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Capítulo I: El camino de la Humanidad desde su prehistoria hacia las grandes Civilizaciones Clásicas. 1. La Gran época de la Prehistoria:
Los albores de la Humanidad:
La humanidad a la cual todos pertenecemos, no es otra cosa que un largo y aventurado camino evolutivo el cual nuestra especie ha tenido que transcurrir para llegar a conformar las formas culturales que caracterizan a las sociedades que componen al mundo en la actualidad. Este viaje en el que se ha dispuesto la especie humana, sin embargo, resulta de escasa importancia temporal frente a los gigantescos procesos evolutivos de otras especies que conforman el tronco de los seres vivos de nuestro planeta. Para tener una idea de lo pequeño que resulta el período evolutivo de la especie humana, sólo basta comparar la edad de aparición de los mamíferos en general, alrededor de 200 millones en la antigüedad, con la extensión temporal desde la aparición de los primeros homínidos –primates evolucionados hacia formas más antropizadas- hasta la actualidad de la vida humana, la cual se ha calculado en alrededor de cuatro millones de años. El dato entregado anteriormente, es el resultado de una conjunción de metodologías de distintas ciencias. Se debe tener claro que el estudio de la aparición de la especie humana y de su posterior evolución, es un trabajo interdisciplinario llevado a cabo tanto por Ciencias Naturales como la Biología, la Química, la Medicina; y además por las denominadas Ciencias Sociales como lo son la Antropología, la Arqueología, la Geología, La Geografía, la Sociología y la Historia. El marco conceptual y metodológico de las ciencias aquí descritas, más otras disciplinas, nos entregan en definitiva un acabado análisis de lo que ha sido la evolución de la humanidad, el cual se enriquece con los aportes de las distintas concepciones científicas que ellas nos aportan. Los análisis de los distintos estudios científicos nos hablan de que el proceso de hominización de los primates superiores –tronco familiar del cual provienen entre otros los gorilas, orangutanes, chimpancés y los primeros homínidos- acontecido hace alrededor de 4 millones de antigüedad, puede ser dividido en cuatro etapas marcadas, las cuales se distinguen unas a otras a partir de los cambios y transformaciones que experimentaron, desde el punto de vista de su conformación fisiológica, los distintos tipos de homínidos que se dispusieron a lo largo de este proceso. La diferenciación entre uno u otro tipo de homínido se basa fundamentalmente en los rasgos físicos que presentan, como lo son el tamaño del cerebro, la estatura que alcanzaron, la estructura de la pelvis y la forma en que se dispusieron sus extremidades. Las cuatro etapas en que se divide el proceso evolutivo de la humanidad, desde su vinculación con los primates hasta nuestros días, se puede observar de mejor manera en el siguiente cuadro explicativo:
Etapa Prehumana:
Australophitecus africanus: su aparición y desenvolvimiento en el planeta se establece entre los 4 millones de años y los 1,3 millones de años de antigüedad. Se caracteriza por no poseer una estructura anatómica adecuada que le permita erguirse en dos pies y caminar. Su estatura promedio es de 1,2 metros y su peso ha establecido entre los 20 y los 35 kilogramos.
Australophitecus robustus: esta especie se desenvolvió entre los 2,3 millones y los 1,3 millones de años de antigüedad. De similares características que el africanus respecto a su incapacidad de erguirse en dos pies, este australophitecus se diferenció del primero en su mayor envergadura corporal y su mayor capacidad craneana, la cual se estima en alrededor de los 500 cc.
Etapa Protohumana:
Homo habilis: se desarrolló entre los 3 millones y los 1,3 millones de años de antigüedad. La gran diferencia de esta nueva especie de homínido en relación con las especies de la etapa anterior, se enmarca en su mayor capacidad craneana (650 cc.), además de tener una estructura anatómica más adecuada para desplazarse en dos pies y en el desarrollo de la rotación y de la oposición del pulgar, lo cual le permitió utilizar las primeras incipientes herramientas como piedras.
Etapa Humana Antigua:
Homo erectus: se desarrolló desde los 1,5 millones de años de antigüedad hasta 300 mil a 100 mil años atrás. Su capacidad craneana alcanzó entre los 750 cc. y los 1.250 cc; y su esqueleto y tamaño corporal, similares al que nosotros poseemos, le permitieron erguirse completamente en dos pies y desplazarse en dicha postura.
Etapa Humana Moderna:
Neandertal (Homo sapiens): su aparición corresponde entre los 100 mil años a los 35 mil años de antigüedad. A diferencia del Homo erectus, el hombre de Neandertal tiene una menor envergadura física, pero una mayor capacidad craneana, la cual alcanza a los 1.500 cc.
Cro-Magnon (Homo sapiens sapiens): esta especie apareció hace unos 35 mil años, es menos robusto que el Neandertal y con una capacidad craneana similar a aquél. Su conformación física y anatómica corresponde al humano propiamente tal. El Homo sapiens sapiens va a ser quien realice las grandes migraciones de población desde la región central de África y Eurasia hacia otros continentes como Australia, Siberia y América, principalmente en la búsqueda de nuevos territorios donde encontrar alimento y sobrevivencia, el cual comenzó paulatinamente a escasear a partir de la última glaciación (hace unos 10 mil años atrás).
Periodo Paleolítico:
El periodo paleolítico (piedra antigua) es aquella edad que se extiende desde la aparición de los primeros humanos hasta la denominada Revolución Neolítica (ver apartado independiente), es decir, hasta el final de la última gran glaciación, la cual terminó de manifestarse hace unos 15 mil años a.c. Durante el largo periodo temporal que significó la era paleolítica, el hombre fue adaptándose a las distintas condiciones ambientales que le deparaba su entorno. Es así como la evolución histórica de este periodo se ve caracterizada por el avance en las técnicas de confección de herramientas por parte de los grupos humanos, las cuales en este periodo se basaron fundamentalmente en utensilios de piedra tallada, trabajo que a su vez se lograba con el uso de otras piedras. Se le atribuye al Homo habilis la confección de las primeras herramientas de piedra hace ya unos 2 millones de años, lo que marca el inicio de la cultura humana sobre la Tierra. Mucho se ha discutido cuál es el elemento en particular y específico que caracteriza a la especie humana y que la diferencia de forma sustancial de los demás seres vivos, pero se está de acuerdo en que una de las propiedades inherentes a la humanidad y que no se encuentra en las demás especies de animales es la creación de cultura, la cual puede ser entendida como todas aquellas manifestaciones que el hombre realiza en su quehacer diario, lo cual se deriva de la capacidad de organizarnos en comunidades sociales y de las motivaciones individuales de cada uno de los sujetos que componen una sociedad. Durante el periodo paleolítico las condiciones de vida fueron extremadamente adversas para los aún pequeños y dispersos grupos humanos. Los periodos glaciares transformaban constantemente el ambiente en que estos grupos se desenvolvían. Gigantescas masas de hielo avanzaban desde los polos hacia los trópicos, lo que implicaba un cambio en las condiciones climáticas y del medio ambiente, así como en las conductas de vida de los hombres del paleolítico, de entre las que es necesario destacar el marcado carácter nómade de las pequeñas comunidades, las cuales debían constantemente emigrar desde un territorio a otro en la búsqueda del alimento que los sustentara, ya que principalmente vivían de la recolección de frutos silvestres y de la caza de ciertos animales salvajes, los cuales se encontraban en permanente movimiento para encontrar su propio alimento, debido a los constantes cambios climáticos que inevitablemente alteraban su dieta. Con el transcurso de los años de la era paleolítica, el hombre fue aprendiendo a utilizar más y mejores herramientas. Al Homo erectus ya se le atribuye la fabricación de agujas y puntas de flechas a partir de los huesos de los animales que cazaban, pero sin lugar a dudas el acontecimiento que marcará la vida del hombre prehistórico de esta época (alrededor de 1.500.000 años de antigüedad) será el descubrimiento del fuego y su posterior utilización en la cocción de alimentos, en la confección de herramientas y en la protección contra las inclemencias del clima frío que reinó gran parte de este periodo. Las rudimentarias herramientas con el tiempo fueron perfeccionándose, sobretodo en lo referente a las armas de caza de las comunidades, las cuales principalmente se alimentaban de animales como el mamut y el bisonte, los cuales les proporcionaban alimento y pieles para la vestimenta contra el clima glaciar. Otro elemento de gran importancia para el avance y definición de la cultura humana lo significó el comienzo de la práctica de enterrar a los difuntos de la
comunidad, situación que se hace patente a partir del período denominado Paleolítico Superior, donde se desenvolvieron los hombres de Neandertal y de Cro-Magnon, lo que nos indica que ya hacia esta altura (alrededor de 200 mil años a.c.), las comunidades humanas tenían presente la idea de lo sobrenatural y ya se explicaban el mundo en categorías terrenales y de una vida después de la muerte, indicio de creencias religiosas primitivas. Sumado a lo anterior, uno de los elementos que caracterizan de mayor forma a la especie humana es la utilización de sistemas de representaciones simbólicas para entablar algún tipo de comunicación. Las primeras formas de confección de estos sistemas las tenemos en el arte rupestre (arte naturalista sobre las piedras) y la fabricación de las primeras esculturas representativas de la cultura de la comunidad. Hacia fines del paleolítico se extendió el arte rupestre, siendo las más famosas manifestaciones pictóricas de este periodo las que se han encontrado en las cuevas del sector fronterizo entre España y Francia, específicamente en Altamira y Lascaux respectivamente, donde se encuentran pinturas que representan bisontes, ciervos y otros animales. Estas pinturas tuvieron un fin eminentemente mágico, ya que a través de ella se trató de llamar al animal para cazarlo posteriormente.
Las Glaciaciones:
Durante el desarrollo de la vida sobre el planeta Tierra, ésta se ha debido adaptar a los distintos ambientes que se han dispuesto a través de la evolución del planeta. Los grandes cambios climáticos que ha experimentado el medio ambiente terrestre han sido una dura prueba para las especies animales y vegetales que han poblado este mundo. Muchas de las especies no lograron adaptarse a los cambios que ofrecía el medio ambiente y se han extinto para siempre, lo cual nos habla de que, basándonos en la teoría de Darwin acerca de la evolución y selección natural de las especies, sólo las especies con cierta capacidad de adaptación y dominio del entorno son en definitiva capaces de perpetuarse en el tiempo, afirmación de la cual tampoco escapa la especie humana, la cual ha debido desarrollar técnicas que le han ido permitiendo en primer lugar adaptarse a los cambios climáticos del planeta, y en segundo lugar dominar a dicho entorno para su propio beneficio. Uno de los procesos de mayor importancia climática lo representan las llamadas glaciaciones, avances de las masas de hielo desde los casquetes polares hacia los trópicos, lo cual se produce por un hasta ahora inexplicable descenso en el poder calorífico del Sol sobre el planeta, lo que incide en una drástica baja en las temperaturas. A lo largo de la historia geológica de nuestro planeta se han sucedido una serie de periodos glaciales, los cuales a su vez vienen acompañados de periodos interglaciales los cuales pueden durar miles de años y que es donde preferentemente la vida vegetal ha llegado a su máxima expresión. En la actualidad vivimos en un periodo interglacial que ya alcanza los 15 mil años de permanencia, aunque durante este periodo se han comprobado ciertos periodos indicadores de pequeños periodos glaciales como se ha establecido durante el Neolítico (10-8 mil años a.c.), durante los años de la crisis del Imperio Romano y más contemporáneamente durante el siglo XVII en Europa. Como todo periodo interglacial, hasta el momento las condiciones de temperatura y humedad se mantienen estables para la
vida plena en el mundo, tanto de animales como de vegetales, pero es muy posible que en un futuro no determinado se produzca una nueva glaciación. Dentro de las glaciaciones que han acontecidos en la historia, la última de ellas, la glaciación de Wurm, la cual terminó de manifestarse hace unos 15 mil años a.c., es particularmente importante para la proliferación de la especie humana en el mundo entero, ya que fue gracias a ella que hace unos 28 mil años el sector de Beringia (estrecho que separa los continentes asiático y americano en el ártico) se transformó en un puente congelado que comunicó las masas continentales de Asia (Siberia) y el continente americano (Alaska), lo que posibilitó la migración en primer lugar de animales como el mamut y el bisonte en busca de nuevas praderas para el pastoreo, y posteriormente la consecuente migración de las comunidades humanas que se dedicaban a la caza de dichas especies, posibilitándose de esta forma el poblamiento de América, que durante el transcurso de la glaciación, constantemente se verá visitada por estas primitivas tribus nómades del noreste de Asia que se adaptarán a las condiciones de este nuevo territorio durante un periodo de alrededor de 14 mil años.
La Revolución Neolítica:
El periodo neolítico (piedra nueva), comienza a manifestarse en la evolución temporal y cultural de la humanidad a partir de la finalización de la última glaciación, hace unos 15 mil años de antigüedad. La denominación de neolítico se refiere al uso de una nueva forma de herramientas confeccionadas con piedras, las cuales a diferencia del periodo paleolítico donde la utilizada era tallada, ahora se prefiere el uso de la piedra pulimentada, la cual tiene mayor posibilidad de otorgar filo y una mayor diversidad de usos. En una primera instancia, las comunidades humanas repartidas por el mundo permanecieron organizadas en torno al clan familiar y con un carácter eminentemente nómade, ya que la caza de grandes animales siguió siendo la principal fuente de alimento de los hombres, sobretodo gracias al mejoramiento de la técnica en las herramientas de caza con la nueva piedra pulimentada. Sin embargo, con el correr de los milenios las comunidades humanas paulatinamente fueron experimentando nuevas formas de subsistencia. La experimentación e invención, serán una de las destrezas que serán desarrolladas en las mentalidades de los hombres de la época, lo cual se deriva de la observación y estudio de los fenómenos que ocurrían en el entorno, proceso que fue posibilitado por la mayor diversificación de las tareas diarias dentro del clan familiar. Mientras mujeres y niños pequeños tenían la labor de la recolección de frutos y semillas, además de la pesca en algunos casos; los hombres y adolescentes varones se dedicaban a la caza de animales, clasificación de labores que otorgó tiempos de ocio a los integrantes de estas comunidades primitivas, tiempo que se destinó a la experimentación con semillas, sobre la base de la observación de los procesos de germinación de los frutos comestibles. El proceso de experimentación con semillas de cultivo se particularizó en las comunidades neolíticas de Europa, Asia y el norte de África, mientras que en América y las zonas más lejanas de los trópicos mantuvieron por varios milenios las características de ser comunidades principalmente dedicadas a la caza y recolección.
La Revolución Agropecuaria:
La observación de los ciclos de germinación de frutos y vegetales, paulatinamente permitió el control y aprovechamiento de los cultivos de semilla, los cuales fueron depositados en los lechos de ríos y lagunas, al darse cuenta los hombres de que era en estas zonas del territorio donde era más propicio el crecimiento y proliferación de los cultivos. La mayor tecnificación de las actividades agrícolas permitió que aconteciera la primera gran revolución en la historia de la humanidad: la creciente dependencia de la alimentación en los cultivos de los vegetales, cereales y frutos, permitió la transformación de la cultura humana, la cual de un carácter nómade paulatinamente pasó a convertirse en sedentaria. Con la agricultura, las comunidades ya no tenían la necesidad de trasladarse grandes extensiones de territorio para obtener el alimento requerido para la subsistencia. La sedentarización de las comunidades del neolítico, a su vez, trajo una nueva forma de encarar la actividad de la caza de los grandes animales, la cual poco a poco le dejó el lugar a la domesticación de distintos tipos de ganado y aves en pequeñas y rudimentarias granjas que se disponían cercanas a los cultivos agrícolas. Con el aprovechamiento de la carne de los animales domesticados, se logró de forma definitiva asentar a las comunidades en un territorio determinado, con lo que la composición social de estas nuevas comunidades pasó del clan nómade a las tribus sedentarias, las cuales tenían una mayor población que las primeras y un mayor número de familias componiéndolas. Claramente tienen un jefe tribal, quien es nombrado por los jefes de las distintas familias, un chamán o sacerdote, quien es la conexión con el mundo de los dioses, y una diversificación y adjudicación de tareas mayor, tanto en su número como en su complejidad. La sedentarización, además, permitió a los hombres del neolítico tener mayor tiempo de ocio durante sus labores diarias. Este tiempo libre fue dedicado al perfeccionamiento de herramientas y a la confección de artesanías y nuevos utensilios de trabajo. Se crearon nuevas hachas que permitieron ahuecar árboles y construir canoas para la pesca y viviendas de troncos. Se perfeccionó la cestería y la artesanía de greda, al darse cuenta los hombres que este tipo de arcilla se endurecía al ponerla al fuego. Todas estas actividades permitieron conformar en definitiva la cultura humana. La revolución agropecuaria trajo el asentamiento definitivo y la diversificación y especialización de las tareas de la comunidad tribal, siendo el efecto más importante de este proceso la generación de excedentes (sobrantes de la producción), los cuales fueron destinados al almacenamiento para las épocas de malos cultivos, con lo cual la necesidad básica de la comunidad, el alimento, quedó cubierta, permitiendo que los hombres pudieran concentrarse en otras tareas, como las espirituales y religiosas, siendo ejemplo de ello la construcción de grandes monumentos megalíticos que representan la complejización de las ideas y de las sociedades de esta época.
2. Las primeras grandes civilizaciones: El avance de la historia de la humanidad desde el neolítico en adelante, y con la consiguiente sedentarización de las comunidades humanas que se desenvolvieron en este extenso periodo de tiempo, tuvo en su acontecer un factor común en la figura de las grandes civilizaciones que comienzan a florecer a partir de los 4 mil años a.c. Este principio denominativo, se entiende como la capacidad de los hombres de adaptar su entorno en función a las cada vez más extensas y complejas necesidades que éstos se planteaban como sociedad. Por lo mismo, y de acuerdo al principio recién enunciado, fue que las primeras grandes civilizaciones surgieron en condiciones ambientales de adversidad, lo que condujo a que las comunidades que en estos territorios se asentaron, debieran por necesidad organizarse de una forma más compleja que la simple formación tribal. La complejidad de las relaciones políticas, económicas y sociales que emanaron de los individuos que componían estas primarias grandes culturas, fueron paulatinamente echando las bases para la construcción de Estados, donde a diferencia de las comunidades tribales, donde el vínculo principal resulta de la filiación sanguínea de las distintas familias componentes de la tribu; el nexo entre sus habitantes se deriva de la adopción de una idea de comunidad unida por elementos comunes como una religión, un idioma o más tarde leyes, y con una organización planteada a partir de la diversificación de estratos sociales y de las tareas que cada uno de estos segmentos tenía a su haber en la sociedad. Dentro del análisis anterior, fue la presencia de agua el vehículo canalizador de estas primarias fuerzas organizativas, ya que el vital elemento no sólo era esencial para la conservación de la vida como tal, sino también para el crecimiento de los cultivos a plantar y además fuente de poder entre las distintas sociedades que competían por su control y aprovechamiento. Fue entonces cercano a los cursos de agua dulce donde se dispusieron las primeras grandes civilizaciones, las cuales incluso han sido descritas como sociedades hidráulicas por la importancia del elemento líquido en la configuración cultural de estos pueblos. En particular nos referimos al ejemplo de Mesopotamia, oasis en el valle que se forma entre los ríos Tigris y Eufrates (actual Irak); y a Egipto, la gran civilización que le debe su existencia a la presencia del curso del famoso río Nilo, ambos territorios marcados por la escasa cantidad de precipitaciones y la desertificación de sus suelos. Ambos casos, manifiestan muy claramente la tesis del determinismo ambiental de la historia de la antigüedad humana, la cual nos dice que son las condiciones ambientales adversas las que posibilitan el surgimiento de culturas con mayor grado de desarrollo cultural, desde el prisma de análisis que ofrece la complejidad organizativa de las sociedades. El mayor grado de desarrollo de estos antiguos pueblos, a su vez, se ve determinado por el avance en las técnicas de confección de herramientas de trabajo, para la labranza y para la guerra, la cual surge ya hacia esta fecha como una de las formas de sobrevivencia para algunos pueblos. El avance más significativo resultó de la utilización de algunos metales como material de construcción de herramientas y aparataje bélico, destacándose en ello la aleación que se obtenía de los minerales de cobre y estaño; nos referimos al bronce,
que a partir del año 3 mil a.c. pone término al periodo neolítico y con esto a la llamada Edad de Piedra de la humanidad, inaugurándose entonces la Edad de los metales, y específicamente la de Bronce. Posteriormente el cambio se producirá con la utilización del hierro como material de las herramientas y las armas de guerra. Sin embargo, es necesario apuntar que no todos los pueblos transitaron por esta evolución, sino que algunos, como son los casos de las culturas china y japonesa, pasaron directamente de la Edad de Piedra a la Edad de Hierro.
Mesopotamia:
Fue en las fértiles llanuras del río Eufrates y del río Tigris, donde los elementos de la agricultura, la sedentarización, el avance tecnológico en la confección de herramientas y una mayor complejización en la organización social se hicieron patentes en primera instancia por el año 4 mil a.c. La extensión de pequeñas comunidades que vivían en especies de oasis en el valle que se forma entre ambos cursos de agua, la cual ha sido denominada como la fértil medialuna, tomo cohesión y se homogeneizó bajo el dominio del pueblo de Súmer, primera gran civilización de la historia de la humanidad, que tuvo como primera ciudad a Ur, y lugar donde se confecciona el primer sistema de escritura en la historia, la escritura cuneiforme, lo cual marca el inicio de la historia como tal, separándola del periodo de oralidad con que se vivía anteriormente, teniendo en claro que la escritura está sólo localizada en grupos pequeños de la sociedad, por lo que su conocimiento fue fuente de prestigio y poder ante la masa analfabeta. Los sumerios, pueblo de etnia semita que se organizaban en bandas que vagaban en el desierto, al asentarse en el valle comenzaron a intensificar su dominio cultural sobre los demás pueblos que transitaban por el territorio, sobretodo a partir de la mayor capacidad bélica que tenían al dominar el bronce, pero por sobretodo por su mayor capacidad tecnológica, ya que perfeccionaron uno de los inventos que años antes había revolucionado a los hombres de la época, la rueda, a la cual le añadieron ejes para su mejor aprovechamiento como herramienta de transporte y carga. Pese a la superioridad cultural de los sumerios frente al resto de las comunidades mesopotámicas, la dominación que ejerció este pueblo no se manifestó como una fuerza bélica que oprimía al resto de la población, sino que fue el aspecto cultural el que otorgó la diferencia entre los habitantes. Es entonces cuando surge el concepto de castas o clases, para segmentar a la población de sumeria. Esta clasificación está apoyada en la aparición de los primeros grupos de elite, los cuales se diferenciaron del resto por poseer el conocimiento de los fenómenos naturales que acontecían en el entorno. Así es como aparecen las castas dirigentes, las cuales en las civilizaciones antiguas, debido al fuerte componente religiosos de sus comunidades se convertía en casta sacerdotal, las cuales tienen la valiosa misión de servir de puente entre la vida terrenal con sus súbditos y las fuerzas divinas que controlaban los ciclos vitales de los elementos como las crecidas de los ríos, tan importantes para el desarrollo de la agricultura y la economía de la comunidad. Así como a lo largo de la historia de los seres humanos, el conocimiento ha sido sinónimo de poder, también la fuerza de las armas ha reflejado el mecanismo más directo para controlar un territorio y las riquezas que allí se pudieran encontrar. Con el transcurso de los siglos, la civilización sumeria, de un carácter más tecnológico que militar, dio paso a
la supremacía de pueblos que tenían en la fuerza de sus armas la fuente de su poder dominador. Así es como pasaron primero los acadios o caldeos, luego los hititas y finalmente los asirios por el territorio de Mesopotamia, los cuales fueron creciendo en belicosidad en el transcurso de los años. La organización política de estos pueblos hacia esta fecha (2mil años a.c.) se basó fundamentalmente en ciudades-estados que estaban controladas por un sumo sacerdote y la clase dirigente. Entre las ciudades de mayor importancia en este periodo se encuentran Susa, Nínive y la de mayor esplendor, Babilonia, la cual pasará a la historia por poseer una de las llamadas maravillas del mundo antiguo, nos referimos a los jardines colgantes, ornamentaciones florales que llenaron de esplendor y belleza al imperio babilónico. Dentro de la historia de esta ciudad-estado y sus dirigentes, se destaca la figura de Hammurabi, quien fue el primero en la historia en conformar un código escrito –que lleva su nombre- donde se dispusieran las principales ordenanzas y decretos de justicia para organizar la sociedad en que fue implementado. Este código de justicia viene a reemplazar al llamado Derecho Consuetudinario, el cual se basaba en la naturaleza de las costumbres de la comunidad, para dirimir pleitos y diferencias sujetos en pleito; siendo la ley de mayor importancia y alcance en esta época, la denominada Ley del talión, la cual disponía el castigo del ojo por ojo, diente por diente, es decir, la venganza institucional como mecanismo para impartir justicia, lo que en teoría traería equilibrio social y justicia a Babilonia. Este código de Hammurabi no podía ser puesto entre dicho por la población común y corriente, ya que según su creador, éste le fue entregado por el dios Shamash, por lo que es indiscutible y de un carácter fundamentalista. En el último milenio antes de Jesucristo, las constantes campañas militares expansionistas llevadas a cabo por los asirios, quienes ahora controlaban el imperio en Mesopotamia, terminaron en definitiva por gastar la solidez de la organización social alcanzada por los pueblos del Asia Menor, como también se le conoce a este territorio del actual Medio Oriente. La expulsión de los asirios del poder por parte del rey babilónico Nabucodonosor, permitió un nuevo florecimiento de Babilonia, coincidiendo con su mayor esplendor como ciudad con la construcción de los ya citados jardines colgantes. Sin embargo, las divisiones internas mermaron de forma definitiva las estructuras de la sociedad mesopotámica, la cual es finalmente conquistada por el poderoso Imperio Persa (actual Irán) al mando de Ciro el Grande, hacia el año 539 a.c., convirtiéndose Mesopotamia en una zaratustra, es decir, en una provincia más de las que componían el vasto imperio de los persas.
Egipto:
Como ya fue dicho con anterioridad, la cultura egipcia debe su existencia a la presencia del río Nilo, el cual significó el fundamento y sustento principal de esta civilización a lo largo de su historia. El Nilo –el río más largo del mundo- nace en el África ecuatorial, específicamente en el gran lago Victoria, y desde allí comienza su travesía hacia el norte del continente, cruzando uno de los desiertos más extensos y áridos del mundo para desembocar en forma de delta (ramificación del lecho del río en varios brazos en especie de
abanico) en las costas del Mar Mediterráneo. En la primera parte de la extensión del río, se desarrollan una serie de cataratas antes de internarse en las zonas más bajas del desierto. Es puntualmente desde la primera de estas cataratas hasta la desembocadura final del cauce, el marco territorial donde se desenvolvió la cultura egipcia. La presencia del río, como ya ha sido apuntado es fundamental para entender la formación de la civilización egipcia, la cual según el historiador griego Heródoto es simplemente “un regalo del Nilo”. Esta aseveración se hace más patente al analizar las características del río, el cual transforma el desierto en un fértil valle gracias a las crecidas de las aguas entre los meses de Junio y Octubre, que depositan en definitiva el légamo fertilizante -barro mineralizado- que sirven para el abono de las tierras de cultivo de las riberas del río cuando las aguas del mismo comienzan su retirada a partir del mes de Septiembre. Los egipcios, a su vez, utilizaron al Nilo como eficaz mecanismo de transporte dentro de la extensión del Imperio, el cual intensificó el comercio entre las distintas regiones que componían a Egipto. Las regiones a las cuales hacemos referencia, distinguen claramente dos territorios egipcios bien definidos entre sí, los que hacia el año 3.100 a.c. conformaron dos reinos separados: el reino del Alto Egipto, que se extiende desde las cataratas del Nilo hasta el desierto, que tenía como ciudad capital a Tebas; y el reino del Bajo Egipto, el cual se situaba en las tierras bajas cercanas al delta del Nilo hasta la desembocadura del mismo en el Mediterráneo, teniendo este reino como ciudad principal a Menfis. La formación de estos reinos y ciudades nos dicen que, a pesar del carácter agrícola de la economía egipcia, esta civilización se manifestó principalmente urbana, con ciudades que deslumbraban por su monumentalidad, expresión del poderío de los gobernantes egipcios, los faraones, los cuales eran herederos directos de los dioses, por lo que tenían una naturaleza divina y por lo tanto infalibles en sus decisiones, fueran estas acertadas o erradas. La ciudad egipcia, además, se caracterizaba por ser la residencia de la clase dirigente, es decir, el faraón y su familia, los sacerdotes, altos funcionarios de la corte y los grandes terratenientes; y de la clase media egipcia, compuesta por los ricos comerciantes del Nilo y profesionales como profesores, médicos, artistas, y en especial los escribas, los cuales ocupaban un lugar de especial importancia en la jerárquica pirámide social egipcia, ya que eran los que dominaban el difícil arte de leer y escribir la escritura jeroglífica, el sistema de escritura que desarrollaron los egipcios, el cual era eminentemente pictográfico, es decir, cada signo significaba un objeto o una idea. Con el transcurso del tiempo, esta simple representación evolucionó en una de mayor complejidad, ya que los dibujos y símbolos comenzaron a significar sílabas y letras consonantes, por lo que el aprendizaje de esta escritura fue privilegio sólo de unos pocos de la sociedad egipcia, lo cual otorgaba prestigio y era símbolo de status. La escritura jeroglífica fue descifrada recién hacia el año 1798, cuando unos soldados del ejército francés de Napoleón, en plena campaña de Egipto, encontraron una piedra de basalto negro, en la cual se hallaba una especie de texto escrito en jeroglíficos, en letras cursivas egipcias y traducidas también en letras griegas. La piedra, llamada Piedra Roseta, fue encargada al sabio francés Francoise Champollion, quien al comparar los tres tipos de letras, logró descifrar lo que decían los jeroglíficos, hecho de vital importancia para
reconstruir la historia de esta antigua civilización y para que su conocimiento llegara hasta nuestra cultura. En cuanto a los estratos más bajos de la sociedad egipcia, donde se encontraban artesanos, campesinos y esclavos, éstos principalmente vivieron en los alrededores de la gran ciudad, con lo cual quedaba de manifiesto el verticalismo de la estructura social de Egipto, con estratos sociales rígidos y bien marcados el uno del otro, de hecho, la pirámide social egipcia se estructuró más que en grupos sociales, bajo el concepto de castas, donde sus integrantes no podían relacionarse con los sujetos de otros estratos sociales, sobretodo en lo concerniente a los matrimonios, los cuales sólo se permitían entre individuos de la misma casta. Por esto, dentro de la familia del faraón fue común la unión marital entre hermanos, con el claro objeto de mantener la pureza de la sangre dinástica, la cual por cierto tenía un origen divino, y la exclusividad de los integrantes de la casta dirigente. La historia de los dos reinos de Egipto se une a partir del año 3 mil a.c., cuando el rey del sur, Menes, unificó bajo la hegemonía de su reino, a todo Egipto, convirtiendo a Menfis en la capital de tan extenso territorio, que por primera vez en la historia de la humanidad quedaba gobernado por un solo poder central. Menes, a su vez, es el fundador de la primera dinastía gobernante de los egipcios. Con la unificación de ambos reinos, comienza el periodo de esplendor de la civilización egipcia. A este periodo se le denomina Reino Antiguo (3.000 al 2.200 a.c.), el cual alcanzó su máximo desarrollo con la III dinastía, quienes fueron los constructores de las grandes pirámides de Cheops, Chefrén y Micerinos, los mayores monumentos de la antigüedad, las cuales son los mausoleos de los faraones que les dieron nombre a las pirámides. El trabajo de construir tan enorme tumba real, fue realizado principalmente por esclavos, los cuales en el caso de la pirámide de Cheops (la más grande de las tres con 146 m de altura y 2.664.000 metros cúbicos de piedra) demoraron veinte años en su construcción. Además impresiona que el material en que están construidos los bloques que conforman las pirámides, corresponde a la región de Asuán, distante a 1.000 kms. de distancia, debiendo ser transportados los enormes bloques por el lecho del río Nilo. Durante este periodo de la historia de Egipto, a su vez, se instauró el título de faraón al jefe máximo de la sociedad egipcia, el cual significa “gran casa” o “lugar del templo”. Durante el reino antiguo, el comercio fue uno de los pilares de la economía egipcia. Los botes a vela que ascendían y bajaban por el curso del Nilo, transportaban los excedentes de los cultivos agrícolas y los finos tejidos y cerámicas de los artesanos, conformando un circuito comercial por las ciudades egipcias e incluso llevándolas hacia otras regiones al traspasar el delta del Nilo y navegar por las aguas del Mediterráneo. Hacia el año 2.200 a.c., el poder unificador y centralizado de los faraones de Menfis decayó y el reino cayó en un periodo de guerra civil, el cual fue finalmente solucionado por los príncipes de la ciudad de Tebas, con lo que se da inicio al Reino Medio (2.050 al 1750 a.c.), trasladándose la capital desde el delta hacia la ciudad de Tebas. Durante esta etapa de la civilización egipcia, las obras públicas variaron en su sentido, ya que las estatuas y monumentos delos faraones ya no los mostraban como seres superiores de origen divino, sino más en su condición de seres humanos. Así también se intensificaron las obras públicas de real beneficio para la sociedad egipcia, destacándose entre ellas la construcción
de un sistema de riego que unió al Nilo con la depresión del Fayum, convirtiendo a la anterior región estéril en un fértil valle de cultivo. Además se construyó otro canal que unió al Nilo con el Mar Rojo, mejorando la comunicación en la zona, con lo que el dominio de los faraones se extendió hacia la región de Nubia en las cataratas del Nilo. Sin embargo, nuevamente el poder central de los faraones declinó, y la relajación de las fronteras egipcias, que no habían conocido conflictos de importancia en varios años, fueron presa fácil para la invasión del pueblo de los hicsos, los cuales entraron en Egipto y lo dominaron por poco más de cien años. Los hicsos eran un pueblo eminentemente belicoso, y basaban su forma de vida principalmente en la guerra. Las tendencias guerreras de los hicsos se acoplaron a la cultura egipcia, aportándole a ella la enseñanza del arte de la guerra con caballos y los revolucionarios carros de guerra. La convivencia del pueblo egipcio con los hicsos nunca fue del todo placentera y tranquila. Fue así como los príncipes de la ciudad de Tebas, finalmente lograron expulsar a este pueblo y nuevamente unificar al reino en torno a la ciudad de Tebas, con lo que se da inicio al denominado Reino Nuevo (1580 al 1085 a.c.) periodo en el cual Egipto alcanza su máximo poder y extensión, transformándose esta civilización en un auténtico imperio. Los nuevos faraones se caracterizaron, a diferencia de los de otros periodos, por su marcado carácter guerrero, el cual se explica por la asimilación de la belicosidad de los hicsos y sus técnicas de guerra. El faraón Tutmosis III, creó un gran imperio que se extendió desde Nubia por el sur hasta Mesopotamia. El reino y principalmente Tebas, se engalanó gracias a las riquezas de los botines de guerra, proliferando los monumentos, palacios, templos y tumbas faraónicas que se llenaron de obras de arte y lujosas terminaciones, además de fabulosos tesoros que acompañaron a los faraones tanto en su vida terrenal como en su vida eterna, como era la creencia de los egipcios de la época. La opulencia y poder del reino nuevo comenzó a debilitarse hacia el año 1.100 a.c., cuando nuevas disputas y conflictos internos debilitaron la estructura de la sociedad egipcia, lo que permitió que nuevamente los extranjeros invadieran el país y lo asolaran. En conquistas sucesivas, el pueblo de Egipto pasó a ser controlado por los asirios, los persas y los griegos, con los cuales terminan finalmente las dinastía faraónicas y el esplendor de los antiguos tiempos de imperio. En adelante, Egipto pasará a ser provincia del imperio romano y luego será controlado sucesivamente por los árabes, los turcos y finalmente los ingleses, alcanzando su independencia como república sólo en el año 1922.
Las civilizaciones del Lejano Oriente:
Al mismo tiempo en que se conformaban las grandes civilizaciones de Egipto y de Mesopotamia, en Asia Oriental florecían otras dos culturas que nos indican que el camino de la evolución de la humanidad se completó en distintas formas y diversas manifestaciones. Nos referimos a las civilizaciones de la India y de China, las cuales también se establecieron en los valles fluviales de cursos de ríos importantes, al igual como sucedió con las civilizaciones del Medio Oriente y del Norte de Africa. La gran diferencia entre los casos ya citados con los de India y China, se refiere a la perpetuidad de las tradiciones y las costumbres de estas civilizaciones a lo largo de sus respectivas historias hasta nuestros días, suerte que no corrió para las civilizaciones de Egipto y Mesopotamia,
las cuales asimilando las culturas de los pueblos que sucesivamente los fueron conquistando, por lo que su estudio y conocimiento se ha basado en los vestigios arqueológicos y en el trabajo de los historiadores que han reconstruido las historias de estas civilizaciones. Por lo tanto, el sentido de respeto férreo a las tradiciones antiguas es el carácter principal de estas civilizaciones, las cuales mantienen aún sus fundamentos culturales nacidos en épocas tan lejanas. La primera gran civilización que se estableció en la India, tiene data del tercer milenio antes de Cristo, estableciéndose esta primera cultura en el valle fluvial del río Indo, y formando la primera ciudad de la región, Mohenjo-Daro, “el lugar de la muerte”. Los habitantes de la ciudad vivían preferentemente de los cultivos agrícolas del valle del Indo, pero también confeccionaban tejidos de algodón y cerámicas, las cuales al parecer estaban destinadas a un activo circuito comercial con otros pueblos. Hacia el año 1.500 a.c. la civilización de Mohenjo-Daro se extinguió repentinamente. Sólo se encontraron en las ruinas de la ciudad numerosos esqueletos humanos apilados, lo cual nos indica la posibilidad de algún ataque extranjero, quizás una catástrofe natural o una inmolación religiosa colectiva. Lo cierto es que no se tiene una explicación concreta de la desaparición de esta civilización, de las cuales sobrevivieron sus creencias religiosas en las culturas indias que siguieron en los siglos venideros. Hacia el año 1.500 a.c., a su vez, se produce la invasión de las tribus nómades arias provenientes principalmente de Irán. La expedición de los indo-arios en el territorio indio provocó que muchos pueblos emigraran hacia el sur, lo cual provocó una de las características principales de la civilización india, nos referimos a su gran diversidad cultural y étnica, situación que se ha perpetuado hasta nuestros días. La invasión indo-aria marca, a su vez, el inicio de la civilización védica (1.500 al 900 a.c.), la cual debe su nombre a la colección de himnos y poemas religiosos denominados vedas, los cuales son las obras literarias más antiguas de la historia de la India. Los indo-arios fueron transformando en este periodo sus hábitos culturales, pasando de ser pueblos guerreros eminentemente nómades a la sedentarización agrícola en el valle del Indo, a lo cual se le acompañó la centralización del poder en jefes militares que además tenían en su persona el título de sacerdotes. Estos jefes comenzaron a concentrar poder político y territorial, al punto de convertirse en verdaderos reyes, que en el caso de esta civilización se llamaron rajás. En el periodo de tiempo que va desde el 900 al 500 a.c., los rajás llevaron a cabo una expansión militar hacia otras regiones de la India, específicamente hacia los valles fluviales de los ríos Yumma y Ganges, éste último considerado sagrado por los indios. Este periodo se ha denominado Edad Epica, ya que las proezas de las campañas militares quedaron registradas, a manera de leyendas, en la historia de la civilización india. En los siglos venideros, la historia de la India se verá caracterizada por la invasión y conquista de una serie de pueblos y culturas que sin lugar a dudas dejaron un legado en la cultura local, sin embargo, las tradiciones de los primeros tiempos de esta civilización se han perpetuado en la historia de la India. Entre los pueblos que conquistaron el territorio indio durante su historia se encuentran los árabes, los mongoles y entre las potencias occidentales, Inglaterra que mantuvo a la India como una de sus más preciadas colonias hasta entrado el siglo XX, cuando el país logra su independencia.
Al referirnos a las tradiciones que se han mantenido durante la historia de la India, sin lugar a dudas, la religión ocupa un lugar de privilegio dentro de estas tradiciones milenarias. Nos referimos al hinduísmo, religión local que ha tenido que competir con otros cultos que han proliferado en la India, entre los que están el budismo, el islamismo, y en menor medida el cristianismo. Sin embargo, existen marcadas diferencias entre la religión hindú y las mencionadas, ya que estas últimas fueron creadas por un profeta en particular y se estructuran con una serie de dogmas de fe. En cambio la religión hindú no se enmarca dentro de estas características, ya que su conformación se debe a la unión de los diversos cultos religiosos de las distintas regiones de la India que a lo largo de los años complementaron sus creencias generando el hinduísmo, que por lo tanto se caracteriza por ser un culto que varía dependiendo de la región y de los estratos sociales en que se practique. La civilización china, tampoco escapa a la tendencia de las grandes civilizaciones de la antigüedad humana, en cuanto a que las primeras manifestaciones culturales del pueblo chino también se asentaron en las riberas de un río, que en el caso particular de China fueron dos: el río Ho Hang Ho o río amarillo y el Yang Tse Kiang o río azul, los cuales al igual que el Nilo en Egipto, aportaban con sus respectivas crecidas el légamo necesario para fertilizar las tierras aledañas a sus causes, permitiendo el cultivo de cereales entre los que destacará el arroz como principal alimento de la población china. La población que se asentó en los valles fluviales de ambos ríos, comenzó a concentrarse bajo el dominio de las primeras jefaturas de importancia, las cuales dieron paso a la famosas dinastías chinas que tuvieron el poder político de China hasta el año 1947, cuando acontece la revolución comunista que puso fin a la última de las dinastías chinas. Hacia el año 1.500 a.c. se establece en el territorio de China la dominación de la primera de estas dinastías, la Chang que se extendió temporalmente hasta el siglo XI a.c. y desde donde se destacan las antiguas y finas artesanías de bronce, marfil y especialmente de jade, que son características de la cultura china. A la dinastía Chang, le siguió en el poder la dinastía Tchou, la que en definitiva se transformará en la de mayor duración en el dominio de China, con ochocientos años de duración hasta el siglo III a.c., periodo que también se ha denominado Epoca Clásica, debido a que en esta época se realizaron las más importantes obras literarias de la historia de China y donde se trazaron los elementos que en definitiva conformarán las características principales de la cultura china a lo largo de su desarrollo como sociedad, que basa sus fundamentos en la tradición del orden y la sabiduría. Además en esta época vivió el filósofo Kung-fu-tse o Confusio (550 a.c.), el cual creó una especie de doctrina moral, donde se destacó el pragmatismo y el respeto a las tradiciones como fundamentos del Estado chino, el cual debía velar, como bien principal, por el orden y la paz interna que traen la felicidad en los individuos. A partir del siglo III a.c., China pasa hacia la llamada época imperial con las dinastías Chin y Han que gobernaron hasta el siglo III d.c., periodo en el cual el poder político y cultural de los chinos se extendió por toda el Asia Central, estableciéndose una verdadera paz china, a la manera del imperio romano en occidente, siendo el símbolo más poderoso
de este tiempo la construcción de la Gran Muralla China, la obra de defensa más grande de la historia de la humanidad, con una extensión que alcanza los 2.450 kms. y una altura de 8 a 10 m hacia el año 210 d.c.. A su vez, de esta época se destacan los primeros contactos entre Oriente y Occidente, a través principalmente de la inauguración del circuito comercial de la ruta de la seda, la cual comunicó a China y sus productos con el Imperio en Roma. Posteriormente se establecerán en China dinastías de importancia como la Tang, pero paulatinamente el poder central de los chinos fue codiciado por otros pueblos. Es así como a partir de los siglos X y XI d.c., el territorio imperial va a ser constantemente invadido por los pueblos bárbaros de la meseta central de Asia, a los cuales la cultura y civilización china ofrecía un constante imán de atracción. Fue así como el imperio cayó en manos de los invasores mongoles con Gengis Khan y su hijo Kubilai, quienes establecieron su propia dinastía al asimilar la cultura china, trasladándose la capital imperial hacia Pekín. Posteriormente se sobrevendrán las invasiones tártaras, japonesas y de las potencias coloniales de Occidente, hasta la eliminación definitiva del sistema dinástico con la revolución comunista ya citada.
Interrelación Conceptual 1. Prehistoria. 2. Paleolítico. 3. Neolítico. 4. Glaciaciones. 5. Edad de Piedra. 6. Edad de los Metales. 7. Clan. 8. Tribu. 9. Excedentes. 10. Chamán. 11. Sedentarización. 12. Wûrm. 13. Beringia. 14. Arte Rupestre. 15. Cro-Magnon. 16. Homo-eructus. 17. Cultura. 18. Nómade. 19. Homo-habilis. 20. Homo-sapiens. 21. Neandertal. 22. Australophitecus. 23. Homínidos. 24. Civilización. 25. Determinismo ambiental 26. Culturas hidráulicas. 27. Súmer. 28. Cuneiforme. 29. Casta. 30. Código de Hammurabi. 31. Ley del Talión. 32. Derecho Consuetudinario 33. Jardines Colgantes. 34. Nabucodonosor. 35. Zaratustra. 36. Babilonia. 37. Nilo. 38. Légamo. 39. Faraón. 40. Jeroglíficos. 41. Escribas. 42. Piedra Roseta. 43. Pirámides. 44. Hicsos.
45. Hinduismo. 46. Budismo. 47. Confusio.
Evaluación: I.
Selección Múltiple:
1. La pintura rupestre, es un arte que se refiere a: a. b. c. d. e.
Frescos acerca de las primitivas guerras. Dibujos en cuevas que representaban la caza de animales. Dibujos chamánicos sobre dioses. Figuras que representaban cierto tipo de escritura. Ninguna de las Anteriores.
2. La piedra utilizada en el paleolítico se caracteriza por ser: a. b. c. d. e.
Pulimentada. Raspada. Tallada. Limada. Ninguna de las Anteriores.
3. Beringia es el nombre de: a. b. c. d. e.
La región donde aparecieron los primeros homínidos. La última de las glaciaciones. La región donde están las pinturas rupestres más antiguas. El paso que utilizaron los hombres para poblar América desde Asia. El tipo de civilización que nació a partir de la Revolución Neolítica.
4. Dentro de la evolución de los tipos humanos, el que corresponde al de la actualidad es: a. b. c. d. e.
El hombre de Cro-Magnon. El Homo habilis. El Homo sapiens. El hombre de Neanderthal. El Homo erectus.
5. Al faraón Tutmosis III se le atribuye: a. b. c. d. e.
La unión del reino de Egipto. Las grandes reformas sociales del Imperio. La imposición de un mismo culto religioso. El desarrollo de una política ofensiva e imperialista. El auge económico de Egipto en el Imperio Nuevo.
6. “...La gente de desgasta en él tan pronto como el material. Apaleado y explotado por sus señores y los agentes del fisco, robado por sus vecinos y los merodeadores de las arenas, decepcionado por los elementos, arruinado por los roedores, las langostas y todos los enemigos del hombre...”. El párrafo describe a una de las clases sociales egipcias, la que corresponde a : a. b. c. d. e.
Los comerciantes. Los campesinos. Los artesanos. Los soldados. Los esclavos.
7. Este pueblo se ubicó en el territorio ubicado en el curso medio del río Tigris. Su actividad fue la guerra y su institución principal fue el ejército, con el que consiguieron formar un Imperio. La descripción corresponde a: a. b. c. d. e.
Los sumerios. Los asirios. Los hicsos. Los persas. Los caldeos.
8. Mesopotamia conoció largos periodos de guerras e invasiones. Alrededor del año 2025 a.c., Súmer cayó definitivamente sometida por el rey babilónico: a. b. c. d. e.
II.
Hammurabi. Darío. Nabucodonosor. Darío. David.
Desarrolla los siguientes temas: La revolución agropecuaria. Las glaciaciones y América. La evolución de la Humanidad dentro de la Prehistoria. Explica la evolución política del pueblo egipcio. Encuentra puntos comunes al analizar las civilizaciones antiguas.
3. La civilización de los griegos, cultura y democracia. Al adentrarnos en el estudio de la historia de la humanidad, y concretamente en la que corresponde a nuestra civilización occidental, encontramos en la cultura griega a uno de los pilares fundamentales en la conformación de dicha civilización. De hecho, los elementos constitutivos más esenciales de Occidente provienen de lo que se generó en las polis del país de los Balcanes: principios fundamentales del derecho y de la gobernabilidad, conceptos básicos científicos y matemáticos, las ideas principales en la constitución de un pensamiento filosófico, las esenciales concepciones de arte y las raíces de muchas de las palabras de las lenguas que existen hoy en día en occidente. Por lo anterior comentado, y en conjunto con la cultura que se desarrollará en Roma, es que Grecia tiene el apelativo de considerársele una cultura clásica.
Génesis de la cultura griega: carácter marítimo.
Para comprender de manera cabal cuáles eran las características que hicieron tan importante a la civilización griega, en primera instancia debemos remitirnos al estudio de las condiciones geográficas de Grecia, al espacio territorial donde esta cultura surgió y proliferó, ya que entendiendo esta dimensión espacial se hace más completo el análisis que se le quiera realizar al estudio de esta civilización. Grecia ocupa la parte más meridional de la península de los Balcanes, adentrándose su territorio en el Mar Egeo que baña sus principales costas. Grecia, a su vez, posee una infinidad de islas en dicho mar (casi dos mil islas) lo que le otorga un carácter insular a su territorio, siendo de todas estas islas la más importante en tamaño y relevancia histórica para la cultura griega, la isla de Creta. A lo anterior hay que añadir que la geografía continental de país se presenta principalmente montañosa, con cadenas que disectan a la península en varias partes, por lo que la comunicación dentro de los valles que se forman a partir de estas cadenas de montañas, se hace lento y dificultoso. Debido a lo mismo es que la calidad del suelo griego no se presente como uno de los mejores para el cultivo agrícola a gran escala. La falta de agua y de tierras fértiles llevó a que los griegos prefirieran el cultivo de frutos que se acondicionaran a estas características, entre los que se encuentra la vid, el olivo y la higuera. El escenario geográfico aquí descrito, nos habla de que los habitantes de Grecia prefirieran como modo de subsistencia, la actividad marítima. Grecia se caracterizará por ser una civilización eminentemente inclinada hacia el mar, el cual ofrecía el sustento alimenticio así como la posibilidad cierta de transporte y comercio con otros pueblos del Mediterráneo. Las primeras comunidades humanas que se establecieron en la península y en adelante las grandes polis como Atenas y Esparta, tendrán en el mar a su espacio territorial más preciado, por lo que la ubicación y distribución espacial de las mismas en general se efectuará en las costas de algunos de los mares que circundan a los Balcanes. Los primeros vestigios de la civilización griega se remontan al segundo milenio antes de Cristo, cuando oleadas de pueblos indoeuropeos penetraron en la península y sometieron a sus habitantes primitivos, los llamados pelasgos. De la fusión de estos grupos
de pueblos, se generaron tres nuevas vertientes de pueblos que se distribuirán espacialmente en la península del Peloponeso, en las islas del Egeo y en las costas de Asia Menor. Nos referimos a los pueblos eolios, aqueos y dorios, que en su conjunto conforman el pueblo heleno, como también se le conoce a los griegos, debido al nombre de Hélade que recibía el territorio griego continental.
La civilización cretense o minoica:
Uno de los territorios a los que emigraron algunos componentes aqueos fue a la isla de Creta en el Mar Egeo. Allí se organizaron conformando una de las primeras manifestaciones de la cultura griega en su historia. Según la leyenda, la isla fue fortificada y organizada por el rey cretense Minos –de allí proviene el apelativo de minoica- en base a un complejo laberinto de fortificaciones y jardines, que en definitiva terminaban en el suntuoso palacio real de Cnosos. Los vestigios de laberinto de creta fueron desenterrados hacia el 1.900 d.c. comprobándose la existencia de uno de los elementos más clásicos de la mitología griega: el laberinto del Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo humano que asesinaba y comía a todo aquél que se atreviera cruzar por el laberinto. Según el mito la bestia, a la cual se le debía entregar un sacrificio anual de siete jóvenes y siete doncellas, fue derrotada por el héroe Teseo, quien pudo finalmente salir del laberinto gracias al camino de hilo que le facilitó su prometida Ariadna, en rigor, la hija del rey Minos. Más allá de la historia del mito del laberinto cretense, el descubrimiento arqueológico de Cnosos reveló que en la isla floreció una de las sociedades más ricas y opulentas de antigüedad. La compleja edificación del palacio real se encontraba compuesto por un gran número de galerías, salas, patios y jardines de gran extensión, baños públicos ornamentados con finas terminaciones, un sistema de tuberías y desagües de alta tecnología para la época, lo cual redundaba en una alta valoración sobre la higiene personal y de los espacios públicos. La riqueza y opulencia de la ornamentación de la isla de Creta no pasó, como pudiera creerse al analizar las historias de otros pueblos contemporáneos a esta civilización, por la expresión de una belicosa fuerza militar, sino que por el contrario, la guerra no estaba dentro de los elementos más importantes para los minoicos, quienes conformaron su sociedad en la base del comercio marítimo. De hecho, el sistema de gobierno implantado por Minos se ha denominado talasocracia, es decir, “el gobierno del mar”, ya que se conformó un sistema basado en los circuitos económicos que entregaba el comercio marítimo de productos entre la isla de Creta y los demás puntos de embarque dentro de las islas del Egeo y los pueblos que se encontraban en las costas del Mediterráneo. El control comercial de las rutas marítimas de intercambio de productos, entonces, alejó la guerra del sistema cultural de los cretenses, lo cual se reflejó claramente en los famosos frescos encontrados en las excavaciones que desenterraron Cnosos, donde las expresiones artísticas destacan al mar como uno de los elementos más importantes en la vida de los minoicos, donde la guerra perdió toda significación cultural. Además, esta situación se ve reforzada por el marcado matriarcalismo de esta civilización, es decir, la mujer ocupaba un lugar principal dentro de la cosmogonía (expresiones religiosas) local, lo cual se expresó en
varios de los frescos encontrados. Este carácter matriarcal , a su vez, le otorgaba al pueblo cretense una especial predisposición con el medio natural, el cual tenía un carácter divino para los habitantes de la isla. En síntesis, la minoica fue una sociedad que disfrutó de las bellezas naturales y de las riquezas que le rindió el comercio marítimo, lo cual redundó en que fuera una cultura que tenía a la diversión como uno de sus elementos culturales más importantes, y para conseguirla los juegos fueron uno de los mecanismos más utilizados, en donde destacan las corridas y jugos de saltos sobre toros, un animal venerado en la isla por ser la encarnación del hijo de la diosa madre, la naturaleza, deidad principal para los cretenses. El marcado carácter anti-bélico de los cretenses, sumado a la inexpugnable defensa que constituían la serie de laberintos que se construyeron en la isla, al parecer otorgaron una sensación de estabilidad social y de relajo que en definitiva se tornó su mayor enemigo, porque la historia de la civilización cretense o minoica nos expone que hacia el año 1.500 a.c. esta cultura cayó de forma repentina. Las explicaciones más plausibles que explican esta caída, se derivan de la posible invasión de aqueos del continente, ansiosos por conquistar el poderío económico y las riquezas del comercio marítimo, y también de una posible catástrofe natural, la que se manifestó en un gran sismo de proporciones que habría destruido a civilización minoica. Esta tesis se ampara en las características geográficas de la isla de Creta, la cual se manifiesta como la parte emergida de un sistema montañosos submarino, que por aquellos tiempos sufrió terremotos de grandes proporciones. Sin importar la explicación que se utilice para entender la desaparición de los minoicos, lo relevante en el análisis es que lo que haya sucedido en la isla era totalmente inesperado por sus habitantes, los cuales no dispusieron de armas eficaces para contrarrestar una invasión o del tiempo necesario para abandonar la isla en caso de un cataclismo. La originalidad cultural de los cretenses trajo además un encierro con respecto a las demás culturas, por lo que su condición fue siempre solitaria y aparte del mundo Mediterráneo que los rodeaba, a excepción de los intercambios comerciales que al parecer no influyeron en la adopción de elementos culturales foráneos. Así entonces, la primera gran civilización de la historia de Grecia acabó repentina y brutalmente.
Formación de la Grecia Clásica: la época de los héroes.
Hacia el año 1.900 a.c. el pueblo de los aqueos logró asentarse y controlar la región de la Argólida en los Balcanes, conformándose allí una de las primeras formas culturales que después dio inicio a la cultura clásica griega. Los habitantes que allí vivían se agruparon junto a nuevos grupos humanos, al parecer también de ascendencia aquea, que provenían de la isla de Creta y su moribunda civilización. La unión de ambos componentes culturales dio el inicio a la denominada civilización micénica, que tomó el nombre de uno de los principales reinos que esta nueva cultura logró conformar, el reino de Micenas, civilización que se extendió entre los años 1.900 y 1.200 a.c. La civilización micénica marca la génesis de la cultura griega, ya que es aquí donde los principales elementos culturales que caracterizaron a los griegos tuvieron su punto de inicio.
A diferencia de los aqueos que vivieron en Creta, los micénicos se caracterizaron por ser una cultura patriarcal, donde la guerra y la apoderación de nuevos territorios eran pilares de la cultura que estaba surgiendo. Micenas, entonces, estaba organizada como una monarquía militar a la cabeza de un rey que recibió el nombre de Basileus, el cual oficiaba como general en jefe en las grandes batallas que caracterizaron al mundo micénico. La estructura patriarcal también se manifestó en la conformación social de este pueblo, donde las mujeres tenían una consideración menor que en Creta, y se le destinaba al hombre la tarea de conformar los genos, unidades familiares básicas griegas, las cuales a su vez se aglomeraban formando una fratria (conjunto de familias unidas por parentesco) y la denominada philay (grandes comunidades con antepasado masculino común). La historia de la civilización micénica se ve caracterizada por las grandes conquistas que realizaron dentro de la península -extendiéndose por todo el Peloponeso- y fuera de ella, motivadas principalmente por el control de las rutas de comercio marítimo y principalmente para abastecerse de cereales como trigo y cebada, tan apetecidos en los distintos mercados, pero que no se encontraban en grandes cantidades en la región en que se desenvolvieron. Uno de os personajes de mayor alcance histórico de este tiempo fue el rey de Micenas, Agamenón, quien a partir del año 1.300 a.c. llevó una gran avanzada militar en su afán de conquistar las islas del Egeo y los territorios del Asia Menor, donde se destaca el extenso conflicto entre los griegos aqueos y el pueblo de Ilión o Troya, determinado por el control del Estrecho de los Dardanelos (actual estrecho del Bósforo en Turquía) que permitía el paso hacia la región del Mar Negro, la cual es rica en cultivos de trigo y cebada. La hegemonía militar de los micénicos comienza a decaer a partir del año 1.200 a.c., cuando esta civilización sucumbe ante el mayor poderío bélico de los Dorios, quienes disponían de armas confeccionadas con hierro, a diferencia del bronce de los aqueos. Ante las oleadas de invasiones dorias –quienes finalmente se establecieron en la costa occidental del Peloponeso- los aqueos de Micenas y otras ciudades emigraron hacia otros territorios, como lo fueron el escarpado valle del Atica hacia el norte del Peloponeso, y la región de Jonia en las costas del Asia Menor. De la proliferación de estos pueblos se establecerán las polis de la época de oro de Grecia.
La cultura homérica:
Homero fue un poeta jonio que hacia el siglo VII a.c. recopiló los cuentos y leyendas acerca de las guerras de los griegos micénicos para conformar dos obras literarias de vital importancia para la cultura griega. Nos referimos a La Ilíada y a La Odisea, en la cual el poeta nos cuenta los sucesos que acontecieron en la conquista de Troya y los avatares que sus personajes tuvieron que enfrentar en el desarrollo del conflicto y al término de éste. En el primero de sus cuentos, Homero nos cuenta que la real justificación de la guerra contra los troyanos es el rapto de la esposa de Agamenón, Helena, por parte del gobernante troyano. En la lucha contra las fuerzas de Troya destaca el héroe Aquiles, quien comanda la ofensiva griega y la historia del caballo de Troya, el gran caballo de madera que fue introducido en las murallas de Troya – a manera de regalo de paz- y que en su interior transportaba al ejército de Agamenón, que de esta forma pudo completar la conquista de la ciudad sitiada por los largos años.
En la Odisea, Homero nos cuenta la historia de Odiseus o Ulises, general griego que desafía a los dioses siendo castigados por ellos con el largo y tortuoso camino de vuelta a su hogar con su esposa Penélope. Durante la travesía, la cual se extiende por largos años, Ulises debe enfrentar una prueba tras otra que los dioses le iban poniendo en el camino, hasta obtener la redención de éstos y su definitivo regreso a casa. Mas allá de lo netamente literario y lo fabuloso de los cuentos, la importancia de las obras de Homero radica en que en ellas están contenidas los ideales y valores principales para los griegos, y específicamente para la clase gobernante aristocrática, a la cual Homero le escribe orgulloso de pertenecer a ella. Este conjunto de valores se expresa en el vocablo griego areté, el cual sustenta la cultura griega. El areté, los ideales que la nobleza encara, se resumen en dos componentes fundamentales que se encuentran contenidos en los poemas de Homero. El primero de ellos se refiere al valor en la batalla, el ideal de guerrero encarnado en la figura de héroes como Aquiles que se encuentran en la Ilíada. Y el segundo se refiere al valor de la astucia y la inteligencia, ideales encarnados en la figura de Ulises, quien gracias a su intelecto logra doblegar el destino de los dioses y lograr sus propósitos. El valor del areté está destinado únicamente a la aristocracia de las polis, las que por sangre, descendían de los valerosos hombres que disputaron las guerras heroicas. Por lo tanto el concepto de areté sirvió para establecer clases sociales definidas e incluso otorgar el apelativo de bárbaros a los extranjeros, por la imposibilidad que tenían ellos de alcanzar estos valores fundamentales. A su vez, este concepto se une al concepto de paideia, el cual representa la educación de los jóvenes nobles griegos, a los cuales se les enseñaban los valores del areté por medio de los cantos de los poemas homéricos. Por lo anterior a Homero se le conoció también como “el educador”. En los cuentos de Homero, además se sustraen otros valores y elementos componentes de la cultura griega, entre las que destacan las competencias deportivas donde los nobles combatían a caballo y en carros de guerra a la usanza de los héroes de Troya. En la Ilíada, Homero narra cómo Aquiles organiza una gran fiesta deportiva en honor a la victoria sobre Troya y a los dioses. El ejemplo de Aquiles fue imitado en la época homérica con los famosos juegos olímpicos, los cuales convocaban cada cuatro años (igual que en la actualidad) a los representantes de las distintas castas nobles en competencias deportivas. Los juegos deben su nombre a que se realizaban en un lugar denominado Olimpia de la Elide en el nordeste del Peloponeso, y se dedicaban fundamentalmente en honor del dios principal griego: Zeus.
La religión griega:
Otra de las consecuencias que trajo la proliferación de la educación homérica, fue el establecimiento de un panteón de divinidades que antes del siglo VII a.c. no tenía una clara definición. Los dioses que permanentemente actúan en los poemas de Homero, se fueron identificando con la población de las distintas ciudades, lo que permitió que se estableciera una religión politeísta definida.
Según la creencia de los griegos, los dioses residían en el Monte Olimpo, pero no se mantenían aislados de la vida terrenal, sino que participaban activamente en ella de forma directa o indirecta. La creencia general fue atribuirle a los dioses formas humanas, con marcada belleza corporal, fuerza y juventud eterna, valores fundamentales para los griegos de la época. El dios principal del panteón griego es Zeus, quien como dios supremo es quien gobierna en el olimpo, siendo el encargado de otorgar orden y justicia en los asuntos de los dioses y de los terrenales. Su símbolo fue el relámpago y su acompañante principal, el águila. Estaba casado con Hera, la madre de los dioses del olimpo, además de ser la diosa protectora de la familia y el matrimonio entre los hombres. De la unión de ambos dioses, sobresalen sus hijos Ares y Atenea, ambos dioses de la guerra, aunque se diferencian en lo violento del ataque de Ares y en la inteligencia en la batalla de Atenea, quien además es la diosa de las artesanías. Otros hijos de Zeus son Apolo y Artemisa, siendo el primero el dios de la poesía, las artes, las ciencias y la sabiduría. Su santuario más famoso fue el oráculo de Delfos, donde la pitonisa intercedía como medio entre los hombres y las profecías de Apolo. En cuanto a la segunda, se manifestó como la diosa de la caza y de la protección de los bosques y las fuentes de agua mediante su séquito de ninfas. Además de los dioses ya mencionados, se encuentra Afrodita, la diosa del amor y la belleza, la cual está casada con Hefaistos, dios del fuego y de los volcanes. Zeus comparte el dominio del mundo conocido con sus dos hermanos: Hades quien gobierna el mundo subterráneo y el Orcus, o mundo de los muertos; y Poseidón, quien gobierna con su tridente sobre los océanos. Otro dios de importancia es Hermes, quien es el mensajero de los dioses. Gracias a sus alas en sus talones pude viajar con velocidad llevando las noticias entre el mundo de los mortales y el Olimpo. Además acompaña a las almas de los muertos en su viaje al Orcus. Los dioses de vez en cuando se unen con los mortales, de estas relaciones nacen los denominados héroes, siendo el más famoso de ellos en la mitología griega, Hércules, quien era hijo de Zeus y logró pasar con éxito las pruebas que le asignaron los dioses para darle legitimidad a su sangre divina. Sin embargo, los dioses griegos, a diferencia de otras divinidades, no eran todopoderosos ni infalibles. De hecho, ellos le debían respeto, al igual que los mortales, a la moira, el destino que se escribe inexorablemente en las vidas de las personas. Los designios que emanaban de la moira, debían ser cumplidos por dioses y hombres sin discusión alguna, ya que así el cosmos se mantendría ordenado y no se convertiría en caos.
Las Polis griegas:
Después de la caída de las civilizaciones griegas más antiguas, los habitantes de la Hélade poco a poco comenzaron a agruparse en torno a las fortificaciones que construían los reyes y nobles de una región en particular. Si a esto le añadimos la natural incomunicación geográfica entre las distintas regiones de Grecia, tenemos que cada una de las ciudades que se iban formando, constituyeron núcleos urbanos independientes y
aislados los unos de los otros. Fue así como surgieron ya hacia el siglo VII a.c. las denominadas polis griegas, las cuales funcionaron como ciudad-estado que se auto gobernaba sin la necesidad de un poder central al interior de Grecia. La polis se constituyó como el centro neurálgico de la vida de una región en particular. Funcionaba como centro administrativo, religioso, político y económico de la región que representaba. Cada una de ellas presentó formas de gobierno particulares con total independencia, con leyes propias a la hora de entablar justicia y con una economía muy simple basada en la autarquía, es decir, se produce sólo para el consumo de las necesidades locales. La polis se componía de tres partes fundamentales: una acrópolis que se entiende como una pequeña fortificación en la cima de la colina más alta de la polis, donde generalmente se construían los templos destinados a dar morada al dios protector de la ciudad; un área urbana que se disponía en las zonas bajas de la polis, en donde encontramos comercio, espacios públicos como plazas y un sector residencial; y por último los alrededores de la polis, espacios destinados principalmente a los cultivos agrícolas. A pesar de su vital importancia en el florecimiento de la cultura griega, ninguna polis alcanzó una gran extensión territorial, ni tampoco albergaron entre sus márgenes una cantidad importante de población, siendo el promedio más usual entre ellas los 5.000 habitantes. Sin embargo, con el correr de los siglos, las polis más importantes de Grecia comenzaron a mandar colonos hacia otras regiones del mediterráneo. Es así como hacia el año 750 a.c. se inició un generalizado movimiento de expansión griego, el cual se manifestó en la gran cantidad de colonias marítimas a lo largo del Mediterráneo, que al igual que en la metrópolis griega, conformaron sus sistemas de organización bajo la forma de una polis independiente. Así tenemos las numerosas colonias del sus de Italia, territorio que incluso se denominó Magna Grecia por la gran influencia helénica en sus habitantes; las colonias de Bizancio sobre el estrecho del Bósforo, Siracusa en la isla de Sicilia, Marsella en el actual territorio francés, Sagunto y Málaga en España y Naucratis en Egipto, cada uno de los cuales se erigió como un importante centro de comercio marítimo, que no sólo posibilitó la expansión económica de las polis griegas a través de los intensos circuitos comerciales que con ellas se establecieron, sino que además significaron un vehículo mediante el cual la cultura griega se expandió en mayor o menor influencia por el mar Mediterráneo.
Esparta:
La polis de Esparta, tiene sus orígenes en las invasiones de los dorios sobre Micenas hacia el año 1.200 a.c. Este pueblo de gran belicosidad se asentó con posterioridad en la región de Laconia, en el extremo sur del Peloponeso, asentamiento que con el tiempo derivó en la formación de la polis espartana, la cual heredó las características culturales del pueblo dorio, siendo el aspecto militar el de mayor importancia dentro de la conformación de la sociedad espartana.
De hecho, Esparta delimitó su espacio geográfico gracias a las constantes invasiones que realizaban hacia sus pueblos vecinos, a los cuales dominaban tanto militar, política como económicamente. Si bien las conquistas territoriales resolvieron el problema económico en Esparta –ya que su población vivió de las rentas que generaba la adjudicación de terrenos- lo que incidió además en que Esparta no necesitara conformar colonias en otros territorios y así aumentar el encierro en que vivió esta polis, a su vez, produjeron otro problema de importancia: la constante enemistad con los pueblos sometidos, quienes eran ampliamente superiores en número a la población netamente espartana. Este permanente estado de alerta reafirmó por generaciones el marcado militarismo de la sociedad espartana, la cual estaba en constante preparación para un posible conflicto cercano. La polis espartana estaba dirigida por dos reyes con la clara intención de no concentrar el poder en una sola persona, los cuales disponían de todas las atribuciones que ofrecía el Estado en tiempos de guerra, sobretodo en lo referente a los castigos y penas judiciales, que en el caso espartano, casi siempre terminaban con la pena de muerte. En cambio, en tiempos de paz el poder de ambos gobernantes era casi honorífico. Estos dos reyes integraban, además, el llamado consejo de ancianos o Gerusía, en donde se les sumaban los 28 hombres más importantes de la ciudad que tuvieran más de sesenta años de edad y provinieran de las familias más distinguidas de Esparta. La función de la Gerusía era la de elaborar las leyes y decretos que debían ser aprobados o rechazados en la Asamblea Popular, la cual estaba integrada por todos los espartanos que habían cumplido treinta años de edad. En definitiva era esta Asamblea Popular la que decidía la convocación a la guerra en la polis. Además de estas instituciones y de los ciudadanos espartanos, convivían en esta sociedad los periecos, los encargados de las tareas de comercio, los cuales no tenían la condición de esclavo, pero por la naturaleza no militar de sus labores era considerado de menor categoría, por lo que no tenían derechos políticos dentro de la polis. Por último, en el más bajo eslabón de la pirámide social se encontraban los ilotas, quienes en su condición de descendientes de los vencidos en batalla, trabajaban los campos de cultivos en condición de esclavos. La vida militar de los espartanos comenzaba desde el mismo momento del nacimiento, ya que los niños que nacían enfermos o muy débiles para la vida militar, simplemente eran asesinados. Posteriormente, a los siete años de edad, los niños debían abandonar sus hogares para ser educados en instituciones públicas que los preparaban para su posterior formación militar. A los veinte años ingresaban al ejército y a los treinta obtenían la condición de ciudadano. La vida del espartano le pertenecía al estado y se debía preparar constantemente para la guerra. Para ello, las autoridades declaraban la guerra a los ilotas todos los años como forma de entrenamiento para los jóvenes, quienes tenían que recorrer el país asesinando a cualquier persona sospechosa de rebeldía. En síntesis, la polis de Esparta se manifestó como una sociedad que vivía para la guerra, la cual fue el sistema de subsistencia de este pueblo desde sus inicios. La belicosidad de esta sociedad le llevará a enfrentarse permanentemente con pueblos extranjeros e incluso le encausará en un gran conflicto con la otra polis importante de Grecia: Atenas.
Atenas:
La polis griega de Atenas es el espacio donde se conforma la cultura griega tal y como la conocemos desde la actualidad. Su historia comienza, al igual que la polis espartana, en la migración aquea acometida después de la época de las invasiones, hacia la pequeña región del Atica donde la ciudad-estado se conformó en una primera instancia en la forma de una monarquía, la según la mitología local descendía del héroe Teseo. Sin embargo, con el correr de los años, el poder de los reyes decayó en importancia, lo que posibilitó que Atenas fuera gobernada por nueve arcontes, los cuales en su condición de jueces supremos, tenían la misión de administrar militar, religiosa y judicialmente a la ciudad. El cargo de arconte tenía una duración de un año y era nombrado por un consejo donde se reunían los ciudadanos atenienses, los eupátridas, los cuales representaban a las clases nobles de terratenientes de la región del Ática. Estos eupátridas sesionaban en un tribunal supremo llamado Areópago. La historia de la polis ateniense, comienza a cambiar profundamente a partir del siglo VII a.c., cuando se da inicio a una grave crisis social, debido al gran descontento del pueblo ateniense ante la norma que establecía que el deudor de alguna deuda imposible de pagar, pasaba a la condición de esclavo de forma inmediata. Estas deudas se produjeron preferentemente ante el aumento de la población campesina y la concentración de las tierras más fértiles en las manos de los eupátridas. Así mismo, el descontento popular pasaba por el desconocimiento de las leyes, las cuales al no estar escritas, eran sólo de conocimiento de las clases nobles, por lo que su arbitraria interpretación siempre respondía a los intereses de los aristócratas. El descontento popular tuvo eco en la sociedad de Atenas, eligiéndose al jurista Dracón como el encargado de poner por escrito las leyes que regirían a la polis, situación que se puso de manifiesto hacia el año 624 a.c. Sin embargo, el código establecido por Dracón pasará a la historia por la severidad de sus leyes y lo terribles de sus castigos. Nuevamente el descontento proliferó entre la masa popular de Atenas, lo que significó la destitución de Dracón de su cargo de arconte, siendo elegido en su reemplazo Solón, a quien se le encargó la tarea de confeccionar una nueva constitución para la ciudad en el año 594 a.c. Solón llevó a cabo un profundo proceso de transformaciones en la organización de la polis de Atenas. En primera instancia derogó los castigos de esclavitud por deudas, a la vez que limitó la cantidad de tierras por personas para evitar la concentración de ellas en pocas manos. Con sus reformas, el poder de los arcontes decayó, a favor de una nueva institución, el llamado Consejo de los 400 o Bulé, cuyos miembros se nombraban de los sectores más importantes de la sociedad de Atenas. La bulé actuó como un consejo que preparaba las leyes que después serían discutidas para su aprobación en la asamblea popular o Ecclesia, donde participaban todos los ciudadanos de Atenas. Las reformas de Solón le confirieron igualdad y justicia a la sociedad ateniense, siempre en la base que los cargos de mayor importancia eran obtenidos por los aristócratas, por ser ellos los realmente preparados para gobernar sobre el pueblo.
Sin embargo, con posterioridad a la salida de Solón de su cargo, los eupátridas continuaron los conflictos internos, al rechazar la opción de renunciar a sus anteriores privilegios. La lucha contra los pequeños propietarios agrícolas se declaró abiertamente, lo cual fue aprovechado por el eupátrida Pisístrato para tomarse el poder a la fuerza, quien estaba apoyado por un importante número de grupos populares ante las promesas de acciones contrarias a la nobleza. Su gobierno se convertiría en tiranía. La tiranía de Pisístrato resultó muy beneficiosa para los sectores más populares de Atenas. Mientras en su accionar como gobernante se preocupó por la población campesina y sus requerimientos, persiguió terriblemente a los eupátridas, los cuales escaparon de la ciudad en gran número. Otra de las obras de importancia de este gobierno fue la puesta en escrito de los cuentos y poemas de Homero, que hasta esa fecha se mantenían en la enseñanza oral. A la muerte de Pisístrato en el 527 d.c. gobernaron la polis de Atenas sus hijos Hipías e Hiparco. El segundo de ellos fue asesinado en venganza por sectores de la nobleza y el primero al asumir el poder en solitario, estableció un régimen de terror por la gran desconfianza y miedo que sentía de correr con la suerte de su hermano. Hipías finalmente fue expulsado por los eupátridas apoyados por un ejército espartano en el año 510 a.c. Los requerimientos de la clase aristócrata, pese a la expulsión de Hipías, no tuvieron eco dentro de la sociedad ateniense, que en su conjunto tenían ya muy arraigado el sentimiento democrático, el cual se institucionaliza con el gobierno de Clístenes, quien extendió la condición de ciudadanos a un gran número de habitantes en que se encontraban campesinos, artesanos, terratenientes pequeños, comerciantes que anteriormente no tenían tal condición. Estos nuevos ciudadanos gozaban de los mismos derechos que los antiguos eupátridas. Clístenes, a su vez, decidió aumentar el número de los integrantes de la Bulé de 400 a 500, con lo que las decisiones de importancia de la polis de Atenas ya no estaban en manos de los arcontes y del Areópago que cada vez más fueron declinando en su poder político. La proliferación de la ciudadanía a un mayor número de población permitió que se hablara y discutiera acerca de las leyes y normas de la polis en la misma vía pública, con lo que nace el concepto conocido como política tal y como lo conocemos en la actualidad. El sistema de gobierno con Clístenes tomó, entonces la forma de la democracia (gobierno del pueblo), estableciéndose que es el pueblo, en su conjunto, el soberano para elegir su propia forma de gobierno, confeccionar leyes e impartir justicia. Con la llegada del siglo V a.c. Atenas se eleva como una polis conformada bajo el ideal de la justicia y el gobierno democrático, en clara oposición al dictatorial estado espartano que eleva el ideal guerrero, como el principal por cultivar en la población. Sin embargo ambas polis tendrán que unirse ante la amenaza externa que se está armando en los territorios del Asia Menor: El Imperio Persa.
El siglo de Oro de Atenas:
La guerra contra el Imperio Persa:
Al momento de iniciarse el siglo V a.c., que será reconocido como el de mayor esplendor de la polis de Atenas y en general de toda la historia de la civilización griega, el Imperio Persa había extendido sus dominios hacia toda el Asia Menor entre los que se encontraban las comunidades griegas de la Jonia, las cuales fueron arrasadas en la batalla de la ciudad de Mileto en el año 494 a.c. El emperador de los persas, Darío, comprendió que el dominio de la región del Asia Menor y del Mar Negro no estaría completo sin derrotar a las polis de Grecia, las cuales representaban el último escollo en su objetivo conquistador. Y en forma particular se refería a Atenas, quienes fueron los griegos que prestaron ayuda militar a los jonios en la invasión anteriormente citada. Por lo mismo hacia el año 490 a.c. se formó una escuadra naval con la intención de invadir y aplastar el poderío de los griegos. La sorpresa fue grande para las fuerzas de Darío quienes resultaron derrotadas en la batalla de Marathon, con lo que se pone fin al primer intento de los persas por controlar la región del Peloponeso. Sin embargo, una década después, un nuevo emperador persa, Jerjes, dio inicio nuevamente a las hostilidades, derrotando a un destacamento espartano en la batalla de las Termópilas en el año 480 a.c. y logrando llegar hasta la misma Atenas a la cual devastó sin contrapeso ya que la población local se había refugiado en las islas del Egeo ante la noticia del avance persa. Allí se organizó una flota al mando del almirante ateniense Temístocles que logró destruir a gran parte de la escuadra persa en la batalla naval de Salamina (480 a.c.). El conflicto se detuvo por un año hasta que la Liga de Delos -alianza de las principales polis griegas del continente más las de las islas del Egeo- conformó un ejército que al mando del rey espartano Pausanias derrotó de forma definitiva a los persas en la batalla de Platea (479 a.c.).
El siglo de Pericles:
Para enfrentar la amenaza del Imperio Persa, Atenas conformó la Liga de Delos ya que sabía que era imposible derrotar al fuerte enemigo sólo con sus fuerzas. Esta alianza estratégica fue comandada por Atenas desde su creación, lo que implicó a su vez administrar el tesoro de guerra y las contribuciones de cada una de las polis, lo cual se guardaba en la isla de Delos. La hegemonía de Atenas a lo largo del transcurso del siglo V a.c., se sustentó en gran parte gracias al tesoro de la liga, el cual sirvió para formar un gran imperio marítimo ateniense de bases comerciales. Las contribuciones que las demás polis hicieron hacia la liga, la cual siguió funcionando a pesar de la época de paz, llegaron en definitiva a las arcas de Atenas y al embellecimiento de la ciudad, lo que en el futuro será motivo de un gran conflicto dentro de las polis de Grecia. Bajo este escenario es que asume el poder de Atenas en el año 444 a.c., Pericles, quien gobernará hasta el año 429 a.c. y llevará al poder y la cultura de Atenas hasta su máximo esplendor. Pericles, quien pese a ser descendiente de una de las familias aristócratas más
antiguas de Atenas, tenía una fuerte admiración por el sistema de gobierno democrático, por lo que incluso derogó todas las iniciativas políticas del Areópago, última institución aristócrata de la organización política ateniense. Incluso la reforma democrática llegó a tal punto con Pericles, que ahora ni siquiera la falta de medios económicos era causal que impedía ejercer cargos públicos, como sí ocurrió en los tiempos de Clístenes, ya que el nuevo gobernante institucionalizó el pago de sueldos en los cargos públicos, para que incluso el ciudadano más pobre de Atenas pudiera ejercer su derecho a participar activamente de la política estatal ateniense. No sólo el sistema democrático alcanza su mayor esplendor con Pericles. Las riquezas que provenían de la Liga de Delos financiaron un gran plan de ornamentación de la ciudad, que en esta época alcanza toda su belleza con grandes monumentos, como el templo de la diosa Atenea en el Acrópolis llamado Partenón, una de las obras de arte que han perdurado hasta nuestros días. Así también se efectuaron grandes fiestas en la ciudad, entre las que destaca el teatro griego con motivo de las fiestas del vino o dionisiacas. En ellas, los poetas griegos cantaban tres tragedias y una comedia. Famosas se hicieron las representaciones de Esquilo y las guerras contra los persas y las tragedias de personajes con trágico destino con Eurípides y el famoso Sófocles con su obra Edipo Rey. También la Historia tiene en este tiempo un gran desarrollo en las personas de Heródoto y su obra “Los Nueve Libros” donde relata la guerra entre Grecia y Persia; y Tucídides quien relató la llamada Guerra del Peloponeso. Es justamente este conflicto entre las polis de Atenas y Esparta (431-404 a.c.) el que marcó la decadencia de la hegemonía de Atenas y de la cultura griega en general. Esparta nunca vio con buenos ojos, ni aceptó de forma completa, el poderío que Atenas ejercía sobre la Hélade al dirigir la Liga de Delos. El conflicto que se desarrolló en la península del Peloponeso, trajo como vencedor a la polis de Esparta, lo cual pone término a la hegemonía de Atenas sobre Grecia. La decadencia también sobrevino en la polis espartana, la cual más acostumbrada a combatir que a gobernar, no fue capaz de mantener el sistema político avanzado de los atenienses. La democracia cayó con Atenas y el descontento proliferó por Grecia. La crisis política de las polis griegas, y en especial de Atenas, también trajo una crisis en la moral y en lo intelectual de la población griega. Es entonces cuando aparece el pensamiento filosófico clásico de Grecia, un pensamiento eminentemente pragmático y dedicado a la observación científica de los fenómenos de la naturaleza. Los filósofos incluso sostenían que los dioses no existían y que fueron una creación de los políticos de la aristocracia para manejar al pueblo. El radicalismo de los filósofos, incluso los llevó a la pena de muerte a algunos por sus dichos, como sucedió en el caso de Sócrates, quien defendió el conocimiento racional hasta la muerte. Sin embargo, el pensamiento filosófico sobrevivió en las ideas de Platón y Aristóteles, los padres de la filosofía occidental y de los fundamentos del pensamiento occidental, sin lugar a dudas uno de los legados, conjuntamente con la democracia, que más han perdurado en la historia de la civilización occidental.
Alejandro Magno:
En el siglo IV a.c. un reino al norte de la península de los Balcanes intentará darle nuevamente vida a la alicaída civilización griega. Este reino es el de Macedonia, quien se encontraba gobernado por el rey Filipo II (359-336 a.c.) quien logró dominar Grecia bajo su autoridad monárquica. El ideal de Filipo era el de otorgarle a Grecia nuevamente el esplendor de siglos anteriores pero ahora basados en este nuevo pensamiento, la filosofía, que causó admiración en el rey de Macedonia. Por aquello, no resultó extraño que le encomendara al sabio filósofo Aristóteles la misión de educar a su hijo primogénito y heredero al trono de Macedonia, Alejandro, quien desde muy pequeño manifestará grandes condiciones para la guerra como estratega y una capacidad de mando envidiable. Después de controlar la región de los Balcanes, Filipo le entregó el mando del reino a su hijo, quien gobernará entre los años 336 y 323 a.c., convirtiéndose en una de los conquistadores de mayor fama en la Historia. Con su ejército logró derrotar al poderoso Imperio Persa en su propio territorio, avanzando en sus conquistas hasta el mismo valle del río Indo. Invadió y controló el Asia Menor y Egipto, con lo que conformó un poder territorial nunca antes visto en la historia de los hombres. Alejandro, que gracias a sus conquistas se hizo apodar magno, o “el grande”, construyó una gran red de caminos que conectaron las principales ciudades que caían bajo sus dominios, a las cuales cambió de nombre por el propio o alusivos al de Alejandro. Así tenemos que la antigua ciudad de los faraones en el delta del rió Nilo en Egipto, pasó a llamarse Alejandría, lugar donde existiera la más gigantesca y completa biblioteca de la antigüedad. La gran importancia que tiene el corto periodo imperial de Alejandro y los macedónicos, apunta que durante el reinado de este personaje se posibilitó la unión matrimonial de individuos de culturas y etnias diferentes, lo cual no era un a práctica difundida en el pasado. De esta unión cultural se expandirá el helenismo, es decir, la cultura que salió resultante de la unión de los elementos occidentales (griegos) y orientales, la cual se expandió por toda la zona de influencia del imperio de Alejandro y que sobrevivirá en civilizaciones futuras como Bizancio en el Mediterráneo oriental. Por último, hay que apuntar que a la muerte de Alejandro sus sucesores fueron incapaces de mantener el vasto imperio de forma cohesionada, lo que derivó en la formación de tres grandes reinos: Grecia-Macedonia, Egipto y Siria, las cuales a sus costumbres y tradiciones locales añadieron los elementos griegos o helenos que Alejandro difundió en sus conquistas.
Interrelación Conceptual 1. Balcanes. 2. Pelasgos. 3. Peloponeso. 4. Aqueos. 5. Cnosos. 6. Talasocracia. 7. Matriarcal. 8. Cultura Micénica. 9. Ilión. 10. Homero. 11. Héroe. 12. Areté. 13. Olimpo. 14. Polis. 15. Autarquía. 16. Acrópolis. 17. Atenas. 18. Esparta. 19. Bulé. 20. Gerusía. 21. Ilotas. 22. Demos. 23. Eupátridas. 24. Pericles. 25. Liga de Delos. 26. Democracia. 27. Filosofía. 28. Helenismo. 29. Aristocracia. 30. Plutocracia. 31. Tiranía.
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Evaluación: I.
Selección Múltiple:
1. El ágora es: a. b. c. d. e.
La parte alta de una polis. La muralla defensiva de Atenas. El arconte encargado del ejército. La plaza central de una polis. Uno de los dioses que legendariamente dio origen a Atenas.
2. Respecto de la península de os Balcanes, se puede afirmar correctamente que: I. II. III. a. b. c. d. e.
Es una región montañosa y de costas accidentadas. Su clima mediterráneo facilita la agricultura. Su geografía facilita la unión entre las distintas polis. Sólo I. I y II. I, II y III. I y III. Sólo III.
3. La Iliada y la Odisea son relatos que se refieren a: a. b. c. d. e. II.
Atenas. Creta. Micenas. Jonia. Esparta. Desarrolla los siguientes temas:
Areté y aristocracia. Concepto de democracia. La importancia de la guerra del Peloponeso (causas, desarrollo y consecuencias). Características de la filosofía griega. Evolución política de Atenas. Diferencias entre Atenas y Esparta. La religiosidad de los griegos.
4. Roma, desde el Lacio hasta Augusto. Dentro de la conformación de lo que es nuestra sociedad occidental, el otro fundamento principal del mundo antiguo es, junto a la cultura griega, la importante civilización que floreció en la península itálica, Roma, la cual sin lugar a dudas creó las bases de nuestra cultura occidental moderna, desprendiéndose de ella idiomas, costumbres, el Derecho, ideas modernas de Estado y tipos de gobierno que se observarán en el futuro dentro de las distintas sociedades de occidente, tales como las repúblicas y los imperios, que mucho tienen de sus antecesores romanos. Roma, la otra civilización llamada clásica, en definitiva pone término a la Antigüedad como periodo histórico y permite delimitar el florecimiento de occidente y sus características culturales, las cuales tuvieron su punto de partida en la conformación de esta importante civilización en la historia de la humanidad..
La Península Itálica:
La península Itálica, ubicada en el centro del mar Mediterráneo, es el marco geográfico donde comienza el florecimiento de la civilización romana. Al igual como lo vimos en el caso de Grecia, Italia es una península marcada por su montañismo, con cadenas que atraviesan el territorio, destacándose a Los Apeninos, los cuales le otorgan distintas características a las diversas regiones que componen a la península. Sin embargo, la gran diferencia con las condiciones que describimos al analizar Grecia, se apuntan en que los valles que se forman, tanto en las laderas este y oeste de los Apeninos, se presentan muy fértiles para el trabajo agrícola, por lo que fueron los lugares más apropiados para el asentamiento de los distintos pueblos que componían la demografía italiana con anterioridad a la hegemonía de Roma. Estos pueblos que comienzan a asentarse a partir del 1.200 a.c. tomaron los nombres de las principales regiones de Italia, entre los que se destacan los ligúricos, que habitaron el valle de Liguria, los etruscos, que habitaron la región de Etruria o Toscana y los latinos, que se establecieron en la región del Lacio, en el centro de Italia a orillas del río Tíber, lugar don de se fundará la ciudad de Roma. Más alejados de estos tres pueblos se encontraban hacia el norte la Galia Cisalpina, ya en territorio europeo y fuera de la península propiamente tal, la cual se diferenciaba de la Galia Transalpina en el actual territorio francés; y hacia el sur las colonias griegas que alcanzaron la denominación de Magna Grecia. A su vez, en la isla de Sicilia se estableció una colonia de fenicios provenientes de la ciudad fenicia de Cártago en las costas del norte de Africa.
La Monarquía en Roma:
El periodo de la Monarquía en Roma se extiende desde la fundación de la ciudad en el año 753 a.c. hasta la adopción del sistema de gobierno republicano, lo que acontece en el año 509 a.c. Esta etapa histórica de la civilización romana está caracterizada por la concentración del poder en la persona de los reyes de ciudad, los cuales fueron de origen latino y etrusco, de acuerdo a la alianza que se estableció entre los dos pueblos. Sin embargo, con anterioridad al pacto latino-etrusco, debemos apuntar el origen de la ciudad misma de Roma, la cual tiene dos explicaciones para los historiadores de la antigüedad y
para los modernos, es decir, una tesis mitológica, de leyenda histórica; y una tesis científica.
La fundación de Roma:
La explicación mítica de la fundación de Roma aparece recién en los tiempos del primer emperador de Roma, Augusto, quien ordena poner por escrito al poeta Virgilio, los mitos y leyendas acerca del origen de los romanos. Es así como nace el poema épico de la Eneida, donde se explica la génesis romana, tésis a la cual también se suscribieron historiadores romanos famosos como Tito Livio. La historia de la Eneida, al igual que los poemas heroicos de Homero en Grecia, tiene su punto de inicio en los años posteriores a la caída de la ciudad de Troya. Desde esa región, el héroe griego Eneas (de él proviene el nombre que da título a la obra de Virgilio) habría viajado a conquistar nuevas tierras para su gloria, llegando entonces a la región del Lacio, donde contrajo matrimonio con la hija del rey latino de la época, llamada Lavinia, fundando junto a ella la ciudad de Alba Longa en la zona alta del curso del río Tíber. De la unión marital entre Eneas y Lavinia descendió su hija, Rea Silva, quien engendró dos gemelos de su supuesta unión con el dios Marte (Hefestos para los griegos), a los cuales llamó Rómulo y Remo. Sin embargo, sin un hombre que la desposara, el hermano de Rea Silva quiso apoderarse del poder de la ciudad y de paso asesinar a sus sobrinos, los cuales muy pequños aún fueron puestos en una cesta en el río Tíber para que escaparan de su eliminación. La historia de los hermanos cuenta que ambos se salvaron de las aguas del río por la acción de una loba que los amamantó en sus años de niñez. Al crecer, ambos hermanos edificaron una ciudad a los pies del monte Palatino. Rómulo levantó un muro defensivo en torno a la ciudad, a la cual le dio un carácter de sagrada, por lo que nadie extranjero podía violar el perímetro urbano. La leyenda cuenta que burlándose de las creencias de su hermano, Remo saltó la muralla defensiva, a lo cual Rómulo contestó asesinándolo. Así este personaje quedó como gobernante en solitario de la nueva ciudad a la cual bautizó en honor a su nombre, siendo la fecha de fundación el 21 de abril del año 753 a.c.. La leyenda se junta con la historia, cuando Rómulo decide realizar un pacto con los etruscos para gobernar la región del Lacio, y con los sabinos para que éstos proporcionaran las mujeres que faltaban en la ciudad, a cambio de protección militar. De aquí surgiría la monarquía romana con siete reyes, siendo los tres primeros latinos y los últimos cuatro de origen etrusco.
En cuanto a la tesis científica de los historiadores modernos, acerca del origen de la ciudad, ésta se refiere a que la aparición de la ciudad de Roma fue el producto del proceso denominado cinecysmo, es decir, el proceso de unificación de la s comunidades que vivían en los alrededores del septimonium o las siete colinas en el siglo VIII a.c. La ciudad de Roma habría recibido tal nombre, en honor a una de las familias latinas más antiguas que participaron en la fundación de la ciudad, la gens Roms, de la cual Rómulo sería uno de sus reprsentantes, convirtiéndose así en el primer rey de la ciudad, que se edificó en el monte Palatino una, de las siete colinas que rodean a la ciudad
La época de los reyes:
Con posterioridad a la fundación de la ciudad de Roma por su primer rey, Rómulo se sobrevino el mandato del segundo rey de la monarquía romana, Numa Pompilio, quien se encargó de echar las bases de la religiosidad romana, la cual se manifestaba en el culto politeísta y fetichista de los fenómenos de la naturaleza. A su vez, esta nueva fuente de culto religiosos se destacaba por su marcado patriarcalismo, elemento de la cultura romana que se reflejará en la conformación social de la comunidad y que permanecerá a lo largo de la historia de esta civilización que nos legará el sentido patriarcal a nuestra civilización occidental. El tercer rey de la monarquía en Roma, y último de origen latino, Tulio, al igual que su sucesor etrusco, Anco Marcio, se preocuparon fundamentalmente de obtener, en el caso del primero, la hegemonía territorial y política sobre la zona de las siete colinas adonde estaban confluyendo una serie de otros pueblos pequeños que amenazaban la estabilidad de la ciudad ante un posible conflicto con ellos; y en el caso del segundo, el comienzo de la ampliación de la dominación territorial fuera de la zona de influencia de las siete colinas, con el claro objetivo de controlar los campos de cultivo aledaños, en otros sectores del Lacio y del Tíber, debido a que la población de la ciudad de Roma había crecido rápidamente en número desde su fundación. Servio Tulio, el segundo rey de origen etrusco, lleva a cabo la llamada Reforma Serviana, la cual homologó las creencias religiosas y culturales de los romanos con las de los griegos. Además introdujo el censo para conocer las distintas clases sociales que existían en Roma y el ordo centuriado, con el cual se dividió a la población en centurias (100 personas) con un representante que iba al Consejo Real, entidad política exclusiva para los patricios, es decir, los ciudadanos romanos, los cuales sólo pertenecía a la clase noble de la sociedad. Le sucedieron a Servio Tulio los reyes de la dinastía etrusca de los Tarquinos, Tarquino el Antiguo y Tarquino el Soberbio, con gobiernos de disímiles alcances. Mientras el primero es el primer rey en otorgarle a Roma una real condición de ciudad, ya que la engrandeció con grandiosas obras públicas, tales como la creación de la cloaca máxima, sistema de desagües que eliminó los desechos orgánicos de la ciudad a la vez que permitió la dragación de la zona pantanosa a los pies del Palatino, la cual se aprovechó para establecer el centro de la ciudad, el foro, que servirá como el mercado de la ciudad; la construcción del circo romano, especie de hipódromo donde ocurrían las carreras con carros de guerra tirados por caballos; y la construcción del Templo Capitolino, altar en la cima del monte del mismo nombre donde se rendían honores a los dioses protectores de la ciudad. En cambio, su hijo Tarquino el Soberbio pasará a la historia como el último rey de la monarquía romana, ya que su mandato fue terminado con una sangrienta guerra civil entre los romanos latinos y los etruscos por el poder de la ciudad. El conflicto tiene sus causas en el desgaste de las relaciones entre latinos y etruscos en los últimos años de monarquía, sobretodo en los privilegios y acumulación de poder y riquezas que los nobles etruscos estaban acaparando, en contra del patriciado latino que aunque eran mayoría,
paulatinamente fueron siendo coartados en la vida política de Roma. Sin embargo, la detonante directa de la guerra entre ambos bandos resultó de la actitud tiránica de Tarquino el Soberbio, quien incluso violentó sexualmente a una noble latina, Lucrecia, de la cual el rey estaba enamorado, pero a su vez, imposibilitado de estar con ella, ya que se encontraba casado. Así es como hacia el año 509 a.c. se pone término al régimen monárquico en Roma, el cual no volvería a ser impuesto en la historia de esta civilización, sino hasta los oscuros años de la caída del Imperio, pero con una figura estatal totalmente distinta a la de estos tiempos. En su reemplazo, la sociedad romana instauró la República como nuevo sistema de gobierno del Estado romano, el cual se extendería por varios siglos dándole la coherencia y el poder que Roma necesitó para elevarse como la principal potencia del mundo antiguo.
La República:
El sistema de gobierno denominado República, proviene de la angustia y el temor producido por la monarquía. Fue tal el miedo que producía en la población de Roma el sistema monárquico y la figura de un rey gobernante, que se tomó como acuerdo común que el gobierno del Estado no debía concentrarse en la privacidad y la particularidad de una sola persona. Por el contrario, el gobierno de Roma debía pasar netamente por su carácter público, convertirse en una “cosa pública”, res publica, en latín, ya que el Estado romano no pertenecía a uno, sino a todos los componentes de la sociedad en su conjunto. El liderazgo de la república romana estuvo en las manos de las familias aristocráticas más antiguas de la región del Lacio, las llamadas gens, las cuales se encontraban lideradas por el pater, quien como padre de la familia romana, actuaba como jefe, juez y sacerdote de la misma. Incluso tenía el derecho de vender a su mujer e hijos como esclavos, si así él lo estimaba conveniente por la falta hacia alguna norma impuesta dentro del círculo familiar. La omnipotencia del pater se derivaba de su conexión con algún antepasado ilustre, del cual heredó sus principales virtudes, de entre las que destacan la severitas la severidad y disciplina en la vida y la fides, la fidelidad y respeto a la familia, sus valores y a los dioses que la protegen. La familia romana liderada por el pater, es mucho más amplia que la familia moderna, ya que en ella están contenidos no solo los parientes directos, sino además los que tienen relación con el antepasado común o mores. La aristocracia romana que asume el liderazgo de la República, se hacen llamar patricios, por pertenecer a estas familias conducidas por los pater. La denominación de patricio significaba, además, la obtención de la ciudadanía romana y la posibilidad de participar en la vida cívica y política de Roma de manera activa. Otros derechos atribuidos a la condición de patricios, son el derecho a la propiedad de tierras y el derecho de profesar el culto a los dioses de manera pública. Los otros dos grupos sociales que convivieron junto a los patricios en los años de la república romana, cliente y plebeyos, corrieron con desigual suerte frente a la hegemonía impuesta por la nobleza. Los clientes era un estrato social intermedio entre la nobleza patricia y la plebe. Por lo general eran plebeyos que habían obtenido un “contrato de
clientela” por parte de algún patricio, dentro del cual se establecía la protección del cliente por parte del patricio, a cambio de trabajos y servicios constantes En cuanto a los plebeyos, éstos representaban el sector más bajo de la sociedad romana republicana. Al no tener derechos públicos de ninguna especie, sólo podían subsistir trabajando para el Estado romano en alguna asignación que éste les diera, como trabajos de aseo y ornato de la ciudad, labores domésticas y de labranza de los cultivos de los patricios, a cambio de un pequeño sueldo llamado stipendium. Esta masa popular tiene su origen en las conquistas que Roma hacía sobre los pueblos vecinos, y los prisioneros que se derivaban de ellas; y de los inmigrantes que llegaban a Roma desde el extranjero y de otras regiones de Italia, atraídos por la civilización que hacia esa altura ya cobraba fuerza dentro de la península. Dentro de la organización política de la República, se crearon varias instituciones a partir de los decretos del Senado. Uno de los cambios más importantes con respecto al periodo monárquico, se refiere al reemplazo del rey por dos cónsules, quienes tenían a su cargo la administración del Estado romano y además la comandancia de los ejércitos romanos. Eran nombrados por el Senado y tenían en su cargo una duración anual, al final del cual debían responder públicamente con un informe de sus acciones. Se pensó en la dualidad gubernativa, porque precisamente se quería impedir que el poder político de Roma recayera en las manos de una sola persona, como ocurría en los tiempos de la monarquía. En tiempos de guerra o de una grave crisis externa el Senado podía revocar de su cargo a los cónsules nombrando a un dictador, el cual no podía estar en el cargo por más de seis meses, mientras la situación de peligro siguiera latente. Con el correr de los años republicanos, Roma fue creciendo constantemente, por lo que se debieron crear funcionarios públicos con tareas específicas. Así tenemos a los censores, quienes elegidos cada cinco años, realizaban censos que estaban determinados a clasificar la población según la fortuna que ella dispusiera, así la población era distribuida entre sus respectivas clases y centurias. Los censores además se encargaban de velar por las buenas costumbres y de preservar la práctica de las tradiciones. Se instituyeron seis pretores o jueces que estaban a cargo de la administración de la justicia, además de los ediles, los cuales cumplían con la misión de mantener el orden público al mando de una especie de policía, a la vez que se encargaban de vigilar los mercados y los correctos precios que se debían cobrar por las mercancías. Por último están los cuestores, quienes eran funcionarios públicos encargados de la administración del tesoro público, el cual se guardaba celosamente en el Templo de Saturno. Finalmente, desde el punto de vista de la religión, el culto a los dioses se homologó al de las tradiciones griegas, por lo que las divinidades romanas tomaron las características helenas, con un nuevo nombre, así tenemos a Júpiter por Zeus o a Venus por Afrodita. Este culto se hacía de forma pública, dejando el culto familiar de los antepasados a cargo del pater.
Las luchas entre patricios y plebeyos:
Con el tiempo, los plebeyos comenzaron a darse cuenta de que su grupo social cada vez más adquiría importancia dentro del andamiaje social de Roma, ya que los patricios paulatinamente fueron entregando labores intermedias a clientes y plebeyos, para encargarse en mayor forma a la administración de sus tierras, a la vida intelectual y por sobretodo, a la política dentro de la República. Bajo este contexto es que los plebeyos deciden revelarse por primera vez en su historia. Hacia el año 494 a.c. los plebeyos se reúnen y organizan, decidiendo irse de Roma hacia una colina cercana, el Monte Sacro, lugar donde según la creencia residían los dioses de los romanos. La situación para los patricios se hizo entonces insostenible, por lo que mandan un emisario a negociar con los exaltados, el senador Menenio Agripa. Este negociador recibió la noticia de que los plebeyos volverían a Roma en paz, siempre y cuando se les permitiera tener un representante de su grupo en el Senado y que, además, se dispusieran les leyes de Roma por escrito. El primero de los requerimientos fue concedido a la brevedad por el Senado, institucionalizándose la magistratura del Tribuno de la Plebe, representante de los plebeyos dentro del Senado romano, quien tuvo la misión inalcanzable de gestionar legislaturas en favor de la igualdad entre patricios y plebeyos. En cuanto al segundo punto del petitorio, éste no se resolvió hasta el año 450 a.c. El Senado encargó a un grupo de personas de confianza general (10 personas), los llamados desenviros, a elaborar un código escrito donde se dispusieran las leyes que regían en Roma hacia la fecha. Este grupo viajó hacia la Atenas de Pericles para ver en terreno cómo era el funcionamiento del aparato estatal ateniense y la democracia. A la vuelta de su viaje, los desenviros confeccionan un cuerpo legal que quedó confeccionados en una serie de tablas de hierro y expuesto en el foro romano, eran las llamadas Ley de las 12 tablas, las cuales se convierten en la primera constitución de occidente y en el comienzo de la grandiosa legislatura romana. Con el correr de los años, y la puesta en práctica del código de las 12 tablas, los plebeyos fueron ganando terreno en la consecución de algunos derechos que anteriormente les estaban vetados. Así se destaca el establecimiento de la Ius Connubi, del año 443 a.c., la cual otorgaba la libertad de matrimonio entre patricios y plebeyos. En el año 421 a.c. se establece la Ius Cuestura, ley que permitía a los plebeyos a optar al cargo de cuestor. En el año 367 a.c. se dicta la Lex Licinia Sextia, ley que proponía a los patricios que uno de lo cónsules sea de origen plebeyo, abriéndose la posibilidad que este cargo fuera asignado a funcionarios públicos que hayan hecho carrera dentro de las magistraturas estatales. Por último tenemos la promulgación de la Lex Hortencia del año 287 a.c., que establecía que los plebeyos tenían derecho a voz y a voto dentro de las cesiones del Senado, situación que anteriormente no poseía el tribuno de la plebe, quien sólo disponía de derecho a voz en el Senado.
La expansión interna y externa de Roma:
Una de las pretensiones inherentes de la república romana, era la de expandir el dominio territorial y cultural de Roma hacia el resto de la península itálica. Las relaciones
con los vecinos de Roma se había conducido sobre la base de tratados y alianzas que mantuvieron el equilibrio en la península, así tenemos que durante el siglo V a.c. se estableció la llamada Liga Latina, alianza de los pueblos latinos con Roma a la cabeza de ellos Con posterioridad a aquello, los romanos tornan su mirada hacia las regiones del norte de Italia, específicamente hacia la región de la Galia Cisalpina, la cual era habitada por pueblos bárbaros que constantemente penetraban hacia el sur y saqueaban los campos de cultivo romanos. Hacia el año 354 a.c. Roma debe enfrentar la rebelión de la región de Samnio, los cuales no querían ser parte de la liga que estaba conformando Roma con los demás pueblos latinos,. Los samnitas son derrotados en definitiva por la liga latina un año más tarde (353 a.c.), siendo castigados con la firma de un foedus iniquum, es decir, un acuerdo de no caballeros o desigual. La hegemonía total de la península itálica por parte de Roma acontece casi un siglo después, cuando derrota a las colonias griegas del sur de Italia, la Magna Grecia, las cuales son ayudadas por Pirro, rey de la región griega de Epiro. A pesar de un comienzo donde el conflicto se vio favorable en su desarrollo para los griegos, finalmente son las fuerzas romanas las que alcanzan la victoria en la batalla de Maleventum, en el año 275 a.c., con lo que se logra consolidar el dominio romano sobre la península itálica de norte a sur. Cuando Roma alcanzó la hegemonía de la península itálica por completo, intentó adueñarse de los territorios insulares que la circundaban. Nos referimos a las islas de Córcega, Cerdeña y particularmente a Sicilia. Sin embargo, la última de ellas se había convertido en una importante colonia de comerciantes marítimos fenicios, los cuales provenían de la poderosa ciudad de Cártago, en las costas del norte de Africa (actual Túnez). La disputa de la isla de Sicilia será, entonces, el detonante para el estallido del primer conflicto internacional de Roma en su historia, las guerras púnicas, estableciéndose la primera de ellas entre los años 264 y 241 a.c. cuando al finalizar la misma sale victoriosa la flota romana al derrotar al líder de los cartaginenses, Asdrúbal, en la batalla de Egades. Roma la confirió a Cártago un foedus (tratado) donde le obligaba a entregar su flota naval, además de entregar las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña, a cambio de una compensación económica. Si embargo, las hostilidades se mantuvieron entre ambos pueblos. El general cartaginés Aníbal Barca, emprendió una gran travesía en contra de Roma, dando inicio a la segunda guerra púnica, la cual se extiende desde el 218 a.c. hasta el 201 a.c. Aníbal aprovechó las conquistas de años anteriores de su padre Almicar sobre los territorios del sur de España, para desde allí conformar un gran ejército compuesto por 50.000 soldados de infantería, 9.000 de caballería y 37 elefantes, con los cuales atravesó España, el sur de Francia y finalmente los Alpes para asediar a la ciudad de Roma por el norte. Esta gran hazaña se completó con la derrota de las fuerzas romanas en la batalla de Cannas en el año 216 a.c. pero el asedio posterior de la ciudad de Roma fue muy cansador para el ya fatigado ejército de Aníbal, que resolvió volver hacia Cártago, lo que permitió el reagrupamiento del
ejército de la república, la cual sufrió por varios años los efectos del la derrota y el asedio de Aníbal. Sólo en el año 202 a.c. se pudo nuevamente conformar una ofensiva que atacó a las fuerzas de Cártago en su propio territorio, resultando Aníbal derrotado en la batalla de Zama. Cártago quedó anulada como potencia naval, ya que debió entregar la totalidad de su flota, a la vez que resultó arruinada con el pago de un altísimo tributo de guerra durante los próximos 50 años. Sin embargo, y a pesar que el triunfo de Roma era indiscutido, el resentimiento en contra de los cartaginenses y la humillación propiciada por ellos no fue olvidada con facilidad en Roma. Fue así como se ordenó la destrucción total de su ciudad en la tercera guerra púnica (149-146 a.c.), donde pese a la heroica resistencia de la población local, finalmente la ciudad fue asolada y se estableció en sus ruinas una colonia romana. Con la caída de Cártago, más la fundación de la colonia romana de Hispania en el actual territorio español, Roma queda como único dueño del Mediterráneo occidental. Al momento en que se desencadenaba la última de las guerras con Cártago, Roma comenzó a entender que el Mar Mediterráneo era la principal fuente de poder económico y político para los pueblos que habitaban frente a sus costas. La conquista del Mediterráneo, entonces, tomó prioridad en las mentalidades de los políticos y militares romanos, naciendo el concepto de mare nostrum –mar nuestro- para definir la importancia del Mediterráneo en la política exterior romana. Es así como mientras gran parte de los destacamentos romanos se encargaban de la conquista de las regiones de Hispania y de la destrucción de Cártago, otra importante facción del ejército romano emprendió la campaña de dominar las costas del Mediterráneo oriental, específicamente las referidas a los territorios de Grecia y el reino de Macedonia. Ambos territorios cayeron en sólo dos años de lucha, en el año 148 a.c. se derrotaba a los descendientes de Alejandro Magno y en el año 146 a.c. se hacía lo propio con el territorio griego, los cuales pasaron a convertirse en provincias de Roma, las cuales estaban administradas por propretores si éstas ya estaban pacificadas y por procónsules si aún se mantenían en estado de guerra.
Los conflictos internos de la República:
La expansión territorial de Roma, con sus conquistas, tanto dentro como fuera de la península itálica, le confirieron a esta civilización un dominio y una riqueza que sobrepasaban en mucho las de otras regiones y culturas. Roma durante este periodo configuró su carácter militar expansivo, además de crear un complejo sistema de relaciones con los pueblos conquistados, dentro de las cuales, son las dominaciones de tipo cultural las que destacarán dentro de la historia de Roma, en un proceso de exportación de su sistema de vida, costumbres, creencias y organización estatal denominado romanización. Se construyeron una amplia red de caminos que conectaban los distintos puntos provinciales con la metrópoli romana, como la famosa vía appia, a la vez que se difundió por el mediterráneo la lengua latina. Roma, también quiso unificar criterios comerciales dentro de los territorios que ya dominaba, por lo cual inauguró un sistema monetario de intercambio sobre la base de la moneda llamada talento. En síntesis, los dominios de Roma
fueron asimilando la cultura de la civilización romana, creándose un lazo que los unía a todos ellos. Sin embargo, las conquistas territoriales romanas durante la República, trajeron grandes transformaciones dentro de la sociedad de la metrópoli, lo cual fue causa de graves conflictos internos e incluso guerras civiles. La expansión de Roma benefició en gran medida a un selecto grupo del patriciado, los optimates, quienes se presentaron como un grupo que concentró grandes fortunas gracias a las conquistas romanas. Mientras este grupo de elite romana se enriquecía a partir de las guerras de conquista, el sector plebeyo, y en espacial el campesinado, cayó en la más profunda pobreza, ya que debiendo enrolarse en los destacamentos del ejército -según dictaba la ley que regía- para ir al frente de batalla durante las campañas de conquista, sus tierras de cultivo perdieron todo poder productivo, por lo cual el campesino, a la vuelta de su servicio en el ejército, tuvo que vender sus terrenos a muy bajo precio, lo que incidió en que la pobreza se apoderara del campesinado romano. El escenario de descontento social hizo crisis a partir del año 133 a.c., cuando Tiberio Graco, tribuno de la plebe, fue asesinado en un complot optimate, debido a la elaboración del representante popular de la llamada ley agraria, en donde se disponía que ninguna persona podía ser dueño de una extensión de terreno superior a las 125 ha. El que se excedía de dicha norma debía repartir su excedente agrícola entre los campesinos más desposeídos. El crimen sobre Tiberio inaugura una fase de sangrientas disputas internas entre el sector optimate y el popular. Una década después, fue elegido tribuno de la plebe el hermano de Tiberio, cayo Graco, quien incluso más radical que su hermano, propuso eliminar la institución del Senado y crear un gobierno inspirado en la democracia ateniense. El Senado se las arregló para que Cayo no fuera reelecto en su cargo, quien para no sufrir la suerte de su hermano, decide suicidarse el año 121a.c. Por un lapso de tiempo el régimen de la nobleza senatoria triunfó en Roma pero nuevos conflictos vendrían, ahora teniendo como foco el sector del ejército. En este contexto es que el Senado, para aplacar las críticas de los sectores populares, nombra como cónsul a Mario, un soldado de carrera que representaba al partido popular. La labor como cónsul de Mario introdujo un gran cambio en la conformación del ejército romano, ya que terminó con las milicias campesinas y urbanas, creando un ejército profesional a base de mercenarios, los cuales recibían un buen sueldo y bienes a cambio de 16 años de servicio militar activo. La profesionalización del ejército, ayudó en gran medida a que los plebeyos hicieran carrera dentro de él y opusieran una fuerza política importante a la nobleza senatorial. Estas disputas políticas terminaron en definitiva en guerra civil, cuando se enfrentan los bandos del partido popular al mando de Mario y de los nobles terratenientes al mando de Sila, quien al derrotar a los primeros recibe del Senado el título de dictador en el año 87 a.c. La crisis interna de la república se completó con la gran sublevación de los esclavos comandados por Espartaco entre los años 73 y 71 a.c. En definitiva, hacia esta fecha la
institucionalidad política de la república se encontraba en una profunda crisis, la cual ya no podía ser resuelta por las instituciones en que descansaba la organización del Estado de Roma, sino que debió ser enfrentada por personajes de alta convocatoria popular y por las fuerzas de los militares, quienes cada vez más, adquirieron mayor relevancia dentro de la sociedad romana.
La génesis del Imperio:
La crisis de la República romana hizo surgir la figura de tres personajes que intentarán devolverle a Roma su estabilidad como sociedad y su poderío frente a los enemigos externos. El primero de ellos era Cneo Pompeyo, destacado general romano que hizo fama al conquistar nuevas tierras en Hispania, por derrotar a los partidarios de Mario en Africa, por combatir con éxito la piratería del Mediterráneo, por la conquista del problemático reino del Ponto y por hacer que la región de Judea se hiciera tributaria a Roma. El segundo de estos personajes fue Licinio Craso, quien pudo finalmente reprimir el levantamiento de los esclavos y que hacia esa fecha se había convertido en el hombre de mayor fortuna en Roma. Y en tercer lugar tenemos a Cayo Julio César, militar descendiente de una de las más antiguas familias patricias de Roma, pero que había abrazado las causas del partido popular, haciéndose famoso por su meteórica carrera dentro de la administración pública romana (cuestor en España, edil en Roma, Pontífice máximo y propretor en España nuevamente) y por las millonarias fiestas que organizaba para los sectores populares. Fue así como estos tres personajes de la vida pública romana se unieron con el fin de restablecer la paz y la prosperidad en Roma, para lo cual formaron el llamado primer triunvirato, en el año 60 a.c., con el objetivo de asumir el control del Estado y repartirse la administración de los dominios de Roma. Julio César emprendió una gran campaña sobre el territorio de la Galia Transalpina, dominando dicho territorio entre los años 58 y 52 a.c., además atravesó el río Rhin e incursionó en el hostil territorio germano, hasta entonces impenetrable para las tropas romanas. Cruzó el Canal de la Mancha, llegando a Inglaterra donde conquistó Londinum (Londres actual). Las campañas de Julio César eran noticia en Roma, donde su prestigio crecía con el correr de sus triunfos en el norte. Los éxitos de César condujeron a los celos y la enemistad de Pompeyo, quien amparado en la nobleza senatorial fue elegido cónsul único ante las protestas del partido popular. Ante esta designación, el Senado mandó a buscar a Julio César, ordenándole que licenciara sus tropas (entregarlas a manos del Senado antes de llegar a la ciudad), a lo cual Julio César desobedeció, cruzando la frontera entre Italia y la Galia y derrotando a los partidarios de Pompeyo y el Senado en cuatro años de lucha (49-45 a.c.) en los territorios de España, Grecia, Egipto, Siria, Asia menor y Africa. Al volver a Roma, César se hizo proclamar por el Senado dictador vitalicio, otorgándosele una amplia gama de facultades para resolver los problemas de Roma. Pese a la concentración del poder en su persona, César no se convirtió en un monarca, ya que las instituciones del Senado y de la Asamblea Popular siguieron funcionando, eso sí bajo la vigilancia del nuevo dictador.
La noticia de que Pompeyo había sido asesinado en Egipto – donde habría ido en busca de protección- por parte del rey local Ptolomeo XIV, quien buscaba congraciarse con la autoridad de Roma, perturbó de gran forma a César, quien dirigiéndose al Nilo ordenó deponer a Ptolomeo del poder y dárselo a su hermana menor, Cleopatra, de quien César se enamoró profundamente debido a su gran belleza, y con la cual tuvo un hijo, Cesarion, al cual quiso heredarle todo su poder. Dentro del Senado, entonces, se teje un complot para asesinar a César, el cual es puesto en práctica por los clientes de César, Bruto y Casio, los cuales le dan muerte el 15 de marzo del año 44 a.c. Antes de su muerte, Julio César alcanza a dictar un importante decreto, la introducción de un nuevo calendario anual, el calendario juliano, el cual sólo será reemplazado el año 1582 por el Papa Gregorio XIII, quien confecciona el actual calendario gregoriano. Sin embargo, se sobrevino un año en que nuevamente la crisis se instauró en Roma ante la incapacidad del Senado por dar paz y estabilidad a los grupos políticos y sociales. Fue así como nuevamente se tomó el sistema de gobierno de los triunviratos en el año 43 a.c. como forma de aplacar la crisis. Este segundo triunvirato, estuvo formado por tres cercanos al fallecido César: Octavio, su inteligente hijo adoptivo, Marco Antonio, su lugarteniente en las batallas y fiel amigo de César, y Lépido, su jefe de caballería. El primero se quedó en Roma y administró las provincias de Occidente, Lépido, en rigor el menos preparado para una acción política, se quedó con el territorio africano; y Marco Antonio se trasladó a Egipto desde donde administraría las tierras orientales de Roma. En Roma, Octavio se hizo ganar adeptos tanto en el partido popular como en el sector del Senado, gracias fundamentalmente a su astucia y el discurso de convencimiento que poseía sobre las masas. En cambio, Marco Antonio, al igual que César, sucumbió ante los encantos de Cleopatra, con la cual se desposó, transformándose en un verdadero rey de los dominios orientales de Roma. Esta situación fue hábilmente utilizada por Octavio quien convenció al Senado de las ambiciones de Marco Antonio y de su nueva esposa, y de lo peligroso que podían tornarse para la hegemonía de Roma en el Mediterráneo. Fue así como el Senado destituyó todos los poderes y atribuciones de Marco Antonio, declarándole la guerra a él y a Cleopatra. El enfrentamiento entre ambos bandos aconteció en la batalla naval de Accio, en el año 31 a.c. Con las noticias del triunfo de Octavio en Egipto y con la salida de Lépido del escenario político, Octavio queda como único dueño de los territorios romanos, lo cual se pone de manifiesto unos años después con la proclamación de Octavio como el primer emperador de la historia de Roma, tomando el nombre de César Augusto. Con esto nacía el Imperio, y quedaba atrás la República romana.
5.
El Imperio Romano: auge y caída El siglo de Augusto:
A partir del año 27 a.c., la historia de la civilización romana pasa de ser republicana a imperial en la persona de Augusto, el primer gobernante en Roma que asume con el título de princeps imperator, desde donde se descompone que tiene la cualidad de ser el primero entre sus iguales ciudadanos de Roma (príncipe), y que detenta el título de emperador del Imperio, con lo cual se retoma la idea de un gobierno centralizado en el poder de una persona, ya que el emperador tiene en su sola figura concentrados tres tipos de poder: el poder del tribuno de la plebe, siendo el representante de los habitantes del Imperio dentro de las sesiones del Senado y en la Asamblea Popular; el poder proconsular, que le confiere el mandato superior de las tropas del ejército y la autoridad absoluta sobre las provincias ocupadas; y el poder religioso en su cargo de Pontífice Máximo. Para realizar a cabalidad su acción administrativa, Augusto contó con la ayuda del Senado, con el cual se repartieron las funciones administrativas de las distintas provincias. Así, Augusto se dedicó al manejo de las provincias fronterizas, es decir, las más conflictivas, las cuales requerían de constante presencia de guarniciones militares. Los tributos producidos por estas provincias fueron preocupación directa del emperador quien administraba el fisco o tesorería. A su vez, el emperador se encargó de la metrópoli romana. En cambio, el Senado se adjudicó la administración de las provincias más cercanas a la capital y ya pacificadas, debido a que ya reconocían a la cultura romana como propia, es el caso de Hispania, Grecia, y Macedonia. El dinero que allí se producía estaba bajo el manejo del Senado que los destinaba a un erario administrado por dicha institución. Augusto se preocupó en gran medida por la suerte de los territorios de las provincias. Quizás donde tuvo que aplicar mayormente la fuerza, fue en su trato con los germanos del norte del río Rhin, en donde dispuso una amplia colonización de su ribera sur con guarniciones militares, estableciendo el cauce del río como la frontera natural entre el mundo civilizado y la barbarie germánica. Esta misma situación de frontera la amplió a los ríos Danubio al nordeste del Imperio, y al río Eufrates en su extensión más oriental. Con la estabilización de las fronteras, las sublevaciones comenzaron a disminuir e incluso se llegó a periodos donde reinó la paz en toda la extensión del Imperio. Se había impuesto entonces la llamada Pax Augusta. Augusto además fue un amante de las artes y la cultura. Durante su mandato florecieron en Roma la poesía con épica con Virgilio y su ya citada Eneida; la literatura con Horacio y sus Odas, las cuales apuntaron a la regeneración moral de los romanos, que en los últimos tiempos se habían alejado de la rectitud moral de los antepasados; y la historia con Tito Livio, quien recopiló la historia de la civilización romana desde su origen hasta el mandato de Augusto. En cuanto a la urbanística de la metrópolis, Augusto fue quien le otorgó la magnificencia que se merecía la “capital del mundo” como la llamaba, ya que transformó las edificaciones hechas de ladrillos, por el refinado y espectacular mármol blanco, lo cual le dio una espectacularidad a Roma, que ninguna otra ciudad de la antigüedad le pudo competir en dicha expresión.
El Alto Imperio Romano:
Durante los primeros siglos de la historia imperial romana, específicamente desde el siglo de Augusto hasta mediados del siglo III d.c., se eleva el periodo en que la civilización romana y el Imperio, alcanzan su mayor poder y esplendor en la historia de la cultura romana. Dentro de este periodo de tiempo, se establecerá el legado más importante de Roma para la civilización occidental, el Derecho Romano, cuerpo legal que será recopilado y puesto por escrito siglos más adelante por Justiniano, emperador de Bizancio, el cual estableció criterios legales comunes a lo largo del Imperio, y que en definitiva le otorgó coherencia y versatilidad al modelo estatal de Roma. Destacándose entre sus disposiciones legales la que apunta que todos los hombres son iguales ante la ley, la cual es superior a cualquier tipo de gobierno. Dentro de este marco civilizador se extenderán en estos primeros siglos de Imperio, las distintas dinastías o familias imperiales, que se sucederán en el trono de Roma, teniendo cada una de ellas, características propias que las identificarán claramente. La primera de las familias gobernantes en el Imperio fue la que inauguró el propio emperador Augusto, nos referimos a la dinastía Julio Claudiana, la cual debe su nombre en honor a Julio César y al emperador Claudio. Sus integrantes fueron Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, gobernando esta serie de emperadores desde el año 27 a.c. hasta el año 68 d.c. La familia se distinguirá por la excentricidad de los sucesores de Augusto, que en rigor, es el único que tiene una real significación positiva para el Imperio. Mientras Tiberio, el hijo adoptivo de Augusto se limitó a continuar la obra que su padre había establecido, en el futuro los emperadores harán noticia por su evidente incapacidad para gobernar y las locuras que los hicieron famosos. Así tenemos el caso de Calígula, quien nombró cónsul a su propio caballo; Claudio, quien fue dominado por su parentela, ya que padecía de una parálisis que le impedía realizar acciones con normalidad; y Nerón, quien convencido de que su música con la lira era arte de los dioses, manda quemar una gran parte de la ciudad de Roma al llegar a sus oídos las noticias de las burlas de las personas, ante su pésimo control del instrumento. Nerón culpó a una secta religiosa de un culto proveniente de Palestina acerca de la culpabilidad del incendio, los cristianos, que con Nerón sufren la primera de las grandes persecuciones en su contra. Sin embargo, el ejército romano se alza en contra del emperador al cual ya no creen en su tesis contra los cristianos. Nerón ante la posibilidad de ser linchado, prefiere cometer suicidio. En los años 69-70 d.c. Roma cae en un pequeño periodo de anarquía, no habían sucesores al trono, por lo que se deja como cónsul interino al prestigioso general Nerva al mando de Roma y sus dominios. En el año 70 d.c. toma el poder del Imperio la segunda dinastía imperial, la dinastía Flavia. Esta familia de gobernantes estuvo compuesta por los emperadores Vespaciano, Tito y Domiciano, y se destacó por ser la familia de los grandes constructores de la magnificencia romana, con monumentales obras públicas y arquitectónicas. Los dos primeros emperadores de esta familia de gobernantes llevará acabo la construcción del monumental Coliseo romano, dentro del cual se celebraron fiestas multitudinarias como las Naumaquias inauguradas por Tito, las cuales recordaban los hechos de las guerras púnicas con Cártago. Así también se inauguraron en el mandato de Vespaciano los nuevos baños públicos con sistema de alcantarillado, las Vespacianas, además de regularizarse el plano urbanístico de la ciudad. Domiciano también llevó un plan
de obras públicas, pero más pequeño que sus antecesores, debiendo preocuparse por pacificar las regiones sublevadas de Dacia y Panonia en el oriente del Imperio y de la construcción de la fortificación del Rhin, una serie de fuertes militares con permanentes destacamentos que resguardaron la frontera germánica del Imperio ante las acciones violentas de esos pueblos en territorio imperial. La familia Flavia gobernó hasta el año 96 a.c. La sucesión del Imperio fue tomada por la familia de los Antoninos, la cual marca un hito dentro de la historia de Roma, ya que son los primeros gobernantes no itálicos – puntualmente de Hispania- que toman la primera autoridad del Estado. Esta familia, a su vez, enmarca la época de mayor esplendor del Imperio cuando se logra la mayor extensión territorial del mismo y se afianza el proceso de romanización en las distintas provincias. La dinastía de los Antoninos, que gobiernan Roma desde el 96 a.c. hasta el 192 a.c., por su carácter de extranjeros tuvieron que extremar la eficacia de sus acciones, las cuales se abocarán a mantener la estabilidad social dentro del Imperio. El primero de sus emperadores, Nerva, inicia una política de pacificación de las provincias y las fronteras, al poner en práctica una política de tolerancia frente al bárbaro extranjero, ya que se da cuenta que Roma es un foco de atracción demasiado poderoso para los pueblos que están afuera de sus fronteras imperiales, por lo que paulatinamente se comienza a cambiar la actitud acerca de esta población. El segundo de los emperadores Antoninos fue Trajano, quien según los historiadores se convirtió en el emperador más importante del Imperio Romano. Trajano continúa con la política de tolerancia frente a los pueblos bárbaros, a los cuales quiere integrar a la civilización mediante el contacto con la cultura romana. De hecho, uno de sus primeros decretos fue permitir el paso hacia el interior del Imperio del pueblo visigodo, quienes se establecieron en Hispania, los cuales le habían mostrado reales intenciones de participar de la civilización romana y de su grandeza. La política de gobierno de Trajano fue denominada como “paternalismo estatal humanitario”, ya que propone una política basada en los valores más antiguos de las tradiciones romanas, con un marcado sentido humanitario, ya que subsidió a las personas más pobres del Imperio y que no lograban sentirse parte de la grandeza de Roma. Dentro de estos subsidios se encuentra el programa alimenta, donde compró terrenos a los señores más poderosos del Imperio y se los vendió a bajo costo a los campesinos que vivían fuera de Italia y que por tanto no tenían la condición de ciudadano. Los nuevos propietarios quedaban en deuda con el Estado, por lo que quedaban obligados a ejercer el voto e ir a la guerra debido a su condición de nuevos ciudadanos. Desde el punto de vista de la política internacional, Trajano conquistó el rebelde territorio de la Dacia en el Asia menor, lo que le significó además poder dominar los territorios de Mesopotamia y Asiria, con lo cual el Imperio alcanzó su mayor extensión en su historia. Pese a que en los últimos años de su mandato tuvo ciertos conflictos con el Senado, principalmente por la idea que tenía de ofrecer la ciudadanía romana a todo habitante del Imperio, tanto en Italia como en las provincias; a su muerte, acontecida en el año 117 d.c., fue honrado con el título de optimus princeps. La estabilidad lograda por Trajano fue asegurada por su hijo adoptivo y sucesor, Adriano, quien pasará a la historia por la famosa edificación que manda a construir en la provincia de Britania (Inglaterra), la
Muralla de Adriano, con la cual ponía una frontera entre los dominios de Roma y los bárbaros del actual territorio escocés. El cuarto emperador Antonino, Antonino Pío, al igual que su sucesor, Marco Aurelio, fueron emperadores que destinaron sus mandatos a la acción civilizadora, tanto a través de la urbanística y su amplio programa de pavimentación de calles, como a través del florecimiento de las artes y la cultura, sirviendo de mecenas a una gran cantidad de artistas. Sin embargo, su preocupación en el plano cultural, dejó de lado las pretensiones de mejora de las condiciones de vida de los integrantes del ejército, sobretodo de los destacamentos establecidos en las zonas de frontera, lo cual en el futuro traerá más de algún inconveniente para el Estado imperial. Entre los años 180 y 192 d.c. gobierna el último de los emperadores Antoninos, Cómodo, quien se destacará por su mandato déspota y tiránico, lo cual le llevó a estar en permanente disputa con el Senado, debido fundamentalmente al excesivo gasto en que incurría en la organización de fiestas como las bacanales (fiestas en honor al dios del vino Baco), lo cual se vio agravado en el nulo aporte que realizó Cómodo en el progreso del Imperio. Un complot de su propia parentela le asesina, poniendo fin a la dinastía de los Antoninos y dando comienzo a una periodo en que las transformaciones serán la constante en el Imperio, el cual definitivamente evolucionará en otras formas de poder.
La crisis y caída del Imperio Romano:
La crisis del siglo III d.c.:
El poder instaurado en el Imperio comienza a decaer con el transcurso de los años a partir del advenimiento del siglo III d.c. A la caída de la familia de los Antoninos, le sucedió en el poder la dinastía de los Severos, provenientes del ejército romano, por lo que es esta institución la que adquiere mayor relevancia a partir de esta fecha, siendo el periodo de mandato de esta familia desde el año 192 d.c. hasta el año 235 d.c. La dinastía de los severos estuvo integrada por los emperadores Septimio Severo, Caracalla, Heliogábalo y Alejandro Severo y se caracterizó por darle una gran importancia a los grupos militares, los cuales a partir de este periodo cada vez más se irán inmiscuyendo en política, dejando atrás la profesionalidad que los caracterizó desde los tiempos de Augusto. Por lo mismo el accionar administrativo de estos emperadores es de menor calidad que sus antecesores, lo cual traería graves consecuencia con el transcurso del siglo III d.c. Mientras Septimio se dedicó a manejar la estabilidad heredada de la época de los Antoninos y a elevar de categoría social a los integrantes del ejército, el emperador Caracalla fue quien decretó, quizás la más importante normativa dentro de la administración de los Severos, la cual traería variadas consecuencias para el Imperio. Como las arcas del fisco imperial comenzaron a declinar paulatinamente con los años, y a su vez los ejércitos veían mermados sus contingentes, Caracalla dispuso en el año 212 d.c. que todos los habitantes que residieran dentro de las fronteras imperiales tenían la condición de ciudadano, con el claro objetivo de recaudar los tributos que a los ciudadanos se les imponía, tanto en dinero como en servicio militar. Esta disposición trajo un resultado
inesperado para el emperador: una oleada de inmigrantes traspasó las fronteras imperiales – las cuales ya no tenían el férreo resguardo de años anteriores- con el claro objetivo de convertirse en ciudadanos romanos, lo cual era un imán de atracción muy fuerte para los habitantes llamados bárbaros, sobretodo para los pueblos germánicos que atravesaron el Rhin y se dispusieron a trabajar para Roma principalmente como soldados del ejército, que paulatinamente se volvió cosmopolita. Heliogábalo sólo gobernó un par de años ya que fue asesinado por ser un lunático que creía ser la encarnación misma del sol –de ahí su nombre- y en su reemplazo asumió Alejandro Severo, quien organizó al ejército en una serie de grupos desde los cuales se elegirían los próximos emperadores, con lo cual el sistema del principado llegaba a su fin reemplazándolo por emperadores que respondían a la lógica militar de la jerarquía. A la muerte de Alejandro Severo, es el ejército entonces, quien decide los nombres de los emperadores, los cuales fueron disputados por cada una de las facciones en que el ejército se componía, dando paso a un periodo denominado de la Anarquía, ya que en solo 50 años, desde 235 al 285 d.c. pasaron la cantidad de 19 emperadores, lo cual provocó una serie de problemas debidos a la inestabilidad de las políticas estatales, las cuales cambiaban constantemente según el emperador de turno y las pretensiones de la facción militar que representaba. La crisis del siglo III trajo una involución en el esplendor de Roma. El comercio se paralizó con lo que grandes periodos de pobreza asolaron ciertas provincias, sobretodo las occidentales y la península itálica; se relajaron las fronteras imperiales por lo que penetraron en oleadas sucesivas, los belicosos pueblos germanos, suevos, alanos y lombardos, estableciéndose en distintas provincias del Imperio, a lo cual se sumaron los constantes saqueos de la ciudad de Roma como el ocasionado por los francos. La población vivía en un constante estado de incertidumbre en las principales ciudades, por lo que comenzó una paulatina migración desde las peligrosas ciudades hacia los campos agrícolas, sobretodo en la parte occidental del Imperio Romano que ya a esta altura comenzó a diferenciarse de lo que ocurría en la zona oriental del mismo, donde la presencia de los bárbaros fue contenida y el comercio se manifestaba sin trabas.
El Bajo Imperio:
La crisis del imperio durante la anarquía, termina con el mandato del emperador Dioclesiano (285-305 d.c.), quien lleva cabo un profundo sistema de reformas que le devolverán al Imperio en parte la gloria perdida. Dioclesiano se da cuenta de que la crisis interna de Roma pasa mayoritariamente por la relajación de las fronteras que ha permitido el ingreso de los bárbaros a la civilización, por lo que decide cerrar nuevamente las fronteras del Rhin y el Eufrates al iniciar su mandato. Para revisar en terreno cómo funcionaban sus decretos en oriente, se trasladó hacia la ciudad griega de Nicomedia donde se dispuso gobernar el territorio oriental del Imperio, dejando a su hijo Maximiano en Roma para la administración del sector occidental del mismo Al poco de andar esta forma de gobierno, el emperador se da cuenta que las labores son muy grandes para que fueran adoptadas por una sola persona, por lo que decide instaurar, tanto en Roma como en Nicomedia, a dos co-emperadores los cuales se debían preocupar exclusivamente de lo netamente económico y administrativo de cada una de las partes del Imperio, dejando las
tareas militares y políticas a Dioclesiano y a Maximiano. Se instaura, entonces, la llamada tetrarquía. Con Dioclesiano el poder de Roma vuelve a estabilizarse, sin embargo, el gobierno de la tetrarquía nunca fue del todo aceptada por el Senado, ya que veía en él un agente de peligro ante las posibles disputas de poder entre los aspirantes a los cuatro cargos imperiales, por lo que a la muerte de Dioclesiano el sistema fue derogado, asumiendo como único emperador Constantino (306-337 d,c,). Constantino continúa la obra estabilizadora de su antecesor. Al igual que Dioclesiano, se da cuenta que el Imperio es una extensión de territorio muy grande, por lo que se debe buscar una ubicación estratégica donde ejercer el poder imperial. Es por esto que, motivado por el esplendor que están alcanzando las ciudades de la vertiente oriental del Imperio, y por la gran influencia que ha tenido en él y su formación el mundo griego; decide trasladar la capital del Imperio desde Roma hacia la región de Bizancio donde hacia el 330 d.c. se edifica la nueva ciudad capital, Constantinopla, quien se elevará en el futuro como el valuarte de la cultura de Roma y en una de las ciudades más hermosas de la cristiandad, la cual tendrá en sus emperadores sus más fieles guerreros. Pero sin lugar a dudas, el decreto de mayor alcance para la cultura occidental realizado por Constantino, se refiere a la promulgación del Edicto de Milán, del año 313 a.c., en donde se dispone la igualdad de derechos para todos los cultos religiosos que se practican en el Imperio, lo cual iba en beneficio directo de los cristianos, quienes ponían fin a tres siglos de persecución y clandestinidad. La firma del tratado de tolerancia religiosa, al parecer tiene dos explicaciones plausibles. La primera se refiere a la influencia que tenía en su esposo, la mujer cristiana de Constantino, la cual luchó incansablemente porque se reconociera como válido el culto cristiano y sacarlo de su proscripción. La segunda tesis apunta a que el cristianismo se había incubado en amplios sectores de la alta sociedad imperial, por lo que su legalidad apuntaba a obtener dinero por los posibles tributos y condescendencias que la tolerancia religiosa traería consigo. El cristianismo tuvo un tortuoso viaje a través del Imperio romano. La Iglesia formada por el apóstol Pablo en Grecia y por Pedro en Roma durante el primer siglo de vida del Imperio, fue duramente perseguida por los emperadores, debido fundamentalmente a la negativa de venerar como principal figura divina a la misma imagen del emperador. Los romanos no se distinguieron por ser un pueblo intolerante, pero sí eran enérgicos a la hora de establecer quien era el que mandaba, y la creencia de venerar a un carpintero pobre de Palestina por sobre la misma figura del emperador, no resistía ningún tipo de análisis. Las persecuciones más grandes que sufrieron los cristianos durante el Imperio, ocurrieron durante los gobiernos de Nerón, en el del emperador Decio (249-251 d.c.) y finalmente con Dioclesiano (303 d.c.). Sin embargo, resultó una sorpresa que al decretarse la tolerancia religiosa, sólo una década después de la última gran persecución, muchos de los integrantes de las altas esferas de poder y de la sociedad romana en su conjunto, se sintieran a gusto de realizar su culto cristiano sin temor a represalias. El cristianismo se enraizó muy fuertemente dentro de las mentalidades y espíritus romanos a partir de la crisis del siglo III, ya que la gente perdió la
fe en sus creencias religiosas anteriores, las cuales no podían frenar el avance de los germanos y sus barbáricas costumbres. De hecho, la filosofía griega había reemplazado, dentro de los hombres cultos, a los cultos ancestrales de los romanos, destacándose en ello a ala escuela del estoicismo, la cual apuntaba a la aceptación del destino de los hombres por más injusto y horroroso que éste pudiera parecer, creencia que se propagó entre los romanos nobles, y que se explica ante la impotencia de frenar el avance de los pueblos germánicos dentro de los territorios del Imperio. La generalización del cristianismo en la población imperial a partir del 313 d.c., tuvo su triunfo final con el decreto del emperador Teodosio, quien en el año 395 d.c. reconoce al cristianismo como la religión oficial del Imperio, apuntando a quien cumpla con la nueva ley con el nombre de cristiano católico, formándose así la Iglesia católica Romana, la cual regirá las vidas espirituales del Europa en los siglos que se sobrevendrán. Pero el decreto de la oficialidad del culto cristiano – ahora además católico- en el Imperio, no fue lo único de importancia que realizó el emperador Teodosio durante su mandato. La administración del territorio imperial para este hombre, que dedicó fundamentalmente su vida a su piadoso culto a la religión de Cristo, fue una tarea de demasiado peso para sus pretensiones, por lo que el mismo año de 395 d.c., decide abdicar a su cargo para abocarse a sus tareas religiosas, a favor de sus dos hijos, Honorio y Arcadio, los cuales asumirían como emperadores de un Imperio dividido en dos partes: un Imperio de Occidente bajo las manos de Honorio y un Imperio de Oriente bajo el mandato de Arcadio, los cuales tendrían dos suertes totalmente distintas. Mientras en Oriente, la cultura florecerá en torno a la religión cristiana y al Derecho romano en el espacio que otorga Constantinopla y Bizancio; Occidente se verá invadido cada vez más por los germanos. De hecho, el ejército estaba compuesto principalmente por soldados de origen ostrogodo, los cuales luchan por el Imperio y la religión que encuentran propios contra la invasión del pueblo bárbaro de los hunos, liderados por el famoso Atila, quien asoló el continente europeo durante el siglo V d.c. Con el correr de este siglo, ya poco quedaba de las antiguas tradiciones romanas. Una nueva religión se había erigido y un nuevo poder, el de la Iglesia y el Papado, se ajustaba al de los nuevos tiempos. Las ciudades en occidente comenzaron a quedar vacías ante el peligro de nuevas invasiones, con lo que nuevamente el predio agrícola y la relación entre el señor de la tierra, el dominus, con el campesinado, volvió a fortalecerse en contra del esplendor cultural y civilizador de la ciudad romana. Del contacto cultural entre romanos y germanos nacerá una nueva cultura, la occidental, que evolucionará hasta nuestros días. La caída definitiva del Imperio Romano de Occidente tiene como data el año 476 d.c., cuando es depuesto el aún niño Rómulo Augusto, en rigor el último de los emperadores de Occidente, asumiendo Odoacro como rey de los ostrogodos de Italia. La jefatura del rey reemplazará a la del emperador, y el campo con sus señores reemplazará a la ciudad. Se sientan las bases de un nuevo periodo de la historia de la humanidad: La Edad Media, y se pone final al largo camino histórico que representa el periodo de la Antigüedad.
Interrelación Conceptual. 1. Lacio. 2. Etruscos. 3. Magna Grecia. 4. Eneida. 5. Septimonium. 6. Tarquino el Soberbio. 7. Circo romano. 8. República. 9. Gens. 10. Pater. 11. Cliente. 12. Patricio. 13. Plebeyo. 14. Senado. 15. Cónsules. 16. Dictador. 17. Censores. 18. Pretores. 19. Ediles. 20. Tribuno de la plebe. 21. Ley de la 12 Tablas. 22. Ius Connubi. 23. Foedus. 24. Galia Cisalpina. 25. Guerras Púnicas. 26. Aníbal Barca. 27. Romanización. 28. Talento. 29. Optimates. 30. Reforma agraria de los Gracos. 31. Triunvirato. 32. Julio César. 33. Augusto. 34. Princeps Imperator. 35. Pax Augusta. 36. Coliseo. 37. Naumaquias. 38. Línea del Rhin. 39. Plan alimenta. 40. Optimus Princeps. 41. Muralla de Adriano. 42. Bacanales. 43. Caracalla. 44. Anarquía siglo III d.c. 45. Tetrarquía.
46. Nicomedia. 47. Edicto de Milán. 48. Constantinopla. 49. Cristianismo. 50. Teodosio. 51. Dominus. 52. Atila. 53. Odoacro.
Evaluación: I.
Desarrolla los siguientes temas:
a. La importancia de la poesía épica en la historia de las sociedades clásicas como Grecia y Roma. b. Explica la relación existente entre patricios y plebeyos en los años de la república. c. Describe los conflictos en que se embarcó Roma durante la república. d. Analiza las medidas tomadas por los Antoninos en la administración del Imperio. e. Analiza las causas y las consecuencias del Edicto de Milán. f. Explica el proceso de romanización comparándolo con procesos contemporáneos como la globalización. II. III.
Haz un pequeño comentario de los siguientes personajes: Julio César: Trajano: Constantino: Cleopatra: Hermanos Graco: Tarquino el Soberbio: Dioclesiano: Augusto: Rómulo: Teodosio: Selección Múltiple:
1. Caracalla en el año 212 d.c., emitió un importante decreto, el cual disponía: a. b. c. d. e.
Libertad de culto. Extensión de la ciudadanía a todo habitante dentro del limes. Cristianismo como religión oficial del Imperio. Ciudadanía a todo habitante que tuviera alguna propiedad. Traslado de la capital del Imperio desde Roma hacia Nicomedia.
2. El primer triunvirato romano vino a reemplazar el gobierno del patricio: a. b. c. d. e.
Mario. Tiberio Graco. Sila. Cayo Graco. Optimate.
CAPÍTULO II: La Edad Media, un nuevo orden feudal y cristiano. 1. Europa después de la caída de Roma:
Bizancio: valuarte de la cultura clásica.
La historia de Europa durante la Edad Media, está claramente determinada por la diversidad cultural que emanó de la conjunción de distintos patrones culturales, tanto de los pueblos germánicos -que con el transcurso del debilitamiento del Imperio romano de occidente se hicieron más patentes en la realidad europea a partir del siglo IV d.c.- como de las antiguas tradiciones clásicas que perduraron de los tiempos de la Grecia clásica y del esplendor de Roma. Este numeroso conjunto de pueblos y culturas, sin embargo, evidenció una separación constante dentro del periodo medieval entre dos vertientes culturales y territoriales plenamente identificables. Mientras en occidente los pueblos germánicos se constituían en numerosos reinos monárquicos al amparo espiritual de la Iglesia católica en Roma, situación que posibilitó la aparición de nuevas estructuras de poder y de organización social como el feudalismo (el cual será tratado en un apartado independiente), en la vertiente oriental europea, la historia del transcurso de la Edad Media está particularizada por la hegemonía política, religiosa y cultural que ejerció el Imperio Romano de Oriente, Bizancio, quien a la postre permitirá que las costumbres y principales legados del mundo romano se perpetúen en el tiempo y llegasen hasta nuestros tiempos. El punto de partida de la historia del Imperio bizantino lo encontramos en el año 330 d.c., fecha en la cual es inaugurada, por el emperador romano Constantino, la ciudad fortificada de Constantinopla, a orillas del Estrecho del Bósforo –actual ciudad turca de Estambul- el cual conecta las aguas del Mar Egeo y el Mar Negro en las costas de Grecia y el Asia Menor, espacio territorial que en definitiva se transformará en el dominio que detentarán los emperadores orientales. La ciudad de Constantino, capital del imperio en reemplazo de la decadente Roma, en un principio fue erigida como un centro administrativo de la extensión oriental del Imperio Romano, pero paulatinamente adquirió mayor importancia, sobretodo a partir de la muerte del emperador Teodosio en el año 395 d.c. cuando se decreta la separación del imperio romano en dos partes para que fueran administradas por sus dos herederos. A partir de esta fecha, la historia entre ambas vertientes imperiales se quiebra indefinidamente, ya que se conforman como dos cuerpos políticos y culturales independientes, apartados el uno del otro, y en el futuro en constante competencia religiosa. A partir de la caída del último emperador de occidente en el año 476 d.c., los emperadores de Oriente sintieron la misión de recuperar el poderío y la hegemonía de Roma sobre los territorios ahora ocupados por pueblos “bárbaros” como los vándalos o los ostrogodos, entre otros. De hecho, en oriente se veían a sí mismos como los verdaderos herederos de la cultura y el poder que emanó del Imperio Romano, y por tanto, en los encargados de administrar lo que eran las antiguas provincias que conformaban la extensión imperial, las cuales estaban cayendo en manos de reyes germánicos que conformaban bajo su poder pequeñas células territoriales, que a los ojos de los emperadores bizantinos causarían en definitiva la extinción de toda la cultura clásica romana por las prácticas barbáricas de sus patrones culturales.
En los primeros años de avanzadas germánicas sobre los territorios imperiales, Bizancio se contentó con mantenerse firme en sus dominios orientales y no permitir que el germen de la cultura de los pueblos bárbaros se incubara dentro de la sociedad bajo el control de Bizancio. Sin embargo, esta situación comienza a cambiar particularmente en el siglo VI d.c. cuando Bizancio pasa a la ofensiva en su afán de reconstruir la grandeza perdida por el Imperio de Occidente. Tal empresa fue llevada a cabo durante el gobierno imperial de Justiniano (527-565 d.c.), quizás el último gran emperador romano como tal, ya que Justiniano logró restablecer el control sobre los territorios ocupados por pueblos bárbaros, como el norte de Africa, el sur de España y gran parte de la península itálica, con lo que la unidad territorial del imperio se volvió a estructurar, aunque fuera por sólo los años que duró su mandato a la cabeza de Bizancio. Justiniano comprendió que la grandeza de Roma se sustentaba en la eficacia de su aparato estatal, en la gran trama administrativa que había conformado el Imperio y en el establecimiento de un marco legal a la altura de dicha estructura estatal. Es por lo anterior, que Justiniano decide poner por escrito la serie de leyes y ordenanzas que se heredaron desde los tiempos imperiales, con lo que deja para la posteridad el gran legado del Imperio, el Derecho Romano, sustento legal que se convertirá en la base de las principales constituciones y códigos legislativos modernos. Entre los principales principios que emanaron del código de Justiniano se desprenden las siguientes: a. b. c. d.
Las leyes deben ser públicas y escritas. La ley debe proteger a la persona y sus bienes. Las leyes deben considerar los derechos de las mujeres. Una persona acusada debe ser considerada inocente mientras no se demuestre su culpa. e. Personas de distinta posición económica y social pueden contraer legítimo matrimonio. f. Todos los hombres son iguales ante la ley. No sólo la codificación del Derecho Romano fue la gran obra que realizó Justiniano. Además en materia de obras públicas llevó a cabo un extenso plan de construcción de caminos, puentes y acueductos, en clara alusión a las obras realizadas por sus antecesores en Roma, embelleció la ciudad de Constantinopla para hacerla digna de ser llamada la “capital del mundo”, lo que la llevó a constituirse en una de las grandes maravillas de la Edad Media, ya que ninguna otra ciudad de este periodo le disputó su hegemonía en belleza arquitectónica y pomposidad. Una de las manifestaciones de este plan de embellecimiento de la ciudad capital del Imperio, fue la construcción de la Catedral de Santa Sofía, revestida en su interior con hermosos mosaicos y de un lujo sin precedentes en la historia de Europa. Sin embargo, las campañas militares llevadas a cabo por el emperador en su afán de reconquistar el poderío imperial de antaño y el costoso plan de obras públicas, las cuales rayaron en la extravagancia del excesivo gasto y lujo; en definitiva mermaron en gran cantidad las reservas del tesoro imperial, lo cual quedó evidenciado a la muerte de Justiniano, cuando Bizancio se encontraba prácticamente arruinado, por lo que debió renunciar a las defensas de sus territorios occidentales y preocuparse por el asedio de sus dominios orientales por parte de persas y eslavos.
Con la muerte de Justiniano, la dominación del imperio de Oriente sobre los territorios nuevamente controlados por los diversos pueblos que se esparcieron por Europa, sólo se limitó al ámbito de las tradiciones, sobretodo en lo que se refiere al Derecho, sin embargo su autoridad política quedó totalmente obsoleta, la cual de esta fecha en adelante se limitará a los dominios orientales. La separación entre oriente y occidente se hizo cada vez más patente. Mientras en occidente se avanzaba hacia formas de organización social y política marcadas por la atomización del poder en pequeños reinos y comarcas eminentemente agrarias, Bizancio siguió manifestando en Oriente una especie de imán en donde confluían los principales poderes de su aparato estatal: el político en la figura del emperador y la legislación contenida en el Derecho Romano, el económico en la conformación de la ciudad de Constantinopla como el centro de llegada de los principales productos de intercambio dentro de los circuitos comerciales que se establecerán durante la Edad media, entre los que destaca la llamada ruta de la seda, caravana de productos provenientes de China y que tenía como punto de llegada en su trayecto, a la ciudad de Constantinopla, desde donde se transportaba a los distintos puntos de intercambio en las rutas de comercio europeas; y el poder religioso, el cual se establecerá en Bizancio como una iglesia cristiana independiente y separada de la que se está conformando en occidente. Durante los primeros siglos de la historia del Imperio Bizantino, la conformación de una iglesia cristiana estuvo en constante pugna con el poder de la iglesia católica en Roma. Mientras en occidente la atomización del poder político contribuyó a que el Papa se erigiera como la principal autoridad de occidente, en Bizancio el poder del emperador se mantuvo constantemente por sobre el espiritual. A estas disputas sobre la hegemonía del poder entre los poderes temporales y espirituales se debe sumar el constante roce que existió entre las iglesias de occidente, al mando del papa, y de oriente, al mando de un patriarca. Estas disputas comenzaron a partir del año 380 d.c. cuando en Roma se estableció que su obispo –posterior papa- tenía jurisdicción sobre toda la iglesia, incluyendo la que se estaba conformando en oriente. Esta normativa fue ampliamente disputada por la iglesia bizantina, quienes a su vez, no sólo disputaron con Roma pugnas de poder, sino también temas referentes a lo netamente teológico, en cuanto a la discusión de algunos dogmas y de las características de algunos ritos católicos. Se destacan dentro de estas disputas la llamada querella de los iconoclastas, o destructores de imágenes, quienes argumentaban que la incipiente adoración a imágenes sagradas, era una regresión a los tiempos de la paganería y por lo tanto una involución dentro de la Iglesia católica. Las disputas entre ambas Iglesias terminó en la separación definitiva de ambas hacia el año 1054, cuando el papa León IX y el patriarca Miguel Cerulario se excomulgaron mutuamente provocando la ruptura definitiva en el culto católico. La iglesia de Oriente en adelante se denominó Ortodoxa. La separación entre las iglesias de oriente y occidente fue un elemento más de la división cultural que ya existía en entre ambas vertientes europeas, ya que mientras en occidente el latín aún mantenía su fuerza como lengua oficial de la Iglesia y base de los distintos idiomas que de él se derivaron, en oriente el griego paulatinamente tomó fuerza entre los habitantes de Bizancio, hasta el punto de convertirse en la lengua oficial del Imperio, tanto en el lenguaje común, como en la enseñanza escolar y en la escritura de los
mandatos imperiales y edictos de la iglesia de oriente a partir del siglo VII d.c. A su vez, en Oriente las costumbres persas por el lujo y la pomposidad, marcaron a la sociedad de elite bizantina, contrastando con la pobreza, la austeridad y lo lúgubre que resultó el medioevo en el occidente europeo. Esta contradicción patente entre ambos mundos medievales, será la tónica en el transcurso de la historia europea en este periodo, la cual se debatirá en la lucha constante por enfrentar los peligros externos que amenazaban la hegemonía de la cultura europea, específicamente el avance de los árabes sobre el territorio del viejo continente. Dentro de esta perspectiva de análisis, el Imperio Bizantino se erige como el verdadero valuarte de la cultura occidental, ya que representó una virtual barrera infranqueable para los pueblos que amenazaban los territorios europeos, sobretodo aquellos que provenían desde Persia, Arabia y Asia Central, los cuales tuvieron que enfrentar una férrea defensa territorial y cultural por parte de Bizancio, Imperio que perpetuó por más de mil años su condición de valuarte de la cultura europea. Sucesivamente, los emperadores bizantinos tuvieron que enfrentar desde el siglo VII en adelante las ofensivas de los persas, posteriormente de los árabes musulmanes y más delante de pueblos eslavos del norte de los Balcanes, tales como los búlgaros, quienes eran herederos de los temidos hunos de Atila. Sin embargo, la peor de las invasiones enfrentadas por el Imperio Bizantino, provino ya no desde los pueblos que se situaron en los márgenes de sus dominios, sino que desde el mismo occidente. Con ocasión de la cuarta de las cruzadas de los cristianos, en pos de recuperar el territorio sagrado de Palestina de manos de los árabes y turcos, los ejércitos de los principales reinos cristianos de occidente desviaron su viaje hacia Tierra Santa y dirigieron sus fuerzas en contra de la ciudad de Constantinopla, a la cual saquearon por completo, destituyendo a la familia imperial reinante y proclamando el denominado Imperio Latino, el cual se estableció entre los años 1204 al 1261. La recuperación de los territorios y del poder por parte de los bizantinos, se logró gracias a una serie de cruentas guerras civiles, lo cual afectó de gran forma la rígida estructura del Imperio Bizantino, el cual se tornó cada vez más permeable a las incursiones de los pueblos que constantemente les asediaban. Fue así como el Imperio Turco trató de conquistar Bizancio desde que se apoderó de gran parte de los territorios de Asia Menor y de la península de los Balcanes, con lo que el territorio del Imperio bizantino quedó rodeado desde el año 1354, resistiendo estoicamente el asedio turco por un siglo completo, hasta que en el año 1453, la ciudad cayó en manos de los turcos después de dos semanas de incesante acoso de las fuerzas turco otomanas sobre el disminuido ejército del último emperador de Bizancio, Constantino XI. Así se puso término a un Imperio que representó el valuarte de la cultura clásica en la Edad Media de Europa. Con motivo de los saqueos cruzados y de la invasión turca, se perdieron innumerables manuscritos y volúmenes de obras inspiradas en la antigua historia y filosofía griega, sin embargo, muchas obras perpetuaron, así como la arquitectura bizantina, la cual se expresa aún en la actualidad en la ciudad de Estambul, verdadero mosaico de culturas que allí se asentaron y de entre las que aún destaca el legado de Bizancio.
Los Árabes y la expansión del Islam:
Al momento de que Europa se debatía en la división territorial y cultural entre un occidente caracterizado por la proliferación de una serie de reinos herederos de las invasiones germánicas al Imperio Romano bajo la tutela de la Iglesia Católica en Roma; y un oriente que se emergía rico y majestuoso bajo los parámetros culturales impuestos por el estilo griego clásico de Bizancio, en la península arábiga estaba ocurriendo un proceso que tendría repercusiones históricas hasta nuestros días, y no sólo en lo concerniente a las sociedades que en este territorio se organizarán, sino también para nuestra cultura occidental, la cual se verá en permanente contacto -tanto positivo como bélico- con esta nueva identidad cultural que estaba naciendo. El contexto que anteriormente se presenta es el del siglo VII d.c. y el proceso al cual hacemos referencia es a la aparición, conformación y propagación de la religión islámica entre las comunidades árabes. El Islam es la religión de carácter monoteísta que rige las vidas, en principio, de los pueblos pertenecientes a la comunidad árabe, pero que con posterioridad ha proliferado su influencia a vastas zonas del Asia, como lo son sectores de la India, parte de Indochina, Indonesia; hacia el norte de Africa, el sur de España; a los territorios que fueron influencia del Imperio Bizantino como Persia, el Asia Menor, el Mar Negro y parte de los Balcanes. De hecho en la actualidad existe importante presencia musulmana en casi todos los países del mundo, siendo la de mayor alcance en los últimos años, la alta convocatoria y penetración entre la población afroamericana de los Estados Unidos y la de ascendencia turca en Europa. La historia del islamismo la debemos comenzar en la figura de su profeta principal, Mahoma, quien nació en la ciudad de La Meca hacia el año 570 de la era cristiana. Esta ciudad se situaba en la península arábiga a orillas del Mar Rojo, la cual conjuntamente con otras ciudades, como la de Medina, conformaban importantes centros urbanos dedicados preferentemente al comercio de productos que se trasladaban a través de la vía marítima que ofrecía el Mar Rojo o a través de las caravanas de productos que atravesaban el desolado desierto de Arabia, el cual se extiende por casi toda la península del mismo nombre. En este contexto no es difícil en pensar que Mahoma no se convirtiera al llegar su adultez, en un rico mercante dedicado al comercio de estos productos. Sin embargo, la fastuosa vida de este personaje comienza a cambiar cuando se le dan a conocer una serie de revelaciones divinas, las cuales lo invitaban a abandonar su mundana existencia para encomendarse a transmitir una nueva fe que reemplazara a la idolatría de imágenes y objetos que representaban las fuerzas de la naturaleza, destacándose de entre ellas el culto a la Caba, piedra negra sagrada que estaba resguardada en un templo en la ciudad de La Meca. La predicación de la nueva fe por parte de Mahoma encontró gran resistencia en la población de elite de la ciudad de la Meca, por lo que ante un inminente peligro, el profeta decide escapar de dicha ciudad para dirigirse a la ciudad de Medina. Este viaje es denominado la héjira o huída, la cual marca el inicio del calendario islámico que perdura hasta nuestros días en los países musulmanes. Este hecho ocurre en el año 622 de nuestra cronología occidental. En Medina, Mahoma logra establecer la nueva religión como la oficial y prontamente decreta el funcionamiento del concepto de la jihad o “guerra santa”
en contra de todos aquellos que atentaran contra la voluntad de esta nueva fe consagrada al dios único o Alá. Sus palabras estaban directamente dirigidas en contra de las autoridades de La Meca, pero este concepto se ha extendido durante toda la historia de la expansión de la religión islámica, e incluso es la base argumentativa de varios grupos fundamentalistas del Islam, que ven en otras culturas y religiones enemigos directos de su religión y su identidad islámica. Finalmente, hacia el año 630 de nuestra era, Mahoma derrota a las fuerzas de La Meca, estableciendo a la Caba como el santuario principal de la nueva fe y al libro llamado Corán como el texto donde se encuentran los principales dogmas y principios que rigen a esta religión, siendo el primero y principal de ellos el que establece que: No hay otro Dios sino Alá, y Mahoma es su profeta. A su vez el musulmán debe rendir obligatoriamente una serie de requisitos en su vida religiosa como lo son: Cumplir incondicionalmente los designios de Alá los cuales se reflejan en el llamado Kismet, o destino vital. Rezar cinco veces al día. Dar limosna. Ayunar desde el amanecer hasta la puesta de sol en el mes de Ramadán. Peregrinar una vez en la vida hacia La Meca. A su vez, se tiene prohibido para el musulmán el incurrir en el juego y la ingesta de carne de cerdo. A diferencia de otras religiones monoteístas, el Islam permite la poligamia, con la excepción de que el número de esposas legales permitido es sólo cuatro. Esta situación es además usada corrientemente para la estratificación socioeconómica del musulmán, ya que es obligación del esposo mantener correctamente a sus cónyuges tanto desde el punto de vista económico como en lo netamente marital, por lo que el mayor número de esposas indica ciertamente una mejor posición dentro de la sociedad islámica. A la muerte de Mahoma, sus hijos se encargaron de expandir la nueva fe en toda la península arábiga, para lo cual se dispuso la construcción de templos públicos donde la gente fuera convertida y donde pudiera expresar su fe, las llamadas mezquitas. A partir del profeta Mahoma y sus descendientes el Islam se instauró como una teocracia, es decir un gobierno donde el líder político es, a la vez, el líder religioso, siendo también los dogmas de fe los principios fundamentales que ordenan la legalidad y la jurisdicción de las normativas y de las legislaciones estatales. Estos líderes políticos y religiosos, en el caso del Islam, se denominaron califas, quienes continuaron con la labor de Mahoma y su familia, propagando el Islam hacia otros territorios fuera de Arabia. Los primeros califas se concentraron en conquistar los territorios aledaños a la península arábiga, como lo fueron Persia, Mesopotamia y parte del Asia Menor, fundando los califatos de Bagdad y Damasco; y posteriormente expandieron sus dominios al norte de Africa, hacia los actuales territorios de Egipto y Libia. A partir del año 661, se instaura una nueva dinastía en los califas, la dinastía Omeya, la cual en definitiva va ser la que le otorgará el poderío y la expansión territorial de mayor alcance al imperio árabe. Así tenemos que los califas de esta dinastía lograron atravesar el desierto del Sahara, cruzar el estrecho de Gibraltar y penetrar en España destruyendo al reino visigodo del rey Rodrigo,
en la batalla de Guadalete en el año 711 de la era cristiana. Eta fecha es el comienzo de un largo dominio musulmán en España que llevará a la conformación de un califato propio e independiente, el califato de Cordoba, el cual regirá los destinos de gran parte del territorio español hasta su expulsión definitiva en 1492. Sin embargo, la expansión iniciada por los Omeyas no se contentó solamente con España, sino que prosiguió su escalada por Europa hasta el año 732, cuando el avance árabe fue frenado en territorio francés por el líder del ejército del Reino Franco, Carlos Martel, en la batalla de Poitiers, hecho histórico que marca la detención del avance islámico en territorio europeo y la heroica salvación -según los ojos de la Iglesia en Roma- del catolicismo como religión y de la cultura occidental ante la arremetida del “infiel” árabe. El aporte cultural de los árabes en los territorios donde expandieron sus dominios es esencial para tratar de entender la conformación cultural de algunos pueblos en la actualidad. Es clara la influencia que realizaron sobre las provincias sureñas de España como Andalucía y la propia Córdoba, en donde la arquitectura, comidas, costumbres e incluso raíces idiomáticas provienen directamente del contacto de siete siglos con la cultura arábiga. Otros grandes aportes de los árabes en los territorios donde ejercieron cierto dominio lo representan los adelantos en las técnicas de regadíos para los cultivos agrícolas, los cuales superaban sin comparación en fertilidad y productividad a cualquier tipo de plantación del occidente cristiano. Cada región dominada por los árabes se destaco en la producción de algún producto en particular, así tenemos al norte de Africa con los cultivos de algodón, lino y la caña de azúcar; en España la proliferación de la vid, frutos y el olivo de donde se obtenía el preciado aceite. También se destacaron los árabes en la crianza de ganado ovino para la obtención de lanas para sus famosos tejidos y alfombras, así como la utilización de una especie de caballo más bajo y dúctil que el europeo, superando a este último en velocidad y resistencia. Cada califato, entonces, tenía un producto estrella: Damasco se destacó en la producción de tejidos y por su acero, Persia por sus alfombras y tapices, Toledo por sus espadas y Córdoba por su industria de cueros. Toda esta capacidad productiva derivaba lógicamente en la actividad por excelencia del pueblo árabe, el comercio, el cual se estableció activamente entre los distintos califatos y desde allí hacia otros territorios, uniendo bajo sus circuitos comerciales a Europa, Africa y Asia, lo cual le otorgó identidad a los dominios arábigos junto con la religión islámica y el idioma árabe, el cual desde el punto de vista comercial aportó términos como el de cheque, tarifa, bazar, tráfico, caravana, etc. Esta actividad comercial se realizaba bajo un sistema matemático inventado por los árabes: el algebra. Así fue también como los números arábigos se extendieron por las rutas comerciales y paulatinamente fueron desplazando a las cifras romanas en los conteos comerciales cotidianos. Por último, es importantísimo el aporte árabe a la ciencia médica, siendo famosos cirujanos y médicos que otorgaban diagnósticos con exactitud muy científica. Muchos de los conocimientos en medicina y ciencias quedaron estipulados en el llamado Canon de Medicina, escrito por el médico Avicena, el cual será utilizado en Europa profusamente hasta entrado el siglo XVII. Muchos términos comunes en la química y en la medicina actuales provienen de este canon, como son alcohol, alumbre, álcali, etc.
El continente europeo: diversidad cultural.
Desde el siglo IV d.c. hasta bien entrado el siglo VII de nuestra era, en occidente existe una gran movilidad espacial de los distintos pueblos que habitaban los márgenes del Imperio Romano. Eran los llamados pueblos germánicos, o también llamados bárbaros, desde los ojos de la civilización imperial romana. Los pueblos germánicos, en general, eran pueblos dedicados a una agricultura de menor escala y de un carácter muy rudimentaria, si la comparamos con los cultivos romanos. Su vida estaba permanentemente agitada por los variados conflictos que se establecían tanto entre sus propias filas como en el afán de conquistar nuevos territorios de cultivo y para habitar. Esta lógica expansiva fue la que los llevó a enfrentarse permanentemente con el control central de las metrópolis romana, que ejercía en estos pueblos una contradictoria sensación de sentirse dominados por un poder extranjero, y a la vez de fascinación ante la posibilidad de acceder la llamada “civilización” que se encontraba dentro de los márgenes del Imperio. Ya desde los tiempos de la república romana se tienen los primeros contactos bélicos entre los germanos y Roma, lo cual se acrecentó con la conquista de la Galia por parte de Julio César. Su sucesor y primer emperador de Roma, Augusto, comprendió la necesidad de mantener a raya las posibles incursiones de estas hordas bárbaras en los territorios del Imperio, por lo que se reglamentó en determinar zonas de frontera, en donde se separara claramente el espacio civilizado o ecúmene, del territorio donde habitaban estos pueblos bárbaros o espacio anecúmene. Para tal efecto se levantaron las famosas líneas de frontera en las orillas de los ríos Danubio y Rhin, las cuales estaban protegidas por una serie de fortificaciones y un emplazamiento permanente de contingente militar romano. Con el tiempo, estas fronteras se extendieron hacia la isla británica con la muralla de Adriano y hacia la zona oriental en la región de Persia. Sin embargo, a partir de siglo III d.c. el imperio comienza a vivir un proceso de relajación de sus fronteras. La crisis económica, social y cultural de Roma hacia esta fecha, toca de forma patente en las filas del ejército romano, el cual comienza un proceso de disminución de sus destacamentos por la falta de dinero y de recompensa hacia sus labores, sobretodo aquellas legiones dispuestas en territorios fronterizos. Esta relajación fronteriza permitió que paulatinamente grupos germánicos comenzaran a entrar dentro de los márgenes imperiales y a establecerse en sus territorios. Muchos de los hombres que se trasladaban desde sus comunidades hacia el imperio fueron enrolados en los puestos fronterizos en reemplazo de la decadente cifra de soldados, con lo que adquirieron la categoría de ciudadanos de Roma, adoptando entonces los hábitos y las costumbres de la civilización imperial. En este proceso de asimilación cultural se destacaron, entre los pueblos germanos, los denominados godos, pero con características disímiles entre los grupos que los componían. Los llamados visigodos, o godos dóciles, ubicados en las orillas del río Rhin, pidieron formalmente a Roma que se les permitiera entrar en sus dominios ante la inminente llegada de las hordas de los hunos. Esta situación fue aceptada por el imperio con la condición de que se encargaran de defender las fronteras imperiales como soldados de las legiones fronterizas. La penetración visigoda en el Imperio no estuvo exenta de problemas, ya que los extranjeros nunca se acomodaron al estilo de vida romano, del cual adquirieron muchas
costumbres como el idioma latín, pero a la vez mantuvieron sus prácticas religiosas paganas y su estilo de vida que dictaba mucho de las civilizadas normas de Roma. Cuando el emperador les negó la posibilidad de tierras ante sus servicios en el ejército, los visigodos al mando de Alarico se levantaron en rebeldía, entraron a Roma y la saquearon en el año 410 d.c., desde donde se dirigieron hacia España, lugar donde ya residía una colonia visigoda. Al llegar allí fundaron un nuevo reino con capital en la ciudad de Toledo, el cual mantendría la hegemonía de España hasta la invasión de los árabes en el 711. En cambio, los ostrogodos, o godos exaltados, penetraron las fronteras del Imperio como grandes grupos mercenarios que, bajo la promesa de recompensas por parte de Roma, se dispusieron como fuerzas independientes de las legiones romanas en la labor de proteger la frontera noreste del Imperio. De hecho las fuerzas ostrogodas fueron vitales en la detención del pueblo huno que hacia esa fecha ya estaba comandado por Atila, el denominado “azote de Dios”. Estas hordas de jinetes seminómades provenientes de las regiones más orientales de Europa, ya se habían apoderado de las zonas aledañas a la frontera imperial del Danubio y del Rhin, amenazando claramente al Imperio. Sin embargo, y gracias a la eficaz intervención de las fuerzas ostrogodas, Atila y sus tropas fueron derrotados en la batalla de Los Campos Cataláunicos en el año 451 d.c. Ante tal hazaña, los ostrogodos exigieron que se les retribuyera sus labores en la guerra. Los emperadores en Roma ya no tenían la fuerza necesaria para contrarrestar el poder que estaban alcanzando estas nuevas fuerzas armadas y poco a poco otorgaron a los líders ostrogodos mayores atribuciones. Por esto no extraña que en el 476 d.c. el jefe de los mercenarios ostrogodos, Odoacro, destituyera al último de los emperadores romanos, Rómulo Augústulo, determinando el fin del Imperio de Occidente. Sin embargo, su reinado fue efímero, ya que los propios ostrogodos habían proclamado como rey a Teodorico, quien asesina a Odoacro convirtiéndose en rey de Italia. El gobierno ostrogodo sobre la península itálica, se vio desafiado en primera instancia por el propio Bizancio en su afán de recuperar los territorios imperiales, y posteriormente por otro pueblo germánico, los lombardos, quienes a fines del siglo VI derrotan al reino ostrogodo y se establecen en el norte de la península. Mientras los visigodos se establecían en España, otro pueblo germánico ya había atravesado la península ibérica y cruzado el estrecho de Gibraltar, estableciéndose en las costas del norte de Africa. Eran los llamados vándalos, quienes decretaron hegemonía en este territorio hasta las incursiones de los califas omeyas. Hacia el norte del río Rhin se encontraban los reinados de los pueblos anglos y los sajones, quienes conjuntamente atravesaron el mar de Norte e invadieron las islas británicas en el año 450 d.c. y más al norte aún se encontraban los dominios normandos en la actual Dinamarca y los pueblos escandinavos en las actuales Suecia y Noruega. En el extremo oriente de Europa, y bajo la influencia de Bizancio, estaban los pueblos eslavos, de entre los que saldrán más adelante ucranianos, rusos, búlgaros y polacos, además de los pueblos nómades de jinetes dedicados al pillaje –herencia de su vinculación con los hunos- nos referimos a los magiares o húngaros. Sin embargo, de los pueblos germánicos nombrados, los de mayor importancia serán los francos que se establecerán en la Galia, los cuales tendrán una estrecha alianza con la iglesia católica y se convertirán en los herederos del poder imperial dejado en el pasado por Roma (ver apartado independiente).
El efecto de las invasiones germánicas:
El variado mosaico de pueblos y culturas que se describió anteriormente es la realidad de la Europa a partir del siglo IV en adelante. Mientras el poder central de Roma decaía con el transcurso de los años, este sinnúmero de comunidades avanzaba hacia el territorio imperial en búsqueda de la civilización, es decir, en búsqueda de una estabilidad en sus patrones de vida y del progreso que venía al ser parte integral de la metrópolis imperial. Sin embargo, la migración de estos pueblos germánicos hacia la zona comprendida por la influencia de Roma, trajo consigo un proceso que en definitiva socavó las bases de Imperio mismo, causando su desintegración y caída final. Los patrones culturales en que se desenvolvían los germanos no se adaptaron del todo a la civilización romana. Era común el observar como los extranjeros participaban de la opinión pública romana en su nueva calidad de ciudadanos, condición a la que llegaban por su participación en el ejército, como mercenarios o por adjudicación de algún terreno que le derivara en acceder a la condición de propietario. Pero al mismo tiempo, sus prácticas “bárbaras” no fueron erradicadas de sus identidades con el sólo hecho de ser parte de la ciudadanía romana. Tal situación se expresó mayoritariamente en sus hábitos de vida, ya que mantuvieron sus costumbres culinarias, de organización social entorno a un jefe de la comunidad, y sobretodo sus prácticas religiosas, consideradas paganas por los católicos romanos. Las deidades como Odín, dios supremo, o el culto a las fuerzas de la naturaleza como el dios del trueno o la diosa de la fertilidad, mantuvieron su permanencia entre las comunidades germánicas que entraban en los dominios del Imperio. El choque cultural entre los germanos y los romanos, entonces produjo un socavamiento en las estructuras sociales y culturales del Imperio. El temor a las atrocidades que acompañaban a las invasiones y los saqueos de los germanos más exaltados, trajo consigo un temor permanente en la población imperial de las grandes ciudades, principales puntos de atención de los ataques bárbaros, lo cual condujo a que comenzara un paulatino abandono de la magnificencia de la vida urbana para establecerse en sectores rurales fuera del alcance de los invasores y bajo la protección de algún señor local que pudiera defender a la nueva comunidad agrícola de estos ataques. La nueva vida agraria se presentaba exenta de los placeres y adelantos que acompañan a la vida citadina, con lo que paulatinamente Europa comienza a manifestar un culto hacia lo humilde, siendo la austeridad y la sencillez lo que destacarán a los reinos que se conformarán bajo la posterior la caída del Imperio de occidente. Esta situación contrasta plenamente con lo que está ocurriendo en la vertiente oriental de Europa, donde Bizancio adquiere cada vez mayor protagonismo, siendo el estandarte en la cultura del lujo y la pomposidad de su corte, a su vez que continua manifestándose como un poder político centralizado en la figura del emperador, con una iglesia ortodoxa subordinada al poder imperial, la cual confirma esta centralización del aparato estatal. En cambio, en occidente, hacia el año 476, la figura del emperador es prácticamente una caricatura, ya que en realidad son los señores locales los que tienen el poder de la conducción y mandato de sus comunidades. Por aquello, al momento de destituirse la autoridad imperial, el poder político en occidente se fragmentó en diversas células de poder adjudicadas por estos señores locales, los cuales rápidamente transformaron la esencia
igualitaria del poder del principado imperial, por la fundamentación del mandato monárquico, el cual establece una estratificación social a partir del poder del figura del rey y de su corte nobiliar. Lo principal a comprender en este proceso histórico, es que la figura del emperador prínceps, es decir, el primero entre los iguales, se transforma a través de la concepción de un poder monárquico, donde lo esencial es el paso de la población desde su anterior condición de ciudadano a la condición de súbdito. La atomización del poder entre los distintos reinos germánicos que se establecieron entre los siglos IV al VII d.c. produjo a su vez un proceso de encerramiento de la mentalidad del europeo de la época. Con el decaimiento de la importancia de las ciudades, en favor de las comunidades agrícolas más pequeñas, la economía sufrió un fuerte retroceso desde el punto de vista de la comercialización de productos, los cuales se redujeron al mínimo, ya que la tendencia en estos primeros siglos medievales será a la economía autárquica, es decir, la producción en criterios de abastecer el consumo local, sin la concepción de la generación de amplios excedentes que sean destinados al comercio externo. Esta situación redundó en la pérdida de la monetarización de las economías, volviéndose al trueque como mecanismo de intercambio en las transacciones comerciales a nivel local. El panorama de la Europa occidental hacia el siglo VII, entonces, dista mucho de lo que está sucediendo, por ejemplo, en la parte oriental del continente. Mientras Bizancio se alza como un monumento a la fastuosidad y al esplendor del Imperio y de la Iglesia cristiana ortodoxa; occidente se manifiesta como un conjunto de reinos pequeños controlados por un jefe local o rey, en donde los circuitos de intercambio económico y cultural se han cortado por el decaimiento de los poderes políticos centralizadores como lo era el Imperio Romano, lo que redundó en un encierro de la mentalidad europea y en una exacerbación de proteger las localidades de los posibles peligros externos, como lo fueron ciertamente, la amenaza de las invasiones de pueblos extranjeros y paganos, como lo fueron sucesivamente en la Alta Edad Media, las incursiones de los árabes por el sur, los vikingos por el norte y el pillaje de los pueblos nómades que se trasladaban desde el Cáucaso y la Europa oriental. Consecuentemente con lo que está sucediendo en la sociedad europea de la época, este periodo se ha denominado la época del oscurantismo, principalmente por el carácter sombrío y desesperanzador de occidente, que poco a poco comienza a trasladar su población agrícola itinerante, hacia la defensa de las fortalezas y castillos que comienzan a erigirse a lo largo de los reinos germánicos, los cuales se caracterizarán por su aspecto lúgubre y de escasa pomposidad. Las invasiones germánicas, por tanto, trastornaron el escenario cultural de la Europa occidental. Los nuevos europeos, en su mayoría campesinos empobrecidos al alero de la protección de algún terrateniente mayor –los dominus o señores- observarán su entorno con miedo y profunda veneración a los designios divinos, los cuales comenzarán a convertirse en los principios fundamentales que regirán la vida del campesinado medieval, el cual se sumergirá en un mundo donde Dios se manifestará omnipotente y omnipresente, con la presencia del castigo divino como mecanismo que encausa la moralidad y las costumbres de los hombres de la época que se encomendarán a Dios desde el mismo momento de nacer.
A partir de las palabras del párrafo anterior, es que la figura de la Iglesia Católica se vuelve fundamental para comprender el panorama de la Europa Medieval en estos siglos. La entidad católica romana se manifestó como el hilo conductor entre el legado grecorromano del Imperio y las nuevas formas de organización social, ampliamente propagadas por el elemento germánico de las nuevas comunidades, comprendiéndose la labor de la Iglesia como “civilizadora” de las mismas. El elemento fundamental para entender esta relación entre la Iglesia en Roma y los reinos germánicos, se extrae de la proliferación del idioma latín entre la población de estos reinos (por supuesto la población de elite), los cuales comienzan a ser evangelizados a través de la enseñanza del idioma oficial de la Iglesia romana. Fundamental para esta labor evangelizadora es la aparición de la teología católica, es decir, la estructuración de los dogmas de fe que sirven de principios de la religión católica. Para aquello resultaron vitales los aportes de los dos primeros doctores de la teología católica, San Jerónimo, quien tradujo el texto de la Biblia al latín, y San Agustín, con su obra Confesiones. La conformación de nuevas formas de poder y organización social, enraizadas en las figuras de jefes de pequeñas comunidades y basadas en tradiciones locales, resultó beneficiosa e incluso funcional a la labor civilizadora de la Iglesia. La descentralización del mandato imperial en pequeños reinos, permitió que el único poder central y homogenizador de Europa fuera el ejercido por el papa en Roma, el cual ejerció en este tiempo tanto la función espiritual como gran parte de las labores administrativas de los antiguos emperadores, estableciendo tribunales, preocupándose de la mantención de las obras públicas como los preciados acueductos para los cultivos agrícolas, recaudó impuestos y organizó milicias pagadas. Al contrario de lo que ocurría en oriente, en occidente el poder de la iglesia subordinaba al temporal de los pequeños reinos, los cuales paulatinamente fueron adoptando la fe católica. A partir de esta época es que la Iglesia de occidente se estructuró como un verdadero Estado, con una jerarquía que iba desde el papa en Roma, y que pasaba por las distintas órdenes sacerdotales, las cuales actuaban como embajadores de Roma en los distintos reinos, siendo considerados como los portadores tanto de la fe católica, como del poder político tutelar de la Iglesia y por supuesto de la cultura que ella entregaba a través de la enseñanza de las escrituras y de la cultura clásica grecorromana. Entre las órdenes sacerdotales se distinguieron dos grupos, el clero secular, que estaba compuesto por los sacerdotes y clérigos dependientes de un obispado, los cuales se encontraban en cada una de las localidades donde la fe cristiana se había consagrado; y el clero regular, el que estaba integrado por sacerdotes que estaban sujetos a una regla monástica, es decir, eran los monjes, los cuales preferentemente se encontraban recluidos en monasterios y abadías, concentrándose en el estudio de las sagradas escrituras y en largos procesos de meditación y purificación. De entre las órdenes monásticas de la época, destacó la de los benedictinos, creada por San Benito hacia el año 520 d.c., la cual pasará a la historia por su regla “Ora et labora” (reza y trabaja), la cual servirá como principio fundamental no sólo de la vida del monje y del sacerdote, sino de los hombres de la Europa occidental de esta época en general, los cuales tendrán en la religión católica y en los preceptos dictados por la Iglesia, su constante guía moral e intelectual, siempre teniendo claro que la figura de Dios y la desobediencia significan la posibilidad cierta de ser castigados y condenados.
2.
La Alta Edad Media: El Reino Franco:
En el apartado anterior se expuso cual era la situación general en que se encontraba la Europa posterior a la caída del Imperio Romano de occidente. Se identificaron con claridad dos vertientes definidas, la oriental, con base en Bizancio, que trataba de continuar con el legado imperial romano, pero asimilándolo más a los preceptos culturales de la Grecia clásica y con un fuerte componente de elementos orientales; y la occidental caracterizada por la pérdida de un poder político central, la diversificación de pequeños reinos autónomos de carácter agrario, ante el decaimiento de las ciudades y del comercio a gran escala, y el alzamiento de la Iglesia Católica Romana como el ente supremo que ordenaba el contexto moral e incluso administrativo de la Europa de los comienzos de la Alta Edad Media, la cual en extensión cronológica suele ubicarse desde el momento en que cae el último de los emperadores romanos de occidente (476 d.c.) hasta la convocatoria papal a las llamadas Cruzadas (1095), es decir, entre los siglos V al XI de la era cristiana. Es durante el periodo de tiempo en que transcurre la Alta Edad Media en que las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales que se describieron en la unidad anterior se hacen patentes, destacándose en aquel contexto la labor e importancia crucial que tiene la institución de la Iglesia en el afianzamiento y propagación de dichas condiciones. El poder que ejercía la Iglesia en Roma sobre sus fieles y súbditos europeos, siempre contó con la garantía militar de los más importantes reinos de Europa, en alianzas estratégicas que le permitieron al papa difundir su influencia religiosa y política sobre el continente, mientras que los reyes sentían el respaldo de la fe en la autoridad que querían conformar. El papa y Roma actuaron, entonces, como garantes de la autoridad de los reyes cuando su mandato se basaba en su conversión al cristianismo. Los reyes actuaron, entonces, como protectores de la autoridad espiritual del papa y encomendaron su propia autoridad y la voluntad de sus súbditos, a las consideraciones morales y políticas que emanaban de Roma. Una de las características principales de este periodo de tiempo es la unión entre el poder espiritual y el temporal, la cual perdurará sin contratiempos por casi cinco siglos. Sin lugar a dudas, la alianza que mejor representó el contexto de la Alta Edad Media, fue la que se conformó entre el poder del la Iglesia católica en la figura del papa, y la de los reyes que pertenecían ha llamado reino franco, el más importante de los reinos germánicos después de la caída de Roma. El origen de esta alianza estratégica se remonta hasta el momento mismo en que los francos se unifican cultural y territorialmente, apoderándose de los territorios de la Galia y formando el reino germánico más extenso de los existentes hacia esa fecha. La tarea de la unificación franca corrió en manos del rey Clodoveo, quien hacia el año 500 d.c. estableció su dominio sobre la Galia, hecho histórico que tuvo una fuerte connotación religiosa, ya que Clodoveo siendo pagano, derrotó a las fuerzas locales previa invocación de ayuda al Dios cristiano. La conversión del rey hacia la religión de Cristo fue seguida por todos sus súbditos, declarando al reino franco como el protector de la fe cristiana y de la figura del papa ante posibles ataques paganos. Desde ese instante se establece una fuerte conexión entre Roma y el reino franco que durará siglos.
Al establecer su poder, Clodoveo inaugura en el mandato del reino franco la llamada dinastía merovingia, la cual perpetuará su poder sobre el reino durante más de dos siglos. Una de las características de los sucesores de Clodoveo fue su incapacidad para atender asuntos de gobierno. Esta incapacidad, e incluso desidia por gobernar, les adjudicó con el correr de los años el apelativo de reyes holgazanes, los cuales, si bien para todos los efectos detentaban el poder de la monarquía, fueron delegando sus obligaciones políticas, administrativas y militares en los llamados mayordomos de palacio, los cuales pertenecían a la familia Heristal, siendo ellos los verdaderos gobernantes del reino franco en lugar del rey, el cual se preocupaba de asuntos intelectuales y de la corte franca. Uno de los nombramientos más importantes fue el que realizó el rey holgazán Childerico III, quien ordenó como mayordomo de palacio a Carlos Martel, quien realizó la heroica labor de detener el avance de las fuerzas árabes por Europa y el sur de Francia en la batalla de Poitiers en el 732. El triunfo de Carlos Martel llenó de prestigio a los mayordomos, quienes desde ese instante fueron reconocidos como los héroes del cristianismo por parte de las Iglesia. Entonces no causó extrañeza que cuando el hijo de Carlos Martel, Pipino el Breve, asumiera el título de mayordomo de palacio, éste se dirigiera al papa para pedirle que decidiera sobre quién debía estar al mando del reino franco. El Papa se inclinó a favor de Pipino, quien fue coronado rey de los francos en el año 751 d.c. con lo cual se pone fin al reinado de la dinastía merovingia, inaugurándose el mandato de la dinastía carolingia, en honor al nombre de su padre Carlos. Pipino consolidó aún más tanto el poder de los francos sobre la región central de Europa, como el de la Iglesia como autoridad espiritual sobre los dominios bajo su mandato. La alianza entre ambas entidades quedó sellada de manifiesto en las campañas iniciadas por los francos, al mando de Pipino, hacia territorio italiano entre los años 754 y 756, las cuales tuvieron el claro objetivo de liberar al papado de la presencia del pueblo germánico de los lombardos, quienes sumaron a su carácter pagano la clara intención de someter al Papa y a los territorios que rodeaban a Roma bajo sus dominios. El triunfo de las fuerzas francas sobre las lombardas fue de tal contundencia y claridad, que a este hecho también se le otorgó una especial identificación con alguna voluntad divina. Se entendió que la lucha de los francos –ejemplificada en la derrota de los árabes en primera instancia y la de los germanos paganos en segunda- era también la lucha de la voluntad de Dios por proteger a su Iglesia y sus fieles de la perdición de otras culturas no cristianas. Desde este punto en adelante, el Papa entenderá que para sobrevivir como una institución que “gobierna” a los reyes de Europa y a los súbditos de éstos, necesitará el apoyo que le ofrece la fuerza militar del reino franco, que hacia esa altura se consolidaba como la de mayor envergadura dentro de los reinos germánicos, y a su vez, los francos sentirán la necesidad de reconocerse como una especie de “pueblo elegido”, lo cual se deriva de la fuerte unión entre sus monarcas y el poder de Dios enraizado en Roma. Pipino, entonces, consolida la alianza entregándole al Papa los territorios arrebatados a los lombardos, quien desde ese instante concentró no sólo el poder espiritual como Sumo Pontífice, sino también el poder temporal al convertirse en el jefe político de los Estados Pontificios, lo que perdurará durante el desarrollo de la Edad Media.
Carlomagno y el nuevo Imperio:
En el año 768 d.c. asume el trono de los francos el hijo de Pipino, Carlos, quien pasará a la historia con el nombre de Carlomagno, ya que él otorgó solidez a la estructura estatal de los francos y propició la evangelización de los infieles, constituyendo bajo su mandato un nuevo Imperio que volvió a rescatar la solidez de la antigua Roma, un imperio basado en la fuerza del rey y en la religión católica. Una de las primeras acciones de Carlomagno en el poder fue la de dar un golpe definitivo a las fuerzas lombardas que aún asediaban los recientemente formados Estados pontificios. Fue así como en el año 774, el Papa le permitió entrara con su ejército en los dominios papales y derrotó definitivamente a los acosadores lombardos e incluso se hizo coronar rey de la Lombardía, por lo que todo el pueblo tuvo que reconocer la fe cristiana como la oficial. La idea principal permanente durante el reinado de Carlomagno fue la de la expansión territorial de los dominios francos y de la propagación de la religión católica como culto oficial. Fue así como en el año 778 se dirigió contra los árabes de España, logrando reducir el dominio musulmán hacia la parte sur de la península ibérica y con posterioridad se dirigió al norte de Europa para someter a los pueblos sajones, hasta esa fecha, los más encomiados enemigos de la autoridad de Carlomagno y de su idea de conformar un Estado unitario cristiano en toda Europa. Con la derrota del líder germano Widikind, la hegemonía de los francos en Europa quedó sellada, lo cual quedó plasmado en la construcción de una ciudad capital del reino, Aquisgrán (aix la Chapelle), ciudad fortificada que fue construida y modelada según los criterios estilísticos de las antiguas ciudades romanas, destacando su belleza por las construcciones hechas en mármol traído desde canteras en Italia. La hegemonía de Carlomagno hacia esta fecha no tuvo contrapeso alguno en Europa, y su poder quedó inmortalizado en la historia cuando, en el día de Navidad del año 800 de nuestra era cristiana, el Papa León III lo corona como emperador en la catedral de San Pedro en Roma, continuando así la idea imperial como gran legado de la organización estatal romana y como la vía factible para que los poderes tanto del emperador como del Papa se unieran para encaminar a los súbditos y a los fieles hacia un camino de virtud y de salvación en las manos de Dios. El Imperio Carolingio se extendió desde el Océano Atlántico por el oeste hasta el río Danubio por el este, y desde Roma por el sur hasta las costas del Mar del Norte como extremo septentrional, y sin lugar a dudas, la evangelización de los pueblos conquistados fue el principal afán para el nuevo emperador, quien en sus campañas se rodeaba siempre de un séquito de clérigos y sacerdotes, los cuales tenían la misión primordial de dar a conocer la fe cristiana en los territorios donde ésta aún no se conocía. De hecho, Carlomagno impulsó una gran política de instrucción religiosa a través del patrocinio de escuelas dispuestas en los monasterios y las catedrales. A su vez, se alzó como gran mecenas de artistas y literarios en lo que se conoció como el renacimiento carolingio, el cual fue importante en la continuidad del legado cultural de occidente a las generaciones futuras. El Imperio conformado por Carlomagno y bajo la tutela de la Iglesia Católica en Roma, se desarrolló como un complejo sistema administrativo que trató de imitar el tramado estatal del antiguo Imperio Romano. El genio estadista del nuevo emperador
europeo, se esmerará en otorgar una estructura coherente a sus dominios y una tendencia centralizadora del poder imperial. El emperador llevará a cabo una serie de normativas con el afán de conseguir una identificación con el poder franco y la religión católica por parte de sus súbditos, situación que se derivará de la propia estructura administrativa del Imperio Carolingio, la cual posteriormente establecerá las bases de la organización social del sistema conocido como feudalismo, característico de la época medieval europea. Al momento de poner en marcha el ideal carolingio de formar un Imperio Franco y cristiano, Carlomagno sabía que el mayor obstáculo que se le presentaba en su misión, era la resistencia de los pueblos germánicos del norte de Europa a la dominación de un Estado unitario y de una fe que les era desconocida. Mientras el avance árabe estaba bajo control por el sur y Bizancio mantenía su hegemonía en la región oriental, Carlomagno cifró sus preocupaciones en los belicosos pueblos paganos del norte. La capacidad militar de las fuerzas de Carlomagno, se incrementaron con la astucia en el mandato del nuevo emperador. Sabiendo de lo numeroso de las tropas germánicas –especialmente las sajonasCarlomagno privilegió el sistema romano de tratados –foedus- con los pueblos germánicos que entraba en contacto. Esta iniciativa la permitió a Carlomagno ahorrarse un gran número de problemas, y a su vez, permitió que la evangelización cristiana se propagara con mayor fluidez en los territorios que reconocían a Carlomagno como soberano a través de estas alianzas. Mientras los dominios carolingios ganaban en estabilidad mediante estos tratados, los pueblos conquistados mantuvieron cierta autonomía de cara al poder de Carlomagno. Si bien reconocían su soberanía y al cristianismo como religión oficial, muchas de sus costumbres les fueron conservadas, produciéndose una simbiosis cultural entre los elementos imperiales y cristianos, con los de las culturas germánicas, lo cual se transformaría en la base de nuestra cultura occidental. El instrumento de mayor alcance dentro de la administración del territorio imperial lo significaron las llamadas capitulares, legislaciones que tenían la particularidad de ir renovándose y adecuándose a la heterogeneidad de la población que vivía dentro de los márgenes imperiales, gracias a que permanentemente unificaban los códigos legales entre el Estado franco y los pueblos germánicos, así entonces, cada ley tenía un sentido propio de acuerdo al lugar donde se establecía, lo que permitió fluidez en la administración interna de los dominios carolingios. Carlomagno, a su vez, va a imitar el sistema administrativo romano en torno a la conformación de provincias, que en el Imperio de los francos serán denominadas marcas dispuestas en las zonas fronterizas del Imperio a cargo de un gobernador que hiciera la función de representante del emperador en el territorio, eran los llamados marqueses o margraves, los cuales se encargarán de la administración de territorios como la Marca Hispánica, la Marca Danesa, La Marca Bretona, La Marca Lombarda, La Marca del río Elba y la Marca del río Danubio, todas ellas correspondientes a las zonas limítrofes de los dominios imperiales. A su vez, existieron divisiones administrativas menores como los condados a cargo de un conde, los cuales ejercían el papel judicial, policial y de comandancia de fuerzas militares locales. Como eran territorios más pequeños y más cercanos al centro administrativo de Aquisgrán, las atribuciones de los condes eran menores que las de los marqueses, sobretodo en cuanto a la autonomía de sus decisiones,
las cuales, en su mayoría, debían ser revisadas por el emperador antes de cualquier resolución. El tramado administrativo del Imperio Carolingio termina con la institución de los missi dominici, “los enviados del señor”, funcionarios de exclusiva confianza del emperador que inspeccionaban los condados y marcas, informando al rey periódicamente de las actividades de los gobernadores locales, de la forma en que se llevaba la administración de justicia y noticias acerca de la vida cotidiana de estos territorios. Los missi dominici, en general, se disponían de parejas de funcionarios, siendo uno laico, encargado de lo netamente administrativo y otro un clérigo, el cual se encargaba de fiscalizar el accionar de los sacerdotes locales y de tutelar la moralidad y el apego a las tradiciones cristianas pro parte de la población. El imperio conformado por Carlomagno, resultó vital para el afianzamiento de la cultura cristiana sobre Europa. Más que un aporte estatal, el legado del imperio de Carlomagno se entiende como la herramienta que permitió la continuidad de la herencia grecorromana en la sociedad occidental, sobretodo a través de la enseñanza del latín y de las Sagradas Escrituras, lo cual se hacía constantemente en las abadías y en los monasterios de la época, principales centros de origen de la cultura en la Europa de la Alta Edad Media. Sin embargo, la estabilidad y “renacimiento” que otorgó el dominio de Carlomagno a la Europa del siglo IX, se fue diluyendo después de la muerte de éste. Sus sucesores se enfrascaron en constantes disputas internas por la tenencia del poder imperial, al punto de que el imperio fue dividido en tres partes entre los distintos sucesores del legado de Carlomagno. La disputa territorial entre los representantes de las distintas partes en que se dividió el estado carolingio, fue acompañada por la permanente competencia por la venia del Papa y la posibilidad de alzarse con el título de emperador. Esta disputa fue finalmente ganada por Luis el Temerario, nieto de Carlomagno y detentor de la soberanía de la parte central del Imperio. Su reconocimiento como emperador por parte del Papa no estuvo exento de polémicas por parte de los otros aspirantes al título, sin embargo, la obtención de la calidad imperial en la cabeza de Luis no tuvo los alcances de su abuelo. La donación papal del título y el territorio que comprendía los dominios del nuevo emperador fueron la base de la proclamación del denominado Sacro Imperio Romano Germánico, el cual fue constituido plenamente por los duques de Sajonia, quienes reemplazarán a la dinastía carolingia en el poder imperial, y particularmente en la figura de Otón I, en el siglo X de nuestra era. Sin embargo, la figura del Sacro Imperio con el tiempo pasará a ser netamente figurativa dentro del escenario político de la Europa medieval, siendo otros los territorios que se encumbrarán tanto en su relevancia política como militar. Si bien la idea de un Imperio central y cristiano siguió teniendo fuerza entre las mentalidades de sus gobernantes y del propio papado, la atomización del poder y la desintegración del Imperio en pequeños reinos, será la constante en la época que siguió a la muerte de Carlomagno, y con ello, aparecerán nuevas formas de poder y de organización social.
Un nuevo orden: el feudalismo.
La desintegración de la unida territorial y estatal conformada por Carlomagno, no sólo atendió a conflictos internos entre los sucesores a su poder imperial, sino que también a causas externas, las cuales se derivan de las invasiones que sufrió el Imperio desde sus fronteras norte y este. En la parte septentrional del Imperio, específicamente en la región de Escandinavia, el pueblo normando –mayormente conocido por ser integrante de los llamados vikingos- dirigió sus fuerzas en contra de los territorios de Rusia, Inglaterra y el Norte de Francia, formando colonias y reinos en aquellas latitudes, las cuales compitieron abiertamente con la hegemonía carolingia dentro de Europa, fue así cono Dinamarca, Bretonia, Inglaterra y la recién formada Normandía en Francia, no aceptaron el dominio del soberano carolingio, pero sí aceptaron la tutela espiritual del Papa en Roma. La misma situación ocurrió en la vertiente oriental del Imperio, donde los pueblos eslavos, lograron posesionarse de los territorios de Bohemia y Polonia e incluso alcanzando su influencia hasta el mar Báltico por el norte, así como la constante amenaza de las invasiones de los jinetes húngaros o magiares que causaron estragos entre la población germana hasta su asentamiento a orillas del Río Danubio. Estos pueblos, al igual que lo ocurrido con las coronas normandas, se convirtieron al cristianismo romano, pero no aceptaron la autoridad central de los carolingios como sus dominadores. La desintegración territorial del Imperio socavó las estructuras en que el aparataje estatal carolingio se había erigido. El poder del emperador y de los reyes más importantes, poco a poco fue en claro retroceso en favor de los terratenientes más poderosos y los nobles que habían logrado establecer un dominio sobre un territorio en particular. La tendencia fue a la proliferación de reinos y jefaturas pequeñas y a la constante división del poder dentro de la escala social de la Alta Edad Media. El contexto presentado permitió la aparición de un nuevo sistema de organización político, social y económico conocido bajo el nombre de feudalismo. La mayoría de los habitantes de la Europa de ese entonces, cansados de las guerras internas y ante el constante peligro de ser atacados por pueblos que se especializaban en el pillaje como los vikingos o los magiares, buscaron la protección y la seguridad que les ofrecían los señores locales como duques, condes, marqueses o simples particulares con la suficiente capacidad como para protegerlos de alguna amenaza. Entre la población y los señores comenzó a generarse un sistema de reciprocidad reglamentado en la forma del vasallaje, el cual se estableció como un contrato entre el señor, que se comprometía en otorgar protección, y el vasallo, quien mediante un juramento de fidelidad, quedaba comprometido a efectuar una serie de servicios en beneficio del señor y de la comunidad que éste dirigía. De esta manera, la sociedad europea estructuró su estratificación sobre la base del contrato y juramento de vasallaje, siendo el primero de los vasallos el propio rey, quien le debía juramento al Papa por ser éste el representante de Cristo en la tierra. A su vez, los grandes señores y principales prelados como arzobispos y cardenales le debían juramento al rey, posteriormente se encontraban los caballeros y señores feudales menores, los obispos y jefes de abadías. Por último, en la pirámide que conformó el contrato de vasallaje, se encuentran los campesinos y siervos que trabajaban las tierras del señor feudal.
El régimen feudal se complementó con la entrega de tierras por parte de los señores hacia sus vasallos por los servicios que éstos les estaban prestando. Posteriormente, la adjudicación de terrenos estaba consignada como una de los puntos fundamentales del contrato de vasallaje. La tierra era entregada al vasallo por parte del señor en calidad de beneficio o feudo, como comúnmente se le denominó, lo que significaba que la tierra era tratada en usufructo por el vasallo a cambio de un porcentaje de la productividad de los terrenos de cultivos. La tierra en ningún caso era enajenada de sus propietarios originales, los señores, y el contrato de vasallaje podía ser de un carácter hereditario, dependiendo de la región de Europa. El contrato de vasallaje era un acto solemne compuesto de tres partes fundamentales: en primera instancia estaba el homenaje, donde el aspirante a vasallo se arrodillaba ante el señor y sin portar armas diciendo la frase “Señor, yo seré vuestro hombre”. Posteriormente seguía la fe, el juramento de fidelidad que se prestaba con las manos del vasallo sobre las Sagradas Escrituras; y finalmente se terminaba la ceremonia con la investidura, cuando el señor investía al vasallo de un feudo mediante la entrega de un objeto simbólico que le representaba la tierra concedida. El contrato de vasallaje se articuló no sólo a las tareas de ayuda esenciales del vasallo para con su señor, sino que también se integraron funciones militares en él, ya que el vasallo debía prestar un servicio militar por cierta cantidad de días en el año en los ejércitos del señor, que por lo general se inscribían en cuarenta días durante el año, aparte de los días en que el señor estuviera enfrascado en alguna contienda o conflicto con otros reinos. Este servicio también incluía el pago de posibles rescates de los señores si éstos caían en cautiverio, el cual debía ser pagado por los propios vasallos, a su vez que debían entregar cierto dote o tributo a favor del hijo primogénito del señor feudal cuando éste era armado como caballero, a favor de la hija mayor del señor cuando ésta contrajera matrimonio y para la partida del mismo señor feudal en los tiempos que éstos se encaminaron a las Cruzadas. El sistema de feudos, con el tiempo, no sólo alcanzó el régimen de concesión de tierras, sino también otros ámbitos de la vida medieval. Las labores públicas de los funcionarios judiciales, policiales, de recaudación de impuesto e incluso clericales, fueron entregadas en feudo por parte del rey hacia los señores feudales de mayor importancia como condes y duques, los cuales, pese a su condición de vasallos del monarca central, actuaron como verdaderos gobernantes de los territorios bajo su cuidado, lo cual se generalizó en el continente europeo durante esta época, lo que redundó en que el poder que ejercían las monarquías fueran de poco alcance y limitado a su dominios más cercanos, ya que los grandes señores de las noblezas locales se convirtieron en los verdaderos gobernantes de sus respectivos territorios. Con todo, el sistema feudal respondió a las condiciones históricas en que se enmarca la Alta Edad Media, donde el poder político decayó a la par de las ciudades y de los circuitos económicos que se establecían entre ellas. Se reemplazó la administración de un aparato estatal de funcionarios por la de una autarquía encabezada en la figura de los grandes señores feudales y conformada a través del contrato de vasallaje, que le otorgó una especial personalización a las relaciones entre los distintos estamentos sociales, siendo la confianza en la palabra empeñada, el honor, la lealtad entre el señor y el vasallo, las virtudes que reglamentan la vida del sistema feudal.
La sociedad feudal:
La sociedad medieval que se estructuró a través del contrato de vasallaje y que evidenció a través de este mecanismo una rígida estratificación verticalista, estuvo conformada principalmente por tres grupos sociales o estamentos de un carácter rígido, debido a la incapacidad de trasladarse de estamento a otro. Estos tres estados sociales eran la nobleza, el clero y por último el tercer estado, donde se encontraba la gran masa campesina. La nobleza feudal se encontraba compuesta por el rey y sus vasallos directos, los grandes señores feudales, los cuales a su vez tenían sus propios vasallos de importancia. Esta nobleza se caracterizaba por el carácter hereditario de su condición, por lo que es denominada también, nobleza de sangre, a diferencia de una pequeña nobleza guerrera, en la cual se encontraban los caballeros medievales que se hayan destacados en los torneos de caballería y principalmente en el campo de batalla en los tiempos de guerra. Los títulos de estos caballeros eran de carácter honorífico, les proporcionaban ciertos beneficios como la adjudicación de pequeñas tierras, o la disminución de ciertos tributos, pero a diferencia de la nobleza de sangre, su condición no era hereditaria por lo que los derechos y prorrogativas terminaban con la muerte del caballero, teniendo sus progenitores que comenzar su propia fortuna en el mundo de la caballería honorando el legado de su padre. Una de las características de la sociedad feudal, situación por lo demás estipulada en el Derecho feudal, dice relación con la imposibilidad de que una persona fuera juzgada por alguien de un estamento social distinto al suyo, principio legal que por lo demás se estableció en los juicios contra los nobles y los grandes vasallos. Debido a esto los nobles sólo podían juzgar a sus pares, lo que se tradujo en una gran descompensación en los litigios entre nobles y campesinos. El segundo de los estamentos de importancia en la sociedad feudal fue el clero, el cual también distinguía a un alto clero, es decir las grandes autoridades eclesiásticas como cardenales, arzobispos y los obispos, que por lo general provenían de las clases nobles de los distintos feudos. Su función no sólo se atendía a lo netamente espiritual, sino también ejercían las veces de jueces y directores de escuelas. En general, el alto clero se conectó a las funciones administrativas y políticas del Estado conformado por la Iglesia desde Roma, ya que muchos de ellos sobrepasaron la autoridad real local ya que dependían directamente de los mandatos que provenían desde el papado y la curia romana. Y también se distinguía un bajo clero, el cual estaba compuesto por sacerdotes y párrocos locales, los cuales tenían la misión de evangelizar a la población y difundir los preceptos de la Iglesia entre la población campesina y más pobre; y a su vez por los abades y monjes, los cuales tenían la primordial misión de la enseñanza de la doctrina católica, y la dedicación al estudio del idioma latín y las sagradas escrituras en los monasterios que se dispersaron por los distintos reinos de Europa. A pesar del origen elevado de los integrantes del alto clero y de lo exclusivo que se tornó el formar parte de alguna orden monástica, dedicada a la interpretación de la Biblia, la Iglesia Católica resultó ser una entidad que promovió la ordenación sacerdotal entre los distintos estamentos sociales de la época, siendo esta ocupación uno de los mecanismos que tenían campesinos empobrecidos de aspirar a una estabilidad económica y laboral en la persona de alguno de sus hijos.
Por último, el llamado tercer estado estaba compuesto íntegramente por campesinos vasallos del señor, artesanos, mercenarios y los denominados siervos de la gleba, condición a la cual se caía por la falta en el compromiso del vasallaje o a través del no pago de alguna deuda entre el vasallo y su señor. El siervo quedaba amarrado a trabajar la tierra de su señor, sin ningún beneficio a cambio más que el de la alimentación que era proveída por su propio trabajo en los cultivos, situación que se extendía hasta que la deuda fuera cancelada o hasta que el castigo por incumplimiento fuera levantado, lo cual podía tener una duración indefinida e incluso ser una condición de carácter hereditaria, es decir, si la deuda no se alcanzaba a cancelar durante la vida del siervo, su condición de tal era traspasada automáticamente a sus hijos, o en su defecto a su esposa o parentela. La vida de la sociedad feudal estaba concentrada y constituida en el espacio territorial demarcado por la villa, lugar donde se organizaba el trabajo agrícola y se articulaban las relaciones entre los vasallos y sus señores. Los señores más poderosos tenían a su haber un feudo compuesto de numerosas villas, en cambio los más pequeños tenían bajo su protección sólo una villa feudal. La parte central de toda villa estaba destinada a la ubicación de la casa señorial, la cual generalmente se manifestó en la forma de un castillo fortificado donde residía el señor, su familia y la comitiva que le acompañaba. Alrededor de este castillo se encontraban las tiendas dedicadas a la herrería y los almacenes de productos. Más lejanos estaban las caballerizas, los establos, los hornos y los molinos. También cercano a la influencia del castillo del señor se encontraba la capilla y la casa del sacerdote, los cuales daban el comienzo de las casa de los villanos o campesinos, las cuales se disponían bajo el tramado de los escasos senderos que cruzaban la aldea. El régimen de la villa se basó en el autoabastecimiento y consumo de los productos que los propios villanos producían. En cuanto a la tierra que el señor daba en feudo, ésta estaba dividida en dos partes, la primera se destinaba en exclusividad a la explotación en beneficio del señor a través de sus siervos o de los vasallos que les correspondía realizar su servicio personal periódico. La segunda parte estaba a su vez dividida en lotes o parcelas donde cada vasallo hacía usufructo de ellas, previo pago de un tributo, el cual se expresaba en granos de trigo, carnes o tejidos. Tierras más alejadas eran destinadas al pastoreo de ganado que era criado para el consumo de carnes y el aprovechamiento de su leche en la confección de queso, aunque la dimensión de su productividad fue siempre baja en relación con los cultivos netamente agrícolas. En cuanto a las bebidas, los sacerdotes fueron los que destinaron su tiempo en la preparación de ciertos brebajes, los cuales fueron producidos sobre la base de la destilación de trigo y de uvas, con lo que se obtenía vino, sidra y la apetecida cerveza. Los márgenes de la villa, a su vez, servían como perímetro de la jurisdicción de los señores sobre sus vasallos, los cuales podían trasladarse de una villa a otra cuando la cuota de servicios personales del contrato de vasallaje se hubiera cumplido. En cambio, los siervos de la gleba estaban atados a permanecer en la villa del señor de por vida. La jurisdicción también incluía el permiso para contraer matrimonio dentro de la villa. Los vasallos y siervos, si bien en teoría dependía también del cuidado de los reyes, en la práctica su suerte estuvo completamente dirigida por el accionar de los señores feudales.
Dentro del espacio que determinaba la villa y los feudos de los señores se desarrolló la llamada cultura caballeresca, típica de la época medieval y del sistema feudal. Este tipo de vida, como ya se dijo anteriormente, fue adoptado tanto por los señores feudales como por los simples guerreros que sobre sus caballos querían inmortalizar sus andanzas en batalla y así ganarse el reconocimiento público por sus acciones heroicas. A medida que avanzó la Edad media el rango de caballero llegó a tener gran significación y casi integraban un estado social aparte de los ya definidos. Expresión máxima donde se conjugaban los ideales de os caballeros eran los llamado torneos, celebraciones pomposas donde los caballeros de los distintos reinos y feudos, demostraban sus habilidades guerreras ante los ojos de las damas solteras que buscaban la posibilidad de algún marido entre los participantes. Todo caballero que participara en los torneos debía tener la edad de veintiún años cumplidos y haber participado en alguna batalla. Sólo entonces tenía derecho a tener su armadura de caballero, un escudo de armas y la ayuda de un paje o escudero que lo acompañase en sus andanzas. La caballería medieval fue la conjugación de los ideales de la vida durante el periodo feudal, integrándose en ellos los valores germánicos de la guerra y los valores éticos cristianos, en cuanto a utilizar la espada para la protección de los más débiles, los pobres, las viudas y las mujeres en peligro y también en el servicio de la Iglesia en su lucha contra los infieles como ocurrirá durante el desarrollo de las Cruzadas.
La Iglesia Católica y la sociedad medieval:
Mientras caracterizamos al sistema feudal principalmente por su tendencia a la proliferación de los poderes locales, en desmedro de la concentración de los mismos en la figura de un monarca fuerte, es necesario apuntar que tal situación no se asemejaba a la realidad que vivía la Iglesia Católica, la cual se destacó por ser la institución medieval que se estructuró bajo la base de una fuerte organización centralizada en el poder que emanaba desde Roma, organización que le otorgó signos de unidad cultural al mosaico de reinos y feudos desparramados por Europa, acompañando al individuo de esta época durante todo el transcurso de su vida, como un tutor que lo conduciría, en definitiva, a la salvación final. La influencia que ejercía la Iglesia sobre los hombres medievales no sólo se pronunció a través de su accionar como guía espiritual, sino que también incluyó labores de funcionarios civiles, como el conteo e inscripción de nacimientos y matrimonios o el cobro de impuestos por dar un par de ejemplos. El poder de la institución eclesiástica también se reflejó en el plano económico, a través de las grandes riquezas que acumulaba el alto clero, gracias a las constantes donaciones de tierras por parte de los poderosos señores feudales, quienes veían en estas iniciativas una forma directa de ganarse el perdón de los pecados y el paso al paraíso; y a su vez, gracias al impuesto del diezmo, el cual consistía en la entrega de la décima parte de las utilidades de las respectivas labores en favor de las arcas de la Iglesia. Con todo, la Iglesia se alzaba como la institución europea de mayor importancia y con un poder superior a cualquier otro que surgiera entre los disminuidos monarcas, a la vez que tenía a la gran nobleza bajo su tutela moral y espiritual. El Papa, en definitiva, se erigía como el primer señor de la escala feudal, y todos los reyes y señores le debían juramento de vasallaje.
Como ya se dijo, la sociedad medieval fue una sociedad que dedicó su vida a alcanzar la gracia divina y optar de esta forma a la salvación eterna del alma en el más allá. El hombre medieval estuvo definido, entonces, por su permanente carácter trascendente, es decir, la consagración de su vida inmanente, su vida terrenal, en realizar lo necesario para ir en búsqueda del premio que significaba la vida después de la muerte teniendo de su parte la gracia de Dios, la cual se lograba alcanzar mediante una rigurosa vida penitente, aceptando las indicaciones de comportamiento y espiritualidad que emanaban de la Iglesia, y contrayendo oportunamente los sagrados sacramentos, ceremonias que marcaban las etapas del hombre en su vida, y sin los cuales la posibilidad de salvación no existía para el alma de un pecador. Mediante el bautismo, el niño era convertido al cristianismo y recibía un nombre adecuado a su calidad de tal. Posteriormente, en la confirmación, el joven bautizado era oficialmente recibido como parte de la Iglesia Católica. El matrimonio tenía sólo validez, cuando éste era celebrado bajo la bendición irrompible de un sacerdote que lo consagrara como sacramento. Por último, está el sacramento de la extremaunción, el cual se otorgaba en los momentos antes de morir y tenía un carácter primordial para la salvación del alma en la otra vida. Es por ello que en las batallas siempre había un contingente de sacerdotes aplicando este póstumo sacramento a los caballeros y soldados que perecían en la lucha. A su vez, existen otros sacramentos que no corresponden a la celebración de un momento en particular de la vida de los hombres, sino que son otorgados durante el transcurso de ella, tales son los casos de la confesión y la penitencia, los cuales absolvían de los pecados a través de la bendición de un sacerdote; la celebración de la Santa Eucaristía, acto donde se consagraba el pan y el vino en recuerdo de la Ultima Cena; y por último el sacramento de la ordenación, exclusivo para aquellos que seguían el camino de la Iglesia y se ordenaban como sacerdotes. Más allá de lo netamente religioso, la Iglesia reguló muchas de las tradiciones medievales, tutelando las costumbres de los hombres de la época, encausándolas dentro de los parámetros de conducta que imponían los cánones de la Iglesia. Es así como, por ejemplo, se instauró la llamada Tregua de Dios, bajo la cual la Iglesia prohibió la lucha armada en días de celebración religiosa. Así también, la Iglesia actuó intensamente como juez de las acciones de los hombres. Se establecieron tribunales eclesiásticos para castigar a quienes violaban las normas impuestas por la Iglesia, las cuales estaban estipuladas en el llamado Derecho Canónigo, código que recopilaba principios basados en la interpretación de las Sagradas Escrituras, los decretos de los papas y las resoluciones que se emitían desde los Concilios, asambleas donde se reunía el alto clero de la Iglesia y se discutía acerca de alguna disposición eclesiástica. Dentro de la administración de justicia por parte de estos tribunales eclesiásticos, se destacó la persecución y castigo del crimen de la herejía, es decir el comportamiento o acciones de hombres que se desviaran o fueran abiertamente contrarios a los dogmas de la Iglesia Católica. El crimen de los herejes era considerado un crimen hacia Dios y hacia la sociedad laica que la Iglesia protegía, por lo que los condenados por tal crimen eran enjuiciados en primera instancia por un tribunal eclesiástico, llamados tribunales de la Inquisición, y posteriormente por la justicia civil, quien ante el crimen aplicaba la condena de la muerte en la hoguera, recomendada por la Iglesia por la creencia de que el fuego lograba consumir por entero el cuerpo del herético y así el maleficio acabaría con él.
Más allá de las condenas contra la herejía, las cuales quedaban en exclusividad bajo el criterio del inquisidor y del tribunal que él presidía, La Iglesia contaba con una serie de instrumentos instaurados en su Derecho eclesiástico, en contra de aquellos que quisieran pasar a llevar su autoridad o simplemente ofendieran a la institución católica. Entre estos instrumentos se destacan los decretos de excomunión, donde se castigaba al culpable con la negación de los servicios de la Iglesia, ya que quedaba completamente aparte de ella, y por consiguiente también de la sociedad civil, debido al estigma que significaba ser excomulgado. La excomunión era un mecanismo que utilizaba la Iglesia como método de presión para el inculpado, para que éste se rehiciera de sus dichos o acciones de forma pública, y así pudiera reconciliarse con la autoridad eclesiástica. De no hacerlo en un tiempo prudente, el inculpado era pasado a las autoridades civiles quienes lo condenaban a morir, preferentemente, en la hoguera. Si el decreto de excomunión ers concedido a un rey, príncipe o señor feudal mayor, el juramento de fidelidad, impuesto en el contrato de vasallaje, quedaba sin efecto, por lo que los vasallos quedaban en libertad de acción. Y también existía el decreto de entredicho, el cual disponía el cierre de las Iglesias de una comunidad o un distrito mayor, con el fin de que la misma comunidad entregara al o los culpables de herejía u ofensa contra la Iglesia, ante la gravedad de la suspensión de los servicios religiosos para la localidad. La conformación del Derecho Canónigo, fue un elemento que paulatinamente socavó la fuerte alianza entre la Iglesia y las monarquías europeas, ya que éste indicaba un claro signo de independencia de la unión consagrada entre el poder temporal y el espiritual desde los tiempos de Carlomagno. De hecho, el código eclesiástico impedía juzgar a los clérigos según el Derecho de la sociedad civil, sino previo juicio en tribunales eclesiásticos – situación que perdura en muchos casos hasta nuestros días- lo que trajo permanentes roces entre la autoridad temporal y Roma, sobretodo al escape que tenía el Derecho canónigo del contrato de vasallaje, confirmado por la misma Iglesia. En teoría, cuando se entregaba un feudo a algún obispo o clérigo, éste le debía vasallaje al señor feudal, por lo que sus acciones, tanto laicas como religiosas, quedaban inscritas bajo el juramento de fidelidad y de la investidura que el señor le otorgaba al vasallo. Esta situación se vivió con gran fuerza, sobretodo en los dominios del Sacro Imperio, los sucesores alemanes del Imperio de Carlomagno, quienes apoyados en su investidura imperial y de señores feudales, intervenían directamente en la designación de obispos y abades en sus feudos, con el objetivo de proteger al papado de la aparición de una curia, o alto clero, que fuera más funcional a los intereses de las noblezas locales que al Imperio y a Roma. Esta situación se mantuvo con fuerza hasta el siglo XI cuando comienza una gran reestructuración de la Iglesia, sobretodo a partir de las consideraciones del clero por apartar toda influencia de reyes o del sacro emperador de las decisiones de la Iglesia y en la designación de las autoridades eclesiásticas. Esta reformación de la Iglesia, tuvo su punto de origen en la orden monástica borgoñesa de Cluny, la cual había sido fundada en el año 910 y que se caracterizó por su fuerte apego a la labor teológica de la Iglesia y por su abierta enemistad con el emperador del Sacro Imperio en Alemania y sus prerrogativas sobre los obispos. La lucha principal de la orden de Cluny, a la cual se adhirió gran parte de la curia papal, era la de acabar con la investidura laica y con el derecho de los reyes a intervenir en la Iglesia.
El primer paso que significó la ruptura entre la Iglesia el poder temporal, particularmente identificado en la figura del emperador, fue la formación del Colegio Cardenalicio en el año 1059 en Roma, el cual tendría la función especial de elegir al Papa sin la intervención o influencia de algún poder político que no fuera el de la propia Iglesia y sus cardenales. La elección de los distintos papas en el futuro pasará, hasta la actualidad, por esta institución. La reforma a la estructuración de la Iglesia fue apoyada de forma entusiasta por el Papa elegido por este colegio de cardenales, Gregorio VII (1073-1085), y a la vez, resistida abiertamente por el sacro emperador Enrique IV, produciéndose un conflicto entre ambos conocido con el nombre de la querella de las investiduras: mientras el Papa abogaba por la libertad completa de la Iglesia de todo poder temporal, y la sumisión de éste como vasallo del poder de Dios en la figura del Papa y la Iglesia Católica; el emperador insistió en su tradicional derecho de nombrar a los obispos de sus dominios feudales. La disputa terminó con la excomunión de Enrique IV, ante lo cual el emperador no tuvo otra salida que someterse ante el poder del Papa. Así, en el 1077, Enrique apareció vestido como penitente, sin armas y descalzo, en las puertas de la residencia invernal del Papa Gregorio, el castillo de la localidad de Canosa, permaneciendo allí tres días y tres noches en la nieve, hasta que Gregorio lo absolvió de su castigo. A partir del triunfo papal en la querella de las investiduras, el poder de las Iglesia se masificó por toda Europa como el gran poder central de la Edad Media. Paulatinamente todos los demás reyes y grandes señores siguieron el ejemplo de Enrique IV y sometieron sus respectivas autoridades a la del Papa en Roma. Durante el siglo XII, las monarquías que aún se mostraban renuentes a abandonar sus antiguos derechos sobre la Iglesia, tuvieron que abandonar sus posturas y jurar vasallaje hacia el Papa que cada vez más agrupaba más poder. Se destacó en esta fecha el Papa Inocencio III (1198-1216), quien decretó oficialmente que su autoridad estaba por encima de todo poder temporal, por lo que los rebeldes reyes de Inglaterra, Dinamarca, Polonia, Hungría, Portugal y Aragón, la debieron prestar juramento de vasallaje, a pena de sufrir la excomunión personal y de la de sus pueblos. Así también, durante los siglos XII y XIII, la Iglesia promovió la formación de nuevas óredenes religiosas al amparo de las transformaciones del continente gracias a las Cruzadas y la reaparición de las ciudades importantes. Para ello se formaron la orden de los franciscanos y la orden de los dominicos. Mientras la primera concentró sus labores en la evangelización y la prédica fuera de los monasterios y abadías, en el contacto directo con las personas más pobres y de la ciudad; los segundos se manifestaron como grandes estudiosos de la teología y la filosofía, siendo muchos de ellos brillantes maestros en cátedras celebradas en las principales universidades de Europa, que hacia esta fecha renuevan el impulso intelectual y cultural del continente, como lo fueron las universidades de Oxford, Colonia, Bologna, París y Salamanca. Pero sin lugar a dudas, el poder e influencia de los papas y la Iglesia sobre la población del continente europeo, se observó con claridad ante la convocatoria que hicieron los Sumo Pontífices a luchar por recuperara los santos lugares de las manos de los infieles turcos. Las llamadas Cruzadas marcaron el fin y el comienzo de una época en Europa, y la a comprobación que los mandatos del Papa, eran ley para los reyes y sus súbditos.
3.
La Baja Edad Media: Las Cruzadas: procesos de cambio.
Hacia finales del siglo XI de nuestra era, ocurre un hecho que traería grandes consecuencias para el contexto en que se desenvuelve Europa, marcada por el sistema feudal y por la tutela del poder del la Iglesia Católica. Con el transcurso de este siglo, en la región de Asia Menor, un pueblo proveniente de las estepas de Asia Central, y con una clara tendencia fundamentalista de la religión musulmana a la cual fueron convertidos siglos antes, ha penetrado las defensas del Imperio Bizantino en el sur de sus dominios y paulatinamente se ha ido apoderando de los territorios de Siria, Persia y Palestina, este último considerado sagrado para el mundo cristiano por allí encontrarse los santos lugares, los sitios donde nació, vivió, predicó y murió Cristo. Si bien en un principio este pueblo, los turcos seléucidas, caracterizó sus movimientos según la forma de vida a la cual estaban acostumbrados, es decir, ataques de diestros jinetes acompañados de arqueros, lo cual fue la característica principal de los guerreros pueblos provenientes de la meseta Central de Asia, así como los magiares o las posteriores hordas del líder mogol Gengis Khan; paulatinamente su presencia se transformó en una amenaza de peligro para el mundo cristiano por las conquistas que estaban haciendo y por el asentamiento de sus fuerzas en los lugares sagrados para el cristianismo. Uno de los procesos que acompañaron al replantamiento de la Iglesia Católica, a partir de las reformas iniciadas por la orden de Cluny durante este siglo, lo significó el constante peregrinaje de sacerdotes y monjes hacia Palestina, con el objetivo de dar una mayor conexión a las bases de la Iglesia Católica con sus verdaderos orígenes, y a la vez para establecer cierta presencia cristiana ante el acoso de otras religiones, especialmente el islamismo, que también competía por la hegemonía de la región, ya que para ellos la ciudad capital de Palestina, Jerusalén, también tenía un carácter sagrado. Sin embargo, la competencia religiosa más directa no era sólo contra los infieles musulmanes, sino contra la hegemonía y protección que Bizancio y la Iglesia Ortodoxa habían conformado sobre los santos lugares. Hacia estas alturas, las relaciones entre Roma y Bizancio estaban totalmente quebradas. Cada una de las iglesias cristianas se arrojaba la pretensión de ser la verdadera defensora de la fe cristiana y la depositaria del poder divino, el cual se representaba en cada una de las santas reliquias del cristianismo. Mientras Bizancio aducía poseer la santa lanza que atravesó el costado de Cristo en la cruz, desde los tiempos de la fundación de Constantinopla por Constantino; en occidente la leyenda del santo grial, la copa que recogió la sangre de Cristo, estaba muy enraizada dentro de las costumbres cristianas. De hecho, en Francia, uno de los lugares donde supuestamente había llegado el grial desde Oriente, se había conformado una orden caballeresca encargada de la protección del grial, otras reliquias del cristianismo – como la aparición del santo sudario- y de los lugares sagrados para la religión de Cristo, la llamada orden de los Caballeros Templarios, los cuales se identificaban con una cruz roja en sus vestimentas. La competencia religiosa fue tal, que debemos recordar que en el año 1054, el Papa y el patriarca bizantino de excomulgan mutuamente, lo que provoca un cisma dentro de la cristiandad con diferencias que perdurarán en el futuro. También es necesario apuntar que la realidad de ambas Iglesias era muy distinta la una de la otra. Mientras Roma tenía un
poder hegemónico de todo el continente europeo, y bajo su tutela moral encabezaba la pirámide social conformada por la institución del vasallaje; en oriente, la iglesia ortodoxa estaba totalmente subordinada al poder del emperador, quien realmente se alzaba como el jefe de la Iglesia, ya que los decretos y normativas religiosas pasaban por su exclusiva autorización. Sin embargo, pese a lo anterior, Roma se veía en a sí misma en una posición desmedrada al frente de su similar bizantina. La lujosa vida de los patriarcas en Bizancio, la majestuosidad de sus templos y la belleza de las ciudades bizantinas, sumado al gran esplendor intelectual y cultural de los ortodoxos, facilitado por las espléndidas bibliotecas y escuelas, siempre atrajeron la envidia del papado, quien veía en Bizancio más que un símil cristiano, a un enemigo y competidor en el ámbito teológico y territorial, sobretodo hacia fines del siglo XI cuando Bizancio se encuentra en una de sus etapas de mayor esplendor económico. Es por lo anterior que la toma de Jerusalén y del santo sepulcro por parte de los turcos, fue un hecho funcional a los requerimientos de la Iglesia, ya que es el propio emperador bizantino quien, al verse sobrepasado por la capacidad militar de los invasores turcos, pide la ayuda de la Iglesia Católica para la recuperación de los santos lugares de la presencia de los infieles. Fue así como en el año 1095, el Papa Urbano II, en el Concilio de Clermont, convocó a los cristianos de Europa a “tomar la cruz” y recuperar los santos lugares en nombre de la fe cristiana. El poder del Papa se alzaba como el de mayor importancia en Europa, confiándole la noción de su infalibilidad, es decir, la falta de equivocación de las acciones papales, por ser él, el vicario (representante) de Cristo en la tierra. El continente europeo se revolucionó con la idea de conformar una cruzada libertadora de la los santos lugares, ya que en ella se veían reflejados los principales valores del hombre medieval: los principios cristianos y las virtudes de los caballeros. La empresa tuvo un fuerte componente de aventura, por lo que no extrañó que muchos de los reyes y grandes señores se enrolaran en las filas cruzadas a expensas de dejar sus feudos a cargo de esposas, hijos, vasallos leales, la Iglesia misma o incipientes comerciantes, siendo estos últimos, personajes que van a tener un importante rol durante el desarrollo de las Cruzadas y que significarán la base de la clase burguesa que comienza a incubarse a partir del siglo XII en Europa. Las Cruzadas propiamente tales van a tener un número de ocho grandes travesías, las cuales se dispondrán cronológicamente desde el 1095 hasta el año 1270, y en su desarrollo irán variando los objetivos de las mismas, que si bien en un principio tienen un carácter netamente militar y religioso, con el tiempo se convertirán en grandes empresas comerciales con el afán de conseguir los productos y mercancías de Oriente, lo cual va a ser abiertamente condenado por los papas de turno y traería graves consecuencias a la relación entre el comerciante que nace de las Cruzadas y la Iglesia Católica.
Primera Cruzada (1095): estuvo encabezada por los caballeros templarios bajo el mando de su líder Godofredo de Boullion, los cuales al entrar en territorio oriental toman las plazas de Nicea, Antioquía y recuperan Jerusalén de las manos musulmanas, estableciéndose allí un protectorado de la ciudad y los santos lugares por parte de esta orden de caballeros cruzados.
Segunda Cruzada (1148): esta cruzada va estar dirigida por el rey alemán Conrado II y por Luis VII de Francia. Su objetivo fue el de apoyar al reino cristiano de Jerusalén, el cual estaba siendo acosado por las tropas turcas de Saladino, las cuales logran reconquistar la ciudad de Edesa cortando el suministro de provisiones y alimentos hacia los cruzados, los cuales paulatinamente decaen ante el hambre y la proliferación de enfermedades.
Tercera Cruzada (1188): Saladino ya ha tomado bajo su posesión los territorios de Egipto, Siria y Mesopotamia, por lo que las colonias cruzadas se encuentran totalmente rodeadas y a la merced de los constantes ataques de los jinetes turcos. Tal escenario obligó a la conformación de una nueva cruzada, la más grande en contingente de todas, ya que en ella participaron no sólo los caballeros y grandes señores feudales, sino que además se incorporó masivamente la población campesina, sobretodo de los reinos de Francia al mando del rey Felipe Augusto; de Alemania, al mando de Federico Barba Roja; y de Inglaterra, al mando de su monarca Ricardo Corazón de León. Durante el transcurso de la travesía el rey francés perece ahogado, mientras el alemán es tomado prisionero. Ricardo, en tanto no logró unificar bajo su mandato a los ejércitos fieles a sus respectivos monarcas. Muchos de los integrantes de estos ejércitos se dispersaron en la región formando colonias que se asentaron para vivir del comercio,. Gracias a la fascinación que engendró en algunos las bellezas de Oriente y el modo de vida de los árabes, el cual era muy distinto del riguroso y austero sistema implantado por el feudalismo y la Iglesia Católica. Esta cruzada trajo como consecuencia que no se lograran recuperar los territorios perdidos en la segunda cruzada, además de iniciar el carácter comercial en las motivaciones de los cruzados, debido fundamentalmente al apoyo de los pequeños comerciantes de Europa en la travesía, la cual la veían más como un posible negocio que una empresa religiosa.
Cuarta Cruzada (1204): la cuarta de las cruzadas emprendidas por los cristianos va a tener una doble connotación para la Iglesia y particularmente para el Papa Inocencio III. La expedición estaba compuesta principalmente por caballeros franceses e italianos, los cuales previo permiso y consentimiento del Papa, desvían su camino hacia tierra santa para introducirse en Bizancio bajo el permiso del emperador. Sin embargo, los cruzados comienzan un saqueo general de la ciudad de Constantinopla y emplazan a sus propios mercaderes como dueños de los puntos de llegada de los productos de las rutas comerciales asiáticas y árabes que llegaban a la ciudad capital de Bizancio. Como consecuencia de este ataque inesperado, y bajo el tácito apoyo desde Roma, se impondrá a la población local el llamado Imperio Latino, el cual se establecerá en Constantinopla hasta el final de las cruzadas. Sin embargo, la independencia de los cruzados en Bizancio, y posteriormente en Medio Oriente, de la tutela moral de la Iglesia generará una exagerada tendencia al lujo y al comercio de artículos suntuosos desde Bizancio hacia los principales puertos del Mediterráneo, lo cual va a ser claramente condenado por el Papa, quien veía en este proceso un germen de desobediencia a las rígidas normas morales y de conducta establecidas por la Iglesia. A partir de este punto las cruzadas variarán completamente en sus motivaciones, hacia la activación de ricos circuitos comerciales.
Quinta Cruzada (1217): Esta cruzada fue conformada por caballeros húngaros y franceses, con el claro objetivo de recuperar la región de Egipto de manos turcas, particularmente el paso hacia el mar rojo y las rutas comerciales que podían establecerse entre el Mediterráneo y el comercio arábigo. Esta cruzada fracasó debido al poco apoyo que tuvo, debido al sabotaje de la empresa por parte del Papa Inocencio III, quien absolutamente contrario a una travesía con claro carácter comercial, chantajeó a los pueblos de Hungría y Francia con el anatema papal, es decir, la excomunión masiva de estas comunidades.
Sexta Cruzada (1228): cruzada dirigida por el rey alemán Federico II, quien al llegar a Medio Oriente, negocia con el sultán turco la posesión de la ciudad de Jerusalén, la cual queda bajo el control de colonias germanas e italianas, mientras se aceptaba la construcción de una gran mezquita en territorio santo, la cual se conserva hasta la actualidad. La negociación dejó 10 años de paz y estabilidad en la zona, lo cual favoreció el comercio entre Oriente y Europa, particularmente con los puertos de Venecia y Génova. La implantación de la diplomacia entre cruzados y musulmanes fue un hecho que disgustó al papado, ya que en dicha actividad negociadora, está inmerso una aceptación del otro y una tolerancia hacia sus ideas, lo cual atentaba sobre la hegemonía de la cristiandad y sobre uno de los dogmas más férreos de la Iglesia medieval, la de considerarse como religión única e universal. Con el transcurso de las cruzadas, sus integrantes paulatinamente se transforman en laicos.
Séptima Cruzada (1248): dirigida por el rey de Francia, Luis IX, esta cruzada que tiene como objetivo la recuperación de Egipto y sus rutas comerciales, va a estar condenada a fracasar desde su inicio, cuando a Francia se le amenaza con el anatema si apoyaban masivamente la empresa de su rey. Así fue como Luis IX es derrotado por el sultán de Egipto y una conjunción de fuerzas musulmanas y orientales, las cuales visualizaron en esta incursión militar una espacie de “cruzada oriental”, es decir, una empresa conformada para expulsar al invasor europeo de sus dominios.
Octava Cruzada (1260): la última de las cruzadas se organiza con el objetivo de apoyar a las fuerzas de Luis IX, las cuales se encuentran bajo el masivo ataque de una confederación de fuerzas orientales al mando del sultán de Egipto, entre las que se encuentran tropas de origen mogol, sirios, turcos, persas y árabes. La derrota de los cruzados es total ante la arremetida de las fuerzas orientales, las cuales logran expulsar definitivamente a las colonias europeas asentadas en Asia Menor, a la vez que reconquistan la ciudad de Jerusalén y todo el territorio de Palestina. Las tropas de Luis IX, se repliegan hacia el norte de Africa, específicamente hacia las colonias francesas establecidas en las costas de Cártago. Allí el rey de Francia intentó tratar de evangelizar al sultán de Egipto de manara infructuosa, pereciendo solitariamente ante un ataque masivo de peste. La derrota de los cristianos occidentales se completa con la recuperación de Constantinopla por parte de las tropas bizantinas, poniendo fin al Imperio Latino y al dominio italiano sobre el embarque de los productos de la ruta de la seda. Sin embargo, el comercio con los puertos de Italia se mantendrá fluido durante el desarrollo del resto de la Baja Edad Media.
El despertar de la vida urbana.
Comercio y monetarización:
El choque cultural que significó para el europeo encontrarse ante una realidad nueva y permanentemente estimulante, redundó en la adopción de mucha de sus costumbres y en la importación de productos como tejidos y condimentos hacia la realidad europea, inaugurándose un constante intercambio comercial entre ambos mundos, que tuvo sus puntos máximos de contacto en las rutas comerciales que llegaban a Constantinopla y en el comercio que desde allí se realizaba con las ciudades marítimas italianas, las primeras en realzar nuevamente la importancia de los centros urbanos en Europa. Desde ellas, los productos comenzaron a ser internalizados al continente, generando caravanas de productos que iban de villa en villa comercializándose e intercambiando productos con los excedentes agrícolas de aquellos poblados. Las exportaciones internacionales se realizaban desde regiones tan lejanas como China o la India, a través de rutas comerciales como la ruta de la seda, los puertos del Golfo Pérsico y a través de la ruta del Mar Rojo. Desde allí las caravanas de camellos se dirigían hacia Alejandría en Egipto o hacia algún puerto de Asia Menor, donde eran los productos embarcados hacia las ricas ciudades del norte de Italia como Milán, Florencia, Génova y especialmente Venecia. Un segundo circuito comercial de importancia se estableció en la zona del Mar del Norte y del Mar Báltico, donde se comercializaban lanas inglesas además de paños y tejidos de Flandes (Holanda-Bélgica), a cambio de madera, trigo, pieles y cueros. Los productos de la zona costera del norte, a su vez, eran trasladados hacia y desde el continente, a través de puertos fluviales establecidos en el Rhin, el Elba y el Danubio. Este segundo circuito comercial con el tiempo se organizará en la llamada Liga de la Hansa. La explosión del comercio en Europa y la aparición de nuevos productos para el consumo del continente, llevó a que los habitantes de las hasta ahora autárquicas y cerradas villas medievales, fueran paulatinamente concentrando excedentes de sus producciones, las cuales eran destinadas a su comercialización posterior en las llamadas ferias, las cuales se dispusieron en toda Europa en ciertas épocas del año. A ellas llegaban cientos de mercaderes con el afán de apoderarse de los productos provenientes de los distintos reinos y feudos. Ferias de gran fama resultaron la que se hacían en la campiña francesa, como la de Champagne o la de Lyon, o las que se realizaban en Flandes, como la feria de Amberes, la de Brujas o la del puerto de Rotterdam. El crecimiento de estas ferias de productos provocó una aglomeración paulatina de población itinerante entre sus márgenes, fue así como de ferias esporádicas, muchos poblados se convirtieron en ciudades pujantes gracias al comercio, caracterizándose por ser el lugar de residencia de grandes mercaderes y de casas comerciales encargadas del traslado de productos. Son los orígenes de las ciudades europeas que en sus comienzos fueron denominadas Burgos. El incremento del comercio en la Europa medieval, estuvo aparejado de una reaparición de la monetarización de los circuitos de intercambio. El circulante, bajo la figura de dinero y la acuñación de monedas, volvió a aparecer con fuerza como método de
intercambio en ferias y puertos europeos, lo cual no se veía a gran escala desde los tiempos del Imperio Romano. Conjuntamente con la reaparición de la moneda, se inician las primeras actividades financieras y mercantiles con la fundación de bancos y casas de empréstitos, los cuales utilizaban mecanismos de intercambios nuevos, tales como el cheque y la letra de cambio. Así también aparecieron los primeros préstamos de dinero con intereses, lo cual en un principio fue abiertamente condenado por la Iglesia al ser la usura, el cobro excesivo de intereses, un pecado ante los ojos de la doctrina eclesiástica. Sin embargo, con el tiempo se dictaron legislaciones que reglamentaron el cobro de intereses, para que éstos fueran de manera justa y homogénea. La independencia y libertad de las ciudades, fue un proceso dispar en toda Europa, ya que hacia el siglo XI, la mayoría de ellas nacieron al alero de una concesión de tierras de algún señor en calidad de feudo, lo cual hizo que la urbe fuera dependiente de este señor. Sin embargo, con el tiempo las ciudades buscaron su autonomía feudal, para ser dependientes directas del rey, proceso que se realizó a través de negociaciones entre los citadinos y el señor feudal, o a través de cruentas luchas entre las fuerzas señoriales con sus vasallos y las milicias mercenarias contratadas por la ciudad. Un pueblo que se caracterizó por sus labores mercenarias, poniendo sus habilidades y contingente militar al mejor postor, durante gran parte de la historia de la Europa medieval y moderna, fueron los denominados cantones suizos, los cuales fueron utilizados permanentemente por las ricas ciudades sureñas, especialmente las italianas, para la defensa de sus territorios, situación a la cual también se adhirió el propio papado para proteger sus dominios, los Estados Pontificios. Con el tiempo, los suizos se establecerán como los miembros de una guardia personal del Papa, situación que se mantiene simbólicamente hasta nuestros días. La alianza entre las ciudades y las monarquías significará una unión que traerá variadas consecuencias para Europa. El rey, cada vez más ampliará su poder gracias a la ayuda tributaria de las ciudades y los burgueses, los cuales esperaban de la monarquía que estableciera la paz en los territorios definidos por sus reinos, para así realizar sin trabas sus actividades comerciales; en contrapartida de lo establecido por los belicosos e inestables feudos señoriales, los cuales no eran funcionales para la ampliación de los mercados y la intensificación de los circuitos comerciales de este incipiente capitalismo que se está incubando en la clase comercial que vive en las ciudades y puertos: la burguesía. El origen de la burguesía europea, proviene de la misma conformación de las villas y de las posteriores Cruzadas. Los señores feudales, envueltos en el espíritu de aventura y odisea cristiana en pos de la conquista de los lugares sagrados, del honor y gloria caballerescos, abandonaron sus tierras y feudos por largos años en su travesía. Muchas dinastías simplemente perdieron todos sus derechos nobiliarios mientras el señor y sus primogénitos no estaban en sus tierras para defenderlas y en otros casos, éstas debían ser vendidas a pequeños agricultores que, ante la ausencia del señor, pudieron aumentar su productividad agrícola y almacenar pequeñas fortunas que los elevaron a una condición económica superior a la de otros campesinos menores y siervos de la villa. Muchos de estos pequeños comerciantes, compraron su independencia del vasallaje a través de préstamos de dinero y especias al arruinado señor feudal que volvía de las Cruzadas. En libertad, dirigieron sus proyectos a explotar sus propias tierras o al incipiente comercio de ferias,
estableciéndose en los márgenes de los poblados de mayor crecimiento o en los puertos comerciales. La vida del burgués en la ciudad, identificó una serie de distintas funciones y posiciones sociales dentro de la misma urbe. Mientras los grandes mercaderes impulsaron la vida económica de la ciudad, formando casas comerciales y asociaciones llamadas guildas, las cuales se repartían los monopolios de productos y las zonas donde éstos se comercializaban, castigándose a aquel comerciante que no respetara dicha distribución mediante la instauración de tribunales comerciales; los pequeños comerciantes, entre los que se disponía gran número de artesanos, se aglomeraban en sus propias agrupaciones, los llamados gremios, los cuales eran indispensables para el ejercicio de cada uno de los oficios. Sólo perteneciendo oficialmente a un gremio se podía ejercer la profesión, ya que éstos fijaban los precios de las actividades y reglamentaban la cantidad y calidad de la producción. Existieron los gremios de los joyeros, armeros, zapateros, sastres, herreros, etc. La formación de los distintos artesanos se derivó de la relación existente entre el maestro, y su aprendiz, la cual se mantuvo durante la Edad Media como método de enseñanza de las generaciones de expertos artesanos. Con todo, el burgués desarrolló características diferentes de los habitantes del campo y de las villas feudales. En su mentalidad cambió su anterior carácter de vasallo, gracias a la independencia que le otorgaba la ciudad, y nuevamente toma fuerza la conciencia de la ciudadanía, de los derechos y deberes que tiene el habitante de la ciudad dentro de su espacio territorial, transformándose las relaciones verticales en horizontales, bajo una nueva concepción comunitaria de los habitantes de la urbe, los cuales se identifican mutuamente como vecinos.
El desarrollo cultural y el pensamiento moderno:
La explosión comercial que se vivió en la Europa posterior a las cruzadas, como ya se ha apuntado, trajo un resurgimiento de la ciudad como centro administrativo y foco de los circuitos comerciales que en el continente europeo se emplazaban y diversificaban. Este renacimiento de las urbes europeas, fue el alero donde se cobijó otras series de transformaciones, las cuales lentamente comienzan a conformar las estructuras de la Europa moderna, la cual por cierto, tiene sus bases y puntos de origen en los elementos que se derivan de los procesos acontecidos entre los siglos XIII y XV de nuestra era. Uno de los elementos, entonces, que se configura a partir de la influencia de la ciudad y el comercio en el siglo XIII, se refiere al desarrollo cultural que acontece en Europa, desarrollo que estuvo influenciado por la proliferación de la llamadas Universidades, corporaciones de estudio que formaban a profesionales basándose en la forma de enseñanza de los gremios, entre un maestro –el profesor- y un aprendiz –el estudiante- pero que no respondía a los aprendizajes de oficios de artesanos, sino más bien a cátedras relacionadas con la metafísica, la filosofía o el Derecho. En rigor, cada universidad estaba compuesta por cuatro facultades principales: Artes, Derecho, Medicina y Teología. Se otorgaban los grados académicos de Bachillerato, de Magister y el superior grado de Doctorado. Cada una de las universidades, al momento de su fundación,
debía contar con el permiso del Papa para su funcionamiento, así como la fiscalización del mismo en cuanto a los estatutos que dirigían a cada centro de estudios. La primera de las universidades fue la que se derivó de la Escuela de Juristas de Bolonia, en Italia. Dentro de las cátedras que se impartían en las universidades, el idioma latín era la lengua oficial de las aulas. De hecho, todo documento o investigación universitaria se realizaba en dicho idioma. El latín fue uno de los elementos que otorgó continuidad al diverso escenario cultural europeo. Fue la lengua oficial de la Iglesia, del Derecho civil y de la ciencia, a su vez de fuente de las principales obras literarias de la Alta Edad Media. Sin embargo, con el desarrollo del medioevo, los grandes reinos paulatinamente comenzaron a formar sus propias nacionalidades, lo que implicaba una serie de elementos, como un idioma propio, que les identificara del resto de Europa. Mientras el latín se mantenía como idioma oficial, éste fue perdiendo fuerza entre la masa popular, derivándose en una serie de idiomas locales que tienen su base en las raíces idiomáticas latinas, tales como el francés, el portugués, el italiano, el castellano, el romance, el catalán, el gallego y el rumano. En España, hacia el siglo XIII, nace la primera obra literaria en una lengua local o vernácula, el llamado Poema del Mío Cid, primer poema épico español que relata las andanzas de este caballero y su lucha contra las fuerzas del Califato de Córdoba. El arte medieval estuvo marcado por la gran religiosidad del mundo europeo de la época, destacándose dos corrientes artísticas, tanto en las obras pictóricas como en la arquitectura, que fueron representativas de todo el periodo medieval. La primera, que surge a partir del siglo X de la era cristiana, es el arte románico, famoso por sus construcciones arquitectónicas y la introducción en ellas de la media cúpula, la bóveda y el medio arco, siendo la obra representativa de este estilo, la edificación de la Catedral de San Pedro en Roma, la cual no será restaurada hasta el tiempo de Miguel Angel en el siglo XV. Y la segunda corresponde al arte gótico, nacido en Francia en el siglo XII, el cual fue característico de las principales catedrales de la época. Entre sus elementos principales encontramos las vidrieras multicolores, los rosetones y la utilización de arcos terminados en punta, llamados ojivas. Lo alargadas e imponentes que resultaban las construcciones góticas, con catedrales que apuntaban sus espigadas torres hacia el cielo, eran expresión de la profunda religiosidad del europeo medieval y del poder imponente que tenía la figura de Dios ante sus fieles. Pero sin lugar a dudas, es en el plano intelectual en donde las transformaciones de la Baja Edad Media dejarán una marcada huella en las mentalidades de los europeos. El pensamiento denominado moderno, tiene sus bases en los principios y fundamentos que se remontan al siglo XIII europeo, los cuales se derivan principalmente del renovado pensamiento científico de los intelectuales de la época, muy ligados a la doctrina católica de la Iglesia, pero imbuidos con la corriente pre-moderna de la Europa de la Baja Edad Media. Dentro de las actividades intelectuales, las cuales se situaban principalmente en las universidades de Europa, la búsqueda de la verdad se transformó en la tarea predilecta para filósofos y teólogos de la época, búsqueda que se asociaba a una verdad amparada en Dios y las interpretaciones de las Sagradas Escrituras. A diferencia de teólogos y filósofos de la Alta Edad Media, los de esta época incorporarán una tendencia eminentemente científica a sus principios. El razonamiento
tomó una postura fundamental para hombres laicos de universidad y para los clérigos que se dedicaban a la interpretación del mundo a través de la Biblia. El más famoso de los intelectuales de la Baja Edad Media será el sacerdote Santo Tomás de Aquino (12251274), fundador de la escuela filosófica llamada escolástica a través de su obra cumbre, la Summa. En su obra, Santo Tomás realiza una síntesis entre la filosofía aristotélica y el pensamiento cristiano. La motivación de la escolástica es, según propias palabras del declarado Doctor y padre de la Iglesia, “develar a Dios a través de la Razón”. Santo Tomás se basó en las concepciones aristotélicas que proponían la existencia de un Universo armónico e infinito y creado por un Dios que necesitaba demostrar al hombre la grandeza de su creación. Tomás de Aquino toma estos principios y deduce que toda creación de Dios tiene carácter de perfecta, por lo tanto el hombre y la sociedad que él crea tienen la misma condición. Entonces, el sacerdote postula que es posible comprender a Dios a través de la observación de su más alta creación, el hombre. Estos postulados son el comienzo del proceso de conformación de una mentalidad antropocéntrica en la Europa posterior al desarrollo de las Cruzadas. Es así como la escolástica trató de obtener un conocimiento universal basado en dos principios fundamentales: la fe y la razón, coincidiendo con sus posturas que dictaban que es posible ser creyente y mantener la rigurosidad científica. La escolástica tomista visualiza a la sociedad europea como una creación divina, por lo que el hombre que se desenvuelve en ella, debe poseer un conjunto de valores que lo acerquen a la perfección divina, los cuales se establecen dentro de la visión tomista de la palabra política, la cual emplaza al hombre como un ser que tiende siempre a la bondad, es esencialmente bueno por ser creación de Dios, siendo la sociedad y los vicios que vienen con ella, como “lo político” –que a diferencia de la política no es un conjunto de valores, sino una serie de estrategias y métodos para alcanzar y detentar el poder- los elementos que corrompen a este hombre, el cual debe sentir la constante necesidad de Dios en su búsqueda de la perfección. A partir de estos postulados, es que la filosofía tomista eleva tres pilares fundamentales dentro de su pensamiento: la Metafísica Cristiana, la Economía y la Política. En cuanto al plano literario, las obras de la Baja Edad Media, nos enseñarán el paso de una cosmovisión teocéntrica a una más centrada en la figura del hombre al término de este periodo. Si bien el sustrato religioso se mantiene permanentemente dentro de la mentalidad de los artistas y literarios de la época, lentamente las obras artísticas comienzan a considerar al hombre como un elemento de gran significancia dentro de la realidad existente. Son los antecedentes de la corriente artística e intelectual que se desarrollará preferentemente en el siglo XV, el llamado Humanismo, pero que tiene sus bases en las obras que nacieron en el contexto del atareado y complejo siglo XIV, las cuales nos exponen claramente cuál es la realidad social y mental de los europeos de dicho siglo, lo cual resulta clave para comprender los procesos que acontecerán en el futuro. Las obras a las cuales estamos haciendo alusión son la Divina Comedia del poeta italiano Dante Aliguieri, y la obra Decamerón del también italiano Bocaccio. Mientras la primera –para muchos la obra literaria más grande de la Edad Media- nos expone el sentimiento religioso del europeo de la época y de la aparición del hombre como protagonista central de la historia (el propio poeta y su viaja mítico), la segunda obra nos relata con crudeza las
costumbres de los habitantes de las ciudades, la marcada tendencia de búsqueda de placeres mundanos por parte de las clases más adineradas de las ciudades, las cuales ocultan bajo un velo de piadosa religiosidad, un hedonismo y un culto por la entrega hacia los placeres terrenales tan esquivos y prohibidos por la moralidad medieval, pero ahora al alcance de sus riquezas producidas por el comercio y el libertinaje que otorgaba la nueva ciudad.
El siglo XIV europeo: quiebre en la estructura medieval.
Las transformaciones que se evidencian en el transcurso del siglo XIV y que también alcanzan al siglo XV, tendrán implicancias en los ámbitos más importantes de la vida de la Europa de la Baja Edad Media, ya que se identifican procesos de cambio en la economía, en la política, en la sociedad y en la Iglesia Católica, lo cual nos permite visualizar al siglo y medio que transcurre entre el nacimiento del siglo XIV y la caída de Constantinopla en 1453, como un proceso que en definitiva permite al europeo desarrollar una sociedad más apegada a los preceptos modernos que a los medievales, con instituciones políticas fuertes y centralizadas, con una Iglesia reformada y muchas veces funcional a la mentalidad capitalista que se desarrolla por completo en el mundo moderno, pero que tiene sus orígenes en el periodo que ahora analizaremos, y con un nuevo pensamiento científico, otorgado por la apertura mental de los descubrimientos geográficos y por la secularización de la sociedad civil. Al comprender a cabalidad los hechos y procesos que se emplazan dentro de este último segmento de la historia de la Edad Media en Europa, se esclarecerán los acontecimientos, las formas y los fondos del mundo moderno. La peste negra: Como primer elemento desarticulador de las estructuras medievales, debemos apuntar a la aparición y proliferación de la peste bubónica o peste negra en el continente europeo. Los alcances que tuvo la propagación de esta plaga, se evidenciaron en las estructuras sociales, la economía y en la misma demografía de Europa. La peste negra apareció con fuerza en el año 1348 en Europa, su origen lo encontramos en las costas de Medio Oriente y en la plaga de ratas negras que transportaban al mortal bacilo en sus organismos. Estas ratas llegaron hacia Europa en los barcos destinados al comercio de mercancías y productos, entre los puertos del Mediterráneo y las costas de embarque de las rutas comerciales de Oriente, propagando la infección a través de las pulgas que parasitaban de la sangre de estos roedores, y que luego hacían lo propio con humanos. Este primer foco infeccioso resultó fatal para las naciones costeras como Italia, España, Francia e Inglaterra. Nuevos brotes de la mortal enfermedad aparecieron en 1360 afectando principalmente a la Europa Central y en 1371, cuando la peste incluso alcanzó los países escandinavos. La caída en la estructura demográfica de Europa fue un proceso que determinó fuertes cambios en el régimen feudal que se vivía en los campos europeos. Las grandes extensiones de terreno de cultivo, propiedad de los grandes señores feudales y de sus principales vasallos, comenzaron a quedar vacías de mano de obra que las trabajara. La peste atacó la conformación misma de la familia nuclear campesina, aldeas completas fueron clausuradas con sus enfermos adentro, para ser luego abandonadas por sus sobrevivientes. Las personas ni siquiera enterraban a sus deudos, sino que existían personajes que realizaban esa acción por dinero, a riesgo de contagiarse con la enfermedad. La muerte se apoderó de la
conciencia y de la mentalidad del campesino, quien ante la amenaza inminente de la peste – la cual fue visualizada como un castigo divino- emigró hacia las ciudades, donde era posible una mayor protección en contra de este flagelo. Los campos, entonces, quedaban sin vasallos que la trabajasen, provocando un empobrecimiento en la vida de los grandes señores feudales. La nobleza comienza a perder importancia en contra de una clase comerciante que paulatinamente ha comprado o arrendado los terrenos vacíos. Estos pequeños empresarios agrícolas serán los grandes beneficiados con la peste, ya que diversificarán la productividad de los campos, intensificándose la crianza de ganado bovino y ovino en estos terrenos, de los cuales se obtendrá lana para la confección de tejidos y el abastecimiento de carne para la población, la cual otorgará el suplemento en proteínas necesario para mantener a la población europea ante la baja productividad agrícola. Se incuba en las clases empresariales agrícolas y urbanas los primeros indicios de un incipiente capitalismo, el cual lleva –contrariamente a lo que sucede bajo el régimen feudal- a la diversificación de las actividades productivas, la generación de excedentes, que en la forma de nuevos capitales se invierten en nuevos negocios y la conformación de estructuras comerciales y financieras aptas para estimular, permitir y reglamentar el flujo económico existente entre los distintos sectores productivos. Así también, la caída de la demografía europea, a causa de la peste negra, fue un proceso que tuvo variadas consecuencias entre las mentalidades de la época. La constante presencia de la muerte rodeando aldeas, ciudades y familias, fue un elemento que evidenció trastornos en los patrones de conducta del europeo del siglo XIV, situación que permitió la aparición de una serie de cultos y sectas, las cuales veían en la plaga mortal un castigo divino, tanto por una supuesta pérdida de la fe como por una relajación en la rigurosidad con que el hombre debía encausar su vida sobre la base de los preceptos de la doctrina de la Iglesia Católica. Dentro de estos grupos fundamentalistas del catolicismo, se encuentran los flagelantes, quienes periódicamente flagelaban sus cuerpos mediante azotes y la autoprovocación de dolorosas heridas y marcas, con el objetivo de expiar sus culpas y pecados, buscando la redención final a través del dolor y sacrificio físico. Pero a su vez, la constante amenaza de un posible contagio mortal, evidenció un proceso contrario al de los grupos anteriores, es decir, existió un relajamiento exacerbado de las costumbres, una inclinación permanente por la satisfacción de los placeres mundanos ante la posibilidad cierta de morir, situación que se pone de manifiesto en las grandes fiestas orgiásticas de hombres acaudalados, ilustradas notablemente en el Decamerón. La propagación de la peste negra en Europa, y de la presencia constante de la muerte con ella, servirá de telón de fondo de otras formas de transformaciones, como un contexto que cruzará los procesos evidenciados en el siglo XIV y parte del XV de forma transversal. Tanto los fenómenos políticos y religiosos que a continuación se analizarán, tendrán la presencia constante de la peste como escenario donde se desenvolverá la vida del europeo durante poco más de un siglo, transformando a la muerte de una acción inevitable a una figura presente, lo cual queda plasmada en la ilustración artística de la época.
Los cambios en la Iglesia Católica:
Las transformaciones de la Iglesia tienen su punto de origen en el año 1309, cuando el Papa Bonifacio VIII, decide trasladar su poder espiritual hacia la región francesa de Avignon, produciéndose el llamado Cautiverio o Exilio de Avignon, el cual perdurará hasta el año 1377. Las razones de este traslado se derivan de las malas relaciones entre el papado y el Sacro Imperio alemán, el cual no aceptaba la bula papal de 1302 que disponía la elección del emperador como una atribución del Papa en Roma. Ante la amenaza constante de la rebeldía de los territorios dominados por el emperador, es decir, Germania, la Borgoña y el norte de Italia, el Papa decide ponerse bajo la protección de la monarquía francesa, la cual incidirá enormemente para que las disposiciones del Papa beneficiasen a sus requerimientos. Durante el exilio del papa en la campiña del sur de Francia, se producirán fuertes consecuencias para la institucionalidad de la Iglesia católica, con disputas de poder que más bien enfrascaron al papado en polémicas de corte político, despreocupándose de su misión espiritual. De hecho, durante el periodo que el jefe máximo de la Iglesia Católica se encuentra en Avignon, su poder espiritual se verá disminuido paulatinamente, en contrapartida de su poder económico, que se caracterizará por la generación de gran cantidad de riqueza ante la alianza estratégica con la monarquía de Francia y los frutos económicos que le dejó el sistema de vasallaje sobre los territorios cristianos, los cuales como nunca tuvieron que pagar excesivos impuestos y contribuciones a la Iglesia, lo cual estaba ampliamente amparado por la corona francesa que también recibía parte de esos ingresos, destinándolos fundamentalmente a la consolidación de su poder en la región sureña de su territorio y al financiamiento del extenso conflicto con Inglaterra por el control de la zona norte del país, conflicto que los enfrascó durante más de un siglo, en la famosa Guerra de los Cien Años. En definitiva, el Papa francés determinó una ampliación de los poderes económicos de la Iglesia, una expansión de los poderes políticos de su persona mediante la adjudicación de nuevos territorios en vasallaje y el reforzamiento del poder jurídico del papado como nunca antes, ante la arremetida del Derecho Canónico como un estatuto de igual o mayor importancia que los códigos civiles de los reinos. Debido al clima de inestabilidad que reinaba en Francia debido a la guerra con Inglaterra, y con una clara expansión de sus poderes personales, el papa decide volver a sus dominios italianos. Así en 1377, el Papa Gregorio XI vuelve a tomar su poder en Roma. Sin embargo, este hecho es sólo el comienzo de un periodo de gran estabilidad dentro de la jerarquía eclesiástica occidental, ya que si bien el Papa está de regreso en Roma, en Francia no renunciaron a su anterior prerrogativa papal, por lo que también se proclama a pontífice en Avignon, con lo cual se da comienzo al llamado Cisma de Occidente (1378-1417), donde se evidenciará la crisis de la estructura de la Iglesia, con la aparición de hasta cuatro papas en un mismo momento. Este periodo se caracterizará por la fuerte lucha entre las distintas facciones políticas de la Iglesia y por las constantes disputas entre los papas de Roma y Avignon por la competencia de los fieles, lo cual distó en mucho de ser una discusión teológica, sino que estaban centradas en las oportunidades de enriquecimiento y
poder político que ambas vertientes papales podían obtener al adjudicarse la tutela espiritual de ciertos territorios. El Cisma de Occidente llega a su punto cúlmine con la instauración del Concilio de Constanza (1414-1418), en donde se pone término a la disputa entre los papas existentes, declarándose nula la autoridad de Papa francés, del Papa romano y del Papa nombrada en principio por el mismo concilio. Así, en 1417 se proclama a un nuevo Papa con sede en Roma, pero se deja consignado el dogma de la Iglesia que dicta la superioridad de los Concilios ante toda figura de la curia romana incluyendo al propio pontífice, siendo esta instancia la encargada de pronunciarse de manera última sobre temas de fe y sobre alguna reforma de las estructuras de la Iglesia. Si bien en Constanza se pone término a la disputa por el poder del papado y además restaura la jerarquía de la Iglesia, con un poder único y central, las huellas que dejaron más de un siglo de crisis, se arrastrarán en el futuro de la institución católica, ya que las viciosas prácticas de la Iglesia como la compra de los altos cargos eclesiásticos, la corrupción de muchos papas más preocupados en sus poderes económicos y políticos más que en sus labores espirituales, y en particular la proliferada práctica de la venta de indulgencias, es decir, la compra del perdón de los pecados; se mantendrán durante el transcurso del siglo XV hasta la explosión que significó la Reforma protestante en el siglo XVI.
La formación de los Estados Territoriales Modernos:
Durante el desarrollo de la Baja Edad Media, se han evidenciado cambios en la estructura de la sociedad medieval, enmarcada en el sistema feudal y las características que éste disponía. Como ya lo hemos apuntado, durante esta época son tres los estamentos sociales que se encuentran en franca disputa por prevalecer sobre el otro: la monarquía, la nobleza feudal y la incipiente burguesía comercial. Es por aquello, que no resultó extraño que las fuerzas políticas y militares de los reyes, comenzaran a tener de aliadas a las fuerzas económicas de los comerciantes de las ciudades. El pacto entre ambos sectores, se estableció de forma que ambos solventaran el proyecto de construir naciones territorialmente unificadas por el poder central del monarca y las riquezas de las actividades productivas y comerciales de los empresarios locales. Durante la Baja Edad Media, los distintos reinos de importancia comenzaron a experimentar sentimientos de nacionalismos y de competencia los unos con los otros. Así, paulatinamente se crearon las conciencias nacionales en los reinos de Inglaterra, Francia, España, las repúblicas italianas, Polonia, etc., los cuales encontraban en sus tradiciones y elementos como el idioma y el factor étnico, los principios que fundamentarán sus respectivas construcciones nacionales, identificándose con ellas, a la vez, que negaban las de sus adversarios continentales. Entonces, la formación de los Estados territoriales europeos fue un proceso que evidenció rasgos de pacto social y también se encaminó a través de cruentas guerras entre las naciones, las cuales generarán un sentimiento nacionalista entre sus participantes, a la vez que introducen el proyecto de unificación nacional bajo un poder central, dejando de
lado las consideraciones de poder de los pequeños señores y la fragmentación territorial de sus dominios. Los pioneros en conformar un proyecto de Estado Moderno, serán los italianos, pero a través de formas distintas a las que se observarán en otras naciones. Después de las Cruzadas, las ciudades italianas florecieron en riqueza y poder, al tiempo que sus dominios se independizarán unos de otros. Dentro de cada ciudad italiana, la tendencia no será a la unificación del territorio –ante la presencia de los Estados Pontificios y la resistencia de las regiones del sur como Nápoles ante la hegemonía del poder de las ciudades del norte- sino a la integración de las distintas repúblicas en circuitos económicos, pero manteniendo su independencia, casi como ciudades-estados. La jefatura de las ricas repúblicas del norte de Italia quedó en manos de antiguas familias o signorías, las cuales por lo general eran las más acaudaladas y prestigiosas de la ciudad. Famosas en la historia serán los Médicis en Florencia, y la familia Sforza en Venecia, como representantes de estas signorías gobernantes, las cuales van a tener una especial situación política dentro de Europa. Como sus cargos dirigenciales debían contar con la aprobación del emperador del Sacro Imperio o la del Papa en Roma, los signores, tenían una doble condición de súbditos, y a su vez, de soberanos en sus respectivas ciudades. Con todo, los Estados italianos basarán sus estructuras en el comercio y las alianzas que ellos realizaban con otros pueblos comerciantes del Mediterráneo, inaugurando el concepto de diplomacia y la burocracia como sistema administrativo estatal. El caso español se encuentra determinado por su lucha en contra de la ocupación árabe en el sur de la península hispánica. La idea de unificación territorial de la nación española, comienza a partir del siglo XIII, cuando el monarca del reino de Castilla, Alfonso X, unifica los códigos legales de los distintos reinos de España en una sola legislación, en el denominado código de las siete partidas. Sin embargo, las diferencias entre los reinos españoles, sobretodo entre los más importantes, como Castilla, Aragón, Valencia y Cataluña, conspiraron en contra de un proyecto nacional unificado hasta entrado el siglo XV, cuando el matrimonio de los herederos de Castilla y Aragón, Isabel y Fernando, en definitiva otorgaron unidad al proyecto español, el cual se sustentó en su carácter de cruzada cristiana en contra de los árabes del califato de Córdoba, situación que se logró el año 1492 con la derrota final de los musulmanes en la batalla de Navas de Toloza. Con posterioridad, España se elevará como el principal valuarte del catolicismo, siendo esta defensa de la religión católica, el elemento que le otorgará identidad a la formación del Estado español, el cual incluirá, no sólo sus dominios europeos, sino que también se desarrollará en las colonias americanas descubiertas el mismo año de la unificación española. En el proceso de conformar los Estados Territoriales europeos, al finalizar el periodo de la Baja Edad Media, la historia más cruenta y extensa de este proceso, se evidencia en los acontecimientos que unieron las realidades de las casas reales de Francia e Inglaterra durante el siglo XIV y parte del XV. Las historias y las dinastías de ambas naciones, se encuentran unidas a partir del año 1328, cuando muere el rey francés Carlos IV y el rey de Inglaterra, Eduardo II, aspira a ocupar el trono de Francia, gracias a sus posesiones feudales en el continente, las cuales se remontan desde los tiempos en que los normandos franceses toman el control de la corona inglesa, uniendo los territorios de la isla británica y
de Normandía bajo la misma familia. La disputa dinástica entre ambas coronas llega a un punto crítico en el año 1337, cuando Eduardo III, con tan sólo cuatro años de edad, es proclamado rey tanto de sus dominios ingleses como de la corona de Francia, desconociendo los derechos del ya asumido rey de Francia, Felipe IV, de la dinastía Valois, quienes reemplazan a la antigua casa reinante de los Capetos. El desembarco de las fuerzas inglesas en territorio continental, abre los fuegos del más extenso conflicto bélico en la historia de Europa, la Guerra de los Cien Años, la cual se desarrollará hasta el año 1453. La guerra tuvo resultados disímiles entre ambos países. Si bien las conquistas inglesas en Francia fueron la tónica hasta el año 1380, cuando comienza una tregua general, periodo que trajo el avance de las tropas inglesas desde el norte hasta el centro de Francia; el pueblo francés encontró en la defensa de su territorio el sentimiento nacionalista y unificador de su sociedad, la cual se unió en torno a la figura del delfín (príncipe) francés, verdadero heredero del trono de Francia, y en su titánica lucha en contra del invasor de Inglaterra. El apoyo hacia el monarca se fundamentó a partir de la asamblea popular de los Estados Generales del año 1357, asamblea liderada por la burguesía, en donde el pueblo de Francia compromete su apoyo al sucesor al trono en conjunto, limitando el poder de los fuertes señores feudales que buscaron una salida arreglada con los ingleses. Muchos de ellos, como el duque de Borgoña, incluso se aliaron a las fuerzas extranjeras en primera instancia, para luego reforzar las tropas nacionales, cuando la avanzada campesina, principal componente de las tropas de Francia, pasaron a la avanzada con la llegada del siglo XV. Dentro de este campesinado, se alza la figura de Juana de Arco, doncella de la campiña francesa que tan sólo con 18 años, dirige el gran levantamiento francés, el cual se sustentaba en el supuesto apoyo de Dios sobre Francia y en que Juana era su mensajera elegida. La heroína fue tomada prisionera por los ingleses y quemada viva al ser culpada de herejía. La imagen de Juana fue el aliciente para obtener el triunfo definitivo con la proclamación de un nuevo rey francés en la catedral de Reims. Sin embargo, el poder de los nobles franceses se mantendría fuerte hasta finales del siglo XVI, gracias a la gran cantidad de favores que el rey tuvo que pagar por los oficios de los nobles durante la guerra y la independencia de algunos reinos señoriales – como el ducado de Borgoña y la región de Flandes- del poder central del monarca. Las guerras religiosas que sacudirán Europa, tendrán en Francia un escenario preponderante durante el próximo siglo, con la completa división del territorio francés con un sur católico y un norte hugonote o protestante. Si bien, a través de la victoria sobre Inglaterra, Francia se encuentra como nación, la conformación de un Estado unitario y poderoso se retardaría hasta el siglo XVII. En cambio, Inglaterra a partir de la derrota de la guerra y la pérdida de sus posesiones francesas –de las cuales en la práctica mantuvieron el puerto de Calais hasta 1556- sufrió un claro viraje de sus motivaciones nacionales. Mientras hasta la explosión de la guerra de los Cien Años, los ingleses habían dirigido su política feudal, mirando sus posibles posesiones en el continente, para desde allí tratar de conformar conquistas militares, después de la derrota en la misma, su mirada estuvo centrada en la propia isla británica,en la conformación de un poderoso estado inglés en la figura de un monarca que concentrara el poder. Después de 1453, los ingleses deberán enfrentar una cruenta guerra civil durante
la última parte del siglo XV entre las casa nobiliares más poderosas, la de los York y la de los Lancaster, las cuales se enfrentarán en la llamada Guerra de las Dos Rosas (por el símbolo de una rosa roja y otra blanca que distinguieron a cada bando). La devastación y muerte que trajo esta guerra civil, no le otorgó la victoria a ninguna de las dos facciones, sino que un tercero en disputa y al margen de la lucha, aprovechó el cansancio y el desgaste de las dos familias para alzarse con el trono real, en la figura de Enrique VII, primer monarca de la familia Tudor, los cuales en el siglo XVI conformarán el Estado monárquico inglés, y con él, las estructuras que le permitirán a Inglaterra convertirse en el país más poderoso de Europa, conquistando ya no con armas el continente europeo, sino con el comercio y con la ciencia. Mientras el término de la guerra de los Cien Años, enmarca una época en que además se emplazan la alianza entre burguesía y monarquía, con el comienzo del decaimiento de la nobleza feudal en Europa - que con el tiempo se transformará en una nobleza de corte- y a su vez, la aparición de una nueva figura estatal, el Estado Territorial en reemplazo de antiguo feudo. En la vertiente oriental de Europa, un proceso de largo alcance para la historia de la humanidad estaba llegando a su término. Las tropas del Imperio Turco han asediado durante dos semanas sin tregua las fortificaciones de Constantinopla, la capital de Bizancio, hasta la captura final del bastión del antiguo Imperio Romano de Oriente. Con esto, Bizancio cae después de más de mil años de asedio extranjero, convirtiéndose en el valuarte de la cultura clásica y en el contenedor del avance musulmán por la vertiente oriental de Europa. Ninguno de los monarcas de las naciones cristianas atendió el llamado de ayuda de los bizantinos, de igual forma que el mismo Papa en Roma. Sólo algunas tropas venecianas y genovesas, con las cuales existían tratados comerciales acudieron a la batalla, las cuales no pudieron evitar la caída final. Los turcos, sabiendo de la enorme importancia de la ciudad de Constantinopla como punto de embarque de los productos de las rutas orientales hacia las ciudades de Europa, se apoderaron de dicho mercado, cerrando el paso de los circuitos de comercio de no mediar el pago en impuestos aduaneros que ellos exigían. La toma de Constantinopla marca el término de la Edad media como periodo y el comienzo del mundo moderno europeo en términos convencionales. Con la irrupción del turco en las rutas de comercio, los países del mediterráneo deberán buscar nuevas rutas de comercio hacia Oriente, surcando terrenos desconocidos y superando las viejas creencias medievales que los ataban al continente. Con los viajes de descubrimiento, un nuevo mundo se abre ante los ojos de Europa y una nueva mentalidad en la historia de occidente.
Interrelación Conceptual (Edad Media). 1. Visigodos. 2. Ostrogodos. 3. Francos. 4. Merovingios. 5. Clodoveo. 6. Mahoma. 7. Kaaba. 8. Corán. 9. Guerra Santa. 10. Islam. 11. Justiniano. 12. Derecho romano. 13. Patriarca. 14. Mayordomos de palacio. 15. Poitiers. 16. Donación de Pipino. 17. Carlomagno. 18. Aquisgrán. 19. Marcas / Condados. 20. Missi Dominici. 21. Villa. 22. Vasallaje. 23. Feudalismo. 24. Sacro Imperio Romano Germánico. 25. Siervo. 26. Torneos. 27. Diezmo. 28. Tregua de Dios. 29. Derecho Canónigo. 30. Concilio. 31. Herejía. 32. Curia. 33. Reforma de Cluny. 34. Querella de las investiduras. 35. Inocencio III. 36. Concilio de Clermont. 37. Cruzadas. 38. Imperio Latino. 39. Ferias. 40. Burgos. 41. Guildas. 42. Gremios. 43. Universidad. 44. Usura. 45. Arte Gótico.
46. Escolástica Tomista. 47. Divina Comedia. 48. Decamerón. 49. Peste negra. 50. Flagelantes. 51. Avignón. 52. Cisma de Occidente 53. Concilio de Constanza. 54. Signorías. 55. Siete partidas. 56. Navas de Tolosa. 57. Guerra de los 100 años. 58. Guerra de las dos rosas.
Evaluación: 1. Respecto de las invasiones germánicas es incorrecto afirmar: a. b. c. d. e.
Algunas tribus fueron contratadas por Roma para defender el Imperio. Realizaron dos invasiones: una pacífica y otra violenta. Se unieron a Atila, rey de los Hunos, para destruir Roma. En el 476 Rómulo Augústulo fue destronado por Odoacro. Los Visigodos se instalan en España y los Ostrogodos en Italia.
2. Consistía en la prohibición de combatir entre la tarde del Lunes y la mañana del Miércoles, además de los días de especial significado para el cristianismo. Esto se refiere a: a. b. c. d. e.
Tregua de Dios. Excomunión. Interdicción. Inquisición. Anatema.
3. Sobre el origen del islamismo es incorrecto afirmar: a. b. c. d. e.
Su santuario es la Kaaba. Su profeta es Mahoma y su único Dios Alá. El año 622 Mahoma inicia su fortalecimiento en La Meca. Islam significa “sumisión a Alá”. Ninguna de las Anteriores.
4. Cuando el vasallo se entregaba y era recibido por el señor se denominaba: a. b. c. d. e. III.
Homenaje. Investidura. Fidelidad. Felonía. Vasallaje. Desarrolla los siguientes temas:
Comparación entre las realidades occidentales y orientales europeas después de la caída del Imperio Romano de Occidente (476-800 d.c.). Analiza la funcionalidad del sistema feudal para la consolidación de la Iglesia Católica como poder central dentro del la Edad Media. Haz una comparación entre el europeo de la Alta Edad Media y el europeo de la Baja Edad Media. ¿Qué elementos cambian y cuáles permanecen dentro de su personalidad y de la sociedad europea en general?.
CAPÍTULO III: Los Tiempos Modernos: Continuidades y Cambios. El año 1453 se enmarca como la fecha convencional en que se pone término a la Edad Media y se da inicio a la era moderna. El paso entre una época a otra, sin embargo, no se manifiesta como una transición que se determina de forma tajante y absoluta. Por el contrario, el desarrollo de los tiempos modernos europeos debe ser concebido como el resultado del desarrollo de una serie de procesos que tienen su origen en los siglos de la llamada Baja Edad Media –sobretodo a partir de los siglos XII y XIII- y que logran madurar completamente a partir de los siglos XV y XVI en adelante. Muchas de las manifestaciones que caracterizamos como netamente medievales aún persistirán en la realidad europea, pero la tendencia será a la constante transformación de la sociedad del viejo continente, la cual se verá intensamente definida a partir de los procesos de cambio que comienzan a estructurarse desde la baja Edad Media para ir desarrollándose y proliferando sus efectos en los siglos que seguirán a dicho periodo. Los Tiempos Modernos, entonces, se caracterizarán por las transformaciones que se evidenciarán en distintos ámbitos de la realidad europea, ya sea en los artístico, en lo científico, en la religión, en lo económico y en lo político, lo cual engloba una época en donde occidente trazará las líneas generales de la conformación de la sociedad contemporánea actual.
1. Renacimiento y Humanismo: La revitalización del comercio y de la vida urbana en Europa –proceso que se pone de manifiesto como efecto de las Cruzadas- derivó en una serie de transformaciones en la vida del hombre de la Europa de los siglos XIII y XVI. La actividad comercial estuvo acompañada, indudablemente, por el incremento en las riquezas de algunos sectores de la sociedad, los cuales se beneficiaron del tráfico de especies a través de las largas caravanas de productos y de la disminución del poder del sistema feudal y de los grandes señores. Estos sectores mercantiles y pre-capitalistas, conocidos como burguesía, tenían incubados en ellos, distintos tipos de pensamiento y una mentalidad que paulatinamente comenzó a distanciarse de la mentalidad medieval, encerrada en los castillos y villas, tutelada por los señores y por la Iglesia y consagrada en exclusividad a Dios y la posibilidad última de alcanzar el paraíso gracias a lo obrado en la tierra. La marcada trascendencia de la mentalidad de la Edad Media, poco a poco fue variando hacia un sentido inmanente dentro de los grupos burgueses o “nuevos ricos”, los cuales disfrutaban de las riquezas que se derivaban de sus negocios, goce que otros sectores del Tercer Estado de menores recursos, como artesanos y campesinos, paulatinamente comenzaron a anhelar y a buscarlos como propios. La búsqueda de los placeres mundanos y de una mejor calidad de vida –asociada a un ascenso social y en una acumulación de riqueza y de fama- prontamente comenzó a socavar las tendencias teocéntricas de las características culturales de la Edad Media. El arte, en su amplia gama de manifestaciones ya sea en la pintura, en la arquitectura, en la escultura, y en las letras; se plasmó como una resurrección del mundo clásico grecorromano, plataforma desde la cual rescataron los principales conceptos y principios estilísticos, adaptándolos al contexto de los siglos XIV, XV y XVI de Europa.
Este reinicio del desarrollo de la cultura clásica fue lo que denominó a esta época del arte occidental, valiendo estas nuevas expresiones artísticas, el nombre de Renacimiento. Este proceso artístico, y que tiene sus raíces en las transformaciones y cambios históricos que se están evidenciando en Europa, tuvo su punto de origen en las acaudaladas repúblicas italianas, tales como Florencia, Venecia, Milán y Génova, gracias a que en ellas el despertar del comercio y la revitalización de la importancia de las ciudades empezó antes que en ningún otro lugar del Europa. Dentro del gran proceso que se denomina con el nombre de Renacimiento entre los siglos XIV y XVI, y que en líneas generales se destaca por el rescate del mundo clásico, existieron otras manifestaciones artísticas, como el representado por el movimiento llamado Humanismo, el cual reflejó el cambio más profundo dentro de la mentalidad de hombre moderno, ya que evidenció el paso de una mentalidad y un arte centrado en la rigurosa religiosidad y en Dios como su figura central, hacia manifestaciones artísticas que situaban al hombre como el principal componente de la naturaleza, lo cual derivó en un arte que perdía el miedo a un Dios que representaba un castigo constante, rescatando los criterios estilísticos del arte grecorromano más antiguo y situando al hombre como la figura principal de la realidad que se quería plasmar en las distintas obras. Con el Humanismo se inicia la cultura laica o profana que derivará en siglos posteriores en el Racionalismo del siglo XVIII y la Ilustración. Al igual que el Renacimiento, el movimiento humanista tuvo su origen en Italia durante el siglo XIV y debe considerarse a Francisco Petrarca (1304-1374) como su impulsor. En los conceptos, de Petrarca, la verdadera cultura era la clásica. Gran admirador de poetas clásicos como Homero y Cicerón, sus obras fueron orientadas a la exaltación de los valores y tipos humanos de la antigüedad clásica, y de entre las cuales se destacan “Sonetos” y “Africa”, esta última relativa a la segunda guerra púnica. Sin embargo las obras de mayor alcance dentro del marco del siglo XIV, lo representaron “la Divina Comedia” de Dante, la cual se define como una obra de transición entre la religiosidad medieval y el humanismo posterior, y sobretodo la obra literaria del poeta italiano Juan Bocaccio (1313-1375), que tiene en el “Decamerón” a su máxima obra, en donde el poeta refleja los vicios y costumbres de la sociedad de las ciudades, las cuales se han desligado de sus aprensiones religiosas y se han dedicado a un exagerado culto a los placeres mundanos y de sus riquezas personales. Sin embargo, es durante el transcurso del siglo XV, cuando el movimiento humanista alcanza su mayor apogeo en la figura del holandés Erasmo de Rotterdam (1460-1536) y en su principal obra literaria “Elogio a la Locura”, en la cual el autor hace una descarnada crítica hacia su época, las corruptas prácticas eclesiásticas y la licenciosa vida de los papas. Otras obras de importancia son “Coloquios Familiares”, “Proverbios” y el “Manual del Caballero Cristiano”. Tal fue la influencia de las consideraciones del holandés acerca de la sociedad de la época, que su pensamiento se sintetiza en lo que se ha denominado el eramismo. Dentro de la cultura renacentista y el movimiento humanista, entonces, se pueden distinguir dos grandes áreas: la literatura y las artes. Dentro del siglo XV en la literatura, además del ya mencionado Erasmo, destacaron Marcilio Ficino (1433-1499) y Pico della
Mirandola (1463-1494), quienes rescataron los conceptos filosóficos de Platón por sobre los aristotélicos tomados por la escolástica tomista, los también italianos Ariosto y Torcuato Tasso y los franceses Rebelais y Montaigne. Dentro del área del arte renacentista, se pueden distinguir dos grandes periodos y corrientes estilísticas. En primer lugar tenemos el denominado Quattrocento (cuatrocientos, siglo XV) donde se distinguen las escuelas pictóricas flamencas (Bélgica y sur de Holanda) e italianas. Dentro de las primeras, aún es posible encontrar la fuerte presencia de la religiosidad, destacándose esta corriente por la utilización de espacios marcadamente ordenados que reflejasen la realidad del hombre, y la utilización de fondos luminosos, evidenciando la presencia tácita de Dios. En cambio, la escuela italiana – preferentemente la florentina- no se encuentra subordinada a la fe cristiana, exaltando al hombre como máximo creador de la realidad que lo circunda. El máximo exponente de esta época, y el ícono del nuevo hombre que nacía con la era moderna y el Renacimiento, es Leonardo da Vinci (1452-1519), quien encarna los nuevos ideales de un hombre integral, que incide en su entorno a partir de las distintas manifestaciones del quehacer humano, ya que se destacó como gran pintor, con sus obras “La Gioconda” “La Ultima Cena”, “La Virgen de las Rocas” y “la Adoración de los Magos”; además de ser un prolífico científico, inventor, teórico musical, arquitecto, escultor y estudioso de los fenómenos de la naturaleza. Famosos son sus tratados de anatomía, fisiología, vuelo química y física. El segundo de los periodos que enmarca el Renacimiento es el Cinquecento (quinientos, siglo XVI), en donde se destacarán las obras pictóricas y esculturales de Miguel Angel Buonarotti (1475-1564), con sus famosos lienzos de la Capilla Sixtina, cuya temática principal está basada en el Génesis de la Biblia, y las magníficas esculturas “El David”, “El Moisés” y “la Piedad”; Rafael Sanzio (1483-1520) con sus pinturas “la Escuela de Atenas”, “Desposorios de la Virgen”, “Descendimiento”, “Virgen con el Niño”, “El sueño del Caballero”, “Las Tres Gracias” y “la Virgen de las Praderas”; y Tiziano Vecellio (1477-1576), paisajista que dejó un legado de más de 4.000 obras, entre las que destacan “La Asunción de la Virgen”, “La ofrenda a Venus”, “Baco y Ariadna”, “Danae”, “Jesús con la Cruz”, y los retratos realizados a los monarcas del Imperio Español, Carlos V y Felipe II, además de varios “autorretratos”. La influencia del espíritu renacentista y del movimiento humanista, no sólo se evidenció en las artes y en la literatura de la época, sino que también sirvió de sustento para la aparición de otra serie de procesos de cambio dentro de la sociedad de la Europa moderna. Sin lugar a dudas, es dentro de la política y la conformación de los Estados Modernos italianos, donde las concepciones humanistas se emplazarán con fuerza. Dentro de las ciudades-estado italianas, la que se destacará por su influencia política será Florencia, bajo la administración de la signoría de la familia Médicis y la teoría del poder político de Nicolás Maquiavelo, quien establece los principios de la diplomacia moderna y una nueva base de pensamiento político reflejado en su obra máxima, “El Príncipe”, en la cual eleva el temor como el medio más seguro de conformar el poder político por sobre el cariño de los súbditos. Una segunda característica del pensamiento de Maquiavelo será su amoralismo, separando en su teoría política los conceptos de ética y moral: “...Los tratados deben cumplirse en tanto convengan al Estado y cuando dejen de ser una conveniencia han de dejarse de lado...” (El Príncipe).
El tercer aspecto de importancia de la obra de Maquiavelo, se refiere al marcado nacionalismo que impregna en ella. Según el autor, la patria supera todos los deberes y en su defensa no se deben tener escrúpulos. La unificación nacional no se lograría nunca –en palabras de Maquiavelo- mientras se dependiera de ejércitos mercenarios extranjeros. Por el contrario, éstos debieran ser integrados sobre la base de ciudadanos imbuidos de un sentimiento patriótico. El autor florentino constantemente apela a sus autoridades para lograr la unificación italiana y conformar un Estado Territorial homogéneo, el cual se encuentra impedido de ser concretizado en la península itálica, debido a la presencia de los dominios territoriales del Papa, el Estado Pontificio, el cual disectaba a los italianos en una Italia del norte, con repúblicas ricas y poderosas, y una Italia sureña donde el reino de mayor importancia, Nápoles, se encontraba bajo la filiación dinástica de los reyes de Aragón, leales al papado y a sus prerrogativas espirituales y temporales. La idea y conformación de los Estados modernos, entonces, tiene su origen en las repúblicas italianas, pero alcanzan su mayor esplendor en otras latitudes, en países como España, Inglaterra o Francia, puesto que allí, se agrega el factor de una unificación territorial al proceso de formación de un Estado homogéneo, procesos que estuvieron marcados por las características históricas particulares de cada uno de estos territorios. A partir de la Italia renacentista surgirían, entonces, la mayoría de los procedimientos políticos seguidos por los Estados Modernos, tanto en su manejo interno como en su política internacional. Los variados tipos de sistemas de gobierno (tiranía, oligarquía, aristocracia) tienen su base en las repúblicas italianas de los siglos XIV, XV y XVI, así como el surgimiento de la burocracia en el manejo de la gestión administrativa de los Estados. En el plano externo, la diplomacia estuvo acompañada de la tesis del equilibrio de poder entre los Estados, sistema que alcanzó pleno desarrollo durante la época moderna. Sin embargo, será un francés de la época, el que rescatará uno de los elementos esenciales en la constitución de un Estado Moderno. Nos referimos a Juan Bodino (15291596) y su concepto de soberanía, el cual dispone la independencia del Estado de altos poderes externos (Papado, Imperio) y la obediencia de los súbditos hacia su “soberano” y el sometimiento hacia todos los poderes en él existentes. En síntesis, el periodo que enmarca el Renacimiento, se prescribe como un proceso donde la mentalidad del europeo comienza a desligarse de las antiguas ataduras de la rigurosa y penitente religiosidad medieval, a favor de una en la cual el hombre y sus acciones sobre el mundo, representan el valor principal de la creación. Es el comienzo de la secularización de la sociedad europea, la cual visualiza a la fe ya no como la principal fuente de inspiración y base de la vida terrenal, sino como una manifestación más de la múltiples realizadas por el hombre dentro de su vida. El cambio en la mentalidad del europeo, que presupone una abertura hacia un nuevo conocimiento y nuevas formas de entendimiento, se complementó tanto con los descubrimientos geográficos como con la Reforma Protestante, procesos que terminan por otorgarle una nueva impronta al europeo moderno y su vinculación con las viejas estructuras medievales.
Evaluación : 1.
Entre las características más sobresalientes del pensamiento de Maquiavelo, se destaca(n): a. b. c. d. e.
2.
Dentro del arte renacentista destacan dos grandes periodos, éstos son: a. b. c. d. e.
3.
Fue un obstáculo para la unificación italiana Dominó todo el sur de Italia Julio II fue uno de sus políticos más connotados Estaba gobernado por una dinastía Ayc
Entre las características más relevantes del Estado Moderno destaca el concepto de soberanía. Se acostumbra a decir que el teórico de la “soberanías del Estado” es: a. b. c. d. e.
Trecento y Cinquecento Humanismo y Renacimiento Quattrocento y Cinquecento Humanismo y Quattrocento Eramismo y Humanismo
Acerca del Estado Pontificio podemos afirmar: a. b. c. d. e.
4.
El Romanticismo El Irrealismo El Realismo. El Amoralismo CyD
Thomas Hobbes Juan Bodino Nicolás Maquiavelo Giordano Bruno Ninguna de las Anteriores
Describe el contexto europeo en que se origina el Renacimiento. Señala la importancia de la figura de Leonardo da Vinci para la mentalidad renacentista. Explica las razones que impidieron a Italia conformarse como un Estado Moderno y las instituciones que allí se crearon que caracterizaron a dicha entidad políticoadministrativa.
2. Descubrimientos geográficos y ciencia moderna: El desapego de la rigurosa y penitente vida medieval ha influenciado de gran forma la concepción humana acerca del mundo que la rodea, el cual ya no se observa como una manifestación divina con fenómenos que solamente pueden ser contemplados, ya que la intervención directa del hombre en ellos, es también un tipo de violación hacia la consagrada creación divina. Por lo mismo, la sola idea de embarcarse o estudiar lo desconocido, tenía una gran connotación religiosa de la cual era difícil abstraerse. Sin embargo, los hechos históricos que se desarrollaron a partir del siglo XIV en adelante, ayudaron a que la nueva mentalidad moderna, mucho más laica, aventurera y capitalista, fuera propagándose en los hombres que todavía basaban sus contextos culturales, en mitos de lugares desconocidos donde habitaban monstruos titánicos, o en la creencia generalizada, y amparada por la teología católica, de la forma plana de la tierra y la imposibilidad de viajar hacia el sur por el Atlántico por que allí se encontraba el infierno.
Los grandes descubrimientos geográficos:
A partir de las cruzadas, el horizonte geográfico de los europeos se ha ido ampliando paulatinamente. Antes de aquellas, los conocimientos acerca del mundo se limitaban a la propia Europa y el sector del Mediterráneo. Oriente se alzaba como una región misteriosa y peligrosa por su carácter de infiel ante los ojos de la Iglesia Católica, lo cual comienza a cambiar con la explosión comercial que se vive en la Baja Edad Media, sobretodo en las ciudades italianas y en los puertos del Mediterráneo. Ejemplo de aquello fue el gran viaje de Marco Polo hacia la corte de China, el cual fue seguido profusamente por otros mercaderes que lograron conformar un productivo circuito comercial entre Oriente y Occidente a través de las rutas comerciales y las caravanas de productos que surcaban el continente asiático para llegar a ser comercializados en Europa. Oriente, entonces, se visualizó como un territorio conocido, y del cual se podía extraer gran cantidad de beneficios, rompiéndose así con el aislamiento geográfico y cultural en que vivía el viejo continente durante la época medieval. Sin embargo, otros territorios como el gran océano Atlántico y el continente africano más allá de los desiertos del norte, aún se mantuvieron bajo un velo de misterio, representando territorios a los cuales era casi imposible introducirse. Mientras la navegación por el oeste en el Atlántico se limitaba a las zonas de costa, debido a la creencia de la existencia de grandes animales marinos y el término de la tierra en la línea del horizonte (aunque ya está comprobado que durante el siglo X de nuestra era, el príncipe guerrero vikingo, el noruego Erick el Rojo, atravesó el Atlántico norte con sus embarcaciones fundando colonias en Islandia, Groenlandia, e incluso en las costas del Canadá actual, las cuales al parecer fueron utilizadas como lugares de deportación y exilio para ciertos condenados, pero que en general tuvieron una cortas existencia), la navegación hacia el Atlántico sur más allá de las llamadas Columnas de Hercules (en las costas de Marruecos) y la posibilidad de introducirse en el continente africano, estuvo limitada por la idea generalizada de que este territorio se encontraba más cercano al infierno, el cual se situaba en lo más abajo del mundo, explicándose de esta forma la coloración de la piel de la población de Africa.
Este contexto histórico comienza a cambiar drásticamente a partir de 1453, año de vital importancia para la historia del mundo occidental. Mientras en la Europa del norte, Francia e Inglaterra ponen fin a sus disputas territoriales que los han enfrentado la Guerra de los Cien Años, el Mediterráneo entero queda atónito con las noticias provenientes de Bizancio que decían que Constantinopla había caído en manos del poderoso Imperio Turco Otomano. Se ponía fin a más de mil años de historia bizantina, y ninguna nación occidental hizo algo para evitarlo, no previendo las graves consecuencias comerciales que vendrían con este hecho. Si bien se habla de que los turcos cerraron el paso de las rutas comerciales que llegaban hacia Constantinopla –ahora Estambul- en su afán de desabastecer a Europa de los artículos que les eran necesarios (en donde destacan las especias y los artículos suntuosos), lo que en realidad sucedió fue que los turcos desalojaron a los mercaderes y compañías comerciales extranjeras de sus dominios, pasando a controlar monopólicamente el comercio de las caravanas y rutas. Queriendo sacar el máximo beneficio de aquello, fue que los precios de los productos y lo relativo a los impuestos aduaneros se incrementaron de tal forma, que los comerciantes italianos, franceses, españoles y del norte de Europa les fue imposible seguir manteniendo una circuito comercial a gran escala. A partir de la toma de Constantinopla, la región del sur de Europa se vio claramente damnificada, al contrario de lo que sucedía en el norte con la Liga Hanseática, la cual, al no depender directamente de los productos que provenían de las rutas que llegaban hacia Bizancio, comenzó a acaparar el comercio sobre el continente, con el inmediato incremento en los precios de los productos, al no contar con la gran competencia de los mercaderes del Mediterráneo. La causal económica fue, entonces, la detonante para que las naciones sureñas se embarcaran en proyectos de capitalizar nuevas formas de obtener el comercio con Oriente a través de nuevas rutas comerciales que anteriormente no se habían aprovechado. Líderes en esta expansión aventurera fueron Portugal y España, aunque la gran influencia de marineros italianos también debe ser considerada de importancia en este proceso. Portugal fue la primera nación europea en tratar de encontrar nuevas rutas comerciales. La situación geográfica de este país, más conectada al Atlántico que al continente europeo, le abría la posibilidad cierta de ser los primeros en encontrar una vía alternativa a las caravanas de Asia Central para obtener el comercio de los productos de Oriente. Vital para la conformación de una nación netamente encausada en el comercio marítimo, fue la obra del príncipe de Portugal, Enrique el Navegante (1394-1460), quien deseoso de aumentar el poder de Portugal, así como el ansia de expandir la fe cristiana en nuevos territorios, forma una gran escuela de navegantes en Sagres, donde llegaron los más prestigiosos capitanes, geógrafos y cartógrafos de la época. La escuela naval de Portugal se consagró en la investigación científica de la navegación del Atlántico y la exploración de las costas africanas, consecuencia de ello fue la implementación técnica que allí se formó, como la perfección de la brújula (la cual ya se utilizaba desde el siglo XIII) y la introducción del astrolabio, instrumentos que permitieron saber con mayor grado de exactitud la posición de un barco en alta mar, lo cual permitió que la tan peligrosa y mítica navegación más allá de las costas fuera posible con mayor seguridad a no extraviarse. Dentro de estos avances, también encontramos a los portulanos, los cuales eran mapas y cartografía muy detallados de las costas y puertos.
Desafiando las creencia existentes, fue que los barcos y capitanes formados en Sagres navegaron hacia las islas Azores, en medio del Atlántico y también hacia las islas Madeira, las de Cabo Verde y Costa de Oro en el Atlántico sur frente a las costas del Africa ecuatorial. Con el correr del siglo XV, Portugal conquistó territorios costeros africanos formando colonias de tipo factorías, es decir, territorios que eran apropiados con la sola intención de aprovecharse del comercio de los productos que allí existieran, por lo cual los portugueses no trataron de introducirse en el continente africano para conquistarlo como dominio territorial, sino que se establecieron en las costas para aprovechar el comercio de productos como la madera y la trata de esclavos negros. Esta situación establece una clara diferencia con el tipo de colonización española. La colonia factoría más importante en territorio africano será la que se formó con el nombre de Angola. Hacia el año 1487, uno de los navegantes formados en Sagres, Bartolomé Díaz, llegó hasta el extremo sur del continente africano, otorgándole el nombre de cabo de las Tormentas, el cual por orden del rey de Portugal fue cambiado por el de Cabo de Buena Esperanza, ya que habría la posibilidad de rodear el continente africano y llegar a las indias orientales. Tal empresa fue depositada en las manos del navegante Vasco da Gama, quien en Julio de 1497 había zarpado de Lisboa. Siguiendo la ruta dejada por Díaz, da Gama llegó hasta el cabo de Buena Esperanza, pudiendo rodearlo, y desde allí emprendió la navegación hacia el norte por la costa oriental de Africa, para luego cruzar el océano Indico y llegar en 1498 hasta el puerto de Calicut en la India. En el mes de Septiembre de 1499, el navegante estuvo de vuelta en Lisboa con la gran noticia de que la travesía hacia Oriente era posible a través de la navegación de Africa, y con un botín en especias y joyas que de inmediato fue comercializado, con lo cual Portugal se libraba de los encarecidos precios de los mercaderes italianos y turcos. El júbilo de la llegada de Vasco da Gama hacia el puerto de Lisboa vino a aplacar una serie de controversias iniciadas entre el rey de Portugal, Juan II, y los reyes católicos de España, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, los cuales unos años antes habían proclamado la llegada a las indias orientales de una expedición financiada por la corona española. Estamos hablando de la travesía del genovés Cristóbal Colón y su proyecto de llegar a las indias a través de la navegación del Atlántico con rumbo oeste. Dicho proyecto, que iba en contra de la creencia de la forma plana de la Tierra y la imposibilidad de continuar navegando por el oeste, lo cual le significó la indiferencia del rey de Portugal y la apatía de Fernando en un comienzo, fue financiado secretamente por la reina Isabel y estuvo influenciado directamente por la idea de la esfericidad del planeta introducida por el astrónomo florentino Toscanelli. Fue así como el 3 de Agosto de 1492, Colón partió del puerto de Palos con rumbo al Oeste, tocando tierra firma el día 12 de Octubre del mismo año en la isla de Guanahani (del actual archipiélago de las Bahamas). Convencido de haber llegado a Oriente, Colón realizó otros tres viajes donde exploró gran parte del Caribe, América Central y las costas de Venezuela. Los reyes católicos, que contaban ampliamente con la simpatía del Papa Alejandro VI, decidieron asegurar sus nuevas tierras bajo la palabra del papado, el cual a través de la Bula Intercaetera, les garantizó la posesión de las tierras situadas a 100 leguas de las islas Azores en el año 1493. La corte de Portugal reclamó ante tal medida que la encontraba injusta ante la inminente posibilidad de encontrar ellos su propia ruta hacia Oriente. Para
geevitar que se produjera una guerra entre las dos naciones cristianas más importantes y poderosas de la época, fue que Alejandro VI, zanjó las diferencias entre ambos reinos con un nuevo tratado en el año 1494. El llamado Tratado de Tordesillas trazó una línea divisoria que se fijaba ahora a 370 leguas al oeste de las islas Azores, quedando el mundo dividido en dos hemisferios: Occidente para España y Oriente para Portugal. La nueva línea demarcatoria significó que la porción sudamericana correspondiente a Brasil quedara en la zona de influencia portuguesa, en cambio el archipiélago de las islas Filipinas, entre las que destaca las famosas islas molucas o islas de las especias pasó a pertenecer a España. Con el correr de las primeras décadas del siglo XVI, la exploración geográfica hizo nuevos y rápidos progresos. Se estudió con mayor detalle la geografía de las llamadas “indias orientales” de Colón y la cartografía que el italiano Américo Vespucio había realizado de estas tierras bajo el convencimiento de que no se trataba de las costas de Japón, China y la India, sino de un nuevo continente. La idea del Nuevo Mundo se hizo generalizada entre los científicos europeos, y fue así como el geógrafo Martin Waldseemuller, fue el primero en otorgarle el nombre de América al nuevo continente en el año 1507. Los grandes viajes de exploración tuvieron su final y su punto más alto, en la travesía del portugués Hernando de Magallanes, quien intentó dar la vuelta al mundo, empresa financiada por el rey de España Carlos V. Magallanes partió de España en el año 1519 con 5 barcos y 243 hombres, cruzó el Atlántico y avanzó hacia el sur por las costas de Brasil y Argentina hasta atravesar hacia el Océano Pacífico por el estrecho que hoy lleva su nombre. Cruzó la gran extensión del Pacífico sur hasta llegar a las islas de Filipinas, donde resultó muerto en una rebelión de indígenas. Después de su muerte le siguió en el mando uno de sus oficiales, Sebastián Elcano, quien logró cruzar el Indico y siguió la ruta trazada por los portugueses rodeando Africa. Elcano llegó a España después de casi tres años de su partida, con sólo un barco y 18 sobrevivientes. La travesía de la vuelta al mundo logró en definitiva comprobar la forma esférica de la Tierra, así como asegurar que América era un nuevo continente.
El desarrollo de la ciencia moderna:
Durante el periodo correspondiente a los llamados Tiempos Modernos, el desarrollo del conocimiento alcanza niveles desconocidos en la historia de la humanidad, teniendo la ciencia una importancia vital para la realización de este proceso. De hecho, la ciencia como tal, se desarrolla a partir de los avances y descubrimientos que se identifican entre los siglos XV, XVI, XVII y XVIII. El desarrollo del pensamiento científico es la consecuencia del cambio en la mentalidad de los hombres, los cuales a partir del Renacimiento, se desprenden de la rígida estructura del pensamiento medieval, desafiando las leyes que hasta ese entonces gobernaban al universo, las cuales se derivaban principalmente de la teología cristiana, la metafísica y la filosofía aristotélica. Es justamente en contra del tipo de conocimiento científico que postulaba la escolástica tomista, basada en los preceptos científicos de Aristóteles, es que se elabora un nuevo tipo de ciencia, la cual se identifica con un nuevo tipo de hombre, mucho más comprometido
con el estudio y control de los fenómenos que lo rodean, en vez de la contemplativa ciencia que postula la escolástica medieval. La gran diferencia entre3 ambos tipos de pensamiento, la podemos situar en los objetivos que ambos perseguían. Mientras la escolástica eleva el conocimiento para comprender a Dios y los fenómenos del mundo, a través de investigaciones que centraban sus problemáticas en la finalidad de las cosas, es decir, se pregunta el por qué de los fenómenos (evidenciando su clara intencionalidad filosófica); la ciencia moderna, por el contrario, apunta a explicar los fenómenos, a través del estudio riguroso y metódico de las reglas universales que hacen que ellos funcionen. Al contrario de la ciencia medieval, la moderna se pregunta por el proceso que hace funcionar el mundo, es decir, el cómo los fenómenos acontecen, ya que si se conoce el proceso se puede controlar el fenómeno. La ciencia moderna no es contemplativa sino utilitarista de su conocimiento. La razón ya no se visualiza como una facultad de los hombres para comprender de mejor forma la obra de Dios, sino que es ahora la herramienta para que el hombre moderno tome su sitial dentro del mundo y se convierta en el creador de su propio futuro. El ataque de la ciencia moderna ante el pensamiento escolástico que gobernaba a la Iglesia Católica, fue justamente un obstáculo en la proliferación masiva del nuevo pensamiento, por lo que fue común que grandes inventores, científicos, pensadores y descubridores, tuvieran que reformular sus afirmaciones cuando la Iglesia veía en ellas posibles ataques a la teología reinante, por lo que acusaciones de brujería y herejía fueron numerosas entre los primeros científicos. Fue el caso de las investigaciones astronómicas, las cuales socavaban los preceptos más básicos de la fe cristiana, como lo era la creencia de ver a la Tierra como el centro del Universo creado por Dios. Las investigaciones de Nicolás Copérnico señalaban la imposibilidad de que la Tierra fuera el centro de nuestro Universo, lo cual fue reafirmado por las investigaciones del italiano Galileo Galilei (1564-1642), quien a través de la observación de las estrellas con su invento el telescopio, se convenció de la veracidad de las teorías de Copérnico acerca de que realmente era el sol el elemento principal del Universo, y que la Tierra sólo era un planeta más que lo orbitaba. El astrónomo y matemático alemán Kepler (1571-1630), le dio el sustento científico a la teoría del heliocentrismo a través de la formulación de las tres leyes de los movimientos planetarios. Por último, las leyes de la conformación del Universo y de los movimientos de los cuerpos en el espacio, fue terminada por el genio matemático inglés Isaac Newton (1642-1727) que con su gran ley de la gravitación Universal, completó lo que galileo y Kepler habían enunciado décadas anteriores. Los descubrimientos en el campo de la ciencia astronómica, vinieron a otorgarle validez a los postulados científicos modernos y a los principios venían enunciándose desde el Renacimiento en adelante. Sin lugar a dudas, uno de los pensadores más importantes de la modernidad fue el matemático y filósofo francés René Descartes (1596-1650), llamado “el padre de la filosofía moderna”, quien elevó a la Razón como la única fuente de saber verdadero. Para Descartes es necesario renunciar a todo conocimiento que no fuese previamente revisado por la razón. Mediante el ejercicio de la duda metódica, el filósofo francés postuló que es posible dudar de todo aquello que conocemos, pero que en ese estado de incertidumbre extrema, el pensamiento humano, la Razón, aún subsistía. Este pensamiento se resumió en su célebre frase “cógito ergo sum”; pienso luego existo.
Mientras en Francia, el racionalismo cartesiano fundaba las bases de la filosofía moderna y resulta vital para entender las posteriores consideraciones filosóficas de los hombres de la Ilustración como Rosseau y Voltaire, en Inglaterra se desarrolló una escuela científica basada en la práctica y en la experiencia. El llamado empirismo, postuló que ciencia y la filosofía debían estar basadas en la observación de la naturaleza y en la experiencia que se recogía del estudio de los fenómenos. El empirismo señalaba que el conocimiento certero se obtenía a través del método inductivo, es decir, a partir de la observación de particularidades en los fenómenos se obtienen leyes de carácter general, y que el objetivo primordial de la ciencia es lograr el dominio de la naturaleza. Según palabras de su figura principal, Francis Bacon (1561-1621), “el saber es poder”. Bacon, a su vez, se convirtió en el padre de la ciencia empírica basada en el método científico y sus rigurosas etapas investigativas, el cual se encuentra definido en la obra máxima del inglés, el llamado new organon. Otro destacado pensador inglés de la escuela empirista fue John Locke (1632-1704), quien entre otros postulados, destacó a la experiencia como el mecanismo más certero de adquirir el conocimiento verdadero. Locke afirmaba que el alma humana al momento del nacimiento de un niño es una “tabula rasa”, es decir, una hoja en blanco que comienza a ser llenada por los conocimientos que se adquieren principalmente a través de las experiencias proporcionadas por los sentidos. Esta concepción es fundamental para entender, entre otras manifestaciones, el concepto de educación que se tenía por la época y que se extendería ampliamente hasta avanzado el siglo XX. Los principio científicos modernos enunciados en los siglos XVI y XVII, dieron como resultado que en el siglo XVIII existiera una verdadera explosión de descubrimientos, inventos y teorías que incrementaron el saber científico. En Estados Unidos, Benjamin Franklin inventaba el pararrayo y descubría la naturaleza de la energía eléctrica (1760) y el científico Galvani, descubría la electricidad de contacto (galvanismo) en el año 1789. También fueron de importancia los avances que realizó Buffon quien publicó una monumental obra que le tomó treinta años de trabajo (1749-1779) y que contó con 34 tomos, los cuales intentaban desarrollar una teoría científica acerca de la formación de la Tierra y de la generación de los animales. Por su parte, Linneo publicó una clasificación general de las plantas y animales, llamada Sistema de la Naturaleza (1758).
Evaluación: I.
Responde las siguientes preguntas:
Explique cómo se produjo el despertar de la ciencia en Europa. Según tus propias palabras ¿Qué consecuencias para la fe cristiana tuvo la teoría heliocéntrica de Copérnico? c. ¿Qué diferencias adviertes entre la empresa de exploración portuguesa y la española? d. Describe hechos que hayan hecho derrumbar la visión medieval de la Tierra y del Universo. a. b.
II.
Selección Múltiple:
1. La Bula Intercaetera fue un tratado que postuló: a. La división de los dominios españoles y portugueses con una línea a 100 leguas al Este las Azores. b. Las islas de Filipinas quedaban bajo el dominio español y Brasil para Portugal. c. La división de los dominios españoles y portugueses con una línea a 370 leguas al Oeste de las Azores. d. B y C. e. Ninguna de las Anteriores. 2. No se considera oficialmente a Erick el Rojo, como el descubridor de América porque: a. b. c. d.
No tenía conciencia de haber llegado a un nuevo continente. Su descubierto fue fortuito. En sí no fue una expedición colonizadora sino guerrera. Las lejanas colonias fueron utilizadas más como un castigo y tuvieron una corta extensión de vida e importancia. e. C y D. 3. La primera vuelta al mundo se concretizó en el año: a. b. c. d. e.
1519. 1522. 1507. 1497. 1499.
4. La importancia de la isla de las molucas es: a. b. c. d. e.
Ser una isla rica en especias. Ser la isla donde murió Hernando de Magallanes. Ser la isla que determinó la línea divisoria de Tordesillas. Ser una isla donde ocurrió una gran sublevación indígena. Ninguna de las Anteriores.
3. La Reforma a la Iglesia Católica: La crisis que experimentó el catolicismo en las primeras décadas del siglo XVI, y que en definitiva significó el quiebre de la estructura de la Iglesia Católica, con la aparición de una serie de iglesias alternativas o protestantes al poder hegemónico de la fe cristiana de la iglesia de Roma, tiene su origen por lo menos un siglo y medio en el pasado, durante el transcurso del controvertido siglo XIV, cuando se produce un extenso proceso de anarquía al interior de la Iglesia, consecuencia de los años de servicio del papado a la monarquía francesa en Avignón (1309-1378) y de la posterior generación del Gran Cisma de Occidente (1378 – 1417), extensa y descarnada lucha de facciones eclesiásticas que dividieron el poder centralizador de la Iglesia Católica entre los simpatizantes del Papa de Avignón, los que solidarizan con el Papa romano y por último los que postulaban la superioridad del Concilio sobre el poder papal. La crisis evidenciada dentro del seno de la Iglesia se intenta solucionar con la proclamación de ciertos concilios ecuménicos, entre los que destacan el realizado en Pisa en (1409), el de Constanza (1413-1418) y el de Basilea (1431, 1443), sin embargo la corrupción en que se encontraba sumergida la institución católica permitió que sobrevivieran al cisma las prácticas que en definitiva traerán como efecto el quiebre final de la Iglesia Católica. Nos referimos a los impuros concordatos entre el papado y los estados de Europa, la práctica del nepotismo, la corrupción de los mismos papas y la polémica acción de la venta de las indulgencias. En respuesta a la crisis interna que vive la Iglesia entre los siglos XIV y XV, se conforman ciertos movimientos que ahondaron aún más la división eclesiástica. Estos movimientos tenían un sentido muy crítico de la estructura de la Iglesia y de las doctrinas que esta institución proclamaba como dogmas de fe. La actitud crítica ante la oficialidad de la doctrina católica les confirió el apelativo de herejías, entre las que destacaron las lideradas por el teólogo inglés John Wycliff (1330-1384) y su principal seguidor, el bohemio Juan Huss (1369-1415). Mientras en los postulados del primero se destacan la afirmación acerca de la supremacía y libre interpretación de la Biblia, y por ende la minimización de la importancia de la Iglesia como institución rectora, además de expresar que los Estados deben administrar los bienes eclesiásticos y la negación del valor de los sacramentos. El segundo, considera nociva la figura papal y no acepta el mercado de las indulgencias. El proceso iniciado en contra de Huss y sus seguidores bohemios, los husitas, con la posterior muerte del reformador en la hoguera, ocasionará una gran guerra en Bohemia (actual república Checa), lo cual se manifiesta como el primer conflicto bélico entre un territorio reformador y la institución de la Iglesia (1419-1436). Las acciones acometidas tanto por Wycliff como por Huss les otorgan el nombre de prerreformadores, ya que sus postulados van a servir de base para el posterior movimiento reformista, los cuales, a su vez, se influenciarán del pensamiento occamista, corriente teológica contraria a la escolástica de Santo Tomás de Aquino y creada por el teólogo inglés Guillermo de Occam, quien postulaba que era la fe y no la razón escolástica, el elemento que le otorgaba un sustento a la religiosidad católica, y que sólo a través de ella se establece la superioridad teológica sobre otros credos.
Sin lugar a dudas, a parte de las consideraciones y discusiones netamente teológicas entre la institución de la Iglesia Católica y los reformadores protestantes, una de las causas inmediatas para la conformación del movimiento protestante se visualiza en la figura y forma de vida de los papas que ejercieron su mandato espiritual después del término del gran cisma, los cuales, ante los ojos de los creyentes de Europa, se centraban más en sus labores administrativas, económicas e incluso políticas, que en el resguardo de su autoridad como jefe espiritual de la Iglesia Católica, descuidando abiertamente su disciplina y moral. Los casos más patentes de estos papas centrados en los placeres mundanos, que no respetaban el celibato y más preocupados por sus actividades terrenales como el poder político y el dinero, fueron Alejandro VI (Rodrigo Borgia 1431-1503), Julio II (Giulano della Rovere 1443-1513)y León X (Giovanni de Médicis 1475-1521), los cuales hicieron habituales las prácticas que muchos teólogos y reformadores venían criticando como el nepotismo o la concesión de bienes, cargos públicos y privilegios a amigos y familiares, la utilización del dinero del la Iglesia para sus grandes fiestas, el mantenimiento de sus hijos ilegítimos y para el pago de mercenarios y artistas a su servicio; y en general la extendida mundanización de sus actividades. Sin embargo, serán dos los hechos principales que detonarán la reforma protestante y las posteriores guerras religiosas que dividirán a Europa. El primero se refiere a la firma de tratados o concordatos entre el papado y ciertos Estados Territoriales, los cuales quisieron reafirmar su autoridad local ante el Papa. En estos concordatos, las monarquías obtenían cierto grado de autonomía del poder central de Roma en la figura de las llamadas iglesias nacionales, a cambio de una suculenta compensación en bienes, tierras y dineros hacia Roma. Las iglesias nacionales de mayor importancia fueron la anglicana en Inglaterra y la galicana en Francia, las cuales tenían una conformación netamente aprobada por el rey, uno de los fundamentos principales para la conformación de los Estados Territoriales Modernos. Sin embargo estas Iglesias debían responder por las doctrinas eclesiásticas del Papa. El problema de la firma de estos acuerdos, se derivó de la negación papal a firmar tratados similares en las regiones alemanas de Maguncia, Tráveris y Colonia, con lo cual los príncipes locales todavía la debían vasallaje al Papa, lo cual se tradujo en un constante envío de dinero hacia las arcas de Roma, el cual se derivaba de los impuestos eclesiásticos y de la proliferación de la simonía. Este último elemento se refiere a la venta de los cargos eclesiásticos al mejor postor por lo que obispos y párrocos muchas veces no tenían una formación especializada, además de los abusos en los impuestos como el diezmo, en el pago de servicios parroquiales como matrimonios, bautizos, etc. y en la venta de beneficios espirituales, donde destaca la venta de las indulgencias, es decir, la compra del perdón de los pecados por parte de los fieles, quizás el elemento que en mayor grado detona la reforma protestante. El contexto antes descrito estalla con el accionar del monje alemán agustino Martín Lutero (1483-1546) y la publicación de sus 95 tesis en las puertas de la catedral de Wittenberg en 1517, las cuales rechazan abiertamente el sistema de la venta de indulgencias de León X, así como la superioridad de la figura del Papa y la Iglesia, con lo cual se pone inicio al proceso conocido como la Reforma. Las críticas de Lutero no sólo se manifestaron en la figura del papado, sino también en el accionar de los teólogos escolásticos y la
traducción latina de la Biblia llamada Vulgata, a la cual encontraba imperfecta y hecha para el mantenimiento de la institución católica, además del culto al Virgen y los santos, los cuales eran creencias que desviaban del único mecanismo de salvación que posee el hombre: la Fe. Por estas críticas, Lutero es excomulgado en 1520 y un año después en 1521, es convocado a la Dieta de Worms, donde Carlos V de Alemania le exige que se retracte de sus afirmaciones, a lo cual éste se niega a realizar. La excomunión y su posible castigo ya no le importaban a Lutero, ya que su pensamiento doctrinal ya se había difundido por el resto de los reinos germánicos, los cuales veían con simpatía el movimiento reformista, ya que les habría la posibilidad clara a los príncipes locales de cortar sus relaciones con la Iglesia católica y el papado en Roma, y así conformar iglesias locales que estuvieran bajo el poder de las monarquías. Lutero se refugia bajo la protección de uno de estos príncipes, el de mayor oposición al poder que ejercía el Imperio y la Iglesia Católica, Federico de Sajonia. Ante la inminencia de un conflicto armado entre luteranos y católicos por toda Germania, el emperador Carlos V decide llamar a Lutero y sus principales seguidores a otras dos reuniones en las Dietas de Spira (1529) y de Augsburgo (1530), las cuales lamentablemente para Roma y el emperador, fracasan en detener el luteranismo. Sus seguidores se agrupan militarmente en la Liga de Smalkalda, iniciándose una cruenta guerra religiosa por toda Alemania y el norte de Europa, la cual sólo es finalizada con la Paz de Augsburgo (1555),en donde se consagra el llamado “cuius regio, eius religio” (a cada principado su religión), lo que significó el triunfo del protestantismo en Alemania, y la posterior extensión de la Iglesia luterana hacia los reinos de Dinamarca, Noruega, Islandia, Suecia, Brandemburgo, Finlandia y los países bálticos. Mientras se desarrollaba la guerra entre luteranos y católicos en los principados de Alemania, en Suiza, un sacerdote protestante seguía con la obra iniciada por Lutero, su nombre fue Ulrico Zwinglio (1484-1531), quien al igual que Lutero elevaba a la fe como el único camino para lograr la salvación del alma, además del apego estricto en las Sagradas Escrituras. La prédica del sacerdote suizo fue de un carácter radical, lo cual llevó la guerra religiosa entre católicos y protestantes también a los territorios de los cantones de dicho país. Sin embargo, el más extremista de los reformadores protestantes fue el también suizo Juan Calvino (1509-1564) quien en 1536 publica su obra Institución de la Religión Cristiana, en donde expone una teología protestante amparada en el concepto de predestinación, el cual postula que el destino del ser humano está decidido de antemano por Dios, y que en general la riqueza del hombre acumulada del riguroso y constante trabajo, es el indicio del favor de la gracia de Dios en la vida de los hombres. Esta nueva doctrina fue apoyada abiertamente por los sectores burgueses, puesto que con su doctrina legitimaban la práctica económica (capitalismo) que la Iglesia Católica condenada. Con el apoyo de este sector, establece un gobierno teocrático en Ginebra donde controló la vida pública y privada. El calvinismo se difundió por Europa, estableciéndose en los países de una marcada mentalidad capitalista y comercial como lo son los Países Bajos y Escocia en donde tomaron el nombre de presbiterianos, en Francia donde fueron llamados hugonotes y en Inglaterra con el nombre de puritanos.
El caso en donde se unieron con mayor eficacia las consideraciones religiosas y políticas en torno a la reforma protestante, se visualiza en la creación de la Iglesia Anglicana de Inglaterra. Si bien en un principio, esta iglesia nacional y su creador el rey Enrique VIII (1491-1547), se mostraron contrarios al luteranismo y a favor de la defensa de fe católica, debido fundamentalmente a la participación del monarca en el llamado Círculo de Oxford, sociedad de seguidores del humanismo cristiano iniciado por Erasmo de Rotterdam, y que contaba entre sus miembros al canciller inglés y gran pensador, Tomás Moro, las ansias de concentrar todo el poder del Estado en su figura resultaron un elemento que paulatinamente desgastó las relaciones entre la monarquía inglesa y la Iglesia en Roma. Este conflicto de poder llegó al extremo cuando el rey de Inglaterra, casado con la infanta española, Catalina de Aragón, se enamora de la doncella Ana Bolena, ante lo cual pide explícitamente al papado la posibilidad de divorciarse de su esposa. Sin embargo, en el juego de poder de ambas figuras, el papa se rehusa a darle el divorcio, lo cual es respondido por el monarca inglés quien consigue que un tribunal eclesiástico anglicano declare nulo el matrimonio con la española. Ante el anuncio de una excomunión papal, Enrique VII decide romper relaciones con Roma y en 1533 hace que el Parlamento inglés le conceda el Acta de Supremacía, por medio del cual el rey de Inglaterra se transformaba en el jefe de la iglesia nacional de Inglaterra. En términos generales, el anglicanismo constituya más una ruptura política que religiosa, ya que los dogmas, ritos y principales principios católicos se mantuvieron en la iglesia anglicana, con la clara excepción que ésta no respondía a la autoridad del Papa ni la curia romana, sino a la figura del monarca inglés, el cual acentuó su poder al disponer de los bienes eclesiásticos y nombrar al clero anglicano bajo su supervisión. La iglesia anglicana se consolidará durante el gobierno de la hija de Enrique VIII, Isabel I. El contexto de la segunda mitad del siglo XVI nos entrega la imagen de una Europa dividida por las guerras religiosas. A los conflictos iniciados en Alemania por el luteranismo, se visualiza una fuerte represión anti-católica en Inglaterra, una Francia dividida en un norte rico y hugonote y una región sureña católica y compuesta por un campesinado pobre. Las rencillas entre los protestantes y católicos, llevó a que la regenta del rey de Francia (aún muy niño para gobernar), Catalina de Médicis, temiendo el incremento del poder político y económico de los hugonotes, permitiera la matanza colectiva de los protestantes en toda Francia en nombre de la fe católica, lo cual ocurrió la sangrienta noche del 24 de Agosto de 1572, en la llamada noche de las navajas o matanza de San Bartolomé. Así también en Flandes de levantó la nación holandesa protestante sobre la población de los países bajos católicos (Bélgica), y por sobretodo contra el dominio de la corona española liderada por el denominado príncipe de la contrerreforma, Felipe II de España. El movimiento de la Contrarreforma se visualiza como la respuesta de la Iglesia Católica ante el avance de las iglesias protestantes en Europa, la cual hacia la época se dividía claramente en un norte protestante y más centrado en la actividad comercial capitalista y un sur católico centrado en la práctica agrícola y ganadera, bajo la protección del gran Imperio Católico de los Habsburgo, que contaba con los dominios imperiales alemanes más los dominios americanos de la corona española. La Iglesia Católica se da cuenta de que debe iniciar un riguroso proceso de examinación de sus estructuras y de sus
doctrinas principales, las cuales se pusieron a prueba en el llamado Concilio de Trento (1545-1563), organizado por Paulo III y terminado por Pío IV, donde se restaura la disciplina del clero y se decreta la prohibición de la acumulación de beneficios eclesiásticos. La importancia del Concilio de Trento se concentra en el cambio de mentalidad de la Iglesia Católica, la cual cambia su antigua acción monástica dentro de los conventos y abadías, por una actitud más participativa y de evangelización en el terreno mismo de los fieles. Importantes para dicha empresa resultaron la creación de nuevas órdenes sacerdotales, como la Compañía de Jesús por parte de Ignacio de Loyola, además de la reorganización de las Carmelitas. A su vez, el Concilio fue el origen y fuente para la creación de nuevos seminarios para formar sacerdotes. Se establecen dogmas como el principio del libre albedrío (valor de la libertad humana) y que el hombre se puede salvar por sus obras, para oponerse al principio de la predestinación de Calvino. La verdad para el catolicismo es revelada por las Sagradas Escrituras la que puede ser interpretada por la tradición. La Vulgata es el texto oficial aceptado. Se confirman los siete sacramentos y la veneración a la Virgen María, a los santos, reliquias e imágenes.
4. Las Monarquías Absolutas Europeas: El proceso reformador de la Iglesia Católica y las guerras religiosas que trajeron como consecuencia en toda Europa, estuvo emparejado temporalmente con el proceso de fortalecimiento de los Estados Territoriales Modernos, así como la centralización del poder estatal en la figura de los principales monarcas y dinastías europeas, las cuales pasaron a convertirse en Monarquías Absolutas. Claros ejemplos de este tipo de gobierno se advierten en los casos de España, Inglaterra y Francia, los cuales se deben analizar por separado debido a las particularidades que hacen de cada uno distinto al del otro. España: A partir de la unificación española y posterior expulsión de los árabes de la provincia de Granada en el año 1492, por parte de los reyes católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, la consolidación de un poder central se hizo evidente en la corona española. El proceso había sido dificultoso desde la ascensión de Isabel al trono de Castilla en el año 1468, debido fundamentalmente a la fuerte oposición de las noblezas locales que querían conservar sus poderes feudales en contra de la unión de los reinos de Castilla y Aragón, con el matrimonio de Isabel y Fernando; y debido, a su vez, a la gran diversidad cultural que tenía la península ibérica donde existían tres religiones: la católica, la musulmana y la judía, las cuales convivían en el territorio español, derivando en una serie de sujetos híbridos como los mudéjares, o musulmanes que conservaron su fe, los mozárabes o moriscos que eran musulmanes que se había convertido a la fe cristiana, y las juderías o arrabales de las ciudades donde se concentraba la población judía dedicada principalmente a la joyería y al comercio. Además de aquello, estaba la existencia de variadas lenguas locales de las distintas regiones de la península, como el castellano, el catalán, el vasco, el gallego, el portugués y el árabe, lo cual no lograba, en definitiva darle una unidad al territorio español. Sin lugar a dudas, fue la fe católica y el apego a las doctrinas papales, lo que caracterizó la conformación del Estado Moderno español. La expulsión de los árabes fue tomada como una cruzada católica en contra del infiel invasor musulmán, bajo la concepción caballeresca medieval, siendo los hidalgos o caballeros españoles, un sector de la sociedad que ganó gran prestigio durante la reconquista. Quizás por este motivo es que el Estado español conservó, más que cualquier otro de Europa, las características medievales que en definitiva le imposibilitarían sumarse a la modernidad de la forma en que la encaran los países del norte de Europa. Con posterioridad a la expulsión de los árabes, el poder del Estado Católico se incrementó con el establecimiento de un Tribunal de Santos Oficios o Inquisición exclusivo para España y sus dominios, el cual se encargó de perseguir y proscribir a los musulmanes, judíos y protestantes de los territorios españoles consagrados por el Papa y la Iglesia Católica. La consolidación del poder centralizador de la monarquía española quedó completo cuando se unieron en matrimonio la hija de los reyes católicos, Juana la Loca, y el príncipe heredero del trono imperial germano, el Habsburgo Felipe el Hermoso, con lo que quedó conformado un inmenso poder temporal bajo la autorización del Papa en Roma. El hijo de ambos, Carlos recibió como herencia los territorios imperiales de los Países Bajos,
Austria, la Borgoña y algunos reinos germánicos, además de la corona española y los dominios que ella detentaba como Sicilia, Nápoles y las posesiones americanas. El Imperio territorial más grande de todos los tiempos y en donde con justa razón se declaraba que “en sus territorios jamás se pone el sol”. Carlos I de España (Carlos V de la casa de Austria), quiso que su vasto imperio tuviera el sello de la fe católica, por lo que la evangelización de América y la lucha contra el naciente luteralismo fueron tareas principales durante su mandato. Al final de su mandato y después de haber firmado la Paz de Ausburgo, se retiró cansado del poder, comprendiendo que era imposible mantener unido tan inmenso imperio. Fue por tal motivo que lo dividió entre su hermano Fernando, quien detentó el título imperial y los territorios alemanes, y su hijo Felipe, quien lo sucedió en la corona de España y en el dominio de los Países Bajos, Italia y América. Con él se termina el último intento de conformar un Imperio Católico bajo el ideal medieval. En la segunda mitad del siglo XVI, Felipe II, se encargó de robustecer la estructura de la monarquía española. A los territorios ya mencionados, anexó los dominios de Portugal en 1580 al contraer matrimonio con la hija del rey de ese país, lo cual permitió que ambos territorios estuvieran unidos dinásticamente por casi 60 años. A su vez, mandó construir el gran palacio real español, El Escorial, el cual también es a la vez sede de un importante convento y mausoleo donde están enterrados los reyes de España. Desde este palacio, Felipe administra el inmenso imperio organizado en una compleja red burocrática de funcionarios como virreyes, gobernadores, generales, embajadores y consejeros.} Al igual que su padre, la fe católica fue un motor principal en su gestión, poniendo todas sus fuerzas y recursos en aplacar el avance del protestantismo. Sin embargo, su triunfo más significativo lo obtuvo en la batalla de Lepanto en el año 1571, donde son derrotadas las tropas del sultán turco que quería conquistar Europa. A su vez, prestó todo el apoyo a los católicos de Francia y Alemania, así como reprimió con dureza las sublevaciones en los Países Bajos. Sin embargo, la acción más famosa en contra del protestantismo la ejerció al formar la llamada Armada Invencible, la cual estaba dispuesta a cruzar el Canal de la Mancha y derrocar a los protestantes ingleses liderados por la reina Isabel I, acusada de prestar constante ayuda a holandeses y hugonotes en el continente. Pero a pesar de la impresionante fuerza de la armada española, ésta sucumbió en el canal en el año 1598, hecho histórico que marca el ascenso en el poder de Inglaterra a escala mundial y el descenso del Imperio español durante el siglo XVII, ya que el costoso gasto de las guerras religiosas y las deudas con los banqueros alemanes como la familia Fugger, terminaron por socavar la fuerza de la estructura de la monarquía en España.
Inglaterra:
En la isla británica, la ascensión al poder de la dinastía de los Tudor puso fin al guerra de las Dos Rosas, la cual dejaba un sangriento recuerdo del poder del poder de la nobleza. En el futuro, los Tudor irán concentrando el poder estatal cada vez más en sus figuras como monarcas, lo cual se manifestará en Parlamentos condescendientes con el poder de los monarcas Tudor, especialmente con Enrique VIII e Isabel I (1558-1603) los cuales
tuvieron amplias atribuciones en su ejercicio como jefes del Estado. La concentración del poder también de reflejó en la ruptura de Inglaterra con Roma y la formación de una iglesia nacional anglicana que tiene como jefe superior al propio monarca de Inglaterra. El poder absoluto de los Tudor, el cual otorgó estabilidad y progreso a la economía de la isla británica, a diferencia de las otras monarquías absolutas no derivaba de un origen divino, sino de una especie de contrato social entre los súbditos y la monarquía, los cuales detentaban el poder por su fuerza y carisma político y no por una revelación divina. Esta concepción absolutista del poder tuvo su sustento en la obra del filósofo político Thomas Hobbes y su obra principal El Leviatán, en donde se establece esta idea de contrato social y en la renuncia de los derechos individuales de los súbditos, en favor de un bien común nacional impuesto por el justo criterio de los monarcas. Sin embargo, el contexto comienza a cambiar radicalmente con la muerte de Isabel en el año 1603. Conocida como la reina virgen, Isabel no dejó descendencia directa por lo que el trono de Inglaterra cayó en las manos de sus primos gobernantes de Escocia, los Estuardo, quien en la figura de Jacobo I –quien gobierna desde 1603 hasta 1625- toman el control de ambas coronas, las que se unen por primera vez en la historia. El nuevo rey a diferencia de los Tudor, ha sido criado bajo una educación católica y está convencido de que el poder real proviene directamente de Dios, por lo que su investidura le otorgaba poderes absolutos y por sobre las instituciones como el Parlamento y la ley británica. El Parlamento inglés, compuesto por una Cámara de los Lores (nobleza) y una Cámara de los Comunes (burguesía), estaba integrado en su mayoría por una nueva clase media empresarial de origen campesino, la llamada gentry, la cual durante el tiempo de mandato de los Tudor había conseguido incrementar sus riquezas, debido fundamentalmente a la diversificación productiva y comercial, así como su incidencia dentro de la política parlamentaria inglesa. Este parlamento se enfrenta abiertamente ante el autoritarismo de las políticas del nuevo rey. A las polémicas políticas se unieron las religiosas, ya que la iglesia anglicana sustentada por el rey se convirtió en un instrumento que aumentó el poder de la monarquía a expensas de quitar tierras a la minoría católica y de los derechos de culto tanto de puritanos como presbiterianos. Un grupo de puritanos, denominados los padres peregrinos, cansados de la constante persecución a la cual eran objeto, en 1620 decidieron embarcarse en el barco Mayflower, con rumbo al Nuevo Mundo, llegando a las costas del actual Massachussets en Norteamérica, siendo los primeros colonos ingleses en llegar al posterior Estados Unidos. Los problemas entre la monarquía y el Parlamento perduraron en el mandato del hijo de Jacobo, Carlos I (1625-1649), quien era aún más fanático que su padre en cuanto a la divinidad y omnipotencia de su poder. La crisis estalló en 1628 cuando el Parlamento proclamó la Petición de Derechos, por la cual se le prohibía al rey exigir nuevos impuestos de forma arbitraria sin la aprobación de las cámaras. Disgustado, Carlos I disolvió el Parlamento, al momento que disponía a la Iglesia anglicana como la única oficial tanto en Inglaterra como en Escocia, lo cual provocó una gran revuelta en el país escocés.
Necesitado de dineros fiscales para aplacar la guerra en Escocia, el rey restableció el Parlamento, el cual se mantendrá en funcionamiento desde 1640 hasta 1660, siendo conocido como Parlamento Largo, pero la división interna ya estaba causada, y los largos años de autoritarismo habían creado dos facciones enemigas: los caballeros partidarios del rey y cabezas redondas, puritanos contrarios a la tiranía del rey en lo político y en lo religioso. Fue así como el conflicto se hizo inevitable estallando la guerra civil el 1642, la cual trajo como vencedor al ejército del parlamento y a los puritanos liderados por Oliver Cromwell quien estableció un protectorado hasta 1660, siendo una de las medidas más importantes durante su gobierno el juicio y decapitación pública de Carlos I en 1649. Toda Europa se estremeció ante el hecho de que un rey fuera ejecutado por sus súbditos, un hecho sin precedentes en la historia europea, pero que se revivirá en Francia revolucionaria en poco menos de un siglo y medio. El Parlamento puritano proclamó la república y la disolución de la monarquía y de la Cámara de los Lores. Sin embargo, el fanatismo por la moral estricta del puritanismo, lo llevó a suspender el Largo Parlamento en 1653, nombrándose Lord Protector, con la misión de encausar la moralidad y la conducción del Estado inglés por los parámetros del puritarismo. En su intento, Cromwell cerró teatros y bares, prohibiendo la bebida y el juego. Si a esto se le suma la gran represión sobre otras naciones como Irlanda y Escocia, y sobre las otras minorías religiosas, el resultado fue un gobierno que logró ganarse la antipatía de población en general, aunque si tuvo buenos resultados en la política internacional. Con la firma del Acta de Navegación, prohibió el ingreso de competidores extranjeros a los puertos de Inglaterra, con lo cual terminó por derrumbar la economía de su rival directo en cuanto al comercio marítimo, Holanda. A su vez, conquistó la isla de Jamaica de manos españolas. La impopularidad del rígido gobierno de Cromwell, causó en 1660 la vuelta al poder de los Estuardos en la figura de Carlos II (1660-1685), quien si bien en un principio se mostró amistoso con el Parlamento, el recuerdo de la ejecución de su padre y el apoyo de la nobleza terrateniente en las cámaras o tories, le dieron la fuerza suficiente para nuevamente entrar en conflicto con el Parlamento y las facciones burguesas capitalistas más liberales del mismo o whigs. Sin embargo, los años del protectorado hicieron fuerte a la oposición parlamentaria, por lo que Carlos II debió ceder a sus pretensiones absolutistas a favor de las consideraciones de la burguesía capitalista protestante, incubada en la sociedad inglesa, lo cual se manifestó con la firma del Acta de Prueba (1673) el cual excluía a los católicos de los cargos parlamentarios, y el Acta de Habeas Corpus (1679), el cual garantizaba la seguridad personal contra una detención arbitraria. La situación de la monarquía en Inglaterra comenzaría a dirimirse con la llegada al poder del hermano de Carlos II, Jacobo II (1685-1688), quien recientemente se había convertido al catolicismo y había bautizado al primogénito de su unión con su segunda esposa católica, bajo la fe de la Iglesia romana. La posibilidad de la perpetuación de una dinastía católica, sumada al mejoramiento de los derechos de los católicos en la isla, hicieron reaccionar al Parlamento, quien le ofrece la corona de Inglaterra al príncipe de Holanda, el protestante Guillermo de Orange, el cual se encontraba casado con María, la protestante hija de Jacobo II, fruto de su primer matrimonio. Ambos personajes desembarcan en la isla con un contundente ejército, ante lo cual el rey de Inglaterra decide
renunciar e huir. Es la llamada Revolución Gloriosa, en donde no se derramó una gota de sangre en su proceso. Con la llegada de los nuevos gobernantes se pone fin a la disputa entre el Parlamento y la corona, ya que se estipula que Inglaterra en adelante se convierta en una Monarquía Parlamentaria, dentro de la cual la jefatura del Estado es ejercida por el rey, mientras que la jefatura del gobierno se le es delegada a un gabinete de ministros o a un Primer Ministro, el cual es nombrado por el rey pero con la aprobación del Parlamento, donde en votación debe obtener mayoría para poder ejercer el cargo. Este tipo de gobierno se mantiene en Inglaterra hasta la actualidad. Con la llamada Ley de Tolerancia (1689) se pone fin a los conflictos religiosos, decretándose a la iglesia anglicana como la oficial, pero permitiéndose el culto de otras sectas protestantes con excepción del catolicismo. Pero sin lugar a dudas, el triunfo de la burguesía capitalista sobre la nobleza se pone de manifiesto con el juramento de la Declaración de Derechos (1689), dentro de la cual se dispone la libertad de la propiedad privada como el derecho fundamental de los individuos. Esta proclamación de derechos, fue el triunfo definitivo de la doctrina capitalista por sobre las antiguas concepciones católicas y medievales acerca de la naturaleza de la empresa privada y el impedimento de formar fortuna y gozar de ella. Para aquello es fundamental el aporte del teórico de la monarquía burguesa, John Locke y su obra Ensayo sobre el Gobierno Civil, en donde se promueve el gobierno basado en el capitalismo y el derecho natural de la libertad de la propiedad privada. A su vez, las concepciones burguesas se sustentaron en la teología calvinista que aprobaba el enriquecimiento como producto del trabajo, siendo ésta un regalo de Dios.
Francia:
El proceso que forma la monarquía absoluta en Francia, se evidencia de características diferentes que en España e Inglaterra, el cual está marcado por las constantes luchas internas en los siglos XV y XVI, para desembocar en el siglo XVII en la conformación de un poder monárquico que se elevará en Europa como el de mayor importancia en su carácter absolutista. Con posterioridad al término de la Guerra de los Cien Años en el año 1453, el pueblo francés salió victorioso gracias al sentimiento nacionalista que se encendió en su lucha contra el invasor extranjero. La esperanza de que la guerra traería la definición de una nación poderosa y unida en torno a la corona francesa, se fue esfumando con el transcurso del siglo XV, ya que los favores recibidos por el monarca de parte de la nobleza francesa, a favor de la lucha por recuperar la corona de manos inglesas, tuvieron que ser pagados después de la guerra, concediéndoles una serie de derechos que permitieron a la nobleza mantener sus poderes locales en Francia, lo que imposibilitó en términos generales la centralización del poder en el rey, ya que regiones tan importantes como el ducado de Borgoña o los textiles condados del norte del país se mantuvieron como feudos independientes y autónomos del poder central francés.
A las luchas entre la nobleza y la monarquía, Francia se convertirá en el escenario, durante el siglo XVI, de sangrientas luchas religiosas entre los católicos y los protestantes o hugonotes. La división del país se concretizó en una región norte marcada por el poder de los nobles y la influencia de las ideas calvinistas y capitalistas, lo que se suma a la proliferación de la iglesia protestante en dicha región, en una unión que constantemente le disputó el poder a la monarquía central y su conexión con el Papa en Roma. Y una región sureña, agrícola y campesina, que se manifestaba fiel a la corona francesa por la que se había luchado, la cual tuvo sus aliados en la Iglesia Católica y una porción de burgueses contrarios a la hegemonía comercial calvinista. Al contexto anterior se le debe sumar el constante asedio de la corona española e imperial alemán, las cuales en su afán de homogeneizar el poder católico sobre Europa, constantemente minimizaron la importancia de la corona francesa, la cual en el siglo XVI se mantuvo siempre en la sombra del poder de Carlos V y de Felipe II. Además, Francia evidenció un periodo de grandes luchas internas en la segunda mitad de este siglo, sobretodo durante la regencia de la italiana Catalina de Médicis, quien ejerciendo el poder de la corona mientras el rey de Francia aún era muy pequeño, intensificó los conflictos internos con la decretación de la matanza de San Bartolomé, en la cual la población hugonote fue masacrada por la católica, con el permiso de la regenta de Francia. La terrible matanza dejó un marcado recuerdo para la población francesa, por lo que el rey de Francia, Enrique IV (1589-1610), recién asumido su rol de rey, quiso compensar las consecuencias de la administración de su regenta, con la decretación del Edicto de Nantes de 1598, en el cual se declara a la religión católica como la oficial del territorio francés, pero se autorizaba y toleraba el ejercicio libre de otros cultos cristianos. Además se les permitió a los nobles y hugonotes a mantener sus propias fuerzas armadas en determinadas regiones. La política de Enrique fue continuada por el regente de su primogénito Luis XIII, el famoso Cardenal Richilieu, quien realmente fue quien gobernó la nación francesa. El cardenal, ferviente defensor del absolutismo católico, apuntó su política en dos tareas fundamentales: robustecer el poder central de la monarquía francesa contra la acción de la nobleza y los protestantes, y además convertirse en la primera potencia de Europa. Para la primera de estas tareas, el cardenal logró destruir el poder militar de los hugonotes, privándolos de sus privilegios para mantener milicias locales. Además obligó a los nobles más poderosos a derrumbar los castillos fortificados que no fueran necesarios para la defensa nacional ante una posible guerra, así como determinó la pérdida de los derechos jurisdiccionales de la alta nobleza, los cuales fueron reemplazados por funcionarios reales, los intendentes, quienes asumieron la administración de las provincias en nombre del rey. En cuanto a la segunda de sus metas, ésta se logró gracias a la extensa Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en donde Francia logró debilitar el poder de la casa de os Habsburgo, al punto de que el poder imperial en Alemania se arruinó y España ya no logró levantarse más en el concierto europeo.El sucesor de la regencia de Luis XIII, fue otro cardenal, Mazarino, quien tuvo que enfrentar un nuevo alzamiento de los nobles locales, agrupados en la llamada fronda aristocrática. El carácter enérgico de la política
del nuevo cardenal, significó el triunfo definitivo del poder de la monarquía por sobre la nobleza, con lo cual quedó el camino abierto para la instalación del régimen absolutista. El tipo de gobierno de la monarquía absoluta, tuvo entonces, su representante más importante en el reinado de Luis XIV de Francia (1643-1715), el llamado rey sol, a quien se le atribuye la famosa frase “El Estado soy Yo”, manifestación clara del absolutismo de origen divino. Con el fin de consolidar su poder monárquico, hizo construir el gran Palacio de Versalles, en donde el rey de Francia comenzó a residir, a la vez, que eliminó la antigua nobleza feudal, transformándola en nobleza cortesana, la cual vivió constantemente en el palacio junto al rey, retribuyéndoles sus pérdidas territoriales con títulos nobiliares y sueldos vitalicios, por lo cual en el futuro la corte será denominada “zánganos”. La vida en Versalles se caracterizará por la constante solemnidad y pomposidad de sus celebraciones, las cuales reunían a la corte desde el desayunos del rey a las 8 de la mañana hasta las representaciones teatrales por la tarde, en donde destacaron las comedias de Moliere. Luis XIV durante su mandato ejerció una gestión infatigable, ya que concentraba el poder legislativo y judicial en sus manos, además de ser el representante del Estado y general en jefe de las tropas francesas. Así también, revocó el Edicto de Nantes para consolidar su poder y unidad interna, con lo que existió una sola religión real, el catolicismo. Extendió una red burocrática de funcionarios reales como ministros, consejeros e intendentes, que administraban su poder en las provincias. A diferencia de sus antecesores monarcas, Luis XIV ya no volverá a convocar a los Estados Generales, la gran reunión de los tres estados franceses: nobleza, clero y estado llano, los que se llamaban a reunión para problemas nacionales, como el financiamiento de una guerra. La ausencia de estos grandes consejos, se debió fundamentalmente a que la monarquía tenía su propia entrada de dinero gracias a la labor del ministro Colbert, quien pasó a la historia con la doctrina económica mercantilista o colbertista, la cual disponía la acumulación de metales preciosos que ampararan la producción nacional y el comercio de exportación de productos.
Evaluación: 1. En el año 1555, ocurrió un hecho importante dentro del desarrollo de la Reforma protestante en Europa. Este hecho fue: a. b. c. d. e.
La Paz de Augsburgo. La firma del Acta de Supremacía. La Dieta de Worms. La excomunión de Lutero. La matanza de San Bartolomé.
2. El capitalismo como doctrina económica se asocia a los postulados de: a. b. c. d. e.
Colbert y el mercantilismo. Hobbes y el absolutismo inglés. Locke y el empirismo. Descartes y el racionalismo. Bossuet y el absolutismo divino.
3. La Revolución Gloriosa, en la práctica significó: a. b. c. d. e.
La destitución de los Estuardo. La imposición de una república. La firma de la Declaración de Derechos. La destitución de la monarquía. A y C.
4. Ordena cronológicamente los siguientes reformadores de la Iglesia: a. b. c. d. e.
Lutero-Calvino-Enrique VIII- Zwinglio. Lutero-Zwinglio-Enrique VIII-Calvino. Calvino-Lutero-Zwinglio-Enrique VIII. Lutero-Zwinglio-Calvino-Enrique VIII. Ninguna de las Anteriores.
Desarrolla los siguientes temas:
1. La Reforma de la Iglesia Católica: causas, desarrollo y consecuencias de ella que se visualicen en la actualidad. 2. Diferencias entre la monarquía inglesa y la francesa: conformación y teorías políticas que las sustentan. 3. Describe el contexto inglés que permite en la isla británica la conformación de una mentalidad capitalista superior que en el continente europeo. 4. Analiza la monarquía española y la conformación del Imperio Español durante el siglo XVI y su posterior derrumbe en el siglo XVII.
5. Siglo XVIII: Ilustración y Revolución: Ya en el siglo XVI, y más aún en el siglo XVII, el culto por el conocimiento se había instalado en las mentalidades de los hombres de ciencia y filosofía europeos. Desafiando la todavía rigurosa e implacable doctrina de la Iglesia, siempre renuente a cambios peligrosos que fueran a dañar o desestructurar las bases de sus dogmas más importantes, los pensadores avanzaron en temas tan complejos como sensibles a la opinión pública, como lo fueron los avances en astronomía y la física de Newton, o las nuevas teorías económicas y de conformación del poder político, las cuales claramente contrariaban los principios difundidos en la población general por la Iglesia y los pensadores de arraigo escolástico. La vorágine científica y de amor por el conocimiento, siguió, durante el siglo XVIII, teniendo a la Razón como el valor más preciado entre los hombres más cultos, convirtiéndose en el único método certero de explicación de los distintos misterios que se querían develar del mundo natural y de las sociedades humanas. El racionalismo se consagró como la doctrina principal a seguir por los pensadores de Europa, el cual fue igualado, cual religión, a la idea de verdad y a la posibilidad de encontrar lo certero y verdadero de las cosas a través del uso de la razón. El hombre del siglo XVIII comprendió que la humanidad había estado viviendo bajo la venda del pensamiento medieval, en una oscuridad que lo llevaba constantemente al encierro y al temor extremo en los fenómenos que no se atrevía a comprender, y que ha sido la razón la fuente de iluminación para las mentes y almas de los hombres, quienes ahora, liberados de la oscuridad, conducían sus propios destinos en el mundo. Fue por esta razón que al movimiento racionalista del siglo XVIII, también se le denominó Ilustración. Quién resume perfectamente el sentimiento del hombre del siglo XVIII, envuelto en la Ilustración, fue el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804), otro de los pilares del pensamiento racional moderno, el cual escribió un ensayo el cual se encontraba encabezado por la pregunta ¿Qué es la Ilustración?, a lo cual el filósofo respondió: “... La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otros. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia, sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la Ilustración...”. La Ilustración fue, entonces, un poderoso movimiento intelectual que abarcó todos los ámbitos de los sectores de la vida y que produjo una profunda transformación del pensamiento, de la conducta y de las costumbres de los hombres de la Europa del siglo XVIII, y que en el futuro se proyectará a través de los avances científicos y técnicos, así como la propagación de revoluciones que buscarán cambiar el orden existente hasta ese entonces. Aunque el movimiento ilustrado se origina en los grupos intelectuales y científicos de la Inglaterra del siglo XVII, será en la Francia del siglo XVIII donde alcanzará su mayor esplendor y apogeo, desde donde se propagará hacia les principales cortes y círculos intelectuales de Europa, y a su vez, hacia el continente americano donde dejará varias
consecuencias. Se está de acuerdo en conferirle al francés Voltaire (1694- 1778), el título de máximo representante de la Ilustración, ya que se desempeñó como un brillante y prolífico escritor, quien cultivó casi todos los géneros literarios, además de realizar ensayos históricos y de filosofía política de alto valor, además de destacarse como gran divulgador de los avances científicos en Francia, en particular acerca de los avances de la física de Newton, por el cual sentía una profunda admiración. Voltaire, en su condición de racionalista extremo, fue un infatigable opositor a los privilegios del clero en Francia, además de dirigir una implacable campaña de descrédito acerca de los dogmas de la fe católica. A su vez, miraba con desprecio al llamado Antiguo Régimen, es decir, al poder que aún sostenía a la nobleza señorial como parte importante de la sociedad francesa, además de ser un constante crítico de los gobiernos absolutistas de origen divino, sintiendo una abierta simpatía por el sistema parlamentario inglés y sobre los ideales burgueses de propiedad privada y libertad de comercio capitalista. Dentro de su pensamiento político, el concepto más importante que este pensador acuñó en sus ensayos, se refiere al de la autodeterminación de los pueblos, es decir, el derecho que tienen las naciones a escoger sus propios tipos de gobierno y ejercicio de su soberanía, sin la intervención de poderes extranjeros o ajenos al estado propio. Este principio político será tomado por muchas naciones como base teórica para justificar sus procesos de independencia de potencias centrales, como lo es el claro ejemplo de los Estados Unidos. Los otros dos destacados pensadores políticos de la Ilustración se identifican en Jean Jeacques Rosseau (1712-1778), y en Montesquieu (1689-1755), los cuales entregan los otros grandes pilares teóricos que sustentan la conformación de los estados contemporáneos. Mientras el primero, en su célebre obra el Contrato Social expone que el verdadero poder político es aquel que detenta el pueblo soberano y que lo delega en autoridades que actúan en su representación (soberanía popular), lo cual se estableció como la base de las futuras repúblicas; el segundo nos entrega, a partir de su obra máxima El Espíritu de las Leyes, la concepción acerca de la separación de los poderes del Estado en instituciones autónomas e independientes la una de la otra, identificándose un poder ejecutivo, un poder legislativo y uno judicial. Sin embargo, la obra cumbre del movimiento ilustrado se encuentra representada en la labor de los intelectuales franceses Diderot y D’ Alembert, quienes realizaron un compendio de todo el saber acumulado en la época a través de la publicación de la Enciclopedia, la cual contó con 35 tomos que fueron aparecieron entre 1751 y 1772. La realización de esta obra fue tan importante en Francia, que incluso se formó un círculo de intelectuales en torno a ella, los llamados enciclopedistas, quienes constituirán un importante grupo de pensamiento político durante los años de la Revolución. En tanto en Inglaterra, el otro foco de pensamiento ilustrado, el movimiento se encausó desde la perspectiva del pragmatismo empírico de los ingleses, más centrado en el avance técnico y científico que en la discusión intelectual. Producto de este contexto es que aparece la Revolución Industrial en la isla. Sin embargo, se destacaron autores como Locke y Adam Smith (1723-1790), siendo éste último el autor del libro La Riqueza de las Naciones de 1776, el cual se convertirá en el pilar de la teoría económica clásica, impulsora del capitalismo y el libre mercado.
Así también, en Inglaterra se organizaron los primeros clubes en torno a los ideales ilustrados, siendo el más famoso de ellos, la Francmasonería, asociación que propugnaba por la fraternidad universal entre los hombres en torno a la razón. La primera logia masónica se fundó en Inglaterra en 1717. La influencia de este movimiento en los más altos círculos de poder se ha estimado incalculable hasta nuestros días, perteneciendo a estas logias políticos, científicos, artistas y miembros directos de los gobiernos tanto republicanos como monárquicos. La expansión del racionalismo ilustrado ayudó a erradicar una de las prácticas más polémicas y sangrientas de la época como lo fue la persecución y quema de “brujas”, l cual fue un hecho común en el siglo XVII, tanto en los territorios católicos como en aquellos donde se consagraba la rígida moral puritana, que veían en la expresión femenina tanto la imagen virginal y de belleza como un constante foco de pecado y tentaciones carnales. Se calcula que sólo en los reinos alemanes se quemaron alrededor de 100 mil brujas durante el siglo XVII, y cifras similares se conocen de las colonias inglesas en Norteamérica. Además del término de la cacería de brujas, se trató de eliminar la tortura como método de impartir justicia y en general se introdujo la idea de tolerancia religiosa, no desde la perspectiva teológica, sino en ver al otro como un ser racional igual a mí. Esta situación ayudó, por sobretodo, a los miles de judíos que vivían en ghettos en las afueras de las ciudades, los cuales gracias al comercio habían logrado amasar ciertas fortunas de importancia, pero que vivían al margen de la sociedad cristiana. En materia económica, las corrientes económicas liberales comenzaron a ganar crédito entre las naciones más ricas. Al ya capitalismo mercantil e industrial que se visualizaba en las ricas naciones como Inglaterra, Holanda y Bélgica, en Francia el movimiento ilustrado formó una escuela económica fundada en la producción agrícola como el principal motor económico, siendo la tierra y los productos de la naturaleza, los bienes principales de las naciones. Esta corriente se denominó fisiocratismo, y tuvo en Quesnay (1723-1790) a su más importante expositor. Este movimiento económico era contrario al proteccionismo extremo del mercantilismo, y promulgaba la libertad de comercio como el modo de transacción natural entre las naciones. Esta libertad se representará en su célebre frase acerca del carácter libre que debía poseer el mercado: “Laissez faire, laissez passer”, dejar ser, dejar pasar. La Ilustración también se incubó en las mentalidades de los principales gobernantes de las dinastías monárquicas de Europa, en una fusión denominada Despotismo Ilustrado, el cual tuvo distintas particularidades según sea el caso a estudiar. En general, se manifestó como un tipo de gobierno tan absoluto como el de Luis XIV en Francia, con la concentración del poder de forma absoluta en la figura de los monarcas, pero con un sentimiento racionalista que se manifestó en su gestión como gobernantes, la cual ya no se visualizaba como una revelación divina, sino más bien como el resultado lógico de la utilización de la razón en el ejercicio del mandato. Las idea fundamental fue siempre la de robustecer el aparato estatal y buscar el bien de los súbditos. Los máximos representantes de este tipo de gobierno fueron Federico el Grande de Prusia (1740-1786), José II de Austria (1780-1790), los zares Pedro el Grande y Catalina II de Rusia y José I de Portugal. Sin embargo, el gobernante que mejor expresó la idea de absolutismo ilustrado, fue el rey de España, el borbón Carlos III (1759-1788), el cual puso en marcha un intenso
plan modernizador del alicaído Imperio Español, con la creación de nuevas instituciones estatales, más eficaces y especializadas que las de los siglos anteriores, a la vez que amplió la red estatal con funcionarios profesionales y especializados en sus funciones. Si bien las reformas de Carlos III, le dieron un nuevo aire a los dominios españoles, éste no fue suficiente como para reconstruir el poder perdido en Europa y mantener unidas alas colonias americanas que acabarán por independizarse en el futuro. La Revolución de las 13 Colonias: Los ideales de la Ilustración dejaron una profunda huella entre los hombres del siglo XVIII. Las ansias de una mayor liberación de las ataduras del pasado, fueron el caldo de cultivo para movimientos revolucionarios e independentistas. Durante el siglo XVIII, las 13 colonias inglesas en Norteamérica se emergían como una nación pujante económicamente y con un alto sentido democrático, a lo que se suma un creciente sentimiento de rechazo al inglés de la metrópolis europea, y un sentimiento de orgullo por una población que había logrado, sobre la base de trabajo sacrificado y riguroso, doblarle la mano al destino y a la dura lucha contra la naturaleza, por lo que las diferencias entre los colonos y las autoridades inglesas fueron constantes y se incrementaban con el paso de los años. El punto de conflicto más directo en las odiosidades entre los colonos y los ingleses, se manifiesta en el monopolio comercial que establecía la corona sobre las colonias, por lo que los productos americanos como algodón, tabaco, trigo y lana, sólo podían ser vendidos a mercaderes ingleses, los cuales aprovechándose de los contratos de monopolio, imponían bajísimas tasaciones a los productos que se les ofertaban. Así mismo, los colonos sólo podían comprar los productos manufacturados ingleses, teniéndoseles prohibido el comercio con otras naciones rivales. La situación se agravó cuando, con motivo de la guerra entre Francia e Inglaterra por los territorios del Canadá, se les exigió a los colonos por parte de las autoridades inglesas que participasen en los gastos de guerra en la forma de nuevos y onerosos impuestos. Los colonos se opusieron ante esta determinación, pero la corona inglesa quiso demostrar la dependencia de las colonias exigiendo, por lo menos el pago del impuesto del té. Sin embargo, el plan de independencia ya se había fraguado entre los colonos, y el asunto de té les permitió hacer efectivo sus planes. En una noche del mes de Diciembre de 1773, los colonos se tomaron los barcos cargados de té en el puerto de Boston y los arrojaron al mar, con lo que se dio inicio a la guerra entre la corona británica y las colonias de Norteamérica. La guerra por la independencia se prolongó desde 1775 hasta 1783, y si bien los colonos contaron con la importante ayuda militar y logística de Francia (general Lafayette), fueron las propias milicias campesinas organizadas por George Washington, las que resultaron imprescindibles para la victoria, la cual se obtiene de forma decisiva en la batalla de Yorktown en 1783. Con anterioridad, el 4 de Julio de 1776, un congreso de representantes de las 13 colonias había aprobado la Declaración de Independencia, bajo la redacción de Thomas Jefferson. Además, en 1787, se confeccionó una constitución que declaraba a los nuevos Estados Unidos como una república federal, en donde cada uno de los estados tiene su propio gobernador y parlamento, debiéndose someterse bajo leyes
federales. El gobierno se dividía en tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial. El primero lo detenta el presidente de la república, elegido cada cuatro años por votación. El segundo p un Congreso compuesto de dos cámaras, el Senado y la Cámara de Diputados, y el tercero una Corte Suprema de jueces vitalicios quienes velan por el respeto a las leyes y los derechos ciudadanos. La creación de los Estados Unidos como república fue el primer triunfo de la Ilustración frente al Antiguo Régimen y el comienzo de una serie de movimientos revolucionarios en los próximos cien años de historia.
El Antiguo Régimen:
Para comprender a cabalidad la naturaleza de la Revolución Francesa, se debe en primer orden entender el contexto de la Francia del siglo XVIII antes de 1789, es decir, el Antiguo Régimen, el cual nos presenta a una nación francesa marcada por las desigualdades sociales entre los tres estados que la componen: el primer Estado, conformado por el rey y la nobleza, un segundo Estado compuesto por el clero, y un gran tercer Estado o Estado Llano, integrado por grandes comerciantes e industriales, pequeños burgueses profesionales, intelectuales y científicos, soldados y artesanos, pero por sobretodo por una gran masa campesina, la cual constituía casi el 80 % de la población francesa de la época, que hacia mediados del siglo XVIII se elevaba a 24 millones de habitantes. La situación de esta gran población agraria era bastante precaria en relación con los privilegios de los otros estamentos o estados. El empobrecimiento de la población campesina se debía fundamentalmente a que el régimen económico de la tierra en Francia siguió manteniendo las estructuras feudales de la Edad Media, lo que se traducía en que los campesinos podían usufructuar de la tierra, incluso venderla y otorgarla en arriendo, pero los propietarios de ella siguieron siendo los nobles, los cuales ejercían permanentemente los derechos feudales sobre ellas, es decir, el pago de fuertes sumas de dinero por el uso de la tierra, además de contar con el privilegio del pago de una parte de la producción agrícola del campesino (la que generalmente fue la porción de mejor calidad), la cual era destinada principalmente al sustento alimenticio de la clase nobiliar. Además, el Segundo Estado, el clero, era el estamento que concentraba la mayor cantidad de terrenos como propiedad exclusiva (el 10% del total de tierras francesas), pero que en número no alcanzaban a representar el 1% de la población del país (130 mil), por lo cual, se le debe sumar al campesinado, el pago del diezmo de la Iglesia del total de su producción. En contrapartida, los clérigos y los nobles estaban exentos del pago de impuesto alguno, por lo que las finanzas del Estado estaban totalmente sustentadas por el Estado Llano. Las desigualdades en la sociedad francesa se acentuaban al examinar el estilo de vida de la nobleza, la cual a partir del gobierno de Luis XIV, se ha convertido en una nobleza de corte, viviendo permanentemente junto al rey en Versalles, imbuidos de una gala y ostentación que no se condice con la situación del resto de la población, preocupados de los escándalos y de las grandes fiestas de palacio y solventados económicamente gracias a los privilegios de sus títulos nobiliares, entre los que se destaca la renta periódica que el Estado y el rey les deben asegurar, la cual se entiende como un indemnización hacia la pérdida de sus derechos políticos y militares en sus respectivos señoríos, a favor de la centralización del poder del Estado en el rey. Por lo mismo fueron llamados zánganos.
Mucho se ha discutido acerca de la realidad de la sociedad francesa antes de la Revolución, pero el hecho de la existencia de un “antiguo régimen”, no es exclusivo a la monarquía francesa. En la Europa Oriental, los reinos de Polonia, Bohemia, Prusia, y los imperios de Austria y Rusia, se manifiestan con estructuras sociales muy similares a la francesa, siendo el caso ruso el más patente de ellos, con una población campesina enorme y un retraso en las técnicas de cultivo que se empareja con el aire de retraso que se respira en las ciudades. Sólo con Pedro el Grande, se intenta modernizar las estructuras medievales de Rusia, sobretodo en lo concerniente a la producción industrial, pero el país de los zares seguirá siendo un territorio amparado en las tradiciones más profundas, lo cual llevará a que las desigualdades toquen un fondo en la segunda mitad del siglo XX con su propia revolución. Así también, otros territorios europeos como el sur de Italia, con el reino de Nápoles y las dos Sicilias, y el sur de la península ibérica, se mantenían bajo las estructuras agrarias feudales, señal de retraso y pobreza en comparación de la emergente Inglaterra industrial. A las desigualdades sociales entre el campesinado y la nobleza, la situación de tensión entre los estamentos, provino de las constantes demandas de participación de la burguesía francesa, la cual apoyada por intelectuales y capitalistas, se sentían descontentos con el accionar de la monarquía, la cual estaba llevando a Francia a la quiebra, además de no considerárseles en los cargos de importancia del Estado. La ineficacia gubernamental de los reyes y la nobleza, sumada a la ambición política de una burguesía que anhelaba (como se había producido en Inglaterra en 1688) un tipo de gobierno funcional a sus intereses y de la nación, conformaron el otro gran cuadro que explica el estallido revolucionario de 1789 el cual a pesar de las consideraciones de intelectuales ilustrados y burgueses, tuvo un desarrollo distinto al evidenciado por Inglaterra un siglo antes.
La Revolución Francesa (1789-1799):
Al contexto de la Francia del siglo XVIII, analizado en el punto anterior, y que conducirá inevitablemente a la revolución, se le deben añadir una serie de elementos y hechos que precipitaron el movimiento revolucionario. El primero se refiere a la inoperancia de los reyes de Francia sucesores de Luis XIV en el manejo del Estado francés. Mientras su hijo, Luis XV (1714-1775), dedicó sus largos años de reinado a malgastar las riquezas cosechadas por su padre y el colbertismo en fiestas y celebraciones, con una frivolidad que marcará su periodo como gobernante; su nieto Luis XVI (1775-1792), se manifestó como un cándido personaje, de cambiantes decisiones políticas e influenciado al extremo por los caprichos de su esposa austríaca, la reina María Antonieta, a la cual se le atribuyen muchas de las erróneas decisiones del monarca francés dentro de su política externa. Ferviente defensora del Antiguo Régimen y aliada de la nobleza cortesana de Versalles, a la cual controlaba sin contrapesos, la reina incidió en la postura real de despedir al ministro más capacitado de su gobierno, Turgot, quizás el único capacitado para sacar a Francia del estancamiento económico impuesto por los dos primero estados. El político, simpatizante de la clase burguesa, al momento de su despido le hizo una profética advertencia al rey de Francia: “No olvidéis nunca que la debilidad puso la cabeza de Carlos I bajo el hacha”.
El otro punto de conflicto lo significaba el alto costo de las guerras que había sostenido Francia desde la época de Luis XIV, y en particular la que está enfrentando a las colonias con Inglaterra, en la cual Francia aportó contingente y financiamiento a las tropas americanas. Entonces tenemos que hacia 1789, las finanzas francesas están en la más absoluta quiebra, debido fundamentalmente a que el gasto público se concentraba en los gastos militares, pagar las deudas de acreedores extranjeros (principalmente banqueros suizos) y en costear el alto costo de vida de la monarquía y la nobleza en Versalles. A la constante negativa de los dos primeros Estados a que se les gravase con impuestos, política ya fracasada en los tiempos de Turgot, y ante el creciente estado de descontento y rebelión que se vivía en la comuna de París y en las asambleas que se habían formado en las provincias, fue que Luis XVI se vio en la necesidad de convocar a los Estados Generales, asamblea de representantes de los tres estados de Francia, la cual no se había convocado desde 1614. Los Estados Generales se convirtieron en la última de las reuniones marcadas por la pomposidad y el lujo de Versalles. El rey cedió ante la presión de los burgueses, los cuales querían aumentar su dotación de representantes en la asamblea (de 300 a 600) para así poder igualar los votos de los otros dos estados en conjunto. Con el apoyo de algunos sectores del clero y la nobleza, los representantes del Tercer Estado lograron establecer la llamada Asamblea Nacional (1789-1791), la cual no se disolvería hasta haber confeccionado una nueva constitución. Mientras tanto, en París, el desconcierto por lo que sucedía en Versalles, los rumores del fracaso de los Estados Generales y las noticias de la aglomeración de tropas reales que sitiarían París ante la beligerancia de la comuna, dieron como resultado que el pueblo de la capital se levantara en armas el 14 de Julio de 1789, tomándose la antigua prisión de La Bastilla. La sublevación de la capital fue tomada con terror por los habitantes de las provincias campesinas, quienes se levantaron en contra de las posesiones de los nobles, quemando castillos y los archivos donde estaban guardados los contratos y derechos feudales de los señores de Francia. La Asamblea nacional el $ de Agosto decidió poner término a los derechos y privilegios nobiliares, con lo que se pone fin al Antiguo Régimen. Además el día 27 del mismo mes se promulgó La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el cual recoge las ideas de libertad e igualdad de la Ilustración, fundamentales en la sociedad contemporánea. En Septiembre de 1791, la Asamblea pudo finalmente confeccionar una nueva constitución en la cual Francia se convertía en una monarquía constitucional, siendo el rey quien ejercía el poder ejecutivo, pero sólo relacionado a la política externa y el nombramiento de funcionarios reales, ya que la administración del interior fue delegada en la división del país en departamentos y comunas con amplia autonomía. El poder legislativo se estableció en la propia asamblea que se pasó a denominar Asamblea Legislativa (17911792) y el poder judicial pasó a manos de jueces y jurados elegidos por el pueblo. Sin embargo, la constitución de 1791 no logró los resultados esperados. La descentralización extrema del nuevo régimen acabó por someter a la anarquía al país, lo cual fue redundado por la gran crisis económica que se vivía en la nación y por el hecho del estallido de la guerra entre la Francia revolucionaria y la alianza de monarquías tradicionales europeas, donde destacará Austria, la cual va a ser ayudada por la nobleza y especialmente por la hija del gobernante austríaco, María Antonieta.
Los elementos más extremistas de la revolución, acusaron al rey Luis XVI, de espiar y colaborar secretamente con la contrarrevolución, por los que fue suspendido de sus funcionado y tomado prisionero. El pánico se extendió por París ante la amenaza extranjera. En Septiembre de 1792, unos mil partidarios del rey fueron ejecutados y se disolvió la Asamblea Legislativa a favor de una república controlada por la Convención Nacional (1792-1795), la cual estaba integrada por representantes electos por sufragio universal. Dentro de la convención se destacarán tres grupos definidos, los girondinos, quienes más aliados a los intereses burgueses y de los intelectuales, se convertirán en el sector revolucionario moderado, los montañeses o jacobinos, quienes se conformarán como el sector más radical, postulando la guerra sin cuartel a los contrarios a los cambios revolucionarios y la defensa de la nueva república contra nobles y la monarquía. Y por último la llanura, sector central que no se identificará particularmente con alguno de los grupos anteriores, pero era renuente al terror extremo. Las obras de Septiembre de 1792 propiciaron en un primer instante el control de los girondinos dentro de la convención, siendo uno de sus principales dictámenes, el juicio y posterior ejecución del rey de Francia. Si bien los girondinos no querían la muerte del monarca, ésta fue inevitable ante presión de los sectores más extremos. Luis XVI fue ejecutado el 21 de Enero de 1793. Este año, la crisis social y política llegará al límite. En una de las medidas de la convención, el poder ejecutivo fue puesto en la figura del Comité de Salud Pública, integrado por doce miembros y liderado por el jacobino Maximilian Robespierre, con lo cual el grupo jacobino comienza a controlar la política de la Francia revolucionaria. Robespierre y sus seguidores estaban convencidos de que sólo a través de la fuerza se podría salvar Francia del ataque extranjero y de los opositores internos, por lo que propició la creación de tribunales revolucionarios que juzgarían a toda persona sospechosa de traicionar la revolución. La consecuencia: miles de muertos (40 mil en 10 meses) y el Terror se apoderaba de la república. Se condenó a nobles, realistas, burgueses, sacerdotes y gran número de girondinos por traicionar los ideales revolucionarios. La reina María Antonieta fue una de las primeras víctimas. Así mismo, Robespierre reemplazó al cristianismo por el culto al Ser Supremo, convirtiendo la catedral de Notre Dame en Templo de la Razón. Además se anuló el calendario cristiano, contándose ahora los años desde la instauración de la república (1792). Con motivo de enfrentar a la coalición extranjera, se proclamó la leva en masa, servicio militar permanente de miles de campesinos y patriotas, con lo cual Francia dispuso de 800 mil hombres para sus campañas, el mayor ejército de Europa. Sin embargo, el descontento en contra de la dictadura de Robespierre y los jacobinos crecía en las provincias, donde la economía estaba devastada. Finalmente el Terror de la guillotina del dirigente fue su propio verdugo, ya que en Julio de 1794, Robespierre es ejecutado, con lo que el poder volvió a los moderados burgueses quienes formaron el llamado Directorio (1795-1799), el cual se dio en la tarea de reorganizar a la nación francesa y sacarla de los problemas económicos que la agobiaban. Sin embargo, este régimen con el correr de los años se tornó ineficiente para resolver los problemas, además de ser contagiado con la peor de las corrupciones en los cargos públicos, lo cual mantuvo el descontento popular y la lucha partidista.
Paulatinamente las clases burguesas comenzaron a protestar por su falta de derechos, sobretodo del voto, el cual volvió a ser censitario, al tiempo que partidarios de la monarquía regresaban al país y ganaban adeptos. Así, en el año 1797 se celebraron elecciones, en donde se eligieron gran cantidad de representantes de tendencia monarquista. Ante tal escenario, el propio Directorio decidió romper con la constitución, y apoyándose en el joven general Napoleón Bonaparte, anuló las elecciones, convirtiéndose en un gobierno ilegal hasta 1799. Mientras tanto, la guerra de la Francia revolucionaria contra la llamada Coalición, resultó victoriosa para la primera, gracias fundamentalmente al nuevo ejército nacional liderado por una nueva camada de generales patriotas como Bonaparte, quien durante el Directorio, incluso comenzará una política expansiva, con la conquista de Italia de manos de Austria y la campaña del general sobre el norte de Africa, Egipto y parte del Imperio Turco. La gloria del ejército aumentaba mientras la credibilidad de los políticos revolucionarios decaía. Paulatinamente la idea de un gobierno central fuerte se visualizó como el único medio para restablecer la unidad y la economía de la nación francesa. En el futuro, el general Bonaparte se tomará el poder de Francia mediante un golpe de Estado en donde se instaurará el Consulado (1799-1804), que comandará el Estado francés en la figura de tres cónsules, siendo Bonaparte el cónsul principal. Con la ascensión del Napoleón al poder de Francia, se termina con el proceso revolucionario francés, el cual en la práctica sólo traería el cambio de un régimen autoritario por otro, pero que sí dejará huellas en las mentalidades de los europeos del siglo XIX. Francia tendrá que esperar otro medio siglo para establecer de hecho los ideales revolucionarios dentro de una gobierno de tipo soberano, y Europa se preparará para vivir el llamado “siglo largo” en donde se confirmarán y propagarán los postulados de la modernidad en las nacientes naciones de Europa, las cuales se entregarán a las ideologías capitalistas y de un romanticismo nacionalista, a la par de los avances de la ciencia, principal generador de la industrialización y del imperialismo que se originará a partir de él. Acabado el siglo de las luces y la razón, comienza el siglo de la ciencia y el progreso.
Evaluación: 1. El pensador más influyente e importante de la Ilustración fue: a. b. c. d. e.
Montesquieu Locke. Voltaire. Rousseau. Quesnay.
2. La Francmasonería fue un movimiento que se originó en: a. b. c. d. e.
Francia Inglaterra. Las 13 colonias. Versalles. Austria.
3. Uno de los principales conceptos que dejó la época ilustrada fue el de la soberanía popular. Cuál fue el pensador que se identificó con esta teoría: a. b. c. d. e.
Bossuet. Hobbes. Voltaire. Locke. Rosseau.
4. La ejecución de Luis XVI el 21 de Enero de 1789 causó conmoción entre las monarquías europeas. Cuál fue la causa que lo llevó a tal condena: a. b. c. d. e.
La ayuda secreta a la Coalición. El sitio de la comuna de París con sus tropas. El no respetar la constitución de 1791. La disolución de los Estados Generales. La protección a las intrigas de la reina.
Desarrolla los siguientes temas:
1. Describe la conformación de la Convención Nacional (estructura y medidas) y haz una comparación con los sectores políticos contemporáneos. 2. Describe el llamado Antiguo Régimen y comenta cuál es, a tu opinión, la causa fundamental de la Revolución Francesa. 3. Realiza una comparación entre la Revolución Inglesa y la Francesa. ¿Cuáles son los elementos que explican la diferencia entre los dos procesos? ¿Qué respectivas consecuencias trajeron ambos procesos para la realidad de sus naciones y para Europa?
Interrelación Conceptual . 1. Renacimiento. 2. Humanismo. 3. Erasmo de Rótterdam. 4. Quattrocento. 5. Leonardo Da Vinci. 6. Cinquecento. 7. Maquiavelo. 8. Burocracia. 9. Diplomacia. 10. Juan Bodino. 11. Soberanía. 12. Estados Territoriales. 13. Estados Pontificios. 14. Marco Polo. 15. Erick el Rojo. 16. Liga de la Hansa. 17. Turcos otómanos. 18. Sagres. 19. Brújula. 20. Carabela. 21. Astrolabio. 22. Portulanos. 23. Cabo de Buena Esperanza. 24. Vasco de Gama. 25. Cristóbal Colón. 26. Bula Intercaetera. 27. Tratado de Tordesillas. 28. Capitulaciones de Santa Fe. 29. Islas de las Especias. 30. Américo Vespucio. 31. Magallanes / Elcano. 32. Nicolás Copérnico. 33. Galileo. 34. Kepler. 35. Newton. 36. René Descartes. 37. Racionalismo. 38. New Organon. 39. Empirismo. 40. Dogma de Fe. 41. Wycliff. 42. Occam. 43. Iglesias Nacionales. 44. Indulgencias. 45. Alejandro VI.
46. Reforma. 47. Luteranismo. 48. Calvinismo. 49. Vulgata. 50. Paz de Augsburgo. 51. Anglicanismo. 52. Acta de Supremacía. 53. Matanza de San Bartolomé. 54. Hugonotes. 55. Concilio de Trento. 56. Jesuitas. 57. Monarquía absoluta. 58. Reyes Católicos. 59. Carlos V. 60. Felipe II. 61. Lepanto. 62. El Escorial. 63. Armada Invencible. 64. Fûgger. 65. Tudor. 66. Thomas Hobbes. 67. Estuardos. 68. Parlamento. 69. Gentry. 70. Padres Peregrinos. 71. Cromwell. 72. Carlos I. 73. Tories / whigs. 74. Habeas Hábeas. 75. Monarquía Parlamentaria. 76. Declaración de Derechos. 77. John Locke. 78. Catalina de Médicis. 79. Edicto de Nantes. 80. Cardenal Richelieu. 81. Cardenal Mazarino. 82. Fronda Aristocrática. 83. Luis XIV. 84. Versalles. 85. Mercantilismo. 86. Ilustración. 87. Voltaire. 88. Rousseau. 89. Montesquieu. 90. Despotismo Ilustrado. 91. Enciclopedia. 92. Masonería.
93. Fisiocratismo. 94. 13 Colonias. 95. Tea tax. 96. Yorktown. 97. Antiguo Régimen. 98. Estados Generales. 99. Turgot. 100. Zánganos. 101. Bastilla. 102. Asamblea Nacional. 103. Asamblea Legislativa. 104. Convención. 105. Terror. 106. Leva en Masa. 107. Directorio. 108. Consulado. 109. Coalición. 110. Girondinos. 111. Jacobinos. 112. Llanura.
CAPÍTULO IV: El Siglo Largo, 1800-1914. 1. Napoleón y la Restauración en Europa: Napoleón Bonaparte nació en Córcega el año 1769, justo el día siguiente a la anexión de la isla del Mediterráneo a Francia. Gracias a que sus padres pudieron entablar buenas relaciones con ciertos personajes de la nobleza, lo cual permitió que Napoleón se educara en buenos colegios y le abrió la posibilidad de entrar a la Escuela Militar, en donde alcanzó el rango de teniente de artillería en el ejército de Luis XVI, pero su ascendencia italiana sumada a su pertenencia a la baja nobleza, le significaron la hostilidad permanente de la oficialidad francesa y la imposibilidad de elevarse en los más altos puestos del ejército. Fue por aquello, más que por un genuino sentimiento revolucionario, que el estallido de la Revolución le abrió las puertas para ascender en su carrera y la posibilidad cierta de concretar sus sueños de gloria y fama. Ya a los 26 años se había convertido en general, la campaña de sus ejércitos sobre la Coalición, con sus triunfos en Venecia y Milán en contra de los austríacos, además de las campañas de conquista en Nápoles y Egipto, le otorgaron el tan anhelado reconocimiento popular. Sin lugar a dudas, se sentía un héroe nacional, lo cual amparó sus sueños de grandeza que tenían en Alejandro Magno, Julio César y a Carlomagno como sus máximos referentes. A su genio militar, se le unió una gran perspectiva política. Amparó el gobierno del Directorio hasta cuando éste se hizo impopular hacia 1799, tomándose el poder en nombre del pueblo de Francia, pero también en nombre de su genialidad militar y reconocimiento público. La labor del Consulado estuvo marcada por la habilidad política de Napoleón, ya que si bien el poder volvía a ser centralizado en su figura de Primer Cónsul, con lo cual se ganó el respeto de los partidarios de la monarquía, mantuvo principios fundamentales de los defensores de la Revolución y la República, como lo fue la confirmación de la eliminación de todo privilegio por nacimiento o rango social, además de mantener una red de administración civil en funcionarios que tuvieron más autoridad, autonomía y eficiencia que los de los tiempos de Luis XVI. Los ascensos y designaciones de los cargos públicos, así como en el ejército, se basaron fundamentalmente en las aptitudes y méritos particulares. A su vez, como en los tiempos de la Convención, el ejército fue netamente nacional y profesional, descartándose la vuelta al sistema de mercenarios, apelándose a que la labor del soldado estuviera centrada en su amor a la patria. Pero sin lugar a dudas, la obra más importante del Consulado fue la promulgación del Código Civil, modernización del derecho francés que tuvo como principio fundamental la igualdad de todos ante la ley. La labor del Consulado se presentó favorable para la nación francesa. Gracias al nuevo sistema tributario, detuvo la inflación y saneó las finanzas públicas. Napoleón cada vez concentró mayor prestigio y poder, lo cual llega a un punto máximo el año 1804, cuando en la catedral de Notre Dame, en una célebre ceremonia, fue coronado como emperador de Francia, poniendo fin al Consulado y dándose inicio al imperio napoleónico que durará hasta 1814.
El Imperio de Napoleón: Los años de gobierno de Napoleón, tanto como cónsul como emperador, estuvieron marcados por las guerras con el resto de las naciones europeas, las cuales veían al pequeño gobernante de Francia como un latente peligro para la soberanía de sus monarquías. Durante los años del Consulado, Napoleón enfrentó victorioso a la II Coalición. Su éxito se ratificó con la paz que firmó con Austria en 1801 y con Inglaterra en 1802. Sin embargo, la paz alcanzada sólo duraría un año, ya que ya en 1803, Inglaterra, Austria y Rusia formaban la III Coalición en contra del poder de Napoleón. El general francés, nuevamente probó sus destrezas como estratega militar, venciendo a los ejércitos unidos de Rusia y Austria, en teoría superiores, en la más famosa de sus victorias, la batalla de Austerlitz (1805), a la cual el propio Napoleón denominó “la batalla de los tres emperadores”. Sin embargo, ese mismo año sufrirá una de sus más grandes derrotas. Conformó una gran armada de navíos franceses y sus aliados españoles, con el afán de derrotar a la Royal Navy de Inglaterra. Sin embargo, pese a la superioridad en número de embarcaciones, la escuadra napoleónica sufrió una humillante derrota en la batalla naval de Trafalgar. Inglaterra se adueñaría de los mares, limitando a Napoleón a sus dominios en el continente, y el almirante inglés Nelson, subió a la categoría de héroe y mártir nacional, ya que pereció en la batalla. Después de la derrota en los mares, Napoleón se concentró en extender sus dominios en el continente. Entre 1806 y 1812 controló toda la Europa Occidental y Central. Derrotó a los prusianos e invadió España, disolvió los Estados Pontificios e incluso tomó prisionero al Papa. Obligó a los pequeños reinos alemanes a organizarse en la Confederación del Rhin, la cual estuvo bajo administración francesa. Además, mediante un pacto con Rusia, se repartieron Polonia y el dominio de Europa. El imperio napoleónico estuvo conformado por el nepotismo, es decir, le entregó importantes cargos y títulos a sus parientes cercanos. Así tenemos que España estuvo bajo el poder de su hermano José, su hermano Luis fue rey de Holanda, su hermano Jerónimo rey de Westfalia, su cuñado Murat rey de Nápoles, su hijastro Eugenio virrey de Italia y su hijo Napoleón II fue coronado como rey de Roma con el afán de que algún día lo sucediera en el trono imperial. Napoleón controlaba Europa, pero no así los mares en manos inglesa, por lo que decretó un bloqueo continental (1806) en contra de los productos ingleses en el continente. Ningún país debía comercializar con la isla británica. Esta disposición fue quebrantada por Portugal, uno de los pocos países adonde el poder de Napoleón no había llegado, lo cual posibilitó la invasión de España de sus tropas en el viaje hacia Portugal, la destitución del rey español Fernando VII a favor de su hermano y el posterior movimiento de juntas de gobierno en las colonias americanas ante la prisión del monarca español, lo cual desencadenaría en la independencia de muchas de ellas como nuestro país. El riguroso bloqueo sobre Inglaterra y el autoritarismo tiránico de su gobierno, convirtió a Napoleón en el blanco de odios por toda Europa, os cuales son escuchados principalmente por Inglaterra y por el zar ruso, quien comienza a disputarle el predominio a Napoleón, por lo cual éste, a pesar de los consejos que le advertían de lo contrario, planificó la campaña contra Rusia que comenzó en 1812.
La guerra contra Rusia fue devastadora para las fuerzas napoleónicas. Si bien, el desarrollo de la campaña se visualizó favorable para las tropas de Napoleón, el costo de la victoria fue enorme. Después de entrar en un Moscú vacío y en llamas, el frío del invierno ruso al regreso de las tropas cobró más víctimas que el propio ejército del zar: 450 mil hombres perecieron de un total de 700 mil que integraban el ejército de la campaña rusa. El resto de las monarquías europeas le declara la guerra formando una nueva coalición. La derrota de las fuerzas francesas queda decretada en 1813 en la llamada batalla de Leipzig o de Las Naciones. Napoleón fue desterrado a la isla de Elba, mientras se decretaba la vuelta de la monarquía en la figura de la dinastía de los Borbones. Sin embargo, mediante una conspiración interna, Napoleón es liberado de su prisión y se toma el poder francés nuevamente en 1815. Sin embargo, esta vez las potencias europeas están mucho mejor preparado para contenerlo. Su nuevo Imperio, de tan sólo cien días, termina con la derrota final de las tropas de Napoleón en la batalla de Waterloo. Napoleón pasó sus últimos días encarcelado en la isla de Santa Helena de control francés. Murió de cáncer en 1821.
La Restauración del Congreso de Viena:
Los vencedores de los ejércitos de Napoleón, se reunieron en el llamado Congreso de Viena, con el fin de restaurar la paz y el orden que existía en Europa antes de la Revolución Francesa. Los principales estadistas y representantes de las naciones de Europa se reunieron basándose principalmente en dos principios fundamentales: el principio de equilibrio del poder en el continente y el principio contrarrevolucionario de la legitimidad. Estos principios, que en general devolvieron la restauración del orden monárquico a Europa, estuvieron incluidos en la llamada doctrina Metternich, nombre del canciller austríaco que organizó el Congreso de Viena, el cual tuvo entre sus principales disposiciones las siguientes:
Europa queda dominada bajo el principio de equilibrio del poder entre las potencias Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia.
Francia se integra al grupo mayoritario mediante la acción de su canciller Talleyrand.
Francia debe renunciar a todas sus conquistas napoleónicas dejándose establecido que se restauran sus fronteras nacionales del año 1792.
Con el fin de equilibrar el poder, se engrandeció el poder de Austria, la cual obtuvo todo el norte de Italia. Prusia amplió su territorio hasta las provincias alemanas de Renania.
Se restauraron las monarquías en Francia (Luis XVIII) y España (Fernando VII).
Los acuerdos tomados durante el Congreso de Viena significaron un periodo de estabilidad en el continente que sólo duraría un par de décadas llamado Restauración. Fue un periodo en que los habitantes de Europa, cansados de la guerra y la Revolución, se volcaron a cultivar los placeres ilustrados como la poesía, la pintura, la literatura y el juego. Proliferaron los clubs, los cafés, tabernas, bares, teatros y los espectáculos musicales.
2. Las revoluciones liberales y nacionales: En las primeras décadas del siglo XIX, en Europa proliferaron una serie de pensadores y nuevas tendencias que en definitiva conformarán el pensamiento generalizado de la Europa contemporánea. Los ideales de la Revolución y del siglo de las luces, sumado a los nuevos avances en el aspecto científico y tecnológico, conducirán a la formación de corrientes intelectuales que incidirán en el movimiento político de naciones que buscarán su soberanía e independencia del control monárquico centralizado, restaurado y legitimado según las concepciones que se desprendieron del Congreso de Viena. Una de estas corrientes fue el romanticismo. De un carácter más conservador que las que empujaban a la lucha revolucionaria, y de cierta manera contraria al pragmatismo inglés y al racionalismo francés, esta corriente resaltó el valor del sentimiento y la belleza que envolvían a las tradiciones nacionales, se redescubrió la poesía y el canto medieval, además de destacar las virtudes caballerescas y el heroísmo de los héroes nacionales de tiempos pasados. Su ideal se planteaba en el rescate de la belleza de la nación, lo cual fue la base para la conformación de futuras corrientes nacionalistas, las cuales al contrario del romanticismo, vio en la competencia con las otras naciones el significado del honor nacional y el sentimiento patrio. El romanticismo se incubó en países como Francia, Austria, e Italia, pero alcanzó su mayor esplendor en los reinos que componían Alemania. La filosofía romántica alemana tuvo su máximo representante en el idealismo de Hegel o en la literatura de Goethe. Mientras el romanticismo se acuñaba en aquellos países influenciados por la estabilidad del Congreso de Viena y la doctrina Metternich, en otros territorios de Europa, el liberalismo sería el pensamiento que encausaría las ansias de independencia política, territorial y económica de algunas naciones que buscaban conformarse como Estados independientes y soberanos. Las ideas liberales, originadas naturalmente desde la isla británica, se acogieron principalmente dentro de los círculos intelectuales relacionados con la burguesía y los estudiantes universitarios. La idea de libertad, herencia de la Revolución Francesa, había permanecido inalterable en las conciencias de estos hombres de negocios y de alto sentido cívico, quienes buscaban desprenderse de forma definitiva de las ataduras políticas de los gobiernos monárquicos y de las trabas económicas de sus poco dinámicas doctrinas. La proliferación de las ideas liberales fue un proceso que estuvo acompañado de una importación de los procesos productivos industriales, los cuales se internaron en regiones como los Países Bajos, el norte de Francia, el Norte de Italia y la Alemania Occidental. Con posterioridad al Congreso de Viena, los sentimientos de independencia y los nacionalismos impulsados por las corrientes señaladas posibilitarán la explosión de movimientos revolucionarios.
Las Revoluciones de 1830 y de 1848: El primer antecedente de movimientos revolucionarios de importancia, posterior al escenario conformado por las potencias monarquistas en el Congreso de Viena, fue la independencia de Grecia en el año 1829. Apoyados en la doctrina austríaca de la legitimidad, el desgastado Imperio Turco aún mantenía hegemonía sobre los territorios helénicos, siendo el sultán turco apoyado por el propio Canciller Metternich ante el reclamo y las violentas protestas de los patriotas griegos ante el dominio de los otomanos. Sin embargo, en los círculos intelectuales de Europa, la lucha por la autonomía de los griegos fue vista con simpatía, sobretodo por los amantes de la cultura clásica. Rusia, rompiendo con la alianza que tenía con Prusia y Austria, la llamada Santa Alianza, en conjunto con Inglaterra ayudaron a la causa griega, (fundamentalmente por tener acceso al estrecho del Bósforo y al comercio del importante paso), destruyendo la flota turca en 1827, con lo que se allanó el camino para la independencia del país que se logra en 1829. Desde esta fecha, los Balcanes serán una de las regiones que generarán mayores conflictos en Europa, sobretodo entre Austria y Rusia en su afán por mantener la influencia y el control de ducho territorio. Sin embargo, el principal foco de movimientos revolucionarios de corte liberal, seguirá siendo Francia. Hacia 1830, gobernaba en Francia el rey borbón Carlos X quien había sucedido a Luis XVIII en el cargo real. Sin embargo, a diferencia de su predecesor, Carlos X se manifestó como un monarca que volvió a pecar de los vicios del absolutismo. No respetó la llamada Carta, constitución promulgada en el reinado anterior que disponía a la monarquía de Francia bajo el modelo parlamentario de Inglaterra, y persiguió brutalmente a los partidarios revolucionarios y de Napoleón, constituyéndose el llamado Terror Blanco en Francia. Más la alta burguesía, movilizó al pueblo de París en una revuelta que tenía como máximo estandarte a la bandera francesa tricolor de la república revolucionaria. Así en Julio de 1830, Carlos X huyó hacia Inglaterra, con lo que nuevamente la revolución triunfaba sobre la monarquía. El nuevo gobierno confiado a la alta burguesía, para prevenir futuras radicalizaciones del movimiento revolucionario, proclamó a Luis Felipe de Orleáns como el nuevo rey, quien organizó una monarquía funcional a la burguesía más adinerada de Francia, mediante una constitución que delimitaba su poder al extremo y un Parlamento donde los burgueses reemplazaron a la aristocracia en los asientos. El movimiento liberal francés se expandió a otros territorios de Europa. Bélgica, el antiguo Flandes católico, declaró su independencia de la dominación protestante de los holandeses; en Alemania e Italia comenzaron los primeros movimientos que postulaban la conformación de dos estados unitarios, desafiando la autoridad de Austria sobre ambos territorios. Sin embargo el triunfo, en el caso alemán, al menos trajo la unión económica en los reinos que componían la confederación germánica. Los polacos, sometidos al dominio del zar Nicolás I, trataron de concretar un movimiento independentista, pero la intervención de las tropas del zar apoyadas por Prusia, coartaron el proyecto de los polacos. Por último en España, la reina María Cristina otorgó en 1834 una constitución de cote liberal, el llamado Estatuto Liberal, por medio del cual España se transformó en una monarquía parlamentaria.
Los movimientos liberales de 1830 dejaron marcadas huellas en las mentalidades de los habitantes del viejo continente. El sentimiento independentista y nacionalista, además de la proliferación de la doctrina liberal no se detuvieron en su desarrollo. Por el contrario, estas tendencias concretaron nuevos movimientos liberales, como el que estalla en Europa el año 1848. Hacia 1847, en Suiza se enfrentaron en un conflicto armado los componentes de los cantones católicos y de los cantones protestantes, lo cual se solucionó el año siguiente con la proclamación de una gran Confederación Helvética, régimen que se ha mantenido en Suiza hasta nuestros días con muy pocas transformaciones. En Francia, la monarquía del llamado “rey-burgués”, Luis Felipe de Orleáns, había desilusionado a la mayoría de la población, sobretodo a la baja burguesía y a los sectores más populares, ya que el voto censitario siguió rigiendo en las elecciones del Parlamento francés. Entre 32 millones de franceses sólo 190 mil tenían derecho a votar. El descontento popular estuvo emparejada por la prohibición de manifestarse y de las reuniones de políticas. El pueblo y la pequeña burguesía se levantaron en armas. El 21 de Febrero de 1848, el rey nuevamente tuvo que huir a Inglaterra, y Francia se convirtió por segunda vez en una república. Sin embargo, las divisiones entre los sectores moderados burgueses y los radicales obreros comenzaron a aflorar prontamente. Los obreros, se rebelaron contra los burgueses, pero el gobierno republicano reprimió fuertemente a los manifestantes de la primera revolución obrera de Europa con el apoyo del ejército. Sin embargo, los abusos que vinieron con la instalación de la república, permitieron que el descontento por el sistema político siguiera viviendo entre la población francesa. Nuevamente la figura de un poder central fuerte se manifestaba como la solución a la crisis interna. Fue así como en el mismo 1848, fue elegido presidente de la república Luis Napoleón, sobrino de Napoleón I, quien le dio estabilidad a las finanzas y a la nación francesa. La ambición del presidente, al igual que la de su tío, lo llevó a controlar en absoluto el Estado, lo cual se incrementó a partir de 1852, cuando es coronado emperador de Francia bajo el nombre de Napoleón III. Nuevamente la historia se repetía y la revolución traía a otro Napoleón al gobierno personal de Francia. El II Imperio napoléonico se conformará entre 1852 y 1870. Así como en 1830, la revolución liberal francesa de 1848 extendió sus efectos por el resto de Europa. En Alemania, los reinos más pequeños lograron imponer a sus príncipes un régimen parlamentario y se estableció una Asamblea Nacional Alemana con sede en Frankfurt, con el claro objetivo de confeccionar una constitución unitaria alemana y de ejercer un poder central mientras el nuevo Estado alemán se creaba. Así mismo, en Italia, Hungría, Serbia, Croacia, Bohemia, Rumania, Venecia y Lombardía exigieron sus respectivas independencias del poder central que aún representaba el bastión del Antiguo Régimen: el Imperio Habsburgo de Austria-Hungría. Sin embargo, los movimientos fueron aplacados bajo el enérgico recién asumido emperador Francisco José I (1848-1916). El ejército imperial sofocó violentamente los movimientos revolucionarios de Hungría, Italia y Bohemia, además de incidir claramente en la ineficacia de la Asamblea nacional alemana para lograr la tan ansiada unificación de
los reinos de la Confederación del Rhin, devolviéndoles el poder a los príncipes y reyes locales. Sin embargo, los movimientos de 1848, serán la base para los procesos de unificación de los estados italianos y alemanes en los años próximos.
La unificación de Italia y Alemania:
Con posterioridad a los movimientos liberales de 1848, la tensión en Europa se mantuvo en los años venideros. Nuevamente los Balcanes fueron escenario de conflictos entre las potencias europeas. En la llamada guerra de Crimea (1854-1856) se enfrentaron las fuerzas de zar Nicolás I con las tropas francesas e inglesas que salieron en la ayuda del sultán turco. El motivo: nuevamente el zar quiso desplazar al Imperio Turco del control del estrecho del Bósforo, situación que rompía con la teoría del equilibrio de poder entre las potencias. Finalmente las tropas rusas fueron derrotadas, pero la guerra sobre Turquía y el Mar Negro fue el aviso de que la supuesta paz establecida por los Congresos y alianzas era muy frágil ante los deseos de expansión y hegemonía de las naciones europeas, lo cual se evidenciará durante el periodo de expansión colonial y la posterior Guerra Mundial. Las tensiones regionales no eran exclusivas del viejo continente. En la América española, las guerras de independencia devastaron el continente hasta la segunda mitad del siglo XIX. Estados Unidos mantuvo una guerra con España por los territorios de California, y así también con México, al cual le arrebataron los actuales territorios de Arizona y Colorado. Sin embargo, el peor de los conflictos vividos por la república norteamericana se establecerá dentro de su propio territorio, cuando los estados del norte y antiesclavistas agrupados en la Unión entran en conflicto con los esclavistas estados del sur o la Confederación en la llamada Guerra de Secesión (1861-1865), donde en definitiva resultan vencedores los primeros al mando del presidente Abraham Lincoln. Con posterioridad al conflicto, los Estados Unidos seguirán ampliando su influencia en los territorios del Caribe y América Latina. A su vez, Francia se inmiscuyó en la vida de la naciente nación mexicana que luego de su dominación española, estuvo bajo el protectorado francés, quienes pusieron al frente de dicho país al hijo del emperador austríaco, Maximiliano, en una aventura que le costará la vida a la realeza europea. La intervención internacional de Francia ya se había iniciado en el año 1830 cuando se inició el colonialismo galo en Argelia, Indochina y Siria. Bajo este contexto, no fue raro que las unificaciones de Italia y Alemania se manifestarán como procesos que salían de las disposiciones de la teoría del equilibrio del poder, por que con ellas, claramente se delimitó el poder del imperio austro-húngaro y del constituido por Napoleón III en Francia, a la vez que aparecieron en el contexto europeo dos nuevos Estados con los mismos anhelos de expandir sus dominios territoriales y las herramientas necesarias para ello. La unificación de Italia fue un proyecto que se venía incubando desde años por los habitantes de la península itálica. A pesar de poseer una raíz cultural similar (lengua, costumbres, etnia, religión) la conformación de Italia en pequeños reinos separados y autónomos los unos de los otros, siempre fue un obstáculo para realizar dicha tarea, lo cual se amparaba en la enemistad tácita entre los reinos del norte como Lombardía, Venecia,
Saboya y Piamonte con los del sur como lo eran el reino de Nápoles y el de las Dos Sicilias. Esta separación política tenía también una dimensión territorial, ya que la península itálica se encontraba dividida en el centro por la presencia de los llamados Estados Pontificios, de exclusiva soberanía del papado, los cuales siempre representaron una traba para conectar las regiones norte y sur de la península. Artífice de la unificación de Italia se debe considerar al Conde de Cavour (18101861), primer ministro del reino de Piamonte, Saboya y Cerdeña. Para el conde, el principal obstáculo para obtener la ansiada unión nacional eran los dominios austríacos en Venecia y Lombardía. El conde pidió entonces la colaboración de las tropas de Napoleón III, siempre dispuesto a contrarrestar el poder del alguno de sus adversarios. Así fue como en el año 1859, estalló la guerra en el norte de Italia, triunfando las tropas nacionalistas en las batallas de Magenta y Solferino, expulsando el dominio de Austria sobre la Lombardía. Sin embargo, ante un retroceso en la alianza por parte de los franceses, quienes incluso firmaron una paz con el Imperio de los Habsburgo, las fuerzas austríacas lograron recuperar el dominio sobre Venecia, la cual sólo se anexará al Estado italiano en el año 1866, aprovechando la guerra de Austria con Prusia. Mientras se desarrollaba la guerra en el norte, el patriota italiano José Garibaldi (1807-1882), dirigió un ejército nacionalista denominado camisas rojas, el cual logró unificar los territorios del sur y la isla de Sicilia. Finalizado este proceso, en 1861 el rey del Piamonte, Víctor Manuel, fue coronado rey de Italia. Sólo los Estados Pontificios se mantuvieron al margen de la conformación del Estado de Italia, lo cual terminaría en 1870, cuando con motivo de la guerra franco-prusiana, Napoleón III decide sacar las tropas francesas que protegían al papado, con lo cual se anexionan los Estados Pontificios al nuevo Estado unificado de Italia. El Papa ante la intervención en sus dominios, decide autoexiliarse en el vaticano, en el conocido cautiverio del Papa, lo cual durará hasta los años en que los fascistas y Mussolini están en el poder de Italia, cuando es reconocida la soberanía del Papa sobre el Estado Vaticano (1929). Al contrario del proceso unificador de Italia, la unificación de Alemania fue un proceso de mayor dificultad y largo trámite. Este carácter está dado por la política exterior del hábil Canciller prusiano Otto von Bismarck (1815-1898), artífice de la unificación alemana y creador del Segundo Reich (estado alemán), quien está consciente que la unión del estado alemán sólo pasa por la solución violenta y en forma de guerras con otras naciones que lo impiden. La política del canciller de Prusia llevará a los prusianos a enfrentarse entres guerras sucesivas para unificar el territorio de los reinos alemanes. El primero de estos conflictos es denominado la Guerra de los Ducados (1864), en donde Prusia, aliado con Austria se enfrenta al reino de Dinamarca por el dominio de los ducados de Schleswig y Holstein, que estaban bajo el control de la dinastía danesa pero que poseían una población mayoritariamente alemana. La guerra es ampliamente victoriosa para las fuerzas de la Confederación germánica, quedando el ducado de Schleswig bajo administración prusiana y el de Holstein bajo el dominio de la corona austríaca. Bismarck de inmediato hizo las negociaciones diplomáticas necesarias para que los reinos germánicos del norte conformaran una gran confederación con Prusia a la cabeza.
Esta movida de la política prusiana sabía que iba en contra de los postulados del Congreso de Viena que impedían la alianza de los reinos de Alemania, así como iba a causar la molestia de Austria ante el poder que podían alcanzar los prusianos dentro del liderazgo de los reinos germánicos. Pero eso era lo que buscaba Bismarck, quien inició una campaña de descrédito austríaco en las principales potencias europeas para comprometer su neutralidad en el conflicto entre las dos naciones, lo cual se produce en el año 1866. Conseguida la neutralidad de Rusia y de Francia, rivales de Austria en la hegemonía de Europa, la guerra se dio inicio con el apoyo de los italianos que peleaban en el frente sur por la recuperación de Venecia. La derrota de los austríacos fue total, iniciándose con esto la decadencia de la antigua potencia europea. Sin embargo, para Bismarck y los alemanes aún falta un conflicto más para conformar con propiedad el Estado alemán. Dicho conflicto se producirá con la Francia de Napoleón III, la cual entrará en la guerra debido al famoso telegrama de Ems: Bismarck postula un candidato prusiano a la herencia de la corona española, a lo cual Francia protestas naturalmente, ante la posibilidad de sentirse acorralada por Prusia y una España gobernada por un alemán. La protesta francesa no sólo se refiere a la renuncia de la actual candidatura sino a cualquier otra en el futuro, y se realiza por parte del canciller francés en la forma de un telegrama oficial dirigido al rey de Prusia que se encuentra descansando en el balneario de Ems. Bismarck, hábilmente resume el telegrama de forma que en vez de una protesta oficial se entienda como un ultimátum, a lo cual Bismarck responde de inmediato ante la orden del rey. Así en 1870 se inicia la guerra franco-prusiana. La superioridad de la confederación germánica sobre los ejércitos de Francia fue evidente en todo sentido. Sin embargo, el factor decisivo en el triunfo prusiano se debe a la desunión interna que se vive en Francia hacia los días que estalla la guerra, en oposición de la fuerte alianza y fervor nacionalista de los soldados del frente prusiano. La derrota de las tropas de Napoleón III se concreta en las batallas de Metz y Sedán, donde el emperador francés es hecho prisionero y conducido hasta el palacio de Versalles por las tropas de Bismarck, en donde se firma la capitulación de Francia y la entrega de los territorios de Alsacia y Lorena a la confederación alemana, la cual en el mismo palacio erige a Guillermo I como emperador del Imperio Alemán. El sueño del Reich ya es una realidad, se conforma bajo la humillación de uno de sus principales adversarios, Francia (lo que traerá rencillas futuras en Europa), y en las próximas décadas se alzará como una de las grandes potencias del continente, heredando el poder de Austria como líder de los reinos germánicos ahora unidos bajo una sola entidad política y territorial, que nace el 21 de Enero de 1871.
Evaluación: 1. Durante el Directorio, Napoleón realizó una campaña hacia el Oriente. De esa campaña, cuál (es) afirmación es incorrecta: a. b. c. d. e.
El descubrimiento de la Piedra Roseta. La destrucción de la nariz de la esfinge. Napoleón es coronado faraón. Sólo B. Sólo C.
2. En 1830 estalla en Europa una serie de movimientos liberales, dentro de los cuales destaca la independencia lograda por Bélgica del dominio de: a. b. c. d. e.
Los Países Bajos. Francia. Holanda. Austria. Prusia.
3. Víctor Manuel fue coronado rey de Italia unificada en el año 1861. Dicho monarca era proveniente de la casa real de: a. b. c. d. e.
Venecia. Piamonte. Saboya. A y B. B y C.
4. La unificación de Alemania se logró concretizar en el año 1871, pero durante las revoluciones de 1848 se había logrado un importante paso al instaurar: a. b. c. d. e.
El II Reich. La Asamblea Nacional. La Santa Alianza. El Parlamento. La Confederación del Norte.
Desarrolla los siguientes temas:
1. ¿Porqué al periodo entre la caída de Napoleón y las revoluciones liberales se le llama Restauración? Nombra personaje y hechos histórico concretos. 2. Con la unificación de Alemania se logra establecer el Estado Alemán, que en este caso sería el II Reich. Investiga cuáles son los otros Reichs de la historia alemana. 3. Explica en qué consistió el cautiverio del Papa y de dónde provienen los territorios llamados Estados Pontificios.
3. La Revolución Industrial: El desarrollo del siglo de las luces, la Revolución Francesa y el llamado largo siglo XIX, son procesos históricos que se encuentran incluidos en un contexto o dentro de otro proceso superior, el cual identificará a la modernidad con sus rasgos característicos, los que se identifican con el desarrollo de la ciencia y la tecnología y el progreso económico postulado por la doctrina liberal y capitalista. Nos referimos a la llamada Revolución Industrial, un proceso que transformó para siempre las estructuras sociales, económicas y culturales de la población de occidente desde su aparición y posterior avance hasta nuestros días, los cuales se definen como herederos del fruto del desarrollo industrial desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la fecha. La Revolución Industrial se evidencia como la consolidación de un desarrollo científico permanente desde los tiempos del Renacimiento en adelante. El pensamiento racional se instauró como el único capacitado para otorgar las respuestas que nos deparaban los fenómenos de la naturaleza, una doctrina científica que se encontraba avalada por el avance de la burguesía liberal en el contexto político, y por el retroceso de la influencia de la religión cristiana en la mentalidad de los hombres de la época. Por el contexto recién comentado, resulta casi obvio argumentar que la Revolución Industrial como tal, explotó en Inglaterra. La isla británica resulta el contexto adecuado, donde se conjugan los factores necesarios para que la industrialización obtenga sus mayores alcances: una estructura política y administrativa funcional a los requerimientos de la burguesía, el principal motor económico de la industrialización, una sociedad fundada sobre las bases del liberalismo económico y político que se refleja en las acciones de sus habitantes; y un pensamiento científico que se basa en el pragmatismo inglés y en el empirismo del siglo XVII, el cual se reflejó en la virtual “fiebre” por la invención y los descubrimientos científicos. La Revolución Industrial, transformó, principalmente, los medios de producción de la industria de las naciones, los cuales pasaron de una producción a escala humana, basándose en la tecnología basada en la fuerza hidráulica o eólica; a una producción a mayor escala al aumentar la producción y la productividad de las distintas fuerzas económicas. En la Inglaterra de principios del siglo XVIII, la actividad que logrará dar el salto cuantitativo en cuanto a niveles de producción, será la industria textil del algodón, principal motor de la economía inglesa, la cual incrementará permanentemente los circuitos económicos de dicha industria, sobretodo en lo concerniente a la utilización de mayor cantidad de personas, las cuales en su mayoría provenían del campo. La Revolución Industrial, entonces, estuvo aparejada de la gran migración campociudad. Miles de trabajadores dejaron sus antiguas actividades agrícolas para integrarse a las nuevas masas de trabajadores urbanos, los proletarios, quienes incrementarán tanto la población como la estructura de los emplazamientos urbanos, apareciendo con la industrialización, los problemas de hacinamiento, pobreza y proliferación de barriadas periféricas de población de escasos recursos. Esta nueva población que viaja desde los campos hacia las ciudades, es el producto de otro importante proceso que se advierte desde la mitad del siglo XVIII en adelante, la explosión demográfica que evidenció la población europea.
El mejoramiento de las cosechas agrícolas, la mayor diversidad de productos alimenticios, los avances científicos en el orden médico y farmacológico, la mayor conciencia del sentido de la higiene producto del pensamiento ilustrado y la aparición de los ejércitos profesionales, que vinieron a reemplazar en los conflictos bélicos a las antiguas milicias campesinas, son elementos que incidieron en una constante baja en las tasas de mortalidad, sobretodo la infantil, a la vez que se elevaban las tasas de natalidad y de esperanza de vida. La explosión demográfica es un fenómeno que alcanza incluso nuestros tiempos en regiones como el Africa Ecuatorial, Asia y sectores de Latinoamérica. Se calcula que la población mundial creció increíblemente en los últimos dos siglos, mientras en 1750 la población mundial se elevaba por los 700 millones de habitantes, en 1950 esta cifra alcanzó los 2.500 millones y en 1975 los 3.600 millones de habitantes. La explosión demográfica desmedida, incluso produjo cierta preocupación de parte de cierto sector de la comunidad intelectual y científica, como lo que ocurrió con los postulados del geógrafo inglés Malthus, quien vaticinó apocalípticamente que los recursos alimenticios no serían suficientes para la población mundial, debido fundamentalmente a que ésta crecía de manera exponencial, mientras que los recursos se incrementaban de manera aritmética. La teoría malthusiana, sin embargo, no tuvo asidero, y con el tiempo se comprobó que sus cálculos fueron exagerados y errados. Si hay que poner una fecha para determinar el inicio de la Revolución Industrial, ésta debiera ser, con toda seguridad, el año 1768, cuando hace su aparición la máquina, como medio de producción: el escocés James Watt construye la primera máquina a vapor capaz de prestar un servicio útil para la industria. La nueva máquina se introdujo en la industria textil, con lo cual la maquinaria reemplazó a las antiguas fuerzas naturales. Además, la nueva máquina podía ser utilizada en cualquier lugar y a cualquier hora, además que la nueva energía podía hacer funcionar a otras máquinas. Con posterioridad a la actividad textil, la energía otorgada por el vapor fue implantada en la industria siderúrgica, en las minas, en los molinos, las fábricas y en los medios de transporte. La energía del vapor, entonces, determinó la llamada Primera Revolución Industrial, la cual ayudó a la aparición del invento que se convertirá en el fiel reflejo del desarrollo industrial y del progreso de las naciones: el ferrocarril, que comienza su peregrinaje por los territorios de las naciones industrializadas a partir de 1814, cuando Stephenson creaba la primera locomotora a vapor. El ferrocarril se convirtió en el principal medio de transporte durante el siglo XIX, sumado al barco a vapor, creado por Fulton en 1805. Miles de kilómetros de líneas férreas se construyeron en los países industrializados, siendo los Estados Unidos el país que mayormente invirtió en la implantación de una red ferroviaria. Hacia fines del siglo XIX, la energía del vapor es reemplazada por la energía eléctrica con la locomotora del alemán Siemens (1879) y la ampolleta de Edison, que permitió iluminar la noche y aumentar el periodo productivo durante el periodo nocturno, además de la energía del motor de combustión interna de Daimler (1884) y el motor Diesel inventado por el inventor del mismo nombre. Otros avances importantes de la Segunda Revolución Industrial, fueron los progresos en los medios de comunicación como la telegrafía de Morse (1837), la telefonía de Graham Bell (1876) y la telegrafía sin hilos de Marconi (1897).
Una Tercera Revolución Industrial se produjo con la aparición de la energía atómica a principios del siglo XX, la cual sería reemplazada por una nueva revolución otorgada por la ciencia genética, que ya se está implementando en la mejoría de los cultivos agrícolas y que aún no se ha calculado los diversos usos de su aplicación en el futuro.
La nueva Sociedad Industrial:
El desarrollo de la Revolución Industrial en Inglaterra, y posteriormente en el resto de las naciones occidentales, significó el triunfo de la doctrina del liberalismo económico en los sistemas de intercambio comercial de Europa y el mundo. Es el triunfo de la iniciativa individual y de la empresa privada. Y por sobretodo, es el triunfo definitivo de la burguesía como el grupo de la sociedad que vio incrementar su importancia como motor de las industrias nacionales, además de establecerse dentro de la administración de los estados que impulsan constantemente procesos de modernización a través de la industrialización de sus respectivas naciones. La economía capitalista impulsada por Adam Smith en “la Riqueza de las Naciones”, se apoderó de los estados del siglo XIX, donde el mercado y los circuitos productivos quedaron bajo la más absoluta libertad y falta de control estatal, el cual no debía intervenir –según los preceptos liberales- en la conformación de un mercado que tiene una naturaleza tal, que le permite autorregularse según las leyes económicas de la oferta y la demanda. El liberalismo, por último, promulgó hacia la época la idea de que las actuales condiciones del mercado y de la economía capitalista, promueven el ideal de progreso ilimitado, asegurado por el incremento del capital y la influencia de la empresa privada. En la conformación de la sociedad misma, la Industrialización y la Modernidad intensificaron la importancia de la burguesía dentro de los grupos sociales de las sociedades de Occidente. La clase burguesa, que históricamente se había transformado de comerciantes medievales en los principales grupos de detención del capital y el poder económico, fueron los principales defensores de la antigua familia nuclear, en donde padre, madre e hijos tenían sus funciones definidas y sus comportamientos condicionados por la rígida moral victoriana. Mientras las labores del padre lo ubicaban como la cabeza de la familia, las mujeres quedaban delegadas a labores de menor prestigio social, como lo son las labores hogareñas y de beneficencia, mientras que los hijos se dedicaron al estudio de profesiones de corte liberal. Sin embargo, las mujeres con el transcurso de los años se incorporaron a la vida universitaria a través de profesiones como enfermeras y profesoras. La clase burguesa sustentó su dominio bajo la primicia del derecho a la propiedad privada. Uno de los principales campos de acción de la poderosa clase burguesa fue, sin duda, el ambiente financiero y mercantil. El incremento de la producción y el comercio estuvo acompañado de un incremento en la monetarización de las economías con nuevos instrumentos financieros, como la gran proliferación de créditos bancarios, financieras, seguros, y una proliferación de la actividad bursátil, siendo la Bolsa de Metales de Londres, la Bolsa de París y la Bolsa de Wall Street en Nueva York, las que concentran la mayor cantidad de transacciones y negocios. La actividad empresarial se destacará entre la alta burguesía europea y los potentados millonarios de los Estados Unidos, la cual
reemplaza a la antigua empresa o industria familiar, local o nacional, por grandes conglomerados, los cuales se estructuran bajo la forma de Sociedades Anónimas y a través del uso de acciones que representan sus capitales invertidos en estas compañías. En lo sucesivo, la unión de las grandes compañías en conglomerados mayores o trust, significará la aparición de los primeros grandes monopolios comerciales, los cuales aunque eran producto de la libre empresa y de la acción del libre mercado, por definición iban en contra de la doctrina del liberalismo. Son los primeros signos de las contradicciones inherentes al liberalismo económico. Entre los primeros monopolios internacionales, debemos nombrar al Standard Oil, monopolio del petróleo controlado por el millonario norteamericano Rockefeller, o el Dynamite Trust, conglomerado de armamento bélico de Nobel formado en 1886. En el campo de las innovaciones tecnológicas, el ferrocarril ayudó a acercar vastos territorios e incluso a la colonización de los mismos. Fue el caso de los Estados Unidos, que extendieron su colonización al llamado Far West, el lejano oeste, mediante la extensión del ferrocarril durante la llamada gran “fiebre del oro”. Las mejoras en las embarcaciones marítimas permitieron el acortamiento de las distancias mundiales, a lo que se debe sumar el mejoramiento de la estructura mundial para facilitar el transporte marítimo, como lo fue la construcción del Canal de Suez en Egipto, el cual fue vital para la monarquía inglesa en su afán de acortar el trayecto de los convoyes entre la isla y sus posesiones coloniales de Asia como la India. Sin embargo, será la introducción del automóvil, la innovación tecnológica de mayor alcance a futuro y que representa de mejor forma la naturaleza del proceso productivo industrial mediante, fundamentalmente, la obra del norteamericano Henry Ford, creador de los famosos Ford T, los cuales se producían por cientos en series idénticas, mediante el innovador sistema de producción en cadena, en donde el prototipo del automóvil se iba armando en estaciones de ensamblaje, hasta obtener el coche que salía a la venta. El sistema productivo de Ford sería imitado en el futuro por la mayoría de las industrias manufactureras y metalmecánicas, destacándose la industria bélica de armamentos durante las grandes guerras. Sin embargo, ya se dijo que el sistema liberal presentaba contradicciones que iban en contra de lo que establecía esta doctrina como natural, las cuales se transformarán en inherentes al sistema productivo industrial y al capitalismo económico. La primera de ellas se apunta en lo netamente económico, y se refiere a las fluctuaciones que tiene el supuesto perfecto mercado, lo que incurre en crisis o depreciaciones de las economías locales, que por estar conectadas con las demás mediante el libre intercambio, se transforman en crisis regionales e incluso mundiales. Muchos teóricos de la economía han intentado dar alguna explicación y posibles soluciones a estas crisis que vienen de forma periódica en ciclos. Lo cierto es que durante el siglo XIX se manifestaron estas crisis de forma periódica como en los años 1825, 1836, 1847, 1857, 1866, 1873, 1882 y 1890, evidenciándose que el sistema liberal del llamado laissez faire, no es perfecto y que tiene grandes imperfecciones, las cuales tendrán una crisis terminal en la crisis de 1929. La segunda gran contradicción del liberalismo económico, impulsor de la industrialización, se manifiesta en las grandes desigualdades sociales que genera este sistema. La Revolución Industrial produjo grandes avances tecnológicos y científicos, además de grandes riquezas a las naciones industrializadas. Sin embargo, estas utilidades
principalmente se concentraron desigualmente en los dueños de los negocios y de las industrias: la alta burguesía, la cual paulatinamente comenzó a desplazar a la antigua aristocracia como el grupo privilegiado de Europa. Mientras tanto, la baja burguesía se contentaba con poseer cargos y profesiones dentro de los circuitos productivos de la industrialización, que les permitieron tener un mejor pasar que los obreros, constituyéndose en la gran clase media, la cual se caracterizará por dedicarse a los empleos de la administración pública y a los servicios profesionales académicos o artísticos. En cambio, la gran masa de trabajadores urbanos, el proletariado, se mantenía en condiciones de vida que distaban mucho de las grandes ganancias que se obtenían con los nuevos sistemas de producción. El hacinamiento de las barriadas, las malas condiciones higiénicas, las extensas jornadas laborales, la inexistencia de cualquier derecho laboral o sistema que lo cobijara en caso de accidente o vejez, el extendido trabajo infantil y la falta de preocupación de estos problemas de parte del Estado, fueron elementos que conjugaron un contexto de gran desigualdad social, legitimada incluso por el principio de la libre competencia y la iniciativa individual. Si bien las primeras manifestaciones en contra de las desigualdades que se evidenciaban en la sociedad industrial, provinieron de la propia Inglaterra, sobretodo desde la crítica que realizaban pensadores como Robert Owen, e incluso miembros del mismo gobierno inglés, como el primer ministro Disraeli con su novela Sybil; estas se caracterizaron por la impronta inglesa, alejada de la lucha radical y puntualizada en el debate intelectual y político. Serán las mismas revueltas liberales de 1848 en Francia, el escenario donde se presentarán por primera vez las fuerzas de los obreros urbanos o proletarios, bajo el signo que les será característico: el conflicto y la protesta en las calles. La fecha no es casual, ya que en ese mismo año en Alemania Karl Marx y Friedrich Engels escribían el Manifiesto Comunista, la obra escrita que se declarará contraria al liberalismo económico y que abogará por la lucha de los proletariados por sus derechos y reivindicaciones. En el futuro, Marx se elevará como un importante pensador, filósofo, historiador y político, teniendo sus postulados el factor común de su crítica al sistema liberal y al capitalismo, la cual si bien en un principio se manifestó desde un discurso filosófico, la realidad de la llamada Cuestión Social y las desventajas de los proletarios en contra de la acumulación del capital por parte de grandes empresarios y la alta burguesía, llevó a que con el tiempo su mismo discurso se tornara mucho más radical, postulando la lucha entre las clases como el único medio de conformar la “dictadura del proletariado”, en definitiva el régimen social basado en el comunismo como base de organización de su estructura. La obra de mayor esplendor del pensamiento de Marx fue El Capital. A parte del comunismo de Marx, otras corrientes antiliberales aparecieron con el transcurso del siglo XIX, como es el caso del anarquismo, el cual postulaba el rechazo total a la sociedad industrial, desarticulando las concepciones de Estados Modernos, volviendo a las antiguas formas de organización en comunidades agrarias, y cualquier institución que se manifiesta como un aparato de represión del individuo, como es el caso de las religiones y sus respectivas iglesias. El lema anárquico “sin Dios ni Ley” se encontrará en la mayoría de las manifestaciones contrarias al liberalismo en Europa.
Sin embargo, el marxismo, el comunismo y el anarquismo, se manifestaron, todavía, como células políticas de poca organización y escaso apoyo, lo cual se incrementaría con el correr de los años hasta el estallido de la Revolución Rusa en 1917. Por el contrario, en Inglaterra, una sociedad que poseía los más altos índices de industrialización y mayor cantidad de obreros, esta situación se tradujo en un movimiento político obrero intenso, representado en un incremento del proceso de sindicalización y organización de trabajadores en torno a cooperativas, mutuales, huelgas y mitines. En Francia, el socialismo nace como doctrina política, gracias a las constantes discusiones filosóficas y políticas entre los integrantes de un proletariado y una baja burguesía que se caracterizaron por poseer un mayor intelectualidad que las de otros países industrializados. Si bien esta tendencia en un principio se manifestó preferentemente en el discurso filosófico, el llamado socialismo utópico, pronto se conformará como un importante movimiento político, lo cual se reflejó en la aparición de partidos políticos y representantes socialistas en los parlamentos de Europa. La organización del movimiento obrero socialista se manifestó en la conformación de la Internacional Obrera, la cual nace el día 28 de Septiembre de 1864 en Londres, en una reunión entre sindicalistas ingleses y miembros del movimiento socialista francés, siendo Marx un personaje clave en la reunión. La Iglesia Católica tampoco estuvo ajena a los problemas sociales que se evidenciaban en las sociedades industriales. El problema de la Cuestión Social se estaba tornando peligrosamente radical y violento. Los sectores más pobres y marginados, así como los obreros urbanos, estaban viendo con simpatía la aparición de nuevos pensamientos políticos que impulsaban la lucha de clases y la abolición del sistema liberal por medios violentos. Las protestas y huelgas se hicieron cada vez más frecuentes y radicales, como la que ocurrió el 1° de Mayo de 1886 en Chicago, donde se convocó a una huelga general de sindicatos de trabajadores que fue reprimida con dureza por la policía, resultando tres policías muertos y numerosos trabajadores heridos. En conmemoración a este acontecimiento fue que el 1° de Mayo se reconoce como el día internacional del trabajo. El descontento popular, entonces, también fue recogido por las autoridades católicas a través de la figura del Papa León XIII y su famosa encíclica Renum Novarum en el año 1891. La encíclica papal se advierte como crítica de los nuevos pensamientos radicales que postulaban la lucha de clases, pero al mismo tiempo denuncia las contradicciones, fallas y desigualdades que provoca el sistema liberal imperante en el mundo industrializado. La Iglesia Católica, en un proceso de renovación de sus viejas estructuras que la ligaban al mundo privilegiado de las antiguas aristocracias y a la alta burguesía de Europa, orienta una activa política social hacia los grupos de menores recursos de la sociedad y emplaza a perfeccionar el sistema económico que imperaba a través de una mayor participación del Estado en el control del mercado y la fiscalización del mismo, así como en la protección de los grupos de la sociedad más desposeídos.
4. Los Imperios Coloniales del siglo XIX: Con el transcurso del siglo XIX, los nacionalismos que emergieron en cada una de las naciones europeas se manifestaban como una constante competencia entre ellas. Una competencia por erigirse como el Estado más poderoso tanto militar como cultural y económicamente. El desarrollo de la industrialización, a su vez, fue un elemento que encausó esta competencia europea, generándose una verdadera carrera por convertirse en la nación más desarrollada y con mejores perspectivas en el continente. La rivalidad, sana o mal entendida, al final generará odiosidades entre los europeos, las cuales finalmente desembocarán en el estallido de una gran Guerra Mundial. Franceses, ingleses, alemanes, italianos, austríacos, belgas, holandeses y rusos, lucharán por probar que cada una de sus naciones constituía una sociedad mejor que la otra, para lo cual pondrán a prueba todo lo recolectado del proceso industrializador. Después de las revoluciones liberales y la estabilización de los Estados europeos hacia 1870, entonces, se inicia el llamado Imperialismo Colonial, que llevará a la repartición del mundo entre las potencias europeas hasta las primeras décadas del siglo XX. En términos generales, se pueden apuntar cuatro planteamientos o causas que nos permiten explicar como motores de la expansión imperialista de los países de Europa sobre los territorios de otros continentes. a) El crecimiento de la población europea, la cual provoca en muchos países una fuerte presión demográfica, que no tiene otra salida que el intento de muchas familias de iniciar una nueva vida en otros continentes. Se calcula que alrededor de 40 millones de europeos abandonan el continente desde los inicios del siglo XIX hasta 1930, representando gran parte de esta cifra los emigrados entre 1850 y 1914. Se taran de las migraciones más intensas de la historia, llegando en los años 80 a la cifra de medio millón anual. Es un proceso cada vez más agudo, en el que incide el progreso en los medios de transporte como los barcos a vapor. América, se convierte hacia la fecha en un gran señuelo de población, su sola palabra es sinónimo de riquezas y fortunas rápidas, es el comienzo del “sueño americano”. b) Los factores económicos, los cuales usualmente suelen sobrevalorarse, son de una importante estimación. En otros continentes encuentran Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, campos de inversión para sus capitales: construyen ferrocarriles, modernizan las instalaciones de los puertos y efectúan préstamos a los gobiernos locales que carecen de fondos para iniciar los procesos de modernización. Se trata de expandir la banca y los circuitos financieros, debido fundamentalmente a que después de la gran crisis económica de Europa en el año 1873, las economías del continente fueron más cautas en cuanto a libertar en demasía sus mercados, por lo que la tendencia fue un incremento en las políticas proteccionistas. Así las potencias, buscando nuevo mercados para la comercialización de sus productos, se internan en las realidades económicas de otras regiones que no estén protegidas por barreras aduaneras. A su vez, la búsqueda de nuevas materias primas que sustenten los respectivos procesos industriales, fue otro de los factores que influyeron en la expansión colonial.
c) Los factores políticos, de prestigio, son muy claros en la expansión colonial, como es el caso de la francesa, inspirada en el deseo de olvidar la humillante derrota frente a los alemanes en 1870. Las preocupaciones estratégicas determinan las líneas marítimas del Imperio Inglés y están siempre presentes a la hora de repartirse el continente africano. La navegación a vapor de la mayoría de las escuadras de guerra, exige disponer alrededor del mundo de depósitos de carbón donde puedan recargarse las flotas. La política y la ciencia estratégica se unen para lograr los propósitos imperiales: un imperio es una red de comunicaciones con múltiples bases de apoyo, por lo que cada conquista o anexión territorial exige una nueva con el objeto de asegurar y defender la primera. En muchas ocasiones serán los mismos colonos los que incidan para que se prosiga con la conquista y adquisición de nuevos territorios, para asegurar precisamente su poder local en nombre de la metrópoli, como fueron los casos de los colonos ingleses en Nueva Zelanda, que presionaron insistentemente a la reina para que se conquistasen las islas vecinas, o el ejemplo de los colonos franceses en Argelia, quienes inducen a la conquista del sur de Marruecos para Francia. d) Los factores ideológicos son esgrimidos con frecuencia. Evocando a la tradición y a su historia, Gran Bretaña habló de su misión civilizadora mundial bajo los parámetro de la moralidad victoriana, Italia recordará con nostalgia los años del Imperio Romano y España su Siglo de Oro. Tanto los misioneros católicos como protestantes se sienten llamados por la urgencia de la evangelización de los territorios atrasados. Así mismo existe una actividad intelectual en escritores y teóricos, que postulan la misión civilizadora de los blancos, llevando a otros continentes su educación, la higiene, la mejoría en las condiciones de vida, la matemática europea, la arquitectura, la ingeniería y los hospitales de Europa. Existieron numerosas agrupaciones que presionaron para la colonización de la “barbarie”, como las sociedades geográficas de Francia, Italia y España; sociedades misioneras utilizadas por el rey de Bélgica, Leopoldo II, en la exploración del Congo, además de numerosas asociaciones coloniales. Sin importar la naturaleza de las causas que permitieron la expansión colonial europea, el imperialismo como tal, es un proceso heredero del desarrollo del pensamiento moderno de Europa desde el siglo XVIII en adelante. El proyecto de la Modernidad se instala dentro de las mentalidades de los hombres y los gobiernos de Europa, un proyecto que pasa por la modernización de sus estructuras sociales, económicas y políticas, el ascenso de la propiedad privada como el bien y el derecho principal, la consolidación de la doctrina liberal en la economía regional y la creciente secularización de la sociedad del siglo XIX, la cual sintiéndose heredera del racionalismo y el empirismo del siglo de las luces, eleva a la ciencia positivista (corriente fundada por el francés Augusto Comte) como la nueva religión de los hombres. Sólo el conocimiento científico es verdadero y válido para ayudar a conformar la idea central del proyecto moderno: la idea del eterno progreso. De todos los Estados del siglo XIX que se caracterizaron por emprender una intensa política expansionista, sin lugar a dudas, los de mayor importancia son los Imperios conformados por Francia e Inglaterra, los cuales en su conjunto se repartieron los territorios más extensos de las colonias de Africa, Asia, América y Oceanía. A continuación se describirán las características de ambos imperios, los cuales se evidencian con todos los elementos de la industrialización y con el llamado proyecto de la modernidad, el cual se
exporta desde las naciones europeas hacia otras latitudes, en un proceso que en la mayoría de los casos se experimenta como forzoso y sin tomar en cuenta las particularidades locales de los territorios adonde se interna. Francia: hacia 1870, Francia vivió la derrota frente a las tropas del canciller prusiano Bismarck, y la humillación de ver emerger un nuevo poder en la Europa central, el cual en las próximas décadas se convertirá en su más enconado competidor político y próximo enemigo en los campos de batalla de Europa. La derrota ante los alemanes, significó el momento propicio para sacar del poder a la figura de Napoleón III, instaurándose la III República Francesa, la cual sin embargo, evidenciará muchas de las características del anterior II Imperio Napoleónico. Más que cualquier otra nación europea, Francia, entonces, conforma sus políticas expansivas desde un punto de vista basado en recuperar el prestigio perdido en la guerra, además de intentar amagar el poder que ostenta soberbiamente Inglaterra como la nación más poderosa del mundo, ya hace varias décadas atrás. Sin embargo, su intención es sólo eso, un amago, ya que ninguna de las numerosas colonias de la Francia colonialista puede igualar la importancia económica de las conquistas inglesas como la India, Australia y parte del Canadá. Por lo tanto, el colonialismo francés es eminentemente político, representa la oportunidad de potenciar el poder del Estado francés en el concierto internacional controlado, por mucho, por Inglaterra. Desde la década de 1830 en adelante, la expansión francesa estuvo orientada básicamente hacia el norte de Africa y la región de Indochina (actual Vietnam-Tailandia-Laos). Dentro de la primera región, la Africa cercana al Mediterráneo, Argelia es el territorio hacia donde en mayor número emigran las familias francesas. La importancia estratégica excepcional de Suez, fue comprendida primero por franceses que por los ingleses, por lo que fue el capital de Francia y la labor del ingeniero Fernand de Lesseps, lo que posibilitó la construcción del famoso canal, el cual se inaugura para su uso el año 1869. A partir de la colonización de Argelia, el Estado francés establece un protectorado sobre Túnez y se elabora la penetración hacia el Africa ecuatorial. Dentro de sus posesiones africanas, destacó la anexión de la isla de Madagascar, de importante situación estratégica para el comercio, transporte y navegación en el océano Indico y el viaje hacia Oriente. De la región de Indochina, Francia aprovechará los extensos cultivos de arrozales, gracias a los cuales la población de las colonias y de la metrópoli europea, tuvieron un permanente sustento alimenticio. Así también se aprovechó la región para la explotación de importantes yacimientos minerales de zinc, estaño y sobretodo carbón, los cuales estuvieron destinados a fortalecer los procesos industriales de la nación francesa. En menor escala que Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, Japón y Rusia, imitaron el sistema de colonialismo de los galos, en su afán, particular pero en conjunto, de poder debilitar el poder hegemónico del gran Imperio del mundo contemporáneo: la Inglaterra victoriana. Inglaterra: es el año 1871, y en Tanzania, el periodista y explorador inglés Henry Stanley se introduce en la selva africana de aquél territorio, en una de sus variadas intenciones por encontrar el origen del gran río Nilo, empresa exploradora que ha significado el anhelo de muchos hombres que se han aventurado en entrar a las regiones
vírgenes del continente africano. La sorpresa fue grande para Stanley, cuando él y su caravana se encontraron, en las orillas del lago Tanganica, a un poblado nativo que tenía a un occidental entre sus habitantes. Pero la sorpresa fue mayor cuando el explorador pudo reconocer a aquel hombre y pronunció la célebre frase: “...el Doctor Livingstone, supongo...”. El humor británico pasará a la historia al enmarcar el hecho de que se había encontrado al famoso explorador David Livingstone, quien al igual que Stanley había dedicado su vida a encontrar el origen de la hoya hidrográfica del río Nilo y que se encontraba perdido en la selva africana por varios años. Por la gloriosa hazaña de Stanley, la reina Victoria le concedió el título de Sir. La historia recientemente contada, se convirtió en la gran leyenda y aventura del Imperio inglés durante el tiempo del colonialismo imperial, representando los valores y la noción aventurera de las conquistas en otro continentes para los ingleses, otorgándole al colonialismo inglés un velo de exploración científica y de conquista de lo desconocido, y de esa forma ocultar de cierta manera la expansión militar y económica que muchas veces se tornó violenta y lejos de la concepción romántica de la exploración en territorios peligrosos. Inglaterra, en el transcurso del llamado “siglo largo”, se convirtió en el mayor imperio de la época, igualándose a antiguos imperios como el español, o incluso el romano. Sin embargo, el imperio británico del siglo XIX, tiene una característica que ningún otro imperio en la historia ha podido contar anteriormente: su calidad de mundial. Si bien el imperio español del siglo XVI poseía territorios en otros continentes, la gran distancia territorial entre las colonias y la metrópoli, no permitía tener una comunicación fluida y permanente, lo cual provocó que si bien estos territorios pertenecían a la corona española, en la práctica, las colonias se auto gestionaran en formas de organización y economías. En cambio, el progreso en los medios de transporte y en las comunicaciones a distancia en el siglo XIX, como el telegrama o el telégrafo, permitieron que las distancias existentes entre el mundo se acortaran enormemente, por lo que los dominios que detentaba la corona británica estuvieron integrados en una gran red comunicacional, con un centro establecido en Londres. A su vez, la conectividad del Imperio Británico estuvo dada por los flujos económicos del intercambio de productos y las rutas marítimas que los controlaban: China, India, Australia, Sudáfrica, América del Sur, el Caribe y Norteamérica, fueron territorios y mercados integrados en un gran red de comercio marítimo, que le otorgó al imperio de la reina Victoria, la cualidad cierta de llamarse el primer imperio netamente mundial. La solvencia del imperio construido por los ingleses se basó fundamentalmente en su carácter flexible, al contrario de otros imperios de la historia. Su flexibilidad está dada por la capacidad de adaptación del Imperio a las condiciones locales, para así posteriormente importar sus mecanismos de dominación, los que no sólo eran de un carácter militar, sino más bien cultural y económico. La idea era importar la civilización y la modernización industrial de Inglaterra en territorios atrasados. La integración entre los elementos de la metrópolis y las colonias tiene en el imperio británico, el caso patente del ejército, el cual estuvo integrado por población de las colonias como es el caso de los indios, o los mercenarios nepaleses gurkas, quienes se pusieron al servicio de su majestad, no sólo como una forma de trabajo sino como la posibilidad que tenían de integrarse de forma activa en la vida de la sociedad británica.
Dentro de la conformación del Imperio británico, entonces, encontramos una serie de formas o manifestaciones de encarar el dominio imperial, las cuales después de 1850, se resumen de la siguiente forma: Una cadena de escalas, conquistadas en su mayoría a franceses, holandeses y españoles durante los siglos XVIII y XIX. Entre ellas se encuentran Malta, Corfú y las islas jónicas del Mediterréneo; Gibraltar, Santa Elena, El Cabo, isla Mauricio, Adén, Ceilán, en la ruta de las Indias; Singapur y Hong-Kong en la ruta de China. Establecimientos comerciales en la costa africana, como Sierra Leona y Gambia, las cuales en el siglo XVIII, se habían erigido como los centros más grandes de trata de esclavos, la cual ahora se encontraba abolida. Colonias de plantación que suministraban productos tropicales, tales como las Antillas, Honduras y Guayana. Colonias de poblamiento blanco, destinadas por sus condiciones climáticas a absorber excedentes de población emigrante. Este fue el caso de Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudafrica. Este último territorio fue el que causó más problemas para la corona británica, por los conflictos que se produjeron con los llamados boers, colonos blancos de origen holandés que se habían instalado en la región, bajo la forma de pequeñas comunidades agrarias. Su estricto estilo de vida puritano era hostil a la intervención británica y a la industrialización que éstos querían introducir en dicho territorio. El constante anexamiento de territorios por parte del ejército británico al mando de Cecil Rhodes, llevó a que estallara el conflicto. La guerra de los bóers se prolongó desde 1899 hasta 1902, siendo los ingleses triunfadores, pero otorgando cierta autonomía a los colonos holandeses. La unión de la población blanca, en el futuro, se traducirá en la creación de la República blanca de Sudáfrica, la cual implementará un brutal proceso de separación de la población negra nativa como los zulués, en la política llamada appertheid. Una colonia de explotación típica, la India, administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales, y que juega un papel creciente dentro de la economía británica, especialmente como proveedora de algodón. Inglaterra se afana por controlar sus posibles accesos, por lo que el primer ministro Disraeli el 1875, ordena la compra de 176 mil acciones del Canal de Suez. Además, promueve el aislamiento de su principal colonia de los posibles ataques de otras naciones europeas, por medio de protectorados en estados vecinos utilizados como “tapones”. Tal fue el caso de Cachemira, Beluchistán y Afganistán. La India se convierte, por tanto, en el eje del Imperio, y en la principal preocupación de la corona británica dentro de sus políticas de expansión colonial. A los mecanismos de dominio ya señalados, hay que sumar el control que realizaron los grandes capitales británicos en regiones como la Sudamérica posterior a las guerras de independencia. El empréstito de capitales hacia las nuevas repúblicas, la adjudicación de la construcción de ferrocarriles y puertos, el mejoramientos de las comunicaciones como la importación del telégrafo, y la importante inversión británica en las economías locales, como la chilena, hicieron de los puertos sudamericanos como Valparaíso, Buenos Aires y
Montevideo, verdaderas factorías inglesas, donde se instalaron principalmente bancos y casa comerciales que resguardaban tanto los capitales de inversiones británicos como el crédito que se otorgaba a los empresarios locales. Si bien no existió una dominación territorial, el imperio británico se encargó que nuestras economías estuvieran directamente ligadas a la extensa red económica imperial de los ingleses. El contexto mundial que se desarrolla a partir de la expansión de las potencias europeas industrializadas en la segunda mitad del siglo XIX, terminará por diferenciar a las distintas regiones del mundo, en dos vertientes bien claras y complementarias la una de la otra. Por una parte tenemos las regiones proveedoras de materias primas, como es el caso de Africa, Asia y América Latina, en donde existen naturalmente cultivos y yacimientos de minerales que interesan a las potencias industrializadas, porque significan las bases de su alimentación (cereales como el arroz), de su vestuario (algodón) y de sus industrias (carbón, estaño, salitre), pero que carecen de las condiciones económicas necesarias – capital, tecnología- como para generar sus propios procesos industrializadores y de modernización de sus naciones y Estados. Y por otra parte, tenemos a las naciones industrializadas que sustentan sus economías en las manufacturas que produce el proceso industrial, las cuales son confeccionadas, principalmente, gracias al aporte de las materias primas de regiones menos desarrolladas, y que tienen sus mercados de venta en estas mismas regiones. Por lo tanto, el desarrollo de la industrialización y del imperialismo colonial, permitió la división económica del mundo y la constante brecha entre países desarrollados y subdesarrollados, la cual sólo se aumenta con los años y la proliferación de estas relaciones productivas, ya que mientras que el mundo desarrollado compra materias primas a bajos precios (lo cual se deriva de la intervención en las economías locales mediante inversión, importación de procesos de modernización en infraestructura o simplemente control militar), el mundo subdesarrollado compra las manufacturas industriales a precios más elevados, produciéndose una espiral de dominio que algunos autores han denominado relación de centro-periferia, situación que ampliará sus redes de dominio con el transcurso del siglo XX, y sobretodo con posterioridad al término de las guerras mundiales. La competencia entre las naciones industrializadas por conservar y aumentar su poder tanto en el continente como en el extranjero, posibilitará que los odios y rencores que se mantienen entre estas naciones, paulatinamente se vayan encendiendo con el correr de los años. El inicio de siglo XX, se vislumbra como una mera continuación de las condiciones generales en que terminó el siglo anterior, con el continuo progreso industrial, la aparición de pensamientos políticos, como el comunismo, el socialismo y el anarquismo, divergentes del modelo económico del capitalismo liberal, con el mantenimiento de los problemas sociales y con el incremento de las políticas expansivas que llevarán a la generación de bloques en Europa que se enfrentarán en un conflicto armado que no tiene comparación alguna con alguno de los del pasado, por la fuerza destructiva que ocasionará y por la movilización de tropas, armamentos y territorios que entrarán a participar en el conflicto.
El Mundo hacia el Siglo XX:
El mundo occidental hacia los primeros años del siglo XX, se podría definir como una gran paradoja, ya que en él congenian tendencias y desigualdad tan disímiles como contradictorias. Esta situación se vislumbra en casi todos los ámbitos del acontecer mundial, ya sea en lo político, en lo militar, en lo económico, en lo social y en lo artístico. Es quizá por este ambiente contradictorio, que los años de inicio del siglo XX se han denominado como los años de la Paz Armada, contradicción misma que refleja el contexto en que se vive el nuevo siglo XX: un mundo que celebra y se regocija del buen pasar económico, pero que a la vez que se prepara para un enfrentamiento armado producto de las enemistades nacionalistas y las políticas de expansionismo de las naciones industrializadas. La llamada Paz Armada se manifestó en el ámbito político a través de la conformación de sendos bloques o alianzas entre potencias, las cuales tendieron a establecer un cierto equilibrio de poderes en Europa, pero a la vez es el síntoma inequívoco de las enemistades y roces persistentes entre las naciones, las cuales buscan en la conformación de estas alianzas, la posibilidad cierta de tener algún respaldo de entrar en conflicto con alguna otra potencia. Los bloques a los cuales hacemos alusión son la Triple Alianza, formada desde los tiempos del Canciller Bismarck, por la unión de Alemania, Austria-Hungría e Italia. Con el paso de los años, los italianos dejarán dicho pacto, incorporándose al mismo el Imperio Turco, quienes controlaban territorialmente el sector de los Balcanes, una región estratégica que se mantuvo en permanente pugna entre las potencias europeas ante la debilidad y decadencia del antiguo imperio de los sultanes. Los Balcanes, en definitiva, se manifestarán como una zona en conflicto desde donde explotará la Primera Guerra Mundial. La conformación de esta alianza entre las potencias centrales de Europa, no fue vista con buenos ojos por las otras potencias de Europa, Inglaterra, Francia y Rusia, quienes, dejando de lado sus diferencias históricas, y ante la coyuntura de un nuevo poder que les amenazaba, tras largas negociaciones conformaron un nuevo bloque hacia 1907, la llamada Triple Entente con ejes en Londres, París y San Petersburgo. La creación de esta alianza no estuvo exenta de dificultades, pero fue la diplomacia británica la que permitió el acercamiento entre los gobiernos del bloque. De hecho, en el pacto original entre ingleses y franceses de 1904, la diplomacia británica tuvo que pelear contra un ambiente de hostilidad de Francia, que no olvidaba las constantes humillaciones británicas en la carrera colonialista. Inglaterra, teniendo que asegurar la hegemonía francesa sobre los territorios del norte de Africa (con la excepción de Egipto), Marruecos y la Indochina. Sin embargo, la incorporación de Rusia se veía vital para la alianza, porque secretamente Inglaterra sabía que en una posible guerra, las tropas alemanas derrotarían con facilidad a las francesas como ocurrió en 1870, lo cual significaría una potencia central de Europa demasiado poderosa. Rusia, mientras tanto, vivía sus propios procesos de crisis ante la sublevación masiva y cada vez más violenta de las masas campesinas, las cuales protestaban en contra del rígido y desigual sistema económico y social mantenido por los zares, en donde la industrialización se internó a la fuerza y de manera tardía, a lo que se suma la fuerte influencia del pensamiento comunista y revolucionario de sectores del proletariado urbano
y las quejas de la burguesía rusa en contra del sistema monárquico de los zares, y sus deseos de reemplazarlo por una república. Así también, durante el siglo XIX, los rusos debieron soportar las humillantes derrotas en la guerra de Crimea, y ahora, en el inicio del siglo XX, la derrota frente al expansionismo de países no europeos, como Estados Unidos y la pugna por Alaska, y Japón, el cual recientemente había salido de su aislamiento feudal de la época de los shogunes, emprendiendo un nuevo proceso de industrialización que también generará sus propias formas de expansión imperial. Las derrotas frente a estas emergentes potencias fueron justificadas por la falta de industrialización de la potencia rusa, la cual visualizó en la oferta de los ingleses y franceses, un sustento político y tecnológico ante la amenaza que se estaba formando en la Europa Central. Sin embargo, la alianza significará en el futuro la caída de la monarquía zarista y el alzamiento de un nuevo régimen con los bolcheviques. El movimiento de los bloques durante el periodo de la paz Armada, desencadenará en constantes roces entre ellos, lo cual se reflejará en las tensas relaciones diplomáticas entre las naciones y en los pequeños conflictos locales de las naciones y las colonias europeas, en donde se irán gestando el estallido del conflicto mundial posterior. El ambiente de beligerancia y enemistad de la política internacional de las naciones pertenecientes a estos bloques se contradice con el ambiente de festividad y progreso en que se sumerge la sociedad europea y de otros territorios durante los últimos años del llamado “siglo largo”. Este ambiente se reflejó en las artes, la literatura y la cultura en general de las sociedades industrializadas. El llamado a disfrutar de la naturaleza, de los beneficios del progreso económico; la proliferación de los espectáculos de entretenimiento como casinos, bares, teatros y óperas; la conformación de un contexto festivo que de alguna manera presagiaba los horrores que vendrán, son elementos y tendencias que se agruparon y caracterizaron a esta época, la cual fue denominada justamente con el apelativo de la Belle Epoque, es decir, una bella época donde el gozo y la fiesta fueran permanentes antes de la inminente tragedia de la guerra. Fue la burguesía europea la que promovió la llamada belle epoque, siendo París el centro neurálgico donde se concertaban la vanguardia en arte y diversión. Es el tiempo de los pintores impresionistas, donde el color y la luz son generalidades en las obras pictóricas que retratan las celebraciones y costumbres de los burgueses en el teatro, el café y las grandes fiestas que se ofrecen en las familias adineradas. Grandes exponentes de esta corriente fueron Monet, Degas, Manet, Cézanne y el gran Renoir. A esta corriente le sucedió el post-impresionismo, cargado en las técnicas de la corriente anterior, pero con temas más críticos acerca de las desigualdades sociales y la contradictoria realidad europea. Su máximo representante fue Vincent van Gogh. En el ámbito de la diversión, la bohemia parisina se hizo famosa por sus espectáculos nocturnos, como el café y los teatros de bailarinas, como el famoso Moulin Rouge, cuna de los posteriores espectáculos de revista y musicales y del famoso baile del can-can. Europa se divierte, pero la guerra está muy cerca. Será nuevamente la región de los Balcanes la culpable de nuevos conflictos entre los bloques, y el escenario propicio para que la guerra estalle.
Evaluación: 1. Cuál es la característica principal de la Revolución Industrial: a. b. c. d. e.
La mecanización de los medios de producción. La introducción del capitalismo en las actividades económicas. La consolidación del liberalismo como ideología. El ascenso de la burguesía como grupo dominante. La adopción de la ciencia como nueva religión de los hombres.
2. Qué diferencia(s) fundamental(es) existe entre el Imperio inglés y el Imperio francés: a. b. c. d. e.
La conectividad de sus colonias. La repartición de sus dominios. La importancia de sus colonias para la metrópolis. A y C. B y C.
3. En contra del liberalismo económico se erigieron ideologías como: a. b. c. d. e.
El socialismo. El comunismo. El anarquismo. La doctrina social de la Iglesia. Todas las Anteriores.
4. Leopoldo II, rey de Bélgica, se amparó en los servicios de compañías y órdenes misioneras católicas para la exploración y posterior dominación de: a. b. c. d. e.
El Canal de Suez. El Congo. Los bóers. El origen del río Nilo. Bélgica no es reconocida como una potencia colonialista.
Desarrolla los siguientes temas:
1. Nombra y analiza las causas de la expansión colonial, argumentando cuál o cuáles son las de mayor importancia en este proceso. 2. Describe las características que hacen del Imperio Británico, un Imperio Mundial. 3. Según tu opinión, ¿ A qué se debe el movimiento cultural llamado belle epoque? 4. Analiza los efectos de la Revolución Industrial en la conformación social europea. Identifica los perdedores y ganadores con el transcurso de este proceso. 5. ¿Porqué se le denomina al siglo XIX, el siglo largo? ¿Qué diferencias existen entre él y el anterior, y qué diferencias observas con su sucesor?.
Interrelación Conceptual. 1. Siglo Largo. 2. Napoleón. 3. Código Civil. 4. Austerlitz. 5. Trafalgar. 6. Almirante Nelson. 7. Bloqueo Continental. 8. Batalla de las Naciones. 9. Isla de Elba. 10. Waterloo. 11. Congreso de Viena. 12. Metternich. 13. Restauración. 14. Romanticismo. 15. Idealismo. 16. Liberalismo. 17. Santa Alianza. 18. Terror Blanco. 19. Rey burgués. 20. Napoleón III. 21. Confederación del Rhin. 22. Guerra de Crimea. 23. Guerra de Secesión. 24. Saboya. 25. Conde de Cavour. 26. Victor Manuel. 27. José Garibaldi. 28. Cautiverio del Papa. 29. Prusia. 30. Otto Von Bismarck. 31. Reich. 32. Telegrama de Ems. 33. Batalla de Sedán. 34. Alsacia y Lorena. 35. Guillermo I. 36. Revolución Industrial. 37. Capitalismo. 38. Proletarios. 39. Explosión Demográfica. 40. James Watt. 41. Época Victoriana. 42. Sociedades Anónimas. 43. Monopolio. 44. Trust. 45. Fordismo.
46. Laissez Faire. 47. Burguesía. 48. Manifiesto Comunista. 49. Cuestión Social. 50. Anarquismo. 51. Socialismo Utópico. 52. Socialismo Científico. 53. Encíclica Renum Novarum. 54. Imperialismo. 55. Modernidad. 56. Positivismo. 57. David Livingstone. 58. Boers. 59. Appertheid. 60. Centro / Periferia. 61. Paz Armada. 62. Triple Alianza. 63. Triple Entente. 64. Belle Epoque. 65. Impresionismo.
CAPÍTULO V: Siglo XX, nuestro cambiante mundo (1914-1990). 1. La Primera Guerra Mundial: El término del llamado siglo largo, nos deja un escenario europeo marcado por la tensión y los constantes roces entre los bloques que se han formado: las potencias centrales con la Triple Alianza formada por el Imperio Alemán, el Imperio Austro-húngaro y el Imperio Turco; y la Triple Entente formada por Inglaterra, Francia y Rusia. Dentro de ambos bloques, existen figuras sobresalientes en ambos pactos con sus respectivos aliados de menor potencia. Dentro de la Triple Alianza, Alemania se observa como la potencia de mayor importancia dentro del pacto. Hasta 1890, el accionar político de Bismarck logró conformar un poder de gran importancia dentro de Europa, el cual después de su retiro voluntario del gobierno, fue incrementado por el accionar expansivo y agresivo del kaiser o emperador Guillermo II. En cambio, tanto Austria como Turquía se erigían como dos antiguos imperios en clara decadencia, teniendo al poder de los alemanes como el garante de nuevas reivindicaciones territoriales y políticas. Así mismo, dentro de la Triple Entente, Inglaterra se situaba como la nación principal y que sostenía al pacto con su poder imperial, ya que Rusia se manifestaba como una nación con grandes problemas internos, una estancada economía y un retrasado proceso de industrialización, pero que le servía a los propósitos de la Entente por la gran cantidad de contingente militar que disponía, y la fidelidad que el zar Nicolás II puede tener hacia el pacto ante la delicada situación interna que vive su nación. A su vez, Francia representaba, para los ingleses, la posibilidad de “taponear” el alcance del poder de los alemanes –la real amenaza- pero que estrictamente hablando, tenía un disminuido poder militar frente a los alemanes en cuanto a armamento y contingente para una posible guerra. Estas seis naciones, en definitiva, van a enfrentarse en la gran guerra mundial que estallará en 1914. Las razones que motivaron al conflicto, de hecho, sobran entre los dos bloques en lucha, pero como para toda guerra, las causas mediatas solo sirven como un contexto explicativo. Siempre se necesita un hecho puntual para que la guerra estalle, la cual no se producirá directamente entre las naciones en conflicto, sino que se generará en el siempre conflictivo territorio de los Balcanes, un lugar que es necesario analizar para entender el motivo específico que generó la Primera Guerra Mundial.
Los Balcanes hacia 1914:
Ya en el siglo XIX, esta región se había convertido en un área especialmente conflictiva, donde se habían resuelto los principales episodios de la desintegración del antiguo Imperio Turco. Ahora bien, los últimos capítulos de este proceso tienen lugar en los primeros años del siglo XX, señalando los focos de conflicto, donde estarán involucrados los participantes de la guerra de 1914. Las circunstancias que convertían a esta región en un máximo foco de conflictividad, podrían resumirse en tres grandes elementos, los cuales en su conjunción nos dan por resultado un verdadero polvorín que en cualquier momento va a explotar:
a) Conglomerado Etnico: convivían allí pueblos diferenciados por su origen, lengua, religión y cultura. En las comarcas del sur vivían ocho millones de griegos; al norte 25 millones de eslavos, en cuyo tronco podían distinguirse ocho millones de serbios y otro bloque casi idéntico de búlgaros, cuatro millones y medio de croatas, más de medio millón de eslovenos, un millón de macedonios, medio millón de montenegrinos. Cada grupo étnico trataba de aproximarse a su Estado correspondiente, y resultaba difícil el nacimiento de una nación comunitaria. b) Caos Político: un imperio moribundo, el Imperio Turco, retenía el teórico control sobre la zona, pero carecía de fuerza militar para su control. A Austria se le había confiado, en el Congreso de Berlín de 1878, la administración de la provincia más próxima, Bosnia –Herzegovina, manifestándose como una prueba más de la incapacidad turca. Además, un Estado cuya independencia se reconociera en las cláusulas del tratado de San Estéfano (1878), Serbia, se erige como el líder de los proyectos de unión de los eslavos del sur (yugoslavos). c) Influencia Extranjera: área estratégica y sin control, por fuerza tenía que despertar los designios de expansión de las potencias vecinas. Por ejemplo los de Italia, que soñaba con controlar la costa oriental del Adriático y establecer un protectorado en Albania. Por supuesto los de Rusia, con su proyecto de abrirse vías hacia el Mediterráneo occidental, impulsado hacia la época ante la necesidad de sentirse la potencia eslava más importante, y por lo tanto, aliada y tutora de los intereses de Serbia en la región. Pero la potencia más interesada en el control de l espacio de los Balcanes era Austria. Sin colonias y sin salida al Mediterráneo desde la pérdida de sus territorios italianos, intentaba nuevamente la penetración financiera y política hacia el sur. Por su parte, los rusos consiguieron construir un ferrocarril transversal este-oeste que cerraría definitivamente la posibilidad que tenía Austria de intentar monopolizar los Balcanes. Son motivos económicos y estratégicos los que confluyen en la rivalidad entre Austria y Rusia por el control de los Balcanes. El contexto que recién se acaba de entregar, se une a las causas que propiciaron el conflicto mundial, entre las que se deben destacar rivalidades de tipo territoriales, como fue el caso de la reclamación francesa de los territorios de Alsacia y Lorena, anexados al Reich alemán a partir del triunfo de la guerra de 1870. También rivalidades de tipo económicas, sobretodo ante la imposibilidad de colocar capitales alemanes en el extranjero a gran escala, ya que los centro de negocios más importantes y respetados siguieron siendo Londres y París; y rivalidades de tipo sicológicas, ya que la tensión ambiental entre los bloques derivó en una constante carrera armamentista y de incremento del contingente militar. Francia elevó su contingente a 750 mil hombres, gracia a una ley que fijó el servicio militar activo en tres años. Alemania aumentó en un solo año su ejército de 620 mil a 820 mil hombres. Rusia llegó a tener hacia 1914, la elevada cifra de 1 millón 800 mil soldados, en su mayoría aportados por grandes masas campesinas y proletarios urbanos cesantes. Sin lugar a dudas, eran fuerzas militares excesivas para estar viviendo un supuesto periodo de paz, el cual se contradecía con la propaganda que se anunciaba por algunos periódicos y boletines, especialmente en Alemania donde la frase “La hora solemne de ajustar cuentas está próxima”, fue el emblema de moda antes del estallido de la guerra, el 28 de Junio de 1914.
El desarrollo de la Gran Guerra:
El día 28 de Junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de Austria-Hungría, es asesinado por un estudiante bosnio en la ciudad de Sarajevo. Investigaciones posteriores determinaron la vinculación del asesino con la organización terrorista La Mano Negra, movimiento serbio que propiciaba la lucha armada para lograr la unión de los pueblos eslavos en torno a una sola nación. La conexión con Serbia del atentado, fue la causa precisa que necesitó Austria para intentar atacar al estado balcánico, y de paso, conseguir la hegemonía en dicha región. Envió un ultimátum a Serbia el 23 de Julio de 1914 -asegurando en primera instancia el apoyo militar de los alemanes en caso de un conflicto- el que fue rechazado por los serbios que contaban con el apoyo de Rusia, que había advertido que no se mantendría neutral ante un ataque austríaco. Sin embargo, y pese a las advertencias internacionales “la hora solemne de ajustar cuentas” había llegado al fin. El 28 de Julio, Austria le declara la guerra a los serbios, y al día siguiente lanza un bombardeo sobre la capital Belgrado. El gobierno de Moscú comienza una movilización parcial de sus tropas, al tiempo que Inglaterra y Francia le advierten oficialmente a Alemania, que no se quedarán neutrales, si esta nación decide ayudar a su aliado en los Balcanes. El día 30 de Julio, y sin el conocimiento de sus aliados, Rusia moviliza sus tropas en contra de Austria y Alemania. Se declara la guerra entre los bloques: el 1° de Agosto, el kaiser Guillermo II le declara la guerra a Rusia y el día 3 a los franceses; al día siguiente las tropas alemanas invaden la neutral Bélgica, e Inglaterra entra en el conflicto. La guerra entre la Alianza y la Entente, pasará a historia por ser la primera en que se dispondrá de un arsenal y armamento industrial a gran escala. Es el momento de poner a prueba todos los avances técnicos en materia bélica de cada una de las industrias nacionales. En ese sentido, si bien la Entente posee mayores recursos financieros, mayor contingente, mayor disponibilidad de materias primas y mejor acceso de rutas marítimas; la Alianza había preparado mejor y con mayor anticipación un posible conflicto. La industria bélica alemana pudo proveer de un mejor equipamiento a sus tropas que las industrias de la Entente, reflejándose aquello en la gran cantidad de artillería pesada y en la introducción de armas automáticas de mejor calidad. Alemania ya tenía pensado, desde 1905, la estrategia a seguir en el caso de un ataque de la Entente. Como se sabía del retraso tecnológico y en ferrocarriles de los rusos, los alemanes pensaron en atacar rápidamente el frente occidental francés, para luego atacar el frente oriental ante la lentitud de la movilización de hombres y de armamento del ejército del zar. A su vez, esta guerra se caracterizará por el estreno de ciertos elementos utilizados para la guerra y de nuevo armamento. Dentro de los primeros encontramos el ataque aéreo, el cual se hizo posible gracias a las labores de pioneros en la aviación, como el famoso Barón Rojo, que se pusieron a la orden de la guerra, además de la introducción de los dirigibles como el zeppelin alemán. También debemos mencionar la introducción de los submarinos, los cuales representarán una de las principales armas de los alemanes hasta la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Dentro del armamento, se introdujeron los primeros tanques, así como se estrenó la ametralladora, el fusil automático y el ataque con armas químicas como el gas venenoso y el gas asfixiante por parte de los alemanes.
Pero sin lugar a dudas, lo que diferenciará a este conflicto de los del siglo XIX, será su carácter mundial, ya que la guerra continental europea se traslada también a los territorios de las colonias, con lo que millones de hombres en el mundo están combatiendo en centenares de kilómetros alrededor del mundo, lo cual se incrementa aún más con la introducción de los Estados Unidos en la guerra y la lucha naval en altamar. Dentro del desarrollo de la Primera Guerra Mundial, se distinguen tres fases distintas: la guerra de movimientos, la guerra de trincheras y las grandes ofensivas: La guerra de movimientos (1914): Alemania siguió al pie de la letra el plan de guerra que había contemplado en 1905. El ejército, encabezado por el mariscal Moltke, en primera instancia inició una fuerte ofensiva sobre el frente occidental, invadiendo Bélgica y derrotando sucesivamente a las tropas francesas en la frontera belga, y en propio territorio francés, al tiempo que se empujaba a los ingleses alas zonas de costa, cortando la unión entre ambos ejércitos. La ineficacia del ejército francés, derivó en la huida de los gobernantes de París, llegando el ejército alemán a sólo 25 Kms. de distancia de la capital francesa el día 2 de Septiembre. Sin embargo, el ejército francés, al mando del general Joffre, detiene el avance de las tropas de Alemania en la batalla del Marne, por lo que el fracaso de la ofensiva rápida para los alemanes es total. Moltke es reemplazado por Falkeyhan al mando de las tropas del frente occidental, quien decide renunciar, por ahora, a la invasión de Francia, y concentrarse en conquistar territorios que comuniquen al frente alemán con el Canal de la Mancha, par así tener vigilados tanto a franceses como ingleses. Con la conquista del norte de Francia y sur de Bélgica, se establece un largo frente entre los dos bandos que va desde las costas del Atlántico y el Canal de la Mancha hasta la frontera suiza. Mientras tanto en el frente oriental, Alemania derrota con facilidad a los rusos en Polonia y la Prusia Oriental, sin embargo este éxito es solo parcial, con el retroceso de los austríacos en los Balcanes y los triunfos de los rusos en el Mar Negro. Además, Japón entra en la guerra contra Alemania, invadiendo ciertas posiciones germanas en China y el pacífico, pero a su vez, Turquí se decide a entrar de lleno en el conflicto invadiendo puertos y hundiendo embarcaciones rusas. Hacia fines de 1914, la guerra ya es mundial, y se vislumbra tendrá un largo desarrollo. La Guerra de Trincheras (1915-1916): la estabilización del frente occidental trajo como lección la supremacía de las posiciones defensivas por sobre la penetración ofensiva. Como ninguno de los ejércitos en conflicto tenía el suficiente potencial como para romper las líneas defensivas del enemigo, se impuso de ambos bandos la edificación de posiciones estáticas. Para ello se cavaron profundos fosos con extensiones de kilómetros de longitud. Son las trincheras, las cuales se consolidan con sacos de arena y tierra y se refuerzan con puestos en formas de casetas de cemento. Dentro de la guerra de trinchera aparece con fuerza el uso de la ametralladora como arma defensiva, así como la utilización de gas asfixiante y del lanzallamas como armas en las pocas incursiones ofensivas de un frente a otro. La guerra de trincheras en el frente occidental durará casi dos años, en una fatigosa contienda que produjo miles de muertos y ningún tipo de avance entre los bandos. El frente oriental también se estabiliza, ya que mientras los alemanes sientan supremacía sobre los rusos, la introducción de Italia y Rumania a favor de la Entente en la guerra, trajo como
consecuencia el retroceso de las tropas alemanas y austríacas, las cuales paulatinamente comenzaron a perder el control de las costas del Mediterráneo Oriental. Con ambos frentes estabilizados, será el sector occidental lo que acaparará la atención de los bandos, surgiendo la teoría de los puntos débiles como la forma de penetrar en las líneas defensivas del enemigo. Mientras los alemanes creían que el punto débil francés era Verdún, los franceses creían que el de los alemanes era el Somme. Fue así como en Febrero de 1916, los alemanes dirigieron una gran ofensiva en contra de Verdún, pero el ejército francés liderado por el general Petain, supo tomar las precauciones del caso, por lo que la batalla se prolongó por diez largos meses, con cerca de 700 mil hombres muertos de ambos bandos, pero con resultados nulos para el avance alemán. Al mismo tiempo, desde Julio de 1916, el general francés Foch, inicia su ofensiva por el Somme, lo cual obligó a los alemanes a retirar contingente de Verdún para defender su ala más débil. El año 1917, va a ser crucial para el desenlace de la guerra. Este año se vislumbra como un año de transición en el conflicto, ya que las tropas de ambos bandos se notan extenuadas de la lucha de trincheras, el cansancio de la guerra afecta todos los frentes. En Francia cierto sector del ejército se levanta en contra de la república, lo cual es violentamente aplacado por el general Petain. En Alemania, la falta de alimentos producto del bloqueo de los aliados a su economía, comienza a generar protestas por la extensión de una guerra que para muchos no se explicaba. Pero el país que más sufre con este año va ser Rusia, ya que la pérdida de millones de hombres en el frente, sumado a la grave crisis interna provocada por la Revolución Rusa que destituyó el poder del zar Nicolás II, significó la retirada de esta nación de la guerra en un pacto de paz con los alemanes firmado por el líder de la revolución bolchevique, Lenin. La salida de Rusia significa un claro alivio para los alemanes, ya que el frente orienta ahora prácticamente no existe, pudiendo concentrar toda sus fuerzas en la lucha en occidente. Sin embargo, la entrada de los Estados Unidos en la guerra resultaría fatal para las pretensiones de los alemanes. El día 2 de Abril de 1917, los Estados Unidos le declaran la guerra a Alemania, lo cual fue provocado por el bloqueo alemán con submarinos de las costas inglesas y francesas, y la promesa de hundimiento de cualquier embarcación neutral que trajera mercancías a estos destinos. Esta situación se concreta con el hundimiento del vapor norteamericano Vigilantia el pasado 19 de marzo. Las grandes ofensivas (1918): la desaparición del frente oriental, entonces, le permitió a los alemanes concentrar sus fuerzas en occidente. El mariscal Ludendorff preparó grandes ofensivas en contra de la línea defensiva francesa, logrando abrirse camino entre los ejércitos de Inglaterra y Francia. Sin embargo, una nueva ofensiva alemana logra ser detenida por los aliados, quienes ahora tiene un puesto de mando común en la persona del general Foch. Con la detención del avance alemán, y sumado al nuevo material de guerra norteamericano, que competía con los submarinos alemanes en el mar y mermaba las fuerzas de resistencia en el continente, el general Foch decide en Junio de 1918 realizar una gran ofensiva en contra de las tropas alemanas, sorprendiéndose de la debilidad de la líneas defensivas del enemigo, a estas alturas fatigado de la guerra. En Septiembre de ese año ya se ve con claridad el triunfo de la Entente, la cual se logra definitivamente con el armisticio del 11 de Noviembre. Ante tal situación, el káiser Guillermo II abandona
Alemania refugiándose en Holanda, y en Berlín se proclama la república. Es el fin de la guerra más sangrienta y costosa de la historia. Se han perdido casi 10 millones de hombres en los diferentes frentes de batalla, y las economías de los países están casi arruinadas. La debacle demográfica que afectó a la población masculina trajo como consecuencia la salida de la mujer al trabajo, el cierre de varias empresas y cifras de desempleo que se disparan en los años posteriores a la guerra. La paz en el continente europeo se sella mediante una serie de tratados, dentro de los que se destaca el tratado de Versalles, en donde se deja bien claro que la culpa de la guerra estuvo totalmente radicada en los alemanes, y que por lo tanto ellos deben costear los gastos de esta guerra. El documento a su vez dispuso el desmembramiento del Imperio Austro-húngaro, la ruina económica del Imperio turco, se conforma un nuevo mapa político en los Balcanes, Polonia obtiene su independencia, al igual que los Estados del Báltico (Estonia, Letonia, Lituania). Además se proclama el desarme de la nación alemana y las reparaciones que esta nación debe hacer a Europa. Sin lugar a dudas, fueron los franceses los que más disfrutaron con la derrota alemana. El recuerdo de la humillación de 1870 aún estaba vivo en las conciencias de los franceses, por lo que la firma de la rendición de los alemanes en Versalles, fue un planeado detalle de la política francesa, quienes a su vez reclamaron en la rendición alemana que se les devolvieran los territorios de Alsacia y Lorena, usurpados en la guerra de 1870. Además, Francia fue intransigente ante el pago de 220 millones de marcos como reparación de guerra, lo cual fue declarado como altísimo por los Estados Unidos. Versalles fue un tratado que hundió a la nación alemana. No sólo se reunieron motivaciones económicas y políticas en su contra, sino que también conspiraron ánimos de revancha en su confección. Los principios y fundamentos de Versalles, no serán olvidadas por la nación alemana, y representan uno de los motivos cruciales que explican el estallido de una nueva guerra mundial.
2. Los Estados Totalitarios:
La Revolución Rusa:
En el año 1917, durante pleno desarrollo de la Primera Guerra Mundial, en Rusia se produce un movimiento revolucionario que conducirá a la caída del régimen zarista en el gobierno del estado ruso, y la llegada de un gobierno basado en los preceptos comunistas impulsados en el siglo XIX por Marx. La Revolución de Octubre de 1917 fue el producto de una serie de problemas que evidenció la sociedad rusa desde el siglo XIX, y que se incrementaron con los primeros años del siglo XX, en los tiempos del gobierno del zar Nicolás II, perteneciente a la dinastía Romanoff. Los problemas a los cuales hacemos alusión, se pueden organizar en cuatro problemáticas superiores. La primera se refiere a la gran diversidad cultural, étnica, religiosa y lingüística que se observa en la Rusia de los zares. Se identifica el gran pueblo ruso, más entidades grandes como Bielorrusia y Ucrania, pero también existe un variado conjunto de pueblos y etnias más pequeñas de eslavos, además de los pueblos musulmanes de las mesetas de Asia Central. Las dinastías rusas permanentemente sofocaron las intensiones localistas de autonomía, introduciendo una fuerte rusificación de la población. Un segundo aspecto a considerar es la crisis económica que vive el Imperio Ruso. Si bien ya es conocida la tardanza de la llegada de la industrialización y la modernidad a la nación rusa, en algunas regiones ya se habían conformado núcleos industriales que lograron aumentar la producción industrial. El problema era que este aumento en la producción no repercutía en el consumo masivo de la población de Rusia, sobretodo la campesina, que se encontraba sumida en la pobreza, lo cual paulatinamente aumentó las protestas y las huelgas de los trabajadores de las ciudades. En 1903, 200 mil obreros enfrentaron a las compañías petrolíferas en el primer ensayo de movilización popular. Una tercera problemática se apunta en el tipo de gobierno que regía al Imperio Ruso. Si la economía comenzó a tener un proceso de modernización, en el plano político ésta no llegaba nunca. El zar gobernaba Rusia de forma absolutista, bajo la forma de las monarquías del siglo XVIII, no existían partidos políticos, elecciones, parlamento, libertad de prensa, ni una carta de derechos a manera de constitución. El zar Nicolás II, ante cualquier intento de demanda popular de configurar un nuevo tipo de poder político, respondía con la represión policial y militar. Por último, un factor importantísimo para entender el estallido de la Revolución Rusa es la grave crisis social que se vivía dentro de la nación de los zares. La irrupción de corrientes ideológicas como el socialismo marxista y el anarquismo, incubaron muy bien entre los intelectuales, la población del proletariado urbano y el campesinado. Los líderes disidentes del poder del zar y contrarias al liberalismo industrial, según ellos factor de la desigualdad y la pobreza de las masas campesinas, aprovecharon cada revés internacional del ejército ruso para enarbolar la bandera de la revolución y del cambio de las estructuras de Rusia. Así ocurrió con las manifestaciones tras las derrotas rusas frente a la guerra contra el Japón en 1904 y 1905.
A partir de los movimientos de 1905, los comités de obreros, los soviets, proliferaron en las principales ciudades de Rusia, en donde predicaban su pensamiento político, líderes como Trotski y Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, quien después de pasar un tiempo en el exilio, fue introducido en Rusia en 1917 a expensas de una estrategia alemana que buscaba distraer al zar de la guerra mundial para preocuparse de los asuntos internos. Lenin creció con la convicción de que la Revolución del proletariado era la única forma de sacar al zar del poder. Sus ideas fundamentales las había obtenido de la lectura de Marx, adaptándolas y mejorándolas para el contexto ruso (recordemos que Marx aunque se sitúa como un pensador universal, siempre basa sus escritos e ideas en Alemania. Pese a todo es un nacionalista), tomando sobretodo la idea de criticar al sistema capitalista de las naciones industrializadas. La caída del zar Nicolás II, se produce ya en Febrero de 1917, cuando dimite a su cargo a favor de un gobierno provisional encargado a los burgueses. Sin embargo, este gobierno tiene que congeniar con la instauración de numerosos soviets en la nación, los cuales cada vez tienen más apoyo popular. Hacia Abril, Lenin llega a San Petersburgo comenzando una fuerte propaganda en contra del nuevo gobierno. En Julio del mismo año, algunos socialistas son admitidos en el gobierno en representación de los soviets, dándose un paso crucial en la revolución bolchevique. Sin embargo, el ala moderada de la revolución, con fuerte influencia y respaldo en ciertos sectores del ejército decide entrar en acción ante la posibilidad de la toma del poder de los bolcheviques, revolucionarios más extremos liderados por Lenin, y la implantación de la anarquía en Rusia. Importante resultaron las acciones de fuerza del general Karenski en pos de respaldar el gobierno moderado. Pero fue la irrupción de uno de sus oficiales, lo que permitió el desenlace final. El general Kornilov, tomó cierto contingente a su cargo y se dirigió a la ciudad de Petrogrado con la intención de aplacar la revolución izquierdista de los soviets bolcheviques, con el claro afán de tomar el poder para sí y convertirse en una especie de nuevo Napoleón, que encausara con su fuerte poder los destinos de la nación. Sin embargo, el accionar del oficial ruso produjo la unión de los soviets bolcheviques en torno a la figura de Lenin, los cuales en Octubre de 1917, se organizan para la insurrección armada. Sólo el soviet dirigido por Trotski se mantuvo dudoso de entrar en el conflicto, pero en definitiva se sumará a la lucha. El 25 de octubre la victoria de los soviets es total, formándose un primer gobierno de comisarios con Lenin como figura principal. Además, en el gobierno están Trotski (Asuntos Exteriores), Ríkov (Interior), Lunacharski (Educación Nacional) y Stalin (comisario de nacionalidades). El nuevo gobierno proclamó el poder de los soviets y una estructura federal para Rusia, naciendo con esto la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, U.R.S.S., y se declararon los Derechos del pueblo trabajador y explotado, pera diferenciar este proceso de la Revolución Francesa, que según Lenin fue un movimiento que trajo el gobierno de la burguesía liberal capitalista. La constitución del Estado soviético se propuso en términos de organizar una estructura totalitaria, presidida por el Partido Comunista y el Comité Central o Soviet Supremo.
Las nuevas políticas del Estado Soviético, se reflejaron en la economía soviética y el nacimiento de la N.E.P. (nueva política económica) la cual postulaba un retroceso en el fundamento del comunismo, la colectivización de la economía planificada por el organismo central soviético. Trotski se negó ante este supuesta traición de Lenin y Stalin a los ideales revolucionarios, situación que le causó el destierro en 1927. Sin embargo, la nueva política económica rindió los frutos esperados, porque al liberar un poco los medios de producción, se logró estabilizar en los ritmos de avance de la Europa industrial. Lenin, sin embargo, murió en 1924, dejando el camino libre para Stalin y un nuevo gobierno. Stalin, inaugura la segunda etapa de la Rusia Soviética. A diferencia de Lenin, no se visualiza como un político brillante, pero resaltó por su rigidez ante el acoso de otros grupos que se quería apoderar del poder dejado vacante por Lenin. Stalin desarrolló una fuerte política de colectivización de los medios de producción, sobretodo en lo referente a las comunidades agrarias, en donde se produce una fuerte represión en contra de los kulaks, propietarios agrícolas, que vieron reducidos sus tierras de manera abrupta. La represión a favor de las tierras colectivas estatales, fue realizada por una policía que sospechaba a diario de cientos de agricultores que podían ser contrarios al régimen. Con el paso de los años, Stalin asumió todos los poderes en su persona, constituyendo una dictadura que pasará a la historia por la brutalidad de su gestión. La dictadura de Stalin se consagra a partir del año 1934, cuando ya no tiene rivales dentro de la política interna rusa. Una de sus políticas más impopulares, fueron las reiteradas purgas que el dictador proclamaba. Esta limpieza se hacía a niveles políticos, étnicos y de posibles disidentes. En campos de concentración, mediante la deportación hacia Siberia, o simplemente mediante la ejecución de sus opositores, Stalin conformó un poder que si bien se basó en la ideología comunista, se identificó mucho con el carácter del dictador soviético. De hecho, el proceso más famoso en contra de sus opositores, se identificó con la persecución que llevó en contra del exiliado Trotski, quien pese a su deportación hacia Siberia, siguió siendo un importante referente para la política soviética. Huyendo de la represión de Stalin, Trotski se refugia en México, en donde muere asesinado en 1940. La Unión Soviética, en definitiva, se manifestará en el transcurso del siglo XX como una de las potencias del mundo, influenciando bajo su órbita comunista toda una región de Europa y toda una parte del planeta, proceso que alcanza sus máximas pretensiones en las décadas posteriores al término de la Segunda Guerra Mundial.
El Fascismo en Italia:
Al terminar la guerra mundial, Italia se encuentra en una situación económica crítica. El Estado Italiano se halla endeudado con Estados Unidos e Inglaterra por empréstitos, y los paros, huelgas y el hambre son la realidad de cada día. En las elecciones de 1919, son los socialistas los que sacan más votación, lo cual se suma a las movilizaciones de los obreros en Lombardia y Piamonte, quienes ocupan sus fábricas y se dirigen hacia los principales almacenes de abastecimiento. Ante la posibilidad de la irrupción de un nuevo poder socialista, que derive en un proceso similar al que está
ocurriendo en Rusia, regresa al poder el viejo político de consenso italiano Giolitti, quien reorganiza el poder de Italia hacia 1921, en elecciones donde los socialistas pierden varios representantes a favor de los liberales del gobierno y a favor de 30 diputados fascistas, entre los que se encontraba su líder Benito Mussolini. El líder Giolitti, se retiró satisfecho al tener una Italia políticamente equilibrada. Desde 1920 hasta 1924, los fascistas proliferan por toda Italia con su típico uniforme de camisas negras. Su enemistad contra las ideologías de izquierda más revolucionarias como el socialismo, el comunismo o el anarquismo, intensificaron su rol protagónico cada vez que se anunciaba alguna revuelta, huelga o manifestación obrera. Pese a que íntimamente no eran liberales, el respeto hacia el Estado estaba entre sus máximas convicciones, por lo que toda generación de insurrección estatal les resultaba odiosa. En su labor de rompe huelgas, los fascistas se ganaron el aprecio de la clase media comerciante, la gracia de los integrantes del gobierno y la simpatía del mismo rey de Italia Víctor Manuel III. Sin embargo, con el correr de los años, este grupo toma cada vez más fuerza, incluso emplazando al gobierno italiano de sustituirlo en caso de no reprimir con fuerza los movimientos obreros socialistas. Ese fue el caso de Octubre de 1922, cuando Mussolini reúne a las camisas negras en Nápoles, y se dirige marchando hacia Roma. La Italia central y los centros de comunicación del Norte caen en manos fascistas. El 28 de Octubre el rey se niega a firmar un decreto en contra de los fascistas, lo que provoca la dimisión del gobierno. Curiosamente, el rey le pide al propio Mussolini que organice un nuevo gobierno, el cual hábilmente está integrado por solo cuatro ministros fascistas, otorgándole el resto del poder a los liberales del gobierno. Los fascios se convierten en la milicia republicana que protege el respeto al Estado y la nación de las protestas y el avance del comunismo en Italia. Paulatinamente Mussolini prepara el asalto definitivo al poder de Italia. En las elecciones de 1924 los fascistas obtienen cinco de los siete millones de votos. En los años 1924 y 1925, paulatinamente Mussolini va concentrando el poder en su figura y en la del partido. Teniendo controlado bajo el temor al rey, fue cortando los poderes de cada uno de sus posibles rivales. Las escuadras fascistas se encargaron de coartar toda resistencia al régimen, quemando libros y periódicos de corte socialistas. Entre 1925 y 1929, el Duce (Mussolini), se manifiesta como un gobernante dictatorial, pero con grandes dotes de diplomacia política. Mientras controlaba el poder, se las arreglaba para mantener medianamente contentos –o por lo menos sin reclamar- a la burguesía industrial y al sector conservador católico. El tratado de Letrán de 1929, donde le reconoce al Papa su soberanía sobre los territorios del Vaticano, fue una astuta medida para tener tranquilos a los católicos y su partido político popolari. En general, el fascismo se abrió como una tercera opción frente al liberalismo y al socialismo. El corporativismo, y el control de la empresa privada por el Estado poderoso son sus características principales. Pero en el fondo, la política de Mussolini esperaba que en algún momento Italia, recuperaría la antigua gloria del Imperio Romano, en la forma de un Estado totalitario que se basó en el poder tiránico y coercitivo de las libertadas personales.
Hitler y el Nazismo:
Después de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial se organizó una República Democrática en el año 1919, basada en la Constitución de Weimar, la cual estuvo regida por las consideraciones de las potencias vencedoras a Alemania en la Gran Guerra. Tanto Francia como Inglaterra, se esmeraron en coartar las expectativas de los alemanes a través de Versalles y de una serie de nuevos tratados, por lo que la república alemana estuvo siempre bajo la vigilancia de sus vencedores, los cuales mantuvieron el control de Alemania durante el transcurso de los años posteriores a Versalles. Durante la década de 1920, Alemania pudo recuperar su economía y el autoestima de su población, que recordaba ciertamente la humillación de su país con la firma de Versalles, pero lamentablemente, la crisis de 1929 repercutió muy fuerte en una nación que tuvo que arrastrar el lastre económico del pago de la guerra. La crisis llegó para quedarse en Alemania. La industria local quebró por completo, lo que se tradujo en un incremento de la cesantía hacia niveles históricos y en una completa depresión económica. El hambre y el desabastecimiento son los elementos característicos de estos tiempos, por lo que las protestas populares se fueron dirigiendo contra la república democrática, y sobretodo, ante la desventajosa situación de la nación alemana en el contexto europeo posterior al término de la Gran Guerra. Por esto, muchos alemanes cifraron sus esperanzas de progreso en entidades políticas diferentes a las que figuraban en el gobierno. Una de estas entidades era el partido Nacional Socialista, liderado por el carismático personaje de Adolfo Hitler, el cual nace en la ciudad de Munich, con los discursos públicos que realiza el jefe nazi en dicha nación. El partido nazi se eleva como una entidad política marcada por la ideología nacionalista alemana y la figura del jefe nazi, teniendo entre sus principales principios de encarar el poder los que se enumeran a continuación:
Racismo Antisemita: sólo pueden ser considerados ciudadanos alemanes, aquello que llevan sangre puramente germana, característica que se niega a los judíos.
Nacionalismo Expansivo: frente a la prohibición de los tratados de paz, se reivindica la unión de todos los alemanes en una gran Alemania, es decir, el anschluss (anexión) con Austria, la nación hermana; además de la posibilidad de anexionar zonas de mayoría demográfica germana en otras naciones, y se afirma el derecho a poseer suelo suficiente para un gran pueblo.
Control de la prensa y de la creación literaria y artística, con el argumento de que se “lucha contra la mentira política”. Corolario de este punto sería el monopolio de la información y de la “verdad” por el partido.
Abolición de los beneficios de las grandes empresas: este es el conflictivo punto 11 de la declaración de principios del partido nazi, el cual reivindicado por la izquierda del
partido en las campañas electorales, posteriormente fue olvidado cuando los magnates de la industria financiaron el régimen del partido. Así también, la figura de Hitler tiene una importancia capital dentro de la ascensión del partido nazi dentro de la conformación de la política nacional. Esta claro que de no ser por su figura carismática, el partido no hubiera tenido tantos éxitos electorales como los que tuvo. El mito del Fuhrer fue crucial para entender la importancia del gobierno nazi en Alemania, ya que en torno a él, el líder alemán logró monopolizar el poder del partido en su figura, la cual trascendía toda significación política. La imagen de Hitler, y la veneración de los alemanes a su figura y su proyecto de gobierno, se entiende porque el Fuhrer personificaba la nación por encima de los intereses individuales y egoístas de partidos políticos. Estando en el poder, Hitler incluso pasó por encima de ley para consolidar su poder, como fue la gran matanza de las milicias de las S.A. (1934) las cuales, pese a que apoyaron la labor del partido, se habían convertido en un peligro para el hegemónico poder del nazismo. La masacre fue minimizada por la propaganda nazi y ciertamente olvidada por una nación totalmente condescendiente con el nuevo Fuhrer. El pensamiento hitleriano se condensa en su famosa obra Mein Kampf (mi lucha), en donde se expresa sus deseos de un Estado Alemán fuerte, donde habite toda la población alemana de raza aria, la etnia superior en los términos de Hitler. Además se deja claro el marcado antisemitismo de su doctrina y los anhelos de revancha de su país (aunque verdaderamente era austríaco) ante la humillación que le significó el Tratado de Versalles. El ascenso en la carrera por el poder de Alemania parecía perdida para los nazis en 1932, al perder muchos representantes en el Parlamento alemán en las elecciones de ese año, pero sorprendentemente, fue el mismo presidente alemán Hindenburg, quien, el 30 de Enero de 1933, le pide a Hitler que organice el gobierno, convirtiéndose el líder de los nazis en el Canciller de Alemania. El poder total de los nazis en Alemania se consolida con el incendio del edificio del Reichstag o Parlamento alemán, el cual perpetuado por comandos nazis es inculpado en la persona de los comunistas, con lo cual el poder de aquella institución decae. Además, el presidente Hindenburg fallece el 2 de Agosto de 1934, con lo que Hitler decreta una ley en que se convierte en presidente y jefe de Estado a la vez. En el futuro, la política de Hitler y los nazis se apuntarán en favor de engrandecer al Estado Alemán y la preparación de la II Guerra Mundial, a la vez que se instaura la persecución de los judíos y la confiscación de sus bienes y propiedades. En una primera instancia, la política antisemita se limita a la deportación de los ciudadanos judíos, pero en los próximos años de guerra, esto variará en una política de exterminio completo y de limpieza étnica brutal de parte de los nazis, que extendieron su castigo a polacos, gitanos y turcos.
La Gran Depresión de 1929:
Mientras en la Europa posterior a la Primera Guerra Mundial, los estados totalitarios se comienzan a conformar en la forma del fascismo italiano, el nazismo alemán y el comunismo soviético, en las democracias occidentales vencedoras del conflicto se vislumbra un tiempo de prosperidad económica. Mientras Inglaterra y Francia tratan de
estabilizar sus respectivas economías, después del excesivo gasto que le significaron para ambos los cuatro años de lucha contra las potencias centrales, Estados Unidos sale del conflicto como la nación que mayores beneficios económicos pudo acarrear. De hecho, para los norteamericanos la Gran Guerra sólo duró unos cuantos meses, se perdieron muy pocas vidas, al contrario del resto de las naciones en el conflicto, así como se comprobó que la economía industrializada más sólida del momento, incluso superando al gran Imperio Británico que entra en sus últimas décadas de gloria, era la estadounidense. El comienzo del siglo XX para los norteamericanos fue una época de prosperidad económica y de un constante progreso de las principales actividades industriales del país, donde claramente sobresale la empresa automotriz y de electrodomésticos. Miles de inmigrantes europeos llegan cada año a los puertos del Este norteamericano. Cada vez más surge con fuerza el mito del “sueño americano”. El ambiente de optimismo de la economía norteamericana se observa claramente en los prósperos años que van desde 1925 hasta 1929, lo que se condice con la sobreproducción de los productos ante la gran demana de consumo local e internacional. Los stocks de las principales empresas siguieron muy altos desde 1921 en adelante, lo que motivó a algunos empresarios optimistas, como Ford y Rockefeller, hablaran sin miedo del fin de los ciclos con la alternancia expansión/depresión, una de las características más odiadas del sistema liberal, y el comienzo de una era de crecimiento ininterrumpido de la economía mundial. Sin embargo, la felicidad y prosperidad de los años veinte de la economía norteamericana tenía un sustento poco sólido como para que los buenos números siguieran permanentemente. Justamente fue la sobreproducción de productos industriales una de las causas de la posterior crisis financiera de 1929. La creencia de que la demanda de productos se mantendría siempre en niveles propicios para mantener la alta producción, fue un factor fundamental que gatilla la crisis, ya que a la sobreproducción de la industria norteamericana, hay que añadir un fenómeno similar con la producción agrícola, que desde 1925 en adelante evidenció una serie de excelentes cosechas que hicieron bajar los precios hasta tal punto que debieron mantenerse según ciertos pactos y convenios internacionales, los cuales después de la crisis quedan nulos. A estos dos procesos se debe sumar que la capacidad de consumo mundial sí comenzó a bajar: ante la oferta ilimitada de productos, las necesidades tendieron a bajar y la gente por tanto dejó de consumir como en años anteriores. Ahora bien, los elementos recién aportados no fueron suficientes para provocar la debacle económica de 1929. De hecho, si sólo se observaran aquellos, la situación no pasaría de un ciclo más de contracción de la economía. El problema se suscita debido al ambiente de optimismo de la economía en general, lo cual se manifiesta en la creencia general que cualquier negocio sería rentable y se sostendría en el mercado. Por lo mismo, y gracias a la increíble debilidad del sistema financiero norteamericano, fue que los actos de especulación financiera estuvieran a la orden del día. El sistema financiero y bursátil de Estados Unidos se mantenía gracias a la base que otorgaban los bancos y la flexibilidad en la entrega de créditos. El ambiente de optimismo de los años veinte, llevó a que los Bancos concedieran grandes créditos a empresarios, o mejor dicho especuladores, sin contar con un respaldo para dicha transacción. Los dineros eran preferentemente utilizados para comprar
acciones de empresas en Wall Street, las cuales, entonces, siempre se veían en franco ascenso, a pesar que la venta de sus productos no arrojaran los mismos números. Lo importante de este asunto es que muchos analistas financieros, banqueros y brokers de la bolsa de Nueva York, se dieron cuenta de la situación, pero al entrar en la lógica de los especuladores, también quisieron ser parte de los posibles beneficios futuros de las operaciones que respaldaban, y mintieron financieramente al ocultar la realidad de los valores de las acciones. La serie de errores y malas políticas financieras hizo crisis el día 24 de Octubre de 1929, cuando la Bolsa de Nueva York amanece con una avalancha de acciones con destino a la venta. Son exactamente 13 millones de títulos que son arrojados al mercado a bajo precio, pero que no encontraron comprador alguno. La especulación no dio los frutos esperados, las empresas no mejoraron sus ventas de productos, y las acciones de las mismas por tanto tenían muy poco valor. La gente, asustada de perderlo todo, se dirigió a los bancos para que se les liquidaran sus títulos de acciones. Los bancos, para tener plata en caja, debieron retirar sus propios títulos de la bolsa para hacerlos dinero, el cual fue sacado por la gente de forma rápida. La crisis, por tanto, fue total: la bolsa se vino abajo con tantas ventas de acciones a bajo precio (a su real precio mejor dicho), los bancos vieron cómo el dinero se escapaba de sus arcas, a la vez que no podían cobrar los intereses de los créditos prestados, porque simplemente sus deudores no tenía el dinero para hacerlo. El consumo no repuntó nunca, y las industrias y empresas, ante la banca rota, tuvieron que liquidar sus bienes y despedir a sus trabajadores, siendo la cesantía el efecto más devastador de la crisis del ’29. En 1932, en Estados Unidos existían unos 16 millones de cesantes. La crisis se hizo sentir en todo el mundo. Europa, el principal socio financiero de los norteamericanos también vivió procesos de depresión durante los años que siguieron a la crisis, la cual se hizo sentir con fuerza en Alemania, permitiendo el descontento popular y la llegada al poder, entre otros motivos, de los nazis. Para Chile, la crisis del ’29, repercutió fuertemente en su economía, debido a la conexión de nuestro país con los capitales norteamericanos (salitre), convirtiendo a nuestro país en uno de los más pobres de Latinoamérica en los primeros años de la década del ’30. El mundo aprendió que la economía mundial no puede solamente apoyarse en el dinero, olvidando la importancia de los mecanismos de producción y el consumo. La crisis tuvo sus esperanzas de término con la llegada al poder del presidente electo de los Estados Unidos, Franklin Délano Roosevelt en 1932, quien propuso una nueva política económica, el llamado New Deal (nuevo trato), el cual consistió en mantener las estructuras de la economía capitalista pero con una labor más fiscalizadora del Estado. Confeccionó un amplio programa de obras públicas con el fin de combatir la cesantía, además de subvencionar la producción agrícola y coartarla en territorios no aptos para ella, para así no tener un sobre stock de productos como en el pasado. Lentamente la economía norteamericana comenzó a salir del pozo en que se había metido, a su vez que la doctrina liberal es transformada para subsistir. Nace el concepto del Estado Benefactor.
3. La Segunda Guerra Mundial:
Causas que la motivaron:
Sin lugar a dudas, la causa principal del estallido de la Segunda Guerra Mundial, la encontramos en la política de Hitler y el partido nazi de devolverle el poder perdido a la nación alemana y conformar el llamado III Reich. Para ello, Hitler realiza una serie de maniobras que si bien, contradecían los postulados de Versalles, no tuvieron una respuesta enérgica de Inglaterra ni de Francia. Fue así como mediante un plebiscito, en 1935, se anexiona la región del Sarre, a lo cual seguirá el pacto que formará el eje Berlín-Roma con los fascistas de Mussolini en 1936. El viraje de la política internacional de los italianos, antiguos enemigos de Alemania, se entiende a partir de los desacuerdos existentes ente el Duce y los ingleses ante la invasión italiana de Etiopía. El conflicto anglo-italiano es resuelto por Francia, aliada de la república fascista, pero el quiebre entre ambos países acerca las posiciones del Duce con las del Fuhrer alemán, lo cual se ve reflejado en el apoyo que ambos le conceden a las fuerzas nacionalistas que combaten en la guerra civil de España y en el apoyo mismo de la Alemania nazi a la conquista africana de los italianos. El año 1938 se caracteriza por lo conflictivo. Al canciller austríaco se le exige que nombre como Ministro del Interior de ese país al líder del nazismo austríaco, SeyssInquart. Ante las presiones, el canciller cede, además de convocar a un plebiscito acerca de la independencia de Austria, el cual nunca se llega a realizar ante la confabulación de las autoridades nazis alemanas y austríacas. Ante la suspensión del plebiscito (que se veía contrario a los nazis), Hitler exige que se coloque a Seyss-Inquart en la cancillería de Austria, ante lo cual el presidente accede ante la presión de los nazis. El 13 de marzo de 1938, el nuevo canciller llama a las tropas alemanas para que ocupen el país, proclamándose el anschluss, la unión de Austria y Alemania. El silencio de los italianos (siempre interesados en una Austria despotenciada) ante el avance de los alemanes, deja al descubierto el pacto entre los fascistas y los nazis, quebrándose la amistad de Francia con el régimen de Mussolini. A continuación Hitler se anexiona los territorios checos del Sudeste, en donde habitaban más de tres millones de habitantes alemanes. Tal empresa fue autorizada por el primer ministro inglés, Chamberlain, a condición de que Alemania no presentase más reclamos territoriales, lo cual queda saldado en un pacto del 29 de Septiembre de ese año en Munich, adonde asisten Mussolini, Dedalier (canciller francés) y Chamberlain.. Sin embargo, Hitler hizo caso omiso de los acuerdos y se apoderó de Praga en Marzo de 1939. El último paso para establecer el Reich que necesitaba Hitler, era la conquista de la Prusia Oriental en manos polacas y separada de Alemania por el corredor polaco del puerto de Danzig. Si bien era una operación militar fácil, de realizarse sería el rompimiento definitivo con Inglaterra y la guerra se proclamaría con aquella nación y además con la Rusia de Stalin, que también quería controlar territorio polaco. Fue así como la diplomacia nazi pudo acercar las partes y firmar un protocolo secreto de no-agresión, además del reparto de Polonia y los Estados del Báltico, el día 23 de Agosto de 1939.
El 1° de Septiembre, Alemania inicia la ofensiva contra Polonia, en una invasión que contó con el respaldo tácito del ejército ruso, al no intervenir éstos en el ataque sobre el país eslavo. Inglaterra y Francia le declaran la guerra a la Alemania nazi inmediatamente. Es el comienzo de la II Guerra Mundial.
Desarrollo de la guerra (1939-1945):
El desarrollo de la guerra se identificó muy favorable para las tropas de Hitler durante los tres primeros años de guerra. La ofensiva relámpago sobre el occidente europeo, se sustentó gracias a la excelente máquina de guerra que habían conformado los nazis desde la ascensión de Hitler al poder en 1933, derivada de una gran industria de armamento que significó uno de los principales medios para aplacar la cesantía y la crisis económica en que estaba la nación alemana en el inicio de la década del ’30. La propaganda nazi, conducida por el líder nazi Goebbles, incendió las pasiones en contra de los judíos, muchos de ellos prósperos empresarios alemanes, a los cuales se les culpó de sacar las riquezas del país siendo parte activa de la confabulación extranjera en contra de Alemania después de la I Guerra Mundial. En la noche del 10 de Noviembre de 1938, el líder de la policía alemana, la Gestapo, Heydrich, ordenó el incendio de 2 mil sinagogas y la detención de más de 20 mil judíos. En los seis meses después de la invasión polaca, estuvo la oportunidad, según los historiadores, de frenar rápidamente a los nazis en su expansión por Europa, ya que Hitler aún no tiene un poder militar netamente consolidado. Sin embargo, tanto franceses como ingleses fueron demasiado lentos y precavidos en sus movimientos, lo que le permitió a los alemanes reorganizar la guerra occidental en este tiempo y planificar el asalto a su más odiado enemigo: Francia. Para dicha tarea, en Febrero de 1940 decide aislar a los franceses del posible apoyo de Inglaterra. Su primer movimiento fue la ocupación relámpago de Noruega y Dinamarca, con lo que dejó aislados a los suecos entre estos países y una Finlandia aliada a los alemanes, por lo que Suecia debió declararse neutral. Pero sin lugar a dudas, el mayor triunfo del ejército alemán durante toda la guerra se inscribió en el mes de Marzo de ese año, cuando en pocas semanas, se internan en Bélgica desde donde ocupan Holanda y arrastran a las divisiones inglesas a las costas del Canal de la Mancha, las cuales tuvieron que ser rescatadas por la marina inglesa en una espectacular maniobra de rescate. Su próximo objetivo fue ocupar a Francia. El gobierno francés no podía creer la facilidad de los triunfos alemanes al traspasar sin dificultades la línea defensiva francesa, la línea Maginot, y la superioridad del armamento nazi en contra del suyo. En los primeros 15 días de Mayo, Francia estaba totalmente rendida y ocupada por las tropas nazis que entraban en París victoriosas. El propio Hitler viaja a la capital de Francia para presenciar la capitulación de los franceses, una fiesta que no se la perdería por nada del mundo. Francia, entonces, quedó dividida en dos zonas: el norte con capital París controlada por los nazis, y una república francesa en el sur con capital Vichy y dirigida por el general Pétain, la cual tuvo que manifestarse aliada de la Alemania nazi. Sin embargo, no toda la población francesa estuvo de acuerdo con esta medida y se organizaron en pequeños grupos guerrilleros conocidos como la Resistencia, la cual estuvo financiada por los franceses que se habían refugiado en Inglaterra que tenían como principal vocero al general Charles de Gaulle.
Hacia Julio de 1940, Hitler se da cuenta que el único bastión occidental que queda por conquistar es Inglaterra. Anteriormente, había perdonado la vida a los ingleses en Bélgica, pero ahora estaba decidido a controlar dicho país, por lo que se elabora la llamada Batalla de Inglaterra, en la cual la fuerza aérea alemana, la Lutwaffe, tiene la labor de bombardear incesantemente el territorio de la isla británica, para así destruir su poderío naval y aéreo. A pesar de que para algunas poblados de Inglaterra el bombardeo fue letal, el empleo de una nueva tecnología, el radar antiaéreo, permitió a los ingleses defenderse a tiempo de los ataques alemanes, gracias fundamentalmente ala artillería antiaérea y la acción de la fuerza aérea británica. Finalmente, Hitler abandona el ataque hacia los ingleses y decide concentrarse en la conquista del frente oriental. Hacia fines de 1940 y comienzos de 1941, se originan otros dos frentes de lucha, el Norte de Africa, confiado a las divisiones del mariscal alemán Rommel, que por sus victorias y su genio estratégico se ganó el apelativo de “zorro del desierto”, y el mediterráneo, en donde serán los italianos los que tengan la labor de luchar contra los navíos aliados. La nación alemana hacia esas alturas estaba con serios problemas de abastecimiento y de empobrecimiento de los alimentos básicos. El aparato represor del partido nazi, las milicias S.S., se encargaron de frenar todo intento de sublevación, a la vez que se dispusieron a poner un corte definitivo al problema de la “cuestión judía”. El líder S.S., Himmler, fue el encargado de dar inicio a una de las mayores políticas de exterminio étnico de la historia. Si bien desde 1933, el mismo año de la subida de Hitler al poder, los campos de concentración de judíos y enemigos del régimen existían en Alemania, éstos eran utilizados como mecanismos del aparato represor del partido nazi, concepción que se adapta en los tiempos de la guerra y ante la difícil situación económica del Estado, pasando a la política de exterminio de los prisioneros, los cuales eran un gasto innecesario para Alemania según la opinión del jefe de las S.S. Los campos de concentración fueron transformados, entonces, en campos de exterminio, siendo el más famoso de ellos el campo de concentración de Auschwitz en la Prusia Oriental. Al término de la guerra se calcula que el holocausto nazi había provocado el exterminio de casi 6 millones de judíos europeos, sin contar a otras etnias como gitanos y musulmanes que también fueron perseguidos. La carestía de alimentos y el empobrecimiento de la agricultura alemana, entonces, precipitó el plan de invadir la Rusia Soviética ya consignado en el plan alemán llamado Barbarroja, así en la primavera de 1941 comenzaron las movilizaciones del ejército alemán hacia el país controlado por Stalin, las cuales tuvieron grandes victorias en los primeros meses, provocando miles de muertos en el bando soviético, a la vez que se tomaron más de 300 mil prisioneros. Importantes para el gobierno y el ejército alemán serían las tierras del sur de Rusia, preferentemente Ucrania por sus cultivos agrícolas, además de controlar la capital, Moscú. Sin embargo, la lentitud de las comunicaciones en diho territorio, no permitió que el triunfo alemán fuera rápido. El invierno de 1941, causó más estragos entre el ejército alemán que las propias fuerzas rusas, por lo que la operación se aplazó hasta el mejoramiento de las condiciones climáticas, ya en 1942, cuando se inicia una ofensiva sobre la ciudad de Stalingrado y los centros petrolíferos del Cáucaso. Sin embargo, la ciudad resistió varios meses el ataque de las tropas alemanas. El año 1942, marca el giro en la II Guerra Mundial, ya que desde este año serán los aliados los que tomen la ofensiva en contra de las tropas del Eje Berlín, Roma y la
incorporación de Japón al acuerdo, tras su alianza con los alemanes en contra de la Rusia comunista. Y el giro se marca, al igual como ocurrió en la I Guerra Mundial, gracias a la entrada de los Estados Unidos en el conflicto. Desde 1940 en adelante, el Imperio japonés se había lanzado a una carrera expansionista por el Asia Pacífico. Ya controlaba China, pero ahora sus ejércitos se concentraron en Indochina. Los norteamericanos, de clara influencia económica en el Pacífico, se remite a presionar sobre la expansión japonesa en Indochina, resguardando con esto sus intereses comerciales en el pacífico sur. Sin la declaración de guerra, los japoneses inician las actividades belicosas con el famoso bombardeo al puerto de Pearl Harbor, en el archipiélago de las islas de Hawaii, el 8 de Diciembre de 1941. El ataque sorpresa fue el pretexto inmediato para que Estados Unidos entrara en la guerra en contra de Japón y sus aliados alemanes. El declive de las fuerzas alemanas se comienza apercibir en las derrotas que sufren en el norte de Africa. El Africa-Korps de Rommel se encuentra en malas condiciones de aprovisionamiento de hombres, armamento y alimento. Las tropas aliadas encabezadas por el general inglés Montgomery, los derrotan en la batalla de el-alamein, al mismo tiempo que un destacamento norteamericano desembarcaba con éxito en Marruecos liberando el país de los alemanes. Así mismo en las aguas del Mediterráneo, los barcos italianos no pudieron hacer frente a la armada británica, por lo que la Europa nazi queda aislada de sus destacamentos africanos y del tráfico de víveres por el Mediterráneo. Sin embargo, la batalla decisiva en el giro de la guerra resultó Stalingrado. Las tropas rusas lograron retener el ataque alemán hasta la llegada del invierno de 1942, el cual resultó fatal para los hombres y la maquinaria bélica alemana que quedó inmóvil ante el frío que congelaba. La ofensiva rusa no se hizo esperar y en Enero de 1943, el principal ejército de la campaña contra Rusia se rinde ante la obstinación de Hitler de seguir en batalla. Al igual como ocurrió con Napoleón Bonaparte, los nazis no pudieron mantener la invasión en contra de los rusos sin el apoyo de sus bases centrales, dejando a una importante sección de su ejército abandonado en las lejanas tierras rusas. Mientras tanto en el pacífico, las tropas norteamericanas derrotan a las japonesas en las batallas navales de Coral, Midway y Guadalcanal. Tras estas victorias, la lucha se concentrará en las conquistas de las islas del Pacífico, la cual se balanceará para las tropas de Estados Unidos. En todos los frentes comienza el avance de las tropas aliadas. En 1943 comienza la internación de las tropas aliadas, las cuales tienen su principal punto de ataque la península itálica. Las tropas inglesas y norteamericanas desembarcan en Sicilia, lo cual provoca una revuelta popular en Julio y la destitución de Mussolin. Se pensó que la toma de Italia sería fácil para los aliados, sin embargo, en un espectacular rescate, las tropas de Hitler logran rescatar a Mussolini y lo ponen de vuelta en el poder de los italianos, por lo cual el avance aliado en Italia se tornó difícil y lento. De todas maneras, después de la batalla de Montecassino, los aliados logran entrar en Roma, y desde allí continúan el avance hacia el norte. Mussolini es asesinado, y las tropas italianas rompen el acuerdo con los nazis, integrándose al bando de los aliados. Por el Este, los rusos paulatinamente ganan terreno en el frente oriental, lo cual le da tiempo alos aliados para planificar el desembarco de Normandía.
El 6 de Junio de 1944, se convierte en el famoso día D, en el día de la más grande movilización de tropas de la II guerra mundial de los aliados, la cual estaba destinada a tomarse la costa de la región francesa de Normandía, para luego desde allí ir remontando terreno sobre el continente europeo. El 25 de Agosto, los aliados liderados por el general norteamericano Patton, entran en París y liberan a Francia de la ocupación nazi. Desde allí las tropas aliadas se dirigen hacia Bélgica, conquistando Amberes y Bruselas. Sin embargo, el avance por el continente se frena en la línea del río Rhin, y además por la gran contraofensiva nazi en el bosque de las Ardenas, en la frontera con Bélgica, la última ofensiva de las tropas de Hitler. Por el Este los rusos ya se encuentran en Varsovia, la capital de Polonia, pero la defensa alemana les demora otros seis meses el ataque final. Hacia Enero de 1945, los rusos están a escasos 66 Km de Berlín, por lo que Hitler decide concentrar todas sus fuerzas en el frente con los rusos, despejando el camino para la irrupción de las tropas de Patton en Alemania. En su intimidad, el líder nazi prefería ser derrotado por los norteamericanos y su supuesto buen trato, que caer en las manos de los rusos que seguramente (como ya lo estaban haciendo) se vengarán de su persona y la población alemana por los miles de muertos en la guerra con castigos terribles. Los campos de concentración de Stalin, aún no se conocían públicamente, herramienta que trasladó desde sus enemigos políticos hacia los prisioneros de guerra alemanes. En los primeros días de Mayo, tanto americanos, ingleses y rusos logran entrar en Berlín. Hitler se suicida en su búnker de la Cancillería y el 8 de Mayo se produce la rendición de los alemanes. Sin embargo, la guerra sigue en el Pacífico durante 1945. Si bien las tropas norteamericanas obtienen los principales triunfos, la resistencia japonesa en infatigable, incluso utilizando estratégicas poco convencionales, como el ataque suicida de aviadores kamikaze en contra de los portaaviones norteamericanos. La extensión de la guerra en el pacífico, hizo surgir una serie de políticas sobre mejorar el armamento norteamericano. Los avances de la ciencia física con Einstein acerca de la energía atómica, derivan en el proyecto secreto de la confección de una bomba atómica, la cual es lanzada con el permiso del presidente Truman, el día 6 de Agosto sobre la localidad de Hiroshima y tres días después sobre Nagasaki. Sólo con la explosión de la primera bomba, murieron 80 mil personas, a lo cual se le deben sumar las víctimas de la otra bomba y los muertos que siguieron por las fuertes heridas y quemaduras, a parte de las enfermedades producto de la radioactividad dejada por las bombas. Japón, ante esta nueva arma, decide rendirse incondicionalmente. La guerra había terminado, dejando la terrible cifra de 60 millones de muertos, entre los que resalta la gran cantidad de civiles. Rusia es el país más afectado con más de 20 millones de muertos, donde más de la mitad de esa cifra corresponde a víctimas civiles. La apertura de Alemania deja al descubierto los horrores del régimen nazi y el holocausto judío. En las conferencias de Yalta y de Postdam, se discutió el futuro de la nación alemana, la cual será dividida entre los aliados. Los nazis son enjuiciados en los famosos Juicios de Nuremberg.
Evaluación: 1. La intervención norteamericana en la Segunda Guerra Mundial se inicia con: a) b) c) d) e)
El hundimiento de Lusitania. El New Deal La invasión a Polonia. El ataque a Pearl Harbor. La depresión de 1929.
2. La crisis económica de 1929 se origina por: a) b) c) d) e)
La acción de los especuladores. La debilidad del sistema de créditos de Estados Unidos. La sobreproducción industrial y agrícola El “inflado” valor de las acciones. Todas las Anteriores.
3. La belle époque tuvo su centro neurálgico en: a) b) c) d) e)
París. Nueva York. Londres. Madrid. Ninguna de las Anteriores.
4. El jefe de las milicias nazis llamadas S.S. se llamó: a) b) c) d) e)
Hitler. Goebbels. Himmler. Einchmann. Hindenburg.
Desarrolla los siguientes temas:
1. Describe las causas que posibilitaron la Depresión de 1929. 2. Haz una comparación entre las motivaciones de Alemania en la I y en la II Guerra Mundial. Identifica similitudes y diferencias. 3. Describe los fundamentos e inspiraciones de los artistas impresionistas y posimpresionistas. 4. Analiza el pacto entre Hitler y Stalin de 1939. ¿Cómo dos regímenes diametralmente opuestos en ideologías pueden firmar un pacto de cooperación?.
5. La Guerra Fría y el Nuevo Orden Mundial:
Las Naciones Unidas:
Con el término de la II Guerra Mundial, las naciones vencedoras del régimen nazi se reunieron para conformar un nuevo marco que organizara el mundo en la base del respeto de las soberanías nacionales, la proliferación de las democracias y el resguardo de los derechos humanos que se había perdido en el desarrollo de la II Guerra. Estas iniciativas, que nacieron de las conferencias de Yalta y de Postdam de 1945, en donde se reunieron el presidente Roosevelt en la primera reunión y Truman en la segunda, por Estados Unidos; el Primer Ministro inglés Winston Churchill por Inglaterra; Stalin por los soviéticos y el general De Gaulle como representante francés; dieron como resultado la conformación de un nuevo organismo internacional que se establecía para reguardar la paz y estabilidad del mundo, con el objetivo claro de no volver a vivir otro conflicto de la magnitud que se había evidenciado anteriormente. Este nuevo organismo son las llamadas Naciones Unidas, que nace de la reunión de 50 naciones en la ciudad de San Francisco, las cuales en Junio de 1945 firmaron la Carta fundamental que sienta las bases de esta entidad internacional. La nueva entidad se emplaza como el heredero de la llamada Liga de las Naciones, entidad que se formó después del término de la I Guerra Mundial. Sus principales organismos son el Consejo de Seguridad, la Asamblea General y el Secretario General. El Consejo de Seguridad está formado por 5 miembros permanentes: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia, China; y 6 miembros elegidos por dos años por la Asamblea General, la cual está formada por los representantes de los Estados miembros. El Secretario General debe ejecutar las resoluciones de la Asamblea y el Consejo. Con el curso de los años el número de miembros ha aumentado considerablemente, de modo que hoy en día los representantes de los Estados asiáticos y africanos representan la mayoría. Sin embargo, durante el transcurso de su vida funcional, las Naciones Unidas han incurrido en las mismas deficiencias de su antecesora Liga de las Naciones, las cuales se identifican con la pérdida de su importante labor en discusiones estériles y la toma de resoluciones irrealizables. Ejemplos de ello han sido los numerosos conflictos internacionales que surgieron durante la llamada Guerra Fría, los cuales no pudieron ser resueltos por la vía de las reuniones y negociaciones que se entablan en la entidad fiscalizadora de las naciones del mundo. Esta situación se entiende, a su vez, por la apropiación de las políticas internacionales de los países de menor orden, por parte de las dos potencias mundiales que sobresalen a partir de 1945: Estados Unidos y la Unión Soviética, las cuales se enfrentarán en la llamada Guerra Fría, un conflicto que alineó al mundo en dos bloques separados. Otras organizaciones internacionales son la OTAN, agrupación de los países industrializados bajo la influencia de Estados Unidos y su competidor soviético, el pacto de Varsovia, el cual agrupará en torno al liderazgo de la Unión Soviética a los países de la Europa Oriental.
La Guerra Fría:
El término de la II Guerra Mundial organiza una nueva etapa en que se declaran las intenciones de organizar una comunidad mundial en torno a la paz. Sin embargo, dentro de la unión de las naciones, existe un germen ideológico y político que se incubará en las distintas regiones del mundo a partir de 1945. Este germen se identifica en el choque existente entre las ideologías capitalistas y comunistas, que tienen a partir de la segunda mitad del siglo XX a sus dos estandartes en las figuras de los Estados Unidos en primer término y la Unión Soviética en el segundo. Mientras Estados Unidos se encargó de enrolar a las democracias capitalistas de la Europa occidental, gracias al pacto que se hizo entre ambos grupos con el Plan Marshall, intenso plan de reconstrucción de la infraestructura y la economía de las naciones de Europa devastadas por la guerra; los soviéticos ganaron la Europa Oriental como zona de influencia, gracias al apoyo de los respectivos partidos comunistas que se formaron en las repúblicas de dicha región. Aquí se entregan algunas características principales de este conflicto: Se trata de un enfrentamiento no bélico bipolar, es decir, se organizan las naciones en dos grandes bloques acaudillados por las dos superpotencias de la posguerra. Cada superpotencia consigue configurar una zona de influencia propia, impidiendo cualquier desviación militar o ideológica a favor de su adversario. Ejemplos de ello hay muchos: el partido comunista italiano siempre se manifestó como una de las grandes fuerzas políticas de su país, pero sorprendentemente nunca llegó a ser gobierno; probablemente porque Washington no hubiera permitido perder a tan poderoso aliado. Lo mismo sucedió en el caso chileno, en donde está comprobada la participación de las agencias de inteligencia norteamericana en la caída del presidente de tendencia socialista, Salvador Allende. En tanto en el bando soviético, la tendencia militarizada de la doctrina soviética, implicó que el ejército rojo tuviera una gran participación en la política internacional de Rusia, lo cual se pudo evidenciar en los aplastamientos militares de las revoluciones de Hungría en 1956 y de Checoslovaquia en 1968 que buscaban safarse del control autoritario de Moscú. El sistema bipolar no admite neutrales, por lo que cada país debe considerarse implicado en las lógicas de poder que se repartían el mundo entre las dos superpotencias, salvo aquellas naciones que previamente han visto reconocido su status de neutralidad internacionalmente, como es el caso de Austria y Suiza. Por último, existe un permanente estado de tensión no sólo militar sino preferentemente ideológico, el cual obligará al empleo de armas como la propaganda hostil y la comercial (el cine en Hollywood), además de presiones diplomáticas, el espionaje y el chantaje económico. Como se anunciaba en uno de los puntos anteriores, la guerra fría se distinguió por ser un conflicto en que no se enfrentaron directamente las dos superpotencias en un choque bélico, sino más bien fue un gran proceso en donde las potencias intervinieron mediante el apoyo de sus respectivos aliados en conflictos locales que ellos protagonizaban. Durante el desarrollo de la Guerra fría podemos encontrar, entonces, una serie de etapas, las cuales tienen como escenario un conflicto que las refleja:
Fase de inicio (1945-1950): se desarrolla a partir de las conferencias posteriores al término de la II Guerra Mundial. El escenario del conflicto será la ciudad de Berlín, la cual ha sido ocupada y repartidas en cuatro grandes zonas de protección por los aliados. Los problemas comienzan a plantearse ante el bloqueo que realizan los soviéticos del sector Este de la ciudad, ya que no quiere que el capitalismo del sector occidental se incube en dicho territorio. En el futuro los sectores correspondientes a las potencias occidentales se unirán creando la República Federal de Alemania, encontraste con el sector oriental de influencia soviética, La República Democrática Alemana, división que se hizo más patente a partir de la construcción por parte de los soviéticos del llamado Muro de Berlín en 1961.
Segunda fase (1950-1953): es el periodo donde ocurre la primera confrontación local de las dos ideologías en la Guerra de Corea, la cual se traduce en el apoyo norteamericano a los sectores democráticos capitalistas, incluso con contingentes del ejército, del asedio armado de los sectores comunistas apoyados por la Unión Soviética y la China comunista logísticamente y en armamentos. El término del conflicto se resuelve con la división de la península de Corea en dos partes: una Corea del Sur capitalista y resguardada por los norteamericanos y una Corea del Norte comunista bajo la influencia soviética y china (1951). Tercera fase (1953-1956): marca un periodo de estabilización de la lucha entre las dos ideologías, lo cual está dado por la muerte del líder soviético Stalin. Cuarta Fase (1956-1961): el año 1956 se señala como el reiniciador de las hostilidades, sobretodo por la acción militar del ejército ruso en contra de la sublevación de la población de Hungría. Las imágenes de los tanques rusos en las capitales de las naciones de Europa del Este, serán la constante en las décadas que siguen a este conflicto. Quinta Fase (1961-1963): coexisten dos periodos, uno de estabilidad otorgado por la administración Kennedy y sus intentos de apaciguar la tensión con los soviéticos. Sin embargo, se sobreviene un segundo periodo de crisis máxima, el cual es otorgado por la crisis de los misiles de Cuba, la cual estuvo a punto de ocasionar la guerra total entre los dos bandos. La revolución cubana de 1959, trajo a Fidel Castro al poder, el cual prontamente se transformará en enemigo número uno de los norteamericanos, siendo apoyado por la administración de Unión Soviética mediante el traspaso de misiles a la isla, lo cual provocó el enojo de los norteamericanos. Sexta Fase (1963-1973): el conflicto vuelve al Pacífico asiático en la Guerra de Vietnam. Una nación que ya expulsó a los franceses de sus territorios, se enfrasca en una lucha interna entre los sectores conservadores proclives a la intervención capitalista extranjera y un sector comunista liderado por Ho Chi Ming, el cual cuenta con el apoyo armamentístico de los soviéticos para armar a sus guerrillas vietkong, El país queda dividido en dos sectores, un Vietnam del norte comunista y un Vietnam del sur protegido por el ejército norteamericano, quien paulatinamente se ve involucrado cada vez más en la guerra local. Sin embargo, Vietnam significará la peor de las derrotas para la política intervencionista norteamericana. La extensión del conflicto, el rechazo internacional, la
oposición pacifista y universitaria en el propio Estados Unidos, los reclamos de las minorías afroamericanas ante el hecho de la gran cantidad de muerto de ese sector, sumados a los cientos de muertos y heridos que produjo el conflicto vietnamita; en definitiva resolverán la retirada de los ejércitos norteamericanos de la región y el triunfo de los comunistas al tomarse el sector sur del país, unificándolo en torno a una nueva república comunista. Séptima Fase (1973-1987): se mantiene el continente asiático como zona de conflicto. En esta etapa, luego del declive norteamericana, serán los soviéticos los que impulsan la política expansiva. Sin embargo, los rusos vivirán su propio Vietnam en el territorio de Afganistán, el cual fue ocupado militarmente por las tropas soviéticas ante la rebelión de los musulmanes locales. La región es rica en yacimientos petrolíferos, por lo que su inestabilidad era grave para los propósitos soviéticos. La expulsión de los tanques rusos fue una imagen que dio la vuelta al mundo, y significó el inicio de la decadencia del régimen comunista en la Unión Soviética. El final de la guerra fría se caracteriza por la desintegración del bloque soviético a partir de la década del ’80. En un proceso donde se interrelacionan procesos económicos y políticos. Bajo la administración de Mijail Gorbachov, se proclaman las políticas de la perestroika, la cual evidenció una apertura del régimen comunista a los mercados neoliberales del mundo occidental; y de la glasnost, la cual se identifica como la transparencia de las políticas estatales al contrario de lo oculto del régimen soviético. A su vez, el bloque soviético de la Europa Oriental comienza a desestructurarse con movimientos democráticos locales, los cuales comienzan en Polonia, y la labor del líder obrero Lej Walesa. Pero el fin de la Guerra Fría y el término del régimen soviético está determinada por la caída del Muro de Berlín, el 3 de Octubre de 1990, lo cual vuelve a unificar Alemania. En el año siguiente, rumanos, búlgaros, ucranianos, estados bálticos, húngaros, checos, y yugoslavos, logran derrocar a las autoridades comunistas soviéticas, con lo que la guerra fría llega a su término. Sin embargo, la caída de la Unión Soviética no significó la caída total del comunismo que aún perdura en distintas formas en Cuba, Corea del Norte, Vietnam y China. Principal mente importante es el proceso comunista de esta última nación, la cual se produce con la llamada Revolución China la cual en 1949 proclama el comunismo en la nación oriental bajo los preceptos de su líder Mao Tsé Tung. Sin embargo, frente al comunismo chino, en Asia Oriental aparece otra gran potencia capitalista, el Japón, el cual después de la II guerra y las desastres atómicas, configuró una nación poderosa que basó su economía en la exportación de manufacturas y productos de alta tecnología. El progreso de la nación nipona se ha denominado “el milagro japonés”. Por último, el otro gran conflicto enmarcado por la guerra fría durante el siglo XX va a ser la crisis judío-palestina. La creación del Estado de Israel, como forma de compensar el holocausto nazi, llevó a enfrentarse al nuevo estado judío –apoyado por Norteamérica- contra la Liga árabe, comprador de armas soviéticas. Sin embargo, este conflicto religioso, cultural y territorial aún cobra víctimas en el agitado espacio geográfico de Medio Oriente.
Interrelación Conceptual. 1. Kaiser. 2. Balcanes (1914). 3. La Mano Negra. 4. Trincheras. 5. Verdún. 6. Tratado de Versalles. 7. Zar Nicolás II. 8. Lenin. 9. Soviets. 10. Bolcheviques. 11. Stalin. 12. Purgas. 13. Fascismo. 14. Nazismo. 15. Especulación. 16. Crisis del’29. 17. New deal. 18. Estado Benefactor. 19. III Reich. 20. Anschluss. 21. Gestapo. 22. S.S. 23. Resistencia. 24. Lutwaffe. 25. Rommel. 26. Auschwitz. 27. Stalingrado. 28. Pearl Harbor. 29. Día-D. 30. Batalla de las Ardenas. 31. Kamikaze. 32. Hiroshima. 33. Yalta / Postdam. 34. Naciones Unidas. 35. OTAN. 36. Pacto de Varsovia. 37. Guerra Fría. 38. Plan Marshall. 39. CIA. 40. KGB. 41. Guerra de Corea. 42. Crisis de los misiles. 43. Guerra de Vietnam. 44. Revolución china. 45. Perestroika.
46. Glasnot. 47. Muro de Berlín. 48. Estado de Israel. 49. Liga Arabe.
Evaluación: 1. Dentro del desarrollo de la Guerra Fría, el primer conflicto entre las vertientes soviéticas y occidentales se evidenció en : a. b. c. d. e.
La Guerra de Corea. El puente aéreo sobre Berlín. La Guerra de Vietnam. La crisis de los misiles. La Revolución de Cuba.
2. La política norteamericana llamada La Nueva Frontera, llevada a cabo durante la administración de John Kennedy tenía como principal propósito: a. b. c. d.
Eliminar la competencia soviética en Europa Oriental. Establecer una política de acercamiento con sus rivales. Establecer un área de protección e influencia sobre Latinoamérica. Eliminar del contexto político y cultural norteamericano a los simpatizantes comunistas. e. Establecer un dominio militar sobre la Isla de Cuba. 3. De los países que componían el Pacto de Varsovia bajo la supervisión de la Unión Soviética. ¿Cuál de los siguientes logró ser el primero en desprenderse con éxito del control soviético?: a. b. c. d. e.
Polonia. Hungría. Checoslovaquia. Rumania. República Democrática Alemana.
Desarrolla los siguientes temas:
1. Las Naciones Unidas como organismo internacional. Funciones y real alcance de su gestión. 2. Los agencias de inteligencia durante la Guerra Fría. 3. Identifica durante el transcurso de la Guerra Fría los momentos de preponderancia y retroceso tanto de la política norteamericana como de la soviética. 4. Estudia el proceso de formación del Estado de Israel y las repercusiones que este hecho tiene en la actualidad. 5. Analiza las causas de la caída de la Unión Soviética, comentando ¿Porqué el sistema comunista cayó en Rusia y ha tenido gran alcance y desarrollo en China?. 6. Latinoamérica durante la Guerra Fría. Políticas internacionales de intervención de las potencias mundiales y sus casos más emblemáticos.
Bibliografía: Capítulo I:
Grimal, Pierre. El Alma Romana. Espasa, Madrid, 1999. Kitto, H.D.F. Los Griegos. Editorial Universitaria, Buenos Aires, 1984. Saita, Armando. Guía crítica de la Historia Antigua. F.C.E., México, 1989. Santos, Narciso. Textos para la Historia Antigua de Roma. Cátedra, Madrid, 1986.
Capítulo II:
Huizinga, Johan. El Otoño de la Edad Media. Alianza Universitaria. Madrdid, 1978. Le Goff, Jacques. La Baja Edad Media. Editorial Siglo XXI. Madrid, 1971. Saitta, Armando. Guía crítica de la Historia Medieval. F.C.E., México, 1996.
Capítulo III:
Braudel, Fernand. El Mediterráneo, el espacio y la historia. F.C.E. México, 1985. Romano, Ruggiero y Tenenti Alberto. Los Funadamentos del Mundo Moderno. Editorial Siglo XXI. México,1995. Tenenti Alberto. La formación del mundo moderno. Editorial Crítica, Barcelona, 1985.
Capítulo IV:
Hobsbawn, Erick. La Era del Capital 1848-1875. Editorial Crítica, Barcelona, 1998. Hobsbawn, Erick. La Era del Imperio 1875-1914. Editorial Crítica, Barcelona, 1998. Hosbawn, Erick. La Era de la Revolución 1789-1848. Editorial Crítica, Barcelona, 1998. Lefebvre, George. La Revolución Francesa. F.C.E. México. 1960.
Capítulo V:
Hobsbawn, Erick. Historia del Siglo XX. Editorial Crítica. Buenos Aires, 1998.