CAPITULO I ANTECEDENTES

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CAPITULO I ANTECEDENTES

CAPITULO I ANTECEDENTES "C arecem os de un m u elle en La Guaira que pueda servir d é discul­ pa para que aquel se llame puerto sin ironía" F ERNA NDO S. BOLIVAR (1)

La Guaira en su historia ha estado atada a la vida de Caracas. Manuel Pérez Vila sostenía que no fue fundada al viejo estilo espa­ ñol sino que surgió como un poblado por el uso del puerto y que ya existía desde antes del 29 de junio de 1589, fecha considerada tradi­ cionalmente como la de su fundación. A pesar de que La Guaira nació como puerto, su calidad como tal ha sido siempre controvertida. La construcción de obras que per­ mitieran el uso de dicha costa como puerto ha sido permanente pre­ ocupación de los gobernantes tanto bajo el dominio español como bajo la República. En el libro "La Guaira. Orígenes Históricos. Morfología Urbana"(2) se habla de trabajos hechos en 1783 "para facilitar las descargas de los buques de comercio" y de un brazo de muelle que se estaba construyendo en 1785 para "seguridad y abri­ go de las embarcaciones". En numerosos relatos de viajeros a nuestro país, se habla del puerto como algo que llama la atención por lo inadecuado. Joseph Luis Cisneros decribe a La Guaira en 1764 así:

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"...dista [Caracas] del Puerto de La Guayra, dos leguas y media por línea recta, y aunque el Camino es muy fragoso, se anda en quatro horas: el Puerto es bastante penoso, por estar desabrigado y ser el Mar en a q u e l l a C o s t a muy f u e r t e : t i en e b u e n a s fortificaciones de tres Castillos y algunos Baluartes. Tiene allí la Compañía Guipuzcoana una factoría con grandes y costosos Almacenes para la carga y descarga de los Navíos de su Comercio, y para las Invernadas y Carenas de los Navíos les precisa acogerse á el Puerto de Cabello, que está á Sotavento á distancia de veinte leguas..." (3) Treinta y seis años más tarde, Alejandro de Humboldt se refiere a La Guaira en los siguientes términos: "La Guaira es más bien una rada que un puerto, pues la mar está allí constantemente agitada y los navíos sufren a una vez de la acción del viento, el nivel de la marea, el mal anclaje y la broma (Teredos navalis, L.). El cargamento se efectúa con dificultad y la altura de las ondas impide que se puedan embarcar allí mulas, como en Nueva Barcelona y Puerto Cabello..."(4) En esa misma época, Depons señala que "el puerto de La Guaira es el más frecuentado de toda esta costa y al mismo tiempo el más malo..." (5) Otro viajero, Robert Semple, en 1810 aseveró que: " El puerto, propiamente, no es sino un fon­ deadero abierto hacia el Norte y el Este, y medio pro­ tegido al Oeste por Cabo Blanco, que forma una pe­ queña curva y es llamado así por el color claro de sus rocas. Sin este pequeño cabo, La Guaira no tendría condiciones de puerto, y aun con él tales condiciones son muy pocas. Los buques fondean a seis o siete y hasta veinticinco brazas de la playa, en lugares cuyo 26

lecho es de arena blanca, donde se entierra el ancla fácilmente. Hay un gusano o gorgojo en estos sitios que destruye los cascos de las embarcaciones que no tienen protección de cobre, [el Teredos navalis, L. N.A.] y casi constantemente existe un fuerte oleaje, en ocasiones tan recio, que imposibilita durante días seguidos la comunicáción de los barcos con la costa. Un espectáculo singular, que se ve cuando la brisa amaina, es la sucesión interrumpida de grandes olas que van llegando a la playa interminablemente, para romperse en ella con gran ruido que repercute en los cerros de los alrededores. Por causa de esta resaca tan fuerte, el muelle de La Guaira, que es de madera y tiene ciento sesenta pies de longitud, necesita cons­ tantemente reparaciones..." (6) En 1841, Codazzi describe a La Guaira de esta manera: "La Guaira es menos una rada que un puerto donde el mar está en continua agitación. Los buques sufren la acción del viento, las corrientes del mar, el mal anclaje y la broma..." (7) El inglés Eastwick en su relato sobre el empréstito de 1864 y el maestro Joseph Lancaster se refieren al puerto de La Guaira en frases similares. Otro viajero, el húngaro Pal Rosti, en su libro "Me­ morias de un Viaje por América" (8), describe a La Guaira en 1857 en términos similares a los ya citados. Igual hace el colombiano Isidoro Laverde Amaya quien se refiere al puerto tal como lo vió cuando asistió a las celebraciones del centenario del nacimiento del Libertador en 1883. Tal situación preocupaba a los gobiernos que sabían que las condiciones del puerto de La Guaira eran un grave obstáculo al co­ mercio así como a las comunicaciones de la capital de la República con el interior y con el mundo en un país cuya economía dependía, entonces como ahora, de su comercio exterior. Luis E. González, en su libro "La Guaira Dos Siglos de Histo­

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ria" atribuye al General José Antonio Páez, Presidente de Venezue­ la, el haber dictado en 1842 los primeros decretos de la República relativos al puerto de La Guaira. En ese año, el gobierno de Páez recibió de manos del ingeniero norteam ericano Thomas Ustick Walter un proyecto para mejorar las condiciones del puerto.(9) Este ingeniero fue, años más tarde, el constructor del domo del Capitolio de Washington. Manuel Pérez Vila, en el Diccionario de Historia de Venezue­ la, atribuye la decisión de contratar a Walter al Concejo Municipal del Distrito Vargas, por intermedio de José Martín Landa. El con­ trato fue firmado el 12 de octubre de 1843 y tenía como fiadores a Robert Syers y a la empresa Boulton, Phelps y Cía., la cual, junto con otras empresas, ayudó a financiar las obras. Los trabajos queda­ ron concluidos en octubre de 1845 y fueron recibidos por el Concejo Municipal de La Guaira, que encargó a Walter otra obra destinada al atraque de lanchas y botes, que fue concluida en 1846. Según asegura Pérez Vila, en abril de 1846, cuando ya Walter había regresado a Estados Unidos, un fuerte mar de leva dañó el tajamar y la arena comenzó a cegar el sector del puerto donde se hallaba el muelle. En 1847, el ingeniero Juan José Aguerrevere, quien estaba construyendo la carretera Caracas-La Guaira en la época de las obras de Walter, hizo un informe señalando los errores que a su juicio se habían cometido en la obra del puerto y proponiendo soluciones. Veinte años después, visto que el puerto seguía en las m ism as m alas co n d ic io n e s que antes de W alter, Juan Jo sé Aguerrevere volvió a presentar sus soluciones, esta vez al Colegio de Ingenieros de Venezuela. El Consejero Lisboa, quien escribió en 1865 su libro "Rela­ ción de un Viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador", en el cual se refiere a La Guaira que conoció en 1847 y volvió a ver en 1852, comenta los resultados de este esfuerzo por modernizar el puerto en la siguiente forma: " El gobierno de Venezuela, reconociendo la urgente necesidad de m ejorar el prinicpal puerto de la República, invitó a ingenieros extranjeros a que

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presentasen planes para mejorarlo y propusieran con­ diciones para la construcción de la obra. Como con­ secuencia llega a Caracas uno de los más hábiles in­ genieros de los Estados Unidos, Mr. Walter, cuya re­ putación como arquitecto está consolidada con el mag­ n ífic o p a la c io de G e ra rd 's C ollege e le v a d o en Filadelfia...bajo su inmediata inspección; [Walter] pro­ puso al gobierno construir una escollera que partien­ do de una punta de tierra a barlovento del puerto de desembarque, esto es, al este del puerto (pues en estos parajes el este es siempre barlovento y el oeste sota­ vento) que prolongándose en ángulo agudo con la costa, protegiese contra la resaca un muelle de des­ embarco que también se comprometía a construir. Se hicieron ajustes entre el contratista y el municipio de la Guayra; el gobierno aprobó el contrato, que fijó en 275.000 dolí, el costo de la obra. Sin embargo, el go­ bierno, antes de aprobar el contrato oyó al Consejo de Estado, uno de cuyos miembros, vecino de Caracas, hombre probo y práctico, fue a examinar personal­ mente los lugares, prediciendo con seguridad que la obra no correspondería a la finalidad que se perse­ guía, que con la proyectada escollera el puerto se lle­ naría de arena y que la propia escollera, al ser de pie­ dra suelta y con las proporciones que le daba Mr. Walter no resistiría un mar de leva. N o fue atendido este consejero y la obra prosiguió, Mr. Walter la eje­ cutó con pericia y rapidez, para acarrear la gran masa de piedra que debía form ar la m uralla submarina, construyó un extenso camino de hierro, cumpliendo con escrúpulo aquello a que se había comprometido. Yo lo vi terminado en el año de 1847, y pasé por sobre sus plataformas; oí entonces tachar de presunción al venezolano que se atrevió a predecir la inutilidad de una obra tan elegante y perfecta; y yo le vi en 1852. ¡Hei mihi erat! ¡Quantum mutatus ab illo! [¡Ay de lo que fui! ¡Cuánto había cambiado!] Arruinado e inutilizado; el recinto que había formado obstruido por la arena; el muelle de desem-

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barco, en seco; la muralla, que parecía tan fuerte, com­ pletamente desmoronada y reducida a un montón de piedras sueltas, surgiendo aquí y allá del seno del en­ furecido mar. Fue un triunfo completo de la práctica o del instinto sobre la teoría, o, para remedar la frase de los defensores de la obra, de la presunción sobre la ciencia. Util lección para los gobiernos americanos, que les enseña que, respetando mucho los progresos que ha tenido la ciencia en Europa, deben tener en cuenta, siempre que tengan que arriesgar sus capita­ les, los consejos de la práctica local..."(10) En 1874 la Junta de Fomento del Distrito Vargas contrató al ingeniero Daniel Dibles para que bajo su supervisión se mejorara el puerto y el Io de septiembre de 1874, con un aporte de cien mil bolívares hecho por la Aduana de La Guaira, se iniciaron las obras, las cuales sin embargo, fueron superiores a la capacidad técnica y financiera del país y no concluyeron. Rafael Ramón Castellanos en su obra "Caracas en el Cente­ nario del Libertador", cita una carta de Femando S. Bolívar, sobri­ no del Libertador y miembro de la Junta del Centenario, a Antonio Leocadio Guzmán, Presidente de la misma, en el cual propone di­ versas obras públicas que deberían hacerse con ocasión de las cele­ braciones del centenario del natalicio del Libertador y dice, "Care­ cemos de un muelle en La Guaira que pueda servir de disculpa para que aquel se llame Puerto sin ironía". En 1884, el Gobierno, con Antonio Guzmán Blanco a la ca­ beza, firmó un contrato con J.E. Linares y Federico Salle para aco­ meter nuevamente las obras del puerto. Los términos del contrato se parecen a los que se habían convenido con las compañías encarga­ das de la construcción de ferrocarriles, pero los contratistas no lo­ graron iniciar las obras, a pesar de la garantía de rendimiento de seis por ciento sobre una inversión de ocho millones de bolívares. Antonio Guzmán Blanco, al dejar la Presidencia de la Repú­ blica, luego del Septenio, se va a Europa como Ministro Plenipoten­ ciario ante varios gobiernos de ese continente y el 21 de mayo de

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1885, en nombre de la República, firma en Londres un contrato de concesión con la firma Punchard, McJaggart, Lowther & Co. para construir el puerto de La Guaira y admnistrarlo durante noventa y nueve años. En la resolución del 27 de junio de 1885, por la cual se aprue­ ba este contrato, se declara insubsistente el contrato con Linares y Salle por haber fenecido el término legal para su ejecución sin ha­ berse realizado la obra. A propósito de ésta y otras obras hechas en el Gobierno de Guzmán Blanco, comenta Mariano Picón Salas: "Bajo el cesarismo guzmancista -a pesar de la prensa oficial, de la escasa libertad política, de la vanidad del caudillo y de lo que se llamó irónicamen­ te la adoración perpetua- Venezuela se limpia las ci­ catrices y costurones de diez aftos de anarquía. Si se pagan a muy alto precio las obras de progreso mate­ rial, ya los bultos y las personas no se transbordan en goletas y bergantines desde Saint Thomas para llegar a La Guaira; se levantan muelles y líneas férreas, se comienzan a fabricar aquellas cosas elementales de que ya informan los Anuarios estadísticos a partir de 1873, e ingresan más pesos fuertes... En 1875, en 1884, se vivirá un poco mejor que en 1864...”(1 1)

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NOTAS (1) Castellanos, Rafael Ramón. CA RAC AS EN EL CENTENARIO DEL LIBERTADOR, 2 t. E d icio n es C onm em orativas del B icentenaH o del N atalicio del Libertador Sim ón Bolívar. Congreso de la República. Caracas, 1983. t. I, p.84. (2) Gasparini, Graciano y Pérez Vila, M anuel, LA GUAIRA. ORIGENES HISTORICOS. M ORFOLOGIA U R BA N A . Capítulo sobre "Las Artes en el Puerto de La Guaira durante la Epoca Colonial" por Carlos Duarte. Centro Sim ón Bolívar-M inisterio de Información y Turismo, Caracas, 1981. (3 ) C isn eros, Joseph Luis. D E SC R IPC IO N DE L A P R O V IN C IA DE BEN EZUELA.Colección de Libros Raros o Curiosos que tratan de América, Segunda Serie, Tomo X X I. Reproducción de la edición de Valencia, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1912, p. 70. (4) Gasparini y Pérez Vila, op. cit. pp. 306-307. (5) Gasparini y Pérez Vila, op. cit.pp. 230-231. (6) Gasparini y Pérez Vila, op. cit.pp .318-319. (7) Gasparini y Pérez Vila, op. cit.pp.315. (8) Rósti, Pal. M EM ORIA DE U N VIAJE POR AM ERICA. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1968. (9) G onzález F. Luis Enrique. LA G UAYRA DOS SIGLOS DE HISTORIA. Caracas, 1983. p. 253. (10) Gasparini y Pérez Vila, op. cit. p. 322 y ss. (11) Picón Salas, Mariano. SU M A DE VEN EZU ELA . H om enaje de la Contraloría General de la República a Marinao Picón Salas en el Vigésim o Aniversario de su muerte. 2“ edición, Contraloría General de la República, Caracas, 1984. p. 19.

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