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¿Qué es el populismo? ¿Cuáles sus orígenes? ¿Cuáles sus objetivos? ¿Es simplemente decirle a los ciudadanos lo que éstos quieren oír aun y sabiendo qu

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¿Qué es el populismo? ¿Cuáles sus orígenes? ¿Cuáles sus objetivos? ¿Es simplemente decirle a los ciudadanos lo que éstos quieren oír aun y sabiendo que no se puede cumplir? ¿O es algo más? En La belleza de los monstruos se plantea una teoría: el populismo es una ideología política alternativa a la democracia liberal. Un modelo político que no es nuevo, pero que aparece en el presente con nuevas formas y lenguajes. Hijo del empobrecimiento y la frustración de las clases medias europeas, maltratadas y atemorizadas por la mundialización y sus consecuencias, y cuyo destino último es arrojar la democracia al desván de la historia. Desde un lenguaje sencillo y desenfadado, cargado de humor negro y alrededor de una narración literaria, se trata de aportar un poco de luz a una de las cuestiones políticas más relevantes del presente y que, para bien o para mal, protagonizará el futuro próximo de nuestras sociedades.

ISBN: 978-84-943507-3-3

BOSCH EDITOR



ALFREDO RAMÍREZ NÁRDIZ

La belleza de los monstruos Acerca de qué es el populismo y por qué hay que tenerle miedo

2015

BOSCH EDITOR

© JULIO 2015

© JULIO 2015

ALFREDO RAMÍREZ NÁRDIZ

BOSCH

EDITOR Librería Bosch, S.L.

http: //www.jmboscheditor.com E-mail: [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45). ISBN papel: 978-84-943507-3-3 ISBN ebook: 978-84-944059-1-4 D.L: B-16834-2015 Diseño portada y maquetación: Cristina Payà ([email protected]) Printed in Spain – Impreso en España

Índice

INTRODUCCIÓN

Tres eran las Gracias y uno el narrador ....

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CAPÍTULO PRIMERO

Democracia es fea ....................................

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CAPÍTULO SEGUNDO

Totalitarismo es una mujer hermosa ........

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CAPÍTULO TERCERO

Populismo se maquilla para salir .............

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CAPÍTULO CUARTO

El macho dominante o por qué somos tan primitivos ................................................

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CAPÍTULO QUINTO

España no es diferente .............................

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EPÍLOGO

Cuando amanezca nos sonreirá una niña de sonrisa clara ........................................

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INTRODUCCIÓN

Tres eran las Gracias y uno el narrador

Asomado a la nada. La mitad de mi cuerpo sobre el vacío. Tan solo una fina lámina de vidrio azul entre mis ropas y el viento nocturno que las agita. Siento el frío. Los ríos de aire oscuro que recorren el borde del abismo. Los dragones de fuego helado que iluminan mi corazón excitado. Respiro. Mis párpados bajados. Mi carne tensa. Mi alma pendida como lo está mi cuerpo. Deseo caer. En lo más profundo de mí deseo caer. Necesito arrojarme al precipicio y saber qué se siente. Vivir la muerte en los instantes que la preceden. Abro los ojos. La ciudad y sus mil rascacielos iluminados aparecen ante mí. Mis manos se sujetan de una barandilla de cristal junto a la que me

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encuentro. Un hotel de lujo. La terraza del bar del ático. En el cielo las estrellas. En la tierra las picas de vidrio y acero. Palidecen los astros ante el brillo de las creaciones de la mente humana. Cogiéndome bien fuerte, vuelto en mí tras los instantes de jugueteo con el pecado, me inclino sobre el delgado muro transparente y veo allá abajo la serpiente dorada que es el tráfico nocturno de la gran urbe en la que me encuentro. Sonrío. ¿De verdad me hubiera dejado caer? ¿De verdad me hubiera dejado ir un poco más para vivir treinta segundos flotando en la noche? Bum. Mi cuerpo destrozado contra el asfalto. Contra el metal de un coche. Contra el sombrero de lujuria y flores ensangrentadas de una joven mujer extraviada. Me doy la vuelta. El bar y sus habitantes. Nadie prestó atención a mi deseo de nada. Sonrío. Meto las manos en los bolsillos de la americana clara de mi ligero traje de verano. Subo el cuello de mi blanca camisa de lino. Siento el aire caliente en mi rostro. Antes lo notaba frío. Giro la cabeza a la izquierda. El mar refleja los destellos de la gran noria de feria del puerto. Tan tarde y aun gira. Alzo la mirada. Parpadean las alas de un enorme avión de

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pasajeros. No se le escucha. Mariposas de petróleo y acero. Cruzo la terraza del bar. Música ligera. La piscina iluminada. Las parejas sentadas en sofás. Beben champagne. Elegantes caballeros tientan a las jovencitas. Las jovencitas ríen educadas, paren arrugas donde la edad aun no debería habérselas regalado, me ven pasar a su lado. Las grietas de sus sonrisas se despiden traviesas de mí. Llego a la barra del bar. Me siento en un hermoso sillón de mimbre. Largas y finas fibras forman un cesto. Cojines de colores. Me acodo en la barra. Pido otro combinado. ¿De qué? No lo sé. De lo que usted quiera. ¿Acaso importa? Que lleve piña. Que lleve mucha piña. Alcohol, azúcar y frutas. Más alcohol. Mucho más azúcar. Suspiro. Miro a cámara. Sonrío. Bienvenidos. Gracias por aceptar mi invitación. Se preguntarán por qué jugué con la muerte instantes atrás. Bueno, de eso trata precisamente el cuento que quiero contarles esta noche. De la muerte. De lo tremendamente hermosa que puede ser aun y que sepamos que nada salvo el dolor primero y el vacío después habita en ella. Yo me asomé al precipicio. Y en ocasiones las sociedades se arrojan barranco abajo. Cada cual a su manera,

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todos jugamos el mismo juego. Yo he decidido contarles una historia. Hoy. Esta noche. Desde un lugar agradable. Un bar. Una terraza. El ático de un hotel urbano. Bajo las estrellas. Sin que nadie nos preste atención. Sólo ustedes y yo. Bebiendo y charlando. Al fin y al cabo, ya que el cuento acaba mal, porque acaba mal, al menos contémoslo bebiendo juntos. Gracias. Mi combinado ya llegó. Con mucha piña. Un breve sorbo. Ahora todo está mucho mejor. Pidan también ustedes. Esta noche invito yo. Un momento. ¿Lo escuchan? Suena un saxofón. En el otro extremo del bar. Como si nadie lo oyera. Solo. Abandonado en un rincón. Pero sí que lo oímos. Bailan sus notas en nuestras mentes. Dejemos que nos acompañe. ¿No les importa, verdad? La noche duele mucho menos con alcohol en la garganta y un saxofón en el corazón. ¿No me creen? Vengan. Siéntense junto a la barra. A mi lado. No sean tímidos. Los sillones son cómodos. Permítanme que les presente a unas amigas mías. Son tres mujeres bien distintas. Tres damas de graciosos nombres. Aquellas que gobiernan nuestro tiempo. A algunas las creíamos ya retiradas. Hacía tiempo que no salían de noche. No al menos en este bar. Pero, ¿saben?

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Las damas siempre vuelven. Las brujas también. ¿Y qué sino la cumbre de una torre de cuento es esta terraza alegre, decadente y casquivana? Miren. Miren allá, a la derecha. Justo detrás de aquel pequeño escenario. Sentada en un sofá color perla. Véanla sola. Tan sola… Su larga melena negra. Su mirada cansada. Su piel de fina casi inexistente. Hace no tanto les hubiera sido imposible verla como la ven ahora. Hubo un tiempo en que fue la más popular en este bar. Cuando llegaba todos la recibían serviciales. Y, por supuesto, nunca llegaba sola. Siempre de la mano de algún caballero. Caballeros serios. Muchas veces algo gordos, esa es la verdad. Pero que siempre aparentaban gran bienestar. Muy formales todos ellos. Aunque después se les descubriera…, bueno, ya conocen a los caballeros, seguro que ya se lo imaginarán. Ella era la reina de cualquier baile, la dueña de todas las fiestas, la protagonista de todos los rumores. No siempre lo fue. Por supuesto que no. Hace ya mucho tiempo casi la echan del bar. Fue un escándalo. Se presentaron otras dos mujeres. Ruidosas. Problemáticas. La acusaron de vieja, de antigua, de pasada de moda. Durante varias noches, y ante semejante

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hostigamiento, los clientes más fieles del bar, yo el primero, pensamos que conseguirían echarla y convertirse esas dos rufianas en las nuevas amas del escenario. Pero la vida da muchas vueltas, y cuando todo parecía perdido para nuestra amiga, consiguió rehacerse y primero a una, un poco después a la otra, mandarlas de vuelta a la sucia calle, de donde procedían y a donde las malvadas querían llevarnos a todos. Sin embargo, ahora la veo y, más que miedo a posibles rivales que le disputen el trono que, no se crean, aun y en su soledad todavía posee, lo que veo es cansancio en ella. La veo que viene por las noches y, sabiéndose aun la reina, se sienta ella sola y bebe con la mirada perdida saludando de vez en cuando, dando la mano con una sonrisa entre triste y agotada mientras escucha los nombres de las jóvenes muchachas que le presentan y que la miran en su madurez serena y antigua como los tiburones mirarían a una anciana ballena aun poderosa para imponer, pero ya no tan rápida como para huir. Camina como sonámbula. Verla es asistir a los muros que envejecen, a las columnas que caen, 16

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a la piedra que se deshace vuelta arena. ¿De qué sirve tener un corazón hermoso si tu cuerpo es feo y viejo? De nada. No se engañen. Sólo importa el cuerpo. Cómo lo tengas, cómo lo muevas. Lo que lata en tu interior…, eso ya lo sabrán los gusanos cuando mueras. La imagen lo es todo. El populacho ama las apariencias. Y en el mundo no hay otra cosa salvo populacho. ¿Mío? No, lo dijo un viejo amigo florentino. Pero, esperen, miren al fondo de la pista de baile. ¿La ven? Quien nos diría que la volveríamos a ver por este local… ¿Recuerdan las rufianas de las que les hablé? Bien, pues ahí tienen a una de ellas. Joven como si los años no hubieran pasado por ella. Brillante, blanca y dorada como siempre fue. Largos son sus cabellos. Delgadas y musculadas sus pantorrillas de gacela caníbal. Preciosa y vacía como lo son las mujeres más terribles que los dioses dibujaron en su mente de demiurgos infernales. Mírenla bailando. No tiene vergüenza. Se la echó. Se la insultó. Se la arrastró por el barro. Nadie en la buena sociedad quería saber nada de ella. Y, sin embargo, ahí la tienen: rodeada de algunos de los hombres más jóvenes y apuestos de todo el bar.

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Centro de atención una vez más. Mirándonos a todos con sus enormes y profundos ojos azules como las serpientes miran a los ratoncitos. Sabe que la adoramos. Sabe que es todo lo que escondemos en lo más profundo de nuestro corazón. Se sabe demonio tentador. Bella y malvada, nadie es más atractivo que ella. Ella es el mal mismo. Pero su sonrisa brilla tanto. Su risa es tan alegre y cantarina. Sus movimientos todos tan perfectos. Un monstruo capaz de devorarte escondido tras la máscara de una virgen con cuerpo de húmeda pesadilla. Miente el que diga que no se siente atraído por ella. Si la carne llama a la carne, ella es tensa y firme carne mortal. Esa mujer es cogerse de la melena, arrojarse sobre la hierba, morderse como muerden las leonas en celo. ¿Cómo lo hizo para volver tras su sonada expulsión de este cielo de bebedores nocturnos? Para qué engañarnos. Nunca quisimos echarla. Lo hicimos para poder seguir mirándonos en el espejo. Por sentirnos bien con nosotros mismos. Pero lo que ella nos mostró…, el horrible mundo de dolor y pasión que ella nos mostró es lo más fascinante que alma humana haya jamás imaginado. ¿Recuerdan mi aventura con el

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vacío hace unos instantes? La muerte. Mirándote fijamente a los ojos y preguntándote si no deseas bailar con ella a la luz de la Luna. La atroz pregunta que esta mujer nos planteó hace ya tanto tiempo fue hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar con ella. Todos dijimos que hasta el infierno. Y al infierno nos llevó. Ahora de nuevo se pasea entre nosotros. Pero en esta ocasión es diferente. Ya no viene a enamorarnos a todos. ¿Ven a esa muchachita que hay a su lado, sentada, humilde y recogida viendo bailar a su madre? Ella es el motivo de su regreso del más profundo de los círculos del inframundo. Ha venido a presentarnos a su hija. Apenas una niña. No tendrá más de diecisiete o dieciocho años. Si los cabellos de su madre son dorados, los de ella son negros. Si los iris de aquella viven en azul, los de esta en castaño. Las dos de piel de blanca, pálida. Una es pura exhibición, la otra pareciera que ya desde jovencita prefiriese pasar desapercibida. ¿Pero quién puede llevarse a engaño? La fruta nunca traiciona al árbol. Son madre e hija. Justo en el momento de mayor debilidad y abandono de la otrora reina de todas las fiestas, aparece una de sus antiguas grandes rivales y no sólo no viene sola, sino

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que nos trae a su hija, para que la veamos, para que la dejemos integrarse en nuestro círculo de decadentes bohemios, alcohólicos nocturnos. ¿Qué cómo se llaman estas tres mujeres? ¿Aún no se lo he dicho? Qué extraño. No he bebido tanto como para ya no recordar lo que digo y lo que no. En fin, discúlpenme. Permítanme presentárselas. La respetable pero tristemente abandonada dama de la que les hablaba al principio se llama Democracia. La hermosa rufiana que usa y tira hombres como si de vestidos se tratara tiene por nombre Totalitarismo. Y su hija, la joven y llena de esperanzas muchachita que aspira a abrirse un hueco en la sociedad, es conocida como Populismo. ¿Cómo? ¿Qué sus nombres les parece extraños para tres mujeres? Bueno, nadie dijo que este desenfadado cuento que cordialmente les narro fuera normal. Lo normal es aburrido. Y lo aburrido no merece ser leído. Así que presten atención. Escuchen. Voy a explicarles un poco más en detalle, una a una, la historia de estas tres mujeres. No se vayan. Quédense conmigo y beban. ¡Chico! ¡Otro combinado con mucha piña, azúcar y alcohol! 20

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