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puestos por la justicia han sido más duros, más crueles, la delincuencia ha sido, ó sigue siendo, mucho mayor que en la Europa moderna. Nada más terrible que las penas del infierno con que la religión cristiana amenaza á los pecadores y á los rebeldes á la fe, y, sin embargo, los predicadores nos repiten á cada paso que la inmensa mayoría de los hombres mueren en pecado mortal. No sea, pues, la justicia humana una imitación del infierno, porque ello importará su fracaso. La delincuencia sólo se puede corregir y disminuir atacando sus dos factores: el individuo y el medio. En el individuo ya vemos que el temor produce poco efecto, y podríamos añadir además que el terror da por resultado un rebajamiento del carácter y, por lo tanto, perjudica á la moralidad. El gran medio de actuar es la educación, solo que la fuerza de ésta es profiláctica mucho más que terapéutica. La acción más fecunda es la que se ejerce en el medio. Aquí es donde se debe ir á buscar el «sistema científico para enmendar las almas», que pedía el Sr. Maeztu. Individuos que en un medio proceden de un modo, en medio diferente procederán de otro. Esto se prueba a priori porque á diferentes excitaciones han de responder diferentes r e acciones. Pero se prueba también por innumerables hechos. Solamente citaré uno. En los países americanos de gran inmigración se encuentran, ejerciendo diferentes profesiones, desde las más bajas hasta las más elevadas, como las de abogado, periodista, médico 6 ingeniero, ó entregados á negocios de todas las categorías, desde un boliche en medio de las' Pampas hasta una gran casa de comercio en Buenos Aires ó Nueva York, á numerosos individuos de quienes se sabe que huyeron de su país natal por tener cuentas pendientes con la justicia y pocos deseos de saldarlas. El uno tuvo una quiebra fraudulenta, el otro defraudó al Estado ó se apropió fondos que le habían sido confiados, éste fué autor de un crimen pasional, aquél fué falso monedero. De estas personas las hay que sólo delinquieron una vez, las hay también que fueron durante una temporada más ó menos larga verdaderos delincuentes profesionales. Sin embargo, estas personas han llegado al nuevo país: ya sea con su trabajo, ya sea con la base del dinero mal adquirido en su patria, han tenido suerte y han podido conseguir un pasar cómodo ó hasta una vida de prosperidad mayor que la que les hubiera proporcionado acaso la persistencia en sus malas artes, y todo esto sin peligro, gozando de la consideración social de las gentes, allende el mar perdida; y en tales circunstancias el antiguo delincuente, que de haberse cumplido la ley, hubiera sido encerrado en un presidio, restado á la actividad social y privado acaso de descendencia, con el agravante de hacer recaer sobre la que entonces tuviese y sobre todos sus parientes, la pesada remora de la deshonra, se reintegra allí en su nuevo país de residencia á la masa de los hombres laboriosos y útiles y se convierte en jefe de una faniilia de gente igualmente cooperadora á las necesidades sociales. El cambio de medio ha convertido al delincuente en hombre honrado. Todas las personas de alguna facultad observadora que hayan residido algún tietñpo en la Argentina, en e l U r u -
guay, en el Brasil 6 en los Estados Unidos, habrán conocido muchísimos casos de estos, muchísimos delincuentes que, librados de este modo de los rigores de la ley, en el nuevo país han vivido años y años sin cometer más inmoralidades que las no penadas de derecho ó de hecho por los Tribunales, y que se registran en todas las profesiones: recetar sin el necesario estudio de la enfermedad, defender las malas causas por no despreciar honorarios, escribir en la prensa lo mismo en pro que en contra de cualquier asunto, vender bebidas falsificadas, aceptar materiales inferiores de construcción á cambio de las larguezas de un contratista, etc., etc. Y si en vez de considerar el fenómeno en el individuo lo consideramos en la colectividad, las consecuencias del cambio de medio aparecen mucho más grandiosas. La gran colonización de Australia empezó con deportados. Si aquellos individuos hubiesen sido encerrados en los presidios ingleses, en lugar de ser llevados á la gran tierra de Oceanía, ¿hubieran dado origen á una descendencia próspera y culta, organizadora de un verdadero estado político, en el que precisamente se nos está ofreciendo el intento de realización de muchas ideas concebidas por la filosofía social?
En resumen: nuestro sistema penal de cárceles y presidios es una rutina, un arcaísmo, no responde ya á las ideas de la Sociología moderna. Debe reformarse en absoluto. Entre las bases de esta reforma pueden figurar las siguientes: Debe diferenciarse radicalmente el tratamiento según que se trate de un delincuente inmoral ó de un delincuente moral. En uno ú otro caso debe tratarse también muy diferentemente al delincuente profesional que al delincuente ocasional. Para disminuir la delincuencia es preciso atacar sus dos factores: el individuo y el medio. La acción sobre el individuo consiste en la educación, pero el valor de este tratamiento es más que nada profiláctico. La acción terapéutica se ha de ejercer poniendo al individuo en un medio adecuado.
Que todo esto es difícil, no cabe la menor duda. El mismo medio social es un grave inconveniente, porque, si por una parte la organización de la sociedad encierra un cúmulo de injusticias é inmoralidades, y, por otra, las leyes envuelven una gran dosis de tiranía, ¿cómo podemos pretender que los Jiombres, educados en semejante medio, resulten á la vez justos, moralesy respetuosos de las leyes? Pero esto sólo quiere decir que la reforma penal está ligada á todos los demás problemas sociales, como éstos están ligados entre sí. He aquí por qué razón hay que atacarlos todos al mismo tiempo. _^
Emilio H- d®! Villar.
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SECCIÓN
ECONÓMICA
LA DEUDA EXTERIOR EN LOS PAÍSES DE MONEDA D E P R E C I A D A Valor interior y exterior de la valuta, tensión del cambio;^ i empréstitos exteriores. ? .¿ r Se trata de hallar el influjo especial de las déudaS^exteriores en los países de circulación anoínial ó depreciada, á diferencia de aquellos otros que la tienen sana 6 normal, es decir, desdoblado el problema económicamente: ^