Buenas prácticas para la inserción

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El trabajo es lo primero: Déficit de refugiados en el mercado laboral Encontrar un trabajo adecuado en el país de acogida es uno de los principales retos para la inserción de los refugiados. Suecia ha identificado este problema y está invirtiendo para hacer de la inclusión en el mercado laboral el motor de inserción de los refugiados. “Para mí, el trabajo es importante. He trabajado toda mi vida. ¡El trabajo es como un hijo!”, dice Misrak (36 años). Hace once meses que llegó a Suecia desde Etiopía para reunirse con su marido, que también es etíope y que tuvo que salir del país con anterioridad. Ambos tienen el estatuto de refugiado y viven ahora en Estocolmo. A primera vista, con su clara postura respecto al trabajo, Misrak posee la predisposición

idónea

para

integrarse

en

cualquier

mercado

laboral.

Lamentablemente, los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo tienen muchas dificultades para encontrar trabajo cuando llegan al país de destino, especialmente en la Unión Europea. Déficit de refugiados Más del 80% de los extracomunitarios de edades comprendidas entre los 15 y los 64 años que residen en países de la Unión Europea está trabajando, o se encuadra, en empleos poco o nada cualificados. En países donde se ponen muchos obstáculos para el reconocimiento de las titulaciones extranjeras, como Finlandia o la República Checa, se considera, en términos generales, que los trabajadores migrantes tienen menos nivel de formación que los nativos. A menudo tienen que aceptar peores condiciones laborales. El origen de los migrantes acentúa aún más las diferencias. Por ejemplo, el 21% de los migrantes rusos en Finlandia tienen reconocida su titulación superior, mientras que menos del 10% de los migrantes somalíes, refugiados en su mayoría, lo consiguen. Se considera a los refugiados como los migrantes menos cualificados, un grupo que en cualquier caso tiene que luchar por el adecuado reconocimiento de sus competencias. Los análisis realizados en muchos países señalan que los refugiados siempre tienen peores resultados en la inserción laboral que los

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migrantes, aunque su nivel de competencia no sea necesariamente inferior. Este “déficit de refugiados” adicional aparece en todos los grupos de edades y competencias lingüísticas del idioma del país de acogida. En cuanto a las medidas de ayuda del mercado de trabajo, como las prestaciones por desempleo, los refugiados suelen tener un acceso limitado a las mismas. Si son recién llegados no reciben ningún tipo de prestación, lo que les impide acceder a un empleo. Buenas prácticas para la inserción Suecia, uno de los países de Europa que más refugiados acepta, ha optado por dar prioridad al trabajo cuando los acoge, probablemente un enfoque único. Los recién llegados a Suecia, que en su mayoría proceden de Siria, Somalia, Eritrea, Afganistán e Irak, no se quedan esperando en campamentos ni aparcados en los sistemas sociales, sino que se incorporan a un programa de inserción laboral. Una vez que han obtenido el estatus de residente, es el servicio público de empleo del país, y no la dirección general de migraciones ni el ayuntamiento, el que ayuda al refugiado a situarse en su nuevo entorno. Encontrar un trabajo es lo principal. Cuando Misrak llegó a Suecia entró inmediatamente en el programa de inserción laboral para refugiados que dirige el Arbetsförmedlingen, el servicio público de empleo sueco. A diferencia de otros países, donde se espera que los refugiados ya establecidos cuiden de sus familias, este programa invierte desde el primer momento en la capacidad de inserción laboral de cada refugiado. Esta sensación de empoderamiento también ha dado sus frutos en Canadá, donde la actitud relativamente positiva hacia la migración surge de la política de atraer y formar personas que puedan utilizar sus competencias en el mercado de trabajo nacional. La evaluación de competencias del programa de inserción sueco no sólo examina las titulaciones académicas, sino el historial de trabajo, las destrezas personales y otro tipo de experiencias laborales pertinentes. Johan Nylander, analista de Arbetsförmedlingen, señala: “Los niveles de competencia entre los recién llegados no son siempre bajos, son muy diversos.” El refugiado participa en la evaluación, también manifestando sus expectativas personales respecto al

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programa y respecto al trabajo del asesor laboral del servicio público de empleo. El plan de inserción resultante capacita al refugiado como demandante de empleo para asumir sus responsabilidades a la hora de encontrar un trabajo adecuado. El Arbetsförmedlingen apoya y orienta cuando es necesario con cursos de formación preparatorios, explicando la realidad del mercado sueco de trabajo: Según Misrak, sirve tanto para abrirte los ojos como para abrirte puertas. Gracias a esta evaluación consiguió entrar en un programa universitario para personas muy cualificadas, donde su experiencia en administración y gestión se va a adaptar a los puestos de trabajo vacantes. Pero la ayuda no acaba aquí, ya que el programa sueco tiene otros factores de éxito. En primer lugar, incorpora a muchos participantes en el proceso de inserción del refugiado en el mercado de trabajo y gestiona las expectativas de dichos participantes. Si bien la filosofía de “informarse antes de marcharse" dirigida a aquellos que dejan su país es válida y crucial, también es necesario gestionar las expectativas de la parte receptora. Países receptores de inmigración, como Alemania y Brasil, tienen importantes problemas sociales con los refugiados porque las comunidades de acogida no tienen suficiente información y carecen de habilidades de comunicación intercultural. Un estudio reciente sobre la doble naturaleza de la gestión de expectativas en la migración a los Estados Unidos de América mostró que conceptos tan genéricos como el de “bienvenida”, que se puede leer en los folletos destinados a los recién llegados, tienen diferentes implicaciones que pueden interpretarse de forma distinta dependiendo de las culturas. Asimismo, el significado de “refugiado” en muchos idiomas equivale a “fugitivo” o “ilegal” y, por este motivo, queda muy alejado del empleo o de cualquier forma de inserción en la sociedad de acogida. La colaboración con organizaciones independientes de migrantes, que conocen las dos facetas, es de gran valor para el resultado general de la inserción de los refugiados. El diálogo con los empleadores El servicio público de empleo de Suecia se dirige a otro socio importante: el empleador. Se empieza en una fase temprana, identificando a los que están

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dispuestos a contratar refugiados y negociando con los menos inclinados a invertir en el desarrollo de competencias de los trabajadores extranjeros. Las subvenciones por prácticas laborales y cursos de formación preparatorios sirven para allanar el camino a ambas partes y para dar un impulso positivo hacia una nueva contratación. La ayuda continuada después de que el refugiado haya empezado a trabajar fomenta la continuidad en el empleo. Los países que han probado los programas de tutoría –cursos de formación a largo plazo para refugiados cualificados con el fin de incorporarse a una empresa con plenos derechos o montar sus propios negocios- han sido una forma viable de reducir el desempleo, aumentar los ingresos y empoderar financieramente a los refugiados. Además, la política sueca de integración tiene un enfoque integral. Se centra, en definitiva, no sólo en encontrar un trabajo. “Uno de los puntos fuertes del programa es que inicia caminos paralelos para la formación e inserción del refugiado, por ejemplo, no se invierte mucho tiempo en aprender primero el idioma y luego encontrar trabajo, sino que se hace todo a la vez”, dice Nylander.

El programa también ayuda a buscar una vivienda adecuada. Un mercado laboral próspero suele conllevar problemas en el mercado de la vivienda, y los programas de inserción deben tenerlo en cuenta. Desde el inicio del programa en 2010, aproximadamente unos 25.000 refugiados han pedido ayuda al servicio público de empleo para encontrar una vivienda, más del 30% consiguió una oferta satisfactoria en su lugar de trabajo. Muchos refugiados encontraron sitio para vivir por su cuenta. Orientación hacia resultados En proyectos pioneros se tarda un tiempo en conseguir resultados cuantificables. Por esa razón el gobierno sueco decidió que para este programa de inserción se centraría en los resultados individuales y no en las cifras genéricas. Entre 2012 y 2013, un 24% de los participantes en el programa sueco consiguió un trabajo o una plaza para estudiar. Esta cifra puede parecer baja, pero es un comienzo extraordinario en la mejora de la inserción en el mercado laboral de casi mil refugiados; además hay que tener en cuenta que el número de participantes en

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los cursos aumenta mes a mes y que, después de su participación, cada refugiado tiene la posibilidad de recibir ayuda continuada por parte del servicio público de empleo. El hecho de que el programa no tenga que someterse a unos plazos de supervisión ni a limitaciones presupuestarias ayuda a establecer una política de migración a largo plazo, en lugar de ser una solución rápida a un fenómeno temporal. Misrak tenía pocas expectativas cuando llegó a Suecia. Ahora trabaja en el departamento de compras de una empresa sueca de cosméticos con sede en Estocolmo. Gracias al programa de inserción laboral, siente que se reconocen sus competencias. Está orgullosa de ser un buen ejemplo de inserción en la sociedad sueca.

Etiopía

sigue

siendo

su

hogar,

menciona,

algo

perfectamente

comprensible. Sin embargo, si decidiera quedarse más tiempo en Suecia, la orientación

cívica

facilitada

por

el

Arbetsförmedlingen

junto

con

los

ayuntamientos ofrecía distintos módulos: empezando por Venir a Suecia, pasando por Tener influencia en Suecia y terminando con Envejecer en Suecia. Misrak puede elegir. Muchos otros refugiados no pueden. Miguel Peromingo, Secretariado de la AMSPE 2014

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