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CAMPO DE LOS ALMENDROS, EL RECUERDO DE UN MEMORIA OLVIDADA Tomás Nicolás Blazquez
El 18 de mayo de 1942, tras pasar un año como prisionero en el campo de Djelfa en Argelia, Max Aub logra huir a Casablanca para luego marchar a México, país que le otorgaría nueva residencia y nacionalidad hasta su muerte en 1972. En el exilio, gran parte de la narrativa de Aub se centró en la descripción de sus experiencias de la Guerra Civil. Reflejo de este interés fue la publicación de El laberinto mágico una colección de seis libros que relatan fielmente las consecuencias que la guerra tuvo sobre la población española. Emir Rodríguez Monegal, uno de los primeros críticos en estudiar la obra de Aub, considera esta colección como “el documento literario más vasto e impresionante sobre la Guerra Civil Española que se haya publicado hasta ahora y al mismo tiempo el roman fleuve más logrado de la literatura española contemporánea” (66). Mi propósito en este ensayo es analizar el último libro de la colección de El laberinto mágico, el cual fue publicado en 1968 bajo el nombre de Campo de los almendros, y situarlo en un contexto contemporáneo que permita discutir el conocimiento que la memoria colectiva española posee sobre Aub y los eventos narrados en su obra. Debido a la aprobación en diciembre de 2007 de la ley de memoria histórica, la cual busca la reparación y reconocimiento de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo, esta novela se convierte en una pieza clave en el horizonte de expectativas surgidas a partir de una nueva lectura de la literatura de la Guerra Civil y del entendimiento de ésta. Como bien se sabe, Campo de los almendros rememora uno de los episodios más tristes de la Guerra Civil española, la fallida evacuación de republicanos en el puerto de Alicante en Marzo de 1939. La obra comienza cuando ya toda posibilidad de ganar la guerra por parte del Frente Popular se encuentra perdida y lo único que pueden hacer los muchos simpatizantes de la República es huir. Mediante arduas caminatas a través del campo y bajo la confusión de no saber si se encontraban en territorio nacional o republicano; socialistas, comunistas y anarquistas, consiguen congregarse en el puerto de Alicante, última ciudad bajo control del gobierno de la República. Ya no solo está perdida la guerra, sino también la posibilidad de cualquier rendición honorable. Durante los tres años de contienda, el Frente Popular se ha encontrado perdido en un laberinto, prácticamente sin ayuda externa proveniente de Europa, sin coordinación y sin saber a dónde ir. En Campo de los almendros Max Aub refleja magistralmente la desesperación vivida por los numerosos republicanos que se dirigen a Alicante buscando una salida de España. Para muchos soldados, la desesperanza pasa a convertirse en resignación e indiferencia, como exclama uno de los muchos so que se encuentran en el puerto “Hemos sido un atajo de mujerzuelas, invencioneros, maricones, imbéciles, abiertos de nalgas…. Nos han dado por donde le ha dado la gana, por idiotas, torpes, necios, e ignorantes (Campo de los almendros 407). Confluence (2013)
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Finalmente han llegado al puerto de Alicante, el final del laberinto, para llegar a la conclusión de que este es un laberinto sin salida. Toda posibilidad de salvarse está ya perdida y la única salida posible es el exilio. Miles de personas se congregan en el puerto esperando la llegada de un barco, de un salvoconducto que los pueda sacar de España y así poder vivir libres. Se intentan crear listas para ver a quien se puede evacuar de la ciudad, pero éstas cada vez se hacen más reducidas y la esperanza de que llegue un barco disminuye. Del sálvese quien pueda se pasa al sálvese a quien pueda. Las autoridades del gobierno de la República asumen que no se puede evacuar a todo el mundo debido a la falta de medios, es entonces cuando la psicosis del vencimiento se apodera de los allí presentes. Ya prácticamente todo está perdido y ante la desesperación y el miedo la gente comienza a suicidarse, unos como acto de honor, otros como acto de salvación frente a una represión inminente. Como si se tratara de una obra del teatro de lo absurdo, la gente espera de manera estoica en el puerto varios días esperando que un salvador, en este caso un barco inglés o francés, llegue al rescate. Ese barco es su última luz de esperanza, la única razón por la que aún vale la pena luchar. Si los barcos llegan y al final consiguen marchar al exilio, la lucha de muchos republicanos quizás no haya sido en vano. Algunos todavía piensan que la guerra no ha sido perdida y que todo es cuestión de lograr la ayuda exterior que aún no ha llegado. Como indica otro soldado “No hemos perdido ¿o crees que el pueblo va a olvidar?.... te apuesto lo que quieras que en dos años estamos aquí de vuelta con el puño alto y dándole duro a todo” (Campo de los almendros 431). Justo antes de la derrota, el exilio aún no significaba olvido, pues muchos pensaban que desde el exilio se podría continuar la lucha contra el régimen. Desafortunadamente, ese barco nunca llega, ya que las fuerzas de Franco han prohibido la entrada a cualquier barco extranjero ante la amenaza de disparar contra él. Empieza a llover y los ánimos se van apagando, hasta que finalmente un barco se asoma en el horizonte, en el cual todo el mundo deposita sus últimas esperanzas. Los concentrados en el puerto intentan engañarse a sí mismos creyendo que la razón por la cual el barco no lleva bandera francesa es porque Francia ha reconocido a Franco y es su obligación llevar la bandera del país del puerto donde atraca. Sin embargo, esta última esperanza se desvanece cuando el barco que llega es el Vulcano y desembarca tocando la marcha real. Soldevilla, uno de los críticos más destacados en el estudio de la obra de Aub, afirma que “Todos los personajes concentrados en el puerto van de la esperanza desengañada a la desesperación sin engaños; de creer en la vida posible fuera de España a la resignación de vivir o morir en esta España” (105). La llegada del Vulcano supone la negación de todo posible sueño de intentar escapar. Cárcel, represión y muerte es todo lo que les espera a los que se han quedado en el puerto. Por todos los medios han intentado escapar del laberinto de la guerra, pero han acabado en el centro de éste, en un callejón sin salida del que no hay escapatoria. En los numerosos pasajes de terror que encontramos en la novela, como el hombre que se suicida mientras todo el mundo come un plato de lentejas, o el que intenta matar a un guardia italiano antes de suicidarse, encontramos una necesidad de dar cuenta de sucesos precisos que verdaderamente ocurrieron en el pasado. Narrando ejemplos que ocurrieron en la realidad Aub
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expone la necesidad de demostrar una existencia y de luchar contra la amenaza del olvido. Debido a que la memoria de los vencidos primero fue vilipendiada y luego ignorada, la escritura testimonial es el único tributo que se puede dar a las víctimas, la única forma de mantener su memoria viva y de que su lucha no haya sido en vano. Muchos de los hombres que se encontraban en el puerto fueron vencidos por la desesperación y llevados a un cautiverio aflictivo tras ser declarados enemigos de España. Estos individuos fueron vistos como una amenaza para el nuevo régimen y para la convivencia entre los españoles. Por esa razón la única opción que se les dio fue la expulsión a los más agraciados o la eliminación a los menos afortunados. Una sociedad heterogénea no iba a ser permitida por la dictadura y la gente de ideología diferente debía desaparecer o caer en el olvido. Campo de los almendros refleja un análisis exhaustivo por parte del autor en el que se muestra una época donde no sólo un país, la España de la República estuvo a punto de desaparecer, sino también toda una generación de artistas e intelectuales. Según Aub, esta generación tuvo que elegir un exilio impuesto porque con el nuevo régimen “La policía, la delación, la censura, la mentira y el engaño tienen campo libre” (Hablo como hombre 10). Ahora deberíamos formularnos la siguiente pregunta ¿Qué actos específicos son los que llevan a la gente al exilio? Como se menciona en la novela, “Los republicanos recomendarán a los soldados y mujeres y, en general, a todas las personas que por su significación no tengan marcada responsabilidad, la conveniencia de quedarse en España, pues de acuerdo con el apartado número dos no serán molestados ni perseguidos” (Campo de los almendros 403). Si esta afirmación fuera cierta, entonces la gran mayoría de exiliados no habrían sido perseguidos o forzados a abandonar el país. Entonces, ¿Por qué tanta gente tuvo que marcharse al exilio? ¿Por qué tantos fueron acusados de traidores? Como podemos apreciar, la respuesta a esta pregunta es muy imprecisa y carece de una explicación clara. Hubo gente que fue condenada por cometer crímenes, otra por ideología política, y otros muchos porque les tocó luchar bajo el bando republicano sin llegar a comprender cuál había sido su crimen. Aub refleja esa incertidumbre creada en muchos prisioneros al desconocer estos el verdadero motivo de su condena. En la novela, una vez que la República se ha rendido oficialmente, comienzan las sentencias de muerte contras los republicanos los cuales, en muchas ocasiones, tan sólo luchaban por el gobierno que les había llamado a la lucha, sintiéndose indignados ante tales acusaciones. “En 1935, me castigasteis por ofender a la bandera republicana y hoy me condenáis por defenderla, ¿Con qué derecho me llamáis traidor? Traidores son los que faltan a su palabra y juramento y yo nunca di mi palabra ni nunca juré defender una bandera, como vosotros” (Campo de los almendros 614). Esta cita demuestra como los verdaderos traidores fueron aquellos que se rebelaron contra el país que habían jurado defender. Entre los republicanos existe una gran incertidumbre jurídica debido a que en España, el estado de derecho y democrático ha sido derrocado. Ante esta situación, los individuos no saben cuáles son sus derechos y responsabilidades como ciudadanos, lo cual tiene como resultado un gran caos y confusión entre los arrestados. Enzensberger, en su obra Dreamers of the Absolute, afirma lo siguiente: “A government only needs to leave uncertain what treason is and it becomes
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despotic” (60). Cuanto más vaga e incierta sea la definición de traición y crimen, más fácil es convertir estos dos términos en un concepto lleno de lagunas. De esta manera el gobierno consigue consolidar la estructura del poder imponiendo el miedo a la gente de haber colaborado o simpatizado con el enemigo. Con el miedo, los eventos acontecidos durante la guerra se convierten en una historia de terror Esto hace que la gente olvide y no quiera recordar para no ser perseguida o juzgada. Como sigue afirmando Enzensberger “The advantage of the taboo as an instrument for ruling… consists of its capacity to make everyone a potential traitor and every action potentially traitorous” (61). El vocablo traidor se convierte en un término clave para mantener la supremacía de la clase dominante y así afianzar su poder. La gente al desconocer sus derechos teme ser perseguida y para evitar tal acoso recurre a la negación y al olvido. De esta forma no se verán a sí mismos como traidores. “The only thing that is feared and called treason is the threat to the rule which emanates from the subjects themselves” (Enzensberger 63). El individuo se ve a sí mismo como un posible traidor potencial, no por las acciones que ha cometido, sino porque el término traición no está bien definido. La traición es vista por las fuerzas dominantes como un acto de revolución que será castigado. Por eso los acontecimientos que tuvieron lugar en Alicante son negados por la clase dominante y olvidados por el pueblo para no sufrir represalias. Esta elección de olvidar no voluntaria sino impuesta hace que lo acontecido sea un doloroso recuerdo que debe permanecer enterrado. Alicante, conocido como el levante feliz se convierte en el lugar de la tragedia, un lugar traumático que cae en el olvido. Como afirma Dominick LaCapra “a memory site is generally also a site of trauma that marks the extent to which memory has not been effective in coming to terms with it” (10). Debido a los violentos hechos que ocurrieron el 31 de marzo de 1936, el puerto de Alicante se convierte en un lugar de olvido, no solamente por parte de las fuerzas franquistas sino también por parte del pueblo español que es incapaz de lidiar con este dolor. Tras ser detenidos, muchos prisioneros fueron llevados a un campo de almendros situado cerca del puerto, de ahí viene el nombre de la novela. Este campo sirvió como campo de concentración improvisado durante un par de días hasta que finalmente los numerosos presos fueron recolocados en otros campos de concentración en España. A pesar de la breve existencia de este campo de concentración, el papel que éste juega en la memoria histórica de Aub como exiliado es clave. Aub se encontraba en Francia cuando la República se rindió oficialmente en Alicante, sin embargo él también fue prisionero en dos campos de concentración tras ser falsamente acusado de comunista. Primero en Roland Garros y después en Djelfa. Su odisea personal como preso político a través de distintos campos de concentración duró hasta 1942 cuando, gracias a la ayuda de autoridades diplomáticas, logró el exilio a México. Estando en el exilio es cuando Aub siente la necesidad de escribir lo que había acontecido en España, de contar al mundo la versión no oficial del fratricidio que se había llevado a cabo durante tres años y de las numerosas represiones que se estaban produciendo contra los simpatizantes de la República. Como afirma Sainz “los vencidos perdieron la guerra y su lugar en la historia y en la memoria de España y los españoles” (287). Al exiliarse, Aub quedaba en destierro, pero no iba a permitir que la memoria cayera en el olvido. En España, la memoria de la Guerra Civil se encontraba bajo el
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control del régimen franquista, el cual se apoderó y manipuló la historia según sus intereses castigando a los que suponían una amenaza contra la unidad nacional que se intentaba imponer. David Herzberger, en su libro Narrating the Past, defiende que el régimen de Franco protegió la superioridad moral del pasado español para justificar el destino histórico de España y así legitimar el presente (26). Por ese motivo, al igual que muchos españoles, la memoria histórica tuvo que marchar al exilio para no perecer y asegurar su existencia, para poder ser recordada por los que se marcharon con la esperanza de que algún día regresara para así poder reescribir la historia. En cualquier guerra, los vencedores se apoderan de la historia e imponen a las masas su propia versión de esta, lo cual lleva automáticamente a una apropiación de la memoria. Como defiende Nora “history is perpetually suspicious of memory, and its true mission is to suppress and destroy it” (9). Es decir, en España para tener la memoria de los españoles bajo control, el régimen de Franco tan solo necesitaba imponer una sola versión de la historia, de esta manera cualquier recuerdo o memoria que se alejara de la realidad impuesta sería tildado de calumnia. La historia pertenece a todos y a nadie, por eso una vez acabada la guerra se produce un doble enfrentamiento por el control de esta. Por un lado los vencedores con el apoyo de la Iglesia y de los organismos oficiales del estado imponen su propia versión no solo a los propios españoles, sino también a la comunidad internacional. Por el otro lado, desde el exilio, Aub mantiene una lucha a través de la literatura para reflejar como entendió él la guerra y hacer al mundo saber lo que ocurrió. Sainz afirma que Max Aub escribe en sus diarios la siguiente frase “salí de España por no callar, porque esa es mi manera de combatir y no callaré mi verdad” (287). No callar es combatir el silencio, el arma más poderosa que se puede usar para forzar el olvido de la historia y de la memoria, por esta razón, el exilio se hace necesario para Aub. Una vez en el exilio, la literatura es utilizada como una herramienta para encontrar la verdad. En El laberinto mágico historia y memoria se anteponen al nivel estético pues el objetivo primordial de Aub no es deleitar al lector, sino mostrarle su verdad. Como ha comentado José Sainz, Aub, al igual que muchos otros exiliados, se encontraba en inferioridad numérica, pues difícilmente se puede combatir a un gobierno dictatorial en el exilio, en un país que lo había acogido, pero cuya historia no era de mayor relevancia para la opinión pública mexicana. No obstante, esto no lo hace desistir en escribir para contar la verdad pues “al escribir se crea diálogo, y este ayuda a organizar y a asimilar la experiencia vivida en la mente de los protagonistas” (Sainz 289). Escribiendo en el exilio Aub reconoce su propia ausencia, pero mantiene viva la memoria que está siendo silenciada al otro lado del océano. La memoria de la España que salió funciona como un fármaco para que el país no olvide su pasado y su realidad por muy tristes y amargos que estos sean. En la España franquista, las heridas creadas por la Guerra Civil fueron negadas, haciendo que estas jamás cicatrizaran. Al contrario, en el exilio, las heridas producidas en este capítulo tan negro son expuestas y tratadas con la esperanza de que algún día esas heridas se puedan curar. En Campo de los almendros Aub apela constantemente a la memoria y reivindica una realidad que está siendo negada constantemente. Como exiliado, su conflicto principal es que “tiene que confiar en un lector virtual, ausente y
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clandestino y en la capacidad de este para instaurar significado al mensaje escrito” (Sainz 290). El público al que mayoritariamente va dirigida su obra, no tiene acceso a ella, pues está censurada, mientras que el público que sí tiene acceso a ella no está interesado. Como resultado, Aub se convierte en un escritor que escribe para un público fantasma, un público desconocido que lee sus obras en la clandestinidad en España o que como él se encuentra exiliado en otros lugares del mundo. Sin embargo, la falta de un lector específico no le impide continuar con su testimonio y revivir la memoria. La imposibilidad de recordar qué ocurrió en España hace que los recuerdos tengan que ser llevados al exilio, desde allí se describe la realidad social y política de un lugar que ya no existe para Aub y que tan solo permanece en su memoria. Esto ha sido denominado por Margaret Ferguson como “exile’s region of unlikeness” (846). Desde el exilio se rememora un lugar tal y como el exiliado lo recuerda, pero este recuerdo del pasado puede estar idealizado y ser una distorsión de la realidad. Aub sólo puede recurrir a su memoria y recuerdos para narrar lo que ocurrió pero no puede contrastar lo ocurrido con los que decidieron quedarse pues no existe una línea de comunicación directa que no esté controlada por la censura. Como afirma Vicente Llorens, crítico contemporáneo a Aub, “la vida del exiliado supone una alteración esencial de la existencia humana, que se equilibra siempre, aunque en forma inestable y cambiante, entre dos términos tan opuestos como necesarios: el pasado y el presente” (9). A través de la memoria, Aub intentar traer el pasado al presente para que este no desaparezca y permanezca vivo. La voz de Aub es una voz de lucha, de crítica y denuncia, una voz de compromiso social y político con los valores que él defendió cuando vivía en España. “A nosotros los dramaturgos sólo nos queda dar cuenta de la hora en crónicas más o menos verídicas” (Hablo como hombre 40). Aub aspira que en el exilio su voz represente a la de todos aquellos que fueron silenciados, los que no pudieron contar lo que ocurrió porque fueron sentenciados. Aub no habla por sí mismo, sino por todos aquellos que no pudieron hacerlo, su memoria es la memoria histórica y colectiva de toda una generación que fue silenciada. A pesar de la importancia histórica y literaria que esconde la literatura de Max Aub, el nombre de Aub apenas es conocido en España y su obra corrió el riesgo de pasar completamente desapercibida dentro del canon de la literatura española de la Guerra Civil. La figura de Max Aub no fue reivindicada hasta el año 1996 cuando Antonio Muñoz Molina leyó su discurso de ingreso en la Real Academia Española titulado Destierro y destiempo de Max Aub. En este discurso Muñoz Molina afirmó que “la figura de Aub ha sido modelada por la lejanía y el desconocimiento” (14). En el año 2003, para conmemorar el primer centenario del nacimiento de Max Aub, la Generalitat Valenciana colaboró con la publicación del libro Max Aub en el laberinto del siglo XX quizás el estudio más profundo sobre el autor en el que colaboran fuentes gubernamentales. El hecho de que la figura de Max Aub tuviera que esperar más de veinte años después de su muerte para recibir un primer reconocimiento oficial, indica que ha existido en España una laguna en cuanto a muchos de los eventos relacionados con la Guerra Civil y las consecuencias que ésta tuvo en muchos españoles. Encontrar una razón que justifique esta supuesta crisis de memoria histórica no resulta fácil pues no existe un claro consenso. Colmeiro
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afirma que la memoria histórica de la Guerra Civil ha recorrido un camino pantanoso repleto de agujeros negros debido a: el tiempo de silencio y olvido impuesto por el franquismo, y la transición hacia la democracia en la que el franquismo se convirtió en un tema tabú (18). Colmeiro continúa afirmando que la transición fue una supuesta “ceremonia de perdón”, una farsa en la que nadie pidió perdón a nadie y donde se evitó hacer cuentas con el pasado. Esto dio como resultado “una voluntaria amnesia colectiva resultado de no querer sacar el esqueleto del armario en que quedó cerrado y bien cerrado” (Colmeiro19). Esta amnesia voluntaria es una coartada para negar un pasado que resulta incómodo y con el que gran parte de la sociedad no quiere lidiar debido a su complejidad y al miedo de abrir nuevas heridas. Debido a este olvido voluntario, los acontecimientos ocurridos comienzan a quedar en la lejanía hasta el punto de convertirse en un mito visto desde la nostalgia. Desde esta perspectiva, la tragedia acontecida en el puerto de Alicante y las posteriores represiones producidas en el campo de almendros que describe Aub, se convierten así en el paradigma de la amnesia española. Una amnesia colectiva producida por tres razones principales. Una, el interés del régimen de negar tal represión alegando que solo se castigó a los que habían cometido crímenes de sangre. Dos, la incapacidad del pueblo español de recordar debido al dolor que causan tales recuerdos. Tres, la necesidad de hacer borrón y cuenta nueva como forma de avanzar hacia la democracia y pactar una reconciliación basada en el silencio. Como ya he mencionado, la figura de Max Aub fue rescatada por Muñoz Molina, escritor que junto a otros como Manuel Rivas o Javier Cercas pertenecen a una segunda generación que no vivió la guerra, pero que durante su infancia creció rodeada de testimonios sobre ésta. Esta narrativa sobre la Guerra Civil durante la democracia tiene la intención de recuperar la memoria histórica a través de historias y testimonios que fueron silenciados durante el franquismo. La principal ventaja que esta generación tiene sobre Max Aub es que estos nuevos escritores escriben en un periodo donde existe la libertad de sacar a la luz una memoria que ha estado oprimida durante cuarenta años. Esta generación reivindica a Aub como uno de los más célebres escritores en lo que se refiere a la narrativa de la Guerra Civil, sin embargo el gran éxito que estos autores han cosechado con sus novelas, ha dado como resultado que la literatura de Aub haya quedado en un segundo plano. Irónicamente, la misma generación que ha ensalzado la figura de Aub es la que indirectamente ha contribuido al desconocimiento de éste. Moreno Nuño defiende que la literatura escrita durante la democracia funciona como un lieux de mémoire que reemplaza una memoria cada vez más lejana y que se está perdiendo (15). Debido a que vivimos en una sociedad que es incapaz de recordar, nos vemos obligados a escribir para evitar que la memoria caiga en el olvido. Nuestra dependencia en la escritura se debe a nuestra inhabilidad de mantener la memoria viva y pasarla de generación en generación. Según Nora, lieux de mémoire are fundamentally remains, the ultimate embodiments of a memorial consciousness that has barely survived in a historical age that calls out for memory because it has abandoned it” (12). Estos lugares surgen porque ya no existe la memoria espontánea y sentimos la necesidad de crear archivos, monumentos y celebrar aniversarios, porque de lo contrario, nuestra memoria sobre los
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grandes acontecimientos históricos estaría condenada a desaparecer. Cada grupo e individuo tiene su propio lieux de mémoire, el cual está cargado de simbolismo. Si se toma en cuenta la afirmación de Robert Jauss de que “A literary work is not an object that stands by itself and offers the same view to each reader in each period… It is much more like an orchestration that strikes ever new resonances among its readers and that frees the text from the material of the words and brings it to a contemporary existence” (21), podemos establecer que Campo de los almendros es un texto repleto de diferentes lieux de mémoire donde los dos más destacados son el puerto de Alicante, y el campo de almendros. Según Nora, existen dos tipos de lieux de mémoire, uno dominante y otro dominado. El dominante es “spectacular and triumphant, imposing and, generally, imposed – either by a national authority or by an established interest, but always from above” (23). En esta categoría, el monumento más importante relacionado con la Guerra Civil es El Valle de los caídos. Mandado construir con la intención de recordar a los caídos por Dios y por la Patria, hoy en día este mausoleo funciona más bien como un recuerdo a la discordia entre las dos Españas ya que fue construido por presos republicanos. El segundo tipo de lieux de mémoire, el dominado, son “places of refuge, sanctuaries of spontaneous devotion and silent pilgrimage, where one finds the living heart of memory” (Pierre 23). Lieux de mémoire de este tipo apenas existen en España relacionados con la Guerra Civil, de hecho aún no existe un museo en España dedicado a esta guerra. Si tomamos como cierta la opinión de Nora de que estos lugares existen porque somos incapaces de recordar, entonces gran parte de los recuerdos de la guerra caerán en el olvido para solo mantenerse vivos en la literatura. Por este motivo la obra de El laberinto mágico cobra un significado vital pues está repleto de lieux de mémoire que en la actualidad se desconoce su significado histórico. Además, si observamos la relación que la ciudad de Alicante tiene con su propia historia de la Guerra Civil, encontraremos que ésta apenas reconoce los eventos que Aub narró en Campo de los almendros. En la actualidad, no existe ningún monumento en el puerto de Alicante que conmemore a las víctimas de aquel triste 31 de marzo de 1936, en el que muchas personas perdieron la vida. En el año 2009 la comisión cívica de Alicante para la recuperación de la memoria histórica solicitó a la Autoridad Portuaria de Alicante la colocación de la estatua “La Paloma”, donada por la familia del escultor Eusebio Sempere. La petición fue rechazada bajo el siguiente motivo: “La zona del paseo del Puerto ya no se va a usar para ningún concierto, ni para actos de la hoguera por problemas de seguridad” (López Barceló, “Campo de los almendros: de campo de concentración a centro comercial”). La vaguedad en la respuesta, en la que se equipara la historia a actos festivos populares, no solo refleja el escaso interés mostrado en la recuperación de la memoria, sino el desconocimiento histórico de la autoridad portuaria sobre la ciudad de Alicante. Igual de grave es el campo de almendros convertido provisionalmente en campo de concentración pues según López Barceló en el año 2004 se levantó un centro comercial en el área que supuestamente componía el campo. De hecho, ha habido que esperar hasta junio de 2012 para que la alcaldesa de la ciudad finalmente colocara una placa en honor a las víctimas en un terreno que fue parte del campo de concentración. En la ceremonia la alcaldesa de la ciudad
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Sonia Castedo afirmó que Castedo, la placa es una deuda pendiente con la historia de la ciudad ( Escribano, “Descubren una placa alusiva al campo de concentración de los almendros”). No obstante hay que tener en cuenta que la Comisión de la Memoria Histórica ha estado reclamando esta placa desde hace ocho años. Los tímidos esfuerzos por parte de las administraciones locales de recuperar la memoria de la Guerra Civil demuestran una falta de auto-análisis crítico sobre nuestro pasado y la herencia de éste. Otros países como Alemania han decidido admitir públicamente los errores cometidos en el pasado mediante el mantenimiento de lieux de mémoire como el campo de Auswitch o la creación de monumentos para recordar a las víctimas, así como la creación de leyes que prohíben la apología al Nazismo. En cambio España parece tener un problema a la hora de lidiar con su pasado pues su sociedad se encuentra dividida entre los que abogan por una recuperación de la memoria histórica y los que defienden que la memoria histórica que se pretende recuperar es arbitraria y con fines partidistas. Por un lado, académicos como José Colmeiro claman que la falta de memoria se ha convertido en el gran inconsciente político nacional (1) y defienden la necesidad de recuperar la memoria histórica del pasado. Por otro lado, académicos como Loureiro niegan la existencia de un pacto de silencio durante la transición argumentando que la memoria histórica se ha convertido en una excusa moral para exigir demandas políticas (3). Esta falta de consenso demuestra que la memoria de Aub sobre la Guerra Civil queda viva en su literatura, la cual sigue siendo estudiada dentro del mundo académico. Desafortunadamente, debido a nuestra incapacidad de hacer memoria y de depender de lieux de mémoire para mantenerla viva, Max Aub y los acontecimientos de la Guerra Civil irán cayendo en el olvido convirtiéndose en un mito con el transcurso de los años. Tomás Nicolás Blazquez, University of Missouri, Doctoral student.
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Tomás Nicolás Blazquez OBRAS CITADAS
Aub, Max. Hablo como Hombre. México: Joaquín Mortiz, 1967. Impreso. ---. Campo de los Almendros. Madrid: Alfaguara, 1981. Impreso. Colmeiro, José F. Memoria Histórica e Identidad Cultural. Barcelona: Anthropos, 2005. Impreso. Enzensberger, Hans Magnus. Dreamers of the Absolute: Essays on Politics, crime and culture. Trad. Michael Roloff, Stuart Hood, Richard Wooley y Hans Magnus Enzensberger. London: Radius, 1988. Impreso. Escribano, Sylvia. “Descubren una placa alusiva al campo de concentración de los almendros” Diarion información Junio 2012. Web. Ferguson, Margaret. “Saint Augustine’s Region of Unlikeness: The Crossing of Exile and Language.” Georgia Review 29 (1975): 842-64. Impreso. Herzberger, David. Narrating the Past: Fiction and Historiography in Postwar Spain. Durham: Duke UP, 1995. Impreso. Jauss, Hans Robert. Toward and Aesthetic of Reception. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1982. Impreso. LaCapra, Dominic. History and Memory after Auschwitz. Ithaca: Cornell University Press, 1998. Impreso. Llorens, Vicente. Literatura, historia, política Madrid: Revista de Occidente, 1967. Impreso López Barceló, Esther. “Campo de los almendros: de campo de concentración a centro comercial”. Foroporlamemoria. Septiembre 2004. Web. Loureiro, Angel G. “Pathetic Arguments.” Journal of Spanish Cultural Studies. 9.2 (2008) : 22537. Impreso. Moreno Nuño, Carmen. Las huellas de la Guerra civil. Mito y trauma en la narrativa de la España democrática. Madrid: libertarias, 2006. Impreso. Nora, Pierre. “Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire”. Representations 26. Memory and Counter-Memory. (1989): 7-24. Impreso. “Proponen una escultura en el Puerto de Alicante en honor a 15.000 republicanos.” 20minutos. Marzo 2009. Web. Rodríguez Monegal, Emir. El Arte de Narrar. Caracas: Monte Ávila, 1971. Print. Sáinz, José A. “Memoria.” Max Aub en el Laberinto del Siglo XXI. Ed. Juan María Calles. Valencia: Biblioteca Valenciana, 2003. 286-292. Impreso. Soldevilla Durante, Ignacio. La Obra Narrativa de Max Aub (1929-1969). Madrid: Gredos, 1973. Impreso. Ugarte, Michael. “Max Aub’s Magical Labyrinth of Exile.” Hispania 68.4 (1985): 733-39. Impreso.