grabado y del libro. Desde 1952 hasta 1955 mostró su obra en varias exposiciones colectivas. En 1955 hizo su primera exposición individual de pintura y en 1957 presentó por primera vez sus grabados en la Librairie Landwerlin, de Estrasburgo. Fue 1964 el año de la primera exposición de libros y grabados en la librería de su amigo Pierre Berès. A partir de 1982 se dedica en exclusiva al mundo del libro, y desde ese año sus ediciones y su obra gráfica se expusieron en importantes librerías de París, algunas de ellas, las mismas que vendían sus libros: Librairie Loewy, La Hune, Pierre Berès, Librairie-Galerie Kieffer, Lasurent Coulet. Actualmente es la librería Les Argonautes, de J. E. Gautrot, la que expone y comercializa sus ediciones. La Biblioteca Nacional de Francia tiene en sus catálogos un ejemplar de Cantiques spirituels, pero el resto de su obra se encuentra en otras bibliotecas institucionales del país. Su obra, y en especial sus libros, fueron objeto de reseñas en bastantes publicaciones periódicas francesas y su 24. Hay algunas diferencias significativas entre la «edición de artista» y el «libro de artista». En el primer caso, el artista promueve, edita e ilustra la edición; en el libro de artista el ilustrador cobra más protagonismo: concibe y realiza totalmente la edición, la ilustra, la imprime... Además de algunas otras disimilitudes importantes, los libros de artista tienen una tirada bastante inferior. En el caso de Alain de La Bourdonnaye, muchos de sus libros oscilan entre cuarenta y sesenta ejemplares.

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nombre está ampliamente recogido en importantes bibliografías y diccionarios especializados25. Con respecto a la gestación de Cantiques spirituels, afirma el ilustrador que fue su suegro, amigo de Paul Valéry, quien le dio la idea de hacer un libro sobre la poesía de san Juan de la Cruz. Esta circunstancia hizo que el ilustrador trabajase sobre la edición de Cantiques spirituels de 1941, la conocida edición de Louis Rourat et Fils que llevaba el prólogo de Paul Valèry. La poesía del místico castellano debió de entusiasmar al ilustrador porque con el tiempo llegó a comprar algunas de las ediciones más antiguas en francés: Les oeuvres spirituelles, Paris, Veuve Pierre Chevallier, 1652, y Les oeuvres spirituelles du B. R. Jean de la Croix, Paris, Louis Bilaine, 1665. Frente a los grandes formatos de las otras dos ediciones de pintores abstractos, las de Alfred Manessier y François Fiedler, el libro de Alain de La Bourdonnaye, como muchos de sus libros, tiene un formato en octavo, de 25,5 x 16 cm. Lleva veintiocho hojas en papel Moulin de Verger. El texto no está impreso en tipografía, sino que va grabado sobre barniz duro, en planchas de cobre, y mordido al ácido. Era esta una técnica que habían puesto en práctica algunos ilustradores en esos años; el polaco Abram Krol, en 1949, grabó a buril el texto para Chant funèbre pour Ignacio Sanchez Mejias, de García Lorca; en 1963 fue Jean Dubuffet quien caligrafió el texto de uno de sus libros, y se conocen algunos casos más. Según el propio ilustrador, el texto, caligrafiado, no está inspirado en ninguna familia tipográfica concreta, sino que acometió el trabajo de manera espontánea, sin tratar de imitar tipografía alguna. La principal razón por la que decidió grabar el texto en caja alta fue para evitar dificultades técnicas; las letras mayúsculas son más fáciles de dibujar y de grabar que las minúsculas. El ilustrador no intentaba reproducir en el texto la perfección técnica de los calígrafos ni de los tipógrafos. Graba el texto, sin redibujar, de un solo trazo. Esto da como resultado una letra de perfil irregular, fruto de la espontaneidad más propia de los artistas que de la destreza técnica de los calígrafos y rotulistas. Por tanto, el hecho de que el texto vaya grabado, en lugar de impreso en tipografía, no fue tanto un planteamiento o una exigencia artística, cuanto una necesidad técnica. Por entonces, el artista aún no 25. Todo lo que quiera saberse sobre Alain de La Bourdonnaye, sus ediciones, exposiciones, bibliotecas en que se conservan sus libros y sobre los artículos que comentan su obra, está recogido en Livres illustrés: Alain de La Bourdonnaye, Paris: [Aux dépends de l’artiste], 2002.

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había adquirido su prensa Stanhoff ni los tipos Garamond con los que imprimiría el resto de sus libros. En el grabado y la estampación de dicho texto se encontró el ilustrador con algunas dificultades. En una de las planchas, conservadas actualmente en su taller, puede observarse un recurso técnico que empleó el artista para corregir una errata: recortó la zona de la plancha correspondiente a media línea e introdujo otro fragmento de cobre, de las mismas dimensiones del hueco, con el texto ya rectificado. Cuenta el artista que, a su parecer, esa técnica nunca antes se había puesto en práctica. Para el entintado se valió de una especie de plantilla en papel de aluminio.

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El libro lleva a toda página cinco aguafuertes, de estilo abstracto, en ocres, marrones y algún destello de rojo. En la memoria del ilustrador todavía está presente la intención que había tenido cincuenta y cuatro años atrás de exhaltar a Juan de la Cruz a través de musicalidad de su poesía, pero sus ilustraciones suscitan también la pasión, el fuego y la naturaleza a través de esos bloques voluminosos, de apariencia metálica, casi férrea; volúmenes que inevitablemente recuerdan las rocas y las canteras de granito de Ávila. En sus ilustraciones hay fuertes resonancias de las «cavernas de la piedra», del verso de Cántico espiritual. Las imágenes que ideó para este san Juan de la Cruz nos muestran al artista como a un perfecto captador de luces y de sombras, las luces y las sombras que irradia toda la poesía del místico universal. De la edición y venta de este libro no se tuvo noticia en España ni se conoce que algún ejemplar haya sido vendido en nuestro país. Cantiques spirituels se puso a la venta en tres importantes librerías de París: Librairie Blaizot, en esos años dirigida por Georges Blaizot, Librairie Alexandre Loewy y Librairie de Pierre Berès. Los dos últimos, amigos del artista. El libro se vendió principalmente a coleccionistas, y entre quienes lo compraron estaba Jean Parizel26, uno de los más importantes coleccionistas de libros de artista, que adquiría todo lo que editaba Alain de la Bourdonnaye. Tuvo una tirada de sesenta ejemplares, de los cuales diez no estaban destinados a la venta. Llevaban numeración «HC» y los distribuyó el autor entre familiares y amigos. Cantiques spirituels es el único libro de literatura española editado por este artista. Solo hay otro pequeño referente español en sus ediciones, que están dedicadas a la literatura francesa con algunos títulos de autores alemanes. Se trata de Galerie de portraits, en el que hace una versión de dos obras que llevaban la firma de dos figuras españolas del arte universal: Gertrude Stein, de Pablo Picasso, y La Duquesa de Alba, de Goya. Pese a la edición de San Juan de la Cruz, este artista y artesano del libro es un desconocido en España27. El último ejemplar de Cantiques spirituels del 26. Su biblioteca, con ejemplares únicos, ejemplares de las primeras series y numerosas dedicatorias, se vendió en el Hotel Drouot en dos sesiones, en 1989 y en 1990. En este último año salió a la venta Cantiques Spirituels. Une bibliothèque contemporaine (Jean Parizel), París: Hotel Drouot, 20 de octubre de 1990. 27. Además de por su pintura y por sus libros de artista, Alain de La Bourdonnaye también es conocido en Francia por haber restaurado el castillo d’Ampelle, de su propiedad, construcción de estilo gascón.

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que se tenga noticia que haya salido a la venta en los últimos años, lo ofreció una librería de Massachusetts alrededor del año 2008. Alain de La Bourdonnaye28 dominó las últimas décadas en el panorama del libro de artista en Francia, donde es una figura de reconocida proyección. Con el tiempo, este ilustrador llegaría a concebir y a construir admirables libros, especialmente los ilustrados en linóleo y xilografía, pero el de san Juan de la Cruz tiene el mérito de ser el libro con el que el místico de Ávila entró en el arte abstracto y en el cenáculo de los libros de artista. Este «artesano arquitecto del libro» continúa grabando e imprimiendo actualmente, en el mismo taller del número 5 de la Rue Valadon, en un bajo, al fondo de un patio y junto a un bello jardín; la misma dirección que ya llevaban sus primeros libros, la del local de unos treinta o cuarenta metros cuadrados donde viene trabajando desde 1954. Pertenece a la saga de artistas que fabrican auténticos libros de taller, los libros que salieron de las prensa de Louis Jou, de Pierre André Benoit o de Guy Lévis Mano. Lleva cincuenta y cuatro años dedicado a la edición, diseño, ilustración e impresión de sus propios libros. Mientras está pensando en la publicación de un próximo texto de Novalis, está dando ya los últimos toques a Negresse blonde, de Georges Fourest, libro que será presentado en mayo de 2011. 5.3. San Juan de la Cruz y su consolidación en el arte abstracto: Alfred Manessier, François Fiedler y François Chapuis En 1958, al año de la publicación de la obra editada e ilustrada por Alain de La Bourdonnaye, sale Les Cantiques spirituels, el libro de mayor éxito en Francia entre todas las ediciones artísticas de san Juan de la Cruz. Llevaba doce litografías del artista abstracto Alfred Manessier (1911-1993), y la edición estaba promovida por una sociedad de mujeres bibliófilas, Les Sept, formada por siete mujeres católicas bajo la dirección de Madeleine Feuchtwanger, conocida como Madeleine de Harting o Madame Pierre de Harting, por su matrimonio. La sociedad Les Sept –de la que no se ha encontrado más información que alguna referencia a través de libreros y bibliófilos– nació, por tanto, en el seno de la sociedad de mujeres Les Cent Une, de la que también era socia Madeleine de Harting. La edición 28. La única documentación que se ha localizado de Alain de La Bourdonnaye en una biblioteca española es una tarjeta de invitación a la exposición celebrada en 1960 en la Galeria d’Art Moderne Marie-Suzanne Feigel, en Basilea (Suiza). Dicha invitación iba dirigida al Museo de Arte Moderno de Madrid.

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de Cantiques spirituels es la única que salió de esta sociedad de mujeres bibliófilas. Fue en 1943, durante una estancia en el monasterio trapense de Solignyla-Trappe en compañía del escritor Camille Bourniquel, cuando Manessier orientó su arte hacia la religiosidad. A partir de esa fecha fueron bastantes las obras que tuvieron como centro la espiritualidad, y su Cantiques spirituels fue una de las cimas en las que encumbró la religión como tema central en su arte. Antes de realizar las litografías que ilustran el libro, Manessier había pintado algunos óleos inspirados en la obra de san Juan de la Cruz. De 1957, un año antes de su gran obra, es el cuadro al óleo Dans la flamme qui consume, que se conserva en el Bechtler Museum of Modern Art, de Carolina del Norte. Estaba naciendo uno de los libros de arte más nobles de los dedicados a la mística castellana. Y de 1958, el mismo año de la aparición de libro, es el óleo Hommage au saint poète Jean de la Croix, que pertenecería a la colección privada del actor inglés Charles Laughton29. La dirección técnica de la edición fue encomendada a Madeleine de Harting. Con ella colaboraron la esposa de Jean Galia, la marquesa de Lubersac, presidenta de la sociedad Les Cent Une, y el editor Alain C. Mazo. La tirada total fue de ciento cincuenta y siete ejemplares, todos firmados por el ilustrador en el colofón. El libro lleva un prólogo de Abbé Morel, y nadie mejor que este eclesiástico, crítico de arte y pintor, también abstracto, para poner prólogo a la mejor edición de san Juan de la Cruz. Este abad, de nombre Maurice Morel, tuvo una doble vocación, la artística y la religiosa. Ordenado sacerdote en 1934, dirigió un taller de pintura entre 1936 y 1937. Después de haber pasado la guerra como resistente, a partir de 1945 trabajó en los círculos artísticos de Francia para integrar el arte moderno en el seno de la Iglesia. Amigo de Max Jacob, Picasso, Rouault y Manessier, al final de su carrera siguió los pasos del último, realizando pinturas para vidrieras y tapices. Muy vinculado a Manessier, esta personalidad eclesiástica, que fue extraordinariamente popular entre los artistas de París, participó en numerosas manifestaciones artísticas en Francia y ocasionalmente en España. En marzo de 1953 dio una conferencia en Barcelona, en el Instituto Francés, sobre una serie de grabados realizados por el pintor Georges Rouault. El 23 de noviembre de 1956 se anunciaba conjuntamente en La Vanguardia la preparación de una exposición de sus obras y de las de su amigo y protector, el artista Rouault. Con motivo de su visita a Barcelona, el periodista y dibujante Manuel del Arco le hizo una entrevista, bajo el título «Padre Morel», 29. Referencia tomada de Hodin 1972, 62.

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en La Vanguardia; en sus respuestas, como no podía ser de otra manera, citó a Manessier y a Rouault [La Vanguardia, 29-XI-1956, pág. 18]. El formato del libro ilustrado por Alfred Manessier era inusual para la época y, en general, para el gusto de los bibliófilos, que solían considerar que un libro debía estar pensado para ser sostenido entre las manos. Pero el artista estaba acostumbrado a los grandes formatos de sus litografías y a los vastos espacios en su arte aplicado a las grandes vidrieras de las iglesias de Francia. Por eso, las dimensiones de su Cantiques spirituels lo convertían en un libro de galería de arte, un libro de exposición. Acerca de su formato, decía Maurice Morel en el prólogo que el artista pensaba en «un volumen tan monumental como un antifonario, que nos obligaría a ponernos de pie para leer el texto». A los seis meses de estar acabado – se terminó de imprimir el 27 de diciembre de 1958; razón por la cual algunas bibliografías dan la fecha de 1959–, el libro fue expuesto en la prestigiosa Galerie Nicolas Rauch, de Ginebra, desde el 10 de julio al 28 de agosto de ese mismo año 1959. En 1962 fue la galería Tony Spinazzola, en Aix-en-Provence, la que expuso una serie de dibujos y grabados, conjuntamente con las doce litografías de san Juan de la Cruz. Cantiques spirituels es un volumen de sesenta y cuatro páginas, en gran formato, compuesto a mano en caracteres Astrée, nombre con que fue bautizada por Charles Peignot esta tipografía diseñada en 1921 por Robert Girard, tipógrafo que había pasado a ocupar un puesto directivo en la fundición Peignot. De hecho, estos caracteres fueron comercializados en 1923 bajo el nombre de la fundición Deberny et Tuleu / Girard & Cie. Se trata de unos caracteres sobrios pero refinados, de gran belleza y de diseño muy próximo a los Garamond, aunque Charles Peignot los considera inspirados en los caracteres Venecianos, razón por la cual los bautizó con el nombre de Astrée. Según dice Maurice Morel en el prólogo, parece que en la intención de Manessier estaba el caligrafiar el texto: «Manessier había soñado con ser el copista de san Juan de la Cruz, como el monje medieval lo era de sus maestros espirituales. Si finalmente debió […] renunciar a transcribirlos de su mano, fue [...] sin sacrificar nada de su grandeza». El texto está compuesto en caja alta, símbolo de la grandeur que Maurice Morel cita en el prólogo, evocación de la grandeza que muchos autores y artistas franceses han visto en la poesía de san Juan de la Cruz. Fue impreso en los talleres Fequet et Baudier, que a mediados de los cincuenta era una de las imprentas más solicitadas por los editores de arte. Si Maurice Darantière, otro de los impresores de obras de la mística española, fue el que llevó la tradición tipográfica francesa a la bibliofilia del

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Litografías de Alfred Manessier. En la abstracción lírica de Manessier todo es color y luminosidad. Diversos matices de azul: turquesa, zafiro y azul celeste; tonos rubí y amatista, malvas y violetas, y siempre presentes los negros profundos. Según J. P. Hodin, Manessier «Expresa la redención, la alegría eterna, la paz interior y la iluminación, fruto del sufrimiento trascendental». Su arte muestra las paradojas de san Juan de la Cruz: el frío y el calor, la luz y las tinieblas, el día y la noche, el fuego interior que ilumina la noche. En en primer plano, el misticismo y lo sagrado en las vidrieras de los templos de Francia.

siglo XX, la imprenta de Marthe Fequet et Pierre Baudier fue la que representó la renovación y la modernidad. De sus prensas salieron bastantes de las ediciones de Cent Femmes Bibliophiles, la sociedad a la que también pertenecía Madeleine de Harting. Y de esta imprenta salieron también muchos de los libros editados por las sociedades de bibliofilia francesas de mediados de siglo, obras ilustradas por los grandes artistas del siglo XX: Matisse, Picasso, Braque, Miró, Chagall, Arp, Henry Moore o Eduardo Chillida. Aunque el conjunto de la edición es excelente, el mayor mérito se debe a las ilustraciones de Alfred Manessier. Cantiques spirituels es, sin ninguna duda, el mejor libro de Manessier. Y aunque de todos los ilustradores franceses de san Juan de la Cruz, es el más relacionado con España, su escasa notoriedad le llegó aquí, primero por su dimensión de pintor abstracto, y luego, por las numerosas vidrieras de las que es autor en las iglesias de Francia, aparte de los tapices inspirados en su libro. Pero la

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edición de Cantiques spirituels es prácticamente desconocida entre nosotros. En España, e incluso en Francia, Alfred Manessier es más conocido por los tapices que reproducen las litografías de san Juan de la Cruz que por el mismo libro que dio origen a los tapices. Los tapices le robaron protagonismo al libro. Y además, en España el libro nunca se dio a conocer en ninguna exposición. El único libro de este artista, objeto de una muestra, fue Présentation de la Beauce à Notre Dame de Chartres, de Charles Péguy. Pudo verse en 1968, en la Biblioteca Central de Barcelona, con ocasión de una exposición de libros editados por Les Bibliophiles de l’Union Française, sociedad editora del libro. Tampoco se tiene noticia de que el libro saliera alguna vez a la venta en librerías de España. Manessier estaba más familiarizado con nuestro país que España con su obra. La única cita referida al libro se debe al crítico Carlos Manzanares que en el diario ABC publicó el artículo «Moderna visión abstracta de san Juan de la Cruz» en el que habla de la exposición celebrada en el Museo de Arte Moderno de París, en 1972, sobre «Manessier: serie de doce tapices sobre el tema del Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz». Cuenta que los artesanos necesitaron un trabajo de tres años para tejer las «doce litografías reunidas en un libro y que fue publicado en 1959 por una sociedad de bibliófilos» [ABC, 7-IV-1972, 13]. Ninguna otra referencia, ni demasiado interés por conocer las vicisitudes del libro. Las litografías se estamparon en el taller de Mourlot Frères y las piedras fueron destruidas después de la tirada. Para Maurice Morel las ilustraciones de Manessier están inspiradas «en los elementos del poeta: la noche, el agua y el fuego». En un artículo que comenta una exposición de pintura celebrada en Oslo, la crítica Marianna Minola de Gallotti habla de «ritmos fugaces y colores limpios de Alfred Manessier» [La Vanguardia, 5-IX-1969]. En el catálogo de la exposición que el Centro Pompidou le dedicó, puede leerse el siguiente comentario sobre sus obras: La obra del pintor Alfred Manessier, a menudo calificada de «mística», tiende hacia una dimensión intemporal y universal. Interiorizando el espectáculo del mundo, observando la riqueza de la luz que baña los paisajes, Manessier inventa y profundiza un lenguaje pictórico abstracto intenso y desnudo, próximo a lo esencial y al misterio presente en los seres y en las cosas30.

30. Texto recogido en el catálogo de la exposición dedicada al pintor en el Centro Pompidou, del 21 de junio al 11 de septiembre de 2006.

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Por lo demás, es bien conocida la veneración que Manessier sentía por la poesía de Juan de la Cruz: «Cada vez que me sumerjo en una búsqueda interior, encuentro esta noche interior cantada por san Juan de la Cruz en su poema La Noche», recuerda Jean-Pierre Hodin en su libro. España, su cultura y su sociedad estuvieron siempre presentes en la pintura y en las preocupaciones artísticas de los últimos treinta años de vida de Alfred Manessier. Varios museos y colecciones nacionales de Francia guardan obras de tema español creadas en los años sesenta y setenta: Passion espagnole (Musée d’Art contemporain, de Dunkerque, y Musée des Beaux-Arts, de Rouen), Paysage espagnol (Musée de Grenoble), Hommage à Goya (Musées de la Cour d’Or, de Metz), Hommage à Miguel de Unamuno-Le Torrent vert (Musée National d’Art moderne, de París). Y se conocen otras obras que rememoran sus estancias y preocupaciones por España: Paissage espagnol, Terre espagnole, Vers Jativa, Le Procès de Burgos. Realmente, la relación más sólida de Alfred Manessier con España fue posterior a la ilustración del libro. En 1962, año de su primera visita a Madrid31, quedó deslumbrado por el arte de Goya; a partir de 1963 con sus frecuentes visitas a Valencia, su fuente de inspiración fue la ermita de Luchente, propiedad de Alfonso Roig Izquierdo. Durante estos años pintó muchos nocturnos: Nuit a l’Ermita, Nuit sur la vigne, Bouquet nocturne… A Alfonso Roig, sacerdote y profesor de arte, experto en arte abstracto, que había conocido al pintor francés en París en 1955, es a quien se deben los mayores intentos de difundir el arte de Manessier en España32. Si a Alfonso Roig se debe la difusión del Manessier pintor en España, a Madeleine de Harting se debe la propia existencia del mejor libro que ilustró Manessier y de la mejor edición de bibliófilo que se hizo de san Juan de la Cruz. Esta promotora y directora de la edición, fue una figura clave para que este célebre libro viese la luz. Madeleine de Harting era una admirable bibliófila: el ejemplar que perteneció al matrimonio Pierre de Harting llevaba una encuadernación –firmada en 1961 por Germaine 31. Sus visitas a España están documentadas en el capítulo «L’Espagne» del libro Manessier, de Jean-Pierre Hodin [cf. nota 29]. 32. El 8 de noviembre de 1960 dio una conferencia en el Instituto Francés de Barcelona con el título de «Fusión del mundo sensible y del mundo espiritual en la pintura de Alfred Manessier». En su colección de arte tenía alguna obra de Manessier y, fruto de las numerosas visitas a Valencia, fue la instalación en 1974 de unas vidrieras en la ermita de Luchente. Alfonso Roig hizo donación de su biblioteca y de su colección de arte a la Diputación de Valencia en 1980.

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de Coster y Hélène Dumas– con decoración geométrica en el mejor estilo de los diseños de Germaine de Coster. Después de la subasta de su biblioteca, el libro estuvo a la venta durante algún tiempo en una librería de Londres33. Cuatro años después de la publicación del libro ilustrado por Manessier, fue François Fiedler quien, bajo los auspicios de su editor, Aimé Maeght, acometió la ilustración de la obra de san Juan de la Cruz. Este ilustrador, nacido en Hungría en 1921, se había establecido en París en 1946. Estuvo siempre muy vinculado a Maeght, en cuya galería expuso por primera vez en 1949. Además de la pintura, cultivó la obra gráfica –litografía y, sobre todo, el aguafuerte–, prácticamente reunida al completo en ediciones de Maeght; a este editor y a su revista Derrière le Miroir debe François Fiedler gran parte de su notoriedad. En esta revista apareció su obra al lado de la de otros muchos pintores de renombre –Marc Chagall o Giacometti–, y en sus páginas se dio cita también junto a otros pintores españoles: Joan Miró, Tàpies, Eduardo Chillida o Pablo Palazuelo. En la Biblioteca Nacional de Francia se encuentra catalogado un importante conjunto de su obra gráfica producida entre 1958 y 1997. Como ilustrador de libros, hizo los aguafuertes para Fragments sur le devenir universel, de Heráclito, editado en 1973 también por Aimé Maeght. Parece que llevaba dos años grabando los aguafuertes para ilustrar el Evangelio según san Mateo, pero la obra no pudo finalmente llevarse a cabo por el fallecimiento, en 1981, del galerista que siempre le había patrocinado. Su libro más logrado y conocido es, sin duda, Les cantiques spirituels de saint Jean de la Croix, editado por Maeght en 1963. En cuanto a la factura técnica, en el libro encontramos bastantes más coincidencias con la edición de Alain de La Bourdonnaye que con la de Manessier, pese a que el formato es similar al del libro de este último. En ambos casos los artistas fueron autores de las ilustraciones y del texto manuscrito. Pero François Fiedler, a diferencia de Alain de La Bourdonnaye, no fue el impresor de su propia obra, condición por la que el libro de Fiedler no puede ser considerado propiamente como libro de artista, aunque a veces se le haya tenido como tal. El texto manuscrito de Fiedler fue reproducido en facsímil. Por otra parte, el aparente carácter artesanal del libro, por mucho que haya salido de la Galería Maeght, le aproxima también al trabajo de Alain de La Bourdonnaye. 33. Su biblioteca fue subastada en París el 14 de julio de 2008.

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El formato del libro es a la italiana, apaisado, de grandes dimensiones (56 x 37,5 cm). No está formado por pliegos, sino que lleva las hojas sueltas. Las hojas del texto se imprimieron por ambas caras mientras que las ilustradas con las litografías van a una sola cara. Es una edición bilingüe, también con la traducción francesa del P. Cyprien de la Nativité. En cada página va el texto a dos columnas, la primera para la versión española y la segunda para la francesa. Texto en caja baja y, a diferencia de algunas otras ediciones, que emplean la romana y la cursiva para diferenciar el texto francés del español, el ilustrador optó por el texto exclusivamente en cursiva. La ejecución manuscrita trata de imitar una de las cursivas de Robert Grandjon. El texto resulta sobrio y legible, y la presencia ligaduras, de la «s» larga y el uso de la «u» por la «v» dan al texto el tono propio de las ediciones del siglo XVII. François Fiedler hizo diez litografías, también de estética abstracta, como las ilustraciones de Alain de La Bourdonnaye y Alfred Manessier.

¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti, 4clamando, y eras ido.

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Para Juan Bufill, en la exposición de Barcelona Fiedler se revela como «un pintor técnicamente excelente, de una maestría excepcional». Del estilo con que ilustró a san Juan de la Cruz puede afirmarse lo que este crítico de arte dijo de su pintura en la exposición celebrada en octubre de 1991 en la Galería Maeght de Barcelona: pintura que evocaba la caligrafía gestual china y japonesa y que le recordaba a Pollock y, especialmente, a Tobey, por la luminosidad (ABC, 31-X-1991, pág. 148). El libro, que tuvo una tirada de noventa y cinco ejemplares, impresos sobre papel Johannot y tirados en la imprenta de la galería Maeght, iba presentado en caja de madera, de grueso contrachapado forrado de madera de roble. El año de 1963 fue especialmente fecundo para la bibliofilia de san Juan de la Cruz en Francia. Además del libro editado por la galería Maeght con litografías de François Fiedler, salió a la luz Poèmes majeurs, una edición ilustrada por otro de los representantes del arte sacro francés, el escultor y pintor vidriero François Chapuis (1928-2002). El libro fue promovido por la sociedad de bibliófilos Beaux Livres-Grands Amis, círculo de bibliófilos, radicado en Nancy, creado después de la Segunda Guerra Mundial, y que en el año de la edición de san Juan de la Cruz tenía como animador principal a Marius Chapuis. Esta asociación, cuyas alocuciones pronunciadas en las asambleas generales son muy conocidas, tenía entre los ilustradores de sus ediciones, a artistas de la talla de Robert Beltz, Gustave Singier, Johnny Friedlander, Claude Weisbuch, Laboureur, Camille Josso, Jean Frélaut o Pierre Yves Trémois; los cuatro últimos, ilustradores que estaban en la cúspide de la bibliofilia. La década de 1960, periodo en que salió publicado el libro, fue la etapa de mayor actividad de la sociedad, bajo la iniciativa de Marius Chapuis y de M. Girardier, presidente del comité de esta agrupación de bibliófilos. Las ilustraciones de Poèmes majeurs fueron encomendadas a François Chapuis –pintor borgoñés nacido en Beaune en 1928–, artista que se había formado desde 1945 en Nancy, ciudad donde se fundó la sociedad de bibliófilos, antes de continuar sus estudios de arte en la Escuela de Bellas Artes de París. El artista tenía a su favor el prestigio que le avalaba como uno de los mejores pintores de vidrieras de Francia. En esto tenía mucho en común con Alfred Manessier, los dos eran pintores de vidrieras y de tapices. François Chapuis gozaba de notoriedad, principalmente como pintor-vidriero, por ser el artífice de importantes e innumerables vidrieras en las iglesias de Francia. En España es un desconocido, pese a que en la

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prensa española se localiza alguna cita esporádica a propósito de la inauguración de una sala con una vidriera del artista en el Palacio de Europa, sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo. Su especialización en arte religioso fue una de las razones más importantes para que se le hiciera el encargo de las litografías que ilustran el libro. Poèmes majeurs: La Nuit obscure; Le Cantique spirituel; La Vive flamme, lleva el texto francés del P. Lucien Marie de Saint-Joseph, que por esos años traducía y escribía sobre san Juan de la Cruz en la editorial Desclée de Brouwer, así como en otras varias revistas. Tuvo una tirada de doscientos ejemplares, ciento cincuenta para los socios y cincuenta destinados a los Amigos de la Sociedad, al depósito legal y a los colaboradores de la edición. Con litografías estampadas por René Guillard, el libro, que lleva encuadernación del taller de Jean Duval, salió de las prensas de Robert Blanchard, que por entonces imprimía en Boulogne-sur-Seine algunas de las obras promovidas por dicha sociedad de bibliófilos. Como en todos sus libros, y a diferencia de los demás ilustradores, François Chaupis era el creador de la maqueta y la concepción tipográfica de las obras que ilustraba. Poèmes majeurs presenta una doble secuencia: Noche oscura y Llama de amor viva, poemas que en este libro se sitúan en primer y en tercer lugar, están compuestos en Garamond de caja alta. El contrapunto viene representado por Cántico espiritual, que ocupa la parte intermedia, en cuyas treinta y nueve estrofas abandona una de las tipografías nacionales de Francia, para adoptar en el texto francés unos caracteres de estilo sólido y compacto: los Kennerley, un clásico en la cultura tipográfica americana del siglo XX, diseñados en 1911 por Frederic W. Goudy para el editor neoyorquino Mitchell Kennerley con destino a la obra The door in the wall, de Herbert George Wells. François Chapuis evoca mediante estas dos concepciones tipográficas tan distantes el mundo simbólico de san Juan de la Cruz. El libro comienza y termina con dos litografías que ilustran Noche oscura y Llama de amor viva. En Cántico espiritual, el poema más extenso, que ocupa la parte central del libro, texto e imágenes aparecen imbricados: el texto se encuentra destacado sobre las litografías, que se sitúan como fondo. La imagen está sumergida en el texto, es un eco del texto. En todas estas composiciones abstractas de François Chapuis se plasma un universo de ensoñación poblado de siluetas que sugieren figuras misteriosas. De estas ilustraciones podría decirse algo parecido a lo que afirmó Pierre Joly de su pintura, que la vida interior tiene sus paisajes y el movimiento que los anima participa del movimiento mismo del universo.

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Pero además, François Chapuis es el único de los artistas que ilustró más de una edición de san Juan de la Cruz. Porque, de todas las facetas artísticas de este pintor borgoñés –escultor, pintor, pintor de vidrieras y tapices–, la de ilustrador es la menos conocida. Y realmente, su actividad en este campo se limitó a la poesía de los místicos castellanos, Fray Luis de León y, sobre todo, san Juan de la Cruz. Además de Poèmes majeurs, editado por Beaux Livres-Grands-Amis, François Chapuis puso imágenes a Fray Luis de León (Poésies complètes, 1985) y a varias ediciones más de san Juan de la Cruz. Todas estas obras fueron promovidas por la revista Les Cahiers Obsidiane, fundada en 1978 por François Boddaert y Gilles Ortlieb. De san Juan de la Cruz ilustró para este sello, bajo la dirección de Raoul Fabrègues, Poésies complètes (1983 y 1988) y Les Dits de lumière et d’amour (1985). En 1993 fue la editorial José Cortí la que sacó otra edición de Poésies complètes en la colección «Ibériques» dirigida por Bernard Sesé. El más importante de los libros publicados por Les Cahiers Obsidiane es Poésies complètes (1983), edición de mil quinientos ejemplares, con una tirada especial de cincuenta. Esta última lleva una ilustración adicional numerada y firmada a mano por el ilustrador. La producción y realización técnica de este libro, más próxima a la línea de las ediciones comerciales, se aparta notablemente del resto de ediciones dedicadas a san Juan de la Cruz. Con el texto realizado en fotocomposición, fue impreso en offset, y no en tipografía, como todos los demás libros de los que se ocupa este artículo. Las ilustraciones abstractas que acompañan al texto van, igualmente, impresas en offset. El diseño y la creación de la maqueta también es obra del propio ilustrador, cuyo estilo se nota en los numerosos recursos tipográficos que caracterizan a la composición textual de los poemas. 5.4. San Juan de la Cruz en la interpretación figurativa de Jean Ségalat Es con Jean Ségalat35 (1926-1987) con quien, de manera especial, regresa la poesía de san Juan de la Cruz al arte figurativo a través de la sociedad de bibliófilos «Soixante-dix-sept bibliophiles», como su nombre indica, un círculo de bibliófilos integrado por setenta y siete socios. Era esta una sociedad que perseguía cierto anonimato. En sus publicaciones era hermética a todo lo que significara difundir otros nombres que no fueran el del autor, el ilustrador o el impresor. Sus ediciones iban numeradas, pero 35. No hay que confundirlo con el también ilustrador y grabador Roger-Jean Ségalat.

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nunca llevaban impreso el nombre del suscriptor ni la lista de socios. En el pie editorial solo aparecía el nombre de la sociedad, nunca el lugar de edición, como tampoco el año, salvo en tres de sus publicaciones. Hacía una tirada exclusiva de setenta y siete ejemplares para los socios, y, salvo en la numeración, todos los ejemplares eran exactamente iguales. Nunca hacía series distintas. Salvo lo que puede deducirse por las ediciones fechadas, desconocemos el orden de los títulos publicados, ni tampoco se pone nombre al autor de la traducción. La sociedad no debía de entregar ejemplares al depósito legal; por ello, no se encuentran sus publicaciones catalogadas en la Biblioteca Nacional de Francia. Desde finales de los años cincuenta –el primer título de esta sociedad de bibliófilos que tenemos identificado es de 1959– hasta los primeros ochenta, editaron obras de autores franceses consagrados y algunas obras célebres de la literatura universal –Esopo, Petrarca–. Poésies mystiques, de san Juan de la Cruz, entra en esta categoría. El libro debió de salir alrededor de los últimos años setenta. El fallecimiento del ilustrador en 1987 y, sobre todo, los materiales y el estilo de la encuadernación así parecen demostrarlo. El libro contiene las poesías de san Juan de la Cruz en dos partes: Poèmes majeurs, con los poemas Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva; en la segunda parte, y bajo el título Poèmes à refrain, recoge cuatro poemas que titula por el primer verso: Entréme donde no supe, Tras de un amoroso lance, Por toda la hermosura, Qué bien sé yo la fonte. Como todos los libros de esta sociedad, la edición de san Juan de la Cruz consta de setenta y siete ejemplares, impresos en papel Arches. Tirado a mano por Michel Vettiner, impresor bordelés de cuyas prensas salió alguna otra obra de la sociedad, el libro está compuesto en Garamond de cuerpo 24, regleteado a 27. El texto español y la versión francesa van enfrentadas; el español, en romana y en las páginas pares; el francés, en cursiva y en las impares. En ambos casos va centrado. El colofón indica que se acabó de imprimir en la fiesta de santa Teresa de Ávila, una evocación a la otra gran figura universal de la mística castellana. El diseño de página adopta un recurso original en la paginación: tiene omisiones calculadas, pero si se contrastan los cuadernillos, se observa que tales supresiones no son aleatorias, sino que obedecen a una planificación secuencial que es fruto de diversas combinaciones: hay cuadernillos con todas las páginas numeradas, y los hay que no llevan ninguna. En algunos se paginan las tres primeras, y en otros, las tres últimas; en unos, la primera y la última; en otros, las dos primeras páginas y la última. Naturalmente, esto que

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puede observarse con el libro en rama, no sería posible con el libro una vez encuadernado. Por ello, y por llevar ilustraciones a doble página, el libro no está pensado para ser reencuadernado, como ostensiblemente sucede con casi todas las ediciones de bibliófilo. Catorce ilustraciones a la punta seca nutren el libro, de las cuales, cinco son a doble página y nueve a página completa. Cada ejemplar contiene también una serie de dos ilustraciones aparte, que no estaban incluidas en la edición, criterio que también se siguió en otros libros de la sociedad. El ilustrador y grabador fue Jean Ségalat, pintor totalmente desconocido en España, pero con cierta notoriedad en Francia como autor figurativo en unos años en que la crítica y la moda habían encumbrado al arte abstracto. Las ilustraciones creadas por este artista están impregnadas de la admiración por las pequeñas cosas y por el recuerdo de las vivencias en su región natal minera, en Decazeville, experiencias que trasladó a las ilustraciones del libro de san Juan de la Cruz. En armonía con Ávila, siempre presente

Grabado a la punta seca de Jean Ségalat. En sus ilustraciones se unen la realidad humana y la realidad divina, la dimensión material y la espiritual, la cercanía de la naturaleza y la trascendencia. Nos muestran una naturaleza austera y humilde: los árboles desnudos, los troncos, arbustos y plantas… Están las lomas y las rocas del paisaje castellano, la noche luminosa y la música; las torres, los tejados y los rincones en silencio, dominados por el vuelo del espíritu y la ensoñación.

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a través de los torreones de sus murallas, de los tejados y de las chimeneas, de los campanarios de las iglesias, de las verjas de los patios y de los pináculos coronados por cruces, se destacan las pequeñas cosas de la vida: casas humildes, escaleras rústicas, el pan… Y se refleja también la naturaleza en el paisaje sobrio de las lomas y en los fresnos desnudos de los campos castellanos. Pero también hay lirismo en la visión que el artista nos deja de san Juan de la Cruz, profundamente humano, sencillo, muy apegado a la tierra, pero a la vez ensoñador. 5.5. Santa Teresa y la sociedad de mujeres bibliófilas «Les Cent Une» Entre todo este conjunto de ediciones ilustradas promovidas por las sociedades de bibliofilia, solo una está dedicada a santa Teresa de Ávila: Le Cantique des Cantiques. Suivi de Commentaires de Sainte Thérèse d’Avila, nacida en 1946 de la iniciativa de «Le Cent Une Femmes Bibliophiles». De nuevo en esta edición vuelve a encontrarse la bibliofilia francesa de tema español con Madeleine de Harting, la editora del libro ilustrado por Alfred Manessier. Asidua a los círculos literarios y artísticos de París, Madame Pierre de Harting hizo girar toda su vida en torno al mundo del libro. Dirigió la colección «La Porte Etroite», nombre tomado de una pequeña librería, instalada en el 10 de la rue Bonaparte, que había fundado bajo los auspicios de André Gide. En esta colección publicó entre 1925 y 1928 una serie de catorce plaquetas, con obras de André Gide, Georges Duhamel, Rémy de Gourmont, André Maurois, Francis Carco, Paul Valéry o Valéry Larbaud. Una de ellas, de clara evocación española, llevaba por título Images de Majorque (1925), de Louis Codet. Madeleine de Harting, propietaria y directora de la librería Champion hasta 1973, fue una ferviente defensora de la edición de bibliófilo y del libro ilustrado36. Además de ser miembro de Cent Femmes Amies du Livre, era directora de Les Cent Bibliophiles de France et d’Amérique y pertenecía al grupo de mujeres fundadoras de Les Cent Une-Société de Femmes Bibliophiles, la sociedad de mujeres que promovió la edición de este libro. Y ya se ha citado también su pertenencia a la sociedad Les Sept, promotora del libro ilustrado por Alfred 36. De su pasión por los libros de bibliófilo hablan los ejemplares de su biblioteca, parte de la cual fue subastada en 2008 en París, en la sala Alde (Bibliothèque Madeleine de Harting. Livres appartenant à divers amateurs. Alde, Salle Rossini. Catálogo de la subasta del 14 de abril de 2008).

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Manessier. El interés de esta mujer por la bibliofilia resultó providencial para que salieran a la luz la mejor edición ilustrada de san Juan de la Cruz y la mejor de santa Teresa de Ávila. Detrás de ambos libros estaban dos sociedades de mujeres bibliófilas y en los dos casos figuraba al frente Madeleine de Harting. Cuenta Raymond Hesse que la sociedad «Les Cent Une» nació en 1926, en los despachos de la Nouvelle Revue Française, del encuentro entre tres mujeres: la baronesa de Brimont, Mme. Rivière-Schakhowskoy y la esposa de Albert Pigasse, el creador de la Librairie des Champs-Élysées y de la colección «La Masque», que introdujo en Francia la novela policiaca. Entre las socias estaban la marquesa de Lubersac y las esposas de Paul Claudel, de Paul Morand o de André Maurois, además de otras conocidas figuras femeninas37. El comité inicial estaba integrado, entre otras, por la esposa de Paul Claudel, la esposa de Zuloaga, Valentine Dethomas, hermana del ilustrador Maxime Dethomas, y, sobre todo, por Madeleine de Harting, la bibliófila y librera que dirigió la edición de santa Teresa. El libro salió en 1946, a los veinte años de la creación de esta sociedad que está teniendo una dilatada vida; su última publicación es de fecha reciente, de 200938. Cada ejemplar iba firmado por la presidenta, marquesa de Lubersac, y por la vicepresicenta, princesa Hélène Schakhowskoy, en la página que lleva impreso el nombre de cada suscriptora, junto al logotipo de la sociedad, firmado por Demetrius Galanis y grabado en talla dulce. La marca editorial desarrolla el mito bíblico de la serpiente, el árbol y la fruta, que aquí es sustituida por un libro. Aunque en el libro no se la menciona expresamente, Madeleine de Harting fue la auténtica alma mater de la edición. Entre la voluminosa correspondencia que mantenía con autores, editores o ilustradores, se conoce una carta de Michel Ciry, ilustrador del libro, fechada el 28 de julio de 1947, en la que pregunta a la editora si le parece razonable ponerle al libro un precio de 10.000 francos. Para su Le Cantique des Cantiques. Suivi de Commentaires de Sainte Thérèse d’Avila, Madeleine de Harting utilizó la traducción realizada por el conde de Premio Real –Eduardo Dreyfus y González–, la publicada por Georges Crès en 1920. 37. Hesse 1931. 38. Le rappel, de Boris Vian, con ilustraciones de Loustal. La tirada fue de ciento un ejemplares para las socias y veinticuatro reservados a los colaboradores.

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En este libro, como en el ilustrado por Manessier, vuelve a cobrar protagonismo la imprenta Fequet et Baudier, que compuso el texto en Garamond, cursiva de cuerpo 20; el uso de la romana queda limitada a los títulos de los capítulos. Impreso a dos tintas, negro para el texto y rojo anaranjado para los titulares, color que ya se había empleado en 1928 en la segunda publicación de la sociedad, Partage de Midi, de Paul Claudel. El registro perfecto de la mancha tipográfica en el recto-verso, la ausencia de huella, sin que afecte a la intensidad y nitidez de la impresión, el perfecto regleteado en la composición de líneas, hacen del libro un modelo excelente de impresión. Impresión salida de uno de los talleres de arte más prestigiosos de la segunda mitad del siglo. Del taller de Marthe Fequet y Pierre Baudier39 salieron los dos mejores libros de la mística castellana: este, de santa Teresa, y el de san Juan de la Cruz, ilustrado por Alfred Manessier. La estampación de las puntas secas fue encomendada a Camille Quesneville. Por esos años se hizo frecuente la colaboración entre los impresores Marthe Fequet y Pierre Baudier con este grabador y estampador. Camille Quesneville es autor de algunos grabados inspirados en Sierra Morena, editados entre los años 1960 y 1964. La edición tuvo una tirada de ciento cuarenta y tres ejemplares: ciento uno para las socias, numerados en cifras árabes, y cuarenta y dos, con numeración romana, que iban destinados a los colaboradores. La tirada de los ciento un ejemplares siempre era fija, que es la que todavía mantiene actualmente la sociedad; solo variaba ligeramente la de los colaboradores. Entre las socias, Madeleine de Harting tenía asignado el número cuatro. El libro está ilustrado con dieciséis puntas secas, ocho para la parte de Cantiques del Cantiques, y otras ocho para Commentaires de Sainte Therèse d’Avila. Como ilustrador, el elegido fue Michel Ciry, quien, pese a su juventud –contaba por entonces con veintisiete años–, estaba considerado un artista de talento, que se había dado a conocer en 1942 con algunos editores de importancia en el ámbito de la bibliofilia: Jean Porson, Henri Lefebvre –para quien ilustró al aguafuerte La Reine morte, de Henry de Montherlant– y Emile Chamontin, director de la sociedad de edición «Le Livre»; este último, viejo conocido de Madeleine de Harting, por ser uno de los suscriptores preferentes de su colección «La Porte Etroite». El hecho de ser considerado un ilustrador con futuro, y el estilo de sus ilustraciones, delicadas y con una evidente atmósfera de espiritualidad, propiciaron su elección 39. Datos tomados de Chamonard 2001.

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como ilustrador del libro. Alguna relación debe de haber entre el libro y una de sus obras, un cuadro al óleo, Avilla [sic], con una vista panorámica de las murallas y la ciudad de Ávila40. El universo artístico de este ilustrador y pintor, que también era escritor y músico, escapa a toda clasificación. Coincidiendo con la época de la ilustración de este libro, Michel Ciry tomó la religiosidad como uno de los temas centrales de su obra. Las ilustraciones de Le Cantique des Cantiques. Suivi de Commentaires de Sainte Thérèse d’Avila están impregnadas de intimismo y trascendencia; pese a la dimensión aérea, nada es fugaz en las escenas de la santa, «los personajes se paralizan en una inmovilidad intemporal»41 . El libro remata con un colofón, siluetado en forma de corazón, que fue un recurso demasiado reiterado y artificioso en muchas de las ediciones de bibliofilia, pero que en este caso está logrado porque sugiere de manera espontánea el mito del corazón de santa Teresa. Cuando se ponía fin a este artículo, rescatamos, entre la obra gráfica de Georges Guido Filiberti (1881-1970), una serie de los Siete castillos del alma, de santa Teresa de Ávila, serie de la que no conocemos más datos que la compra llevada a cabo por la Biblioteca Municipal de Mulhouse en el año 1969. Alguien dejó escrito, con ocasión de dicha exposición retrospectiva de su obra gráfica, que estas estampas de los Siete castillos del alma interpretan la obra de santa Teresa en imágenes no figurativas, totalmente impregnadas de misticismo. La breve historia de estas ediciones y de quienes las promovieron, tradujeron o ilustraron, finaliza con santa Teresa, figura prominente de la mística castellana con quien también daba comienzo este artículo. Podría decirse que los libros retratados en estas páginas encumbraron en su día a la figura humana, religiosa, histórica y literaria de santa Teresa de Ávila, a la vez que pusieron en la cúspide a la poesía de san Juan de la Cruz, poesía que vino acompañada de un estimable caudal de imágenes e interpretaciones de artista en la segunda mitad del siglo XX. A diferencia de lo sucedido con el poeta universal, la interpretación plástica de santa Teresa en Francia llega en los siglos XVII y XVIII a través de la pintura. El XIX nos deja una galería de estampas gráficas populares, y, hacia finales de siglo, una obra de la santa debida a Pierre Puvis de 40. El cuadro salió a la venta en 2004 en una sala de subastas de París y no fue adjudicado. 41. Cita tomada de la biografía recogida por la asociación de Les Amis de Michel Ciry. Site Officiel de l’artiste: [en línea] .

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Chavannes, aunque la representación artística más célebre de una figura de la mística en la historia del arte, se debe al siglo del Barroco, con la creación universal del éxtasis de santa Teresa, de Bernini. Por lo demás, el libro de arte en el siglo XX fue bastante más parco con la santa de Ávila que con san Juan de la Cruz. Su figura estuvo inmersa por estos años en la esfera de los ilustradores religiosos, al estilo de Maurice Denis o Michel Ciry. Del conjunto de ediciones dedicadas a san Juan de la Cruz, conviene destacar, entre todas las ilustradas, las llevadas a cabo en la esfera del arte abstracto, ediciones que tuvieron un protagonismo especial por varias razones: porque contribuyeron, desde el primer momento, a la vinculación directa entre el místico y la corriente abstracta, y por haberse anticipado a la mirada que algunos artistas españoles, también adscritos a la abstracción, iban a dirigir, años después, hacia su poesía. En España, el nexo teórico entre san Juan de la Cruz y el arte abstracto quedó establecido en 1958 a través de Santiago Amón42, que fue quien primero relacionó la poesía del místico carmelita con el arte abstracto: al estudiar sus poemas, veía en ellos la esencia de la poesía abstracta. Pero el futuro crítico de arte estaba haciendo de crítico literario sin saber que unos meses antes había visto la luz una interpretación plástica, la del libro de Alain de La Bourdonnaye, y que ya estaba en las prensas el gran libro del otro representante francés del arte abstracto, Alfred Manessier. Sin embargo, la historia de las manifestaciones plásticas abstractas de san Juan de la Cruz entre los artistas españoles quedó trazada por José Vicente Luengo Ugidos43. La trayectoria dio comienzo en 1955 con la escultura La música callada, de Eduardo Chillida, para continuar en 1962 con el collage La noche oscura, de Gustavo Torner. En 1991, con ocasión del cuarto centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, se celebra un homenaje gráfico de tres artistas punteros españoles: Miquel Barceló, José Manuel Broto y José María Sicilia, pero estas eran obras de artistas que no pertenecían al ámbito de la edición de arte o de bibliofilia. En definitiva, las interpretaciones gráficas en la esfera del arte abstracto se desarrollaron en España en las décadas de los ochenta, con las serigrafías de Eusebio Sempere, y de los noventa, con los grabados de Gustavo Torner. Pues

42. Amón Hortelano 1958. 43. Luengo Ugidos 1993, III, 407-426. Sobre este tema también es interesante la consulta de Gonzalo Carbó 2009.

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bien, a estas dos manifestaciones gráficas se adelantaron los tres artistas abstractos en Francia. Los libros ilustrados por Alain de La Bourdonnaye, Alfred Manessier y François Fiedler han estado durante bastante tiempo prácticamente en el anonimato entre los lectores y los especialistas españoles. Y prueba de ello es el citado artículo de José Vicente Luengo Ugidos, brillante y documentado estudio, en el que se localizan diversas referencias al arte de Kandinsky, de Piet Mondrian y de Mark Rothko, pero no se encuentra ni una sola cita hacia ninguna de las tres figuras de la abstracción francesa que interpretaron a san Juan de la Cruz. Y otro tanto sucede con el resto de libros de los dos místicos castellanos, muy especialmente en lo que se refiere a las ediciones ilustradas. Pese a tratarse de autores que están en la cumbre de la literatura española, la práctica totalidad de las ediciones de santa Teresa de Ávila y de san Juan de la Cruz son unánimemente desconocidas para las bibliotecas, los lectores y los amantes de las ediciones de arte en España. Todo este conjunto de ediciones singulares, que enriquecen el patrimonio artístico y bibliográfico español, que son libros para la posteridad, merecen un mayor reconocimiento en el ámbito bibliotecario y bibliófilo español.

6. EDICIONES COMENTADAS 6.1. Teatro, literatura popular y poesía: nueva perspectiva de santa Teresa Mendes, Catulle, Sainte Thérèse, drame, Paris: Librairie Charpentier et Fasquelle, 1906. – 238 págs. – 20 cm. Tirada especial en papel holanda.

Claudel, Paul, [Maurice Denis], Sainte Thérèse. Poème, xilografías de Maurice Denis, Paris: Librairie de l’Art Catholique, 1916. – 25 h.– 19,5 x 24 cm. Tirada: 400 ejemplares numerados. • • •

9 en papel Japón a la forma (A – I). 35 en papel Japón Imperial (I – XXXV). 350 en papel verjurado arches (1 – 350).

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6 fuera de serie: cinco con los estados de las xilografías y uno con los cinco estados.

Impreso por Imprimerie Studium. Impresión de las xilografías por Jacques Beltrand.

Thérèse, Sainte, [Dagoucia Mouat, Dagoussia-Mouat], Commentaires sur le Cantique des Cantiques et treize poèmes, traducidos por el conde de Premio Real [Enrique Dreyfus y González]; prefacio de Maurice Barrès; prólogo de E. P. [Enrique, Conde de Premio Real]; nota por Edmond Thiriet; ornamentos tipográficos dibujados y grabados en madera por Dagoucia Mouat; frontispicio, reproducido en fototipia, del cuadro de santa Teresa pintado por Fray Juan de la Miseria. Paris: Georges Crès, 1920. – 249 págs. – 13 X 19 cm. («Le Livre Catholique»; 7). Tirada: 1.860 ejemplares. • •

60 en papel Japón imperial –de los cuales 7 son HC– (1-60). 1.800 en papel Rives –de los cuales 100 son HC– (61-1860).

Impreso en la imprenta Durand, en Chartres.

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Cardonnel, Louis, [Louis Jou], A Sainte Thérèse de Jésus. Poème; frontispicio, cabeceras y finales de capítulo grabadas en madera por Louis Jou. Saint-Félicien en Vivarais, Au Pigeonnier, 1921.– XX págs.– 14,3 x 19,3 cm. 14 × 22,5 cm. (Coll. des «Cent-Cinquante»). Tirada: 625 ejemplares. • • •

10 en papel Montual (1-10). 15 en papel China (11-25). 600 en papel verjurado Arches (26-625).

Impreso por Hérissey (Evreux).

Cazal, Edmond, Sainte Thérèse, Paris: Librairie P. Ollendorf, 1921. – 313 págs. – 13 x 19,5 cm. Tirada especial: 550 ejemplares. • •

500 en papel alfa (1-500). 50 en papel verjurado Lafuma (I-L).

Impreso por Maurice Darantière (Dijon).

Bertrand, Louis, Sainte Thérèse, Paris: Librairie Arthème Fayard, 1927.– 380 págs.– 21 cm. Tirada especial: 595 ejemplares. • • • • •

50 en papel Japón imperial (1-50). 200 en papel Van Gelder Zonnen (51-250). 20 HC ( I-XX). 300 en papel velín Lafuma ( 251-550). 25 HC ( XXI-XLV).

6.2. Edición de La Connaissance Jean de la Croix, Saint, [Malo Renault], Canciones, traducción de RenéLouis Doyon, con un estudio sobre «La poesie de l’amour mystique»; xilografías de Malo Renault, Paris: La Connaissance, 1920.– 65 págs., 1 h.– 16 x 25 cm. Tirada: 400 ejemplares numerados. • •

10 en papel Japón antiguo a la forma, con grandes márgenes, con los estados y una suite de las xilografías en papel China. 25 en papel Japón Imperia.

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• •

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40 en papel Holanda Van Gelder Zonnen. 325 en papel velín Lafuma.

Impreso por Jules Céas & Fils, maestros impresores en Valence-sur-Rhône, en las prensas de Champollion.

6.3. Ediciones tipográficas Jean de la Croix, Saint, Les Cantiques Spirituels de Saint Jean de la Croix, traduc. del R. P. Cyprien de la Nativité de la Vierge, Paris: A la librairie de l’Art Catholique, 1917.– 27 págs., 1 h.– 16 x 21 cm. Tirada: 1.515 ejemplares numerados a mano. • • •

5 en papel Japón (1-5). 10 con una suite en papel de las manufacturas Insetsu-Kioku (6-15). 1.500 en papel verjurado Arches (16-1515) .

Impreso en las prensas de l’Art Catholique.

Jean de la Croix, Saint, Les Cantiques Spirituels de Saint Jean de la Croix, traduc. del R. P. Cyprien de la Nativité de la Vierge; prefacio de Paul Valéry, Paris: Louis Rouart et Fils, 1941.– XXXVI, 25 págs.– 17,5 x 23 cm. Tirada: 1.630 ejemplares numerados a mano. • • • •

10 en papel Japón antiguo (a-j). 20 en papel Japón imperial (I-XX). 100 en papel velín Arches (1-100). 1.500 en papel verjurado Arches (101-1.600).

Impreso por Louis Kaldor.

Jean de la Croix, Saint, Cantique d Amour Divin entre Jesus Christ et lame devote, traducción de René Gaultier, Paris: Les Éditions du Raisin, 1944.– 203 págs., 2 h.– 22,5 x 27,5 cm. Tirada: 250 ejemplares en papel Auvergne Richard de Bas (1-250). Impreso por la Imprimerie Nationale bajo la dirección de Maurice Darantière.

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Therese d’Avila, Sainte, [Guy Dollian], Les Exclamations de Sainte Thérèse d’Avila, traducción de Marius André; frontispicio y decoración de Guy Dollian, Paris: Société Littéraire de France, 1922.– 58 págs., 3 h.– 14 x 22,5 cm. (Coll. des «Cent-Cinquante»). Tirada: 160 ejemplares. • • •

10 en papel Japón (1-10). 140 en papel verjurado Auvergne (11-150). 10 en papel Van Gelder reservados a los miembros de la Societé Litteraire de France.

Impreso por Maurice Darantière (Dijon).

Therese, Sainte, Avis de Sainte Thérèse a ses religieuses, traducción de Arnauld d’Andilly, [Dijon]: Maurice Darantière, 1930.– 13 h.– 20 x 20 cm. Tirada: 50 ejemplares en papel verjurado Auvergne (1-50); con algunos ejemplares más destinados a los amigos del impresor. Impreso por Maurice Darantière.

6.4. Ediciones de Pierre André Benoit Therese, Sainte, Un poème de Sainte Thérèse d’Avila, traducción de Florence Delay, Alès: PAB, 1956.– 4 h.– 8 x 8 cm. Tirada: 56 ejemplares en papel hilo verjurado. Impreso por PAB.

«Saint Jean de la Croix», en La Carotide [traducción de Pierre André Benoit], Alès: PAB, 1956.– 11 x 12,5 cm.– nº 1. Tirada: [100] ejemplares en papel velín. Impreso por PAB.

6.5. Ediciones de Edmond Charlot Jean de la Croix, Saint, Cantique spirituel, chansons entre l’âme et l’époux, traducción de Rolland-Simon, Alger: Edmond Charlot, 1942.– 20 págs.– 15,5 x 20 cm. (Collection «Fontaine» bajo la dirección de MaxPol Fouchet). Tirada: 580 ejemplares. • 5 en papel Canson (1-5). • 50 en papel verjurado Ingres (6-55).

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500 en papel Pont du Claix (56-550). 25 de autor y de editor en diversos papeles.

6.6. Ediciones de Guy Lévis Mano Jean de la Croix, Saint, Poèmes mystiques, traducción de Guy Lévis Mano, Paris: GLM, 1951.– 20 h., 10,2 x 15,9 cm. («Voix de la Terre» ; XIX). Edición bilingüe. Tirada: 1.300 ejemplares. • 25 en papel velín de Marais (1-25). • 1.275 en papel velín (26-1275 y A-Z; los últimos destinados a los Amigos de GLM). Impreso por GLM.

Jean de la Croix, Saint, [Raymond Gid], Cantique spirituel, versión francesa por Guy Lévis Mano; 9 dibujos de Raymond Gid reproducidos al trazo, Paris: GLM, 1947.– 18 h.– 31,2 x 21 y 19,5 x 28,5 cm, en los ejemplares ordinarios.– Edición bilingüe. Tirada: 1.300 ejemplares. • • • •

8 en papel velín Rives (1-8). 12 en carte de Flandre verde (9-20). 490 en papel velín de Marais (21-485 y A-Z. Los últimos firmados por el editor y reservados a los Amigos de GLM). 485 en papel verjurado de edición (486-970).

Impreso por GLM.

Therese d’Avila, Sainte, Glose, traducción de Rolland Simon & PierreJean Jouve, Paris: GLM, 1939.– 14 h.– 16,5 x 23,1 cm. Tirada: 1.300 ejemplares. • • •

15 en papel Japón antiguo (1-15). 50 en papel holanda Pannekoek (16-65). 500 en papel verjurado antiguo (66-565).

Algunos ejemplares destinados a los colaboradores. Impreso por GLM.

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6.7. Ediciones de artista y de sociedades de bibliofilia Jean de la Croix, Saint, [Carles Fontserè], Cantiques spirituels, traducción del R. P. Cyprien de la Nativité de la Vierge; 11 aguafuertes y 4 xilografías de Carles Fontserè, Paris: Chez l’artiste C.F., 1945.– 81 págs., 4 h.– 19 x 26,3 cm.– Edición bilingüe. Tirada: 270 ejemplares en papel velín Rives. •

• • •

10 con tres suites de litografías: una serie en gran formato; una suite de los estados de color de una plancha y una suite completa de todas las planchas (I-X). 15 con una suite completa de las planchas (XI-XXV). 225 (26-250). 20 HC de colaborador y artista [nominados].

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Impreso por Gaston Hallépée. Litografías impresas en prensa de mano en el taller del artista y bajo su dirección.

Jean de la Croix, Saint, [Alain de La Bourdonnaye]: Les Cantiques Spirituels de Saint Jean de la Croix, traducción del R. P. Cyprien de la Nativité; 5 aguafuertes de Alain de La Bourdonnaye, Paris: [Alain de La Bourdonnaye], 1957.– 28 h.– 16 x 25,5 cm. Tirada: 60 ejemplares en papel Moulin de Verger, firmados por el ilustrador. • •

50 (1-50). 10 HC (I-X).

Impreso en el taller del ilustrador.

Jean de la Croix, Saint, [Alfred Manessier], Cantiques Spirituels, prefacio de Maurice Morel (Abbé Morel); 12 litografías en color de Alfred Manessier, Paris: Les Sept, 1958.– 57 págs.– 40 x 52 cm. Tirada: 157 ejemplares en papel velín Rives, firmados por el ilustrador en el colofón. • • • • •

12 31 81 20 12

con doble suite, en papel Japón y papel Rives (1-12). con una suite en papel Rives (13-44). (45-125). de artista. nominados [con doble suite, en papel Japón y papel Rives].

Impreso en la imprenta Fequet et Baudier. Litografías impresas en el taller de Fernand Mourlot.

Jean de la Croix, Saint, [François Fiedler], Les cantiques spirituels de saint Jean de la Croix, traducción del R. P. Cyprien de la Nativité de la Vierge; 12 litografías de François Fiedler, Paris: Maeght Editeur, 1963.– 71 págs.– 39 x 56 cm.– Edición bilingüe. Tirada: 95 ejemplares en papel velín Johannot firmados en el colofón por el ilustrador. • •

80 (1-80). 15 HC (I-XV).

Impreso en el taller de Maeght.

Jean de la Croix, Saint, [François Chapuis]: Poèmes majeurs. La nuit obscure. Le cantique spirituel. La vive flamme, traducción de Lucien Marie

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de Saint Joseph; litografías en color de François Chapuis, Nancy, Beaux Livres - Grands Amis, 1963.– 67 págs.– 24,5 x 32,5 cm. – Edición bilingüe. Tirada: 200 ejemplares numerados en papel Auvergne Richard de Bas. • •

150 (I-CL). 50 destinados a los Amigos de la Sociedad, al depósito legal y a los colaboradores de la edición (1-50).

Impreso por Robert Blanchet (Boulogne-sur-Seine). Litografías tiradas por René Guillard. Encuadernación de Jean Duval.

Jean de la Croix, Saint, [François Chapuis]: Poésies complètes, prólogo de Bernard Sesé; prefacio de Pierre Emmanuel; postfacio de Jorge Guillén; 20 litografías de François Chapuis, Paris: Les Cahiers Obsidiane, 1983.– 141 págs., 14,5 x 21 cm. – Edición bilingüe. Tirada: 1.550 ejemplares. • •

1.500 en papel Centaure ivoire. 50 en papel Centaure ivoire opaque (1-50).

Impreso por Corbière et Jugain (Alençon, Orne).

Jean de la Croix, Saint, [Jean Segalat]: Poésies mystiques, doce grabados a la punta seca de Jean Ségalat, [s.l., s.a.]. – 135 págs.– 25 x 32,5 cm.– Edición bilingüe. Tirada: 77 ejemplares en papel velín Arches, firmados por el ilustrador en el colofón. Impreso por Vettiner [¿Burdeos?].

[Therese, Sainte…], [Michel Ciry]: Le Cantique des Cantiques. Suivi de Commentaires de Sainte Thérèse d’Avila; comentarios traducidos por el conde de Premio Real [Enrique Dreyfus y González]; 16 grabados a la punta seca de Michel Ciry, Paris: Société Les Cent Une Femmes Bibliophiles, 1946.– 142 págs., 2 h.– 24,5 x 31 cm. Tirada: 143 ejemplares en papel velín Arches firmados por presidenta y la vicepresidenta de la sociedad. • •

101 destinados a las socias (1-101). 42 reservados a los colaboradores (I-XLII).

Impreso en la imprenta Fequet et Baudier. Grabados a la punta seca impresas en el taller de Camille Quesneville.

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7. BIBLIOGRAFÍA 7.1. General Alfons Roig i els seus amics: Sala Parpalló-Palau de la Scala, Valencia, juny-julil 88, Valencia: Diputació, 1988. Allain-Castrillo, Monique, Paul Valéry y el mundo hispánico, Madrid: Gredos, 1995. Amón Hortelano, Santiago, «El arte abstracto y la poesía», Índice de artes y letras, Madrid, 1 de enero de 1958: [en línea] . Bertrand, Louis, «Comment j’ai été amené à écrire un livre sur sainte Thérèse d’Avila», Conferencia. Journal de l’Université des Annales, 9 (20 de abril de 1927), 389-401. Bibliografía sobre San Juan de la Cruz: [en línea] . [Recopilación que contiene 375 títulos sobre la obra de san Juan de la Cruz]. Bord, André, Jean de la Croix en France, Paris: Beauchesne, [1993]. Cazal, Edmond, Sainte Thérèse, Paris: Librairie P. Ollendorf, 1921. Chamonard, Marie, Réflexion sur le dépôt légal des livres d’artistes à partir d’une étude sur un imprimeur typographe, François da Ros, Paris: Ecole Nationale Supérieure des Sciences de l’Information et des Bibliothèques, 2001. Coron, Antoine, Les Éditions GLM, 1923-1974. Bibliographie, Paris:, Bibliothèque Nationale, 1981. Delay, Florence, Minuit sur les yeux, Paris: NRF-Gallimard, 2003. –, Mon Espagne: or et ciel, Paris: Hermann, 2008. Deneuville, Dominique, Sainte Thérèse d’Avila et la femme, Lyon: Éditions du Chalet, 1964. L’Espagne mystique au XVIème siecle, Paris: Arts et Métiers Graphiques, 1946. [Le Greco à Tolède, par Bernard Champigneulle. Etudes graphologiques par Suzanne Bresard. A propos d’un dessin de St Jean de la Croix par René Huyghe]. Florissone, Michel, Esthétique et Mystique d’apres Sainte Thérèse d’Avila et Saint Jean de la Croix Suivi d’une note sur Saint Jean de la Croix et le Greco et d’une liste commentée des oeuvres de Saint Jean de la Croix, Paris: Édit. du Seuil, 1956. Fontbona, Francesc: «Bibliofília catalana a l’exili (1941-1960)», Revista de Catalunya, nº 253, septiembre, 2009, págs. 71-79.

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7.2. Ilustradores y editores 7.2.1. Pierre André Benoit PAB, éditeur, auteur, illustrateur, collectionneur: estampes, dessins, tableaux, photos, livres illustrés modernes, Paris: Hôtel Drouot, salle 9, 26 de noviembre de 1994. [Catálogo que contiene 402 noticias descriptivas de la colección de Pierre André Benoit]. 7.2.2. François Chapuis Joly, Pierre, François Chapuis, Paris: Galerie Neuf, 1965. [Catálogo de la exposición en la Galeria Neuf de París del 8 de junio al 8 de julio de 1965. Prefacio de Pierre Joly.] La Coste-Messeliere, M- G. de, «Les murs translucides de François Chapuis», en L’Oeil, numéro spécial: Architecture et urbanisme au XXe, 122 (febrero de 1965), 38-41. Mourgue, Gérard, «François Chapuis», Le ruban rouge, Paris, 28 (marzo de 1966), 34-41. 7.2.3. Alain de La Bourdonnaye Martinent, Christine, Livres illustrés: Alain de La Bourdonnaye, Paris, [Aux dépends de l’artiste], 2002. [Catálogo que recoge todos los libros de artista editados hasta 2002. Catálogo a la venta en Librairie Les Argonautes, que comercializa todas las ediciones de este ilustrador-editor]. 7.2.4. Edmond Charlot Puche, Michel, Edmond Charlot éditeur. Bibliographie commentée et illustrée, Pézenas: Éditions Dolmens, 1995. 7.2.5. Maurice Darantière Darantière, Maurice, Les éditions du Raisin, Dijon, Maurice Darantière, 1928. Impreso publicitario con la presentación de algunas ediciones. François, Lucien, «Maurice Darantière: maître d’oeuvre du livre», en La feuille blanche, [número especial], págs. 60-68.

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7.2.6. Maurice Denis Maurice Denis, 1870-1943, [Paris]: Réunion des musées nationaux, [1994]. [Catálogo de la exposición itinerante]. Maurice Denis y los nabis: profetas delarte moderno, [Castellón]: Fundació Caixa Castelló, [2008]. [Catálogo de la exposición celebrada en la Sala Bancaja San Miguel en octubre-noviembre de 2008]. 7.2.7. François Fiedler Francois Fiedler, Palma de Mallorca, Pelaires: Centre Cultural Contemporani, 1990. 7.2.8. Raymond Gid Raymond Gid: affichiste et typographe, Paris: Mairie de Paris, Agence Culturelle de Paris, 1992. 7.2.9. Louis Jou Feuille, André, Louis Jou. Biobibliographie, Bordeaux: Société des Bibliophiles de Guyenne, 1984. 7.2.10. Guy Levis Mano GLM: Les Éditions GLM, 1923-1974. Bibliographie, Paris: Bibliothèque Nationale, 1981. [Libro editado con ocasión de la exposición en la Biblioteca Nacional de Francia en 1981]. 7.2.11. Alfred Manessier Abstraccion Lirica: École de Paris 1956-1976, Madrid: Ministerio de Cultura, Direccion General de Patrimonio Artístico, Archivos y Museos, 1979. Biblioteca MNCARS. SALA, Folletos Caja 970-16. Caja 966-8. Caja 77-19. Cayrol, Jean, Manessier, Paris: Le Musée de Poche, 1966. Hodin, Jean-Pierre, Manessier, Neuchatel: Éditions Ides et Calendes, 1972.

LA MÍSTICA CASTELLANA EN LA BIBLIOFILIA FRANCESA

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7.2.12. Éditions du Pigeonnier Les éditions du Pigeonnier. [Impreso publicitario que relata la creación de estas ediciones, con la presentación de las siete primeras plaquetas editadas durante 1921. Saint-Felicien-en-Vivarais, c. años veinte]. Fromentoux, Michel, Le Pigeonnier. Quarante années de décentralisation littéraire et artistique en Vivarais, Annonay: chez l’auteur, 1969. 7.3. Catálogos tipográficos e impresores L’Astrée. Caractère comportant le romain et son italique gravé et fondu par Girard & Cie, Succe de Deberny et Tuleu, Paris: Girard & Cie, 1923. Guide to the Mitchell Kennerley Papers, 1898-1934: [en línea] ; Louis Kaldor: cinquente ans de typographie, prefacio de Paul Valéry, Paris: Kaldor, 1935. Rebate, Jean-Michel, Maurice Darantière, les années vingt, [Dijon]: Ulyssefin de siècle, 1988. 7.4. Libros y sociedades de bibliofilia Chamonard, Marie, Réflexion sur le dépôt légal des livres d’artistes à partir d’une étude sur un imprimeur typographe, François da Ros, Paris: Ecole Nationale Supérieure des Sciences de l’Information et des Bibliothèques, 2001. Les Cent Une, Paris: Les Cen-Une, Societé de Femmes Bibliophiles, 1926. Les Cent Une, Paris: Les Cen-Une, 1963. [Informe publicado por la sociedad: asamblea general, comité, lista de socios y lista de obras publicadas]. Hesse, Raymond, Histoire des sociétés de bibliophiles en France de 1820 à 1930, Paris: L. Giraud-Badin, 1931. 7.5. Descripciones bibliográficas Carrete Larrondo, Juan, Picasso y los libros, Valencia: Bancaja, 2006. Monod, Luc, Manuel de l’amateur de livres illustrés modernes: 1875-1975, Neuchâtel: Ides & calendes, 1992.

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Talvart, Hector, Bibliographie des auteurs modernes de la langue française (1801-1927), Paris: Éditions de la Chronique des Lettres Françaises, 1928-1975. 7.6. Catálogos de exposiciones y subastas de libros Atelier de l’Abbé Morel (première partie). Drouot-Richelieu. Catálogo de la venta celebrada el 16 de marzo de 2010: [en línea] . Bibliothèque Madeleine de Harting. Livres appartenant à divers amateurs, Alde, Salle Rossini. [Catálogo de la subasta del 14 de abril de 2008]: [en línea] . Exposition de saint Jean de la Croix et des mystiques français du XVIIeme siècle, Paris: Bibliothèque National, 1943. [IVe centenaire de St Jean de la Croix à la Bibliothèque Nationale, Paris, 22 juin-5 juillet 1943]. 7.7. Páginas web Les Amis de Michel Ciry. Site Officiel de l’artiste: [en línea] . Association Alfred Manessier: [en línea] . Liste de livres illustrés d’Alain de La Bourdonnaye disponibles à la Librairie Les Argonautes: [en línea] . Association Guy Lévis Mano: [en línea] . Revista Camp de Túria. Institut d’Estudis Comarcals. Página web con la biografía de Alfonso Roig Izquierdo, amigo de Alfred Manessier: [en línea] . 7.8. Entrevistas con autores e ilustradores Entrevista a Florence Delay, traductora de Sainte Thérèse, Alès: PAB, 1956. Entrevista a Alain de La Bourdonnaye, ilustrador y editor del libro de artista Cantiques Spirituels, Paris: Chez l’artiste, 1957.

L’AMORE PER LE ANTICHE MEMORIE E IL COLLEZIONISMO DI LIBRI A FINE OTTOCENTO MARIA CRISTINA MISITI (Istituto Centrale per il Restauro e la Conservacione del Patrimonio Archivistico e Librario)

Chi accumula libri, accumula desideri; e chi ha molti desideri è molto giovane, anche a ottant’anni Ugo Oietti

A

MPIA È la tipologia delle motivazioni per cui si può desiderare un libro: per il contenuto, per la veste tipografica, per la data di stampa, per la legatura, per i segni di lettura e la provenienza.

Forse sola fra le cose create dall’uomo, il libro ha un corpo e un’anima; né potrei giurare che a innamorarmi prima nei volumi dei poeti fosse veramente la loro anima, e non piuttosto, come sembra succedere anche in altri innamoramenti, la seduzione corporea, amore quasi carnale per il loro aspetto esteriore, per la loro entità fisica fatta di carta, inchiostro, pelle, cartone1.

Le espressioni collezionismo e bibliofilia non andrebbero usate come sinonimi: il termine bibliofilia si afferma e si diffonde solo nel corso del XVIII secolo, attraverso il francese, in concomitanza con la diffusione dell’antiquariato librario quale attività commerciale indipendente. La bibliofilia non si può giudicare attraverso l’ottica dell’utile, è una vocazione che presuppone sensibilità culturale, competenza, costanza e 1. Ridolfi 1956, 21-22.

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spirito di sacrificio. Nota la risposta di un grande bibliofilo a chi lo rimproverava di non leggere i libri acquistati: come nessun collezionista di porcellane si sognerebbe mai di mangiare nei piatti decorati due secoli fa, così nessun bibliofilo volendo leggere la Divina Commedia userebbe una editio princeps. L’anatema lanciato da Diderot contro «la maledetta razza… dei collezionisti-accaparratori» non si giustifica più oggi: lo spirito che governa l’amatore autentico è spesso all’origine della scienza, la lotta contro la disintegrazione del sapere. La verità è «che due mondi si affrontano, dotti e mondani, utilizzatori di ‘buoni libri’ e collezionisti di libri curiosi». E’ in quel momento che la parola bibliofilia si carica di distinte valenze, tali da rendere necessaria una distinzione. A partire da un certo momento, evidentemente non databile con precisione, determinati libri si trovano strappati dal loro uso primario da gruppi sociali definiti e trasportati dal campo erudito a nuovi ambienti, quelli del lusso, dell’arte e della curiosità, dove furono oggetto di pratiche e trattamenti inediti. Fino allora percepiti nella categoria dell’utile, da quel momento entrarono a far parte di quella del raro e curioso2.

Quando la passione diventa desiderio smodato e puramente antiquario di possedere i volumi indipendentemente dal testo in essi tramandato, solo in ragione della loro antichità, diventa patologica e si parla di bibliomania. Si potrebbe ancora fare una distinzione tra curiosi, amatori, collezionisti: il curioso e l’amatore sono spesso dilettanti che cercano piuttosto l’insolito che il bello, desiderosi di accrescere le loro conoscenze, soccombendo agli stimoli della curiosità e tendendo all’eclettismo. Queste tendenze disordinate si oppongono alla concentrazione, da cui l’impossibilità di formare dei corpora coerenti. Umberto Eco considera collezionisti quelli che vogliono avere tutto quello che si può raccogliere su un certo tema, mentre il bibliofilo anche lavorando su un tema «spera che la collezione non finisca mai, che ci sia sempre e ancora qualcosa da cercare. E talora può innamorarsi di un bel libro che non ha nulla a che fare col suo tema»3. Una collezione, beninteso, è sempre un atto creativo strettamente individuale, ogni possessore ha i propri vizi, le sue piccole manie, le sue particolari inclinazioni, i suoi gusti; tuttavia esistono caratteristiche e norme di comportamento che propongono un modello di comportamento, una pratica e una consapevolezza che non possono essere casuali. 2. Viardot 1990, 589. 3. Eco 2001, 35.

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Il bibliomane non differisce gran che da un filatelico, che risolve tutta la sua passione nel culto d’una perfezione esteriore. Sulle stranezze dei bibliofili esiste tutta una letteratura. Certi episodi che si narrano ad esempio sul Magliabechi o sul Libri appartengono al patrimonio tradizionale dell’aneddotica, di cui l’opera di Thomas Frognall Dibdin, The Bibliomania or book-Madness (London, 1809, primera edición) è una summa: un racconto in cui alcuni dei più celebri bibliofili occultati sotto falsi nomi, dialogano intorno ai temi loro più cari. Dibdin non manca di tracciare i sintomi della malattia, una insaziabile cupidigia, un eccesso che conduce nella categoria del ridicolo, un vizio che crea dipendenza psicologica: le sue caratteristiche salienti vanno dalla passione per le copie a larghi margini, per le prime edizioni, per i libri illustrati, alla predilezione per le edizioni stampate con varietà e singolarità di caratteri. Il comportamento disturbato, che era sfuggito alla sagacia di medici antichi e moderni, affligge solo gli appartenenti ai ceti medio-alti e infierisce in ogni stagione dilagando prevalentemente in «palazzi, castelli, ville di campagna». Lo studio, il cabinet, la camera per molto rimangono un «efficace diaframma» tra la gente comune e lo «studioso» con i suoi libri, le sue cose d’arte, i suoi strumenti scientifici. A un certo momento subentra la volontà di proiettare all’esterno la collezione, aprendola a una godibilità limitata e amatoriale. Se da un lato l’invisibilità era la condizione per un approfondimento culturale, la premessa per una trasformazione dell’arte da fonte di piacere a mezzo di conoscenza, dall’altro la nuova visibilità assicurata alla collezione si riflette sull’immagine del possessore, e sulla non comune possibilità di radunare tanti materiali, al fine di dare nuova vita alle cose antiche. Ciò che tiene insieme materiali che non formano ancora una unità coerente è lo spazio di un palazzo o di una villa: se nel corso del Cinquecento si parlava di studiolo, nel tardo Ottocento si afferma la casa-museo, programmatica inclinazione a vivere a tempo pieno e in modo assoluto la collezione di oggetti e documenti, antichità e cose della natura (Barracco, Poldi Pezzoli, Trivulzio, Ugo da Como). Ogni raccolta libraria rispecchia il gusto di colui che l’ha ideata e di conseguenza i suoi interessi più diversi, da quelli professionali a quelli ideologici, da quelli letterari a quelli puramente estetici; tuttavia, alla luce di alcune ricerche svolte in diversi luoghi della nostra penisola, mi pare possibile individuare alcuni tratti comuni del collezionismo che si affermano con il maturare del secolo XIX, particolarmente negli anni del Risorgimento e dell’Unità d’Italia.

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1. IL

COLLEZIONISMO LIBRARIO TRA OTTO E NOVECENTO

Come il letterato viene ritratto vicino a un gruppo di libri, il soldato con le proprie armi, e così via, il collezionista è raffigurato tra gli oggetti della propria raccolta: questi, almeno in un primo tempo, servono non tanto da simbolo di generiche virtù, quanto da segno dell’operare che ha strappato al tempo e alle ingiurie degli indifferenti i resti della ‘veneranda antichità’ per riunirli in un unico luogo. […] Gli studi esistenti, in una tradizione ormai più che centenaria e spesso di alta qualità, sono riusciti a disegnare molti tratti dell’opera di questi amatori di oggetti e di marmi antichi, vere «rimembranze d’infinite cose», per estendere a tutte le antichità la definizione che delle monete greche e romane dà Sebastiano Erizzo, studioso e collezionista veneziano4.

E’ stato definito, soprattutto per i problemi storico-artistici, in gran parte il campo d’azione degli «antiquarij» rinascimentali, il complesso sistema di acquisti, commissioni, scambi, attribuzioni, valutazioni, restauri, studi, esecuzione di allestimenti e nuove opere, al centro del quale si trovano il collezionista ed i suoi collaboratori. Ma questo lavoro è tutto da fare per il versante della bibliofilia ed è indispensabile un ancoraggio alle ricerche storico-artistiche o archeologiche per comprendere meglio e conoscere di più anche l’impressione e l’impatto sentimentale della collezione, la sua collocazione in rapporto all’edificio e nella disposizione ambiente per ambiente, nelle relazioni tra oggetto e spazio e tra oggetto e oggetto. La forte impronta ideologica del Risorgimento fa sì che a meno di un decennio dal compimento dell’Unità d’Italia con Roma capitale, per iniziativa del ministro della Pubblica Istruzione Francesco De Sanctis, venisse promossa l’edizione a pubbliche spese degli Opera latine conscripta di Giordano Bruno, il cui primo tomo avrebbe visto la luce nel 1879 e l’ultimo nel 1891. A ragione può considerarsi il preludio di una nuova stagione culturale, sia perchè l’onere finanziario era a carico dello Stato, sia perché il filosofo nolano rappresentava la libertà di pensiero per gli uomini del Risorgimento. Si susseguono così le opere di Galileo Galilei, di Niccolò Machiavelli, di Giuseppe Mazzini, di Francesco Petrarca, di Dante Alighieri, dei Classici greci e latini. Nella storia delle Edizioni Nazionali, magistralmente ricostruita da Mario Scotti e da Flavia Cristiano in un bel volume apparso nel 2002, si riflette la vicenda della filologia italiana dal tempo in cui il 4. Franzoni 1984, 303. Per un inquadramento del tema si rinvia a due contributi specifici: De Benedictis 1998 e alle pagine esemplari di Pomian 1987.

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paese realizzava la sua unità a oggi, ma anche e soprattutto la storia dei rapporti fra Stato e cultura. A cavallo tra ‘800 e ‘900 vedono la luce grandi progetti che rispecchiano il clima di attenzione a certe esperienze del passato verso cui la cultura contemporanea si volgeva come alle matrici dei suoi fondamenti e del suo spirito. Benedetto Croce in uno scritto del 1908 osservava che nei periodi di assenza di una vera originalità speculativa ci poteva essere un «interessamento da curiosi e da collezionisti» per la letteratura filosofica: «si moltiplicheranno le edizioni critiche, si compileranno dizionari, enciclopedie, repertori bibliografici, si scriveranno monografie su pensatori del passato»5. Questo spirito animatore aveva spinto a ricercare nel passato i prodromi della realtà nuova, anche gli autori erano scelti secondo l’incidenza del messaggio politico e civile. La particolare sintonia con tutto ciò che è «nazionale» e anche «locale» si riflette nelle grandi iniziative delle Edizioni Nazionali, come nel fermento delle prime grandi imprese annalistiche di storia della tipografia –due casi emblematici gli annali tipografici di Francesco Marcolini e di Gabriele Giolito de’ Ferrari6–, che segnano proprio la seconda metà dell’Ottocento. Non si può tuttavia sottacere la figura di Giacomo Manzoni, autore degli Annali tipografici torinesi del sec. XV 7 e degli Annali tipografici dei Soncino, pubblicati tra il 1883 e il 1886. Isolata figura nel panorama degli studi bibliologici nostrani, il Manzoni oltre che cultore della «bibliografia analitica» ha lasciato una collezione bibliografica di grandissimo valore, nella quale si distinguono tre raccolte di edizioni del XVI secolo: quelle di Aldo Manuzio, di Soncino e di Marcolini8. Bisognerà attendere l’unificazione dello stato italiano per rivitalizzare con lo sviluppo di nuove ricerche statistico-documentarie anche gli studi 5. Croce 1908, 161-178; hora en Edizione Nazionale delle Opere di Benedetto Croce, Napoli: Bibliopolis, 1993, 11-31. 6. Casali 1861; Bongi 1890-1895. Le date dei due frontespizi sono 1890 e 1895, ma il colophon porta date diverse, perché l’opera fu pubblicata in fascicoli tra il 1890 e il 1897. 7. Manzoni 1863. 8. Giacomo Manzoni (Lugo di Romagna 1816-1892), mise insieme una biblioteca di 25.000 volumi, molti unici e introvabili, alcuni provenienti dalla prestigiosa raccolta di Guglielmo Libri. Alla sua morte la biblioteca fu messa in vendita come testimonia il Catalogue des livres composant la bibliothèque de feu M. le comte Jacques Manzoni, Città di Castello, S. Lapi, 1892-1894, 4 volumi. Su di lui importante il contributo di Romani 1989, 44-54.

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sulla tipografia; non va trascurato, in questo contesto, l’affermarsi di una diffusa storiografia municipalista che, protesa all’esaltazione delle glorie locali, alla lunga mette in rilievo anche vicende di tipografi ed editori. Non sono solo gli eruditi ma anche gli archivisti e i bibliotecari che contribuiscono alla storia della stampa, in particolare ma non solo, dei primordi. Gli annali tipografici, prodotto tipico della cultura dell’Ottocento e ancora di buona parte del secolo successivo, manifestano pienamente una visione spesso nazionalistica e celebrativa, pur costituendo un irrinunciabile e primario strumento di lavoro. Non sempre si arriva a un’organica esposizione della materia storico-libraria come nel caso di Vernazza o, in chiave annalistica, includendo ampi commenti alle edizioni, come in Casali e soprattutto in Bongi9. Del tutto singolare il rapporto di amicizia tra Salvatore Bongi e il collezionista Camillo Leone, nato proprio sotto il segno della fenice, emblema tipografico di Giolito: il notaio vercellese risponde prontamente all’appello segnalando precise notizie bibliografiche e aggiungendo dettagliate descrizioni delle edizioni in suo possesso10. Il contesto storico nel quale si muovono questi collezionisti di varia appartenenza regionale, è infatti caratterizzato dall’ interesse per le discipline storico-artistiche e archeologiche, non più o non solo come «passatempo di lusso» o con soli fini di erudizione, ma come un collezionismo sospinto da un profondo afflato civile e morale. La più ampia disponibilità delle «antichità» da un lato tendeva a promuovere studi più oggettivi e scientifici, dall’altro a sviluppare una mentalità e una sensibilità «pubblica» verso la tutela e salvaguardia del patrimonio, concepito come frutto della tradizione culturale del patrimonio11.

Ma per considerare a pieno il fenomeno del «collezionismo di patrie memorie» occorre innanzitutto inquadrare la bibliofilia nel contesto del diffuso fenomeno del «collezionismo di antichità». Renaud Muller ha cercato di classificare le varie fenomenologie del collezionismo, evidenziando l’emergere di una nuova categoria, quella degli «esploratori» che amano percorrere nuove strade e concentrano i loro 9. Vernazza 1859. 10. Per un utile approfondimento della personalità del Bongi si rinvia Salvatore Bongi nella cultura dell’Ottocento. Archivistica, storiografia, bibliologia. Atti del convegno nazionale, Lucca, 31 gennaio-4 febbraio 2000, a cura di Giorgio Tori, Ministero per i Beni e le Attività Culturali, Direzione Generale per gli archivi, 2003, in particolare Paoli, 205-220. Per il carteggio Bongi-Leone mi si consenta rinviare a Misiti 2007, 529-541. 11. Misiti 1999, 124.

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interessi su pubblicazioni minori: «l’interesse risiede non tanto nel singolo volume quanto nella collezione, ossia nella somma dei testimoni il cui valore culturale in quanto insieme è superiore al totale dei singoli pezzi»12. Jacques de Lacretelle, presidente dell’Associazione internazionale di Bibliofilia nel 1961, definisce, in una perfetta sintesi, l’amore per i libri: «Un vero amore, il gusto della curiosità, l’istinto della caccia, un po’ di vanità»13. Un tratto comune è dunque la ricerca erudita sulle memorie storiche cittadine collegata alla ricerca e raccolta di carte e libri; in particolare sembrano aderire a questa tipologia le figure del notaio vercellese Camillo Leone14, del romagnolo Carlo Piancastelli, dei due fratelli fermani Gaetano e Raffaele De Minicis15, avvocati l’uno e l’altro, «in bibliografia peritissimi», dediti agli studi eruditi e in corrispondenza con eminenti studiosi di scienze antiquarie della statura di Mommsen, del triestino Marco Besso e del «collezionista deputato» Giovanni Barracco. Sono molte in Italia le splendide collezioni librarie che testimoniano il diffondersi della bibliofilia tra intellettuali, aristocratici, studiosi; basterà ricordare la Collezione Silva a Cinisello, una delle più notevoli della Lombardia preunitaria16, o la Raccolta di Giacomo Manzoni, «il principe dei bibliografi e dei bibliofili moderni» come lo ebbe a definire il Fumagalli o quella del Conte Durazzo a Genova17. Molte figure ancora aspettano indagini più approndite e una ricostruzione più organica, Tommaso Valperga di Caluso, o Giuseppe Vernazza di Freney, nobili piemontesi, Francesco Leopoldo Cicognara, il livornese Gaetano Poggiali, il modenese Giuseppe Campori, il napoletano Camillo Minieri Riccio, l’abate Antonio Marsand, il conte Guglielmo Libri, il marchese Ferdinando Landi, il novarese Carlo Morbio, solo per citarne alcuni. Dalle parole con cui Leone presenta le sue raccolte, scrivendo un promemoria all’amico Federico Arborio Mella, sul finire del secolo scorso18,

12. Muller 2000, 8. 13. Lacretelle 1963, 19. 14. Camillo Leone, notaio vercellese, visse nel secondo Ottocento, interessandosi soprattutto agli studi e ai reperti archeologici, ma anche appassionandosi al collezionismo di libri antichi: raccolte, queste, che, affidate, con un ricco patrimonio, alla direzione dell’Istituto di Belle Arti, andranno a costituire il «Museo Leone», un’istituzione culturale aperta a beneficio della città. Su di lui è appena uscito un importante contributo, Baldissone, ed. 2007. 15. Borraccini 2007, 857-875. 16. Ercole Silva 1998. 17. La formazione della Biblioteca è stata delineata da Petrucciani 1984, 291-322.

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si comprende il progetto che doveva trasformare la residenza di Palazzo Langosco in una originale casa-museo, sul modello di altre ben più note dimore, quali la casa di Federick Stibbert a Firenze o quella del Poldi Pezzoli a Milano. Indagare le ragioni che spingevano il facoltoso notaio di Vercelli, appassionato soprattutto di testimonianze archeologiche, a raccogliere libri antichi è impresa non facile: una risposta si può cercare scavando nel suo vissuto per cogliere i primi fermenti della passione specificamente bibliofilica, nata come evoluzione dei suoi interessi antiquari. In questo senso un elemento prezioso si rivela il Diario che abbraccia gli anni 1876-1901, quel Diario che doveva forse nascere da una insopprimibile esigenza di fare il punto sulle vicende della propria vita, nel tentativo di lasciare un’immagine di sé che facesse giustizia di un’opinione comune che lo ritraeva scontroso, abulico, pessimista. Iniziato nel 1876, in un momento in cui Leone consapevolmente perseguiva il suo disegno collezionistico, documenta incontri, acquisti, avvenimenti, sovente con una vena narrativa colorita e aneddotica, ma non priva di note polemiche e pesanti giudizi19. Per un altro verso può dimostrarsi particolarmente utile documentare i rapporti che Camillo Leone intrattenne con collezionisti, bibliofili e librai antiquari. L’utilizzo di fonti epistolari per la storia è imprescindibile per il recupero di testimonianze dirette degli avvenimenti e la ricostruzione di una visione dei problemi contemporanea ai fatti. 18. «Leone Camillo di Vercelli, membro perpetuo della Società Storica Lombarda, Socio perpetuo della Commissione di Archeologia e Belle Arti della provincia di Torino [...] Possiede cose antiche ed interessanti. La sua raccolta che occupa vari locali della casa di sua proprietà si compone di un discreto medagliere [...] non che un discreto assortimento di medaglie [...] Possiede pure laterizi e terracotte, vetri di scavo romani, una bella raccolta di vasi etruschi, una vistosa raccolta di ceramiche, porcellane e vetri, qualche po’ di oggetti egiziani antichi, una raccolta di porcellane antiche della China e di terracotte antiche ed idoli messicani. Tiene pure un discreto numero di armi antiche [...], bronzi di tutte le epoche, mobili, stoffe, miniature, sigilli e qualche arazzo antico. Evvi pure un qualche migliaio di pergamene, un grande assortimento di autografi, un bel numero di incunaboli compresi gli antichi tipografi così detti vercellesi. Qualche manoscritto con una discreta raccolta di antifonari in pergamena miniati. Tiene pure un discreto numero di oggetti vari riflettenti la storia del Risorgimento italiano, qualche buon dipinto su tavola e molti altri oggetti antichi da Vercelli, da questo amatore raccolti in trenta e più anni di lavoro». Archivio di Stato, Carte Mella, autografo di Camillo Leone, citato in Sommo 1981, 81. 19. Per un primo scavo nella biblioteca e nella documentazione d’archivio conservata al Museo Leone di Vercelli mi sia permesso rinviare a Misiti 2002, 241-260.

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2. GLI STUDI DI STORIA LOCALE TRA ERUDIZIONE E INTERESSI PROFESSIONALI Sulla bibliofilia di Otto e Novecento manca uno studio unitario, in grado di raccogliere i contributi sviluppati su talune figure del collezionismo, per metterne in rilievo sia gli aspetti comuni, sia quelli più originali, ma alcuni personaggi possono essere valutati collettivamente, cogliendone significative affinità. L’attività di bibliofilia che qui indaghiamo si colloca in un momento storico caratterizzato dalla sorprendente diffusione del collezionismo, non solo librario, in ambienti sociali formati non soltanto, come accadeva in passato, da sovrani, nobili, personaggi delle corti, esponenti della Chiesa, ma anche da nuove figure dei ceti emergenti, come studiosi e professionisti, questi ultimi rappresentati sovente da giuristi, finanzieri, medici, e costituenti una nuova élite, che fa propri taluni comportamenti della classe aristocratica. un’aristocrazia di provincia, seppure di nobiltà, a quanto sembra, abbastanza recente, ma che, tuttavia partecipa anche di quei caratteri tipici dell’intellighenzia borghese: diversi esponenti della famiglia si dedicano all’attività forense e giuridica, e forniscono le loro competenze nei quadri della pubblica amministrazione, contribuendo alla costruzione delle infrastrutture burocratiche e culturali dell’Italia post-unitaria. Si è sempre nell’ambito di quel filone del collezionismo, collegato agli studi di storia locale, che trova il suo humus nel particolare momento storico: All’indomani dell’unificazione nazionale proliferarono in Italia, accanto alle Deputazioni di storia patria, società storiche particolari, accademie e istituti culturali di vario genere dediti allo studio e alla illustrazione di memorie locali; tali istituti erano di norma promossi da eruditi locali, canonici, professori, agiati professionisti, archivisti o bibliotecari che non è difficile immaginare come appassionati bibliofili20.

Tanti sono gli esempi che si possono portare: di alcuni si è tracciato un profilo documentato e si sono iniziate le ricognizioni delle raccolte: Camillo Leone notaio di Vercelli, vissuto nel secondo Ottocento, interessato soprattutto agli studi e ai reperti archeologici, ma anche appassionato collezionista di libri antichi: raccolte, queste, che, affidate, con un ricco patrimonio, alla direzione dell’Istituto di Belle Arti, andranno a costituire il «Museo Leone», un’istituzione culturale aperta a beneficio della città. 20. Cristiano 1992, 662, nota 31.

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Anche Giambattista Carducci, architetto fermano, che ha lasciato il suo nome legato a varie opere artistiche e storiche, e che per la sua città intraprende interventi di restauro e ristrutturazioni urbanistiche, non trascurando di riportare alla luce testimonianze archeologiche nel vicino territorio di Falerone, dona a Fermo la sua raccolta di incisioni e disegni, istituendo a tale scopo una Fondazione21. Entrambi questi collezionisti si interessano di arte e archeologia, con speciale riguardo alle testimonianze della città e del territorio nei quali operano, interessi che si riflettono nelle raccolte librarie e documentarie, messe insieme e conservate allo scopo di mantenere una testimonianza tangibile di storia locale, e donate per questo ai loro concittadini. Il Carducci fa parte con altri contemporanei, tra i quali ricordiamo Vincenzo Funghini (Castiglion Fiorentino, 1828- Firenze, 1896) ingegnere, architetto, restauratore di monumenti, non sempre compreso e valorizzato dall’intellighenzia aretina, di quella tipologia di collezionisti e «amateurs» di provincia, ma ricchi di conoscenze e contatti nazionali e internazionali. Sono figure considerate dai loro contemporanei eccentriche, la cui incomprensione le relega ai margini dell’ambiente cittadino, al contrario di altri, facenti parte di famiglie in vista o per censo o per cariche pubbliche ricoperte, Sindaco, Presidente della locale Cassa di risparmio, Ispettore dei monumenti e scavi, figure che certamente sono assimilabili ai notabili del luogo. Per il notaio vercellese Camillo Leone, che coltivava la sua passione per le «anticaglie» nella condizione appartata e domestica, la bibliofilia, e in generale il collezionismo, resta «il rifugio contro tutte le violenze, tutti gli orrori e tutti i mali del mondo»; altri, al contrario, come ad esempio Giovanni Battista Goretti, univano all’attività di collezionista di libri, quella di uomo impegnato nella politica e nell’amministrazione pubblica22. Anche Goretti decide di raccogliere una nutrita raccolta libraria e documentaria riguardante la sua città e la regione dell’Alto Lazio, a gloria del suo paese e, beninteso, del suo nome, ma, forse per un legittimo desiderio di rimanere nella memoria collettiva, non la lascia né a Sutri, dove del resto non c’è un’istituzione in grado di ospitarla e gestirla, né, e la cosa è più significativa, a Viterbo: la dona, invece, alla Fondazione Besso, istituzione culturale dai contatti assai ampi grazie alle reti di amicizie, anche 21. Misiti 1986, 139-148. 22. Per la figura del Goretti si rimanda alla ricerca inedita di Serafini 2004-2005.

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bibliofiliche, che il suo fondatore ha saputo creare, situata in una metropoli, Roma, a vocazione internazionale. Goretti fu un personaggio notevole nella Tuscia tra Otto e Novecento, ricoprendo varie cariche istituzionali e amministrative, cimentandosi anche nella riorganizzazione e nell’ammodernamento delle infrastrutture della sua città natale, Sutri, in qualità di Sindaco nell’ultimo decennio dell’Ottocento, promuovendo nuove opere edilizie, partecipando alla costruzione e alla ristrutturazione delle vie di comunicazione, prendendo provvedimenti per risanare il bilancio comunale. Diventa, pertanto, difficile scindere l’uomo Goretti dalla sua biblioteca, che, non a caso, al momento di entrare a far parte della Biblioteca Besso a Roma, venne denominata «Biblioteca della Tuscia del nobile Giovanni Battista Goretti di Sutri»23. Altri bibliofili si dedicano al collezionismo occupandosi di studi locali, come Carlo Lozzi, anche lui vissuto tra Otto e Novecento, raccoglitore di manoscritti, libri e stampe riguardanti le Marche, Presidente della R. Deputazione di Storia Patria, e fondatore, nel 1880, della rivista «Il Bibliofilo». Lozzi, è colui, tra l’altro, che pubblica, sulla sua rivista, un articolo dedicato agli esemplari, autografati dall’autore, dell’editio princeps della traduzione dell’Eneide dell’Anguillara, e al quale, nel 1887, succederà nella direzione del periodico il figlio Antonio, affiancato da Francesco Roediger e da Emilio Faelli24. Lozzi e ancor di più Achille Bertarelli ben incarnano il prototipo di eclettici raccoglitori che accumulano di tutto –lo spagnolo Valentín Carderera, Giangiacomo Morando Bolognini, Giangiacomo Trivulzio–; È eloquente quanto dichiara lo stesso Bertarelli a proposito della sua raccolta, oggi Civica Raccolta di Stampe a Milano: «nella scelta del materiale io ho raccolto qualsiasi rappresentazione figurata senza applicare su di essa alcuna critica perché, a mio giudizio, è lo studioso che deve valutare il documento e non il raccoglitore che, a priori, non può sapere sotto quale aspetto sarà studiata la stampa»25. Fra tutti i nomi, tuttavia, spicca il romagnolo Carlo Piancastelli, creatore di una raccolta, concepita come un enorme e originale affresco della sua 23. La «Biblioteca della Tuscia» è una collezione ricca di oltre 9000 volumi raccolta da Giovanni Battista Goretti, gentiluomo nato a Sutri nel 1854 e morto a Roma il 21 dicembre 1937. Donata nel 1926 è conservata alla Fondazione Marco Besso di Roma, (303 cinquecentine, 665 seicentine, 796 settecentine, molti volumi dell’Ottocento). 24. Cristiano 1992, II, 657, nota 12. 25. Bertarelli 1927, 169-184.

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regione, la Romagna, eterogenea ed eclettica, dove trovano posto libri e manoscritti, autografi e codici, preziose monete romane e fogli volanti, cartoline illustrate ed ex-libris, statuti e ceramiche d’uso e artistiche, sigilli e manifesti, bandi e spartiti musicali, ritagli di giornale, e ancora altri oggetti e testimonianze in grado di illustrare la sua concezione di «Romagna»26. Piancastelli nasce nel 1867 a Fusignano, in provincia di Ravenna, che lascia per seguire gli studi di legge alla Sapienza di Roma, città dalla quale si sente subito attratto, come prima di lui altri illustri romagnoli, il concittadino Arcangelo Corelli, e Vincenzo Monti, per citarne solo due, future personalità di spicco delle sue raccolte. Laureatosi nel 1888, si iscrive al corso di lettere, presso lo stesso Ateneo, ma lo abbandona, a seguito della morte dello zio, suo tutore in mancanza del padre, che lo costringe a tornare nella sua cittadina. Qui si ritrova erede di una proprietà di migliaia di ettari nella Bassa Romagna, che trasforma in un’azienda modello, in grado di assicurargli una enorme rendita, grazie alla quale mette insieme una raccolta la cui straordinarietà può essere indicata da alcune cifre: «55.731 volumi e opuscoli –di cui 53.305 della sezione Biblioteca Romagnola pertinenti la Romagna per argomento o autore–; circa 293.000 autografi e documenti –173.000 di carattere romagnolo dal XII al XX secolo appartenenti alla sezione Carte Romagna; 50.000 datati fra il 1789 e il 1861 relativi alla sezione Romagna Risorgimento; 20.000 dei secoli XII-XVIII e 50.000 del secolo XIX di personaggi non romagnoli–; 907 manoscritti relativi a storie e cronache romagnole e scritti vari di autori della regione dei secoli XIV-XIX»27. Accanto a questa biblioteca Piancastelli possiede anche una quadreria, e collezioni di miniature, terrecotte, ceramiche, e, naturalmente, una enorme e preziosa raccolta numismatica, passione, quella delle monete, che condivide con Vittorio Allocatelli, noto soprattutto per il monetiere dedicato a Roma imperiale, punto di riferimento obbligato per i collezionisti europei. 26. Su Piancastelli, già celebre in vita, come collezionista di livello internazionale, esiste un’ampia bibliografia: in questa sede si sono utilizzati due contributi. Il primo, assai recente, fa il punto della situazione sugli studi piancastelliani, e consiste nella pubblicazione, rielaborata e ampliata di un convegno tenutosi a Forlì nel 1998: Carlo Piancastelli..., 2003. La seconda analizza il suo rapporto con la Città Eterna: Ravaglioli 1989, 507-526. 27. Troncossi 2003, 63.

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Il filone personale e familiare delle memorie è prezioso sia per la ricostruzione biografica che per l’analisi della personalità del collezionista: Marco Besso, che realizza un progetto sviluppato durante tutta la sua vita, annota nella sua Autobiografia gli inizi della sua passione bibliofilica: «Possedere una biblioteca vera e propria, mia, in casa mia, ecco il sogno di tutta la mia vita, che si è realizzato assai lentamente a tappe, con successive trasformazioni e ampliamenti»28. E Camillo Leone, nelle Memorie, intrecciando le vicende della sua vita con le annotazioni di scoperte e acquisti, registra nel corso di venticinque anni «le amare considerazioni di un uomo consapevole che il suo ambizioso e generoso progetto di Museo non solo non è compreso, ma è ridicolizzato da una parte dei suoi concittadini». E dichiara: Posseggo una discreta raccolta di patrie memorie da me raccolte con passione, con amore e con grandi sacrifizii pecuniari, riguardante specialmente la patria mia. Ebbene, allorquando penso che delle cose mie, per quanto interessanti al mio paese ed alla sua storia cittadina passata, li miei concittadini non sanno che farsene, sì e come lo dimostrano coi fatti, facendomi passare per uno strambo o che so io e mettendomi quasi in ridicolo […] mi viene, anzi, mi è più di una volta venuta voglia di cambiare idea, lasciando alla vicina città di Casale […] tutte le mie raccolte di cose antiche, persuaso che le terranno un po’ meglio di quello che farebbero li miei concittadini29.

Per non parlare di Carlo Piancastelli, il cui carteggio ricco di 5000 pezzi è una testimonianza fondamentale, tale da essere studiata a sé, e si accompagna al catalogo staderini, compilato sotto le sue precise direttive30. Come Goretti, anche Piancastelli, privo di figli, decide di lasciare la propria collezione ad una biblioteca pubblica, che fu, non, come sarebbe stato logico attendersi la Classense di Ravenna, città dalla quale aveva subito più di un’umiliazione, ma la Biblioteca comunale di Forlì, intitolata ad Aurelio Saffi, eroe e martire del Risorgimento. Una menzione a parte meritano due figure di collezionisti «deputati», il senatore Ugo da Como e Giovanni Barracco. La vita di Giovanni Barracco, nominato dal Re Umberto I Senatore del Regno nel 1886, rappresenta una parabola esemplare di un personaggio che è riuscito a coniugare l’impegno politico tutto votato al Meridione delle sue origini con la cura delle sue collezioni d’arte. Collezionista di inarrivabile 28. Besso 1925, 155. 29. Baldissone, ed. 2007, 85.

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raffinatezza, cultore dei classici latini e greci, studioso di archeologia Giovanni Barracco decise di donare il suo patrimonio alla città di Roma. Incarica Gaetano Koch, architetto famoso al suo tempo, di progettare un Museo per ospitare tutte le collezioni. Mise insieme libri e antichità: nella biblioteca sono presenti Omero, Euripide, Tucidide, Virgilio e Dante che conosce tutti a memoria31. Il senatore bresciano Ugo da Como (1869-1941) è artefice di una biblioteca molto particolare: il progetto della sala è ricavato nella parte inferiore da un coro monastico seicentesco e il grande soffitto ligneo riprende la classica tipologia rinascimentale dei lacunari. Avvicinandosi all’entrata, un cartiglio vicino al rosone, oggi non più visibile, annunciava la biblioteca e si faceva portatore della voce del bibliofilo: «Tantum cum libris cum istis usque loquar». Si tratta di uno dei nove motti legati alla collezione libraria, per lo più tratti da Seneca, Cicerone e Orazio, sull’onda di un gusto che trovava in Gabriele D’Annunzio il più celebre esegeta. Nello spazio raccolto della Sala della Vittoria emerge l’invito a prestare ascolto, oltre i dorsi ben allineati, alla voce degli antichi: «Hic mortui vivunt pandunt oracula muti»32. Ma per spiegare le vicende di una biblioteca privata, non basta misurare il numero dei volumi, occorre valutare quella variabile costituita dal gusto, dalla personalità, dagli aspetti biografici e dal contesto storico e culturale in cui è vissuto il bibliofilo che l’ha creata. Non si può giudicare una biblioteca privata solo in base ad un’analisi quantitativa e qualitativa della sua rappresentazione bibliografica, senza giustificare le motivazioni e i percorsi che hanno portato ad una simile rappresentazione33.

30. Troncossi 2003, 64 e sgg. 31. Giovanni Barracco nato nel 1829 a Isola Capo Rizzuto da famiglia nobile, compì i suoi studi a Napoli frequentando i circoli politici nei quali si andavano maturando le idee risorgimentali e allo stesso tempo partecipando alle campagne di scavi a Cuma e Sorrento. Candidato alla Camera del primo Parlamento italiano fu eletto nel 1861 trasferendosi a Torino prima e a Roma nel 1870. Nella capitale iniziò a collezionare antichità favorito dal grande fervore degli scavi archeologici realizzati per costruire nuovi quartieri che riportavano alla luce settori della città antica praticamente sconosciuti. Sulla figura di Barracco è prezioso il contributo recente di Cima 2010, 13-25. 32. Diversi sono gli studi sulla biblioteca di Ugo da Como, qui si segnalano Lang 1998 e Zecchi 2002. 33. Caproni 2002, 11-18.

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ARCHER M. HUNTINGTON Y LAS PRIMERAS PUBLICACIONES DE LA HISPANIC SOCIETY OF AMERICA JOHN O’NEILL (Hispanic Society of America)

El museo ha de abarcar las bellas artes, las artes decorativas, y las letras. Ha de condensar el alma de España en contenidos, a través de obras salidas de las manos y del espíritu […] Lo que quiero es ofrecer el compendio de una raza, una serie de exposiciones fidedignas, y un conjunto de administradores bien formados. Y auténtica investigación. Auténtica investigación1. 1. Diario 1898, 22: «The museum must touch widely on arts, crafts, letters. It must condense the soul of Spain into meanings through works of the hand and spirit […] One subject in all its variations, its grouping of traditions. One outline of a race. And one gathering of faithful expositions and kindly, educated Trustees! And true research. True research». La repetición de la frase «True research» está escrita a mano con lápiz –todo lo demás está escrito a máquina–. Se añadió después pero sirve para subrayar la importancia que dio Huntington a la investigación original. Los «diarios» a que haré frecuente referencia a lo largo de este artículo, no son tales en el verdadero sentido de la palabra. Siendo un hombre muy reservado que quería mantener una discreción absoluta sobre su vida tanto privada como profesional, Huntington destruyó la mayoría de sus diarios y correspondencia. Lo que queda, y lo que denominamos «diario», en realidad es una narración escrita a instancias de su madre, Arabella Duvall Huntington, muchos años después de los acontecimientos que se refieren, o una redacción, en forma de recortes de prensa, cartas y entradas sacadas de sus diarios originales, montados, más o menos en orden cronológico, en un álbum. Así

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Figura 1. Archer M. Huntington en la ruta del Cid de Burgos a Valencia, 1892.

Así escribió Archer M. Huntington en su diario de 1898, cuando los planes para la fundación de la Hispanic Society of America estaban ya en marcha. Además del ambicioso deseo de «condensar el alma de España» en un museo, de «escribir un poema con este museo», como diría también, lo más llamativo de esta cita es el énfasis con que subraya Huntington la importancia de la investigación, original, nueva, «auténtica». No solo contento con haber juntado una colección de libros, pintura y objetos de arte del mundo hispano, sin par fuera de España, la cual podría consultar en persona cualquier persona que tuviera interés, también quería hacer que mucho de lo que sabemos de los primeros años y de la evolución de la Hispanic Society es en gran medida anecdótico, entresacado de las fuentes mencionadas arriba. Los diarios comparten la misma forma de composición que su A Note-Book in Northern Spain (Nueva York y Londres: G. P. Putnam’s Sons, 1898), libro que el mismo Huntington describió como «… un poco desordenado, puesto que consta de solamente unas cartas que te escribí, recogidas y expurgadas». [… a bit helter-skelter, as it is practically nothing more than a number of letters to you fitted together, and expurgated], (Diario 1896, 16 de diciembre).

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las colecciones accesibles a los investigadores que no podían viajar a Nueva York para verlas en persona. Este es también el motivo que alienta en las publicaciones que diseminó la Hispanic Society, años antes de la inauguración de la Sociedad. Desde la primera publicación en 1895 hasta 1956, año de la muerte de Huntington, la Society publicó o subvencionó la publicación de aproximadamente trescientos libros, además de apoyar económicamente otras series o revistas publicadas, por lo menos al principio, por otras entidades2.

1. LA

FUNDACIÓN DE LA

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AMERICA

En 1904 se anunció la fundación de la Hispanic Society of America, sin «torbellino de aplausos» según apuntó el mismo fundador de la institución, Archer M. Huntington, en su diario del 27 de octubre de 1904, añadiendo: «muchos se reían de esta nueva manía de un rico»3. Tal vez no fue el momento más propicio para establecer un museo y biblioteca dedicados a la cultura y las artes de los mundos hispánicos y portugueses. España acababa de perder sus colonias en las Filipinas, Puerto Rico y Cuba en la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898. Esta última pérdida había resultado la más devastadora, un desastre total. Y no fue solo su derrota en la guerra lo que afligió a los españoles, sino también la manera en que, según el sentimiento general, los Estados Unidos habían gestionado el comienzo de la guerra. Fuesen las que fuesen las causas del hundimiento del acorazado estadounidense Maine, en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898, la prensa norteamericana, en la persona de William Randolph Hearst, no perdió ni un momento en acusar a España, publicando al día siguiente el siguiente titular: «El buque de guerra Maine partido en dos por un secreto artefacto infernal del enemigo». Incluso después de la guerra y del tratado de París de diciembre de 1898, la figura de España como un cruel poder imperial fue utilizada en los Estados 2. Me refiero a la Revue Hispanique (1894-1933), originalmente publicada en París por A. Picard e hijo (1894-1903); la Bibliographie hispanique (1905-1917); la «Bibliotheca hispanica», publicada en Barcelona por L’Avenç (1900-1921); y la serie denominada «Arte de España» [Art in Spain], publicada por los Hijos de J. Thomas, Barcelona, ca. 1913-1917. 3. Diario 1904, 27 de octubre: «… many people were amused at the new form of fad by a rich man».

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Unidos como fondo para justificar los motivos de su intervención en los asuntos de las colonias españolas. En un cartel de propaganda a favor del Partido Republicano publicado en 1900 aparece la siguiente cita del Presidente William McKinley: «La bandera estadounidense no se ha izado sobre tierra ajena para adquirir más territorios sino por el bien de la humanidad» [The American flag has not been planted in foreign soil to acquire more territory but for humanity’s sake]. La imagen del cartel, unos pobres cubanos encarcelados, flacos y enfermos sufriendo bajo el dominio español, contrasta con otra escena de una Cuba bajo el control de los Estados Unidos, en que se ve a los cubanos trabajando en los campos o asistiendo a una escuela pública4. Dada la antipatía hacia España en aquella época, no es nada sorprendente que cualquier persona interesada en promover la cultura y literatura españolas en los Estados Unidos hubiera sido tratada con cierto recelo. El 6 de abril de 1896, el periódico New York Herald publicó un breve artículo bajo el titular «Las opiniones de A. M. Huntington: Cree que España y no los Estados Unidos tiene toda la razón en la cuestión de Cuba» [A. M. Huntington’s Views: He thinks Spain right and the United States wrong in the Cuban question], fruto de una entrevista con un tal George R. Miner, quien le atribuye a Huntington la siguiente cita: «No creo que los norteamericanos tengan el derecho siquiera de discutir la posible conveniencia de anexionarse de Cuba en este momento», [I don’t think Americans have a right to discuss even the advisability of annexing Cuba at present]. Bajo este recorte de prensa Huntington dejó escrito: «Puesto que yo no dije lo de arriba, me pareció inútil protestar», [While I did not say the above it seemed useless to protest] 5. Como fue siempre su costumbre, Huntington mantuvo un discreto silencio sobre los acontecimientos políticos y sus opiniones personales, especialmente en todo asunto relacionado con España. Huntington, que había viajado por toda España en ese fatídico año de 1898, no hace ni la menor mención de la situación política o militar, y se limita a anotar que salió de España el día antes de la declaración de guerra6. Aunque la creación de la Hispanic Society fue anunciada en 1904, la verdad es que Huntington ya llevaba años elaborando y nutriendo su sueño de establecer un museo dedicado a las artes y la cultura hispanas y portuguesas. En 1898, se lamentaba así: 4. El cartel está reproducido: [en línea] . 5. Diario 1896, 6 de abril. 6. Diario 1898, 242.

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¡La ignorancia del público por lo que se refiere a España! Tiene su buena explicación. La visitan mucho menos y la consideran mucho menos cómoda que otros países y, cuando de hecho van allí, siguen un camino bien trillado, y no hablan la lengua. Para ellos España es un modelo prefijado de sentimentalismo y desprecio7.

Hijo del empresario norteamericano Collis P. Huntington –fundador de la compañía de ferrocarriles Central Pacific Railroad y de los astilleros Newport News Shipbuilding and Drydock Company–, y de Arabella Duvall Huntington, Archer se crió en un ambiente plenamente aculturado, rodeado de obras de arte. Los Huntington ya poseían una magnífica colección de arte, entre la cual se destacaban obras de Vermeer, Hals, Van Dyck y Gainsborough. Pero la pregunta fundamental es por qué Huntington tomó la decisión de dedicarse al mundo hispano, sobre todo cuando las artes y literaturas de Inglaterra, Francia, Holanda e Italia estaban de moda en los Estados Unidos en aquella época. Es una pregunta que él mismo se hace, escribiendo en su memorial de 1898: «¿Mi amor por España? No acierto a explicarme de dónde procede. De niño, me llenaron de lecturas francesas e inglesas, así que me parece extraño que ese país acabara imponiéndoseme»8. Sin embargo, escribiendo en su memorial de 1892, Huntington se acuerda de su primer contacto con el mundo hispano que llegó, por pura casualidad parece, en la forma de un libro escrito por George Borrow. Estando en Liverpool en junio de 1882, escribe en su diario que la ciudad inglesa es «muy grande y muy sucia», añadiendo: [2 de julio de 1882] … fuimos a una librería y compré un libro de George Borrow. Su título es The Zincali y trata de los gitanos en España. Es el libro más interesante que he encontrado aquí. España tiene que ser más interesante que Liverpool. Nuestro guía Quinlan va a buscarme más libros de este Borrow9.

7. Diario 1898, 19-21: «The ignorance of people regarding Spain! There is good reason for this. They visit it much less and find it less comfortable than other countries and, when they do go there, follow a too well worn track, and do not speak the language. Spain has for them a fixed pattern of sentimentalism and contemptibility». 8. Diario 1898, 43: «My love of Spain? Where it came from I cannot guess. As a boy you filled me with English and French reading, so it seems strange that this country should have so overwhelmed me». 9. Diario 1898, 28a: «…we went to […] a book store and bought a book by G. Borrow. It is called The Zincali and is about the gypsies of Spain. The most interesting book I have found here. Spain must be much more interesting than Liverpool. Our courier Quinlan is going to get me more books by this Borrow».

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Huntington volvió a leer los libros de Borrow varias veces, admitiendo que «le debo a este desconocido para mí el reconocimiento de haber supuesto un gran influyo en mi vida»10. Sabemos que su primera visita a Europa en 1882, cuando tenía doce años, fue una experiencia inolvidable y crucial. Parece ser el momento en que él mismo se da cuenta de lo que quiere hacer en su vida y escribe en su diario, el 12 de julio de 1882: «Creo que un museo es la cosa más grandiosa del mundo y me gustaría vivir en uno», [I think a museum is the grandest thing in the world and I should like to live in one]. Unas semanas más tarde, en París, Huntington hace una visita al Louvre, de la que deja constancia en su diario con la sencilla frase, «I went to the Louvre this morning». Años después, al escribir el memorial a su madre, Huntington parece darse cuenta de la importancia del momento y de cuánto le había afectado: Parece una afirmación demasado simple, pero todavía hoy, cuando recuerdo aquella experiencia, sé que fue absolutamente vital para mí. ¡Tantos kilómetros de cuadros! Dejé a Quinlan, el guía, y eché a andar por mi cuenta, maravillado. Al cabo de un rato ya no podía seguir viendo cuadros. Pensé que era un estúpido y me sentí enfermo, y me senté a descansar. Y de repente «se me pasó el malestar y el cansancio, y me entraron ganas de ponerme a cantar». Había algo en todos aquellos objetos misteriosos que me turbaba y me emocionaba. Era como si, a toda velocidad, hubiera visitado muchos países y conocido a personas extrañas y hubiera recorrido paisajes desconocidos. No sabía nada de pintura, pero tuve la intuición de que me encontraba en un mundo nuevo11.

De forma repentina, como en una epifanía comparable a la de Stephen Dedalus12, Huntington se da cuenta de lo que quiere hacer en su vida y 10. Diario 1882, 2 de julio: «…I owe to this strange person credit as an influence in the days ahead». 11. «It seems a statement simple enough, but even today, as I look back at this experience, I know that it was a very vital one. Those miles of pictures! I left Quinlan, the courier, and walked and wondered. After a while I could not see more pictures. I felt stupid and ill, and I sat down and rested. And then of a sudden ‘my illness passed away and I wasn’t tired any more, and I wanted to sing’. There was something about all of these mysterious objects that stirred and excited me. It was like a rapid visit to many countries, and the meeting of strange persons, and walking in new landscapes. I knew nothing about pictures, but I knew instinctively that I was in a new world». 12. El protagonista de la novela de James Joyce, Retrato de un artista adolescente. El apellido del personaje hace clara referencia a Dédalo, el arquitecto y artesano de la mitología griega.

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pone todos sus esfuerzos en poder realizar este sueño. Su experiencia en el mundo empresarial apenas duró dos años. En 1887, a los diecisiete años, Archer empezó a trabajar en la oficina de su padre, dedicándose a copiar cartas, entre otras tareas. En 1889, ya aburrido, abandonó el mundo empresarial y rechazó la oferta de su padre de hacerse cargo de la dirección de los astilleros de Newport News. Al año siguiente, informó a sus padres de su decisión de fundar un «Museo Español» que, en sus propias palabras, «ha de abarcar las bellas artes, las artes decorativas y las letras. Ha de condensar el alma de España»13. Libre ahora de las obligaciones vitales propias de un hombre de negocios, Huntington se dedicó a sus investigaciones, estudiando la lengua y literatura españolas con el profesor e hispanista William I. Knapp, de la Universidad de Yale, y empezó a catalogar en serio su biblioteca que, en 1890, constaba de más de dos mil libros. En 1892 ya había formulado su plan de acción para adquirir objetos destinados a su Hispanic Society. El uno de marzo de ese año recuerda en su diario: «el primer viaje tienen que ser las ciudades, el país y la gente. Luego, la compra de libros y visitas a las bibliotecas y finalmente la historia y la arqueología. Se solaparán unas cosas con otras, claro, pero es mejor empezar con un plan para cubrir varios viajes»14. En 1892 también empezó una labor que le iba a ocupar en los siguientes once años y que fue una de las experiencias que le ayudó más en la formulación de su política de publicación: la edición del Poema de Mio Cid. Mientras trabajaba sobre su edición del Cid, se dio cuenta de la necesidad de dos cosas: el acceso al original y, si no fuera posible, disponer de buenas reproducciones o facsímiles de los textos. Escribe en su diario de 1892, el 23 de febrero: «A trabajar otra vez en el Poema de Mio Cid estos días. Imprescindible tener acceso al original que posee don Alejandro Pidal en Madrid (737 versos) […] Vuelta a trabajar sobre los manuscritos españoles. Los facsímiles no están muy claros y se me cansan los ojos»15. Así que a Huntington, cuyo deseo de promover la «investigación auténtica» sobre la literatura y cultura hispanas fue una de las principales motivaciones

13. Diario 1898, 22. 14. Diario 1892: «The first trip must be cities, the country and the people. Then book collecting and Library work and last History and Archeology. They will overlap of course but it is best to go with a plan to cover several trips». 15. Diario 1892: «Work again on the Poem of the Cid these days. Must get at the original which Don Alejandro Pidal has in Madrid. (735 verses.) […] Began work again on Sp[anish] manuscripts. The facsimiles are not very clear and it is hard on the eyes».

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para el desarrollo de la Hispanic Society, le pareció evidente que tendría que elaborar un plan de publicaciones dando, desde el principio, prioridad a las ediciones facsimilares.

2. LAS

PUBLICACIONES

Las publicaciones de la Hispanic Society se pueden dividir en dos etapas: las que aparecieron antes de 1908, año en el que se inauguró la Hispanic y Huntington empezó su carrera como director de museo, y las que se publicaron después. En cierto sentido, la primera etapa representa los sueños de Huntington –la investigación, los facsímiles y ediciones de obras raras o claves de la literatura española–, y la segunda, la realidad de su nuevo museo: catálogos, estudios, promoción de la historia y literatura española y latinoamericana. 2.1. Publicaciones entre 1895 y 1908. Los facsímiles En 1943 se publicó el primer y único catálogo exhaustivo de las publicaciones de la Hispanic Society16. Editado por Clara L. Penney, ofrecía una lista de todas las publicaciones en orden cronológico, dando como primera el facsímil del Mandam t der Keyserlijcker Maiesteit (Lovaina, 1546) que apareció en 1896, importante por ser reproducción de lo que se consideraba el primer Index librorum prohibitorum. En el mismo año, según Penney, Huntington publicó cuatro facsímiles más, todos correspondientes a ediciones de los índices de libros prohibidos –y todas procedentes de su propia biblioteca–: Toledo 1551 y tres ediciones impresas en Valladolid en 1551, 1554 y 1559. Penney estaba reproduciendo la información del primer catálogo de publicaciones de la Hispanic, aparecido en 1907, donde el compilador –desconocido pero seguramente un estrecho colaborador de Huntington–, da 1896 como la fecha de las cinco impresiones. En realidad, solo la reimpresión de la edición de Lovaina lleva tal fecha; las otras cuatro no llevan fecha alguna. Sin embargo, entre la correspondencia de Huntington del año 1895, se encuentran varias cartas de agradecimiento por los facsímiles que él había mandado a varias instituciones por toda Europa. Hay una, fechada 16. Penney 1943.

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el 4 de junio de 1895, de la Koninklijke Bibliotheek de La Haya, en la que se incluyen estas palabras de gratitud: Nada pudiera sernos más grato que el envío de sus magníficas ediciones facsimilares de raros panfletos españoles como obsequio a la Real Biblioteca de La Haya. No es solo que contengan curiosos documentos para la historia de los Países Bajos, ni que constituyan una espléndida muestra de la imprenta americana, sino el hecho de que representan su amable acto de recordar a la Vieja Holanda es lo que nos alegra. Le ruego que acepte Ud. mis más efusivas gracias y mis sinceras felicitaciones...17.

Aunque no se menciona cuáles de los facsímiles fueron recibidos, hay otra carta, fechada el 13 de junio de 1895, del Trinity College Dublin, Irlanda, donde anotan los títulos de los cuatro facsímiles donados –la edición de Toledo y las tres ediciones vallisoletanas–. Pero, más importante, es la carta de Richard Garnett, conservador de fondo antiguo impreso del Museo Británico, fechada el 3 de junio de 1895, quien, además de agradecerle a Huntington los «muy interesantes facsímiles que Ud. le ha regalado al Museo», [the highly interesting facsimiles which you have presented to the Museum], añade: Hace dos años el Museo adquirió lo que parece ser el primer Index Librorum Prohibitorum, el «Mandament» de Carlos V con la lista de libros condenados por la Facultad de Teología de la universidad de Lovaina, (Lovaina, 1546). Si en algún momento desea Ud. hacer una edición facsímil de éste, me complaceré en ayudarle en cuanto pueda18.

No tenemos copia de la respuesta de Huntington pero en 1896 el mismo Garnett le manda a Huntington otra carta, fechada el 11 de agosto de ese año, en la que le agradece el ejemplar del facsímil del índice de 17. «Nothing could be more welcome to us than your sending your magnificent reprints of rare Spanish pamphlets as a gift to the Royal Library of the Hague. Not only that they contain curious documents for the history of the Netherlands, not only that they are splendid proofs of the American art of printing, but that they are the token of your kindly remembering Old Holland is what gives us joy. I beg to present you with my heartfelt thanks, my sincere felicitations…». 18. «Two years ago the Museum acquired what is believed to be the first Index Librorum Prohibitorum, the ‘Mandament’ of Charles V with the list of books condemned by the Faculty of Theology of the University of Louvain, Louvain 1546. Should you wish at any time to have this facsimiled, I shall be glad to give you every facility».

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libros prohibidos19. Aunque no menciona el título, es obvio que se está refiriendo al ejemplar del Mandament de Lovaina, el primer facsímil publicado por Huntington que lleva fecha de impresión de 1896. Así que podemos fechar el comienzo de esta serie de facsímiles, conocida como los «Huntington Reprints», en 1895 en vez de en 1896, fecha tradicionalmente dada como el comienzo. Aunque fueron impresos para Huntington por el taller de la De Vinne Press y no fueron puestos a la venta, como dice Penney, los facsímiles constituyeron la piedra angular de las publicaciones de la Sociedad20. Dada la biblioteca de libros raros que ya poseía Huntington, lo sorprendente, tal vez, es que optara por publicar tantas ediciones del Index librorum prohibitorum como inicio de la colección de facsímiles. La decisión de dar comienzo a su serie de reimpresiones facsimilares con varias ediciones del índice, sin duda se puede atribuir a la influencia de su tutor William I. Knapp, quien tenía una colección de ediciones del índice21 adquerida por Huntington a finales de los 1890. El facsímil de la edición de Valladolid de 1559 lleva dedicatoria a Knapp. Después de esta inicial salva de impresos, Huntington no volvió a publicar otro facsímil hasta 1902, dedicándose en este período a su edición del Poema de Mio Cid, entre otros trabajos, tema del que hablaré más abajo. En 1902 Huntington empezó a publicar facsímiles a un ritmo de dos o tres por mes y entre 1902 y 1904, logró publicar cuarenta y seis tomos, 19. También Garnett le sugiere a Huntington la posibilidad de hacer un facsímil de «la primera música impresa en América (México, 1556) de la que siempre he pensado que los coleccionistas americanos querrían tener un facsímil», [the first music printed in America (Mexico, 1556) of which I have often thought that American collectors might desire a facsimil]. Aunque no publicó el facsímil sugerido entonces por Garnett, Huntington volvió a colaborar con el Museo Británico en 1903, cuando publicó en facsímil una selección de documentos procedentes de dicho museo, importantes por complementar la colección de signos rodados y otros documentos que estaba acumulando Huntington en aquel entonces. Collection of Spanish documents..., 1903. 20. Penney 1943, viii. 21. En la biblioteca de la Hispanic Society se conservan dos manuscritos de Knapp, uno titulado Libros españoles prohibidos en el siglo XVI, coleccionados y examinados por Wm. I. Knapp, Madrid, 1876 (Knapp Collection) y el otro, datable hacia 1881, en dos tomos, contiene material, apuntes y bibliografía que Knapp había acumulado para su «History and bibliography of the Index librorum prohibitorum from its true inception to the present (1544-1881)», proyecto que nunca logró terminar (ms. B306).

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habitualmentre en tiradas de doscientos ejemplares. Muchos eran obras breves, de unas 32 páginas –por ejemplo, Las Julianas (1514) de Hernando Merino o el Bias contra Fortuna (1502) del Marqués de Santillana–, pero muchos otros eran obras extensas como el Tirant lo Blanch (1490), o las Rimas (1609) de Lope de Vega. En su diario de 1902, encontramos las siguientes entradas sobre las publicaciones que nos da una idea de la velocidad e intensidad con que trabajaba no solo Huntington, sino los impresores también. 1 de abril: Juego completo de las pruebas de la «Glosa de Manrique» llegó hoy de Devinne. 7 de abril: El primer ejemplar impreso de la «Glosa de Manrique» recibido hoy. 28 de mayo: 99 ejemplares de la Cartilla en su forma definitiva recibidos de Devinne hoy. 28 de junio: 100 ejemplares de La Araucana mandados a Baychester22 hoy. 29 de julio: Recibidos de DeVinne 100 ejemplares de Las Julianas23.

De estas cuarenta y seis obras reimpresas en facsímil, solo cinco procedían de otras colecciones. De estas cinco, cuatro son manuscritos: una colección de documentos manuscritos pertenecientes al Museo Británico, una selección de iniciales y miniaturas sacada de manuscritos producidos en Santo Domingo de Silos –ahora en el Museo Británico–, la Crónica rimada de la Bibliothèque Nationale de París, y el Libro de los tres reyes de Oriente de la Biblioteca de El Escorial. El único impreso no procedente de su biblioteca personal reproducido por Huntington en esa época, el Ars Moriendi, incunable de origen alemán de entre 1470 y 1480, perteneciente a la Biblioteca Colombina, le interesó por tener marginalia y notas escritas de mano de Fernando Colón. La recepción dada a la serie de facsímiles fue muy positiva. Desde el primer momento, 1895, Huntington se quedó satisfecho con la acogida que les fue otorgada. En su diario de noviembre de 1895, anotó: «La idea de los facsímiles, me complace decir, no fue un error y han sido muy bien 22. Casa particular de Huntington. 23. Diario 1902: «Apr 1: Complete set of proofs of ‘Glosa de Manrique’ from Devinne today. Apr 7: First printed copy of ‘Glosa de Manrique’ received today. May 28: 99 copies of ‘Cartilla’ finished received from Devinne today. June 28: 100 copies Araucana returned to Baychester finished today. July 29: Received from DeVinne 100 copies Las Julianas».

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recibidos. Con el tiempo este método de reimprimir y salvar las ediciones raras va a ser cada vez más importante»24. Y en una carta a Juan F. Ferraz, el 18 de marzo de 1903, reiteraba: «Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en la producción de los facsímiles, he hecho un solo esfuerzo, y este fue el de poner los originales, hasta donde era posible, en manos de los investigadores que los podían utilizar»25. Su idea fue distribuir los facsímiles gratis a los investigadores y bibliotecas importantes del mundo y una lista de las personas e instituciones que los recibieron, fechada en febrero de 1903, muestra su intento de diseminar sus publicaciones por todo el mundo26. Algunas de las instituciones que no figuraron en la lista de destinatarios de los facsímiles no tardaron en ponerse en contacto con Huntington para solicitar ejemplares. El 12 de diciembre de 1904, le escribe Moisés García Muñoz, Archivero-Bibliotecario del Senado: Tuve hace tiempo noticia por la prensa de la hermosa obra que venía V. realizando con tanto éxito como desprendimiento al reimprimir varias joyas de la literatura española; y en la imposibilidad de comprar, puesto que no se venden, ejemplares de esos libros me tomo la libertad de dirigirme á V. para manifestarle la gratitud con que vería que V. se dignase, si le es posible, enviar á esta Biblioteca ejemplares de aquellos. Seguramente que esta alta Cámara le estimaria mucho que V. accediese á mi indicación, y por mi parte, como jefe de su Biblioteca, y sobre todo como amante de los buenos libros, le quedaría muy reconocido por su bondad, ya que tan obligado estoy por el afecto que demuestra á las glorias literarias de mi Patria y el conocimiento que de ellas tiene.

La opinión de García Muñoz se hacía eco de las expresadas ya por otros investiagadores, entre ellos Ramón Menéndez Pidal y Marcelino Menéndez Pelayo. La carta de Menéndez Pidal en particular, hubo de ser motivo de especial satisfacción para Huntington, ya que el erudito español 24. Diario 1895, 60, noviembre: «The idea of facsimiles I am happy to say was not a mistake & they have been very well received. This method of reprinting & saving rare ed[ition]s is going to be more important as time goes on». 25. «However, it is well to bear in mind that in the production of these facsimiles I have made only one effort, and that was to place the originals as nearly as possible in the hands of those who could use them». 26. La lista contiene el nombre de individuos o instituciones en Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Canadá, Chile, Dinamarca, Escocia, España –trece individuos, cinco instituciones–, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Irlanda, Italia, México, Noruegas, Portugal, Rusia, Suecia, Suiza y Uruguay.

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expresaba precisamente lo que el hispanista norteamericano quería lograr con la publicación de sus facsímiles. En una carta del 8 de enero de 1903, escribe Pidal: Tal es el interés que encierran las publicaciones que V. lleva á cabo, que son necesarias al que estudia la literatura española. El no estar en el comercio las reproducciones que V. ha comenzado, me anima á confiar en su generosidad y solicitar de V. me favorezca con un ejemplar de la Historia de Oliveros. Consagro todo mi esfuerzo al estudio de la literatura española hasta 1500, de la cual algún día quisiera hacer una historia; vea V. si necesito pedir á V. el favor que le pido, y dispense V. lo haga sin título ninguno de ello.

Al recibir el ejemplar solicitado –junto con dos más, el Ars Moriendi y la Araucana–, Pidal vuelve a escibirle: … tengo que agradecerle de nuevo otro gran favor que me hace enviándome… [las] obras con que V. ilustra la historia de la imprenta y del arte, y en especial de la literatura española. El considerable número de los libros rarísimos que V. entrega al público, sin retroceder antes la estensión de algunos como la Araucana, y sobre todo la importancia de las obras escogidas por V., influirán notablemente en el adelanto de la historia literaria. Permítame V. enviarle mi más cordial enhorabuena. (23 de febrero de 1903).

El 10 de agosto de 1903, en otra carta de agradecimiento a Huntington, Pidal le advierte: «de la Dança27 he anotado alguna particularidad dialectal (acaso aragonesa-catalana) muy rara en textos impresos». La cartas que le envió Marcelino Menéndez Pelayo acabaron siendo una vindicación de las decisiones de Huntington ya que el erudito español fue uno de sus detractores más procaces cuando Huntington logró comprar la biblioteca del Marqués Jerez de los Caballeros, venta que, en palabras de Menéndez Pelayo, «mayor desastre y más irremediable sería este que los de Cavite y Santiago de Cuba»28, añadiendo en una carta a Francisco Rodríguez Marín: «yo no tengo relación directa ni indirecta con el señor Huntington, y confieso a usted que le miro con profunda antipatía, porque ha venido a despojar a España de sus mejores libros, haciendo como alarde 27. Cancionero llamado dança de galanes… recopilados por Diego de Vera, [Barcelona: Jerónimo Margarit, 1625], Nueva York, 1903. 28. Carta de Menéndez Pelayo a Francisco Rodríguez Marín, con fecha del 6 de noviembre de 1900. Citada en Moñino y Brey eds., 1966, III, 100 («El Marqués de Jerez de los Caballeros»). La venta de la biblioteca del Marqués a Huntington se efectuó el 12 de enero de 1902.

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de su riqueza…»29. En esta misma carta, don Marcelino expresa su deseo de obtener las reproducciones que, en su opinión, son «de una perfección tipográfica insuperable», aceptando, pues, la oferta de Rodríguez Marín de ayudarle en la adquisición de ellos. En una carta escrita a Huntington unos meses antes, el 16 de febrero de 1902, Menéndez Pelayo había expresado su «deseo de poseer algunas de las restantes reproducciones q. Vd. ha hecho de libros raros, las cuales me interesan para mis estudios y no es posible encontrar en el comercio», pero parece que Huntington no la contestó y, por eso, don Marcelino se vio obligado a pedir la intervención de Rodríguez Marín. Sin embargo, para 1904, los dos bibliófilos ya habían entrado en un intercambio de libros y Menéndez Pelayo vuelve a escribirle a Huntington dándole sinceras gracias por ese «tesoro bibliográfico», asegurándole que «pocos los agradecerán tanto como yo»30. Estas cartas, cuyos autores estaban entre los filólogos más importantes de su época, en que expresan su admiración por la labor de Huntington y hacen constatar la utilidad e importancia de los facsímiles para sus estudios, seguramente le sirvieron a Huntington de estímulo para seguir con su plan de publicación. También recibió carta de felicitación del Conde de las Navas, bibliotecario de la Real Biblioteca, agradeciéndole el envío de «estos preciosos facsímiles» y felicitándole por «el inapreciable servicio que viene prestando á las letras españolas». La carta prosigue: El más exigente bibliófilo no podrá notar en ellas ausencia de un pormenor, por insignificante que parezca, y los eruditos españoles, contempráneos, deberán siempre á Ud. el favor de haber popularizado sus nombres en el mundo entero, con las oportunas dedicatorias de cada uno de los facsímiles (Carta del 20 de marzo de 1903)31. 29. Carta del 22 de octubre de 1902. Véase Rodríguez Marín ed., 1935, 220-222. 30. Carta del 9 de marzo de 1904. 31. Entre los eruditos así honrados se encuentran los nombres de Francisco Rodríguez Marín, Marcelino Menéndez Pelayo, José Gestoso y Pérez, Ramón Menéndez Pidal, Alejandro Pidal y Mon, el Marqués Jerez de los Caballeros y su hermano, el Duque de T’Sercláes, y el mismo Conde de las Navas, entre muchos otros. También dedicó muchos a amigos suyos, sobre todo los primeros facsímiles, a conocidos profesionales (por ejemplo, Theodore De Vinne, Robert Hoe, Arthur Twining Hadley, presidente de la universidad de Yale), y a importantes figuras del mundo de la política: destacan los nombres de Porfirio Díaz, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, y Julio A. Roca, Presidente de la República Argentina.

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Como notó el Conde de las Navas en su carta, cada detalle de cada facsímil fue inspeccionado minuciosamente por Huntington32. De hecho, como todo lo relacionado con la Hispanic Society, Huntington participó en cada aspecto del diseño, elaboración y corrección de las ediciones. Hay una sustanciosa correspondencia entre él y los encargados del taller de la De Vinne Press, Theodore De Vinne y James Bothwell. Este último era el responsable de supervisar la producción de los libros. En 1902, por ejemplo, Huntington y Bothwell intercambiaron ciento trece cartas en las que discutieron todos los detalles de la publicación de los facsímiles y la edición del Mio Cid: el tipo de papel –Huntington prefería el verjurado–, el tipo de letra, la encuadernación, hasta qué punto se deben «limpiar» las reproducciones –Huntington siempre prefería dejarlos tal como eran, salvo en el caso de la Araucana, cuando pidió que los entalladores restaurasen las coronillas de unas letras perdidas por los recortes de un previo posesor en el proceso de encuadernar el libro–. También es evidente que Huntington examinaba con detenimiento las pruebas de cada publicación, y siempre le molestaba ver los errores que eran resultado del descuido por parte de los entalladores. Tantas fueron las erratas introducidas en el facsímil del catálogo de Fernando Colón que Huntington casi abandonó el proyecto, caracterizando los errores como «falsificaciones impertinentes», [impertinent falsifications] y acusando al entallador de falta de «sentido común (por no decir de buen gusto)», [wanting in this type of common sense (to leave taste out)]33. El obvio orgullo que sentía Huntington por su trabajo y por la serie de facsímiles se ve reflejado en el catálogo publicado en 1907. El catálogo, con sus detalladas fichas bibliográficas e ilustraciones, se parece más a una bibliografía que a un folleto publicitario (Figura 2).

32. Como él mismo explicó en una carta a Ferraz, el 18 de marzo de 1903, «siempre me he enorgullecido de hacer facsímiles absolutamente fieles, y no solo se examinan en primeras pruebas las fotografías impresas sino que se cotejan letra por letra con el original, para que no aparezca en el facsímil final ningún error ni huella que por descuido pudiera haber manchado la lámina». [It has always been my pride to make these facsimiles exact, and not only are the photographic prints first proved but they are read letter by letter, from the original volume, and so that no error or mark which may have inadvertently come upon the plate can appear in the final facsimile]. 33. 23 de diciembre de 1902: Carta a James Bothwell, de la De Vinne Press.

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Figura 2. The Hispanic Society of America. Catalogue of Publications, New York, 1907.

Otro resultado de la publicación de los facsímiles –acaso previsto por Huntington– fue que le facilitaron la entrada en algunos círculos de bibliófilos españoles a los que, siendo él estadounidense, le hubiera sido difícil acceder. Le sirvieron casi de tarjeta de visita y le abrieron varias posibilidades. En 1898, escribe: Este año […] estoy obteniendo unos resultados muy gratos con el éxito de mis facsímiles. Varias personas, que normalmente no se interesarían por nada, me han hablado de ellos, y esto lleva a otras cosas. Por lo menos dos importantes posibilidades de compras me han llegado así…34.

Ese mismo año, Huntington llegó a conocer en persona al marqués de Jerez de los Caballeros, aunque ya sabía de él y su afamada colección

34. Diario 1898, 98: «This year […] I am getting some rather pleasant results in the success of my facsimiles. A number of persons who normally would not take the slightest interest, have spoken to me of them, and this leads to other things. At least two important possibilities for purchase have come to me this way…».

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de libros. Hay una tentación de comparar la política de publicaciones de Huntington con la del Marqués Jerez de los Caballeros, el único bibliófilo –aparte del norteamericano– que por entonces publicaba de manera sistemática una serie de ediciones a base de sus colecciones personales. El marqués publicó su primera edición en 188535 y Huntington seguramente habría obtenido algunas de las publicaciones del marqués para su biblioteca antes de haberle conocido. Aunque el marqués se dedicó a sacar ediciones de los textos, y Huntington facsímiles, los dos coinciden en su atención al detalle y el esmero con que produjeron sus ediciones36. De entre todas las voces que alabaron a Huntington por el éxito de su serie de facsímiles, solo se encuentra una que cuestionó su política de publicaciones. En una nota bibliográfica que apareció en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos37, Manuel Serrano y Sanz elogia a Huntington por su «fervoroso culto á la literatura castellana» y le rinde homenaje por no ser «uno de esos bibliófilos que, lejos de prodigar los tesoros que reunen, los esconden para recrearse ellos solos, y con frecuencia sin ir más allá de la portada, viendo aquellos peregrinos libros, ejemplares únicos acaso», y le felicita por facilitar «con su generoso desprendimiento á los eruditos españoles el estudio de libros rarísimos y evita que se pierdan éstos por cualquier accidente fortuito». La calidad de los facsímiles también está por encima de toda crítica, siendo en sí mismos «intachables y modelos de elegancia». Sin embargo, Serrano y Sanz critica la selección de obras reproducidas: Nos parece que de las obras reproducidas hay algunas que por valer muy poco, casi nada perderían nuestra literatura y los literatos con que durmiesen tranquilamente sus contados ejemplares únicos en las tablas de un estante. Tal es el rotulado Las Julianas, de Hernando Merino, donde nada bueno se encuentra; factura, pensamiento, estilo y versificación son malísimos [...] Otro tanto es la Cartilla y luz en la verdadera destreza, que ni es ya de aplicación para los espadachines, ni de lectura para nadie. 35. Poesías espirituales de la venerable Doña Luisa de Carvajal y Mendoza. Muestras de su ingenio y de su espíritu, Sevilla: Izquierdo y Sobrino, 1885 [a expensas del marqués]. Citado en Rodríguez Marín 1897, 57-58. 36. Para más semejanzas entre estos dos grandes bibliófilos, véase O’Neill 2009, 331-344. 37. Tercera época, año VI, tomo VII, julio a diciembre de 1902, págs. 393-394.

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No sabemos cuál fue la reacción de Huntington ante la crítica de Serrano y Sanz38. En los años 1903-1904 siguió con su serie de facsímiles, publicando unos treinta y un títulos, pero a finales de 1904 y continuando en 1905, se aprecia un leve cambio de dirección en la política de publicaciones de Huntington. Tal vez teniendo en cuenta las críticas con que Serrano y Sanz terminó su breve reseña39, Huntington empieza a reproducir manuscritos pertenecientes a otras bibliotecas: en 1904 aparecieron la Crónica rimada –reproducida del manuscrito en la Bibliothèque Nationale de París–, y el Libro de los tres reyes de Oriente (Biblioteca del Escorial); en 1905 publica el Catalogue of the library of Ferdinand Columbus (Biblioteca Colombina, Sevilla). Luego, en 1909, publicó el facsímil de la Celestina (Burgos? 1499?), reproduciendo el único ejemplar conocido de aquella edición, depositado entonces en la biblioteca de John Pierpont Morgan. Años más tarde, en 1926, publicó la reproducción del Cancionero de Baena (Bibliothèque Nationale de París), el último facsímil publicado en tamaño original. La cuestión de la diseminación de los facsímiles siempre fue problemática para Huntington. Hemos visto ya unos ejemplos de cartas en las que se piden copias de las obras publicadas por no hallarse disponibles en el mercado. Las mismas razones apuntó James Fitzmaurice-Kelly, quejándose del hecho de que «las reproducciones son casi inaccesibles. Estas últimas son imposibles de conseguir en el mercado»40. En cuanto a las publicaciones de Huntington que sí llegaban a las librerías –en realidad, solo la edición del Poema de Mio Cid–, Fitzmaurice-Kelly le informa de las dificultades que tuvo en convencer al Museo Británico de que adquiriera 38. Sin embargo, tenemos la opinión de James Fitzmaurice-Kelly quien, en una carta a Huntington fechada el 22 de febrero de 1903, con referencia a la reseña, critica a Serrano y Sanz diciendo que «claramente no es ninguna autoridad en cuestiones de gusto estético», [(he is) distinctly no authority on questions of aesthetic taste] y que, en cuanto a su erudición, «mejor sería callarse», [the less said the better]. 39. «El Sr. Huntington, que es dueño de importantes manuscritos, […] debería comenzar por imprimirlos […] y dejar para lo último, ó para las calendas griegas, aquellos libros que sólo tienen en su abono la rareza, sin mérito intrínseco alguno», (Serrano y Sanz 1902, 394). De hecho, Serrano y Sanz tenía razón: el único criterio expresado por Huntington para decidir qué libros iba a publicar en facsímil era la rareza: «Los tomos de que se hacen los facsímiles son, por regla general, los únicos ejemplares existentes», [the volumes from which these are taken are, as a rule, the only copies in existence]. (Carta a Ferraz, 18 de marzo de 1903). 40. Carta del 22 de febrero de 1903: «the reprints are practically inaccesible. These latest are unobtainable in the market».

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un ejemplar de su edición del Poema, cuyo precio de veinte libras les parecía altísimo: Tuve que presionar a las autoridades del Museo Británico para que lo compraran. Al final claudicaron pero me dijeron francamente que no lo habrían hecho si se lo hubiera recomendado otra persona [...] Y si esto es lo que pasa con el Museo Británico, ¿qué va a hacer el investigador corriente?41.

En contestación, Huntington le escribe diciendo: En cuanto a producir libros con vistas a una distribución general, no acababa de ver la necesidad de hacerlo, porque entendía que se trataba de libros destinados a investigadores de la literatura española, como Ud., y a algunas bibliotecas. Siempre me ha parecido que este tipo de reproducción facsimilar debía hacerse a una escala mayor que la representada por unas pocas reimpresiones42. [9 de marzo de 1903].

Pero, tal vez consciente de la situación contradictoria en la que se encontraba, es decir, la de querer fomentar el estudio de la lengua, literatura e historia de España y Portugal y otros países donde se hablaba el español y el portugués, conforme a los estatutos de la Hispanic Society, y la inaccesibilidad a sus publicaciones por parte del investigador corriente, Huntington también le comunicó a Fitzmaurice-Kelly la posibilidad de publicar una edición más barata de su edición del Cid43. Huntington se esforzó por resolver la accesibilidad a los facsímiles. Para combatir los elevados precios de producción que exigía la calidad de los facsímiles publicados entre 1895 y 1905, experimentó con un nuevo formato. El resultado de su primer intento fue el Tesoro de la lengua castellana, 41. Ibidem, «I had to bring a deal of pressure on the authorities of the British Museum to make them purchase it. They surrendered at last; but they plainly told me that they would not have done so on any body else’s recommendation […] If this is so with the British Museum people, what is the average student likely to do?». 42. «As to printing for general circulation I could not see my way to do it, for I felt that these books were really for scholars in Spanish, like yourself and a few libraries. It has always seemed to me that facsimile work should be done on a much larger scale than is represented by a few reprints». (9 de marzo de 1903). 43. En una carta del 14 de abril de 1903, Fitzmaurice-Kelly vuelve a animar a Huntington a que prepare una edición más barata de su Poema de Mio Cid. En este caso Huntington sí volvió a reimprimirlo en versión más accesible para el público general, dos veces, en 1907-1908 y c. 1921.

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o española de Sebastián de Covarrubias (Madrid, 1611), publicado en «reproducción microfotográfica», [microphotographic reproduction] en 1927 (figura 3). Como explica Penney en su catálogo de 1943: Habiendo resultado demasiado costosos los facsímiles de la serie «Huntington Reprints» y excesivamente gruesos los reproducidos mediante un proceso fotostático, se desarrolló este método de reproducir libros de referencia raros, que son de consulta poco frecuente, con la esperanza de que, con el uso de una «máquina de lectura», el método pudiera resultar factible […] Cada página del original se fotografió en una proporción de 1/50 sobre el tamaño original y nueve de estas imágenes, aproximadamente del tamaño de un sello, se montaron en un folio44.

Por razones obvias, este método no resultó satisfactorio para la lectura de los facsímiles, aunque se relegase a los libros de consulta menos frecuente. Al año siguiente, Huntington experimentó con otra forma de reproducir facsímiles en formato reducido, esta vez publicando la obra de Pedro de Alcalá, Arte para ligeramente saber la lengua arauiga (Granada, 1505), con las páginas originales reducidas a un tamaño de 7 x 4 cm., con nueve imágenes en cada página del facsímil. También se incluía una nota que advertía: Hace algún tiempo esta Sociedad publicó el Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias en formato microfotografiado de fácil consulta para los investigadores. Sin embargo, se cree que el texto es demasiado pequeño aun cuando se emplea lupa. El presente tomo es un ensayo con un tipo más grande45.

Obviamente el experimento se juzgó un fracaso ya que Huntington no volvió a publicar ningún otro facsímil en este formato, ni de la Hispanic Society ni de ninguna otra biblioteca. 44. Penney 1943, 92: «Facsimiles such as the ‘Huntington Reprints’ having been found too expensive and those in the photostatic process too bulky, this attempt at reproducing rare books of reference, those consulted only occasionally, was evolved in the hope that with the aid of a ‘reading machine’ the method might prove feasible […] Each page of the original was photographed to 1/50 of size and nine of these photographs, the approximate size of a postage stamp, were mounted to a sheet». 45. «Some time ago this Society published the Covarrubias Tesoro de la lengua castellana o española in microphotographic form for the convenience of scholars. The text has been thought too small even when a glass is used. The present volume is an experiment with larger text».

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Figura 3. Poem of the Cid, New York: G. P. Putnam’s sons, 1897-1903, tomo 1, sin foliar.

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Entre 1909, año de publicación del facsímil de la Celestina, y 1926, el del Cancionero de Baena, la Hispanic Society publicó aproximadamente ciento cuatro libros pero, aparte de unas cartas portulanas, ningún texto se reprodujo en facsímil. En su diario del 3 de febrero de 1907, hace mención de una conversación que tuvo con Juan Arenas sobre el asunto de las publicaciones: Charla con Juan Arenas sobre los proyectos de la H.S.A. y sobre todo de las publicaciones. Quería ver los facsímiles que he publicado antes de la fundación de la sociedad y que van a ser «los primeros pasos» en mi serie de publicaciones por la Sociedad […] Le expliqué que los futuros facsímiles con toda probablilidad serían de ediciones existentes en nuestros fondos46.

Así que queda claro que en 1907 Huntington todavía tenía pensado continuar con su serie de «Reprints» y aunque desconocemos las razones que le llevaron al abandono de esta política, se sospecha que una combinación de factores, el alto coste de reproducir facsímiles de buena calidad y la necesidad de divulgar otros aspectos de las colecciones de la Hispanic Society, contribuyeran a la decisión de abandonar las reimpresiones facsimilares. Para una persona que había puesto tanto énfasis en la calidad de las reproducciones, los facsímiles en forma microfotografiada nunca iban a resultar satisfactorios. 2.2. Publicaciones entre 1895 y 1908. Las ediciones Entre 1895, año en que aparecieron los cuatro facsímiles del Index librorum prohibitorum, y 1902, cuando empieza otra vez a publicar ediciones facsimilares, Huntington dedicó sus esfuerzos a preparar ediciones y traducciones. Aunque los facsímiles fueron aclamados por casi todo el mundo, para Huntington representaban solo una herramienta para poder llevar a cabo ediciones críticas y estudios de las obras más importantes de la literatura española o hispana. Para Huntington, esta era la esencia de la labor académica, la «auténtica investigación», y por eso invirtió casi diez años en la preparación de su edición del Poema de Mio Cid, obra emblemática para él47. Se publicó en tres tomos, 1897-1903; el primero contenía el texto 46. «Talk with Juan Arenas re[garding] plans of H.S.A. & especially re[garding] publications. Wished to see the facsimiles which I have published before the society was founded & which are to be the ‘first steps’ in publications by the Soc[iety] […] I explained that future facsimiles w[oul]d prob[ably] be from editions in our collection». 47. Tan prendado estaba Huntington del Poema del Cid que incluyó el penúltimo verso en su ex libris.

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del poema, el segundo la traducción y el tercero, las notas. También incluyó fotograbados basados en fotografías sacadas, en algunas instancias, por el propio Huntington cuando seguía la ruta del Cid. Su edición fue todo un éxito, tanto como obra de investigación erudita como fruto de la imprenta, «verdadero monumento tipográfico», diría Menéndez Pidal en una reseña publicada en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos48. La atención al detalle en todos los aspectos de la edición es obvia en cada página, incluso la reproducción de las iniciales decorativas que, según explica Huntington en su breve prólogo a la edición, «están basadas en calcos que hice yo directamente del manuscrito» (véase figura 3)49. En cuanto a la edición del texto mismo, Menéndez Pidal la juzgó «superior en fidelidad y corrección al [texto] de todas las ediciones anteriores […] aportando una considerable contribución al estudio del Poema del Cid», y destacaba el «particular esmero [consagrado] al comentario geográfico». Su segunda edición fue algo sorprendente: la traducción inglesa de la obra de Marie Catherine Jumelle de Berneville, condesa d’Aulnoy, obra escrita originalmente en francés, Relation du voyage d’Espagne (1691), y aunque traducida al inglés en 169250, la versión española se hizo esperar hasta 189151. Para su edición de 1899, Huntington escribió una introducción de dieciocho páginas y añadió algunas ilustraciones de lugares mencionados en el texto. La atracción de esta obra para Huntington fue doble: primero, las opiniones de los españoles que brinda la condesa en su libro coinciden con las que expresaba el propio Huntington52. Pero, más importante, creo 48. Menéndez Pidal 1904, 218-220. 49. «The large capitals […] are taken from tracings made by me directly from the MS.» (Huntington, ed. 1897-1903, I, [iv]. 50. The Ingenious and Diverting Letters of the Lady —— Travels into Spain, Londres, [a costa de] Samuel Crouch, 1692. 51. Relación que hizo de su viaje por España […] en 1679 Condesa d’Aulnoy, ed. Juan Jiménez, Madrid, Juan Jiménez, 1891. 52. Diario 1898, 43: «Hay una maravillosa temeridad sin arrogancia en sus corazones, donde habitan el encanto y la finura, y conocerlos es amarlos. Esta especie de soldados espontáneos, que han cambiado las armas por banderillas, todavía son fuertes, por más que su empuje y sus ideales se revistan con el brillante plumaje de su palabrería. Pero conservan una curiosa sinceridad llena de pasión, una lealtad y un sentido del honor fuera de toda duda. Estos, con todos los defectos y sufrimientos que les acompañan, todavía reinan y siempre han reinado en esta tierra de alegres amantes, mujeres y cante jondo». [There is a fine reckless bravery about these hearts, which are homes of charm and grace, and to know them is to love them. These natural soldiers, who have laid aside guns for banderillas, are still strong, even if impulse and ideals have taken

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que el libro de Aulnoy le sirvió de inspiración cuando editaba su propio A Note-Book in Northern Spain, una relación escrita a instancias de su madre, compilada a partir de sus viajes por España en 189253. Tal vez pensaba que la edición de la relación de la condesa d’Aulnoy también le sería de interés a su madre, Arabella. En 1902 se publicó su traducción, acompañada de un facsímil del original, de la Relación de la salida que hizo desta villa de Madrid el príncipe de Gales a nueve de setiembre […] de 1623, por Andrés de Almansa y Mendoza (Barcelona: Sebastián y Jaume Matevad, 1623). Desconocemos sus motivos para escoger esta relación de entre todas las que tenía en su biblioteca. Lo que sí sabemos es que acabó la traducción en 189754 aunque tardó cinco años más en publicarla. Pero, en general, Huntington se dio cuenta de que la labor de editar textos y preparar ediciones era algo que debía dejar para otros. A pesar de que su edición del Poema de Mio Cid había recibido una favorable acogida, Huntington nunca volvió a emprender otro proyecto parecido. Para 1905 había proyectado una edición del Quijote a fin de conmemorar el tercer centenario de su primera aparición y, según la descripción de la on bright plumages words. But they have a strange passionate sincerity, a faithfulness and sense of honor which needs no questioning. These, with all the faults and miseries that go with them, still reign and have always reigned in this land of light hearted lovers; of woman and wailing song]. La condesa d’Aulnoy: «Los españoles […] son valientes sin temeridad, y es tanta en este punto su cordura, que no falta quien los crea poco animosos, […] adoran á las mujeres y son tan amantes de la belleza, que para sus pasiones pocas veces cuentan con el talento de sus elegidas; sufridos con exceso, tenaces, perezosos, independientes; honrados hasta el punto de arriesgar la vida por sostener una palabra empeñada. La naturaleza los dotó de atractivo, ingenio y clara inteligencia; comprenden fácilmente, y expresan con sencillez y precisión sus ideas». Cito por la segunda edición (Madrid: Tipografía Franco-Española, 1892, págs. 29-30). 53. Huntington mismo no tenía ninguna ilusión sobre la calidad de esta obra suya, y después de haber leído las pruebas, comentó: «No tengo ni la menor preocupación sobre el destino del ‘Note Book’. En cierto sentido, tiene pocas cosas buenas, a pesar de todo el esfuerzo que le he dedicado». [I am not very anxious as to the fate of the «Note Book». Its rather poor stuff in a way after all the work put on it], (Diario 1897, 25 de junio). 54. Diario 1897, 5 de diciembre: «Logré traducir la ‘Relación’ 1623. Llegaron los Wister, y me interrumpieron completamente, pero pude terminarla por la tarde». [I managed to translate ‘Relacion’ 1623. The Wisters came in, and interrupted me pretty thoroughly, but I was able to finish in the evening].

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edición dada en el catálogo de 1907, esta edición hubiera consistido en siete tomos. Los primeros tres serían un facsímil de la primera edición de la primera parte de 1605, la segunda parte de 1615, y reproducción de la cuarta impresión de la primera parte de 1605. Estos tres tomos, los facsímiles, llegaron a ver luz en 1905, pero los otros cuatro, que habrían contenido una edición crítica a cargo de Raymond Foulché-Delbosc, con una introducción de James Fitzmaurice-Kelly, nunca fueron publicados debido a la muerte de los dos editores55. Huntington, seguramente bajo la influencia de Fitzmaurice-Kelly, tenía planeadas tres impresiones de la edición del Quijote: la primera, en una tirada limitada de cien ejemplares, iba a ser impresa en papel hecho a mano «Arnold», con encuadernación de vitela; la segunda, limitada a doscientos ejemplares, en papel italiano hecho a mano, encuadernada en tela; la tercera, en papel de máquina, en rústica, con una tirada de quinientos ejemplares. El precio por tomo variaba de veinte dólares por la primera impresión a cinco dólares por la tercera. Desde 1900 hasta 1921 Huntington había patrocinado la publicación de ediciones en la serie «Bibliotheca Hispanica» de la casa editorial «L’Avenç» en Barcelona. La serie fue idea de Foulché-Delbosc pero encajaba perfectamente con el pensamiento de Huntington quien, en una carta a Juan F. Ferraz fechada el 18 de marzo de 1903, explicaba: He leído con mucho interés su carta en lo que respecta a las enmiendas sugeridas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en la producción de los facsímiles, he hecho un solo esfuerzo, y este fue el de poner los originales, hasta donde era posible, en manos de los investigadores que los podían utilizar. Por esta razón no he introducido ningún aparato crítico ni nota alguna de explicación. Si hubiera empezado a introducir anotaciones críticas, habría resultado necesario reimprimir completamente los libros, lo cual, a mi parecer, sería más adecuado que hicieran otros56. 55. Penney 1943, 29. También indica que, a modo de conclusión de la edición, en 1932 se publicó una traducción de la novela a cargo de Robinson Smith (The visionary gentleman Don Quijote de la Mancha, trad. de Robinson Smith, New York: The Hispanic Society of America, 2 vols.) 56. «I have read your letter in regard to the suggested emendations with much interest. However, it is well to bear in mind that in the production of these facsimiles I have made only one effort, and that was to place the originals as nearly as possible in the hands of those who could use them. I have not introduced any critical, or enlightening notes, for this reason. Had I begun to introduce critical annotations, it would have necessitated entire reprinting of the books, which has seemed to me would be more fitting that others should do».

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Del mismo tenor fue su apoyo a la Revue Hispanique, revista fundada por Foulché-Delbosc en 1894, y subvencionada por la Hispanic Society hasta la muerte de Delbosc en 1933. Aunque contenía artículos de toda índole, el énfasis fue la edición y publicación de textos cortos, en su mayoría inéditos. 2.3. Publicaciones posteriores a 1908 La Hispanic Society fue inaugurada oficialmente el 20 de enero de 1908 y en febrero del año siguiente se celebró su primera exposición importante: la obra del pintor Joaquín Sorolla. Casi ciento sesenta mil personas acudieron a verla. La profunda admiración que sentía Huntington por Sorolla se vio reflejada no solo en las varias exposiciones que patrocinó en diferentes ciudades norteamericanas, sino también en los catálogos y colecciones de ensayos sobre la obra de Sorolla que publicó la Hispanic Society. Una exposición, con catálogo, de la obra de Ignacio Zuloaga siguió en marzo de 1909. Estas publicaciones marcaron una nueva etapa en la política de publicación de Huntington. Director, por fin, de un museo vivo, Huntington se dio cuenta de la necesidad de publicar información sobre las colecciones de la Hispanic. Con el personal de la Hispanic Society empezó a preparar catálogos sobre todos los aspectos de las colecciones. El primero en aparecer fue el de los impresos57, «lista provisional» –rough list– en palabras de Huntington, destinado al uso exclusivo de los socios de la Hispanic Society. En 1911 apareció el catálogo de las cartas portulanas58 y en 1915 el primer catálogo dedicado a objetos de arte pertenecientes a la Hispanic Society59.

57. List of printed books in the library of The Hispanic Society of America, New York: De Vinne Press, 1910, 20 vols. 58. Portolan charts; their origin and characteristics, with a descriptive list of those belonging to The Hispanic Society of America, Edward L. Stevenson, New York: The Hispanic Society of America, 1911. En 1905 Huntington había publicado un facsímil del mappamundi de Viconte di Maiollo de 1517 perteneciente a la Biblioteca Ambrosiana en Milano, la primera publicación que llevaba el pie de imprenta de la Hispanic Society of America. Entre 1907 y 1908 publicó otros dos mapas del mundo, uno de Jodocus Hondius (1611) y el otro de Nicolò de Canerio Januensis (ca. 1502), ambos publicados en colaboración con la American Geographical Society. 59. Edwin Atlee Barber, Spanish maiolica in the collection of The Hispanic Society of America, New York: The Hispanic Society of America, 1915.

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A partir de 1919 parece que intentó diseñar una política de publicación más estructurada. Entre ese año y 1936, inició una serie llamada «Hispanic notes & monographs», subdividida en los siguientes campos: 1. Ensayos, estudios y biografías breves; 2. Bibliografía; 3. Catálogos; 4. Hispano-Americana; 5. Literatura; 6. Peninsular; 7. Poesía; 8. Portuguesa; 9. Viajes. Aunque la publicación de catálogos y descripciones de las colecciones de la Hispanic Society fue de suma importancia, siempre tenía presente su deseo de fomentar y apoyar la «auténtica investigación» publicando no solo estudios originales elaborados por miembros del personal de la Hispanic Society, sino también de otros reconocidos hispanistas como Raymond FoulchéDelbosc, James Fitzmaurice-Kelly, Aubrey Bell y Hayward Keniston, entre otros. Tres de estos libros llegaron a ser considerados obras pioneras y clásicas: Hugo A. Rennert, The Spanish stage in the time of Lope de Vega, New York: The Hispanic Society of America, 1909; Georgiana Goddard King, The way of Saint James, New York: G. P. Putnam’s sons, 1920, 3 volúmenes, y John B. Trend, The music of Spanish history to 1600, London: Oxford University Press, 1926. Huntington también apoyó la obra pionera que llevaban a cabo los Byne, Arthur y Mildred Stapley, cuyos estudios sobre las artes decorativas en España constituyeron contribucionenes originales a este campo. Interesado siempre por la arqueología, Huntington también publicó obras escritas por George Bonsor. Con la idea de dar a conocer los personajes importantes de América del Sur, Huntington publicó una serie de libros de William Parker en los que el autor ofrecía una breve semblanza de destacadas figuras contemporáneas de los diferentes países latinoamericanos, empezando por Cuba (Cubans of to-day, Nueva York: G. P. Putnam’s sons, 1919), y prosiguiendo en siguientes entregas con Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay y Uruguay. Entre 1905 y 1955, año de la muerte de Huntington, la Hispanic Society publicó o subvencionó aproximadamente doscientos treinta libros, sin contar los ochenta y un tomos –178 números– de la Revue Hispanique y las otras revistas. Entre 1895 y 1904, Huntington, a título particular, publicó otros cincuenta y dos volúmenes. Y aunque reconocía la importancia de las publicaciones que difundió en los años posteriores la inauguración de la Society, sus diarios dan la impresión de que no le procuraron la misma satisfacción ni le contagiaron el mismo entusiasmo que la preparación e impresión de los primeros facsímiles. Tal vez Huntington se había dado cuenta de que, con la inauguración del museo y la biblioteca, se terminaba la parte más sencilla y emocionante

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del proyecto con que había soñado de niño, y empezaba el verdadero trabajo: lo soñado frente a la administración cotidiana de un sueño convertido en realidad. En una carta que le escribió a su madre el 6 de diciembre de 1920, aunque se muestra satisfecho con su creación, no oculta que había llegado a reconocer no solo sus propias limitaciones, sino las que le imponía la tarea más meritoria de su vida: Cuando empecé a formar mis colecciones, recordarás que ante mí se abría todo el campo de la cultura hispánica y mi sueño era clasificarlo y presentarlo yo mismo; pero los sueños, sueños son, y la administración se ha llevado una buena parte de mi tiempo, y el dinero, con el que siempre he contado en demasía, y al que tú has añadido tu parte, ha sido el mayor de todos los ladrones. Verdaderamente […] uno no puede ir cargado de riqueza para escalar montañas. En los tiempos en los que trabajaba sobre El Cid, era libre y relativamente pobre, y durante los diez años que dediqué a tan laborioso trabajo, estudiando también árabe y otras lenguas, me sentí gloriosamente realizado. Construir museos, con sus infinitos detalles, no produce la misma emoción y, en este sentido, me doy cuenta de que no hago más que preparar el camino para otros60.

Y esto fue lo que quería lograr Huntington con sus publicaciones, «preparar el camino para otros», desde la aparición del primer facsímil en 1895 hasta su muerte en 1955. Y no deja de ser una culminación de ese anhelo que una de las publicaciones más representativas de su deseo de «auténtica investigación» se publicara en 1954, unos meses antes de su muerte: Clara L. Penney, The book called Celestina in the Library of The Hispanic Society of America, un libro que, efectivamente, abrió nuevos caminos de investigación para muchos.

60. «When I first made the collections, you will remember that the whole field of Hispanics lay before me, and my dream was its classification and presentation by myself, but dreams are dreams, and the administration has taken its toll of my time, and money, of which I had far too much, and to which you have added your share, has been the greatest thief of all. Really, […] one cannot carry the burden of wealth and climb mountains. In the days when I worked on The Cid, I was free, and comparatively poor, and the ten years that I spent on that laborious job, with Arabic and other languages as a side issue, were filled with a glorious sense of accomplishment. The building of museums, with all their infinite detail, does not stir the same emotion, and in this I can only feel that I am preparing the way for others».

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BIBLIOGRAFÍA Collection of Spanish documents. Manuscripts in the British museum published in facsimile, ed. Archer M. Huntington, New York, 1903. Huntington, Archer M., ed., Poem of the Cid, text reprinted from the unique manuscript at Madrid, New York: G. P. Putnam’s sons, 1897-1903, 3 vols. Menéndez Pidal, Ramón, «Poem of the Cid. Text reprinted from the unique manuscript at Madrid by Archer M. Huntingon. I, Putnam’s Sons, New-York, 1897.– Translation. II, 1903.– Notes. III, 1903», Revista de archivos, bibliotecas y museos, Tercera etapa, año VIII, tomo X (1904), págs. 218220. Moñino y Brey eds., 1966 = Catálogo de los manuscritos poéticos castellanos existentes en la biblioteca de The Hispanic Society of America (siglos XV, XVI y XVII), edición de Antonio Rodríguez Moñino y María Brey Moñino, New York: The Hispanic Society of America, 1966. O’Neill, John, «Don Manuel Pérez de Guzmán, Marqués de Jerez de los Caballeros, bibliófilo y académico», en Bibliófilos y bibliofilia en la Sevilla de finales del siglo XIX. Separata del Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, Sevilla, 2009, págs. 331-344. Penney, Clara Louisa, The Hispanic Society of America. Catalogue of Publications, New York: The Hispanic Society of America, 1943. Rodríguez Marín 1897 = Discursos leídos ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras el 3 de enero de 1897… Discurso del señor D. Francisco Rodríguez Marín en contestación al del… Marqués de Jerez de los Caballeros, Sevilla: Imprenta de E. Rasco, 1897. Rodríguez Marín ed., 1935 = Epistolario de Menéndez Pelayo y Rodríguez Marín (1891-1912), edición de Francisco Rodríguez Marín, Madrid: C. Bermejo, 1935. Serrano y Sanz, Manuel, «[Notas bibliográficas]», Revista de archivos, bibliotecas y museos, Tercera época, año VI, tomo VII (julio-diciembre, 1902), págs. 393-394.

LAS IMPRESIONES LOPESCAS ATRIBUIDAS AL CONDE DE SACEDA: ¿IMPOSTURAS BIBLIOGRÁFICAS O PASIÓN LITERARIA?* RAFAEL RAMOS (Universitat de Girona)

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O HAY bibliófilos sin leyenda. Unas, las más, son alegres y otras no tanto, pero es entre unas y otras como suele pervivir la imagen de estos personajes. Entre todos ellos, sin embargo, solo la aureola de Francisco Miguel de Goyeneche y Balanza, I Conde de Saceda y II Marqués de Belzunce, ha permanecido invariablemente sombría a lo largo de las últimas generaciones. Nació este personaje el 3 de octubre de 1705. Fue caballero del hábito de Santiago, gentilhombre de cámara de Felipe V, mayordomo y tesorero de la reina Isabel Farnesio. Obtuvo el título de Conde de Saceda en 1743 y el de Marqués de Belzunce en 1748, tras la muerte sin descendencia de su hermano mayor, Francisco Javier de Goyeneche1. Se casó con María Antonia de Indábaru y tuvo varias hijas y un hijo, Juan Javier de Goyeneche, que añadió a la familia el título de Marqués de Ugena. Fue uno de esos activos aristócratas ilustrados aparecidos bajo los primeros Borbones que reactivaron la economía española del momento –con la creación de nuevas fábricas de vidrio, paños, jabón y

* Quiero agradecer a Pablo Andrés Escapa, Pedro M. Cátedra y John O’Neill toda la ayuda que me prestaron para elaborar este trabajo. 1. Véase Álvarez y Baena 1789-1791, II, 251-252.

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papel en la Olmeda y el Nuevo Baztán, que abastecían a la cercana villa de Madrid– y participaron activamente en la vida política y cultural de su época. Heredó de su padre, el emprendedor Juan de Goyeneche2, el privilegio para la edición de la Gazeta de Madrid, y renovó el negocio por completo al asociarse con Gregorio Fernández de Perlines y Manuel Ignacio de Pinto, pues ampliaron su mercado a la edición de otros libros. En 1762, sin embargo, con las reformas económicas derivadas de la ascensión al trono de Carlos III, el privilegio fue revocado, recibiendo en compensación 700.000 reales sobre la renta de Correos. Poco le duró el disgusto, pues falleció el 3 de octubre –día de su cumpleaños– de ese mismo año. No obstante, todo parece indicar que sus indudables méritos como apasionado bibliófilo3, como experto numismático, como consiliario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando o como generoso mecenas de diferentes proyectos artísticos y culturales4, han sido eclipsados actualmente por su fama de supuesto falsificador de antiguas impresiones de grandes obras de la literatura española, unas auténticas y otras inventadas: 2. Sobre la figura del padre –y, en algunos aspectos, también la de los hijos–, véanse Caro Baroja 1969; VV.AA., El innovador Juan de Goyeneche..., 1991; García Gainza, ed. 1999; Aquerreta 2001; VV.AA., Juan de Goyeneche y el triunfo de los navarros..., 2005. 3. Sobre su biblioteca, véase el excelente trabajo de Baranda 1993. Cf. también el Inventario de los libros que contiene la librería que el Sr. Marqués de Belzunce y Ugena, Conde de Saceda tiene en su palacio del Nuevo Baztán en el año de 1782 (Biblioteca Nacional de España, ms. 20.272/1) que, a pesar de la fecha, debe identificarse sobre todo con su persona. 4. Le dedicaron sus obras Antonio Galmace, Adiciones a la gramática francesa que compuso el R.P. Núñez (Madrid: s. i., 1745) y Gabriel Fernández Patiño, Origen de las ciencias (Madrid: Antonio Martínez, 1753), promovió la impresión de dos sermones del padre Nicolás Gallo: Sermón que se predicó al Supremo Consejo de la Inquisición (Madrid: s. i., 1752) y Sermón de la publicación de la bula de la Santa Cruzada (Madrid: Herederos de Miguel Francisco Rodríguez, 1755); cf. Francisco Ignacio Cortines, «Prólogo y advertencias del editor», en Sermones del P. D. Nicolás Gallo, I, Madrid: Manuel Martín, 1776, h. [16]r-v; aunque se confunde: Benito Jerónimo Feijoo no dedicó el séptimo volumen del Teatro crítico universal (1736) a Francisco Miguel de Goyeneche, sino a su hermano Francisco Javier. Se tienen noticias también de los proyectos de una gran edición de las obras del padre fray Juan de la Concepción (José Benegasi y Luján, Fama póstuma del Rmo. P. F. Juan de la Concepción, Madrid: Imprenta del Mercurio, 1754, pág. 63) y de un tratado sobre principios y figuras de la arquitectura, a partir de trabajos de Ventura Rodríguez y José de Hermosilla (García Melero 1998, 31), aunque ninguno de ellos se llegara a publicar.

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la primera edición de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija, la estampa sevillana de 1570 de los Diálogos de Pero Mexía, La zurriaga atribuida a Francisco de Quevedo, El buscapié de Miguel de Cervantes, la Memoria de las pinturas del Escorial de Diego de Silva Velázquez y, sobre todo, un puñado de piezas de Lope de Vega. Esas acusaciones, sin embargo, deben matizarse adecuadamente. Parece fuera de toda duda que el Conde de Saceda promovió esas impresiones de obras de Lope de Vega. Así, al menos, lo afirma un contemporáneo suyo, Francisco Cerdá y Rico, en diferentes pasajes de su monumental Colección de obras sueltas sobre los que volveremos más adelante. Sin embargo, nada se sabe de cierto sobre los otros casos. Únicamente a la zaga de esas impresiones más o menos sospechosas de Lope (aunque «no llevaron el objeto de engañar al público»), Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado afirmó a mediados del siglo XIX que «no falta quien le achaque asimismo la tan frecuente de los Diálogos de Pero Mexía»5. Hoy, por supuesto, se ha desestimado tal atribución, pero el problema es que, con su fama enturbiada ya con esa primera velada acusación bibliográfica, llegó la segunda. Solo entonces, en efecto, se le prohijó la edición dieciochesca de la Gramática castellana de Nebrija, a la que debe, en buena medida, casi toda su aureola actual de falsario. En efecto, al estudiar esa impresión a finales del siglo XIX, el Conde de la Viñaza insinuó con cierta cautela que había sido contrahecha «dícese que por el Conde de Saceda»6. Desde entonces, sin embargo, y ya sin el menor asomo de titubeo, la adjudicación indudable a este personaje se convirtió en moneda corriente, y posiblemente contribuyó a ello que un abultado número de eruditos y bibliógrafos – Escudero, Palau, Serís...– lo aceptara y lo repitiera sin más. Hoy, sin embargo, se la considera más bien un encargo de la Real Academia Española para su uso interno7. Tras este nuevo sanbenito, en fin, Francisco Miguel de Goyeneche se convirtió en el sospechoso habitual de todas las imposturas bibliográficas efectuadas a lo largo del siglo XVIII. Pocos años después, Aureliano FernándezGuerra apuntó la posibilidad de que también fuera el responsable de la edición de La zurriaga atribuida a Francisco de Quevedo y supuestamente impresa 5. Barrera y Leirado 1849-1866: 1916, 36. 6. Muñoz y Manzano 1893, 189. 7. Véase el excelente estudio de Álvarez de Miranda 2002, que utilizo largamente y que, aunque no se ocupa directamente de lo mismo que yo, incluye un buen número de datos fundamentales sobre el tema.

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en 1632, al sugerir que «acaso fuese todo broma del Conde de Saceda»8. Lo peor, sin embargo, es que en plena vorágine de atribuciones e imposturas, que crecían como una bola de nieve en una pendiente, le llegó por fin el turno a la Memoria de las pinturas del Escorial de Velázquez, nada menos que de la mano de Marcelino Menéndez y Pelayo. Fue Jacinto Octavio Picón quien primero se hizo eco de esa sospecha del gran polígrafo, pues este le hizo ver que el volumen era en realidad una «engañifa de bibliómano semejante a las atribuidas al Conde de Saceda, quien parece hizo algo por el estilo con la Gramática de Nebrija y con los Diálogos de Pedro Mejía»9. Aparecía, así, la primera imagen moderna del Conde de Saceda, con todas las inculpaciones con las que ha llegado hasta nuestros días. Apenas un par de años más tarde, en efecto, sería el propio Marcelino Menéndez y Pelayo, ya sin asomo de dudas ni matizaciones, quien expresaría su opinión, convirtiendo las Memorias en el eslabón final de una larga cadena de falsificaciones: Por mi parte, añadiré que el libro, bibliográficamente considerado, tiene todas las trazas de ser impresión subrepticia, clandestina y bastante posterior a la fecha que lleva en el frontis. No creo, sin embargo, que la superchería deba atribuirse a nuestros días. Antes bien tiene la traza de uno de aquellos fraudes, más o menos graves, que en tiempo de Felipe V solía hacer el Conde de Saceda, ora reimprimiendo libros antiguos y conservándoles la fecha de la edición original, como ejecutó con la Gramática castellana, de Antonio de Nebrija y con los Diálogos, de Pero Mexía; ora achacando a unos autores escritos de otros, como hizo en cierto tomito que dio cómo de Poesías varias, de Lope de Vega, perteneciendo las más de ellas a Francisco López de Zárate, ora inventando libros apócrifos, como el Buscapié, de Cervantes (distinto del que en nuestros días forjó don Adolfo de Castro). Llevaba el Conde su bibliomanía hasta el punto de imprimir un solo ejemplar de algunas de estas falsificaciones, por el gusto de ser poseedor único de ellas, y quizá fue este el caso de la Memoria de Velázquez. Pero como siempre la mentira nace de algo, creemos que el fundamento que ésta tuvo fue la siguiente noticia, dada por Palomino en 1724: «De las cuales (pinturas) hizo Diego Velázquez una descripción y Memoria, en que da noticia de sus calidades, historias y autores, y de los sitios en que quedaron colocadas para manifestarle a S. M. con tanta elegancia y propiedad, 8. Fernández-Guerra y Orbe 1897-1907, I, 503. Con todo, cabe la posibilidad de que la atribución no corresponda al autor, que había fallecido en 1891, sino a Marcelino Menéndez y Pelayo, quien preparó el texto para su impresión. 9. Picón 1899, 124.

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que calificó en ella su erudición y gran conocimiento del arte, porque son tan excelentes, que sólo en él pudieron lograr las merecidas alabanzas». No es imposible que este catálogo de Velázquez llegara a manos del P. Santos, y que éste le aprovechara a su modo. Pero lo que parece muy verosímil, es que la noticia dada por Palomino sirviese de estímulo al Conde de Saceda, o algún otro erudito estrafalario, para entresacar del libro del P. Santos los párrafos que, según él, debieron de constituir la Memoria de Velázquez, e imprimirlos en la forma que se ha dicho10.

El inmenso prestigio intelectual de Marcelino Menéndez y Pelayo, lo tajante de sus acusaciones, en fin, acabaron de perfilar esa imagen del Conde de Saceda como «estrafalario bibliófilo y osado falsificador»,11 que es con la que ha llegado hasta nuestros días. Nada sabemos de esa bibliomanía que le empujara a «imprimir un solo ejemplar de algunas de estas falsificaciones, por el gusto de ser poseedor único de ellas», y nada sabemos de que en efecto estuviera implicado activamente en la superchería del Buscapié dieciochesco12. Sin embargo, achacándole una y otra vez esas falsedades, en una retahíla de acusaciones e insinuaciones sin pruebas, su fama de impostor se llegó a convertir en algo, aparentemente, aceptado por la mayoría de los investigadores13. Pero, como advertíamos más arriba, y a pesar de toda esa aureola de impresor fraudulento con la que se fue salpicando su figura a lo largo de los siglos XIX y XX, solo se le pueden atribuir con cierta seguridad las ediciones y reediciones de un puñado de obras de Lope de Vega, pues así lo advirtió varias veces, y de manera realmente tajante, alguien tan bien

10. Menéndez y Pelayo 1901, 104-105. 11. Menéndez y Pelayo 1908, 370. La cita ha sido repetida machaconamente una y otra vez: Zamora Lucas 1941, 118; Moya del Baño 1966, 71... 12. Recuérdese que, en carta fechada el 16 de diciembre de 1775, Antonio Ruidíaz, la única persona que afirmaba haber visto el Buscapié en el siglo XVIII, se limitaba a señalar que lo había hojeado apresuradamente «en casa del difunto Conde de Saceda, habrá como unos diez y seis años», y que ni tan siquiera era de este, porque «se le prestó [...] ignoro quién» (Vicente [Gutiérrez] de los Ríos 1780, cxci). 13. Cf., por ejemplo: «puede tratarse de una falsificación del siglo XVIII, acaso obra del Conde de Saceda, o parienta próxima de las que fabricó este aristócrata bibliófilo» (Lafuente Ferrari 1944, 235); «el Conde de Saceda, falsificador de varias ediciones del poeta a mediados del siglo XVIII...» (Entrambasaguas 1969, 105); «el Conde de Saceda llevó tempranamente la reputación de falsificador» (Rico 2005, 45); «Francisco Miguel de Goyeneche, conde de Saceda [...], tuvo a finales de siglo y después notable fama de falsificador de obras del Siglo de Oro» (Álvarez Barrientos 2007, 95).

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informado del mundo cultural de su época como Francisco Cerdá y Rico apenas quince años después del fallecimiento del Conde de Saceda y en vida de su hijo, Juan Javier de Goyeneche, quien sin duda habría protestado enérgicamente si eso no fuera cierto: Después las hizo reimprimir idénticamente [las Fiestas de Denia] en esta corte el Conde de Saceda, apasionadísimo a los escritos de Lope, en 8º por los años de 1746, dejando aquel año [1599] en la portada. El mismo publicó las Poesías varias que ocupan en este tomo desde la pág. 433 hasta el fin bajo el nombre de Lope. No sabemos qué fundamento tuviese para atribuírselas indistintamente: lo cierto es que a excepción de Leandro y Hero, pág. 443, el Soneto a una dama de la 447, el Romance sobre lo que es la Corte, la Elegía y testamento del Cid y otro Romance que están a su continuación, todas las demás poesías se imprimieron entre las de Francisco de Zárate14. Ese mismo año [1658] y nombre de impresor [Enrique Valente de Olivera] lleva en la portada otra edición [de las Rimas sacras], que se sabe con certeza la hizo modernamente en Madrid el Conde de Saceda, sujeto que tenía muy buen gusto y aficionadísimo a los escritos de Lope. [...] Siguen otras [Varias rimas sacras] desde la pág. 443 hasta la 470, de las cuales no hemos visto otra edición que una en 8º que hizo el Conde de Saceda arriba citado por los años de MDCCXLVII15. [El Triunfo de la Fe] imprimiose en Madrid por la viuda de Alonso Martín en MDCXVIII en 8º, y por los años de MDCCXLVII el Conde de Saceda, apasionado de Lope, por haberse hecho muy rara, repitió su impresión en 8º de marquilla dejando el mismo año y lugar de la primera, pero se diferencian en que el original está por folios, concluyendo con el 104, y la copia está por páginas, y finaliza en la 11916.

«Apasionadísimo a los escritos de Lope», «aficionadísimo a los escritos de Lope», «apasionado de Lope»... En ninguno de esos pasajes se acusa al Conde de Saceda de falsificador ni de impostor. Bien al contrario, Cerdá y Rico alaba su «buen gusto» y señala las principales diferencias entre las impresiones originales y las reimpresiones: el formato, el sistema de foliación, la extensión. En ningún lugar se insinúa que hubiera el menor deseo de engañar a nadie, sino más bien el de difundir unos textos que, al menos en algunas ediciones, empezaban a ser de difícil acceso para sus lectores. 14. Cerdá y Rico 1776-1779, III, iii-iv. 15. Cerdá y Rico 1777, XIII, vii r y v. 16. Cerdá y Rico 1778, XVII, vi.

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Nos informa, además, de que el mismo personaje promovió la estampa de otras obras de Lope de Vega –o que, cuando menos, parece que alguien se las atribuyó en algún momento–, a pesar de que la mayoría de ellas resultaran ser finalmente de Francisco López de Zárate. Con todo, la lista de obras proporcionada por Cerdá y Rico no se corresponde con la realidad, y los estudiosos y bibliógrafos posteriores se han complacido en ir ampliando, por un lado, el número de sus reimpresiones de antiguas ediciones de Lope de Vega, y, por otro, de sus impresiones de obras atribuidas al mismo17. Todas ellas comparten idénticas características de estampa, por lo que, si aceptamos que el Conde de Saceda es el responsable de algunas de ellas («se sabe con certeza»), hemos de aceptar que lo es de todas. Sobre sus fechas apenas si podemos precisar nada. Todas debieron realizarse a mediados del siglo XVIII, y precisiones mayores como las que a veces se han efectuado –«Madrid, 1746 por el Conde de la [sic] Saceda», «que imprimió el Conde de la Saceda en Madrid, año 1747»; «de 1744 al 47»18–, y que alguna ocasión han pasado a los repertorios bibliográficos habituales, nunca se han justificado.

REIMPRESIONES

DE ANTIGUAS EDICIONES

Fiestas de Denia (Valencia: Diego de la Torre, 1599). Rimas (Lisboa: s. i., 1605). Triunfo de la Fe en los reinos del Japón (Madrid: Viuda de Alonso Martín a costa de Alonso Pérez, 1618). Soliloquios amorosos de un alma a Dios (Lisboa: Lorenzo de Anveres, 1644). Rimas sacras (Lisboa: Henrique Valente de Olivera, 1658).

17. Barrera y Leirado 1890, 600, 610 añadió la reimpresión de las Rimas y los Soliloquios amorosos; valga recordar que también le atribuyó (pág. 598) la edición de un Isidro (Madrid, 1599) sobre el que no da la menor noticia y del que no se ha vuelto a saber nada; Millé y Jiménez 1928, 438, con cierta cautela, las Fiestas de Lerma. En el Apéndice ofrecemos una detallada descripción de todas estas ediciones, confrontadas –cuando es el caso– con la de las ediciones auténticas. 18. Son afirmaciones de Álvarez y Baena 1789-1791, III, 366 y 369 –posiblemente, tras las indicaciones de Francisco Cerdá y Rico– y Barrera y Leirado 1890, 597, 600, 608 y 610.

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OTRAS

OBRAS ATRIBUIDAS

Fiestas en la traslación del Santísimo Sacramento a la iglesia mayor de Lerma (Valencia: Joseph Gasch, 1612). Poesías varias (s. l.: s. i., s. d.). Varias rimas sacras (s. l.: s. i., s. d.). Estas tres obras atribuidas, desde luego, merecen un comentario más detenido. Prácticamente todas son en realidad poesías de Francisco López de Zárate, prohijadas aquí a Lope de Vega. Si tanto Francisco Cerdá y Rico como Marcelino Menéndez y Pelayo señalaron la superchería de buena parte de las Poesías varias19, ahora estamos en condiciones de asegurar que también otras cuatro composiciones sobre los que estos eruditos no se habían pronunciado –«Ya cuando el sol en sombras se volvía», «Brota diluvios la soberbia fuente», «Celia, pues en tus ojos los humanos» y «Llegó Celia a beber. ¡Dichosa fuente!»– son del mismo poeta y se habían publicado previamente en sus Varias poesías20. Solo escapan a su autoría, pues, la elegía «Dulce señora mía, a quien notoria» y las tres composiciones restantes –«Ahora vuelvo a templaros | desconcertado instrumento», «En la hora postrimera | muy fatigado en la cama» y «Besando siete cabezas | de siete muertos infantes»–. Esta últimas ya circulaban en romancerillos y pliegos sueltos hacia los últimos años del siglo XVI y se recogieron en el Romancero general, si bien en versiones que parecen bastamente anteriores21. De estas tres últimas, solo la primera se puede atribuir a Lope de Vega, pues se publicó bajo su nombre en 1593. Igualmente son de López de Zárate todas las piezas recogidas bajo el título Varias rimas sacras: «Si es la luz lo más diáfano y más puro», «Juana, en cuya alabanza», «¡Oh, tú, que capaz siendo 19. Véanse, arriba, las notas 14 y 10. Añádanseles Millé y Giménez 1925, 145-149. 20. Francisco López de Zárate, Varias poesías, s. l. [pero Madrid]: Viuda de Alonso Martín de Balboa, 1619, fol. 78r-79r y 80r. 21. Séptimo cuaderno de varios romances, Juan Baptista Timoneda, s.l. [pero Valencia]: s.d., fol. A7r; Primer cuaderno de la segunda parte de varios romances, Valencia: Junto al Molino de la Rovella, 1593, fol. A3v; Ramillete de flores. Cuarta, quinta y sexta parte de Flor de romances nuevos, Lisboa: Antonio Álvarez, 1593, fols. 1r-4r («Romance de Lope de Vega»); Tercero cuaderno de varios romances, Valencia: Junto al Molino de la Rovella, 1596, fol. A4r; Primer cuaderno de varios romances, Valencia: Álvaro Franco, 1596, fol. A5v; Flores del Parnaso. Octava parte, Toledo: Pedro Rodríguez a costa de Miguel de Vililla, 1596, fols. 111r-112r; Romancero general (1600, 1604, 1605), ed. González Palencia 1947, I, 126-127, 534-535 y 449-450.

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de ti solo», «Eterno ser sin luz iluminado», «Perdiose el hijo eterno de María» y «Siendo, como era fe, que nacería», recogidas asimismo en el mismo volumen y en ese mismo orden22. Y, por supuesto, también son del mismo autor las Fiestas en la traslación del Santísimo Sacramento a la iglesia mayor de Lerma, que difícilmente se pudieron publicar en 1612 cuando tal acontecimiento se produjo en 161723. Esta última pieza, con tan extraños datos de estampa –pues, además del la equivocada datación, hay que tener en cuenta que Joseph o, mejor, Jusepe Gasch solo regentó su imprenta durante un breve periodo poco antes de la mitad del siglo XVII, siendo inmediatamente sustituido por su viuda24–, puede contribuir a aclarar los motivos por los que el Conde de Saceda pudo realizar estas erradísimas ediciones. En efecto, las atribuciones de poemas de López de Zárate a Lope de Vega y el recurso a un oscuro impresor valenciano del siglo anterior resultan demasiado burdos para adjudicárselos a un coleccionista, pero cuadran a la perfección con una trampa en la que este pudo haber caído. Todo parece indicar que alguien, sencillamente, engañó al apasionado bibliófilo, haciéndole creer que daba a conocer unos textos inéditos o –en el caso de las Fiestas de Lerma– poco conocidos de Lope de Vega, y que Francisco Javier de Goyeneche, impulsado por esa desmedida afición a su autor favorito de la que nos hablaba Cerdá y Rico, se limitó a editarlos sin hacer las mínimas comprobaciones necesarias en estos casos25. Si, efectivamente, hubiera habido el menor atisbo de intencionalidad fraudulenta en hacer pasar por obra de Lope de Vega esas composiciones, nunca habría elegido piezas de un autor tan 22. Francisco López de Zárate, Varias poesías, fol. 85r-95v. 23. Francisco López de Zárate, Varias poesías, fol. 31r-70v. La autoría era evidente, habida cuenta de que una de las notas marginales de la composición, que también se reproducen en la edición dieciochesca, desvelaba que el poeta «alude a su Poema de la invención de la Cruz» (pág. 22), que aunque no se imprimió hasta 1648 era bien conocido desde mucho tiempo atrás. Dieron cuenta del verdadero autor, por separado, Jenaro Alenda y Mira 1903, I, 188 y Simón Díaz 1947, I, xii. 24. Serrano y Morales 1898-1899, 193-195; Delgado Casado 1996, I, núms. 320-321. Como dato significativo –véase la nota siguiente–, recuérdese que editó los Pastores de Belén (1645). 25. Desde luego, en el caso de las Fiestas de Lerma la ocasión se mostraba pintiparada para el engaño. Nicolás Antonio 1672, II, 64 registraba una relación de igual título entre las obras de Lope de Vega y la recogía justo tras la impresión de los Pastores de Belén de «Josephus Gasch». Ahí, en efecto, tras el título añadía «simulque», lo que habría dado pie para el fraude.

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fácil de identificar, ni impresas con anterioridad –en algunos casos en dos ocasiones: en las Varias poesías de 1619 y en las Obras varias de 1651–, ni habría copiado hasta sus títulos –Poesías varias se limita a invertir los términos de la edición de 1619; Varias rimas sacras retoma el «Rimas sacras» bajo el que se recogen esas composiciones en ese mismo volumen–, sino que habría echado mano de composiciones sin un autor conocido y únicamente conservadas en manuscritos. Algo parecido se puede decir de las Rimas que presentaba como impresas en Lisboa en 1605. Hubo, efectivamente, una edición lisboeta de ese año, realizada por Pedro Craesbeeck a costa de Domingos Fernández, pero, por lo visto, tal edición se había hecho rarísima quizá porque «la mayoría de ejemplares que se guardaban en el Palacio Real de Lisboa fueron destruidos durante la revolución de 1640, so pretexto de haber sido publicados bajo los auspicios y la protección de Felipe II»26. Sea cierta la noticia o no, el caso es que esta edición de las Rimas del siglo XVIII, por un lado, solo incluye la «Segunda parte» de ese texto y prescinde de los doscientos sonetos que habían aparecido en La hermosura de Angélica en 1602 –contradiciendo, así, su propia portada, que reza Rimas de Lope de Vega Carpio. Primera parte–; por otro, añade al final el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, que en realidad solo se recogió en una edición de las Rimas a partir de 1609. Y aunque el análisis textual demuestra que los preliminares y las primeras composiciones de la edición del siglo XVIII derivan, en efecto, de la edición auténtica de 1605, también demuestra que el texto de los poemas laudatorios, las églogas, las epístolas, los romances, los epitafios y el Arte nuevo ahí recogidos derivan de la edición madrileña de 161327. Otra vez, nada parece indicar que el Conde de Saceda quisiera inventar un libro diferente. Posiblemente partió de un ejemplar más o menos mutilado –y del que, aparentemente, ignoraba hasta la imprenta en que se realizó–, de manera que reconstruyó con otro testimonio lo que supuso que debía constituir el impreso original. En todos los otros casos, sin embargo –Fiestas de Denia, Triunfo de la Fe en los reinos del

26. Palau y Dulcet 1973, 509. 27. Así lo afirma Pedraza Jiménez 1994, I, 101. Por mi parte me atrevería a sugerir que la dependencia del texto portugués auténtico es mayor (cf., II, 173, 239), y que el Arte nuevo deriva, concretamente, de un testimonio muy posterior que, en efecto, se remonta a esa edición madrileña: el incluido en la edición de La Dorotea por el librero José Alonso y Padilla (Madrid, 1736), con el que coincide en las lecturas de los vv. 27 «al vulgo» –por «el vulgo»– y 304 «dè».

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Japón, Soliloquios amorosos de un alma a Dios y Rimas sacras–, las reimpresiones del Conde de Saceda se limitan a reproducir, sin añadir ni cambiar nada significativo, el texto reeditado28. Llegados aquí, ha de reconocerse que no aparece en todos estos volúmenes –tanto las impresiones atribuidas como las reimpresiones de obras verdaderas– más que una pasión desmedida por los escritos de Lope de Vega, tal y como apuntaban los contemporáneos del Conde de Saceda –Cerdá y Rico, Álvarez y Baena– y tal y como los estudios demuestran que era habitual en su época29. Por lo que se refiere a las reimpresiones de textos anteriores, nada indica que existiera el menor ánimo de engañar a nadie ni de falsificar nada, y sí, en cambio, el deseo de reproducir y difundir, de manera más o menos fiel y con los medios de que se disponía, lo que ya se percibía en aquel momento como una joya del patrimonio literario español. Desde luego, las impresiones que realizó el Conde de Saceda no tienen el mismo formato, ni el mismo número de páginas que los ejemplares que reproducen, ni las reimpresiones se hicieron –lógicamente– a plana y renglón. Sus portadas no son las mismas, ni se organizan de igual manera, y ni tan siquiera se respeta la misma distribución de letras redondas y cursivas. Las pobres viñetas de sus portadas, cuando las hay, se limitan a imitar, no a intentar reproducir, los modelos originales. Además, el hecho de que todas ellas estén paginadas, y no foliadas, se revela de inmediato como un completo anacronismo para cualquiera que se interesara por esos libros. No. Desde luego, no aparece por ningún lugar el deseo de hacer 28. En el caso de las Rimas sacras, por ejemplo, no se reprodujo una edición cualquiera y se le añadieron los datos de impresión y los preliminares de la estampa de 1658, sino que podemos comprobar que el texto de la reimpresión reproduce la peculiar versión censurado de las ediciones portuguesas (véase Fernández y Ramos 2003). En ese mismo sentido, resulta significativo que repita mecánicamente la mayoría de los errores de impresión de su modelo, como los siguientes: «escape» por «escaque» (pág. 49), «indignoso» por «indigno» (pág. 77), «Que si» por «Porque si» (pág. 83), «escamas» por «escama» (pág. 84), «y riqueza» por «y de riqueza» (pág. 90), «en primera» por «en la primera» (pág. 92), «medio» por «miedo» (pág. 137), «Hijos» por «Hijo» (pág. 176), «Bolviendose» por «Bolviose» (pág. 199), «de Esfera» por «de su Esfera» (pág. 203), «hõnrar a los» por «hõnrar los» (pág. 215). 29. Son clásicas, al respecto, obras como las de Zabala 1948, o Entrambasaguas 1956. Habría que añadir, en todo caso, el encendido elogio de Mayans y Siscar 1972, 65-66: «Lope de Vega era en su tiempo i aún el día de hoi el príncipe de la cómica española».

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pasar las reimpresiones por auténticos ejemplares del siglo XVII. Más que de ediciones falsificadas deberíamos hablar de ediciones contrahechas, esto es, realizadas en una época posterior, conservando de manera casi reverencial los datos de la original, pero realizadas con medios completamente diferentes. Esa actitud, de absoluta veneración por los objetos reproducidos, posiblemente explique también que las impresiones no se limiten a reproducir los textos literarios, sino que incluyan también las dedicatorias, licencias, tasas y fes de erratas originales..., además de que mantenerlos era una medida excelente para evitar los trámites habituales ante el Consejo de Castilla de una nueva impresión cuando lo que se deseaba no era poner un libro a la venta sino simplemente difundir un determinado número de ejemplares entre amigos y aficionados. Tampoco tiene el menor sentido argüir el interés bibliófilo, la posibilidad de que los imprimiera para poseer un ejemplar de esos textos que enriqueciera su gran biblioteca. En primer lugar, como acabamos de decir, el Conde de Saceda no intentaba emular las ediciones originales; en segundo, el elevado número de ejemplares de cada una de estas reimpresiones que ha llegado hasta nuestros días, tanto en bibliotecas como en comercio, también invalidaría esa posibilidad30. Tendría sentido si, como decía Marcelino Menéndez y Pelayo, hubiera impreso un solo ejemplar de cada uno de ellos, para su disfrute personal o para presumir ante algún visitante incauto31, pero comprobamos que no lo hizo así, sino que sus ediciones 30. En ese sentido, es completamente arbitraria la suposición de que «probablemente las imprimía por no hallar ejemplares para su colección particular» (Entrambasaguas 1969, 105). 31. Desde luego, conservamos abundantes testimonios de que tanto su biblioteca como su gabinete estaban a disposición de los mejores estudiosos de su época. Cf. «El señor don Francisco Miguel de Goyeneche y Balanza, Marqués de Belzunce y Conde de Saceda [...], posee entre sus muchas riquezas una copiosísima librería que se puede contar entre las más primorosas de la Europa, donde se contiene todo lo que hasta el presente se ha publicado de historia natural y botánica, pero lo más exquisito de ella es el grande número de preciosísimos y singularísimos manuscriptos españoles antiguos pertenecientes a estas ciencias y también a las demás. El museo o gabinete, si no iguala, excede a lo dicho, y siendo tantas y tan raras las preciosidades naturales y artificiales que contiene, se puede decir con verdad que solo para nombrarlas es necesario un gran volumen, por lo cual habré de contentarme con dar esta ligera noticia. Si alguno dudare de lo que refiero, le es muy fácil certificarse, pues su magnificencia y generosidad la franquea a todos los curiosos que quieren verlo» (García Vázquez 1752, 313-314); «Al señor Conde de Saceda le tributo particular gratitud, no solo por haberme franqueado su precioso gabinete cuantas veces necesité consultarle, sino por la honra de cederme

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se difundieron de manera considerable. Además, hay que tener en cuenta un detalle harto significativo, y es que su cuantiosa fortuna le habría permitido adquirir cualquier libro disponible en el mercado, por caro que fuera. Para certificarlo bastará recordar sus rarísimos ejemplares del Tirant lo Blanc (Valencia: Nicolau Spindeler, 1490), de la Demanda del Santo Grial (Toledo: Juan de Villaquirán, 1515) o del Filesbián de Candaria (Medina del Campo: s. i., 1542), por mencionar solo tres rarezas escogidas entre sus libros de caballerías32. Puestos a falsificar, además, habría reproducido siempre las primeras ediciones de cada obra –cosa que solo hizo con las Fiestas de Denia y los Triunfos de la fe–, no unas oscuras reimpresiones portuguesas. Todavía habría que añadir una última reflexión, pero no por ello menos importante. Si, en efecto, el Conde de Saceda hubiera deseado engañar a alguien, por nada del mundo habría permitido que todas sus ediciones resultaran siempre tan parecidas, habida cuenta de que intentaba emular impresiones realizadas en Valencia, Madrid y Lisboa, y de un arco cronológico que va desde 1599 a 1658. Observadas en conjunto, desde luego, resulta evidente que todas estas ediciones, tanto las de obras auténticas como las de obras atribuidas, fueron realizadas en la misma imprenta. Así lo muestran diferentes detalles33. Por un lado, destacan los hábitos de factura y estampa: el hecho de que todas estén ejecutadas en 8º marquilla; que la portada y las hojas preliminares no cuenten con un cuaderno con signatura peculiar, sino que empiezan directamente por la letra A –la signatura A1, pues, reservada para la portada, nunca aparece–; el hecho de que, sistemáticamente, se paginen los libros, todo cuanto conducía para esta y otra obra que medito de los reyes godos» (Flórez 1757, [xii]); «El señor Conde de Saceda, abuelo del presente, hombre dedicado a las bellas artes y a todo género de antigüedades e historia natural etc., hizo una copiosísima colección de todos los libros de caballería y los colocó en la biblioteca de la población que había hecho su padre en la Alcarria, intitulada el Nuevo Bastán [sic]. Yo estuve allí un verano con los de la casa de don Policarpo Hermoso y empleé muchos ratos en dicha biblioteca» (Carta de Isidro Hurtado recogida en Méndez 1796, I, 74-75). En ese sentido, desde luego, y al resultar manifiesto que estaban abiertos a todos los eruditos de su época, y no solo a los simples curiosos, exhibir ante los primeros una falsificación -y, sobre todo, una falsificación tan burda– habría resultado improcedente. 32. Véase el detallado estudio de Baranda mencionado en la nota 3. 33. Huelga decir, por supuesto, que ninguna de las otras falsificaciones que se le han imputado posteriormente –la Gramática castellana, los Diálogos de Pero Mexía, La zurriaga o las Memorias de Velázquez– comparten esas características comunes.

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a pesar de que las ediciones imitadas estén foliadas y de que, algunas veces, hasta se llegara a imprimir «Fol. 1» al principio de los textos; que se acostumbre, por regla general, a distribuir el texto en 28 líneas o versos; la tendencia a la acentuación y la ortografía modernas; la calidad del papel, sin filigrana... A todo eso hay que añadir el significativo detalle de que en estas ediciones se repiten una y otra vez casi todos los ornamentos y rúbricas tipográficas, o las viñetas. He aquí un rápido recuento de los mismos, con la indicación exacta de los diferentes lugares donde aparecen:

Fiestas de Denia, pág. 39; Rimas, pág. 59

Poesías, pág. 34 y 80; Rimas, pág. 42; Varias rimas, pág. 10

Poesías, pág. 18; Rimas sacras, pág. 68; Soliloquios, pág. 119; Triunfo, pág. 22

Fiestas de Denia, pág. 1; Poesías, pág. 1

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Rimas sacras, pág. 1; Soliloquios, h. 3

Fiestas de Lerma, portada; Rimas, portada;34 Varias rimas, pág. 135

Poesías, pág. 2 y 48; Rimas, pág. 31 y 96; Triunfo, pág. 50; Varias rimas, pág. 5

Fiestas de Denia, pág. 38; Poesías, pág. 22; Rimas, portada, pág. 84; Rimas sacras, pág. 125 y 313; Triunfo, pág. 119; Varias rimas, portada

34. Con sendas S en sus extremos, en lugar de las O de los otros casos. 35. Con diez parejas de tacos enfrentados, en lugar de los ocho de los otros casos.

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Poesías, portada; Varias rimas, pág. 17

Fiestas de Lerma, pág. 1; Rimas, pág. 1; Triunfo, pág. 1

La letrería es, también, siempre la misma en todas las impresiones. Destaca sobremanera su atanasia cursiva mayúscula, con tipos tan característicos como la D –con largas prolongaciones del bucle y con un ápice que no se llega a unir con él–, la J –con un brazo ondulado, formando un pequeño bucle con el asta, una larga cola y una pequeña cruz que atraviesa su asta–, la P –con una larga prolongación del bucle y un ápice que no se llega a unir con él–, la R –igual que la P pero con una cola especialmente larga–, la T –con sus brazos ligeramente ondulados– y la Y –con sus brazos abiertos como una palmera–, que, por su aspecto extravagante, llaman poderosamente la atención. En efecto, esa letrería, que proviene de la que se había venido utilizando en España durante todo el siglo XVII, le da al libro una apariencia muy anterior a la real. Sin embargo, debe recordarse que esos tipos pervivieron abundantemente durante la centuria siguiente. La reverencia con que se reprodujeron todos los datos de impresión, ya

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mencionada, también explicaría que se acudiera a una tipografía que evocara ese mismo periodo. En menor medida, lo mismo ha de decirse de las capitales orladas que utiliza, especialmente de las dos últimas que reproducimos a continuación. La primera, en efecto, no parece del mismo juego –pues aparecen unas pequeñas florecillas entre sus hojas de laurel–, pero aún así guarda con las otras dos una similitud indudable36:

Rimas sacras, pág. 1

Soliloquios, h. 3

Triunfo, pág. 1

Ante este cúmulo de evidencias, pues, resulta imposible seguir considerando al Conde de Saceda un falsificador sin escrúpulos, ni de las obras que la tradición le ha adjudicado sin pruebas ni de las ediciones de textos de Lope de Vega que en efecto llevó a cabo. Descartados, de buen principio, el ánimo de engaño o el prurito bibliófilo, solo nos resta adjudicar su pintoresca labor a una desmedida afición por su poeta favorito. Precisamente, el motivo esgrimido desde un principio por quienes le conocieron y trataron. De esa devoción por el autor barroco, desde luego, no se puede dudar. Buena prueba de ello lo ofrece el inventario de su biblioteca, donde aparecen, junto a una nutrida representación de sus Partes de comedias (I, II, IV, VI, X-XII, XIV-XXIII y XXV), la Jerusalén conquistada, los Triunfos divinos, las Rimas humanas y divinas de Tomé Burguillos, La Vega del Parnaso, El Isidro, las Fiestas de la beatificación de San Isidro, las Fiestas de la canonización de San Isidro, La Circe, La Filomena, El peregrino en su patria, la Corona trágica, el Laurel de Apolo, la Arcadia, La hermosura de Angélica, los Pastores de Belén, La Dorotea... así como el Triunfo de la

36. No entra dentro de mi objetivo –al menos de momento– identificar el taller donde se llevaron a cabo todas estas impresiones. Con la mayor reserva, sin embargo, debo reconocer que la Imprenta Real, regentada por Miguel Francisco Rodríguez, parece una buena candidata. Utiliza las cursivas que mencionamos, posee unos juegos de capitales muy similares, los mismos tacos ornamentales... y algunas de sus viñetas son muy parecidas o idénticas a las utilizadas en estas impresiones.

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Fe, las Fiestas de Denia y los Soliloquios amorosos, estos últimos posiblemente en sus propias impresiones37.

APÉNDICE: DESCRIPCIÓN DE LAS EDICIONES

1. BIBLIOTECAS

CONSULTADAS

Por supuesto, no se relacionan todos los ejemplares conservados de estas ediciones, ni de las originales ni de las reproducciones del siglo XVIII, sino solo aquellos que se han podido consultar. BHC: Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, Madrid. BHM: Biblioteca Histórica Municipal, Madrid. BL: The British Library, Londres. BMLG: Biblioteca del Museo Lázaro Galdiano, Madrid. BNC: Biblioteca Nacional de Catalunya, Barcelona. BNE: Biblioteca Nacional de España, Madrid. BRAE: Biblioteca de la Real Academia Española, Madrid. HSA: The Hispanic Society of America, Nueva York. RB: Real Biblioteca, Madrid.

2. REPERTORIOS

BIBLIOGRÁFICOS38

Barrera: Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado, «Apéndice bibliográfico», en Nueva biografía de Lope de Vega, Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1890, págs. 591-611. Millé: Juan Millé y Jiménez, «Apuntes para una bibliografía de las obras no dramáticas atribuidas a Lope de Vega», Bulletin hispanique, LXXIV (1928), págs. 345-572.

37. Biblioteca Nacional de España, ms. 20.272/1, fol. 10v-11r y 12v. Y repárese en que en esa lista faltan, significativamente, todos los volúmenes problemáticos: las Rimas, las Fiestas de Lerma, las Poesías varias y las Varias rimas sacras. 38. Cuando la referencia no se refiere exactamente a la edición que describimos, sino que aparece subordinada a otra, lo indicamos con un asterisco.

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Palau: Antonio Palau y Dulcet, Manual del librero hispanoamericano, XV, Barcelona-Oxford: Antonio Palau Dulcet-The Dolphin Book, 1973. Profeti: Maria Grazia Profeti, Per una bibliografia di Lope de Vega: Opere non dramatiche a stampa, Kassel: Reichenberger, 2002. Salvá: Pedro Salvá y Mallén, Catálogo de la biblioteca de Salvá, I, Valencia: Ferrer de Orga, 1872.

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Fiestas de Lerma [Portada:] | FIESTAS | EN LA TRASLACION | DEL SANTISSIMO | SACRAMENTO, | A LA IGLESIA MAYOR | DE LERMA, | POR LOPE DE VEGA | CARPIO. [Hilera de ocho pares de florones xilográfios enfrentados] | En Valencia, en ca∫a de Jo∫eph | Ga∫ch , año de 1612. 8º marquilla. —A-E8. —1 h+78 pp+1 h Ejemplares: BL: 1072.e.27(1); BHM: L 62; BNC: Ber Res. 99-12º; BNE: R 247, R 18761; R 23534; BRAE: 17-IX-39, RM 8434. Repertorios: Salvá, 1030*; Millé, 48; Palau, 356367; Profeti, pág. 432.

Poesías varias [Portada:] POESIAS | VARIAS, | POR | LOPE DE VEGA | CARPIO. | [Viñeta xilográfica, con un querubín en un templete de volutas] 8º marquilla. —A-E8F4. —1 h+83 [+1] pp Ejemplares: BNE: R. 215; R 18110, R. 23523. Repertorios: Millé, 159; Palau, 355361; Profeti, pág. 436.

Varias rimas sacras [Portada:] VARIAS | RIMAS | SACRAS | DE | LOPE DE VEGA | CARPIO | [Rúbrica tipográfica] 8º marquilla. —A8B4. —1 h+22 pp Ejemplares: BHM: L 96; BL: 1072.c.27(2); BNE: R 6193; HSA. Repertorios: Barrera, pág. 608; Salvá, 1041; Millé, 158; Palau, 356395; Profeti, pág. 436.

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Fiestas de Denia Edición original

[Colofón: pág. [72]:] ¶ Impre∫∫as en Valencia, en ca∫a de Diego de la | Torre, en la plaça de Villara∫a, 1599. 12º. —A-D8E4. —2 h+68 pp (numeradas 6-71; la primera [5] y la última [72], sin numerar) Ejemplar: RB: I/B/188 Referencias: Salvá, 1030; Millé, 14; Palau, 356315; Profeti, pág. 117.

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Edición del

XVIII

[Portada:] FIESTAS | DE DENIA | AL REY CATHOLICO | FELIPO III. | DE ESTE NOMBRE. | DIRIGIDAS | A LA EXC.MA SEÑORA | Doña Cathalina de Zuñiga, | Conde∫a de Lemos , Andrada, | y Villalva , Virreyna de | Napoles. | POR LOPE DE VEGA CARPIO, | Secretario del Marquès de Sarria. | ――― | Impre∫∫o en Valencia en ca∫a de Diego | de la Torre. Año 1599. [Colofón: pág. 66:] Impre∫∫as en Valencia, en ca∫a de Diego de | la Torre, en la plaza de Villara∫a, 1599. 8º marquilla. —A-D8E4. —2 h+66 pp+1 h Ejemplares: BL: 11451.aaa.59; BMLG: inv. 10921; BNE: R. 18761, R. 2797, R. 20065, R. 22973, R. 23522; BRAE: RM 4844. Repertorios: Barrera, págs. 596-597; Salvá, 1030*; Millé, 159; Palau, 356315*; Profeti, pág. 118.

Rimas Edición original [Portada:] [Orla xilográfica de florones] RIMAS | DE LOPE | DE VEGA | CARPIO. | A DOM FERNANDO | Coutinho, Marichal de Por- | tugal, Alcaide mór de | Pinhel, &c. | [Adorno xilográfico central, con los mismos florones de la orla] | Con licencia de la S. Inqui∫icion. | EN LISBOA. | Impre∫∫o por Pedro Crasbeeck. | Año 1605. | ――― | A custa de Domingos Fernandez mercador de | liuros, vendem∫e em ∫ua ca∫a, & na | capella del Rey. 8º. —§4§§6A-O8P4. —10 h+116 ff Ejemplares: BHC: Fll Res. 1269; BHM: L 95; BL: 11451.e.34; BNC: Espág. 140 8º; BNE: R. 12344; HSA; RB: I-D-113. Repertorios: Barrera, págs. 599-600; Millé, 23c; Palau, 356334; Profeti, pág. 280.

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Edición del

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XVIII

[Portada:] RIMAS | DE LOPE DE VEGA | CARPIO. | PRIMERA PARTE. | Và al fin el nuevo Arte de hazer | Comedias. | Año de [Rúbrica tipográfica] 1605. | EN LISBOA. | [Hilera de ocho pares de florones xilográfios enfrentados] | Con las Licencias nece∫∫arias. 8º marquilla. —A-K8 —8 h+143 [+1] pp Ejemplares: BHC: Der 4689; BHM: L 96; BNM: R. 215, R. 6193, R 18110; BRAE: RM 4840; HSA. Repertorios: Barrera, pág. 600; Salvá, 1037*; Millé, 23d; Palau, 356341; Profeti, pág. 282.

Triunfo de la Fe Edición original [Portada:] [Orlada por un doble filete] TRIVNFO | DE LA FEE, EN | LOS REYNOS DEL IAPON, | Por los 1614. | y 1615. | AL ILVSTRISSIMO | y Reuerendi∫simo señor el Cardenal de | Sandoual, Dean de Toledo. | POR LOPE DE VEGA | Carpio, Procurador fi∫cal de la Camara | Apo∫tolica en el Arçobi∫pado de Toledo. | Año [Viñeta xilográfica con el monograma IHS] 1618. | CON LICENCIA. | Madrid, Por la viuda de Alon∫o Martin.| A co∫ta de Alõ∫o Perez Mercader de libros. [Colofón: f. O8v:] [Viñeta con el monograma IHS, idéntica a la de la portada] | EN MADRID, |––––| Por la viuda de Alon∫o Mar- | tin de Balboa. 8º. —¶8A-O8. —8 h+104 ff+8 h Ejemplares: BHC: Fll 2473; BHM: L 123; BNE: R. 33010, U. 4377.; BRAE: S. Coms. 25-D-28. Repertorios: Millé, 65; Palau, 356408; Profeti, pág. 352.

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Edición del siglo

XVIII

[Portada:] TRIUNFO | DE LA FEE | EN LOS REYNOS DEL JAPÓN, | por los años de 1614. y 1615. | AL ILUSTRISSIMO, | y Reverendi∫simo ∫eñor el Cardenal | de Sandoval, Dean de Toledo. | POR LOPE DE VEGA CARPIO, | Procurador Fi∫cal de la Camara | Apostolica en el Arçobi∫pado | de Toledo. | Año [Viñeta xilográfica con el monograma IHS] 1618. | CON LICENCIA. | Madrid: Por la Viuda de Alon∫o Martin | ――― | A co∫ta de Alon∫o Perez, Mercader de Libros. [Colofón: f. I8r:] [Viñeta con el monograma IHS, idéntica a la de la portada] | EN MADRID. |——–| Por la viuda de Alon∫o | Martin de Balboa. 8º marquilla. —A-I8. —7 h+119 [+1] pp+5 h Ejemplares: BL: 1369.a.7; BHC: Fll Res. 1064; BHM: L 124; BMLG: inv. 10930; BNE: R. 5078, R. 5086, R. 18777; BRAE: RM 4841. Repertorios: Barrera, pág. 608; Palau, 356409; Profeti, pág. 354.

Soliloquios amorosos

LAS IMPRESIONES LOPESCAS ATRIBUIDAS AL CONDE DE SACEDA

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8º marquilla. —[ ]12A-G12H4. —12 h + 88 ff Ejemplar: HSA Repertorio: Palau, 356463.

Edición del

XVIII

[Portada:] SOLILOQUIOS | AMOROSOS | DE UN ALMA A DIOS. | ESCRITOS EN LENGUA LATINA | POR EL M. R. P. GRAVIEL | Padecopeo. | Y EN LA CASTELLANA | POR LOPE DE VEGA CARPIO. | DIRIGIDOS | A LA EXCELENTISSIMA | ∫eñora Doña Maria de Lenca∫tro, |Marqueza de Gouvea. | ——— | Con las licencias nece∫∫arias. | EN LISBOA. | En la Emprenta de Lorenzo de Anveres, | y à ∫u co∫ta, año 1644. 8º marquilla. —A-H8I6. —10 h+120 pp Ejemplares: BHC: Fll Res. 187; BHM: L 119; BNM: R. 6668, R. 18761, U. 6016; BRAE: RM 4842. Repertorios: Barrera, pág. 610; Palau, 356463*; Profeti, pág. 346.

Rimas sacras Edición original [Portada:] RIMAS | SACRAS | DE | LOPE DE VEGA | CARPIO, CLERIGO | PRESBYTERO. | Con cien octauas a la vida de la | Magdalena. | [Viñeta xilográfica con Cristo crucificado, la Virgen María y la Magdalena] | LISBOA. | Con licencia de los Superiores. | En la Officina de Henrique Valente de | Oliuera. Año 1658. 8º. [ ]4A-Z8. 4 h+180 ff+4 h Ejemplares: BL: 11451.b.46; BHM: L 111; BNM: R 7927, R 11995. Repertorios: Salvá, 1040*; Palau, 356396; Profeti, pág. 325.

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Edición del

XVIII

[Portada:] RIMAS | SACRAS | DE LOPE DE VEGA | CARPIO, | CLERIGO PRESBYTERO. | Con cien Octavas à la Vida de la Magdalena. | [Viñeta xilográfica con Cristo crucificado, la Virgen María y la Magdalena] | LISBOA. | Con licencia de los Superiores. | En la Oficina de Henrique Valente | de Olivera. Año 1658. 8º marquilla. —A-V8X4. —4 h+313 [+1] pp+3 h Ejemplares: BHC: Fll 29939; BHM: L 112; BL: 11451.a.39; BNE: R. 3687, R. 6193, R. 19706, R. 23410; HSA. Repertorios: Barrera, págs. 607-608; Salvá, 1040*; Palau, 356396; Profeti, pág. 326.

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BIBLIOGRAFÍA Alenda y Mira, Jenaro, Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España, I, Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1903. Álvarez Barrientos, Joaquín, «‘Príncipe de los ingenios’. Acerca de la conversión de Cervantes en escritor nacional», en Cervantes y el Quijote en la música: estudios sobre la recepción de un mito, ed. Begoña Lolo, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2007, págs. 89-114. Álvarez de Miranda, Pedro, «¿Quién imprimió la Gramática castellana de Nebrija a mediados del XVIII?», Bulletin hispanique, [CIV] (2002), págs. 41-69. Álvarez y Baena, José Antonio, Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes, Madrid: Benito Cano, 1789-1791, 4 vols. Antonio, Nicolás, Bibliotheca hispana, Roma: Niccolò Angelo Tinassi, 1672, 2 vols. Aquerreta, Santiago, Negocios y finanzas en el siglo XVIII: La familia Goyeneche, Pamplona: Universidad de Navarra, 2001. Baranda, Nieves, «Una colección madrileña de libros de caballerías en el siglo XVIII», en Homenaje al profesor José Fradejas Lebrero, eds. José Romera Castillo, Ana Freire López & Antonio Lorente Medina, I, Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1993, págs. 223-237. ——, El cachetero del Buscapié (1849-1866), Santander: Viuda de Albira y Díez, 1916. Barrera y Leirado, Cayetano Alberto de la, «Apéndice bibliográfico», en Nueva biografía de Lope de Vega, Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1890, págs. 591-611. Caro Baroja, Julio, La hora navarra del siglo XVIII (Personas, familias, negocios e ideas), Pamplona: Institución Príncipe de Viana, 1969. Cerdá y Rico, Francisco, ed., Colección de las obras sueltas [...] de D. frei Lope Félix de Vega y Carpio, Madrid: Antonio de Sancha, Madrid, 17761779, 21 vols. Delgado Casado, Juan, Diccionario de impresores españoles (Siglos XVXVII), Madrid: Arco/Libros,1996, 2 vols. Entrambasaguas, Joaquín de, La valoración de Lope de Vega en Feijoo y su época, Oviedo: Universidad de Oviedo, 1956. ——, «Los estudios de Menéndez y Pelayo sobre el teatro de Lope de Vega», Revista de la Universidad de Madrid, 69 (1969), págs. 103-180. Fernández, Laura & Rafael Ramos, «Lope de Vega en el Índice portugués de 1624», Anuario Lope de Vega, IX (2003), págs. 231-239.

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Fernández-Guerra y Orbe, Aureliano, ed., Obras completas de don Francisco de Quevedo, Sevilla: Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1897-1907, 3 vols. Flórez, Enrique, Medallas de las colonias, municipios y pueblos antiguos de España, Madrid: Antonio Marín, 1757. García Gaínza, María de la Concepción, ed., Juan de Goyeneche y su tiempo. Los navarros en Madrid, Pamplona: Gobierno de Navarra, 1999. García Melero, José Enrique, Arte español de la Ilustración y del siglo XIX: la imagen del pasado, Madrid: Encuentro, 1998. García Vázquez, Andrés, ed., Lorenzo Heister, Fundamentos o instituciones médicas, Madrid: Oficina de Juan de Zúñiga, 1752. González Palencia, Ángel, ed., Romancero General, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947, 2 vols. Gutiérrez de los Ríos, Vicente, «Vida de Miguel de Cervantes Saavedra y análisis del Quijote», en Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, I, Madrid, Joaquín Ibarra, 1780. págs. i-ccLafuente Ferrari, Enrique, «Las Memorias del Dr. Rubio y unas anécdotas de Gallardo», Revista de bibliografía nacional, V (1944), págs. 231-246. Mayans y Siscar, Gregorio, Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, ed. Antonio Mestre, Madrid: Espasa-Calpe, 1972. Méndez, Francisco, Typographia española, I, Madrid: Viuda de D. Joaquín de Ibarra, 1796. Menéndez y Pelayo, Marcelino, Antología de poetas líricos castellanos, XIII, Madrid: Librería de Perlado, Páez y C.ª, 1908. ——, Historia de las ideas estéticas en España, 2ª ed., IV, Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1901. Millé y Jiménez, Juan, «Apuntes para una bibliografía de las obras no dramáticas atribuidas a Lope de Vega», Bulletin hispanique, LXXIV (1928), págs. 345-572. ——, «Poesías de López de Zárate atribuidas a Lope de Vega», Revue hispanique, LXV (1925), págs. 145-149. Moya del Baño, Francisca, El tema de Hero y Leandro en la literatura española, Murcia: Universidad de Murcia, 1966. Muñoz y Manzano, Cipriano, conde de la Viñaza, Biblioteca histórica de la filología castellana, Madrid: Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1893. Palau y Dulcet, Antonio, Manual del librero hispanoamericano, XV, Barcelona-Oxford: Antonio Palau Dulcet-Dolphin, 1973.

LAS IMPRESIONES LOPESCAS ATRIBUIDAS AL CONDE DE SACEDA

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Pedraza Jiménez, Felipe B., ed., Lope de Vega, Rimas, Madrid: Universidad de Castilla-La Mancha, 1993-1994, 2 vols. Picón, Jacinto Octavio, Vida y obras de don Diego Velázquez, Madrid: Fernando Fe, 1899. Rico, Francisco, «El primer Buscapié», en Quijotismos, Aldeamayor de San Martín (Valladolid): Papeles de la Biblioteca Municipal, 2005, págs. 3966. Serrano y Morales, José Enrique, Reseña histórica en forma de diccionario de las imprentas que han existido en Valencia, Valencia: Imprenta de F. Doménech, 1898-1899. Simón Díaz, José (ed.), Obras varias de Francisco López de Zárate, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947, 2 vols. VV.AA., El innovador Juan de Goyeneche. El señorío de la Olmeda y el conjunto arquitectónico de Nuevo Baztán, Madrid: Comunidad de Madrid, 1991. ——, Juan de Goyeneche y el triunfo de los navarros en la monarquía hispánica del siglo XVIII, Pamplona: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando-Fundación Caja Navarra, 2005. Zabala, Arturo, Versos y pervivencia de Lope en el siglo XVIII, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1948. Zamora Lucas, Florentino, Lope de Vega, censor de libros, Larache: Artes Gráficas Boscá, 1941.

THOMAS GRENVILLE (1755-1846) Y LA BIBLIOFILIA HISPÁNICA BARRY TAYLOR (British Library)

L

A BRITISH LIBRARY debe buena parte de su fondo antiguo hispánico a la donación realizada por Thomas Grenville en 1846. El enfoque del presente estudio son los veintidós incunables hispánicos que entraron en esta biblioteca gracias a la generosidad del insigne bibliófilo. Para valorar el impacto que supuso la adquisición de la biblioteca grenviliana, hace falta pasar revista a la historia de los fondos incunables españoles de la British Library antes de 1846.

1. ANTES

DE

GRENVILLE

El Museo Británico se fundó en 1753 al reunirse los fondos de varios coleccionistas, entre ellos el médico Sir Hans Sloane1. (La biblioteca era uno de los departamentos del Museo hasta 1973, año en que se independizó como la British Library). Sloane contaba con buen número de incunables, entre los cuales se hallan solo dos de origen hispánico: una Pasion de Jesu Cristo fragmentaria ([Burgos: Fadrique de Basilea], encuadernada con Jacobo de la Vorágine, Leyenda áurea en castellano ([Burgos: Juan de Burgos])2. 1. Sobre la historia del fondo antiguo hispánico, véase Johnson 1988, 249-257; Bloomfield, 19972, 153-154; Taylor 2002, 421-430. 2. Véase BMC X, 62, 65.

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BARRY TAYLOR

Entre 1823 y 1828 el Museo recibió la biblioteca personal del rey don Jorge III, presentada por su hijo Jorge IV. Entre los más de ochocientos incunables regios, cabe destacar un único tomo hispánico: Diego de Valera, Crónica de España (Salamanca: Impresor de la Gramática de Nebrija, 1495) (BMC X, pág. 50). Entre 1834 y 1837 se subastaron en Londres los 200.000 volúmenes de Richard Heber: de esta biblioteca proceden directamente Buenaventura, Forma noviciorum (Sevilla: Ungut y Polono, 1497) (BMC X, pág. 43) y Sánchez de Vercial, Sagramental en catalán (Lérida: Botel, 1495) (BMC X, pág. 46). Otros tres libros heberianos llegan al Museo a través de Grenville. Según mis cálculos, en el momento en que se recibió la biblioteca grenviliana, el Museo contaba con doce incunables españoles, lo cual permite dar una idea del impacto que supuso la llegada de las veintidós ediciones de Grenville.

2. GRENVILLE Nacido en 1775, hijo de una destacada familia política y hermano del primer ministro Lord Grenville, the Right Honorable Thomas Grenville –nunca fue Sir, título que le atribuyen varios estudios–, desempeñó varios cargos diplomáticos y parlamentarios, retirándose de la vida pública en 1807 a la edad de cincuenta y dos años para dedicarse a la formación de una biblioteca que puso a disposición de los investigadores3. En el último año de su larga vida, a los noventa años, por influjo de Antonio Panizzi, decidió presentar su colección a la Biblioteca del British Museum, ahora British Library. Las aproximadamente 16000 obras en 20240 tomos se conservan en su integridad, y, según parece, en el orden en que las había dispuesto el propio Grenville cuando se albergaban en su domicilio particular del prestigioso barrio londinense de Piccadilly. Hay también cincuenta y nueve manuscritos, entre ellos algunos de interés hispánico4. Los biógrafos 3. El título «Right Honorable» se adjudica a los miembros del Privy Council (Consejo Real). Sobre Grenville, véanse: Dibdin 1817; Clarke 1819, I, 265-277; Phillimore 1846, 305-312; Edwards 1870; Fagan 1880; Smith 1890, XXIII, 132-133; Fletcher 1902; Savile 1908; Esdaile 1946, 193-198; Clark 1962; Miller 1967, 1973; Nixon 1978; Bloomfield 19972, 140; Reidy 1997, 115-130; Harris 1998; Taylor 2009, 321-340. 4. Son los Add. MSS. 33733-33791, descritos en el Catalogue of Additions to the Manuscripts of the British Museum in the years MDCCCLXXXVIII-MDCCCXCIII, 1894, 96-111.

THOMAS GRENVILLE (1755-1846) Y LA BIBLIOFILIA HISPÁNICA

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de Grenville encontrarán además en el Departamento de Manuscritos numerosos papeles particulares suyos5.

3. CATÁLOGOS Afortunadamente disponemos de varios catálogos del fondo Grenville. El primero es un catálogo anterior a 1823, de puño y letra de Grenville6. En él los libros se dividen por lengua, y se subdividen por formato y por autor. Existe también un catálogo de las mismas características, que estuvo en uso hasta 18437. El documento catalográfico más curioso es un plano de la casa de Grenville dibujado en 1841 en el que se aprecia cómo los libros ocupaban casi todas las habitaciones de su domicilio8. En 1842 aparece la primera parte del catálogo impreso, la Bibliotheca Grenvilliana; or Bibliographical Notices of Rare and Curious Books, Forming Part of the Library of the Right Hon. Thomas Grenville, Part I (1842); Pt II (1848) preparada por los libreros Thomas Payne y Henry Foss, agentes de Grenville; Pt III, por W. B. Rye del Museo Británico (1872).

4. TEMÁTICA El criterio que siguió Grenville al desarrollar su biblioteca parece haber sido esencialmente literario en el sentido amplio. Se nota la formación que había recibido Grenville en las lenguas clásicas: su publicación más notable fue una edición monumental de Homero (1800-1801), que preparó con otros dos filólogos y publicó con la ayuda económica de su hermano, y su biblioteca cuenta con importantes fondos de literatura grecolatina. Sus 5. Véase el Index of Manuscripts in the British Library, Cambridge 1984-1986, s.v. «Grenville». Para los documentos relativos a Grenville fuera de la British Library, véase: The Royal Commission on Historical Manuscripts 1996, 70-73. También hay papeles de la familia en la Huntington Library de California: véase Guide to British Historical Manuscripts in the Huntington Library 1982. 6. British Library Archives, Acc 11a. 7. British Library Archives, Acc 11b. 8. An Outline of the Arrangement of the Books of the Rt Hon Thomas Grenville, Hamilton Place, MDCCCXLI («Thomas Grenville’s Bibliographical Memoranda», British Library Archives, Box 372).

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temas preferidos eran los viajes, historia y topografía, clásicos grecolatinos, poesía y novela. Entre sus fondos se incluían unas joyas bibliográficas: una Biblia de Gutenberg y las príncipes de la Divina Comedia y los Canterbury Tales. En tres ocasiones Grenville preparó un recuento de su biblioteca: Fecha 1 junio 18239 1 abril 183110 8 diciembre 183811 Diciembre 1846

Volúmenes 14980 17085 c. 18000 (15000 títulos) 20240

Precio £31302 11s £41299 13s c. £45000

1823 8.8 % 14.5 1.8 1.6 5.5 5.5 51.6

1831 8.2 % 14.9 1.8 2.3 6 14.7 51.7

Lenguas

Griego Latín Extranjeras Español Italiano Francés Inglés

Los idiomas mejor representados son el inglés, latín, griego y las lenguas románicas. Como se ve en el análisis que hizo Grenville de su biblioteca, las lenguas germánicas se englobaban, con el náhuatl y el vasco, bajo el título de «extranjeras». En esta colección los libros españoles y catalanes representan el 2,3 por ciento del total; hay veintiuna ediciones del s. XV y doscientas noventa y ocho del siglo XVI.

9. «Thomas Grenville’s Bibliographical Memoranda», British Library Archives, Box 372. 10. Ibid. 11. Add. MS. 47458, fol. 5.

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5. DISPOSICIÓN Los libros de Grenville no llevaban signaturas cuando estaban en su poder. La numeración actual –identificable por su prefijo G.– fue asignada por W. B. Rye, el bibliotecario encargado del traslado de los libros al Museo durante el mes de enero de 1847, reproduciendo –según creo– la disposición de los libros en la casa de Grenville. En su domicilio los volúmenes estaban ordenados por temas, según se aprecia por el plano que nos ha dejado el propio Grenville12.

6. INTERESES

HISPÁNICOS

Como se colige de las cifras arriba presentadas, los libros hispánicos distaban de ocupar un lugar principal en la biblioteca grenviliana. Grenville no parece haber tenido relaciones especiales con la Península. Su vida diplomática se desarrolló en Francia y en Prusia. Los albores del hispanismo de Grenville se dan en el año 1809. En este año Grenville recibió dos regalos españoles. Su sobrino Henry Williams Wynn le presentó un Salustio en castellano y latín (Ibarra, 1772; G.9185), inscrito: «a present from Hen: Williams Wynn on his return from Spain, 1809». En el mismo año Lady Holland le ofreció una colección de poesía en español: en su carta de agradecimiento, Grenville confiesa que todavía no domina la lengua lo suficientemente como para juzgar el valor de las composiciones (3 oct. 1809, Add. MS. 51534, fol. 19). Lady Holland es quizás el punto de contacto entre Grenville y la literatura española. Esta dama viajó por España en los años 1802 a 1809 y escribió un diario, editado en 191013. Estas páginas dan testimonio de su interés por el teatro español y por las bibliotecas: describe las de El Escorial y de los Duques del Infantado entre varias otras; también refiere sus encuentros con Pellicer, Capmany, Jovellanos y José Antonio Conde. Su esposo, Lord Holland, escribió una vida de Lope de Vega y recibió en Londres a varios españoles emigrados como Gayangos y Moratín hijo. Cuando en 1831 Vicente Salvá, otro exiliado español, edita su Gramática de la lengua castellana según ahora se habla, hace hincapié 12. El proceso es descrito por Harris 1998, 207-209. 13. Holland 1910. Se trata de una selección de los Add. MSS. 51930-51932 (años 1802-1805) y Add. MSS. 51933-51937 (años 1808-1809).

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en mandar desde París un ejemplar a Grenville, quien había sido cliente suyo en su Librería Española y Clásica, situada en Regent Street, según se ve por varias cartas dirigidas por Salvá a Grenville entre 1826 y 182914. Una curiosidad vincula a Grenville y Salvá. En el Departamento de Manuscritos de la British Library existen unas pruebas de la Bibliotheca Grenvilliana de 1842 con anotaciones manuscritas en castellano (Add. MSS. 60118, 60119). Este escritor, quien quizás debe identificarse con Salvá, nota libros españoles, italianos e ingleses que faltan en el Catálogo y que él mismo puede ofrecer de sus propias existencias.

7. HISPANISMO

BRITÁNICO DE MEDIADOS DE SIGLO

La bibliofilia hispánica en Inglaterra experimenta un notable auge en la primera mitad del siglo XIX. Dos factores, el exilio, aunque temporal, de políticos españoles a raíz de la Guerra de la Independencia y la desamortización liberal, hicieron que se subastaran en Londres las bibliotecas de Mayans, Conde, e Iriarte. Los libros españoles también figuran en las subastas de las bibliotecas de los bibliófilos británicos Sir Mark Masterman Sykes y Richard Heber, realizadas en 1824 y 1834-1837, respectivamente. Grenville compró en las dos15.

8. LOS

INCUNABLES Y SU PROCEDENCIA

Como coleccionista Grenville es muy exigente. En su correspondencia con sus agentes, los libreros Payne & Foss, no admite ejemplares que no sean completos y limpios. La escrupulosidad de Grenville también se aprecia cuando se manejan los mismos ejemplares: Grenville encargó encuadernaciones de sus libros, sobre todo a Clarke & Bedford, John Mackinlay y Charles Lewis. Al mismo tiempo los hizo lavar, quitando así en muchos casos los indicios de procedencia que tanto nos interesan hoy 14. Para las relaciones entre Grenville y Salvá, véase Reig Salvá 1972 y las cartas dirigidas a Grenville por Salvá en 1826-1829, encuadernadas en el ejemplar grenvilliano del catálogo de Salvá 1826, 1827, 1829 (signatura G.386). 15. Sobre Sykes véase Fletcher 1902, 335. Sobre este periodo en general, Glendinning 1959-1963, 70-92. Sobre Heber, véase Hunt 1996, 83-112 y Simmons 1997, 219-226.

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en día. Tenía la costumbre de anotar sus libros, pero no escribía directamente en el libro sino en papeletas que se le pegaban a la hoja de guarda. Un ejemplo típico es la ficha dedicada a Diego de San Pedro, Carcel de Amor en valenciana prosa (Barcelona: Rosenbach, 1493) (G.10225; BMC X, pág. 10): Carcer d’Amor 4º Barcelona Jo. Rosenbach. 1493. This book appears to be entirely unknown. There is no trace of it to be found in Mendez, Antonio or any of the catalogues seen by me. Mendez quotes two other works printed by J. Rosenbach but does not know this Carcer. Brunet who quotes several editions, never heard of this. The earliest quoted by Salva is 1553. Venetia. Giolito. Brunet Supp. quotes an edition of Burgos 1496 as the first, not knowing of my copy of Barcelona 1493. I have also the first Italian translation of Manfredi 1513, & also the first English by L[or]d Berners. Wyer s.a. a book of very rare occurrence. [véanse figs. 1, 2]

Aquí observamos la práctica usual de Grenville: notas sobre la rareza del libro, con referencia a una bibliografía consagrada (Nicolás Antonio, Brunet, Méndez, Salvá). Estas notas a menudo se reproducen en los catálogos impresos de la Bibliotheca Grenvilliana. Solo en contados casos las notas de Grenville explican la procedencia de los libros. En otros, el catálogo en el que se incluye el libro nos da una indicación de la fecha en la que se compró. Los incunables españoles brillan por su ausencia del Catálogo «anterior a 1823». El primer catálogo impreso de Grenville data de 1842, cuando la biblioteca era todavía de carácter particular. Como la intención del Catálogo impreso era llamar la atención sobre los libros más preciosos, si un incunable falta en esta parte del Catálogo es lógico deducir que todavía no estaba en la biblioteca en 1842. En 1842 se catalogan doce incunables españoles, todos –según los indicios de que disponemos– comprados a partir de 1823. Ocho incunables españoles no aparecen hasta el Catálogo de 1848, comprados con toda probabilidad entre 1842 y 1846, año en que muere Grenville. (No he podido localizar en los catálogos de Grenville la Crónica del rey don Pedro de Pero López de Ayala). Es decir, la historia de los incunables hispánicos de Grenville se divide en tres etapas: – –

En el período anterior a 1823 Grenville no ha adquirido ningún ejemplar. En los veinte años de 1823 a 1842 compra doce.

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Y en un fulgente otoño de coleccionismo de cinco años, entre 1842 y 1846, añade a sus anaqueles ocho tomos.

Se colige de esta lista que la intención de Grenville al comprar incunables no era trazar la difusión de la imprenta en España, sino estudiar la historia y las bellas letras del país. Así se explica la falta de incunables españoles escritos en latín, y por consiguiente la ausencia de libros de filosofía o teología. También, a juzgar por su correspondencia, parece que con pocas excepciones Grenville no compró a libreros extranjeros16. Por lo tanto es lícito buscar las procedencias de sus libros españoles en los catálogos de las casas de subastas británicas, situadas casi exclusivamente en Londres. Este tema es estudiado desde el punto de vista del hispanismo en el artículo clave de Nigel Glendinning publicado en 196317. Otro fenómeno de los catálogos de Grenville es que éste consigna los precios que pagó, pero no dónde compró los libros. Grenville no compraba indiscriminadamente: en sus cartas se queja del aumento de precios de obras shakespearianas18. Es ocioso tentar una conversión de precios en libras esterlinas del siglo XIX, pero una cosa sí merece destacarse: por el Tirant lo Blanch pagó £110, cuando sus otros incunables españoles valían entre £2 y £13.

9. LOS

INCUNABLES DE

GRENVILLE

El formato de las fichas es el siguiente: signatura, autor, título, pie de imprenta, referencia al Catalogue of Books Printed in the XVth Century now in the British Museum, part X: Spain and Portugal (London: 16. Excepciones son los libros comprados a Paolo Antonio Tosi, 15 mayo 1835. Véanse las cartas enviadas a Panizzi por Grenville, Add. MS. 36714, fols. 382-385 y su correspondencia con Asher, librero de Berlín, 19 julio 1843 (Add. MS. 36715, fol. 154); 4 enero 1847 (Add. MS. 36715, fol. 361). 17. Véase la nota 15. 18. Carta al bibliógrafo Philip Bliss (17 feb. 1843): «Have you the first edition [of Venus and Adonis] of 93 or the second of 94 very near as rare — this second of 94 is now offered to me at a price so enormous that I hesitate, but they tell me there is such a mania now at all auctions for any scarce edition of Shakespears that nobody knows what price it may fetch at auction» (Add 45498V, fol. 137).

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published by the Trustees of the British Museum, 1971) [en lo sucesivo, BMC X], Bibliotheca Grenvilliana; or Bibliographical Notices of Rare and Curious Books, Forming Part of the Library of the Right Hon. Thomas Grenville, Part I (1842); Pt II (1848) preparada por los libreros Thomas Payne y Henry Foss, agentes de Grenville; Pt III, por W. B. Rye (1872) [BG]. G.6332 Pulgar, Los claros varones d’España (Sevilla: Polono, 1500) BMC X, pág. 44; BG I, pág. 585. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido antes de 1842. G.6394 Valera, La coronica de España (Burgos: Fadrique de Basilea, 1487) BMC X, pág. 61; BG I, pág. 753. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido antes de 1842. £10 10s. G.6433 López de Ayala, Cronica del rey don Pedro (Sevilla: Ungut & Polono, 1495) BMC X, 41. ¶ No lo he encontrado en la BG £13 13s. G.7220 Libre del Consolat [de Mar] (Barcelona: Spindeler, ¿1483?) BMC X, pág. 4; BG I, pág. 162. ¶ Según la etiqueta de Grenville: «This was Heber’s...», cuya biblioteca se subastó en 1834-37. £18 18s. G.7634 Nebrija, Introduciones latinas ([Salamanca, ¿1486?]) BMC X, pág. 47; BG I, pág. 486. Encuadernación: J. Mackenzie. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido antes de 1842. Es posible que sea el ejemplar de Mayans [s.l, s.a.], vendido por la casa de subastas Wheatley el 10 de marzo o 25 de junio de 1829, lote 197

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(Glendinning, 88); el Incunable Short-Title Catalogue19 (item ia00907000) muestra pocos ejemplares conocidos: en la Pierpont Morgan Library, Salamanca Biblioteca Universitaria, y Zaragoza, Seminario de San Carlos. G.7655(1) Nebrija, Dictionarium latino-hispanicum, I (Salamanca, 1492) BMC X, pág. 49; BG II, pág. 333. G.7655(2) Nebrija, Dictionarium latino-hispanicum, II (Salamanca, ¿1492? o ¿1495?) BMC X, pág. 49; BG II, pág. 333. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido entre 1842 y 1846. £10 10s. G.10211 La ystoria del noble Vespesiano (Sevilla: Brun, 1499) BMC X, pág. 45; BG I, pág. 764. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido antes de 1842. £6 16s. G.10225 Diego de San Pedro, Carcel de Amor en valenciana prosa (Barcelona: Rosenbach, 1493) BMC X, pág. 10; BG I, pág. 639. Descrito por Grenville en su ejemplar de Méndez, Typographia española20. Encuadernación: Clarke & Bedford. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido antes de 1842. £5 5s. G.10282 Villena, Los trabajos de Hercules (Zamora: Centenera, 1483) BMC X, pág. 57; BG II, pág. 428. ¶ Es el mismo ejemplar que vio Méndez en la biblioteca de Santiago Sáiz en 178621, cuando estaba encuadernado con la Vita beata de Lucena (G.10541). Después pasó a manos inglesas. Sobre la hoja de guarda hay 19. [En línea] . 20. Méndez 1796, 105 (G. 887). 21. Méndez 1796, 266-267. Sobre Sáiz, véase Méndez 1796, 267, 268, 290.

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una nota escrita en inglés, a lápiz, pero no por Grenville. Tras traducir la noticia de Méndez: «...When I received this copy, both books were also in one volume and I suspect therefore it may be Saiz’s copy, the only one known». Cuando Grenville los compró ya estaban separados. Reza la etiqueta de Grenville: «This copy originally bound with the addition of the ‘Vita beata’ is the copy quoted by Méndez. I do not find that any second copy of the Trabajos of 1483 has been traced». Los Trabajos llevan la encuadernación de un poseedor anterior. En la Vita beata Grenville anota: «It [the Trabajos] appears to have been bound up with this latter book [the Vita beata] tho’ the Trabajos were by a different author Enrique de Villena». G.10283 Villena, Los doze trabajos de ercules copilados por don e[n]rriq[ue] de villena ... ¶ Y un tractado muy prouechoso: dela vida bienauenturada (Burgos: Juan de Burgos, 8.viii.1499) BMC X, pág. 65; BG I, pág. 771. ¶ Comprado antes de 1842, es un ejemplar facticio. El texto del Libro de vita beata de Lucena (Burgos: Juan de Burgos, 8.viii.1499) proviene de otro ejemplar, comprado por el Museo en diciembre de 1855 y añadido al ejemplar de Grenville. A diferencia del texto de los Doce trabajos, que está en perfecta condición, lleva notas marginales de una mano antigua española; los márgenes están afectados por la guillotina. Grenville no habría aceptado un libro tan mutilado. £6 4s. G.10541 Lucena, Vita beata (Zamora: Centenera, 1483) BMC X, pág. 57; BG I, pág. 416. ¶ Etiqueta [citando a Méndez, pág. 266]: «‘esta edicion es tan rara y desconochida [sic] como los Trabajos de Hercules’. It appears to have been bound up with this latter book, tho’ the Trabajos were by a different author Enrique de Villena». Méndez [1796, 267-68] describe este mismo ejemplar. £10 10s. G.10958 Diego de San Pedro, La Pasion trobada (Salamanca: Hutz & Sanz, ¿1496?) BMC X, pág. 62; BG I, pág. 639.

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¶ Según una nota de Grenville, se compró en la venta de la biblioteca del conde Justin de MacCarthy-Reagh. Este noble irlandés llevó la mayor parte de su vida en Francia, donde murió en 1812; de ahí que la venta se celebrase en la casa de subastas De Bure en París del 27 de enero al 6 de mayo de 1816. [Véase: Catalogue des livres rares et précieux de la bibliothèque de feu M. le Comte de Mac-Carthy Reagh, Paris, De Bure, 1815, lote 3214). Allí estuvo Foss, quien compró libros para Grenville. Sin embargo, este libro no aparece en el catálogo grenviliano anterior a 1823. De esto debemos deducir o que este es el primer incunable español comprado por Grenville, o que vino a manos de Grenville a través de otro bibliófilo intermediario. Encuadernación: Clarke & Bedford. £6 10s. G.11272 Santillana, Proverbios (Sevilla: Tres Compañeros Alemanes, 1499) BMC X, pág. 36; BG II, pág. 316: «I have an edition very little known, fol. s.a. et l. [=G.11368]. The present edition of 1499 is very uncommon». Encuadernación: Clarke & Bedford. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido entre 1842 y 1846. £5 10s. G.11273 Mena, Coronacion (Sevilla: Polono, 1499) BMC X, pág. 44; BG II, pág. 316. Encuadernación: Clarke & Bedford. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido entre 1842 y 1846. £6 12s. G.11274 Mena, Las ccc (Sevilla: Pegniczer & Herbst, 1499) BMC X, pág. 36; BG II, pág. 316. Encuadernación: Clarke & Bedford. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido entre 1842 y 1846. £6 9s. G.11275 Mena, Coronacion (Zaragoza: Hurus, ¿1499?) BMC X, pág. 27; BG I, pág. 458.

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¶ Según su etiqueta, lo compró Grenville en 1825 por 15 guineas, o sea £15 15s, sin encuadernar. Falta el fol. ai; una área reparada al pie del fol. aii quizás indique que se haya quitado el sello de un antiguo propietario. £2 12s. G.11368 Santillana, Proverbios (Salamanca: Impresor de la Gramática de Nebrija, 1500) En el lomo: Lopez de Mendoza, Proverbios, s.a. et l. BMC X, pág. 54; BG II, pág. 316. Encuadernación: Clarke & Bedford. ¶ Sin indicación de procedencia, pero adquirido entre 1842 y 1846. G.11383 Martorell & Galba, Tirant lo Blanch (Valencia: Spindeler, 1490) BMC X, pág. 19; BG I, págs. 734-746. ¶ Es el ejemplar que describe Méndez. Un informante de Méndez afirma que: «El Conde de Saceda, avuelo del presente, hombre dedicado a las bellas artes, y a todo genero de antiguedades e historia natural &c. hizo una copiosisima coleccion de todos los libros de Caballeria, y los colocó en la Bibliotheca de la poblacion que havia hecho su padre en la Alcarria intitulada el Nuevo Bastan», y allí había visto este ejemplar (págs. 74-75). Lo compró Obadiah Rich en octubre de 1824, cuando era cónsul americano en Valencia, donde residió entre 1816 y 1829. Posteriormente se trasladó a Londres, donde se dedicó a la librería, publicando su Bibliotheca Americana Nova en 1835-4622. Después lo adquirió Richard Heber por 300 guineas (£315). Se vendió en la subasta de su biblioteca el 7 de enero de 1835 [Bibliotheca Heberiana. Catalogue of the Library of the late R. Heber..., London, 1834-1837, pte VI, pág. 284, lote 3920], comprado por el librero Thomas Thorpe por £105. En la BG se nota que Grenville pagó £110. G.11771 Torre, Vision deleytable (Toulouse: Parix & Cleblat, 1489) BMC X, pág. 61; BG I, pág. 739.

22. Sobre Rich, véase Glendinning 1959-1963, 79.

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¶ Lleva encuadernación con las armas del Príncipe Wenzel Anton von KaunitzRietberg (muerto en 1825). Lleva también la estampilla de Richard Heber (1773-1833). Se trata del original castellano. La etiqueta mantiene erróneamente: «...This is a translation of the original Spanish into the Limosine dialect». Comprado antes de 1842. £5 5s. G.11852 Kempis, Gerson del menyspreu del mon (Valencia: Spindeler, 1491) BMC X, pág. 21; BG II, pág. 271. ¶ Lleva una nota manuscrita: «Ex Bibliotheca Majansiana» (fol. aii). La biblioteca de Gregorio Mayans se vendió en Londres en 1829 [Glendinning, 8788]. Al verso de la hoja de guarda está la ficha de un catálogo impreso, reconocible por su tipografía como de Thomas Thorpe: «12660 Kempis [...] fine copy, neat, VERY RARE, 2l. 2s. Valencia, 1498 [Corr. 1491]. Of this volume I have not been able to trace the sale of another copy. Brunet states that it is excessively rare». La nota a lápiz: «En le dialecte valencienne, extremement rare», por su error en la concordancia entre dialecte y valencienne, no fue escrita por un francés. Encuadernación española. Comprado entre 1842 y 1846. £2 2s. G.11928 Ludolphus, Lo quart del Cartoxa (Valencia: Hagembach & Hutz, 1495) BMC X, pág. 21; BG II, pág. 132. Encuadernación: Clarke & Bedford. Comprado entre 1842 y 1846 £5 10s.

10. CONCLUSIÓN De este brevísimo panorama se puede concluir que la colección de incunables españoles de Grenville no es solo un conjunto de ediciones importantes –y algunas únicas–, sino también un microcosmos de la librería anticuaria de la primera mitad del siglo XIX.

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BIBLIOGRAFÍA BG = Bibliotheca Grenvilliana; or Bibliographical Notices of Rare and Curious Books, Forming Part of the Library of the Right Hon. Thomas Grenville, Part I (1842); Pt II (1848) preparada por los libreros Thomas Payne y Henry Foss, agentes de Grenville; Pt III, preparada por W. B. Rye, 1872. Bibliotheca Heberiana. Catalogue of the Library of the late R. Heber..., London: [S. Sotheby and Son], 1834-1837. Bloomfield, 1997, véase Directory of Rare Book. BMC X = Catalogue of Books Printed in the XVth Century now in the British Museum, part X: Spain and Portugal, London: published by the Trustees of the British Museum, 1971. Catalogue des livres rares et précieux de la bibliothèque de feu M. le Comte de Mac-Carthy Reagh, Paris: De Bure, 1815. Catalogue of Additions to the Manuscripts of the British Museum in the years MDCCCLXXXVIII-MDCCCXCIII, London: Trustees of the British Museum, 1894, págs. 96-111. Clark, Lilian G., Collectors and Owners of Incunabula in the British Museum: Index of Provenances for Books Printed in France, Holland and Belgium, Bath: Harding & Curtis, 1962. Clarke, William, Repertorium bibliographicum, London: W. Clarke, 1819, I, págs. 265-277. Dibdin, Thomas, The Bibliographical Decameron, London: printed for the author by W. Bulmer and Co., 1817. Directory of Rare Book and Special Collections in the United Kingdom and the Republic of Ireland, ed. B. C. Bloomfield, London: Library Association Publishing, 19972, págs. 153-154. Edwards, Edward, Lives of the Founders of the British Museum, London: Trubner, 1870. Esdaile, Arundel, The British Museum Library, London: George Allen & Unwin, 1946, esp. págs. 193-198. Fagan, Louis, The Life of Sir Anthony Panizzi, K.C.B, London: Remington, 1880. Fletcher, W. Y., English Book Collectors, London: Kegan Paul, 1902. Glendinning, Nigel, «Spanish Books in England, 1800-1850», Transactions of the Cambridge Bibliographical Society, III, 1959-1963, págs. 70-92. Guide to British Historical Manuscripts in the Huntington Library, San Marino, California: Huntington Library, 1982.

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BARRY TAYLOR

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THOMAS GRENVILLE (1755-1846) Y LA BIBLIOFILIA HISPÁNICA

319

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Alonso Montero, Xesús 13-43, 61n, 65 Alonso y Padilla, Pedro José 282n Alós y Mon, Joaquín María de 107, 108n, 110 Altarriba, Pau d’ 80 Altolaguirre, Manuel 171 Álvarez, Antonio 280n Álvarez, Baltasar 158 Álvarez Baena, José Antonio 283 Álvarez Barrientos, Joaquín 277n, 299 Álvarez Blázquez, José María 13 Álvarez de Quindós y Baena, Juan Antonio 279 Álvarez Oliva, Tomás 98 Amberes, Lourenço de 279 Andilly, Aranauld d’ 157 André, Marius 148, 168, 180 Andreu, Jaime 104, 111 Andreu, Mariano 183 Anguera, Pere 60n, 65 Angulo Nebreda, Magdalena 96 Angulo Nebreda, Marcos 96, 120 Anjou, Carlos de 75 Antequera, Fernando de, véase Fernando I de Aragón

Acuña, Cristóbal de 121n Agrelo Costas, Eulalia 60n, 65 Aguilar, Manuel 174 Aguiló i Fuster, Marià 56n Agustín de Hipona, santo 160 Aitiaiche, véase Howells, Annie T. Alagno, Lucrezia d’ 78 Alba, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, duquesa de 191 Alberti, Rafael 176 Alcalá, Pedro de 262 Alcalá Galiano, Emilio, conde de Casa Valencia 127, 128 Alfonso V, rey de Aragón 78 y n Alfonso X el Sabio, rey de Castilla 61n, 63 Alfonso XIII, rey de España 50n, 124, 129, 133 Alibert, François-Paul 154 Allain-Castrillo, Monique 180 y n, 219 Amón Hortelano, Santiago 209 y n, 219 Alonso, Dámaso 24, 179 Alonso, viuda de 278 321

322

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Antonino de Florencia, santo 103 Antonio, Nicolás 281n, 309 Arco, Manuel del 193 Arenas, Juan 264 Arias Alonso, Victorio 97, 110, 111 Arias Dávila, Juan 91, 97, 121n Arias de Miranda, Diego 127 Arp, Jean 195 Arrojo, Diego de 25 Artigas, Miguel 19 Artiles Rodríguez, Jenaro 132n, 145 Asher, librero 310n Atalaya Bermeja, marquesa de, véase Santamarina Alducín de Termes, Ángela Auclaire, Marcelle 147, 148 Aulnoy, Marie Catherine Jumelle de Berneville, condesa de 265 Avilés y Merino, Ángel 127 Ayllón, Leopoldo 112 Azorín, véase Martínez Ruiz, José Balaguer, Víctor 50n, 56 y n, 59, 63, 64, 69-84, 168 Baldasono y Topete, Arturo 107 Baldissone, Giusi 237n, 239 Báñez, Domingo 158 Baranda, Nieves 274n, 285n, 299 Barbazán Beneit, Julián 125n, 133, 145 Barber, Edwin Atlee 268n Barceló, Miquel 209 Barcelos, Pedro de 16 Barjau, Santi 47n, 65 Barraco, Giovanni 227, 231, 237, 238 Barreiro, Lisardo 61n Barrera y Leirado, Cayetano Alberto de la 275n, 279n, 299 Barrès, Maurice 148, 153, 157, 158, 161, 166, 180 Baruzi, Jean 148 Bas, Martí 182, 183 Bas, Richard 169

Bataillon, Marcel 148 Baudier, Pierre 194, 195, 207 Baylly-Ballière 132 Beach, Sylvia 169 Beasley, Gertrude 169 Beccaria, Antonio 99, 121n Bell, Aubry 265 Belli, Alberto 128n Bellver i Balaguer, Josep 79 Beltrand, Jacques 156 Beltz, Robert 200 Benegasi y Luján, José de Sigüenza (Jer.) 274n Benoit, Pierre André 154, 164, 170, 171, 172, 173, 174, 175, 176, 192 Berenguer de Rocafort 78 Berès, Pierre 188, 191 Bergamín, José 173, 175n Bermúdez, Jerónimo 16, 42 Bermúdez Jambrina, Bernardo 61n Bernat I, conde de Barcelona 80 Bernhardt, Sarah 150, 151 Bernini, Gian Lorenzo 155, 209 Bernouard, François 176 Bertarelli, Achille 235 y n, 239 Berthier, Guillaume François 162 Bertillon, Alphonse 94 Bertrand, Louis 148, 159, 160 y n Besso, Marco 231, 237 Bilaine, Louis 189 Bismarck, Otto von 49 Blaizot, Georges 191 Blanchard, Robert 201 Blasco, Javier 15 Blecua, José Manuel 179 Bliss, Philip 310n Bloomfield, B. C. 304n, 317 Boddaert, François 202 Boix y Merino, Félix 109n, 120, 130 Bonet, Juan Manuel 176 Bonfinis, Mateo 99 Bongi, Salvatore 230

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Bonilla San Martín, Adolfo 114 y n, 115 y n Bonsor, George 269 Borbón, Antonio Pascual de, infante de España 91, 97, 110, 111 Borbón, Isabel de, infanta de España 50n Borbón, María Cristina de, reina de España 130 Borbón, Sebastián Gabriel de, infante de España 91, 97 Borrow, George 265 Bosch, José 187 Bothell, James 265 Bouix 157 Bourget, Paul 154 Bourniquel, Camille 193 Bouza Álvarez, Fernando 45-67 Bouza-Brey, Fermín 34, 35, 40 Bovistau, Pedro 121n Bragulat, Joan-María 69n, 84 Braque, Georges 195 Breton, André 177 Brey, María 271 Brillant, Maurice 148 Broto, José Manuel 209 Brun, Pedro 312 Brunet, Gustave 309, 316 Brunom, Giordano 228 Brunswick, Isabel Cristina de, Emperatriz 79 Buenaventura, santo 304 Bufill, Juan 200 Byne, Arthur 269 Caba i Casamitjana, Antoni 76, 80, 81, 84 Cabanillas, Ramón 17, 38, 61n Cabellud Cornel, José 94n, 145 Cabot i Ribot, Just 183 Cabrera, María Dolores 13, 38, 41

323

Calderón de la Barca, Pedro 56 y n, 180 Calvo, Blanca 20n, 36n, 43 Camerino, Carlos 111 Camino, Alberto 56n Camoes, Luis 56 y n, 58 Camp, Jean 182 Campion, Arturo 56 y n Camus, Albert 171 Caneiro, Nocolò de 268n Cansinos Assens, Rafael 19 Capmany, Ramón de 148 Capmany y Montpalau, Antonio 307 Caproni, Attilio Mauro 238n Capua, Juan de 118, 121n Caracena y Frómista, Luis de Benavides, marqués de 99 Caramanchel 151 Carballo Calero, Ricardo 40 Carco, Francis 205 Cardenal Desa, Eduardo 133 Carderera, Valentín 235 Cardona, Ramón de 81 Carducci, Giovanni Battista 234 Carlos I, rey de España 79, 80, 81, 180 Carlos II, rey de Francia 80 Carlos III, rey de España 121n, 274 Carlos IV, rey de España 90, 95 Carmena, Luis 109n Caro Baroja, Julio 274n, 300 Carozzo, Ettore 181 Cartagena, Alonso de 101, 104, 107n, 123, 124 Casali, Scipione 229n, 230, 239 Casás Fernández, Manuel 26 Casona, Alejandro 184 Cassanelli, Rino 231n, 240 Cassou, Jean 182 Castañeda, Vicente 20 Castro, Adolfo de 276 Castro, Américo 20

324

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Castro, Rosalía de 15, 34, 39, 56 y n, 57, 61n Castro, Xavier 43 Catalina García, Juan 99, 106, 107, 108, 110 Catarineu, Ricardo, véase Caramanchel Cathaló, Otger 72, 73 Caveda, José 56n Cazal, Edmond 147, 148, 152-153, 160 Céas, Jules 163 Celis y Nicolás, Aquilino de 89, 100 Centenera, Antonio de 312, 313 Cerdà Subirachs, Jordi 58n, 60n, 65 Cerdá y Rico, Francisco 275, 277, 278n, 279n, 280, 281, 283, 299 Cervantes, Alonso 130 Cervantes Saavedra, Miguel de 25, 56 y n, 121n, 154, 168, 180, 275, 276 Chagall, Marc 195, 198 Chamonard, Marie 207n Chapon, Albert 156 Chapuis, François 147, 192, 200-202 Chapuis, Marius 200 Char, René 170, 174, 175, 177 Charlot, Edmond 170, 171 Chevallier, Pierre 189 Chillida, Eduardo 195, 198, 209 Cid Noé, Paul, véase Vindel Agudo, Francisco Cima, Maddalena 238n, 239 Ciruelo, Pedro 118, 121n Ciry, Michel 206, 207, 208 y n, 209 Claretie, Jules 152 Clarín, Leopoldo Alas 115 Claris i Casademunt, Pau 79 Clark, Lilian G. 304n, 317 Clarke, William 304n, 317 Claudel, Paul 147, 148, 154-156, 160, 166 y n, 206, 207 Clavé, Antoni 182 Clavreuil, Raymond 165

Cleblat, Esteban 315 Colmeiro, Manuel 40 Colón, Cristóbal 78, 147, 180 Colón, Fernando 265 Como, Ugo da, véase Ugo da Como Conde, José Antonio 307, 308 Connif, Richard 87n, 145 Consuegra, Eulogio 132, 133 Contreras y López de Ayala, Juan de, véase Lozoya, Juan de Contreras y López de Ayala, marqués de Coquereau, Charles Jacques Louis 115 Corelli, Angelo 236 Coron, Antoine 176n, 219 Corpus Barga 159 Correa Calderón, Evaristo 38 Cortí, José 202 Cortines, Francisco Ignacio 274n Cossío, José María de 179 Cossío, Manuel Bartolomé 37 Costa, Joaquín 126 Costa Rico, Antón 62n, 65 Coster, Germaine de 198 Cotarelo y Mori, Emilio 47n, 64n, 65 Coulouma, Robert 165 Covarrubias, Sebastián 262 Creixams Pico, Pere 182 Crès, Georges 157, 158, 159, 206 Cristiano, Flavia 228, 233n, 235n, 239 Croce, Benedetto 229 Crooke y Navarrot, Juan, véase Valencia de Don Juan, Juan Crooke y Navarrot, conde de Crouch, Samuel 265n Cruickshank, Don William 54n, 65 Cuesta, Juan de la 108 Cuesta y Torrijos, Tomás 96, 97, 103, 113 Cueva, Juan de la 101, 104, 107n, 112, 118, 122 Curros Enríquez, Manuel 34, 60, 61n

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Cyprien de la Nativité de la Vierge (O.C.D.) 161, 162, 167, 180, 181, 186, 199 Dagoussia-Mouat 158 Dalí, Salvador 176, 180 Dante Alighieri 228 Darantière, Maurice 153, 165, 168, 169, 170, 194 Darantière, Victor 169 Darmangeat, Pierre 148 De Haan, Fonger 114 De Minicis, Gaetano 231 De Minicis, Raffaele 231 De Sanctis, Francesco 228 De Vinne, Theodor Low 252, 253, 256n, 257 Degas, Edgar 165, 166 Delay, Florence 147, 148, 172, 173 y n, 174, 175, 184 Delgado Casado, Juan 281n, 299 Delgado Varela, José María 26, 27 Denis, Maurice 155, 156, 209 Denoël, Robert 161 Desjovert, Edmond 187 Desvalls, Francisco 78 Dethomas, Maxime 206 Dethomas, Valentine 206 Díaz, Porfirio 256n Díaz, Xosé 41 Díaz de Vivar, Rodrigo 180 Díaz Pardo, Isaac 40 Díaz Mendoza, Fernando 151 Díaz Tanco de Fregenal, Vasco 17, 18, 30, 31, 41 Dibdin, Thomas Frognall 227, 304n, 317 Diderot, Denis 226 Didot, familia 169 Diego, Gerardo 179 Disses, Pedro de 54 y n Divoire, Fernand 165

325

Dollian, Guy 168 Domingo de Guzmán, santo 160 Domínguez, Óscar 176, 182 Domínguez Pascual, Lorenzo 127 Dónega, Marino 40 Doolittle, Hilda 169 D’Ors, Eugenio, véase Ors, Eugenio d’ Doyon, René-Louis 149, 161-164, 183, 186 Dreyfus y González, Eduardo, conde de Prémio-Réal 157 y n, 158, 206 Dreyfus y González, Luis 157n Dreyfus y Marx, Augusto 157 Dubuffet, Jean 189 Dueñas Estrada y Manrique, Francisco Fausto de 102 Dugi, Emilio 160 Duhamel, Georges 168, 205 Dumas, Hélène 198 Duval, Jean 201 Eco, Umberto 226n, 239 Edwards, Edward 304n, 317 Encina, Juan del 101, 103, 104, 107n, 110, 122, 123 Entrambasaguas y Peña, Joaquín de 277n, 283n, 284n, 299 Escudero y Perosso, Francisco 275 Esdaile, Arundel 304n, 317 Esopo 203 Espartero, véase Fernández Álvarez Espartero, Joaquín Baldomero Espie de la Hire, Adolphe d’, véase Cazal, Edmond Espina, Concha 63 Estelrich, Juan Luis 114, 115n Etchegoyen, Gaston 148, 152 Fabra, Pompeu 186 Fabrègues, Raoul 202 Fadrique de Basilea 130, 311

326

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Faelli, Emilio 235 Fagan, Louis 304n, 317 Fatjó Bartra, Àngel 70, 80, 81 Fauré, Gabriel 154 Fayard, Arthème 159, 160, 168 Fayet, Gustave 163 Feigel, Marie-Suzanne 192n Feijoo y Montenegro, Benito Jerónimo (O.S.B.) 274n Felipe II, rey de España 159, 282 Felipe IV, rey de España 80 Felipe V, rey de España 91, 92, 273, 276 Fenosa i Florensa, Apel·les 182 Fequet, Marthe 194, 195, 207 Fernández, Luis 176 Fernández Álvarez Espartero, Joaquín Baldomero 81 Fernández del Riego, Francisco 34, 36, 37, 41 Fernández de Perlines, Gregorio 274 Fernández de Portocarrero, Luis, cardenal 24 Fernández Ferraz, Juan 267 Fernández-Guerra y Orbe, Aureliano 276, 300 Fernández López, Indalecio 33 Fernández Montaña, Tomás 98 Fernández Oxea, Xosé Ramón 37 Fernández Patiño, Gabriel 274n Fernández Valliciergo, Vicente 48n Fernando I, rey de Aragón 84 Fernando VII, rey de España 130 Ferreira, Antonio 16, 42 Feuchtwanger, Madeleine, véase Harting, Madeleine de Fiedler, François 147, 189, 192, 198, 199, 200, 210 Filiberti, Georges Guido 208 Fitzmaurice-Kelly, James 260n, 261, 267, 269

Fiveller, Joan 80, 84 Flaugier, Joseph 81 Fletcher, W. Y. 304n, 308n, 317 Flores, Pedro 108, 182 Flórez, Enrique (O.S.A.) 285n Florisoone, Michel 148 Florit, José María 116, 131 Fole, Ánxel 40 Fontbona, Francesc 69-84 Fontrodona, Ignasi 73 Fontserè, Carles 147, 164, 181-187 Force, Henri Jacques Monpar de Caumont, duc de la 122 Fornés, Lluís 60n, 62n, 65 Forot, Charles 154 Fortuny i Marsal, Marià 74-76, 82, 84 Foss, Henry 305, 308, 311, 314 Fouchet, Max-Pol 171 Foulché-Delbosc, Raymond 267, 269 Fourest, Georges 192 France, Anatole 151 Francisco de Asís, santo 80 Francisco de Borja, santo 158 Francisco de Osuna (O.F.M.) 28 Francisco I, rey de Francia 81 Franco, Álvaro 280n Franco Bahamonde, Francisco 23 Franco Grande, José Luis 33n, 43 François, Lucien 169 Franzoni, Claudio 228n, 240 Frélaut, Jean 200 Friedlander, Johnny 200 Frómista, marqués de, véase Caracena y Frómista, Luis de Benavides, marqués de Fuensanta del Valle, Feliciano Ramírez de Arellano, marqués de la 98, 104, 123 y n Fuertes, Ramón 98 Funghini, Vincenzo 234 Furnó Abat, Joaquim 70, 72, 73, 75, 76, 77, 79, 80, 81, 82

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Galanis, Demetrius 206 Galba, Marti Joan de 315 Galia, Jean 193 Galilei, Galileo 228 Gallego, Olga 39, 40, 41 Gallego y Granados, Ricardo 113, 121 Gallo, Nicolás 274n Galmace, Antonio 274n Gamallo Fierros, Dionisio 38 García-Bodaño, Salvador 35 García de la Riega, Celso 33 García de Barga y Gómez de la Serna, Andrés, véase Corpus Barga García Gainza, María de la Concepción 274n, 300 García Lorca, Federico 147, 170, 171, 172, 173, 174, 175n, 176, 177, 182, 184, 187, 189 García Melero, José Enrique 274n, 300 García Muñoz, Moisés 254 García Palencia, Rafael 110 Garnett, Richard 251, 252n Gasch, Jusepe 280, 281 Gauthier, Judith 151 Gautrot, J. E. 188 Genet, Jean 150 Gerson, Johann 99, 121n Guerrero, María 151 Giacometti, Alberto 198 Gid, Raymond 147, 177, 178 Gide, André 165, 166, 205 Gil, Álvaro 37 Gil de Vidaure, Teresa 76, 77 Giménez Caballero, Ernesto 132 Ginebra, Jordi 60n, 62n, 63n, 65 Giolito de’Ferrari, Gabriele 229, 230 Giono, Jean 171 Girard, Robert 194 Girardier, M. 200 Glendinning, Niggel 308n, 310, 312, 315n, 316, 317 Goethe, Johann Wolfgang 158

327

Gómez, Elías 26 Gómez, Helios 184 Gómez Tonel, Juan 24 Góngora, Luis de 168, 176, 180 González López, Emilio 40 González Palencia, Ángel 280n González Ramírez, Joaquina 89, 90, 93, 94-95, 96, 103, 108 y n, 111, 112, 113 González Ramírez, Juan Antonio 113 González y Orbegozo, Luisa, marquesa de Villahermosa 157 Gonzalo Carbó, Antoni 209n, 220 Goodhue, Bertram Grosvenor 163 Gorchs i Esteve, Ceferino 45-64 Goretti, Giovanni Battista 234, 235, 237 Goudy, Frederic W. 201 Gourmont, Rémy de 205 Goya, Francisco de 191, 197 Goyeneche, Juan de 274 Goyeneche, Juan Javier de 278, 281 Goyeneche y Balanza, Francisco Miguel de, véase Saceda, Francisco Miguel de Goyeneche y Balanza, conde de Graíño, Antonio 20, 109 Grandjean, Philippe 170 Grandjon, Robert 199 Grau, Josep 63n, 66 Grau Sala, Emilio 182 Grenville, Thomas 303-316 Grenville, William, Lord 304 Grenzner, Eduard 76 Guerci, Gabriella 231n, 240 Guerrero, María 15 Guevara, Miguel de 54 y n Guifré I de Barcelona 76, 83 Guillard, René 201 Guillén, Jorge 179 Guillot, Firmin 58 y n, 59 y n Guimerá Álvarez, Federico 48n

328

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Gullón, Ricardo 15 Gutiérrez de los Ríos, Gaspar 93 Gutiérrez de los Ríos, Vicente 277 Guttenberg, Johannes 47n Guzmán, Juan de 25 Haebler, Konrad 130 Hagembach, Pedro 316 Hahn, Reynaldo 150 Hallépée, Gaston 186 Hardley, Arthur Twining 256n Harris, P. R. 304n, 318 Harting, Madeleine de 192, 193, 195, 197, 205-207 Harting, Pierre de 197, 205 Hayter, Stanley William 188 Hearst, William Randolph 245 Heber, Richard 304, 308, 315, 316 Hemingway, Ernest 169 Herbst, Magno 314 Herculano, Alexandre 56 y n, 58 Heredia, Ricardo, conde de Benhavis 126 Hérissey, Paul 154 Hermosilla, José de Sigüenza (Jer.) 274n Hermoso, Policarpo 285n Hernández, Miguel 173, 176 Hernando, Teófilo 20 Herrera Garrido, Francisca 61n Herrera Petere, José 176 Hesse, Raymond 206 y n Hitler, Adolf 23 Hodin, Jean-Pierre 193n, 194, 197 y n, 220 Hoe, Robert 256n Holland, Elizabeth Vassall Fox, lady 305 Holland, Henry Richard Vassall Fox, lord 305 Hondius, Jodocus 268n Horacio Flaco, Quinto 15, 121n

Howells, Annie T. 157 Hugo, Víctor 151 Hunt, Arnold 308n, 318 Huntington, Arabella Duvall 243n Huntington, Archer Milton 10, 101, 104, 107 y n, 110, 111, 113, 114125, 243-270 Huntington, Collis P. 247 Hurtado, Isidro 285n Hurus, Paulus 314 Hutz, Leonardo 313, 316 Huyghe, René 148, 178, 179 Huysmans, Joris-Karl 180 Ibarra Manzoni, Aureliano 106n Ibarra Ruiz, Pedro 105 y n, 106 y n Ignacio de Loyola, santo 160, 161, 180 Ilchester, conde de 318 Indáburu, María Antonia de 273 Iparraguirre, José María 56 y n Iriarte, Tomás 308 Isabel, reina consorte de Felipe V, rey de España 273 Isla, Xaime 41 Iturzaeta, José Francisco 48, 50, 59 Jacob, Max 177, 193 Jacobo de la Vorágine, beato 303 Jaime I, rey de Aragón 76, 77, 79, 80 Jaime II, rey de Aragón 78 Jammes, Francis 154, 166 Jerez de los Caballeros, Manuel Pérez de Guzmán y Boza, marqués de 109n, 115, 120, 126, 130, 255, 256n, 258, 259, 271 Jesús de Jesús María 28 Jiménez, Francisco 133 Jiménez, Juan Ramón 176 Jiménez Alonso, María Blanca 33, 35 Jobit, Pierre 148

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Johnson, Margaret H. 318 Joly, Pierre 201 Jones, Tessie 169 Jonquières, Henri 165 Jorge III, rey de Inglaterra 304 Jorge IV, rey de Inglaterra 304 José de Sigüenza (Jer.) 256n Josso, Camille 200 Jou, Louis 154, 168, 176, 192 Jouve, Pierre Jean 148, 170, 171, 177 Jovellanos, Melchor Gaspar de 307 Joyce, James 168, 169, 248n Juan de Ávila, santo 28, 158 Juan de Aviñón 103, 125 Juan de Burgos 313 Juan de la Cruz, santo 28, 147-218 Juan de la Miseria 158 Jiménez de Urrea, véase Urrea, Pedro Manuel de Juan II, rey de Castilla 28 Juan II, rey de Aragón 74 Juan de la Concepción (Jer.) 274n Jumelle de Berneville, Marie Catherine, véase Aulnoy, Marie Catherine Jumelle de Berneville, condesa de Junoy, José María 180 Kaldor, Louis 167 Kandinsky, Wassily 210 Kaunitz-Rietberg, Wenzel Anton von, Príncipe 316 Kemp, Robert 165 Kempis, véase Tomás de Kempis Keniston, Hayward 269 Kieffer, René 164 King, Georgiana Goddard 269 Kipling, Rudyard 169 Knapp, William I. 249, 252 Koch, Gaettano 238 Kristeva, Julia 148, 149 y n, 220 Krol, Abram 189

329

La Bourdonnaye, Alain de 147, 181, 187, 188-192, 198, 199, 209, 210 La Bourdonnaye, Chantal de 188 La Hire, Jean de la, véase Cazal, Edmond Laboureur, Jean-Émile 200 Lacretelle, Jacques de 231, 240 Laffi, Domenico 34 Lafuente Ferrari, Enrique 277n Lamano, José de 63 Lamas Carvajal, Valentín 61n Lamartine, Alphonse de 159 Lameyer, véase López Lameyer, José Lang, Giancarlo 238n, 240 Larbaud, Valéry 205 Larreta, Enrique 153 Laughton, Charles 193 Laurencín, Francisco Rafael de Uhagón, marqués de 104-105 y n, 109n, 127, 129, 130, 131, 132 y n, 133 Lauria, véase Roger de Lauria Lavalle y Romero-Montezuma, Antonio, conde de Prémio-Réal 157 Le Cardonnel, Louis 148, 154-156, 160 Ledo, Xohán 40 Lefebvre, Henri 183, 207 Legendre, Maurice 148 Leguina 104 Leiras Pulpeiro, Manuel 33 Leite de Vasconcellos, véase Vasconcellos León, Luis de (O.S.A.) 28, 56 y n, 186, 202 Leone, Camillo 230, 231, 232, 233, 234, 237 Lépée, Marcel 148 Lévis Mano, Guy 164, 170, 171, 176178, 192 Lerolle, Christine 165, 166 Lerolle, Henry 165 Lerolle, Yvonne 165, 166

330

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Lewis, Charles 308 Llorente, Teodor 56n Llorente de Domingo, Euphemia, véase Ventura i Balanyà, Miquel Llull, Ramon 80, 168, 176, 180, 186 Loewy, Alexandre 191 López, Pedro 41 López Cordón, María Victoria 56n, 66 López de Ayala, Pedro 309, 311 López de Mendoza, Íñigo, véase Santillana, Íñigo López de Mendoza, marqués de López de Zárate, Francisco 276, 278, 279, 280, 281 López Lameyer, José 128, 129 López Maroto, Santiago 125, 126 López Puigcerver, Joaquín 50n López-Vidriero, María Luisa 85-146 Loredano, Giovanni Francesco 54 y n Lorenzale Sugrañes, Claudi 71-73, 76 y n, 83 Lorenzana, Salvador véase Fernández del Riego, Francisco Loriente Cancio, Vicente 36 y n Lorilleux, Charles 46 Losada, Basilio 40 Louÿs, Pierre 166 Loy, Mina 169 Lozoya, Juan de Contreras y López de Ayala, marqués de 179 Lozzi, Antonio 235 Lozzi, Carlo 235 Lubersac, marquesa de 193, 206 Lucena, Juan de 313 Lucien Marie de Saint-Joseph (O.C.D.) 201 Ludolfo de Sajonia 316 Luengo Ugidos, Vicente 209 y n, 210, 220 Luis de Granada (O. P.) 186 Luis Gonzaga, santo 160 Luis XIV, rey de Francia 159

MacCarthy-Reagh, Justin de 314 Macchiavelli, Niccolò 228 Macías, Marcelo 18, 42 Mackinlay, John 308 Mackenzie, J. 311 Maeght, Aimé 198 Maestre Pozas, Estanislao 16, 42 Magliabechi, Antonio 227 Maillard, Jean 162 Maiolo Vescont, Baldassaro da 268n Mallarmé, Stéphane 154 Malo-Renault, Émile A. 147, 163, 164 Mame, Alfred 159 Manent, Marià 154 Manero, Salvador 70 Manessier, Alfred 147, 189, 192-200, 205, 206, 207, 209, 210 Manuzio, Aldo 29 Manzanares, Carlos 196 Manzoni, Giacomo 229, 240 Mañé i Flaquer, Joan 72 March, Ausiàs 77 Marcolini, Francesco 229 Margarita de Austria, reina de España 24 María Cristina de Habsburgo 50n, 56, 64 Marinoni, Hippolyte 46 Maritain, Jacques 148, 166 Marquina, Eduardo 15, 151 Marsay, Michel 184 Martín, Eutimio 184n, 220 Martín de Balboa, Alonso, viuda de 280n Martínez Barbeito, Carlos 38 Martínez de Salazar, Andrés 28, 33n, 61n Martínez-Gil, Víctor 58n, 65 Martínez Risco, Sebastián 39 Martínez Ruiz, José 152 Martorell, Joanot 315 Masid Valiñas, Germán 147-224

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Massó Torrents, Jaume 75n, 84 Mas y Sanz, Sinibaldo de 58 y n, 59 y n, 66 Matisse, Henri 195 Maura, Antonio 62, 63, 64 y n Maura, Gabriel 64n Maurois, André 175, 205, 206 Maurras, Charles 154 Mayans y Siscar, Gregorio 283n, 308, 311, 316 Mayol, Salvador 81 Mazo, Alain C. 193 Mazzini, Giuseppe 228 McAlmon, Robert 169 McKinley, William 246 Mejía, Fernando 99, 109, 121n Mela, Pomponio 99, 121n Mena, Juan de 314 Mendès, Catulle 147, 148, 150, 151, 152 Méndez, Francisco 285n, 300, 309, 312 y n, 313, 318, 315 Mendoza, Carlos 64n Menéndez Pidal, Ramón 20, 89, 90112, 120, 254, 255, 256n, 265, 271 Menéndez y Pelayo, Marcelino 99, 105, 106, 107, 114 y n, 115 y n, 120, 133, 254, 255, 275n, 276, 277, 280, 284, 300 Merchero 93 Merlo, Carmina 94 Mexía, Pedro 274, 276, 285n Michaux, Henri 177 Michel, Albin 159 Milà i Fontanals, Pau 71, 76, 84 Millán Astray, José 37 Millé y Giménez , Juan 280n, 300 Miller, Edward 304n, 318 Milner, Max 149 y n Miner, George R. 246 Mínguez Moreno, Esteban 105 Minola de Gallotti, Marianna 196

331

Mirabent i Gatell, Josep 74 Miralles, Hermenegildo 50n Miranda, Lorenzo de, véase Montoto, Luis Miranda y Gamboa, Eugenio 54 y n Miró, Joan 172, 176, 195, 198 Misiti, Cristina 12, 225-241 Mistral, Frederic 168 Mithouard, A. 156 Molina, licenciado, véase Sagrario de Molina, Bartolomé Molina Navarro, Gabriel 133n, 146 Mommsen, Theodor 231 Mondrian, Pieter Cornelis 210 Monnier, Adrienne 169 Monpar de Caumont, véase Force, Henri Jacques Monpar de Caumont, duc de la Montaner y Simón 148 Monteagudo, Henrique 41 Montes, Manuel 109n, 120 Montherlant, Henry de 183, 207 Monti, Vincenzo 236 Montiel y Bonache, Luis 108n Montoto, Luis 125 Montredon 78 Moore, Henry 195 Moralejo Álvarez, Remedios 126n, 146 Morand, Paul 206 Morando Bolognini, Giangiacomo 235 Morel, Maurice 193, 194, 196 Morel-Fatio, Alfred 148 Moret, Antonio 42 Morisse, Paul 158 Mosquera, Evaristo 37 Moureau, François 58n, 66 Mourlot Frères 196 Múgica y Fernández, José 89, 90, 91, 92-94, 95, 98, 100, 103, 108 y n, 111, 113, 119 Muñoz y Manzano, Cipriano, conde de la 275n, 300

332

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Muller, Renauld 230 Murguía, Manuel 34n Murillo, librero 108, 124

Ortlieb, Gilles 202 Otero Batalla, Cesáreo 30 Otero Pedrayo, Ramón 41

Nadal, Jordi 46n Napoleón Bonaparte 159 Navarro Tomás, Tomás 19, 20, 21 Navas, Juan Gualberto López Valdemoro y de Quesada, conde de las 10, 85, 88 y n, 89, 91-112, 115, 119, 120, 123 y n, 124 y n, 146, 256, 257 Naylor, Frederick J. 112 Neale, Adam 34 Nebrija, Antonio de 98, 101, 104, 105, 107n, 110, 118, 121n, 124, 274, 275, 276, 311, 312, 315 Nicolau Bartomeu, Josep 70, 80, 81 Nipels, Charles 161 Nixon, Howard 304n, 318 Nogués Gálvez, Joan 60n, 65 Nolhac, Pierre de 154 Novalis 158, 192 Novo García, Enrique 53 y n, 60n, 66 Núñez de Arce, Gaspar 56 y n Núñez de Castro, Alonso 121n

Padeloup, Antoine Michel 117 Padró i Pedret, Tomás 76, 81 Palau y Dulcet, Antonio 117n, 133, 146, 275, 282n, 300 Palazuelo, Pablo198 Palomas i Moncholí, Joan 69n, 84 Palomino de Castro y Velasco, Antonio 276 Pampín, Xosé Manuel R. 40 Panizzi, Antonio 304, 310n Paoli, Marco 230n, 240 Paquereau, M. 150 Parcerisa, Francisco Javier 81n Pardiñas y Villalobos, José 33 y n Pardo Belmonte y Gil, Pegerto 128 Parera, Miguel 109n, 120 Parix, Juan 315 Parizel, Jean 191 y n Parker, William 269 Pascal, Blaise 166 Pascual, Ángel María 55 y n Pascual, Policarp 73 Paul, Hermann 161 Paulhan, Jean 165 Payne, Thomas 305, 308, 311 Payno, Manuel 55 y n Paz, Agustín de 34 Paz Fernández, Manuel Alfredo 30 Pedraza Jiménez, Felipe B. 282n, 301 Pedro II, rey de Aragón 73, 76 Pedro III, rey de Aragón 84 Pedro IV, rey de Aragón 78 Pedro de Alcántara, santo 158 Pegniczer, Juan 314 Péguy, Charles 154, 196 Peignot, Charles 194 Pellicer Saforcada, Juan Antonio 307

Odóñez das Seixas y Tobar, Alonso 25 Oechslin, Louis 148 Oietti, Ugo 225 Ollendorf, Paul 152, 153, 159 Ollero Valdés, José Luis 56n, 66 Olwer, Nicolau d’ 183 O’Neill, John 243-271 Opisso, Alfredo 151 Orozco Díaz, Emilio 179n, 220 Ors, Eugenio d’ 45 y n, 46n, 65, 159, 180 Ortega y Gasset, José 20 Ortelius, Abraham 121n

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Penney, Clara Louisa 250, 252n, 262n, 267n, 270, 271 Penzol, Fermín 13, 27, 32-41 Penzol, Román 36 Penzol-Labandera, María de la Asunción 33 Pereira, Virginia 21 Pérez, Antonio 159 Pérez, Joseph 152 y n Pérez, Pedro 40 Pérez de Ayala, Ramón 161 Pérez de Guzmán Boza, Manuel, véase Jerez de los Caballeros Pérez Lugín, Alejandro 61n, 63 Peris, Vicent 78 Peronella de Aragón 72 Petrarca, Francesco 203, 228 Petrucciani, Alberto 231n, 240 Pezzoli, Poldi 227, 232 Phillimore, Robert 304n, 318 Piancastelli, Carlo 231, 235, 236, 237 Picard, Alphonse 245n Picasso, Pablo 172, 176, 191, 193, 195 Pichon, Léon 165 Picón, Jacinto Octavio 276 Pidal y Mon, Alejandro 256n Pigasse, Albert 206 Pinto, Manuel Ignacio de 274 Pintos, Xoán Manuel 34 Piñeiro, Ramón 35, 37, 38, 39, 40, 41 Pissarro, Madeleine 176n Planas, Eusebi 74, 76 Poe, Edgar Allan 169 Pol, Santiago (seud. de Fermín Penzol y Ramón Piñeiro) 38 Pollock, Jackson 200 Polono, Stanislao 311, 314 Pondal, Eduardo 34, 61n Pons i Marquè, Joan 154 Porras, Juan de, véase Porres, Juan de Porres, Juan de 17

333

Prada, Rodolfo 22 Prémio-Réal, conde de, véase Dreifus y González, Eduardo Prémio-Réal, conde de, véase Lavalle y Romero-Montezuma, Antonio Prieto, Gregorio 176 Prim y Prats, Juan 80 Primo de Rivera, Miguel 38 Puiggarí i Llobet, Josep 76, 77, 80, 84 Pujol, Josep María 46n, 48n, 66 Pulgar, Hernando del 311 Puvis de Chavannes, Pierre 208-209 Quaritch, Bernard 104, 106, 112, 130 Quesneville, Camille 207 Quevedo, Francisco de 275 Racine, Jean 151 Ragasol, Eduard 187 Rahir, Edouard 117 Raimundo de Peñafort, santo 76, 77 Ramón Berenguer III, conde de Barcelona 74, 75 Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona 73 Ramos, Rafael 273-301 Rassenfosse, Armand 165 Rauch, Nicolas 194 Real y Prado, Federico 114 Reidy, D. V. 304n, 318 Reig Salvá, Carola 318 Rennert, Hugo Albert 269 Renoir, Pierre Auguste 166 Rey, Santiago 26 Rey Soto, Antonio 13-31, 37, 42 Ribalta, Aurelio 60 y n, 61 y n, 62 Ribó Terriz, Bartolomé 76 Ricci, Matteo 59n Rich, Obadiah 315 y n Rico, Francisco 277n, 301 Rico y Sinobas, Manuel 104, 105

334

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Ridolfi, Roberto 225n, 242 Rigalt Cortiella, Agustí 73 y n, 74, 75, 77, 80, 81, 84 Rigalt Farriols, Lluís 73n, 77 Rivière-Schakhowskoy, baronesa de Brimont 206 Roblès, Emmanuel 171 Roca, Josep María 63 Roca, Julio Argentino 256n Roca i Sallent, Antoni 71, 74, 75, 76, 77, 78, 80, 81 y n, 82, 84 Rocaguinarda, Perot 79 Rocamora Rocamora, José Antonio 56n, 66 Rodríguez, Pedro 280 Rodríguez Castelao, Alfonso 21, 22, 23, 34, 37, 38 Rodríguez de Almeida, véase Rodríguez de Almela, Diego Rodríguez de Almela, Diego 90, 95 Rodríguez de la Pasera, Gonzalo 17 Rodríguez López, Manuel 61n Rodríguez Marín, Francisco 61n, 256, 271 Rodríguez Moñino, Antonio 18n, 20, 23, 271 Rodríguez Solís, Manuel 98 Rodríguez Tizón, Ventura 274n Roediger, Francesco 235 Rogent, familia 76 Roger de Lauria 78, 80 Roig Izquierdo, Alfonso 197 y n Rojo, Simón 25 Rolland-Simon 148, 170, 171, 177 Romani, Valentino 229n, 241 Romanones, Álvaro de Figueroa y Torres, conde de 63, 64 Romero Tovar, L. 126n, 146 Ros, Fidèle de 148 Rosales, Luis 179 Rosenbach, Johan 312 Rothko, Mark 210

Rouart, Eugène 165 Rouart, Henri 165, 167 Rouart, Louis 156, 162, 165, 166, 167, 168, 181, 189 Rouart, Paul 166 Rouart-Valéry, Agathe 180 Rouault, Georges 198, 199 Rousseau, A. 158 Royo Villanova, Luis 64n Rubio, Baltasar 34 Rubió i Tudurí, Nicolau Maria 183 Rueda, Lope de 103, 107n, 118n, 122 y n, 123 y n Ruiz, Jerónimo 121n Ruiz, Joaquín 53 Ruiz y Hermano, José 53 Rusiñol, Santiago 168 Rye, W. B. 305, 307, 311 Saavedra y Cueto, Teobaldo, véase Viana, Teobaldo Saavedra y Cueto, marqués de 129 Saceda, Francisco Miguel de Goyeneche y Balanza, conde de 273-301, 315 Saco, Camilo 37 Saco, Cesáreo 37 Saffi, Aurelio 237 Sagasta, Práxedes Mateo 56 y n, 64 Sagrario de Molina, Bartolomé 41 Sajonia, Ludolfo de, véase Ludolfo de Sajonia Salaberría, Ramón 19n, 20 y n, 36n, 43 Salillas, Rafael 94 Santillana, Íñigo López de Mendoza, marqués de 315 Salvá, Pere 126 Salvá, Ricardo 309 San Juan, Nicolás de 81 San Pedro, Diego de 309, 312, 313 Sánchez, Antonio 110

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Sánchez, Juan Manuel 118n, 125, 126 Sánchez Alonso, Gabriel 104, 107, 108, 109 y n, 118n, 120 Sánchez Coello, Alonso 158 Sánchez de Toca, Pedro, marqués de Somió 103 Sánchez de Vercial, Clemente 304 Sánchez Machero, Ramón 89, 95, 100 Sancho Rayón, José 117 Santamarina Alducín de Termes, Ángela, marquesa de Atalaya Bermeja 18, 26, 29, 30, 31 Santés Martínez, Ricardo 31 Santos, Francisco 104, 107n Sanz, Lope 313 Sanz, Policarpo 36 Sauvaneix, Hélène 184, 185 Savile, Elizabeth 304n, 318 Scotti, Mario 228 Ségalat, Jean 147, 202, 203, 204 Ségalat, Roger-Jean 202n Segovia, Andrés 182 Sempere, Eusebio 209 Seoane, Luis 34, 41 Serafini, Rebecca 234n, 241 Serís, Homero 275 Serrano y Morales, José Enrique 281n, 301 Serrano y Sanz, Manuel 259, 260, 271 Serrate, José María 46 y n, 47n, 49 y n, 50 y n, 66 Sert, José María 155 Sesé, Bernard 202 Sicilia, José María 209 Silva, Ercole 231, 240 Silva, Fernando de 99, 121n Silva y Álvarez de Toledo, María del Pilar Teresa Cayetana, véase Alba, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, duquesa de Silverio de Santa Teresa (O.C.D.) 153

335

Silveyra, Miguel 25 Simenon, Georges 168 Simmons, Clare 308n, 318 Singier, Gustave 200 Siro, ilustrador 40 Sloane, Hans 303 Smith, G. Barnett 304n, 319 Sobolebsky, Sergio 11 Soler-Serafí Pitarra, Frederic 56 y n Somió, marqués de, véase Sánchez de Toca, Pedro, marqués de Somió Soncino, Girolamo 229 Sorolla, Guillem 81 Sorolla, Joaquín 267 Soto, Luis 22 Soto, Petronila 26 Spinazzola, Tony 194 Spindeler, Nicolás 311, 315, 316 Staply, Mildred 269 Stein, Gertrude 169, 191 Stibbert, Federick 232 Suárez, Victoriano 109 y n, 120 Sykes, Mark Masterman 308 Szenes, Arpad 188 Talleyrand Périgord y Gontaut, AnneHélène 157 Tamayo y Baus, Manuel 47n, 50n, 64, 151 Tàpies, Antoni 198 Tasis i Marca, Rafael 181, 182, 183, 186, 187 Tassó, Luis 59n Taylor, Barry 12, 303-319 Tedeschi, George 181 Tejedo Sicilia, Pedro 121n Teresa de Jesús, santa 28, 147-218 Termes y Sáenz, Isidoro de 19 Thiriet, Edmond 158 Thorpe, Thomas 315, 316

336

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Timoneda, Juan de 91, 97, 118 y n, 121n, 122n, 280n Tobey, Mark 200 Tomás de Aquino, santo 30 Tomás de Kempis 316 Tori, Giorgio 230n Torner, Gustavo 209 Torre, Alfonso de la 315 Torre, Diego de la 279 Torras Armengol, Francesc 82 Trapiello, Andrés 45n, 55n, 67 Traumann, Henri 101 Trémois, Pierre Yves 200 Trend, John Brande 269 Trivulzio, Luigi Alberico 227 Troncossi, Maria Laura 236n, 238n, 241 T’Serclaes, Juan Pérez de Guzmán y Boza, duque de 115, 125, 256n Tzara, Tristan 177 Ugena, Juan Javier de Goyeneche, marqués de 273 Ugo da Como 227, 237, 238 Uhagón, Francisco Rafael de, véase Laurencín, Francisco Rafael de Uhagón, marqués de Umberto I, rey de Italia 237 Unamuno, Miguel de 197 Ungut, Meinardo 311 Urrabieta Ortiz, Vicente 71, 72, 74, 78 y n, 79, 80, 84 Urrabieta Vierge, Samuel 78n Urrea, Pedro Manuel de 93, 101, 104, 107n, 110, 118, 121n, 123, 124 Ustarroz, Andrés de 90, 95 Valencia de Don Juan, Juan Crooke y Navarrot, conde de116, 131 Valente de Olivera, Enrique 278

Valera, Diego de 91, 93, 97, 99, 100, 118, 121 y n, 304, 311 Valéry, Agathe 166 Valéry, Paul 147, 148, 150, 154, 161, 162, 166, 167, 168 y n, 180 y n, 181, 186, 189, 205 Valette, Alfred 165 Valle-Inclán, Ramón María del 38 Vallejo Álvarez, José María 29, 31, 42, 43 Van der Keere, Hendrik 54n Varille, Mathieu 161 Vasconcellos, José Leite de 61n Vázquez de Neira, Pedro 24 Vázquez Fernández, Luis 20, 21 y n, 26 Vázquez Rodríguez, Carlos 17n Vega, Lope de 16, 25, 42, 173, 176, 180, 182, 183, 273-298 Velázquez, Diego de Silva 275, 276 Ventura i Balanyà, Miquel 60 y n, 61 y n, 62 y n, 63, 67 Verdaguer, Jacint 56 y n Verlaine, Paul 148 Vernazza, Giuseppe 237 Vesteiro Torres, Teodosio 34 Vettiner, Michel 203 Vian, Boris 206n Viana, Carlos d’Evreux y Trastámara, príncipe de 77 Viana, Teobaldo Saavedra y Cueto, marqués de 129 Viardot, Jean 226n, 241 Vibraye, Tony de 182 Vicente Ferrer, santo 80 Vidal de Valenciano, Cayetano 56n Vidaure, Teresa, véase Gil de Vidaure, Teresa Vieira da Silva, Maria Helena 188 Vigenère, Blaise de 188 Viladomat, Antoni 80 Vilar Ponte, Antón 33

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Vilató, Javier 176 Vililla, Miguel de 280n Villalobos, Simón de 91, 97, 121n Villahermosa, marquesa de, véase González y Orbegozo, Luisa Villena, Enrique de 312, 313 Vindel, Pedro, 16 y n, 89-134, 146 Vindel Angulo, Francisco 16n, 43, 146 Viñaza, Cipriano Muñoz y Manzano, conde de la 275 Viqueira, Xoán Vicente 33 Virgilio Marón, Publio 25 Virxilio, ilustrador 40 Voltaire 186 Weisbuch, Claude 200

337

Wells, Herbert George 201 Willberg, Hans Peter 55n, 67 Wynn, Henry Williams 307 Yepes, Juan de, véase Juan de la Cruz, santo Yndurain, Francisco 179 Zabala, Arturo 283n, 300 Zarco del Valle, Manuel Remón 50n, 51 Zecchi, Maria 238n, 241 Zóbel de Zangróniz, Jacobo 58 y n Zuloaga, Ignacio 206, 268 Zúñiga, Ángel 156n Zweig, Stefan 158

ESTE VOLUMEN SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN LA CIUDAD DE SALAMANCA EL DÍA TREINTA DE SEPTIEMBRE DEL AÑO DE DOS MIL Y ONCE, FESTIVIDAD DE SAN JERÓNIMO, PRÍNCIPE DE LOS TRADUCTORES. LAVS DEO

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