BIBLIOTECA DE LAS FAMILIAS

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ACTIVIDADES CON LAS FAMILIAS
ACTIVIDADES CON LAS FAMILIAS La labor que realizan las familias en el fomento de la lectura es fundamental. Por ello se han puesto en marcha varios p

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Cuaderno 89?jlrtl

BIBLIOTECA DE LAS FAMILIAS. HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, L I T E R A T U R A .

EGIPTO.—Mercado eu Esne. T. 1V.-C4.

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EL MUNDO ILUSTRADO.

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Y EIST

i'.A.ij-A.sie-A.,

JORGE EBERS. DE LA CIUDAD DE AMON Á LA CATARATA.

ÉBAS, la Tébas del pueblo y de los nobles, ha desaparecido de la sobre haz de la tierra: no existe uno solo de los palacios que sus reyes levantaron; no se mantiene en pié una casa siquiera de las innumerables que en su recinto existieron: sólo puede juzgarse de la extensión que la ciudad tenia, y de la distancia á que por la parte del Norte llegaban las calles y carreras de la ciudad de las cien puertas, por los restos del templo de Medamot, que se levantaba en uno de sus arrabales, y distan más de una hora del lug-ar donde se halla emplazado el templo de Karnak. En cuanto á la necrópolis, especialmente en los últimos tiempos, extendíase con preferencia hacia el Sur. Diríase que alarg-aba su brazo hacia la ciudad de Hermonthis, que pudiera ser llamada la Versalles de Tébas, y que con haber precedido á ésta tuvo la fortuna de heredarla. Hemos dejado dominarnos hasta tal punto por las maravillas de la ciudad de Amon, que hemos concedido al estudio de la ciudad mayor espacio del que en un principio imagináramos; pero al cabo se ha soltado el cable que mantenía amarrada nuestra dahabije, á la orilla de Luqsor, y desde su cubierta saludamos por vez postrera á nuestros amigos coptos, Todros y

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Para trasladarse desde el Erment actual á los insigMoharreb, que al despedirse de nosotros nos han traído riquísimo pan de tierno maíz, y nos han entreg-ado como nificantes restos de la antigua ciudad, se necesita emrecuerdo alg-unas antig-üedades preciosísimas: correspon- plear más de media hora á caballo. En las aldeas por demos á las descarg-as que en señal de despedida hacen donde pasamos, fuénos preciso más de una vez ponernos nuestros amig-os y conocidos de Luqsor y de la aldea de en guardia contra las acometidas de los perros grises de Abd el-Kurna, y emprendemos de nuevo nuestro derrotero largo é hirsuto pelaje que se distinguen perfectamente hacia elSur. El Nilo no tieneelímpetu que anteriormente. de los dogos feláhes, por la arrogancia y el valor, y que Para trasladarse á caballo desde la necrópolis de Tébas k hasta en el Bajo Egipto son estimados especialmente Erment (Hermonthis), bastan dos horas: yendo embar- como guardianes de la casa y del ganado. cado es menester mayor tiempo, gracias á los repliegues Entre Erment y Esne, á cuyo punto nos acercamos á del rio. A pesar de esto lleg-amos al caer el día, y como más andar, encontramos los primeros pasos estrechos el sol no se había puesto aun, aprovechamos el tiempo del Nilo. En este punto el rio baña con su impetuosa recorriendo las calles de la ciudad y especialmente su corriente la montaña líbica y pasa delante de una ribera pequeño bazar. En el sig-uiente nos trasladamos á ca- escarpada que se adelanta sobre su orilla occidental, en ballo al sitio en que se encuentran las informes ruinas la cual se encuentra la tumba del jeque Musa. Los antide la antig-ua vecina de Tébas, reducidas á algunas an- guos egipcios daban á este lugar el nombre de Aníi, el tiguas columnas, varios sillares e.sparoidos, del templo par de peñascos: los árabes han traducido dicho nombre consagrado al dios del sol y de la guerra, Menth, y del por Gebelein, que significa las dos montañas. m a m i s i que Esne, que es hemos descrio t r a de las to, ó más bien, grandes ciureproducido ;•'"••' dades que bacomo conveña el N i l o , nia, por mehállase situadio del lápiz y da sobre su el pincel del orilla izquierartista Fiedda: en la dere1er. Hace unos cha, algunas diez y ocho millas más leaños, un emjos hacia el presario ignoSur, levántase rante demolió la aldea de elel santuario y Kab, con los con los sillarestos de la res preciosaantigua ciumente esculdad de Nepidos construcheb. Al payó los cimienrecer, y funtos y las padándonos en redes de la su a n t i g u o gran refinería nombre egipvícereal. Aforcio, explicado tunadamente por vez prise ha consermera de un vado el nommodo que naPerro de Erment. bre g r i e g o da deja que desear por Dumichen , Esne parece haberse formado Hermonthis (en egipcio antiguo An-Menth), que se recode Necheb, después de la total expulsión de los Hyknoce fácilmente en el árabe Erment. En cambio es una sos. En efecto Seni, de donde se forma Esne, puede verdadera lástima que hayan sido destruidos sin compasión los cuadros del mamisi: el Sol de los dos horizontes, significar traslación de uno á otro lugar, y el emla esposa de Menth, con la asistencia de varios dioses y en plazamiento que tenia en la orilla oriental del Nilo presencia de la célebre Cleopatra, daba á luz al niño lloro. durante el antiguo imperio. No subsiste de él más Este acontecimiento, realizado en otro tiempo en el círculo templo que una sala hipóstila; mas basta verla para de la triada de Hermonthis, fué aplicado, por adulación comprender la razón de haber dado los egipcios á Esne sacerdotal, al nacimiento divino de Cosarion, hijo de el título de Ani, la Ciudadde las columnas. El santuario Julio César y de€leopatra: en otro cuadro en alto-relieve principal que en su recinto se encerraba, hallábase veíase al infante recien nacido, hijo del héroe romano consagrado á la triada de Chnum ó Chnum-Ra, de y de la más seductora de las mujeres de su tiempo, Nebuu, formada de la Neith de Sais y de su hijo Kaki. tomando el seno de su nodriza la diosa. No me ha sido Los griegos daban á Esne el nombre de Latópolis, del dable descubrir el varonil retrato de Julio César, que el pescado latus, que recibía en ella un culto e.special, barón deKoller pudo contemplar todavía el año 1871, en hallándose también representado en las monedas del la fachada anterior del altar; en cambio encontramos nomo. Si este animal sagrado y los honores que se le monedas del nomo herraopolita que representan el toro tributaban, no se hallan mencionados en la gran sala sagrado de Menth, el dios belicoso, que se lanza al com- hipóstila, no por esto debemos sorprendernos, puesto bate con la cabeza inclinada y la cola erguida, y sabemos que dicha sala constituye simplemente una parte insigque Hermonthis, dependiente antiguamente de Tébas, nificante del templo: el sancta sanctorum y las cámaras fué elevada, en tiempo de los Lágidas, á la categoría de que lo rodean, los patios y los píleos se hallan sepultacapitaldeunnomodiferente,yllegóáserel centro de una dos bajo las arenas, bajo el limo arr^.strado por las gran circunscripción financiera de las más florecientes. inundaciones, bajo las mismas ruinas, pues sobre la

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plataforma del mismo se extienden en g'ran parte las calles de la ciudad. Para descubrir las porciones que yacen enterradas, seria indispensable destruir la mitaó de la población. Hasta la misma sala hipóstila accesible aun, liállase como incrustada de barro y de las hierbas arrastradas por las inundaciones hasta la altura de los capiteles de las columnas. A ella .llegamos al cabo

después de habernos trasladado desde el puerto á la ciudad y de haber atravesado ésta en toda su extensión: penetrase en ella por medio de una callejuela cerrada: pertenece á, la administración de hacienda de la pro­ vincia, y se desciende al interior por medio de una es­ calena. La luz penetra en la misma por los espacios que quedan libres entre la primera fila de columnas. Al fin

Bailadoras callejeras.

nos encontramos en medio de la sala. Está intacta: el efecto que produce su esplendidez es indescriptible: sorprendiónos su grandeza y la perfecta armonía de cada una de las partes que la componen; la riqueza de la invención, y la infatigable actividad de los escultores que la han cubierto de inscripciones y de cuadros sin dejar en toda la pared una sola pulgada sin adornar. Veinte y cuatro columnas soportan los robustos sillares del arquitrabe y las macizas losas del techo. Cada una de ellas mide once metros treinta centímetros de altura,

por cinco metros cuarenta centímetros de grueso, des­ cansando sobre una robusta base. El fuste cilindrico, completamente cubierto de inscripciones, se adelgaza un poco en la parte superior, contribuyendo semejante elemento á su mayor esbeltez. No hay un solo capitel igual, siquiera obedezcan todos á un mismo pensamiento y a l a propia inspiración: una inmensa flor campan ulada, á la cual sirven de adorno fragmentos de plantas, ramas de palmera, racimos de uvas y de dátiles, troncos desprendidos de plantas acuáticas, hongos y hojas

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EL MUNDO ILUSTRADO. desecadas, de las cuales sólo se conservan los nervios, enlazados, en forma de red, constituyen un conjunto encantador, maravilloso, del cual difícilmente puede

formarse idea no teniéndolo á la vista. La mayor parte de esos capiteles son de diferente altura, y no obstante esta diversidad no se opone en nada al efecto estético, — Í^.IH

Columpio.

5."¿2=^ En el bazar de Esne.

Caballitos del Tic vivo.

pues todas las fajas que terminan la parte superior del fuste y que sirven al parecer para sujetar el follaje, están construidas teniendo idénticas proporciones. El arquitecto á quien se debe esta sala, en la cual cuando

Muchacho de Esne.

el sol camina al ocaso penetran amplias fajas de luz, ha comprendido perfectamente el arte de su país; bien que sin olvidar las obras de los griegos que en su tiempo dominaban aun en el valle del Nilo. Thutmes III había

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fundado en Esne un templo más antig-uo: la soberbia acostumbrado á otras manifestaciones, aun cuando nos sala en que nos encontramos fué empezada á mediados hubiese sido dable contemplar las artistas más famosas de la época tolomáica y terminada por los emperadores en este género, es decir, las que no se encuentran ni en romanos. La línea de la sala hipóstila de Esne que lleva Esne ni en otra ciudad alguna de provincia, sino en el el nombre del emperador Decio, es la última de las Cairo únicamente. inscripciones jeroglíficas, talladas por los escultores Esne no es sólo morada de las ghawazi que por medio sobre la pared de un templo eg-ipcio. Los innumerables de la danza y el canto amenizan las reuniones de homsignos que cubren la sala de columnas de Clmum-Ra, bres y de mujeres; pues además de esto es residencia de son ricas en caprichos de un género especial, pero com- una antigua corporación á la cual pertenecen los narrapensan ron usura el trabajo que en descifrarlas debe dores populares. En el seno de ella hállanse vinculadas tomarse el estudioso. Merece singular mención el gran y se conservan religiosamente las reglas del arte del calendario inscrito sobre el revés de la parte anterior, por canto tan difíciles—y punto menos que incomprensibles lo mismo que nos da á conocer todas las fiestas y todas las para el europeo,—á que se ajustan todos los cantores procesiones que se celebraban en honor de la triada de orientales, y hasta las jóvenes á las cuales hemos escuEsne, lo mismo en la ciudad que en los lugares comar- chado en Kene, en Luqsor y en Esne. Ella será todo lo canos. El dia décimo del primer mes (Thot) se velaba la desagradable que se quiera para nuestros oídos, pero estatua de la diosa Nebuu, la Neith de este nomo, cuyo en cambio tiene mucho de sui géneris esta lamentable nombre significa el todo. Esta costumbre nos recuer- serie de intervalos musicales irregulares, que lanza del da la inscripción pecho una voz de la estatua de entre nasal y Athene (Neith) de gangosa, que terSais, que según mina invariableHerodoto, se hamente en una llaba concebida larga cadencia. en los siguientes Hasta los fragtérminos: « Soy mentos para nau»elTodo: ningún ta y clarinete, pa«mortal ha lograra laúd y katiun »do aun levantar que ejecutan las »el velo que me aficionadas, ins»cubre.» La figutruidas generalra del Faraón camente en la eszando con redes, cuela de los múno sólo se ensicos c a i r e ñ o s , cuentra en este nos parecen sositio sino tamberanamente exbién en Karnak traños; mas la y en otros temhabilidad de esas plos. El calendagentes, y la serio de las fiestas guridad con que de Edfu nos remuchos de ellos vela lo que signiejecutan al unífican estos cuasono, bastan hasTemplo de Hermonthis. dros sorprendenta para causar adtes á causa de la miración ápersosantidad del lugar en que se hallan: los peces, impuros nas tan inteligentes como el doctor Spitta. Los gitanos por naturaleza, eran el símbolo de los pueblos aborre- cantadores y danzadores, que vestidos de colores chillocidos que vivían en los países extranjeros, así como los nes y trajes ligeros, se encuentran en los diferentes puepájaros cazados con trampa reproducen alegóricamente blos,y que siempre afectan en sus cantos una gran pureza los malos espíritus. de pronunciación árabe, están completamente excluidos Atravesamos el mercado y el bazar de Esne, para tras- del trato de las gentes de buena sociedad: en cambio ladarnos al barrio, habitado por las ghawazi, sabedores los cantores que forman la clase más elevada entre los de que no existe población alguna en Egipto en que músicos de la capital, aun cuando procedan de la media, más abunden las cantadoras y bailadoras, especialmente son personas muy estimadas y llegan rápidamente á desde que Said-Bajá relegó al mismo todos los indivi- hacer pingüe fortuna. Como en Europa, las mujeres duos de esta corporación, después de haberlos expulsado llevan gran ventaja á los hombres en número y en del Cairo. En Kene, en Luqsor, en Karnak, acaso hasta reputación, en el concepto de la buena sociedad. Las en las mismas ruinas de Karnak, en compañía de ex- más distinguidas se llaman awaliin, en singular almca, tranjeros de distinción, amantes de contrastes y de ines- la mujer instruida, que ha recibido educación. Por peradas impresiones, casi en todas las aldeas del Alto punto general su vida comienza en casa de una persona Egipto, puede contemplarse el espectáculo que ofrecen de calidad que las abandona, en cuanto se ha marchiesas jóvenes entregándose á la práctica del arte que tado el primer frescor de sus encantos: entonces adoptan profesan, y los músicos que con sus orientales instru- su nombre, que conservan para sus conocidos, y se prementos, en la'danza les acompañan. Si hemos de hablar sentan en público alcanzando mayor ó menor éxito. Son francamente, los movimientos rítmicos del cuerpo, los elemento indispensable en todas las fiestas, y especialmesurados saltos, las vueltas rapidísimas, las inclina- mente en las bodas: cantan en el harem delante de las ciones, los gestos de tales bailarinas y las palabras de mujeres, y hasta delante de los hombres, pero ocultas cuando en cuando pronunciadas por las cantadoras, sólo detrás de un tapiz ó de los pliegues de una antepuerta. á medias pueden satisfacer nuestro gusto occidental, En cuanto han logrado hacerse una reputación, se lea

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res, pero es más pasajera que la de sus cofrades del otro sexo: la voz robusta del hombre, principalmente en las notas agudas y atipladas, no juega tan bien en la música árabe como la voz aguda de la mujer. En cambio la de los niños y de los adolescentes ofrece un encanto particular, de manera que su canto es á veces preferido al de las mujeres. Las gitanas (ghawazi) de Esne, son simultáneamente cantoras y bailadoras, haciendo muestra de sus habilidades ante los extranjeros, vistiendo colores vivísimos y luciendo joyas de oro. Conténtanse con una pequeña recompensa, no se ocultan detrás de ninguna cortina, y difícilmente logran causar, no diré entusiasmo, sino ni arrancar muestras de aprobación á los espectadores europeos. Y sin embargo no es esto decir que sus cantares carezcan de sentimiento y profundidad, y en algunas de sus danzas dan pruebas de una flexibilidad extremada, desplegando una pasión tal, que sin oponerse á la gracia, llega á arrebatarlas en ocasiones hasta los límites del furor, con notorio perjuicio de los encantos de la belleza. De cuantos músicos acompañantes hemos tenido ocasión de escuchar, uno solo ha logrado impresionarnos hondamente": era éste un anciano tañedor de rebüb, de Luqsor, el cual pulsaba su pequeño instrumento con tal habilidad y destreza, que cuantos europeos le escuchaban, unían entusiasmados sus aplausos á los repetidos ya-satom de sus admiradores árabes. Un rasgo hay que caracteriza hasta á los cantores y cantatrices más humildes, es decir, á aquellos que no cuentan con más acompañamiento para su voz, que el son monótono y desapacible de la darabukka, y el palmoteo acompasado, y cuyas danzas, lejos de despertar sentimiento alguno agradable, producen más bien una impresión de disgusto, el cual consiste en la posesión de un instinto perfecto de la medida, y la facultad de apoderarse completamente del espíritu que se encierra en las escenas que deben representar. Los egipcios modernos, en lo cual se parecen á sus antiguos predecesores, son un pueblo eminentemente músico: las clases obreras, especialmente los marineros, siempre trabajan cantando; la música es el acompañamiento obligado de todas sus diversiones, y hasta de las narraciones del cuenta historias, en derredor del cual gustan sentarse, cuando han cesado los rumores del día. Esos artistas de prima noche, pertenecen también á la corporación de los músicos, y se les encuentra delante de las puertas de los cafés, situados en tabladillos cubiertos de tapices. Ordinariamente son dos, uno de los cuales acompaña al narrador, valiéndose del rebab, especie de viola que se toca con el arco como el violoncello. El asunto de sus narraciones varía; pues también en esto hay modas en Egipto como en Europa: al presente están en boga las leyendas caballerescas de Antar, Seif-elJezen y Abu-Zeid, leyendas que ocupan el puesto de los maravillosos cuentos de Scheherzad. ¡Con que placer invitaríamos al lector á escuchar con nosotros esos bellísimos poemas á los cuales presta color un ambiente caliginoso, y un cielo tachonado de rutilantes estrellas, ó á acompañarnos á los afueras de la población para Los regalos preciosísimos que se hacen á una cantatriz contemplar con nosotros el espectáculo que todos los como la que nos ocupa, corren parejas con los frenéticos años, en tal día como hoy, aniversario del nacimiento aplausos que se la prodigan en este Oriente que es la del profeta, atrae á ios habitantes de Esne, como á los tierra de la liberalidad. Una distinguida señora de las del Cairo, al lugar en que sé celebra la fiesta, de la cual márgenes del Rhin, que tuvo la fortuna de oír á Almas constituyen parte integrante los muchachos que henen un harem, nos decía que las mujeres que constituían chidos de gozo se mecen en los columpios, ó dan vueltas, su auditorio, le habían arrojado sobre las rodillas, y montados en los caballitos de madera de un ingenioso materialmente como á competencia, verdaderos puñados artificio! Pero el tiempo apremia, ni siquiera espacio de monedas de oro, sortijas, pendientes, ajorcas, cuanto tenemos para acompañar al lector á tíavés del bellísimo les venia á mano: una sola de sus sesiones le produce jardín que rodea el castillo del virey; á los bazares; á tanto ó más que á la Patti una función eü nuestros las iglesias coptas; á la plaza de mercado. Hase levanteatros. No es menos envidiable la fortuna de los canto-

dispensan honras y consideraciones, verdaderamente extraordinarias; cásanse, con el objeto de tener un hombre que las proteja, y cuando desaparecen la frescura de su voz y la flexibilidad de su garganta, se retiran á la vida privada, donde acaban sus dias en medio del reposo y del aprecio universal. Si no logran alcanzar un éxito brillante, deben contentarse con cantar en los cafés y vivir de las limosnas de los concurrentes. En estos últimos años la más célebre de todas, era una mujer verdaderamente notable, que se dio á sí misma el nombre de Almas el diamante, cuyo retrato reproducimos del pintado para el virey por el alemán Lorie. Por lo que á nosotros toca, no podemos alabarnos de haber oido á la Diamante; pero el pintor Gentz ha tenido esta satisfacción, y además la de dibujar ó retra7 tar á la cantatriz. Según nos dijo, la vio en una reunión que se daba en la casa de un rico caireño. Semioculta tras una cortina, sólo cantaba algunas estrofas, creciendo el fuego y pasión de su canto al compás del entusiasmo y de los frenéticos aplausos del auditorio. No nos sentimos con fuerzas para privar á nuestros lectores de la descripción del ingenioso Gentz:—«Dios te demues»tre su aprobación, exclamaba éste; canta, canta, ruise. »ñor dé los verjeles, decia otro; tprtolilla enamorada, «interrumpía un tercero, embriáganos de amor con tu »carifioso arrullo.—Y en efecto, dijérase que al par y »brotando de unos mismos labios, oíanse los arrullos «seductores de la tórtola enamorada, los armoniosos «trinos del ruiseñor, el gorjeo cadencioso de los canton e s de la enramada. Y de la propia manera que el «ruiseñor trueca sus trinos entusiasmados en plañidera «lamentación, que en medio del silencio de la noche se «pierde en lontananza, para comenzar de nuevo con «mayor brío y entusiasmo, la apasionada Almas sus«pendia á intervalos su canto, al parecer llevada de la «inspiración del momento, sin obedecer á regla alguna; «mas en realidad teniendo conciencia perfecta del efecto «que en el auditorio debía producir; pues había apren«dido este artiñcio del mismo Bulbul, ó del diamante, «que no arroja continuamente sus luces deslumbrado«ras. Cuando comenzó de nuevo dejando oií estas pala«bras: «Pasé á tu lado, dejé oír mi arrullo, llámete como «tórtola enamorada, mas permaneciste sordo á mis «suspiros,« fué tan profunda la emoción, que al tocar á «su término la apasionada romanza, fueron muchos los «oyentes que prorumpieron en sollozos... El entusiasmo «llegó á su punto más elevado, cuando la cantatriz «refirió la historia de su vida. Joven y bella, fijóse en «un persa, un médico, por el cual sintió uña pasión «devoradora, y creyó que uniéndose á él por medio de «sagrado vínculo, experimentaría toda la felicidad del «amor. Mas «su dulce ilusión se hizo pedazos.« Separóse «de aquel á quien amara tan profundamente, y se hizo «almea. Al presente el recuerdo de su primer amor llena «su alma de tristeza. La melancolía y el amor no satis«fecho son la fuente de donde brotan sus inspirados «cantos.«

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tado el viento Norte y debemos aprovecharlo para visitar al amanecer del nuevo dia los monumentos de la antigua Necheb, hoy dia el-Kab, es decir, la ciudad de la cual al parecer ha salido la actual Esne. Conseg-uimos nuestro intento antes de la salida del sol, desembarcamos en la ribera derecha y corrimos á examinar los restos de la fortaleza de Necheb. Es un recinto cuadrado del cual puede decirse sin exageración que no tiene par, pues cada uno de sus lados mide seiscientos cuarenta metros de largo, por once metros cincuenta de espesor, de suerte que pueden pasar de frente sobre estos muros varias carretas, del mismo modo que sobre la cal- • zada de un camino real. Detrás de él y á cubierto de todo ataque l e v a n t á b an s e templos y reales palacios hoy totalmente destruidos, y en él abroquelados podian encontrar asilo seguro, millares de egipcios en la hora del peligro. Los ladrillos sin inscripciones de que está formado el muro exterior, no pueden revelarnos la época de su construcción; pero el valle de el-Kab es rico en monumentos que nos dicen que la ant i g u a Necheb e x i s t i a ya en tiempo de los constructores de pirámides, sienAlmas, la cantadora árabe de do célebre por el santuario de la diosa del Sur, con cuyo nombre se distingue. Traducido del alemán por

{Continuará).

ANTONIO BLRGNES DE LAS CASAS.

EL CONTINENTE MISTERIOSO, POR

E N R I Q U E M. S T A N L E Y . (OONTINDAOIOH).

CAPÍTULO LXVII. Descubrimiento desasradable: Uledi ladron.-Es juzgado y perdonado.— Shakspeare inmolado.-Las abejas de Masasa. —Supersticiones locales.^Afabilidad de I-'rancisco.

El dia 27 ocurrió un suceso que jamás olvidaré. De buena gana lo pasara por alto, pero constituido en his-

toriador de mi viaje, no puedo omitirlo. El acontecimiento á que me refiero toca á la naturaleza humana y revela su debilidad, aunque el individuo posea en grado superlativo las más nobles cualidades. El héroe del caso en cuestión fué Uledi, piloto de la Lady Alice, el mejor soldado, marinero y artífice, y el más fiel criado de todo el cuerpo expedicionario. Hasta aquel dia Uledi habia librado á trece personas de morir ahogadas: bastaba la más simple indicación de mi parte para que arriesgase su vida para salvar la de sus compañeros: o b e d i e n c i a tan heroica, aunque no sobrepujase en mucho á la demostrada por otros miembros principales de la expedición, tales como el jefe Manuva Sera , el consfjero Safeni, el mayordomo Rehani y el polizonte K a c h e ché, habia bastado para que yo le apreciara como ninguno. Uledi no era hombre de rostro agradable , ya que llevaba impresas en él las huellas de la viruela y tenia demasiado anchas las ventanas de la nariz, empero «todo lo que agrada es bonito. » Bajo de estatura, rechoncho, tampoco podia l l a m á r s e l e buen mozo ; sin embargo, me servia con buena voluntad, y esto me bastaba. Jamás me preocupó más fama en la actualidad la idea de adivinar en él los delicados sentimientos que truecan á los hombres en héroes; lo que sabia era que aquel ser rudo, con su torpe y semi-salvaje naturaleza, me obedecerla en todo y por todo. Complacíase en cumplir con su deber, y eso lo elevaba á mis ojos; estimábame y obedecíame, y por lo tanto yo le quería; en distintas ocasiones habia arriesgado su vida para salvar la de seres ingratos ó poco merecedores de semejante sacrificio, y á esto debía el que yo le distinguiera. Y sin embargo, ese criado tan bien visto, tan querido y mimado (¡oh! me duele tener que hablar así de él), me robó. Al caer de la tarde, cuando todos estábamos reunidos en el campamento, se presentó el muchacho Majuara, anunciándome que, mientras eran trasportados los efec-

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EGIPTO. — Sala hipóstila de Esne.

T. IV.-65.

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tos desde el campamento del Mova superior, habia sido pusilánimes é inertes no se habían movido de sus abierto un saco, desapareciendo de él gran cantidad de asientos, Manuva Sera no titubeara en aconsejar que, atada una pesada piedra al cuello fuese arrojado á las cuentas de vidrio. profundidades del rio; empero siendo Uledi el culpable, Esta noticia me llenó de zozobra: en aquellos momen^ tos cada cuenta tenia para mí más valor que sí hubiese opinaba porque sólo se le castigase con una tanda de sido una pepita de oro ó un diamante, ya que la vida de azotes, á fin de que á los restantes miembros de la extantos hombres dr¡ endia del ahorro que de tales bara- pedición se les quitasen las ganas de robar, si las tenían. tijas hiciéramos; y yo mismo en más de una ocasión Todos los jefes estuvieron de acuerdo con lo propuesto me habia privado de comer para que no carecieran de por el que acababa de hablar, mientras que las tres cuartas partes de los individuos allí presentes gritaron: alimentos los individuos que me acompañaban. —¿Quién ha sido el ladrón, Majuara? Dímelo, y te pro- i A zotarle! ¡ azotarle!' . Encarándome entonces con los tripulantes de la Ladtj meto que será castigado cual se merece. Alice, les hablé de esta suerte:—¡Muchachos! Vosotros El muchacho no habia presenciado el hecho, pero me que conocéis tan bien á Uledi y habéisle seguido cual indicó que sospechaba que el ladrón fuese Uledi. —¡Uledi! ¿Sin duda que no te refieres al patrón Uledi? si fuera vuestro padre en las circunstancias más difíci—De éste estoy hablando, replicó tímidamente Ma- les, decidme: ¿qué castigo merece? Mpuapua, encargado de vigilar la lancha mientras juara. Llamado Uledi, y sin perderle de vista, ordené que estábamos acampados, uno de los hombres más formaKacheché se apoderara de sus efectos y de los de su les que me acompañaban, contestó:—Amo mío, este mujer, y , que todo me fuese entregado en el acto. asunto es muy serio. Uledi puede llamarse nuestro Luego dije al acusado que declarase si tenia en su poder hermano mayor, y si votásemos por que se le castigara algunas cuentas de vidrio que no le pertenecían, y con- seria lo mismo que votar por nuestro propio castigo. testó negativamente: entonces mandé á Kacheché que Pero los padres graves de la expedición han resuelto desenrollara su petate: ocultas en él llevaba cinco que Uledi sea apaleado, y yo, como menor, respeto su libras de las bellas cuentas llamadas samí-sami, con las consejo. De consiguiente, amo mío, sólo pido una cosa, cuales habia casi para comprar víveres con que sustentar ' y es: que le pegue usted lo menos posible. He dicho. —¿Y tú, Marzuk (éste fué compañero de Uledi en la durante dos días al cuerpo expedicionario. En vista de escena de las rocas de la cuarta catarata de las cascadas esto, Uledi fué puesto á buen recaudo. Al anochecer, cuando se hubieron retirado del cam- Stanley), qué opinas sobre el particular? —Confieso, mi amo, que Mpuapua ha hablado tal pamento los naturales de Mova, pasé lista, reuniendo á todos los miembros del cuerpo expedicionario, hom- como yo lo hubiese hecho: así pues, yo sólo añadiré: bres, mujeres y chiquillos, ¿quienes hablé seriamente. acuérdese usted de que el culpable es Uledi. —¿y tú, Shumari, hermano de Uledi, te suplico me Durante mucho tiempo, díjoles, Francisco y yo habíamos creído conveniente observar la mayor economía y digas qué castigo merece ese ladrón, que á no haber habíamos sacrificado en bien de todos nuestros derechos sido descubierto nos hiciera morir de hambre á todos? —i Ah, señor! ¡sus palabras caen sobre mí como una y privilegios de gastar el dinero para proveer nuestra despensa, considerándonos únicamente como meros maza de plomo! ¡Perdónele usted! Cierto que Uledi ha administradores de la comunidad. Sín'embargo, á pesar robado, y que esto es muy feo y. censurable. Uledi ha de nuestra conducta noble y leal, notábamos con senti- tenido siempre el vicio de robar, por lo cual le he remiento, algún tiempo hacia, que los víveres y demás prendido varias veces. Yo jamás he robado; nadie puede efectos disminuían rápidamente al trasladarnos de uno acusarme de haberme apropiado' lo que no me perteá otro campamento por en medio de rocas y de mesetas, necía, y esto que soy un muchacho, y Uledi es el prihasta el punto de sernos imposible poner coto á tales mogénito de mis hermanos. Empero, amo mío, hágase desmanes y de haber llegado á abrigar temores de que según desean los jefes; puede usted apalearlo, propisi las cosas seguían así, nos moriríamos todos de hambre nándome á mí lá mitad de los golpes que haya de reciantes de avistar el mar. Todas las observaciones que bir, pues sabiendo que con esto alivio un tanto á Uledi, habíamos hecho tocante á este punto, añadimos, á nada no sentiré la paliza, habían conducido, pues entre nosotros habia algunos —Díme, Sayva: tú que eres primo de Uledi, ¿qué individuos, al parecer, que incitados por la codicia, es- opinas? ¿Acaso no debemos castigarle severamente, taban resueltos á hacer sufrir á sus compañeros; siendo para que los demás miembros de la expedición' propenasí que si alguno de los miembros del cuerpo expedi- sos al robo cobren temor y no se propasen? cionario llegaba á morir por falta de alimentos, la culpa —¿Permitirá el amo á su esclavo que hable? la tendrían los hombre.s blancos y nadie más que los —Sí, Sayva, ábreme tu corazón. hombres blancos. Al objeto, pues, de impedir tal calaAdelantóse el joven" Sayva, é hincándose, rodeó mis midad, & la que indudablemente sucedería una completa pies con sus brazos, diciendo: pobreza, estábamos en el deber de adoptar alguna me—El amo es hombre docto. Todo lo que acontece lo dida sería para castigar á cuantos fuesen causa de apunta en un libro, y cada día apunta alguna cosa. nuestros males; y como aquella misma tarde se habia Nosotros los negros no conocemos nada, ni recordamos encontrado á un hombre que tenia en su poder gran la menor cosa. Lo que ayer hemos visto, hoy queda cantidad de cuentas de vidrio sustraídas del almacén, olvidado; mas el amo todo lo recuerda. Si el amo se toma general, y este hombre era Uledi, yo preguntaba: ¿Qué la molestia de hojear sus libros, encontrará algo que debe hacerse con Uledi? concierne á Uledi, es á saber: cómo se portó Uledi en Después de mucho argumentar, el jefe Manuva Sera el lago Tanganika; cómo libró & Zaidi de las garras de manifestó que tratándose de Uledi el caso era grave. Si la catarata; cómo salvó á tantos y tantos cuyos nombres el culpable hubiese sido alguno de los goi-gois, cuida- no recuerdo, de inorir ahogados en el rio, entre ellos dos cariñosamente durante meses, que no habían tra- á Bill AUi, á Mabruki, á Kom-Kusi y á otros más; cómo bajado desde el amanecer hasta la noche en las catarar ha trabajado en la Lady Alice más que tres hombres tas, ni soportado las fatigas y sudores de la jomada; juntos; cómo ha sido el primero en obedecer los manque en nada se hablan distinguido, sino que siempre datos de su dueño; cómo ha sido padre cariñoso de los

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en mi libro de memorias algunas frases nuevas, á fin de aumentar el vocabulario, ya bastante copioso, de palabras indígenas, que tanto nos servia. Pocos minutos hacia que principiara mis apuntes, cuando observé una conmoción extraña entre cuantos aborígenes me rodeaban, los cuales huyeron á toda prisa. Al cabo de un rato oímos apellidar á combate encima de la meseta, y dos horas más tarde un sinnúmero de guerreros, armados de mosquetes, descendieron de aquella en dirección al campamento. A simple vista me pareció que no bajarían de quinientos á seiscientos hombres. A decir verdad, nosotros apenas estábamos preparados para resistir el ataque, pues contando entre los indígenas con algunos amigos verdaderos, creí que me seria fácil evitar el rompimiento de hostilidades. Cuando los indígenas estuvieron reunidos en frente y á un centenar de yardas de nuestro campamento, Safeni y yo nos adelantamos, sentándonos á mitad del camino. Entonces avanzaron hasta cerca de nosotros cinco ó seis de los guerreros de Mova, y empezó el shauri. —¿Qué significa esto, amigos mios? pregúnteles. ¿Por qué acudís en tropel armados hasta los dientes, como si fueseis á pelear? ¡Pelear! ¡Queréis batiros con nosotros! ¡ Bah! sin duda que estáis preocupados y no sabéis lo hacéis. —Mundelé,—replicó uno de ellos, hombre de elevada estatura y con la cabeza afeitada, que me recordaba á Muana Saramba, el cual me acompañó en la circunnavegación del lago Victoria,—nuestra gente os ha visto ayer estampando signos en un tara-tara (papel). Esto es muy malo. Nuestro país será devastado, morirán nuestras cabras, se marchitarán nuestras plantaciones de habanos, lo mismo que los pechos de nuestras mujeres. ¿Qué os hemos hecho para desear que todos perezcamos? Os hemos vendido comestibles, y jamás os ha faltado vino. Vuestra gente es libre de andar por donde mejor le plazca. ¿Por qué es tan malo el mundelé? Nosotros hemos resuelto atacaros, si no quemáis el tara-tara en presencia nuestra: si así lo hacéis, os dejaremos en paz, quedando tan amigos como antes. Contésteles que aguardaran un tanto, dejando en sus manos á Safeni, como prenda de mi regreso. Mi tienda no distaba cincuenta yardas del sitio en que se habia celebrado el shauri, y mientras me encaminaba á ella imaginaba algún medio para vencer la hidrofobia supersticiosa de aquella gente. Mi libro de memorias contenia muchos y valiosos apuntes, tales como planos de cíiscadas, de calas, de pueblos, croquis de localidades, detalles etnológicos y filológicos en suficiente cantidad para llenar dos volúmenes en octavo, todo lo cual era bastante curioso para interesar al público. Claro es que yo no podia sacrificar tal copia de datos al capricho infantil de los salvajes. Revolviendo el cajón donde conservaba mis libros, tojpé con un volumen de las obras de Shakspeare (edición de Chandes), bastante usado y mugriento, el cual tenia el mismo tamaño que el libro que tanto miedo causara á los infieles, y como hasta la encuademación era idéntica, fácilmente podría hacerlo pasar por mi libro de memorias siempre que alguno de los aborígenes no se hubiese fijado demasiado en el contenido y aspecto de éste. Sin más reflexión, pues, tomé el Shakspeare descabalado y lo presenté á los salvajes. —¿Es este, amigos mios, el tara-tara que deseáis ver consumido por el fuego? —¡Sí, sí, este es! —Está bien; ahí le tenéis. Quemadle ó quedaos con él, como mejor os plazca. (1) Es bien singular que é tanta distancia del ÜRanda encontrásemos —M—m. ¡No, no, no! No queremos tocarlo; tstá heun cacique que lleva el nombre del perdido patriarca, que de tal íama goza en las tradiciones históricas de aquel pats. chizado. A vos corresponde quemarlo.

muchachos de la lancha, y otras muchas cosas más. Al lado de Uledi, amo mió, los tripulantes de la Ladij Alice son buenos y voluntariosos; sin él nada valen. Uledi es mi primo: si, como dicen los jefes, Uledi merece ser castig:ado, Shumari consiente en sufrir la mitad del castig'o; que la otra mitad corresponda á Sayva, y no se toque para nada á Uledi. He dicho. —Perfectamente, proferí. La opinión pública condena á Uledi, pero como Shumari y Sayva han consentido en sufrir el castigo á que Uledi se ha hecho acreedor, éste queda en libertad y Shumari y Sayva son perdonados. Al oir que recobraba su libertad Uledi, adelantóse y dijo: —Amo mió, no fué Uledi el que robó; fué el diablo que se introdujo en su cuerpo. En lo sucesivo Uledi será bueno, y si antes ha sido digno del cariño de su señor, hará todo lo posible para serlo más y más desde hoy en adelante. El dia 28 los indígenas comparecieron á centenares al camparqento para observar maravillados á los hombres blancos, para traficar y divertirse. Mova está dividido, en dos distritos, gobernados por cuatro reyezuelos. El riachuelo que vierte sus aguas en la bahía separa esos distritos, que por junto no abrazan más de ocho millas cuadradas de terreno. Los dos caciques principales Uámanse Manuana y Kintu (1). Entrambos rivalizaron en regalarnos á Francisco y á mí vino de palmera, pan de cazabe y plátanos, esperanzados, como era natural, de recibir en cambio magníficos presentes, ya que los indígenas de esta región son demasiado pobres para regalar sin más ni más los productos de la tierra al negociante ó mundelé, como ellos me llamaban, que debian de suponer hombre rico; amen de que, según todas las leyes naturales, yo debia corresponder liberalmente al obsequio que recibiera. Con todo, los babuendé no son avaros, habiendo tenido ocasión todos los miembros del cuerpo expedicionario de convencerse de lo que afirmo. Cada vez que uno de losvuanguvana pasaba por delante de algún sitio donde los indígenas estuviesen comiendo ó bebiendo, era invitado por éstos con la mayor cordialidad. Los babuendé tienen una costumbre que infunde espanto en el ánimo del extranjero que por vez primera les trata. Al visitar nuestro campamento para obsequiarnos con vino y pan, y una vez entretenidos en amistosa plática, repentinamente empezaron á rechinar los dientes cual si estuviesen poseídos de un acceso de rabia. Más tarde supimos que esto forma parte de las costumbres de los babuendé y de los bakongo. Varios de los babuendé que moran más abajo de Nzabi y hasta Manyanga, han visto, aunque no sea más que una sola vez, el mar en los puertos de Kinsembo, Kinzau, Mkura, Mkunga y Mbala, y algunos han estado en Embomma. A esto se debe que se muestren afables é inclinados al trato con los extranjeros, á pesar de que por nada se sulfuran y empuñan las armas, haciendo fuego con sus fusiles cargados hasta la boca sobre los forasteros ó cualquiera otra persona á quien tengan ojeriza. El hurto de la cosa más insignificante, el más pequeño altercado bastan para excitar sus nervios. Tampoco toleran que en su presencia se escriba, se tomen apuntes, se dibuje, ó se haga cosa alguna nueva para ellos ó que pique su curiosidad. Al tercer dia de nuestra estancia en Mova, encontrándome bastante bien entre aquellos indígenas, pues se portaban como verdaderos amigos, empecé á apuntar

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—¿A mí? perfectamente. Estoy dispuesto á complacer en todo y por todo á mis buenos amig-os de Mova. Encamíneme k la hog-uera más cercana; mentalmente dije adiós al buen compañero que durante muchas horas intranquilas de la noche me habia ayudado á soportar no pocas penalidades, y en seguida con la mayor gravedad posible arrojé al fuego al inocente Shakspeare, amontonando ceremoniosamente encima los tizones. — ¡Ah-h-li! exclamaron á una los pobres indígenas, cual si acabasen de arrojar un enorme peso de su pecho. El mundelé es bueno, muy bueno, y quiere á, sus amigos de Mova. Quedan zanjadas todas las diferencias, mundelé. Los mova no son malos. É inmediatamente demostraron de varios modos su alegría. Así terminó el episodio del auto de fe practicado con el volumen de las obras de Shakspeare.

La Lady Alice, desde el accidente acaecido en el Mova superior, no habia cesado de hacer agua, al par que gracias al tráfico frecuente cerca de las cascadas del Livingstone y con el continuo cambio del estado húmedo al seco, ya que á cada paso era acarreada por tierra ó botada al rio, acabó por inutilizarse casi del todo; sin embargo, yo me obstinaba en que fuese calafateada y reparada. Observando algunos naturales el ansia que yo tenia para que la lancha no hiciese agua, me ofrecieron una sustancia que, según ellos, serviría á maravilla para el caso, y á las pocas horas vinieron á mi encuentro con una pasta en que entraban como componentes la goma elástica y la manteca de palmera: después de probada conocí que aquella pasta vale mucho menos que la brea, de suerte que la rechacé. Entonces un sobrino de Manuana ofreció enseñar á su

Individuos del cuerpo expedicionario que dieron la vuelta al Victoria Nyanza y al lago Tanganika, y exploraron los rios Alejandra y Livingstone (Congo).

amigo Kacheché algo muy superior á lo traído por los indígenas; por lo tanto, á las diez de la mañana del dia 1.° de junio Kacheché y el indígena comparecieron cargados con unas treinta libras de cera de abejas, sustancia muy negra, que á no ser por las abejitas que todavía estaban adheridas k ella, hubiese podido confundirse con la brea. Más tarde me encaminé al sitio donde habia sido hallada, y descubrí cerca de un quintal de cera sobre un fragmento de roca, junto á las cascadas Masasa. Las abejas productoras de esta cera son de color pardo oscuro y en tamaño alcanzan sólo la mitad de las proporciones de la abeja común. En varios sitios entre Masasa y Mova vimos muchas secreciones de cera sobre los picos de las rocas. Otro valioso artículo mercantil de aquella región, además de la cera de abejas y la gutta-percha, es la goma copal, si bien los indígenas no la aprovechan. La primera vez que vimos este artículo fué en las cascadas de Kalulu, donde existen grandes cantidades del mismo en las hendiduras de las rocas. Uno de mis hombres

recogió cerca de cincuenta libras, creído dé que al llegar á la costa podría venderlo fácilmente. ¡Pobre muchacho! Sin duda que en su inexperiencia ignoraba lo mucho que teníamos que bregar antes de que se viesen cumplidos sus deseos. El aspecto de aquella sustancia indicaba que durante mucho tiempo habia estado sumergida en el agua: yo creo que era una goma fosilizada y acarreada por el rio Livingstone. En la isla Cheandoah encontramos un pan de goma copal que pesaba quince libras, además de algunos otros que variaban entre dos y tres libras, siendo su color rojizo ó blanco pálido. Los babuendé poseen el aceite de palmera en demasiada abundancia para hacer caso como combustible de la goma, el incienso, la mirra y otra» resinas de la Bwseraccoe, empleadas por los uaregga y los naturales de Karuru. Los mova tienen mucha goma elástica, ya que en sus barrancas arboladas y en las colinas de la margen derecha del gran rio se produce en cantidad asombrosa. Un joven intrépido llevó á vender un car-

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gamento á Ba-Zombo, pero su mercancía fué tan poco apreciada que se arrepintió del trabajo que se habia tomado. El espíritu mercantil de los babuendé todavía no ha logrado reanimarse desde el malogrado ensayo llevado á cabo por una gran caravana de los suyos, ensayo que tuvo efecto algunos años ante? de que yo visitara ?u país. Una enfermedad intestinal se declaró entre ellos, siendo pocos los que lograron regresar á sus hogares. Los basundi, que viven al Oeste-Noroeste de Mova, suelen arriesgarse hasta la margen del estrecho Livingstone, en cuyo punto las turbulentas aguas producen á veces tal estrépito que se oye á gran distancia. Si la brisa lleva hasta sus oídos el tétrico rumor de las cascadas durante el sandu, ó mercado, se cubren el aparato auditivo con las manos é inmediatamente abandonan su puesto; ó si por acaso andan cerca del rio ó lo divisan desde algún sitio, al momento tápanse los ojos y diríase que les persigue el diablo, tal es la ligereza y ansia con que corren. Una de las principales costumbres de esta tribu, y también la que más llama la atención del viajero, es la que respecta al luto. Incesantemente los disparos de los mosquetes cargados á más no poder anuncian el suceso á todo el mundo, y un aficionado á la estadística podría fácilmente hacerse cargo del día que.acaeció la defunción así como del sexo y edad del individuo objeto de la ceremonia, con sólo contar los disparos. Para anunciar la muerte de un niño dispáranse seis tiros, diez para la de una mujer y quince para la de un hombre adulto, tirándose sobre los habanos y las palmeras, en la creencia de que aquella desgracia ha sido causada por las bananas podridas ó por la mala calidad de la manteca de palmera. En la ensenada de Mova vimos una docena de pequeñas canoas de pesca construidas con el blando y ligero tronco de la Rubiaceos: además de las redes de caña que los pescadores instalan en la boca de varias cascadas poco importantes, sobre el linde de las rocas de Mova, todas las noches esos pescadores se embarcan en sus canoas provistos de redes de cuerda que echan en la ensenada para coger cierta clase de pececillos blancos que atraen por medio de antorchas. Al igual que los capitanes de un buque de vela suspiran por que sople favorable brisa, parece que los pescadores indígenas están creídos de que el viento encanta á los varos, de suerte que toda la santa noche se les oye silbar de un modo especial y misterioso. En regiones como estas donde los habitantes son tan supersticiosos, á cada momento vese expuesto el viajero á ser víctima de la furia popular. Si alguna persona muriese repentinamente á consecuencia de la ruptura de un aneurisma mientras estaba traficando en el campamento del viajero en cuestión, ó si hallándose descuidadamente sobre una roca cayese y se rompiese la crisma; si una enfermedad tal como el cólera ó el tifus viniese á azotar una comunidad, ó el disparo inesperado de un arma de fuego causase la muerte de alguno de los indígenas, ó bien algún epicúreo cacique falleciese de un ataque de aplopejía, todo esto serla achacado á la malévola influencia del extranjero. Por otra parte, parecióme que aquellos aborígenes son muy dados á guerrear. Acaeció un accidente á un individuo de Mova en las cascadas de Zinga, é inmediatamente el distrito de Zinga en peso se aprestó para entrar en campaña, temeroso de una invasión por parte de los de Mova. Un jefe de Zinga, llamado Ndala, debía veinte y cinco piezas de tela á un anciano de Mova, y como alargase el pago á dos lunas cuando sólo se le habia hecho crédito por

una, y al cabo de las dos lunas tampoco pudiese pagar, fué atacado con gran fiereza por los compatriotas del acreedor. Habiendo Man uva Sera explorado el rio hasta las'cascadas de Zinga, que se encuentran situadas dos millas más abajo de Mova, las noticias que trajo de su expedición me consolaron un tanto, pues anunció que la corriente, entre Mova y Zinga, no ofrecía los obstáculos que felizmente acabábamos de salvar, de suerte que sí éramos un poco cautos nada debíamos temer. El 2 de junio procedí, acompañado de Manuva Sera, hasta las cascadas de Masasa, á lo largo de las cimas de elevados precipicios. En Masasa termina el canal comparativamente angosto y encajonado entre altos muros dé rocas, á través del cual el rio se precipita, agitado por las cascadas de Mova y por la concha inferior (cerca de las cascadas de Masasa), á la cuenca de Bolo-bolo ó quietoquieto. A causa de la respetabilísima anchura de la concha del Mova, ya que mide 1,800 yardas, las aguas del rio se precipitan por una abertura que tiene 500 de ancho, corriendo con vertiginosa y turbulenta furia durante una milla, y en Másese parece só-segarse un tanto. Aquí el rio, empinándose, descarga parte de sus aguas por los costados, las cuales ondeando á lo largo de la base de los cerros de Mova, van subiendo hasta penetrar en la bahía del mismo nombre. Entonces, después de correr como marea por la bahía en forma de lengua, repentinamente se apaciguan, y retirándose por la base de los corros de Mova, al cabo de dos millas de circuito encuéntranse con las grandes cascadas y con las espumosas rompientes, y en este punto se verifica una salvaje pelea entre las dos corrientes contrarias. Desde Másese el rio vuelve á recobrar su rápido curso hacia abajo, formando ondas y más hondas, pero generalmente con un aspecto tranquilo en la apariencia, á pesar de que no faltan vórtices y otros pasos peligros, hasta que cerca de la punta Masasa, abajo y á una milla de distancia de Másese, se lanza contra las rocas, elévase por ambos lados en ondas enormes, que se encuentran á mitad del rio á doscientas yardas del punto citado: la espuma choca con la espuma, unas olas se atraviesan con otras, empeñándose un combate desesperado para tranquilizarse poco á poco y volverse á alzaren forma de conos parduscos: de esta suerte corren las aguas por espacio de media milla, hasta la concha de Bolo-bolo, en cuyo punto conviértense en manso estanque, y de ahí su nombre. Desde la cresta del elevado muro de rocas que circuyen el estanque semejante á un cráter, el furioso Masasa diríase domado. Hasta el agreste Zinga, que está á una milla y media de distancia, y el Ingulufi, sito todavía más abajo, parece que quedan redueiflos á meros copos de agua blanquecina; empero sí nos acercamos á ellos, veremos que no es cosa tan fácil como á primera vista parece recorrerlos en canoa. A mitad del camino de' Masasa á las cascadas de Zinga, entre aquellos cerros' cóncavos, se precipita desde la meseta el rio Edwín Arnold, el cual parece una cascada y cae de la altura de trescientos píes. En la parte más alta, mientras corre mansamente, el rio Edwin Arnold tiene cincuenta yardas de ancho y una profundidad de tres píes. Francisco Pocock y yo pasamos la velada, según costumbre, en mi tienda. A la sazón Francisco se hallaba muy mortificado por sus úlceras, y aunque se medicaba con frecuencia, no pedia atender á la vigilancia de mis hombres; sin embargo, raramente estaba ocioso. Los saquitos que contenían los abalorios á cada momento necesitaban algún remiendo, lo mismo que las tiendas

EL MUNDO ILUSTRADO. de campaña y nuestros pobres trajes, y mientras el enfermo se dedicaba á estas tareas, recreaba nuestros oidos con algunas canciones ó himnos tales ,como los que anteriormente habia entonado en la iglesia de Rochester. Festivo y contento como un pardillo, Francisco estaba siempre dispuesto á cantar, y la noche á que me refiero cantó á más y mejor, entonando una preciosa melodía que alegró mi adolorido corazón, desterrando por algunos momentos la melancolía de él. En medio de mis tribulaciones el rostro de Francisco me infundía aliento y érame sumamente simpático; su voz, de pura raza inglesa, recordábame mis propósitos, al par que del fondo de su noble y ardoroso pecho brotaban, en mi propio idioma, palabras de consuelo que sonaban dulcemente en mis oidos. Hacia treinta y cuatro meses que vivíamos juntos, y durante este tiempo jamás se desmintió su actividad ni el cariño que me profesaba. El criado, desde mucho atrás, habíase fundido en el compañero, y éste convertídose en amigo. En esas pláticas nocturnas, cuando nos mirábamos el uno al otro, y los leales ojos resplandecían al calor de la amistad, y la voz juvenil replicaba animada, entrambos fabricábamos los mismos castillos en el aire, entrambos bosquejábamos, llenos de esperanza, los mismos brillantes proyectos. ¡Oh dolor! ¡Quién hubiese podido adivinar el porvenir! Traducido del inglés por MARIANO BLANCH. (GoHtinuaríS),

LA CIENCIA EN LA CASA, DON RAMÓN DE MA.NJARRES.

(OOKTIKUAOtOIl).

Cuanto en el artículo anterior he dicho sobre la i n fluencia de la calidad de las aguas en la cocción de los alimentos, exije que dedique el presente á tratar de la naturaleza de las mismas, indicando cuáles son las que la higiene y la economía doméstica debe preferir. Destilando el agua en un alambique ó en cualquier otro aparato destilatorio con las debidas precauciones, se tiene agua químicamente pura. Pero no por ser pura creáis que es muy agradable al paladar y que es la más conveniente á la economía animal. La naturaleza nos presenta siempre el agua teniendo en disolución una cantidad de sales calizas y magnesianas y mayor ó menor cantidad de gases. Dada la armonía que reina en todo lo creado por la mano del Omnipotente, hay que creer que estas sales y estos gases que constantemente acompañan á una materia indispensable para la vida, están allí providencialmente para proveer á alguna de las necesidades dé la misma. Nada hay más soso qué el agua destilada : los marinos que en largas navegaciones se ven obligados á destilar el agua del mar en los alambiques establecidos á bordo de los buques, se ven en el caso de hacer algo más agradable el agua destilada aireándola, de modo que tome materias gaseosas de la atmósfera, ya que no es fácil ponerle las cantidades de sales terreas que la naturaleza cede á las aguas pluviales al filtrarse en la tierra. Tan sólo á los habitantes del celeste imperio podía ocurrírseles hacer del agua destilada una bebida de lujo; aberración tan garrafal y contraria á la naturaleza como la de estropearse los pies por puro lujo hasta el punto de andar con suma dificultad.

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Aun cuando la destilación del agua no es operación doméstica, conviene saber que un aparato destilatorio consta siempre de dos partes principales: el vaso donde hierve el agua y la parte donde se condensa el vapor. El primero, en los alambiques, es de cobre estañado y consta de la caldera, olla ó cucúrbita y del capitel, el cual lleva una alargadera que conduce el vapor al aparato condensador. Éste se compone de un tubo arrollado formando varias vueltas sobre sí mismo, al cual se le da el nombre de serpentín: este tubo es de estaño y está colocado dentro de un vaso lleno de agua fría llamado refrigerante. La destilación del agua es operación conocida y descrita ya desde el siglo iv por Zósimo, filósofo griego. Los primeros navegantes del archipiélago griego se procuraron agua dulce á bordo de sus buques por medio de la destilación. Más adelante es posible que los árabes enseñaran esta operación á los españoles, si bien su práctica quedaría limitada á los misteriosos laboratorios de los alquimistas, á juzgar por la ignorancia de semejante operación que revela el siguiente documento que existe en el archivo de Indias de Sevilla y que es una carta dirigida en 1610 al consejo de Indias por la Audiencia de Contratación de aquella ciudad: «Señor: A esta casa ha traído Gerardo de los Rios, procurador general de Filipinas, un instrumento de cobre, con que en nuestra presencia, habiéndosele dado fuego media hora al agua salada que se echó.en él, se sacaron tres azumbres de agua dulce de muy buen gusto, como consta del testimonio que vá con ésta. El instrumento cuesta de hacer 300 reales, la leña que gasta es muy poca, ocupa poco lugar, y así parece que convendría usar de él para que en ningún tiempo pudiese peligrar la gente que navega por falta de agua; pues al respecto de la que se ha sacado en esta media hora dos veces que se ha hecho esta experiencia, dará en veinte y cuatro horas 144 azumbres; y que así se debería mandar que llevasen este instrumento las naos que andan en esta carrera, pues no puede tener inconveniente llevarlo, y en una ocasión seria de tanta importancia, y así nos ha parecido dar cuenta de ello á V. M. para que provea lo que convenga. Guarde Dios la católica real persona de V. M. De Sevilla 25 de mayo de 1610 años.—Don Melchor Maldonado.—Don Felipe Manrique.—Don Francisco de Calatayud.» Hoy día con los medios rápidos de navegación, tan sólo se llevan estos aparatos por precaución á bordo de los grandes buques que pueden encontrarse en situación de no poder procurarse en mucho tieibpo agua de manantial. El agua destilada, por lo demás, es materia que raras veces se necesita en el hogar doméstico, así como es cosa abundante y barata en los laboratorios de química y en las oficinas de farmacia. Tal vez llegará á vuestras manos alguna receta, sea para tintes ó para otra operación casera, en que se recomienda el uso del agua destilada ó del agua de lluvia. Puede, en efecto, aquella ser sustituida por ésta si se recoge en buenas condiciones. La atmósfera es como el capitel de un inmenso alambique donde se condensan los vapores acuosos que se desprenden de la superficie de la tierra. El agua de lluvia seria tan pura como el agua destilada si no fuese porque á su paso al través de la atmósfera disuelve todas las materias solubles que ésta contiene, arrastrando además las materias que se mantienen en suspensión en la misma. Estas impurezas , de índole muy diversa según las condiciones variables de la atmósfera, pueden ser gaseosas ó sólidas; no faltando nunca en el agua el gas ácido carbónico que acompaña siempre al aire atmoafé-

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EGIPTO. — Cantadores callejeros.

EL MUNDO ILüStRAÜO. rico y que es uno de los productos de la combustión y de la desorganización de los cuerpos que se descomponen en la corteza terrestre; productos que se modifican más ó menos intensamente á consecuencia de fenómenos eléctricos que tienen lugar en nuestra atmósfera; agregándose á todo esto diferentes productos de naturaleza mineral arrastrados mecánicamente por los mismos vapores, y mantenidos en suspensión en la atmósfera á beneficio de las corrientes de aire. Estas impurezas varían según el estado de la atmósfera. Así es que el agua de l l u v i a contiene c a n t i d a d e s de materias y sustancias distintas según que se recoja al principio ó al fin de un aguacero, según la intensidad de la lluvia , la dirección del viento, la estación y hasta la hora del día. Varía también según las condiciones locales , inñuyendo en su composición la proximidad del mar, de sitios pantanosos , de ciudades populosas y de grandes centros industríales que lanzan á todas horas á la atmósfera grandes cantidades de gases ó de humos. Si para alguna operación necesitáis agua de lluvia en sustitución del agua destilada, tened en cuenta que la mejor no es la primera que atraviesa la atmósfera después de un EL GENIO DEL BIEN Y EL GENIO tiempo más ó menos largo de sequía, sino la que se recoje después que aquella se ha purificado por medio del agua que ha caído antes. Hay fincas ó casas de campo que por falta de agua de manantial para la bebida, se ven obligadas á recoger las aguas pluviales en depósitos llamados cisternas: igual procedimiento se sigue en muchas fortificaciones; y hasta en algunas poblaciones del Mediodía de España hay que apelar á este medio para surtirse de agua para la bebida. No hace muchos años que Gíbraltar, Cádiz y otras poblaciones meridionales de la Península se encontraban en este caso. Cádiz, que por la extremada T. I V . - 6 o ,

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limpieza que en ella reina, es con razón comparada con una tacita de plata, es la que tiene este servicio más bien entendido, si bien ya hoy se surte también de agua de manantial. Las primeras aguas que caen en setiembre lavan la atmósfera y las azoteas, siendo por lo tanto desviadas de las cisternas y empleadas tan sólo para el lavado y otros usos económicos; no siendo recibidas en dichos depósitos subterráneos hasta que ya se conceptúa que no pueden llevar las impurezas de que estabacargada la atmósfera y las que podía arrastrar de la superficie de los tejados y azoteas. A pesar de cuantas precauciones se tomen, el agua de cisterna no es tan higiénica como el agua de manantial. Al fin y al cabo no puede evitarse que lleve gérmenes orgánicos que se desarrollan en el depósito donde p e r m a n e c e encharcada meses y meses. Ni tampoco es posible cerrarherméticamente el depósito hasta el punto de i m p e d i r que los insectos que buscan la quietud, la oscuridad y la humedad , penetren, aniden y procreen en los rincones y paredes de la cisterna; cuya agua, falta de oxígeno y aire interpuesto, acaba por contraer un sabor fastidioso, que los naturales de aquellos países llaman sabor á huDEL MAL. —(Véase la página 526). medad. Muchas personas no pueden resistir el uso continuo de estas aguas, por cuyo motivo antes que Cádiz tuviera aguas de manantial, se veían bastantes enfermos obligados á emigrar á puntos donde pudieran beberías. Venecía, la reina del Adriático, bañada por el agua por todas partes, experimenta una falta de agua potable tal, que sus habitantes hacen uso de la que recogen en las épocas de lluvia en las muchísimas cisternas públicas, además de las particulares que hay construidas para este servicio y cuyo número pasa de dos mil. Ya en otro artículo indiqué que el agua procedente

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EL MUNDO ILÜSTIfALO.

de la licuación del hielo es agua muy pura, sobre todo si proviene del deshielo de la nieve acumulada en ciertos puntos en la época de los grandes frios, puesto que entonces es agua de lluvia congelada la que se derrite. Por esta razón dije ya que puede usarse el hielo derretido en vez de agua destilada en operaciones delicadas para las cuales las materias extrañas que trae el agua pueden ser perjudiciales. Las poblaciones que se surten de aguas procedentes de grandes deshielos son las dotadas de aguas más puras, tanto más apreciadas cuanto más batidas y aireadas están. La naturaleza de las aguas de rio es, sin embargo, muy variable, según la naturaleza de su lecho y la de los terrenos que recorren, puesto que á su paso ejercen los ríos una acción destructora sobre dichos terrenos, disolviendo ciertas materias solubles y arrastrando otras que se mantienen en suspensión. Las aguas se presentan muchas veces turbias, y este enturbiamiento, debido á una cantidad de partículas arcillosas finísimas mantenidas en suspensión, unas veces es constante, como sucede en las aguas de muchos rios, y otras es puramente accidental y debido á grandes aguaceros ó á desperfectos en la canalización: de todos modos, es necesario clarificarlas, y esto se logra por medio del reposo ó por filtración. Las aguas del (Gruadalquivir, que todos los poetas celebran como aguas muy cristalinas, arrastran constantemente una gran cantidad de dicha materia arcillosa. La célebre Cartuja, inmediata á Sevilla y situada á la orilla de dicho rio, conservó durante muchos años las grandes tinajas en las cuales los reverendos padres dejaban depositar el agua del Guadalquivir que empleaban para los usos del convento. La filtración, tan común y necesaria en Paris y en Londres para aclarar, las sucias aguas del Sena y del Támepi?., es inútil en la mayor parte de las poblaciones de España que se surten generalmente de aguas naturalmente claras y cristalinas como Madrid ó que proceden de filtraciones naturales como las de Barcelona. La filtración, cuando es necesaria y no se hace por cuenta de los municipios ó de grandes sociedades, como sucede en muchas ciudades extranjeras, constituye una operación casera generalmente usada en Andalucía y en otros puntos de nuestra península. Los filtros que se usan en muchas poblaciones de Andalucía tienen la forma de unos grandes morteros de piedra, aunque exteriormente pueden ser tallados de forma rectangular. Los hay de varias dimensiones, y los que se usan en aquellas provincias proceden de Santa Cruz de Tenerife (Canarias). En los pueblos suelen colocar el filtro sostenido por unos pies de madera de modo que caiga el agua filtrada en un depósito inferior, cerrando éste por cuatro celosías ó persianas á fin de que el aire circule libremente. Colocado este armatoste en sitio donde haya corriente de aire, el agua al caer se airea ^ recobrando los g;aseis que le hizo perder la filtración y que contribuyen á hacerla más agradable. También se labran buenos filtros con ia piedra porosa de Mallorca, encontrándose muchas yeces de venta en Barcelona. - L»-filtración en estos casos no tiene más objeto que separar las partículas terreas que estaban en suspensión Qniel'.agjua; éstas se van depositando contra las paredes inteñofes del filtro, cierran sus poros y llega un momento en que el filtro debe limpiarse y hasta es preciso labfarle; uua cara interior nueva para quitarle la incntóteoiotiiqué sé ha formado y que inipidelafiltracion. Las sales qué tífenen las aguas en disolución, lo mismo q[ue las materias orgánicas en descomposición que alte-

ran su pureza, se encuentran del mismo modo en el agua después de filtrada, y si bien hay medio de purificar ó corregir las aguas con ingredientes químicos, conviene en la economía doméstica limitarse al uso del carbón que absorbe y retiene los miasmas y materias orgánicas en descomposición que pueden tener las aguas. Las sociedades que en las capitales extranjeras se dedican á la filtración de aguas usan grandes filtros, en los cuales, según conviene, alternan las capas de arena gruesa ó fina con cantos rodados, piedra pómez, esponjas, carbón, pasta de papel, vello de lana muy fino y otras materias. Los filtros caseros que recibimos de Inglaterra, generalmente no tienen más materia filtrante que un fondo de gres poroso ó de una pasta carbonosa. Suelen hacerse de vidrio ó de barro vidriado, presentando formas elegantes, de modo que pueden figurar como un bonito accesorio de comedor. Después de todo lo dicho no necesito esforzarme para haceros ver la mala calidad de las aguas de lago y de pozo en los cuales permanecen aquellas encharcadas. La Naturaleza no nos presenta manantiales de agua químicamente pura. Las aguas pluviales.que se infiltran al través de la tierra, no solamente disuelven las materias solubles que aquellas naturalmente contienen, sino que arrastran á su paso una porción de cuerpos extraños, minerales ú orgánicos, que en parte se depositan y en parte entran en descomposición, comunicando al agua malas cualidades. La naturaleza química de las aguas naturales varía, pues, según los terrenos que atraviesen, según su temperatura, según el tiempo que permanecen en contacto con las tierras y según otras varias circunstancias difíciles de enumerar. Estas aguas discurren por el interior buscando por su propio peso los sitios más bajos, donde quedan estancadas, constituyendo las aguas subterráneas 6 de po^o; otras veces, impelidas por el peso de otra masa de agua que aunque lejana, está á una altura superior, ascienden para buscar su nivel y dan origen á los posos artesianos, ó encuentran fácil salida y forman los manantiales que van á alimentar los arroyos, rios y lagos. Dase en español el nombre de agua vica á la que mana y corre naturalmente. Ésta suele ser agua muy fresca, aireada y grata al paladar. Llámase agua de pié á la que brota naturalmente de la tierra. El agua que se presenta trasparente y cristalina, libre completamente de olor y color, que está bien aireada, que tiene la temperatura de 10 á 1& grados del termómetro centesimal, y que por la pequeña cantidad de sales que contiene es grata al paladar, cuece" bien las legumbres y no corta el agua de jabón ni forma en ella cuajos blancos, es el agua que se llama, potable, dulce ó delgada. Las aguas que filtran por los terrenos graníticos, sobre cuarzo ó cristal de roca y arenas, están menos cargadas de materias extrañas que las que filtran en terrenos calizos, yesosos ó en tierras de labor que contie»en grandes cantidades de restos orgánicos. Aquellas suelen ser siempre potables, es decir, buenas para beber: las otras suelen ser de mala calidad y se llaman gruesas ó crudas. Si los terrenos por donde atraviesan son muy yesosos, las aguas tienen un sabor especial que distingue á muchas aguas de pozo y se llaman se/e«i¿osas; denominación que viene de la palabra selenita, que los mineralogistas dan á la piedra de yeso. Si las aguas disuelven grandes cantidades de gas ácido carbónico se llaman aguas gaseosas, acídulas ó carbónicas; si tienen cantidades notables de sales se llaman sotímós»; y así serán salobres, calisas, magnésiéñásd alcalinas, seguñ predomine én ellas la sal común, las sales de cal, de magnesia ó el carbonato de sosa, que es

EL MUNDO ILUSTRADO. el álcali que suelen contener en más abundancia: las llamadas sulfurosas contienen el gas sulfhídrico, y las ferruginosas tienen hierro en disolución, el cual se reconoce por sü sabor á tinta y por el sedimento amarillo pardo que deja en los vasos á poco rato de estar en contacto con el aire. No puede fijarse precisamente cuando un agua deja de ser potable, pues depende esto de apreciaciones hijas de las necesidades locales. El habitante de Madrid acostumbrado á las aguas delgadísimas del Lozoya, que sólo contieneñi de 0'035 á 0'040 de materias fijas por litro, se aviene difícilmente con las aguas de Barcelona procedentes de filtraciones naturales del Besos, las cuales dejan en su evaporación de O'SóO á 0'370 de residuo; siendo todavía peor el agua del Guadalquivir de que se surten algunos pueblos de la provincia de Sevilla, la cuál deja 0'520 de residuo, y peor aun las de pozo, deque se surten muchos pueblos, entre las cuales podríamos citar algunas que dejan 0'650 y aun más, por litro (1). Esto, sin embargo, donde no tienen otras las usan como aguas potables y se acostumbran á ellas, si bien no puede negarse que de la naturaleza de las aguas depende el que se manifieste en una población propensión á determinadas enfermedades, cuyo desarrollo es favorecido por aquellas. Además, independientemente de las condiciones que el agua debe presentar bajo el punto de vista de la alimentación y del gusto, debe tenerse en cuenta el trabajo de la digestión, cuya función no se ejerce indiferentemente y de la misma manera con toda clase de aguas. Ved lo que sucede con las aguas muy cargadas de sales calizas. Basta que permanezcan mucho tiempo en una botella de cristal para que quede en ella marcado con una línea blanca de aspecto terreo el nivel del líquido, y hasta toda la superficie interior de la botella llega á empañarse con una capa terrea difícil de quitar. Si es en las cafeteras ó vasos destinados á calentar el agua, observad que por poco que se descuide su limpieza, se recubren interiormente de una incrustación terrea que adhiere con fuerza y llega á presentar un grueso considerable. Estos inconvenientes son insignificantes en las aguas delgadas ó de buena calidad, las cuales tienen además otras ventajas que apuntaré. Como por vía de digresión creo deber recordaros que no debe entrar en vuestra cocina el espíritu de sal fumante'ó ácido clorhídrico so pretexto de limpiar las botellas y vasos de vidrio empañados por el agua. Desechad toda droga venenosa ó corrosiva y emplead el vinagre para volver la trasparencia á las botellas:, el vtnagre contiene el ácido acético, que es suficiente para disolver las incrustaciones interiores de las botellas. Evitad la arena que raya el cristal y le hace perder toda su hermosura; emplead si acaso con el vinagre un poco de sal en grano y meted dentro de la botella un poco de papel de estraza: sacudiendo con fuerza, los graooS'défialyf el papel al frotar arrancarán toda la materia•que^.BLiisido.dfiVvinagre no pudiera disolver, quedanító" «I i^Muio ó cristal con todo su brillo y hermosura, Na^íieléiésárseí igual procedimiento para limpiar los v»S0Si,'

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