CAPÍTULO 10. POESÍA DEL SIGLO XVI

― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ― CAPÍTULO 10. POESÍA DEL SIGLO XVI 10.1. El Renacimiento y los valores clásicos El Humanismo europe

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CAPÍTULO 10. POESÍA DEL SIGLO XVI 10.1. El Renacimiento y los valores clásicos El Humanismo europeo, que había surgido en Italia alrededor de 1300 como un intento por restaurar el ideal educativo de la Antigüedad clásica mediante los studia humanitatis (las artes del lenguaje, adquiridas mediante la lectura, el comentario exhaustivo y la imitación de los grandes autores grecolatinos, sobre todo poetas, historiadores y moralistas), dio paso en los siglos XV y XVI al movimiento sociocultural conocido como Renacimiento, que marca el final de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna en Europa (siglos XV-XVIII). Históricamente, puede enmarcarse esta etapa cultural europea entre dos acontecimientos significativos: la caída de Constantinopla en manos de los turcos (1453) y la Revolución Francesa (1789-1799), que inaugura la Edad Contemporánea. Desde el punto de vista sociopolítico, el Renacimiento representa el fin de la sociedad feudal medieval y la centralización del poder en los reyes de los modernos estados europeos, la consolidación del sistema monetario, la madurez de las lenguas vernáculas frente al latín y el desarrollo de la burguesía, nueva clase social proveniente de los gremios de comerciantes y artesanos de las ciudades o burgos. En el plano cultural, el arte y la literatura renacentistas imitan formalmente los modelos clásicos grecolatinos y se llenan de referencias a su mitología. El Renacimiento mantiene los valores humanistas de defensa y exaltación de la dignidad del hombre frente al mundo (Dios incluido). Sin abandonar la fe religiosa, la mentalidad renacentista se basa en el uso de la razón y en la observación de la realidad. El hombre proclama su superioridad sobre la naturaleza y pretende ordenar el mundo para que pueda se comprendido por la inteligencia. El espíritu humano trata de descubrir la belleza oculta en la naturaleza, que se manifiesta en lo que vemos: el paisaje, el cuerpo humano o la obra de arte. El goce estético eleva el espíritu y lo acerca a Dios. El amor es visto como un sentimiento sublime que surge de esta inclinación de las almas hacia la belleza, para de esta forma alcanzar la perfección y aproximarse a la divinidad. El perfecto caballero renacentista debe combinar “la espada y la pluma”: no sólo ha de ser un buen soldado diestro en el manejo de las armas (como el medieval), sino además un erudito, artista y científico, refinado y galante con las damas. Su conducta se regirá por la ética y por la aspiración a una fraternidad humana ideal, ambas fruto de la filosofía moral humanista. En el plano religioso, frente a la prohibición medieval de traducir y comentar libremente las Sagradas Escrituras, el individualismo renacentista alienta la libre interpretación de la Biblia y cuestiona la autoridad del Papa. Surge de esta forma la Reforma protestante, encabezada por el alemán Martín Lutero (1483-1546), el francés 1

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Juan Calvino (1509-1564) y el holandés Erasmo de Rotterdam (1466-1536), aunque este movimiento religioso-cultural también contó con firmes detractores como el inglés Tomás Moro (1478-1535). En España, no obstante, el espíritu de la Contrarreforma ―iniciada durante el reinado de Felipe II (1556-1598) y materializada en la Inquisición― frenó la libertad de expresión y la entrada de influencias extranjeras, aunque el erasmismo (religiosidad más auténtica e intimista) y el neoplatonismo (estética renacentista basada en la oposición platónica entre el mundo material y el mundo de las ideas) prendieron entre las clases más cultas, convirtiéndose en las nuevas señas de identidad del Renacimiento español. 10.2. Primera generación petrarquista En la primera mitad del siglo XVI, confluyen en España dos grandes corrientes poéticas: una que perpetúa los temas y formas procedentes de la poesía tradicional medieval, y otra, más innovadora, que introduce en España los modos poéticos de inspiración petrarquista vigentes en la Italia del Renacimiento. La primera, asociada al uso de versos cortos (especialmente el octosílabo), continúa la llamada lírica tradicional (villancicos, canciones de amor, romances) y la poesía de cancionero del siglo XV (en su doble vertiente amorosa y didáctico-moral). La segunda corriente poética está basada en las innovaciones de la lírica culta italiana y favorece el empleo de versos de arte mayor (fundamentalmente el endecasílabo) y formas métricas como el soneto y la canción petrarquista. Esta lírica renacentista, cuyos modelos son los poetas clásicos latinos Virgilio, Horacio y Ovidio y el humanista italiano Petrarca, tiene como tema principal el amor. En sus composiciones, el poeta analiza su mundo interior y muestra los sentimientos encontrados de placer y desasosiego que le produce la pasión amorosa, que le conduce en la búsqueda de la belleza perfecta (identificada con la mujer y el paisaje). Los poetas renacentistas retoman el tópico literario latino del locus amoenus, el “lugar ameno” en el que la naturaleza (bajo la forma de un hermoso jardín con árboles, hierba y agua) se combina con el espíritu que busca alejarse del mundanal ruido para dar lugar a un espacio de belleza y relajación en el que el amor puede expresarse libremente. Frente al octosílabo y el dodecasílabo medievales, característicos de la lírica tradicional y la poesía de cancionero, el Renacimiento español generaliza el uso de los versos endecasílabo (sonetos) y heptasílabo (liras, silvas y estancias) como formas métricas más representativas de la poesía culta. La lírica popular, por el contrario, continúa empleando como estrofa característica el romance (serie indefinida de versos octosílabos con rima asonante en los pares). Los principales géneros poético a que da lugar esta nueva lírica renacentistas son la égloga (diálogo entre varios pastores), la 2

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oda (canto de exaltación), la epístola (carta en verso) y la canción (poema que expresa sentimientos amorosos). Bajo el término de primera generación petrarquista se agrupan una serie de poetas españoles que, en la primera mitad del siglo XVI, introdujeron el nuevo modelo de lírica italiana y los temas de la Antigüedad clásica en la poesía española. Uno de estos primeros renovadores fue el humanista catalán Juan Boscán (1492-1542), autor del primer poema épico en castellano de carácter mitológico (Hero y Leandro) e introductor del género poético clásico de la epístola moral ( Epístola a Mendoza). Al igual que hiciera el marqués de Santillana un siglo antes, Boscán trató de introducir en España el soneto italiano, aunque también sin demasiado éxito. Para el surgimiento de la lírica italianizante en España hay una fecha clave: 1526, cuando Boscán tiene el famoso encuentro con el embajador de Venecia, Andrea Navagero, quien le insta a que pruebe en castellano la métrica italiana. El propio Boscán lo explica así: Me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usadas por los buenos autores de Italia, y no solamente me lo dijo así livianamente, mas aún me rogó que lo hiciese... Y así comencé a tentar este género de verso, en el cual al principio hallé alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro... Mas esto no bastara a hacerme pasar muy adelante si Garcilaso con su juicio... no me confirmara en esta mi demanda.

El triunfo definitivo de la métrica italiana en la lírica castellana llegaría con Garcilaso de la Vega (ca. 1498-1536), que encarna perfectamente el ideal renacentista de “soldado-poeta” y que durante su estancia en Nápoles al servicio del emperador Carlos I descubrió la lírica renacentista italiana e introdujo con éxito el soneto en la poesía castellana. Otros poetas de la primera generación petrarquista que siguen la senda literaria iniciada por Garcilaso son Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), Hernando de Acuña (1520-1580), Gutierre de Cetina (1520-1557) y Francisco de Figueroa (ca. 1530 - ca. 1588). Frente a esta nueva lírica de influencia italiana, la poesía tradicional del siglo XVI continuó empleando los versos cortos característicos de la métrica castellana; uno de los máximos representantes de este movimiento lírico nacionalista es Cristóbal de Castillejo (1490-1550), quien en sus composiciones lamentaba la nueva estética impuesta por los petrarquistas, con versos largos y un lenguaje plagado de metáforas y conceptos que elude el nombre cotidiano de las cosas. 10.3. Garcilaso de la Vega

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Garcilaso de la Vega (Toledo, ca. 1498 - Niza, 1536) está considerado como el primer gran poeta moderno en castellano y el introductor de la lírica renacentista en España. Prototipo de caballero cortesano, Garcilaso participó como soldado en numerosas campañas europeas al servicio del emperador Carlos I (1516-1556), y murió en la flor de la juventud precisamente a consecuencia de las heridas recibidas en combate. En consonancia con el ideal humanista de su época, aprendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. Aunque en sus comienzos literarios escribió poesía de cancionero y de amor cortés, Garcilaso de la Vega tras establecerse en la corte de Nápoles en 1533 descubre a los grandes poetas italianos del Renacimiento (Petrarca, Sannazaro y Ariosto), a la par que fortalece su formación clásica con lecturas de Virgilio, Ovidio y Horacio, y ello da como resultado una producción poética formada por sonetos, canciones, liras, elegías, epístolas y églogas, publicada tras su muerte, en 1543, a instancias de su amigo Juan Boscán. Desde ese momento, la poesía de Garcilaso se convierte en un referente ineludible para los poetas españoles del Renacimiento. Por la calidad y categoría de su obra, fue consagrado en su tiempo como el “príncipe de los poetas españoles”. La principal inspiración poética de la poesía de Garcilaso es su amor no correspondido por Isabel Freire (dama portuguesa de la corte de Carlos I) y el dolor que le produjo su muerte. En sus composiciones (en particular en sus églogas), este amor se expresa mediante el código de la literatura bucólica (bajo la forma de pastores idealizados), que reúne los tópicos literarios renacentistas del locus amoenus („lugar placentero‟), el beatus ille („feliz aquél…‟) y el carpe diem („aprovecha el momento‟). El drama pasional se manifiesta como continua lucha entre “razón” (institución social) y “deseo” (pasión amorosa); la solución al conflicto es típica de la mentalidad renacentista: es preciso dominarse a sí mismo y desdeñar el amor carnal. Los cuarenta sonetos que compuso Garcilaso de la Vega reflejan la gran variedad de motivos clásicos y renacentistas de su poesía. A continuación se ilustran varios de estos temas: el amor imposible y origen de sentimientos encontrados en el caballero cortés (soneto V), el tópico del beatus ille o recuerdo de un pasado feliz (soneto VI), el mito griego de la ninfa Dafne que se convierte en árbol para huir del amor del dios Apolo (soneto XIII) y el tópico clásico del carpe diem o disfrute de la juventud (soneto XXIII): Soneto V Escrito está en mi alma vuestro gesto, y cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribisteis, yo lo leo

Soneto VI Por ásperos caminos he llegado a parte que de miedo no me muevo; y si a mudarme a dar un paso pruebo,

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tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

y allí por los cabellos soy tornado.

En esto estoy y estaré siempre puesto; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado busco de mi vivir consejo nuevo; y conozco el mejor y el peor apruebo, o por costumbre mala o por mi hado.

Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma misma os quiero.

Por otra parte, el breve tiempo mío, y el errado proceso de mis años, en su primer principio y en su medio,

Cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir, y por vos muero.

mi inclinación, con quien ya no porfío, la cierta muerte, fin de tantos daños, me hacen descuidar de mi remedio.

Soneto XIII A Dafne ya los brazos le crecían, y en luengos ramos vueltos se mostraba; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos qu'el oro escurecían.

Soneto XXIII En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende al corazón y lo refrena;

De áspera corteza se cubrían los tiernos miembros que aún bullendo estaban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían.

y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto, por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena:

Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía este árbol, que con lágrimas regaba.

coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre.

¡Oh miserable estado!, ¡oh mal tamaño! ¡Que con llorarla crezca cada día la causa y la razón porque lloraba!

Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre.

La “Égloga I” de Garcilaso de la Vega, compuesta mediante la estrofa de origen italiano conocida como estancia (mezcla de versos endecasílabos y heptasílabos con rima consonante), ilustra el género bucólico, que retrata pastores idealizados, sentimientos amorosos estilizados y paisajes idílicos. El tema principal de esta composición es la desdicha que causa un amor roto, ruptura que es debida a dos causas: una natural (la muerte de Elisa, la amada del pastor Nemoroso) y otra “no natural” (la infidelidad e indiferencia de Galatea hacia su amante Salicio):

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El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de contar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, (de pacer olvidadas) escuchando. Tú, que ganaste obrando un nombre en todo el mundo y un grado sin segundo, agora estés atento, sólo y dado

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al ínclito gobierno del estado, Albano; agora vuelto a la otra parte, resplandeciente, armado, representando en tierra el fiero Marte; … SALICIO: ¡Oh más dura que mármol a mis quejas, y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea!, estoy muriendo, y aún la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora. ¿De un alma te desdeñas ser señora, donde siempre moraste, no pudiendo de ella salir un hora? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. … NEMOROSO: Corrientes aguas, puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado, de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno: yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas de alegría. Y en este mismo valle, donde agora me entristezco y me canso, en el reposo estuve ya contento y descansado. ¡Oh bien caduco, vano y presuroso! Acuérdome, durmiendo aquí alguna hora, que despertando, a Elisa vi a mi lado. ¡Oh miserable hado! ¡Oh tela delicada, antes de tiempo dada a los agudos filos de la muerte! Más convenible fuera aquesta suerte a los cansados años de mi vida, que es más que el hierro fuerte, pues no la ha quebrantado tu partida.

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La “Oda a la flor de Gnido” ofrece un ejemplo de lira, otra composición poética de origen italiano formada por estrofas de cinco versos heptasílabos y endecasílabos con rima consonante “perfecta”:

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Si de mi baxa lira tanto pudiese el son, que en un momento aplacase la ira del animoso viento y la furia del mar y el movimiento;

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y en ásperas montañas con el suave canto enterneciese las fieras alimañas, los árboles moviese, y al son confusamente los traxese;

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no pienses que cantado sería de mí, hermosa flor de Gnido, el fiero Marte airado, a muerte convertido, de polvo y sangre, y de sudor teñido;

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ni aquellos capitanes en las sublimes ruedas colocados, por quien los alemanes el fiero cuello atados, y los franceses van domesticados.

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Mas solamente aquella fuerza de tu beldad sería cantada, y alguna vez con ella también sería notada el aspereza de que estás armada;

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y cómo por ti sola, y por tu gran valor y fermosura, convertido en viola, llora su desventura el miserable amante en tu figura.

10.4. Poesía amorosa

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La lírica italianizante introducida en España por la primera generación petrarquista durante la primera mitad del siglo XVI irá perfilándose en torno a dos escuelas poéticas en la segunda mitad: la salmantina (con poetas vinculados a la Universidad de Salamanca) y la sevillana (desarrollada en esta ciudad andaluza). Dentro de la primera destacan los nombres de Francisco de la Torre (ca. 1534-ca. 1594), Francisco de Aldana (1537-1578), Francisco de Medrano (15701607) y, sobre todo, fray Luis de León (1527-1591). Dentro de la escuela sevillana, el poeta más destacado es Fernando de Herrera (1534-1597), justamente llamado “el Divino”, cuya producción poética (de El “Divino” Fernando de Herrera temática fundamentalmente amorosa) representa una de las mayores cumbre de la poesía petrarquista de la segunda mitad del siglo XVI y un eslabón imprescindible en la evolución de la poesía culta castellana desde Garcilaso de la Vega a Luis de Góngora. El soneto sigue siendo la forma métrica preferida por esta segunda generación de poetas petrarquistas españoles. Aunque el amor frustrado continúa siendo igualmente el tema preferido, el sentimiento patriótico de algunos de estos “poetas-soldados” (embarcados en campañas militares en tierras extranjeras) aflora también en su composiciones. Los siguientes dos sonetos de Fernando de Herrera y Francisco de Aldana ejemplifican, respectivamente, estos dos temas: No es tan duro mi pecho que no sienta la fuerza del dolor que en él desciende; mas amor, por más daño, me defiende que descubra las llagas de mi afrenta.

El ímpetu cruel de mi destino, ¡cómo me arroja miserablemente de tierra en tierra, de una en otra gente, cerrando a mi quietud siempre el camino!

quiere que calle el mal y que consienta la pena que me aqueja y siempre ofende, y en fuego desusado tarde enciende el corazón, que en llama se sustenta.

¡Oh, si tras tanto mal grave y contino, roto su velo mísero y doliente, el alma, con un vuelo diligente, volviese a la región de donde vino!

Si esta grave pasión no perturbara el pecho, bien pudiera confiado llegar al dulce fin de la alegría;

Iríame por el cielo en compañía del alma de algún caro y dulce amigo, con quien hice común acá mi suerte;

mas ¡ay, cuánto es esta esperanza cara! y por mirar su bien ¡cuánto ha pasado de afán y de tormento la alma mía! Fernando de Herrera

¡oh, qué montón de cosas le diría! ¡Cuáles y cuántas, sin temer castigo de fortuna, de amor, de tiempo y muerte! Francisco de Aldana

10.5. Literatura ascética y mística

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Durante la segunda mitad del siglo XVI, el espíritu de la Contrarreforma hizo que surgiera en España una literatura de carácter religioso que, a través de la meditación personal y la oración, aspiraba a alcanzar la unión perfecta del alma con Dios a lo largo de tres etapas o vías espirituales: purgativa (que se consigue tras un estado de recogimiento y abandono de lo terrenal), iluminativa (estado de quietud en el que el alma siente la presencia de Dios) y unitiva (unión final del alma con Dios). La experiencia del espíritu que atraviesa las dos primeras etapas se denomina ascética, mientras que la mística supone un estado superior al que sólo llegan ciertas almas purificadas por la anterior experiencia ascética cuando logran la unión directa y momentánea con Dios. El ascetismo busca el dominio de uno mismo y la purificación moral a través de una vida de esfuerzo y sacrificio, para llegar a alcanzar la paz espiritual y el conocimiento a través de la contemplación divina; este proceso puede dar lugar a una actitud espiritual positiva (práctica de virtudes) o negativa (ruptura con todo lo que implica un desorden ético). La literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI está representada por religiosos como fray Luis de León (1527-1591), fray Luis de Granada (1504-1588) y san Juan de Ávila (1500-1569). El misticismo, por su parte, representa una experiencia directa de la esencia divina por parte del hombre mediante el éxtasis o acto místico de unión con Dios, que viene acompañado por visiones y revelaciones. Los principales representantes de la literatura mística son san Juan de la Cruz (15421591) y santa Teresa de Jesús (1515-1582). Estas dos corrientes literarias de carácter religioso de la segunda mitad del siglo XVI emplean como vehículo expresivo la poesía y, en menor medida, la prosa. 10.6. Fray Luis de León El agustino fray Luis de León (Belmonte, 1527 - Ávila, 1591) es el principal representante de la literatura ascética y de la escuela salmantina de poesía de la segunda mitad del siglo XVI. En su vida profesional se dedicó a la enseñanza en la Universidad de Salamanca como catedrático de Teología, aunque por su ascendencia judía y su carácter rígido y polémico fue juzgado por la Inquisición y condenado a cinco años de cárcel, tras los cuales reanudó sus clases con sus famosas palabras “Decíamos ayer...”. En su vida literaria, Fray Luis de León fray Luis compuso como entretenimiento diversas obras de carácter religioso y moral, de estilo culto y elevado, inspiradas por su búsqueda de paz espiritual y conocimiento. Todas ellas versan sobre lo que debe hacer el hombre para alcanzar la armonía y el justo medio como fines del individuo. Fray Luis rechaza la sociedad para la que escribe, repudia la moral burguesa del siglo XVI, el lucro capitalista,

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la guerra moderna y el mismo cuerpo femenino; a la vez, defiende la valoración de la persona por sus méritos y no por su linaje. A diferencia de Garcilaso de la Vega, su poesía no es abiertamente italianizante, sino más bien clasicista, ya que intenta trasplantar las formas grecolatinas al castellano para hacer de éste una lengua digna. Por eso, las traducciones del latín son un paso previo ineludible para sentar las bases del estilo literario de fray Luis. Como hombre del Renacimiento, une el amor por las lenguas clásicas con el aprecio por el romance. Fiel a este principio, se propone dar a la prosa castellana categoría literaria. Ello responde a la convicción luisiana de que el bien hablar es “negocio que, de las palabras que todos hablan, elige las que conviene, y mira el sonido dellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa y las mide y las compone, para que no solamente digan con claridad lo que se pretende decir, sino también con armonía y dulzura”. Su ideal lingüístico descansa en el principio de “selección y naturalidad”, con un recio popularismo que rehúye por igual lo afectado y lo plebeyo. Entre la producción lírica de fray Luis, de estilo armonioso y dulce e imitadora de los modelos latinos (en particular Horacio), destacan las odas “A la vida retirada”, “A Francisco Salinas”, “Noche serena” y “En la ascensión”. Sus obras en prosa, por otro lado, muestran una sintaxis castellana de gran elaboración y un estilo elevado y claro capaz de transmitir contenidos humanísticos; entre ellas destacan el Cantar de los Cantares (1561) ―traducción y explicación del libro homónimo de la Biblia, que condujo a la denuncia de sus enemigos ante la Inquisición por la prohibición de interpretar las escrituras bíblicas―, De los nombres de Cristo (1572-1585) ―obra culminante de la prosa de fray Luis, en donde interpreta los diferentes nombres que se dan a Cristo en la Biblia― y La perfecta casada (1584) ―una obra moral sobre la educación y los deberes de una esposa ejemplar. Dentro de su producción poética, fray Luis desarrolló especialmente la lira (estrofa de cinco versos compuesta por tres heptasílabos y dos endecasílabos con rima consonante 7a-11B-7a-7b-11B), como ilustran las conocidas primeras estrofas de la odas I (“A la vida retirada”) y III (“A Francisco Salinas”): ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruïdo y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! Oda I

El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada, por vuestra sabia mano gobernada. Oda III

En De los nombres de Cristo alcanza la prosa castellana de fray Luis su máxima perfección. En esta obra, el agustino se adscribe a la teoría neoplatónica que ve en el

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nombre una representación íntegra de la realidad por él designada y una forma de acercarse a la contemplación de Dios, como se ilustra en el siguiente fragmento: El nombre, si hemos de decirlo en pocas palabras, es una palabra breve que se sustituye por aquello de quien se dice, y se toma por ello mismo. O nombre es aquello mismo que se nombra, no en el ser real y verdadero que ello tiene, sino en el ser que le da nuestra boca y entendimiento. Porque se ha de entender que la perfección de todas las cosas, y señaladamente de aquéllas que son capaces de entendimiento y razón, consiste en que cada una de ellas tenga en sí a todas las otras y en que, siendo una, sea todas cuanto le fuere posible; porque en esto se avecina a Dios, que en sí lo contiene todo. Y cuanto más en esto creciere, tanto se allegará más a Él haciéndosele semejante. La cual semejanza es, si conviene decirlo así, el pío general de todas las cosas, y el fin y como el blanco adonde envían sus deseos todas las criaturas. Consiste, pues, la perfección de las cosas en que cada uno de nosotros sea un mundo perfecto, para que por esta manera, estando todos en mí y yo en todos los otros, y teniendo yo su ser de todos ellos, y todos y cada uno de ellos teniendo el ser mío, se abrace y eslabone toda esta máquina del universo, y se reduzca a unidad la muchedumbre de sus diferencias; y quedando no mezcladas, se mezclen; y permaneciendo muchas, no lo sean; y para que, extendiéndose y como desplegándose delante los ojos la variedad y diversidad, venza y reine y ponga su silla la unidad sobre todo. Lo cual es avecinarse la criatura a Dios, de quien mana, que en tres personas es una esencia, y en infinito número de excelencias no comprensibles, una sola perfecta y sencilla excelencia. De los nombres de Cristo (Libro I)

10.7. San Juan de la Cruz Juan de Yepes Álvarez (Fontiveros, 1542 - Úbeda, 1591), más conocido por su nombre posterior de san Juan de la Cruz, es uno de los principales representantes de la literatura mística española de la segunda mitad del siglo XVI. Su obra poética, pese a su brevedad, está considerada como una de las cumbres de la lírica española de todos los tiempos, por su originalidad en la combinación de elementos espirituales y alegóricos. Al igual que otros religiosos de su época, san Juan recibió una sólida formación humanística en latín (primero en la orden de San Juan de la Cruz los jesuitas y posteriormente en la de los carmelitas). Junto con Santa Teresa de Jesús, fundó la orden de los carmelitas descalzos, que buscaba retornar a la vida centrada en Dios con toda sencillez y pobreza, lo que le valió la hostilidad de los carmelitas calzados, quienes lo encarcelaron durante varios meses en 1578 (periodo durante el cual San Juan escribió gran parte de su producción literaria). En su obra lírica confluyen tres grandes influjos: el Cantar de los Cantares bíblico, la poesía petrarquista culta y la poesía popular y de cancionero. Sus tres principales composiciones poéticas son “Cántico espiritual” (poema de 40 liras inspirado en el anterior Cantar de los Cantares en el que el Alma, bajo la forma alegórica de una mujer, busca desesperadamente a su Esposo: Dios), “Noche oscura del alma” (poema

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místico en el que el alma va despojándose de todo apego terrenal hasta lograr la unión con Dios) y “Llama de amor viva” (en el que el alma del poeta expresa el amor espiritual de la unión con Dios mediante un lenguaje simbólico y alegórico). Las estrofas iniciales del “Cántico espiritual” muestran la imagen alegórica del alma humana como una Esposa-cazadora (herida) que persigue a su Amado-ciervo (bello, esquivo y rápido) por un locus amoenus:

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Esposa ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.

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Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero: si por ventura vierdes aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.

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Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.

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Pregunta a las criaturas ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado.

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Respuesta de las criaturas Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, e, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura. Cántico espiritual (1578)

10.8. Santa Teresa de Jesús

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Teresa de Cepeda y Ahumada (Ávila, 1515 - Alba de Tormes, 1582), más conocida por su nombre religioso de santa Teresa de Jesús o simplemente Teresa de Ávila, es una de las principales representantes de la literatura mística española de la segunda mitad del siglo XVI. Junto con el otro gran escritor místico de su época, san Juan de la Cruz, fundó la orden de los carmelitas descalzos, una escisión de la orden del Carmelo que propugnaba la austeridad, la pobreza y la clausura como formas de aproximarse a Dios. Santa Teresa tuvo largos y Santa Teresa de Jesús tormentosos conflictos con la Iglesia debido a su insistencia en “tratar a solas con Dios”: su búsqueda de la unión divina sin mediación institucional ninguna. Durante su vida se entregó a la fundación de conventos de carmelitas descalzos por toda Castilla. Tras su muerte, fue beatificada y convertida en santa en 1622. La literatura mística de santa Teresa recurre a la metáfora ante la imposibilidad de expresar con rigor conceptual el significado y consecuencias de una experiencia que trasciende toda ciencia. Además, apela constantemente a su propia ignorancia e insignificancia como mujer para explicar sus comparaciones y su exceso de imaginación (producto de su gran interés por la lectura de libros de caballerías durante su infancia). En su producción poética, santa Teresa utiliza los versos menores de la lírica tradicional, mientras que en sus obras en prosa ―entre las que destacan la autobiografía Libro de la vida (1562) y los textos místicos de carácter didáctico Camino de perfección (1564) y Castillo interior o Las moradas (1577)― emplea un lenguaje directo y espontáneo, tomado del habla sencilla del pueblo. El siguiente poema de santa Teresa ilustra el estilo lírico de sus composiciones: versos cortos, sencillos y apasionados, nacidos del amor espiritual en que se abrasa la religiosa, amor que en ella es fuente inagotable de misticismo poético: Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.

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Vivo ya fuera de mí después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí; cuando el corazón le di puse en él este letrero: que muero porque no muero. Esta divina prisión

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del amor con que yo vivo ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero.

El siguiente fragmento del Libro de la vida muestra la prosa llana y espontánea de la santa a la hora de predicar la humildad y el rechazo de la falsa devoción como camino para llegar a Dios: Esto he probado. De este arte ha llevado Dios mi alma. Otros irán —como he dicho— por otro atajo. Lo que yo he entendido es que todo este cimiento de la oración va fundado en humildad y que mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios. No me acuerdo haberme hecho merced muy señalada, de las que adelante diré, que no sea estando deshecha de verme tan ruin. Y aun procuraba Su Majestad darme a entender cosas para ayudarme a conocerme, que yo no las supiera imaginar. Tengo para mí que cuando el alma hace de su parte algo para ayudarse en esta oración de unión, que aunque luego luego parece la aprovecha, que como cosa no fundada se tornará muy presto a caer; y he miedo que nunca llegará a la verdadera pobreza de espíritu, que es no buscar consuelo ni gusto en la oración —que los de la tierra ya están dejados—, sino consolación en los trabajos por amor de Él que siempre vivió en ellos, y estar en ellos y en las sequedades quieta. Aunque algo se sienta, no para dar inquietud y la pena que a algunas personas, que, si no están siempre trabajando con el entendimiento y con tener devoción, piensan que va todo perdido, como si por su trabajo se mereciese tanto bien. Libro de la vida (cap. 22, 11)

10.9. Poesía épica Junto con la poesía cortesana y mística, durante el siglo XVI surge un tipo de lírica épica de carácter culto destinada a ensalzar las hazañas de los héroes nacionales que participaron en la Conquista de América. Al igual que el resto de géneros literarios durante el Renacimiento, la poesía épica tomó como modelo a los clásicos latinos (en particular la Eneida de Virgilio) y los escritores italianos (Orlando furioso, de Ludovico Ariosto, y Jerusalén liberada, de Torquato Tasso). En cuanto al esquema métrico, se empleó casi exclusivamente la octava real, estrofa de origen italiano formada por ocho versos endecasílabos con rima consonante: ABABABCC. Una de las más importantes composiciones pertenecientes a este grupo es La Araucana (1569), de Alonso de Ercilla (1533-1594), poema que relata la conquista de Chile como una reivindicación del valor desplegado por los soldados españoles en una guerra en tierras

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lejanas, al tiempo que exalta el heroísmo del pueblo mapuche (con su caudillo Caupolicán a la cabeza) en la defensa de su tierra. Resumen El Renacimiento cultural europeo del siglo XV, basado en una vuelta a los valores clásicos, llega a España de forma tardía en el siglo XVI. En el terreno de la poesía, esta nueva corriente da lugar a la lírica petrarquista (cuyo principal representante es Garcilaso de la Vega), basada en el modelo poético italiano y caracterizada por versos de arte mayor y una descripción de las emociones que el amor cortés produce en el poeta. De forma paralela, se desarrolla en España durante el siglo XVI una literatura religiosa de carácter ascético y místico (representada por fray Luis de León, san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús), cuyo objetivo era lograr la unión espiritual con Dios. La Conquista de América dio lugar al surgimiento de una poesía épica renacentista que exaltaba las hazañas guerreras de los españoles y los indios en el Nuevo Continente, cuyo principal exponente es La Araucana. Apéndice bibliográfico

Iliada (s. VIII a.C.) [Homero] Este poema épico describe únicamente un episodio de la Guerra de Troya, haciendo especial énfasis en la disputa del troyano Aquiles con Agamenón, la cólera del primero y sus terribles consecuencias. La "Iliada" recibe su nombre de la ciudad de Troya, también llamada Ilión, antigua capital de Asia Menor.

Odisea (s. VIII a.C.) [Homero] Poema épico que narra los viajes y aventuras del héroe Odiseo (o Ulises) tras la conquista de Troya, en su lucha constante por volver a su querida patria Ítaca y reunirse con su mujer Penélope.

Eneida (19 a.C.) [Virgilio] Los romanos heredaron el mundo del mito y la fábula de la literatura griega. En este ámbito se mueve la "Eneida", leyenda mítica acerca de la fundación de Roma por parte del troyano Eneas, entremezclada además con el hecho histórico de las Guerras Púnicas (264-146 a.C.) entre romanos y cartagineses por el control del Mediterráneo. La obra, escrita en hexámetros latinos, presenta una estructura similar a la "Odisea" y la "Iliada" de Homero.

Metamorfosis (4 d.C.) [Ovidio] Extenso poema épico escrito en hexámetros que narra 250 mitos que incluyen (directa o indirectamente) alguna transformación. En el fondo, la metamorfosis es la expresión de la variedad de la vida, la capacidad inmensa de transformarse todo, empezando por el cuerpo humano, desde la infancia a la vejez.

Orfeo (1480) / Estancias (1494) [Angelo Poliziano] Poliziano, al igual que el resto de humanistas, se propuso recuperar el mundo clásico latino; para ello utiliza su propia lengua toscana, lo que ayudó a conferir personalidad al italiano en un mundo literario europeo dominado por el latín, que se imponía como lengua de cultura al resto de lenguas vernáculas. La "Fábula de Orfeo" narra en octavas reales (ABABABCC) el tema mitológico del músico Orfeo que baja a los infiernos a rescatar a su mujer Eurídice.

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Arcadia (1504) [Iacopo Sannazaro] Sannazaro toma como modelos a imitar los idilios pastoriles de Teócrito y Virgilio, siempre dentro de la tradición bucólica. La "Arcadia" es una ensoñación poética, una especie de paraíso terrenal en el que el hombre, en contacto de nuevo con la naturaleza, puede recrear la ya desaparecida Edad de Oro de la humanidad.

Aminta (1580) [Torquato Tasso] Fábula pastoril de corte dramático que narra las aventuras amorosas de dos parejas de pastores idealizados: AmintaSilvia y Tirsi-Dafne. La profundidad del amor que el adolescente Aminta siente por su amada se pondrá de manifiesto cuando un sátiro de instintos primarios secuestra a Silvia. Tras distintas peripecias, el final de la obra es rotundamente feliz.

Aminta (1607) / Orfeo (1624) [Juan de Jáuregui] "Aminta" es una traducción del humanista español Juan de Jáuregui del original italiano de Torquato Tasso; se trata de una fábula pastoril que narra los amores entre el pastor Aminta y su enamorada Silvia. Su otra traducción de un poema italiano renacentista, "Orfeo", es una recreación en verso de la fábula de Orfeo y Eurídice narrada por Ovidio en sus "Metamorfosis", que más tarde recibió su espaldarazo definitivo entre los humanistas gracias a la versión que Poliziano hizo en 1471.

Poesía castellana completa (1543) [Garcilaso de la Vega] Garcilaso es tenido como el introductor de la lírica petrarquista italiana en España. Esta poesía, de carácter amoroso, refleja el dolorido sentir del poeta ante la indiferencia de su amada, cuyo amor se ve como un objetivo inalcanzable. Garcilaso desarrolla su pasión en el marco pastoril propio de la poesía bucólica latina, en el que el honbre, en contacto de nuevo con una naturaleza idílica, puede huir de los vicios de la vida cortesana y encontrar la paz y la tranquilidad de las que disfrutó en una anterior "Edad de Oro" de la humanidad.

Antología poética [Hernando de Acuña / Gutierre de Cetina / Francisco de Figueroa] Acuña (Varias poesías); Cetina (Sonetos y madrigales completos); Figueroa (Poesía). Estos tres poetas corresponden a la primera generación petrarquista en España, cuyas obras fueron publicadas en su mayoría a título póstumo. Se trata de una poesía neoclasicista en la que el amor humano se halla entre el amor espiritual y el amor sensual, lo cual es fuente de continuas tensiones. Este sentimiento es visto como algo imposible de alcanzar y que produce dolor en el poeta.

Poesía (1582) [Fernando de Herrera] Herrera es un poeta que odia la vulgaridad, lo cual se pone de manifiesto en sus composiciones a través de un lenguaje poético brillante, ornamental y minoritario. Como en el resto de poetas petrarquistas, el gran tema de su poesía es el amor. La lucha dialéctica entre razón y pasión que este amor produce quebranta el ánimo del poeta, que hace partícipe a la naturaleza de sus sentimientos.

Poesías castellanas completas (1589) [Francisco de Aldana] Aldana, al contrario que el resto de poetas neoplatónicos del siglo XVI, no refleja el encuentro amoroso como el arco que tensa la flecha del deseo, sino como culminación sexual sin más ambages, erotismo expresado de manera clara y estética.

Poesía (1610) [Diego Hurtado de Mendoza] Con Boscán como adelantado, el "grave" Hurtado de Mendoza es un miembro más de lo que ha venido en llamarse "primera generación petrarquista", grupo de poetas como Garcilaso, Acuña, Cetina, Figueroa, etc. que presentan en común una serie de rasgos biográficos y poéticos. Hurtado de Mendoza describe en su poesía el sentimiento amoroso con sus motivos derivados de alegría y tristeza, esperanza y desengaño, soledad y reproches. Además, es autor de una serie de sátiras sociales violentas y despiadadas.

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Poesía completa (1631) [Francisco de la Torre] No existe ningún dato acerca de la vida de Francisco de la Torre (incluso se duda de su existencia). Algunos críticos piensan que en realidad se trata de un pseudónimo de Quevedo, que fue el que publicó sus obras. El gran tema en De la Torre, como en el resto de poetas petrarquistas, es el amor platónico, idealizado a la par que desesperado.

Poesía (1580) [Fray Luis de León] La poesía de fray Luis versa sobre lo que debe hacer el hombre para alcanzar la armonía universal, huyendo del "mundanal ruido" de la sociedad. Imita los temas y las formas de la poesía clásica latina (especialmente de Horacio), aunque únicamente con el fin de ennoblecer la balbuciente lengua castellana.

La perfecta casada (1584) [Fray Luis de León] Fray Luis se inspiró en la Biblia para escribir esta obra, en la que trata de las obligaciones de la mujer dentro del matrimonio.

Poesía (1622) [San Juan de la Cruz] El poema más conocido de san Juan, "Cántico espiritual" (1578), puede ser entendido en sus aspectos amoroso y místico, debido a su gran ambigüedad de contenido. Ello es así debido a que el poeta intenta expresar su sentimiento espiritual recurriendo a la poesía petrarquista y platónica, tan en boga en el siglo XVI.

Libro de la vida (1562) [Santa Teresa de Jesús] Teresa de Jesús recurre a su experiencia autobiográfica para hacer partícipes a sus lectores de la comunicación mística con Dios a través de la oración. Sin embargo, la gran dificultad que supone la descripción de este fenómeno inefable hace que sea necesario el uso de multitud de imágenes alegóricas.

CAPÍTULO 11. PROSA DEL SIGLO XVI 11.1. Introducción Durante la primera mitad del siglo XVI, los géneros narrativos en prosa del siglo XV continúan desarrollándose (en particular, los libros de aventuras, las novelas sentimentales y la literatura didáctica). No obstante, y al igual que la poesía, la prosa castellana se ve influida por el nuevo modelo renacentista introducido desde Italia, basado en la imitación de los modelos latinos (Horacio, Cicerón) e italianos (Baltasar de Castiglione, Pietro Bembo), aunque con un estilo más natural, grave y pausado, que caracteriza al castellano frente al latín. La visión renacentista del mundo también afecta a las crónicas históricas y obras de saber publicadas durante los reinados de Carlos V (1516-1556) y Felipe II (1556-1598). El historiador más representativo de la primera mitad del siglo XVI es el humanista Pero Mexía (1497-1551), cuya Silva de varia lección (1540), una enciclopedia miscelánea de conocimientos humanistas, gozó de enorme popularidad en toda Europa. En la segunda mitad del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, la prosa castellana continúa diversificándose en sus distintos géneros, aunque la enorme producción

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literaria de este periodo se puede agrupar en tres grandes categorías: 1) prosa religiosa (como las anteriormente mencionadas obras de espiritualismo ascético-místico de fray Luis de León, san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús); 2) prosa didáctica (basada en la razón, la observación y la experimentación como métodos científicos, como en Examen de ingenios para las sciencias (1575), de Juan Huarte de San Juan, análisis psicológico de las distintas personalidades humanas que influyó posteriormente en el diseño de los caracteres de algunos personajes de ficción novelística, como en Don Quijote de la Mancha); 3) prosa histórica (literatura de tipo político reforzada con contenidos nacionalistas, que mezcla hechos objetivos con otros legendarios, como en las crónicas de la conquista de América). Para hilvanar la narración de las obras y mostrar la evolución de los personajes, la prosa castellana del siglo XVI se sirve fundamentalmente de tres subgéneros literarios de origen clásico: la epístola (cartas enviadas o recibidas por los personajes), el diálogo (comunicación directa e intercambio de opiniones entre aquéllos) y la autobiografía (con el empleo de una primera persona ficticia que supone la fusión del narrador y el protagonista). Los principales temas tratados son la enseñanza moral del cortesano (reflejo de las inquietudes políticas, religiosas e intelectuales del momento), el ideal de la vida retirada, la defensa del castellano y la política expansionista del emperador Carlos I. Por otra parte, la Conquista del continente americano durante el siglo XVI hizo que surgiera en España un nuevo tipo de narración histórica, las crónicas de Indias, en las que conquistadores y misioneros dan testimonio del problemático encuentro entre dos culturas radicalmente distintas. Estas obras, narradas en un registro que oscila entre el coloquial y el culto, imitan conscientemente el estilo de los libros de caballerías, con grandes dosis de fabulación y fantasía en el relato de hechos históricos. A través de estas crónicas de Indias, el castellano se vio enriquecido con numerosos vocablos indígenas. Los autores más destacados de este subgénero prosístico castellano son fray Bartolomé de las Casas (con su Brevísima relación de la destrucción de las Indias), Bernal Díaz del Castillo (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España) y Álvar Núñez Cabeza de Vaca (Naufragios). A lo largo del siglo XVI y primera mitad del XVII, la novela se establece como el principal género en prosa de la literatura española. Por sus características formales y de contenido, se puede dividir en dos grandes grupos: A) Novela idealista ● Novela de caballerías ● Novela epistolar ● Novela pastoril ● Novela bizantina 18

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● Novela morisca B) Novela realista ● Novela picaresca 11.2. Retórica humanista y diálogos Bajo la apariencia de diálogos abiertos entre varios personajes, con posibilidades de dar opiniones que pueden ser aceptadas o rebatidas, se publican durante el siglo XVI una serie de obras en prosa que expresan en última instancia un contenido doctrinal de carácter erasmista, basado en la defensa de los valores religiosos personales, la exaltación del pensamiento humanista y la dignificación de las lenguas vernáculas frente al latín. Frente a los diálogos didácticos de la Edad Media, en el humanismo se desarrollan los diálogos retóricos, en los que no se trata de llegar a una conclusión sino de exponer en paralelo dos ideologías. Alfonso de Valdés (1490-1532) Algunas de las obras más importantes pertenecientes a este género prosístico son Diálogo de Mercurio y Carón (1528), de Alfonso de Valdés, en el que se critica la intolerancia religiosa de la Contrarreforma española; Diálogo de la lengua (1535), de Juan de Valdés, una reflexión sobre distintos aspectos gramaticales del castellano destinada a situar esta lengua al mismo nivel cultural que el latín; Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539), de fray Antonio de Guevara, en la que se expresa el tópico literario de huir de la vida cortesana para refugiarse en el campo; Diálogo de la dignidad del hombre (1543), de Fernán Pérez de Oliva, en el que se defiende el libre albedrío del hombre y su capacidad para hacerse a sí mismo; Viaje de Turquía (1557), obra atribuida a Cristóbal de Villalón, diálogo entre tres personajes (Juan de Voto a Dios, Mátalascallando y Pedro de Urdemalas) que describe el modo de vida de los turcos al tiempo que critica las costumbres de la sociedad europea renacentista. 11.3. Libros de viajes

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Mapamundi de Mercator (1569) El siglo XVI es el de los grandes descubrimientos geográficos. Tras la conquista de América y las expediciones de navegantes europeos por África y Asia, el mundo empieza a ser conocido a través de geógrafos y cartógrafos. Las guerras que asolan Europa impiden la libre circulación por el continente, por lo que durante este siglo se multiplican los viajes a destinos exóticos (sobre todo América). Los relatos de estos viajeros, con descripciones de los pueblos, la flora y la fauna de los lugares visitados, ayudaron a los europeos a comprender mejor el Nuevo Mundo.

En el marco de la literatura española, algunas de las principales obras pertenecientes al género de los libros de viajes ―aparte de las crónicas de Indias anteriormente comentadas― son Descripción general de África (1573), de Luis del Mármol Carvajal, e Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reyno de la China (1585), de Juan González de Mendoza, primera obra europea en publicar caracteres chinos. 11.4. Novela de caballerías Los libros de caballerías, que gozaron de una gran aceptación en España durante la segunda mitad del siglo XV, comienzan a perder popularidad hacia mediados del siglo XVI, debido a la pérdida de los valores medievales de nobleza, valentía y amor cortés en una sociedad burguesa y materialista. Pese a que la última obra perteneciente a este género que se publica en España, Policisne de Boecia, lo hace en 1602, el género había entrado ya en franca decadencia (en realidad, esta última obra es una adaptación del clásico Amadís de Gaula). Algunas de las novelas de caballerías más representativas durante la primera mitad del siglo XVI, que dieron lugar Palmerín de Oliva (1511) a ciclos o continuaciones, son Las sergas de Esplandián (1510), Palmerín de Oliva (1511), Clarián de Landanís (1518) y El Caballero del Febo (1555). 11.5. Novela epistolar

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Hacia mediados del siglo XVI, se desarrolla el género de la novela epistolar: narraciones escritas en forma de cartas o epístolas que los personajes se envían entre sí y presentadas por un autor anónimo. Esta técnica narrativa, que ya había sido experimentada en algunas novelas sentimentales del siglo XV (como Cárcel de amor), se consolida como género literario gracias a los tratados epistolares de Erasmo de Rotterdam y Juan Luis Vives, que delimitan claramente las cuatro partes que forman una carta: Proceso de cartas de amores (1548) salutatio (saludo), exordium (introducción o propósito), narratio (presentación del tema) y conclusio (resumen de argumentos). La primera novela epistolar propiamente dicha que aparece en la literatura española (y al mismo tiempo la última novela sentimental) es Proceso de cartas de amores (1548) de Juan de Segura, en la que el amor cortés es sustituido por una pasión sexual más realista y acorde a la sociedad del siglo XVI. Este género narrativo, que permite el análisis psicológico de los protagonistas a través de sus cartas, adquirió gran popularidad en siglos posteriores en la literatura europea, y fue cultivado por autores de la talla de Jean-Jacques Rousseau (Julia o la nueva Eloísa), Johann Wolfgang von Goethe (Las desventuras del joven Werther) o Juan Valera (Pepita Jiménez). 11.6. Novela pastoril En la línea de la literatura cortesana, este género narrativo responde a los nuevos gustos de un público más refinado durante el siglo XVI, capaz de apreciar los préstamos que se hacen de la literatura clásica e italiana y de comprender las alusiones veladas. Inspirada en la poesía bucólica grecolatina (Idilios, de Teócrito, y Bucólicas, de Virgilio) y en la lírica renacentista (Arcadia, de Pastores de la Arcadia (Nicolas Poussin) Sannazaro), la novela pastoril refleja el encuentro en espacios naturales idealizados de pastores refinados que hablan de sus penas amorosas mediante diálogos intimistas, lánguidos y artificiosos (con mezcla de prosa y verso). El amor neoplatónico de los protagonistas da lugar a un desarrollo lento de la trama, que llega a su fin por mediación de la magia. Algunas de las obras más importantes pertenecientes al género de la novela pastoril durante el siglo XVI son Los siete libros de la Diana (1559), de Jorge de Montemayor, Diana enamorada (1564), de Gaspar Gil Polo, La Galatea (1585), de Miguel de Cervantes, y La Arcadia (1598), de Lope de Vega.

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El siguiente fragmento de Los siete libros de la Diana, en el que el pastor Sireno lamenta la ausencia de su amada Diana, ilustra el tono artificioso y refinado que caracteriza a la novela pastoril: Venía, pues, el triste Sireno los ojos hechos fuentes, el rostro mudado, y el corazón tan hecho a sufrir desventuras, que si la fortuna le quisiera dar algún contento, fuera menester buscar otro corazón nuevo para recibirle. El vestido era de un sayal tan áspero como su ventura, un cayado en la mano, un zurrón del brazo izquierdo colgando. Arrimose al pie de una haya, comenzó a tender sus ojos por la hermosa ribera hasta que llegó con ellos al lugar donde primero había visto la hermosura, gracia, honestidad de la pastora Diana, aquella en quien Naturaleza sumó todas las perfecciones que por muchas partes había repartido. Lo que su corazón sintió imagínelo aquel que en algún tiempo se halló metido entre memorias tristes. No pudo el desventurado pastor poner silencio a las lágrimas, ni excusar los suspiros que del alma le salían, y volviendo los ojos al cielo, comenzó a decir de esta manera: — ¡Ay memoria mía, enemiga de mi descanso!, ¿no os ocuparais mejor en hacerme olvidar disgustos presentes que en ponerme delante los ojos contentos pasados? ¿Qué decís memoria? Que en este prado vi a mi señora Diana, que en él comencé a sentir lo que no acabaré de llorar, que junto a aquella clara fuente, cercada de altos y verdes alisos, con muchas lágrimas algunas veces me juraba que no había cosa en la vida, ni voluntad de padres, ni persuasión de hermanos, ni importunidad de parientes que de su pensamiento la apartase; y que cuando esto decía salían por aquellos hermosos ojos unas lágrimas, como orientales perlas, que parecían testigo de lo que en el corazón le quedaba, mandándome, so pena de ser tenido por hombre de bajo entendimiento, que creyese lo que tantas veces me decía. Pues espera un poco, memoria, ya que me habéis puesto delante los fundamentos de mi desventura (que tales fueron, pues el bien que entonces pasé fue principio del mal que ahora padezco), no se os olviden, para templarme este descontento, de ponerme delante los ojos uno a uno los trabajos, los desasosiegos, los temores, los recelos, las sospechas, los celos, las desconfianzas, que aún en el mejor estado no dejan al que verdaderamente ama. Los siete libros de la Diana (Libro primero)

11.7. Novela bizantina

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Persiles y Segismunda (ed. 1617) También llamada novela helenística, por tener su origen en los libros de aventuras griegos Dafnis y Cloe, de Longo (siglo II), y Etiópicas o Teágenes y Cariclea, de Heliodoro de Émesa (siglo III), consiste en un intrincado relato de aventuras y viajes que se desarrollan en un ámbito geográfico amplio y variado. La narración de sucesos se combina con la descripción de lugares y costumbres, así como la reflexión sobre temas variados. Los protagonistas son jóvenes amantes, auténticos “peregrinos del amor”, cuyos viajes y aventuras les otorgan un anhelo de purificación en el sufrimiento y una exaltación de la castidad amorosa característica de este género literario.

La novela bizantina tuvo un gran auge durante todo el siglo XVI y el primer tercio del XVII, e incluso Cervantes cultivó este género en su última obra escrita en vida, Los trabajos de Persiles y Segismunda (publicada en 1617, tras su muerte). Su éxito entre los erasmistas se debió a su mensaje moral: las pasiones ilícitas son castigadas, mientras que los afectos puros conducen a la felicidad. Además, por oposición a los “odiados” libros de caballerías, que ofrecían un mundo fantástico e irreal, la novela bizantina poseía cualidades como la verosimilitud, la verdad psicológica, la ingeniosidad en la composición, la sustancia filosófica y el respeto de la moral. La primera novela bizantina dentro de la literatura española es Historia de los amores de Clareo y Florisea (1552), de Alonso Núñez de Reinoso, a la que siguieron Selva de aventuras (1565), de Jerónimo de Contreras, El peregrino en su patria (1604), de Lope de Vega, y la anteriormente mencionada Los trabajos de Persiles y Segismunda. Otras obras, como Los amantes peregrinos Angelia y Lucenrique (1623), Historia de Hipólito y Aminta (1627), Historia de las fortunas de Semprilis y Genorodano (1629) y Eustorgio y Clorilene, historia moscóvica (1629), marcan la madurez de este género literario. El siguiente fragmento de Historia de los amores de Clareo y Florisea, en el que los dos jóvenes amantes, una vez reunidos, reanudan sus viajes, ilustra el estilo y el lenguaje de la novela bizantina: Habiendo pues navegado algunos días aquellos amantes por la mar adelante, unas veces con próspero tiempo y otras con contrario (porque los que van navegando no pueden dejar de sentir y probar los reveses y mudanzas de la loca y brava mar), una mañana, ya que el sol esparcía sus claros rayos por toda la tierra, vieron de lejos una hermosa ínsula llena de muy hermosas y ricas casas, tan copiosa de arboledas y verdes campiñas que gran contento daba a los ojos que la miraban, y ponía gran deseo a los navegantes de ver tierra que tan hermosa parecía. Y así determinaban, cansados de la fastidiosa mar, de reposar allí. Pero los marineros, que sabían más de la ínsula que no ellos, les dijeron que no lo hiciesen, porque si en la ínsula entrasen, que supiesen cierto que se ponían a gran peligro, porque en la ínsula vivía la princesa Narcisiana, hija del rey de Macedonia, la cual era tan hermosa que ninguna persona la veía que la misma hora no muriese; y que por esta causa sus padres la habían hecho traer a aquella ínsula, que la ínsula Deleitosa se nombraba, por causa y respecto de los grandes deleites que había

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en ella. Adonde la princesa estaba acompañada de muchas dueñas y doncellas de alta guisa, y de otras princesas que por le tener compañía allí eran venidas, y algunos pastores, los cuales, a lo que se pensaba, eran grandes príncipes y andaban disfrazados por causa de la princesa; principalmente uno que Altaiés de Francia dicen ser, hijo del emperador de Trapisonda, por otro nombre el caballero Constantino llamado, y en aquella ínsula el pastor Archesileo. Historia de los amores de Clareo y Florisea (1552)

11.8. Novela morisca La cercanía de las últimas luchas contra el invasor árabe en Granada dan lugar al surgimiento de un nuevo género narrativo en la literatura española, la novela morisca, que gira en torno a la figura idealizada del caballero musulmán, al que se equipara por su nobleza y linaje con el héroe de los libros de caballerías. De forma similar a la novela bizantina, las peripecias amorosas están plagadas de dificultades y se desarrollan en un marco espacial donde se combinan el exotismo oriental, el lujo y la fastuosidad. Las El Abencerraje (1565) principales novelas moriscas del siglo XVI son la anónima Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa (1565) y Guerras civiles de Granada (1595), de Ginés Pérez de Hita. En Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa, la violencia épica de un episodio de conquista con la que comienza la novela da paso a una bellísima lección de cordialidad y generosidad entre caballeros de distinta religión. La conducta de los dos protagonistas, don Rodrigo de Narváez y el moro Abindarráez, es explicada por sus respectivas historias, que giran en torno a dos temas comunes: el heroico y el amoroso. El primero introduce motivos militares, mientras que el segundo, relacionado con las circunstancias de Abindarráez y su amada Jarifa, presenta el amor y sus efectos. Ambos temas coinciden, sin embargo, en un objetivo único, la virtud, que se consigue por medio del amor, la amistad y un encumbramiento moral que incorpora a los hombres a normas superiores de conducta. El siguiente pasaje de esta novela ilustra el encuentro entre los dos protagonistas que, pese a ser enemigos sobre el campo de batalla, se muestran como caballeros de nobles sentimientos: Y yendo por él adelante hablando en la buena disposición y valentía del moro, él dio un grande y profundo sospiro: y habló algunas palabras en algaravía, que ninguno entendió. Rodrigo de Narváez yva mirando su buen talle y dispusición, acordávasele de lo que le vio hazer: y parecíale que tan gran tristeza en ánimo tan fuerte no podía proceder de sola la causa que allí parescía. Y por informarse dél, le dixo: — Cavallero, mirad que el prisionero que en la prisión pierde el ánimo, aventura el derecho de la libertad. Mirad que en la guerra los cavalleros han de ganar y perder: porque los más de sus trances estan subjectos a la fortuna: y paresce flaqueza que quien hasta aquí ha dado tan buena muestra de su esfuerço, la dé aora tan mala. Si sospirays del dolor de las llagas, a lugar vays do sereys bien curado. Si os duele la prisión, jornadas son de guerra a que estan subjectos quantos la

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siguen. Y si teneys otro dolor secreto fialde de mí, que yo os prometo como hijodalgo de hazer por remediarle lo que en mí fuere. El moro, levantando el rostro, que en el suelo tenia, le dixo: — ¿Cómo os llamays, cavallero, que tanto sentimiento mostrays de mi mal? Él le dixo: — A mí llaman Rodrigo de Narváez, soy Alcayde de Antequera y Alora. El moro, tornando el semblante algo alegre, le dixo: — Por cierto aora pierdo parte de mi quexa: pues ya que mi fortuna me fue adversa, me puso en vuestras manos, que aunque nunca os vi, sino aora, gran noticia tengo de vuestra virtud y expiriencia de vuestro esfuerço: y porque no os parezca que el dolor de las heridas me haze sospirar y también porque me paresce que en vos cabe qualquier secreto, mandad apartar vuestros escuderos, y hablaros he dos palabras. El Alcayde los hizo apartar, y quedando solos el moro, arrancando un gran sospiro, le dixo: — Rodrigo de Narváez, alcayde tan nombrado de Alora, estate atento a lo que te dixere, y verás si bastan los casos de mi fortuna a derribar un coraçón de un hombre captivo. A mí llaman Abindarráez el moço, a diferencia de un tío mío hermano de mi padre, que tiene el mismo nombre. Soy de los Abencerrajes de Granada, de los quales muchas vezes avrás oydo dezir: y aunque me bastava la lastima presente, sin acordar las passadas, todavia te quiero contar esto. Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa (1565)

11.9. Novela picaresca Dentro del género de la novela realista, la llamada novela picaresca surgió como respuesta a los enormes contrastes de la sociedad española del siglo XVI, en la que convivían los caballeros y burgueses enriquecidos con los hidalgos empobrecidos y una gran parte del pueblo llano (mendigos y vagabundos) desheredado de la fortuna. Literariamente, este género nació como una parodia de las novelas idealistas del Renacimiento (como los libros de caballerías, la novela sentimental o la novela pastoril), en las que el protagonista no es un héroe de Picaro (grabado) ideales cortesanos, sino un “antihéroe” que vive en un mundo miserable, en el que sólo se sobrevive gracias al engaño y la mentira y en el que no hay esperanzas de ascenso social. Pese a que este género contó con algunas obras precursoras en la primera mitad del siglo XVI, como La Lozana andaluza (1528) —novela dialogada que describe la vida en los bajos fondos de Roma—, la primera novela picaresca propiamente dicha es el anónimo Lazarillo de Tormes (1554). Este nuevo género se consagró definitivamente tras la publicación en 1599 del Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, y alcanzó su culminación en 1626 con El Buscón, de Quevedo. La novela picaresca se desarrolló hasta mediados del siglo XVII, con obras como La pícara Justina (1605), de Francisco López de Úbeda, La hija de la Celestina (1612), de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, Vida del escudero Marcos de Obregón (1618), de Vicente Espinel, La desordenada codicia de los bienes ajenos (1619), de Carlos García, Alonso, mozo de muchos amos (1624), de Jerónimo de Alcalá Yáñez, y la anónima Vida y hechos de Estebanillo 25

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González (1646). Las principales características de este género prosístico son las siguientes: 1) El relato de las “aventuras” del antihéroe se enmarca en un ámbito espaciotemporal similar al de los libros de caballerías, aunque con un tono satírico-paródico: el pícaro visita todas las clases sociales de la época y es testigo directo de su hipocresía y falsedad. 2) La novela picaresca posee un estilo autobiográfico, aunque se trata en todo caso de personajes ficticios. 3) El protagonista posee un origen miserable. 4) El mundo marginal en el que vive el antihéroe aparece reflejado con gran crudeza y realismo. 5) Aunque el pícaro intenta constantemente mejorar su condición social, su vida está determinada por sus orígenes y su entorno y no podrá jamás dejar de ser un pícaro. 6) El tono general de la novela picaresca es de pesimismo y desengaño: la vida del pícaro se muestra como un ejemplo con valor moralizante de que la vida descarriada de un individuo conduce únicamente al castigo o al arrepentimiento final. La novela picaresca española influyó enormemente en el desarrollo de este género en otras literaturas europeas, como en Alemania (Simplicius Simplicissimus, del siglo XVII), Francia (Histoire de Gil Blas de Santillane, del siglo XVIII) e Inglaterra (Moll Flanders y Tom Jones, ambas del siglo XVIII). 11.10. Lazarillo de Tormes La primera obra perteneciente al género de la novela picaresca, el Lazarillo de Tormes (1554) —o La vida

de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, como reza el título completo de la

Lazarillo de Tormes (Goya)

obra—, es una obra anónima, escrita en primera persona y en estilo epistolar (como una única y extensa carta dirigida a un noble), que narra de forma autobiográfica la vida de un pícaro del siglo XVI, Lázaro de Tormes, desde su nacimiento y mísera infancia hasta su matrimonio, ya en edad adulta. Por su realismo, narración en primera persona, estructura itinerante al servicio de varios amos e ideología moralizante y pesimista, está considerada como la precursora de la novela picaresca en España.

Lazarillo de Tormes es un esbozo irónico y despiadado de la sociedad del siglo XVI, de la que se muestran sus vicios y actitudes hipócritas (sobre todo las de los clérigos y religiosos). Pese a que se desconoce su autor, es posible que fuera un simpatizante de 26

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las ideas erasmistas que se propagaban por Europa (motivo por el cual permaneció en el anonimato, para evitar las represalias de la Inquisición). Así como los libros de caballerías estaban protagonizados por héroes cortesanos de elevados valores morales, Lázaro representa la antítesis de estos personajes: tras una vida miserable al servicio de varios amos, llega a la “cima” de su ascenso social cuando entra al servicio de un arcipreste, aun a costa de perder su “honra” al consentir las relaciones de éste con su mujer. La vida de Lázaro es un doloroso tránsito desde la inocencia y la pureza de la infancia al cinismo y la corrupción moral de su edad adulta, como signos de su integración social. El estilo literario del Lazarillo de Tormes mezcla lo doctrinal (la novela suscita una reflexión moral de los valores sociales) y lo lúdico (su lectura resulta entretenida), lo culto y lo popular, el pesimismo y el humor, lo religioso y lo mundano… todo ello expresado mediante un lenguaje realista de gran naturalidad expresiva. El sentido último de la obra es —en consonancia con la corriente erasmista de la época— la denuncia social ante la ausencia de un verdadero sentido cristiano de la vida. A continuación se ilustra el despertar de Lázaro a la vida del pícaro, cuando entra al servicio de un ciego que le ofrece su primera lección de supervivencia en un mundo lleno de maldad mediante la cornada de un toro de piedra: En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él le respondió que así lo haría, y que me recibía no por mozo sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo. Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo: “Hijo, ya sé que no te veré más. Procura ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto. Válete por tí.” Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: “Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro de él.” Yo simplemente llegué, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y dióme una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: “Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber mas que el diablo”, y rió mucho la burla. Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre mí: “Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer.” Lazarillo de Tormes (Tratado primero)

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11.11. Guzmán de Alfarache Esta obra, escrita por Mateo Alemán (1547-1615) y publicada en dos partes (1599 y 1604), supone la consagración definitiva del género de la novela picaresca, iniciado en 1554 con el Lazarillo de Tormes. Al igual que ésta, el Guzmán de Alfarache narra en forma autobiográfica la historia de un trotamundos desheredado de la fortuna cuyo papel en la vida se reduce a ir satisfaciendo, de cualquier manera, sus necesidades más elementales. El hambre es, a la vez, el motor principal del pícaro, y para combatirla trabajando lo menos posible hace de todo sin ser, en realidad, nada: sirve a varios amos, hace de mendigo, roba y engaña. Desde la atalaya de su madurez, Guzmán relata de forma retrospectiva su vida como justificación de su estado actual (condenado a galeras Guzmán de Alfarache (ed. 1681) por sus crímenes). La enseñanza moral de la novela es la de un ejemplo que no se debe seguir. La popularidad del Guzmán de Alfarache fue enorme en su época, con numerosas ediciones, traducciones a otros idiomas y continuaciones apócrifas. Mediante constantes apelaciones a un “tú” que representa al lector de la novela, cómplice de las aventuras del pícaro, Mateo Alemán ofrece su mensaje didáctico bajo la forma de advertencias y digresiones. Pese a que el autor insiste una y otra vez en su novela en el libre albedrío de las personas, el protagonista, Guzmán, no logra librarse ni de la mancha de su herencia ni de las circunstancias que, a causa de ésta, le empujan a vivir en continuo pecado. El mensaje de la obra es, al igual que en el resto de novelas picarescas, marcadamente pesimista: una vez lanzado al mundo, el hombre entra en el pecado y el engaño, y si por gracia de su albedrío, tras haberse dado cuenta del engaño, se salva, no va a intentar cambiar el mundo, sino que lo va a rechazar, ya que cambiarlo resulta imposible. Cada uno de los capítulos que integran las dos partes del Guzmán de Alfarache posee una estructura similar: un título descriptivo del contenido, una introducción en la que el autor ofrece al lector una serie de consideraciones morales y la narración del capítulo propiamente dicha. El siguiente fragmento de esta obra ilustra lo anterior: Capítulo VI Vuelto a Roma Gumán de Alfarache, un cardenal, compadecido dél, mandó que fuese curado en su casa y cama Bien es verdad natural en los de poca edad tener corta vista en las cosas delicadas que requieren gravedad y peso, no por defecto del entendimiento, sino por falta de prudencia, la cual pide experiencia y la

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experiencia tiempo. Como la fruta verde mal sazonada no tiene sabor perfecto, antes acedo y desabrido, así no le ha llegado al mozo su maduro. Fáltale el sabor, la especulación de las cosas y conocimiento verdadero dellas. Y no es maravilla que yerre: antes lo sería si acertase. Con todo esto el buen natural de ordinario siempre tiene más capacidad para las consideraciones. […] Somos los pobres como el cero de guarismo, que por sí no vale nada y hace valer a la letra que se le allega, y tanto más cuantos más ceros tuviere delante. Si quieres valer diez, pon un pobre par de ti, y cuantos más pobres remediares y más limosna hicieres, son ceros que te darán para con Dios mayor merecimiento. ¿Qué te pones a considerar si gano, si no gano, si me dan, si no me dan? Dame tú lo que te pido, si lo tienes y puedes, que, cuando no por Dios que te lo manda, por naturaleza me lo debes. Y no entiendas que lo que tienes y vales es por mejor lana, sino por mejor cardada, y el que a ti te lo dio y a mí me lo quitó, pudiera descruzar las manos y dar su bendición al que fuera su voluntad y la mereciera. […] Alejado voy de Roma, para donde caminaba. Cuando allá llegué, me reventaron las lágrimas de gozo. Quisiera fueran los brazos capaces de abrazar aquellas santas murallas. El primer paso que dentro puse fue con la boca, besando aquel santo suelo. Y como la tierra que el hombre sabe, ésa es su madre, yo sabía bien la ciudad, era conocido en ella; comencé como antes a buscar mi vida. Vida la llamaba, siendo mi muerte. Y aquél me parecía mi centro. Guzmán de Alfarache (cap. VI, libro tercero, primera parte)

Resumen La prosa renacentista del siglo XVI continúa los géneros anteriores (libros de aventuras, novelas sentimentales y prosa didáctica) y desarrolla otros nuevos (prosa religiosa, prosa histórica y especialmente la novela). Tres de los modelos literarios preferidos por la literatura humanística para la narración son la epístola, el diálogo y la autobiografía. El género prosístico por antonomasia durante el siglo XVI y la primera mitad del XVII es la novela, que se divide a su vez en varios subgéneros: epistolar, pastoril, bizantina, morisca y picaresca. Esta última será la más representativa y dará lugar a una amplia producción literaria que se inicia con el Lazarillo de Tormes y que tendrá una enorme influencia en la evolución de este género en otras literaturas europeas. Apéndice bibliográfico

Política [Aristóteles] Aristóteles lleva a cabo en su "Política" un análisis de lo que debería ser el Estado ideal, y plantea una visión del hombre como "animal cívico", cuya verdadera razón de ser y fin último en la vida es la consecución de la virtud, la justicia y el bien, que sólo se consiguen viviendo en sociedad. El Estado debe ser, en última instancia, una prolongación de la familia, en la que el hombre posee soberanía sobre la mujer y el esclavo. Aristóteles discute en profundidad los tres tipos de gobierno conocidos hasta entonces (monarquía, aristocracia, república) así como sus respectivas corrupciones (tiranía, oligarquía, demagogia). Todos ellos poseen ventajas e inconvenientes, aunque Aristóteles parece proponer finalmente como modelo de gobierno una aristocracia de los virtuosos (o sabios), es decir, los filósofos.

La República (384-377 a.C.) [Platón] El género literario preferido por Platón para expresar su doctrina es el diálogo, ya que pensaba que el método dialéctico era el más apropiado para la enseñanza de la filosofía. Así ocurre en "La República", en donde Platón lleva a cabo una analogía entre el Estado y el ser humano. Al igual que la parte racional del hombre debe ser la encargada de gobernar su alma, así el filósofo es el más apropiado para gobernar el Estado. Por debajo de él han de estar los guerreros, que se encargarán de mantener el orden público. En un nivel inferior se encuentran los ciudadanos, que han de poseer costumbres moderadas. De esta manera, la justicia en el Hombre-Estado sólo sera

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posible si existe un equilibrio entre las tres virtudes representativas de los estamentos anteriores: sabiduría, fortaleza y templanza. En el libro VII de "La República" (de un total de diez), Platón introduce el famoso "mito de la caverna" para ejemplificar el descubrimiento del mundo inteligible de las ideas por parte del filósofo.

El banquete / Fedón / Fedro [Platón] Estos tres diálogos corresponden a la etapa de madurez de Platón, en la que desarrolla las tesis fundamentales de su filosofía. "El banquete" (384 a.C.) se estructura en torno al tema del amor; "Fedón" (387 a.C.) trata acerca de la inmortalidad del alma; "Fedro" (387 a.C.) desarrolla, igualmente, la teoría platónica del alma, según la cual ésta desea volver al mundo inteligible de las ideas (del que proviene), a pesar de que se halle transitoriamente ligada a una forma material.

Idilios [Teócrito] Teócrito es el primer representante de la literatura pastoril. Sus "Idilios", que reflejan amenos paisajes lejos del mundanal ruido, triunfaron en la sociedad griega de la época, necesitada de una literatura de evasión. Los pastores de Teócrito son cultos porque representan a las clases cultas (a pesar de los cual algunos de sus idilios son rústicos).

Bucólicas / Geórgicas [Virgilio] Las "Bucólicas" (43-39 a.C.) son diez poemas que Virgilio escribió a imitación de los "Idilios" del poeta griego Teócrito (323-250 a.C.); tratan de la vida rústica y pastoril idealizada, y en ellos hay referencias ocultas a situaciones del entorno real de Virgilio. Las "Geórgicas" (37-30 a.C.) es un largo poema didáctico-moral que, siguiendo las directrices del emperador Augusto, invita a los romanos al regreso al cultivo de la tierra y al trabajo productivo.

Los siete libros de la sabiduría [Séneca] Séneca fue el más independiente y brillante de los filósofos seguidores del estoicismo, doctrina de origen griego fundada por Zenón de Citia en el siglo IV a.C. Esta corriente moral postula que el hombre debe vivir de forma racional y en armonía con la naturaleza, y que la virtud es el único bien. Es por ello que el hombre virtuoso ha de mostrarse indiferente ante el placer y la desgracia que el destino le pueda deparar, para lograr así la libertad espiritual y ajustarse a la voluntad divina que controla toda la naturaleza. Esta concepción ética de la vida se expresa de forma estética en "Los siete libros de la sabiduría", un grupo de tratados filosófico-morales en los que Séneca exalta la verdadera virtud y denuesta los vicios y los bienes materiales.

Discursos cesarianos (46-45 a.C.) [Cicerón] Colección de tres discursos dirigidos a César en los que Cicerón se refiere a personajes y hechos de la guerra civil en Roma (49-45 a.C.), producto del enfrentamiento entre el propio César y Pompeyo. Cicerón había sido partidario de este último durante el conflicto, y tras conseguir el perdón de César pretende, mediante sus "Discursos cesarianos" y ayudado de su oratoria, que el emperador indulte igualmente a otros tres personajes que estuvieron en el bando de Pompeyo.

Satiricón (siglo I d.C.) [Petronio] El "Satiricón" es considerada como la primera novela picaresca de la literatura europea. En ella se entremezclan lo sensual, lo obsceno y lo satírico. El satirista Petronio desempeñó el cargo de "árbitro del buen gusto" bajo el mandato de Nerón.

El asno de oro (184) [Apuleyo] "El asno de oro" (o "La metamorfosis") constituye una novela satírica en la que Apuleyo se burla con mucha originalidad de las ridiculeces y los vicios que imperan en la sociedad romana de su época, y de la superstición en general.

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Dafnis y Cloe [Longo] “Dafnis y Cloe" representa la continuación latina de las novelas bizantinas griegas, cuyo argumento suele ser el de dos jóvenes enamorados que, tras ser separados a la fuerza y vivir diversas aventuras, acaban reuniéndose felizmente. El tema principal es el amor puro, ya que a pesar de todos los peligros por los que pasa Cloe se mantiene virgen a lo largo de toda la novela. Hay un fuerte factor religioso en la obra, ya que los dioses actúan como seres tutelares capaces de modificar el destino de los protagonistas.

Elogio de la locura (1509) [Erasmo de Rotterdam] Ingeniosa sátira acerca de la hipocresía y corrupción en el mundo.

El príncipe (anotado por Napoleón Bonaparte) (1532) [Nicolás Maquiavelo] Tratado acerca de cómo gobernar los reinos en época de crisis y decadencia; para ello, el Príncipe ha de colocarse por encima de toda consideración moral, anteponiendo el interés del Estado a cualquier otro interés personal (el famoso lema maquiavélico de que el fin justifica los medios). Gracias a esta ideología pragmática, Maquiavelo contribuyó a divulgar la idea de lo que más tarde sería el Estado moderno. La gran novedad de esta edición de "El Príncipe" consiste en la anotación que de la misma lleva a cabo Napoleón, en donde demuestra continuamente grandes dotes de soberbia y vanidad.

Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632) [Bernal Díaz del Castillo] Crónica de la conquista de México por parte de Hernán Cortés, narrada en primera persona por uno de los soldados que lo acompañó. El autor, carente de formación literaria, se propone únicamente reflejar lo más fidedignamente posible todos los hechos ocurridos, en base a notas que fue tomando a modo de diario de un conquistador. El punto de vista general, a diferencia de otras crónicas de Indias, es bastante objetivo, dentro de la continua obsesión de Díaz del Castillo por la verdad. Lo que más llama la atención es el gran detallismo que refleja la obra (nombres, sucesos, fechas, lugares, etc.).

Diálogo de Mercurio y Carón (1528) [Alfonso de Valdés] Junto con su hermano Juan, Alfonso de Valdés es uno de los máximos representantes del erasmismo en España. Su "Diálogo de Mercurio y Carón" es una alegoría que resume perfectamente los ideales erasmistas: sátira, anticlericalismo, imperialismo y pacifismo. Todos los estados sociales van desfilando ante los dos protagonistas de la obra, lo que hace que se descubran sus faltas y se muestre sus posibilidades de perfección. Valdés se muestra especialmente crítico con el falso cristianismo, y aboga por una fe católica verdaderamente sentida.

Diálogo de la lengua (1535) [Juan de Valdés] Juan de Valdés fue un erasmista representante de lo que vino a llamarse "buen gusto": la expresión natural en todos los aspectos de la vida. En su obra "Diálogo de la lengua" trata el tema del idioma, en una etapa en la que el castellano se estaba formando aún como lengua nacional y de prestigio. Hace una defensa a ultranza de las lenguas vulgares frente a las clásicas, y ensalza sobremanera los refranes y expresiones populares, porque representan la quintaesencia de la sabiduría popular. De la obra se desprende igualmente una gran animadversión hacia el gramático Antonio de Nebrija, al que acusa de latinizante y critica por ser andaluz.

Diálogo de la dignidad del hombre (1543) [Fernán Pérez de Oliva] El "Diálogo de la dignidad del hombre" es una discusión literaria acerca de la condición humana entablada entre dos amigos, Aurelio y Antonio, en la que el primero la denigra y el segundo la enaltece. Un tercer personaje, Dinarco, interviene al final a modo de juez para dar la razón al segundo. La fuente de esta obra son los debates medievales y el diálogo clásico de carácter retórico.

Viaje de Turquía (1557) [Cristóbal de Villalón]

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Esta obra es una autobiografía novelesca y dialogada en la que se describe en profundidad el mundo turco que, tras la caída de Constantinopla en poder del Imperio Otomano (1453), constituía una seria amenaza para la sociedad cristiana occidental.

Menosprecio de corte y alabanza de aldea / Arte de marear (1539) [Antonio de Guevara] Guevara se inserta en la tradición del "beatus ille" horaciano. La "aldea" a que hace referencia es simplemente un trasplante de los usos cortesanos a un ambiente más sano y menos viciado, un ideal de virtud y conducta para el hombre renacentista. La gran obsesión de Guevara consiste en establecer la diferencia entre "razón" y "opinión", fundando aquélla en la experiencia vital. El "Arte de marear" es una alegoría que representa esto último: el mundo es como el mar, lleno de peligros; la fortuna es como el viento, variable y traicionera; el hombre es como el navegante, y sólo el que se sujeta a razón y no a opinión es capaz de resistir los embates de la fortuna y renunciar a las ambiciones del mundo.

Epístolas familiares (antología) (1539-1541) [Antonio de Guevara] A imagen y semejanza de las epístolas familiares de Cicerón, Guevara redacta una serie de cartas que encierran diferentes propósitos, desde el didáctico-moral hasta el político, pasando por el religioso. El género epistolar conoce un espectacular auge durante el siglo XVI (es especialmente frecuente en la novela sentimental), hasta el punto de que llegan a escribirse manuales acerca de cómo redactar cartas, ya sean notariales, sentimentales o de amistad.

El Abencerraje (Novela y romancero) (1565) [anónimo] Esta obra sirve como punto de partida de la llamada novela morisca, en la que la nobleza de espíritu y la generosidad triunfan por encima de las creencias religiosas. Hay en la obra una idealización del mundo árabe, cuya cultura se consideraba superior durante el Renacimiento.

Espejo de príncipes y cavalleros o El Cavallero del Febo (1555) [Diego Ortúñez de Calahorra] Los libros de caballerías eran auténticos éxitos de venta en la España de principios del siglo XVI, siendo especialmente las clases bajas de la sociedad las que los leían. Por su difusión y su estructura, se podrían comparar con los "culebrones" de hoy en día. El "Espejo de príncipes y cavalleros" fue el último de entre los libros de caballerías que disfrutó de amplio éxito comercial (siempre a la sombra del "Amadis de Gaula", la mejor obra del género). En él se narran, en tono fantástico, las aventuras del Caballero del Febo y su hermano Rosicler, nacidos ambos (al igual que el resto de héroes en este tipo de obras) en circunstancias excepcionales y misteriosas. El propósito de este libro es claramente didáctico, ya que se pretende ilustrar un modelo de comportamiento. Hay un narrador que conoce toda la historia y la va contando por partes, saltando de un personaje a otro a lo largo de la narración. Para dar mayor verosimilitud a los hechos, remite a una presunta versión de la historia escrita por un sabio. A pesar de que los frecuentes duelos son muy repetitivos (el narrador abusa de las mismas fórmulas lingüísticas para las escenas similares) y de que el autor deja y retoma la acción constantemente, la lectura de la obra resulta amena y entretenida.

La Lozana andaluza (1528) [Francisco Delicado] Esta obra, precursora de la novela picaresca en España, constituye un documento vivo de la estancia de los españoles en Italia a comienzos del siglo XVI, así como del alto grado de corrupción alcanzado en Roma, "paraíso de putanas" (en palabras del propio Delicado); toda esta degradación culminó en 1527 con el Saco de Roma por parte de los soldados del emperador Carlos I. "La Lozana andaluza" muestra un lenguage popular de gran riqueza, reflejo del habla marginal y heterogénea de la cosmopolita ciudad italiana.

Lazarillo de Tormes (1554) [anónimo] Con esta obra se inicia el género de la novela picaresca en España, cuyo protagonista es siempre un personaje de baja extracción social, de características totalmente opuestas a las de los héroes tradicionales. Son obras de un gran

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contenido moralizante, ya que, tras una narración autobiográfica de su vida (lo cual sirve para poner de relieve los vicios y defectos de su época), el pícaro siempre acaba arrepentido de su pasado delictivo y reintegrado a la sociedad. El gran mérito de "El Lazarillo", y lo que lo convierte en una de las primeras novelas modernas, consiste en crear una obra de ficción mediante una estructura y un tema característicos de un hecho verídico: desde su madurez, y a ruegos de una persona anónima ("vuessa merced"), el protagonista narra su vida en primera persona. De esta manera, el lector de la época acostumbrado a leer obras de ficción, que acometió el libro como "verdad", acaba encontrando una "mentira", lo cual instaura un nuevo género de ficción: la novela.

Guzmán de Alfarache (1599-1604) [Mateo Alemán] Novela picaresca más representativa de este género, tras el "Lazarillo de Tormes". Se trata de una digresión moral narrada en primera persona desde la atalaya de la vida, desde donde se puede tener un punto de vista objetivo. El "Guzmán de Alfarache" es una obra de alto contenido religioso, con una visión desencantada y pesimista de la sociedad renacentista, siguiendo las líneas de la Contrarreforma en que se inserta.

Vida del escudero Marcos de Obregón (1618) [Vicente Espinel] Obra atípica dentro de la novela picaresca ya que, a pesar de poseer una estructura narrativa característica de este género, el protagonista no es propiamente un pícaro, sino un escudero. Por otro lado, la gran cantidad de aventuras y viajes narrados la asemeja más a las novelas bizantinas propias de la época.

La vida de Estebanillo González (1646) [anónimo] Novela picaresca de viajes, cuya línea argumental se asemeja al "Guzmán de Alfarache", aunque se aparta del tono moralizante de éste. Por contra, "La vida de Estebanillo González" se enmarca más en la línea cómica de obras como "El buscón" y "Vida del escudero Marcos de Obregón". Se trata de una narración en primera persona de la vida de un pícaro que viaja por toda Europa y cuyo único propósito es comer bien, beber mejor y huir de todos los problemas con ayuda del ingenio y la picaresca. El estilo de la obra es fluido y las descripciones de los distintos episodios son de una gran comicidad.

CAPÍTULO 12. POESÍA DEL SIGLO XVII 12.1. El Siglo de Oro español El ideal artístico del Renacimiento, basado en la belleza, proporción y armonía natural de las formas, experimenta una trasformación desde mediados del siglo XVI, que se manifiesta en un progresivo alejamiento de la imitación a los clásicos para acentuar más el estilo personal del artista. Este cambio culmina en una nueva corriente artística conocida como Manierismo que, surgido en Italia, tiende a una mayor artificiosidad que refleja la maniera o “personalidad creativa” del artista. A comienzos del siglo XVII, este movimiento cristalizará en un estilo artístico más refinado y ornamentado, con tendencia al desequilibrio y la exageración, conocido como Barroco, caracterizado por un mayor subjetivismo del artista en su visión del mundo. Frente al optimismo e idealismo del Renacimiento, el Barroco refleja un profundo desencanto y una visión desengañada de la existencia humana, con una actitud más reflexiva y pesimista ante los temas trascendentes de la humanidad: la vida, la, muerte, el destino, la libertad... Durante el reinado de los últimos Austrias (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), las cargas económicas producto de la política expansionista se vuelven 33

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insoportables y el país se encamina hacia la pérdida progresiva de su imperio. Por otra parte, las constantes luchas de intereses entre la nobleza, el clero y la incipiente burguesía crean una situación de constante enfrentamiento social. Las ciudades se llenan de una masa campesina que huye de las malas cosechas del campo y el azote de la peste. Paradójicamente, es en este periodo de decadencia nacional cuando se produce uno de los más brillantes y fructíferos períodos artísticos en la historia de España: el Siglo de Oro. En el caso particular de la literatura española, se puede considerar que esta etapa de máximo esplendor y producción se inicia en la segunda mitad del siglo XVI, con la eclosión de la poesía y la prosa renacentista, y concluye en 1681, tras la muerte del último gran escritor del siglo XVII, Calderón de la Barca. El estilo barroco representativo del Siglo de Oro español se caracteriza por un lenguaje mucho más elaborado y con abundancia de recursos retóricos, que sirven para expresar una visión del mundo desde una perspectiva artificiosa e intensificadora. La literatura española alcanza su apogeo tanto en el terreno de la poesía (con figuras de la talla de Lope de Vega y Luis de Góngora) como en el ámbito de la prosa (con Francisco de Quevedo y especialmente Miguel de Cervantes, autor de la obra cumbre de la literatura española: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha). El teatro también vive su particular época dorada de la mano de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, al tiempo que surgen nuevos géneros literarios, como el ensayo (gracias a Baltasar Gracián y su Criticón). 12.2. Conceptismo y culteranismo El interés de la literatura barroca por llamar la atención sobre el uso y el dominio del lenguaje se manifiesta en dos corrientes literarias propias de esta época: conceptismo y culteranismo. Ambas se caracterizan por una abstracción intelectual que exige del lector un alto nivel cultural para comprender el lenguaje literario, pero mientras que el primero se basa en el “concepto” (palabra de contenido abstracto o polisémico) para dar lugar a diferentes interpretaciones del texto mediante recursos como la ironía, la paradoja, la antítesis o el juego de palabras, en el culteranismo importa la forma más que el contenido, y por ese motivo emplea un lenguaje deslumbrante plagado de cultismos y neologismos, con gran acumulación de recursos formales: paráfrasis, metáforas, aliteraciones, paronomasias, hipérbatos... Los principales representantes del conceptismo y el culteranismo son, respectivamente, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora (rivales tanto en el ámbito literario como en la vida real). 12.3. Poesía barroca El lenguaje exuberante y sensorial de la literatura barroca española se manifiesta principalmente en la lírica. Pese a que los temas (amor cortés), las formas métricas 34

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(soneto) y los géneros son una continuación de los de la poesía renacentista del siglo XVI, se intensifican las referencias mitológicas como recurso del poeta para exhibir su erudición y formación humanista. Los tres grandes nombres de la poesía del siglo XVII son Lope de Vega, Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. 12.4. Lope de Vega Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562 - Madrid, 1635) está considerado como uno de los más importantes poetas y dramaturgos del Siglo de Oro español, tanto por la calidad como por la cantidad de su producción literaria. Apodado “Fénix de los ingenios” por el propio Miguel de Cervantes, Lope de Vega destacó especialmente por sus obras teatrales (se le atribuyen más de 470 comedias), su poesía (cerca de 3.000 sonetos) y, en menor medida, sus novelas. Una vida azarosa y mujeriega, marcada por la tragedia de la muerte de su hijo Carlos Félix y su segunda esposa Juana, provocó en Lope de Vega él una fuerte crisis espiritual que le llevó a ordenarse sacerdote y refugiarse en la escritura para templar sus conflictos internos. El estilo literario de Lope de Vega, a mitad de camino entre el Renacimiento y el Barroco, fluctúa entre lo popular y lo culto. Dentro de su producción poética destacan los sonetos, de contenido amoroso y religioso. Cultivó igualmente diversos géneros narrativos —en prosa y en verso—, como la novela pastoril (La Arcadia), la novela bizantina (El peregrino en su patria), la novela amorosa y celestinesca (La Dorotea), la novela religiosa (Pastores de Belén) y la novela corta (Novelas a Marcia Leonarda). Sin embargo, Lope de Vega ha pasado a la posteridad por su producción dramática, con centenares de comedias (entre las que destaca Fuenteovejuna) escritas para satisfacer los gustos de un público popular. El teatro lopesco está escrito por y para el pueblo, y en el resultan esenciales dos conceptos: el casticismo (que exalta los valores populares y rechaza cualquier influencia externa) y la honra (como forma de equiparar al campesinado con la nobleza). Otros elementos dramáticos comunes al teatro de Lope de Vega son el gracioso, la mujer honesta, el amor y los celos. La ingente producción literaria de Lope de Vega se puede dividir en cuatro grandes bloques: 1) Narrativa. Lope empleó tanto la prosa como el verso para componer una serie de obras narrativas de contenido variado: La Arcadia (1598), novela pastoril en verso que tuvo un gran éxito en su tiempo; El peregrino en su patria (1604), perteneciente al género de la novela bizantina, presenta la peculiaridad de que la acción se desarrolla 35

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completamente en España; Pastores de Belén (1612) que, bajo la forma de una novela pastoril en verso, relata diversos episodios bíblicos relacionados con el nacimiento de Jesucristo; La Dorotea (1632), novela amorosa dialogada cuya trama está basada en La Celestina; Novelas a Marcia Leonarda, colección de cuatro relatos cortos incluidos en otras obras de Lope de Vega: «Las fortunas de Diana» (1621), «La desdicha por la honra», «La más prudente venganza» y «Guzmán el Bravo» (todas de 1624). El siguiente fragmento corresponde al comienzo de La Arcadia, en el que la pastora Belisarda lamenta la ausencia de su amado Anfriso y su inminente boda con Salicio con un elevado tono lírico: BELISARDA Hermosas luces del cielo que influís en los mortales, ya los bienes, ya los males, ya las mudanzas del suelo; supuesto que vuestro zelo es seguir vuestro camino, ¿qué inclinación, qué destino es éste, con que mi amor va conduciendo mi honor al último desatino? ¿A qué más puede llegar la fuerza de un pensamiento que a no tener sentimiento de morir, y porfiar? La razón no halla lugar, porque amor, amor no fuera, quando a la razón le diera, puesto que amar altamente ya es razón; mas fácilmente no ama bien quien mal espera. ¿Qué esperanza queda en mí

quando a un tirano me dan, y dividiéndome van del primero bien que vi? De Anfriso dicen que fui estos prados y estas fuentes, cuyas flores y corrientes son los testigos mayores de mis presentes favores y de mis penas ausentes. ¡Ay sitio ameno y florido, quáles horas tuve en vos! ¿tan grande amor de los dos se ha de trocar en olvido? ¿un bien seis años querido, padre ingrato, dexar puedo? ¿casarme yo? Dice dentro Anarda y sale a su tiempo ANARDA No hayas miedo. BELISARDA ¡Oh que bien me respondió! La Arcadia (acto primero)

2) Lírica. La producción poética de Lope de Vega está formada fundamentalmente por sonetos, églogas, silvas, liras y romances, recopilados en poemarios conocidos como Rimas sacras (1614), La Filomena (1621), La Circe (1624), Triunfos divinos (1625), Laurel de Apolo (1630), Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (1634) y La vega del Parnaso (publicada en 1637, tras la muerte del poeta). El soneto es la forma métrica que con mayor maestría cultivó Lope de Vega. A continuación se ilustran dos de los más conocidos, de tema religioso y profano: Cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los pasos por donde he venido, me espanto de que un hombre tan perdido a conocer su error haya llegado.

Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso;

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Cuando miro los años que he pasado, la divina razón puesta en olvido, conozco que piedad del cielo ha sido no haberme en tanto mal precipitado.

no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso;

Entré por laberinto tan extraño, fiando al débil hilo de la vida el tarde conocido desengaño;

huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el daño;

mas de tu luz mi escuridad vencida, el monstro muerto de mi ciego engaño, vuelve a la patria, la razón perdida. Rimas sacras

creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño, esto es amor, quien lo probó lo sabe. Rimas humanas y divinas

3) Épica. Como parte de su preocupación por los temas literarios populares, Lope de Vega escribió varios poemas épicos de contenido religioso y profano: Isidro (1599), poema hagiográfico sobre la vida del patrono de Madrid, San Isidro Labrador; La Dragontea (1602), que narra las aventuras del corsario inglés Francis Drake en América y su enfrentamiento con el ejército español; La hermosura de Angélica (1602), continuación del Orlando furioso, de Ariosto; Jerusalén conquistada (1609), en el que Lope de Vega, molesto por la nula participación de los españoles en las Cruzadas, describe la ficticia presencia de las tropas de Alfonso VIII en las luchas contra los moros en Tierra Santa. 4) Teatro. Lope de Vega está considerado el creador del teatro español moderno gracias a una novedosa fórmula dramática que, expresada en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609), rompe con la “ley de las tres unidades” del teatro clásico: unidad de acción (se cuenta una sola historia), unidad de lugar (la acción transcurre en un único espacio) y unidad de tiempo (la trama se desarrolla en un periodo máximo de 24 horas). Lope también prescinde de otra norma teatral clásica, la unidad de estilo, que impide mezclar lo trágico y lo cómico en una misma obra, así como distintas formas métricas. Por otro lado, hace uso del imbroglio „embrollo‟ del teatro italiano para contar dos o más historias paralelas en sus obras dramáticas (generalmente una principal, protagonizada por nobles, y otra secundaria, en la que intervienen sus sirvientes). Los tres temas principales del teatro lopesco son el amor, el honor y la fe cristiana. Entre las comedias amorosas de Lope de Vega, destacan La discreta enamorada (1604), El acero de Madrid (1608), La dama boba (1613), El anzuelo de Fenisa (1617), El perro del hortelano (1618), La malcasada (1618), El verdadero amante (1620), La hermosa fea (1630) y Las bizarrías de Belisa (1634). Los principales dramas de honor lopescos son Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1610), Fuenteovejuna (1612), El villano en su rincón (1617), El mejor alcalde, el rey (1620), El caballero de Olmedo (1620) y El castigo sin venganza (1631). Entre las llamadas comedias de santos, que dramatizan la vida de estos ascetas como ejemplo

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moral, destacan La buena guarda (1610), El divino africano (1610) y Lo fingido verdadero (1620). El siguiente fragmento de una de las obras teatrales más conocidas y representadas de Lope de Vega, Fuenteovejuna, muestra el espíritu noble de los habitantes del pueblo, que ni siquiera bajo tortura se pliegan a denunciar a los responsables por la muerte del comendador bajo el conocido lema “Fuenteovejuna, todos a una”: JUEZ: Decid la verdad, buen viejo. FRONDOSO: Un viejo, Laurencia mía, atormentan. LAURENCIA: ¡Qué porfía! ESTEBAN: Déjenme un poco. JUEZ: Ya os dejo. Decid: ¿quién mató a Fernando? ESTEBAN: Fuenteovejuna lo hizo. LAURENCIA: Tu nombre, padre, eternizo; [a todos vas animando]. FRONDOSO: ¡Bravo caso! JUEZ: Ese muchacho aprieta. Perro, yo sé que lo sabes. Di quién fue. ¿Callas? Aprieta, borracho. NIÑO: Fuenteovejuna, señor. JUEZ: ¡Por vida del rey, villanos, que os ahorque con mis manos! ¿Quién mató al comendador? FRONDOSO: ¡Que a un niño le den tormento y niegue de aquesta suerte! LAURENCIA: ¡Bravo pueblo! FRONDOSO: Bravo y fuerte. JUEZ: Esa mujer al momento en ese potro tened. Dale esa mancuerda luego. LAURENCIA: Ya está de cólera ciego. JUEZ: Que os he de matar, creed, en este potro, villanos. ¿Quién mató al comendador? PASCUALA: Fuenteovejuna, señor. JUEZ: ¡Dale! FRONDOSO: Pensamientos vanos. LAURENCIA: Pascuala niega, Frondoso.

FRONDOSO: Niegan niños. ¿Qué te espanta? JUEZ: Parece que los encantas. ¡Aprieta! PASCUALA: ¡Ay, cielo piadoso! JUEZ: ¡Aprieta, infame! ¿Estás sordo? PASCUALA: Fuenteovejuna lo hizo. JUEZ: Traedme aquel más rollizo, ese desnudo, ese gordo. LAURENCIA: ¡Pobre Mengo! Él es, sin duda. FRONDOSO: Temo que ha de confesar. MENGO: ¡Ay, ay! JUEZ: Comenza a apretar. MENGO: ¡Ay! JUEZ: ¿Es menester ayuda? MENGO: ¡Ay, ay! JUEZ: ¿Quién mató, villano, al señor comendador? MENGO: ¡Ay, yo lo diré, señor! JUEZ: Afloja un poco la mano. FRONDOSO: Él confiesa. JUEZ: Al palo aplica la espalda. MENGO: Quedo; que yo lo diré. JUEZ: ¿Quién lo mató? MENGO: Señor, ¡Fuenteovejunica! JUEZ: ¿Hay tan gran bellaquería? Del dolor se están burlando. En quien estaba esperando, niego con mayor porfía. Dejadlos; que estoy cansado. FRONDOSO: ¡Oh, Mengo, bien te haga Dios! Temor que tuve de dos, el tuyo me le ha quitado. Fuenteovejuna (acto III)

12.5. Luis de Góngora

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Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 1561 - Córdoba, 1627) es el principal exponente de la corriente literaria del Siglo de Oro conocida como “culteranismo”, basada en el empleo de un lenguaje intencionadamente culto y de difícil comprensión en el que la forma importa más que el contenido. Góngora, que profesó el sacerdocio como medio de vida, fue un hombre culto y erudito, entregado por completo a su labor creadora. Alrededor de su producción poética se creó una escuela de seguidores del estilo culteranista, que tuvieron como rivales a escritores conceptistas (como Quevedo) o Luis de Góngora clasicistas (como Lope de Vega), enfrentamiento que muchas veces se plasmó en el intercambio de poemas críticos y satíricos. En la producción literaria de Góngora se distinguen dos etapas: en una primera (en la que es conocido como “Príncipe de la Luz”) compone romances y poemas sencillos de carácter clasicista y popular; en una segunda etapa, a partir de 1610 (en la que es rebautizado como “Príncipe de las Tinieblas”), adopta un estilo culterano, con un lenguaje oscuro y una sintaxis latinizante. Su obra poética está compuesta principalmente por romances (de carácter lírico, morisco y caballeresco), letrillas satíricas (que denuncian la hipocresía social y los vicios humanos), sonetos (de tema amoroso, satírico, moral y religioso y tono desencantado) y tres poemas extensos que representan la cima de la poesía gongorina: Fábula de Polifemo y Galatea, Soledades y Fábula de Píramo y Tisbe. Por otro lado, Góngora escribió tres obras de teatro, la más conocida de las cuales es Las firmezas de Isabela (1610). La Fábula de Polifemo y Galatea (1612), inspirada en la poesía de Ovidio, recrea el mito literario de Polifemo, cíclope grotesco que se enamora de la hermosa ninfa Galatea. Soledades (1613), obra más representativa del culteranismo, es un extenso poema (aunque incompleto) compuesto en silvas que narra el encuentro de un joven náufrago con uno cabreros y unos montañeses, argumento que sirve como pretexto para una sucesión de estampas bucólicas y pastoriles en un mundo idealizado en el que no hay lugar para la fealdad. La Fábula de Píramo y Tisbe (1618), imitación burlesca del mito clásico de los dos amantes, es un romance de versos octosílabos que mezcla elementos conceptistas y satíricos. La letrilla conocida como “Ándeme yo caliente y ríase la gente” (1581), perteneciente a la primera etapa literaria de Góngora, ilustra el estilo popular del poeta durante su juventud: Traten otros del gobierno

Busque muy en hora buena

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del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno naranjada y agua ardiente, “y ríase la gente”.

el mercader nuevos soles; yo conchas y caracoles entre la menuda arena, escuchando a Filomena sobre el chopo de la fuente, “y ríase la gente”.

Como en dorada vajilla el Príncipe mil cuidados, como píldoras dorados; que yo en mi pobre mesilla quiero más una morcilla que en el asador reviente, “y ríase la gente”.

Pase a media noche el mar y arda en amorosa llama Leandro por ver a su dama; que yo más quiero pasar del golfo de mi lagar la blanca o roja corriente, “y ríase la gente”.

Cuando cubra las montañas de blanca nieve el Enero, tenga yo lleno el brasero de bellotas y castañas, y quien las dulces patrañas del Rey que rabió me cuente, “y ríase la gente”.

Pues Amor es tan crüel, que de Píramo y su amada hace tálamo una espada do se junten ella y él, sea mi Tisbe un pastel, y la espada sea mi diente, “y ríase la gente”.

En el soneto conocido como “La dulce boca que a gustar convida” (1584), Góngora expresa su visión desencantada del amor, con elementos que anticipan su posterior culteranismo, como las referencias mitológicas a Ganimedes (“el garzón de Ida”) y Tántalo (condenado a pasar hambre y sed eternamente pese a tener ante sí fruta y agua, que se retiraban en cuanto trataba de alcanzarlas) e hipérbatos (por ejemplo, el último verso ha de entenderse como “del Amor sólo queda el veneno”): La dulce boca que a gustar convida un humor entre perlas destilado, y a no invidiar aquel licor sagrado que a Júpiter ministra el garzón de Ida, ¡amantes! no toquéis si queréis vida: porque entre un labio y otro colorado Amor está de su veneno armado, cual entre flor y flor sierpe escondida. No os engañen las rosas que al Aurora diréis que aljofaradas y olorosas se le cayeron del purpúreo seno. Manzanas son de Tántalo y no rosas, que después huyen dél que incitan ahora y sólo del Amor queda el veneno.

El siguiente fragmento de Soledades, que describe la boda de unos pastores, ilustra el estilo culteranista de la segunda etapa literaria de Góngora, con cultismos (explicados

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mediante notas) e hipérbatos violentos en la sintaxis natural de los versos (reordenada mediante la prosificación incluida a continuación): 1065

1070

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1080

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1090

En tanto pues que el palio neutro1 pende y la carroza de la luz2 desciende a templarse en las ondas3, Himeneo4, por templar en los brazos el deseo del galán novio, de la esposa bella, los rayos anticipa de la estrella, cerúlea5 ahora, ya6 purpúrea7 guía de los dudosos términos del día. El jüicio, al de todos indeciso, del concurso ligero, el padrino con tres de limpio acero cuchillos corvos absolvello quiso. Solícita Junón8, Amor no omiso, al son de otra zampoña, que conduce ninfas bellas y sátiros lascivos9, los desposados a su casa vuelven, que coronada luce de estrellas fijas, de astros fugitivos10, que en sonoroso humo se resuelven. Llegó todo el lugar11, y despedido, casta Venus, que el lecho ha prevenido de las plumas que baten más süaves en su volante carro blancas aves12, los novios entra en dura no estacada13; que, siendo Amor una deidad alada, bien previno la hija de la espuma14 a batallas de amor, campo de pluma. Soledades (Soledad Primera)

PROSIFICACIÓN En tanto, pues, que el palio pende neutro y la carroza de la luz desciende a templarse en las ondas, Himeneo anticipa los rayos de la estrella, cerúlea ahora, ya purpúrea guía de los dudosos términos del día, por templar el deseo del galán novio y de la esposa bella en sus brazos. El juicio del concurso ligero, indeciso al de todos, quiso absolverlo el padrino con tres cuchillos corvos de limpio acero. Solícita Junón, Amor no 1

sin dueño (se refiere a que la bandera de la competición deportiva no ha sido ganada por ningún participante) 2 sol 3 mar 4 dios de las bodas 5 azul 6 poco antes 7 roja 8 Juno, diosa del matrimonio 9 montañesas hermosas y montañeses bromistas 10 fuegos artificiales 11 habitantes del lugar 12 cisnes 13 campo de batalla que no es duro 14 Venus, llamada así porque nació de la espuma del mar fecundada por Urano

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omiso, al son de otra zampoña que conduce ninfas bellas y sátiros lascivos, los desposados vuelven a su casa, que luce coronada de estrellas fijas, de astros fugitivos que se resuelven en humo sonoroso. Llegó todo el lugar y, despedido, una casta Venus, que ha prevenido el lecho con las plumas que las blancas aves baten más suaves en su volante carro, entra a los novios en una estacada no dura, ya que, siendo Amor una deidad alada, bien previno la hija de la espuma campo de pluma para batallas de amor.

12.6. Francisco de Quevedo Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580 Villanueva de los Infantes, 1645) es el principal representante del estilo literario del Siglo de Oro conocido como “conceptismo”, basado en el empleo de palabras de contenido conceptual abstracto o polisémico que producen diferentes interpretaciones de un mismo texto. Quevedo es especialmente conocido por su poesía, aunque también escribió prosa y teatro. Educado en el ambiente de la corte real (primero en Madrid y posteriormente en Valladolid), denuncia en su obra literaria, mediante la sátira y la burla, la degradación Francisco de Quevedo moral y la decadencia de la España de los últimos Austrias: Felipe III (1598-1621) y Felipe IV (1621-1665). Antisemita, misógino, casticista y desmitificador en grado sumo, Quevedo fue un gran crítico de la sociedad decadente, fantasiosa y vulgar de su tiempo. Sus ataques se centran especialmente en la burguesía, a la que considera como gran causante de la mísera condición económica del país. Por su ideología y estilo literario se enfrentó a otros escritores de la escuela culteranista, a los que consideraba “pedantes” y “oscuros” (especialmente a Góngora, con el que mantuvo una rivalidad poética e incluso personal). En la extensa obra en verso y en prosa de Quevedo se advierte una intención moral y una obsesión por la dignidad humana, aunque todo ello bajo una actitud escéptica y pesimista (suscitada por la crisis social y espiritual de España). Su estilo elegante y condensado, con tendencia al mensaje sentencioso, sobresale por su fuerza expresiva y su prodigioso dominio del lenguaje. Aparte de su prosa retórica, la mayor aportación de Quevedo al español clásico es la creación de numerosos neologismos por composición (como “libropesía”, formado a partir de “libro” e “hidropesía”, con el sentido de „sed incansable de lectura‟, o “marivinos”, con el que se refiere a los mosquitos como „mariposas atraídas por el vino como a la llama‟), derivación (“archipobre”, “protomiseria”, “dinerismo”, “cornudería”) o aposición (“clérigo cerbatana”, “zapatos galeones”). Su obra literaria se divide en tres categorías: 1) Poesía. La producción lírica de Quevedo está formada por sonetos, letrillas y romances de temática amorosa (bajo la influencia del petrarquismo y el neoplatonismo renacentista, pese a su misoginia), satírico-burlesca (con la intención de ridiculizar

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costumbres e instituciones de la sociedad española del siglo XVII, sacando a la luz toda la hipocresía, falta de moralidad y mezquindad del ser humano) y metafísica (en torno a la angustia e incertidumbre de la existencia humana). Tres de sus poemas más conocidos —la letrilla satírica “Poderoso caballero es don Dinero”, el soneto amoroso “Amor constante más allá de la muerte” y el soneto burlesco dedicado a Góngora “A una nariz”— ilustran el estilo poético de Quevedo: Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado anda continuo amarillo. Que pues doblón o sencillo hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero.

Poderoso caballero es don Dinero ¿A quién no le maravilla ver en su gloria, sin tasa, que es lo más ruin de su casa doña Blanca de Castilla? Mas pues que su fuerza humilla al cobarde y al guerrero, poderoso caballero es don Dinero.

Nace en las Indias honrado, donde el mundo le acompaña; viene a morir en España y es en Génova enterrado. Y pues quien le trae al lado es hermoso, aunque sea fiero, poderoso caballero es don Dinero.

Es tanta su majestad, aunque son sus duelos hartos, que aun con estar hecho cuartos no pierde su calidad. Pero pues da autoridad al gañán y al jornalero, poderoso caballero es don Dinero.

Son sus padres principales, y es de nobles descendiente, porque en las venas de Oriente todas las sangres son reales. Y pues es quien hace iguales al rico y al pordiosero, poderoso caballero es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra (mirad si es harto sagaz) sus escudos en la paz que rodelas en la guerra. Pues al natural destierra y hace propio al forastero, poderoso caballero es don Dinero.

Amor constante más allá de la muerte Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, y podrá desatar esta alma mía hora a su afán ansioso lisonjera:

A una nariz Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una alquitara medio viva, érase un peje espada mal barbado;

mas no, de esotra parte, en la ribera, dejará la memoria, en donde ardía: nadar sabe mi llama la agua fría, y perder el respeto a ley severa.

era un reloj de sol mal encarado. érase un elefante boca arriba, érase una nariz sayón y escriba, un Ovidio Nasón mal narigado.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, medulas que han gloriosamente ardido,

Érase el espolón de una galera, érase una pirámide de Egito, los doce tribus de narices era;

su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado.

érase un naricísimo infinito, frisón archinariz, caratulera, sabañón garrafal, morado y frito.

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2) Prosa. La producción prosística de Quevedo se puede reunir en seis grandes grupos: a) obras satírico-morales, entre las que destacan El Buscón (1626) —novela picaresca que, a diferencia del realismo propio de este género, ofrece una visión esperpéntica y deformada de la sociedad, propia del Barroco—, Sueños y discursos (1627) —conjunto de cinco relatos cortos en los que Quevedo satiriza diversas costumbres, oficios y personajes populares de su época— La hora de todos y la Fortuna con seso (publicada póstumamente en 1650) —obra satírica en la que la Fortuna recobra el juicio y da a cada uno lo que merece; b) obras festivas, colección de relatos breves de carácter jocoso y escatológico, como El siglo del cuerno (1622), Cartas del caballero de la Tenaza (1625), Gracias y desgracias del ojo del culo (1631) y diversas “premáticas” o leyes que satirizan el lenguaje burocrático del siglo XVII ( Premáticas del desengaño contra los poetas güeros, Premáticas y aranceles generales, Premática del tiempo…); c) obras políticas, reflejo de la inmersión de Quevedo en la vida cortesana, como Política de Dios, gobierno de Cristo (1617), El chitón de las tarabillas (1630) y Execración contra los judíos (1633); d) obras filosóficas, entre las que destacan Doctrina moral del conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas (1630) y su continuación La cuna y la sepultura (1634); e) obras de crítica literaria, con las que centra sus ataques en Góngora y los escritores culteranistas, como La culta latiniparla (1624), Aguja de navegar cultos (1631) y La Perinola (1633); f) obras ascéticas, en las que Quevedo trata de conjugar el estoicismo moral con el humanismo cristiano, como en Nombre, origen, intento, recomendación y descendencia de la doctrina estoica (1635), Virtud militante contra las cuatro pestes del mundo, invidia, ingratitud, soberbia, avaricia (1636) y Providencia de Dios (1641). El siguiente fragmento de El alguacil endemoniado (incluido dentro de Sueños y discursos) ilustra el estilo narrativo de Quevedo y su sátira mordaz hacia la sociedad de su época (en este caso, hacia el oficio de alguacil, denostado por el propio demonio que posee su cuerpo): — ¿Qué es esto? —le pregunté espantado. Respondióme: — Un hombre endemoniado—, y al punto, el espíritu que en él tiranizaba la posesión a Dios, respondió: — No es hombre, sino alguacil. Mirad cómo habláis, que en la pregunta del uno y en la respuesta del otro se vee que sabéis poco. Y se ha de advertir que los diablos en los alguaciles estamos por fuerza y de mala gana; por lo cual, si queréis acertar, debéis llamarme a mí demonio enalguacilado, y no a éste alguacil endemoniado. Y avenísos tanto mejor los hombres con nosotros que con ellos cuanto no se puede encarecer, pues nosotros huimos de la cruz y ellos la toman por instrumento para hacer mal. ¿Quién podrá negar que demonios y alguaciles no tenemos un mismo oficio, pues bien mirado nosotros procuramos condenar y los alguaciles también; nosotros que haya vicios y pecados en el mundo, y los alguaciles lo desean y procuran con más ahínco, porque ellos lo han menester para su sustento y nosotros para nuestra compañía. Y es mucho más de culpar este oficio en los alguaciles que en nosotros, pues ellos hacen mal a hombres como ellos y a los de su género, y nosotros no, que somos ángeles, aunque sin gracia. Fuera desto, los demonios lo fuimos por

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querer ser más que Dios y los alguaciles son alguaciles por querer ser menos que todos. Así que por demás te cansas, padre, en poner reliquias a éste, pues no hay santo que si entra en sus manos no quede para ellas. Persuádete que el alguacil y nosotros todos somos de una orden, sino que los alguaciles son diablos calzados y nosotros diablos recoletos, que hacemos áspera vida en el infierno. El alguacil endemoniado (Sueños y discursos, Sueño II)

3) Teatro. Se atribuyen a Quevedo una comedia (Cómo ha de ser el privado) y diversos entremeses (La venta, El caballero de la Tenaza, Bárbara, Los enfadosos, La polilla de Madrid, La ropavejera, Los refranes del viejo celoso…). Resumen La poesía española del siglo XVII, encuadrada dentro del periodo literario de máximo esplendor conocido como Siglo de Oro, adopta como modelo estético el refinamiento y la ornamentación del Barroco y muestra características de introspección y pesimismo por la decadencia de España como imperio. Las tres principales escuelas poéticas que definen este periodo son el clasicismo (representado por Lope de Vega), el culteranismo (Góngora) y el conceptismo (Quevedo). Apéndice bibliográfico

Obras poéticas [Lope de Vega] En una etapa juvenil, la poesía de Lope es esencialmente amorosa, y en ella refleja sus esperanzas y sus desengaños. Todas estas composiciones aparecen recogidas bajo el título de "Rimas" (1609). Más tarde, una profunda crisis espiritual llevó a Lope al sacerdocio y a componer "Rimas sacras" (1614). En una siguiente etapa compone "La Filomena" (1621) y "La Circe" (1624), extensos poemas inspirados por el mundo mítico de las "Metamorfosis" de Ovidio. En su vejez, Lope publica las "Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos" (1634), conjunto de poemas irónicos y burlescos al estilo del Barroco.

Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1610) [Lope de Vega] Al igual que la obra teatral más famosa de Lope de Vega, “Fuenteovejuna”, se trata de un drama rural que gira en torno al tema del honor y la venganza, aunque en este caso no colectiva sino personal. En ambos, la realeza ampara al pueblo humillado contra los desmanes de la nobleza.

Fuenteovejuna (1612) [Lope de Vega] “Fuenteovejuna" es la comedia más representativa del teatro popular de Lope de Vega. En ella se tratan algunos de los temas más recurrentes en su producción dramática, como el conflicto entre el honor y la pasión y el enfrentamiento entre el pueblo y una nobleza corrupta. Lope pretende dignificar al campesinado español, cuya nobleza de espíritu es superior a la de la aristocracia.

El verdadero amante (1620) [Lope de Vega] El argumento de esta comedia pastoril está centrado en las relaciones amorosas mutuas entre una serie de pastores, que al final desemboca en un final feliz. Además, aparecen algunos de los personajes típicos del teatro de Lope, como son el galán, el gracioso, la dama y el malvado poderoso.

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El diablo está en Cantillana (1622) / Reinar después de morir (1652) [Luis Vélez de Guevara] Vélez de Guevara fue uno de los seguidores más destacados del teatro de Lope de Vega. Estas dos comedias históricas están basadas en personajes y sucesos reales de la Edad Media peninsular.

Poesía varia (1603) [Francisco de Quevedo] Quevedo elevó a la máxima potencia el arte del conceptismo, técnica mediante la cual las palabras aparecen "preñadas de significados". En su poesía, el insigne polígrafo es capaz de expresar las emociones más sublimes y la crítica social más despiadada y soez, fruto de su misoginia y antisemitismo.

Sueños y discursos (1627) [Francisco de Quevedo] Quevedo, por contraposición al alambicamiento formal del culteranismo (promovido por Góngora), generó un movimiento de reacción llamado conceptismo, consistente en el alambicamiento de los significados. "Los sueños" constituye la expresión máxima de su gran vena satírica; en esta obra, el genio de Quevedo presenta un cuadro de costumbres burlesco en el que aparecen reflejados abusos, vicios y engaños en todas las capas de la sociedad.

Obras jocosas (1631) [Francisco de Quevedo] Estos relatos breves, escritos por Quevedo en su etapa juvenil (aunque publicados mucho más tarde), constituyen un documento inapreciable para conocer cómo era la vida y costumbres de la sociedad del Siglo de Oro. Quevedo, haciendo muestra de su desbordante ingenio durante sus años de estudiante universitario, hace desfilar ante el lector a toda una procesión de personajes humanos (cornudos, prostitutas, escritorzuelos, representantes de la autoridad, etc.), producto de la decadencia de la sociedad en los estertores del Imperio Español. La flecha satírica de Quevedo se muestra despiadada, y no hay estamento social al que no critique ni tabú lingüístico que le arredre.

Antología poética [Luis de Góngora] Góngora es el máximo representante del culteranismo barroco en España, estilo literario que persigue la búsqueda de la belleza pura y un lenguaje poético indescifrable para la mayoría inculta. Las composiciones más representativas de este complejo estilo son la "Fábula de Polifemo y Galatea" (1612) y las "Soledades" (1613), que muestran una gran cantidad de elementos latinizantes.

Eróticas o Amatorias (1618) [Esteban Manuel de Villegas] Villegas lleva a cabo en esta colección de poemas imitaciones y traducciones de distintos autores clásicos latinos (sobre todo de Horacio). Lo hace utilizando expresiones conceptuosas, metáforas oscuras y, en general, abusando de erudición, todo lo cual era la norma literaria en su época.

CAPÍTULO 13. PROSA DEL SIGLO XVII 13.1. Introducción Dentro del amplio panorama de autores y géneros en la prosa del Siglo de Oro, Cervantes y Quevedo se erigen como las principales figuras literarias del siglo XVII. En el ámbito de la ficción narrativa, la novela idealista del siglo anterior (pastoril, caballeresca, bizantina y morisca) pierde terreno en favor de modelos de narración más realistas (como la novela picaresca y la autobiográfica) o incluso una combinación de ambos (como en Don Quijote, en donde el idealismo caballeresco choca con el realismo de una sociedad burguesa y materialista).

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Como reflejo de la preocupación por la crisis del siglo XVII en España, cobra un gran impulso la prosa histórica, mística y doctrinal de contenido político-moral, en la que destacan autores como Francisco de Quevedo, Baltasar Gracián o Diego de Saavedra Fajardo. En este ambiente literario, surge la figura de los ideólogos y arbitristas, individuos que proponían soluciones a la decadencia política y económica que vivía el país. Uno de los ideólogos más representativos de la primera mitad del siglo XVII es el diplomático Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648), que en su obra Idea de un príncipe político cristiano (1640) expresa el equilibrio deseable entre la vida privada y pública de un buen gobernante, que ha de estar al servicio del pueblo y no del poder. Por su parte, los arbitristas eran individuos ―en muchos casos no relacionados directamente con la política― que proponían arbitrios o soluciones de emergencia ante el rey o sus ministros para hacer frente a la crisis económica. Martín González de Cellorigo escribe en 1600 un Memorial de la política necesaria y útil restauración de España, en el que presenta todos los males de la España del momento (agricultura, economía, moneda, industria, desempleo, población, consumo) y se muestra partidario de la expulsión de los moriscos. Otro arbitrista de comienzos del siglo XVII, Sancho de Moncada, publica en 1619 su Restauración política de España, en la que propone una política proteccionista como solución a la crisis económica. Miguel Caja de Leruela escribe en 1631 su Restauración de la abundancia de España, ardoroso alegato en defensa de la ganadería como fuente de riqueza. El último de los grandes arbitristas españoles del siglo XVII es Francisco Martínez de Mata, que escribe en favor de los vagabundos y la postura poblacionista en su Memorial a razón de la despoblación y pobreza de España y su remedio (1650). 13.2. Novela cortesana Un género literario propio del siglo XVII es el de la novela cortesana, literatura de entretenimiento de temática amorosa que se dirige preferentemente a un público urbano femenino. En ella tienen cabida elementos mágicos, misteriosos y de brujería, así como de otros géneros de ficción narrativa de éxito (novela picaresca y novela sentimental). La novela cortesana intensifica el elemento erótico como no había ocurrido antes en la literatura española, aunque con un alto grado de sensualidad. Por dirigirse mayoritariamente a un público Amantes cortesanos femenino, estas obras ofrecen una descripción detallada de los encantos físicos de los galanes (no sólo de las damas). En muchas de ellas, por otro lado, se percibe un sentimiento de decadencia de la sociedad aristocrática y el surgimiento de un nuevo tipo de valores burgueses. 47

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Los escritores de novela cortesana, género de evasión y de fácil lectura, critican el alambicamiento de conceptistas y culteranos. Entre los principales cultivadores de este tipo de narración destacan Miguel de Cervantes —creador de este género con algunas de sus Novelas ejemplares (1613)—, Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo —autor de varias novelas cortesanas con elementos picarescos ambientadas en Madrid, recogidas en colecciones como El caballero puntual (1614) y Corrección de vicios (1615)—, Tirso de Molina —cuya obra Los cigarrales de Toledo (1621) relata los entretenimientos y relaciones amorosas de nobles jóvenes toledanos—, Gonzalo de Céspedes y Meneses —autor de Varia fortuna del soldado Píndaro (1626) que, bajo una aparente forma autobiográfica, constituye una mezcla de novela picaresca y bizantina con elementos cortesanos—, María de Zayas —autora de unas Novelas amorosas y ejemplares o Decamerón español (1637) en las que retrata un tipo de mujer emancipada muy distinta al modelo tradicional, capaz incluso de cometer crímenes y adulterio— y Alonso de Castillo Solórzano —cuya obra más conocida, La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642), conjuga el realismo de la novela picaresca con la finura expositiva de la novela cortesana. 13.3. El Buscón

La vida del Buscón, llamado don Pablos (1626), una de las obras más representativas del estilo conceptista y satírico de Quevedo, es una novela picaresca que se enmarca dentro de la corriente literaria de prosa de contenido moral del siglo XVII. Frente al realismo que caracteriza a este género, El Buscón ofrece una visión esperpéntica y deformada de la sociedad española del Barroco. El protagonista de la novela no es un verdadero personaje que evoluciona hasta un estado de madurez tras una serie de peripecias vitales, sino un fantoche que se mueve en una dimensión atemporal, en un choque constante entre sus orígenes viles y sus afanes nobiliarios, El Buscón (película de 1974) lo que le lleva al fracaso. Aunque Quevedo compuso El Buscón (su única novela) a comienzos del siglo XVII, no reconoció su autoría para evitar problemas con la Inquisición, por lo que la obra circuló mediante copias manuscritas clandestinas hasta que fue finalmente publicada en Zaragoza en 1626, con gran éxito de lectura y traducciones a varios idiomas. Siguiendo el estilo autobiográfico del género picaresco, la narración de El Buscón corre a cargo del protagonista, don Pablos, que relata la historia de su vida mediante una carta dirigida a un supuesto destinatario noble (al que llama “vuesa merced”) que

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representa al lector anónimo de su obra. Estructuralmente, la novela se divide en tres libros: 1) Libro primero. Pablos relata su infancia miserable en Segovia, su educación junto con el hijo de un noble (con la inolvidable estancia en la escuela del dómine Cabra), las continuas humillaciones que debe soportar debido a sus orígenes humildes y su conversión final en pícaro como forma de huir de la deshonra y la vergüenza. 2) Libro segundo. Pablos, que regresa desde Alcalá a Segovia para reclamar la herencia familiar, se va encontrando por el camino con diversos personajes disparatados —un arbitrista político, un maestro de esgrima, un clérigo poeta, un soldado matón, un ermitaño, un genovés rico—, circunstancia que aprovecha Quevedo para ridiculizar a diversos estamentos sociales de su época. Tras llegar a casa de su tío (precisamente el verdugo que ajustició a su padre), Pablos roba su herencia y decide marchar a Madrid. Por el camino se encuentra con un hidalgo arruinado que le enseña cómo sobrevivir en la Corte mediante la apariencia y el engaño. 3) Libro tercero. Pablos se une a una banda de pícaros y rufianes y acaba en la cárcel. Logra salir tras sobornar a las autoridades (nueva crítica mordaz de Quevedo) y se aloja en una posada haciéndose pasar por un hombre rico que pretende casarse con una dama, pero es descubierto por su antiguo amo, don Diego Coronel, y acaba apaleado. Pablos decide entonces ir a Toledo, donde primero se une a una compañía de cómicos y posteriormente se hace galán de monjas. De Toledo pasa a Sevilla, donde se gana la vida gracias a sus habilidades como tahur. Tras un incidente con la justicia, se acoge a sagrado. En la iglesia donde se refugia conoce a una prostituta, a la que propone viajar a las Indias para tratar de mejorar su suerte. Sin embargo, no ocurrió así, como reconoce Pablos en las últimas líneas de la novela: Y fueme peor, como v.m. verá en la segunda parte, pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres.

Pese a esta frase final, no hay en El Buscón una verdadera intención de enseñanza moral: la novela es ante todo una obra cómica en la que Quevedo demuestra su genio conceptista y su dominio del lenguaje, y cuyo fin último parece ser únicamente justificar la imposibilidad de ascenso social. Todos los intentos de Pablos por mejorar su condición (primero mediante la educación y posteriormente con engaños y apariencias) acaban en fracaso y castigo. Quevedo retrata a sus personajes exagerando grotescamente sus características y sin mostrar ningún tipo de compasión hacia ellos. El siguiente fragmento de El Buscón, correspondiente a la famosa descripción del avariento dómine Cabra, ilustra el estilo grotesco y despiadado de Quevedo: Entramos, primer domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal lacería no admite encarecimiento. Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán) , los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y escuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia porque se le había comido de unas búas de

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resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos, las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética; la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol, ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenía por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños. Parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues su aposento, aun arañas no había en él. Conjuraba a los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria. El Buscón (Libro primero, capítulo III)

13.4. Miguel de Cervantes Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547 Madrid, 1616) está considerado como una de las más brillantes figuras de la literatura española. Soldado, novelista, poeta y dramaturgo, ha pasado a la posteridad por ser el autor de Don Quijote de la Mancha, considerada por la crítica como la primera novela moderna, la obra cumbre de la literatura española y una de las mayores creaciones de la literatura universal (únicamente la Biblia supera sus traducciones a otros idiomas). Tras alistarse en el ejército como soldado, Cervantes tomó parte el 7 de octubre de 1571 en la batalla de Lepanto (en la costa de Grecia), donde resultó herido en el pecho y en la mano izquierda (de donde proviene su apodo de “el Miguel de Cervantes manco de Lepanto”). La sedentaria vida de cuartel le deja tiempo para entregarse a la lectura de los grandes autores del Renacimiento. Durante su regreso a España, la galera en la que viajaba Cervantes es interceptada por los turcos. Tras ser hecho prisionero, es enviado a Argel, en donde pasará cinco años de cautiverio hasta que es liberado a cambio de un cuantioso rescate. Estos dos hechos en la vida del escritor (batalla de Lepanto y cautiverio en Argel) marcarán la vida de Cervantes y condicionarán su producción literaria. Tras regresar a Madrid, en 1585 escribe la primera de sus grandes obras literarias: la novela pastoril La Galatea. De esta forma, el hombre de armas había dado paso al hombre de letras. Posteriormente, atraído por el teatro, Cervantes escribió diversas obras dramáticas, aunque finalmente abandonó sus proyectos teatrales a causa del incomparable éxito de Lope de Vega. El 50

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siguiente destino le llevará a Sevilla, donde trabaja como recaudador de impuestos reales y es encarcelado por diversas irregularidades en su contabilidad. Durante su nueva estancia en prisión, Cervantes comienza a desarrollar la idea de su gran obra literaria, Don Quijote de la Mancha, cuya primera parte se publica en 1605, con un enorme éxito tanto en España como en Europa. Durante los últimos años de su vida, Cervantes se entrega a una febril actividad creadora: Novelas ejemplares (1613), Viaje del Parnaso (1614), la segunda parte de Don Quijote de la Mancha (1615), Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615), Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617). Las obras de Cervantes reflejan el erasmismo que impregnaba el pensamiento europeo del siglo XVI, con valores como el utopismo, la conciencia de individuo, el universalismo, el espíritu de solidaridad, el ideal de justicia y moral, la crítica de las costumbres, la exaltación de la sencillez y la espontaneidad, la defensa de las virtudes cristianas y el anticlericalismo. Para Cervantes, la realidad puede ser interpretada desde diferentes ángulos; no existe una verdad absoluta, de ahí la confusión entre el “ser” y el “parecer” y el problema de distinguir entre realidad y apariencia, cordura y locura. Sus novelas suponen una nueva forma de narración, un intento no sólo por reflejar el complejo mundo de la realidad, sino también por cambiarlo. Pese a recurrir en ocasiones a elementos fantásticos, Cervantes trata en todo momento de expresar esta realidad, y para ello busca la naturalidad y la verosimilitud mediante el empleo de diversos registros idiomático en función de la psicología de sus personajes. La producción literaria cervantina se puede agrupar en tres grandes bloques: 1) Novelas. Cervantes fue el gran renovador de este género narrativo al recoger la tradición novelesca de la segunda mitad del siglo XVI (novela de caballerías, novela epistolar, novela pastoril, novela bizantina, novela morisca, novela picaresca) y darle una dimensión más realista, con una descripción más elaborada de la psicología de los personajes. Su producción novelística —por orden cronológico— comprende La Galatea, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (primera parte), Novelas ejemplares, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (segunda parte) y Los trabajos de Persiles y Segismunda.

La Galatea (1585) es una novela pastoril que Cervantes dejó inconclusa, en la que se narran los amores de dos pastores idealizados, Elicio y Galatea, mediante diálogos artificiosos sobre la naturaleza del amor y la poesía.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) es la primera parte de las dos que conforman la obra maestra de Cervantes (la segunda la compuso en 1615 bajo el título de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha). Mediante esta novela 51

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realista, Cervantes se propone parodiar los libros de caballerías —tan populares durante los siglos XV y XVI, aunque en franca decadencia durante el Siglo de Oro— mediante la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos, creyéndose caballero andante en un mundo real en el que los valores caballerescos no tienen cabida. Las Novelas ejemplares (1613) son una colección de doce relatos cortos, de propósito moralizante y estético, con los que Cervantes pretende crear un modelo narrativo digno de imitación en el futuro (de ahí su título). Para ello, experimenta con diversas estructuras narrativas: novela cortesana (“La gitanilla”, “La ilustre fregona”, “El casamiento engañoso”, “Las dos doncellas”, “La señora Cornelia”), novela bizantina (“La española inglesa”), novela picaresca (“Rinconete y Cortadillo”), novela morisca (“El amante liberal”), novela policiaca (“La fuerza de la sangre”, “El celoso extremeño”), novela dialogada de intención satírico-humorística (“El coloquio de los perros”) y novela miscelánea (“El licenciado Vidriera”).

Los trabajos de Persiles y Segismunda (publicada en 1617, un año después de la muerte de Cervantes) es una novela bizantina o de aventuras que narra las peripecias, separaciones y enredos amorosos de los príncipes nórdicos Persiles y Segismunda, quienes, fingiendo ser hermanos, viajan por distintos lugares de Europa (tanto reales como fabulosos). El siguiente fragmento de la novela ejemplar “Rinconete y Cortadillo” ilustra el estilo narrativo de Cervantes, con su gran capacidad para la descripción física y psicológica de los personajes de sus obras: En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano, se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados; capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo y las medias de carne. Bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían de cormas que de zapatos. Traía el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de falda. A la espalda y ceñida por los pechos, traía el uno una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga; el otro venía escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecía un gran bulto, que, a lo que después pareció, era un cuello de los que llaman valones, almidonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo parecía hilachas. Venían en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos se les habían gastado las puntas, y porque durasen más se las cercenaron y los dejaron de aquel talle. Estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas y las manos no muy limpias; el uno tenía una media espada, y el otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros. “Rinconete y Cortadillo” (Novelas ejemplares)

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2) Poesía. Aunque en menor medida que por sus novelas, Cervantes es también conocido por su poesía, entre la que se incluyen numerosos romances, sonetos, letrillas y otros poemas menores (muchos de ellos insertados en la narración de sus novelas). En su único poema narrativo extenso, Viaje del Parnaso (1614), Cervantes realiza una travesía alegórica al monte Parnaso acompañado de otros poetas a los que cree dignos de alabanza, al tiempo que critica a otros que considera poetastros. Uno de los romances más estimados por el propio Cervantes, conocido como “Romance de los celos”, ilustra el estilo poético del autor, que combina un elevado sentimiento amoroso con un lenguaje popular:

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Yace donde el sol se pone, entre dos tajadas peñas, una entrada de un abismo, quiero decir, una cueva profunda, lóbrega, escura, aquí mojada, allí seca, propio albergue de la noche, del horror y las tinieblas. Por la boca sale un aire que al alma encendida yela, y un fuego, de cuando en cuando, que el pecho de yelo quema. Óyese dentro un rüido como crujir de cadenas y unos ayes luengos, tristes, envueltos en tristes quejas. Por las funestas paredes, por los resquicios y quiebras mil víboras se descubren y ponzoñosas culebras. A la entrada tiene puesto[s], en una amarilla piedra, huesos de muerto encajados de modo que forman letras, las cuales, vistas del fuego que arroja de sí la cueva, dicen: «Ésta es la morada de los celos y sospechas». Y un pastor contaba a Lauso esta maravilla cierta

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de la cueva, fuego y yelo, aullidos, sierpes y piedra, el cual, oyendo, le dijo: «Pastor, para que te crea, no has menester juramentos ni hacer la vista esperiencia. Un vivo traslado es ése de lo que mi pecho encierra, el cual, como en cueva escura, no tiene luz, ni la espera. Seco le tienen desdenes bañado en lágrimas tiernas; aire, fuego y los suspiros le abrasan contino y yelan. Los lamentables aullidos, son mis continuas querellas, víboras mis pensamientos que en mis entrañas se ceban. La piedra escrita, amarilla, es mi sin igual firmeza, que mis huesos en la muerte mostrarán que son de piedra. Los celos son los que habitan en esta morada estrecha, que engendraron los descuidos de mi querida Silena». En pronunciando este nombre, cayó como muerto en tierra, que de memorias de celos aquestos fines se esperan.

3) Teatro. Sin llegar a alcanzar las cotas de su coetáneo Lope de Vega, Cervantes compuso durante su juventud diversas obras dramáticas de calidad (en parte por vocación, en parte para remediar sus penurias económicas). A diferencia del teatro de Lope, las obras cervantinas respetan las tres unidades clásicas de acción, tiempo y lugar y persiguen una finalidad moral. El género dramático en el que Cervantes demuestra su mayor genio creativo es el entremés, obra cómica de un solo acto escenificada en el interior de una comedia principal y protagonizada por personajes populares; algunas de las piezas más representativas de este género son El retablo de las maravillas, El viejo celoso, El juez de los divorcios, La cueva de Salamanca y La

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elección de los alcaldes de Daganzo. Entre sus piezas mayores destaca El cerco de Numancia (1585), en la que, con un estilo parecido al de las tragedias clásicas, se escenifica el angustioso asedio de esta población hispana por parte del ejército romano. La experiencia de su cautiverio turco llevó a Cervantes a escribir un grupo de comedias de inspiración patriótica, entre las que destacan Los tratos de Argel, Los baños de Argel, La gran sultana y El gallardo español. Un año antes de su muerte, Cervantes reunió sus obras teatrales no representadas en Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615). 13.5. Don Quijote de la Mancha Publicada en dos partes —El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615)—, se trata de la novela más conocida de Miguel de Cervantes, obra maestra de la literatura española y una de las más importantes e influyentes obras de la literatura universal. Bajo la intención de parodia de los libros de caballerías, Don Quijote de la Mancha representa el primer ejemplo de novela moderna, en la que aparecen reflejadas distintas visiones de la realidad representadas por varios personajes, cuyo entrelazamiento produce precisamente una gran Don Quijote y Sancho Panza sensación de realismo. La intención última de esta obra es mostrar el conflicto entre la libertad del individuo y los condicionamientos sociales, reflejo del espíritu dual “idealismo-realismo” que caracteriza a los españoles. A diferencia de las novelas de caballerías, en las que la acción se sobrepone a los personajes, en Don Quijote de la Mancha son estos últimos los que influyen en los hechos y, al evolucionar al mismo tiempo que la acción, condicionan la narración. De esta forma, el idealista don Quijote y el realista Sancho Panza evolucionan desde sus posturas originales mediante el contacto mutuo a lo largo de la novela, de forma que el primero se “sanchifica” (aceptación final de su locura) y el segundo se “quijotiza” (en el episodio de la ínsula de Barataria). El argumento general de Don Quijote de la Mancha es el siguiente: Primera Parte (1605). Un tal Alonso Quijano, hidalgo manchego empobrecido, enloquece leyendo libros de caballerías y se cree un caballero medieval. Tras rebautizarse a sí mismo como “don Quijote”, abandona su hogar en compañía de su fiel escudero Sancho Panza para ayudar a los necesitados y “desfacer entuertos”. Durante sus viajes por el territorio español vive todo tipo de cómicas aventuras debido a su bondad, idealismo y fantasía. Sancho Panza, que simboliza el realismo del que carece don Quijote, intenta inútilmente convencer a su amo de que todo lo que 54

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considera real no es más que un producto de su imaginación. Aldonza Lorenzo, una labradora a la que la imaginación de Alonso Quijano transforma en Dulcinea del Toboso, se convierte en la dama que inspira y da sentido a sus hazañas caballerescas. Tras ser apresado por sus convecinos, que lo consideran un loco peligroso, don Quijote es devuelto a su aldea en una jaula. Segunda Parte (1615). Don Quijote, acuciado de nuevo por su deseo de vivir aventuras caballerescas, promete una ínsula a Sancho Panza si lo acompaña en sus viajes. Unos duques con los que se encuentran deciden burlarse del escudero otorgándole efectivamente una villa con el nombre de Barataria. Influido por el idealismo de su amo, Sancho acepta el puesto de gobernador de esta ínsula, en donde demuestra gran inteligencia y un carácter pacífico y sencillo. Tras nuevas aventuras cómicas del amo y su escudero, don Quijote es derrotado en la playa de Barcelona por el Caballero de la Blanca Luna (que es en realidad el bachiller Sansón Carrasco, convecino suyo, disfrazado). Éste le hace prometer que regresará a su pueblo y no volverá a salir de él como caballero andante. Don Quijote accede a ello, y tras volver a su casa recupera la cordura, enferma y muere de melancolía. El siguiente pasaje de Don Quijote de la Mancha, correspondiente a la famosa aventura de los molinos de viento, ilustra el contraste entre el espíritu idealista de don Quijote y el realista de Sancho Panza, así como la burla hacia las novelas de caballerías mediante el lenguaje altisonante del primero: CAPÍTULO VIII Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: ― La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ―¿Qué gigantes? ―dijo Sancho Panza. ― Aquellos que allí ves ―respondió su amo― de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. ― Mire vuestra merced ―respondió Sancho― que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. ― Bien parece ―respondió don Quijote― que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes bien iba diciendo en voces altas: ― Non fuyades, cobardes y viles criaturas; que un solo caballero es el que os acomete.

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Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: ― Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar. Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear; tal fue el golpe que dio con él Rocinante. ― iVálame Dios! ―dijo Sancho―; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? ― Calla, amigo Sancho ―respondió don Quijote―, que las cosas de la guerra, más qué otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mí espada. ― Dios lo haga como puede ―respondió Sancho Panza; y ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)

13.6. Novela filosófica Como resultado de la integración de diversas disciplinas humanísticas en la literatura europea del siglo XVII, surge la llamada novela filosófica, cuyo objetivo es la discusión de cuestiones filosóficas, morales y sociales mediante la estructura de un discurso en el que la idea se impone a la forma concreta. Uno de los precursores de este género en la literatura española es el jesuita Luis de Molina (1535-1600), cuya doctrina filosóficopolítica, llamada molinismo, defiende que el poder no reside en los gobernantes (meros administradores), sino en los ciudadanos considerados individualmente. Las teorías de Molina tuvieron una gran repercusión e influencia en los pensadores y escritores barrocos posteriores a él. Dentro de este género narrativo, la obra más importante de todo el siglo XVII español es El Criticón (1651-1657), del también jesuita Baltasar Gracián, novela filosófica escrita en forma de alegoría de la vida humana. 13.7. El Criticón

Baltasar Gracián

Baltasar Gracián (1601-1658), desde sus visión pesimista de la condición humana, concibe la vida como una lucha constante. Este combate contra el mundo y sus falsas apariencias exige el fortalecimiento de la moral del individuo a partir del saber, la disciplina, la prudencia y la discreción. Con este propósito escribió sus primeras obras: El héroe (1637) —en donde expone los valores que ha de tener un buen gobernante: disimulo, distancia, sencillez aparente, cálculo y sumisión religiosa—, El Político don Fernando el Católico (1640) —exaltación de la figura del

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rey aragonés, al que considera prudente, sagaz, sensible y sabio—, Arte de ingenio (1642) — manual de retórica en forma de discursos acerca de la agudeza literaria—, El discreto (1646) —exaltación de los rasgos de inteligencia y prudencia en el buen gobernante—, Oráculo manual y arte de prudencia (1647) —colección de trescientos aforismos o máximas comentadas que defienden valores como el disimulo, la cautela y la santidad— y Agudeza y arte de ingenio (1648) —segunda parte del tratado escrito en 1642. En 1651, Gracián publicó la primera parte de su obra más conocida: El Criticón (en la que, como se aprecia en el título, el ánimo de “crítica” —palabra derivada del griego κρίσις „juicio, decisión, cambio‟— está presente a lo largo de toda la novela). Tras sacar a la luz en 1653 la segunda parte, sus superiores jesuitas le prohibieron seguir escribiendo, por sus ataques encubiertos a la política y a la moral de la época. Para contrarrestar estas críticas, en 1655 Gracián escribió El comulgatorio, en donde se expone la preparación del cristiano para recibir la comunión. Sin embargo, y pese a la prohibición expresa de su orden, en 1657 publicó la tercera y última parte de El Criticón. En la producción literaria de Gracián son perceptibles las influencias de Séneca, la literatura medieval, la picaresca y El Quijote, con un estilo que emplea los recursos habituales del conceptismo y del culteranismo. Sus ideas fueron posteriormente recogidas y ampliadas por filósofos, librepensadores y escritores de los siglos XVII, XVIII y XIX, como La Rochefoucauld, Schopenhauer y Nietzsche.

El Criticón es una novela alegórico-filosófica sobre la existencia humana, en la que las cuatro etapas de la vida del hombre se presentan bajo la forma de las estaciones del año (infancia-primavera, juventud-verano, madurez-otoño, vejez-invierno). Gracián establece una asociación alegórica entre los distintos personajes que aparecen en la obra y sus nombres simbólicos, que representan valores o defectos humanos; de esta forma, Critilo es la razón, Andrenio la naturaleza humana, Felisinda la felicidad, Honoria el honor, Hipocrinda la hipocresía, Sofisbella la sabiduría, Vejecia la vejez, Artemia el arte, Falsirena los encantos del mundo, etc. El argumento de El Criticón es el siguiente: Critilo, un hombre maduro y prudente, naufraga en las costas de la Isla de Santa Elena, donde encuentra a un joven, criado entre las fieras, al que bautiza con el nombre de Andrenio y enseña a hablar. Posteriormente, Critilo descubre que Andrenio es su hijo. Un barco español los rescata de la isla y ambos emprenden un largo viaje, durante el cual Critilo cuenta su vida. Tras desembarcar, padre e hijo comienzan un viaje alegórico por el camino de la vida en busca de Felisinda, periplo que les lleva a recorrer las cortes de España, Aragón, Francia y Roma, hasta que finalmente llegan a la Isla de la Inmortalidad.

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Los capítulos de El Criticón se denominan “crisis” por dos motivos: por un lado, por su intención de “criticar” diferentes aspectos de la vida humana, y por otro, por la posibilidad que ofrecen de “decidir” o elegir entre los dos caminos que puede seguir el hombre en su vida: la razón (representada por Critilo) y la naturaleza (Andrenio). El siguiente fragmento de El Criticón ilustra el tono pesimista de Gracián ante la existencia humana, la doble vertiente alegórico-filosófica de la novela (representada por el naufragio de Critilo en el mar como una imagen de la indefensión del hombre en el mundo), el estilo conceptista (“aceros-yerros”) y el culteranista de sintaxis trastocada (“Con razón censuraba el Catón aun de sí mismo entre las tres necedades de su vida el haberse embarcado por la mayor”): — ¡Oh vida, no habías de comenzar, pero ya que comenzaste no habías de acabar! No hay cosa más deseada ni más frágil que tú eres, y el que una vez te pierde, tarde te recupera: desde hoy te estimaría como a perdida. Madrastra se mostró la naturaleza con el hombre, pues lo que le quitó de conocimiento al nacer le restituye al morir: allí porque no se perciban los bienes que se reciben, y aquí porque se sientan los males que se conjuran. ¡Oh tirano mil veces de todo el ser humano aquel primero que con escandalosa temeridad fió su vida en un frágil leño al inconstante elemento! Vestido dicen que tuvo el pecho de aceros, mas yo digo que revestido de yerros. En vano la superior atención separó las naciones con los montes y los mares si la audacia de los hombres halló puentes para trasegar su malicia. Todo cuanto inventó la industria humana ha sido perniciosamente fatal y en daño de sí misma: la pólvora es un horrible estrago de las vidas, instrumento de su mayor ruina, y una nave no es otro que un ataúd anticipado. Parecíale a la muerte teatro angosto de sus tragedias la tierra y buscó modo cómo triunfar en los mares, para que en todos elementos se muriese. ¿Qué otra grada le queda a un desdichado para perecer, después que pisa la tabla de un bajel, cadahalso merecido de su atrevimiento? Con razón censuraba el Catón aun de sí mismo entre las tres necedades de su vida el haberse embarcado por la mayor. ¡Oh suerte oh cielo oh fortuna!, aun creería que soy algo, pues así me persigues; y cuando comienzas no paras hasta que apuras: válgame en esta ocasión el valer nada para repetir de eterno. El Criticón (Primera parte, crisi primera)

Resumen Dos son los nombres propios que sobresalen en la prosa española del siglo XVII: Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes. Durante el Siglo de Oro, la novela idealista pierde terreno ante la realista, cuyos principales exponentes son El Buscón (novela picaresca de estilo conceptista) y Don Quijote de la Mancha (novela realista que está considerada como la iniciadora de este género moderno). Frente a géneros narrativos de entretenimiento, como la novela cortesana, la crisis sociopolítica y espiritual que sacude a España durante el siglo XVII hace que surja un tipo de prosa de carácter pesimista y contenido moral, cuyo principal respresentante es la novela alegórico-filosófica El Criticón. de Baltasar Gracián. Apéndice bibliográfico

El Buscón (1626) [Francisco de Quevedo]

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En una época de hundimiento y crisis del Imperio Español, Quevedo fue uno de los escritores más conscientes de la ruina social y económica del país. En "El Buscón", el genial polígrafo utiliza el género de la novela picaresca como simple fachada de su intención crítica hacia la sociedad, así como para mostrar sus habilidades conceptistas.

La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642) [Alonso de Castillo Solórzano] Obra perteneciente al género de la novela picaresca, iniciado con el "Lazarillo de Tormes". A diferencia de las anteriores, esta novela se aparta del modelo autobiográfico y adopta un formato de narración, para lo cual Castillo Solórzano utiliza un lenguaje sencillo y coloquial.

El diablo cojuelo (1641) [Luis Vélez de Guevara] Novela fantástica y de sátira social, que por su estilo ha sido comparada con "Los sueños" de Quevedo. Su protagonista, don Cleofás Leandro Pérez Zambullo, contempla el divertido espectáculo de una sociedad española grotesca gracias a la ayuda de un diablillo cojo y burlón. A diferencia de la novela picaresca, falta el elemento moralizante. A través de los diez "trancos" (o capítulos) en que se divide la obra, el Cojuelo hace un repaso de las hipocresías y las miserias de los distintos estratos sociales.

Visiones y visitas de Torres con Francisco de Quevedo por la corte (1728) [Diego de Torres Villarroel] Bajo la estructura formal de los conocidos "Sueños" de Quevedo, Torres Villarroel hace un repaso crítico de la sociedad española de su época. Acompañado por el espíritu de Quevedo, va recorriendo los distintos estamentos mostrando la esencia y la hipocresía de cada uno, hasta que consigue desengañar al propio genio literario del siglo XVII. Torres imita conscientemente a su admirado maestro, en particular en el uso excesivo de la adjetivación (de carácter denigrante) en las descripciones de sus personajes.

Gargantúa / Pantagruel (1532-1534) [François Rabelais] Dentro del marco de la literatura europea de contenido moral durante los siglos XVI y XVII, "Pantagruel" (1532) y "Gargantúa" (1534) constituyen una exuberante mezcla de narrativa popular y erudición. A través de esta obra maestra de la literatura cómica, Rabelais explora importantes temas sociales como la educación, el derecho, la filosofía y la religión.

El Heptamerón (1558) [Margarita de Valois] Un grupo de damas y caballeros se queda atrapado en una abadía durante una tormenta, y para entretenerse se dedican a contar alternativamente una serie de historias amorosas (durante siete jornadas) que van desde la deslealtad hasta el amor sincero. Al final de cada una hay una pequeña discusión entre los contertulios, a manera de moralina, en la que se intenta extraer alguna conclusión o criticar el comportamiento de los protagonistas. Lejos de la procacidad erótica característica de las novelas amorosas del siglo XVI, Margarita de Valois hace gala de una gran sensibilidad e ingenuidad.

El Patrañuelo (1567) [Juan de Timoneda] Timoneda tomó sus "patrañas" de distintas fuentes, en particular de la literatura italiana (fundamentalmente el "Decamerón" de Boccaccio). Estos relatos breves fluctúan entre el cuento y la novela, sin llegar a definirse bajo ninguno de estos dos modelos literarios. Como el mismo Timoneda advierte en el prólogo de la obra, "Patrañuelo deriva de patraña, y patraña no es otra cosa sino una fengida traza, tan lindamente amplificada y compuesta, que parece que trae alguna apariencia de verdad".

El viaje entretenido (1603) [Agustín de Rojas Villandrando] Esta obra se enmarca dentro de los diálogos reformistas impulsados por los "Coloquios familiares" de Erasmo (como el "Diálogo de la lengua" o el "Diálogo de Mercurio y Carón"), aunque su originalidad se basa en su carácter misceláneo, ya que el objetivo didáctico se lleva a cabo mediante una gran cantidad de información enciclopédica.

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A través de un viaje en cuatro escalas de Sevilla a Burgos, cuatro contertulios mezclan sabiduría popular (en forma sobre todo de refranes) y reseñas culturales. El objetivo final del libro, como su propio título indica, es "enseñar entreteniendo y entretener avisando".

Don Quijote de la Mancha (1605-1615) [Miguel de Cervantes] La obra universal de Cervantes constituye un parodia de las novelas de caballerías, aunque él se proponía únicamente entretener a sus lectores. A principios del siglo XVII, el género literario más popular en España era la poesía, por lo que la aparición de una obra tan "extraña" como ésta no tuvo una gran acogida entre el público. Por su estructura y su carácter ficticio, el "Quijote" es considerado como la primera novela moderna.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1614) [Alonso Fernández de Avellaneda] El "Quijote" apócrifo de Avellaneda vio la luz un año antes de que Cervantes publicara la segunda parte de su obra maestra. Al igual que este último, el escritor disfrazado bajo el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda tenía como objetivo "desterrar la perniciosa lección de los vanos libros de caballerías, tan ordinaria en gente rústica y ociosa". Para ello propone una visión más exagerada de la obra, en la que don Quijote es aún más loco y Sancho resulta mucho más simple y soez. La estructura narrativa del libro se compone de múltiples aventuras en distintas poblaciones de España, y termina con don Quijote ingresado en una casa de locos de Toledo. El tono didácticomoral de la obra hace sospechar que su autor fuera un clérigo.

Novelas ejemplares (1613) [Miguel de Cervantes] Las "Novelas ejemplares" constituyen el primer ejemplo de relato corto en la literatura castellana. Su finalidad es más el entretenimiento del lector que unas ciertas enseñanzas morales. "La ilustre fregona" es una de las novelas ejemplares que mejor acogida tuvo entre los lectores de la época. En ella, aparecen entrecruzadas las aventuras picarescas de Diego de Carriazo y la historia de amor de Tomás de Avendaño.

Entremeses (1615) [Miguel de Cervantes] Los entremeses son pequeñas obras de teatro cómicas destinadas a ser representadas entre los actos de la comedia principal. Sus personajes suelen ser tipos teatrales consagrados (el viejo celoso, el rufián, el soldado fanfarrón, el vizcaíno, etc.).

Varia fortuna del soldado Píndaro (1626) [Gonzalo de Céspedes y Meneses] Obra perteneciente al género de la novela cortesana, cuyos protagonistas son personajes nobles que se mueven únicamente por amor. Como la novela picaresca, se desarrolla en un ámbito urbano, aunque el resto de sus características son totalmente opuestas. El propósito de Céspedes y Meneses es el de que la vida del soldado Píndaro (trasunto de la suya propia) sirva como ejemplo moralizante para los lectores.

Moll Flanders (1722) [Daniel Defoe] Esta obra, considerada como la primera novela moderna en lengua inglesa, toma su estilo narrativo de la novela picaresca española de los siglos XVI y XVII. En ella, la protagonista da cuenta (en forma autobiográfica) de su vida licenciosa y desordenada. Al final se produce la "conversión del pícaro", ya que Moll Flanders se arrepiente de todos sus pecados anteriores. Destaca el factor psicológico en la narración, puesto que la protagonista distingue claramente entre su comportamiento criminal y su propia esencia, caracterizada por una búsqueda constante del amor familiar. Otro aspecto importante es el "fatum" de la tragedia griega: el héroe posee siempre la libertad de elegir, pero no puede escapar de un destino fatalista que le subyuga. Esto mismo es lo que le ocurre a Moll Flanders, que se ve incapaz de huir del ambiente que la rodea y de sus consecuencias. Destaca el lenguaje empleado, reflejo claro del inglés medio hablado en la época. El título de la obra es característico de la novela picaresca española, y describe exactamente su contenido: "The Fortunes and Misfortunes of the Famous Moll Flanders, &C. Who Was Born in Newgate, and during a Life of Continu'd Variety for Threescore Years, besides Her Childhood, Was Twelve Year a Whore, Five Times a Wife (Whereof Once to Her Own Brother), Twelve Year a Thief, Eight Year a

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Transported Felon in Virginia, at Last Grew Rich, Liv'd Honest, and Died a Penitent. Written from Her Own Memorandums.".

Tom Jones (1749) [Henry Fielding] "Tom Jones" es una de las primeras y mejores novelas cómicas de la literatura inglesa. Al igual que “Moll Flanders”, deriva de la novela picaresca española de los siglos XVI y XVII. A través de las intrigas, amores y aventuras picarescas de Tom Jones en busca de su enamorada Sophia Western, Fielding lleva a cabo una crítica hacia la hipocresía y ética sexual de su época. Al igual que su compatriota Dickens haría años más tarde, Fielding refleja en su novela el lenguaje propio de cada clase social, haciendo que sea éste el factor que diferencia a los personajes entre sí.

Robinson Crusoe (1719) [Daniel Defoe] "Robinson Crusoe" es una de las primeras novelas realistas inglesas, género derivado de la moderna narrativa pseudoficticia iniciada con “Don Quijote de la Mancha”. A pesar de su carácter de ficción, el verdadero tema de la obra es la expansión del eurocentrismo, es decir, el predominio del hombre occidental sobre las distintas civilizaciones del mundo hasta entonces conocido. La supervivencia del protagonista en una isla desierta gracias a su ingenio y determinación es una alegoría del espíritu del hombre europeo, así como la enseñanza de Viernes lo es de la educación humana bajo un punto de vista occidental.

Discurso del método (1637) [René Descartes] Descartes es el iniciador de la filosofía racionalista del Renacimiento. El fundamento básico de esta escuela es que todo saber, ya sea teórico o práctico, se alcanza mediante la razón, en una época en la que el hombre aspira a un gran conocimiento de las distintas disciplinas humanísticas y a un alto grado de libertad. Las teorías introducidas en el "Discurso del método" vienen así a sustituir al silogismo aristotélico imperante durante la Edad Media, en el que las premisas contenían la solución. El método cartesiano se basa en la duda metódica, que consiste en cuestionar todo conocimiento previo a fin de no dejarse guiar por los prejuicios. Dentro de la literatura española, esta obra influyó en la creación de la novela filosófica del siglo XVII.

El Criticón (1651-1657) [Baltasar Gracián] Magna alegoría de la vida y sus distintas etapas vitales. “El Criticón” es una novela filosófica en la que sus dos personajes representan polos opuestos en el ser humano: la voluntad racional o el recto juicio (Critilo) y la pasión instintiva que se deja guiar por las apariencias (Andrenio).

El comulgatorio (1655) [Baltasar Gracián] Obra de carácter ascético que exalta el sagrado sacramento de la comunión a través de una serie de imágenes alegóricas de Cristo. Este devocionario está compuesto por cincuenta meditaciones que invitan a la contemplación, cada una de ellas dividida en cuatro puntos: el primero está dedicado a la preparación, el segundo a la comunión, el tercero a su aprovechamiento y el cuarto a su agradecimiento. "El comulgatorio" es la única obra que Gracián firmó con su verdadero nombre, ya que por su contenido religioso no era susceptible de represalias (como su obra maestra, “El Criticón”).

Errores celebrados (1653) [Juan de Zabaleta] En esta obra moralizante, Zabaleta mantiene que la historia, por medio de casos famosos, tiene que enseñar al hombre a corregir sus faltas (siempre bajo una perspectiva cristiana). A través de distintas anécdotas históricas, el autor impugna las conclusiones favorables generalmente extraídas de ellas y trata de hacer ver que el orgullo, la vanidad, la soberbia, la incontinencia o la falta de respeto motivan las acciones que él critica.

CAPÍTULO 14. TEATRO DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

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14.1. Los orígenes del teatro español moderno Hasta la llegada de Lope de Vega, gran renovador e impulsor del género, coexistían en el drama español anterior al siglo XVII diversas corrientes literarias: religiosa, popular, humanista y renacentista. Frente al enorme impulso de la poesía y la prosa durante la Edad Media, el teatro español fue prácticamente inexistente hasta la segunda mitad del siglo XV, cuando autores como Gómez Manrique (1412-1490) ayudaron a popularizar este género mediante dramas litúrgicos y representaciones populares y cortesanas. Esta producción dramática daría paso a finales del siglo XV y principios del XVI al teatro renacentista, personificado en Juan del Égloga de Plácida y Vitoriano Encina (1468-1529), Lucas Fernández (1474-1542) y Gil (Juan del Encina, 1513) Vicente (1465-1536). El primero de ellos está considerado como el iniciador del teatro español moderno gracias a sus églogas pastoriles (de contenido amoroso e intención religiosa), cuya principal novedad, desde el punto de vista dramático, es la aparición de la figura del rústico simple como elemento paródico. El comienzo del teatro renacentista en España se puede fechar en la Navidad de 1492, cuando Juan del Encina representó ante los duques de Alba dos églogas dramáticas en las que unos pastores anuncian el nacimiento de Cristo. Por su parte, Gil Vicente, pese a ser un dramaturgo portugués, escribió igualmente piezas pastoriles y religiosas en español. En la primera mitad del siglo XVI, el teatro renacentista adopta como modelos la comedia latina de Plauto y Terencio, el teatro humanista italiano y el drama pastoril de Juan del Encina y Lucas Fernández. Las notas más singulares de esta producción dramática, destinada a un público cortesano, es la observación estricta de la “ley de las tres unidades” (acción, tiempo y lugar) y el empleo del verso octosílabo. Uno de los principales exponentes de este nuevo teatro renacentista español es Bartolomé Torres Naharro (1485-1530), cuyos personajes demuestran una psicología más compleja que los de las églogas pastoriles de Juan del Encina. Su obra dramática se compone de nueve comedias reunidas en un único volumen titulado Propalladia (1517), que el propio autor dividió en dos categorías temáticas: “a noticia” (comedias costumbristas, picarescas y satíricas, entre las que destaca Soldadesca) y “a fantasía” (comedias de ambiente urbano y tema amoroso, con conflictos “de capa y espada”, como Himenea). 14.2. Teatro popular y humanista En la segunda mitad del siglo XVI, los dramaturgos se proponen actualizar el teatro renacentista anterior y se interesan especialmente por el drama popular (de finalidad 62

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lúdica y didáctica) y el drama humanista (con adaptaciones de tragedias y comedias grecolatinas). Este “nuevo teatro renacentista”, inmediatamente anterior al drama lopesco, incorpora a sus obras temas como el popularismo, el patriotismo y la historia, con una trama cada vez más compleja. Siguiendo el ejemplo de las compañías italianas de la Comedia del arte, el teatro español de la segunda mitad del siglo XVI abandona los palacios y las iglesias y se convierte en un espectáculo popular representado en calles, plazas y lugares públicos (como los corrales de comedias). Los actores son ahora cómicos profesionales que Máscaras (Comedia del arte) utilizan máscaras y se especializan en un mismo papel. Los personajes escenificados simbolizan clases sociales o estereotipos de la época, como la pareja de sirvientes enamorados (Arlequín y Colombina), los sirvientes astutos (Zanni), el viejo avaricioso (Pantalón), el bufón (Pierrot), el erudito decadente (Doctor), el burgués cruel (Brighella), el soldado arrogante (Capitán), el matón astuto y burlón (Polichinela), etc. Dentro de este teatro popular destaca la producción del sevillano Lope de Rueda (1510-1565), que abarca los géneros de la comedia y el teatro breve. Sus famosos pasos (piezas en prosa de carácter cómico y realista) son los precursores de lo que posteriormente se conocerá como entremés (obra cómica en un solo acto, en la que destacará especialmente Cervantes). Otras figuras relevantes de este teatro popular renacentista son Juan de Timoneda (15201583) y Juan de la Cueva (1543-1612). La otra gran rama en la que se divide el drama renacentista de la segunda mitad del siglo XVI es el teatro humanista, que intenta —aunque sin demasiado éxito— trasplantar las tragedias y comedias clásicas a la escena española. Juan de la Cueva fue el primer dramaturgo que experimentó con la mitología grecolatina para destacar el patriotismo castellano en sus obras dramáticas. Su comedia más conocida, El infamador (1581), introduce el arquetipo del don Juan clásico en el teatro español. 14.3. Teatro barroco La evolución y convergencia de las distintas corrientes dramáticas del siglo XVI alcanza su madurez en los primeros decenios del XVII de la mano de Lope de Vega, considerado el creador del teatro español moderno gracias a su profunda renovación de estilos y formas. Dentro de su producción dramática destacan las comedias amorosas (como El perro del hortelano) y los dramas de honor (Fuenteovejuna). El teatro lopesco tuvo muchos continuadores a lo largo del siglo XVII, entre los que destacan Guillén de Castro (1569-1631), Antonio Mira de Amescua (1577-1644), Luis 63

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Vélez de Guevara (1579-1644), Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (1581-1635), el mejicano Juan Ruiz de Alarcón (1580-1639), Luis Quiñones de Benavente (1581-1651), Antonio Hurtado de Mendoza (1586-1644), Juan Pérez de Montalbán (1602-1638) y, por encima de todos, Tirso de Molina (1579-1648), que contribuyó a la popularización de la comedia gracias a obras como El burlador de Sevilla. Ya avanzado el siglo XVII, Calderón de la Barca fue el principal encargado de llevar el nuevo teatro español a su plenitud con obras de una gran profundidad psicológica (como La vida es sueño). Aparte del género mayor de la comedia, el teatro barroco español cultivó otros géneros menores, como el auto sacramental y el entremés. Los dos temas a los que el drama español del siglo XVII concede mayor importancia son el honor (sentimiento personal de la propia valía) y la honra (manifestación externa del honor, relacionada con la opinión ajena). En el teatro barroco, la reparación del honor y de la honra, tras la aparición de un elemento perturbador en el inicial estado de armonía, es un paso imprescindible para que la persona ofendida vuelva a ser aceptada por la sociedad. La complejidad del teatro del Siglo de Oro se manifiesta en la diversidad de subgéneros a que dio lugar: dramas históricos, heroicos, legendarios, político-sociales, de honor y celos, religiosos, mitológicos, palaciegos, pastoriles, caballerescos, psicológicos, mágicos y de capa y espada. Sin embargo, todos ellos tienen en común una estructura formada por tres actos (o jornadas), que corresponden a las partes que Corral de comedias forman el desarrollo argumental de la obra: planteamiento, nudo y desenlace. En el teatro barroco se prescinde intencionadamente de la “ley de las tres unidades” del teatro clásico (acción, tiempo y lugar), de forma que los personajes desarrollan acciones paralelas o cruzadas en distintos lugares, y éstas pueden abarcar largos periodos de tiempo. Otra novedad importante con respecto al drama renacentista es la mezcla de tragedia y comedia en las obras, ya que el teatro barroco se concibe como un espejo de la existencia humana, trágica a la vez que cómica. La rígida sociedad estamental española del siglo XVII tiene un fiel reflejo en los personajes teatrales, que aparecen caracterizados como arquetipos sociales, con un patrón psicológico fijo y sin evolución a lo largo de la obra. Del choque de intereses entre estos personajes y la sociedad, y de la transgresión de las normas sociales, surge el conflicto dramático que impulsa la acción. Los principales tipos sociales que aparecen en el teatro del Siglo de Oro son los siguientes: ● El rey: viejo (prudente y justo) o galán (soberbio y arbitrario). 64

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● El poderoso: noble que abusa de su poder (elemento perturbador del orden social). ● El caballero: defensor del orden y el honor (padre, esposo, hermano o galán). ● El galán: representa la integridad moral y la constancia en el amor. ● La dama: reúne las cualidades de belleza exterior e interior. ● El gracioso: contrafigura cómica del galán. ● El villano: campesino noble, modelo de honor, honra y limpieza de sangre. La principal forma de expresión del teatro del Siglo de Oro es el verso, con distintas estrofas en función de la situación dramática que se describe: redondillas (amor), quintillas, octavas (lucimiento), décimas, sonetos (espera), tercetos (temas graves), silvas y romances (relaciones). El lenguaje teatral aúna los valores expresivos del más refinado lirismo con la naturalidad de la expresión popular. 14.4. Tirso de Molina Fray Gabriel Téllez (Madrid, 1579 - Almazán, 1648) — más conocido por su pseudónimo artístico de Tirso de Molina— es uno de los principales representantes del teatro español del Siglo de Oro. Está considerado como el máximo esponente de la escuela teatral de Lope de Vega (a quien sigue en fecundidad), aunque sus comedias, al contrario que las lopescas, poseen una gran profundidad psicológica, un marcado realismo y un tono abiertamente conceptista. La nota más característica del teatro de Tirso Tirso de Molina de Molina es su especial tratamiento de la mujer, muy alejado de los tópicos convencionales del Renacimiento: digna y superior al hombre en unos casos (como en El castigo del penseque), osada en la defensa de sí misma y de sus intereses en otros (Don Gil de las calzas verdes). Dentro de su amplia producción dramática destacan dos obras por encima de todas: El condenado por desconfiado (que refleja la tragedia humana del hombre y su destino) y El burlador de Sevilla y convidado de piedra (creadora del mito español de don Juan, personaje antiaristocrático ocioso, desvergonzado, mentiroso y burlador, que al final es castigado por su desprecio hacia el orden de la sociedad barroca). En sus obras, Tirso de Molina lleva a cabo una crítica de los valores aristocráticos y una exaltación de la moral basada en la virtud y el saber. Entre sus principales aportaciones al género dramático español figuran un acertado retrato psicológico de los personajes, una calculada dosificación de la intriga, la comicidad de las situaciones, el tono burlesco, la riqueza expresiva del lenguaje y el gusto por la ironía y los juegos de palabras.

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La producción teatral de Tirso de Molina está compuesta por más de 80 obras (algunas de las cuales atribuidas a él), que se clasifican en función de su contenido temático: a) Comedias de enredo (también llamadas “de capa y espada”, “palatinas” o “de intriga”): destacan especialmente El vergonzoso en palacio (1611), La villana de La Sagra (1612), El castigo del penseque (1614), Quien calla, otorga (1614), Don Gil de las calzas verdes (1615), La celosa de sí misma (1620), Celos con celos se curan (1621), Amar por razón de estado (1625) y La firmeza en la hermosura (1644). b) Dramas religiosos y morales: La peña de Francia (1612), La Santa Juana (1613-1614), El condenado por desconfiado (1615), La vida y muerte de Herodes (1615), Tan largo me lo fiais (1617), La venganza de Tamar (1621), El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630). c) Dramas históricos: La república al revés (1611), Los amantes de Teruel (1615), Amor y celos hacen discretos (1615), Averígüelo Vargas (1621), La prudencia en la mujer (1622), Trilogía de los Pizarros (1626-1632). d) Dramas mitológicos: El Aquiles (1612), La fingida Arcadia (1621). e) Autos sacramentales: El colmenero divino (1613), No le arriendo la ganancia (1613), Los hermanos parecidos (1615). Aparte de su amplia producción dramática, Tirso de Molina compuso obras misceláneas en prosa y en verso, entre las que destaca una novela cortesana titulada Los cigarrales de Toledo (1621) —que tuvo en 1635 una continuación en Deleitar aprovechando. El siguiente fragmento de El condenado por desconfiado, en el que el diablo, disfrazado de ángel, se le aparece al monje Paulo para decirle que tendrá el mismo final que el criminal Enrico, ilustra la profundidad psicológica de los personajes de Tirso de Molina (la apariencia religiosa del primero contrasta con su naturaleza soberbia y desconfiada, mientras que el delincuente Enrico muestra caridad y compasión en sus obras): PAULO

¡Dios mío!, aquesto os suplico: ¿Salvareme, Dios inmenso? ¿Iré a gozar vuestra gloria? Que me respondáis espero.

DEMONIO Dios, ¡oh Paulo!, te ha escuchado y tus lágrimas ha visto. PAULO

(Aparte.) ¡Qué mal el temor resisto! Ciego en mirarlo he quedado.

DEMONIO Me ha mandado que te saque de esa ciega confusión, porque esa vana ilusión de tu contrario se aplaque.

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Ve a Nápoles, y a la puerta que llaman allá del Mar, que es por donde tú has de entrar a ver tu ventura cierta o tu desdicha, verás cerca de allá (estame atento) un hombre... PAULO

¡Qué gran contento con tus razones me das!

DEMONIO Que Enrico tiene por nombre, hijo del noble Anareto, Conocerasle, en efecto, por señas: que es gentilhombre, alto de cuerpo y gallardo, No quiero decirte más, porque apenas llegarás cuando le veas. PAULO

Aguardo lo que le he de preguntar cuando le llegare a ver.

DEMONIO PAULO

Sólo una cosa has de hacer. ¿Qué he de hacer?

DEMONIO Verle y callar, contemplando sus acciones, sus obras y sus palabras. PAULO

En mi pecho ciego labras quimeras y confusiones. ¿Sólo eso tengo que hacer?

DEMONIO Dios que en él repares quiere, porque el fin que aquél tuviere ese fin has de tener. El condenado por desconfiado (Jornada I)

14.5. El burlador de Sevilla

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El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630), la obra teatral más conocida de Tirso de Molina, introduce en la literatura española al mito de don Juan, símbolo de la pasión desenfrenada, el engaño y el sacrilegio, así como una de las figuras más universales de la literatura mundial (comparable únicamente a Don Quijote, Hamlet y Fausto). Para ello, Tirso funde dos leyendas de origen popular: la del galán libertino (presente en el romancero medieval) y la del individuo que invita a cenar a un difunto (una calavera o una estatua), proveniente de un cuento folclórico europeo. Don Juan (máscaras)

El argumento de El burlador de Sevilla es el siguiente: un noble caballero español de Nápoles, don Juan Tenorio, se sirve de su ingenio y su buena presencia para seducir a las damas y doncellas que se ponen a su alcance. Tras ser descubierto en el palacio del rey intentando engañar a una duquesa, don Juan y su criado Catalinón huyen de la ciudad. El barco en el que viajan a España naufraga en la costa de Tarragona y don Juan es rescatado por una pescadora, a la que seduce y goza antes de huir de nuevo. En Sevilla, don Juan continúa con su vida de libertino y mujeriego. Tras engañar a una dama y ser descubierto por el padre de ésta, don Gonzalo de Ulloa, ambos caballeros se enfrentan en duelo y don Juan mata a don Gonzalo. Ante la tumba del difunto, don Juan se burla de su rival, invitándole a cenar. Sin embargo, la estatua de don Gonzalo se presenta a la cita (“el convidado de piedra”) y, tras intentar en vano lograr el arrepentimiento del libertino con la amenaza de la muerte, invita a su vez a don Juan y su criado a cenar en su capilla. Don Juan acepta la invitación, y al llegar a tan fúnebre cita la estatua de don Gonzalo se venga arrastrándolo a los infiernos, sin que pueda salvar su alma.

El burlador de Sevilla es un drama que posee una doble intención, religiosa y moral: por un lado, el protagonista es un pecador que recibe constantes advertencias de que sus actos le conducirán a un mal fin, y sin embargo no se arrepiente jamás de ellos, ni siquiera ante la amenaza inminente de la muerte (de la que se burla con su conocida frase “tan largo me lo fiais”). Por otro lado, don Juan tiene una dimensión moral, como transgresor de las estrictas normas sociales del siglo XVII. De esta forma, Tirso de Molina da cuerpo a un personaje de una gran complejidad psicológica en el que se mezcla el bien y el mal: por un lado, don Juan es un caballero cristiano que cree en Dios, pero no teme al castigo divino porque el impulso del deseo le domina; por otro lado, pertenece a una arraigada familia de nobles españoles, pero su comportamiento libertino no se corresponde con su condición social.

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La siguiente escena de El burlador de Sevilla, en la que el fantasma de don Gonzalo invita a don Juan a cenar para que pague por sus pecados, ilustra los diálogos dinámicos y realistas del teatro de Tirso de Molina, en los que se mezcla el tono solemne y el cómico (representado por los comentarios del criado Catalinón): DON JUAN ¿Quién va allá? DON GONZALO Yo. DON JUAN ¿Quién sois vos? DON GONZALO El muerto soy, no te espantes. No entendí que me cumplieras la palabra, según haces burla de todos. DON JUAN ¿Me tienes en opinión de cobarde? DON GONZALO Sí, porque de mí huiste la noche que me mataste. DON JUAN Huí de ser conocido; mas ya me tienes delante: di presto lo que me quieres. DON GONZALO Quiero a cenar convidarte. CATALINÓN Aquí excusamos la cena que toda ha de ser fiambre, pues no parece cocina señor, por ninguna parte. DON JUAN Cenemos. DON GONZALO Para cenar es menester que levantes esa tumba. DON JUAN Y, si te importa, levantaré esos pilares. DON GONZALO Valiente estás. DON JUAN Tengo brío, y corazón en las carnes. DON GONZALO Siéntate tú. CATALINÓN Yo señor, he merendado esta tarde. Cena con tu convidado. DON JUAN Ea, pues, he de enojarme; siéntate, acaba. CATALINÓN ¡Ay de mí! DON GONZALO También quiero que te canten. (Cantan) Adviertan los que de Dios juzgan los castigos tarde, que no hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague. CATALINÓN ¿Qué plato es éste, señor? DON GONZALO Este plato es de alacranes y víboras. CATALINÓN Gentil plato para el que trae buena hambre. ¿Es bueno el vino, señor? DON GONZALO Pruébale. CATALINÓN Hiel y vinagre

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es este vino. DON GONZALO Este vino exprimen nuestros lagares. ¿No comes tú? DON JUAN Comeré si me dieses áspid a áspid cuantos el infierno tiene. DON GONZALO Otra vez quiero que canten (Cantan la copla postrera) CATALINÓN ¡Malo es aquesto, por Cristo! Dime, señor, ¿no escuchaste la canción? Contigo habla. DON JUAN Un hielo el pecho me parte. CATALINÓN Come de este guisadillo, DON JUAN Ya he cenado; haz que levanten las mesas. DON GONZALO Dame esa mano no temas; la mano dame. DON JUAN ¿Yo temor? Toma. ¡Ay de mí, que me abraso! No me abrases con tu fuego. DON GONZALO Aquéste es poco para el fuego que buscaste, y así tienes de pagar las doncellas que burlaste. DON JUAN A tu hija no ofendí, que vio mis engaños antes. DON GONZALO No importa, que ya pusiste tu intento. DON JUAN Deja que llame quien me confiese y absuelva. DON GONZALO No hay lugar, ya acuerdas tarde. Las maravillas de Dios son, Don Juan, investigables, y así quiere que tus culpas a manos de un muerto pagues. DON JUAN No me aprietes: ¡tente, tente! Con la daga he de matarte; mas ¡ay! que me abrasa el fuego, y serán golpes al aire. DON GONZALO «Ésta es justicia de Dios: quien tal hace que tal pague.» DON JUAN ¡Que me quemo, que me abraso! ¡Muerto soy! (Cae muerto don Juan) CATALINÓN No hay quien se escape, que aquí tengo de morir también por acompañarte. DON GONZALO Ésta es justicia de Dios: «quien tal hace, que tal pague». El burlador de Sevilla (Jornada III, escena XIX)

14.6. Calderón de la Barca

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Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600 - Madrid, 1681) está considerado como uno de los dramaturgos más importantes del Siglo de Oro, con una gran influencia posterior en el desarrollo del teatro romántico europeo. A diferencia de Lope de Vega y Tirso de Molina —las otras dos grandes figuras del teatro barroco español—, su concepción del mundo es marcadamente pesimista, caracterizada por una visión desengañada de la vida. El tema central del drama calderoniano es la indefensión del ser humano ante la fuerza del destino. Sus personajes se mueven entre los dos polos de la religiosidad y la aceptación de una sociedad barroca tradicional (por un Calderón de la Barca lado) y el libre albedrío (por otro), lo que les causa enormes conflictos internos. Los personajes del teatro de Calderón son seres atormentados, pero al mismo tiempo reflexivos, que luchan por sobreponerse al caos de su existencia y a las pasiones que interiormente los desgarran. Abocados a una situación límite y de difícil salida, encuentran en la introspección una vía de escape ante sus problemas vitales. Frente a la naturalidad y espontaneidad del teatro de Lope, el de Calderón se caracteriza por ser más elaborado y artístico. Por otro lado, en contraposición a la complejidad argumental de las obras de Tirso de Molina, sus obras poseen una trama sencilla y un reducido número de personajes (para de esta forma poder centrarse en su psicología y conflictos internos). Los dramas calderonianos, de lógica y cálculos rigurosos, presentan una mayor concentración dramática, sobre todo en el héroe central de la obra, lo que conlleva una mayor dosis de subjetivismo. Pese a que se trata de un teatro más aristocrático y menos popular que el de sus predecesores, trata temas más universales. La estructura formal de sus obras sigue una rigurosa ordenación clásica (planteamiento, nudo y desenlace), así como una disposición piramidal de la trama y un emparejamiento antitético de los personajes secundarios. Pese a la sencillez expresiva del lenguaje dramático calderoniano, el conceptismo y el lujo ornamental están siempre presentes en sus obras. Calderón asienta definitivamente el género de los autos sacramentales (como El gran teatro del mundo), en los que conjuga la más estricta teología con una compleja alegoría y una inevitable trasposición de la vida y las preocupaciones cotidianas de la época. También cultiva las comedias de enredo o “de capa y espada” (como La dama duende). Pero donde su arte adquiere características tan personales como definitivas es en los dramas religioso-filosóficos y en los de honor. En estos últimos trata el tema de los celos y la limpieza sangrienta del honor manchado por la esposa, bajo el más exaltado casticismo (como en El alcalde de Zalamea); dentro de los dramas filosófico-religiosos, la 71

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obra cumbre de Calderón es La vida es sueño: el drama del protagonista, Segismundo, consiste en que el hombre no está en verdad unido al cosmos, sino que se halla, al margen de la naturaleza, en manos de Dios; el dilema entre predestinación y libre albedrío se resuelve a favor del primero a través de un penoso camino de autonegación y desengaño, que lleva a la conclusión de que la vida es en realidad sueño. La producción teatral de Calderón de la Barca está formada por unas 190 obras dramáticas (fundamentalmente comedias y autos sacramentales), cuya representación exigía un gran despliegue escenográfico (tramoyas, decorados, luces y música). Las principales fuentes de inspiración calderoniana son la Biblia, la mitología grecolatina, la historia, las leyendas y las costumbres, y los temas principales que trata son los característicos del teatro barroco español: el amor, la religión y el honor. En función de su contenido y estructura argumental, las obras teatrales de Calderón se pueden clasificar de la siguiente manera: a) Comedias de enredo: La dama duende (1629), Casa con dos puertas, mala es de guardar (1629), El galán fantasma (1637). b) Dramas de honor y celos: A secreto agravio, secreta venganza (1636), El médico de su honra (1637), El alcalde de Zalamea (1651). c) Autos sacramentales: La cena del rey Baltasar (1632), A Dios por razón de estado (1650), Andrómeda y Perseo (1653), El gran teatro del mundo (1655). d) Dramas filosóficos: La vida es sueño (1635). e) Dramas históricos: La gran Zenobia (1625), La cisma de Inglaterra (1627), El príncipe constante (1629). f) Dramas religiosos: La devoción de la cruz (1625), El mágico prodigioso (1637). g) Dramas mitológicos: La púrpura de la rosa (1660), La estatua de Prometeo (1670). Algunos de los continuadores más destacados del teatro de Calderón son Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648) —gran defensor de la mujer en comedias de honor (Del Rey abajo, ninguno) y en el género por el creado de la comedia de figurón ( Entre bobos anda el juego)— y Agustín Moreto (1618-1669) —maestro en la versificación y en la caracterización de los personajes, con obras tan conocidas como la comedia palatina El desdén, con el desdén y la comedia de figurón El lindo don Diego. El siguiente fragmento del drama de honor El alcalde de Zalamea, en el que Pedro Crespo defiende su dignidad ante el militar Lope de Figueroa, ilustra el tema clásico calderoniano del conflicto interior en los personajes; el alcalde sabe que su honra es irrecuperable tras el ultraje sufrido por su hija a manos del capitán don Álvaro, aunque en su dolor reclama la justicia que corresponde a cualquier hombre, independientemente de su condición social: CRESPO

Entraos allá dentro.

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(Vanse ISABEL, INÉS y JUAN) Mil gracias, señor, os doy por la merced, que me hicisteis de excusarme una ocasión de perderme. LOPE ¿Cómo habíais, decid, de perderos vos? CRESPO Dando muerte a quien pensara ni aun el agravio menor. LOPE ¿Sabes, ¡vive Dios!, que es capitán? CRESPO Sí, ¡vive Dios!, y aunque fuera él general, en tocando a mi opinión le matara. LOPE A quien tocara ni aun al soldado menor sólo un pelo de la ropa, ¡por vida del cielo!, yo le ahorcara. CRESPO A quien se atreviera a un átomo de mi honor, ¡por vida también del cielo!, que también le ahorcara yo. LOPE ¿Sabéis que estáis obligado a sufrir, por ser quien sois, estas cargas? CRESPO Con mi hacienda, pero con mi fama no. Al rey la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios. LOPE ¡Juro a Cristo, que parece que vais teniendo razón! CRESPO Sí, ¡juro a Cristo!, porque siempre la he tenido yo. LOPE Yo vengo cansado, y esta pierna, que el diablo me dio, ha menester descansar. CRESPO Pues, ¿quién os dice que no? Ahí me dio el diablo una cama, y servirá para vos. LOPE ¿Y dióle hecha el diablo? CRESPO Sí. LOPE Pues a deshacerla voy, que estoy, ¡voto a Dios!, cansado. CRESPO Pues descansad, ¡voto a Dios! (aparte) LOPE (Testarudo es el villano; también jura como yo.) (aparte) CRESPO (Caprichoso es el don Lope; no haremos migas los dos.) El alcalde de Zalamea (Jornada I, escena XVIII)

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14.7. La vida es sueño

La vida es sueño (1635), la obra maestra del teatro de Calderón de la Barca, es un drama filosófico que gira en torno a la lucha interior que produce en el individuo el conflicto entre el libre albedrío y la predestinación (una de las principales discusiones filosóficas en la Europa del siglo XVII). El protagonista, Segismundo, se debate entre ambos Segismundo encadenado extremos a lo largo de diversos monólogos, hasta que finalmente sucumbe al poder del destino y llega a la conclusión de que toda la vida y las apariencias humanas no son más que un sueño. Los orígenes de esta concepción filosófica, común a distintas religiones y culturas, se remontan al “mito de la caverna” de Platón. En su deseo de llegar a un público lo más amplio posible (tanto popular como aristocrático), Calderón de la Barca mezcla en La vida es sueño elementos trágicos y cómicos, por lo que esta obra puede considerarse una tragicomedia (género característico del teatro barroco). Su argumento es el siguiente: Basilio, rey de Polonia, consulta a los astros sobre el destino de su hijo Segismundo, que acaba de nacer. Las estrellas predicen que será un gobernante cruel. Para evitar el cumplimiento de este mal presagio, Basilio decide encerrar a su hijo en una torre situada en un lugar escondido. Segismundo crece prisionero como un salvaje, ignorante de su condición de heredero de un trono. El rey, tras quedarse sin descendientes varones, decide hacer un pacto de matrimonio entre Estrella (infanta de su corte) y Astolfo (duque de Moscovia) para que éste herede el trono. Sin embargo, Basilio reflexiona y decide liberar a su hijo para traerlo de vuelta a la corte y comprobar si efectivamente se cumple la profecía. En el palacio real, Segismundo se comporta como los astros habían predicho, ofendiendo e insultando a nobles, damas y criados. Basilio decide drogarle y devolverle a la torre, donde Clotaldo convence a Segismundo de que todo lo vivido en palacio no fue más que un sueño. Sin embargo, el pueblo se entera de lo sucedido, se levanta en armas contra Basilio y libera a Segismundo para proclamarlo como su nuevo rey. Cuando éste vuelve a la corte para ocupar su trono, se comporta como un gobernante prudente y justo para no arrepentirse posteriormente en caso de ser otro sueño. De esta manera, la libertad que permite al hombre elegir entre el bien y el mal parece derrotar al destino, aunque Segismundo llega a la conclusión de que nunca podrá saber si lo que está viviendo es realidad o fantasía. El monólogo de Segismundo tras ser devuelto a su encierro en la torre ilustra el conflicto entre el deseo del individuo por la libertad y el poder del destino que le

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domina, lo cual no le deja más que dos salidas: la locura o la aceptación de que la vida es simplemente un sueño y todo lo que hacemos o pensamos no es real: SEGISMUNDO Es verdad; pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición por si alguna vez soñamos. Y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive sueña lo que es hasta despertar. Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte (¡desdicha fuerte!); ¡que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte! Sueña el rico en su riqueza que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende; y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. La vida es sueño (Jornada II, escena XIX)

Resumen El teatro español moderno se inicia a finales del siglo XV y principios del XVI gracias a Juan del Encina. Este drama renacentista irá evolucionando a través de diversas etapas posteriores hasta alcanzar su madurez definitiva de la mano de Lope de Vega, el primer gran dramaturgo de la literatura española, que contribuyó enormemente a modernizar y popularizar este género. El teatro barroco del siglo XVII se muestra heredero en mayor o menor medida del drama lopesco, con dos figuras que sobresalen 75

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por encima del resto: Tirso de Molina —cuyas obras (entre las que destaca El burlador de Sevilla) añaden una mayor complejidad argumental— y Calderón de la Barca — cuyo teatro aborda temas más universales, como el conflicto entre libertad y destino (reflejado en su conocida obra La vida es sueño). Apéndice bibliográfico

Tragedias (siglo V a.C.) [Eurípides] En estas tragedias teatrales, el tema griego del "fatum" (o destino inexorable de los hombres, cuyas vidas están determinadas por los dioses) da lugar a un examen psicológico de las actitudes anímicas de los personajes: desde la incontrolable cólera de Medea, la locura de Orestes y los desvanecimientos amorosos de Fedra, pasando por la brutal ira de Hécuba, hasta el cambiante estado de ánimo de las Bacantes.

Edipo, rey (430 a.C.) [Sófocles] "Edipo, rey" pertenece, junto con "Edipo en Colono" y "Antígona", al llamado ciclo tebano de las obras teatrales de Sófocles. Esta tragedia desarrolla el tema del "fatum", ya que el destino de Edipo y su desastrado final se hallan previamente fijados por el oráculo de los dioses, ante el que cualquier decisión humana resulta inútil.

Medea (431 a.C.) [Eurípides] Eurípides, junto con Sófocles y Esquilo, fue cofundador del género de la tragedia griega. Sus obras, sin embargo, son más realistas que las de los otros dos, ya que en ellas son los hombres los verdaderos protagonistas. Su tragedia "Medea" narra la sangrienta venganza de la mujer que, traicionada por su marido, acaba matando a sus propios hijos.

Teatro (1496) [Juan del Encina] Juan del Encina está considerado como el padre del teatro español moderno, ya que supera el drama religioso de la Edad Media castellana e introduce otro tipo de temática, como el amor y la comicidad. Sus obras siguen un orden cronológico de lo más religioso (tema de la Navidad con pastores rústicos) a lo más profano (tema del amor entre pastores idealizados).

Romeo y Julieta (1597) [William Shakespeare] Esta obra pertenece a un segundo período en la producción teatral de Shakespeare (1595-1600), durante el cual escribe básicamente dramas históricos y comedias románticas. En el marco de la ciudad de Verona, "Romeo y Julieta" crea un mundo de violencia y conflictos generacionales en el que el amor resulta imposible y acarrea consecuencias trágicas. Poesteriormente, esta historia romántica ha pasado a ser considerada como la quintaesencia del amor juvenil, que ha de sobreponerse a innumerables barreras y dificultades.

Julio César (1599) [William Shakespeare] Shakespeare escribió esta tragedia histórica para ser la primera obra en representarse en el teatro "Globe", fundado por la compañía teatral que él dirigía. La esencia trágica de la obra consiste en que Bruto no asesina a César guiado por la maldad, sino por un sentimiento idealista, ya que se deja convencer por el ideal republicano de Casio ante el cual el asesinato encuentra su justificación.

El mercader de Venecia (1600) [William Shakespeare] Al igual que la mayoría de comedias de Shakespeare, esta obra trata acerca del amor, el matrimonio, y las dificultades que ambos conllevan. El argumento de la obra es el siguiente: el joven Basanio debe superar una serie de pruebas para conquistar la mano de su prometida Porcia, además de resolver las dificultades que le plantea el usurero prestamista judío Shylock (auténtico protagonista de la obra, reflejo de un pueblo contra el que existían grandes prejuicios en la época).

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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―

Hamlet (1601) [William Shakespeare] "Hamlet" representa la tragedia de la venganza. Toda la acción de la obra gira en torno al protagonista, cuya locura aparente no es más que una estratagema para sacar a la luz la culpabilidad de su tío, quien tras asesinar a su padre se casó con su madre. Como en el resto de tragedias de Shakespeare, destaca sobremanera el aspecto psicológico de los personajes, cuyas emociones y pensamientos constituyen el auténtico motor de la obra.

Troilo y Crésida (1602) [William Shakespeare] Esta tragedia histórica está basada en "Troilo y Creseida ", un relato de Chaucer. En ella se representa el tema de la Guerra de Troya, que sirve como marco a la historia de amor entre Troilo (hijo del rey Príamo de Troya) y Crésida. Pero este amor se ve traicionado cuando los troyanos son derrotados y Crésida se enamora del griego Diomedes.

Macbeth (1603) [William Shakespeare] En un tercer período de su producción teatral (1601-08), Shakespeare escribió fundamentalmente tragedias. De esta época data "Macbeth", escrita el año en que el rey escocés Jacobo VI ascendió al trono de Inglaterra como Jacobo I; ello hizo que los ingleses se interesaran inmediatamente por la historia de Escocia. Shakespeare no fue una excepción, y en "Macbeth" utiliza la sangrienta historia de la Escocia del siglo XI para desarrollar la historia de un noble escocés que, empujado por su mujer, asesina a su rey para conquistar el trono. La desgarradora lucha interior de Macbeth, que sabe que ha cometido un acto horrible, acaba por destrozarle.

Volpone, o el zorro (1606) [Ben Jonson] Comedia satírico-realista cuyo argumento es el siguiente: Volpone, rico y sin hijos, se finge enfermo para poner a prueba a una serie de posibles herederos. Su parásito, Mosca, engaña a todos con falsas esperanzas y trama enredos para beneficiarse de la situación. Al final, la codicia hace que todos los personajes se engañen entre sí, hasta que la justicia interviene y se descubren todas las tramas ocultas.

Los amantes de Teruel (1615) [Tirso de Molina] Drama histórico que poetiza la leyenda de Diego Marcilla e Isabel de Segura, jóvenes amantes de Teruel que vivieron una desastrada historia de amor y fueron enterrados juntos en 1217.

El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630) [Tirso de Molina] Junto con Lope de Vega y Calderón de la Barca, Tirso de Molina constituye la avanzadilla del teatro barroco español. En sus obras se evidencian una serie de rasgos comunes: gran profundidad psicológica en el retrato de personajes, habilidad en el manejo de la intriga, visión humorística y satírica del mundo, presencia de notables caracteres femeninos, etc. "El burlador de Sevilla" posee el mérito de haber introducido en el ámbito literario la lengendaria figura de Don Juan, el libertino seductor de mujeres cuyos pecados contra las leyes humanas y divinas encuentran al final su justo castigo.

La dama duende (1629) [Calderón de la Barca] Comedia calderoniana de las llamadas "de capa y espada", caracterizadas por el enredo y el equívoco constantes. La acción principal de la dama y el galán va acompañada por otras historias paralelas y por la intervención del gracioso (normalmente un criado) que sirve de contrapunto a los protagonistas. El amor es el tema principal de una comedia que suele tener un final feliz.

La vida es sueño (1635) [Calderón de la Barca] Calderón de la Barca es uno de los dramaturgos más representativos del Barroco español. Por oposición al teatro popular de Lope de Vega, que hunde sus raíces en el espíritu del pueblo, Calderón se muestra más propenso a las comedias de capa y espada y los dramas de honor. "La vida es sueño", una de sus obras más famosas, es un comedia filosófica en la que se plantean la fugacidad de la existencia humana y el problema del libre albedrío.

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El alcalde de Zalamea (1651) [Calderón de la Barca] "El garrote más bien dado o El alcalde de Zalamea" presenta los tradicionales temas del teatro calderoniano: honor, honra, obediencia al rey y venganza ante la afrenta recibida. Los campesinos son ensalzados por sus virtudes humanas, frente a los vicios del poder militar.

El avaro (1668) [Molière] Las comedias de Molière transmiten, al mismo tiempo, lo real y lo inverosímil para construir retratos arquetípicos de personajes que encarnan todas las facetas del ser humano. "El avaro" es, sobre todo, la imagen del hombre esclavo de sus pasiones y ahogado por su propia soledad.

El médico a palos (1666) / El enfermo imaginario (1673) [Molière] Molière fue un crítico agudo de las costumbres, vicios y ridiculeces de sus contemporáneos, desde criados hasta nobles, pasando por burgueses. En sus piezas teatrales define algunos de los tipos inmortales nacidos de la más permanente condición humana (el avaro, el mezquino, el hipócrita, etc.). Cada uno de sus personajes posee una esencia o naturaleza que le es propia, y cualquier intento por desmentir su condición conlleva como castigo el ridículo. "El médico a palos" y "El enfermo imaginario" constituyen una sátira contra la medicina de la época, por el empleo de incomprensibles términos técnicos tomados del latín y unas buenas dosis de charlatanería.

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