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Tratamientos psicodinámicos…. 4º GRADO Curso 2013-2014 UNED
Aitziber Laguardia
Cap. 8 Terapia centrada en el cliente 1.Introducción Encuadre histórico Terapia no directiva, “psicoterapia centrada en el cliente” o “de persona a persona” es el nombre con el que se conoce el enfoque desarrollado por Rogers. Este autor ha sido el primero en presentar una alternativa a la psiquiatría y al psicoanálisis y en grabar y publicar sesiones de terapia. Se mostró particularmente crítico con los enfoques positivistas en la investigación y los modos tradicionales de educación. El período de máxima difusión e influencia de su obra coincidió con el auge del Movimiento de la Psicología Humanista durante las décadas de los 60 -70, por lo que se le considera uno de sus máximos representantes junto con otros autores (Maslow, Perls…). Se empeñó en una psicología más humana y menos experimentalista que la conductista, a la par con la experiencia inmediata y consciente. Su vida y obra siguieron evolución paralela.
Breve biografía Carl Rogers (1902 – 1987) nació en el seno de una familia conservadora, rígida, unida y afectuosa. A los 12 años se trasladó a una granja, administrada por su padre, donde tuvo contacto con la naturaleza. Inició estudios universitarios en Wisconsin en la carrera de agricultura pero la abandonó a los dos años. Ingresa en la Union Theological Seminary en 1924 siguiendo a la par varios cursos de la mano de discípulos de Dewey. Participó como becario y trabajó con niños y adolescentes. Al final obtuvo empleo como psicólogo en el Child Study Department en la Society for de
Prevention of Cruelty to Children en Rochester, New York, pero no sintiéndose cómodo con el psicoanálisis que prevalecía en ella. Desarrolló trabajo práctico como psicólogo clínico aplicado, que culminó con su publicación de The Clinical treatment of the problem child
(1939) En esa época estuvo a punto de dudar de su identidad, sintiéndose más asistente social que psicólogo pues no trabajaba con ratas sino con personas. En 1940, ya profesor de psicología de la universidad de Ohio, escribiría su libro
Counseling and psychotherapy – 1942. Entre el 1945 y el 1957 enseña en la universidad de Chicago dirigiendo además el centro de orientación psicológica. Publica en este período su obra Client Centered Therapy, convirtiéndole en uno de los teóricos más destacados del campo psicoterapia. Posteriormente se traslada a Wisconsin en la que junto con otros lleva a
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cabo un proyecto de investigación a gran escala sobre la psicoterapia con población esquizofrénica, publicado en el 1967. Su obra cumbre aparece como On Becoming a Person (El proceso de convertirse en persona). En el 1963 se traslada a California desarrollando intensa actividad con grupos de encuentro. Su hipótesis fue construyéndose y probándose de forma gradual, dando pie al nacimiento de la terapia no – directiva, como protesta ante la perspectiva diagnóstica y prescriptiva que prevalecía en aquella época. A los que acudían a consulta se les llamaba “clientes” subrayando así su capacidad e iniciativa. Con el tiempo da paso a la denominación Terapia Centrada en el Cliente TCC, aunque posteriormente el mismo Rogers prefería: “Enfoque centrado en la
persona” (dimensión bidireccional de persona a persona en la relación terapéutica). En la década de los setenta aplicaría su enfoque a grupos, parejas, organizaciones,... En los últimos años de su vida, se interesará por fundamentar su concepción del “proceso de convertirse en persona”, en una tendencia que denomina “formativa”, presente en los organismos vivos y en el universo sideral. En los últimos escritos postula una dimensión transcendental del humano en ese proceso inagotable de llegar a ser: “En nuestro trabajo como terapeutas y coordinadores centrados en la persona, hemos descubierto aquellas cualidades que son demostrablemente eficaces a la hora de posibilitar cambios constructivos y un crecimiento en la personalidad y en la conducta de los individuos... Cuando suministramos un clima psicológico que permite a la persona ser... estamos profundizando en una tendencia que impregna toda la vida orgánica, una tendencia que posibilita que todo organismo alcance aquella complejidad de que es capaz. Y en una escala mayor, creo que estamos sintonizando con una potente tendencia creativa responsable de la aparición de nuestro Universo... Y quizá estamos rozando el filo de la navaja de nuestra habilidad para trascendernos, para crear direcciones espirituales nuevas en la evolución humana” .
Así, en 1986 Rogers adopta una postura que hace compatible la dimensión operativa o funcional de la psicoterapia aplicada a la experiencia mundana con otra más propia de una perspectiva transcendental, llamada también “transpersonal”, al igual que otros autores humanistas (Fromm, Maslow…). Murió el 4 de febrero de 1987 en el proceso de una recuperación de intervención quirúrgica. No se le prolongó artificialmente su vida.
Bases epistemológicas En uno de sus últimos escritos, resume su posicionamiento teórico en una hipótesis que, casi como un testamento, propone para el futuro: “En el Universo hay una tendencia direccional formativa que puede observarse... [...] Se trata de una tendencia evolutiva hacia el orden, complejidad e interrelación mayor. En el humano se manifiesta a medida que el individuo pasa de una única célula original a un funcionamiento orgánico complejo, a un conocimiento consciente del organismo y del mundo externo, y a un conocimiento trascendental de la armonía y unidad del sistema cósmico, incluida la especie humana...
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[...] esta hipótesis podría servir de base sobre la que construir una teoría para la Psicología Humanista... constituye una base para enfoque centrado en la persona” .
Rogers partía de su experiencia inmediata como psicoterapeuta. En 1951 había observado que bajo ciertas condiciones, condiciones facilitadoras, se producía un movimiento espontáneo del cliente hacia una mayor integración. Este movimiento era resultado de una tendencia del organismo hacia la autorrealización, producto de una tendencia actualizante: “En todo organismo, a cualquier nivel, existe un flujo subyacente hacia la realización constructiva de sus posibilidades inherentes. En los seres humanos también existe una tendencia natural hacia un desarrollo más complejo y pleno. El término utilizado es el de tendencia actualizante y está presente en todo organismo vivo”.
En este texto, Rogers aludía al “principio organísmico”, compartido por todos los autores adscritos al movimiento de la Psicología Humanista, según el cual, “ las tendencias que mantienen el funcionamiento del organismo no son más que las fuerzas que surgen de su tendencia a actualizarse tan plenamente como sea posible en términos de sus potencialidades ”. Los conceptos básicos de la teoría
organísmica pueden resumirse de la siguiente forma: El organismo tiene una naturaleza interna intrínseca de necesidades y tendencias direccionales. El modelo organísmico de organización y crecimiento de la personalidad es biológico. Las tendencias direccionales organísmicas orientan y controlan el desarrollo de la personalidad humana. El organismo ha de afirmarse en estas direcciones para asegurar un crecimiento sano. Rogers lo extiende a todo el universo (no solo a los organismos vivos) y la llama “ tendencia formativa”, que en el plano psicológico significa que “cada ser humano posee una tendencia autodirigida hacia la totalidad, hacia la actualización de sus posibilidades”. En el hecho de desarrollar esta concepción organísmica y abrazar su planteamiento teórico influyeron en Rogers, tanto sus experiencias personales y observacionales naturalistas en la granja, como sus experiencias vivenciales durante sus años de formación. El autor utilizó, en sus escritos, una imagen de la granja de sus padres, en la que las patatas del sótano se desarrollaban a pesar de la oscuridad. Esta imagen se convirtió en una analogía, que el autor utilizaba para comprender los esfuerzos de sus clientes por crecer y desarrollarse a pasar de las circunstancias y experiencias frecuentemente negativas. Esta tendencia natural hacia el desarrollo será el punto de partida para la terapia rogeriana, y la
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labor del terapeuta consistirá en crear las condiciones necesarias para hacer posible su desarrollo.
Modelo de hombre, de trastorno y de curación El terapeuta centrado en la persona parte de la suposición que tanto él como el cliente son dignos de confianza. Cada organismo posee un movimiento subyacente e instintivo que se dirige hacia la realización constructiva y su potencia inherente. Kirschenbaum y Henderson lo resumen: “todas las personas poseen en el interior la capacidad para conducir sus propias vidas de forma personalmente satisfactoria y socialmente constructiva. Dada una específica relación de ayuda, en la que permitimos a la persona descubrir su sabiduría interior y confiar en sí misma, ésta llevará a cabo elecciones más constructivas y sanas”.
Si el organismo tiende naturalmente hacia la propia realización se supone que este objetivo se alcanzará inexorablemente y que la intervención externa en ese proceso es innecesaria e inútil. Sin embargo esta postura no es compartida ni por Rogers ni por el resto de los psicólogos humanistas en general: Se acepta que agentes externos pueden interferir por exceso o por defecto en el proceso del desarrollo organísmico; Se acepta que un medio hostil o traumático puede afectar gravemente al organismo, produciendo una debilidad o desviación en su proceso de realización; Se acepta que ciertas condiciones pueden tener un efecto terapéutico reparador, que en el caso del ser humano se llaman facilitadoras, permitiendo la reanudación o continuación del proceso de autorrealización o proceso de convertirse en persona. Estas condiciones facilitadoras son las que fundamentan la concepción de la psicoterapia de Rogers. La visión positiva de la naturaleza humana que sostiene el Tp centrado en la persona, corre pareja con su insistencia en la singularidad individual, no existen dos personas iguales y comparables, la personalidad humana es tan compleja que no puede justificarse la etiquetación diagnóstica de las personas. El Tp centrado en la persona sabe muy bien que no puede esperar desvelar completamente el mundo perceptivo del cliente, y que el cliente mismo sólo puede conseguirlo con gran esfuerzo. Además, el mundo perceptual del cliente está deteriorado por las experiencias que ha rechazado o que ha asimilado en el autoconcepto. Este autoconcepto hace referencia a la representación perceptual o consciente
que
una
persona
tiene
de
sí
misma
(tímida,
triunfadora,
independientemente de lo mejor o peor que se halle articulada la imagen.
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insegura…)
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Hay que distinguir el autoconcepto del “yo organísmico”. Por lo tanto representación y experiencia inmediata pueden entrar en contradicción e interferirse mutuamente. Por lo que la experiencia inmediata y el autoconcepto no siempre van de acuerdo. El autoconcepto se desarrolla en el tiempo y depende en gran medida de las actitudes de aquellos que constituyen las personas significativas para el individuo. (Ej: Niño que muestra curiosidad, y es tratado por el padre de “malo”). Una discrepancia entre experiencia y representación puede dar lugar a una autoimagen o autoconcepto poco fiable de sí misma, como también podría dar lugar a una actitud de obediencia exterior pero de desacuerdo interno con la imagen propuesta por el padre, manteniendo la congruencia con la experiencia real y protegiendo el autoconcepto. Se concluye que allí donde la persona está rodeada de individuos que condenen o castiguen la conducta que emana de experiencia inmediata, puede provocar el que esta experiencia sea confundida. Si ello ocurre a menudo la persona crecerá con una imagen incongruente con su yo organísmico. En tales casos el autoconcepto puede convertirse en el mayor enemigo del yo organísmico y debe ser sometido a una transformación radical si se desea que la tendencia actualizante se establezca por sí misma. El Tp centrado en la persona trabaja constantemente con clientes que han perdido contacto con la tendencia actualizable interna, tratando de crear un clima apropiado para restablecerla. Estas personas han estado rodeadas de otras que no confían en su capacidad innata como seres humanos para avanzar, estableciéndose las bases para el desarrollo de diversas “patologías”. Las personas psicológicamente sanas son aquellas que han vivido en ambientes propicios para el desarrollo de un autoconcepto compatible con sus experiencias organísmicas, sin tener que censurarlas ni distorsionadas para hacerlas aceptables. Poseen libertad psicológica que les permite avanzar por el camino que les lleve a convertirse en personas que funcionan plenamente “Fully functioning”, para referirse a personas que hacen uso de sus talentos y habilidades, realizan sus potencialidades y avanzan hacia un conocimiento más completo de sí mismos. Características de personalidad de estos individuos según Rogers: Estar abiertos a la experiencia. Son capaces de escucharse a sí mismas y a los demás y de experienciar lo que les sucede sin sentirse amenazadas. Muestran un alto grado de consciencia, especialmente en lo que concierne al mundo de los sentimientos. Habilidad para vivir cada momento de la experiencia propia. Se confía en la experiencia, y así se constituye en la fuerza moldeadora de la personalidad que va emergiendo, sin querer encajar en otra realidad.
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Confianza organísmica. Se manifiesta esta confianza en la toma de decisiones. Muchos individuos se apoyan en fuentes externas, sin embargo, las personas que funcionan plenamente consideran sus experiencias organísmicas como la fuente de información más valiosa y fiable para decidir sus acciones en cualquier situación. Rogers: “hacer lo que se siente como correcto, demuestra ser una guía digna de confianza para la conducta”. Percepción de libertad personal. Para Rogers el sentido de la responsabilidad para determinar las propias acciones y sus consecuencias constituye una señal de salud. La persona se experiencia como un ser libre y activo. Quien funciona con plenitud es típicamente creativa. Puede acomodarse a las condiciones cambiantes de la vida, desarrollando nuevas formas de adaptación y desarrollo. Es poco probable que sean conformistas, aunque se relacionaran con la sociedad de modo tal que les permita implicarse totalmente sin quedarse aprisionados por las convecciones o la tradición. Se concluye que: La concepción rogeriana de la salud psicológica equivale al pleno funcionamiento psicológico, caracterizado por la apertura a la experiencia, capacidad de experienciar y vivir cada momento, confiar en el organismo, convertido en referente interno de evaluación, libertad y creatividad. La concepción rogeriana de la psicopatología equivale a la de la discrepancia estructural o permanente entre el auto-concepto o representación de sí y la experiencia real u organísmica. Los síntomas o criterios diagnósticos no son más que etiquetas otorgadas a esfuerzos para mantener la congruencia interna o buscar de alguna manera la continuidad en el proceso de realización. La concepción rogeriana de la curación tiene que ver el con el restablecimiento para reconocer la experiencia organísmica, la restauración de la confianza plena en ella y movilización, como consecuencia de la tendencia actualizante, proporcionado por la activación de la tríada de actitudes terapéuticas (congruencia o autenticidad, aceptación positiva incondicional y comprensión empática).
2.Aspectos teóricos y técnicos La Psicoterapia Centrada en la Persona implica relación (como cualquier práctica psicoterapéutica). La mayoría de las terapias parten del supuesto que el mal llamado paciente o cliente tiene una serie de problemas que no sabe o no puede resolver y que para ello precisa ayuda de un experto. Este planteamiento “centrado en el síntoma o problema” en
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Rogers, fue cambiando hasta transformarse en un planteamiento “centrado en la persona”: “¿cómo puedo crear una relación que esta persona pueda utilizar para su propio desarrollo?” La hipótesis general de la pregunta da lugar a la siguiente respuesta “Si puedo crear un cierto tipo de relación, la otra persona descubrirá en sí misma la capacidad de utilizarla para su propia maduración y de esa manera se producirá el cambio y el desarrollo individual”. Las condiciones que facilitan el proceso de autorrealización o de auto-actualización son: Que dos personas estén en contacto Que el cliente este en un estado de desacuerdo interno, de vulnerabilidad o angustia. Que el terapeuta esté en un estado de acuerdo interno, al menos durante el tiempo de la entrevista respecto al objetivo de su relación con el cliente. Que el terapeuta experimente sentimientos de consideración positiva incondicional respecto del sujeto. Que el terapeuta experimente una comprensión empática del marco de referencia interna del cliente. Que el cliente perciba – aunque sea en un grado mínimo- la presencia, tanto de la consideración positiva incondicional, como de la comprensión empática del terapeuta. El trabajo terapéutico no puede ser llevado a cabo sin el establecimiento de una relación interpersonal con componentes necesariamente emocionales y afectivos. De estas seis condiciones una es común a terapeuta y cliente y hace referencia al hecho de estar en contacto. Dos de estas condiciones se refieren al cliente y sobre ellas hay que hacer dos observaciones: Que el cliente perciba las actitudes del terapeuta. No son condiciones limitadas por la personalidad del cliente, cada uno las adapta a su idiosincrasia. Las otras tres condiciones afectan a la persona y la actuación del terapeuta constituye la “tríada” de condiciones necesarias y suficientes para el buen funcionamiento de la interacción terapéutica:
Congruencia o autenticidad
Aceptación positiva incondicional
Comprensión empática
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Congruencia o autenticidad Es el elemento central de esta teoría que trata del estado de acuerdo interno, es decir, de la autenticidad de las actitudes del Tp, que se corresponde habitualmente con el término de congruencia. Para Rogers la persona realizada es la que “ha llegado a ser él mismo”, la que presenta una congruencia entre el organismo y el self. Esta actitud incluye dos elementos: La receptividad por la conciencia del terapeuta de todos sus sentimientos. La disposición a comunicar estos sentimientos al cliente para que se facilite una relación interpersonal auténtica. Estos son sólo aspectos de la autenticidad del terapeuta que se refieren a las que forman parte de las experimentadas en su relación interpersonal con el cliente. Para que la relación sea terapéutica es necesario que la experiencia inmediata del terapeuta esté correctamente representada o simbolizada en su conciencia, es decir, que los sentimientos y actitudes que se tienen hacia el cliente estén plenamente disponibles en su conciencia. La noción de autenticidad o congruencia va más allá de sinceridad, pues ésta es una actitud social que puede no corresponder a sentimientos organísmicos. “ Si el terapeuta
comprueba que sus sentimientos lo dominan hasta tal punto que se siente incapaz de concentrarse en el cliente, es importante que exprese estos sentimientos” . La comunicación directa y sincera de las propias emociones o sensaciones puede tener efectos terapéuticos casi inmediatos. Sucede, a veces, que el comportamiento o actitud del cliente suscita en el terapeuta una clara sensación de incomodidad, a la que pueden contribuir las más variadas causas. La terapia es una relación que reta al Tp a ser tan sensible como sea capaz en cada momento. Sin esta condición el terapeuta no puede desarrollar la empatía, puesto que no hay nada más pernicioso que la hipocresía de los afectos. Conseguir esta actitud representa un acto de sinceridad. El concepto de congruencia encaja con la denominación “de persona a persona” que propone Rogers en su enfoque pues la apertura total y mutua es la mejor garantía de eficacia. En sus últimos escritos Rogers habla sobre la transparencia: “ Cuanto más sea el Tp él mismo durante la relación, dejando de lado cualquier orientación profesional o fachadas personales, mayor será la posibilidad del cliente cambie y crezca de forma constructiva. El término “transparencia” refleja lo esencial de esta condición: el Tp se hará transparente al cliente; éste verá con claridad lo que está viviendo el Tp durante la relación; el cliente no experimentará ninguna contención por parte del Tp. El
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terapeuta lo aprovechará para obtener información estableciéndose consonancia o conexión entre lo que está experimentando a nivel visceral, lo presente como información y lo que se expresa al cliente ”.
Aceptación o consideración positiva incondicional Significa la ausencia de condiciones para la aceptación del otro, implica un interés positivo hacia el cliente, así como un profundo respeto (Rogers, 1957): “ Probablemente esta
aceptación sólo es posible en el Tp que haya integrado en su propia filosofía una convicción profunda en relación al derecho del individuo a la autodirección y autodeterminación” . Es confundida con la “aprobación incondicional”, pero no son lo mismo, puesto que la aprobación supone una forma de juicio o valoración que sería contraria a una actitud fenomenológica; el Tp que quiere comprender el mundo de su cliente necesita despojarse de sus prejuicios. Aceptar de modo incondicional significa, por tanto, tomar la configuración de la existencia del cliente en su totalidad tal y como se presenta. No significa necesariamente estar de acuerdo con su comportamiento, sino entenderlos en la totalidad de su experiencia existencial. Los comportamientos o actitudes más difíciles de aceptar son aquellos que entran en colisión con los valores del Tp y, a veces, con los ideales del propio cliente. Pero cuando los elementos negativos del cliente se perciben según su óptica, esta conducta se vuelve perfectamente coherente, por lo que se vuelve psicológicamente aceptable. En su lucha por la supervivencia emocional el individuo comete acciones cuya naturaleza no puede reconocer en el momento y que, en otras circunstancias, se resistiría hasta pensar. Más allá de los argumentos teóricos que se puedan dar a favor de la aceptación positiva incondicional, existen un par de argumentos ad hominen que no admiten objeción. En la alternativa de poder escoger un Tp que nos acogiera de forma abierta y sin prejuicios, mostrando un auténtico interés y aprecio por nosotros, que nos comprendiera en lo más íntimo de nuestras motivaciones y necesidades, frente a otro que se mostrara distante, arisco, reservado, sospechoso, indagador, severo y propenso a condenar nuestros errores…
Empatía o comprensión empática Disposición y capacidad de percibir el marco interno de referencia del cliente, tal y cómo éste lo percibe. Es una percepción de la realidad y una forma de experimentar los sentimientos del otro por contradictorios que puedan ser en sí mismos o ajenos a los propios. Es un método de conocimiento y de relación. Significa que lo que siente la otra persona puede ser sentido igualmente por mí, pero no como mío, sino como del otro, sin confusión de sentimientos, en cuyo caso estaríamos hablando de identificación.
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Naturaleza de la comprensión empática Para comprender esta naturaleza hay que remitirse a los orígenes estéticos del concepto “empatía”. Fue Vischer el primero en usarla en un contexto estético, introdujo el término para explicar la belleza o el modo en que esta belleza es aprehendida por el sujeto humano. Para Lipps la comprensión de la obra de arte solo es posible a través de una participación afectiva. La idea fundamental que subyace a este concepto es que no es posible la comprensión del lenguaje artístico sin un cierto contagio emocional. Este sentimiento estético consiste fundamentalmente en una cierta respuesta emocional que supuestamente coincide con la que experimentó el artista en el momento de creación de la obra. Tanto Lipps como otros autores extendieron la “empatía a otros campos experienciales, para ellos no se limita a la experiencia estética; particularmente a la esfera psicológica, de acuerdo con esta perspectiva, la empatía se considera el fundamento de la posibilidad de la comunicación entre los humanos, de modo que se puede definir como “la participación afectiva de un sujeto humano en una realidad ajena a él mismo”. La empatía es pues el canal de emisión y recepción de un mensaje sensible o experiencial. Sin esta conexión “pática” o de sensibilidad no se daría la percepción estética; sin embargo esta conexión es diferenciada ya que los mundos sensibles del artista y del observador no son necesariamente idénticos. En el caso de que la estimulación emocional de ambos fuera coincidente deberíamos hablar más bien de simpatía, puesto que se trataría de una cosensibilidad o experiencia compartida en los mismos términos. Si fueran antagónicos deberíamos hablar de antipatía. La “empatía” terapéutica se caracteriza por la diferenciación que permite distinguir de una forma no tóxica los sentimientos propios de los ajenos, y a éstos como tales.
El valor terapéutico de la empatía La empatía es necesaria para acceder al mundo experiencial o sensible de los demás. Es el primer paso en toda relación terapéutica. El contacto que se establece entre clientes y Tp es a través de la sensibilidad del “pathos” del cliente y de la resonancia emocional que se haya en el Tp. El primer contacto con las necesidades del cliente, pone en juego una respuesta empática. Para definir el alcance terapéutico de la empatía hay que situar la empatía dentro de las condiciones generales postuladas por Rogers; no serviría de nada la empatía si esta fuera simulada o fingida, su valor curativo se atribuye si es sincera y congruente con los sentimientos del Tp; debe estar al servicio de la aceptación positiva incondicional; una
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utilización perversa consistiría en favorecer la automanifestación del cliente para condenar después sus sentimientos o acciones o para obtener información que pudiera ser utilizada en su contra. La empatía tiene efectos terapéuticos sólo si contribuye a “confirmar” la persona del cliente, a hacerle sentir que sus sentimientos, sean estos positivos o negativos, son comprendidos como pertenecientes a él y, por eso mismo, dignos de respeto y aceptación. Martin Buber la describió como “confirmación de la persona del otro”, el auténtico terapeuta “no se contenta con auxiliar a los enfermos, sino que toma como tarea propia la regeneración del centro atrofiado de la persona”. La empatía ejerce un papel más destacado en las fases iniciales de la terapia y los momentos en los que la expresión emocional alcanza, por las razones que sea, cotas desestructurantes “Cuando la persona sufre, está confusa, perturbada, ansiosa, alienada, horrorizada; o cuando la persona duda de su propio valor y se halla insegura de su propia identidad, entonces precisa de la comprensión, la compañía amable, y sensible de una posición empática, acompañada por supuesto de las otras dos actitudes, autenticidad y aceptación positiva incondicional. En tales situaciones creo que la comprensión profunda es el regalo más precioso que una persona puede otorgar a otra” .
Las fases iniciales de la terapia suelen caracterizarse por la expresión emocional de diversos síntomas de ansiedad, inseguridad, recelo o sentimientos de confusión. El reflejo empático de esos estados suele tener un efecto securizante, tranquilizador y facilita el acceso a la clarificación de la problemática concreta, que generalmente se expresa al inicio con locuciones vagas “Me siento mal”, “no sé lo que me pasa”… Otras ocasiones la empatía vuelve a jugar un papel importante cuando ya se han superado las fases iniciales; es el caso de las crisis emocionales que se producen en todo proceso de cambio, a veces incluso cuando ya está muy avanzado. En estas circunstancias resulta más terapéutico centrarse en la comprensión de los sentimientos que en la resolución de la problemática concreta. La función del predominio de la comprensión empática sobre la analítica en estos momentos tiene que ver con la posibilidad de conexión del individuo consigo mismo. Cualquier intervención del terapeuta (verbal o no verbal) es inevitable que sea inductora de comportamientos o reacciones emocionales. En este sentido habrá que evitar las intervenciones que: Evaluación o juicio positivo o negativo, que pueda inducir a la culpabilidad, inhibición, rebelión interna o búsqueda de aprobación.
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Interpretación generadora de sentimientos de incomprensión, frustración, resistencia o negación. Explicación:
referencia
a
conexiones
causales
mecanicistas,
que
favorecen
la
intelectualización en lugar de a liberación. Apoyo afectivo: paternalismo, consuelo, compañerismo, transmisión de energía, que induce a la infantilización, dependencia y la transferencia; Investigación: los interrogantes engendran sentimientos de inferioridad y sensación de control con las defensas correspondientes (simulación, engaño…)
Modalidades de expresión empática La actitud empática se expresa mediante: La facilitación: facilitar significa crear una corriente comunicativa de base no verbal a través de la cual se hace posible la libre expresión del cliente:
Actitud acogedora y respetuosa, de persona a persona, en la que la única asimetría existente sea la que viene estrictamente determinada por la relación profesional.
Silencio atento, no debe confundirse con la atención flotante psicoanalítica, sino como escucha activa, reveladora de un esfuerzo orientado a entender el mundo del cliente.
Mímica de la comprensión: ligeras y casi imperceptibles expresiones faciales, actitudes y postura corporal traducen un verdadero interés por el cliente y lo animan a comunicarse. Constituyen la expresión material de la empatía.
La reformulación, la cual no sólo aporta al cliente la certeza de ser comprendido, sino que posibilita la comprensión auténtica por parte del Tp y provoca el cambio terapéutico. El Tp rogeriano trata de participar en la experiencia inmediata del cliente, sus respuestas deben adaptarse al pensamiento y sentimientos del cliente hasta el punto de reproducirlos, dándoles una forma equivalente o que, al menos, el cliente reconozca como suya, que llamaremos reformulación.
La reformulación – reflejo: eco de las expresiones del cliente con sus palabras textuales o expresiones equivalentes. No puede abusarse de esta fórmula, puesto que la repetición sistemática podría dar lugar al “psitacismo” (hablar como un loro), llegando a producir en el cliente de ser imitado en tono de burla. Ej.: Pág. 361
La reformulación síntesis: resumen de lo esencial para el cliente, puesto que cualquier desplazamiento corre el riesgo de convertirse en interpretación. Ej.: Pág. 361
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La reformulación por inversión figura fondo: expresión del negativo fotográfico de lo que ha sido referido en positivo, iluminación del fondo destacándolo como figura. Ej.: Pág. 361
Reformulación – elucidación: formular lo que ha sido claramente vivido por el cliente pero confusamente expresado por él. Ej.: Pág. 362
Las características de la reformulación eficaz han sido precisadas por Rogers y Kinget. La intervención debe: Implicar un acogimiento incondicional y no una iniciativa del Tp. Centrarse sobre las vivencias de la persona y no en los hechos. Centrarse sobre el sentimiento, no sobre el problema Mostrarse respetuosa con la persona del cliente y no deseosa del lucimiento interpretativo del Tp. Estos criterios deben traducirse en el estilo y la forma lingüística de las intervenciones terapéuticas. No debe olvidarse que la validez de una reformulación comprensiva se basa en el acuerdo del cliente sobre el contenido de la intervención terapéutica. Con ello se crea un clima de seguridad, se transforma radicalmente el problema de la transferencia, se suprime la resistencia y se clarifican los términos de la relación. Así la terapia se convierte en una tarea de colaboración constituyendo una experiencia única y sana para el cliente. Por lo tanto la empatía implica el esfuerzo continuado del Tp por captar y transmitir al cliente una compresión de sus sentimientos y significados expresados en la relación, siguiendo un ciclo, compuesto por tres fases, que se va repitiendo a lo largo de cada entrevista y de todo el proceso: 1) resonancia empática del Tp ante la manifestación de su cliente; 2) expresión de la empatía por parte del Tp, ·) recepción por parte del cliente de la respuesta empática del Tp, lo cual conduce a una nueva manifestación del cliente y vuelta a empezar.
Evolución del concepto de empatía Conviene señalar una cierta flexibilización del núcleo duro de las propuestas fundacionales propuestas por Rogers, que con los años se han ido perfilando: Primera etapa: En los primeros años de su actividad profesional, popularizó Rogers la técnica de la respuesta reflejo de Otto Rank, junto con la aceptación y permisividad que permitían crear un clima libre y seguro para que el cliente pudiera explorar sus emociones reprimidas. Su objetivo es que el terapeuta se convierta en una especie de “espejo” para
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él, “una oportunidad para que perciba más, se comprenda verdadera y profundamente y
pueda elegir satisfactoriamente ”. No utilizaba el
término “empatía”, pero estaba
presente en su horizonte intelectual, puesto que el objetivo del Tp era “intentar comprender al cliente tal y como este se ve a sí mismo”. Posteriormente, un excesivo de tecnicismo en la aplicación de la “respuesta reflejo”, le llevó a modificar el planteamiento de no directivo por el de “ centrado en el cliente” pasando el terapeuta a ser un
facilitador. En 1949 reformuló el concepto de empatía y lo indicó como “ un asumir el marco interno de referencia del cliente , dejando al margen todas las percepciones procedentes del exterior de referencia. Su posición era fenomenológica, se trataba de una empatía de tipo cognitivo. El Tp era un espejo que reflejaba el sí mismo del cliente y, en cuanto tal, tenía que ser objetivo. Para Rogers, “El experienciar con el cliente, vivir sus actitudes no es en términos de compromiso o de identificación emocional, sino más bien una identificación empática, en la que el consejero está percibiendo los odios y las esperanzas y miedos del cliente por inmersión en un proceso empático, pero sin experienciar él mismo, en cuanto tal, esos odios, esperanzas y miedos ”.
El terapeuta debe percibir con exactitud el marco de referencia interno del otro, junto con los componentes y significados emocionales concomitantes como si fuera la otra persona. Esta objetividad permite facilitar la remodelación del concepto de sí mismo que es la meta de la psicoterapia. Segunda etapa: Sin abandonar esta óptica más bien fenomenológica o comprensiva, Rogers fue con el tiempo abriéndose a una relación más personal, que dio origen al concepto de terapia de persona a persona o “enfoque centrado en la persona”. La meta era la unidad de experiencia entre él y el cliente. La comprensión empática era una manera de ser relacional, un modo de estar con el otro. El Tp se deja guiar por las intuiciones de su organismo. El Tp empático es un compañero del cliente que el acompaña en la búsqueda de los significados desconocidos o de unas experiencias demasiado amenazadoras. Este concepto de empatía presenta unas connotaciones afectivas muy claras y exige del terapeuta un compromiso emocional mucho mayor que el del terapeuta espejo: “ A medida que la psicoterapia avanza, el sentimiento de aceptación y respeto que siente el terapeuta comienza a convertirse en algo similar a la reverencia…Pienso que en lo profundo, el Tp siente la comunidad inherente a todos los hombres. A consecuencia de ello experimenta hacia el cliente una relación cálida, positiva y afectuosa”.
Desde el momento en que la empatía se concibe como algo más personal y auténtico que una técnica de respuesta reflejo, se alude a la exigencia de una madurez emocional, hoy
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podríamos hablar de inteligencia emocional, en la persona del terapeuta: “ estar empáticamente con otros significa que durante ese tiempo dejas a un lado tus propias ideas y valores con vistas a entrar sin prejuicios en el mundo del otro. Esto sólo puede ser llevado a cabo por persona lo suficientemente seguras de sí mismas como para conocer que no se perderán en lo que puede resultar ser el mundo extraño del otro y que pueden volver cómodamente a su propio mundo cuando lo desean” .
Es evidente que Rogers no está aludiendo a una habilidad que pueda ser entrenada sino a una característica personal que sólo puede ser desarrollada a través del propio proceso personal. Puede ser fruto de la propia experiencia vital, y puede ser facilitada a través de un proceso de crecimiento personal llevado a cabo con la ayuda de un terapeuta o con un continuado trabajo de supervisión.
3.Resumen y conclusiones Los principios en los que se inspira la terapia centrada en el cliente han hallado amplia resonancia y difusión en otros ámbitos, más allá del counseling o de la terapia individual. Rogers entrevió la posibilidad de aplicar su enfoque al ámbito de la mediación en los conflictos sociales y políticos. Las actitudes rogerianas son también claramente perceptibles en la última moda del liderazgo personal, empresarial y de equipo, el coaching y en algunos enfoque postmodernos. En su libro “El proceso de convertirse en persona” (1961) Rogers auguraba un futuro en el que la diferencia entre escuelas en psicoterapia, incluida la TCC, irán desapareciendo gradualmente. Esta tendencia hacia la integración, así como la aparición de nuevos modelos de actuación terapéutica basados en la complementariedad de distintas perspectivas (cognitiva, experiencial, sistémica, constructivista, narrativa…) sin duda se ha ido cumpliendo mucho más de lo que él mismo podría imaginar. En este proceso de fusión, la tríada de las condiciones necesarias y suficientes, han entrado a formar parte del lenguaje general de los Tps y existe un acuerdo prácticamente unánime en que un terapeuta negado para la empatía, incapaz de aceptar o “querer” a sus pacientes, poco transparente en su relaciones interpersonales, no posee el perfil más adecuado para ser de ayuda a los demás. Este acuerdo, sin embargo, no es prueba ni garantía de que estas condiciones sean suficientes siempre y para todos los casos o en todas las situaciones. No tiene en cuenta
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muchas otras variables, tanto del terapeuta como del cliente. Ej.: hay que estudios que otorgan un peso muy importante a los factores motivacionales y personales del cliente, por lo que es posible que éste se “cure”, independientemente de la técnica aplicada o, incluso, a pesar de ella .
El enfoque centrado en la persona, en general, no hace daño y en muchos casos puede resultar beneficioso y suficiente para muchas personas. Está claro, también, que Tps de las más variadas orientaciones pueden integrar, en su práctica profesional en la relación con la mayoría de sus pacientes las actitudes rogerianas básicas, aunque no hagan de ellas un factor terapéutico decisivo.
GLOSARIO LO INSERTO AQUÍ PORQUE NO ME GUSTA TENER QUE RECURRIR MUCHO AL LIBRO AL ESTUDIAR A FONDO Aceptación positiva incondicional: La segunda de las actitudes terapéuticas, consideradas por Rogers como necesarias y suficientes para promover el cambio o crecimiento personal. Se basa en la convicción profunda de que cualquier sentimiento, pensamiento o acción es digno de comprensión y respeto, como manifestaciones de su tendencia actualizante. Autenticidad o congruencia: La primera de las actitudes terapéuticas, consideradas por Roger como necesarias y suficientes para promover el cambio o crecimiento personal. Supone un estado de acuerdo interior en lo que se siente y lo que se expresa a través de las reacciones emocionales, representaciones mentales y manifestaciones verbales en la relación con el cliente. Implica sinceridad en las respuestas, transparencia en las manifestaciones y ocasionalmente autorrevelaciones. Autorrealización: Motivación o tendencia que ocupa la cúspide en la pirámide de las motivaciones o necesidades de Maslow, cuya activación supone generalmente la satisfacción de necesidades más básicas, pero que como tendencia preside siempre los esfuerzos de todo organismo, particularmente del ser humano. Equivale al concepto de llegar a ser de acuerdo con sus potencialidades, lo que en el ser humano implica, generalmente, la consecución de sus metas o el alcance de su plenitud. Empatía o comprensión empática: La tercera de las actitudes terapéuticas, consideradas por Rogers como necesarias y suficientes para promover el cambio o crecimiento personal. Consiste en sintonizar con los estados emocionales del otro y resonar emocionalmente a ellos, alcanzando así la representación del marco de referencia del otro, sin confundirse con él. Enfoque centrado en la persona: Término destinado a sustituir el de “terapia centrada en el cliente” para referirse al conjunto global de aplicaciones en los distintos ámbitos de intervención terapéutica, educativa, grupal, etc. por el acento se desplaza del ámbito profesional (terapeuta cliente) al interpersonal o interactivo de “persona a persona”. Funcionamiento pleno o cabal: Rogers utiliza esta expresión “fully functioning” para referirse a las personas que hacen uso de sus talentos y habilidades, realizan sus potencialidades y avanzan hacia un conocimiento más completo de sí mismos. Tales personas se caracterizan por su apertura a la experiencia inmediata, la confianza en sus percepciones organísmicas, su espíritu libre y creativo.
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Principio organísmico: Principio derivado de la teoría de Goldstein, según el cual las tendencias que mantienen el funcionamiento del organismo surgen de su tendencia a actualizarse tan plenamente como sea posible en términos de sus potencialidades. Proceso (de convertirse en persona): Traducción de la expresión “on becoming” (devenir), dando a entender el carácter secuencial y progresivo del desarrollo humano y personal hacia su plenitud o pleno funcionamiento, de acuerdo con su tendencia actualizante. Psicología Humanista: Movimiento psicológico, surgido a principios de los 60 en América del Norte, llamado también tercera fuerza en oposición a los otros dos modelos, psicoanalítico y conductista, predominantes en aquella época, cuyo objetivo es desarrollar una psicología orientada al desarrollo o crecimiento personal del ser humano. Rogers y Maslow se cuentan entre los representantes más conspicuos de esta tendencia. Tendencia actualizante: tendencia inscrita en todos los organismos a desarrollarse según sus potencialidades hasta alcanzar la plenitud de su naturaleza. Para Rogers esta fuerza se encuentra incluso en el universo sideral y recibe el nombre de “tendencia formativa”. En condiciones favorables esta tendencia se activa espontáneamente. En el ser humano implica la tendencia a desarrollarse como persona que se autorrealiza. Las actitudes terapéuticas contenidas en la tríada son necesarias y suficientes para contribuir a crear las condiciones para favorecer el desarrollo y, en su defecto, para contribuir terapéuticamente a él. Terapia Centrada en el Cliente (TCC): Término utilizado por Rogers ya desde 1946 y consagrado en 1951 para sustituir la referencia negativa del término anterior – Terapia no directiva – por la perspectiva positiva centrada en el cliente, a quien se le otorga la iniciativa y el poder contractual en el proceso terapéutico. Terapia no directiva: Término utilizado originalmente en el modelo de Rogers que pone énfasis en la falta de directividad del terapeuta en relación, tanto al método, como al objetivo de la terapia. Se sustenta en la creencia que es la tendencia actualizante del organismo o de la persona la que toma la dirección del proceso. Tríada terapéutica: Conjunto de tres actitudes básicas del terapeuta, consideradas necesarias y suficientes para facilitar el proceso de desarrollo o crecimiento personal, formado por la “autenticidad o congruencia”, la “aceptación positiva incondicional” y la “empatía o comprensión empática”.
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