CAMBIADOS DE
GLORIA EN
GLORIA EL DON DEL ARREPENTIMIENTO
por Robert A. Tucker
Título en Inglés: “Changed from Glory to Glory” Copyright © 1994 by Robert A. Tucker. Libro de Texto de Zion Christian University Usado con permiso.Todos los derechos reservados. Título en Español: “Cambiados de Gloria en Gloria” Traducción: Verónica Lozada de Roque. Segunda Edición: Equipo de IBJ - Guatemala, 2007. Primera edición en español impresa en julio 2004 Segunda edición en español impresa en febrero 2007 Impreso en Los Estados Unidos de América. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas fueron tomadas de la versión Reina-Valera en su revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas.
Para mayor información o copias adicionales, diríjase a: Zion Christian Publishers P.O. Box 70 Waverly, New York 14892 Teléfono: 607-565-2801 Fax: 607-565-3329 www.zionfellowship.org ISBN 1-59665-213-6
ÍNDICE CAPÍTULO 1
Tiempo para avivamiento Tiempo para arrepentimiento
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¿Qué es el arrepentimiento?
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Continuar con el proceso de la transformación
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La obra de la tristeza según Dios
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El proceso de cambio en hombres piadosos 59
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¡Preparad el camino!
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El programa de Dios para la restauración
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La evidencia del verdadero arrepentimiento
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Cambiados de gloria en gloria
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APÉNDICE
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BOSQUEJOS AL FINAL DE LOS CAPÍTULOS Al enseñar el tema del arrepentimiento en diversos países, me he dado cuenta de lo útil que resultan los bosquejos para que los pastores y maestros estudien o enseñen. Qué estos bosquejos le den un marco de referencia con el que pueda construir sus propios mensajes.
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”
2 Corintios 3:18
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Capítulo 1 TIEMPO PARA AVIVAMIENTO TIEMPO PARA ARREPENTIMIENTO Cuando yo tenía siete años, mi padre se graduó de la escuela bíblica. Regresamos a nuestro pueblo y mi padre instaló una carpa para reuniones evangelísticas. Los recuerdos son aún muy vívidos, el olor a aserrín fresco esparciéndose por el aire húmedo y caliente de un atardecer de agosto, las sillas plegables de madera en las que los niños pequeños podían quedar enredados si se sentaban mal, y la música cristiana se tocaba en el órgano. ¡Una emocionante expectación llenaba el lugar! Pero el detalle más memorable fue el resultado de la prédica. El mensaje fue sobre el arrepentimiento. Conforme la reunión avanzaba, la convicción del Espíritu Santo se intensificaba y el temor de Jehová llenaba el corazón de la gente. Hoy en muchos lugares, las reuniones en carpas pueden parecer una idea que ha pasado de moda y que desde hace mucho ha perdido su utilidad. Tal vez, en la mente de muchos el mensaje del arrepentimiento está fuera de época, es irrelevante e intrascendente; pero ¿realmente podemos darnos el lujo de guardar en el desván esta verdad esencial y fundamental? Juan el Bautista vino a preparar el corazón de las personas para la venida del Señor Jesús. La voz de Juan resonaba en el desierto:
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Cuando Jesús entró en escena, Su mensaje fue el mismo (Mt. 4:17). En el día de Pentecostés, el día del comienzo de la Iglesia, Pedro predicó del arrepentimiento dando como resultado que tres mil personas se volvieran al Señor (Hch. 2:37-38). En su enseñanza y en su prédica, también el apóstol Pablo hablaba con frecuencia sobre el tema del arrepentimiento.
HECHOS CONFORME A SU IMAGEN Pablo declaró el propósito de Dios en Romanos 8:29: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. ¿Cómo se logra en nosotros la obra de ser hechos conformes a la imagen de Jesús en una manera práctica? Esta transformación ocurre mientras le permitimos a Dios que nos guíe al arrepentimiento, y una conversión llega a nuestra vida. Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, el castigo de nuestro pecado se borra instantáneamente. Sin embargo, Dios está interesado en algo más que en el castigo por nuestro pecado. Él también pretende que nuestra naturaleza pecaminosa muera, transformándonos a la imagen y carácter de Jesús mediante un proceso continuo. En 2 Corintios 3:18, Pablo habla del proceso de ser transformados mientras contemplamos al Señor:
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“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Como veremos más adelante, este proceso va junto con el don del arrepentimiento, como veremos más adelante. Si rechazamos la obra de la gracia de Dios en nuestra vida a través del arrepentimiento, nos descalificaremos nosotros mismos de ser conformados a Su imagen, y nuestros propios caminos nos conducirán al desastre. El profeta Ezequiel, le da al pueblo de Dios este mensaje idéntico: “Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina” (Ez. 18:30). Hoy, es desesperadamente necesario un avivamiento por toda la Tierra. Sin embargo, si el avivamiento ha de producir algún resultado perdurable, el arrepentimiento tiene que ser su principal piedra de fundamento. El capítulo uno de Joel ilustra la terrible condición del pueblo de Dios cuando el profeta les suplica a todos que invoquen al Señor. Debido a los juicios espantosos que vendrían; Joel clama: “Ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid; ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios” (Jl. 1:13). Más adelante, en el capítulo dos él invoca: “Perdona, oh Jehová, a tu pueblo” (Jl. 2:17).
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En el recordatorio del capítulo dos, Joel profetiza un tremendo derramamiento del Espíritu Santo. Sin embargo, este avivamiento está precedido por un sincero arrepentimiento. Este patrón puede verse también en los grandes avivamientos que ocurrieron en la época de varios reyes de Judá. Después de un tiempo de arrepentimiento y de poner las cosas en orden con Dios, Josafat, Ezequías y Josías experimentaron un maravilloso avivamiento y la bendición del Señor. ¡Cuán importante es que el espíritu de arrepentimiento prepare al mundo para el avivamiento! La Iglesia de los últimos tiempos necesita el poder y la presencia de Dios conocidos por la Iglesia primitiva. Dios quiere que la Iglesia del fin de esta era sea llena con Su poder y Su gloria. Con frecuencia vemos que, en lugar que la Iglesia se mueva hacia los propósitos de Dios, lo que está obrando es algo diferente. Jesús dijo: “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12). Este versículo podría traducirse de la siguiente manera: “Y por haberse multiplicado el desorden, el amor y el celo por el Señor se enfriarán, así como se enfría una cucharada de sopa caliente cuando se le sopla”. Hay muchos que no están persiguiendo de cerca al Señor, y que han perdido ese vehemente deseo para hacer la voluntad de Dios. Esa condición se da, debido a que la gente no ha sido libre de la iniquidad en su vida. Jesús pagó el precio para que fuésemos libres de todas nuestras iniquidades (Tit. 2:14). Esta libertad viene cuando el don del arrepentimiento obra en nosotros.
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En Joel capítulo 1, en un día similar de degradación y rebelión, el profeta habló de los juicios de Dios sobre Su pueblo. Hordas de insectos devoraron el producto de la tierra. Los árboles frutales y las cosechas del campo se secaron. Toda su economía fue grandemente empobrecida. Los enemigos hormigueaban alrededor del pueblo de Dios. La miseria remplazó las bendiciones que habían conocido cuando anduvieron en los caminos de Dios. ¿No hay sobre la tierra juicios similares por parte de Dios, mientras le pide a Su pueblo que se vuelva a Él? ¡Las recientes devastaciones por inundaciones, huracanes y terremotos hacen que nos demos cuenta que Dios está tratando de llamar nuestra atención! En Isaías 42:24-25 Dios dice: ¿Quién dio a Jacob en botín, y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue Jehová, contra quien pecamos? No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley. Por tanto, derramó sobre él el ardor de su ira, y fuerzas de guerra; le puso fuego por todas partes, pero no entendió; y le consumió, mas no hizo caso”. ¿No está la Iglesia de hoy en una situación similar? Los cristianos están experimentando problemas que son el resultado de haber dejado los caminos de Dios. Sin embargo, ¡el profeta Joel nos da esperanza! “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo...
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Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?” (Jl. 2:12-13, 17). En medio de este sonar de la trompeta y del llamado al arrepentimiento, Dios comenzó a mostrar lo que haría por ellos si se arrepentían: “Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Jl. 2:23-28). Esta promesa de restauración y bendición permanece para la Iglesia hoy, si cumplimos las mismas condiciones de arrepentimiento, y nos volvemos al Señor en las áreas de nuestra vida en las que somos contrarios a Él. Tiene que haber un avivamiento del don de arrepentimiento si
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queremos experimentar el derramamiento del Espíritu de Dios sobre toda carne. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9).
LAS FIESTAS DE ISRAEL NOS MUESTRAN EL PROPÓSITO DE DIOS Ahora es el tiempo para que el mensaje de arrepentimiento venga a estar al frente en la Iglesia. Al estudiar las siete fiestas principales de Israel en Levítico 23, uno puede ver el orden y propósito de Dios para la Iglesia. Estas fiestas son las siguientes: La Pascua, los Panes sin Levadura, Las Primicias, Pentecostés, Trompetas, Día de Expiación y Tabernáculos. Las primeras cuatro fiestas se celebran en la primavera, al comienzo del nuevo año religioso. Cuando uno estudia el origen de estas fiestas en el libro de Éxodo, se hace evidente que representan los propósitos de Dios que habían de venir después en la Iglesia Primitiva. Aún más, estas fiestas son un tipo de experiencias personales a las que Dios quiere conducirnos. Por ejemplo, consideremos la fiesta de la Pascua: “Porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Co. 5:7). Aquí, Pablo expone claramente la idea de que la muerte
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de Jesús en el Calvario fue el cumplimiento literal de la fiesta de Pascua. En Juan 1:29, Jesús es descrito como el Cordero de Dios: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Claramente, Juan reconoció a Jesús como el Cordero Pascual que había de ser sacrificado por la nación de Israel. La muerte de Cristo en el Calvario es el cumplimiento de la fiesta de la Pascua. Trasladando esto a nuestra experiencia personal, la Pascua habla de la salvación provista para nosotros por medio de la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo. La fiesta de Pentecostés fue instituida en el monte Sinaí cincuenta días después que Israel cruzó el mar Rojo. Allí, en el monte Sinaí, Dios le habló a la nación de Israel. Les dio Sus leyes básicas. Su intención original fue que Israel siempre respondiera a Su voz. Sin embargo, vemos que el pueblo se rehusó a oír la voz de Dios (Dt. 5:22-27). Entonces, debido a que rechazaron escuchar Su voz y entrar a una relación más cercana y personal con Él, Dios le dio a Israel una gran cantidad de leyes para dirigirlos. Cincuenta días después que Jesús fue resucitado de la muerte, los discípulos se reunieron en el aposento alto. El Espíritu Santo se derramó sobre ellos y todos fueron bautizados en el Espíritu Santo, con la evidencia de hablar en otras lenguas. El propósito de Dios era escribir Sus leyes sobre las tablas de carne de sus corazones, para tener
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hijos que respondieran a Su voz (Ez. 36:27; He. 3:7-10). Nuevamente, trayendo el concepto de la fiesta de Pentecostés a nuestra propia experiencia, Dios quiere bautizar a cada creyente en el Espíritu Santo. Quiere enseñarnos a ser sensibles a oír Su voz, responderle a Él, y obedecer Sus leyes. Las primeras cuatro fiestas son un tipo de la salvación, santificación, bautismo en agua y bautismo en el Espíritu Santo. Estas fueron cumplidas al comienzo de la Edad de la Iglesia. (Para mayor explicación y estudio, vea por favor la tabla del Apéndice). Las últimas tres fiestas se celebran en el otoño, y aún no han sido cumplidas en la Edad de la Iglesia. Israel había vagado por el desierto cerca de treinta y ocho años, hasta que se muriera la generación incrédula. La fiesta de Trompetas apuntaba a un tiempo en el cual Dios proclamaba un nuevo comienzo. Había llegado el tiempo para que ellos comenzaran a entrar a la tierra de Canaán y poseer su herencia. El Día de Expiación señalaba el tiempo en que Israel cruzó el Jordán y llegó a Gilgal, en donde fueron circuncidados. Era también un tiempo de profundo arrepentimiento. Ésta, la más solemne de las fiestas, se celebraba con ayuno y oración, permitiéndo que Dios escudriñara su corazón. Antes de seguir y poseer su herencia, tenían que poner todo en orden. Por último venía la fiesta de Tabernáculos. Era la más grande fiesta del año. ¡Qué tiempo tan maravilloso era celebrar la tremenda cosecha que se recogía! ¡Durante la
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fiesta de Tabernáculos, Israel se llenaba de gran gozo! Hace varios años, mi esposa y yo regresábamos en un vuelo desde París, pues veníamos de un seminario para líderes cristianos celebrado en Nepal. Tuve el privilegio de sentarme junto a una mujer judía de Israel. Al preguntarle acerca de la vida, costumbres y conceptos de los israelitas modernos, entablamos una conversación muy interesante, la cual duró varias horas. Al finalizar nos invitó a visitarla algún día. Cuando le pregunté cuál era el mejor tiempo para visitarla, contestó enfáticamente: “¡Oh, ustedes tienen que venir para la fiesta de Tabernáculos. No hay mejor tiempo de gozo y celebración que éste!” Hasta este día, la fiesta de Tabernáculos es reconocida como la más grande de todas las fiestas, y represente el gozoso avivamiento que Dios quiere derramar por toda la tierra al final de la Edad de la Iglesia. Es de notar que los días de arrepentimiento deben preceder a este tiempo de gran gozo después de la cosecha. Parece que el tiempo para que las tres últimas fiestas se hagan una experiencia real para la Iglesia es al final de esta era. Ciertamente, es tiempo de seguir caminando en una nueva visión y propósito con Dios. Aún queda mucho territorio espiritual por poseer. ¡La trompeta ha sonado! Dios espera derramar el don de arrepentimiento a un pueblo que esté listo para moverse con Él y experimentar la fiesta de Tabernáculos. Está por brotar sobre nosotros el más grande avivamiento que la tierra jamás haya visto. El Día de Expiación, que es un día de arrepentimiento, debe preceder a este avivamiento.
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TIEMPO PARA AVIVAMIENTO TIEMPO PARA ARREPENTIMIENTO I. Arrepentimiento – Predicación del Nuevo Testamento A. Juan el Bautista (Mt. 3:2). B. Jesús (Mt. 4:17). C. Pedro (Hch. 2:37-38). D. Pablo (2 Co. 7:9-11). II. Conformados a Su Imagen A. El propósito de Dios de transformarnos mientras Lo contemplamos a Él (Ro. 8:29; 2 Co. 3:18). B. Resultados de rechazar la obra del Espíritu Santo 1. Quedar en la ruina (Ez. 18:30). 2. Perder el amor por el Señor (Mt. 4:12). 3. Destrucción (Is. 42:24-25). C. La bendición del arrepentimiento 1. El arrepentimiento trae liberación de Dios (Jl. 2:12-13, 17). 2. Restauración y avivamiento (Jl. 2:23-28; 2 P. 3:9). III. Las fiestas de Israel muestran el propósito de Dios A. Las siete fiestas – tipo de experiencias espirituales (Lev. 23). 1. La Pascua (1 Co. 5:7; Jn. 1:29). 2. Pentecostés (Dt. 5:22-27; He. 3:7-10). 3. La fiesta de Tabernáculos - avivamiento precedido por arrepentimiento. 4. Día de Expiación - tiempo de arrepentimiento fresco para avivamiento.
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Capítulo 2 ¿QUÉ ES EL ARREPENTIMIENTO? Esencialmente, el mensaje de este libro es enseñarnos cuál debe ser nuestra respuesta cuando el Espíritu de Dios se mueve trayendo arrepentimiento. Dios es Quien inicia el arrepentimiento en nosotros. En Romanos 2:4, Pablo declara: “…su benignidad te guía al arrepentimiento”. Por iniciativa propia, nunca nos arrepentiríamos. Seríamos incapaces de hacerlo. Dios debe guiarnos al arrepentimiento. El apóstol Pablo también hace referencia a esto en 2 Timoteo 2:25: “por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”. Ciertamente, el arrepentimiento es un maravilloso don de Dios. Nunca debemos tomar a la ligera cuando Dios viene a nuestra vida con convicción y espíritu de arrepentimiento. Vemos un claro ejemplo de la bondad de Dios al llevar arrepentimiento a la vida del profeta Isaías. En Isaías capítulo seis, él recibe una revelación del Señor entronizado en los cielos. Los serafines están declarando la santidad de Dios. Es entonces, mientrs tiene una fresca revelación de la santidad de Dios, que puede ver su propia condición inmunda.
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“¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). Uno de los serafines limpió sus labios, quitó su iniquidad y purgó su pecado. Dios había propiciado esta situación. Isaías respondió como era necesario. Después de eso, Dios comisionó a Isaías para Su propósito. ¡Que nosotros, como Isaías, respondamos adecuadamente cuando Dios nos revele que nuestro camino es contrario al Suyo! ¿Qué clase de respuesta se necesita cuando Dios se acerca a nosotros de esa manera? Muchos cristianos consideran que el arrepentimiento sólo es necesario en el paso inicial, al recibir a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Mientras vemos juntos el significado escritural del arrepentimiento, veremos que el don de arrepentimiento es esencial durante toda nuestra vida. Después de un ciclo tras otro ciclo de arrepentimiento, seremos conformados a la imagen de Cristo. Que nunca nos cansemos de los ciclos de arrepentimiento, sino que abracemos continuamente la visión de llegar a ser como nuestro Señor. Para ver lo que realmente implica el arrepentimiento estudiemos juntos Hechos 3:19-20 . Observe el orden de eventos que contienen estos versículos: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”.
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MANIFESTACIÓN DEL CARÁCTER Y LOS CAMINOS DE DIOS En Hechos 3:1-18, Jesucristo fue manifestado al pueblo a través de un poderoso hecho de sanidad y por la predicación de Pedro. Llegaron a la conclusión que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías. Este evento de hechos ejemplifica el patrón de Dios obrando en la vida de Isaías. Vemos una situación similar en Isaías capítulo seis: “Entonces dije: ¡Ay de mí! Que soy muerto, porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los Ejércitos” (Is. 6:5). Debido a que los ojos de Isaías contemplaron al Rey, Jehová de los Ejércitos, Dios tuvo un encuentro fresco con él, y este encuentro introdujo cambios en su vida. A menos que Dios se mueva y se nos manifieste de alguna manera, será imposible proceder al arrepentimiento. ¡Qué maravilloso es que Dios desee que seamos cambiados y conformados a Su imagen! Así, el primer paso al arrepentimiento se da cuando Dios, de una u otra manera, nos revela un aspecto de Su carácter, o de Sus caminos.
ARREPENTIMIENTO La palabra arrepentimiento significa pensar diferente o cambiar una decisión. El arrepentimiento es el proceso por el cual Dios cambia nuestra forma de pensar acerca
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de Él, de nosotros mismos, de otros y de las circunstancias de la vida. En Isaías 55:7-9, el Señor nos muestra por qué debemos cambiar nuestros caminos y nuestra manera de pensar: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Uno de los problemas en el matrimonio es el obstáculo de tener diferentes perspectivas. Generalmente, el hombre y la mujer tienen una perspectiva muy diferente de las cosas. Es una verdadera revelación para un esposo recién casado enfrentarse con la realidad de que su pareja no ve las cosas de la misma manera que él. De esta falta de conocimiento, pueden venir muchos conflictos y heridas no intencionales (1 P. 3:7). Un esposo puede tomar una decisión en la que no ve posibles causas para un conflicto. Sin embargo, cuando su esposa responde: “mi papá nunca hizo algo así”, inmediatamente se da cuenta que existen diferencias. Por supuesto, cuando una pareja permite que Dios obre en sus vidas, ambos cambian. Cada uno empieza a considerar la perspectiva del otro. Nuestra relación con Dios comienza cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Comúnmente
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asumimos que Él verá las cosas a nuestra manera. Sin embargo, mientras Él se nos revela, empezamos a darnos cuenta que hay diferencias. Como una esposa que trata de cambiar a su esposo, con frecuencia pensamos que podemos cambiar la mente del Señor y que podemos conformarlo a nuestra imagen. Ésta es un área en la cual nuestro pensamiento es incorrecto, porque Él nos dice: “Porque yo Jehová, no cambio” (Mal. 3:6). Sus caminos y pensamientos son perfectos. ¡Él no puede ser mejorado! ¡Somos nosotros los que tenemos que cambiar! La verdadera transformación ocurre cuando cambiamos a la forma de pensar de una perrsona. Si su manera de pensar permanece sin ser cambiada, su forma de vida nunca cambiará. Podremos pensar que nuestro camino es correcto, ¡pero solamente Su camino es perfecto! Por consiguiente, Dios tiene que trabajar en nuestra vida para transformar a Su manera nuestra forma de pensar. “Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos” (Is. 65:2). “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Pr. 14:12). En Isaías 14:12-15, Dios nos muestra la causa de la rebelión de Satanás. Lucifer comenzó a pensar de sí mismo con más superioridad de la que debía. Su rebelión comenzó en sus pensamientos, y en la manera en que percibió la situación y su propia importancia.
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Satanás se propuso engañar a Eva en el jardín del Edén. Lo logró al desviar sus pensamientos de lo que Dios había mandado. Comenzó a influenciarla a pensar que podía tener posición y conocimiento, independientemente de Dios. Por medio de pensamientos erróneos, Adán y Eva cometieron actos erróneos, y la muerte entró al mundo. Fue un camino que a ellos les pareció correcto, pero que produjo muerte. Por esta razón, la doctrina de arrepentimiento de Hebreos 5:1, es llamada “arrepentimiento de obras muertas”. Cualquier obra que brote de nuestro pensamiento, se produce en una mente carnal y produce muerte. ¿Puede incrementarse nuestra relación con Dios si nuestro pensamiento no se transforma a la manera en que Él piensa? ¿Podemos continuar gozando de Su Presencia y compañerismo si nuestros caminos son contrarios al Suyo? El profeta Amós propone una pregunta: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Am. 3:3). Mientras el Señor nos va revelando Sus caminos, tenemos que estar dispuestos a arrepentirnos de nuestra manera de pensar (o de nuestra perspectiva), a fin de llegar a ser uno con Él. De esta manera, nuestro comperismo con Él, puede seguir creciendo. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2).
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Dios ha llamado a Su Iglesia a ser conformada a la imagen de Cristo y a despojarse del pensamiento mundano. La palabra renovación que Pablo usa, significa una completa renovación. El propósito de Dios es que nuestra manera de pensar, tenga un cambio gradual pero completo y que veamos todo en esta vida como en la eternidad. No podemos colocar una fachada sobre nuestros antiguos patrones de pensamiento; Dios quiere renovar completamente nuestra mente: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5). Un corazón sin arrepentimiento producirá una actitud que nos estorbará para alcanzar el propósito que Dios ha ordenado para nuestra vida. Este asunto sobre nuestra manera de pensar, afecta cada área de nuestra vida y nuestro destino eterno. Por muchos años, los relojeros suizos dominaron la mayor parte del mercado de relojes. Producían con exactitud las partes de un reloj mecánico, convirtiendo su producto en el más codiciado por la gente. Pero no hace muchos años, se introdujo el concepto de los relojes electrónicos. Debido a que los suizos se encerraron en la idea del uso de resortes y engranajes, fueron incapaces de hacer la transición necesaria hacia los relojes electrónicos. Los japoneses fueron flexibles en su manera de pensar sobre este asunto, y ahora dominan el mayor porcentaje del mercado. El avivamiento desencadena cambios tremendos. Debemos permitir que Dios obre en nuestro corazón por medio del arrepentimiento para que nuestra manera de
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pensar sea transformada. Él quiere que seamos ciudadanos de una nación santa: el Reino de Dios. Si nos encerramos en patrones de pensamiento personales, familiares o nacionales, podemos perder nuestra espiritualidad, como le sucedió a los suizos con la fabricación de relojes. Nuestra manera de pensar es totalmente contraria a la manera de pensar del Señor. Por medio del arrepentimiento, somos llamados a caminar el camino de la cruz que Jesús siguió. Al leer Filipenses 2:6-11, vemos que, sin una transformación completa de su manera de pensar, el hombre jamás podría abrazar el camino e la Cruz. Dios se ha propuesto transformar nuestra manera de ver las cosas. ¡Pero veamos la victoria que Jesucristo obtuvo cuando abrazó la voluntad del Padre!
CONVERSIÓN El siguiente paso que vemos en Hechos 3:19 es ser convertidos. El concepto básico de la palabra convertido en el griego es darse la vuelta. Ibamos en una dirección y ahora nos convertimos y vamos en otra dirección. La conducta de un hombre nunca podrá ser cambiada a menos que primero ocurran cambios en su manera de pensar. Nos arrepentimos, y nuestra manera de pensar cambia. Para expresar que han recibido a Jesucristo como Señor y Salvador, muchos cristianos usan la palabra convertido como sinónimo del término salvo o nacido de nuevo. Sin embargo, convertido implica realmente un concepto diferente.
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En Lucas 22:31-32, Jesús le habla a Pedro justo unas horas antes de la crucifixión. Es importante entender que antes de esto, Pedro había estado siguiendo a Jesús. Él había respondido al llamado del Maestro: “sígueme”. Pedro fue enviado al ministerio con los otros, a predicar el evangelio, sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, y echar fuera demonios en el nombre de Jesús. Todos nosotros estaríamos de acuerdo en que Pedro era creyente. Pero había un área de la vida de Pedro que aún no se había convertido. En su fuerza natural, Pedro debió parecerse a una columna, una a la que la gente respetaba y sobre la cual podían apoyarse. Aunque el nombre Pedro significa roca, Jesús vio la necesidad de conversión de Pedro. El Señor sabía cómo respondería Pedro al tipo correcto de presión: “Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto[convertido], confirma a tus hermanos”. Pedro insistió que él nunca abandonaría a Cristo, sin importar lo que fuera a pasar. Entonces Jesús, profetizó la negación de Pedro, refiriéndose a él no como Pedro, sino como Simón. Jesús se estaba refiriendo al Pedro inconverso, autosuficiente y casi arrogante. Aún así, Jesús le dio a Pedro gran esperanza de que sería cambiado, que sería convertido. Mientras Jesús era llevado a juicio, ciertamente Pedro fue zarandeado como Jesús había dicho. Estando ante el fuego
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tratando de calentarse y negando tres veces ser discípulo de Jesús, Pedro recibió la revelación de su verdadero nivel de fuerza y estabilidad. Después de la resurrección, los discípulos estaban flaqueando en la fe y llenos de duda, habían malinterpretado totalmente los eventos que habían ocurrido esa semana. Antes de ascender de nuevo al Padre, Jesús les dijo que regresaran a Jerusalén a esperar la promesa del Padre, haciendo referencia al bautismo en el Espíritu Santo. Esto fue diez días antes del día de Pentecostés. Aunque la Escritura no da muchos detalles sobre este evento, ellos deben haber tenido varias reuniones de oración en esos diez días. Quizá fue un tiempo de arrepentimiento y de escudriñar el corazón, mientras buscaban juntos al Señor. Fueron necesarios muchos cambios en los discípulos. Tal vez fue éste el tiempo en que Pedro tuvo una nueva convicción de su negación de Jesús. ¿Pudo haber pasado que Pedro se paró delante de sus hermanos en humildad y confesó su fracaso y el deseo de ser cambiado? Sabemos que en el día de Pentecostés hubo una conversión mayor en la vida de Pedro, cuando él se levantó delante de la multitud y predicó a Jesús. No obstante, podemos haber sido salvos durante muchos años y tener muchas áreas de nuestra vida que aún no han sido convertidas y que Dios quiere cambiar y conformar a Su imagen.
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BORRADOS LOS PECADOS ¿No es verdad que nuestros pecados son borrados cuando recibimos a Jesucristo como Señor y Salvador? Ciertamente, el castigo por los pecados pasados ha sido borrado. Sin embargo, a menudo encontramos que en nuestra vida todavía hay problemas con la vieja naturaleza de pecado. Ser creyentes no significa que el pecado cesa automática e inmediatamente en nuestra vida. Es necesario que entendamos el significado escritural de la palabra pecado. La palabra griega del Nuevo Testamento hamartia significa errar el blanco. Tendemos a categorizar ciertos actos como pecado: mentir, robar o la inmoralidad. El concepto escritural es mucho más amplio. Todo lo que nos hace errar el blanco de los propósitos de Dios, se llama pecado. Isaías habla de Cristo y de los que desean imitarlo: “Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba” (Is. 49:2). Esto nos habla del proceso de hacer una flecha, recta y bruñida, para que, cuando sea lanzada, dé en el blanco. Dios hace una obra similar en nuestra vida, a través del arrepentimiento y la conversión. Lo torcido es enderezado, y lo áspero es allanado (Lc. 3:5). Mientras Él cambia nuestra manera de pensar y de actuar, el pecado que nos hace errar el blanco, es borrado. La obra que Jesús consumó para nosotros en el Calvario, no es solamente
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remover el castigo por nuestro pecado. Por medio de la obra del arrepentimiento, Él borra ese pecado de nuestra vida completamente, de manera que podamos continuar para dar en el blanco y ser conformados a la imagen de Jesús.
TIEMPOS DE REFRIGERIO “Para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hch. 3:19-20). Cuando permitimos que el Espíritu Santo haga Su obra en nosotros, Él nos conduce a un tiempo maravilloso de refrigerio o literalmente avivamiento (en griego). De nuevo encontramos aquí un repaso del orden: recibimos una nueva revelación de Jesús, nos arrepentimos, nos convertimos, y nuestros pecados son borrados. Entonces estamos listos para un avivamiento personal en la presencia de Dios: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Stg. 4:10). En este punto, Dios puede elevarnos a una nueva dimensión de Sí mismo y de Su presencia. Somos refrescados, y ahora podemos experimentar el gozo del Señor sobre nosotros: mientras caminamos en armonía con Él en ésta área de nuestra vida con la cual Él ha tratado. Después de completar este ciclo, comienza la preparación para la siguiente revelación del Señor Jesús, que nos conduce a un nuevo proceso de arrepentimiento en otra área de nuestra vida. Consideremos este ciclo en el siguiente diagrama:
Capítulo 2
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EN
A
A
B
Convicción
C Arrepentimiento
D
CA M BI AD OS DE
D
GL OR IA
Revelación Avivamiento
GL OR IA
HIJOS MADUROS DE DIOS
B
C
A. Dios toma la iniciativa de cambiarnos. Él se nos revela de alguna manera, como lo hizo con el profeta Isaías. B. Dios usa circunstancias para obrar en nosotros y para mostrarnos que nuestros caminos son contrarios a los Suyos. La convicción del Espíritu Santo y la tristeza que es según Dios obran en nosotros. Emocionalmente, podemos sentir como que hemos tocado fondo en nuestra vida. C. La benignidad de Dios nos guía al arrepentimiento. Confesamos y abandonamos nuestro pecado. Nuestro pecado es borrado. Somos convertidos. D. Dios nos refresca en Su presencia. Podemos caminar con Él en un mayor nivel de armonía. Después de un tiempo, estamos listos para regresar al punto A, en donde Dios repite todo el proceso en nuestra vida. Así pues, nosotros “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen”.
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¿QUÉ ES EL ARREPENTIMIENTO? I. Dios propicia el arrepentimiento A. Dios propicia el arrepentimiento (Ro. 2:4; 2 Ti. 2:25). B. Pasos para el arrepentimiento (Hch. 3:19-20). II. Manifestación del carácter de Dios y Sus caminos A. Jesucristo se reveló a la gente por medio de la predicación de Pedro (Hch. 3:13-18). B. El arrepentimiento de Isaías comienza con la revelación del Señor (Is. 6:5). III. Arrepentimiento (Hch. 3:19) A. Definición: cambio de pensamientos. B. Los pensamientos de Dios son diferentes a los nuestros (Is. 55:7-9). C. Dios quiere cambiar nuestro pensamiento. 1. Él no cambia (Mal. 3:6; Pr. 14:12). 2. A menos que cambiemos, Dios no continuará Su comunión con nosotros (Amós 3:3). 3. La transformación de nuestros pensamientos por medio del arrepentimiento (Ro. 12:12; Fil. 2:5-11). IV. Conversión (Hch. 3:19) A. Definición: darse la vuelta e ir en otra dirección B. Pedro era salvo, pero no convertido (Lc. 22:31-32). C. Pedro convertido antes de Pentecostés.
Capítulo 2
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V. Borrados los pecados (Hch. 3:19) A. El castigo por el pecado es borrado por la sangre de Jesús. B. Definición de pecado: errar el blanco. C. El arrepentimiento borra el pecado, no solamente el castigo. D. La saeta recta y bruñida que da en el blanco (Is. 49:2). VI. Tiempos de Refrigerio (Hch. 3:19) A. El Arrepentimiento prepara el camino para el avivamiento (Stg. 4:10). B. Definición de refrigerio: avivamiento. C. Listos para una nueva revelación del Señor y un nuevo ciclo de arrepentimiento. D. Transformados de gloria en gloria (2 Co. 3:18).
“Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado”.
Éxodo 15:17
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Capítulo 3 CONTINUAR CON EL PROCESO DE LA TRANSFORMACIÓN
Este proceso de cambio continúa obrando en nuestra vida mientras que no llegamos a ser plenamente conformados a la imagen de Cristo, y hata que permitamos que Dios obre en nosotros. Dios quiere transformar nuestra vida familiar, nuestra ética de trabajo, nuestra moral, muchos aspectos de nuestra cultura, nuestra música, nuestra vida en la Iglesia, nuestros objetivos, motivos y actitudes. ¡Él quiere transformar todo lo que respecta a nosotros! La obra de arrepentimiento y conversión es el proceso mediante el cual Dios produce esos cambios. Debemos permitir que Dios ejecute Su obra en nuestra vida. Es una obra progresiva en la que Dios continúa revelándose a nosotros. Mientras que continuamos diciendo: “Sí, Señor, hazlo a Tu manera”, seguimos avanzando en Dios. Pero siempre que resistimos a Dios, cerramos nuestros oídos, y decimos: “No, a mí no me gusta eso”; nuestro corazón se endurece, y la cegera y la negligencia se establecen dentro de nosotros. Muchos han sido cristianos por años sin progresar y desarrollarse en su relación con el Señor. Puede que en el pasado hayan permitido que Dios los guiara al arrepentimiento en algunas áreas de su vida, pero han llegado a cansarse de esta preciosa obra del Espíritu de
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Dios. Han dejado de responder con arrepentimiento, y no han permitido que Dios cambie su vida. Llegaron a un punto en el que dicen: “Quiero vivir a mi manera”. Esto no quiere decir que necesariamente van a caer en gran pecado, sino únicamente dejan de ser transformados. Debemos darle la bienvenida y recibir el don del arrepentimiento siempre que Dios quiera venir y obrar en nosotros. Así seguiremos avanzando en Dios. Si hemos de tener parte en el avivamiento venidero tiene que haber una preparación. El arrepentimiento es un don de Dios; por nosotros mismos nunca podríamos llegar a él. Es iimposible sin la intervención de Dios en nuestra vida. Jamás podríamos cambiar nuestra propia manera de pensar. El don de arrepentimiento nos suaviza, nos quebranta, nos rinde y transforma nuestra mente. Es un acto soberano de la gracia de Dios. Si Dios no nos lo concede, no podemos cambiar. Es la benignidad de Dios la que nos guía al arrepentimiento.
UNA IGLESIA QUE PERMANECE CON VIDA Las iglesias se estancan y se añejan porque dejan de oír lo que Dios está diciendo. Muchas congregaciones llegan a un lugar donde pierden la gloria de Dios. El fuego de Dios los abandona debido a que el arrepentimiento deja de fluir en esa iglesia. En Apocalipsis capítulo 2, Dios está hablando a las siete iglesias de Asia. Primero se dirige a la iglesia de Éfeso. Pablo pasó cerca de tres años allí, preparando un buen
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fundamento. Probablemente, Éfeso fue la iglesia matriz usada por Dios para alcanzar a otras ciudades de Asia Menor. Es muy probable que las otras seis iglesias hayan nacidoZ de la iglesia de Éfeso. En algún tiempo, Éfeso fue una iglesia muy espiritual, pero observe lo que Dios les dice ahora en Apocalipsis 2:1-5: “Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras”. En algún punto, esta iglesia se desvió de la senda que Dios había escogido para ellos. Habían resistido los continuos cambios que el Espíritu Santo trataba de obrar en su vida. Esto hizo que la revelación progresiva del Señor Jesucristo cesara. Cuando Pablo escribe a la iglesia de Tesalónica, (1 Tes. 1:3), los alaba por sus obras de fe, su trabajo de amor y su constancia en la esperanza. La iglesia de Éfeso tenía obras, pero no obras de fe; trabajo, pero no trabajo de amor; constancia, pero no constancia en la esperanza. El avivamiento sólo podía venir a ellos si tenían un encuentro fresco en arrepentimiento con el Señor.
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La clave para que una iglesia se mantenga vibrante y llena de vida es tener una respuesta continua al don de arrepentimiento. La gente de una iglesia así, debe estar dispuesta a ser transformada. Dios dice: “Si no te arrepientes, quitaré el candelero, la unción y Mi presencia. Quitaré el fuego del Espíritu Santo si te rehúsas a permitir que Yo te transforme”.
RESISTENCIA AL CAMBIO En Jeremías 48:11, Dios habla del juicio a Moab, y la razón por la cual Él estaba tan desagradado de ellos: “Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado”. Moab no aceptó los cambios. Se acomodó en su zona de reposo y se quedó allí, contento y feliz de dejar las cosas como estaban. Hay patrones de comportamiento en los que la gente tiende a caer durante las diferentes etapas de su vida. Conforme la gente se va haciendo vieja, llega a caer en la misma tendencia que Moab. Atravesar ciclos de arrepentimiento, vez tras vez, puede llegar a ser desgastante para aquellos que apartan sus ojos de la meta. La gente se cansa de los problemas por los que Dios los conduce con el fin de provocar los cambios que se producen por medio del arrepentimiento.
Capítulo 3
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¿Causa problemas el proceso de arrepentimiento? ¡Sí, causa PROBLEMAS! Un cristiano enfrentará problemas que otros jamás conocerán. Hace muchos años, siendo cristianos jóvenes, mi esposa y yo llegamos a sentirnos muy frustrados. Estábamos caminando en obediencia y permitiendo que el Señor obrara en nuestra vida. Sin embargo, parecía que entre más nos sometíamos a la obra del Espíritu Santo, más aumentaban nuestros problemas. Entre otras dificultades que estábamos enfrentando, mi esposa había estado sufriendo por más de un año y necesitaba ser operada. Anteriormente ella había experimentado la sanidad divina, pero ahora, al buscar al Señor, Él indicaba cirugía. Esto es lo que Él nos habló en ese tiempo “Debido a que Me han buscado y Me han permitido cambiarlos, han calificado para esta prueba”. Nos sentíamos desalentados por este problema, pero Él dijo que estábamos calificando para avanzar. Comenzamos a entender que, a menos que permitiéramos que el Señor obrara cambios en nosotros por medio de estos problemas, no ibamos a calificar para una obra más profunda del Espíritu Santo. Hemos aprendido, en gran medida, a aceptar los problemas, y a no huir de ellos. Cuando Dios nos vacía de una vasija a otra, cuán incómodos nos sentimos en la forma y el color del nuevo vaso. Pero por medio de esa situación, Dios comienza a obrar Sus cambios en nosotros. Esta cualidad divina de aceptar las circunstancias que Dios permite en nuestra vida a fin de transformarnos, se llama mansedumbre. Solamente podemos aceptar circunstancias desgraciadas
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si realmente creemos que Dios tiene el control y que puede obrar todo para nuestro bien. En Romanos 8:28, Pablo dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Si amamos a Dios y caminamos en obediencia a Él, podemos estar seguros que Él obrará todo para nuestro bien. Muy pocos cristianos saben que esto es realmente cierto. Ellos huyen de los problemas, esas circunstancias orquestadas por Dios que provocan estos cambios maravillosos. Que seamos mansos como el Señor Jesucristo y aceptemos de corazón cualquier cosa diseñada para obrar a nuestro favor. ¡Que no nos acomodemos para seguir el camino de la carne, volviéndonos duros de corazón, fríos e indiferentes hacia Dios! Si queremos avanzar en los propósitos de Dios, debemos estar dispuestos a aceptar los cambios. Eso es todo lo que quiere decir arrepentimiento. Moab no quería cambiar. Se sintió a gusto en su cómodo reposo y se instaló allí, año tras año. Fue por esto que Dios trajo juicio sobre él. En el Salmo 55:19, la Escritura dice: “Por cuanto no cambian, ni temen a Dios”. Si dejamos de responder al don de arrepentimiento, perderemos el temor del Señor. Después es fácil apartarse de Dios. Un día, llega la destrucción repentina, y nos preguntamos por qué ocurrió.
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RENOVADOS PARA AVIVAMIENTO En Lucas capítulo cinco, Jesús habló algo que tiene mucho que ver con arrepentimiento: “Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor” (Lc. 5:37-39). Esta no era una botella de vidrio como la que conocemos, mas bien, era un odre hecho de piel de animal. El mismo que aún se usa en algunos países para llevar líquidos. Jesús dijo que nadie pone vino nuevo en odres viejos. El vino nuevo debe ponerse en odres nuevos. El griego dice literalmente, odres renovados, o rehechos. Es necesario cierto proceso para renovar un odre que se ha vuelto viejo, duro y quebradizo. Después de una serie de cambios, está listo para el vino nuevo. En cierto sentido, el avivamiento que vendrá es como el vino nuevo. La respuesta de algunos será como la del versículo 39: “Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor”. A muchos no les gustan los cambios porque ya se afianzaron en un lugar. Han caminado con Dios solamente lo necesario para recibir de Él lo que querían. Están listos
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para quedarse donde están. Tal vez digan que desean el avivamiento, pero su corazón está endurecido y débil como un odre viejo. Son incapaces de contener el vino nuevo y los cambios que éste conlleva. Si hemos de ser llenos de vino nuevo, es necesario que Dios nos renueve a través del proceso de arrepentimiento. Él quiere que seamos flexibles, no rígidos o estancados en cierto nivel. ¡Debemos movernos con Dios para poder tener parte en el más grande avivamiento que la tierra haya conocido jamás!
VISIÓN PARA IR A SION Si queremos alcanzar la meta final que Dios ha escogido para nosotros, es muy necesario que tengamos una voluntad que busque el don de arrepentimiento y el cambio. Como mencionamos anteriormente, muchas personas e iglesias se acomodan en un lugar debido a que no tienen la voluntad de continuar buscando una revelación mayor del Señor Jesucristo. Estamos propensos a responder como Israel respondió cuando Dios trató de introducirlos a su herencia. Que aprendamos de sus errores a no ser pasivos e incrédulos, sino que permitamos que Dios nos cambie y nos mueva hacia lo mejor de Él. “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Co. 10:11).
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Dios obró milagrosamente para liberar a Israel de la servidumbre de Egipto. Lamentablemente, cuando las circunstancias no fueron las que la gente esperaba, hablaron de regresar a Egipto o de morir en el desierto. Finalmente, esa generación murió en el desierto, como lo habían declarado (Nm. 14:2). Cuando la siguiente generación se preparó para moverse hacia Canaán, las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, le pidieron a Moisés que los dejara quedarse al este del Jordán (Nm. 32). Ellos escogieron su propia herencia, o lugar de reposo, el cual estaba muy lejos de ser lo que Dios había escogido para ellos. El río Jordán los separaba de sus hermanos, quienes se movieron en los propósitos de Dios. Después de la muerte de Moisés, Josué condujo a Israel a través del Jordán y comenzaron a poseer la tierra que Dios les había dado. Al final de la vida de Josué, gran parte de la herencia permanecía aún sin poseer (Jue. 1). Israel comenzó a establecerse y a cohabitar en la tierra con los enemigos de Dios. No fue sino hasta que David se convirtió en rey, que Israel reasumió la conquista de la tierra. ¿Por qué David pudo conducir a Israel a avanzar en los propósitos de Dios, cuando muchos otros habían fallado? Hechos 13:22 nos muestra el secreto de la grandeza de David: “Quitado éste [Saúl], les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quién hará todo lo que yo quiero”.
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David amaba al Señor y deseaba cumplir todos los propósitos de Dios. Una de las primeras cosas que David hizo después de ser coronado rey sobre Israel, fue desposeer a los jebuseos de la fortaleza de Sion (2 S. 5:6-10). Cuando Israel atravesó el mar Rojo, Moisés cantó un canto profético de lo que Dios había hecho, y de lo que iba a hacer: “Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado” (Ex. 15:17). Al comienzo del viaje de Israel, se hizo mención del monte de Su heredad. Unos cuatrocientos años después, David entró en escena. David tenía un corazón que quería saber lo que había en el corazón de Dios. Por lo tanto, David entendió el propósito de Dios de hacer de Sion la capital espiritual del Reino. En efecto, Sion es el monte de la heredad de Dios. Desde el principio, el propósito de Dios era poseer Sion. Dios nunca pretendió que ellos se establecieran en algún lugar sino hasta que poseyeran lo más alto de Dios. “Porque Jehová ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; Aquí habitaré, porque la he querido. Bendeciré abundantemente su provisión; a sus pobres saciaré de pan. Asimismo vestiré de salvación a sus sacerdotes, y sus santos darán voces de júbilo. Allí haré retoñar el poder de David; he dispuesto lámpara a mi ungido. A sus enemigos vestiré de confusión, mas sobre él florecerá su corona” (Sal. 132:13-18).
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“Su cimiento está en el monte santo. Ama Jehová las puertas de Sion más que todas las moradas de Jacob. Cosas gloriosas se han dicho de ti, Ciudad de Dios. Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen; he aquí Filistea y Tiro, con Etiopía; este nació allá. Y de Sion se dirá: Este y aquél han nacido en ella, y el Altísimo mismo la establecerá. Jehová contará al inscribir a los pueblos: Este nació allí” (Sal. 87:1-6). “Dios es conocido en Judá; en Israel es grande su nombre. En Salem está su tabernáculo, y su habitación en Sion. Allí quebró las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra” (Sal. 76:1-3). En distintos lugares geográficos, Dios se encontró con Israel en una forma maravillosa. Estos lugares llegaron a significar distintos grados de crecimiento espiritual y relación con el Señor; así como de ser los lugares para recibir gracia para tener un mayor grado de responsabilidad para hacer Su volluntad. David pagó un gran precio para poseer Sion. En cualquier tiempo, él pudo haberse establecido en un lugar confortable y quedarse allí. Esto le habría ahorrado grandes dificultades, pero en el corazón de David había nacido algo que lo impulsaba a seguir. Su corazón lo conducía al camino de Sion: “En cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques” (Sal. 84:5-6).
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¡Sion valía la pena! David llevó a Sion el Arca del Pacto, la cual era símbolo de la presencia manifiesta de Dios. Promesas maravillosas les pertenecen a aquellos en cuyo corazón están los caminos de Sion: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la Palabra de Jehová” (Is. 2:2-3). Que deseemos ser como aquellos que conocen a Dios y Sus caminos, teniendo Sus leyes en nuestro corazón. Dios busca a aquellos que madurarán y tendrán la responsabilidad de enseñar a otros el potencial que Él tiene disponible para los que le aman. Por toda la tierra, de toda clase de gente, Dios se hará de reyes y sacerdotes: “Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tu fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Ap. 5:9-10). Este no es un mensaje exclusivo dado sólo para pocas personas. Dios está extendiendo Su llamado a todas las
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naciones, tribus, lenguas, y a todo grupo cultural. Él se ha propuesto que de todas partes haya gentes en cuyo espíritu hayan nacido los caminos de Sion. Su respuesta será evidenciada por una disposición continua de permitir que el Espíritu Santo obre el arrepentimiento en su vida, de manera que sean cambiados de gloria en gloria. En su corazón habrá una negativa de estancarse y acampar alrededor de cualquier otra verdad o experiencia. ¡Que presionemos hacia Sion, el monte de la morada de Su presencia!
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CONTINUAR CON EL PROCESO DE LA TRANSFORMACIÓN
I. Cómo mantener una relación vital con Jesús A. Por medio de ciclos continuos de arrepentimiento, Dios nos transforma completamente. B. Si resistimos el cambio, empezaremos a endurecernos hacia Dios. II. Resistencia al cambio A. La indisposición de Moab al Cambio (Jer. 48:11). B. La aceptación del problema produce el cambio (Ro. 8:28). C. El arrepentimiento nos trae el temor de Jehová que nos ayuda a mantenernos en el camino (Sal. 55:19). III. Renovados para avivamiento A. Odres renovados (Lc. 5:37-39). B. Definición de renovados, rehechos. C. Vino nuevo, tipo del avivamiento. IV. Visión para Sión A. El Viaje de Israel, nuestro ejemplo. B. Israel no entró a su herencia bajo el liderazgo de Moisés. C. El rey David condujo a Israel hacia Sion. D. Dios desea llevar a Su pueblo a Sion espiritual.
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Capítulo 4 LA OBRA DE LA TRISTEZA QUE ES SEGÚN DIOS LA BENIGNIDAD DE DIOS SE NOS MANIFIESTA
¿Cómo obra el don de arrepentimiento en nuestra vida de una manera práctica? Pablo nos dice: “la benignidad de Dios te guía al arrepentimiento” (Ro. 2:4). Dios es Aquel que inicia el arrepentimiento en nosotros. ¡Es Su benignidad¡ Con frecuencia, cuando Dios comienza a obrar en nuestra vida para traer arrepentimiento, nuestra tendencia es pensar que Él está en nuestra contra. Isaías clamó: “¡Ay de mí, que soy inmundo!” (Is. 6:5). Cuando uno lee del arrepentimiento de David, se da cuenta que no fue una experiencia agradable. El Salmo 6 es considerado uno de los salmos de arrepentimiento de David. Dios había estado tratando con él en circunstancias concretas. Sin embargo, el resultado final probó que todas las dificultades por las que David atravesó, valieron la pena, porque fue restaurado en la presencia de Dios.
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La obra de arrepentimiento en nuestra vida, es una manifestación de la benignidad de Dios hacia nosotros. Dios no se deleita tomando medidas severas para finalmente capturar nuestra atención. Él no va a retener ninguna cosa buena a aquellos que lo aman, pero algunas veces el proceso que nos conduce al cambio parece muy doloroso y miserable. A veces también podemos sentir una gran culpabilidad. Pero es necesaria cierta medida de tristeza en el proceso de arrepentimiento. ¡No obstante, es la benignidad de Dios la que nos guía al arrepentimiento!
RESPONDER EN EL TIEMPO DE DIOS La obra de arrepentimiento es un don de Dios que jamás debe ser tomado a la ligera. El arrepentimiento nunca debiera rechazarse como si no fuera importante. Tampoco debemos buscar evadir los cambios que Dios está tratando de producir en nuestra vida: “Porque dice: en tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Co. 6:2). Cuando Dios trata con nosotros es necesaria nuestra respuesta inmediata porque Él ha escogido este tiempo especial para señalar áreas problemáticas que traerán nueva liberación. Él siempre escoge el mejor tiempo para todo en nuestra vida. Cuando el Espíritu Santo se acerca a nosotros con una fresca oportunidad para el
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arrepentimiento, podemos estar seguros que Él llega “en el tiempo perfecto”. En el tiempo de Dios podemos encontrar que la gracia de Dios está fluyendo para nosotros, con el fin de que cambios importantes puedan ser realizados en nuestro ser. El don de arrepentimiento nunca debe ser menospreciado o rechazado. Pablo le da a Timoteo esta exhortación: “Porque el Siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Ti. 2:24-25). Pablo le deja claro a Timoteo que Dios no les concede a todos el don del arrepentimiento. Dios es justo, pero hay ocasiones cuando el arrepentimiento no es ofrecido. Por tanto, cuando sintamos la convicción del Espíritu Santo, debemos apreciarla porque Dios está extendiéndonos el don de arrepentimiento. Está ofreciéndonos la habilidad de cambiar, para recibir nueva bendición. El faraón de los días de Moisés es una imponente advertencia para cada uno de nosotros. En Éxodo capítulos 7-11, se nos muestran las numerosas oportunidades que se le ofrecieron a Faraón para que se arrepintiera. Sin embargo, en cada ocasión él endureció su corazón contra Dios y contra Moisés, el hombre que Dios había enviado a Faraón. Finalmente, Dios endureció el corazón de Faraón y fue imposible que se arrepintiera.
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LA TRISTEZA QUE ES SEGÚN DIOS COMPARADA CON LA TRISTEZA DEL MUNDO
Dios inicia el arrepentimiento. Este es el primer paso. En segundo lugar, hay un proceso que debe ocurrir en nosotros, Pablo expresa esto en 2 Corintios 7:9-10: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”. Aquí Pablo nos presenta dos clases de tristeza: la tristeza que es según Dios y la tristeza del mundo. La tristeza que es según Dios obra en nosotros después que Dios nos revela nuestros caminos rebeldes. Tristeza no es lo mismo que arrepentimiento, pero la tristeza que es según Dios nos conduce al arrepentimiento: “la tristeza del mundo produce muerte”. No es bueno estar tristes por algo. El arrepentimiento significa que Dios cambia nuestra manera de pensar. El tener nuestras acciones transformadas es estar convertido. A veces la gente está triste, y sin embargo, no está dispuesta a ser cambiada. Ellos dicen cosas como esta: “¡Lo siento, pero así son las cosas!” No cambian por nada su forma de pensar. Solamente se preocupan por que usted se disguste
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o esté en desacuerdo. Lamentan que exista un conflicto. Pero, esto no es arrepentimiento. A veces, los cristianos responden a Dios de esta manera. Su única tristeza es que hay un conflicto y que Dios está en desacuerdo con ellos. “Dios, siento mucho que Tú no lo veas a mi modo”. Su actitud no cambia, su mentalidad no cambia, su estilo de vida no cambia; y no avanzan a una comunión más profunda con Dios, y a una madurez espiritual.
LA TRISTEZA PROFANA DE ESAÚ Consideremos varios ejemplos de la tristeza del mundo que produce muerte. En algunas situaciones, pareciera como si Dios no le concediera el don de arrepentimiento a algunas personas. Sin embargo, debemos entender que Dios es omnisciente. Él sabe como responderá la gente cuando se le dé la oportunidad de cambiar. Sus elecciones son conocidas de antemano por Dios, y eso hace la diferencia crítica. Hebreos 12:16-17 nos habla de Esaú. Fue el primogénito de Isaac y hermano de Jacob; el derecho de primogenitura le pertenecía a él, ¡y qué primogenitura era aquella! Esta gran herencia espiritual tenía un tremendo potencial y posibilidades, le fue heredada por su abuelo, Abraham. Pero vea lo que dice la Escritura de él: “No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura” (He. 12:16).
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Génesis 25:29-34 nos relata sobre la cacería de Esaú. Él regresó a su casa con mucha hambre, deseando comer algo inmediatamente. Jacob había hecho una sopa, con la que negoció con Esaú por su derecho de primogenitura. Esaú vendió su primogenitura por un plato de sopa y despreció la bendición: “Porque ya sabéis que aún después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (He. 12:17). Esaú se entristeció por perder la primogenitura, pero su corazón y su mente jamás fueron cambiados. Suponga que Dios extendió su vida por otros setenta y cinco años y le dio nuevamente la misma oportunidad. Esaú hubiera respondido de la misma forma. Nunca cambió. Su tristeza y sus lágrimas solamente fueron una demostración de la tristeza de este mundo. Esta fue una tristeza producida por la carne y no por el Espíritu de Dios. No hubo un verdadero cambio de corazón en Esaú. La búsqueda de lo temporal fue su única visión, no la herencia espiritual de Abraham. Muchos del pueblo de Dios son como Esaú. No tienen una visión de largo alcance. No tienen idea de la eternidad. Esaú vivió solamente para el presente. Así que tomó decisiones desastrosas, que lo llevaron a perder su bendición. El corazón de Esaú jamás fue transformado, solamente tuvo la tristeza del mundo que produce muerte. Las Escrituras nos dan muchos ejemplos de otros que tuvieron la tristeza del mundo.
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ANANÍAS Y SAFIRA El juicio de Dios sobre Ananás y Safira pareció bastante cruel. Acordaron engañar a la gente para que pensaran que le habían dado todo, cuando en realidad se quedaron con una parte para ellos. Ciertamente, no tuvieron temor de Dios al mentir a la gente. Pero Pedro, bajo la unción del Espíritu Santo, los confrontó: “Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor?” (Hch. 5:9). Su corazón carecía de convicción, y de la tristeza que es según Dios. Sí hubo algo de tristeza, esta fue solamente porque su pecado había sido expuesto. La Escritura no da alguna indicación de que les haya sido ofrecido el don del arrepentimiento. Algunas personas son como Ananías y Safira. Su única tristeza es que han sido expuestos. Esta es la razón por la cual Dios no concede el arrepentimiento en cualquier situación. En Apocalipsis 9:17-21, Dios habla de los juicios terribles que vendrán sobre los impíos. Aún con todo eso, muchos no se arrepentirán. Dios les ruega que se vuelvan, pero ellos no lo hacen.
EL REY SAÚL La vida del rey Saúl es un claro ejemplo de la tristeza del mundo, más que de la tristeza que es según Dios, la cual produce arrepentimiento. El profeta Samuel se presentó
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ante Saúl con un mensaje de parte de Dios. A Saúl se le mandó destruir completamente a los amalecitas. “Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable lo destruyeron” (1 S. 15:9). Samuel se apenó en extremo y lamentó toda la noche la desobediencia del rey Saúl. Al día siguiente, Samuel fue a desafiar a Saúl por su desobediencia, y pronunció sobre él la Palabra del Señor: “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuando tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 S. 15:22-23). Cuando leemos la respuesta que Saúl le da a Samuel, parece como que inicialmente tenía un corazón arrepentido: “Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová”. (1 S. 15:24-25).
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Saúl confesó que había pecado, pero realamente su corazón no estaba lleno con la tristeza que es según Dios. Su única tristeza era que había sido despojado de su reinado. Su corazón queda manifestado en el versículo 30: “Y él dijo: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios”. Esto deja muy claro que la verdadera preocupación de Saúl era ser honrado ante el pueblo. En el versículo 24, vemos que la razón por la cual Saúl transgredió el mandamiento del Señor, fue que tenía temor del pueblo. Saúl estaba más preocupado por agradar a la gente que por agradar al Señor. Procuró la reverencia y el respeto del pueblo antes que la aprobación de Dios. Inicialmente, cuando fue confrontado por su desobediencia, aparentó tener un corazón arrepentido. Incluso confesó su pecado, pero jamás se entristeció para arrepentirse o cambiar. Solamente se entristeció porque Samuel no lo honraba delante del pueblo. En el versículo 31, Samuel fue a Saúl, y Saúl adoró a Jehová. Sin embargo, nunca vemos arrepentimiento verdadero en el corazón de Saúl. Aunque Saúl tuvo un largo reinado de cuarenta años, este patrón prevaleció durante toda su vida. Saúl nunca experimentó el verdadero arrepentimiento. Jamás fue verdaderamente restaurado en la presencia de Dios. Cuando llegó al final de su vida, su corazón estaba lleno de rebelión contra Dios. En su desesperación, consultó a una bruja para que le diera
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dirección y consejo. Nunca más pudo oír de Dios. No tuvo relación con Dios, debido a que rechazó permitir la obra del arrepentimiento en su corazón. Después de un fallido intento de suicidio, usando una espada, un amalecita terminó con la vida de Saúl. El corazón del rey David era muy diferente. Si tuviéramos que comparar el pecado de Saúl con el pecado de David, diríamos que el pecado de David era peor. Sin embargo, la diferencia estuvo en la respuesta de David haciaDios: arrepentimiento. Fue totalmente diferente a la del rey Saúl. Después, veremos el corazón arrepentido de David.
LA ANGUSTIA DE LA TRISTEZA QUE VIENE DE DIOS La tristeza que viene de Dios hace una obra maravillosa en nosotros al conducirnos al verdadero arrepentimiento. Cuando la tristeza que viene de Dios ha completado su obra, de todo corazón confesamos que nuestro camino era incorrecto. Reconocemos que Dios está totalmente en lo correcto. Deseamos abandonar nuestro camino y volvernos a Su camino. Jeremías 31:19 nos muestra cómo obra en la vida del profeta la tristeza que es según Dios: “Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud”.
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A muchos cristianos no les gusta ese incómodo sentimiento que produce la tristeza que es según Dios. Tratan de expulsar los “sentimientos de culpabilidad” para ser felices. Sin embargo, si no permitimos que la trsteza que es según Dios obre en nosotros, nuestro corazón se extraviará de Dios, y jamás entraremos a la plenitud del gozo y del contentamiento en el Señor. Debemos permitir que este maravilloso proceso cumpla su obra, para que seamos llevados a un tiempo de refrigerio en la presencia de Dios. Cuando Esdras estaba orando y arrepintiéndose en nombre de su nación, clamó a Dios: “Díos mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo” (Esd. 9:6). Cuando en el corazón de Esdras, estaba obrando la tristeza que es según Dios, él se sentía confuso y hasta avergonzado. ¿Alguna vez se ha sentido así? ¿Alguna vez se ha sentido totalmente avergonzado y apenado por haber ofendido a Dios? La respuesta de Esdras fue sanadora. Dios busca y respeta esta clase de actitud en nuestra vida. Como lo demuestran los ejemplos anteriores, los hombres y mujeres que responden a la corrección con la tristeza del mundo, nunca tienen un buen final. Por el contrario, ¡mucha paz y alegría es la porción que Dios da a los que permiten que la tristeza según Dios obre efectivamente en su vida!
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LA OBRA DE LA TRSTEZA QUE ES SEGÚN DIOS I. La benignidad de Dios manifestada a nosotros A. Dios inicia el arrepentimiento en nosotros (Ro. 2:4). B. Muchas veces el proceso nos hace sentir mal (Is. 6:5; Sal. 6). C. Dios no se deleita en causarnos sufrimiento innecesario. II. Respondiendo en el tiempo de Dios A. El arrepentimiento no debe ser despreciado. B. Dios obra en nosotros en el tiempo perfecto (2 Co. 6:2). C. El don de arrepentimiento no está siempre disponible. D. Faraón llegó a un punto en el que no pudo arrepentirse (Ex. 7-11). III.La Tristeza según Dios comparada con la tristeza del mundo A. La tristeza que viene de Dios, parte esencial del arrepentimiento (2 Co. 7:9). B. La tristeza del mundo produce muerte, no conduce el cambio. C. Ejemplos: 1. Esaú: incapaz de ver el valor de las cosas espirituales (He. 12:16-17; Gn. 25:29-34). 2. Ananías y Safira: tristeza solamente por haber sido expuestos (Hch. 5:9). 3. El rey Saúl, buscó el honor de la gente antes que el de Dios (1 S. 15:9, 22-31). D. La angustia de la tristeza que viene de Dios 1. La angustia de Jeremías (Jer. 31:19). 2. La angustia de Esdras (Esd. 9:6).
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Capítulo 5 PROCESO DE CAMBIO EN HOMBRES PIADOSOS
JOB En las Escrituras, Dios ha incluido excelentes ejemplos del arrepentimiento obrando en la vida de Su pueblo. Job es uno de los principales exponentes de esto. El libro de Job nos muestra a Dios trabajando en la vida de éste. Tras completar el ciclo, Dios trajo arrepentimiento a una de las áres más importantes de su vida. Lo que Dios declaró con respecto a Job fue: “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Cuando la Escritura dice que Job era perfecto, significa que él estaba viviendo en obediencia al completo conocimiento de la verdad que Dios le había dado hasta entonces. Esto puede ejemplificarse con el crecimiento de un árbol de manzano. Cuando el árbol es joven, lo vemos y está perfectamente sano. Todo está creciendo correctamente y podemos decir: “Es perfecto”. Con esto queremos decir que el árbol es perfecto para esa etapa de crecimiento. Sin embargo, continuará desarrollándose, y debe ser perfecto
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en cada etapa del crecimiento hasta que llegue a la madurez, el tiempo en que debe dar fruto. Job era perfecto en esta etapa de crecimiento en su vida. Pero Dios deseaba llevar a Job de gloria en gloria. Aunque antes Job había tenido muchos encuentros con Dios, Él ahora tenía mucho trabajo para hacer en la vida de Job. Dios vio que este poderoso hombre tenía profundas actitudes que debían ser cambiadas. Mientras se va desarrollando la historia de Job estas actitudes se hacen manifiestas en su conversación. Él sentió que era más justo que Dios cuando contendió con Él por la forma en que lo había conducido. Fueron necesarias muchas pruebas a fin de que Dios guiara a Job al arrepentimiento. Perdió su riqueza, sus hijos, su reputación, y su propia salud. Los tres amigos de Job vinieron a él para consolarlo, pero después de un tiempo, la visita difícilmente podría considerarse un consuelo. Después que terminaron de hablar, un joven llamado Eliú comenzó a hablar en nombre de Dios. Al final, Dios mismo le habló a Job. Es ahora, cuando el proceso de la tristeza que es según Dios y el arrepentimiento comienzan a obrar en la vida de Job. Dios se reveló a Sí Mismo a Job, en una forma que nunca antes había conocido. En Job 42:5-6, Job finalmente le responde al Señor: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y en ceniza”. Job procedió al arrepentimiento por las actitudes que había en su corazón. Tuvo una fresca revelación del Señor, y por eso dijo:
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“Me aborrezco, y me arrepiento en polvo y en ceniza”. Job pasó por una severa prueba que lo ayudó a llegar a este lugar de revelación, arrepentimiento y vida nueva. Enfrentó circunstancias extraordinarias que, literalmente, lo humillaron en cada área de su vida. Hay ocasiones en que atravesamos por circunstancias difíciles que resultan en una nueva revelación del Señor. Es entonces cuando Él obra cambios en áreas vitales de nuestra vida. Sin embargo, éste no fue el caso en la vida de Job. Luego que Job enfrentó estas pérdidas, él se inclinó, adoró al Señor y mantuvo su integridad. Aún así, no fue cambiado en el área a la cual Dios estaba apuntando. Por lo tanto, la prueba continuó y Dios trajo estos amigos que ayudaron a que los problemas de Job salieran a la superficie. Muchas veces, otros se darán cuenta de problemas en nuestro carácter que necesitan ser ajustados. Con un corazón puro, y preocupado tratarán de exponer áreas de nuestra vida que necesitan ser cambiadas. Generalmente, esto no nos lleva al genuino arrepentimiento. Fue solamente cuando Dios mismo se reveló a Job que sus ojos fueron abiertos a su necesidad. Fue entonces, y sólo entonces, que él llegó al verdadero arrepentimiento. Finalmente el propósito de Dios al llevarnos al arrepentimiento es bendecirnos abundantemente. Ciertamente, podemos ver este principio en la vida de Job. Al final de la prueba, después que se arrepintió, Dios pudo
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darle a Job el doble de lo que tenía antes. Uno podría decir que, al igual que Eliseo, Job fue un santo que recibió la doble porción. Sabemos que Eliseo deseaba una doble porción del espíritu que reposaba sobre Elías antes que éste fuera llevado al cielo. Job también obtuvo una doble porción de lo que tenía antes de llegar al arrepentimiento en esa área de su vida. Esta doble porción, llamada la porción del primogénito, es una herencia maravillosa que el Señor ofrece a Su pueblo. El primogénito recibía una doble porción debido a que sobre él recaía la gran responsabilidad de cuidar al resto de la familia. Verdaderamente, en estos días Dios quiere levantar un pueblo que, como Job, califique para recibir la doble porción. Hebreos 12:22-23 dice así: “Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos. . .” En el griego original, primogénitos está en plural. Hebreos 12:23 se restá refiriendo a un grupo de primogénitos. Somos llamados a ser la Iglesia de los primogénitos. Aquellos que son primogénitos reciben la doble porción, así como la recibió Job. Pero, ciertamente, debemos como Job, calificar para recibir esa doble porción o bendición de los primogénitos. Si permitimos que el Señor obre este proceso de arrepentimiento en nuestra vida, podemos llegar a ser poseedores de la herencia de los primogénitos.
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La última parte de Hebreos 12:23 dice: “...a los espíritus de los justos hechos perfectos”. Agradecemos a Dios haber sido justificados mediante la fe y la obra que Jesús consumó para nosotros. Pero Dios ha provisto para nosotros mucho más que la justificación por la fe. Su propósito para nosotros es que lleguemos a ser “justos hechos perfectos”. Esta palabra perfección expresa la idea de llegar a la plenitud de la madurez. Al leer el libro de Job, es obvio que en su vida había una obra progresiva del Señor, la cual finalmente lo llevó a la madurez. Ser hombres justos, que lleguen a la madurez completa, es la visión que debemos mantener delante de nosotros. Para lograr esto, debemos permitir que el Señor obre mediante ciclo tras ciclo de arrepentimiento y conversión. El Espíritu Santo sabe exactamente cuáles son los cambios que deben manifestarse en nuestra vida a fin de que lleguemos a la perfección.
ISAÍAS Anteriormente, dimos un vistazo a la vida del profeta Isaías. Considerémolo nuevamente en este punto; Isaías 6:1 comienza así: “En el año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo”. Isaías fue bien conocido en la corte del rey. Pareciera como que la muerte de Uzías fue una pérdida personal para el profeta. Debe haber habido cierto sentri en el corazón,
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cierto luto en la vida de Isaías al sentir la pérdida de su querido amigo, el rey Uzías. En medio de esta situación, el Señor comenzó a revelarse a Sí Mismo a Isaías en una forma nueva. La gloria de Dios llenó el templo, los ojos de Isaías fueron abiertos, Vio al Señor desde una perspectiva que nunca antes había visto. Entonces, a la luz de la gloria de Dios, Isaías se vio a sí mismo. Observe la respuesta de Isaías al encontrarse con esta nueva revelación del Señor: “Entonces dije: ¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). Cuando Isaías experimentó esta nueva revelación del Señor, también vio su propia condición. Él clamó: “¡Ay de mí!”. Obviamente, en Isaías estaba el deseo de arrepentirse. Vemos entonces cómo obró el Señor en la vida de Isaías. Uno de los serafines tomó un carbón encendido del altar y cuando tocó la boca de Isaías, sus labios fueron limpios. Nuevamente, es importante señalar que Isaías no era un cristiano recién convertido. Él era un profeta del Señor. Era la voz de Dios para la nación, se paraba delante de la corte del rey. Y cuando contempló al Señor de una nueva manera, vio su propia necesidad. Aunque jamás se había dado cuenta, en su corazón habían cosas que necesitaban ser cambiadas. Isaías necesitaba arrepentirse. Sin embargo, no era capaz de cambiar por sí mismo en esta área de su
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vida. Cuando Dios nos habla, mientras le respondemos, hay algunas cosas que podemos cambiar, pero hay otras áreas que tienen que ser cambiadas por Dios. “Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Is. 6:8). Cuando Isaías tuvo este encuentro fresco con el Señor, esta fresca limpieza, este fresco arrepentimiento, podemos ver que Dios lo comisionó en una nueva manera para que le hablara a Su pueblo. Dios desea darnos una unción fresca, y una comisión fresca para cumplir Sus propósitos. Generalmente, esto va precedido por un arrepentimiento fresco en nuestra vida. Es entonces cuando podemos cargar con la responsabilidad de esa nueva unción y comisión del Señor. ¡Cuán importante es que nunca rechacemos al Señor cuando viene a obrar en nuestra vida con el don de arrepentimiento! Debemos clamar al Señor como Isaías: “¡Ay de mí, que soy muerto!”. Permitamos que el Señor venga y obre los cambios necesarios en nuestra vida, para que podamos tener esa fresca unción y comisión del Señor. Después de este tiempo de arrepentimiento, el ministerio de Isaías fue ensanchado poderosamente, recibió una mayor revelación del Señor Jesucristo, registró para nosotros muchas profecías mesiánicas y grandes promesas. Esta nueva forma de ser fructífero vino solamente después de que sus labios fueron purificados.
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ABRAHAM Abraham recibió una maravillosa promesa de Dios. Él le dijo que sería padre de muchas naciones. Abraham trató de ver cumplida esta promesa por su propia fuerza, y el resultado fue Ismael. Por esta razón, fue imposible que Ismael fuera el cumplimiento de la promesa que Dios había dado. Fue solamente después que Abraham obedeció en la circuncisión, cuando estuvo en la capacidad de dar a luz a Isaac. Abraham pudo dar a luz a la simiente prometida luego de obedecer a Dios al cortar la carne. En este sentido, Isaías es similar a Abraham. Hasta que Isaías cortó ciertas cosas de su vida, pudo declarar las grandes glorias del Señor. Con sus labios purificados, Isaías fue capaz de dar a luz una nueva forma de ser fructífero en su vida. Lo mismo ocurre en nuestra vida: para podernos llevar a una nueva forma de ser fructíferos, Dios debe cortar ciertas cosas mediante la obra de revelación y de arrepentimiento. Recuerde, la circuncisión espiritual es esencial antes de que recibamos nuestra herencia.
JACOB SE CONVIERTE EN ISRAEL No hay duda que existían serios problemas en la familia de Isaac y Rebeca: “Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob” (Gn. 25:28). Por alguna razón, la Escritura no nos revela que la relación en el matrimonio de Isaac y Rebeca se había vuelto distante. En lugar de comunicarse el uno con el otro, cada
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uno se inclinaba hcacia un hijo: Isaac hacia Esaú y Rebeca hacia Jacob. Siempre ha sido el propósito de Dios que el esposo y la esposa trabajen juntos, con un mismo sentir para educar a los hijos. Si Isaac y Rebeca hubiesen fluido juntos en el matrimonio, podrían haber trabajado en unidad para resolver los problemas de sus hijos. En lugar de eso, estaban divididos; y eso fortaleció la iniquidad en sus hijos. “Isaac amó a Esaú, porque comía de su caza”. ¡Qué terrible razón para amar a un hijo más que al otro! No sorprende que Esaú desarrollara un corazón por las cosas temporales. Debido a que Isaac apreció la caza de su hijo más que las cosas espirituales, Esaú desarrolló un amor un amor por las cosas que perecen. Este patrón se repitió en la vida de Esaú, llegando hasta menospreciar su primogenitura. En su corazón había poca disposición a ser cambiado y a arrepentirse. “Rebeca amaba a Jacob”. El verdadero significado del nombre Jacob es suplantador, alguien que siempre está tratando de tomar el lugar de otro. Siempre tiene la connotación de engaño. En Su Omnisciencia, Dios sabía como sería el carácter de Jacob, y por esto lo llamo así. Rebeca, en lugar de corregir esta iniquidad en Jacob, la fortaleció más. En Génesis capítulo 27, Rebeca guió a su hijo y lo presionó para que engañara a su padre, Isaac. En realidad, estos padres contribuyeron en los problemas de sus hijos. Dios quiere padres que trabajen en unidad para tratar con las deficiencias en el carácter de sus hijos. Es para los hijos
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una bendición maravillosa ser corregidos cuando son pequeños y así, no tener que experimentar años de sufrimiento para hacer los cambios necesarios.
JACOB Y SU TÍO LABÁN Debido a que en la vida de Jacob no se aplicó una corrección temprana, Dios planeó una serie de eventos que lo conducirían a la tristeza que es según Dios. Debido a los malos matrimonios de Esaú (Gn. 26:34-35), Isaac y Rebeca enviaron a Jacob lejos de Canaán, a fin de que encontrase una esposa en la tierra de Padan-aram. Cuando Jacob llegó a Padan-aram, se encontró con el hermano de su madre, su tío Labán. Al encontrarse, se abrazaron, y Labán dijo estas palabras a Jacob: “Y Labán le dijo: Ciertamente hueso mío y carne mía eres” (Gn. 29:14). ¡Qué frase tan cierta! Eran más parecidos de lo que ellos mismos podían imaginar. En este tiempo, Jacob ya era un adulto; el engaño y el ser un suplantador estaban bien enraizados en su vida. Sin embargo, estaba entrando a una relación con un tío que probó ser más engañador de lo que Jacob alguna vez fuera. La primera vez que Jacob fue engañado por su tío Labán, fue después que trabajó siete años para recibir a Raquel como esposa. La mañana siguiente después de la boda, se dio cuenta que le habían dado a Lea en lugar de Raquel. Fue necesario trabajar siete años más para poder pagar el
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precio por Raquel. Más adelante, trabajó otros seis años para tener rebaños de ovejas y cabras. Al final de veinte años, el testimonio que dio Jacob a sus esposas acerca de Labán fue éste: “Y vuestro padre me ha engañado, y me ha cambiado el salario diez veces” (Gen. 31:7). Para entonces, Jacob ciertamente debía haber desarrollado cierto odio por el engaño que vio en la vida de su tío Labán, y decidió no continuar su relación con él. Decidió que cuando Labán estuviera lejos, tomaría a sus esposas y a sus rebaños y regresaría a la tierra de Canaán. Unos días después, cuando Labán se dio cuenta que Jacob se había marchado, emprendió una feroz persecución. Poco después, establecieron un pacto entre ellos; pero Jacob no deseaba regresar a la casa de Labán. Podemos empezar a ver que Dios estaba preparando una trampa para Jacob. El tío Labán iba detrás de él y Jacob juró que jamás regresaría con él. Pero mientras Jacob viajaba hacia el sur, otro problema le esperaba.
JACOB SE ENCUENTRA CON JESÚS Ahora, Jacob va de regreso hacia Canaán. Sin embargo, cuando huyó de Canaán veinte años atrás, Esaú juró matarlo. Enfrentaba ahora un gran dilema; no tiene otro lugar a donde ir. En medio de lo serio de la situación, Dios pudo obrar de una manera nueva en la vida de Jacob. En Génesis 32, Jacob envió mensajeros con presentes para
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su hermano Esaú, tratando de apaciguar su ira. Esa noche, Jacob cruzó el vado de Jaboc (versículo 22). Jaboc significa el lugar de vaciamiento. Efectivamente, éste se convirtió en un lugar de vaciamiento en la vida de Jacob: “Así se quedó Jacob solo; y luchó con el un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitió del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob” (Gn. 32:24-27). A este relato de Jacob luchando con el varón se le llama teofanía. Una teofanía era una aparición de Jesús, durante la Era del Antiguo Testamento, antes de Su encarnación como hombre. El varón que se encontró con Jacob no era otro que el Señor Jesucristo. Cuando el Señor estaba por irse, Jacob venció y no lo dejó ir. Luego de pasar veinte años con su tío Labán (un archi-engañador), Jacob desarrolló en su propia vida, un odio intenso por el engaño. Esa noche, Jacob deseó ser cambiado para siempre.
LA CONFESIÓN DE JACOB Cuando Jesús dijo: “¿Cuál es tu nombre?” no preguntó porque no supiera cuál era el nombre de Jacob, sino porque quería que Jacob reconociera su problema. Más adelante, Dios habló de la posteridad de Jacob por medio del profeta Jeremías:
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“Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado” (Jer. 3:13). Esta vez, cuando Jacob respondió, estaba confesando que era un engañador y un suplantador, con un profundo deseo en su corazón de ser cambiado desde ese día en adelante. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). En el verdadero arrepentimiento, cuán importante es el acto de confesar nuestros pecados. A veces es suficiente confesar nuestros pecados directamente al Señor. Sin embargo, hay ocasiones en las que el Espíritu Santo nos guía a confesarnos con alguien que, en el Señor, tiene autoridad sobre nosotros. El propósito de Satanás es convencernos de mantener las cosas ocultas. Cuando exponemos las tinieblas que están en nuestro corazón y llamamos a nuestra iniquidad de la manera que Dios la llama, estamos en la capacidad de ser leberados de nuestra naturaleza torcida, para ser transformados a Su imagen y carácter: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Jn. 3:19-21).
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Si somos sinceros y estamos preparados para el verdadero arrepentimiento, guiados por el Espíritu Santo, no dudaremos en acudir a otros y confesar nuestros pecados. Es muy importante a quién le confesamos nuestros pecados, porque muchas veces nuestros semejantes pueden manejar incorrectamente nuestra confesión. Es importante acudir a alguien que esté en autoridad sobre nosotros, para poder ser responsables de nuestra confesión ante ellos. Ante el Señor, tienen una posición que está sobre la nuestra, y ésta les permite ver cosas que alguien en nuestra misma posición no puede ver correctamente: “Porque ellos velan por vuestras almas” (He. 13:17). Si cuando el Espíritu Santo nos guía tratamos de cubrir las cosas con las que Dios está tratando, y no estamos dispuestos a exponerlas y a confesarlas a la persona correcta, pueda que jamás seamos libres en esas áreas de nuestra vida: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Pr. 28:13). Cuando llegamos a darnos cuenta de nuestra necesidad, y deseamos abandonar nuestro camino, Dios puede cambiarnos.
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LA TRANSFORMACIÓN DE JACOB ¡De qué forma tan poderosa fue cambiado Jacob esa noche! “Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido” (Gn. 32:28). El cambio en el nombre de Jacob denotaba un cambio en su carácter. De esa noche en adelante, Jacob jamás volvió a ser el mismo. Regresó a Canaán como un hombre cambiado. Caminó de frente y hacia adelante para recibir las promesas que Dios le había dado a su abuelo Abraham. “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Gn. 32:30). Cuando Jacob recibió una nueva revelación del Señor, fue llevado al punto de la tristeza que es según Dios que lo condujo al arrepentimiento. Entonces, Dios pudo llevar a Jacob al arrepentimiento y convirtió su vida para cambiarlo en Israel. Hasta el día de hoy, la nación de Israel tiene cambiado este nombre. En Isaías 60:14, Dios se llama a Sí Mismo el Santo de Israel. En el versículo 16, se llama a Sí Mismo el Fuerte de Jacob. Ciertamente, nuestro Dios es el Dios de Israel, pero alabado sea Dios, que es también El Fuerte de Jacob: “Mas su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de su mano se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob (por el nombre del Pastor, la Roca de Israel)” (Gn. 49:24).
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Cuando Israel profetizó sobre sus hijos, nuevamente llamó a Dios el Fuerte de Jacob. ¡Qué esperanza para nosotros! El Señor no es solamente Jehová Dios de Israel, sino que es también el Fuerte de Jacob, poderoso para transformar y cambiar a aquellos de carácter necio y engañador como Jacob.
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EL PROCESO DE CAMBIO EN HOMBRES PIADOSOS
I. Job A. Job era perfecto y recto pero necesitaba una obra de arrepentimiento (Job 1:1). B. El significado escritural de ser recto, vivir en la verdad que se ha recibido. C. Dios se revela a Job y lo conduce al arrepentimiento (Job 42:5-6). D. Job recibió una doble porción de Dios. E. La bendición de los primogénitos : la doble porción (He. 12:22-23). F. Justos hechos perfectos por medio del arrepentimiento (v. 23). II. Isaías A. Isaías pasa por cada uno de los pasos del arrepentimiento (Is. 6:1-8). B. Es comisionado por Dios después del arrepentimiento (v. 8). III.Jacob Transformado para convertirse en Israel A. Problemas en la familia de Isaac y Rebeca (Gn. 25:28). B. Jacob engaña a su padre (Gn. 27). C. Su tío Labán obra en la vida de Jacob (Gn. 29:14; 31:7). D. Jesús se encuentra con Jacob en Jaboc (Gn. 32:24-27).
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Cambiados de Gloria en Gloria 1. Reconoce su problema (Jer. 3:13; 1 Jn. 1:9; Jn. 3:19-21). 2. La importancia de confesar nuestros pecados (He. 13:17; Pr. 28:13). E. Su nombre es cambiado 1. Jacob llega a ser príncipe con Dios (Gn. 32:30). 2. El Fuerte de Jacob (Gn. 49:24).
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Capítulo 6 PREPARAD EL CAMINO Al principio de nuestro estudio, mencionamos que Juan el Bautista predicó el mensaje de arrepentimiento. Veamos este mensaje en Lucas 3:1-14. El mensaje de arrepentimiento de Juan tenía el propósito de preparar al pueblo para la venida del Señor Jesucristo. Aunque Lucas menciona a los más importantes líderes del gobierno y líderes religiosos de su tiempo (versículos 1 y 2), no fueron estas las personas que recibieron la revelación de Dios. Leemos: “Vino palabra de Dios a Juan” (versículo 2). El mensaje que Juan predicó, no fue solamente una enseñanza que él desarrolló unos años antes, sino que era la Palabra de Dios para ese momento. Dios planeó moverse en una forma nueva en la tierra. Jesús estaba listo para ser revelado como el Cristo. El mensaje de Juan acerca del arrepentimiento vino de Dios como la palabra exacta para ese tiempo. El versículo 3 deja muy claro que el arrepentimiento es la manera en que Dios remueve de nuestras vidas todo lo que es contrario a Él. El texto para el mensaje de Juan viene de Isaías 40:3-5: “Voz que clama en el desierto: preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados” (Lc. 3:4-5).
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UN CAMINO NUEVO Hace algunos años, mi esposa y yo viajamos por las montañas del norte de Luzón, Filipinas. Entre más al norte nos dirigíamos por las montañas, más difícil se tornaba el camino. Condujimos a vuelta de rueda para subir y bajar por las escarpadas montañas. El camino también era muy escabroso. Después de doce horas, terminamos nuestro viaje y llegamos a nuestro destino. Necesitamos varios días para recuperarnos de los efectos físicos de esa travesía tan difícil. Pudimos haber viajado la misma distancia en tren en solo cuatro horas y haber llegado sintiéndonos frescos. En Lucas 3:4-5, Juan nos presenta esta misma imagen de un camino. Dios desea preparar nuestra vida como si fuera un camino por el cual el Rey que está por venir, pueda tener un fácil acceso a nuestro ser. También, Él desea usarnos para abrir un camino en la vida de otras personas, un camino libre de obstáculos, sobre el cual puedan ser llevados rápidamente al conocimiento de Dios, mientras el avivamiento llega a la Tierra. Dios quiere transformar nuestros caminos torcidos, ásperos y desnivelados en una excelente autopista que nos acerque a Su presencia. Por lo tanto, debemos esperar que el Espíritu Santo traiga Su maquinaria pesada a nuestra vida para traerse abajo esos lugares altos y arrogantes, y para llenar las áreas deficientes e inseguras. Él enderezará nuestra torcida propensión hacia el engaño y suavizará las áreas de áspera reacción e irritación en nuestra vida.
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Esto se logra cuando permitimos que Dios obre en nuestra vida por medio de la obra del arrepentimiento y conversión: “Y verá toda carne la salvación de Dios” (versículo 6). Mientras en nuestra vida se construya este camino mediante la obra del arrepentimiento y la conversión, el resultado final será que toda carne verá la salvación de Dios. Muchos vendrán al Señor por medio de la presencia de Dios que se manifiesta sobre el limpio sendero de nuestra vida.
ESCAPANDO DE LA IRA DE DIOS En Lucas 3:7, Juan le advirtió a la gente de la ira que vendría. Si ellos no se arrepentían y no permitían que Dios cambiara su vida, no estarían preparados para escapar de la ira de Dios que sería derramada sobre esa generación. No fue establecido que el pueblo de Dios cayera bajo la ira de Dios. Sin embargo, debemos permitir que el Señor obre en nuestra vida para prepararnos, para no ser juzgados con los impíos: “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:9). “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc. 21:36).
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La obra de arrepentimiento y conversión nos hace dignos de escapar de las cosas terribles que están por venir sobre la Tierra en los últimos días de esta era. No resistamos a Dios, dejémoslo hacer Su obra. Como continúa el mensaje de Juan en Lucas 3, el propósito de Dios es ir siempre, a la mera raíz del problema en nuestra vida. Muchas veces la gente solo trata con asuntos superficiales, pero Juan dijo: “el hacha está puesta a la raíz”. Ese es el propósito de Dios en cada uno de nosotros: ir directamente a la causa del problema y desarraigarlo de nuestra vida. Muchísimas veces cortamos la punta del problema, sólo para darnos cuenta que vuelve a surgir debido a que la verdadera raíz no ha sido solucionada. Un fruto determinado brota de nuestra vida, cuando hemos permitido que se dé en nosotros la obra completa de arrepentimiento y conversión.
EXCUSAS PARA LOS PROBLEMAS Juan le advirtió a la gente que no dijera: “a Abraham tenemos por Padre”. Estaban dependiendo de su herencia nacional para cubrir áreas deficientes de su vida. Esto era solamente para evadir la raíz del asunto que el Espíritu Santo estaba tratando de cambiar. Las excusas jamás resolverán las áreas problemáticas de nuestra vida. Dios quiere liberarnos de usar evasivas. Lamentablemente, poner excusas es muy común en el hombre, pero esto jamás proporciona libertad porque no es arrepentimiento verdadero. Veamos algunas de las excusas que dieron algunos personajes de la Biblia:
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Primero, veremos a Adán en Génesis 3:12: “Y el hombre respondió: la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Dios se acercó a Adán, y al cuestionarlo le preguntó por qué había participado del fruto prohibido. En efecto, él señaló a su esposa y dijo que la mujer que Dios le había dado era la culpable. En esencia, Adán estaba diciendo que era culpa era de Dios porque Él había sido Quien le había dado a Eva. Cuán a menudo, tratamos de desviar la atención de nosotros y echarle la culpa a alguien más cuando el Espíritu Santo está señalando un área de problema en nuestra vida. Aarón, el hermano de Moisés, tuvo una miserable excusa, similar a la de Adán, en Éxodo 32. Moisés había subido al monte Sinaí por cuarenta días para encontrarse con el Señor y recibir la Ley. Cuando regresó, vio que el pueblo se había degenerado en la adoración a un ídolo. Moisés pidió una explicación a Aarón, pues él se había quedado a cargo. La respuesta de Aarón fue que el corazón del pueblo era inclinado al mal, y que el pueblo había venido a pedirle que les hiciera dioses que los llevaran de regreso a Egipto. El versículo 24 dice: “Y yo les respondí: ¿quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro”. Aarón señaló al pueblo, en lugar de responsabilizarse por su renuencia a pararse en contra de la rebelión de ellos.
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Anteriormente vimos la vida del rey Saúl, quien ciertamente se quitó toda responsabilidad por los problemas en su vida. Cuando el profeta Samuel reprendió a Saúl por entrometerse en los oficios del sacerdocio, Saúl ofreció esta débil excusa: “Y Saúl respondió. Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto” (1 S. 13:11-12). No hubo, en absoluto, ninguna evidencia de arrepentimiento en el corazón de Saúl. Simplemente se excusó a sí mismo vez tras vez por aquellas cosas que Dios estaba tratando de corregir en su vida. Por consiguiente, ¡Dios lo desechó para ser rey!
CULPANDO A OTROS ¡La gente sigue siendo la misma hasta el día de hoy! Buscando liberarse de sentimientos de culpa, mucha gente busca ayuda en psicólogos y psiquiatras. Estos bien intencionados profesionales seculares, a menudo hacen un gran perjuicio al aconsejar a sus clientes que culpen a los que han afectado su vida, en lugar de enseñarles a tomar responsabilidad personal por sus propias acciones. Rara vez les dicen que oren para pedir gracia en sus circunstancias, o que Dios puede usar las injusticias para
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ascenderlos. Cuando el Espíritu Santo nos habla acerca de algún área conflicto en nuestra vida que haya podido acontecer a otros, necesitamos responderle en forma personal. Debemos permitir que nos mueva al arrepentimiento (a un cambio de pensamiento), en lugar de poner excusas por nuestra conducta. Las soluciones de Dios producen respuestas eternas en lugar de enmascarar el problema. Otras veces, la gente trata de excusarse por problemas que la mano de Dios ha provocado tratando de compararse con otros: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos” (2 Co. 10:12). Podemos considerar estar mejor que otros, pero eso no significa que somos aprobados por Dios. Dios nos mide de acuerdo al estándar de vida del Señor Jesucristo mismo. Todas las medidas de las piedras del templo divino son tomadas de la principal Piedra del Ángulo.
NECEDAD Otra desafortunada respuesta de la gente es que se aferran a sus propios caminos con necedad. Pero la Escritura advierte: “El camino del necio es derecho en su opinión” (Pr. 12:15).
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Dios no está interesado en que inventemos nuestras propias excusas. Su propósito es destruir todo amor propio y negarnos toda pizca de pretensión, para traer una completa transformación en nuestra vida por medio de la obra de arrepentimiento y conversión.
CAMBIOS PRÁCTICOS EN LA VIDA DIARIA En Lucas 3:10-14, vemos que la gente comenzó a responder al mensaje de Juan, cuando Dios les habló sobre áreas muy prácticas de su vida. Él se refirió a la naturaleza egoísta y al deseo de acumular cosas materiales para ellos mismos. Los anima a caminar en integridad y a no hacer acusaciones falsas contra los demás. Los exhorta a erradicar la violencia de su vida; y a estar contentos con sus empleos y con sus salarios. (Huelgas, protestas, manifestaciones y violencia no son los caminos de Dios sino los del mundo). Juan predicó también que las familias entraran al orden que Dios había establecido para ellos (Lc. 1:17). Todas estas son verdades fundamentales que Dios quiere cimentar en nuestra vida, para preparar el camino para encontrarnos con el Señor. Es importante meditar sobre este mensaje de arrepentimiento que Juan dio a la gente de sus días. ¿No nos estamos preparando para el avivamiento y la Segunda Venida del Señor Jesucristo? Por lo tanto, necesitamos permitir que este mensaje penetre profundamente en nuestro espíritu para que estemos preparados y dispuestos para Su gloriosa venida.
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PREPARAD EL CAMINO I. Juan preparó el camino para la venida de Jesús (Lc. 3:1-14). II. Un camino nuevo (Lc. 3:6). III.Escapando de la ira de Dios A. La Iglesia no fue designada para la ira de Dios (1 Ts. 5:9). B. Hemos de ser dignos de escapar de la ira (Lc. 21:36). IV. Excusas para los problemas (Lc. 3:8). A. Usaron su herencia como una excusa para no tratar el pecado. B. Adán acusó a Eva (Gn. 3:12). C. Aarón acusó al pueblo de Israel (Ex. 32:24). D. Saúl acusó a las circunstancias (1 S. 13:11-12). V. Culpando a otros (2 Co. 10:12). VI. Necedad (Pr. 12:15). VII.Cambios prácticos en la vida diaria A. Juan predicó que la gente se arrepintiera y pusiera las cosas en orden en sus asuntos cotidianos. B. Juan predicó sobre el orden familiar (Lc. 1:17).
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Capítulo 7 EL PROGRAMA DE DIOS PARA LA RESTAURACIÓN
El arrepentimiento y la conversión implican varios y diferentes procesos de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. Primero, experimentamos una fresca revelación del Señor, que nos muestra otra área de nuestra vida contraria a Sus caminos. La tristeza que es según Dios comienza a obrar en nuestro corazón, y nos lleva a un punto en que nuestra mentalidad es cambiada. Entonces confesamos que estamos mal y que Dios está en lo correcto. Esto abre el camino para que Dios obre en nosotros y nos convierta, para que seamos cambiados a Su imagen. Después de todo lo anterior, aún hay otro proceso muy importante que Dios desea que experimentemos. Éste es el proceso de cosechar lo que hemos sembrado. Dios usa las circunstancias de nuestra cosecha para hacer una obra mayor en nuestro ser y nos conduce a un arrepentimiento aún más profundo: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gá. 6:7). Muchos cristianos consienten el concepto de que pueden andar en oposición a los caminos de Dios, que son perfectos y rectos, sin sufrir ninguna consecuencia. A
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menudo su respuesta es: “está bajo la sangre”, lo cual es verdad. Asumen que, debido a que han sido perdonados, sus acciones no traerán ninguna consecuencia. Sin embargo, este principio de la siembra y la cosecha siempre está vigente, ya sea a favor, o en contra nuestra, dependiendo de lo que hayamos sembrado. Si obedecemos al Señor y andamos en Sus caminos, cosecharemos abundantes bendiciones y vida eterna. Pero si sembramos para la carne, obrando de acuerdo a nuestra propia opinión, ciertamente segaremos corrupción. Aun así, es esencial que aprendamos a aceptar la cosecha de las semillas que hemos sembrado, aunque sean muy difíciles de enfrentar. Los cristianos no deben esperar que después de arrepentirse, no tendrán que cosechar las consecuencias de sus propios caminos. En Levítico capítulo 26, el Señor está explicando a Su pueblo las consecuencias de escoger ir por su propio camino. Pero Él termina el capítulo dándoles esperanza si ellos confiesan sus pecados y se arrepienten: “Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que pecaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado” (Lv. 26:40-41). La clave aquí es que debemos reconocer nuestro pecado. Dios dice que entonces se acordará de Su pacto, y comenzará
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el proceso de restauración en nuestra vida. Si una persona se arrepiente pero no acepta el castigo por su propio camino, está rechazando los selementos claves que Dios usará como parte de su restauración.
EL JUICIO DE DIOS SOBRE ADÁN El propósito de Dios al permitir que cosechemos lo que hemos sembrado al ir por nuestro propio camino no es castigarnos. Él no se deleita en vernos sufrir innecesariamente. ¡Pero cuando Dios nos deja cosechar las cosas que hemos sembrado, lo hace por nuestro bien! En el principio, Dios puso a Adán y Eva en el huerto del Edén. Les dio la orden específica que podían comer de todos los árboles del huerto, excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Adán y Eva transgredieron esa orden del Señor. Observe el corazón de Dios en este asunto, al hablarles del juicio que había impuesto sobre ellos: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida” (Gn. 3:17). Dios no estaba interesado en castigar a Adán y Eva por su trasgresión, Él estaba interesado en hacer lo que los restauraría. Dios dijo “maldita será la tierra por tu causa”. Al maldecir la tierra, Dios sabía que iba a crear las condiciones necesarias para que el corazón de Adán y Eva
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anhelara la restauración, y que también los mantuviera mirando hacia Él. De esa manera, podían continuar encontrándose con Dios y ser restaurados.
LA CAUTIVIDAD DE JUDÁ Otro ejemplo de “cosechar” para nuestro beneficio se da en el cautiverio de Judá. En Jeremías capítulo 24, Dios le mostró a Jeremías dos cestas de higos. Una cesta contenía higos buenos y la otra contenía higos malos, estos representaban dos tipos de personas. Los higos podridos eran insalvables y tenían que ser destruidos; pero los higos buenos representaban a algunos de Judá que estaban dispuestos a ser llevados en cautiverio. Los que rechazaban el cautiverio y el cambio eran los higos podridos, y no servían para nada: “Así ha dicho Jehová Dios de Israel: como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para bien. Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien” (Jer. 24:5-6). Judá enfrentó un tiempo de cautiverio, pero Dios no lo estaba haciendo con la idea de castigarlos, sino de darles un final de bendición. ¡Nuestro Dios es tan bueno! Su camino es tan perfecto y recto. Siempre está trabajando para obrar lo mejor para aquellos que se vuelven a Él con un corazón suave y sumiso y que hacen las cosas a Su manera. Es la benignidad
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de Dios la que nos lleva a ese bendito lugar de arrepentimiento. Es también su benignidad la que nos permite cosechar lo que hemos sembrado, para que más adelante podamos ser cambiados y restaurados para el Señor y para los propósitos que Él tiene para nuestra vida.
RECHAZO AL JUICIO DE DIOS Hay también varios ejemplos en la Escritura de personas que no aceptaron el castigo de sus actos. Uno de ellos se encuentra en Números capítulo 14. Moisés sacó a Israel de Egipto y los llevó por el desierto. Después de un tiempo, Dios le habló a Moisés que enviara espías a la tierra de Canaán. Dios le había asegurado a Israel que Él iría delante de ellos, y que ellos echarían a todos los habitantes de Canaán. Sin embargo, los diez espías trajeron un reporte muy malo que hizo desfallecer el corazón del pueblo. El juicio que Dios pronunció en esta situación fue que la gente que creyó el mal reporte no entraría a la tierra de Canaán a poseer su herencia: “Y se levantaron por la mañana y subieron a la cumbre del monte, diciendo: Henos aquí para subir al lugar del cual ha hablado Jehová; porque hemos pecado” (Nm. 14:40). Esto no era verdadero arrepentimiento. Habían perdido la oportunidad que Dios les había dado. Ahora no podían entrar a la tierra porque Dios no estaba peleando por ellos. No obstante, dijeron que irían, en contra de la Palabra de Dios. Israel reunió un ejército y trató de subir, pero muchos
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de ellos murieron en manos de Amalec. Debido a que habían rechazado el castigo de sus propios caminos, muchos de ellos encontraron destrucción. Anteriormente vimos varias situaciones en la vida del rey Saúl. Tuvo un largo reinado, pero durante todos esos años, nunca procedió al verdadero arrepentimiento. Unos cuantos días antes de morir (lo cual sucedió en una batalla contra los filisteos) consultó a una adivina pidiendo guianza y dirección. ¡Qué terrible que la vida de Saúl terminara en tal decadencia espiritual! Uno se pregunta si realmente fue al cielo. Una de las razones de la deplorable condición espiritual de Saúl, fue su rechazo para aceptar los juicios de Dios. Samuel le habló lo que Dios había determinado al respecto: “Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1 S. 13:13-14). Esta fue la decisión de Dios para el propio bien de Saúl. Sin embargo, Saúl nunca aceptó realmente esa decisión, sino que permitió que su corazón se llenara de celos y envidia en contra de David:
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“Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para confusión de la vergüenza de tu madre? Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Envía pues, ahora, y tráemelo, porque ha de morir” (1 S. 20:30-31). Saúl comprendía perfectamente que David había sido ungido por Dios para recibir el reino. Su respuesta en este pasaje, revela su falta de disposición para aceptar la voluntad de Dios en ese asunto. Su fin habría sido muy diferente si hubiera decidido permitir que el juicio de Dios obrara en su vida para bien. Otro ejemplo de este rechazo en aceptar la disciplina por sus propios caminos, lo encontramos en la vida de Absalón, el hijo de David. Sabemos que Absalón trató de vengarse por la violación de su hermana Tamar, matando a su medio hermano Amnón. Cuando Absalón acababa de matar a su hermano, huyó a la casa de su abuelo. Sin embargo, después de un tiempo, deseaba regresar a Jerusalén y a su padre, David. Le pidió a Joab que interviniera para ayudarlo a volver; David permitió que Absalón regresara a Jerusalén, pero en 2 Samuel 14:24, David estipuló restricciones sobre Absalón: “Mas el rey dijo: Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y volvió Absalón a su casa, y no vio el rostro del rey”.
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Pero, después de dos años, Absalón no estaba satisfecho de estar bajo el juicio que David le había impuesto. Despues pidió poder ver el rostro del rey. Habiendo rechazado todas las restricciones por su pecado, la rebelión se extendió desenfrenadamente en el corazón de Absalón. Pues sucedió que después de esto, cada vez que tenía la oportunidad, Absalón ponía el corazón del pueblo de Israel en contra de David. Eventualmente, esto condujo a Absalón a rebelarse en contra David, y finalemente a su propia muerte. Si Absalón hubiese aceptado las restricciones que se le impusieron, nunca habría guiado una rebelión en contra de su padre, David. Dios sabe lo que hace cuando pone restricciones sobre nosotros y permite que cosechemos las consecuencias de nuestro propio camino. Verdaderamente, Él lo hace por nuestro bien, pero, rechazar la benignidad de Dios, siempre será en detrimento nuestro. Que el Espíritu Santo avive nuestro corazón para que comprendamos la altura, la profundidad y la anchura de Su amor, el cual establece estas restricciones para nuestro bien.
EL VERDADERO ARREPENTIMIENTO DEL REY DAVID En la vida del rey David encontramos un ejemplo maravilloso del verdadero arrepentimiento y del proceso completo de esta obra. La Escritura nos dice que David pecó con Betsabé. En lugar de arrepentirse en este punto, David trató de cubrir su pecado colocando a Urías, esposo de Betsabé, al frente de la batalla para ser muerto. En realidad, él arregló la muerte de Urías y al principio David
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no se arrepintió. Comúnmente se considera que los Salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130 y 143 fueron escritos por David durante el proceso de arrepentimiento en su vida. En sus salmos de arrepentimiento, podemos ver algunas de las experiencias que David atravesó cuando Dios estaba tratando de llevarlo al arrepentimiento: “Jehová, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira. Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen” (Sal. 6:2). “Jehová, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira. Porque tus saetas cayeron sobre mí, y sobre mí ha descendido tu mano. Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado. Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí. Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura. Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día. Porque mis lomos están llenos de ardor, y nada hay sano en mi carne. Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón” (Sal. 38:1-8). David sufrió grandemente a causa de sus pecados, pero éstos eran ingredientes necesarios para preparar a David a que confesara su pecado y llegara a un completo arrepentimiento. David enfrentó muchos días de pesada convicción en su vida, sin embargo, este proceso tan doloroso lo llevó a un arrepentimiento completo.
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“Jehová, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído; apresúrate a responderme el día que te invocare. Porque mis días se han consumido como humo, y mis huesos cual tizón están quemados. Mi corazón está herido, y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan. Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne. Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades; velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado. Cada día me afrentan mis enemigos; los que contra mí se enfurecen, se han conjurado contra mí. Por lo cual yo como ceniza a manera de pan, y mi bebida mezclo con lágrimas, a causa de tu enojo y de tu ira; pues me alzaste, y me has arrojado. Mis días son como sombra que se va, y me he secado como la hierba” (Sal. 102:1-11). Ciertamente, David enfrentó muchas dificultades en el proceso de arrepentimiento. Su pecado no fue el pecado de un joven que vagaba neciamente en el camino del error. Se cree que David tenía unos cuarenta y cinco años cuando pecó con Betsabé. El asunto se complicó más por su posición de rey. En verdad, David era un hombre conforme al corazón de Dios y estaba dispuesto a permitir que Dios obrara en su vida para llevarlo a un arrepentimiento completo y a una plena restauración. En el Salmo 51, David reconoció que Dios tenía el derecho de obrar en su vida como lo creyera conveniente:
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“Ten piedad de mí, Oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (Sal. 51:1-4). Durante los siguientes veinte años de su vida, David enfrentó muchas tragedias familiares. La cobertura espiritual sobre la familia de David fue dañada enormemente, permitiendo que desastres terribles afectaran a sus hijos. David perdió esa aguda percepción espiritual que capacita a una persona para que proteja a los que se encuentran bajo su cuidado. El pecado ciega a una persona para que no vea las situaciones como son en realidad. En Hebreos 3:13, se nos advierte del engaño del pecado. Con bastante frecuencia, hemos sido testigos de la devastación de una esposa o de los hijos, cuando un hombre abre la puerta en su vida y se rebelan en contra de Dios. Hemos visto sufrimiento innecesario cuando un hombre resiste repetidamente al Espíritu del Señor: económicamente, físicamente, mentalmente, emocionalmente y espiritualmente. Cuando vemos estas circunstancias en la vida de David, encontramos que cada una de ellas fue el resultado de algo que él sembró en el caso de Betsabé. Primero Amnón, el
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hijo de David, violó a su media hermana Tamar. Después, luego de David había huido, Absalón se acostó con las concubinas de David en el terrado de la casa en Jerusalén. En una nueva forma, y con una mayor profundidad de comprensión, esto hizo que David entendiera cuanto había injuriado a otros al tomar a la esposa de Urías para sí. Cuando David cosechó estas situaciones con Amnón y Absalón verdaderamente comprendió, en mayor medida, la devastación que su adulterio había causado en la vida de otros. Después, Absalón mató a Amnón. Aunque David se arrepintió y buscó al Señor en ayuno, el hijo que concibió en pecado, con Betsabé, murió. Luego que Absalón condujo una rebelión, fue asesinado por Joab, en oposición al mandamiento que David había dado. Seguramente, David debió darse cuenta del dolor que causó en la vida de otros la forma en que manejó el asunto de Urías, provocando también la ira en el corazón de Dios. Absalón dirigió una rebelión abierta que reunió a la mayoría de Israel, en contra de David. Al refleccionar sobre su propia obstinación y la de su hijo, David debió darse cuenta de la gravedad de su rebelión en contra de Dios. Al observar la vida de David, es maravilloso contemplar su genuino arrepentimiento, porque éste lo condujo a una completa restauración. Considere la siguiente gráfica:
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Principio sobre la siembra y la cosecha
David sembró Adulterio con Betsabé
David consechó Amnón violó a Tamar Absalón tomó las concubinas de David
Asesinato de Urías
Absalón asesina a Amnón Absalón asesinado por Joab Muere el hijo de David y Betsabé
Rebelión contra Dios
Absalón se rebela contra David
Arrepentimiento Verdadero
Restauración por el Espíritu de Dios
Al soportar dolorosamente el fruto de lo que había sembrado, David pudo llegar a un arrepentimiento más profundo, más genuino. Pudo entender su propio pecado desde una perspectiva más amplia, y ver hasta dónde había herido a otros. De manera que David no se resistió a este proceso de Dios, el cual trataba de traer restauración a su vida.
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Con el fin de ser totalmente restaurado, David estuvo dispuesto a permitir que Dios obrara en su vida. Fue restaurado, porque en Ezequiel 37 el Señor profetiza sobre la restauración de la nación de Israel en el milenio y Dios deja muy claro que cuando resucite, David gobernará de nuevo sobre la nación de Israel. Esto solamente es posible, debido a la profunda obra de restauración que David permitió en su vida durante esos dolorosos años de cosecha. Cuán importante es que cada uno de nosotros perimita que Dios traiga a nuestra vida la cosecha de lo que hemos sembrado, a fin de que esto obre para nuestro bien. Que recibamos gracia abundante para aceptar las cosas que Dios juzgue necesarias para nuestra restauración.
Capítulo 7
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EL PROGRAMA DE DIOS PARA LA RESTAURACIÓN
I. Disposición para cosechar lo que se sembró A. Lo que el hombre siembra, eso cosecha (Gá. 6:7). B. La disposición para aceptar los resultados de nuestro pecado es parte de la restauración (Lv. 26:40-41). II. Juicio de Dios sobre Adán A. El propósito de Dios no es castigarnos para hacernos pagar nuestro error. B. Dios obra la restauración para nuestro bien de restauración (Gn. 3:17). III.Cautiverio de Judá (Jer. 24:1-6). IV. Rechazo al juicio de Dios A. Israel rechazó la sentencia de Dios (Nm. 14:30-31, 40-45). B. Saúl rechazó el juicio de Dios de que David sería rey en lugar de Jonatán (1 S. 13:13-14, 20:30-31). C. Absalón rechazó el juicio de David y se rebeló (2 S. 14:24). V. Arrepentimiento verdadero del rey David A. Entristecido para el arrepentimiento verdadero (Sal. 6:2; 38:1-8; 102:1-11).
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B. Confesó su maldad y aceptó el juicio de Dios (Sal. 51:1-4). C. Aceptó cosechar lo que había sembrado a fin de que sirviera para su restauración (Ez. 37:25).
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Capítulo 8 LA EVIDENCIA DEL VERDADERO ARREPENTIMIENTO
“Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto” (2 Co. 7:11). Anteriormente en nuestro estudio, vimos la obra de la tristeza que es según Dios, sobre la cual Pablo nos habla en 2 Corintios 7:8-10. Ahora, Pablo enumera siete evidencias del verdadero arrepentimiento que se manifestarán en nuestra vida cuando permitimos a Dios completar Su buena obra en nosotros.
CAUTELA Para comprender este concepto, comenzaremos con un ejemplo negativo. En Isaías 47, el profeta habla de parte de Dios al reino de Babilonia: “Oye, pues, ahora esto, mujer voluptuosa, tú que estás sentada confiadamente [descuidadamente], tú que dices en tu corazón: Yo soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad” (Isaías 47:8).
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Esta escritura manifiesta el corazón de alguien que no ha permitido que Dios obre en su vida para llevarlo al arrepentimiento. Los babilonios andaban arrogantemente en sus propios caminos. Dios describe sus caminos como descuidados porque Él conocía el final de sus actos. Descuidadamente, los niños pueden meterse en graves peligros debido a que no preveen las consecuencias de sus actos. Aquellos que no comprenden y no abrazan los caminos de Dios son igual de ignorantes, y pueden caer en grandes peligros. Años después de haber obtenido mi licencia de conducir, estaba manejando por cierta calle. En mi prisa traté de atravesar una intersección en la cual la luz estaba cambiando de verde a amarillo; todo habría estado bien, si no fuera porque el automóvil frente a mí decidió detenerse, y yo no me di cuenta sino hasta que golpeé la parte trasera del vehículo. Podríamos decir que fui bastante descuidado e imprudente, pero ahora tengo una nueva perspectiva de lo que puede ocurrir. Ese incidente trajo como consecuencia más cautela y precaución en mi forma de conducir. Cuando el arrepentimiento total llega a un área de nuestra vida, una evidencia es que nuestro caminar y la manera de conducirnos se vuelve más cautelosa. En lugar de actitudes arrogantes y descuidadas que piensan que nuestro caminar es recto, consideramos seriamente los caminos de Dios. Nuestro propósito es evitar caer en los abismos en los que hemos caído en el pasado. Cuando un alcohólico procede al arrepentimiento, evita pasar por la calle donde está el bar que frecuentaba
Capítulo 8
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antiguamente, sabe que si pasa, hay peligro aguardando por él. Piensa seriamente hacia dónde va, teniendo cuidado de no entrar a la senda de destrucción en la que anduvo antes de arrepentirse: “No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos. Déjala, no pases por ella, apártate de ella, pasa” (Pr. 4:14-15). El corazón de David careció de esta cautela cuando cometió adulterio con Betsabé. Cuando miró por la terraza y la vio bañándose, no debió quedarse contemplándola fijamente. Su corazón y su mente estaban en la senda incorrecta. Después que Isaías se convenció y limpió sus labios inmundos, ciertamente debe haber cuidado cada palabra que salía de su boca. En cuanto a Jacob, ciertamente evitó el camino del engaño luego que su nombre fue cambiado por el de Israel. Cuando aceptamos el don de arrepentimiento, se hace evidente una nueva cautela en nuestra vida.
DEFENSA El concepto que Pablo presenta en 2 Corintios 7:11. es la palabra restitución del Antiguo Testamento. Restitución en hebreo es la palabra shalom, que significa paz a vosotros. Andar en nuestros propios caminos trae conflictos, y causa mucho daño a otros. También crea disturbios en nuestra mente y espíritu, los cuales no nos permiten ver a los ojos de aquellos a quienes hemos lastimado de alguna manera. Sin embargo, cuando la obra
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de arrepentimiento y conversión llegue a ser completa en nosotros, será evidente por nuestro deseo de hacer una total restitución. Un corazón de arrepentimiento y restitución, no se negará a pagar el precio para ser libre y transparente. Hay un deseo por estar en paz con nuestro propio corazón, y por hacer todo lo que sea necesario con tal de ser restituidos: “Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá” (Ez. 33:14-15). Cuando uno está caminando en unidad y armonía con Dios, existe un deseo por corregir las cosas del pasado. Este es el camino de Dios. Cuando el hombre camina en sus propios caminos, tiene la tendencia de continuar como si no le hubiera causado daño a otros. Pero cuando el proceso de arrepentimiento se completa en nosotros, hay un deseo por permitir que el Espíritu Santo nos nos guíe a hacer restitución donde sea necesario. La historia de Zaqueo en Lucas capítulo 19, ilustra esta verdad. Zaqueo estaba intrigado por conocer a Jesús. Debido a la multitud, trepó a un árbol para ver más de cerca a Jesús cuando pasara. Al verlo, Jesús lo llamó y convino en reunirse con él en su casa. Zaqueo recibió a Jesús gozosamente:
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“Entonces Zaqueo puesto en pie, dijo al Señor: He aquí Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham” (Lc. 19:8-9). Jesús observó la evidencia de arrepentimiento cuando Zaqueo deseó restituir a quienes había perjudicado en el pasado. Esta restitución trae perfecta paz de corazón y mente, de modo que podamos mirar a los ojos, a todos, tanto a los hombres como a Dios mismo. Las obras de nuestro pasado se restituyen de tal forma, que aún los pecadores pueden ver la evidencia del verdadero arrepentimiento en nuestra vida.
INDIGNACIÓN ¿Por qué la gente hace las cosas? Básicamente, todos nosotros hacemos lo que amamos hacer. La mayoría de las personas tienen un lado que ama hacer el bien, pero también hay una parte de nosotros que ama hacer el mal. Dios quiere cambiar esta inclinación de nuestro corazón. En el Salmo 36, David habla de los diferentes atributos de los hombres malos: “El mal no aborrece” (Sal. 36:4). La razón por la que los hombres malos hacen obras impías, es porque realmente aman la impiedad. El propósito de Dios es llevarnos, por medio del arrepentimiento, a un
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punto donde comencemos a odiar las cosas que una vez amamos, y a amar las cosas que una vez aborrecimos. Antes de recibir a Jesucristo como Señor y Salvador en nuestro corazón, hay enemistad en contra de Dios. En nuestro corazón existe un muro que se levanta en contra de los caminos de Dios. Él desea demoler este muro, para que comencemos a amar las cosas que Él ama, y a aborrecer las cosas que Él aborrece. Entre más amamos al Señor, más amamos lo que Él ama; y entre más Le conocemos, más comenzamos a aborrecer lo que Él aborrece: “Los que amáis a Jehová, aborreced el mal” (Sal. 97:10). No sólo es esencial amar al Señor, sino también es necesario, aborrecer el mal. Dios desea estas dos actitudes en nuestro corazón. En Job 1:1, refiriéndose a Job, la Escritura dice: “Era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. En el corazón de Job habían sido obradas estas dos actitudes. Muchos en el pueblo de Dios llegan a amar verdaderamente al Señor, pero no Le llegan a conocer en toda Su plenitud. Con mucha frecuencia, hay una dualidad de estas actitudes en su corazón. Aman el bien, pero también aman el mal. Dios quiere obrar en nosotros para que tengamos un odio perfecto por las cosas que Él aborrece: “Y no traerás cosa abominable a tu casa, para que no seas anatema, del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es anatema” (Dt. 7:26).
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El problema de amar el mal es que, a menudo, no podemos ver lo que realmente es y a qué fin nos conducirá. Fracasamos en no darnos cuenta de la destrucción y devastación que viene a nuestra vida cuando nos rendimos al mal. En nuesta mente, tal vez, nos gusta tentar a ciertos aspectos del mal que, en un principio no aparentan ser tan terribles. Pero, si nuestros ojos fueran abiertos para ver la realidad de las cosas, ciertamente pensaríamos diferente. Recordamos una ocasión en la que, en el corazón de un hombre, había lujuria por cierta mujer. Nunca se involucró con ella, solamente permitió que la lujuria se manifestara en su imaginación. Esta lujuria comenzó a invadir sus pensamientos, hasta que un día, Dios abrió sus ojos espirituales. Cuando miró a la mujer, Dios le reveló el espíritu demoníaco de lujuria que la influenciaba. Este espíritu era grotesco, vil y desctuctor. Cuando este hombre vio la realidad de la situación, la actitud de su corazón cambió por completo. Dios desea hacer lo mismo en cada uno de nosotros, Él se ha propuesto que veamos el mal como Él lo mira. Mientras Él nos mueve al arrepentimiento, nos hace aborrecer el mal. Desarrollamos una indignación contra las cosas que una vez amamos. Al mismo tiempo, veremos que nuestro corazón es atraído hacia las cosas que Dios ama.
TEMOR Este temor no es como las “fobias” que el hombre siente en su condición natural no regenerada. Es un temor bueno
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que se desarrolla cuando conocemos al Señor en una dimensión mayor. Es llamado también el temor de Jehová. Este temor es totalmente distinto y contrario a todas las otras clases de temor. Es la clase de temor que produce una reverencia santa y respeto por Dios, y terror de hacer las cosas que Dios aborrece. El temor de Jehová reconoce que Dios siempre está mirando y contemplando todo lo que respecta a nosotros: “Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos” (Pr. 15:3). El temor santo nos mantiene en la senda correcta y nos guarda de desviarnos. Nos guarda de pecar contra Dios y no llegar a cumplir Su plan para nuestra vida: “Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí” (Jer. 32:40) (Ver también He. 4:1). En el nuevo pacto, Dios promete que pondrá Su temor en nuestro corazón. Esto no puede enseñarse humanamente, el temor de Jehová es una unción. Es uno de los siete Espíritus del Señor mencionados en Isaías 11:2. Es sólo cuando el Espíritu Santo nos revela la majestuosidad de nuestro Dios, que podemos llegar a temerle como se debe. El temor de Jehová se aprende y se desarrolla, conforme el proceso de arrepentimiento continúa obrando en nuestra vida. Cuando Dios nos habla y aprendemos Sus caminos, comenzamos a aprender a temerle a Él:
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“El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñaren a sus hijos” (Dt. 4:10). El escritor del himno dice: “fue la gracia la que enseñó a mi corazón a temer, y la gracia me libó de temores”. Podemos ver pues, que el temor de Jehová es una principal piedrade fundamento en nuestra vida. Además, cuando aprendemos a temer al Señor, comenzamos a ver la vida desde otra perspectiva: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Pr. 1:7). El temor de Jehová nos coloca en la senda de la sabiduría, esta senda nos conduce a Dios, no nos aleja de Él, como lo hace la sabiduría natural, que aparta a los hombres de Dios. El temor de Jehová nos guía a la verdadera sabiduría e inteligencia: “Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia” (Job 28:28). Los demás temores del hombre son perversos, inmundos y miserables. Aterrorizan y obstaculizan al hombre para hacer la voluntad de Dios, pero: “El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre” (Sal. 19:9).
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El temor de Jehová nos da confianza genuina y divina. Es una fuente de vida que brota de nosotros para prolongar nuestros días. Nos hace aborrecer el mal y amar las cosas que Dios ama, alargando así nuestros años. Ser llenos del temor de Jehová es ser completamente libres del temor al hombre: “De manera que podamos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:6). “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt. 10:28). Los caminos de Dios son tan rectos y maravillosos. Él quiere que Le temamos y Le reverenciemos, para que seamos totalmente libres de cualquier otra clase de temor. ¡Con el temor del Señor creciendo en nuestro corazón, caminaremos en perfecta libertad en el gozo del Señor!
ARDIENTE AFECTO ¡Un cristiano recién convertido es un maravilloso cuadro para contemplar! ¡Cuán emocionante es ver el hambre que tiene por conocer a Dios y Sus caminos! He escuchado relatos de cristianos recién convertidos que han leído la Biblia casi sin parar. Debido a que tienen un gran deseo por ser llenos de la Palabra de Dios, se sumergen en ella
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por días. Ellos aman orar y estar en comunión con el pueblo de Dios. Asisten a cada servicio y a cada actividad de la iglesia, porque tienen un deseo insaciable por conocer al Señor y por estar con Su pueblo. Un cristiano arrepentido tiene estos mismos deseos en su corazón. No le es indiferente la lectura de la Biblia, el pasar tiempo en oración y el reunirse con los santos de Dios, sino que tiene esa hambre y ese deseo por el Señor. Mi esposa y yo hemos pastoreado por más de veinte años. Uno de los aspectos más difíciles del ser pastor es observar cómo la gente que una vez tuvo ese ardiente afecto por Dios, se vuelve aletargada e indiferente. Cuando esto ocurre, se vuelven difíciles de guiar y de discipular. Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt. 5:6). Cuando un cristiano pierde esa hambre y esa sed es porque, en algún momento de su caminata con el Señor, se resistió a que el Espíritu Santo tratara de cambiar cierta área. Ha rechazado el don del arrepentimiento. Comienza a perder esa hambre espiritual, ese deseo, ese impulso que una vez lo empujó a avanzar en el Señor. La bendición del arrepentimiento es que renueva constantemente nuestra hambre y sed por el Señor: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Sal. 42:1).
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Si aceptamos siempre el don de arrepentimiento, el clamor en nuestro corazón por el Señor, continuará siendo como el del salmista. Pero si aparentemente el Señor se aleja de nosotros, puede que necesitemos regresar a esa ocasión en nuestra caminata, en donde nos resistimos y rechazamos Su trato con nosotros. Él se encontrará con nosotros cuando respondamos con arrepentimiento, y nosotros volveremos a corres tras Él. Con el pasar de los años, hemos llegado a tener en alta estima a cristianos mayores, han mantenido un ardiente deseo por el Señor. Son muy apreciados y verdaderamente escasos, porque hay muchos otros que caen en la pasividad. Muchos cristianos se parecen a las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, quienes se conformaron con una herencia menor a la que Dios había escogido para ellos. A lo largo de todo el camino (que comienza con el nuevo nacimiento y nos lleva a la completa madurez y perfección), hay personas que se han ubicado en diversos puntos de su viaje espiritual. Están contentos con lo que tienen, y no desean avanzar más. Han perdido todo el ardiente afecto, y en realidad, en su corazón han comenzado a apartarse. Pero Dios quiere que tengamos ese fresco deseo por Él, que nos hace correr en pos de Él. Conforme continuemos recibiendo el don de arrepentimiento, seguiremos teniendo ese deseo renovado dentro de nosotros.
CELO La palabra celo significa estar ardiente. Un cristiano normal y sano espiritualmente, tiene un deseo vehemente por servir
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al Señor con todas sus fuerzas. Este atributo se manifiesta en la vida de Apolos en Hechos 18:25: “Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el Bautismo de Juan”. Debido a que el celo de Dios ardía en el espíritu de Apolos, enseñaba diligentemente las cosas que el Señor le había dado; deseaba hacer la voluntad de Dios más que cualquier otra cosa. Un día que Jesús y Sus discípulos viajaban por Samaria hicieron un alto para descansar. Los discípulos fueron a una aldea cercana a comprar comida. Mientras Jesús se sentó cerca del pozo de Jacob, comenzó a conversar con una mujer que había venido a sacar agua. En el transcurso de la conversación, Jesús llevó a la mujer al entendimiento que el era el Cristo. Ella respondió inmediatamente y fue transformada. Regresó a su ciudad y la ciudad entera llegó a creer en Jesús. Cuando los discípulos regresaron Jesús les dijo: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis” (Jn. 4:32). Jesús estaba más preocupado en hacer la voluntad de Dios que en Su necesidad de comida. El celo de Dios estaba ardiendo en Su corazón y solamente deseaba cumplir el propósito de Su Padre.
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En Apocalipsis 3, Juan escribe esta profecía a la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Ap. 3:15-16). Los creyentes de la iglesia de Laodicea habían perdido su celo por el Señor. Se habían vuelto autosuficientes, sintiendo que ya no tenían más necesidad de arrepentimiento. Pero realmente, esto era lo que ellos realmente necesitaban, porque Cristo los exhortó en Apocalipsis 3:19: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”. Esta iglesia había llegado a sentir autosatisfacción en cuanto a su deseo por hacer la voluntad de Dios. Sólo les quedaba una pizca del celo que alguna vez tuvieron, por lo que Dios los llamó “tibios”. Dios quiere reavivar el fuego por medio del don de arrepentimiento. ¿Ha perdido usted ese deseo ardiente de hacer la voluntad de Dios? ¡Recuerde que el arrepentimiento abre la puerta a la restauración! Dios quiere usar poderosamente a Su pueblo en el cercano avivamiento de los últimos días, para demostrar Su carácter y Su majestuoso poder. ¿Su corazón se ha vuelto indiferente a las necesidades de la gente por las cuales se duele el corazón de Dios?
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VINDICACIÓN La evidencia final del arrepentimiento que veremos aquí, es la vindicación que nace en nuestro corazón en contra del reino de las tinieblas. Dios creó a Adán y Eva, los estableció en el huerto del Edén y les otorgó el dominio sobre toda la creación. Él visitaba diariamente el huerto y tenía una dulce comunión con el hombre. Después que el hombre transgredió el mandamiento del Señor, esa comunión se rompió debido a la condición del corazón del hombre. El hombre ya no pudo permanecer en el huerto, pues entró bajo la cobertura del reino de las tinieblas. Satanás se deleita en mantener a todo el que puede bajo el estupor y las tinieblas de su reino. Aunque hayamos recibido a Jesucristo como Señor y Salvador, a menudo quedan varios efectos y ataduras del reino de las tinieblas. Pero continuando con el arrepentimiento y volviéndonos al Señor, avanzaremos grandes pasos y saldremos de esas tinieblas para avanzar más y más hacia Su luz admirable. Somos librados cuando Dios obra en nuestra vida mediante el arrepentimiento. Luego, es natural que surja en nosotros el deseo de sacar a otros del cautiverio del que ahora somos libres. A través del arrepentimiento comenzamos a entender las tremendas ataduras que sujetan a otros. En nuestro corazón, hay un deseo de vindicación en contra el reino de las tinieblas, para libertar a los que siguen cautivos allí. En Mateo 16:18, Jesús dijo:
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“Yo edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Mientras Dios obra en nuestra vida por medio del don de arrepentimiento, más se edifica nuestro hombre interior y nos eleva de gloria en gloria; surgiremos como un hombre o una mujer que Él pueda usar para liberar a otros del reino de las tinieblas. Es entonces cuando las puertas del Hades no podrán detenernos de entrar al reino de Satanás y arrebatar de sus garras a los cautivos. Pablo instruye a Timoteo: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Ti. 2:24-26). Si estamos dispuestos, Dios puede hacer de nosotros Sus instrumentos para liberar a otros, para que salgan del reino de las tinieblas al reino de la luz: “A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne” (Jud. 23). Mientras permitamos que el Señor continúe obrando en nuestro corazón, de él brotará un deseo inmenso y vindicación por liberar a la gente de las ataduras del reino de las tinieblas.
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El rey David hizo esta declaración después de su arrepentimiento: “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble [libre] me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Sal. 51:12-13). David tuvo un deseo renovado por mirar a otros libres de las tinieblas y de las ataduras de las que él mismo había sido liberado. Nuestra generación ha llegado a ser más y más perversa en estos últimos días. ¡Por consiguiente, la demanda de liberadores ha llegado a ser enorme! Cuando Dios traiga nuevamente avivamiento y un nuevo mover de Su Espíritu en esta tierra, ¡que seamos uno de esos instrumentos revestidos del poder para hacer libres a muchos de las terribles ataduras de pecado, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios!
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EVIDENCIA DEL VERDADERO ARREPENTIMIENTO
I. Cautela (2 Co. 7:11). A. Los residentes de Babilonia vivían descuidadamente (Is. 47:8). B. El verdadero arrepentimiento vuelve cautelosa a la gente (Pr. 4:14-15). II. Defensa (2 Co. 7:11). A. El concepto de restitución (Ez. 33:14). B. El arrepentimiento y la restitución de Zaqueo (Lc. 19:8-9). III.Indignación (2 Co. 7:11). A. Este es un odio por cosas que alguna vez amamos (Sal. 97:10). B. Job amó a Dios tanto como aborreció el mal (Job 1:1). C. El arrepentimiento nos hace odiar la maldad (Dt. 7:26). IV. Temor (2 Co. 7:11). A. Es temor, reverencia y respeto por el Señor, sabiendo que Él siempre nos mira (Pro. 15:3). B. El temor de Jehová nos ayuda a permanecer en la senda correcta (Jer. 32:40). C. Se aprende cuando nos arrepentirnos (Dt. 4:10). D. Beneficios del temor de Jehová: 1. Principio de la sabiduría (Pr. 1:7).
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2. Sabiduría (Job 28:28). 3. Limpia (Sal. 19:9). 4. Liberta del temor al hombre (He. 13:6; Mt. 10:28). V. Ardiente Afecto (2 Co. 7:11). A. Hambre espiritual en el cristiano recién convertido (Mt 5:6; Sal. 42:2). B. El arrepentimiento renueva esta hambre. VI. Celo (2 Co. 7:11). A. Este es el deseo ferviente por hacer la voluntad de Dios (Jn. 4:32). B. Laodicea perdió su celo y se le ordenó arrepentirse para que le fuera restaurado (Ap. 3:15-19). VII. Vindicación (2 Co. 7:11). A. Vindicación contra el reino de las tinieblas el cual retiene a los hombres en esclavitud. B. La iglesia tiene que romper esa atadura (Mt. 16:18). C. El arrepentimiento produce el deseo de libertar a otros (2 Ti. 2:24-26; Judas 23). D. El deseo de David de libertar a otros (Sal. 51:12-13).
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Capítulo 9 CAMBIADOS DE GLORIA EN GLORIA RESUMEN Y CONCLUSIÓN En este estudio aprendimos que el arrepentimiento es el proceso por el cual Dios cambia nuestra manera de pensar por la manera en que Él piensa. Después, Él puede convertirnos y cambiar nuestros caminos; de ese modo, somos cambiados de gloria en gloria a la imagen del Hijo de Dios. Este proceso de arrepentimiento inicia cuando Dios se acerca a nosotros y se nos revela de una forma nueva. Si respondemos a Dios, entonces la tristeza que es según Dios obra en nuestro corazón para guiarnos al arrepentimiento. No debemos buscar excusas por nuestro comportamiento, más bien, debemos confesar que estamos mal y que Dios está en lo correcto. El espíritu de arrepentimiento nos permite aceptar las consecuencias de nuestro comportamiento para que Dios nos restaure y nos lleve a tiempos de refrigerio en Su presencia. Cuando Dios transforma nuestra manera de pensar por medio del arrepentimiento, se hace evidente una nueva cautela y una nueva solicitud en nuestra vida. El Espíritu Santo imparte una disposición para hacer restitución y ser libres y transparentes con todos en el cielo y en la terra. Hace que aborrezcamos cosas que una vez amamos y amar cosas que una vez odiamos. El temor del Señor crece en
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nuestra vida, liberándonos de otros temores. Un deseo fresco por Dios es renovado en nosotros y nace un celo por hacer la voluntad de Dios, el cual nos impulsa a cumplir todo aquello para lo cual Él nos llamó. En nuestro ser hay vindicación contra el reino de las tinieblas, que nos inspira un deseo por rescatar a muchos de la esclavitud del reino de Satanás. Está por llegar ante nosotros, el más grande avivamiento que la Tierra jamás haya visto. En estos días de preparación, el Señor quiere obrar en la vida de cada uno de nosotros, a fin de en el avivamiento venidero seamos conformados a Su imagen, y preparados como vasos para los usos del Maestro. Multitudes están preparadas para ser segadas en el reino de Dios, por tanto, tenemos que entender los propósitos y caminos de Dios, para que podamos guiar a los bebés espirituales al conocimiento de Su justicia y carácter. Que abracemos los continuos ciclos de redención en nuestra vida, sin resistir la benignidad de Dios cuando Él se acerca a nosotros con el don del arrepentimiento. Que clamemos, desde lo profundo de nuestro ser, como el rey David en el Salmo 17:15: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. Señor Jesús, que lleguemos amarte en toda la plenitud de Tu belleza, que nunca resistamos Tu benignidad, sino que aceptemos siempre el don de arrepentimiento a fin de ser cambiados de gloria en gloria. Amén.
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«Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado»
Hechos 3:19, 20
APÉNDICE LAS SIETE FIESTAS 1. Pascua Día 14 del primer mes. Levítico 23:4-5. Éxodo 12.
CONMEMORACIÓN EN LA HISTORIA DE ISRAEL -Liberación de Israel de Egipto. -La sangre del Cordero aplicada a los postes de la puerta y al dintel. -El Señor “pasó sobre” Israel y para ser una cubierta de protección mientras el destructor mataba a los primogénitos de Egipto.
2. Panes sin levadura Día 15 del primer mes y los siguientes seis días. Levítico 23:6-8. Éxodo 12:15-20.
-Israel limpió sus casas de levadura antes de salir de Egipto. -Comieron panes sin levadura por siete días.
CUMPLIMIENTO EN LA IGLESIA
CUMPLIMIENTO
-Jesús, el Cordero de Dios, llegó a ser nuestro Cordero Pascual.
-Somos liberados del Egipto espiritual (la muerte eterna) por la sangre del Cordero.
-Su muerte ocurrió en la víspera de la celebración de la Pascua. -Su sangre cayó sobre Israel y sobre sus hijos (Mateo 27:25).
-Jesús comió panes sin levadura con los discípulos en la cena de la Pascua. -El pan era un tipo de Su cuerpo que fue partido por nosotros.
EN NOSOTROS
-Jesús ha consumado una obra para que podamos experimentar plena salvación y entrar a poseer una herencia espiritual.
-1 Corintios 5:6-11. -El pecado y la iniquidad empiezan a ser limpiados de nuestra vida y de la Iglesia.
LAS SIETE FIESTAS 3. Primicias
CONMEMORACIÓN EN LA HISTORIA DE ISRAEL -Dios abrió el Mar Rojo e Israel lo atravesó en seco.
El día siguiente al día de -Los egipcios fueron Reposo. derrotados en el mar Rojo. Levítico 23:9-14. -Israel fue liberado de Éxodo 14. Egipto para siempre: Egipto ya no tuvo más poder sobre Israel.
-Israel se encontró con Dios en el monte Sinaí 50 días después de la dondehubo manifestaciones fiesta de las Primicias. de la presencia de Dios. 4. Pentecostés
Levítico 23:15-21. Éxodo 19-20
-Dios quería que Israel oyera su voz de manera continua. -Israel rechazó escuchar la voz de Dios. -Israel recibió la Ley de Dios.
CUMPLIMIENTO EN LA IGLESIA
CUMPLIMIENTO
-Jesús sometido a la muerte en la cruz y resucitado.
-Obedecemos al Señor en el bautismo en agua.
-Jesús tomó las llaves y derrotó a la muerte y al Hades. -1 Co.15:20, Cristo se convirtió en las Primicias.
-Jesús dio la promesa del bautismo en el Espíritu Santo. -Los discípulos fueron bautizados en el Espíritu, con grandes manifestaciones conforme Dios descendía.
EN NOSOTROS
-Rom. 6:1-18, el poder del pecado es roto en nuestra vida. -Sepultura del viejo hombre y resurrección del hombre nuevo. -Estamos sujetos al poder y la gracia de Dios.
-Somos bautizados en el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas. -El Espíritu Santo viene a ayudarnos a vivir en una relación con Dios, por medio de escuchar Su voz. -Dios escribe Sus Leyes en las tablas de carne de nuestro corazón.
LAS SIETE FIESTAS
CONMEMORACIÓN EN LA HISTORIA DE ISRAEL
5. Trompetas
-Israel vagó en el desierto 38 años, hasta que pereció la generación incrédula.
El primer día del séptimo mes. Levítico 23:24-25. Deuteronomio 31:1-8. Josué 1:1-9.
-Dios anunció un nuevo mover para entrar a la herencia.
CUMPLIMIENTO EN LA IGLESIA -Desde mediados de 1960, Dios ha estado despertando a la Iglesia con un entendimiento nuevo, para que avance y posea su herencia. -Los judíos entendieron que éste era un tiempo de preparación para la gran fiesta que está por venir: Tabernáculos. -Pasaron los siguientes diez días (Días de reverencia) poniendo las cosas en orden para el nuevo año.
CUMPLIMIENTO EN NOSOTROS
-Después del bautismo en el Espíritu pasamos una experiencia en el desierto. -Dios nos hace un nuevo llamamiento para ir con Él, para vencer y poseer la herencia que Él nos ha señalado. -Experimentamos un mover fresco de arrepentimiento para proseguir con Dios. -Dios quiere restaurar el mensaje de arrepentimiento en la iglesia actual, para que muchos puedan continuar.
LAS SIETE FIESTAS
CONMEMORACIÓN EN LA HISTORIA DE ISRAEL
6. Expiación
-Israel cruzó el Jordán.
El día 10 del séptimo mes.
-Llegaron a Gilgal donde fueron circuncidados.
Levítico 23:27-32.
-Todo Israel afligió su alma y ofrecieron una ofrenda encendida.
Josué 3:5.
7. Tabernáculos
Del día 15 al 21 del séptimo mes. Levítico 23:34-43. Josué 12. 2 Samuel 5:6-10.
-Israel empezó a poseer Canaán bajo el liderazgo de Josué. -Dios ungió a David, quien condujo a Israel a poseer la tierra que Dios les había dado y despojó a todos sus enemigos. -David derrotó a los jebuseos, tomó la fortaleza de Sion y llevó allí el Arca del Pacto.
CUMPLIMIENTO EN LA IGLESIA
CUMPLIMIENTO
-En este tiempo, Dios está llamando a la Iglesia a que se prepare por medio del arrepentimiento.
-Experimentamos una revelación nueva del Señor, que nos permite ver áreas en nuestra vida que deben ser transformadas.
-Esta es la más solemne de las fiestas, prepara a la Iglesia para vencer y poseer su herencia.
-Esta fiesta aún debe ser experimentada por la Iglesia. -Dios está preparando en este tiempo, a fin de que la Iglesia entre a la plenitud de Su propósito. -El tiempo del más grande avivamiento y cosecha de almas que el mundo jamás ha visto.
EN NOSOTROS
-La benignidad de Dios nos conduce al arrepentimiento. -Tenemos victoria sobre la vieja naturaleza, y comenzamos a derrotar a nuestros enemigos y a poseer la herencia que Dios ha destinado para nosotros. -Dios quiere que derrotemos a todos nuestros enemigos, y que reinemos sobre la herencia que Él ha escogido para nosotros. -Él quiere manifestar Su gloria a las naciones de la tierra por medio de nosotros, y recoger una abundante cosecha de almas. -Es derramada una gran unción y gozo en nuestra vida.
Libros por el Dr. Brian J. Bailey Comentarios sobre los libros de la Biblia Génesis: El libro de los orígenes Fiestas y Ofrendas, el libro de Levítico Rut: La novia gentil de Cristo Las tres casas de Esther Salmos I: Capítulos 1-50 Salmos II: Capítulos 51-100 Salmos III: Capítulos 101-150 El libro de lamentaciones El carro del trono de Dios: Una exposición del libro de Ezequiel Daniel Profetas Menores I: La restauración de los caídos (Oseas) Profetas Menores II: Joel – Sofonías Profetas Menores III: Hageo – Zacarías El Evangelio de Mateo El Evangelio de Juan El Evangelio de Lucas Romanos: Más que vencedores Soldados de Cristo: Una exposición de la epístola de Pablo a los Efesios Dando en el blanco: Una exposición de la epístola a los Filipenses Colosenses y Filemón: La Senda de la Santidad Hebreos: Detrás del velo La Era de la Restauración Las dos Sabidurías: La epístola de Santiago Las Epístolas de Juan
Otros libros Conozca su Biblia El Viaje de Israel El Tabernáculo de Moisés Estudios sobre las vidas de David y Salomón Pilares de la fe El Espíritu Santo La Cruz y la Resurrección de Cristo La vida de Cristo La Segunda Venida: Una exposición de la segunda venida del Señor Liderazgo Los Nombres de Dios Maestros de Justicia Las tres casas de Ester Entrar al reposo de Dios La Preparación para el Avivamiento
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